9. ¿Cómo afrontar el cambio global? Mitigación y adaptación al cambio global “Si no desviamos nuestros pasos probablemente acabemos donde nos dirigimos.” Proverbio chino P ara el sociólogo americano Alvin Toffler la humanidad después de la revolución agrícola e industrial ha entrado en lo que denominó la “tercera oleada” o la revolución tecnológica. Para Toffler es un periodo definido por un estilo de vida que caracteriza a la civilización del siglo XXI altamente tecnológica, economicista y antiindustrial, que genera cambios radicales, profundos y globalizantes. El problema no es el cambio, la humanidad se ha construido en un ambiente cambiante, sino la aceleración de un cambio profundo y global para el que ni el ser humano ni sus instituciones están preparadas. Para afrontar el problema del cambio global, que líderes mundiales identifican como el mayor reto que la humanidad ha de afrontar, es preciso, en primer lugar, reconocer claramente el problema, sus causas y sus incertidumbres, y fomentar, desde los distintos niveles de la sociedad, desde los ciudadanos a las políticas, actitudes adaptativas que permitan afrontar este problema con éxito. En esta sección ofrecemos algunos pensamientos y pautas sobre cómo conseguir esta capacidad adaptativa. 127 9.1. Cómo construir capacidad adaptativa frente al cambio global Componentes del bienestar humano Servicios de los ecosistemas El científico y divulgador norteamericano Jared Diamond en su reciente libro de gran éxito, Colapso (2004), argumenta que la capacidad de unas sociedades para perdurar mientras otras desaparecen depende fundamentalmente de su capacidad adaptativa en términos de cambio social. En base al estudio de múltiples casos documenta cómo las sociedades que no fueron capaces de adaptarse a cambios graduales y catastróficos, casi siempre asociados a impulsores de cambio de carácter ecológico ya fueran de origen humano como el deterioro ambiental (destrucción de ecosistemas, sobreexplotación de recursos, extinción de especies) o debidos a procesos naturales como cambios climáticos, sufrieron un drástico descenso del tamaño de su población y de su complejidad política y socioeconómica llegando muchas de ellas a desaparecer. A diferencia de lo que ha ocurrido en la historia de la humanidad, en esta nueva era del Antropoceno la coevolución entre naturaleza y sociedad tiene lugar a escala planetaria y a una velocidad mucho más rápida y con consecuencias más impredecibles que en el pasado. Seguimos y seguiremos necesitando servicios de aprovisionamiento, como alimentos, madera, agua, fibra, combustible, etc., pero sobre todo y a 128 Servicios de abastecimiento (bienes) Ecosistemas funcionales con resiliencia ecológica Seguridad Libertades y opciones para progresar Materiales básicos para calidad de vida Servicios de regulación Bienestar social Salud Servicios culturales Buenas relaciones sociales Figura 9.1. Existe una interdependencia entre humanos y ecosistemas que se manifiesta en la variedad del flujo de servicios que éstos generan a la humanidad y determinan el bienestar de sus sociedades. Los cambios tanto locales como globales afectan a este flujo de servicios con consecuencias en la economía, la salud, las relaciones socioculturales, las libertades y la seguridad de los humanos. Fuente: Millennium Ecosystem Assesment, 2005, modificada. pesar de que sean invisibles para el mercado y no tengan precio, seguiremos dependiendo de los servicios de regulación, como son el secuestro de carbono para el control del sistema climático, de la polinización para la producción de las cosechas, de la depuración del agua, de la formación de suelo, de la regulación de enfermedades, de la asimilación de nutrientes, etc. Tampoco podemos olvidarnos del valor social de los servicios culturales de los ecosistemas reflejados en sus valores estéticos, educativos, de recreación o espirituales. De hecho, el Informe Stern sobre el impacto económico del cambio global (Stern team, 2006) califica el cambio global de fracaso colosal de la economía de mercado, pues se generan grandísimos daños económicos a través de procesos que inciden fundamentalmente en bienes ajenos al sistema de mercado. Hoy sabemos que para poder disfrutar de los servicios de los ecosistemas lo importante no es gestionar correctamente los servicios de aprovisionamiento o de regulación sino conservar o restaurar las funciones o procesos ecológicos esenciales que los soportan (figura 9.1.). Necesitamos mantener ecosistemas sostenibles, es decir, sistemas naturales que conserven sus funciones biogeofísicas (producción primaria, ciclo de nutrientes, ciclo del agua). En esta necesidad reside el desafío actual del uso humano del capital natural del planeta. El problema esencial al que se enfrenta la civilización de inicios del milenio es cómo gestionar la resiliencia, o capacidad de recuperación frente a perturbaciones como las asociadas al cambio global, de los ecosistemas, para asegurar un desarrollo social y económico en el contexto de un mundo rápidamente cambiante. De una forma simple, la resiliencia ecológica hay que entenderla como la capacidad de un sistema ecológico de conservar sus funciones mientras soporta perturbaciones. Los ecosistemas resilientes son capaces de absorber perturbaciones externas y acontecimientos no previstos. Tienen capacidad para amortiguar perturbaciones, renovarse y reorganizarse después de un cambio. Un ecosistema sin resiliencia es vulnerable a perturbaciones externas y está sometido a una amplia variedad de tensiones y cambios. Carece de capacidad para adaptarse y modular los cambios por lo que no es capaz de reducir los daños que pueda sufrir en el futuro. Gestionar la resiliencia de los ecosistemas tiene por tanto consecuencias en la subsistencia, la vulnerabilidad, seguridad y conflictos de la sociedad humana. La resiliencia de los ecosistemas reside en las interrelaciones que se establecen entre sus componentes geóticos y bióticos. En este contexto la biodiversidad juega un papel esencial en el mantenimiento de la resiliencia de los ecosistemas. Este papel está relacionado con la diversidad y el número de individuos de grupos funcionales de especies en un ecosistema (biodiversidad funcional), es decir, de los organismos que polinizan, depredan, fijan nitrógeno, dispersan semillas, descomponen la materia orgánica, transforman la energía lumínica en química, capturan o emiten CO2, etc. La pérdida de grupos funcionales tendrá un efecto directo e intenso sobre la capacidad de los ecosistemas de reorganizarse después de una perturbación. A la luz de los resultados de múltiples estudios científicos realizados sobre los efectos de las actividades humanas en la estructura, funcionamiento y dinámica de los ecosistemas acuáticos y terrestres del planeta emergen, en el contexto del cambio global, dos errores fundamentales relacionados con los pilares que sustentan la mayoría de las políticas de gestión de los sistemas naturales (Folke, 2004). El primer error está relacionado con la presunción de que las respuestas de los ecosistemas al uso humano son lineares, predecibles y controlables. El segundo está relacionado con el supuesto de que los humanos y la naturaleza son entidades diferentes que pueden ser conceptuadas y gestionadas independientemente. Sin embargo las evidencias acumuladas en diversas regiones del planeta sugieren por un lado que los comportamientos de la relaciones naturaleza-sociedad no son lineares y muestran umbrales que de sobrepasarse devienen en cambios muy pronunciados. Por otro lado la naturaleza y la sociedad hay que conceptuarlas como un sistema socioecológico o socioecosistema dado que la sociedad humana es parte de la biosfera y sus actividades están ensambladas en el sistema ecológico. Todos los ecosistemas del planeta están sometidos a los distintos componentes del cambio global pero la percepción de sus efectos y cómo abordarlos difiere según dos modelos de gestión fuertemente contrastados. Desde las políticas de gestión más tradicionales se asumen una respuesta gradual, suave y predecible al cambio global y sus componentes. Se supone que la naturaleza está o tiende a un estado de equilibrio o casi equilibrio y el modelo de gestión óptimo denominado “Dominio y Control” (Holling & Meffe, 1996) se relaciona con actividades que conduzcan al sistema natural hacia un estado de equilibro canónico o clímax que hay que mantener. Se busca situaciones de 129 Impulsores directos e indirectos de cambio Sistema socio-ecológico Suministro de servicios Sistema social Ecosistemas “Capital de origen humano” “Capital natural” Conservar/Restaurar Figura 9.2. Desde el concepto de socioecosistema, los humanos y los ecosistemas constituyen un sistema e interactúan de manera interdependiente a una escala local y global. Bajo esta trama conceptual de ver las interrelaciones (el bosque) en vez de sus componentes aislados (los árboles) podemos desarrollar las políticas del cambio global con mayor eficacia al abordar los problemas con toda su complejidad. 130 mínima complejidad e incertidumbre en un contexto cambiante. Todo cambio se considera una degradación. Hay que “conservar lo que cambia” por lo que es necesario controlar las perturbaciones naturales o sus efectos como fuegos, inundaciones, sequías, huracanes, etc. En oposición al modelo de “Dominio y Control” se encuentra el modelo de la “Gestión de la Resiliencia”. Desde esta perspectiva los cambios lineares y suaves son interrumpidos de forma repentina y drástica por perturbaciones naturales que, a menudo, no se pueden predecir ya que presentan un comportamiento estocástico, como es el caso de huracanes, fuegos, sequías, etc. Estos eventos discretos en el espacio y en el tiempo (aunque hay espacios y tiempos con más probabilidades por razón de las actividades humanas) desencadenan cambios de estado en los ecosistemas que no se pueden predecir con mucha certeza. Estos cambios de estados hoy sabemos que son una característica inherente a los sistemas complejos adaptativos como es el caso de la biosfera. Por tanto, la forma más práctica y efectiva de enfrentarse al desafío del cambio global y a sus componentes es construir resiliencia, de los estados deseados de los ecosistemas, es decir, de aquellos cuadros ecológicos que tienen mayor valor social en términos de la calidad del flujo de servicios ecosistémicos. Desde el modelo de la gestión de la resiliencia, los humanos y la naturaleza no son entidades independientes sino que conforman un sistema denominado sistema socioecológico o socioecosistemas por lo que tienen que ser gestionados como un todo, como entidad integrada y unitaria. Los sociecosistemas son ecosistemas que de una forma compleja se vinculan e interaccionan de manera dinámica e interdependiente con uno o más sistemas sociales (figura 9.2.). El concepto socioecosistema aporta una visión global de la complejidad de los problemas que implica el cambio global que sirve para tender puentes entre las ciencias biogeofísicas, sociales y las tecnologías, generando un marco transdisciplinar que permite a ecólogos, economistas, sociólogos e ingenieros compartir no sólo el objeto y objetivo de los programas sobre cambio global sino también un marco conceptual y metodológico. Facilita la toma de decisiones ya que permite integrar las dimensiones biogeofísicas y sociales del cambio global a través del conocimiento de la organización, funcionamiento y dinámica de los sistemas ecológicos, y de la incorporación de aspectos económicos, sociológicos y políticos de la componente humana del cambio global. Desde esta aproximación un socioecosistema es sostenible si es resiliente, es decir, si conserva las capacidades adaptativas al cambio creando, innovando, probando a la vez que se generan y se mantienen las oportunidades de autoorganización (Folke et al, 2002). Además del desarrollo de escenario, la otra herramienta esencial con la que cuenta el modelo de la gestión de la resiliencia es la gestión ambiental adaptativa. El camino de la sostenibilidad exige construir capacidad adaptativa de los socioecosistemas para que se puedan ajustar a las nuevas condiciones generadas por los cambios sin perder sus oportunidades de futuro. La capacidad adaptativa de los socioecosistemas está estrechamente relacionada con el aprendizaje. Dado que las relaciones entre naturaleza y sociedad están en continuo cambio es muy difícil predecir las consecuencias de nuestras acciones de gestión, por lo que una estrategia para abordarlas es tratarlas como hipótesis que permitan su tratamiento posterior como experimentos, de forma que aprendamos haciendo. Si estos experimentos son seguidos y analizados adecuadamente mediante un sistema de indicadores, los gestores pueden aprender sobre la administración de los socioecosistemas en un contexto de cambio, incertidumbres e imprevistos. En este contexto es necesario que las políticas relativas al cambio global promuevan el desarrollo de indicadores de cambios graduales y de alerta temprana que detecten señales de pérdida de resiliencia y de posibles umbrales de cambios de régimen en socioecosistemas frente a presiones. Por último hay que tener en cuenta que el éxito o fracaso del modelo de gestión adaptativa que promueve la gestión de la resiliencia dependerá de los procesos institucionales y políticos que promuevan los proyectos sobre el cambio global. Por esta razón es importante introducir en las políticas de cambio global el concepto de gobernanza adaptativa para analizar las estructuras y procesos mediante los que los seres humanos tomamos decisiones sobre la gestión de los servicios de los ecosistemas y compartimos su ejecución. Bajo este marco las nuevas políticas del cambio global deberían estimular la creación de foros o espacios participativos para el análisis y el debate de los problemas y las consecuencias de los cambios en marcha. Se deberían promover plataformas cívicas apoyadas por instituciones abiertas que se apropien y ejecuten modelos de gestión adaptativa para aprender y construir capacidad adaptativa de los sociecosisteamas donde se desarrollan las comunidades. Para Diamond en su libro ya citado sobre el colapso de las civilizaciones, la esperanza de futuro de esta civilización de los albores del tercer milenio radica en saber utilizar algo que no tuvieron las sociedades del pasado que se extinguieron en un total aislamiento; un flujo de información globalizada que nos permite conocer en tiempo real lo que está ocurriendo en cualquier parte del planeta. Por primera vez podemos aprender rápidamente de los errores pero también de los aciertos de las sociedades que nos precedieron y de las actuales por muy remotas que sean. El saber utilizar correctamente esta herramienta de aprendizaje global y con ella construir capacidad adaptativa está en nuestras manos. 9.2. El papel de la ciencia La contribución de la ciencia es central para comprender, anticipar y reaccionar al problema del cambio global. Esta contribución ha de venir de un esfuerzo científico transdisciplinar, que integre 131 las múltiples dimensiones del cambio global, desde sus raíces sociopolíticas a la comprensión detallada de los mecanismos biogeoquímicos que intervienen en el funcionamiento de la biosfera que permita formular modelos predictivos fiables, el examen de acontecimientos pasados en la historia del planeta y de la humanidad que nos ofrecen oportunidades para evaluar la fiabilidad de los modelos, a la observación de los síntomas de cambio con particular atención a las huellas y signos de alerta de oscilaciones en el comportamiento y distribución de organismos y ecosistemas, la consideración de contingencias sociopolíticas o derivadas de avances tecnológicos (tabla 9.1.). En cualquier caso, satisface constatar que el esfuerzo de la comunidad científica española en el ámbito del cambio global ha aumentando notablemente (figura 9.3.) durante los últimos 15 años, multiplicando por 10 su esfuerzo de investigación durante esta época. El esfuerzo de investigación global es muy superior, de forma que se producen, anualmente, más de 20.000 artículos científicos relevantes al cambio global a nivel mundial. Progresivamente estos esfuerzos se van articulando a nivel internacional. A finales de los años 90 se creó el Programa Internacional de la Geosfera y Biosfera (IGBP) con el fin de mejorar, a partir de programas temáticos centrados en el 132 Disciplina Aportación Paleociencias Reconstrucción de climas y biosferas pasadas que permitan comprobar la fiabilidad de modelos climáticos desarrollados para predecir climas futuros. Física de la Atmósfera Modelos climáticos, predicción climática, modelización de eventos extremos (ciclones, etc.). Oceanografía Papel del océano y su biota en la regulación climática y del funcionamiento del sistema Tierra. Aumento del nivel del mar. Ecología Huellas del cambio global en los organismos, las poblaciones y los ecosistemas, posibles extinciones, consecuencias para el funcionamiento de la Biosfera y los servicios que ésta presta a la sociedad. Ciencias de la Tierra Dinámica de la hidrosfera, atmósfera y criosfera, intercambios de materiales y respuesta al cambio global; dinámica de la línea de costa en respuesta al cambio global. Biología molecular Consecuencias del cambio global sobre la expresión génica; papel de la diversidad genética sobre la adaptación al cambio global. Biogeoquímica Regulación del ciclo de elementos activos en la regulación climática y elementos biogénicos, acidificación del océano. Química Química atmosférica, flujos de contaminantes orgánicos persistentes. Hidrología Impactos del cambio global sobre la hidrosfera y el ciclo de agua. Dinámica de acuíferos. Historia Reconstrucción de cambios en el uso de recursos por la humanidad, así como las consecuencias de cambios ambientales a escala regional sobre civilizaciones pasadas. Teoría de Sistemas Complejos Comportamientos no lineales, comportamiento extiballe y procesos caóticos en el sistema Tierra. Ciencias de la Salud Impacto del cambio global sobre la salud humana (enfermedades emergentes, interacción entre agentes químicos y cambios ambientales, etc.). Sociología Percepción pública del cambio global; mecanismos de consensos y gobernanza globales; organización social. Economía Impacto económico del cambio global. Computación y Matemáticas Algoritmos eficientes en modelos de circulación global; propagación de incertidumbre en modelos; enlazado de modelos de distintas escalas. Tabla 9.1. Aportación de distintas disciplinas de la ciencia a la investigación del cambio global. océano, ecosistemas terrestres, y atmósfera entre otros, nuestros conocimiento del funcionamiento del planeta (ver sección Enlaces). Más adelante surgen los programas internacionales Diversitas, que aborda la investigación sobre diversidad biológica y su conservación a nivel global, y el programa IDHP centrado en la dimensión humana del cambio global (ver enlaces). Poco a poco emerge un nuevo concepto, más 500 400 Número de publicaciones integrador e interdisciplinar, del que surge el Consorcio para la Ciencia del Sistema Tierra (ESSP, ver enlaces), que incorpora, en un único foro en el Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU), todos estos programas internacionales de investigación, que movilizan decenas de miles de investigadores en todo el mundo. Estos programas, considerados “Big Science” (ciencia grande) por sus presupuestos multimillonarios, juegan un papel clave, pero han de conjugarse con las aportaciones que pueden partir de ideas surgidas a nivel de investigador individual o grupo de investigación, evitando así convertirse en lobbies científicos que desincentiven, por su estructura jerárquica, donde comités integrados por unas docenas de investigadores dictan la agenda científica a seguir por los miles de participantes, y que tienden a autoperpetuarse más allá de la consecución de sus objetivos. En España, siguiendo al ESSP y ampliándolo, se ha creado el Comité Español de Investigación en Cambio Global, CEICAG (ver enlaces), con el objetivo de desarrollar esta comunidad epistémica. A pesar de las incertidumbres en cuanto a la importancia de distintos motores del cambio global, las interacciones entre ellos y el alcance futuro del cambio global, existe un amplísimo consenso en la comunidad 300 200 100 0 1990 1995 2000 2005 Figura 9.3. Aumento en el número de publicaciones científicas de investigadores de instituciones españolas sobre cambio global. Fuente: Web of Science. científica en torno a la constatación del cambio climático, con una tendencia al calentamiento del planeta en el que la actividad humana juega un papel fundamental, así como el papel de la presión humana sobre la degradación de los ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos. Como se ha indicado, este consenso se articula a partir del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, que es un foro que, a través de la participación de cientos de investigadores de decenas de países, emite informes periódicos (cada 4 años) que integran el conocimiento científico sobre la evolución del clima y sus causas (ver sección 7). Este proceso permite el avance del consenso científico, pero es un avance lento, pues desde que una nueva idea o concepto se presenta a la comunidad científica hasta que éste se consolida pueden transcurrir varios años o, en casos extremos, décadas. Este retraso 133 Alcornoques viejos en el Parque Nacional de Cabañeros (Ciudad Real). Fotografía: F. Valladares. en la incorporación de conocimiento científico en el proceso que eventualmente interviene en la toma de decisiones y los convenios internacionales supone un riesgo en un contexto en el que un retraso de diez años en adoptar decisiones acertadas puede restar capacidad adaptativa frente al cambio global. Es importante pues que la comunidad científica articule mecanismos más ágiles a partir de los cuales nuevos conocimientos científicos puedan contemplarse en escenarios plausibles del cambio global, antes incluso de que hayan pasado a formar parte del corpus de conocimiento científico consolidado. Toda vez que el calentamiento global se perfila como el más importante de los problemas asociados al cambio global, están empezando a surgir propuestas para intentar reducir el problema mediante técnicas de geoingeniería, que implican la intervención humana para alterar el 134 balance térmico del planeta. Las propuestas incluyen desde el estímulo de la captación de CO2 a través de la adición de hierro al océano y la siembra de sulfuro en la estratosfera a la puesta en órbita de lentes para desviar la radiación solar. Estas propuestas, inicialmente planteadas como tests de nuestro conocimiento sobre los procesos que controlan el clima se están comenzando a considerar seriamente, suscitando polémicas en el seno de la comunidad científica, parte de la cual considera estas propuestas como ejercicios de “aprendices de brujo” que pueden originar problemas imprevistos y que pueden ser utilizadas políticamente para detraer de los esfuerzos para disminuir la liberación de gases de efecto invernadero, que debiera acometerse sin mayor dilación. Un reto adicional de la contribución científica al problema de cambio global es el de la difusión eficiente del conocimiento científico a la sociedad, actividad en la que la comunidad científica muestra carencias intrínsecas que afectan a éste y otros ámbitos de la investigación. De hecho no sólo es necesario informar a la sociedad sobre los progresos científicos en la comprensión y predicción del problema del cambio global, sino que es necesario informar sobre la naturaleza misma de la ciencia, de forma que conceptos importantes, como el de incertidumbre en ciencia, se comprendan adecuadamente. En particular, el concepto de incertidumbre en ciencia se ha utilizado erróneamente, a veces por ignorancia y muchas de forma intencional para sembrar dudas en el ciudadano bajo el argumento de “que los científicos no se ponen de acuerdo”. La incertidumbre es consustancial a la ciencia moderna que, a diferencia de otros periodos de la historia, admite la discrepancia como motor de progresión. La certeza pertenece a otros ámbitos distintos de la actividad humana, como el pensamiento religioso, pero desde luego no a la ciencia que se construye sobre la base de que todas las teorías y conocimiento actual son inciertas y, por tanto, susceptibles de mejora. La forma en la que los investigadores abordan el problema de la diseminación a la sociedad es típicamente la de publicación de páginas web donde se dan a conocer los resultados de los proyectos de investigación. Sin embargo, la efectividad de este proceso es cuestionable debido a la saturación de información en Internet, donde en una búsqueda en agosto de 2006 (Google) aparecen 640 millones de páginas relacionadas con el cambio global. Muchas de las páginas que supuestamente ofrecen información científica, son publicadas por fuentes sin solvencia científica, de forma que el visitante que no es especialista se encuentra con multitud de opiniones y visiones muchas veces en conflicto unas con otras, generando confusión. Por otra parte la información ofrecida en muchas de ellas es genérica o específica a regiones que no atienden a los intereses particulares de los visitantes. La creación de observatorios del cambio global, como puntos focales puentes que permitan la integración de conocimiento científico y su divulgación a la sociedad junto con un compendio de hechos relevantes, puede ayudar a paliar esta deficiencia y asegurar la disponibilidad de un flujo de información fiable, rigurosa, contrastada y relevante a la sociedad. El amplio esfuerzo transdisciplinar necesario para la investigación del cambio global supone un desafío a la estructura actual de la investigación científica, compartimentalizada en pequeñas especialidades con escasa vinculación con otras especialidades próximas, no digamos ya con otras disciplinas, los mecanismos de comunicación científica, igualmente estructurados en gethos para especialistas inaccesibles a investigadores de otra especialidad, y la formación universitaria y de postgrado articulada en torno a departamentos y facultades de temática especializada. El problema del cambio global pone al descubierto el agotamiento del modelo de crecimiento enciclopédico de la ciencia, que se ha ido articulando desde una concepción general “filosófica” inicial a una compartimentalización creciente del conocimiento en los últimos tres siglos. A lo largo de este proceso, la ciencia ha erigido pieza a pieza una nueva Torre de Babel del conocimiento, castigada —como en mito bíblico— con el castigo de la proliferación de lenguajes incompresibles que impiden la comunicación entre científicos de distintas disciplinas. De entre los millones de documentos científicos publicados anualmente, sólo una fracción mínima (< 0,1%) son comprensibles a un investigador dado, que sólo consigue ojear —no ya leer— una de cada 10.000 publicaciones. Cabe dentro de lo posible que descubrimientos aparentemente intranscendentales en un campo lejano al de la investigación del cambio global pudiesen aportar soluciones clave para algunas de las tareas enunciadas. Sin embargo, la probabilidad de que estos hallazgos lleguen al conocimiento de los investigadores capaces de establecer su relevancia para el problema del cambio global es mínima. Es necesario, tanto para abordar con garantías de éxito el problema del cambio global como otros problemas que implican sistemas complejos, generar una nueva concepción de la ciencia que fomente la actividad transdisciplinar, elimine barreras a la comunicación y el flujo de conocimiento. Esto requiere de cambios fundamentales desde la estructura de la actividad científica hasta la redefinición de currículos universitarios, que estamos aún lejos de abordar. Es necesario, además, articular centros o redes de investigación con suficiente masa crítica como para abordar el problema de cambio global desde sus distintas dimensiones. Existen aún pocos centros de investigación que hagan esto de forma eficiente, pues normalmente se especializan en alguno de estos componentes, como clima, atmósfera, océano o sociedad. En nuestro país, en particular, no existe 135 aún ningún centro de investigación que haga del cambio global su objetivo principal, destinando a este objetivo recursos, personal y transdisciplinariedad suficientes. Quizá sea más realista y efectivo en nuestro país, caracterizado en general por escasa masa crítica en ciencia, promover ejes de institutos y grupos de investigación que puedan articular su investigación con la masa crítica y dimensión transdisciplinar suficientes para abordar el cambio global que pretender agregar todas estas capacidades y las distintas infraestructuras que precisan bajo un mismo instituto. De hecho, existen excelentes investigadores en muchos de los ámbitos específicos del cambio global en nuestro país, pero actúan típicamente en pequeños grupos de 2 a 5 investigadores. Articular estos grupos para crear masa crítica debiera ser pues objetivo prioritario de la política científica española. La investigación científica, con su énfasis en el desarrollo de modelos capaces de generar predicciones, supone una plataforma privilegiada para la formulación de análisis prospectivos que apoyen actuaciones adaptativas. En el caso de nuestro país, este análisis permite identificar la sequía y la disminución de los recursos hídricos como la amenaza más importante, en la que las áreas excedentarias en agua desaparecerán, excepto por reductos de la cornisa cantábrica, de nuestra 136 geografía. Los efectos de esta disminución de recursos hídricos serán particularmente importantes en las zonas costeras mediterráneas, donde al incremento del déficit hídrico por motivos climáticos se ha de sumar el aumento de la demanda por el aumento de población transeúnte y, en menor medida, residente, y la salinización de acuíferos asociada al aumento del nivel del mar. Estas predicciones, que se derivan de forma consistente de los distintos modelos climáticos disponibles, deberían hacernos reflexionar e iluminar actuaciones encaminadas a lograr el ahorro de agua (e.g. aumento de la eficiencia de sistemas de irrigación, canalización y reciclado, implementación de tecnologías de ahorro en ámbitos doméstico e industrial, etc.), la recarga de acuíferos en los periodos húmedos que puedan darse entre sequías y la recuperación de ecosistemas que, como las zonas húmedas, contribuyen positivamente a la economía del agua. No parece lógico plantear, a la vista de estas predicciones, planes hidrológicos basados en transvases, que requieren como premisa sine qua non de la existencia de regiones excedentarias que puedan donar agua a las zonas deficitarias y que disminuirán de nuestra geografía. Ampliando el horizonte de nuestra visión del futuro, es evidente que la sequía y la disminución de recursos hídricos serán aún más agudas en las riberas sur y este de la cuenca mediterránea. Si esta predicción se conjuga con las elevadas tasas de crecimiento de algunos países de esa región, notablemente Egipto, y la debilidad de las economías de los países de esta región para adaptarse a estos desafíos, la lectura inevitable es la posibilidad de un importante aumento de los flujos migratorios hacia Europa y la proliferación de conflictos e inestabilidad en la región. Es evidente que, en un mundo globalizado, las actuaciones para mitigar los impactos del cambio global no pueden circunscribirse a nuestras fronteras. Los efectos en unas regiones tienen consecuencias sobre otras, generando posibles efectos dominó que sólo pueden anticiparse desde la actividad investigadora, conjugando las capacidades de ciencias naturales con las de las ciencias sociales. 9.3. El papel de las tecnologías Todas las sociedades, desde la de cazadores-recolectores a la industrializada, han impactado el medio ambiente biogeofísico generalmente hasta donde su desarrollo tecnológico lo ha permitido. Aún con algunas excepciones, ésta es una ley histórica general (Crosby & Worster, 1986). En el caso de las sociedades 1.000 Historia Proyección 800 722 665 613 600 563 510 400 400 347 283 421 366 309 200 0 1980 1985 1990 1995 2000 No OCDE 2003 2010 2015 2020 2025 2030 OCDE Parque eólico cerca de Tarifa en pleno Parque Natural de Los Alcornocales, en una zona de elevada biodiversidad y riqueza de endemismos, con el mar Mediterráneo al fondo. Fotografía: F. Valladares. Figura 9.4. Evolución del consumo energético de mercado en países desarrollado (OCDE) y en desarrollo 15 (no OCDE) entre 1980 y 2030. Datos en equivalentes térmicos de 10 unidades térmicas británicas. Fuentes: Administración de la Información de Energía (EIA, www.eia.doe.gov(iea) y EIA (2006). económicamente desarrolladas actuales, el desarrollo científico-tecnológico ha alcanzado un nivel sin precedentes, por lo que tiene un protagonismo central en la producción del cambio global, pero también en su mitigación y adaptación. Concretamente, la tecnología de la energía basada en la combustión de fósiles, y su creciente uso, y las tecnologías químicas se encuentran entre las principales causas antrópicas del cambio global, y, por ello, son una de las principales áreas a transformar. El uso de energía sigue creciendo en una espiral imparable, y aunque el uso de energías renovables está aumentando, su contribución porcentual parece anclada en el 8-9% (EIA 2006), mientras que la energía nuclear parece también anclada en torno al 5-6% del consumo total. Así pues, el consumo total de combustibles fósiles seguirá creciendo (figura 9.4.). Se predice que el consumo de energía aumentará en un 71% entre 2003 y 2030, creciendo a un ritmo cercano al 2% 137 también al cambio social en el uso del vehículo (mayor uso del transporte colectivo), aunque todavía se está lejos de políticas y comportamientos realmente eficaces al respecto. Así, el parque de vehículos sigue creciendo de forma notable (figura 9.6.). España Portugal Grecia Holanda Italia Luxemburgo Año Parque vehículos Francia 1980 10.192.748 Austria 1985 11.716.339 Alemania 1990 15.696.715 1995 18.847.245 1996 19.542.104 1997 20.286.408 1998 21.306.493 1999 22.411.194 2000 23.284.215 2001 24.249.871 2002 25.065.732 2003 25.169.452 2004 26.432.641 2005 27.700.000 Bélgica 0% 5% Figura 9.5. Incremento de la demanda de energía eléctrica, países de la UCTE (Unión para la Coordinación de la Trasmisión de Energía), 1999-2003. Fuente: Red Eléctrica Española, 2004. 138 10% 15% 20% 25% anual (figura 9.5.). Sin embargo, el crecimiento es mayor en Asia, con un 3,7% anual, un 2,8% anual en América Central y Sudamérica, un 2,6% anual en África, y un 2,4% anual en Oriente Medio. Este crecimiento es particularmente abrupto en nuestro país (figura 9.5.). El automóvil es un ejemplo de tecnología que produce un importante impacto ambiental (emisión de gases), aunque también permite la adaptación (motores más eficientes que consumen y emiten menos). Su eficiencia, sin embargo, queda contrarrestada por el gran aumento de la flota automovilista, lo cual lleva a que las políticas de disminución del impacto se dirijan no sólo a las mejoras tecnológicas, sino Figura 9.6. Cifras del parque automovilístico. Nota: Los datos de 2005 son estimados. Fuente: Dirección General de Tráfico, 2005. El desarrollo de energías limpias que no produzcan gases de efecto invernadero (el caso de los combustibles fósiles) es uno de los primeros retos respecto al cambio global. Concretamente, el desarrollo masivo de energías renovables, y en particular la energía solar, eólica Producción en términos de energía primaria (ktep) 2004 (1) 2010 Escenarios de energías renovables Actual Probable Optimista Total áreas eléctricas 5.973 7.846 13.574 17.816 Total áreas térmicas 3.538 3.676 4.445 5.502 228 528 2.200 2.528 9.739 12.050 20.220 25.846 141.567 166.900 167.100 167.350 6,9% 7,2% 12,1% 15,4% Total biocarburantes Total energías renovables Escenario energético: tendencial Consumo de energía primaria (ktep) Energías renovables / energía primaria (%) Figura 9.8. Niveles de energía de ola (kW/m). Escenario Energético: eficiencia Consumo de energía primaria (ktep) Energía Renovables / energía primaria (%) 141.567 159.807 160.007 160.257 6,9% 7,5% 12,6% 16,1% Fuente: Iberdrola. Figura 9.7. Plan de Energías Renovables, España. Fuente: IDAE. (1) Datos provisionales. Para energía hidráulica, eólica, solar fotovoltáica y solar térmica, se incluye la producción correspondiente a un año y medio, a partir de las potencias y superficie en servicio a 31 de diciembre, de acuerdo con las características de las instalaciones puestas en marcha hasta la fecha, y no el dato real de 2004. No incluídos biogás térmico y geotermia, que en 2004 representan 26 y 8 klep. y maremotriz1, junto a la cogeneración, es una de las respuestas centrales al problema del cambio climático. Complementario, y muy importante, es el desarrollo de políticas de ahorro y eficiencia energética, pues, con independencia del tipo de energía, se requiere llevar a cabo una gestión para minimizar la creciente demanda energética. El lento —aunque firme— desarrollo de estas energías no es tanto un problema tecnológico como social, en el sentido de las barreras sociopolíticas que todavía existen para el necesario avance. Existen fuentes de energía aún por explotar, entre las que destacan la energía del oleaje (figura 9.8.) y las mareas, que se aprovechaban en la Península Ibérica a través de molinos de marea, posiblemente de origen árabe, introducidos en Europa en el siglo XI y de los que quedan algunos en pie y operativos en el litoral atlántico de la Península Ibérica. El aprovechamiento de la energía marina permitiría prescindir de gran parte del uso de combustibles fósiles de encontrarse tecnologías adecuadas. 1. El potencial de Galicia en energía marina es “comparable a un gran pozo de petróleo”, según el experto Tony Lewis, de University Collage Cork (Faro de Vigo, 28/19/2005). 139 Otras tecnologías adaptativas son los sistemas de refrigeración, las tecnologías de desalinización, la mejora de semillas, entre otras, que representan algunas de las opciones que pueden llevar a minimizar los impactos del cambio global. Avances en el diseño de viviendas que permitan mantener niveles de confort y calidad ambiental elevados con una menor inversión en energía son también componentes importantes de estas tecnologías adaptativas. La desalación se utiliza de manera creciente por sus ventajas relativas frente al uso alternativo de otras fuentes de recursos. La desalación de agua marina tiene un enorme potencial de combinarse con el uso de energía marina y resolverse el problema de disolución de las salmueras que genera. De hecho, John F. Kennedy dijo hace más de 40 años “Si fuese posible obtener a un coste modesto agua dulce de agua del mar, este logro serviría los intereses de la humanidad a largo plazo de tal manera que empequeñecería cualquier otro logro de la ciencia”. Este logro se encuentra ya cercano: algunas capitales españolas abastecen a su población mayoritariamente mediante agua desalada (e.g. Palma de Mallorca, Alicante). La Comunidad de Regantes de Mazarrón (Murcia) tiene una en funcionamiento desde noviembre de 1995, que les aporta 4.500 m3/hora para regar 3.600 hectáreas. Los 1.800 agricultores de la Comunidad de Regantes de Cueva de la Almazora en Palomares (Almería) riegan 5.500 hectáreas con los 25.000 m3 que les asegura la planta de desalación de los acuíferos de la zona. La eficiencia energética de la desalación ha mejorado de manera muy importante en los últimos años, lo que ha permitido una gran disminución en el coste por m3. En España hay unas 700 plantas desalinizadoras, y el país se orienta a constituirse como líder en el uso de esta tecnología, contando con algunas empresas líderes en este sector en el ámbito internacional, aunque la ubicación de algunas de estas plantas ha suscitado fuerte oposición social2. Es más que posible que algunas tecnologías que pueden resultar clave en el futuro para reducir las emisiones de gases invernadero sean hoy en día impensables y se originen de desarrollos relativamente inesperados. De hecho, la historia de la ciencia está plagada de ejemplos de desarrollos científicos sin aparentemente utilidad práctica para sus descubridores (como el ADN), algunos de los cuales han dado pie a enormes desarrollos tecnológicos (e.g. biotecnología). Por otro lado, es igualmente posible que grandes esfuerzos y enormes inversiones para el desarrollo de alguna tecnología prometedora, como la fusión nuclear, no aporten los réditos esperados. La capacidad de las sociedades para desarrollar a la velocidad necesaria las tecnologías de mitigación y adaptación al cambio global es un asunto clave. La tecnología no es una esfera independiente de la sociedad, sino grandemente dependiente de los contextos sociales (MacKenzie y Wajcman, 1998), por lo que se requieren cambios y esfuerzos por parte de las diversas instituciones y agentes sociales (gobiernos, empresas, organizaciones sindicales, organizaciones sociales en general) para superar las barreras (desconocimiento, rutinas, descoordinación, intereses particulares espurios, financiación…) y, por el contrario, aprovechar las oportunidades que el cambio global abre a un desarrollo tecnológico limpio y socialmente justo. 9.4. El papel de la política Los importantes cambios sociales necesarios para abordar la mitigación y adaptación al cambio global3 hacen más relevante si cabe el papel protagonista 2. Por ejemplo, los conflictos en torno a la planta desaladora que se está construyendo en la margen izquierda de la Rambla de Valdelentisco, entre Mazarrón y Cartagena (Murcia). 140 de la esfera de la política, y particularmente de las políticas públicas. El “mercado” (o la competitividad económica) no puede resolver por sí mismo estos graves problemas, ni en general la protección del medio ambiente como bien común que es. De hecho, el mercado forma parte del problema —al basarse sobre todo en el beneficio pecuniario y el corto plazo— y, precisamente por ello, también ha de ser una parte importante de la solución. El cambio global requiere potenciar fuertemente las políticas públicas de mitigación y adaptación en los ámbitos internacionales y nacionales, pero también en los autonómicos y locales. Conviene aclarar que las políticas públicas no se refieren sólo a la legislación —aunque ésta es la base imprescindible4— sino que son estrategias y líneas de acción determinadas por el interés común, dirigidas a guiar, articular y promover las acciones de los diversos actores, como son: el Estado, las empresas privadas y las organizaciones civiles, en este caso en el ámbito del cambio global. Las políticas públicas se desarrollan a través de instrumentos diversos: legislativos, económicos, fiscales y sociales, pero lo importante (y complejo) es que todos esos instrumentos trabajen de forma coordinada con el objetivo común de la minimización del cambio global. El relevante papel de la política se pone de manifiesto, por ejemplo, en Alemania en relación a la reducción de emisiones y el consumo de energía: las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido en un 19% durante el periodo 1990-2005 (EEA, 2005). Esta tendencia se debe —además del cambio en los combustibles utilizados— a las nuevas políticas y medidas como resultado de los tratados internacionales, y por desacoplar el crecimiento económico del consumo energético. Los cambios en el consumo ciudadano y la implementación de eco-tasas5 también han tenido una influencia en esa disminución. La tabla 9.2. sintetiza algunos de los instrumentos políticos más importantes que se han desarrollado hasta el momento con relación a la mitigación y adaptación al cambio global, con resultados diversos. Cabe destacar que las políticas de mitigación, por su propia naturaleza, no son al cien por cien eficaces y que, además, el cambio global lleva ya un largo recorrido y contiene inercias que obligan a actuar también sobre los efectos. Es decir, se requiere políticas de mitigación pero también de adaptación, entendidas como aquellas orientadas a paliar el impacto del cambio global, o al menos a no magnificarlo. Las herramientas políticas para abordar el cambio global deben buscar, claramente, el concierto más amplio en el conjunto de las naciones. Probablemente los tres convenios de ámbito global más importantes para afrontar el problema del cambio global son los siguientes: Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc, Unfccc.Int/Portal_Espanol/Items/3093.Php) Conocida popularmente como el Protocolo de Kioto, en la Convención se fija el objetivo último de estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero “a un nivel que impida interferencias antrópicas peligrosas en el sistema climático”. Se declara asimismo que “ese nivel debería lograrse en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible”. La convención ha entrado 3. Véase los informes de referencia del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). 4. La perspectiva desreguladora minimiza la importancia de la esfera legislativa y normativa formal. Para profundizar en esta perspectiva, véase: Kahn, Alfred E. (1988). 5. Las ecotasas para disminuir el impacto ambiental deben cuidar el no producir mayor desigualdad social. 141 Tema Nivel Tratados Agua Europeo Nacional Conservación Internacional Directiva Marco de Aguas (2000/60/CE) Plan Hidrológico Nacional (Ley 11/2005) Programa A.G.U.A. (2004-2008) Libro Blanco del Agua Convenio RAMSAR: Humedales de Importancia Internacional Convenio CITES: Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora silvestre Convenio de Bonn: Conservación de las Especies Migratorias de Vida Silvestre Convenio de Berna: Conservación de la Vida Silvestre y del Medio Natural en Europa Estrategia Forestal Europea Directiva 79/409/CEE para la conservación de las aves Directiva 92/43/CEE relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres Directiva 90/219 sobre uso confinado de Organismos Transgénicos Directiva 90/220 sobre liberación intencionada de Organismos Transgénicos en el medioambiente Convenio sobre el Paisaje Estrategia Forestal Española / Plan Forestal Español (2002-2032) Estrategia Española para la Conservación y Uso sostenible de la Diversidad de los Ecosistemas Estrategia de Conservación de Especies Amenazadas Plan Estratégico para la Conservación y Uso Racional de los Humedales Protocolo de Montreal: relativo a las sustancias que agotan la capa de Ozono Ley 16/2002, para la prevención y control integrado de la contaminación Protocolo de Kioto Plan Nacional de Asignación Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático Ley de Costas Convenio de Lucha contra la Desertificación Programa de Acción Nacional contra la Desertificación Convenio sobre la Diversidad Biológica Directiva 2001/77/CE, relativa a la promoción de la electricidad generada a partir de fuentes de energía renovables en el mercado interior de la electricidad Directiva 2004/8/CE del Parlamento Europeo y del Consejo relativa al fomento de la cogeneración Directiva Comunitaria de Eficiencia Energética de Edificios ORDEN PRE/472/2004, creación Comisión Inter-ministerial para aprovechamiento energético biomasa Plan de Energías Renovables (2005-2010) Estrategia Española Eficiencia Energética (2004-2012) Plan Renove Electrodomésticos, Plan de Equipamiento y Uso eficiente de la Energía en la Administración Pública Plan de Acción de Ahorro y Eficiencia Energética (2005-2007) Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE) Convenio de Barcelona / Plan de Acción del Mediterráneo. Convenio para la protección del medio ambiente marino del Atlántico del nordeste (OSPAR) Convenio sobre la prevención de la contaminación del mar por vertimiento de desechos y otras materias (Convenio de Londres) Libro Blanco de la Educación Ambiental Estrategia Europea de Desarrollo Sostenible Estrategia Española de Desarrollo Sostenible (pendiente aprobación) Plan Nacional de Residuos (2000-2006) Europeo Nacional Calidad ambiental Cambio climático Internacional Nacional Internacional Nacional Costas Desertificación Nacional Internacional Nacional Diversidad biológica Internacional Energía Europeo Nacional Ecosistemas marinos Internacional Educación Ambiental Nacional General Europeo Nacional Residuos Nacional Tabla 9.2. Algunos de los instrumentos básicos para abordar el cambio global. 142 ya en vigor, pero existe todavía un contingente importante de países, entre ellos el que más emisiones genera, EE.UU., que no la han ratificado. Se está trabajando ya en buscar nuevos objetivos a implementar a partir del año 2012. El Convenio sobre la Diversidad Biológica (cbd; www.biodiv.org/default.shtml) Los objetivos del presente convenio, que se han de perseguir de conformidad con sus disposiciones pertinentes, son la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos. Convención de las Naciones Unidas para Combatir la desertificación (UNCCD; www.unccd.int/) El objetivo de esta convención es combatir la desertificación y mitigar los efectos de las sequías en países que sufren sequías severas y/o desertificación, particularmente en África. Mientras que es importante alcanzar convenios globales, también es necesario desarrollar políticas regionales, nacionales y locales, ya que la problemática causal y de impactos del cambio global varía a todas estas escalas. Las convenciones y herramientas indicadas anteriormente obligan generalmente a los Estados, pero sólo en contados casos las responsabilidades se trasladan a los actores privados y ciudadanos, lo que les resta efectividad. De hecho, sólo la modificación de conductas individuales puede en último término curvar la progresión de la presión humana sobre el planeta que es, en grado último, el sumatorio de las actividades individuales y las derivadas de sus prácticas de consumo. Mientras que en aspectos relacionados con la salud pública, como el caso del tabaco, se ha regulado con éxito el comportamiento individual, parece lógico pensar que el consumo excesivo de recursos pueda ser sujeto de una regulación normativa similar. De hecho, las tarifas de consumo de agua son habitualmente progresivas, donde el coste por m3 aumenta progresivamente por tramos de consumo. Sin embargo, el consumo de energía, que conlleva la emisión de gases de efecto invernadero, podría estar sujeto a medidas progresivas similares para incentivar el ahorro. En nuestro país la reciente legislación que obliga a la instalación de placas solares en nuevas viviendas es un paso adelante en la regulación normativa de medidas encaminadas a mitigar el problema del cambio global. La aceptación social de medidas normativas que afectan las pautas de consumo requieren, sin embargo, un amplio consenso sobre la importancia de afrontar estos problemas, lo que a su vez requiere un nivel de conocimiento que quizá no se ha alcanzado aún en algunas sociedades como la nuestra, donde las ecotasas encuentran aún considerable resistencia. Esta resistencia requiere también de políticas encaminadas a educar y concienciar a la sociedad, como la campaña El total es lo que importa del Ministerio de Medio Ambiente, que acierta plenamente en el mensaje transmitido. Algunas administraciones, notablemente la Administración actual de EE.UU. parecen fiarlo todo a la capacidad de la tecnología para encontrar soluciones. Sin embargo, la discusión precedente (sección 9.3.) indica claramente que ésta es una vía arriesgada, pues no existen garantías de que las tecnologías, incluso si se presentan como muy prometedoras, como, por ejemplo, la fusión nuclear, generen los resultados esperados en un plazo de tiempo aceptable. La formulación de políticas requiere, en muchas ocasiones, del asesoramiento científico. Uno de los problemas con los que se enfrenta el legislador es, en ese caso, la selección de asesores científicos, lo que requiere de criterios claros de fiabilidad. El desastre del buque Prestige puso de manifiesto cómo en una situación de crisis, como se pueden dar en el contexto del cambio global (extinciones de especies, desastres naturales, mortalidad asociada a olas de calor, sequías, riadas, etc.), emergen legiones de “expertos” cuyas opiniones son frecuentemente divergentes, lo que genera confusión. Es esencial, por tanto, que los legisladores y responsable políticos adquieran criterios de fiabilidad en relación a la ciencia y los científicos. Esto requiere del uso de múltiples criterios, que pasan por la puesta en marcha de comités de asesoramiento, compuestos por investigadores cuya excelencia se sustancie en indicadores objetivos, pertenecientes a organismos e instituciones solventes y que no se encuentren contaminados por compromisos o intereses de las partes. Las dificultades en la selección de expertos solventes no son exclusivas de nuestro país. Baste considerar que el escritor de best sellers y médico de formación, Michael Crichton, prestó testimonio en el Comité de Medio Ambiente del Senado de EE.UU. como experto científico en cambio climático con el único mérito de ser autor del libro Estado de miedo, plagado de errores y que presenta el problema del cambio climático como una confabulación de grupos eco-terroristas en connivencia con científicos. Además de políticas normativas ejecutadas por la vía de sanciones e impuestos, los presupuestos públicos y la inversión del mercado pueden ser herramientas importantes también en la mitigación del cambio global. En España el mercado medioambiental ha crecido de manera significativa en los últimos diez años, representando en la actualidad 143 Desierto y fuerte erosión en los alrededores del Mar Muerto, con Israel al fondo. Fotografía: F. Valladares. 144 el 1,7% del PIB. Si se incluye el gasto e inversión de todos los sectores medioambientales tradicionales (agua, residuos, energías renovables y atmósfera) junto a los nuevos sectores emergentes (el forestal, la agricultura biológica y el turismo rural) se superarían los 12.000 millones de euros al año. A nivel mundial, la cifra actual del mercado medioambiental ronda los 330.000 millones de euros, y la previsión de crecimiento para el 2010 se sitúa en un 30%. Durante los últimos 15 años, la mayoría del mercado medioambiental ha registrado crecimientos superiores al incremento industrial o al de la economía en general, y la tendencia observada en diversos países europeos indica que continuará este aumento durante los próximos cinco años, para después estabilizarse. El cambio global, y en particular el cambio climático, ha actuado de catalizador de este empuje económico del mercado medioambiental. Por su parte, el sector de las energías renovables factura 620.000 euros —sin incluir la cogeneración— y emplea a 5.000 personas. En total, son 219.382 personas las que trabajan en España en el sector del medio ambiente, de las cuales casi una cuarta parte se encuentran en el sector público. A nivel europeo, el mercado medioambiental emplea globalmente al 2,3% de la población ocupada, lo que supone que más de 3,5 millones de trabajadores en este sector. Además, cerca de un 87% de empresas españolas destina hoy en día un presupuesto a gastos derivados de la gestión medioambiental, fundamentalmente destinados a gestión de residuos, tratamiento y gestión de aguas residuales, emisiones atmosféricas y formación de empleados. No obstante, aunque existe la tendencia hacia un mayor peso del medio ambiente en el gasto público y en la inversión privada, los datos actuales revelan que su prioridad aún es baja. De hecho, los presupuestos generales del Estado del Ministerio de Economía y Hacienda no contemplan incrementos relevantes en las partidas incluidas en apartados medioambientales. Propuesta clásica Modelos climáticos Desarrollo de escenarios climáticos Estimación de impactos climáticos Fomento de los actores para desarrollar estrategias de adaptación Propuesta de “Vulnerabilidad” Actores implicados Afectados Decisiones claves Cálculo vulnerabilidad actual Usar experiencias para calcular daños e impactos Estimación de condiciones futuras Escenarios climáticos Escenarios ambientales Escenarios socioeconómicos Políticas y desarrollo Estimación futura de la vulnerabilidad e identificación de estrategias adaptativas Incorporación de resultados a las Estrategias Sociales de Gestión de Riesgo Figura 9.9. Enfoques investigadores y políticos diferentes. Por último, se requiere avanzar en la La problemática del cambio global requiere integrar la cuestión medioambiental en los análisis y decisiones económicas en todos los sectores económicos y a todos los niveles, así como involucrar a la sociedad civil en su solución (concienciación, información, participación social). La figura 9.9. ilustra las diferencias de enfoques. horizontalidad. Los nuevos enfoques sobre políticas públicas conciben el gobierno como la gobernanza (CE 2001), es decir, como la toma de decisiones basada en la apertura y transparencia, en la amplia participación de los diversos agentes sociales, en la corresponsabilidad, en la eficacia y en la coherencia, integrando la protección del medio ambiente con el resto de las políticas. El nuevo enfoque de gobernanza responde no sólo a la concepción democrática de la sociedad, sino también a razones de eficacia en la resolución de los graves problemas del cambio global, que requieren la participación activa del conjunto de la sociedad. De hecho uno de los objetivos más importantes de las políticas en relación con el cambio global ha de ser buscar la implicación activa de los ciudadanos. La participación social en la formulación de políticas frente al cambio global se ha canalizado en buena medida a partir de organizaciones no gubernamentales vinculadas al movimiento ecologista, que participan en mesas del Ministerio de Medio Ambiente, Patronatos de Parques Nacionales y, a nivel internacional, en las convenciones internacionales que se ocupan del problema de cambio global. Todas ellas se muestran muy activas en el ámbito del problema del cambio global, donde realizan una importante labor de sensibilización de la sociedad, propuestas de políticas avanzadas y actitudes individuales para afrontar el problema de cambio global. Sus propuestas van principalmente encaminadas a la mitigación, pero no tanto a la adaptación, del cambio global. La aplicación de políticas al cambio global ha abierto además nuevos debates que requieren de nuevos conceptos y corpus jurídicos, como es el de los derechos de las generaciones futuras, que plantean retos aún por resolver al Estado de derecho. 145 9.5. El papel de la educación y la sensibilización ambiental La insuficiente conciencia ambiental frente al cambio global pone de manifiesto que además de los retos económicos y tecnológicos existen otras barreras que dificultan o incluso impiden el cambio de la percepción del problema y la puesta en práctica de actitudes individuales y colectivas responsables. Existen evidencias claras de un escaso conocimiento e ideas erróneas en torno al cambio global en general y al climático en particular y, lo que es más grave, sobre la estrecha relación que existe entre el bienestar humano y la conservación de los ecosistemas. Esta situación es explicable si tenemos en cuenta que aproximadamente la mitad de la población humana vive en las ciudades y que la vida urbana hace perder la conciencia de la dependencia de la humanidad de los servicios de los ecosistemas. La concienciación ambiental no requiere necesariamente que se genere más información en una sociedad donde a través de Internet la información está globalizada. De hecho la información puede llegar a ser abrumadora y si no se sabe divulgar será difícil que los individuos sean capaces de entender y lo que es más importante internalizar la dimensión del problema y generar un cambio en su patrón de consumo. El Programa de Naciones 146 Unidas de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio consciente de este problema no lo aborda generando más información sino con la integración de la información en forma de visiones positivas sobre a dónde vamos en las relaciones entre los humanos y los ecosistemas. Por esta razón elabora una serie de escenarios creíbles alternativos al modelo de desarrollo actual en donde se exponen variables fundamentales y puntos de bifurcación que promueven actitudes de cambio. Bajo estos escenarios los problemas y las crisis son percibidos como oportunidades para generar cambios hacia un mundo actual y futuro mejores. Las generaciones actuales tenemos en nuestra mano decisiones que afectan a las condiciones de vida de las generaciones futuras. Es evidente que las nuevas políticas del cambio global deben promover procesos educativos y participativos que incrementen la percepción social de la interrelación insustituible entre los servicios de los ecosistemas y el bienestar humano. Esta acción debería facilitar el diseño e implementación de modelos de desarrollo que mejoren la resiliencia de los sistemas socioecológicos reconociendo la existencia de umbrales de cambio, incertidumbres y sorpresas. A nadie escapa la importancia de la educación y la sensibilización en materias de medio ambiente para mitigar y adaptarse al cambio global. En la última década se ha progresado mucho en el campo de la protección medioambiental. Sin embargo, aunque el público parece estar concienciado de los temas medioambientales, hay una discrepancia entre las convicciones expresadas y el comportamiento de facto en amplios segmentos de la población. La educación medioambiental dirigida tanto a los adultos como a los escolares, podría ayudar a estrechar la brecha y a mejorar las condiciones necesarias para alcanzar la sostenibilidad. Varias rutas inexploradas de educación medioambiental, situadas en la intersección entre la información, la educación, la tecnología y la ciencia, podrían ofrecer alternativas que también pueden y deben ser capaces de alcanzar a los adultos. En la Enseñanza Primaria en España los contenidos de educación ambiental se abordan dentro de la materia de Conocimiento del medio, y en la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), que cursan los estudiantes entre 12 y 16 años, los contenidos de educación ambiental se incluyen en las áreas de Ciencias de la naturaleza, Ciencias de la tierra y del medio ambiente, y Ciencias sociales y Tecnología. En los seis primeros años de la Enseñanza Primaria no aparecen temas relacionados con el cambio global. En los últimos cursos de la Enseñanza Primaria Mosaico de cultivos de cereal de secano con matorral mediterráneo y sabinas en una zona de notable abandono rural en el Parque Natural del Alto Tajo. Fotografía: F. Valladares. y en los dos ciclos de la ESO ya sí se incluyen temas directamente relacionados con el cambio global, destacando el efecto invernadero, la influencia del ser humano en el clima, la deforestación, la capa de ozono, la lluvia ácida, la desertificación y los riesgos climáticos. Los contenidos se vinculan con los siguientes objetivos: a) conocer la realidad del ambiente; b) desarrollar la sensibilidad e interés por el ambiente y c) fomentar la adquisición de hábitos y conductas de respeto, conservación y mejora del ambiente. Algunas actividades en relación con la educación ambiental incluyen, por ejemplo, recogida selectiva de papel y pilas, ahorro de agua y energía, huerto escolar, ecoauditorías, visitas a centros de interpretación, etc. En el ámbito universitario, los temas en relación con el cambio global están incluidos en las carreras de Físicas, Químicas, Biológicas, Geológicas, Geografía, Ciencias Ambientales y Sociología, así como en otras relacionadas con la educación, como son: Magisterio y Pedagogía. Representantes de profesores de Primaria, Secundaria y universidad de ámbitos tanto públicos como privados manifestaron un cierto grado de escepticismo respecto al estado actual y a la evolución de la educación ambiental (extraído de la Estrategia Navarra de Educación Ambiental). Sin embargo, la educación y la sensibilización ambiental no se dirigen exclusivamente hacia el sector educativo formal sino al conjunto de la sociedad (ciudadanos, instituciones políticas, empresas, organizaciones políticas y sociales…). Se trata de actividades dirigidas a la concienciación, negociación y capacitación para la acción ambiental de las instituciones y las personas para el cambio de creencias, normas, valores y comportamientos para la mitigación y adaptación al cambio global, y se articula en torno a tres instrumentos que considera el Libro Blanco de Educación Ambiental en España: • Información. Ley 27/2006, de 18 de julio por la que se regulan los derechos de acceso a la información, de participación pública y de acceso a la justicia en materia de medio ambiente (incorpora las Directivas 2003/4/CE y 2003/35/CE). • Formación y capacitación ambiental. • Participación social. La participación de la sociedad es la clave fundamental para obtener los cambios que se necesitan y para ello es preciso incrementar la sensibilidad ante la degradación medioambiental. Sólo a través de la participación se puede conseguir la cohesión social necesaria para resolver los complicados problemas a los que se enfrentan las sociedades actuales ante el cambio global. Es importante promover la interrelación entre educación medioambiental 147 El luminoso sotobosque del quejigar es muy rico en especies de flora y fauna, algunas como las peonias del primer plano de gran valor naturalístico y estético. Fotografía: F. Valladares. 148 y participación ciudadana en decisiones concernientes al medio ambiente. La voluntad de los ciudadanos de involucrarse en procesos públicos de decisión depende del grado en que se sientan afectados personalmente por el tema, así como de su sentido individual de “competencia subjetiva” (Fiorino, 1990). Con toda probabilidad, ambos criterios pueden fácilmente ser influenciados por la educación medioambiental. Simultáneamente, la creciente participación ciudadana puede ser vista como una valiosa contribución a la educación medioambiental así como una contribución a la búsqueda de la sostenibilidad. Además de varias actividades nacionales dentro de los países miembros europeos, la Unión Europea/Comunidad Europea, el Consejo de Europa, el Centro de Investigación e Innovación Educativa de la OCDE (CERI) y la UNESCO desarrollan programas de educación medioambiental. Organizaciones internacionales sin fines de lucro también están iniciando y llevando a cabo programas y estableciendo redes internacionales para ayudar a las instituciones antes mencionadas. Un ejemplo de esto es la Fundación para la Educación Medioambiental en Europa (FEEE), fundada en 1981, que desarrolla programas para jóvenes y escolares (por ej.: la iniciativa “European Eco-Schools” y el programa “Young Reporters of the Environment”), así como programas destinados a los adultos, tales como “European Blue Flag” programa sobre playas y puertos deportivos. Puesto que la educación medioambiental está en la actualidad dirigida a las escuelas —lo que significa que es aplicable principalmente a jóvenes y niños— son precisas más acciones destinadas a los adultos. Si bien hay consenso en que la educación medioambiental no se limita al grupo de los jóvenes, en general las actividades en el campo de la educación de adultos en temas medioambientales no están siendo explotadas en suficiente profundidad. Éstas podrían, por ejemplo, consistir en medidas que alentasen la formación profesional continua y holística en apoyo y como suplemento de esfuerzos en curso; se podrían desarrollar o adaptar para su uso en educación medioambiental nuevos métodos y tecnologías de la información; incluso se podrían explorar medios legislativos y educativos con el fin de aumentar la participación ciudadana en decisiones relativas al medio ambiente; finalmente, se podrían fomentar o desarrollar conceptos que incrementaran el atractivo de los estilos de vida y patrones de consumo ecológicamente deseables. Puesto que las metas medioambientales entran parcialmente en conflicto con el crecimiento económico y la prosperidad creciente, podría ser útil que la generalizada interpretación de prosperidad como “abundancia” se sustituyese por una interpretación en términos de “calidad de vida”, que pudiera incluir una expansión de los aspectos no materiales del bienestar. Tal cambio podría estimularse y apoyarse por la innovación tecnológica, pero su éxito depende de la innovación social y de un cambio de actitud. Las experiencias de buenas prácticas en relación a la mitigación y adaptación al cambio global pueden jugar un papel importante. Según las Naciones Unidas, las buenas prácticas no son lo que pudiese considerarse como la mejor actuación imaginable sobre un determinado asunto del cambio global, sino aquellas actuaciones que suponen una transformación en las formas y procesos de actuación, y que pueden suponer el germen de un cambio positivo en los métodos de actuación tradicionales. Demostrando que la práctica produce, aquí y ahora, mejoras tangibles en las condiciones socioambientales en cualquiera de las esferas temáticas propuestas y no sólo esperanzas en cambios futuros o hipotéticos. En ese sentido, las buenas prácticas incluyen aspectos como la colaboración de varias entidades, de diversos órdenes públicos y privado. Una buena práctica también implica un refuerzo de las redes sociales y de la participación social. Las buenas prácticas son “ejemplos” que tienen una fuerte potencialidad de impactar el cambio social por “imitación”. Un área importante de buenas prácticas es la que puedan desarrollar aquellas instituciones y personas con potencialidad de producir un fuerte impacto en la sociedad y, por tanto, pueden ser “ejemplificadores”. Un buen ejemplo en este sentido es la reciente iniciativa de la Presidencia del Gobierno de España de adaptar el edificio de La Moncloa a sistemas de eficiencia energética ante el problema del aumento del consumo de energía, un problema central del cambio climático. 9.6. El papel de los medios de comunicación La información es esencial, sin embargo, el público se encuentra abrumado por un exceso de información con mensajes a veces diametralmente opuestos. Por ejemplo, los escaparates de las librerías muestran en estos días ejemplares de los libros Homenaje a Gaia (Laetoli, 2005), del investigador James Lovelock, autor del concepto de Gaia como un planeta que se autorregula como un organismo vivo, y la novela Estado de miedo, (Plaza Janés, 2005) del autor de best sellers Michael Crichton. Mientras Lovelock postula que los impactos de la humanidad sobre el funcionamiento del sistema Tierra son tan intensos que es ya inevitable una crisis ambiental global que diezmará la población humana, Crichton —que no es un científico— articula el argumento en una trama de ficción con una patina de ciencia a través de numerosas notas a pie de página y referencias, muy sesgadas y frecuentemente incorrectas, a artículos e informes científicos, de que las medidas correctoras propuestas para paliar el cambio climático carecen de base científica y obedecen a intereses ocultos de ciertos grupos que se esconden detrás de la promoción de la trama de la crisis ecológica global, inexistente según el autor. 149 Está claro que existe una necesidad de aportar información fiable y rigurosa al público, y que los medios de comunicación, incluyendo la actividad editorial de libros, supone la vía principal a partir de la cual los ciudadanos reciben información, creando opinión y decantando la toma de posición y actitudes de la sociedad, que a su vez retroalimenta la toma de decisión por los responsables políticos. Dado que se trata de un problema con una componente científica fundamental, los informadores responsables de transmitir la información a la sociedad debieran contar con una especialización en ciencia y sociedad. Sin embargo, muy pocos medios de comunicación, los más poderosos económicamente, pueden permitirse el lujo de contar con comunicadores especializados en ciencia y sociedad. Esto plantea a veces una barrera de comunicación entre los investigadores o los resultados de su investigación y los comunicadores que se traduce más frecuentemente de lo que debiera en imprecisión en la comunicación. Para que la comunicación entorno a los aspectos científicos del cambio global, tanto en lo que respecta a la información como a la divulgación, sea responsable y verídica, es necesario que los medios dispongan de profesionales con formación adecuada. En este sentido, desde hace ya unos años en algunas universidades se vienen 150 impartiendo estudios de comunicación y periodismo científico. Por ejemplo, el diario El País, la universidad autónoma de Madrid y la Fundación BBVA imparten, en su escuela de periodismo, especialidades de periodismo ambiental y periodismo científico. Cabe esperar que, ante el creciente interés social por los retos ambientales, los medios de comunicación incrementen su demanda de dichos profesionales. La mayor implicación de los investigadores en la diseminación a la sociedad y el establecimiento de una alianza sólida entre científicos y profesionales de la comunicación, para asegurar que la información trasmitida es precisa y veraz, resulta también imprescindible. Esta alianza estratégica debe vencer reticencias por ambas partes: por un lado, los científicos sienten muchas veces pudor en ver sus opiniones plasmadas en la prensa porque originan frecuentemente críticas de sus colegas. Esto se debe a que el proceso de traslación de la información científica al tratamiento sintético y comprensible para el ciudadano medio redunda frecuentemente en una simplificación del mensaje y, más veces de las deseables en errores de interpretación, que son utilizados por otros científicos para cuestionar el conocimiento del investigador citado como fuente de la noticia. La comunidad científica está imbuida de un agudo espíritu crítico, prevalente en todos los colectivos cuya actividad implica una componente importante de creatividad, quizá particularmente desarrollada en nuestro país, donde la envidia, según Pablo Neruda, tiene carácter legendario, aunque también se ha dicho que no es que haya más envidia en España que en otros países, sino que la nuestra es de mejor calidad. Los riesgos de ser víctimas de las críticas y mofas de los colegas, junto con el esfuerzo adicional que supone participar en tareas de comunicación desaniman frecuentemente a los investigadores de participar en éstas. Por otro lado, los comunicadores tienen dificultades en evaluar la fiabilidad de las fuentes, en el caso de problemas, como es el caso del cambio global, en los que pueden encontrar opiniones divididas. Los comunicadores podrían resolver estas dudas conociendo los indicadores de excelencia habituales en la evaluación científica y utilizarlos como indicadores, además de contrastando opiniones entre varios científicos fiables. Muchos investigadores son reticentes a atender a los comunicadores, y cuando lo hacen frecuentemente ofrecen información ambigua o plagada de matices solamente comprensibles para otros expertos y de escasa utilidad como información para el ciudadano medio. La alianza necesaria entre científicos y comunicadores requiere, por tanto, de la construcción de confianza entre ellos, que quizá se pueda ver facilitada por un manual de buenas prácticas elaborado conjuntamente. En primer lugar es necesario romper con la visión apocalíptica con la que se nos muestra la mayoría de las veces el cambio global o alguno de sus componentes en especial el cambio climático, que se asemeja en muchos informes a una historia de horrores (inundaciones, sequías, extinciones en masa) propia de una película de catástrofes. Hoy sabemos que mensajes en negativo de carácter catastrofista generan rechazo e inmovilismo social frente a actitudes y comportamiento proactivos que estimulan y modulan el cambio de los patrones de consumo de los humanos. Este tratamiento negativo del problema puede explicar la paradoja de que todos los sectores sociales consideran al cambio climático como el mayor reto ambiental de la humanidad en el siglo XXI, mientras que es evidente que la respuesta social no se corresponde con la importancia del problema. Es necesario, para vencer esta inercia, enfatizar los cambios de actitud y estilo de vida que pueden adoptar los ciudadanos para contribuir a mitigar el problema de cambio global y adaptarse a sus consecuencias. ¿Es esto el cambio global? Uno de los casos más frecuentes de confusión en los medios de comunicación y, por tanto, en la percepción de la sociedad es la propensión a plantear si un evento inusual determinado es o no una manifestación del cambio global. Ejemplos recientes de éstos son, por ejemplo, el calentamiento extremo de las aguas del Mediterráneo occidental durante julio de 2006 (figura 9.10.) y la proliferación de medusas en las costas del Levante español en agosto de 2006. La cuestión de si estos acontecimientos puntuales, u otros como el huracán Catrina de 2005, son manifestaciones del cambio global o el cambio climático no pueden tener respuesta definitiva, pues el cambio global o cambio climático no se componen de eventos concretos sino de una pauta o u patrón estadístico de series de eventos consistentes con tendencias esperables o predicciones. Figura 9.10. Mapa de temperatura superficial del agua de mar del Mediterráneo occidental mostrando un calentamiento de unos 8ºC entre el 8 de julio y el 26 de julio de 2006, alcanzándose temperaturas extremas de 30ºC. Fuente: European Space Agency. 151 Cortesía de Antonio Fraguas, Forges (2006). Por ejemplo, la aparición de masas de medusas en las playas alicantinas depende, entre otras cosas, del régimen de corrientes, vientos, etc., y una serie de situaciones específicas independientes del proceso de cambio global. El calentamiento inusual del Mediterráneo depende del régimen de vientos, desplazamientos de masas de aire, nubosidad, corrientes marinas y otras condiciones específicas de la zona, que están afectadas sólo parcialmente por el calentamiento global. A nadie se le ocurre argumentar que un accidente de tráfico concreto, que depende de la pericia de los conductores, estado de las vías, condiciones metereológicas, etc., pueda demostrar la eficacia o no del carnet por puntos establecido 152 recientemente en nuestro país, pues todos entendemos que la efectividad de este sistema sólo puede evaluarse sobre una estadística suficiente. Esta misma condición aplica también al problema del cambio global. Sí es posible evaluar, por ejemplo, si estos eventos específicos son consistentes con los patrones de variación esperados en función del cambio global y cambio climático. Así, estos eventos individuales podrían considerarse, si son consistentes con los patrones esperables, “huellas” del cambio global (ver sección 3). Así, el calentamiento anómalo de las aguas del Mediterráneo continúa una tendencia hacia el aumento de las temperaturas máximas que se ha constatado durante décadas y que parece haberse acelerado en los últimos cinco años, con máximos progresivos de temperatura en 2001, 2003 y 2006. La mayor intensidad, superficie afectada y duración de las proliferaciones de medusas continúa siendo una tendencia constatada durante las últimas décadas (Mills, 2004), en las que la abundancia de medusas se ha triplicado, y que es la esperable en función de la conjunción de la sobrepesca, que ha diezmado sus predadores y competidores, y el calentamiento global, que acelera el crecimiento de estos organismos. Enmarcados en estas tendencias y las predicciones del cambio global es cuando estos eventos toman sentido más allá de las condiciones particulares que pueden haber concurrido en ellos. De hecho el cambio global es la teoría científica más sencilla capaz de explicar el cúmulo de huellas del tipo de las tratadas aquí que vienen acumulándose año tras año, de forma que cada nueva huella refuerza el concepto y predicciones del cambio global. Conflictos de intereses y desinformación sobre el cambio global El cambio global es un problema en el que concurren importantes intereses, muchas veces con un trasfondo económico importante, que son particularmente aparentes en el caso del uso de combustibles fósiles y su papel en el cambio climático, que podría afectar al negocio de petroleras, empresas del sector, industrias asociadas (e.g. automóvil) y los intereses económicos de poderosos países productores. En la presencia de fuertes intereses, económicos, políticos y corporativos, enfrentados en torno a esta cuestión es preciso estar alerta a campañas de desinformación. Uno de los baluartes de estas campañas de desinformación es y sigue siendo la incertidumbre científica. Como hemos indicado ya, la incertidumbre es una característica inherente de la ciencia moderna, dejando atrás épocas en que la certeza científica se defendía quemando en la hoguera a herejes que se atrevían a disentir de las teorías “ciertas”. La ciencia no puede demostrar que algo es cierto, sino que su capacidad se limita a demostrar que algo no lo es o, más formalmente, falsificar hipótesis. Todas las teorías científicas que se pueden encontrar hoy en día en libros de texto son inciertas y están abocadas a ser sustituidas por otras teorías, que expliquen mejor y de forma más sencilla y general las observaciones. Éste es el motor de la ciencia, que se debe entender adecuadamente sin que esto signifique que las teorías actuales no son fiables, sino simplemente que son mejorables. La ciencia no es la única actividad que ha de realizar su labor en presencia de incertidumbres y la actividad jurídica está frecuentemente aquejada de incertidumbres comparables. De hecho, esta similitud permite situar esta argumentación en términos quizá más familiares: lo que se puede plantear a la comunidad científica, en este caso particular, es si hay evidencia, más allá de una duda razonable, de que el planeta está sufriendo cambios fundamentales en su funcionamiento y que la actividad humana tiene un papel fundamental en estos cambios. La respuesta es claramente afirmativa, como recoge el IPPC en su informe de 2001, y presenta un amplísimo —aunque no universal— consenso en el seno de la comunidad científica. Aún así, una parte importante de los pocos investigadores que han mostrado argumentaciones críticas o escépticas en relación al cambio global han visto frecuentemente su argumentación manipulada por grupos de presión interesados en sembrar dudas. Los periódicos Los Angeles Times y New York Times han publicado recientemente (julio 2006) escritos de investigadores (la historiadora de la ciencia Naomí Oreskes y el geólogo Meter Doran, respectivamente) que han visto cómo su trabajo ha sido utilizado y manipulado por agentes interesados en sembrar escepticismo frente al cambio global, incluso ante el Senado de EE.UU., y manifestando claramente su convencimiento de que el planeta se está calentando como resultado de la actividad humana. Más recientemente el libro Estado de miedo, de Michael Chrichton, siembra dudas, mediante un uso torticero y sesgado de la evidencia científica, sobre el cambio climático, presentándolo, en esta novela de ficción, como un complot eco-terrorista con la implicación de la comunidad científica. El mensaje de esta novela de ficción —que no ha sido, como tal, sujeta a los estrictos controles de veracidad y rigor aplicables a la literatura científica— ha sido utilizado políticamente como evidencia científica. Así, Amy Ridenour, presidente del Centro Nacional para Investigación en Política Pública de EE.UU., escribe “Crichton presenta abundante evidencia científica de que ni la temperatura del planeta ni el nivel del mar están aumentando” (Ridenour, 2005). Mientras que los miles de artículos científicos publicados por los investigadores más prestigiosos en las revistas científicas más exigentes sólo son leídos por varios centenares de especialistas, el best seller de M. Crichton vende millones de copias. Está claro que la literatura científica no es el vehículo para crear opinión en la sociedad, a la que los investigadores sólo pueden tener acceso a través de los medios de comunicación de masas. Un nuevo riesgo de desinformación en un contexto geopolítico de aumento del número de países que ambicionan dotarse de armamento nuclear es la introducción de posibles agendas de desarrollo de armamento nuclear, 153 evaluar conocimiento científico y busquen la opinión y asesoramiento de investigadores avalados por indicadores objetivos de excelencia. Playa en la isla Rottenest (Australia Occidental). Fotografía: C. M. Duarte. 154 camufladas bajo la argumentación de la necesidad de desarrollar fuentes de energía que no generen emisiones de gases de efecto invernadero. El desarrollo de energía nuclear para disminuir estas emisiones se ha de considerar seriamente, pero siempre con garantías suficientes de que no se persiguen otros fines. Es fundamental que los comunicadores estén alerta a estos efectos, conozcan los mecanismos que existen en el seno de la comunidad científica para validar y Medios de comunicación y consumo El aumento imparable del consumo de recursos es uno de los motores del cambio global. Los medios de comunicación tienen un claro impacto en la sociedad, tanto por los contenidos de su programación regular, que reflejan distintos modelos de estilos de vida, como por el impacto de la publicidad, que se canaliza a los consumidores preferentemente a través de los medios de comunicación y que incluyen muchas veces invitaciones a comportamientos contrarios al desarrollo sostenible. Este impacto conlleva una responsabilidad de los medios de comunicación sobre los patrones de consumo que directa o indirectamente promueven que se debería reflejar en una voluntad ejemplificadora en la sociedad. Esta misión ejemplarizadora debiera considerarse con particular atención en los medios públicos, cuya misión principal es prestar un servicio público. La programación de los medios de comunicación públicos y privados debería incluir la divulgación de la problemática del cambio global y de las buenas prácticas en la vida cotidiana y proporcionar roles ejemplificadores en toda su programación de producción propia. Este comportamiento responsable de los medios de comunicación requiere una consideración especial en la adaptación de sus códigos deontológicos. Así, por ejemplo, el Estatuto de RTVE (Ley 4/1980) indica que el Consejo de Administración es responsable de dictar normas reguladoras del contenido de los mensajes publicitarios, lo que se entiende que debiera hacerse en función de la concepción de este ente que en sus Estatuos incluye “… se concibe como vehículo esencial de información y participación política de los ciudadanos, de formación de la opinión pública, de cooperación con el sistema educativo…”. 9.7. El papel de los ciudadanos Total EU25 EU15 NMS10 BE DK DE EL ES FR IE IT LU NL AT PT FI SE UK CY CZ EE HU LV LT MT PL SK SI Sí No DK 24.786 15.529 9.257 85% 83% 91% 10% 11% 5% 5% 6% 4% 1.000 1.059 1.561 1.000 1.031 1.001 1.000 1.018 506 1.011 1.007 1.000 1.013 1.000 1.322 508 1.025 1.002 1.005 1.011 1.004 500 1.000 1.203 1000 80% 84% 81% 95% 87% 87% 81% 79% 83% 75% 74% 85% 84% 86% 87% 91% 89% 91% 90% 85% 91% 89% 92% 89% 94% 18% 13% 15% 2% 6% 9% 7% 12% 10% 20% 11% 6% 14% 12% 7% 5% 6% 5% 5% 9% 5% 8% 5% 6% 4% 2% 3% 4% 3% 7% 3% 12% 9% 7% 4% 15% 9% 1% 2% 6% 5% 4% 4% 5% 6% 4% 3% 4% 5% 2% FIgura 9.11. En su opinión, ¿deberían los políticos considerar el medio ambiente tan importante como las políticas económicas y sociales? Fuente: El Eurobarómetro Especial de la Unión Europea (abril, 2005) sobre las actitudes de los ciudadanos europeos hacia el medioambiente. En las sociedades de consumo de masas, la responsabilidad en la creación de impacto ambiental se localiza en todas las instancias de la sociedad: la esfera de producción, del consumo, en el trabajo, en el hogar, en los ámbitos de ocio… Es por ello que abordar la mitigación y adaptación al cambio global requiere la participación corresponsable —con diferentes niveles de responsabilidad— de todas las instancias políticas, económicas, sociales, así como de todos los individuos que componen esa sociedad. En concreto, en las sociedades democráticas, la representación política —fundamental en el funcionamiento del sistema— es “reflejo” de la sociedad que la ha elegido, y, además, debe tender a responder a su electorado si aspira a seguir siendo elegida. Pero el cambio global requiere importantes esfuerzos colectivos no siempre fáciles de llevar a cabo, por lo que se precisa un fuerte liderazgo por parte de las instituciones para comprometerse ellas mismas y movilizar a la ciudadanía, y viceversa, que la ciudadanía más consciente y activa incida en las instancias políticas. El nivel de conciencia de las sociedades sobre la cuestión medioambiental se ha desarrollado de forma muy destacable en las últimas décadas. El Eurobarómetro Especial de la Unión Europea (abril, 2005) sobre las actitudes de los ciudadanos europeos hacia el medio ambiente así lo pone de manifiesto (figura 9.11.). Además, se ha producido un fuerte desarrollo de movimientos sociales a favor del medio ambiente, destacando el movimiento ecologista, pero también los 155 sindicatos6, y otros, que cumplen —como instituciones de mediación social que son— una función importantísima en la concienciación y movilización de las sociedades a favor del medio ambiente. Sin embargo se requiere avanzar mucho más en la creación de canales de participación en los asuntos medioambientales. Un ejemplo es la obligada por ley7 participación pública en las Evaluaciones de Impacto Ambiental, cuya aplicación es todavía muy limitada y burocratizada (Pardo, 2002). Los procesos de participación social permiten el fomento, apoyo y creación de redes sociales (de carácter permanente) que profundicen en los contenidos y que asuman las acciones. Estas redes son la base para las políticas de coordinación. La creación de canales estables de participación pública en las cuestiones del cambio global permite asegurar los siguientes objetivos: • Establecer nexos entre la Administración y los ciudadanos. • Informar a la población sobre los proyectos a realizar para minimizar y adaptarse al cambio global. • Recoger información, aspiraciones y necesidades de la población. • Implicar a la población en los procesos de decisión públicos. • Respaldar las estrategias elegidas por los representantes políticos. Los ciudadanos tienen un poder real en las sociedades democráticas para inducir las políticas ambientales adecuadas y necesarias para adaptarse al cambio global en sus diversas facetas. Primero de todo, los ciudadanos deberían exigir un cumplimiento adecuado de las directivas y normativas ya vigentes, algo que no siempre ocurre. Además, los ciudadanos debemos por un lado pedir el desarrollo de las normativas adecuadas para acelerar la implementación de políticas para la mejora del consumo energético, y también para reducir el consumo energético que ayudaría a controlar las emisiones de gases invernaderos y contaminantes. Estas exigencias de políticas ambientales, en todo caso, complementarán las mejoras en prácticas individuales y de estilo de vida de cada ciudadano. Los ciudadanos deben exigir, además, a los partidos políticos que incluyan su política medioambiental de forma clara y prominente en sus programas electorales y utilizar estos compromisos como una de las bases principales para apoyar o no en las urnas un determinado programa. Hasta que esto no ocurra es improbable que el medio ambiente y el cambio global ocupen el lugar destacado que debieran, como una de las principales amenazas a la sociedad, en la agenda política. Sin embargo, las respuestas al cambio global por las sociedades humanas, sobre todo las desarrolladas, pasan por el cambio del estilo de vida de los individuos. Parece claro que cualquier respuesta racional al fenómeno implica un conjunto de medidas relacionadas con el ahorro energético, energías alternativas y el uso racional de los servicios ambientales de los ecosistemas y la autocontención en el consumo. Este cambio requiere de un proceso de educación ambiental para el desarrollo sostenible promovido desde las instituciones a todos los niveles educativos, incrementando la toma de conciencia de los ciudadanos y la capacidad para generar actitudes de cambio que impliquen el rechazo a determinados comportamiento irresponsables con el mantenimiento de la integridad ecológica de los ecosistemas y la aceptación de otros más racionales. Es ante todo fundamental que los ciudadanos entiendan que ellos no se encuentran impotentes ante el cambio global, sino que con pequeños cambios en sus estilos de vida pueden mitigar los efectos del cambio global y adaptarse mejor a éstos, y que su derecho al voto supone una herramienta fundamental —ejercida responsablemente— para que se desarrollen políticas que contribuyan, 6. Greenpeace; Ecologistas en Acción; Amigos de la Tierra, Adena-WWF, SEO-Birthlife, Comisiones Obreras, UGT, CGT, entre otros. 7. RD1302/1986, de 28 de junio, de Evaluación de Impacto Ambiental. 156 junto con la suma de esfuerzos individuales, al mismo fin. Existen herramientas disponibles para ayudar a los ciudadanos a calcular cómo cambios en sus hábitos de vida pueden contribuir a disminuir su “huella” de carbono (i.e. las emisiones de CO2 asociadas a su actividad), como, por ejemplo, la herramienta de calculadora de uso de carbono disponible en www.mycarbonfootprint.eu/es/. Algunas de estas herramientas permiten también Desierto con promontorios: formaciones geológicas en el Pinnacle. National Park, Australia Occidental. Fotografía: C. M. Duarte. 157 La aviación aérea es uno de los sectores que más emisiones de gases invernadero emite. La imagen muestra un avión volando a 10,000 m de altura sobre Islandia. Fotografía: C. M. Duarte. evaluar la posibilidad de tomar medidas de mitigación para secuestrar parte del CO2 que cada uno de nosotros emitimos. Estas herramientas contribuyen a concienciar al ciudadano sobre el importante papel que todos tenemos en esta cuestión y la posibilidad de reducir las presiones ambientales, en este caso las emisiones de CO2, a partir de cambios asumibles en nuestro comportamiento y estilo de vida. 9.8. El papel de las empresas y el sector privado Las actividad industrial y empresarial es responsable de buena parte de las presiones sobre el medio ambiente que configuran el cambio global. Han de ser, por tanto, importantes actores en la solución de estos problemas. El fomento de buenas prácticas medioambientales y de códigos medioambientales propios han de servir a este fin. La noción de que estos códigos pueden mermar la producción y los beneficios no están fundamentados. De hecho, casi todos los sectores productivos son vulnerables, por 158 una razón u otra, al cambio global, que puede afectar negativamente sus perspectivas económicas. Por ejemplo, la gran multinacional Du Pont adquirió, años antes de que se ratificase el Protocolo de Kioto, el compromiso de reducir sus emisiones de CO2, habiendo reducido sus emisiones en un 72% en relación a las emisiones en 1990 y manteniendo su consumo total de energía constante desde 1990, mientras que se ha propuesto que un 10% de ésta provenga de fuentes renovables para 2010 (www2.dupont.com). El ahorro de energía al incorporar sistemas más eficientes ha reportado un ahorro de 2.500 millones de euros adicionales a esta corporación. Este ejemplo pone de manifiesto que las acciones para mitigar el impacto del cambio global no sólo no merman necesariamente el balance económico de las empresas, sino que pueden también generan beneficios. De hecho, las grandes corporaciones y empresas, así como sectores específicos como el bancario y de seguros comparten la característica de contar con horizontes estratégicos de décadas. Estos sectores han de incorporar necesariamente escenarios de cambio global en sus planes estratégicos para evitar pérdidas y aprovechar oportunidades. Podría ocurrir que estos sectores devengan en consumidores destacados de conocimiento y asesoramento científico en el área de escenarios de cambio global, que necesariamente han de incorporar a su planificación. Las empresas y el sector privado tienen un papel adicional, fundamental para conseguir afrontar con éxito el cambio global: utilizar las oportunidades de negocio que surgen en el contexto de cambio global. Esto requiere, sin embargo, una labor de prospectiva que facilite la identificación de áreas emergentes de actividad y oportunidades de negocio. Nuestro país se encuentra bien situado para atender a algunas de estas áreas emergentes, como el sector de energías renovables o desalinización, en las que nuestro país cuenta con algunas de las empresas líderes en el mundo. El volumen de negocio potencial en relación al cambio global tiene, al igual que los potenciales impactos negativos de estos cambios, dimensiones colosales. Las empresas y países que sepan identificar y aprovechar estas oportunidades podrán ver sus beneficios y balanzas económicas incrementados hasta compensar, o incluso superar, los impactos del cambio global. Es posible anticipar que las grandes empresas están mejor capacitadas para adaptarse y aprovechar las oportunidades del cambio global que las Pymes. Éstas requerirán de ayuda para abordar estos desafíos. Un papel con una importancia creciente del sector privado es contribuir, a través del mecenazgo, a fomentar el desarrollo del conocimiento científico necesario para formular estrategias de mitigación y adaptación al cambio global, y contribuir a desarrollar iniciativas que impulsen las actividades con estos mismos objetivos en la sociedad. Ejemplo de éstas en nuestro país son el programa de Conservación de la Biodiversidad de la Fundación BBVA (www.fbbva.es) o el programa de Desarrollo Sostenible de la Fundación Santander-Central-Hispano (www.fundacion.gruposantander.com). 9.9. El papel de lo imprevisible Aún así el problema del cambio global radica, esencialmente, en un problema de predicción. La predicción es sin embargo, como dijo Niels Bohr, “algo muy difícil, sobre todo si se trata del futuro”. Las predicciones que se pueden formular en cuanto a la evolución del clima y sus posibles consecuencias están sujetas a grandes incertidumbres derivadas, por ejemplo —como se ha indicado antes— , de las posibles interacciones complejas, no lineales, entre componentes del cambio global. Entre estas incertidumbres se encuentran contingencias o eventos que no pueden ser anticipados ni predichos, incluidos desarrollos tecnológicos y contingencias sociopolíticas. Así por ejemplo, es posible que el cambio en patrones de uso de energía no resulte de la necesidad de disminuir las emisiones derivadas del consumo de combustibles fósiles para mitigar el efecto invernadero, sino que vengan eventualmente de consideraciones de seguridad geopolítica por las que sociedades occidentales impulsan el uso de energías que no generan gases invernadero en un intento de disminuir su dependencia de los combustibles fósiles para evitar así verse afectados por perturbaciones en las regiones productoras. Igualmente el aumento del precio del petróleo podría inspirar el afán de contención del consumo que la concienciación individual no ha alcanzado a desarrollar. Algunas de estas contingencias se pueden contemplar en forma de escenarios que, como hemos visto, combinan modelos científicos de regulación climática con hipótesis, o escenarios de la evolución de los motores antrópicos del clima. Sin embargo, en un horizonte de 100 años, a los cuales aspiran a alcanzar estos escenarios, es más que probable que contingencias tan remotas como para evitar el que puedan ser incluidas en escenarios plausibles acaben por jugar un papel importante. Estas contingencias pueden tener su base en procesos asociados al cambio global (por ejemplo, cambios bruscos en clima, disponibilidad de agua o perturbaciones), contingencias en política internacional o avances imprevisibles en la ciencia y la tecnología. Es importante que la sociedad, y sus líderes en particular, estén particularmente alerta, en un contexto de gestión adaptativa del cambio global, a la aparición de tales contingencias para aprovechar sin demora las oportunidades que ofrezcan o afrontar —en caso de contingencias negativas— los nuevos riesgos que generen. Se puede pensar en muchas de estas incertidumbres como un problema de gestión de riesgos. Por ejemplo, el coste de un 1% del PIB global para evitar daños derivados del cambio climático que podrían alcanzar un 20% del PIB global equivale a pagar un 5% del coste de un evento incierto, pero probable. Esta cantidad relativa es similar al coste de una prima de seguro de vehículos, cuando la probabilidad de los cambios asociados al cambio global es ya mucho mayor que la de un siniestro total en el caso de un vehículo cualquiera. 159 Referencias CE (2001). La Gobernanza Europea, un Libro Blanco, COM (2001) 428 final de 25.7.2001. Copenhagen, 2005. CROSBY, ALFRED, W. Y DONALD WORSTER (1986). Ecological Imperialism: The Biological Expansion of Europe, 900-1900, Cambridge University. DIAMOND, J. (2005). Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Debate. Barcelona. ENERGY INFORMATION ADMINISTRATION (2006). The International Energy Outlook 2006. EUROPEAN ENVIRONMENT AGENCY (2005). The European Environment. State and Outlook EEA. FIORINO, D. J. 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