EL DICCIONARIO ANEXO 1 El diccionario, libro de cabecera Por Filoteo Samaniego Nunca pude trabajar sin diccionario. Cuando escogí el difícil oficio de escritor me pareció que el diccionario era un instrumento fundamental de mi trabajo. Cosa curiosa, mientras más leo, más dudo de los términos que debo emplear en cada caso. Mi duda se ha vuelto metódica e impertinente. Tengo gusto de usar la lengua, mas considero que no la conozco a plenitud. Recurro al diccionario. Necesito encontrar nuevas formas de expresión. Cambio los términos, reviso las definiciones, busco nuevas salidas y nuevos giros en cada frase. Y como el analfabeto me deleito en descubrir lo desconocido. El diccionario me hace pensar que soy desconocedor de mi propia lengua. Me urgen soluciones. Cambio el camino de las ideas expresadas. Juego con el diccionario. Lo leo y lo releo. Busco el origen de cada palabra: americano, griego, árabe o latino. Siento el gozo de la voz nueva, de la unión de voces en la oración. Vivo la vida de la palabra expresada y escrita. Me siento un nuevo ser porque puedo decir las cosas de modo diferente, esta es la esencia del diccionario y la razón de su uso: comprender la palabra, conocer su génesis y su armonía, combinarla con otras palabras, amar el pensamiento y decirlo a los demás, descubrir las sutilezas y gozar de las alternativas que ofrece esta lengua nuestra, enriquecida por todo aquello que le ha dado América; y en fin de cuentas, emplear esa reserva grandiosa en todos los géneros imaginables: cuento, novela, poesía, historia, periodismo, pensamiento, porque todos los caminos nos llevan al fin noble escogido por el escritor. La guía del buen caminar es el diccionario. Es el mapa del idioma, es la fuente necesaria para quien desea hartarse de nuevas aguas. Es la forma de comunicarse puesto que nuestra obligación es la de decir las cosas, la de hacernos comprender, la de esperar una respuesta. Así siento la función del diccionario, así lo aprecio. El diccionario es mi libro de cabecera. Lo abro, lo ensucio con mis manos, lo consulto, es mi confesor, mi guía, mi necesidad, mi compañero. Nunca nadie ha sabido ayudarme como él. Y ahora que me estoy poniendo viejo, es mi bastón, mi muleta, mi apoyo. Los hay buenos, malos, pretenciosos, para todos los usos, enciclopédicos, con ilustraciones a color, o en blanco y negro, en decenas de ejemplares o en un solo volumen, pero todos me son útiles, trabajo con ellos cada instante y no tengo siquiera el tiempo de agradecerlos por su ayuda. El diccionario es el agua que necesito en cada instante de sed y lo bebo cuando me urge mi aridez. El diccionario es mi frase, mi voz, mi palabra, sabe mucho más que yo.
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