Untitled - CGT Catalunya

ÍNDICE
PRÒLEG
Feminisme revolucionari
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TERESA CLARAMUNT
Una esperanza
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De la mujer
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A la mujer
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EMMA GOLDMAN
La tragedia de la liberación de la mujer
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ALEXANDRA KOLLONTAI
Las relaciones sexuales y la lucha de clases
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CLARA ZETKIN
La revolución y las mujeres
61
LUCÍA SÁNCHEZ SAORNIL
Editorial. Mujeres libres, nº 1
69
El Día de la Mujer. CNT, nº 564
73
LOLA ITURBE ARIZCUREN
La educación social de la mujer
79
Las españolas emigran también
85
LAS MUJERES DE LAS CÉLULAS REVOLUCIONARIAS
Declaración de intenciones. Ataque contra la Corte Suprema
91
PRÒLEG
FEMINISME REVOLUCIONARI
Les dones hem lluitat al llarg de la història, i seguim fent-ho, perquè se’ns
reconegui com a subjectes, com a dones I com a treballadores.
Estem cansades de jugar a un joc on les regles ens imposen una doble
opressió: com a dones i com a treballadores. L’aliança entre el patriarcat i el
capitalisme ens mata a diari, ens precaritza, ens converteix en objectes i ens
vol expropiar la nostra força revolucionària. No som víctimes, perquè ens
rebel·lem contra un sistema que ens oprimeix. No ens quedem callades
contra el patriarcat que ens vol infantilitzar, com a eternes nenes. Tampoc
contra el capitalisme que ens explota en benefici dels interessos d’uns pocs.
Això ens diferència dels nostres companys homes, que lluiten contra les
opressions del capital, però obliden que se’ns segueix responsabilitzant de les
tasques de cura, que patim discriminació laboral pel sol fet de ser dones, que
l’escletxa salarial de gènere ens mostra que encara se’ns considera un sou
familiar complementari, que ens assassinen pel simple fet de ser dones.
També ens diferència de totes les dones que es diuen feministes, però que a
diari ens traeixen a la feina i als carrers, alimentant a un sistema capitalista
que ens precaritza i es beneficia del nostre treball.
Moltes dones ens han precedit en la lluita feminista revolucionària. Teresa
Claramunt, Emma Goldman, Alexandra Kollontai, Clara Zetkin, Lucía Sánchez
Saornil, Lola Iturbe Arizcuren, les Mujeres de las Células Revolucionarias,
entre tantes altres, són exemples en aquestes lluites i en construir un discurs
feminista revolucionari, un discurs feminista de classe o un discurs feminista
llibertari.
Les reflexions que han fet les feministes revolucionàries, malgrat moltes
d’elles cal contextualitzar-les en un moment històric concret, són claus per
poder trencar les regles del joc que ens oprimeixen doblement.
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PRÒLEG
És per això, que des de CGT Catalunya hem decidit editar aquest recull de
textos. Per poder discutir sobre feminisme, però des d’un feminisme
revolucionari. Per volem seguir lluitant ingovernables, desobedients i
desafiants, i així construir un món nou, amb unes noves regles, perquè a
aquest joc on els rols estan predefinits, ja ens hem cansat de jugar-hi i hem
dit prou.
Som feministes llibertàries i seguirem lluitant ingovernables, desobedients i
desafiants!
TERESA CLARAMUNT
(Sabadell, 4 de juny de 1862 – Barcelona, 11 d'abril de 1931)
Treballadora del ram textil. Va fundar un grup anarquista a Sabadell i
va participar de la Vaga de les Set Setmanes de 1883, en la que es
reivindicava la jornada de 8 hores. A l'octubre de 1884 va ser una de
les fundadores de la Secció Vària de Treballadores Anarcocol·lectivistes de Sabadell. A l'any 1892, juntament amb altres
companyes, va impulsar la primera societat feminista d'Espanya: la
Societat Autònoma de Dones de Barcelona.
UNA ESPERANZA
Teresa Claramunt
30 de Novembre de 1901
En el transcurso de los años he recorrido un gran número de poblaciones de
la región catalana y de otras provincias, y al ver a la mujer tan divorciada de
las cuestiones que tanto o más que al hombre le atañen, sentía en mí un
pesar inmenso. ¿Será posible, me decía, que la mujer obrera, la explotada, no
sienta el deseo vivificador de ser libre? Esos agentes malditos que con
sofismas le han atrofiado el cerebro, habrán muerto en ella también todo
sentimiento de amor y dignidad.
No: la mujer obrera, la esclava moderna no ha muerto para la lucha.
El canto de la sirena las había aletargado, pero no había extinguido el
sentimiento noble de las hijas del pueblo, que en todas las luchas han
alentado al hombre. Me consta que en algunas poblaciones la mujer obrera
acude presurosa a unirse con su hermano de penas, el hombre, para hacer
frente el enemigo común, el parásito, pero no había podido ver de cerca el
despertar hermoso de mis compañeras de infortunio.
A las obreras de San Martín de Provensals debo esa dicha inmensa que en el
momento de escribir estas líneas embarga dulcemente todo mi ser. Esas
dignas hijas del pueblo que durante muchos años habían sido explotadas por
el más ruin de los tiranos, el tirano de blusa y alpargata, esas mujeres, repito,
que asociadas una porción de años en asociaciones dirigida por vividores
que, además de absolverles las cuotas las tenían en continuo engaño, hoy
desligadas de aquellas cadenas que no dejaban dar curso a sus sentimientos,
a sus aspiraciones, a sus iniciativas, vuelven la vista a la verdadera senda, o
sea a la asociación libre, para mejorar su condición como obrera e instruirse
para poder un día ser mujeres libres.
Obreras de Cataluña, de España, del mundo entero, la conducta de las
obreras del Arte Fabril de San Martín de Provensals (Barcelona), voy a
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TERESA CLARAMUNT
exponérosla a grandes rasgos para darnos alientos demostrándoos sus
recientes hechos que la mujer es un ser igual hombre.
Desengañadas las obreras del Arte Fabril de esos falsos redentores
adormideras que tantas cuotas les habían mermado, estuvieron un tiempo
desorientadas, divididas sus valerosas fuerzas, aguantaban con forzada calma
la avaricia burguesa que de día en día las explotaba más y más, pero bastó un
día que la voz amiga de dignos luchadores llegase a sus oídos, para que todos
sus sentimientos de dignidad proletaria sofocada hasta entonces por el ruin
ambiente de la desconfianza se despertase con potencia y con gran
entusiasmo acudieron a la nueva asociación. La burguesía indignada de que
sus esclavas se pusiesen en condiciones de lucha, intentó matar la primera
labor realizada por un puñado de dignas obreras. Un burgués despidió a siete
de sus operarías, que fueron las primeras que se habían asociado, y a las
pocas horas de tal hazaña burguesa el presidio moderno (vulgo fábrica) de
aquel explorador, quedaba sin movimiento, pues ni una hizo traición a sus
compañeras despedidas. Las obreras de otras fábricas al enterarse de lo
sucedido acudieron en gran número, y con tanto entusiasmo a ayudar a sus
compañeras que se obligó a la burguesía a detenerse en su plan de ataque.
Cuatro reuniones celebraron las huelguistas y a ellas acudieron un número
tan grande de obreras a ofrecer su solidaridad moral y material, que yo os
afirmo que jamás he presenciado cuadro más entusiasta que el que me han
proporcionado mis queridas compañeras del mencionado barrio de la liberal
Barcelona. Las condiciones presentadas al burgués Nadal, que fue el
provocador de la huelga, fueron en todo aceptadas, obligándole además a
hacerle pagar 125 pesetas a que ascendían los gastos de las cuatro reuniones
que habían celebrado.
Seis días de lucha enérgica han bastado para hacer morder el polvo al tirano
explotador. Al día siguiente de la victoria, o sea el lunes de la presente
semana, se celebró un mitin en una espaciosa sala; más de mil quinientas
mujeres acudieron al acto; once horas de trabajo en la fábrica, los quehaceres
de la familia y la gran distancia que mediaba entre la fábrica y el local en que
a las valerosas proletarias que con su presencia y actitud dieron un mentís a
los que creen que las mujeres no pueden ser libres, porque son débiles e
UNA ESPERANZA
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ignorantes, lanzando el resto a la burguesía que durante tanto tiempo les
había explotado con todo descaro.
¡Obreras de Cataluña, de España y del mundo, imitad a las obreras del Arte
Fabril de San Martín, os repito!
Y vosotras, dignas compañeras mías, recibid el testimonio de mi más sincero
compañerismo. ¡Continuad hasta ser libres!
El Productor, Barcelona, 30/11/1901
DE LA MUJER
Teresa Claramunt
8 de Març de 1902
La mujer, alejada de toda lucha política social durante siglos y más siglos, tan
solo honrosas excepciones rompieron los estrechos modelos del rutinarismo,
tomando parte activa en las contiendas.
Las luchas de todas las épocas han tenido sus heroínas, pero han sido como
ya llevo dicho, honrosas excepciones, ya que la generalidad de las mujeres,
esclavas del fanatismo religioso, sólo se han preocupado por el lujo, la
vanidad y la chismografía. Poseídas de esos perjuicios, más bien que aliciente
que en la lucha por la libertad alentara a su compañero el hombre, éranle un
estorbo, y muchas veces su mayor enemigo, ya que por su ignorancia se
convertía en delator del esposo, del padre o del hermano, que el enemigo de
la libertad hacía servir para sus fines ruines, valiéndose de la confusión o ya
por otro medio ruin cual éste. ¿Pero es responsable la mujer de sus defectos,
hijos de la ignorancia?
No, no lo es; ya que el hombre ha visto en ella tan sólo un instrumento de
placer.
A la mujer se la esclaviza desde la infancia, con pretextos de que a las niñas
no les está bien ciertos juegos, juegos que fortificarían sus músculos, pero los
padres preocupados por una inhumana moral retienen junto a la madre a la
niña que sentadita ha de jugar a mamás con sus muñecas. En el colegio
igualmente, la niña recibe una educación mucho más deficiente que el
hombre ya que entre rezos y labores le hacen emplear todo el tiempo.
Cuando ya mujer, continúa presa en las redes del rutinarismo.
Si ama y no se ha fijado en ella el objeto de su amor, debe ahogar en su
corazón ese juego magno, vida de la vida. Sólo al hombre le es permitido
exponer el estado de su ánimo, sólo al hombre le es permitido declarar su
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TERESA CLARAMUNT
amor, sólo al hombre le es permitido solicitar por el cual siente afinidad.
¡Cruel privilegio! ¡Inhumana desigualdad!
Luego al tomar estado, pocas veces se le consulta si ama, únicamente se le
expone la conveniencia.
Ya casada, se encuentra en el orden doméstico, con los hombres en el orden
político, que mudan de gobiernos con el afán de mejorar, y luego se
aperciben que sólo han mudado de amos. Por igual la mujer, al pasar de
soltera a casada, muda de tirano. Luego cuando en las luchas encuentra el
hombre que su mujer le obstrucciona, le mortifica con sus argumentos
rutinarios, y la ve ignorante hasta el punto de no sentir amor por la libertad,
ni entender siquiera las consideraciones que le hace el marido. Éste maldice
la ignorancia y maltrata a la que en realidad representa la víctima, porque en
verdad el único responsable es el hombre. Pero el progreso que, aunque
lentamente, sigue su incesante marcha, ha demostrado que las leyes de los
hombres que excluyen de su seno a la mujer, son ridículas y falsas, y si de
momento satisfacen la vanidad de ese tiranuclo llamado hombre, luego lo
esclaviza y lo anula para las grandes empresas en pro de la libertad. Los
hombres pensadores así lo han comprendido, y ante la aterradora experiencia
que les ha proporcionado el ayer, sepárense de la política, de las costumbres
viciosas y de todo lo que informa esta sociedad bárbara y corrupora, y
acercándose a la mujer, la elevan, haciéndole comprender las hermosas
concepciones del ideal Libertario. que en armonía con las leyes de la
Naturaleza, los iguala y une con los lazos de la verdadera Justicia y del Amor.
Humanidad Libre, Valencia, 08/03/1902
A LA MUJER
Teresa Claramunt
24 de Maig de 1903
No porque a ti dedique este trabajo significa que únicamente tú vives
inficionada de los prejuicios que pienso exponer. El hombre no está libre de
ellos, cuando menos su inmensa mayoría, pero como puede mejor que la
mujer considerarse más libre para seguir desprendiéndose de los errores
heredados sacudiendo el ambiente mefítico que nos rodea, de ahí que me
dirija a ti solamente, mujer desventurada, para contribuir con los escasos
recursos de mi inteligencia, a que te des cuenta del daño que tu estado de
ignorancia produce, con todo y ser tú el ser más sensible y predispuesto a
todas las abnegaciones.
Infeliz mujer. Si a la ciencia le fuese posible sacar un cliché de los crímenes
que causan los errores que te ha inculcado ese buitre con faldas, llamado
clero, seguramente que huirías atemorizada pidiendo un escarmiento para
aquellos que pervirtieron tu cerebro y adulteraron tus naturales sentimientos.
Les odiarías, sí, y si no tuvieras armas con que destrozarlos, tus uñas o tus
dientes, imitando a la leona que ve arrebatados sus cachorros, harían
destrozo en el cuerpo de los que asesinaron tu belleza moral. La causa
principal de donde dimanan tantos males es la resignación. Ante ella la
esplendidez de la vida, del sentimiento, se desvanece; ante ella son
arrebatados nuestros hijos, los seres más queridos, ante ella el goce es una
mueca; la risa un sarcasmo.
Influye tanto la resignación en nuestro mal que a cada momento nuevos
dolores me conmueven. Un día encontré llorando a una mujer a quien
conocía. ¿Dónde vas?, le dije, ¿qué significa este traje negro? -Me mataron un
hijo los insurrectos de Cuba-. Lo siento, pero ¿por qué le dejaste partir? -Qué
quieres, me quedaban dos todavía en casa y como creíamos que no todos
iban a morar nos resignamos con nuestra suerte. Siento mucho su muerte,
pero cuando veo tantos infelices repatriados tísicos y sin piernas y sin brazos,
doy gracias a Dios porque a lo menos mi pobre hijo murió sin sufrir tanto-. ¿Y
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TERESA CLARAMUNT
das gracias a Dios?, pues hija, tu resignación y tu agradecimiento te colocan,
moralmente hablando, a más bajo nivel que las bestias.
Me alejé de aquella imbécil y a los pocos instantes tropecé con una mujer
que había sido mi compañera de trabajo. Ella saludó primeramente dándome
la grata nueva de que su hijo había regresado de Cuba. ¿Y qué tal se
encuentra? Pobrecito, está muy delicado e inútil de una pierna; pero estoy
muy resignada porque cuando menos he podido volver a verle, dando gracias
a Dios porque no ha muerto en la maniobra.
¿Puede darse una más patente demostración de lo que es perjudicial la
resignación? Si estas dos madres no hubieran sido educadas en los absurdos
de la religión, cuando sus hijos fueron llamados en virtud de leyes infames
hubieran meditado acerca del caso extremo a que se les sujetaba; hubieran
procurado darse cuenta de lo que son las guerras, el peligro de muerte que
amenazaba a sus hijos y más que todo les hubiera asustado la terrible misión
que iba a ejercer el hijo amado al convertirse en soldado. Y claro está que al
investigar estos casos hubieran terminado por no resignarse a que el hijo
acudiera al fatal llamamiento convencidos a las infamias que en nombre de la
patria se cometen. Esto lo tienen previsto los malditos parásitos que se
mantienen de la infelicidad de los pueblos, y por esto vémosles colmar de
beneficios al clero porque con su influencia maten los instintos naturales,
todo amor, todo belleza y atrofien del corazón los sentimientos más puros.
¡Qué pobre condición es la nuestra! A todos momentos las clases inferiores
nos ofrecen prácticas enseñanzas. ¿Cómo creer que el pájaro o la hormiga
consintieran que seres de la misma raza arrebataran sus hijos? En el mundo
de los irracionales podrán exterminarse los seres pero no en los de la misma
raza. Éstas en sí se unen, se estrechan, se defieden contra las más fuertes.
Únicamente la raza humana se devora entre sí; extraña a toda realidad;
sumergida y envuelta por la estúpida resignación, de la que sufre cruel
castigo la mujer.
En sucesivos artículos expondré nuevas consideraciones.
El Productor, Barcelona, 24/05/1903
EMMA GOLDMAN
(Kaunas, Imperi Rus, 27 de juny de 1869 – Toronto, Canadà, 14 de
maig de 1940)
Anarquista lituana d'origen jueu. Emigra als EEUU, amb 16 anys, on
treballa com obrera textil i s'uneix al moviment llibretari. És coneguda
pels seus manifestos llibertaris i feministes, sent una de les pioneres
en la lluita per l'emancipació de les dones treballadores. Col·labora
amb el bàndol republicà durant la Guerra Civil Espanyola.
LA TRAGEDIA DE LA LIBERACIÓN DE LA
MUJER
Emma Goldman
1906
Comenzaré admitiendo lo siguiente: sin tener en cuenta las teorías políticas y
económicas que tratan de las diferencias fundamentales entre las varias
agrupaciones humanas; sin miramiento alguno para las distinciones de raza o
de clase, sin parar mientes en la artificial línea divisoria entre los derechos del
hombre y de la mujer, sostengo que puede haber un punto en cuya
diferenciación misma se ha de coincidir, encontrarse y unirse en perfecto
acuerdo.
Con esto no quiero proponer un pacto de paz. El general antagonismo social
que se posesionó de la vida contemporánea, originado, por fuerzas de
opuestos y contradictorios intereses, ha de derrumbarse cuando la
reorganización de la vida societaria, al basarse sobre principios económicos
justicieros, sea un hecho y una realidad.
La paz y la armonía entre ambos sexos y entre los individuos, no ha de
depender necesariamente de la igualdad superficial de los seres, ni tampoco
traerá la eliminación de los rasgos y de las peculiaridades de cada individuo.
El problema planteado actualmente, pudiendo ser resuelto en un futuro
cercano, consiste en preciarse de ser uno mismo, dentro de la comunión de la
masa de otros seres y de sentir hondamente esa unión con los demás, sin
avenirse por ello a perder las características más salientes de sí mismo. Esto
me parece a mí que deberá ser la base en que descansa la masa y el
individuo, el verdadero demócrata y el verdadero individualista, o donde el
hombre y la mujer han de poderse encontrar sin antagonismo alguno. El lema
no será: perdonaos unos a otros, sino: comprendeos unos a otros. La
sentencia de Mme. Stael citada frecuentemente: Comprenderlo todo es
perdonarlo todo, nunca me fue simpática; huele un poco a sacristía; la idea
de perdonar a otro ser demuestra una superioridad farisaica.
26
EMMA GOLDMAN
Comprenderse mutuamente es para mí suficiente. Admitida en parte esta
premisa, ella presenta el aspecto fundamental de mi punto de vista acerca de
la emancipación de la mujer y de la entera repercusión en todas las de su
sexo.
Su completa emancipación hará de ella un ser humano, en el verdadero
sentido. Todas sus fibras más íntimas ansían llegar a la máxima expresión del
juego interno de todo su ser, y barrido todo artificial convencionalismo,
tendiendo a la más completa libertad, ella irá luego borrando los rezagos de
centenares de años de sumisión y de esclavitud.
Este fue el motivo principal y el que originó y guió el movimiento de la
emancipación de la mujer. Más los resultados hasta ahora obtenidos, la
aislaron despojándola de la fuente primaveral de los sentidos y cuya dicha es
esencial para ella. La tendencia emancipadora, afectándole sólo en su parte
externa, la convirtió en una criatura artificial, que tiene mucho parecido con
los productos de la jardinería francesa con sus jeroglíficos y geometrías en
forma de pirámide, de conos, de redondeles, de cubos, etc.; cualquier cosa,
menos esas formas sumergidas por cualidades interiores. En la llamada vida
intelectual, son numerosas esas plantas artificiales en el sexo femenino.
¡Libertad e igualdad para las mujeres! Cuántas esperanzas y cuántas ilusiones
despertaron en el seno de ellas, cuando por primera vez estas palabras
fueron lanzadas por los más valerosos y nobles espíritus de estos tiempos.
Un sol, en todo el esplendor de su gloria emergía para iluminar un nuevo
mundo; ese mundo, donde las mujeres se hallaban libres para dirigir sus
propios destinos; un ideal que fue merecedor por cierto de mucho
entusiasmo, de valor y perseverancia, y de incesantes esfuerzos por parte de
un ejército de mujeres, que combatieron todo lo posible contra la ignorancia
y los prejuicios.
Mi esperanza también iba hacia esa finalidad, pero opino que la
emancipación como es interpretada y aplicada actualmente, fracasó en su
cometido fundamental. Ahora la mujer se ve en la necesidad de emanciparse
del movimiento emancipacionista si desea hallarse verdaderamente libre.
Puede esto parecer paradójico, sin embargo es la pura verdad.
LA TRAGEDIA DE LA LIBERACIÓN DE LA MUJER
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¿Qué consiguió ella, al ser emancipada? Libertad de sufragio, de votar. ¿Logró
depurar nuestra vida política, como algunos de sus más ardientes defensores
predecían? No, por cierto. De paso hay que advertir, ya llegó la hora de que la
gente sensata no hable más de corruptelas políticas en tono campanudo. La
corrupción en la política nada tiene que ver con la moral o las morales, ya
provenga de las mismas personalidades políticas.
Sus causas proceden de un punto solo. La política es el reflejo del mundo
industrial, cuya máxima es: bendito sea el que más toma y menos da; compra
lo más barato y vende lo más caro posible, la mancha en una mano, lava la
otra. No hay esperanza alguna de que la mujer, aun con la libertad de votar,
purifique la política.
El movimiento de emancipación trajo la nivelación económica entre la mujer
y el hombre; pero como su educación física en el pasado y en el presente no
le suministró la necesaria fuerza para competir con el hombre, a menudo se
ve obligada a un desgaste de energías enormes, a poner en máxima tensión
su vitalidad, sus nervios a fin de ser evaluada en el mercado de la mano de
obra. Raras son las que tienen éxito, ya que las mujeres profesoras, médicas,
abogadas, arquitectos e ingenieros, no merecen la misma confianza que sus
colegas los hombres, y tampoco la remuneración para ellas es paritaria. Y las
que alcanzan a distinguirse en sus profesiones, lo hacen siempre a expensas
de la salud de sus organismos. La gran masa de muchachas y mujeres
trabajadoras, ¿qué independencia habrían ganado al cambiar la estrechez y la
falta de libertad del hogar, por la carencia total de libertad de la fábrica, de la
confitería, de las tiendas o de las oficinas? Además está el peso con el que
cargarán muchas mujeres al tener que cuidar el hogar doméstico, el dulce
hogar, donde solo hallarán frío, desorden, aridez, después de una extenuante
jornada de trabajo. ¡Gloriosa independencia esta! No hay pues que
asombrarse que centenares de muchachas acepten la primera oferta de
matrimonio, enfermas, fatigadas de su independencia, detrás del mostrador,
o detrás de la máquina de coser o escribir. Se hallan tan dispuestas a casarse
como sus compañeras de la clase media, quienes ansían substraerse de la
tutela paternal.
28
EMMA GOLDMAN
Esa sedicente independencia, con la cual apenas se gana para vivir, no es muy
atrayente, ni es un ideal; al cual no se puede esperar que se le sacrifiquen
todas las cosas. La tan ponderada independencia no es después de todo más
que un lento proceso para embotar, atrofiar la naturaleza de la mujer en sus
instintos amorosos y maternales.
Sin embargo la posición de la muchacha obrera es más natural y humana que
la de su hermana de las profesiones liberales, quien al parecer es más
afortunada, profesoras, médicas, abogadas, ingenieras, las que deberán
asumir una apariencia de más dignidad, de decencia en el vestir, mientras que
interiormente todo es vacío y muerte.
La mezquindad de la actual concepción de la independencia y de la
emancipación de la mujer; el temor de no merecer el amor del hombre que
no es de su rango social; el miedo que el amor del esposo le robe su libertad;
el horror a ese amor o a la alegría de la maternidad, la inducirá a engolfarse
cada vez más en el ejercicio de su profesión, de modo que todo esto
convierte a la mujer emancipada en una obligada vestal, ante quien la vida,
con sus grandes dolores purificadores y sus profundos regocijos, pasa sin
tocarla ni conmover su alma.
La idea de la emancipación, tal como la comprende la mayoría de sus
adherentes y expositores, resulta un objetivo limitadísimo que no permite se
expanda ni haga eclosión; esta es: el amor sin trabas, el que contiene la
honda emoción de la verdadera mujer, la querida, la madre capaz de concebir
en plena libertad.
La tragedia que significa resolver su problema económico y mantenerse por
sus propios medios, que hubo de afrontar la mujer libre, no reside en muchas
y variadas experiencias, sino en unas cuantas, las que más la aleccionaron. La
verdad, ella sobrepasa a su hermana de las generaciones pretéritas, en el
agudo conocimiento de la vida y de la naturaleza humana; es por eso que
siente con más intensidad la falta de todo lo más esencial en la vida, lo único
apropiado para enriquecer el alma humana, y que sin ello, la mayoría de las
mujeres emancipadas se convierten a un automatismo profesional.
LA TRAGEDIA DE LA LIBERACIÓN DE LA MUJER
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Semejante estado de cosas fue previsto por quienes supieron comprender
que en los dominios de la ética quedaban aún en pie muchas ruinas de los
tiempos, en que la superioridad del hombre fue indisputada; y que esas
ruinas eran todavía utilizadas por las numerosas mujeres emancipadas que no
podían hacer a menos de ellas. Es que cada movimiento de tinte
revolucionario que persigue la destrucción de las instituciones existentes con
el fin de reemplazarlas por otra estructura social mejor, logra atraerse
innumerables adeptos que en teoría abogan por las ideas más radicales y en
la práctica diaria, se conducen como todo el mundo, como los inconscientes y
los filisteos (burgueses), fingiendo una exagerada respetabilidad en sus
sentimientos e ideas y demostrando el deseo de que sus adversarios se
formen la más favorable de las opiniones acerca de ellos. Aquí, por ejemplo,
tenemos los socialistas y aun los anarquistas, quienes pregonan que la
propiedad es un robo, y asimismo se indignarán contra quien les adeude por
el valor de media docena de alfileres.
La misma clase de filisteísmo se encuentra en el movimiento de
emancipación de la mujer. Periodistas amarillos y una literatura ñoña y color
de rosa trataron de pintar a las mujeres emancipadas de un modo como para
que se les erizaran los cabellos a los buenos ciudadanos y a sus prosaicas
compañeras. De cada miembro perteneciente a las tendencias
emancipacionistas, se trazaba un retrato parecido al de Georges Sand,
respecto a su despreocupación por la moral. Nada era sagrado para la mujer
emancipada, según esa gente. No tenía ningún respeto por los lazos ideales
de una mujer y un hombre. En una palabra, la emancipación abogaba solo por
una vida de atolondramiento, de lujuria y de pecado; sin miramiento por la
moral, la sociedad y la religión. Las propagandistas de los derechos de la
mujer se pusieron furiosas contra esa falsa versión, y exentas de ironía y
humor, emplearon a fondo todas sus energías para probar que no eran tan
malas como se les había pintado, sino completamente al reverso.
Naturalmente -decían- hasta tanto la mujer siga siendo esclava del hombre,
no podrá ser buena ni pura; pero ahora que al fin se ha libertado demostrará
cuan buena será y cómo su influencia deberá ejercer efectos purificadores en
todas las instituciones de la sociedad. Cierto, el movimiento en defensa de
los derechos de la mujer dio en tierra con más de una vieja traba o prejuicio,
pero se olvidó de los nuevos.
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EMMA GOLDMAN
El gran movimiento de la verdadera emancipación no se encontró con una
gran raza de mujeres, capaces y con el valor de mirar en la cara a la libertad.
Su estrecha y puritana visión, desterró al hombre, como a un elemento
perturbador de su vida emocional, y de dudosa moralidad. El hombre no
debía ser tolerado, a excepción del padre y del hijo, ya que un niño no vendrá
a la vida sin el padre. Afortunadamente, el más rígido puritanismo no será
nunca tan fuerte que mate el instinto de la maternidad. Pero la libertad de la
mujer, hallándose estrechamente ligada con la del hombre, y las llamadas así
hermanas emancipadas pasan por alto el hecho que un niño al nacer
ilegalmente necesita más que otro el amor y cuidado de todos los seres que
están a su alrededor, mujeres y hombres. Desgraciadamente esta limitada
concepción de las relaciones humanas hubo de engendrar la gran tragedia
existente en la vida del hombre y de la mujer moderna.
Hace unos quince años que apareció una obra cuyo autor era la brillante
escritora noruega Laura Marholom. Se titulaba La mujer, estudio de
caracteres. Fue una de las primeras en llamar la atención sobre la estrechez y
la vaciedad del concepto de la emancipación de la mujer, y de los trágicos
efectos ejercidos en su vida interior. En su trabajo, Laura Marholom traza las
figuras de varias mujeres extraordinariamente dotadas y talentosas de fama
internacional; habla del genio de Eleonora Duse; de la gran matemática y
escritora Sonya Kovalevskaia; de la pintora y poetisa innata que fue María
Bashkirtzeff, quien murió muy joven. A través de la descripción de las
existencias de esos personajes femeninos y a través de sus extraordinarias
mentalidades, corre la trama deslumbrante de los anhelos insatisfechos, que
claman por un vivir más pleno, más armonioso y más bello y al no alcanzarlo,
de ahí su inquietud y su soledad. Y a través de esos bocetos psicológicos,
magistralmente realizados, no se puede menos de notar que cuanto más alto
es el desarrollo de la mentalidad de una mujer, son más escasas las
probabilidades de hallar el ser, el compañero de ruta que le sea
completamente afín; el que no verá en ella, no solamente la parte sexual, sino
la criatura humana, el amigo, el camarada de fuerte individualidad, quien no
tiene por qué perder un solo rasgo de su carácter.
La mayoría de los hombres, pagados por su suficiencia, con su aire ridículo de
tutelaje hacia el sexo débil, resultarían entes algo absurdos, imposibles para
LA TRAGEDIA DE LA LIBERACIÓN DE LA MUJER
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una mujer como las descritas en el libro de Laura Marholom. Igualmente
imposible sería que no se quisiese ver en ellas más que sus mentalidades y su
genio, y no se supiese despertar su naturaleza femenina.
Un poderoso intelecto y la fineza de sensibilidad y sentimiento son dos
facultades que se consideran como los necesarios atributos que integrarán
una bella personalidad. En el caso de la mujer moderna, ya no es lo mismo.
Durante algunos centenares de años el matrimonio basado en la Biblia, hasta
la muerte de una de las partes, se reveló como una institución que se
apuntaba en la soberanía del hombre en perjuicio de la mujer, exige su
completa sumisión a su voluntad y a sus caprichos, dependiendo de él por su
nombre y por su manutención. Repetidas veces se ha hecho comprobar que
las antiguas relaciones matrimoniales se reducían a hacer de la mujer una
sierva y una incubadora de hijos. Y no obstante, son muchas las mujeres
emancipadas que prefieren el matrimonio a las estrecheces de la soltería,
estrecheces convertidas en insoportables por causa de las cadenas de la
moral y de los prejuicios sociales, que cohíben y coartan su naturaleza.
La explicación de esa inconsistencia de juicio por parte del elemento
femenino avanzado, se halla en que no se comprendió lo que
verdaderamente significaba el movimiento emancipacionista. Se pensó que
todo lo que se necesitaba era la independencia contra las tiranías exteriores;
y las tiranías internas, mucho más dañinas a la vida y a sus progresos -las
convenciones éticas y sociales- se las dejó estar, para que se cuidaran a sí
mismas, y ahora están muy bien cuidadas. Y éstas parece que se anidan con
tanta fuerza y arraigo en las mentes y en los corazones de las más activas
propagandistas de la emancipación, como los que tuvieron en las cabezas y
en los corazones de sus abuelas.
¿Esos tiranos internos acaso no se encarnan en la forma de la pública
opinión, o lo que dirá mamá, papá, tía, y otros parientes; lo que dirá Mrs.
Grundy, Mr. Comstock, el patrón, y el Consejo de Educación? Todos esos
organismos tan activos, pesquisas morales, carceleros del espíritu humano,
¿qué han de decir? Hasta que la mujer no haya aprendido a desafiar a todas
las instituciones, resistir firmemente en su sitio, insistiendo que no se la
despoje de la menor libertad; escuchando la voz de su naturaleza, ya la llame
32
EMMA GOLDMAN
para gozar de los grandes tesoros de la vida, el amor por un hombre, o para
cumplir con su más gloriosa misión, el derecho de dar libremente la vida a
una criatura humana, no se puede llamar emancipada. Cuántas mujeres
emancipadas han sido lo bastante valerosas para confesarse que la voz del
amor lanzaba sus ardorosos llamados, golpeaba salvajemente su seno,
pidiendo ser escuchado, ser satisfecho.
El escritor francés Jean Reibrach, en una de sus novelas, New Beauty -La
Nueva Belleza- intenta describir el ideal de la mujer bella y emancipada. Este
ideal está personificado en una joven, doctorada en medicina. Habla con
mucha inteligencia y cordura de cómo debe alimentarse un bebé; es muy
bondadosa, suministra gratuitamente sus servicios profesionales y las
medicinas para las madres pobres. Conversa con un joven, una de sus
amistades, acerca de las condiciones sanitarias del porvenir y cómo los
bacilos y los gérmenes serán exterminados una vez que se adopten paredes y
pisos de mármol, piedra o baldosas, haciendo a menos de las alfombras y de
los cortinados. Ella naturalmente, viste sencillamente y casi siempre de negro.
El joven, quien en el primer encuentro se sintió intimidado ante la sabiduría
de su emancipada amiga, gradualmente la va conociendo y comprendiendo
cada vez más, hasta que un buen día se da cuenta que la ama. Los dos son
jóvenes, ella es buena y bella y, aunque un tanto severa en su continencia, su
apariencia se suaviza con el inmaculado cuello y puños. Uno esperaría que le
confesara su amor, pero él no está por cometer ningún gesto romántico y
absurdo. La poesía y el entusiasmo del amor le hacen ruborizar, ante la
pureza de la novia. Silencia el naciente amor, y permanece correcto. También,
ella es muy medida, muy razonable, muy decente. Temo que de haberse
unido esa pareja, el jovencito hubiera corrido el riesgo de helarse hasta
morirse. Debo confesar que nada veo de hermoso en esta nueva belleza, que
es tan fría como las paredes y los pisos que ella sueña implantar en el
porvenir. Prefiero más bien los cantos de amor de la época romántica, don
Juan y Venus, más bien el mocetón que rapta a su amada en una noche de
luna, con las escaleras de cuerda, perseguido por la maldición del padre y los
gruñidos de la madre, y el chismorreo moral del vecindario, que la corrección
y la decencia medida por el metro del tendero. Si el amor no sabe darse sin
restricciones, no es amor, sino solamente una transacción, que acabará en
desastre por el más o el menos.
LA TRAGEDIA DE LA LIBERACIÓN DE LA MUJER
33
La gran limitación de miras del movimiento emancipacionista de la
actualidad, reside en su artificial estiramiento y en la mezquina respetabilidad
con que se reviste, lo que produce un vacío en el alma de la mujer, no
permitiéndole satisfacer sus más naturales ansias. Una vez hice notar que
parecía existir una más estrecha relación entre la madre de corte antiguo, el
ama de casa siempre alerta, velando por la felicidad de sus pequeños y el
bienestar de los suyos, y la verdadera mujer moderna, que con la mayoría de
las emancipadas. Estas discípulas de la emancipación depurada, clamaron
contra mi heterodoxia y me declararon buena para la hoguera. Su ciego celo
no les dejó ver que mi comparación entre lo viejo y lo nuevo tendía
solamente a probar que un buen número de nuestras abuelas tenían más
sangre en las venas, mucho más humor e ingenio, y algunas poseían en alto
grado naturalidad, sentimientos bondadosos y sencillez, más que la mayoría
de nuestras profesionales emancipadas que llenan las aulas de los colegios,
las universidades y las oficinas. Esto después de todo no significa el deseo de
retornar al pasado, ni relegar a la mujer a su antigua esfera, la cocina y al
amamantamiento de las crías.
La salvación estriba en una enérgica marcha hacia un futuro cada vez más
radiante. Necesitamos que cada vez sea más intenso el desdén, el desprecio,
la indiferencia contra las antiguas tradiciones y los viejos hábitos. El
movimiento emancipacionista ha dado apenas el primer paso en este sentido.
Es de esperar que reúna sus fuerzas para dar otro. El derecho del voto, de la
igualdad de los derechos civiles, pueden ser conquistas valiosas; pero la
verdadera emancipación no empieza en los parlamentos, ni en las urnas.
Empieza en el alma de la mujer. La historia nos cuenta que las clases
oprimidas conquistaron su verdadera libertad, arrancándosela a sus amos en
una serie de esfuerzos. Es necesario que la mujer se grabe en la memoria esa
enseñanza y que comprenda que tendrá toda la libertad que sus mismos
esfuerzos alcancen a obtener. Es por eso mucho más importante que
comience con su regeneración interna, cortando el lazo del peso de los
prejuicios, tradiciones y costumbres rutinarias. La demanda para poseer
iguales derechos en todas las profesiones de la vida contemporánea es justa;
pero, después de todo, el derecho más vital es el de poder amar y ser amada.
34
EMMA GOLDMAN
Verdaderamente, si de una emancipación apenas parcial se llega a la
completa emancipación de la mujer, habrá que barrer de una vez con la
ridícula noción que ser amada, ser querida y madre, es sinónimo de esclava o
de completa subordinación. Deberá hacer desaparecer la absurda noción del
dualismo del sexo, o que el hombre y la mujer representan dos mundos
antagónicos.
La pequeñez separa; la amplitud une. Dejen que seamos grandes y
generosos. Déjenos hacer de lado un cúmulo de complicadas mezquindades
para quedarnos con las cosas vitales. Una sensata concepción acerca de las
relaciones de los sexos no ha de admitir el conquistado y el conquistador; no
conoce más que esto: prodigarse, entregarse sin tasa para encontrarse a sí
mismo más rico, más profundo, mejor. Ello sólo podrá colmar la vaciedad
interior, y transformar la tragedia de la emancipación de la mujer, en gozosa
alegría, en dicha ilimitada.
ALEXANDRA KOLLONTAI
(Sant Petersburg, 19 de març de 1872 – Moscú, 9 de març de 1952)
Política i feminista russa. Comunista i revolucionària. Destaca per
haver estat una de les figures més importants de la revolució russa i
per les seves aportacions teòriques i pràctiques a la lluita inseparable
pel socialisme i la igualtat de les dones treballadores.
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE
CLASES
Alexandra Kollontai
1911
Entre los múltiples problemas que perturban la inteligencia y el corazón de la
humanidad, el problema sexual ocupa indiscutiblemente uno de los primeros
puestos. No hay una sola nación, un solo pueblo en el que la cuestión de las
relaciones entre los sexos no adquiera de día en día un carácter más violento
y doloroso. La humanidad contemporánea atraviesa por una crisis sexual
aguda en la forma, una crisis que se prolonga y que, por tanto, es mucho más
grave y más difícil de resolver.
En todo el curso de la historia de la humanidad no encontraremos
seguramente otra época en la que los problemas sexuales hayan ocupado en
la vida de la sociedad un lugar tan importante, otra época en la que las
relaciones sexuales hayan acaparado, como por arte de magia, las miradas
atormentadas de millones de personas. En nuestra época, más que en
ninguna otra de la historia, los dramas sexuales constituyen fuente
inagotable de inspiración para artistas de todos los géneros del arte.
Como la terrible crisis sexual se prolonga, su carácter crónico adquiere mayor
gravedad y más insoluble nos parece la situación presente. Por esto la
humanidad contemporánea se arroja anhelante sobre todos los medios que
hacen entrever una posible solución del problema “maldito”. Pero a cada
nueva tentativa de solución se complica más el enmarañado complejo de las
relaciones entre los sexos, y parece como si fuera imposible descubrir el
único hilo que nos ha de servir para desenredar el compacto nudo. La
humanidad, atemorizada, se precipita desde un extremo al otro; pero el
círculo mágico de la cuestión sexual permanece cerrado tan herméticamente
como antes.
Los elementos conservadores de la sociedad llegan a la conclusión de que es
imprescindible volver a los felices tiempos pasados, restablecer las viejas
40
ALEXANDRA KOLLONTAI
costumbres familiares, dar nuevo impulso a las normas tradicionales de la
moral sexual. “Es preciso destruir todas las prohibiciones hipócritas prescritas
por el código de la moral sexual corriente. Ha llegado el momento de arrojar
a un lado ese vejestorio inútil e incómodo… La conciencia individual, la
voluntad individual de cada ser es el único legislador en una cuestión de
carácter tan íntimo”, se oye afirmar entre las filas del campo individualista
burgués. “La solución de los problemas sexuales sólo podrá hallarse en el
establecimiento de un orden social y económico nuevo, con una
transformación fundamental de nuestra sociedad actual”, afirman los
socialistas. Pero precisamente este esperar en el mañana, ¿no indica también
que nosotros tampoco hemos logrado apoderarnos del “hilo conductor”? ¿No
deberíamos encontrar o al menos localizar este “hilo conductor” que promete
desenredar el nudo? ¿No deberíamos encontrarlo ahora, en este mismo
momento? El camino que debemos seguir en esta investigación nos lo ofrece
la historia misma de las sociedades humanas, nos lo ofrece la historia de la
lucha ininterrumpida de las clases y de los diversos grupos sociales, opuestos
por sus intereses y sus tendencias.
No es la primera vez que la humanidad atraviesa un período de crisis sexual
aguda. No es la primera vez que las al parecer firmes y claras prescripciones
de la moral al uso, en el campo de las relaciones sexuales, han sido destruidas
por el aflujo de la corriente de nuevos valores e ideales sociales. La
humanidad ha pasado por una época de “crisis sexual” verdaderamente
aguda durante los períodos del Renacimiento y la Reforma, en el momento en
que un formidable avance social relegaba a un segundo término a la
aristocracia feudal, orgullosa de su nobleza, acostumbrada al dominio
absoluto, y en su lugar se asentaba una nueva fuerza social, la burguesía
ascendente, que crecía y se desarrollaba cada vez con mayor impulso y poder.
La moralidad sexual del mundo feudal se había desarrollado a partir de las
profundidades de la “forma de vida tribal”: la economía colectiva y el
liderazgo autoritario tribal que reprimía la voluntad individual de cada
miembro. El viejo código moral chocaba con el nuevo código moral de
principios opuestos que imponía la clase burguesa en ascenso. La moral
sexual de la nueva burguesía estaba basada en principios radicalmente
opuestos a los principios morales más esenciales del código feudal. El
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
41
estricto individualismo y la exclusividad y el aislamiento de la “familia nuclear”
sustituyen al énfasis en el “trabajo colectivo” que fue característico de la
estructura económica tanto local como regional de la vida ancestral. Los
últimos vestigios de ideas comunales propias, hasta cierto punto, de todas las
formas de vida tribal fueron barridos por el principio de “competencia” bajo el
capitalismo, por los principios triunfantes del individualismo y de la propiedad
privada individualizada, aislada.
La humanidad, perdida durante el proceso de transición, titubeó durante
todo un siglo entre los dos códigos sexuales de espíritu tan diverso, ansiosa
de adaptarse a la situación, hasta el momento en que el laboratorio de la vida
transformó las viejas normas en un molde nuevo y logró, cuando menos, una
armonía en la forma, una solución en cuanto a su aspecto externo.
Pero durante esta época de transición, tan viva y llena de colorido, la crisis
sexual, a pesar de revestir un carácter de gravedad, no se presentó en una
forma tan grave y amenazadora como en nuestros tiempos. La principal razón
de esto estriba en que durante los gloriosos días del Renacimiento, en la
“nueva era” en la que la brillante luz de una nueva cultura espiritual inundó el
moribundo mundo con sus vivos colores, inundó la vacía y monótona vida de
la Edad Media, la crisis sexual sólo la experimentó una parte relativamente
reducida de la sociedad. La capa social más considerable de la época, desde
el punto de vista cuantitativo, el campesinado, no sufrió las consecuencias de
la crisis sexual más que de una manera indirecta, cuando, lentamente, con el
transcurso de los siglos, se transformaban las bases económicas en que
estaba fundada esta clase social, es decir, únicamente en la medida en que
evolucionaban las relaciones económicas del campo.
Las dos tendencias opuestas luchaban en las capas superiores de la sociedad.
Allí era donde se enfrentaban los ideales y las normas de dos concepciones
diferentes de la sociedad, y donde precisamente la crisis sexual, cada vez más
grave y amenazadora, se apoderaba de sus víctimas. Los campesinos, reacios
a toda innovación, clase apegada a sus principios, continuaban apoyándose
en las viejas columnas de las tradiciones ancestrales, y no se transformaba,
no dulcificaba ni adaptaba a las nuevas condiciones de su vida económica el
código inconmovible de la moral sexual tradicional más que bajo la presión
42
ALEXANDRA KOLLONTAI
de una gran necesidad. La crisis sexual durante la época de lucha aguda entre
el mundo burgués naciente y el mundo feudal no afectó a la “clase tributaria”.
Es más, mientras los estratos superiores de la sociedad rompían los viejos
hábitos, la clase campesina se aferraba con mayor fuerza a sus ancestrales
tradiciones. A pesar de todas las tempestades que se desencadenaban sobre
su cabeza, que conmovían hasta el suelo que pisaba, la clase campesina en
general, y particularmente los campesinos rusos, lograron conservar durante
siglos y siglos, en su forma primitiva, los principios esenciales de su código
moral sexual.
El problema de nuestra época presenta un aspecto totalmente distinto. La
crisis sexual de nuestra época no perdona siquiera a la clase campesina.
Como una enfermedad infecciosa, no reconoce “ni grados ni rangos”. Se
extiende desde los palacios y mansiones hasta los barrios obreros más
concurridos, entra en los apacibles hogares de la pequeña burguesía, y se
abre camino hasta la miserable y solitaria aldea rusa. Elige sus víctimas lo
mismo entre los habitantes de las mansiones de la burguesía europea, que en
los húmedos sótanos donde se hacina la familia obrera y en la choza
ahumada del campesino. Para la crisis sexual no hay “obstáculos ni cerrojos”.
Es un profundo error creer que la crisis sexual sólo alcanza a los
representantes de las clases que tienen una posición económica
materialmente asegurada. La indefinida inquietud de la crisis sexual franquea
cada vez con mayor frecuencia el umbral de las habitaciones obreras, y causa
allí tristes dramas que por su intensidad dolorosa no tienen nada que envidiar
a los conflictos psicológicos del “exquisito” mundo burgués.
Pero precisamente porque la crisis sexual no ataca sólo a los intereses de
“quienes todo lo poseen”, precisamente porque estos problemas sexuales
afectan también a una clase social tan extensa como el proletariado de
nuestros tiempos, es incomprensible e imperdonable que esta cuestión vital,
esencialmente violenta y trágica, sea considerada con tanta indiferencia.
Entre las múltiples consignas fundamentales que la clase obrera debe tener
en cuenta en su lucha para la conquista de la sociedad futura, tiene que
incluirse necesariamente la de establecer relaciones sexuales más sanas y
que, por tanto, hagan más feliz a la humanidad.
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
43
Es imperdonable nuestra actitud de indiferencia ante una de las tareas
esenciales de la clase obrera. Es inexplicable e injustificable que el vital
problema sexual se relegue hipócritamente al casillero de las cuestiones
“puramente privadas”. ¿Por qué negamos a este problema el auxilio de la
energía y de la atención de la colectividad? Las relaciones entre los sexos y la
elaboración de un código sexual que rija estas relaciones aparecen en la
historia de la humanidad, de una manera invariable, como uno de los factores
esenciales de la lucha social. Nada más cierto que la influencia fundamental y
decisiva de las relaciones sexuales de un grupo social determinado en el
resultado de la lucha de esta clase con otra de intereses opuestos.
El drama de la sociedad actual es tan desesperado porque mientras ante
nuestros ojos vemos cómo se desmoronan las formas corrientes de unión
sexual y cómo son desechados los principios que las regían, desde las capas
más bajas de la sociedad se alzan frescos aromas desconocidos que nos
hacen concebir esperanzas risueñas sobre una nueva forma de vida, y llenan
el alma humana con la nostalgia de ideales futuros, pero cuya realización no
parece posible. Somos personas que vivimos en un mundo caracterizado por
el dominio de la propiedad capitalista, un mundo de agudas contradicciones
de clase e imbuidos de una moral individualista. Aún vivimos y pensamos
bajo el funesto signo de un inevitable aislamiento espiritual. La terrible
soledad que cada persona siente en las inmensas ciudades populosas, en las
ciudades modernas, tan bulliciosas y tentadoras; la soledad, que no disipa la
compañía de amigos y compañeros, es la que empuja a las personas a buscar,
con avidez malsana, a su ilusoria “alma gemela” en un ser del sexo contrario,
puesto que sólo el amor posee el mágico poder de ahuyentar, aunque sólo
sea momentáneamente, las tinieblas de la soledad.
En ninguna otra época de la historia ha sentido la gente con tanta intensidad
como en la nuestra la soledad espiritual. No podría ser de otra manera. La
noche es mucho más impenetrable cuando a lo lejos vemos brillar una luz.
Las personas individualistas de nuestra época, unidas por débiles lazos a la
comunidad o a otras individualidades, ven ya brillar en la lejanía una nueva
luz: la transformación de las relaciones sexuales mediante la sustitución del
ciego factor fisiológico por el nuevo factor creador de la solidaridad, de la
44
ALEXANDRA KOLLONTAI
camaradería. La moral de la propiedad individualista de nuestros tiempos
empieza a ahogar a las personas. El hombre contemporáneo no se contenta
criticando la calidad de las relaciones entre los sexos, negando las formas
exteriores prescritas por el código de la moral corriente. Su alma solitaria
anhela la renovación de la esencia misma de las relaciones sexuales, desea
ardientemente encontrar el “amor verdadero”, esa gran fuerza confortadora y
creativa que es la única que puede ahuyentar el frío fantasma de la soledad
que padecen los individualistas contemporáneos.
Si es cierto que la crisis sexual está condicionada en sus tres cuartas partes
por relaciones externas de carácter socioeconómico, no es menos cierto que
la otra cuarta parte de su intensidad es debida a nuestra refinada psicología
individualista, que con tanto cuidado ha cultivado la ideología burguesa
dominante. La humanidad contemporánea, como dice acertadamente la
escritora alemana Meisel-Hess, es muy pobre en “potencial de amor”. Cada
uno de los sexos busca al otro con la única esperanza de lograr la mayor
satisfacción posible de placeres espirituales y físicos para sí, utilizando como
medio al otro. El amante o el novio no piensan para nada en los sentimientos,
en la labor psicológica que se efectúa en el alma de la persona amada.
Quizá no haya ninguna otra relación humana como las relaciones entre los
sexos en la que se manifieste con tanta intensidad el individualismo grosero
que caracteriza nuestra época. Absurdamente se imagina la persona que para
escapar de la soledad moral que le rodea le basta con amar, con exigir sus
derechos sobre otra alma. Únicamente así espera obtener esa rara dicha: la
armonía de la afinidad moral y la comprensión entre dos seres. Nosotros, los
individualistas, hemos echado a perder nuestras emociones por el constante
culto de nuestro “yo”. Creemos todavía que podemos conquistar sin ningún
sacrificio la mayor de las dichas humanas, el “amor verdadero”, no sólo para
nosotros, sino también para nuestros semejantes. Creemos lograr esto sin
tener que dar, en cambio, los tesoros de nuestra propia alma.
Pretendemos conquistar la totalidad del alma del ser amado, pero, en cambio,
somos incapaces de respetar la fórmula de amor más sencilla: acercarnos al
alma de otro dispuestos a guardarle todo género de consideraciones. Esta
sencilla fórmula nos será únicamente inculcada por las nuevas relaciones
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
45
entre los sexos, relaciones que ya han comenzado a manifestarse y que están
basadas en dos principios nuevos también: libertad absoluta, por un lado, e
igualdad y verdadera solidaridad como entre compañeros, por otro. Sin
embargo, por el momento, la humanidad tiene que sufrir todavía el frío de la
soledad espiritual, y no le queda más remedio que soñar con una época mejor
en la que todas las relaciones humanas se caractericen por sentimientos de
solidaridad, que podrán ser posibles a causa de las nuevas condiciones de la
existencia.
La crisis sexual no puede resolverse sin una transformación fundamental de
la psicología humana, sólo puede ser vencida por la acumulación de
“potencial de amor”. Pero esta transformación psíquica depende en absoluto
de la reorganización fundamental de nuestras relaciones socioeconómicas
sobre una base comunista. Si rechazamos esta “vieja verdad”, el problema
sexual no tiene solución.
A pesar de todas las formas de unión sexual que ensaya la humanidad
presente, la crisis sexual no se resuelve en ningún sitio.
No se han conocido en ninguna época de la historia tantas formas diversas
de unión entre los sexos. Matrimonios indisolubles, con una familia
firmemente constituida, y a su lado la unión libre pasajera; el adulterio
conservado en el mayor secreto, al lado del matrimonio y de la vida en común
de una muchacha soltera con su amante; el matrimonio “por la iglesia”, el
matrimonio de dos y el matrimonio “de tres”, e incluso hasta la forma
complicada del “matrimonio de cuatro”, sin contar las múltiples variantes de la
prostitución. Al lado de estas formas de unión, entre los campesinos y la
pequeña burguesía encontramos vestigios de las viejas costumbres tribales,
mezclados con los principios en descomposición de la familia burguesa e
individualista, la vergüenza del adulterio, la vida marital entre el suegro y la
nuera y la libertad absoluta para la joven soltera. Siempre la misma “moral
doble”.
Las formas actuales de unión entre los sexos son contradictorias y
embrolladas, de tal modo que uno se ve obligado a interrogarse cómo es
posible que el hombre que ha conservado en su alma la fe en la firmeza de
los principios morales pueda continuar admitiendo estas contradicciones y
46
ALEXANDRA KOLLONTAI
salvar estos criterios morales irreconciliables, que necesariamente se
destruyen el uno al otro. Tampoco resuelve la cuestión la justificación que se
oye corrientemente: “Yo vivo conforme a los principios de una moral nueva”,
puesto que esta “nueva moral” se encuentra todavía en proceso de
formación. Precisamente la labor a realizar consiste en hacer que surja esta
nueva moral, hay que extraer de entre el caos de las actuales normas
sexuales contradictorias la forma, y aclarar los principios, de una moralidad
que corresponda al espíritu de la clase revolucionaria ascendente.
Además del extremado individualismo, defecto fundamental de la psicología
de la época actual, de un egocentrismo erigido en culto, la crisis sexual se
agrava mucho más con otros dos factores de la psicología contemporánea: la
idea del derecho de propiedad de un ser sobre el otro y el prejuicio secular de
la desigualdad entre los sexos en todas las esferas de la vida, incluida la
esfera sexual.
La moralidad burguesa, con su familia individualista encerrada en sí misma
basada completamente en la propiedad privada, ha cultivado con esmero la
idea de que un compañero debería “poseer” completamente al otro. La
burguesía ha logrado a la perfección la inoculación de esta idea en la
psicología humana. El concepto de propiedad dentro del matrimonio va hoy
día mucho más allá que el concepto de la propiedad en las relaciones
sexuales del código aristocrático. En el curso del largo período histórico que
transcurrió bajo los auspicios de la “tribu”, la idea de la posesión de la mujer
por el marido —la mujer carecía de derechos de propiedad sobre el marido—
no se extendía más allá de la posesión física. La esposa estaba obligada a
guardar al marido fidelidad física, pero su alma no le pertenecía en absoluto.
Los caballeros de la Edad Media llegaban incluso a reconocer a sus esposas el
derecho de tener adoradores platónicos y a recibir el testimonio de esta
adoración de caballeros y menestrales. El ideal de la posesión absoluta, de la
posesión no sólo del “yo” físico, sino también del “yo” espiritual por parte del
esposo, del ideal que admite una reivindicación de derechos de propiedad
sobre el mundo espiritual y emocional del ser amado es un ideal que se ha
formado totalmente, y que ha sido cultivado igualmente por la burguesía con
el fin de reforzar los fundamentos de la familia, para asegurarse su estabilidad
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
47
y su fuerza durante el período de lucha para la conquista de su predominio
social. Este ideal no sólo lo hemos aceptado como herencia, sino que
llegamos incluso a pretender que sea considerado “como un imperativo”
moral indestructible.
La idea de propiedad se extiende mucho más allá del matrimonio legal. Es un
factor inevitable que penetra hasta en la unión amorosa más “libre”. Los
amantes de nuestra época, a pesar de su respeto “teórico” por la libertad,
sólo se satisfacen con la conciencia de la fidelidad psicológica de la persona
amada. Con el fin de ahuyentar de nosotros el fantasma amenazador de la
soledad, penetramos de una manera violenta en el alma del ser “amado” con
una crueldad y una falta de delicadeza que sería incomprensible a la
humanidad futura. De la misma manera pretendemos hacer valer nuestros
derechos sobre su “yo” espiritual más íntimo. El amante contemporáneo está
dispuesto a perdonar más fácilmente al ser querido una infidelidad física que
una infidelidad moral, y pretende que le pertenece cada partícula del alma de
la persona amada, que se extiende más allá de los límites de su unión libre.
Considera cualquier sentimiento experimentado fuera de los límites de la
relación libre como un despilfarro, como un robo imperdonable de tesoros
que le pertenecían exclusivamente y, por tanto, como un espolio cometido a
sus expensas.
El mismo origen tiene la absurda indelicadeza que cometen constantemente
dos amantes con respecto a una tercera persona. Todos hemos tenido
ocasión de observar un hecho curioso que se repite continuamente. Dos
amantes que apenas han tenido tiempo de conocerse en sus relaciones
mutuas se apresuran a establecer sus derechos sobre las relaciones
personales anteriores del otro y a intervenir en lo más sagrado y más íntimo
de su vida. Dos seres que ayer eran extraños el uno para el otro, hoy,
únicamente porque les unen sensaciones eróticas comunes, se apresuran a
poner la mano sobre el alma del otro, a disponer del alma desconocida y
misteriosa sobre la cual ha grabado el pasado imágenes imborrables y a
instalarse en su interior como si estuvieran en su propia casa.
Esta idea de la posesión recíproca de una pareja amorosa extiende su
dominio de tal forma que casi no nos sorprende un hecho tan anormal como
48
ALEXANDRA KOLLONTAI
el siguiente: dos recién casados vivían hasta ayer cada uno su propia vida, al
día siguiente de su unión cada uno de ellos abre sin el menor escrúpulo la
correspondencia del otro, y, consecuentemente, el contenido de la carta
procedente de una tercera persona que sólo tiene relación con uno de ellos
se convierte en propiedad común. Una “intimidad” de este tipo no puede
adquirirse más que como resultado de una verdadera unión entre las almas
en el curso de una larga vida común de amistad puesta a prueba. Lo que
ocurre en general es que a esta intimidad se le busca un sustitutivo legítimo,
que tiene por base la idea, totalmente equivocada, de que la intimidad física
entre dos seres es una razón suficiente para extender el derecho de
propiedad sobre el ser emocional de la persona amada.
El segundo factor que deforma la mentalidad del hombre contemporáneo, y
que es una razón para que la crisis sexual se agudice, es la idea de
desigualdad entre los sexos, desigualdad de derechos y desigualdad en la
valoración de su experiencia física y emocional. La “doble moral”, inherente
tanto a la sociedad burguesa como a la aristocrática, ha envenenado durante
siglos la psicología de hombres y mujeres. Estas actitudes son tan parte de
nosotros que es mucho más difícil librarse de su penetrante ponzoña que de
las ideas tocantes a la propiedad de un esposo sobre el otro, heredadas de la
ideología burguesa. La concepción de desigualdad entre los sexos, incluso en
la esfera de la experiencia física y emocional, obliga a aplicar constantemente
medidas diversas para actos idénticos, según el sexo que los haya realizado.
Incluso la persona más “progresista” de la burguesía que haya sabido desde
hace tiempo superar las prescripciones del código de la moral en uso, será
incapaz de sustraerse a la influencia del medio ambiente y emitirá un juicio
completamente distinto, según se trate de un hombre o de una mujer.
Bastará un simple ejemplo: imaginemos que un intelectual burgués, un
hombre de ciencia, un hombre que está involucrado en asuntos políticos y
sociales, que es en definitiva “una personalidad”, e incluso, una figura pública,
se enamora de su cocinera —hecho que, además, se da con bastante
frecuencia— y llega, incluso, a casarse con ella. ¿Modificará la sociedad
burguesa por este hecho su conducta con respecto a la “personalidad” de
este hombre? ¿Pondrá acaso en cuestión su “personalidad”? ¿Dudará de sus
cualidades morales?
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
49
Naturalmente, no. Ahora pongamos otro ejemplo: una mujer perteneciente a
la sociedad burguesa, una mujer respetada, considerada, una profesora,
médica o escritora. Una mujer, en suma, con “personalidad”, se enamora de
un criado y colma el “escándalo” consolidando esta cuestión con un
matrimonio legal. ¿Cuál será la actitud de la sociedad burguesa respecto a
esta persona hasta ahora respetada? La sociedad, naturalmente, la
mortificará con su “desprecio”. Pero todavía será mucho más terrible si su
marido, el criado, posee una bella fisionomía u otros atractivos de carácter
físico. Nuestra hipócrita sociedad burguesa juzgará su elección de la forma
siguiente: “Es obvio de qué se ha enamorado”.
La sociedad burguesa no puede perdonar a la mujer que se atreve a dar a la
elección del hombre amado un carácter demasiado individual. Según la
tradición heredada de costumbres tribales, nuestra sociedad pretende
todavía que la mujer continúe teniendo en cuenta, en el momento de
entregar su corazón, una serie de consideraciones de grados y rangos
sociales, que tenga en consideración el medio familiar y los intereses de la
familia. La sociedad burguesa no puede considerar a la mujer como una
persona independiente, separada de la célula familiar, le es completamente
imposible apreciarla como una personalidad fuera del círculo estrecho de las
virtudes y deberes familiares.
La sociedad contemporánea va mucho más lejos que el orden de la antigua
sociedad tribal en la tutela que ejerce sobre la mujer. No sólo le prescribe
casarse únicamente con hombres “dignos” de ella, sino que le prohíbe incluso
que llegue a amar a un ser que es su “inferior”.
Estamos acostumbrados a ver cómo hombres de un nivel moral e intelectual
muy elevado eligen como compañera de vida a una mujer insignificante y
vacua, que de ninguna manera se corresponde con el valor espiritual del
marido. Apreciamos este hecho como completamente normal y, por tanto, no
merece siquiera nuestra consideración. Todo lo más que puede suceder es
que los amigos “se lamenten de que Iván Ivanovitch se haya casado con una
mujer insoportable”. El caso varía si se trata de una mujer. Entonces nuestra
indignación no tiene límites, y la expresamos con frases como la siguiente:
50
ALEXANDRA KOLLONTAI
“¡Cómo es posible que una mujer tan inteligente como María Petrovna pueda
amar a una nulidad así!… Tendremos que poner en duda su inteligencia…”
¿A qué obedece esta manera diferente de juzgar las cosas? ¿Qué causa
determina una apreciación tan contraria? Esta diversidad de criterio no tiene
otro origen que la idea de la desigualdad entre los sexos, idea que ha sido
inoculada a la humanidad durante siglos y siglos y que ha acabado por
apoderarse de nuestra mentalidad de una manera orgánica. Estamos
acostumbrados a valorar a la mujer, no como una personalidad, con
cualidades y defectos individuales, independientes de sus experiencias físicas
y emocionales. Para nosotros la mujer no tiene valor más que como accesorio
del hombre. El hombre, marido o amante, proyecta sobre la mujer su luz y, es
a él, y no a ella misma, a quien tomamos en consideración como el verdadero
elemento determinante de la estructura espiritual y moral de la mujer. En
cambio, cuando valoramos la personalidad del hombre hacemos por
anticipado una total abstracción de sus actos en relación a sus relaciones
sexuales. La personalidad de la mujer, por el contrario, se valora casi
exclusivamente en relación con su vida sexual. Este modo de apreciar el valor
de una personalidad femenina se deriva del papel que ha representado la
mujer durante tantos siglos y sólo ahora es cuando se está logrando poco a
poco una reevaluación de estas actitudes, al menos en términos generales.
La atenuación de estas falsas e hipócritas concepciones sólo podrá realizarse
con la transformación del papel económico de la mujer en la sociedad, y con
su entrada independiente en la producción.
Los tres factores fundamentales que distorsionan nuestra mente, y que
deben afrontarse si se pretende resolver el problema sexual, son: el egoísmo
extremo, la idea del derecho de propiedad de los esposos entre sí y el
concepto de desigualdad entre los sexos en el ámbito de sus experiencias
físicas y emocionales. La humanidad no encontrará solución a este problema
hasta que no haya acumulado en su psicología suficientes reservas de
“sentimientos de consideración”, hasta que su capacidad de amar sea mayor,
hasta que el concepto de libertad en el matrimonio y en la unión libre no sea
un hecho consolidado. En suma, hasta que el principio de camaradería no
haya triunfado sobre los conceptos tradicionales de desigualdad y de
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
51
subordinación en las relaciones entre los sexos. Sin una reconstrucción total y
fundamental de nuestra psicología el problema sexual es irresoluble.
¿Pero no será esta condición previa una utopía desprovista de base, utopía
en la que basan sus consignas ingenuas los idealistas soñadores? Intentemos
aumentar la “capacidad de amar” de la humanidad. ¿Acaso los sabios de
todos los pueblos, desde Buda y Confucio hasta Cristo, no se han entregado
desde tiempos remotos a esta tarea? Sin embargo, ¿hay alguien que crea que
la “capacidad de amar” ha aumentado en la humanidad? Reducir la cuestión
de la crisis sexual a utopías de este tipo, por muy bien intencionadas que
sean, ¿no significará prácticamente un reconocimiento de debilidad y una
renuncia a buscar la solución anhelada?
Veamos si esto es cierto. ¿Es la reeducación radical de nuestra psicología y
nuestro enfoque de las relaciones sexuales algo tan improbable, tan alejado
de la realidad? ¿No podríamos decir que, por el contrario, mientras que
grandes cambios sociales y económicos están en curso, las condiciones que
se están creando demandan y dan lugar a una nuevo fundamento para la
experiencia psicológica que está en consonancia con lo que hemos estado
hablando? Ya en nuestra sociedad avanza un nuevo grupo social que intenta
ocupar el primer puesto y dejar de lado a la burguesía, con su ideología de
clase y su código de moral sexual individualista. Esta clase ascendente, de
vanguardia, lleva necesariamente en su seno los gérmenes de nuevas
orientaciones entre los sexos, relaciones que forzosamente han de estar
estrechamente unidas a sus objetivos sociales de clase.
La compleja evolución de las relaciones socioeconómicas que tiene lugar
ante nuestros ojos, que pone en conmoción todas nuestras concepciones
sobre el papel de la mujer en la vida social y destruye los fundamentos de la
moral sexual burguesa, trae consigo dos hechos que a primera vista parecen
contradictorios.
Por un lado, observamos los esfuerzos infatigables de la humanidad por
adaptarse a las nuevas condiciones socioeconómicas cambiantes. Esto se
manifiesta ya sea en un intento de conservar las “viejas formas”, dándoles un
nuevo contenido (mantenimiento de la forma exterior del matrimonio
indisoluble y monógamo, pero al mismo tiempo el reconocimiento de hecho
52
ALEXANDRA KOLLONTAI
de la libertad de los esposos), o, por el contrario, en la aceptación de nuevas
formas que lleven en su interior, sin embargo, todos los elementos del código
moral del matrimonio burgués (la unión libre en la que el derecho de
propiedad de los dos esposos unidos “libremente” sobrepase los límites del
derecho de propiedad del matrimonio legal).
Por otra parte, no podemos dejar de señalar la aparición lenta, pero
constante, de nuevas formas de relaciones entre los sexos, que difieren de las
formas externas tanto en la forma exterior como por el espíritu que anima
sus normas vivificadoras.
La humanidad sondea con inquietud los nuevos ideales. Pero basta
examinarlos un poco detenidamente para reconocer en ellos, a pesar de que
sus límites no están todavía lo suficientemente marcados, los rasgos
característicos merced a los cuales están estrechamente vinculados con las
tareas del proletariado, como aquella clase social a la que le incumbe
apoderarse de la fortaleza asediada del futuro. Quien quiera encontrar en el
laberinto de las normas sexuales contradictorias los gérmenes de relaciones
más sanas entre los sexos —que prometan liberar a la humanidad de la crisis
sexual que atraviesa—, tiene necesariamente que abandonar las cultas
estancias de la burguesía, con su refinada psicología individualista, y echar
una ojeada a las habitaciones hacinadas de los obreros. Allí, en medio del
horror y de la miseria causada por el capitalismo, entre lágrimas y
maldiciones, surgen a pesar de todo manantiales vivificadores que se abren
paso por la nueva senda.
Entre la clase obrera, bajo la presión de duras condiciones económicas, bajo
el yugo implacable de la explotación del capital, se observa el doble proceso
al que acabamos de referirnos. La influencia destructiva del capitalismo, que
aniquila todos los fundamentos de la familia obrera, y obliga al proletariado a
adaptarse “instintivamente” a las condiciones del mundo que le rodea, y
provoca, por tanto, una serie de hechos en lo referente a las relaciones entre
los sexos, análogos a los que se producen también en otras capas de la
sociedad. Debido a los bajos salarios el obrero retrasa de manera continua e
inevitable la edad de contraer matrimonio. Si hace veinte años un obrero
podía casarse de los veintidós a los veinticinco años, hoy día no puede crear
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
53
un hogar hasta los treinta años aproximadamente. Además, cuanto más
desarrolladas están en el obrero las necesidades culturales, tanto más valora
la posibilidad de seguir el ritmo de la vida cultural, de ir al teatro, de asistir a
conferencias, leer periódicos,
consagrar el tiempo que el trabajo le deja libre a la lucha sindical, a la política,
a una actividad por la que siente afición, al arte, a la lectura, etc., y más tarde
tiende a casarse. Sin embargo, las necesidades físicas no tienen para nada en
cuenta su situación financiera, son necesidades vitales de las que no se
puede prescindir. El obrero “soltero”, lo mismo que el burgués “soltero”,
resuelven su problema acudiendo a la prostitución. Este es un ejemplo de la
adaptación pasiva de la clase obrera a las condiciones desfavorables de su
existencia.
Tomemos otro ejemplo. Al casarse un obrero, y a causa del nivel tan bajo de
los salarios, la nueva familia obrera se ve obligada a resolver el problema del
nacimiento de los hijos de igual forma que lo hace la familia burguesa. La
frecuencia de infanticidios y el aumento de la prostitución son dos son
expresiones del mismo proceso. Ambos son ejemplos de adaptación pasiva
del obrero a la espantosa realidad que le rodea. Pero lo que no hay que
olvidar es que en estos procesos no hay nada que caracterice propiamente al
proletariado. Esta adaptación pasiva es propia de todas las clases y sectores
sociales que se ven envueltos en el proceso mundial de desarrollo del
capitalismo.
La línea de diferenciación comienza precisamente cuando entran en juego los
principios activos y creadores; la delimitación se marca allí donde no se trata
ya de una adaptación, sino de una reacción frente a la realidad opresora.
Comienza donde nacen y se expresan nuevos ideales, donde surgen tímidas
tentativas de relaciones sexuales dotadas de un espíritu nuevo. Pero aún hay
más: debemos señalar que este proceso de reacción se inicia únicamente
entre la clase obrera.
Esto no quiere decir, en modo alguno, que las otras clases y capas de la
sociedad, principalmente la de los intelectuales burgueses, que es la clase
que por las condiciones de su existencia social se encuentra más cerca de la
clase obrera, no se apoderen de estos elementos nuevos que el proletariado
54
ALEXANDRA KOLLONTAI
crea y desenvuelve. La burguesía, impulsada por el deseo instintivo de
inyectar vida nueva a las formas agonizantes de la suya, y ante la impotencia
de sus diversas formas de relaciones sexuales, aprende a toda prisa las
formas nuevas que la clase obrera lleva consigo. Pero, desgraciadamente, ni
los ideales, ni él código de moral sexual elaborados de un modo gradual por
el proletariado corresponden a la esencia moral de las exigencias burguesas
de clase. Por tanto, mientras la moral sexual, nacida de las necesidades de la
clase obrera, se convierte para esta clase en un instrumento nuevo de lucha
social, los “modernismos” de segunda mano que de esa moral deduce la
burguesía, no hacen más que destruir de un modo definitivo las bases de su
superioridad social.
El intento de los intelectuales burgueses de sustituir el matrimonio
indisoluble por los lazos más libres, más fácilmente desligables del
matrimonio civil, conmueve las bases de la estabilidad social de la burguesía,
bases que no pueden ser otras que la familia monógama cimentada en el
concepto de propiedad.
Todo lo contrario sucede en la clase obrera. Una mayor libertad en la unión
entre los sexos, una menor consolidación de sus relaciones sexuales
concuerda totalmente con las tareas fundamentales de esta clase social, y
hasta podemos decir que se derivan directamente de estas tareas. Lo mismo
sucede con la negación del concepto de subordinación en el matrimonio que
rompe los últimos lazos artificiales de la familia burguesa. Todo lo contrario
sucede en la clase proletaria. El factor de la subordinación de un miembro de
esta clase social a otro al igual que el concepto de posesividad en las
relaciones, tiene efectos nocivos sobre la mente del proletariado. A los
intereses de la clase revolucionaria no les conviene en modo alguno “atar” a
uno de sus miembros, puesto que a cada uno de sus representantes
independientes le incumbe ante todo el deber de servir a los intereses de su
clase y no los de una célula familiar aislada.
El deber del miembro de la sociedad proletaria es ante todo contribuir al
triunfo de los intereses de su clase, por ejemplo, actuando en las huelgas,
participando en todo momento en la lucha. La moral con que la clase
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
55
trabajadora juzga todos estos actos caracteriza con perfecta claridad la base
de la nueva moral proletaria.
Supongamos que un empresario, movido únicamente por intereses familiares,
retira de los negocios su capital en un momento crítico para la empresa. Su
acción, apreciada desde el punto de vista de la moral burguesa, no puede ser
más clara, “porque los intereses de la familia deben figurar en primer lugar”.
Comparemos ahora este juicio con la actitud de los obreros ante el
rompehuelgas, que acude al trabajo durante el conflicto para que su familia
no pase hambre. Los intereses de clase figuran en este ejemplo en primer
lugar. Representemos ahora a un marido burgués que ha conseguido por su
amor y devoción a la familia tener alejada a su mujer de todos sus intereses, a
excepción de los deberes de ama de casa y de mujer consagrada por
completo al cuidado de los hijos. El juicio de la sociedad burguesa será: “un
marido ideal que ha sabido crear una familia ideal”.
Pero, ¿cuál sería la actitud de los obreros hacia un miembro consciente de su
clase que intentase hacer que su mujer se apartase de la lucha social? La
moral de la clase exige, a costa incluso de la felicidad individual, a costa de la
familia, la participación de la mujer en la vida de lucha que transcurre fuera
de los muros de su hogar. Atar a la mujer a la casa, colocar en primer plano
los intereses familiares, propagar la idea de los derechos de la propiedad
absoluta de un esposo sobre su mujer, son actos que violan el principio
fundamental de la ideología de la clase obrera, que destruyen la solidaridad y
el compañerismo y que rompen las cadenas que unen a todo el proletariado.
El concepto de posesión de una personalidad por otra, la idea de la
subordinación y de la desigualdad de los miembros de una sola y misma clase,
son conceptos contrarios a la esencia del concepto de camaradería, que es el
principio proletario más fundamental.
Este principio básico de la ideología de la clase ascendente es el que da
colorido y determina el nuevo código en formación de la moral sexual del
proletariado, merced al cual se transforma la psicología de la humanidad y
llega a adquirir una acumulación de sentimientos de solidaridad y de libertad,
en vez del concepto de la propiedad, una acumulación de compañerismo en
vez de los conceptos de desigualdad y de subordinación. Es una vieja verdad
56
ALEXANDRA KOLLONTAI
la que establece que toda nueva clase ascendente, nacida como
consecuencia de una cultura material distinta de la del grado precedente de
la evolución económica, enriquece a toda la humanidad con la ideología
nueva característica de esta clase. El código de la moral sexual constituye
una parte integrante de la nueva ideología.
Por tanto, basta pronunciar los términos “ética proletaria” y “moral sexual
proletaria” para escapar de la trivial argumentación: la moral sexual proletaria
no es en el fondo más que “superestructura”, mientras no se experimente la
total transformación de la base económica de la sociedad, no puede haber
lugar para ella. ¡Como si una ideología, sea del género que fuere, no se
formase hasta que se hubiera producido la transformación de las relaciones
socioeconómicas necesarias para asegurar el dominio de la clase de que se
trate! La experiencia de la historia enseña que la elaboración de la ideología
de un grupo social, y consecuentemente de la moral sexual también, se
realiza durante el proceso mismo de la lucha de este grupo contra las fuerzas
sociales adversas.
Esta clase de lucha sólo puede fortalecer su posición social con la ayuda de
nuevos valores espirituales sacados de su propio seno, y que respondan
totalmente a sus tareas como clase ascendente.
Sólo mediante estas normas e ideales nuevos puede esta clase arrebatar el
poder a los grupos sociales contrarios.
La tarea que corresponde, por tanto, a los ideólogos de la clase obrera es
buscar el criterio moral fundamental, producto de los intereses específicos de
la clase obrera y armonizar con este criterio las nacientes normas sexuales.
Ya es hora de comprender que únicamente después de haber tanteado el
proceso creador que se realiza allá abajo, en las profundas capas sociales,
proceso que engendra necesidades nuevas, nuevos ideales y formas, será
posible vislumbrar el camino en el caos contradictorio de las relaciones
sexuales y desenmarañar la enredada madeja del problema sexual.
Debemos recordar que el código de la moral sexual, en armonía con las
tareas fundamentales de la clase obrera, puede convertirse en poderoso
LAS RELACIONES SEXUALES Y LA LUCHA DE CLASES
57
instrumento que refuerce la posición de lucha de la clase ascendente. ¿Por
qué no servirse de este instrumento, en interés de la clase obrera, en su
lucha por el establecimiento de un sistema comunista y, a la vez también, por
establecer nuevas relaciones entre los sexos, que sean más perfectas y
felices?
CLARA ZETKIN
(Wiedenau, Alemanya, 5 de julio de 1857 - Arjanguelskoie, Rússia, 20
de junio de 1933)
Política comunista alemanya i lluitadora pels drets de les dones
treballadores. Entre 1891 i 1917 edita el diari "Igualtat". És una de les
impulsores del 8 de Març de 1911 i de la instauració del Dia
Internacional de les Dones Treballadores.
LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES
Clara Zetkin
22 de Novembre de 1918
Hasta ayer mismo en el Reichstag y en los Landtag de los Estados federales
se juraba solemnemente que nosotras, las mujeres, todavía no estábamos
"maduras" para asumir nuestra tarea de ciudadanas equiaradas al lado de los
hombres. Hasta ayer mismo "inmaduras" para poder decidir la nómina de un
guardia nocturno en Buxtehude, hoy, declaradas "maduras", electoras y
elegibles con derechos iguales, ya somos capaces de pronunciarnos sobre las
decisiones más importantes de la vida política del país, y sobre su ordenación
económica.
En realidad, también las mujeres deben participar, mediante el derecho de
voto democrático, a la elaboración de las leyes fundamentales que
conciernen a la forma de gobierno y a las instituciones del Estado. Esta debe
ser la tarea de las anunciadas asambleas nacionales constituyentes que
tendrán lugar en la "gran" y en la "pequeña" patria; sin embargo, la tarea
principal de estas asambleas debería ser, según el deseo de las clases
poseedoras, el de arrancar el poder político de las manos proletarias en
nombre de la engañosa consigna "salvaguarda de la democracia", bloqueando
con ello la vía para la construcción de una auténtica democracia integral.
También las mujeres deben poderse pronunciar sobre esta alternativa:
república burguesa o república socialista o, en otras palabras: dominio de
clase político-formal moderado por parte de los usurpadores de la riqueza
social, o bien el poder político en manos de los productores de la riqueza
social, o bien el poder político en manos de los productores de la riqueza
social. La política socialista radical que remodele completamente "la antigua,
decrépita hacienda", es decir, el Estado opresor capitalista y la economía de
explotación capitalista y la transforme en un sistema socialista, en una
sociedad de libres e iguales; o bien un política de concesiones, de armonía
entre burgueses y proletarios, una política sin principios que recurre a
remiendos políticos y económicos con el fin de preservar la sociedad
62
CLARA ZETKIN
capitalista. ¡También las mujeres debemos decidir respecto a estas
alternativas vitales para el pueblo alemán y en su decisión quedará
demostrada la madurez política de la mujer!
Las mujeres alemanas no debemos olvidar nunca que nuestra equiparación
política no es el premio a una lucha victoriosa, sino el regalo de una
revolución que han soportado las masas proletarias, y que llevaba escrito en
su estandarte: ¡democracia integral y todos los derechos para el pueblo!
¡Plenos derechos también para las mujeres! ¿Acaso nosotras, mujeres, no
somos pueblo, la mitad del pueblo, y por tanto la mitad del sacrificio de
millones de hombres al imperialismo, y nunca como ahora la mita más grande
del pueblo alemán? ¿Y acaso no somos nosotras, las mujeres, en aplastante
mayoría, el pueblo trabajador que acrecienta la riqueza material y cultural de
la sociedad? Al pueblo trabajador pertenece la obrera de la fábrica, la
empleada y la maestra, la pequeña campesina, pero también el ama de casa
que, mediante sus cuidados y su trabajo, prepara y cuida la casa para sus
pequeños huéspedes; al pueblo trabajador pertenece sobre todo la madre
cuya contribución tiene el mayor de los valores: una descendencia sana y
fuerte de cuerpo y espíritu, cuya obra eriquece el tesoro de la humanidad. Al
margen de esta gran comunidad de hermanas solamente se encuentran
aquellas señoras que viven a costa de la explotación del trabajo de los demás
y que carecen de actividad autónoma; estas señoras no participan en
aumento del patrimonio social, sino sólo en su consumo.
La revolución ha dado a las mujeres trabajadoras sus derechos civiles sin
preguntar antes si la mayoría los había reivindicado, sin averiguar si habíamos
luchado para conseguirlos. La revolución ha hecho posible también que la
valiente lucha de sus vanguardias garantice la capacidad, la voluntad de todas
para asumir sus deberes de ciudadanas.
Ahora se trata de que las mujeres paguen esta deuda de reconocimiento
hacia la revolución y demuestren que la confianza que en ellas había puesto
es perfectamente correspondida. ¡Demostremos nuestro orgullo y nuestra
valentía! No recibamos sin dar nada a cambio; no nos dejemos asustar por los
espectros del pasado; por el contrario, enfrentémonos al futuro con ímpetu y
decisión.
LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES
63
La revolución está amenazada. Por todo el Reich las fuerzas de la reacción y
de la contrarrevolución están intentando salir del escondrijo en el que la
revuelta de las masas les ha obligado a refugiarse. Las clases poseedoras
empiezan a organizarse y armarse para arrancar al pueblo trabajador el poder
político apenas conquistado. Sus agentes en la prensa, en la administración
pública, en los parlamentos tomados por la revolución, empiezan a entrar en
escena.
Los conservadores están descubriendo que tienen un corazón democrático y
los demócratas burgueses se dan cuenta de que su acción debe ser de tipo
conservador, que más allá del límite que determinan los intereses de clase
burgueses, el principio democrático debe abdicar en favor de la praxis
capitalista. Los enemigos ocultos del poder revolucionario del proletariado
son más peligrosos que los enemigos desenmascarados. La democracia
burguesa, esta árida fórmula jurídica, se prepara para estrangular la viva
democracia proletaria de la cual la revolución ha sido su primer paso.
La reivindicación de asambleas nacionales constituyentes para el Reich y para
los Estados federales es la sábana que debe encubrir el intento, por parte de
las clases poseedoras, de reconquistar el poder político. Reparto del poder
político entre todos los estratos y clases de la población: ¡qué bien suena,
cómo suena a justo y democrático!
Y sin embargo, la piel de cordero disfraza al lobo. Sólo existen dos
posibilidades: o el proletariado detenta todo el poder político para la
realización de su objetivo final: la superación del capitalismo por el
socialismo, o bien el proletariado no detenta ningún poder, sino sólo una
parte mínima del mismo para poder realizar reformas que no amenacen el
sistema capitalista, sino que por el contrario lo refuercen. Un reparto de
poder entre la clase obrera y la burguesía siempre acaba desembocando en
un dominio de la clase burguesa, siempre acaba siendo una moderada
dictadura de la clase poseedora y explotadora.
El campo de escombros en el que la guerra mundial ha convertido el sistema
capitalista exige de inmediato, si el pueblo trabajador no quiere verse en la
ruina, la reconstrucción de la sociedad sobre bases socialistas. El socialismo,
no en tanto que teoría social, sino como praxis social, es el imperativo del
64
CLARA ZETKIN
momento. Las tareas impuestas por la adquisición de bienes alimenticios y
materias primas, por la desmovilización, por la reconstrucción de la economía
completamente disgregada, solamente pueden ser realizada mediante
soluciones socialistas si se quiere que las masas populares no se conviertan
en las víctimas de una situación insostenible. El apoyo de la lucha por el
poder político está representado en la lucha por la ordenación económica de
la sociedad. Quien desee el fin del capitalismo y la llegada del socialismo no
debe permitir que el poder político de los poseedores, y debe exigir todo el
poder para el proletariado. El terremoto político que ha derrumbado el trono
y los sillones de los burócratas debe embestir también la economía y dar
muerte al capitalismo. ¡La revolución debe continuar avanzando!
LUCÍA SÁNCHEZ SAORNIL
(Madrid, 13 de desembre de 1895 – València, 2 de juny de 1970)
Poeta, militant anarquista i feminista. Telefonista i afiliada a la CNT des
del 1931. A l'abril de 1936 va ser una de les cofundadores de
l'organització "Mujeres Libres", de la que va ser Secretària Nacional.
Quan esclata la Guerra Civil participa activament en la lluita al front
antifeixista. El 19 de juny de 1936 surt al carrer i participa a l'assalt a
la Caserna de la Muntanya. Després marxa al front, on fa de
periodista.
EDITORIAL. MUJERES LIBRES, Nº 1
Lucía Sánchez Saornil
1 de Maig de 1936
Sin que pretendamos ser infalibles, tenemos la certeza de llegar en el
momento oportuno. Ayer hubiera sido demasiado pronto; mañana, tal vez,
sobrado tarde.
Henos, pues aquí, en plan hora nuestra, dispuestas a seguir hasta sus
consecuencias últimas el camino que nos hemos trazado; encauzar la acción
social de la mujer, dándola una visión nueva de las cosas, evitando que su
sensibilidad y su cerebro se contaminen de los errores masculinos. Y
entendemos por errores masculinos todos los conceptos actuales de relación
y convivencia; errores masculinos porque rechazamos enérgicamente toda
responsabilidad en el devenir histórico, en el que la mujer no ha sido nunca
actriz, sino testigo obligado e inerme.
No encierra esto una recriminación para nadie; si nos duele todo el pasado
de ignominia en que se nos tuvo hundidas, no nos atrevemos a pensar, sin
embargo, que pudo ser de otra manera; sabemos que la Humanidad va
haciendo su camino a costa del propio dolor y no nos interesa rememorar el
pasado, sino forjar el presente y afrontar el provenir con la certidumbre de qe
en la mujer tiene la Humanidad su reserva suprema, un valor inédito capaz de
variar, por ley de su propia naturaleza, todo el panorama del mundo.
¿Resurrección del feminismo? ¡Bah! El feminismo lo mató la guerra dando a la
mujer más de lo que pedía al arrojarla brutalmente a una forzada substitución
masculina. Feminismo que buscaba su expresión fuera de lo femenino
tratando de asimilarse virtudes y valores extraños no nos interesa; es otro
feminismo, más sustantivo, de dentro a afuera, expresión de un "modo", de
una naturaleza, de un complejo diverso frente al complejo y diverso frente al
complejo y la expresión y la naturaleza masculinos.
70
LUCÍA SÁNCHEZ SAORNIL
¿Declaración de guerra, acaso? No, no. Compenetración de intereses, fusión
de ansiedades afán de cordialidad a la búsqueda, del destino común. Deseo
de aportar a la vida el sentido de equilibrio que le falta, y de donde provienen
todos sus males.
Pero esto es ya más que feminismo. Feminismo y masculinismo son dos
términos de una sola proporción; hace algunos años un periodista francés,
Leopoldo Lacour, halló la expresión exacta: humanismo integral.
Por falta de integridad y, consecuentemente, por falta de equilibrio, amenaza
hundirse la civilización. La especie para reproducirse necesita de dos
elementos, masculino y femenino; la sociedad es el medio en que la especie
se desenvuelve, y si en la creación de este medio no concurren por igual los
elementos antedichos, es inevitable que se produzca en el ser moral un
desequilibrio peligroso que puede llevar por caminos de ruina a la
Humanidad entera.
He aquí la terrible encrucijada en que nos hallamos ahora. Exceso de audacia,
de rudeza, de inflexibilidad. Virtudes masculinas, han dado a la vida éste
sentido feroz por el que los unos se alimentan de la miseria y el hambre de
los otros; la Humanidad se ha desenvuelto en dirección unilateral y esa es la
consecuencia. La ausencia de la mujer en la Historia ha acarreado la falta de
comprensión, de ponderación y afectividad, que son sus virtudes, y en cuyo
contrapeso el mundo hubiera encontrado la estabilidad de que carece.
Momentos decisivos éstos para la Historia, es preciso reemprender el
camino, rectificar errores, subvertir conceptos y, sobre todo, dar a cada cosa,
a cada hecho, a cada manifestación humana, el valor que tiene por sí misma y
por la intención que la produce, desligada de circunstancias o accidentes
modificativos; y nadie, absolutamente nadie, puede encogerse de hombros y
permanecer ajeno a esa imponente tarea de gestación.
Por esto nace MUJERES LIBRES; quiere, en este aire cargado de
perplejidades, hacer oír una voz sincera, firme y desinteresada: la de la mujer;
pero una voz propia, la suya, la que nace de su naturaleza íntima; la no
sugerida ni aprendida en los coros de teorizantes; para ello tratará de evitar
que la mujer sometida ayer a la tiranía de la religión caiga, al abrir los ojos a
EDITORIAL. MUJERES LIBRES, Nº 1
71
vida plena, bajo otra tiranía, no menos refinada y aun más brutal, que ya la
cerca y la codicia para instrumento de sus ambiciones: la política.
La política pretender ser el arte de gobernar a los pueblos. Acaso sea esto en
el terreno de las definiciones abstractas; pero en la realidad, en esa realidad
que sufrimos en nuestra carne, la política es la podredumbre que corroe el
mundo. Política es como decir poder, y donde hay poder hay esclavitud, que
es relajamiento y miseria moral.
MUJERES LIBRES se declara por una vida libre y digna donde cada hombre
-empleamos esta palabra en sentido genérico- pueda ser el señor de sí
mismo.
MUJERES LIBRES afirma que para descubrir nuevos horizontes es preciso
descubrir atalayas nuevas. Nos repugna la política, porque no entiende de
problemas humanos, sino de intereses de secta o clase. Los intereses de los
pueblos no son nunca los intereses de la política. Esta es la incubadora
permanente de la guerra. La política lleva siempre, siempre, en sus entrañas
el germen del imperialismo. En la política no hay rectas. Podría representarse
por el cero mordiéndose eternamente la cola.
MUJERES LIBRES busca la recta infinita de la acción directa y libre de las
multitudes y de los individuos. Hay que edificar la vida nueva por
procedimientos nuevos.
Estamos ciertas que miles de mujeres reconocerán aquí su propia voz, y
pronto tendremos junto a nosotras toda una juventud femenina que se agita
desorientada en fábricas, campos y universidades, buscando afanosamente la
manera de encauzar en fórmulas de acción sus inquietudes.
Antonia Fontanillas y Pau Martínez
Editorial. Mujeres libres, nº 1. 1 de mayo de 1936 (Madrid)
EL DÍA DE LA MUJER. CNT, Nº 564
Lucía Sánchez Saornil
9 de Març de 1937
El Comité Provincial de Mujeres contra la guerra y el fascismo -organismo
integrada por todas las agrupaciones femeninas antifascistas- conmemoró la
primera manifestación mundial de mujeres que levantó su grito contra la
guerra de Alemania y exaltó el nombre de la organizadora, Clara Zetkin.
Hubiéramos querido, al hacer la reseña de este mitin, destacar como lo más
substancial del acto las características femeninas de la comprensión y lealtad
que debieran significarse siempre en la actuación político-social de las
mujeres.
Esperábamos que al incorporarse éstas a la lucha social, la despojaran de la
crudeza que en todo tiempo le habían comunicado los hombres. Esto, en
términos generales; que en los momentos presentes, cuando tenemos antes
nosotros un enemigo común que vigila nuestros más leves movimientos para,
aprovecharlos a su favor, la actuación femenina en los partidos -ya todos
democráticos y obreros-, no puede ser otra que la de estrechar con lazos de
cordialidad y comprensión las filas antifascistas, eliminando y dulcificando, en
primer término, esas pequeñas intrigas de partido, esas rivalidades, que
muchas veces adquieren importancia catastrófica, cuando en la mayoría de
los casos no reconocen otro origen que vagas discrepancias personales o una
pugna inconfesable de ambiciones.
Creíamos que la incorporación de la mujer a la lucha social imprimiría a ésta
un nuevo carácter, incorporando a ella una pureza de intenciones que no
podíamos menos de apreciar en las mujeres no maleadas aún por ese
calculismo frio que ha adquirido carta de naturaleza en los cerebros
masculinos; una pureza de intenciones nacida de un sentido más humano de
la vida, florecido en la soledad y el desamparo de su clausura secular.
74
LUCÍA SÁNCHEZ SAORNIL
Todo esto esperábamos, y por tal causa no pudimos reprimir un movimiento
de disgusto y de repulsa, y nos vimos precisados a echar mano de tuda
nuestra serinidad para no decir alto nuestra protesta cuando la compañera
Antonia Sánchez, representante de las Juventudes Socialistas Unificadas, al
hablar de los elementos turbios que rodean y pretenden envolver en
equívocos contrarrevolucionarios nuestros movimientos, nombró al POUM.
A nuestra memoria vinieron atropelladamente nombre ya inmortales de
militantes del POUM, caídos frente a los fusiles, nombres de camaradas a
quienes hemos estrechado la mano diariamente y con quienes -salvando
diferencias doctrinales- soñamos juntos, en más de una ocasión, con alcanzar
los días heroicos que estamos viviendo.
A nuestra memoria acudieron las trincheras de los frentes de Aragón donde,
aun vilipendiados y calumniados, siguen multitud de hombre del POUM
afrontando la metralla enemiga, rebosante el corazón de entusiasmo y de
lealtad para la causa de la Revolución.
Quisimos, sobre ña marcha, y mientras las palabras de condenación salían
duras y cortantes de los labios femeninos, revisar apresuradamente en
nuestro recuerdo toda la actuación de este Partido desde el 10 de julio al
presente, metiendo la punta acerada de nuestra inquisición por entre sus
teorías y sus consignas; recorrimos "in mente", su literatura y su propaganda;
y descubrimos afirmaciones de fe revolucionaria que resisten y afrontan
ventajosamente todos los análisis, por malintencionados que sean.
Todo el grandioso simbolismo del acto que estaba celebrándose ante
nosotras lo vimos derrumbado en un momento, anulado por una palabras,
unas breves palabras más demoledoras que una carga de trilita.
Unidad, unidad y unidad era y debe ser la consigna que elevaban ayer las
mujeres en el altar del sacrificio, unidad leal, sin equívocos; renuncia a toda
acritud, a toda suspicacia con el compañero que mezcla a la nuestra su
sangre en el combate.
Que la presencia de la mujer en la lucha dé a ésta las características de
fraternidad imprescindibles para el triunfo, y que nuestra Revolución en
EL DÍA DE LA MUJER. CNT, Nº 564
75
marcha tenga en ella el regulador cordial que marque las relaciones humanas
en el luminoso porvenir. Esta, y no otra, debe ser la consigna femenina.
Antonia Fontanillas y Pau Martínez
El Día de la Mujer, conmemorado por el Comité de Mujeres contra
la Guerra y el Fascio. CNT, nº 564. 9 de marzo de 1937 (Madrid)
LOLA ITURBE ARIZCUREN
(Barcelona, 1 d'agost de 1902 - Gijón, 5 de gener de 1990)
Anarcosindicalista i anarcofeminista. Destacada activista anarquista
durant la Segona República i Maqui de la Resistència a l'ocupació nazi
de França. Costurera, autodidacta i membre de la CNT, va ser una de
les fundadores del moviment anarcofeminista, "Mujeres Libres". És la
redactora de les primeres octavetes llançades des de les avionetes
sobre Barcelona i participa en l'elaboració de "Solidaritat Obrera" en el
seu primer número, el 20 de juliol de 1936. És membre del Comité de
Milícies Antifeixistes durant la Guerra Civil, escrivint a "Terra i
Llibertat" les cròniques de la guerra al Front d'Aragó. ¡ Després de la
guerra s'exilia a França i forma part de la Resistència francesa.
LA EDUCACIÓN SOCIAL DE LA MUJER
Lola Iturbe Arizcuren
15 d’Octubre de 1935
Nuestra querida compañera Lucía Sánchez Saornil ha publicado en las
columnas de Soli un trabajo muy atinado y, sobre todo, muy veraz, aunque un
tanto amargo, sobre la educación sociológica de las mujeres en nuestros
medios.
El tema es muy sugestivo, pero un tanto anticuado entre los anarquistas. Sin
embargo, nuestra compañera nos lo presenta totalmente remozado y
caracterizado de un fuerte matiz de originalidad y audacia.
Hasta ahora, la mayoría de las compañeras que escribían em nuestras
publicaciones sobre la educación femenina habían empleado casi siempre un
tono quejumbroso y de repetidos llamamientos de SOS a los compañeros,
para que las ayudaran a remontar la andanada de ignorancia y de timidez en
que se hallaban colocadas y de la cual "ellos" han sido los primeros
responsables.
Por fortuna, hay una mujer veraz; no implora, y lanza el "yo acuso" contra ese
ambiente masculino que rara vez se ha preocupado de la emancipación
femenina en otros aspectos que no hayan sido la cuestión sexual.
Los anarquistas, propulsores de las nuevas ideas de liberación de los seres
humanos, son lo que tienen una responsabilidad más directa para que las
compañeras que conviven con ellos gocen de un margen de respeto, de
libertad y de tiempo para instruirse. Cosas raras de disfrutar con un hombre
imbuido de concepciones reaccionarias. Sin embargo, ¿ocurre siempre así? Yo
me atrevo a afirmar que no.
Los compañeros tan radicales en los cafés, en los sindicatos y hasta en los
grupos, suelen dejar en la puerta de su casa el ropaje de amantes de la
liberación femenina, y dentro se conducen con la compañera como vulgares
"maridos".
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LOLA ITURBE ARIZCUREN
He conocido a varios compañeros que, a pesar de no trabajar ellos, y la
compañera sí, al llegar a su casa le exigen que tenga la comida hecha, la casa
limpia, la ropa ídem y bien cosida y planchada, y los niños que vayan como
pimpollos sin reparar en que la compañera viene exhausta del trabajo de la
fábrica o del lavadero. Y después de todo esto, "como las mujeres no
comprenden y además son unas charlatanas", no vale la pena de hablarles de
las inquietudes sociales, o de los asuntos que durante el día le han ocupado
en la tertulia de los compañeros, o en el sindicato, y que, por otra parte, han
sido tratados con el primer botrate de la esquina que viste unos pantalones.
Me produce casi siempre una impresión penosa el conocer a la compañera de
algún camarada. Casi siempre las conversaciones animadas, jugosas e
interesantes sobre diversos temas, que haya tratado con él, sufren un eclipse,
al tratar con ella, y por más que me empeñe en derivar la conversación a los
anteriores derroteros, tengo que retroceder a los temas frívolos o estúpidos.
De esto no quiero hacer responsables exclusivos a los hombres. Las mujeres
tienen buena parte de culpa. Pero en éstas tiene un atenuante por la
tradición, y, por lo mismo, necesitan un estimulante que las introduzca a
conseguir su mejoramiento y su libertad.
Entre los campesinos, el cuadro resulta más desolador. En muchos pueblos
todavía priva el criterio de que, a la mujer, maldita la falta que le hacer el
saber leer y escribir y son varias las casas en donde los compañeros tienen
una orientación social bien definida, adquirida en los mítines y en las lecturas
y, en cambio, sus mujeres son una nulidad aterradora.
No obstante, conocí a un modesto campesino de un villorrio insignificante
que enseñó a leer y a escribir a su compañera, y hasta le vi hacer otra cosa
más asombrosa. Una vez que su compañera estaba fatigada por la jornada del
duro trabajo del campo, se arremangó con naturalidad las mangas de la
camisa y se puso a lavar la ropa. Esto le valió el remoquete de "Marica" entre
las comadres; pero ellos, ajenos a la chismorrería del barrio, proseguían su
vida de apoyo mutuo, de comprensión, de amor y tolerancia.
En la capital han surgido durante estas últimas épocas, numerosas jóvenes
ávidas de conocer nuestras ideas y de luchar por ellas. Algunas han
LA EDUCACIÓN SOCIAL DE LA MUJER
81
naufragado en la camaradería amorosa, o mejor dicho en el mariposeo
amoroso. Al llegar a este punto, quiero hacer una salvedad. No es que yo sea
una mojigata o enemiga de la amplia libertad de amar, cada cual según sus
gustos y anhelos. Nada de eso. Pues bien, cuando veo a un activo y buen
militante bregar en una asamblea por llegar al buen acuerdo, o lo veo activar
en el periódico o en los comités, o exponer sus ideas en el trabajo, o su vida
en la lucha cotidiana con la autoridad, me tiene sin cuidado la parte amorosa
o sexual del individuo.
Otro tanto quisiera de las jóvenes compañeras, que amaran como les
placiera, pero que en los sindicatos, o en los grupos y en casa, se mostraran
interesadas en los múltiples problemas que aquejan al mundo del trabajo y
los cuales tendrán que ser afrontados por ellas, al igual que sus hermanos de
lucha, los hombres, en un plazo no muy lejano.
La féminas, a pesar del dogal masculino, van progresando en el orden
instructivo y sociológico. Son varia las compañeras que actúan en nuestros
medios, ya sea dentro de los sindicatos, ya sea dentro de los grupos, con
tanta competencia como los hombres y en general se nota una alza en el
deseo de saber y documentarse en las ideas libertadoras.
En el aspecto periodístico, tenemos plumas tan valiosas como las de Amparo
Poch, Soledad Gustavo y su hija Federica Montseny, Lucía Sánchez Saornil,
Antonia Maymón, Ana Martínez, Palmira Sanz, Mercedes Poch, y otras menos
valiosas, pero que en nada desmerecen al lado de las plumas masculinas que
llenan a diario las páginas de nuestros periódicos con su prosa machacona e
insulsa.
Son minoría las mujeres que escriben y escriben menos pero, en
compensación, son más originales que muchos compañeros. Entre las
compañeras que escriben ninguna ha tenido el mal gusto de seguir la moda
de invertir en la firma les letras de su nombre o apellido, cosa tan en boga
entre los camaradas. Si tratan de guerra, no se les ocurre emplear este titular
tan manido de "¡Guerra a la guerra!", sino un epígrafe tan sugestivo, sonoro y
original de Amparo Poch: "Frente al Gesto Bélico". No dan la consabida
tabarra diaria de aquellos artículos que dicen invariablemente: "Vivimos unos
momentos de peligros", "El capitalismo en su agonía", etcétera, etc., o
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LOLA ITURBE ARIZCUREN
aquellos otros: "Despertad juventud amodorrada, despertad de ese letargo
suicida. Sed bravos como las fieras, bramad, etcétera, etc.". En una palabra,
son más originales y sobretodo más discretas, cuando escriben es porque
tienen "algo" que decir, en caso contrario enmudecen, y en paz.
Tierra y Libertad, 15 de octubre de 1935. Firmado: Kyralina
LAS ESPAÑOLAS EMIGRAN TAMBIÉN
Lola Iturbe Arizcuren
Febrer de 1965
Las estaciones francesas están siempre llenas de obreros españoles, llegados
a Francia en busca de mejores salarios, cargados de maletas, bultos y
capazos, apiñados alrededor de sus equipajes, charlan entre ellos, pero se les
nota cohibidos, apartados de la oleada del público. Parece como si no
pudiesen ocultar un pudor inconfesado de verse tratados con
condescendencia, sí, pero un poco a la manera como se trata al pariente
pobre por las autoridades, patrones y empresas que les acogen.
Cuando los contemplo, yo también me siento dolorida y humillada por ellos.
Sobre todo al ver que entre estos grupos de emigrados hay tantas mujeres
que los acompañan con niños de pecho en los brazos y otros de la mano.
Sí, la mujer española también emigra. Ella, tan casera en otros tiempos, con
tanto amor a sus muebles, a sus ropitas, a sus costumbres, abandona sus
amores, rompe con sus hábitos de vida y emigra... Cruza las fronteras a correr
la aventura de la búsqueda de su salario más remunerador. Unas veces en
unión de su marido y otras, las más, sola, con el único estímulo de su coraje.
¿Emigra la obrera española impulsada por el afán de conocer idiomas, países,
diferentes modos de vida, o por madurez de personalidad? No. Sale de
nuestro país, de la España hermosa y soleada acuciada por las necesidades
materiales insatisfechas y por el ambiente social de asfixia y abandono que
sufre la clase obrera, falta de verdaderas organizaciones sindicales que se
ocupen de la defensa de sus intereses.
Por estas causas salen ellos y ellas al extranjero. Antes de expatriarse hicieron
mil esfuerzos para evitarlo. Trabajaron sin contar las horas en su oficio y fuera
de él. Todo fue inútil. Su bajo salario solo les permitía comer parcamente,
abstenerse de todo confort casero y vestirse y vivir con decencia, gracias al
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LOLA ITURBE ARIZCUREN
doble esfuerzo de la mujer que, fuera de las horas de trabajo, en la casa se
afanaba por limpiar, coser y lavar sin descanso.
Las obreras cada vez van siendo más numerosas en España. Empiezan a
sentir la falta y la necesidad de una organización obrera fer y poderosa como
la CONFERACIÓN NACIONAL DEL TRABAJO que no tuvo más objetivos, en
toda situación y momento, que la defensa de los intereses de la clase obrera
a cambio de la persecución constante de sus militantes que unas veces
fueron encarcelados y otras asesinados.
Por ello vamos leyendo ya en la prensa de España quejas y protestas
formuladas por las trabajadoras. La periodista Aída Fuentes dice: "Las obreras
españolas están descontentas de los organismos oficiales que no responden.
No sabemos quiénes nos representan en ellos y ante quiénes tenemos o
debemos presentar reclamaciones". Y agrega: "A la mujer obrera no se la
respeta ni se la considera". A continuación publica la estadística siguiente:
"Hay en Asturias actualmente 278 obreras sin seguros sociales, 277 que
tienen una categoría inferior al trabajo que realizan. 244 con un salario
inferior al legal. 277 que trabajan horas extraordinarias sin que les paguen lo
reglamentado. 405 figurando un mínimo de salario y cobrando más. 570 sin
facilidad para obtener permisos. 1023 que no tienen buenas relaciones con
sus jefes. 75 que no son atendidas en caso de reclamaciones y todas ellas
con la inseguridad ante la defensa de sus derechos".
Estas propuestas y malestar social de las obreras astures puede ser aplicado a
la mano de obra femenina de toda España.
Las mujeres empiezan a comprender que los sindicatos verticales se ocupan
con más fervor en la política de permanencia del Estado franquista que del
mejoramiento de la clase obrera.
Los intereses vitales de ésta, que son la obtención de mejoras y salarios que
les permitan una vida cómoda y sana, el acceso a la cultura y el respeto de
ideas y creencias, fue siempre obra de os sindicatos, al margen del Estado,
creados por y para la defensa de los asalariados. El más caracterizado de ellos
es la CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL TRABAJO que en el pasado realizó
una acción eficaz y gloriosa y que, en la actualidad, la prosigue
LAS ESPAÑOLAS EMIGRAN TAMBIÉN
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clandestinamente dentro de España y que en el futuro volverá a ser lo que
fue consagrándose a su generoso y exclusivo fin: el de la elevación social,
cultural y económica de la clase trabajadora.
Mi Tierra, París, febrero de 1965. Firmado: Libertad.
LAS MUJERES DE LAS CÉLULAS
REVOLUCIONARIAS
(1975 – 1996)
És un grup de lluita armada de lesbianes i dones que es dóna a
conèixer al 1977 amb un atac a la Càmara Federal Alemanya de
Metges. Prèviament, havien realitzat altres accions, com la bomba al
Tribunal Constitucional.
DECLARACIÓN DE INTENCIONES. ATAQUE
CONTRA LA CORTE SUPREMA
Las mujeres de las Células Revolucionarias
4 de Març de 1975
El 4 de marzo de 1975 las mujeres de las RZ atentaron contra la Corte
Suprema. No para "proteger la Constitución de la Corte Suprema", como
opina el señor Abentrof, sino para protegernos de la Constitución.
Una Constitución que suministra el marco legal para la explotación diaria,
hostigando y arruinando psíquicamente a millones de mujeres y hombres,
que lleva a muchas mujeres a la muerte cuando se niegan a que la mafia de
médicos y jueces les dicte cómo han de vivir su sexualidad, qué relación han
de tener con su propio cuerpo y cuántos hijos han de parir.
A nosotras no nos importa el argumento de que la Corte Suprema deje sin
efecto el proyecto de Ley del Parlamento que fue elaborado
democráticamente, ya que a nosotras nos da igual si son seis o seiscientos
cerdos los que dictan las condiciones de existencia de sesenta millones de
personas. Sin embargo sí que analizamos las leyes según su grado de
agresión contra el pueblo, que además son aprobadas por unos pocos siervos
del capitalismo que viven de los impuestos.
La sentencia de terror de la Corte Suprema, a través de la cual se declara la
prohibición del aborto legal conforme con el "orden liberal y democrático", es
insoportable en cuanto al desprecio y exterminio de las mujeres, por lo cual
lucharemos contra esta sentencia con todos los medios.
Quieren seguir obligándonos a traer hijos indeseados a un mundo en el cual,
incluso los hijos deseados, crecen en condiciones que atrofian su desarrollo a
lo largo de toda su vida:
•
Desde el gueto de la guardería pasando por el gueto de preescolar a
la cárcel de la escuela.
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LAS MUJERES DE LAS CÉLULAS REVOLUCIONARIAS
•
Encerrados en minipisos en barrios de hormigón.
•
Aplastados, en familias rotas mantenidas a la fuerza.
•
Obligados al rendimiento individual, a la competitividad y al
aislamiento.
•
Amenazados por padres que ya no aguantan esta locura y que por
ello maltrantan, abusan y matan a golpes a sus hijos e hijas.
•
Amenazados por un tráfico que causa anualmente, en la RFA, más
muertos y heridos entre los niños y niñas que en cualquier otro país.
Cada vez as niñas y jóvenes vuelven esa miseria contra sí mismas el suicidio y
el alcoholismo precoz aumentan bruscamente.
El Art. 218 no evita abortos, eso también lo saben los que para su
conservación movilizan a Dios y a los policías.
Como en los juzgados, para los que el asesinato de una mujer rebelde desde
siempre ha pesado menos que el de un opresor. Somos solidarias con todas
las mujeres que se deshacen de sus opresores.
Como las iglesias, que en sus miles de años de historia han mantenido sus
estructuras fascistas: las mujeres no son seres humanos sino madres o putas
"purificadas", mejor dicho, castigadas por su sexualidad con el embarazo.
Saben muy bien que es el miedo lo que llena sus iglesias. No hemos olvidado
que a nuestras hermanas feministas en la edad media las quemaron en la
hoguera.
Nosotras las mujeres ya no tenemos nada que perder con la iglesia, sólo
podemos profanar ese nido de sexismo, por ejemplo con lemas, coros,
petardos y bombas de humo... Y a los curas y super-curas levantarles
públicamente sus sotanas podridas, para que salga a la luz lo que son: unos
pobres follagallinas.
Los médicos que utilizan sus conocimientos -o mejor dicho,
desconocimientos- medicinales, para seguir sacándole provecho al útero. A
DECLARACIÓN DE INTENCIONES. ATAQUE CONTRA LA CORTE SUPREMA
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las mujeres que buscan ayuda las humillan, las chantajean, y si llegan a
ayudarlas, por lo general, lo hacen con el peligroso, anticuado y brutal
método de raspado y se niegan a aprender y utilizar el suave método del
aspirado. Marquemos a todos estos cerdos, escribamos en sus limusinas y en
sus chalés que son unos cerdos. Irrumpiremos en sus barrios con
manifestaciones ruidosas contra sus juegos de poder, como ya nos están
enseñando las mujeres japonesas. ¡Pillaremos a los peores y les zurraremos!
O también podríamos emplumarlos.
Llegará el día en que las mujeres se levanten...
¡Pero hay que empezar ya!
Las mujeres de las Células Revolucionarias