las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en balzac y

Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
LAS CIUDADES INTERMITENTES:
EL HEROÍSMO DE LOS MUCHOS
EN BALZAC Y GALDÓS
Scheherezade Pinilla Cañadas
Departamento de Historia del Pensamiento y
De los Movimientos Sociales y Políticos
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (UCM)
Directora de la investigación: María Luisa Sánchez-Mejía
Département de Philosophie
Université Paris 8
Directeur de recherches: Patrice Vermeren
2010
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
“Nothing and nobody exists in this world
whose very being does not
presuppose a spectator. In other words,
nothing that is, insofar as it appears,
exists in the singular;
everything that is is meant
to be perceived by somebody.
Not man but men inhabit the earth.
PLURALITY IS THE LAW OF THE EARTH.”
H. Arendt, The Life of the Mind.
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CONTIGO Y CON HEINE
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Agradecimientos
En Las Mil y una noches, se dice que los buenos creyentes jamás deben llegar
a su encuentro con Alá, lamentándose por no haber concluido un proyecto
largamente soñado. Parece que, al final, las puertas serán abiertas.
Cuando un trabajo importante se dilata en el tiempo, son tantas las personas
a las que se debe una parte, que no resulta fácil acertar a expresar el sentimiento
acumulado de gratitud. En mi caso, al menos, tengo claro el comienzo. Debo
mencionar, en primer lugar, a María Luisa Sánchez-Mejía. Curiosamente, después
de muchos años y de lo mucho escrito, no encuentro una fórmula que me parezca
adecuada. Sólo diré que, sin su dirección intelectual y humana, no habría podido
terminar la investigación que aquí se presenta. Conocí a Patrice Vermeren en la
Sorbona y seguí trabajando bajo su magisterio cuando se trasladó a la Université
Paris 8. Me permitió dar el salto a la filosofía y es una de las personas que han
hecho de mis estancias en París una etapa decisiva en mi carrera académica. A
Miguel Abensour he de agradecerle el seminario en permanencia que,
generosamente, me ofrece cada vez que nos encontramos; las conversaciones en
Ledru-Rollin y en Madrid; y, sobre todo, lo que me ha hecho leer. Me cambió la
cabeza. Con semejantes maestros, no lamento lo prolongado del viaje: he aprendido
tanto.
En el Departamento de Historia del Pensamiento y de los Movimientos
Sociales de la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, he
de referirme, ante todo, a los distintos Directores que han hecho de mi tiempo y de
mi trabajo allí parte de mi formación como investigadora y como persona. A
Mercedes Gutiérrez, que me brindó la más cálida de las acogidas. A Rafael Cruz,
que me invitó –él no se acordará- a adentrarme en la academia, hace ya unos
cuantos años, en el depósito de la Biblioteca de la Facultad. A Fernando del Rey, a
quien debo mucho y a quien quisiera agradecer, desde aquí, todo lo que ha hecho
por mí. Y, claro está, a José Álvarez Junco, que siempre ha sido uno de mis
referentes. A todos mis colegas porque me han ofrecido su apoyo y su colaboración
durante el tiempo que he trabajado con ellos. No obstante, quisiera hacer una
mención expresa a quienes fueron mis profesores –José Álvarez Junco, Luis Arranz,
Mercedes Cabrera, Rafael Cruz, Carmen López Alonso- durante la licenciatura,
porque sus enseñanzas fueron fundamentales en mi primera etapa universitaria.
También quisiera recordar a mis compañeros de generación –Noelia Adánez, Nere
Basabe, Hugo García, Diego Palacios, Francisco Paloma- porque han sido un
verdadero ejemplo para mí. Dejando a un lado alguna que otra regla de cortesía
institucional, quisiera decir que Zira Box ha sido mucho más que un ejemplo y
podría estar en la parte final de estas páginas.
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En el contexto más amplio de la Facultad de Ciencias Políticas, muchos han sido
los profesores que, primero, me formaron; y, más tarde, me han ayudado en el
camino. A Jaime Ferri, a Paloma Román, a Francisco Serra y a Consuelo Láiz les
debo reconocimiento por todo lo que me enseñaron y gratitud por haber creído en
mí. Quiero también dar las gracias a mis alumnos, porque me han ayudado a la
siempre difícil –e imprescindible- tarea de objetivar el trabajo de lectura y de
reflexión. Todos ellos me han hecho mejor.
En un marco aún más amplio, debo comenzar por los profesores del
Departamento de Romances Languages de Harvard University, Luis FernándezCifuentes y Mary Gaylord, que me ofrecieron la oportunidad de trabajar con ellos y
de gozar de la maravillosa Widener Library (toda una experiencia vital). También
debo a David George Jr (Bates College) la participación en una de las más
importantes conferencias de los Estados Unidos, en la que pudimos compartir una
perspectiva común sobre Benito Pérez Galdós. En Italia, Ferruccio Andolfi
(Departamento de Filosofía de la Università di Parma) y Renzo Raghiantti (Scuola
Normale Superiore di Pisa) me han dado la ocasión de publicar. En el contexto
escandinavo –la red es tan amplia- agradezco también al grupo CONCEPTA
haberme dejado tomar parte en tres encuentros internacionales del más alto nivel.
De París, recuerdo con agradecimiento a François Brulé, el siempre entregado
bibliotecario de la Maison Balzac; a Nicole Mozet (Université Paris VII), que me
abrió el universo de los balzacianos ; y a Étienne Tassin (Université Paris VII), que
tuvo a bien ofrecerme la posibilidad de rendir homenaje a Miguel Abensour,
primero, en un coloquio y, más tarde, en una publicación colectiva. Y, aunque no
sea estrictamente profesional, al Colegio de España de la Cité Universitaire, que ha
sido mi casa durante mis estancias parisinas.
Por último, he de mencionar a las instituciones que, mediante distintas becas y
ayudas, han contribuido a financiar este proyecto de investigación: la propia
Universidad Complutense, la Comunidad de Madrid y la Fundación Caja Madrid.
Nunca resulta sencillo pasar al terreno personal, pero no puedo dejar de hacerlo
–con cierto pudor, lo reconozco. A Marco Santamaría, profesor de la Universidad
de Salamanca, he de agradecerle su sabiduría de iniciado y su generosidad
socrática. Tiene muchísimo que ver con lo que de Grecia hay en esta tesis: sin él, no
habría podido hacer mi particular katábasis. Y qué decir de esos amigos increíbles,
que siempre han estado ahí, más allá del tiempo y de la distancia: Natalia, Graciela,
Cruz, Hugo, Noelia, Karim, Luis, Álex. También quiero dar las gracias a mi familia.
Especialmente, a mi Lord Jim andaluz, a mi tía Carmina, a mi tío Juan. Y a mi
padre: por cosas que no me atrevo a decir aquí y por la biblioteca de nuestra casa.
Es el principio de todo esto.
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Mi esfuerzo está dedicado a tres personas que nunca podrán leer las páginas
que siguen:
A mi tío Emilio, porque su silencio es mi palabra.
A mi abuela Carmen, por su acento y su alegría.
Wem sonst als Dir ?
Como todo lo que he hecho, como todo lo que haga.
Madrid, Septiembre de 2010.
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN.
Las ciudades del relato………………….
PARTE I. EL CONCEPTO DE PUEBLO EN LA DEFINICIÓN DE LO
POLÍTICO.
CAPÍTULO I. EL DESEO DE LOS MUCHOS Y EL ESPACIO DE LA
APARICIÓN.
1.1. Dua Umori Diversi…………………
1.2. Un héroe venido de muy lejos………………………
1.3. La potencia y el enigma………………………………
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CAPÍTULO II. DE LA SOBERANÍA Y DE LA CAPACIDAD DEL
PUEBLO (O DEL CUERPO CELESTE).
Las vías en la ciudad…………………
CAPÍTULO III. DEL PROBLEMA DE LA VIRTUD
(O DE LA
ELEVACIÓN DEL CUERPO TERRESTRE).
3.1. La emergencia de lo social……….
3.2.
Le
tournant
de
1830:
sentimiento
y
política
del
pueblo…………………………………………………
3.3. Política del imaginario e imaginario de la política: los muchos en la
Francia de entre-revoluciones (1830-1848)…………………….
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PARTE II. EL HEROÍSMO DE LOS MUCHOS EN BALZAC Y GALDÓS.
CAPÍTULO IV. DEL CATÁLOGO DE LAS NAVES (O DE LOS HÉROES
INCONTABLES).
4.1. “As for the many….”………….
4.2. Una nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes
incontables……
CAPÍTULO V. LA FORMA DE LOS ORÍGENES: EL PUEBLO-HÉROE DE
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.
5.1. Galdós como nuevo Demódoco……………………………………
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5.2.
El
entusiasmo
de
Gabriel
Araceli:
el
espectador
y
la
nación……………………
5.3. El heroísmo como Stimmung…………
CAPÍTULO
VI.
EL
HEROÍSMO
DE
LA
VIDA
MODERNA:
DAGUERROTIPOS DEL DESORDEN EN LA COMÉDIE HUMAINE.
6.1. De la problemática inscripción narrativa de los muchos…
6.2. L´enfer de l´être-ensemble………
6.3. Las katábasis de La Comédie Humaine…………………..
6.4. La escritura de la insurrección en Balzacie (o de por qué las verdaderas
revoluciones son las revoluciones ocultas)..…………………………
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CONCLUSIONES.
La
experiencia
del
libro
y
la
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BIBLIOGRAFÍA
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revelación
de
lo
político
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INTRODUCCIÓN
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Las ciudades del relato
L´homme est un animal politique parce qu´il est un animal littéraire
J. Rancière, Le partage du sensible
Podría decir que “Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en
Balzac y Galdós” es el título de la forma originaria de la tesis doctoral que se
presenta en estas páginas, pero faltaría a la verdad. Cuando el proyecto
apenas era una intuición, me acerqué a Balzac y Galdós por el camino de la
política de los Modernos: los partidos y sus luchas por el Poder, los grandes
políticos, los hombres de Estado, la formación de la opinión pública, etc…
En suma, gestión de la comunidad y distribución de las plazas por ocupar en
la ciudad; lo que J. Rancière denomina policía (cfr. capítulo I). Y, con ella,
vino el primer esfuerzo bibliográfico: la lectura de una ingente cantidad de
referencias 1 sobre los hechos del tiempo vivido y del tiempo narrado –desde la
Revolución Francesa hasta la Restauración canovista- de los dos escritoressiglo. Y entre Constitución y Constitución, entre crisis de gobierno y crisis
económica, entre Revolución y revolución, entre el Journal des Débats y El
Debate, entre Lamartine y Martínez de la Rosa, entre Lamarque y Prim,
Citar y comentar aquí las obras que me han ayudado a profundizar en el análisis
de la Historia de los hechos no tiene mucho sentido, por cuanto esos títulos han
quedado incorporados en la estructura interpretativa de la tesis. En todo caso, en la
bibliografía (“Francia, siglo XIX”, “España, siglos XIX-XX”) que cierra este trabajo
se encuentran todas las referencias utilizadas.
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aparecía y desparecía (y esta intermitencia resultaría clave en el desarrollo
de la tesis en su conjunto) el pueblo. Un interrogante – me percaté de su
naturaleza rápidamente- que pretendía aprehender a través de una noción
intuitiva de mito político y resolver teóricamente por medio de un modesto
capítulo de cierre.
Presenté “oficialmente” mi proyecto en el VIII Congreso Internacional
de Estudios Galdosianos (Las Palmas de Gran Canaria, Junio de 2005) y fue
muy bien acogido. La comparación con Balzac 2 se daba por evidente, pues
una de las primeras lecciones que aprende todo estudioso en el novelista
canario es que, en 1867 (Memorias de un desmemoriado 3 ), el azar del
descubrimiento de Eugénie Grandet y de Le Père Goriot en un bouquiniste del
Sena devino causalidad literaria: la herencia de Scott (el nexo íntimo entre
historia e Historia y la concepción de la novela como nueva epopeya), la
idea de la Historia como sucesión de generaciones (algo muy arendtiano,
por cierto), la copia de modelos concretos (caso de la influencia de Splendeurs
et misères des courtisaines en La Fontana de Oro 4 o de los paralelismos
S. Gilman traza un recorrido interesante sobre la influencia de Balzac y de otros
escritores europeos en la obra de Galdós en idem, Galdós y el arte de la novela europea,
1867-1887, Taurus, Madrid, 1985.
3 En este libro mínimo y deshilvanado, el encuentro con Balzac es descrito como un
verdadero acontecimiento: “Devorado por febril curiosidad, en París pasaba yo el
día entero calle arriba, calle abajo, en compañía de un plano, estudiando las vías de
aquella inmensa urbe, admirando la muchedumbre de sus monumentos,
confundido entre el gentío cosmopolita que por todas partes bullía. A la semana de
este ajetreo ya conocía París como si èste fuera un Madrid diez veces mayor.
Frecuentes paradas hacía en los puestos de libros, que allí son cajones exhibidos en
los quais, a lo largo del Sena. El primer libro que compré fui un tomito de las obras
de Balzac –un franco; Libraire Nouvelle- Con la lectura de aquel librito, Eugenia
Grandet, me desayuné del gran novelador francés, y en aquel viaje a París y en los
sucesivos completé la colección de ochenta y tantos tomos, que aún conservo con
religiosa veneración...” B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, Visor,
Madrid, 2004, p. 27.
4 Estudié esta influencia en mi primer trabajo sobre Galdós, que sirvió como
memoria final del Curso de especialización en Ciencia Política y Derecho
Constitucional del Centro de Estudios Constitucionales.
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existentes en numerosos temas y tipos literarios) y, sobre todo, la definición
de la obra literaria como mundo re-creado (que se concreta en la adaptación
que hace Galdós de la idea balzaciana de los personajes recurrentes 5 ).
La evidencia comparativa, no obstante, podía convertirse en
originalidad desde el momento en que mi mirada era una mirada, por así
decir, limpia de toda filología; e incluso, entre los especialistas
norteamericanos con los que pude compartir puntos de vista, se valoraba
positivamente mi propuesta, por cuanto entendían que existía una
“verdadera necesidad de trabajar el andamiaje histórico” del corpus
galdosiano. Los balzacianos –en los viajes que procura el doctorado se
descubren muchas especies exóticas- fueron menos entusiastas. Primero,
porque –literalmente- desconocían la obra y el nombre de Benito Pérez
Galdós. También porque consideraban –algo mucho más grave- que mi
proyecto debía recortarse por uno de sus extremos; pues, a su juicio, “le
peuple n´existe pas chez Balzac.” Y parecía que no había mucho margen para
contradecir el canon.
El desasosiego provocado por la desigual acogida fue completado por
la “culpa epistemológica” que habita a quienes se adentran en el proceloso
terreno de la interdisciplinariedad. El movimiento que siguió no pudo ser
más lógico: trabajar la bibliografía de referencia sobre la escritura de la
Historia, al objeto de fundamentar el uso de la novela como herramienta
válida para la historiografía. Buscaba, más que un asidero, acallar muchas
En el conjunto del corpus galdosiano, los personajes recurrentes sólo representan
el seis por ciento; pero si limitamos el estudio de población a los Episodios, la cifra
asciende al veinte por ciento (A. Regalado García, Benito Pérez Galdós y la novela
histórica española: 1868-1912, Ínsula, Madrid, 1966, p. 43). A mi juicio, ese aumento
en la proporción ha de vincularse a la definición de los Episodios como comunidad
imaginada, no ya en el sentido que aquí tienen las ciudades del relato, sino en el
específico significado que B. Anderson da a este concepto.
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incertidumbres. Y he de reconocer que el descubrimiento de H. White
(Tropics of Discours, Figural Realism, Metahistoria. La imaginación histórica en la
Europa del siglo XIX, El texto histórico como artefacto literario 6 ) puede llegar a
ser deslumbrante, porque su definición –a partir del concepto de
“emplotment 7 ”- del relato histórico como ficción puramente verbal,
indistinguible del relato no referencial, ofrecía un suelo sin fisuras aparentes
a toda persona que quisiera convertir la literatura en una suerte de campo de
experimentación de las ciencias sociales.
Desgraciadamente, las seguridades se acabaron con la lectura de la
imponente trilogía de Paul Ricoeur, Temps et récit (a lo que habría que
añadir, como mínimo, Histoire et vérité y L´Histoire, la mémoire et l´oublie 8 ). El
autor francés entiende que el emplotment como operación lingüística
compartida por las dos formas del relato no justifica la afirmación de su
identidad 9 ; que la clave interpretativa, en definitiva, está en la dimensión
temporal de la experiencia, ya que los mundos inventados, a través de las
variaciones imaginativas de los personajes, abren a la manifestación del
tiempo un desarrollo ilimitado 10 .
Para todas estas referencias, cfr. bibliografía.
Este concepto podría definirse como “entramado” o “modo de entramar.” Se
puede encontrar una síntesis del concepto en H. White, El texto como artefacto
literario, Paidós, Barcelona, 2003, pp. 107-139.
8 Cfr. bibliografía.
9 De hecho, Ricoeur distingue la mise en intrigue como forma de entramar
característica del relato histórico, del “orden sintagmático” en cuanto entramado
propio del relato no referencial. Cfr. P. Ricoeur, Temps et récit I, L´intrigue et le récit
historique, Seuil, Paris, 1983, p. 112 y también idem, Historia y narratividad, Paidós,
Barcelona, 1999, pp. 133 y 179.
10 P. Ricoeur, Temps et récit, II La configuration dans le récit de fiction, Seuil, Paris, 1984,
pp. 189-286. El autor francés analiza las variaciones imaginativas en La señora
Dalloway, La Montaña mágica y À la recherche du temps perdu.
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El encanto de la definición maquiaveliana de la Historia como inmeso
libro en el que quedan recogidas las historias de los hombres 11 me acercaba
a las consideraciones expuestas en Tropics of discourse y Metahistoria, además,
tampoco estaba segura de que la experiencia del tiempo (especialmente, si
consideramos la mencionada idea arendtiana de la Historia como sucesión
de generaciones) pudiera ser el eje de rotación de una teoría del relato que
discrimine entre forma de la ficción y forma de la Historia; pero de ahí a
compartir plenamente las tesis del crítico norteamericano mediaba un
abismo. Algo en todo aquéllo resultaba insuficiente. Así, el debate WhiteRicoeur fue enriquecido, de un lado, por el aprendizaje –a través de
Koselleck 12 - de la distinción que hace la tradición germánica entre Geschichte
– la “historia en sí”- e Histoire –la narración de lo acontencido- que, en
castellano, encuentra un pálido reflejo en el recurso de la h/H (h/Historia);
un recurso que, en esta tesis, se desdobla en un juego que hace referencia al
relato histórico y al relato no referencial. De otro, por la asimilación de las
consideraciones sobre la elasticidad de la materia histórica y la metáfora del
relato como tejido que hace G. Simmel en las bellas páginas de La forme de
l´Histoire et autres essais 13 (en un tono menos poético, encontré ideas
semejantes en el P. Veyne de Comment on écrit l´Histoire que define la
Historia como construcción y comprensión de intrigas 14 ).
La acumulación de lecturas no hizo que olvidara el limes ricoeuriano
que separa la forma de la ficción de la forma de la Historia; limes que, por
otra parte, evitaba la peligrosa deriva de una literaturización de la Historia y
la aún más tentadora historización de la Literatura –la presentación que de sí
H. Arendt nos recuerda esta definición en idem, Conferencias sobre la filosofía
política de Kant, Paidós, Barcelona, 2003, p. 107.
12 R. Koselleck, historia/Historia, Editorial Trotta, Madrid, 2004.
13G. Simmel, La forme de l´Histoire et autres essais, Le promeneur, Gallimard, Paris,
2004, especialmente, pp. 127 y ss.
14P. Veyne, Comment on écrit l´Histoire. Essai d´épistémologie, Seuil, Paris, 1971, pp. 26,
49 y 111.
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mismo hiciera Balzac como secretario de la sociedad en el Avant-Propos 15 y el
concepto de Historia integral 16 en Galdós eran una invitación a ello- que
habría terminado por convertir mi tesis en un juego de semejanzas y
diferencias entre el eje diacrónico y el eje literario, a partir del clásico
esquema de análisis del argumento y del personaje. Así que, sin olvidar a
Ricoeur, me quedé con lo que de irrenunciable encontré en H. White: la
reflexión sobre la importancia del relato como estructura interpretativa,
sobre la posibilidad de que la forma –y este pensamiento me llevó a la idea
de una hipotética definición en plural [ver infra]- se convirtiera en parte del
núcleo teórico de mi tesis.
Y, en un proyecto de investigación sobre Balzac y Galdós, ése era el
momento procesal adecuado para hacerse tales preguntas, pues, como dice
L. Strauss refiriéndose al estudio de Platón, “se debe prestar la misma
atención al cómo y al qué. Al menos en un comienzo, se debe prestar más
atención a la forma que a la “sustancia”, dado que el significado de la
“sustancia” depende de la “forma”… 17 ” Lo que no imaginaba en ese
comienzo era en qué sentido el continente acabaría participando en la
definición del contenido y hasta qué punto esa primera hipótesis estaría
ligada al significado global de La Comédie Humaine y de los Episodios
Nacionales como proyectos literarios.
Mi mente, poco a poco, se fue llenando de política de los Modernos y
de debate epistemológico; al punto de que se convirtieron en una suerte de
H. Balzac, “Avant-Propos”, La Comédie Humaine, I, nouvelle édition publié sous la
direction de P.G. Castex, Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, Paris, 1976-1981, p.
11.
16 Este concepto –de influencia tosltóiana- establece una correspondencia entre la
Historia chica y la historia grande, entre la Historia plutarquiana y la Historia de
las costumbres. Para una explicación más amplia, cfr. nota
17 L. Strauss, La ciudad y el hombre, Katz editores, Buenos Aires, 2006, p. 82.
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“preconcepciones” (en su sentido heideggeriano de molde o modelo de
interpretación ) por medio de las que quería hacer hablar a los textos. Y los
textos se resistían a mantener la “conversación hermeneútica” (Gadamer) 18
que les proponía. Un esquema omnicomprensivo en un océano literario
inabarcable (y este sentimiento aún perdura) era una empresa imposible de
toda imposibilidad. Imposible porque mi texto no era una simple novela, ni
dos, ni tres … ni diez; se trataba de una inmensidad de decenas de miles de
páginas en la que todo era símbolo y cada cosa hacía referencia a otra, hasta
tejer redes de significado que se entrelazaban con otras redes. En cierto
sentido –quizá, en todos los sentidos-, fue el texto mismo el que me obligó a
modificar las preconcepciones: necesitaba un centro que guiara mi trabajo –
singularmente, en todo lo referido la elaboración de un archivo personal de
materiales extraídos de las fuentes primarias- en ese enorme espacio de
signos por descifrar. Y lo encontré en el enigma que pretendía analizar en el
modesto capítulo de cierre, EL PUEBLO.
El círculo hermeneútico que fuerza a volver sobre los textos no se
agota en la dinámica entre la significación del texto y la lectura del
intérprete: mi propia voz, siempre en construcción, estaba mediada por las
lecturas de otros intérpretes, por toda esa bibliografía secundaria que
componen los estudios balzacianos y galdosianos -otra inmensidad que
acaba siendo problema interminable. El trabajo con todas estas referencias
me hizo comprender que, una vez asimilado el arsenal de datos y de matices
interpretativos fijados por la crítica, debía tomar cierta distancia respecto a
las representaciones colectivas sobre el significado de los autores que son el
balzacianismo y el galdosianismo. La insatisfacción que me provocaba el
precipitado de aquellas lecturas (el pueblo inexistente de Balzac y el puebloevidencia de Galdós) no era sino el estrato más profundo de un tema que, si
H. Gadamer, Verdad y método. Fundamentos de una hermeneútica filosófica, Ediciones
Sígueme, Salamanca, 2005, p. 466.
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bien comenzaba a tener perfiles propios, carecía de un aparato crítico
cerrado. Pronto me convencí de que ese aparato había de buscarlo fuera… de
la crítica literaria, de la historiografía y, por supuesto, de la política de los
Modernos.
Un azar parecido al maravilloso hallazgo de Galdós entre los
bouquinistes del Sena me abrió el camino. A finales de 2005, Patrice Vermeren
y Reyes Mate me invitaron a participar –en colaboración con Jordi Riba- en
un proyecto que, a la postre, resultaría decisivo, no sólo para mi tesis
doctoral, sino para mi formación como investigadora: la traducción y
edición crítica del primer receuil de textos de Miguel Abensour en España
(Para una filosofía política crítica. Ensayos, Anthropos, Barcelona, 2007). La
traducción 19 es otra forma de “conversación hermeneútica”, la que
proporciona una relación más íntima con el texto; y esta intimidad casi
neurótica es la que da ocasión a ciertos re-descubrimientos que más parecen
descubrimientos stricto sensu. Así ocurrió con un pasaje de Maquiavelo que,
en cierto modo, leí por vez primera en la crítica que hace Abensour ( “Por
una filosofía política crítica 20 ”) a la crítica de la dominación de Horkheimer ;
y también con la Stimmung [ver infra] arendtiana de cada una de las páginas
que el filósofo francés dedica a cuestiones tales como las relaciones entre
filosofía y política, las preguntas por la tradición, el paradigma de lo
político, la crítica de los totalitarismos, la disposición heroica…
“Porque en cualquier ciudad se encuentran estos dos tipos de
humores: por un lado, el pueblo no desea ser dominado ni oprimido por los
Así la define el propio Gadamer. Idem, Verdad y método, op. cit…, p. 464.
cfr. M. Abensour, “Por una filosofía política crítica”, en M. Abensour, Para una
filosofía política crítica. Ensayos, introducción, traducción y notas de Scheherezade
Pinilla Cañadas y Jordi Riba Miralles, Anthropos, 2007, Barccelona, p. 78.
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grandes; y, por otro, los grandes desean dominar y oprimir al pueblo 21 .”
Este breve fragmento del capítulo IX de El príncipe me ofrecía un absoluto,
pues en el determinante que acompañaba al término de ciudad quedaban
incluidas la forma de las relaciones sociales del pueblo inexistente de Balzac
y la forma de las relaciones sociales del pueblo-evidencia de Galdós. Es
decir, la idea de que en toda ciudad se hallan esos dos deseos posibilitaba la
comparación y me proporcionaba una primera noción de la metáfora total
que había de utilizar en la lectura de mi texto. Sólo –y digo sólo- debía
aprender a interpretar el modo en que Balzac y Galdós, cada uno a su
manera, habían seguido el consejo de Maquiavelo de abrir una vía en la –suciudad al deseo de la mitad más enigmática. Las preguntas por La Comédie y
por los Episodios se sustanciarían en preguntas por la ciudad; por sus formas,
por sus límites y su contenido. Esta cita se convirtió en obsesión por cuanto
adivinaba en ella el sentido general de mi proyecto; pero tendría que ser
Hannah Arendt quien me permitiera trocar la intuición en estructura
interpretativa.
Decidí –pace Abensour- hacer de la pensadora alemana un inmenso
dispositivo conceptual construido a partir de la lectura –o re-lectura- en
profundidad de su propio corpus teórico y de las obras de una doble
tradición. La tradición rota 22 en la que ella misma eligió inscribirse: leer a
Arendt también es leer a Agustín y a Kant, a Aristóteles y a Maquiavelo y,
por supuesto, a Homero. Y la tradición a que ella ha dado lugar en la
filosofía francesa contemporánea: pensar con Miguel Abensour, Jacques
Rancière y Claude Lefort también es pensar con Arendt.
21
22
N. Maquiavelo, El príncipe, IX, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 72.
Para una exposición más amplia de este concepto, cfr. “As for the many”.
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El Agustín de Arendt no es el tema de mi tesis doctoral 23 , pero podría
decirse que ha sido quien ha creado el espacio (desde el título del primer
capítulo: El deseo de los muchos y el espacio de la aparición) que ha dado origen a
su posibilidad. Primero, porque su definición del concepto de mundo como
creación (divina) y como pluralidad 24 -el origen de toda política- devolvía al
espejo de La Comédie y de los Episodios su reflejo exacto. Y segundo -lo
verdaderamente decisivo-, porque me dejaba transformar la herencia
literaria más importante que Balzac legara a Galdós (la concepción de la
literatura como mundo que dobla al mundo) en fundamento político para una
reflexión de lo político. Con el añadido de que sólo llegando a este nivel de
abstracción (cfr. capítulos I, II y IV) podían salvarse los obstáculos que las
diferencias de contexto y las distancias cronológica (entre un autor que nace
en 1799 y otro que muere bien entrado el siglo XX 25 ) e ideológica (el original
legitimismo balzaciano y el no menos curioso recorrido galdosiano del
amadeísmo al ¿socialismo? ) imponían al estudio comparado.
El concepto agustiniano de mundo, además, era la apertura sensible
que necesitaba para concebir la ciudad en el plural a que la cita de
Maquiavelo invitaba. Podría decir aquí que fue Platón quien me
proporcionó el mecanismo que completaría el incipiente juego críticoutópico de las ciudades del relato, pero faltaría a la verdad en el mismo
sentido en que lo habría hecho al comienzo de estas páginas. Sólo con la
visión de las ciudades invisibles 26 de Ítalo Calvino, y esos nombres –Diomira,
Zobeida, Fílides, Moriana…- que unen el pensamiento de una forma con la
Agustín fue el tema de tesis de la propia Arendt. Cfr el epígrafe que se cita en la
nota anterior.
24 H. Arendt, Le concept d´amour chez Augustin, Payot, Paris, 1999, p.
25 Honoré de Balzac (1799-1850) y Benito Pérez Galdós (1843-1920).
26 I. Calvino, Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, 2002. Un libro maravilloso, casi
un poema extendido, en el que Marco Polo describe a Kublai Kan las ciudades –de
nombres evocadores y de formas aún más evocadoras- que ha conocido en sus
viajes. Y todas son Venecia.
23
22
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
pregunta por la sustancia, fui capaz de idear una secuencia de lugares
imaginarios. Tomé del escritor italiano el nombre de las ciudades invisibles
(que, en mi tesis, están habitadas por quienes no aparecen en el relato) para
uno de sus tipos y añadí tres nuevas denominaciones íntimamente
vinculadas con la definición arendtiana de lo político como espacio de la
aparición: las ciudades existentes (cuyo contenido es menos evidente de lo que
pudiera pensarse en un principio), las ciudades a lo lejos (que abren el
interrogante por la distancia propia del mundo como entre-dos) y las
ciudades intermitentes (que descubren la temporalidad de la brecha).
En esta tesis, las ciudades del relato no están hechas de sueños y de
viajes, como las del Marco Polo de Calvino; ni afirman ser más reales que la
propia realidad, como la del libro V de la República 27 ; ni pretenden ser mejor
que la platónica, como la Eutopía de Moro 28 . Son más modestas y quedan
incorporadas al dispositivo teórico-metodológico en cuanto vías para una
rehabilitación política del imaginario. Porque esas ciudades del discurso de
fondo arendtiano abrían La Comédie y los Episodios a la posibilidad de ser
leídas, no ya como formas del pensamiento (como potencias de
comunicabilidad política capaces de instaurar un vivre-ensemble); sino como
formas de lo político, como formas del mundo en los dos sentidos agustinianos.
Una inmensa región fenoménica en la que los hombres, las acciones y las
palabras, emergen a los ojos de todos. El lugar del devenir-sensible de los
Evidentemente, me refiero a la idea de la inversión platónica por la que lo
existente es menos real que lo dialéctico (que puede ser definido en sí mismo y no
precisa de verificación). Desde esta perspectiva ha de entenderse la sustitución que
hace Sócrates del término polis por el de politeia (a partir de 543 c). Platón,
“República”, Diálogos, IV, Editorial, Gredos, Madrid, 1992, Libros IV a VII.
28 Se recuerdan hasta los menores detalles de la vida austera de la isla, pero pocas
veces se hace mención del poema que abre la obra de Moro. Todo un manifiesto:
“Me llamaron los antiguos,/por insólita, Utopía./ Competidora de aquella/ciudad
que Platón pensara/y vencedora quizá,/pues lo que en ella tan sólo/ en las letras
se esbozara,/superélo yo con creces/en personas y en recursos/y al dictar mejores
leyes./Siendo así que deberían, /en justicia, desde ahora,/darme el nombre de
Eutopía. T. Moro, Utopía, Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 53.
27
23
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
modos en que dos cristalizaciones de las relaciones sociales –la Francia de la
Monarquía de Julio y la España de la Restauración- trabajaron sobre sí
mismas. Porque la configuración de ese espacio –su contenido, sus límites,
sus divisiones- ha de interpretarse desde un triple diálogo entre la voluntad
creadora del artista y su tiempo, entre la política y el imaginario, entre las
ciudades existentes y las ciudades del relato.
Por debajo de todos estos niveles, como su estrato geológico más
profundo, había dejado extendida, gracias a la lectura de la crítica de Lefort
a Maquiavelo (Les formes de l´histoire, Le travail de l´oeuvre Machiavel 29 ), la
malla del espacio de los deseos (cfr. “Dua umori diversi”). Esta definición de
la ciudad como espacio-contra parte del conflicto como división insuperable
y del hecho decisivo de la asimetría entre el apetito de los grandes por tener
y el de los muchos por ser. Y, sobre este suelo, se entretejen mis ciudades del
relato. Desde un punto de vista teórico, no obstante, a mí sólo me interesaba
analizar las posibles descripciones de esa pura negatividad que es el deseo
del número por no ser dominado; ya que el análisis de esas imágenes era, a
un tiempo, reflexión sobre los límites de lo político y, por ende, reflexión
sobre los límites de Balzacie y de la España de los Episodios Nacionales. Áun
quedaba por activar el engranaje que pondría en marcha el juego de las
ciudades aprendido de Calvino: la idea arendtiana de que no todo el mundo
puede estar todo el tiempo en el espacio de la aparición.
Mi auténtico diálogo con el balzacianismo y el galdosianismo
comenzó con la reflexión sobre esta intermitencia. La Comédie y los Episodios
como formas del mundo ofrecían el soporte necesario para el análisis de las
estrategias globales de la crítica a la hora de enfrentarse al problema de la
29
Cfr. bibliografía.
24
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
inscripción narrativa de los muchos. De hecho, el problema de la
representación es el problema porque, como sostiene J. Rancière 30 (y, en su
perspectiva, hay mucho del Kant de Arendt), la política es el lugar de la
apariencia, el lugar de la visibilidad 31 , un asunto estético. Esta definición de
lo político convertía el esfuerzo de análisis que se renueva con la lectura de
cada novela en una suerte de re-creación de la escena inaugural de la
ciudad: el litigio sobre la existencia de una escena compartida y sobre las
partes que en ella se incluyen.
Este fondo teórico dotaba de sentido político a un ejercicio sobre el
estado de la cuestión –la representación literaria del actor colectivo- que se
articulaba en torno a lo que he denominado movimiento pendular 32 entre la
poética de lo pleno y la poética del vacío por parte de las distintas escuelas de
crítica literaria. El primero de los términos (que expresa la cosmovisión
dominante en el galdosianismo) engloba a todos aquellos trabajos que han
abogado por la existencia de una suerte de horror vacui del espacio literario,
concebido desde la verticalidad 33 de las ciudades existentes. El segundo
término (que expresa la cosmovisión dominante en el balzacianismo) incluye
los estudios que han subrayado las ausencias, el inmenso vacío del pueblo.
El paso por los textos de Baudelaire, Gautier, Faguet, Lanson,
Hinterhaüser, Jover Zamora, Rodríguez Puértolas, Suárez Cortina, Anselmo
Lorenzo, Altamira, Guyon, Lukács, Chevalier, Wurmser o Barbéris me llevó
a adoptar una posición radicalmente crítica que cuestionaba el transparente
J. Rancière, La Mésentente. Politique et philosophie, Galillée, Paris, 1995, pp. 110 y ss.
Ésta es una de las obras más importantes de la filosofía francesa en la segunda
mitad del siglo XX.
31 Ver también “La experiencia del libro y la revelación de lo político.”
32 Con ello quiero decir que, en los estudios de la crítica sobre Balzac y Galdós, se
mezclan las dos poéticas.
33 De las jerarquías sociales, evidentemente.
30
25
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
pueblo-evidencia de Galdós y la unanimidad del agujero balzaciano. En este
doble cuestionamiento encontré mi hipótesis de trabajo; y, en mi primera
intuición sobre la importancia del relato como estructura interpretativa, el
hilo que, a lo largo de las páginas de este trabajo, formaría el ovillo que se
recoge en “La experiencia del libro y la revelación de lo político” (las
conclusiones de esta tesis doctoral).
El segundo epígrafe (Cfr. “Un héroe venido de muy lejos”) del primer
capítulo también sigue la estela de la intermitencia arendtiana; pues, si no
todo el mundo puede estar todo el tiempo en el espacio de la aparición, la
primera pregunta que cabría hacerse se refiere al no-where del relato: el lugar
desde el que viene a la presencia la original subjetividad política objeto de
análisis. Y los muchos, como los héroes, vienen de muy lejos; sólo que la
distancia balzaciana difiere mucho de la galdosiana. Para analizar la
distancia de profundidad –de círculo concéntrico 34 - balzaciana, me sirvo del
concepto de política salvaje, tal y como lo utiliza M. Abensour en su doble
diálogo con Cl. Lefort (el desplazamiento teórico de la democracia salvaje de
éste a la democracia insurgente de aquél, a partir de la afirmación de la
existencia de un conflicto que se formula en plural y que se afirma como
persistente, sin posibilidad de reconciliación, contra el Estado) y P. Clastres
(un contra-Hobbes que define el Poder coercitivo como un caso particular del
poder político -éste sí, universal, inmanente a lo social) 35 . El séctionnaire
Cfr. “L´enfer de l´être-ensemble.”
El esquema lefortiano acoge la formulación individual del conflicto (la del
ciudadano frente a los poderes) sin llegar a plantear el conflicto fundamental, el de
la comunidad de ciudadanos contra el Estado. Y es este conflicto el que emerge con
la democracia insurgente. La asunción de la politicidad primera supone la
formulación en plural de este contra. En lugar de concebir la emancipación como la
victoria de lo social (una sociedad civil reconciliada) sobre lo político, entrañando,
al mismo tiempo, la desaparición de lo político; esta forma de democracia
contribuye a hacer surgir, en permanencia, una comunidad política contra el Estado
(M. Abensour, La démocratie contre l´État. Marx et le moment machiavélien, Éditions du
Felin, Paris, 2004, p. 19). Esta definición comporta pensar una carne social que se
34
35
26
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Médal –personaje de Le théâtre comme il est y de Les martyrs ignorés- y les
chouans de Les Chouans son el asidero literario que me permite reelaborar en
sentido balzaciano esa forma de la politicidad primera.
La inteligencia de la distancia galdosiana no pasa tanto por una
elaboración conceptual, cuanto por una lectura en paralelo entre el propio
texto galdosiano –Trafalgar, La Corte de Carlos IV y la primera mitad de El 19
de marzo y el 2 de mayo- y una de las joyas de esa literatura del siglo XIX que
se quería filosofía de la Historia, el epílogo de Guerra y Paz (1869) 36 . Las
reflexiones del maestro ruso sobre el advenimiento de la nueva fuerza que
vino a ocupar el lugar del poder divino dan un nuevo sentido a la literalidad
–adquiere una consistencia teórica que no alcanzaría por sí misma- de las
palabras de Araceli sobre la transición de la idea de Patria a la de
nacionalidad al comienzo de Trafalgar 37 , al tiempo que me permite
comprender que la distancia galdosiana es de espiral extendida, de eje
diacrónico. Porque el pueblo de los Episodios no viene de una esfera
autrement politique, al modo de los muchos de Balzac, sino que procede de un
mundo pre-político: el Antiguo Régimen. Aún más, Tolstói me proporcionó el
nombre para “el pueblo de Galdós” y la idea de que, en la descripción de la
resiste a ser cuerpo político, una nueva experiencia del vínculo humano; en
definitiva, tener la conciencia de que la esencia del hombre se encuentra en el “estar
juntos.” Desde esta óptica, la democracia insurgente de M. Abensour sería, no tanto
un desarrollo de la democracia salvaje de Claude Lefort, cuanto fruto de una
lectura integrada del contra-Hobbes plural formulado por el ya citado P. Clastres (a
partir de la lectura de la deslumbrante obra La societé contre l´État, cfr. bibliografía) y
E. Lévinas (cuyo corpus teórico sirve a Abensour para romper con la idea del
Leviathán como horizonte insuperable y para defender la propuesta de una intriga
originaria nueva, fundada en el vínculo humano; cfr. M. Abensour, “La
extravagante hipótesis”, en idem, Para una filosofía política crítica, op. cit…, pp. 277310).
36 L. Tolstói, Guerra y Paz, El taller de Mario Muchnik, Madrid, 2004, p. 1712.
37 B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, Episodios Nacionales, I, Editorial Aguilar, Madrid,
1995, pp. 218-219.
27
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
nueva fuerza como evidencia, estaba contenida una de las más importantes
operaciones políticas del siglo XIX.
En este parcours général del continente al contenido, el interrogante
por la sustancia se desplaza a un segundo momento lógico; por eso no
puede extrañar que las reflexiones sobre el quién (en las que quedan
subsumidas aquéllas que se refieren al qué, al cómo y al cuándo) de los
muchos lleguen a la tesis en el tercer epígrafe del capítulo I (“La potencia y
el enigma”). La traslación de la metáfora de los dos “cuerpos del rey” de
Kantorowicz al concepto de pueblo 38 me ofrece el espacio teórico necesario
para pensar esta original forma de subjetividad política desde la compleja
dualidad que vincula y diferencia; desde la separación entre el cuerpo
político (o, en el lenguaje de esta tesis, celeste) y el cuerpo social (o terrestre);
desde la tensión irresoluble entre un absoluto que viene a ser negado o
desplazado por otro. En este apartado comienza, en sentido estricto, el
análisis sobre el concepto de pueblo y el haz de significados que lo
acompañan: el pueblo con y sin adjetivos, el pueblo-todo y el pueblo-parte,
el problema de sus nombres (todas las denominaciones que flotan y la
superposición de pretendidas homonimias).
Este primer intento de aproximación teórica se despliega en el
desarrollo de los capítulos II (Cfr De la soberanía y de la capacidad del pueblo) y
III (cfr. Del problema de la virtud). En el estudio del cuerpo celeste, la pregunta
por el contenido de la ciudad se une a la pregunta por sus márgenes, en un
recorrido teórico que tiene un primer tramo en el que se analiza cómo las
elites políticas y culturales del siglo XIX trabajaron el vínculo pueblosoberanía hasta convertir al demos in absentia (la fuente que deja vacío su
Lamentablemente, esta traslación no es original de la autora: puede leerse en J.
Rancière, entre otros.
38
28
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
lugar de que se nos habla en el libro VI de la Política) en la parte en trop de la
ciudad: la distinción de Sieyès entre pouvoir constituant y pouvoir constitué o
la rectificación que hacen a Rousseau los teóricos del 89 y del 95 al separar al
pueblo del legislativo. Estas consideraciones teóricas más generales
encuentran su primer núcleo específico en el análisis de la definición que
hace Balzac del momento de la fundación como momento de lo sublime, que
se sitúa en la confluencia de lo infigurable y de la mise en scène del (p)Poder;
de donde se sigue la naturaleza irrepresentable del problema de la soberanía
en La Comédie (estudiado en las figuras balzacianas de Catherine de Médicis
y de Robespierre en Les deux rêves, en la ausencia de un relato de la
Revolución, en la corriente igualitaria que se filtra de un modo secreto en
Balzacie).
La fundación como experiencia balzaciana del umbral desemboca en
el segundo núcleo del capítulo: la teorización galdosiana del vínculo pueblosoberanía. Establezco aquí un nexo entre el problema político que se plantea
y la forma de su exposición –el relato de nación. Sólo teniendo en cuenta el
dispositivo mítico-ideológico –el discurso de una clase social que busca
legitimar su instalación en el Poder a través de la narración del poder de los
orígenes- de esta estructura narrativa se penetra en el sentido político de la
explicitación de la vacante de Poder, de la progresiva separación (del 2 de
mayo a la Constitución de Cádiz) del vivir-unido-del pueblo (condición
material indispensable del poder) respecto de la soberanía, de la distinción
kratos-arkhé o de la excepcional irrupción de la cuestión de la lengua del
pueblo en los Episodios.
El análisis de la parodia galdosiana (Cádiz) de la polis democrática
como fiesta de las palabras orienta, de nuevo, el capítulo hacia
consideraciones teóricas más generales. Y, en este segundo tramo, recupero
29
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
parte de la tradición rota de Arendt, al objeto de entablar un diálogo con los
herederos de la impolítica política platónica de la verdad: los diseñadores de
las ciudades existentes del siglo XIX. El Aristóteles de la doxa es el
contrapunto teórico que necesitaba para comprender, en todo su alcance,
hasta qué punto la habilidad de las elites en el manejo de la tensión verdadopinión contribuyó a determinar los márgenes de lo político. Mi premisa de
partida es que, en el interior de la comunidad, la política era asunto de doxa;
pero, si de lo que se trataba era de ampliar los límites de la ciudad por abajo,
la política se convertía en problema de conocimiento... y, por este
deslizamiento platónico, analizo la primera quiebra del vínculo pueblosoberanía: la definición de la política de los Modernos como orden
representativo.
Esta “política del fin de la política 39 ” prolonga mi relación crítica con
Aristóteles y los doctrinarios y plantea la importancia de lo que Maquiavelo
denominó “las vías en la ciudad 40 ”. En la parte final del capítulo, reflexiono
sobre el magnífico contraste que ofrecen el Aristóteles que deja al demos las
salidas (libro III de la Política) de la participación en las funciones judiciales y
deliberativas y los diseñadores de las ciudades existentes del XIX que
distribuyeron las plazas por ocupar, como si el litigio que ese reparto suscita
pudiera ser contenido por la forma –delimitada por la noción de capacidad y
el mecanismo del censo- que ellos mismos habían dado a las relaciones
sociales. El cierre teórico de este recorrido es el nuevo concepto de soberanía
que plantean con su ser-precisamente-así les incomptés de l´ordre capacitaire: la
igualdad-pertenencia, es decir, la exigencia de ser contados –cuantificados y
narrados- en las ciudades existentes y en las ciudades del relato. Y podría
decirse que los capítulos que siguen no son sino análisis del combate entre
J. Rancière, Aux bords du politique, Folio, Gallimard, Paris, 1998, p. 45 y L. Strauss,
La ciudad y el hombre…, op. cit.., p. 58.
40 N. Maquiavelo, Discursos… op. cit…, Libro I, capítulo IV.
39
30
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
negatividades igualmente poderosas. Por un lado, la del Balzac que se
resiste a ver invadidas sus ciudades (capítulos III y VI) y la del Galdós
(capítulo V) que sólo quiere ver las potencialidades de la acción en el mundo
contenido del relato de los orígenes; por otro, la del impulso contra des
incomptés.
El capítulo III (Del problema de la virtud) se propone trazar la elipsis del
original trayecto del cuerpo terrestre por el imaginario de la política y por la
política del imaginario, desde la Revolución Francesa hasta la Francia de
entre-revoluciones (1830-1848). La Hannah Arendt de Sobre la Revolución (cfr.
“La emergencia de lo social”) ofrece el anclaje teórico necesario para una
interpretación de la extraña peregrinación de los muchos que arranca en la
esfera pre-política de la necesidad y finaliza en la esfera supra-política de la
virtud. Estudio este viaje por elevación desde su origen mismo –el zèle
compatissant de los jacobinos-; para llegar, más tarde, a la tesis arendtiana de
lo social como lugar en el que se ha jugado la política en la época moderna.
La tesis no me ofrece ninguna duda; sin embargo, me apoyo en la definición
del paradigma de lo político de M. Abensour (que se sustenta en la
declaración de Rousseau de que tout tient à la politique) para cuestionar 41 la
distinción que yo califico como de discontinuidad –y este matiz ni siquiera es
señalado por el filósofo francés- que establece la pensadora alemana entre el
oikos y la polis.
Y la cuestiono porque lo que, en Arendt, es discontinuidad en pro de
una rehabilitación de la vita activa (política), se convirtió en mecanismo de
41
¡Sí, me atrevo a cuestionar algo en Arendt !
31
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
activación de los medios que utilzaron las elites del XIX para ejercer el
control sobre los muchos (dominación). Mi apuesta por un redescubrimiento
–pace Abensour- de la cuestión política en su integridad –libertad y justiciano es sólo una posición filosófica; también es la condición de posibilidad de
mi lectura de La Comédie como experiencia de la simultaneidad de un muy
singular tiempo vivido y del tiempo narrado, como apertura de un juego de
espejos entre el imaginario y el movimiento empancipatorio –movimiento
obrero, saint-simonismo y republicanismo- de la Francia de entrerevoluciones.
Los siguientes epígrafes (“Le tournant de 1830: sentimiento y política
del pueblo” y “Política del imaginario e imaginario de la política: los
muchos…”) recorren los años en los que la estrategia de disyunción de las
elites de la Monarquía de Julio -la separación de lo político y de lo socialaún no se había completado. Entiendo que la especifidad del período 18301848 queda radicada, justamente, en el hecho mismo de que esa operación
de la clase política estuviera en proceso. A la invención, desde arriba, de lo
social como esfera separada (y, a mi juicio, se produjo entonces, y no en el 89
o en el 93) siguió la lucha, desde abajo – la triple fuerza que confluye en el
movimiento emancipatorio antes mencionado-, por ampliar los márgenes de
lo político, más allá de los límites fijados por los diseñadores de las ciudades
existentes.
De ahí que me detenga en la entrada del pueblo en la política en Juillet
y en la impactante révolte des canuts; pero, sobre todo, me extiendo en la
interpretación de la experiencia interior del tiempo revolucionario, que me
lleva a pensar la política –en cuanto forma conflictiva del actuar humano
32
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
que se distingue de la gestión de la comunidad 42 - de los años de entrerevoluciones como lo real de la utopía (Riot-Sarcey 43 ).
Y, en esta
rehabilitación política del imaginario, se inscribe mi lectura del proceso de
redacción de La Comédie como un diálogo entre Balzac y el movimiento
emancipatorio. ¿De qué otro modo explicar el paso del silencio sobre 1830 en
La peau de chagrin a la discreta pero significativa presencia de las ciudades
intermitentes en Le colonel Chabert, Ferragus, La fille aux yeux d´or, Facino Cane,
La Maison Nucingen, César Birotteau….? Y estudio la tensión social-político en
todas y cada una de las brechas (los convidados a una boda obrera a la que
asiste el narrador de Facino Cane 44 , los obreros impresores que trabajan para
David Séchard 45 , las mujeres desesperadas que aguardan la ayuda del Juez
Popinot 46 , la familia del vaquerizo Vergniaud que acoge a Chabert en la casa
más pobre de la calle más pobre 47 , los malheureux que encuentran asilo en el
Convento de los Carmelitas del Observatorio, los albañiles que mueren en
las obras de demolición del viejo París…) encontradas en Balzacie.
El sentido global de la parte I (El concepto de pueblo en la definición de lo
político) de la tesis se sustancia en una doble pregunta por el significado del
quién –EL PUEBLO- y del dónde – LO POLÍTICO definido como región
fenoménica. Curiosamente, ese sentido global sólo se completa con una
ausencia llena de contenido; y, en esta ocasión, fui yo misma quien se sirvió
de la poética del vacío, al objeto de fijar los límites de esta tesis, que no son
otros que los límites de lo político. Porque fue la radical heterogeneidad de
lo político, la imposibilidad de reducirlo a otra instancia, la que me llevó a
J. Rancière, Aux bords…, op. cit…, p. 17.
M. Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie. Essai sur le politique au XIXe siècle, Albin Michel,
Paris, 1998.
44 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, III, pp. 1021-1022.
45 Idem, “Illusions Perdues”, op. cit…, V, p. 144.
46 Idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, pp. 436-438.
47 Idem, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, pp. 336-337.
42
43
33
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
eliminar el que, en un primer momento, había concebido como último
épigrafe del capítulo III: “De las tormentas del 48 y sus consecuencias:
trabajo y soberanía.” Había diseñado este apartado como específicamente
galdosiano –así lo evidencia el juego de su título- y podría decirse que, de
todos los subcapítulos de la tesis, éste hubiera sido el más sencillo de escribir
porque, en cierto sentido, estaba hecho. Hubiera bastado con reelaborar
ciertos materiales de trabajos parciales 48 anteriores.
De haber respetado el plan original, habría estudiado las tensiones
entre el relato creado por el galdosianismo sobre el Galdós, ami du peuple, y
el modo en que la política 49 quedaba contenida en los Episodios. Habría
tenido serias dificultades para utilizar la definición que hace Ch. Tilly de la
acción colectiva como lenguaje; ya que, en los Episodios, apenas se explicita la
interacción (la masiva presencia de lo que es definido como violencia de los
muchos contrasta con los silencios o las alusiones indirectas a la respuesta
del Estado 50 ). Habría llegado a la conclusión de que, en el escritor nacional,
el cuándo de las movilizaciones rara vez explica el porqué. Habría revisado
S. Pinilla Cañadas, “Los bárbaros han llegado. Acción y movilización política en
los Episodios Nacionales y las novelas históricas de Benito Pérez Galdós”, en M.
García Sebastiani y F. del Rey Reguillo, Los desafíos de la libertad. Transformación y
crisis del liberalismo en Europa y América Latina, Biblioteca Nueva, 2008, pp. 373-394 e
idem, “Bestiario galdosiano. Metáforas del monstruo en la definición del pueblo en
las novelas históricas y los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós”, (artículo
en prensa cuya primera versión fue presentada en el marco de la Kentucky Foreign
Language Conference de la University of Kentucky (USA) en abril de 2006.
49 Definida, ya se dijo antes, como forma conflictiva del actuar humano que se
distingue de la gestión de la comunidad.
50 Ch. Tilly, “Repertorios de acción…”, op. cit…, p. 37. Para las referencias indirectas
a la respuesta del Estado en Galdós, cfr. idem, “Los Ayacuchos”, op. cit…, III, pp.
952 y 962; idem “La Fontana de Oro”, op. cit…, p. 199. La única excepción a este
silencio sobre la violencia estatal sería la de la descripción de los “tristes mártires”
de San Gil, es decir, los sargentos del cuartel de San Gil que se sublevaron en junio
de 1866. La elección de estas figuras como víctimas contadas es muy significativa,
porque se trata de víctimas “respetables”, dada su condición de militares. Cfr. B.
Pérez Galdós, “La de los tristes destinos”, op. cit…, IV, 979 y ss.
48
34
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
mis lecturas sobre la “teoría de la movilización de recursos” al comprobar
que el motín (en su versión galdosiana, la suma de ausencia de discurso,
violencia y explosión cinética 51 ) puede ser forma casi única de un repertorio
-el de los Episodios- y que su modularidad 52 desafía cualquier intento de
inscripción en un modelo teórico. Habría definido el recurso literario de la
narración indirecta 53 como mecanismo estético-político de l´écart que empuja
a los muchos hasta las ciudades a lo lejos –así, los barceloneses que se
movilizan por la “cuestión algodonera” en Los Ayacuchos o la huelga general
de Alcoy de 1873 en La I República. Habría aplicado el concepto de estructura
de oportunidades políticas 54 al estudio de las formas de acción colectiva del
Trienio que se describen en La Fontana de Oro y el 7 de julio 55 . Y habría
señalado la coincidencia de las imágenes más espectrales de la subjetividad
a medias en el tiempo narrado (Los cien mil hijos de San Luis, El Terror de 1824)
B. Pérez Galdós, “La Fontana de Oro”, op. cit…, I, p. 197 e idem, “La segunda
casaca”, op. cit…, II, p. 397.
52 Hago un uso irónico del concepto, por cuanto empleo un término propio de lo
que Ch. Tilly denomina nuevo repertorio –la modularidad- para referirme a la
particular visión que tiene Galdós –que no distingue la versión absolutista de la
versión liberal- de la forma clásica del viejo repertorio –el motín. Para el concepto
de repertorio, cfr. C. Tilly, “Repertorios de acción contestataria en Gran Bretaña:
1758-1834”, en M. Traugott, Protesta social. Repertorios y ciclos de acción colectiva,
Editorial Hacer, Barcelona, 2002, pp. 17-47. Para las descripciones del motín en
Galdós, cfr. B. Pérez Galdós, “La Fontana de Oro”, Novelas Contemporáneas, I,
Biblioteca Castro-Turner, Madrid, 1993, pp. 197, 357 y 443; idem, “La segunda
casaca”, op. cit..., II, p. 397; idem, “El equipaje del rey José”, op. cit…, II, p. 157; idem,
“Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, III, p. 635.
53 B. Pérez Galdós, “Los Ayacuchos”, op. cit…, III, p. 952 e idem, “La I República”,
op. cit…, V, p. 385.
54 Ch. Tilly ha elaborado este concepto a partir de una serie de variables que
pretenden medir el grado de permisividad/represión del Estado ante la posibilidad
de la acción colectiva. Cfr. S. Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales,
la acción colectiva y la política, Alianza Ensayos, Madrid, 2004, pp. 43 y ss.
55 B. Pérez Galdós, “La Fontana de Oro”, op. cit…, p. 83 e idem, “7 de julio”, op. cit…,
pp. 571 y ss. La limitación de estas descripciones positivas a narraciones referidas al
Trienio, nos indica que el autor se alegraba de la caída de la losa absolutista, y no
tanto de la creación de nuevos espacios de la aparición para la política popular.
51
35
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
con el debate sobre el sufragio universal en las Cortes (abril 1876-diciembre
de 1878) en el tiempo vivido 56 .
De haber respetado el plan original, en suma, habría contribuido con
entusiasmo a la estrategia de disyunción de las elites políticas y culturales
del siglo XIX y, lo que es peor, hubiera rebasado los márgenes imaginarios –
lo político como región fenoménica en la que emerge la política del pueblo o
la entrada del pueblo en la política- de ese relato sobre las ciudades del
relato que es la tesis que se presenta en estas páginas. Y lo habría rebasado
porque Galdós escribe después de las dos cesuras del XIX –les massacres de
Juin 1848 y la Commune-, es decir, después de que se completara la
separación de lo político y lo social iniciada en 1830. Para entonces, la
peregrinación de los muchos se había convertido en una suerte de viaje
moral que no se detenía (por eso no se puede hacer del ser-precisamente-así
del pueblo galdosiano parte de su política, como ocurre con Balzac 57 y, por
esa misma razón, no cabe el análisis comparado en esta particular cuestión)
en lugar de lo político alguno: partía del discurso de la inmoralidad que
anunciaba, con veinte años de adelanto, la psicología de las multitudes 58 y
tenía como punto de llegada la esfera supra-política de la virtud.
El debate se prolongó desde las primeras discusiones del proyecto constitucional
en abril de 1876 hasta el decreto de diciembre de 1878, por el que se retornaba al
sufragio censitario. D. George ha sido quien ha señalado, pertinentemente, esta
coincidencia. Cfr. idem, Of Terror and Restoration: the debate of universal suffrage and
the Second Series of Galdós´ Episodios Nacionales, en prensa.
57 En ese sentido, el capítulo III ha de leerse como condición de posibilidad del
capítulo VI de esta tesis.
58 Galdós aprende todo un dispositivo de imágenes y temas de la literatura anticommunard y ese sustrato común será heredado por la psicología de las multitudes.
Cfr. S. Pinilla, “Bestiario galdosiano…”, op. cit. , P. Lidsky, Les écrivains contre la
Commune, Éditions La Découverte, Paris, 1999, p. 49 y C. Zlotchew, “Galdós and
Mass Psychology”, Anales Galdosinanos, XII, 1977.
56
36
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Una virtud que tenía poco que ver con la virtud que había inspirado
el zèle compatissant. Se trataba de una suerte de reserva del imaginario
burgués que transformaba el potencial revolucionario del valor trabajo como
valor de los muchos en probidad; el tema de una narración que se
entramaba en la idea del nacimiento –la vida, en el sentido biológico del
término- de la nación. Ahora bien, esta venida a la existencia sólo se
proyectaba en el como si, porque aterraba –a Galdós, el primero- la
posibilidad de un aquí y un ahora abiertos al comienzo y su
impredictibilidad. La expresión más acabada de este horror es el uso
inconsciente que hace Galdós de las metáforas platónicas –el agua de la doxa
y la tierra de la verdad 59 - en el único intento de descripción de revolución
social que se recoge en los Episodios: las revueltas campesinas de Loja de
1861 de La vuelta al mundo en la Numancia (1906). El juego platónico no ha de
buscarse en el significado del marinero en tierra Diego Ansúrez 60 , sino en la
inscripción de esas movilizaciones in interiore Hispaniae 61 (Loja transformada
en aventura comunitaria exótica 62 ); un espacio de la consistencia que
convertía el torrente revolucionario –con la interesante confluencia de
campesinos y republicanos 63 - en agua canalizada 64 .
Sobre estas metáforas, cfr. “La escritura de la insurrección…”
La idea del marinero en tierra busca expresar el interrogante que el enigma de lo
social –que, trasladado al lenguaje galdosiano, serían los acontecimientos de “tierra
adentro” (B. Pérez Galdós, “La vuelta al mundo en la Numancia”, op. cit…, IV, p.
773)- provoca en un espectador que no termina de comprender del todo la
h/Historia. Y, en esta incomprensión, ha de verse también la idea galdosiana de
que los españoles son un enigma para sí mismos, pues Ansúrez pertenece a una
familia que representa la “etnicidad” celtíbera y que sirve de contrapunto a los más
ricos y poderosos García Fajardo en la IV Serie.
61 Tomo la expresión de Ganivet (Noli foras ire; in interiore Hispaniae habitat veritas).
Cit en E. Storm, La perspectiva del progreso. Pensamiento político en la España del cambio
de siglo (1890-1914), Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 166.
62 Una aventura utópica sin voluntad de afectación en lo real; muy distinta del viaje
con regreso que se analiza en el capítulo III de esta tesis.
63 B. Pérez Galdós, “La vuelta al mundo en la Numancia”, op. cit…, IV, pp. 769, 770,
771, 774, 778 y 779; cfr. J. Díaz del Moral, Historia de las agitaciones campesinas
andaluzas, Alianza Universidad, Madrid, 1973, pp. 79 y 81, C. Lida “¿Qué son las
59
60
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
El burro de cargas 65 de Luchana (1899, Tercera Serie) es sacrificio. Las
“entrañas bárbaras” del pueblo de Amadeo I (Quinta Serie, 1910) son vector,
caudal de energía. Las manos de la “muchedumbre jornalera de chaqueta y
alpargata” de Cánovas (Quinta Serie, 1912) son metonimia del trabajo.
¿Populismo regeneracionista? Ni siquiera se puede hablar de “cuestión
social” porque el cuerpo terrestre del pueblo galdosiano queda elevado desde
el mismo momento de su inscripción en el relato de nación: en los Episodios,
el actor colectivo aparece siempre al margen de su función social. La blusa
no es hábito de combate, ni se mencionan las enseñas de los oficios. Por
supuesto, ni rastro de la entrada del pueblo en la política y, muchos menos,
del imposible de una política del pueblo. Y, dado que la disyunción se había
completado hacía tiempo, ya no bastaba la sola visibilidad de los muchos –al
contrario de lo que ocurría en la Francia de entre-revoluciones- como parte
del principio de su política.
La política del pueblo no empieza, desde luego, por la distribución de
plazas en la ciudad; pero tampoco por el sacrificio, ni por la fuerza, ni por la
virtud. La política del pueblo, como toda política, comienza por la irrupción
en el mundo, por el vínculo en la separación y por la palabra (cfr. cap. III).
El único espacio de los Episodios –y sólo porque convenía al dispositivo
mítico-nacional, obviamente- en el que el pueblo viene al campo de lo visible
como subjetividad plenamente política es la narración de los orígenes: la
Primera Serie. El heroísmo de los muchos como expresión de la dimensión
clases populares? Los modelos europeos frente al caso español en el siglo XIX”,
Historia social, 27, 1997, p. 13.
64 Sobre el “coste de la canalización de aguas” resulta muy significativo el contraste
del balance de la represión que hace Galdós y el que podemos encontrar en un libro
que estuvo en la biblioteca del escritor canario, el Estudio histórico de las luchas
políticas en la España del siglo XIX de A. Fernández de los Ríos, cfr. idem, p. 457.
65 B. Pérez Galdós, “Luchana”, op. cit…, III, p. 359.
38
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
política del actuar humano. Tras de la incorporación de Araceli al tiempo
vivido en La batalla de los Arapiles (cfr. caps. IV y V), ya no hay lugar para el
pueblo como actor político. En las demás series, sólo encontramos una
brecha - en el sentido arendtiano del concepto (cfr. cap. I)- en las páginas de
la barricada de La revolución de julio (Cuarta Serie, 1903-1904). El nuevo
Gólgotha 66 es el lugar de la soberanía (como soberanía-permanencia):
“No me canso de decirlo: una de las cosas más bellas que yo había
contemplado en mi vida era la acción libre del pueblo durante algunas horas, el
albedrío nacional desenfrenado y en pelo, manifestándose como es; paréntesis
de realidad abierto en el tedioso sistema de ficciones que constituyen
nuestra vida social y política. Buen alivio daba el tal espectáculo al ansia de
belleza que me afligía (….) Yo quería más, más pataleos y manotazos de la
plebe restituida a su libertad; quería gozar más de las ideas elementales, como
fueron antes de la organización 67 , y ver el Gobierno y la Justicia reproducidos
en la desnudez y simplicidad de su estado primitivo 68 .”
La narración en primera persona despeja cualquier duda sobre la
intención del pasaje. Se trata de Pepe García-Fajardo 69 , Marqués de
E. Furieux «De l´autel de l´anarchie au Golgotha : la barricade de juin 1848 en
représentation », en VVAA, La barricade. Actes du colloque organisé les 17,18 et 19 mai
1995 par Le Centre de recherches en Histoire du XIXe siècle et la Société d´histoire de la
révolution de 1848 et des révolutions du XIXe siècle, Publications de la Sorbonne, Paris,
1997, p. 230.
67 La cursiva es de la autora.
68 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416.
69 Pertenece a una de las sagas más importantes de los episodios y se cuenta –junto
a Juan Santiuste y Proteo Liviano- entre los grandes “historiadores” de la epopeya
nacional. Su familia es propietaria de importantes posesiones en Guadalajara. En la
política pública, es una figura del entorno de Narváez y, en política doméstica,
acaba emparentado por matrimonio con la rancia y aristocrática familia de los
66
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Beramendi, autor de un diario que recoge los acontecimientos más
reseñables de la revolución de julio de 1854. El vínculo pueblo-soberanía,
tantos episodios oculto, emerge, de nuevo, a la superficie del relato a través
de la crónica del último espectador de lo político en los Episodios. Y la
naturaleza de la imagen recortada se deja notar incluso en la dicción: se
repite la misma imposible descripción de lo sublime, las mismas imágenes
in-estéticas que intentan absorber la sustancia heroica del pueblo de
Zaragoza o de Gerona (cfr. capítulo V). La barricada es interrupción del curso
ordinario de las cosas, epokhé, política, en fin; pero también es resurrección
efímera 70 y, pronto, sólo unas líneas después de que el narrador-espectador
reconozca el poder del vivir-unido-del-pueblo, el intento de afectación de la
soberanía de los madrileños embastillados es rebajado hasta el ridículo: “no
arrastraron a nadie, no quitaron de en medio a los que con voces roncas
llamaban rateros y truhanes 71 .” Se cerraba, definitivamente, el espacio de los
Episodios para la entrada del pueblo en la política.
Ese espacio, ya se ha dicho, ha de buscarse en la Primera Serie … y en
la parte segunda de esta tesis. El heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós es
diálogo con el diálogo entre Arendt y la tradición (se hace una breve
referencia a Agustín, Kant y Heidegger). Y es la propia naturaleza críticoinventiva de esa relación la que crea el margen teórico que posibilita mi
propio pensamiento (Cap. IV: El catálogo de las naves (o de los héroes
incontables)) . Tomo como premisa de partida la definición étonnment sobria
del heroísmo que –en ruptura con Heidegger- hace Arendt y lo que ella
Emparán. Este ambiente conservador es “corregido” por un carácter crítico e
inconformista que le otorga una voz propia en su entorno natural.
70 Sobre este carácter propio de la insurrección, cfr. “La escritura de la
insurrección…” (capítulo VI).
71 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416.
40
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
misma define como “estrecho vínculo de lo político con lo homérico 72 ”. Es
decir, voy hasta el Homero de ¿Qué es la política?, el Homero de la equidad
iliádica que la pensadora alemana comparte con Weil y Bespaloff; pero sólo
para llegar al Homero más original de Arendt, el que se inscribe plenamente
en la pluralidad. El poeta cuyo nombre ni siquiera menciona la autora
cuando, en La condición humana, define a los héroes, sencillamente, como
hombres libres que participan en la empresa troyana y se atreven a
comenzar una historia 73 .
Podría decirse que, de aquí a la última página, la tesis doctoral no
persigue otro objetivo que ahondar en el original Homero de Arendt, llegar
hasta su fondo. Primero, en la búsqueda e interpretación del pasaje de la
Ilíada –el verso que el poeta dedica a los héroes incontables en la invocación
a la Musas del canto II- que mejor expresa su concepto de heroísmo sin
cualidades heroicas. Estudio minuciosamente las posibles traducciones de la
palabra “plethýs” que aparece en ese verso 2.488, porque su sentido político –
clave para entender la relación arendtiana de identidad entre heroísmo y
pluralidad-, a mi juicio, sólo se alcanza con el concepto de los muchos. El
estudio del primer inserto de los polloí en la épica se cierra con un breve
análisis de la unión entre aparición y palabra de los incontables en el
episodio de Tersites de ese mismo canto.
El segundo epígrafe del capítulo IV (“Una nueva tradición épica: el
relato de nación y los héroes incontables”) analiza el relato de nación desde
una perspectiva poliédrica. Como forma evolucionada –hasta convertirse en
72
73
H. Arendt, ¿Qué es la política?, Paidós, Barcelona, 1997, p. 75.
Idem, La condición humana, Paidós, Barcelona, 2005, p. 215.
41
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
poema completo- del canto II de la Ilíada. Como épica de una forma política
–la nación moderna- que se enfrentaba a un problema –la articulación de la
presencia cívica de los muchos- que hundía su raíz en el hecho mismo del
origen de esa sociedad, es decir, en el hecho de que esa forma de las
relaciones sociales había nacido de y con la irrupción del número. Como
producto de una tradición que se concreta en el azar del talento colectivo
que acertó a ajustar el canto en su conjunto: J. Michelet. Las razones que me
llevan a estudiar a este autor son muchas. Primero, porque me conduce a
Vico: el teórico que define el heroísmo como construcción de una
subjetividad colectiva –el esfuerzo heroico de la humanidad viquiana es
creación de sí -, el filósofo de lo sublime como principio de invención, el
lector de Homero. Y, segundo, porque Michelet resolvió los dos problemas
que había dejado abiertos el poeta del canto II de la Ilíada: encontrar un
modo de contar a los incontables y descifrar ese enigma mayor que es la
lengua del pueblo. Y lo hace desde la obra. Me sirvo de la idea de H. White
del “emplotment” micheletiano como novela, si bien le hago un añadido;
pues entiendo que la Histoire de la Révolution Française es una novela sin
diálogos, en la que el sentido de las metáforas (Vico) activa los procesos
narrativos y hace del relato constelación de sinonimias en la que el discurso
sustituye a los nombres (Michelet hace hablar a los muchos como mudos).
La idea micheletiana del relato como espacio del devenir-sensible de
una subjetividad política que se ha liberado del encanto del nombre –el
pueblo-todo, medida exacta de lo político- opera en el mismo sentido que el
juego crítico-utópico de las ciudades: la perspectiva fenoménica (aumentada
desde que asumo como propio el análisis de M. Abensour del heroísmo
42
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
micheletiano en términos de Stimmung 74 )
convierte la proyección del
imaginario en invitación al sympósion y en forma del heroísmo, forma de
quien re-cita el mundo. Y, a partir de este espacio de Michelet, me pregunto
por los desarrollos de la nueva tradición épica en Balzac y Galdós, por la
acomodación de los héroes incontables al espacio narrativo de la novela
concebida como nueva forma de la epopeya. La clave de inicio está
relacionada con el lugar simbólico desde el que se escribe la épica: la edad
de hierro hesiódica que se define por la conciencia de la quiebra entre la
naturaleza y el hombre. El segundo momento de análisis viene con la
pregunta por la presencia/ausencia de esa conciencia de fragmentación en
los poemas de los aedos del XIX. Galdós escribe la Primera Serie como si no
conociera la quiebra –con alguna mínima excepción que se analiza- y Balzac
escribe desde la imposibilidad de recomponer el mundo a través de la épica
–la modernidad.
Estos interrogantes abundan en el Homero de Arendt –origen de la
política, heroísmo sin cualidades heroicas- y, aún, lo amplían; porque la
introducción en el análisis del problema de la conciencia de ruptura lleva a
la Odisea. Todavía me restaba dar un paso más para hacer de este Homero
completo esquema interpretativo: alejarme, en la medida de lo posible, del
magnetismo de su nombre, encontrar un armazón conceptual que me
permitiera convertir la Ilíada y la Odisea en fondo teórico del principio
heroico. Éste es el origen de lo que he dado en llamar épica primera y épica
segunda, las redes de significado que me han servido de guía, no para buscar
la Troya histórica –la nada poética Troya VIIa-, sino para buscar mis
ciudades del relato.
Tonalidad en el sentido musical del concepto. Para un análisis más amplio, cfr.
“Una nueva tradición épica…”
74
43
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Así, el capítulo V (La forma de los orígenes: el pueblo-héroe de la Guerra de
la Independencia) es interpretación de Galdós en clave doblemente 75
homérica. Sólo hacen falta pequeños traslados de lenguaje para ver en el
pueblo-héroe de la Primera Serie a la humanidad viquiana en pleno ejercicio
de invención de sí misma y descubrir, en el proceso mismo de pasar de la
nada al ser (levantamiento), los temas propios de la épica primera: el
campamento homérico que está en el Madrid del 2 de mayo, en Zaragoza, en
Gerona, en Bailén; la menis del pueblo-Aquiles, la conciencia narrativa de
unos personajes que se saben materia de canto para los hombres del futuro;
las vidas de los héroes incontables completamente giradas hacia el campo de
los asuntos públicos, la transparencia de los orígenes… La relación del
mundo fragmentado de La Comédie con Homero (cap. VI El heroísmo de la
mondernidad: daguerrotipos del desorden en La Comédie Humaine) no es –y nunca
mejor dicho- menos profunda. El Océano –interpretado a la luz de la
Weltanschauung romántica- es la metáfora total que autoriza la aplicación del
modelo heroico de la épica segunda: el flâneur como nuevo Odiseo; el viaje
como destino; el encuentro con lo plenamente humano –el original bios
politikós del número balzaciano- en el descenso al Hades (las katábasis); la
opacidad del mundo…
El lector de estas páginas podría decir que, en la última parte de la
tesis, se pierde la comparación entre Galdós y Balzac. Sólo si entendemos el
estudio comparado en el estrecho marco de la explicitación de analogías y
diferencias en un único espacio crítico; si ampliamos el concepto, se
comprueba fácilmente que los capítulos V y VI forman un pendant, si no
perfectamente simétrico, con vocación de simetría. Ambos capítulos
75
Lo que de Homero hay en Vico y Homero mismo.
44
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
abordan, en primer lugar, el problema de la inscripción narrativa de los
muchos, cuestión que abre el texto a dos formas literarias muy distintas. Una
evidente, como corresponde a la subjetividad heroica que contiene: el relato
(cfr. “Galdós como nuevo Demódoco”). La forma de la épica primera. Otra
fugaz, sorprendente, el espacio mínimo que basta a la irrupción de la épica
segunda: el daguerrotipo 76 (cfr. “De la problemática inscripción narrativa de
los muchos”).
El análisis de los elementos que crean el espacio para que la acción
surja, se prolonga en la caracterización de la figura del espectador de lo
político. El Araceli del comienzo de Trafalgar 77 y el flâneur 78 que se deja
arrastrar por las corrientes urbanas crean la distancia del entre-dos de la
política y habilitan también una modesta analítica de lo sublime –las
nociones crítica y pre-crítica del entusiasmo kantiano en el estudio de los
Episodios y las relaciones entre lo sublime natural y la gran ciudad en La
Comédie. El cierre de la tesis es un despliegue en paralelo de dos formas
completas de heroísmo –la que está hecha del tejido de la coléra y aquélla
que está hecha del tejido de la resistencia- : aparición, acción y muerte.
Irrupción plena (el levantamiento), invención de sí (el nacimiento en el 2 de
mayo) y muerte cultual (las majas y manolos madrileños, Zaragoza, Gerona)
en la épica primera de los Episodios 79 . Brecha insospechada (los cimerios que
salen al encuentro en cualquier rincón de la Estigia parisina), permanencia
Concepto original de la autora –as far as I know- a partir del proyecto de estudio
sociológico de “daguerrotipar” la sociedad que Balzac anuncia en Splendeurs et
misères des courtisaines. Cfr. H. Balzac, “Splendeurs et misères des courtisaines”, op.
cit…, VI, p. 426.
77 Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli: el espectador y la nación.”
78 Cfr “Las katábasis de La Comédie Humaine.”
79 Cfr. “El heroísmo como Stimmung.”
76
45
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
sin barricadas (en el ser-precisamente-así de los muchos) y muerte del azar
diario en la épica segunda de La Comédie 80 .
Et tout le reste est littérature.
Cfr. “Las katábasis de La Comédie Humaine” y
insurrección…”
80
46
“La escritura de la
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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PARTE I. EL CONCEPTO DE PUEBLO EN
LA DEFINICIÓN DE LO POLÍTICO.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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CAPÍTULO I. EL DESEO DE LOS MUCHOS
Y EL ESPACIO DE LA APARICIÓN.
“No tiene sentido dividir las
ciudades en estas dos clases, sino en
otras dos: las que a través de los
años y las mutaciones siguen dando
su forma a los deseos y aquellas en
las que los deseos, o logran borrar la
ciudad, o son borrados por ella.”
Ítalo Calvino, Las Ciudades Invisibles
49
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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1.1. Dua Umori Diversi
Toda ciudad, se puede leer en el capítulo IX de El Príncipe 81 , está
constituida por el enfrentamiento de dos deseos: el de los Grandes, por
dominar ; y el del pueblo, por no ser dominado. “Perché in ogni
82
città si
truovono questi dua umori diversi…” dice la maravillosa literalidad del texto.
Cualquier ciudad. La imposible forma del principado civil sobre la que
diserta Maquiavelo en el mencionado capítulo 83 . La Roma de los Discorsi,
expansiva y libre, que encuentra su fuerza en la desunión entre el Senado y
la Plebe 84 . O la Florencia de las Istorie, plagada de tantos entierros y tantas
ruinas de familias, “como no hubo jamás en ninguna otra ciudad de la que
se tenga memoria. 85 ”
N. Maquiavelo, El Príncipe, op. cit…, IX,p. 72.
N. Machiavel, De principatibus. Le Prince, PUF, Fondements de la Politique, Paris,
2000, p. 100. La cursiva es de la autora.
83 El capítulo se titula “Del Principado Civil”. Este oxímoron –¿cómo un principado
podría ser civil?- ha traído de cabeza a la crítica maquiaveliana (cfr. P. Larivaille, “Il
capitolo IX del Principe et la crisi del “Principato civile”, en Cultura e scrittura di
Machiavelli, Roma, Salerno, 1998, pp. 221-239). Y parece que el propio autor tenía
plena conciencia de la dificultad del tema a tratar en este capítulo, pues no lo
retomaría en ninguna de sus obras posteriores.
84 Cfr. N. Maquiavelo, Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Libro I,
capítulos IV y VII, Alianza Editorial, Madrid, 1987.
85 N. Maquiavelo, Historia de Florencia, Proemio, Tecnos, 2000, Madrid, p. 24. Por
supuesto, Maquiavelo también se refiere en esta obra al enfrentamiento de los
deseos. Cfr. Ibidem, p. 142.
81
82
50
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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Autores como G. Bock o A. Bonadeo 86 han subrayado el distinto juicio
que el diferendo romano (en un singular que lo define) y las discordias
florentinas (en un plural calamitoso 87 ) merecían a Maquiavelo; e incluso han
llegado a preguntarse por la coherencia de la interpretación del conflicto que
hace el maestro italiano. El planteamiento de este interrogante afecta a la
racionalidad del corpus maquiaveliano como conjunto y, prácticamente,
equivale a plantearse la posible o imposible compatibilidad entre El Príncipe,
los Discorsi y las Istorie; que es casi tanto como tratar de resolver la tensión
irreducible 88 entre el pensamiento de la razón de Estado y el pensamiento de
la libertad que atraviesa a Maquiavelo.
Lo verdaderamente decisivo, como sostiene C. Lefort 89 , es la
constitución de ese espacio contra 90 allí donde surja la apertura sensible a
que da origen el establecimiento del vínculo político Y es que la definición
maquiaveliana del disenso, como presencia de dos mundos en uno solo, se
remonta a la afirmación del conflicto entre los áporoi -aquellos que carecen
G. Bock, “Civil discord in Machiavelli´s Istorie Fiorentine”, en G. Bock y Q.
Skinner (eds): Machiavelli and Republicanism, Cambridge University Press, 1999,
Cambrigde, p. 183 y A. Bonadeo, Corruption and power in the works and times of
Niccolò Machiavelli, University of California Press, 1973, California, pp. 64-66.
87 Escribe Maquiavelo en las Istorie: “En Roma, como todo el mundo sabe, una vez
que fueron expulsados los reyes, nació la desunión entre nobles y plebeyos, y en esa
división continuó la ciudad hasta su ruina. Lo mismo hizo Atenas y lo mismo
hicieron todas las repúblicas que en aquellos tiempos florecieron. Pero, por lo que
respecta a Florencia, primero se desunieron entre sí los nobles, luego los nobles y el
pueblo y, por último, el pueblo y la plebe. Y muchas veces sucedió que una de estas
partes, al quedar vencedora, se dividió también en dos.” N. Maquiavelo, Historia de
Florencia, op. cit…, p. 24.
88 La crítica maquiaveliana ha resuelto esta tensión a partir de la distinción de dos
momentos de la ciudad, de tal suerte que se inscribe El Príncipe en el tiempo de la
fundación y los Discorsi –y las Istorie como su reverso- en el de la libertad política.
Cfr. M. Breaugh, L´expérience plébéienne, Payot, 2007, Paris, p. 99. Con todo, parece
innecesaria esa pulsión por “cerrar” la coherencia interna de la obra del florentino,
la división que habita en su ciudad –en todas las ciudades- habita en él mismo.
89 C. Lefort, Les formes de l´histoire. Essais d´anthropologie politique, Éditions
Gallimard, 1979, París, pp. 135 y ss.
90 M. Abensour, La démocratie contre l´État. Marx et le moment machiavélien, Éditions
du Felin, 2004, Paris, p. 150.
86
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de medios; o de armas, si utilizamos el vocabulario cívico- y los éuporoi –los
que disponen de ellos- que hiciera Aristóteles en el libro IV de la Política,
“pues es imposible que los mismos ciudadanos sean a la vez pobres y
ricos 91 .” En esta división de principios no acumulables 92 , la determinación
económica está inextricablemente unida a la determinación política, es decir,
la lucha de clases no se funda estrictamente en una oposición de orden
económico; sino que se despliega a partir del binomio mando-opresión. La
existencia de los Grandes y del pueblo, asegura Maquiavelo,
sólo se
determina en esa relación esencial –y no por la fortuna, las costumbres o la
diferencia de funciones-, en esa división insuperable.
Aún más, añade Lefort, también resulta trascendental que esos dos
lugares de lo social ocupen posiciones asimétricas. “El deseo de los Grandes
tiende a un objeto: el otro, y se encarna en unos objetos que le aseguran su
posición: riqueza, rango, prestigio. El deseo del pueblo es, por el contrario,
estrictamente hablando, sin objeto. Es la operación de la negatividad 93 .” Y
este diferendo, este desacuerdo, es absoluto e irresoluble porque los dos
deseos persiguen algo distinto. La imagen que expresa el deseo de los
Grandes es la del tener, la imagen que expresa el deseo del pueblo es la del
ser. Y en la inteligencia de estos dos apetitos –en la que queda contenida el
análisis de las técnicas del Poder y del comercio, la política y la economía de
Florencia-, se persigue desentrañar la naturaleza de la comunidad política, la
forma de las relaciones sociales: la ciudad.
Las líneas que siguen a estas palabras son un precedente genial del capítulo IX de
El Príncipe: “Por eso éstos parecen ser principalmente partes de la ciudad, los ricos
y los pobres. Además, por ser, por lo general, unos, pocos, y otros, muchos, estas
partes de la ciudad aparecen como contrarias, de tal modo que según la
superioridad de una u otra se establecen los regímenes, y éstos parecen ser dos:
democracia y oligarquía.” Cfr. Aristóteles, Política, IV, 1290 b 1 y ss y 1290 b 19,
Editorial Gredos, Madrid, 1988, pp. 230 y también 222.
92 J. Rancière, Aux bords du politique, Éditions Gallimard, Folio, 1998, Paris, p. 37.
93 C. Lefort, Les formes de l´histoire..., op. cit., p. 131. Todas las traducciones
aparecidas en el texto son de la autora.
91
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Y cada vez que se describe una ciudad, se dice algo de esa división
originaria de los humores. Esta primera ciudad se esconde debajo de los
misterios de la superficie de Balzacie 94 , original pólis que necesita más de
quince mil páginas de Comédie Humaine para convertirse en espacio de la
memoria para las palabras y las acciones de los hombres. Y es el suelo -sutil
e inquietante como el rumor del mar 95 - sobre el que se entrama la
imaginación de la comunidad imaginada que se conoce por el título de
Episodios Nacionales. La superposición de espacios conlleva una cierta
exigencia de totalidad, pues como dice Maquiavelo en el proemio de las
Istorie 96 , el enfrentamiento de los deseos merece ser profusamente descrito.
La tarea se complica desde el momento en que las ciudades del relato
–el París de Balzac, pero también el de Hugo; el Madrid de Galdós o la
Vetusta de Clarín- experimentan sucesivas transformaciones. Tienen algo de
ciudades invisibles, como si el hecho de no pensar el conflicto, de no decirlo
en el texto, pudiera exorcizar toda la potencia y la amenaza que contiene.
También tienen algo de ciudades a los lejos; tan lejanas, que se encuentran
más allá del espacio de la aparición en el que se revela lo político 97 . Para
acabar siendo ciudades intermitentes, ciudades que aparecen y desaparecen
con esa original temporalidad de la brecha que definiera H. Arendt 98 : un
presente que no se piensa como continuación de algo anterior, ni como
Es la poética denominación que utiliza la crítica balzaciana para referirse a La
Comédie en cuanto universo inventado.
95 Ver Infra.
96 N. Maquiavelo, Historia de Florencia, op. cit., p. 24.
97 Sobre la distancia necesaria entre el espectador y el mundo en el sentido
arendtiano, cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli…” y “Las katábasis de La
Comédie Humaine”.
98 M. Breaugh, L´expérience…, op. cit., p. 22.
94
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
anticipación de algo que está por venir; una experiencia de pureza que, sin
embargo, deja huellas.
Esta intermitencia de la brecha ha influido mucho en la configuración
del balzacianismo y del galdosianismo. Las preguntas sobre La Comédie y
sobre los Episodios son, en realidad, preguntas sobre esa ciudad (sobre sus
límites, sobre su carácter abierto o cerrado, sobre su forma y su contenido,
sobre quiénes la habitan y quiénes no) que se muestra y se esconde. De la
necesidad de dar respuesta a estos interrogantes surge toda una escuela de
crítica literaria que oscila entre una poética de lo pleno y una poética del
vacío; con el añadido de que, en muchas ocasiones, la plenitud se revela falla
–o brecha- y el punto ciego, presencia inmensa. Y es que Maquiavelo había
hablado de la necesidad de describir con detalle el enfrentamiento de los
deseos; pero guardó silencio sobre la distinta resistencia que uno y otro
humor ofrecen a su inscripción narrativa. El apetito de tener, el deseo de los
Grandes 99 , se ajusta perfectamente al relato, a la novela de costumbres; pero,
¿cómo aprehender el deseo de no ser oprimido?, ¿cómo atrapar la pura
negatividad?
Pareciera imprescindible densificar el espesor social del imaginario y
hacer de la obras de Balzac y de Galdós mundos acabados, repletos, sin
fisuras; como si con la explicación de la parte agotáramos la explicación del
todo 100 y la compacidad analítica despejara cualquier duda. En el caso del
De la lectura de ciertas obras de la crítica balzaciana, se desprendería la idea de
que en Balzac sólo pudiéramos encontrar el deseo de la burguesa Chaussée d´Antin
o del aristocrático Faubourg Saint-Germain.
100 Sobre el carácter abierto o inacabado de La Comédie y los Episodios se hablará
extensamente a lo largo de este trabajo. Cfr. M. Butor, Paris à vol d´Archange.
Improvisations sur Balzac II, Les Essais, Éditions de la Différence, Paris, 1998, p. 1 ;
también C. Bernard, Le chouan romanesque. Balzac, Barbey d´Aurevilly, Hugo, PUF,
99
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
novelista francés, Baudelaire y Gautier fueron los primeros en trazar una
gigantesca vertical que iba desde “la cima de la aristocracia hasta los bajos
fondos de la gleba 101 .” Más tarde, nombres como los de Faguet, Lanson o
Mauriac se sumaron a la legión de admiradores de la plenitud balzaciana 102 .
Para entender la poética de lo pleno de la ciudad galdosiana, hemos
de considerar de manera conjunta la política de la literatura –la literatura en
cuanto manera de contener el mundo –
y la política de escritor
–los
compromisos en las luchas políticas de la época 103 . El triunfador de Electra,
el presidente de la conjunción republicano-socialista, el orador que se
multiplicaba en discursos y alocuciones no podía sino afectar, de un modo
significativo, al sentido general de la imaginación de la comunidad
imaginada. Al extremo de que uno de los relatos más fascinantes de todos
los que se entretejen bajo la portada de los Episodios Nacionales es el de
Galdós, ami du peuple. Y quienes ostentan este título aman a un pueblo que
tiene mucho de ese número maquiaveliano que desea no ser oprimido.
Este relato se quiebra si, en la política de escritor, distinguimos entre el
l´engagement galdosiano y la forma en que las estructuras sociales o los
movimientos políticos quedan recogidos en sus libros. La crítica, sabedora
de esta quiebra, se ha empeñado, una y otra vez, en demostrar la verdad de
su representación colectiva sobre el autor, señalando, de manera más o
menos verosímil, un punto de contrición, el momento de la conversión de
Galdós en escritor del pueblo. Sin entrar a considerar seriamente la exótica
1989, p. 227 y J. Ebguy, «Le Balzac des philosophes », en J.L. Díaz e I. Tournier,
Penser avec Balzac, Christian Pirot Éditeur, Saint-Cyr-sur-Loire, 2003, p. 131.
101 Ch. Baudelaire, cit. en A. Wurmser, La Comédie Inhumaine, Éditions Gallimard,
Paris, 1973, p. 770.
102 Ibid.
103 Tomo estos dos conceptos de J. Rancière, cfr. J. Rancière, Politique de la littérature,
Galillée, Paris, 2007, p. 11.
55
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
interpretación de los comentaristas soviéticos de la década de los treinta que señalaron su paso del liberalismo a la verdadera doctrina hasta llegar a
“coincidir enteramente” con Karl Marx en su visión de España 104 -; hemos de
mencionar el clásico y siempre contestado argumento de Hinterhaüser (Los
Episodios Nacionales, 1963)
105
del socialismo galdosiano como síntoma de
senilidad; el exceso filantrópico de Jover Zamora (Política, diplomacia y
humanismo popular…, 1976)
106 ,
que hace de la supuesta demofilia de Galdós
¿simpatía espontánea? "por las clases populares de la ciudad”; el entusiasmo
de Rodríguez Puértolas (Galdós: Burguesía y revolución, 1975) –que fija la
conversión en el momento de la fecha de redacción de Fortunata y Jacinta,
1885-1887 107 -; o la prudencia de Suárez Cortina (La sombra del pasado, 2006) –
quien señala la frontera de 1909, con El Caballero Encantado 108 . Se diría que
V. A. Chamberlain, “El interés soviético por los Episodios y novelas de Galdós
(1935-1940), en VVAA, Actas del Primer Congreso…., en VVAA, Actas del Primer
Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Ediciones de Exmo Cabildo de Gran
Canaria, Las Palmas, 1973, p. 148.
105 H. Hinterhäuser, Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, Gredos, Madrid,
1963, p. 149. Pese a todo, ésta es una referencia obligada –uno de los trabajos
fundacionales de la crítica galdosiana- para cualquier estudioso de los Episodios
Nacionales.
106 J. Jover Zamora, Política, diplomacia y humanismo popular en la España del siglo XIX,
Ediciones Turner, Madrid, 1976, p. 396. También habla de “simpatía espontánea” A.
Olalla Real, “Los Episodios Nacionales de Galdós y la novela histórica: la primera
serie”, en VVAA, Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1990),
Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993, Las Palmas de Gran Canaria,
p. 769.
107 La afirmación de J. Rodríguez Puértolas (Galdós: Burguesía y Revolución, Turner,
1975, Madrid) es sorprendente, ya que Galdós, parafraseando a Flaubert, podría
haber dicho, “Jacinta, soy yo”. A lo largo de los años siempre guardó, como
veremos, mucho o poco de la extrañeza radical con la que su heroína miraba al
cuarto estado. Cfr. B. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, Cátedra, Madrid, 2000, pp.
315 y ss.
108 En esta fábula regeneracionista, Carlos de Tarsis, Marqués de Mudarra, sufre
una milagrosa conversión tras una peregrinación por las tierras de Castilla, España
eterna y trabajadora. El antiguo terrateniente, transformado en el obrero Gil, se une
a la maestra Cintia-Pascuala. De su unión nace Héspero, símbolo de una nueva
generación que se apresta a la lucha por desencantar y regenerar al país. Cfr. B.
Pérez Galdós, El caballero Encantado, Cátedra, 2000, Madrid. Pese a la vocación
político-transformadora de la obra, decir, como hace Suárez Cortina, que este
experimento narrativo sirve a Galdós para superar sus “limitaciones liberales y
104
56
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
existiera un impulso compartido por “salvar” de no se sabe muy bien qué
pira ideológica una parte mayor o menor del corpus galdosiano.
El amigo de “las muchedumbres desvalidas y trabajadoras 109 ”,
pergeñado a partir de los discursos republicanos y de la crítica de la
contrición, aumentaba el potencial inclusivo de la alegoría nacional
galdosiana que, en su vocación de totalidad, no había dejado en el olvido ni
a los mendigos 110 que habían defendido Zaragoza durante la Guerra de la
Independencia. Ahora bien, una cosa era la plebs tremendae milagrosamente
transformada por la causa de España y otra muy distinta la pura
negatividad maquiaveliana. En los supuestos generales de irrupción del
deseo salvaje de los muchos, resultaba inmediatamente aplicable la metáfora
que había empleado Cánovas en su análisis de la cuestión obrera: “… las
masas productoras y consumidoras (…) agítanse, según se ve, sin sujeción
alguna a ley cierta, y a la manera que el vasto y profundo océano; dejando
oír constantemente, por igual modo que él, un rumor bronco, que no
permite a la población marinera olvidar por sí solo un momento su
amenazada existencia 111 .”
Para que el número del deseo de libertad siguiera siendo ese “rumor
bronco”, las grietas que se hicieran al barco del todo político debían ser lo
suficientemente grandes como para dejar pasar el sonido amenazador y lo
suficientemente pequeñas como para que no se hundiera la nave. Emergen
entonces las ciudades a los lejos: la declaración de Pepe Fajardo en La
burguesas” me parece excesivo. Cfr. M. Suárez Cortina, La sombra del pasado. Novela
e historia en Galdós, Unamuno y Valle-Inclán, Biblioteca Nueva, Madrid, 2006, p. 90.
109 Carta de Galdós a Don Alfredo Vicente, Madrid 6 de abril de 1907, El Liberal y El
Pais, 6 de abril de 1907. Cit en V. Fuentes, Galdós, demócrata y republicano (escritos y
discursos 1907-1913), Cabildo Insular de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1982,
p. 51.
110 Ver lo que se dice sobre esta cuestión en “El heroísmo como Stimmung.”
111 A. Cánovas del Castillo, “La cuestión obrera y su nuevo carácter”, en Problemas
contemporáneos, vol III, Obras, Imprenta y fundición de M. Tello, Madrid, p. 489.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Revolución de Julio 112 , diciendo que sólo “oye” de la insurrección barcelonesa
de 1854; las noticias fragmentadas y a retazos que de la huelga general de
Alcoy de 1873 llegan a Proteo Liviano 113 ; y, sobre todo, la Loja de 1861 que
Diego Ansúrez arranca del tiempo histórico hasta convertirla en promesa de
futuro 114 .
Todas estas existencias flotantes -que llegan a la Historia re-creada a
través del mecanismo de la narración indirecta- habitan, la mayor parte del
tiempo, en las ciudades invisibles. Estas regiones, quién sabe si aéreas o del
inframundo, no tienen cabida en el relato; su inscripción narrativa es la falla,
una falla que deviene presencia inmensa. Así que cuando Anselmo Lorenzo,
desde las páginas del Liberal de Barcelona (1914), invitaba al insigne escritor
nacional a que incluyera en la gloriosa colección un episodio que bien
“pudiera titularse La Internacional”, le estaba pidiendo un imposible; por
cuanto otorgar al número organizado la dimensión narrativa del relato
hubiera sido tanto como reconocer a esos muchos la subjetividad plena de la
nación. Pese a ello, el obrero consciente se atrevió a señalar el vacío: “Este
proletariado español que derrama su sudor en el campo y en la fábrica y su
sangre en las guerras civiles y coloniales (…) necesita y merece la pluma de
un buen cronista. Quizá Galdós pueda satisfacer esa necesidad, por no decir
reparar esa falta 115 .”
Los habitantes de las ciudades intermitentes se parecen poco a
quienes pueblan las ciudades invisibles. Desbordan cualquier dique,
B. Pérez Galdós, “La Revolución de Julio”, IV, op. cit…, p. 410.
Idem, “La Primera República”, V, op. cit…, p. 385.
114Idem, “La vuelta al mundo en la Numancia”, IV, op. cit…, 779. Sobre estas
ciudades a lo lejos se tratará en “De las tormentas del 48 y sus consecuencias…”
115 Cit en F. Botrel, F., “Benito Pérez Galdós, ¿escritor nacional?”, en VVAA, Actas
del Primer Congreso Internacional … op. cit., p. 72.
112
113
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
narrativo o de cualesquiera otra naturaleza, que pretenda contenerles; pues
en la H/historia “se entra…, entrando 116 .” Irrumpen con la fuerza y la
volatilidad de los humores; y, si bien no consiguen adueñarse del relato por
completo, penetran por cualquier brecha y se acomodan al espacio narrativo
del instante fijado por la escena o el cuadro histórico: la multitud amotinada
en Aranjuez que descubre su espantosa faz communard 117 en los espejos (El
19 de marzo y el 2 de mayo), la anarquía reglamentada de la guerrilla (Juan
Martín, el Empecinado), el siniestro carnaval que asiste al ajusticiamiento de
Riego en la plaza de la Cebada (El terror de 1824); o la escritura de la
insurrección en La revolución de julio. Pero incluso aquí, el reconocimiento al
deseo desmesurado de los muchos queda rebajado por el sentido general del
relato de nación. Al fin y al cabo, a la anarquía reglamentada de las partidas
se debía el “respeto que todavía infunde a los extraños el nombre de
España 118 ” y el apetito “desenfrenado y en pelo” del pueblo de las
barricadas era, en última instancia, “albedrío nacional 119 .”
Galdós pretendía proyectar sobre el espacio de los deseos la fuerza
integradora de la comunidad imaginada, como si con ello pudiera expulsar
la división originaria de lo social hasta la ciudad distante; abriendo el relato
a otra ciudad del discurso, la España armónica: “Es curioso observar cómo
nuestra edad, por otros conceptos infeliz, nos presenta una dichosa confusión
de todas las clases, mejor dicho, la concordia y reconciliación de todas ellas. En
esto aventaja nuestro país a otros, donde están pendientes de sentencia los
graves pleitos históricos de la igualdad. Aquí se ha resuelto el problema
sencilla y pacíficamente, gracias al temple democrático de los españoles y a
B. Pérez Galdós, “Luchana”, III, op. cit…, p. 355.
El episodio de El 19 de marzo y el 2 de mayo está escrito en 1873, bajo el impacto de
los miedos provocados por la Comuna.
118 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op.cit…, I, p. 957.
119 Idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416.
116
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la escasa vehemencia de las preocupaciones nobiliarias 120 .” La afirmación de
la ciudad reconciliada en el discurso de nación podía evitar que, al menos en
el imaginario, los deseos borraran la ciudad; lo que no podía conseguir el
escritor nacional era que los deseos, con todo el caudal de fuerza y de
amenaza que encierra el diferendo, fueran borrados de ella.
El universo recreado no era tanto ese mundo entero que aplaudiera R.
Altamira 121 , cuanto el “mundo complejo, heterogéneo y variadísimo 122 ” que
definiera el propio Galdós en el prólogo a la edición francesa de Misericordia
de 1913. Un mundo entero a la manera de la modernidad, esto es,
incompleto, con alguna que otra grieta y vacíos inmensos; inaprensible como
corresponde a ese extraño ecosistema que es el espacio de los deseos;
inabarcable como la sociedad imposible de totalizar que llega al tiempo de la
narración con la cuarta serie de los Episodios, pero que habitaba en el tiempo
de la escritura desde que Galdós comenzara su carrera literaria a finales de
la década de 1860. 123
Los mecanismos del vacío en Balzacie no responden a la lógica del
relato de nación. La superposición de estratos geológicos es más complicada,
más difícil de rastrear; y la cadencia de aparición de las distintas ciudades –
son tantas en una sola- obedece a un tempo mucho más acelerado. Para
alcanzar la lógica de esta peculiar poética hay que considerar el eje
diacrónico y la geografía. En 1830, la inteligencia francesa no se preguntaba
B. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, I, Cátedra, Madrid, 2000, p. 163.
Rafael Altamira, “Galdós y la Historia de España”, Psicología y Literatura,
Barcelona, Imprenta de Heinrich y Cía Editorial, 1905, p. 193.
122 B. Pérez Galdós, Ensayos de crítica literaria, Edición de Laureano Bonet, Península,
1999, Barcelona, p. 225.
123 Evidentemente, la modernidad es tiempo de narración y tiempo de escritura
desde el primer momento en “la otra mitad” del corpus galdosiano: las Novelas
Contemporáneas.
120
121
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Scheherezade Pinilla Cañadas
todavía por la fisonomía permanente de los pueblos 124 ; estaba entregada al
ejercicio de autoanálisis de la “Francia revolucionada 125 ”. Toda creación
literaria terminaba por convertirse en una suerte de physiologie 126 en la que el
escritor dibujaba los perfiles imposibles de una nueva morfología –“esa
extraña metamorfosis social 127 ” que obsesiona a Balzac- tan blanda y tan
voluble como el medio líquido en que se desarrollaba: el capitalismo. Y entre
tanta acumulación de análisis sociológico, entre tanta exuberancia de lo
descrito, en el trop-plein de La Comédie, ¿dónde encontrar las brechas? ¿cómo
detectar los puntos ciegos?
Aplastado por el horror vacui –supuesto, como se podrá comprobarque tanto había alabado la crítica del XIX, el balzacianismo moderno
respondió con un movimiento pendular que concentró sus energías en la
búsqueda de posibles quiebras o ausencias. Benard Guyon, en un texto cuasi
fundacional, La pensée politique et sociale de Balzac (1947), fue uno de los
primeros en señalar un “gran lugar vacío, el de los obreros 128 ”. Lukács no se
Éstos serían los interrogantes que se plantearía la inteligencia francesa –con
Taine y Fouillée heridos por la débacle de Sedán- contemporánea a Galdós.
125 Tomo esta brillante expresión de Ch. Nodier. Cit en P. Laforgue, Balzac dans le
texte, Christian Pirot Éditeur, Saint-Cyr-sur-Loire, 2006, p. 142. Este participio –
“revolucionada”- es clave para entender el sentido general de La Comédie Humaine,
pues la premisa de partida de Balzacie en cuanto universo social y político son les
acquis de 1789. Volveré sobre este participio con frecuencia.
126 De hecho, muchas novelas de La Comédie quedan emparentadas con esta moda
de las physiologies desde los propios títulos: La femme de trente ans, Le médecin de
campagne, Le curé de village, Les provinciaux à Paris, Les paysans. Cfr. Pierre Laforgue,
“Analytique de la fiction”, en Claire Boirel-Moisan et Christèle Couleau, Balzac.
L´aventure analytique, Christian Pirot Éditeur, 2009, Saint-Cyr-sur-Loire, p. 93. La
fiebre de autoanálisis llegaría a España –evidenciando un acento particular hispano
en el estudio de tipos que, lejos de expresar novedad sociológica, tenían que ver con
una suerte de España eterna- un poco más tarde, en la década de 1840. Cfr. J.
Fuentes “Mito y concepto de pueblo en el siglo XIX: una comparación entre Francia
y España”, en VVAA, Pueblo, ciudadanía y otros conceptos políticos, Historia
Contemporánea, 28, I, p. 105.
127 H. Balzac, “L´hôpital et le peuple”, op. cit…, XII, p. 369.
128 B. Guyon, La pensée politique et sociale de Balzac, Librairie Armand Colin, Paris,
1947, p. 565.
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atrevió a tanto. En una serie de artículos escritos en 1934-1935 y publicados
en 1951 bajo el título de Balzac et le réalisme français, el crítico húngaro
comenzaba su reflexión con un análisis pormenorizado de Les Paysans 129 ,
obra rara en su especie dentro del conjunto del corpus balzaciano, pues aquí
el novelista llega a construir –algo que nunca llegará a hacer Galdós- un
relato sobre el deseo de no ser oprimido de los muchos.
Para un crítico marxista, esta novela podía tener un plus moral que
diera títulos aún mayores a la lectura marxista de Balzac: ¿por fin se
escuchaba la voz de los vencidos? Una lectura que se había iniciado con el
propio Marx, cuando menciona al usurero Gobseck como figura del delirio
acumulador en El Capital, y que había continuado con la carta (1888) en la
que Engels confesaba a Miss Harkness haber aprendido más de economía y
de política en la creación balzaciana que en los textos de economistas e
historiadores 130 . Marx y Engels no necesitaban, como Lukács, tirar de los
hilos que les ofrecía el Père Fourchon 131 para recomponer el universo de
Balzac a partir del pórtico de Les Paysans, hasta tejer un entramado social
perfectamente tupido y equilibrado. Al fin y al cabo, si el primer plano o,
mejor aún, si todo el espacio imaginario de la novela que había pretendido
“doblar” el siglo XIX era inundado por el deseo de los grandes por dominar,
más sencillo resultaría poner en evidencia las contradicciones del
capitalismo.
Lukács llega a definir esta obra como la más importante de la etapa final de
Balzac y, como queriendo hacer ver al lector la pertinencia de su criterio, da toda
suerte de explicaciones sobre el largo proceso de preparación ideológica. Cfr. G.
Lukács, G. Lukács, Balzac et le réalisme français, La Découverte/Poche, Paris, 1999,
pp. 19 y ss.
130 G. Gengembre, prefacio a Lukács, Balzac…, op. cit., p. VII.
131 Figura central de Les Paysans.
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Scheherezade Pinilla Cañadas
El error que no cometió Lukács fue leer La Comédie como si se tratara
de un documento histórico. Eso quedó para críticos de más raso vuelo, como
L. Chevalier 132 , quien, en su célebre Classes laborieuses et classes dangereuses
(1958), se dedica a tapar vacíos con un criterio muy del gusto de Balzac, el de
la verdad en los detalles 133 : “Las clases populares juegan un modesto papel
en la sociedad balzaciana; pero cada vez que aparecen o son evocadas,
aunque no sea más que entre paréntesis, en algunas líneas, al azar de un
itinerario (…), lo hacen siempre con las características exactas y en los
términos precisos que esperamos (…) El diagnóstico es breve, pero claro,
implacable, inevitable, como si no viniera del mismo autor, sino de una
exigencia colectiva de la opinión 134 .”
Ya en la década de los setenta, este vacío que late doliendo en Lukács
y se justifica en Chevalier, se explicita en todo su esplendor en las
interpretaciones de dos autoridades de la exégesis literaria marxista, A.
Wurmser (La Comédie Inhumaine) y Pierre Barbéris (Le monde de Balzac,
Mythes balzaciens, Balzac et le Mal du siècle). El primero elabora un catálogo
que distingue a los críticos de la plenitud de los críticos del vacío; el segundo
da un paso más al intentar explicar las razones de ese enorme agujero135 .
Barbéris 136 se sale de la política de la literatura y de la política de escritor –en sus
dos vertientes- para ir al contexto con el propósito de recabar datos que den
L. Chevalier se atreve a decir –si bien la fecha de publicación explica muchas
cosas-, al comienzo de su obra, que las descripciones que Balzac, Hugo, Sue o Zola
han dejado de Paris explicaban “la ausencia de toda investigación de historia social
sobre esta época”. Cfr. L. Chevalier, Classes laborieuses et classes dangereuses à Paris
pendant la première moitié du XIXe siècle, Librairie Plon, Paris, 1958, p. 6.
133 En el “Avertissement du Gars” (1828) –prefacio a Les Chouans- se puede leer :
« Nuestra literatura moderna no tiene más que la inmensa verdad de los detalles”.
Cfr. H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…., VIII, p. 1681.
134 Ibidem, p. 469 y también 491.
135 A. Wurmser, op. cit., pp. 767 y ss.
136 P. Barbéris, Le monde de Balzac, Éditions Kimé, Paris, 1999, pp. 221 y ss, 306, 327 y
ss y también Idem, Mythes Balzaciens, Librairie Armand Colin, Paris, 1972, pp. 108,
283 y 322.
132
63
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Scheherezade Pinilla Cañadas
razón de la peculiar inscripción narrativa del pueblo – y… ¿cómo es ese
pueblo?- en el mundo de Balzac.
De acuerdo con este autor, en los diecinueve años que median entre la
primera (Les Chouans, 1829) y la última (L´Envers de l´histoire contemporaine,
1848) novela de La Comédie, no hallamos en Francia más que una burguesía
tímida en sus empresas, diseminada en los talleres, con el sólo apoyo de la
financiación familiar y teniendo por toda vanguardia a la industria textil; y
es precisamente esta burguesía, nos dice Barbéris, la que condiciona y
explica la existencia y composición del pueblo, sus modos de vida y de
trabajo, su mentalidad 137 . Así que esas clases trabajadoras de Balzac que
todavía no son proletariado –carecen de conciencia, de ideología y de
medios de acción-, vendrían a ser reflejo del producto creado por los
trasuntos históricos del perfumista parisino Birotteau (César Birotteau), del
mago de las hilaturas Du Bosquier (La Vieille Fille) o del algodonero
Beauvisage (Le Deputé d´Arcis).
La crítica más reciente (H. Miterrand, R-A. Courteix, J. Guichardet o
P. Laforgue 138 ) ha abundado en esta misma poética del vacío, convirtiendo el
topos de las alusiones y elusiones significativas –¿de qué otro modo se puede
explicar algo en un laberinto de signos?- en herramienta imprescindible para
todo estudio socio-histórico de la obra de Balzac. Las ausencias ilustran; e
ilustran más si, como dice A. Wurmser, son constantes. Ahora bien, ¿por qué
Ibidem, p. 328.
H. Miterrand, Le discours du roman, PUF, Paris, 1980, p. 210, R-A. Courteix, Balzac
et la Révolution Française, PUF, Paris, 1997, p. 381, J. Guichardet, Balzac «archéologue
de Paris », Slatkine Reprints, Genève, 1999, p. 129, P. Laforgue, Balzac dans le texte,
Christian Pirot Éditeur, Saint-Cyr-sur-Loire, 2006, p. 170.
137
138
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
esta omisión es tan recurrente como Rastignac 139 ? Porque se corresponde
con la representación de los habitantes de las ciudades intermitentes. Esta
región es el Champ de Mars de La Comédie. Balzac parece tener una intuición
que se hace descubrimiento consciente en Michelet (Histoire de la Révolution
Française 140 ): el vacío es el único monumento posible al humor salvaje de los
muchos, la sola representación de lo que se muestra irreducible a la forma.
De ahí que el pueblo balzaciano aparezca como agarrado a los bordes
de una ciudad que aparece y desaparece: habitando el taller del último piso
de la Maison Birotteau 141 , aceptando la moneda de un sacerdote para
abandonar el puente del quai de la Tournelle 142 , dejando huellas de su ser
social –botones caídos, trozos de cuero, golosinas de espartería convertidos
en enseñas de los oficios- sobre la cenagosa escalera de un edificio de la Rue
de la Perle 143 , asomándose a las ventanas del Tourniquet-Saint-Jean como
queriendo enseñar al curioso inteligente “una imagen completa de la vida
Rastignac es uno de los personajes más importantes de La Comédie. Su figura
caleidoscópica sólo se puede componer a partir de la lectura conjunta de títulos
como Le Père Goriot, La Maison Nucingen, Splendeurs et Misères des Courtisaines, Le
Député d´Arcis o La peau de chagrin. Este joven aristócrata experimentará su
transformación decisiva en la novela del pobre Goriot. Aquí Rastignac aparece
como un joven estudiante de derecho, recién llegado de la provincia, que conocerá
de la terribilitá del infierno parisino por la vía directa: el cruel abandono en la
miseria que sufre su compañero de pensión, el père Goriot, por quien es su amante,
Delphine Goriot, convertida para el mundo en baronesa Nucingen. Con sus pobres
recursos de habitante del quartier Latin paga el entierro de un Goriot que ha
muerto de pena y cierra la novela con un juramento que lanza a París desde las
colinas del cementerio de Père-Lachaise: “À nous deux, maintenant ! ” Figura de la
ambición, el egoísmo y el cinismo serán las armas de que se valga para triunfar en
el mundo y, por supuesto, lo consigue: no duda en servirse del dinero del marido
de su primera amante para enriquecerse, cambia de femme du monde –la baronesa
Nucingen por la marquesa d´Espard-, terminará siendo Ministro del Justo Medio y
par de Francia.
140 J. Michelet, “Préface de 1847”, Histoire de la Révolution Française, I, Pléiade,
Éditions Gallimard, Paris, 1952, p. 2.
141 H. Balzac, «Histoire de la grandeur et la décadence de César Birotteau », op. cit.,
p. 43
142 Idem, «L´Envers de l´Histoire Contemporaine », op. cit., p. 218.
143 Idem, «Le Cousin Pons », op. cit., p. 633.
139
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Scheherezade Pinilla Cañadas
que lleva la clase obrera” : la humedad de las cavas y el trabajo de las
agujas 144 .
Esta tensión –irresoluble, como todas las que se han analizado- entre
la poética del vacío y la poética de lo pleno nos remite a la escena inaugural
de la ciudad. La política es cuestión de apariencia, un asunto estético, el
lugar de la visibilidad; de ahí la importancia del problema de su
representación. De hecho, es el problema; ya que, como afirma J. Rancière 145 ,
el elemento constituyente de la política es el conflicto sobre la existencia de
una escena compartida y sobre las partes que en ella se incluyen. Sólo allí
donde los hombres se ven unos a otros, sólo allí donde se reconocen, es
posible ese dominio artificial –la polis- que convierte a quienes son
desiguales por naturaleza en iguales por convención 146 . Los muchos no
tienen (recordemos que su apetito está ligado al ser, no al tener) otra cosa que
la posibilidad de ver y de ser vistos y, con cada apertura del imaginario, se les
reconoce que son libres como los otros. Este vínculo, que señalara H.
Arendt 147 , entre visibilidad e igualdad, la identidad entre visibilidad y
política, arroja nueva luz sobre la decisión de la inscripción narrativa de los
muchos y dice todo sobre la naturaleza de la invitación que se les hace, o no
se les hace, a participar en el sympósion 148 .
La generosa propuesta que hace Maquiavelo –otorgando al
enfrentamiento de los deseos los relatos de los Discorsi y de las Istorie y la
Idem, «Une double famille », op.cit, II, p. 20.
Cfr. J. Rancière, La Mésentente..., op. cit., pp. 110 y ss. y también M. Breaugh,
L´expérience…, op. cit., p. 162.
146 H. Arendt, Sobre la Revolución, Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 39.
147 Idem, La condición humana, op. cit…, p. 225. Para un análisis del vínculo
arendtiano entre visibilidad e igualdad, cfr. C. Lefort, Essais sur le politique, XIX-XXe
siècles, Éditions du Seuil, 1986, París, p. 72.
148 Metáfora de la política en cuanto espacio y palabra compartidos.
144
145
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veta del capítulo IX de El Príncipe- se coloca, junto a Aristóteles y
Montesquieu 149 , del lado de la excepción en la historia del pensamiento
político. La ciudad del discurso más frecuente es la ciudad intermitente; si
bien la cadencia y amenaza de sus apariciones presenta la variabilidad y la
multiplicidad propia de quienes la habitan. Así, la brecha galdosiana es más
frecuente y más lenta que la balzaciana, necesita de más espacio narrativo
(capaz incluso de detener, momentáneamente, el fluido del relato hasta
cristalizar en una escena) ; y, pese a todo, nada en esas grietas extendidas de
Galdós provoca el terror sagrado de la revelación abisal de L´Interdiction:
“Ciertamente, un dibujante, un Rembrandt, si existiera en nuestros días,
habría concebido allí una de sus magníficas composiciones contemplando esta
miserias ingenuamente colocadas y silenciosas. Aquí la rugosa figura de un anciano
austero de barba blanca, de cráneo apostólico, ofrecía un completo San Pedro (…)
Allí una mujer joven daba de mamar a su hijo pequeño para que no llorara,
teniendo otro, de alrededor de cinco años, entre sus rodillas (…) También se
encontraba allí el obrero joven, débil, perezoso, cuyo ojo pleno de inteligencia
anunciaba altas facultades oprimidas por necesidades combatidas en vano,
callándose sobre sus sufrimientos, y a punto de morir por no encontrar la ocasión
de saltar las barreras del inmenso vivero en el que se agitan esas miserias que se
entre-devoran 150 .”
En esta escena de resistencia, umbrosa y bien compuesta como un
Rembrandt, se expresa un deseo concreto de libertad, se pido mucho más que
el Poder. Estos proletarii, esos que no hacen otra cosa que reproducir su
propia multiplicidad, no son el invento insolente de la “fraseología
moderna 151 ”. Son tan antiguos y tan nuevos como su apetito y el apetito de
los Grandes; y están ahí, haciendo política con su ser social. Balzac, imitando
al Maquiavelo que escribe El Príncipe, no dice más sobre el deseo de no ser
Me refiero, claro está, al estudioso de la decadencia de los romanos.
H. Balzac, « L´Interdiction », op. cit., III, , 437-8.
151 Idem, “Pierrette”, op. cit…., IV, p. 29.
149
150
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Scheherezade Pinilla Cañadas
oprimido de los muchos; y explicitar este deseo es tanto como explicitar el
enfrentamiento de los humores.
Sin embargo, pocas veces se ha visto al número tan en permanencia en
su quietud. No estamos en la tramoya operística de la Saint-Merry de Les
Misérables de Víctor Hugo 152 ; ni en las escaleras del Palacio Real de Aranjuez
que la anarquía espontánea 153 ensucia en su afán de destrucción (El 19 de marzo
y el 2 de mayo 154 ); ni en las madrigueras de la deidad harapienta que
despierta la repugnancia del narrador de El equipaje del rey José 155 ; ni en los
barrios bajos madrileños plagados de perros que aúllan de Los Cien Mil Hijos
de San Luis 156 . El lector ha sido introducido en la ¿apacible? sala de espera
del filantrópico Juez Popinot 157 .
Por aquí no transitan las criaturas del
Madrid embastillado 158 , esos “degollados con vida”, esos “hombres rojos”,
ese “tronco que alienta, arrastrando las extremidades difuntas 159 ”; se ofrece
un espectáculo de anatomías plenas: la gravitas de un cráneo apostólico, la
Cfr. V. Hugo, “Le 5 juin 1832” y “La guerre entre quatre murs”, Les Misérables,
Oeuvres Complètes, Romans II, Éditions Robert Laffont, 2002, Paris.
153 Me sirvo del concepto que H. Taine acuñara en Les origines de la France
contemporiaine para definir a la multitud amotinada en Aranjuez.
154 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit..., I, pp. 384 y ss.
155 Idem, “El equipaje del rey José”, op. cit…, II, p. 157.
156 Idem, Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, II, p. 635.
157 Se trata de uno de esos personajes “blancos” que encarnan el bien –junto a los
amigos del Cénacle, al doctor Benassis y a algún que otro personaje-, figura clave de
la contre-société balzaciana que se opone, de un modo secreto, a la ferocidad del
universo social de La Comédie. Su esfuerzo es enorme y la conquista es pequeña,
pero su casa es respetada por todos los ladrones de París. Esta figura de la caridad
resulta especialmente significativa por su condición de juez, puesto que Balzac,
según nos cuenta en su descripción del infierno parisino de La fille…, entendía que
todos aquéllos que portan la toga negra habitan en el vientre de la ciudad y
conocen de la negrura de su interior. Lo encontramos en novelas como
L´Interdiction, César Birotteau o L´Envers de l´histoire contemporaine.
158 Tomo esta genial expresión de un republicano francés del XIX, Aragó. Cfr. M.
Löwy, “La ville, lieu stratégique de l´affrontement des classes. Insurrections,
barricades et haussmanisation de Paris dans le Livre des Passages de Walter
Benjamin”, en B. Wittte, Topographies du souvenir. Le livre de Passages de Walter
Benjamin, Presses Sorbonne Nouvelle, 2007, París, p. 68.
159 B. Pérez Galdós, “El terror de 1824”, op. cit…, III, p. 954.
152
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falsedad acabada de una máscara, la belleza redonda de la maternidad o la
inquietante pereza de los débiles en el instante que precede a su
transfiguración.
Por alejadas que puedan parecer las estrategias estético-narrativas de
Balzac y de Galdós, lo cierto es que ambos escritores intentan resolver el
problema de la representación de aquello que es grande por toda
comparación, de aquello que no se puede abarcar 160 : “semejantes a las
máquinas de vapor, los hombres agrupados por el trabajo se reproducen
todos con la misma forma y no tienen nada de individual. El hombre
instrumento es una suerte de cero social, cuyo mayor número no compondrá
jamás una suma si no está precedida por algunas cifras. Un arador, un
albañil, un soldado son los fragmentos uniformes de una misma masa161 .” Y
ya sea por esta vía indirecta del fragmento (las figuras balzacianas,
supuestamente reconocibles, no son más que teselas de un mosaico
inacabado), ya sea por la vía directa de la imagen abstracta, de la imagen inestética (los medios cuerpos de la barricada-Gólgotha galdosiana nos hablan
de la impotencia de la imagen 162 ) ; La Comédie y los Episodios reconocen en la
sublimidad de la carne popular, no al depositario de un poder abstracto,
Éstas son las notas que caracterizan lo sublime. Cfr. I. Kant, Crítica del Juicio,
Espasa Calpe, Madrid, 2004, pp. 186 y ss. Para un estudio detallado de esta
cuestión, ver todo lo que se dice en “El entusiasmo de Gabriel Araceli” y “Las
katábasis de La Comédie Humaine”.
161 H. Balzac, “Traité de la Vie Élegante », op. cit…, X, p. 213.
162 La fuerza abstracta del pasaje galdosiano merece ser reproducida en su
integridad: “los muertos de revoluciones, tirados en las calles, los cadáveres sin
cabeza o los trozos de cuerpos descuartizados por la artillería nos dan impresión de
terror más espeluznante que ninguna otra clase de muertes, y el espanto llega a su
colmo cuando vemos vivos, con la mitad de su naturaleza muerta, un tronco que
alienta, arrastrando extremidades difuntas, o un agonizante que enloquece y pide
que acaben de matarle.” B. Pérez Galdós, “Los Ayacuchos”, III, op. cit…, p. 954 y
también cfr. “La escritura de la insurrección.”
160
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sino a la fuerza de receptividad de la idea de libertad 163 como poder de
comenzar, como poder de crear una brecha, un rasgón.
¿No define Pepe García Fajardo 164 en La revolución de julio 165 la “acción
libre del pueblo” como albedrío “desenfrenado y en pelo”, como ideas
elementales “antes de la organización”, como “Gobierno y Justicia […]
reproducidos en la desnudez y simplicidad de su estado primitivo”? Este
poder de iniciar algo nuevo –que es, a un tiempo, promesa y amenaza,
potencia e impotencia- de la calle madrileña se transforma en comienzo,
literalmente biológico, de la madre que amamanta a su hijo en la modesta
antesala del juez “del douzième arrondissement, el barrio más pobre de
Paris 166 .” Y con cada venida a la existencia, con cada nacimiento, el mundo
como espacio se abre al mundo como pluralidad 167 y emerge ese entre-dos en
el que el individuo se distingue qua individuo frente a sus iguales 168 .
En lenguaje maquiaveliano, diríamos que el pueblo está dotado de ciertas
cualidades morales y cívicas innatas. Cfr. A. Bonadeo, “The role of the people in the
works and times of Machiavelli”, Bibliothèque d´Humanisme et Renaissance, Travaux
et Documents, Tome XXIII, Librairie Droz, 1970, Genève, p. 377.
164 Pertenece a una de las sagas más importantes de los Episodios y se cuenta –junto
a Juan Santiuste y Proteo Liviano- entre los grandes “historiadores” de la epopeya
nacional. Su familia es propietaria de importantes posesiones en Guadalajara. En la
política pública, es una figura del entorno de Narváez y, en política doméstica,
acaba emparentado por matrimonio con la rancia y aristocrática familia de los
Emparán. Este ambiente conservador es “corregido” por un carácter crítico e
inconformista que le otorga una voz propia en su entorno natural. Será una
referencia frecuente en este trabajo.
165 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416.
166 H. Balzac, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 429. Este quartier será el espacio por
antonomasia de los malheureux de París durante la primera mitad del siglo XIX.
Actualmente, ocuparía una parte del XIIIe arrondissement : Saint-Marcel,
L´Observatoire y la Rue S. Jacques.
167 Se puede leer en H. Arendt: “Llamamos “mundo”, en efecto, no sólo a esa
creación de Dios, el cielo y la tierra […], sino que también todos los habitantes del
mundo son llamados “mundo”…” H. Arendt, Le concept d´amour chez Augustin,
Petit Rivage, Payot, 1999, París, 40. Y también cfr. A. Scala, “Hannah Arendt et la
philosophie”, en VVAA, Hannah Arendt. Confrontations, Les Cahiers de Philosophie,
1987, p. 33.
168 H. Arendt, La condición humana, Paidós Básica, Barcelona, 2005, p. 225.
163
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Así que ese enorme vientre del que emana todo –las clases y los
hombres, las funciones y los oficios-, no es sólo vientre. El número del deseo
es un vientre que pretende salir del orden vital, elevarse. El deseo del
número es el impulso desordenado y fogoso hacia aquello que considera su
propio bien, lo que le dispone a todas las audacias, lo que hace de los
chisperos madrileños figuras de la cólera 169 o de les paysans des Aigues lobos
insaciables 170 . Es el salto que convierte a los malheureux en enragés 171 . Así
que esa boca 172 gigantesca, que se imagina siempre riendo, siempre abierta y
desdentada, con “ansia de devorarlo todo 173 ”, posee una extraña avidez
ligada al ser.
Los muchos, esos que no son otra cosa que la masa de
indiferenciados que no tienen ningún título positivo; desean, sin embargo,
que les sea reconocida la misma libertad que aquellos que poseen riqueza y
virtud.
Para ello no necesitan alcanzar la madurez lógica, ni poseer la
grandeza moral de sacrificio, o la pureza de infancia que tradicionalmente
le atribuye la tradición democrática, ni transfigurarse en el personaje “nuevo
e imprevisto” (P. Leroux 174 ) que redimiría al siglo. No precisan más que la
B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo….”, op. cit., I, p. 433.
H. Balzac, “Les Paysans”, op. cit…, IX p. 195.
171 A la hora de analizar esta transformación de los muchos, me aparto del criterio
de Arendt y vinculo la rabia a la libertad -no al sufrimiento. Cfr H. Arendt, Sobre la
revolución, Alianza Editorial, 2006, Madrid, pp. 146-149 y también cfr. Del problema
de la virtud…
172 La boca, como metáfora de lo corporal, ha sido una de las claves en el tradicional
dispositivo de representación del pueblo. Cfr. M. Bakhtine, L´oeuvre de François
Rabelais et la culture populaire au Moyen Âge et sous la Renaissance, Tel Gallimard,
1970, París, p. 323.
173 B. Pérez Galdós, “Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, II, p. 635.
174 J-C Fizaine, “Les Romantismes et la Révolution de Juillet », « Mil huit cent
trente », Romantisme, 28-29.
169
170
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imaginación que les reconociera Spinoza 175 para componer el todo político a
partir del “cero social” de Balzac. La posibilidad de su elevación radica en su
mera existencia, en su voluntad de ser político; y como la satisfacción del
apetito no puede ser más que aparente, el ser de los muchos consiste en ese
extraño perseverar –con las intermitencias de la brecha- en el deseo de no ser
oprimido.
Esta voluntad mínima es tres veces absoluta: por la inmensidad del
sujeto (el pueblo cuenta por su número), porque siempre tiende a lo
imposible y porque intenta imponerse a todo el cuerpo político. La
racionalidad de los humores 176 es muy característica, pues se define por esa
tendencia expansiva que desata una tensión que se transforma en equilibrio
inestable. La idea de humor remite a algo que no es ni del orden de lo
originario, ni del orden de una estabilidad identificable. Es el movimiento
intransitivo –es decir, que encuentra su fin en sí mismo- que requiere el
original orden 177 de la ciudad de los deseos. Un desequilibrio incesante, un
fluido 178 , un medio voluble y blando en el que se descubre la estructura
política de la igualdad 179 ; y, muy específicamente, la resistencia recíproca a
Spinoza entiende que el vulgus –como él denomina a la multitud- es capaz de
imaginaciones que pueden sustituir a la razón en ciertos registros; y, de esa
capacidad, deriva la afirmación de la posibilidad del autogobierno de los muchos.
Cfr. P. Sloterdjik, El desprecio de las masas. Ensayo sobre las luchas culturales de la
sociedad moderna, Pre-Textos, 2002, Valencia, p. 45. También cfr. De la soberanía y de
la capacidad del pueblo…
176 G. Sfez, “Machiavel: l´accord politique et la raison des humeurs”, en Christiane
Menasseyre (dir): Figures italiennes de la rationalité, Éditions Kimé, 1999, París, pp.
134 y ss.
177 Maquiavelo entiende que de esta desordenada ordenación de los humores
nacen, en un solo movimiento, potencia, ley y libertad. Cfr. C. Lefort, Le travail de
l´oeuvre Machiavel, Tel Gallimard, 1986, París, 480 y también G. Cadoni,
“Machiavelli teorico dei conflitti sociali”, Storia e Politica, Anno XVII, Fasc. 1, Marzo
1978, p. 205.
178 C. Lefort, Le travail… , op. cit., p. 382.
179 De las dificultades de la inscripción narrativa de esta estructura política –que, en
lenguaje florentino, se denomina república-, da razón el mismo corpus
maquiaveliano, pues mientras el concepto de igualdad aparece, entre otras obras,
175
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la universalización de uno de los deseos. Porque los Grandes impiden al
pueblo establecer la libertad como valor exclusivo; el pueblo, en un impulso
de igual desmesura, impide a los Grandes obtener todo el Poder y, por ende,
hacer de la libido dominandi la lógica exclusiva del poder (en la pluralidad de
formas que indica el uso de la minúscula inicial).
Se trata de una igualdad simbólica que permite pensar la ciudad, si no
como un espacio de la horizontalidad plena, sí como un espacio al margen
de la verticalidad, a un tiempo metafórica y real, de las ciudades existentes.
No se dan aquí las correspondencias inversas (como en los círculos del
infierno del incipit de La fille aux yeux d´or o en la mirada desde arriba que los
tejados de la villa permiten a García Fajardo 180 ) entre el París o el Madrid
físico y el París o el Madrid moral; no hay oposición entre el ser y el parecer.
Estamos en el agua originaria de lo político -los símiles del océano, del mar,
del torrente, de la tempestad, de la lava, que encontramos en Homero, en
Platón, en Vico, en Michelet y … también en Balzac y Galdós- 181 , donde las
relaciones se transparentan; y ya no importa tanto si el afán de posesión de
los Grandes o la envidia 182 de los muchos son las palancas que mueven a la
en los Discorsi y las Istorie; no encontramos rastro –con la excepción de la veta
oblicua del capítulo IX- de dicho concepto en El Príncipe (cfr. P. Larivaille, La pensée
politique de Machiavel. Les discours sur la première décade de Tite-Live, Presses
Universitaries de Nancy, 1982, Nancy, p. 175. También ver N. Maquiavelo, Historia
de Florencia, op. cit…, III, 1 y A. Bonadeo, Corruption, conflicts and power in the works
and times of Niccolò Machiavelli, University of California Press, 1973, California, p.
103). Análogamente, se puede colegir que el espacio narrativo –en su forma y en su
fondo- de la igualdad de Balzacie será muy distinto al de la igualdad de la
comunidad imaginada por Galdós: así la naturaleza de la obra, así la ciudad.
180 B. Pérez Galdós, “La Revolución de Julio”, op. cit…, IV, p. 420.
181 Trataré de este agua originaria en Del heroísmo de la vida moderna. Y las
referencias son frecuentes, H. Balzac, “Une ténébreuse affaire”, VIII, op. cit…, p.
672; B. Pérez Galdós, “La Revolución de Julio”, op. cit., IV, p. 411.
182 Balzac habla, sin ambages, de la “haine” del proletario y del campesino. Cfr. H.
Balzac, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 93.
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naturaleza humana siempre una 183 , sino el permanente enfrentamiento de
los deseos que es el estado social.
La fluidez de lo político no debe confundirnos -tampoco debe hacerlo
la vocación expansiva de los dos apetitos salvajes- hasta el extremo de
llevarnos a pensar en una supuesta identidad de los humores en la ciudad.
En Balzacie no existe, como sostiene H. Miterrand, un único deseo – “el
oro 184 ”, pues Balzac gusta de llamar al nuevo dios por su propio nombre-,
no hay “equivalencia de las clases” y mucho menos “una relación de
complementariedad, de taxonomía –como de especies animales diferentes
devoradas por un mismo hambre 185 .” De ser así, cabría la posibilidad de
reducir la división originaria de lo social a partir de esa unidad de medida
Balzac, como Maquiavelo, cree en la posibilidad de la ciencia política porque
cree en la inmutabilidad de la naturaleza humana; al extremo de que alguno de sus
pasajes parece entresacado del capítulo XVII de El Príncipe: “Entonces, por poco
que usted quiera juzgar el futuro por el pasado […] ¿los hombres de hoy no son los
hombres de ayer, salvo por el vestido, el lenguaje y las costumbres? […] ¿No vemos
las mismas virtudes, los mismos errores, las mimas ideas con palabras distintas?”.
H. Balzac, “Lettres sur Paris”, Oeuvres Diverses, Pléiade, Gallimard, II, 1996, París, p.
928 y también N. Maquiavelo, El príncipe, op. cit., XVII, pp 99-103. Galdós comparte
esta creencia, si bien no es tan abruptamente descarnado, tan indiferente a la moral
en el específico sentido en el que Maquiavelo –y Balzac como buen discípulo- lo es.
Al trasladar la idea de una fisonomía permanente al lenguaje de su época –es decir,
al hablar del carácter nacional, de la psicología de los pueblos- late demasiado
dolor por los defectos y demasiado entusiasmo por las virtudes de quien es su
objeto de reflexión, la propia España. Para ver sólo unos ejemplos, cfr. B. Pérez
Galdós, “Napoleón en Chamartín”, op. cit…, II, p. 590; idem, “Cádiz”, op. cit..., I, pp.
850 y 891; idem, “Trafalgar”, op. cit., I, p. 215; idem, “Juan Martín, El Empecinado”,
op. cit., I, p. 975.
184 Son muchas las referencias específicas al “oro” en La Comédie. Cfr. H. Balzac,
“Les Chouans”, op. cit…, VIII, pp. 970, 1089.
185 H. Miterrand, op. cit., p. 40 y 42. Considero que H. Miterrand proyecta
erróneamente la analogía que hace Balzac, entre su trabajo como secretario de la
Sociedad y la tarea de clasificación de la naturaleza que hace el científico, a la
definición de la naturaleza de la cuestión política –del vínculo entre los hombrescontenida en La Comédie. La cursiva es de la autora.
183
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mínima y máxima, de implacable objetividad y tan líquida como la parte y el
todo que pretende mesurar 186 .
En definitiva, si todo en La Comédie Humaine fuera dinero –es casi
todo 187 , pero no todo-, se podría pensar en una síntesis, aunque fuera en un
tiempo hipotético. Nada de ello encontramos en Balzac, ni cuando el Père
Fourchon de Les Paysans se declara, “hoy como hace treinta años 188 ”,
enemigo de los señores; ni tampoco cuando el Balzac periodista define la
Revolución como la fase violenta de “la lucha que existe en toda sociedad entre
quienes poseen y quienes no tienen nada, entre los privilegiados y los
proletarios 189 .”
La ausencia de cualidad y de especificidad de este fluido, nos dice Simmel, le
hace ganar distancia y relación con todo al mismo tiempo (G. Simmel, Philosophie
de l´argent, PUF, 1987, París, pp. 118, 542, 548, 564, 638). De otro lado, J. Crary
establece la comparación entre el dinero y la fotografía en cuanto formas mágicas
que instauran un nuevo conjunto de relaciones abstractas y, en ese sentido, sí
podría hablarse de ambos como sistemas totalizadores (Cfr. J. Crary, L´art de
l´observateur. Vision et modernité au XIXe siècle, Éditions Jacqueline Chambon, 1994,
Nîmes, p. 36). Pese a la proyección de totalidad del dinero que mencionan los
autores citados, hay algo en los humores que no es puro quantum, un algo más que
no puede ser absorbido por lo cuantitativo.
187 Resulta obvio decir que es, prácticamente, imposible escribir sobre Balzac sin
hacer referencia al dinero. Es uno de los “grandes temas” de La Comédie y el tipo
específico del usurero –el ya mencionado Gobseck, el père Grandet, el père Pingret
de Le curé de village- es una de las grandes creaciones balzacianas. A. Wurmser llega
a decir que, sin el dinero, las novelas balzacianas no serían posibles (A. Wurmser,
La Comédie inhumaine, op. cit., p. 106). Y esto es verdad por lo que se refiere a
Eugénie Grandet, a Birotteau, a Gaudissart, a la “viuda” de Chabert, a Modeste
Mignon, a Nucingen… Sólo quiero recordar que mi objeto de estudio es ese número
anónimo que araña su espacio en el relato y que comparte con el dinero la extraña
estabilidad de la que habla Simmel, es decir, esa identidad interior que permite
intercambiar una pieza por otra cualquiera. Cfr. G. Simmel, Philosophie de l´argent,
op. cit…, pp. 118 y 542.
188 H. Balzac, «Les Paysans », op. cit..., IX, p. 119. La respuesta del general
Moncornet a estas palabras del Père Fourchon no puede ser más elocuente : « He
aquí lo que se llama una
declaración de guerra.» Idem.
189 Idem, “Lettres sur Paris”, Oeuvres Diverses, II, Pléiade, Gallimard, Paris, p. 106. La
cursiva es de la autora.
186
75
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
El relato de nación –y más el de una nación de veta krausista como la
galdosiana- no admitiría nunca una nueva versión del pasaje del célebre
capítulo IX de El príncipe que pudiera semejarse a la balzaciana. Galdós no
mantiene con la verdad –el conflicto, en el léxico del espacio de los deseos- la
relación áspera que sostienen Maquiavelo (al modo de los antiguos) y Balzac
(al modo de los antimodernos) y, pese a ello, por debajo de tanto pueblo-todo
en la Primera Serie 190 y de tanta referencia a la España armónica en las
series posteriores a 1898 -el hermanamiento “de grandes y chicos en una
masa 191 ”-late la división originaria, aquella que separa a quienes tienen
miedo de quienes dan miedo: “La revolución vendrá…La tormenta que
venga por Europa, de pueblo en pueblo, descargando aquí centellas, allá
granizo, en una parte y otra eléctrico fluido que todo lo trastorna, ha de ser,
andando el tiempo, furioso torbellino (…) ¿Tardará meses, años, lustros;
tardará siglos? (...) Que a mí no me coja es lo que deseo 192 .”
Estas palabras de Pepe García Fajardo (compartidas plenamente por
el escritor que redacta el episodio en 1903-1904) expresan mucho más que
temor. Denotan un intento de llevar a los habitantes de las ciudades
intermitentes hasta las ciudades a lo lejos en razón de la única persistencia -
Como se verá, esta unión del momento de la fundación de la moderna nación
española será muy distinta a la de la reconciliada comunidad imaginada que
resurge después de la caída. Cfr. “De las tormentas del 48 y sus consecuencias”, “El
entusiasmo de Gabriel Araceli” y “El heroísmo como Stimmung”.
191 Benito Pérez Galdós, “De Oñate a la Granja”, op. cit., IV, p. 249. Otros ejemplos
que expresan la misma idea: la savia social que recorre las ramas de distintos
árboles hasta constituir uno solo (Idem, “Odonnell”, op. cit…, IV, p.
); “la
confusión de clases, característica de España” (Idem, “De las tormentas del 48”, op.
cit…, IV p. 35); la forja común hispana salida de la herrería del forjador de La I
República (Idem, “La Primera República”, op. cit…, V, pp. 434 y ss.); la labor de
consuno “de las capas de abajo y de las capas de arriba (Idem, “Amadeo I”, op. cit...,
V, p. 267).
192 Idem, “Las tormentas del 48”, op. cit..., IV, p.107.
190
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
una memoria profunda 193 de la injusticia- que tradicionalmente se le
reconoce a los muchos, pues estos son capaces de “tomar venganza en horas
breves de los ultrajes y castigos de siglos duraderos 194 .” Las potencialidades
de esta conciencia del agravio pueden ser rebajadas mediante su proyección
hacia el futuro; pero lo que hace de ella algo realmente peligroso es la
temporalidad de la brecha. Surgen entonces los interrogantes en negativo –
no se puede olvidar el impulso contra encerrado en este tipo de formulacióny, con ellos, una pluralidad de horizontes posibles.
De nuestros dos escritores, sólo Balzac se atreve a tanto: “La vida feliz
de los Tonsard fue entonces un mal ejemplo. Cada uno comenzó a preguntarse
por qué no tomar del bosque de Aigues, como Tonsard, su madera para el
horno, para la cocina o para calentarse en invierno. ¿Por qué no alimentarse
de una vaca y encontrar, como ellos, carne de caza para comer o para
vender? ¿por qué no recolectar sin sembrar, como ellos, durante la recolección
o la vendimia? Así, el robo hipócrita que asoló los bosques, que diezmó los
campos, los prados y las viñas se convirtió en norma de este valle,
degenerando rápidamente en derecho sobre aquellos comunes sobre los que
extendía su dominio los Aigües: Blangy, Couches y Cerneux 195 .” Les Paysans
–y, en este caso, utilizo el vocablo francés porque en su fondo late una
amenaza intraducible- de Balzac hacen de “la miseria […] su Razón de
Estado 196 ”. Niegan toda discontinuidad entre su ser político y su ser social –
osan hablar de propiedad 197 -; y su política, más que la política de los salvajes es
la política salvaje, independiente de todo principio y de toda autoridad. En
M. Richir, Du sublime en politique, Payot, 1991, París, p. 123.
B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit..., IV, p. 415. La misma idea se
repite en la ya mencionada escena de la antesala del juez Popinot en L´Interdiction.
H. Balzac, “L´Interdiction”, op. cit…, III, pp. 437-8.
195 H. Balzac, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 93. La cursiva es de la autora.
196 Idem.
197 Sobre las implicaciones de este hablar de propiedad, cfr. La escritura de la
insurrección.
193
194
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
los muchos, sólo este humor desmesurado es transparente, el resto ha de ser
descifrado.
1.2. Un héroe venido de muy lejos
La cuestión política no comienza en La Comédie al modo de los
Modernos, con la lucha de los partidos por el Poder y el ejercicio de este
Poder. La cocina gubernamental apenas encuentra desarrollo en unas Scènes
de la Vie Politique que no pasan del estado de proyecto 198 , ni como títulos
independientes –caso del análisis de la elección de provincias de Le Deputé
d´Arcis o de la implacable denuncia de la mediocridad ministerial del Justo
Medio de Z. Marcas-, ni como conjunto orgánico dentro de la novela-mundo.
En Balzacie, la cuestión política irrumpe a la manera de los Antiguos, con la
lucha entre los pobres y los ricos 199 ; atravesándola, desde su umbral
conceptual –el propósito expresado en el Avant-Propos de hacer “concurrir al
estado civil 200 ”-, hasta la novela en la que se presenta la fealdad femenina
como metáfora de una revolución de nuevo cuño (La Cousine Bette).
Y en esta irrupción intempestiva de lo político, parecería que fuera La
Comédie en cuanto espacio de la pluralidad –y no Balzac, que se declara
Cfr. M. Andréoli, “Aristocratie et médiocratie dans les «Scènes de la vie
politique », L´Année Balzacienne, 1998, p. 49.
199 J. Rancière, La mésentente. Philosophie et politique, Galilée, Paris, 1995, p. 31.
200 H. Balzac, “Avant-Propos”, op. cit…, I, p. 10.
198
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
simple “secretario 201 ” de la sociedad- la que abriera, de un modo
insospechado, ese lugar de la aparición en el que sale a la superficie el
“enfrentamiento de los deseos. En el caso de Galdós, da la impresión, si bien
es sólo una impresión, de que el autor posee plenamente su obra; y la posee
desde la conciencia de quien se siente integrado en una tradición narrativa
que vino a ocupar el lugar de la épica primera 202 : el relato de nación. El
perfecto ensamblaje de la historia con la Historia –la h/Historia integral 203 - en
Ibidem, p. 11.
Me sirvo de este concepto para referirme a la Ilíada y de la denominación de
“épica segunda” para hacer lo propio con la Odisea. Tanto una forma como otra
aparecerán con frecuencia a lo largo del presente trabajo. Cfr. “Las ciudades del
relato”, “Una nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes incontables” y
también “Galdós como nuevo Demódoco.”
203 El término aparece en O´Donnell: “Pues, siguiendo paso a paso la Historia
integral, dígase ahora que al tiempo que Isabel de Borbón decía con desgarrada voz
de maja: “Yo no desamortizo”, la otra maja, Teresa Villaescusa, gritaba “Juro por
las Tres Gracias que a mí nadie me gana en el desamortizar (B. Pérez Galdós,
“O´Donnell”, op. cit…, IV, p.).” Esta analogía, las conversaciones entre personajes
ficticios y personajes históricos –Fernando Calpena y Mendizábal, Proteo Liviano y
Cánovas- o los perfectos paralelismos entre lo que acontece en la historia privada y
la Historia pública -y el ejemplo más acabado de ello sería, probablemente, Bodas
Reales- no son sino ejemplos de ese perfecto ensamblaje y uno de los méritos
literarios más estudiados y aplaudidos por la crítica galdosiana. Esta línea de los
paralelismos ha puesto en relación el concepto de Historia que se acuña en la
Cuarta Serie (1902-1907) con la idea de intrahistoria que Unamuno define en un
texto casi contemporáneo –En torno al casticismo, 1895. En este ensayo, don Miguel
sintetiza su idea: “Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del
“presente momento histórico”, no es sino la superficie del mar, una superficie que
se hiela y cristaliza en los libros y los registros […] Los periódicos nada dicen de la
vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y
en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a
proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana […] Esa vida intra-histórica,
silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la
verdadera tradición, la tradición eterna… (M. de Unamuno, “En torno al
casticismo”, Obras Completas, III, Afrodisio Aguado, Madrid, 1958, p. 158.)” Sin
negar la evidente conexión entre Galdós y Unamuno, la insistencia de éste en la
repetición se aparta del acento galdosiano –sin negar su parte a las esencias, como
corresponde al relato de nación- en el cambio. En todo caso, prefiero conectar –
como se verá en el cuerpo del texto- la h/Historia integral galdosiana con la
formulación que de este concepto encontramos en el epílogo a Guerra y Paz de L.
Tolstói, por cuanto el autor ruso insiste específicamente en las preguntas por el
movimiento, por la contingencia, por los conceptos de poder y de potencia. L.
Tolstói, Guerra y Paz, Barcelona, Taller de Mario Muchnik, 2004, pp. 1633-1761).
También, cfr. D. Cohn, Le propre de la fiction, Seuil, Paris, 2001, p. 232. Este universo
201
202
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
la gloriosa colección denota la clara voluntad, por parte de su creador, de
hacer del relato una región fenoménica 204 en la que la política de los
Modernos emergiera a los ojos de todos.
El autor arregla el tema de su canto como si en la lógica del Poder se
sustanciara toda lógica de poder político. De ahí la presencia masiva en los
Episodios de lo que J. Rancière 205 denomina “policía” (la “ordenación de la
sociedad en términos de funciones, lugares y títulos por ocupar”, es decir, el
arte de gestionar las comunidades). Galdós dice, y dice mucho, sobre la
recepción al héroe de las Cabezas de San Juan en las Cortes del Trienio 206 ,
sobre la adaptación española de la creación francesa del “justo medio” 207 ,
sobre el significado de la política de gobierno de Mendizábal 208 , sobre las
implicaciones que se derivaban de la naturaleza sincrética de la Unión
Liberal 209 , sobre los resortes de que se valió O´Donnell 210 para dar rúbrica a
toda una época, sobre los hombres y los nombres del ministerio Serrano 211 ,
sobre la decisión de quién iría a recibir al rey Amadeo con su principal
conceptual, es obvio, está directamente vinculado con la sustancia teórica de esta
tesis: el heroísmo.
204 Lo político –esa región fenoménica, ese espacio de la aparición en el que se
revelan a los ojos de todos las cosas, las acciones y las palabras- es el lugar de la
política; ya sea que tomemos como premisa la cocina gubernamental -la policía de J.
Rancière- de los Modernos, ya sea que partamos de la lucha entre pobres y ricos de
los Antiguos. Cfr. R. Schürmann, Le principe d´anarchie. Heidegger et la question de
l´agir, Éditions du Seuil, Paris, 1982, p. 54.
205 J. Rancière, Aux bords du politique, Folio, Gallimard, Paris, 1998, pp. 14 y ss y 112
y ss. Evidentemente, la denominación misma de “police” evidencia el influjo
inequívocamente foucaultiano del concepto de poder en J. Rancière.
206 B. Pérez Galdós, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 523.
207 Idem, “De Oñate a la Granja”, op. cit..., III, p. 257.
208 Idem, “Mendizábal”, op. cit…, III, pp. 144 y ss.
209 Idem, “Carlos VI, en la Rápita”, op. cit…, IV, p. 708.
210 Idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, p. 441.
211 Idem, “La de los tristes destinos”, op. cit…, IV, p. 1103.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
valedor en el lecho de muerte 212 o sobre las disquisiciones de Cánovas en
torno al feliz casamiento de Alfonso XII 213 .
El escritor nacional tampoco duda,
como se vio en el epígrafe
anterior, en colocar fuera de su obra, en la ciudad a lo lejos, la materia
histórica que no se ajusta -en razón de materia o de economía narrativa- a las
exigencias del dispositivo ideológico nacional: “La revolución vendrá […]
Que a mí no me coja es lo que deseo 214 .” El futuro hipotético que temía García
Fajardo sólo podía definirse como miedo presente (“estamos sobre un
volcán”, “hay que tomar precauciones contra la moda socialista 215 ” ) en los
artículos del periodista que escribía para La Prensa de Buenos Aires en 1885.
Paradójicamente, todos estos esfuerzos galdosianos por arreglar,
recortar, ensamblar y perfeccionar la materia de su canto resultaban inútiles.
La escena inaugural de la política, ésa en la que se sustancia el litigio sobre el
número de partes de la ciudad, se repite a cada intento de definición del
campo de lo visible –¿y qué otra cosa es el relato nacional sino definición de
la comunidad imaginada ?-, de lo político. La escena se re-crea con la
escritura de cada novela y lo político termina por irrumpir como sólo sabe
hacerlo, intempestivamente; ya sea que elija la vía insurgente que le es
propia, es decir, por la grieta que araña en los mismos bordes de la historia
contada; ya sea que responda ¿ dócilmente ? a las exigencias de una
estructura autrement politique : la narración de los orígenes.
Idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 227.
Idem, “Cánovas”, op. cit…., V, p. 596.
214 Idem, “Las tormentas del 48”, op. cit..., IV, p.107.
215 Idem, “El 1º de Mayo”, Madrid, 15 de abril de 1885, Política Española, II, Obras
Inéditas, vols. III y IV, Editorial Renacimiento, Madrid, 1923, p. 269.
212
213
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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La pluralidad es la ley de ese “libro muy viejo 216 ” que se despliega en
muchos episodios. Es el principio de todo, incluidos la nación y su relato. En
esta crónica de “lo que realmente pasó” in illo tempore, el Poder cede la
práctica totalidad del espacio de la aparición al poder, al inter-est inmanente
a lo social. El mito colectivo abre irremediablemente la trama que cristaliza
con el tiempo a las palabras y las acciones de los hombres en plural, a la
experiencia de los muchos. Una experiencia de la brecha. Una huella que no
podrá ser borrada de las ciudades del discurso; y, aunque el escritor
nacional ponga todo su empeño, todavía podrá encontrarse algún trazo (la
mayor parte de las veces, a través de las narraciones indirectas
características de las ciudades a lo lejos 217 ) de ese originario être-ensemble a lo
largo de toda la colección.
El núcleo 218 narrativo de la libertad como comienzo de algo
radicalmente nuevo lleva a Galdós, casi sin saberlo –en este punto, se limita
a seguir la tradición en la que se inscribe-, no ya hasta la política de los
Antiguos, sino hasta el origen mismo de la política; tal y como lo define H.
Arendt en La Condición Humana:
“El héroe que descubre la historia no requiere cualidades heroicas; un
nombre que se daba a todo hombre libre que participaba en la empresa troyana y
sobre el cual podia contarse una historia. La connotación de valor, que para
nosotros es cualidad indispensable del héroe, se hallaba en la voluntad de actuar y
hablar, de insertar el propio yo en el mundo y comenzar una historia personal 219 .”
B. Pérez Galdós, “La corte de Carlos IV”, op. cit…, I, p. 304.
Cfr las consideraciones que, sobre esta cuestión, se plantean en la introducción
de esta tesis doctoral.
218 Sobre esta cuestión, cfr. “Una nueva tradición épica: el relato de nación.”
219 H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215. Remito al capítulo El catálogo de
las naves… para un análisis más detallado de esta importante cita.
216
217
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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Los nombres de Araceli, de Inés, de Santorcaz, de Nomdedéu, de
Diego de Rumblar, de “La Primorosa”, de “El Gran Capitán” no operan en el
relato de nación como uno de los dos elementos del viejo binomio de la
épica que vincula nombre y heroísmo 220 ; funcionan al modo de la
sinécdoque 221 , es decir, permiten un movimiento ascendente que lleva de la
parte al todo.
Además, si como dice Arendt, el coraje no es más que la voluntad de
insertar el propio yo en el mundo, tan heroica es la intermitente y modesta
aparición del número anónimo de Balzac que busca acomodo en las
esquinas del relato; como la forma plena y desplegada que utiliza Galdós
para entramar a quienes participaron en el nacimiento de la moderna nación
española. De tal suerte que conceptos como los de pluralidad, pueblo,
nación, masa, masas, multitud, muchos, muchedumbre quedan insertos en
una colección de homonimias superpuestas –con pequeños o grandes
desajustes. Resulta imposible distinguir la sustancia heroica de los héroes
contables de la de los incontables. Y si conocemos el nombre de Velarde, y
no el de Pujitos, por una mezcla de azar histórico y de voluntad de quien
escribe la H/historia; también conocemos el nombre de “Sursum Corda” de
Zaragoza, y no el de las existencias flotantes que concurren en el “estado
civil 222 ” balzaciano, por una mezcla de azar narrativo y de voluntad de
quien escribe la historia.
Un vínculo que tiene sus excepciones, incluso en el marco de la épica primera.
Cfr. el análisis sobre el “catálogo de las naves” del Canto II de la Ilíada que se
incluye en El catálogo de las naves…
221 Es el tropo que utiliza Michelet para crear una nueva escritura de la Historia.
Cfr. G. Fritz, L´Idée de Peuple en France du XVIIIe siècle au XIXe siècle, Presses
Universitaires de Strasbourg, Strasbourg, 1988, p. 1.
222 H. Balzac, “Avant-Propos”, op. cit…, I, p. 10.
220
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En cualquier caso, todos ellos, los fragmentos de Balzac y los
españoles de 1808 de Galdós, como los hombres libres de Arendt, vienen de
muy lejos, son el producto de una larga maduración; sólo que la distancia
balzaciana difiere mucho de la galdosiana. En La Comédie, hallamos distancia
de profundidad, de círculo concéntrico –el del infierno de La Fille aux yeux
d´or
[ver Infra]- que emerge, con las intermitencias de la brecha, a la
superficie de la ciudad, es decir, a la superficie del relato. Y, cuando lo hace,
descubrimos que el número balzaciano no procede de la necesidad 223 , como
les malheureux de Saint-Just; irrumpe desde una esfera original, plenamente
política, una “forma del disenso en el actuar humano 224 ”: la política salvaje225 .
La definición de un espacio semejante está íntimamente ligada al hecho de
que “la visión que el escritor posee del mundo es, a un tiempo, la de Hobbes
y la de un escritor post-revolucionario 226 ”; pero, desde mi punto de vista, no
en el sentido que apunta R. A. Courteix.
En cuanto a lo segundo, después del 89 y del 93, difícilmente cabía ser
algo distinto de un escritor post-revolucionario. Ahora bien, semejante título
no se adquiría, según sostiene el crítico francés, por la “constatación del
desencadenamiento de los apetitos de los vencedores 227 ”; sino por la venida
a la presencia del humor salvaje de los vencidos. Charles Nodier podía
intentar ahogar sus miedos adjetivando con un participio a la nueva
sociedad (la “Francia revolucionada”), como si con ello pudiera dar el
Sobre la influencia de esta cuestión en las revoluciones modernas, ver lo que se
dice en Del problema de la virtud.
224 J. Rancière, Aux bords…, op. cit., p. 17.
225 El específico desarrollo que este concepto tiene en el conjunto de esta tesis
doctoral tiene su origen, como se irá especificando en el cuerpo del texto, en un
doble diálogo que mantiene el filósofo francés M. Abensour, de un lado, con C.
Lefort –en el análisis comparado entre la abensouriana democracia insurgente y la
lefortiana democracia salvaje- y, de otro, con P. Clastres –con la afirmación del
contra-Hobbes que Abensour descubre en la obra del antropólogo titulada La société
contre l´État.
226 R.A. Courteix, Balzac et la Révolution…., op. cit., p. 403.
227 Idem.
223
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proceso por acabado. Un “legitimista de razón 228 ” como Balzac asumía les
acquis de la Revolución Francesa, desde luego; pero también sabía ver –con
la agudeza de los antimodernos y antes de que lo dijeran Tocqueville y Marx
[ver Infra]-, en “esa extraña metamorfosis social que se ha hecho aquí desde
hace treinta años 229 ”, el principio de la metamorfosis siguiente: la revolución
anidaba en el interior de la sociedad francesa del mismo modo que los
porteros de Balzacie dominan en las casas de la burguesía o de la aristocracia.
Les révolutions cachées.
Esta insurgencia es secreta desde su ubicación en el conjunto del
corpus balzaciano. El zapatero Médal aparece en dos textos menores -Le
théâtre comme il est y Les martyrs ignorés-, entre los ébauches rattachées del
volumen XII de La Comédie en la edición de la Pléiade, para convertirse en el
nombre propio de un nombre colectivo –les sans-culottes- que habita en cada
irrupción del número balzaciano: ya sea en figuras que creemos
singularizadas (la cousine Bette o los Cibot 230 ), ya sea en las criaturas
anónimas de la Estigia parisina que se ofrecen a la mirada aterrada de los ojos
que se abren 231 .
El “secretario” de la sociedad del Justo Medio no duda en proclamarse
“legitimista […] de razón”- y no místico o de tradición tales como Chateaubriand o
Vigny-; pues, según le dice a la Maquise de Castries (5 octubre de 1831): “Respeto
creencias en las que no creo” (Idem, “Lettre à la Marquise de Castries, 5 octobre
1831), Correspondance, V, 5 vols, Garnier, 1960-1969, Paris, p. 591). Encontramos en
estas palabras la neutralidad maquiaveliana por la que los hombres toman posición
allí donde exista una división que les concierna. Esta idea de neutralidad puede
ayudarnos a relativizar la afirmación de la “Religión” como “Verdad”, tal y como
aparece en el célebre Avant-Propos (Idem, “Avant-Propos”, op. cit…, I, p. 13) de 1842.
Igual que Maquivaelo hiciera con el Humanismo, Balzac trabaja en la re-definición
de conceptos que pertenecen a una tradición (en su caso, la Contra-Revolución) al
objeto de crear una ciencia de la política moderna.
229 H. Balzac, “L´hôpital et le peuple”, op. cit…, XII, p. 569.
230 Para un análisis de estos personajes, cfr. “Política del imaginario e imaginario de
la política…” y “La escritura de la insurrección.”
231 Cfr. el capítulo titulado Del heroísmo de la vida moderna.
228
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Durante la Revolución, Médal fue amigo de Robespierre y presidente
de la sección del Temple. En la Francia revolucionada, decide guardar su
“sable, su pica, su carmañola y su bonete rojo a la espera de mejores
tiempos”, mientras encuentra consuelo en tirar del cordón del hôtel Fouquet
porque le recuerda la guillotina 232 . Y, sin embargo, aquél que de verdad
inquieta es el anciano portero de la Rue Mont-Blanc que, “con descontento
diabólico”, barre un lecho de arroyo en el París de 1827: “su vida, apacible
en apariencia, escondía un odio (haine) horrible contra todo poder que
destruyera su esperanza de recuperar su antigua posición política. Este
sentimiento ignorado agitaba violentamente su existencia, porque la lectura
de los periódicos ponía a este faquir de 1793 en comunicación con todas las
fases políticas 233 .” Esta haine sectionnaire no es un sentimiento en singular, es
el odio compartido de los muchos contra el privilegio; una revolución de la
igualdad que se concreta en la igualdad-pertenencia 234 , en el deseo de ser
contados entre las partes de la ciudad.
En la figura de Médal, Balzac no busca retratar las pasiones de un ser
moral concreto; sino estudiar -como quería Maquiavelo- el medio en el que
esa envida y ese odio se despliegan plenamente: el estado social. Aquí
llegamos a Hobbes; ahora bien, no –o no sólo- de la manera que parece
señalar R.-A. Courteix: trasladando, sin más, el estado de naturaleza
hobbesiano a la obra que se define a sí misma como estudio zoológico en su
Avant-Propos 235 . Es cierto que, en La Comédie, nadie hace cesión total y
H. Balzac, “Le Théâtre comme il est”, op. cit…., XII, pp. 588-589.
Idem, “Les martyrs ignorés”, op. cit…, XII, p. 730. La cursiva es de la autora. La
lectura de esta obra resulta muy curiosa, pues sigue el modelo de las “entretiens
philosophiques” de Les soirées de Saint-Pétersbourg de Joseph de Maistre, una de las
principales influencias filosóficas de Balzac.
234 P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen. Histoire du suffrage universel en France, Éditions
Gallimard, Paris, 1992, p. 71.
235 H. Balzac, “Avant-Propos”, op. cit..., I, pp. 8-9
232
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definitiva de sus derechos a favor de un tercero y que la única certidumbre
en el balzaciano estar-entre-los-hombres es su terribilitá; pero en el odio de
Médal hacia “todo poder” (habría que escribir esta última palabra con
mayúscula inicial) está contenido el reconocimiento –nada hobbesiano-, por
parte de Balzac, de una forma de poder distinta a la del poder coercitivo.
Este extremo resulta aún más evidente en la Bretaña de 1799 de Les
Chouans, un espacio físico y narrativo en el que, pese a todos los símiles
animalescos 236 que relacionan al hombre con el lobo hobbesiano, sale a la
superficie del relato, hasta ocuparlo por completo, la politicidad primera: la
formulación en plural –les chouans- de un impulso contra el Estado –les bleus
que el Directorio 237 ha enviado a ese “país [que] parece un carbón […]
oscuro y negro en medio de un hogar resplandeciente 238 .” Balzac reconoce,
malgré lui y con P. Clastres 239 , que el poder político es inmanente a la
pluralidad; y, si bien no llega a afirmar el contra-Hobbes del antropólogo (en
y por la guerra, pasamos del lobo al hombre 240 ), el conflicto se convierte en
una extraña forma de cosmos social en el conjunto de La Comédie 241 : entre las
pieles de cabra y las casacas azules en la Bretaña, entre las levitas y las
blusas que comparten, en la distancia, el boulevard; entre los gants jaunes y las
agujas que animan el complejo decorado social del Tourniquet Saint-Jean.
H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, pp. 916-18
Después de Thermidor ya se puede decir, sin lugar a ninguna duda, que la
Revolución se ha convertido en Estado.
238 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 918.
239 P. Clastres, La société contre l´État. Recherches d´anthropologie politique, Les Éditions
du Minuit, Paris, 1974, 21.
240 M. Abensour, “Le Contre-Hobbes de Pierre Clastres”, en VVAA, L´esprit des lois
sauvages. Pierre Clastres ou une nouvelle anthropologie politique, Éditions du Seuil,
Paris, 1987, p. 128.
241 Ibid, p. 124. Además, se ha de tener en cuenta que Les Chouans (1829) es una
suerte de pórtico narrativo –si bien queda reubicado entre las Scènes de la vie
militaire de la edición definitiva- de La Comédie, pues se trata de la primera novela
que Balzac escribió con tal nombre.
236
237
87
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La distancia que recorre el pueblo de Galdós no es de estrato
balzaciano; sino de espiral extendida, de eje diacrónico, tal y como explica
Gabriel Araceli en las primeras páginas de su relato: “Por primera vez
entonces percibía con completa claridad la idea de la Patria, y mi corazón
respondió a ella con espontáneos sentimientos, nuevos hasta aquel momento
en mi alma. Hasta entonces la Patria se me representaba en las personas que
gobernaban la nación tales como el Rey y su célebre Ministro (…) El
momento que precedió al combate comprendí todo lo que aquella divina
palabra significaba, y la idea de nacionalidad 242 se abrió paso en mi espíritu,
(…) Me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes,
todos fraternalmente unidos; me representé la sociedad dividida en familias,
en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que
conservar, honra que defender; me hice cargo de un pacto establecido entre
tantos seres para ayudarse y sostenerse contra un ataque de fuera (...) 243 .”
Detrás de este pasaje fundamental, encontramos a L. Tolstói. La
aparente sencillez del lenguaje de Araceli 244 esconde la filosofía de la
Historia que encierra el famoso epílogo a Guerra y Paz. Ese cambio de
representación mental del grumetillo -que va del rey y su célebre ministro a
las familias, los pactos y las banderas- nos habla de un cambio que, como
afirma el maestro ruso, modificó para siempre la inteligencia del mundo: el
advenimiento de una nueva fuerza que vino a ocupar el lugar del poder
divino 245 . Galdós situó este gozne en 1805 e hizo de Trafalgar el episodio de
la sucesión de soberanías: el decrépito y mastodóntico casco del Santísima
242
La cursiva es de la autora.
243
Benito Pérez Galdós, “Trafalgar”…, op. cit, I, p. 218-9.
Sobre este personaje, que no necesita presentación en el contexto español, se
hablará abundantemente a largo de este trabajo.
245 L. Tolstói, Guerra y Paz, op. cit…, p. 1712.
244
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Trinidad, símbolo de la Monarquía Hispánica, dejaba el escenario histórico
al empuje de una potencia tan fresca y tan joven como el muchacho de la
Viña. En cierto sentido, el camino a que hace referencia Araceli exige más
esfuerzo que el movimiento geológico característico de La Comédie, pues no
se viene de una esfera autrement politique, a la manera de la política salvaje
de Balzac; el número galdosiano procede de un mundo pre-político: el
Antiguo Régimen. Y a tal extremo está marcado por su origen – ¿el sello
indeleble propio de los estamentos?- que, por más que camine, nunca
termina de librarse de esa costra à l´ancienne.
El menu peuple madrileño hace su primera irrupción en esa cesura del
relato de nación que es la primera mitad de El 19 de marzo y el 2 de mayo, el
motín de Aranjuez. Galdós condensa en un único episodio la desmesura del
doloroso paso de la nada al ser. Siempre hábil, el escritor nacional se sirve de
la fecha en que los muchos se convirtieron en cuerpo nacional para
retrotraernos hasta el momento en que todavía no lo eran. En suma, la
novela se abre al mundo que todavía no era el mundo de los Episodios, pues
los “cuerpos famosos de las Vistillas, del Ave María, (…) del Tribulete, de
Ministriles, de los Tres Peces y otros faubourgs 246 ” desconocen, pese al guiño
parisino que hace el texto, la igualdad-pertenencia de los sectionnaires (ni
siquiera al modo en que la encontramos en la plebe que asalta las Tullerías
en la narración del padre Matamala de El Audaz 247 ) y tampoco se ofrecen a la
B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, II, p. 381.
el Galdós joven: “La plebe estaba más orgullosa y enfatuada que nunca
en aquellos momentos. Sólo una débil puerta separaba de Luis XVI, del rey ungido
(…) Un ciudadano se adelantó al rey y le ofrece su gorro frigio. El rey se lo pone.
Otro ciudadano se acerca con un vaso y una botella (…) Esto, que parecía un
sarcasmo, era en la plebe la sincera idea de la igualdad. Quería no elevarse hasta el
rey, sino hacerle bajar hasta ella.” B. Pérez Galdós, “El Audaz”, Novelas I, Biblioteca
Castro Turner, Madrid, 1993, p. 526. En esta novela histórica de juventud, Galdós,
bajo el impacto de la Comuna, proyecta el universo conceptual y la lengua des foules
sobre el número del 89: “Ninguno era dueño de sí mismo; todos habían abdicado
246
247Escribe
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mirada del narrador-testigo Araceli 248 , es decir, rechazan su inscripción en el
mundo como espacio de la aparición.
La distancia –con las reiteradas alusiones a “ellos”- que intenta poner
Araceli no es la del entre-dos de la política, puesto que la terrible criatura se
congrega ante sí y para sí, componiendo la figura de la servidumbre: “La
multitud subía y bajaba, abría alacenas, rompía tapices, volcaba sofás y
sillones, creyendo encontrar tras alguno de estos muebles al objeto de su ira
[…]; miraba con estúpido asombro su espantosa faz en los espejos, y después los
rompía; llevaba a la boca los restos de cena que existían aún calientes en la
mesa del comedor; se arrojaba sobre los finos muebles para quebrarlos;
escupía los cuadros de Goya; golpeaba todo por el simple placer de
descargar sus puños en alguna parte; tenía la voluptuosidad de la
destrucción 249 .”
La presencia de la plebe aún se podría entender en la España de
Fernando VII. Así, el dolor “afrancesado” de Monsalud 250 por un “pueblo de
costumbres absolutistas” que no sabe más que caminar a cuatro patas 251 ; el
“populacho” que desconoce el valor de la Constitución del 12 durante el
su persona ante la colectividad y cada cual dejó de ser un individuo para no ser
más que muchedumbre.” Ibidem, p. 525.
248 El ofrecimiento es clave para entender la relación entre el agente de la acción y el
espectador. Cfr. “Las katábasis de La Comédie Humaine.”
249 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, II, p. 385.
250 Es el protagonista de la segunda serie, hijo natural –como Fernando Calpena,
protagonista de la tercera serie, y como muchos otros personajes de los Episodios- de
Fermina Monsalud y Fernando Navarro. El vínculo cainita que le une a su medio
hermano, el carlista Carlos Navarro, expresa la división fundamental que habita a
la España fernandina: los liberales y los absolutistas se disputan España como los
dos hermanos el amor de Jenara Baraona.
251B. Pérez Galdós, “La segunda casaca”, op. cit…, II, p. 390. En el 7 de julio también
se habla de un “pueblo que conservaba la forma del absolutismo”. Idem, “7 de
julio”, op. cit…, II, p. 523 y también idem, “Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…,
II, pp. 636 y 638.
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Trienio en El grande oriente 252 ; o la fluctuatio animi del vulgo que igual ensalza
a Riego en el 7 de julio 253 que asiste, convertido ya en forma sin formas “pedazo de populacho”-, al ajusticiamiento del héroe en la Plaza de la
Cebada en El terror de 1824 254 . Resulta menos creíble la plebe “movida por
los títeres demagógicos y comunistas” cuando el tiempo de la narración ha
llegado a O´Donnell 255 y el tiempo de la escritura es el del orador
republicano que proclama su amistad para con el pueblo madrileño en 1904.
Y, en fin, cuando en el eje histórico se han producido dos acelerones
conceptuales y simbólicos 256 de las dimensiones del Bienio Progresista y del
Sexenio Democrático -verdaderas eclosiones de lo político-; la presencia de
la plebe en la quinta Serie –concretamente, en España sin rey (1907-1908) y en
España trágica (1909) 257 - sólo se justifica como cualidad inherente de un actor
colectivo –elevado esta vez por los adjetivos de “transformada” y de
“insigne”- que emerge de la solidez de Antiguo Régimen para ocupar otro
B. Pérez Galdós, “El grande oriente”, op. cit…, II, p. 496. El actor colectivo que
ajusticia a Vinuesa recibe el mismo nombre, si bien Galdós le añade el adjetivo de
“vil”. Idem, p. 441. Y aún encontramos otra encarnación à la ancienne en esta España
fernandina, la “canalla indomesticable, de esa que no sirve sino para hacer pueblo”
en Un faccioso más y algunos frailes menos. B. Pérez Galdós, “Un faccioso más y
algunos frailes menos”, op. cit…, II, p. 1009. Este universo semántico à l´ancienne
apenas tiene cabida en una obra como La Comédie, que parte des acquis del 89. Así,
puede citarse, como aparición significativa, el asalto del “populacho” al palacio de
la familia Cinq-Cygne –una de las más importantes ramas aristocráticas de la
Champagne- durante la segunda revolución de 1792 en Une ténébreuse affaire. Cfr. H.
Balzac, “Une ténébreuse affaire”, op. cit…, VIII, pp. 520-21. Cfr. también el epígrafe
titulado “La escritura de la insurrección.”
253 B. Pérez Galdós, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 521.
254 Idem, “El terror de 1824”, op. cit. …, II, p. 680.
255 Idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, p. 456.
256 R. Miguel González, La pasión revolucionaria. Culturas políticas republicanas y
movilización popular en la España del siglo XIX, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 2007.
257 Es decir, en la España inmediatamente anterior e inmediatamente posterior a la
muerte de Prim.
252
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espacio de plena consistencia 258 , la narración utópica de un nuevo
nacimiento: “nuestra insigne plebe –afirma Segismundo García Fajardo 259 está cargada de razón, porque la razón no es privilegio de los leídos y
escribidos, sino de los que conservan pura en sus entrañas bárbaras la
fundamental idea de Patria y Libertad 260 .”
La persistencia de todos estos andrajos nos habla de la transparencia
opaca de quienes irrumpen como misterio en el relato. En principio, todo el
interés de la h/Historia residiría en el tratamiento del nuevo enigma en
cuanto enigma. Los problemas epistemológicos –en realidad, estético-políticos,
pues se trataba de dilucidar qué partes se contaban en la ciudad del relatocomenzaron, como bien supo señalar Tolstói en el citado Epílogo, desde el
momento en que se supuso que esa “fuerza se comprend[ía] por sí misma y
e[ra] conocida por todos 261 ” Aunque no se dice explícitamente, del
fragmento tolstóiano se desprende que la definición de ese algo nuevo en
cuanto evidencia no fue casual, sino elección de los que escribían la
h/Histoira; y si no de todos ellos, de la mayoría.
Galdós no fue una excepción y se entregó con entusiasmo a un juego de
prestidigitación histórica que consistió en poner cuarenta y seis anillos a la
espiral que las elites liberales consideraban como la evidencia entre las
evidencias: la nación española. Balzac, una vez más, se colocó a
contracorriente y decidió invitar –por medio del más balzaciano de todos los
Para un análisis de la distinción entre la liquidez de lo político y la consistencia
del espacio utópico, cfr. el capítulo titulado “La escritura de la insurrección.”
259 Sobrino de Pepe García Fajardo, su creador lo presenta como una suerte de galán
calavera, habitual de tertulias y cafés y figura de una inverosímil evolución en sus
opiniones políticas: de tradicionalista de Carlos VII a ferviente admirador del
federalismo de Pi y Margall.
260 B. Pérez Galdós, “España trágica”, op. cit…, V, p. 199. Y también idem, “España
sin rey”, op. cit…, V, p. 73.
261 L. Tolstói, Guerra y Paz, op. cit…, p. 1712.
258
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narradores de La Comédie, el flâneur de Facino Cane 262 - explícitamente a la
comunidad de lectores a la dificultad del trabajo histórico; ese habitante de
las ciudades intermitentes que no es sujeto ni objeto, que tiene el carácter
fugaz e indefinido del fenómeno: “Sabed solamente que, desde entonces,
había separado los elementos de esa masa heterogénea llamada pueblo, y los había
analizado al objeto de poder evaluar sus cualidades buenas o malas. Yo sabía
ya de cuánta utilidad podía ser ese faubourg, ese seminario de revoluciones
que contiene héroes 263 .”
1.3. La potencia y el enigma
El pueblo que no conoce la separación de funciones ni dominios, la
separación de la moral y de la política, de la política y de la moral, de la
moral y de la religión; en definitiva, el todo que se sustancia en la unidad
sólo estaba en los sueños de Schiller. El pueblo, como los reyes de
262
263
Cfr. Del heroísmo de la vida moderna.
H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1020. La cursiva es de la autora.
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Kantorowicz, tiene dos cuerpos. Y su dualidad no es la dualidad cristiana
que separa el cuerpo celeste del cuerpo terrestre; es una dualidad que
vincula y diferencia, es la escisión de un cuerpo político ( una anatomía
plena, acabada, unitaria ) y de un cuerpo social (una forma sin formas que
no es, exactamente, cuerpo; ni tampoco ausencia de formas ) ; la afirmación
de un absoluto que viene a ser negado –o, cuando menos, desplazado- por
otro.
El pueblo se parece –y no al revés- a los titanes hugolianos: vive en una
tensión irresoluble, en una metamorfosis permanente que se resuelve para
resolverse en su contrario (sólo así se explica su original nexo con la
soberanía 264 ). Si potencia, si fondo y principio de la sociedad, parece siempre
al borde de su desaparición. Si enigma, si fenómeno, es capaz de reinventarse
a sí mismo como multiplicidad que aspira a ser el todo (esa vocación
expansiva se observa mejor en la formulación originaria de démos) 265 . En
política, el sujeto no tiene un cuerpo consistente, es un actor de la
De la originalidad de este vínculo se tratará en el siguiente capítulo.
Para el análisis de esta identidad problemática me sirvo, fundamentalmente, de
tres autores. De P. Rosanvallon tomo los nombres de “potencia” y “enigma” –este
autor llega a hablar de “esquizofrenia” de la identidad popular moderna- y el
esquema general de análisis (Cfr. P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen. Histoire du
suffrage universal en France, Éditions Gallimard, Paris, 1992, pp. 20, 204; idem, Le
peuple introuvable. Histoire de la représentation démocratique en France, Éditions
Gallimard, Paris, 1998, pp. 17 y ss, 32 y ss, 40, 57 y ss ). Esta línea de interpretación
más clásica –en la estela de la historia conceptual de lo político- se ve enriquecida
por los vínculos que, entre la definición del concepto de pueblo y la definición de lo
político, establecen dos de los más importantes neo-arendtianos de la filosofía
francesa contemporánea. De un lado, M. Abensour y su idea de un pueblo que se
inventa a sí mismo –esfuerzo de autocreación que ha de leerse en clave heroica (M.
Abensour, La démocratie contre l´État, op. cit..., pp. 98 y también cfr. la segunda parte
de esta tesis, El heroísmo de los muchos). De otro, J. Rancière y su insistencia en la
definición de la política como espacio de la aparición y del problema del pueblo –en
cuanto parte-de-los-sin parte- como el de su inscripción en ese partage du sensible.
Cfr. J. Rancière, La Mésentente, op. cit…, pp. 109 y ss, 126 y también idem, Aux bords
du politique, op. cit., pp. 245-246. Cfr. también De la soberanía y de la capacidad del
pueblo.
264
265
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intermitencia que se resiste a ser absorbido por el concepto; sobre todo,
cuando ese actor se define por el excedente 266 .
El objetivo aparentemente simple de someter lo múltiple a la ley del Uno
agota las soluciones metafísicas (“un pueblo –escribe V. Cousin- es uno en
su espíritu; pero es una multitud en su composición exterior 267 ”). Viene
luego la palabra desnuda, el pueblo sin adjetivos, un concepto que parece
celebrar la unanimidad en la que se revela el sentido inmanente de la
historia. Es el pueblo-principio, protagonista omnipresente de los orígenes:
una categoría que, como descubrimos en la Primera Serie, sólo puede ser
pensada como todo, como algo indivisible 268 . Es contenido y continente de
una condensación colosal, unánime e irresistible, “[de] una unidad sin
discrepancias” 269 : “todas las clases de la sociedad, espontáneamente
reunidas 270 ”; “a la calle todo el mundo 271 ”; “España entera se echó a la calle
o al campo 272 .”
La sola presencia de su nombre sirve para constituir la entidad nacional y
reaparecerá, una y otra vez, cuando los mecanismos de reiteración del relato,
a lo largo de las cinco series de los Episodios, así lo exijan. En el momento
preciso de su nacimiento como “pueblo reunido 273 ” en el 2 de mayo. En el
despliegue del levantamiento, como dispositivo energético -“formidable
P. Sloterdjik, El desprecio de las masas…, op. cit., p. 13.
V. Cousin, “Introduction à l´histoire de la philosophie” (1828), en VVAA,
Philosophie des sciences historiques. Le moment romantique, Éditions Seuil, Paris, 2002,
p. 262.
268 P. Rosanvallon, Le peuple introuvable…, op. cit., p. 31.
269 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432.
270 Idem.
271 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 681.
272 Idem, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, p. 975.
273 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433. Las cursivas de los
textos citados son de la autora.
266
267
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empuje de la nación 274 ”- inmune a las divisiones de los partidos y como la
sola fuerza capaz de hacer frente al mayor ejército de Europa en Napoleón, en
Chamartín: “aquí no ha habido previsión –admite con dolor Araceli-, ni
iniciativa, ni actividad, ni eminentes cabezas que dirijan, sino que la defensa
ha quedado a merced de la voluntad, de la invención y del buen sentido del
pueblo, señor don Santiago; y no llamo pueblo a esa miserable turba gritona
que de nada sirve, sino a todos nosotros, altos y bajos, grandes y chicos 275 .”
Raíz gaditana que rebrota en la España fernandina de Los Apostólicos: “El
tercer estado creció, abriéndose paso entre frailes y nobles, y echando a un
lado con desprecio estas dos fuerzas atrofiadas y sin savia, llegó a imperar en
absoluto, formando con sus grandezas y sus defectos una España nueva 276 .”
Bajo la forma de Milicia nacional que “abrazaba en su vasta muchedumbre
todas las clases sociales. Sólo la Milicia era lo que debía ser 277 .”
Totalidad moral durante la revolución de 1854: “El pueblo -afirma con
ímpetu García Fajardo-, que no es solamente la clase inferior de la sociedad,
sino el conjunto de todos los seres que se llaman españoles, la gran masa
nacional, posee la percepción clara de la conducta de sus mandarines 278 .”
Idem, “Gerona”, op. cit…, I, p. 754.
Idem, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 600.
276 B. Pérez Galdós, “Los apostólicos”, op. cit…, II, p. 881.
277 Idem, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 537. La Milicia nacional aparece puntualmente a
lo largo de las series y la pintura galdosiana siempre es positiva, desde su primera
y concreta encarnación en la familia de los Cordero en el citado episodio. Cfr
también, ibidem, p. 570. Es estructura del pueblo en armas en el contexto de un
Bilbao sitiado por los carlistas (idem, “Luchana”, op. cit…, III, pp. 400 y ss); la única
víctima de los cañonazos de Van-Halen de la que Fernando Calpena se compadece
en su crónica sobre “la cuestión algodonera” (idem, “Los ayacuchos”, op. cit…, III,
p. 952); expresión de ardor patriótico y acicate de la industria textil en la España
que intenta modernizar O´Donnell (idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, pp. 449) o la
forma más acabada (aparece diferenciada del pueblo-parte) en ese hervidero social
que es el Madrid de La primera república (idem, “La primera república”, op. cit…, V,
p. 359). Cfr. “De las tormentas del 48 y sus consecuencias…”
278 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 359.
274
275
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Filtración de la nación-genio 279 , no en su expansiva cristalización fichteana,
sino en una versión doliente a lo A. Fouillée en España trágica: “¿Has visto
que todo el país se sacude –pregunta un conmocionado Segismundo García
Fajardo 280 - y se agita con una exaltación formidable? Pues esa exaltación, esa
fiebre, significan que España se siente dentro del período épico? ; sus
convulsiones son la lucha contra los que quieren ahogar esa situación
épica… Dime: ¿las revoluciones de los grandes pueblos, como Inglaterra o
Francia, no son epopeyas? 281 ” Finalmente, después de todas las revoluciones
y de todas las caídas, en el último episodio, espacio utópico que se extiende
“desde los bajos confines del pueblo hasta los altos linderos de la
aristocracia 282 .”
J. Fernández Sebastián distingue claramente cuatro cristalizaciones del concepto
de nación española a lo largo del siglo XIX: la noción cívica de la nación-contrato,
que se corresponde con el período gaditano; la nación-legado del moderantismo
isabelino; la nación como precipitado histórico que domina entre las elites liberales
en las décadas centrales del siglo y durante la primera etapa de la Restauración y,
finalmente, la nación-genio que emerge con la crisis de fin de siglo. Cfr. J. Fernández
Sebastián, “La construcción de la nación española en la época del liberalismo”, en
R. Robledo, I. Castells y M.C. Romeu (eds), Orígenes del liberalismo. Universidad,
política, economía, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2003, pp. 262263.
280 Sobrino de Pepe García Fajardo, su creador lo presenta como una suerte de galán
calavera, habitual de tertulias y cafés y figura de una inverosímil evolución en sus
opiniones políticas: de tradicionalista de Carlos VII a ferviente admirador del
federalismo de Pi y Margall.
281 B. Pérez Galdós, “España trágica”, op. cit…, V, p. 199. En estas preguntas del
politicómano Segismundo –en un texto de 1909- vemos latir el mismo dolor y el
mismo complejo de inferioridad de raza latina que expresara A. Fouillée en el
Esquisse psychologique des peuples europeans (1903). Incluso se pueden encontrar
tempranos “apuntes” (1874 y 1879) que anuncian las reflexiones del Esquisse en
Napoleón, en Chamartín y en Los apostólicos (cfr. B. Pérez Galdós, “Napoleón, en
Chamartín”, op. cit…, I, p. 566 e idem, “Los apostólicos”, op. cit…, II, p. 893). La
diferencia sólo es de grado: conforme se desciende de latitud, aumentan esos
sentimientos de “complejo latino.” Cfr. A. Fouillée, Bosquejo psicológico de los pueblos
europeos, Daniel Jarro Editor, Madrid, 1903. Específicamente, sobre España, cfr.
Ibidem, pp. 192-236.
279
282
Idem, “Cánovas”, op. cit…, V, p. 557.
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Este pueblo-vínculo, ese fondo del tiempo presente y de todos los
tiempos, tiene cabida en una apertura de la continuidad como los Episodios;
pero resulta imposible en la apertura de la simultaneidad de La Comédie.
Sólo fuera de la novela-mundo, en el Balzac publicista (Enquête sur la politique
des deux ministères, 23 de abril de 1831 283 ) encontramos cierto reconocimiento
a la idea micheletiana de la sociedad como hecho de todos 284 : “La Revolución de
Julio ha cambiado completamente la naturaleza de las relaciones que
existían entre el poder y el pueblo, entre los gobernantes y los gobernados.
El primero de julio de 1830 éramos súbditos de un rey; el 30 éramos todos
ciudadanos; la víspera no éramos más que un pueblo, al día siguiente, una
nación 285 .”
La luz gloriosa apenas deslumbró a Balzac,
y no podía sentirse
cegado por el Sol de Julio como Michelet, entre otras muchas razones,
porque, mientras el historiador nacía a su verdadera vida como escritor con
la contemplación des boulevards remplis des foules, el novelista permaneció
tranquilamente en el solaz descanso del Château de Saché, en su región natal
de la Turena 286 . La experiencia extática balzaciana del pueblo-todo poseía la
Balzac firma este texto como “M. de Balzac, électeur éligible”, una rúbrica que
evidenciaba su postura crítica frente al censo de Julio. Una circunstancia biográfica
ligada a esta crítica –sus fracasados intentos de convertirse en elegido se convertirán
en una de sus obsesiones- explicaría, en parte, su paso al legitimismo en 1832.
284 Escribe Jules Michelet: “Lo que la Revolución de Julio ofrece como singular es el
hecho de presentar el primer modelo de una revolución sin héroes, sin nombres
propios; no existe un individuo en quien la gloria se pueda localizar. La sociedad ha
hecho todo. Tras la victoria, se ha buscado un héroe, y se ha encontrado un pueblo
entero.” J. Michelet, “Introduction à la Histoire Universelle,” in J. Michelet, La Cité
des Vivants et des Morts, Belin, Paris, 2002, p. 135. Este pasaje será analizado en
profundidad en El catálogo de las naves o de los héroes incontables.
285 H. Balzac, “Enquête sur la politique des deux ministères”, Oeuvres Diverses,
op.cit…, II, p. 984.
286 El propio Balzac da cuenta de lo atenuado que le llegó el eco de Juillet en un
artículo publicado en Le Voleur (30 de septiembre de 1830): “os aseguro que me
considero un hombre muy valiente por haber reconocido que viajaba por las orillas
del Indra durante nuestras gloriosas jornadas” ( cit en R. Chollet, Balzac journaliste,
le tournant de 1830, Klinckieck, Paris, p. 290). Uno de sus principales biógrafos, R.
283
98
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
fugacidad de la brochure, de la página, o de un fragmento de página, puesto
que unas líneas más abajo, en la misma Enquête, retomaba su preferencia
maquiaveliana por la política efectiva: “Aceptaremos la Revolución de Julio
como un hecho, e intentaremos constatar, no cuáles deberían ser, sino cuáles
fueron los efectos producidos por este movimiento 287 .”
Este mismo acento de verdad maquiaveliana lo encontramos cuando
el Balzac physiologiste del Traité de la vie élégante (1830) deja filtrar el espacio
binario de los deseos en su definición de la comunidad política: “Un pueblo
de ricos es un sueño imposible de cumplir: una nación se compone
necesariamente de gentes que producen y gentes que consumen 288 .” Y la
división que habita en la ciudad, habita en su mitad más enigmática. En un
mosaico inacabado, en el espacio fragmentado y fragmentario de La Comédie,
el pueblo sin adjetivos no puede ser pueblo-principio. Es pueblo-parte. Cuando
Balzac utiliza el concepto (para contraponer trabajo y privilegio 289 , para
alabar a la madera común de la que sale la frente cuadrangular de un
campesino 290 , para subrayar el origen sans-culotte de la rebelión de
Vautrin 291 , para hablar de la ferocidad de l´être-ensemble 292 , para admirar la
fuerza del instinto 293 , para añadir color social al París sectionnaire de los
tiempos de juventud del Père Goriot 294 , para señalar al discípulo aventajado
Pierrot, apunta con curiosidad que el novelista ni siquiera se tomó la molestia de
regresar a París en el momento del reparto de funciones. Cfr. R. Pierrot, Honoré de
Balzac, Fayard, Paris, 1994, p. 172.
287 H. Balzac, “Enquête sur la politique des deux ministères”, Oeuvres…, op. cit., II,
p. 984.
288 Idem, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 217. Cfr el capítulo Del problema
de la virtud.
289 Idem, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 507.
290 Idem, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 221.
291 Idem, “Splendeurs et misères des courtisaines”, op. cit…, VI, p. 732.
292 Idem, “Ursule Mirouët”, op. cit…, III, p. 866.
293 Idem, “Le cousin Pons”, op. cit…, VII, p. 584 e idem, “Mademoiselle du Vissard”,
op. cit…, XII, p. 646.
294 H. Balzac, “Le père Goriot”, op. cit…, III, p. 123.
99
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Scheherezade Pinilla Cañadas
de la burguesía revolucionaria 295 o para celebrar la estética de los andrajos
de Murillo 296 ) no se refiere, exactamente, al pueblo, sino a los pobres ; y éstos
tampoco son exactamente los pobres. Se trata de la ausencia de toda
cualidad, la secreta insurgencia de un estar-ahí que une indisociablemente el
ser social y el ser político. La antesala del juez Popinot [ver Supra].
La insurgencia del pueblo-parte 297 galdosiano es explícita, capaz de
parar el fluido del relato hasta crear una escena. Y en este espacio de la
revelación, el número parece más separado de su cuerpo terrestre (no hay
rastro de blusas o de enseñas de los oficios en el Madrid embastillado de La
Revolución de julio, ni en la política callejera de España Trágica, ni en la
geografía habitual de las expansiones madrileñas) que de su cuerpo celeste
(emanaciones del pueblo-todo en un nuevo tipo de vínculo con la
soberanía 298 ). Aún más, la inconsistencia característica de esa peculiar
morfología social hace que no resulte extraña la presencia, en el mismo
espacio narrativo, de figuras de la subjetividad a medias: desde la costra à
l´ancienne de la canalla, la turba o la plebe 299 , hasta conceptos que se
ajustaban mejor al tiempo de la escritura de los Episodios como los de
multitudes o el de masas 300 en su formulación plural.
Idem, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 509.
Idem, “La Rabouilleuse”, op. cit…, IV, p. 352.
297 B. Pérez Galdós, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 570; idem, “La revolución de julio”,
op. cit…, IV, pp. 416, 417 y 422; idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 144 e idem,
“España sin rey”, op. cit…, V, p. 73.
298 Idem, “Luchana”, op. cit…, III, p. 359; idem,“La revolución de julio”, op. cit…, IV,
p. 439. Cfr. Del problema de la virtud…
299 Idem, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, pp. 602-3; idem, “O´Donnell”, op.
cit…, IV, pp. 456 y 472 e idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416.
300 Idem, “De Oñate a la Granja”, op. cit…, IV, p. 249; idem, “España trágica”, op.
cit…, V, p. 200.
295
296
100
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Y es que esta “palabra contrahecha”, a la que no se puede aplicar a priori
ninguna idea -porque, como aseguraba Larra, “se deja guiar e interpretar,
sin hacer más que dar de cuando en cuando palo de ciego 301 ” - parece
necesitar del adjetivo para completar su significado. Aquí, Balzac y Galdós
toman, una vez más, senderos que se bifurcan. No encontraremos en la
gloriosa colección calificativos como persistente, incesante, intermitente;
adjetivos de movimiento que indicarían una cadencia intransitiva, una
identidad que se fragua en la búsqueda de la identidad, indeterminación.
Muy al contrario, el escritor nacional adhiere al pueblo-parte, como si con ello
pudiera hacer de éste ley encarnada, una capa de permanencia por medio de
palabras que remiten a lo moral, a las esencias 302 : “macizo y santo pueblo 303 ”
, “desgraciado pueblo 304 ”, “buen pueblo republicano 305 .”
El adjetivo balzaciano, en cambio, no pretende corporeizar la carne de lo
social, es atributo del número en cuanto número; hasta el punto de que un
M. J. de Larra, “Cuasi-Pesadilla política”, Revista Española, agosto de 1835, en E.
de Ochoa, Apuntes para una biblioteca de autores españoles contemporáneos, vol II,
Baudry Librería europea, Paris, 1840, p. 255. Ya en la Encyclopédie encontramos una
definición escrita por Jarcourt en la que el concepto de pueblo tiene mucho de
palabra contrahecha: “Nombre colectivo difícil de definir, porque se forma de ideas
diferentes en los distintos lugares, en los distintos tiempos y de acuerdo con la
naturaleza de los diferentes gobiernos.” Cit en P. Rosanvallon, Le peuple introuvable,
op. cit…, p. 32.
302 La inteligencia del XIX elaboró todo un dispositivo moralizante –en sentido
positivo y negativo- en un desesperado intento por desentrañar el enigma. Así
hemos de entender la infinita lista de adjetivos que acompañan al pueblo en sus
múltiples encarnaciones: puro, santo, épico, verdadero, honrado, feroz, terrible,
bueno, infeliz, desgraciado… Cfr. Cfr. M. Tournier, “Le mot “peuple” en 1848:
désignant social ou instrument politique?”, en H. Desbrousses, Le peuple. Figures et
concepts. Entre identité et souveraineté, François-Xavier de Guilber, Paris, 2003, pp. 20
y ss y también M. A. Orobon, “Años 1870-1871 en Francia y en España: a vueltas
con el pueblo”, en VVAA, Pueblo, conceptos, ciudadanía…, op. cit, pp. 152 y ss.
303 B. Pérez Galdós, “Mendizábal”, op. cit…, III, 115.
304 Idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 395.
305 Idem, “Amadeo I”, op. cit…, V, p. 327.
301
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Scheherezade Pinilla Cañadas
adjetivo –salvajes- se convierte en sustantivo –Salvajes 306 - y nos descubre la
naturaleza, oculta y no tan oculta, del ser en permanencia de los muchos:
“La prima Bette, la salvaje de la Lorena, un poco traidora, pertenecía a ese
tipo de caracteres, más común entre el pueblo de lo que imaginamos, que
puede explicar su conducta durante las revoluciones 307 .” Sólo la compostura
sinóptica de cada una de las modestas irrupciones (el pequeño rasgón en
L´interdiction, en Illusions perdues, en Facino Cane, en Le médecin de campagne
308 )
de esas pauvres gens, de esos pauvres paysans de Bénassis 309 , de esas petites
ouvrières de l´Homeau, de esos ouvriers souffrants du XIIème arrondissement,
nos permite descubrir la célebre –una de las más célebres del siglodefinición del concepto de pueblo, la que hiciera P. Buchez en su Du principe
de la souveraineté 310 : “Definimos el pueblo como la clase más numerosa, más
pobre, la que trabaja 311 .”
H. Balzac, “La cousine Bette”, op. cit…, VII, pp. 83 y 86 y también, idem, “Les
chouans”, VIII, op. cit…, p. 917.
307 Ibidem, p. 86.
308 H. Balzac, “L´interdiction”, op. cit…, III, pp. 434 y 436; idem, “Illusions perdues”,
op. cit…, V, p. 681; idem, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1021.
309 Para un análisis de este personaje y de las diferencias entre “sus” campesinos y
el colectivo insurgente de Les Paysans, “Política del imaginario e imaginario de la
política”.
310 Balzac entra en contacto con los saint-simonianos en el período que P. Bénichou
denomina “el período creativo de la religión saint-simoniana”; concretamente, en
1828, y gracias a sus trabajos como impresor del Cahier Le Gymnase y sus
colaboraciones periodísticas en el Feuilleton de Journaux Politiques de H. Auger.
Además de estos contactos personales –especialmente estrechos con Buchez,
Enfantin o George Sand-, la influencia saint-simoniana también se detecta en ciertos
conceptos que denotan, más que una transferencia conceptual directa, la
participación en un mismo universo mentis en el que también entrarían nombres
como los Bonald, Maistre o Lamennais anteriores a 1830 (en este sentido, estoy más
cerca de las interpretaciones de P. Bénichou y B. Tolley –defensores de esta idea del
universo conceptual compartido- que la de otros autores como B. Guyon): la
obsesión por la idea de unidad, el propósito de fijar las reglas para una política
moderna, una filosofía de la historia que distingue entre períodos críticos –o de
crisis- y períodos orgánicos –o de construcción-, o la extensión de las fronteras de la
ciencia hasta el misticismo. La incidencia de esta compleja atmósfera intelectual en
el corpus balzaciano ha sido muy estudiada por toda la crítica. Cfr. B. Guyon, La
pensée politique et sociale.., op. cit., p. 320; J-H. Donnard, La vie économique et sociale…,
op. cit., p. 62; P. Bénichou, Les mages romantiques…, op. cit.., p. 142; idem, Les temps
de prophètes…, op. cit., p. 279; P. Tacussel, Mithologie des formes sociales Balzac et le
saint-simoniens ou le destin de la modernité, Meridiens Klincksieck, 1995; B. Tolley,
306
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
La dificultad en la definición aumenta por cuanto no existe tanta
diferencia entre el cuerpo celeste del pueblo-todo que inunda los relatos
fundadores y el cuerpo terrestre del número anónimo que habita la
geografía esquiva (el último piso de un hôtel burgués, el Tourniquet SaintJean, el arrabal de Saint-Marceau, el muelle de la Cité, los talleres, las
pequeñas fábricas) de las ciudades intermitentes: la elevación mítica y la
alienación industrial terminan por borrar toda singularidad.
Ahora bien, mientras que la sustancia común heroica se convierte en
metáfora total, en medio, en Stimmung 312 , que elimina cualquier pregunta
por la identidad del sujeto de lo político en la feliz transparencia de los
orígenes –en ese mágico momento, el pueblo coincide consigo mismo y con
el mundo-; la ausencia de cualidad y de especificidad del cero social
disciplinado por el trabajo le hace ganar distancia y relación con todo al
mismo tiempo y, con la apertura de ese espacio que vincula y que separa,
emerge una suerte de opacidad, la identidad problemática de los muchos.
Porque “los fragmentos uniformes de una misma masa, los segmentos de
un mismo círculo 313 ” tal vez no compongan una subjetividad plena, pero
son algo más que puro quantum.
“Balzac et les saint-simoniens”, L´Année Balzacienne, 1966, pp. 49-59; idem, “Balzac et
la doctrine saint-simonienne”, L´Année Balzacienne, 1973, pp. 163-166.
311 P. Buchez, “Du principe de la souveraineté”, cit en Jacques Vallette, “Utopie
sociale et utopistes sociaux en France vers 1848”, en VVAA, 1848. Les utopismes
sociaux. Utopie et action à la veille des journées de Février, Société d´histoire de la
Révolution de 1848 et des révolutions du XIXe siècle, SEDES, Paris, 1981, p. 35.
312 Véase lo que se dice sobre este concepto en el capítulo titulado “El catálogo de
las naves” y en el epígrafe titulado “El heroísmo como Stimmung”.
313 H. Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, X, p. 213.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
La extraña estabilidad interior 314 de este fenómeno infinitamente
multiplicado y dividido en emociones, en acciones y en seres, saca a la luz
algo que parecieron olvidar los cantores y los detractores de la evidencia que
nació con el siglo: el pueblo no es sólo cosa en sí, esencia; también es
existencia, pueblo concreto, pueblo real que hace de sí mismo su propia obra.
Y ese pueblo, como dice P. Rosanvallon, es siempre peuple introuvable.
Entonces comienza un desorden en los nombres que es desorden en el saber,
la mayor expresión de lo que J. Rancière define como “la fascinación
moderna por la verdad del cuerpo popular 315 .”
Se impuso la necesidad de nombrar, no porque –como asevera J. F.
Fuentes 316 - se llegara a la saturación del concepto; sino porque nombrar
tranquiliza. No se puede nombrar lo innombrable. Y el peligro era,
exactamente, ése. Los nombres que flotan, la superposición de pretendidas
homonimias y de figuras que no terminan de absorber el exceso de material
humano y que, además, tienen procedencia tan diversa: plebe, canalla,
vulgo, turba, populacho, malheureux, misérables, menesterosos, pauvres gens,
souffrants, ilotas, forzados, pueblo, nación, proletarios, obreros, trabajadores,
muchedumbre, multitud, foules, raza, masas.
Toda esta confluencia de esfuerzos teóricos (categorías à l´ancienne,
epopeya romántica, relato de nación, palabra obrera, psicología de los
pueblos, psicología de las multitudes, sociología de las masas) no era sino la
Esta ausencia de cualidad que el número abstracto comparte con el dinero
(Simmel) es una suerte de estabilidad que acaba cristalizando en una forma
peculiar de identidad. Cfr. G. Simmel, Philosophie de l´argent…, op. cit., pp. 118, 542,
548, 564, 638.
315 J. Rancière, La Nuit de prolétaires. Archives du rêve ouvrier, Hachette, Paris, 1981, p.
24.
316 J. Fuentes, “La invención del pueblo. El mito del pueblo en el siglo XIX español”,
Claves de Razón práctica, 103, 2000, p. 62.
314
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
expresión de la incertidumbre que provocaba la verificación progresiva de la
hipótesis que apuntara tempranamente Tocqueville 317 : la evolución natural
de las democracia hacia una sociedad amorfa. Un medio líquido, blando,
voluble, de equilibrio inestable. Recordémoslo: cada vez que se habla de una
ciudad, de cualquier ciudad, se dice algo del espacio binario de los deseos del
capítulo IX de El príncipe.
Balzac 318 podía ironizar sobre el potencial explicativo de una nueva mot à
la mode, el mayor invento de la “fraseología moderna 319 ”, siempre que las
clases mantuvieran su formulación en un plural descriptivo que hacía del
sustantivo un incontable. Se sucedían luego las preguntas por la sustancia –
ilustradas, industriales, superiores, medias, inferiores, populares, laborieuses,
dangereuses…- y por una cantidad imposible de definir -¿cuántas eran si cada
subconjunto era, a su vez, plural ?
El verdadero peligro llegó con 1830, cuando el movimiento obrero
comienza a pensarse a sí mismo como unidad con voz propia 320 y Balzac (10
de octubre de 1830) emplea -¿cegado, esta vez sí, por la luz de Juillet ?- , un
singular amenazante: “La gran idea que deben hacer triunfar las
instituciones modernas es la de contener a la clase pobre 321 .” El verbo escogido
por el joven publicista de Le Voleur remite a la racionalidad de los humores
Cfr. C. Lefort, “Préface” en A. Tocqueville, Souvenirs, Folio, Gallimard, 1964,
Paris, p. XV.
318 “Los tres antiguos órdenes son remplazados por lo que se denomina hoy clases.
Poseemos las clases ilustradas, industriales, superiores, medias.” H. Balzac,
“L´hôpital et le peuple”, op. cit…, 369.
319 H. Balzac, “Pierrette”, op. cit…, IV, p. 29.
320 W. Sewell, Work and revolution in France. The language of labor from the Old Régime
to 1848, Cambridge University Press, Cambridge, 1980, p. 249.
321 H. Balzac, “Lettre sur Paris”, en Le Voleur (1830), en idem, Oeuvres Complètes, t.
XXVI, édition nouvelle établie par la Société des études balzaciens, sous la direction
de M. Bardèche, Club de l´Hônnete Homme, 1955-1963, Paris, p. 419
317
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maquiavelianos, a esa vocación expansiva que desata una tensión que se
transforma en equilibrio inestable y, lo que es mucho más importante,
supone el reconocimiento explícito de la presencia de dos mundos en uno
solo.
El Galdós de los Episodios nunca pudo gozar de esa experiencia
balzaciana de la simultaneidad entre el tiempo vivido y el tiempo re-creado.
La mitad enigmática -“el proletariado de Lammenais”- llega al relato de
nación con la fuerza de Las tormentas del 48 (1902), como una suerte de
absoluto en el mundo fragmentario de la Cuarta Serie. Para entonces, el
cuerpo terrestre del pueblo comenzaba a desplazar al cuerpo celeste como
depositario legítimo –el auténtico, el verdadero, el puro- de la soberanía 322 :
“Recapacitando en ello, me siento Saint-simoniano, y afirmo que el mundo es
de todos, y que el derecho a los goces no es exclusivo de una clase
privilegiada. La riqueza pertenece a los trabajadores, que la crean, la
sostienen y aquilatan, y todo el que en sus manos ávidas la retenga, al
amparo de un Estado despótico, detenta la propiedad, por no decir que la
roba 323 .” Estas reflexiones sobre la imaginación de la comunidad imaginada
que Pepe García Fajardo comparte con los lectores llevan el análisis hasta su
verdadero eje de rotación: toda pregunta por las clases, por el pueblo, por la
nación, es pregunta por dónde empiezan y por dónde acaban 324 . El gran
interrogante de la política no es el de su origen o el de sus fines, sino el de
sus márgenes 325 .
W. Sewell, Work and revolution…, op. cit., p. 249.
B. Pérez Galdós, “Las tormentas del 48”, op. cit…, IV, p. 107. La cursiva es de la
autora.
324 Escribe Michelet “Aunque los burgueses piden, nada menos, que ser una clase
aparte, no es fácil precisar los límites de esta clase, dónde empieza, dónde acaba.
No contiene exclusivamente a gentes acomodadas; hay muchos burgueses pobres.”
(J. Michelet, Le peuple, Garnier-Flammarion, Paris, 1974, p. 133). Podríamos cambiar
el sujeto de la oración –en realidad, en Michelet, el sujeto de las oraciones siempre
es el mismo, ya que su pueblo tiende hacia el todo- por cualquiera de los actores
políticos aquí analizados y el nervio teórico del asunto vendría a ser el mismo.
325 J. Rancière, Aux bords du politique, op. cit…, p. 11.
322
323
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Una primera respuesta podría ser la trayectoria ascendente que
Lamennais –“apóstol” de los muchos, según el personaje galdosiano 326 dibujara en su Evangelio: “Vosotros sois pueblo; sabed, en primer lugar, lo
que es el pueblo”. Los que trabajan la tierra bajo la lluvia, el viento y todas
las intemperies de las estaciones. Los que explotan los bosques, los caminos
y las minas. “Ce sont encore des hommes du peuple.” Los que funden los
metales y los modelan. Los que recorren los mares. Los que toman las armas
por la patria y la defienden. “Ce sont encore des hommes du peuple (…)
Algunos de ellos, a través de mil obstáculos, empujados, sostenidos por su
genio, desarrollan y perfeccionan las artes, civilizan las naciones, las
envuelven en ese esplendor brillante y forman una de las fuentes, la más
fecunda, de la prosperidad pública 327 .” Ce sont encore des hommes du peuple.
La segunda respuesta, la cuasi-definitiva, perfila una elipsis descendente que
arriba a los confines, a la línea que toca las ciudades invisibles. Allí se
encuentran ceux qui ne sont pas encore des hommes du peuple. Ése es el auténtico
limes del mundo –en los dos sentidos arendtianos- y del relato.
B. Pérez Galdós, “Las tormentas del 48”, op. cit…, IV, p. 108.
F. Lamennais, “Le livre du peuple”, en idem, Paroles d´un croyant. Le livre du
peuple, Garnier Frères, Paris, sf., p. 105.
326
327
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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CAPÍTULO II. DE LA SOBERANÍA Y
DE LA CAPACIDAD DEL PUEBLO
(O DEL CUERPO CELESTE)
“pues cuando son muchos los privados
de honores y pobres, forzosamente esa
ciudad está llena de enemigos.
Queda la salida de que participen
en las fuciones deliberativas y judiciales.
Aristóteles, Política VI
“Toda ciudad debe arbitrar vías por donde
el pueblo pueda desfogar su ambición”
N. Maquiavelo,
Discursos sobre la década de Tito Livio, I
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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Las vías en la ciudad
La democracia campesina, sostiene Aristóteles en el libro VI de la
Política, es la mejor porque, en ella, queda contenido el demos, sin que la
comunidad haya de sufrir de su litigio 328 :
“Siendo cuatro las democracias, la mejor es la primera de la serie (…) Yo la
llamo primera en el mismo sentido en que se puedan clasificar los pueblos: el mejor
pueblo es el campesino, de modo que es posible establecer también una democracia
donde la muchedumbre vive de la agricultura o de la ganadería. En efecto, por no
tener mucha fortuna está tan ocupado que no puede asistir con frecuencia a la
asamblea; y por no tener las cosas necesarias, pasan el tiempo en sus trabajos y no
desean lo ajeno, sino que les es más grato trabajar que dedicarse a la política y
ejercer el mando, cuando las ganancias que se sacan de los cargos no son grandes;
pues la mayoría aspira más al lucro que al honor (…) Además, el ser soberanos
para elegir y pedir cuentas a los magistrados satisface su necesidad de ambición, si
tienen alguna, puesto que en algunos pueblos, aunque no participan en la elección
de los magistrados nada más que algunos elegidos alternativamente entre todos,
como en Mantinea, la mayoría se da por satisfecha si tiene el poder de deliberar (...)
Si se gobernaran así, necesariamente se gobiernan bien (pues las magistraturas
estarán siempre en manos de los mejores, con el consentimiento del pueblo y sin
sentir éste envidia de las clases distinguidas) (…) De este modo resulta lo que es
más ventajoso en los regímenes: que las clases distinguidas manden sin cometer
errores, y el pueblo no se vea rebajado en nada 329 .”
La doble pregunta por las partes de la ciudad y por la sustancia de cada una de
ellas.
329Aristóteles, Política, op. cit…, VI, 1318b 1-7 y 1318 a.
328
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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Un comentario a este fragmento de la Política arroja mucha luz sobre
la definición –en el discurso y en el principio de realidad- del vínculo
pueblo-soberanía que elaboraran las elites políticas y culturales del siglo
XIX. La idea aristotélica del demos in absentia (“está tan ocupado que no
puede asistir con frecuencia a la asamblea”) nos proporciona la primera
clave interpretativa. Porque si algo es el pueblo en cuanto cuerpo celeste es
demos in absentia: fuente que deja vacío su lugar 330 . Una idea genial del
siempre genial abate Sieyès 331 . Su célebre distinción entre el pouvoir
constituant y el pouvoir constitué fue una de las más brillantes operaciones
políticas 332 de la burguesía revolucionaria. De un lado, la organización de
los poderes transformaba las peligrosas intermitencias del demos en
intervalos regulares que colocaban a la potencia al margen de las
turbulencias, al margen de sí misma. De otro, el momento de la
autodeterminación del pueblo se convirtió en cristalización definitiva, en el
establecimiento de un derecho nuevo y de un nuevo cuerpo político. La
sucesión de constituciones 333 durante el proceso revolucionario, y durante
C. Lefort afirma que la democracia vive en una tensión permanente entre el
principio que afirma que el poder emana del pueblo y el principio que afirma que
ese poder no es de nadie (C. Lefort, La incertidumbre democrática. Ensayos sobre lo
político, Anthropos, 2004, Barcelona, p. 227). La mejor expresión de esta tensión, ya
se dijo con anterioridad, es el micheletiano Champ de Mars: el vacío es el único
monumento posible a los muchos. Ver nota
331 H. Arendt afirma que el abate fue el mejor teórico de la Revolución Francesa (cfr.
H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 221) Fue, sencillamente, uno de los
mejores del siglo, en el entendido de que el XIX comienza –pace Hobsbawm y su
peculiar modo de concebir las cronologías- en 1789.
332 Otra brillante operación –que vino a dar cobertura ideológica a esta primera- de
la burguesía decimonónica fue el relato de nación. Cfr. los epígrafes titulados “Una
nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes incontables” y “Galdós como
nuevo Demódoco.”
333 La solución de Sieyès, dice Arendt, no podía dar lugar al “establecimiento de
una república en el sentido de “un imperio de leyes y no de hombres (Harrington)”
sino que había sustituido a la monarquía, o gobierno de uno, por una democracia, o
gobierno de la mayoría” (cfr. H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 222). De la
lectura de este pasaje y de las continuas comparaciones que en el texto se establecen
entre la Revolución Francesa y la Americana -si bien la propia Arendt no lo dice
explícitamente- se colige que el vértigo constitucional francés obedeció, no al
problema de la ley, sino a ese imperio de los hombres –los Grandes, en este casoque tanto lamentara Harrington.
330
110
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
toda la centuria, no fue óbice para que se diera por concluida la escena
inaugural de la política y se proyectara el vivir-unido-del-pueblo en cuanto
poder de los muchos hasta esa ciudad que se sitúa más allá de la distancia
característica del mundo como lugar de la aparición, el estado de
naturaleza 334 .
El espacio político liberado del problema de la construcción de la
subjetividad del demos tenía su origen teórico y su reaseguro en el concepto
rousseauniano de volonté générale. Ésta es potencia de institución y
legitimación, no principio que interviene en el curso regular de las
instituciones. Así que los teóricos del 89, y también los del 95, encontraron
en Rousseau al fundamento de su instalación en el Poder. En un primer
momento, el visionario de la sociedad que se autoconstituye les proporcionó
un horizonte crítico-utópico contra el privilegio 335 : el elogio a la generalidad
de un Carré de Malberg o de un Sieyès remitía a la idea de la organización
imparcial e impersonal –y, en ese sentido, liberal- de los poderes. En un
segundo tiempo, el nexo rousseauniano entre voluntad general y fundación
dejó el margen teórico necesario para que la elite, una vez hecho el
juramento de inicio, rectificara al maestro ginebrino gracias a un nuevo
concepto de la representación que separaba al pueblo del legislativo 336 . En
H. Arendt entiende que, precisamente, una de las grandes diferencias entre la
Revolución Americana y la Revolución Francesa fue el reconocimiento por parte de
aquélla del vivir-unido-del pueblo como condición material indispensable del
poder y como forma política plena. Cfr. H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p.
224.
335 P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit., pp. 168-169.
336 Rousseau había sido muy claro al establecer el vínculo entre demos y ley: “Puesto
que la ley no es más que la declaración de la voluntad general, resulta claro que, en
el poder legislativo, el pueblo no puede ser representado (…) Pero puede y debe
serlo en la poder ejecutivo, que no es más que la fuerza aplicada a la ley.” (J.J.
Rousseau, “Du contrat social”, Écrits Politiques, Oeuvres Complètes, III, Gallimard,
Bibliothèque de la Pléiade, 1975, Paris, 430). Los constituyentes extendieron la
separación establecida por Rousseau entre ejecutivo y pueblo a la relación pueblolegistlativo; y ello equivalía, si no a una enmienda a la totalidad, a una rectificación
fundamental del proyecto rousseauniano. Como explica P. Rosanvallon, el nuevo
334
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
definitiva, el demos empezaba a dejar de ser demos –ni siquiera in absentiapara principiar a ser la parte en trop de la ciudad.
La creación de Rousseau, además, devolvía al espejo la imagen de una
nación unánime 337 y daba títulos a la afirmación de que –al menos, para
quienes habían resultado beneficiados por ella- la Revolución había terminado.
Sólo a partir de esta idea de nación como todo coherente y sin fisuras 338 , un
legitismista de razón como Balzac podía derivar dos consecuencias lógicas
mucho más conectadas de lo que, en principio, pudiera pensarse: la
asunción des acquis del 89 y la proyección del vínculo pueblo-soberanía a una
esfera que no era exactamente el estado de naturaleza de Sieyès. El novelista
reconoce una politicidad plena a la forma estatal de la Convención 339 (Poder);
pero intuye, malgré lui, una politicidad primera en esa formulación plural del
conflicto que es la política salvaje de los muchos (poder). Aquélla es la
Revolución visible, acontecimiento inédito que se define en singular y que
precipita en la forma Estado; ésta es el principio de las revoluciones ocultas,
concepto de la representación que elaboran los teóricos de la Revolución nace,
precisamente, de las objeciones de éstos al concepto de voluntad general tal y como
fue formulado por Rousseau: “La consagración de la voluntad general engloba toda
una serie de objeciones por parte de los constituyentes. Pero, ¿cómo definir el
gobierno representativo si la voluntad general no puede constituirse ni a partir de
los intereses, ni a partir de las opiniones, ni a partir de las simples voluntades
individuales? La respuesta de los hombres de 1789 pasa por una nueva
aproximación a la representación. En estos autores, no tiene por objeto principal
transmitir una voluntad, reproducir una cualidad o expresar una autorización. Su
función, como subrayó Carré de Malberg, es organizar la voluntad y la persona
nacionales. La representación es el proceso constructivo por el que la nación, como
totalidad irreducible, constituida sólo por el derecho natural, puede actuar y hablar.
La representación no procede de una operación deducible. Es, por el contrario,
instrumento de una verdadera institución de lo político.” P. Rosanvallon, Le sacre du
citoyen…, op. cit., p. 169.
337 J. J. Rousseau, “Du contrat social”, op. cit…, p. 439.
338 H. Balzac, “Sur Cathérine de Médicis”, op. cit…, XI, p. 451.
339 Balzac entiende que la Convención es el momento culminante de todo el proceso
iniciado con el 89. Cfr. H. Balzac, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 161; idem “Lettre
sur le travail” (printemps 1848), Oeuvres Complètes, op. cit…, XXVIII, p. 555. Y
también cfr. R-A. Courteix, Balzac et la Révolution Française…, op. cit..., p. 231.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
un movimiento sin fin 340 que, poco a poco, penetra en la región fenoménica
del relato y la modifica para siempre.
Balzac establece una secuencia lógica del poder (efectividad-unidadorden 341 ) como único programa político capaz de arreglar el pascaliano
hospital de locos que es la Francia ¿ revolucionada ? Desde esta óptica ha de
entenderse la declaración que hace una dama de la Contra-Revolución como
la Princesse de Cadignan: “Los republicanos son aún más absolutos en sus
ideas que nosotros los absolutistas, que pecamos por indulgencia 342 .” O la
admiración 343 que expresa Balzac por la Terreur 344 como forma general de
sistema de gobierno que funda su legitimidad en la eficacia: “El pueblo, la
mujeres y los niños se gobiernan igual, por el terror. Ahí estuvo el gran
secreto de la Convención y del Emperador 345 .” La definición que hace el
novelista del poder (“un ser moral tan interesado como el hombre en su
Cfr. “La escritura de la insurrección…”
Este programa estará ligado a Maquiavelo y al maquiavelismo hasta el final de la
vida del novelista. cfr. S. Pinilla Cañadas, “Raison d´État, raison d´unité…”, op.
cit..., p. 187.
342 H. Balzac, “Les secrets de la princesse de Cadignan”, op. cit…, VI, p. 971. El
maridaje conceptual entre Monarquía y República se sustancia literariamente en la
pasión secreta que siente el republicano Michel Chrestien por esta dama de la
Contra-Revolución. El contexto de la Monarquía de Julio convierte a estos dos
principios en políticas de los márgenes del sistema y, como tales, están abocadas al
fracaso, al igual que el amor del ardiente revolucionario. Sobre Michel Chrestien se
hablará in extenso en “La escritura de la insurrección...”
343 R.-A. Courteix llega a hablar de obsesión. Cfr. R. A. Courteix, Balzac et La
Révolution…, op. cit…, p. 238.
344 A juicio de Balzac, este sistema habría alcanzado su más alto grado de perfección
con Calvino y Robespierre. El novelista vio en estos personajes históricos dos
magníficos ejemplos que contribuían a falsar su teoría energética –que ha de
interpretarse en términos de cosmovisión. Balzac entendía que la voluntad de un
individuo excepcional era capaz de reducir lo múltiple a la unidad. Sólo así se
comprende su particular silogismo político (“Le médecin de campagne”, op. cit…,
IX, p. 511) que sostiene que todo régimen asambleario deriva en dictadura y su
afirmación de la identidad entre monarquía y república en cuanto principios
absolutos. Cfr. R.-A. Courteix, Balzac et la Révolution…., op. cit., pp. 212-231.
345 H. Balzac, “Les Paysans”, op. cit…, IX, p. 161.
340
341
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
conservación 346 ”) le lleva a admirar el terror como elemento “constitutivo
del curso regular de la república o de su inscripción en el tiempo 347 .”
La energética balzaciana, resulta obvio, está íntimamente ligada al
maquiaveliano mantenere lo stato 348 ; y, si bien alcanza a otro concepto clave
en el pensamiento de Maquiavelo, el de la violencia primera del vivir-juntos,
Balzac nos deja en el umbral del terror de la fundación. Y se comprende. Este
momento de lo sublime, verdadero principio de invención 349 , que está en el
origen de toda institución nueva de la sociedad, se sitúa en la confluencia de
lo infigurable y de la mise en scène del p(P)oder. En la política del Uno
maquiaveliano, ese momento es el del golpe de Estado. Este acto es el único
capaz de instituir la regla de la que se excluye y encuentra su justificación en
el advenimiento de un orden nuevo que beneficia a todos. El éxito basta para
fundar la legitimidad, porque el Estado es cuestión de urgencia
permanente 350 .
Idem, “Physiologie du mariage”, op. cit…, XI, p. 1053.
G. Sfez, Machiavel ou la politique du moindre mal, PUF, 1999, Paris, p. 235.
348 Para un estudio en profundidad de las conexiones entre la política del uno de
Balzac y de Maquiavelo, cfr. S. Pinilla Cañadas, “Raison d´État, raison d´unité…”,
op. cit…, pp. 185-205.
349 Aquí parto de la concepción viquiana de lo sublime como raíz o génesis del
hombre y del mundo civil; la sublimidad que se vincula específicamente con el
terror de la fundación (cfr. E. Mattioli, “Vico, la traduction et le sublime”, en A.
Pons et B. Saint-Girons (eds), Vico la science du monde civil et le sublime. Autour de la
traduction de La Science Nouvelle par Alain Pons, Université Paris X- Nanterre,
Nanterre, 2004, p. 42. En el capítulo V se analiza ampliamente la sublimidad de los
orígenes.
350 G. Sfez, Machiavel ou la politique…, op. cit…, p. 155.
346
347
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
El príncipe nuevo que los hombres tienen por antiguo 351 , como el
centauro Quirón 352 , es hombre y bestia; es capaz de destruir y construir al
mismo tiempo. En la política del Uno de Balzac, la figura dual del abismo
del comienzo se descompone en el genio del mal y en el genio del bien 353 .
Aún más, la maldad de inicio deviene irrepresentable. Así, Les secrets des
Ruggieri nos presenta a la Catalina de Médicis 354 posterior a la SaintSe puede leer en este capítulo: “La observación prudente de las reglas expuestas
hasta aquí hacen aparecer a un príncipe nuevo antiguo y lo sitúa inmediatamente
en su Estado en una posición más firme y segura que si estuviera asentado en él
desde antiguo. Pues las acciones de un príncipe nuevo son observadas con mayor
atención que las de un príncipe hereditario, y si se las ve virtuosas ganan a los
hombres y los ligan al príncipe en una medida mucho mayor que la antigüedad de
la sangre.” Cfr. N. Maquiavelo, El príncipe, op. cit…, XXIV.
352 Ibidem, XVIII.
353 H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 430.
354 Sur Cathérine de Médicis es una obra excepcional en el conjunto de La Comédie
Humaine por muchas razones. Desde el título, puesto que se trata de la única novela
a la que un personaje histórico da nombre. Por la intención de Balzac, ya que el
escritor quería ver en este étude philosophique una suerte de tratado de la razón de
Estado -una especie de El Príncipe, sólo que con princesa- que se articula en torno a
una secuencia lógica del poder claramente definida: efectividad, unidad y orden. Y
por una estructura compleja en la que cabe lo histórico y lo fantástico, el siglo XVI y
el XVIII. Así, en la primera parte de la obra, Le martyr calviniste, Balzac se coloca del
lado de los burgueses del XVI, en concreto, nos presenta al notable peletero
Lecamus, para abrir al imaginario el espacio de la Corte de los Valois
conmocionada por la trágica –y estúpida- muerte de Francisco II. Estamos en 1560 y
Catalina ya se parece a sí misma: pálida, vestida de negro, indiferente a todo salvo
al poder y, por encima de todo, eficaz a la hora de mantener la corona para sus hijos
y la autoridad del gobierno. En la segunda parte, La confidence des Ruggeri, el
novelista nos cuenta las aventuras de dos hermanos alquimistas en la corte de
Carlos IX poco después (1573) de que haya tenido lugar la Saint-Barthélemy (23-24
de agosto de 1572). En la sombra, o en primer plano, la reina aparece astuta, lúcida,
capaz de mezclar mentira y verdad, figura acaba del maquiavelismo, en suma. En
la tercera parte, Les deux rêves, Balzac introduce en un escenario realista un
elemento fantástico. Una velada –un petit souper en 1786- de gentes cultivadas es el
marco en el que aparece, en forma de alucinación, una reina italiana del XVI que
comienza a disertar sobre la massacre de los hugonotes para asombro de los
asistentes. Aún parece más fantástico que dos de esos asistentes sean un oscuro
médico y un no menos oscuro abogado: Marat y Robespierre. En Sur Cathérine de
Médicis, no encontramos relato de la Saint-Barthélemy, ni de la Terreur; es decir, no
hay explicitación del crimen; sin embargo, sí encontramos su justificación. Y, como
queriendo “salvar” la relación con la moral tradicional, Balzac crea un marco
onírico –un supuesto diálogo sobre la raison d´État entre la reina italiana y el
Incorruptible- en el que se permite a sí mismo la escritura de la política efectiva: la
afirmación de las exigencias del principio de dominación; o la teorización de la
351
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Barthélemy y la misma reina italiana nos lleva, en Les Deux Rêves,
al
Robespierre anterior a la Revolución (concretamente, al de 1786). El 18 de
Brumario no podía considerarse, desde luego, el crimen de la unanimidad.
En La Comédie, Napoleón no es la figura abisal de la violencia primera, sino
el genio del bien, la potencia demónica obsesionada con terminar la
Revolución: “Organizar […] es una palabra del Imperio que contiene a
Napoleón por completo 355 .”
Y si, en La Comédie, el momento maquiaveliano de la soberanía del
Uno se define como irrepresentable, ¿qué decir de la soberanía de la
pluralidad o de la soberanía de lo múltiple? No encontramos en la novelamundo una página que se pueda comparar al relato místico-religioso que
Michelet hace de la Fête de la Féderation 356 en la Histoire de la Révolution
Française o a la espiral mítico-nacional de la primera Serie de los Episodios y,
mucho menos, al desarrollo filosófico del poder de la multitud como poder
de comenzar en permanencia del Tratado Teológico-Político de Spinoza.
Balzacie siempre es experiencia del umbral; umbral de todos los abismos,
incluido el de la fundación.
necesidad del crimen de inicio como condición de posibilidad de la unanimidad, la
única forma en la que la nación o el Estado pueden perdurar. Cfr. H. Balzac, “Sur
Cathérine de Médicis”, op. cit…, XI, pp. 167-203 y 443-457.
355 H. Balzac, “Autre étude de femme”, op. cit…, III, p. 692. La descripción que de
Napoleón hace el poeta Canalis en esta misma novela completa la definición del
Emperador como potencia demónica: “¡Un hombre que se representa con los brazos
cruzados, y que ha hecho todo! , ¡que ha sido el más hermoso poder conocido, el
poder más concentrado, el más mordiente, el más ácido de todos los poderes!;
genio singular que ha llevado la civilización armada sin fijarla en ninguna parte; un
hombre que podía hacer todo porque deseaba todo; prodigioso fenómeno de
voluntad.” Ibidem, p. 701. Para un estudio extenso sobre la interpretación balzaciana
de Napoleón como nuevo Prometeo, cfr. F. J. Fornasiero, “Balzac et Ballanche:
autour de “Le médecin de campagne” ”, L´Année Balzacienne, pp. 143 y ss.
356 J. Michelet, Histoire de la Révolution…, op. cit., I, pp. 430 y ss. Sobre esta cuestión
se tratará en “Cádiz o la luz de la fundación”.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Aquí radica, precisamente, el secreto de su potencial insurgente y su
particular modo de analizar el problema de la soberanía. El Balzac que
comienza a escribir (Les Chouans, 1829) con tal nombre, parece compartir el
miedo que Gérard y sus bleus sienten ante lo tenebroso indefinido de la
chouannerie (soberanía de lo múltiple) y cierra toda posibilidad al relato de la
Revolución (soberanía de la pluralidad) como forma narrativa plena, como
despliegue continuado. Desde luego, el escritor que elogiara a de Bonald 357
tampoco iba a dar trama literaria al vacío (vacante de soberanía) que
precedió al inicio de algo radicalmente nuevo, “al reino de Francia sin
Estado” que se perfilaba claramente desde 1787 358 . El “secretario” de la
Monarchie de Juillet no podrá evitar, en cambio, que la corriente igualitaria,
secreta y sigilosa, se filtre en la sociedad revolucionada a través de la fugaz
inscripción narrativa de las distintas experiencias de la orilla (soberanía de lo
múltiple) que descubrimos en las ciudades que se superponen en el relato:
los viajes del flâneur hasta la tierra de los cimerios, la raíz sans-culotte del
único absoluto –el caudal de energía de los muchos-
que resta en la
médiocratie 359 o el futuro amenazador que anuncia la sonrisa que esboza la
boca simiesca de la Cousine Bette 360 .
Por una vez, y aunque sólo fuera porque, con ello, cumplía con las
exigencias de la tradición en la que se integraba, Galdós cruza el umbral en
el que se detiene Balzac e inicia su relato por el relato del very beginning of
Referencia teórica proclamada desde “l´Avant-Propos” de La Comédie. H. Balzac,
“Avant-Propos”, op. cit…, I, pp. 12-13. Balzac participaba, con matices importantes
–véase lo que se dice sobre el legitimismo balzaciano de razón en la nota -, del
universo conceptual bonaldiano: catolicismo, orden, poder fuerte, mayorazgo, gran
propiedad. Hasta el extremo de que de Bonald es el nombre que late por debajo de
la máximas balzacianas de Le catéchisme social.
358 F. Furet, Penser la Révolution Française, Gallimard, 1978, Paris, p. 42.
359 Las referencias de Balzac a l´âge du petit son constantes. Cfr. H. Balzac, “Autre
étude de femme”, op. cit…, III, p.702; e idem, “Louis Lambert”, op. cit…, XI, p. 649.
360 Para todas estas experiencias del umbral, ver los epígrafes titulados “Las
katátabis de La Comédie Humaine” y “La escritura de la insurrección”.
357
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Scheherezade Pinilla Cañadas
nothingness.
Se recrea con deleite –dedica dos episodios y medio a la
cuestión 361 - en la descripción de “la vacante de Poder” que abre la quiebra
de la Monarquía y, por si al lector no avisado se le hubiera escapado la
intención del escritor, en el penúltimo título de la Primera Serie, don Manuel
José de Quintana, ni más ni menos, da cuenta de la enormidad del vacío: “El
terror y el escándalo no nos son desconocidos, señora (…) La conspiración
del Escorial, los tumultos de Aranjuez, las vergonzosas escenas de Bayona,
la abdicación de los Reyes padres, las torpezas de Godoy, las repugnantes
inmoralidades de la última Corte, los tratos con Bonaparte, los convenios
indignos que han permitido la invasión; todo esto, señora amiga mía, […] es
el colmo del horror y del escándalo 362 .”
El ropaje moralizante de las palabras del gran orador español no debe
ocultarnos la presencia verdaderamente decisiva del vocabulario de lo
sublime. El terror, el horror provocado por la desaparición inicial, por la
desmesura de la nada -nos dice Galdós-, colocó a los hombres de 1808,
directa e ineluctablemente, ante lo terrible en su sublimidad de los orígenes:
el problema del comienzo. Semejante esfuerzo exige de una potencia que no
puede resolverse “por medio de la razón ni del entendimiento (…) 363 ”, “[una
Trafalgar, La Corte de Carlos IV y la primera mitad de El 19 de marzo y el 2 de mayo.
Volveré a hacer referencia a esta cuestión en mi análisis del relato galdosiano del
nacimiento del pueblo-héroe en Una nueva tradición épica: el relato de nación.
362 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 858.
363 “Aquella fe ciega, […] aquel esperar siempre”, “Uno de esos llamamientos
morales, íntimos, informulados” en Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…,
I, pp. 385 y 432; “Los zaragozanos, despreciando los bienes materiales, como
desprecian la vida, viven con el espíritu en los infinitos espacios de lo ideal” , idem,
“Zaragoza”, op. cit…, I, p. 681.
361
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potencia de] un dinanismo y [de] una inquietud ilimitados 364 (…) que se
manifiesta en una capacidad de acción decididamente positiva 365 .”
El relato de nación transforma radicalmente esta definición goethiana
de lo demónico y reemplaza los nombres 366 de Napoleón y del Archiduque
Carlos Augusto por la colección de homonimias – los ya célebres Araceli, la
“Primorosa”, el “Gran Capitán”, doña Gregoria, “Pirli”, Montoria, doña
Flora de Cisniega… 367 - que componen la figura de la pluralidad del héroe
de los orígenes. Detrás de esta sencilla operación narrativa se descubre el
reconocimiento explícito, entusiasta, del vivir-unido-del-pueblo 368 como
condición material indispensable para la generación de poder, para la
“El que no los vio renuncie a tener idea de semejante levantamiento”, en idem,
“El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. Galdós también habla de
entusiasmo, en idem, “Bailén”, op. cit…, I, p. 468.
365J. W. Goethe, “miércoles, 2 de marzo de 1831”, en J. P. Eckermann, Conversaciones
con Goethe en los últimos años de su vida, Acantilado, Barcelona, 2005, pp. 536-537.
Sobre la prodigiosa capacidad de acción del pueblo-todo, escribe Galdós: “la
multitud aumentaba… Componíanla personas de ambos sexos y de todas las clases
de la sociedad, espontáneamente reunidas”, “…El resultado era asombroso. Yo no
sé de dónde salía tanta gente armada”, en B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2
de mayo”, op. cit…, I, p. 432; “la sublevación es general”, en idem, “Bailén”, op. cit…,
I, p. 465; “¡ A la calle todo el mundo!”, en idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 681.
366 Tolstói, ya se ha dicho, vio en esta operación político-narrativa un cambio
decisivo en la inteligencia del mundo, por cuanto supuso la liquidación de cierta
interpretación clásica del heroísmo, al tiempo que planteó la redefinición de
conceptos claves como poder o movimiento e introdujo problemas epistemológicos
ligados a la escritura misma de la h/Historia. Cfr. L. Tolstói, Guerra…, op. cit.., pp.
1720 y ss. Para un análisis in extenso de esta cuestión y de otras relacionadas, cfr. El
catálogo de las naves o de los héroes incontables.
367 Excepción hecha del omnipresente Araceli, el resto de personajes –si bien
algunos de ellos son personajes recurrentes a la manera de los balzacianosmuestran su sustancia heroica en los siguientes episodios: El 19 de marzo y el 2 de
mayo, Napoleón en Chamartín, Zaragoza, Cádiz. Sobre la caracterización de los héroes
incontables en general y los de la Indepedencia en particular, cfr. El catálogo de las
naves y El heroísmo como Stimmung.
368 Escribe Arendt: “El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un
grupo y sigue existiendo mientras ese grupo se mantenga unido.” Cfr. H. Arendt,
Sobre la violencia, Alianza Editorial, 2005, Madrid, p. 61.
364
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creación de la soberanía como creatio ex nihilo (“¡ … la Soberanía de la nación
tardó mucho en tener casa propia! Hermoso fue tu primer día… 369 ”)
La irrupción de este We-can de trasfondo arendtiano multiplica
exponencialmente las potencialidades fenoménicas del relato de los orígenes
y termina por re-significar cualquier elemento del dispositivo metafórico e
ideológico. Así, el levantamiento 370 no es sólo imagen del despertar de la
nación, afirmación de la independencia; también es cauce –un espacio que
separa y que une a la vez- que permite a las voluntades individuales
experimentar la metamorfosis propiamente política que les hará acceder a la
pluralidad. Sólo en ese mágico momento, y gracias al movimiento de la
parte al todo que permite la sinécdoque, ante la pregunta de dónde está el
pueblo, cabe contestar: en cada uno de sus individuos y en todas partes 371 .
El pueblo-todo es mucho más que una ficción en torno a la idea de un
centro, es la simétrica adecuación entre la apariencia, que no ilusión, y la
manifestación plena: “La frase castellana echarse a la calle es admirable por su
exactitud y precisión. España entera se echó a la calle o al campo, su corazón
guerrero latió con fuerza, y se ciñó laureles sin fin en la gloriosa frente 372 .”
Es sinonimia perfecta –sin desajustes, sin matices- de la soberanía:
“Las clases todas de la sociedad concurrían a la fiesta, y los antiguos baúles
de la casa del rico y del pobre habíanse quedado casi vacíos. Vestía el poderoso
B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, p. 870.
Para un análisis de la metáfora de Toreno, cfr. El heroísmo como Stimmung.
371 Fuera de ese momento único, la respuesta se formularía tal y como lo hace L. de
Bonald: “…. Y si nos preguntamos dónde está el pueblo, está en todas partes por
sus individuos y en ninguna parte como pueblo”. En defintiva, el demos es siempre
demos in absentia. L. de Bonald, Réflexions sur la Révolution de Juillet 1830 et autres
inédites, Duc-Albatros, 1988, Paris, p. 79.
372 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, p. 974. La cursiva es
de Galdós.
369
370
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comerciante su mejor paño; la elegante dama, su mejor seda, y los muchachos
artesanos, lo mismo que los hombres del pueblo (…) En los rostros había tanta
alegría, que la muchedumbre toda era una sonrisa, y no hacía falta que unos a otros
se preguntasen adónde iban, porque un zumbido perenne decía sin cesar: “¡A las
Cortes, a las Cortes!!
Las calesas partían a cada instante. Los pobres iban a pie, con sus meriendas
a la espalda y la guitarra pendiente del hombro. Los chicos de las plazuelas de la
Caleta y la Viña no querían que la ceremonia estuviese privada del honor de su
asistencia, y, arreglándose sus andrajos, emprendían con sus palitos al hombro al
camino de la Isla, dándose aire de un ejército en marcha; y entre sus chillidos y
bufidos y algazara se distinguía claramente el grito general: “¡A las Cortes, a las
Cortes! 373 ”
La escena de la transparencia, perfecto ensamblaje del cuerpo celeste
y del cuerpo terrestre, será rememorada cada vez que la Historia y, sobre
todo, la historia –el relato de nación- lo requiera: “Grandes subidas y bajadas,
grandes asombros y sorpresas, aparentes muertes y resurrecciones
prodigiosas reserva la Providencia a esta gente porque su destino es poder
vivir en la agitación como la salamandra en el fuego; pero su permanencia
nacional está y estará siempre asegurada 374 .”
Este último requiebro del
fragmento galdosiano, que va de la contingencia a las esencias, deja un hilo
suelto en la trama aparentemente tupida ; y, tirando de él, activamos uno de
los muchos mecanismos sutiles de la nueva tradición épica: el distingo de
dos tiempos en la definición del vínculo pueblo-soberanía.
En la ciudad del relato de los orígenes, Andresillo Marijuán, Marcial,
Pujitos, Celestino de la Cuadra, don Roque y el señor de Cuervatón, el tío
Garcés, Trijueque, Gallardo, Presentacioncita Rumblar 375 ….
viven tan
unidos que las potencialidades de la acción están siempre presentes.
Estamos ante el poder específico del demos, es decir, ante el kratos; y este
B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 866. La cursiva es de la autora.
Idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 749. La cursiva es de la autora.
375 Estos personajes aparecen, respectivamente, en los siguientes episodios: Gerona,
Trafalgar, La Corte de Carlos IV, El 19 de marzo y el 2 de mayo, Napoleón en Chamartín,
Bailén, Zaragoza, Juan Martín, el Empecinado, Cádiz.
373
374
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poder, como el agente de la acción al que acompaña, tiene dos significados
muy particulares. Por un lado, define la superioridad de los héroes
homéricos 376 –en lenguaje de la independencia: majos, chisperos, médicos,
monjas, campesinos, terratenientes, nobles... pueblo-todo- que afirman su
fuerza sobre los enemigos –la Grande Armée. Es soberanía en permanencia.
Ahora bien, si, desde la guerra exterior, nos deslizamos hasta el
proceloso espacio del interior de la ciudad, expresa la victoria de una parte
sobre otra, la ventaja que una facción adquiere como resultado de una stasis.
Sólo desde este fondo amenazante de división de la comunidad (que todavía
no es guerra civil y, aunque se intuye, no se explicita porque no conviene al
dispositivo ideológico del relato de nación 377 ), se comprende el significado
ambivalente 378 de las partidas, pues si bien se debía a ellas “la permanencia
nacional, el respeto que todavía infunde a los extraños el nombre de
España 379 ”, también fueron “anarquía reglamentada que reproducía los
tiempos primitivos”, “la gran academia del desorden 380 .” Se descubre este
Tomo prestada la definición que N. Loraux, a su vez, dice adeudar a É.
Benveniste (Vocabulaire des institutions indo-européens, 2 vols, Éd. Minuit, 1969,
Paris). Cit en N. Loraux, La cité divisée. L´oubli dans la mémoire d´Athènes, Petite
Bibliothèque Payot, 1997, Paris, p. 67. Entre los muchísimos ejemplos sobre el uso
del concepto de kratos en Homero, me limito a señalar algunas referencias en la
propia fuente: Homero, Ilíada, Gredos, Madrid, 19 , I, 509-510; XI, 318-319 y 509;
XVII, 319-322.
377 En la Primera Serie, el tema de los dos Españas es sólo un mal que se anuncia.
Cfr. B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, pp. 871 y 895.
378 Esta ambivalencia se observa muy en el mecanismo de identificaciones que
activa el relato, pues el episodio de las partidas –Juan Martín, el Empecinado-, no
mueve a la emulación de los héroes homéricos del 2 de mayo, de Zaragoza, de
Gerona o de Bailén. Se busca la compasión del lector en la conmovedora historia
del “Empecinadillo” o en los decorados sociales –representados por ancianos y
mujeres- que han sufrido los terribles saqueos de los franceses y de los guerrilleros.
Cfr. B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit.., I, pp. 1005, 958, 984 y
ss.
379 Ibidem, p. 957.
380 Ibidem, p. 975.
376
122
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
mismo temor a la stasis cuando la historia se refiere a la floración a esas
“cuadrillas de insurgentes 381 ” que, haciendo uso deplorable del derecho
histórico, se llamaban a sí mismas Juntas territoriales.
Y como la nación sólo podía ser pensada bajo la forma de la unidad,
se impuso, por evidente, la sustitución del nombre de un odio (demos-kratos)
382
por otro nombre y otro concepto de poder, el que se tiene por legítimo, el
B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 466. Del peligro –muy efectivo- que, en
sí mismas, contenían las Juntas como expresión de un poder político desligado de
la coerción y de la obediencia dan perfecta cuenta las referencias negativas que hace
Galdós y el denodado empeño de los patriotas en hacer de ellas un cuerpo, aunque
fuera tan achacoso como el de la Central. Para un análisis de esta cuestión en la
Historia, cfr. J.M. Portillo, Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en
España 1780-1812, CEC, 2002, Madrid, pp. 194 y ss y A. Moliner Prada “ Las juntas
como instituciones típicas del liberalismo español”, en R. Robledo, Irene Castells,
M.C. Romeo (eds), Orígenes del liberalismo…, op. cit., pp. 237 y ss. Por lo que a la
historia se refiere, el diálogo que mantienen el afrancesado Santorcaz, el patriota
excelso conocido como el “Gran Capitán” y esa gran analista de Navalagamella
llamada doña Gregoria expresa claramente la opinión que merecían a Galdós esos
“¡Demonios de Juntas!”:
“-¿Qué noticias son esas?
-Nada, poca cosa. Cuando el francés las sepa verá usted qué contento se pone…Que
en todas las ciudades se han nombrado o se van a nombrar Juntas, las cuales no
harán caso de lo que se mande en Bayona, sino que…
381
-Pero si Fernando VII no es ya Rey de España, porque ha cedido sus derechos al
Emperador, lo mismo que Carlos IV. ¿Qué son esas Juntas más que cuadrillas de
insurgentes?
-¿Sí?...., pues que las quiten; es cosa fácil. ¡Demonios de Juntas! Y las muy simples
están formando unos ejércitos…, cosa de juego, señor de Santorcaz: cuatro gatos
que estaban ahí, en el Campo de San Roque, con unos cuantos cañoncillos… Y
también han dado en armarse los paisanos, lo mismo en Castilla que en Cataluña,
así en Valencia como en Andalucía… Pero eso no vale nada; son hombres de
alfeñique y alcorza, y no digo yo con balas, con saliva los destruirán los franceses.”
En B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 466. En el contexto revolucionario
francés, las sociétés secctionnaires también expresaban ese temible kratos del demos;
claro que las juntas “sólo” eran expresión de sentimiento galófobo –en su
interpretación mínima- o de afirmación nacional –en su interpretación máxima- y
las sociétés aspiraban a derrumbar las estructuras existentes. Para las sociétés, cfr. M.
Breaugh, L´expérience…, op. cit…, pp. 193 y ss. y también el epígrafe titulado “La
escritura de la insurrección.”
382 Escribe J. Rancière: “… la palabra misma es la expresión de un odio. Fue, en
principio, un insulto inventado, en la Grecia antigua, por aquellos que veían la
123
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
que expresa el curso regular de las instituciones, la arkhé 383 : la Nación, Cádiz
y la Iglesia de San Felipe, la Constitución y las Cortes, la Soberanía y los
derechos imprescriptibles, el control de Gobierno y el voto, la libertad de
opinión y de imprenta…. 384
La soberanía-principio, la inscripción en el
tiempo. Cuando Muñoz Torrero termina de lanzar “a la faz de la nación el
programa del nuevo Gobierno y la esencia de las nuevas ideas 385 ”, pueblo y
nación ya 386 no son perfectas sinonimias. La carne heroica de Andresillo
Marijuán, de Marcial, de Pujitos, de la Primorosa, de Cuervatón, de don
Roque, de Montoria, de Sursum-Corda … -y, lo que es mucho más
importante, su kratos- se sustanciaba jurídicamente en la nación, un “sujeto
ideal, ficticio, carente de existencia empírica 387 ”, un cuerpo moral que se
situaba por encima de toda autoridad, un principio absoluto, en fin, que se
afirmaba como distinto a la realidad viva de todos y cada uno de esos héroes
incontables.
ruina de todo orden legítimo en el innombrable gobierno de la multitud.” J.
Rancière, La haine de la démocratie, La Fabrique Éditions, 2005, Paris, p. 7.
383 N. Loraux, La cité divisée, op. cit…, pp. 54-55.
384 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, pp. 869, 870, 872, 895, 897, 900, 901.
385 Ibid, p. 868.
386 Este “ya” es tan significativo como el de Quintana y demuestra el increíble
talento de los constitucionales gaditanos. El hecho de radicar (el célebre “reside
esencialmente” del artículo 3) la soberanía en la nación conjuraba lo que, a sus ojos,
eran dos peligros que amenazaban seriamente a la recién creada comunidad
política. De un lado, evitaba la afirmación del individuo como sujeto de la
soberanía, es decir, impedía al todo social el acceso a la individualidad –en
definitiva, se salvaba el problema teórico y práctico de un contrato de base
individualista. La huella de este primer gesto constitucional perduraría en el
tiempo, al extremo de que el español -y no el ciudadano- seguía siendo el titular de
derechos en fecha tan tardía como 1869. De otro, la sola mención del nombre de
nación transformaba el poder originario del demos – admisible únicamente en el
específico momento del nacimiento del pueblo-todo como héroe de la Indepedenciaen arkhé que se inscribe en el tiempo. Para un análisis en profundidad de esta
cuestión, cfr. Art. 3 de La Constitución de Cádiz (1812), Castalia, 2002, p. 89; A.
Argüelles, Discurso Preliminar a la Constitución de 1812, C. E. C., 1989, Madrid, pp.
77-82; J. Portillo, Revolución de nación…, op. cit…, pp. 149, 381 y 414 y ss ; M. Pérez
Ledesma, “El lenguaje de la ciudadanía en la España contemporánea” y J. Varela
Suanzes, “El pueblo en el pensamietno constitucional español (1808-1845)” en
VVAA, “Pueblo, ciudadanía y …”, op. cit.., pp. 251 y ss. y 208-211.
387 Ibidem, p. 208.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
La energía del demos, sin embargo, mantiene intacta su cualidad de
fuerza viva, su fluidez … y su peligro. Desde la perspectiva de la tensión
kratos/arkhé, la visita que, en el episodio Cádiz, Araceli y Diego de Rumblar 388
hacen a un “club incipiente 389 ” ha de interpretarse en términos de mise en
scène de la degeneración de una forma política. Con su habitual ironía,
Galdós ofrece a la comunidad de lectores el espectáculo de la polis
democrática como fiesta del exceso de las palabras 390 : el enjuto orador
Gallardo y sus amigos entregados a la discusión de elaboraciones teóricas
propias y de las ajenas que se recogen en el Diccionario burlesco 391 componen
la imagen de los polloí reunidos en asamblea conceptual. La osadía de
Hijo de los condes de Castro de Oro de Afán de Ribera. De carácter débil, este
galán calavera es uno de los pocos personajes que parecen estar sobrepasados por
la gesta de 1808; sin embargo, la Stimmung heroica conseguirá elevarlo y hará
figura, no podía ser de otro modo, del pueblo-héroe de los orígenes. Su madre
planea casarle con Inés, el amor de Araceli; pero termina por hacerse amigo de éste.
Aparece en Bailén y en Cádiz.
389
Galdós describe minuciosamente la atmósfera jacobina de los espacios de
discusión del Cádiz constituyente: “Llegamos –cuenta Araceli- a la calle de la
Santísima Trinidad, y en un cuarto bajo, obscuro y humildísimo había hasta dos
docenas de personas de diferentes edades, aunque abundaban más que los viejos
los jóvenes (…) vestidos de voluntarios los unos y con sotana un par de ellos, si no
estoy trascordado. Describir la confusión y bulla que allí reinaba fuera imposible,
pintar la variedad de sus fachas, la movilidad de sus gestos y la comezón de hablar
y reír que los poseía, fuera prolijo. Unos se sentaban en las desvencijadas sillas;
otros, de pie sobre las mesas, haciendo de éstas tribuna, se adestraban en el ejercicio
parlamentario; algunos disputaban furiosamente en los rincones, y no faltaba quien
en las rodillas, o sobre el breve espacio de mesa que dejaban libre los pies de los
oradores, emborronara cuartillas. Era aquello unido, una echadura de políticos, de
periodistas, de tribunos, de agitadores, de ministros, y daba gusto ver con cuánto
donaire rompían el cascarón los traviesos polluelos. Aquello era club incipiente,
redacción de periódico, academia parlamentaria, todo esto y algo más.” En Ibidem,
p. 919.
390 Ésta es una de las clásicas parodias que encontramos ente los grandes críticos de
la pólis democrática como Aristófanes o Platón. El comienzo del Gorgias es todo un
manifiesto. Cfr. Platón, “Gorgias”, Diálogos, op. cit…, II, 447 a-c.
391 “Pero ustedes- dice a sus lectores Araceli-no conocieron a Gallardo como yo le
conocí, en la plenitud de su frenesí clerofóbico; ustedes no le oyeron leer como yo
las célebres páginas del Diccionario burlesco (…) Hallábase poseído de un estro
limpio, y fue la primera musa de esa gárrula poesía progresista que durante
muchos años atontó a la juventud, persuadiéndola de que la libertad consiste en
matar curas.” B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 920.
388
125
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Tersites 392 multiplicada. Pasado el momento de la fundación 393 , la
democracia sólo puede ser mala democracia; la que coincide con su nombre,
aquélla en la que el demos ejerce el poder (“gobierno en que el Pueblo, en uso
de su soberanía, se rige por sí mismo” es la definición de un mozalbete de voz
ceceosa 394 ), ocupa el centro de la ciudad (la calle de la Santísima
Trinidad 395 ), y sólo tiene que dar unos pasos (qué cerca queda la Iglesia de
San Felipe cuando cualquier gaditano puede decir “hay que ir a la
tribuna 396 ”) para ir a la asamblea y pretender las arkhaí
(“cuando sea
diputado- dijo uno….”).
La parodia galdosiana de la fiesta de las palabras no debe
confundirnos. Cádiz es espacio de la distinción y espacio de los iguales, así
que, por más que el escritor nacional intente hacer otra cosa (a través de la
distancia irónica que pretende crear con el tono humorístico de la escena 397 )
de la lengua del pueblo, sólo en estas pocas páginas de la Primera Serie –y el
milagro no se repetirá en el resto de Series-, encontramos la palabra como
acción de los muchos. Sólo aquí la palabra interrumpe el proceso vital y se
transforma en conversación sobre los asuntos públicos, en apertura de un
mundo compartido 398 . En el episodio de la Constitución, el pueblo no chilla,
como la multitud que asalta el palacio de Aranjuez en El 19 de marzo… 399 ; ni
emite alaridos, como la turba de El grande oriente o los madrileños del 7 de
Sobre este personaje de la Ilíada y el sentido de la frase, cfr. “As for the many.”
Concretamente, en las páginas 919 y ss de Cádiz, es decir, cincuenta después de
que la España imaginada hubiera realizado “una de las principales dobleces del
tiempo.” Cfr. B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 869.
394 Ibidem, p. 921. Las cursivas son de la autora.
395 Ibidem, p. 919.
396 Ibidem, p. 921.
397 Como se verá, ésta es la misma estrategia que emplea el Homero del canto II en
la escena de Tersites.
398 D. Villa, Arendt et Heidegger…, op. cit…, p. 257 y A. Wellmer, “Arendt on
revolution”, en VVAA, The Cambridge Companion to Hannah Arendt, op. cit…, p. 229.
399 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 375.
392
393
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
julio 400 ; ni muge, como la muchedumbre de O´Donnell 401 . La palabra del
pueblo de Cádiz es logos y no phoné. Los gaditanos hablan … y serán
escuchados por la comunidad de lectores 402 de los Episodios.
El pequeño momento constituyente gaditano permite recuperar la
literalidad del citado fragmento del libro VI de la Política y su comentario. La
buena democracia, decía Aristóteles, la que se aproxima en mayor medida al
régimen ideal de la politeia, es la que aleja del centro a los áporoi mediante el
censo o cualquier otro medio. Claro que una cosa era el demos in absentia
aristotélico (éste vigila a los magistrados y tiene el poder de deliberar) y otra
muy distinta el que configuraron (porque lo nombraron y lo moldearon, lo
abrieron y lo cerraron, lo agrandaron y lo empequeñecieron) las elites
políticas e intelectuales del siglo XIX.
La inteligencia de todos los engranajes que permitieron mantener a
los muchos à l´écart podría comenzar con el análisis de las reflexiones de que
se sirve Araceli para dar por clausurada la sesión: “Yo me aburría entre
aquella gente, sin poder sacar substancia de tan inaguantable confusión de
voces diversas, ni de aquel laberinto de opiniones, de insensateces, de
puerilidades, manifestadas en coro inarmónico, cuyo susurro hubiera
enloquecido la cabeza más fuerte 403 .” La lengua sencilla del narrador de la
Primera Serie siempre dice más de lo que dice. Confusión de voces diversas,
laberinto de opiniones, insensateces, coro inarmónico. La escena galdosiana de la
Idem, “El grande oriente”, op. cit…, II, p. 417 e idem, “7 de julio”, op. cit…, II, 570.
Idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, p. 472. Otros pasajes en los que encontramos el
mismo tratamiento a la cuestión de la lengua del pueblo convertida en phoné,
idem, “La Fontana de Oro”, op. cit…, pp. 197, 436, idem, “Los cien mil hijos de San
Luis”, op. cit…, II, p. 635
402 Sobre esta comunidad, cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli”.
403 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 923.
400
401
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
polis democrática no es más que una pequeña muestra, una de las tantísimas
que se pueden encontrar en la novela y las obras de pensamiento político del
siglo, de la tradición dominante entre los diseñadores de las ciudades
existentes.
De manera más precisa, las referencias de Araceli reflejan hasta qué
punto el talento de esos teóricos en el manejo de la tensión verdadopinión 404 (el siempre inevitable diálogo con Platón y con Aristóteles)
contribuyó a determinar el contenido y los límites de sus ciudades. Las elites
liberales se cuidaron mucho de que le moment Guizot 405 comenzara, no ya en
1830, sino desde la fundación, con el distingo del 89 (Sieyès y Barnave) entre
ciudadanos pasivos y ciudadanos activos que imitaran los constitucionales
gaditanos al hablar de “españoles” y de “ciudadanos. 406 ” El alcance de la
operación conceptual se comprende en toda su dimensión si nos situamos en
la perspectiva de los márgenes de lo político.
En el interior de la comunidad, la política era asunto de doxa, es decir,
de opinión y también de esplendor y de fama 407 . En ese sentido había de
entenderse la libertad de opinión de los modernos: la formulación con
J. Rancière define esta tensión como la “primera batalla” de la filosofía política
contra la democracia. Cfr. J. Rancière, La Mésentente, op. cit…, p. 140.
Evidentemente, se refiere –pace H. Arendt- a la institución platónica de la filosofía
política.
405 Tomo la expresión de la obra de P. Ronsavallon. Cfr P. Rosanvallon, Le moment
Guizot, Éditions Gallimard, 1985, Paris.
406
La distinción pretendía evitar – y ello resulta aún más evidente en la
formulación gaditana- la definición de los derechos políticos como derechos
naturales y, por tanto, extensibles al conjunto de la comunidad política. Y, además,
¿dónde comenzaba y dónde terminaba esa comunidad? Se trataba, evidentemente,
de un doble reaseguro. Cfr. J. Varela Suanzes, La teoría del Estado en los orígenes del
constitucionalismo hispánico, CEC, Madrid, 1982, pp. 249-262.
407 Ya se sabe de la polisemia del acorde –por utilizar la hermosa imagen del
profesor E. Lledó- que contiene toda palabra griega.
404
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
palabras de aquéllo que se le aparece a uno –dokeî moi 408 - ante los demás; en
definitiva, la posibilidad de ser visto y escuchado por ellos. Por el contrario, si
lo que se planteaba era la posibilidad de prolongar la elipsis descendente
hasta ampliar los límites de la ciudad por abajo (es decir, si se estudiaba la
idea de abrir el espacio de la aparición a ceux qui ne sont pas encore…), la
política se convertía en un problema de conocimiento, de verdad, el gran
asunto del sabio; y, como se sabe desde Platón, eso es algo que no está al
alcance de la multitud 409 . Sin llegar a la tierra de la verdad del libro V de La
República, la comunidad de los modernos tenía mucho de la consistencia –
una extraña mezcla de confort doméstico y de frágil firmeza frente al empuje
de
los elementos- de la ya mencionada nave política de Cánovas en La
cuestión obrera y su nuevo carácter 410 : una nave que flotaba y que procuraba
hacer del agua de la contingencia “un rumor bronco” de ciudad muy a lo
lejos.
Este doble juego con la opinión –como criterio de política entre
iguales- y con la verdad –como criterio de impolítica política platónica que
niega toda
posibilidad de hacer política al demos-, está presente en esa
primera quiebra del vínculo pueblo-soberanía que se produce con la
fundación; es decir, en las primeras reflexiones de Sieyès 411 sobre las
H. Arendt, “Filosofía y política”, en idem, Filosofía y política. Heidegger y el
existencialismo, Besatari, 1997, Bilbao, pp. 22 y ss. Además de las referencias directas
a las fuentes griegas, para el análisis de los conceptos de verdad y opinión que
utilizo aquí, me sirvo de este magnífico texto de H. Arendt.
409 H. Arendt, “Filosofoía y política”, op. cit…, p. 21.
410 Repito la cita de Dua umori diversi: “… las masas productoras y consumidoras
(…) agítanse, según se ve, sin sujeción alguna a ley cierta, y a la manera que el vasto
y profundo océano; dejando oír constantemente, por igual modo que él, un rumor
bronco, que no permite a la población marinera olvidar por sí solo un momento su
amenazada existencia.” En A. Cánovas del Castillo, “La cuestión obrera y su nuevo
carácter”, op. cit…, p. 489.
411 Sieyès define la representación en términos de cosmovisión: “Todo es
representación en el estado social. Se encuentra en todas partes tanto en el orden
privado como en el orden público (…) Digo más, se confunde con la esencia misma
408
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
ventajas del sistema representativo o en la distinción entre derechos civiles y
derechos políticos que hace Muñoz Torrero 412 en las Constituyentes de 1811.
Las disquisiciones de los dos geniales abates no eran más que esbozos de lo
que, décadas más tarde, cristalizaría en la teoría del pouvoir capacitaire, “ la
piedra angular de toda [la] filosofía política 413 ” de los doctrinarios 414 .
Este poder permitió a la nueva elite transformar la sociedad moderna
“en una suerte de “orden representativo” generalizado en el que cada uno
limita[ba] su actitivad a tareas muy precisas, aceptando confiar a otros
aquellas para las que no se t[enía] un savoir-faire específico 415 .” Con todo, la
inscripción de la política en el principio general de la división del trabajo no
es, como sostiene P. Ronsavallon 416 , una “perspectiva inédita” abierta por
de la vida social” Opinion de Sieyès sur plusiers articles IV y V du projet de constitution,
Thermidor an III, Paris, pp. 5-6 cit en P. Ronsavallon, La démocratie…, op. cit., p. 13.
412 En su intervención como Presidente de la Constituyente, el abate fue muy claro:
“Hay dos clases de derechos, unos civiles y otros políticos, los primeros, generales
y comunes a todos los individuos que componen la nación, son el objeto de las
leyes civiles; y los segundos pertenecen exclusivamente al ejercicio de los poderes
públicos que constituyen la soberanía. La Comisión (constitucional) llama
españoles a los que gozan de los derechos civiles, y ciudadanos a los que al mismo
tiempo disfrutan de los políticos.” DDAC, 9 de septiembre de 1811, t. 8, pp. 204-205
cit en J. Varela Suanzes, La Teoría del Estado…, op. cit.,
413 P. Ronsavallon, La démocratie inachevée…, op. cit., p. 110.
414 Toda la exposición teórica sobre los doctrinarios que aquí se hace es de
inmediata aplicación a las elites liberales españolas. El efecto mimético fue tal, que
incluso se pueden encontrar algunas referencias a cierta exigencia de originalidad
que demandaban los sectores más progresistas. Ejemplo de ello es la intervención
del diputado Gorosarri en las Constituyentes de 1837: “yo no quiero que de ese
modo siguiésemos las ideas de los doctrinarios, que son sumamente restrictivas,
pues sólo quieren que disfruten de los derechos constitucionales un círculo
pequeño, una sola clase de ciudadanos” (cit en J. Varela Suanzes, “El pueblo en el
pensamiento constitucional…”, op. cit., p. 233). Para un análisis específico de la
delimitación de los márgenes de la comunidad, es decir, de la construcción del
concepto de ciudadano, cfr. M. Pérez Ledesma, “El lenguaje de la ciudadanía en la
España contemporánea”, en idem (ed), De súbditos a ciudadanos. Una historia de la
ciudadanía en España, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2007, pp. 458 y
ss.
415 P. Ronsavallon, La démocratie inachevée. Histoire de la souveraineté du peuple en
France, Éditions Gallimard, 2000, Paris, p. 13.
416 Idem.
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Sieyès y profundizada por Guizot. La modernización de la política, la
“política del fin de la política 417 ” comienza con Aristóteles.
En el archimencionado fragmento del libro VI de la Política, se dibuja
la redistribución –a partir del criterio de la gratuidad de las magistraturasde las plazas por ocupar en la ciudad y de los deseos asociados a este litigio.
Las pasiones privadas y públicas quedan perfectamente repartidas. “Los
más altos cargos para los de mayores rentas (…) y esta ordenación es
satisfactoria para las clases distinguidas (…), pues no estarán gobernados
por inferiores, y gobernarán con justicia debido a que otros son soberanos en
la rendición de cuentas 418 .” Los pobres no tendrán envidia –una palabra que
no asusta al maestro griego, ni a Maquiavelo… ni a Balzac- de los ricos
porque no pueden sacar provecho de las magistraturas y la mayoría “aspira
más al lucro que al honor (…) De este modo resulta lo que es más ventajoso
en los regímenes: que las clases distinguidas manden sin cometer errores, y
el pueblo no se vea rebajado en nada 419 .”
Como demostraron las ciudades existentes del XIX, la ausencia de
una clase no garantiza la pacificación del espacio de lo político. Las ciudades
invisibles son estrato geológico, profundidad, sí; pero, en cualquier
momento, salen a la superficie –la metáfora galdosiana de “estamos sobre un
volcán 420 ”- y devienen ciudades intermitentes. Emergen porque, al diseñar
J. Rancière, Aux bords…, p. 45. L. Strauss también escribe en el mismo sentido:
“Ahora debemos decir algunas palabras acerca del supuesto prejuicio
antidemocrático de Aristóteles. La democracia con la que disiente es la democracia
de la ciudad, no la democracia moderna o el tipo de democracia que presupone la
distinción entre Estado y sociedad.” L. Strauss, La ciudad y el hombre, op. cit…, p. 58.
418 Aristóteles, Política, op. cit…, VI, 1318b 6-7 y 1319 a.
419 Ibidem, p. 375 y 377. La cursiva es de la autora.
420 B. Pérez Galdós, “El 1º de Mayo”, Madrid 15 de abril de 1885, Política Española,
op. cit…, p. No se trata de una creación original; sino de una fórmula repetida en
el dispositivo retórico sobre los muchos, especialmente frecuente en la literatura
417
131
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su ciudad, los doctrinarios, a diferencia de Aristóteles, se ocuparon y
preocuparon de las plazas por distribuir como si las pasiones que ese litigio
suscita pudieran ser contenidas, sin más, por la forma que ellos mismos
habían dado a las relaciones sociales. De no haber confiado tanto en su obra
de ingeniería, hubieran dejado alguna apertura al demos para que éste no se
viera “rebajado en nada 421 ”; ya que, como se puede leer en el libro III, “su
participación en las magistraturas supremas no deja de ser arriesgada (…)
Pero no darles acceso ni participación en ellas es temible, pues cuando son
muchos los privados de honores y pobres, forzosamente esa ciudad está
llena de enemigos. Queda la salida 422 de que participen en las funciones
deliberativas y judiciales (…) 423 ”
Los doctrinarios no podían concebir siquiera una salida de tipo
aristotélico, por cuanto una apertura tal implicaba admitir la existencia de
formas de la subjetividad política y, por ende, de la inteligibilidad, distintas
a las de la plena individualidad. La facultad que Aristóteles reconoce al
anti-communard. Cfr. P. Lidsky, Les écrivains contre la Commune, Éditions La
Découverte, Paris, 1999.
421 Aristóteles, Política, op. cit…, VI, 1319 a 7.
422 De la importancia de esta salida aristotélica supieron mucho los grandes
reformadores de la democracia ateniense: Solón –a quien el propio Aristóteles
menciona en el texto que se cita-, Clístenes, Temístocles, Efialtés, Pericles. El
pensamiento de esta “salida” estaba íntimamente ligado al problema más
importante al que se enfrentó la comunidad ática desde finales del siglo VI a. C : la
articulación de la presencia cívica. La reforma de Clístenes (la redistribución de la
población ateniense en nuevas subdivisiones administrativas que, además, tenían
en gran parte nuevas funciones y la creación de un Consejo de los Quinientos cuya
composición respetaba la nueva organización administrativa) fue el paso
verdaderamente decisivo en la participación de amplias capas de la población en la
vida cívica, en la invención de una nueva forma de las relaciones sociales: la
isonomía. Temístocles, Efialtés y Pericles completaron la incorporación al pacto de
los muchos –que quedaron liberados para la libertad- mediante la retribución de
las distintas formas de participar en la vida de la pólis (especialmente en la flota y
en las instituciones por sorteo). Cfr. C. Meier, La naissance du politique, Gallimard,
Paris, 1995, pp. 71-106.
423 Aristóteles, Política, op. cit…, III, 1281b 8
132
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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demos soberano es la facultad de juicio 424 , es decir, una forma de
pensamiento sobre lo que es común en cuanto mundo compartido 425 , sobre
lo concreto, sobre lo contigente; una forma de pensamiento en y de 426 la
ciudad que supone la apertura a la dimensión intersubjetiva como
dimensión originaria del pensar. Y, como además, identifica el juicio político
con el juicio de gusto 427 , no hace problema del problema del conocer; pues
“al ser muchos, cada uno tiene una parte de virtud y de prudencia, y,
reunidos, la multitud se hace como un solo hombre con muchos pies y
muchas manos y muchos sentidos; así también ocurre con los caracteres y la
inteligencia. Por eso también las masas juzgan mejor las obras musicales y
las de los poetas 428 .”
Escribe Aristóteles: “Pero el que la masa debe ser soberana más que los mejores,
pero pocos, puede parecer una solución y, aunque tiene cierta dificultad, ofrece
quizá también algo de verdad. En efecto, los más, cada uno de los cuales es un
hombre mediocre, pueden, sin embargo, reunidos, ser mejores que aquellos, no
individualmente, sino en conjunto. Lo mismo que los banquetes, en que han
contribuido muchos, son mejores que los sufragados por uno solo.” Aristóteles,
Política, op. cit…, VI, 1281b 1-3 y también “Pues todos reunidos, tienen suficiente
sentido y, mezclados con los mejores, son útiles a las ciudades, de la misma manera
que el alimento no puro mezclado con el puro hace el conjunto más provechoso que
una pequeña cantidad de alimento puro. Pero cada uno por separado es imperfecto
para juzgar” idem, 1281b 9.
425 Como señala Arendt, lo que importa es la deliberación misma, no el resultado de
la palabra compartida. Cfr. H. Arendt, “Filosofía y política”, op. cit…, pp. 30-31 y A.
M. Roviello, Sens commun et modernité chez H. Arendt, Éditions Ousia, Bruxelles,
1987, p. 139.
426 Y no sobre la ciudad. El uso de esta preposición supone asumir la institución
platónica de la filosofía política.
427 El sentido de esta identificación aristotélica entre el juicio político y el juicio de
gusto quedaría completada por la afirmación de Arendt –vía Maquiavelo y Kantde la política como asunto de apariencia. Y, en esta política que juzga las
apariencias y no los propósitos, el problema del conocer deja de ser un problema.
Cfr. H. Arendt, Conferencias…, op. cit…, pp. 40 y ss e R. Beiner, “Hannah Arendt y la
facultad de juzgar”, ibidem, pp. 240 y ss.
428 Aristóteles, Política, op. cit…, III, 1281b 1-3.
424
133
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Esta política de la doxa de los muchos 429 , este vínculo aristotélico entre
la ley y esa facultad -que casi no distingue entre la persona instruida y la
ignorante 430 - resultaban absolutamente impensables en las ciudades
existentes. Los doctrinarios encontraron en la noción de capacidad 431 el
fundamento que rompió ese vínculo; y, en el censo, el mecanismo estéticopolítico que mantenía à l´écart a los muchos 432 . La operación disyuntiva se
culminó con la redefinición del sufragio, que ya no era fuente de
legitimidad, ni expresión de la igualdad civil entre los hombres; el voto se
definía ahora como simple función 433 .
La relación entre los muchos y la ley quedaba sólo para la
desmesura 434 de los orígenes ; en el tiempo histórico, los márgenes de la
429En
el específico marco conceptual de las reflexiones del libro III sobre la
soberanía del demos, los muchos son definidos como “todos aquellos que ni son
ricos ni tienen ningún prestigio por su virtud.” Ibidem, 1281b 6.
430 Ésta es la clave para interpretar el contrato estético kantiano y la lectura que hace
H. Arendt –la filosofía política nunca escrita de Kant- del mismo. Cfr. H. Arendt,
Conferencias sobre la filosofía política de Kant, Paidós, Barcelona, 2003, pp. 118 y ss.
431 Este principio se convirtió en síntesis que establecía un punto de encuentro entre
la razón humana y la acción, que resolvía el antagonismo entre el dereho positivo y
el derecho natural, que daba fundamento teórico a la distinción establecida por
Sieyès entre ciudadanos activos y pasivos. El dispositivo era complejo –principios
teóricos y mecanismos electorales-, pero el objetivo era simple: crear una clase
política en la sociedad. Cfr. P. Ronsavallon, Le moment Guizot, op. cit., pp. 95 y ss;
idem, La démocratie…, op. cit…, p. 110
432 B. Baczko, “Presentation. Reviewing the Revolution. The political issues”, en F.
Furet y M. Ozouf (eds), The French Revolution and the creation of the modern political
culture, vol III, Pergamon Press, Oxford-N. York, 1989, p. 406.
433 P. Rosanvallon, La démocratie…, op. cit., p. 112.
434 Si los doctrinarios no podían concebir soluciones como las de Aristóteles, mucho
menos podían vincular desmesura y ley a la manera de Maquiavelo, que piensa el
problema en el espacio de la lucha de clases y bajo el signo de la desmesura del
deseo de libertad: “Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la
plebe atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan más en los
ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que
produjeron, y consideran que en toda república hay dos espíritus contrapuestos: el
de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad
nacen de la desunión entre ambos, como se puede ver fácilmente por lo ocurrido en
Roma.” N. Maquiavelo, Discursos…, op. cit., Livro I, capítulo IV y también C. Lefort,
Le travail…, op. cit…, pp. 476 y ss.
134
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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comunidad política se estrechaban y los muchos quedaban fuera del pacto
porque no se les daba acceso ni participación en las arkhaí. Es
verdaderamente significativo que el nombre colectivo de “ilotas 435 ”
(también los de bárbaros y proletarios) se convirtiera en metáfora de la
exclusión política en la nueva morfología social que estaba naciendo en la
Francia de comienzos de la década de 1830. Si de lo que se trataba era de
buscar analogías con la Antigüedad, se descubría que les incomptés de l´ordre
capacitaire eran peligrosos, no tanto porque fueran ilotas; sino porque, en un
momento anterior (la toma de la Bastilla, el 2 de mayo … y sus
consecuencias), habían sido el equivalente moderno de la clase marinera de
Temístocles. Es decir, la clase que, con su acción de concierto, había
contribuido de manera decisiva a la grandeza de la ciudad 436 . Y, ya lo dijo
P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit., p. 257. La elección de este vocablo es
hipersignificativa, pues se trataba de los excluidos entre los excluidos de la
Antigüedad: los esclavos de Esparta.
436 En el siglo V a. C. , Athenas tuvo que reinventarse a sí misma como polis
democrática y como potencia marítima para enfrentarse a los persas. Temístocles
(personaje importante desde 492 a.C., fecha en la que fuera elegido arconte, su
figura alcanzaría una nueva dimensión tras su participación en la batalla de
Marathón en 490 a C) comprendió pronto que para que la ciudad aprovechase al
máximo su situación geográfica, tenía que contar con una armada que protegiese
sus costas y transportase rápidamente a sus soldados de unos frentes a otros. Los
hoplitas, los éuporoi, aquellos que tenían medios y armas, ya no bastaban para
enfrentarse al mayor imperio conocido. Las necesidades militares y la reforma
clisteana –que trajo la isonomía- dieron cobertura ideológica al proyecto de
Temístocles de hacer de la flota ateniense el verdadero eje de la polis. En el exterior,
luchando contra el más temible enemigo y asegurando la estabilidad de las ligas
helénicas. En el interior, la construcción de una armada provocó un cambio
definitivo en los equilibrios cívicos. Evidentemente, resultaba más sencillo reclutar
los hombres entre los sectores más pobres de la población que no estaban muy
ligados a la tierra o al taller y podían encontrar muy atractiva la idea de una
retribución garantizada por la ciudad. Para los trabajos más serviles o mecánicos, se
emplearon esclavos; pero el grueso de la nueva clase marinera estaba constituido
por hombres libres que tenían poco que perder adoptando un nuevo medio de
vida. Temístocles supo utilizar políticamente el entusiasmo que provocó en los
aporoï, hasta el extremo de conseguir ser elegido estratego en 480 a. C. Pasado el
peligro persa, ese mismo fervor popular le convirtió en una figura demasiado
molesta para los Grandes, que pondrían en marcha una campaña de hostigamiento
hasta conseguir su destierro en 470 a.C. De la importancia de la contribución de la
clase marinera a la grandeza de la ciudad da cuenta la elección de escenario que
realiza Pericles a la hora de pronunciar la célebre Oración Fúnebre: el puerto del
435
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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Spinoza, “nada resulta más difícil que volver a quitar a los hombres la
libertad, una vez concedida 437 .”
Los doctrinarios podían distribuir las plazas de la ciudad como si no
importaran las pasiones que provoca el litigio. Balzac podía declarar, por
boca del doctor Bénassis, “a la clase pobre (…) incapaz de participar en el
gobierno” y al principio de elección “como uno de los más funestos” de la
política moderna 438 . El Galdós anterior a la contrición439 podía ironizar sobre
el “ infeliz pueblo criado en la inocencia y la ignorancia de la ciencia
política 440 ” o sobre la “turba emancipada 441 ” que pretendía afirmarse como
forma de la soberanía sobre las barricadas. Y un hombre como Giner de los
Ríos podía hablar del profundo error que encerraba, en sí mismo, “el
llamado sufragio universal 442 .” Los más generosos se podían llegar a
Pireo. Cfr. C. Meier, La naissance du politique, op. cit..., p. 105 y también N. Loraux,
L´invention d´Athènes, Payot, Paris, 1993, pp. 37-99.
437 B. Spinoza, Tratado teológico-político, Capítulo V, Alianza Editorial, Madrid, 2003,
p. 159. Encontramos la misma idea en Maquiavelo: “Y es cierto lo que dicen los que
escriben acerca de la vida civil, que los pueblos muerden más fieramente cuando
han recuperado la libertad que cuando la han conservado.” Cfr. N. Maquiavelo,
Discursos…, op. cit. , Libro I, captítulo XXVIII.
438 H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, pp. 508-9 y también ibidem,
p. 507. La cursiva es de la autora. Sobre este personaje, cfr. “Política del imaginario
e imaginario de la política…”
439 Cfr. Dua umori diversi.
440 B. Pérez Galdós,
“Los ayacuchos”, op. cit…, pp. 955-956. Estas palabras de
Fernando Calpena -héroe de la tercera serie y una de las muchas voces que
permiten intuir la voz del propio Galdós- se refieren al pueblo en permanencia de
la Barcelona de la cuestión algodonera (1843). En contextos muy distintos,
encontramos reflexiones del mismo tenor: cfr. idem, “La segunda casaca”, op. cit…,
II, p. 371; idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 415; idem, “España trágica”,
op. cit…, V, p. 191.
441 Galdós también ironiza sobre la relación pueblo-soberanía en idem, “El terror de
1824”, op. cit…, II, p. 717; idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 164.
442 Giner dejaba un margen muy estrecho a la verificación de la hipótesis de la
capacidad de los muchos: “El sufragio, como intervención directa en la gestión
oficial del Estado social, no puede ser ejercido sino por aquellos de sus miembros
que poseen la plenitud de su facultad de obrar. De aquí el profundo error que
encierra el llamado sufragio universal, en tanto que se halla necesariamente limitado
el ejercicio de este poder, no debiendo hacer uso de él el loco, el menor, el
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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plantear la capacidad de los muchos como hipótesis dejada al futuro. Así, el
O. Barrot 443 que reflexiona, en sus Mémoires, sobre la “elasticidad” de un
pouvoir capacitaire que se ampliaría a medida que las luces llegaran a las
masas; o el Galdós, amigo del pueblo, que canta a la imaginación como
atributo del Volk 444 (y en esta imaginación apenas queda algo de la facultad
spinoziana, pues hace del pueblo una fuerza receptiva de la idea de nación,
no de la idea de libertad).
Esfuerzos teóricos como los que aquí se señalan resultaban inútiles,
por cuanto seguían tomando como premisa de partida una definición de la
política como problema de conocimiento; y, con semejante marco de análisis,
era imposible que quienes escribían sobre la vida civil tuvieran en cuenta el
consejo del viejo sabio florentino: “toda ciudad debe arbitrar vías por donde el
pueblo pueda desfogar su ambición 445 .” No se abrieron. Y, como en las
ciudades existentes quedaban contenidas las ciudades del relato (las
delincuente, el que no ofrece garantías de aptitud intelectual y moral para el bien
público: todos los cuales contribuyen, es cierto, poderosamente a la determinación
del Derecho social, pero en la forma consuetudinaria.” Cit en E. Díaz, La filosofía
social del krausismo español, Cuadernos para el Diálogo, Edicusa, Madrid, 1973, p.
157.
443 Cit en P. Ronsavallon, Le moment Guizot, op. cit., p. 134. Las reflexiones de O.
Barrot se refieren a las discusiones de 1831 en torno a la cuestión del sufragio; poco
tiempo después, en 1837, sería el propio Guizot el que hablaría de la naturaleza
evolutiva de las capacidades. Cfr. Idem. O. Barrot fue una figura clave de la
Restauración y la Monarquía de Julio e irrumpe en la política francesa durante los
Cent-Jours (marzo de 1815), momento en el que eleva una protesta pública contra el
restablecimiento del Imperio. Diputado de la oposición durante la Restauración, su
ingreso en la Societé “Aide toi, le ciel t´aidera” (donde encontrará a Béranger, Carrel o
al propio Guizot) le convertirá en unas de las figuras claves de la época. Tomó parte
activa en la Revolución de 1830 y, aunque en principio acogió el cambio de dinastía
con entusiasmo, Luis Felipe terminaría por decepionarle. Como jefe de la oposición
dinástica (el Parti du mouvement, integrado por monárquicos constitucionales de
izquierda) impulsó los movimientos favorables a la ampliación de las bases de la
monarquía, llegando a promover la extensión del sufragio, la defensa del derecho
de asociación y la anmistía para los insurgentes de Lyon.
444 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 722.
445 N. Maquiavelo, Discursos…, op. cit., Libro I, capítulo IV. La cursiva es de la
autora.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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invisibles, las intermitentes, las lejanas), los mismos que escribían sobre la
vida civil se vieron en la imposibilidad de cegar todas las puertas que
comunicaban unas ciudades con otras.
Por las vías que se dejaron sin cerrar 446 penetraron los enemigos de los
que hablaba Aristóteles. Una curiosa manera de estar en la sociedad sin ser
de la sociedad. Unos enemigos extraños, que no precisan de la razón, ni de
la individualidad plena, para existir como subjetividad de una política
distinta: la politicidad primera, an-árquica, salvaje. El conflicto en su
formulación plural. Ni siquiera les hace falta existir todo el tiempo para
existir políticamente: les basta la intermitencia de la brecha. El odio
compartido contra el privilegio y la envidia son sus mecanismos de
inteligibilidad, aquello que les permite discriminar lo justo de lo injusto, lo
moral de lo inmoral, lo real de lo imaginario. Y no se trata de la conciencia
difusa del agravio o de la esperanza en una promesa indefinida de igualdad;
sino de la exigencia de la inclusión, de la demanda concreta de la igualdadpertenencia.
El pueblo no pide más que ser visto, porque “estar privado de esto
significa estar privado de realidad, que, humana y políticamente hablando,
es lo mismo que aparición (…) la realidad del mundo está garantizada por la
presencia de otros, por su aparición ante todos 447 .” Las miserias anónimas
que se entre-devoran, la deidad harapienta galdosiana, la plebe madrileña
que aúlla, los medios-cuerpos de la insurrección, Médal, la Grande Nanon,
la Rabouilleuse, los Cibot 448 … no desean más que ser contados entre las
Y no porque se abriera vía alguna.
H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 225.
448 Para un análisis del número,
con nombre y sin nombre, cfr. los siguientes
epígrafes: “Política del imaginario…”, “Las katábasis de La Comédie” y “La escritura
de la insurrección”.
446
447
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Scheherezade Pinilla Cañadas
partes de la comunidad. Una voluntad mínima que expresa un absoluto: el
restablecimiento del vínculo entre el poder y el Poder, la igualdad-soberanía. Y
la fuerza de este deseo es tal, que ya no se conformará con las grietas o las
esquinas arañadas.
La larga preparación de Les paysans (1833-1838 449 ) podría pensarse
como el combate imaginario entre dos negatividades igualmente poderosas.
De un lado, la del Balzac que se resiste a describir profusamente, como
quería Maquiavelo, el enfrentamiento de los deseos; de otro, la del impulso
contra –los Grandes, la dominación- des incomptés. La declaración de guerra
contenida en el nombre colectivo que da título a una novela permanece en
estado latente en La fille aux yeux d´or (1834-35), en L´envers de l´histoire
contemporaine (1842-1848), en l´Avant-Propos de La Comédie (1842), en La
Rabouilleuse (1842), en Le Cousin Pons (1846-47); hasta que, en 1847, la victoria
siempre postergada de los vencidos se hace plenitud narrativa en la fealdad
revolucionaria de la cousine Bette. Sólo un año después, Francia proclamaba
el sufragio universal 450 . Número contado en las ciudades del relato y en las
ciudades existentes. Irrumpía de manera definitiva en el campo de lo visible
la lucha entre la verificación de la desigualdad como hipótesis de las elites y
la verificación de la igualdad como hipótesis de los muchos.
La novela no se publicará -y sólo de manera parcial- hasta 1844.
Comparto plenamente la definición que hace P. Ronsavallon del sufragio
universal como “la grande affaire” del siglo XIX. Cfr. P. Ronsanvallon, Le sacre du
citoyen, op. cit…, p. 12. Sobre esta cuestión trataré en el capítulo siguiente.
449
450
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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CAPÍTULO III. DEL PROBLEMA DE LA VIRTUD
(O DE LA ELEVACIÓN DEL CUERPO TERRESTRE)
“Les malheureux sont la puissance de la terre”
Saint-Just (cit. en Hannah Arendt, On Revolution)
“Le sublime est en bas”
Victor Hugo, Les Contemplations
“Tout tient à la politique”
J-J. Rousseau, Les Confessions
140
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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3.1. La emergencia de lo social
La tesis de Arendt sobre el significado de la Revolución Francesa
podría resumirse en una escena muy concreta del acto I de la ópera de U.
Giordano, Andrea Chénier 451 . Francia, 178… Un grupo de nobles danza
Ópera en cuatro actos escrita, en 1896, por U. Giordano a partir de un libretto de
L. Illica. Los celos, uno de los grandes temas del verismo, son el trasfondo de un
inmenso cuadro histórico marcado por el pathos de la Revolución Francesa. A.
Chénier conoce, en la Francia pre-revolucionaria, a la aristócrata M. de Coigny en el
castillo de ésta y, tras una escena en la que el poeta expone cuál es el verdadero
significado del amor, los dos jóvenes quedan profundamente conmovidos. Testigo
de este “encuentro” es Gérard, mayordomo del castillo que está secretamente
enamorado de su joven señora y personaje que acaba por convertirse en el
verdadero gozne de la historia y de la Historia. Es él quien, en el primer acto, pone
nombre al torrente revolucionario de la Miseria. És el quien, en el París del 94 del
acto II, acompaña a Ropespierre por la ciudad, quien pone espías tras la pista de M.
de Coigny, quien se bate con el hombre que se ha entrevistado con ésta y quien, al
descubrir que se trata de A. Chénier, le advierte de que Fouquier-Tinville le ha
incluido en la lista de los contra-revolucionarios. También es él quien, en el acto III,
provoca la detención del poeta por medio de una denuncia falsa, quien se
transforma al descubrir la profundidad de los sentimientos de los jóvenes
enamorados, quien intenta salvar al poeta de la condena a muerte declarando
incluso ante el tribunal que su denuncia era falsa y quien consuela al condenado
tras oír el veredicto diciéndole que su amada está en la sala. En el cuarto acto, es
Gérard quien consigue que los dos amantes se reencuentren en la prisión de SainLazare y, finalmente, quien respeta la decisión de M. de Coigny de morir junto a su
amado, cambiando su nombre por el de otra joven prisionera destinada a la
guillotina. Concediendo que esta escena final en la que Chénier y Maddalena
acaban uniendo amor y muerte (“Viva la morte insiem!”) es un exceso incluso para
el verismo, la figura de un poeta de la Revolución quemado por el propio sol de la
Revolución era materia literaria propicia para que el genial Illica desplegara todo su
talento y su intuición narrativa. Es cierto que su libretto se construye de manera
arquetípica por lo que se refiere al tratamiento de la h/Historia y de los personajes,
451
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despreocupadamente en el jardín de invierno del Château de Coigny. Se
repite el dulce encanto de los siglos y resulta inconcebible que algo pueda
interrumpir la cadencia de su gavotte; ni siquiera las noticias alarmantes del
París pre-revolucionario que trae el abad de la ciudad: el rey está mal
aconsejado y la estatua de Enrique IV ha sido deshonrada. De repente, un
ruido extraño dibuja la inquietud en el rostro de los asistentes, inquietud
que se hace espanto cuando irrumpe en escena un grupo de campesinos en
el que destaca la figura de un hombre que lleva a un niño desfallecido en sus
brazos. Esos andrajos no hacen nada, no dicen nada, sólo aparecen. Entonces,
Gérard, uno de los protagonistas de la obra, pone nombre a lo innombrable:
“Sua Grandezza, la Miseria! ”.
Tras unos instantes de confusión, los campesinos desaparecen y los
nobles retoman su danza; pero ya nada volvería a ser igual: la brecha abierta
por la necesidad había modificado el campo de lo visible para siempre.
Interpretadas a la luz de Arendt, las escenas del 94 del acto II en el Café
Hottot y en la Terrasse des Feuillants (con la estatua de Marat, los cánticos y la
detención de Chénier) o la dramatización, en el acto III, del proceso
revolucionario presidido por Fouquier-Tinville 452 que condena al poeta, no
sin embargo, quedan perfectamente reflejados algunos de los grandes temas de la
Revolución: la conexión arendtiana entre la cuestión social y el Terror; el
sufrimiento de los muchos o la hýbris de la bondad de los jacobinos, es decir, el
inmenso amor al pueblo en abstracto que impide el amor por los individuos
concretos.
Se trata del gran acusador público de la Revolución y su nombre está asociado a
lo que se conoce como “Grande Terreur”. En este período, y gracias a los cambios
introducidos por la ley de 22 de prairial del año II (10 de junio de 1794), se reforma
la organización y los procedimientos del Tribunal Revolucionario; verdadera
obsesión para Robespierre desde que se instala en el poder en julio de 1793, pues
consideraba que el Tribunal era la clave para extirpar los elementos indeseables del
cuerpo social revolucionario hasta hacer de él una figura de la virtud. FouquierTinville ( y Dumas, que también aparece en la ópera de Giordano) no fue más que
una suerte de prolongación tribunicia del Incorruptible. Su carácter puntilloso
quedó satisfecho con la introducción de mejoras –se multiplicaría por diez veces el
452
142
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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serían más que el desarrollo de ese primer momento en el que se condensa el
significado de la revolución: el desplazamiento de la idea de poder por la
idea de sufrimiento como clave interpretativa del mundo en cuanto creación
y en cuanto pluralidad. La capacidad de síntesis narrativa del libretto
operístico establece, igual que la gran pensadora política, un nexo causal
directo entre la mise en scène del sufrimiento y la Terreur, entre la emergencia
de lo social y el fracaso de la Revolución como proyecto para la libertad. En
la obra de Giordano, el poeta que ha dedicado versos a quienes pedían pan
muere injustamente por una denuncia falsa; en Sobre la Revolución, se señala
la confusión entre liberación y libertad como el gran error de los
revolucionarios franceses.
La pobreza de los muchos convertida en espectáculo, escribe Arendt,
comenzó por transformar el concepto de peuple 453 , que, por primera vez,
hizo referencia, no sólo a los ciudadanos que no participaban en el gobierno,
sino también a la vieja plebs; y terminó por fascinar a aquellos que, por no
experimentar la necesidad, estaban en situación de colocarse en la posición
de espectadores. “Cuando Saint-Just, inspirado por estas experiencias,
exclamaba “Les malheureux sont la puissance de la terre”, podemos
entender estas grandes y proféticas palabras en su contenido literal. Es como
si las fuerzas de la tierra se hubieran aliado en una conspiración benéfica con
esta insurrección cuyo fin es la impotencia, cuyo principio es la rabia y cuyo
propósito consciente no es la libertad sino la vida y la felicidad. Donde se
derrumbó la autoridad tradicional y los pobres de la tierra se pusieron en
número de guillotinados- en el funcionamiento de la justicia revolucionaria; de
hecho, la reforma resultó tan efectiva que él mismo pudo comprobar su eficacia el
18 de flóreal del año III (7 de mayo de 1795) (Cfr. P. Gueniffey, La politique de la
Terreur, Gallimard, Tel, Paris, 2000, pp. 275-315). La sola evocación de su figura se
convirtió en sinónimo de la sublimidad del Terror y, por ello, resulta especialmente
significativo que Balzac, en el marco de su relato sobre el deseo de los muchos, Les
paysans, compare a Gaubertin con Fouquier-Tinville. Cfr. H. Balzac, “Les Paysans”,
op. cit…, IX, p. 128.
453 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 99.
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marcha, donde abandonaron las tinieblas de su desgracia y descendieron a
la plaza pública, su furor pareció tan irresistible como el movimiento de las
estrellas, un torrente que se lanzaba con fuerza elemental y que arrastraba
consigo al mundo entero 454 .” Al extremo de que la pasión por la compasión
(le zèle compatissant ), sostiene Arendt, devino fuerza motriz del propio
proceso revolucionario, una vez que la Gironde se reveló incapaz de
sustanciar el krátos de la Bastilla en arkhé, en constitución
y gobierno
republicano 455 .
Llegaron entonces –septiembre de 1792 456 - los discursos en los que
Robespierre glorificó la virtud del pueblo en abstracto contra la virtud del
pueblo en concreto 457 y, con ellos, el principio de la extraña peregrinación de
los muchos; un viaje por elevación que arrancaba en la esfera pre-política 458
de la necesidad para desembocar, más allá de la sublimidad propia de lo
político, en la esfera supra-política de la virtud. Esta esfera quedaba definida
como supra-política desde el momento en que Robespierre no hablaba (pese
al léxico utilizado 459 ) de la virtud del ciudadano, es decir, de la virtud que
está forzosamente relacionada con el régimen político, de la virtud que se
piensa en plural; sino de la virtud por la que un hombre es bueno, de la
virtud
460 .
Y a este lugar sólo se llegaba por el sufrimiento y la rabia era la
única actividad que conocía 461 . La rabia, afirma Arendt, posee energía
suficiente para la acción, pero la experiencia de la verdadera necesidad
Ibidem, p. 149.
Ibidem, p.100.
456 P. Gueniffey, La politique…, op. cit., pp. 310-315.
457 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 146. En esta denuncia de lo que M.
Abensour denomina “los peligros de la política de la virtud”, H. Arendt sigue a
Kant. Cfr. M. Abensour, “La disposition héroïque…”, op. cit…, p. 85.
458 H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 57.
459 Pese a que Robespierre utilizaba el concepto de virtud que aquí se explicita,
distinguía en sus discursos entre la forma corrupta del no ciudadano y la forma
incorrupta del ciudadano. Cfr. P. Gueniffey, La politique…, op. cit…, pp. 310-315.
460 Aristóteles, Política, op. cit…, III, 1276b 3-4.
461 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 146.
454
455
144
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
resultaba tan devastadora que la metamorfosis de los malheureux en enragés
no comportó la transformación propiamente política que permite el acceso a
la pluralidad. La liberación de las fuerzas elementales no generaba, per se,
poder, pues éste sólo aparece allí donde los hombres se reúnen con el
propósito de hacer algo en común y sólo se conserva mediante los vínculos y
las promesas 462 .
Con todo, prosigue Arendt, lo peor no fue que la conspiración de la
pobreza desplazara a la libertad como objetivo de la Revolución; mucho más
grave fue el hecho de que la pasión por la compasión de los revolucionarios
franceses se convirtiera en el ejemplo a emular: “Aunque toda la historia de
las revoluciones del pasado demuestra sin lugar a dudas que todos los
intentos realizados para resolver la cuestión social con medios políticos
conducen al terror y que es el terror el que envía las revoluciones al cadalso,
no puede negarse que resulta casi imposible evitar este terror fatal cuando
una revolución estalla en una situación de pobreza de las masas. La causa de
que toda revolución se haya visto tan fuertemente inclinada a seguir a la
Revolución Francesa en su curso fatal no ha sido únicamente el hecho de que
la liberación de la necesidad, debido a su urgencia, preceda siempre a la
construcción de la libertad, sino al hecho más peligroso e importante de que
la rebelión de los pobres contra los ricos conlleva una dosis de fuerza mayor
y enteramente diferente que la que conlleva la rebelión de los oprimidos
contra los opresores. Esta fuerza rabiosa puede muy bien parecer irresistible
debido a que vive y se nutre de la necesidad de la misma vida biológica 463 .”
No se puede negar que la búsqueda de la libertad absoluta –y no de la
libertad política- convirtió la politique de la Terreur en su contrario, ya que
462
463
Ibidem, p. 239.
Ibidem, p. 148.
145
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
despojó a la acción y a la palabra de todo significado por medio de “la
muerte sin ningún alcance interior, sin nada que interiormente la llene, pues
lo que se niega es ese punto sin contenido en que consiste el self
absolutamente libre; esa muerte es, pues, la muerte más fría, la más banal, lo
más trivial, sin más importancia que partir una col o tragar un sorbo de
agua 464 ” (el proceso a A. Chénier es un buen ejemplo de ello). Aún más
evidente resulta la tesis arendtiana de lo social como el lugar en el que se ha
jugado la política en la época moderna. Ofrece alguna duda, en cambio, la
rigidez de la respuesta a lo que Tocqueville 465 denominaría “peligrosa
confusión” de lo social y de lo político.
Comparto plenamente la reivindicación que hace Arendt de
Aristóteles en cuanto pensador de la política como fin, su pasión por la
acción y, por supuesto, su amor agustiniano por el mundo. Sin embargo,
considero que la afirmación de la política como un no derivado, como
espacio de una consistencia propia, no pasa, necesariamente, por una
distinción entre la esfera pública y la esfera privada tan rígida 466 como la que
se deriva de las definiciones de trabajo, obra y acción 467 que se recogen en
F. Hegel, “La libertad absoluta y el terror”, en Idem, La fenomenología del espíritu,
Pre-Textos, Valencia, p. 695. D. Villa ha señalado el notable paralelismo entre la
interpretación de Arendt sobre la Revolución y la crítica de Hegel. Cfr. D. Villa,
Arendt et Heidegger. Le destin du politique, op. cit…, p. 65, nota 89.
465 A. Tocqueville, Souvernis, op. cit…, p. 23.
466 La rigidez de esta distinción ha sido señalada por muchos estudiosos de la obra
de Arendt. Cfr. A. Wellmer, “Arendt on revolution”, en D. Villa (ed), The Cambridge
Companion to Hannah Arendt, Cambridge University Press, Cambridge, 2000, p. 232
y también Bhikuh Parekh, “Hannah Arendt´s Critique of Marx”, en M. A. Hill (ed),
Hannah Arendt: The recovery of public world, St Martin´s Press, New York, 1979, p. 72.
467 El trabajo, según Arendt, designa la parte de la vida humana que se consagra a la
subsistencia. Esta dimensión de la existencia responde a las exigencias del proceso
vital mismo. El trabajo no es plenamente humano; de hecho, Arendt llega a declarar
que el empleo de la palabra animal está plenamente justificado en el concepto de
animal laborans. El ritmo y fin del propio proceso de trabajo revelan su carácter
prehumano, pues se trata de un ciclo incesante de producción y consumo. Los
productos de consumo aparecen para desaparecer de nuevo; así, el trabajo no posee
telos. Definido el primer concepto, ¿qué diferencia la obra del trabajo? La obra
464
146
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
La Condición Humana. Entre otras cosas, porque, como sostiene M.
Abensour 468 , la venida a la presencia de lo social redescubre la cuestión
política en su integridad –justicia y libertad-; si bien, prosigue el filósofo
francés, se ha de dar, como quería Arendt, prioridad a la libertad, pues sólo
a través de la libertad se accede a la justicia.
Entiendo, y aquí también sigo a M. Abensour, que la construcción del
paradigma de lo político podría comenzar con la declaración que hace el J.J.
Rousseau de Les Confessions: “tout tient à la politique.” Esta afirmación no
quiere decir que todo es política, no establece un vínculo de identidad o de
confusión; el nexo rousseauniano se asemeja al de la pluralidad: es algo que
une y separa al mismo tiempo, algo que establece una conexión entre
instancias distintas. En la proposición que aquí se cita, “hemos de entender
que todas las manifestaciones de una sociedad dada (…) tienen que ver, a
través de mediaciones diversas, con el modo de ser político de esa sociedad,
con el régimen político entendido en un sentido amplio. El carácter
deliberadamente indeterminado de esta formulación señala que las
produce cosas y tiene carácter instrumental; pero lo que la distingue es su finalidad:
toda obra tiende a la creación de un producto perdurable y posee, por tanto,
orientación. Arendt entiende que hay una cierta violencia inherente a la fabricación
o a la obra, pues considera que en el creador de un artificio siempre hay un
destructor de la naturaleza. La obra no humaniza la naturaleza, crea un espacio no
natural, “el mundo”; pero el mundo creado por el artificio no es, en sí mismo, un
espacio de la libertad. Sólo la acción, y en esto Arendt sigue a Aristóteles, puede
reclamar un sentido intrínseco y, en esta medida, sólo la acción –concebida como
acción y palabra políticas- puede entenderse como actividad plenamente humana.
Esta distinción -que implica una jerarquía- de las actividades humanas hace de la
política un ámbito reservado a unos pocos y ello, evidentemente, va en detrimento
de las simpatías democráticas de Arendt (Cfr. H. Arendt, La condición humana, op.
cit…, capítulos III, IV y V). La tensión –que tiene ciertos puntos de encuentro, como
se verá- entre la teórica de la acción y la intérprete de Agustín ha sido duramente
criticada por muchos autores y recuerda un poco a la tensión entre el pensamiento
de la razón de Estado y el pensamiento de la libertad que encontramos en
Maquiavelo; y, como ya dije, no entiendo bien la pulsión por “cerrar” corpus
teóricos tan complejos.
468 Miguel Abensour, La démocratie contre l´État, op. cit…, p. 146.
147
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
diferentes dimensiones de una sociedad dada dependen del modelo de
institución política de dicha sociedad (…) Lo político no es más derivable de
lo social que la economía o cualquier otra instancia. Entendamos más bien
que lo político y lo social forman una pareja indisoluble; en la medida en que
lo político, en cuanto “esquema director” de un modo de coexistencia
humana es respuesta, es toma de posesión en relación a la división
originaria de lo social, división que es el ser mismo de lo social (…) Lo social
no puede ser tanto menos fundamento de lo político cuanto no puede haber
sociedad sin institución política 469 .” Sólo cabría hablar, en este sentido, de un
único momento de lo político-social, de su simultánea venida a la existencia.
Existe, además, un elemento en el nexo que une la singularidad de la
institución política de lo social 470 y la idea de irreductibilidad de lo político,
a saber, la radical heterogeneidad de las cosas políticas; que, desde la
premisa rousseauniana, permitiría abrir un diálogo muy interesante con la
crítica arendtiana a la emergencia de lo social. El propio Abensour 471 cita a
Arendt como uno de los referentes del paradigma de lo político que permite
separar política de dominación 472 ; sin embargo, no matiza que el abismo
creado por la pensadora entre el oikos y la polis comporta una distinción de
discontinuidad que podría ser interpretada en sentidos radicalmente distintos.
En Arendt, esta discontinuidad estaba ligada a su empeño –pace
M. Abensour, “¿Por una filosofía política crítica?”, op. cit…, pp. 79-80 y también
cfr. Idem, La démocratie contre l´État, op. cit…, p. 38.
470 Tal y como se ha visto en el análisis del espacio maquiaveliano de los deseos, lo
social está habitado desde el origen por la amenaza de la división, de la disolución;
como si su acontecer llevara implícita la pregunta de por qué existe sociedad en
lugar de nada. Cfr Cl. Lefort y M. Gauchet, “Sur la démocratie, le politique et
l´institution du social”, Textures, nº 2-3, 1971, pp. 8-9. Desde esta perspectiva, lo
social no puede ser fundamento de lo político por cuanto no hay sociedad sin
institución política.
471 Ibidem, pp. 82-83.
472 Éste es uno de los grandes propósitos teóricos del paradigma de lo político. Cfr.
M. Abensour, “¿Por una filosofía política crítica?”, op. cit…, pp. 81 y ss.
469
148
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Maquiavelo 473 - de restaurar la vieja dignidad y consistencia que la política
tenía entre los Antiguos (política); pero esa misma discontinuidad fue
utilizada por las elites del XIX para poner en marcha las tácticas y los
medios que tenían por objetivo el control sobre los muchos (dominación).
Así que cuando Arendt 474 dice que la lección que sacó el joven Marx de la
Revolución Francesa fue que los pobres constituían una fuerza política de
primer orden, se podría añadir que Sieyès, Guizot y compañía extrajeron
idéntica lección; claro que las conclusiones que coligieron de lo aprendido
uno y otros tenían poco que ver.
Marx se convenció de que la Revolución Francesa había fracasado en
fundar la libertad porque no había sido capaz de resolver la cuestión social.
Las elites del XIX entendieron que, pasada la efusión revolucionaria, cabía
cierta elasticidad o cierta transigencia con lo político; pero, en cuanto a lo
social, no darían el menor margen. Se cuidaron de separar a los muchos de la
política, de colocarlos bien en las ciudades invisibles bien en las ciudades a
los lejos; e incluso dejaron que, de entre los suyos, los místicos se
encargaran, unos sabiéndolo y otros sin saberlo, de completar la estrategia
de la disyunción, sublimando lo que estaba abajo.
Francia, 1830. Hugo, Lamartine, Michelet… elevaron el número hasta
conseguir que se alejara del aquí y del ahora para llevarlo al Paraíso, a la
virtud de infancia. Una virtud que, convenientemente despojada de la hybris
H. Arendt, La condición humana, op. cit…, pp. 59-60. La recuperación de
Maquivavelo que hace Arendt se relaciona con su empeño por invertir la jerarquía
en los modos de existencia que había impuesto la doctrina cristiana –pretende el
paso del predominio cristiano de la vita contemplativa sobre la vita activa a la
preferencia maquiaveliana por la vita activa. Ésta es la tesis central que recorre su
maravilloso libro La vida del espíritu. Cfr H. Arendt, La vida del espíritu, Paidós,
Barcelona, 2002 y también, H. Arendt, “Qu´est-ce que la liberté?”, en La crise de la
culture, Gallimard, Folio, Paris, 1972, pp. 188 y ss y tb 204 y ss.
474 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 82.
473
149
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
de la bondad y de la cercanía a los resortes del Poder 475 , ya no era expresión
simbólica de un espanto efectivo como ocurriera durante el Terror; se trataba
simplemente del topos de la epopeya humanitaria. Ésto, en principio, era
cualquier cosa –nueva religión, escritura de la h/Historia, dispositivo
mítico-, menos cosa política; sin embargo, la épica es forma de contener el
mundo (de hecho, se coloca en el lugar del mundo en cuanto creación y en
cuanto pluralidad) y, lo que en ella aparece, siempre habla de la ciudad.
¿Y Balzac? De nuevo, La Comédie se beneficia de la experiencia de la
simultaneidad y, de nuevo, se muestra como un inmenso espacio de
revelación de lo político. El milagro literario obrado entre 1829 y 1848 476
coincide, con algún desajuste, con el período (1830-1851) que J. Rancière y P.
Ronsavallon 477 definen como ruptura fundamental, una ruptura que podría
resumirse en los siguientes términos: “irrupción de lo social como
fundamento y como superación de lo político” y también, habría de
añadirse, afirmación de su discontinuidad. Hasta el punto de que, a mi
juicio, lo social como esfera separada es una invención de este momento
preciso (y no del 89 o del 93). Parecería lógico que el joven simpatizante del
movimiento saint-simoniano, convertido al legitimismo en 1832, se colocara
a sí mismo y colocara también a su obra del lado de la disyunción.
No fue así por varias razones. Primero, porque el relato siempre saca
a la luz mucho más de lo que su autor pretende llevar al campo de lo visible.
Además, porque Balzac fue una figura singular dentro de la tradición en la
También contribuiría algo a esta redefinición de la virtud la fosa abisal que existe
entre Robespierre y Guizot.
476 Fecha de la última novela completa de Balzac: L´Envers de l´Histoire
Contemporaine (1848).
477 J. Rancière, “La représentation de l´ouvrier ou la classe impossible”, en P.
Lacoue-Labarthe y J-L Nancy, Le retrait du politique, Éditions Galilée, Paris, 1983, p.
90 y P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen, op. cit…, p. 254.
475
150
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
que se integraba –la Contra-Revolución- y dentro de su propia generación
literaria. Su legitimismo sin Providencia 478 abría la novela-mundo a una
perspectiva distinta, la perspectiva de los antimodernos –que era también de
los márgenes-, con la carga de análisis efectivo aumentada. Esta relación
áspera con la verdad explicaría, en buena parte, que Balzac no participara
del sentiment du peuple que dominó a los escritores de 1830. Y, en la medida
que no había sentimiento, no había virtud, y sí política del pueblo como
política autrement politique (cuya construcción pasaría por el tipo de vínculo
que establece la proposición rousseauniana).
3.2. Le tournant de 1830: sentimiento y política del pueblo
En sus escritos sobre la Revolución de 1848 en Francia, Marx ironiza
sobre el cuidado que puso la burguesía a la hora de distinguir entre la
“Revolución hermosa” de Febrero, “la revolución de la simpatía general,
porque las contradicciones que en ella estallaron contra la monarquía eran
aún contradicciones incipientes (…)” y la “Revolución Fea” de Junio, que,
por haber atacado la dominación de clase, no se parecía a “ninguna de las
numerosas revoluciones hechas por la burguesía francesa desde 1789 479 .” No
me interesa tanto subrayar la parte que de verdad pueda contener el análisis
marxiano, cuanto la idea de que los adjetivos utilizados para referirse a 1848
remiten al universo de lo auténtico ; y, desde esta autenticidad, cabe
preguntarse por qué una revolución que se afirmó republicana, social y
Ver nota
K. Marx, “La revolución de Junio”, artículo publicado en la Neue Rheinische
Zeitung, núm. 29, 29 de junio de 1848, en idem y F. Engels, “Las revoluciones d
1848”, Obras Fundamentales, vol V, FCE, México, 1989, p. 80.
478
479
151
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
democrática, se pensó, al mismo tiempo, heredera –y no antagonista- de la
liberal y burguesa que la había precedido 480 .
Porque la Revolución de 1830 se parece mucho a La Comédie: está
íntimamente ligada al desencanto y tiene profundidad de superficie. Su
artificio es complejo, artificio de maquillage que, si bien oculta, también deja
ver parcialmente algo que no es completamente natural … ni completamente
falso. Por eso no se entiende bien, o quizá demasiado bien, el análisis que de
este momento de la ambigüedad hace F. Furet: “la revolución de 1830 es, así,
la más “exitosa” de la historia nacional”, si la ponemos en relación con su
objetivo que es eliminar las ordenanzas [de Carlos X] 481 y, de paso, derribar
a los Borbones: victoriosa y breve a la vez, alcanza su objetivo en unos días.
Voluntad del pueblo en acto, renueva de manera espectacular la tradición
nacida el 14 de julio de 1789 482 .”
M. Augulhon, “1830 dans l´histoire du XIXème siècle français”, en VVAA, “Mille
huit cent trente”, Romantisme, 28-29, p. 24.
481 Estas ordenanzas fueron la máxima expresión de la torpeza política de Carlos X.
El hermano pequeño entendió siempre que su mayor había concedido demasiado;
de ahí que, en una situación de dificultad, no imaginara otra salida –y podría
haberlo hecho de haber sacado alguna lección de todo lo que sucedió tras la muerte
del Duque de Berry- que la promulgación de una normativa que desnaturalizaba
los principios de la Charte de 1814. Un coup de force (o algo más), en definitiva. Así
que el rey, haciendo uso de la prerrogativa otorgada por el artículo 14 de la Carta
(que le permitía la elaboración de los reglamentos y ordenanzas necesarios para la
ejecución de las leyes y la seguridad del Estado), decide firmar cuatro ordenanzas
el día 25 de julio de 1830: la primera suspendía la libertad de prensa, la segunda
disolvía la Cámara recién elegida (23 de junio-19 de julio ), la tercera modificaba el
número de diputados y el cuerpo electoral en beneficio de la Corona y la cuarta
convocaba nuevas elecciones. Era un claro intento de cambiar el régimen político y
un más claro suicidio de la Corona, como el propio Carlos X pudo comprobar
cuando escuchó la genial respuesta de Sauvo, redactor jefe del Moniteur, a su
propuesta de publicar las ordenanzas: “Monseñor, Dios salve al Rey, Dios salve a
Francia”. Cfr. D. Pinkney, La Révolution de 1830 en France, PUF, Paris, 1988, pp. 95105 y también F. Furet, La Révolution, II (1814-1880), Hachette, paris, 1988, pp. 106107.
482 F. Furet, La Révolution…, op. cit., p. 107.
480
152
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Incluso ciñéndonos al tipo de reflexión –los Trois Jours y su
consecuencia inmediata- a que parece invitarnos el historiador francés, su
argumentación no se sostiene. Primero, porque asegura que un estudio en
profundidad (resuelto en su libro en dos páginas y media escasas 483 ) del
proceso revolucionario descubre la necesidad de establecer distintos niveles
de análisis (habla de doble naturaleza); una necesidad que, por cierto, él
mismo no satisface. Segundo, porque, al afirmar que “las Jornadas de Julio
ofrecen así el raro ejemplo de una revolución controlada por el cálculo político,
y derivada en unos días hacia un objetivo moderado 484 ” parece colegir que el
resultado revolucionario se agotara en la promulgación en el Bulletin des Lois
del 14 de agosto 485 de la Charte enmendada.
Son varias las objeciones que se pueden aducir a estos razonamientos.
En 1830, y pese a las proclamas de “Vive la Charte! ” durante las
movilizaciones, el retorno a los principios de 1814 resultaba imposible, al
extremo de que hasta los grandes beneficiados de Juillet quisieron ver en su
luz mucho más que un supuesto retorno: el “segundo día” de 1789 486 , una
versión francesa del 1688 inglés 487 . Y este propósito de exorcizar los miedos
pasados y los fantasmas futuros, de terminar la Revolución, podría ser
definido de muchas maneras, pero difícilmente cabría aplicarle el calificativo
de moderado. En cualquier caso, entiendo, como P. Rosanvallon, que, lejos
de convertirse en clôture, lo que verdaderamente consiguió 1830 fue relanzar
el movimiento y, por ende, desbordar todo cálculo político (de las elites).
Ibidem, pp. 107-109.
Ibidem, p. 110. La cursiva es de la autora.
485 P. Rosanvallon, La monarchie impossible. Les chartes de 1814 et de 1830, Fayard,
Paris, 1994, p. 137.
486 Palabras de V. Hugo citadas por P. Rosanvallon, en ibidem, p. 143.
487 F. Furet, La Révolution, op. cit…, p. 110.
483
484
153
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Ahora bien, sólo se puede llegar a esta conclusión si diferenciamos
dos momentos y dos niveles de comprensión. Si limitamos nuestro estudio a
la historia empírica de Juillet, verificamos un triple estrechamiento de los
márgenes de la comunidad que pareciera abundar en la hipótesis de la
Revolución como punto de llegada. Por arriba, los vencedores –la banca, la
burguesía comercial, la naciente industrial y la clase política que les diera
cobertura 488 - desplazaron a la gran aristocracia como clase dominante. Por
abajo, y no en la Corona 489 , fue donde se sustanció la verdadera afectación
de la soberanía, pues, según G. Bacott 490 , fue en 1830 (y no en 1789) cuando
se distingue claramente entre pueblo y nación 491 y, por
tanto, entre
soberanía popular (peligrosamente activa y democrática) y soberanía
nacional (prudentemente liberal, que sólo pretende el establecimiento de un
Estado de derecho en el que ningún grupo pueda apropiarse plenamente del
Poder).
Esta precisión conceptual, sin embargo, no alcanzó a todo, pues
mientras lo político estaba perfectamente delimitado –el concepto de
soberanía aquilatado, los límites de la comunidad fijados mediante el
mecanismo del censo, la existencia de una clase política profesionalizada, la
Como dice el autor del estudio más completo sobre 1830, D. Pinkney, el análisis
de la revolución como victoria de la burguesía -entendida específicamente como
“gran burguesía”- es una de las interpretaciones más asentadas en la historiografía
sobre Juillet. Cfr. D. Pinkney, La Révolution de 1830 en France, PUF, Paris, 1988, p.
327.
489 Sin querer minimizar las consecuencias que se derivaron del cambio de la
branche aînée por la branche cadette, es obvio que la quiebra decisiva es la de la
distinción entre soberanía popular y soberanía nacional, puesto que, con ella, se
rompía con el legado del 89.
490 G. Bacott, Carré de Malberg et l´origine de la distinction entre souveraineté du peuple et
souveraineté nationale, Éditions du CNRS, Paris, 1985, pp.
14-18, 164-165 y 177-182. P. Rosanvallon también entiende que, en 1789, los
términos de soberanía popular y de soberanía nacional eran utlizados como
sinónimos. Cfr. P. Ronsanvallon, La démocratie inachevée, op. cit…, p. 22.
491 Es notable el adelanto de los constituyentes gaditanos. Cfr. De la soberanía y de la
capacidad del pueblo…
488
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Scheherezade Pinilla Cañadas
lucha de los partidos por el Poder-; lo social era definido por su
indeterminación -social era todo lo que se refería al pueblo y al trabajo-,
salvo en lo tocante a la nítida separación de la miseria. El último cierre de la
comunidad no tenía coordenadas precisas y dejó del otro lado a quienes, sin
pertenecer al vasto reino de la necesidad, tampoco se elevaban hasta la
región aérea de la vida burguesa. Y es que la política de “Julio” comenzaba a
los cuarenta años y con una gran propiedad.
Esta juventud que, como dice Balzac en Le Cabinet des Antiques, había
sido condenada al “ilotismo político 492 ” por el censo, nos obliga a ampliar la
orquilla temporal y a profundizar en el nivel de análisis. La apertura de este
ángulo de visión cambia la perspectiva y el punto de llegada aparece ahora
como punto de partida de un movimiento en el que confluyen, de manera
sorprendente, política y sentimiento del pueblo. Entonces comprendemos
que el verdadero significado de la revolución no estuvo en el sol des Trois
Jours, sino en la época gris que se abrió en agosto, en l´après-Juillet. Pensar
1830 a partir de la idea de experiencia interior del tiempo revolucionario nos
lleva a pensar la política de los años de entre-revoluciones como lo real de la
utopía 493 , porque es ciertamente difícil discernir dónde empiezan y dónde
acaban los diversos trayectos del pueblo entre la política y el imaginario.
Y ¿qué pueblo? ¿El pueblo concreto que opone siempre resistencia a
su categorización o el pueblo-concepto del que ni siquiera se tiene una
definición precisa? ¿El número trabajador o el mito? La sorpresa va en
aumento cuando descubrimos que el tiempo revolucionario como
experiencia interior no fue sólo fondo metafísico de la celebración de la
H. De Balzac, “Le Cabinet des Antiques”, op. cit…, IV, p. 1009.
Tomo esta expresión de M. Riot-Sarcey. Cfr. M. Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie.
Essai sur le politique au XIXe siècle, Albin Michel, Paris, 1998.
492
493
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
unanimidad social de Michelet o del silencio del Balzac de La peau de chagrin
[ver infra]; se hizo estructura física en el Faubourg Saint-Antoine de 1830.
La barricada se convirtió entonces en memoria de las movilizaciones
de Germinal y Prairial del año III 494 (en las que los malheureux fueron mucho
menos malheureux de lo que imaginara Arendt, pues pedían pan y
Constitución del año II). Experiencia interior y compartida de la Revolución.
Rappel au grand en y desde el faubourg de los salvajes, como les llamaba Hugo.
Conocimiento. Excedente. Interrupción del curso ordinario de las cosas.
Elevación. Lenguaje. Lugar de la visibilidad. Política. Número y trabajo
sobre las barricadas. De acuerdo con D. Pinkney 495 , los combatientes de 1830
no estaban encorvados por el peso de la miseria; fueron, en su mayoría,
artesanos que pertenecían a respetados y antiguos oficios –impresores,
carpinteros, ebanistas, zapateros, aserradores, albañiles, joyeros, cocheros,
…-, y algunos elementos del pequeño comercio y del mundo de los
empleados. Tal vez el zapatero Médal 496 de Balzac, pese a sus años.
En definitiva, la misma carne social de la sans-culotterie que describe
G. Rudé en sus estudios sobre las movilizaciones del “89”, del “92”, del
“95 497 ”. De todos ellos, sólo los impresores habrían podido sentirse
perjudicados por la ordenanza de Carlos X concerniente a la restricción de la
libertad de prensa, caso de haberse llegado a aplicar. Ni necesidad, ni
ordenanzas; las peticiones de reforma, sostiene Pinkney, fueron de tipo
Abril y mayo de 1795.
D. Pinkney, La Révolution…, op. cit., p. 324.
496 Cfr. el epígrafe “Un héroe venido de muy lejos.”
497 G. Rudé, The crowd in the French Revolution, Clarendon Press, Oxford, 1960, pp.
185 y 246-248. H. Kaye ha subrayado el esfuerzo desmitificador llevado a cabo por
Rudé, que tuvo que batallar con las exageraciones negativas de un Burke o de un
Taine y con la exaltación mística de un Michelet. Cfr. H. Kaye, “George Rudé,
historiador social”, en G. Rudé (ed): El rostro de la multitud. Estudios sobre revolución,
ideología y protesta popular, Biblioteca Historia Social, Valencia, 2000, p. 26.
494
495
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
tradicional y en ellas se mezclaban la defensa de viejas solidaridades, la
crítica a los Borbones y la reivindicación del legado de 1789. Los actores de
las jornadas habían tomado las armas con la esperanza de recuperar el
prestigio y las altas tareas de la Revolución y del Imperio. Enfants du siècle, al
fin y al cabo.
La irrupción de los muchos en el campo de lo visible hizo que, por
unos días, se concibiera, no el imposible de una política del pueblo, sino la
entrada del pueblo en la política. Así, el 30 de julio de 1830, desde las páginas
de un periódico de la oposición que se repartía gratuitamente, Le National, se
afirmaba con entusiasmo:
“No hay palabras que puedan dar idea de la impresión que ha
producido la conducta del pueblo de París a quienes lo han observado
durante las jornadas de ayer y hoy. ¡Qué injustos éramos! Nosotros, que lo
creíamos desinteresado en las cuestiones constitucionales que, desde hace
quince años, se dirimen entre nosotros y la contrarrevolución reimplantada
en el suelo patrio por las bayonetas extranjeras. Pero este pueblo, excluido de
los colegios electorales y condenado al ilotismo político por la excesiva timidez
de nuestras instituciones; este pueblo había comprendido maravillosamente
que una Cámara de Diputados no estaba hecha para recibir las leyes de la
realeza; sino, al contrario, para someter a esta realeza a las voluntades
nacionales (…) Pintar la intrepidez, la inteligencia, el infatigable ardor con el
que el pueblo se prodigó en una multitud de ataques mortíferos, desde hace
dos días, sería imposible (…) No nos corresponde, por otro lado, ir más allá
de lo que puedan decidir los representantes legales del país (…), en una
palabra, es el pueblo el que ha hecho todo durante tres días. No le han
arengado, ni excitado, ni empujado. Ha obedecido a sus sentimientos y sus
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
instintos; ha sido potente y sublime. Es él quien ha vencido; para él deben ser
todos los resultados de la lucha. 498 ”
La experiencia concreta de zapateros, ebanistas, carpinteros, cocheros
o joyeros sobre las barricadas resultaba demasiado perturbadora. Se
imponía, en la crónica misma de las jornadas, la elevación de ese cuerpo
terrestre, que más era carne de lo social; incluso si ello comportaba llevarlo
hasta la política entendida en el delimitado marco en el que las elites
definían lo político. De ahí la mención expresa al interés por “las cuestiones
constitucionales” o al “ilotismo político” provocado por el mecanismo del
censo. Qué decir del hábil manejo en el uso reiterado del concepto de
pueblo, que, si bien hace referencia específica a la parte que aspira al todo (y
no al todo mismo 499 ), salvaba los siempre vitandos nombres de lo social
(classes laborieusses, obreros, trabajadores, clases inferiores, malheureux,
proletarios…). Esta metamorfosis propiamente política que permite a los
muchos alcanzar la subjetividad plena (se habla de su inteligencia y se
celebra su autonomía), se resuelve, pronto, en otra figura, que se quería
definitiva en la medida de lo posible, y que no era exactamente la del cuerpo
celeste en su sentido político.
La afirmación de la imposibilidad descripitiva propia de lo sublime
(“no hay palabras”, “imposible”, “potente”, “sublime”) denotaba la clara
voluntad de derivar lo social hacia la esfera supra-política de la virtud. Y es
que el peligro era grande: se pensaba en la posibilidad de que el pueblo,
ebrio de su propio espectáculo, se negara a regresar a sus ateliers. Por eso, las
Cit en P. Barbéris, Balzac et le mal du siècle…, op. cit., II, p. 1231 y en M. RiotSarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 180. La cursiva es de la autora.
499 Es decir, al pueblo como sinonimia perfecta de la nación, al pueblo-todo.
498
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
plumas de la buena sociedad se aprestaron, como dice P. Barbéris 500 , a
ponerle “corona”. De oro falso a decir verdad: su falta no consistió tanto en
ignorar los dolores ajenos, cuanto en escribir sobre ellos sin conocerlos. El
Hugo de Dicté après Juillet 1830, el Lamartine de la oda Contre la peine de mort
o el periódico Débats loaban la grandeza de alma, el desinterés, la austeridad
de un héroe al que “había que quitar los andrajos que había seguido
llevando en medio de todas las tentaciones, de todas las tentaciones de la
revuelta y de la guerra 501 .”
Estas coronas fueron de los elementos más perversos del dispositivo
ideológico de la estrategia de la disyunción; porque la virtud es elevación, sí,
pero ni la virtud -sea ésta virtud de infancia o de sacrificio-, ni la fuerza
permiten el acceso a la política. Sin embargo, en esta sublimación de las
Bienaventuranzas también encontramos política del pueblo; o, al menos,
parte de su principio. Con sus poemas, más allá del contenido concreto y de
los objetivos que persiguieran, estos escritores, maestros en la distancia entre
las palabras y las cosas, reconocían al pueblo sobre las barricadas; se
convertían, malgré eux, en espectadores de lo político, creando el espacio
necesario para el surgimiento de la acción. Sólo desde esta perspectiva la
inscripción narrativa de la virtud de los muchos podía definirse como
política.
Y ya lo decía Arendt, visibilidad es igualdad. No creo que P.
Barbéris 502 tenga razón cuando afirma que, en 1830, la confusión en torno a
la noción misma de pueblo provocó muchos problemas. Verdad es que las
definiciones se multiplicaron, pero fue, precisamente, esa eclosión
P. Barbéris, Balzac et le mal.., op. cit., II, p. 1235.
Artículo del períodico Débats cit. en otro periódico titulado Le Voleur en agosto
de 1830, cit en idem.
502 P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, pp. 1229 y ss.
500
501
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
conceptual la que cambió la inteligencia del pueblo, pues éste pasó a ser
asunto de periódico y de opinión, objeto de reflexión teórica, “personaje
nuevo e imprevisto” (P. Leroux 503 ), en definitiva, tema literario. Así que a los
laureles, más o menos hipócritas, de Hugo y de Lamartine, siguieron pronto
el “je fus ravis par les journées” de alguien que, como Stendhal 504 , había
conocido la grandeza del Imperio; la venida a la existencia de Michelet, que,
años más tarde, declararía haber nacido a su verdadera vida con la
contemplación del héroe sin nombre de Julio o la comparación insólita que
hace Vigny 505 entre la bravura de los obreros y la de los Vendéens. Y, poco
después, la conversión del católico Lamennais a la esperanza populista; la
fascinación de un hijo de familia dandy como Sue por el “misterio parisino”
de los muchos; la rehabilitación de la “santa canalla” hecha por Barbier; la
inquietud de Reynaud por los humildes o el elogio a las virtudes campesinas
de Sand. Et bien d´autres…
Monárquicos que se saben republicanos, creyentes, bonapartistas,
místicos, legitimistas, bon-vivants, socialistas... Todos 506 parecían haber
hallado el tema adecuado para una nueva concepción de la literatura y de la
función del escritor en la sociedad. Un remedio para el mal du siècle, una
fuerza que oponer a ese sentimiento de estar embarcados en un viaje
necesario y absurdo al mismo tiempo. Michelet definía a su propia
generación literaria cuando decía que, en el atrevimiento de perder el
nombre, en la experiencia fusional, en el encuentro con la energía que se
busca, había descubierto su “yo” como creador. La inscripción del pueblo
Cit en J-C Fizaine, “Les romantismes et la Révolution…”, op. cit., p. 31.
Stendhal, Vie de Henri Brulard, cit en P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, p.
1252.
505 A. de Vigny, “Journal d´un poète”, cit. en idem.
506 A. Pessin habla de “verdadero complejo de pueblo” en la generación literaria de
1830. Cfr. A. Pessin, Le mythe du peuple et la société française du XIXème siècle, PUF,
Paris, 1992, p. 15.
503
504
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
era, en gran parte, inscripción de sí mismos507 . El trasunto del nuevo mito no
era el número concreto, lo social, sino otro producto ideal del ideal: el poetapensador 508 . Este nuevo tipo, figura central del período 1830-1848, definirá
su alta tarea como trabajo revolucionario de revelación por la palabra; una
revelación sin odio ni violencia, revelación de lo que es. La paulatina venida
hacia la luz de lo que estaba oculto, de la despreciada clave de bóveda del
edificio social, disolvería todas las resistencias.
Los excluidos por el censo de Julio iniciaban así un curioso juego de
espejos en el que el escritor y su nuevo personaje irían y vendrían del
imaginario a la política y de la política al imaginario. El desencanto los había
llevado a las barricadas y el desencanto de las barricadas los había
conducido a un lugar distinto; un lugar que no era exactamente el no-lugar
en el que tradicionalmente se quiere encerrar a la utopía (como si algo de lo
humano no guardara siempre relación con lo humano, como si algo de lo
humano pudiera ser encerrado). Se trataba de otro no-lugar, un flujo
continuo entre el pensamiento de lo posible y lo existente. Y para llegar
hasta ahí no hacía falta seguir el haz de luz de la gran constelación utópica
post-revolucionaria (Saint-Simon, Fourier y Owen), bastaba con el modesto
En ese sentido, tiene razón A. Pessin cuando afirma que el pueblo es, sobre todo,
pueblo-vector. Cfr. A. Pessin, “Le mythe du peuple au XIXe siècle”, en H.
Debrousses (dir): Le peuple. Figures et concepts…, op. cit., p. 91.
508 P. Bénichou, Le sacre de l´écrivain. 1750-1830. Essai sur l´avènement d´un pouvoir
spirituel laïque dans la France moderne, Éditions Gallimard, Paris, 1996, pp. 469-470.
Esta obra ya mítica –igual que los títulos que la acompañan Le temps des prophètes.
Doctrines de l´âge romantique y Les mages romantiques, cfr. bibliografía- necesita pocos
comentarios; con todo, no quisiera dejar de subrayar una idea sobre la que
Bénichou insiste una y otra vez: la definición de ese nuevo poder espiritual laico, de
ese poeta-pensador, como resultado de la confluencia del pensamiento de la
Contra-Revolución y del liberalismo. La mejor prueba de ello es la perfecta
compatibilidad de la nueva manera de concebir la literatura y el escritor con la
infinita evolución ideológica de Hugo (del “être Chateaubriand our rien” de su
juventud al “art d´être grand-père”… de la III República, en su otoño).
507
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
rastro de su estela: la buena nueva –como le gustaba decir a Leroux- de la
asociación 509 .
En esta apertura a la intersubjetividad se situó lo real de la utopía de
los años 1830-1848. Este espíritu revolucionario no se proyectaba hacia una
racionalidad progresiva de la libertad: era subversión concreta a partir del
ser-precisamente-así de los muchos. La clase más numerosa y más pobre era
número y trabajo; y su política no empezaba, desde luego, por la
distribución de las plazas en la ciudad, pero tampoco por la fuerza, ni por la
virtud. Su política, como toda política, comenzaba por la irrupción en el
mundo, por el vínculo en la separación y por la palabra. Porque la gran
novedad de 1830 no fue el pueblo sobre las barricadas, ni el elogio a su
virtud 510 ; lo radicalmente nuevo –como apuntan Rancière, Rudé, Sewell o
Frobert 511 - fue el florecimiento, au lendemain même de Juillet, de numerosos
panfletos, brochures y periódicos obreros (Journal des Ouvriers, L´Artisan,
L´Artisan et le Peuple, Le Cri du peuple, L´Écho de la fabrique) en los que una voz
nueva, una voz propia, daba un sentido distinto a las palabras y a las
prácticas. El inicio del movimiento obrero 512 .
La acción colectiva, el conflicto o las organizaciones obreras pasaron a
ser mucho más que expresión simbólica del deseo de no ser oprimido de los
muchos; se convirtieron, propiamente, en discurso del pueblo del pueblo.
M. Abensour, “Democracia y utopía”, Para una filosofía política…., op. cit.., p. 315.
Dos invenciones, como ya se ha dicho, de la Revolución Francesa.
511 Cfr. J. Rancière, Aux bords du politique…, op. cit.., p. 85; G. Rudé, La multitud en la
historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra 1730-1840, Siglo XXI Editores,
México, 1979, p. 172 y W. Sewell, Work and revolution in France. The language of labor
from the Old Regime to 1848, Cambridge University Press, Cambridge, 1980, p. 249 y
L. Frobert, Les canuts ou la démocratie turbulente. Lyon, 1831-1834, Tallandier, Paris,
2009, p.
512 M. Agulhon, “1830 dans l´histoire du XIXème siècle français”, “Mille huit cent
trente”, Romantisme…, op. cit., p. 25.
509
510
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Discurso, y no grito, llanto o queja. Conversión en acto de lo posible,
creación
de
un
estar-entre-los-hombres
en
el
que
los
muchos
experimentaban su metamorfosis definitiva: la trasnfiguración del proletario
en asociado; y no en el futuro asociado de un u-topos dejado al avenir, sino
en el compagnon de espacios de solidaridad existentes. Todas las asociaciones
mutualistas y de compagnonnage –más las republicanas Société des amis du
peuple y Société des droits de l´homme 513 - que surgieron en l´après-Juillet
ampliaron la definición de lo político hasta límites que nunca hubieran
imaginado las clases dominantes. De la dimensión de l´élargissement operado
en estos años, da cuenta la plenitud de la manifestación de lo político como
lugar del enfrentamiento entre la política (concebida como unión indisoluble
de libertad y justicia que se dobla en la tensión político-social) y la policía
(distribución de las plazas por ocupar y gestión de la comunidad).
Resultaría exagerado decir que estos años de entre-revoluciones
iluminaron el tiempo histórico a la manera de la Revolución Francesa o de
513Estas
sociedades eran definidas como republicanas y populares y fueron, según
afirma P. Rosanvallon, la matriz del movimiento obrero y del socialismo francés (P.
Rosanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit…, p. 254). La Société des Amis du peuple se
convirtió en el entramado organizativo de un importante núcleo del republicanos –
Blanqui, Raspail, Cavaignac- y se nutrió de dos corrientes ideológicas muy
definidas. Del 93 y del babouvismo tomó la creencia en la eficacia de la fuerza
revolucionaria; por otro lado, hizo suyas la crítica al orden social y la defensa del
asociacionismo de los saint-simonianos. Curiosamente, uno de los primeros
historiadores del movimiento social en Francia, L. Von Stein, focaliza su análisis, no
en la sociedad que siempre se ha tenido por más importante, sino en la Société des
Droits de l´Homme, a la que define como el verdadero corazón del republicanismo
francés en el período de entre-revoluciones. Stein apunta, además, que esta
sociedad se diferenciaba de todas las demás por cuanto poseía un programa
preciso: la Declaración de los Derechos del Hombre. De la importancia que
alcanzaron estas sociedades y de la amenaza que suponía su doble naturaleza
política y social da cuenta la ley que, a principios de 1834, promulgara el gobierno
prohibiendo las sociedades secretas. Era toda una declaración de guerra, contra el
republicanismo en particular y contra el movimiento obrero en general, que sería
contestada por una serie de movilizaciones simultáneas en París y en Lyon. Cfr. L.
Von Stein, History of the social movement in France, The Bedminster Press, Totowa,
New Jersey, 1964, pp. 294 y ss. También cfr. el siguiente epígrafe.
163
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
la Comuna; cabe, sin embargo, afirmar que este período es clave para
entender la confluencia de la doble tradición –democracia y utopía- que ha
alimentado al movimiento emancipatorio moderno. Cada irrupción del
número (en 1830, 1831, 1832, 1834, 1840), cada periódico, cada brochure, cada
asociación, ha de leerse como una respuesta a la llamada que hiciera Cabet
de “utopianizar 514 ” el movimiento democrático. Esta política de lo
invisible 515 y, más específicamente, esta política de venida a la luz de la idea
de humanidad como sociedad invisible, actualizaba un nuevo tipo de
vínculo y, con él, se abría una epokhé que cuestionaba el orden existente; y no
lo cuestionaba en el sentido de un impulso revolucionario concebido como
espíritu de conquista del Poder, sino en el sentido de la capacidad
transformadora de la unión en la separación del inter-est.
En las calles “embastilladas”, en los ateliers y las imprentas de París,
en las obras de Leroux, de Sand, de Lammenais, de Michelet o de Proudhon,
el pueblo se convertía en el modelo de una sociedad en entre-construcción; y
no de una sociedad popular que oponer a la sociedad aristocrática o
burguesa, sino de una sociedad realmente humana. Una política de la philía,
diría el filósofo; una política del compagnonnage, diría el obrero de 1830.
Conviene aclarar que esta conversión utópica 516 no se agotaba en un viraje
de ciento ochenta grados hacia el imaginario o en una aventura comunitaria
Tomo este neologismo un tanto forzado de Cabet de una cita de M. Abensour.
Cfr. M. Abensour, “Democracia y utopía”, Para una filosofía…, op. cit…, 312.
515 Elaboro esta política de lo invisible a partir de la idea de socialismo tal y como la
define P. Leroux en “De l´individualisme et du socialisme” (1833-1834). En este
breve pero importante texto, el célebre impresor pretende desbrozar la hojarasca
creada en torno al concepto y lo define claramente como “exageración” de la idea
de sociedad o de asociación. Se lamenta de que los filósofos de las Luces no
comprendieran “lo invisible” y convirtieran el “individualismo absoluto” en
mecanismo de inteligencia del mundo. Lo que reivindica Leroux es la existencia de
un vínculo secreto entre los hombres que hace de ellos Humanidad. P. Leroux, “De
l´individualisme et du socialisme”, en idem, Aux philosophes, aux artistes, aux
politiques. Trois discourses et autres textes, Payot, Paris, 1994, p. 251.
514
516
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
exótica; se trataba de una trayectoria completa, de un viaje con regreso que
denotaba una clara voluntad de afectación de lo real. No se habrían
consumado todas las rupturas, pero se pensaba como posible otra sociedad
y ese pensamiento cambiaría para siempre las ciudades existentes y las
ciudades del relato. Même Balzacie.
3.3. Política del imaginario e imaginario de la política:
los muchos en la Francia de entre-revoluciones
(1830-1848)
“Balzac no vio las barricadas” afirma P. Barbéris y, como queriendo
abundar en la idea de que esta falta de experiencia directa es una de las
claves interpretativas del 1830 balzaciano, pasa a elaborar un catálogo del
165
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
impacto que la contemplación de las jornadas tuvo en los escritores de la
época (Stendhal, Vigny, Sainte-Beuve) 517 . Y, añade el crítico marxista, de
todos ellos, aquél que supo ver lo que tenía Juillet de “Restauración
restaurada 518 ” fue Balzac. Evidentemente. Porque el hecho de que el autor
de La Comédie no gozara del beneficio de la contemplación, no significa que
no fuera espectador de aquellos acontecimientos; ya que, como él mismo
explica en la primera de las Lettres sur Paris 519 (26 de septiembre de 1830), su
apartamiento en provincias 520 no le había impedido escuchar con atención
los relatos de los viajeros, ni leer las crónicas de los Trois Jours en los
periódicos. De ahí su sorpresa al no encontrar, en su retorno a la ciudad, los
bulevares medio destruidos, ni las casas repletas de heridos. Hay mucha
ironía en la extrañeza del Balzac publicista, pero esa ironía no está exenta de
dolor:
P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, p. 1252.
H. Balzac, “Lettre sur Paris”, I, Oeuvres…, II, op. cit., p. 867.
519 Las Lettres sur Paris recogen un conjunto de diecinueve crónicas balzacianas que
publicó Le Voleur (una publicación curiosa que se dedicaba a reproducir artículos
aparecidos en otros periódicos, literalmente, los “robaba”) de E. de Girardin entre
septiembre de 1830 y marzo de 1831. Los propietarios querían brindar a sus
abonados una descripción de los rápidos cambios que experimentaba la fisonomía
de París y, aunque en principio no pretendían dar al asunto un cariz político, lo
cierto es que la mayor parte de los artículos versarán sobre la agitada situación de
l´avant y de l´après-Juillet. Ni la idea de la obra ni el título son originales
(aparecieron otras Lettres en La Quotidienne, La Minerve, La Gazette de France) y
tampoco fue Balzac el único escritor que colaboró en la redacción de estas cartas (a
la tarea se sumaron nombres como los de J. Janin o F. Soulié), sin embargo, sus
trabajos son, con mucho, los más interesantes y su lectura resulta imprescindible
para comprender la perspectiva balzaciana de 1830. Además, en estas
colaboraciones de Balzac en los periódicos de su amigo E. de Girardin, se
encuentra, en gran parte, la materialización del inmenso proyecto de La Comédie, ya
que fue en Le Voleur, La Mode, La Silhouette, Le Feuilleton des journaux politiques
donde el escritor publicará, no sólo artículos de opinión, sino también otros textos
más importantes, como fragmentos de novelas que, más tarde, aparecerían en
librería. Cfr. P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, p. 943. Para un estudio in
extenso del Balzac publicista, la obra de referencia sigue siendo la de R. Chollet,
Balzac journaliste: le tournant de 1830, op. cit.
520 Balzac no regresa a París hasta principios de septiembre de 1830.
517
518
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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“No crea –le dice a su interlocutor- que quiero reír por el énfasis y las
declamaciones suscitadas por la victoria; porque todo se ha vuelto bastante triste
después de unos días (…) hay banderas tricolores en más de una ventana; pero los
verdaderos vencedores son, como en todas las batallas, bastante maltratados. Es
lamentable la acogida que se les ha hecho en algunos ministerios: y todavía algunos
burócratas los llamarán facciosos. Las calles han recuperado su aspecto
acostumbrado: los cabriolets, los coches, los fashionables circulan o corren como
antes; y, salvo por algunos árboles de menos, los bulevares se parecen todavía a sí
mismos. Las sumas destinadas a los heridos se guardan en la caja, las heridas se
curan y todo se olvida 521 .”
El periodista de Le Voleur señala, con agudeza, el abismo existente
entre la mise en scène y la mise en sens de Julio como experiencia empírica. El
escritor de La peau de chagrin 522 , la novela de 1830 redactada en 1831,
entiende que la mise en sens pasa por la total ausencia de mise en scène. La
historia de Raphaël de Valentin enmarca la revolución, pero no la cuenta.
Entre febrero y octubre, Raphaël y Rastignac 523 despilfarran una fortuna
H. Balzac, “Lettres sur Paris”, I, Oeuvres…, II, op. cit…, p. 867.
Esta novela es uno de los más brillantes ejemplos balzacianos de la integración
de un elemento fantástico en un marco realista y es que, según dejó escrito en uno
de sus cuadernos, Balzac quiso escribir un cuento oriental a la manera de Las Mil y
una noches. El joven aristócrata Raphaël de Valentin es el protagonista absoluto de
esta historia del desencanto en la que se nos cuenta un suicidio retardado. Poco
después de haber estudiado la posibilidad de arrojarse al Sena, el enfant du siècle
entra en una especie de bazar del quai Voltaire y allí encuentra a un personaje
mefistofélico que le ofrece aplazar su plan a cambio de un regalo: un talismán, una
piel mágica que se convertirá en la medida de su vida, pues se estrechará a cada
uno de los deseos del joven y, cuando éste agote el total de energía que tiene
asignado, la vida se extinguirá con la piel. La perdición de Raphaël es que no hay
nada que no sea deseo: los encantos decadentes del París del avant y de l´aprèsJuillet, su sueño de convertirse en filósofo –Théorie de la volonté-, su pasión fatal por
Feodora, su amor puro por Pauline Gaudin. Los esfuerzos por vivir resultarán
inútiles, porque no se puede huir del deseo: ni los médicos encuentran remedio a la
extraña debilidad de Raphaël, ni se llega a dar con el truco que ensanche la piel, ni
él mismo puede dejar de amar a Pauline. Su final es sobrecogedor: muere de un
espasmo tras morder el pecho de su amada.
523 Rastignac es uno de los personajes más importantes de La Comédie. Su figura
caleidoscópica sólo se puede componer a partir de la lectura conjunta de títulos
como Le Père Goriot, La Maison Nucingen, Splendeurs et Misères des Courtisaines, Le
Député d´Arcis o la propia La peau de chagrin. Este joven, aristócrata como Raphaël,
experimentará su transformación decisiva en la novela del pobre Goriot. Aquí
Rastignac aparece como un joven estudiante de derecho, recién llegado de la
provincia, que conocerá de la terribilitá del infierno parisino por la vía directa: el
521
522
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Scheherezade Pinilla Cañadas
ganada al juego del mismo modo que la sociedad francesa desperdicia el
insospechado caudal de energía que, durante tres días, había dejado de
buscarse porque creía haberse encontrado. De ahí que no hallemos en esta
novela la thaumázein micheletiana ante la revolución como hecho de todos,
ni escritura de la insurrección, ni una mínima descripción de las jornadas, ni
elogio del pueblo… ni pueblo.
¿Para qué escribir, o describir, la insurrección pour rien de Juillet? El
novelista prefiere hacer ver a su público el desencanto ; el desencanto que
llevó a las barricadas y el que siguió cuando el sol revolucionario fue
enterrado bajo el “repavage 524 ” de las calles de París. La elipsis narrativa de
las movilizaciones es, literal y literariamente, un vacío; porque, para Balzac,
aquel verano tenido por glorioso no había cambiado el mundo; al menos, el
mundo tal y como lo definían las clases dominantes. Raphaël de Valentin
encuentra la misma mujer y la misma sociedad: la misma belleza tramposa
en la Feodora del invierno que en la del otoño de 1830, el mismo desajuste
terrible entre los anhelos de la joven generación y la medida de lo que se ve.
cruel abandono en la miseria que sufre su compañero de pensión, el père Goriot,
por quien es su amante, Delphine Goriot, convertida para el mundo en baronesa
Nucingen. Con sus pobres recursos de habitante del quartier Latin paga el entierro
de un Goriot que ha muerto de pena y cierra la novela con un juramento que lanza
a París desde las colinas del cementerio de Père-Lachaise: “À nous deux, maintenant !
” Figura de la ambición, el egoísmo y el cinismo serán las armas de que se valga
para triunfar en el mundo: no duda en servirse del dinero del marido de su primera
amante para enriquecerse, cambia de femme du monde –la baronesa Nucingen por la
marquesa d´Espard-, terminará siendo Ministro del Justo Medio y par de Francia.
524 El pavé era uno los símbolos más destacados del dispositivo metafórico del
pueblo de lo que P. Citron [cfr. El heroísmo de la vida moderna] denomina la poesía de
París (Pierre Citron, La Poésie de Paris dans la Littérature Française de Rousseau á
Baudelaire, Université de Paris Faculté des Lettres et Sciences Humaines, Les
Éditions de Minuit, Paris, 1961, I, pp. 433 y 435). La creación conceptual de Balzac,
además de muy bella, está cargada de todo el sentido político. Repavage significa,
literalmente, volver a colocar los pavés. Es decir, volver a colocar en su sitio los
adoquines que los combatientes de 1830 arrancaron del suelo para utilizarlos como
proyectiles durante las jornadas. Evidentemente, también es una metáfora del cierre
de la estructura de oportunidades políticas que se había abierto con la Revolución y
del regreso a la oscuridad del propio pueblo.
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Todo aquello que se ofrece, como la piel mágica del anticuario, se estrecha
con cada deseo.
Todo, excepto el pueblo. En una época si peu de chose 525 , el pueblo era
lo único que no se estrechaba; lo único que hacía del principio de expansión
naturaleza y, también, mecanismo que activaba el deseo. Una forma del
absoluto. Su irrupción en el campo de lo visible no podía dejar indiferente a
un teórico de la energía 526 como Balzac. Y no lo hizo. Si l´après-Juillet de La
peau de chagrin acaba, igual que la fortuna de Raphaël, en Octubre; es,
justamente, en esa fecha, cuando comienza a percibirse el verdadero sentido
del movimiento de 1830 en el conjunto de La Comédie. R. Chollet 527 ha
demostrado que un texto iniciado en l´avant-Juillet, el Traité de la vie élégante,
resulta profundamente modificado por la Revolución como experiencia
interior; pues es en el otoño cuando Balzac introduce reflexiones que
transforman radicalmente el carácter anecdótico y aforístico que la obra
tenía en el plan original.
Así, junto al tributo a Brummell, podemos leer un reconocimiento
explícito de la división originaria de lo social 528 : “La gran lucha del siglo
H. Balzac, “Autre étude de femme”, op. cit…, III, p. 702. Esta interpretación
balzaciana de 1830 como momento de aburguesamiento generalizado se repetirá en
Flaubert con el 1848 y, en esta continuidad hermeútica y literaria, se observa muy
bien la especial relación que, como se ha dicho en el cuerpo del texto, mantuvieron
las dos revoluciones. Cfr. B. Lyon-Caen, Balzac et La Comédie des Signes. Essai sur
une expérience de pensée, Presses Universitaires de Vincennes, Paris, 2006, p. 147.
526 Sobre las relaciones entre la energética de Balzac y su concepción de la política,
resultan especialmente interesantes las reflexiones de E. R. Curtius. Cfr. Idem,
Balzac, Éditions des Syrtes, Paris, 1999, pp. 256 y ss.
527 R. Chollet, Balzac journaliste…, op. cit…, p. 245.
528 Coincido con P. Baudoin al afirmar que la ausencia de las clases populares en las
physiologies balzacianas es sólo aparente (cfr. P. Baudoin, “Analytique et politique.
Études d´une société révolutionnée”, en C. Barel-Moisan y C. Couleau, Balzac.
L´aventure…, op. cit., p. 47 ). Es cierto que no encontramos en estas obras los típicos
retratos, más pintorescos que sociológicos, del menu peuple propios de los títulos
525
169
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
dieciocho fue un combate singular entre el Tercer-Estado y los órdenes: el
pueblo no fue sino el más hábil de los auxiliares. Así, en octubre de 1830,
todavía existen dos especies de hombres: los ricos y los pobres, las gentes
que van en coche y las gentes que van a pie, aquéllos que han pagado el
derecho de ser ociosos y aquéllos que intentan adquirirlo. La sociedad se
expresa en dos términos 529 .” Si en las jerarquías narrativas de La Comédie, la
mitad más enigmática todavía no alcanza a ser tema, empieza a ser materia
literaria; ya que, en el marco del amplio panorama de la elegancia en la
sociedad francesa desde el feudalismo hasta Luis Felipe, el autor define la
“vida ocupada” como un modo completo de existencia 530 .
La sorprendente perspectiva ontológica que se descubre en el Traité de
la vie élégante permite pensar una política del ser-precisamente-así de los
muchos. El pueblo de La Comédie es, fundamentalmente, pueblo silencioso 531
y su ser en permanencia excluye el relato de la insurrección; sin embargo, la
experiencia plebeya balzaciana es plenamente política. Se trata de una
experiencia tal porque su política no comienza con el trabajo, sino con la
clásicos de este peculiar género literario; sin embargo, en los textos de Balzac, se
explicita el espacio binario del conflicto. Es decir, están presentes el número y su
deseo y esa presencia rebasa, con mucho, la vocación de autoanálisis de la sociedad
revolucionada. Se trata de presencia política.
529 H. Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 222.
530 “Ahora bien, las tres clases de seres creadas por las costumbres modernas son:
El hombre que trabaja,
El hombre que piensa,
El hombre que no hace nada.
De ahí tres formas de existencia lo suficientemente completas como para expresar
todos los géneros de vida, desde la novela poética y vagabunda de la Bohemia, hasta
la historia monótona y somnífera de los reyes constitucionales:
La vida ocupada,
La vida de artista,
La vida elegante.” H. Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 212.
531 Sobre el silencio de los muchos y sus excepciones, cfr. “La escritura de la
insurrección.”
170
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
venida a la presencia de las vidas deformadas por el trabajo, con la
visibilidad de su vulcanización 532 .
La carne de lo social que se ofrece a la mirada de los ojos que se abren
es también carne de lo político, porque, como dice Balzac en La fille aux yeux
d´or 533 , estas criaturas podrían ser hermosas; es decir, porque su deformidad
no es esencia: “Estos hombres, nacidos, sin duda para ser bellos, […] están
modelados, desde la infancia, por el imperativo de la fuerza, bajo el reinado
del martillo, de las tenazas, de la hilatura, y quedan rápidamente
vulcanizados. Vulcano, con su fealdad y su fuerza, no es acaso el emblema
de esta fea y fuerte nación, sublime de inteligencia mecánica 534 .”
En efecto, si esas formas de vida extrañas -no presentan variantes 535 y,
al mismo tiempo, son distintas- están disciplinadas por el trabajo 536 , quiere
decir que el ser-precisamente-así de los muchos es convención y no
naturaleza, que es política y no inmoralidad, que es política y no virtud; en
definitiva, que es asunto del estar-entre-los-hombres y, por tanto,
contingencia. Al extremo es así que, cuando el gran número balzaciano
irrumpe en el relato, parece que los mecanismos narrativos que explican su
aparición fueran activados por una fábrica de racionalidad histórica - la
sociedad- a cuyo dictado trabajara Balzac. Sabemos, evidentemente, que esto
es falso; sin embargo, hay algo de incontenible en esos rasgones que hacen
los muchos en los trabajos de la publicística, en los incipits y en los
Esta hermosa invención balzaciana es analizada ampliamente en el epígfrafe
“L´enfer de l´être-ensemble”.
533 H. de Balzac, “La fille aux yeux d´or”, op. cit…, V, p. 1041.
534 Ibidem, p. 1042.
535 H. de Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 212.
536 Ibidem, p. 213
532
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
daguerrotipos 537 de muchas novelas o en los relatos de los últimos años
(sobre todo, a partir de la década de 1840).
Este carácter incontenible –y
persistente habría de añadirse- nos
habla de la irrupción de lo político y es, como ya se ha dicho en otro lugar de
esta tesis 538 , lo que me lleva a definir La Comédie como un inmenso espacio
de la revelación, como una inmensa región fenoménica. Aún más, lo que me
permite afirmar que, con la escritura de cada novela, el escritor francés
repite la escena inaugural de la ciudad: se pregunta, sin saberlo, por las
partes que en ella se contienen y por la sustancia de cada una de esas partes.
El atrevimiento de la hipótesis defendida queda rebajado al grado de lo
razonable si tomamos como premisa de partida la idea de que el pueblo
balzaciano es un ser de la intermitencia. Si el número de Balzac ocupara todo
el espacio narrativo, como ocurre en la obra de Michelet, coincidiría con el
modo de institución de lo social y, por tanto, no cabría litigio por le partage
du sensible. En Balzacie, ya se ha dicho con anterioridad, el pueblo es parte y
cada una de sus apariciones obliga a interrogarse por el contenido de una
ciudad que, además, necesita de otras para terminar de explicarse. Todas las
ciudades lo necesitan, puesto que las ciudades existentes siempre tienen algo
de las ciudades del discurso y éstas, incluso las que se definen como u-topos,
tienen algo de las ciudades existentes.
En estos trayectos entre la política y el imaginario se descubren
muchas cosas. Se descubre, por ejemplo, que ese pueblo que no existe de
Balzac habita, no en la esfera separada de sus infiernos, sino en el estrato
más profundo de una estructura geológica movediza 539 , de un medio líquido
Cfr. el epígrafe “De la problemática inscripción narrativa de los muchos.”
Cfr. “Un héroe venido de muy lejos.”
539 Cfr. “L´enfer de l´être ensemble”.
537
538
172
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
en el que los hombres y las cosas no ocupan un lugar fijo y lo que está abajo
puede ascender hasta la superficie. Se descubre también que en esa
emergencia intermitente del ser-precisamente-así de los muchos de La
Comédie no hay sublimación del cuerpo terrestre, sino diálogo 540
con el
pueblo del pueblo y, de un modo específico, diálogo con el movimiento
obrero o con el movimiento emancipatorio –si incluimos el republicanismo y
el saint-simonismo- de los años de entre-revoluciones.
1831 es una fecha clave para analizar esta relación entre el texto y su
contexto. La révolte des Canuts 541 de Lyon 542 . A diferencia de lo que ocurriera
durante la Revolución de 1830, la experiencia empírica de las jornadas (en
este caso, 21-24 de noviembre) resultó tan decisiva como l´après-Novembre 543 .
A mediados de octubre, el prefecto del departamento del Rhône, Du Molart,
recibe una petición de una comisión de los trabajadores de la seda en la que
se solicita de su “autoridad paternal” al objeto de llegar a la fijación de una
nueva tarifa para la producción de la más importante industria de Francia y
de una sus principales exportaciones –un tercio del total 544 . Además, casi la
mitad de la población obrera de Lyon vivía de la seda, así que el prefecto no
podía desatender, sin más, la demanda. Entre el 18 y el 25 de octubre, tienen
He encontrado referencias al creciente interés que Balzac –especialmente, a partir
de finales de la década de 1830- demuestra por el problema social; sin embargo,
ninguno de los trabajos de la crítica balzaciana que he estudiado habla del diálogo
entre la política y el imaginario que aquí se apunta, ni establece una línea de
análisis que recorra todo el período de entre-revoluciones, ni define La Comédie
como conjunto en los términos expuestos en esta tesis doctoral.
541 Es el nombre colectivo que designaba a los trabajadores de la seda.
542 Para el análisis e interpretación de los sucesos de Lyon me sirvo,
fundamentalmente, de los trabajos de F. Rudé (Les révoltes des canuts, Éditions La
Découverte, Paris, 2007), de F. Gemie (French revolutions. 1815-1914. An introduction,
Edinburgh University Press, Edinburgh, 1997) y de M. Riot-Sarcey (Le réel de
l´utopie…, op. cit.).
543 En esta cuestión, participo plenamente de la interpretación que hace P.
Ronsanvallon. Cfr. idem, Le sacre du citoyen, op. cit…, p. 256.
544 F. Rudé, Les révoltes…, op. cit., p. 11 y F. Gemie, French Revolutions…, op. cit., p.
52.
540
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
lugar una serie de entrevistas entre el Poder y los compagnons, pero las
reuniones no se materializan en acuerdos.
El mismo 25 de octubre, 6.000 obreros se dirigen, de manera ordenada
y pacífica, a la plaza de la prefectura (Place des Terreaux). Para alegría de los
que allí se convocan, se anuncia un nuevo acuerdo entre la Comisión, los
comerciantes y el prefecto. Al escuchar a los obreros lyoneses deseando
larga vida al rey, Du Molart concluye que, con la fijación de la nueva tarifa,
había conseguido ganar a la clase trabajadora de la ciudad del trabajo para la
causa de la Monarquía de Julio. Su perspectiva cambió cuando llegó el
momento de explicar el acuerdo alcanzado al primer ministro. C. Périer 545 ,
con su agudo talento de gran hombre de las finanzas, entendió que el pacto
del precio fijo ocultaba, en realidad, toda una reforma de la industria de la
seda y, aún peor, una nueva forma de las relaciones sociales en la que los
muchos tenían el derecho de discutir las condiciones de vida y de trabajo 546 .
La sola idea de una nueva ciudad, de un espacio político en entreconstrucción, era algo, sencillamente, inconcebible. Du Molart se encontró en
C. Périer sólo llevaba unos meses –había llegado al poder en marzo de 1831,
sustituyendo a otro gran nombre de la banca, el desacreditado Laffitte- en el cargo
de primer ministro cuando estalló la insurrección de Lyon. La entrada en el
gobierno de un hombre que se había negado a firmar el acta de derrocamiento de
Carlos X durante los Trois Jours, evidenciaba un claro giro hacia la derecha de la
Monarquía de Julio y reducía el programa político del régimen constitucional a dos
líneas claramente definidas. En el interior, política de orden público –literalmente,
policía- como respuesta al ciclo de movilizaciones que se sucedieron en París, Lyon
y Grenoble a lo largo de 1831. En el exterior, se propugnaba una “política de paz”
que no estuvo exenta de demostraciones enérgicas en pro de los intereses de
Francia (caso de la defensa de Bélgica frente a los ataques externos, de la ocupación
de Ancona que aseguraba la influencia francesa en Italia o la exhibición de fuerza
de la flota en Lisboa como respuesta a las supuestas injurias del gobierno portugués
a los residentes franceses). Después de poco más de un intenso año en el gobierno,
Périer moriría a causa de la terrible epidemia de cólera que asoló París en la
primavera de 1832.
546 F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., pp. 26-34.
545
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
la difícil tesitura de faltar a lo acordado y de redefinir la naturaleza de la
tarifa, ofreciendo un compromiso que no satisfizo a nadie: los precios no
quedarían legalmente establecidos mediante los acuerdos que pudieran
arreglar canuts y comerciantes; sino que serían éstos los que, atendiendo a
las circunstancias y al honor, determinarían los precios. La respuesta de los
obreros no se hizo esperar y, en la noche del 20 de noviembre, se recibe en la
prefectura un informe de la policía en el que se advertía de que, al día
siguiente, los trabajadores de la Croix-Rousse 547 bajarían al centro de la
ciudad al grito de “trabajo o muerte.” Desde la mañana del 21 se levantaron
barricadas en la entrada del quartiers des canuts y, del 21 al 24, Lyon tuvo sus
Journées: hombres de la Guardia Nacional uniéndose a los insurgentes 548 ,
soldados que no sabían si disparar o no disparar, bayonetas decoradas con
trozos de pan, el negro convertido en el color del luto por la injusticia, gritos
de “vivre en travaillant ou mourir en combattant”, la adhesión al
movimiento de otros grupos de obreros, los 600 héroes entre muertos y
heridos, los canuts transformados en guardianes del orden y de la
propiedad 549 .
París mira a la provincia por una vez. Desde el 22 de noviembre, la
policía advierte que los obreros de la capital están teniendo noticia de los
acontecimientos de Lyon y comienzan a agitarse. Las noticias que llegan el
24 provocan una reacción en cadena: placards llamando a la movilización de
los trabajadores, caída importante en la Bolsa, angustiosa intranquilidad en
la Cámara de Diputados. Ante el agravamiento de la situación, el Consejo de
Ministros, reunido en palacio en sesión extraordinaria, decide enviar un
La colina del trabajo de Lyon, es decir, le quartier des canuts.
La mayoría de los hombres del primer batallón de la Guardia Nacional que llegó
a la Croix-Rousse eran canuts.
549 F. Gemie, French revolutions, op. cit…, pp. 52-54. Se dieron escenas en las que los
obreros tranquilizaban a los comercianttes que querían cerrar sus tiendas
diciéndoles que los insurgentes sólo pretendían una nueva tarifa, no violar la
propiedad.
547
548
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
importante contingente de tropas al mando del duque de Orléans y del
Mariscal Soult, ministro de la Guerra.
Llegan a las puertas del Lyon
insurgente el 29 y el 1 de diciembre ya hay más de veinte mil hombres (se
hacen venir destacamentos de los departamentos limítrofes) y una potente
artillería dispuestos a intervenir. El día 3 las tropas penetraban en la ciudad
y sólo cuatro días más tarde volvía a reinar el orden o, como decían los saintsimonianos, el desorden establecido 550 .
Pocos fueron los que gozaron de la experiencia directa de las
barricadas en la ciudad del trabajo, pero no hubo periódico, tertulia, café o
sociedad en que no se discutiera y analizara lo acaecido en Lyon. El país
entero se convirtió en espectador de aquel hecho asombroso. Desde un lado
de los márgenes, Chateaubriand no dudó en señalar que aquella
insurrección anunciaba el fin de una sociedad y el nacimiento de otra 551 .
Desde la otra orilla, M. Chevalier, como director de Le Globe, se creyó en la
necesidad de advertir a sus contemporáneos: “Los acontecimientos de Lyon
han cambiado el sentido de la palabra política: lo han ampliado 552 .” Juicios
como éstos, es decir, respuestas estéticas capaces de crear la distancia
necesaria para la acción, fueron excepcionales entre la comunidad de
espectadores de la Francia de 1831. La mayor parte de quienes escribieron
sobre los canuts se preocupó mucho más de elaborar un significado que
mantuviera lo político en los márgenes que ellos mismos habían fijado, que
de intentar analizar las auténticas motivaciones de los insurgentes.
Una expresión irónica que hacía referencia a la injusticia, evidentemente.
Cit en F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., p. 75.
552 Cit. en M.R. Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 175. El periódico Le Globe fue el
órgano oficial de los saint-simonianos y, entre sus colaboradores, se contaron P.
Leroux, J. Reynaud o el propio Chevalier. Su lectura resulta de una gran utilidad a
todo aquel que quiera estudiar el período de entre-revoluciones.
550
551
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Esperar otra cosa era esperar demasiado. Si un hombre como Louis
Blanc, que sería una de las principales figuras de la Revolución de 1848,
concluía su análisis sobre los canuts diciendo que éstos habían sentido miedo
al verse sin señores 553 ; cómo esperar que los bienpensantes pudieran
percibir en las barricadas de la seda memoria de la gran Revolución (la
combinación de la táctica defensiva de la barricada y de la ofensiva de las
columnas de ataque 554 ); o que pudieran concebir que los muchos fueran
capaces de elaborar un lenguaje político 555 compartido ; o que pudieran
definir la révolte, no como expresión de la miseria, sino como lucha por la
defensa de un contrato; o que pudieran admitir que el modelo de
organización del trabajo de los canuts era también un modelo político (un
modelo societario democrático que había sabido renovar los antiguos
códigos del trabajo con el universo conceptual dado a conocer por los saintsimonianos 556 ); o que pudieran reconocer en esos obreros organización y voz
propia (L´Écho de la fabrique); o que pudieran ver en el intento de gobierno
insurreccional durante las jornadas una nueva forma de poder político y no
sólo perniciosa contagion républicaine.
Con todo, preguntarse por el significado de aquellos acontecimientos
comportaba, implícitamente, el pensamiento de la posibilidad de una política
del pueblo; posibilidad que fue negada de forma rotunda en el discurso de
elite, por supuesto. Francia comenzó por interrogarse sobre el sentido de las
jornadas y terminó preguntándose por sí misma, por su identidad y, lo que
es más importante, por sus divisiones. El diagnóstico del momento, y casi
del siglo, lo daría Saint-Marc Girardin en un artículo publicado en el órgano
L. Blanc, Histoire de dix ans (1830-1840), III, Librairie Germen Baillière et Cie,
Paris, 1877, pp. 74 y ss.
554 F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., p. 168.
555 Entendido en un sentido amplio que incluye formas de acción colectiva y formas
discursivas.
556 F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., pp. 23-24.
553
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
oficial de la Monarquía de Julio, el Journal des Débats (8 de diciembre de
1831):
“La sedición de Lyon ha descubierto un gran secreto, el de la lucha intestina
que tiene lugar en la sociedad entre la clase que posee y la clase que no posee.
Nuestra sociedad comercial e industrial tiene su plaga como todas las sociedades;
esta plaga son sus obreros. No hay fábricas sin obreros, y con una población obrera
siempre creciente y siempre necesitada, no hay descanso para la sociedad (…) Los
bárbaros que amenazan la sociedad no están en el Cáucaso, ni en las estepas de la
Tartaria; están en los faubourgs de nuestras ciudades manufactureras (…) Sufren; la
miseria los aplasta. ¿Cómo no van a buscar una condición mejor? (…) ¿Cómo no
van a estar tentados de invadir a la burguesía? Son los más fuertes, los más
numerosos. Sois vosotros mismos quienes les habéis dado armas y, en fin, ellos
sufren horriblemente con la miseria. Es necesario que la clase media sepa bien cuál
es el estado de cosas. Por debajo de ella existe una población de proletarios que se
agita y se estremece (…) [Esa población] está mal. Quiere cambiar. Aquí es donde
está el peligro de la sociedad moderna; de aquí pueden salir los bárbaros que la
destruirán (…) Republicanos, monárquicos de la clase media, sea cual sea vuestra
diversidad de opiniones sobre la mejor forma de gobierno, no hay más que una
opinión, imagino, sobre el mantenimiento de la sociedad. 557 ”
El hallazgo de una comparación de tanta resonancia histórica, la
oportunidad de la publicación y el impacto provocado por los propios
hechos hicieron del artículo sobre los bárbaros verdadero manifiesto de la
burguesía decimonónica. Se trataba de una declaración de guerra que,
pretendiendo lo contrario, ampliaría de manera irremediable los límites de
lo político. Porque Saint-Marc Girardin iniciaba su texto definiendo los
acontecimientos de Lyon como un momento de la revelación y lo que se
descubría era una “lucha intestina”, es decir, una lucha civil, una lucha en y
de la ciudad. El mero reconocimiento de la venida a la presencia de los
muchos implicaba que los habitantes de las ciudades invisibles se habían
transformado en habitantes de las ciudades intermitentes, que toda esa
población “que se agita y se estremece” en el fondo geológico puede
Saint Marc Girardin, Souvenirs et réflexions politiques, pp. 144-148, cit en F. Rudé,
Les révoltes des canuts…, op. cit., p. 70 y P. Ronsanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit.,
p. 256.
557
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emerger a la superficie, que el obrero no sólo estaba en la ciudad, sino que
comenzaba a creer que podía ser la ciudad.
Y el suelo era tan frágil. Los acquéreurs no estaban seguros de muchas
transferencias de la propiedad que eran resultado directo de la Revolución y
todos entendían –y ahí están Les Paysans de Balzac para probarlo- que un
nuevo desencadenamiento de fuerzas podría llevar a un bouleversement de
consecuencias aún mayores que las del primero. El llamamiento a la unidad
de republicanos y monárquicos de clase media tenía por objeto reconstituir
la comunidad de intereseses –una sola opinión sobre el mantenimiento de la
sociedad- de los propietarios.
Saint-Marc Girardin no consiguió evitar que su comentario a la guerra
servil se deslizara peligrosamente hacia lo político, pues fijaba la
salvaguarda de la sociedad en la firmeza de los mecanismos de exclusión…
política: “La clase media sería ingenua si diera alegremente armas y
derechos a sus enemigos, si dejara entrar la marea de proletarios en la
guardia nacional, en las instituciones municipales, en las leyes electorales, en
todo lo que es el Estado […] Dar derechos políticos y armas nacionales a
quien no tiene nada que defender y nada que perder es ir contra el
mantenimiento de la sociedad 558 .” Lo que en estas líneas hay de
reconocimiento a la demanda de los muchos en cuanto exigencia de
igualdad-pertenencia, remite a una idea que ya expuse en el apartado
dedicado al problema de la soberanía: la exclusión política, a comienzos de
la década de 1830, era tan importante como la exclusión social, de tal modo
que palabras como ilota y proletario expresaban también separación de la
comunidad. Es más, si ampliamos la visión y ponemos el artículo de los
Saint Marc Girardin, “Souvenirs et réflexions politiques”, cit en P. Ronsanvallon,
Le sacre du citoyen…, op. cit., p. 256.
558
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Scheherezade Pinilla Cañadas
bárbaros en relación con lo que han sido líneas de análisis dominantes en
historia social, se abre una perspectiva insólita.
El texto de un publicista conservador interpreta Lyon a la luz de la
evidencia de lo social y, aunque no lo diga de forma explícita, su referencia
indirecta a la cuestión política tiene mucho de fondo que habita en esa
emergencia; es decir, encontramos en esta página del Journal des débats una
inversión de cierta lógica interpretativa clásica que, por influencia del
paradigma marxiano, solía definir lo social como la parte por desenmascarar
de la apariencia, de la política tal y como la entendían las elites, de la
dominación. No quiero decir con ello que Saint-Marc inscriba, malgré lui, la
insurrección en el campo de lo político; pero sí afirmo que su reflexión está
íntimamente vinculada a ese específico contexto de entre-revoluciones en el
que todavía no se ha completado la disyunción de lo social y de lo político.
Entonces, un pensador socialista como Leroux (“De la philosophie et
du christianisme”, 1832) podía lamentarse del empeño de los políticos en
separar la política de todo lo demás 559 . Entonces, los canuts podían luchar
por ampliar el sentido de la palabra política desde la política. Entonces,
Balzac podía comenzar su análisis sobre la insurrección lyonesa hablando
del republicanismo que se aprovecha del caudal de energía del pueblovector, es decir, reconociendo la existencia de ese vínculo en la separación
entre lo político y lo social que resistía toda quiebra y que resultaba tan
difícil de desentrañar: “Se ha hablado mucho de los acontecimientos de
Lyon, de la República cañoneada en las calles; nadie ha dicho la verdad. La
559
Cfr. M. Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 176.
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Scheherezade Pinilla Cañadas
República se apoderó del motín como un insurgente se apodera de un fusil.
Voy a deciros la verdad, por rara y profunda 560 .”
En estas palabras del E. Blondet de La Maison Nucingen (1837) hay
profundidad de superficie, como casi siempre en Balzac. La aspereza
analítica no comienza, sin embargo, en la continuación del punto y seguido
de este fragmento de página, sino en el propio marco narrativo. Nucingen es
el nombre de la riqueza algebraica de La Comédie. Es un personaje que no
acaba de serlo: se habla de él, pero no aparece; apenas sabemos que es un
volumen –se trata de un hombre con sobrepeso-, pero no hay descripción
física, ni conocemos sus debilidades. Sabemos, a través de su matrimonio
con Delphine Goriot 561 , que su posición guarda un íntimo vínculo con la
Revolución: sólo en una sociedad revolucionada un banquero judío puede
alcanzar la cima social. Y el título –nombre y cía- que le da protagonismo nos
habla del doble proceso de despersonalización de las formas de poder y de
cuantificación del mundo que caracteriza a la modernidad. Este trasunto
literario de figuras históricas como las de Rothschild, de Fould o de
H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 375.
Delphine es una de las dos idolatradas hijas del rey Lear-Goriot. Este obrero de
la harina, que se enriquece vendiendo su producto durante las carestías del período
revolucionario, desarrolla una pasión increíble por sus dos hijas tras quedarse
viudo. Anastasie, casada con la aristocracia (condesa de Restaud) y Delphine,
casada con el dinero (baronesa de Nucingen) se disputan el lugar de privilegio en el
tout-Paris – y, manera específica, en el faubourg Saint-Germain- y respresentan las
dos caras del poder en la sociedad revolucionada. En la historia de estas dos feroces
enemigas íntimas se ve la fuerza que, para Balzac, tiene el consabido participio: el
mundo que adviene con la Revolución es ya un mundo nuevo, una nueva tensión
de fuerzas, que pretende desmarcarse de su origen; tal y como les ocurre a las hijas
de Goriot, que abandonan en la indigencia a un padre que les había entregado toda
su fortuna por dote. Casi todas las figuras balzacianas que, como el père, pertenecen
a la generación de los padres, es decir, las que tienen un vínculo directo con la
Revolución, acaban siendo arrastradas por el torrente de la modernidad. En 1820,
París sólo era grande a la manera en que lo era la ambición de Rastignac (por cierto,
amante de Delphine y compañero de Goriot en la pensión Vauquer). Cfr. H. De
Balzac, “Le père Goriot”, op. cit... III.
560
561
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Humann 562 está en todas partes y en ninguna; es continente y contenido,
medida y sustancia con las características de lo líquido.
Así que, en la novela de las altas finanzas (esa máquina tan vasta que
precisa de polichinelas 563 ), Balzac nos explica las jugosas ventajas que se
pueden derivar de una quiebra falsa 564 y las causas de la insurrección
lyonesa: la especulación y su reverso. Y, por supuesto, ni el personaje
elegido para hacerlo, ni el escenario son casuales. La arquitectura narrativa
de La Maison Nucingen está cuidadosamente diseñada: el lector ha de
recomponer el relato central a partir del diálogo que mantienen Couture,
Bixou, Finot y Blondet en un gabinete privado de un cabaret cualquiera del
París de 1837. De estas criaturas balzacianas, no importa tanto su
singularidad cuanto su inscripción sociológica, pues Bixiou, Finot y Blondet
son periodistas, unos periodistas que, liberados de las exigencias de la
opinión publicada, ofrecen verdad a la comunidad de espectadores de La
Comédie.
Desvelado el andamiaje, la continuación del punto y seguido en el
que me había detenido adquiere una nueva dimensión: “El comercio de
La figura del barón de Rothschild es la que más puntos en común tiene con la de
Nucingen. Balzac parece haber favorecido esta idenficación al decir de Nucingen
era el financiero más importante y prestarle un origen judío alemán. Las
diferencias, no obstante, son importantes, pues la fortuna de Rothschild es anterior
a la de Nucingen y partía de la idea de la diversificación de sus sedes en distintos
países. Parece que el gusto del personaje balzaciano por las quiebras falsas se debe
no tanto al ilustre barón, cuanto a uno de los grandes banqueros del Imperio,
Fould, o al ministro de finanzas Humann, de tan dudosa reputación como el
régimen al que sirvió: la Monarquía de Julio. Cfr P. Citron, “Introduction”, en H.
Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 321 y también A.M. Meininger,
“Nucingen. D´une révolution à l´autre”, en VVAA, Balzac et la Révolution, L´année…,
op. cit…, p. 78.
563 H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 371.
564 Ibidem, pp. 369-370.
562
182
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Lyon –prosigue Blondet 565 - es un comercio sin alma, que no hace fabricar
una vara de seda sin que haya sido encargada y sin que el cobro esté
asegurado. Cuando el encargo se para, el obrero muere de hambre y apenas
puede vivir de lo que trabaja, los forzados son más felices que él. Después de
la Revolución de Julio, la miseria ha llegado a tal punto que los CANUTS
han enarbolado la bandera: ¡ Pan o muerte! Una de esas proclamas que el
gobierno habría debido estudiar y que se debía al coste de la vida en Lyon.
Lyon quería construir teatros y convertirse en capital, de ahí esas
concesiones insensatas. Los republicanos han previsto esta revuelta por el
pan y han organizado los Canuts… 566 ”
Cuando F. Rude cita estas palabras de Balzac, en su estudio sobre la
insurrección lyonesa, abre un paréntesis en el que apostilla que nosotros
sabemos que los canuts fueron tan malheureux en el avant como en el aprèsJuillet y que no necesitaron de los republicanos para organizarse 567 .
Lógicamente. Resulta imposible imaginar, malgré nous, a un Balzac
révolutionnaire, capaz de ver parole ouvrière en L´Écho de la fabrique o de
concebir como posible las ideas de autonomía y de organización en las
sociedades de compagnonnage. Con todo, el novelista fue mucho más allá que
toda esa opinión (el Journal des Débats, Le Temps, entre otros) de su tiempo
Émile Blondet es uno de los nombres del periodismo en La Comédie Humaine. De
origen burgués, bello -como todos los personajes que Balzac ama- y dotado de
espíritu, consigue pronto el éxito como articulista en Débats; de hecho, a los veinte
años -1822- es ya una de las figuras del mundillo literario parisino. Su amistad con
dos de los favoritos del novelista, Lucien de Rubempré -a quien ayuda a convertirse
en un gran hombre de provincias en París- y Raphaël de Valentin –en un
determinado momento, los dos amigos comprueban cómo se ha estrechado la pielno le resta brillo personal: tiene su historia de amor con Mme de Montcornet, es
espectador del deseo de los muchos en Les Paysans, despunta entre los dandys junto
a De Marsay y, finalmente, alcanza el éxito social cuando es nombrado prefecto a
finales de la década de 1830. Aparece, entre otras novelas, en Illusions Perdues, en
Ursule Mirouët, en Le Cabinet des Antiques, en Les Paysans.
566 H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 375. El uso de la mayúscula y
de la cursiva en este pasaje son de Balzac.
567 F. Rude, Les révoltes des canuts, op. cit…, pp. 183-184.
565
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
que creyó probar la ausencia de todo elemento político en la révolte de Lyon
por la simple reiteración del argumento 568 .
El autor de La Comédie, no podía ser menos, parte de la miseria del
“los republicanos han previsto esta revuelta por el pan y han organizado los
Canuts […]”; pero sólo para llegar a establecer una relación con otra
instancia: “[…] que se han batido por partida doble. Lyon ha tenido sus tres
días. 569 ” En ese “por partida doble” se detecta una alusión al vínculo entre lo
político y lo social propio del período de entre-revoluciones. Y el nexo
resulta más evidente si se considera que la insurrección llega al tiempo de la
escritura en 1837, es decir, tres años después de la repetición atenuada de
1831. Balzac podía haber centrado su análisis en las movilizaciones de Lyon
que, en abril de 1834, siguieron a la promulgación de la ley contra las
sociedades secretas, es decir, contra la Société des Amis du Peuple y la Société
des Droits de l´Homme 570 .
Esta segunda révolte, mucho más próxima al sentido que las elites
daban a lo político, de menores dimensiones y de claro protagonismo
republicano 571 parecía un tema menos arriesgado que la guerra servil 572 de
1831; sin embargo, Balzac, al mencionar los “tres días”, se refiere,
específicamente, a las jornadas de noviembre y, con ello, además, marca una
línea de continuidad entre el fracaso –y la mención es doble- de Juillet y los
canuts. En La Maison Nucingen, el novelista tampoco cuenta los hechos; pero,
Cfr. M-R. Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., pp. 175, 181 y 182
H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit..., VI, p. 375.
570 Cfr. L. Von Stein, History of the social movement…, op. cit., pp. 294 y ss.
571 F. Rude, Les révoltes des canuts, op. cit…, p. 169. Este protagonismo republicano no
excluyó la coordinación con el movimiento obrero, como demostró la “invención”
de la huelga general política e insurreccional. Cfr. Ibidem, p. 188.
572 En estos términos la definió V. Hugo. Cit en F. Rude, Les révoltes des canuts…, op.
cit., p. 9.
568
569
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Scheherezade Pinilla Cañadas
a diferencia de lo que ocurriera con la Revolución de 1830 en La peau de
chagrin, los interpreta; y, lo hace de tal suerte, que abre la experiencia lyonesa
a una dimensión inequívocamente política y termina por definir su tiempo
como un tiempo post-revolucionario, pues la derrota de los tres días de la
ciudad del pensamiento marcaba el principio de los tres días de la ciudad
del trabajo. Así, cuando Balzac escribe que “todo ha vuelto al orden y el
canut a su tugurio 573 ”, habría que añadir … hasta nueva orden o -desde la
perspectiva fenoménica que se defiende en esta tesis- hasta una nueva
aparición.
Este aparecer desde ninguna parte para desparecer a ninguna parte se
repite una vez y otra en La Comédie. Lo que distingue al número que no
existe, o que sólo existe fugazmente, de todos los demás personajes
recurrentes de Balzac, es que cada una de sus apariciones es política. En
cierto sentido, esa modernidad que ellos mismos han contribuido a crear les
expulsa de un modo de estar en el mundo que la nueva escala de
producción ha traído al hombre del siglo XIX: la vida privada. Para los
muchos, no cabe la novela de costumbres, ni el análisis de los hilos del
corazón: aparecer es ser y ser reconocido. Sus vidas están completamente
giradas hacia el exterior: en el boulevard, en la rue de Charonne, en una
esquina del quai; y cuando su carne entra en contacto con un interior, como
en el atelier de Cérizet 574 o en la sala del juez Popinot 575 , vulcaniza cuanto
H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 375.
Este huérfano del Hospice des Enfants-Trouvés de Paris aparece, por primera vez
en Illusions Perdues, como ayudante del impresor D. Séchard, que le hace venir de la
capital hasta la provincia de Angulema. Este joven oficial de imprenta, impenitente
conquistador de petites ouvrières, no duda en venderse a los Cointet y traicionar a su
jefe, a quien finalmente arrebatará la imprenta. Cfr. H. Balzac, “Illusions Perdues”,
op. cit…, V, pp. 148, 566 y ss, 681 y ss, 725. En novelas posteriores, como Les Petits
Bourgeois, reaparece convertido en figura destacada de ese inmenso juego de
polichinelas que es la Monarquía de Julio. Su última transfiguración, en Les
comédiens sans le savoir, como compinche del usurero Vauvinet completa su retrato
moral.
573
574
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Scheherezade Pinilla Cañadas
toca: “la muralla había recibido yo no sé qué oscura pintura aplicada por los
andrajos y las ropas desgastadas de esas pobres gentes 576 .”
Hay algo en estos personajes (se asemejan a Nucingen en que no
terminan de serlo) que les hace parecer conscientes de que no se puede vivir
todo el tiempo en el espacio del riesgo; de que venir a la presencia es
siempre mise en abyme. Abismo de sí mismos y del relato, porque desde el
tiempo vivido del Lyon de 1831 hasta el tiempo de los canuts interpretados
en La Maison Nucingen de 1837, se observa la sutil vulcanización del
balzaciano estar-entre-los-hombres, una apertura de la historia a la Historia
que va a posibilitar la penetración de los muchos en Balzacie.
En las novelas de la década de 1830 posteriores a La Peau de Chagrin,
el pueblo aparece en los extremos del París físico –en los desvanes y las
porterías, en las calles recónditas y miserables- y del París moral –en el
círculo más profundo del infierno parisino. Está literalmente agarrado a los
bordes del relato y cuando irrumpe en Le colonel Chabert (1832), en Ferragus
(1833), en Le père Goriot (1834), en La fille aux yeux d´or (1834), en la primera
parte de Illusions Perdues (1835-1843), en Facino Cane (1836), en L´Interdiction
(1836) apenas se parece a ese pueblo de la Restauración de quien, se supone,
Se trata de uno de esos personajes “blancos” que encarnan el bien –junto a los
amigos del Cénacle, al doctor Benassis y a algún que otro personaje-, figura clave de
la contre-société balzaciana que se opone, de un modo secreto, a la ferocidad del
universo social de La Comédie. Su esfuerzo es enorme y la conquista es pequeña,
pero su casa es respetada por todos los ladrones de París. Esta figura de la caridad
resulta especialmente significativa por su condición de juez, puesto que Balzac,
según nos cuenta en su descripción del infierno parisino de La fille…, entendía que
todos aquellos que portan la toga negra habitan en el vientre de la ciudad y
conocen de la negrura de su interior. Lo encontramos en novelas como
L´Interdiction, César Birotteau o L´Envers de l´histoire contemporaine.
576 H. Bazac, “L´interdiction”, op.cit…,III, p. 433.
575
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Scheherezade Pinilla Cañadas
es trasunto. Su invisibilidad tiene poco que ver con la invisibilidad 577 de
repliegue del pueblo de 1815 o de 1821 578 ; se trata, más bien, de
intermitencia, de mecanismo secreto que está detrás del perpetuo
movimiento de la ciudad-monstruo 579 , de todas las casas que se destruyen y
se construyen.
Palanca y engranaje, son los muchos quienes mejor se adaptan a la
aceleración de los ritmos de una existencia convertida en producción, ese
torrente que ahoga a quienes, como Birotteau o Pons 580 , son pauvres gens de
un modo muy distinto al modo en que lo es el pueblo. El número de todas
estas Scènes de la Vie de Province y Scènes de la Vie Parisienne no asusta por su
masa: los convidados a una boda obrera a la que asiste el narrador de Facino
Cane 581 , los obreros impresores que trabajan para David Séchard 582 , las
M. Riot Sarcey subraya la invisibilidad del pueblo durante la Restauración. M.
Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 59.
578 Tras el susto provocado por la experiencia de masas de los Cien Días, la
Restauración restaurada vino a estrechar la estructura de oportunidades políticas
hasta cegarla casi por completo, sobre todo a partir del asesinato del Duque de
Berry –el entonces delfín-, en febrero de 1820. Es la época del activismo de las sectas
secretas, de las conspiraciones fallidas, del esfuerzo pionero de los carbonarios. El
pueblo apenas participó de esta política de oposición y regresó, temporalmente, a
su ángulo oscuro, después de la epifanía –con los matices que corresponden a cada
una de las etapas- del período Revolucionario.
579 H. Balzac, “Ferragus”, op. cit…, III, p. 822.
580 Sobre Birotteau, ver infra. Pons es una de esas figuras de La Comédie, y no son
muchas, que mueven a la compasión. Músico de profesión –ni más ni menos que
Grand Prix de Rome-, este anciano deforme es derrotado tantas veces por el mundo
que se pierde la cuenta: sus obras se olvidan y termina por escribir a precio
miserable pequeñas piezas para el teatro musical; sufre el desprecio y el abandono
de su amplia familia, la estirpe de vencedores sociales de los Camusot (de hecho,
junto con La Cousine Bette, la novela a que da título este músico, Le Cousin Pons,
compone un pendant que se titula: Les parents pauvres); forma una increíble colección
de obras de arte que terminará siendo expoliada; su propia femme de ménage, la
terrible Cibot, va poco a poco controlando su vida y termina por saquearle. Sólo
cuenta con el afecto inquebrantable de quien es una víctima mayor, su entrañable
amigo el también músico Schmucke. Cfr. H. de Balzac, “Le cousin Pons”, op. cit…,
VII.
581 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, III, pp. 1021-1022.
577
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Scheherezade Pinilla Cañadas
mujeres desesperadas que aguardan la ayuda del Juez Popinot 583 , la familia
del vaquerizo Vergniaud que acoge a Chabert en la casa más pobre de la
calle más pobre 584 , los malheureux que encuentran asilo en el Convento de los
Carmelitas del Observatorio, los albañiles que mueren en las obras de
demolición del viejo París, el obrero vulcanizado por la plancha que lleva
sobre sus hombros 585 .
Número de atelier, número mendicante, en definitiva, retrato de la
pluralidad del trabajo y de la miseria. A priori, podría tratarse de lo concreto,
de lo bello; aunque fuera transparencia castigada por el obstáculo o simple
poesía de los andrajos 586 . Trabajadores endomingados que se reúnen en una
celebración. Obreros de imprenta que ni saben de la noche que les puede dar
la ocasión de elaborar una voz propia 587 , ni del nombre de P. Leroux 588 .
Idem, “Illusions Perdues”, op. cit…, V, p. 144. El impresor David Séchard es uno
de los personajes más importantes de Illusions Perdues y representa -con Louis
Lambert, Daniel d´Arthez y Michel Chrestien- lo más elevado del espíritu de
Balzacie. Compone un perfecto pendant con su amigo íntimo y cuñado, Lucien
Chardon –más tarde, Rubempré. Moreno uno, rubio el otro. Honrado impresor,
escritor que ni siquiera lo es. Víctima de la sociedad, superviviente. Perfecto casado,
tentación para la pasión doble de Mme de Bargeton y de Vautrin. El contraste entre
los dos amigos se proyecta en la experiencia de París. Para David, se trata de un
espacio de las ideas y del conocimiento, en el que aprende el oficio de impresor en
la celebérrima casa Didot-Frères. Para Lucien, el proyecto literario –L´Archer de
Charles IX o sus mediocres sonetos- no es más que un medio para el fin de la
promoción social; y lo peor de todo es que no queda transformado por el contacto
con sus entrañables amigos del Cénacle. El primero regresa a la provincia para sufrir
(sus desventuras dan título a la tercera parte de la novela: Les souffrances de
l´inventeur), sufrir por el desastre ecónomico que le deja su padre, por el engaño de
su ayudante Cérizet, por la traición de su amigo Lucien y por la secreta –o no del
todo aclarada- fascinación que la belleza femina de éste le provoca. El segundo se
queda definitivamente en el mundo, después de ceder a la tentación de un Vautrin
encarnado en el Cardenal Herrera.
583 Idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, pp. 436-438.
584 Idem, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, pp. 336-337.
585 Idem,“Ferragus”, op. cit…, V, pp. 902 y 799.
586 Idem, “La Rabouilleuse”, op. cit…, IV, p. 352.
587 En una de sus habituales asociaciones entre política y poesía, el filósofo francés
descubre en su libro La nuit de prolétaires cómo esos seres vulcanizados de la Francia
de entre-revoluciones doblaron sus jornadas de trabajo por las noches al objeto de
582
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Madres que amamantan a sus hijos. Y, sin embargo, hay algo en todos ellos
que los hace horribles à voir 589 : se han ofrecido a unos ojos que se han abierto.
De todas las novelas de esta década de 1830, quizá sea César
Birotteau 590 (1837) la que mejor transmite la extraña inquietud que provoca
la inscripción narrativa del número balzaciano. En el prefacio a la primera
edición 591 , Balzac nos dice que La Maison Nucingen es el reverso (revers) de la
historia de la grandeza y de la decadencia del maestro perfumista César
Birotteau: allí el triunfo de la especulación, aquí el fracaso de la probidad 592 .
Sin pretender corregir al novelista, se podría decir que aún hay otro envers de
l´histoire: el que comienza en el desván del hôtel Birotteau 593 . Porque allí está
el atelier de los obreros de La Reine des Roses y, desde esa extraña altura que
es inversión del París moral, puntean fugazmente la trama como si, por
momentos, los muchos pudieran voltear su superficie y mostrar lo que
permanecía oculto.
Son el esfuerzo que paga las lecciones de acuarela y de música de
Césarine Birotteau; la energía que activa las “grandes fábricas” que el
dar forma a su propia voz, comenzando la política del pueblo por donde empieza
toda política: palabra y aparición. Cfr. J. Rancière, La nuit de prolétaires. Archives du
rêve ouvrière, Hachette, Paris, y también “La escritura de la insurrección.”
588 El filósofo P. Leroux, citado en varias ocasiones en esta tesis doctoral, fue
impresor y, en el contexto de ese mundo de la edición que conocía tan bien, Balzac
lo señala como uno de los grandes sabios de su tiempo (cfr. H. Balzac, “Illusions
perdues”, op. cit…, V, p. 221). Y, efectivamente, lo fue.
589 H. Balzac, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 438; idem, “Ferragus”, op. cit…, V, p.
903; idem, “La fille aux yeux d´or”, op. cit…, V, p. 1039.
590 El título completo de esta novela es el siguiente: Histoire de la grandeur et de la
décadence de César Birotteau. Marchand parfumeur, adjoint du Maire du Deuxième
Arrondissement de Paris, Chevalier de la Légion d´Honneur, etc…
591 Honoré de Balzac, “César Birotteau”, op. cit…, VI, p. 35.
592 Ibidem, p. 67.
593 Ibidem, p. 43.
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Scheherezade Pinilla Cañadas
comerciante levanta en el Faubourg du Temple 594 ; las manos que transforman
el local donde se celebra el baile con el que el nuevo caballero de la Legión
de Honor agasaja a sus vecinos del deuxième arrondissement 595 o el principio
de la ruina de Birotteau, cuando un obrero con el que se asocia para fabricar
un jabón, lo deja con una enorme deuda tras de sí 596 . Este número de fábrica
de la época del Imperio y de la Restauración tiene algo extraño, parece
moverse con otra cadencia, más intensa, más acelerada, intuyendo siempre
el sentido de los acontecimientos. Aparecen como engastados en toda una
suerte de transformaciones 597 –la diferencia de tiempos, la potencia de los
nuevos medios de producción, los cambios de escala económica y
productiva, la revolución de los anuncios pagados en los periódicos- del
mundo comercial parisino que el pobre Birotteau no alcanza a comprender.
Es cierto que todas estas novedades a las que se refiere Balzac se ajustan al
tiempo de la escritura (la Monarquía de Julio), pero en el tiempo narrado
todo se vive en la simultaneidad y, en este como si, los obreros son los que
mejor habitan en el cambio porque han venido a la existencia con él.
Ibidem, p. 67.
Ibidem, pp. 142-143.
596 Ibidem, p. 63.
597 La mutación de un boutiquier de origen humilde en comerciante de la industria
de vanguardia durante la transición del Imperio a la Restauración parece creíble,
pues la cosmética tuvo sus pioneros y la expansión que experimentó el comercio
francés a partir de 1818 –se puso más dinero en circulación, las rentas subieronpodría explicar en términos históricos el éxito de las iniciativas comerciales de
Birotteau. Lo que no se compadece con el tiempo narrado es la introducción de la
publicidad –los affiches que Popinot encarga a Félix Gaudissart para inundar con
ellos la ciudad, los anuncios en la prensa (César Birotteau, pp. 136-137, 203-204)-, que
es un fenómeno que sólo aparece con Luis Felipe. Esta novedad fue mucho más que
una novedad: fue una revolución. De un lado, la publicidad fue origen y
consecuencia de los cambios de escala productiva que tendrían lugar en la
generación siguiente a la de Birotteau, por eso Balzac elige a su candidato a yerno
como mago de los affiches. De otro, la inclusión de anuncios pagados en los
periódicos transformó a la prensa misma, por cuanto posibilitó un abaratamiento
en los costes de edición que permitió, además, la aparición de textos literarios –le
roman-feuilleton- que, más tarde, aparecerían en libraririe. Como ya se ha dicho, la
presse Girardin fue uno de los mayores exponentes de este nuevo tipo de
publicaciones.
594
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Sólo el ambicioso pretendiente de la hija del perfumista, Ansèlme
Popinot, puede seguir el ritmo. Como el Vulcano popular, es contrahecho,
literalmente, patizambo 598 . Como él, está siempre en la fábrica, también por
las noches 599 . La energía del joven se corresponde con la del número a tal
extremo, que lleva su expansión comercial al quartier de la miseria, el
Faubourg Saint-Marceau 600 y encuentra el capital necesario para su negocio en
la madriguera que el usurero Gigonnet posee en la vulcanizada rue Greneta,
“donde todas las casas, invadidas por una multitud de comercios, ofrecen
un aspecto repugnante. Las construcciones tienen aquí un carácter horrible.
La innoble suciedad de las fábricas domina en ellas 601 .”
Lo que viene a la presencia en César Birotteau y en los demás títulos
aquí analizados es sólo una parte de lo que vendrá; ahí radica la amenaza de
ese pueblo balzaciano que no existe… pero está. Y, con cada una de sus
irrupciones, se produce un desplazamiento de la superficie y del contenido
del relato que no es directamente observable en la lectura individualizada de
cada novela; sino que exige del lector un esfuerzo panorámico y de
recomposición. À vol d´oiseau, se percibe un juego muy interesante: la lucha
de lo inexistente por existir, el empeño de los muchos por rasgar la línea del
imaginario que fijaba el límite de esa única opinión sobre el mantenimiento
de la sociedad de la que hablara Saint-Marc Girardin.
La pequeña, y sin embargo decisiva, victoria de los vencidos. Porque
se trataba de un problema de contrato, del reconocimiento de la existencia
Ibidem, p. 82. Balzac elige otros términos de comparación: Byron, Scott y
Tayllerand.
599 Ibidem, p. 207.
600 Ibidem, p. 287.
601 Ibidem, p. 257.
598
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de esa parte en común que es condición de posibilidad del estar-juntos. Esta
exigencia del número balzaciano de ser contado, en el doble sentido de ser
cuantificado y de ser narrado, es, exactamente, la que está en el origen del
movimiento obrero en Francia. Resulta muy difícil decir si primero fue la
batalla por la inclusión en el imaginario de la política o lo fue la batalla por
la inclusión en el imaginario de la literatura. En cualquier caso, no importa
tanto acertar con el origen de este movimiento cuanto señalar su
simultaneidad. Y lo que emergió -al menos, por lo que al período de entrerevoluciones se refiere- con ese doble esfuerzo fue mucho más que la
impolítica política de la necesidad que tanto lamentara Arendt.
PARTE II. EL HEROÍSMO DE LOS MUCHOS
EN BALZAC Y GALDÓS
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Scheherezade Pinilla Cañadas
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Scheherezade Pinilla Cañadas
CAPÍTULO IV. EL CATÁLOGO DE LAS NAVES
(O DE LOS HÉROES INCONTABLES)
¡Decidme ahora, Musas, que tenéis vuestras moradas en el Olimpo!
¡Vosotras que sois diosas, que os encontráis presentes y que todo conocéis,
ya que hasta nuestros oídos sólo nos llega el rumor y nada sabemos!
¿Quiénes eran los caudillos y los consejeros de los dánaos?
¡Pues a la muchedumbre no podría enumerarla ni nombrarla
ni aunque tuviera diez lenguas y poseyera diez bocas,
y mi voz fuera inquebrantable y contara con un corazón de bronce en mi interior,
a no ser que las Musas del Olimpo, hijas de Zeus, que porta la égida,
me trajeran a la memoria a todos los que acudieron ante los muros de Ilión!
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Homero, Ilíada, Canto II, 484-493
4.1. “As for the many….”
De todos los viajes que procura la lectura de la obra de Hannah
Arendt, uno de los más fascinantes es el del diálogo con la tradición. En
primer lugar, porque el destino no es el que se anuncia; o, mejor dicho, no es
el que podría parecer que se anuncia. Su tradición es cualquier cosa menos
pensamiento heredado 602 . Y su diálogo, que se define como relación críticoinventiva 603 – no como mera emulación, ni tan siquiera como emulación
La primera ruptura se produce con la negativa de Arendt a asumir la condición
de filósofa. Como ella misma afirma, este gesto denota una clara de voluntad de
liberarse del peso de una expresión tan cargada por las ideas recibidas como la de
filosofía política. Cfr. H. Arendt, “¿Qué queda? Queda la lengua materna.
Conversación con Günther Gaus”, en idem, Ensayos de comprensión, 1930-1954,
Caparrós Editores, Madrid, 2005, p. 17.
603 Para el filósofo M. Abensour, esta forma específica de diálogo pasaría no sólo
por pensar con determinados autores; sino por pensar con ellos el propio tiempo, al
objeto de crear nexos inéditos que posibiliten una nueva reflexión. Cfr. M.
Abensour, La démocratie contre l´État…, op. cit…, p. 31.
602
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Scheherezade Pinilla Cañadas
heterodoxa-, es apertura a una tradición rota, a una herencia sin testamento 604 .
El pensamiento del pasado, nos dice Arendt en La crisis de la cultura, ya no es
inmediatamente aplicable, ya no puede ser instrumento de análisis del
campo de ruinas del siglo XX. Paradójicamente, en esta misma
imposibilidad hermeneútica,
se atisba una salida 605 : pensar la filosofía
política contra la filosofía política 606 .
H. Arendt nos llevaría, así, a la historia de la no-filosofía 607 o, al
menos, de la excepción, de los pocos filósofos que, siguiendo el ejemplo del
Sócrates histórico, entendieron que la filosofía no podía dejar de sentirse
concernida por esa otra forma de vida elevada que es la política; que la
filosofía es para-la-polis , o no es. Y no bastaría con replantearse la pregunta
Arendt se sirve de un aforismo del poeta francés René Char –“nuestra herencia
no está precedida de ningún testamento” (Feuillets d´Hypnos)- para dar idea del
inmenso vacío que abrió el sin-precedente del siglo XX; incluso podríamos decir
que, en cierto sentido, se trataría de un abismo insuperable (cfr. H. Arendt, La crise
de la culture, Gallimard, Paris, 1972, pp. 11 y 14). No parece exagerar M. Abensour
cuando afirma que la pensadora alemana condena a la tradición (cfr. M. Abensour,
Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit.., p. 16); pues, en sus diarios filosóficos,
afirma rotunda: “…. debía ocultarse algo fundamentalmente falso en toda la
filosofía política de Occidente” (idem, Journal de pensée, vol I, Seuil, Paris, 2005, p.
278)
605 Ese campo de ruinas, según se puede leer en Entre el pasado y el presente, contiene
“la gran oportunidad de contemplar el pasado con una mirada ajena a toda
distracción que provenga de la tradición, con una inmediatez que ha desaparecido
de la lectura y de la escucha occidentales desde que la civilización romana se
sometió a la autoridad del pensamiento griego”. H. Arendt, Entre el pasado y el
presente, Península, Barcelona, 2003, p. 49.
606 De esta forma define M. Abensour la batalla de Arendt contra la institución
platónica de la filosofía política y termina por hacer de esta idea la tesis
fundamental que recorre tanto sus trabajos sobre la pensadora alemana como su
proyecto de construir una filosofía política crítica. cfr idem, Hannah Arendt contre la
philosophie politique?, op. cit… y también, idem, Para una filosofía política crítica…, op.
cit…
607 El concepto queda perfectamente definido en un pasaje de las Tesis provisionales
para la reforma de la filosofía (1842) de Feuerbach : “el filósofo tiene que incorporar al
texto de la filosofía lo que en el hombre no filosofa, lo que más bien está contra la
filosofía (…) La filosofía no tiene que comenzar consigo misma, sino con su
antítesis, con la no-filosofía”. L. Feuerbach, Tesis provisionales para la reforma de la
filosofía, Orbis, Barcelona, 1984, p. 33.
604
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
de quiénes son los clásicos, ni rescatar autores olvidados; resultaba
imprescindible proyectar una luz distinta sobre esa herencia, una luz que
revelara aristas insospechadas. La gran apuesta de Arendt fue modificar la
tradición, apropiársela y fecundarla, dar un paso más.
Y lo hizo desde el principio, desde su trabajo de tesis doctoral. Así, la
noción intuitiva del antipoliciticismo agustiniano se quiebra (y, en esa
medida, da lugar a una “reinterpretación de lo político 608 ”) con la lectura de
El concepto de amor en Agustín, por cuanto, en sus páginas, hallamos a un
padre de la Iglesia que, como mínimo, duda entre los dos posibles giros
mundanos (el mundo como creación divina y el mundo como pluralidad 609 ).
Y si “la política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres”, el interest arendtiano tiene su particular comienzo en el Agustín que exige que
incluso “la vida de los santos se desarrolle en sociedad 610 ”. No menos
original resulta su hallazgo de una filosofía política inédita en la nunca
escrita filosofía política de Kant. Y la inteligencia de este vacío sorprende
más, porque no busca al nuevo Sócrates 611 en los escritos –así definidos-
H. Arendt, ¿Qué es la política ?, Paidós, Barcelona, 1997, p. 87. En esta página, H.
Arendt despeja cualquier duda sobre el sentido del Agustín de su tesis doctoral:
“San Agustín exige explícitamente que la vida de los santos también se desarrolle
en una “sociedad”, y supone, al hablar de una Civitas Dei, un estado de Dios, que
incluso en circunstancias no terrenales, la vida de los hombres también se
determina políticamente –dejando abierto si la política es también una carga en el
más allá. En cualquier caso, el motivo de asumir el peso de lo político terrenal es el
amor al prójimo y no el termor frente a él.” Idem.
609 H. Arendt, Le concept d´amour…, op. cit…, p. 92.
610 Ésta es la primera frase de ¿Qué es la política? Los enunciados que siguen no son
menos importantes: “La política se basa en el hecho de la pluralidad de los
hombres. Dios ha creado al hombre [Mensch], los hombres son un producto
humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana (…) En todos los grandes
pensadores –incluido Platón- es llamativa la diferencia de rango entre sus filosofías
políticas y el resto de su obra. La política nunca alcanza la misma profundidad. La
ausencia de profundidad de sentido no es otra cosa que la falta de sentido para la
profundidad en la que la política está anclada.” H. Arendt, ¿ Qué es la política? , op.
cit…, p. 45.
611 H. Arendt, Lecciones sobre la filosofía política…, op. cit…, p. 51.
608
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Scheherezade Pinilla Cañadas
políticos tardíos (¿Qué es Ilustración?, Hacia la paz perpetua o El conflicto de las
facultades), sino en la Crítica del Juicio. Una obra estética que queda incluida
en la política desde el momento en que Arendt descubre en ella un giro a la
intersubjetividad en cuanto dimensión originaria del pensar, una definición
de la facultad de juicio como facultad específicamente política y una
verdadera restauración de la doxa 612 .
Los diálogos de pensamiento tienen sus peligros; y la tradición, sus
trampas. No siempre salen al encuentro compañías tan aconsejables como
las de Agustín o de Kant. Y, como dice M. Abensour 613 , tampoco han faltado
las “buenas almas” que han querido ver en Arendt derivas peligrosas: la
intuición de la tenebrosa silueta de Heidegger detrás de lo luminoso de su
teoría de la acción y de su definición del heroísmo. Sin entrar a analizar in
extenso una cuestión tan compleja, me limitaré a señalar tres consideraciones
fundamentales a partir de la lectura de La condición humana. El sentido global
de esta obra es el de ser una rehabilitación de la vita activa y, aunque no se
mencione ni una sola vez al flautista de Hamelin, el libro ha de leerse, según
ha apuntado agudamente J. Taminiaux 614 , como una réplica a la exaltación
heideggeriana del bios theoretikós.
Las otras dos consideraciones están íntimamente entrelazadas y han
de entenderse como una respuesta de Arendt a Heidegger que, al decir de
Los tres descubrimientos que se mencionan en el cuerpo del texto se cuentan
entre las principales líneas de reflexión que desarrolla Arendt en sus Lecciones sobre
la filosofía política de Kant…, op. cit… En cuanto a la bibliografía secundaria, me
limito a señalar el interesante estudio de R. Beiner que acompaña a la propia obra
de Arendt y también M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit…,
pp. 151-226 y É. Tassin, Le trésor perdu.., op. cit…, pp. 453 y ss.
613 M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit.., p. 234.
614 J. Taminiaux, La fille de Trace et le penseur professionnel, Payot, Paris, 1992, pp. 2526.
612
198
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
M. Abensour 615 , comportaría un doble desplazamiento. De un lado, el paso
del heroísmo como destino individual –antipolítico en la medida en que
termina volviéndose contra la ciudad-, al heroísmo como destino
comunitario; y, de otro, el abandono de toda definición romántica del héroe
como semi-dios hasta desembocar en una interpretación étonemment sobria
del héroe como simple hombre libre que asume el riesgo de inscribir su
quién en el mundo. En principio, esta concepción política del heroísmo chez
Arendt nos llevaría al momento originario 616 de la tradición rota, al Homero
de ¿ Qué es la política?, “al estrecho vínculo de lo político con lo homérico. Y
no sólo porque Homero fuera el educador de esta polis sino también porque
según la comprensión que de sí mismos tenían los griegos la organización y
fundación de la polis estaban íntimamente ligadas a aquellas experiencias ya
presentes en él 617 .” El Homero de la equidad iliádica 618 .
Su análisis es mucho más extenso que lo apuntado aquí. Cfr. M. Abensour,
Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit…, pp. 234-239. Tiene mucha razón el
filósofo francés cuando tacha de antipolítico el heroísmo heideggeriano y ese
antipoliticismo no sólo se afirma desde la Weltanschauung romántica, sino que
también está vinculado a la particular Grecia que inventa Heidegger, una Grecia
que se escribe, como señala Castoriadis, a partir de grandes vacíos, entre ellos, el de
la polis (idem, Le monde morcelé: les carrefours du labyrinthe, III, Seuil, Paris, 1990, p.
228). La inmensidad de este agujero y la lectura de cualquier página de Arendt
sobre los griegos bastarían para distinguir claramente entre la concepción
arendtiana y la concepción heideggeriana del heroísmo. Cosa distinta es la
influencia de Heidegger en determinados aspectos de la teoría de la acción –
singularmente, en la definición de los conceptos de mundo y espacio- de Arendt.
Para esta cuestión, cfr. M. Canovan, Hannah Arendt. A reinterpretation…, op. cit.., p.
112 y D. Villa, Arendt et Heidegger…, op. cit., especialmente, pp. 110 y ss y también
pp 215 y ss. En cualquier caso, el lugar en el que coloca Hannah Arendt su teoría de
la acción -o la dimensión política del actuar humano- no se reconoce sino en dos
autores claves de su tradición: Aristóteles y Maquiavelo.
616 Arendt no sólo lucha contra la institución platónica de la filosofía, sino que busca
un momento anterior a dicha institución.
617 H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit…, p. 75.
618La equidad afecta incluso a la dicción, pues el poema se abre con Aquiles y se
cierra con Héctor, domador de caballos. Más allá del poema, esta perspectiva
originaria serviría de modelo para la comprensión imaginaria del mundo
(Castoriadis) de los griegos, pues encontramos la misma descripción elogiosa del
enemigo en los Persas de Esquilo y, como apunta Arendt (Qué es la política?, op.
cit…, p. 84), en la introducción de la Historia de Heródoto.
615
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Es decir, el Homero que Hannah Arendt comparte con otras dos
autoras judías: Simone Weil y Rachel Bespaloff 619 . Las tres dibujan una
interpretación en espejo del terrible siglo XX y las tres participan del
entusiasmo ante la “grandiosa experiencia de las potencialidades de una
vida entre iguales”, ante esa perspectiva de lo universal en Homero que hace
que la grandeza heroica de Héctor, no sólo no desmerezca a la de Aquiles,
sino que, incluso, la exceda 620 . Sin embargo, en los textos casi gemelos 621 de
Weil (L´Iliade ou le poème de la force, 1939-1940) y Bespaloff (De l´Iliade, 1943),
el thaumazein de la pluralidad cede ante la belleza de la fuerza 622 ; y sus
ensayos parecen como imantados por el rigor geométrico 623 que impone la
suprema realidad que todo lo modela y todo lo puede. Podría decirse que,
en cierto sentido, Weil y Bespaloff escriben desde la primera palabra del
poema, desde la menis. ¿Desde qué verso o canto escribe Arendt ? La
respuesta a este interrogante exige regresar al corpus arendtiano. Entonces,
descubrimos que la clave interpretativa de esa concepción étonnement sobria
del heroísmo que tanto ensalza M. Abensour no estaría tanto en Qué es la
política?, cuanto en un pasaje –citado en esta tesis con anterioridad- muy
concreto de La condición humana:
H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit…, pp. 84, 110; S. Weil, “L´Iliade ou le poème
de la force”, en B. Knox- S. Weil, L´Iliade, poème du XXIe siècle, Arléa, París, 2006, p.
153 y R. Bespaloff, De La Ilíada, Editorial Minúscula, Barcelona, 2009, p. 17.
620 Cualquier lector de la Ilíada, especialista o no, comprende que el héroe más
humano, el más emocionante, el más grande, en definitiva, es Héctor.
621 La proximidad de los textos no sólo es cronológica, al extremo de que Bespaloff
llegó a reconocer, en una de sus cartas, que temía ser acusada de plagio, ya que el
texto de Weil había aparecido en Cahiers du Sud (dic 1940-enero 1941), tiempo antes
de que fuera publicado el suyo (cfr. F. Birulés, “Nota biográfica”, en R. Bespaloff,
De La Ilíada, op. cit…, p. 113). En cualquier caso, los ensayos de Weil y Bespaloff
serían anteriores al conjunto de textos inacabados de la década de 1950 que, en
1993, se editaran bajo el título de Was ist Politkik? y a la primera edición de The
Human condition (1958). Estos datos, por supuesto, abundan en la originalidad de
Arendt.
622 S. Weil, “L´Iliade ou le poème de la force”…, op. cit…, pp. 127, 148 y 149 y R.
Bespaloff, De la Ilíada, op. cit…, p. 13.
623 Ibidem, p. 138.
619
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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“El héroe que descubre la historia no requiere cualidades heroicas; un
nombre que se daba a todo hombre libre que participaba en la empresa troyana y
sobre el cual podía contarse una historia. La connotación de valor, que para
nosotros es cualidad indispensable del héroe, se hallaba en la voluntad de actuar y
hablar, de insertar el propio yo en el mundo y comenzar una historia personal 624 .”
El Homero que se desprende de estas líneas es muy distinto al de
Weil y de Bespaloff. No sorprende, desde luego, la relación entre heroísmo y
pluralidad. Al fin y al cabo, Héctor es, fundamentalmente, el defensor de su
ciudad 625 ; y ni siquiera Aquiles puede pensarse al margen de los muchos,
pues está unido a ellos desde su propio nombre (Akhí-lauos: aquél que hace
sufrir a los laoí, palabra que tiene un sentido muy específico –[ver infra]-,
inextricablemente unido al concepto de pluralidad 626 ). Hasta aquí se podría
pensar, incluso, que seguimos en la estela teórica de las admiradoras de la
fuerza. Lo radicalmente original en Arendt es la relación de identidad que
establece entre heroísmo y pluralidad. Si el heroísmo ya no requiere
cualidades heroicas, si no es la marca de la excepcionalidad, sino el carácter
de todo ser actuante; se llega a la superación del vínculo entre el nombre y el
kleos. Luego, el pasaje desde el que escribe Arendt no puede ser el del clásico
momento de la philotes
627 :
la embajada de los héroes (escogidos entre los
mejores, se precisa) del canto IX, en la que Fénix, acompañado de Odiseo,
recuerda a Aquiles la naturaleza del nexo –philía 628 en el sentido de vínculo
H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215. En las bellas páginas de Qué es la
política ? dedicadas a Homero, esta concepción sobria del heroísmo aparece
brevemente, a la manera de una apoyatura barroca: “…los héroes –que en Homero
no son otros que los hombres libres”, Ibidem, p. 74.
625 “… pues únicamente Héctor defendía Ilión”, Homero, Ilíada, op. cit…, VI, 403.
626 Ésta es la reconstrucción (akhos, sufrimiento+ laoí)
que propone uno de los
mayores expertos en poesía épica, G. Nagy (idem, Le meilleur, op. cit…, p. 108-109).
627 Las clásicas interpretaciones que hacían de la cólera divina el gran tema de la
Ilíada han sido revisadas. Así, S. Schein llega a decir que Aquiles es el héroe de la
philotés en la misma medida en que es el héroe de la menis. S. Schein, The mortal
hero…, op. cit…, pp. 98, 120.
628 G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 109.
624
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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propio del espacio de los iguales- que lo une con sus hetaîroi (compañeros) y
lo convence para que abandone su cólera y regrese al combate 629 . El Homero
más arendtiano, aquél que queda inscrito como ningún otro en la pluralidad,
es el de la invocación a las Musas que da comienzo al “catálago de las
naves 630 ” del canto II:
¡Decidme ahora, Musas, que tenéis vuestras moradas en el Olimpo!
¡Vosotras que sois diosas, que os encontráis presentes y que todo
conocéis,
ya que hasta nuestros oídos sólo nos llega el rumor y nada sabemos!
¿Quiénes eran los caudillos y los consejeros de los dánaos?
¡Pues a la muchedumbre (plethýs) no podría enumerarla ni nombrarla
ni aunque tuviera diez lenguas y poseyera diez bocas,
y mi voz fuera inquebrantable y contara con un corazón
de bronce en mi interior,]
a no ser que las Musas del Olimpo, hijas de Zeus, que porta la égida,
me trajeran a la memoria a todos los que acudieron ante los muros de Ilión! 631
El porqué del misterioso epígrafe en inglés que encabeza este capítulo
se encuentra en este bello fragmento de la Ilíada. Concretamente, en la
palabra “plethýs 632 ” del verso 2.488 que, literalmente, significa “multitud”.
Un término tan connotado –la sombra de Hobbes es alargada- en esa historia
de la filosofía política cuestionada por Arendt, que no se puede hacer de él
“argumento político”, como no sea en un trabajo sobre Spinoza. Y si el
dispositivo teórico sobre el heroísmo sin cualidades –que implica la
La decisiva intervención de Fénix la encontramos en Homero, Ilíada, op. cit.., IX,
430 y ss. Para un análisis de este importante pasaje de la Ilíada, cfr. G. Nagy, Le
meilleur des Achéens…, op. cit…, pp. 137 y ss. Con todo, y pese a la elocuencia del
viejo maestro, Aquiles no renunciará a su cólera hasta el canto XVIII.
630 Aquí también encontramos la célebre equidad iliádica, pues el poeta nos ofrece
el catálogo de las naves aqueas y troyanas.
631 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 484-493.
632 Desde aquí quisiera agradecer a Marco Antonio Santamaría la inestimable ayuda
que me ha brindado en todo lo relativo a la transcripción y al sentido del léxico
griego utilizado en esta tesis, así como la valiosas referencias de Bespaloff y de
Heiden. Evidentemente, cualquier error de transcripción es de mi exclusiva
competencia.
629
202
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
superación del vínculo entre el kleos y el nombre- que aquí se defiende está
sustentado en este pasaje, se deduce fácilmente que el traslado de esta
palabra resulta de absoluta trascendencia. La irresoluble tensión entre la
lealtad a la literalidad del texto y la captación de su sentido –en este caso,
político- explica el hecho de que ninguna de las soluciones propuestas en las
traducciones al castellano estudiadas termine de resultar satisfactoria. Ni “el
grueso de las tropas” de Emilio Crespo, ni “la muchedumbre” de Óscar
Martínez García, ni “la masa” de Alfonso Reyes 633 .
La traducción del maestro mejicano vale más por su belleza literaria
que por su rigor lingüístico; pero, desde mi punto de vista, en la cuestión
específica del vocablo “plethýs”, la palabra masa –en la que confluyen el
número socio-político y el número militar 634 - se ajusta mejor al problema de
definición de la politicidad primera que abre el canto II, porque ese número
que excede a las capacidades del poeta son aquéllos a los que Aquiles hace
sufrir, los laoí. Un vocablo que, de acuerdo con H. van Effenterre, se puede
referir tanto “a los soldados de un ejército como a los miembros de una
masa. El único significado constante que se le puede adscribir al término es
el de una indiferenciada y –podría añadirse- subordinada masa del pueblo,
contemplado siempre desde una situación precaria o inferior 635 .”
Homero, Ilíada, Edición de Emilio Crespo, Gredos, Madrid, 1991, II, 488 ; idem,
Ilíada, edición de Óscar Martínez García, Alianza, Madrid, 2010, II, 488 y Alfonso
Reyes, “Ilíada”, Obras Completas, vol XIX, Fondo de Cultura Económica, México,
2000, II, 488.
634 De todos es sabido que la sociología de finales del XIX –la Sociología- tomó
prestado el concepto de masa al lenguaje militar. La gran aportación teórica de la
“nueva ciencia” fue hacer del plural de esta palabra un elemento fundamental en la
definición de los límites de lo político.
635 H. van Effenterre (1977): “Laos, laoi et lawagetas”, Kadmos, 16, p. 51. La cursiva
es de la autora. Esta dimensión política queda también recogida en la definición
que hace Nagy de los laoí como “sociedad de guerreros” (Männerbund) G. Nagy, La
meilleur des Achéens…, op. cit.., p. 109.
633
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Esta definición nos plantea el mismo problema teórico que la
traducción literal de “plethýs”. El concepto de masa está tan cargado por las
ideas heredadas –la Sociología de finales del XIX, la experiencia de los
totalitarismos del XX-, que sólo con el añadido que hace van Effenterre -“del
pueblo”- se da cuenta de la dimensión específicamente política del término
laoí. Dimensión que, por cierto, queda diluida con las soluciones
“estrictamente militares” que ofrecen Emilio Crespo –huestes- y Oscar
Martínez García –simplemente, guerreros en su formulación plural. La
literatura anglosajona –ya sea en las versiones de Homero o en la
bibliografía de referencia- sigue una estrategia completamente distinta a la
de los filólogos españoles e inscribe la palabra laoí en lo político, pues suele
traducirla como “people” o “common people 636 ”; y cuando, en el verso 2.488,
aparece como simple número al que no se puede nombrar ni enumerar, se
sirve del célebre “the many”:
As for the many, I won´t put them in speech, nor give their names,
not even if I should have ten tongues, ten mouths
a tireless voice, a heart of brass within me… 637
En castellano no es tan frecuente recurrir al equivalente del inglés “the
many” (se puede leer, sin ir más lejos, en The Human Condition o The Life of the
Mind) o del francés “le grand nombre” y, sin embargo, el concepto de “los
636Cfr.
J. Haubold, Homer´s people. Epic poetry and social formation, Cambridge
University Press, Cambridge, 2008.
637 Cit en B. Heiden, “Common people and leaders in Iliad Book 2: the invocation of
the Muses and the “catalogue of ships” ”, Transactions of the American Philological
Association, 138, 2008, p. 130.
204
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
muchos” –profusamente utilizado en esta tesis- resulta verdaderamente útil
en cualquier trabajo que reflexione sobre lo político, por cuanto evita la
mencionada carga teórica que comportan los términos de multitud y de
masa, al tiempo que reduce por abajo la infinita polisemia del concepto de
pueblo. Una interpretación del canto II como espacio de institución de lo
social 638 en acto demostrará la pertinencia política del término; y tal
interpretación está autorizada, no sólo porque el surgimiento de la épica
coincidiera en el tiempo con el surgimiento de la polis (750- 700 a. C.)
639
;
sino también porque, como sostiene Arendt 640 , en el mundo homérico
quedaron prefiguradas formas de organización y vínculos políticos de los
griegos de siglos posteriores. Desde esta perspectiva, se comprende mejor lo
que Heiden 641 denomina “inconsistencias” entre el dispositivo ideológico
del catálogo (la preferencia por los laoí sobre los grandes héroes, la
indistinción entre los contingentes mayores y menores, el criterio geográfico
en la descripción global de las flotas) y el del resto de la Ilíada (el mundo
jerárquico de la épica). A mi juicio, no sólo no existe una quiebra entre la
parte y el todo; sino que esa aparente inconsistencia está en el origen de la
compleja vía que eligieron los griegos a la hora de construir la polis
democrática, una vía que hizo compatible el mantenimiento del ideal
agonístico (que responde a una cosmovisión aristocrática) con la progresiva
articulación de la presencia cívica de los muchos.
Sobre esta cuestión, remito a las consideraciones expuestas en el epígrafe
titulado “La emergencia de lo social.”
639 G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 30 J. Haubold, Homer´s people…,
op. cit…, pp. 2-3 y C. Castoriadis, Lo que hace a Grecia. 1. De Homero a Heráclito.
Seminarios 1982-1983. La creación humana, II, FCE, México, 2006, p. 86.
640 H. Arendt, ¿Qué es la política? , op. cit..., pp. 75 y 110.
641 B. Heiden, “The invocation of the Muses and the catalogue…”, op. cit…, pp. 132,
134 y 135.
638
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Así, la irrupción en el campo de lo visible de los laoí del canto II
podría entenderse como expresión – o signo- de la “revolución hoplítica 642 ”
(750-700 a. C.) que, como señala Castoriadis, supuso la aparición del
“guerrero colectivo”. Ahora bien, “la creación del esquema imaginario de
una comunidad de hombres corresponsables y cosolidarios 643 ” no afectó al
núcleo ideológico del aristeuein (ser el mejor) 644 . Es más, el núcleo se
mantuvo cuando Solón amplió el Consejo, cuando Clístenes introdujo la
reforma administrativa del Ática, cuando Temístocles se “inventó” la clase
marinera, cuando Efialtés potenció las instituciones por sorteo o cuando
Pericles pronunció su célebre elogio a los héroes cívicos en el puerto del
Pireo 645 . De ahí que no resulte difícil ver en Homero prefiguraciones de los
vínculos políticos que, siglos más tarde, unirían al primer ciudadano 646 con
el demos. Como los héroes homéricos, Pericles tuvo que conocer la guerra
que a todos iguala y confirmar su valor en la agoré 647 . Como Agamenón y
como Odiseo, se vio obligado, pese a ocupar la magistratura más
Castoriadis ofrece una definición sintética: “La revolución hoplítica es el hecho
de pasar del combate heroico –del combate singular de algunos guerreros asistidos
por otros combatientes- a la falange, donde el cuerpo de los ciudadanos lucha,
justamente, como un cuerpo, y donde esta unidad está materializada en la
estructura técnico-militar de la falange misma, en la compacidad y solidaridad
material de aquellos que luchan, dado que cada uno protege con su escudo a su
vecino de la izquierda (…) Aquí la técnica no sería tanto la de las armas en sí,
porque las armas individuales que usa el hoplita no presentan diferencias notables
con las armas individuales del héroe en combate singular. Antes bien, la invención
técnica sería (…) el guerrero colectivo.” C. Castoriadis, Lo que hace a Grecia…, op.
cit…, pp. 86-87.
643 Idem.
644 Escribe Arendt: “… aristeuein (ser el mejor), que se entendía no sólo como una
aspiración sino como una actividad que colmaba la vida. Esta competencia todavía
tenía su modelo en la lucha, completamente independiente de la victoria o la
derrota, que dio a Héctor y Aquiles la oportunidad de mostrarse tal como eran, de
manifestarse realmente, o sea, de ser plenamente reales.” H. Arendt, ¿Qué es
política? , op. cit…, p. 110.
645 Desde finales del siglo VI, la articulación de la presencia cívica se convirtió en el
principal problema de la comunidad ática y todos los grandes reformadores que se
citan en el cuerpo del texto transformaron gradualmente la vieja aristocracia
ateniense hasta definir una nueva forma de las relaciones sociales, la isonomia. Ver
notas 331 y 345.
646 Así llamaba Tucídides a Pericles. Tucídides, Historia de la Guerra…, op. cit…, p.
647 Homero, Ilíada, IX, 440-441.
642
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
importante, a persuadir a los laoí de su época y dirigirse a ellos llamándoles
“amigos” y “héroes 648 ”.
Curiosamente, la primera anticipación de estas relaciones entre el
demos y los estrategos de la Athenas del siglo V a. C. no se da en el catálogo,
sino en una escena anterior del mismo canto II: la agoré en la que Tersites, el
peor de los aqueos, se atreve a tomar la palabra para ¡ recriminar a
Agamenón por arruinar a los suyos 649 ! En este pasaje, encontramos
modélicamente –diría Arendt- el problema de la isonomía, que “no
significa[ba] que todos [fueran] iguales ante la ley ni tampoco que la ley
[fuera] la misma para todos sino simplemente que todos t[enían] el mismo
derecho a la actividad política y esta actividad era en la polis preferentemente la de
hablar los unos con los otros (…) para la libertad no e[ra] necesaria una
democracia igualitaria en el sentido moderno sino una esfera restringida,
delimitada oligárquica o aristocráticamente, en la que al menos unos pocos o
los mejores traten los unos con los otros como iguales entre iguales.
Naturalmente esta igualdad no tiene lo más mínimo que ver con la justicia.
Lo decisivo de esta libertad política es su vínculo a un espacio 650 .”
Y lo que hace Tersistes a través de su gesto es, justamente, penetrar en
esa esfera restringida. No son tan importantes los golpes que le da Odiseo con
el skeptron 651 cuanto que el peor de los aqueos deja de ser aquéllo de lo que
Ibidem, II, 110 y 299. Haubold ha subrayado la excepcionalidad de estas
alocuciones a los laoí (J. Haubold, Homer´s people…, op. cit…, p. 55). En cuanto al
dispositivo ideológico de la Oración Fúnebre, N. Loraux ha demostrado la
pervivencia de la areté homérica en el ideal cívico de la polis democrática y las
paradojas que de ella se derivaron. N. Loraux, L´invention d´Athènes, op. cit…, pp.
37-99.
649 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 225-242.
650 H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, p. 70.
651 Se trata de la insignia del poder real que toma en sus manos quien, en la agoré, se
dirige a los otros héroes.
648
207
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
le tacha el propio rey de Ítaca: enaríthmios 652 (incontado). Deja de serlo
porque aparece; y no sólo aparece, sino que, con él, vienen -por primera veza la presencia 653 todos los que son incontables por su masa. Vienen a la
presencia literalmente, porque el poeta, que no nos ha explicado en qué se
diferencia la belleza de Andrómaca de la de Helena 654 , describe con todo
detalle a Tersites: patizambo, cojo, contraído de pecho, de cabeza picuda y
sin más adorno que una rala pelusa 655 . Y, aunque no vuelva a aparecer en
todo el poema, su imagen queda grabada en el espacio del imaginario, al
extremo de que habría que interpretarla como una suerte de vía abierta a los
muchos –que irrumpen con toda la aspereza de su fealdad- en esa peculiar
polis que es el campamento homérico 656 .
De ahí que lo verdaderamente decisivo no sean los golpes de Odiseo,
ni el contenido específico del discurso de Tersites (por otra parte, de lo más
razonable 657 ); sino el nexo entre visibilidad y palabra 658 que se da en el peor
Homero, Ilíada, op. cit…, II, 202.
Laoí es una de las palabras que más se repiten en el canto II. Cfr. Homero, Ilíada,
op. cit…, II, 85, 96, 120, 136, 179, 191, 365, 578 y 818.
654 Bespaloff elogia muchísimo esta capacidad de Homero de transmitir belleza en
ausencia de descripción. Cfr. R. Bespaloff, De la Ilíada…, op. cit…, p. 31. Otros
autores han subrayado la excepcionalidad de la descripción de Tersites, si bien no
la han interpretado en los términos aquí expuestos. Cfr. S. Richardson, The Homeric
narrator, Vanderbilt University Press, Nashville, Tennessee, 1990, p. 40.
655 Homero, Ilíada, op. cit…, II, pp. 216-219.
656 Tomo esta comparación de la propia Arendt: “es como si el campamento
homérico no se levantara, sino que se instalara de nuevo tras el regreso a la polis y
se encontrara con ello un espacio donde aquél pudiera permanecer
prolongadamente.” Cfr. Idem, Qué es la política?..., op. cit…, p. 75.
657 Tersites no sólo reprocha a Agamenón su avidez de poder y de riquezas -que
llevará a la ruina a los hijos de los aqueos y que ya ha causado la cólera del mejor
de ellos-, sino que propone abandonar la empresa troyana. Las interpretaciones
marxistas leyeron el episodio como una suerte de tensión entre la guerra imperial
de los reyes y la guerra civil de los muchos. Por otra parte, me gustaría señalar que
incluso en este episodio se puede encontrar un elemento de la célebre equidad
iliádica porque la escena de la agoré se repite en el bando troyano, sólo que, en esta
ocasión, no es uno de los polloí quien pide a Héctor de deje su empeño de continuar
la guerra, sino su hermano Polidamante (Cfr. Homero, Ilíada, op. cit…, XVIII, 247 y
652
653
208
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
de los aqueos, nexo que hace de su osadía logos y no phoné 659 . Verdad es que
Odiseo llama a Tersites akritomythos 660 (el que habla sin juicio) y que el tono
del episodio es paródico (los asistentes a la asamblea se ríen mientras el
pobre hombre se sienta, acobardado), pero en algo tenía que rebajar el poeta
la audacia 661 de haber hecho el primer inserto de los polloí (los muchos) en el
modo tradicional de guardar memoria de las kléa andrôn (hechos gloriosos de
los hombres).
4.2. Una nueva tradición épica:
el relato de nación y los héroes incontables
ss). El hecho de que éste sea un príncipe parece indicar que el episodio tiene que
ver más con el cumplimiento de la moîra que con cuestiones de naturaleza política.
658 J. Rancière (idem, Aux bords du politique…, op. cit…, p. ) ofrece una interpretación
parecida sobre el episodio de Tersites, si bien se centra más en la cuestión de la
lengua de los incontados y no asume una perspectiva declaradamente fenoménica a
la hora de analizar el nexo –el elemento fuerte de mi exposición- entre aparición y
palabra. El filósofo francés tampoco establece una conexión entre la escena de la
agoré y el catálogo de las naves.
659 Me sirvo de la distinción que hace Aristóteles en idem, Política, op. cit…, I, 1253 a
y ss.
660 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 246.
661 Algunos autores afirman que la invocación a las Musas podría ser una suerte de
justificación de la novedad que supone el catálogo (B. Heiden, “The invocation of
the Muses…”, op. cit…, p. 132, R. Scodel, Listening to Homer. Tradition, narrative and
audience, Ann Arbor the University of Michigan Press, 2005, p. 73 ) y –podría
añadirse- el episodio de Tersites.
209
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
El inserto del canto II de la Ilíada no se transformaría en poema
completo hasta el siglo XIX. Entonces, surgió una nueva tradición épica –el
relato de nación- , la épica de una forma política que se planteaba la misma
grave cuestión que la comunidad ática de finales del siglo VI a. C. : la
articulación de la presencia cívica de los muchos. La vieja cuestión, no
obstante, adquiría una dimensión distinta desde el momento en que no se
vinculaba con una forma evolucionada de las relaciones sociales, sino con el
problema de los orígenes. El siglo había nacido de y con la irrupción de los
muchos. Un abismo extraño, cercano, que casi se podía tocar. La imposible
mezcla de sublimidad del comienzo y de proximidad de lo bello 662
aumentaba la necesidad de explicar un origen –la Revolución Francesa- cual
si fuera el origen 663 . Había que salvar vacíos inmensos, vacíos como el que
existe entre la Ilíada y la Odisea. Entre el pasado y el futuro. La tradición, esa
tradición concreta (con su estilo, su contenido mitológico, sus temas heroicos
y su sistema de valores), surgió de este imperativo y fundó su existencia en
la continua invocación de un origen determinado como único origen, hasta
hacer olvidar la posibilidad de un aquí y un ahora abiertos al comienzo.
La h/Historia y las historias, su acumulación y su interrelación, no
eran más que intentos de cristalizar la contingencia, como si con la fijación
de
una
imagen
del
mundo
compartido
pudieran
exorcizarse
la
impredictibilidad y la irreversibilidad de la acción. El horror abisal quedaba
tan cerca. Por razones evidentes, cantaron antes y cantaron más quienes más
cercanos se sentían al hecho del origen, la escuela historiográfica de la
Restauration y de la Monarchie de Juillet: Cousin, Thierry, Thiers, Mignet,
Guizot, Quinet 664 ; pero ninguno de ellos terminaba de ser autor único de sus
Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli…” y “El heroísmo como Stimmung.”
Esta idea se repite en muchos autores. Cfr. C. Castoriadis, Lo que hace a Grecia…,
op. cit…, p. 357.
664 Los poetas de esta tradición compartían el proyecto de escribir un “Historia
Total” que se concretaba en una serie de topos –oposición entre Francos y Galos
662
663
210
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Historias de… Tampoco se trataba, evidentemente, de un colegio de poetas.
En muchos sentidos, la nueva tradición operaba como la antigua y
encontraba unidad temática y estética en la diversidad de voces y de
composiciones… 665 Hasta que uno de ellos, casi un azar del talento
colectivo, acertara a arreglar el canto en su conjunto. El Homero 666 de la
nueva épica fue Jules Michelet.
El aedo siempre aprovecha los materiales que le brindan quienes le
han precedido en la tarea, por eso no extraña que el “principio” del poema de
Michelet se encuentre en una creación anterior que él mismo había llevado a
su propia lengua en 1827:
la Ciencia Nueva de Giambattista Vico. Del
maestro napolitano aprendería casi todo 667 : una Weltanschauung sintética en
la que confluían el pensamiento de una nueva ciencia de la h/Historia (la
leída en términos de lucha de clases (Guizot se adelanta a Marx desde la temprana
fecha de 1819-1820), la emancipación progresiva de la burguesía, el vacío de la
aristocracia y, por supuesto, la Revolución- que, posteriormente, cada uno arreglaba
a su cuidado; si bien hay que decir que, en cuanto a la dicción, la mayor parte de
ellos se dejó tentar por lo que se dio en denominar “color local” (la escritura de la
h/Historia aprendida de Scott). Esta escuela historiográfica de la Restauración y de
la Monarquía de Julio imprimiría su sello hasta bien avanzado el siglo (hay quienes
cuestionan la quiebra epistemológica entre romanticismo y positivismo y hablan de
simple evolución), y no sólo en Francia, pues su influencia se notó muchísimo,
entre otras, en la historiografía española [cfr. “Galdós como nuevo Demódoco”].
Sobre los “poetas” de la nueva tradición, cfr. J. Walch, “Romantisme et positivisme:
une rupture épistémologique dans l´historiographie?”, Romantisme, 21-22, pp. 163 y
ss y también el estudio introductorio y la interesante antología de textos de toda
esta tradición que preparó M. Gauchet en VVAA, Philosophie des sciences
historiques…, op. cit.
665 Esta idea de la tradición épica como construcción de una unidad por confluencia
de aportaciones está muy presente en los estudios de Nagy. Cfr. Idem, Le meilleur
des Achéens…, op. cit…, p. 104 y también idem, Pindar´s Homer. The lyric possesion of
an epic past, The Jonhs Hopkins University Press, London and Baltimore, 1990.
Véase especialmente la introducción.
666 G. Nagy propone esta reconstrucción –Hom-erós: aquél que arregla el canto en su
conjunto- y, como él mismo dice, denota una visión arcaica de la función del poeta.
Ibidem, p. 344.
667 Esta influencia ha sido estudiada por O. Renaud, ver idem, Les archives de
l´Humanité. Essai sur la philosophie de Vico, Seuil, Paris, 2002.
211
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
exigencia de archivo que haría del corpus micheletiano uno de los más
documentados de la época 668 ) y la poesía de los Antiguos (en la estela de la
cosmología hesiódica y sus edades del hombre 669 ), una dicción 670 repleta de
imágenes (hasta hacer de las metáforas un auténtico dispositivo conceptual)
y, sobre todo, un nuevo tema para su canto: “La Humanidad es su propia
obra 671 ”. Ahora bien, la experiencia del libro sólo se descubriría revelación
de lo político en las calles del París de 1830:
“Lo que la Revolución de Julio ofrece de singular es presentar el
primer modelo de una revolución sin héroes, sin nombres propios; no hay
individuo en quien se pueda localizar la gloria. La sociedad ha hecho todo…
Después de la victoria, se ha buscado a un héroe y se ha encontrado a un
pueblo entero 672 .”
La Humanidad de Vico en acto o, mejor dicho, una nueva versión: el
pueblo-todo. Al mismo tiempo, ese todo no era algo evidente; se trataba de
una transparencia opaca. Y Michelet se abrazó a ella y, en la pérdida del
nombre, en la experiencia fusional, le fue dado un nuevo trabajo de
Este rigor se observa de manera especial en la Histoire de la Révolution Française
(compuesta casi exclusivamente a partir de documentación original). Cfr. J. Walch,
“Romantisme et positivisme…”, op. cit…, p. 163.
669 G. Vico, Ciencia Nueva, op. cit…, pp. 35-36.
670 Para un análisis de la lógica poética de Vico, cfr. H. White, Tropics of discourse.
Essays in cultural criticism, The Johns Hopkins University Press, Baltimore and
London, pp. 202-208.
671 Michelet entendía que la filosofía viquiana se sintetizaba en esta afirmación y se
sirvió de ella en sus prefacios (la lectura de estos textos resulta muy provechosa,
pues en ellos se puede observar el alto grado de autoconciencia teórica de Michelet)
a las grandes obras de Historia. Cfr. idem, “Avant-Propos”, “Histoire Romaine”,
Oeuvres Complètes, II, Flammarion, Paris, p. 341.
672 J. Michelet, “Introduction à l´Histoire Universelle”, en idem, La cité des vivants et
de morts, Belin, Paris, p. 135.
668
212
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
naturaleza revolucionaria: la revelación por la palabra de lo que estaba
oculto. El poeta –que no dejaba de llamarse así, pero que también se decía
historiador- doblaba la tarea que la Humanidad viquiana se había asignado
a sí misma: hacer de la permanente entre-construcción 673 desafío y asidero de
la condición humana. El heroísmo del espíritu. El vivir entre-los-hombres
era, sencillamente, la asunción de esta carga: celebrar y cantar el mundo;
dramatizarlo de tal modo que diera lugar a una h/Historia. El pueblo recitaba el mundo con sus acciones y sus palabras 674 ; el historiador, con su
obra. Desde esta concepción del imaginario como sustento de lo común,
como espacio de la memoria (y, en ese sentido, como segunda polis),
Michelet se esforzó en buscar un tipo de dicción que se ajustara al tema del
canto; con el añadido de que debía resolver los dos problemas que había
dejado abiertos el poeta del canto II de la Ilíada: encontrar un modo de contar
a quienes, ni con diez lenguas ni diez bocas, se puede enumerar ni nombrar
e intentar descifrar ese enigma mayor que es la lengua de los muchos.
Michelet estaba obligado a superar al poeta que invocaba a las Musas.
Hay quienes consideran que no lo logró. Así, R. Barthes 675 entiende que el
historiador se quedó en el umbral mismo del concepto de peuple, porque
jamás comprendió la naturaleza exacta de su lenguaje. El gran crítico francés
es muy brillante en la exposición; pero, en su lógica de análisis, desliga 676 el
prósodos 677 del Tersites decimonónico de su aparición. Contemplada desde
esta óptica, parecería que la cuestión de la lengua del pueblo fuera un
Me permito cambiar la expresión laboétiana al objeto de definir lo que Michelet
denomina “el heroísmo del espíritu”, es decir, la Humanidad como creación de sí.
Cfr. J. Michelet, “L´héroïsme de l´esprit”, en idem, Oeuvres Complètes, op. cit…, IV, p.
41.
674 Idem.
675 R. Barthes, “Michelet”, Oeuvres Complètes, I, Seuil, Paris, 2002, p. 419.
676 En la medida en que ni siquiera tiene en cuenta el problema del venir a la
presencia.
677 Se trata del hecho de presentarse en la asamblea para hablar.
673
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
problema de análisis del discurso. En cambio, si unimos palabra y
visibilidad comprendemos el alcance de la operación político-narrativa que
llevó a cabo Michelet. El “emplotment 678 ” de la Histoire de la Révolution
Française, como bien apunta H. White, es la novela 679 . Lo que no dice el autor
norteamericano es que se trata de una novela sin diálogos, en la que el sentido
de las metáforas -una vía privilegiada para salvar la extrañeza originaria que
provoca el mundo 680 - aprendido de Vico opera como engranaje que activa
los procesos narrativos abiertos por la estructura del relato, entendido en su
significación primera de forma del mito. El avance en espiral de cuño
viquiano 681 se consigue a través de la superposición de imágenes que
transmiten al lector el imposible de la unión entre el dinamismo de la
secuencia propia de un mecanismo óptico y el desbordamiento sublime de la
pintura abstracta:
“Al fin la sombra desaparece, la niebla (brouillard) se va, Francia
contempla nítidamente aquéllo que amaba, lo que perseguía sin conocer
bien aún: la unidad de la patria […] la gran patria aparece ante ellos sobre el
altar que les abre sus brazos y desea abrazarlos 682 .”
Se trata de un concepto original del propio White y vendría a significar “modo
de entramar” o “entramado” de una estructura narrativa. Se puede encontrar una
síntesis del concepto en H. White, El texto histórico como artefacto literario…, op. cit..,
pp. 107-139.
679 Idem, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, FCE, México,
1992, op. cit…, pp. 19, 39, 149 e idem, Tropics…, op. cit…, p. 66.
680 C. Jamme, Introducción a la filosofía del mito en la época moderna y contemporánea,
Paidós, Barcelona, 1998, p. 30.
681 R. Barthes, “Michelet”, op. cit…, p. 511.
682 J. Michelet, Histoire de la Révolution Française, I, Bibliothèque de la Pléiade,
Gallimard, Paris, 1952, p. 324.
678
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Esta descripción de la Fête de la Féderation (14 de julio de 1790) 683
parece la proyección de una chambre noire 684 : el fundido en negro se abre,
poco a poco, a la luz, al movimiento, a una epifanía. Desde ese momento, el
relato se define como el espacio, sin metáforas, del devenir sensible de una
esencia – l´esprit del año I de la Revolución- y de la realización de una nueva
subjetividad política. El relato de esta venida a la presencia es relato de su
sentido: una auténtica invitación a participar en el sympósion. Y los muchos
aparecen. No necesitan otra cosa porque Michelet “les hace hablar como
mudos 685 ”: “Nada más hermoso que ver a este pueblo avanzando hacia la luz,
sin ley, pero dándose la mano. Avanza, no actúa, no necesita actuar; avanza,
es suficiente: la simple visión de este movimiento inmenso hace que todo
retroceda ante él 686 .” Los muchos ocupan el campo de lo visible por entero,
hasta el último resquicio. Son la medida exacta del mundo; el elemento –en
el sentido más fuerte de esta palabra-, y no simplemente el milieu, en el que
todo sucede: epifanía, acción y …. muerte. Una forma completa de heroísmo.
Y ningún héroe tiene una relación tan íntima con la muerte. Esta intimidad
se explica por la especial temporalidad de los muchos, que están fuera del
tiempo y en todos los tiempos. También en el instante. La muerte es el
Se trata de la celebración cívica del primer anirversario de la Revolución,
celebrada en el Champ de Mars de Paris. Se concibe como la invención de una
dramática de la unidad -tal y como queda evidente en la descripción que hace de
ella Michelet-, una inmensa comida a la que estaba invitada toda Francia.
Literalmente, comienzo, y no celebración. Y no hubo en Francia individuo que no
se sintiera espectador de semejante acontecimiento y a las mentes acudía antes el
entusiasmo que el espanto. M. Ozouf, La fête révolutionnaire. 1789-1799, Éditions
Gallimard, Paris, 1976, pp. 44-74.
684 Encontramos una descripción de esta invención óptica en el propio Balzac. El
filósofo Louis Lambert –que formará parte del Cénacle de Illusions Perdues [cfr. “La
escritura de la insurrección en Balzacie”]- se sirve del nuevo invento para explicar
una serie ensoñaciones. Cfr. H. Balzac, “Louis Lambert”, op. cit…, XI, p. 594. Para
un estudio de este personaje como ejemplo de filósofo en la ficción, cfr. S. Pinilla
Cañadas, “Louis Lambert, Balzac et la question du philosophe dans la cité”, Le
Télémaque, 26, 2004, pp. 111-126.
685 La expresión es de J. Rancière. Ver idem, Les noms de l´histoire. Essai du poétique du
savoir, Seuil, Paris, 1992, pp. 98-99.
686 J. Michelet, Histoire de la Révolution…, op. cit.., I, p. 403. La cursiva es de la autora.
683
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
porvenir inmediato del número en cuanto héroe y esa inmediatez explica la
extraña legibilidad de un revolucionario como Chalier 687 :
“Sentimos demasiado a este profeta, este bufón no es un hombre. Es
una ciudad, un mundo sufriente, la queja furiosa de Lyon (…) Con él
comienzan a hablar las viejas tinieblas (…) tantas generaciones oprimidas
(…) se colocan de su lado, cantando sobre su tumba un canto de amenazas y
de muerte… Estas voces, ese canto de amenaza y de muerte (…) Estas voces,
este canto, estas amenazas, todo se llama Chalier 688 .”
En este pasaje encontramos la quiebra mayor 689 entre la nueva y la
vieja tradición épica: la superación definitiva del vínculo entre el nombre y
el kleos. Y ya no se trata de una audacia de poeta, o de un inserto; es el
núcleo del dispositivo ideológico de la estructura narrativa. El nombre
pierde, así, su significado cultual 690 y el relato de nación se construye a
partir de una constelación de sinonimias en la que el discurso ha sido
sustituido por los nombres. Incluso los grandes hombres –un Dantón, por
Se comprende bien que, en el nombre de Chalier, queden entretejidos todos los
nombres porque este antiguo novicio de los Dominicos se contó entre “vencedores
de la Bastilla.” Originario de Lyon, regresó a su ciudad para propagar la Buena
Nueva de la Revolución. Se convertirá en el gran ídolo de los canuts y, en febrero de
1793, toma al asalto la alcaldía de la ciudad. Organiza un tribunal popular a la
manera del Comité de Salud Pública, desde el que atacará la vida –y mucho más
importante- los bienes de las clases acomodadas. En mayo, la burguesía se alza en
armas y termina apresando al representante de la Montaña, que será juzgado y
guillotinado el 27 de messidor del año I (15 de julio de 1793).
688 J. Michelet, “Histoire de la Révolution…”, op. cit…, I, p. 437.
689 La otra gran quiebra es formal, pues la Ilíada y la Odisea forman parte de la
poesía heroica –es decir, oral- y las obras de la nueva tradición pertenecen a la épica
literaria –es decir, escrita. Por razones evidentes, sólo me ocupo de la dicción en
todo lo que ésta tiene que ver con el problema de la venida a la presencia de los
muchos.
690 El mayor castigo imaginado por los aqueos no era morir, sino morir sin dejar
nombre. Homero, Ilíada, op. cit…, XIII, 226-227.
687
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Scheherezade Pinilla Cañadas
ejemplo- quedan configurados por ese juego de superposiciones infinitas: su
voz está en el comienzo, sí; pero sólo como resultado de los muchos. Son
éstos quienes crean a los héroes revolucionarios, y no al revés. El héroe que
incluye todos los héroes y el nombre que incluye (pues absorbe la grandeza
plutarquiana, el vacío de los incontados y el excedente de los incontables)
todos los nombres es le peuple 691 .
Michelet inunda su obra con esta palabra, que deja de ser el número
corporeizado de la filosofía política heredada para convertirse en la metáfora
total de lo político concebido como espacio de la distinción sin jerarquías.
Una vez más, el poeta épico ajusta la dicción al tema del canto e inventa toda
una lengua del mito de los orígenes a partir de las imágenes de lo sublime
natural 692 que conoce a través de la lectura viquiana de Homero. Si los
héroes aqueos en agoré se asemejan a “extensas olas del mar” o al Zéfiro que
“cae sobre las espigas y las comba 693 ”, el pueblo en estado heroico es
comparado con un volcán en erupción o con el océano en su desorden. Y,
cual si se tratara de un acontecimiento cataclísmico, su venida a la existencia
es anunciada por signos extraordinarios: “Toda la tierra de Francia se
iluminó y esto fue, en cada lugar, como un destello encendido de heroísmo
que atravesó y encendió el cielo 694 .” En esta inmersión en lo sublime, los
hombres pueden llegar a ser lo que realmente son, sin esfuerzo, como si se
tratara de un proceso de ósmosis a través de los poros de la piel: “Todo
hombre que se acerque, se irá más hombre. Toda alma abatida, rota…, para
elevarse, no tiene más que mirar ahí; es un espejo en el que, cada vez que la
“Una cosa hay que decir a todos que es fácil de establecer: que la época humana
y benévola de nuestra Revolución tiene por actor al pueblo mismo, al pueblo
entero, a todo el mundo.” Ibidem, p. 7.
692 La cuestión de lo sublime natural se trata ampliamente en los capítulos V y VI de
esta tesis.
693 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 144. Otras imágenes de lo sublime natural en ibidem,
II, 464-468, XI, 304-309 y 537-538, XVII, 755-759.
694 J. Michelet, “Histoire de la Révolution…”, op. cit…, I, p. 1021.
691
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
humanidad se mira en él, se halla heroica (…) una pureza singular (…) es
entonces la gloria de todos 695 .”
El heroísmo queda, así, definido como emanación fenoménica del
momento de los orígenes 696 . Michelet entiende el principio heroico antes
como climat, que como simple rasgo de la escena revolucionaria. Esta
original tesis llevó a M. Abensour 697 a leer el heroísmo micheletiano en
términos de Stimmung. El filósofo francés se sirve de la definición que de
este concepto hiciera Heidegger 698 , al objeto de mostrar cómo, durante la
Revolución Francesa, todo –y no sólo los grandes hombres- estaba
impregnado de la especial energía que suscita el campo de los asuntos
públicos. Este giro completo hacia lo que es común era, sencillamente,
despertar colectivo, el impulso de cualquier agente capaz de “insertar el
propio yo en el mundo y comenzar una historia 699 .” El heroísmo habría de
interpretarse, entonces, como la tonalidad, en el sentido musical del concepto,
de ese tiempo. La constelación de sinonimias. La palabra total. La Stimmung.
Todo
el
dispositivo
metafórico-conceptual
pretendía
subrayar
la
impersonalidad del movimiento y, por ende, su unanimidad:
“Todos se olvidaban (…) El Palacio Real ya no era el Palacio real. El
vicio, ante la pasión de una grandeza tan sincera, ante la llama del
Ibidem, 434.
Sobre la cuestión de los orígenes, remito a lo expuesto en el capítulo V de esta
tesis.
697 M. Abensour, Rire des lois, des magistrats et des dieux. L´impulsion Saint-Just,
Horlieu, 2005, p. 60.
698 Escribe Heidegger en Los conceptos fundamentales de la Metafísica: “Esta tonalidad
de fondo “es un modo en el sentido de una melodía que no está suspensa sobre lo
que se da en llamar el auténtico estar presente del hombre, sino que da el tono para
este ser, es decir, que templa y determina el modo y el cómo de su ser.” Cfr Martin
Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafísica. Mundo, finitud, soledad,
Madrid, Alianza Editorial, 2007, p. 99.
699 H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215.
695
696
218
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entusiasmo, devino pureza por un instante. Los más degradados levantaban
la cabeza y miraban al cielo; su pasado, ese mal sueño, estaba muerto, al
menos, por un día; ¿ honrados? Ya no podían serlo, pero se sentían heroicos
en nombre de las libertades del mundo 700 .”
Para Michelet, Francia había comenzado –en el sentido que Arendt da
a esta palabra- una extraña vita nuova 701 . Vida que, como bien sabía el
propio historiador, sólo se actualizaba en el relato y sólo en esa región
intermedia –la Esqueria de la Odisea [ver infra]- del como si cobraba
verdaderamente sentido. Y es que la épica se refiere siempre a una era
desaparecida; bien porque pertenezca al pasado, bien porque esté hundida
bajo el mar. Esta doble distancia nos habla de la edad de hierro de la
cosmología hesiódica 702 . Los aedos, los de la antigua y los de la nueva
tradición, cantan en un mundo que conoce la quiebra entre la naturaleza y
los hombres. Así, los poetas del siglo VIII a. C. que decidieron cambiar –en
las armas, en los palacios- el metal de su época por el anticuado bronce,
como si con ello pudieran retener para sí algo de la Stimmung de la edad de
oro 703 . El Michelet que, en medio de la mediocridad generalizada de la
Monarquía de Julio, quiso participar del absoluto con el rappel au grand de la
Revolución. Y, por supuesto, el Galdós de los Episodios y el Balzac de La
Comédie Humaine.
La presencia/ausencia de esta conciencia de fragmentación es la que
abre en dos a la épica, en la vieja tradición y también en la nueva. Galdós
J. Michelet, “Histoire de la Révolution….”, op. cit…, I, p. 125.
Ibidem, p. 406.
702 Para las cinco edades de las que habla Hesíodo, cfr. idem, Trabajos y días, Alianza
editorial, Madrid, 1990, 109-203.
703 M. Finley da una interpretación menos poética y prefiere hablar de los “errores
arqueológicos de Homero”, cfr. Idem, El mundo de Odiseo, op. cit…, pp. 51-52.
700
701
219
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
escribe la Primera Serie como si no conociera la quiebra entre el hombre y el
mundo, porque se remonta a la dimensión temporal de una distancia
imposible de salvar: los orígenes. En cierto sentido, su poema no sería más
que eco de las composiciones de la escuela historiográfica francesa de la
Restauration y de la Monarchie de Juillet: compartían el tema de los orígenes,
la definición de un héroe colectivo, el relato como forma y parte de la
dicción –la cuestión de la escritura de la h/Historia. Las diferencias que
pudieran existir entre, de un lado, Mignet, Quinet o Michelet y, de otro,
Lafuente, Castelar o Galdós, podrían compararse a las que pudieran darse
entre los poetas de la Beocia y los poetas de Quíos que participaron de la
tradición que hoy conocemos por el nombre de la Ilíada. Así, Galdós
demuestra conocimiento de la épica primera desde la idea de su
continuación; Balzac, desde el silencio. La Comédie evita narrar lo ya relatado
en composiciones anteriores; en ella, todo ha de ser nuevo: el poema del
aedo y las historias que se insertan en él. Incluso la temporalidad. Los héroes
balzacianos –el flâneur y los cimerios 704 - también abren una dimensión
temporal; sólo que su apertura no es de distancia, sino de intensidad: un
presente dentro del presente que multiplica los centros narrativos hasta
hacer de Balzacie un medio fluido, líquido, un verdadero tratado de los
mares –como la Odisea 705 .
Los Episodios –como la Ilíada- están escritos desde la tierra. Un espacio
de la consistencia que no llega al absoluto de la platónica tierra de la verdad,
pero que posee la firmeza y la solidez propias de la verdad nacional. No hay
multiplicidad de núcleos narrativos, el poeta nunca se aparta del
campamento homérico: en el 2 de mayo, en el Madrid que espera a
Napoleón, en los gloriosos sitios de Zaragoza y Gerona, en la batalla del
704
705
Cfr. “Las katábasis de la Comédie Humaine.”
Cfr “L´enfer de l´être-ensemble.”
220
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Herrumblar en Bailén, en las lomas de los Arapiles. Y, cuando parece que
Galdós se aleja, es sólo para volver a levantar el campamento de modo
permanente 706 : el Cádiz de la fundación. El aedo de la épica primera nunca
se pregunta por los límites del mundo, ni por su contenido. Todo está hecho
de la misma sustancia heroica, los hombres y las cosas. Todo es transparente:
los héroes desconocen el obstáculo entre el pensamiento y la acción, su
historia es narración de lo que hacen. El Gran Capitán, doña Gregoria,
Pujitos, “Majoma”, “Tres pesetas” , el señor de Cuervatón… poseen una
conciencia narrativa capaz de anunciar lo que sucederá 707 , inverosímil;
semejante a la que demuestra Helena (Ilíada, canto III 708 ) al tejer un tapiz con
las luchas entre aqueos y troyanos. Los incontables de la épica primera se
saben materia de canto para los hombres del futuro y ese conocimiento
forma parte del sentido de la leyenda. En el relato galdosiano, los españoles
de 1808 actúan bajo el signo del Amor Fati, del amor al destino; aunque,
como en el caso del Gran Capitán, se trate de la gloria sin regreso 709 :
“No es suicidio, no. La ley ineludible de la Patria me ha puesto en un lugar
que debo defender, aun a costa de la vida. ¿Que vienen fuerzas superiores? ¡Pues
vengan! La Patria me manda esperar tranquilo, y la Ley me veda el apartar los pies
de aquel sitio. ¿No morían los mártires por la Religión? Pues la Patria es una
segunda religión, y antes que faltar a su ley, el hombre debe morir (…) Morir por la
Patria; morir en el puesto que a uno le marca su deber; morir no por conquistar un
pedazo de tierra, ni por un cacho de pan, ni por una baja ambición, sino por una
cosa que no se ve ni se toca, cual es una idea y un sentimiento puro! ¿No es
equipararnos a los santos del Cielo y acercarnos a Dios todo lo que acercarse puede
una criatura? 710 ”
La idea de la polis como campamento homérico permanente es de Arendt. Cfr.
H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit…, p. 75.
707 B. Pérez Galdós, “Napoleón en Chamartín”, op. cit…, I, p. 553; idem, “Bailén”,
op. cit…, I, pp. 464, 465.
708 Homero, Ilíada…, III, v.121-127 y también ibid, VI, v. 354-358.
709 Es el dilema que se le plantea a Aquiles: o kleos -gloria- sin nostos –regreso-, o
nostos sin kleos. Homero, Ilíada, op. cit... IX, 410-416.
710 B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 618.
706
221
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Araceli es el único que, en ciertos momentos, se abstrae de este
esplendor. Sólo él se define como un héroe distinto, alguien que, como el
Odiseo del que habla Aquiles en el canto IX 711 , oculta en sus mientes una
cosa y dice otra. Sólo él posee la conciencia de la fragmentación del mundo
posterior a los orígenes. Así lo demuestran su diálogo interior sobre la vida
como destino individual, desgajado de la marcha de las naciones, en
Bailén 712 ; el contraste entre su sensatez y el delirio del “Pélida” Gran Capitán
en Napoleón, en Chamartín 713 ; o su conformidad con el retorno a Ítaca en La
Batalla de los Arapiles 714 . Y una vez que Araceli se incorpora al tiempo vivido,
el espacio de la épica primera se cierra definitivamente. La demanda de
hombres nuevos de los que se puedan referir acciones altas y nobles que, en
la última serie 715 , hace la Musa Mariclío 716 no se sostiene desde el punto de
En este sentido hemos de entender las palabras de Aquiles referidas al rey de
Ítaca: “Aquel me resulta igual de odioso que las puertas del Hades/ que oculta en
sus mientes una cosa y dice otra”. Homero, Ilíada…, IX, v. 312-313.
712 Idem, “Bailén”, op. cit…, I, p. 532.
713 Idem, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 618.
714 Ibidem, pp. 459 y 532; idem, “Napoleón, en Chamartín”…, I, p. 617-618; idem, “La
batalla de los Arapiles”…, II, p. 143. Para el regreso de Araceli a Ítaca, cfr. “Galdós
como nuevo Demódoco.”
715B. Pérez Galdós, “Amadeo I”, op. cit…, V, p. 284.
716 Este personaje es la particular musa de la h/Historia galdosiana y, con ella, el
elemento fantástico entra en el relato de nación. Sus diálogos con el narradorhistoriador Tito-Galdós de la V Serie (aparece en Amadeo I y La Primera República)
ofrecen al lector toda suerte de reflexiones sobre los Episodios como composición
histórico-poética y sobre la función del escritor nacional. Galdós también se sirve de
sus continuos cambios físicos para dar, literalmente, cuerpo a su concepto de
Historia: puede aparecer joven o vieja, en modesta chinela o en alto coturno. En un
mundo fragmentado y caótico –la quiebra del esquema teleológico de los inicios
deja paso a un aparente desorden narrativo que no es más que metáfora del
desorden que se siente en el principio de realidad-, su presencia nos ayuda a
descifrar el sentido profundo de lo narrado: “-No te alborotes, hijo –le dice la Musa
a Tito- Tú has hecho la historia jocosa, la profecía burlesca. ¿Qué otra cosa es tu
“República Hispano-Pontificia” más que un divertido sainete? Pues yo, en estos
días de horroroso tedio, endulzo mis amarguras dándome un paseíto por el campo
de la Historia burlesca, de la Historia chismográfica, de la Historia juguete… De varios
modos nombro estos vagos esparcimientos de mi triste vida. ¿No lo entiendes,
tontín? Pues vete a tu casa y espera los acontecimientos.” (B. Pérez Galdós, “Amadeo
I”, op. cit…, V, p. 303).
711
222
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
vista del dispositivo mítico-heroico - ¿un verso desesperado del escritor
nacional? Los héroes, según nos ha cantado el aedo de los treinta y seis
episodios posteriores a la primera serie, son los hombres del pasado.
¿Y de la posibilidad del heroísmo del presente en los Episodios ? El
Madrid del XIX era demasiado pequeño -incluso ese Madrid de la cuarta
serie que parece exceder la conciencia individual- como para descubrir un
insospechado côté épique o como para dar origen a una vida del espíritu 717 ;
además, el paño de la levita de Pepe García Fajardo 718 , Marqués de
Beramendi, estaba tan bien cosido a las estructuras sociales, que su figura de
espectador de lo político -la capital de las barricadas- de La revolución de
julio 719 no podía reinventarse como figura del umbral –el flâneur. En una
De otro lado, en su encuentro con Tito en la Academia de la Historia (Amadeo I), es
la propia musa la que da cuenta de sus simbólicas transformaciones y de su
significado:
“-Hola, Tito -me dijo con graciosa confianza, arrastrando un pesado sillón para
sentarse frente a mí-. ¿No me habías conocido? Vengo ahora un poquito
transformada. Yo me pongo más fea o más bonita según los lugares por donde
paso, y las diligencias que traigo entre manos. Estamos en lo que los periodistas
llamáis el Regio Alcázar, y cuando aquí entro procuro adecentar mi facha y traje, por
si me sale en estas alturas del Estado algo decoroso que pueda llevar a mis
archivos.
Diciendo esto, alargó hacía mí uno de sus pies con la mayor desenvoltura,
sin cuidado de que yo le viera la pantorrilla. Calzaba en aquel pie un lindo borceguí
colorado, con tacón de plata. Y viéndome suspenso, sin sabe qué hacer con el
precioso y bien engalanado pie, me dijo risueña:
-Parece que estás tonto. Haz el favor de descalzarme. ¿Tanto te asusta una
vieja compuesta? No es el coturno lo que ves: es un zapatón de media gala. Me lo
he puesto para venir a esta casa, y ya me pesa.” B. Pérez Galdós, “Amadeo I”, op.
cit…, V, p. 281 Para otros diálogos y encuentros, cfr. ibidem, pp. 248, 250, 266, 267,
283, 305, 318, 332 y también, idem, “La Primera República”, op. cit…, V, pp. 398, 427.
717 Cfr. el capítulo VI.
718 Cfr. “Las ciudades del relato” y el capítulo I.
719 El García Fajardo de La revolución de julio es, ante todo, un espectador que, a
través de su crónica íntima, crea y modela –recorta, selecciona, oculta- el espacio
para la acción: “Los hombres que se lanzan con tanto valor y entereza a una lucha
desigual contra la burocracia y el militarismo tienen todas mis simpatías. Pero yo
no soy de armas tomar; no sirvo para esto…. Vengo de curioso.” El personaje está
ahí para ver y para hacer ver hasta el punto de recrearse en la materialidad de la
topografía revolucionaria y en la acumulación de detalles –la novedosa presencia
223
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
primera lectura, parecería que la Odisea de los Episodios empezara y acabara
en Araceli. Parecería. En la épica segunda todo es oblicuo. Su presencia en el
relato galdosiano como tal épica tiene que ver con el ardid; con una vía, si no
secreta, compleja; de doble lectura (y no suele bastar con la segunda), que
enlaza con el significado global de las cuatro series posteriores a la
recreación de la Guerra de la Independencia. El salto de Araceli en La Batalla
de los Arapiles empuja la primera serie hasta la sublimidad de los orígenes, es
verdad; pero también abre un espacio intermedio entre la dorada época de
los frutos permanentes y la desoladora miticidad de la edad de hierro. Así,
desde El equipaje del rey José hasta Cánovas, se descubre en los Episodios una
nueva Esqueria 720 . Una esfera de transición en la que el aedo goza de la
máxima consideración de la comunidad, en la que la guerra no sería más
que relato y las fatigas y el dolor –el clericalismo, las guerras carlistas, la
famélica hacienda española, la muerte de Prim, el fracaso de la República,
los “tiempos bobos” de la Restauración- no se conocerían más que a través
del como si. Aquí, el nuevo Demódoco 721 se atreve, incluso, a cantar sobre las
de la Guardia Civil y de la policía entre las fuerzas del orden público, la inclusión
novelesca del mítico jefe de seguridad don Francisco Chico, la narración
pormenorizada de la ocupación de la Casa de Correos y de Gobernación- con la
clara intención de dar impresión de realidad al espectáculo que nos muestra. ¿Una
brecha de las ciudades intermitentes o disposición moral galdosiana a ver la
irrupción de lo político? Todo parece apuntar una pequeña victoria del deseo de los
muchos sobre los esfuerzos de Galdós por tapar las vías de sus ciudades del relato.
720 Se trata de la tierra de los feacios de la Odisea, ese extraño lugar en el que los
aedos – y en representación de éstos, Demódoco- gozan de la máxima
consideración del rey, de los nobles y del demos. Cfr. Homero, Odisea, op. cit…, VIII.
Fue P. Vidal-Naquet quien definió Esqueria como lugar de transición entre el
mundo fantástico de los relatos y el mundo real de Ítaca. Esta función de pasaje está
implícita, además, en todos los niveles del episodio, como sucede con lo que atañe
al descubrimiento de la identidad del misterioso viajero quien, al escuchar el relato
de sus sufrimientos en Troya, terminará por revelar su nombre. Cfr. Hélène
Monsacré, Les larmes d´Archilles. Le héros, la femme et la souffrance dans la poésie
d´Homère, Albin Michel, Paris, 1984, p. 151).
721 Cfr. El primer epígrafe del siguiente capítulo.
224
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
cosas como hubieran debido ser –la Historia lógico-natural de los españoles de
ambos mundos 722 -, y no como han sido…
Desde la perspectiva de las complejas relaciones entre la épica
primera y la épica segunda, la evolución de los Episodios -del oro de la
Guerra de la Independencia a un metal más ligero en el resto de series- tiene
su sentido. La pérdida gradual de la transparencia. Más difícil, sin embargo,
es enfrentarse a la pregunta por la posibilidad de la épica primera en la épica
segunda. La pregunta que plantea La Comédie. La tarea de responder a esta
cuestión se hace difícil, no tanto porque Balzac pretenda engañarnos, sino
porque su canto ha sido traspasado por la opacidad del mundo. En Balzacie,
todo se ha convertido en signo, signo sin interpretación –casi siempre se deja
al lector el esfuerzo de análisis -; y, en sus apariencias, siempre encontramos
profundidad. Así es desde el principio, desde la primera novela que Balzac
escribe con tal nombre: Les Chouans (1829). En una primera lectura, parecería
que La Comédie arranca con la Ilíada: el relato de los hechos más relevantes –
las agitaciones chouan 723 s- acaecidos en la Bretaña a comienzos del año VIII
Galdós canta a través del personaje Juan Santiuste, también conocido como Juan
Confusio. Este protegido de Pepe García Fajardo es un historiador delirante,
quijotesco (la descripción física que de él hace Galdós no deja lugar a la duda), que
está enredado en su propia trama; una trama que teje y desteje de continuo. Su
empeño es componer la Historia de España desde la lógica y la estética y, desde la
lógica y la estética, las calamidades del reino se suprimen, las “guerras facciosas”
desaparecen, Fernando VII es procesado y fusilado en Cádiz… “Una historia alegre
y consoladora, como en rigor debiera ser siempre”. Cfr. B. Pérez Galdós, “Prim”, op.
cit…, IV, pp. 888 y ss , 893-900, 958 y ss, 977. Para un análisis más extenso de la
Historia lógico-natural, cfr. J. F. Montesinos, Galdós, III, Castalia, Madrid, 1980, pp.
128-130 y también la monografía de Juan Ávila Arellano, La Historia Lógico-Natural
de los Españoles de Ambos Mundos de Benito Pérez Galdós, Ediciones del Cabildo
Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1994.
723 El episodio que elige Balzac para su novela es verdaderamente significativo
pues, en ese verano de 1799, se asiste a una reorganización general del movimiento
de la Chouannerie. R. Dupuy, Les Chouans, Hachette Littératures, Paris, 1976, p. 126.
722
225
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
(septiembre de 1799). Es decir, relato de los orígenes. La Revolución.
Parecería.
Poco a poco, la senda oblicua de la épica segunda nos revela que la
aventura protagonizada por Hulot 724 y sus bleus 725 - Gérard, Larose, BeauPied, La-clef-des-coeurs- se parece mucho a uno de los viajes fantásticos de
Odiseo.
Se advierte, en primer lugar, que la Bretaña balzaciana no es,
exactamente, una realidad físico-política, la escarpada geografía que
delimitan las divisiones administrativas de la República. Se trata de una isla:
“este país, rodeado de luces cuyo beneficioso calor no le alcanza, se parece a
un carbón helado que permaneciese oscuro y negro en medio de un lugar
resplandeciente 726 .”
Las criaturas que allí habitan tienen una talla
sobrehumana –la cabeza de Marche-à-Terre 727 semeja la de un buey 728 - y
parecen mantener una relación íntima, desconocida para el “hombre
Hulot pertenece a lo que la crítica balzaciana denomina la “generación de los
padres”, es decir, la de quienes han hecho la Revolución; y “acompaña” a Balzac
hasta una de sus últimas novelas, La cousine Bette (cfr. “La escritura de la
insurrección”). Héroe de la Grande Armée, desde su presentación como comandante
de la brigada que lucha contra los chouans, hasta su herida en la mismísima batalla
de Waterloo. Alcanzará la paridad, la mayor gloria social en el universo balzaciano,
pero su vida privada se contará por fracasos: enamorado secretamente de la mujer
de su hermano, éste terminará por arruinarle y frustrará, de paso, su matrimonio
con la temible Lisbeth Fischer, una mujer a la que ni siquiera ama. Morirá,
literalmente, de pena; si bien Balzac le reserva una última grandeza: el pueblo le
acompaña en su cortejo fúnebre. El conocimiento de este personaje obliga a leer en
profundidad Les Chouans y La cousine Bette.
725 El nombre que recibían los soldados de la república, como Balzac no se cansa de
repetir. Cfr. H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 909.
726 Ibidem, p. 918.
727 Su verdadero nombre es Pierre Leroi. Balzac singulariza su figura en la medida
en que se singulariza un arquetipo, el del salvaje, la alteridad absoluta. Su nombre,
prolongación de la dureza del medio en el que vive, su talla excepcional, su
violencia, le convierten en un líder respetado. No dudará, incluso, en impartir la
particular justicia de su comunidad: ejecuta al traidor Galope-Chopine.
728 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 914.
724
226
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
social 729 ”, con la naturaleza primordial: las pieles de cabras que tapan sus
cuerpos se confunden con sus largos cabellos; los árboles y matorrales son
prolongación de su gitantesca anatomía; los elementos, sus armas de
combate 730 . Una comunidad 731 de salvajes que se sienten orgullosos de
serlo 732 : “Una ferocidad increíble, una obstinación brutal, pero también la fe
del juramento; la ausencia de nuestras leyes; de nuestras costumbres; de nuestra
forma de vestir; de nuestras nuevas monedas; de nuestro lenguaje”, pero
también la simplicidad patriarcal y las virtudes heroicas 733 . Un mundo que
sigue otro orden de las cosas, otro ritmo en sus cadencias y en sus
repeticiones (como se observa en las escenas de la oración 734 ). La tierra de
los cíclopes.
Idem.
Ibidem, pp. 905, 914, 915, 919, 920, 1123. Es la misma naturaleza que encontramos
en el canto IX: “Una isla por nombre Laquea se extiende de frente/ a la costa de
aquellos cíclopes, ni cerca ni lejos;/ es boscosa y en ella se crían las cabras salvajes.”
Homero, Odisea, op. cit…, IX, 116-118.
731 Tras los estudios clásicos de Mathiez, Labrousse o Lefevre que incidían en las
causas económicas de la insurrección, las investigaciones más recientes se han
orientado hacia el análisis de los elementos comunitarios –singularmente, las
estructuras parroquiales- como elemento fundamental de su identidad. R. Dupy,
Les Chouans…, op. cit…, pp. 15-16. Traducido al lenguaje de esta tesis, podría
decirse que se trata del reconocimiento de la politicidad primera, del poder
inmanente a lo social de que nos habla P. Clastres.
732 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 918. El término de comparación de
que sirve Balzac para referirse a los chouans es el de “Mohicans”, nombre propio
que, en la literatura francesa de la década de 1830 y 1840, terminará por convertirse
en sinónimo de los habitantes de la ciudades invisibles que pueden convertirse en
habitantes de las ciudades intermitentes; de todos aquéllos que están en la
sociedad, sin ser de la sociedad.
733 Ibidem, p. 918. Se puede leer en la Odisea: “Los cíclopes no tratan en juntas ni
saben de normas/ de justicia; las cumbres habitan de las excelsas montañas;/de sus
cuevas haciendo mansión; cada cual de la ley/ a su esposa y sus hijos sin más y no
piensa en los otros.” Homero, Odisea, op. cit…, IX, 112-115.
734 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit..., VIII, p. 1084 y 1117.
729
730
227
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Esta versión oscura y tenebrosa de la edad de oro 735 es el último
vestigio de un tiempo pasado. En la alegría fanfarrona de los bleus especialmente, Beau-Pied 736 - de Hulot todavía se percibe una línea de luz –el
desencanto que llevó a las barricadas de 1830 737 . La época gris que siguió a
Juillet ya no dejó que, en Balzac, se filtrara ninguna veta luminosa: aumentó
la densidad de atmósfera y se hizo imposible el heroísmo expansivo. Contra
el Océano no se lucha, se resiste. Este medio inmenso, blando, opresivo,
transforma el tejido heroico de todos aquéllos que se atreven a insertar su yo
en el campo de lo visible; incluso el de quienes, en principio, proceden de
una forma épica anterior: los soldados de la Grande Armée.
La primera forma de resistencia en un mundo que se ha tornado
completamente opaco es el viaje fantástico, no en la versión extendida de Les
Chouans, sino en la forma mínima de una nouvelle de 20 páginas. No resulta
muy difícil ver en el joven soldado provenzal de Une passion dans le désert 738
(dic 1830-1832) al Odiseo del canto V del segundo Homero. Los dos han
perdido a sus compañeros –los soldados que, en el alto Egipto, luchan a las
órdenes del general Desaix 739 y los marineros que se han atrevido a matar
las vacas del sol 740 . Ninguno sabe dónde se encuentra y, sin embargo, han
Es la edad de oro que coincide en el tiempo con los viajes de Odiseo. La otra
referencia a ese tiempo primero es el reinado de Nausítoo entre los feacios, una
época pasada cuando el viajero, en el canto VIII, traba conocimiento de ese lugar
que vive encerrado en sí mismo.
736 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 925.
737 Recuerdo que la novela es de 1829. Para el desencanto que llevó a las barricadas
y para el que siguió a las barricadas, cfr. “Le tournant de 1830…”
738 Esta nouvelle ocupa un lugar singular dentro del corpus balzaciano: no está
ligada al resto de la obra por un “personaje recurrente” y, sin embargo, está
misteriosamente unida a La fille aux yeux d´or en la caracterización de la
protagonista femenina.
739 Este general recibió el encargo de Bonaparte de seguir a Mourad-Bey, para ello
recorrió el Alto-Egipto, de septiembre de 1798 a febrero de 1799, llegando hasta el
sitio de Asuán.
740 Homero, Odisea, op. cit…, XII, 127-141.
735
228
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
llegado al centro del mundo –un oasis en el desierto, Ogigia. Y los dos tienen
una aventura erótica con una extraña figura de lo femenino a la que
traicionan –el joven soldado mata a la pantera 741 que tan cariñosa compañía
le ha hecho y Odiseo abandona a la ninfa Calipso para abrazar su destino
como mortal 742 .
La segunda forma de resistencia de los soldados de la Grande Armée es
la búsqueda de un lugar al abrigo del Océano, un lugar en el que sea posible
la única forma de épica primera que cabe en el mundo fragmentado: el
relato dentro del relato. La idílica tierra de los feacios, en la que “la Musa al
aedo [Demódoco] inspir[a] que cant[e] de hazañas de héroes”, como la
disputa entre Aquiles y Odiseo 743 . O el palacio de Menelao en Esparta, en el
que Helena cuenta a Telémaco cómo su padre logró entrar en Troya
disfrazado de mendigo 744 . ¿Y en La Comédie? El soldado de infantería
Goguelat
745
encuentra su particular corte de los feacios –al punto de que
deviene una suerte de poeta 746 - en la comunidad sin riesgos del doctor
Benassis 747 ; ese espacio de la seguridad imprescindible para levantar el
Se trata de una historia de amor entre un soldado y una pantera, sin metáforas.
Ahora bien, pocas figuras femeninas tienen la gracia de la curva, la dulzura tierna y
la belleza sensual de esta singular que Balzac humaniza hasta hacer que soldado
provenzal invente un cariñoso nombre de chica para ella: Mignonne. Cfr. H. Balzac,
“Une passion dans le désert”, op. cit…, VIII, pp. 1231-1232.
742 Homero, Odisea, op. cit…, V, 215-224.
743 Ibidem, VIII, 71-82
744 Ibidem, IV, 234-258.
745 Este soldado llegará a ser condecorado con la Legión de Honor por el mismo
Emperador en Valoutina. En 1829 –tiempo del relato-, vive en el village del doctor
Benassis y, como se dice en el cuerpo del texto, se ha convertido en una especie de
aedo de la curiosa comunidad. Su retrato en H. Balzac, “Le médecin de campagne”,
op. cit…, IX, pp. 456-457.
746 “Le conteur en titre” le llama Balzac. Ibidem, p. 457.
747 Se trata de una de las utopías platónicas de Balzacie. Para un análisis más extenso
de esta cuestión, cfr. “La escritura de la insurrección.”
741
229
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
campamento del relato. Y habla de Napoleón a los pobres paysans como
podría hablar de Aquiles uno de los mirmidones:
“Yo mismo, que os hablo, ¡ he visto en París once reyes y un pueblo
de príncipes rodeando a Napoleón, como rayos de sol ! (…) ¡Y entonces
había esas batallas! Austerlitz, en la que el ejército maniobró como en
parada; Eylau, en la que se ahogó a los rusos en un lago, como si Napoleón
hubiera soplado por debajo; Wagram, en la que se luchó tres días seguidos
sin que hubiera queja. En fin, tantas como santos en el calendario. Entonces
se comprobó que Napoleón poseía en su vaina la verdadera espada de Dios.
Entonces el soldado tenía su estima, y él hacía de éste su hijo,
preocupándose por si tenía ojeras, ropa de cama, capotes, pan, cartuchos;
aunque mantenía su majestad porque su oficio era el de reinar. ¡ Daba igual
! Un sargento, incluso un soldado, podía decirle “¡Mi Emperador!”, como
usted me dice a mí mismo, “Mi buen amigo” (…)En fin, los moribundos
tenían el empeño de levantarse y saludarle diciendo: “¡Viva el
Emperador! 748 ”
El asidero del pobre 749 (quien conoce su historia no puede dejar de
utilizar este adjetivo) Chabert es menos firme que el de Goguelat: un
peñasco en medio del Océano parisino. El despacho del abogado Derville 750 ,
es decir, el vientre de París 751 , ese extraño lugar donde se revela l´envers de
l´histoire contemporaine. Y allí narra su destino heroico imposible, un destino
H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 529-530. El canto completo
de Goguelat es muy extenso. Cfr. Ibidem, pp. 520-537.
749 H. Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, p. 327.
750 Abogado para el tribunal de primera instancia del departamento del Sena. Un
personaje muy interesante. H. Balzac, Ibidem, p. 320.
751 Sobre el sentido de esta metáfora, cfr. “L´enfer de l´être-ensemble.”
748
230
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
sin kleos (gloria) y sin nostos (retorno) 752 , que necesita de dos aedos para ser
completado. Primero, el héroe mismo descubre, a través de su narración al
abogado, su increíble historia: comandante de un regimiento de caballería en
Eylau, tras participar en la célebre carga de Murat, que decidiría la suerte de
la contienda, es dado por muerto, según se confirma en las Victoires et
conquêtes del Imperio. Y es, justamente, esta muerte histórica 753 la que le
priva de la gloria que le corresponde. El segundo aedo –Balzac- nos dice de
su retorno sin reintegración, de su no retorno. Atenea no ha hecho que sus
músculos recobren el vigor que tenían antes de su partida: se nos muestra
viejo, enjuto y con una herida por la que parece haber escapado toda su
inteligencia 754 . Su Penélope se ha casado con uno de los pretendientes –el
Comte de Ferraud. No puede tener el consuelo de un encuentro con Laertes
porque es enfant trouvé 755 . Ni siquiera hay un Argo 756 que lo reconozca.
Vencido entre los vencidos. Vivo entre los muertos en Eylau 757 , muerto entre
los vivos en París. Tal vez, la posibilidad del comienzo de una épica tercera
en La Comédie.
Como ya se ha dicho, se trata de los dos modelos de vida heroica que encarnan
Aquiles (kleos) y Odiseo (nostos).
753 Es el propio Chabert quien define su muerte como hecho histórico. Cfr. H.
Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, p. 323.
754 H. Balzac, Ibidem, pp. 321-322.
755 Chabert entiende que su condición de huérfano le ha perjudicado en la batalla
por el reconocimiento de su identidad. H. Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, p.
331. Laertes es el padre de Ulises, para el emotivo reencuentro. Cfr. Homero,
Odisea, op. cit…, XXIV, 225 y ss.
756 Se trata del perro de Odiseo, que rápidamente reconoce al extranjero que habla
con el porquerizo Eumeo. Homero, Odisea, op. cit…, XVII, 290-323.
757 H. Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, pp. 324-325.
752
231
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
CAPÍTULO V. LA FORMA DE LOS ORÍGENES:
EL PUEBLO-HÉROE DE LA GUERRA DE LA
INDEPENDENCIA
Hoy, cuando a tu tierra ya no necesitas,
232
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Aún en estos libros te es querida y necesaria,
Más real y entresoñada que la otra:
No ésa, mas aquélla es hoy tu tierra.
La que Galdós a conocer te diese,
Como él tolerante de lealtad contraria,
Según la tradición generosa de Cervantes,
Heroica viviendo, heroica luchando (…)
La real para ti no es esa España obscena y deprimente
En la que regenta hoy la canalla,
Sino esta España viva y siempre noble
Que Galdós en sus libros ha creado.
Luis Cernuda, La realidad y el deseo
“En una de estas asociaciones que
son mi vida objetiva, se agrega a
ello todo lo rojo y lo amarillo de mi
infancia: cajas de tabaco en las
Antillas, estampas de toreros, que
venían en las cajas de pasas y en el
chocolate, los estancos, los Episodios
de Pérez Galdós….”
Juan Ramón Jiménez, Libros de Madrid
5.1. Galdós como nuevo Demódoco
La Batalla de los Arapiles no forma parte del núcleo narrativo [ver infra]
de la Guerra de la Independencia; hasta el punto de que, en la clásica edición
que hiciera Aguilar de los Episodios, este último capítulo quedaba separado
de su propio cuerpo al servir de pórtico para el segundo volumen de la
gloriosa colección. Y, sin embargo, La Batalla es uno de los goznes del relato
galdosiano; una puerta secreta que, de un lado, se abre a los Orígenes, y, de
233
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
otro, a la Modernidad. Al final del episodio, Gabriel Araceli –protagonista y
narrador de la Serie- se despide de sus lectores con un canto horaciano 758
preñado de bienestar, de trabajo incesante, de orden, de propiedad, de
holgura y de hijos. Este discurso a lo Guizot podía concebirse como la
expresión de la nueva forma de participación en el pacto de quien, tras haber
estado en el espacio del riesgo (en las calles de Madrid, al pie de los cañones
en Zaragoza, en los campos de Andalucía o en las lomas de Castilla), decidía
volver al oikos. Este au-dedans, et non plus au-dehors, era la forma del
patriotismo de los modernos 759 . Terminaba el tiempo del mito y comenzaba
el de las Novelas Contemporáneas 760 . Aparentemente.
La clave radica, precisamente, en el regreso. El significado de Araceli
sólo se alcanza al término de la aventura, pues detrás de su figura se
ocultaba quien mejor se esconde: Odiseo. Araceli también es el hombre que
todo lo ve –con la excepción del glorioso sitio de Gerona. Aquél que tiene al
viaje por destino –aparece, de modo inverosímil, casi mágico, en todos los
escenarios importantes de la Guerra de la Independencia. Aquél que desea
ser nadie en el océano de Bailén 761 . Participa del heroísmo expansivo de los
orígenes y de la forma de resistencia que encuentra su verdadera realización
en Ítaca. Es el interlocutor del héroe de la cólera (el Pueblo-Aquiles) en la
Escribe Araceli: “Mi suegra seguía escribiendo para aumentar por diversos
modos nuestro bienestar, y con esto y un trabajo incesante, y el orden admirable
que mi mujer estableció en mi casa (...), adquirí lo que llamaban los antiguos aurea
mediocritas; viví y vivo con holgura; casi fui y soy rico; tuve y tengo un ejército
brillante de descendientes entre hijos, nietos y biznietos. Adiós, mis queridos
amigos. No me atrevo a deciros que me imitéis, pues sería inmodestia; pero si sois
jóvenes, si os halláis postergados por la fortuna: si encontráis ante vuestros ojos
montañas escarpadas, inaccesibles alturas, y no tenéis escalas ni cuerdas, pero sí
manos vigorosas; si os halláis imposibilitados para realizar en el mundo los
generosos impulsos del pensamiento y las leyes de corazón, acordaos de Gabriel
Araceli, que nació sin nada y lo tuvo todo.” B. Pérez Galdós, “La Batalla de los
Arapiles”, op. cit…, II, p. 143.
759 Sobre este concepto, cfr. P. Rosanvallon, Le moment Guizot…, op. cit., p. 215.
760 Se trata del nombre que recibe “la otra mitad” del corpus galdosiano.
761 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 532.
758
234
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
épica primera y el modesto protagonista de la épica segunda: el hombre que
retorna.
Claro que los monstruos de su mundo no eran ni las criaturas
homéricas
(Escila y Caribdis), ni las fuerzas enigmáticas que habían
emergido con la centuria (la revolución industrial, la generalización de la
economía de mercado, el espíritu de cálculo, la racionalidad instrumental, la
dominación burocrática). En España, la hebra del dispositivo mítico seguía
prendida, no porque el capitalismo hubiera activado sus potencias mágicas;
sino porque el país ni siquiera había aprendido a ser prosaico, porque
permanecía anclado en un espacio en el que Mito e Historia confluían sin
distinguirse: el infantilismo y la barbarie 762 .
En toda cosmología, la barbarie se identifica con la edad de hierro, un
período de decadencia que habría terminado con la perfección del momento
de los orígenes. Lo que necesitaba el país convertido en “solar desgraciado763 ”
era recordar el tiempo de los frutos permanentes764 . Esta intuición permitió a
Galdós comenzar a ser Galdós en 1872 765 . Pocos años después, en La Revue
Son los dos términos que utiliza Joaquín Costa para caracterizar España. Cfr. J.
Maurice et C. Serrano, Crisis de la Restauración y populismo (1875-1891), Siglo XXI,
Madrid, 1977, p. 141. La definición costista se filtra en el relato galdosiano a través
de la figura de Lord Gray, un británico enamorado de la España “inventada” por el
Romanticismo; una España que pervivía dolorosamente –nos dice Galdós- en el eje
de la realidad como pervive en el relato. Así, dice este peculiar W. Irving
galdosiano: “Cuando vine a España, hícelo con la ilusión de encontrar aquí gran
número de gente pendenciera, ruda y primitiva, hombres de corazón borrascoso y
ardiente, no embadurnados con el vano charol de la cortesanía (…)” B. Pérez
Galdós, “Cádiz”, op. cit..., I, p. 850-851.
763 B. Pérez Galdós, “Cánovas”, op. cit…, V, p. 634.
764 Hesíodo asegura que, en las islas de los Bienaventurados, el suelo fecundo da
tres cosechas al año. Cfr. Hesíodo, Trabajos y días, op. cit…, 170-173.
765 La intuición de Galdós fue azuzada por la coyuntura biográfica, ya que, en ese
citado año de 1872, necesitaba limpiar con urgencia su pasado amadeísta y superar
un importante bache periodístico. Durante dos años, había sido director del órgano
762
235
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
des deux Mondes, Louis Lande afirmaba que el escritor había sabido dar
respuesta “a una necesidad del espíritu público 766 .” El crítico francés estaba
en lo cierto, pero el rápido éxito editorial de los Episodios no se debió sólo a
esa necesidad colectiva; a ello había que añadir el talento literario de Galdós,
la feliz coincidencia de los primeros títulos del proyecto de educación cívica
con el Sexenio (el único laboratorio político comparable al período de 18081812) y, muy especialmente, la fuerza movilizadora del propio mito y su
específica cristalización narrativa en el siglo XIX: el relato de nación. Un
complejo engranaje que iba a intentar resolver todas las aporías. Se afirmaba
una evidencia que sólo se comprendía en el desarrollo de la epopeya. Se
articulaba un discurso esencialista en una trama histórica. Y se pretendía la
construcción de un todo a partir de una doble discontinuidad: la del tiempo
de la construcción histórica y la de la selección de los hechos 767 ; como si
unos hilos invisibles pudieran crear la impresión de un tejido históriconarrativo perfectamente tupido.
de opinión más conservador de la vencida Monarquía, El Debate, y, desde sus
páginas, había atacado a los republicanos (en especial, a los federales), a los
alfonsinos, a los carlistas e, incluso, a la Internacional (cfr. P. Ortiz Armengol, Vida
de Galdós..., op. cit., pp. 145 y ss). Así que, sencillamente, no podía equivocarse con
el tema elegido para convertirse definitivamente en escritor: la Guerra de la
Independencia era el mágico momento que le reconciliaría con todas las Españas.
(Cfr. P. Ortiz Armengol, Vida de Galdós…, op. cit., pp. 146 y ss.) Sobre las
implicaciones de la política de escritor de Galdós, cfr S. Pinilla Cañadas, “Los
bárbaros han llegado. Acción y movilización política en los Episodios Nacionales y
las novelas históricas de Benito Pérez Galdós”…, op. cit., pp. 394 y también idem,
“El mágico momento. Relato y mito del pueblo en los Episodios Nacionales de
Benito Pérez Galdós”…, op. cit., pp. 191-222.
766 L. Lande, “Le Roman Patriotique en Espagne”, La Revue des Deux Mondes, nº XIV,
(Paris,1876), p. 942.
767 G. Simmel, La forme de l´histoire et autres essais, Le Promeneur, Gallimard, Paris,
2004, p. 29. Parto de la definición del relato como tejido que hace Simmel para
subrayar la idea de que el historiador nacional trabaja hacia la forma al objeto de
obtener ese perfecto ensamblaje entre el tema y la dicción.
236
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Desde el plural rotundo de su título, los Episodios 768 se presentan
como un texto imposible de leer por completo (si exceptuamos a la crítica,
cuando un lector se refiere a la colección, en realidad, quiere decir Primera
Serie y, casi siempre, Trafalgar, La Corte de Carlos IV, Zaragoza o Gerona),
como capítulos de un “libro muy viejo 769 ” del que no puede conocerse el
desenlace. La lectura fragmentaria, no ya del conjunto de la colección, sino
de una parte de ella, sirvió para dar significado general a la obra (al extremo
de que el pórtico material y narrativo de los Episodios devino pórtico
ideológico 770 ) y aumentó la sensación de infinito. La narración galdosiana se
declaró a sí misma heredera de la vieja épica (las referencias a Homero,
Píndaro y Tirteo 771 o la comparación de Mina y Porlier con los héroes de
Athenas y del Lacio 772 en la Primera Serie, aunque anecdóticas, son muy
El debate sobre la definición del género literario a que pertenecen los Episodios –
novela histórica en su sentido clásico o tipo específico- y su ampliación a la
problemática sobre su integración o separación de las Novelas Contemporáneas,
pertenecen a la época fundacional de los estudios galdosianos –fundamentalmente,
las décadas de 1960 y 1970- y, desde mi punto de vista, están completamente
superados. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, en muchas ocasiones, las
disquisiciones teóricas se convirtieron en defensa jurídica de la mitad del corpus
galdosiano que fuera objeto de estudio para el crítico en cuestión. Entiendo que
todas estas discusiones –que ya traté en trabajos parciales anteriores que
respondían a otro nivel de reflexión y de conocimiento sobre Galdós- se apartan del
núcleo de mi interés teórico, por lo que me limito a citar algunas referencias: J.
Casalduero, Vida y obra de Galdós (1843-1920), Gredos, Madrid, pp. 43-44, A.
Regalado García, Benito Pérez Galdós y la novela…, op. cit.., pp. 60-61; A. Rodríguez,
An introduction to the “Episodios Nacionales” of Benito Pérez Galdós, Las Américas
Publishing Co, New York, 1967, p. 18; R. Gullón, “Episodios Nacionales: problemas
de estructura”, Letras de Deusto, 8, 1974, p. 55 y E. Rodgers, “Nationalism and the
vogue of the Historical Novel in Nineteenth-Century Spain”, en N. Russel-Gebbett
(ed): Belfast Spanish and Portuguese Papers, The Queen´s University, Belfast, 1979, pp.
203-215. Por lo que hace a estudios recientes, cfr. L. Behiels, La cuarta serie de
Episodios…, op. cit…, pp. 26 y ss y M. Suárez Cortina, La sombra del pasado…, op. cit..,
769 B. Pérez Galdós, “La Corte de Carlos IV” …, op. cit., I, p. 304.
770 Este pórtico terminaría por inundar el resto de las series y, por ende, proyectaría
una luz muy especial sobre la figura y el nombre de Benito Pérez Galdós.
771 No quiero decir que las alusiones a los aedos de la areté guerrera obedezcan a
una reflexión muy elaborada por parte del Galdós de la Primera Serie –cosa
distinta será el de la Quinta-, pero sí a una decidida vocación de inscribir su relato
de la Guerra de la Independencia en la tradición épica.
772 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 851.
768
237
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
reveladoras) en su doble dimensión de creación del espíritu y de producto
de una tradición.
En cuanto a lo primero, el relato de nación pretendía colocarse en el
lugar del mundo 773 , crear –literaria y literalmente- una comunidad imaginada,
un espacio para la memoria. Esta intersección mágica entre la Historia y la
poesía antigua brindaba, por un lado, un acervo inagotable de símbolos y de
alegorías, de fantasmas y de demonios, de dioses y de héroes; y, por otra
parte, una forma que era la expresión adecuada del tema. En cuanto a lo
segundo, los Episodios –y especialmente, la Primera Serie- vinieron a ocupar
el lugar de la Ilíada: un canto que, por su belleza, por su fuerza y por su
perfección, había borrado de la memoria de la comunidad las composiciones
anteriores y, en los recuerdos de aquélla, más parecía primer poema que
resultado final de una tradición 774 -en el caso de la moderna epopeya, la
novela histórica nacional. Quién, además de la crítica especializada, conoce
los nombres y los títulos de Francisco Brotons (Rafael del Riego o la España
libre, 1822), Eugenio Tapia (Los cortesanos y la revolución. Novela de costumbres,
1838-39), de Wenceslao Ayguals de Izco (El tigre del maestrazgo, 1848), de
Agustín Letamendi (Josefina de Comerford o el Fanatismo, 1849), de Mariano
Ponz (Riego. Novela histórica nacional, 1864), de Enrique Rodríguez Solís
(Historias populares: colección de leyendas heroicas, 1874) o de Pedro Antonio de
Alarcón (Historietas nacionales, 1881-1885) 775 .
Como dice H. Blumenberg, ésa es la vocación de toda épica. H. Blumenberg, La
legibilidad del mundo, Paidós, Barcelona, 2000, p. 225.
774 Los homeristas insisten mucho en esta idea de la Ilíada como producto final de
toda una tradición épica (cfr. “As for the many”) que se fraguó en los cien años que
precedieron a la composición – finales del siglo VIII a. C.- de la forma épica que
conocemos hoy. S. Schein, The mortal hero. An introduction…, op. cit…, p. 1 y también
B. Knox, “Introduction à L´Iliade”, en B. Knox y S. Weil, L´Iliade…, op. cit…, p. 45.
775 J. I. Ferreras, Benito Pérez Galdós y la invención de la novela histórica nacional,
Endymion, Madrid, 1997. Ferreras entiende que Galdós inventa una estructura
literaria que no tiene precedentes y sí muchos seguidores (ibidem, p. 8); sin
embargo, el desarrollo de su estudio se compadece mal con lo que se nos dice en la
773
238
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
La nueva tradición épica presenta a su autor como simple función de
algo más elevado 776 . El nuevo cantor, es obvio, no invoca a las Musas en su
maravilloso plural, a la manera del poeta de la Ilíada en el canto II 777 ; ni hace
elogio extendido de su propio arte como el Demódoco del Canto VIII de la
Odisea 778 . Siempre modesto, el escritor nacional mantiene la distancia con su
composición 779 y se declara instrumento de la Historia misma y de quien la
hace, e incluso deja a Tito Liviano 780 señalar esa fuente: “sólo te digo que el
pueblo hace las guerras y la paz, la política y la Historia, y también hace la
poesía 781 ”. El mensaje del poema, el kleos que pretende transmitir, no
presentación del trabajo, pues enumera pacientemente una larga lista comentada de
autores y obras anteriores a Galdós. Desde mi punto de vista, como ya he afirmado
en el cuerpo del texto, toda esa tradición silenciada por los Episodios cumple
exactamente la misma función que los poetas que contribuyeron a dar forma al
poema épico que hoy concemos como Ilíada: proporcionar temas, motivos,
imágenes e incluso una dicción. El caso de Ayguals de Izco –y sólo de él y de
Alarcón se puede decir que sean escritores estimables- abunda en mi argumento,
pues es un autor que se ha reivindicado últimamente como precedente de Galdós y
como figura que el propio escritor canario admiraba. Cfr. J. L. Calvo Carilla,
“Utopía y novela en el siglo XIX: Wenceslao Ayguals de Izco (1801-1873)”, en M.
Suárez Cortina, Utopías, quimeras y desencantos. El universo utópico en la España liberal,
Universidad de Cantabria, Santander, 2008, pp. 316 y ss. y también R. P. Sebold, En
el principio del movimiento realista. Credo y novelística de Wenceslao Ayguals de Izco,
Cátedra, Madrid, 2007, p. 20.
776 En este punto, la nueva tradición épica no se distingue de la original. Cfr. G.
Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit.., p. 28.
777Homero, Ilíada, op. cit., II, v. 484 y 486. Para un análisis in extenso de esta
invocación, cfr. El catálogo de las naves…
778 “…la Musa/ al aedo inspiró que cantase de hazañas de héroes,/ de una acción
cuya fama llegó por entonces al cielo/anchuroso: la riña entre Ulises y Aquiles
Pelida.” Cito los versos más significativos de un pasaje cuya referencia completa
sería, Homero, Odisea, op. cit…, VIII, 72-82.
779 Si llevamos al extremo el dispositivo ideológico del relato de nación, podría
decirse que el proceso de escritura quedaría asimilado a la idea de performance, de
interpretación; es decir, quedaría asimilado al concepto de creación de los viejos
poetas griegos –con un yo no menos orgulloso que el de los escritores del siglo XIX.
780 Y la elección es altamente significativa, por cuanto Tito Liviano –ya se ha dichoes el narrador más cercano al propio poeta nacional de cuantos vamos encontrando
a lo largo de la series. Cfr. nota
781 B. Pérez Galdós, “Cánovas”, op. cit…, V, p. 606. Versión galdosiana del das Volk
dichtet.
239
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
procede del aedo, sino de la tradición. Todos los materiales poéticos e
históricos -un verdadero sistema de adjetivos, de imágenes, de temas y de
motivos- que Galdós arregla, recorta, ensambla y perfecciona, provenían de
quienes le habían precedido en la invención de una nueva H/historia (la
escuela de Guizot, Lamartine, Thiers, Mignet y Michelet 782 debidamente
asimilada a través de Donoso, Pi y Margall, Lafuente y Castelar 783 ) y en la
tarea de cantar antiguas gestas (Toreno, Martínez de la Rosa, Salmón,
Campmany, Muñoz Maldonado, Lafuente). Todas estas fuentes 784 nos
indican que la épica, la antigua y la nacional, procede siempre de una
experiencia de elite que acaba convertida en problema de recepción 785 .
El relato de nación fue una de las mayores operaciones políticas de la
inteligencia del siglo XIX 786 y, a juzgar por la sutileza y la eficacia con la que
se manejaron las fronteras entre el mito, la Historia acontecida y la
h/Historia contada, se actuó como si se conociera realmente bien la
dialéctica de la razón. Los Episodios, en no pocas ocasiones, se apartan de la
acción épica inmediata, y también de la intriga novelesca o del folletín, para
Hay que decir que Galdós trabajó de modo directo con alguna de estas fuentes,
según atestigua el catálogo que hiciera Berkowitz de la biblioteca personal
galdosiana: Guizot (Historia de la Revolución de Inglaterra) o Lamartine (Historia de los
girondinos, Historia de la Restauración). Cfr. H. Berkowitz, La biblioteca de Benito Pérez
Galdós, Museo Canario-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951, pp.
72-73.
783 La Historia General de España es una de las fuentes más importantes en la
preparación del andamiaje histórico de los Episodios; y, en cuanto a Castelar, hay
que decir que Galdós fue uno de sus más entusiastas oyentes. Para la influencia de
todos estos autores en la escritura de la historia de Galdós, cfr. A. Regalado García,
Benito Pérez Galdós…, op. cit.., pp. 47 y ss.
784 Desde la perspectiva de la poesía épica, tan importantes son las fuentes directas
como las indirectas: todas forman parte de una tradición en la que quedarían
integrados los Episodios.
785 Cfr. J. Campbell, El poder del mito, Emecé editores, Barcelona, 1991, p. 134 y H.
Blumenberg, El mito y el concepto de realidad, Herder, Barcelona, 2004, p. 87.
786 Coincido plenamente con G. Nagy cuando dice que la poesía épica es un modo
de organización estética y social –también política, añadiría yo. Cfr. G. Nagy, Le
meilleur des Achéens…, op. cit., p. 32.
782
240
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
adoptar una perspectiva más amplia de la Guerra de la Independencia, de la
Revolución de 1854, de la Restauración, o, incluso, de la h/Historia de la
nación concebida como un todo. Y es que el relato de nación no sólo tiene el
poder de definir al héroe, posee también la capacidad de articular ese mismo
poder 787 . Así, el marco narrativo y temporal puede extenderse y, entonces, la
perspectiva cambia, se aleja del ayer, heroico y no tan heroico, para tener en
cuenta el presente, el aquí y el ahora de sus lectores. La narración aprovecha
la apertura de este espacio para decir muchas cosas sobre sí misma en
cuanto composición poética (referencias escuetas en la Primera y Segunda
Serie, meta-literatura en la Historia Lógico-Natural de la Cuarta y episodio
completo en la última 788 ) y para reflexionar sobre la función del creador. El
texto se abre así a los dos elementos que lo completaban: el aedo y su
auditorio 789 .
El escritor nacional se convirtió, exactamente, en el Demódoco (hay
que señalar la perfección homérica del pobre Galdós, que acabó sus días
completamente ciego) del canto XIII de la Odisea: aquél que recibido por el
demos 790 . Esta recepción sería fácilmente reinterpretada como interacción, un
supuesto diálogo que serviría de cobertura ideológica a un intercambio
bastante curioso: a los muchos se les confería la gloria del relato, los pocos
preferían el poder efectivo. Se imponía un nuevo paradigma histórico en el
que la vieja crónica real dejaba paso a un nuevo tipo de historia ejemplar: el
En este punto, la nueva tradición épica goza del mismo poder que poseen los
poemas homéricos. Cfr. G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 37.
788B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 184; idem, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 864;
idem, “El Equipaje del rey José”, op. cit…, II, p. 163; idem, “Prim”, op. cit…, IV, pp.
888 y ss; e idem, “Cánovas”, op. cit…, V.
789 Esta autoconciencia sobre el propio valor narrativo y la función social que de él
se deriva es característica de toda épica. Cfr. Ch. Segal, Singers, heroes, and Gods…,
op. cit…, p. 85.
790 “… cantóles después el aedo divino/bien amado del pueblo, Demódoco..”
Homero, Odisea…, op. cit., XIII, v. 27-28.
787
241
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
relato de la fundación. Es decir, la Historia asumía la forma de los Orígenes, la
forma y características del mito 791 .
Este marco -y no contexto- imperfectible e indiscutible ofrecía un
núcleo narrativo resistente al cambio 792 que se convirtió en causa de su
fortuna. Por lo que a la Guerra de la Indepedencia se refiere, ese núcleo
estaba compuesto por el 2 de mayo como hito fundacional, Zaragoza y
Gerona como momento de la andres epiphaneis 793 y la guerra de guerrillas
como contingencia de lo permanente. Una vez satisfecha la exigencia de
ritualización del texto –que se expresaba en esa “necesidad maniaca de
repetición 794 ” que posee el mito-, el relato de nación admitía cierta
porosidad, cierta elasticidad 795 ; de ahí que Araceli se tomara la libertad de
interporlar, de añadir temas (la batalla de Trafalgar, el motín de Aranjuez o
el Cádiz constituyente 796 ) que, si bien no se incluían en la estructura
narrativa profunda, contribuían, de un lado, a la comprensión narrativa de
los principios y, de otro, a garantizar la durabilidad del propio núcleo 797 .
Parto de la definición clásica del mito como forma de los orígenes que hicieran E.
Cassirer y M. Eliade, si bien me sirvo solo de éste ultimo a la hora de analizar las
características del mito. Cfr. Mircea Eliade, Mythes, rêves et mystères, Folio,
Gallimard, Paris, 1957, pp. 13 y ss.
792 H. Blumenberg, Trabajo sobre el mito, Paidós, Barcelona, 2003, p. 166 y R. Barthes,
“Le mythe, aujourd´hui”, Oeuvres Complètes, I, Paris, Seuil, 2002, p. 843.
793 Los héroes son los hombres que se manifiestan plenamente. Cfr. Hannah Arendt,
La vida del espíritu…, op. cit., p. 94.
794 R. Janz, “Expérience mythique et expérience historique au XIXe siècle”, en H.
Wismann, Walter Benjamin et Paris, Les éditions du Cerf, Paris, 1986, p. 454.
795 H. Blumenberg, El mito y el concepto…, op. cit.., p. 88.
796 El núcleo narrativo estaría formado por los temas que quedan recogidos en el
relato de nación, sea cual sea el posicionamiento ideológico del autor.
Evidentemente, Cádiz fue rebajado, o directamente eliminado, en muchas versiones
de la guerra.
797 Blumenberg sostiene que los “añadidos periféricos” son una especie de prueba
de resistencia que ha de pasar el núcleo narrativo hasta alcanzar su forma
cristalizada. Cfr. H. Blumenberg, Trabajo…, op. cit…, p. 166.
791
242
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Descubierta la estructura, en el sentido fuerte del término, de la
versión galdosiana de la Guerrra de la Independencia, comprenderemos
mejor las tensiones (entre el elemento mítico y el racional, entre la Historia
acontecida y la h/Historia contada, entre el tiempo narrado y el tiempo vivido)
que atraviesan las cinco Series y que explican su inclusión en “el rojo y
amarillo de la infancia 798 ” de Juan Ramón Jiménez y de todo lector
español… hasta bien entrado el siglo XX. El archivo del poeta andaluz, que
colocaba a los Episodios junto a las cajas de tabaco de las Antillas y las
estampas de los toreros, resulta muy interesante por su contenido objetivo y
por el acento que le prestaban las conexiones que se establecían. La
vinculación entre la obra de Galdós y la primera edad descubre lo que la
gloriosa colección tiene de espacio de la memoria, una memoria doble –la
memoria de los hechos que se utilizan para pergeñar la narración y la
memoria que se tiene de lo narrado- que ha sido construida de manera
peculiar. La memoria evidente es ésa que está teñida de todo lo rojo y lo
amarillo de la infancia, la memoria de la nación, y en ella no puede extrañar
la selección de los acontecimientos. Es más, en el hecho mismo de la
composición está la verdad de su relato. La segunda memoria se ha
construido de un modo análogo; sólo que aquí la selección no responde
tanto a una pregunta por la verdad, sea ésta histórica o nacional, cuanto a
una pregunta por el sentido de un texto inabarcable e inacabado.
Trafalgar era el inicio de una historia sagrada, sólo que esta historia
sagrada no se remontaba in illo tempore, sino a la muy precisa y cercana
fecha de 1805. El trabajo de las aporías del relato de nación se reactiva
precisamente aquí, porque al quedar incorporados al dispositivo de la
Juan Ramón Jiménez, “Madrid Primero”, “Libros de Madrid”, Obra Poética, II,
Madrid, Espasa Calpe, 2005, p. 1008.
798
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
narración 799 , Trafalgar, el 2 de mayo, el sitio de Gerona, Bailén -la Guerra de
la Independencia en su conjunto- perdían su lugar en el eje diacrónico y
funcionaban a la manera del mython mytheisthaî de los griegos, es decir,
como una historia, sin fecha de datación y no datable, que encerraba en sí
misma su significado 800 . Con el añadido de que se trataba de una revelación
que, efectivamente, había tenido lugar –nueva aporía. En cuanto real y
sagrado, el relato de nación se convertía en ejemplar 801 . Los hombres de la
edad de hierro no alcanzarían a emular a los héroes; pero, al menos,
gozarían del trabajo teodiceico del como si que proporcionaba la narración de
la unidad primigenia 802 : “[entonces] las miserias de los partidos (...) no (...)
debilitaban el formidable empuje de la nación (...) las discordias de arriba no
habían cundido a la masa común del país, que conservaba cierta inocencia
salvaje, con grandes vicios y no pocas prendas eminentes, por cuya razón la
homogeneidad de sentimientos sobre que se cimentara la nacionalidad era
aún poderosa... 803 ”
El sentido de ese mágico entonces sólo se descubría con la lectura de
las mencionadas líneas finales de La Batalla de los Arapiles, que son las líneas
finales del canto de Araceli. ¿Por qué un narrador extraordinario como él, en
lugar de seguir urdiendo interminablemente su trama, detiene ahí el relato?
Uno de los mayores poderes -y aquí coincido plenamente con el gran crítico P.
Barbéris- de la literatura es el de recortar el tiempo de un modo distinto: lo elabora
y reelabora hasta hacerlo completamente suyo. Ésto se puede ver tanto en la
literatura de la simultaneidad –en nuestro caso, Balzac- como en la literatura de la
distancia histórica –los Episodios. Cfr. P. Barbéris, Prélude à l´utopie, PUF, Paris, 1991,
p. 58.
800 H. Blumenberg, Trabajo… , op. cit..., 1, Homero, Odisea, op. cit…, III, 140; H. G.
Gadamer, Mito y razón, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 15-16 y P. Albouy, Mitographies,
Librairie José Cortí, Paris, 1976, p. 267.
801 J. Álvarez Junco, “Magia y ética en la retórica política”, en idem (comp.):
Populismo, caudillaje y discurso demagógico, Siglo XXI, Madrid, 198 , p. 223.
802 M. Eliade, Mythes…, pp. 13 y ss y también L. Duch, Mito, interpretación y cultura,
Barcelona, Herder, 1998, pp. 38.
803 B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, p. 754.
799
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Porque sólo así respondía a la exigencia de apertura de una nueva
dimensión temporal de la épica primera: la separación infranqueable entre
los orígenes y nosotros. Porque sólo así el trabajo sanador del mito (con una
intención claramente anticaótica que persigue la integración entre el hombre
y el mundo) quedaría completado 804 . La Guerra de la Independencia era el
momento de la entre-construcción de la comunidad (“la frase castellana
echarse a la calle [era] admirable por su exactitud y precisión 805 ”), el paso de
la nada al ser.
La desmesura de este milagro no radicaba en la ambición o en la
cólera de los agentes, sino en el principio mismo de iniciativa que confiere a
la acción la doble nota de la impredictibilidad y de la irreversibilidad. Podría
decirse que la acción está abocada, en esencia, a la desmesura, por cuanto
implica la introducción de algo nuevo en el seno del mundo, la
multiplicación de vínculos entre los seres. Este hacer, este poner en relación
a unos con otros, sería también creación de sí mismos y se definiría como
principio heroico 806 . El esfuerzo sublime viquiano que es necesario para ser
y que se actualizaría en actos, en obras, en ciudades y … en naciones.
Esta fuerza viva nos sitúa ante lo maravilloso humano. Es decir, ante
lo sublime 807 . Lo propio de dicha magnitud es ser grande por toda
comparación; de ahí que se impusiera la necesidad de idear algo capaz de
Como dice R. Callois, los mitos son representaciones colectivas que trabajan a
favor de la sociedad. Cfr. R. Caillois, Le mythe et l´homme, Gallimard, Folio, Paris,
1938, p. 84 y también H. Blumenberg, Trabajo..., op. cit., p. 34 y L. Duch, Mito,
interpretación…, op. cit…, p. 34.
805 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, p. 975.
806 Para un análisis más amplio de esta cuestión, cfr. “Los héroes incontables…”
807 I. Kant, Crítica…, op. cit.., 25, pp. 191 y ss y también cfr. M. Blanchot, “La fin du
héros”…, op. cit., p. 554.
804
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encontrar en sí mismo la medida que le convenía 808 , un nuevo todo que
permitiera pensar el mundo a partir de la unidad: el pueblo. Así, en el
dispositivo de la Primera Serie, este concepto funciona –ya se dijo con
anterioridad 809 - como imagen total y, de manera más específica, como
sinécdoque que permite el movimiento de lo particular hacia lo general y, en
ese mismo impulso, la transición de la viquiana edad de los héroes a la de
los hombres 810 ; o, traducido al lenguaje de esta tesis, la transición de la épica
de los héroes
contables a la de los incontables. El uso de este tropo
expresaba un cambio fundamental en la inteligencia del mundo y hacía del
relato galdosiano forma evolucionada 811 -la novela como nueva epopeya 812 de esa tradición que, en el primer tercio de siglo, había convertido el inserto
de los polloí en poema completo; logrando transformar
radicalmente el
género, sin dejar de respetar por ello el tema y su dicción:
“Seguimos andando, y en otro sitio encontramos algunos cadáveres, que
doña María, con heroísmo sobrenatural, examinaba cara a cara hasta convencerse
de que su hijo no estaba allí. Si nos acontecía llegar en el momento de abrir a alguno
la sepultura, todos echábamos un puñado de tierra en la fosa del patriota, que bien
pronto desaparecía en la vasta superficie del campo, no quedando huella ni marca
alguna en el suelo, como no queda noticia del heroísmo individual en la
Historia 813 .”
Idem.
Cfr. “Un héroe venido de muy lejos”.
810 G. Vico, Ciencia Nueva, op. cit…, pp. 35-36.
811 Los Episodios son estrictamente contemporáneos del proyecto de educación cívica
que llevan a cabo en Francia Erckmann-Chatrian. Cfr. G. Mannarelli, “Un projet de
normalisation et intégration du peuple: les romans nationaux et populaires
d´Erckmann-Chatrian”, Romantisme, 53, 1986, p. 83 y ss.
812 Esta idea está presente en España, por los menos, desde la década de 1840. M. I.
Giménez Caro, Ideas acerca de la novela española a mediados del siglo XIX, Universidad
de Almería, Almería, 2003, p. 79.
813 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 536.
808
809
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El escritor nacional seguía cantando al héroe y sus hazañas, pero se
servía de la vieja lengua heroica –una lengua de metáforas, según hemos
visto en Homero, Vico y Michelet 814 - para superar la vinculación entre el
kleos y el nombre 815 . El relato resultaba inundado por una colección de
sinonimias superpuestas: la Primorosa y Daoíz (El 19 de marzo y el 2 de mayo),
el Gran Capitán y Napoleón (Napoleón, en Chamartín), el terrateniente
Montoria y Palafox (Zaragoza), el médico Nomdedéu y Álvarez de Castro
(Gerona), Diego de Rumblar y el general Castaños (Bailén), Araceli y
Wellington (La Batalla de los Arapiles). No había modo de distinguir entre la
sustancia de los héroes contables y la de los incontables. A lo sumo, cabía la
identidad que existía entre el Dantón micheletiano y los muchos: “Los
zaragozanos habían simbolizado en él [Palafox] sus virtudes, su constancia,
su patriotismo ideal, con ribetes de místico, y su fervor guerrero 816 .” Palafox
y Álvarez de Castro no pueden ser más grandes que sus conciudadanos
porque, en los orígenes, no existe nada fuera del pueblo.
G. Vico, Ciencia Nueva…, op. cit…, p. 36. También cfr. “…As for the many.”
Homero, Ilíada, op. cit…, Canto XIII, 226-227.
816 Idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 722. Para el caso de Álvarez de Castro y Gerona,
cfr. B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, pp. 773, 775 y 784. Encontramos una
definición del gran hombre como expresión de su época anterior a la que hiciera
Michelet en la Introduction à l´histoire de la philosophie (1828) del filósofo Victor
Cousin. Este pensador entendía que los historiadores debían ocuparse de escribir
sobre los grandes hombres, siempre que no olvidaran aquello que verdaderamente
representan: el pueblo, el espíritu de una época. En el esquema interpretativo
cousiniano –evidentemente, teleológico-, el gran hombre aparece como
preconstruido por su propio tiempo y su aparición no viene sino a cristalizar
estructuras profundas que permanencían en estado de latencia. No tengo
constancia de que Galdós conociera directamente a V. Cousin, pero la noción de
representative men –ahí está la célebre obra de Emerson- cobró un nuevo impulso
entre la inteligencia del XIX a partir de la década de 1860 (los años de formación del
propio Galdós). Además, se trataba de un concepto que, desde su definición misma,
se ajustaba perfectamente a las exigencias del relato de nación como estructura
narrativa de mitos colectivos. Cfr. V. Cousin, “Introduction à l´histoire de la
philosophie (1828)”, en VVAA, Philosophie des sciences historiques... op. cit…, pp. 261
y ss; también F. Dosse, La apuesta biográfica. Escribir una vida, PUV, Valencia, 2007, p.
175.
814
815
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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La constelación de sinonimias mostraba y ocultaba al mismo tiempo,
al extremo de que la multitud heroica galdosiana, como la de Michelet, sólo
accedía a la visibilidad con la experiencia radical del heroísmo: la muerte y,
en su caso, la muerte en masa [ver infra] 817 . Así, Galdós elige, con destreza
mitificadora, las secuencias que llevan a primer plano la conversión de los
muchos en mártires: la ferocidad de los cuchillos y los pucheros en el 2 de
mayo; las escenas de protagonismo femenino (bajos los caballos de los
mamelucos en Madrid, en las puertas custodiadas por la Virgen del Pilar o
en las murallas de Gerona); esos ancianos y mujeres que, en su huida de los
horrores causados por la guerra de guerrillas, tenían algo del patetismo
propio de las figuras troyanas; y, sobre todo, las ciudades que habían
rememorado Numancia y Sagunto 818 .
817P.
Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, Editorial Trotta, Madrid, 2003, p. 483.
Junto a los cuadros de Zaragoza y de Gerona, la guerrilla ocupaba un lugar
especial en la representación histórica por cuanto intentaba resolver la aporía de la
continuidad del tiempo vivido/discontinuidad de la reconstitución histórica en la
afirmación de su carácter esencial y, por tanto, permanente; como si en dicha
afirmación se pudiera abrazar la verdad que pretende aprehender la narración de
los orígenes. Así, sobrenombres como los de Pelayo –gloria que se perpetuaba en el
descendiente de un bedel de la Universidad de Alcalá- y Viriato –apelativo que
bautizaba al hijo de unos labradores de Campillo de las Ranas- enseñaban al lector
de los Episodios que aquella lucha espontánea por la independencia no había mas
que reverdecer “la lucha con los romanos y las de siete siglos con los moros” Cfr. B.
Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, pp. 966, 965, 974.
818
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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Sólo con la recreación de los gloriosos sitios de Zaragoza y Gerona 819 ,
“epopeya digna de la que cantara Homero 820 ”, el relato de nación se
aproxima a la equidad 821 que hace de la Ilíada el origen de la política. Sólo
aquí los franceses abandonan su proverbial indignidad para reconocer que
el esfuerzo de los españoles no se parecía a nada de lo que habían visto 822 ;
sólo aquí la Guerra de la Independencia es definida como espacio de
aparición de los iguales, pues aquello era, “verdaderamente, lucha entre dos
pueblos”. La posible imposibilidad –una vez más, las aporías- en la
descripción de lo maravilloso humano se intentaba salvar mediante la
inversión radical del principio de realidad: las moles churriguerescas
transformadas en parapetos, los mendigos con apego a la tierra, los
terratenientes despreciando la propiedad; las monjas que abren los
conventos 823 ; el Pirli literario que autentifica a la histórica Manuela
En el primer texto, Galdós rememoró el tercer sitio de la única capital que había
conseguido un triunfo sobre los franceses; en el segundo, el autor rendía homenaje
a una resistencia de siete meses, verdadero hito en el contexto general de la guerra.
Cfr. R. Fraser, La maldita guerra…, op. cit…, p. 471. La recreación galdosiana de los
gloriosos sitios pretendía salvar las aporías del tiempo en cuanto símbolo de lo
permanente. Literalmente, rebasa los confines del relato. Hacia el pasado, porque,
como se afirma en el cuerpo del texto, actualizaba los mitos de Numancia y
Sagunto en una época que la comunidad de lectores contemporáneos a Galdós
podían tocar, prácticamente, con los dedos. Hacia el futuro, estos dos episodios se
definían como expresión de una postura moral. Esto fue lo que vio R. Alberti en un
ensayo titulado “Un episodio nacional. Gerona.” En este breve estudio, el poeta
recordaba cómo, durante la Guerra Civil, el gobierno republicano reeditó y
distribuyó estos episodios cual si fueran “pan en la trinchera […] anhelado refuerzo
en una agotadora lucha. Y, prosigue Alberti, como lo que devolvía la narración
galdosiana era “nuestra propia imagen”, los sitios podían concebirse como forma
moral específicamente nacional. R. Alberti, “Un episodio nacional. Gerona”, en D.
M. Rogers (ed): Benito Pérez Galdós. El escritor y la crítica, Taurus, Madrid, 1973, p.
370.
820 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 750 y también idem, “Gerona”, op.
cit…, I, p. 791. Galdós toma la referencia explícita a Homero que Lafuente hace en
su relato. Cfr, M. Lafuente, Historia General de España…continuada por don Juan
Valera con la colaboración de Don Andrés Borrego y Don Antonio Pirala, Vol V,
Barcelona, Montaner y Simón, 1885, p.885.
821 Cfr. “As for the many.”
822 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…,
I, pp. 670, 671, 705 y 750; e idem,
“Gerona”, op. cit…, I, pp. 812, 819, 820 y 827. La cursiva es de la autora.
823 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, pp. 660, 662 y 718 e idem, “Gerona”, op.
cit…, I, p. 773.
819
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Sancho 824 ; o la convivencia sin tensiones entre una voluntad de Historia
acontecida (con la acumulación de un amplísimo catálogo de datos: el
número de defensores, de los efectivos y de los medios con que contaba el
enemigo, del número total de víctimas) y el más enardecido de los discursos
patrióticos (el “Zaragoza no se rinde”, el “almas de acero”, el “vencer o
morir” 825 ).
El cuadro de una ciudad amurallada permitía a Galdós aprehender –
o, cuando menos, intentar- lo inaprensible: el pueblo en estado heroico. La
sublimidad de los muchos impregna los dos episodios de tal forma, que casi
no hay margen para el juicio 826 [ver infra] del espectador-lector. No cabe, ni
por un instante, suavizar lo que pretende ser la expresión visual de la
violencia; porque lo sublime, sencillamente, violenta cualquier intento de
reducción a la forma: “El número de bajas –se puede leer en Zaragoza- era
enorme: los hombres quedaban por docenas estrellados contra el suelo en
aquella línea que había sido muralla y ya no era sino una aglomeración
informe de tierra, ladrillos y cadáveres. Lo natural, lo humano, habría sido
abandonar unas posiciones defendidas contra todos los elementos de la
Ibid, p. 680.
Galdós elaboró su catálogo a partir de la Historia General de España de M.
Lafuente y de la Historia de los dos sitios que pusieron a Zaragoza en los años 1808 y
1809 las tropas de Napoleón de A. Alcaide Ibieca (Cfr. R. Cardona, “Apostillas…”,
“Apostillas a los E. N. de Hans Hinterhäuser”, Anales Galdosianos, III, 1968, p. 123).
La acumulación de datos en los dos episodios es verdaderamente notable. B. Pérez
Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, pp. 675 y 748 e idem, “Gerona”, op. cit…, I, pp. 761,
769, 773, 775, 810 y 832. Para el discurso patriótico, cfr. B. Pérez Galdós,
“Zaragoza”, op. cit…, I, pp. 660, 670 y 740 ; e idem, “Gerona”, op. cit..., I, pp. 773 y
775.
826 Una capacidad de los muchos bastante peculiar, por cuanto Kant deja claro en La
Crítica del Juicio que es en el espectador –en el modo de pensar que pone
sublimidad en la mirada- donde hemos de buscar lo sublime. Como se ve en los
fragmentos galdosianos, el escritor nacional –que está ahí para hacer ver- no duda
en corregir al filósofo cuando así lo exige el relato. Cfr. I. Kant, Crítica…, 23, p. 186.
Cfr. también “El entusiasmo de Gabriel Araceli…” en este mismo capítulo.
824
825
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Scheherezade Pinilla Cañadas
fuerza y de la ciencia militar reunidos; pero allí no se trataba de nada que
fuese humano y natural 827 .”
El tono de Gerona posee un acento peculiar –hasta el punto de que
Andresillo Marijuán 828 sustituye a Gabriel Araceli en la función de narradortestigo. El lector tiene la impresión de que el patetismo aumentado entraña
la pregunta por el verdadero carácter -en el nivel de la realidad, fue
profundamente popular 829 - de la resistencia en Cataluña: “¿Qué podían
hacer aquellos 400 hombres que habían sido 900 y ya caminaban a no ser
ninguno? El 12 de agosto, la guarnición del castillo se componía de unos 300
o 400 hombres, sin piernas los unos, sin brazos los otros. Montjuich era un
montón de muertos 830 .” La extraña legibilidad de los muchos hacía que éstos
alcanzaran la visibilidad como cuerpo nacional, precisamente, cuando
pierden la forma de la anatomía plena (esa subjetividad a medias, sin brazos
ni piernas) o cuando se convierten literalmente en cosas, en cadáveres
indistinguibles del barro de la propia ciudad.
B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit.…, I, pp. 703, 740, 741 y 748. También cfr.
José Muñoz Maldonado, Historia política y militar de la Guerra de la Independencia de
España contra Napoleón Bonaparte desde 1808 a 1814, escritos sobre los documentos
auténticos del gobierno, Madrid, Imprenta de don José Palacios, I, 1833, p. 246 y
Ronald Fraser, La maldita Guerra de España. Historia social de la Guerra de la
Independencia, 1808-1814, Barcelona, Crítica, 2006, p. 361.
828Este personaje está hecho de la misma sustancia literaria que Gabriel Araceli y
aparece en el relato de nación por imposibilidad metafísica de multiplicar la
omnipresencia del protagonista de la Serie. Él es –si bien también aparece
puntualmente en Bailén y Cádiz- el narrador-testigo del célebre sitio de Gérona y,
como su homólogo gaditano, está ahí para ver y para hacer ver, autentificando que
lo asombroso había ocurrido de manera efectiva.
829 R. Fraser, La maldita guerra…, op. cit…, p. 171.
830 B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, p. 769 y también pp. 775, 784, 785, 807 y
811.
827
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La muerte es la que permite al pueblo mostrar su quién a la pluralidad
de otros quiénes, la que hace posible su irrupción en el mundo, la que le
confiere su poder 831 en el culto nacional y en el relato. Con la muerte, los
muchos nacen, se elevan, comienzan su verdadera vida, aquella que no deja
tras de sí más que la narración que viene a doblar el mundo. Por eso, en la
Historia acontecida, sólo se podía amar al pueblo por lo que no se le dejaba
ser; y, en la h/Historia contada, por lo que era. Principio y promesa 832 .
Fuente de toda legitimidad. La política. Lo político. Un espacio de la
distinción que negaba toda jerarquía 833 . Un nuevo concepto de igualdad: “la
multitud aumentaba... Componíanla personas de ambos sexos y de todas las
clases de la sociedad, espontáneamente reunidas 834 .”
Pueblo es el aristócrata Diego de Rumblar (Bailén, Cádiz), quien, pese
a su ridículo carácter, acaba por tomar parte en la empresa nacional, a las
órdenes del general Castaños. Pueblo es el noble que contribuye con su
donativo al sostenimiento del ejército de Andalucía 835 . Pueblo es el
terrateniente Montoria de Zaragoza, dispuesto a sacrificar a sus hijos y su
hacienda en la pira colectiva. Pueblo es el padre Rull (Gerona) que se
encarama a la muralla de la ciudad para enfrentarse a los franceses; y Mosén
Antón Trijueque (Juan Martín, el Empecinado), que no duda en abandonar los
oficios para enrolarse en las partidas. Pueblo es el simpático Pirli (Zaragoza),
un joven labrador que no pierde su alegría ni cuando las balas francesas le
G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 33.
P. Rosanvallon, Le peuple introuvable, op. cit…, p. 31.
833 Esta idea de pueblo como alegoría de una nación reconciliada es común a otros
relatos de la Guerra de la Independencia. Entre otros, el de Modesto Lafuente –
como he dicho, una de las fuentes de Galdós. Cfr. J. Álvarez Barrientos,
“Revolución española, Guerra de la Independencia y Dos de Mayo en las primeras
formulaciones historiográficas””, en idem, La Guerra de la Independencia en la Cultura
Española, Madrid, Siglo XXI, 2008, pp. 240 y ss.
834B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. La cursiva es
de la autora.
835Idem, “Bailén”…, I, p. 498.
831
832
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rozan la mollera. Pueblo es el mendigo Sursum Corda, que demuestra más
fuerza de ánimo que todos los propietarios de Zaragoza juntos. Pueblo es la
plebs tremendae milagrosamente transformada cuando acude “al llamamiento
de la disciplina moral de su Patria oprimida 836 .”
El pueblo-potencia impregna la narración por entero. Nada queda
fuera de lo que es en cuanto héroe y en cuanto acción: “Ocurrió esta
transformación portentosa por un simple impulso del corazón de cada uno,
obedeciendo a sentimientos que se comunicaban a todos, sin que nadie supiera
de qué misterioso foco procedían 837 .” Pueblo es, en definitiva, el elemento
micheletiano en el que suceden las cosas. Es la evidencia tolstóiana que, en el
específico marco narrativo de los orígenes, excluye cualquier pregunta por la
verdad de su sustancia o de sus límites. Es la medida exacta del mundo. Al
mismo tiempo, los muchos siempre oponen una suerte de transparencia
opaca que sólo se penetra con el esfuerzo narrativo y la vía que elige Galdós
es la escritura de muchos episodios.
El relato, en cuanto forma paradójica 838 de lo sublime y en cuanto
forma de un heroísmo completo –manifestación, acción y muerte-, absorbía
el calor luminoso de la epifanía colectiva. La reiteración del todo –el puebloy de sus fragmentos –cada uno de los héroes incontables-, no sólo no
saturaba, sino que formaba parte de la economía narrativa de la épica
nacional. Así, mientras la mitología clásica comenzaba con los semidioses y
sus altas tareas, el relato galdosiano comenzaba, sencillamente, con hombres
buenos (con Araceli, con Pacorro Chinitas, con la Primorosa, con Andresillo
836Ibid,
p. 497.
Idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 683. La cursiva es de la autora.
838 Es forma paradójica, puesto que es la forma de algo que solo puede ser pensado
por la razón, forma de algo que es incontenible en forma alguna. Cfr. I. Kant, La
Crítica…., 25, pp. 191 y ss.
837
253
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Marijuán, con el “Empecinadillo”, con doña Flora de Cisniega) que sostenían
el mundo, que lo creaban, por medio del arte de la decisión crítica, del arte
de la aparición, del arte de arriesgarse, del coraje 839 .
Esta concepción sobria del heroísmo autoriza el símil homérico en su
específica
formulación
arendtiana
–los
héroes
troyanos
definidos,
sencillamente, como hombres libres- 840 y la afirmación de este principio
como dimensión constitutiva del relato galdosiano de la Guerra de la
Independencia. El heroísmo hace referencia a un cierto modo de ser y de
actuar que se definiría como el despertar 841 -en lenguaje de la
Independencia, el levantamiento [ver infra]- de una energía pasional
provocada por el campo de los asuntos públicos, en el doble sentido de
público: de un lado, el paso del egoísmo a lo que es común 842 ; de otro, la
apertura de un espacio de la aparición ante los otros. Aquí, el individuo se
distingue qua individuo, lo que supone una rigurosa igualdad: el individuo
que se distingue de sus iguales aparece, habla y actúa en su propio nombre.
Desaparece toda jerarquía social y los obstáculos son vencidos por la venida
a la presencia de lo que es. En los orígenes, esta activación energética que se
abraza a la apariencia habría permitido a los miembros de la comunidad
realizar todas sus potencias 843 , descubrir su verdadera naturaleza y
alcanzarla.
F. Proust, “Le nom du héros”, en VVAA, Hannah Arendt…, op. cit…, p. 184.
H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215 y también “Un héroe venido de
muy lejos” y El Catálogo de las Naves….
841 M. Abensour, Rire des lois, des magistrats et des dieux. L´impulsion Saint-Just,
Horlieu, 2005, p. 60.
842 En el ya mencionado momento de duda durante la batalla de Bailén, Araceli
hace una crítica de sí mismo en la que interpreta la disposición heroica en estos
mismos términos, por contraposición al “corruptor egoísmo” que anidaba en su
alma. Cfr. B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 532.
843 Como ya se ha dicho, ésta una de las claves en la concepción viquiana del
heroísmo. G. Navet, “De l´esprit héroïque….”, op. cit., p. 10.
839
840
254
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Contemplado desde esta óptica, el heroísmo ya no era un topos
apropiado para los aedos, sino una emanación fenoménica del origen de la
nación moderna, una cualidad magnética del momento de la fundación: “Lo
mismo es para mí –dice Andresillo Marijuán- morir que vivir. Éste es el
heroísmo. Es, a veces, un impulso deliberado y activo, a veces, un ciego
empuje, un abandono a la general corriente, una fuerza pasiva, el mareo de las
cabezas, el mecánico arranque de la musculatura, el frenético y desbocado
andar del corazón que no sabe adónde va, el hervor de la sangre que,
dilatándose, anhela encontrar heridas por donde salirse844 .” La Primera Serie
presenta la estela heroica como verdadera disposición afectiva, como la
Stimmung 845 que definiría a la España de 1808 por entero. El pueblo de los
orígenes, nos dice Galdós, se sumergió en ese climat heroico y fue de tal
modo templado por él, que lo existente quedó modificado; y, en este cambio
de fisonomía, los españoles del siglo XIX pudieron concebir el mundo –y,
específicamente, el mundo recreado- como algo que les concernía, como
algo que les tocaba.
Esta nueva metáfora del todo era la imagen del pueblo reflejada en el
espejo. Como cristales de un inmenso caleidoscopio, los muchos no hacían la
elección del heroísmo (éste sería un segundo momento que se vincularía con
el arquetipo clásico de héroe 846 ); nacían al valor, al modo de los atenienses
de la Oración Fúnebre de Pericles 847 . En el relato galdosiano, los españoles
B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, p. 807. La cursiva es de la autora.
Para un análisis de este concepto, cfr. “Los héroes incontables: entre la épica
primera y la épica segunda.”
846 M. Abensour, La disposition heroïque…, op. cit., p. 70.
847 Teniendo como fondo la eterna contraposición con el modelo cívico espartano,
dice Pericles: “Respecto a los ejercicios militares destacamos de los enemigos por lo
844
845
255
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
conocen la totalidad de la leyenda, viven en la feliz transparencia de los
orígenes. Y si “la caracterización social de los personajes es, naturalmente,
mucho más elemental que la de las series posteriores o la de las novelas
contemporáneas 848 ”, no se debe sólo a los materiales –los sainetes de don
Ramón de la Cruz, el catálogo de Los Españoles pintados por sí mismos, el
lenguaje y las imágenes de la literatura post-communard sobre el actor
colectivo- que utiliza Galdós para componer su fresco, dicha caracterización
respondería también a la configuración misma de los héroes de la épica
primera.
Las vidas de estos héroes están completamente vueltas hacia el
mundo 849 , no hace falta que la epopeya los vigile: su historia es relato de sus
hechos, de su interacción con los demás hombres, de su reacción ante lo que
sucede, de ese continuo vivir en el tiempo de las cosas que son (… no de las
que han sido). Su estatura, su fuerza, son las del mundo. Así se explica el
agudo diagnóstico de Pacorro Chinitas sobre la familia real y las
consecuencias del Tratado de Fontainebleau; la reflexión “jovellanesca” de
las hijas de doña Melchora, que entienden que los españoles guerrean con el
doble propósito de echar a los franceses y de mejorar la condición de los
siguiente: ofrecemos una ciudad abierta a todos (…) en cuanto a los sistemas
educativos, mientras unos desde la temprana juventud intentan conseguir el valor
con un fatigoso ejercicio, nosotros con un modo de vida despreocupado no somos
más remisos en ir a peligros similares (…) Con todo, si queremos arrostrar los
peligros más con despreocupación que tras un ejercicio fatigoso y no con una
valentía impuesta por las leyes más que por nuestra forma de ser, queda a nuestro
favor no afligirnos antes de tiempo por penalidades futuras, y cuando nos
enfrentemos a ellas, no tener menos atrevimiento que los que continuamente se
están esforzando.
Por eso es digna de admiración nuestra ciudad y aun por otras cosas más.” Cit en
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, op. cit…, Libro II, 39.
848 L. Romero Tobar, La novela popular española del siglo XIX, Barcelona, Fundación
Juan March-Editorial Ariel, 1976, p. 191.
849 En el rincón más privado de una casa, en la conversación más íntima, se discute
sobre la verdades y mentiras que recoge el Semanario Patriótico. Cfr. B. Pérez
Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 553.
256
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
reinos; la asunción de la gloria sin regreso por parte del Gran Capitán; el
desprendimiento zaragozano de Montoria, que se apresta a quemar sus
propiedades cuando lo exige la ciudad; o la milagrosa recuperación física de
Josefina Nomdedéu durante el sitio de Gerona 850 .
La fundación de la nación, en cuanto despliegue heroico del concepto
de bien, se acompaña de un impulso normativo generalizado; y, en esa
medida, se descubre, de manera espontánea, como remoralización, como
transición del pathos al ethos 851 . En el tiempo vivido del escritor, la cuestión de
la virtud del pueblo – el pueblo fragmentado en la Historia y reinventado en
el discurso- era una suerte de reserva utópica tras la caída; en el tiempo
narrado, con la aparición de cada nuevo héroe, con su irrupción en el campo
de lo visible, se abría un insospechado espectro de posibilidades éticas.
5.2. El entusiasmo de Gabriel Araceli: el espectador y la nación
Trafalgar es el gozne de apertura de los Episodios Nacionales. Poco
antes del último combate del largo siglo XVIII español 852 , Gabriel Araceli
B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 431-32; idem,
“Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, pp. 559 y 618; idem, “Zaragoza”, op. cit…, I,
p. 732; idem, “Gerona”, op. cit…, I, p. 813.
851 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit.., I, p. 432.
852 Galdós maneja la cronología a la manera de Hobsbawm y concibe un largo siglo
XVIII español que terminaría en ese año de 1805.
850
257
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
inicia un soliloquio en el que se descubre la concepción crítica de la noción
kantiana de entusiasmo:
“Mirando nuestras banderas rojas y amarillas, los colores combinados que
mejor representaban al fuego, sentí que mi pecho se ensanchaba; no pude contener
algunas lágrimas de entusiasmo; me acordé de Cádiz, de Véjer; me acordé de todos
los españoles, a quienes consideraba asomados a una gran azotea,
contemplándonos con ansiedad; y todas esas ideas y sensaciones llevaron
finalmente mi espíritu hacia Dios, a quien dirigí una oración que no era
Padrenuestro ni Avemaría, sino algo nuevo que a mí se me ocurrió entonces. Un
repentino estruendo me sacó de mi arrobamiento, haciéndome estremecer con
violentísima sacudida. Había sonado el primer cañonazo853 .”
En estas líneas, Galdós describe el entusiasmo como el sorprendente e
inesperado aumento en la intensidad de un sentimiento: “sentí que mi pecho
se ensanchaba; no pude contener algunas lágrimas de entusiasmo 854 .” El
escritor nacional, como el Kant de la Crítica del Juicio, nos coloca ante una
respuesta estética, ante lo que el espectador siente. La mente de éste, plena
del objeto –en el caso de Araceli, la nación-, no admite más. Rebosa. Y es una
satisfacción extraña porque, si bien se relaciona con los conceptos, se trata
B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 219.
Idem. La cursiva es de la autora. El soliloquio de Araceli podría entenderse como
modesta -pero fiel- expresión de la intensidad kantiana de la analítica de lo
sublime: “También esta última satisfacción es muy diferente de la primera, según
la especie, pues aquélla (lo bello) lleva consigo directamente un sentimiento de
impulsión a la vida, y, por tanto, puede unirse con el encanto y con una
imaginación que juega, y ésta, en cambio (el sentimiento de lo sublime) es un placer
que nace sólo indirectamente del modo siguiente: produciéndose por medio del
sentimiento de una suspensión momentánea de las facultades vitales, seguida
inmediatamente por un desbordamiento tanto más fuerte de las mismas; y así,
como emoción, parece ser, no un juego, sino seriedad en la ocupación de la
imaginación. De aquí que no pueda unirse con encanto; y siendo el espíritu, no sólo
atraído por el objeto, sino sucesivamente también siempre rechazado por él, la
satisfacción en lo sublime merece llamarse, no tanto placer positivo como, mejor,
admiración o respeto, es decir, placer negativo…”. I. Kant, Crítica…, op. cit., 23, p.
184.
853
854
258
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
siempre de conceptos indeterminados 855 (las “infinitas maravillas” de las
que habla el personaje galdosiano), que no aciertan a decirse (esa oración
que era “algo nuevo”) por el abismo que establece lo sublime entre lo
sensible y lo pensado 856 . No es casual que, al imaginar la comunidad
imaginada, Araceli intente proyectar imágenes (la evocación de Cádiz y de
Véjer, los colores de las banderas convertidos en fuego, el calor que anima su
alma, la ubicación en las alturas de los españoles en un plural que los
constituye);
pero
todas
ellas,
en
cierto
sentido,
acaban
siendo
distorsionadas 857 por la propia luz que las descubre. La luz que desprende el
comienzo 858 . La luz de lo sublime. Una violencia de la imaginación 859 . La
intuición de lo absoluto.
De ahí la imposible búsqueda de la expresión de lo que es inefable 860 ,
el éxtasis. En esta idea de arrobamiento, la sublimidad no se refiere al objeto:
describe una respuesta emocional. El sentimiento del sujeto 861 , y no el objeto,
Son conceptos así definidos por cuanto su contenido depende del juicio del
espectador. Cfr. R. Clewis, The Kantian sublime and the revelation of the freedom,
Cambridge University Press, Cambridge, 2009, p. 193.
856 I. Kant, Crítica…., op. cit…, 23, p. 185 y también cfr. P. Guyer, Values of beauty.
Historical Essays in Aesthetics, Cambridge University Press, Cambridge, 2005, p. 192.
857 Lo sublime, evidentemente, tiene un modo de presentación abstracta. Cfr. I.
Kant, Crítica…, op. cit…, 29.
858 Y ninguna luz como ésta, pues como dice Arendt: “los acontecimientos perderán
cada vez más su significado, es decir, su capacidad para iluminar el tiempo
histórico”. Cfr. H. Arendt, La condición humana…, op. cit…, p. 66. También cfr.
“Cádiz, o la luz de la fundación” en este mismo capítulo.
859 I. Kant, Crítica…, op. cit., 23, p. 184.
860 Como bien explica D. Peyrache Leborgne, el decisivo paso de lo sublime del
objeto –compatible con el racionalismo- a lo sublime del sujeto –compatible con una
filosofía de las pasiones y del sentimiento- pasa por la experiencia de lo inefable.
Este giro teórico –dado por Burke y por Kant, entre otros- supuso una mutación
radical en la concepción de la estética. Cfr. D. Peyrache-Leborgne, La poétique du
sublime de la fin des Lumières au Romantisme, Honoré Champion, Paris, 1997, p. 22.
861 Escribe Kant: “Para lo bello de la naturaleza tenemos que buscar fuera de
nosotros; para lo sublime, empero, sólo en nosotros y en el modo de pensar que
pone sublimidad en la representación de aquélla.” I. Kant, Crítica…, op. cit…, 23,
186 y también idem, Observations sur le sentiment du beau et du sublime, Librairie
Philosophique Vrin, Paris, 1997, pp. 19-20.
855
259
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
se define como sublime. Se trataría de una forma muy particular de apogeo
del yo, pues sólo cuando se alcanza un estado sublime de la subjetividad
puede producirse el encuentro con cierta clase de objetos 862 . El entusiasmo
se concibe aquí en términos kantianos como un signo del carácter moral de
la humanidad 863 , pues esta participación afectiva 864 sólo indica la
receptividad 865 a las ideas; y, como, en el caso de Araceli, se trata,
específicamente, de ideas políticas, habría que añadir que ese sentimiento
puro estaría provocado por lo maravilloso humano, por el desarrollo del
concepto de bien, por el comienzo de algo realmente nuevo en el mundo: “la
idea de nacionalidad se abrió paso en mi espíritu, iluminándolo, y
descubriendo infinitas maravillas 866 .”
Ahora bien, lo que completa el significado de Gabriel como
espectador de esa sublimidad de lo político es su ubicación en el primer
episodio de la primera serie, en el incipit. El espectador galdosiano, igual que
el flâneur de Balzac 867 , es la silueta del umbral. El talento intuitivo de Galdós
se observa en esta acertada descripción del lugar de la mirada del
entusiasmo. Aún más, el grumetillo del Santísima Trinidad se presenta, en el
I. Kant, Crítica…, op. cit., 25 y 29, p. 209 y H. Hammermeister, The German
aesthetic tradition, Cambridge University Press, 2002, p. 33.
863 R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit…, p. 211.
864 Así define Kant el entusiasmo. I. Kant, “Replanteamiento de la cuestión sobre si
el género humano se halla en continuo progreso hacia lo mejor”, Ensayos sobre la
paz, el progreso y el ideal cosmopolita, Cátedra, Madrid, 2009, p. 202.
865 Para un análisis de esta idea, cfr. F. Proust, Kant. Le ton de l´histoire…, op. cit…,
pp. 159 y ss.
866 B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 219. La cursiva es de la autora. Las
palabras de Araceli no pueden ser más precisas en su ingenuidad, pues como dicen
Burke y Kant, la vastedad y el infinito son fuente de sublimidad. Cfr. E. Burke, De lo
sublime y de lo bello, Alianza editorial, Madrid, 2005, pp. 102 y ss. y también I. Kant,
Crítica…, op. cit.., 26, p. 197.
867 Tomo esta precisa ubicación de la teorización que hace W. Benjamin (cfr. idem,
Libro de los pasajes, Ediciones Akal, Madrid, 2003, p. 45) de la figura del flâneur en el
Libro de los pasajes; si bien la doto de un específico significado político al añadir la
reflexión arendtiana sobre la distancia del espectador como condición de
posibilidad del mundo. Cfr. “Las katábasis de La Comédie Humaine”.
862
260
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
comienzo del comienzo, como un tipo de espectador específico. Por una
parte, es el narrador-testigo que va a prestar una suerte de verdad
autentificada 868 a la narración de los orígenes, la garantía de que lo
asombroso había sucedido; y, como dice el propio Araceli, “…los que no den
crédito a mis palabras, abran la Historia 869 .” Por otra, el protagonista de la
Primera Serie es la voz de la ideología en la novela. Está ahí para ver y para
hacer ver. Es un escorzo que comparte con el lector el esfuerzo del juicio. Pese
a ello, es una figura de la soledad. A la manera del P. Bézujov de la
recreación tolstóiana de Borodinó en Guerra y Paz 870 , Gabriel aparece, a un
tiempo, como recortado de la batalla y separado de su público, en un lugar
de la distinción que no tiene que ver con la disposición heroica, sino con la
separación del espectador, con el entre-dos del mundo.
Esta soledad 871 que se detiene en lo sublime hasta suspender, por un
momento, el flujo del relato, hace del grumetillo correa de transmisión entre
el imaginario y la realidad, permitiendo a la comunidad efectiva de lectores
cobrar conciencia de su conversión en espectadores: “me acordé de todos los
españoles;
a
quienes
consideraba
asomados
a
una
gran
azotea,
contemplándonos con gran ansiedad 872 .” Estas palabras nos llevan, una vez
más, a la concepción crítica de la noción kantiana de entusiasmo. Esta
participación afectiva de la idea de bien, esta respuesta, se define por su
Así lo asegura Araceli a sus lectores al comienzo de la serie: “¡Trafalgar, Bailén,
Madrid, Zaragoza, Gerona, Arapiles! … De todo esto diré alguna cosa, si no os falta
paciencia. Mi relato no será bello como debiera, pero haré todo lo posible para que
sea verdadero.” B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 184.
869 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 740.
870 L. Tolstói, Guerra y Paz, op. cit…, pp. 1151 y ss.
871 En las analíticas tal vez más influyentes –Kant y Burke- de la categoría estética
que aquí se analiza, la soledad se refiere a lo sublime –por contraposición a lo bello,
que siempre remite a la sociedad. Cfr. F. Ferguson, Solitude and the sublime.
Romanticism and the aesthetics of individuation, Routledge, New York and London,
1992, p. 3.
872 B. Pérez Galdós, “Trafalgar”…, op. cit…, I, p. 219.
868
261
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
universalidad y su desinterés 873 , por lo que no puede ser expresada por uno
o dos espectadores; exige, por el contrario, de todos los espectadores
cultivados y desinteresados, de todos esos españoles asomados a la gran
azotea de la que habla Araceli: la comunidad de lectores de los Episodios
Nacionales.
Esta pluralidad es la condición misma de la política, la que crea el
espacio necesario para que la acción surja, la que preexiste al mundo y al
mundo recreado. Porque, para la acción, no basta el héroe; también son
necesarios los espectadores. La acción no puede sostenerse por sí misma
contra el tiempo, necesita del juicio retrospectivo del espectador y de la
garantía de pervivencia del relato 874 . Aparecer es aparecer ante otros 875 , sólo así
se alcanza esa segunda existencia, la verdaderamente humana diría Arendt,
que es el bios politikos. En cierto modo, nada existe antes del relato y nada
existe más allá de la narración. Y ésta sólo se actualiza con la repetición del
mágico gesto de abrir un libro.
Además, gracias al esplendor que alcanzaba la vida –una vida más
rica y más ligera- en ese lugar de la manifestación plena, los españoles del
Sexenio y de la Restauración, hombres y mujeres corrientes, podían soportar
la carga de serlo. Su conversión en espectadores hacía que el espectáculo –en
este caso, el mito fundacional- fuera siempre igual y siempre distinto, pues
el público cambia generación tras generación. Como espectadores, parece
decir Galdós a sus lectores, podéis abrazar la verdad de los Episodios
Como dice H. Arendt (idem, Conferencias sobre la filosofía, op. cit…, 215), estas dos
notas del juicio político kantiano son, exactamente, las que el propio filósofo
atribuye al gusto estético y están en el el principio mismo de esa política del juicio
que Arendt, con Aristóteles, reivindica frente a la predominante impolítica política
de la verdad de Platón. Cfr. De la soberanía y la capacidad del pueblo….
874 H. Arendt, Conferencias sobre la filosofía…, op. cit.,, pp. 105 y ss.
875 Idem, La vida del espíritu…, op. cit., p. 43.
873
262
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Nacionales: los orígenes de la moderna nación española. Porque sólo los
espectadores, en ese plural que Kant y Arendt querían, ocupan una posición
que les permite conocer la totalidad de la h/Historia 876 . Se abría, así, un
tercer espacio del imaginario que no era ni el mito absoluto de los orígenes
ni la desoladora miticidad de la edad de hierro. La gran azotea vendría a ser
una pasarela hacia la nueva Esqueria: la España de los Episodios Nacionales
(la ciudad del discurso en la que quedan incluidas las distintas ciudades del
relato).
Este espacio de transición sólo podría mantenerse si esa peculiar
comunidad se cuidaba de participar en el comienzo de algo nuevo. En ese
sentido habrían de interpretarse las últimas palabras del Araceli de Ítaca:
“Adiós, mis queridos amigos. No me atrevo a deciros que me imitéis 877 .” La
experiencia del espectador –no su juicio, evidentemente- se refiere a la
belleza del oikos (el aurea mediocritas del final de La batalla de los Arapiles) y no
a la sublimidad de los orígenes, que está hecha de la sustancia del heroísmo:
palabras, acciones y muerte. El narrador de la Primera Serie invita a sus
lectores a permanecer en el umbral, pues sólo aquí se alcanza bien la
compleja dualidad del sentimiento de lo sublime 878 que oscila siempre entre
el entusiasmo y el espanto.
Escribe Arendt: “Éste [el espectador] veía las cosas más importantes porque
podía descubrir un sentido en el curso de los acontecimientos, un sentido que
ignoraban los actores. La base existencial de su percepción era su desinterés, su no
participación, su falta de implicación.”Idem, Conferencias sobre la filosofía…, op. cit...,
p. 103 y también ibidem, pp. 99 y ss.
877 B. Pérez Galdós, “La batalla de los Arapiles”, op. cit…, I, p. 143.
878 Sobre la complejidad de este sentimiento en cuanto sentimiento de la Historia,
cfr. F. Proust, Kant. Le ton de l´histoire…, op. cit…, pp. 249 y ss y también R. Clewis,
The Kantian sublime…, op. cit.., p. 189. Tal vez donde mejor se observa esa oscilación
entre el entusiasmo y el espanto es en el juicio que merece a Kant lo sublime como
comienzo de la Revolución Francesa; pues sólo dice el entusiasmo –incondicional,
además- ante la capacidad de los revolucionarios para actuar en nombre del
derecho y se refiere exclusivamente al espanto cuando analiza la perversión de la
acción concreta –la toma de la Bastilla, la ejecución del rey. Se trata, obviamente, del
876
263
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
El sentimiento de la Historia es uno, sí ; pero jamás simple: está
habitado por esa escisión irreducible entre el éxtasis y el dolor que provoca
la venida a la presencia de la idea de libertad, de un nuevo mundo al fin
posible. Porque el verdadero peligro está más allá del relato, cuando el júbilo
inquieto o el dulce horror dejan de ser miedo en idea y se abre un abismo en
el aquí y en el ahora. El increíble poder de la contingencia. El mundo recreado es un mundo, literal y literariamente, contenido (y, en ese sentido,
podría ser definido como cosmos ordenado y finalizado). El mundo que crea
la acción, el estar-entre-los-hombres, es un mundo desordenado, irregular,
impredecible; porque el mundo común nace de las acciones de los hombres,
pero esas mismas acciones lo pueden destruir 879 . Y aquí, como bien sabía el
Galdós publicista que tanto temía las revoluciones por venir, no basta con el
mágico gesto de cerrar un libro para exorcizar los miedos.
Con todo, quedaba una cuestión decisiva por resolver: existía un
hiatus entre el momento del entusiasmo provocado por la liberación del
Ancien Régime y la invención de la libertad en cuanto creatio ex nihilo. Al
mismo tiempo, ese hiatus no remitía a la transparencia, era una suerte de
vacío. Y es justamente el relato, en su versión de espiral extendida, el que
permite a Galdós –y éste es quizá el mayor poder del poeta épico 880 - salvar,
de un lado, el vacío entre el incipit de Trafalgar y el ur-moment de la
fundación de Cádiz y, de otro, el abismo, aún mayor, que existe entre los
orígenes como tiempo pasado y los orígenes como tiempo contado y
abismo entre el hecho y el derecho, entre el ser y el deber ser. Cfr. I. Kant,
“Replanteamiento de la cuestión…”, op. cit…, p. 202.
879 Sólo desde la doble perspectiva de la acción como potencia y como amenaza del
mundo en común se puede entender la inteligencia de este concepto en el
pensamiento de H. Arendt.
880 G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit., p. 44.
264
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
escuchado –leído, en el caso de la moderna epopeya. El escritor nacional se
entrega pronto a esta tarea, al final de la reflexión kantiana de Araceli: “Un
repentino estruendo me sacó de mi arrobamiento, haciéndome estremecer
con violentísima sacudida. Había sonado el primer cañonazo 881 .”
Desde este momento, el Araceli-espectador deja paso al Araceliagente. El entusiasmo ya no se vincula al juicio desinteresado de la
comunidad que se asoma a la gran azotea; sino a la sublimidad heroica del
dramático levantamiento del 2 de mayo o del homérico sitio de Zaragoza. La
trama nos lleva, finalmente, a la noción pre-crítica 882 del entusiasmo
kantiano: “En el fondo de aquella grande agitación, y entre tantos recelos,
había un secreto júbilo (…) aquella confianza, aquella fe ciega en la
superioridad de las heterogéneas fuerzas populares, aquel esperar siempre,
B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 219.
Tal y como afirma R. Clewis (The Kantian sublime…, op. cit.., p. 32), resulta muy
interesante estudiar las elaboraciones teóricas kantianas del período pre-crítico,
pues muchos de los temas y de las tesis –las conexiones entre moralidad y
sublimidad, el concepto de entusiasmo, lo grotesco- serán retomados en el período
crítico. Por lo que a la noción pre-crítica de entusiasmo se refiere, en 1764,
encontramos una primera definición en una nota a pie de página de la sección
cuarta de las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y de lo sublime (cfr. I. Kant,
Observations…, op. cit…, p. 58, nota a) y también en el Ensayo sobre las enfermedades
de la mente (cfr. R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit…, p. 40). Ya en el período
crítico, Kant recupera este concepto en la “Nota general a la exposición de los
juicios estéticos reflexionantes” de la Crítica del Juicio : “En esto último voy a
detenerme un poco. La idea del bien con emoción se llama entusiasmo. Este estado
de espíritu parece ser de tal manera sublime, que se opina generalmente que sin él
no se puede realizar nada grande. Ahora bien: toda emoción es ciega, o en la
elección de su fin, o, aun cuando éste lo haya dado la razón, en la realización del
mismo, porque es el movimiento del espíritu que hace incapaz de organizar una
libre reflexión de los principios para determinarse según ellos. Así, que de ninguna
manera puede merecer una satisfacción de la razón. Estéticamente, empero, es el
entusiasmo sublime, porque es una tensión de las fuerzas por ideas que dan al
espíritu una impulsión que opera mucho más fuerte y duraderamente que el
esfuerzo por medio de representaciones sensibles. Pero (y esto parece extraño) la
falta misma de emoción (apatheia, phlegma, in significatu bono) de un espíritu que sigue
enérgicamente sus principios inmutables es sublime, y en modo mucho más
excelente, porque tiene de su parte al mismo tiempo la satisfacción de la razón
pura.” Cfr I. Kant, Crítica…, op. cit…, pp. 218-219.
881
882
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
aquel no creer en la derrota, aquel no importa con que curaban el descalabro,
fueron causa de la definitiva victoria en tan larga guerra, y bien puede
decirse que la estrategia, la fuerza y la táctica, que son cosas humanas, no
pueden ni podrán nunca nada contra el entusiasmo, que es divino 883 .” Aquí,
el entusiasmo es, exactamente, el estado de la mente que tiende a lo sublime
y sin el que resulta imposible realizar algo verdaderamente grande 884 .
Y, justamente aquí, en la siempre difícil conversión de la potencia en
acto, Galdós se revela, una vez más, kantiano sin saberlo. El escritor nacional
sólo admite el entusiasmo práctico en el marco imperfectible del mito de los
orígenes, es decir, allí donde la ceguera de las emociones 885 - ya tenga que
ver ésta con la elección de su fin o con su realización-, queda templada por el
trabajo teodiceico del como si. En el principio de realidad, la acción se escapa
de sí misma y del agente que la realiza y, en ese sentido, fuerza todas las
limitaciones y desborda todos los límites 886 . El nuevo Demódoco intentaría
salvar la impredictibilidad de la acción y los miedos que la acompañan 887
con el regreso –en un giro netamente kantiano- al entusiasmo estético. Para
él, como para la mayoría de los pensadores y de los escritores de su tiempo,
la tarea del historiador consistía, no tanto en recordar a sus contemporáneos
sus obligaciones para con el pasado, cuanto en forzarles a realizar la
transición del pasado hacia el futuro.
Idem, “Bailén”, op. cit…, I, p. 468. La cursiva es de la autora.
Cfr. R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit…, p. 194.
885 Para Kant, ésta es la –podríamos decir- gran limitación del entusiasmo práctico;
pues esa ceguera impide que encuentre satisfacción en la razón. Cfr. I. Kant,
Crítica…, op. cit…, p. 219.
886 E. Tassin, Le trésor perdu…, op. cit…, p. 401.
887 En la Francia inmediatamente posterior a la Comuna, Les Épisodes Nationaux de
Erckmann-Chatrian perseguirían ese ese mismo objetivo –sin hacer referencias a la
teoría de la acción, G. Mannarelli habla de un proyecto de “integración del pueblo”.
G. Mannarelli, “Un projet de normalisation et intégration…”, op. cit…, p. 83.
883
884
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Otro esfuerzo de la sublimidad, en definitiva. La esperanza de Galdós
estribaba en que el entusiasmo estético de la comunidad de lectores de los
Episodios pudiera contribuir, de alguna manera (de un modo indirecto, como
defendía Kant), al movimiento que llevaba del pathos al ethos: “uno de esos
llamamientos, morales, íntimos, que no parten de ninguna voz oficial y que
resuenan de improviso en los oídos de un pueblo entero 888 .” Estas líneas
sobre la España de 1808 estaban escritas en 1873. Los españoles de la edad
de hierro tenían ante sí un esfuerzo heroico de grandeza paradójicamente 889
equiparable a la de la sublimidad de los orígenes: el nuevo nacimiento de la
nación 890 .
B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432.
equiparable porque, como ya se ha dicho, lo sublime es grande
por toda comparación.
890 Para un análisis de la vida, en el sentido biológico del término, como modo de
naración de lo político, cfr. Pérez Galdós, B. (1995): «La revolución de julio », op. cit.,
IV, p. 415, “Prim”, IV, op. cit., p. 971. La biblioteca de Galdós estaba bien nutrida de
autores regeneracionistas: Azcárate, Costa, Macías Picabea, Gener, Alba. Cfr
Berkowitz, (1951): La biblioteca de Benito Pérez Galdós, Eds Museo Canario-CSIC,
Madrid, p. 67. De otro lado, fue amigo cercano de Costa, hasta el punto de que éste
le envió una copia del manuscrito de Oligarquía y Caciquismo, antes de su discusión
en el Ateneo. Cfr Varela, A. (2001): Galdós regeneracionista, Fundación Universitaria
Española, Madrid, p. 57.
888
889Paradójicamente
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5.3. El heroísmo como Stimmung
El pueblo de los orígenes es una forma de heroísmo quasi original: en
parte, expresión de la grandeza de la nueva tradición épica; en parte,
heredera de los modelos fijados por la vieja tradición. Desconoce el pathos de
la distancia 891 . No se puede volver contra la ciudad porque es la ciudad
misma 892 . Es un vientre inmenso, incluyente, totalizador. Se asemeja, en
cambio, al héroe clásico en el hecho de que es alguien que viene de muy lejos
y que su venida es anunciada por signos en el cielo 893 . Pocos reinos más
remotos que el Antiguo Régimen. Como queriendo dar cuenta de la
doblez 894 realizada, Galdós se extenderá en la descripción del mundo
cuando todavía no era su mundo. Primero, con la narración de la última
batalla de la vieja Monarquía; luego, con el ambiente de decadencia goyesca
de La Corte de Carlos IV. Y, por debajo de todo ello, bate un sordo rumor que
late con estrépito en el motín de Aranjuez y eclosiona con el 2 de mayo (El 19
de marzo y el 2 de mayo).
El mundo compartido comenzaba –y no podía ser de otra maneracon el añadido de una nueva forma de la totalidad. En efecto, a la
El héroe puede aparecer en ciertas caracterizaciones –como por ejemplo, en
Sófocles-, como una figura de la soledad, apartada de todo y de todos. Cfr. B. Knox,
The heroic temper. Studies in Sophoclean Tragedy, University of California Press,
Berkeley and Los Angeles, 1964, p. 32. Para un análisis del heroísmo desde la
pluralidad, cfr. El catálogo de las naves…
892 M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie politique?, Sens et Tonka, Paris,
2006, p. 257.
893 M. Blanchot, “La fin du héros”…. , op. cit…, p. 542. Para conocer la distancia
galdosiana, cfr. el epígrafe así titulado.
894 Es una expresión galdosiana para significar la transición de siglo. B. Pérez
Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 869.
891
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superposición de imágenes –nación, pueblo, heroísmo, Stimmung- que se
entretejían en la Primera Serie, habría de sumarse la metáfora del
levantamiento. Obviamente, decir levantamiento es decir Toreno. En su
clásico estudio sobre los Episodios, H. Hinterhäuser 895 contaba la Historia del
ilustre conde entre las fuentes empleadas por Galdós para elaborar la
Primera Serie. Tiempo después, R. Cardona 896 precisó que la obra, ni se
encontraba en la biblioteca personal del escritor, ni estaba registrada en el
catálogo de Berkowitz 897 . En cualquier caso, el nuevo Demódoco no
necesitaba conocer directamente el texto; sencillamente, asumía la dicción
establecida por la tradición épica en la que inscribía su relato. Al punto de
que la metáfora de Toreno, a la manera de los epítetos homéricos 898 , le
permitió dibujar la silueta del héroe que realizara la acción.
El pueblo del relato funciona al modo de un dispositivo energético
capaz de una ruptura brutal entre un estado de pasividad y una reacción
poderosa: “La frase castellana echarse a la calle [era] admirable por su
exactitud y precisión. España entera se echó a la calle o al campo 899 ”. En la
inmediatez, en el carácter fulgurante, está la verdad de este impulso. La
radicalidad del movimiento nos lleva al heroísmo de los simples 900 . Éstos se
definen, precisamente, por el hecho de que ningún cálculo, ningún proceso
mental atraviesa su alma; se entregan por entero a lo que hacen, y lo hacen
sin tardar. Es la transparencia de la acción de los orígenes. El impulso de los
muchos, como el de Aquiles, podrá ser ralentizado, detenido por un
H. Hinterhäuser, Los Episodios Nacionales…, op. cit., p. 63.
R. Cardona, “Apostillas a los E. N. …”, p. 130.
897 H-C, Berkowitz, La biblioteca de Benito Pérez Galdós, Madrid, Museo CanarioConsejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951.
898 Además de su naturaleza fundamental de “exigencia métrica” –la dicción-, el
epíteto homérico también sirve para caracterizar al héroe –el tema.
899 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el empecinado”, op. cit…, I, p. 975.
900 Ésta es la definición micheletiana del pueblo en Le peuple, en la Histoire de France
y en la Histoire de la Révolution. Cfr. P. Villaneix, La voie royale. Essai sur l´idée du
peuple dans l´œuvre de Michelet, Paris, Flammarion, 1971, p. 173.
895
896
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Scheherezade Pinilla Cañadas
instante, pero jamás desviado. Así, el milagro del levantamiento obedecía al
“brutal instinto tan propio de los niños por la edad como de los que lo son
por la ignorancia”, a la “heroica embriaguez 901 ”, a “aquella fe ciega en la
superioridad de las heterogéneas y discordes fuerzas populares, [a] aquel
esperar siempre”, al “delirio popular [que] veía miles de hombres donde no
había sino centenares 902 ”.
El ser colectivo que describe Galdós en la Primera Serie se distingue
por su fuerza, no por su clarividencia; y su acción se corresponde con lo que
es en cuanto totalidad actuante: colosal, unánime e irresistible 903 . “El
resultado era asombroso. Yo no sé de dónde salía tanta gente armada.
Cualquiera habría creído en la existencia de una conjuración silenciosamente
preparada; pero el arsenal de aquella guerra imprevista y sin plan, movida
por la inspiración de cada uno, estaba en las cocinas, en los bodegones, en
los almacenes al por menor, en las salas y tiendas de armas, en las posadas y
en las herrerías. La calle Mayor y las contiguas ofrecían el aspecto de un
hervidero de rabia imposible de describir por medio del lenguaje. El que no
los vio renuncie a tener idea de semejante levantamiento 904 .”
El recurso a esta metáfora también transmitía la impresión de estar
ante la recreación de algo inefable ( así se afirma explícitamente en ese
“quien no los vio, renuncie a tener idea… 905 ”, o en el “nadie podrá imaginar
cómo eran aquellos combates parciales 906 ”). Y como queriendo salvar esta
imposibilidad, el dispositivo narrativo se pertrechaba de detalles con la clara
B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 385 y 441.
Idem, “Bailén”, op. cit.., I, p. 468.
903 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432.
904 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433.
905 Idem.
906 Ibid., p. 435.
901
902
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intención de disponer los hilos del relato de tal suerte que todos confluyeran
en ese centro 907 fijado por la tradición épica… nacional, por supuesto. De ahí
el interés por subrayar el eclecticismo textil (guacamayos, cananeos,
lechuguinos, obispos, perejiles, pavos 908 ) de los voluntarios hasta convencer
al lector de que la “voz uniforme” era una “vana palabra” que no cuadraba
con la naturaleza de lo contado, o, mejor, cantado ; las numerosas referencias
a esos conductos invisibles del entusiasmo que se llaman rumores 909 ; la
mención al modo espontáneo y nacional de allegar dinero (“las listas de
donativos hechas por los gremios, por los comerciantes, por los nobles y
hasta por los mendigos”) o la admiración que causa la heterogeneidad del
catálogo social que daba cuerpo de nación a la conscripción general de la
segunda mitad del año 1808: soldados, voluntarios, milicia urbana, viudos
con hijos, hijosdalgos, nobles, tonsurados, abates, novicios, doctores y
licenciados, retirados del servicio, quintos, hijos únicos de labradores; “en
una palabra, no se exceptuaba a Rey ni a roque. 910 ”
La disposición heroica, como si se tratara de una fuerza anónima,
sumerge al pueblo; lo lleva hasta más allá de los límites del espacio y del
tiempo, abriéndole un campo de posibles en el que los obstáculos se
desvanecen y las resistencias se vencen. Y no se trata tanto de un problema
G. Simmel, La forme de l´histoire…, op. cit…, p. 127.
B. Pérez Galdós, “Cádiz”…, op. cit., I, p. 896.
909 Así, se puede leer en Bailén: “un señor que se titula alcalde de un pueblo de 200
vecinos escribe un papelucho, diciendo que se armen todos contra los franceses;
este papelucho va de pueblo en pueblo, y como si fuera una mecha que prende
fuego a varias minas esparcidas aquí y allí, a su paso se va levantando la Nación
desde Madrid hasta Cádiz. Por el Norte pasa lo propio, y los pueblos grandes, lo
mismo que los pequeños, forman sus Juntas.” (B. Pérez Galdós, “Bailén”…, op. cit.,
I, p. 508.). También: “las noticias del levantamiento se exageraban locamente, y el
delirio popular veía miles de hombres donde no había sino centenares.” (ibid., p.
468). Sobre la importancia de lo que se conocieron como “voces vagas” cfr. R.
Fraser, La maldita guerra de España…, op. cit., p. 63.
910 B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit..., I, p. 592 y también idem,
“Bailén, op. cit..., I, p. 497.
907
908
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
de elevación cuanto de intensificación; una intensificación que, además,
abraza al todo. Siempre lo sublime 911 . Los intentos continuados en la
descripción de lo que se muestra irreducible a la forma no sólo responden a
un deseo de salvar una imposibilidad; sino también a la exigencia misma de
lo sublime, que impone un orden de análisis que comience por la cantidad.
Así, levantamiento es la insurrección que se propaga “como se
propaga la llama en el bosque seco azotado por impetuosos vientos”, la
“irrupción de la gente armada 912 ”, “la campana de [un] rebato glorioso 913 ”,
un llamamiento misterioso e informulado 914 , “el odio contra los franceses
que se comunicaba de corazón a corazón de un modo pasmoso 915 ”, la
“transformación portentosa por un simple impulso del corazón de cada
uno 916 ”, “aquel no importa con que curaban el descalabro 917 ”, entusiasmo 918 ,
sublevación general 919 , la “mecha que prende fuego a varias minas
esparcidas aquí y allí
920 .”
Galdós, con la clara intención de subrayar la
unanimidad 921 y impersonalidad del movimiento, compara al pueblo-héroe
Frente a la concepción clásica de lo sublime como elevación –la del Platón del
Fedro o la del tratado de Longino-, Burke y Kant anteponen la idea de
intensificación. Cfr. F. Lyotard, L´inhumain, Galilée, Paris, 1988, p. 111 y también, I.
Kant, Crítica…, op. cit., 23. Para las concepciones clásicas, cfr. Platón, “Fedro”,
Diálogos, op. cit…, 245 a y P. Aullón de Haro, La sublimidad y lo sublime, Editorial
Verbum, Madrid, 2006, p. 36.
912 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 497.
913 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit..., I, p. 432.
914 Idem.
915 Ibidem, p. 436.
916 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 683.
917 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit.., I, p. 468.
918 Idem.
919 Ibid., p. 465.
920 Ibid, p. 508.
921 En la realidad, el levantamiento no fue ni tan colosal, ni tan unánime (Cfr. J. L.
Tone, “El pueblo de las guerrillas”, en J. Álvarez Barrientos, La Guerra de la
Independencia…, p. 68) Poco importaba, parte de la verdad del relato de nación está
en la selección de los hechos que contribuyen a construir su verdad.
911
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con un con un
río “que rompe los diques que, durante siglos, le han
contenido y se extiende por el llano con ímpetu destructor 922 .”
La naturaleza líquida en su desorden 923 expresaba de forma clara la
inmersión en lo sublime que comportaba la Stimmung heroica. Ahora bien, la
dicción del relato galdosiano a la hora de describir este empaparse en lo que
es grande por toda comparación no era, ni mucho menos, inocente. En el
tiempo narrado, las imágenes mantenían el sentido que les había prestado
Michelet en su Histoire de la Révolution Française [ver supra]. En el tiempo
vivido (Galdós escribe la Primera Serie entre 1872 y 1875), los símiles
micheletianos serían utilizados para expresar la liquidación de la sustancia,
la negación de lo político: la multitud. El número posterior a la Comuna
había osado filtrarse en la narración de los orígenes, aprovechando su única
fisura -el motín de Aranjuez. Y el espanto provocado era tal, que las elites
culturales no se conformaron con la Stimmung del levantamiento –aunque
unifique la diversidad de los fenómenos, un continente que se adapta al
contenido es siempre peligroso- e impusieron la experiencia de la
cristalización 924 a quien prestaba su sustancia para la forma heroica nacional.
Una vez más, Galdós se mostró fiel a la tradición y fijó el momento preciso
del nacimiento del héroe en el 2 de mayo de 1808.
El autor de los Episodios contaba con la complicidad de la comunidad
de lectores, que conocían la totalidad de la leyenda; y se impuso a sí mismo
la tarea de significar la gesta madrileña como un acto de afirmación unitaria
B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 602.
Es el término de comparación habitual para lo sublime, nos dice Kant. Cfr I.
Kant, Crítica…., op. cit..., 23, p. 186 y también idem, Observations sur le sentiment du
beau et du sublime, Librairie Philosophique Vrin, Paris, 1997, p. 18.
924 M. Abensour, Rire des lois…, op. cit., p. 71.
922
923
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Scheherezade Pinilla Cañadas
de la voluntad popular 925 ante la invasión extranjera 926 . Rectifica en sentido
nacional la mecha histórica -la certeza absoluta de que los madrileños habían
perdido a su rey 927 - de la reacción, integrando el temor por la ruptura del
vínculo con la Monarquía en una extensa enumeración de fechorías
cometidas por los franceses; invierte la secuencia de los gritos patrióticos –en
muchas ocasiones, los súbditos que páginas atrás esperaban a su príncipe,
anteponen el nombre de España al de Fernando 928 - y no duda en llenar de
comunidad imaginada –en medio de los combates, algunos personajes se
detienen a determinar el contenido de la nación 929 - el discurso que completa
la acción de los muchos. Tampoco falta el juicio retrospectivo del espectador:
las sorprendentes figuras kantianas de la guerrilla buena (El Empecinado) y
la guerrilla mala (Mosén Antón Trijueque 930 ) que señalan el sacudimiento de
la villa como el inicio de la guerra.
El comienzo no posee arkhein. Es ruptura de un orden que todavía no
es un orden nuevo: descubre a un agente, abre un mundo,
establece
Así lo define explícitamente Araceli en “El 19 de marzo y el 2 de mayo”:
“Entonces, y en la famosa mañana de que me ocupo, no estaba mi ánimo para
consideraciones de tal índole, mucho menos en presencia de un conflicto popular
que de minuto en minuto tomaba proporciones graves.” Ibidem, p. 432.
926 Ésta fue la interpretación dominante en la época isabelina. Cfr. P. Sánchez León,
“La “Guerra Civil de 1808: el dos de mayo en la cultura política de la España
liberal”, en J. Álvarez Barrientos, La Guerra de la Independencia…, op. cit…, p. 271.
927 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 417-418 y
también R. Fraser, La maldita guerra de España…, op. cit..., p. 122 y también J. Álvarez
Barrientos, “ “Revolución española”, “Guerra de la Independencia”…”, en idem, La
Guerra de la Indepedencia…, op. cit., p. 260.
928 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 434-435
929 Ibid, pp. 436 y 442. En pleno repliegue de las fuerzas populares durante el 2 de
mayo, un padre anciano, con mucho más coraje que Anquises, explica a sus hijas
qué es la nación: “-Quemad las puertas y arrojadlas ardiendo a la calle –nos dijo el
anciano-. Ánimo, hijas mías. No lloréis. En este día, el llanto es indigno aun en las
mujeres. ¡Viva España! ¿Vosotras sabéis lo que es España? Pues es nuestra tierra,
nuestros hijos, los sepulcros de nuestros padres, nuestras casas, nuestros reyes,
nuestros ejércitos, nuestra riqueza, nuestra historia, nuestra grandeza, nuestro
nombre, nuestra religión. Pues todo eso nos quieren quitar. ¡Muera Napoleón!”
Ibidem, p. 442.
930 Idem, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit..., I, pp. 977 y 1020.
925
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Scheherezade Pinilla Cañadas
vínculos entre los individuos. El comienzo es, en definitiva, un milagro 931 . El
escritor nacional sostiene la recreación con un asombro que roza lo inefable:
la imposibilidad de las descripciones 932 ; las continuas alusiones a la
superioridad 933 numérica (difícil de creer por la impresión de muchedumbre
popular que transmite la h/Historia contada) de los franceses; el uso de la
topografía madrileña (la calle Mayor, el Pretil de los Consejos, San Justo, la
plazuela de la Villa, la Plaza Mayor, los portales llamados de Bringas, la
Cava de San Miguel 934 ) para transformar la difusión física del levantamiento
en extensión demográfica 935 ; o el despliegue de una cadena semántica que
pretende dar cuenta de todos los matices de lo sublime: espanto, terrible,
estupor, pavor, ira, rabia, furor, embriaguez, entusiasmo, imposible,
formidable, asombroso, inverosímil, horripilante, horroroso 936 . Y pese a todo
el esfuerzo, el lector no acierta a detener su mirada y fijar escenas acabadas:
siempre hay un algo que rebosa y que termina por convertir las imágenes en
imágenes inestéticas.
Y no sólo eso, la dicción se ajusta al tema del canto. Así, el recurso a
las metáforas animalescas 937 –fieras, inmenso pulpo, enjambre 938 - expresa lo
En el sentido de que el comienzo no funda nada – es an-árquico, sin principioporque no puede ser sino surgimiento continuo. Ésta es, justamente, la
ambivalencia de la acción, la raíz misma de su íntima relación con la desmesura.
Cfr. H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, pp. 64-65 y también E. Tassin, Le trésor
perdu…, op. cit…, p. 402. En el específico marco del relato de los orígenes, ¿ cabe
desmesura mayor que el nacimiento del héroe que se crea a sí mismo? Es la nación
la que viene a la existencia.
932 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit.., I, pp. 433, 435, 444.
933 Ibid., p. 435.
934 Idem.
935 Aunque la participación de la población madrileña no llegó al uno por ciento (R.
Fraser, La maldita guerra de España…,, p. 100), el relato de nación corrige el nivel de
la realidad.
936B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de Mayo”, op. cit…, I, pp. 432, 434, 437,
441, 442, 444.
937 Estas metáforas, creación de la literatura anti-communard, fueron de uso común
entre la inteligencia de la época. Cfr. P. Lidsky, Les écrivains contre la Commune, op.
cit…, p. 46.
931
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Scheherezade Pinilla Cañadas
que el pueblo es en cuanto sujeto heroico. Un héroe inmutablemente
descentrado, persistente en la búsqueda de su identidad, fiel a la
indeterminación. Ni siquiera su principal virtud, una fuerza aquilea 939 de
energía inigualable, le sirve como eje de rotación. Queda modificado, sin
cesar, por sus relaciones con la fuerza. Unas veces, aparece por encima de sí,
arrastrado por la fuerza de que cree disponer: “aquella lucha no se parecía a
ninguna peripecia de los combates ordinarios, pues consistía en reunirse
súbitamente, envolviéndose y atacándose sin reparar en el número ni en la
fuerza del contrario 940 .” En otros momentos, los muchos se muestran por
debajo de sí mismos, encorvados por el peso de la fuerza que padecen:
“Humo, mucho humo, brazos levantados, algunos hombres tendidos en el
suelo y cubiertos de sangre, y por todos lados el resplandor de esos grandes
cuchillos que [los franceses] llevan en los fusiles 941 .”
Las aporías de la sublimidad quedan resueltas desde el momento en
que, por debajo de la narración de unos hechos concretos, se detecta una
tensión a través de la que lo suprahistórico –la nación- penetra en la
h/Historia narrada y le dota de sentido. Las referencias al heroísmo en
plural (multitud, actores, valientes paisanos, combatientes, masa, gentío,
héroes, paisanaje, heroicas amazonas, heroicas hermanas 942 ) no resultan
problemáticas por cuanto, en los orígenes, el número devuelve al espejo del
relato la imagen de una anatomía plena: “Los imperiales daban al Parque,
B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433.
Aquiles es caracterizado, específicamente, como héroe de la fuerza bruta (Cfr. G.
Nagy, Le meilleur des achéens..., p.196). La fuerza [ver lo que se dice sobre los trabajos
de S. Weil y R. Bespaloff en “… As for the many”] ha sido definida, en muchas
ocasiones, como el verdadero fundamento del heroísmo. En la Ilíada, desde luego,
pero también en otras formulaciones clásicas. Cfr. J-J. Rousseau, “Discours sur cette
question: quelle est la vertu la plus nécessaire au héros”, Mélange de Littérature et de
Morale, Oeuvres Complètes, II, Paris, Pléiade, Gallimard, 1964, p. 1272.
940 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”…, I, p. 433 y también ibid, p.
434.
941 Ibid, p. 439, y también pp. 433 y 435.
942 Ibid, pp. 433, 434, 435, 436, 438, 439, 440, 441.
938
939
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Scheherezade Pinilla Cañadas
cercado de mezquinas tapias, las proporciones de una fortaleza, y a la
abigarrada pandilla las proporciones de un pueblo 943 .”
La interpretación más evidente de la insistencia galdosiana en el
inventario social –el aristócrata bien vestido, el vendedor de plazuela, el
sacerdote, los caballeros, los honrados tenderos, el maestro herrero, las
majas, los manolos, el empleado de la Imprenta de Sancha 944 - sería la de
evidenciar la vocación inclusiva de la alegoría nacional; pero, desde el punto
de vista del dispositivo mítico, aún era más importante dotar de la mayor
densidad posible al catálogo de los héroes incontables, porque sólo el pueblo
de los orígenes es capaz de la menis, de la cólera, de ese misterioso aumento
de energía que proporciona al héroe una confianza y un ardor nuevos945 . Ese
estado de la mente no puede más que referirse de alguien imposible –y por
tanto, sublime- como Aquiles 946 … o como las majas y los manolos
madrileños que ya no son carne concreta sino cuerpo nacional:
“Nadie podrá imaginar cómo eran aquellos combates parciales. Mientras
desde las ventanas y desde la calle se les hacía fuego, los manolos los atacaban
navaja en mano y las mujeres clavaban sus dedos en la cabeza del caballo, o
saltaban, asiendo por los brazos al jinete. Éste recibía auxilio, y al instante acudían
dos, tres, diez, veinte, que eran atacados de la misma manera, y se formaba una
confusión, una mezcolanza horrible y sangrienta que no se puede pintar. Los
caballos vencían al fin y avanzaban al galope; y cuando la multitud, encontrándose
libre, se extendía hacia la Puerta del Sol, una lluvia de metralla le cerraba el paso.
Perdí de vista a la Primorosa en uno de aquellos espantosos choques; pero al poco
rato la vi reaparecer, lamentándose de haber perdido su cuchillo, y me arrancó el
fusil de las manos con tanta fuerza, que no pude impedirlo. Quedé desarmado en el
Ibid, p. 441. La cursiva es de la autora.
B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”…, op. cit., I, pp. 433, 446, 448.
945 E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional, Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 22.
946 Dada la redefinición kantiana de lo sublime a partir de la idea de intensidad, se
comprende perfectamente que el filósofo de Königsberg defina la cólera de Aquiles
como sublime-terrible. Cfr. I. Kant, Observations sur le sentiment…, op. cit., p. 22.
943
944
277
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
mismo momento en que una fuerte embestida de los franceses nos hizo recular a la
acera de San Felipe el Real 947 .”
La menis es la expresión más acabada de la potencia demónica del
héroe de los orígenes, un poder que arranca a los muchos de su condición de
hombres. Mientras dura ese estado,
el pueblo-todo se revela, más que
sobrehumano, infrahumano 948 ; casi como un dios en su poder y casi como
una fuerza de la naturaleza en su capacidad de destrucción. De ahí la
descripción de anatomías incompletas –Chinitas con el rostro desfigurado y
la oreja mutilada 949 - o el recurso a las metáforas animalescas 950 –inmenso
pulpo 951 . Y si bien la menis tiene que ver con la esfera de la volición, no
responde a su capricho: acude al espíritu por una vía que siempre está en
Ibidem, p. 435. Alguna otra escena de la menis ha de ser citada: “Los extranjeros
se defendían con su certera puntería y sus buenas armas, pero no contaban con la
multitud de brazos que les ceñían por detrás y por delante, como rejos de un
inmenso pulpo; ni con el incansable pinchar de millares de herramientas,
esgrimidas contra ellos con un desorden y una multiplicidad semejante al de un
ametrallamiento a mano, ni con la espantosa centuplicación de pequeñas fuerzas
que, sin matar, imposibilitaban la defensa.” Ibidem, p. 433 y también el cuadro
descriptivo recortado de “La carga de los Mamelucos” de Goya: “El coracero clavó
las espuelas a su corcel y, despreciando los tiros, se arrojó sobre el grupo. Yo vi las
patas del corpulento animal sobre los hombros de la Primorosa, pero ésta,
agachándose más ligera que el rayo, hundió su cuchillo en el pecho del caballo. Con
la violenta caída, el jinete quedó indefenso, y mientras la cabalgadura expiraba con
horrible pataleo, el soldado proseguía el combate ayudado por otros cuatro que a la
sazón llegaron.
Chinitas, herido en la frente y con una oreja menos, se había retirado como a unas
diez varas más allá, y cargaba un fusil en el Callejón del Triunfo, mientras la
Primorosa…”, Ibidem, p. 434.
948 Así define Doods al héroe habitado por la menis. Cfr. E. Doods, Los griegos…., op.
cit., p. 23.
949 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit..., I, p. 434.
950 En el caso de los héroes homéricos también se recurre a este tipo de símiles, sólo
que el término de comparación habitual, el león furioso, se ajusta a la forma del
héroe individual: “y el Tidida volvió a confundirse con los guerreros de
vanguardia./Ya antes anhelaba en su ánimo luchar contra los troyanos; mas
entonces una furia triplicada lo invadió, como al león/al que el pastor que vela por
las lanudas ovejas en el campo…” Homero, Ilíada, op. cit…, V, 134 y ss y también,
ibidem, X, 485 y también ibidem, XV, 592.
951 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433.
947
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
relación con lo sagrado 952 . En Homero, es un dios quien aumenta o
disminuye la areté de un guerrero 953 ; en el nuevo Demódoco, es la nación la
que presta a los héroes incontables la fuerza necesaria: “la campana de ese
rebato glorioso no suena sino cuando son muchos los corazones dispuestos a
palpitar en concordancia con su anhelante ritmo, y raras veces presenta la
Historia ejemplos como aquél, porque el sentimiento patrio no hace milagros
sino cuando es una condensación colosal, una unidad sin discrepancias de
ningún género, y, por lo tanto, una fuerza irresistible y superior a cuantos
obstáculos pueden oponerle los recursos materiales, el genio militar y la
muchedumbre de enemigos. El más poderoso genio de la guerra es la
conciencia nacional, y la disciplina que da más cohesión, el patriotismo 954 .”
Este
despliegue
energético
(“movimiento
impremeditado
y
sublime 955 ”, “entusiasmo contagioso”, “una condensación colosal, [de] una
unidad sin discrepancias”, “Madrid entero 956 ”)
del pueblo-todo abraza
hasta el último resquicio del espacio de la aparición. Sobre esta Stimmung, el
heroísmo no es la grandeza excepcional de los elegidos, sino el carácter de
todo ser actuante, incluidos el único que parece tener conciencia del peligro
que se afronta –Araceli- o el
temeroso abate Celestino de la Cuadra:
“Gabriel, ¿sabes tú lo que es el deber? (...) yo, que ahora tiemblo como una
liebre, y a cada tiro que oigo parece que entrego el alma al Señor, voy a bajar
al instante a la calle, no con armas, porque armas no me corresponden, sino
para alentar a esos valientes, diciéndoles en castellano aquello de Dulce et
S. Schein, The mortal hero…, op. cit…, p. 91.
La descripción más impresionante de este estado la tenemos en el Canto XV de la
Ilíada: “el ardor de Héctor Priámida, ya intenso de por sí./ Iba furioso, como
cuando Ares blande la pica, o el maldito fuego/ se enfurece en los montes, en la
espesura del profundo bosque./Le salía espuma por la boca, los dos ojos le
brillaban/ bajo las feroces cejas, y la celada a ambos lados/ de las sienes de Héctor
se agitaba pavorosamente…” Homero, Ilíada, op. cit…, XV, 604-610.
954 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432.
955 Ibid, p. 435 y también p. 433.
956 Ibid., pp. 432, 435, 436, 439.
952
953
279
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
decorum est pro patria mori 957 .” Todo se convierte en emanación fenoménica
del fondo heroico, hasta el punto de que las armas de los muchos –puñales,
tiestos, ladrillos, pucheros, pesas de reloj 958 - encuentran acomodo en la
trama, no como extensiones de su ser social, sino como herramientas
ennoblecidas por la causa de la nación.
Pero, como se vio 959 , si algo define la Stimmung heroica de los que no
se pueden enumerar ni nombrar es una específica, y en cierto sentido única,
relación temporal con la muerte; relación que determinará también su acceso
a la visibilidad. La muerte es el destino inmediato de los muchos, un futuro
sin cesura posible: no hay margen narrativo para la discusión en asamblea,
ni para escuchar un canto, ni para descansar en la tienda, ni para los
combates sucesivos 960 . Su vida en el relato – su vida - es breve, como las
“hojas y flores que brotan en primavera 961 .” Nacen al heroísmo con su
misma muerte; porque cuando mueren, los hombres “oscuros y sin
historia”, de “ignorados nombres 962 ”, quedan iluminados por la luz de lo
político. El heroísmo de la fama es una especie de azar del heroísmo de la
gloria, pues los héroes contables no son más que “instrumento de la
conciencia nacional 963 .” Daoíz y La Primorosa, Velarde y Bastiana,
Menegilda y Pacorro Chinitas componen la constelación [ver supra] de
sinonimias que definen el relato de nación.
Ibid, p. 442.
Ibid, p. 435.
959 Cfr. “As for the many.”
960 Esta breve enumeración podría entenderse como una síntesis temática del
contenido narrativo de la Ilíada.
961 Homero, Ilíada, op. cit..., II, 468.
962 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo….”, op. cit.., I, p. 441.
963 Idem.
957
958
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
La materia heroica de Pacorro Chinitas y de Daoíz y Velarde es
absolutamente indistinguible, merecen el mismo culto: “al llegar a la calle de
San José encontré aquel sitio inundado de gente del pueblo, especialmente
de mujeres, que reconocían los cadáveres. La Primorosa había recogido el
cuerpo de Chinitas. Yo ví llevar el cuerpo, vivo aún, de Daoíz en hombros de
cuatro paisanos y seguido de apiñado gentío. De don Pedro Velarde oí que
había sido completamente desnudado por los franceses, y en aquellos
instantes sus deudos y amigos estaban amortajándole para darle sepultura
en San Marcos 964 .” Lo que distingue al simpático amolador de los dos
oficiales de artillería es su legibilidad. Los muchos sólo acceden a la
visibilidad con la muerte en masa. El “montón de cadáveres”, “los cadáveres
[que] obstruían el suelo”, los “muchos …. implacablemente pasados a
cuchillo”, los cadáveres reconocidos por las mujeres del pueblo, “los más
[que] padecían largo martirio antes de expirar” 965 , eran la original forma sin
formas –siempre lo sublime- de una subjetividad heroica que, en un solo
impulso, nace en el relato y se extingue en la naturaleza 966 .
Después de esta venida a la existencia, de esta epifanía, nada volvería
a ser igual. El campo de lo posible resultaba modificado para siempre. La
irrupción en escena del pueblo-todo es el principio de una aventura que se
inicia en el mundo de todos los días – los tiestos, pucheros y pesas de reloj
madrileños-, para llegar, más tarde, a la región de los prodigios
sobrenaturales –el 2 de mayo, las partidas-; luego, el paso obligado por las
pruebas extremas –Zaragoza y Gerona- y la victoria decisiva –Bailén 967 -;
Ibid, p. 444.
Ibid, p. 442, 443, 444, 448.
966 Esta contraposición entre pervivencia cultural y extinción física es propia de la
épica primitiva (cfr. Gregory Nagy, Le meilleur des Achéens…, pp. 217 y 218); lo que
caracteriza a la épica nacional es la simultaenidad de la contraposición.
967 Bailén es una suerte de repetición atenuada del fenómeno sísmico madrileño
(prueba de ello es el inserto que hace El Gran Capitán sobre el heroísmo de Velarde
(p. 459), un eco que permite introducir en el relato de los orígenes a los gloriosos
964
965
281
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
finalmente, el regreso de quien trae consigo el Vellocino de Oro –la
Constitución de Cádiz. El ciclo narrativo sólo se completa cuando el héroe
emprende la labor de traer los misterios de la sabiduría y, con ellos, una
renovación de la comunidad que siempre termina por ser nuevo nacimiento,
fundación:
“Tronaban los cañones de los navíos fondeados en la bahía; y entre el
blanco humo, las mil banderas semejaban fantásticas bandadas de pájaros de
colores arremolinándose en torno a los mástiles. Los militares y marinos en
tierra ostentaban plumachos en sus sombreros, cintas y veneras en sus
pechos, orgullo y júbilo en los semblantes. Abrazándose paisanos y
ejércitos nacionales. Galdós no sigue la estrategia novelesca del Victor Hugo que,
en Les Misérables, dedica páginas y páginas a la descripción directa de la abrupta
belleza de Waterloo; se decanta por aligerar el peso narrativo de la batalla –aunque
es imposible renunciar a algunas escenas: las luchas en el puente del Herrumblar o
la entrega de armas de los soldados de Dupont (pp. 522 y 544)-, al objeto de que su
recreación irradiara luz nacional al conjunto de la Guerra de la Independencia (en
este episodio encontramos el mayor número de alusiones a la metáfora del
levantamiento (pp. 465, 468, 477, 498 y 508). La re-significación comienza con la
elección del tema. La gloria conseguida “en aquella remota Andalucía (p. 544)”
rebajaba el dolor que provocaban las derrotas de las tropas españolas, derrotas
convenientemente silenciadas –salvo alguna excepción, tal la relación hecha en
Gerona de “las más lamentables desgracias del ejército español” a finales de 1809 y
principios de 1810- en el relato de nación. Además, aquella gran victoria había
hecho que Napoleón asumiera personalmente el mando de la Grande Armée en la
Península. En cuanto hecho bélico, Bailén no era equiparable a Marengo. Poco
importaba: “Ninguna victoria francesa resonó en Europa tanto como aquella
derrota (…) España, armándose toda y rechazando la invasión con la espada y la
tea, con la navaja, con las uñas y con los dientes, probaría, como dijo un francés,
que los ejércitos sucumben, pero que las naciones son invencibles (p. 544).” La
narración del intrigante Santorcaz –que igual estaba en el París revolucionario con
Marchena que en la loma de Pratzen al lado del Emperador- incluía la gesta de
Castaños y sus hombres entre los más gloriosos capítulos de las campañas
napoleónicas (Ulm, Austerlitz) (pp. 459, 473, 474). Pero si Bailén valía todo un
episodio era porque en esta batalla podía encontrarse el esfuerzo común de “la flor
y la escoria de la nación (p. 498).” Qué distinta es la solución narrativa de los
triunfos híbridos: o bien se resumen en una frase, caso de la victoria anglo-hispanoportuguesa de la Albuera reseñada en Cádiz; o bien el folletín, la tolstóiana historia
pequeña (el feliz reencuentro de Araceli con su prometida), ocupa tanto espacio en
la trama que la fuerza de acontecimientos históricos de la dimensión de los éxitos
de Wellington en Ciudad Rodrigo y los Arapiles se diluye.
282
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
militares, congratulándose de aquel día que todos creían el primero de nuestro
bienestar. Los hombres graves, los escritores y periodistas, rebosaban
satisfacción, dando y admitiendo plácemes por la aparición de aquella gran
aurora, de aquella luz nueva, de aquella felicidad desconocida que todos
nombraban con el grito placentero de: “¡Las Cortes, las Cortes! 968 ”
La palabra como epifanía del mundo re-creado. Y es que Cádiz es el
punto de vista del sol en el relato galdosiano: gran aurora, luz nueva. Todo
remite, como en la descripción de lo sublime natural de la bahía de
Trafalgar 969 , a la luz de lo político. Aunque, en esta ocasión, se trata de una
luz aún más clara: la luz de la fundación. Ninguna posee tanta fuerza 970 . El
milagro de la transparencia que sucede al milagro del comienzo. El segundo
momento de los orígenes. Cádiz es el único espacio de los Episodios en el que
la acción de los muchos y su palabra 971 coinciden. Es decir, política del
pueblo o irrupción del pueblo en la política; y no virtud, ni reserva de
energía, ni sacrificio. La plena expresión de la dimensión política del actuar
humano. Héroe es aquél que realiza grandes acciones y pronuncia hermosas
palabras, le dijo el viejo Fénix a Aquiles 972 .
B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 866.
Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli: el espectador y la nación.”
970 Después de la fundación, como dice Arendt, los acontecimientos van perdiendo,
poco a poco, su capacidad para iluminar el tiempo histórico. Cfr. H. Arendt, La
condición humana, op. cit…, p. 66.
971 Sobre la cuestión de la lengua del pueblo en Cádiz, cfr. el capítulo II de esta tesis.
972 Homero, Ilíada…, Canto IX, v. 433.
968
969
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CAPÍTULO VI. EL HEROÍSMO DE LA VIDA MODERNA:
DAGUERROTIPOS DEL DESORDEN
EN LA COMÉDIE HUMAINE
“Ne méprisez rien, mais n´imitez rien de ce qui
est passé avant nous: l´héroïsme n´a point de
modèles”
Saint-Just, Rapport sur la police général
“l´héroïsme de la vie moderne nous entoure
et nous presse (…) Celui-là sera le peintre,
le vrai peintre, qui saura arracher
à la vie actuelle son côté épique”
Ch. Baudelaire, Salon de 1845
284
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
“Nunca se ha logrado que el Estado
no estuviera más amenazado por los
ciudadanos que por los enemigos y que quienes
detentan su autoridad no temieran más a los
primeros que a los segundos”
Spinoza, Tratado Teológico-Político
6.1. De la problemática inscripción narrativa de los muchos
“La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente 973 .” Una
nueva experiencia del tiempo: un tiempo que no se piensa como
continuación de un tiempo pasado, ni como anticipación de un tiempo por
venir 974 . Un presente que sólo se deja afectar por el presente. Este tiempo sin
asideros del tiempo encuentra en la multitud su carne misma. Un
interrogante que fascina. Una oscura amalgama sin principio ni fin –¿cuáles
son sus límites? Un enorme vientre del que emana todo –las clases y los
hombres, las funciones y los oficios. Un peligro que viene de los nombres
que la envuelven –número, muchos, masa… Un desorden del saber que
Ch. Baudelaire, “Le peintre de la vie moderne”, Critique d´Art, Œuvres Complètes,
II, Pléiade, Gallimard, Paris, p. 695. En esta cita y en el título mismo de la obra,
Baudelaire se refiere a Balzac; quien, a su juicio, merece el honorable título de
pintor –el verdadero pintor- de la vida moderna.
974 F. Proust, Kant. Le ton…., op. cit…, p. 17.
973
285
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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desemboca en desorden político. Un tema para el arte o, mejor dicho, un
tema para la mitad del arte; porque la otra mitad, nos dice Baudelaire, es lo
eterno, lo inmutable 975 . La naturaleza proteiforme 976 de la novela moderna se
adaptaba perfectamente a esta doble exigencia, ya fuera necesario invadir
otros géneros literarios –La Comédie lo hace desde su título y con su
estructura en Scènes y Études- o tomar prestadas ciertas técnicas a otras artes
como la pintura -le tableau de Paris 977 .
El teatro, el ensayo, la pintura, resultaban útiles para captar las cosas
eternas o, por lo menos, perdurables; pero… ¿cómo aprehender la
contingencia? El pintor de la circunstancia es aquél que deja de serlo para
convertirse en “observador, flâneur, filósofo”, el que abandona el arte grave
para buscar un nuevo mediador entre él mismo y el mundo. Y como Balzac
amaba todas las formas y las fuerzas de su época, terminaría por encontrarlo
-según confesaba en una carta de agosto de 1822 a su hermana Laure
Surville- en el invento que había asombrado a todos: “He visto el Diorama
(…) Daguerre y Bouton han sorprendido a todo París; se han resuelto mil
problemas desde que, ante una tela extendida, creemos estar en una iglesia a
cien pasos de cada cosa. Es la maravilla del siglo, una conquista del hombre,
que no esperaba en ningún caso 978 .”
Idem.
P. Ricoeur, Temps et récit. La configuration dans le récit de fiction, Seuil, Paris, 1984,
p. 19. Por lo que se refiere específicamente a Balzac, cfr. C. Couleau-Maixent, Balzac.
Le roman de l´autorité. Un discours auctorial entre sérieux et ironie, Honoré Champion,
Paris, 2007, pp. 81 y 133.
977 Para un análisis de La Comédie como mosaico de géneros, cfr. E. R. Curtius,
Balzac…, op. cit…, pp. 358 y ss.
978 H. Balzac, «Carta a Laure Surville », 20 de agosto de 1822, en Correspondance, I,
Éditions Garnier Frères, Paris, 1960, p. 205. La cursiva es de Balzac.
975
976
286
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Esta conquista fue tan decisiva, que está en el origen de lo que Walter
Benjamin 979 denominó literatura de carácter panorámico, cuyos primeros
ejemplos fueron Le Livre des Cents-et-Un, Les Français peints-par-eux-mêmes, Le
diable à Paris o La grande ville. En la década de 1830, Girardin llevaría estos
trabajos de escritura colectiva al folletón y Balzac a la literatura. En efecto,
Daguerre le brindó una intuición de La Comédie como totalidad con el
diorama –reflejo de ello es el hecho de que se mencione esta novedad en Le
Père Goriot 980 , primera materialización de la genial idea de los personajes
recurrentes- y la forma acabada de su unidad mínima con el daguerrotipo. A
partir de estos dos inventos, la Obra balzaciana en cuanto imagen se
transforma, pidiendo ser leída de manera sinóptica y no como mera secuencia
de narraciones separadas 981 . La novela ya no es el espejo stendhaliano, es la
placa de metal sobre la que se va a “daguerrotipar 982 ” (Splendeurs et misères
des courtisanes, 1845) la sociedad. Afortunadamente, la ciencia de Cuvier y de
Saint-Hilaire 983 carecía de la vocación positivista de su continuadora del fin
de siglo y dejó a Balzac el margen necesario para experimentar con esta
técnica de investigación tan poco convencional y que, sin embargo, le
W. Benjamin, Sobre la fotografía, Pre-Textos, Valencia, 2004, p. 112.
H. Balzac, “Le Père Goriot”, op. cit…, III, pp. 91-2.
981 P. Ortel, La littérature à l´ère de la photographie. Enquête sur une révolution invisible,
Éditions Jacqueline Chambon, Nîmes, 2002, p. 194.
982 El neologismo es del propio Balzac. Cfr. H. Balzac, “Splendeurs et misères des
courtisanes », op. cit…, VI, p. 426. Encontramos el mismo instrumento –trasladando
el eje de rotación de la novela a un arte de describir que se convierte en
cosmovisión- y el mismo proyecto global –que de literario devino sociológico y
político- en los inicios de la escuela realista española en la década de 1840. Autores
como Ayguals de Izco o Antonio Flores conocieron, a través de una traducción
editada en Barcelona, la obra teórica de Daguerre el mismo año de su publicación
en Francia (1838). El impacto del descubrimiento fue tal, que sólo un año después
de la aparición de Splendeurs et misères des courtisaines, en 1846, Antonio Flores
declaraba, en el prefacio –igual que el novelista francés- de su novela Doce españoles
de brocha gorda. Novela de costumbres contemporáneas, su idea a lo Balzac de « retratar
la sociedad al daguerrotipo ». Es decir, el mismo instrumento y el mismo proyecto
global. (Cfr. R. Sebold, En el principio del movimiento realista…, op. cit…, pp. 19 y 79).
983 Estos dos científicos, junto al frenólogo Gall o al fisonomista Lavater –entre
otros- proporcionan a Balzac un sistema de interpretación, convirtiéndose en
auténticos modelos. Cfr. H. Balzac, «Avant-Propos de la Comédie Humaine», op.
cit…, I, pp. 7 y ss.
979
980
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permitía respetar el principio de inducción propio del modelo científico de
aquéllos.
El daguerrotipo es la forma de la modernidad en La Comédie, el hilo
que atraviesa la intriga narrativa, abriéndola hasta convertirla en infinita, en
algo inacabado sin origen ni final. Este método de reproducción mecánica
encerraba en su interior un ideal apropiado 984 a la naturaleza de su objeto: la
masa colosal de la ciudad y la espuma que la baña –la foule. Balzacie es una
sustancia que intenta acomodar su tamaño al de la conciencia individual,
que se deja modelar por la cápsula narrativa que la actualiza. El
daguerrotipo se revela, así, técnica reductora 985 de lo sublime. Y dado que lo
propio de esta magnitud es ser absolutamente grande por toda comparación,
y sólo puede encontrar en ella su medida 986 ; se impuso la necesidad de
idear un artificio que transformara aquéllo que sólo podría ser pensado por
la razón en algo que pudiera ser percibido por los sentidos.
Esta función arroja nueva luz sobre los dispositivos ópticos que
puntean casi todas las obras de Balzac. Las referencias a puertas, ventanas,
parapetos, cristales, arcos, escaleras, torres de luz, claraboyas o juegos de
perspectiva no sólo abren el mundo recreado a un au-delà de la diégesis 987 ,
sino que quedan activados como mecanismos de reproducción mecánica en
sentido estricto, pues su encuadre no copia con exactitud la realidad, sino
Ch. Baudelaire, “Salon de 1859”, op. cit…, p. 617.
W. Benjamin, Sobre la fotografía…, op. cit., p. 18.
986 I. Kant, Crítica…, op. cit., 25, pp. 188 y 191.
987 B. Lyon-Caen, Balzac et La Comédie des Signes…, op. cit…, p. 33 y J. Starobinski,
“Fênetres (De Rousseau a Baudelaire)”, en F. Guery, L´idée de la ville. Actes du
Colloque International de Lyon, Éditions de Champ Vallon, Seyssel, 1984, p. 182. Esta
apertura resulta especialmente interesante a la hora de analizar La Comédie como
universo total y abierto al mismo tiempo; pues, gracias a esas vetas, se abren líneas
imaginarias que permitirán el añadido de nuevas teselas al inmenso mosaico
balzaciano.
984
985
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que la redimensiona y, en ese sentido, la modifica; haciendo de ella algo
aprehensible. Desde este punto de vista, el daguerrotipo es el espacio del
devenir-sensible de la esencia inteligible y del devenir-pensamiento de la
materialidad sensible 988 y, por ende, un elemento constituyente de la trama
en cuanto forma de inscripción y de comprensión político-narrativa.
En La Comédie, todo fuerza al pensamiento a pensar, todo lo pone en
funcionamiento 989 . En la profusión de lo descrito, en la exaltación del
decorado urbano, se revela una insospechada cualidad épica 990 que parte de
la pintura realista de una ciudad bien definida para desembocar, como se
verá, en una dimensión distinta, rayana en lo fantástico 991 . Cada tesela del
mosaico es hipersignificativo y el zoom no hace más que potenciar, si cabe, sus
significados. En este balzaciano ir a lo sublime por el detalle 992 , el fragmento
pasa a ser metonimia del significado general de la ciudad. Y no hay
contradicción estética porque, lo que recorta el objetivo –la parte-, acaba
siendo pintura abstracta de un todo que excede a los sentidos y que sólo
puede ser comprendido por la razón: la calle concreta o la esquina del
boulevard encierran, en realidad, un resumen de París. Así ha de
interpretarse el breve ensayo sobre topografía urbana de Ferragus, en el que
Según J. Rancière, esta confluencia de la esencia tangible y la materialidad
sensible es un rasgo característico del Romanticismo. Cfr. J. Rancière, Le partage du
sensible. Esthétique et politique, La Fabrique-éditions, 2000, p. 70.
989 Platón, « República », Diálogos…, op. cit. , IV, libro VII, 523-525.
990 R. Callois, Le mythe et l´homme…, op. cit., p. 157.
991 P. Citron (idem, La poésie de Paris…, op. cit…, II, p. 228) asegura que, durante
mucho tiempo, Balzac tuvo el sueño de convertirse en el poeta de lo fantástico de
París. Desde mi punto de vista, lo consiguió en cierto sentido, ya que es uno de los
autores que mejor ha sabido integrar elementos fantásticos en un marco realista y
esta forma de lo fantástico contribuyó, en gran parte, a la elaboración teórica de la
gran ciudad como escenario de la modernidad.
992 En esta manera de proceder, Balzac demuestra que, al contrario de lo que
sostenía Baudelaire en el Salon de 1846 (idem, “Salon de 1846”, Critique.., op. cit…, p.
143) cabe llegar a lo sublime por el detalle. Claro que ello sólo es posible si
pasamos, de la definición baudelairiana del detalle como contingencia no esencial,
al concepto balzaciano del detalle como objeto de contemplación de una mirada
inductiva que es capaz de recomponer el todo a partir de un fragmento.
988
289
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
las arterias parisinas tienen el rostro de los hombres que las habitan (calles
nobles, simplemente honestas; calles asesinas, jóvenes, viejas; calles obreras,
trabajadoras, mercantiles 993 ); o la alusión a la confluencia de la Rue de Bondy
con la Rue des Mathurins du Temple -símbolo del abrazo de la Miseria y el
Lujo- que se recoge en Le cousin Pons:
“Estas dos callejuelas, así dispuestas, contienen una treintena de casas
con seis o siete plantas, cuyos patios interiores, cuyos apartamentos
contienen tiendas, industrias, fábricas de todo género. Es el faubourg SaintAntoine en miniatura. Aquí se hacen muebles, se cincela el latón, se arreglan
vestidos para los teatros, se trabaja el cristal, se pintan las porcelanas, se
fabrica, en fin, todas las fantasías y las variedades del artículo-París. Sucio y
productivo como el comercio, este pasaje, siempre lleno de gente que viene y
va, de carretas, de carromatos, es de un aspecto repugnante, y la población
que allí bulle está en armonía con las cosas y los lugares. Es el pueblo de las
fábricas 994 .”
El objetivo demuestra también su mágico poder cuando fija su mirada
sobre la carne de lo social. La imagen enfocada, en cuanto inscripción
narrativa, salva –o, al menos, lo procura- tres abismos. El primero de ellos es
el que plantea la distancia entre la estatura ideal del pueblo y su abrupta
realidad. El cuerpo popular asusta por su tamaño y por su masa, es una
violencia de la imaginación que siempre desborda a los ojos que se abren.
Siempre lo sublime. Y, de no ser por el daguerrotipo, esas gigantescas
figuras de San Pedro, que igual esperan en la sala del filantrópico Juez
H. Balzac, «Ferragus », op. cit…, V, p. 793. Escribe Balzac: “En fin, las calles de
París tienen cualidades humanas que nos transmiten ciertas ideas contra las que
estamos sin defensa.” También cfr. P. Citron, La poésie de Paris…, op. cit…, I, p. 435.
994 H. Balzac, “Le Cousin Pons”, op. cit…, VII, p. 751.
993
290
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Popinot (L´Interdiction) que sueñan con la República de J-J. Rousseau (Les
Paysans 995 ), alcanzarían proporciones aún mayores, miguelangelescas. ¿Qué
impresión no causarían si la narración respetara su escala real? Esta
capacidad del artefacto acalla algunos miedos, pero no todos; porque el
daguerrotipo reduce, sí; pero no embellece, y ahí reside su sorprendente y
cruel atractivo 996 . Los retratos individualizados de esos porteros, criados o
parientes pobres –los Cibot de Le cousin Pons, el robespierriano Médal de Le
théâtre comme il est, la gran Nanon de Eugénie Grandet, o la Cousine Bette 997 menguados conservan intacta su fealdad revolucionaria.
La exposición de lo monstruoso rebajado a la medida de los sentidos
es una pequeña revancha para una razón burguesa que, de un lado,
encontraba en el número anónimo el límite al principio de individuación –es
decir, su propio límite- y que, de otro, no podía entender el deseo de no ser
oprimidos de los muchos. En suma, un último intento de presentar como
naturaleza –el desorden físico, reflejo de un desorden mayor, es cuestión de
genética o de raza-, lo que no es sino disposición de la carne de lo social. El
ser-precisamente-así de los muchos es su manera de estar-entre-los-hombres,
su acción; un movimiento intransitivo, un espectro que sólo puede ser
“capturado por el daguerrotipo que lo para al pasar 998 , igual que las ideas,
creaciones reales y actuantes, se imprimen en lo que hay que denominar
atmósfera del mundo espiritual; allí producen efectos y viven espectralmente
(porque es necesario forjar palabras para expresar fenómenos sin nombre) y,
Idem, «L´interdiction », op. cit…, III, p. 437-8 e idem, “Les Paysans”, op. cit…, IX, p.
222.
996Cfr. W. Benjamin, op. cit…, pp. 112 y 129.
997 H. Balzac, «Le cousin Pons », op. cit…, VII, p. 634 Idem, “Le Théâtre comme il
est”, op. cit…, p. 590, Idem, «Eugénie Grandet », op. cit…, III, p. 1042, Idem, «La
cousine Bette », op. cit…, VII, p. 82
998 Esta cursiva es de la autora, la itálica del adverbio “espectralmente” pertenece al
propio Balzac.
995
291
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
desde entonces, ciertas criaturas dotadas de facultades raras pueden percibir
perfectamente estas formas o estos rastros de ideas 999 .”
En este
pasaje de reminiscencias platónicas de Le cousin Pons,
descubrimos los mimbres de una nueva forma de la épica segunda: el tema
(el espectro), la forma apropiada a su carácter (el daguerrotipo como arte de
la contingencia) y la condición de posibilidad (el observador). ¿Qué mayor
espectro que el pueblo? Un fantasma que vive espectralmente, sometido a la
constante prueba de la indeterminación –en su nombre, en su definición, en
sus límites. La placa de metal devuelve una imagen que no es la imagen
trivial del Narciso baudelairiano 1000 , sino la de un misterio que está hecho
del tejido de la resistencia. Una forma inédita de heroísmo que no se deja
cegar por la gloria plena del relato. Aquí no encontramos, como en los
Episodios, epifanía de un sujeto colectivo glorioso, esto es, una forma de lo
sublime-terrible que desborda incluso el continente que pretende absorber el
todo. El daguerrotipo, por el contrario, nos abre a otro encuentro con lo
sublime, a la modesta lógica de lo fugaz y del choque 1001 . Y en el continuo
entrecruzarse de presencias y de ausencias, en el fogonazo narrativo, se
libera la fuerza inaudita de lo que no es más que presente, el torrente
incontenible de los muchos.
H. Balzac, “Le cousin Pons”, op. cit…, VII, p. 587.
Ch. Baudelaire, “Salon de 1859”, Critique…, op. cit…, p. 617.
1001 B. Saint-Girons explica, de forma brillante, la compleja relación de lo sublime
con el problema de la aparición, con la imposibilidad de su presencia sensible: “En
este sentido, lo sublime tiene su origen no tanto en una epifanía, como en un
acoplamiento sorprendente, que hace surgir el significante en lo real e,
inversamente, lo real en el significante. Los términos y sus representaciones
plásticas ya no están ligados a sus referentes y a sus significados por una relación
exclusivamente convencional. Se establece, por el contrario, una fusión
provisional.” Cfr. idem, Lo sublime, Antonio Machado Libros, Madrid, 2008, p. 282.
999
1000
292
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
Este pueblo, que es pueblo en permanencia sin necesidad de levantar
barricadas, se despliega en los meandros de lo cotidiano, en un espacio en el
que nada es político y todo puede llegar a serlo. Cualquier brecha es buena
para su aparición. Su manera de ofrecerse, de exponer su quién, no puede
concebirse fuera de la gran ciudad 1002 ; porque sólo aquí, de un modo o de
otro, todo está presente, incluidos los habitantes de las ciudades invisibles y
los aún más extraños seres de las ciudades intermitentes. Y todas esas
existencias flotantes, que nos rodean 1003 de un modo casi secreto, aparecen y
desaparecen en el azar de experiencias posibles. No precisan, para surgir,
más que la ocasión insospechada y la distancia –literalmente, el espacio- que
crea esa criatura especialmente dotada –el espectador- de la que nos habla
Balzac en su teoría del daguerrotipo. El pueblo contemplado desde lejos
(Une double famille, Le colonel Chabert, Facino Cane, Ferragus, La fille aux yeux
d´or, César Birotteau) no es sólo número y trabajo. Ha ascendido a la categoría
de héroe, aunque su heroísmo sea mínimo, fugaz y fragmentario. Es la
forma sin formas de un poder distinto del Poder.
6.2. L´enfer de l´être-ensemble
En la cosmología hugoliana, el Océano es una fuerza cósmica
1004
radicalmente ajena al reino del hombre, su antagonista por excelencia. En
Balzac, el Océano se halla en el principio de todas las cosas… humanas: “La
Sociedad procede como el Océano, recupera su nivel y su aspecto tras un
M. Abensour, “Walter Benjamin entre mélancolie et révolution. Passages
Blanqui”, en H. Wismann, Walter Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 233.
1003 Ch. Baudelaire, “Le Salon 1845”, op. cit…, II, p. 407.
1004 P. Albouy, La création mythologique chez Victor Hugo, Libraire José Cortí, Paris,
1985, p. 343, también idem, Mitographies, op. cit…, p. 207 y M. Roman, Victor Hugo et
le roman philosophique, Honoré Champion, Paris, 1999, p. 165.
1002
293
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
desastre, y borra su rastro por el movimiento de sus intereses
devoradores 1005 .” De manera significativa, Balzac elige como metáfora
abarcadora aquéllo que posee las cualidades de la multitud, de la carne de lo
social. Su naturaleza es densa –sin llegar a la opacidad de lo compacto- y
expansiva -rellena los vacíos, ocupa los espacios. Se divide ante el obstáculo
y lo envuelve. Es una apariencia insondable 1006 , un medio en el que
sumergirse; una forma sin formas que se adapta al continente y lo
transforma:
“París es el más delicioso de los monstruos (…) ¡Monstruo completo por
otra parte! (…) Eh! ¿Y que vida activa siempre al monstruo? (…) Todas las puertas
están entreabiertas, doblan sus goznes, como las membranas de un gran cangrejo,
invisiblemente manejadas por treinta mil hombres y mujeres, de los que cada una y
cada uno vive en seis pies cuadrados, y allí posee una cocina, un taller, una cama,
unos niños, un jardín, donde no ve claro y debe ver todo. Las articulaciones crujen
de manera insensible, el movimiento se comunica, la calle habla. A mediodía, el
monstruo está vivo, las chimeneas echan humo, el monstruo come; después ruge,
más tarde sus mil patas se agitan. ¡Hermoso espectáculo! 1007 ”
Quien habla del Océano y de sus criaturas habla de metamorfosis 1008
y de aventura, de contingencia y de riesgo. De monstruosas maravillas 1009 .
De lo político. De la ciudad. Esta masa irresistible que excede la imaginación,
es choque con la vastedad; y, en su estructura, resulta perfectamente
H. Balzac, “Une ténébreuse affaire”, op. cit…, VIII, p. 672 y también, idem, «La
Maison du chat- qui-pelote », op. cit…, I, p. 19 e idem, «Modeste Mignon », op. cit…,
I, p. 362 ; idem, «Autre étude de femme », op. cit…, III, p. 214.
1006 Así, podemos leer en Le Père Goriot: “Pero París es un verdadero océano. Lanzad
la sonda, jamás conoceréis su profundidad.” Cfr. Idem, “Le Père Goriot”, op. cit…,
III, p. 59.
1007 Idem, «Ferragus », op. cit..., V, p. 794.
1008 Idem, «L´Hôpital et le peuple », op. cit…, XII, p. 569.
1009 El pasaje de Ferragus de donde tomo esta idea merece ser reproducido: “Para los
demás, París es siempre esta monstruosa maravilla, sorprendente ensamblaje de
movimientos, de máquinas y de pensamientos, la ciudad de las cien mil novelas, la
cabeza del mundo.” Idem, “Ferragus”, op. cit…, V, p. 795 y cfr. también ibidem, p.
794.
1005
294
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
equiparable a la experiencia de lo sublime natural que Kant elige como
modelo en su Crítica del Juicio. Así lo demuestran las metáforas totales – la ya
mencionada del océano, el torrente, la tempestad, el volcán 1010 - más
habituales de lo que P. Citron denomina la poesía de París 1011 . Con todo, la
inmensidad de este espacio urbano convertido en naturaleza caótica no
basta; pues, como ya se ha dicho 1012 , sólo en el modo de pensar que pone
sublimidad en la representación de esa inmensidad se encuentra lo
sublime 1013 . Balzac abraza la ciudad sin abarcarla; y, en este gesto de placer
negativo, acumula nuevas violencias para la imaginación en un esfuerzo por
absorber –por reducir 1014 - París 1015 . Encontrará otra imagen –imposible en
cuanto tal imagen-, la imagen de algo que sólo puede ser pensado por la razón,
otra terribilitá de formas blandas que se superpone a la del Océano: “uno de
Esta íntima conexión entre naturaleza y gran ciudad también ha sido estudiada
por R. Caillois, cfr. idem, Le mythe et l´homme…, op. cit…, p. 157 y W. Benjamin,
quien dio un paso más allá al recuperar una de las imágenes más potentes de la
poesía de París, el volcán, para definir la ciudad como un espacio siempre en
permanencia: “Paris es en el orden social lo que es el Vesubio en el geográfico. Una
masa amenazante y peligrosa, un foco siempre activo de la revolución. Pero al igual
que las pendientes del Vesubio se convirtieron en huertas paradisiacas gracias a las
capas de lava que las cubrían, así florecen sobre la lava de las revoluciones, como
en ningún otro lugar, el arte, la vida festiva y la moda.” Cfr. W. Benjamin, “Paris
arcaico, catacumbas, demoliciones, ocaso de París”, Libro de los Pasajes…, op. cit…, p.
110.
1011 Se trata de uno de los ejemplos más fascinantes de la capacidad mito-poética de
la literatura y P. Citron nos dice que una las notas fundamentales –verificada en un
extensísimo y pormenorizado recorrido que va de Rousseau a Baudelaire- de esta
poesía de París es la de presentarse como una suerte de realidad objetiva que el
escritor desvela pero no inventa: su esencia está en el mismo espacio urbano y en
todo lo que lo habita –los hombres y las cosas-, no en el acto creador (cfr. P. Citron,
La poésie de Paris…, op. cit…, II, p. 357) Balzac contribuiría con entusiasmo a la
articulación de este inmenso dispositivo de imágenes – de la naturaleza física y
animal, de lo fantástico, del principio masculino y femenino-; de hecho, la
redacción de La Comédie coincide con el momento de mayor brillantez de esta
poesía: las décadas de 1830 y de 1840.
1012 Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli...”
1013 I. Kant, Crítica…, op. cit…, 23, p. 186.
1014 Desde este punto de vista, las metáforas mantienen la misma relación con lo
sublime que los mecanismos de reproducción mecánica en general y el
daguerrotipo en particular.
1015 La acumulación de metáforas globales que pretenden reducir la masa colosal de
la ciudad es uno de los rasgos fundamentales de la tradición de la ya mencionada
“poesía de París”.
1010
295
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
los espectáculos en los que se encuentra más espanto es, por cierto, el aspecto
general de la población parisina, pueblo horrible de ver, macilento, amarillo,
curtido (…) Pocas palabras bastarían para justificar fisiológicamente la tez
casi infernal de las figuras parisinas, porque no sólo por divertimento París
es denominado un infierno 1016 .” El comienzo de La fille aux yeux d´or.
En este espacio, “los hombres viven tan apretados” que ya no se ven
rostros, sino “máscaras: máscaras de debilidad, máscaras de fuerza,
máscaras de miseria, máscaras de alegría, máscaras de hipocresía 1017 ” Y las
máscaras no ocultan; al contrario, transparentan las relaciones: no hay
espacio en el que cese la rivalidad.
Al contrario de lo que dice A.
Wurmser 1018 , nadie –ni siquiera los obreros en su terrible plural- queda aquí
relegado a sus infiernos: no se puede salir del laberinto, pero se puede
circular por él. En estas páginas balzacianas se intuye un intento de ofrecer
una forma cristalizada que permitiera a la sociedad que se contemplaba en
la imaginaria placa de metal un momento de autoanálisis –si se tratara de la
segunda mitad del siglo XIX, podría hablarse de un momento sociológico.
Así, este tableau de Paris, el más espectacular de cuantos podamos hallar en
La Comédie, podría leerse como una especie de panorama cuyo pie sería
“París, vista general, 1834 1019 ”, es decir, el París que ha hecho la Revolución
H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1039. La cursiva es de la
autora y, evidentemente, hace referencia al léxico de lo sublime.
1017 Idem.
1018 A. Wurmser, La Comédie inhumaine…, op. cit…, p. 769. A. Wurmser le pedía algo
imposible a Balzac, que fuera Zola ni más ni menos. Por supuesto que no hay
obreros conscientes y organizados en las novelas balzacianas y, por supuesto, el
novelista expresaba en su literatura y en su vida un terrible miedo social ante la
amenaza del número; pero eso no quiere decir que los muchos no arañen su espacio
en la política del imaginario. Evidentemente, si leemos el incipit de La fille aux yeux
d´or como metáfora del universo social de Balzacie, resulta evidente que, en este
caso, el pueblo no sólo está, sino que existe en cuanto parte contada entre las partes
de la ciudad. Sobre este litigio y la irrupción del número, cfr. los capítulos II y III de
esta tesis.
1019 La descripción del infierno parisino nos sitúa en esa década de 1830, si bien el
tiempo del relato nos lleva a 1815.
1016
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
de Julio y las jornadas revolucionarias de 1831 (le Mardi gras, el eco de Lyon),
de 1832 (la Saint-Merry) y 1834 (movilizaciones republicanas) 1020 . El curioso
incipit nos adentra en una suerte de geografía moral que, de un lado, desafía
la verticalidad del París físico –quienes habitan los subterráneos de aquélla
ocupan los desvanes de éste 1021 - y, de otro, la explica, según nos dice Balzac
al acabar su análisis de las fisonomías parisinas 1022 .
El narrador comienza su itinerario por el estrato más profundo, “el
mundo que no tiene nada 1023 ”. En el fondo de este fondo hallamos al
“obrero, al proletario”, una fisonomía irreducible a su determinación en
cuanto forma de vida colectiva y en cuanto forma de vida individual. La
primera se hace imposible, en parte, por la formulación en singular del tema;
y, en parte, por una interesante operación lingüística que también afecta a la
segunda. Sólo se nos permite ver –es decir, en el texto sólo se dice de- las
“manos sucias” del gigante popular, un engranaje que “tornea y dora las
porcelanas, arregla los trajes y vestidos, rebaja el hierro, lija la madera, teje el
acero, solidifica el cáñamo y el hilo, satina los bronces, festona el cristal,
copia las flores, borda la lana, arregla los cabellos, trenza los arreos y
trencillas, corta el cuero, pinta los coches, redondea los viejos olmos,
vaporiza el algodón, azufra los tules, corroe el diamante, pule los metales,
Para todas estas movilizaciones, cfr. “Le tournant de 1830…”, “Política del
imaginario…” y “La escritura de la insurrección…”.
1021 En el conjunto de La Comédie suelen ser habituales las referencias al “trabajo”
como cosa de las alturas del París físico. Cfr. H. Balzac, “Ferragus”, op. cit., V, p. 704
y también, idem, “César Birotteau”, op. cit…,
1022 «Esta vista del París moral prueba que el París físico no podría ser de otro
modo.” H. Balzac, «La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1050. El contraste es tan
grande que Balzac, en su descripción del tránsito del primer al segundo círculo,
duda por un momento sobre cuál debe ser el sentido de su itinerario; pero,
finalmente, se decanta por la ascensión. Cfr. Ibidem, p. 1044.
1023H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1041.
1020
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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transforma en hojas el mármol, lima las piedras, limpia el pensamiento,
tinta, blanquea y tizna todo (…) 1024 ”
¿Qué pretende el autor con esta larguísima lista de verbos ? Evitar el
nombre de los oficios. La sustantivación podría comportar un deslizamiento
–nunca deseable- hacia la afirmación de una subjetividad individual o, más
peligrosa, colectiva. Y cuando Balzac utiliza el mágico concepto de pueblo lo
hace en su más bajo significado, como pueblo-enigma que se manifiesta en dos
de sus muchas encarnaciones, la de la multitud parisina horrible de ver en
su carne “macilenta, amarilla, curtida” y la del temible Vulcano popular –un
cuerpo gigante y feo, monstruoso, un cuerpo que no es propiamente un
cuerpo- que algún día transformará su trabajo cotidiano en energía
revolucionaria 1025 .
Desde luego, en esta sima, no detectamos el calor luminoso de la capa
geológica inferior de la nacionalidad que Michelet ensalza en Le Peuple 1026 .
Es la palanca que activa el mecanismo que deforma continuamente el rostro
de la ciudad –todos esos edificios que se destruyen y se construyen sin
parar-, borrando la memoria de lo antiguo e imposibilitando la conciencia de
lo nuevo 1027 . ¿ Alguien podría compartir el espacio con semejante criatura ?
Aquél que mejor se maneja en el Océano, el “Proteo de la civilización 1028 ”: le
Idem.
Ibidem, p. 1042.
1026 J. Michelet, Le Peuple, op. cit…, p. 141.
1027 A lo largo de La Comédie, Balzac repite su lamento por la desaparición del viejo
París. Cfr. H. Balzac, “Les petits bourgeois”, VIII, op. cit…, p. 22 e idem, «Ferragus »,
op. cit…, V, p. 823.
1028 H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1044. Esta idea del hombre de
la clase media como hombre líquido también se encuentra en la literatura española
de la época, cfr. M. J. de Larra «El hombre-globo », Revista Española, nº 9, 9 de
marzo de 1835, en E. de Ochoa, Apuntes para una Biblioteca de Autores Españoles,
Baudry, Librería Europea, París, 1840, p. 250.
1024
1025
298
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
petit-boutiquier. No se trata, desde luego, de un tipo eterno, es una figura que
lleva el sello de la Historia, del mundo post-revolucionario. Balzac lo
presenta como especie evolucionada, un milagro –que sólo ocurre
excepcionalmente- del azar que trasforma unas “manos sucias” en alguien
que es “todo piernas”. Su movimiento no es el de la activación mecánica del
obrero, es una cadencia sometida al tiempo y al espacio. La vida de la
probidad, la vida normal: boutique, familia, Constitutionnel 1029 , Guardia
Nacional, trabajo en el distrito, Ópera, pensamiento en el futuro y sueños
con el siguiente nivel 1030 .
Este anhelo nos conduce al segundo círculo, “el mundo que tiene
algo 1031 ”: comerciantes al por mayor, empleados, gente de la pequeña banca,
pasantes de los abogados y notarios. Son anatomías completas, con rostro,
aunque sean rostros gastados, planos, cretinos. En este caso, los predicados –
poner en la tienda los productos fabricados por los proletarios, extender las
manos hasta Oriente, envolver al detalle París entero, aspirar al beneficio- no
evitan una inquietante deriva de lo social: son meros desarrollos de la acción
de un sujeto, la pequeña burguesía 1032 .
El movimiento ascendente nos deja en el “vientre parisino”:
abogados, médicos, notarios, banqueros, especuladores, magistrados. “Aquí
se encuentran todavía más causas para la destrucción física y moral que en
cualquier otro lugar. Estas gentes viven, casi todas, en infectos estudios, en
salas de audiencias apestosas (…) No existe ningún misterio para ellos, ven
Se trata del periódico de la burguesía. En este caso, Balzac hace una alusión
irónica a esta lectura como proyección de los deseos del petit-boutiquier.
1030 H. Balzac, «La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, pp. 1042-1044.
1031 Ibidem, p. 1044.
1032 Ibidem, p. 1045.
1029
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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el reverso de la sociedad de la que son confesores, y la desprecian 1033 .” El
interés de este círculo se comprende mejor cuando el sentido del viaje es
descendente. Encima del vientre, la cabeza, el mundo artista. Aquí ni brazos,
ni piernas, ni esqueletos encorvados por el peso de los affaires: rostros bellos,
geniales, incomprendidos, que han cometido el error de sustituir la
emulación por la competencia 1034 . Y, en las regiones más áureas, en el
espacio purificado, ni trabajos ni penas. L´ennui. Los ricos 1035 . No hace falta
decir más.
6.3. Las Katábasis de La Comédie Humaine
Ibidem, pp. 1046-7. La cursiva es de la autora.
Ibidem, p. 1049.
1035Ibidem, p. 1050.
1033
1034
300
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El infierno de La fille aux yeux d´or puede evocar a Dante por su fuerza
poética, por su distribución en círculos y, evidentemente, por la mención
expresa que se hace en el texto 1036 ; sin embargo, la idea del infierno como
metáfora total del vivir-entre-los-hombres, como reino estrictamente
terrenal, como análisis de una naturaleza humana que se afirma como
permanente, tiene menos de dantesco que de maquiaveliano 1037 . El adjetivo
Humaine lo cambia todo. En las líneas finales de Une passion dans le désert, el
novelista define el desierto de una forma verdaderamente hermosa: “c´est
Dieu sans les hommes 1038 ”. El exacto opuesto de ese París, tan suyo, que son
los hombres sin Dios 1039 .
El espectáculo del orgullo, del odio, de la violencia, de la lujuria o de
la impotencia de la virtud y de la verdad no le provocan la menor
indignación. Como el viejo florentino, Balzac escribe de 1040 la ciudad sin
preocuparse por el cielo. Pero es que, además, en la novela-siglo, el sentido
específico del inframundo como otro mundo, como reino del subsuelo
habitado por las criaturas más extrañas –el proletario, el obrero, ese número
tan líquido como el dinero- y el significado del viaje como experiencia del
conocimiento para el aquí y el ahora, está más relacionado con Odiseo que
con Dante 1041 . Y no sólo eso, la cuestión homérica se vincula de un modo
Ibidem, p. 1047.
M. Merleau-Ponty, «Note sur Machiavel », Éloge de la Philosophie, Folio,
Gallimard, Paris, 1953 y 1960, p. 288.
1038 H. Balzac, “Une passion dans le désert”, op. cit…, VIII, p. 1232.
1039 La presencia del Mal no hace sino crecer en La Comédie; un mal que se define
como fuerza plenamente humana, destructiva y consciente de su poder. Para un
análisis sobre esta cuestión, cfr. M. Milner, Le diable dans la littérature française. De
Cazotte à Baudelaire. 1772-1861, Librairie José Cortí, Paris, 2007.
1040 Sobre el uso de esta proposición, cfr. “La escritura de la insurrección…”
1041 En ningún caso pretendo negar la doble conexión con La Comédie, ni el nexo que
el propio Balzac establece entre Dante y Homero. Cfr. H. Balzac, “Préface à Les
1036
1037
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
sutil con una parte importante de las estructuras profundas del dispositivo
mítico de la La Comédie en cuanto obra inscrita en la Weltanschauung
romántica 1042 .
Nada más parecido al inmenso Océano de la Odisea que la modernidad
interpretada a la luz del Romanticismo. El más racional de los modos de
producción, el capitalismo, había hecho saltar por los aires las estructuras
tradicionales y, lejos de cerrarse a otras formas de inteligibilidad, había
descubierto su propia dimensión mítica 1043 . El siglo era el precipitado de un
conjunto de fuerzas –el industrialismo, la abstracción racionalista, la
aceleración de los tiempos, la cuantificación, la mecanización de la vida, el
désenchentement
1044 -
tan enigmáticas como el designio de lo dioses a los ojos
de Odiseo. Un mundo lleno de monstruos tan temibles como Escila y
Caribdis: el Estado –un gigante viejo con un cuerpo nuevo-, la gran ciudad,
la multitud. La metáfora escogida para definir esta época no es inocente;
Parents Pauvres”, “La Cousine Bette”, op. cit..., VII, p. 53. Para la referencia explícita
a Dante en la propia descripción del infierno, también cfr. idem, «La fille aux yeux
d´or », op. cit.., V, p. 1047.
1042 Por supuesto, entiendo esta Weltanschauung –visión del mundo, estructura
mental colectiva- como crítica de la modernidad (cfr. M. Löwy y M. Blechmann,
“Qu´est-ce que le romantisme révolutionnaire ?”, en VVAA, Le Romantisme
révolutionnaire, Europe, 338, avril, 2004 y también M. Löwy y R. Sayre, Révolte et
mélancolie. Le romantisme à contre-courant de la mondernité, Payot, Paris, 1992, pp. 25 y
ss. ). Esta crítica recorre La Comédie como conjunto, si bien podrían señalarse
algunos títulos especialmente significativos: La Maison Nucingen, L´illustre
Gaudissart, Le cousin Pons o Les employés.
1043 Escribe W. Benjamin: “El capitalismo fue una manifestación de la naturaleza con
la que le sobrevino un nuevo sueño onírico a Europa y, con él, una reactivación de
las energías míticas”. Idem, Libro de los Pasajes…, op. cit…, p. 396.
1044 El poeta alemán H. Heine -que acuñó el concepto de modernidad (1826)- veía en
todos estos fenómenos la pérdida de la interioridad romántica y de las grandes
tradiciones y, lo que era mucho peor, la “victoria de los ingleses”. Cfr. A. Betz,
“Marchandise et modernité. Notes sur Heine et Benjamin”, en H. Wismann, Walter
Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 156.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
pues, de todas los espacios imaginarios del mundo heleno, el Océano es el
peor integrado en el cosmos 1045 .
La fuerza de los vientos y de las corrientes hacía imposible un
heroísmo hecho del tejido de la cólera; a lo sumo, una forma de resistencia
que fuera blanda y voluble: Odiseo. El XIX había hecho una primera
aproximación a esta figura con el héroe mediocre a lo Scott; pero, a
Waverley, o bien le faltaban algunos rasgos esenciales, o bien sólo los poseía
en germen. A saber, el viaje como destino, la experiencia del instante, el
deseo de ver todo y de ser Nadie y también una curiosidad adecuada a ese
doble deseo. La década de 1830 asistirá al nacimiento de un nuevo Odiseo –
el flâneur- y Balzac será uno de los primeros 1046 en dar cuerpo heroico a esta
figura que, como el Facino Cane de la novela epónima, “encerraba en sí
mismo una Odisea condenada al olvido 1047 .”
El flâneur es, como ya se ha dicho 1048 , una figura del umbral 1049 .
Siempre está en la orilla –de la gran ciudad, de la clase burguesa- y en
ninguna parte se siente en casa. Es el ojo de La Comédie y no resulta extraño
tropezarse con él en los incipit balzacianos. Y si está ahí no es sólo porque las
primeras páginas de una obra sean un lugar estratégico de la estructura
narrativa; sino también porque el comienzo posee, de forma invariable, un
enorme contenido metafórico que, desde la óptica arendtiana que aquí se
H. Blumenberg, Trabajo…, op. cit..., p. 39.
Junto a E. Allan Poe, con su cuento “El hombre de la multitud”. K. Stierle señala
la evidente conexión que existe entre el Facino Cane balzaciano y este cuento del
escritor americano. K. Stierle, La capitale des signes. Paris et son discours, Éditions de
la Maison des sciences de l´homme Paris, 2001, p. 347.
1047 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1023.
1048 Cfr “El entusiasmo de Gabriel Araceli…”
1049 W. Benjamin, “Paris, capital del siglo XIX”, Libro de los Pasajes, op. cit…, , p. 45.
1045
1046
303
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
defiende, acaba por definirse como político: es la apertura al mundo
recreado y no puede extrañar que, justamente en ese lugar, se ubique quien
viene a completar el mundo, quien crea la distancia que lo hace posible 1050 .
Desde su inscripción narrativa, el flâneur es más que un punto de vista, es
una perspectiva. Balzac recurrió a este personaje, no tanto para comprender
y hacer comprender la realidad, cuanto para expresar el interrogante que la
realidad le suscitaba. Al extremo de que cuando Balzac decida representarse
a sí mismo –con la desnudez de los datos biográficos del Honoré de 20 años
que vivía cerca de la Biblioteca del Arsenal 1051 - en Facino Cane 1052 (1836) se
decantará por esta figura.
El comienzo de esta novela es un breve ensayo sobre la flânerie. La
observación, nos dice el narrador, es una ciencia, sí; pero una ciencia ligera,
un divertimento hermético 1053 que se abandona a voluntad 1054 ,
que se
aprende fuera del tiempo –el escritor ha de interrumpir el ritmo cotidiano de
sus estudios para adquirir esta pasión “¿que no era acaso también una forma
de estudio?”- y que mantiene una peculiar tensión con el espacio. París es su
medio, pero no es un medio definido, concreto; es blando y líquido. De
hecho, el flâneur realiza sus viajes –aunque, en realidad, se trata siempre del
mismo viaje- bajo el signo protector del Océano. Penetra en las vías
subterráneas para volver a alcanzar las aguas de manantial del boulevard o el
L. Frappier-Mazur, L´expression métaphorique…, op. cit., p. 76.
G. Robb, Balzac. A biography, Picador, London, 1994, pp. 48 y ss.
1052 H. Balzac, «Facino Cane », op. cit…., VI, p. 1019.
1053 El carácter ligero de la flânerie remite también a la Odisea, por cuanto Hermes es
una potencia de visión que no se toma en serio ni a sí mismo, ni a los demás dioses,
ni a los hombres. Además, es el arquetipo de Odiseo.
1054 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit..., VI, p. 1020. W. Benjamin critica duramente a
quienes arrebatan al flâneur esta ligereza para convertirlo en una figura de la
racionalidad. Cfr. W. Benjamin, Libro…, op. cit., p. 434.
1050
1051
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Scheherezade Pinilla Cañadas
líquido cenagoso de la calle estrecha 1055 . Se sumerge sin cuidado en esa
sustancia primordial y queda transformado -y, en cierto sentido, purificadopor ella. Su paso es el caminar lento de la tortuga 1056 , el ritmo que le permite
detenerse unos instantes, experimentar un sentimiento de dolor 1057 -una
suspensión momentánea de las facultades vitales- ante el espectáculo
sublime de la ciudad:
“(…) yo iba a observar las costumbres del faubourg, sus habitantes y sus
caracteres. Tan mal vestido como los obreros, indiferente al decorum, no los ponía en
guardia contra mí; podía mezclarme con sus grupos, ver cómo concluían sus
negocios o discutían sobre la hora en la que dejaban el trabajo (...) Escuchando a
estas gentes, podía abrazar su vida, sentía sus andrajos sobre la espalda, ponía los
pies en sus zapatos agujereados; sus deseos, sus necesidades, todo pasaba a mi
alma, o mi alma pasaba a la suya. Era el sueño de un hombre despierto. Me irritaba
con ellos contra los jefes de taller que los tiranizaban, o contra las malas prácticas
que les hacían volver varias veces sin que fueran pagados. Abandonar sus
costumbres, convertirse en cualquiera por la ebriedad de las facultades morales, y
jugar este juego a voluntad, ésa era mi distracción 1058 .”
Lentitud, dolor y sublimidad definen la mirada del flâneur. Y su
sublimidad es fecunda porque comporta un regreso al yo, al dolor de ser y
de ser limitado; incluso podríamos decir que, de algún modo, responde a
cierto ansia por la forma sensible, a cierta nostalgia de lo bello. Su ojo posee,
además, las ventajas de los mecanismos de reproducción mecánica y
ninguno de sus inconvenientes. Prescinde de la instantaneidad terrible del
De estos trayectos balzacianos entre las profundidades y la superficie del océano
parisino, hallamos eco preciso en Baudelaire: “El espectáculo de la vida elegante, y
los millares de existencias flotantes que circulan en los subterráneos de una gran
ciudad.” Cfr. Ch. Baudelaire, “Salon de 1846”…, op. cit…, p. 495.
1056 Para dar idea de la cadencia de la flânerie, W. Benjamin recoge una nota en la
que se da testimonio de la moda de los flâneurs de pasear con sus tortugas como si
se tratara de una mascota al uso. Cfr. W. Benjamin, Libro…, op. cit., p. 446.
1057 I. Kant, Crítica…, 23, p. 184 y 27, p. 202 y R. Clewis, The Kantian sublime…, op.
cit…, p. 35.
1058 H. Balzac, «Facino Cane », op. cit…, VI, p. 1020.
1055
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objetivo a la hora de fijar el movimiento de la fantasmagoría urbana: le basta
con su propia pausa. Elige entre la multiplicidad de lo real y recorta,
pacientemente –y en esta calma ostentatoria hay un gesto artístico y
político 1059 -, el fragmento significativo hasta reducir lo colosal a la medida
de los sentidos; como si la generalización abstracta a que tiende lo sublime
pudiera ser compensada por un aumento en la densidad del objeto de
contemplación 1060 .
El detalle es una caída de categoría estética, pero una caída necesaria,
casi obligada: ¿de qué otro modo se puede intentar aprehender lo que
violenta la imaginación? Ahora bien, esta concesión a las exigencias de lo
sensible no lleva al paseante a entregarse al espejismo de la superficie –que
es algo muy distinto de la apariencia-: pretende adentrarse en sus misterios.
La mirada del solitario es una mirada inductiva 1061 que recompone la
totalidad de la ciudad a partir du choix du petit; un ojo espía que busca en las
capas exteriores las profundidades de lo real 1062 : “La observación se había
La pausa es protesta contra los procesos de aceleración y de cuantificación –en
última instancia, de proletarización- de la vida en la modernidad. Cfr. S. BuckMorss, “Le flâneur, l´homme-sandwich et la prostituée: politique de la flânerie”, en
H. Wismann, Walter Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 398.
1060 D. Peyrache-Leborgne, La poétique du sublime…, op. cit…, p. 436.
1061 Este tipo de mirada ha de concebirse como disposición analítica primera del
flâneur, cfr. B. Doherty, “The colportage phenomenon of space and the place of
montage in the Arcades Project”, en B. Hanssen (ed), Walter Benjamin and the
Arcades Project, Continuum, London-New York, 2066, p. 87 y también K. Stierle,
Paris…, op. cit…, p. 215. Además, este ojo artista nos permite penetrar el sentido
general del realismo balzaciano, que responde a un efecto de composición. Para un
análisis in extenso de esta cuestión, cfr. P. Tacussel, Mythologie des formes sociales.
Balzac et les saint-simoniens ou le destin de la modernité, Méridiens Klincksieck, Paris,
1995, pp. 139 y ss.
1062 La apariencia balzaciana tiene una profundidad que no encontraremos en la
literatura –con Flaubert a la cabeza- posterior a 1848. Y su profundidad es de tal
naturaleza, que llevó a R. Barthes a afirmar que la realidad balzaciana carecía,
precisamente, de superficie. Desde luego, no comparto la tesis de este autor, pues
resulta evidente que existe toda una poética de las apariencias –de la que la
1059
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
convertido en mí en algo intuitivo, penetraba el alma sin despreciar el
cuerpo; o, más bien, captaba tan bien los detalles exteriores, que iba más
allá 1063 .”
El flâneur es el hombre que todo lo ve, como Odiseo. Nada escapa a su
curiosidad 1064 . Es el único que, en un mundo desencantado, no desea curarse
de lo sublime; sencillamente, se abre a su herida. Persigue la ciudad en un
empeño inútil de dominarla mentalmente 1065 : no le queda otra defensa. Y los
estímulos –internos y externos- son tantos. Porque lo maravilloso est partout;
sólo que esta atmósfera no es la Stimmung que determina el tono de una
época, es el color del instante y sólo la conciencia intensificada del flâneur es
capaz de advertir el milagro 1066 . Y como los milagros traspasan cualquier
barrera, el ojo de La Comédie funciona como una especie de proyector
humano, pues está ahí para ver y para hacer ver. Es un escorzo de la novela
que, al contrario de lo que ocurría con el Araceli-espectador de Trafalgar,
delega en el lector el esfuerzo, el trabajo serio de la interpretación y el
análisis. La división de tareas convierte a su mise en cadre en un espacio de
signos, un interrogante, una apertura que multiplica su densidad y su
significado cuando la mirada es la del propio Balzac:
literatura panorámica y los significados y usos del daguerrotipo son tan sólo una
parte- en Balzac, como se muestra en esta tesis doctoral. Para un estudio más
pormenorizado de esta cuestión, cfr. B. Lyon-Caen, Balzac et La Comédie des signes.
Essai sur une expérience de pensée, Presses Universitaries de Vincennes, Saint-Denis,
2006, pp. 146 y ss.
1063 H. Balzac, «Facino Cane », op. cit…, VI, p. 1019.
1064 Idem, «Une double famille », op. cit., II, p. 77 ; idem, «Physiologie du mariage »,
op. cit…, XI, p. 930 ; idem, «L´Hôpital et le peuple », op. cit…, XII, p. 569.
1065 En esta vida de la gran ciudad como vida del espíritu, Balzac anuncia a Simmel,
por eso sorprende que este autor ni siquiera haga una mención expresa al creador
de La Comédie en su, de otro lado, maravilloso ensayo “Las grandes ciudades y la
vida del espíritu”. Cfr. G. Simmel, Philosophie de la modernité, Payot, Paris, pp. 169 y
ss.
1066 Baudelaire llama la atención sobre la invisibilidad de este milagro. Cfr. Ch.
Baudelaire, “Salon de 1846”…, op. cit…, p. 496.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
“Cuando, entre las once y las doce de la noche, me encontré a un obrero y su
mujer regresando del Ambigu-Comique, me divertí siguiéndoles desde el bulevar del
Pont-aux-Choux hasta el boulevard Beaumarchais. Estas buenas gentes hablaban,
sobre todo, de la pieza que habían visto; de un tema a otro, trataban de sus asuntos;
la madre llevaba a su hijo de la mano, sin escuchar ni sus quejas ni sus demandas;
los dos esposos contaban el dinero que les sería pagado al día siguiente, lo gastaban
de veinte maneras distintas (…) La imaginación no llegaría nunca a la verdad que
allí se oculta y que nadie podía llegar a descubrir; es necesario descender demasiado
abajo para encontrar estas admirables escenas trágicas o cómicas 1067 .”
La lectura de este pasaje demuestra que el Océano parisino no privó a
Balzac del peor y más fascinante de los viajes de Odiseo: la katábasis 1068 , la
bajada al Hades. Para gozar de esta aventura, nos dice el autor, “es necesario
descender demasiado abajo”, al reino del proletario y del obrero, al fondo
del fondo de ese primer círculo del infierno parisino de La fille aux yeux d´or.
Cuando el flâneur llega al inframundo, no lo iluminan hogueras ni luces,
domina el olor penetrante de los espectros; y, al contrario de lo que le sucede
a Odiseo, el viajero de la modernidad no pierde ni por un instante su poder
de visión. Es más, esta peripecia es, sobre todo, experiencia de la mirada,
una experiencia que lo distingue de la mayoría de quienes habitan la ciudad:
sólo él es capaz de ver a los otros estando aún entre los vivos 1069 .
En Facino Cane, la bajada al nivel inferior desemboca en el faubourg
Saint-Antoine 1070 . El tránsito del héroe por este lugar oscila entre la
H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1019-1020. La cursiva es de la autora.
Para un estudio de las katábasis, cfr. José Luis Calvo Martínez, “The katábasis of
the hero”, en Vinciane Pirenne-Delforge y Emilio Suárez de la Torre (eds), Héros et
héroïnes dans les mythes et les cultes grecs, Centre International d´Étude de la Religion
Grecque Antigue, Liège, 2000, pp. 67 y ss. Agradezco a Marco Santamaría esta
referencia.
1069 H. Balzac, “Code des gens hônnetes », Œuvres…, op. cit, II, p. 200 y Homero,
Odisea, XI, 155-6, Gredos, Madrid, 1989.
1070 Es, como ya se dijo, el barrio del artesanado parisino.
1067
1068
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
fascinación y el espanto; se comprende que la estancia sea tan breve: el
tiempo necesario para detener el movimiento de los espectros de ochenta
obreros endomingados que “bailaban [con los rostros inflamados] como si el
mundo se fuera a acabar 1071 .” El flâneur balzaciano no busca en este lugar
remoto a un terrible animal mitológico –Herakles- ni pretende rescatar a la
mujer que ama –Orfeo-; persigue el conocimiento –Odiseo- de su destino
como mortal allí donde la vida es sólo una vida a medias, una vida de
fantasmagoría: “Sabed solamente que, desde esa época, había analizado los
elementos de esta masa heterogénea llamada pueblo, que lo había analizado a
fin de poder evaluar sus cualidades buenas o malas. Yo ya sabía de qué
utilidad podría resultar este faubourg, este seminario de revoluciones 1072 .” La
katábasis de esta novela se cierra de un modo grandioso con el encuentro
entre el narrador y un músico italiano ciego llamado Facino Cane, a quien
Balzac compara con el “Segundo Homero”, aunque más parece un tercero ¿un poeta de la modernidad?- de lo viejo y cansado que está 1073 .
El descenso de esta Scène de la Vie Parisienne es lo más parecido a una
experiencia plena del Hades para el flâneur. Su peculiar indecisión 1074 le hace
preferir la orilla, de ahí que resulte menos extraño sorprenderlo en la antesala
del inframundo: la tierra de los cimerios 1075 , el país de la bruma perpetua, “la
H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit..., VI, p. 1021. Resulta especialmente
significativo el paralelismo entre esta katábasis y el carnaval, dos momentos en los
que el curso normal de la existencia se suspende y se desafían las jerarquías
impuestas por la condición, el empleo, la fortuna ; como si esa otra vida tuviera un
fondo de autenticidad que no alcanza la vida ordinaria y en ella descubriéramos
que es mejor ser un tete que el más grande de los héroes o que el principio de la risa
iguala a los hombres. Cfr. M. Bakthine, L´oeuvre de François Rabelais..., op. cit…, pp.
16 y ss y Homero, Odisea, op. cit...,
1072 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1020.
1073 Ibidem, pp. 1022-1023.
1074 W. Benjamin, El Libro…, op. cit., p. 430.
1075 Homero, Odisea, op. cit…, XI, 14-19.
1071
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
ciudad del dolor 1076 ”, el lugar en el que “dos tercios de la población carece
de madera en invierno, aquél que arroja al mayor número de críos a la torre
de los Enfants trouvés, el mayor número de enfermos al Hôtel-Dieu, el mayor
número de mendigos a las calles, que envía el mayor número de traperos a
las esquinas, el mayor número de ancianos sufrientes a los muros (…), el
mayor número de obreros sin trabajo a las plazas, el mayor número de reos
a la Policía correccional. En medio de esta calle siempre húmeda, cuyo
arroyo echa al Sena las aguas negras de algunas tintorerías, hay una vieja
casa… 1077 ” Es una ciudad hundida bajo el mar.
Gracias a la información proporcionada en La fille aux yeux d´or 1078 ,
sabemos que esta geografía del límite se sitúa en el fondo del fondo del París
moral. Pero, como país de los confines, carece de coordenadas precisas: el
nuevo Odiseo encuentra la misma niebla y la misma miseria en la Rue du
Fouarre 1079 –la calle más sucia del barrio más pobre-, en el Tourniquet SaintJean 1080 , en el camino secreto que une al faubourg Saint-Antoine con el
faubourg Saint-Marceau 1081 , el espacio neutro entre la cancela sur del
Luxemburgo y la cancela norte del Observatorio 1082 , la sucia y productiva
Rue Mathurins-du-Temple, el faubourg du Temple repleto de fábricas 1083 o las
casas cenagosas de la Rue de la Perle 1084 . Pocos como Balzac poseen el secreto
Balzac toma prestada la expresión del primer terceto del Canto III de La Divina
Comedia de Dante Cfr. H. Balzac, “Facino Cane”, “Notes et variantes”, op. cit…, VI,
p. 1538; idem, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1020 y también idem, “Ferragus”, op.
cit…, V, p. 889.
1077 H. Balzac, “L´Interdiction”, op. cit..., III, p. 427.
1078 Cfr. “L´enfer de l´être-ensemble” en este mismo capítulo.
1079 Idem.
1080 H. Balzac, «Une double famille », op. cit…, II, p. 20 ; idem, «Les petits
bourgeois », op. cit…, VIII, p. 22.
1081 H. Balzac, “L´envers de l´histoire contemporaine”, op. cit…, VIII, p. 218. Como
ya dije, el faubourg Saint-Marceau era el barrio más pobre de París. Para dar una idea
de su significado, baste apuntar que es el barrio del crimen en Les Misérables.
1082 H. Balzac, «Ferragus », op. cit…, VI, p. 901.
1083 Idem, “César Birotteau”, op. cit…,
1084 Idem, «Le cousin Pons», op. cit…, VII, pp. 751 y 633.
1076
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de presentar cosas horribles mediante una oscuridad acertada 1085 y, casi sin
quererlo, el escritor nos lleva otra vez a lo sublime; porque, donde todo es
confuso y lóbrego, no se puede componer una imagen.
Si el lector aspira a tener –por imposibilidad de aprehensión sensibleuna comprensión global de esta geografía esquiva y fragmentaria, ha de
acercarse a La Comédie con un ojo sinóptico; sólo entonces descubrirá un
auténtico tratado general sobre las calidades líquidas de la Estigia parisina:
el universo verbal (los hombres y las cosas bullen, se evaporan, se expanden,
hierven, flotan 1086 ), el intenso cromatismo de las descripciones (la pegajosa
pátina de barniz que deja el contacto con la miseria, el amarillo intenso de
los rostros de la resistencia, el negro húmedo de las habitaciones
campesinas, el verde acuoso que impregna casi todo 1087 ), la densidad de
atmósferas (el olor penetrante de los espectros, los escalones encenagados
por las enseñas de los oficios, la falta de aire en las casas de los obreros, la
espesura hedionda de los lugares mal ventilados, la extraña humedad de los
cuerpos apretados, el vapor que emana la carne acumulada 1088 ), las
metáforas del movimiento y las realidades físicas (la formidable tempestad
de las jornadas de julio de 1830, la tempestad de intereses de la ciudad, los
torrentes, los ríos, los subterráneos, el fango 1089 ).
De acuerdo con E. Burke, la oscuridad se cuenta entre las fuentes de lo sublime
y por lo que se refiere a la específica oscuridad acertada es Milton –un poeta ciegoel mejor precedente de Balzac. Cfr. E. Burke, De lo sublime…., op. cit…, pp. 88 y ss.
1086 H. Balzac, “Ferragus”, op. cit…, p. 794 y también idem, “La fille aux yeux d´or”,
op. cit…, V, p. 1040.
1087 Idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 436; idem, “Pierrette”, op. cit…, IV, p. 41.
1088 Idem, «Ferragus », op. cit…, p. 867; idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 436 y
438.
1089 H. Balzac, “Splendeurs et misères des courtisanes”, op. cit…, VI, p. 699 ; idem,
«La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, pp. 1039, 1050 ; idem, « Ferragus », op. cit…,
pp. 816 y 901.
1085
311
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Lo propio de este sistema de cavernas es oponer una suerte de
transparencia opaca a su interpretación; un tipo de transparencia que, como
corresponde a lo que violenta a la imaginación, debe más a la mirada del
observador, que al modo de aparición de los espectros. En efecto, los cimerios
se ofrecen; surgen como en el vacío, sin asideros, desgajados de esa trabazón
balzaciana entre los seres y el mundo material que tan bien analiza
Auerbach 1090 en el capítulo de Mimesis que dedica a la descripción de la
pensión Vauquer 1091 (Le Père Goriot). Su vulcanización es el recuerdo de una
vida anterior que no ha sido capturada por el daguerrotipo. Son profundos y
silenciosos 1092 , como el Océano, como las sirenas de Kafka. Irrumpen en el
presente desde el presente. Y su heroísmo es un heorísmo sin atributos, sin
marcas. El simbolismo involuntario –y político- de sus cuerpos desnudos y
de sus andrajos golpea al flâneur, y de paso al lector, con la fuerza de lo
sublime:
“Aquí la rugosa figura de un anciano austero de barba blanca, de cráneo
apostólico, ofrecía un completo San Pedro. Su pecho, descubierto en parte, dejaba
ver unos músculos prominentes, indicio de un temperamento de bronce que le
había servido de punto de apoyo para sostener todo un poema de desdichas. Allí
una mujer joven daba de amamantar a su hijo pequeño para que no llorara,
La descripción de este lugar es uno de los ejercicios literarios más espectculares
de toda La Comédie y en la minuciosidad de este trabajo se puede entender bien la
especial densidad del mundo material en Balzac: es mucho más que efecto de lo
real, es creación de lo real. Cfr. E. Auerbach, Mimesis, FCE, México, 1996, pp. 445 y
ss. P. Citati también define La Comédie como un universo de muebles, vestidos,
casas… , llegando a hablar incluso del “triunfo de los objetos, que encuentran un
relieve casi heroico” (P. Citati, El mal absoluto. En el corazón de la novela del siglo XIX,
Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Madrid, 2006, p. 115). Como se sostiene en
el cuerpo del texto, el número balzaciano es la excepción: su vínculo con lo material
es su carne misma.
1091 Este discreto rincón del quartier Latin –rue Neuve-Sainte-Geneviève- es una suerte
de pequeño mundo a escala.. En esta “honrada” casa burguesa “para los dos sexos
y otros” , Mme Vauquer acoge todo un mosaico de especies sociales: la vencida
generación de los padres que ha hecho la gran Revolución (Goriot), la juventud que
aún tiene sueños (Rastignac), el crimen y la révolte (Vautrin ), la burocracia (Poiret),
la condición femenina desheredada (la viuda Couture y su sobrina Mlle Taillefer).
1092 El Hades se caracteriza por la ausencia del logos y de la risa. J. Bremmer, El
concepto de alma en la antigua Grecia, Siruela, Madrid, 2002, pp. 69-70.
1090
312
Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
Scheherezade Pinilla Cañadas
teniendo otro, de alrededor de cinco años, entre sus rodillas. La blancura de su seno
destacaba entre sus andrajos, y este niño de carnes transparentes, y su hermano,
cuya pose revelaba un futuro de pilluelo (…) También se encontraba allí el obrero
joven, débil, perezoso, cuyo ojo pleno de inteligencia anunciaba altas facultades
oprimidas por necesidades combatidas en vano, callándose sobre sus sufrimientos,
y a punto de morir por no encontrar la ocasión de saltar las barreras del inmenso
vivero en el que se agitan esas miserias que se entre-devoran 1093 .”
El carácter pleno de esta aparición obliga al Odiseo de la modernidad
a mantener cierta distancia; y, al mismo tiempo, es su mirada desde el
umbral la que dota de plenitud a dicha aparición. El hallazgo de este entredos es lo que define a las katábasis de La Comédie como el momento del
thaumazein, lo que transforma la sustancia política del héroe de los océanos –
ahora es espectador- y la vida de los cimerios –que añaden una segunda vida
a la existencia espectral, un bios politikós 1094 muy específico. Una extraña y
momentánea experiencia de la igualdad 1095 . Ahora bien, ni siquiera el nuevo
modo de existencia consigue librarse de esa presencia sensible de
fantasmagoría 1096 en la que nada es lo que parece y todo puede cambiar de
significado. Así ocurre con los espacios de la ciudad: la rue se convierte en
habitación y la ventana 1097 deja de ser la boca de un lugar de seguridad para
ser gozne del espacio de la aparición. ¿Qué siente, entonces, el Conde de
H. Balzac, « L´interdiction », op. cit., III, , 437-8.
H. Arendt, La vida del espíritu …, op. cit…, p. 94. En el vínculo que aquí se
establece entre el bios politikos y la thaumázein hay un gesto profundamente
arendtiano, por cuanto implica trasladar el eje de lo que Platón (idem, “Teeteto”,
Diálogos, op. cit…, 155 a) denominaba el pathos que está en el origen de la filosofía –y
todo lo que en su específica forma platónica se contiene- hasta la condición
ontológica de la pluralidad (H. Arendt, “Filosofía y política”, op. cit…, p. –la nofilosofía de la que hablé en El catálogo de las naves….
1095 Como se ha venido sosteniendo –pace Arendt- a lo largo de esta tesis, la venida
a la presencia es experiencia de la igualdad. Cfr. Cl. Lefort, “Hannah Arendt et la
question”…, op. cit…, p. 72.
1096 Según M. Abensour, ésta es una de las notas que caracterizan al mundo del siglo
XIX, cfr. M. Abensour, “Walter Benjamin etre mélancolie…”, en H. Wismann,
Walter Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 244.
1097 Esta metamorfosis es posible porque, como afirma Starobinski, la ventana es un
agujero negro y luminoso al mismo tiempo. Cfr. J. Starobinski, “Fenêtres (De
Rousseau à Baudelaire)”, en F. Guery, L´idée de la ville…, op. cit…, p. 183.
1093
1094
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Scheherezade Pinilla Cañadas
Grandeville 1098 –Une double famille 1099 - ante el movimiento laborioso de una
criatura de la noche recortada en un ojo acristalado del boulevard, o el
paseante egoísta que no puede dejar de mirar a una bordadora que se asoma
desde su cava húmeda del Tourniquet Saint-Jean? Asombro, asombro ante la
aparición de otros, ante la condición ontológica de pluralidad: el miedo y el
horror inicial se resuelven en fascinación por la verdad de la forma sin
formas de lo político.
En el estrato más profundo del infierno parisino, el flâneur descubre
un tipo de heroísmo que ha desertado de las regiones que le eran
familiares 1100 –la gloria, la fama, el relato- para revelarse allí donde parecía
imposible su irrupción. Porque lo cierto es que, en el país de las brumas,
hallamos una forma heroica inédita, pero completa: manifestación, acción y
muerte. El pueblo de las katábasis no hace espectáculo ante sí y para sí, como
la multitud galdosiana que contemplaba su horrorosa faz en los espejos de
Aranjuez 1101 ; aparece, se muestra a los otros. Y su venida a la presencia es
siempre intempestiva en su quietud; rompe todas las continuidades de lo
cotidiano desde lo cotidiano. El secreto de su movimiento está en esa forma
de lo grotesco modelado por el trabajo que alcanza lo sublime sin
transfigurarse (ese pecho que es punto de apoyo de “todo un poema de
desdichas”), en ese silencio líquido (“callándose sobre sus sufrimientos”) 1102 .
El conde es un excelente ejemplo de hasta qué punto llega la fascinación del
flâneur por los cimerios: encuentra una nueva familia –a la que hace referencia el
título de la novela- en los hijos que tiene con la bordadora Caroline Crochard, que
se había “ofrecido” al curioso inteligente desde una ventana del Tourniquet SaintJean. H. Balzac, “Une double famille”, op. cit…, II, pp. 22-23.
1099 Ibidem, pp. 78 y 20.
1100 La única forma de heroísmo que cabe en una sociedad anti-heroica. Cfr. G.
Lukács, Balzac et le réalisme…, op. cit.., pp. 49 y 93.
1101 Cfr. “Un héroe venido de muy lejos.”
1102 H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op cit…, V, pp. 1041-1042, idem,
«L´interdiction », op. cit…, III, p. 438.
1098
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Su impulso heroico podrá ser fijado un instante por el daguerrotipo, pero
nada más.
El ser-precisamente-así de los muchos se materializa en una compleja
mezcla de indolencia y de energía: “[el pueblo es] paciente a sus horas,
terrible un día por siglo, inflamable como la pólvora 1103 ”. Pero, tal vez,
donde mejor se puede comprender el carácter insólito de su heroísmo sin
modelos es en su particular relación con la muerte. Para el número de la
gran ciudad, no hay kleos que siga al combate singular –como en el caso de
Héctor 1104 - o al sacrificio colectivo del acto de la fundación –a la manera de
las majas y de los manolos del 2 de mayo de Galdós. Su vínculo con la
muerte es de tal intimidad, que ésta ha quedado completamente vaciada de
su significado cultual: se toma a la ligera 1105 . La muerte no es más que
circunstancia en el azar de la obra de un edificio en Ferragus, en el hambre de
cada día en L´interdiction 1106 . No puede ser de otro modo allí donde la vida
es sólo una vida a medias, en la tierra de los cimerios.
El pueblo de Balzac no es el Titán hugoliano 1107 -la fuerza de una
racionalidad progresiva de la libertad que se quiere hipótesis de futuro-, es
un deseo concreto de libertad –el deseo de no ser oprimido-, un presente
continuo que no necesita de la victoria para ser potencia. “Las palabras
faltan –escribe Hugo en Les Misérables 1108 - para expresar el horror llevado a
tal extremo. Ya no eran gigantes contra colosos. Todo esto se parecía más a
Idem.
Homero, Ilíada, op. cit…, XXII, 304-305.
1105 A. Birnbaum, Nietzsche. Las aventuras del heroísmo, FCE, México, 2004, pp. 68 y
115.
1106 H. Balzac, “Ferragus”, op. cit…, VI, p. 823; idem, “L´interdiction”, op. cit… III, p.
437-8.
1107 P. Albouy, La création mythologique.., op. cit…., p. 217.
1108 V. Hugo, “Les Misérables”, op. cit…, p. 985. Los tres poetas que cita Hugo son
poetas de lo sublime y sus nombres aparecen en los textos de Kant y Burke.
1103
1104
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Milton y a Dante que a Homero. Los demonios atacan, los espectros
resisten.” Hugo se equivocaba en toda la fuerza poética de sus palabras. El
“heroísmo monstruo 1109 ” no precisa de la descripción de las barricadas del
faubourg Saint-Antoine y del faubourg du Temple, ni de la metamorfosis de los
andrajos en constelación. Al número que no existe, le basta con su estar-ahí. Es
permanencia. Por eso los espectros balzacianos son más espectrales, resisten
más. Se parecen a París en que no acaban nunca: son la vida misma y la vida
no puede dejar de reproducirse. Y en cada uno de sus pequeños comienzos
está lo salvaje, lo sublime 1110 . Qué terror puede llegar a dar una madre joven
y pobre que amamanta a su hijo (L´Interdiction). Las bellezas deformadas de
estas criaturas asustan porque su fin no se conoce y porque son,
indisolublemente, promesa y amenaza. Balzac, écrivain du politique malgré lui.
1109
1110
El concepto es del propio Hugo, cfr. Idem.
F. Proust, Kant. Le ton de l´Histoire…, op. cit…, p. 165.
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6.4. La escritura de la insurrección en Balzacie
(o de por qué las verdaderas revoluciones
son las revoluciones ocultas)
J. Rancière 1111 escribió un magnífico trabajo sobre Le curé de village
(1837-1845) en un monográfico de Raison Présente (nº 121, 1997) dedicado a la
utopía. En su artículo, el filósofo francés define esta novela de Balzac como
una fábula platónica que –concesiones al siglo- ponía en escena los
personajes del sistema saint-simoniano: el cura, el ingeniero, la mujer y el
proletario. Rancière prosigue su lectura con un análisis de la trayectoria casi
imposible que traza Balzac entre el Abbé Saint-Pierre 1112 –la historia de amor
entre la acaudalada y soñadora Véronique Graslin y el obrero Tascheron 1113 -
J. Rancière, “Sens et usages de l´utopie”, Raison Présente, 121, 1997.
La lectura de Paul et Virginie tiene un “efecto Quijote” sobre Véronique quien,
enamorada del amor, acabará por transmitir su pasión idealizada al pobre y
sacrificado Tascheron. El precio que ha de pagar el obrero por la trampa de la
idealidad es la propia vida –pues prefiere morir antes que revelar el nombre de la
mujer por la que ha matado. H. Balzac, “Le curé de villate”, op. cit…, IX, pp. 681,
685, 687, 694, 698, 739.
1113 Jean-François Tascheron, encarnación del pueblo trabajador idealizado, cuenta
con gran simpatía entre los críticos balzacianos de la poética de la plenitud, pues
1111
1112
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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y el libro V de La República de Platón 1114 . Porque, dejando a un lado la intriga
amorosa y el propósito de redención, las obras de canalización de aguas que
Véronique pone en marcha –con ayuda del curé Bonnet y del ingeniero
Gérard- en el village de Montégnac, remiten a las metáforas primeras en
Platón: el agua de la doxa y la tierra de la verdad. El agua canalizada,
continúa Rancière 1115 , no es más que la imagen balzaciana de la impolítica
política platónica que coloca a los simples bajo el signo de la dominación.
Resulta evidente que ese líquido conducido a través del cauce sólido que
ofrece una montaña no puede ser imagen de la contingencia. Aquí no existe
el riesgo, ni posibilidad de irrupción de los muchos.
La brillantez analítica del autor de La Mésentente no debe hacernos
olvidar cuál es la pregunta clave para entender el sentido de la(s) utopía(s)
balzaciana(s)… y de cualquier utopía : ¿dónde comienza esa tierra de la
verdad? La limitación editorial que impone el artículo científico no justifica
el hecho de que Rancière ciña su reflexión a Le curé de village, sin interrogarse
por otros títulos y, en consecuencia, sin interrogarse por otros posibles
comienzos del libro V de Balzacie. Un buen conocedor de La Comédie diría
que, cuando menos, habría que estudiar Le médecin de campagne (1832-33).
Otra fábula platónica, mucho más cercana a la del propio Platón que la
suelen utilizar su figura como excepción dentro del inmenso ¿ vacío ? de Balzac
sobre los muchos. Desde mi punto de vista, estos críticos confunden el peso
narrativo del personaje –que lo tiene, pues resulta clave en el desarrollo de la
novela- con su significado político. En una Scène de la vie de campagne que se
descubre utopía platónica –un espacio sin riesgos-, la inscripción social de
Tascheron no pretende tanto ser un rasgón de la política autrement politique cuanto
subrayar la trasgresión que implica la relación entre Véronique y su amante. Y, de
ser rigurosos en el análisis, habría que decir que incluso la posible deriva hacia lo
prohibido de esta novela –y Balzac llega a ser extremadamente audaz en otros
muchos casos- queda rebajada por la muerte de Tascheron y la redención por la
obra de Véronique.
1114 Es el libro en el que Platón se adentra en la ciudad-idea del filósofo-rey. Cfr.
Platón, “República”, Diálogos, op. cit…, IV, libro V.
1115 J. Rancière, “Sens et usages….”, op. cit…, pp. 45-46.
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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historia de Véronique Graslin, pues la novela de Benassis 1116 es el mejor
ejemplo balzaciano de dominio del sabio sobre los insensatos. Su logos vivo –
la denominada profesión de fe política 1117 - no deja margen para la ley
escrita 1118 , ni para el litigio -sobre los nombres, sobre las partes que se
cuentan en la ciudad, sobre las plazas por ocupar, sobre la organización
económica 1119 . Sus campesinos, como gusta decir al buen doctor, tienen
El itinerario biográfico del buen doctor repite el esquema de redención que
Balzac dibuja en Le curé de village: desprecio del amor verdadero y entrega al
mundo (o, lo que es lo mismo, París) y, después de la caída, la redención: en un
primer momento, piensa ingresar en un monasterio, pero finalmente decide
entregarse a una vida de ayuda al prójimo en una pequeña población de La Grande
Chartreuse. La vida de apostolado se prolongará hasta el final de sus días.
1117 En esta especie de confesión que se conoce como “la profesión de fe política” (H.
Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit..., IX, pp. 540-575), Benassis expresa el
ideario de la contra-Revolución –tamizada en algún punto por la particular
interpretación balzaciana- como pensamiento sobre el presente y el diagnóstico no
puede ser más rotundo. La sociedad está enferma y el deber que se impone es su
regeneración. Los males –el triunfo del individualismo, la sustitución de las
creencias por los intereses- que llevaron al 89 persisten; y no sólo persisten, sino
que se han agravado. En este mundo socavado y sin certidumbres, la medicina
balzaciana se quiere, sobre todo, búsqueda de la eficacia –siempre el eco de
Maquiavelo- y se fija como meta la renaturalización, el regreso al hombre social.
Como ocurre en otras muchas novelas de Balzac, el contenido de la profesión de fe
se completa con el marco narrativo elegido por el novelista, por cuanto Benassis
comunica su logos vivo –un poder en idea, pero poder auténtico- a Genestas, un
viejo soldado de la Grande Armée de Napoleón –un recuerdo del último gran poder
que ha conocido la h/Historia. Dos poderes que, sin embargo, no pueden nada
contra el désenchentement y no encuentran más que actualización en el discurso –el
ideario del doctor, el relato de Genestas sobre las campañas napoleónicas- de la
tierra de la verdad. H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. y G.
Gengembre “Balzac, Bonald et/ou la Révolution bien comprise”, en VVAA, Balzac
et la Révolution…, L´année, op. cit.., p. 191.
1118 Dice el doctor Benassis: “¿ Qué es lo que ha ocurrido en los últimos cuarenta
años en los que los colegios electorales han metido mano a las leyes? ¡ Que tenemos
cuarenta mil leyes ! Un pueblo que tiene cuarenta mil leyes no tiene ley.” H. Balzac,
“Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 511. La defensa del logos vivo frente a la
palabra escrita –metáfora de la polis democrática como se puede deducir de la
lectura de Esquilo, de Sófocles y de Eurípides- es uno de los grandes temas de La
República (también encontramos referencias en el Fedro, 275 c y ss); si bien es cierto
que Platón, en su vejez, matizaría su posicionamiento sobre esta cuestión en Las
Leyes.
1119 Otro pasaje de la profesión de fe del doctor: “Quien vota, discute. Los poderes
discutidos no existen. ¿Se imagina una sociedad sin poder? No. Pues bien, quien
dice poder dice fuerza. La fuerza debe reposar sobre las cosas juzgadas.” H. Balzac,
“Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 509.
1116
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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mucho de los artesanos de la ciudad del filósofo-rey: conocen perfectamente
el lugar que ocupan en una comunidad que se define por la plena
consistencia 1120 . Pero, sobre todo, esos malheureux de Benassis no tienen
tiempo – “el trabajo, la tierra por cultivar, he aquí el Gran Libro de los
Pobres 1121 ” -, y, sin tiempo 1122 , los muchos no pueden constituirse en demos.
Pese a su “perfección” platónica, Le médecin de campagne tampoco es el
comienzo del libro V de Balzacie.
El principio de la tierra de la verdad, nos dice H. Arendt en Filosofía y
política 1123 , ha de buscarse en el impacto que provocó a Platón la muerte de
su maestro, en su necesidad de establecer una jerarquía en los modos de
existencia que garantizara la seguridad de los sabios y el dominio de éstos
sobre los insensatos; de tal suerte que el simple hecho de estar en el mundo,
la política, no se definía ya como problema filosófico 1124 , sino como esfera
separada que se contemplaba desde un nivel superior –la Academia 1125 . El
En el sentido de que, como sostiene J. Rancière, es una comunidad que
desconoce el litigio porque impide, previamente, su posibilidad: los cuerpos
ocupan su verdadero lugar y la comunidad hace continua presentación de sí misma
sin preguntarse por sus límites y, mucho menos, por sus divisiones. Cf. J. Rancière,
“Sens et usages”…, op. cit.., p. 53. Balzac llega incluso a apuntalar su tierra de la
verdad con la economía –apartándose en esto de los pensadores de la contraRevolución que la contemplaban como un peligro- y hace pasar su petit village
platónico por tres edades: producción-progreso-comercio. Es decir, recrea las
condiciones de la expansión, articula oferta y demanda, calidad y cantidad… Un
auténtico y, al mismo tiempo, imposible islote de planificación en medio del flujo
del océano liberal. Cfr. H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, pp. 421
y ss y G. Gengembre, “Balzac, Bonald et/ou la Révolution bien comprise”, en
VVAA, Balzac et la Révolution, L´année…, op. cit…, p. 198.
1121 H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 462.
1122 El tiempo también resulta clave para interpretar la compleja figura del demos in
absentia. Cfr. De la soberanía y de la capacidad del pueblo…
1123 H. Arendt, Filosofía y política…, op. cit…, p. 11.
1124 Platón rompía, definitivamente, con el Sócrates histórico, pues, como dice
Cicerón, el maestro había bajado la filosofía del cielo –todo los pensadores de la
physis que le habían precedido- para llevarlo hasta las casas y las ciudades de los
hombres. Cfr. L. Strauss, ¿Progreso o retorno ? , Paidós, Barcelona, 2004, pp. 89 y ss.
1125 La institución platónica de la filosofía política remite siempre a la idea de una
reflexión “sobre” la política y no a una reflexión que tenga a la política como objeto
1120
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análisis de Arendt sobre la institución platónica de la filosofía política nos
conduce, entre los diálogos de Platón, hasta el Fedón 1126 y, entre las novelas
de Balzac, hasta Illusions perdues y Les secrets de la Princesse de Cadignan. Es
decir, hasta el hombre que muere en la ciudad porque no se puede ser justo
sin ser justo entre los hombres. Y el Sócrates balzaciano que toma la cicuta
no es Véronique, ni el ingeniero Gérard, ni el Curé Bonnet 1127 , ni el doctor
Benassis; sino el Michel Chrestien que, herido por “la bala de algún
negociante”, deja un hermoso cadáver sobre la barricada de la Saint-Merry
de 5 y 6 de junio de 1832 1128 .
La bella muerte de quien “tal vez habría cambiado la cara del
mundo 1129 ” es la expresión balzaciana de la imposibilidad del bien en la
Historia. Y casi podríamos decir en la historia; por cuanto el buen
republicano Michel Chrestien es uno de los habituales del Cénacle (Louis
Lambert, Illusions perdues) y, con su trágico final, se cierra la posibilidad de
que esa reunión de lo más elevado del espíritu de La Comédie –allí se
encuentran los filósofos Louis Lambert y Léon Giraud, Fulgence Ridal, el
–un pensamiento en y de la ciudad, en definitiva. Cfr. R. Esposito, Confines de lo
político. Nueve pensamientos sobre política, Editorial Trotta, Madrid, 1996, p. 17 y E.
Weil, Problèmes Kantiens, Librairie Philosophique Vrin, Paris, 1998, p. 141. En la
historia de la filosofía, aquéllos que han entendido que existe un único momento
filosófico-político que niega la jerarquía en los modos de existencia se han colocado
del lado de la excepción, junto al Sócrates histórico y a los autores que decidieron
seguir su estela –singularmente H. Arendt y, entre los contemporáneos, M.
Abensour. Cfr. S. Pinilla Cañadas y J. Riba, “La irrupción de lo político”, en M.
Abensour, Ensayos…, op. cit…, pp. XIII y ss.
1126 En este diálogo, Platón recrea los últimos momentos en la vida de su maestro y
su final resulta sobrecogedor: “Éste fue el fin, Equécrates, que tuvo nuestro amigo,
el mejor hombre, podemos decir nosotros, de los que entonces conocimos, y, en
modo muy destacado, el más inteligente y el más justo.” Platón, “Fedón”,
Diálogos…, op. cit…, III, 118 a.
1127 Desde la perspectiva de mi análisis, resulta irrelevante la específica carne
literaria del Curé Bonnet y del ingeniero Gérard, pues me interesan exclusivamente
en cuanto figuras auxiliares de la gran hacedora Véronique.
1128 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317 e idem, “Les secrets de la
Princesse de Cadignan”, op. cit…, VI, pp. 960-961.
1129 Idem, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317.
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médico Horace Bianchon, el escritor Daniel d´Arthez 1130 - sea espacio para lo
real de la utopía. Y lo peor es que, en el tiempo narrado de 1819, Louis
Lambert ya había constatado su imposibilidad: “Querido tío, pronto voy a
abandonar este país en el que yo no podría vivir. No veo a ningún hombre
amar lo que yo amo, ocuparse de lo que me ocupo, sorprenderse de lo que
me sorprende. Obligado a replegarme sobre mí mismo, me hundo y sufro. El
largo y paciente estudio que acabo de hacer sobre esta Sociedad lleva a
conclusiones tristes en las que la duda domina. Aquí, el punto de partida
para todo es el dinero (…) Aquí todo debe tener un resultado inmediato,
real; aquí se burlan de los ensayos, en principio, infructuosos pero que
pueden llevar a los más grandes descubrimientos (…) El Estado debería
pagar el Talento, como paga la Bayoneta; pero teme ser engañado por el
hombre de inteligencia 1131 ”
De haber hecho de Louis Lambert filósofo que se quiere filósofo en la
ciudad, de haber dado otras vidas 1132 a Michel Chrestien y a sus sueños de
una federación para Europa 1133 , Balzac habría cambiado el significado del
Balzac mismo nos da la mejor definición de esta reunión: “Estas nueve personas
componían un Cénacle en el que la estima y la amistad hacían reinar la paz entre las
ideas y las doctrinas más opuestas. Daniel d´Arthez, gentilhombre de la Picardía,
defendía la Monarquía con una convicción igual a la de Michel Chrestien por su
federalismo europeo. Fulgencio Ridal se burlaba de las doctrinas filosóficas de Léon
Giraud, quien, a su vez, predecía a d´Arthez el fin del cristianismo y de la Familia.
Michel Chrestien, que creía en la religión de Cristo, el divino legislador de la
Igualdad, defendía la inmortalidad del alma contra el escalpelo de Bianchon, el
analista por excelencia. Todos discutían sin enfadarse. No tenían ni un punto de
vanidad, siendo ellos mismos su auditorio. Se comunicaban sus trabajos y se
consultaban con la buena fe de la juventud.” H. Balzac, “Illusions perdues”, op.
cit…, p. 318. El estudio más relevante sobre el Cénacle es la monografía que le
dedica O. Nishio: idem, La signification du Cénacle dans La Comédie Humaine,
Librairie-Éditions France –Tokyo, Tokyo, 1980.
1131 H. Balzac, “Louis Lambert”, op. cit…, XI, pp. 647-648.
1132 Utilizo el plural porque la composición caleidoscópica que caracteriza a los
personajes balzacianos hace que su vida literaria como totalidad sólo se pueda
obtener mediante la lectura sinóptica de cada una de sus apariciones.
1133 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317.
1130
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Cénacle 1134 de la rue des Quatre-Vents. El arcángel republicano, embarcado en
el movimiento saint-simoniano 1135 desde 1830, habría terminado por
convencer a sus amigos de que llevaran la levita abotonada a la espalda 1136 .
Porque en pleno corazón de París, en el espacio del riesgo –y no en el u-topos
de Le curé de village o de Le médecin de campagne 1137 - habría sido posible ese
viaje al imaginario con regreso que hace del pensamiento de otros posibles
su principio en lo real. Pero ésa sería otra h/Historia.
En La Comédie que escribió Balzac, el Père-Lachaise 1138 es el destino del
combatiente muerto, de la conversión utópica, de la insurrección como
postura moral. La introducción de los cañones en la represión de las
jornadas de Juillet había acabado con la barricada como “táctica
estrictamente pragmática de la insurrección 1139 ”. En la Saint-Merry, la
Sería mucho más que el islote de verdad o parte de la contre-société que se
desprende de lo que nos dice el propio Balzac en Illusions perdues: “La gran miseria
exterior y el esplendor de las riquezas intelectuales producían un singular
contraste.” H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 319. Cfr. también R. Sayre
y M. Löwy, L´insurrection des Misérables. Romantisme et révolution en Juin 1832, Lettre
Modernes, Paris, 1992, p. 36.
1135 Parece que la carne histórica de Michel Chrestien pertenecería
a Bazard y
Buchez, dos de las principales figuras de la Iglesia. P. Berthier, “Michel Chrestien et
la morale républicaine”, L´Année balzacienne, 2002, p. 303.
1136 En este pequeño desafío, los saint-simonianos veían la modesta y revolucionaria
expresión sensible del pensamiento de otra sociedad. F. Rude, Les révolts des
canuts…, op. cit.., p. 79.
1137 Las coordenadas geográficas precisas del village de Montégnac –una población
cercana a Limoges- de Véronique Graslin se pierden en la distancia, más alla de la
distancia propia de la política, que crea el relato. Lo mismo cabe decir en el caso de
Le médecin de campagne.
1138 El cementerio más importante y más célebre de París y en él está enterrado el
mismo Balzac.
1139 Aún peores fueron los castigos a los combatientes de junio de 1848 (M. Traugott,
“Las barricadas como repertorio: continuidades y discontinuidades en la historia de
la contestación en Francia”, en idem, Protesta social. Repertorios y ciclos de la acción
colectiva, Editorial Hacer, Barcelona, 2002, p. 60). Estos dos episodios –en los
extremos temporales del período de difusión- evidenciaron que la barricada había
perdido irremediablement su eficacia movilizadora. Y la cosa se agravaría con la
haussmanización de Paris, pues el “embellecimiento” político de calles ampliadas
aumentó exponencialmente el potencial de los medios represivos de la distancia.
1134
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Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós
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memoria de las movilizaciones de Germinal y Prairial del año III 1140 , sólo
podía ser suspensión momentánea de la arkhé, recuperación temporal del
vínculo directo entre el pueblo y la soberanía 1141 y …
derrota.
Reconocimiento, con mucho de corona de oro falso 1142 , a esa impotencia de
la potencia es lo que hallamos en las muchísimas novelas del siglo XIX que
hicieron de la barricada un tema moderno, un tema literario 1143 . Por ejemplo
–ya se ha visto-, en la hugoliana resurrección del héroe popular de Les
Misérables en la que ese mismo junio de 1832 se confunde con junio de 1848.
O también en el galdosiano Madrid de 1854 de La revolución de julio, en el
que García Fajardo goza del espectáculo de “las ideas elementales como
fueron antes de la organización 1144 .”
¿Y en La Comédie ? Balzac reduce las jornadas de 1832 a su último
episodio (la resistencia de unos cuantos combatientes en el claustro de SaintMerry 1145 ); limita el campo de los insurgentes al buen republicano; resuelve
la compleja confluencia de lo político y de lo social 1146 propia de la Francia
Las barricadas de la Commune serían la expresión más acabada de esta forma de
acción colectiva convertida en símbolo, un símbolo que, sin embargo, no impediría
la invasión de la capital francesa.
1140 Juillet es el momento de la resurrección de la barricada (repertoriada desde
1648). Cfr. Traugott, “Las barricadas como repertorio…”, op. cit…, p. 62. Cfr. “Le
tournant de 1830…”
1141 S. Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la
política, Segunda Edición, Alianza Ensayo, Madrid, p. 72 y también P. Rosanvallon,
La démocratie inachevée…, op. cit…, p. 131.
1142 Cfr. “Le tournant de 1830…”
1143 M. Cl Genet-Delacroix, “La barricade: donner un corps à l´histoire (1830-18481871)”, en VVAA, La barricade…, op. cit…, p. 114.
1144 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. También cfr. “De
las tormentas del 48.”
1145 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317.
1146 En efecto, durante las movilizaciones de los días 5 y 6 de junio que siguieron al
motín que estalló con ocasión del funeral del general Lamarque, se produjo la
unión entre el republicanismo y el movimiento obrero. Y la confluencia no podía
extrañar desde el momento en que el general formaba parte del bonapartismo, una
suerte de espacio mítico que todos los elementos de la oposición enfrentaban a la si
peu de chose Monarquía de Julio. En 1832, aún se recordaba cómo Lamarque –que
324
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de entre-revoluciones, apuntado, escuetamente, que Chrestien había caído
“por unas doctrinas distintas a las suyas 1147 ”; y la muerte del héroe se
sustancia en el modesto acomodo narrativo de una línea en dos novelas.
Todo ello sin descripción. Sin que lo grotesco de la barricada del Faubourg
Saint-Antoine se resuelva en lo sublime del sacrificio del faubourg du Temple –
Les Misérables 1148 . Sin que la violencia de la imaginación de los cadáveres de
la clase humilde se descubra violencia de la razón en el imposible sujeto de
la turba emancipada -La revolución de julio 1149 .
Otro doloroso vacío de Balzac. Sólo si no supiéramos que lo
incompleto balzaciano está lleno de contenido. De hecho, una lectura atenta
de esa falla nos llevaría a concluir que es él –y no Hugo o Galdós- quien
considera seriamente algunas de las reflexiones que podemos leer en los
títulos de la barricada. La corta vida de la insurrección de que se habla en Les
Misérables
1150
(unos cuantos tiros y unos cuantos hombres frente al arsenal
inagotable del château de Vincennes) o la ¿ simpatía ? expresada en La
revolución de julio por quienes “se lanzan con tanto valor y entereza a una
lucha desigual contra la burocracia y el militarismo 1151 ” encuentran más
verdad en el silencio de Balzac que en el despliegue operístico de Hugo o de
había sido general del emperador- había rechazado la paz de 1815. Para un relato
extenso de las jornadas, cfr. Thomas Bouchet, Le roi et les barricades, Éditions Seli
Arslan, Paris, 2000.
1147 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317. Esta fórmula sucinta y plena
de sentido tiene muchísismo que ver con el batirse “por partida doble” a que
hiciera referencia Émile Blondet para hablar de los canuts de Lyon. Cfr. “Política del
imaginario e imaginario de la política…”
1148 La representación hugoliana del 5 de Junio de 1832 tiene trampa porque invierte
la ratio numérica de estudiantes –más visibles y numerosos- y los obreros –sólo
aparece uno –Feuilly. Cfr. R. Sayre y M. Löwy, L´insurrection des Misérables…, op.
cit., p. 44 y A. Faure «Mouvements populaires et Mouvement Ouvrier à Paris
(1830-1834) », Le Mouvement Social, nº 88, 1974, p. 57.
1149 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416.
1150 V. Hugo, “Les Misérables”…, op. cit…, p. 956.
1151 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit..., p. 419.
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Galdós. Si la resurrección 1152 es resurreción efímera; si todo acaba en la
sobria tumba de Chrestien en Père-Lachaise 1153 , en el repavage de las calles de
París, ¿ a qué horadar el suelo de Balzacie con lo que no es sino dispositivo
ideológico de la epopeya humanitara o del relato de nación ? La elipsis es
mucho más que elipsis: es interpretación –de transfondo maquiaveliano
además, pues denota la preferencia de Balzac por la política efectiva.
La elección significativa –la Saint-Merry-, el silencio persistente –sobre
tantas movilizaciones de la década de 1830 y de 1840-, en definitiva, el
análisis oblicuo que fuerza al pensamiento a pensar, abren La Comédie a una
vía que tiene mucho que ver con el agua originaria de lo político, una vía
subterránea –otra más-: la de las revoluciones ocultas. Las revoluciones de
modesta minúscula que sólo pueden pensarse en el intransitivo de su
continuo sucederse y de la politicidad primera: el impulso anti-estático de
los muchos. Un impulso persistente, un impulso de la pluralidad.
Movimiento salvaje, episódico, que acecha a todo poder constituido. Aquél
que el Balzac publicista (Sur les ouvriers, 1840) teme y prevé al mismo
tiempo: “el mal subsiste y habrá alguna erupción en cualquier parte, no sé
dónde; ¿cuándo? No sé 1154 ”.
Tomo el concepto de la insurrección-resurrección del propio Hugo. Cfr. idem,
“Les Misérables”…, op. cit…, pp. 956 y ss y también P. Ronsanvallon, La démocratie
inachevée…, op. cit…, pp. 130-131.
1153 “Cuando, en 1832, éste último sucumbió, Horace Bianchon, Daniel d´Arthez,
Léon Giraud (…) fueron, pese al peligro de la iniciativa, a retirar su cuerpo a SaintMerry, al objeto de rendir los últimos respetos al rostro ardiente de la Política.
Acompañaron los queridos restos hasta el cementerio de Père-Lachaise durante la
noche (…) Paseando por ese elegante cementerio, veréis un terreno comprado a
perpetuidad, en el que se eleva una tumba de hierba rematada con una cruz en
madera negra sobre la que están gravadas en letras rojas estos dos nombres:
MICHEL CHRESTIEN. Es el único monumento en ese estilo. Los cinco amigos
pensaron que era necesario rendir homenaje a este hombre simple con esta
simplicidad.” H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 320.
1154 H. Balzac, “Sur les Ouvriers”, Oeuvres Diverses, III (1836-1848), Louis Conard,
Librairie Éditeur, Paris, 1940, p. 406.
1152
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El empuje de estas corrientes hará que, finalmente, las jerarquías
políticas y narrativas de La Comédie se vengan abajo; al extremo de que uno
de esos daguerrotipos del desorden ocupará todo el espacio literario comenzando por el título- de una de las últimas novelas, La cousine Bette
(1847). Parecería que, después de escribir tantas Scènes, Balzac se hubiera
convencido de que no ver en el océano más que la masa de agua –el
espectáculo del número que procuran las katábasis-, sería como no ver el
océano. El daguerrotipo extendido revela que ya nada es posible fuera de la
verdad que encierra el pueblo-vector : su deseo. Y Bette es sólo deseo; tal vez,
la negatividad más pura entre todas las negatividades –los cimerios- de La
Comédie. Ni siquiera posee, como otras mujeres del pueblo balzaciano, su
propio cuerpo. Incluso ahí es deseo; un deseo capaz de la pasión más
subversiva, el amor lésbico 1155 . Su fealdad es la fealdad insolente de Tersites.
Se ofrece y, en ese ofrecimiento, el cliché de la fealdad picuda de Homero se
hace fealdad simiesca 1156 en Balzac –tiene las verrugas de la bruja de los
cuentos- y, mucho más que eso: contingencia, resultado del estar-entre los
hombres. Y su legibilidad resulta de lo más extraño. Bette no pertenece a las
ciudades invisibles, ocupa un lugar muy particular de las ciudades
intermitentes: una suerte de intersicio que opera como punto ciego para
otros personajes del relato – está ; pero, para ellos, no existe
verdaderamente 1157 - y como primer plano para la comunidad de lectores de
La Comédie. Y su imagen queda grabada en la placa de metal balzaciana para
siempre.
Ibidem, p. 195. La conexión entre el amor lésbico y los obreros se repite en La Fille
aux Yeux d´Or.
1156 H. Balzac, “La Cousine Bette”, op. cit., VII, p. 80.
1157 Esta invisibilidad ha sido subrayada por P. Nykrog, cfr. idem, “La révélation de
la société invisible chez Balzac”, en F. Van Rossum-Guyon y M. Van Brederode,
Balzac et les parents pauvres, SEDES, Paris, 1981, p. 16.
1155
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Bette es uno de esos seres vulcanizados que habitan el infierno del
infierno de La fille aux yeux d´or. El trabajo es su acción, la negación de
cualquier valor burgués 1158 . Su simple existencia recuerda al orden
establecido –y al orden literario- su olvido original. La pariente pobre 1159 es
permanencia sin barricadas, un sordo rumor que envuelve con la discreción
del parásito la Revolución visible –el poder político y la riqueza de los Hulot
tienen su origen en las campañas de Napoleón. El auténtico envers de
l´histoire contemporaine 1160 . Es triunfo siempre postergado. Una vez por la
Historia 1161 , ya que la caída del Imperio le impide pasar de simple obrera de
pasamanería a directora de fabricación de la Maison Pons – una casa
especializada en la confección de uniformes napoleónicos. Otra por la
historia 1162 , pues cuando parece acariciar el sueño de ascenso social gracias a
su matrimonio con el mariscal Hulot, el proyecto se ve truncado por el
descubrimiento de un delito económico cometido por el hermano de éste. La
victoria de los vencidos es un tema tan irrepresentable –se anuncia o se dice,
pero no se ve- en La Comédie como la vejez de Odiseo en la épica segunda.
N. Mozet, Balzac au pluriel, PUF, Paris, 1990, p. 39 y también idem, « La Cousine
Bette, Roman du pouvoir féminin ?, en F. Van Rossum-Guyon y M. Van Brederode,
Balzac et les Parents, op. cit…, p. 37.
1159 De la peor especie, pues recuerda a sus parientes políticos -los Hulot- sus
orígenes campesinos.
1160 Juego con el significado que, en sí mismo, posee este título, con la circunstancia
biográfica de que se trata de la última novela acabada por Balzac (1848) y con la
naturaleza irrepresentable de la victoria de los vencidos.
1161 H. Balzac, “La Cousine Bette”, op. cit…, VII, p. 81.
1162 Ibidem, p. 313.
1158
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CONCLUSIONES
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“Cela a l´air d´une naïveté, les gens à qui on
demande ce qu´il faut lire de Balzac et qui
disent: “Tout”. Hé bien, c´est vrai, la beauté
n´est pas dans un livre, elle est dans
l´ensemble”
Marcel Proust, Jean Santeuil
“Una exégesis de la obra de Galdós,
exhaustiva y sistemática, que destaque cada
una de sus materias y la persiga en sus más
leves ramificaciones ¿existe?... Yo no la
conozco, y querría contar con el suficiente
capital de tiempo para acometerla porque los
destinos de la literatura española están
dentro de ella formando un nudo, que no se
puede cortar de golpe. Sólo una paciencia de
chino, capaz de liberar una esfera de marfil
dentro de otra esfera, dentro de otra esfera, y
así sucesivamente, podría dar un paso en
este terreno”
Rosa Chacel, Alcancía
La experiencia del libro y la revelación de lo político
“No se fíe usted del narrador, sino de la historia”
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Carta de Hannah Arendt a Karl Jaspers
La Comédie Humaine, escribe Pietro Citati, es el “mundo más amplio
que el arte de la novela ha narrado nunca; y para nosotros (al menos para
mí) es casi imposible fijarlo y comprenderlo con la mente, porque
tendríamos que leerlo y releerlo durante toda la vida, sin dejar de hacerlo
nunca; cuando terminamos el duodécimo volumen de la Pléiade (y, además,
las novelas que preceden a La Comedia Humana), el primero está ya
olvidado 1163 .” Sólo después del esfuerzo se comprende hasta qué punto el
crítico italiano tiene razón; y ese olvido, que tanto lamenta, se agranda, si
añadimos los dos volúmenes de Oeuvres Diverses de la maravillosa Pléiade, y
los cinco tomos de correspondencia que publicara Garnier Frères y los
muchos textos entresacados de las inagotables ediciones de Oeuvres
Complètes de la Maison Conard y del Club de l´Honnête Homme 1164 .
Dada la naturaleza doble de esta tesis doctoral, la pregunta que sigue
no es difícil de adivinar: en la jerarquía celestial de mundos narrados, ¿en
qué lugar colocaría Citati el corpus galdosiano? Tal vez en el tercero,
después de À la recherche du temps perdu. Ahora bien, si de
ambición
abarcadora se trata, cabría preguntarse si Galdós no merece la hipotética
plaza de Proust. En cualquier caso, los cinco tomos de los Episodios
Nacionales de Aguilar, el volumen de las novelas históricas de juventud que
sacara la Biblioteca Castro-Turner y las ediciones de bolsillo de Fortunata y
Jacinta, El caballero encantado, los Ensayos de Crítica Literaria y las Memorias de
1163
1164
P. Citati, El mal absoluto…, op. cit., p. 116.
Para todas estas referencias, cfr. bibliografía.
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un desmemoriado obligarían, igual que lo hace Balzac, a luchar contra el
olvido que deja cada ciclo de lectura completado.
Asumida la imposibilidad metafísica de fijar y comprender el todo
con la mente, he intentado aprehender -en la medida de lo posible- ese todo
por analogía de la forma (el mundo re-creado es, a un tiempo, reflejo y
espejo 1165 del mundo como vivre-ensemble) y por el movimiento ascendente
que procura la sinécdoque (en esa cadencia que va de cada uno de los héroes
incontables a la pluralidad). El principio heroico –el pueblo, los muchos, los
incontables no serían más que sus nombres; nombres que superan el
problema del nombre- ha sido la dinámica de ese espacio, el imán que ha
guiado mis movimientos. Y su virtud –sin resignación, plenamente política y
maquiaveliana- no ha sido otra que el coraje propio del personaje literario:
decir sí a actuar y hablar (incluso a través de ese silencio tan especial de los
muchos de Balzac), al espacio del mundo re-creado, a la inserción en un
tejido de relaciones complejas con la pluralidad inventada, a comenzar una
historia en la versión extendida del relato o en la forma mínima del
daguerrotipo. Ningún personaje balzaciano o galdosiano es tan recurrente –
y, en ese sentido, ninguno se atreve a tanto- como el número. Para los
muchos, no existe espacio de la seguridad, ni estudio de los hilos del
corazón, ni novela de costumbres. En ellos, ser y aparecer coinciden; por
cuanto, en el espacio del imaginario, la natalidad ontológica y la natalidad
política pueden llegar a ser indistinguibles 1166 [ver infra]. Son los andres
epiphaneis de Arendt 1167 . Héroes sin cualidades heroicas, héroes que no
poseen un thymós extraordinario.
En este reflejo y espejo ha de leerse, una vez más, el permanente diálogo entre la
política y el imaginario que se ha defendido a lo largo de toda esta tesis doctoral.
1166 Evidentemente, no es el caso de los personajes –los protagonistas clásicos de la
novela de costumbres- que se quedan del lado de la libertad de los Modernos.
1167 H. Arendt, La vida del espíritu…, op. cit…, p. 94.
1165
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Este coraje originario, sin embargo, no bastaba para dar respuesta a la
pregunta que, desde las primeras páginas de La Condición Humana 1168 , se
revela como decisiva en la cuestión del heroísmo: la pregunta por el Quién.
Y, en el caso de los muchos, la dificultad teórica aumentaba a causa de esa
extraña legibilidad que trae consigo la superación del vínculo entre el kleos y
el nombre. La exposición del quién –su inserción en el imaginario- no sólo no
resolvía el interrogante por el héroe, sino que lo volvía a plantear; como si la
propia silueta de los muchos terminara por convertirse en una imagen
fantasmástica imposible de discernir. Sólo ex post facto se puede penetrar en
ese misterio. En principio, el historiador, el poeta o, en este caso, el novelista
debería ser quien respondiera a la pregunta de quién fue el héroe. Pero, as for
the many, ni con diez lenguas y diez bocas, podría el aedo enumerarlos y
nombrarlos. De esta imposibilidad, he colegido la conclusión de que el quién
de los muchos y , de manera más precisa, su imagen –definida a lo largo de
toda esta tesis doctoral como espacio del devenir-sensible de lo político- no
está al alcance del agente o del productor de la historia: hace falta el
espectador-lector (la asamblea de los que miran y escuchan de Arendt o la
azotea de los españoles de Araceli).
Esta consideración sobre la particular sustancia heroica de los muchos
fue la que me llevó a radicar – aún más, si cabe, que en el planteamiento
original de Arendt 1169 - el problema del quién en lo fenoménico. Si la política
nace en el espacio-entre-los-hombres, si la política es relación 1170 , se puede
Y también en idem, Le concept d´amour…., op. cit…, p. 158.
Para un análisis del problema del quién en Arendt desde la perspectiva
fenomenológica, cfr. É. Escoubas, “L´exposition du “qui”: la cité grecque chez
Arendt et Heidegger”, Kairos, n. 2, 1991, pp. 51-68.
1170 H. Arendt, ¿ Qué es la política?, op. cit…, p.
1168
1169
333
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derivar una definición de la politicidad primera como fenomenalización 1171 de
la condición ontológica de pluralidad. La venida a la presencia de los
muchos es su acción de concierto, al extremo de que ésta se confunde, literal
y literariamente, con la instauración de un mundo en común, esto es, con la
apertura sensible de La Comédie y de los Episodios. Desde esta perspectiva, la
inscripción narrativa del número - concebida en estas páginas como un
problema teórico en sí mismo a partir de los interrogantes por el cómo y por
el cuándo- cambia radicalmente de significado. Es mucho más que pura
forma, mucho más que mecanismo de comprensión o herramienta analítica.
La aparición de cada uno de los héroes incontables en el campo
literario de lo visible ha ocupado en esta tesis doctoral el lugar exacto del
concepto de natalidad en la definición arendtiana de la condición humana;
de tal suerte que las específicas venidas a la presencia que llevan aparejadas
el nacimiento mundano –bios y no zoé-, la trama extendida o el daguerrotipo
ponen en juego la pluralidad –el origen de toda política- y todas ellas
formarían parte del conjunto de límites que definen a priori la situación
fundamental de quienes habitan el mundo… y el mundo re-creado. Al mismo
tiempo, he verificado que la inscripción narrativa tiene una naturaleza
expansiva que trabaja y, por tanto, modifica el espacio del imaginario, del
mismo modo en que el mundo resulta cambiado por la llegada de un nuevo
quién.
A partir de aquí, he podido interpretar al personaje literario como
arendtiano ser del comienzo, como aquél que es capaz de afectar, de un
Si bien tomo esta idea específicamente de M. Abensour (idem, Hannah Arendt
contre la philosophie…, op. cit…, p. 182), en ella ha de verse una estructura
interpretativa en permanente construcción que voy componiendo a partir de mi
reflexión sobre el Kant de Arendt y su desarrollo en la filosofía francesa
contemporánea (la definición de J. Rancière de la política como asunto estético), o la
lectura –un trabajo que aún está en sus comienzos- de algunas obras de M.
Merleau-Ponty.
1171
334
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modo más o menos evidente, los procesos narrativos en marcha. Cada
criatura inventada –ya sea un protagonista a la manera de Rastignac o de
Araceli, ya sea cualquiera de los modestos héroes incontables- aparece como
ser condicionado y como ser condicionante; porque, con cada inicio,
narrativo o no, se da algo inesperado 1172 . Algo que ni siquiera podía esperar
–y, mucho menos, controlar- el todopoderoso novelista del siglo XIX.
Y todo eso que no se espera es lo que he buscado, con la distancia que
concede la posición privilegiada del espectador, en la lectura de decenas de
miles de páginas; en el análisis detallado de un fragmento; en el juego
crítico-utópico de las ciudades del relato; en la poética de la plenitud y en la
del vacío; en la arquitectura de los marcos narrativos; en la definición de un
concepto y el haz de significados que lo acompañan; en el pueblo balzaciano
que no existe –pero está- y en la evidencia entre las evidencias de Galdós. La
REVELACIÓN DE LO POLÍTICO. Una verdadera ontología política. Una
política del ser; del ser pensado como comienzo y como proceso, como
relación y como contingencia. Una forma de subjetividad política precaria y
persistente al mismo tiempo. Un modo completo de existencia que no
necesita de la escritura de la insurrección para ser –y no estar enpermanencia. Un rasgón de la política de los Antiguos en la forma literaria
de los Modernos.
Gracias a estas brechas, La Comédie y los Episodios se han mostrado, de
manera insospechada, como un espacio del imaginario en el que todavía es
posible descubrir, o, mejor, redescubrir, la vita activa. Ahora bien, en la épica
primera, ese giro de la novela se hace viraje completo (la Stimmung heroica
de los orígenes lo impregna todo); mientras que, en la épica segunda, no
1172
H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, p. 64.
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pasa de modesta conversión (un gesto propio del heroísmo que ha desertado
de la gloria). Inmersión o viaje con regreso, los hilos de la trama se abren a
esas cesuras –momentos escasos en la Historia, como dice Arendt 1173 , y en la
historia, según se ha verificado a lo largo de este trabajo- en las que surge la
libertad. La irrupción de un poder –kratos- distinto del Poder –arkhé. Perché in
ogni città…
BIBLIOGRAFÍA
1173
H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, p. 71.
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