Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas LAS CIUDADES INTERMITENTES: EL HEROÍSMO DE LOS MUCHOS EN BALZAC Y GALDÓS Scheherezade Pinilla Cañadas Departamento de Historia del Pensamiento y De los Movimientos Sociales y Políticos Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (UCM) Directora de la investigación: María Luisa Sánchez-Mejía Département de Philosophie Université Paris 8 Directeur de recherches: Patrice Vermeren 2010 1 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas “Nothing and nobody exists in this world whose very being does not presuppose a spectator. In other words, nothing that is, insofar as it appears, exists in the singular; everything that is is meant to be perceived by somebody. Not man but men inhabit the earth. PLURALITY IS THE LAW OF THE EARTH.” H. Arendt, The Life of the Mind. 2 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CONTIGO Y CON HEINE 3 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Agradecimientos En Las Mil y una noches, se dice que los buenos creyentes jamás deben llegar a su encuentro con Alá, lamentándose por no haber concluido un proyecto largamente soñado. Parece que, al final, las puertas serán abiertas. Cuando un trabajo importante se dilata en el tiempo, son tantas las personas a las que se debe una parte, que no resulta fácil acertar a expresar el sentimiento acumulado de gratitud. En mi caso, al menos, tengo claro el comienzo. Debo mencionar, en primer lugar, a María Luisa Sánchez-Mejía. Curiosamente, después de muchos años y de lo mucho escrito, no encuentro una fórmula que me parezca adecuada. Sólo diré que, sin su dirección intelectual y humana, no habría podido terminar la investigación que aquí se presenta. Conocí a Patrice Vermeren en la Sorbona y seguí trabajando bajo su magisterio cuando se trasladó a la Université Paris 8. Me permitió dar el salto a la filosofía y es una de las personas que han hecho de mis estancias en París una etapa decisiva en mi carrera académica. A Miguel Abensour he de agradecerle el seminario en permanencia que, generosamente, me ofrece cada vez que nos encontramos; las conversaciones en Ledru-Rollin y en Madrid; y, sobre todo, lo que me ha hecho leer. Me cambió la cabeza. Con semejantes maestros, no lamento lo prolongado del viaje: he aprendido tanto. En el Departamento de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales de la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, he de referirme, ante todo, a los distintos Directores que han hecho de mi tiempo y de mi trabajo allí parte de mi formación como investigadora y como persona. A Mercedes Gutiérrez, que me brindó la más cálida de las acogidas. A Rafael Cruz, que me invitó –él no se acordará- a adentrarme en la academia, hace ya unos cuantos años, en el depósito de la Biblioteca de la Facultad. A Fernando del Rey, a quien debo mucho y a quien quisiera agradecer, desde aquí, todo lo que ha hecho por mí. Y, claro está, a José Álvarez Junco, que siempre ha sido uno de mis referentes. A todos mis colegas porque me han ofrecido su apoyo y su colaboración durante el tiempo que he trabajado con ellos. No obstante, quisiera hacer una mención expresa a quienes fueron mis profesores –José Álvarez Junco, Luis Arranz, Mercedes Cabrera, Rafael Cruz, Carmen López Alonso- durante la licenciatura, porque sus enseñanzas fueron fundamentales en mi primera etapa universitaria. También quisiera recordar a mis compañeros de generación –Noelia Adánez, Nere Basabe, Hugo García, Diego Palacios, Francisco Paloma- porque han sido un verdadero ejemplo para mí. Dejando a un lado alguna que otra regla de cortesía institucional, quisiera decir que Zira Box ha sido mucho más que un ejemplo y podría estar en la parte final de estas páginas. 4 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas En el contexto más amplio de la Facultad de Ciencias Políticas, muchos han sido los profesores que, primero, me formaron; y, más tarde, me han ayudado en el camino. A Jaime Ferri, a Paloma Román, a Francisco Serra y a Consuelo Láiz les debo reconocimiento por todo lo que me enseñaron y gratitud por haber creído en mí. Quiero también dar las gracias a mis alumnos, porque me han ayudado a la siempre difícil –e imprescindible- tarea de objetivar el trabajo de lectura y de reflexión. Todos ellos me han hecho mejor. En un marco aún más amplio, debo comenzar por los profesores del Departamento de Romances Languages de Harvard University, Luis FernándezCifuentes y Mary Gaylord, que me ofrecieron la oportunidad de trabajar con ellos y de gozar de la maravillosa Widener Library (toda una experiencia vital). También debo a David George Jr (Bates College) la participación en una de las más importantes conferencias de los Estados Unidos, en la que pudimos compartir una perspectiva común sobre Benito Pérez Galdós. En Italia, Ferruccio Andolfi (Departamento de Filosofía de la Università di Parma) y Renzo Raghiantti (Scuola Normale Superiore di Pisa) me han dado la ocasión de publicar. En el contexto escandinavo –la red es tan amplia- agradezco también al grupo CONCEPTA haberme dejado tomar parte en tres encuentros internacionales del más alto nivel. De París, recuerdo con agradecimiento a François Brulé, el siempre entregado bibliotecario de la Maison Balzac; a Nicole Mozet (Université Paris VII), que me abrió el universo de los balzacianos ; y a Étienne Tassin (Université Paris VII), que tuvo a bien ofrecerme la posibilidad de rendir homenaje a Miguel Abensour, primero, en un coloquio y, más tarde, en una publicación colectiva. Y, aunque no sea estrictamente profesional, al Colegio de España de la Cité Universitaire, que ha sido mi casa durante mis estancias parisinas. Por último, he de mencionar a las instituciones que, mediante distintas becas y ayudas, han contribuido a financiar este proyecto de investigación: la propia Universidad Complutense, la Comunidad de Madrid y la Fundación Caja Madrid. Nunca resulta sencillo pasar al terreno personal, pero no puedo dejar de hacerlo –con cierto pudor, lo reconozco. A Marco Santamaría, profesor de la Universidad de Salamanca, he de agradecerle su sabiduría de iniciado y su generosidad socrática. Tiene muchísimo que ver con lo que de Grecia hay en esta tesis: sin él, no habría podido hacer mi particular katábasis. Y qué decir de esos amigos increíbles, que siempre han estado ahí, más allá del tiempo y de la distancia: Natalia, Graciela, Cruz, Hugo, Noelia, Karim, Luis, Álex. También quiero dar las gracias a mi familia. Especialmente, a mi Lord Jim andaluz, a mi tía Carmina, a mi tío Juan. Y a mi padre: por cosas que no me atrevo a decir aquí y por la biblioteca de nuestra casa. Es el principio de todo esto. 5 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Mi esfuerzo está dedicado a tres personas que nunca podrán leer las páginas que siguen: A mi tío Emilio, porque su silencio es mi palabra. A mi abuela Carmen, por su acento y su alegría. Wem sonst als Dir ? Como todo lo que he hecho, como todo lo que haga. Madrid, Septiembre de 2010. 6 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas ÍNDICE INTRODUCCIÓN. Las ciudades del relato…………………. PARTE I. EL CONCEPTO DE PUEBLO EN LA DEFINICIÓN DE LO POLÍTICO. CAPÍTULO I. EL DESEO DE LOS MUCHOS Y EL ESPACIO DE LA APARICIÓN. 1.1. Dua Umori Diversi………………… 1.2. Un héroe venido de muy lejos……………………… 1.3. La potencia y el enigma……………………………… 7 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CAPÍTULO II. DE LA SOBERANÍA Y DE LA CAPACIDAD DEL PUEBLO (O DEL CUERPO CELESTE). Las vías en la ciudad………………… CAPÍTULO III. DEL PROBLEMA DE LA VIRTUD (O DE LA ELEVACIÓN DEL CUERPO TERRESTRE). 3.1. La emergencia de lo social………. 3.2. Le tournant de 1830: sentimiento y política del pueblo………………………………………………… 3.3. Política del imaginario e imaginario de la política: los muchos en la Francia de entre-revoluciones (1830-1848)……………………. 8 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas PARTE II. EL HEROÍSMO DE LOS MUCHOS EN BALZAC Y GALDÓS. CAPÍTULO IV. DEL CATÁLOGO DE LAS NAVES (O DE LOS HÉROES INCONTABLES). 4.1. “As for the many….”…………. 4.2. Una nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes incontables…… CAPÍTULO V. LA FORMA DE LOS ORÍGENES: EL PUEBLO-HÉROE DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. 5.1. Galdós como nuevo Demódoco…………………………………… 9 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas 5.2. El entusiasmo de Gabriel Araceli: el espectador y la nación…………………… 5.3. El heroísmo como Stimmung………… CAPÍTULO VI. EL HEROÍSMO DE LA VIDA MODERNA: DAGUERROTIPOS DEL DESORDEN EN LA COMÉDIE HUMAINE. 6.1. De la problemática inscripción narrativa de los muchos… 6.2. L´enfer de l´être-ensemble……… 6.3. Las katábasis de La Comédie Humaine………………….. 6.4. La escritura de la insurrección en Balzacie (o de por qué las verdaderas revoluciones son las revoluciones ocultas)..………………………… 10 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CONCLUSIONES. La experiencia del libro y la ………………………………………… BIBLIOGRAFÍA 11 revelación de lo político Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas INTRODUCCIÓN 12 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Las ciudades del relato L´homme est un animal politique parce qu´il est un animal littéraire J. Rancière, Le partage du sensible Podría decir que “Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós” es el título de la forma originaria de la tesis doctoral que se presenta en estas páginas, pero faltaría a la verdad. Cuando el proyecto apenas era una intuición, me acerqué a Balzac y Galdós por el camino de la política de los Modernos: los partidos y sus luchas por el Poder, los grandes políticos, los hombres de Estado, la formación de la opinión pública, etc… En suma, gestión de la comunidad y distribución de las plazas por ocupar en la ciudad; lo que J. Rancière denomina policía (cfr. capítulo I). Y, con ella, vino el primer esfuerzo bibliográfico: la lectura de una ingente cantidad de referencias 1 sobre los hechos del tiempo vivido y del tiempo narrado –desde la Revolución Francesa hasta la Restauración canovista- de los dos escritoressiglo. Y entre Constitución y Constitución, entre crisis de gobierno y crisis económica, entre Revolución y revolución, entre el Journal des Débats y El Debate, entre Lamartine y Martínez de la Rosa, entre Lamarque y Prim, Citar y comentar aquí las obras que me han ayudado a profundizar en el análisis de la Historia de los hechos no tiene mucho sentido, por cuanto esos títulos han quedado incorporados en la estructura interpretativa de la tesis. En todo caso, en la bibliografía (“Francia, siglo XIX”, “España, siglos XIX-XX”) que cierra este trabajo se encuentran todas las referencias utilizadas. 1 13 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas aparecía y desparecía (y esta intermitencia resultaría clave en el desarrollo de la tesis en su conjunto) el pueblo. Un interrogante – me percaté de su naturaleza rápidamente- que pretendía aprehender a través de una noción intuitiva de mito político y resolver teóricamente por medio de un modesto capítulo de cierre. Presenté “oficialmente” mi proyecto en el VIII Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (Las Palmas de Gran Canaria, Junio de 2005) y fue muy bien acogido. La comparación con Balzac 2 se daba por evidente, pues una de las primeras lecciones que aprende todo estudioso en el novelista canario es que, en 1867 (Memorias de un desmemoriado 3 ), el azar del descubrimiento de Eugénie Grandet y de Le Père Goriot en un bouquiniste del Sena devino causalidad literaria: la herencia de Scott (el nexo íntimo entre historia e Historia y la concepción de la novela como nueva epopeya), la idea de la Historia como sucesión de generaciones (algo muy arendtiano, por cierto), la copia de modelos concretos (caso de la influencia de Splendeurs et misères des courtisaines en La Fontana de Oro 4 o de los paralelismos S. Gilman traza un recorrido interesante sobre la influencia de Balzac y de otros escritores europeos en la obra de Galdós en idem, Galdós y el arte de la novela europea, 1867-1887, Taurus, Madrid, 1985. 3 En este libro mínimo y deshilvanado, el encuentro con Balzac es descrito como un verdadero acontecimiento: “Devorado por febril curiosidad, en París pasaba yo el día entero calle arriba, calle abajo, en compañía de un plano, estudiando las vías de aquella inmensa urbe, admirando la muchedumbre de sus monumentos, confundido entre el gentío cosmopolita que por todas partes bullía. A la semana de este ajetreo ya conocía París como si èste fuera un Madrid diez veces mayor. Frecuentes paradas hacía en los puestos de libros, que allí son cajones exhibidos en los quais, a lo largo del Sena. El primer libro que compré fui un tomito de las obras de Balzac –un franco; Libraire Nouvelle- Con la lectura de aquel librito, Eugenia Grandet, me desayuné del gran novelador francés, y en aquel viaje a París y en los sucesivos completé la colección de ochenta y tantos tomos, que aún conservo con religiosa veneración...” B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, Visor, Madrid, 2004, p. 27. 4 Estudié esta influencia en mi primer trabajo sobre Galdós, que sirvió como memoria final del Curso de especialización en Ciencia Política y Derecho Constitucional del Centro de Estudios Constitucionales. 2 14 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas existentes en numerosos temas y tipos literarios) y, sobre todo, la definición de la obra literaria como mundo re-creado (que se concreta en la adaptación que hace Galdós de la idea balzaciana de los personajes recurrentes 5 ). La evidencia comparativa, no obstante, podía convertirse en originalidad desde el momento en que mi mirada era una mirada, por así decir, limpia de toda filología; e incluso, entre los especialistas norteamericanos con los que pude compartir puntos de vista, se valoraba positivamente mi propuesta, por cuanto entendían que existía una “verdadera necesidad de trabajar el andamiaje histórico” del corpus galdosiano. Los balzacianos –en los viajes que procura el doctorado se descubren muchas especies exóticas- fueron menos entusiastas. Primero, porque –literalmente- desconocían la obra y el nombre de Benito Pérez Galdós. También porque consideraban –algo mucho más grave- que mi proyecto debía recortarse por uno de sus extremos; pues, a su juicio, “le peuple n´existe pas chez Balzac.” Y parecía que no había mucho margen para contradecir el canon. El desasosiego provocado por la desigual acogida fue completado por la “culpa epistemológica” que habita a quienes se adentran en el proceloso terreno de la interdisciplinariedad. El movimiento que siguió no pudo ser más lógico: trabajar la bibliografía de referencia sobre la escritura de la Historia, al objeto de fundamentar el uso de la novela como herramienta válida para la historiografía. Buscaba, más que un asidero, acallar muchas En el conjunto del corpus galdosiano, los personajes recurrentes sólo representan el seis por ciento; pero si limitamos el estudio de población a los Episodios, la cifra asciende al veinte por ciento (A. Regalado García, Benito Pérez Galdós y la novela histórica española: 1868-1912, Ínsula, Madrid, 1966, p. 43). A mi juicio, ese aumento en la proporción ha de vincularse a la definición de los Episodios como comunidad imaginada, no ya en el sentido que aquí tienen las ciudades del relato, sino en el específico significado que B. Anderson da a este concepto. 5 15 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas incertidumbres. Y he de reconocer que el descubrimiento de H. White (Tropics of Discours, Figural Realism, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, El texto histórico como artefacto literario 6 ) puede llegar a ser deslumbrante, porque su definición –a partir del concepto de “emplotment 7 ”- del relato histórico como ficción puramente verbal, indistinguible del relato no referencial, ofrecía un suelo sin fisuras aparentes a toda persona que quisiera convertir la literatura en una suerte de campo de experimentación de las ciencias sociales. Desgraciadamente, las seguridades se acabaron con la lectura de la imponente trilogía de Paul Ricoeur, Temps et récit (a lo que habría que añadir, como mínimo, Histoire et vérité y L´Histoire, la mémoire et l´oublie 8 ). El autor francés entiende que el emplotment como operación lingüística compartida por las dos formas del relato no justifica la afirmación de su identidad 9 ; que la clave interpretativa, en definitiva, está en la dimensión temporal de la experiencia, ya que los mundos inventados, a través de las variaciones imaginativas de los personajes, abren a la manifestación del tiempo un desarrollo ilimitado 10 . Para todas estas referencias, cfr. bibliografía. Este concepto podría definirse como “entramado” o “modo de entramar.” Se puede encontrar una síntesis del concepto en H. White, El texto como artefacto literario, Paidós, Barcelona, 2003, pp. 107-139. 8 Cfr. bibliografía. 9 De hecho, Ricoeur distingue la mise en intrigue como forma de entramar característica del relato histórico, del “orden sintagmático” en cuanto entramado propio del relato no referencial. Cfr. P. Ricoeur, Temps et récit I, L´intrigue et le récit historique, Seuil, Paris, 1983, p. 112 y también idem, Historia y narratividad, Paidós, Barcelona, 1999, pp. 133 y 179. 10 P. Ricoeur, Temps et récit, II La configuration dans le récit de fiction, Seuil, Paris, 1984, pp. 189-286. El autor francés analiza las variaciones imaginativas en La señora Dalloway, La Montaña mágica y À la recherche du temps perdu. 6 7 16 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El encanto de la definición maquiaveliana de la Historia como inmeso libro en el que quedan recogidas las historias de los hombres 11 me acercaba a las consideraciones expuestas en Tropics of discourse y Metahistoria, además, tampoco estaba segura de que la experiencia del tiempo (especialmente, si consideramos la mencionada idea arendtiana de la Historia como sucesión de generaciones) pudiera ser el eje de rotación de una teoría del relato que discrimine entre forma de la ficción y forma de la Historia; pero de ahí a compartir plenamente las tesis del crítico norteamericano mediaba un abismo. Algo en todo aquéllo resultaba insuficiente. Así, el debate WhiteRicoeur fue enriquecido, de un lado, por el aprendizaje –a través de Koselleck 12 - de la distinción que hace la tradición germánica entre Geschichte – la “historia en sí”- e Histoire –la narración de lo acontencido- que, en castellano, encuentra un pálido reflejo en el recurso de la h/H (h/Historia); un recurso que, en esta tesis, se desdobla en un juego que hace referencia al relato histórico y al relato no referencial. De otro, por la asimilación de las consideraciones sobre la elasticidad de la materia histórica y la metáfora del relato como tejido que hace G. Simmel en las bellas páginas de La forme de l´Histoire et autres essais 13 (en un tono menos poético, encontré ideas semejantes en el P. Veyne de Comment on écrit l´Histoire que define la Historia como construcción y comprensión de intrigas 14 ). La acumulación de lecturas no hizo que olvidara el limes ricoeuriano que separa la forma de la ficción de la forma de la Historia; limes que, por otra parte, evitaba la peligrosa deriva de una literaturización de la Historia y la aún más tentadora historización de la Literatura –la presentación que de sí H. Arendt nos recuerda esta definición en idem, Conferencias sobre la filosofía política de Kant, Paidós, Barcelona, 2003, p. 107. 12 R. Koselleck, historia/Historia, Editorial Trotta, Madrid, 2004. 13G. Simmel, La forme de l´Histoire et autres essais, Le promeneur, Gallimard, Paris, 2004, especialmente, pp. 127 y ss. 14P. Veyne, Comment on écrit l´Histoire. Essai d´épistémologie, Seuil, Paris, 1971, pp. 26, 49 y 111. 11 17 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mismo hiciera Balzac como secretario de la sociedad en el Avant-Propos 15 y el concepto de Historia integral 16 en Galdós eran una invitación a ello- que habría terminado por convertir mi tesis en un juego de semejanzas y diferencias entre el eje diacrónico y el eje literario, a partir del clásico esquema de análisis del argumento y del personaje. Así que, sin olvidar a Ricoeur, me quedé con lo que de irrenunciable encontré en H. White: la reflexión sobre la importancia del relato como estructura interpretativa, sobre la posibilidad de que la forma –y este pensamiento me llevó a la idea de una hipotética definición en plural [ver infra]- se convirtiera en parte del núcleo teórico de mi tesis. Y, en un proyecto de investigación sobre Balzac y Galdós, ése era el momento procesal adecuado para hacerse tales preguntas, pues, como dice L. Strauss refiriéndose al estudio de Platón, “se debe prestar la misma atención al cómo y al qué. Al menos en un comienzo, se debe prestar más atención a la forma que a la “sustancia”, dado que el significado de la “sustancia” depende de la “forma”… 17 ” Lo que no imaginaba en ese comienzo era en qué sentido el continente acabaría participando en la definición del contenido y hasta qué punto esa primera hipótesis estaría ligada al significado global de La Comédie Humaine y de los Episodios Nacionales como proyectos literarios. Mi mente, poco a poco, se fue llenando de política de los Modernos y de debate epistemológico; al punto de que se convirtieron en una suerte de H. Balzac, “Avant-Propos”, La Comédie Humaine, I, nouvelle édition publié sous la direction de P.G. Castex, Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, Paris, 1976-1981, p. 11. 16 Este concepto –de influencia tosltóiana- establece una correspondencia entre la Historia chica y la historia grande, entre la Historia plutarquiana y la Historia de las costumbres. Para una explicación más amplia, cfr. nota 17 L. Strauss, La ciudad y el hombre, Katz editores, Buenos Aires, 2006, p. 82. 15 18 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas “preconcepciones” (en su sentido heideggeriano de molde o modelo de interpretación ) por medio de las que quería hacer hablar a los textos. Y los textos se resistían a mantener la “conversación hermeneútica” (Gadamer) 18 que les proponía. Un esquema omnicomprensivo en un océano literario inabarcable (y este sentimiento aún perdura) era una empresa imposible de toda imposibilidad. Imposible porque mi texto no era una simple novela, ni dos, ni tres … ni diez; se trataba de una inmensidad de decenas de miles de páginas en la que todo era símbolo y cada cosa hacía referencia a otra, hasta tejer redes de significado que se entrelazaban con otras redes. En cierto sentido –quizá, en todos los sentidos-, fue el texto mismo el que me obligó a modificar las preconcepciones: necesitaba un centro que guiara mi trabajo – singularmente, en todo lo referido la elaboración de un archivo personal de materiales extraídos de las fuentes primarias- en ese enorme espacio de signos por descifrar. Y lo encontré en el enigma que pretendía analizar en el modesto capítulo de cierre, EL PUEBLO. El círculo hermeneútico que fuerza a volver sobre los textos no se agota en la dinámica entre la significación del texto y la lectura del intérprete: mi propia voz, siempre en construcción, estaba mediada por las lecturas de otros intérpretes, por toda esa bibliografía secundaria que componen los estudios balzacianos y galdosianos -otra inmensidad que acaba siendo problema interminable. El trabajo con todas estas referencias me hizo comprender que, una vez asimilado el arsenal de datos y de matices interpretativos fijados por la crítica, debía tomar cierta distancia respecto a las representaciones colectivas sobre el significado de los autores que son el balzacianismo y el galdosianismo. La insatisfacción que me provocaba el precipitado de aquellas lecturas (el pueblo inexistente de Balzac y el puebloevidencia de Galdós) no era sino el estrato más profundo de un tema que, si H. Gadamer, Verdad y método. Fundamentos de una hermeneútica filosófica, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2005, p. 466. 18 19 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas bien comenzaba a tener perfiles propios, carecía de un aparato crítico cerrado. Pronto me convencí de que ese aparato había de buscarlo fuera… de la crítica literaria, de la historiografía y, por supuesto, de la política de los Modernos. Un azar parecido al maravilloso hallazgo de Galdós entre los bouquinistes del Sena me abrió el camino. A finales de 2005, Patrice Vermeren y Reyes Mate me invitaron a participar –en colaboración con Jordi Riba- en un proyecto que, a la postre, resultaría decisivo, no sólo para mi tesis doctoral, sino para mi formación como investigadora: la traducción y edición crítica del primer receuil de textos de Miguel Abensour en España (Para una filosofía política crítica. Ensayos, Anthropos, Barcelona, 2007). La traducción 19 es otra forma de “conversación hermeneútica”, la que proporciona una relación más íntima con el texto; y esta intimidad casi neurótica es la que da ocasión a ciertos re-descubrimientos que más parecen descubrimientos stricto sensu. Así ocurrió con un pasaje de Maquiavelo que, en cierto modo, leí por vez primera en la crítica que hace Abensour ( “Por una filosofía política crítica 20 ”) a la crítica de la dominación de Horkheimer ; y también con la Stimmung [ver infra] arendtiana de cada una de las páginas que el filósofo francés dedica a cuestiones tales como las relaciones entre filosofía y política, las preguntas por la tradición, el paradigma de lo político, la crítica de los totalitarismos, la disposición heroica… “Porque en cualquier ciudad se encuentran estos dos tipos de humores: por un lado, el pueblo no desea ser dominado ni oprimido por los Así la define el propio Gadamer. Idem, Verdad y método, op. cit…, p. 464. cfr. M. Abensour, “Por una filosofía política crítica”, en M. Abensour, Para una filosofía política crítica. Ensayos, introducción, traducción y notas de Scheherezade Pinilla Cañadas y Jordi Riba Miralles, Anthropos, 2007, Barccelona, p. 78. 19 20 20 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas grandes; y, por otro, los grandes desean dominar y oprimir al pueblo 21 .” Este breve fragmento del capítulo IX de El príncipe me ofrecía un absoluto, pues en el determinante que acompañaba al término de ciudad quedaban incluidas la forma de las relaciones sociales del pueblo inexistente de Balzac y la forma de las relaciones sociales del pueblo-evidencia de Galdós. Es decir, la idea de que en toda ciudad se hallan esos dos deseos posibilitaba la comparación y me proporcionaba una primera noción de la metáfora total que había de utilizar en la lectura de mi texto. Sólo –y digo sólo- debía aprender a interpretar el modo en que Balzac y Galdós, cada uno a su manera, habían seguido el consejo de Maquiavelo de abrir una vía en la –suciudad al deseo de la mitad más enigmática. Las preguntas por La Comédie y por los Episodios se sustanciarían en preguntas por la ciudad; por sus formas, por sus límites y su contenido. Esta cita se convirtió en obsesión por cuanto adivinaba en ella el sentido general de mi proyecto; pero tendría que ser Hannah Arendt quien me permitiera trocar la intuición en estructura interpretativa. Decidí –pace Abensour- hacer de la pensadora alemana un inmenso dispositivo conceptual construido a partir de la lectura –o re-lectura- en profundidad de su propio corpus teórico y de las obras de una doble tradición. La tradición rota 22 en la que ella misma eligió inscribirse: leer a Arendt también es leer a Agustín y a Kant, a Aristóteles y a Maquiavelo y, por supuesto, a Homero. Y la tradición a que ella ha dado lugar en la filosofía francesa contemporánea: pensar con Miguel Abensour, Jacques Rancière y Claude Lefort también es pensar con Arendt. 21 22 N. Maquiavelo, El príncipe, IX, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 72. Para una exposición más amplia de este concepto, cfr. “As for the many”. 21 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El Agustín de Arendt no es el tema de mi tesis doctoral 23 , pero podría decirse que ha sido quien ha creado el espacio (desde el título del primer capítulo: El deseo de los muchos y el espacio de la aparición) que ha dado origen a su posibilidad. Primero, porque su definición del concepto de mundo como creación (divina) y como pluralidad 24 -el origen de toda política- devolvía al espejo de La Comédie y de los Episodios su reflejo exacto. Y segundo -lo verdaderamente decisivo-, porque me dejaba transformar la herencia literaria más importante que Balzac legara a Galdós (la concepción de la literatura como mundo que dobla al mundo) en fundamento político para una reflexión de lo político. Con el añadido de que sólo llegando a este nivel de abstracción (cfr. capítulos I, II y IV) podían salvarse los obstáculos que las diferencias de contexto y las distancias cronológica (entre un autor que nace en 1799 y otro que muere bien entrado el siglo XX 25 ) e ideológica (el original legitimismo balzaciano y el no menos curioso recorrido galdosiano del amadeísmo al ¿socialismo? ) imponían al estudio comparado. El concepto agustiniano de mundo, además, era la apertura sensible que necesitaba para concebir la ciudad en el plural a que la cita de Maquiavelo invitaba. Podría decir aquí que fue Platón quien me proporcionó el mecanismo que completaría el incipiente juego críticoutópico de las ciudades del relato, pero faltaría a la verdad en el mismo sentido en que lo habría hecho al comienzo de estas páginas. Sólo con la visión de las ciudades invisibles 26 de Ítalo Calvino, y esos nombres –Diomira, Zobeida, Fílides, Moriana…- que unen el pensamiento de una forma con la Agustín fue el tema de tesis de la propia Arendt. Cfr el epígrafe que se cita en la nota anterior. 24 H. Arendt, Le concept d´amour chez Augustin, Payot, Paris, 1999, p. 25 Honoré de Balzac (1799-1850) y Benito Pérez Galdós (1843-1920). 26 I. Calvino, Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, 2002. Un libro maravilloso, casi un poema extendido, en el que Marco Polo describe a Kublai Kan las ciudades –de nombres evocadores y de formas aún más evocadoras- que ha conocido en sus viajes. Y todas son Venecia. 23 22 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas pregunta por la sustancia, fui capaz de idear una secuencia de lugares imaginarios. Tomé del escritor italiano el nombre de las ciudades invisibles (que, en mi tesis, están habitadas por quienes no aparecen en el relato) para uno de sus tipos y añadí tres nuevas denominaciones íntimamente vinculadas con la definición arendtiana de lo político como espacio de la aparición: las ciudades existentes (cuyo contenido es menos evidente de lo que pudiera pensarse en un principio), las ciudades a lo lejos (que abren el interrogante por la distancia propia del mundo como entre-dos) y las ciudades intermitentes (que descubren la temporalidad de la brecha). En esta tesis, las ciudades del relato no están hechas de sueños y de viajes, como las del Marco Polo de Calvino; ni afirman ser más reales que la propia realidad, como la del libro V de la República 27 ; ni pretenden ser mejor que la platónica, como la Eutopía de Moro 28 . Son más modestas y quedan incorporadas al dispositivo teórico-metodológico en cuanto vías para una rehabilitación política del imaginario. Porque esas ciudades del discurso de fondo arendtiano abrían La Comédie y los Episodios a la posibilidad de ser leídas, no ya como formas del pensamiento (como potencias de comunicabilidad política capaces de instaurar un vivre-ensemble); sino como formas de lo político, como formas del mundo en los dos sentidos agustinianos. Una inmensa región fenoménica en la que los hombres, las acciones y las palabras, emergen a los ojos de todos. El lugar del devenir-sensible de los Evidentemente, me refiero a la idea de la inversión platónica por la que lo existente es menos real que lo dialéctico (que puede ser definido en sí mismo y no precisa de verificación). Desde esta perspectiva ha de entenderse la sustitución que hace Sócrates del término polis por el de politeia (a partir de 543 c). Platón, “República”, Diálogos, IV, Editorial, Gredos, Madrid, 1992, Libros IV a VII. 28 Se recuerdan hasta los menores detalles de la vida austera de la isla, pero pocas veces se hace mención del poema que abre la obra de Moro. Todo un manifiesto: “Me llamaron los antiguos,/por insólita, Utopía./ Competidora de aquella/ciudad que Platón pensara/y vencedora quizá,/pues lo que en ella tan sólo/ en las letras se esbozara,/superélo yo con creces/en personas y en recursos/y al dictar mejores leyes./Siendo así que deberían, /en justicia, desde ahora,/darme el nombre de Eutopía. T. Moro, Utopía, Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 53. 27 23 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas modos en que dos cristalizaciones de las relaciones sociales –la Francia de la Monarquía de Julio y la España de la Restauración- trabajaron sobre sí mismas. Porque la configuración de ese espacio –su contenido, sus límites, sus divisiones- ha de interpretarse desde un triple diálogo entre la voluntad creadora del artista y su tiempo, entre la política y el imaginario, entre las ciudades existentes y las ciudades del relato. Por debajo de todos estos niveles, como su estrato geológico más profundo, había dejado extendida, gracias a la lectura de la crítica de Lefort a Maquiavelo (Les formes de l´histoire, Le travail de l´oeuvre Machiavel 29 ), la malla del espacio de los deseos (cfr. “Dua umori diversi”). Esta definición de la ciudad como espacio-contra parte del conflicto como división insuperable y del hecho decisivo de la asimetría entre el apetito de los grandes por tener y el de los muchos por ser. Y, sobre este suelo, se entretejen mis ciudades del relato. Desde un punto de vista teórico, no obstante, a mí sólo me interesaba analizar las posibles descripciones de esa pura negatividad que es el deseo del número por no ser dominado; ya que el análisis de esas imágenes era, a un tiempo, reflexión sobre los límites de lo político y, por ende, reflexión sobre los límites de Balzacie y de la España de los Episodios Nacionales. Áun quedaba por activar el engranaje que pondría en marcha el juego de las ciudades aprendido de Calvino: la idea arendtiana de que no todo el mundo puede estar todo el tiempo en el espacio de la aparición. Mi auténtico diálogo con el balzacianismo y el galdosianismo comenzó con la reflexión sobre esta intermitencia. La Comédie y los Episodios como formas del mundo ofrecían el soporte necesario para el análisis de las estrategias globales de la crítica a la hora de enfrentarse al problema de la 29 Cfr. bibliografía. 24 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas inscripción narrativa de los muchos. De hecho, el problema de la representación es el problema porque, como sostiene J. Rancière 30 (y, en su perspectiva, hay mucho del Kant de Arendt), la política es el lugar de la apariencia, el lugar de la visibilidad 31 , un asunto estético. Esta definición de lo político convertía el esfuerzo de análisis que se renueva con la lectura de cada novela en una suerte de re-creación de la escena inaugural de la ciudad: el litigio sobre la existencia de una escena compartida y sobre las partes que en ella se incluyen. Este fondo teórico dotaba de sentido político a un ejercicio sobre el estado de la cuestión –la representación literaria del actor colectivo- que se articulaba en torno a lo que he denominado movimiento pendular 32 entre la poética de lo pleno y la poética del vacío por parte de las distintas escuelas de crítica literaria. El primero de los términos (que expresa la cosmovisión dominante en el galdosianismo) engloba a todos aquellos trabajos que han abogado por la existencia de una suerte de horror vacui del espacio literario, concebido desde la verticalidad 33 de las ciudades existentes. El segundo término (que expresa la cosmovisión dominante en el balzacianismo) incluye los estudios que han subrayado las ausencias, el inmenso vacío del pueblo. El paso por los textos de Baudelaire, Gautier, Faguet, Lanson, Hinterhaüser, Jover Zamora, Rodríguez Puértolas, Suárez Cortina, Anselmo Lorenzo, Altamira, Guyon, Lukács, Chevalier, Wurmser o Barbéris me llevó a adoptar una posición radicalmente crítica que cuestionaba el transparente J. Rancière, La Mésentente. Politique et philosophie, Galillée, Paris, 1995, pp. 110 y ss. Ésta es una de las obras más importantes de la filosofía francesa en la segunda mitad del siglo XX. 31 Ver también “La experiencia del libro y la revelación de lo político.” 32 Con ello quiero decir que, en los estudios de la crítica sobre Balzac y Galdós, se mezclan las dos poéticas. 33 De las jerarquías sociales, evidentemente. 30 25 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas pueblo-evidencia de Galdós y la unanimidad del agujero balzaciano. En este doble cuestionamiento encontré mi hipótesis de trabajo; y, en mi primera intuición sobre la importancia del relato como estructura interpretativa, el hilo que, a lo largo de las páginas de este trabajo, formaría el ovillo que se recoge en “La experiencia del libro y la revelación de lo político” (las conclusiones de esta tesis doctoral). El segundo epígrafe (Cfr. “Un héroe venido de muy lejos”) del primer capítulo también sigue la estela de la intermitencia arendtiana; pues, si no todo el mundo puede estar todo el tiempo en el espacio de la aparición, la primera pregunta que cabría hacerse se refiere al no-where del relato: el lugar desde el que viene a la presencia la original subjetividad política objeto de análisis. Y los muchos, como los héroes, vienen de muy lejos; sólo que la distancia balzaciana difiere mucho de la galdosiana. Para analizar la distancia de profundidad –de círculo concéntrico 34 - balzaciana, me sirvo del concepto de política salvaje, tal y como lo utiliza M. Abensour en su doble diálogo con Cl. Lefort (el desplazamiento teórico de la democracia salvaje de éste a la democracia insurgente de aquél, a partir de la afirmación de la existencia de un conflicto que se formula en plural y que se afirma como persistente, sin posibilidad de reconciliación, contra el Estado) y P. Clastres (un contra-Hobbes que define el Poder coercitivo como un caso particular del poder político -éste sí, universal, inmanente a lo social) 35 . El séctionnaire Cfr. “L´enfer de l´être-ensemble.” El esquema lefortiano acoge la formulación individual del conflicto (la del ciudadano frente a los poderes) sin llegar a plantear el conflicto fundamental, el de la comunidad de ciudadanos contra el Estado. Y es este conflicto el que emerge con la democracia insurgente. La asunción de la politicidad primera supone la formulación en plural de este contra. En lugar de concebir la emancipación como la victoria de lo social (una sociedad civil reconciliada) sobre lo político, entrañando, al mismo tiempo, la desaparición de lo político; esta forma de democracia contribuye a hacer surgir, en permanencia, una comunidad política contra el Estado (M. Abensour, La démocratie contre l´État. Marx et le moment machiavélien, Éditions du Felin, Paris, 2004, p. 19). Esta definición comporta pensar una carne social que se 34 35 26 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Médal –personaje de Le théâtre comme il est y de Les martyrs ignorés- y les chouans de Les Chouans son el asidero literario que me permite reelaborar en sentido balzaciano esa forma de la politicidad primera. La inteligencia de la distancia galdosiana no pasa tanto por una elaboración conceptual, cuanto por una lectura en paralelo entre el propio texto galdosiano –Trafalgar, La Corte de Carlos IV y la primera mitad de El 19 de marzo y el 2 de mayo- y una de las joyas de esa literatura del siglo XIX que se quería filosofía de la Historia, el epílogo de Guerra y Paz (1869) 36 . Las reflexiones del maestro ruso sobre el advenimiento de la nueva fuerza que vino a ocupar el lugar del poder divino dan un nuevo sentido a la literalidad –adquiere una consistencia teórica que no alcanzaría por sí misma- de las palabras de Araceli sobre la transición de la idea de Patria a la de nacionalidad al comienzo de Trafalgar 37 , al tiempo que me permite comprender que la distancia galdosiana es de espiral extendida, de eje diacrónico. Porque el pueblo de los Episodios no viene de una esfera autrement politique, al modo de los muchos de Balzac, sino que procede de un mundo pre-político: el Antiguo Régimen. Aún más, Tolstói me proporcionó el nombre para “el pueblo de Galdós” y la idea de que, en la descripción de la resiste a ser cuerpo político, una nueva experiencia del vínculo humano; en definitiva, tener la conciencia de que la esencia del hombre se encuentra en el “estar juntos.” Desde esta óptica, la democracia insurgente de M. Abensour sería, no tanto un desarrollo de la democracia salvaje de Claude Lefort, cuanto fruto de una lectura integrada del contra-Hobbes plural formulado por el ya citado P. Clastres (a partir de la lectura de la deslumbrante obra La societé contre l´État, cfr. bibliografía) y E. Lévinas (cuyo corpus teórico sirve a Abensour para romper con la idea del Leviathán como horizonte insuperable y para defender la propuesta de una intriga originaria nueva, fundada en el vínculo humano; cfr. M. Abensour, “La extravagante hipótesis”, en idem, Para una filosofía política crítica, op. cit…, pp. 277310). 36 L. Tolstói, Guerra y Paz, El taller de Mario Muchnik, Madrid, 2004, p. 1712. 37 B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, Episodios Nacionales, I, Editorial Aguilar, Madrid, 1995, pp. 218-219. 27 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas nueva fuerza como evidencia, estaba contenida una de las más importantes operaciones políticas del siglo XIX. En este parcours général del continente al contenido, el interrogante por la sustancia se desplaza a un segundo momento lógico; por eso no puede extrañar que las reflexiones sobre el quién (en las que quedan subsumidas aquéllas que se refieren al qué, al cómo y al cuándo) de los muchos lleguen a la tesis en el tercer epígrafe del capítulo I (“La potencia y el enigma”). La traslación de la metáfora de los dos “cuerpos del rey” de Kantorowicz al concepto de pueblo 38 me ofrece el espacio teórico necesario para pensar esta original forma de subjetividad política desde la compleja dualidad que vincula y diferencia; desde la separación entre el cuerpo político (o, en el lenguaje de esta tesis, celeste) y el cuerpo social (o terrestre); desde la tensión irresoluble entre un absoluto que viene a ser negado o desplazado por otro. En este apartado comienza, en sentido estricto, el análisis sobre el concepto de pueblo y el haz de significados que lo acompañan: el pueblo con y sin adjetivos, el pueblo-todo y el pueblo-parte, el problema de sus nombres (todas las denominaciones que flotan y la superposición de pretendidas homonimias). Este primer intento de aproximación teórica se despliega en el desarrollo de los capítulos II (Cfr De la soberanía y de la capacidad del pueblo) y III (cfr. Del problema de la virtud). En el estudio del cuerpo celeste, la pregunta por el contenido de la ciudad se une a la pregunta por sus márgenes, en un recorrido teórico que tiene un primer tramo en el que se analiza cómo las elites políticas y culturales del siglo XIX trabajaron el vínculo pueblosoberanía hasta convertir al demos in absentia (la fuente que deja vacío su Lamentablemente, esta traslación no es original de la autora: puede leerse en J. Rancière, entre otros. 38 28 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas lugar de que se nos habla en el libro VI de la Política) en la parte en trop de la ciudad: la distinción de Sieyès entre pouvoir constituant y pouvoir constitué o la rectificación que hacen a Rousseau los teóricos del 89 y del 95 al separar al pueblo del legislativo. Estas consideraciones teóricas más generales encuentran su primer núcleo específico en el análisis de la definición que hace Balzac del momento de la fundación como momento de lo sublime, que se sitúa en la confluencia de lo infigurable y de la mise en scène del (p)Poder; de donde se sigue la naturaleza irrepresentable del problema de la soberanía en La Comédie (estudiado en las figuras balzacianas de Catherine de Médicis y de Robespierre en Les deux rêves, en la ausencia de un relato de la Revolución, en la corriente igualitaria que se filtra de un modo secreto en Balzacie). La fundación como experiencia balzaciana del umbral desemboca en el segundo núcleo del capítulo: la teorización galdosiana del vínculo pueblosoberanía. Establezco aquí un nexo entre el problema político que se plantea y la forma de su exposición –el relato de nación. Sólo teniendo en cuenta el dispositivo mítico-ideológico –el discurso de una clase social que busca legitimar su instalación en el Poder a través de la narración del poder de los orígenes- de esta estructura narrativa se penetra en el sentido político de la explicitación de la vacante de Poder, de la progresiva separación (del 2 de mayo a la Constitución de Cádiz) del vivir-unido-del pueblo (condición material indispensable del poder) respecto de la soberanía, de la distinción kratos-arkhé o de la excepcional irrupción de la cuestión de la lengua del pueblo en los Episodios. El análisis de la parodia galdosiana (Cádiz) de la polis democrática como fiesta de las palabras orienta, de nuevo, el capítulo hacia consideraciones teóricas más generales. Y, en este segundo tramo, recupero 29 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas parte de la tradición rota de Arendt, al objeto de entablar un diálogo con los herederos de la impolítica política platónica de la verdad: los diseñadores de las ciudades existentes del siglo XIX. El Aristóteles de la doxa es el contrapunto teórico que necesitaba para comprender, en todo su alcance, hasta qué punto la habilidad de las elites en el manejo de la tensión verdadopinión contribuyó a determinar los márgenes de lo político. Mi premisa de partida es que, en el interior de la comunidad, la política era asunto de doxa; pero, si de lo que se trataba era de ampliar los límites de la ciudad por abajo, la política se convertía en problema de conocimiento... y, por este deslizamiento platónico, analizo la primera quiebra del vínculo pueblosoberanía: la definición de la política de los Modernos como orden representativo. Esta “política del fin de la política 39 ” prolonga mi relación crítica con Aristóteles y los doctrinarios y plantea la importancia de lo que Maquiavelo denominó “las vías en la ciudad 40 ”. En la parte final del capítulo, reflexiono sobre el magnífico contraste que ofrecen el Aristóteles que deja al demos las salidas (libro III de la Política) de la participación en las funciones judiciales y deliberativas y los diseñadores de las ciudades existentes del XIX que distribuyeron las plazas por ocupar, como si el litigio que ese reparto suscita pudiera ser contenido por la forma –delimitada por la noción de capacidad y el mecanismo del censo- que ellos mismos habían dado a las relaciones sociales. El cierre teórico de este recorrido es el nuevo concepto de soberanía que plantean con su ser-precisamente-así les incomptés de l´ordre capacitaire: la igualdad-pertenencia, es decir, la exigencia de ser contados –cuantificados y narrados- en las ciudades existentes y en las ciudades del relato. Y podría decirse que los capítulos que siguen no son sino análisis del combate entre J. Rancière, Aux bords du politique, Folio, Gallimard, Paris, 1998, p. 45 y L. Strauss, La ciudad y el hombre…, op. cit.., p. 58. 40 N. Maquiavelo, Discursos… op. cit…, Libro I, capítulo IV. 39 30 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas negatividades igualmente poderosas. Por un lado, la del Balzac que se resiste a ver invadidas sus ciudades (capítulos III y VI) y la del Galdós (capítulo V) que sólo quiere ver las potencialidades de la acción en el mundo contenido del relato de los orígenes; por otro, la del impulso contra des incomptés. El capítulo III (Del problema de la virtud) se propone trazar la elipsis del original trayecto del cuerpo terrestre por el imaginario de la política y por la política del imaginario, desde la Revolución Francesa hasta la Francia de entre-revoluciones (1830-1848). La Hannah Arendt de Sobre la Revolución (cfr. “La emergencia de lo social”) ofrece el anclaje teórico necesario para una interpretación de la extraña peregrinación de los muchos que arranca en la esfera pre-política de la necesidad y finaliza en la esfera supra-política de la virtud. Estudio este viaje por elevación desde su origen mismo –el zèle compatissant de los jacobinos-; para llegar, más tarde, a la tesis arendtiana de lo social como lugar en el que se ha jugado la política en la época moderna. La tesis no me ofrece ninguna duda; sin embargo, me apoyo en la definición del paradigma de lo político de M. Abensour (que se sustenta en la declaración de Rousseau de que tout tient à la politique) para cuestionar 41 la distinción que yo califico como de discontinuidad –y este matiz ni siquiera es señalado por el filósofo francés- que establece la pensadora alemana entre el oikos y la polis. Y la cuestiono porque lo que, en Arendt, es discontinuidad en pro de una rehabilitación de la vita activa (política), se convirtió en mecanismo de 41 ¡Sí, me atrevo a cuestionar algo en Arendt ! 31 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas activación de los medios que utilzaron las elites del XIX para ejercer el control sobre los muchos (dominación). Mi apuesta por un redescubrimiento –pace Abensour- de la cuestión política en su integridad –libertad y justiciano es sólo una posición filosófica; también es la condición de posibilidad de mi lectura de La Comédie como experiencia de la simultaneidad de un muy singular tiempo vivido y del tiempo narrado, como apertura de un juego de espejos entre el imaginario y el movimiento empancipatorio –movimiento obrero, saint-simonismo y republicanismo- de la Francia de entrerevoluciones. Los siguientes epígrafes (“Le tournant de 1830: sentimiento y política del pueblo” y “Política del imaginario e imaginario de la política: los muchos…”) recorren los años en los que la estrategia de disyunción de las elites de la Monarquía de Julio -la separación de lo político y de lo socialaún no se había completado. Entiendo que la especifidad del período 18301848 queda radicada, justamente, en el hecho mismo de que esa operación de la clase política estuviera en proceso. A la invención, desde arriba, de lo social como esfera separada (y, a mi juicio, se produjo entonces, y no en el 89 o en el 93) siguió la lucha, desde abajo – la triple fuerza que confluye en el movimiento emancipatorio antes mencionado-, por ampliar los márgenes de lo político, más allá de los límites fijados por los diseñadores de las ciudades existentes. De ahí que me detenga en la entrada del pueblo en la política en Juillet y en la impactante révolte des canuts; pero, sobre todo, me extiendo en la interpretación de la experiencia interior del tiempo revolucionario, que me lleva a pensar la política –en cuanto forma conflictiva del actuar humano 32 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas que se distingue de la gestión de la comunidad 42 - de los años de entrerevoluciones como lo real de la utopía (Riot-Sarcey 43 ). Y, en esta rehabilitación política del imaginario, se inscribe mi lectura del proceso de redacción de La Comédie como un diálogo entre Balzac y el movimiento emancipatorio. ¿De qué otro modo explicar el paso del silencio sobre 1830 en La peau de chagrin a la discreta pero significativa presencia de las ciudades intermitentes en Le colonel Chabert, Ferragus, La fille aux yeux d´or, Facino Cane, La Maison Nucingen, César Birotteau….? Y estudio la tensión social-político en todas y cada una de las brechas (los convidados a una boda obrera a la que asiste el narrador de Facino Cane 44 , los obreros impresores que trabajan para David Séchard 45 , las mujeres desesperadas que aguardan la ayuda del Juez Popinot 46 , la familia del vaquerizo Vergniaud que acoge a Chabert en la casa más pobre de la calle más pobre 47 , los malheureux que encuentran asilo en el Convento de los Carmelitas del Observatorio, los albañiles que mueren en las obras de demolición del viejo París…) encontradas en Balzacie. El sentido global de la parte I (El concepto de pueblo en la definición de lo político) de la tesis se sustancia en una doble pregunta por el significado del quién –EL PUEBLO- y del dónde – LO POLÍTICO definido como región fenoménica. Curiosamente, ese sentido global sólo se completa con una ausencia llena de contenido; y, en esta ocasión, fui yo misma quien se sirvió de la poética del vacío, al objeto de fijar los límites de esta tesis, que no son otros que los límites de lo político. Porque fue la radical heterogeneidad de lo político, la imposibilidad de reducirlo a otra instancia, la que me llevó a J. Rancière, Aux bords…, op. cit…, p. 17. M. Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie. Essai sur le politique au XIXe siècle, Albin Michel, Paris, 1998. 44 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, III, pp. 1021-1022. 45 Idem, “Illusions Perdues”, op. cit…, V, p. 144. 46 Idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, pp. 436-438. 47 Idem, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, pp. 336-337. 42 43 33 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas eliminar el que, en un primer momento, había concebido como último épigrafe del capítulo III: “De las tormentas del 48 y sus consecuencias: trabajo y soberanía.” Había diseñado este apartado como específicamente galdosiano –así lo evidencia el juego de su título- y podría decirse que, de todos los subcapítulos de la tesis, éste hubiera sido el más sencillo de escribir porque, en cierto sentido, estaba hecho. Hubiera bastado con reelaborar ciertos materiales de trabajos parciales 48 anteriores. De haber respetado el plan original, habría estudiado las tensiones entre el relato creado por el galdosianismo sobre el Galdós, ami du peuple, y el modo en que la política 49 quedaba contenida en los Episodios. Habría tenido serias dificultades para utilizar la definición que hace Ch. Tilly de la acción colectiva como lenguaje; ya que, en los Episodios, apenas se explicita la interacción (la masiva presencia de lo que es definido como violencia de los muchos contrasta con los silencios o las alusiones indirectas a la respuesta del Estado 50 ). Habría llegado a la conclusión de que, en el escritor nacional, el cuándo de las movilizaciones rara vez explica el porqué. Habría revisado S. Pinilla Cañadas, “Los bárbaros han llegado. Acción y movilización política en los Episodios Nacionales y las novelas históricas de Benito Pérez Galdós”, en M. García Sebastiani y F. del Rey Reguillo, Los desafíos de la libertad. Transformación y crisis del liberalismo en Europa y América Latina, Biblioteca Nueva, 2008, pp. 373-394 e idem, “Bestiario galdosiano. Metáforas del monstruo en la definición del pueblo en las novelas históricas y los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós”, (artículo en prensa cuya primera versión fue presentada en el marco de la Kentucky Foreign Language Conference de la University of Kentucky (USA) en abril de 2006. 49 Definida, ya se dijo antes, como forma conflictiva del actuar humano que se distingue de la gestión de la comunidad. 50 Ch. Tilly, “Repertorios de acción…”, op. cit…, p. 37. Para las referencias indirectas a la respuesta del Estado en Galdós, cfr. idem, “Los Ayacuchos”, op. cit…, III, pp. 952 y 962; idem “La Fontana de Oro”, op. cit…, p. 199. La única excepción a este silencio sobre la violencia estatal sería la de la descripción de los “tristes mártires” de San Gil, es decir, los sargentos del cuartel de San Gil que se sublevaron en junio de 1866. La elección de estas figuras como víctimas contadas es muy significativa, porque se trata de víctimas “respetables”, dada su condición de militares. Cfr. B. Pérez Galdós, “La de los tristes destinos”, op. cit…, IV, 979 y ss. 48 34 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mis lecturas sobre la “teoría de la movilización de recursos” al comprobar que el motín (en su versión galdosiana, la suma de ausencia de discurso, violencia y explosión cinética 51 ) puede ser forma casi única de un repertorio -el de los Episodios- y que su modularidad 52 desafía cualquier intento de inscripción en un modelo teórico. Habría definido el recurso literario de la narración indirecta 53 como mecanismo estético-político de l´écart que empuja a los muchos hasta las ciudades a lo lejos –así, los barceloneses que se movilizan por la “cuestión algodonera” en Los Ayacuchos o la huelga general de Alcoy de 1873 en La I República. Habría aplicado el concepto de estructura de oportunidades políticas 54 al estudio de las formas de acción colectiva del Trienio que se describen en La Fontana de Oro y el 7 de julio 55 . Y habría señalado la coincidencia de las imágenes más espectrales de la subjetividad a medias en el tiempo narrado (Los cien mil hijos de San Luis, El Terror de 1824) B. Pérez Galdós, “La Fontana de Oro”, op. cit…, I, p. 197 e idem, “La segunda casaca”, op. cit…, II, p. 397. 52 Hago un uso irónico del concepto, por cuanto empleo un término propio de lo que Ch. Tilly denomina nuevo repertorio –la modularidad- para referirme a la particular visión que tiene Galdós –que no distingue la versión absolutista de la versión liberal- de la forma clásica del viejo repertorio –el motín. Para el concepto de repertorio, cfr. C. Tilly, “Repertorios de acción contestataria en Gran Bretaña: 1758-1834”, en M. Traugott, Protesta social. Repertorios y ciclos de acción colectiva, Editorial Hacer, Barcelona, 2002, pp. 17-47. Para las descripciones del motín en Galdós, cfr. B. Pérez Galdós, “La Fontana de Oro”, Novelas Contemporáneas, I, Biblioteca Castro-Turner, Madrid, 1993, pp. 197, 357 y 443; idem, “La segunda casaca”, op. cit..., II, p. 397; idem, “El equipaje del rey José”, op. cit…, II, p. 157; idem, “Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, III, p. 635. 53 B. Pérez Galdós, “Los Ayacuchos”, op. cit…, III, p. 952 e idem, “La I República”, op. cit…, V, p. 385. 54 Ch. Tilly ha elaborado este concepto a partir de una serie de variables que pretenden medir el grado de permisividad/represión del Estado ante la posibilidad de la acción colectiva. Cfr. S. Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Alianza Ensayos, Madrid, 2004, pp. 43 y ss. 55 B. Pérez Galdós, “La Fontana de Oro”, op. cit…, p. 83 e idem, “7 de julio”, op. cit…, pp. 571 y ss. La limitación de estas descripciones positivas a narraciones referidas al Trienio, nos indica que el autor se alegraba de la caída de la losa absolutista, y no tanto de la creación de nuevos espacios de la aparición para la política popular. 51 35 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas con el debate sobre el sufragio universal en las Cortes (abril 1876-diciembre de 1878) en el tiempo vivido 56 . De haber respetado el plan original, en suma, habría contribuido con entusiasmo a la estrategia de disyunción de las elites políticas y culturales del siglo XIX y, lo que es peor, hubiera rebasado los márgenes imaginarios – lo político como región fenoménica en la que emerge la política del pueblo o la entrada del pueblo en la política- de ese relato sobre las ciudades del relato que es la tesis que se presenta en estas páginas. Y lo habría rebasado porque Galdós escribe después de las dos cesuras del XIX –les massacres de Juin 1848 y la Commune-, es decir, después de que se completara la separación de lo político y lo social iniciada en 1830. Para entonces, la peregrinación de los muchos se había convertido en una suerte de viaje moral que no se detenía (por eso no se puede hacer del ser-precisamente-así del pueblo galdosiano parte de su política, como ocurre con Balzac 57 y, por esa misma razón, no cabe el análisis comparado en esta particular cuestión) en lugar de lo político alguno: partía del discurso de la inmoralidad que anunciaba, con veinte años de adelanto, la psicología de las multitudes 58 y tenía como punto de llegada la esfera supra-política de la virtud. El debate se prolongó desde las primeras discusiones del proyecto constitucional en abril de 1876 hasta el decreto de diciembre de 1878, por el que se retornaba al sufragio censitario. D. George ha sido quien ha señalado, pertinentemente, esta coincidencia. Cfr. idem, Of Terror and Restoration: the debate of universal suffrage and the Second Series of Galdós´ Episodios Nacionales, en prensa. 57 En ese sentido, el capítulo III ha de leerse como condición de posibilidad del capítulo VI de esta tesis. 58 Galdós aprende todo un dispositivo de imágenes y temas de la literatura anticommunard y ese sustrato común será heredado por la psicología de las multitudes. Cfr. S. Pinilla, “Bestiario galdosiano…”, op. cit. , P. Lidsky, Les écrivains contre la Commune, Éditions La Découverte, Paris, 1999, p. 49 y C. Zlotchew, “Galdós and Mass Psychology”, Anales Galdosinanos, XII, 1977. 56 36 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Una virtud que tenía poco que ver con la virtud que había inspirado el zèle compatissant. Se trataba de una suerte de reserva del imaginario burgués que transformaba el potencial revolucionario del valor trabajo como valor de los muchos en probidad; el tema de una narración que se entramaba en la idea del nacimiento –la vida, en el sentido biológico del término- de la nación. Ahora bien, esta venida a la existencia sólo se proyectaba en el como si, porque aterraba –a Galdós, el primero- la posibilidad de un aquí y un ahora abiertos al comienzo y su impredictibilidad. La expresión más acabada de este horror es el uso inconsciente que hace Galdós de las metáforas platónicas –el agua de la doxa y la tierra de la verdad 59 - en el único intento de descripción de revolución social que se recoge en los Episodios: las revueltas campesinas de Loja de 1861 de La vuelta al mundo en la Numancia (1906). El juego platónico no ha de buscarse en el significado del marinero en tierra Diego Ansúrez 60 , sino en la inscripción de esas movilizaciones in interiore Hispaniae 61 (Loja transformada en aventura comunitaria exótica 62 ); un espacio de la consistencia que convertía el torrente revolucionario –con la interesante confluencia de campesinos y republicanos 63 - en agua canalizada 64 . Sobre estas metáforas, cfr. “La escritura de la insurrección…” La idea del marinero en tierra busca expresar el interrogante que el enigma de lo social –que, trasladado al lenguaje galdosiano, serían los acontecimientos de “tierra adentro” (B. Pérez Galdós, “La vuelta al mundo en la Numancia”, op. cit…, IV, p. 773)- provoca en un espectador que no termina de comprender del todo la h/Historia. Y, en esta incomprensión, ha de verse también la idea galdosiana de que los españoles son un enigma para sí mismos, pues Ansúrez pertenece a una familia que representa la “etnicidad” celtíbera y que sirve de contrapunto a los más ricos y poderosos García Fajardo en la IV Serie. 61 Tomo la expresión de Ganivet (Noli foras ire; in interiore Hispaniae habitat veritas). Cit en E. Storm, La perspectiva del progreso. Pensamiento político en la España del cambio de siglo (1890-1914), Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 166. 62 Una aventura utópica sin voluntad de afectación en lo real; muy distinta del viaje con regreso que se analiza en el capítulo III de esta tesis. 63 B. Pérez Galdós, “La vuelta al mundo en la Numancia”, op. cit…, IV, pp. 769, 770, 771, 774, 778 y 779; cfr. J. Díaz del Moral, Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Alianza Universidad, Madrid, 1973, pp. 79 y 81, C. Lida “¿Qué son las 59 60 37 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El burro de cargas 65 de Luchana (1899, Tercera Serie) es sacrificio. Las “entrañas bárbaras” del pueblo de Amadeo I (Quinta Serie, 1910) son vector, caudal de energía. Las manos de la “muchedumbre jornalera de chaqueta y alpargata” de Cánovas (Quinta Serie, 1912) son metonimia del trabajo. ¿Populismo regeneracionista? Ni siquiera se puede hablar de “cuestión social” porque el cuerpo terrestre del pueblo galdosiano queda elevado desde el mismo momento de su inscripción en el relato de nación: en los Episodios, el actor colectivo aparece siempre al margen de su función social. La blusa no es hábito de combate, ni se mencionan las enseñas de los oficios. Por supuesto, ni rastro de la entrada del pueblo en la política y, muchos menos, del imposible de una política del pueblo. Y, dado que la disyunción se había completado hacía tiempo, ya no bastaba la sola visibilidad de los muchos –al contrario de lo que ocurría en la Francia de entre-revoluciones- como parte del principio de su política. La política del pueblo no empieza, desde luego, por la distribución de plazas en la ciudad; pero tampoco por el sacrificio, ni por la fuerza, ni por la virtud. La política del pueblo, como toda política, comienza por la irrupción en el mundo, por el vínculo en la separación y por la palabra (cfr. cap. III). El único espacio de los Episodios –y sólo porque convenía al dispositivo mítico-nacional, obviamente- en el que el pueblo viene al campo de lo visible como subjetividad plenamente política es la narración de los orígenes: la Primera Serie. El heroísmo de los muchos como expresión de la dimensión clases populares? Los modelos europeos frente al caso español en el siglo XIX”, Historia social, 27, 1997, p. 13. 64 Sobre el “coste de la canalización de aguas” resulta muy significativo el contraste del balance de la represión que hace Galdós y el que podemos encontrar en un libro que estuvo en la biblioteca del escritor canario, el Estudio histórico de las luchas políticas en la España del siglo XIX de A. Fernández de los Ríos, cfr. idem, p. 457. 65 B. Pérez Galdós, “Luchana”, op. cit…, III, p. 359. 38 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas política del actuar humano. Tras de la incorporación de Araceli al tiempo vivido en La batalla de los Arapiles (cfr. caps. IV y V), ya no hay lugar para el pueblo como actor político. En las demás series, sólo encontramos una brecha - en el sentido arendtiano del concepto (cfr. cap. I)- en las páginas de la barricada de La revolución de julio (Cuarta Serie, 1903-1904). El nuevo Gólgotha 66 es el lugar de la soberanía (como soberanía-permanencia): “No me canso de decirlo: una de las cosas más bellas que yo había contemplado en mi vida era la acción libre del pueblo durante algunas horas, el albedrío nacional desenfrenado y en pelo, manifestándose como es; paréntesis de realidad abierto en el tedioso sistema de ficciones que constituyen nuestra vida social y política. Buen alivio daba el tal espectáculo al ansia de belleza que me afligía (….) Yo quería más, más pataleos y manotazos de la plebe restituida a su libertad; quería gozar más de las ideas elementales, como fueron antes de la organización 67 , y ver el Gobierno y la Justicia reproducidos en la desnudez y simplicidad de su estado primitivo 68 .” La narración en primera persona despeja cualquier duda sobre la intención del pasaje. Se trata de Pepe García-Fajardo 69 , Marqués de E. Furieux «De l´autel de l´anarchie au Golgotha : la barricade de juin 1848 en représentation », en VVAA, La barricade. Actes du colloque organisé les 17,18 et 19 mai 1995 par Le Centre de recherches en Histoire du XIXe siècle et la Société d´histoire de la révolution de 1848 et des révolutions du XIXe siècle, Publications de la Sorbonne, Paris, 1997, p. 230. 67 La cursiva es de la autora. 68 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. 69 Pertenece a una de las sagas más importantes de los episodios y se cuenta –junto a Juan Santiuste y Proteo Liviano- entre los grandes “historiadores” de la epopeya nacional. Su familia es propietaria de importantes posesiones en Guadalajara. En la política pública, es una figura del entorno de Narváez y, en política doméstica, acaba emparentado por matrimonio con la rancia y aristocrática familia de los 66 39 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Beramendi, autor de un diario que recoge los acontecimientos más reseñables de la revolución de julio de 1854. El vínculo pueblo-soberanía, tantos episodios oculto, emerge, de nuevo, a la superficie del relato a través de la crónica del último espectador de lo político en los Episodios. Y la naturaleza de la imagen recortada se deja notar incluso en la dicción: se repite la misma imposible descripción de lo sublime, las mismas imágenes in-estéticas que intentan absorber la sustancia heroica del pueblo de Zaragoza o de Gerona (cfr. capítulo V). La barricada es interrupción del curso ordinario de las cosas, epokhé, política, en fin; pero también es resurrección efímera 70 y, pronto, sólo unas líneas después de que el narrador-espectador reconozca el poder del vivir-unido-del-pueblo, el intento de afectación de la soberanía de los madrileños embastillados es rebajado hasta el ridículo: “no arrastraron a nadie, no quitaron de en medio a los que con voces roncas llamaban rateros y truhanes 71 .” Se cerraba, definitivamente, el espacio de los Episodios para la entrada del pueblo en la política. Ese espacio, ya se ha dicho, ha de buscarse en la Primera Serie … y en la parte segunda de esta tesis. El heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós es diálogo con el diálogo entre Arendt y la tradición (se hace una breve referencia a Agustín, Kant y Heidegger). Y es la propia naturaleza críticoinventiva de esa relación la que crea el margen teórico que posibilita mi propio pensamiento (Cap. IV: El catálogo de las naves (o de los héroes incontables)) . Tomo como premisa de partida la definición étonnment sobria del heroísmo que –en ruptura con Heidegger- hace Arendt y lo que ella Emparán. Este ambiente conservador es “corregido” por un carácter crítico e inconformista que le otorga una voz propia en su entorno natural. 70 Sobre este carácter propio de la insurrección, cfr. “La escritura de la insurrección…” (capítulo VI). 71 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. 40 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas misma define como “estrecho vínculo de lo político con lo homérico 72 ”. Es decir, voy hasta el Homero de ¿Qué es la política?, el Homero de la equidad iliádica que la pensadora alemana comparte con Weil y Bespaloff; pero sólo para llegar al Homero más original de Arendt, el que se inscribe plenamente en la pluralidad. El poeta cuyo nombre ni siquiera menciona la autora cuando, en La condición humana, define a los héroes, sencillamente, como hombres libres que participan en la empresa troyana y se atreven a comenzar una historia 73 . Podría decirse que, de aquí a la última página, la tesis doctoral no persigue otro objetivo que ahondar en el original Homero de Arendt, llegar hasta su fondo. Primero, en la búsqueda e interpretación del pasaje de la Ilíada –el verso que el poeta dedica a los héroes incontables en la invocación a la Musas del canto II- que mejor expresa su concepto de heroísmo sin cualidades heroicas. Estudio minuciosamente las posibles traducciones de la palabra “plethýs” que aparece en ese verso 2.488, porque su sentido político – clave para entender la relación arendtiana de identidad entre heroísmo y pluralidad-, a mi juicio, sólo se alcanza con el concepto de los muchos. El estudio del primer inserto de los polloí en la épica se cierra con un breve análisis de la unión entre aparición y palabra de los incontables en el episodio de Tersites de ese mismo canto. El segundo epígrafe del capítulo IV (“Una nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes incontables”) analiza el relato de nación desde una perspectiva poliédrica. Como forma evolucionada –hasta convertirse en 72 73 H. Arendt, ¿Qué es la política?, Paidós, Barcelona, 1997, p. 75. Idem, La condición humana, Paidós, Barcelona, 2005, p. 215. 41 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas poema completo- del canto II de la Ilíada. Como épica de una forma política –la nación moderna- que se enfrentaba a un problema –la articulación de la presencia cívica de los muchos- que hundía su raíz en el hecho mismo del origen de esa sociedad, es decir, en el hecho de que esa forma de las relaciones sociales había nacido de y con la irrupción del número. Como producto de una tradición que se concreta en el azar del talento colectivo que acertó a ajustar el canto en su conjunto: J. Michelet. Las razones que me llevan a estudiar a este autor son muchas. Primero, porque me conduce a Vico: el teórico que define el heroísmo como construcción de una subjetividad colectiva –el esfuerzo heroico de la humanidad viquiana es creación de sí -, el filósofo de lo sublime como principio de invención, el lector de Homero. Y, segundo, porque Michelet resolvió los dos problemas que había dejado abiertos el poeta del canto II de la Ilíada: encontrar un modo de contar a los incontables y descifrar ese enigma mayor que es la lengua del pueblo. Y lo hace desde la obra. Me sirvo de la idea de H. White del “emplotment” micheletiano como novela, si bien le hago un añadido; pues entiendo que la Histoire de la Révolution Française es una novela sin diálogos, en la que el sentido de las metáforas (Vico) activa los procesos narrativos y hace del relato constelación de sinonimias en la que el discurso sustituye a los nombres (Michelet hace hablar a los muchos como mudos). La idea micheletiana del relato como espacio del devenir-sensible de una subjetividad política que se ha liberado del encanto del nombre –el pueblo-todo, medida exacta de lo político- opera en el mismo sentido que el juego crítico-utópico de las ciudades: la perspectiva fenoménica (aumentada desde que asumo como propio el análisis de M. Abensour del heroísmo 42 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas micheletiano en términos de Stimmung 74 ) convierte la proyección del imaginario en invitación al sympósion y en forma del heroísmo, forma de quien re-cita el mundo. Y, a partir de este espacio de Michelet, me pregunto por los desarrollos de la nueva tradición épica en Balzac y Galdós, por la acomodación de los héroes incontables al espacio narrativo de la novela concebida como nueva forma de la epopeya. La clave de inicio está relacionada con el lugar simbólico desde el que se escribe la épica: la edad de hierro hesiódica que se define por la conciencia de la quiebra entre la naturaleza y el hombre. El segundo momento de análisis viene con la pregunta por la presencia/ausencia de esa conciencia de fragmentación en los poemas de los aedos del XIX. Galdós escribe la Primera Serie como si no conociera la quiebra –con alguna mínima excepción que se analiza- y Balzac escribe desde la imposibilidad de recomponer el mundo a través de la épica –la modernidad. Estos interrogantes abundan en el Homero de Arendt –origen de la política, heroísmo sin cualidades heroicas- y, aún, lo amplían; porque la introducción en el análisis del problema de la conciencia de ruptura lleva a la Odisea. Todavía me restaba dar un paso más para hacer de este Homero completo esquema interpretativo: alejarme, en la medida de lo posible, del magnetismo de su nombre, encontrar un armazón conceptual que me permitiera convertir la Ilíada y la Odisea en fondo teórico del principio heroico. Éste es el origen de lo que he dado en llamar épica primera y épica segunda, las redes de significado que me han servido de guía, no para buscar la Troya histórica –la nada poética Troya VIIa-, sino para buscar mis ciudades del relato. Tonalidad en el sentido musical del concepto. Para un análisis más amplio, cfr. “Una nueva tradición épica…” 74 43 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Así, el capítulo V (La forma de los orígenes: el pueblo-héroe de la Guerra de la Independencia) es interpretación de Galdós en clave doblemente 75 homérica. Sólo hacen falta pequeños traslados de lenguaje para ver en el pueblo-héroe de la Primera Serie a la humanidad viquiana en pleno ejercicio de invención de sí misma y descubrir, en el proceso mismo de pasar de la nada al ser (levantamiento), los temas propios de la épica primera: el campamento homérico que está en el Madrid del 2 de mayo, en Zaragoza, en Gerona, en Bailén; la menis del pueblo-Aquiles, la conciencia narrativa de unos personajes que se saben materia de canto para los hombres del futuro; las vidas de los héroes incontables completamente giradas hacia el campo de los asuntos públicos, la transparencia de los orígenes… La relación del mundo fragmentado de La Comédie con Homero (cap. VI El heroísmo de la mondernidad: daguerrotipos del desorden en La Comédie Humaine) no es –y nunca mejor dicho- menos profunda. El Océano –interpretado a la luz de la Weltanschauung romántica- es la metáfora total que autoriza la aplicación del modelo heroico de la épica segunda: el flâneur como nuevo Odiseo; el viaje como destino; el encuentro con lo plenamente humano –el original bios politikós del número balzaciano- en el descenso al Hades (las katábasis); la opacidad del mundo… El lector de estas páginas podría decir que, en la última parte de la tesis, se pierde la comparación entre Galdós y Balzac. Sólo si entendemos el estudio comparado en el estrecho marco de la explicitación de analogías y diferencias en un único espacio crítico; si ampliamos el concepto, se comprueba fácilmente que los capítulos V y VI forman un pendant, si no perfectamente simétrico, con vocación de simetría. Ambos capítulos 75 Lo que de Homero hay en Vico y Homero mismo. 44 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas abordan, en primer lugar, el problema de la inscripción narrativa de los muchos, cuestión que abre el texto a dos formas literarias muy distintas. Una evidente, como corresponde a la subjetividad heroica que contiene: el relato (cfr. “Galdós como nuevo Demódoco”). La forma de la épica primera. Otra fugaz, sorprendente, el espacio mínimo que basta a la irrupción de la épica segunda: el daguerrotipo 76 (cfr. “De la problemática inscripción narrativa de los muchos”). El análisis de los elementos que crean el espacio para que la acción surja, se prolonga en la caracterización de la figura del espectador de lo político. El Araceli del comienzo de Trafalgar 77 y el flâneur 78 que se deja arrastrar por las corrientes urbanas crean la distancia del entre-dos de la política y habilitan también una modesta analítica de lo sublime –las nociones crítica y pre-crítica del entusiasmo kantiano en el estudio de los Episodios y las relaciones entre lo sublime natural y la gran ciudad en La Comédie. El cierre de la tesis es un despliegue en paralelo de dos formas completas de heroísmo –la que está hecha del tejido de la coléra y aquélla que está hecha del tejido de la resistencia- : aparición, acción y muerte. Irrupción plena (el levantamiento), invención de sí (el nacimiento en el 2 de mayo) y muerte cultual (las majas y manolos madrileños, Zaragoza, Gerona) en la épica primera de los Episodios 79 . Brecha insospechada (los cimerios que salen al encuentro en cualquier rincón de la Estigia parisina), permanencia Concepto original de la autora –as far as I know- a partir del proyecto de estudio sociológico de “daguerrotipar” la sociedad que Balzac anuncia en Splendeurs et misères des courtisaines. Cfr. H. Balzac, “Splendeurs et misères des courtisaines”, op. cit…, VI, p. 426. 77 Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli: el espectador y la nación.” 78 Cfr “Las katábasis de La Comédie Humaine.” 79 Cfr. “El heroísmo como Stimmung.” 76 45 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas sin barricadas (en el ser-precisamente-así de los muchos) y muerte del azar diario en la épica segunda de La Comédie 80 . Et tout le reste est littérature. Cfr. “Las katábasis de La Comédie Humaine” y insurrección…” 80 46 “La escritura de la Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas PARTE I. EL CONCEPTO DE PUEBLO EN LA DEFINICIÓN DE LO POLÍTICO. 47 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas 48 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CAPÍTULO I. EL DESEO DE LOS MUCHOS Y EL ESPACIO DE LA APARICIÓN. “No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos clases, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos, o logran borrar la ciudad, o son borrados por ella.” Ítalo Calvino, Las Ciudades Invisibles 49 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas 1.1. Dua Umori Diversi Toda ciudad, se puede leer en el capítulo IX de El Príncipe 81 , está constituida por el enfrentamiento de dos deseos: el de los Grandes, por dominar ; y el del pueblo, por no ser dominado. “Perché in ogni 82 città si truovono questi dua umori diversi…” dice la maravillosa literalidad del texto. Cualquier ciudad. La imposible forma del principado civil sobre la que diserta Maquiavelo en el mencionado capítulo 83 . La Roma de los Discorsi, expansiva y libre, que encuentra su fuerza en la desunión entre el Senado y la Plebe 84 . O la Florencia de las Istorie, plagada de tantos entierros y tantas ruinas de familias, “como no hubo jamás en ninguna otra ciudad de la que se tenga memoria. 85 ” N. Maquiavelo, El Príncipe, op. cit…, IX,p. 72. N. Machiavel, De principatibus. Le Prince, PUF, Fondements de la Politique, Paris, 2000, p. 100. La cursiva es de la autora. 83 El capítulo se titula “Del Principado Civil”. Este oxímoron –¿cómo un principado podría ser civil?- ha traído de cabeza a la crítica maquiaveliana (cfr. P. Larivaille, “Il capitolo IX del Principe et la crisi del “Principato civile”, en Cultura e scrittura di Machiavelli, Roma, Salerno, 1998, pp. 221-239). Y parece que el propio autor tenía plena conciencia de la dificultad del tema a tratar en este capítulo, pues no lo retomaría en ninguna de sus obras posteriores. 84 Cfr. N. Maquiavelo, Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, Libro I, capítulos IV y VII, Alianza Editorial, Madrid, 1987. 85 N. Maquiavelo, Historia de Florencia, Proemio, Tecnos, 2000, Madrid, p. 24. Por supuesto, Maquiavelo también se refiere en esta obra al enfrentamiento de los deseos. Cfr. Ibidem, p. 142. 81 82 50 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Autores como G. Bock o A. Bonadeo 86 han subrayado el distinto juicio que el diferendo romano (en un singular que lo define) y las discordias florentinas (en un plural calamitoso 87 ) merecían a Maquiavelo; e incluso han llegado a preguntarse por la coherencia de la interpretación del conflicto que hace el maestro italiano. El planteamiento de este interrogante afecta a la racionalidad del corpus maquiaveliano como conjunto y, prácticamente, equivale a plantearse la posible o imposible compatibilidad entre El Príncipe, los Discorsi y las Istorie; que es casi tanto como tratar de resolver la tensión irreducible 88 entre el pensamiento de la razón de Estado y el pensamiento de la libertad que atraviesa a Maquiavelo. Lo verdaderamente decisivo, como sostiene C. Lefort 89 , es la constitución de ese espacio contra 90 allí donde surja la apertura sensible a que da origen el establecimiento del vínculo político Y es que la definición maquiaveliana del disenso, como presencia de dos mundos en uno solo, se remonta a la afirmación del conflicto entre los áporoi -aquellos que carecen G. Bock, “Civil discord in Machiavelli´s Istorie Fiorentine”, en G. Bock y Q. Skinner (eds): Machiavelli and Republicanism, Cambridge University Press, 1999, Cambrigde, p. 183 y A. Bonadeo, Corruption and power in the works and times of Niccolò Machiavelli, University of California Press, 1973, California, pp. 64-66. 87 Escribe Maquiavelo en las Istorie: “En Roma, como todo el mundo sabe, una vez que fueron expulsados los reyes, nació la desunión entre nobles y plebeyos, y en esa división continuó la ciudad hasta su ruina. Lo mismo hizo Atenas y lo mismo hicieron todas las repúblicas que en aquellos tiempos florecieron. Pero, por lo que respecta a Florencia, primero se desunieron entre sí los nobles, luego los nobles y el pueblo y, por último, el pueblo y la plebe. Y muchas veces sucedió que una de estas partes, al quedar vencedora, se dividió también en dos.” N. Maquiavelo, Historia de Florencia, op. cit…, p. 24. 88 La crítica maquiaveliana ha resuelto esta tensión a partir de la distinción de dos momentos de la ciudad, de tal suerte que se inscribe El Príncipe en el tiempo de la fundación y los Discorsi –y las Istorie como su reverso- en el de la libertad política. Cfr. M. Breaugh, L´expérience plébéienne, Payot, 2007, Paris, p. 99. Con todo, parece innecesaria esa pulsión por “cerrar” la coherencia interna de la obra del florentino, la división que habita en su ciudad –en todas las ciudades- habita en él mismo. 89 C. Lefort, Les formes de l´histoire. Essais d´anthropologie politique, Éditions Gallimard, 1979, París, pp. 135 y ss. 90 M. Abensour, La démocratie contre l´État. Marx et le moment machiavélien, Éditions du Felin, 2004, Paris, p. 150. 86 51 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de medios; o de armas, si utilizamos el vocabulario cívico- y los éuporoi –los que disponen de ellos- que hiciera Aristóteles en el libro IV de la Política, “pues es imposible que los mismos ciudadanos sean a la vez pobres y ricos 91 .” En esta división de principios no acumulables 92 , la determinación económica está inextricablemente unida a la determinación política, es decir, la lucha de clases no se funda estrictamente en una oposición de orden económico; sino que se despliega a partir del binomio mando-opresión. La existencia de los Grandes y del pueblo, asegura Maquiavelo, sólo se determina en esa relación esencial –y no por la fortuna, las costumbres o la diferencia de funciones-, en esa división insuperable. Aún más, añade Lefort, también resulta trascendental que esos dos lugares de lo social ocupen posiciones asimétricas. “El deseo de los Grandes tiende a un objeto: el otro, y se encarna en unos objetos que le aseguran su posición: riqueza, rango, prestigio. El deseo del pueblo es, por el contrario, estrictamente hablando, sin objeto. Es la operación de la negatividad 93 .” Y este diferendo, este desacuerdo, es absoluto e irresoluble porque los dos deseos persiguen algo distinto. La imagen que expresa el deseo de los Grandes es la del tener, la imagen que expresa el deseo del pueblo es la del ser. Y en la inteligencia de estos dos apetitos –en la que queda contenida el análisis de las técnicas del Poder y del comercio, la política y la economía de Florencia-, se persigue desentrañar la naturaleza de la comunidad política, la forma de las relaciones sociales: la ciudad. Las líneas que siguen a estas palabras son un precedente genial del capítulo IX de El Príncipe: “Por eso éstos parecen ser principalmente partes de la ciudad, los ricos y los pobres. Además, por ser, por lo general, unos, pocos, y otros, muchos, estas partes de la ciudad aparecen como contrarias, de tal modo que según la superioridad de una u otra se establecen los regímenes, y éstos parecen ser dos: democracia y oligarquía.” Cfr. Aristóteles, Política, IV, 1290 b 1 y ss y 1290 b 19, Editorial Gredos, Madrid, 1988, pp. 230 y también 222. 92 J. Rancière, Aux bords du politique, Éditions Gallimard, Folio, 1998, Paris, p. 37. 93 C. Lefort, Les formes de l´histoire..., op. cit., p. 131. Todas las traducciones aparecidas en el texto son de la autora. 91 52 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Y cada vez que se describe una ciudad, se dice algo de esa división originaria de los humores. Esta primera ciudad se esconde debajo de los misterios de la superficie de Balzacie 94 , original pólis que necesita más de quince mil páginas de Comédie Humaine para convertirse en espacio de la memoria para las palabras y las acciones de los hombres. Y es el suelo -sutil e inquietante como el rumor del mar 95 - sobre el que se entrama la imaginación de la comunidad imaginada que se conoce por el título de Episodios Nacionales. La superposición de espacios conlleva una cierta exigencia de totalidad, pues como dice Maquiavelo en el proemio de las Istorie 96 , el enfrentamiento de los deseos merece ser profusamente descrito. La tarea se complica desde el momento en que las ciudades del relato –el París de Balzac, pero también el de Hugo; el Madrid de Galdós o la Vetusta de Clarín- experimentan sucesivas transformaciones. Tienen algo de ciudades invisibles, como si el hecho de no pensar el conflicto, de no decirlo en el texto, pudiera exorcizar toda la potencia y la amenaza que contiene. También tienen algo de ciudades a los lejos; tan lejanas, que se encuentran más allá del espacio de la aparición en el que se revela lo político 97 . Para acabar siendo ciudades intermitentes, ciudades que aparecen y desaparecen con esa original temporalidad de la brecha que definiera H. Arendt 98 : un presente que no se piensa como continuación de algo anterior, ni como Es la poética denominación que utiliza la crítica balzaciana para referirse a La Comédie en cuanto universo inventado. 95 Ver Infra. 96 N. Maquiavelo, Historia de Florencia, op. cit., p. 24. 97 Sobre la distancia necesaria entre el espectador y el mundo en el sentido arendtiano, cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli…” y “Las katábasis de La Comédie Humaine”. 98 M. Breaugh, L´expérience…, op. cit., p. 22. 94 53 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas anticipación de algo que está por venir; una experiencia de pureza que, sin embargo, deja huellas. Esta intermitencia de la brecha ha influido mucho en la configuración del balzacianismo y del galdosianismo. Las preguntas sobre La Comédie y sobre los Episodios son, en realidad, preguntas sobre esa ciudad (sobre sus límites, sobre su carácter abierto o cerrado, sobre su forma y su contenido, sobre quiénes la habitan y quiénes no) que se muestra y se esconde. De la necesidad de dar respuesta a estos interrogantes surge toda una escuela de crítica literaria que oscila entre una poética de lo pleno y una poética del vacío; con el añadido de que, en muchas ocasiones, la plenitud se revela falla –o brecha- y el punto ciego, presencia inmensa. Y es que Maquiavelo había hablado de la necesidad de describir con detalle el enfrentamiento de los deseos; pero guardó silencio sobre la distinta resistencia que uno y otro humor ofrecen a su inscripción narrativa. El apetito de tener, el deseo de los Grandes 99 , se ajusta perfectamente al relato, a la novela de costumbres; pero, ¿cómo aprehender el deseo de no ser oprimido?, ¿cómo atrapar la pura negatividad? Pareciera imprescindible densificar el espesor social del imaginario y hacer de la obras de Balzac y de Galdós mundos acabados, repletos, sin fisuras; como si con la explicación de la parte agotáramos la explicación del todo 100 y la compacidad analítica despejara cualquier duda. En el caso del De la lectura de ciertas obras de la crítica balzaciana, se desprendería la idea de que en Balzac sólo pudiéramos encontrar el deseo de la burguesa Chaussée d´Antin o del aristocrático Faubourg Saint-Germain. 100 Sobre el carácter abierto o inacabado de La Comédie y los Episodios se hablará extensamente a lo largo de este trabajo. Cfr. M. Butor, Paris à vol d´Archange. Improvisations sur Balzac II, Les Essais, Éditions de la Différence, Paris, 1998, p. 1 ; también C. Bernard, Le chouan romanesque. Balzac, Barbey d´Aurevilly, Hugo, PUF, 99 54 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas novelista francés, Baudelaire y Gautier fueron los primeros en trazar una gigantesca vertical que iba desde “la cima de la aristocracia hasta los bajos fondos de la gleba 101 .” Más tarde, nombres como los de Faguet, Lanson o Mauriac se sumaron a la legión de admiradores de la plenitud balzaciana 102 . Para entender la poética de lo pleno de la ciudad galdosiana, hemos de considerar de manera conjunta la política de la literatura –la literatura en cuanto manera de contener el mundo – y la política de escritor –los compromisos en las luchas políticas de la época 103 . El triunfador de Electra, el presidente de la conjunción republicano-socialista, el orador que se multiplicaba en discursos y alocuciones no podía sino afectar, de un modo significativo, al sentido general de la imaginación de la comunidad imaginada. Al extremo de que uno de los relatos más fascinantes de todos los que se entretejen bajo la portada de los Episodios Nacionales es el de Galdós, ami du peuple. Y quienes ostentan este título aman a un pueblo que tiene mucho de ese número maquiaveliano que desea no ser oprimido. Este relato se quiebra si, en la política de escritor, distinguimos entre el l´engagement galdosiano y la forma en que las estructuras sociales o los movimientos políticos quedan recogidos en sus libros. La crítica, sabedora de esta quiebra, se ha empeñado, una y otra vez, en demostrar la verdad de su representación colectiva sobre el autor, señalando, de manera más o menos verosímil, un punto de contrición, el momento de la conversión de Galdós en escritor del pueblo. Sin entrar a considerar seriamente la exótica 1989, p. 227 y J. Ebguy, «Le Balzac des philosophes », en J.L. Díaz e I. Tournier, Penser avec Balzac, Christian Pirot Éditeur, Saint-Cyr-sur-Loire, 2003, p. 131. 101 Ch. Baudelaire, cit. en A. Wurmser, La Comédie Inhumaine, Éditions Gallimard, Paris, 1973, p. 770. 102 Ibid. 103 Tomo estos dos conceptos de J. Rancière, cfr. J. Rancière, Politique de la littérature, Galillée, Paris, 2007, p. 11. 55 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas interpretación de los comentaristas soviéticos de la década de los treinta que señalaron su paso del liberalismo a la verdadera doctrina hasta llegar a “coincidir enteramente” con Karl Marx en su visión de España 104 -; hemos de mencionar el clásico y siempre contestado argumento de Hinterhaüser (Los Episodios Nacionales, 1963) 105 del socialismo galdosiano como síntoma de senilidad; el exceso filantrópico de Jover Zamora (Política, diplomacia y humanismo popular…, 1976) 106 , que hace de la supuesta demofilia de Galdós ¿simpatía espontánea? "por las clases populares de la ciudad”; el entusiasmo de Rodríguez Puértolas (Galdós: Burguesía y revolución, 1975) –que fija la conversión en el momento de la fecha de redacción de Fortunata y Jacinta, 1885-1887 107 -; o la prudencia de Suárez Cortina (La sombra del pasado, 2006) – quien señala la frontera de 1909, con El Caballero Encantado 108 . Se diría que V. A. Chamberlain, “El interés soviético por los Episodios y novelas de Galdós (1935-1940), en VVAA, Actas del Primer Congreso…., en VVAA, Actas del Primer Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Ediciones de Exmo Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas, 1973, p. 148. 105 H. Hinterhäuser, Los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, Gredos, Madrid, 1963, p. 149. Pese a todo, ésta es una referencia obligada –uno de los trabajos fundacionales de la crítica galdosiana- para cualquier estudioso de los Episodios Nacionales. 106 J. Jover Zamora, Política, diplomacia y humanismo popular en la España del siglo XIX, Ediciones Turner, Madrid, 1976, p. 396. También habla de “simpatía espontánea” A. Olalla Real, “Los Episodios Nacionales de Galdós y la novela histórica: la primera serie”, en VVAA, Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1990), Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993, Las Palmas de Gran Canaria, p. 769. 107 La afirmación de J. Rodríguez Puértolas (Galdós: Burguesía y Revolución, Turner, 1975, Madrid) es sorprendente, ya que Galdós, parafraseando a Flaubert, podría haber dicho, “Jacinta, soy yo”. A lo largo de los años siempre guardó, como veremos, mucho o poco de la extrañeza radical con la que su heroína miraba al cuarto estado. Cfr. B. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, Cátedra, Madrid, 2000, pp. 315 y ss. 108 En esta fábula regeneracionista, Carlos de Tarsis, Marqués de Mudarra, sufre una milagrosa conversión tras una peregrinación por las tierras de Castilla, España eterna y trabajadora. El antiguo terrateniente, transformado en el obrero Gil, se une a la maestra Cintia-Pascuala. De su unión nace Héspero, símbolo de una nueva generación que se apresta a la lucha por desencantar y regenerar al país. Cfr. B. Pérez Galdós, El caballero Encantado, Cátedra, 2000, Madrid. Pese a la vocación político-transformadora de la obra, decir, como hace Suárez Cortina, que este experimento narrativo sirve a Galdós para superar sus “limitaciones liberales y 104 56 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas existiera un impulso compartido por “salvar” de no se sabe muy bien qué pira ideológica una parte mayor o menor del corpus galdosiano. El amigo de “las muchedumbres desvalidas y trabajadoras 109 ”, pergeñado a partir de los discursos republicanos y de la crítica de la contrición, aumentaba el potencial inclusivo de la alegoría nacional galdosiana que, en su vocación de totalidad, no había dejado en el olvido ni a los mendigos 110 que habían defendido Zaragoza durante la Guerra de la Independencia. Ahora bien, una cosa era la plebs tremendae milagrosamente transformada por la causa de España y otra muy distinta la pura negatividad maquiaveliana. En los supuestos generales de irrupción del deseo salvaje de los muchos, resultaba inmediatamente aplicable la metáfora que había empleado Cánovas en su análisis de la cuestión obrera: “… las masas productoras y consumidoras (…) agítanse, según se ve, sin sujeción alguna a ley cierta, y a la manera que el vasto y profundo océano; dejando oír constantemente, por igual modo que él, un rumor bronco, que no permite a la población marinera olvidar por sí solo un momento su amenazada existencia 111 .” Para que el número del deseo de libertad siguiera siendo ese “rumor bronco”, las grietas que se hicieran al barco del todo político debían ser lo suficientemente grandes como para dejar pasar el sonido amenazador y lo suficientemente pequeñas como para que no se hundiera la nave. Emergen entonces las ciudades a los lejos: la declaración de Pepe Fajardo en La burguesas” me parece excesivo. Cfr. M. Suárez Cortina, La sombra del pasado. Novela e historia en Galdós, Unamuno y Valle-Inclán, Biblioteca Nueva, Madrid, 2006, p. 90. 109 Carta de Galdós a Don Alfredo Vicente, Madrid 6 de abril de 1907, El Liberal y El Pais, 6 de abril de 1907. Cit en V. Fuentes, Galdós, demócrata y republicano (escritos y discursos 1907-1913), Cabildo Insular de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1982, p. 51. 110 Ver lo que se dice sobre esta cuestión en “El heroísmo como Stimmung.” 111 A. Cánovas del Castillo, “La cuestión obrera y su nuevo carácter”, en Problemas contemporáneos, vol III, Obras, Imprenta y fundición de M. Tello, Madrid, p. 489. 57 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Revolución de Julio 112 , diciendo que sólo “oye” de la insurrección barcelonesa de 1854; las noticias fragmentadas y a retazos que de la huelga general de Alcoy de 1873 llegan a Proteo Liviano 113 ; y, sobre todo, la Loja de 1861 que Diego Ansúrez arranca del tiempo histórico hasta convertirla en promesa de futuro 114 . Todas estas existencias flotantes -que llegan a la Historia re-creada a través del mecanismo de la narración indirecta- habitan, la mayor parte del tiempo, en las ciudades invisibles. Estas regiones, quién sabe si aéreas o del inframundo, no tienen cabida en el relato; su inscripción narrativa es la falla, una falla que deviene presencia inmensa. Así que cuando Anselmo Lorenzo, desde las páginas del Liberal de Barcelona (1914), invitaba al insigne escritor nacional a que incluyera en la gloriosa colección un episodio que bien “pudiera titularse La Internacional”, le estaba pidiendo un imposible; por cuanto otorgar al número organizado la dimensión narrativa del relato hubiera sido tanto como reconocer a esos muchos la subjetividad plena de la nación. Pese a ello, el obrero consciente se atrevió a señalar el vacío: “Este proletariado español que derrama su sudor en el campo y en la fábrica y su sangre en las guerras civiles y coloniales (…) necesita y merece la pluma de un buen cronista. Quizá Galdós pueda satisfacer esa necesidad, por no decir reparar esa falta 115 .” Los habitantes de las ciudades intermitentes se parecen poco a quienes pueblan las ciudades invisibles. Desbordan cualquier dique, B. Pérez Galdós, “La Revolución de Julio”, IV, op. cit…, p. 410. Idem, “La Primera República”, V, op. cit…, p. 385. 114Idem, “La vuelta al mundo en la Numancia”, IV, op. cit…, 779. Sobre estas ciudades a lo lejos se tratará en “De las tormentas del 48 y sus consecuencias…” 115 Cit en F. Botrel, F., “Benito Pérez Galdós, ¿escritor nacional?”, en VVAA, Actas del Primer Congreso Internacional … op. cit., p. 72. 112 113 58 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas narrativo o de cualesquiera otra naturaleza, que pretenda contenerles; pues en la H/historia “se entra…, entrando 116 .” Irrumpen con la fuerza y la volatilidad de los humores; y, si bien no consiguen adueñarse del relato por completo, penetran por cualquier brecha y se acomodan al espacio narrativo del instante fijado por la escena o el cuadro histórico: la multitud amotinada en Aranjuez que descubre su espantosa faz communard 117 en los espejos (El 19 de marzo y el 2 de mayo), la anarquía reglamentada de la guerrilla (Juan Martín, el Empecinado), el siniestro carnaval que asiste al ajusticiamiento de Riego en la plaza de la Cebada (El terror de 1824); o la escritura de la insurrección en La revolución de julio. Pero incluso aquí, el reconocimiento al deseo desmesurado de los muchos queda rebajado por el sentido general del relato de nación. Al fin y al cabo, a la anarquía reglamentada de las partidas se debía el “respeto que todavía infunde a los extraños el nombre de España 118 ” y el apetito “desenfrenado y en pelo” del pueblo de las barricadas era, en última instancia, “albedrío nacional 119 .” Galdós pretendía proyectar sobre el espacio de los deseos la fuerza integradora de la comunidad imaginada, como si con ello pudiera expulsar la división originaria de lo social hasta la ciudad distante; abriendo el relato a otra ciudad del discurso, la España armónica: “Es curioso observar cómo nuestra edad, por otros conceptos infeliz, nos presenta una dichosa confusión de todas las clases, mejor dicho, la concordia y reconciliación de todas ellas. En esto aventaja nuestro país a otros, donde están pendientes de sentencia los graves pleitos históricos de la igualdad. Aquí se ha resuelto el problema sencilla y pacíficamente, gracias al temple democrático de los españoles y a B. Pérez Galdós, “Luchana”, III, op. cit…, p. 355. El episodio de El 19 de marzo y el 2 de mayo está escrito en 1873, bajo el impacto de los miedos provocados por la Comuna. 118 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op.cit…, I, p. 957. 119 Idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. 116 117 59 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas la escasa vehemencia de las preocupaciones nobiliarias 120 .” La afirmación de la ciudad reconciliada en el discurso de nación podía evitar que, al menos en el imaginario, los deseos borraran la ciudad; lo que no podía conseguir el escritor nacional era que los deseos, con todo el caudal de fuerza y de amenaza que encierra el diferendo, fueran borrados de ella. El universo recreado no era tanto ese mundo entero que aplaudiera R. Altamira 121 , cuanto el “mundo complejo, heterogéneo y variadísimo 122 ” que definiera el propio Galdós en el prólogo a la edición francesa de Misericordia de 1913. Un mundo entero a la manera de la modernidad, esto es, incompleto, con alguna que otra grieta y vacíos inmensos; inaprensible como corresponde a ese extraño ecosistema que es el espacio de los deseos; inabarcable como la sociedad imposible de totalizar que llega al tiempo de la narración con la cuarta serie de los Episodios, pero que habitaba en el tiempo de la escritura desde que Galdós comenzara su carrera literaria a finales de la década de 1860. 123 Los mecanismos del vacío en Balzacie no responden a la lógica del relato de nación. La superposición de estratos geológicos es más complicada, más difícil de rastrear; y la cadencia de aparición de las distintas ciudades – son tantas en una sola- obedece a un tempo mucho más acelerado. Para alcanzar la lógica de esta peculiar poética hay que considerar el eje diacrónico y la geografía. En 1830, la inteligencia francesa no se preguntaba B. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, I, Cátedra, Madrid, 2000, p. 163. Rafael Altamira, “Galdós y la Historia de España”, Psicología y Literatura, Barcelona, Imprenta de Heinrich y Cía Editorial, 1905, p. 193. 122 B. Pérez Galdós, Ensayos de crítica literaria, Edición de Laureano Bonet, Península, 1999, Barcelona, p. 225. 123 Evidentemente, la modernidad es tiempo de narración y tiempo de escritura desde el primer momento en “la otra mitad” del corpus galdosiano: las Novelas Contemporáneas. 120 121 60 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas todavía por la fisonomía permanente de los pueblos 124 ; estaba entregada al ejercicio de autoanálisis de la “Francia revolucionada 125 ”. Toda creación literaria terminaba por convertirse en una suerte de physiologie 126 en la que el escritor dibujaba los perfiles imposibles de una nueva morfología –“esa extraña metamorfosis social 127 ” que obsesiona a Balzac- tan blanda y tan voluble como el medio líquido en que se desarrollaba: el capitalismo. Y entre tanta acumulación de análisis sociológico, entre tanta exuberancia de lo descrito, en el trop-plein de La Comédie, ¿dónde encontrar las brechas? ¿cómo detectar los puntos ciegos? Aplastado por el horror vacui –supuesto, como se podrá comprobarque tanto había alabado la crítica del XIX, el balzacianismo moderno respondió con un movimiento pendular que concentró sus energías en la búsqueda de posibles quiebras o ausencias. Benard Guyon, en un texto cuasi fundacional, La pensée politique et sociale de Balzac (1947), fue uno de los primeros en señalar un “gran lugar vacío, el de los obreros 128 ”. Lukács no se Éstos serían los interrogantes que se plantearía la inteligencia francesa –con Taine y Fouillée heridos por la débacle de Sedán- contemporánea a Galdós. 125 Tomo esta brillante expresión de Ch. Nodier. Cit en P. Laforgue, Balzac dans le texte, Christian Pirot Éditeur, Saint-Cyr-sur-Loire, 2006, p. 142. Este participio – “revolucionada”- es clave para entender el sentido general de La Comédie Humaine, pues la premisa de partida de Balzacie en cuanto universo social y político son les acquis de 1789. Volveré sobre este participio con frecuencia. 126 De hecho, muchas novelas de La Comédie quedan emparentadas con esta moda de las physiologies desde los propios títulos: La femme de trente ans, Le médecin de campagne, Le curé de village, Les provinciaux à Paris, Les paysans. Cfr. Pierre Laforgue, “Analytique de la fiction”, en Claire Boirel-Moisan et Christèle Couleau, Balzac. L´aventure analytique, Christian Pirot Éditeur, 2009, Saint-Cyr-sur-Loire, p. 93. La fiebre de autoanálisis llegaría a España –evidenciando un acento particular hispano en el estudio de tipos que, lejos de expresar novedad sociológica, tenían que ver con una suerte de España eterna- un poco más tarde, en la década de 1840. Cfr. J. Fuentes “Mito y concepto de pueblo en el siglo XIX: una comparación entre Francia y España”, en VVAA, Pueblo, ciudadanía y otros conceptos políticos, Historia Contemporánea, 28, I, p. 105. 127 H. Balzac, “L´hôpital et le peuple”, op. cit…, XII, p. 369. 128 B. Guyon, La pensée politique et sociale de Balzac, Librairie Armand Colin, Paris, 1947, p. 565. 124 61 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas atrevió a tanto. En una serie de artículos escritos en 1934-1935 y publicados en 1951 bajo el título de Balzac et le réalisme français, el crítico húngaro comenzaba su reflexión con un análisis pormenorizado de Les Paysans 129 , obra rara en su especie dentro del conjunto del corpus balzaciano, pues aquí el novelista llega a construir –algo que nunca llegará a hacer Galdós- un relato sobre el deseo de no ser oprimido de los muchos. Para un crítico marxista, esta novela podía tener un plus moral que diera títulos aún mayores a la lectura marxista de Balzac: ¿por fin se escuchaba la voz de los vencidos? Una lectura que se había iniciado con el propio Marx, cuando menciona al usurero Gobseck como figura del delirio acumulador en El Capital, y que había continuado con la carta (1888) en la que Engels confesaba a Miss Harkness haber aprendido más de economía y de política en la creación balzaciana que en los textos de economistas e historiadores 130 . Marx y Engels no necesitaban, como Lukács, tirar de los hilos que les ofrecía el Père Fourchon 131 para recomponer el universo de Balzac a partir del pórtico de Les Paysans, hasta tejer un entramado social perfectamente tupido y equilibrado. Al fin y al cabo, si el primer plano o, mejor aún, si todo el espacio imaginario de la novela que había pretendido “doblar” el siglo XIX era inundado por el deseo de los grandes por dominar, más sencillo resultaría poner en evidencia las contradicciones del capitalismo. Lukács llega a definir esta obra como la más importante de la etapa final de Balzac y, como queriendo hacer ver al lector la pertinencia de su criterio, da toda suerte de explicaciones sobre el largo proceso de preparación ideológica. Cfr. G. Lukács, G. Lukács, Balzac et le réalisme français, La Découverte/Poche, Paris, 1999, pp. 19 y ss. 130 G. Gengembre, prefacio a Lukács, Balzac…, op. cit., p. VII. 131 Figura central de Les Paysans. 129 62 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El error que no cometió Lukács fue leer La Comédie como si se tratara de un documento histórico. Eso quedó para críticos de más raso vuelo, como L. Chevalier 132 , quien, en su célebre Classes laborieuses et classes dangereuses (1958), se dedica a tapar vacíos con un criterio muy del gusto de Balzac, el de la verdad en los detalles 133 : “Las clases populares juegan un modesto papel en la sociedad balzaciana; pero cada vez que aparecen o son evocadas, aunque no sea más que entre paréntesis, en algunas líneas, al azar de un itinerario (…), lo hacen siempre con las características exactas y en los términos precisos que esperamos (…) El diagnóstico es breve, pero claro, implacable, inevitable, como si no viniera del mismo autor, sino de una exigencia colectiva de la opinión 134 .” Ya en la década de los setenta, este vacío que late doliendo en Lukács y se justifica en Chevalier, se explicita en todo su esplendor en las interpretaciones de dos autoridades de la exégesis literaria marxista, A. Wurmser (La Comédie Inhumaine) y Pierre Barbéris (Le monde de Balzac, Mythes balzaciens, Balzac et le Mal du siècle). El primero elabora un catálogo que distingue a los críticos de la plenitud de los críticos del vacío; el segundo da un paso más al intentar explicar las razones de ese enorme agujero135 . Barbéris 136 se sale de la política de la literatura y de la política de escritor –en sus dos vertientes- para ir al contexto con el propósito de recabar datos que den L. Chevalier se atreve a decir –si bien la fecha de publicación explica muchas cosas-, al comienzo de su obra, que las descripciones que Balzac, Hugo, Sue o Zola han dejado de Paris explicaban “la ausencia de toda investigación de historia social sobre esta época”. Cfr. L. Chevalier, Classes laborieuses et classes dangereuses à Paris pendant la première moitié du XIXe siècle, Librairie Plon, Paris, 1958, p. 6. 133 En el “Avertissement du Gars” (1828) –prefacio a Les Chouans- se puede leer : « Nuestra literatura moderna no tiene más que la inmensa verdad de los detalles”. Cfr. H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…., VIII, p. 1681. 134 Ibidem, p. 469 y también 491. 135 A. Wurmser, op. cit., pp. 767 y ss. 136 P. Barbéris, Le monde de Balzac, Éditions Kimé, Paris, 1999, pp. 221 y ss, 306, 327 y ss y también Idem, Mythes Balzaciens, Librairie Armand Colin, Paris, 1972, pp. 108, 283 y 322. 132 63 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas razón de la peculiar inscripción narrativa del pueblo – y… ¿cómo es ese pueblo?- en el mundo de Balzac. De acuerdo con este autor, en los diecinueve años que median entre la primera (Les Chouans, 1829) y la última (L´Envers de l´histoire contemporaine, 1848) novela de La Comédie, no hallamos en Francia más que una burguesía tímida en sus empresas, diseminada en los talleres, con el sólo apoyo de la financiación familiar y teniendo por toda vanguardia a la industria textil; y es precisamente esta burguesía, nos dice Barbéris, la que condiciona y explica la existencia y composición del pueblo, sus modos de vida y de trabajo, su mentalidad 137 . Así que esas clases trabajadoras de Balzac que todavía no son proletariado –carecen de conciencia, de ideología y de medios de acción-, vendrían a ser reflejo del producto creado por los trasuntos históricos del perfumista parisino Birotteau (César Birotteau), del mago de las hilaturas Du Bosquier (La Vieille Fille) o del algodonero Beauvisage (Le Deputé d´Arcis). La crítica más reciente (H. Miterrand, R-A. Courteix, J. Guichardet o P. Laforgue 138 ) ha abundado en esta misma poética del vacío, convirtiendo el topos de las alusiones y elusiones significativas –¿de qué otro modo se puede explicar algo en un laberinto de signos?- en herramienta imprescindible para todo estudio socio-histórico de la obra de Balzac. Las ausencias ilustran; e ilustran más si, como dice A. Wurmser, son constantes. Ahora bien, ¿por qué Ibidem, p. 328. H. Miterrand, Le discours du roman, PUF, Paris, 1980, p. 210, R-A. Courteix, Balzac et la Révolution Française, PUF, Paris, 1997, p. 381, J. Guichardet, Balzac «archéologue de Paris », Slatkine Reprints, Genève, 1999, p. 129, P. Laforgue, Balzac dans le texte, Christian Pirot Éditeur, Saint-Cyr-sur-Loire, 2006, p. 170. 137 138 64 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas esta omisión es tan recurrente como Rastignac 139 ? Porque se corresponde con la representación de los habitantes de las ciudades intermitentes. Esta región es el Champ de Mars de La Comédie. Balzac parece tener una intuición que se hace descubrimiento consciente en Michelet (Histoire de la Révolution Française 140 ): el vacío es el único monumento posible al humor salvaje de los muchos, la sola representación de lo que se muestra irreducible a la forma. De ahí que el pueblo balzaciano aparezca como agarrado a los bordes de una ciudad que aparece y desaparece: habitando el taller del último piso de la Maison Birotteau 141 , aceptando la moneda de un sacerdote para abandonar el puente del quai de la Tournelle 142 , dejando huellas de su ser social –botones caídos, trozos de cuero, golosinas de espartería convertidos en enseñas de los oficios- sobre la cenagosa escalera de un edificio de la Rue de la Perle 143 , asomándose a las ventanas del Tourniquet-Saint-Jean como queriendo enseñar al curioso inteligente “una imagen completa de la vida Rastignac es uno de los personajes más importantes de La Comédie. Su figura caleidoscópica sólo se puede componer a partir de la lectura conjunta de títulos como Le Père Goriot, La Maison Nucingen, Splendeurs et Misères des Courtisaines, Le Député d´Arcis o La peau de chagrin. Este joven aristócrata experimentará su transformación decisiva en la novela del pobre Goriot. Aquí Rastignac aparece como un joven estudiante de derecho, recién llegado de la provincia, que conocerá de la terribilitá del infierno parisino por la vía directa: el cruel abandono en la miseria que sufre su compañero de pensión, el père Goriot, por quien es su amante, Delphine Goriot, convertida para el mundo en baronesa Nucingen. Con sus pobres recursos de habitante del quartier Latin paga el entierro de un Goriot que ha muerto de pena y cierra la novela con un juramento que lanza a París desde las colinas del cementerio de Père-Lachaise: “À nous deux, maintenant ! ” Figura de la ambición, el egoísmo y el cinismo serán las armas de que se valga para triunfar en el mundo y, por supuesto, lo consigue: no duda en servirse del dinero del marido de su primera amante para enriquecerse, cambia de femme du monde –la baronesa Nucingen por la marquesa d´Espard-, terminará siendo Ministro del Justo Medio y par de Francia. 140 J. Michelet, “Préface de 1847”, Histoire de la Révolution Française, I, Pléiade, Éditions Gallimard, Paris, 1952, p. 2. 141 H. Balzac, «Histoire de la grandeur et la décadence de César Birotteau », op. cit., p. 43 142 Idem, «L´Envers de l´Histoire Contemporaine », op. cit., p. 218. 143 Idem, «Le Cousin Pons », op. cit., p. 633. 139 65 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas que lleva la clase obrera” : la humedad de las cavas y el trabajo de las agujas 144 . Esta tensión –irresoluble, como todas las que se han analizado- entre la poética del vacío y la poética de lo pleno nos remite a la escena inaugural de la ciudad. La política es cuestión de apariencia, un asunto estético, el lugar de la visibilidad; de ahí la importancia del problema de su representación. De hecho, es el problema; ya que, como afirma J. Rancière 145 , el elemento constituyente de la política es el conflicto sobre la existencia de una escena compartida y sobre las partes que en ella se incluyen. Sólo allí donde los hombres se ven unos a otros, sólo allí donde se reconocen, es posible ese dominio artificial –la polis- que convierte a quienes son desiguales por naturaleza en iguales por convención 146 . Los muchos no tienen (recordemos que su apetito está ligado al ser, no al tener) otra cosa que la posibilidad de ver y de ser vistos y, con cada apertura del imaginario, se les reconoce que son libres como los otros. Este vínculo, que señalara H. Arendt 147 , entre visibilidad e igualdad, la identidad entre visibilidad y política, arroja nueva luz sobre la decisión de la inscripción narrativa de los muchos y dice todo sobre la naturaleza de la invitación que se les hace, o no se les hace, a participar en el sympósion 148 . La generosa propuesta que hace Maquiavelo –otorgando al enfrentamiento de los deseos los relatos de los Discorsi y de las Istorie y la Idem, «Une double famille », op.cit, II, p. 20. Cfr. J. Rancière, La Mésentente..., op. cit., pp. 110 y ss. y también M. Breaugh, L´expérience…, op. cit., p. 162. 146 H. Arendt, Sobre la Revolución, Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 39. 147 Idem, La condición humana, op. cit…, p. 225. Para un análisis del vínculo arendtiano entre visibilidad e igualdad, cfr. C. Lefort, Essais sur le politique, XIX-XXe siècles, Éditions du Seuil, 1986, París, p. 72. 148 Metáfora de la política en cuanto espacio y palabra compartidos. 144 145 66 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas veta del capítulo IX de El Príncipe- se coloca, junto a Aristóteles y Montesquieu 149 , del lado de la excepción en la historia del pensamiento político. La ciudad del discurso más frecuente es la ciudad intermitente; si bien la cadencia y amenaza de sus apariciones presenta la variabilidad y la multiplicidad propia de quienes la habitan. Así, la brecha galdosiana es más frecuente y más lenta que la balzaciana, necesita de más espacio narrativo (capaz incluso de detener, momentáneamente, el fluido del relato hasta cristalizar en una escena) ; y, pese a todo, nada en esas grietas extendidas de Galdós provoca el terror sagrado de la revelación abisal de L´Interdiction: “Ciertamente, un dibujante, un Rembrandt, si existiera en nuestros días, habría concebido allí una de sus magníficas composiciones contemplando esta miserias ingenuamente colocadas y silenciosas. Aquí la rugosa figura de un anciano austero de barba blanca, de cráneo apostólico, ofrecía un completo San Pedro (…) Allí una mujer joven daba de mamar a su hijo pequeño para que no llorara, teniendo otro, de alrededor de cinco años, entre sus rodillas (…) También se encontraba allí el obrero joven, débil, perezoso, cuyo ojo pleno de inteligencia anunciaba altas facultades oprimidas por necesidades combatidas en vano, callándose sobre sus sufrimientos, y a punto de morir por no encontrar la ocasión de saltar las barreras del inmenso vivero en el que se agitan esas miserias que se entre-devoran 150 .” En esta escena de resistencia, umbrosa y bien compuesta como un Rembrandt, se expresa un deseo concreto de libertad, se pido mucho más que el Poder. Estos proletarii, esos que no hacen otra cosa que reproducir su propia multiplicidad, no son el invento insolente de la “fraseología moderna 151 ”. Son tan antiguos y tan nuevos como su apetito y el apetito de los Grandes; y están ahí, haciendo política con su ser social. Balzac, imitando al Maquiavelo que escribe El Príncipe, no dice más sobre el deseo de no ser Me refiero, claro está, al estudioso de la decadencia de los romanos. H. Balzac, « L´Interdiction », op. cit., III, , 437-8. 151 Idem, “Pierrette”, op. cit…., IV, p. 29. 149 150 67 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas oprimido de los muchos; y explicitar este deseo es tanto como explicitar el enfrentamiento de los humores. Sin embargo, pocas veces se ha visto al número tan en permanencia en su quietud. No estamos en la tramoya operística de la Saint-Merry de Les Misérables de Víctor Hugo 152 ; ni en las escaleras del Palacio Real de Aranjuez que la anarquía espontánea 153 ensucia en su afán de destrucción (El 19 de marzo y el 2 de mayo 154 ); ni en las madrigueras de la deidad harapienta que despierta la repugnancia del narrador de El equipaje del rey José 155 ; ni en los barrios bajos madrileños plagados de perros que aúllan de Los Cien Mil Hijos de San Luis 156 . El lector ha sido introducido en la ¿apacible? sala de espera del filantrópico Juez Popinot 157 . Por aquí no transitan las criaturas del Madrid embastillado 158 , esos “degollados con vida”, esos “hombres rojos”, ese “tronco que alienta, arrastrando las extremidades difuntas 159 ”; se ofrece un espectáculo de anatomías plenas: la gravitas de un cráneo apostólico, la Cfr. V. Hugo, “Le 5 juin 1832” y “La guerre entre quatre murs”, Les Misérables, Oeuvres Complètes, Romans II, Éditions Robert Laffont, 2002, Paris. 153 Me sirvo del concepto que H. Taine acuñara en Les origines de la France contemporiaine para definir a la multitud amotinada en Aranjuez. 154 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit..., I, pp. 384 y ss. 155 Idem, “El equipaje del rey José”, op. cit…, II, p. 157. 156 Idem, Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, II, p. 635. 157 Se trata de uno de esos personajes “blancos” que encarnan el bien –junto a los amigos del Cénacle, al doctor Benassis y a algún que otro personaje-, figura clave de la contre-société balzaciana que se opone, de un modo secreto, a la ferocidad del universo social de La Comédie. Su esfuerzo es enorme y la conquista es pequeña, pero su casa es respetada por todos los ladrones de París. Esta figura de la caridad resulta especialmente significativa por su condición de juez, puesto que Balzac, según nos cuenta en su descripción del infierno parisino de La fille…, entendía que todos aquéllos que portan la toga negra habitan en el vientre de la ciudad y conocen de la negrura de su interior. Lo encontramos en novelas como L´Interdiction, César Birotteau o L´Envers de l´histoire contemporaine. 158 Tomo esta genial expresión de un republicano francés del XIX, Aragó. Cfr. M. Löwy, “La ville, lieu stratégique de l´affrontement des classes. Insurrections, barricades et haussmanisation de Paris dans le Livre des Passages de Walter Benjamin”, en B. Wittte, Topographies du souvenir. Le livre de Passages de Walter Benjamin, Presses Sorbonne Nouvelle, 2007, París, p. 68. 159 B. Pérez Galdós, “El terror de 1824”, op. cit…, III, p. 954. 152 68 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas falsedad acabada de una máscara, la belleza redonda de la maternidad o la inquietante pereza de los débiles en el instante que precede a su transfiguración. Por alejadas que puedan parecer las estrategias estético-narrativas de Balzac y de Galdós, lo cierto es que ambos escritores intentan resolver el problema de la representación de aquello que es grande por toda comparación, de aquello que no se puede abarcar 160 : “semejantes a las máquinas de vapor, los hombres agrupados por el trabajo se reproducen todos con la misma forma y no tienen nada de individual. El hombre instrumento es una suerte de cero social, cuyo mayor número no compondrá jamás una suma si no está precedida por algunas cifras. Un arador, un albañil, un soldado son los fragmentos uniformes de una misma masa161 .” Y ya sea por esta vía indirecta del fragmento (las figuras balzacianas, supuestamente reconocibles, no son más que teselas de un mosaico inacabado), ya sea por la vía directa de la imagen abstracta, de la imagen inestética (los medios cuerpos de la barricada-Gólgotha galdosiana nos hablan de la impotencia de la imagen 162 ) ; La Comédie y los Episodios reconocen en la sublimidad de la carne popular, no al depositario de un poder abstracto, Éstas son las notas que caracterizan lo sublime. Cfr. I. Kant, Crítica del Juicio, Espasa Calpe, Madrid, 2004, pp. 186 y ss. Para un estudio detallado de esta cuestión, ver todo lo que se dice en “El entusiasmo de Gabriel Araceli” y “Las katábasis de La Comédie Humaine”. 161 H. Balzac, “Traité de la Vie Élegante », op. cit…, X, p. 213. 162 La fuerza abstracta del pasaje galdosiano merece ser reproducida en su integridad: “los muertos de revoluciones, tirados en las calles, los cadáveres sin cabeza o los trozos de cuerpos descuartizados por la artillería nos dan impresión de terror más espeluznante que ninguna otra clase de muertes, y el espanto llega a su colmo cuando vemos vivos, con la mitad de su naturaleza muerta, un tronco que alienta, arrastrando extremidades difuntas, o un agonizante que enloquece y pide que acaben de matarle.” B. Pérez Galdós, “Los Ayacuchos”, III, op. cit…, p. 954 y también cfr. “La escritura de la insurrección.” 160 69 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas sino a la fuerza de receptividad de la idea de libertad 163 como poder de comenzar, como poder de crear una brecha, un rasgón. ¿No define Pepe García Fajardo 164 en La revolución de julio 165 la “acción libre del pueblo” como albedrío “desenfrenado y en pelo”, como ideas elementales “antes de la organización”, como “Gobierno y Justicia […] reproducidos en la desnudez y simplicidad de su estado primitivo”? Este poder de iniciar algo nuevo –que es, a un tiempo, promesa y amenaza, potencia e impotencia- de la calle madrileña se transforma en comienzo, literalmente biológico, de la madre que amamanta a su hijo en la modesta antesala del juez “del douzième arrondissement, el barrio más pobre de Paris 166 .” Y con cada venida a la existencia, con cada nacimiento, el mundo como espacio se abre al mundo como pluralidad 167 y emerge ese entre-dos en el que el individuo se distingue qua individuo frente a sus iguales 168 . En lenguaje maquiaveliano, diríamos que el pueblo está dotado de ciertas cualidades morales y cívicas innatas. Cfr. A. Bonadeo, “The role of the people in the works and times of Machiavelli”, Bibliothèque d´Humanisme et Renaissance, Travaux et Documents, Tome XXIII, Librairie Droz, 1970, Genève, p. 377. 164 Pertenece a una de las sagas más importantes de los Episodios y se cuenta –junto a Juan Santiuste y Proteo Liviano- entre los grandes “historiadores” de la epopeya nacional. Su familia es propietaria de importantes posesiones en Guadalajara. En la política pública, es una figura del entorno de Narváez y, en política doméstica, acaba emparentado por matrimonio con la rancia y aristocrática familia de los Emparán. Este ambiente conservador es “corregido” por un carácter crítico e inconformista que le otorga una voz propia en su entorno natural. Será una referencia frecuente en este trabajo. 165 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. 166 H. Balzac, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 429. Este quartier será el espacio por antonomasia de los malheureux de París durante la primera mitad del siglo XIX. Actualmente, ocuparía una parte del XIIIe arrondissement : Saint-Marcel, L´Observatoire y la Rue S. Jacques. 167 Se puede leer en H. Arendt: “Llamamos “mundo”, en efecto, no sólo a esa creación de Dios, el cielo y la tierra […], sino que también todos los habitantes del mundo son llamados “mundo”…” H. Arendt, Le concept d´amour chez Augustin, Petit Rivage, Payot, 1999, París, 40. Y también cfr. A. Scala, “Hannah Arendt et la philosophie”, en VVAA, Hannah Arendt. Confrontations, Les Cahiers de Philosophie, 1987, p. 33. 168 H. Arendt, La condición humana, Paidós Básica, Barcelona, 2005, p. 225. 163 70 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Así que ese enorme vientre del que emana todo –las clases y los hombres, las funciones y los oficios-, no es sólo vientre. El número del deseo es un vientre que pretende salir del orden vital, elevarse. El deseo del número es el impulso desordenado y fogoso hacia aquello que considera su propio bien, lo que le dispone a todas las audacias, lo que hace de los chisperos madrileños figuras de la cólera 169 o de les paysans des Aigues lobos insaciables 170 . Es el salto que convierte a los malheureux en enragés 171 . Así que esa boca 172 gigantesca, que se imagina siempre riendo, siempre abierta y desdentada, con “ansia de devorarlo todo 173 ”, posee una extraña avidez ligada al ser. Los muchos, esos que no son otra cosa que la masa de indiferenciados que no tienen ningún título positivo; desean, sin embargo, que les sea reconocida la misma libertad que aquellos que poseen riqueza y virtud. Para ello no necesitan alcanzar la madurez lógica, ni poseer la grandeza moral de sacrificio, o la pureza de infancia que tradicionalmente le atribuye la tradición democrática, ni transfigurarse en el personaje “nuevo e imprevisto” (P. Leroux 174 ) que redimiría al siglo. No precisan más que la B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo….”, op. cit., I, p. 433. H. Balzac, “Les Paysans”, op. cit…, IX p. 195. 171 A la hora de analizar esta transformación de los muchos, me aparto del criterio de Arendt y vinculo la rabia a la libertad -no al sufrimiento. Cfr H. Arendt, Sobre la revolución, Alianza Editorial, 2006, Madrid, pp. 146-149 y también cfr. Del problema de la virtud… 172 La boca, como metáfora de lo corporal, ha sido una de las claves en el tradicional dispositivo de representación del pueblo. Cfr. M. Bakhtine, L´oeuvre de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Âge et sous la Renaissance, Tel Gallimard, 1970, París, p. 323. 173 B. Pérez Galdós, “Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, II, p. 635. 174 J-C Fizaine, “Les Romantismes et la Révolution de Juillet », « Mil huit cent trente », Romantisme, 28-29. 169 170 71 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas imaginación que les reconociera Spinoza 175 para componer el todo político a partir del “cero social” de Balzac. La posibilidad de su elevación radica en su mera existencia, en su voluntad de ser político; y como la satisfacción del apetito no puede ser más que aparente, el ser de los muchos consiste en ese extraño perseverar –con las intermitencias de la brecha- en el deseo de no ser oprimido. Esta voluntad mínima es tres veces absoluta: por la inmensidad del sujeto (el pueblo cuenta por su número), porque siempre tiende a lo imposible y porque intenta imponerse a todo el cuerpo político. La racionalidad de los humores 176 es muy característica, pues se define por esa tendencia expansiva que desata una tensión que se transforma en equilibrio inestable. La idea de humor remite a algo que no es ni del orden de lo originario, ni del orden de una estabilidad identificable. Es el movimiento intransitivo –es decir, que encuentra su fin en sí mismo- que requiere el original orden 177 de la ciudad de los deseos. Un desequilibrio incesante, un fluido 178 , un medio voluble y blando en el que se descubre la estructura política de la igualdad 179 ; y, muy específicamente, la resistencia recíproca a Spinoza entiende que el vulgus –como él denomina a la multitud- es capaz de imaginaciones que pueden sustituir a la razón en ciertos registros; y, de esa capacidad, deriva la afirmación de la posibilidad del autogobierno de los muchos. Cfr. P. Sloterdjik, El desprecio de las masas. Ensayo sobre las luchas culturales de la sociedad moderna, Pre-Textos, 2002, Valencia, p. 45. También cfr. De la soberanía y de la capacidad del pueblo… 176 G. Sfez, “Machiavel: l´accord politique et la raison des humeurs”, en Christiane Menasseyre (dir): Figures italiennes de la rationalité, Éditions Kimé, 1999, París, pp. 134 y ss. 177 Maquiavelo entiende que de esta desordenada ordenación de los humores nacen, en un solo movimiento, potencia, ley y libertad. Cfr. C. Lefort, Le travail de l´oeuvre Machiavel, Tel Gallimard, 1986, París, 480 y también G. Cadoni, “Machiavelli teorico dei conflitti sociali”, Storia e Politica, Anno XVII, Fasc. 1, Marzo 1978, p. 205. 178 C. Lefort, Le travail… , op. cit., p. 382. 179 De las dificultades de la inscripción narrativa de esta estructura política –que, en lenguaje florentino, se denomina república-, da razón el mismo corpus maquiaveliano, pues mientras el concepto de igualdad aparece, entre otras obras, 175 72 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas la universalización de uno de los deseos. Porque los Grandes impiden al pueblo establecer la libertad como valor exclusivo; el pueblo, en un impulso de igual desmesura, impide a los Grandes obtener todo el Poder y, por ende, hacer de la libido dominandi la lógica exclusiva del poder (en la pluralidad de formas que indica el uso de la minúscula inicial). Se trata de una igualdad simbólica que permite pensar la ciudad, si no como un espacio de la horizontalidad plena, sí como un espacio al margen de la verticalidad, a un tiempo metafórica y real, de las ciudades existentes. No se dan aquí las correspondencias inversas (como en los círculos del infierno del incipit de La fille aux yeux d´or o en la mirada desde arriba que los tejados de la villa permiten a García Fajardo 180 ) entre el París o el Madrid físico y el París o el Madrid moral; no hay oposición entre el ser y el parecer. Estamos en el agua originaria de lo político -los símiles del océano, del mar, del torrente, de la tempestad, de la lava, que encontramos en Homero, en Platón, en Vico, en Michelet y … también en Balzac y Galdós- 181 , donde las relaciones se transparentan; y ya no importa tanto si el afán de posesión de los Grandes o la envidia 182 de los muchos son las palancas que mueven a la en los Discorsi y las Istorie; no encontramos rastro –con la excepción de la veta oblicua del capítulo IX- de dicho concepto en El Príncipe (cfr. P. Larivaille, La pensée politique de Machiavel. Les discours sur la première décade de Tite-Live, Presses Universitaries de Nancy, 1982, Nancy, p. 175. También ver N. Maquiavelo, Historia de Florencia, op. cit…, III, 1 y A. Bonadeo, Corruption, conflicts and power in the works and times of Niccolò Machiavelli, University of California Press, 1973, California, p. 103). Análogamente, se puede colegir que el espacio narrativo –en su forma y en su fondo- de la igualdad de Balzacie será muy distinto al de la igualdad de la comunidad imaginada por Galdós: así la naturaleza de la obra, así la ciudad. 180 B. Pérez Galdós, “La Revolución de Julio”, op. cit…, IV, p. 420. 181 Trataré de este agua originaria en Del heroísmo de la vida moderna. Y las referencias son frecuentes, H. Balzac, “Une ténébreuse affaire”, VIII, op. cit…, p. 672; B. Pérez Galdós, “La Revolución de Julio”, op. cit., IV, p. 411. 182 Balzac habla, sin ambages, de la “haine” del proletario y del campesino. Cfr. H. Balzac, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 93. 73 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas naturaleza humana siempre una 183 , sino el permanente enfrentamiento de los deseos que es el estado social. La fluidez de lo político no debe confundirnos -tampoco debe hacerlo la vocación expansiva de los dos apetitos salvajes- hasta el extremo de llevarnos a pensar en una supuesta identidad de los humores en la ciudad. En Balzacie no existe, como sostiene H. Miterrand, un único deseo – “el oro 184 ”, pues Balzac gusta de llamar al nuevo dios por su propio nombre-, no hay “equivalencia de las clases” y mucho menos “una relación de complementariedad, de taxonomía –como de especies animales diferentes devoradas por un mismo hambre 185 .” De ser así, cabría la posibilidad de reducir la división originaria de lo social a partir de esa unidad de medida Balzac, como Maquiavelo, cree en la posibilidad de la ciencia política porque cree en la inmutabilidad de la naturaleza humana; al extremo de que alguno de sus pasajes parece entresacado del capítulo XVII de El Príncipe: “Entonces, por poco que usted quiera juzgar el futuro por el pasado […] ¿los hombres de hoy no son los hombres de ayer, salvo por el vestido, el lenguaje y las costumbres? […] ¿No vemos las mismas virtudes, los mismos errores, las mimas ideas con palabras distintas?”. H. Balzac, “Lettres sur Paris”, Oeuvres Diverses, Pléiade, Gallimard, II, 1996, París, p. 928 y también N. Maquiavelo, El príncipe, op. cit., XVII, pp 99-103. Galdós comparte esta creencia, si bien no es tan abruptamente descarnado, tan indiferente a la moral en el específico sentido en el que Maquiavelo –y Balzac como buen discípulo- lo es. Al trasladar la idea de una fisonomía permanente al lenguaje de su época –es decir, al hablar del carácter nacional, de la psicología de los pueblos- late demasiado dolor por los defectos y demasiado entusiasmo por las virtudes de quien es su objeto de reflexión, la propia España. Para ver sólo unos ejemplos, cfr. B. Pérez Galdós, “Napoleón en Chamartín”, op. cit…, II, p. 590; idem, “Cádiz”, op. cit..., I, pp. 850 y 891; idem, “Trafalgar”, op. cit., I, p. 215; idem, “Juan Martín, El Empecinado”, op. cit., I, p. 975. 184 Son muchas las referencias específicas al “oro” en La Comédie. Cfr. H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, pp. 970, 1089. 185 H. Miterrand, op. cit., p. 40 y 42. Considero que H. Miterrand proyecta erróneamente la analogía que hace Balzac, entre su trabajo como secretario de la Sociedad y la tarea de clasificación de la naturaleza que hace el científico, a la definición de la naturaleza de la cuestión política –del vínculo entre los hombrescontenida en La Comédie. La cursiva es de la autora. 183 74 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mínima y máxima, de implacable objetividad y tan líquida como la parte y el todo que pretende mesurar 186 . En definitiva, si todo en La Comédie Humaine fuera dinero –es casi todo 187 , pero no todo-, se podría pensar en una síntesis, aunque fuera en un tiempo hipotético. Nada de ello encontramos en Balzac, ni cuando el Père Fourchon de Les Paysans se declara, “hoy como hace treinta años 188 ”, enemigo de los señores; ni tampoco cuando el Balzac periodista define la Revolución como la fase violenta de “la lucha que existe en toda sociedad entre quienes poseen y quienes no tienen nada, entre los privilegiados y los proletarios 189 .” La ausencia de cualidad y de especificidad de este fluido, nos dice Simmel, le hace ganar distancia y relación con todo al mismo tiempo (G. Simmel, Philosophie de l´argent, PUF, 1987, París, pp. 118, 542, 548, 564, 638). De otro lado, J. Crary establece la comparación entre el dinero y la fotografía en cuanto formas mágicas que instauran un nuevo conjunto de relaciones abstractas y, en ese sentido, sí podría hablarse de ambos como sistemas totalizadores (Cfr. J. Crary, L´art de l´observateur. Vision et modernité au XIXe siècle, Éditions Jacqueline Chambon, 1994, Nîmes, p. 36). Pese a la proyección de totalidad del dinero que mencionan los autores citados, hay algo en los humores que no es puro quantum, un algo más que no puede ser absorbido por lo cuantitativo. 187 Resulta obvio decir que es, prácticamente, imposible escribir sobre Balzac sin hacer referencia al dinero. Es uno de los “grandes temas” de La Comédie y el tipo específico del usurero –el ya mencionado Gobseck, el père Grandet, el père Pingret de Le curé de village- es una de las grandes creaciones balzacianas. A. Wurmser llega a decir que, sin el dinero, las novelas balzacianas no serían posibles (A. Wurmser, La Comédie inhumaine, op. cit., p. 106). Y esto es verdad por lo que se refiere a Eugénie Grandet, a Birotteau, a Gaudissart, a la “viuda” de Chabert, a Modeste Mignon, a Nucingen… Sólo quiero recordar que mi objeto de estudio es ese número anónimo que araña su espacio en el relato y que comparte con el dinero la extraña estabilidad de la que habla Simmel, es decir, esa identidad interior que permite intercambiar una pieza por otra cualquiera. Cfr. G. Simmel, Philosophie de l´argent, op. cit…, pp. 118 y 542. 188 H. Balzac, «Les Paysans », op. cit..., IX, p. 119. La respuesta del general Moncornet a estas palabras del Père Fourchon no puede ser más elocuente : « He aquí lo que se llama una declaración de guerra.» Idem. 189 Idem, “Lettres sur Paris”, Oeuvres Diverses, II, Pléiade, Gallimard, Paris, p. 106. La cursiva es de la autora. 186 75 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El relato de nación –y más el de una nación de veta krausista como la galdosiana- no admitiría nunca una nueva versión del pasaje del célebre capítulo IX de El príncipe que pudiera semejarse a la balzaciana. Galdós no mantiene con la verdad –el conflicto, en el léxico del espacio de los deseos- la relación áspera que sostienen Maquiavelo (al modo de los antiguos) y Balzac (al modo de los antimodernos) y, pese a ello, por debajo de tanto pueblo-todo en la Primera Serie 190 y de tanta referencia a la España armónica en las series posteriores a 1898 -el hermanamiento “de grandes y chicos en una masa 191 ”-late la división originaria, aquella que separa a quienes tienen miedo de quienes dan miedo: “La revolución vendrá…La tormenta que venga por Europa, de pueblo en pueblo, descargando aquí centellas, allá granizo, en una parte y otra eléctrico fluido que todo lo trastorna, ha de ser, andando el tiempo, furioso torbellino (…) ¿Tardará meses, años, lustros; tardará siglos? (...) Que a mí no me coja es lo que deseo 192 .” Estas palabras de Pepe García Fajardo (compartidas plenamente por el escritor que redacta el episodio en 1903-1904) expresan mucho más que temor. Denotan un intento de llevar a los habitantes de las ciudades intermitentes hasta las ciudades a lo lejos en razón de la única persistencia - Como se verá, esta unión del momento de la fundación de la moderna nación española será muy distinta a la de la reconciliada comunidad imaginada que resurge después de la caída. Cfr. “De las tormentas del 48 y sus consecuencias”, “El entusiasmo de Gabriel Araceli” y “El heroísmo como Stimmung”. 191 Benito Pérez Galdós, “De Oñate a la Granja”, op. cit., IV, p. 249. Otros ejemplos que expresan la misma idea: la savia social que recorre las ramas de distintos árboles hasta constituir uno solo (Idem, “Odonnell”, op. cit…, IV, p. ); “la confusión de clases, característica de España” (Idem, “De las tormentas del 48”, op. cit…, IV p. 35); la forja común hispana salida de la herrería del forjador de La I República (Idem, “La Primera República”, op. cit…, V, pp. 434 y ss.); la labor de consuno “de las capas de abajo y de las capas de arriba (Idem, “Amadeo I”, op. cit..., V, p. 267). 192 Idem, “Las tormentas del 48”, op. cit..., IV, p.107. 190 76 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas una memoria profunda 193 de la injusticia- que tradicionalmente se le reconoce a los muchos, pues estos son capaces de “tomar venganza en horas breves de los ultrajes y castigos de siglos duraderos 194 .” Las potencialidades de esta conciencia del agravio pueden ser rebajadas mediante su proyección hacia el futuro; pero lo que hace de ella algo realmente peligroso es la temporalidad de la brecha. Surgen entonces los interrogantes en negativo – no se puede olvidar el impulso contra encerrado en este tipo de formulacióny, con ellos, una pluralidad de horizontes posibles. De nuestros dos escritores, sólo Balzac se atreve a tanto: “La vida feliz de los Tonsard fue entonces un mal ejemplo. Cada uno comenzó a preguntarse por qué no tomar del bosque de Aigues, como Tonsard, su madera para el horno, para la cocina o para calentarse en invierno. ¿Por qué no alimentarse de una vaca y encontrar, como ellos, carne de caza para comer o para vender? ¿por qué no recolectar sin sembrar, como ellos, durante la recolección o la vendimia? Así, el robo hipócrita que asoló los bosques, que diezmó los campos, los prados y las viñas se convirtió en norma de este valle, degenerando rápidamente en derecho sobre aquellos comunes sobre los que extendía su dominio los Aigües: Blangy, Couches y Cerneux 195 .” Les Paysans –y, en este caso, utilizo el vocablo francés porque en su fondo late una amenaza intraducible- de Balzac hacen de “la miseria […] su Razón de Estado 196 ”. Niegan toda discontinuidad entre su ser político y su ser social – osan hablar de propiedad 197 -; y su política, más que la política de los salvajes es la política salvaje, independiente de todo principio y de toda autoridad. En M. Richir, Du sublime en politique, Payot, 1991, París, p. 123. B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit..., IV, p. 415. La misma idea se repite en la ya mencionada escena de la antesala del juez Popinot en L´Interdiction. H. Balzac, “L´Interdiction”, op. cit…, III, pp. 437-8. 195 H. Balzac, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 93. La cursiva es de la autora. 196 Idem. 197 Sobre las implicaciones de este hablar de propiedad, cfr. La escritura de la insurrección. 193 194 77 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas los muchos, sólo este humor desmesurado es transparente, el resto ha de ser descifrado. 1.2. Un héroe venido de muy lejos La cuestión política no comienza en La Comédie al modo de los Modernos, con la lucha de los partidos por el Poder y el ejercicio de este Poder. La cocina gubernamental apenas encuentra desarrollo en unas Scènes de la Vie Politique que no pasan del estado de proyecto 198 , ni como títulos independientes –caso del análisis de la elección de provincias de Le Deputé d´Arcis o de la implacable denuncia de la mediocridad ministerial del Justo Medio de Z. Marcas-, ni como conjunto orgánico dentro de la novela-mundo. En Balzacie, la cuestión política irrumpe a la manera de los Antiguos, con la lucha entre los pobres y los ricos 199 ; atravesándola, desde su umbral conceptual –el propósito expresado en el Avant-Propos de hacer “concurrir al estado civil 200 ”-, hasta la novela en la que se presenta la fealdad femenina como metáfora de una revolución de nuevo cuño (La Cousine Bette). Y en esta irrupción intempestiva de lo político, parecería que fuera La Comédie en cuanto espacio de la pluralidad –y no Balzac, que se declara Cfr. M. Andréoli, “Aristocratie et médiocratie dans les «Scènes de la vie politique », L´Année Balzacienne, 1998, p. 49. 199 J. Rancière, La mésentente. Philosophie et politique, Galilée, Paris, 1995, p. 31. 200 H. Balzac, “Avant-Propos”, op. cit…, I, p. 10. 198 78 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas simple “secretario 201 ” de la sociedad- la que abriera, de un modo insospechado, ese lugar de la aparición en el que sale a la superficie el “enfrentamiento de los deseos. En el caso de Galdós, da la impresión, si bien es sólo una impresión, de que el autor posee plenamente su obra; y la posee desde la conciencia de quien se siente integrado en una tradición narrativa que vino a ocupar el lugar de la épica primera 202 : el relato de nación. El perfecto ensamblaje de la historia con la Historia –la h/Historia integral 203 - en Ibidem, p. 11. Me sirvo de este concepto para referirme a la Ilíada y de la denominación de “épica segunda” para hacer lo propio con la Odisea. Tanto una forma como otra aparecerán con frecuencia a lo largo del presente trabajo. Cfr. “Las ciudades del relato”, “Una nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes incontables” y también “Galdós como nuevo Demódoco.” 203 El término aparece en O´Donnell: “Pues, siguiendo paso a paso la Historia integral, dígase ahora que al tiempo que Isabel de Borbón decía con desgarrada voz de maja: “Yo no desamortizo”, la otra maja, Teresa Villaescusa, gritaba “Juro por las Tres Gracias que a mí nadie me gana en el desamortizar (B. Pérez Galdós, “O´Donnell”, op. cit…, IV, p.).” Esta analogía, las conversaciones entre personajes ficticios y personajes históricos –Fernando Calpena y Mendizábal, Proteo Liviano y Cánovas- o los perfectos paralelismos entre lo que acontece en la historia privada y la Historia pública -y el ejemplo más acabado de ello sería, probablemente, Bodas Reales- no son sino ejemplos de ese perfecto ensamblaje y uno de los méritos literarios más estudiados y aplaudidos por la crítica galdosiana. Esta línea de los paralelismos ha puesto en relación el concepto de Historia que se acuña en la Cuarta Serie (1902-1907) con la idea de intrahistoria que Unamuno define en un texto casi contemporáneo –En torno al casticismo, 1895. En este ensayo, don Miguel sintetiza su idea: “Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del “presente momento histórico”, no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y los registros […] Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana […] Esa vida intra-histórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna… (M. de Unamuno, “En torno al casticismo”, Obras Completas, III, Afrodisio Aguado, Madrid, 1958, p. 158.)” Sin negar la evidente conexión entre Galdós y Unamuno, la insistencia de éste en la repetición se aparta del acento galdosiano –sin negar su parte a las esencias, como corresponde al relato de nación- en el cambio. En todo caso, prefiero conectar – como se verá en el cuerpo del texto- la h/Historia integral galdosiana con la formulación que de este concepto encontramos en el epílogo a Guerra y Paz de L. Tolstói, por cuanto el autor ruso insiste específicamente en las preguntas por el movimiento, por la contingencia, por los conceptos de poder y de potencia. L. Tolstói, Guerra y Paz, Barcelona, Taller de Mario Muchnik, 2004, pp. 1633-1761). También, cfr. D. Cohn, Le propre de la fiction, Seuil, Paris, 2001, p. 232. Este universo 201 202 79 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas la gloriosa colección denota la clara voluntad, por parte de su creador, de hacer del relato una región fenoménica 204 en la que la política de los Modernos emergiera a los ojos de todos. El autor arregla el tema de su canto como si en la lógica del Poder se sustanciara toda lógica de poder político. De ahí la presencia masiva en los Episodios de lo que J. Rancière 205 denomina “policía” (la “ordenación de la sociedad en términos de funciones, lugares y títulos por ocupar”, es decir, el arte de gestionar las comunidades). Galdós dice, y dice mucho, sobre la recepción al héroe de las Cabezas de San Juan en las Cortes del Trienio 206 , sobre la adaptación española de la creación francesa del “justo medio” 207 , sobre el significado de la política de gobierno de Mendizábal 208 , sobre las implicaciones que se derivaban de la naturaleza sincrética de la Unión Liberal 209 , sobre los resortes de que se valió O´Donnell 210 para dar rúbrica a toda una época, sobre los hombres y los nombres del ministerio Serrano 211 , sobre la decisión de quién iría a recibir al rey Amadeo con su principal conceptual, es obvio, está directamente vinculado con la sustancia teórica de esta tesis: el heroísmo. 204 Lo político –esa región fenoménica, ese espacio de la aparición en el que se revelan a los ojos de todos las cosas, las acciones y las palabras- es el lugar de la política; ya sea que tomemos como premisa la cocina gubernamental -la policía de J. Rancière- de los Modernos, ya sea que partamos de la lucha entre pobres y ricos de los Antiguos. Cfr. R. Schürmann, Le principe d´anarchie. Heidegger et la question de l´agir, Éditions du Seuil, Paris, 1982, p. 54. 205 J. Rancière, Aux bords du politique, Folio, Gallimard, Paris, 1998, pp. 14 y ss y 112 y ss. Evidentemente, la denominación misma de “police” evidencia el influjo inequívocamente foucaultiano del concepto de poder en J. Rancière. 206 B. Pérez Galdós, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 523. 207 Idem, “De Oñate a la Granja”, op. cit..., III, p. 257. 208 Idem, “Mendizábal”, op. cit…, III, pp. 144 y ss. 209 Idem, “Carlos VI, en la Rápita”, op. cit…, IV, p. 708. 210 Idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, p. 441. 211 Idem, “La de los tristes destinos”, op. cit…, IV, p. 1103. 80 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas valedor en el lecho de muerte 212 o sobre las disquisiciones de Cánovas en torno al feliz casamiento de Alfonso XII 213 . El escritor nacional tampoco duda, como se vio en el epígrafe anterior, en colocar fuera de su obra, en la ciudad a lo lejos, la materia histórica que no se ajusta -en razón de materia o de economía narrativa- a las exigencias del dispositivo ideológico nacional: “La revolución vendrá […] Que a mí no me coja es lo que deseo 214 .” El futuro hipotético que temía García Fajardo sólo podía definirse como miedo presente (“estamos sobre un volcán”, “hay que tomar precauciones contra la moda socialista 215 ” ) en los artículos del periodista que escribía para La Prensa de Buenos Aires en 1885. Paradójicamente, todos estos esfuerzos galdosianos por arreglar, recortar, ensamblar y perfeccionar la materia de su canto resultaban inútiles. La escena inaugural de la política, ésa en la que se sustancia el litigio sobre el número de partes de la ciudad, se repite a cada intento de definición del campo de lo visible –¿y qué otra cosa es el relato nacional sino definición de la comunidad imaginada ?-, de lo político. La escena se re-crea con la escritura de cada novela y lo político termina por irrumpir como sólo sabe hacerlo, intempestivamente; ya sea que elija la vía insurgente que le es propia, es decir, por la grieta que araña en los mismos bordes de la historia contada; ya sea que responda ¿ dócilmente ? a las exigencias de una estructura autrement politique : la narración de los orígenes. Idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 227. Idem, “Cánovas”, op. cit…., V, p. 596. 214 Idem, “Las tormentas del 48”, op. cit..., IV, p.107. 215 Idem, “El 1º de Mayo”, Madrid, 15 de abril de 1885, Política Española, II, Obras Inéditas, vols. III y IV, Editorial Renacimiento, Madrid, 1923, p. 269. 212 213 81 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La pluralidad es la ley de ese “libro muy viejo 216 ” que se despliega en muchos episodios. Es el principio de todo, incluidos la nación y su relato. En esta crónica de “lo que realmente pasó” in illo tempore, el Poder cede la práctica totalidad del espacio de la aparición al poder, al inter-est inmanente a lo social. El mito colectivo abre irremediablemente la trama que cristaliza con el tiempo a las palabras y las acciones de los hombres en plural, a la experiencia de los muchos. Una experiencia de la brecha. Una huella que no podrá ser borrada de las ciudades del discurso; y, aunque el escritor nacional ponga todo su empeño, todavía podrá encontrarse algún trazo (la mayor parte de las veces, a través de las narraciones indirectas características de las ciudades a lo lejos 217 ) de ese originario être-ensemble a lo largo de toda la colección. El núcleo 218 narrativo de la libertad como comienzo de algo radicalmente nuevo lleva a Galdós, casi sin saberlo –en este punto, se limita a seguir la tradición en la que se inscribe-, no ya hasta la política de los Antiguos, sino hasta el origen mismo de la política; tal y como lo define H. Arendt en La Condición Humana: “El héroe que descubre la historia no requiere cualidades heroicas; un nombre que se daba a todo hombre libre que participaba en la empresa troyana y sobre el cual podia contarse una historia. La connotación de valor, que para nosotros es cualidad indispensable del héroe, se hallaba en la voluntad de actuar y hablar, de insertar el propio yo en el mundo y comenzar una historia personal 219 .” B. Pérez Galdós, “La corte de Carlos IV”, op. cit…, I, p. 304. Cfr las consideraciones que, sobre esta cuestión, se plantean en la introducción de esta tesis doctoral. 218 Sobre esta cuestión, cfr. “Una nueva tradición épica: el relato de nación.” 219 H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215. Remito al capítulo El catálogo de las naves… para un análisis más detallado de esta importante cita. 216 217 82 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Los nombres de Araceli, de Inés, de Santorcaz, de Nomdedéu, de Diego de Rumblar, de “La Primorosa”, de “El Gran Capitán” no operan en el relato de nación como uno de los dos elementos del viejo binomio de la épica que vincula nombre y heroísmo 220 ; funcionan al modo de la sinécdoque 221 , es decir, permiten un movimiento ascendente que lleva de la parte al todo. Además, si como dice Arendt, el coraje no es más que la voluntad de insertar el propio yo en el mundo, tan heroica es la intermitente y modesta aparición del número anónimo de Balzac que busca acomodo en las esquinas del relato; como la forma plena y desplegada que utiliza Galdós para entramar a quienes participaron en el nacimiento de la moderna nación española. De tal suerte que conceptos como los de pluralidad, pueblo, nación, masa, masas, multitud, muchos, muchedumbre quedan insertos en una colección de homonimias superpuestas –con pequeños o grandes desajustes. Resulta imposible distinguir la sustancia heroica de los héroes contables de la de los incontables. Y si conocemos el nombre de Velarde, y no el de Pujitos, por una mezcla de azar histórico y de voluntad de quien escribe la H/historia; también conocemos el nombre de “Sursum Corda” de Zaragoza, y no el de las existencias flotantes que concurren en el “estado civil 222 ” balzaciano, por una mezcla de azar narrativo y de voluntad de quien escribe la historia. Un vínculo que tiene sus excepciones, incluso en el marco de la épica primera. Cfr. el análisis sobre el “catálogo de las naves” del Canto II de la Ilíada que se incluye en El catálogo de las naves… 221 Es el tropo que utiliza Michelet para crear una nueva escritura de la Historia. Cfr. G. Fritz, L´Idée de Peuple en France du XVIIIe siècle au XIXe siècle, Presses Universitaires de Strasbourg, Strasbourg, 1988, p. 1. 222 H. Balzac, “Avant-Propos”, op. cit…, I, p. 10. 220 83 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas En cualquier caso, todos ellos, los fragmentos de Balzac y los españoles de 1808 de Galdós, como los hombres libres de Arendt, vienen de muy lejos, son el producto de una larga maduración; sólo que la distancia balzaciana difiere mucho de la galdosiana. En La Comédie, hallamos distancia de profundidad, de círculo concéntrico –el del infierno de La Fille aux yeux d´or [ver Infra]- que emerge, con las intermitencias de la brecha, a la superficie de la ciudad, es decir, a la superficie del relato. Y, cuando lo hace, descubrimos que el número balzaciano no procede de la necesidad 223 , como les malheureux de Saint-Just; irrumpe desde una esfera original, plenamente política, una “forma del disenso en el actuar humano 224 ”: la política salvaje225 . La definición de un espacio semejante está íntimamente ligada al hecho de que “la visión que el escritor posee del mundo es, a un tiempo, la de Hobbes y la de un escritor post-revolucionario 226 ”; pero, desde mi punto de vista, no en el sentido que apunta R. A. Courteix. En cuanto a lo segundo, después del 89 y del 93, difícilmente cabía ser algo distinto de un escritor post-revolucionario. Ahora bien, semejante título no se adquiría, según sostiene el crítico francés, por la “constatación del desencadenamiento de los apetitos de los vencedores 227 ”; sino por la venida a la presencia del humor salvaje de los vencidos. Charles Nodier podía intentar ahogar sus miedos adjetivando con un participio a la nueva sociedad (la “Francia revolucionada”), como si con ello pudiera dar el Sobre la influencia de esta cuestión en las revoluciones modernas, ver lo que se dice en Del problema de la virtud. 224 J. Rancière, Aux bords…, op. cit., p. 17. 225 El específico desarrollo que este concepto tiene en el conjunto de esta tesis doctoral tiene su origen, como se irá especificando en el cuerpo del texto, en un doble diálogo que mantiene el filósofo francés M. Abensour, de un lado, con C. Lefort –en el análisis comparado entre la abensouriana democracia insurgente y la lefortiana democracia salvaje- y, de otro, con P. Clastres –con la afirmación del contra-Hobbes que Abensour descubre en la obra del antropólogo titulada La société contre l´État. 226 R.A. Courteix, Balzac et la Révolution…., op. cit., p. 403. 227 Idem. 223 84 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas proceso por acabado. Un “legitimista de razón 228 ” como Balzac asumía les acquis de la Revolución Francesa, desde luego; pero también sabía ver –con la agudeza de los antimodernos y antes de que lo dijeran Tocqueville y Marx [ver Infra]-, en “esa extraña metamorfosis social que se ha hecho aquí desde hace treinta años 229 ”, el principio de la metamorfosis siguiente: la revolución anidaba en el interior de la sociedad francesa del mismo modo que los porteros de Balzacie dominan en las casas de la burguesía o de la aristocracia. Les révolutions cachées. Esta insurgencia es secreta desde su ubicación en el conjunto del corpus balzaciano. El zapatero Médal aparece en dos textos menores -Le théâtre comme il est y Les martyrs ignorés-, entre los ébauches rattachées del volumen XII de La Comédie en la edición de la Pléiade, para convertirse en el nombre propio de un nombre colectivo –les sans-culottes- que habita en cada irrupción del número balzaciano: ya sea en figuras que creemos singularizadas (la cousine Bette o los Cibot 230 ), ya sea en las criaturas anónimas de la Estigia parisina que se ofrecen a la mirada aterrada de los ojos que se abren 231 . El “secretario” de la sociedad del Justo Medio no duda en proclamarse “legitimista […] de razón”- y no místico o de tradición tales como Chateaubriand o Vigny-; pues, según le dice a la Maquise de Castries (5 octubre de 1831): “Respeto creencias en las que no creo” (Idem, “Lettre à la Marquise de Castries, 5 octobre 1831), Correspondance, V, 5 vols, Garnier, 1960-1969, Paris, p. 591). Encontramos en estas palabras la neutralidad maquiaveliana por la que los hombres toman posición allí donde exista una división que les concierna. Esta idea de neutralidad puede ayudarnos a relativizar la afirmación de la “Religión” como “Verdad”, tal y como aparece en el célebre Avant-Propos (Idem, “Avant-Propos”, op. cit…, I, p. 13) de 1842. Igual que Maquivaelo hiciera con el Humanismo, Balzac trabaja en la re-definición de conceptos que pertenecen a una tradición (en su caso, la Contra-Revolución) al objeto de crear una ciencia de la política moderna. 229 H. Balzac, “L´hôpital et le peuple”, op. cit…, XII, p. 569. 230 Para un análisis de estos personajes, cfr. “Política del imaginario e imaginario de la política…” y “La escritura de la insurrección.” 231 Cfr. el capítulo titulado Del heroísmo de la vida moderna. 228 85 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Durante la Revolución, Médal fue amigo de Robespierre y presidente de la sección del Temple. En la Francia revolucionada, decide guardar su “sable, su pica, su carmañola y su bonete rojo a la espera de mejores tiempos”, mientras encuentra consuelo en tirar del cordón del hôtel Fouquet porque le recuerda la guillotina 232 . Y, sin embargo, aquél que de verdad inquieta es el anciano portero de la Rue Mont-Blanc que, “con descontento diabólico”, barre un lecho de arroyo en el París de 1827: “su vida, apacible en apariencia, escondía un odio (haine) horrible contra todo poder que destruyera su esperanza de recuperar su antigua posición política. Este sentimiento ignorado agitaba violentamente su existencia, porque la lectura de los periódicos ponía a este faquir de 1793 en comunicación con todas las fases políticas 233 .” Esta haine sectionnaire no es un sentimiento en singular, es el odio compartido de los muchos contra el privilegio; una revolución de la igualdad que se concreta en la igualdad-pertenencia 234 , en el deseo de ser contados entre las partes de la ciudad. En la figura de Médal, Balzac no busca retratar las pasiones de un ser moral concreto; sino estudiar -como quería Maquiavelo- el medio en el que esa envida y ese odio se despliegan plenamente: el estado social. Aquí llegamos a Hobbes; ahora bien, no –o no sólo- de la manera que parece señalar R.-A. Courteix: trasladando, sin más, el estado de naturaleza hobbesiano a la obra que se define a sí misma como estudio zoológico en su Avant-Propos 235 . Es cierto que, en La Comédie, nadie hace cesión total y H. Balzac, “Le Théâtre comme il est”, op. cit…., XII, pp. 588-589. Idem, “Les martyrs ignorés”, op. cit…, XII, p. 730. La cursiva es de la autora. La lectura de esta obra resulta muy curiosa, pues sigue el modelo de las “entretiens philosophiques” de Les soirées de Saint-Pétersbourg de Joseph de Maistre, una de las principales influencias filosóficas de Balzac. 234 P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen. Histoire du suffrage universel en France, Éditions Gallimard, Paris, 1992, p. 71. 235 H. Balzac, “Avant-Propos”, op. cit..., I, pp. 8-9 232 233 86 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas definitiva de sus derechos a favor de un tercero y que la única certidumbre en el balzaciano estar-entre-los-hombres es su terribilitá; pero en el odio de Médal hacia “todo poder” (habría que escribir esta última palabra con mayúscula inicial) está contenido el reconocimiento –nada hobbesiano-, por parte de Balzac, de una forma de poder distinta a la del poder coercitivo. Este extremo resulta aún más evidente en la Bretaña de 1799 de Les Chouans, un espacio físico y narrativo en el que, pese a todos los símiles animalescos 236 que relacionan al hombre con el lobo hobbesiano, sale a la superficie del relato, hasta ocuparlo por completo, la politicidad primera: la formulación en plural –les chouans- de un impulso contra el Estado –les bleus que el Directorio 237 ha enviado a ese “país [que] parece un carbón […] oscuro y negro en medio de un hogar resplandeciente 238 .” Balzac reconoce, malgré lui y con P. Clastres 239 , que el poder político es inmanente a la pluralidad; y, si bien no llega a afirmar el contra-Hobbes del antropólogo (en y por la guerra, pasamos del lobo al hombre 240 ), el conflicto se convierte en una extraña forma de cosmos social en el conjunto de La Comédie 241 : entre las pieles de cabra y las casacas azules en la Bretaña, entre las levitas y las blusas que comparten, en la distancia, el boulevard; entre los gants jaunes y las agujas que animan el complejo decorado social del Tourniquet Saint-Jean. H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, pp. 916-18 Después de Thermidor ya se puede decir, sin lugar a ninguna duda, que la Revolución se ha convertido en Estado. 238 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 918. 239 P. Clastres, La société contre l´État. Recherches d´anthropologie politique, Les Éditions du Minuit, Paris, 1974, 21. 240 M. Abensour, “Le Contre-Hobbes de Pierre Clastres”, en VVAA, L´esprit des lois sauvages. Pierre Clastres ou une nouvelle anthropologie politique, Éditions du Seuil, Paris, 1987, p. 128. 241 Ibid, p. 124. Además, se ha de tener en cuenta que Les Chouans (1829) es una suerte de pórtico narrativo –si bien queda reubicado entre las Scènes de la vie militaire de la edición definitiva- de La Comédie, pues se trata de la primera novela que Balzac escribió con tal nombre. 236 237 87 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La distancia que recorre el pueblo de Galdós no es de estrato balzaciano; sino de espiral extendida, de eje diacrónico, tal y como explica Gabriel Araceli en las primeras páginas de su relato: “Por primera vez entonces percibía con completa claridad la idea de la Patria, y mi corazón respondió a ella con espontáneos sentimientos, nuevos hasta aquel momento en mi alma. Hasta entonces la Patria se me representaba en las personas que gobernaban la nación tales como el Rey y su célebre Ministro (…) El momento que precedió al combate comprendí todo lo que aquella divina palabra significaba, y la idea de nacionalidad 242 se abrió paso en mi espíritu, (…) Me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes, todos fraternalmente unidos; me representé la sociedad dividida en familias, en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que conservar, honra que defender; me hice cargo de un pacto establecido entre tantos seres para ayudarse y sostenerse contra un ataque de fuera (...) 243 .” Detrás de este pasaje fundamental, encontramos a L. Tolstói. La aparente sencillez del lenguaje de Araceli 244 esconde la filosofía de la Historia que encierra el famoso epílogo a Guerra y Paz. Ese cambio de representación mental del grumetillo -que va del rey y su célebre ministro a las familias, los pactos y las banderas- nos habla de un cambio que, como afirma el maestro ruso, modificó para siempre la inteligencia del mundo: el advenimiento de una nueva fuerza que vino a ocupar el lugar del poder divino 245 . Galdós situó este gozne en 1805 e hizo de Trafalgar el episodio de la sucesión de soberanías: el decrépito y mastodóntico casco del Santísima 242 La cursiva es de la autora. 243 Benito Pérez Galdós, “Trafalgar”…, op. cit, I, p. 218-9. Sobre este personaje, que no necesita presentación en el contexto español, se hablará abundantemente a largo de este trabajo. 245 L. Tolstói, Guerra y Paz, op. cit…, p. 1712. 244 88 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Trinidad, símbolo de la Monarquía Hispánica, dejaba el escenario histórico al empuje de una potencia tan fresca y tan joven como el muchacho de la Viña. En cierto sentido, el camino a que hace referencia Araceli exige más esfuerzo que el movimiento geológico característico de La Comédie, pues no se viene de una esfera autrement politique, a la manera de la política salvaje de Balzac; el número galdosiano procede de un mundo pre-político: el Antiguo Régimen. Y a tal extremo está marcado por su origen – ¿el sello indeleble propio de los estamentos?- que, por más que camine, nunca termina de librarse de esa costra à l´ancienne. El menu peuple madrileño hace su primera irrupción en esa cesura del relato de nación que es la primera mitad de El 19 de marzo y el 2 de mayo, el motín de Aranjuez. Galdós condensa en un único episodio la desmesura del doloroso paso de la nada al ser. Siempre hábil, el escritor nacional se sirve de la fecha en que los muchos se convirtieron en cuerpo nacional para retrotraernos hasta el momento en que todavía no lo eran. En suma, la novela se abre al mundo que todavía no era el mundo de los Episodios, pues los “cuerpos famosos de las Vistillas, del Ave María, (…) del Tribulete, de Ministriles, de los Tres Peces y otros faubourgs 246 ” desconocen, pese al guiño parisino que hace el texto, la igualdad-pertenencia de los sectionnaires (ni siquiera al modo en que la encontramos en la plebe que asalta las Tullerías en la narración del padre Matamala de El Audaz 247 ) y tampoco se ofrecen a la B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, II, p. 381. el Galdós joven: “La plebe estaba más orgullosa y enfatuada que nunca en aquellos momentos. Sólo una débil puerta separaba de Luis XVI, del rey ungido (…) Un ciudadano se adelantó al rey y le ofrece su gorro frigio. El rey se lo pone. Otro ciudadano se acerca con un vaso y una botella (…) Esto, que parecía un sarcasmo, era en la plebe la sincera idea de la igualdad. Quería no elevarse hasta el rey, sino hacerle bajar hasta ella.” B. Pérez Galdós, “El Audaz”, Novelas I, Biblioteca Castro Turner, Madrid, 1993, p. 526. En esta novela histórica de juventud, Galdós, bajo el impacto de la Comuna, proyecta el universo conceptual y la lengua des foules sobre el número del 89: “Ninguno era dueño de sí mismo; todos habían abdicado 246 247Escribe 89 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mirada del narrador-testigo Araceli 248 , es decir, rechazan su inscripción en el mundo como espacio de la aparición. La distancia –con las reiteradas alusiones a “ellos”- que intenta poner Araceli no es la del entre-dos de la política, puesto que la terrible criatura se congrega ante sí y para sí, componiendo la figura de la servidumbre: “La multitud subía y bajaba, abría alacenas, rompía tapices, volcaba sofás y sillones, creyendo encontrar tras alguno de estos muebles al objeto de su ira […]; miraba con estúpido asombro su espantosa faz en los espejos, y después los rompía; llevaba a la boca los restos de cena que existían aún calientes en la mesa del comedor; se arrojaba sobre los finos muebles para quebrarlos; escupía los cuadros de Goya; golpeaba todo por el simple placer de descargar sus puños en alguna parte; tenía la voluptuosidad de la destrucción 249 .” La presencia de la plebe aún se podría entender en la España de Fernando VII. Así, el dolor “afrancesado” de Monsalud 250 por un “pueblo de costumbres absolutistas” que no sabe más que caminar a cuatro patas 251 ; el “populacho” que desconoce el valor de la Constitución del 12 durante el su persona ante la colectividad y cada cual dejó de ser un individuo para no ser más que muchedumbre.” Ibidem, p. 525. 248 El ofrecimiento es clave para entender la relación entre el agente de la acción y el espectador. Cfr. “Las katábasis de La Comédie Humaine.” 249 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, II, p. 385. 250 Es el protagonista de la segunda serie, hijo natural –como Fernando Calpena, protagonista de la tercera serie, y como muchos otros personajes de los Episodios- de Fermina Monsalud y Fernando Navarro. El vínculo cainita que le une a su medio hermano, el carlista Carlos Navarro, expresa la división fundamental que habita a la España fernandina: los liberales y los absolutistas se disputan España como los dos hermanos el amor de Jenara Baraona. 251B. Pérez Galdós, “La segunda casaca”, op. cit…, II, p. 390. En el 7 de julio también se habla de un “pueblo que conservaba la forma del absolutismo”. Idem, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 523 y también idem, “Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, II, pp. 636 y 638. 90 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Trienio en El grande oriente 252 ; o la fluctuatio animi del vulgo que igual ensalza a Riego en el 7 de julio 253 que asiste, convertido ya en forma sin formas “pedazo de populacho”-, al ajusticiamiento del héroe en la Plaza de la Cebada en El terror de 1824 254 . Resulta menos creíble la plebe “movida por los títeres demagógicos y comunistas” cuando el tiempo de la narración ha llegado a O´Donnell 255 y el tiempo de la escritura es el del orador republicano que proclama su amistad para con el pueblo madrileño en 1904. Y, en fin, cuando en el eje histórico se han producido dos acelerones conceptuales y simbólicos 256 de las dimensiones del Bienio Progresista y del Sexenio Democrático -verdaderas eclosiones de lo político-; la presencia de la plebe en la quinta Serie –concretamente, en España sin rey (1907-1908) y en España trágica (1909) 257 - sólo se justifica como cualidad inherente de un actor colectivo –elevado esta vez por los adjetivos de “transformada” y de “insigne”- que emerge de la solidez de Antiguo Régimen para ocupar otro B. Pérez Galdós, “El grande oriente”, op. cit…, II, p. 496. El actor colectivo que ajusticia a Vinuesa recibe el mismo nombre, si bien Galdós le añade el adjetivo de “vil”. Idem, p. 441. Y aún encontramos otra encarnación à la ancienne en esta España fernandina, la “canalla indomesticable, de esa que no sirve sino para hacer pueblo” en Un faccioso más y algunos frailes menos. B. Pérez Galdós, “Un faccioso más y algunos frailes menos”, op. cit…, II, p. 1009. Este universo semántico à l´ancienne apenas tiene cabida en una obra como La Comédie, que parte des acquis del 89. Así, puede citarse, como aparición significativa, el asalto del “populacho” al palacio de la familia Cinq-Cygne –una de las más importantes ramas aristocráticas de la Champagne- durante la segunda revolución de 1792 en Une ténébreuse affaire. Cfr. H. Balzac, “Une ténébreuse affaire”, op. cit…, VIII, pp. 520-21. Cfr. también el epígrafe titulado “La escritura de la insurrección.” 253 B. Pérez Galdós, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 521. 254 Idem, “El terror de 1824”, op. cit. …, II, p. 680. 255 Idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, p. 456. 256 R. Miguel González, La pasión revolucionaria. Culturas políticas republicanas y movilización popular en la España del siglo XIX, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2007. 257 Es decir, en la España inmediatamente anterior e inmediatamente posterior a la muerte de Prim. 252 91 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas espacio de plena consistencia 258 , la narración utópica de un nuevo nacimiento: “nuestra insigne plebe –afirma Segismundo García Fajardo 259 está cargada de razón, porque la razón no es privilegio de los leídos y escribidos, sino de los que conservan pura en sus entrañas bárbaras la fundamental idea de Patria y Libertad 260 .” La persistencia de todos estos andrajos nos habla de la transparencia opaca de quienes irrumpen como misterio en el relato. En principio, todo el interés de la h/Historia residiría en el tratamiento del nuevo enigma en cuanto enigma. Los problemas epistemológicos –en realidad, estético-políticos, pues se trataba de dilucidar qué partes se contaban en la ciudad del relatocomenzaron, como bien supo señalar Tolstói en el citado Epílogo, desde el momento en que se supuso que esa “fuerza se comprend[ía] por sí misma y e[ra] conocida por todos 261 ” Aunque no se dice explícitamente, del fragmento tolstóiano se desprende que la definición de ese algo nuevo en cuanto evidencia no fue casual, sino elección de los que escribían la h/Histoira; y si no de todos ellos, de la mayoría. Galdós no fue una excepción y se entregó con entusiasmo a un juego de prestidigitación histórica que consistió en poner cuarenta y seis anillos a la espiral que las elites liberales consideraban como la evidencia entre las evidencias: la nación española. Balzac, una vez más, se colocó a contracorriente y decidió invitar –por medio del más balzaciano de todos los Para un análisis de la distinción entre la liquidez de lo político y la consistencia del espacio utópico, cfr. el capítulo titulado “La escritura de la insurrección.” 259 Sobrino de Pepe García Fajardo, su creador lo presenta como una suerte de galán calavera, habitual de tertulias y cafés y figura de una inverosímil evolución en sus opiniones políticas: de tradicionalista de Carlos VII a ferviente admirador del federalismo de Pi y Margall. 260 B. Pérez Galdós, “España trágica”, op. cit…, V, p. 199. Y también idem, “España sin rey”, op. cit…, V, p. 73. 261 L. Tolstói, Guerra y Paz, op. cit…, p. 1712. 258 92 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas narradores de La Comédie, el flâneur de Facino Cane 262 - explícitamente a la comunidad de lectores a la dificultad del trabajo histórico; ese habitante de las ciudades intermitentes que no es sujeto ni objeto, que tiene el carácter fugaz e indefinido del fenómeno: “Sabed solamente que, desde entonces, había separado los elementos de esa masa heterogénea llamada pueblo, y los había analizado al objeto de poder evaluar sus cualidades buenas o malas. Yo sabía ya de cuánta utilidad podía ser ese faubourg, ese seminario de revoluciones que contiene héroes 263 .” 1.3. La potencia y el enigma El pueblo que no conoce la separación de funciones ni dominios, la separación de la moral y de la política, de la política y de la moral, de la moral y de la religión; en definitiva, el todo que se sustancia en la unidad sólo estaba en los sueños de Schiller. El pueblo, como los reyes de 262 263 Cfr. Del heroísmo de la vida moderna. H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1020. La cursiva es de la autora. 93 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Kantorowicz, tiene dos cuerpos. Y su dualidad no es la dualidad cristiana que separa el cuerpo celeste del cuerpo terrestre; es una dualidad que vincula y diferencia, es la escisión de un cuerpo político ( una anatomía plena, acabada, unitaria ) y de un cuerpo social (una forma sin formas que no es, exactamente, cuerpo; ni tampoco ausencia de formas ) ; la afirmación de un absoluto que viene a ser negado –o, cuando menos, desplazado- por otro. El pueblo se parece –y no al revés- a los titanes hugolianos: vive en una tensión irresoluble, en una metamorfosis permanente que se resuelve para resolverse en su contrario (sólo así se explica su original nexo con la soberanía 264 ). Si potencia, si fondo y principio de la sociedad, parece siempre al borde de su desaparición. Si enigma, si fenómeno, es capaz de reinventarse a sí mismo como multiplicidad que aspira a ser el todo (esa vocación expansiva se observa mejor en la formulación originaria de démos) 265 . En política, el sujeto no tiene un cuerpo consistente, es un actor de la De la originalidad de este vínculo se tratará en el siguiente capítulo. Para el análisis de esta identidad problemática me sirvo, fundamentalmente, de tres autores. De P. Rosanvallon tomo los nombres de “potencia” y “enigma” –este autor llega a hablar de “esquizofrenia” de la identidad popular moderna- y el esquema general de análisis (Cfr. P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen. Histoire du suffrage universal en France, Éditions Gallimard, Paris, 1992, pp. 20, 204; idem, Le peuple introuvable. Histoire de la représentation démocratique en France, Éditions Gallimard, Paris, 1998, pp. 17 y ss, 32 y ss, 40, 57 y ss ). Esta línea de interpretación más clásica –en la estela de la historia conceptual de lo político- se ve enriquecida por los vínculos que, entre la definición del concepto de pueblo y la definición de lo político, establecen dos de los más importantes neo-arendtianos de la filosofía francesa contemporánea. De un lado, M. Abensour y su idea de un pueblo que se inventa a sí mismo –esfuerzo de autocreación que ha de leerse en clave heroica (M. Abensour, La démocratie contre l´État, op. cit..., pp. 98 y también cfr. la segunda parte de esta tesis, El heroísmo de los muchos). De otro, J. Rancière y su insistencia en la definición de la política como espacio de la aparición y del problema del pueblo –en cuanto parte-de-los-sin parte- como el de su inscripción en ese partage du sensible. Cfr. J. Rancière, La Mésentente, op. cit…, pp. 109 y ss, 126 y también idem, Aux bords du politique, op. cit., pp. 245-246. Cfr. también De la soberanía y de la capacidad del pueblo. 264 265 94 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas intermitencia que se resiste a ser absorbido por el concepto; sobre todo, cuando ese actor se define por el excedente 266 . El objetivo aparentemente simple de someter lo múltiple a la ley del Uno agota las soluciones metafísicas (“un pueblo –escribe V. Cousin- es uno en su espíritu; pero es una multitud en su composición exterior 267 ”). Viene luego la palabra desnuda, el pueblo sin adjetivos, un concepto que parece celebrar la unanimidad en la que se revela el sentido inmanente de la historia. Es el pueblo-principio, protagonista omnipresente de los orígenes: una categoría que, como descubrimos en la Primera Serie, sólo puede ser pensada como todo, como algo indivisible 268 . Es contenido y continente de una condensación colosal, unánime e irresistible, “[de] una unidad sin discrepancias” 269 : “todas las clases de la sociedad, espontáneamente reunidas 270 ”; “a la calle todo el mundo 271 ”; “España entera se echó a la calle o al campo 272 .” La sola presencia de su nombre sirve para constituir la entidad nacional y reaparecerá, una y otra vez, cuando los mecanismos de reiteración del relato, a lo largo de las cinco series de los Episodios, así lo exijan. En el momento preciso de su nacimiento como “pueblo reunido 273 ” en el 2 de mayo. En el despliegue del levantamiento, como dispositivo energético -“formidable P. Sloterdjik, El desprecio de las masas…, op. cit., p. 13. V. Cousin, “Introduction à l´histoire de la philosophie” (1828), en VVAA, Philosophie des sciences historiques. Le moment romantique, Éditions Seuil, Paris, 2002, p. 262. 268 P. Rosanvallon, Le peuple introuvable…, op. cit., p. 31. 269 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. 270 Idem. 271 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 681. 272 Idem, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, p. 975. 273 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433. Las cursivas de los textos citados son de la autora. 266 267 95 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas empuje de la nación 274 ”- inmune a las divisiones de los partidos y como la sola fuerza capaz de hacer frente al mayor ejército de Europa en Napoleón, en Chamartín: “aquí no ha habido previsión –admite con dolor Araceli-, ni iniciativa, ni actividad, ni eminentes cabezas que dirijan, sino que la defensa ha quedado a merced de la voluntad, de la invención y del buen sentido del pueblo, señor don Santiago; y no llamo pueblo a esa miserable turba gritona que de nada sirve, sino a todos nosotros, altos y bajos, grandes y chicos 275 .” Raíz gaditana que rebrota en la España fernandina de Los Apostólicos: “El tercer estado creció, abriéndose paso entre frailes y nobles, y echando a un lado con desprecio estas dos fuerzas atrofiadas y sin savia, llegó a imperar en absoluto, formando con sus grandezas y sus defectos una España nueva 276 .” Bajo la forma de Milicia nacional que “abrazaba en su vasta muchedumbre todas las clases sociales. Sólo la Milicia era lo que debía ser 277 .” Totalidad moral durante la revolución de 1854: “El pueblo -afirma con ímpetu García Fajardo-, que no es solamente la clase inferior de la sociedad, sino el conjunto de todos los seres que se llaman españoles, la gran masa nacional, posee la percepción clara de la conducta de sus mandarines 278 .” Idem, “Gerona”, op. cit…, I, p. 754. Idem, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 600. 276 B. Pérez Galdós, “Los apostólicos”, op. cit…, II, p. 881. 277 Idem, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 537. La Milicia nacional aparece puntualmente a lo largo de las series y la pintura galdosiana siempre es positiva, desde su primera y concreta encarnación en la familia de los Cordero en el citado episodio. Cfr también, ibidem, p. 570. Es estructura del pueblo en armas en el contexto de un Bilbao sitiado por los carlistas (idem, “Luchana”, op. cit…, III, pp. 400 y ss); la única víctima de los cañonazos de Van-Halen de la que Fernando Calpena se compadece en su crónica sobre “la cuestión algodonera” (idem, “Los ayacuchos”, op. cit…, III, p. 952); expresión de ardor patriótico y acicate de la industria textil en la España que intenta modernizar O´Donnell (idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, pp. 449) o la forma más acabada (aparece diferenciada del pueblo-parte) en ese hervidero social que es el Madrid de La primera república (idem, “La primera república”, op. cit…, V, p. 359). Cfr. “De las tormentas del 48 y sus consecuencias…” 278 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 359. 274 275 96 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Filtración de la nación-genio 279 , no en su expansiva cristalización fichteana, sino en una versión doliente a lo A. Fouillée en España trágica: “¿Has visto que todo el país se sacude –pregunta un conmocionado Segismundo García Fajardo 280 - y se agita con una exaltación formidable? Pues esa exaltación, esa fiebre, significan que España se siente dentro del período épico? ; sus convulsiones son la lucha contra los que quieren ahogar esa situación épica… Dime: ¿las revoluciones de los grandes pueblos, como Inglaterra o Francia, no son epopeyas? 281 ” Finalmente, después de todas las revoluciones y de todas las caídas, en el último episodio, espacio utópico que se extiende “desde los bajos confines del pueblo hasta los altos linderos de la aristocracia 282 .” J. Fernández Sebastián distingue claramente cuatro cristalizaciones del concepto de nación española a lo largo del siglo XIX: la noción cívica de la nación-contrato, que se corresponde con el período gaditano; la nación-legado del moderantismo isabelino; la nación como precipitado histórico que domina entre las elites liberales en las décadas centrales del siglo y durante la primera etapa de la Restauración y, finalmente, la nación-genio que emerge con la crisis de fin de siglo. Cfr. J. Fernández Sebastián, “La construcción de la nación española en la época del liberalismo”, en R. Robledo, I. Castells y M.C. Romeu (eds), Orígenes del liberalismo. Universidad, política, economía, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2003, pp. 262263. 280 Sobrino de Pepe García Fajardo, su creador lo presenta como una suerte de galán calavera, habitual de tertulias y cafés y figura de una inverosímil evolución en sus opiniones políticas: de tradicionalista de Carlos VII a ferviente admirador del federalismo de Pi y Margall. 281 B. Pérez Galdós, “España trágica”, op. cit…, V, p. 199. En estas preguntas del politicómano Segismundo –en un texto de 1909- vemos latir el mismo dolor y el mismo complejo de inferioridad de raza latina que expresara A. Fouillée en el Esquisse psychologique des peuples europeans (1903). Incluso se pueden encontrar tempranos “apuntes” (1874 y 1879) que anuncian las reflexiones del Esquisse en Napoleón, en Chamartín y en Los apostólicos (cfr. B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 566 e idem, “Los apostólicos”, op. cit…, II, p. 893). La diferencia sólo es de grado: conforme se desciende de latitud, aumentan esos sentimientos de “complejo latino.” Cfr. A. Fouillée, Bosquejo psicológico de los pueblos europeos, Daniel Jarro Editor, Madrid, 1903. Específicamente, sobre España, cfr. Ibidem, pp. 192-236. 279 282 Idem, “Cánovas”, op. cit…, V, p. 557. 97 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Este pueblo-vínculo, ese fondo del tiempo presente y de todos los tiempos, tiene cabida en una apertura de la continuidad como los Episodios; pero resulta imposible en la apertura de la simultaneidad de La Comédie. Sólo fuera de la novela-mundo, en el Balzac publicista (Enquête sur la politique des deux ministères, 23 de abril de 1831 283 ) encontramos cierto reconocimiento a la idea micheletiana de la sociedad como hecho de todos 284 : “La Revolución de Julio ha cambiado completamente la naturaleza de las relaciones que existían entre el poder y el pueblo, entre los gobernantes y los gobernados. El primero de julio de 1830 éramos súbditos de un rey; el 30 éramos todos ciudadanos; la víspera no éramos más que un pueblo, al día siguiente, una nación 285 .” La luz gloriosa apenas deslumbró a Balzac, y no podía sentirse cegado por el Sol de Julio como Michelet, entre otras muchas razones, porque, mientras el historiador nacía a su verdadera vida como escritor con la contemplación des boulevards remplis des foules, el novelista permaneció tranquilamente en el solaz descanso del Château de Saché, en su región natal de la Turena 286 . La experiencia extática balzaciana del pueblo-todo poseía la Balzac firma este texto como “M. de Balzac, électeur éligible”, una rúbrica que evidenciaba su postura crítica frente al censo de Julio. Una circunstancia biográfica ligada a esta crítica –sus fracasados intentos de convertirse en elegido se convertirán en una de sus obsesiones- explicaría, en parte, su paso al legitimismo en 1832. 284 Escribe Jules Michelet: “Lo que la Revolución de Julio ofrece como singular es el hecho de presentar el primer modelo de una revolución sin héroes, sin nombres propios; no existe un individuo en quien la gloria se pueda localizar. La sociedad ha hecho todo. Tras la victoria, se ha buscado un héroe, y se ha encontrado un pueblo entero.” J. Michelet, “Introduction à la Histoire Universelle,” in J. Michelet, La Cité des Vivants et des Morts, Belin, Paris, 2002, p. 135. Este pasaje será analizado en profundidad en El catálogo de las naves o de los héroes incontables. 285 H. Balzac, “Enquête sur la politique des deux ministères”, Oeuvres Diverses, op.cit…, II, p. 984. 286 El propio Balzac da cuenta de lo atenuado que le llegó el eco de Juillet en un artículo publicado en Le Voleur (30 de septiembre de 1830): “os aseguro que me considero un hombre muy valiente por haber reconocido que viajaba por las orillas del Indra durante nuestras gloriosas jornadas” ( cit en R. Chollet, Balzac journaliste, le tournant de 1830, Klinckieck, Paris, p. 290). Uno de sus principales biógrafos, R. 283 98 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas fugacidad de la brochure, de la página, o de un fragmento de página, puesto que unas líneas más abajo, en la misma Enquête, retomaba su preferencia maquiaveliana por la política efectiva: “Aceptaremos la Revolución de Julio como un hecho, e intentaremos constatar, no cuáles deberían ser, sino cuáles fueron los efectos producidos por este movimiento 287 .” Este mismo acento de verdad maquiaveliana lo encontramos cuando el Balzac physiologiste del Traité de la vie élégante (1830) deja filtrar el espacio binario de los deseos en su definición de la comunidad política: “Un pueblo de ricos es un sueño imposible de cumplir: una nación se compone necesariamente de gentes que producen y gentes que consumen 288 .” Y la división que habita en la ciudad, habita en su mitad más enigmática. En un mosaico inacabado, en el espacio fragmentado y fragmentario de La Comédie, el pueblo sin adjetivos no puede ser pueblo-principio. Es pueblo-parte. Cuando Balzac utiliza el concepto (para contraponer trabajo y privilegio 289 , para alabar a la madera común de la que sale la frente cuadrangular de un campesino 290 , para subrayar el origen sans-culotte de la rebelión de Vautrin 291 , para hablar de la ferocidad de l´être-ensemble 292 , para admirar la fuerza del instinto 293 , para añadir color social al París sectionnaire de los tiempos de juventud del Père Goriot 294 , para señalar al discípulo aventajado Pierrot, apunta con curiosidad que el novelista ni siquiera se tomó la molestia de regresar a París en el momento del reparto de funciones. Cfr. R. Pierrot, Honoré de Balzac, Fayard, Paris, 1994, p. 172. 287 H. Balzac, “Enquête sur la politique des deux ministères”, Oeuvres…, op. cit., II, p. 984. 288 Idem, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 217. Cfr el capítulo Del problema de la virtud. 289 Idem, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 507. 290 Idem, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 221. 291 Idem, “Splendeurs et misères des courtisaines”, op. cit…, VI, p. 732. 292 Idem, “Ursule Mirouët”, op. cit…, III, p. 866. 293 Idem, “Le cousin Pons”, op. cit…, VII, p. 584 e idem, “Mademoiselle du Vissard”, op. cit…, XII, p. 646. 294 H. Balzac, “Le père Goriot”, op. cit…, III, p. 123. 99 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de la burguesía revolucionaria 295 o para celebrar la estética de los andrajos de Murillo 296 ) no se refiere, exactamente, al pueblo, sino a los pobres ; y éstos tampoco son exactamente los pobres. Se trata de la ausencia de toda cualidad, la secreta insurgencia de un estar-ahí que une indisociablemente el ser social y el ser político. La antesala del juez Popinot [ver Supra]. La insurgencia del pueblo-parte 297 galdosiano es explícita, capaz de parar el fluido del relato hasta crear una escena. Y en este espacio de la revelación, el número parece más separado de su cuerpo terrestre (no hay rastro de blusas o de enseñas de los oficios en el Madrid embastillado de La Revolución de julio, ni en la política callejera de España Trágica, ni en la geografía habitual de las expansiones madrileñas) que de su cuerpo celeste (emanaciones del pueblo-todo en un nuevo tipo de vínculo con la soberanía 298 ). Aún más, la inconsistencia característica de esa peculiar morfología social hace que no resulte extraña la presencia, en el mismo espacio narrativo, de figuras de la subjetividad a medias: desde la costra à l´ancienne de la canalla, la turba o la plebe 299 , hasta conceptos que se ajustaban mejor al tiempo de la escritura de los Episodios como los de multitudes o el de masas 300 en su formulación plural. Idem, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 509. Idem, “La Rabouilleuse”, op. cit…, IV, p. 352. 297 B. Pérez Galdós, “7 de julio”, op. cit…, II, p. 570; idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, pp. 416, 417 y 422; idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 144 e idem, “España sin rey”, op. cit…, V, p. 73. 298 Idem, “Luchana”, op. cit…, III, p. 359; idem,“La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 439. Cfr. Del problema de la virtud… 299 Idem, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, pp. 602-3; idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, pp. 456 y 472 e idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. 300 Idem, “De Oñate a la Granja”, op. cit…, IV, p. 249; idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 200. 295 296 100 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Y es que esta “palabra contrahecha”, a la que no se puede aplicar a priori ninguna idea -porque, como aseguraba Larra, “se deja guiar e interpretar, sin hacer más que dar de cuando en cuando palo de ciego 301 ” - parece necesitar del adjetivo para completar su significado. Aquí, Balzac y Galdós toman, una vez más, senderos que se bifurcan. No encontraremos en la gloriosa colección calificativos como persistente, incesante, intermitente; adjetivos de movimiento que indicarían una cadencia intransitiva, una identidad que se fragua en la búsqueda de la identidad, indeterminación. Muy al contrario, el escritor nacional adhiere al pueblo-parte, como si con ello pudiera hacer de éste ley encarnada, una capa de permanencia por medio de palabras que remiten a lo moral, a las esencias 302 : “macizo y santo pueblo 303 ” , “desgraciado pueblo 304 ”, “buen pueblo republicano 305 .” El adjetivo balzaciano, en cambio, no pretende corporeizar la carne de lo social, es atributo del número en cuanto número; hasta el punto de que un M. J. de Larra, “Cuasi-Pesadilla política”, Revista Española, agosto de 1835, en E. de Ochoa, Apuntes para una biblioteca de autores españoles contemporáneos, vol II, Baudry Librería europea, Paris, 1840, p. 255. Ya en la Encyclopédie encontramos una definición escrita por Jarcourt en la que el concepto de pueblo tiene mucho de palabra contrahecha: “Nombre colectivo difícil de definir, porque se forma de ideas diferentes en los distintos lugares, en los distintos tiempos y de acuerdo con la naturaleza de los diferentes gobiernos.” Cit en P. Rosanvallon, Le peuple introuvable, op. cit…, p. 32. 302 La inteligencia del XIX elaboró todo un dispositivo moralizante –en sentido positivo y negativo- en un desesperado intento por desentrañar el enigma. Así hemos de entender la infinita lista de adjetivos que acompañan al pueblo en sus múltiples encarnaciones: puro, santo, épico, verdadero, honrado, feroz, terrible, bueno, infeliz, desgraciado… Cfr. Cfr. M. Tournier, “Le mot “peuple” en 1848: désignant social ou instrument politique?”, en H. Desbrousses, Le peuple. Figures et concepts. Entre identité et souveraineté, François-Xavier de Guilber, Paris, 2003, pp. 20 y ss y también M. A. Orobon, “Años 1870-1871 en Francia y en España: a vueltas con el pueblo”, en VVAA, Pueblo, conceptos, ciudadanía…, op. cit, pp. 152 y ss. 303 B. Pérez Galdós, “Mendizábal”, op. cit…, III, 115. 304 Idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 395. 305 Idem, “Amadeo I”, op. cit…, V, p. 327. 301 101 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas adjetivo –salvajes- se convierte en sustantivo –Salvajes 306 - y nos descubre la naturaleza, oculta y no tan oculta, del ser en permanencia de los muchos: “La prima Bette, la salvaje de la Lorena, un poco traidora, pertenecía a ese tipo de caracteres, más común entre el pueblo de lo que imaginamos, que puede explicar su conducta durante las revoluciones 307 .” Sólo la compostura sinóptica de cada una de las modestas irrupciones (el pequeño rasgón en L´interdiction, en Illusions perdues, en Facino Cane, en Le médecin de campagne 308 ) de esas pauvres gens, de esos pauvres paysans de Bénassis 309 , de esas petites ouvrières de l´Homeau, de esos ouvriers souffrants du XIIème arrondissement, nos permite descubrir la célebre –una de las más célebres del siglodefinición del concepto de pueblo, la que hiciera P. Buchez en su Du principe de la souveraineté 310 : “Definimos el pueblo como la clase más numerosa, más pobre, la que trabaja 311 .” H. Balzac, “La cousine Bette”, op. cit…, VII, pp. 83 y 86 y también, idem, “Les chouans”, VIII, op. cit…, p. 917. 307 Ibidem, p. 86. 308 H. Balzac, “L´interdiction”, op. cit…, III, pp. 434 y 436; idem, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 681; idem, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1021. 309 Para un análisis de este personaje y de las diferencias entre “sus” campesinos y el colectivo insurgente de Les Paysans, “Política del imaginario e imaginario de la política”. 310 Balzac entra en contacto con los saint-simonianos en el período que P. Bénichou denomina “el período creativo de la religión saint-simoniana”; concretamente, en 1828, y gracias a sus trabajos como impresor del Cahier Le Gymnase y sus colaboraciones periodísticas en el Feuilleton de Journaux Politiques de H. Auger. Además de estos contactos personales –especialmente estrechos con Buchez, Enfantin o George Sand-, la influencia saint-simoniana también se detecta en ciertos conceptos que denotan, más que una transferencia conceptual directa, la participación en un mismo universo mentis en el que también entrarían nombres como los Bonald, Maistre o Lamennais anteriores a 1830 (en este sentido, estoy más cerca de las interpretaciones de P. Bénichou y B. Tolley –defensores de esta idea del universo conceptual compartido- que la de otros autores como B. Guyon): la obsesión por la idea de unidad, el propósito de fijar las reglas para una política moderna, una filosofía de la historia que distingue entre períodos críticos –o de crisis- y períodos orgánicos –o de construcción-, o la extensión de las fronteras de la ciencia hasta el misticismo. La incidencia de esta compleja atmósfera intelectual en el corpus balzaciano ha sido muy estudiada por toda la crítica. Cfr. B. Guyon, La pensée politique et sociale.., op. cit., p. 320; J-H. Donnard, La vie économique et sociale…, op. cit., p. 62; P. Bénichou, Les mages romantiques…, op. cit.., p. 142; idem, Les temps de prophètes…, op. cit., p. 279; P. Tacussel, Mithologie des formes sociales Balzac et le saint-simoniens ou le destin de la modernité, Meridiens Klincksieck, 1995; B. Tolley, 306 102 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La dificultad en la definición aumenta por cuanto no existe tanta diferencia entre el cuerpo celeste del pueblo-todo que inunda los relatos fundadores y el cuerpo terrestre del número anónimo que habita la geografía esquiva (el último piso de un hôtel burgués, el Tourniquet SaintJean, el arrabal de Saint-Marceau, el muelle de la Cité, los talleres, las pequeñas fábricas) de las ciudades intermitentes: la elevación mítica y la alienación industrial terminan por borrar toda singularidad. Ahora bien, mientras que la sustancia común heroica se convierte en metáfora total, en medio, en Stimmung 312 , que elimina cualquier pregunta por la identidad del sujeto de lo político en la feliz transparencia de los orígenes –en ese mágico momento, el pueblo coincide consigo mismo y con el mundo-; la ausencia de cualidad y de especificidad del cero social disciplinado por el trabajo le hace ganar distancia y relación con todo al mismo tiempo y, con la apertura de ese espacio que vincula y que separa, emerge una suerte de opacidad, la identidad problemática de los muchos. Porque “los fragmentos uniformes de una misma masa, los segmentos de un mismo círculo 313 ” tal vez no compongan una subjetividad plena, pero son algo más que puro quantum. “Balzac et les saint-simoniens”, L´Année Balzacienne, 1966, pp. 49-59; idem, “Balzac et la doctrine saint-simonienne”, L´Année Balzacienne, 1973, pp. 163-166. 311 P. Buchez, “Du principe de la souveraineté”, cit en Jacques Vallette, “Utopie sociale et utopistes sociaux en France vers 1848”, en VVAA, 1848. Les utopismes sociaux. Utopie et action à la veille des journées de Février, Société d´histoire de la Révolution de 1848 et des révolutions du XIXe siècle, SEDES, Paris, 1981, p. 35. 312 Véase lo que se dice sobre este concepto en el capítulo titulado “El catálogo de las naves” y en el epígrafe titulado “El heroísmo como Stimmung”. 313 H. Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, X, p. 213. 103 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La extraña estabilidad interior 314 de este fenómeno infinitamente multiplicado y dividido en emociones, en acciones y en seres, saca a la luz algo que parecieron olvidar los cantores y los detractores de la evidencia que nació con el siglo: el pueblo no es sólo cosa en sí, esencia; también es existencia, pueblo concreto, pueblo real que hace de sí mismo su propia obra. Y ese pueblo, como dice P. Rosanvallon, es siempre peuple introuvable. Entonces comienza un desorden en los nombres que es desorden en el saber, la mayor expresión de lo que J. Rancière define como “la fascinación moderna por la verdad del cuerpo popular 315 .” Se impuso la necesidad de nombrar, no porque –como asevera J. F. Fuentes 316 - se llegara a la saturación del concepto; sino porque nombrar tranquiliza. No se puede nombrar lo innombrable. Y el peligro era, exactamente, ése. Los nombres que flotan, la superposición de pretendidas homonimias y de figuras que no terminan de absorber el exceso de material humano y que, además, tienen procedencia tan diversa: plebe, canalla, vulgo, turba, populacho, malheureux, misérables, menesterosos, pauvres gens, souffrants, ilotas, forzados, pueblo, nación, proletarios, obreros, trabajadores, muchedumbre, multitud, foules, raza, masas. Toda esta confluencia de esfuerzos teóricos (categorías à l´ancienne, epopeya romántica, relato de nación, palabra obrera, psicología de los pueblos, psicología de las multitudes, sociología de las masas) no era sino la Esta ausencia de cualidad que el número abstracto comparte con el dinero (Simmel) es una suerte de estabilidad que acaba cristalizando en una forma peculiar de identidad. Cfr. G. Simmel, Philosophie de l´argent…, op. cit., pp. 118, 542, 548, 564, 638. 315 J. Rancière, La Nuit de prolétaires. Archives du rêve ouvrier, Hachette, Paris, 1981, p. 24. 316 J. Fuentes, “La invención del pueblo. El mito del pueblo en el siglo XIX español”, Claves de Razón práctica, 103, 2000, p. 62. 314 104 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas expresión de la incertidumbre que provocaba la verificación progresiva de la hipótesis que apuntara tempranamente Tocqueville 317 : la evolución natural de las democracia hacia una sociedad amorfa. Un medio líquido, blando, voluble, de equilibrio inestable. Recordémoslo: cada vez que se habla de una ciudad, de cualquier ciudad, se dice algo del espacio binario de los deseos del capítulo IX de El príncipe. Balzac 318 podía ironizar sobre el potencial explicativo de una nueva mot à la mode, el mayor invento de la “fraseología moderna 319 ”, siempre que las clases mantuvieran su formulación en un plural descriptivo que hacía del sustantivo un incontable. Se sucedían luego las preguntas por la sustancia – ilustradas, industriales, superiores, medias, inferiores, populares, laborieuses, dangereuses…- y por una cantidad imposible de definir -¿cuántas eran si cada subconjunto era, a su vez, plural ? El verdadero peligro llegó con 1830, cuando el movimiento obrero comienza a pensarse a sí mismo como unidad con voz propia 320 y Balzac (10 de octubre de 1830) emplea -¿cegado, esta vez sí, por la luz de Juillet ?- , un singular amenazante: “La gran idea que deben hacer triunfar las instituciones modernas es la de contener a la clase pobre 321 .” El verbo escogido por el joven publicista de Le Voleur remite a la racionalidad de los humores Cfr. C. Lefort, “Préface” en A. Tocqueville, Souvenirs, Folio, Gallimard, 1964, Paris, p. XV. 318 “Los tres antiguos órdenes son remplazados por lo que se denomina hoy clases. Poseemos las clases ilustradas, industriales, superiores, medias.” H. Balzac, “L´hôpital et le peuple”, op. cit…, 369. 319 H. Balzac, “Pierrette”, op. cit…, IV, p. 29. 320 W. Sewell, Work and revolution in France. The language of labor from the Old Régime to 1848, Cambridge University Press, Cambridge, 1980, p. 249. 321 H. Balzac, “Lettre sur Paris”, en Le Voleur (1830), en idem, Oeuvres Complètes, t. XXVI, édition nouvelle établie par la Société des études balzaciens, sous la direction de M. Bardèche, Club de l´Hônnete Homme, 1955-1963, Paris, p. 419 317 105 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas maquiavelianos, a esa vocación expansiva que desata una tensión que se transforma en equilibrio inestable y, lo que es mucho más importante, supone el reconocimiento explícito de la presencia de dos mundos en uno solo. El Galdós de los Episodios nunca pudo gozar de esa experiencia balzaciana de la simultaneidad entre el tiempo vivido y el tiempo re-creado. La mitad enigmática -“el proletariado de Lammenais”- llega al relato de nación con la fuerza de Las tormentas del 48 (1902), como una suerte de absoluto en el mundo fragmentario de la Cuarta Serie. Para entonces, el cuerpo terrestre del pueblo comenzaba a desplazar al cuerpo celeste como depositario legítimo –el auténtico, el verdadero, el puro- de la soberanía 322 : “Recapacitando en ello, me siento Saint-simoniano, y afirmo que el mundo es de todos, y que el derecho a los goces no es exclusivo de una clase privilegiada. La riqueza pertenece a los trabajadores, que la crean, la sostienen y aquilatan, y todo el que en sus manos ávidas la retenga, al amparo de un Estado despótico, detenta la propiedad, por no decir que la roba 323 .” Estas reflexiones sobre la imaginación de la comunidad imaginada que Pepe García Fajardo comparte con los lectores llevan el análisis hasta su verdadero eje de rotación: toda pregunta por las clases, por el pueblo, por la nación, es pregunta por dónde empiezan y por dónde acaban 324 . El gran interrogante de la política no es el de su origen o el de sus fines, sino el de sus márgenes 325 . W. Sewell, Work and revolution…, op. cit., p. 249. B. Pérez Galdós, “Las tormentas del 48”, op. cit…, IV, p. 107. La cursiva es de la autora. 324 Escribe Michelet “Aunque los burgueses piden, nada menos, que ser una clase aparte, no es fácil precisar los límites de esta clase, dónde empieza, dónde acaba. No contiene exclusivamente a gentes acomodadas; hay muchos burgueses pobres.” (J. Michelet, Le peuple, Garnier-Flammarion, Paris, 1974, p. 133). Podríamos cambiar el sujeto de la oración –en realidad, en Michelet, el sujeto de las oraciones siempre es el mismo, ya que su pueblo tiende hacia el todo- por cualquiera de los actores políticos aquí analizados y el nervio teórico del asunto vendría a ser el mismo. 325 J. Rancière, Aux bords du politique, op. cit…, p. 11. 322 323 106 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Una primera respuesta podría ser la trayectoria ascendente que Lamennais –“apóstol” de los muchos, según el personaje galdosiano 326 dibujara en su Evangelio: “Vosotros sois pueblo; sabed, en primer lugar, lo que es el pueblo”. Los que trabajan la tierra bajo la lluvia, el viento y todas las intemperies de las estaciones. Los que explotan los bosques, los caminos y las minas. “Ce sont encore des hommes du peuple.” Los que funden los metales y los modelan. Los que recorren los mares. Los que toman las armas por la patria y la defienden. “Ce sont encore des hommes du peuple (…) Algunos de ellos, a través de mil obstáculos, empujados, sostenidos por su genio, desarrollan y perfeccionan las artes, civilizan las naciones, las envuelven en ese esplendor brillante y forman una de las fuentes, la más fecunda, de la prosperidad pública 327 .” Ce sont encore des hommes du peuple. La segunda respuesta, la cuasi-definitiva, perfila una elipsis descendente que arriba a los confines, a la línea que toca las ciudades invisibles. Allí se encuentran ceux qui ne sont pas encore des hommes du peuple. Ése es el auténtico limes del mundo –en los dos sentidos arendtianos- y del relato. B. Pérez Galdós, “Las tormentas del 48”, op. cit…, IV, p. 108. F. Lamennais, “Le livre du peuple”, en idem, Paroles d´un croyant. Le livre du peuple, Garnier Frères, Paris, sf., p. 105. 326 327 107 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CAPÍTULO II. DE LA SOBERANÍA Y DE LA CAPACIDAD DEL PUEBLO (O DEL CUERPO CELESTE) “pues cuando son muchos los privados de honores y pobres, forzosamente esa ciudad está llena de enemigos. Queda la salida de que participen en las fuciones deliberativas y judiciales. Aristóteles, Política VI “Toda ciudad debe arbitrar vías por donde el pueblo pueda desfogar su ambición” N. Maquiavelo, Discursos sobre la década de Tito Livio, I 108 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Las vías en la ciudad La democracia campesina, sostiene Aristóteles en el libro VI de la Política, es la mejor porque, en ella, queda contenido el demos, sin que la comunidad haya de sufrir de su litigio 328 : “Siendo cuatro las democracias, la mejor es la primera de la serie (…) Yo la llamo primera en el mismo sentido en que se puedan clasificar los pueblos: el mejor pueblo es el campesino, de modo que es posible establecer también una democracia donde la muchedumbre vive de la agricultura o de la ganadería. En efecto, por no tener mucha fortuna está tan ocupado que no puede asistir con frecuencia a la asamblea; y por no tener las cosas necesarias, pasan el tiempo en sus trabajos y no desean lo ajeno, sino que les es más grato trabajar que dedicarse a la política y ejercer el mando, cuando las ganancias que se sacan de los cargos no son grandes; pues la mayoría aspira más al lucro que al honor (…) Además, el ser soberanos para elegir y pedir cuentas a los magistrados satisface su necesidad de ambición, si tienen alguna, puesto que en algunos pueblos, aunque no participan en la elección de los magistrados nada más que algunos elegidos alternativamente entre todos, como en Mantinea, la mayoría se da por satisfecha si tiene el poder de deliberar (...) Si se gobernaran así, necesariamente se gobiernan bien (pues las magistraturas estarán siempre en manos de los mejores, con el consentimiento del pueblo y sin sentir éste envidia de las clases distinguidas) (…) De este modo resulta lo que es más ventajoso en los regímenes: que las clases distinguidas manden sin cometer errores, y el pueblo no se vea rebajado en nada 329 .” La doble pregunta por las partes de la ciudad y por la sustancia de cada una de ellas. 329Aristóteles, Política, op. cit…, VI, 1318b 1-7 y 1318 a. 328 109 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Un comentario a este fragmento de la Política arroja mucha luz sobre la definición –en el discurso y en el principio de realidad- del vínculo pueblo-soberanía que elaboraran las elites políticas y culturales del siglo XIX. La idea aristotélica del demos in absentia (“está tan ocupado que no puede asistir con frecuencia a la asamblea”) nos proporciona la primera clave interpretativa. Porque si algo es el pueblo en cuanto cuerpo celeste es demos in absentia: fuente que deja vacío su lugar 330 . Una idea genial del siempre genial abate Sieyès 331 . Su célebre distinción entre el pouvoir constituant y el pouvoir constitué fue una de las más brillantes operaciones políticas 332 de la burguesía revolucionaria. De un lado, la organización de los poderes transformaba las peligrosas intermitencias del demos en intervalos regulares que colocaban a la potencia al margen de las turbulencias, al margen de sí misma. De otro, el momento de la autodeterminación del pueblo se convirtió en cristalización definitiva, en el establecimiento de un derecho nuevo y de un nuevo cuerpo político. La sucesión de constituciones 333 durante el proceso revolucionario, y durante C. Lefort afirma que la democracia vive en una tensión permanente entre el principio que afirma que el poder emana del pueblo y el principio que afirma que ese poder no es de nadie (C. Lefort, La incertidumbre democrática. Ensayos sobre lo político, Anthropos, 2004, Barcelona, p. 227). La mejor expresión de esta tensión, ya se dijo con anterioridad, es el micheletiano Champ de Mars: el vacío es el único monumento posible a los muchos. Ver nota 331 H. Arendt afirma que el abate fue el mejor teórico de la Revolución Francesa (cfr. H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 221) Fue, sencillamente, uno de los mejores del siglo, en el entendido de que el XIX comienza –pace Hobsbawm y su peculiar modo de concebir las cronologías- en 1789. 332 Otra brillante operación –que vino a dar cobertura ideológica a esta primera- de la burguesía decimonónica fue el relato de nación. Cfr. los epígrafes titulados “Una nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes incontables” y “Galdós como nuevo Demódoco.” 333 La solución de Sieyès, dice Arendt, no podía dar lugar al “establecimiento de una república en el sentido de “un imperio de leyes y no de hombres (Harrington)” sino que había sustituido a la monarquía, o gobierno de uno, por una democracia, o gobierno de la mayoría” (cfr. H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 222). De la lectura de este pasaje y de las continuas comparaciones que en el texto se establecen entre la Revolución Francesa y la Americana -si bien la propia Arendt no lo dice explícitamente- se colige que el vértigo constitucional francés obedeció, no al problema de la ley, sino a ese imperio de los hombres –los Grandes, en este casoque tanto lamentara Harrington. 330 110 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas toda la centuria, no fue óbice para que se diera por concluida la escena inaugural de la política y se proyectara el vivir-unido-del-pueblo en cuanto poder de los muchos hasta esa ciudad que se sitúa más allá de la distancia característica del mundo como lugar de la aparición, el estado de naturaleza 334 . El espacio político liberado del problema de la construcción de la subjetividad del demos tenía su origen teórico y su reaseguro en el concepto rousseauniano de volonté générale. Ésta es potencia de institución y legitimación, no principio que interviene en el curso regular de las instituciones. Así que los teóricos del 89, y también los del 95, encontraron en Rousseau al fundamento de su instalación en el Poder. En un primer momento, el visionario de la sociedad que se autoconstituye les proporcionó un horizonte crítico-utópico contra el privilegio 335 : el elogio a la generalidad de un Carré de Malberg o de un Sieyès remitía a la idea de la organización imparcial e impersonal –y, en ese sentido, liberal- de los poderes. En un segundo tiempo, el nexo rousseauniano entre voluntad general y fundación dejó el margen teórico necesario para que la elite, una vez hecho el juramento de inicio, rectificara al maestro ginebrino gracias a un nuevo concepto de la representación que separaba al pueblo del legislativo 336 . En H. Arendt entiende que, precisamente, una de las grandes diferencias entre la Revolución Americana y la Revolución Francesa fue el reconocimiento por parte de aquélla del vivir-unido-del pueblo como condición material indispensable del poder y como forma política plena. Cfr. H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 224. 335 P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit., pp. 168-169. 336 Rousseau había sido muy claro al establecer el vínculo entre demos y ley: “Puesto que la ley no es más que la declaración de la voluntad general, resulta claro que, en el poder legislativo, el pueblo no puede ser representado (…) Pero puede y debe serlo en la poder ejecutivo, que no es más que la fuerza aplicada a la ley.” (J.J. Rousseau, “Du contrat social”, Écrits Politiques, Oeuvres Complètes, III, Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, 1975, Paris, 430). Los constituyentes extendieron la separación establecida por Rousseau entre ejecutivo y pueblo a la relación pueblolegistlativo; y ello equivalía, si no a una enmienda a la totalidad, a una rectificación fundamental del proyecto rousseauniano. Como explica P. Rosanvallon, el nuevo 334 111 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas definitiva, el demos empezaba a dejar de ser demos –ni siquiera in absentiapara principiar a ser la parte en trop de la ciudad. La creación de Rousseau, además, devolvía al espejo la imagen de una nación unánime 337 y daba títulos a la afirmación de que –al menos, para quienes habían resultado beneficiados por ella- la Revolución había terminado. Sólo a partir de esta idea de nación como todo coherente y sin fisuras 338 , un legitismista de razón como Balzac podía derivar dos consecuencias lógicas mucho más conectadas de lo que, en principio, pudiera pensarse: la asunción des acquis del 89 y la proyección del vínculo pueblo-soberanía a una esfera que no era exactamente el estado de naturaleza de Sieyès. El novelista reconoce una politicidad plena a la forma estatal de la Convención 339 (Poder); pero intuye, malgré lui, una politicidad primera en esa formulación plural del conflicto que es la política salvaje de los muchos (poder). Aquélla es la Revolución visible, acontecimiento inédito que se define en singular y que precipita en la forma Estado; ésta es el principio de las revoluciones ocultas, concepto de la representación que elaboran los teóricos de la Revolución nace, precisamente, de las objeciones de éstos al concepto de voluntad general tal y como fue formulado por Rousseau: “La consagración de la voluntad general engloba toda una serie de objeciones por parte de los constituyentes. Pero, ¿cómo definir el gobierno representativo si la voluntad general no puede constituirse ni a partir de los intereses, ni a partir de las opiniones, ni a partir de las simples voluntades individuales? La respuesta de los hombres de 1789 pasa por una nueva aproximación a la representación. En estos autores, no tiene por objeto principal transmitir una voluntad, reproducir una cualidad o expresar una autorización. Su función, como subrayó Carré de Malberg, es organizar la voluntad y la persona nacionales. La representación es el proceso constructivo por el que la nación, como totalidad irreducible, constituida sólo por el derecho natural, puede actuar y hablar. La representación no procede de una operación deducible. Es, por el contrario, instrumento de una verdadera institución de lo político.” P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit., p. 169. 337 J. J. Rousseau, “Du contrat social”, op. cit…, p. 439. 338 H. Balzac, “Sur Cathérine de Médicis”, op. cit…, XI, p. 451. 339 Balzac entiende que la Convención es el momento culminante de todo el proceso iniciado con el 89. Cfr. H. Balzac, “Les paysans”, op. cit…, IX, p. 161; idem “Lettre sur le travail” (printemps 1848), Oeuvres Complètes, op. cit…, XXVIII, p. 555. Y también cfr. R-A. Courteix, Balzac et la Révolution Française…, op. cit..., p. 231. 112 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas un movimiento sin fin 340 que, poco a poco, penetra en la región fenoménica del relato y la modifica para siempre. Balzac establece una secuencia lógica del poder (efectividad-unidadorden 341 ) como único programa político capaz de arreglar el pascaliano hospital de locos que es la Francia ¿ revolucionada ? Desde esta óptica ha de entenderse la declaración que hace una dama de la Contra-Revolución como la Princesse de Cadignan: “Los republicanos son aún más absolutos en sus ideas que nosotros los absolutistas, que pecamos por indulgencia 342 .” O la admiración 343 que expresa Balzac por la Terreur 344 como forma general de sistema de gobierno que funda su legitimidad en la eficacia: “El pueblo, la mujeres y los niños se gobiernan igual, por el terror. Ahí estuvo el gran secreto de la Convención y del Emperador 345 .” La definición que hace el novelista del poder (“un ser moral tan interesado como el hombre en su Cfr. “La escritura de la insurrección…” Este programa estará ligado a Maquiavelo y al maquiavelismo hasta el final de la vida del novelista. cfr. S. Pinilla Cañadas, “Raison d´État, raison d´unité…”, op. cit..., p. 187. 342 H. Balzac, “Les secrets de la princesse de Cadignan”, op. cit…, VI, p. 971. El maridaje conceptual entre Monarquía y República se sustancia literariamente en la pasión secreta que siente el republicano Michel Chrestien por esta dama de la Contra-Revolución. El contexto de la Monarquía de Julio convierte a estos dos principios en políticas de los márgenes del sistema y, como tales, están abocadas al fracaso, al igual que el amor del ardiente revolucionario. Sobre Michel Chrestien se hablará in extenso en “La escritura de la insurrección...” 343 R.-A. Courteix llega a hablar de obsesión. Cfr. R. A. Courteix, Balzac et La Révolution…, op. cit…, p. 238. 344 A juicio de Balzac, este sistema habría alcanzado su más alto grado de perfección con Calvino y Robespierre. El novelista vio en estos personajes históricos dos magníficos ejemplos que contribuían a falsar su teoría energética –que ha de interpretarse en términos de cosmovisión. Balzac entendía que la voluntad de un individuo excepcional era capaz de reducir lo múltiple a la unidad. Sólo así se comprende su particular silogismo político (“Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 511) que sostiene que todo régimen asambleario deriva en dictadura y su afirmación de la identidad entre monarquía y república en cuanto principios absolutos. Cfr. R.-A. Courteix, Balzac et la Révolution…., op. cit., pp. 212-231. 345 H. Balzac, “Les Paysans”, op. cit…, IX, p. 161. 340 341 113 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas conservación 346 ”) le lleva a admirar el terror como elemento “constitutivo del curso regular de la república o de su inscripción en el tiempo 347 .” La energética balzaciana, resulta obvio, está íntimamente ligada al maquiaveliano mantenere lo stato 348 ; y, si bien alcanza a otro concepto clave en el pensamiento de Maquiavelo, el de la violencia primera del vivir-juntos, Balzac nos deja en el umbral del terror de la fundación. Y se comprende. Este momento de lo sublime, verdadero principio de invención 349 , que está en el origen de toda institución nueva de la sociedad, se sitúa en la confluencia de lo infigurable y de la mise en scène del p(P)oder. En la política del Uno maquiaveliano, ese momento es el del golpe de Estado. Este acto es el único capaz de instituir la regla de la que se excluye y encuentra su justificación en el advenimiento de un orden nuevo que beneficia a todos. El éxito basta para fundar la legitimidad, porque el Estado es cuestión de urgencia permanente 350 . Idem, “Physiologie du mariage”, op. cit…, XI, p. 1053. G. Sfez, Machiavel ou la politique du moindre mal, PUF, 1999, Paris, p. 235. 348 Para un estudio en profundidad de las conexiones entre la política del uno de Balzac y de Maquiavelo, cfr. S. Pinilla Cañadas, “Raison d´État, raison d´unité…”, op. cit…, pp. 185-205. 349 Aquí parto de la concepción viquiana de lo sublime como raíz o génesis del hombre y del mundo civil; la sublimidad que se vincula específicamente con el terror de la fundación (cfr. E. Mattioli, “Vico, la traduction et le sublime”, en A. Pons et B. Saint-Girons (eds), Vico la science du monde civil et le sublime. Autour de la traduction de La Science Nouvelle par Alain Pons, Université Paris X- Nanterre, Nanterre, 2004, p. 42. En el capítulo V se analiza ampliamente la sublimidad de los orígenes. 350 G. Sfez, Machiavel ou la politique…, op. cit…, p. 155. 346 347 114 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El príncipe nuevo que los hombres tienen por antiguo 351 , como el centauro Quirón 352 , es hombre y bestia; es capaz de destruir y construir al mismo tiempo. En la política del Uno de Balzac, la figura dual del abismo del comienzo se descompone en el genio del mal y en el genio del bien 353 . Aún más, la maldad de inicio deviene irrepresentable. Así, Les secrets des Ruggieri nos presenta a la Catalina de Médicis 354 posterior a la SaintSe puede leer en este capítulo: “La observación prudente de las reglas expuestas hasta aquí hacen aparecer a un príncipe nuevo antiguo y lo sitúa inmediatamente en su Estado en una posición más firme y segura que si estuviera asentado en él desde antiguo. Pues las acciones de un príncipe nuevo son observadas con mayor atención que las de un príncipe hereditario, y si se las ve virtuosas ganan a los hombres y los ligan al príncipe en una medida mucho mayor que la antigüedad de la sangre.” Cfr. N. Maquiavelo, El príncipe, op. cit…, XXIV. 352 Ibidem, XVIII. 353 H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 430. 354 Sur Cathérine de Médicis es una obra excepcional en el conjunto de La Comédie Humaine por muchas razones. Desde el título, puesto que se trata de la única novela a la que un personaje histórico da nombre. Por la intención de Balzac, ya que el escritor quería ver en este étude philosophique una suerte de tratado de la razón de Estado -una especie de El Príncipe, sólo que con princesa- que se articula en torno a una secuencia lógica del poder claramente definida: efectividad, unidad y orden. Y por una estructura compleja en la que cabe lo histórico y lo fantástico, el siglo XVI y el XVIII. Así, en la primera parte de la obra, Le martyr calviniste, Balzac se coloca del lado de los burgueses del XVI, en concreto, nos presenta al notable peletero Lecamus, para abrir al imaginario el espacio de la Corte de los Valois conmocionada por la trágica –y estúpida- muerte de Francisco II. Estamos en 1560 y Catalina ya se parece a sí misma: pálida, vestida de negro, indiferente a todo salvo al poder y, por encima de todo, eficaz a la hora de mantener la corona para sus hijos y la autoridad del gobierno. En la segunda parte, La confidence des Ruggeri, el novelista nos cuenta las aventuras de dos hermanos alquimistas en la corte de Carlos IX poco después (1573) de que haya tenido lugar la Saint-Barthélemy (23-24 de agosto de 1572). En la sombra, o en primer plano, la reina aparece astuta, lúcida, capaz de mezclar mentira y verdad, figura acaba del maquiavelismo, en suma. En la tercera parte, Les deux rêves, Balzac introduce en un escenario realista un elemento fantástico. Una velada –un petit souper en 1786- de gentes cultivadas es el marco en el que aparece, en forma de alucinación, una reina italiana del XVI que comienza a disertar sobre la massacre de los hugonotes para asombro de los asistentes. Aún parece más fantástico que dos de esos asistentes sean un oscuro médico y un no menos oscuro abogado: Marat y Robespierre. En Sur Cathérine de Médicis, no encontramos relato de la Saint-Barthélemy, ni de la Terreur; es decir, no hay explicitación del crimen; sin embargo, sí encontramos su justificación. Y, como queriendo “salvar” la relación con la moral tradicional, Balzac crea un marco onírico –un supuesto diálogo sobre la raison d´État entre la reina italiana y el Incorruptible- en el que se permite a sí mismo la escritura de la política efectiva: la afirmación de las exigencias del principio de dominación; o la teorización de la 351 115 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Barthélemy y la misma reina italiana nos lleva, en Les Deux Rêves, al Robespierre anterior a la Revolución (concretamente, al de 1786). El 18 de Brumario no podía considerarse, desde luego, el crimen de la unanimidad. En La Comédie, Napoleón no es la figura abisal de la violencia primera, sino el genio del bien, la potencia demónica obsesionada con terminar la Revolución: “Organizar […] es una palabra del Imperio que contiene a Napoleón por completo 355 .” Y si, en La Comédie, el momento maquiaveliano de la soberanía del Uno se define como irrepresentable, ¿qué decir de la soberanía de la pluralidad o de la soberanía de lo múltiple? No encontramos en la novelamundo una página que se pueda comparar al relato místico-religioso que Michelet hace de la Fête de la Féderation 356 en la Histoire de la Révolution Française o a la espiral mítico-nacional de la primera Serie de los Episodios y, mucho menos, al desarrollo filosófico del poder de la multitud como poder de comenzar en permanencia del Tratado Teológico-Político de Spinoza. Balzacie siempre es experiencia del umbral; umbral de todos los abismos, incluido el de la fundación. necesidad del crimen de inicio como condición de posibilidad de la unanimidad, la única forma en la que la nación o el Estado pueden perdurar. Cfr. H. Balzac, “Sur Cathérine de Médicis”, op. cit…, XI, pp. 167-203 y 443-457. 355 H. Balzac, “Autre étude de femme”, op. cit…, III, p. 692. La descripción que de Napoleón hace el poeta Canalis en esta misma novela completa la definición del Emperador como potencia demónica: “¡Un hombre que se representa con los brazos cruzados, y que ha hecho todo! , ¡que ha sido el más hermoso poder conocido, el poder más concentrado, el más mordiente, el más ácido de todos los poderes!; genio singular que ha llevado la civilización armada sin fijarla en ninguna parte; un hombre que podía hacer todo porque deseaba todo; prodigioso fenómeno de voluntad.” Ibidem, p. 701. Para un estudio extenso sobre la interpretación balzaciana de Napoleón como nuevo Prometeo, cfr. F. J. Fornasiero, “Balzac et Ballanche: autour de “Le médecin de campagne” ”, L´Année Balzacienne, pp. 143 y ss. 356 J. Michelet, Histoire de la Révolution…, op. cit., I, pp. 430 y ss. Sobre esta cuestión se tratará en “Cádiz o la luz de la fundación”. 116 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Aquí radica, precisamente, el secreto de su potencial insurgente y su particular modo de analizar el problema de la soberanía. El Balzac que comienza a escribir (Les Chouans, 1829) con tal nombre, parece compartir el miedo que Gérard y sus bleus sienten ante lo tenebroso indefinido de la chouannerie (soberanía de lo múltiple) y cierra toda posibilidad al relato de la Revolución (soberanía de la pluralidad) como forma narrativa plena, como despliegue continuado. Desde luego, el escritor que elogiara a de Bonald 357 tampoco iba a dar trama literaria al vacío (vacante de soberanía) que precedió al inicio de algo radicalmente nuevo, “al reino de Francia sin Estado” que se perfilaba claramente desde 1787 358 . El “secretario” de la Monarchie de Juillet no podrá evitar, en cambio, que la corriente igualitaria, secreta y sigilosa, se filtre en la sociedad revolucionada a través de la fugaz inscripción narrativa de las distintas experiencias de la orilla (soberanía de lo múltiple) que descubrimos en las ciudades que se superponen en el relato: los viajes del flâneur hasta la tierra de los cimerios, la raíz sans-culotte del único absoluto –el caudal de energía de los muchos- que resta en la médiocratie 359 o el futuro amenazador que anuncia la sonrisa que esboza la boca simiesca de la Cousine Bette 360 . Por una vez, y aunque sólo fuera porque, con ello, cumplía con las exigencias de la tradición en la que se integraba, Galdós cruza el umbral en el que se detiene Balzac e inicia su relato por el relato del very beginning of Referencia teórica proclamada desde “l´Avant-Propos” de La Comédie. H. Balzac, “Avant-Propos”, op. cit…, I, pp. 12-13. Balzac participaba, con matices importantes –véase lo que se dice sobre el legitimismo balzaciano de razón en la nota -, del universo conceptual bonaldiano: catolicismo, orden, poder fuerte, mayorazgo, gran propiedad. Hasta el extremo de que de Bonald es el nombre que late por debajo de la máximas balzacianas de Le catéchisme social. 358 F. Furet, Penser la Révolution Française, Gallimard, 1978, Paris, p. 42. 359 Las referencias de Balzac a l´âge du petit son constantes. Cfr. H. Balzac, “Autre étude de femme”, op. cit…, III, p.702; e idem, “Louis Lambert”, op. cit…, XI, p. 649. 360 Para todas estas experiencias del umbral, ver los epígrafes titulados “Las katátabis de La Comédie Humaine” y “La escritura de la insurrección”. 357 117 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas nothingness. Se recrea con deleite –dedica dos episodios y medio a la cuestión 361 - en la descripción de “la vacante de Poder” que abre la quiebra de la Monarquía y, por si al lector no avisado se le hubiera escapado la intención del escritor, en el penúltimo título de la Primera Serie, don Manuel José de Quintana, ni más ni menos, da cuenta de la enormidad del vacío: “El terror y el escándalo no nos son desconocidos, señora (…) La conspiración del Escorial, los tumultos de Aranjuez, las vergonzosas escenas de Bayona, la abdicación de los Reyes padres, las torpezas de Godoy, las repugnantes inmoralidades de la última Corte, los tratos con Bonaparte, los convenios indignos que han permitido la invasión; todo esto, señora amiga mía, […] es el colmo del horror y del escándalo 362 .” El ropaje moralizante de las palabras del gran orador español no debe ocultarnos la presencia verdaderamente decisiva del vocabulario de lo sublime. El terror, el horror provocado por la desaparición inicial, por la desmesura de la nada -nos dice Galdós-, colocó a los hombres de 1808, directa e ineluctablemente, ante lo terrible en su sublimidad de los orígenes: el problema del comienzo. Semejante esfuerzo exige de una potencia que no puede resolverse “por medio de la razón ni del entendimiento (…) 363 ”, “[una Trafalgar, La Corte de Carlos IV y la primera mitad de El 19 de marzo y el 2 de mayo. Volveré a hacer referencia a esta cuestión en mi análisis del relato galdosiano del nacimiento del pueblo-héroe en Una nueva tradición épica: el relato de nación. 362 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 858. 363 “Aquella fe ciega, […] aquel esperar siempre”, “Uno de esos llamamientos morales, íntimos, informulados” en Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 385 y 432; “Los zaragozanos, despreciando los bienes materiales, como desprecian la vida, viven con el espíritu en los infinitos espacios de lo ideal” , idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 681. 361 118 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas potencia de] un dinanismo y [de] una inquietud ilimitados 364 (…) que se manifiesta en una capacidad de acción decididamente positiva 365 .” El relato de nación transforma radicalmente esta definición goethiana de lo demónico y reemplaza los nombres 366 de Napoleón y del Archiduque Carlos Augusto por la colección de homonimias – los ya célebres Araceli, la “Primorosa”, el “Gran Capitán”, doña Gregoria, “Pirli”, Montoria, doña Flora de Cisniega… 367 - que componen la figura de la pluralidad del héroe de los orígenes. Detrás de esta sencilla operación narrativa se descubre el reconocimiento explícito, entusiasta, del vivir-unido-del-pueblo 368 como condición material indispensable para la generación de poder, para la “El que no los vio renuncie a tener idea de semejante levantamiento”, en idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. Galdós también habla de entusiasmo, en idem, “Bailén”, op. cit…, I, p. 468. 365J. W. Goethe, “miércoles, 2 de marzo de 1831”, en J. P. Eckermann, Conversaciones con Goethe en los últimos años de su vida, Acantilado, Barcelona, 2005, pp. 536-537. Sobre la prodigiosa capacidad de acción del pueblo-todo, escribe Galdós: “la multitud aumentaba… Componíanla personas de ambos sexos y de todas las clases de la sociedad, espontáneamente reunidas”, “…El resultado era asombroso. Yo no sé de dónde salía tanta gente armada”, en B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432; “la sublevación es general”, en idem, “Bailén”, op. cit…, I, p. 465; “¡ A la calle todo el mundo!”, en idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 681. 366 Tolstói, ya se ha dicho, vio en esta operación político-narrativa un cambio decisivo en la inteligencia del mundo, por cuanto supuso la liquidación de cierta interpretación clásica del heroísmo, al tiempo que planteó la redefinición de conceptos claves como poder o movimiento e introdujo problemas epistemológicos ligados a la escritura misma de la h/Historia. Cfr. L. Tolstói, Guerra…, op. cit.., pp. 1720 y ss. Para un análisis in extenso de esta cuestión y de otras relacionadas, cfr. El catálogo de las naves o de los héroes incontables. 367 Excepción hecha del omnipresente Araceli, el resto de personajes –si bien algunos de ellos son personajes recurrentes a la manera de los balzacianosmuestran su sustancia heroica en los siguientes episodios: El 19 de marzo y el 2 de mayo, Napoleón en Chamartín, Zaragoza, Cádiz. Sobre la caracterización de los héroes incontables en general y los de la Indepedencia en particular, cfr. El catálogo de las naves y El heroísmo como Stimmung. 368 Escribe Arendt: “El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras ese grupo se mantenga unido.” Cfr. H. Arendt, Sobre la violencia, Alianza Editorial, 2005, Madrid, p. 61. 364 119 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas creación de la soberanía como creatio ex nihilo (“¡ … la Soberanía de la nación tardó mucho en tener casa propia! Hermoso fue tu primer día… 369 ”) La irrupción de este We-can de trasfondo arendtiano multiplica exponencialmente las potencialidades fenoménicas del relato de los orígenes y termina por re-significar cualquier elemento del dispositivo metafórico e ideológico. Así, el levantamiento 370 no es sólo imagen del despertar de la nación, afirmación de la independencia; también es cauce –un espacio que separa y que une a la vez- que permite a las voluntades individuales experimentar la metamorfosis propiamente política que les hará acceder a la pluralidad. Sólo en ese mágico momento, y gracias al movimiento de la parte al todo que permite la sinécdoque, ante la pregunta de dónde está el pueblo, cabe contestar: en cada uno de sus individuos y en todas partes 371 . El pueblo-todo es mucho más que una ficción en torno a la idea de un centro, es la simétrica adecuación entre la apariencia, que no ilusión, y la manifestación plena: “La frase castellana echarse a la calle es admirable por su exactitud y precisión. España entera se echó a la calle o al campo, su corazón guerrero latió con fuerza, y se ciñó laureles sin fin en la gloriosa frente 372 .” Es sinonimia perfecta –sin desajustes, sin matices- de la soberanía: “Las clases todas de la sociedad concurrían a la fiesta, y los antiguos baúles de la casa del rico y del pobre habíanse quedado casi vacíos. Vestía el poderoso B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, p. 870. Para un análisis de la metáfora de Toreno, cfr. El heroísmo como Stimmung. 371 Fuera de ese momento único, la respuesta se formularía tal y como lo hace L. de Bonald: “…. Y si nos preguntamos dónde está el pueblo, está en todas partes por sus individuos y en ninguna parte como pueblo”. En defintiva, el demos es siempre demos in absentia. L. de Bonald, Réflexions sur la Révolution de Juillet 1830 et autres inédites, Duc-Albatros, 1988, Paris, p. 79. 372 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, p. 974. La cursiva es de Galdós. 369 370 120 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas comerciante su mejor paño; la elegante dama, su mejor seda, y los muchachos artesanos, lo mismo que los hombres del pueblo (…) En los rostros había tanta alegría, que la muchedumbre toda era una sonrisa, y no hacía falta que unos a otros se preguntasen adónde iban, porque un zumbido perenne decía sin cesar: “¡A las Cortes, a las Cortes!! Las calesas partían a cada instante. Los pobres iban a pie, con sus meriendas a la espalda y la guitarra pendiente del hombro. Los chicos de las plazuelas de la Caleta y la Viña no querían que la ceremonia estuviese privada del honor de su asistencia, y, arreglándose sus andrajos, emprendían con sus palitos al hombro al camino de la Isla, dándose aire de un ejército en marcha; y entre sus chillidos y bufidos y algazara se distinguía claramente el grito general: “¡A las Cortes, a las Cortes! 373 ” La escena de la transparencia, perfecto ensamblaje del cuerpo celeste y del cuerpo terrestre, será rememorada cada vez que la Historia y, sobre todo, la historia –el relato de nación- lo requiera: “Grandes subidas y bajadas, grandes asombros y sorpresas, aparentes muertes y resurrecciones prodigiosas reserva la Providencia a esta gente porque su destino es poder vivir en la agitación como la salamandra en el fuego; pero su permanencia nacional está y estará siempre asegurada 374 .” Este último requiebro del fragmento galdosiano, que va de la contingencia a las esencias, deja un hilo suelto en la trama aparentemente tupida ; y, tirando de él, activamos uno de los muchos mecanismos sutiles de la nueva tradición épica: el distingo de dos tiempos en la definición del vínculo pueblo-soberanía. En la ciudad del relato de los orígenes, Andresillo Marijuán, Marcial, Pujitos, Celestino de la Cuadra, don Roque y el señor de Cuervatón, el tío Garcés, Trijueque, Gallardo, Presentacioncita Rumblar 375 …. viven tan unidos que las potencialidades de la acción están siempre presentes. Estamos ante el poder específico del demos, es decir, ante el kratos; y este B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 866. La cursiva es de la autora. Idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 749. La cursiva es de la autora. 375 Estos personajes aparecen, respectivamente, en los siguientes episodios: Gerona, Trafalgar, La Corte de Carlos IV, El 19 de marzo y el 2 de mayo, Napoleón en Chamartín, Bailén, Zaragoza, Juan Martín, el Empecinado, Cádiz. 373 374 121 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas poder, como el agente de la acción al que acompaña, tiene dos significados muy particulares. Por un lado, define la superioridad de los héroes homéricos 376 –en lenguaje de la independencia: majos, chisperos, médicos, monjas, campesinos, terratenientes, nobles... pueblo-todo- que afirman su fuerza sobre los enemigos –la Grande Armée. Es soberanía en permanencia. Ahora bien, si, desde la guerra exterior, nos deslizamos hasta el proceloso espacio del interior de la ciudad, expresa la victoria de una parte sobre otra, la ventaja que una facción adquiere como resultado de una stasis. Sólo desde este fondo amenazante de división de la comunidad (que todavía no es guerra civil y, aunque se intuye, no se explicita porque no conviene al dispositivo ideológico del relato de nación 377 ), se comprende el significado ambivalente 378 de las partidas, pues si bien se debía a ellas “la permanencia nacional, el respeto que todavía infunde a los extraños el nombre de España 379 ”, también fueron “anarquía reglamentada que reproducía los tiempos primitivos”, “la gran academia del desorden 380 .” Se descubre este Tomo prestada la definición que N. Loraux, a su vez, dice adeudar a É. Benveniste (Vocabulaire des institutions indo-européens, 2 vols, Éd. Minuit, 1969, Paris). Cit en N. Loraux, La cité divisée. L´oubli dans la mémoire d´Athènes, Petite Bibliothèque Payot, 1997, Paris, p. 67. Entre los muchísimos ejemplos sobre el uso del concepto de kratos en Homero, me limito a señalar algunas referencias en la propia fuente: Homero, Ilíada, Gredos, Madrid, 19 , I, 509-510; XI, 318-319 y 509; XVII, 319-322. 377 En la Primera Serie, el tema de los dos Españas es sólo un mal que se anuncia. Cfr. B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, pp. 871 y 895. 378 Esta ambivalencia se observa muy en el mecanismo de identificaciones que activa el relato, pues el episodio de las partidas –Juan Martín, el Empecinado-, no mueve a la emulación de los héroes homéricos del 2 de mayo, de Zaragoza, de Gerona o de Bailén. Se busca la compasión del lector en la conmovedora historia del “Empecinadillo” o en los decorados sociales –representados por ancianos y mujeres- que han sufrido los terribles saqueos de los franceses y de los guerrilleros. Cfr. B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit.., I, pp. 1005, 958, 984 y ss. 379 Ibidem, p. 957. 380 Ibidem, p. 975. 376 122 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mismo temor a la stasis cuando la historia se refiere a la floración a esas “cuadrillas de insurgentes 381 ” que, haciendo uso deplorable del derecho histórico, se llamaban a sí mismas Juntas territoriales. Y como la nación sólo podía ser pensada bajo la forma de la unidad, se impuso, por evidente, la sustitución del nombre de un odio (demos-kratos) 382 por otro nombre y otro concepto de poder, el que se tiene por legítimo, el B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 466. Del peligro –muy efectivo- que, en sí mismas, contenían las Juntas como expresión de un poder político desligado de la coerción y de la obediencia dan perfecta cuenta las referencias negativas que hace Galdós y el denodado empeño de los patriotas en hacer de ellas un cuerpo, aunque fuera tan achacoso como el de la Central. Para un análisis de esta cuestión en la Historia, cfr. J.M. Portillo, Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en España 1780-1812, CEC, 2002, Madrid, pp. 194 y ss y A. Moliner Prada “ Las juntas como instituciones típicas del liberalismo español”, en R. Robledo, Irene Castells, M.C. Romeo (eds), Orígenes del liberalismo…, op. cit., pp. 237 y ss. Por lo que a la historia se refiere, el diálogo que mantienen el afrancesado Santorcaz, el patriota excelso conocido como el “Gran Capitán” y esa gran analista de Navalagamella llamada doña Gregoria expresa claramente la opinión que merecían a Galdós esos “¡Demonios de Juntas!”: “-¿Qué noticias son esas? -Nada, poca cosa. Cuando el francés las sepa verá usted qué contento se pone…Que en todas las ciudades se han nombrado o se van a nombrar Juntas, las cuales no harán caso de lo que se mande en Bayona, sino que… 381 -Pero si Fernando VII no es ya Rey de España, porque ha cedido sus derechos al Emperador, lo mismo que Carlos IV. ¿Qué son esas Juntas más que cuadrillas de insurgentes? -¿Sí?...., pues que las quiten; es cosa fácil. ¡Demonios de Juntas! Y las muy simples están formando unos ejércitos…, cosa de juego, señor de Santorcaz: cuatro gatos que estaban ahí, en el Campo de San Roque, con unos cuantos cañoncillos… Y también han dado en armarse los paisanos, lo mismo en Castilla que en Cataluña, así en Valencia como en Andalucía… Pero eso no vale nada; son hombres de alfeñique y alcorza, y no digo yo con balas, con saliva los destruirán los franceses.” En B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 466. En el contexto revolucionario francés, las sociétés secctionnaires también expresaban ese temible kratos del demos; claro que las juntas “sólo” eran expresión de sentimiento galófobo –en su interpretación mínima- o de afirmación nacional –en su interpretación máxima- y las sociétés aspiraban a derrumbar las estructuras existentes. Para las sociétés, cfr. M. Breaugh, L´expérience…, op. cit…, pp. 193 y ss. y también el epígrafe titulado “La escritura de la insurrección.” 382 Escribe J. Rancière: “… la palabra misma es la expresión de un odio. Fue, en principio, un insulto inventado, en la Grecia antigua, por aquellos que veían la 123 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas que expresa el curso regular de las instituciones, la arkhé 383 : la Nación, Cádiz y la Iglesia de San Felipe, la Constitución y las Cortes, la Soberanía y los derechos imprescriptibles, el control de Gobierno y el voto, la libertad de opinión y de imprenta…. 384 La soberanía-principio, la inscripción en el tiempo. Cuando Muñoz Torrero termina de lanzar “a la faz de la nación el programa del nuevo Gobierno y la esencia de las nuevas ideas 385 ”, pueblo y nación ya 386 no son perfectas sinonimias. La carne heroica de Andresillo Marijuán, de Marcial, de Pujitos, de la Primorosa, de Cuervatón, de don Roque, de Montoria, de Sursum-Corda … -y, lo que es mucho más importante, su kratos- se sustanciaba jurídicamente en la nación, un “sujeto ideal, ficticio, carente de existencia empírica 387 ”, un cuerpo moral que se situaba por encima de toda autoridad, un principio absoluto, en fin, que se afirmaba como distinto a la realidad viva de todos y cada uno de esos héroes incontables. ruina de todo orden legítimo en el innombrable gobierno de la multitud.” J. Rancière, La haine de la démocratie, La Fabrique Éditions, 2005, Paris, p. 7. 383 N. Loraux, La cité divisée, op. cit…, pp. 54-55. 384 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, pp. 869, 870, 872, 895, 897, 900, 901. 385 Ibid, p. 868. 386 Este “ya” es tan significativo como el de Quintana y demuestra el increíble talento de los constitucionales gaditanos. El hecho de radicar (el célebre “reside esencialmente” del artículo 3) la soberanía en la nación conjuraba lo que, a sus ojos, eran dos peligros que amenazaban seriamente a la recién creada comunidad política. De un lado, evitaba la afirmación del individuo como sujeto de la soberanía, es decir, impedía al todo social el acceso a la individualidad –en definitiva, se salvaba el problema teórico y práctico de un contrato de base individualista. La huella de este primer gesto constitucional perduraría en el tiempo, al extremo de que el español -y no el ciudadano- seguía siendo el titular de derechos en fecha tan tardía como 1869. De otro, la sola mención del nombre de nación transformaba el poder originario del demos – admisible únicamente en el específico momento del nacimiento del pueblo-todo como héroe de la Indepedenciaen arkhé que se inscribe en el tiempo. Para un análisis en profundidad de esta cuestión, cfr. Art. 3 de La Constitución de Cádiz (1812), Castalia, 2002, p. 89; A. Argüelles, Discurso Preliminar a la Constitución de 1812, C. E. C., 1989, Madrid, pp. 77-82; J. Portillo, Revolución de nación…, op. cit…, pp. 149, 381 y 414 y ss ; M. Pérez Ledesma, “El lenguaje de la ciudadanía en la España contemporánea” y J. Varela Suanzes, “El pueblo en el pensamietno constitucional español (1808-1845)” en VVAA, “Pueblo, ciudadanía y …”, op. cit.., pp. 251 y ss. y 208-211. 387 Ibidem, p. 208. 124 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La energía del demos, sin embargo, mantiene intacta su cualidad de fuerza viva, su fluidez … y su peligro. Desde la perspectiva de la tensión kratos/arkhé, la visita que, en el episodio Cádiz, Araceli y Diego de Rumblar 388 hacen a un “club incipiente 389 ” ha de interpretarse en términos de mise en scène de la degeneración de una forma política. Con su habitual ironía, Galdós ofrece a la comunidad de lectores el espectáculo de la polis democrática como fiesta del exceso de las palabras 390 : el enjuto orador Gallardo y sus amigos entregados a la discusión de elaboraciones teóricas propias y de las ajenas que se recogen en el Diccionario burlesco 391 componen la imagen de los polloí reunidos en asamblea conceptual. La osadía de Hijo de los condes de Castro de Oro de Afán de Ribera. De carácter débil, este galán calavera es uno de los pocos personajes que parecen estar sobrepasados por la gesta de 1808; sin embargo, la Stimmung heroica conseguirá elevarlo y hará figura, no podía ser de otro modo, del pueblo-héroe de los orígenes. Su madre planea casarle con Inés, el amor de Araceli; pero termina por hacerse amigo de éste. Aparece en Bailén y en Cádiz. 389 Galdós describe minuciosamente la atmósfera jacobina de los espacios de discusión del Cádiz constituyente: “Llegamos –cuenta Araceli- a la calle de la Santísima Trinidad, y en un cuarto bajo, obscuro y humildísimo había hasta dos docenas de personas de diferentes edades, aunque abundaban más que los viejos los jóvenes (…) vestidos de voluntarios los unos y con sotana un par de ellos, si no estoy trascordado. Describir la confusión y bulla que allí reinaba fuera imposible, pintar la variedad de sus fachas, la movilidad de sus gestos y la comezón de hablar y reír que los poseía, fuera prolijo. Unos se sentaban en las desvencijadas sillas; otros, de pie sobre las mesas, haciendo de éstas tribuna, se adestraban en el ejercicio parlamentario; algunos disputaban furiosamente en los rincones, y no faltaba quien en las rodillas, o sobre el breve espacio de mesa que dejaban libre los pies de los oradores, emborronara cuartillas. Era aquello unido, una echadura de políticos, de periodistas, de tribunos, de agitadores, de ministros, y daba gusto ver con cuánto donaire rompían el cascarón los traviesos polluelos. Aquello era club incipiente, redacción de periódico, academia parlamentaria, todo esto y algo más.” En Ibidem, p. 919. 390 Ésta es una de las clásicas parodias que encontramos ente los grandes críticos de la pólis democrática como Aristófanes o Platón. El comienzo del Gorgias es todo un manifiesto. Cfr. Platón, “Gorgias”, Diálogos, op. cit…, II, 447 a-c. 391 “Pero ustedes- dice a sus lectores Araceli-no conocieron a Gallardo como yo le conocí, en la plenitud de su frenesí clerofóbico; ustedes no le oyeron leer como yo las célebres páginas del Diccionario burlesco (…) Hallábase poseído de un estro limpio, y fue la primera musa de esa gárrula poesía progresista que durante muchos años atontó a la juventud, persuadiéndola de que la libertad consiste en matar curas.” B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 920. 388 125 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Tersites 392 multiplicada. Pasado el momento de la fundación 393 , la democracia sólo puede ser mala democracia; la que coincide con su nombre, aquélla en la que el demos ejerce el poder (“gobierno en que el Pueblo, en uso de su soberanía, se rige por sí mismo” es la definición de un mozalbete de voz ceceosa 394 ), ocupa el centro de la ciudad (la calle de la Santísima Trinidad 395 ), y sólo tiene que dar unos pasos (qué cerca queda la Iglesia de San Felipe cuando cualquier gaditano puede decir “hay que ir a la tribuna 396 ”) para ir a la asamblea y pretender las arkhaí (“cuando sea diputado- dijo uno….”). La parodia galdosiana de la fiesta de las palabras no debe confundirnos. Cádiz es espacio de la distinción y espacio de los iguales, así que, por más que el escritor nacional intente hacer otra cosa (a través de la distancia irónica que pretende crear con el tono humorístico de la escena 397 ) de la lengua del pueblo, sólo en estas pocas páginas de la Primera Serie –y el milagro no se repetirá en el resto de Series-, encontramos la palabra como acción de los muchos. Sólo aquí la palabra interrumpe el proceso vital y se transforma en conversación sobre los asuntos públicos, en apertura de un mundo compartido 398 . En el episodio de la Constitución, el pueblo no chilla, como la multitud que asalta el palacio de Aranjuez en El 19 de marzo… 399 ; ni emite alaridos, como la turba de El grande oriente o los madrileños del 7 de Sobre este personaje de la Ilíada y el sentido de la frase, cfr. “As for the many.” Concretamente, en las páginas 919 y ss de Cádiz, es decir, cincuenta después de que la España imaginada hubiera realizado “una de las principales dobleces del tiempo.” Cfr. B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 869. 394 Ibidem, p. 921. Las cursivas son de la autora. 395 Ibidem, p. 919. 396 Ibidem, p. 921. 397 Como se verá, ésta es la misma estrategia que emplea el Homero del canto II en la escena de Tersites. 398 D. Villa, Arendt et Heidegger…, op. cit…, p. 257 y A. Wellmer, “Arendt on revolution”, en VVAA, The Cambridge Companion to Hannah Arendt, op. cit…, p. 229. 399 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 375. 392 393 126 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas julio 400 ; ni muge, como la muchedumbre de O´Donnell 401 . La palabra del pueblo de Cádiz es logos y no phoné. Los gaditanos hablan … y serán escuchados por la comunidad de lectores 402 de los Episodios. El pequeño momento constituyente gaditano permite recuperar la literalidad del citado fragmento del libro VI de la Política y su comentario. La buena democracia, decía Aristóteles, la que se aproxima en mayor medida al régimen ideal de la politeia, es la que aleja del centro a los áporoi mediante el censo o cualquier otro medio. Claro que una cosa era el demos in absentia aristotélico (éste vigila a los magistrados y tiene el poder de deliberar) y otra muy distinta el que configuraron (porque lo nombraron y lo moldearon, lo abrieron y lo cerraron, lo agrandaron y lo empequeñecieron) las elites políticas e intelectuales del siglo XIX. La inteligencia de todos los engranajes que permitieron mantener a los muchos à l´écart podría comenzar con el análisis de las reflexiones de que se sirve Araceli para dar por clausurada la sesión: “Yo me aburría entre aquella gente, sin poder sacar substancia de tan inaguantable confusión de voces diversas, ni de aquel laberinto de opiniones, de insensateces, de puerilidades, manifestadas en coro inarmónico, cuyo susurro hubiera enloquecido la cabeza más fuerte 403 .” La lengua sencilla del narrador de la Primera Serie siempre dice más de lo que dice. Confusión de voces diversas, laberinto de opiniones, insensateces, coro inarmónico. La escena galdosiana de la Idem, “El grande oriente”, op. cit…, II, p. 417 e idem, “7 de julio”, op. cit…, II, 570. Idem, “O´Donnell”, op. cit…, IV, p. 472. Otros pasajes en los que encontramos el mismo tratamiento a la cuestión de la lengua del pueblo convertida en phoné, idem, “La Fontana de Oro”, op. cit…, pp. 197, 436, idem, “Los cien mil hijos de San Luis”, op. cit…, II, p. 635 402 Sobre esta comunidad, cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli”. 403 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 923. 400 401 127 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas polis democrática no es más que una pequeña muestra, una de las tantísimas que se pueden encontrar en la novela y las obras de pensamiento político del siglo, de la tradición dominante entre los diseñadores de las ciudades existentes. De manera más precisa, las referencias de Araceli reflejan hasta qué punto el talento de esos teóricos en el manejo de la tensión verdadopinión 404 (el siempre inevitable diálogo con Platón y con Aristóteles) contribuyó a determinar el contenido y los límites de sus ciudades. Las elites liberales se cuidaron mucho de que le moment Guizot 405 comenzara, no ya en 1830, sino desde la fundación, con el distingo del 89 (Sieyès y Barnave) entre ciudadanos pasivos y ciudadanos activos que imitaran los constitucionales gaditanos al hablar de “españoles” y de “ciudadanos. 406 ” El alcance de la operación conceptual se comprende en toda su dimensión si nos situamos en la perspectiva de los márgenes de lo político. En el interior de la comunidad, la política era asunto de doxa, es decir, de opinión y también de esplendor y de fama 407 . En ese sentido había de entenderse la libertad de opinión de los modernos: la formulación con J. Rancière define esta tensión como la “primera batalla” de la filosofía política contra la democracia. Cfr. J. Rancière, La Mésentente, op. cit…, p. 140. Evidentemente, se refiere –pace H. Arendt- a la institución platónica de la filosofía política. 405 Tomo la expresión de la obra de P. Ronsavallon. Cfr P. Rosanvallon, Le moment Guizot, Éditions Gallimard, 1985, Paris. 406 La distinción pretendía evitar – y ello resulta aún más evidente en la formulación gaditana- la definición de los derechos políticos como derechos naturales y, por tanto, extensibles al conjunto de la comunidad política. Y, además, ¿dónde comenzaba y dónde terminaba esa comunidad? Se trataba, evidentemente, de un doble reaseguro. Cfr. J. Varela Suanzes, La teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico, CEC, Madrid, 1982, pp. 249-262. 407 Ya se sabe de la polisemia del acorde –por utilizar la hermosa imagen del profesor E. Lledó- que contiene toda palabra griega. 404 128 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas palabras de aquéllo que se le aparece a uno –dokeî moi 408 - ante los demás; en definitiva, la posibilidad de ser visto y escuchado por ellos. Por el contrario, si lo que se planteaba era la posibilidad de prolongar la elipsis descendente hasta ampliar los límites de la ciudad por abajo (es decir, si se estudiaba la idea de abrir el espacio de la aparición a ceux qui ne sont pas encore…), la política se convertía en un problema de conocimiento, de verdad, el gran asunto del sabio; y, como se sabe desde Platón, eso es algo que no está al alcance de la multitud 409 . Sin llegar a la tierra de la verdad del libro V de La República, la comunidad de los modernos tenía mucho de la consistencia – una extraña mezcla de confort doméstico y de frágil firmeza frente al empuje de los elementos- de la ya mencionada nave política de Cánovas en La cuestión obrera y su nuevo carácter 410 : una nave que flotaba y que procuraba hacer del agua de la contingencia “un rumor bronco” de ciudad muy a lo lejos. Este doble juego con la opinión –como criterio de política entre iguales- y con la verdad –como criterio de impolítica política platónica que niega toda posibilidad de hacer política al demos-, está presente en esa primera quiebra del vínculo pueblo-soberanía que se produce con la fundación; es decir, en las primeras reflexiones de Sieyès 411 sobre las H. Arendt, “Filosofía y política”, en idem, Filosofía y política. Heidegger y el existencialismo, Besatari, 1997, Bilbao, pp. 22 y ss. Además de las referencias directas a las fuentes griegas, para el análisis de los conceptos de verdad y opinión que utilizo aquí, me sirvo de este magnífico texto de H. Arendt. 409 H. Arendt, “Filosofoía y política”, op. cit…, p. 21. 410 Repito la cita de Dua umori diversi: “… las masas productoras y consumidoras (…) agítanse, según se ve, sin sujeción alguna a ley cierta, y a la manera que el vasto y profundo océano; dejando oír constantemente, por igual modo que él, un rumor bronco, que no permite a la población marinera olvidar por sí solo un momento su amenazada existencia.” En A. Cánovas del Castillo, “La cuestión obrera y su nuevo carácter”, op. cit…, p. 489. 411 Sieyès define la representación en términos de cosmovisión: “Todo es representación en el estado social. Se encuentra en todas partes tanto en el orden privado como en el orden público (…) Digo más, se confunde con la esencia misma 408 129 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas ventajas del sistema representativo o en la distinción entre derechos civiles y derechos políticos que hace Muñoz Torrero 412 en las Constituyentes de 1811. Las disquisiciones de los dos geniales abates no eran más que esbozos de lo que, décadas más tarde, cristalizaría en la teoría del pouvoir capacitaire, “ la piedra angular de toda [la] filosofía política 413 ” de los doctrinarios 414 . Este poder permitió a la nueva elite transformar la sociedad moderna “en una suerte de “orden representativo” generalizado en el que cada uno limita[ba] su actitivad a tareas muy precisas, aceptando confiar a otros aquellas para las que no se t[enía] un savoir-faire específico 415 .” Con todo, la inscripción de la política en el principio general de la división del trabajo no es, como sostiene P. Ronsavallon 416 , una “perspectiva inédita” abierta por de la vida social” Opinion de Sieyès sur plusiers articles IV y V du projet de constitution, Thermidor an III, Paris, pp. 5-6 cit en P. Ronsavallon, La démocratie…, op. cit., p. 13. 412 En su intervención como Presidente de la Constituyente, el abate fue muy claro: “Hay dos clases de derechos, unos civiles y otros políticos, los primeros, generales y comunes a todos los individuos que componen la nación, son el objeto de las leyes civiles; y los segundos pertenecen exclusivamente al ejercicio de los poderes públicos que constituyen la soberanía. La Comisión (constitucional) llama españoles a los que gozan de los derechos civiles, y ciudadanos a los que al mismo tiempo disfrutan de los políticos.” DDAC, 9 de septiembre de 1811, t. 8, pp. 204-205 cit en J. Varela Suanzes, La Teoría del Estado…, op. cit., 413 P. Ronsavallon, La démocratie inachevée…, op. cit., p. 110. 414 Toda la exposición teórica sobre los doctrinarios que aquí se hace es de inmediata aplicación a las elites liberales españolas. El efecto mimético fue tal, que incluso se pueden encontrar algunas referencias a cierta exigencia de originalidad que demandaban los sectores más progresistas. Ejemplo de ello es la intervención del diputado Gorosarri en las Constituyentes de 1837: “yo no quiero que de ese modo siguiésemos las ideas de los doctrinarios, que son sumamente restrictivas, pues sólo quieren que disfruten de los derechos constitucionales un círculo pequeño, una sola clase de ciudadanos” (cit en J. Varela Suanzes, “El pueblo en el pensamiento constitucional…”, op. cit., p. 233). Para un análisis específico de la delimitación de los márgenes de la comunidad, es decir, de la construcción del concepto de ciudadano, cfr. M. Pérez Ledesma, “El lenguaje de la ciudadanía en la España contemporánea”, en idem (ed), De súbditos a ciudadanos. Una historia de la ciudadanía en España, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2007, pp. 458 y ss. 415 P. Ronsavallon, La démocratie inachevée. Histoire de la souveraineté du peuple en France, Éditions Gallimard, 2000, Paris, p. 13. 416 Idem. 130 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Sieyès y profundizada por Guizot. La modernización de la política, la “política del fin de la política 417 ” comienza con Aristóteles. En el archimencionado fragmento del libro VI de la Política, se dibuja la redistribución –a partir del criterio de la gratuidad de las magistraturasde las plazas por ocupar en la ciudad y de los deseos asociados a este litigio. Las pasiones privadas y públicas quedan perfectamente repartidas. “Los más altos cargos para los de mayores rentas (…) y esta ordenación es satisfactoria para las clases distinguidas (…), pues no estarán gobernados por inferiores, y gobernarán con justicia debido a que otros son soberanos en la rendición de cuentas 418 .” Los pobres no tendrán envidia –una palabra que no asusta al maestro griego, ni a Maquiavelo… ni a Balzac- de los ricos porque no pueden sacar provecho de las magistraturas y la mayoría “aspira más al lucro que al honor (…) De este modo resulta lo que es más ventajoso en los regímenes: que las clases distinguidas manden sin cometer errores, y el pueblo no se vea rebajado en nada 419 .” Como demostraron las ciudades existentes del XIX, la ausencia de una clase no garantiza la pacificación del espacio de lo político. Las ciudades invisibles son estrato geológico, profundidad, sí; pero, en cualquier momento, salen a la superficie –la metáfora galdosiana de “estamos sobre un volcán 420 ”- y devienen ciudades intermitentes. Emergen porque, al diseñar J. Rancière, Aux bords…, p. 45. L. Strauss también escribe en el mismo sentido: “Ahora debemos decir algunas palabras acerca del supuesto prejuicio antidemocrático de Aristóteles. La democracia con la que disiente es la democracia de la ciudad, no la democracia moderna o el tipo de democracia que presupone la distinción entre Estado y sociedad.” L. Strauss, La ciudad y el hombre, op. cit…, p. 58. 418 Aristóteles, Política, op. cit…, VI, 1318b 6-7 y 1319 a. 419 Ibidem, p. 375 y 377. La cursiva es de la autora. 420 B. Pérez Galdós, “El 1º de Mayo”, Madrid 15 de abril de 1885, Política Española, op. cit…, p. No se trata de una creación original; sino de una fórmula repetida en el dispositivo retórico sobre los muchos, especialmente frecuente en la literatura 417 131 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas su ciudad, los doctrinarios, a diferencia de Aristóteles, se ocuparon y preocuparon de las plazas por distribuir como si las pasiones que ese litigio suscita pudieran ser contenidas, sin más, por la forma que ellos mismos habían dado a las relaciones sociales. De no haber confiado tanto en su obra de ingeniería, hubieran dejado alguna apertura al demos para que éste no se viera “rebajado en nada 421 ”; ya que, como se puede leer en el libro III, “su participación en las magistraturas supremas no deja de ser arriesgada (…) Pero no darles acceso ni participación en ellas es temible, pues cuando son muchos los privados de honores y pobres, forzosamente esa ciudad está llena de enemigos. Queda la salida 422 de que participen en las funciones deliberativas y judiciales (…) 423 ” Los doctrinarios no podían concebir siquiera una salida de tipo aristotélico, por cuanto una apertura tal implicaba admitir la existencia de formas de la subjetividad política y, por ende, de la inteligibilidad, distintas a las de la plena individualidad. La facultad que Aristóteles reconoce al anti-communard. Cfr. P. Lidsky, Les écrivains contre la Commune, Éditions La Découverte, Paris, 1999. 421 Aristóteles, Política, op. cit…, VI, 1319 a 7. 422 De la importancia de esta salida aristotélica supieron mucho los grandes reformadores de la democracia ateniense: Solón –a quien el propio Aristóteles menciona en el texto que se cita-, Clístenes, Temístocles, Efialtés, Pericles. El pensamiento de esta “salida” estaba íntimamente ligado al problema más importante al que se enfrentó la comunidad ática desde finales del siglo VI a. C : la articulación de la presencia cívica. La reforma de Clístenes (la redistribución de la población ateniense en nuevas subdivisiones administrativas que, además, tenían en gran parte nuevas funciones y la creación de un Consejo de los Quinientos cuya composición respetaba la nueva organización administrativa) fue el paso verdaderamente decisivo en la participación de amplias capas de la población en la vida cívica, en la invención de una nueva forma de las relaciones sociales: la isonomía. Temístocles, Efialtés y Pericles completaron la incorporación al pacto de los muchos –que quedaron liberados para la libertad- mediante la retribución de las distintas formas de participar en la vida de la pólis (especialmente en la flota y en las instituciones por sorteo). Cfr. C. Meier, La naissance du politique, Gallimard, Paris, 1995, pp. 71-106. 423 Aristóteles, Política, op. cit…, III, 1281b 8 132 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas demos soberano es la facultad de juicio 424 , es decir, una forma de pensamiento sobre lo que es común en cuanto mundo compartido 425 , sobre lo concreto, sobre lo contigente; una forma de pensamiento en y de 426 la ciudad que supone la apertura a la dimensión intersubjetiva como dimensión originaria del pensar. Y, como además, identifica el juicio político con el juicio de gusto 427 , no hace problema del problema del conocer; pues “al ser muchos, cada uno tiene una parte de virtud y de prudencia, y, reunidos, la multitud se hace como un solo hombre con muchos pies y muchas manos y muchos sentidos; así también ocurre con los caracteres y la inteligencia. Por eso también las masas juzgan mejor las obras musicales y las de los poetas 428 .” Escribe Aristóteles: “Pero el que la masa debe ser soberana más que los mejores, pero pocos, puede parecer una solución y, aunque tiene cierta dificultad, ofrece quizá también algo de verdad. En efecto, los más, cada uno de los cuales es un hombre mediocre, pueden, sin embargo, reunidos, ser mejores que aquellos, no individualmente, sino en conjunto. Lo mismo que los banquetes, en que han contribuido muchos, son mejores que los sufragados por uno solo.” Aristóteles, Política, op. cit…, VI, 1281b 1-3 y también “Pues todos reunidos, tienen suficiente sentido y, mezclados con los mejores, son útiles a las ciudades, de la misma manera que el alimento no puro mezclado con el puro hace el conjunto más provechoso que una pequeña cantidad de alimento puro. Pero cada uno por separado es imperfecto para juzgar” idem, 1281b 9. 425 Como señala Arendt, lo que importa es la deliberación misma, no el resultado de la palabra compartida. Cfr. H. Arendt, “Filosofía y política”, op. cit…, pp. 30-31 y A. M. Roviello, Sens commun et modernité chez H. Arendt, Éditions Ousia, Bruxelles, 1987, p. 139. 426 Y no sobre la ciudad. El uso de esta preposición supone asumir la institución platónica de la filosofía política. 427 El sentido de esta identificación aristotélica entre el juicio político y el juicio de gusto quedaría completada por la afirmación de Arendt –vía Maquiavelo y Kantde la política como asunto de apariencia. Y, en esta política que juzga las apariencias y no los propósitos, el problema del conocer deja de ser un problema. Cfr. H. Arendt, Conferencias…, op. cit…, pp. 40 y ss e R. Beiner, “Hannah Arendt y la facultad de juzgar”, ibidem, pp. 240 y ss. 428 Aristóteles, Política, op. cit…, III, 1281b 1-3. 424 133 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Esta política de la doxa de los muchos 429 , este vínculo aristotélico entre la ley y esa facultad -que casi no distingue entre la persona instruida y la ignorante 430 - resultaban absolutamente impensables en las ciudades existentes. Los doctrinarios encontraron en la noción de capacidad 431 el fundamento que rompió ese vínculo; y, en el censo, el mecanismo estéticopolítico que mantenía à l´écart a los muchos 432 . La operación disyuntiva se culminó con la redefinición del sufragio, que ya no era fuente de legitimidad, ni expresión de la igualdad civil entre los hombres; el voto se definía ahora como simple función 433 . La relación entre los muchos y la ley quedaba sólo para la desmesura 434 de los orígenes ; en el tiempo histórico, los márgenes de la 429En el específico marco conceptual de las reflexiones del libro III sobre la soberanía del demos, los muchos son definidos como “todos aquellos que ni son ricos ni tienen ningún prestigio por su virtud.” Ibidem, 1281b 6. 430 Ésta es la clave para interpretar el contrato estético kantiano y la lectura que hace H. Arendt –la filosofía política nunca escrita de Kant- del mismo. Cfr. H. Arendt, Conferencias sobre la filosofía política de Kant, Paidós, Barcelona, 2003, pp. 118 y ss. 431 Este principio se convirtió en síntesis que establecía un punto de encuentro entre la razón humana y la acción, que resolvía el antagonismo entre el dereho positivo y el derecho natural, que daba fundamento teórico a la distinción establecida por Sieyès entre ciudadanos activos y pasivos. El dispositivo era complejo –principios teóricos y mecanismos electorales-, pero el objetivo era simple: crear una clase política en la sociedad. Cfr. P. Ronsavallon, Le moment Guizot, op. cit., pp. 95 y ss; idem, La démocratie…, op. cit…, p. 110 432 B. Baczko, “Presentation. Reviewing the Revolution. The political issues”, en F. Furet y M. Ozouf (eds), The French Revolution and the creation of the modern political culture, vol III, Pergamon Press, Oxford-N. York, 1989, p. 406. 433 P. Rosanvallon, La démocratie…, op. cit., p. 112. 434 Si los doctrinarios no podían concebir soluciones como las de Aristóteles, mucho menos podían vincular desmesura y ley a la manera de Maquiavelo, que piensa el problema en el espacio de la lucha de clases y bajo el signo de la desmesura del deseo de libertad: “Creo que los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan más en los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que produjeron, y consideran que en toda república hay dos espíritus contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión entre ambos, como se puede ver fácilmente por lo ocurrido en Roma.” N. Maquiavelo, Discursos…, op. cit., Livro I, capítulo IV y también C. Lefort, Le travail…, op. cit…, pp. 476 y ss. 134 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas comunidad política se estrechaban y los muchos quedaban fuera del pacto porque no se les daba acceso ni participación en las arkhaí. Es verdaderamente significativo que el nombre colectivo de “ilotas 435 ” (también los de bárbaros y proletarios) se convirtiera en metáfora de la exclusión política en la nueva morfología social que estaba naciendo en la Francia de comienzos de la década de 1830. Si de lo que se trataba era de buscar analogías con la Antigüedad, se descubría que les incomptés de l´ordre capacitaire eran peligrosos, no tanto porque fueran ilotas; sino porque, en un momento anterior (la toma de la Bastilla, el 2 de mayo … y sus consecuencias), habían sido el equivalente moderno de la clase marinera de Temístocles. Es decir, la clase que, con su acción de concierto, había contribuido de manera decisiva a la grandeza de la ciudad 436 . Y, ya lo dijo P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit., p. 257. La elección de este vocablo es hipersignificativa, pues se trataba de los excluidos entre los excluidos de la Antigüedad: los esclavos de Esparta. 436 En el siglo V a. C. , Athenas tuvo que reinventarse a sí misma como polis democrática y como potencia marítima para enfrentarse a los persas. Temístocles (personaje importante desde 492 a.C., fecha en la que fuera elegido arconte, su figura alcanzaría una nueva dimensión tras su participación en la batalla de Marathón en 490 a C) comprendió pronto que para que la ciudad aprovechase al máximo su situación geográfica, tenía que contar con una armada que protegiese sus costas y transportase rápidamente a sus soldados de unos frentes a otros. Los hoplitas, los éuporoi, aquellos que tenían medios y armas, ya no bastaban para enfrentarse al mayor imperio conocido. Las necesidades militares y la reforma clisteana –que trajo la isonomía- dieron cobertura ideológica al proyecto de Temístocles de hacer de la flota ateniense el verdadero eje de la polis. En el exterior, luchando contra el más temible enemigo y asegurando la estabilidad de las ligas helénicas. En el interior, la construcción de una armada provocó un cambio definitivo en los equilibrios cívicos. Evidentemente, resultaba más sencillo reclutar los hombres entre los sectores más pobres de la población que no estaban muy ligados a la tierra o al taller y podían encontrar muy atractiva la idea de una retribución garantizada por la ciudad. Para los trabajos más serviles o mecánicos, se emplearon esclavos; pero el grueso de la nueva clase marinera estaba constituido por hombres libres que tenían poco que perder adoptando un nuevo medio de vida. Temístocles supo utilizar políticamente el entusiasmo que provocó en los aporoï, hasta el extremo de conseguir ser elegido estratego en 480 a. C. Pasado el peligro persa, ese mismo fervor popular le convirtió en una figura demasiado molesta para los Grandes, que pondrían en marcha una campaña de hostigamiento hasta conseguir su destierro en 470 a.C. De la importancia de la contribución de la clase marinera a la grandeza de la ciudad da cuenta la elección de escenario que realiza Pericles a la hora de pronunciar la célebre Oración Fúnebre: el puerto del 435 135 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Spinoza, “nada resulta más difícil que volver a quitar a los hombres la libertad, una vez concedida 437 .” Los doctrinarios podían distribuir las plazas de la ciudad como si no importaran las pasiones que provoca el litigio. Balzac podía declarar, por boca del doctor Bénassis, “a la clase pobre (…) incapaz de participar en el gobierno” y al principio de elección “como uno de los más funestos” de la política moderna 438 . El Galdós anterior a la contrición439 podía ironizar sobre el “ infeliz pueblo criado en la inocencia y la ignorancia de la ciencia política 440 ” o sobre la “turba emancipada 441 ” que pretendía afirmarse como forma de la soberanía sobre las barricadas. Y un hombre como Giner de los Ríos podía hablar del profundo error que encerraba, en sí mismo, “el llamado sufragio universal 442 .” Los más generosos se podían llegar a Pireo. Cfr. C. Meier, La naissance du politique, op. cit..., p. 105 y también N. Loraux, L´invention d´Athènes, Payot, Paris, 1993, pp. 37-99. 437 B. Spinoza, Tratado teológico-político, Capítulo V, Alianza Editorial, Madrid, 2003, p. 159. Encontramos la misma idea en Maquiavelo: “Y es cierto lo que dicen los que escriben acerca de la vida civil, que los pueblos muerden más fieramente cuando han recuperado la libertad que cuando la han conservado.” Cfr. N. Maquiavelo, Discursos…, op. cit. , Libro I, captítulo XXVIII. 438 H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, pp. 508-9 y también ibidem, p. 507. La cursiva es de la autora. Sobre este personaje, cfr. “Política del imaginario e imaginario de la política…” 439 Cfr. Dua umori diversi. 440 B. Pérez Galdós, “Los ayacuchos”, op. cit…, pp. 955-956. Estas palabras de Fernando Calpena -héroe de la tercera serie y una de las muchas voces que permiten intuir la voz del propio Galdós- se refieren al pueblo en permanencia de la Barcelona de la cuestión algodonera (1843). En contextos muy distintos, encontramos reflexiones del mismo tenor: cfr. idem, “La segunda casaca”, op. cit…, II, p. 371; idem, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 415; idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 191. 441 Galdós también ironiza sobre la relación pueblo-soberanía en idem, “El terror de 1824”, op. cit…, II, p. 717; idem, “España trágica”, op. cit…, V, p. 164. 442 Giner dejaba un margen muy estrecho a la verificación de la hipótesis de la capacidad de los muchos: “El sufragio, como intervención directa en la gestión oficial del Estado social, no puede ser ejercido sino por aquellos de sus miembros que poseen la plenitud de su facultad de obrar. De aquí el profundo error que encierra el llamado sufragio universal, en tanto que se halla necesariamente limitado el ejercicio de este poder, no debiendo hacer uso de él el loco, el menor, el 136 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas plantear la capacidad de los muchos como hipótesis dejada al futuro. Así, el O. Barrot 443 que reflexiona, en sus Mémoires, sobre la “elasticidad” de un pouvoir capacitaire que se ampliaría a medida que las luces llegaran a las masas; o el Galdós, amigo del pueblo, que canta a la imaginación como atributo del Volk 444 (y en esta imaginación apenas queda algo de la facultad spinoziana, pues hace del pueblo una fuerza receptiva de la idea de nación, no de la idea de libertad). Esfuerzos teóricos como los que aquí se señalan resultaban inútiles, por cuanto seguían tomando como premisa de partida una definición de la política como problema de conocimiento; y, con semejante marco de análisis, era imposible que quienes escribían sobre la vida civil tuvieran en cuenta el consejo del viejo sabio florentino: “toda ciudad debe arbitrar vías por donde el pueblo pueda desfogar su ambición 445 .” No se abrieron. Y, como en las ciudades existentes quedaban contenidas las ciudades del relato (las delincuente, el que no ofrece garantías de aptitud intelectual y moral para el bien público: todos los cuales contribuyen, es cierto, poderosamente a la determinación del Derecho social, pero en la forma consuetudinaria.” Cit en E. Díaz, La filosofía social del krausismo español, Cuadernos para el Diálogo, Edicusa, Madrid, 1973, p. 157. 443 Cit en P. Ronsavallon, Le moment Guizot, op. cit., p. 134. Las reflexiones de O. Barrot se refieren a las discusiones de 1831 en torno a la cuestión del sufragio; poco tiempo después, en 1837, sería el propio Guizot el que hablaría de la naturaleza evolutiva de las capacidades. Cfr. Idem. O. Barrot fue una figura clave de la Restauración y la Monarquía de Julio e irrumpe en la política francesa durante los Cent-Jours (marzo de 1815), momento en el que eleva una protesta pública contra el restablecimiento del Imperio. Diputado de la oposición durante la Restauración, su ingreso en la Societé “Aide toi, le ciel t´aidera” (donde encontrará a Béranger, Carrel o al propio Guizot) le convertirá en unas de las figuras claves de la época. Tomó parte activa en la Revolución de 1830 y, aunque en principio acogió el cambio de dinastía con entusiasmo, Luis Felipe terminaría por decepionarle. Como jefe de la oposición dinástica (el Parti du mouvement, integrado por monárquicos constitucionales de izquierda) impulsó los movimientos favorables a la ampliación de las bases de la monarquía, llegando a promover la extensión del sufragio, la defensa del derecho de asociación y la anmistía para los insurgentes de Lyon. 444 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 722. 445 N. Maquiavelo, Discursos…, op. cit., Libro I, capítulo IV. La cursiva es de la autora. 137 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas invisibles, las intermitentes, las lejanas), los mismos que escribían sobre la vida civil se vieron en la imposibilidad de cegar todas las puertas que comunicaban unas ciudades con otras. Por las vías que se dejaron sin cerrar 446 penetraron los enemigos de los que hablaba Aristóteles. Una curiosa manera de estar en la sociedad sin ser de la sociedad. Unos enemigos extraños, que no precisan de la razón, ni de la individualidad plena, para existir como subjetividad de una política distinta: la politicidad primera, an-árquica, salvaje. El conflicto en su formulación plural. Ni siquiera les hace falta existir todo el tiempo para existir políticamente: les basta la intermitencia de la brecha. El odio compartido contra el privilegio y la envidia son sus mecanismos de inteligibilidad, aquello que les permite discriminar lo justo de lo injusto, lo moral de lo inmoral, lo real de lo imaginario. Y no se trata de la conciencia difusa del agravio o de la esperanza en una promesa indefinida de igualdad; sino de la exigencia de la inclusión, de la demanda concreta de la igualdadpertenencia. El pueblo no pide más que ser visto, porque “estar privado de esto significa estar privado de realidad, que, humana y políticamente hablando, es lo mismo que aparición (…) la realidad del mundo está garantizada por la presencia de otros, por su aparición ante todos 447 .” Las miserias anónimas que se entre-devoran, la deidad harapienta galdosiana, la plebe madrileña que aúlla, los medios-cuerpos de la insurrección, Médal, la Grande Nanon, la Rabouilleuse, los Cibot 448 … no desean más que ser contados entre las Y no porque se abriera vía alguna. H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 225. 448 Para un análisis del número, con nombre y sin nombre, cfr. los siguientes epígrafes: “Política del imaginario…”, “Las katábasis de La Comédie” y “La escritura de la insurrección”. 446 447 138 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas partes de la comunidad. Una voluntad mínima que expresa un absoluto: el restablecimiento del vínculo entre el poder y el Poder, la igualdad-soberanía. Y la fuerza de este deseo es tal, que ya no se conformará con las grietas o las esquinas arañadas. La larga preparación de Les paysans (1833-1838 449 ) podría pensarse como el combate imaginario entre dos negatividades igualmente poderosas. De un lado, la del Balzac que se resiste a describir profusamente, como quería Maquiavelo, el enfrentamiento de los deseos; de otro, la del impulso contra –los Grandes, la dominación- des incomptés. La declaración de guerra contenida en el nombre colectivo que da título a una novela permanece en estado latente en La fille aux yeux d´or (1834-35), en L´envers de l´histoire contemporaine (1842-1848), en l´Avant-Propos de La Comédie (1842), en La Rabouilleuse (1842), en Le Cousin Pons (1846-47); hasta que, en 1847, la victoria siempre postergada de los vencidos se hace plenitud narrativa en la fealdad revolucionaria de la cousine Bette. Sólo un año después, Francia proclamaba el sufragio universal 450 . Número contado en las ciudades del relato y en las ciudades existentes. Irrumpía de manera definitiva en el campo de lo visible la lucha entre la verificación de la desigualdad como hipótesis de las elites y la verificación de la igualdad como hipótesis de los muchos. La novela no se publicará -y sólo de manera parcial- hasta 1844. Comparto plenamente la definición que hace P. Ronsavallon del sufragio universal como “la grande affaire” del siglo XIX. Cfr. P. Ronsanvallon, Le sacre du citoyen, op. cit…, p. 12. Sobre esta cuestión trataré en el capítulo siguiente. 449 450 139 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CAPÍTULO III. DEL PROBLEMA DE LA VIRTUD (O DE LA ELEVACIÓN DEL CUERPO TERRESTRE) “Les malheureux sont la puissance de la terre” Saint-Just (cit. en Hannah Arendt, On Revolution) “Le sublime est en bas” Victor Hugo, Les Contemplations “Tout tient à la politique” J-J. Rousseau, Les Confessions 140 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas 3.1. La emergencia de lo social La tesis de Arendt sobre el significado de la Revolución Francesa podría resumirse en una escena muy concreta del acto I de la ópera de U. Giordano, Andrea Chénier 451 . Francia, 178… Un grupo de nobles danza Ópera en cuatro actos escrita, en 1896, por U. Giordano a partir de un libretto de L. Illica. Los celos, uno de los grandes temas del verismo, son el trasfondo de un inmenso cuadro histórico marcado por el pathos de la Revolución Francesa. A. Chénier conoce, en la Francia pre-revolucionaria, a la aristócrata M. de Coigny en el castillo de ésta y, tras una escena en la que el poeta expone cuál es el verdadero significado del amor, los dos jóvenes quedan profundamente conmovidos. Testigo de este “encuentro” es Gérard, mayordomo del castillo que está secretamente enamorado de su joven señora y personaje que acaba por convertirse en el verdadero gozne de la historia y de la Historia. Es él quien, en el primer acto, pone nombre al torrente revolucionario de la Miseria. És el quien, en el París del 94 del acto II, acompaña a Ropespierre por la ciudad, quien pone espías tras la pista de M. de Coigny, quien se bate con el hombre que se ha entrevistado con ésta y quien, al descubrir que se trata de A. Chénier, le advierte de que Fouquier-Tinville le ha incluido en la lista de los contra-revolucionarios. También es él quien, en el acto III, provoca la detención del poeta por medio de una denuncia falsa, quien se transforma al descubrir la profundidad de los sentimientos de los jóvenes enamorados, quien intenta salvar al poeta de la condena a muerte declarando incluso ante el tribunal que su denuncia era falsa y quien consuela al condenado tras oír el veredicto diciéndole que su amada está en la sala. En el cuarto acto, es Gérard quien consigue que los dos amantes se reencuentren en la prisión de SainLazare y, finalmente, quien respeta la decisión de M. de Coigny de morir junto a su amado, cambiando su nombre por el de otra joven prisionera destinada a la guillotina. Concediendo que esta escena final en la que Chénier y Maddalena acaban uniendo amor y muerte (“Viva la morte insiem!”) es un exceso incluso para el verismo, la figura de un poeta de la Revolución quemado por el propio sol de la Revolución era materia literaria propicia para que el genial Illica desplegara todo su talento y su intuición narrativa. Es cierto que su libretto se construye de manera arquetípica por lo que se refiere al tratamiento de la h/Historia y de los personajes, 451 141 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas despreocupadamente en el jardín de invierno del Château de Coigny. Se repite el dulce encanto de los siglos y resulta inconcebible que algo pueda interrumpir la cadencia de su gavotte; ni siquiera las noticias alarmantes del París pre-revolucionario que trae el abad de la ciudad: el rey está mal aconsejado y la estatua de Enrique IV ha sido deshonrada. De repente, un ruido extraño dibuja la inquietud en el rostro de los asistentes, inquietud que se hace espanto cuando irrumpe en escena un grupo de campesinos en el que destaca la figura de un hombre que lleva a un niño desfallecido en sus brazos. Esos andrajos no hacen nada, no dicen nada, sólo aparecen. Entonces, Gérard, uno de los protagonistas de la obra, pone nombre a lo innombrable: “Sua Grandezza, la Miseria! ”. Tras unos instantes de confusión, los campesinos desaparecen y los nobles retoman su danza; pero ya nada volvería a ser igual: la brecha abierta por la necesidad había modificado el campo de lo visible para siempre. Interpretadas a la luz de Arendt, las escenas del 94 del acto II en el Café Hottot y en la Terrasse des Feuillants (con la estatua de Marat, los cánticos y la detención de Chénier) o la dramatización, en el acto III, del proceso revolucionario presidido por Fouquier-Tinville 452 que condena al poeta, no sin embargo, quedan perfectamente reflejados algunos de los grandes temas de la Revolución: la conexión arendtiana entre la cuestión social y el Terror; el sufrimiento de los muchos o la hýbris de la bondad de los jacobinos, es decir, el inmenso amor al pueblo en abstracto que impide el amor por los individuos concretos. Se trata del gran acusador público de la Revolución y su nombre está asociado a lo que se conoce como “Grande Terreur”. En este período, y gracias a los cambios introducidos por la ley de 22 de prairial del año II (10 de junio de 1794), se reforma la organización y los procedimientos del Tribunal Revolucionario; verdadera obsesión para Robespierre desde que se instala en el poder en julio de 1793, pues consideraba que el Tribunal era la clave para extirpar los elementos indeseables del cuerpo social revolucionario hasta hacer de él una figura de la virtud. FouquierTinville ( y Dumas, que también aparece en la ópera de Giordano) no fue más que una suerte de prolongación tribunicia del Incorruptible. Su carácter puntilloso quedó satisfecho con la introducción de mejoras –se multiplicaría por diez veces el 452 142 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas serían más que el desarrollo de ese primer momento en el que se condensa el significado de la revolución: el desplazamiento de la idea de poder por la idea de sufrimiento como clave interpretativa del mundo en cuanto creación y en cuanto pluralidad. La capacidad de síntesis narrativa del libretto operístico establece, igual que la gran pensadora política, un nexo causal directo entre la mise en scène del sufrimiento y la Terreur, entre la emergencia de lo social y el fracaso de la Revolución como proyecto para la libertad. En la obra de Giordano, el poeta que ha dedicado versos a quienes pedían pan muere injustamente por una denuncia falsa; en Sobre la Revolución, se señala la confusión entre liberación y libertad como el gran error de los revolucionarios franceses. La pobreza de los muchos convertida en espectáculo, escribe Arendt, comenzó por transformar el concepto de peuple 453 , que, por primera vez, hizo referencia, no sólo a los ciudadanos que no participaban en el gobierno, sino también a la vieja plebs; y terminó por fascinar a aquellos que, por no experimentar la necesidad, estaban en situación de colocarse en la posición de espectadores. “Cuando Saint-Just, inspirado por estas experiencias, exclamaba “Les malheureux sont la puissance de la terre”, podemos entender estas grandes y proféticas palabras en su contenido literal. Es como si las fuerzas de la tierra se hubieran aliado en una conspiración benéfica con esta insurrección cuyo fin es la impotencia, cuyo principio es la rabia y cuyo propósito consciente no es la libertad sino la vida y la felicidad. Donde se derrumbó la autoridad tradicional y los pobres de la tierra se pusieron en número de guillotinados- en el funcionamiento de la justicia revolucionaria; de hecho, la reforma resultó tan efectiva que él mismo pudo comprobar su eficacia el 18 de flóreal del año III (7 de mayo de 1795) (Cfr. P. Gueniffey, La politique de la Terreur, Gallimard, Tel, Paris, 2000, pp. 275-315). La sola evocación de su figura se convirtió en sinónimo de la sublimidad del Terror y, por ello, resulta especialmente significativo que Balzac, en el marco de su relato sobre el deseo de los muchos, Les paysans, compare a Gaubertin con Fouquier-Tinville. Cfr. H. Balzac, “Les Paysans”, op. cit…, IX, p. 128. 453 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 99. 143 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas marcha, donde abandonaron las tinieblas de su desgracia y descendieron a la plaza pública, su furor pareció tan irresistible como el movimiento de las estrellas, un torrente que se lanzaba con fuerza elemental y que arrastraba consigo al mundo entero 454 .” Al extremo de que la pasión por la compasión (le zèle compatissant ), sostiene Arendt, devino fuerza motriz del propio proceso revolucionario, una vez que la Gironde se reveló incapaz de sustanciar el krátos de la Bastilla en arkhé, en constitución y gobierno republicano 455 . Llegaron entonces –septiembre de 1792 456 - los discursos en los que Robespierre glorificó la virtud del pueblo en abstracto contra la virtud del pueblo en concreto 457 y, con ellos, el principio de la extraña peregrinación de los muchos; un viaje por elevación que arrancaba en la esfera pre-política 458 de la necesidad para desembocar, más allá de la sublimidad propia de lo político, en la esfera supra-política de la virtud. Esta esfera quedaba definida como supra-política desde el momento en que Robespierre no hablaba (pese al léxico utilizado 459 ) de la virtud del ciudadano, es decir, de la virtud que está forzosamente relacionada con el régimen político, de la virtud que se piensa en plural; sino de la virtud por la que un hombre es bueno, de la virtud 460 . Y a este lugar sólo se llegaba por el sufrimiento y la rabia era la única actividad que conocía 461 . La rabia, afirma Arendt, posee energía suficiente para la acción, pero la experiencia de la verdadera necesidad Ibidem, p. 149. Ibidem, p.100. 456 P. Gueniffey, La politique…, op. cit., pp. 310-315. 457 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 146. En esta denuncia de lo que M. Abensour denomina “los peligros de la política de la virtud”, H. Arendt sigue a Kant. Cfr. M. Abensour, “La disposition héroïque…”, op. cit…, p. 85. 458 H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 57. 459 Pese a que Robespierre utilizaba el concepto de virtud que aquí se explicita, distinguía en sus discursos entre la forma corrupta del no ciudadano y la forma incorrupta del ciudadano. Cfr. P. Gueniffey, La politique…, op. cit…, pp. 310-315. 460 Aristóteles, Política, op. cit…, III, 1276b 3-4. 461 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 146. 454 455 144 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas resultaba tan devastadora que la metamorfosis de los malheureux en enragés no comportó la transformación propiamente política que permite el acceso a la pluralidad. La liberación de las fuerzas elementales no generaba, per se, poder, pues éste sólo aparece allí donde los hombres se reúnen con el propósito de hacer algo en común y sólo se conserva mediante los vínculos y las promesas 462 . Con todo, prosigue Arendt, lo peor no fue que la conspiración de la pobreza desplazara a la libertad como objetivo de la Revolución; mucho más grave fue el hecho de que la pasión por la compasión de los revolucionarios franceses se convirtiera en el ejemplo a emular: “Aunque toda la historia de las revoluciones del pasado demuestra sin lugar a dudas que todos los intentos realizados para resolver la cuestión social con medios políticos conducen al terror y que es el terror el que envía las revoluciones al cadalso, no puede negarse que resulta casi imposible evitar este terror fatal cuando una revolución estalla en una situación de pobreza de las masas. La causa de que toda revolución se haya visto tan fuertemente inclinada a seguir a la Revolución Francesa en su curso fatal no ha sido únicamente el hecho de que la liberación de la necesidad, debido a su urgencia, preceda siempre a la construcción de la libertad, sino al hecho más peligroso e importante de que la rebelión de los pobres contra los ricos conlleva una dosis de fuerza mayor y enteramente diferente que la que conlleva la rebelión de los oprimidos contra los opresores. Esta fuerza rabiosa puede muy bien parecer irresistible debido a que vive y se nutre de la necesidad de la misma vida biológica 463 .” No se puede negar que la búsqueda de la libertad absoluta –y no de la libertad política- convirtió la politique de la Terreur en su contrario, ya que 462 463 Ibidem, p. 239. Ibidem, p. 148. 145 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas despojó a la acción y a la palabra de todo significado por medio de “la muerte sin ningún alcance interior, sin nada que interiormente la llene, pues lo que se niega es ese punto sin contenido en que consiste el self absolutamente libre; esa muerte es, pues, la muerte más fría, la más banal, lo más trivial, sin más importancia que partir una col o tragar un sorbo de agua 464 ” (el proceso a A. Chénier es un buen ejemplo de ello). Aún más evidente resulta la tesis arendtiana de lo social como el lugar en el que se ha jugado la política en la época moderna. Ofrece alguna duda, en cambio, la rigidez de la respuesta a lo que Tocqueville 465 denominaría “peligrosa confusión” de lo social y de lo político. Comparto plenamente la reivindicación que hace Arendt de Aristóteles en cuanto pensador de la política como fin, su pasión por la acción y, por supuesto, su amor agustiniano por el mundo. Sin embargo, considero que la afirmación de la política como un no derivado, como espacio de una consistencia propia, no pasa, necesariamente, por una distinción entre la esfera pública y la esfera privada tan rígida 466 como la que se deriva de las definiciones de trabajo, obra y acción 467 que se recogen en F. Hegel, “La libertad absoluta y el terror”, en Idem, La fenomenología del espíritu, Pre-Textos, Valencia, p. 695. D. Villa ha señalado el notable paralelismo entre la interpretación de Arendt sobre la Revolución y la crítica de Hegel. Cfr. D. Villa, Arendt et Heidegger. Le destin du politique, op. cit…, p. 65, nota 89. 465 A. Tocqueville, Souvernis, op. cit…, p. 23. 466 La rigidez de esta distinción ha sido señalada por muchos estudiosos de la obra de Arendt. Cfr. A. Wellmer, “Arendt on revolution”, en D. Villa (ed), The Cambridge Companion to Hannah Arendt, Cambridge University Press, Cambridge, 2000, p. 232 y también Bhikuh Parekh, “Hannah Arendt´s Critique of Marx”, en M. A. Hill (ed), Hannah Arendt: The recovery of public world, St Martin´s Press, New York, 1979, p. 72. 467 El trabajo, según Arendt, designa la parte de la vida humana que se consagra a la subsistencia. Esta dimensión de la existencia responde a las exigencias del proceso vital mismo. El trabajo no es plenamente humano; de hecho, Arendt llega a declarar que el empleo de la palabra animal está plenamente justificado en el concepto de animal laborans. El ritmo y fin del propio proceso de trabajo revelan su carácter prehumano, pues se trata de un ciclo incesante de producción y consumo. Los productos de consumo aparecen para desaparecer de nuevo; así, el trabajo no posee telos. Definido el primer concepto, ¿qué diferencia la obra del trabajo? La obra 464 146 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La Condición Humana. Entre otras cosas, porque, como sostiene M. Abensour 468 , la venida a la presencia de lo social redescubre la cuestión política en su integridad –justicia y libertad-; si bien, prosigue el filósofo francés, se ha de dar, como quería Arendt, prioridad a la libertad, pues sólo a través de la libertad se accede a la justicia. Entiendo, y aquí también sigo a M. Abensour, que la construcción del paradigma de lo político podría comenzar con la declaración que hace el J.J. Rousseau de Les Confessions: “tout tient à la politique.” Esta afirmación no quiere decir que todo es política, no establece un vínculo de identidad o de confusión; el nexo rousseauniano se asemeja al de la pluralidad: es algo que une y separa al mismo tiempo, algo que establece una conexión entre instancias distintas. En la proposición que aquí se cita, “hemos de entender que todas las manifestaciones de una sociedad dada (…) tienen que ver, a través de mediaciones diversas, con el modo de ser político de esa sociedad, con el régimen político entendido en un sentido amplio. El carácter deliberadamente indeterminado de esta formulación señala que las produce cosas y tiene carácter instrumental; pero lo que la distingue es su finalidad: toda obra tiende a la creación de un producto perdurable y posee, por tanto, orientación. Arendt entiende que hay una cierta violencia inherente a la fabricación o a la obra, pues considera que en el creador de un artificio siempre hay un destructor de la naturaleza. La obra no humaniza la naturaleza, crea un espacio no natural, “el mundo”; pero el mundo creado por el artificio no es, en sí mismo, un espacio de la libertad. Sólo la acción, y en esto Arendt sigue a Aristóteles, puede reclamar un sentido intrínseco y, en esta medida, sólo la acción –concebida como acción y palabra políticas- puede entenderse como actividad plenamente humana. Esta distinción -que implica una jerarquía- de las actividades humanas hace de la política un ámbito reservado a unos pocos y ello, evidentemente, va en detrimento de las simpatías democráticas de Arendt (Cfr. H. Arendt, La condición humana, op. cit…, capítulos III, IV y V). La tensión –que tiene ciertos puntos de encuentro, como se verá- entre la teórica de la acción y la intérprete de Agustín ha sido duramente criticada por muchos autores y recuerda un poco a la tensión entre el pensamiento de la razón de Estado y el pensamiento de la libertad que encontramos en Maquiavelo; y, como ya dije, no entiendo bien la pulsión por “cerrar” corpus teóricos tan complejos. 468 Miguel Abensour, La démocratie contre l´État, op. cit…, p. 146. 147 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas diferentes dimensiones de una sociedad dada dependen del modelo de institución política de dicha sociedad (…) Lo político no es más derivable de lo social que la economía o cualquier otra instancia. Entendamos más bien que lo político y lo social forman una pareja indisoluble; en la medida en que lo político, en cuanto “esquema director” de un modo de coexistencia humana es respuesta, es toma de posesión en relación a la división originaria de lo social, división que es el ser mismo de lo social (…) Lo social no puede ser tanto menos fundamento de lo político cuanto no puede haber sociedad sin institución política 469 .” Sólo cabría hablar, en este sentido, de un único momento de lo político-social, de su simultánea venida a la existencia. Existe, además, un elemento en el nexo que une la singularidad de la institución política de lo social 470 y la idea de irreductibilidad de lo político, a saber, la radical heterogeneidad de las cosas políticas; que, desde la premisa rousseauniana, permitiría abrir un diálogo muy interesante con la crítica arendtiana a la emergencia de lo social. El propio Abensour 471 cita a Arendt como uno de los referentes del paradigma de lo político que permite separar política de dominación 472 ; sin embargo, no matiza que el abismo creado por la pensadora entre el oikos y la polis comporta una distinción de discontinuidad que podría ser interpretada en sentidos radicalmente distintos. En Arendt, esta discontinuidad estaba ligada a su empeño –pace M. Abensour, “¿Por una filosofía política crítica?”, op. cit…, pp. 79-80 y también cfr. Idem, La démocratie contre l´État, op. cit…, p. 38. 470 Tal y como se ha visto en el análisis del espacio maquiaveliano de los deseos, lo social está habitado desde el origen por la amenaza de la división, de la disolución; como si su acontecer llevara implícita la pregunta de por qué existe sociedad en lugar de nada. Cfr Cl. Lefort y M. Gauchet, “Sur la démocratie, le politique et l´institution du social”, Textures, nº 2-3, 1971, pp. 8-9. Desde esta perspectiva, lo social no puede ser fundamento de lo político por cuanto no hay sociedad sin institución política. 471 Ibidem, pp. 82-83. 472 Éste es uno de los grandes propósitos teóricos del paradigma de lo político. Cfr. M. Abensour, “¿Por una filosofía política crítica?”, op. cit…, pp. 81 y ss. 469 148 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Maquiavelo 473 - de restaurar la vieja dignidad y consistencia que la política tenía entre los Antiguos (política); pero esa misma discontinuidad fue utilizada por las elites del XIX para poner en marcha las tácticas y los medios que tenían por objetivo el control sobre los muchos (dominación). Así que cuando Arendt 474 dice que la lección que sacó el joven Marx de la Revolución Francesa fue que los pobres constituían una fuerza política de primer orden, se podría añadir que Sieyès, Guizot y compañía extrajeron idéntica lección; claro que las conclusiones que coligieron de lo aprendido uno y otros tenían poco que ver. Marx se convenció de que la Revolución Francesa había fracasado en fundar la libertad porque no había sido capaz de resolver la cuestión social. Las elites del XIX entendieron que, pasada la efusión revolucionaria, cabía cierta elasticidad o cierta transigencia con lo político; pero, en cuanto a lo social, no darían el menor margen. Se cuidaron de separar a los muchos de la política, de colocarlos bien en las ciudades invisibles bien en las ciudades a los lejos; e incluso dejaron que, de entre los suyos, los místicos se encargaran, unos sabiéndolo y otros sin saberlo, de completar la estrategia de la disyunción, sublimando lo que estaba abajo. Francia, 1830. Hugo, Lamartine, Michelet… elevaron el número hasta conseguir que se alejara del aquí y del ahora para llevarlo al Paraíso, a la virtud de infancia. Una virtud que, convenientemente despojada de la hybris H. Arendt, La condición humana, op. cit…, pp. 59-60. La recuperación de Maquivavelo que hace Arendt se relaciona con su empeño por invertir la jerarquía en los modos de existencia que había impuesto la doctrina cristiana –pretende el paso del predominio cristiano de la vita contemplativa sobre la vita activa a la preferencia maquiaveliana por la vita activa. Ésta es la tesis central que recorre su maravilloso libro La vida del espíritu. Cfr H. Arendt, La vida del espíritu, Paidós, Barcelona, 2002 y también, H. Arendt, “Qu´est-ce que la liberté?”, en La crise de la culture, Gallimard, Folio, Paris, 1972, pp. 188 y ss y tb 204 y ss. 474 H. Arendt, Sobre la revolución, op. cit…, p. 82. 473 149 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de la bondad y de la cercanía a los resortes del Poder 475 , ya no era expresión simbólica de un espanto efectivo como ocurriera durante el Terror; se trataba simplemente del topos de la epopeya humanitaria. Ésto, en principio, era cualquier cosa –nueva religión, escritura de la h/Historia, dispositivo mítico-, menos cosa política; sin embargo, la épica es forma de contener el mundo (de hecho, se coloca en el lugar del mundo en cuanto creación y en cuanto pluralidad) y, lo que en ella aparece, siempre habla de la ciudad. ¿Y Balzac? De nuevo, La Comédie se beneficia de la experiencia de la simultaneidad y, de nuevo, se muestra como un inmenso espacio de revelación de lo político. El milagro literario obrado entre 1829 y 1848 476 coincide, con algún desajuste, con el período (1830-1851) que J. Rancière y P. Ronsavallon 477 definen como ruptura fundamental, una ruptura que podría resumirse en los siguientes términos: “irrupción de lo social como fundamento y como superación de lo político” y también, habría de añadirse, afirmación de su discontinuidad. Hasta el punto de que, a mi juicio, lo social como esfera separada es una invención de este momento preciso (y no del 89 o del 93). Parecería lógico que el joven simpatizante del movimiento saint-simoniano, convertido al legitimismo en 1832, se colocara a sí mismo y colocara también a su obra del lado de la disyunción. No fue así por varias razones. Primero, porque el relato siempre saca a la luz mucho más de lo que su autor pretende llevar al campo de lo visible. Además, porque Balzac fue una figura singular dentro de la tradición en la También contribuiría algo a esta redefinición de la virtud la fosa abisal que existe entre Robespierre y Guizot. 476 Fecha de la última novela completa de Balzac: L´Envers de l´Histoire Contemporaine (1848). 477 J. Rancière, “La représentation de l´ouvrier ou la classe impossible”, en P. Lacoue-Labarthe y J-L Nancy, Le retrait du politique, Éditions Galilée, Paris, 1983, p. 90 y P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen, op. cit…, p. 254. 475 150 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas que se integraba –la Contra-Revolución- y dentro de su propia generación literaria. Su legitimismo sin Providencia 478 abría la novela-mundo a una perspectiva distinta, la perspectiva de los antimodernos –que era también de los márgenes-, con la carga de análisis efectivo aumentada. Esta relación áspera con la verdad explicaría, en buena parte, que Balzac no participara del sentiment du peuple que dominó a los escritores de 1830. Y, en la medida que no había sentimiento, no había virtud, y sí política del pueblo como política autrement politique (cuya construcción pasaría por el tipo de vínculo que establece la proposición rousseauniana). 3.2. Le tournant de 1830: sentimiento y política del pueblo En sus escritos sobre la Revolución de 1848 en Francia, Marx ironiza sobre el cuidado que puso la burguesía a la hora de distinguir entre la “Revolución hermosa” de Febrero, “la revolución de la simpatía general, porque las contradicciones que en ella estallaron contra la monarquía eran aún contradicciones incipientes (…)” y la “Revolución Fea” de Junio, que, por haber atacado la dominación de clase, no se parecía a “ninguna de las numerosas revoluciones hechas por la burguesía francesa desde 1789 479 .” No me interesa tanto subrayar la parte que de verdad pueda contener el análisis marxiano, cuanto la idea de que los adjetivos utilizados para referirse a 1848 remiten al universo de lo auténtico ; y, desde esta autenticidad, cabe preguntarse por qué una revolución que se afirmó republicana, social y Ver nota K. Marx, “La revolución de Junio”, artículo publicado en la Neue Rheinische Zeitung, núm. 29, 29 de junio de 1848, en idem y F. Engels, “Las revoluciones d 1848”, Obras Fundamentales, vol V, FCE, México, 1989, p. 80. 478 479 151 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas democrática, se pensó, al mismo tiempo, heredera –y no antagonista- de la liberal y burguesa que la había precedido 480 . Porque la Revolución de 1830 se parece mucho a La Comédie: está íntimamente ligada al desencanto y tiene profundidad de superficie. Su artificio es complejo, artificio de maquillage que, si bien oculta, también deja ver parcialmente algo que no es completamente natural … ni completamente falso. Por eso no se entiende bien, o quizá demasiado bien, el análisis que de este momento de la ambigüedad hace F. Furet: “la revolución de 1830 es, así, la más “exitosa” de la historia nacional”, si la ponemos en relación con su objetivo que es eliminar las ordenanzas [de Carlos X] 481 y, de paso, derribar a los Borbones: victoriosa y breve a la vez, alcanza su objetivo en unos días. Voluntad del pueblo en acto, renueva de manera espectacular la tradición nacida el 14 de julio de 1789 482 .” M. Augulhon, “1830 dans l´histoire du XIXème siècle français”, en VVAA, “Mille huit cent trente”, Romantisme, 28-29, p. 24. 481 Estas ordenanzas fueron la máxima expresión de la torpeza política de Carlos X. El hermano pequeño entendió siempre que su mayor había concedido demasiado; de ahí que, en una situación de dificultad, no imaginara otra salida –y podría haberlo hecho de haber sacado alguna lección de todo lo que sucedió tras la muerte del Duque de Berry- que la promulgación de una normativa que desnaturalizaba los principios de la Charte de 1814. Un coup de force (o algo más), en definitiva. Así que el rey, haciendo uso de la prerrogativa otorgada por el artículo 14 de la Carta (que le permitía la elaboración de los reglamentos y ordenanzas necesarios para la ejecución de las leyes y la seguridad del Estado), decide firmar cuatro ordenanzas el día 25 de julio de 1830: la primera suspendía la libertad de prensa, la segunda disolvía la Cámara recién elegida (23 de junio-19 de julio ), la tercera modificaba el número de diputados y el cuerpo electoral en beneficio de la Corona y la cuarta convocaba nuevas elecciones. Era un claro intento de cambiar el régimen político y un más claro suicidio de la Corona, como el propio Carlos X pudo comprobar cuando escuchó la genial respuesta de Sauvo, redactor jefe del Moniteur, a su propuesta de publicar las ordenanzas: “Monseñor, Dios salve al Rey, Dios salve a Francia”. Cfr. D. Pinkney, La Révolution de 1830 en France, PUF, Paris, 1988, pp. 95105 y también F. Furet, La Révolution, II (1814-1880), Hachette, paris, 1988, pp. 106107. 482 F. Furet, La Révolution…, op. cit., p. 107. 480 152 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Incluso ciñéndonos al tipo de reflexión –los Trois Jours y su consecuencia inmediata- a que parece invitarnos el historiador francés, su argumentación no se sostiene. Primero, porque asegura que un estudio en profundidad (resuelto en su libro en dos páginas y media escasas 483 ) del proceso revolucionario descubre la necesidad de establecer distintos niveles de análisis (habla de doble naturaleza); una necesidad que, por cierto, él mismo no satisface. Segundo, porque, al afirmar que “las Jornadas de Julio ofrecen así el raro ejemplo de una revolución controlada por el cálculo político, y derivada en unos días hacia un objetivo moderado 484 ” parece colegir que el resultado revolucionario se agotara en la promulgación en el Bulletin des Lois del 14 de agosto 485 de la Charte enmendada. Son varias las objeciones que se pueden aducir a estos razonamientos. En 1830, y pese a las proclamas de “Vive la Charte! ” durante las movilizaciones, el retorno a los principios de 1814 resultaba imposible, al extremo de que hasta los grandes beneficiados de Juillet quisieron ver en su luz mucho más que un supuesto retorno: el “segundo día” de 1789 486 , una versión francesa del 1688 inglés 487 . Y este propósito de exorcizar los miedos pasados y los fantasmas futuros, de terminar la Revolución, podría ser definido de muchas maneras, pero difícilmente cabría aplicarle el calificativo de moderado. En cualquier caso, entiendo, como P. Rosanvallon, que, lejos de convertirse en clôture, lo que verdaderamente consiguió 1830 fue relanzar el movimiento y, por ende, desbordar todo cálculo político (de las elites). Ibidem, pp. 107-109. Ibidem, p. 110. La cursiva es de la autora. 485 P. Rosanvallon, La monarchie impossible. Les chartes de 1814 et de 1830, Fayard, Paris, 1994, p. 137. 486 Palabras de V. Hugo citadas por P. Rosanvallon, en ibidem, p. 143. 487 F. Furet, La Révolution, op. cit…, p. 110. 483 484 153 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Ahora bien, sólo se puede llegar a esta conclusión si diferenciamos dos momentos y dos niveles de comprensión. Si limitamos nuestro estudio a la historia empírica de Juillet, verificamos un triple estrechamiento de los márgenes de la comunidad que pareciera abundar en la hipótesis de la Revolución como punto de llegada. Por arriba, los vencedores –la banca, la burguesía comercial, la naciente industrial y la clase política que les diera cobertura 488 - desplazaron a la gran aristocracia como clase dominante. Por abajo, y no en la Corona 489 , fue donde se sustanció la verdadera afectación de la soberanía, pues, según G. Bacott 490 , fue en 1830 (y no en 1789) cuando se distingue claramente entre pueblo y nación 491 y, por tanto, entre soberanía popular (peligrosamente activa y democrática) y soberanía nacional (prudentemente liberal, que sólo pretende el establecimiento de un Estado de derecho en el que ningún grupo pueda apropiarse plenamente del Poder). Esta precisión conceptual, sin embargo, no alcanzó a todo, pues mientras lo político estaba perfectamente delimitado –el concepto de soberanía aquilatado, los límites de la comunidad fijados mediante el mecanismo del censo, la existencia de una clase política profesionalizada, la Como dice el autor del estudio más completo sobre 1830, D. Pinkney, el análisis de la revolución como victoria de la burguesía -entendida específicamente como “gran burguesía”- es una de las interpretaciones más asentadas en la historiografía sobre Juillet. Cfr. D. Pinkney, La Révolution de 1830 en France, PUF, Paris, 1988, p. 327. 489 Sin querer minimizar las consecuencias que se derivaron del cambio de la branche aînée por la branche cadette, es obvio que la quiebra decisiva es la de la distinción entre soberanía popular y soberanía nacional, puesto que, con ella, se rompía con el legado del 89. 490 G. Bacott, Carré de Malberg et l´origine de la distinction entre souveraineté du peuple et souveraineté nationale, Éditions du CNRS, Paris, 1985, pp. 14-18, 164-165 y 177-182. P. Rosanvallon también entiende que, en 1789, los términos de soberanía popular y de soberanía nacional eran utlizados como sinónimos. Cfr. P. Ronsanvallon, La démocratie inachevée, op. cit…, p. 22. 491 Es notable el adelanto de los constituyentes gaditanos. Cfr. De la soberanía y de la capacidad del pueblo… 488 154 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas lucha de los partidos por el Poder-; lo social era definido por su indeterminación -social era todo lo que se refería al pueblo y al trabajo-, salvo en lo tocante a la nítida separación de la miseria. El último cierre de la comunidad no tenía coordenadas precisas y dejó del otro lado a quienes, sin pertenecer al vasto reino de la necesidad, tampoco se elevaban hasta la región aérea de la vida burguesa. Y es que la política de “Julio” comenzaba a los cuarenta años y con una gran propiedad. Esta juventud que, como dice Balzac en Le Cabinet des Antiques, había sido condenada al “ilotismo político 492 ” por el censo, nos obliga a ampliar la orquilla temporal y a profundizar en el nivel de análisis. La apertura de este ángulo de visión cambia la perspectiva y el punto de llegada aparece ahora como punto de partida de un movimiento en el que confluyen, de manera sorprendente, política y sentimiento del pueblo. Entonces comprendemos que el verdadero significado de la revolución no estuvo en el sol des Trois Jours, sino en la época gris que se abrió en agosto, en l´après-Juillet. Pensar 1830 a partir de la idea de experiencia interior del tiempo revolucionario nos lleva a pensar la política de los años de entre-revoluciones como lo real de la utopía 493 , porque es ciertamente difícil discernir dónde empiezan y dónde acaban los diversos trayectos del pueblo entre la política y el imaginario. Y ¿qué pueblo? ¿El pueblo concreto que opone siempre resistencia a su categorización o el pueblo-concepto del que ni siquiera se tiene una definición precisa? ¿El número trabajador o el mito? La sorpresa va en aumento cuando descubrimos que el tiempo revolucionario como experiencia interior no fue sólo fondo metafísico de la celebración de la H. De Balzac, “Le Cabinet des Antiques”, op. cit…, IV, p. 1009. Tomo esta expresión de M. Riot-Sarcey. Cfr. M. Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie. Essai sur le politique au XIXe siècle, Albin Michel, Paris, 1998. 492 493 155 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas unanimidad social de Michelet o del silencio del Balzac de La peau de chagrin [ver infra]; se hizo estructura física en el Faubourg Saint-Antoine de 1830. La barricada se convirtió entonces en memoria de las movilizaciones de Germinal y Prairial del año III 494 (en las que los malheureux fueron mucho menos malheureux de lo que imaginara Arendt, pues pedían pan y Constitución del año II). Experiencia interior y compartida de la Revolución. Rappel au grand en y desde el faubourg de los salvajes, como les llamaba Hugo. Conocimiento. Excedente. Interrupción del curso ordinario de las cosas. Elevación. Lenguaje. Lugar de la visibilidad. Política. Número y trabajo sobre las barricadas. De acuerdo con D. Pinkney 495 , los combatientes de 1830 no estaban encorvados por el peso de la miseria; fueron, en su mayoría, artesanos que pertenecían a respetados y antiguos oficios –impresores, carpinteros, ebanistas, zapateros, aserradores, albañiles, joyeros, cocheros, …-, y algunos elementos del pequeño comercio y del mundo de los empleados. Tal vez el zapatero Médal 496 de Balzac, pese a sus años. En definitiva, la misma carne social de la sans-culotterie que describe G. Rudé en sus estudios sobre las movilizaciones del “89”, del “92”, del “95 497 ”. De todos ellos, sólo los impresores habrían podido sentirse perjudicados por la ordenanza de Carlos X concerniente a la restricción de la libertad de prensa, caso de haberse llegado a aplicar. Ni necesidad, ni ordenanzas; las peticiones de reforma, sostiene Pinkney, fueron de tipo Abril y mayo de 1795. D. Pinkney, La Révolution…, op. cit., p. 324. 496 Cfr. el epígrafe “Un héroe venido de muy lejos.” 497 G. Rudé, The crowd in the French Revolution, Clarendon Press, Oxford, 1960, pp. 185 y 246-248. H. Kaye ha subrayado el esfuerzo desmitificador llevado a cabo por Rudé, que tuvo que batallar con las exageraciones negativas de un Burke o de un Taine y con la exaltación mística de un Michelet. Cfr. H. Kaye, “George Rudé, historiador social”, en G. Rudé (ed): El rostro de la multitud. Estudios sobre revolución, ideología y protesta popular, Biblioteca Historia Social, Valencia, 2000, p. 26. 494 495 156 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas tradicional y en ellas se mezclaban la defensa de viejas solidaridades, la crítica a los Borbones y la reivindicación del legado de 1789. Los actores de las jornadas habían tomado las armas con la esperanza de recuperar el prestigio y las altas tareas de la Revolución y del Imperio. Enfants du siècle, al fin y al cabo. La irrupción de los muchos en el campo de lo visible hizo que, por unos días, se concibiera, no el imposible de una política del pueblo, sino la entrada del pueblo en la política. Así, el 30 de julio de 1830, desde las páginas de un periódico de la oposición que se repartía gratuitamente, Le National, se afirmaba con entusiasmo: “No hay palabras que puedan dar idea de la impresión que ha producido la conducta del pueblo de París a quienes lo han observado durante las jornadas de ayer y hoy. ¡Qué injustos éramos! Nosotros, que lo creíamos desinteresado en las cuestiones constitucionales que, desde hace quince años, se dirimen entre nosotros y la contrarrevolución reimplantada en el suelo patrio por las bayonetas extranjeras. Pero este pueblo, excluido de los colegios electorales y condenado al ilotismo político por la excesiva timidez de nuestras instituciones; este pueblo había comprendido maravillosamente que una Cámara de Diputados no estaba hecha para recibir las leyes de la realeza; sino, al contrario, para someter a esta realeza a las voluntades nacionales (…) Pintar la intrepidez, la inteligencia, el infatigable ardor con el que el pueblo se prodigó en una multitud de ataques mortíferos, desde hace dos días, sería imposible (…) No nos corresponde, por otro lado, ir más allá de lo que puedan decidir los representantes legales del país (…), en una palabra, es el pueblo el que ha hecho todo durante tres días. No le han arengado, ni excitado, ni empujado. Ha obedecido a sus sentimientos y sus 157 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas instintos; ha sido potente y sublime. Es él quien ha vencido; para él deben ser todos los resultados de la lucha. 498 ” La experiencia concreta de zapateros, ebanistas, carpinteros, cocheros o joyeros sobre las barricadas resultaba demasiado perturbadora. Se imponía, en la crónica misma de las jornadas, la elevación de ese cuerpo terrestre, que más era carne de lo social; incluso si ello comportaba llevarlo hasta la política entendida en el delimitado marco en el que las elites definían lo político. De ahí la mención expresa al interés por “las cuestiones constitucionales” o al “ilotismo político” provocado por el mecanismo del censo. Qué decir del hábil manejo en el uso reiterado del concepto de pueblo, que, si bien hace referencia específica a la parte que aspira al todo (y no al todo mismo 499 ), salvaba los siempre vitandos nombres de lo social (classes laborieusses, obreros, trabajadores, clases inferiores, malheureux, proletarios…). Esta metamorfosis propiamente política que permite a los muchos alcanzar la subjetividad plena (se habla de su inteligencia y se celebra su autonomía), se resuelve, pronto, en otra figura, que se quería definitiva en la medida de lo posible, y que no era exactamente la del cuerpo celeste en su sentido político. La afirmación de la imposibilidad descripitiva propia de lo sublime (“no hay palabras”, “imposible”, “potente”, “sublime”) denotaba la clara voluntad de derivar lo social hacia la esfera supra-política de la virtud. Y es que el peligro era grande: se pensaba en la posibilidad de que el pueblo, ebrio de su propio espectáculo, se negara a regresar a sus ateliers. Por eso, las Cit en P. Barbéris, Balzac et le mal du siècle…, op. cit., II, p. 1231 y en M. RiotSarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 180. La cursiva es de la autora. 499 Es decir, al pueblo como sinonimia perfecta de la nación, al pueblo-todo. 498 158 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas plumas de la buena sociedad se aprestaron, como dice P. Barbéris 500 , a ponerle “corona”. De oro falso a decir verdad: su falta no consistió tanto en ignorar los dolores ajenos, cuanto en escribir sobre ellos sin conocerlos. El Hugo de Dicté après Juillet 1830, el Lamartine de la oda Contre la peine de mort o el periódico Débats loaban la grandeza de alma, el desinterés, la austeridad de un héroe al que “había que quitar los andrajos que había seguido llevando en medio de todas las tentaciones, de todas las tentaciones de la revuelta y de la guerra 501 .” Estas coronas fueron de los elementos más perversos del dispositivo ideológico de la estrategia de la disyunción; porque la virtud es elevación, sí, pero ni la virtud -sea ésta virtud de infancia o de sacrificio-, ni la fuerza permiten el acceso a la política. Sin embargo, en esta sublimación de las Bienaventuranzas también encontramos política del pueblo; o, al menos, parte de su principio. Con sus poemas, más allá del contenido concreto y de los objetivos que persiguieran, estos escritores, maestros en la distancia entre las palabras y las cosas, reconocían al pueblo sobre las barricadas; se convertían, malgré eux, en espectadores de lo político, creando el espacio necesario para el surgimiento de la acción. Sólo desde esta perspectiva la inscripción narrativa de la virtud de los muchos podía definirse como política. Y ya lo decía Arendt, visibilidad es igualdad. No creo que P. Barbéris 502 tenga razón cuando afirma que, en 1830, la confusión en torno a la noción misma de pueblo provocó muchos problemas. Verdad es que las definiciones se multiplicaron, pero fue, precisamente, esa eclosión P. Barbéris, Balzac et le mal.., op. cit., II, p. 1235. Artículo del períodico Débats cit. en otro periódico titulado Le Voleur en agosto de 1830, cit en idem. 502 P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, pp. 1229 y ss. 500 501 159 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas conceptual la que cambió la inteligencia del pueblo, pues éste pasó a ser asunto de periódico y de opinión, objeto de reflexión teórica, “personaje nuevo e imprevisto” (P. Leroux 503 ), en definitiva, tema literario. Así que a los laureles, más o menos hipócritas, de Hugo y de Lamartine, siguieron pronto el “je fus ravis par les journées” de alguien que, como Stendhal 504 , había conocido la grandeza del Imperio; la venida a la existencia de Michelet, que, años más tarde, declararía haber nacido a su verdadera vida con la contemplación del héroe sin nombre de Julio o la comparación insólita que hace Vigny 505 entre la bravura de los obreros y la de los Vendéens. Y, poco después, la conversión del católico Lamennais a la esperanza populista; la fascinación de un hijo de familia dandy como Sue por el “misterio parisino” de los muchos; la rehabilitación de la “santa canalla” hecha por Barbier; la inquietud de Reynaud por los humildes o el elogio a las virtudes campesinas de Sand. Et bien d´autres… Monárquicos que se saben republicanos, creyentes, bonapartistas, místicos, legitimistas, bon-vivants, socialistas... Todos 506 parecían haber hallado el tema adecuado para una nueva concepción de la literatura y de la función del escritor en la sociedad. Un remedio para el mal du siècle, una fuerza que oponer a ese sentimiento de estar embarcados en un viaje necesario y absurdo al mismo tiempo. Michelet definía a su propia generación literaria cuando decía que, en el atrevimiento de perder el nombre, en la experiencia fusional, en el encuentro con la energía que se busca, había descubierto su “yo” como creador. La inscripción del pueblo Cit en J-C Fizaine, “Les romantismes et la Révolution…”, op. cit., p. 31. Stendhal, Vie de Henri Brulard, cit en P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, p. 1252. 505 A. de Vigny, “Journal d´un poète”, cit. en idem. 506 A. Pessin habla de “verdadero complejo de pueblo” en la generación literaria de 1830. Cfr. A. Pessin, Le mythe du peuple et la société française du XIXème siècle, PUF, Paris, 1992, p. 15. 503 504 160 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas era, en gran parte, inscripción de sí mismos507 . El trasunto del nuevo mito no era el número concreto, lo social, sino otro producto ideal del ideal: el poetapensador 508 . Este nuevo tipo, figura central del período 1830-1848, definirá su alta tarea como trabajo revolucionario de revelación por la palabra; una revelación sin odio ni violencia, revelación de lo que es. La paulatina venida hacia la luz de lo que estaba oculto, de la despreciada clave de bóveda del edificio social, disolvería todas las resistencias. Los excluidos por el censo de Julio iniciaban así un curioso juego de espejos en el que el escritor y su nuevo personaje irían y vendrían del imaginario a la política y de la política al imaginario. El desencanto los había llevado a las barricadas y el desencanto de las barricadas los había conducido a un lugar distinto; un lugar que no era exactamente el no-lugar en el que tradicionalmente se quiere encerrar a la utopía (como si algo de lo humano no guardara siempre relación con lo humano, como si algo de lo humano pudiera ser encerrado). Se trataba de otro no-lugar, un flujo continuo entre el pensamiento de lo posible y lo existente. Y para llegar hasta ahí no hacía falta seguir el haz de luz de la gran constelación utópica post-revolucionaria (Saint-Simon, Fourier y Owen), bastaba con el modesto En ese sentido, tiene razón A. Pessin cuando afirma que el pueblo es, sobre todo, pueblo-vector. Cfr. A. Pessin, “Le mythe du peuple au XIXe siècle”, en H. Debrousses (dir): Le peuple. Figures et concepts…, op. cit., p. 91. 508 P. Bénichou, Le sacre de l´écrivain. 1750-1830. Essai sur l´avènement d´un pouvoir spirituel laïque dans la France moderne, Éditions Gallimard, Paris, 1996, pp. 469-470. Esta obra ya mítica –igual que los títulos que la acompañan Le temps des prophètes. Doctrines de l´âge romantique y Les mages romantiques, cfr. bibliografía- necesita pocos comentarios; con todo, no quisiera dejar de subrayar una idea sobre la que Bénichou insiste una y otra vez: la definición de ese nuevo poder espiritual laico, de ese poeta-pensador, como resultado de la confluencia del pensamiento de la Contra-Revolución y del liberalismo. La mejor prueba de ello es la perfecta compatibilidad de la nueva manera de concebir la literatura y el escritor con la infinita evolución ideológica de Hugo (del “être Chateaubriand our rien” de su juventud al “art d´être grand-père”… de la III República, en su otoño). 507 161 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas rastro de su estela: la buena nueva –como le gustaba decir a Leroux- de la asociación 509 . En esta apertura a la intersubjetividad se situó lo real de la utopía de los años 1830-1848. Este espíritu revolucionario no se proyectaba hacia una racionalidad progresiva de la libertad: era subversión concreta a partir del ser-precisamente-así de los muchos. La clase más numerosa y más pobre era número y trabajo; y su política no empezaba, desde luego, por la distribución de las plazas en la ciudad, pero tampoco por la fuerza, ni por la virtud. Su política, como toda política, comenzaba por la irrupción en el mundo, por el vínculo en la separación y por la palabra. Porque la gran novedad de 1830 no fue el pueblo sobre las barricadas, ni el elogio a su virtud 510 ; lo radicalmente nuevo –como apuntan Rancière, Rudé, Sewell o Frobert 511 - fue el florecimiento, au lendemain même de Juillet, de numerosos panfletos, brochures y periódicos obreros (Journal des Ouvriers, L´Artisan, L´Artisan et le Peuple, Le Cri du peuple, L´Écho de la fabrique) en los que una voz nueva, una voz propia, daba un sentido distinto a las palabras y a las prácticas. El inicio del movimiento obrero 512 . La acción colectiva, el conflicto o las organizaciones obreras pasaron a ser mucho más que expresión simbólica del deseo de no ser oprimido de los muchos; se convirtieron, propiamente, en discurso del pueblo del pueblo. M. Abensour, “Democracia y utopía”, Para una filosofía política…., op. cit.., p. 315. Dos invenciones, como ya se ha dicho, de la Revolución Francesa. 511 Cfr. J. Rancière, Aux bords du politique…, op. cit.., p. 85; G. Rudé, La multitud en la historia. Los disturbios populares en Francia e Inglaterra 1730-1840, Siglo XXI Editores, México, 1979, p. 172 y W. Sewell, Work and revolution in France. The language of labor from the Old Regime to 1848, Cambridge University Press, Cambridge, 1980, p. 249 y L. Frobert, Les canuts ou la démocratie turbulente. Lyon, 1831-1834, Tallandier, Paris, 2009, p. 512 M. Agulhon, “1830 dans l´histoire du XIXème siècle français”, “Mille huit cent trente”, Romantisme…, op. cit., p. 25. 509 510 162 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Discurso, y no grito, llanto o queja. Conversión en acto de lo posible, creación de un estar-entre-los-hombres en el que los muchos experimentaban su metamorfosis definitiva: la trasnfiguración del proletario en asociado; y no en el futuro asociado de un u-topos dejado al avenir, sino en el compagnon de espacios de solidaridad existentes. Todas las asociaciones mutualistas y de compagnonnage –más las republicanas Société des amis du peuple y Société des droits de l´homme 513 - que surgieron en l´après-Juillet ampliaron la definición de lo político hasta límites que nunca hubieran imaginado las clases dominantes. De la dimensión de l´élargissement operado en estos años, da cuenta la plenitud de la manifestación de lo político como lugar del enfrentamiento entre la política (concebida como unión indisoluble de libertad y justicia que se dobla en la tensión político-social) y la policía (distribución de las plazas por ocupar y gestión de la comunidad). Resultaría exagerado decir que estos años de entre-revoluciones iluminaron el tiempo histórico a la manera de la Revolución Francesa o de 513Estas sociedades eran definidas como republicanas y populares y fueron, según afirma P. Rosanvallon, la matriz del movimiento obrero y del socialismo francés (P. Rosanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit…, p. 254). La Société des Amis du peuple se convirtió en el entramado organizativo de un importante núcleo del republicanos – Blanqui, Raspail, Cavaignac- y se nutrió de dos corrientes ideológicas muy definidas. Del 93 y del babouvismo tomó la creencia en la eficacia de la fuerza revolucionaria; por otro lado, hizo suyas la crítica al orden social y la defensa del asociacionismo de los saint-simonianos. Curiosamente, uno de los primeros historiadores del movimiento social en Francia, L. Von Stein, focaliza su análisis, no en la sociedad que siempre se ha tenido por más importante, sino en la Société des Droits de l´Homme, a la que define como el verdadero corazón del republicanismo francés en el período de entre-revoluciones. Stein apunta, además, que esta sociedad se diferenciaba de todas las demás por cuanto poseía un programa preciso: la Declaración de los Derechos del Hombre. De la importancia que alcanzaron estas sociedades y de la amenaza que suponía su doble naturaleza política y social da cuenta la ley que, a principios de 1834, promulgara el gobierno prohibiendo las sociedades secretas. Era toda una declaración de guerra, contra el republicanismo en particular y contra el movimiento obrero en general, que sería contestada por una serie de movilizaciones simultáneas en París y en Lyon. Cfr. L. Von Stein, History of the social movement in France, The Bedminster Press, Totowa, New Jersey, 1964, pp. 294 y ss. También cfr. el siguiente epígrafe. 163 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas la Comuna; cabe, sin embargo, afirmar que este período es clave para entender la confluencia de la doble tradición –democracia y utopía- que ha alimentado al movimiento emancipatorio moderno. Cada irrupción del número (en 1830, 1831, 1832, 1834, 1840), cada periódico, cada brochure, cada asociación, ha de leerse como una respuesta a la llamada que hiciera Cabet de “utopianizar 514 ” el movimiento democrático. Esta política de lo invisible 515 y, más específicamente, esta política de venida a la luz de la idea de humanidad como sociedad invisible, actualizaba un nuevo tipo de vínculo y, con él, se abría una epokhé que cuestionaba el orden existente; y no lo cuestionaba en el sentido de un impulso revolucionario concebido como espíritu de conquista del Poder, sino en el sentido de la capacidad transformadora de la unión en la separación del inter-est. En las calles “embastilladas”, en los ateliers y las imprentas de París, en las obras de Leroux, de Sand, de Lammenais, de Michelet o de Proudhon, el pueblo se convertía en el modelo de una sociedad en entre-construcción; y no de una sociedad popular que oponer a la sociedad aristocrática o burguesa, sino de una sociedad realmente humana. Una política de la philía, diría el filósofo; una política del compagnonnage, diría el obrero de 1830. Conviene aclarar que esta conversión utópica 516 no se agotaba en un viraje de ciento ochenta grados hacia el imaginario o en una aventura comunitaria Tomo este neologismo un tanto forzado de Cabet de una cita de M. Abensour. Cfr. M. Abensour, “Democracia y utopía”, Para una filosofía…, op. cit…, 312. 515 Elaboro esta política de lo invisible a partir de la idea de socialismo tal y como la define P. Leroux en “De l´individualisme et du socialisme” (1833-1834). En este breve pero importante texto, el célebre impresor pretende desbrozar la hojarasca creada en torno al concepto y lo define claramente como “exageración” de la idea de sociedad o de asociación. Se lamenta de que los filósofos de las Luces no comprendieran “lo invisible” y convirtieran el “individualismo absoluto” en mecanismo de inteligencia del mundo. Lo que reivindica Leroux es la existencia de un vínculo secreto entre los hombres que hace de ellos Humanidad. P. Leroux, “De l´individualisme et du socialisme”, en idem, Aux philosophes, aux artistes, aux politiques. Trois discourses et autres textes, Payot, Paris, 1994, p. 251. 514 516 164 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas exótica; se trataba de una trayectoria completa, de un viaje con regreso que denotaba una clara voluntad de afectación de lo real. No se habrían consumado todas las rupturas, pero se pensaba como posible otra sociedad y ese pensamiento cambiaría para siempre las ciudades existentes y las ciudades del relato. Même Balzacie. 3.3. Política del imaginario e imaginario de la política: los muchos en la Francia de entre-revoluciones (1830-1848) “Balzac no vio las barricadas” afirma P. Barbéris y, como queriendo abundar en la idea de que esta falta de experiencia directa es una de las claves interpretativas del 1830 balzaciano, pasa a elaborar un catálogo del 165 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas impacto que la contemplación de las jornadas tuvo en los escritores de la época (Stendhal, Vigny, Sainte-Beuve) 517 . Y, añade el crítico marxista, de todos ellos, aquél que supo ver lo que tenía Juillet de “Restauración restaurada 518 ” fue Balzac. Evidentemente. Porque el hecho de que el autor de La Comédie no gozara del beneficio de la contemplación, no significa que no fuera espectador de aquellos acontecimientos; ya que, como él mismo explica en la primera de las Lettres sur Paris 519 (26 de septiembre de 1830), su apartamiento en provincias 520 no le había impedido escuchar con atención los relatos de los viajeros, ni leer las crónicas de los Trois Jours en los periódicos. De ahí su sorpresa al no encontrar, en su retorno a la ciudad, los bulevares medio destruidos, ni las casas repletas de heridos. Hay mucha ironía en la extrañeza del Balzac publicista, pero esa ironía no está exenta de dolor: P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, p. 1252. H. Balzac, “Lettre sur Paris”, I, Oeuvres…, II, op. cit., p. 867. 519 Las Lettres sur Paris recogen un conjunto de diecinueve crónicas balzacianas que publicó Le Voleur (una publicación curiosa que se dedicaba a reproducir artículos aparecidos en otros periódicos, literalmente, los “robaba”) de E. de Girardin entre septiembre de 1830 y marzo de 1831. Los propietarios querían brindar a sus abonados una descripción de los rápidos cambios que experimentaba la fisonomía de París y, aunque en principio no pretendían dar al asunto un cariz político, lo cierto es que la mayor parte de los artículos versarán sobre la agitada situación de l´avant y de l´après-Juillet. Ni la idea de la obra ni el título son originales (aparecieron otras Lettres en La Quotidienne, La Minerve, La Gazette de France) y tampoco fue Balzac el único escritor que colaboró en la redacción de estas cartas (a la tarea se sumaron nombres como los de J. Janin o F. Soulié), sin embargo, sus trabajos son, con mucho, los más interesantes y su lectura resulta imprescindible para comprender la perspectiva balzaciana de 1830. Además, en estas colaboraciones de Balzac en los periódicos de su amigo E. de Girardin, se encuentra, en gran parte, la materialización del inmenso proyecto de La Comédie, ya que fue en Le Voleur, La Mode, La Silhouette, Le Feuilleton des journaux politiques donde el escritor publicará, no sólo artículos de opinión, sino también otros textos más importantes, como fragmentos de novelas que, más tarde, aparecerían en librería. Cfr. P. Barbéris, Balzac et le mal…, op. cit., II, p. 943. Para un estudio in extenso del Balzac publicista, la obra de referencia sigue siendo la de R. Chollet, Balzac journaliste: le tournant de 1830, op. cit. 520 Balzac no regresa a París hasta principios de septiembre de 1830. 517 518 166 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas “No crea –le dice a su interlocutor- que quiero reír por el énfasis y las declamaciones suscitadas por la victoria; porque todo se ha vuelto bastante triste después de unos días (…) hay banderas tricolores en más de una ventana; pero los verdaderos vencedores son, como en todas las batallas, bastante maltratados. Es lamentable la acogida que se les ha hecho en algunos ministerios: y todavía algunos burócratas los llamarán facciosos. Las calles han recuperado su aspecto acostumbrado: los cabriolets, los coches, los fashionables circulan o corren como antes; y, salvo por algunos árboles de menos, los bulevares se parecen todavía a sí mismos. Las sumas destinadas a los heridos se guardan en la caja, las heridas se curan y todo se olvida 521 .” El periodista de Le Voleur señala, con agudeza, el abismo existente entre la mise en scène y la mise en sens de Julio como experiencia empírica. El escritor de La peau de chagrin 522 , la novela de 1830 redactada en 1831, entiende que la mise en sens pasa por la total ausencia de mise en scène. La historia de Raphaël de Valentin enmarca la revolución, pero no la cuenta. Entre febrero y octubre, Raphaël y Rastignac 523 despilfarran una fortuna H. Balzac, “Lettres sur Paris”, I, Oeuvres…, II, op. cit…, p. 867. Esta novela es uno de los más brillantes ejemplos balzacianos de la integración de un elemento fantástico en un marco realista y es que, según dejó escrito en uno de sus cuadernos, Balzac quiso escribir un cuento oriental a la manera de Las Mil y una noches. El joven aristócrata Raphaël de Valentin es el protagonista absoluto de esta historia del desencanto en la que se nos cuenta un suicidio retardado. Poco después de haber estudiado la posibilidad de arrojarse al Sena, el enfant du siècle entra en una especie de bazar del quai Voltaire y allí encuentra a un personaje mefistofélico que le ofrece aplazar su plan a cambio de un regalo: un talismán, una piel mágica que se convertirá en la medida de su vida, pues se estrechará a cada uno de los deseos del joven y, cuando éste agote el total de energía que tiene asignado, la vida se extinguirá con la piel. La perdición de Raphaël es que no hay nada que no sea deseo: los encantos decadentes del París del avant y de l´aprèsJuillet, su sueño de convertirse en filósofo –Théorie de la volonté-, su pasión fatal por Feodora, su amor puro por Pauline Gaudin. Los esfuerzos por vivir resultarán inútiles, porque no se puede huir del deseo: ni los médicos encuentran remedio a la extraña debilidad de Raphaël, ni se llega a dar con el truco que ensanche la piel, ni él mismo puede dejar de amar a Pauline. Su final es sobrecogedor: muere de un espasmo tras morder el pecho de su amada. 523 Rastignac es uno de los personajes más importantes de La Comédie. Su figura caleidoscópica sólo se puede componer a partir de la lectura conjunta de títulos como Le Père Goriot, La Maison Nucingen, Splendeurs et Misères des Courtisaines, Le Député d´Arcis o la propia La peau de chagrin. Este joven, aristócrata como Raphaël, experimentará su transformación decisiva en la novela del pobre Goriot. Aquí Rastignac aparece como un joven estudiante de derecho, recién llegado de la provincia, que conocerá de la terribilitá del infierno parisino por la vía directa: el 521 522 167 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas ganada al juego del mismo modo que la sociedad francesa desperdicia el insospechado caudal de energía que, durante tres días, había dejado de buscarse porque creía haberse encontrado. De ahí que no hallemos en esta novela la thaumázein micheletiana ante la revolución como hecho de todos, ni escritura de la insurrección, ni una mínima descripción de las jornadas, ni elogio del pueblo… ni pueblo. ¿Para qué escribir, o describir, la insurrección pour rien de Juillet? El novelista prefiere hacer ver a su público el desencanto ; el desencanto que llevó a las barricadas y el que siguió cuando el sol revolucionario fue enterrado bajo el “repavage 524 ” de las calles de París. La elipsis narrativa de las movilizaciones es, literal y literariamente, un vacío; porque, para Balzac, aquel verano tenido por glorioso no había cambiado el mundo; al menos, el mundo tal y como lo definían las clases dominantes. Raphaël de Valentin encuentra la misma mujer y la misma sociedad: la misma belleza tramposa en la Feodora del invierno que en la del otoño de 1830, el mismo desajuste terrible entre los anhelos de la joven generación y la medida de lo que se ve. cruel abandono en la miseria que sufre su compañero de pensión, el père Goriot, por quien es su amante, Delphine Goriot, convertida para el mundo en baronesa Nucingen. Con sus pobres recursos de habitante del quartier Latin paga el entierro de un Goriot que ha muerto de pena y cierra la novela con un juramento que lanza a París desde las colinas del cementerio de Père-Lachaise: “À nous deux, maintenant ! ” Figura de la ambición, el egoísmo y el cinismo serán las armas de que se valga para triunfar en el mundo: no duda en servirse del dinero del marido de su primera amante para enriquecerse, cambia de femme du monde –la baronesa Nucingen por la marquesa d´Espard-, terminará siendo Ministro del Justo Medio y par de Francia. 524 El pavé era uno los símbolos más destacados del dispositivo metafórico del pueblo de lo que P. Citron [cfr. El heroísmo de la vida moderna] denomina la poesía de París (Pierre Citron, La Poésie de Paris dans la Littérature Française de Rousseau á Baudelaire, Université de Paris Faculté des Lettres et Sciences Humaines, Les Éditions de Minuit, Paris, 1961, I, pp. 433 y 435). La creación conceptual de Balzac, además de muy bella, está cargada de todo el sentido político. Repavage significa, literalmente, volver a colocar los pavés. Es decir, volver a colocar en su sitio los adoquines que los combatientes de 1830 arrancaron del suelo para utilizarlos como proyectiles durante las jornadas. Evidentemente, también es una metáfora del cierre de la estructura de oportunidades políticas que se había abierto con la Revolución y del regreso a la oscuridad del propio pueblo. 168 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Todo aquello que se ofrece, como la piel mágica del anticuario, se estrecha con cada deseo. Todo, excepto el pueblo. En una época si peu de chose 525 , el pueblo era lo único que no se estrechaba; lo único que hacía del principio de expansión naturaleza y, también, mecanismo que activaba el deseo. Una forma del absoluto. Su irrupción en el campo de lo visible no podía dejar indiferente a un teórico de la energía 526 como Balzac. Y no lo hizo. Si l´après-Juillet de La peau de chagrin acaba, igual que la fortuna de Raphaël, en Octubre; es, justamente, en esa fecha, cuando comienza a percibirse el verdadero sentido del movimiento de 1830 en el conjunto de La Comédie. R. Chollet 527 ha demostrado que un texto iniciado en l´avant-Juillet, el Traité de la vie élégante, resulta profundamente modificado por la Revolución como experiencia interior; pues es en el otoño cuando Balzac introduce reflexiones que transforman radicalmente el carácter anecdótico y aforístico que la obra tenía en el plan original. Así, junto al tributo a Brummell, podemos leer un reconocimiento explícito de la división originaria de lo social 528 : “La gran lucha del siglo H. Balzac, “Autre étude de femme”, op. cit…, III, p. 702. Esta interpretación balzaciana de 1830 como momento de aburguesamiento generalizado se repetirá en Flaubert con el 1848 y, en esta continuidad hermeútica y literaria, se observa muy bien la especial relación que, como se ha dicho en el cuerpo del texto, mantuvieron las dos revoluciones. Cfr. B. Lyon-Caen, Balzac et La Comédie des Signes. Essai sur une expérience de pensée, Presses Universitaires de Vincennes, Paris, 2006, p. 147. 526 Sobre las relaciones entre la energética de Balzac y su concepción de la política, resultan especialmente interesantes las reflexiones de E. R. Curtius. Cfr. Idem, Balzac, Éditions des Syrtes, Paris, 1999, pp. 256 y ss. 527 R. Chollet, Balzac journaliste…, op. cit…, p. 245. 528 Coincido con P. Baudoin al afirmar que la ausencia de las clases populares en las physiologies balzacianas es sólo aparente (cfr. P. Baudoin, “Analytique et politique. Études d´une société révolutionnée”, en C. Barel-Moisan y C. Couleau, Balzac. L´aventure…, op. cit., p. 47 ). Es cierto que no encontramos en estas obras los típicos retratos, más pintorescos que sociológicos, del menu peuple propios de los títulos 525 169 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas dieciocho fue un combate singular entre el Tercer-Estado y los órdenes: el pueblo no fue sino el más hábil de los auxiliares. Así, en octubre de 1830, todavía existen dos especies de hombres: los ricos y los pobres, las gentes que van en coche y las gentes que van a pie, aquéllos que han pagado el derecho de ser ociosos y aquéllos que intentan adquirirlo. La sociedad se expresa en dos términos 529 .” Si en las jerarquías narrativas de La Comédie, la mitad más enigmática todavía no alcanza a ser tema, empieza a ser materia literaria; ya que, en el marco del amplio panorama de la elegancia en la sociedad francesa desde el feudalismo hasta Luis Felipe, el autor define la “vida ocupada” como un modo completo de existencia 530 . La sorprendente perspectiva ontológica que se descubre en el Traité de la vie élégante permite pensar una política del ser-precisamente-así de los muchos. El pueblo de La Comédie es, fundamentalmente, pueblo silencioso 531 y su ser en permanencia excluye el relato de la insurrección; sin embargo, la experiencia plebeya balzaciana es plenamente política. Se trata de una experiencia tal porque su política no comienza con el trabajo, sino con la clásicos de este peculiar género literario; sin embargo, en los textos de Balzac, se explicita el espacio binario del conflicto. Es decir, están presentes el número y su deseo y esa presencia rebasa, con mucho, la vocación de autoanálisis de la sociedad revolucionada. Se trata de presencia política. 529 H. Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 222. 530 “Ahora bien, las tres clases de seres creadas por las costumbres modernas son: El hombre que trabaja, El hombre que piensa, El hombre que no hace nada. De ahí tres formas de existencia lo suficientemente completas como para expresar todos los géneros de vida, desde la novela poética y vagabunda de la Bohemia, hasta la historia monótona y somnífera de los reyes constitucionales: La vida ocupada, La vida de artista, La vida elegante.” H. Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 212. 531 Sobre el silencio de los muchos y sus excepciones, cfr. “La escritura de la insurrección.” 170 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas venida a la presencia de las vidas deformadas por el trabajo, con la visibilidad de su vulcanización 532 . La carne de lo social que se ofrece a la mirada de los ojos que se abren es también carne de lo político, porque, como dice Balzac en La fille aux yeux d´or 533 , estas criaturas podrían ser hermosas; es decir, porque su deformidad no es esencia: “Estos hombres, nacidos, sin duda para ser bellos, […] están modelados, desde la infancia, por el imperativo de la fuerza, bajo el reinado del martillo, de las tenazas, de la hilatura, y quedan rápidamente vulcanizados. Vulcano, con su fealdad y su fuerza, no es acaso el emblema de esta fea y fuerte nación, sublime de inteligencia mecánica 534 .” En efecto, si esas formas de vida extrañas -no presentan variantes 535 y, al mismo tiempo, son distintas- están disciplinadas por el trabajo 536 , quiere decir que el ser-precisamente-así de los muchos es convención y no naturaleza, que es política y no inmoralidad, que es política y no virtud; en definitiva, que es asunto del estar-entre-los-hombres y, por tanto, contingencia. Al extremo es así que, cuando el gran número balzaciano irrumpe en el relato, parece que los mecanismos narrativos que explican su aparición fueran activados por una fábrica de racionalidad histórica - la sociedad- a cuyo dictado trabajara Balzac. Sabemos, evidentemente, que esto es falso; sin embargo, hay algo de incontenible en esos rasgones que hacen los muchos en los trabajos de la publicística, en los incipits y en los Esta hermosa invención balzaciana es analizada ampliamente en el epígfrafe “L´enfer de l´être-ensemble”. 533 H. de Balzac, “La fille aux yeux d´or”, op. cit…, V, p. 1041. 534 Ibidem, p. 1042. 535 H. de Balzac, “Traité de la vie élégante”, op. cit…, XII, p. 212. 536 Ibidem, p. 213 532 171 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas daguerrotipos 537 de muchas novelas o en los relatos de los últimos años (sobre todo, a partir de la década de 1840). Este carácter incontenible –y persistente habría de añadirse- nos habla de la irrupción de lo político y es, como ya se ha dicho en otro lugar de esta tesis 538 , lo que me lleva a definir La Comédie como un inmenso espacio de la revelación, como una inmensa región fenoménica. Aún más, lo que me permite afirmar que, con la escritura de cada novela, el escritor francés repite la escena inaugural de la ciudad: se pregunta, sin saberlo, por las partes que en ella se contienen y por la sustancia de cada una de esas partes. El atrevimiento de la hipótesis defendida queda rebajado al grado de lo razonable si tomamos como premisa de partida la idea de que el pueblo balzaciano es un ser de la intermitencia. Si el número de Balzac ocupara todo el espacio narrativo, como ocurre en la obra de Michelet, coincidiría con el modo de institución de lo social y, por tanto, no cabría litigio por le partage du sensible. En Balzacie, ya se ha dicho con anterioridad, el pueblo es parte y cada una de sus apariciones obliga a interrogarse por el contenido de una ciudad que, además, necesita de otras para terminar de explicarse. Todas las ciudades lo necesitan, puesto que las ciudades existentes siempre tienen algo de las ciudades del discurso y éstas, incluso las que se definen como u-topos, tienen algo de las ciudades existentes. En estos trayectos entre la política y el imaginario se descubren muchas cosas. Se descubre, por ejemplo, que ese pueblo que no existe de Balzac habita, no en la esfera separada de sus infiernos, sino en el estrato más profundo de una estructura geológica movediza 539 , de un medio líquido Cfr. el epígrafe “De la problemática inscripción narrativa de los muchos.” Cfr. “Un héroe venido de muy lejos.” 539 Cfr. “L´enfer de l´être ensemble”. 537 538 172 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas en el que los hombres y las cosas no ocupan un lugar fijo y lo que está abajo puede ascender hasta la superficie. Se descubre también que en esa emergencia intermitente del ser-precisamente-así de los muchos de La Comédie no hay sublimación del cuerpo terrestre, sino diálogo 540 con el pueblo del pueblo y, de un modo específico, diálogo con el movimiento obrero o con el movimiento emancipatorio –si incluimos el republicanismo y el saint-simonismo- de los años de entre-revoluciones. 1831 es una fecha clave para analizar esta relación entre el texto y su contexto. La révolte des Canuts 541 de Lyon 542 . A diferencia de lo que ocurriera durante la Revolución de 1830, la experiencia empírica de las jornadas (en este caso, 21-24 de noviembre) resultó tan decisiva como l´après-Novembre 543 . A mediados de octubre, el prefecto del departamento del Rhône, Du Molart, recibe una petición de una comisión de los trabajadores de la seda en la que se solicita de su “autoridad paternal” al objeto de llegar a la fijación de una nueva tarifa para la producción de la más importante industria de Francia y de una sus principales exportaciones –un tercio del total 544 . Además, casi la mitad de la población obrera de Lyon vivía de la seda, así que el prefecto no podía desatender, sin más, la demanda. Entre el 18 y el 25 de octubre, tienen He encontrado referencias al creciente interés que Balzac –especialmente, a partir de finales de la década de 1830- demuestra por el problema social; sin embargo, ninguno de los trabajos de la crítica balzaciana que he estudiado habla del diálogo entre la política y el imaginario que aquí se apunta, ni establece una línea de análisis que recorra todo el período de entre-revoluciones, ni define La Comédie como conjunto en los términos expuestos en esta tesis doctoral. 541 Es el nombre colectivo que designaba a los trabajadores de la seda. 542 Para el análisis e interpretación de los sucesos de Lyon me sirvo, fundamentalmente, de los trabajos de F. Rudé (Les révoltes des canuts, Éditions La Découverte, Paris, 2007), de F. Gemie (French revolutions. 1815-1914. An introduction, Edinburgh University Press, Edinburgh, 1997) y de M. Riot-Sarcey (Le réel de l´utopie…, op. cit.). 543 En esta cuestión, participo plenamente de la interpretación que hace P. Ronsanvallon. Cfr. idem, Le sacre du citoyen, op. cit…, p. 256. 544 F. Rudé, Les révoltes…, op. cit., p. 11 y F. Gemie, French Revolutions…, op. cit., p. 52. 540 173 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas lugar una serie de entrevistas entre el Poder y los compagnons, pero las reuniones no se materializan en acuerdos. El mismo 25 de octubre, 6.000 obreros se dirigen, de manera ordenada y pacífica, a la plaza de la prefectura (Place des Terreaux). Para alegría de los que allí se convocan, se anuncia un nuevo acuerdo entre la Comisión, los comerciantes y el prefecto. Al escuchar a los obreros lyoneses deseando larga vida al rey, Du Molart concluye que, con la fijación de la nueva tarifa, había conseguido ganar a la clase trabajadora de la ciudad del trabajo para la causa de la Monarquía de Julio. Su perspectiva cambió cuando llegó el momento de explicar el acuerdo alcanzado al primer ministro. C. Périer 545 , con su agudo talento de gran hombre de las finanzas, entendió que el pacto del precio fijo ocultaba, en realidad, toda una reforma de la industria de la seda y, aún peor, una nueva forma de las relaciones sociales en la que los muchos tenían el derecho de discutir las condiciones de vida y de trabajo 546 . La sola idea de una nueva ciudad, de un espacio político en entreconstrucción, era algo, sencillamente, inconcebible. Du Molart se encontró en C. Périer sólo llevaba unos meses –había llegado al poder en marzo de 1831, sustituyendo a otro gran nombre de la banca, el desacreditado Laffitte- en el cargo de primer ministro cuando estalló la insurrección de Lyon. La entrada en el gobierno de un hombre que se había negado a firmar el acta de derrocamiento de Carlos X durante los Trois Jours, evidenciaba un claro giro hacia la derecha de la Monarquía de Julio y reducía el programa político del régimen constitucional a dos líneas claramente definidas. En el interior, política de orden público –literalmente, policía- como respuesta al ciclo de movilizaciones que se sucedieron en París, Lyon y Grenoble a lo largo de 1831. En el exterior, se propugnaba una “política de paz” que no estuvo exenta de demostraciones enérgicas en pro de los intereses de Francia (caso de la defensa de Bélgica frente a los ataques externos, de la ocupación de Ancona que aseguraba la influencia francesa en Italia o la exhibición de fuerza de la flota en Lisboa como respuesta a las supuestas injurias del gobierno portugués a los residentes franceses). Después de poco más de un intenso año en el gobierno, Périer moriría a causa de la terrible epidemia de cólera que asoló París en la primavera de 1832. 546 F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., pp. 26-34. 545 174 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas la difícil tesitura de faltar a lo acordado y de redefinir la naturaleza de la tarifa, ofreciendo un compromiso que no satisfizo a nadie: los precios no quedarían legalmente establecidos mediante los acuerdos que pudieran arreglar canuts y comerciantes; sino que serían éstos los que, atendiendo a las circunstancias y al honor, determinarían los precios. La respuesta de los obreros no se hizo esperar y, en la noche del 20 de noviembre, se recibe en la prefectura un informe de la policía en el que se advertía de que, al día siguiente, los trabajadores de la Croix-Rousse 547 bajarían al centro de la ciudad al grito de “trabajo o muerte.” Desde la mañana del 21 se levantaron barricadas en la entrada del quartiers des canuts y, del 21 al 24, Lyon tuvo sus Journées: hombres de la Guardia Nacional uniéndose a los insurgentes 548 , soldados que no sabían si disparar o no disparar, bayonetas decoradas con trozos de pan, el negro convertido en el color del luto por la injusticia, gritos de “vivre en travaillant ou mourir en combattant”, la adhesión al movimiento de otros grupos de obreros, los 600 héroes entre muertos y heridos, los canuts transformados en guardianes del orden y de la propiedad 549 . París mira a la provincia por una vez. Desde el 22 de noviembre, la policía advierte que los obreros de la capital están teniendo noticia de los acontecimientos de Lyon y comienzan a agitarse. Las noticias que llegan el 24 provocan una reacción en cadena: placards llamando a la movilización de los trabajadores, caída importante en la Bolsa, angustiosa intranquilidad en la Cámara de Diputados. Ante el agravamiento de la situación, el Consejo de Ministros, reunido en palacio en sesión extraordinaria, decide enviar un La colina del trabajo de Lyon, es decir, le quartier des canuts. La mayoría de los hombres del primer batallón de la Guardia Nacional que llegó a la Croix-Rousse eran canuts. 549 F. Gemie, French revolutions, op. cit…, pp. 52-54. Se dieron escenas en las que los obreros tranquilizaban a los comercianttes que querían cerrar sus tiendas diciéndoles que los insurgentes sólo pretendían una nueva tarifa, no violar la propiedad. 547 548 175 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas importante contingente de tropas al mando del duque de Orléans y del Mariscal Soult, ministro de la Guerra. Llegan a las puertas del Lyon insurgente el 29 y el 1 de diciembre ya hay más de veinte mil hombres (se hacen venir destacamentos de los departamentos limítrofes) y una potente artillería dispuestos a intervenir. El día 3 las tropas penetraban en la ciudad y sólo cuatro días más tarde volvía a reinar el orden o, como decían los saintsimonianos, el desorden establecido 550 . Pocos fueron los que gozaron de la experiencia directa de las barricadas en la ciudad del trabajo, pero no hubo periódico, tertulia, café o sociedad en que no se discutiera y analizara lo acaecido en Lyon. El país entero se convirtió en espectador de aquel hecho asombroso. Desde un lado de los márgenes, Chateaubriand no dudó en señalar que aquella insurrección anunciaba el fin de una sociedad y el nacimiento de otra 551 . Desde la otra orilla, M. Chevalier, como director de Le Globe, se creyó en la necesidad de advertir a sus contemporáneos: “Los acontecimientos de Lyon han cambiado el sentido de la palabra política: lo han ampliado 552 .” Juicios como éstos, es decir, respuestas estéticas capaces de crear la distancia necesaria para la acción, fueron excepcionales entre la comunidad de espectadores de la Francia de 1831. La mayor parte de quienes escribieron sobre los canuts se preocupó mucho más de elaborar un significado que mantuviera lo político en los márgenes que ellos mismos habían fijado, que de intentar analizar las auténticas motivaciones de los insurgentes. Una expresión irónica que hacía referencia a la injusticia, evidentemente. Cit en F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., p. 75. 552 Cit. en M.R. Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 175. El periódico Le Globe fue el órgano oficial de los saint-simonianos y, entre sus colaboradores, se contaron P. Leroux, J. Reynaud o el propio Chevalier. Su lectura resulta de una gran utilidad a todo aquel que quiera estudiar el período de entre-revoluciones. 550 551 176 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Esperar otra cosa era esperar demasiado. Si un hombre como Louis Blanc, que sería una de las principales figuras de la Revolución de 1848, concluía su análisis sobre los canuts diciendo que éstos habían sentido miedo al verse sin señores 553 ; cómo esperar que los bienpensantes pudieran percibir en las barricadas de la seda memoria de la gran Revolución (la combinación de la táctica defensiva de la barricada y de la ofensiva de las columnas de ataque 554 ); o que pudieran concebir que los muchos fueran capaces de elaborar un lenguaje político 555 compartido ; o que pudieran definir la révolte, no como expresión de la miseria, sino como lucha por la defensa de un contrato; o que pudieran admitir que el modelo de organización del trabajo de los canuts era también un modelo político (un modelo societario democrático que había sabido renovar los antiguos códigos del trabajo con el universo conceptual dado a conocer por los saintsimonianos 556 ); o que pudieran reconocer en esos obreros organización y voz propia (L´Écho de la fabrique); o que pudieran ver en el intento de gobierno insurreccional durante las jornadas una nueva forma de poder político y no sólo perniciosa contagion républicaine. Con todo, preguntarse por el significado de aquellos acontecimientos comportaba, implícitamente, el pensamiento de la posibilidad de una política del pueblo; posibilidad que fue negada de forma rotunda en el discurso de elite, por supuesto. Francia comenzó por interrogarse sobre el sentido de las jornadas y terminó preguntándose por sí misma, por su identidad y, lo que es más importante, por sus divisiones. El diagnóstico del momento, y casi del siglo, lo daría Saint-Marc Girardin en un artículo publicado en el órgano L. Blanc, Histoire de dix ans (1830-1840), III, Librairie Germen Baillière et Cie, Paris, 1877, pp. 74 y ss. 554 F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., p. 168. 555 Entendido en un sentido amplio que incluye formas de acción colectiva y formas discursivas. 556 F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., pp. 23-24. 553 177 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas oficial de la Monarquía de Julio, el Journal des Débats (8 de diciembre de 1831): “La sedición de Lyon ha descubierto un gran secreto, el de la lucha intestina que tiene lugar en la sociedad entre la clase que posee y la clase que no posee. Nuestra sociedad comercial e industrial tiene su plaga como todas las sociedades; esta plaga son sus obreros. No hay fábricas sin obreros, y con una población obrera siempre creciente y siempre necesitada, no hay descanso para la sociedad (…) Los bárbaros que amenazan la sociedad no están en el Cáucaso, ni en las estepas de la Tartaria; están en los faubourgs de nuestras ciudades manufactureras (…) Sufren; la miseria los aplasta. ¿Cómo no van a buscar una condición mejor? (…) ¿Cómo no van a estar tentados de invadir a la burguesía? Son los más fuertes, los más numerosos. Sois vosotros mismos quienes les habéis dado armas y, en fin, ellos sufren horriblemente con la miseria. Es necesario que la clase media sepa bien cuál es el estado de cosas. Por debajo de ella existe una población de proletarios que se agita y se estremece (…) [Esa población] está mal. Quiere cambiar. Aquí es donde está el peligro de la sociedad moderna; de aquí pueden salir los bárbaros que la destruirán (…) Republicanos, monárquicos de la clase media, sea cual sea vuestra diversidad de opiniones sobre la mejor forma de gobierno, no hay más que una opinión, imagino, sobre el mantenimiento de la sociedad. 557 ” El hallazgo de una comparación de tanta resonancia histórica, la oportunidad de la publicación y el impacto provocado por los propios hechos hicieron del artículo sobre los bárbaros verdadero manifiesto de la burguesía decimonónica. Se trataba de una declaración de guerra que, pretendiendo lo contrario, ampliaría de manera irremediable los límites de lo político. Porque Saint-Marc Girardin iniciaba su texto definiendo los acontecimientos de Lyon como un momento de la revelación y lo que se descubría era una “lucha intestina”, es decir, una lucha civil, una lucha en y de la ciudad. El mero reconocimiento de la venida a la presencia de los muchos implicaba que los habitantes de las ciudades invisibles se habían transformado en habitantes de las ciudades intermitentes, que toda esa población “que se agita y se estremece” en el fondo geológico puede Saint Marc Girardin, Souvenirs et réflexions politiques, pp. 144-148, cit en F. Rudé, Les révoltes des canuts…, op. cit., p. 70 y P. Ronsanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit., p. 256. 557 178 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas emerger a la superficie, que el obrero no sólo estaba en la ciudad, sino que comenzaba a creer que podía ser la ciudad. Y el suelo era tan frágil. Los acquéreurs no estaban seguros de muchas transferencias de la propiedad que eran resultado directo de la Revolución y todos entendían –y ahí están Les Paysans de Balzac para probarlo- que un nuevo desencadenamiento de fuerzas podría llevar a un bouleversement de consecuencias aún mayores que las del primero. El llamamiento a la unidad de republicanos y monárquicos de clase media tenía por objeto reconstituir la comunidad de intereseses –una sola opinión sobre el mantenimiento de la sociedad- de los propietarios. Saint-Marc Girardin no consiguió evitar que su comentario a la guerra servil se deslizara peligrosamente hacia lo político, pues fijaba la salvaguarda de la sociedad en la firmeza de los mecanismos de exclusión… política: “La clase media sería ingenua si diera alegremente armas y derechos a sus enemigos, si dejara entrar la marea de proletarios en la guardia nacional, en las instituciones municipales, en las leyes electorales, en todo lo que es el Estado […] Dar derechos políticos y armas nacionales a quien no tiene nada que defender y nada que perder es ir contra el mantenimiento de la sociedad 558 .” Lo que en estas líneas hay de reconocimiento a la demanda de los muchos en cuanto exigencia de igualdad-pertenencia, remite a una idea que ya expuse en el apartado dedicado al problema de la soberanía: la exclusión política, a comienzos de la década de 1830, era tan importante como la exclusión social, de tal modo que palabras como ilota y proletario expresaban también separación de la comunidad. Es más, si ampliamos la visión y ponemos el artículo de los Saint Marc Girardin, “Souvenirs et réflexions politiques”, cit en P. Ronsanvallon, Le sacre du citoyen…, op. cit., p. 256. 558 179 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas bárbaros en relación con lo que han sido líneas de análisis dominantes en historia social, se abre una perspectiva insólita. El texto de un publicista conservador interpreta Lyon a la luz de la evidencia de lo social y, aunque no lo diga de forma explícita, su referencia indirecta a la cuestión política tiene mucho de fondo que habita en esa emergencia; es decir, encontramos en esta página del Journal des débats una inversión de cierta lógica interpretativa clásica que, por influencia del paradigma marxiano, solía definir lo social como la parte por desenmascarar de la apariencia, de la política tal y como la entendían las elites, de la dominación. No quiero decir con ello que Saint-Marc inscriba, malgré lui, la insurrección en el campo de lo político; pero sí afirmo que su reflexión está íntimamente vinculada a ese específico contexto de entre-revoluciones en el que todavía no se ha completado la disyunción de lo social y de lo político. Entonces, un pensador socialista como Leroux (“De la philosophie et du christianisme”, 1832) podía lamentarse del empeño de los políticos en separar la política de todo lo demás 559 . Entonces, los canuts podían luchar por ampliar el sentido de la palabra política desde la política. Entonces, Balzac podía comenzar su análisis sobre la insurrección lyonesa hablando del republicanismo que se aprovecha del caudal de energía del pueblovector, es decir, reconociendo la existencia de ese vínculo en la separación entre lo político y lo social que resistía toda quiebra y que resultaba tan difícil de desentrañar: “Se ha hablado mucho de los acontecimientos de Lyon, de la República cañoneada en las calles; nadie ha dicho la verdad. La 559 Cfr. M. Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 176. 180 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas República se apoderó del motín como un insurgente se apodera de un fusil. Voy a deciros la verdad, por rara y profunda 560 .” En estas palabras del E. Blondet de La Maison Nucingen (1837) hay profundidad de superficie, como casi siempre en Balzac. La aspereza analítica no comienza, sin embargo, en la continuación del punto y seguido de este fragmento de página, sino en el propio marco narrativo. Nucingen es el nombre de la riqueza algebraica de La Comédie. Es un personaje que no acaba de serlo: se habla de él, pero no aparece; apenas sabemos que es un volumen –se trata de un hombre con sobrepeso-, pero no hay descripción física, ni conocemos sus debilidades. Sabemos, a través de su matrimonio con Delphine Goriot 561 , que su posición guarda un íntimo vínculo con la Revolución: sólo en una sociedad revolucionada un banquero judío puede alcanzar la cima social. Y el título –nombre y cía- que le da protagonismo nos habla del doble proceso de despersonalización de las formas de poder y de cuantificación del mundo que caracteriza a la modernidad. Este trasunto literario de figuras históricas como las de Rothschild, de Fould o de H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 375. Delphine es una de las dos idolatradas hijas del rey Lear-Goriot. Este obrero de la harina, que se enriquece vendiendo su producto durante las carestías del período revolucionario, desarrolla una pasión increíble por sus dos hijas tras quedarse viudo. Anastasie, casada con la aristocracia (condesa de Restaud) y Delphine, casada con el dinero (baronesa de Nucingen) se disputan el lugar de privilegio en el tout-Paris – y, manera específica, en el faubourg Saint-Germain- y respresentan las dos caras del poder en la sociedad revolucionada. En la historia de estas dos feroces enemigas íntimas se ve la fuerza que, para Balzac, tiene el consabido participio: el mundo que adviene con la Revolución es ya un mundo nuevo, una nueva tensión de fuerzas, que pretende desmarcarse de su origen; tal y como les ocurre a las hijas de Goriot, que abandonan en la indigencia a un padre que les había entregado toda su fortuna por dote. Casi todas las figuras balzacianas que, como el père, pertenecen a la generación de los padres, es decir, las que tienen un vínculo directo con la Revolución, acaban siendo arrastradas por el torrente de la modernidad. En 1820, París sólo era grande a la manera en que lo era la ambición de Rastignac (por cierto, amante de Delphine y compañero de Goriot en la pensión Vauquer). Cfr. H. De Balzac, “Le père Goriot”, op. cit... III. 560 561 181 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Humann 562 está en todas partes y en ninguna; es continente y contenido, medida y sustancia con las características de lo líquido. Así que, en la novela de las altas finanzas (esa máquina tan vasta que precisa de polichinelas 563 ), Balzac nos explica las jugosas ventajas que se pueden derivar de una quiebra falsa 564 y las causas de la insurrección lyonesa: la especulación y su reverso. Y, por supuesto, ni el personaje elegido para hacerlo, ni el escenario son casuales. La arquitectura narrativa de La Maison Nucingen está cuidadosamente diseñada: el lector ha de recomponer el relato central a partir del diálogo que mantienen Couture, Bixou, Finot y Blondet en un gabinete privado de un cabaret cualquiera del París de 1837. De estas criaturas balzacianas, no importa tanto su singularidad cuanto su inscripción sociológica, pues Bixiou, Finot y Blondet son periodistas, unos periodistas que, liberados de las exigencias de la opinión publicada, ofrecen verdad a la comunidad de espectadores de La Comédie. Desvelado el andamiaje, la continuación del punto y seguido en el que me había detenido adquiere una nueva dimensión: “El comercio de La figura del barón de Rothschild es la que más puntos en común tiene con la de Nucingen. Balzac parece haber favorecido esta idenficación al decir de Nucingen era el financiero más importante y prestarle un origen judío alemán. Las diferencias, no obstante, son importantes, pues la fortuna de Rothschild es anterior a la de Nucingen y partía de la idea de la diversificación de sus sedes en distintos países. Parece que el gusto del personaje balzaciano por las quiebras falsas se debe no tanto al ilustre barón, cuanto a uno de los grandes banqueros del Imperio, Fould, o al ministro de finanzas Humann, de tan dudosa reputación como el régimen al que sirvió: la Monarquía de Julio. Cfr P. Citron, “Introduction”, en H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 321 y también A.M. Meininger, “Nucingen. D´une révolution à l´autre”, en VVAA, Balzac et la Révolution, L´année…, op. cit…, p. 78. 563 H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 371. 564 Ibidem, pp. 369-370. 562 182 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Lyon –prosigue Blondet 565 - es un comercio sin alma, que no hace fabricar una vara de seda sin que haya sido encargada y sin que el cobro esté asegurado. Cuando el encargo se para, el obrero muere de hambre y apenas puede vivir de lo que trabaja, los forzados son más felices que él. Después de la Revolución de Julio, la miseria ha llegado a tal punto que los CANUTS han enarbolado la bandera: ¡ Pan o muerte! Una de esas proclamas que el gobierno habría debido estudiar y que se debía al coste de la vida en Lyon. Lyon quería construir teatros y convertirse en capital, de ahí esas concesiones insensatas. Los republicanos han previsto esta revuelta por el pan y han organizado los Canuts… 566 ” Cuando F. Rude cita estas palabras de Balzac, en su estudio sobre la insurrección lyonesa, abre un paréntesis en el que apostilla que nosotros sabemos que los canuts fueron tan malheureux en el avant como en el aprèsJuillet y que no necesitaron de los republicanos para organizarse 567 . Lógicamente. Resulta imposible imaginar, malgré nous, a un Balzac révolutionnaire, capaz de ver parole ouvrière en L´Écho de la fabrique o de concebir como posible las ideas de autonomía y de organización en las sociedades de compagnonnage. Con todo, el novelista fue mucho más allá que toda esa opinión (el Journal des Débats, Le Temps, entre otros) de su tiempo Émile Blondet es uno de los nombres del periodismo en La Comédie Humaine. De origen burgués, bello -como todos los personajes que Balzac ama- y dotado de espíritu, consigue pronto el éxito como articulista en Débats; de hecho, a los veinte años -1822- es ya una de las figuras del mundillo literario parisino. Su amistad con dos de los favoritos del novelista, Lucien de Rubempré -a quien ayuda a convertirse en un gran hombre de provincias en París- y Raphaël de Valentin –en un determinado momento, los dos amigos comprueban cómo se ha estrechado la pielno le resta brillo personal: tiene su historia de amor con Mme de Montcornet, es espectador del deseo de los muchos en Les Paysans, despunta entre los dandys junto a De Marsay y, finalmente, alcanza el éxito social cuando es nombrado prefecto a finales de la década de 1830. Aparece, entre otras novelas, en Illusions Perdues, en Ursule Mirouët, en Le Cabinet des Antiques, en Les Paysans. 566 H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 375. El uso de la mayúscula y de la cursiva en este pasaje son de Balzac. 567 F. Rude, Les révoltes des canuts, op. cit…, pp. 183-184. 565 183 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas que creyó probar la ausencia de todo elemento político en la révolte de Lyon por la simple reiteración del argumento 568 . El autor de La Comédie, no podía ser menos, parte de la miseria del “los republicanos han previsto esta revuelta por el pan y han organizado los Canuts […]”; pero sólo para llegar a establecer una relación con otra instancia: “[…] que se han batido por partida doble. Lyon ha tenido sus tres días. 569 ” En ese “por partida doble” se detecta una alusión al vínculo entre lo político y lo social propio del período de entre-revoluciones. Y el nexo resulta más evidente si se considera que la insurrección llega al tiempo de la escritura en 1837, es decir, tres años después de la repetición atenuada de 1831. Balzac podía haber centrado su análisis en las movilizaciones de Lyon que, en abril de 1834, siguieron a la promulgación de la ley contra las sociedades secretas, es decir, contra la Société des Amis du Peuple y la Société des Droits de l´Homme 570 . Esta segunda révolte, mucho más próxima al sentido que las elites daban a lo político, de menores dimensiones y de claro protagonismo republicano 571 parecía un tema menos arriesgado que la guerra servil 572 de 1831; sin embargo, Balzac, al mencionar los “tres días”, se refiere, específicamente, a las jornadas de noviembre y, con ello, además, marca una línea de continuidad entre el fracaso –y la mención es doble- de Juillet y los canuts. En La Maison Nucingen, el novelista tampoco cuenta los hechos; pero, Cfr. M-R. Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., pp. 175, 181 y 182 H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit..., VI, p. 375. 570 Cfr. L. Von Stein, History of the social movement…, op. cit., pp. 294 y ss. 571 F. Rude, Les révoltes des canuts, op. cit…, p. 169. Este protagonismo republicano no excluyó la coordinación con el movimiento obrero, como demostró la “invención” de la huelga general política e insurreccional. Cfr. Ibidem, p. 188. 572 En estos términos la definió V. Hugo. Cit en F. Rude, Les révoltes des canuts…, op. cit., p. 9. 568 569 184 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas a diferencia de lo que ocurriera con la Revolución de 1830 en La peau de chagrin, los interpreta; y, lo hace de tal suerte, que abre la experiencia lyonesa a una dimensión inequívocamente política y termina por definir su tiempo como un tiempo post-revolucionario, pues la derrota de los tres días de la ciudad del pensamiento marcaba el principio de los tres días de la ciudad del trabajo. Así, cuando Balzac escribe que “todo ha vuelto al orden y el canut a su tugurio 573 ”, habría que añadir … hasta nueva orden o -desde la perspectiva fenoménica que se defiende en esta tesis- hasta una nueva aparición. Este aparecer desde ninguna parte para desparecer a ninguna parte se repite una vez y otra en La Comédie. Lo que distingue al número que no existe, o que sólo existe fugazmente, de todos los demás personajes recurrentes de Balzac, es que cada una de sus apariciones es política. En cierto sentido, esa modernidad que ellos mismos han contribuido a crear les expulsa de un modo de estar en el mundo que la nueva escala de producción ha traído al hombre del siglo XIX: la vida privada. Para los muchos, no cabe la novela de costumbres, ni el análisis de los hilos del corazón: aparecer es ser y ser reconocido. Sus vidas están completamente giradas hacia el exterior: en el boulevard, en la rue de Charonne, en una esquina del quai; y cuando su carne entra en contacto con un interior, como en el atelier de Cérizet 574 o en la sala del juez Popinot 575 , vulcaniza cuanto H. Balzac, “La Maison Nucingen”, op. cit…, VI, p. 375. Este huérfano del Hospice des Enfants-Trouvés de Paris aparece, por primera vez en Illusions Perdues, como ayudante del impresor D. Séchard, que le hace venir de la capital hasta la provincia de Angulema. Este joven oficial de imprenta, impenitente conquistador de petites ouvrières, no duda en venderse a los Cointet y traicionar a su jefe, a quien finalmente arrebatará la imprenta. Cfr. H. Balzac, “Illusions Perdues”, op. cit…, V, pp. 148, 566 y ss, 681 y ss, 725. En novelas posteriores, como Les Petits Bourgeois, reaparece convertido en figura destacada de ese inmenso juego de polichinelas que es la Monarquía de Julio. Su última transfiguración, en Les comédiens sans le savoir, como compinche del usurero Vauvinet completa su retrato moral. 573 574 185 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas toca: “la muralla había recibido yo no sé qué oscura pintura aplicada por los andrajos y las ropas desgastadas de esas pobres gentes 576 .” Hay algo en estos personajes (se asemejan a Nucingen en que no terminan de serlo) que les hace parecer conscientes de que no se puede vivir todo el tiempo en el espacio del riesgo; de que venir a la presencia es siempre mise en abyme. Abismo de sí mismos y del relato, porque desde el tiempo vivido del Lyon de 1831 hasta el tiempo de los canuts interpretados en La Maison Nucingen de 1837, se observa la sutil vulcanización del balzaciano estar-entre-los-hombres, una apertura de la historia a la Historia que va a posibilitar la penetración de los muchos en Balzacie. En las novelas de la década de 1830 posteriores a La Peau de Chagrin, el pueblo aparece en los extremos del París físico –en los desvanes y las porterías, en las calles recónditas y miserables- y del París moral –en el círculo más profundo del infierno parisino. Está literalmente agarrado a los bordes del relato y cuando irrumpe en Le colonel Chabert (1832), en Ferragus (1833), en Le père Goriot (1834), en La fille aux yeux d´or (1834), en la primera parte de Illusions Perdues (1835-1843), en Facino Cane (1836), en L´Interdiction (1836) apenas se parece a ese pueblo de la Restauración de quien, se supone, Se trata de uno de esos personajes “blancos” que encarnan el bien –junto a los amigos del Cénacle, al doctor Benassis y a algún que otro personaje-, figura clave de la contre-société balzaciana que se opone, de un modo secreto, a la ferocidad del universo social de La Comédie. Su esfuerzo es enorme y la conquista es pequeña, pero su casa es respetada por todos los ladrones de París. Esta figura de la caridad resulta especialmente significativa por su condición de juez, puesto que Balzac, según nos cuenta en su descripción del infierno parisino de La fille…, entendía que todos aquellos que portan la toga negra habitan en el vientre de la ciudad y conocen de la negrura de su interior. Lo encontramos en novelas como L´Interdiction, César Birotteau o L´Envers de l´histoire contemporaine. 576 H. Bazac, “L´interdiction”, op.cit…,III, p. 433. 575 186 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas es trasunto. Su invisibilidad tiene poco que ver con la invisibilidad 577 de repliegue del pueblo de 1815 o de 1821 578 ; se trata, más bien, de intermitencia, de mecanismo secreto que está detrás del perpetuo movimiento de la ciudad-monstruo 579 , de todas las casas que se destruyen y se construyen. Palanca y engranaje, son los muchos quienes mejor se adaptan a la aceleración de los ritmos de una existencia convertida en producción, ese torrente que ahoga a quienes, como Birotteau o Pons 580 , son pauvres gens de un modo muy distinto al modo en que lo es el pueblo. El número de todas estas Scènes de la Vie de Province y Scènes de la Vie Parisienne no asusta por su masa: los convidados a una boda obrera a la que asiste el narrador de Facino Cane 581 , los obreros impresores que trabajan para David Séchard 582 , las M. Riot Sarcey subraya la invisibilidad del pueblo durante la Restauración. M. Riot-Sarcey, Le réel de l´utopie…, op. cit., p. 59. 578 Tras el susto provocado por la experiencia de masas de los Cien Días, la Restauración restaurada vino a estrechar la estructura de oportunidades políticas hasta cegarla casi por completo, sobre todo a partir del asesinato del Duque de Berry –el entonces delfín-, en febrero de 1820. Es la época del activismo de las sectas secretas, de las conspiraciones fallidas, del esfuerzo pionero de los carbonarios. El pueblo apenas participó de esta política de oposición y regresó, temporalmente, a su ángulo oscuro, después de la epifanía –con los matices que corresponden a cada una de las etapas- del período Revolucionario. 579 H. Balzac, “Ferragus”, op. cit…, III, p. 822. 580 Sobre Birotteau, ver infra. Pons es una de esas figuras de La Comédie, y no son muchas, que mueven a la compasión. Músico de profesión –ni más ni menos que Grand Prix de Rome-, este anciano deforme es derrotado tantas veces por el mundo que se pierde la cuenta: sus obras se olvidan y termina por escribir a precio miserable pequeñas piezas para el teatro musical; sufre el desprecio y el abandono de su amplia familia, la estirpe de vencedores sociales de los Camusot (de hecho, junto con La Cousine Bette, la novela a que da título este músico, Le Cousin Pons, compone un pendant que se titula: Les parents pauvres); forma una increíble colección de obras de arte que terminará siendo expoliada; su propia femme de ménage, la terrible Cibot, va poco a poco controlando su vida y termina por saquearle. Sólo cuenta con el afecto inquebrantable de quien es una víctima mayor, su entrañable amigo el también músico Schmucke. Cfr. H. de Balzac, “Le cousin Pons”, op. cit…, VII. 581 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, III, pp. 1021-1022. 577 187 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mujeres desesperadas que aguardan la ayuda del Juez Popinot 583 , la familia del vaquerizo Vergniaud que acoge a Chabert en la casa más pobre de la calle más pobre 584 , los malheureux que encuentran asilo en el Convento de los Carmelitas del Observatorio, los albañiles que mueren en las obras de demolición del viejo París, el obrero vulcanizado por la plancha que lleva sobre sus hombros 585 . Número de atelier, número mendicante, en definitiva, retrato de la pluralidad del trabajo y de la miseria. A priori, podría tratarse de lo concreto, de lo bello; aunque fuera transparencia castigada por el obstáculo o simple poesía de los andrajos 586 . Trabajadores endomingados que se reúnen en una celebración. Obreros de imprenta que ni saben de la noche que les puede dar la ocasión de elaborar una voz propia 587 , ni del nombre de P. Leroux 588 . Idem, “Illusions Perdues”, op. cit…, V, p. 144. El impresor David Séchard es uno de los personajes más importantes de Illusions Perdues y representa -con Louis Lambert, Daniel d´Arthez y Michel Chrestien- lo más elevado del espíritu de Balzacie. Compone un perfecto pendant con su amigo íntimo y cuñado, Lucien Chardon –más tarde, Rubempré. Moreno uno, rubio el otro. Honrado impresor, escritor que ni siquiera lo es. Víctima de la sociedad, superviviente. Perfecto casado, tentación para la pasión doble de Mme de Bargeton y de Vautrin. El contraste entre los dos amigos se proyecta en la experiencia de París. Para David, se trata de un espacio de las ideas y del conocimiento, en el que aprende el oficio de impresor en la celebérrima casa Didot-Frères. Para Lucien, el proyecto literario –L´Archer de Charles IX o sus mediocres sonetos- no es más que un medio para el fin de la promoción social; y lo peor de todo es que no queda transformado por el contacto con sus entrañables amigos del Cénacle. El primero regresa a la provincia para sufrir (sus desventuras dan título a la tercera parte de la novela: Les souffrances de l´inventeur), sufrir por el desastre ecónomico que le deja su padre, por el engaño de su ayudante Cérizet, por la traición de su amigo Lucien y por la secreta –o no del todo aclarada- fascinación que la belleza femina de éste le provoca. El segundo se queda definitivamente en el mundo, después de ceder a la tentación de un Vautrin encarnado en el Cardenal Herrera. 583 Idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, pp. 436-438. 584 Idem, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, pp. 336-337. 585 Idem,“Ferragus”, op. cit…, V, pp. 902 y 799. 586 Idem, “La Rabouilleuse”, op. cit…, IV, p. 352. 587 En una de sus habituales asociaciones entre política y poesía, el filósofo francés descubre en su libro La nuit de prolétaires cómo esos seres vulcanizados de la Francia de entre-revoluciones doblaron sus jornadas de trabajo por las noches al objeto de 582 188 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Madres que amamantan a sus hijos. Y, sin embargo, hay algo en todos ellos que los hace horribles à voir 589 : se han ofrecido a unos ojos que se han abierto. De todas las novelas de esta década de 1830, quizá sea César Birotteau 590 (1837) la que mejor transmite la extraña inquietud que provoca la inscripción narrativa del número balzaciano. En el prefacio a la primera edición 591 , Balzac nos dice que La Maison Nucingen es el reverso (revers) de la historia de la grandeza y de la decadencia del maestro perfumista César Birotteau: allí el triunfo de la especulación, aquí el fracaso de la probidad 592 . Sin pretender corregir al novelista, se podría decir que aún hay otro envers de l´histoire: el que comienza en el desván del hôtel Birotteau 593 . Porque allí está el atelier de los obreros de La Reine des Roses y, desde esa extraña altura que es inversión del París moral, puntean fugazmente la trama como si, por momentos, los muchos pudieran voltear su superficie y mostrar lo que permanecía oculto. Son el esfuerzo que paga las lecciones de acuarela y de música de Césarine Birotteau; la energía que activa las “grandes fábricas” que el dar forma a su propia voz, comenzando la política del pueblo por donde empieza toda política: palabra y aparición. Cfr. J. Rancière, La nuit de prolétaires. Archives du rêve ouvrière, Hachette, Paris, y también “La escritura de la insurrección.” 588 El filósofo P. Leroux, citado en varias ocasiones en esta tesis doctoral, fue impresor y, en el contexto de ese mundo de la edición que conocía tan bien, Balzac lo señala como uno de los grandes sabios de su tiempo (cfr. H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 221). Y, efectivamente, lo fue. 589 H. Balzac, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 438; idem, “Ferragus”, op. cit…, V, p. 903; idem, “La fille aux yeux d´or”, op. cit…, V, p. 1039. 590 El título completo de esta novela es el siguiente: Histoire de la grandeur et de la décadence de César Birotteau. Marchand parfumeur, adjoint du Maire du Deuxième Arrondissement de Paris, Chevalier de la Légion d´Honneur, etc… 591 Honoré de Balzac, “César Birotteau”, op. cit…, VI, p. 35. 592 Ibidem, p. 67. 593 Ibidem, p. 43. 189 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas comerciante levanta en el Faubourg du Temple 594 ; las manos que transforman el local donde se celebra el baile con el que el nuevo caballero de la Legión de Honor agasaja a sus vecinos del deuxième arrondissement 595 o el principio de la ruina de Birotteau, cuando un obrero con el que se asocia para fabricar un jabón, lo deja con una enorme deuda tras de sí 596 . Este número de fábrica de la época del Imperio y de la Restauración tiene algo extraño, parece moverse con otra cadencia, más intensa, más acelerada, intuyendo siempre el sentido de los acontecimientos. Aparecen como engastados en toda una suerte de transformaciones 597 –la diferencia de tiempos, la potencia de los nuevos medios de producción, los cambios de escala económica y productiva, la revolución de los anuncios pagados en los periódicos- del mundo comercial parisino que el pobre Birotteau no alcanza a comprender. Es cierto que todas estas novedades a las que se refiere Balzac se ajustan al tiempo de la escritura (la Monarquía de Julio), pero en el tiempo narrado todo se vive en la simultaneidad y, en este como si, los obreros son los que mejor habitan en el cambio porque han venido a la existencia con él. Ibidem, p. 67. Ibidem, pp. 142-143. 596 Ibidem, p. 63. 597 La mutación de un boutiquier de origen humilde en comerciante de la industria de vanguardia durante la transición del Imperio a la Restauración parece creíble, pues la cosmética tuvo sus pioneros y la expansión que experimentó el comercio francés a partir de 1818 –se puso más dinero en circulación, las rentas subieronpodría explicar en términos históricos el éxito de las iniciativas comerciales de Birotteau. Lo que no se compadece con el tiempo narrado es la introducción de la publicidad –los affiches que Popinot encarga a Félix Gaudissart para inundar con ellos la ciudad, los anuncios en la prensa (César Birotteau, pp. 136-137, 203-204)-, que es un fenómeno que sólo aparece con Luis Felipe. Esta novedad fue mucho más que una novedad: fue una revolución. De un lado, la publicidad fue origen y consecuencia de los cambios de escala productiva que tendrían lugar en la generación siguiente a la de Birotteau, por eso Balzac elige a su candidato a yerno como mago de los affiches. De otro, la inclusión de anuncios pagados en los periódicos transformó a la prensa misma, por cuanto posibilitó un abaratamiento en los costes de edición que permitió, además, la aparición de textos literarios –le roman-feuilleton- que, más tarde, aparecerían en libraririe. Como ya se ha dicho, la presse Girardin fue uno de los mayores exponentes de este nuevo tipo de publicaciones. 594 595 190 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Sólo el ambicioso pretendiente de la hija del perfumista, Ansèlme Popinot, puede seguir el ritmo. Como el Vulcano popular, es contrahecho, literalmente, patizambo 598 . Como él, está siempre en la fábrica, también por las noches 599 . La energía del joven se corresponde con la del número a tal extremo, que lleva su expansión comercial al quartier de la miseria, el Faubourg Saint-Marceau 600 y encuentra el capital necesario para su negocio en la madriguera que el usurero Gigonnet posee en la vulcanizada rue Greneta, “donde todas las casas, invadidas por una multitud de comercios, ofrecen un aspecto repugnante. Las construcciones tienen aquí un carácter horrible. La innoble suciedad de las fábricas domina en ellas 601 .” Lo que viene a la presencia en César Birotteau y en los demás títulos aquí analizados es sólo una parte de lo que vendrá; ahí radica la amenaza de ese pueblo balzaciano que no existe… pero está. Y, con cada una de sus irrupciones, se produce un desplazamiento de la superficie y del contenido del relato que no es directamente observable en la lectura individualizada de cada novela; sino que exige del lector un esfuerzo panorámico y de recomposición. À vol d´oiseau, se percibe un juego muy interesante: la lucha de lo inexistente por existir, el empeño de los muchos por rasgar la línea del imaginario que fijaba el límite de esa única opinión sobre el mantenimiento de la sociedad de la que hablara Saint-Marc Girardin. La pequeña, y sin embargo decisiva, victoria de los vencidos. Porque se trataba de un problema de contrato, del reconocimiento de la existencia Ibidem, p. 82. Balzac elige otros términos de comparación: Byron, Scott y Tayllerand. 599 Ibidem, p. 207. 600 Ibidem, p. 287. 601 Ibidem, p. 257. 598 191 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de esa parte en común que es condición de posibilidad del estar-juntos. Esta exigencia del número balzaciano de ser contado, en el doble sentido de ser cuantificado y de ser narrado, es, exactamente, la que está en el origen del movimiento obrero en Francia. Resulta muy difícil decir si primero fue la batalla por la inclusión en el imaginario de la política o lo fue la batalla por la inclusión en el imaginario de la literatura. En cualquier caso, no importa tanto acertar con el origen de este movimiento cuanto señalar su simultaneidad. Y lo que emergió -al menos, por lo que al período de entrerevoluciones se refiere- con ese doble esfuerzo fue mucho más que la impolítica política de la necesidad que tanto lamentara Arendt. PARTE II. EL HEROÍSMO DE LOS MUCHOS EN BALZAC Y GALDÓS 192 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas 193 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CAPÍTULO IV. EL CATÁLOGO DE LAS NAVES (O DE LOS HÉROES INCONTABLES) ¡Decidme ahora, Musas, que tenéis vuestras moradas en el Olimpo! ¡Vosotras que sois diosas, que os encontráis presentes y que todo conocéis, ya que hasta nuestros oídos sólo nos llega el rumor y nada sabemos! ¿Quiénes eran los caudillos y los consejeros de los dánaos? ¡Pues a la muchedumbre no podría enumerarla ni nombrarla ni aunque tuviera diez lenguas y poseyera diez bocas, y mi voz fuera inquebrantable y contara con un corazón de bronce en mi interior, a no ser que las Musas del Olimpo, hijas de Zeus, que porta la égida, me trajeran a la memoria a todos los que acudieron ante los muros de Ilión! 194 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Homero, Ilíada, Canto II, 484-493 4.1. “As for the many….” De todos los viajes que procura la lectura de la obra de Hannah Arendt, uno de los más fascinantes es el del diálogo con la tradición. En primer lugar, porque el destino no es el que se anuncia; o, mejor dicho, no es el que podría parecer que se anuncia. Su tradición es cualquier cosa menos pensamiento heredado 602 . Y su diálogo, que se define como relación críticoinventiva 603 – no como mera emulación, ni tan siquiera como emulación La primera ruptura se produce con la negativa de Arendt a asumir la condición de filósofa. Como ella misma afirma, este gesto denota una clara de voluntad de liberarse del peso de una expresión tan cargada por las ideas recibidas como la de filosofía política. Cfr. H. Arendt, “¿Qué queda? Queda la lengua materna. Conversación con Günther Gaus”, en idem, Ensayos de comprensión, 1930-1954, Caparrós Editores, Madrid, 2005, p. 17. 603 Para el filósofo M. Abensour, esta forma específica de diálogo pasaría no sólo por pensar con determinados autores; sino por pensar con ellos el propio tiempo, al objeto de crear nexos inéditos que posibiliten una nueva reflexión. Cfr. M. Abensour, La démocratie contre l´État…, op. cit…, p. 31. 602 195 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas heterodoxa-, es apertura a una tradición rota, a una herencia sin testamento 604 . El pensamiento del pasado, nos dice Arendt en La crisis de la cultura, ya no es inmediatamente aplicable, ya no puede ser instrumento de análisis del campo de ruinas del siglo XX. Paradójicamente, en esta misma imposibilidad hermeneútica, se atisba una salida 605 : pensar la filosofía política contra la filosofía política 606 . H. Arendt nos llevaría, así, a la historia de la no-filosofía 607 o, al menos, de la excepción, de los pocos filósofos que, siguiendo el ejemplo del Sócrates histórico, entendieron que la filosofía no podía dejar de sentirse concernida por esa otra forma de vida elevada que es la política; que la filosofía es para-la-polis , o no es. Y no bastaría con replantearse la pregunta Arendt se sirve de un aforismo del poeta francés René Char –“nuestra herencia no está precedida de ningún testamento” (Feuillets d´Hypnos)- para dar idea del inmenso vacío que abrió el sin-precedente del siglo XX; incluso podríamos decir que, en cierto sentido, se trataría de un abismo insuperable (cfr. H. Arendt, La crise de la culture, Gallimard, Paris, 1972, pp. 11 y 14). No parece exagerar M. Abensour cuando afirma que la pensadora alemana condena a la tradición (cfr. M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit.., p. 16); pues, en sus diarios filosóficos, afirma rotunda: “…. debía ocultarse algo fundamentalmente falso en toda la filosofía política de Occidente” (idem, Journal de pensée, vol I, Seuil, Paris, 2005, p. 278) 605 Ese campo de ruinas, según se puede leer en Entre el pasado y el presente, contiene “la gran oportunidad de contemplar el pasado con una mirada ajena a toda distracción que provenga de la tradición, con una inmediatez que ha desaparecido de la lectura y de la escucha occidentales desde que la civilización romana se sometió a la autoridad del pensamiento griego”. H. Arendt, Entre el pasado y el presente, Península, Barcelona, 2003, p. 49. 606 De esta forma define M. Abensour la batalla de Arendt contra la institución platónica de la filosofía política y termina por hacer de esta idea la tesis fundamental que recorre tanto sus trabajos sobre la pensadora alemana como su proyecto de construir una filosofía política crítica. cfr idem, Hannah Arendt contre la philosophie politique?, op. cit… y también, idem, Para una filosofía política crítica…, op. cit… 607 El concepto queda perfectamente definido en un pasaje de las Tesis provisionales para la reforma de la filosofía (1842) de Feuerbach : “el filósofo tiene que incorporar al texto de la filosofía lo que en el hombre no filosofa, lo que más bien está contra la filosofía (…) La filosofía no tiene que comenzar consigo misma, sino con su antítesis, con la no-filosofía”. L. Feuerbach, Tesis provisionales para la reforma de la filosofía, Orbis, Barcelona, 1984, p. 33. 604 196 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de quiénes son los clásicos, ni rescatar autores olvidados; resultaba imprescindible proyectar una luz distinta sobre esa herencia, una luz que revelara aristas insospechadas. La gran apuesta de Arendt fue modificar la tradición, apropiársela y fecundarla, dar un paso más. Y lo hizo desde el principio, desde su trabajo de tesis doctoral. Así, la noción intuitiva del antipoliciticismo agustiniano se quiebra (y, en esa medida, da lugar a una “reinterpretación de lo político 608 ”) con la lectura de El concepto de amor en Agustín, por cuanto, en sus páginas, hallamos a un padre de la Iglesia que, como mínimo, duda entre los dos posibles giros mundanos (el mundo como creación divina y el mundo como pluralidad 609 ). Y si “la política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres”, el interest arendtiano tiene su particular comienzo en el Agustín que exige que incluso “la vida de los santos se desarrolle en sociedad 610 ”. No menos original resulta su hallazgo de una filosofía política inédita en la nunca escrita filosofía política de Kant. Y la inteligencia de este vacío sorprende más, porque no busca al nuevo Sócrates 611 en los escritos –así definidos- H. Arendt, ¿Qué es la política ?, Paidós, Barcelona, 1997, p. 87. En esta página, H. Arendt despeja cualquier duda sobre el sentido del Agustín de su tesis doctoral: “San Agustín exige explícitamente que la vida de los santos también se desarrolle en una “sociedad”, y supone, al hablar de una Civitas Dei, un estado de Dios, que incluso en circunstancias no terrenales, la vida de los hombres también se determina políticamente –dejando abierto si la política es también una carga en el más allá. En cualquier caso, el motivo de asumir el peso de lo político terrenal es el amor al prójimo y no el termor frente a él.” Idem. 609 H. Arendt, Le concept d´amour…, op. cit…, p. 92. 610 Ésta es la primera frase de ¿Qué es la política? Los enunciados que siguen no son menos importantes: “La política se basa en el hecho de la pluralidad de los hombres. Dios ha creado al hombre [Mensch], los hombres son un producto humano, terrenal, el producto de la naturaleza humana (…) En todos los grandes pensadores –incluido Platón- es llamativa la diferencia de rango entre sus filosofías políticas y el resto de su obra. La política nunca alcanza la misma profundidad. La ausencia de profundidad de sentido no es otra cosa que la falta de sentido para la profundidad en la que la política está anclada.” H. Arendt, ¿ Qué es la política? , op. cit…, p. 45. 611 H. Arendt, Lecciones sobre la filosofía política…, op. cit…, p. 51. 608 197 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas políticos tardíos (¿Qué es Ilustración?, Hacia la paz perpetua o El conflicto de las facultades), sino en la Crítica del Juicio. Una obra estética que queda incluida en la política desde el momento en que Arendt descubre en ella un giro a la intersubjetividad en cuanto dimensión originaria del pensar, una definición de la facultad de juicio como facultad específicamente política y una verdadera restauración de la doxa 612 . Los diálogos de pensamiento tienen sus peligros; y la tradición, sus trampas. No siempre salen al encuentro compañías tan aconsejables como las de Agustín o de Kant. Y, como dice M. Abensour 613 , tampoco han faltado las “buenas almas” que han querido ver en Arendt derivas peligrosas: la intuición de la tenebrosa silueta de Heidegger detrás de lo luminoso de su teoría de la acción y de su definición del heroísmo. Sin entrar a analizar in extenso una cuestión tan compleja, me limitaré a señalar tres consideraciones fundamentales a partir de la lectura de La condición humana. El sentido global de esta obra es el de ser una rehabilitación de la vita activa y, aunque no se mencione ni una sola vez al flautista de Hamelin, el libro ha de leerse, según ha apuntado agudamente J. Taminiaux 614 , como una réplica a la exaltación heideggeriana del bios theoretikós. Las otras dos consideraciones están íntimamente entrelazadas y han de entenderse como una respuesta de Arendt a Heidegger que, al decir de Los tres descubrimientos que se mencionan en el cuerpo del texto se cuentan entre las principales líneas de reflexión que desarrolla Arendt en sus Lecciones sobre la filosofía política de Kant…, op. cit… En cuanto a la bibliografía secundaria, me limito a señalar el interesante estudio de R. Beiner que acompaña a la propia obra de Arendt y también M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit…, pp. 151-226 y É. Tassin, Le trésor perdu.., op. cit…, pp. 453 y ss. 613 M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit.., p. 234. 614 J. Taminiaux, La fille de Trace et le penseur professionnel, Payot, Paris, 1992, pp. 2526. 612 198 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas M. Abensour 615 , comportaría un doble desplazamiento. De un lado, el paso del heroísmo como destino individual –antipolítico en la medida en que termina volviéndose contra la ciudad-, al heroísmo como destino comunitario; y, de otro, el abandono de toda definición romántica del héroe como semi-dios hasta desembocar en una interpretación étonemment sobria del héroe como simple hombre libre que asume el riesgo de inscribir su quién en el mundo. En principio, esta concepción política del heroísmo chez Arendt nos llevaría al momento originario 616 de la tradición rota, al Homero de ¿ Qué es la política?, “al estrecho vínculo de lo político con lo homérico. Y no sólo porque Homero fuera el educador de esta polis sino también porque según la comprensión que de sí mismos tenían los griegos la organización y fundación de la polis estaban íntimamente ligadas a aquellas experiencias ya presentes en él 617 .” El Homero de la equidad iliádica 618 . Su análisis es mucho más extenso que lo apuntado aquí. Cfr. M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit…, pp. 234-239. Tiene mucha razón el filósofo francés cuando tacha de antipolítico el heroísmo heideggeriano y ese antipoliticismo no sólo se afirma desde la Weltanschauung romántica, sino que también está vinculado a la particular Grecia que inventa Heidegger, una Grecia que se escribe, como señala Castoriadis, a partir de grandes vacíos, entre ellos, el de la polis (idem, Le monde morcelé: les carrefours du labyrinthe, III, Seuil, Paris, 1990, p. 228). La inmensidad de este agujero y la lectura de cualquier página de Arendt sobre los griegos bastarían para distinguir claramente entre la concepción arendtiana y la concepción heideggeriana del heroísmo. Cosa distinta es la influencia de Heidegger en determinados aspectos de la teoría de la acción – singularmente, en la definición de los conceptos de mundo y espacio- de Arendt. Para esta cuestión, cfr. M. Canovan, Hannah Arendt. A reinterpretation…, op. cit.., p. 112 y D. Villa, Arendt et Heidegger…, op. cit., especialmente, pp. 110 y ss y también pp 215 y ss. En cualquier caso, el lugar en el que coloca Hannah Arendt su teoría de la acción -o la dimensión política del actuar humano- no se reconoce sino en dos autores claves de su tradición: Aristóteles y Maquiavelo. 616 Arendt no sólo lucha contra la institución platónica de la filosofía, sino que busca un momento anterior a dicha institución. 617 H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit…, p. 75. 618La equidad afecta incluso a la dicción, pues el poema se abre con Aquiles y se cierra con Héctor, domador de caballos. Más allá del poema, esta perspectiva originaria serviría de modelo para la comprensión imaginaria del mundo (Castoriadis) de los griegos, pues encontramos la misma descripción elogiosa del enemigo en los Persas de Esquilo y, como apunta Arendt (Qué es la política?, op. cit…, p. 84), en la introducción de la Historia de Heródoto. 615 199 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Es decir, el Homero que Hannah Arendt comparte con otras dos autoras judías: Simone Weil y Rachel Bespaloff 619 . Las tres dibujan una interpretación en espejo del terrible siglo XX y las tres participan del entusiasmo ante la “grandiosa experiencia de las potencialidades de una vida entre iguales”, ante esa perspectiva de lo universal en Homero que hace que la grandeza heroica de Héctor, no sólo no desmerezca a la de Aquiles, sino que, incluso, la exceda 620 . Sin embargo, en los textos casi gemelos 621 de Weil (L´Iliade ou le poème de la force, 1939-1940) y Bespaloff (De l´Iliade, 1943), el thaumazein de la pluralidad cede ante la belleza de la fuerza 622 ; y sus ensayos parecen como imantados por el rigor geométrico 623 que impone la suprema realidad que todo lo modela y todo lo puede. Podría decirse que, en cierto sentido, Weil y Bespaloff escriben desde la primera palabra del poema, desde la menis. ¿Desde qué verso o canto escribe Arendt ? La respuesta a este interrogante exige regresar al corpus arendtiano. Entonces, descubrimos que la clave interpretativa de esa concepción étonnement sobria del heroísmo que tanto ensalza M. Abensour no estaría tanto en Qué es la política?, cuanto en un pasaje –citado en esta tesis con anterioridad- muy concreto de La condición humana: H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit…, pp. 84, 110; S. Weil, “L´Iliade ou le poème de la force”, en B. Knox- S. Weil, L´Iliade, poème du XXIe siècle, Arléa, París, 2006, p. 153 y R. Bespaloff, De La Ilíada, Editorial Minúscula, Barcelona, 2009, p. 17. 620 Cualquier lector de la Ilíada, especialista o no, comprende que el héroe más humano, el más emocionante, el más grande, en definitiva, es Héctor. 621 La proximidad de los textos no sólo es cronológica, al extremo de que Bespaloff llegó a reconocer, en una de sus cartas, que temía ser acusada de plagio, ya que el texto de Weil había aparecido en Cahiers du Sud (dic 1940-enero 1941), tiempo antes de que fuera publicado el suyo (cfr. F. Birulés, “Nota biográfica”, en R. Bespaloff, De La Ilíada, op. cit…, p. 113). En cualquier caso, los ensayos de Weil y Bespaloff serían anteriores al conjunto de textos inacabados de la década de 1950 que, en 1993, se editaran bajo el título de Was ist Politkik? y a la primera edición de The Human condition (1958). Estos datos, por supuesto, abundan en la originalidad de Arendt. 622 S. Weil, “L´Iliade ou le poème de la force”…, op. cit…, pp. 127, 148 y 149 y R. Bespaloff, De la Ilíada, op. cit…, p. 13. 623 Ibidem, p. 138. 619 200 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas “El héroe que descubre la historia no requiere cualidades heroicas; un nombre que se daba a todo hombre libre que participaba en la empresa troyana y sobre el cual podía contarse una historia. La connotación de valor, que para nosotros es cualidad indispensable del héroe, se hallaba en la voluntad de actuar y hablar, de insertar el propio yo en el mundo y comenzar una historia personal 624 .” El Homero que se desprende de estas líneas es muy distinto al de Weil y de Bespaloff. No sorprende, desde luego, la relación entre heroísmo y pluralidad. Al fin y al cabo, Héctor es, fundamentalmente, el defensor de su ciudad 625 ; y ni siquiera Aquiles puede pensarse al margen de los muchos, pues está unido a ellos desde su propio nombre (Akhí-lauos: aquél que hace sufrir a los laoí, palabra que tiene un sentido muy específico –[ver infra]-, inextricablemente unido al concepto de pluralidad 626 ). Hasta aquí se podría pensar, incluso, que seguimos en la estela teórica de las admiradoras de la fuerza. Lo radicalmente original en Arendt es la relación de identidad que establece entre heroísmo y pluralidad. Si el heroísmo ya no requiere cualidades heroicas, si no es la marca de la excepcionalidad, sino el carácter de todo ser actuante; se llega a la superación del vínculo entre el nombre y el kleos. Luego, el pasaje desde el que escribe Arendt no puede ser el del clásico momento de la philotes 627 : la embajada de los héroes (escogidos entre los mejores, se precisa) del canto IX, en la que Fénix, acompañado de Odiseo, recuerda a Aquiles la naturaleza del nexo –philía 628 en el sentido de vínculo H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215. En las bellas páginas de Qué es la política ? dedicadas a Homero, esta concepción sobria del heroísmo aparece brevemente, a la manera de una apoyatura barroca: “…los héroes –que en Homero no son otros que los hombres libres”, Ibidem, p. 74. 625 “… pues únicamente Héctor defendía Ilión”, Homero, Ilíada, op. cit…, VI, 403. 626 Ésta es la reconstrucción (akhos, sufrimiento+ laoí) que propone uno de los mayores expertos en poesía épica, G. Nagy (idem, Le meilleur, op. cit…, p. 108-109). 627 Las clásicas interpretaciones que hacían de la cólera divina el gran tema de la Ilíada han sido revisadas. Así, S. Schein llega a decir que Aquiles es el héroe de la philotés en la misma medida en que es el héroe de la menis. S. Schein, The mortal hero…, op. cit…, pp. 98, 120. 628 G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 109. 624 201 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas propio del espacio de los iguales- que lo une con sus hetaîroi (compañeros) y lo convence para que abandone su cólera y regrese al combate 629 . El Homero más arendtiano, aquél que queda inscrito como ningún otro en la pluralidad, es el de la invocación a las Musas que da comienzo al “catálago de las naves 630 ” del canto II: ¡Decidme ahora, Musas, que tenéis vuestras moradas en el Olimpo! ¡Vosotras que sois diosas, que os encontráis presentes y que todo conocéis, ya que hasta nuestros oídos sólo nos llega el rumor y nada sabemos! ¿Quiénes eran los caudillos y los consejeros de los dánaos? ¡Pues a la muchedumbre (plethýs) no podría enumerarla ni nombrarla ni aunque tuviera diez lenguas y poseyera diez bocas, y mi voz fuera inquebrantable y contara con un corazón de bronce en mi interior,] a no ser que las Musas del Olimpo, hijas de Zeus, que porta la égida, me trajeran a la memoria a todos los que acudieron ante los muros de Ilión! 631 El porqué del misterioso epígrafe en inglés que encabeza este capítulo se encuentra en este bello fragmento de la Ilíada. Concretamente, en la palabra “plethýs 632 ” del verso 2.488 que, literalmente, significa “multitud”. Un término tan connotado –la sombra de Hobbes es alargada- en esa historia de la filosofía política cuestionada por Arendt, que no se puede hacer de él “argumento político”, como no sea en un trabajo sobre Spinoza. Y si el dispositivo teórico sobre el heroísmo sin cualidades –que implica la La decisiva intervención de Fénix la encontramos en Homero, Ilíada, op. cit.., IX, 430 y ss. Para un análisis de este importante pasaje de la Ilíada, cfr. G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, pp. 137 y ss. Con todo, y pese a la elocuencia del viejo maestro, Aquiles no renunciará a su cólera hasta el canto XVIII. 630 Aquí también encontramos la célebre equidad iliádica, pues el poeta nos ofrece el catálogo de las naves aqueas y troyanas. 631 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 484-493. 632 Desde aquí quisiera agradecer a Marco Antonio Santamaría la inestimable ayuda que me ha brindado en todo lo relativo a la transcripción y al sentido del léxico griego utilizado en esta tesis, así como la valiosas referencias de Bespaloff y de Heiden. Evidentemente, cualquier error de transcripción es de mi exclusiva competencia. 629 202 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas superación del vínculo entre el kleos y el nombre- que aquí se defiende está sustentado en este pasaje, se deduce fácilmente que el traslado de esta palabra resulta de absoluta trascendencia. La irresoluble tensión entre la lealtad a la literalidad del texto y la captación de su sentido –en este caso, político- explica el hecho de que ninguna de las soluciones propuestas en las traducciones al castellano estudiadas termine de resultar satisfactoria. Ni “el grueso de las tropas” de Emilio Crespo, ni “la muchedumbre” de Óscar Martínez García, ni “la masa” de Alfonso Reyes 633 . La traducción del maestro mejicano vale más por su belleza literaria que por su rigor lingüístico; pero, desde mi punto de vista, en la cuestión específica del vocablo “plethýs”, la palabra masa –en la que confluyen el número socio-político y el número militar 634 - se ajusta mejor al problema de definición de la politicidad primera que abre el canto II, porque ese número que excede a las capacidades del poeta son aquéllos a los que Aquiles hace sufrir, los laoí. Un vocablo que, de acuerdo con H. van Effenterre, se puede referir tanto “a los soldados de un ejército como a los miembros de una masa. El único significado constante que se le puede adscribir al término es el de una indiferenciada y –podría añadirse- subordinada masa del pueblo, contemplado siempre desde una situación precaria o inferior 635 .” Homero, Ilíada, Edición de Emilio Crespo, Gredos, Madrid, 1991, II, 488 ; idem, Ilíada, edición de Óscar Martínez García, Alianza, Madrid, 2010, II, 488 y Alfonso Reyes, “Ilíada”, Obras Completas, vol XIX, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, II, 488. 634 De todos es sabido que la sociología de finales del XIX –la Sociología- tomó prestado el concepto de masa al lenguaje militar. La gran aportación teórica de la “nueva ciencia” fue hacer del plural de esta palabra un elemento fundamental en la definición de los límites de lo político. 635 H. van Effenterre (1977): “Laos, laoi et lawagetas”, Kadmos, 16, p. 51. La cursiva es de la autora. Esta dimensión política queda también recogida en la definición que hace Nagy de los laoí como “sociedad de guerreros” (Männerbund) G. Nagy, La meilleur des Achéens…, op. cit.., p. 109. 633 203 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Esta definición nos plantea el mismo problema teórico que la traducción literal de “plethýs”. El concepto de masa está tan cargado por las ideas heredadas –la Sociología de finales del XIX, la experiencia de los totalitarismos del XX-, que sólo con el añadido que hace van Effenterre -“del pueblo”- se da cuenta de la dimensión específicamente política del término laoí. Dimensión que, por cierto, queda diluida con las soluciones “estrictamente militares” que ofrecen Emilio Crespo –huestes- y Oscar Martínez García –simplemente, guerreros en su formulación plural. La literatura anglosajona –ya sea en las versiones de Homero o en la bibliografía de referencia- sigue una estrategia completamente distinta a la de los filólogos españoles e inscribe la palabra laoí en lo político, pues suele traducirla como “people” o “common people 636 ”; y cuando, en el verso 2.488, aparece como simple número al que no se puede nombrar ni enumerar, se sirve del célebre “the many”: As for the many, I won´t put them in speech, nor give their names, not even if I should have ten tongues, ten mouths a tireless voice, a heart of brass within me… 637 En castellano no es tan frecuente recurrir al equivalente del inglés “the many” (se puede leer, sin ir más lejos, en The Human Condition o The Life of the Mind) o del francés “le grand nombre” y, sin embargo, el concepto de “los 636Cfr. J. Haubold, Homer´s people. Epic poetry and social formation, Cambridge University Press, Cambridge, 2008. 637 Cit en B. Heiden, “Common people and leaders in Iliad Book 2: the invocation of the Muses and the “catalogue of ships” ”, Transactions of the American Philological Association, 138, 2008, p. 130. 204 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas muchos” –profusamente utilizado en esta tesis- resulta verdaderamente útil en cualquier trabajo que reflexione sobre lo político, por cuanto evita la mencionada carga teórica que comportan los términos de multitud y de masa, al tiempo que reduce por abajo la infinita polisemia del concepto de pueblo. Una interpretación del canto II como espacio de institución de lo social 638 en acto demostrará la pertinencia política del término; y tal interpretación está autorizada, no sólo porque el surgimiento de la épica coincidiera en el tiempo con el surgimiento de la polis (750- 700 a. C.) 639 ; sino también porque, como sostiene Arendt 640 , en el mundo homérico quedaron prefiguradas formas de organización y vínculos políticos de los griegos de siglos posteriores. Desde esta perspectiva, se comprende mejor lo que Heiden 641 denomina “inconsistencias” entre el dispositivo ideológico del catálogo (la preferencia por los laoí sobre los grandes héroes, la indistinción entre los contingentes mayores y menores, el criterio geográfico en la descripción global de las flotas) y el del resto de la Ilíada (el mundo jerárquico de la épica). A mi juicio, no sólo no existe una quiebra entre la parte y el todo; sino que esa aparente inconsistencia está en el origen de la compleja vía que eligieron los griegos a la hora de construir la polis democrática, una vía que hizo compatible el mantenimiento del ideal agonístico (que responde a una cosmovisión aristocrática) con la progresiva articulación de la presencia cívica de los muchos. Sobre esta cuestión, remito a las consideraciones expuestas en el epígrafe titulado “La emergencia de lo social.” 639 G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 30 J. Haubold, Homer´s people…, op. cit…, pp. 2-3 y C. Castoriadis, Lo que hace a Grecia. 1. De Homero a Heráclito. Seminarios 1982-1983. La creación humana, II, FCE, México, 2006, p. 86. 640 H. Arendt, ¿Qué es la política? , op. cit..., pp. 75 y 110. 641 B. Heiden, “The invocation of the Muses and the catalogue…”, op. cit…, pp. 132, 134 y 135. 638 205 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Así, la irrupción en el campo de lo visible de los laoí del canto II podría entenderse como expresión – o signo- de la “revolución hoplítica 642 ” (750-700 a. C.) que, como señala Castoriadis, supuso la aparición del “guerrero colectivo”. Ahora bien, “la creación del esquema imaginario de una comunidad de hombres corresponsables y cosolidarios 643 ” no afectó al núcleo ideológico del aristeuein (ser el mejor) 644 . Es más, el núcleo se mantuvo cuando Solón amplió el Consejo, cuando Clístenes introdujo la reforma administrativa del Ática, cuando Temístocles se “inventó” la clase marinera, cuando Efialtés potenció las instituciones por sorteo o cuando Pericles pronunció su célebre elogio a los héroes cívicos en el puerto del Pireo 645 . De ahí que no resulte difícil ver en Homero prefiguraciones de los vínculos políticos que, siglos más tarde, unirían al primer ciudadano 646 con el demos. Como los héroes homéricos, Pericles tuvo que conocer la guerra que a todos iguala y confirmar su valor en la agoré 647 . Como Agamenón y como Odiseo, se vio obligado, pese a ocupar la magistratura más Castoriadis ofrece una definición sintética: “La revolución hoplítica es el hecho de pasar del combate heroico –del combate singular de algunos guerreros asistidos por otros combatientes- a la falange, donde el cuerpo de los ciudadanos lucha, justamente, como un cuerpo, y donde esta unidad está materializada en la estructura técnico-militar de la falange misma, en la compacidad y solidaridad material de aquellos que luchan, dado que cada uno protege con su escudo a su vecino de la izquierda (…) Aquí la técnica no sería tanto la de las armas en sí, porque las armas individuales que usa el hoplita no presentan diferencias notables con las armas individuales del héroe en combate singular. Antes bien, la invención técnica sería (…) el guerrero colectivo.” C. Castoriadis, Lo que hace a Grecia…, op. cit…, pp. 86-87. 643 Idem. 644 Escribe Arendt: “… aristeuein (ser el mejor), que se entendía no sólo como una aspiración sino como una actividad que colmaba la vida. Esta competencia todavía tenía su modelo en la lucha, completamente independiente de la victoria o la derrota, que dio a Héctor y Aquiles la oportunidad de mostrarse tal como eran, de manifestarse realmente, o sea, de ser plenamente reales.” H. Arendt, ¿Qué es política? , op. cit…, p. 110. 645 Desde finales del siglo VI, la articulación de la presencia cívica se convirtió en el principal problema de la comunidad ática y todos los grandes reformadores que se citan en el cuerpo del texto transformaron gradualmente la vieja aristocracia ateniense hasta definir una nueva forma de las relaciones sociales, la isonomia. Ver notas 331 y 345. 646 Así llamaba Tucídides a Pericles. Tucídides, Historia de la Guerra…, op. cit…, p. 647 Homero, Ilíada, IX, 440-441. 642 206 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas importante, a persuadir a los laoí de su época y dirigirse a ellos llamándoles “amigos” y “héroes 648 ”. Curiosamente, la primera anticipación de estas relaciones entre el demos y los estrategos de la Athenas del siglo V a. C. no se da en el catálogo, sino en una escena anterior del mismo canto II: la agoré en la que Tersites, el peor de los aqueos, se atreve a tomar la palabra para ¡ recriminar a Agamenón por arruinar a los suyos 649 ! En este pasaje, encontramos modélicamente –diría Arendt- el problema de la isonomía, que “no significa[ba] que todos [fueran] iguales ante la ley ni tampoco que la ley [fuera] la misma para todos sino simplemente que todos t[enían] el mismo derecho a la actividad política y esta actividad era en la polis preferentemente la de hablar los unos con los otros (…) para la libertad no e[ra] necesaria una democracia igualitaria en el sentido moderno sino una esfera restringida, delimitada oligárquica o aristocráticamente, en la que al menos unos pocos o los mejores traten los unos con los otros como iguales entre iguales. Naturalmente esta igualdad no tiene lo más mínimo que ver con la justicia. Lo decisivo de esta libertad política es su vínculo a un espacio 650 .” Y lo que hace Tersistes a través de su gesto es, justamente, penetrar en esa esfera restringida. No son tan importantes los golpes que le da Odiseo con el skeptron 651 cuanto que el peor de los aqueos deja de ser aquéllo de lo que Ibidem, II, 110 y 299. Haubold ha subrayado la excepcionalidad de estas alocuciones a los laoí (J. Haubold, Homer´s people…, op. cit…, p. 55). En cuanto al dispositivo ideológico de la Oración Fúnebre, N. Loraux ha demostrado la pervivencia de la areté homérica en el ideal cívico de la polis democrática y las paradojas que de ella se derivaron. N. Loraux, L´invention d´Athènes, op. cit…, pp. 37-99. 649 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 225-242. 650 H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, p. 70. 651 Se trata de la insignia del poder real que toma en sus manos quien, en la agoré, se dirige a los otros héroes. 648 207 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas le tacha el propio rey de Ítaca: enaríthmios 652 (incontado). Deja de serlo porque aparece; y no sólo aparece, sino que, con él, vienen -por primera veza la presencia 653 todos los que son incontables por su masa. Vienen a la presencia literalmente, porque el poeta, que no nos ha explicado en qué se diferencia la belleza de Andrómaca de la de Helena 654 , describe con todo detalle a Tersites: patizambo, cojo, contraído de pecho, de cabeza picuda y sin más adorno que una rala pelusa 655 . Y, aunque no vuelva a aparecer en todo el poema, su imagen queda grabada en el espacio del imaginario, al extremo de que habría que interpretarla como una suerte de vía abierta a los muchos –que irrumpen con toda la aspereza de su fealdad- en esa peculiar polis que es el campamento homérico 656 . De ahí que lo verdaderamente decisivo no sean los golpes de Odiseo, ni el contenido específico del discurso de Tersites (por otra parte, de lo más razonable 657 ); sino el nexo entre visibilidad y palabra 658 que se da en el peor Homero, Ilíada, op. cit…, II, 202. Laoí es una de las palabras que más se repiten en el canto II. Cfr. Homero, Ilíada, op. cit…, II, 85, 96, 120, 136, 179, 191, 365, 578 y 818. 654 Bespaloff elogia muchísimo esta capacidad de Homero de transmitir belleza en ausencia de descripción. Cfr. R. Bespaloff, De la Ilíada…, op. cit…, p. 31. Otros autores han subrayado la excepcionalidad de la descripción de Tersites, si bien no la han interpretado en los términos aquí expuestos. Cfr. S. Richardson, The Homeric narrator, Vanderbilt University Press, Nashville, Tennessee, 1990, p. 40. 655 Homero, Ilíada, op. cit…, II, pp. 216-219. 656 Tomo esta comparación de la propia Arendt: “es como si el campamento homérico no se levantara, sino que se instalara de nuevo tras el regreso a la polis y se encontrara con ello un espacio donde aquél pudiera permanecer prolongadamente.” Cfr. Idem, Qué es la política?..., op. cit…, p. 75. 657 Tersites no sólo reprocha a Agamenón su avidez de poder y de riquezas -que llevará a la ruina a los hijos de los aqueos y que ya ha causado la cólera del mejor de ellos-, sino que propone abandonar la empresa troyana. Las interpretaciones marxistas leyeron el episodio como una suerte de tensión entre la guerra imperial de los reyes y la guerra civil de los muchos. Por otra parte, me gustaría señalar que incluso en este episodio se puede encontrar un elemento de la célebre equidad iliádica porque la escena de la agoré se repite en el bando troyano, sólo que, en esta ocasión, no es uno de los polloí quien pide a Héctor de deje su empeño de continuar la guerra, sino su hermano Polidamante (Cfr. Homero, Ilíada, op. cit…, XVIII, 247 y 652 653 208 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de los aqueos, nexo que hace de su osadía logos y no phoné 659 . Verdad es que Odiseo llama a Tersites akritomythos 660 (el que habla sin juicio) y que el tono del episodio es paródico (los asistentes a la asamblea se ríen mientras el pobre hombre se sienta, acobardado), pero en algo tenía que rebajar el poeta la audacia 661 de haber hecho el primer inserto de los polloí (los muchos) en el modo tradicional de guardar memoria de las kléa andrôn (hechos gloriosos de los hombres). 4.2. Una nueva tradición épica: el relato de nación y los héroes incontables ss). El hecho de que éste sea un príncipe parece indicar que el episodio tiene que ver más con el cumplimiento de la moîra que con cuestiones de naturaleza política. 658 J. Rancière (idem, Aux bords du politique…, op. cit…, p. ) ofrece una interpretación parecida sobre el episodio de Tersites, si bien se centra más en la cuestión de la lengua de los incontados y no asume una perspectiva declaradamente fenoménica a la hora de analizar el nexo –el elemento fuerte de mi exposición- entre aparición y palabra. El filósofo francés tampoco establece una conexión entre la escena de la agoré y el catálogo de las naves. 659 Me sirvo de la distinción que hace Aristóteles en idem, Política, op. cit…, I, 1253 a y ss. 660 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 246. 661 Algunos autores afirman que la invocación a las Musas podría ser una suerte de justificación de la novedad que supone el catálogo (B. Heiden, “The invocation of the Muses…”, op. cit…, p. 132, R. Scodel, Listening to Homer. Tradition, narrative and audience, Ann Arbor the University of Michigan Press, 2005, p. 73 ) y –podría añadirse- el episodio de Tersites. 209 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El inserto del canto II de la Ilíada no se transformaría en poema completo hasta el siglo XIX. Entonces, surgió una nueva tradición épica –el relato de nación- , la épica de una forma política que se planteaba la misma grave cuestión que la comunidad ática de finales del siglo VI a. C. : la articulación de la presencia cívica de los muchos. La vieja cuestión, no obstante, adquiría una dimensión distinta desde el momento en que no se vinculaba con una forma evolucionada de las relaciones sociales, sino con el problema de los orígenes. El siglo había nacido de y con la irrupción de los muchos. Un abismo extraño, cercano, que casi se podía tocar. La imposible mezcla de sublimidad del comienzo y de proximidad de lo bello 662 aumentaba la necesidad de explicar un origen –la Revolución Francesa- cual si fuera el origen 663 . Había que salvar vacíos inmensos, vacíos como el que existe entre la Ilíada y la Odisea. Entre el pasado y el futuro. La tradición, esa tradición concreta (con su estilo, su contenido mitológico, sus temas heroicos y su sistema de valores), surgió de este imperativo y fundó su existencia en la continua invocación de un origen determinado como único origen, hasta hacer olvidar la posibilidad de un aquí y un ahora abiertos al comienzo. La h/Historia y las historias, su acumulación y su interrelación, no eran más que intentos de cristalizar la contingencia, como si con la fijación de una imagen del mundo compartido pudieran exorcizarse la impredictibilidad y la irreversibilidad de la acción. El horror abisal quedaba tan cerca. Por razones evidentes, cantaron antes y cantaron más quienes más cercanos se sentían al hecho del origen, la escuela historiográfica de la Restauration y de la Monarchie de Juillet: Cousin, Thierry, Thiers, Mignet, Guizot, Quinet 664 ; pero ninguno de ellos terminaba de ser autor único de sus Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli…” y “El heroísmo como Stimmung.” Esta idea se repite en muchos autores. Cfr. C. Castoriadis, Lo que hace a Grecia…, op. cit…, p. 357. 664 Los poetas de esta tradición compartían el proyecto de escribir un “Historia Total” que se concretaba en una serie de topos –oposición entre Francos y Galos 662 663 210 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Historias de… Tampoco se trataba, evidentemente, de un colegio de poetas. En muchos sentidos, la nueva tradición operaba como la antigua y encontraba unidad temática y estética en la diversidad de voces y de composiciones… 665 Hasta que uno de ellos, casi un azar del talento colectivo, acertara a arreglar el canto en su conjunto. El Homero 666 de la nueva épica fue Jules Michelet. El aedo siempre aprovecha los materiales que le brindan quienes le han precedido en la tarea, por eso no extraña que el “principio” del poema de Michelet se encuentre en una creación anterior que él mismo había llevado a su propia lengua en 1827: la Ciencia Nueva de Giambattista Vico. Del maestro napolitano aprendería casi todo 667 : una Weltanschauung sintética en la que confluían el pensamiento de una nueva ciencia de la h/Historia (la leída en términos de lucha de clases (Guizot se adelanta a Marx desde la temprana fecha de 1819-1820), la emancipación progresiva de la burguesía, el vacío de la aristocracia y, por supuesto, la Revolución- que, posteriormente, cada uno arreglaba a su cuidado; si bien hay que decir que, en cuanto a la dicción, la mayor parte de ellos se dejó tentar por lo que se dio en denominar “color local” (la escritura de la h/Historia aprendida de Scott). Esta escuela historiográfica de la Restauración y de la Monarquía de Julio imprimiría su sello hasta bien avanzado el siglo (hay quienes cuestionan la quiebra epistemológica entre romanticismo y positivismo y hablan de simple evolución), y no sólo en Francia, pues su influencia se notó muchísimo, entre otras, en la historiografía española [cfr. “Galdós como nuevo Demódoco”]. Sobre los “poetas” de la nueva tradición, cfr. J. Walch, “Romantisme et positivisme: une rupture épistémologique dans l´historiographie?”, Romantisme, 21-22, pp. 163 y ss y también el estudio introductorio y la interesante antología de textos de toda esta tradición que preparó M. Gauchet en VVAA, Philosophie des sciences historiques…, op. cit. 665 Esta idea de la tradición épica como construcción de una unidad por confluencia de aportaciones está muy presente en los estudios de Nagy. Cfr. Idem, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 104 y también idem, Pindar´s Homer. The lyric possesion of an epic past, The Jonhs Hopkins University Press, London and Baltimore, 1990. Véase especialmente la introducción. 666 G. Nagy propone esta reconstrucción –Hom-erós: aquél que arregla el canto en su conjunto- y, como él mismo dice, denota una visión arcaica de la función del poeta. Ibidem, p. 344. 667 Esta influencia ha sido estudiada por O. Renaud, ver idem, Les archives de l´Humanité. Essai sur la philosophie de Vico, Seuil, Paris, 2002. 211 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas exigencia de archivo que haría del corpus micheletiano uno de los más documentados de la época 668 ) y la poesía de los Antiguos (en la estela de la cosmología hesiódica y sus edades del hombre 669 ), una dicción 670 repleta de imágenes (hasta hacer de las metáforas un auténtico dispositivo conceptual) y, sobre todo, un nuevo tema para su canto: “La Humanidad es su propia obra 671 ”. Ahora bien, la experiencia del libro sólo se descubriría revelación de lo político en las calles del París de 1830: “Lo que la Revolución de Julio ofrece de singular es presentar el primer modelo de una revolución sin héroes, sin nombres propios; no hay individuo en quien se pueda localizar la gloria. La sociedad ha hecho todo… Después de la victoria, se ha buscado a un héroe y se ha encontrado a un pueblo entero 672 .” La Humanidad de Vico en acto o, mejor dicho, una nueva versión: el pueblo-todo. Al mismo tiempo, ese todo no era algo evidente; se trataba de una transparencia opaca. Y Michelet se abrazó a ella y, en la pérdida del nombre, en la experiencia fusional, le fue dado un nuevo trabajo de Este rigor se observa de manera especial en la Histoire de la Révolution Française (compuesta casi exclusivamente a partir de documentación original). Cfr. J. Walch, “Romantisme et positivisme…”, op. cit…, p. 163. 669 G. Vico, Ciencia Nueva, op. cit…, pp. 35-36. 670 Para un análisis de la lógica poética de Vico, cfr. H. White, Tropics of discourse. Essays in cultural criticism, The Johns Hopkins University Press, Baltimore and London, pp. 202-208. 671 Michelet entendía que la filosofía viquiana se sintetizaba en esta afirmación y se sirvió de ella en sus prefacios (la lectura de estos textos resulta muy provechosa, pues en ellos se puede observar el alto grado de autoconciencia teórica de Michelet) a las grandes obras de Historia. Cfr. idem, “Avant-Propos”, “Histoire Romaine”, Oeuvres Complètes, II, Flammarion, Paris, p. 341. 672 J. Michelet, “Introduction à l´Histoire Universelle”, en idem, La cité des vivants et de morts, Belin, Paris, p. 135. 668 212 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas naturaleza revolucionaria: la revelación por la palabra de lo que estaba oculto. El poeta –que no dejaba de llamarse así, pero que también se decía historiador- doblaba la tarea que la Humanidad viquiana se había asignado a sí misma: hacer de la permanente entre-construcción 673 desafío y asidero de la condición humana. El heroísmo del espíritu. El vivir entre-los-hombres era, sencillamente, la asunción de esta carga: celebrar y cantar el mundo; dramatizarlo de tal modo que diera lugar a una h/Historia. El pueblo recitaba el mundo con sus acciones y sus palabras 674 ; el historiador, con su obra. Desde esta concepción del imaginario como sustento de lo común, como espacio de la memoria (y, en ese sentido, como segunda polis), Michelet se esforzó en buscar un tipo de dicción que se ajustara al tema del canto; con el añadido de que debía resolver los dos problemas que había dejado abiertos el poeta del canto II de la Ilíada: encontrar un modo de contar a quienes, ni con diez lenguas ni diez bocas, se puede enumerar ni nombrar e intentar descifrar ese enigma mayor que es la lengua de los muchos. Michelet estaba obligado a superar al poeta que invocaba a las Musas. Hay quienes consideran que no lo logró. Así, R. Barthes 675 entiende que el historiador se quedó en el umbral mismo del concepto de peuple, porque jamás comprendió la naturaleza exacta de su lenguaje. El gran crítico francés es muy brillante en la exposición; pero, en su lógica de análisis, desliga 676 el prósodos 677 del Tersites decimonónico de su aparición. Contemplada desde esta óptica, parecería que la cuestión de la lengua del pueblo fuera un Me permito cambiar la expresión laboétiana al objeto de definir lo que Michelet denomina “el heroísmo del espíritu”, es decir, la Humanidad como creación de sí. Cfr. J. Michelet, “L´héroïsme de l´esprit”, en idem, Oeuvres Complètes, op. cit…, IV, p. 41. 674 Idem. 675 R. Barthes, “Michelet”, Oeuvres Complètes, I, Seuil, Paris, 2002, p. 419. 676 En la medida en que ni siquiera tiene en cuenta el problema del venir a la presencia. 677 Se trata del hecho de presentarse en la asamblea para hablar. 673 213 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas problema de análisis del discurso. En cambio, si unimos palabra y visibilidad comprendemos el alcance de la operación político-narrativa que llevó a cabo Michelet. El “emplotment 678 ” de la Histoire de la Révolution Française, como bien apunta H. White, es la novela 679 . Lo que no dice el autor norteamericano es que se trata de una novela sin diálogos, en la que el sentido de las metáforas -una vía privilegiada para salvar la extrañeza originaria que provoca el mundo 680 - aprendido de Vico opera como engranaje que activa los procesos narrativos abiertos por la estructura del relato, entendido en su significación primera de forma del mito. El avance en espiral de cuño viquiano 681 se consigue a través de la superposición de imágenes que transmiten al lector el imposible de la unión entre el dinamismo de la secuencia propia de un mecanismo óptico y el desbordamiento sublime de la pintura abstracta: “Al fin la sombra desaparece, la niebla (brouillard) se va, Francia contempla nítidamente aquéllo que amaba, lo que perseguía sin conocer bien aún: la unidad de la patria […] la gran patria aparece ante ellos sobre el altar que les abre sus brazos y desea abrazarlos 682 .” Se trata de un concepto original del propio White y vendría a significar “modo de entramar” o “entramado” de una estructura narrativa. Se puede encontrar una síntesis del concepto en H. White, El texto histórico como artefacto literario…, op. cit.., pp. 107-139. 679 Idem, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, FCE, México, 1992, op. cit…, pp. 19, 39, 149 e idem, Tropics…, op. cit…, p. 66. 680 C. Jamme, Introducción a la filosofía del mito en la época moderna y contemporánea, Paidós, Barcelona, 1998, p. 30. 681 R. Barthes, “Michelet”, op. cit…, p. 511. 682 J. Michelet, Histoire de la Révolution Française, I, Bibliothèque de la Pléiade, Gallimard, Paris, 1952, p. 324. 678 214 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Esta descripción de la Fête de la Féderation (14 de julio de 1790) 683 parece la proyección de una chambre noire 684 : el fundido en negro se abre, poco a poco, a la luz, al movimiento, a una epifanía. Desde ese momento, el relato se define como el espacio, sin metáforas, del devenir sensible de una esencia – l´esprit del año I de la Revolución- y de la realización de una nueva subjetividad política. El relato de esta venida a la presencia es relato de su sentido: una auténtica invitación a participar en el sympósion. Y los muchos aparecen. No necesitan otra cosa porque Michelet “les hace hablar como mudos 685 ”: “Nada más hermoso que ver a este pueblo avanzando hacia la luz, sin ley, pero dándose la mano. Avanza, no actúa, no necesita actuar; avanza, es suficiente: la simple visión de este movimiento inmenso hace que todo retroceda ante él 686 .” Los muchos ocupan el campo de lo visible por entero, hasta el último resquicio. Son la medida exacta del mundo; el elemento –en el sentido más fuerte de esta palabra-, y no simplemente el milieu, en el que todo sucede: epifanía, acción y …. muerte. Una forma completa de heroísmo. Y ningún héroe tiene una relación tan íntima con la muerte. Esta intimidad se explica por la especial temporalidad de los muchos, que están fuera del tiempo y en todos los tiempos. También en el instante. La muerte es el Se trata de la celebración cívica del primer anirversario de la Revolución, celebrada en el Champ de Mars de Paris. Se concibe como la invención de una dramática de la unidad -tal y como queda evidente en la descripción que hace de ella Michelet-, una inmensa comida a la que estaba invitada toda Francia. Literalmente, comienzo, y no celebración. Y no hubo en Francia individuo que no se sintiera espectador de semejante acontecimiento y a las mentes acudía antes el entusiasmo que el espanto. M. Ozouf, La fête révolutionnaire. 1789-1799, Éditions Gallimard, Paris, 1976, pp. 44-74. 684 Encontramos una descripción de esta invención óptica en el propio Balzac. El filósofo Louis Lambert –que formará parte del Cénacle de Illusions Perdues [cfr. “La escritura de la insurrección en Balzacie”]- se sirve del nuevo invento para explicar una serie ensoñaciones. Cfr. H. Balzac, “Louis Lambert”, op. cit…, XI, p. 594. Para un estudio de este personaje como ejemplo de filósofo en la ficción, cfr. S. Pinilla Cañadas, “Louis Lambert, Balzac et la question du philosophe dans la cité”, Le Télémaque, 26, 2004, pp. 111-126. 685 La expresión es de J. Rancière. Ver idem, Les noms de l´histoire. Essai du poétique du savoir, Seuil, Paris, 1992, pp. 98-99. 686 J. Michelet, Histoire de la Révolution…, op. cit.., I, p. 403. La cursiva es de la autora. 683 215 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas porvenir inmediato del número en cuanto héroe y esa inmediatez explica la extraña legibilidad de un revolucionario como Chalier 687 : “Sentimos demasiado a este profeta, este bufón no es un hombre. Es una ciudad, un mundo sufriente, la queja furiosa de Lyon (…) Con él comienzan a hablar las viejas tinieblas (…) tantas generaciones oprimidas (…) se colocan de su lado, cantando sobre su tumba un canto de amenazas y de muerte… Estas voces, ese canto de amenaza y de muerte (…) Estas voces, este canto, estas amenazas, todo se llama Chalier 688 .” En este pasaje encontramos la quiebra mayor 689 entre la nueva y la vieja tradición épica: la superación definitiva del vínculo entre el nombre y el kleos. Y ya no se trata de una audacia de poeta, o de un inserto; es el núcleo del dispositivo ideológico de la estructura narrativa. El nombre pierde, así, su significado cultual 690 y el relato de nación se construye a partir de una constelación de sinonimias en la que el discurso ha sido sustituido por los nombres. Incluso los grandes hombres –un Dantón, por Se comprende bien que, en el nombre de Chalier, queden entretejidos todos los nombres porque este antiguo novicio de los Dominicos se contó entre “vencedores de la Bastilla.” Originario de Lyon, regresó a su ciudad para propagar la Buena Nueva de la Revolución. Se convertirá en el gran ídolo de los canuts y, en febrero de 1793, toma al asalto la alcaldía de la ciudad. Organiza un tribunal popular a la manera del Comité de Salud Pública, desde el que atacará la vida –y mucho más importante- los bienes de las clases acomodadas. En mayo, la burguesía se alza en armas y termina apresando al representante de la Montaña, que será juzgado y guillotinado el 27 de messidor del año I (15 de julio de 1793). 688 J. Michelet, “Histoire de la Révolution…”, op. cit…, I, p. 437. 689 La otra gran quiebra es formal, pues la Ilíada y la Odisea forman parte de la poesía heroica –es decir, oral- y las obras de la nueva tradición pertenecen a la épica literaria –es decir, escrita. Por razones evidentes, sólo me ocupo de la dicción en todo lo que ésta tiene que ver con el problema de la venida a la presencia de los muchos. 690 El mayor castigo imaginado por los aqueos no era morir, sino morir sin dejar nombre. Homero, Ilíada, op. cit…, XIII, 226-227. 687 216 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas ejemplo- quedan configurados por ese juego de superposiciones infinitas: su voz está en el comienzo, sí; pero sólo como resultado de los muchos. Son éstos quienes crean a los héroes revolucionarios, y no al revés. El héroe que incluye todos los héroes y el nombre que incluye (pues absorbe la grandeza plutarquiana, el vacío de los incontados y el excedente de los incontables) todos los nombres es le peuple 691 . Michelet inunda su obra con esta palabra, que deja de ser el número corporeizado de la filosofía política heredada para convertirse en la metáfora total de lo político concebido como espacio de la distinción sin jerarquías. Una vez más, el poeta épico ajusta la dicción al tema del canto e inventa toda una lengua del mito de los orígenes a partir de las imágenes de lo sublime natural 692 que conoce a través de la lectura viquiana de Homero. Si los héroes aqueos en agoré se asemejan a “extensas olas del mar” o al Zéfiro que “cae sobre las espigas y las comba 693 ”, el pueblo en estado heroico es comparado con un volcán en erupción o con el océano en su desorden. Y, cual si se tratara de un acontecimiento cataclísmico, su venida a la existencia es anunciada por signos extraordinarios: “Toda la tierra de Francia se iluminó y esto fue, en cada lugar, como un destello encendido de heroísmo que atravesó y encendió el cielo 694 .” En esta inmersión en lo sublime, los hombres pueden llegar a ser lo que realmente son, sin esfuerzo, como si se tratara de un proceso de ósmosis a través de los poros de la piel: “Todo hombre que se acerque, se irá más hombre. Toda alma abatida, rota…, para elevarse, no tiene más que mirar ahí; es un espejo en el que, cada vez que la “Una cosa hay que decir a todos que es fácil de establecer: que la época humana y benévola de nuestra Revolución tiene por actor al pueblo mismo, al pueblo entero, a todo el mundo.” Ibidem, p. 7. 692 La cuestión de lo sublime natural se trata ampliamente en los capítulos V y VI de esta tesis. 693 Homero, Ilíada, op. cit…, II, 144. Otras imágenes de lo sublime natural en ibidem, II, 464-468, XI, 304-309 y 537-538, XVII, 755-759. 694 J. Michelet, “Histoire de la Révolution…”, op. cit…, I, p. 1021. 691 217 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas humanidad se mira en él, se halla heroica (…) una pureza singular (…) es entonces la gloria de todos 695 .” El heroísmo queda, así, definido como emanación fenoménica del momento de los orígenes 696 . Michelet entiende el principio heroico antes como climat, que como simple rasgo de la escena revolucionaria. Esta original tesis llevó a M. Abensour 697 a leer el heroísmo micheletiano en términos de Stimmung. El filósofo francés se sirve de la definición que de este concepto hiciera Heidegger 698 , al objeto de mostrar cómo, durante la Revolución Francesa, todo –y no sólo los grandes hombres- estaba impregnado de la especial energía que suscita el campo de los asuntos públicos. Este giro completo hacia lo que es común era, sencillamente, despertar colectivo, el impulso de cualquier agente capaz de “insertar el propio yo en el mundo y comenzar una historia 699 .” El heroísmo habría de interpretarse, entonces, como la tonalidad, en el sentido musical del concepto, de ese tiempo. La constelación de sinonimias. La palabra total. La Stimmung. Todo el dispositivo metafórico-conceptual pretendía subrayar la impersonalidad del movimiento y, por ende, su unanimidad: “Todos se olvidaban (…) El Palacio Real ya no era el Palacio real. El vicio, ante la pasión de una grandeza tan sincera, ante la llama del Ibidem, 434. Sobre la cuestión de los orígenes, remito a lo expuesto en el capítulo V de esta tesis. 697 M. Abensour, Rire des lois, des magistrats et des dieux. L´impulsion Saint-Just, Horlieu, 2005, p. 60. 698 Escribe Heidegger en Los conceptos fundamentales de la Metafísica: “Esta tonalidad de fondo “es un modo en el sentido de una melodía que no está suspensa sobre lo que se da en llamar el auténtico estar presente del hombre, sino que da el tono para este ser, es decir, que templa y determina el modo y el cómo de su ser.” Cfr Martin Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafísica. Mundo, finitud, soledad, Madrid, Alianza Editorial, 2007, p. 99. 699 H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215. 695 696 218 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas entusiasmo, devino pureza por un instante. Los más degradados levantaban la cabeza y miraban al cielo; su pasado, ese mal sueño, estaba muerto, al menos, por un día; ¿ honrados? Ya no podían serlo, pero se sentían heroicos en nombre de las libertades del mundo 700 .” Para Michelet, Francia había comenzado –en el sentido que Arendt da a esta palabra- una extraña vita nuova 701 . Vida que, como bien sabía el propio historiador, sólo se actualizaba en el relato y sólo en esa región intermedia –la Esqueria de la Odisea [ver infra]- del como si cobraba verdaderamente sentido. Y es que la épica se refiere siempre a una era desaparecida; bien porque pertenezca al pasado, bien porque esté hundida bajo el mar. Esta doble distancia nos habla de la edad de hierro de la cosmología hesiódica 702 . Los aedos, los de la antigua y los de la nueva tradición, cantan en un mundo que conoce la quiebra entre la naturaleza y los hombres. Así, los poetas del siglo VIII a. C. que decidieron cambiar –en las armas, en los palacios- el metal de su época por el anticuado bronce, como si con ello pudieran retener para sí algo de la Stimmung de la edad de oro 703 . El Michelet que, en medio de la mediocridad generalizada de la Monarquía de Julio, quiso participar del absoluto con el rappel au grand de la Revolución. Y, por supuesto, el Galdós de los Episodios y el Balzac de La Comédie Humaine. La presencia/ausencia de esta conciencia de fragmentación es la que abre en dos a la épica, en la vieja tradición y también en la nueva. Galdós J. Michelet, “Histoire de la Révolution….”, op. cit…, I, p. 125. Ibidem, p. 406. 702 Para las cinco edades de las que habla Hesíodo, cfr. idem, Trabajos y días, Alianza editorial, Madrid, 1990, 109-203. 703 M. Finley da una interpretación menos poética y prefiere hablar de los “errores arqueológicos de Homero”, cfr. Idem, El mundo de Odiseo, op. cit…, pp. 51-52. 700 701 219 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas escribe la Primera Serie como si no conociera la quiebra entre el hombre y el mundo, porque se remonta a la dimensión temporal de una distancia imposible de salvar: los orígenes. En cierto sentido, su poema no sería más que eco de las composiciones de la escuela historiográfica francesa de la Restauration y de la Monarchie de Juillet: compartían el tema de los orígenes, la definición de un héroe colectivo, el relato como forma y parte de la dicción –la cuestión de la escritura de la h/Historia. Las diferencias que pudieran existir entre, de un lado, Mignet, Quinet o Michelet y, de otro, Lafuente, Castelar o Galdós, podrían compararse a las que pudieran darse entre los poetas de la Beocia y los poetas de Quíos que participaron de la tradición que hoy conocemos por el nombre de la Ilíada. Así, Galdós demuestra conocimiento de la épica primera desde la idea de su continuación; Balzac, desde el silencio. La Comédie evita narrar lo ya relatado en composiciones anteriores; en ella, todo ha de ser nuevo: el poema del aedo y las historias que se insertan en él. Incluso la temporalidad. Los héroes balzacianos –el flâneur y los cimerios 704 - también abren una dimensión temporal; sólo que su apertura no es de distancia, sino de intensidad: un presente dentro del presente que multiplica los centros narrativos hasta hacer de Balzacie un medio fluido, líquido, un verdadero tratado de los mares –como la Odisea 705 . Los Episodios –como la Ilíada- están escritos desde la tierra. Un espacio de la consistencia que no llega al absoluto de la platónica tierra de la verdad, pero que posee la firmeza y la solidez propias de la verdad nacional. No hay multiplicidad de núcleos narrativos, el poeta nunca se aparta del campamento homérico: en el 2 de mayo, en el Madrid que espera a Napoleón, en los gloriosos sitios de Zaragoza y Gerona, en la batalla del 704 705 Cfr. “Las katábasis de la Comédie Humaine.” Cfr “L´enfer de l´être-ensemble.” 220 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Herrumblar en Bailén, en las lomas de los Arapiles. Y, cuando parece que Galdós se aleja, es sólo para volver a levantar el campamento de modo permanente 706 : el Cádiz de la fundación. El aedo de la épica primera nunca se pregunta por los límites del mundo, ni por su contenido. Todo está hecho de la misma sustancia heroica, los hombres y las cosas. Todo es transparente: los héroes desconocen el obstáculo entre el pensamiento y la acción, su historia es narración de lo que hacen. El Gran Capitán, doña Gregoria, Pujitos, “Majoma”, “Tres pesetas” , el señor de Cuervatón… poseen una conciencia narrativa capaz de anunciar lo que sucederá 707 , inverosímil; semejante a la que demuestra Helena (Ilíada, canto III 708 ) al tejer un tapiz con las luchas entre aqueos y troyanos. Los incontables de la épica primera se saben materia de canto para los hombres del futuro y ese conocimiento forma parte del sentido de la leyenda. En el relato galdosiano, los españoles de 1808 actúan bajo el signo del Amor Fati, del amor al destino; aunque, como en el caso del Gran Capitán, se trate de la gloria sin regreso 709 : “No es suicidio, no. La ley ineludible de la Patria me ha puesto en un lugar que debo defender, aun a costa de la vida. ¿Que vienen fuerzas superiores? ¡Pues vengan! La Patria me manda esperar tranquilo, y la Ley me veda el apartar los pies de aquel sitio. ¿No morían los mártires por la Religión? Pues la Patria es una segunda religión, y antes que faltar a su ley, el hombre debe morir (…) Morir por la Patria; morir en el puesto que a uno le marca su deber; morir no por conquistar un pedazo de tierra, ni por un cacho de pan, ni por una baja ambición, sino por una cosa que no se ve ni se toca, cual es una idea y un sentimiento puro! ¿No es equipararnos a los santos del Cielo y acercarnos a Dios todo lo que acercarse puede una criatura? 710 ” La idea de la polis como campamento homérico permanente es de Arendt. Cfr. H. Arendt, ¿Qué es la política?, op. cit…, p. 75. 707 B. Pérez Galdós, “Napoleón en Chamartín”, op. cit…, I, p. 553; idem, “Bailén”, op. cit…, I, pp. 464, 465. 708 Homero, Ilíada…, III, v.121-127 y también ibid, VI, v. 354-358. 709 Es el dilema que se le plantea a Aquiles: o kleos -gloria- sin nostos –regreso-, o nostos sin kleos. Homero, Ilíada, op. cit... IX, 410-416. 710 B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 618. 706 221 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Araceli es el único que, en ciertos momentos, se abstrae de este esplendor. Sólo él se define como un héroe distinto, alguien que, como el Odiseo del que habla Aquiles en el canto IX 711 , oculta en sus mientes una cosa y dice otra. Sólo él posee la conciencia de la fragmentación del mundo posterior a los orígenes. Así lo demuestran su diálogo interior sobre la vida como destino individual, desgajado de la marcha de las naciones, en Bailén 712 ; el contraste entre su sensatez y el delirio del “Pélida” Gran Capitán en Napoleón, en Chamartín 713 ; o su conformidad con el retorno a Ítaca en La Batalla de los Arapiles 714 . Y una vez que Araceli se incorpora al tiempo vivido, el espacio de la épica primera se cierra definitivamente. La demanda de hombres nuevos de los que se puedan referir acciones altas y nobles que, en la última serie 715 , hace la Musa Mariclío 716 no se sostiene desde el punto de En este sentido hemos de entender las palabras de Aquiles referidas al rey de Ítaca: “Aquel me resulta igual de odioso que las puertas del Hades/ que oculta en sus mientes una cosa y dice otra”. Homero, Ilíada…, IX, v. 312-313. 712 Idem, “Bailén”, op. cit…, I, p. 532. 713 Idem, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 618. 714 Ibidem, pp. 459 y 532; idem, “Napoleón, en Chamartín”…, I, p. 617-618; idem, “La batalla de los Arapiles”…, II, p. 143. Para el regreso de Araceli a Ítaca, cfr. “Galdós como nuevo Demódoco.” 715B. Pérez Galdós, “Amadeo I”, op. cit…, V, p. 284. 716 Este personaje es la particular musa de la h/Historia galdosiana y, con ella, el elemento fantástico entra en el relato de nación. Sus diálogos con el narradorhistoriador Tito-Galdós de la V Serie (aparece en Amadeo I y La Primera República) ofrecen al lector toda suerte de reflexiones sobre los Episodios como composición histórico-poética y sobre la función del escritor nacional. Galdós también se sirve de sus continuos cambios físicos para dar, literalmente, cuerpo a su concepto de Historia: puede aparecer joven o vieja, en modesta chinela o en alto coturno. En un mundo fragmentado y caótico –la quiebra del esquema teleológico de los inicios deja paso a un aparente desorden narrativo que no es más que metáfora del desorden que se siente en el principio de realidad-, su presencia nos ayuda a descifrar el sentido profundo de lo narrado: “-No te alborotes, hijo –le dice la Musa a Tito- Tú has hecho la historia jocosa, la profecía burlesca. ¿Qué otra cosa es tu “República Hispano-Pontificia” más que un divertido sainete? Pues yo, en estos días de horroroso tedio, endulzo mis amarguras dándome un paseíto por el campo de la Historia burlesca, de la Historia chismográfica, de la Historia juguete… De varios modos nombro estos vagos esparcimientos de mi triste vida. ¿No lo entiendes, tontín? Pues vete a tu casa y espera los acontecimientos.” (B. Pérez Galdós, “Amadeo I”, op. cit…, V, p. 303). 711 222 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas vista del dispositivo mítico-heroico - ¿un verso desesperado del escritor nacional? Los héroes, según nos ha cantado el aedo de los treinta y seis episodios posteriores a la primera serie, son los hombres del pasado. ¿Y de la posibilidad del heroísmo del presente en los Episodios ? El Madrid del XIX era demasiado pequeño -incluso ese Madrid de la cuarta serie que parece exceder la conciencia individual- como para descubrir un insospechado côté épique o como para dar origen a una vida del espíritu 717 ; además, el paño de la levita de Pepe García Fajardo 718 , Marqués de Beramendi, estaba tan bien cosido a las estructuras sociales, que su figura de espectador de lo político -la capital de las barricadas- de La revolución de julio 719 no podía reinventarse como figura del umbral –el flâneur. En una De otro lado, en su encuentro con Tito en la Academia de la Historia (Amadeo I), es la propia musa la que da cuenta de sus simbólicas transformaciones y de su significado: “-Hola, Tito -me dijo con graciosa confianza, arrastrando un pesado sillón para sentarse frente a mí-. ¿No me habías conocido? Vengo ahora un poquito transformada. Yo me pongo más fea o más bonita según los lugares por donde paso, y las diligencias que traigo entre manos. Estamos en lo que los periodistas llamáis el Regio Alcázar, y cuando aquí entro procuro adecentar mi facha y traje, por si me sale en estas alturas del Estado algo decoroso que pueda llevar a mis archivos. Diciendo esto, alargó hacía mí uno de sus pies con la mayor desenvoltura, sin cuidado de que yo le viera la pantorrilla. Calzaba en aquel pie un lindo borceguí colorado, con tacón de plata. Y viéndome suspenso, sin sabe qué hacer con el precioso y bien engalanado pie, me dijo risueña: -Parece que estás tonto. Haz el favor de descalzarme. ¿Tanto te asusta una vieja compuesta? No es el coturno lo que ves: es un zapatón de media gala. Me lo he puesto para venir a esta casa, y ya me pesa.” B. Pérez Galdós, “Amadeo I”, op. cit…, V, p. 281 Para otros diálogos y encuentros, cfr. ibidem, pp. 248, 250, 266, 267, 283, 305, 318, 332 y también, idem, “La Primera República”, op. cit…, V, pp. 398, 427. 717 Cfr. el capítulo VI. 718 Cfr. “Las ciudades del relato” y el capítulo I. 719 El García Fajardo de La revolución de julio es, ante todo, un espectador que, a través de su crónica íntima, crea y modela –recorta, selecciona, oculta- el espacio para la acción: “Los hombres que se lanzan con tanto valor y entereza a una lucha desigual contra la burocracia y el militarismo tienen todas mis simpatías. Pero yo no soy de armas tomar; no sirvo para esto…. Vengo de curioso.” El personaje está ahí para ver y para hacer ver hasta el punto de recrearse en la materialidad de la topografía revolucionaria y en la acumulación de detalles –la novedosa presencia 223 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas primera lectura, parecería que la Odisea de los Episodios empezara y acabara en Araceli. Parecería. En la épica segunda todo es oblicuo. Su presencia en el relato galdosiano como tal épica tiene que ver con el ardid; con una vía, si no secreta, compleja; de doble lectura (y no suele bastar con la segunda), que enlaza con el significado global de las cuatro series posteriores a la recreación de la Guerra de la Independencia. El salto de Araceli en La Batalla de los Arapiles empuja la primera serie hasta la sublimidad de los orígenes, es verdad; pero también abre un espacio intermedio entre la dorada época de los frutos permanentes y la desoladora miticidad de la edad de hierro. Así, desde El equipaje del rey José hasta Cánovas, se descubre en los Episodios una nueva Esqueria 720 . Una esfera de transición en la que el aedo goza de la máxima consideración de la comunidad, en la que la guerra no sería más que relato y las fatigas y el dolor –el clericalismo, las guerras carlistas, la famélica hacienda española, la muerte de Prim, el fracaso de la República, los “tiempos bobos” de la Restauración- no se conocerían más que a través del como si. Aquí, el nuevo Demódoco 721 se atreve, incluso, a cantar sobre las de la Guardia Civil y de la policía entre las fuerzas del orden público, la inclusión novelesca del mítico jefe de seguridad don Francisco Chico, la narración pormenorizada de la ocupación de la Casa de Correos y de Gobernación- con la clara intención de dar impresión de realidad al espectáculo que nos muestra. ¿Una brecha de las ciudades intermitentes o disposición moral galdosiana a ver la irrupción de lo político? Todo parece apuntar una pequeña victoria del deseo de los muchos sobre los esfuerzos de Galdós por tapar las vías de sus ciudades del relato. 720 Se trata de la tierra de los feacios de la Odisea, ese extraño lugar en el que los aedos – y en representación de éstos, Demódoco- gozan de la máxima consideración del rey, de los nobles y del demos. Cfr. Homero, Odisea, op. cit…, VIII. Fue P. Vidal-Naquet quien definió Esqueria como lugar de transición entre el mundo fantástico de los relatos y el mundo real de Ítaca. Esta función de pasaje está implícita, además, en todos los niveles del episodio, como sucede con lo que atañe al descubrimiento de la identidad del misterioso viajero quien, al escuchar el relato de sus sufrimientos en Troya, terminará por revelar su nombre. Cfr. Hélène Monsacré, Les larmes d´Archilles. Le héros, la femme et la souffrance dans la poésie d´Homère, Albin Michel, Paris, 1984, p. 151). 721 Cfr. El primer epígrafe del siguiente capítulo. 224 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas cosas como hubieran debido ser –la Historia lógico-natural de los españoles de ambos mundos 722 -, y no como han sido… Desde la perspectiva de las complejas relaciones entre la épica primera y la épica segunda, la evolución de los Episodios -del oro de la Guerra de la Independencia a un metal más ligero en el resto de series- tiene su sentido. La pérdida gradual de la transparencia. Más difícil, sin embargo, es enfrentarse a la pregunta por la posibilidad de la épica primera en la épica segunda. La pregunta que plantea La Comédie. La tarea de responder a esta cuestión se hace difícil, no tanto porque Balzac pretenda engañarnos, sino porque su canto ha sido traspasado por la opacidad del mundo. En Balzacie, todo se ha convertido en signo, signo sin interpretación –casi siempre se deja al lector el esfuerzo de análisis -; y, en sus apariencias, siempre encontramos profundidad. Así es desde el principio, desde la primera novela que Balzac escribe con tal nombre: Les Chouans (1829). En una primera lectura, parecería que La Comédie arranca con la Ilíada: el relato de los hechos más relevantes – las agitaciones chouan 723 s- acaecidos en la Bretaña a comienzos del año VIII Galdós canta a través del personaje Juan Santiuste, también conocido como Juan Confusio. Este protegido de Pepe García Fajardo es un historiador delirante, quijotesco (la descripción física que de él hace Galdós no deja lugar a la duda), que está enredado en su propia trama; una trama que teje y desteje de continuo. Su empeño es componer la Historia de España desde la lógica y la estética y, desde la lógica y la estética, las calamidades del reino se suprimen, las “guerras facciosas” desaparecen, Fernando VII es procesado y fusilado en Cádiz… “Una historia alegre y consoladora, como en rigor debiera ser siempre”. Cfr. B. Pérez Galdós, “Prim”, op. cit…, IV, pp. 888 y ss , 893-900, 958 y ss, 977. Para un análisis más extenso de la Historia lógico-natural, cfr. J. F. Montesinos, Galdós, III, Castalia, Madrid, 1980, pp. 128-130 y también la monografía de Juan Ávila Arellano, La Historia Lógico-Natural de los Españoles de Ambos Mundos de Benito Pérez Galdós, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1994. 723 El episodio que elige Balzac para su novela es verdaderamente significativo pues, en ese verano de 1799, se asiste a una reorganización general del movimiento de la Chouannerie. R. Dupuy, Les Chouans, Hachette Littératures, Paris, 1976, p. 126. 722 225 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas (septiembre de 1799). Es decir, relato de los orígenes. La Revolución. Parecería. Poco a poco, la senda oblicua de la épica segunda nos revela que la aventura protagonizada por Hulot 724 y sus bleus 725 - Gérard, Larose, BeauPied, La-clef-des-coeurs- se parece mucho a uno de los viajes fantásticos de Odiseo. Se advierte, en primer lugar, que la Bretaña balzaciana no es, exactamente, una realidad físico-política, la escarpada geografía que delimitan las divisiones administrativas de la República. Se trata de una isla: “este país, rodeado de luces cuyo beneficioso calor no le alcanza, se parece a un carbón helado que permaneciese oscuro y negro en medio de un lugar resplandeciente 726 .” Las criaturas que allí habitan tienen una talla sobrehumana –la cabeza de Marche-à-Terre 727 semeja la de un buey 728 - y parecen mantener una relación íntima, desconocida para el “hombre Hulot pertenece a lo que la crítica balzaciana denomina la “generación de los padres”, es decir, la de quienes han hecho la Revolución; y “acompaña” a Balzac hasta una de sus últimas novelas, La cousine Bette (cfr. “La escritura de la insurrección”). Héroe de la Grande Armée, desde su presentación como comandante de la brigada que lucha contra los chouans, hasta su herida en la mismísima batalla de Waterloo. Alcanzará la paridad, la mayor gloria social en el universo balzaciano, pero su vida privada se contará por fracasos: enamorado secretamente de la mujer de su hermano, éste terminará por arruinarle y frustrará, de paso, su matrimonio con la temible Lisbeth Fischer, una mujer a la que ni siquiera ama. Morirá, literalmente, de pena; si bien Balzac le reserva una última grandeza: el pueblo le acompaña en su cortejo fúnebre. El conocimiento de este personaje obliga a leer en profundidad Les Chouans y La cousine Bette. 725 El nombre que recibían los soldados de la república, como Balzac no se cansa de repetir. Cfr. H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 909. 726 Ibidem, p. 918. 727 Su verdadero nombre es Pierre Leroi. Balzac singulariza su figura en la medida en que se singulariza un arquetipo, el del salvaje, la alteridad absoluta. Su nombre, prolongación de la dureza del medio en el que vive, su talla excepcional, su violencia, le convierten en un líder respetado. No dudará, incluso, en impartir la particular justicia de su comunidad: ejecuta al traidor Galope-Chopine. 728 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 914. 724 226 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas social 729 ”, con la naturaleza primordial: las pieles de cabras que tapan sus cuerpos se confunden con sus largos cabellos; los árboles y matorrales son prolongación de su gitantesca anatomía; los elementos, sus armas de combate 730 . Una comunidad 731 de salvajes que se sienten orgullosos de serlo 732 : “Una ferocidad increíble, una obstinación brutal, pero también la fe del juramento; la ausencia de nuestras leyes; de nuestras costumbres; de nuestra forma de vestir; de nuestras nuevas monedas; de nuestro lenguaje”, pero también la simplicidad patriarcal y las virtudes heroicas 733 . Un mundo que sigue otro orden de las cosas, otro ritmo en sus cadencias y en sus repeticiones (como se observa en las escenas de la oración 734 ). La tierra de los cíclopes. Idem. Ibidem, pp. 905, 914, 915, 919, 920, 1123. Es la misma naturaleza que encontramos en el canto IX: “Una isla por nombre Laquea se extiende de frente/ a la costa de aquellos cíclopes, ni cerca ni lejos;/ es boscosa y en ella se crían las cabras salvajes.” Homero, Odisea, op. cit…, IX, 116-118. 731 Tras los estudios clásicos de Mathiez, Labrousse o Lefevre que incidían en las causas económicas de la insurrección, las investigaciones más recientes se han orientado hacia el análisis de los elementos comunitarios –singularmente, las estructuras parroquiales- como elemento fundamental de su identidad. R. Dupy, Les Chouans…, op. cit…, pp. 15-16. Traducido al lenguaje de esta tesis, podría decirse que se trata del reconocimiento de la politicidad primera, del poder inmanente a lo social de que nos habla P. Clastres. 732 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 918. El término de comparación de que sirve Balzac para referirse a los chouans es el de “Mohicans”, nombre propio que, en la literatura francesa de la década de 1830 y 1840, terminará por convertirse en sinónimo de los habitantes de la ciudades invisibles que pueden convertirse en habitantes de las ciudades intermitentes; de todos aquéllos que están en la sociedad, sin ser de la sociedad. 733 Ibidem, p. 918. Se puede leer en la Odisea: “Los cíclopes no tratan en juntas ni saben de normas/ de justicia; las cumbres habitan de las excelsas montañas;/de sus cuevas haciendo mansión; cada cual de la ley/ a su esposa y sus hijos sin más y no piensa en los otros.” Homero, Odisea, op. cit…, IX, 112-115. 734 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit..., VIII, p. 1084 y 1117. 729 730 227 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Esta versión oscura y tenebrosa de la edad de oro 735 es el último vestigio de un tiempo pasado. En la alegría fanfarrona de los bleus especialmente, Beau-Pied 736 - de Hulot todavía se percibe una línea de luz –el desencanto que llevó a las barricadas de 1830 737 . La época gris que siguió a Juillet ya no dejó que, en Balzac, se filtrara ninguna veta luminosa: aumentó la densidad de atmósfera y se hizo imposible el heroísmo expansivo. Contra el Océano no se lucha, se resiste. Este medio inmenso, blando, opresivo, transforma el tejido heroico de todos aquéllos que se atreven a insertar su yo en el campo de lo visible; incluso el de quienes, en principio, proceden de una forma épica anterior: los soldados de la Grande Armée. La primera forma de resistencia en un mundo que se ha tornado completamente opaco es el viaje fantástico, no en la versión extendida de Les Chouans, sino en la forma mínima de una nouvelle de 20 páginas. No resulta muy difícil ver en el joven soldado provenzal de Une passion dans le désert 738 (dic 1830-1832) al Odiseo del canto V del segundo Homero. Los dos han perdido a sus compañeros –los soldados que, en el alto Egipto, luchan a las órdenes del general Desaix 739 y los marineros que se han atrevido a matar las vacas del sol 740 . Ninguno sabe dónde se encuentra y, sin embargo, han Es la edad de oro que coincide en el tiempo con los viajes de Odiseo. La otra referencia a ese tiempo primero es el reinado de Nausítoo entre los feacios, una época pasada cuando el viajero, en el canto VIII, traba conocimiento de ese lugar que vive encerrado en sí mismo. 736 H. Balzac, “Les Chouans”, op. cit…, VIII, p. 925. 737 Recuerdo que la novela es de 1829. Para el desencanto que llevó a las barricadas y para el que siguió a las barricadas, cfr. “Le tournant de 1830…” 738 Esta nouvelle ocupa un lugar singular dentro del corpus balzaciano: no está ligada al resto de la obra por un “personaje recurrente” y, sin embargo, está misteriosamente unida a La fille aux yeux d´or en la caracterización de la protagonista femenina. 739 Este general recibió el encargo de Bonaparte de seguir a Mourad-Bey, para ello recorrió el Alto-Egipto, de septiembre de 1798 a febrero de 1799, llegando hasta el sitio de Asuán. 740 Homero, Odisea, op. cit…, XII, 127-141. 735 228 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas llegado al centro del mundo –un oasis en el desierto, Ogigia. Y los dos tienen una aventura erótica con una extraña figura de lo femenino a la que traicionan –el joven soldado mata a la pantera 741 que tan cariñosa compañía le ha hecho y Odiseo abandona a la ninfa Calipso para abrazar su destino como mortal 742 . La segunda forma de resistencia de los soldados de la Grande Armée es la búsqueda de un lugar al abrigo del Océano, un lugar en el que sea posible la única forma de épica primera que cabe en el mundo fragmentado: el relato dentro del relato. La idílica tierra de los feacios, en la que “la Musa al aedo [Demódoco] inspir[a] que cant[e] de hazañas de héroes”, como la disputa entre Aquiles y Odiseo 743 . O el palacio de Menelao en Esparta, en el que Helena cuenta a Telémaco cómo su padre logró entrar en Troya disfrazado de mendigo 744 . ¿Y en La Comédie? El soldado de infantería Goguelat 745 encuentra su particular corte de los feacios –al punto de que deviene una suerte de poeta 746 - en la comunidad sin riesgos del doctor Benassis 747 ; ese espacio de la seguridad imprescindible para levantar el Se trata de una historia de amor entre un soldado y una pantera, sin metáforas. Ahora bien, pocas figuras femeninas tienen la gracia de la curva, la dulzura tierna y la belleza sensual de esta singular que Balzac humaniza hasta hacer que soldado provenzal invente un cariñoso nombre de chica para ella: Mignonne. Cfr. H. Balzac, “Une passion dans le désert”, op. cit…, VIII, pp. 1231-1232. 742 Homero, Odisea, op. cit…, V, 215-224. 743 Ibidem, VIII, 71-82 744 Ibidem, IV, 234-258. 745 Este soldado llegará a ser condecorado con la Legión de Honor por el mismo Emperador en Valoutina. En 1829 –tiempo del relato-, vive en el village del doctor Benassis y, como se dice en el cuerpo del texto, se ha convertido en una especie de aedo de la curiosa comunidad. Su retrato en H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, pp. 456-457. 746 “Le conteur en titre” le llama Balzac. Ibidem, p. 457. 747 Se trata de una de las utopías platónicas de Balzacie. Para un análisis más extenso de esta cuestión, cfr. “La escritura de la insurrección.” 741 229 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas campamento del relato. Y habla de Napoleón a los pobres paysans como podría hablar de Aquiles uno de los mirmidones: “Yo mismo, que os hablo, ¡ he visto en París once reyes y un pueblo de príncipes rodeando a Napoleón, como rayos de sol ! (…) ¡Y entonces había esas batallas! Austerlitz, en la que el ejército maniobró como en parada; Eylau, en la que se ahogó a los rusos en un lago, como si Napoleón hubiera soplado por debajo; Wagram, en la que se luchó tres días seguidos sin que hubiera queja. En fin, tantas como santos en el calendario. Entonces se comprobó que Napoleón poseía en su vaina la verdadera espada de Dios. Entonces el soldado tenía su estima, y él hacía de éste su hijo, preocupándose por si tenía ojeras, ropa de cama, capotes, pan, cartuchos; aunque mantenía su majestad porque su oficio era el de reinar. ¡ Daba igual ! Un sargento, incluso un soldado, podía decirle “¡Mi Emperador!”, como usted me dice a mí mismo, “Mi buen amigo” (…)En fin, los moribundos tenían el empeño de levantarse y saludarle diciendo: “¡Viva el Emperador! 748 ” El asidero del pobre 749 (quien conoce su historia no puede dejar de utilizar este adjetivo) Chabert es menos firme que el de Goguelat: un peñasco en medio del Océano parisino. El despacho del abogado Derville 750 , es decir, el vientre de París 751 , ese extraño lugar donde se revela l´envers de l´histoire contemporaine. Y allí narra su destino heroico imposible, un destino H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 529-530. El canto completo de Goguelat es muy extenso. Cfr. Ibidem, pp. 520-537. 749 H. Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, p. 327. 750 Abogado para el tribunal de primera instancia del departamento del Sena. Un personaje muy interesante. H. Balzac, Ibidem, p. 320. 751 Sobre el sentido de esta metáfora, cfr. “L´enfer de l´être-ensemble.” 748 230 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas sin kleos (gloria) y sin nostos (retorno) 752 , que necesita de dos aedos para ser completado. Primero, el héroe mismo descubre, a través de su narración al abogado, su increíble historia: comandante de un regimiento de caballería en Eylau, tras participar en la célebre carga de Murat, que decidiría la suerte de la contienda, es dado por muerto, según se confirma en las Victoires et conquêtes del Imperio. Y es, justamente, esta muerte histórica 753 la que le priva de la gloria que le corresponde. El segundo aedo –Balzac- nos dice de su retorno sin reintegración, de su no retorno. Atenea no ha hecho que sus músculos recobren el vigor que tenían antes de su partida: se nos muestra viejo, enjuto y con una herida por la que parece haber escapado toda su inteligencia 754 . Su Penélope se ha casado con uno de los pretendientes –el Comte de Ferraud. No puede tener el consuelo de un encuentro con Laertes porque es enfant trouvé 755 . Ni siquiera hay un Argo 756 que lo reconozca. Vencido entre los vencidos. Vivo entre los muertos en Eylau 757 , muerto entre los vivos en París. Tal vez, la posibilidad del comienzo de una épica tercera en La Comédie. Como ya se ha dicho, se trata de los dos modelos de vida heroica que encarnan Aquiles (kleos) y Odiseo (nostos). 753 Es el propio Chabert quien define su muerte como hecho histórico. Cfr. H. Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, p. 323. 754 H. Balzac, Ibidem, pp. 321-322. 755 Chabert entiende que su condición de huérfano le ha perjudicado en la batalla por el reconocimiento de su identidad. H. Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, p. 331. Laertes es el padre de Ulises, para el emotivo reencuentro. Cfr. Homero, Odisea, op. cit…, XXIV, 225 y ss. 756 Se trata del perro de Odiseo, que rápidamente reconoce al extranjero que habla con el porquerizo Eumeo. Homero, Odisea, op. cit…, XVII, 290-323. 757 H. Balzac, “Le colonel Chabert”, op. cit…, III, pp. 324-325. 752 231 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CAPÍTULO V. LA FORMA DE LOS ORÍGENES: EL PUEBLO-HÉROE DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA Hoy, cuando a tu tierra ya no necesitas, 232 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Aún en estos libros te es querida y necesaria, Más real y entresoñada que la otra: No ésa, mas aquélla es hoy tu tierra. La que Galdós a conocer te diese, Como él tolerante de lealtad contraria, Según la tradición generosa de Cervantes, Heroica viviendo, heroica luchando (…) La real para ti no es esa España obscena y deprimente En la que regenta hoy la canalla, Sino esta España viva y siempre noble Que Galdós en sus libros ha creado. Luis Cernuda, La realidad y el deseo “En una de estas asociaciones que son mi vida objetiva, se agrega a ello todo lo rojo y lo amarillo de mi infancia: cajas de tabaco en las Antillas, estampas de toreros, que venían en las cajas de pasas y en el chocolate, los estancos, los Episodios de Pérez Galdós….” Juan Ramón Jiménez, Libros de Madrid 5.1. Galdós como nuevo Demódoco La Batalla de los Arapiles no forma parte del núcleo narrativo [ver infra] de la Guerra de la Independencia; hasta el punto de que, en la clásica edición que hiciera Aguilar de los Episodios, este último capítulo quedaba separado de su propio cuerpo al servir de pórtico para el segundo volumen de la gloriosa colección. Y, sin embargo, La Batalla es uno de los goznes del relato galdosiano; una puerta secreta que, de un lado, se abre a los Orígenes, y, de 233 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas otro, a la Modernidad. Al final del episodio, Gabriel Araceli –protagonista y narrador de la Serie- se despide de sus lectores con un canto horaciano 758 preñado de bienestar, de trabajo incesante, de orden, de propiedad, de holgura y de hijos. Este discurso a lo Guizot podía concebirse como la expresión de la nueva forma de participación en el pacto de quien, tras haber estado en el espacio del riesgo (en las calles de Madrid, al pie de los cañones en Zaragoza, en los campos de Andalucía o en las lomas de Castilla), decidía volver al oikos. Este au-dedans, et non plus au-dehors, era la forma del patriotismo de los modernos 759 . Terminaba el tiempo del mito y comenzaba el de las Novelas Contemporáneas 760 . Aparentemente. La clave radica, precisamente, en el regreso. El significado de Araceli sólo se alcanza al término de la aventura, pues detrás de su figura se ocultaba quien mejor se esconde: Odiseo. Araceli también es el hombre que todo lo ve –con la excepción del glorioso sitio de Gerona. Aquél que tiene al viaje por destino –aparece, de modo inverosímil, casi mágico, en todos los escenarios importantes de la Guerra de la Independencia. Aquél que desea ser nadie en el océano de Bailén 761 . Participa del heroísmo expansivo de los orígenes y de la forma de resistencia que encuentra su verdadera realización en Ítaca. Es el interlocutor del héroe de la cólera (el Pueblo-Aquiles) en la Escribe Araceli: “Mi suegra seguía escribiendo para aumentar por diversos modos nuestro bienestar, y con esto y un trabajo incesante, y el orden admirable que mi mujer estableció en mi casa (...), adquirí lo que llamaban los antiguos aurea mediocritas; viví y vivo con holgura; casi fui y soy rico; tuve y tengo un ejército brillante de descendientes entre hijos, nietos y biznietos. Adiós, mis queridos amigos. No me atrevo a deciros que me imitéis, pues sería inmodestia; pero si sois jóvenes, si os halláis postergados por la fortuna: si encontráis ante vuestros ojos montañas escarpadas, inaccesibles alturas, y no tenéis escalas ni cuerdas, pero sí manos vigorosas; si os halláis imposibilitados para realizar en el mundo los generosos impulsos del pensamiento y las leyes de corazón, acordaos de Gabriel Araceli, que nació sin nada y lo tuvo todo.” B. Pérez Galdós, “La Batalla de los Arapiles”, op. cit…, II, p. 143. 759 Sobre este concepto, cfr. P. Rosanvallon, Le moment Guizot…, op. cit., p. 215. 760 Se trata del nombre que recibe “la otra mitad” del corpus galdosiano. 761 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 532. 758 234 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas épica primera y el modesto protagonista de la épica segunda: el hombre que retorna. Claro que los monstruos de su mundo no eran ni las criaturas homéricas (Escila y Caribdis), ni las fuerzas enigmáticas que habían emergido con la centuria (la revolución industrial, la generalización de la economía de mercado, el espíritu de cálculo, la racionalidad instrumental, la dominación burocrática). En España, la hebra del dispositivo mítico seguía prendida, no porque el capitalismo hubiera activado sus potencias mágicas; sino porque el país ni siquiera había aprendido a ser prosaico, porque permanecía anclado en un espacio en el que Mito e Historia confluían sin distinguirse: el infantilismo y la barbarie 762 . En toda cosmología, la barbarie se identifica con la edad de hierro, un período de decadencia que habría terminado con la perfección del momento de los orígenes. Lo que necesitaba el país convertido en “solar desgraciado763 ” era recordar el tiempo de los frutos permanentes764 . Esta intuición permitió a Galdós comenzar a ser Galdós en 1872 765 . Pocos años después, en La Revue Son los dos términos que utiliza Joaquín Costa para caracterizar España. Cfr. J. Maurice et C. Serrano, Crisis de la Restauración y populismo (1875-1891), Siglo XXI, Madrid, 1977, p. 141. La definición costista se filtra en el relato galdosiano a través de la figura de Lord Gray, un británico enamorado de la España “inventada” por el Romanticismo; una España que pervivía dolorosamente –nos dice Galdós- en el eje de la realidad como pervive en el relato. Así, dice este peculiar W. Irving galdosiano: “Cuando vine a España, hícelo con la ilusión de encontrar aquí gran número de gente pendenciera, ruda y primitiva, hombres de corazón borrascoso y ardiente, no embadurnados con el vano charol de la cortesanía (…)” B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit..., I, p. 850-851. 763 B. Pérez Galdós, “Cánovas”, op. cit…, V, p. 634. 764 Hesíodo asegura que, en las islas de los Bienaventurados, el suelo fecundo da tres cosechas al año. Cfr. Hesíodo, Trabajos y días, op. cit…, 170-173. 765 La intuición de Galdós fue azuzada por la coyuntura biográfica, ya que, en ese citado año de 1872, necesitaba limpiar con urgencia su pasado amadeísta y superar un importante bache periodístico. Durante dos años, había sido director del órgano 762 235 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas des deux Mondes, Louis Lande afirmaba que el escritor había sabido dar respuesta “a una necesidad del espíritu público 766 .” El crítico francés estaba en lo cierto, pero el rápido éxito editorial de los Episodios no se debió sólo a esa necesidad colectiva; a ello había que añadir el talento literario de Galdós, la feliz coincidencia de los primeros títulos del proyecto de educación cívica con el Sexenio (el único laboratorio político comparable al período de 18081812) y, muy especialmente, la fuerza movilizadora del propio mito y su específica cristalización narrativa en el siglo XIX: el relato de nación. Un complejo engranaje que iba a intentar resolver todas las aporías. Se afirmaba una evidencia que sólo se comprendía en el desarrollo de la epopeya. Se articulaba un discurso esencialista en una trama histórica. Y se pretendía la construcción de un todo a partir de una doble discontinuidad: la del tiempo de la construcción histórica y la de la selección de los hechos 767 ; como si unos hilos invisibles pudieran crear la impresión de un tejido históriconarrativo perfectamente tupido. de opinión más conservador de la vencida Monarquía, El Debate, y, desde sus páginas, había atacado a los republicanos (en especial, a los federales), a los alfonsinos, a los carlistas e, incluso, a la Internacional (cfr. P. Ortiz Armengol, Vida de Galdós..., op. cit., pp. 145 y ss). Así que, sencillamente, no podía equivocarse con el tema elegido para convertirse definitivamente en escritor: la Guerra de la Independencia era el mágico momento que le reconciliaría con todas las Españas. (Cfr. P. Ortiz Armengol, Vida de Galdós…, op. cit., pp. 146 y ss.) Sobre las implicaciones de la política de escritor de Galdós, cfr S. Pinilla Cañadas, “Los bárbaros han llegado. Acción y movilización política en los Episodios Nacionales y las novelas históricas de Benito Pérez Galdós”…, op. cit., pp. 394 y también idem, “El mágico momento. Relato y mito del pueblo en los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós”…, op. cit., pp. 191-222. 766 L. Lande, “Le Roman Patriotique en Espagne”, La Revue des Deux Mondes, nº XIV, (Paris,1876), p. 942. 767 G. Simmel, La forme de l´histoire et autres essais, Le Promeneur, Gallimard, Paris, 2004, p. 29. Parto de la definición del relato como tejido que hace Simmel para subrayar la idea de que el historiador nacional trabaja hacia la forma al objeto de obtener ese perfecto ensamblaje entre el tema y la dicción. 236 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Desde el plural rotundo de su título, los Episodios 768 se presentan como un texto imposible de leer por completo (si exceptuamos a la crítica, cuando un lector se refiere a la colección, en realidad, quiere decir Primera Serie y, casi siempre, Trafalgar, La Corte de Carlos IV, Zaragoza o Gerona), como capítulos de un “libro muy viejo 769 ” del que no puede conocerse el desenlace. La lectura fragmentaria, no ya del conjunto de la colección, sino de una parte de ella, sirvió para dar significado general a la obra (al extremo de que el pórtico material y narrativo de los Episodios devino pórtico ideológico 770 ) y aumentó la sensación de infinito. La narración galdosiana se declaró a sí misma heredera de la vieja épica (las referencias a Homero, Píndaro y Tirteo 771 o la comparación de Mina y Porlier con los héroes de Athenas y del Lacio 772 en la Primera Serie, aunque anecdóticas, son muy El debate sobre la definición del género literario a que pertenecen los Episodios – novela histórica en su sentido clásico o tipo específico- y su ampliación a la problemática sobre su integración o separación de las Novelas Contemporáneas, pertenecen a la época fundacional de los estudios galdosianos –fundamentalmente, las décadas de 1960 y 1970- y, desde mi punto de vista, están completamente superados. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, en muchas ocasiones, las disquisiciones teóricas se convirtieron en defensa jurídica de la mitad del corpus galdosiano que fuera objeto de estudio para el crítico en cuestión. Entiendo que todas estas discusiones –que ya traté en trabajos parciales anteriores que respondían a otro nivel de reflexión y de conocimiento sobre Galdós- se apartan del núcleo de mi interés teórico, por lo que me limito a citar algunas referencias: J. Casalduero, Vida y obra de Galdós (1843-1920), Gredos, Madrid, pp. 43-44, A. Regalado García, Benito Pérez Galdós y la novela…, op. cit.., pp. 60-61; A. Rodríguez, An introduction to the “Episodios Nacionales” of Benito Pérez Galdós, Las Américas Publishing Co, New York, 1967, p. 18; R. Gullón, “Episodios Nacionales: problemas de estructura”, Letras de Deusto, 8, 1974, p. 55 y E. Rodgers, “Nationalism and the vogue of the Historical Novel in Nineteenth-Century Spain”, en N. Russel-Gebbett (ed): Belfast Spanish and Portuguese Papers, The Queen´s University, Belfast, 1979, pp. 203-215. Por lo que hace a estudios recientes, cfr. L. Behiels, La cuarta serie de Episodios…, op. cit…, pp. 26 y ss y M. Suárez Cortina, La sombra del pasado…, op. cit.., 769 B. Pérez Galdós, “La Corte de Carlos IV” …, op. cit., I, p. 304. 770 Este pórtico terminaría por inundar el resto de las series y, por ende, proyectaría una luz muy especial sobre la figura y el nombre de Benito Pérez Galdós. 771 No quiero decir que las alusiones a los aedos de la areté guerrera obedezcan a una reflexión muy elaborada por parte del Galdós de la Primera Serie –cosa distinta será el de la Quinta-, pero sí a una decidida vocación de inscribir su relato de la Guerra de la Independencia en la tradición épica. 772 B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 851. 768 237 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas reveladoras) en su doble dimensión de creación del espíritu y de producto de una tradición. En cuanto a lo primero, el relato de nación pretendía colocarse en el lugar del mundo 773 , crear –literaria y literalmente- una comunidad imaginada, un espacio para la memoria. Esta intersección mágica entre la Historia y la poesía antigua brindaba, por un lado, un acervo inagotable de símbolos y de alegorías, de fantasmas y de demonios, de dioses y de héroes; y, por otra parte, una forma que era la expresión adecuada del tema. En cuanto a lo segundo, los Episodios –y especialmente, la Primera Serie- vinieron a ocupar el lugar de la Ilíada: un canto que, por su belleza, por su fuerza y por su perfección, había borrado de la memoria de la comunidad las composiciones anteriores y, en los recuerdos de aquélla, más parecía primer poema que resultado final de una tradición 774 -en el caso de la moderna epopeya, la novela histórica nacional. Quién, además de la crítica especializada, conoce los nombres y los títulos de Francisco Brotons (Rafael del Riego o la España libre, 1822), Eugenio Tapia (Los cortesanos y la revolución. Novela de costumbres, 1838-39), de Wenceslao Ayguals de Izco (El tigre del maestrazgo, 1848), de Agustín Letamendi (Josefina de Comerford o el Fanatismo, 1849), de Mariano Ponz (Riego. Novela histórica nacional, 1864), de Enrique Rodríguez Solís (Historias populares: colección de leyendas heroicas, 1874) o de Pedro Antonio de Alarcón (Historietas nacionales, 1881-1885) 775 . Como dice H. Blumenberg, ésa es la vocación de toda épica. H. Blumenberg, La legibilidad del mundo, Paidós, Barcelona, 2000, p. 225. 774 Los homeristas insisten mucho en esta idea de la Ilíada como producto final de toda una tradición épica (cfr. “As for the many”) que se fraguó en los cien años que precedieron a la composición – finales del siglo VIII a. C.- de la forma épica que conocemos hoy. S. Schein, The mortal hero. An introduction…, op. cit…, p. 1 y también B. Knox, “Introduction à L´Iliade”, en B. Knox y S. Weil, L´Iliade…, op. cit…, p. 45. 775 J. I. Ferreras, Benito Pérez Galdós y la invención de la novela histórica nacional, Endymion, Madrid, 1997. Ferreras entiende que Galdós inventa una estructura literaria que no tiene precedentes y sí muchos seguidores (ibidem, p. 8); sin embargo, el desarrollo de su estudio se compadece mal con lo que se nos dice en la 773 238 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La nueva tradición épica presenta a su autor como simple función de algo más elevado 776 . El nuevo cantor, es obvio, no invoca a las Musas en su maravilloso plural, a la manera del poeta de la Ilíada en el canto II 777 ; ni hace elogio extendido de su propio arte como el Demódoco del Canto VIII de la Odisea 778 . Siempre modesto, el escritor nacional mantiene la distancia con su composición 779 y se declara instrumento de la Historia misma y de quien la hace, e incluso deja a Tito Liviano 780 señalar esa fuente: “sólo te digo que el pueblo hace las guerras y la paz, la política y la Historia, y también hace la poesía 781 ”. El mensaje del poema, el kleos que pretende transmitir, no presentación del trabajo, pues enumera pacientemente una larga lista comentada de autores y obras anteriores a Galdós. Desde mi punto de vista, como ya he afirmado en el cuerpo del texto, toda esa tradición silenciada por los Episodios cumple exactamente la misma función que los poetas que contribuyeron a dar forma al poema épico que hoy concemos como Ilíada: proporcionar temas, motivos, imágenes e incluso una dicción. El caso de Ayguals de Izco –y sólo de él y de Alarcón se puede decir que sean escritores estimables- abunda en mi argumento, pues es un autor que se ha reivindicado últimamente como precedente de Galdós y como figura que el propio escritor canario admiraba. Cfr. J. L. Calvo Carilla, “Utopía y novela en el siglo XIX: Wenceslao Ayguals de Izco (1801-1873)”, en M. Suárez Cortina, Utopías, quimeras y desencantos. El universo utópico en la España liberal, Universidad de Cantabria, Santander, 2008, pp. 316 y ss. y también R. P. Sebold, En el principio del movimiento realista. Credo y novelística de Wenceslao Ayguals de Izco, Cátedra, Madrid, 2007, p. 20. 776 En este punto, la nueva tradición épica no se distingue de la original. Cfr. G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit.., p. 28. 777Homero, Ilíada, op. cit., II, v. 484 y 486. Para un análisis in extenso de esta invocación, cfr. El catálogo de las naves… 778 “…la Musa/ al aedo inspiró que cantase de hazañas de héroes,/ de una acción cuya fama llegó por entonces al cielo/anchuroso: la riña entre Ulises y Aquiles Pelida.” Cito los versos más significativos de un pasaje cuya referencia completa sería, Homero, Odisea, op. cit…, VIII, 72-82. 779 Si llevamos al extremo el dispositivo ideológico del relato de nación, podría decirse que el proceso de escritura quedaría asimilado a la idea de performance, de interpretación; es decir, quedaría asimilado al concepto de creación de los viejos poetas griegos –con un yo no menos orgulloso que el de los escritores del siglo XIX. 780 Y la elección es altamente significativa, por cuanto Tito Liviano –ya se ha dichoes el narrador más cercano al propio poeta nacional de cuantos vamos encontrando a lo largo de la series. Cfr. nota 781 B. Pérez Galdós, “Cánovas”, op. cit…, V, p. 606. Versión galdosiana del das Volk dichtet. 239 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas procede del aedo, sino de la tradición. Todos los materiales poéticos e históricos -un verdadero sistema de adjetivos, de imágenes, de temas y de motivos- que Galdós arregla, recorta, ensambla y perfecciona, provenían de quienes le habían precedido en la invención de una nueva H/historia (la escuela de Guizot, Lamartine, Thiers, Mignet y Michelet 782 debidamente asimilada a través de Donoso, Pi y Margall, Lafuente y Castelar 783 ) y en la tarea de cantar antiguas gestas (Toreno, Martínez de la Rosa, Salmón, Campmany, Muñoz Maldonado, Lafuente). Todas estas fuentes 784 nos indican que la épica, la antigua y la nacional, procede siempre de una experiencia de elite que acaba convertida en problema de recepción 785 . El relato de nación fue una de las mayores operaciones políticas de la inteligencia del siglo XIX 786 y, a juzgar por la sutileza y la eficacia con la que se manejaron las fronteras entre el mito, la Historia acontecida y la h/Historia contada, se actuó como si se conociera realmente bien la dialéctica de la razón. Los Episodios, en no pocas ocasiones, se apartan de la acción épica inmediata, y también de la intriga novelesca o del folletín, para Hay que decir que Galdós trabajó de modo directo con alguna de estas fuentes, según atestigua el catálogo que hiciera Berkowitz de la biblioteca personal galdosiana: Guizot (Historia de la Revolución de Inglaterra) o Lamartine (Historia de los girondinos, Historia de la Restauración). Cfr. H. Berkowitz, La biblioteca de Benito Pérez Galdós, Museo Canario-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951, pp. 72-73. 783 La Historia General de España es una de las fuentes más importantes en la preparación del andamiaje histórico de los Episodios; y, en cuanto a Castelar, hay que decir que Galdós fue uno de sus más entusiastas oyentes. Para la influencia de todos estos autores en la escritura de la historia de Galdós, cfr. A. Regalado García, Benito Pérez Galdós…, op. cit.., pp. 47 y ss. 784 Desde la perspectiva de la poesía épica, tan importantes son las fuentes directas como las indirectas: todas forman parte de una tradición en la que quedarían integrados los Episodios. 785 Cfr. J. Campbell, El poder del mito, Emecé editores, Barcelona, 1991, p. 134 y H. Blumenberg, El mito y el concepto de realidad, Herder, Barcelona, 2004, p. 87. 786 Coincido plenamente con G. Nagy cuando dice que la poesía épica es un modo de organización estética y social –también política, añadiría yo. Cfr. G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit., p. 32. 782 240 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas adoptar una perspectiva más amplia de la Guerra de la Independencia, de la Revolución de 1854, de la Restauración, o, incluso, de la h/Historia de la nación concebida como un todo. Y es que el relato de nación no sólo tiene el poder de definir al héroe, posee también la capacidad de articular ese mismo poder 787 . Así, el marco narrativo y temporal puede extenderse y, entonces, la perspectiva cambia, se aleja del ayer, heroico y no tan heroico, para tener en cuenta el presente, el aquí y el ahora de sus lectores. La narración aprovecha la apertura de este espacio para decir muchas cosas sobre sí misma en cuanto composición poética (referencias escuetas en la Primera y Segunda Serie, meta-literatura en la Historia Lógico-Natural de la Cuarta y episodio completo en la última 788 ) y para reflexionar sobre la función del creador. El texto se abre así a los dos elementos que lo completaban: el aedo y su auditorio 789 . El escritor nacional se convirtió, exactamente, en el Demódoco (hay que señalar la perfección homérica del pobre Galdós, que acabó sus días completamente ciego) del canto XIII de la Odisea: aquél que recibido por el demos 790 . Esta recepción sería fácilmente reinterpretada como interacción, un supuesto diálogo que serviría de cobertura ideológica a un intercambio bastante curioso: a los muchos se les confería la gloria del relato, los pocos preferían el poder efectivo. Se imponía un nuevo paradigma histórico en el que la vieja crónica real dejaba paso a un nuevo tipo de historia ejemplar: el En este punto, la nueva tradición épica goza del mismo poder que poseen los poemas homéricos. Cfr. G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 37. 788B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 184; idem, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 864; idem, “El Equipaje del rey José”, op. cit…, II, p. 163; idem, “Prim”, op. cit…, IV, pp. 888 y ss; e idem, “Cánovas”, op. cit…, V. 789 Esta autoconciencia sobre el propio valor narrativo y la función social que de él se deriva es característica de toda épica. Cfr. Ch. Segal, Singers, heroes, and Gods…, op. cit…, p. 85. 790 “… cantóles después el aedo divino/bien amado del pueblo, Demódoco..” Homero, Odisea…, op. cit., XIII, v. 27-28. 787 241 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas relato de la fundación. Es decir, la Historia asumía la forma de los Orígenes, la forma y características del mito 791 . Este marco -y no contexto- imperfectible e indiscutible ofrecía un núcleo narrativo resistente al cambio 792 que se convirtió en causa de su fortuna. Por lo que a la Guerra de la Indepedencia se refiere, ese núcleo estaba compuesto por el 2 de mayo como hito fundacional, Zaragoza y Gerona como momento de la andres epiphaneis 793 y la guerra de guerrillas como contingencia de lo permanente. Una vez satisfecha la exigencia de ritualización del texto –que se expresaba en esa “necesidad maniaca de repetición 794 ” que posee el mito-, el relato de nación admitía cierta porosidad, cierta elasticidad 795 ; de ahí que Araceli se tomara la libertad de interporlar, de añadir temas (la batalla de Trafalgar, el motín de Aranjuez o el Cádiz constituyente 796 ) que, si bien no se incluían en la estructura narrativa profunda, contribuían, de un lado, a la comprensión narrativa de los principios y, de otro, a garantizar la durabilidad del propio núcleo 797 . Parto de la definición clásica del mito como forma de los orígenes que hicieran E. Cassirer y M. Eliade, si bien me sirvo solo de éste ultimo a la hora de analizar las características del mito. Cfr. Mircea Eliade, Mythes, rêves et mystères, Folio, Gallimard, Paris, 1957, pp. 13 y ss. 792 H. Blumenberg, Trabajo sobre el mito, Paidós, Barcelona, 2003, p. 166 y R. Barthes, “Le mythe, aujourd´hui”, Oeuvres Complètes, I, Paris, Seuil, 2002, p. 843. 793 Los héroes son los hombres que se manifiestan plenamente. Cfr. Hannah Arendt, La vida del espíritu…, op. cit., p. 94. 794 R. Janz, “Expérience mythique et expérience historique au XIXe siècle”, en H. Wismann, Walter Benjamin et Paris, Les éditions du Cerf, Paris, 1986, p. 454. 795 H. Blumenberg, El mito y el concepto…, op. cit.., p. 88. 796 El núcleo narrativo estaría formado por los temas que quedan recogidos en el relato de nación, sea cual sea el posicionamiento ideológico del autor. Evidentemente, Cádiz fue rebajado, o directamente eliminado, en muchas versiones de la guerra. 797 Blumenberg sostiene que los “añadidos periféricos” son una especie de prueba de resistencia que ha de pasar el núcleo narrativo hasta alcanzar su forma cristalizada. Cfr. H. Blumenberg, Trabajo…, op. cit…, p. 166. 791 242 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Descubierta la estructura, en el sentido fuerte del término, de la versión galdosiana de la Guerrra de la Independencia, comprenderemos mejor las tensiones (entre el elemento mítico y el racional, entre la Historia acontecida y la h/Historia contada, entre el tiempo narrado y el tiempo vivido) que atraviesan las cinco Series y que explican su inclusión en “el rojo y amarillo de la infancia 798 ” de Juan Ramón Jiménez y de todo lector español… hasta bien entrado el siglo XX. El archivo del poeta andaluz, que colocaba a los Episodios junto a las cajas de tabaco de las Antillas y las estampas de los toreros, resulta muy interesante por su contenido objetivo y por el acento que le prestaban las conexiones que se establecían. La vinculación entre la obra de Galdós y la primera edad descubre lo que la gloriosa colección tiene de espacio de la memoria, una memoria doble –la memoria de los hechos que se utilizan para pergeñar la narración y la memoria que se tiene de lo narrado- que ha sido construida de manera peculiar. La memoria evidente es ésa que está teñida de todo lo rojo y lo amarillo de la infancia, la memoria de la nación, y en ella no puede extrañar la selección de los acontecimientos. Es más, en el hecho mismo de la composición está la verdad de su relato. La segunda memoria se ha construido de un modo análogo; sólo que aquí la selección no responde tanto a una pregunta por la verdad, sea ésta histórica o nacional, cuanto a una pregunta por el sentido de un texto inabarcable e inacabado. Trafalgar era el inicio de una historia sagrada, sólo que esta historia sagrada no se remontaba in illo tempore, sino a la muy precisa y cercana fecha de 1805. El trabajo de las aporías del relato de nación se reactiva precisamente aquí, porque al quedar incorporados al dispositivo de la Juan Ramón Jiménez, “Madrid Primero”, “Libros de Madrid”, Obra Poética, II, Madrid, Espasa Calpe, 2005, p. 1008. 798 243 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas narración 799 , Trafalgar, el 2 de mayo, el sitio de Gerona, Bailén -la Guerra de la Independencia en su conjunto- perdían su lugar en el eje diacrónico y funcionaban a la manera del mython mytheisthaî de los griegos, es decir, como una historia, sin fecha de datación y no datable, que encerraba en sí misma su significado 800 . Con el añadido de que se trataba de una revelación que, efectivamente, había tenido lugar –nueva aporía. En cuanto real y sagrado, el relato de nación se convertía en ejemplar 801 . Los hombres de la edad de hierro no alcanzarían a emular a los héroes; pero, al menos, gozarían del trabajo teodiceico del como si que proporcionaba la narración de la unidad primigenia 802 : “[entonces] las miserias de los partidos (...) no (...) debilitaban el formidable empuje de la nación (...) las discordias de arriba no habían cundido a la masa común del país, que conservaba cierta inocencia salvaje, con grandes vicios y no pocas prendas eminentes, por cuya razón la homogeneidad de sentimientos sobre que se cimentara la nacionalidad era aún poderosa... 803 ” El sentido de ese mágico entonces sólo se descubría con la lectura de las mencionadas líneas finales de La Batalla de los Arapiles, que son las líneas finales del canto de Araceli. ¿Por qué un narrador extraordinario como él, en lugar de seguir urdiendo interminablemente su trama, detiene ahí el relato? Uno de los mayores poderes -y aquí coincido plenamente con el gran crítico P. Barbéris- de la literatura es el de recortar el tiempo de un modo distinto: lo elabora y reelabora hasta hacerlo completamente suyo. Ésto se puede ver tanto en la literatura de la simultaneidad –en nuestro caso, Balzac- como en la literatura de la distancia histórica –los Episodios. Cfr. P. Barbéris, Prélude à l´utopie, PUF, Paris, 1991, p. 58. 800 H. Blumenberg, Trabajo… , op. cit..., 1, Homero, Odisea, op. cit…, III, 140; H. G. Gadamer, Mito y razón, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 15-16 y P. Albouy, Mitographies, Librairie José Cortí, Paris, 1976, p. 267. 801 J. Álvarez Junco, “Magia y ética en la retórica política”, en idem (comp.): Populismo, caudillaje y discurso demagógico, Siglo XXI, Madrid, 198 , p. 223. 802 M. Eliade, Mythes…, pp. 13 y ss y también L. Duch, Mito, interpretación y cultura, Barcelona, Herder, 1998, pp. 38. 803 B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, p. 754. 799 244 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Porque sólo así respondía a la exigencia de apertura de una nueva dimensión temporal de la épica primera: la separación infranqueable entre los orígenes y nosotros. Porque sólo así el trabajo sanador del mito (con una intención claramente anticaótica que persigue la integración entre el hombre y el mundo) quedaría completado 804 . La Guerra de la Independencia era el momento de la entre-construcción de la comunidad (“la frase castellana echarse a la calle [era] admirable por su exactitud y precisión 805 ”), el paso de la nada al ser. La desmesura de este milagro no radicaba en la ambición o en la cólera de los agentes, sino en el principio mismo de iniciativa que confiere a la acción la doble nota de la impredictibilidad y de la irreversibilidad. Podría decirse que la acción está abocada, en esencia, a la desmesura, por cuanto implica la introducción de algo nuevo en el seno del mundo, la multiplicación de vínculos entre los seres. Este hacer, este poner en relación a unos con otros, sería también creación de sí mismos y se definiría como principio heroico 806 . El esfuerzo sublime viquiano que es necesario para ser y que se actualizaría en actos, en obras, en ciudades y … en naciones. Esta fuerza viva nos sitúa ante lo maravilloso humano. Es decir, ante lo sublime 807 . Lo propio de dicha magnitud es ser grande por toda comparación; de ahí que se impusiera la necesidad de idear algo capaz de Como dice R. Callois, los mitos son representaciones colectivas que trabajan a favor de la sociedad. Cfr. R. Caillois, Le mythe et l´homme, Gallimard, Folio, Paris, 1938, p. 84 y también H. Blumenberg, Trabajo..., op. cit., p. 34 y L. Duch, Mito, interpretación…, op. cit…, p. 34. 805 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, p. 975. 806 Para un análisis más amplio de esta cuestión, cfr. “Los héroes incontables…” 807 I. Kant, Crítica…, op. cit.., 25, pp. 191 y ss y también cfr. M. Blanchot, “La fin du héros”…, op. cit., p. 554. 804 245 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas encontrar en sí mismo la medida que le convenía 808 , un nuevo todo que permitiera pensar el mundo a partir de la unidad: el pueblo. Así, en el dispositivo de la Primera Serie, este concepto funciona –ya se dijo con anterioridad 809 - como imagen total y, de manera más específica, como sinécdoque que permite el movimiento de lo particular hacia lo general y, en ese mismo impulso, la transición de la viquiana edad de los héroes a la de los hombres 810 ; o, traducido al lenguaje de esta tesis, la transición de la épica de los héroes contables a la de los incontables. El uso de este tropo expresaba un cambio fundamental en la inteligencia del mundo y hacía del relato galdosiano forma evolucionada 811 -la novela como nueva epopeya 812 de esa tradición que, en el primer tercio de siglo, había convertido el inserto de los polloí en poema completo; logrando transformar radicalmente el género, sin dejar de respetar por ello el tema y su dicción: “Seguimos andando, y en otro sitio encontramos algunos cadáveres, que doña María, con heroísmo sobrenatural, examinaba cara a cara hasta convencerse de que su hijo no estaba allí. Si nos acontecía llegar en el momento de abrir a alguno la sepultura, todos echábamos un puñado de tierra en la fosa del patriota, que bien pronto desaparecía en la vasta superficie del campo, no quedando huella ni marca alguna en el suelo, como no queda noticia del heroísmo individual en la Historia 813 .” Idem. Cfr. “Un héroe venido de muy lejos”. 810 G. Vico, Ciencia Nueva, op. cit…, pp. 35-36. 811 Los Episodios son estrictamente contemporáneos del proyecto de educación cívica que llevan a cabo en Francia Erckmann-Chatrian. Cfr. G. Mannarelli, “Un projet de normalisation et intégration du peuple: les romans nationaux et populaires d´Erckmann-Chatrian”, Romantisme, 53, 1986, p. 83 y ss. 812 Esta idea está presente en España, por los menos, desde la década de 1840. M. I. Giménez Caro, Ideas acerca de la novela española a mediados del siglo XIX, Universidad de Almería, Almería, 2003, p. 79. 813 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 536. 808 809 246 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El escritor nacional seguía cantando al héroe y sus hazañas, pero se servía de la vieja lengua heroica –una lengua de metáforas, según hemos visto en Homero, Vico y Michelet 814 - para superar la vinculación entre el kleos y el nombre 815 . El relato resultaba inundado por una colección de sinonimias superpuestas: la Primorosa y Daoíz (El 19 de marzo y el 2 de mayo), el Gran Capitán y Napoleón (Napoleón, en Chamartín), el terrateniente Montoria y Palafox (Zaragoza), el médico Nomdedéu y Álvarez de Castro (Gerona), Diego de Rumblar y el general Castaños (Bailén), Araceli y Wellington (La Batalla de los Arapiles). No había modo de distinguir entre la sustancia de los héroes contables y la de los incontables. A lo sumo, cabía la identidad que existía entre el Dantón micheletiano y los muchos: “Los zaragozanos habían simbolizado en él [Palafox] sus virtudes, su constancia, su patriotismo ideal, con ribetes de místico, y su fervor guerrero 816 .” Palafox y Álvarez de Castro no pueden ser más grandes que sus conciudadanos porque, en los orígenes, no existe nada fuera del pueblo. G. Vico, Ciencia Nueva…, op. cit…, p. 36. También cfr. “…As for the many.” Homero, Ilíada, op. cit…, Canto XIII, 226-227. 816 Idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 722. Para el caso de Álvarez de Castro y Gerona, cfr. B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, pp. 773, 775 y 784. Encontramos una definición del gran hombre como expresión de su época anterior a la que hiciera Michelet en la Introduction à l´histoire de la philosophie (1828) del filósofo Victor Cousin. Este pensador entendía que los historiadores debían ocuparse de escribir sobre los grandes hombres, siempre que no olvidaran aquello que verdaderamente representan: el pueblo, el espíritu de una época. En el esquema interpretativo cousiniano –evidentemente, teleológico-, el gran hombre aparece como preconstruido por su propio tiempo y su aparición no viene sino a cristalizar estructuras profundas que permanencían en estado de latencia. No tengo constancia de que Galdós conociera directamente a V. Cousin, pero la noción de representative men –ahí está la célebre obra de Emerson- cobró un nuevo impulso entre la inteligencia del XIX a partir de la década de 1860 (los años de formación del propio Galdós). Además, se trataba de un concepto que, desde su definición misma, se ajustaba perfectamente a las exigencias del relato de nación como estructura narrativa de mitos colectivos. Cfr. V. Cousin, “Introduction à l´histoire de la philosophie (1828)”, en VVAA, Philosophie des sciences historiques... op. cit…, pp. 261 y ss; también F. Dosse, La apuesta biográfica. Escribir una vida, PUV, Valencia, 2007, p. 175. 814 815 247 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La constelación de sinonimias mostraba y ocultaba al mismo tiempo, al extremo de que la multitud heroica galdosiana, como la de Michelet, sólo accedía a la visibilidad con la experiencia radical del heroísmo: la muerte y, en su caso, la muerte en masa [ver infra] 817 . Así, Galdós elige, con destreza mitificadora, las secuencias que llevan a primer plano la conversión de los muchos en mártires: la ferocidad de los cuchillos y los pucheros en el 2 de mayo; las escenas de protagonismo femenino (bajos los caballos de los mamelucos en Madrid, en las puertas custodiadas por la Virgen del Pilar o en las murallas de Gerona); esos ancianos y mujeres que, en su huida de los horrores causados por la guerra de guerrillas, tenían algo del patetismo propio de las figuras troyanas; y, sobre todo, las ciudades que habían rememorado Numancia y Sagunto 818 . 817P. Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, Editorial Trotta, Madrid, 2003, p. 483. Junto a los cuadros de Zaragoza y de Gerona, la guerrilla ocupaba un lugar especial en la representación histórica por cuanto intentaba resolver la aporía de la continuidad del tiempo vivido/discontinuidad de la reconstitución histórica en la afirmación de su carácter esencial y, por tanto, permanente; como si en dicha afirmación se pudiera abrazar la verdad que pretende aprehender la narración de los orígenes. Así, sobrenombres como los de Pelayo –gloria que se perpetuaba en el descendiente de un bedel de la Universidad de Alcalá- y Viriato –apelativo que bautizaba al hijo de unos labradores de Campillo de las Ranas- enseñaban al lector de los Episodios que aquella lucha espontánea por la independencia no había mas que reverdecer “la lucha con los romanos y las de siete siglos con los moros” Cfr. B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit…, I, pp. 966, 965, 974. 818 248 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Sólo con la recreación de los gloriosos sitios de Zaragoza y Gerona 819 , “epopeya digna de la que cantara Homero 820 ”, el relato de nación se aproxima a la equidad 821 que hace de la Ilíada el origen de la política. Sólo aquí los franceses abandonan su proverbial indignidad para reconocer que el esfuerzo de los españoles no se parecía a nada de lo que habían visto 822 ; sólo aquí la Guerra de la Independencia es definida como espacio de aparición de los iguales, pues aquello era, “verdaderamente, lucha entre dos pueblos”. La posible imposibilidad –una vez más, las aporías- en la descripción de lo maravilloso humano se intentaba salvar mediante la inversión radical del principio de realidad: las moles churriguerescas transformadas en parapetos, los mendigos con apego a la tierra, los terratenientes despreciando la propiedad; las monjas que abren los conventos 823 ; el Pirli literario que autentifica a la histórica Manuela En el primer texto, Galdós rememoró el tercer sitio de la única capital que había conseguido un triunfo sobre los franceses; en el segundo, el autor rendía homenaje a una resistencia de siete meses, verdadero hito en el contexto general de la guerra. Cfr. R. Fraser, La maldita guerra…, op. cit…, p. 471. La recreación galdosiana de los gloriosos sitios pretendía salvar las aporías del tiempo en cuanto símbolo de lo permanente. Literalmente, rebasa los confines del relato. Hacia el pasado, porque, como se afirma en el cuerpo del texto, actualizaba los mitos de Numancia y Sagunto en una época que la comunidad de lectores contemporáneos a Galdós podían tocar, prácticamente, con los dedos. Hacia el futuro, estos dos episodios se definían como expresión de una postura moral. Esto fue lo que vio R. Alberti en un ensayo titulado “Un episodio nacional. Gerona.” En este breve estudio, el poeta recordaba cómo, durante la Guerra Civil, el gobierno republicano reeditó y distribuyó estos episodios cual si fueran “pan en la trinchera […] anhelado refuerzo en una agotadora lucha. Y, prosigue Alberti, como lo que devolvía la narración galdosiana era “nuestra propia imagen”, los sitios podían concebirse como forma moral específicamente nacional. R. Alberti, “Un episodio nacional. Gerona”, en D. M. Rogers (ed): Benito Pérez Galdós. El escritor y la crítica, Taurus, Madrid, 1973, p. 370. 820 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 750 y también idem, “Gerona”, op. cit…, I, p. 791. Galdós toma la referencia explícita a Homero que Lafuente hace en su relato. Cfr, M. Lafuente, Historia General de España…continuada por don Juan Valera con la colaboración de Don Andrés Borrego y Don Antonio Pirala, Vol V, Barcelona, Montaner y Simón, 1885, p.885. 821 Cfr. “As for the many.” 822 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, pp. 670, 671, 705 y 750; e idem, “Gerona”, op. cit…, I, pp. 812, 819, 820 y 827. La cursiva es de la autora. 823 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, pp. 660, 662 y 718 e idem, “Gerona”, op. cit…, I, p. 773. 819 249 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Sancho 824 ; o la convivencia sin tensiones entre una voluntad de Historia acontecida (con la acumulación de un amplísimo catálogo de datos: el número de defensores, de los efectivos y de los medios con que contaba el enemigo, del número total de víctimas) y el más enardecido de los discursos patrióticos (el “Zaragoza no se rinde”, el “almas de acero”, el “vencer o morir” 825 ). El cuadro de una ciudad amurallada permitía a Galdós aprehender – o, cuando menos, intentar- lo inaprensible: el pueblo en estado heroico. La sublimidad de los muchos impregna los dos episodios de tal forma, que casi no hay margen para el juicio 826 [ver infra] del espectador-lector. No cabe, ni por un instante, suavizar lo que pretende ser la expresión visual de la violencia; porque lo sublime, sencillamente, violenta cualquier intento de reducción a la forma: “El número de bajas –se puede leer en Zaragoza- era enorme: los hombres quedaban por docenas estrellados contra el suelo en aquella línea que había sido muralla y ya no era sino una aglomeración informe de tierra, ladrillos y cadáveres. Lo natural, lo humano, habría sido abandonar unas posiciones defendidas contra todos los elementos de la Ibid, p. 680. Galdós elaboró su catálogo a partir de la Historia General de España de M. Lafuente y de la Historia de los dos sitios que pusieron a Zaragoza en los años 1808 y 1809 las tropas de Napoleón de A. Alcaide Ibieca (Cfr. R. Cardona, “Apostillas…”, “Apostillas a los E. N. de Hans Hinterhäuser”, Anales Galdosianos, III, 1968, p. 123). La acumulación de datos en los dos episodios es verdaderamente notable. B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, pp. 675 y 748 e idem, “Gerona”, op. cit…, I, pp. 761, 769, 773, 775, 810 y 832. Para el discurso patriótico, cfr. B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, pp. 660, 670 y 740 ; e idem, “Gerona”, op. cit..., I, pp. 773 y 775. 826 Una capacidad de los muchos bastante peculiar, por cuanto Kant deja claro en La Crítica del Juicio que es en el espectador –en el modo de pensar que pone sublimidad en la mirada- donde hemos de buscar lo sublime. Como se ve en los fragmentos galdosianos, el escritor nacional –que está ahí para hacer ver- no duda en corregir al filósofo cuando así lo exige el relato. Cfr. I. Kant, Crítica…, 23, p. 186. Cfr. también “El entusiasmo de Gabriel Araceli…” en este mismo capítulo. 824 825 250 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas fuerza y de la ciencia militar reunidos; pero allí no se trataba de nada que fuese humano y natural 827 .” El tono de Gerona posee un acento peculiar –hasta el punto de que Andresillo Marijuán 828 sustituye a Gabriel Araceli en la función de narradortestigo. El lector tiene la impresión de que el patetismo aumentado entraña la pregunta por el verdadero carácter -en el nivel de la realidad, fue profundamente popular 829 - de la resistencia en Cataluña: “¿Qué podían hacer aquellos 400 hombres que habían sido 900 y ya caminaban a no ser ninguno? El 12 de agosto, la guarnición del castillo se componía de unos 300 o 400 hombres, sin piernas los unos, sin brazos los otros. Montjuich era un montón de muertos 830 .” La extraña legibilidad de los muchos hacía que éstos alcanzaran la visibilidad como cuerpo nacional, precisamente, cuando pierden la forma de la anatomía plena (esa subjetividad a medias, sin brazos ni piernas) o cuando se convierten literalmente en cosas, en cadáveres indistinguibles del barro de la propia ciudad. B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit.…, I, pp. 703, 740, 741 y 748. También cfr. José Muñoz Maldonado, Historia política y militar de la Guerra de la Independencia de España contra Napoleón Bonaparte desde 1808 a 1814, escritos sobre los documentos auténticos del gobierno, Madrid, Imprenta de don José Palacios, I, 1833, p. 246 y Ronald Fraser, La maldita Guerra de España. Historia social de la Guerra de la Independencia, 1808-1814, Barcelona, Crítica, 2006, p. 361. 828Este personaje está hecho de la misma sustancia literaria que Gabriel Araceli y aparece en el relato de nación por imposibilidad metafísica de multiplicar la omnipresencia del protagonista de la Serie. Él es –si bien también aparece puntualmente en Bailén y Cádiz- el narrador-testigo del célebre sitio de Gérona y, como su homólogo gaditano, está ahí para ver y para hacer ver, autentificando que lo asombroso había ocurrido de manera efectiva. 829 R. Fraser, La maldita guerra…, op. cit…, p. 171. 830 B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, p. 769 y también pp. 775, 784, 785, 807 y 811. 827 251 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La muerte es la que permite al pueblo mostrar su quién a la pluralidad de otros quiénes, la que hace posible su irrupción en el mundo, la que le confiere su poder 831 en el culto nacional y en el relato. Con la muerte, los muchos nacen, se elevan, comienzan su verdadera vida, aquella que no deja tras de sí más que la narración que viene a doblar el mundo. Por eso, en la Historia acontecida, sólo se podía amar al pueblo por lo que no se le dejaba ser; y, en la h/Historia contada, por lo que era. Principio y promesa 832 . Fuente de toda legitimidad. La política. Lo político. Un espacio de la distinción que negaba toda jerarquía 833 . Un nuevo concepto de igualdad: “la multitud aumentaba... Componíanla personas de ambos sexos y de todas las clases de la sociedad, espontáneamente reunidas 834 .” Pueblo es el aristócrata Diego de Rumblar (Bailén, Cádiz), quien, pese a su ridículo carácter, acaba por tomar parte en la empresa nacional, a las órdenes del general Castaños. Pueblo es el noble que contribuye con su donativo al sostenimiento del ejército de Andalucía 835 . Pueblo es el terrateniente Montoria de Zaragoza, dispuesto a sacrificar a sus hijos y su hacienda en la pira colectiva. Pueblo es el padre Rull (Gerona) que se encarama a la muralla de la ciudad para enfrentarse a los franceses; y Mosén Antón Trijueque (Juan Martín, el Empecinado), que no duda en abandonar los oficios para enrolarse en las partidas. Pueblo es el simpático Pirli (Zaragoza), un joven labrador que no pierde su alegría ni cuando las balas francesas le G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit…, p. 33. P. Rosanvallon, Le peuple introuvable, op. cit…, p. 31. 833 Esta idea de pueblo como alegoría de una nación reconciliada es común a otros relatos de la Guerra de la Independencia. Entre otros, el de Modesto Lafuente – como he dicho, una de las fuentes de Galdós. Cfr. J. Álvarez Barrientos, “Revolución española, Guerra de la Independencia y Dos de Mayo en las primeras formulaciones historiográficas””, en idem, La Guerra de la Independencia en la Cultura Española, Madrid, Siglo XXI, 2008, pp. 240 y ss. 834B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. La cursiva es de la autora. 835Idem, “Bailén”…, I, p. 498. 831 832 252 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas rozan la mollera. Pueblo es el mendigo Sursum Corda, que demuestra más fuerza de ánimo que todos los propietarios de Zaragoza juntos. Pueblo es la plebs tremendae milagrosamente transformada cuando acude “al llamamiento de la disciplina moral de su Patria oprimida 836 .” El pueblo-potencia impregna la narración por entero. Nada queda fuera de lo que es en cuanto héroe y en cuanto acción: “Ocurrió esta transformación portentosa por un simple impulso del corazón de cada uno, obedeciendo a sentimientos que se comunicaban a todos, sin que nadie supiera de qué misterioso foco procedían 837 .” Pueblo es, en definitiva, el elemento micheletiano en el que suceden las cosas. Es la evidencia tolstóiana que, en el específico marco narrativo de los orígenes, excluye cualquier pregunta por la verdad de su sustancia o de sus límites. Es la medida exacta del mundo. Al mismo tiempo, los muchos siempre oponen una suerte de transparencia opaca que sólo se penetra con el esfuerzo narrativo y la vía que elige Galdós es la escritura de muchos episodios. El relato, en cuanto forma paradójica 838 de lo sublime y en cuanto forma de un heroísmo completo –manifestación, acción y muerte-, absorbía el calor luminoso de la epifanía colectiva. La reiteración del todo –el puebloy de sus fragmentos –cada uno de los héroes incontables-, no sólo no saturaba, sino que formaba parte de la economía narrativa de la épica nacional. Así, mientras la mitología clásica comenzaba con los semidioses y sus altas tareas, el relato galdosiano comenzaba, sencillamente, con hombres buenos (con Araceli, con Pacorro Chinitas, con la Primorosa, con Andresillo 836Ibid, p. 497. Idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 683. La cursiva es de la autora. 838 Es forma paradójica, puesto que es la forma de algo que solo puede ser pensado por la razón, forma de algo que es incontenible en forma alguna. Cfr. I. Kant, La Crítica…., 25, pp. 191 y ss. 837 253 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Marijuán, con el “Empecinadillo”, con doña Flora de Cisniega) que sostenían el mundo, que lo creaban, por medio del arte de la decisión crítica, del arte de la aparición, del arte de arriesgarse, del coraje 839 . Esta concepción sobria del heroísmo autoriza el símil homérico en su específica formulación arendtiana –los héroes troyanos definidos, sencillamente, como hombres libres- 840 y la afirmación de este principio como dimensión constitutiva del relato galdosiano de la Guerra de la Independencia. El heroísmo hace referencia a un cierto modo de ser y de actuar que se definiría como el despertar 841 -en lenguaje de la Independencia, el levantamiento [ver infra]- de una energía pasional provocada por el campo de los asuntos públicos, en el doble sentido de público: de un lado, el paso del egoísmo a lo que es común 842 ; de otro, la apertura de un espacio de la aparición ante los otros. Aquí, el individuo se distingue qua individuo, lo que supone una rigurosa igualdad: el individuo que se distingue de sus iguales aparece, habla y actúa en su propio nombre. Desaparece toda jerarquía social y los obstáculos son vencidos por la venida a la presencia de lo que es. En los orígenes, esta activación energética que se abraza a la apariencia habría permitido a los miembros de la comunidad realizar todas sus potencias 843 , descubrir su verdadera naturaleza y alcanzarla. F. Proust, “Le nom du héros”, en VVAA, Hannah Arendt…, op. cit…, p. 184. H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 215 y también “Un héroe venido de muy lejos” y El Catálogo de las Naves…. 841 M. Abensour, Rire des lois, des magistrats et des dieux. L´impulsion Saint-Just, Horlieu, 2005, p. 60. 842 En el ya mencionado momento de duda durante la batalla de Bailén, Araceli hace una crítica de sí mismo en la que interpreta la disposición heroica en estos mismos términos, por contraposición al “corruptor egoísmo” que anidaba en su alma. Cfr. B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 532. 843 Como ya se ha dicho, ésta una de las claves en la concepción viquiana del heroísmo. G. Navet, “De l´esprit héroïque….”, op. cit., p. 10. 839 840 254 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Contemplado desde esta óptica, el heroísmo ya no era un topos apropiado para los aedos, sino una emanación fenoménica del origen de la nación moderna, una cualidad magnética del momento de la fundación: “Lo mismo es para mí –dice Andresillo Marijuán- morir que vivir. Éste es el heroísmo. Es, a veces, un impulso deliberado y activo, a veces, un ciego empuje, un abandono a la general corriente, una fuerza pasiva, el mareo de las cabezas, el mecánico arranque de la musculatura, el frenético y desbocado andar del corazón que no sabe adónde va, el hervor de la sangre que, dilatándose, anhela encontrar heridas por donde salirse844 .” La Primera Serie presenta la estela heroica como verdadera disposición afectiva, como la Stimmung 845 que definiría a la España de 1808 por entero. El pueblo de los orígenes, nos dice Galdós, se sumergió en ese climat heroico y fue de tal modo templado por él, que lo existente quedó modificado; y, en este cambio de fisonomía, los españoles del siglo XIX pudieron concebir el mundo –y, específicamente, el mundo recreado- como algo que les concernía, como algo que les tocaba. Esta nueva metáfora del todo era la imagen del pueblo reflejada en el espejo. Como cristales de un inmenso caleidoscopio, los muchos no hacían la elección del heroísmo (éste sería un segundo momento que se vincularía con el arquetipo clásico de héroe 846 ); nacían al valor, al modo de los atenienses de la Oración Fúnebre de Pericles 847 . En el relato galdosiano, los españoles B. Pérez Galdós, “Gerona”, op. cit…, I, p. 807. La cursiva es de la autora. Para un análisis de este concepto, cfr. “Los héroes incontables: entre la épica primera y la épica segunda.” 846 M. Abensour, La disposition heroïque…, op. cit., p. 70. 847 Teniendo como fondo la eterna contraposición con el modelo cívico espartano, dice Pericles: “Respecto a los ejercicios militares destacamos de los enemigos por lo 844 845 255 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas conocen la totalidad de la leyenda, viven en la feliz transparencia de los orígenes. Y si “la caracterización social de los personajes es, naturalmente, mucho más elemental que la de las series posteriores o la de las novelas contemporáneas 848 ”, no se debe sólo a los materiales –los sainetes de don Ramón de la Cruz, el catálogo de Los Españoles pintados por sí mismos, el lenguaje y las imágenes de la literatura post-communard sobre el actor colectivo- que utiliza Galdós para componer su fresco, dicha caracterización respondería también a la configuración misma de los héroes de la épica primera. Las vidas de estos héroes están completamente vueltas hacia el mundo 849 , no hace falta que la epopeya los vigile: su historia es relato de sus hechos, de su interacción con los demás hombres, de su reacción ante lo que sucede, de ese continuo vivir en el tiempo de las cosas que son (… no de las que han sido). Su estatura, su fuerza, son las del mundo. Así se explica el agudo diagnóstico de Pacorro Chinitas sobre la familia real y las consecuencias del Tratado de Fontainebleau; la reflexión “jovellanesca” de las hijas de doña Melchora, que entienden que los españoles guerrean con el doble propósito de echar a los franceses y de mejorar la condición de los siguiente: ofrecemos una ciudad abierta a todos (…) en cuanto a los sistemas educativos, mientras unos desde la temprana juventud intentan conseguir el valor con un fatigoso ejercicio, nosotros con un modo de vida despreocupado no somos más remisos en ir a peligros similares (…) Con todo, si queremos arrostrar los peligros más con despreocupación que tras un ejercicio fatigoso y no con una valentía impuesta por las leyes más que por nuestra forma de ser, queda a nuestro favor no afligirnos antes de tiempo por penalidades futuras, y cuando nos enfrentemos a ellas, no tener menos atrevimiento que los que continuamente se están esforzando. Por eso es digna de admiración nuestra ciudad y aun por otras cosas más.” Cit en Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, op. cit…, Libro II, 39. 848 L. Romero Tobar, La novela popular española del siglo XIX, Barcelona, Fundación Juan March-Editorial Ariel, 1976, p. 191. 849 En el rincón más privado de una casa, en la conversación más íntima, se discute sobre la verdades y mentiras que recoge el Semanario Patriótico. Cfr. B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 553. 256 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas reinos; la asunción de la gloria sin regreso por parte del Gran Capitán; el desprendimiento zaragozano de Montoria, que se apresta a quemar sus propiedades cuando lo exige la ciudad; o la milagrosa recuperación física de Josefina Nomdedéu durante el sitio de Gerona 850 . La fundación de la nación, en cuanto despliegue heroico del concepto de bien, se acompaña de un impulso normativo generalizado; y, en esa medida, se descubre, de manera espontánea, como remoralización, como transición del pathos al ethos 851 . En el tiempo vivido del escritor, la cuestión de la virtud del pueblo – el pueblo fragmentado en la Historia y reinventado en el discurso- era una suerte de reserva utópica tras la caída; en el tiempo narrado, con la aparición de cada nuevo héroe, con su irrupción en el campo de lo visible, se abría un insospechado espectro de posibilidades éticas. 5.2. El entusiasmo de Gabriel Araceli: el espectador y la nación Trafalgar es el gozne de apertura de los Episodios Nacionales. Poco antes del último combate del largo siglo XVIII español 852 , Gabriel Araceli B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 431-32; idem, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, pp. 559 y 618; idem, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 732; idem, “Gerona”, op. cit…, I, p. 813. 851 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit.., I, p. 432. 852 Galdós maneja la cronología a la manera de Hobsbawm y concibe un largo siglo XVIII español que terminaría en ese año de 1805. 850 257 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas inicia un soliloquio en el que se descubre la concepción crítica de la noción kantiana de entusiasmo: “Mirando nuestras banderas rojas y amarillas, los colores combinados que mejor representaban al fuego, sentí que mi pecho se ensanchaba; no pude contener algunas lágrimas de entusiasmo; me acordé de Cádiz, de Véjer; me acordé de todos los españoles, a quienes consideraba asomados a una gran azotea, contemplándonos con ansiedad; y todas esas ideas y sensaciones llevaron finalmente mi espíritu hacia Dios, a quien dirigí una oración que no era Padrenuestro ni Avemaría, sino algo nuevo que a mí se me ocurrió entonces. Un repentino estruendo me sacó de mi arrobamiento, haciéndome estremecer con violentísima sacudida. Había sonado el primer cañonazo853 .” En estas líneas, Galdós describe el entusiasmo como el sorprendente e inesperado aumento en la intensidad de un sentimiento: “sentí que mi pecho se ensanchaba; no pude contener algunas lágrimas de entusiasmo 854 .” El escritor nacional, como el Kant de la Crítica del Juicio, nos coloca ante una respuesta estética, ante lo que el espectador siente. La mente de éste, plena del objeto –en el caso de Araceli, la nación-, no admite más. Rebosa. Y es una satisfacción extraña porque, si bien se relaciona con los conceptos, se trata B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 219. Idem. La cursiva es de la autora. El soliloquio de Araceli podría entenderse como modesta -pero fiel- expresión de la intensidad kantiana de la analítica de lo sublime: “También esta última satisfacción es muy diferente de la primera, según la especie, pues aquélla (lo bello) lleva consigo directamente un sentimiento de impulsión a la vida, y, por tanto, puede unirse con el encanto y con una imaginación que juega, y ésta, en cambio (el sentimiento de lo sublime) es un placer que nace sólo indirectamente del modo siguiente: produciéndose por medio del sentimiento de una suspensión momentánea de las facultades vitales, seguida inmediatamente por un desbordamiento tanto más fuerte de las mismas; y así, como emoción, parece ser, no un juego, sino seriedad en la ocupación de la imaginación. De aquí que no pueda unirse con encanto; y siendo el espíritu, no sólo atraído por el objeto, sino sucesivamente también siempre rechazado por él, la satisfacción en lo sublime merece llamarse, no tanto placer positivo como, mejor, admiración o respeto, es decir, placer negativo…”. I. Kant, Crítica…, op. cit., 23, p. 184. 853 854 258 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas siempre de conceptos indeterminados 855 (las “infinitas maravillas” de las que habla el personaje galdosiano), que no aciertan a decirse (esa oración que era “algo nuevo”) por el abismo que establece lo sublime entre lo sensible y lo pensado 856 . No es casual que, al imaginar la comunidad imaginada, Araceli intente proyectar imágenes (la evocación de Cádiz y de Véjer, los colores de las banderas convertidos en fuego, el calor que anima su alma, la ubicación en las alturas de los españoles en un plural que los constituye); pero todas ellas, en cierto sentido, acaban siendo distorsionadas 857 por la propia luz que las descubre. La luz que desprende el comienzo 858 . La luz de lo sublime. Una violencia de la imaginación 859 . La intuición de lo absoluto. De ahí la imposible búsqueda de la expresión de lo que es inefable 860 , el éxtasis. En esta idea de arrobamiento, la sublimidad no se refiere al objeto: describe una respuesta emocional. El sentimiento del sujeto 861 , y no el objeto, Son conceptos así definidos por cuanto su contenido depende del juicio del espectador. Cfr. R. Clewis, The Kantian sublime and the revelation of the freedom, Cambridge University Press, Cambridge, 2009, p. 193. 856 I. Kant, Crítica…., op. cit…, 23, p. 185 y también cfr. P. Guyer, Values of beauty. Historical Essays in Aesthetics, Cambridge University Press, Cambridge, 2005, p. 192. 857 Lo sublime, evidentemente, tiene un modo de presentación abstracta. Cfr. I. Kant, Crítica…, op. cit…, 29. 858 Y ninguna luz como ésta, pues como dice Arendt: “los acontecimientos perderán cada vez más su significado, es decir, su capacidad para iluminar el tiempo histórico”. Cfr. H. Arendt, La condición humana…, op. cit…, p. 66. También cfr. “Cádiz, o la luz de la fundación” en este mismo capítulo. 859 I. Kant, Crítica…, op. cit., 23, p. 184. 860 Como bien explica D. Peyrache Leborgne, el decisivo paso de lo sublime del objeto –compatible con el racionalismo- a lo sublime del sujeto –compatible con una filosofía de las pasiones y del sentimiento- pasa por la experiencia de lo inefable. Este giro teórico –dado por Burke y por Kant, entre otros- supuso una mutación radical en la concepción de la estética. Cfr. D. Peyrache-Leborgne, La poétique du sublime de la fin des Lumières au Romantisme, Honoré Champion, Paris, 1997, p. 22. 861 Escribe Kant: “Para lo bello de la naturaleza tenemos que buscar fuera de nosotros; para lo sublime, empero, sólo en nosotros y en el modo de pensar que pone sublimidad en la representación de aquélla.” I. Kant, Crítica…, op. cit…, 23, 186 y también idem, Observations sur le sentiment du beau et du sublime, Librairie Philosophique Vrin, Paris, 1997, pp. 19-20. 855 259 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas se define como sublime. Se trataría de una forma muy particular de apogeo del yo, pues sólo cuando se alcanza un estado sublime de la subjetividad puede producirse el encuentro con cierta clase de objetos 862 . El entusiasmo se concibe aquí en términos kantianos como un signo del carácter moral de la humanidad 863 , pues esta participación afectiva 864 sólo indica la receptividad 865 a las ideas; y, como, en el caso de Araceli, se trata, específicamente, de ideas políticas, habría que añadir que ese sentimiento puro estaría provocado por lo maravilloso humano, por el desarrollo del concepto de bien, por el comienzo de algo realmente nuevo en el mundo: “la idea de nacionalidad se abrió paso en mi espíritu, iluminándolo, y descubriendo infinitas maravillas 866 .” Ahora bien, lo que completa el significado de Gabriel como espectador de esa sublimidad de lo político es su ubicación en el primer episodio de la primera serie, en el incipit. El espectador galdosiano, igual que el flâneur de Balzac 867 , es la silueta del umbral. El talento intuitivo de Galdós se observa en esta acertada descripción del lugar de la mirada del entusiasmo. Aún más, el grumetillo del Santísima Trinidad se presenta, en el I. Kant, Crítica…, op. cit., 25 y 29, p. 209 y H. Hammermeister, The German aesthetic tradition, Cambridge University Press, 2002, p. 33. 863 R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit…, p. 211. 864 Así define Kant el entusiasmo. I. Kant, “Replanteamiento de la cuestión sobre si el género humano se halla en continuo progreso hacia lo mejor”, Ensayos sobre la paz, el progreso y el ideal cosmopolita, Cátedra, Madrid, 2009, p. 202. 865 Para un análisis de esta idea, cfr. F. Proust, Kant. Le ton de l´histoire…, op. cit…, pp. 159 y ss. 866 B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 219. La cursiva es de la autora. Las palabras de Araceli no pueden ser más precisas en su ingenuidad, pues como dicen Burke y Kant, la vastedad y el infinito son fuente de sublimidad. Cfr. E. Burke, De lo sublime y de lo bello, Alianza editorial, Madrid, 2005, pp. 102 y ss. y también I. Kant, Crítica…, op. cit.., 26, p. 197. 867 Tomo esta precisa ubicación de la teorización que hace W. Benjamin (cfr. idem, Libro de los pasajes, Ediciones Akal, Madrid, 2003, p. 45) de la figura del flâneur en el Libro de los pasajes; si bien la doto de un específico significado político al añadir la reflexión arendtiana sobre la distancia del espectador como condición de posibilidad del mundo. Cfr. “Las katábasis de La Comédie Humaine”. 862 260 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas comienzo del comienzo, como un tipo de espectador específico. Por una parte, es el narrador-testigo que va a prestar una suerte de verdad autentificada 868 a la narración de los orígenes, la garantía de que lo asombroso había sucedido; y, como dice el propio Araceli, “…los que no den crédito a mis palabras, abran la Historia 869 .” Por otra, el protagonista de la Primera Serie es la voz de la ideología en la novela. Está ahí para ver y para hacer ver. Es un escorzo que comparte con el lector el esfuerzo del juicio. Pese a ello, es una figura de la soledad. A la manera del P. Bézujov de la recreación tolstóiana de Borodinó en Guerra y Paz 870 , Gabriel aparece, a un tiempo, como recortado de la batalla y separado de su público, en un lugar de la distinción que no tiene que ver con la disposición heroica, sino con la separación del espectador, con el entre-dos del mundo. Esta soledad 871 que se detiene en lo sublime hasta suspender, por un momento, el flujo del relato, hace del grumetillo correa de transmisión entre el imaginario y la realidad, permitiendo a la comunidad efectiva de lectores cobrar conciencia de su conversión en espectadores: “me acordé de todos los españoles; a quienes consideraba asomados a una gran azotea, contemplándonos con gran ansiedad 872 .” Estas palabras nos llevan, una vez más, a la concepción crítica de la noción kantiana de entusiasmo. Esta participación afectiva de la idea de bien, esta respuesta, se define por su Así lo asegura Araceli a sus lectores al comienzo de la serie: “¡Trafalgar, Bailén, Madrid, Zaragoza, Gerona, Arapiles! … De todo esto diré alguna cosa, si no os falta paciencia. Mi relato no será bello como debiera, pero haré todo lo posible para que sea verdadero.” B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 184. 869 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 740. 870 L. Tolstói, Guerra y Paz, op. cit…, pp. 1151 y ss. 871 En las analíticas tal vez más influyentes –Kant y Burke- de la categoría estética que aquí se analiza, la soledad se refiere a lo sublime –por contraposición a lo bello, que siempre remite a la sociedad. Cfr. F. Ferguson, Solitude and the sublime. Romanticism and the aesthetics of individuation, Routledge, New York and London, 1992, p. 3. 872 B. Pérez Galdós, “Trafalgar”…, op. cit…, I, p. 219. 868 261 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas universalidad y su desinterés 873 , por lo que no puede ser expresada por uno o dos espectadores; exige, por el contrario, de todos los espectadores cultivados y desinteresados, de todos esos españoles asomados a la gran azotea de la que habla Araceli: la comunidad de lectores de los Episodios Nacionales. Esta pluralidad es la condición misma de la política, la que crea el espacio necesario para que la acción surja, la que preexiste al mundo y al mundo recreado. Porque, para la acción, no basta el héroe; también son necesarios los espectadores. La acción no puede sostenerse por sí misma contra el tiempo, necesita del juicio retrospectivo del espectador y de la garantía de pervivencia del relato 874 . Aparecer es aparecer ante otros 875 , sólo así se alcanza esa segunda existencia, la verdaderamente humana diría Arendt, que es el bios politikos. En cierto modo, nada existe antes del relato y nada existe más allá de la narración. Y ésta sólo se actualiza con la repetición del mágico gesto de abrir un libro. Además, gracias al esplendor que alcanzaba la vida –una vida más rica y más ligera- en ese lugar de la manifestación plena, los españoles del Sexenio y de la Restauración, hombres y mujeres corrientes, podían soportar la carga de serlo. Su conversión en espectadores hacía que el espectáculo –en este caso, el mito fundacional- fuera siempre igual y siempre distinto, pues el público cambia generación tras generación. Como espectadores, parece decir Galdós a sus lectores, podéis abrazar la verdad de los Episodios Como dice H. Arendt (idem, Conferencias sobre la filosofía, op. cit…, 215), estas dos notas del juicio político kantiano son, exactamente, las que el propio filósofo atribuye al gusto estético y están en el el principio mismo de esa política del juicio que Arendt, con Aristóteles, reivindica frente a la predominante impolítica política de la verdad de Platón. Cfr. De la soberanía y la capacidad del pueblo…. 874 H. Arendt, Conferencias sobre la filosofía…, op. cit.,, pp. 105 y ss. 875 Idem, La vida del espíritu…, op. cit., p. 43. 873 262 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Nacionales: los orígenes de la moderna nación española. Porque sólo los espectadores, en ese plural que Kant y Arendt querían, ocupan una posición que les permite conocer la totalidad de la h/Historia 876 . Se abría, así, un tercer espacio del imaginario que no era ni el mito absoluto de los orígenes ni la desoladora miticidad de la edad de hierro. La gran azotea vendría a ser una pasarela hacia la nueva Esqueria: la España de los Episodios Nacionales (la ciudad del discurso en la que quedan incluidas las distintas ciudades del relato). Este espacio de transición sólo podría mantenerse si esa peculiar comunidad se cuidaba de participar en el comienzo de algo nuevo. En ese sentido habrían de interpretarse las últimas palabras del Araceli de Ítaca: “Adiós, mis queridos amigos. No me atrevo a deciros que me imitéis 877 .” La experiencia del espectador –no su juicio, evidentemente- se refiere a la belleza del oikos (el aurea mediocritas del final de La batalla de los Arapiles) y no a la sublimidad de los orígenes, que está hecha de la sustancia del heroísmo: palabras, acciones y muerte. El narrador de la Primera Serie invita a sus lectores a permanecer en el umbral, pues sólo aquí se alcanza bien la compleja dualidad del sentimiento de lo sublime 878 que oscila siempre entre el entusiasmo y el espanto. Escribe Arendt: “Éste [el espectador] veía las cosas más importantes porque podía descubrir un sentido en el curso de los acontecimientos, un sentido que ignoraban los actores. La base existencial de su percepción era su desinterés, su no participación, su falta de implicación.”Idem, Conferencias sobre la filosofía…, op. cit..., p. 103 y también ibidem, pp. 99 y ss. 877 B. Pérez Galdós, “La batalla de los Arapiles”, op. cit…, I, p. 143. 878 Sobre la complejidad de este sentimiento en cuanto sentimiento de la Historia, cfr. F. Proust, Kant. Le ton de l´histoire…, op. cit…, pp. 249 y ss y también R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit.., p. 189. Tal vez donde mejor se observa esa oscilación entre el entusiasmo y el espanto es en el juicio que merece a Kant lo sublime como comienzo de la Revolución Francesa; pues sólo dice el entusiasmo –incondicional, además- ante la capacidad de los revolucionarios para actuar en nombre del derecho y se refiere exclusivamente al espanto cuando analiza la perversión de la acción concreta –la toma de la Bastilla, la ejecución del rey. Se trata, obviamente, del 876 263 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El sentimiento de la Historia es uno, sí ; pero jamás simple: está habitado por esa escisión irreducible entre el éxtasis y el dolor que provoca la venida a la presencia de la idea de libertad, de un nuevo mundo al fin posible. Porque el verdadero peligro está más allá del relato, cuando el júbilo inquieto o el dulce horror dejan de ser miedo en idea y se abre un abismo en el aquí y en el ahora. El increíble poder de la contingencia. El mundo recreado es un mundo, literal y literariamente, contenido (y, en ese sentido, podría ser definido como cosmos ordenado y finalizado). El mundo que crea la acción, el estar-entre-los-hombres, es un mundo desordenado, irregular, impredecible; porque el mundo común nace de las acciones de los hombres, pero esas mismas acciones lo pueden destruir 879 . Y aquí, como bien sabía el Galdós publicista que tanto temía las revoluciones por venir, no basta con el mágico gesto de cerrar un libro para exorcizar los miedos. Con todo, quedaba una cuestión decisiva por resolver: existía un hiatus entre el momento del entusiasmo provocado por la liberación del Ancien Régime y la invención de la libertad en cuanto creatio ex nihilo. Al mismo tiempo, ese hiatus no remitía a la transparencia, era una suerte de vacío. Y es justamente el relato, en su versión de espiral extendida, el que permite a Galdós –y éste es quizá el mayor poder del poeta épico 880 - salvar, de un lado, el vacío entre el incipit de Trafalgar y el ur-moment de la fundación de Cádiz y, de otro, el abismo, aún mayor, que existe entre los orígenes como tiempo pasado y los orígenes como tiempo contado y abismo entre el hecho y el derecho, entre el ser y el deber ser. Cfr. I. Kant, “Replanteamiento de la cuestión…”, op. cit…, p. 202. 879 Sólo desde la doble perspectiva de la acción como potencia y como amenaza del mundo en común se puede entender la inteligencia de este concepto en el pensamiento de H. Arendt. 880 G. Nagy, Le meilleur des Achéens…, op. cit., p. 44. 264 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas escuchado –leído, en el caso de la moderna epopeya. El escritor nacional se entrega pronto a esta tarea, al final de la reflexión kantiana de Araceli: “Un repentino estruendo me sacó de mi arrobamiento, haciéndome estremecer con violentísima sacudida. Había sonado el primer cañonazo 881 .” Desde este momento, el Araceli-espectador deja paso al Araceliagente. El entusiasmo ya no se vincula al juicio desinteresado de la comunidad que se asoma a la gran azotea; sino a la sublimidad heroica del dramático levantamiento del 2 de mayo o del homérico sitio de Zaragoza. La trama nos lleva, finalmente, a la noción pre-crítica 882 del entusiasmo kantiano: “En el fondo de aquella grande agitación, y entre tantos recelos, había un secreto júbilo (…) aquella confianza, aquella fe ciega en la superioridad de las heterogéneas fuerzas populares, aquel esperar siempre, B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, op. cit…, I, p. 219. Tal y como afirma R. Clewis (The Kantian sublime…, op. cit.., p. 32), resulta muy interesante estudiar las elaboraciones teóricas kantianas del período pre-crítico, pues muchos de los temas y de las tesis –las conexiones entre moralidad y sublimidad, el concepto de entusiasmo, lo grotesco- serán retomados en el período crítico. Por lo que a la noción pre-crítica de entusiasmo se refiere, en 1764, encontramos una primera definición en una nota a pie de página de la sección cuarta de las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y de lo sublime (cfr. I. Kant, Observations…, op. cit…, p. 58, nota a) y también en el Ensayo sobre las enfermedades de la mente (cfr. R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit…, p. 40). Ya en el período crítico, Kant recupera este concepto en la “Nota general a la exposición de los juicios estéticos reflexionantes” de la Crítica del Juicio : “En esto último voy a detenerme un poco. La idea del bien con emoción se llama entusiasmo. Este estado de espíritu parece ser de tal manera sublime, que se opina generalmente que sin él no se puede realizar nada grande. Ahora bien: toda emoción es ciega, o en la elección de su fin, o, aun cuando éste lo haya dado la razón, en la realización del mismo, porque es el movimiento del espíritu que hace incapaz de organizar una libre reflexión de los principios para determinarse según ellos. Así, que de ninguna manera puede merecer una satisfacción de la razón. Estéticamente, empero, es el entusiasmo sublime, porque es una tensión de las fuerzas por ideas que dan al espíritu una impulsión que opera mucho más fuerte y duraderamente que el esfuerzo por medio de representaciones sensibles. Pero (y esto parece extraño) la falta misma de emoción (apatheia, phlegma, in significatu bono) de un espíritu que sigue enérgicamente sus principios inmutables es sublime, y en modo mucho más excelente, porque tiene de su parte al mismo tiempo la satisfacción de la razón pura.” Cfr I. Kant, Crítica…, op. cit…, pp. 218-219. 881 882 265 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas aquel no creer en la derrota, aquel no importa con que curaban el descalabro, fueron causa de la definitiva victoria en tan larga guerra, y bien puede decirse que la estrategia, la fuerza y la táctica, que son cosas humanas, no pueden ni podrán nunca nada contra el entusiasmo, que es divino 883 .” Aquí, el entusiasmo es, exactamente, el estado de la mente que tiende a lo sublime y sin el que resulta imposible realizar algo verdaderamente grande 884 . Y, justamente aquí, en la siempre difícil conversión de la potencia en acto, Galdós se revela, una vez más, kantiano sin saberlo. El escritor nacional sólo admite el entusiasmo práctico en el marco imperfectible del mito de los orígenes, es decir, allí donde la ceguera de las emociones 885 - ya tenga que ver ésta con la elección de su fin o con su realización-, queda templada por el trabajo teodiceico del como si. En el principio de realidad, la acción se escapa de sí misma y del agente que la realiza y, en ese sentido, fuerza todas las limitaciones y desborda todos los límites 886 . El nuevo Demódoco intentaría salvar la impredictibilidad de la acción y los miedos que la acompañan 887 con el regreso –en un giro netamente kantiano- al entusiasmo estético. Para él, como para la mayoría de los pensadores y de los escritores de su tiempo, la tarea del historiador consistía, no tanto en recordar a sus contemporáneos sus obligaciones para con el pasado, cuanto en forzarles a realizar la transición del pasado hacia el futuro. Idem, “Bailén”, op. cit…, I, p. 468. La cursiva es de la autora. Cfr. R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit…, p. 194. 885 Para Kant, ésta es la –podríamos decir- gran limitación del entusiasmo práctico; pues esa ceguera impide que encuentre satisfacción en la razón. Cfr. I. Kant, Crítica…, op. cit…, p. 219. 886 E. Tassin, Le trésor perdu…, op. cit…, p. 401. 887 En la Francia inmediatamente posterior a la Comuna, Les Épisodes Nationaux de Erckmann-Chatrian perseguirían ese ese mismo objetivo –sin hacer referencias a la teoría de la acción, G. Mannarelli habla de un proyecto de “integración del pueblo”. G. Mannarelli, “Un projet de normalisation et intégration…”, op. cit…, p. 83. 883 884 266 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Otro esfuerzo de la sublimidad, en definitiva. La esperanza de Galdós estribaba en que el entusiasmo estético de la comunidad de lectores de los Episodios pudiera contribuir, de alguna manera (de un modo indirecto, como defendía Kant), al movimiento que llevaba del pathos al ethos: “uno de esos llamamientos, morales, íntimos, que no parten de ninguna voz oficial y que resuenan de improviso en los oídos de un pueblo entero 888 .” Estas líneas sobre la España de 1808 estaban escritas en 1873. Los españoles de la edad de hierro tenían ante sí un esfuerzo heroico de grandeza paradójicamente 889 equiparable a la de la sublimidad de los orígenes: el nuevo nacimiento de la nación 890 . B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. equiparable porque, como ya se ha dicho, lo sublime es grande por toda comparación. 890 Para un análisis de la vida, en el sentido biológico del término, como modo de naración de lo político, cfr. Pérez Galdós, B. (1995): «La revolución de julio », op. cit., IV, p. 415, “Prim”, IV, op. cit., p. 971. La biblioteca de Galdós estaba bien nutrida de autores regeneracionistas: Azcárate, Costa, Macías Picabea, Gener, Alba. Cfr Berkowitz, (1951): La biblioteca de Benito Pérez Galdós, Eds Museo Canario-CSIC, Madrid, p. 67. De otro lado, fue amigo cercano de Costa, hasta el punto de que éste le envió una copia del manuscrito de Oligarquía y Caciquismo, antes de su discusión en el Ateneo. Cfr Varela, A. (2001): Galdós regeneracionista, Fundación Universitaria Española, Madrid, p. 57. 888 889Paradójicamente 267 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas 5.3. El heroísmo como Stimmung El pueblo de los orígenes es una forma de heroísmo quasi original: en parte, expresión de la grandeza de la nueva tradición épica; en parte, heredera de los modelos fijados por la vieja tradición. Desconoce el pathos de la distancia 891 . No se puede volver contra la ciudad porque es la ciudad misma 892 . Es un vientre inmenso, incluyente, totalizador. Se asemeja, en cambio, al héroe clásico en el hecho de que es alguien que viene de muy lejos y que su venida es anunciada por signos en el cielo 893 . Pocos reinos más remotos que el Antiguo Régimen. Como queriendo dar cuenta de la doblez 894 realizada, Galdós se extenderá en la descripción del mundo cuando todavía no era su mundo. Primero, con la narración de la última batalla de la vieja Monarquía; luego, con el ambiente de decadencia goyesca de La Corte de Carlos IV. Y, por debajo de todo ello, bate un sordo rumor que late con estrépito en el motín de Aranjuez y eclosiona con el 2 de mayo (El 19 de marzo y el 2 de mayo). El mundo compartido comenzaba –y no podía ser de otra maneracon el añadido de una nueva forma de la totalidad. En efecto, a la El héroe puede aparecer en ciertas caracterizaciones –como por ejemplo, en Sófocles-, como una figura de la soledad, apartada de todo y de todos. Cfr. B. Knox, The heroic temper. Studies in Sophoclean Tragedy, University of California Press, Berkeley and Los Angeles, 1964, p. 32. Para un análisis del heroísmo desde la pluralidad, cfr. El catálogo de las naves… 892 M. Abensour, Hannah Arendt contre la philosophie politique?, Sens et Tonka, Paris, 2006, p. 257. 893 M. Blanchot, “La fin du héros”…. , op. cit…, p. 542. Para conocer la distancia galdosiana, cfr. el epígrafe así titulado. 894 Es una expresión galdosiana para significar la transición de siglo. B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 869. 891 268 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas superposición de imágenes –nación, pueblo, heroísmo, Stimmung- que se entretejían en la Primera Serie, habría de sumarse la metáfora del levantamiento. Obviamente, decir levantamiento es decir Toreno. En su clásico estudio sobre los Episodios, H. Hinterhäuser 895 contaba la Historia del ilustre conde entre las fuentes empleadas por Galdós para elaborar la Primera Serie. Tiempo después, R. Cardona 896 precisó que la obra, ni se encontraba en la biblioteca personal del escritor, ni estaba registrada en el catálogo de Berkowitz 897 . En cualquier caso, el nuevo Demódoco no necesitaba conocer directamente el texto; sencillamente, asumía la dicción establecida por la tradición épica en la que inscribía su relato. Al punto de que la metáfora de Toreno, a la manera de los epítetos homéricos 898 , le permitió dibujar la silueta del héroe que realizara la acción. El pueblo del relato funciona al modo de un dispositivo energético capaz de una ruptura brutal entre un estado de pasividad y una reacción poderosa: “La frase castellana echarse a la calle [era] admirable por su exactitud y precisión. España entera se echó a la calle o al campo 899 ”. En la inmediatez, en el carácter fulgurante, está la verdad de este impulso. La radicalidad del movimiento nos lleva al heroísmo de los simples 900 . Éstos se definen, precisamente, por el hecho de que ningún cálculo, ningún proceso mental atraviesa su alma; se entregan por entero a lo que hacen, y lo hacen sin tardar. Es la transparencia de la acción de los orígenes. El impulso de los muchos, como el de Aquiles, podrá ser ralentizado, detenido por un H. Hinterhäuser, Los Episodios Nacionales…, op. cit., p. 63. R. Cardona, “Apostillas a los E. N. …”, p. 130. 897 H-C, Berkowitz, La biblioteca de Benito Pérez Galdós, Madrid, Museo CanarioConsejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951. 898 Además de su naturaleza fundamental de “exigencia métrica” –la dicción-, el epíteto homérico también sirve para caracterizar al héroe –el tema. 899 B. Pérez Galdós, “Juan Martín, el empecinado”, op. cit…, I, p. 975. 900 Ésta es la definición micheletiana del pueblo en Le peuple, en la Histoire de France y en la Histoire de la Révolution. Cfr. P. Villaneix, La voie royale. Essai sur l´idée du peuple dans l´œuvre de Michelet, Paris, Flammarion, 1971, p. 173. 895 896 269 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas instante, pero jamás desviado. Así, el milagro del levantamiento obedecía al “brutal instinto tan propio de los niños por la edad como de los que lo son por la ignorancia”, a la “heroica embriaguez 901 ”, a “aquella fe ciega en la superioridad de las heterogéneas y discordes fuerzas populares, [a] aquel esperar siempre”, al “delirio popular [que] veía miles de hombres donde no había sino centenares 902 ”. El ser colectivo que describe Galdós en la Primera Serie se distingue por su fuerza, no por su clarividencia; y su acción se corresponde con lo que es en cuanto totalidad actuante: colosal, unánime e irresistible 903 . “El resultado era asombroso. Yo no sé de dónde salía tanta gente armada. Cualquiera habría creído en la existencia de una conjuración silenciosamente preparada; pero el arsenal de aquella guerra imprevista y sin plan, movida por la inspiración de cada uno, estaba en las cocinas, en los bodegones, en los almacenes al por menor, en las salas y tiendas de armas, en las posadas y en las herrerías. La calle Mayor y las contiguas ofrecían el aspecto de un hervidero de rabia imposible de describir por medio del lenguaje. El que no los vio renuncie a tener idea de semejante levantamiento 904 .” El recurso a esta metáfora también transmitía la impresión de estar ante la recreación de algo inefable ( así se afirma explícitamente en ese “quien no los vio, renuncie a tener idea… 905 ”, o en el “nadie podrá imaginar cómo eran aquellos combates parciales 906 ”). Y como queriendo salvar esta imposibilidad, el dispositivo narrativo se pertrechaba de detalles con la clara B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 385 y 441. Idem, “Bailén”, op. cit.., I, p. 468. 903 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. 904 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433. 905 Idem. 906 Ibid., p. 435. 901 902 270 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas intención de disponer los hilos del relato de tal suerte que todos confluyeran en ese centro 907 fijado por la tradición épica… nacional, por supuesto. De ahí el interés por subrayar el eclecticismo textil (guacamayos, cananeos, lechuguinos, obispos, perejiles, pavos 908 ) de los voluntarios hasta convencer al lector de que la “voz uniforme” era una “vana palabra” que no cuadraba con la naturaleza de lo contado, o, mejor, cantado ; las numerosas referencias a esos conductos invisibles del entusiasmo que se llaman rumores 909 ; la mención al modo espontáneo y nacional de allegar dinero (“las listas de donativos hechas por los gremios, por los comerciantes, por los nobles y hasta por los mendigos”) o la admiración que causa la heterogeneidad del catálogo social que daba cuerpo de nación a la conscripción general de la segunda mitad del año 1808: soldados, voluntarios, milicia urbana, viudos con hijos, hijosdalgos, nobles, tonsurados, abates, novicios, doctores y licenciados, retirados del servicio, quintos, hijos únicos de labradores; “en una palabra, no se exceptuaba a Rey ni a roque. 910 ” La disposición heroica, como si se tratara de una fuerza anónima, sumerge al pueblo; lo lleva hasta más allá de los límites del espacio y del tiempo, abriéndole un campo de posibles en el que los obstáculos se desvanecen y las resistencias se vencen. Y no se trata tanto de un problema G. Simmel, La forme de l´histoire…, op. cit…, p. 127. B. Pérez Galdós, “Cádiz”…, op. cit., I, p. 896. 909 Así, se puede leer en Bailén: “un señor que se titula alcalde de un pueblo de 200 vecinos escribe un papelucho, diciendo que se armen todos contra los franceses; este papelucho va de pueblo en pueblo, y como si fuera una mecha que prende fuego a varias minas esparcidas aquí y allí, a su paso se va levantando la Nación desde Madrid hasta Cádiz. Por el Norte pasa lo propio, y los pueblos grandes, lo mismo que los pequeños, forman sus Juntas.” (B. Pérez Galdós, “Bailén”…, op. cit., I, p. 508.). También: “las noticias del levantamiento se exageraban locamente, y el delirio popular veía miles de hombres donde no había sino centenares.” (ibid., p. 468). Sobre la importancia de lo que se conocieron como “voces vagas” cfr. R. Fraser, La maldita guerra de España…, op. cit., p. 63. 910 B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit..., I, p. 592 y también idem, “Bailén, op. cit..., I, p. 497. 907 908 271 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de elevación cuanto de intensificación; una intensificación que, además, abraza al todo. Siempre lo sublime 911 . Los intentos continuados en la descripción de lo que se muestra irreducible a la forma no sólo responden a un deseo de salvar una imposibilidad; sino también a la exigencia misma de lo sublime, que impone un orden de análisis que comience por la cantidad. Así, levantamiento es la insurrección que se propaga “como se propaga la llama en el bosque seco azotado por impetuosos vientos”, la “irrupción de la gente armada 912 ”, “la campana de [un] rebato glorioso 913 ”, un llamamiento misterioso e informulado 914 , “el odio contra los franceses que se comunicaba de corazón a corazón de un modo pasmoso 915 ”, la “transformación portentosa por un simple impulso del corazón de cada uno 916 ”, “aquel no importa con que curaban el descalabro 917 ”, entusiasmo 918 , sublevación general 919 , la “mecha que prende fuego a varias minas esparcidas aquí y allí 920 .” Galdós, con la clara intención de subrayar la unanimidad 921 y impersonalidad del movimiento, compara al pueblo-héroe Frente a la concepción clásica de lo sublime como elevación –la del Platón del Fedro o la del tratado de Longino-, Burke y Kant anteponen la idea de intensificación. Cfr. F. Lyotard, L´inhumain, Galilée, Paris, 1988, p. 111 y también, I. Kant, Crítica…, op. cit., 23. Para las concepciones clásicas, cfr. Platón, “Fedro”, Diálogos, op. cit…, 245 a y P. Aullón de Haro, La sublimidad y lo sublime, Editorial Verbum, Madrid, 2006, p. 36. 912 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit…, I, p. 497. 913 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit..., I, p. 432. 914 Idem. 915 Ibidem, p. 436. 916 B. Pérez Galdós, “Zaragoza”, op. cit…, I, p. 683. 917 B. Pérez Galdós, “Bailén”, op. cit.., I, p. 468. 918 Idem. 919 Ibid., p. 465. 920 Ibid, p. 508. 921 En la realidad, el levantamiento no fue ni tan colosal, ni tan unánime (Cfr. J. L. Tone, “El pueblo de las guerrillas”, en J. Álvarez Barrientos, La Guerra de la Independencia…, p. 68) Poco importaba, parte de la verdad del relato de nación está en la selección de los hechos que contribuyen a construir su verdad. 911 272 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas con un con un río “que rompe los diques que, durante siglos, le han contenido y se extiende por el llano con ímpetu destructor 922 .” La naturaleza líquida en su desorden 923 expresaba de forma clara la inmersión en lo sublime que comportaba la Stimmung heroica. Ahora bien, la dicción del relato galdosiano a la hora de describir este empaparse en lo que es grande por toda comparación no era, ni mucho menos, inocente. En el tiempo narrado, las imágenes mantenían el sentido que les había prestado Michelet en su Histoire de la Révolution Française [ver supra]. En el tiempo vivido (Galdós escribe la Primera Serie entre 1872 y 1875), los símiles micheletianos serían utilizados para expresar la liquidación de la sustancia, la negación de lo político: la multitud. El número posterior a la Comuna había osado filtrarse en la narración de los orígenes, aprovechando su única fisura -el motín de Aranjuez. Y el espanto provocado era tal, que las elites culturales no se conformaron con la Stimmung del levantamiento –aunque unifique la diversidad de los fenómenos, un continente que se adapta al contenido es siempre peligroso- e impusieron la experiencia de la cristalización 924 a quien prestaba su sustancia para la forma heroica nacional. Una vez más, Galdós se mostró fiel a la tradición y fijó el momento preciso del nacimiento del héroe en el 2 de mayo de 1808. El autor de los Episodios contaba con la complicidad de la comunidad de lectores, que conocían la totalidad de la leyenda; y se impuso a sí mismo la tarea de significar la gesta madrileña como un acto de afirmación unitaria B. Pérez Galdós, “Napoleón, en Chamartín”, op. cit…, I, p. 602. Es el término de comparación habitual para lo sublime, nos dice Kant. Cfr I. Kant, Crítica…., op. cit..., 23, p. 186 y también idem, Observations sur le sentiment du beau et du sublime, Librairie Philosophique Vrin, Paris, 1997, p. 18. 924 M. Abensour, Rire des lois…, op. cit., p. 71. 922 923 273 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de la voluntad popular 925 ante la invasión extranjera 926 . Rectifica en sentido nacional la mecha histórica -la certeza absoluta de que los madrileños habían perdido a su rey 927 - de la reacción, integrando el temor por la ruptura del vínculo con la Monarquía en una extensa enumeración de fechorías cometidas por los franceses; invierte la secuencia de los gritos patrióticos –en muchas ocasiones, los súbditos que páginas atrás esperaban a su príncipe, anteponen el nombre de España al de Fernando 928 - y no duda en llenar de comunidad imaginada –en medio de los combates, algunos personajes se detienen a determinar el contenido de la nación 929 - el discurso que completa la acción de los muchos. Tampoco falta el juicio retrospectivo del espectador: las sorprendentes figuras kantianas de la guerrilla buena (El Empecinado) y la guerrilla mala (Mosén Antón Trijueque 930 ) que señalan el sacudimiento de la villa como el inicio de la guerra. El comienzo no posee arkhein. Es ruptura de un orden que todavía no es un orden nuevo: descubre a un agente, abre un mundo, establece Así lo define explícitamente Araceli en “El 19 de marzo y el 2 de mayo”: “Entonces, y en la famosa mañana de que me ocupo, no estaba mi ánimo para consideraciones de tal índole, mucho menos en presencia de un conflicto popular que de minuto en minuto tomaba proporciones graves.” Ibidem, p. 432. 926 Ésta fue la interpretación dominante en la época isabelina. Cfr. P. Sánchez León, “La “Guerra Civil de 1808: el dos de mayo en la cultura política de la España liberal”, en J. Álvarez Barrientos, La Guerra de la Independencia…, op. cit…, p. 271. 927 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 417-418 y también R. Fraser, La maldita guerra de España…, op. cit..., p. 122 y también J. Álvarez Barrientos, “ “Revolución española”, “Guerra de la Independencia”…”, en idem, La Guerra de la Indepedencia…, op. cit., p. 260. 928 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, pp. 434-435 929 Ibid, pp. 436 y 442. En pleno repliegue de las fuerzas populares durante el 2 de mayo, un padre anciano, con mucho más coraje que Anquises, explica a sus hijas qué es la nación: “-Quemad las puertas y arrojadlas ardiendo a la calle –nos dijo el anciano-. Ánimo, hijas mías. No lloréis. En este día, el llanto es indigno aun en las mujeres. ¡Viva España! ¿Vosotras sabéis lo que es España? Pues es nuestra tierra, nuestros hijos, los sepulcros de nuestros padres, nuestras casas, nuestros reyes, nuestros ejércitos, nuestra riqueza, nuestra historia, nuestra grandeza, nuestro nombre, nuestra religión. Pues todo eso nos quieren quitar. ¡Muera Napoleón!” Ibidem, p. 442. 930 Idem, “Juan Martín, el Empecinado”, op. cit..., I, pp. 977 y 1020. 925 274 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas vínculos entre los individuos. El comienzo es, en definitiva, un milagro 931 . El escritor nacional sostiene la recreación con un asombro que roza lo inefable: la imposibilidad de las descripciones 932 ; las continuas alusiones a la superioridad 933 numérica (difícil de creer por la impresión de muchedumbre popular que transmite la h/Historia contada) de los franceses; el uso de la topografía madrileña (la calle Mayor, el Pretil de los Consejos, San Justo, la plazuela de la Villa, la Plaza Mayor, los portales llamados de Bringas, la Cava de San Miguel 934 ) para transformar la difusión física del levantamiento en extensión demográfica 935 ; o el despliegue de una cadena semántica que pretende dar cuenta de todos los matices de lo sublime: espanto, terrible, estupor, pavor, ira, rabia, furor, embriaguez, entusiasmo, imposible, formidable, asombroso, inverosímil, horripilante, horroroso 936 . Y pese a todo el esfuerzo, el lector no acierta a detener su mirada y fijar escenas acabadas: siempre hay un algo que rebosa y que termina por convertir las imágenes en imágenes inestéticas. Y no sólo eso, la dicción se ajusta al tema del canto. Así, el recurso a las metáforas animalescas 937 –fieras, inmenso pulpo, enjambre 938 - expresa lo En el sentido de que el comienzo no funda nada – es an-árquico, sin principioporque no puede ser sino surgimiento continuo. Ésta es, justamente, la ambivalencia de la acción, la raíz misma de su íntima relación con la desmesura. Cfr. H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, pp. 64-65 y también E. Tassin, Le trésor perdu…, op. cit…, p. 402. En el específico marco del relato de los orígenes, ¿ cabe desmesura mayor que el nacimiento del héroe que se crea a sí mismo? Es la nación la que viene a la existencia. 932 Idem, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit.., I, pp. 433, 435, 444. 933 Ibid., p. 435. 934 Idem. 935 Aunque la participación de la población madrileña no llegó al uno por ciento (R. Fraser, La maldita guerra de España…,, p. 100), el relato de nación corrige el nivel de la realidad. 936B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de Mayo”, op. cit…, I, pp. 432, 434, 437, 441, 442, 444. 937 Estas metáforas, creación de la literatura anti-communard, fueron de uso común entre la inteligencia de la época. Cfr. P. Lidsky, Les écrivains contre la Commune, op. cit…, p. 46. 931 275 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas que el pueblo es en cuanto sujeto heroico. Un héroe inmutablemente descentrado, persistente en la búsqueda de su identidad, fiel a la indeterminación. Ni siquiera su principal virtud, una fuerza aquilea 939 de energía inigualable, le sirve como eje de rotación. Queda modificado, sin cesar, por sus relaciones con la fuerza. Unas veces, aparece por encima de sí, arrastrado por la fuerza de que cree disponer: “aquella lucha no se parecía a ninguna peripecia de los combates ordinarios, pues consistía en reunirse súbitamente, envolviéndose y atacándose sin reparar en el número ni en la fuerza del contrario 940 .” En otros momentos, los muchos se muestran por debajo de sí mismos, encorvados por el peso de la fuerza que padecen: “Humo, mucho humo, brazos levantados, algunos hombres tendidos en el suelo y cubiertos de sangre, y por todos lados el resplandor de esos grandes cuchillos que [los franceses] llevan en los fusiles 941 .” Las aporías de la sublimidad quedan resueltas desde el momento en que, por debajo de la narración de unos hechos concretos, se detecta una tensión a través de la que lo suprahistórico –la nación- penetra en la h/Historia narrada y le dota de sentido. Las referencias al heroísmo en plural (multitud, actores, valientes paisanos, combatientes, masa, gentío, héroes, paisanaje, heroicas amazonas, heroicas hermanas 942 ) no resultan problemáticas por cuanto, en los orígenes, el número devuelve al espejo del relato la imagen de una anatomía plena: “Los imperiales daban al Parque, B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433. Aquiles es caracterizado, específicamente, como héroe de la fuerza bruta (Cfr. G. Nagy, Le meilleur des achéens..., p.196). La fuerza [ver lo que se dice sobre los trabajos de S. Weil y R. Bespaloff en “… As for the many”] ha sido definida, en muchas ocasiones, como el verdadero fundamento del heroísmo. En la Ilíada, desde luego, pero también en otras formulaciones clásicas. Cfr. J-J. Rousseau, “Discours sur cette question: quelle est la vertu la plus nécessaire au héros”, Mélange de Littérature et de Morale, Oeuvres Complètes, II, Paris, Pléiade, Gallimard, 1964, p. 1272. 940 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”…, I, p. 433 y también ibid, p. 434. 941 Ibid, p. 439, y también pp. 433 y 435. 942 Ibid, pp. 433, 434, 435, 436, 438, 439, 440, 441. 938 939 276 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas cercado de mezquinas tapias, las proporciones de una fortaleza, y a la abigarrada pandilla las proporciones de un pueblo 943 .” La interpretación más evidente de la insistencia galdosiana en el inventario social –el aristócrata bien vestido, el vendedor de plazuela, el sacerdote, los caballeros, los honrados tenderos, el maestro herrero, las majas, los manolos, el empleado de la Imprenta de Sancha 944 - sería la de evidenciar la vocación inclusiva de la alegoría nacional; pero, desde el punto de vista del dispositivo mítico, aún era más importante dotar de la mayor densidad posible al catálogo de los héroes incontables, porque sólo el pueblo de los orígenes es capaz de la menis, de la cólera, de ese misterioso aumento de energía que proporciona al héroe una confianza y un ardor nuevos945 . Ese estado de la mente no puede más que referirse de alguien imposible –y por tanto, sublime- como Aquiles 946 … o como las majas y los manolos madrileños que ya no son carne concreta sino cuerpo nacional: “Nadie podrá imaginar cómo eran aquellos combates parciales. Mientras desde las ventanas y desde la calle se les hacía fuego, los manolos los atacaban navaja en mano y las mujeres clavaban sus dedos en la cabeza del caballo, o saltaban, asiendo por los brazos al jinete. Éste recibía auxilio, y al instante acudían dos, tres, diez, veinte, que eran atacados de la misma manera, y se formaba una confusión, una mezcolanza horrible y sangrienta que no se puede pintar. Los caballos vencían al fin y avanzaban al galope; y cuando la multitud, encontrándose libre, se extendía hacia la Puerta del Sol, una lluvia de metralla le cerraba el paso. Perdí de vista a la Primorosa en uno de aquellos espantosos choques; pero al poco rato la vi reaparecer, lamentándose de haber perdido su cuchillo, y me arrancó el fusil de las manos con tanta fuerza, que no pude impedirlo. Quedé desarmado en el Ibid, p. 441. La cursiva es de la autora. B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”…, op. cit., I, pp. 433, 446, 448. 945 E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional, Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 22. 946 Dada la redefinición kantiana de lo sublime a partir de la idea de intensidad, se comprende perfectamente que el filósofo de Königsberg defina la cólera de Aquiles como sublime-terrible. Cfr. I. Kant, Observations sur le sentiment…, op. cit., p. 22. 943 944 277 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mismo momento en que una fuerte embestida de los franceses nos hizo recular a la acera de San Felipe el Real 947 .” La menis es la expresión más acabada de la potencia demónica del héroe de los orígenes, un poder que arranca a los muchos de su condición de hombres. Mientras dura ese estado, el pueblo-todo se revela, más que sobrehumano, infrahumano 948 ; casi como un dios en su poder y casi como una fuerza de la naturaleza en su capacidad de destrucción. De ahí la descripción de anatomías incompletas –Chinitas con el rostro desfigurado y la oreja mutilada 949 - o el recurso a las metáforas animalescas 950 –inmenso pulpo 951 . Y si bien la menis tiene que ver con la esfera de la volición, no responde a su capricho: acude al espíritu por una vía que siempre está en Ibidem, p. 435. Alguna otra escena de la menis ha de ser citada: “Los extranjeros se defendían con su certera puntería y sus buenas armas, pero no contaban con la multitud de brazos que les ceñían por detrás y por delante, como rejos de un inmenso pulpo; ni con el incansable pinchar de millares de herramientas, esgrimidas contra ellos con un desorden y una multiplicidad semejante al de un ametrallamiento a mano, ni con la espantosa centuplicación de pequeñas fuerzas que, sin matar, imposibilitaban la defensa.” Ibidem, p. 433 y también el cuadro descriptivo recortado de “La carga de los Mamelucos” de Goya: “El coracero clavó las espuelas a su corcel y, despreciando los tiros, se arrojó sobre el grupo. Yo vi las patas del corpulento animal sobre los hombros de la Primorosa, pero ésta, agachándose más ligera que el rayo, hundió su cuchillo en el pecho del caballo. Con la violenta caída, el jinete quedó indefenso, y mientras la cabalgadura expiraba con horrible pataleo, el soldado proseguía el combate ayudado por otros cuatro que a la sazón llegaron. Chinitas, herido en la frente y con una oreja menos, se había retirado como a unas diez varas más allá, y cargaba un fusil en el Callejón del Triunfo, mientras la Primorosa…”, Ibidem, p. 434. 948 Así define Doods al héroe habitado por la menis. Cfr. E. Doods, Los griegos…., op. cit., p. 23. 949 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit..., I, p. 434. 950 En el caso de los héroes homéricos también se recurre a este tipo de símiles, sólo que el término de comparación habitual, el león furioso, se ajusta a la forma del héroe individual: “y el Tidida volvió a confundirse con los guerreros de vanguardia./Ya antes anhelaba en su ánimo luchar contra los troyanos; mas entonces una furia triplicada lo invadió, como al león/al que el pastor que vela por las lanudas ovejas en el campo…” Homero, Ilíada, op. cit…, V, 134 y ss y también, ibidem, X, 485 y también ibidem, XV, 592. 951 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 433. 947 278 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas relación con lo sagrado 952 . En Homero, es un dios quien aumenta o disminuye la areté de un guerrero 953 ; en el nuevo Demódoco, es la nación la que presta a los héroes incontables la fuerza necesaria: “la campana de ese rebato glorioso no suena sino cuando son muchos los corazones dispuestos a palpitar en concordancia con su anhelante ritmo, y raras veces presenta la Historia ejemplos como aquél, porque el sentimiento patrio no hace milagros sino cuando es una condensación colosal, una unidad sin discrepancias de ningún género, y, por lo tanto, una fuerza irresistible y superior a cuantos obstáculos pueden oponerle los recursos materiales, el genio militar y la muchedumbre de enemigos. El más poderoso genio de la guerra es la conciencia nacional, y la disciplina que da más cohesión, el patriotismo 954 .” Este despliegue energético (“movimiento impremeditado y sublime 955 ”, “entusiasmo contagioso”, “una condensación colosal, [de] una unidad sin discrepancias”, “Madrid entero 956 ”) del pueblo-todo abraza hasta el último resquicio del espacio de la aparición. Sobre esta Stimmung, el heroísmo no es la grandeza excepcional de los elegidos, sino el carácter de todo ser actuante, incluidos el único que parece tener conciencia del peligro que se afronta –Araceli- o el temeroso abate Celestino de la Cuadra: “Gabriel, ¿sabes tú lo que es el deber? (...) yo, que ahora tiemblo como una liebre, y a cada tiro que oigo parece que entrego el alma al Señor, voy a bajar al instante a la calle, no con armas, porque armas no me corresponden, sino para alentar a esos valientes, diciéndoles en castellano aquello de Dulce et S. Schein, The mortal hero…, op. cit…, p. 91. La descripción más impresionante de este estado la tenemos en el Canto XV de la Ilíada: “el ardor de Héctor Priámida, ya intenso de por sí./ Iba furioso, como cuando Ares blande la pica, o el maldito fuego/ se enfurece en los montes, en la espesura del profundo bosque./Le salía espuma por la boca, los dos ojos le brillaban/ bajo las feroces cejas, y la celada a ambos lados/ de las sienes de Héctor se agitaba pavorosamente…” Homero, Ilíada, op. cit…, XV, 604-610. 954 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo y el 2 de mayo”, op. cit…, I, p. 432. 955 Ibid, p. 435 y también p. 433. 956 Ibid., pp. 432, 435, 436, 439. 952 953 279 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas decorum est pro patria mori 957 .” Todo se convierte en emanación fenoménica del fondo heroico, hasta el punto de que las armas de los muchos –puñales, tiestos, ladrillos, pucheros, pesas de reloj 958 - encuentran acomodo en la trama, no como extensiones de su ser social, sino como herramientas ennoblecidas por la causa de la nación. Pero, como se vio 959 , si algo define la Stimmung heroica de los que no se pueden enumerar ni nombrar es una específica, y en cierto sentido única, relación temporal con la muerte; relación que determinará también su acceso a la visibilidad. La muerte es el destino inmediato de los muchos, un futuro sin cesura posible: no hay margen narrativo para la discusión en asamblea, ni para escuchar un canto, ni para descansar en la tienda, ni para los combates sucesivos 960 . Su vida en el relato – su vida - es breve, como las “hojas y flores que brotan en primavera 961 .” Nacen al heroísmo con su misma muerte; porque cuando mueren, los hombres “oscuros y sin historia”, de “ignorados nombres 962 ”, quedan iluminados por la luz de lo político. El heroísmo de la fama es una especie de azar del heroísmo de la gloria, pues los héroes contables no son más que “instrumento de la conciencia nacional 963 .” Daoíz y La Primorosa, Velarde y Bastiana, Menegilda y Pacorro Chinitas componen la constelación [ver supra] de sinonimias que definen el relato de nación. Ibid, p. 442. Ibid, p. 435. 959 Cfr. “As for the many.” 960 Esta breve enumeración podría entenderse como una síntesis temática del contenido narrativo de la Ilíada. 961 Homero, Ilíada, op. cit..., II, 468. 962 B. Pérez Galdós, “El 19 de marzo….”, op. cit.., I, p. 441. 963 Idem. 957 958 280 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas La materia heroica de Pacorro Chinitas y de Daoíz y Velarde es absolutamente indistinguible, merecen el mismo culto: “al llegar a la calle de San José encontré aquel sitio inundado de gente del pueblo, especialmente de mujeres, que reconocían los cadáveres. La Primorosa había recogido el cuerpo de Chinitas. Yo ví llevar el cuerpo, vivo aún, de Daoíz en hombros de cuatro paisanos y seguido de apiñado gentío. De don Pedro Velarde oí que había sido completamente desnudado por los franceses, y en aquellos instantes sus deudos y amigos estaban amortajándole para darle sepultura en San Marcos 964 .” Lo que distingue al simpático amolador de los dos oficiales de artillería es su legibilidad. Los muchos sólo acceden a la visibilidad con la muerte en masa. El “montón de cadáveres”, “los cadáveres [que] obstruían el suelo”, los “muchos …. implacablemente pasados a cuchillo”, los cadáveres reconocidos por las mujeres del pueblo, “los más [que] padecían largo martirio antes de expirar” 965 , eran la original forma sin formas –siempre lo sublime- de una subjetividad heroica que, en un solo impulso, nace en el relato y se extingue en la naturaleza 966 . Después de esta venida a la existencia, de esta epifanía, nada volvería a ser igual. El campo de lo posible resultaba modificado para siempre. La irrupción en escena del pueblo-todo es el principio de una aventura que se inicia en el mundo de todos los días – los tiestos, pucheros y pesas de reloj madrileños-, para llegar, más tarde, a la región de los prodigios sobrenaturales –el 2 de mayo, las partidas-; luego, el paso obligado por las pruebas extremas –Zaragoza y Gerona- y la victoria decisiva –Bailén 967 -; Ibid, p. 444. Ibid, p. 442, 443, 444, 448. 966 Esta contraposición entre pervivencia cultural y extinción física es propia de la épica primitiva (cfr. Gregory Nagy, Le meilleur des Achéens…, pp. 217 y 218); lo que caracteriza a la épica nacional es la simultaenidad de la contraposición. 967 Bailén es una suerte de repetición atenuada del fenómeno sísmico madrileño (prueba de ello es el inserto que hace El Gran Capitán sobre el heroísmo de Velarde (p. 459), un eco que permite introducir en el relato de los orígenes a los gloriosos 964 965 281 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas finalmente, el regreso de quien trae consigo el Vellocino de Oro –la Constitución de Cádiz. El ciclo narrativo sólo se completa cuando el héroe emprende la labor de traer los misterios de la sabiduría y, con ellos, una renovación de la comunidad que siempre termina por ser nuevo nacimiento, fundación: “Tronaban los cañones de los navíos fondeados en la bahía; y entre el blanco humo, las mil banderas semejaban fantásticas bandadas de pájaros de colores arremolinándose en torno a los mástiles. Los militares y marinos en tierra ostentaban plumachos en sus sombreros, cintas y veneras en sus pechos, orgullo y júbilo en los semblantes. Abrazándose paisanos y ejércitos nacionales. Galdós no sigue la estrategia novelesca del Victor Hugo que, en Les Misérables, dedica páginas y páginas a la descripción directa de la abrupta belleza de Waterloo; se decanta por aligerar el peso narrativo de la batalla –aunque es imposible renunciar a algunas escenas: las luchas en el puente del Herrumblar o la entrega de armas de los soldados de Dupont (pp. 522 y 544)-, al objeto de que su recreación irradiara luz nacional al conjunto de la Guerra de la Independencia (en este episodio encontramos el mayor número de alusiones a la metáfora del levantamiento (pp. 465, 468, 477, 498 y 508). La re-significación comienza con la elección del tema. La gloria conseguida “en aquella remota Andalucía (p. 544)” rebajaba el dolor que provocaban las derrotas de las tropas españolas, derrotas convenientemente silenciadas –salvo alguna excepción, tal la relación hecha en Gerona de “las más lamentables desgracias del ejército español” a finales de 1809 y principios de 1810- en el relato de nación. Además, aquella gran victoria había hecho que Napoleón asumiera personalmente el mando de la Grande Armée en la Península. En cuanto hecho bélico, Bailén no era equiparable a Marengo. Poco importaba: “Ninguna victoria francesa resonó en Europa tanto como aquella derrota (…) España, armándose toda y rechazando la invasión con la espada y la tea, con la navaja, con las uñas y con los dientes, probaría, como dijo un francés, que los ejércitos sucumben, pero que las naciones son invencibles (p. 544).” La narración del intrigante Santorcaz –que igual estaba en el París revolucionario con Marchena que en la loma de Pratzen al lado del Emperador- incluía la gesta de Castaños y sus hombres entre los más gloriosos capítulos de las campañas napoleónicas (Ulm, Austerlitz) (pp. 459, 473, 474). Pero si Bailén valía todo un episodio era porque en esta batalla podía encontrarse el esfuerzo común de “la flor y la escoria de la nación (p. 498).” Qué distinta es la solución narrativa de los triunfos híbridos: o bien se resumen en una frase, caso de la victoria anglo-hispanoportuguesa de la Albuera reseñada en Cádiz; o bien el folletín, la tolstóiana historia pequeña (el feliz reencuentro de Araceli con su prometida), ocupa tanto espacio en la trama que la fuerza de acontecimientos históricos de la dimensión de los éxitos de Wellington en Ciudad Rodrigo y los Arapiles se diluye. 282 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas militares, congratulándose de aquel día que todos creían el primero de nuestro bienestar. Los hombres graves, los escritores y periodistas, rebosaban satisfacción, dando y admitiendo plácemes por la aparición de aquella gran aurora, de aquella luz nueva, de aquella felicidad desconocida que todos nombraban con el grito placentero de: “¡Las Cortes, las Cortes! 968 ” La palabra como epifanía del mundo re-creado. Y es que Cádiz es el punto de vista del sol en el relato galdosiano: gran aurora, luz nueva. Todo remite, como en la descripción de lo sublime natural de la bahía de Trafalgar 969 , a la luz de lo político. Aunque, en esta ocasión, se trata de una luz aún más clara: la luz de la fundación. Ninguna posee tanta fuerza 970 . El milagro de la transparencia que sucede al milagro del comienzo. El segundo momento de los orígenes. Cádiz es el único espacio de los Episodios en el que la acción de los muchos y su palabra 971 coinciden. Es decir, política del pueblo o irrupción del pueblo en la política; y no virtud, ni reserva de energía, ni sacrificio. La plena expresión de la dimensión política del actuar humano. Héroe es aquél que realiza grandes acciones y pronuncia hermosas palabras, le dijo el viejo Fénix a Aquiles 972 . B. Pérez Galdós, “Cádiz”, op. cit…, I, p. 866. Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli: el espectador y la nación.” 970 Después de la fundación, como dice Arendt, los acontecimientos van perdiendo, poco a poco, su capacidad para iluminar el tiempo histórico. Cfr. H. Arendt, La condición humana, op. cit…, p. 66. 971 Sobre la cuestión de la lengua del pueblo en Cádiz, cfr. el capítulo II de esta tesis. 972 Homero, Ilíada…, Canto IX, v. 433. 968 969 283 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CAPÍTULO VI. EL HEROÍSMO DE LA VIDA MODERNA: DAGUERROTIPOS DEL DESORDEN EN LA COMÉDIE HUMAINE “Ne méprisez rien, mais n´imitez rien de ce qui est passé avant nous: l´héroïsme n´a point de modèles” Saint-Just, Rapport sur la police général “l´héroïsme de la vie moderne nous entoure et nous presse (…) Celui-là sera le peintre, le vrai peintre, qui saura arracher à la vie actuelle son côté épique” Ch. Baudelaire, Salon de 1845 284 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas “Nunca se ha logrado que el Estado no estuviera más amenazado por los ciudadanos que por los enemigos y que quienes detentan su autoridad no temieran más a los primeros que a los segundos” Spinoza, Tratado Teológico-Político 6.1. De la problemática inscripción narrativa de los muchos “La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente 973 .” Una nueva experiencia del tiempo: un tiempo que no se piensa como continuación de un tiempo pasado, ni como anticipación de un tiempo por venir 974 . Un presente que sólo se deja afectar por el presente. Este tiempo sin asideros del tiempo encuentra en la multitud su carne misma. Un interrogante que fascina. Una oscura amalgama sin principio ni fin –¿cuáles son sus límites? Un enorme vientre del que emana todo –las clases y los hombres, las funciones y los oficios. Un peligro que viene de los nombres que la envuelven –número, muchos, masa… Un desorden del saber que Ch. Baudelaire, “Le peintre de la vie moderne”, Critique d´Art, Œuvres Complètes, II, Pléiade, Gallimard, Paris, p. 695. En esta cita y en el título mismo de la obra, Baudelaire se refiere a Balzac; quien, a su juicio, merece el honorable título de pintor –el verdadero pintor- de la vida moderna. 974 F. Proust, Kant. Le ton…., op. cit…, p. 17. 973 285 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas desemboca en desorden político. Un tema para el arte o, mejor dicho, un tema para la mitad del arte; porque la otra mitad, nos dice Baudelaire, es lo eterno, lo inmutable 975 . La naturaleza proteiforme 976 de la novela moderna se adaptaba perfectamente a esta doble exigencia, ya fuera necesario invadir otros géneros literarios –La Comédie lo hace desde su título y con su estructura en Scènes y Études- o tomar prestadas ciertas técnicas a otras artes como la pintura -le tableau de Paris 977 . El teatro, el ensayo, la pintura, resultaban útiles para captar las cosas eternas o, por lo menos, perdurables; pero… ¿cómo aprehender la contingencia? El pintor de la circunstancia es aquél que deja de serlo para convertirse en “observador, flâneur, filósofo”, el que abandona el arte grave para buscar un nuevo mediador entre él mismo y el mundo. Y como Balzac amaba todas las formas y las fuerzas de su época, terminaría por encontrarlo -según confesaba en una carta de agosto de 1822 a su hermana Laure Surville- en el invento que había asombrado a todos: “He visto el Diorama (…) Daguerre y Bouton han sorprendido a todo París; se han resuelto mil problemas desde que, ante una tela extendida, creemos estar en una iglesia a cien pasos de cada cosa. Es la maravilla del siglo, una conquista del hombre, que no esperaba en ningún caso 978 .” Idem. P. Ricoeur, Temps et récit. La configuration dans le récit de fiction, Seuil, Paris, 1984, p. 19. Por lo que se refiere específicamente a Balzac, cfr. C. Couleau-Maixent, Balzac. Le roman de l´autorité. Un discours auctorial entre sérieux et ironie, Honoré Champion, Paris, 2007, pp. 81 y 133. 977 Para un análisis de La Comédie como mosaico de géneros, cfr. E. R. Curtius, Balzac…, op. cit…, pp. 358 y ss. 978 H. Balzac, «Carta a Laure Surville », 20 de agosto de 1822, en Correspondance, I, Éditions Garnier Frères, Paris, 1960, p. 205. La cursiva es de Balzac. 975 976 286 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Esta conquista fue tan decisiva, que está en el origen de lo que Walter Benjamin 979 denominó literatura de carácter panorámico, cuyos primeros ejemplos fueron Le Livre des Cents-et-Un, Les Français peints-par-eux-mêmes, Le diable à Paris o La grande ville. En la década de 1830, Girardin llevaría estos trabajos de escritura colectiva al folletón y Balzac a la literatura. En efecto, Daguerre le brindó una intuición de La Comédie como totalidad con el diorama –reflejo de ello es el hecho de que se mencione esta novedad en Le Père Goriot 980 , primera materialización de la genial idea de los personajes recurrentes- y la forma acabada de su unidad mínima con el daguerrotipo. A partir de estos dos inventos, la Obra balzaciana en cuanto imagen se transforma, pidiendo ser leída de manera sinóptica y no como mera secuencia de narraciones separadas 981 . La novela ya no es el espejo stendhaliano, es la placa de metal sobre la que se va a “daguerrotipar 982 ” (Splendeurs et misères des courtisanes, 1845) la sociedad. Afortunadamente, la ciencia de Cuvier y de Saint-Hilaire 983 carecía de la vocación positivista de su continuadora del fin de siglo y dejó a Balzac el margen necesario para experimentar con esta técnica de investigación tan poco convencional y que, sin embargo, le W. Benjamin, Sobre la fotografía, Pre-Textos, Valencia, 2004, p. 112. H. Balzac, “Le Père Goriot”, op. cit…, III, pp. 91-2. 981 P. Ortel, La littérature à l´ère de la photographie. Enquête sur une révolution invisible, Éditions Jacqueline Chambon, Nîmes, 2002, p. 194. 982 El neologismo es del propio Balzac. Cfr. H. Balzac, “Splendeurs et misères des courtisanes », op. cit…, VI, p. 426. Encontramos el mismo instrumento –trasladando el eje de rotación de la novela a un arte de describir que se convierte en cosmovisión- y el mismo proyecto global –que de literario devino sociológico y político- en los inicios de la escuela realista española en la década de 1840. Autores como Ayguals de Izco o Antonio Flores conocieron, a través de una traducción editada en Barcelona, la obra teórica de Daguerre el mismo año de su publicación en Francia (1838). El impacto del descubrimiento fue tal, que sólo un año después de la aparición de Splendeurs et misères des courtisaines, en 1846, Antonio Flores declaraba, en el prefacio –igual que el novelista francés- de su novela Doce españoles de brocha gorda. Novela de costumbres contemporáneas, su idea a lo Balzac de « retratar la sociedad al daguerrotipo ». Es decir, el mismo instrumento y el mismo proyecto global. (Cfr. R. Sebold, En el principio del movimiento realista…, op. cit…, pp. 19 y 79). 983 Estos dos científicos, junto al frenólogo Gall o al fisonomista Lavater –entre otros- proporcionan a Balzac un sistema de interpretación, convirtiéndose en auténticos modelos. Cfr. H. Balzac, «Avant-Propos de la Comédie Humaine», op. cit…, I, pp. 7 y ss. 979 980 287 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas permitía respetar el principio de inducción propio del modelo científico de aquéllos. El daguerrotipo es la forma de la modernidad en La Comédie, el hilo que atraviesa la intriga narrativa, abriéndola hasta convertirla en infinita, en algo inacabado sin origen ni final. Este método de reproducción mecánica encerraba en su interior un ideal apropiado 984 a la naturaleza de su objeto: la masa colosal de la ciudad y la espuma que la baña –la foule. Balzacie es una sustancia que intenta acomodar su tamaño al de la conciencia individual, que se deja modelar por la cápsula narrativa que la actualiza. El daguerrotipo se revela, así, técnica reductora 985 de lo sublime. Y dado que lo propio de esta magnitud es ser absolutamente grande por toda comparación, y sólo puede encontrar en ella su medida 986 ; se impuso la necesidad de idear un artificio que transformara aquéllo que sólo podría ser pensado por la razón en algo que pudiera ser percibido por los sentidos. Esta función arroja nueva luz sobre los dispositivos ópticos que puntean casi todas las obras de Balzac. Las referencias a puertas, ventanas, parapetos, cristales, arcos, escaleras, torres de luz, claraboyas o juegos de perspectiva no sólo abren el mundo recreado a un au-delà de la diégesis 987 , sino que quedan activados como mecanismos de reproducción mecánica en sentido estricto, pues su encuadre no copia con exactitud la realidad, sino Ch. Baudelaire, “Salon de 1859”, op. cit…, p. 617. W. Benjamin, Sobre la fotografía…, op. cit., p. 18. 986 I. Kant, Crítica…, op. cit., 25, pp. 188 y 191. 987 B. Lyon-Caen, Balzac et La Comédie des Signes…, op. cit…, p. 33 y J. Starobinski, “Fênetres (De Rousseau a Baudelaire)”, en F. Guery, L´idée de la ville. Actes du Colloque International de Lyon, Éditions de Champ Vallon, Seyssel, 1984, p. 182. Esta apertura resulta especialmente interesante a la hora de analizar La Comédie como universo total y abierto al mismo tiempo; pues, gracias a esas vetas, se abren líneas imaginarias que permitirán el añadido de nuevas teselas al inmenso mosaico balzaciano. 984 985 288 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas que la redimensiona y, en ese sentido, la modifica; haciendo de ella algo aprehensible. Desde este punto de vista, el daguerrotipo es el espacio del devenir-sensible de la esencia inteligible y del devenir-pensamiento de la materialidad sensible 988 y, por ende, un elemento constituyente de la trama en cuanto forma de inscripción y de comprensión político-narrativa. En La Comédie, todo fuerza al pensamiento a pensar, todo lo pone en funcionamiento 989 . En la profusión de lo descrito, en la exaltación del decorado urbano, se revela una insospechada cualidad épica 990 que parte de la pintura realista de una ciudad bien definida para desembocar, como se verá, en una dimensión distinta, rayana en lo fantástico 991 . Cada tesela del mosaico es hipersignificativo y el zoom no hace más que potenciar, si cabe, sus significados. En este balzaciano ir a lo sublime por el detalle 992 , el fragmento pasa a ser metonimia del significado general de la ciudad. Y no hay contradicción estética porque, lo que recorta el objetivo –la parte-, acaba siendo pintura abstracta de un todo que excede a los sentidos y que sólo puede ser comprendido por la razón: la calle concreta o la esquina del boulevard encierran, en realidad, un resumen de París. Así ha de interpretarse el breve ensayo sobre topografía urbana de Ferragus, en el que Según J. Rancière, esta confluencia de la esencia tangible y la materialidad sensible es un rasgo característico del Romanticismo. Cfr. J. Rancière, Le partage du sensible. Esthétique et politique, La Fabrique-éditions, 2000, p. 70. 989 Platón, « República », Diálogos…, op. cit. , IV, libro VII, 523-525. 990 R. Callois, Le mythe et l´homme…, op. cit., p. 157. 991 P. Citron (idem, La poésie de Paris…, op. cit…, II, p. 228) asegura que, durante mucho tiempo, Balzac tuvo el sueño de convertirse en el poeta de lo fantástico de París. Desde mi punto de vista, lo consiguió en cierto sentido, ya que es uno de los autores que mejor ha sabido integrar elementos fantásticos en un marco realista y esta forma de lo fantástico contribuyó, en gran parte, a la elaboración teórica de la gran ciudad como escenario de la modernidad. 992 En esta manera de proceder, Balzac demuestra que, al contrario de lo que sostenía Baudelaire en el Salon de 1846 (idem, “Salon de 1846”, Critique.., op. cit…, p. 143) cabe llegar a lo sublime por el detalle. Claro que ello sólo es posible si pasamos, de la definición baudelairiana del detalle como contingencia no esencial, al concepto balzaciano del detalle como objeto de contemplación de una mirada inductiva que es capaz de recomponer el todo a partir de un fragmento. 988 289 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas las arterias parisinas tienen el rostro de los hombres que las habitan (calles nobles, simplemente honestas; calles asesinas, jóvenes, viejas; calles obreras, trabajadoras, mercantiles 993 ); o la alusión a la confluencia de la Rue de Bondy con la Rue des Mathurins du Temple -símbolo del abrazo de la Miseria y el Lujo- que se recoge en Le cousin Pons: “Estas dos callejuelas, así dispuestas, contienen una treintena de casas con seis o siete plantas, cuyos patios interiores, cuyos apartamentos contienen tiendas, industrias, fábricas de todo género. Es el faubourg SaintAntoine en miniatura. Aquí se hacen muebles, se cincela el latón, se arreglan vestidos para los teatros, se trabaja el cristal, se pintan las porcelanas, se fabrica, en fin, todas las fantasías y las variedades del artículo-París. Sucio y productivo como el comercio, este pasaje, siempre lleno de gente que viene y va, de carretas, de carromatos, es de un aspecto repugnante, y la población que allí bulle está en armonía con las cosas y los lugares. Es el pueblo de las fábricas 994 .” El objetivo demuestra también su mágico poder cuando fija su mirada sobre la carne de lo social. La imagen enfocada, en cuanto inscripción narrativa, salva –o, al menos, lo procura- tres abismos. El primero de ellos es el que plantea la distancia entre la estatura ideal del pueblo y su abrupta realidad. El cuerpo popular asusta por su tamaño y por su masa, es una violencia de la imaginación que siempre desborda a los ojos que se abren. Siempre lo sublime. Y, de no ser por el daguerrotipo, esas gigantescas figuras de San Pedro, que igual esperan en la sala del filantrópico Juez H. Balzac, «Ferragus », op. cit…, V, p. 793. Escribe Balzac: “En fin, las calles de París tienen cualidades humanas que nos transmiten ciertas ideas contra las que estamos sin defensa.” También cfr. P. Citron, La poésie de Paris…, op. cit…, I, p. 435. 994 H. Balzac, “Le Cousin Pons”, op. cit…, VII, p. 751. 993 290 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Popinot (L´Interdiction) que sueñan con la República de J-J. Rousseau (Les Paysans 995 ), alcanzarían proporciones aún mayores, miguelangelescas. ¿Qué impresión no causarían si la narración respetara su escala real? Esta capacidad del artefacto acalla algunos miedos, pero no todos; porque el daguerrotipo reduce, sí; pero no embellece, y ahí reside su sorprendente y cruel atractivo 996 . Los retratos individualizados de esos porteros, criados o parientes pobres –los Cibot de Le cousin Pons, el robespierriano Médal de Le théâtre comme il est, la gran Nanon de Eugénie Grandet, o la Cousine Bette 997 menguados conservan intacta su fealdad revolucionaria. La exposición de lo monstruoso rebajado a la medida de los sentidos es una pequeña revancha para una razón burguesa que, de un lado, encontraba en el número anónimo el límite al principio de individuación –es decir, su propio límite- y que, de otro, no podía entender el deseo de no ser oprimidos de los muchos. En suma, un último intento de presentar como naturaleza –el desorden físico, reflejo de un desorden mayor, es cuestión de genética o de raza-, lo que no es sino disposición de la carne de lo social. El ser-precisamente-así de los muchos es su manera de estar-entre-los-hombres, su acción; un movimiento intransitivo, un espectro que sólo puede ser “capturado por el daguerrotipo que lo para al pasar 998 , igual que las ideas, creaciones reales y actuantes, se imprimen en lo que hay que denominar atmósfera del mundo espiritual; allí producen efectos y viven espectralmente (porque es necesario forjar palabras para expresar fenómenos sin nombre) y, Idem, «L´interdiction », op. cit…, III, p. 437-8 e idem, “Les Paysans”, op. cit…, IX, p. 222. 996Cfr. W. Benjamin, op. cit…, pp. 112 y 129. 997 H. Balzac, «Le cousin Pons », op. cit…, VII, p. 634 Idem, “Le Théâtre comme il est”, op. cit…, p. 590, Idem, «Eugénie Grandet », op. cit…, III, p. 1042, Idem, «La cousine Bette », op. cit…, VII, p. 82 998 Esta cursiva es de la autora, la itálica del adverbio “espectralmente” pertenece al propio Balzac. 995 291 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas desde entonces, ciertas criaturas dotadas de facultades raras pueden percibir perfectamente estas formas o estos rastros de ideas 999 .” En este pasaje de reminiscencias platónicas de Le cousin Pons, descubrimos los mimbres de una nueva forma de la épica segunda: el tema (el espectro), la forma apropiada a su carácter (el daguerrotipo como arte de la contingencia) y la condición de posibilidad (el observador). ¿Qué mayor espectro que el pueblo? Un fantasma que vive espectralmente, sometido a la constante prueba de la indeterminación –en su nombre, en su definición, en sus límites. La placa de metal devuelve una imagen que no es la imagen trivial del Narciso baudelairiano 1000 , sino la de un misterio que está hecho del tejido de la resistencia. Una forma inédita de heroísmo que no se deja cegar por la gloria plena del relato. Aquí no encontramos, como en los Episodios, epifanía de un sujeto colectivo glorioso, esto es, una forma de lo sublime-terrible que desborda incluso el continente que pretende absorber el todo. El daguerrotipo, por el contrario, nos abre a otro encuentro con lo sublime, a la modesta lógica de lo fugaz y del choque 1001 . Y en el continuo entrecruzarse de presencias y de ausencias, en el fogonazo narrativo, se libera la fuerza inaudita de lo que no es más que presente, el torrente incontenible de los muchos. H. Balzac, “Le cousin Pons”, op. cit…, VII, p. 587. Ch. Baudelaire, “Salon de 1859”, Critique…, op. cit…, p. 617. 1001 B. Saint-Girons explica, de forma brillante, la compleja relación de lo sublime con el problema de la aparición, con la imposibilidad de su presencia sensible: “En este sentido, lo sublime tiene su origen no tanto en una epifanía, como en un acoplamiento sorprendente, que hace surgir el significante en lo real e, inversamente, lo real en el significante. Los términos y sus representaciones plásticas ya no están ligados a sus referentes y a sus significados por una relación exclusivamente convencional. Se establece, por el contrario, una fusión provisional.” Cfr. idem, Lo sublime, Antonio Machado Libros, Madrid, 2008, p. 282. 999 1000 292 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Este pueblo, que es pueblo en permanencia sin necesidad de levantar barricadas, se despliega en los meandros de lo cotidiano, en un espacio en el que nada es político y todo puede llegar a serlo. Cualquier brecha es buena para su aparición. Su manera de ofrecerse, de exponer su quién, no puede concebirse fuera de la gran ciudad 1002 ; porque sólo aquí, de un modo o de otro, todo está presente, incluidos los habitantes de las ciudades invisibles y los aún más extraños seres de las ciudades intermitentes. Y todas esas existencias flotantes, que nos rodean 1003 de un modo casi secreto, aparecen y desaparecen en el azar de experiencias posibles. No precisan, para surgir, más que la ocasión insospechada y la distancia –literalmente, el espacio- que crea esa criatura especialmente dotada –el espectador- de la que nos habla Balzac en su teoría del daguerrotipo. El pueblo contemplado desde lejos (Une double famille, Le colonel Chabert, Facino Cane, Ferragus, La fille aux yeux d´or, César Birotteau) no es sólo número y trabajo. Ha ascendido a la categoría de héroe, aunque su heroísmo sea mínimo, fugaz y fragmentario. Es la forma sin formas de un poder distinto del Poder. 6.2. L´enfer de l´être-ensemble En la cosmología hugoliana, el Océano es una fuerza cósmica 1004 radicalmente ajena al reino del hombre, su antagonista por excelencia. En Balzac, el Océano se halla en el principio de todas las cosas… humanas: “La Sociedad procede como el Océano, recupera su nivel y su aspecto tras un M. Abensour, “Walter Benjamin entre mélancolie et révolution. Passages Blanqui”, en H. Wismann, Walter Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 233. 1003 Ch. Baudelaire, “Le Salon 1845”, op. cit…, II, p. 407. 1004 P. Albouy, La création mythologique chez Victor Hugo, Libraire José Cortí, Paris, 1985, p. 343, también idem, Mitographies, op. cit…, p. 207 y M. Roman, Victor Hugo et le roman philosophique, Honoré Champion, Paris, 1999, p. 165. 1002 293 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas desastre, y borra su rastro por el movimiento de sus intereses devoradores 1005 .” De manera significativa, Balzac elige como metáfora abarcadora aquéllo que posee las cualidades de la multitud, de la carne de lo social. Su naturaleza es densa –sin llegar a la opacidad de lo compacto- y expansiva -rellena los vacíos, ocupa los espacios. Se divide ante el obstáculo y lo envuelve. Es una apariencia insondable 1006 , un medio en el que sumergirse; una forma sin formas que se adapta al continente y lo transforma: “París es el más delicioso de los monstruos (…) ¡Monstruo completo por otra parte! (…) Eh! ¿Y que vida activa siempre al monstruo? (…) Todas las puertas están entreabiertas, doblan sus goznes, como las membranas de un gran cangrejo, invisiblemente manejadas por treinta mil hombres y mujeres, de los que cada una y cada uno vive en seis pies cuadrados, y allí posee una cocina, un taller, una cama, unos niños, un jardín, donde no ve claro y debe ver todo. Las articulaciones crujen de manera insensible, el movimiento se comunica, la calle habla. A mediodía, el monstruo está vivo, las chimeneas echan humo, el monstruo come; después ruge, más tarde sus mil patas se agitan. ¡Hermoso espectáculo! 1007 ” Quien habla del Océano y de sus criaturas habla de metamorfosis 1008 y de aventura, de contingencia y de riesgo. De monstruosas maravillas 1009 . De lo político. De la ciudad. Esta masa irresistible que excede la imaginación, es choque con la vastedad; y, en su estructura, resulta perfectamente H. Balzac, “Une ténébreuse affaire”, op. cit…, VIII, p. 672 y también, idem, «La Maison du chat- qui-pelote », op. cit…, I, p. 19 e idem, «Modeste Mignon », op. cit…, I, p. 362 ; idem, «Autre étude de femme », op. cit…, III, p. 214. 1006 Así, podemos leer en Le Père Goriot: “Pero París es un verdadero océano. Lanzad la sonda, jamás conoceréis su profundidad.” Cfr. Idem, “Le Père Goriot”, op. cit…, III, p. 59. 1007 Idem, «Ferragus », op. cit..., V, p. 794. 1008 Idem, «L´Hôpital et le peuple », op. cit…, XII, p. 569. 1009 El pasaje de Ferragus de donde tomo esta idea merece ser reproducido: “Para los demás, París es siempre esta monstruosa maravilla, sorprendente ensamblaje de movimientos, de máquinas y de pensamientos, la ciudad de las cien mil novelas, la cabeza del mundo.” Idem, “Ferragus”, op. cit…, V, p. 795 y cfr. también ibidem, p. 794. 1005 294 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas equiparable a la experiencia de lo sublime natural que Kant elige como modelo en su Crítica del Juicio. Así lo demuestran las metáforas totales – la ya mencionada del océano, el torrente, la tempestad, el volcán 1010 - más habituales de lo que P. Citron denomina la poesía de París 1011 . Con todo, la inmensidad de este espacio urbano convertido en naturaleza caótica no basta; pues, como ya se ha dicho 1012 , sólo en el modo de pensar que pone sublimidad en la representación de esa inmensidad se encuentra lo sublime 1013 . Balzac abraza la ciudad sin abarcarla; y, en este gesto de placer negativo, acumula nuevas violencias para la imaginación en un esfuerzo por absorber –por reducir 1014 - París 1015 . Encontrará otra imagen –imposible en cuanto tal imagen-, la imagen de algo que sólo puede ser pensado por la razón, otra terribilitá de formas blandas que se superpone a la del Océano: “uno de Esta íntima conexión entre naturaleza y gran ciudad también ha sido estudiada por R. Caillois, cfr. idem, Le mythe et l´homme…, op. cit…, p. 157 y W. Benjamin, quien dio un paso más allá al recuperar una de las imágenes más potentes de la poesía de París, el volcán, para definir la ciudad como un espacio siempre en permanencia: “Paris es en el orden social lo que es el Vesubio en el geográfico. Una masa amenazante y peligrosa, un foco siempre activo de la revolución. Pero al igual que las pendientes del Vesubio se convirtieron en huertas paradisiacas gracias a las capas de lava que las cubrían, así florecen sobre la lava de las revoluciones, como en ningún otro lugar, el arte, la vida festiva y la moda.” Cfr. W. Benjamin, “Paris arcaico, catacumbas, demoliciones, ocaso de París”, Libro de los Pasajes…, op. cit…, p. 110. 1011 Se trata de uno de los ejemplos más fascinantes de la capacidad mito-poética de la literatura y P. Citron nos dice que una las notas fundamentales –verificada en un extensísimo y pormenorizado recorrido que va de Rousseau a Baudelaire- de esta poesía de París es la de presentarse como una suerte de realidad objetiva que el escritor desvela pero no inventa: su esencia está en el mismo espacio urbano y en todo lo que lo habita –los hombres y las cosas-, no en el acto creador (cfr. P. Citron, La poésie de Paris…, op. cit…, II, p. 357) Balzac contribuiría con entusiasmo a la articulación de este inmenso dispositivo de imágenes – de la naturaleza física y animal, de lo fantástico, del principio masculino y femenino-; de hecho, la redacción de La Comédie coincide con el momento de mayor brillantez de esta poesía: las décadas de 1830 y de 1840. 1012 Cfr. “El entusiasmo de Gabriel Araceli...” 1013 I. Kant, Crítica…, op. cit…, 23, p. 186. 1014 Desde este punto de vista, las metáforas mantienen la misma relación con lo sublime que los mecanismos de reproducción mecánica en general y el daguerrotipo en particular. 1015 La acumulación de metáforas globales que pretenden reducir la masa colosal de la ciudad es uno de los rasgos fundamentales de la tradición de la ya mencionada “poesía de París”. 1010 295 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas los espectáculos en los que se encuentra más espanto es, por cierto, el aspecto general de la población parisina, pueblo horrible de ver, macilento, amarillo, curtido (…) Pocas palabras bastarían para justificar fisiológicamente la tez casi infernal de las figuras parisinas, porque no sólo por divertimento París es denominado un infierno 1016 .” El comienzo de La fille aux yeux d´or. En este espacio, “los hombres viven tan apretados” que ya no se ven rostros, sino “máscaras: máscaras de debilidad, máscaras de fuerza, máscaras de miseria, máscaras de alegría, máscaras de hipocresía 1017 ” Y las máscaras no ocultan; al contrario, transparentan las relaciones: no hay espacio en el que cese la rivalidad. Al contrario de lo que dice A. Wurmser 1018 , nadie –ni siquiera los obreros en su terrible plural- queda aquí relegado a sus infiernos: no se puede salir del laberinto, pero se puede circular por él. En estas páginas balzacianas se intuye un intento de ofrecer una forma cristalizada que permitiera a la sociedad que se contemplaba en la imaginaria placa de metal un momento de autoanálisis –si se tratara de la segunda mitad del siglo XIX, podría hablarse de un momento sociológico. Así, este tableau de Paris, el más espectacular de cuantos podamos hallar en La Comédie, podría leerse como una especie de panorama cuyo pie sería “París, vista general, 1834 1019 ”, es decir, el París que ha hecho la Revolución H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1039. La cursiva es de la autora y, evidentemente, hace referencia al léxico de lo sublime. 1017 Idem. 1018 A. Wurmser, La Comédie inhumaine…, op. cit…, p. 769. A. Wurmser le pedía algo imposible a Balzac, que fuera Zola ni más ni menos. Por supuesto que no hay obreros conscientes y organizados en las novelas balzacianas y, por supuesto, el novelista expresaba en su literatura y en su vida un terrible miedo social ante la amenaza del número; pero eso no quiere decir que los muchos no arañen su espacio en la política del imaginario. Evidentemente, si leemos el incipit de La fille aux yeux d´or como metáfora del universo social de Balzacie, resulta evidente que, en este caso, el pueblo no sólo está, sino que existe en cuanto parte contada entre las partes de la ciudad. Sobre este litigio y la irrupción del número, cfr. los capítulos II y III de esta tesis. 1019 La descripción del infierno parisino nos sitúa en esa década de 1830, si bien el tiempo del relato nos lleva a 1815. 1016 296 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de Julio y las jornadas revolucionarias de 1831 (le Mardi gras, el eco de Lyon), de 1832 (la Saint-Merry) y 1834 (movilizaciones republicanas) 1020 . El curioso incipit nos adentra en una suerte de geografía moral que, de un lado, desafía la verticalidad del París físico –quienes habitan los subterráneos de aquélla ocupan los desvanes de éste 1021 - y, de otro, la explica, según nos dice Balzac al acabar su análisis de las fisonomías parisinas 1022 . El narrador comienza su itinerario por el estrato más profundo, “el mundo que no tiene nada 1023 ”. En el fondo de este fondo hallamos al “obrero, al proletario”, una fisonomía irreducible a su determinación en cuanto forma de vida colectiva y en cuanto forma de vida individual. La primera se hace imposible, en parte, por la formulación en singular del tema; y, en parte, por una interesante operación lingüística que también afecta a la segunda. Sólo se nos permite ver –es decir, en el texto sólo se dice de- las “manos sucias” del gigante popular, un engranaje que “tornea y dora las porcelanas, arregla los trajes y vestidos, rebaja el hierro, lija la madera, teje el acero, solidifica el cáñamo y el hilo, satina los bronces, festona el cristal, copia las flores, borda la lana, arregla los cabellos, trenza los arreos y trencillas, corta el cuero, pinta los coches, redondea los viejos olmos, vaporiza el algodón, azufra los tules, corroe el diamante, pule los metales, Para todas estas movilizaciones, cfr. “Le tournant de 1830…”, “Política del imaginario…” y “La escritura de la insurrección…”. 1021 En el conjunto de La Comédie suelen ser habituales las referencias al “trabajo” como cosa de las alturas del París físico. Cfr. H. Balzac, “Ferragus”, op. cit., V, p. 704 y también, idem, “César Birotteau”, op. cit…, 1022 «Esta vista del París moral prueba que el París físico no podría ser de otro modo.” H. Balzac, «La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1050. El contraste es tan grande que Balzac, en su descripción del tránsito del primer al segundo círculo, duda por un momento sobre cuál debe ser el sentido de su itinerario; pero, finalmente, se decanta por la ascensión. Cfr. Ibidem, p. 1044. 1023H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1041. 1020 297 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas transforma en hojas el mármol, lima las piedras, limpia el pensamiento, tinta, blanquea y tizna todo (…) 1024 ” ¿Qué pretende el autor con esta larguísima lista de verbos ? Evitar el nombre de los oficios. La sustantivación podría comportar un deslizamiento –nunca deseable- hacia la afirmación de una subjetividad individual o, más peligrosa, colectiva. Y cuando Balzac utiliza el mágico concepto de pueblo lo hace en su más bajo significado, como pueblo-enigma que se manifiesta en dos de sus muchas encarnaciones, la de la multitud parisina horrible de ver en su carne “macilenta, amarilla, curtida” y la del temible Vulcano popular –un cuerpo gigante y feo, monstruoso, un cuerpo que no es propiamente un cuerpo- que algún día transformará su trabajo cotidiano en energía revolucionaria 1025 . Desde luego, en esta sima, no detectamos el calor luminoso de la capa geológica inferior de la nacionalidad que Michelet ensalza en Le Peuple 1026 . Es la palanca que activa el mecanismo que deforma continuamente el rostro de la ciudad –todos esos edificios que se destruyen y se construyen sin parar-, borrando la memoria de lo antiguo e imposibilitando la conciencia de lo nuevo 1027 . ¿ Alguien podría compartir el espacio con semejante criatura ? Aquél que mejor se maneja en el Océano, el “Proteo de la civilización 1028 ”: le Idem. Ibidem, p. 1042. 1026 J. Michelet, Le Peuple, op. cit…, p. 141. 1027 A lo largo de La Comédie, Balzac repite su lamento por la desaparición del viejo París. Cfr. H. Balzac, “Les petits bourgeois”, VIII, op. cit…, p. 22 e idem, «Ferragus », op. cit…, V, p. 823. 1028 H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, p. 1044. Esta idea del hombre de la clase media como hombre líquido también se encuentra en la literatura española de la época, cfr. M. J. de Larra «El hombre-globo », Revista Española, nº 9, 9 de marzo de 1835, en E. de Ochoa, Apuntes para una Biblioteca de Autores Españoles, Baudry, Librería Europea, París, 1840, p. 250. 1024 1025 298 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas petit-boutiquier. No se trata, desde luego, de un tipo eterno, es una figura que lleva el sello de la Historia, del mundo post-revolucionario. Balzac lo presenta como especie evolucionada, un milagro –que sólo ocurre excepcionalmente- del azar que trasforma unas “manos sucias” en alguien que es “todo piernas”. Su movimiento no es el de la activación mecánica del obrero, es una cadencia sometida al tiempo y al espacio. La vida de la probidad, la vida normal: boutique, familia, Constitutionnel 1029 , Guardia Nacional, trabajo en el distrito, Ópera, pensamiento en el futuro y sueños con el siguiente nivel 1030 . Este anhelo nos conduce al segundo círculo, “el mundo que tiene algo 1031 ”: comerciantes al por mayor, empleados, gente de la pequeña banca, pasantes de los abogados y notarios. Son anatomías completas, con rostro, aunque sean rostros gastados, planos, cretinos. En este caso, los predicados – poner en la tienda los productos fabricados por los proletarios, extender las manos hasta Oriente, envolver al detalle París entero, aspirar al beneficio- no evitan una inquietante deriva de lo social: son meros desarrollos de la acción de un sujeto, la pequeña burguesía 1032 . El movimiento ascendente nos deja en el “vientre parisino”: abogados, médicos, notarios, banqueros, especuladores, magistrados. “Aquí se encuentran todavía más causas para la destrucción física y moral que en cualquier otro lugar. Estas gentes viven, casi todas, en infectos estudios, en salas de audiencias apestosas (…) No existe ningún misterio para ellos, ven Se trata del periódico de la burguesía. En este caso, Balzac hace una alusión irónica a esta lectura como proyección de los deseos del petit-boutiquier. 1030 H. Balzac, «La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, pp. 1042-1044. 1031 Ibidem, p. 1044. 1032 Ibidem, p. 1045. 1029 299 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas el reverso de la sociedad de la que son confesores, y la desprecian 1033 .” El interés de este círculo se comprende mejor cuando el sentido del viaje es descendente. Encima del vientre, la cabeza, el mundo artista. Aquí ni brazos, ni piernas, ni esqueletos encorvados por el peso de los affaires: rostros bellos, geniales, incomprendidos, que han cometido el error de sustituir la emulación por la competencia 1034 . Y, en las regiones más áureas, en el espacio purificado, ni trabajos ni penas. L´ennui. Los ricos 1035 . No hace falta decir más. 6.3. Las Katábasis de La Comédie Humaine Ibidem, pp. 1046-7. La cursiva es de la autora. Ibidem, p. 1049. 1035Ibidem, p. 1050. 1033 1034 300 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El infierno de La fille aux yeux d´or puede evocar a Dante por su fuerza poética, por su distribución en círculos y, evidentemente, por la mención expresa que se hace en el texto 1036 ; sin embargo, la idea del infierno como metáfora total del vivir-entre-los-hombres, como reino estrictamente terrenal, como análisis de una naturaleza humana que se afirma como permanente, tiene menos de dantesco que de maquiaveliano 1037 . El adjetivo Humaine lo cambia todo. En las líneas finales de Une passion dans le désert, el novelista define el desierto de una forma verdaderamente hermosa: “c´est Dieu sans les hommes 1038 ”. El exacto opuesto de ese París, tan suyo, que son los hombres sin Dios 1039 . El espectáculo del orgullo, del odio, de la violencia, de la lujuria o de la impotencia de la virtud y de la verdad no le provocan la menor indignación. Como el viejo florentino, Balzac escribe de 1040 la ciudad sin preocuparse por el cielo. Pero es que, además, en la novela-siglo, el sentido específico del inframundo como otro mundo, como reino del subsuelo habitado por las criaturas más extrañas –el proletario, el obrero, ese número tan líquido como el dinero- y el significado del viaje como experiencia del conocimiento para el aquí y el ahora, está más relacionado con Odiseo que con Dante 1041 . Y no sólo eso, la cuestión homérica se vincula de un modo Ibidem, p. 1047. M. Merleau-Ponty, «Note sur Machiavel », Éloge de la Philosophie, Folio, Gallimard, Paris, 1953 y 1960, p. 288. 1038 H. Balzac, “Une passion dans le désert”, op. cit…, VIII, p. 1232. 1039 La presencia del Mal no hace sino crecer en La Comédie; un mal que se define como fuerza plenamente humana, destructiva y consciente de su poder. Para un análisis sobre esta cuestión, cfr. M. Milner, Le diable dans la littérature française. De Cazotte à Baudelaire. 1772-1861, Librairie José Cortí, Paris, 2007. 1040 Sobre el uso de esta proposición, cfr. “La escritura de la insurrección…” 1041 En ningún caso pretendo negar la doble conexión con La Comédie, ni el nexo que el propio Balzac establece entre Dante y Homero. Cfr. H. Balzac, “Préface à Les 1036 1037 301 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas sutil con una parte importante de las estructuras profundas del dispositivo mítico de la La Comédie en cuanto obra inscrita en la Weltanschauung romántica 1042 . Nada más parecido al inmenso Océano de la Odisea que la modernidad interpretada a la luz del Romanticismo. El más racional de los modos de producción, el capitalismo, había hecho saltar por los aires las estructuras tradicionales y, lejos de cerrarse a otras formas de inteligibilidad, había descubierto su propia dimensión mítica 1043 . El siglo era el precipitado de un conjunto de fuerzas –el industrialismo, la abstracción racionalista, la aceleración de los tiempos, la cuantificación, la mecanización de la vida, el désenchentement 1044 - tan enigmáticas como el designio de lo dioses a los ojos de Odiseo. Un mundo lleno de monstruos tan temibles como Escila y Caribdis: el Estado –un gigante viejo con un cuerpo nuevo-, la gran ciudad, la multitud. La metáfora escogida para definir esta época no es inocente; Parents Pauvres”, “La Cousine Bette”, op. cit..., VII, p. 53. Para la referencia explícita a Dante en la propia descripción del infierno, también cfr. idem, «La fille aux yeux d´or », op. cit.., V, p. 1047. 1042 Por supuesto, entiendo esta Weltanschauung –visión del mundo, estructura mental colectiva- como crítica de la modernidad (cfr. M. Löwy y M. Blechmann, “Qu´est-ce que le romantisme révolutionnaire ?”, en VVAA, Le Romantisme révolutionnaire, Europe, 338, avril, 2004 y también M. Löwy y R. Sayre, Révolte et mélancolie. Le romantisme à contre-courant de la mondernité, Payot, Paris, 1992, pp. 25 y ss. ). Esta crítica recorre La Comédie como conjunto, si bien podrían señalarse algunos títulos especialmente significativos: La Maison Nucingen, L´illustre Gaudissart, Le cousin Pons o Les employés. 1043 Escribe W. Benjamin: “El capitalismo fue una manifestación de la naturaleza con la que le sobrevino un nuevo sueño onírico a Europa y, con él, una reactivación de las energías míticas”. Idem, Libro de los Pasajes…, op. cit…, p. 396. 1044 El poeta alemán H. Heine -que acuñó el concepto de modernidad (1826)- veía en todos estos fenómenos la pérdida de la interioridad romántica y de las grandes tradiciones y, lo que era mucho peor, la “victoria de los ingleses”. Cfr. A. Betz, “Marchandise et modernité. Notes sur Heine et Benjamin”, en H. Wismann, Walter Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 156. 302 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas pues, de todas los espacios imaginarios del mundo heleno, el Océano es el peor integrado en el cosmos 1045 . La fuerza de los vientos y de las corrientes hacía imposible un heroísmo hecho del tejido de la cólera; a lo sumo, una forma de resistencia que fuera blanda y voluble: Odiseo. El XIX había hecho una primera aproximación a esta figura con el héroe mediocre a lo Scott; pero, a Waverley, o bien le faltaban algunos rasgos esenciales, o bien sólo los poseía en germen. A saber, el viaje como destino, la experiencia del instante, el deseo de ver todo y de ser Nadie y también una curiosidad adecuada a ese doble deseo. La década de 1830 asistirá al nacimiento de un nuevo Odiseo – el flâneur- y Balzac será uno de los primeros 1046 en dar cuerpo heroico a esta figura que, como el Facino Cane de la novela epónima, “encerraba en sí mismo una Odisea condenada al olvido 1047 .” El flâneur es, como ya se ha dicho 1048 , una figura del umbral 1049 . Siempre está en la orilla –de la gran ciudad, de la clase burguesa- y en ninguna parte se siente en casa. Es el ojo de La Comédie y no resulta extraño tropezarse con él en los incipit balzacianos. Y si está ahí no es sólo porque las primeras páginas de una obra sean un lugar estratégico de la estructura narrativa; sino también porque el comienzo posee, de forma invariable, un enorme contenido metafórico que, desde la óptica arendtiana que aquí se H. Blumenberg, Trabajo…, op. cit..., p. 39. Junto a E. Allan Poe, con su cuento “El hombre de la multitud”. K. Stierle señala la evidente conexión que existe entre el Facino Cane balzaciano y este cuento del escritor americano. K. Stierle, La capitale des signes. Paris et son discours, Éditions de la Maison des sciences de l´homme Paris, 2001, p. 347. 1047 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1023. 1048 Cfr “El entusiasmo de Gabriel Araceli…” 1049 W. Benjamin, “Paris, capital del siglo XIX”, Libro de los Pasajes, op. cit…, , p. 45. 1045 1046 303 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas defiende, acaba por definirse como político: es la apertura al mundo recreado y no puede extrañar que, justamente en ese lugar, se ubique quien viene a completar el mundo, quien crea la distancia que lo hace posible 1050 . Desde su inscripción narrativa, el flâneur es más que un punto de vista, es una perspectiva. Balzac recurrió a este personaje, no tanto para comprender y hacer comprender la realidad, cuanto para expresar el interrogante que la realidad le suscitaba. Al extremo de que cuando Balzac decida representarse a sí mismo –con la desnudez de los datos biográficos del Honoré de 20 años que vivía cerca de la Biblioteca del Arsenal 1051 - en Facino Cane 1052 (1836) se decantará por esta figura. El comienzo de esta novela es un breve ensayo sobre la flânerie. La observación, nos dice el narrador, es una ciencia, sí; pero una ciencia ligera, un divertimento hermético 1053 que se abandona a voluntad 1054 , que se aprende fuera del tiempo –el escritor ha de interrumpir el ritmo cotidiano de sus estudios para adquirir esta pasión “¿que no era acaso también una forma de estudio?”- y que mantiene una peculiar tensión con el espacio. París es su medio, pero no es un medio definido, concreto; es blando y líquido. De hecho, el flâneur realiza sus viajes –aunque, en realidad, se trata siempre del mismo viaje- bajo el signo protector del Océano. Penetra en las vías subterráneas para volver a alcanzar las aguas de manantial del boulevard o el L. Frappier-Mazur, L´expression métaphorique…, op. cit., p. 76. G. Robb, Balzac. A biography, Picador, London, 1994, pp. 48 y ss. 1052 H. Balzac, «Facino Cane », op. cit…., VI, p. 1019. 1053 El carácter ligero de la flânerie remite también a la Odisea, por cuanto Hermes es una potencia de visión que no se toma en serio ni a sí mismo, ni a los demás dioses, ni a los hombres. Además, es el arquetipo de Odiseo. 1054 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit..., VI, p. 1020. W. Benjamin critica duramente a quienes arrebatan al flâneur esta ligereza para convertirlo en una figura de la racionalidad. Cfr. W. Benjamin, Libro…, op. cit., p. 434. 1050 1051 304 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas líquido cenagoso de la calle estrecha 1055 . Se sumerge sin cuidado en esa sustancia primordial y queda transformado -y, en cierto sentido, purificadopor ella. Su paso es el caminar lento de la tortuga 1056 , el ritmo que le permite detenerse unos instantes, experimentar un sentimiento de dolor 1057 -una suspensión momentánea de las facultades vitales- ante el espectáculo sublime de la ciudad: “(…) yo iba a observar las costumbres del faubourg, sus habitantes y sus caracteres. Tan mal vestido como los obreros, indiferente al decorum, no los ponía en guardia contra mí; podía mezclarme con sus grupos, ver cómo concluían sus negocios o discutían sobre la hora en la que dejaban el trabajo (...) Escuchando a estas gentes, podía abrazar su vida, sentía sus andrajos sobre la espalda, ponía los pies en sus zapatos agujereados; sus deseos, sus necesidades, todo pasaba a mi alma, o mi alma pasaba a la suya. Era el sueño de un hombre despierto. Me irritaba con ellos contra los jefes de taller que los tiranizaban, o contra las malas prácticas que les hacían volver varias veces sin que fueran pagados. Abandonar sus costumbres, convertirse en cualquiera por la ebriedad de las facultades morales, y jugar este juego a voluntad, ésa era mi distracción 1058 .” Lentitud, dolor y sublimidad definen la mirada del flâneur. Y su sublimidad es fecunda porque comporta un regreso al yo, al dolor de ser y de ser limitado; incluso podríamos decir que, de algún modo, responde a cierto ansia por la forma sensible, a cierta nostalgia de lo bello. Su ojo posee, además, las ventajas de los mecanismos de reproducción mecánica y ninguno de sus inconvenientes. Prescinde de la instantaneidad terrible del De estos trayectos balzacianos entre las profundidades y la superficie del océano parisino, hallamos eco preciso en Baudelaire: “El espectáculo de la vida elegante, y los millares de existencias flotantes que circulan en los subterráneos de una gran ciudad.” Cfr. Ch. Baudelaire, “Salon de 1846”…, op. cit…, p. 495. 1056 Para dar idea de la cadencia de la flânerie, W. Benjamin recoge una nota en la que se da testimonio de la moda de los flâneurs de pasear con sus tortugas como si se tratara de una mascota al uso. Cfr. W. Benjamin, Libro…, op. cit., p. 446. 1057 I. Kant, Crítica…, 23, p. 184 y 27, p. 202 y R. Clewis, The Kantian sublime…, op. cit…, p. 35. 1058 H. Balzac, «Facino Cane », op. cit…, VI, p. 1020. 1055 305 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas objetivo a la hora de fijar el movimiento de la fantasmagoría urbana: le basta con su propia pausa. Elige entre la multiplicidad de lo real y recorta, pacientemente –y en esta calma ostentatoria hay un gesto artístico y político 1059 -, el fragmento significativo hasta reducir lo colosal a la medida de los sentidos; como si la generalización abstracta a que tiende lo sublime pudiera ser compensada por un aumento en la densidad del objeto de contemplación 1060 . El detalle es una caída de categoría estética, pero una caída necesaria, casi obligada: ¿de qué otro modo se puede intentar aprehender lo que violenta la imaginación? Ahora bien, esta concesión a las exigencias de lo sensible no lleva al paseante a entregarse al espejismo de la superficie –que es algo muy distinto de la apariencia-: pretende adentrarse en sus misterios. La mirada del solitario es una mirada inductiva 1061 que recompone la totalidad de la ciudad a partir du choix du petit; un ojo espía que busca en las capas exteriores las profundidades de lo real 1062 : “La observación se había La pausa es protesta contra los procesos de aceleración y de cuantificación –en última instancia, de proletarización- de la vida en la modernidad. Cfr. S. BuckMorss, “Le flâneur, l´homme-sandwich et la prostituée: politique de la flânerie”, en H. Wismann, Walter Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 398. 1060 D. Peyrache-Leborgne, La poétique du sublime…, op. cit…, p. 436. 1061 Este tipo de mirada ha de concebirse como disposición analítica primera del flâneur, cfr. B. Doherty, “The colportage phenomenon of space and the place of montage in the Arcades Project”, en B. Hanssen (ed), Walter Benjamin and the Arcades Project, Continuum, London-New York, 2066, p. 87 y también K. Stierle, Paris…, op. cit…, p. 215. Además, este ojo artista nos permite penetrar el sentido general del realismo balzaciano, que responde a un efecto de composición. Para un análisis in extenso de esta cuestión, cfr. P. Tacussel, Mythologie des formes sociales. Balzac et les saint-simoniens ou le destin de la modernité, Méridiens Klincksieck, Paris, 1995, pp. 139 y ss. 1062 La apariencia balzaciana tiene una profundidad que no encontraremos en la literatura –con Flaubert a la cabeza- posterior a 1848. Y su profundidad es de tal naturaleza, que llevó a R. Barthes a afirmar que la realidad balzaciana carecía, precisamente, de superficie. Desde luego, no comparto la tesis de este autor, pues resulta evidente que existe toda una poética de las apariencias –de la que la 1059 306 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas convertido en mí en algo intuitivo, penetraba el alma sin despreciar el cuerpo; o, más bien, captaba tan bien los detalles exteriores, que iba más allá 1063 .” El flâneur es el hombre que todo lo ve, como Odiseo. Nada escapa a su curiosidad 1064 . Es el único que, en un mundo desencantado, no desea curarse de lo sublime; sencillamente, se abre a su herida. Persigue la ciudad en un empeño inútil de dominarla mentalmente 1065 : no le queda otra defensa. Y los estímulos –internos y externos- son tantos. Porque lo maravilloso est partout; sólo que esta atmósfera no es la Stimmung que determina el tono de una época, es el color del instante y sólo la conciencia intensificada del flâneur es capaz de advertir el milagro 1066 . Y como los milagros traspasan cualquier barrera, el ojo de La Comédie funciona como una especie de proyector humano, pues está ahí para ver y para hacer ver. Es un escorzo de la novela que, al contrario de lo que ocurría con el Araceli-espectador de Trafalgar, delega en el lector el esfuerzo, el trabajo serio de la interpretación y el análisis. La división de tareas convierte a su mise en cadre en un espacio de signos, un interrogante, una apertura que multiplica su densidad y su significado cuando la mirada es la del propio Balzac: literatura panorámica y los significados y usos del daguerrotipo son tan sólo una parte- en Balzac, como se muestra en esta tesis doctoral. Para un estudio más pormenorizado de esta cuestión, cfr. B. Lyon-Caen, Balzac et La Comédie des signes. Essai sur une expérience de pensée, Presses Universitaries de Vincennes, Saint-Denis, 2006, pp. 146 y ss. 1063 H. Balzac, «Facino Cane », op. cit…, VI, p. 1019. 1064 Idem, «Une double famille », op. cit., II, p. 77 ; idem, «Physiologie du mariage », op. cit…, XI, p. 930 ; idem, «L´Hôpital et le peuple », op. cit…, XII, p. 569. 1065 En esta vida de la gran ciudad como vida del espíritu, Balzac anuncia a Simmel, por eso sorprende que este autor ni siquiera haga una mención expresa al creador de La Comédie en su, de otro lado, maravilloso ensayo “Las grandes ciudades y la vida del espíritu”. Cfr. G. Simmel, Philosophie de la modernité, Payot, Paris, pp. 169 y ss. 1066 Baudelaire llama la atención sobre la invisibilidad de este milagro. Cfr. Ch. Baudelaire, “Salon de 1846”…, op. cit…, p. 496. 307 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas “Cuando, entre las once y las doce de la noche, me encontré a un obrero y su mujer regresando del Ambigu-Comique, me divertí siguiéndoles desde el bulevar del Pont-aux-Choux hasta el boulevard Beaumarchais. Estas buenas gentes hablaban, sobre todo, de la pieza que habían visto; de un tema a otro, trataban de sus asuntos; la madre llevaba a su hijo de la mano, sin escuchar ni sus quejas ni sus demandas; los dos esposos contaban el dinero que les sería pagado al día siguiente, lo gastaban de veinte maneras distintas (…) La imaginación no llegaría nunca a la verdad que allí se oculta y que nadie podía llegar a descubrir; es necesario descender demasiado abajo para encontrar estas admirables escenas trágicas o cómicas 1067 .” La lectura de este pasaje demuestra que el Océano parisino no privó a Balzac del peor y más fascinante de los viajes de Odiseo: la katábasis 1068 , la bajada al Hades. Para gozar de esta aventura, nos dice el autor, “es necesario descender demasiado abajo”, al reino del proletario y del obrero, al fondo del fondo de ese primer círculo del infierno parisino de La fille aux yeux d´or. Cuando el flâneur llega al inframundo, no lo iluminan hogueras ni luces, domina el olor penetrante de los espectros; y, al contrario de lo que le sucede a Odiseo, el viajero de la modernidad no pierde ni por un instante su poder de visión. Es más, esta peripecia es, sobre todo, experiencia de la mirada, una experiencia que lo distingue de la mayoría de quienes habitan la ciudad: sólo él es capaz de ver a los otros estando aún entre los vivos 1069 . En Facino Cane, la bajada al nivel inferior desemboca en el faubourg Saint-Antoine 1070 . El tránsito del héroe por este lugar oscila entre la H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1019-1020. La cursiva es de la autora. Para un estudio de las katábasis, cfr. José Luis Calvo Martínez, “The katábasis of the hero”, en Vinciane Pirenne-Delforge y Emilio Suárez de la Torre (eds), Héros et héroïnes dans les mythes et les cultes grecs, Centre International d´Étude de la Religion Grecque Antigue, Liège, 2000, pp. 67 y ss. Agradezco a Marco Santamaría esta referencia. 1069 H. Balzac, “Code des gens hônnetes », Œuvres…, op. cit, II, p. 200 y Homero, Odisea, XI, 155-6, Gredos, Madrid, 1989. 1070 Es, como ya se dijo, el barrio del artesanado parisino. 1067 1068 308 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas fascinación y el espanto; se comprende que la estancia sea tan breve: el tiempo necesario para detener el movimiento de los espectros de ochenta obreros endomingados que “bailaban [con los rostros inflamados] como si el mundo se fuera a acabar 1071 .” El flâneur balzaciano no busca en este lugar remoto a un terrible animal mitológico –Herakles- ni pretende rescatar a la mujer que ama –Orfeo-; persigue el conocimiento –Odiseo- de su destino como mortal allí donde la vida es sólo una vida a medias, una vida de fantasmagoría: “Sabed solamente que, desde esa época, había analizado los elementos de esta masa heterogénea llamada pueblo, que lo había analizado a fin de poder evaluar sus cualidades buenas o malas. Yo ya sabía de qué utilidad podría resultar este faubourg, este seminario de revoluciones 1072 .” La katábasis de esta novela se cierra de un modo grandioso con el encuentro entre el narrador y un músico italiano ciego llamado Facino Cane, a quien Balzac compara con el “Segundo Homero”, aunque más parece un tercero ¿un poeta de la modernidad?- de lo viejo y cansado que está 1073 . El descenso de esta Scène de la Vie Parisienne es lo más parecido a una experiencia plena del Hades para el flâneur. Su peculiar indecisión 1074 le hace preferir la orilla, de ahí que resulte menos extraño sorprenderlo en la antesala del inframundo: la tierra de los cimerios 1075 , el país de la bruma perpetua, “la H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit..., VI, p. 1021. Resulta especialmente significativo el paralelismo entre esta katábasis y el carnaval, dos momentos en los que el curso normal de la existencia se suspende y se desafían las jerarquías impuestas por la condición, el empleo, la fortuna ; como si esa otra vida tuviera un fondo de autenticidad que no alcanza la vida ordinaria y en ella descubriéramos que es mejor ser un tete que el más grande de los héroes o que el principio de la risa iguala a los hombres. Cfr. M. Bakthine, L´oeuvre de François Rabelais..., op. cit…, pp. 16 y ss y Homero, Odisea, op. cit..., 1072 H. Balzac, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1020. 1073 Ibidem, pp. 1022-1023. 1074 W. Benjamin, El Libro…, op. cit., p. 430. 1075 Homero, Odisea, op. cit…, XI, 14-19. 1071 309 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas ciudad del dolor 1076 ”, el lugar en el que “dos tercios de la población carece de madera en invierno, aquél que arroja al mayor número de críos a la torre de los Enfants trouvés, el mayor número de enfermos al Hôtel-Dieu, el mayor número de mendigos a las calles, que envía el mayor número de traperos a las esquinas, el mayor número de ancianos sufrientes a los muros (…), el mayor número de obreros sin trabajo a las plazas, el mayor número de reos a la Policía correccional. En medio de esta calle siempre húmeda, cuyo arroyo echa al Sena las aguas negras de algunas tintorerías, hay una vieja casa… 1077 ” Es una ciudad hundida bajo el mar. Gracias a la información proporcionada en La fille aux yeux d´or 1078 , sabemos que esta geografía del límite se sitúa en el fondo del fondo del París moral. Pero, como país de los confines, carece de coordenadas precisas: el nuevo Odiseo encuentra la misma niebla y la misma miseria en la Rue du Fouarre 1079 –la calle más sucia del barrio más pobre-, en el Tourniquet SaintJean 1080 , en el camino secreto que une al faubourg Saint-Antoine con el faubourg Saint-Marceau 1081 , el espacio neutro entre la cancela sur del Luxemburgo y la cancela norte del Observatorio 1082 , la sucia y productiva Rue Mathurins-du-Temple, el faubourg du Temple repleto de fábricas 1083 o las casas cenagosas de la Rue de la Perle 1084 . Pocos como Balzac poseen el secreto Balzac toma prestada la expresión del primer terceto del Canto III de La Divina Comedia de Dante Cfr. H. Balzac, “Facino Cane”, “Notes et variantes”, op. cit…, VI, p. 1538; idem, “Facino Cane”, op. cit…, VI, p. 1020 y también idem, “Ferragus”, op. cit…, V, p. 889. 1077 H. Balzac, “L´Interdiction”, op. cit..., III, p. 427. 1078 Cfr. “L´enfer de l´être-ensemble” en este mismo capítulo. 1079 Idem. 1080 H. Balzac, «Une double famille », op. cit…, II, p. 20 ; idem, «Les petits bourgeois », op. cit…, VIII, p. 22. 1081 H. Balzac, “L´envers de l´histoire contemporaine”, op. cit…, VIII, p. 218. Como ya dije, el faubourg Saint-Marceau era el barrio más pobre de París. Para dar una idea de su significado, baste apuntar que es el barrio del crimen en Les Misérables. 1082 H. Balzac, «Ferragus », op. cit…, VI, p. 901. 1083 Idem, “César Birotteau”, op. cit…, 1084 Idem, «Le cousin Pons», op. cit…, VII, pp. 751 y 633. 1076 310 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de presentar cosas horribles mediante una oscuridad acertada 1085 y, casi sin quererlo, el escritor nos lleva otra vez a lo sublime; porque, donde todo es confuso y lóbrego, no se puede componer una imagen. Si el lector aspira a tener –por imposibilidad de aprehensión sensibleuna comprensión global de esta geografía esquiva y fragmentaria, ha de acercarse a La Comédie con un ojo sinóptico; sólo entonces descubrirá un auténtico tratado general sobre las calidades líquidas de la Estigia parisina: el universo verbal (los hombres y las cosas bullen, se evaporan, se expanden, hierven, flotan 1086 ), el intenso cromatismo de las descripciones (la pegajosa pátina de barniz que deja el contacto con la miseria, el amarillo intenso de los rostros de la resistencia, el negro húmedo de las habitaciones campesinas, el verde acuoso que impregna casi todo 1087 ), la densidad de atmósferas (el olor penetrante de los espectros, los escalones encenagados por las enseñas de los oficios, la falta de aire en las casas de los obreros, la espesura hedionda de los lugares mal ventilados, la extraña humedad de los cuerpos apretados, el vapor que emana la carne acumulada 1088 ), las metáforas del movimiento y las realidades físicas (la formidable tempestad de las jornadas de julio de 1830, la tempestad de intereses de la ciudad, los torrentes, los ríos, los subterráneos, el fango 1089 ). De acuerdo con E. Burke, la oscuridad se cuenta entre las fuentes de lo sublime y por lo que se refiere a la específica oscuridad acertada es Milton –un poeta ciegoel mejor precedente de Balzac. Cfr. E. Burke, De lo sublime…., op. cit…, pp. 88 y ss. 1086 H. Balzac, “Ferragus”, op. cit…, p. 794 y también idem, “La fille aux yeux d´or”, op. cit…, V, p. 1040. 1087 Idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 436; idem, “Pierrette”, op. cit…, IV, p. 41. 1088 Idem, «Ferragus », op. cit…, p. 867; idem, “L´interdiction”, op. cit…, III, p. 436 y 438. 1089 H. Balzac, “Splendeurs et misères des courtisanes”, op. cit…, VI, p. 699 ; idem, «La fille aux yeux d´or », op. cit…, V, pp. 1039, 1050 ; idem, « Ferragus », op. cit…, pp. 816 y 901. 1085 311 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Lo propio de este sistema de cavernas es oponer una suerte de transparencia opaca a su interpretación; un tipo de transparencia que, como corresponde a lo que violenta a la imaginación, debe más a la mirada del observador, que al modo de aparición de los espectros. En efecto, los cimerios se ofrecen; surgen como en el vacío, sin asideros, desgajados de esa trabazón balzaciana entre los seres y el mundo material que tan bien analiza Auerbach 1090 en el capítulo de Mimesis que dedica a la descripción de la pensión Vauquer 1091 (Le Père Goriot). Su vulcanización es el recuerdo de una vida anterior que no ha sido capturada por el daguerrotipo. Son profundos y silenciosos 1092 , como el Océano, como las sirenas de Kafka. Irrumpen en el presente desde el presente. Y su heroísmo es un heorísmo sin atributos, sin marcas. El simbolismo involuntario –y político- de sus cuerpos desnudos y de sus andrajos golpea al flâneur, y de paso al lector, con la fuerza de lo sublime: “Aquí la rugosa figura de un anciano austero de barba blanca, de cráneo apostólico, ofrecía un completo San Pedro. Su pecho, descubierto en parte, dejaba ver unos músculos prominentes, indicio de un temperamento de bronce que le había servido de punto de apoyo para sostener todo un poema de desdichas. Allí una mujer joven daba de amamantar a su hijo pequeño para que no llorara, La descripción de este lugar es uno de los ejercicios literarios más espectculares de toda La Comédie y en la minuciosidad de este trabajo se puede entender bien la especial densidad del mundo material en Balzac: es mucho más que efecto de lo real, es creación de lo real. Cfr. E. Auerbach, Mimesis, FCE, México, 1996, pp. 445 y ss. P. Citati también define La Comédie como un universo de muebles, vestidos, casas… , llegando a hablar incluso del “triunfo de los objetos, que encuentran un relieve casi heroico” (P. Citati, El mal absoluto. En el corazón de la novela del siglo XIX, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Madrid, 2006, p. 115). Como se sostiene en el cuerpo del texto, el número balzaciano es la excepción: su vínculo con lo material es su carne misma. 1091 Este discreto rincón del quartier Latin –rue Neuve-Sainte-Geneviève- es una suerte de pequeño mundo a escala.. En esta “honrada” casa burguesa “para los dos sexos y otros” , Mme Vauquer acoge todo un mosaico de especies sociales: la vencida generación de los padres que ha hecho la gran Revolución (Goriot), la juventud que aún tiene sueños (Rastignac), el crimen y la révolte (Vautrin ), la burocracia (Poiret), la condición femenina desheredada (la viuda Couture y su sobrina Mlle Taillefer). 1092 El Hades se caracteriza por la ausencia del logos y de la risa. J. Bremmer, El concepto de alma en la antigua Grecia, Siruela, Madrid, 2002, pp. 69-70. 1090 312 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas teniendo otro, de alrededor de cinco años, entre sus rodillas. La blancura de su seno destacaba entre sus andrajos, y este niño de carnes transparentes, y su hermano, cuya pose revelaba un futuro de pilluelo (…) También se encontraba allí el obrero joven, débil, perezoso, cuyo ojo pleno de inteligencia anunciaba altas facultades oprimidas por necesidades combatidas en vano, callándose sobre sus sufrimientos, y a punto de morir por no encontrar la ocasión de saltar las barreras del inmenso vivero en el que se agitan esas miserias que se entre-devoran 1093 .” El carácter pleno de esta aparición obliga al Odiseo de la modernidad a mantener cierta distancia; y, al mismo tiempo, es su mirada desde el umbral la que dota de plenitud a dicha aparición. El hallazgo de este entredos es lo que define a las katábasis de La Comédie como el momento del thaumazein, lo que transforma la sustancia política del héroe de los océanos – ahora es espectador- y la vida de los cimerios –que añaden una segunda vida a la existencia espectral, un bios politikós 1094 muy específico. Una extraña y momentánea experiencia de la igualdad 1095 . Ahora bien, ni siquiera el nuevo modo de existencia consigue librarse de esa presencia sensible de fantasmagoría 1096 en la que nada es lo que parece y todo puede cambiar de significado. Así ocurre con los espacios de la ciudad: la rue se convierte en habitación y la ventana 1097 deja de ser la boca de un lugar de seguridad para ser gozne del espacio de la aparición. ¿Qué siente, entonces, el Conde de H. Balzac, « L´interdiction », op. cit., III, , 437-8. H. Arendt, La vida del espíritu …, op. cit…, p. 94. En el vínculo que aquí se establece entre el bios politikos y la thaumázein hay un gesto profundamente arendtiano, por cuanto implica trasladar el eje de lo que Platón (idem, “Teeteto”, Diálogos, op. cit…, 155 a) denominaba el pathos que está en el origen de la filosofía –y todo lo que en su específica forma platónica se contiene- hasta la condición ontológica de la pluralidad (H. Arendt, “Filosofía y política”, op. cit…, p. –la nofilosofía de la que hablé en El catálogo de las naves…. 1095 Como se ha venido sosteniendo –pace Arendt- a lo largo de esta tesis, la venida a la presencia es experiencia de la igualdad. Cfr. Cl. Lefort, “Hannah Arendt et la question”…, op. cit…, p. 72. 1096 Según M. Abensour, ésta es una de las notas que caracterizan al mundo del siglo XIX, cfr. M. Abensour, “Walter Benjamin etre mélancolie…”, en H. Wismann, Walter Benjamin et Paris…, op. cit…, p. 244. 1097 Esta metamorfosis es posible porque, como afirma Starobinski, la ventana es un agujero negro y luminoso al mismo tiempo. Cfr. J. Starobinski, “Fenêtres (De Rousseau à Baudelaire)”, en F. Guery, L´idée de la ville…, op. cit…, p. 183. 1093 1094 313 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Grandeville 1098 –Une double famille 1099 - ante el movimiento laborioso de una criatura de la noche recortada en un ojo acristalado del boulevard, o el paseante egoísta que no puede dejar de mirar a una bordadora que se asoma desde su cava húmeda del Tourniquet Saint-Jean? Asombro, asombro ante la aparición de otros, ante la condición ontológica de pluralidad: el miedo y el horror inicial se resuelven en fascinación por la verdad de la forma sin formas de lo político. En el estrato más profundo del infierno parisino, el flâneur descubre un tipo de heroísmo que ha desertado de las regiones que le eran familiares 1100 –la gloria, la fama, el relato- para revelarse allí donde parecía imposible su irrupción. Porque lo cierto es que, en el país de las brumas, hallamos una forma heroica inédita, pero completa: manifestación, acción y muerte. El pueblo de las katábasis no hace espectáculo ante sí y para sí, como la multitud galdosiana que contemplaba su horrorosa faz en los espejos de Aranjuez 1101 ; aparece, se muestra a los otros. Y su venida a la presencia es siempre intempestiva en su quietud; rompe todas las continuidades de lo cotidiano desde lo cotidiano. El secreto de su movimiento está en esa forma de lo grotesco modelado por el trabajo que alcanza lo sublime sin transfigurarse (ese pecho que es punto de apoyo de “todo un poema de desdichas”), en ese silencio líquido (“callándose sobre sus sufrimientos”) 1102 . El conde es un excelente ejemplo de hasta qué punto llega la fascinación del flâneur por los cimerios: encuentra una nueva familia –a la que hace referencia el título de la novela- en los hijos que tiene con la bordadora Caroline Crochard, que se había “ofrecido” al curioso inteligente desde una ventana del Tourniquet SaintJean. H. Balzac, “Une double famille”, op. cit…, II, pp. 22-23. 1099 Ibidem, pp. 78 y 20. 1100 La única forma de heroísmo que cabe en una sociedad anti-heroica. Cfr. G. Lukács, Balzac et le réalisme…, op. cit.., pp. 49 y 93. 1101 Cfr. “Un héroe venido de muy lejos.” 1102 H. Balzac, “La fille aux yeux d´or », op cit…, V, pp. 1041-1042, idem, «L´interdiction », op. cit…, III, p. 438. 1098 314 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Su impulso heroico podrá ser fijado un instante por el daguerrotipo, pero nada más. El ser-precisamente-así de los muchos se materializa en una compleja mezcla de indolencia y de energía: “[el pueblo es] paciente a sus horas, terrible un día por siglo, inflamable como la pólvora 1103 ”. Pero, tal vez, donde mejor se puede comprender el carácter insólito de su heroísmo sin modelos es en su particular relación con la muerte. Para el número de la gran ciudad, no hay kleos que siga al combate singular –como en el caso de Héctor 1104 - o al sacrificio colectivo del acto de la fundación –a la manera de las majas y de los manolos del 2 de mayo de Galdós. Su vínculo con la muerte es de tal intimidad, que ésta ha quedado completamente vaciada de su significado cultual: se toma a la ligera 1105 . La muerte no es más que circunstancia en el azar de la obra de un edificio en Ferragus, en el hambre de cada día en L´interdiction 1106 . No puede ser de otro modo allí donde la vida es sólo una vida a medias, en la tierra de los cimerios. El pueblo de Balzac no es el Titán hugoliano 1107 -la fuerza de una racionalidad progresiva de la libertad que se quiere hipótesis de futuro-, es un deseo concreto de libertad –el deseo de no ser oprimido-, un presente continuo que no necesita de la victoria para ser potencia. “Las palabras faltan –escribe Hugo en Les Misérables 1108 - para expresar el horror llevado a tal extremo. Ya no eran gigantes contra colosos. Todo esto se parecía más a Idem. Homero, Ilíada, op. cit…, XXII, 304-305. 1105 A. Birnbaum, Nietzsche. Las aventuras del heroísmo, FCE, México, 2004, pp. 68 y 115. 1106 H. Balzac, “Ferragus”, op. cit…, VI, p. 823; idem, “L´interdiction”, op. cit… III, p. 437-8. 1107 P. Albouy, La création mythologique.., op. cit…., p. 217. 1108 V. Hugo, “Les Misérables”, op. cit…, p. 985. Los tres poetas que cita Hugo son poetas de lo sublime y sus nombres aparecen en los textos de Kant y Burke. 1103 1104 315 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Milton y a Dante que a Homero. Los demonios atacan, los espectros resisten.” Hugo se equivocaba en toda la fuerza poética de sus palabras. El “heroísmo monstruo 1109 ” no precisa de la descripción de las barricadas del faubourg Saint-Antoine y del faubourg du Temple, ni de la metamorfosis de los andrajos en constelación. Al número que no existe, le basta con su estar-ahí. Es permanencia. Por eso los espectros balzacianos son más espectrales, resisten más. Se parecen a París en que no acaban nunca: son la vida misma y la vida no puede dejar de reproducirse. Y en cada uno de sus pequeños comienzos está lo salvaje, lo sublime 1110 . Qué terror puede llegar a dar una madre joven y pobre que amamanta a su hijo (L´Interdiction). Las bellezas deformadas de estas criaturas asustan porque su fin no se conoce y porque son, indisolublemente, promesa y amenaza. Balzac, écrivain du politique malgré lui. 1109 1110 El concepto es del propio Hugo, cfr. Idem. F. Proust, Kant. Le ton de l´Histoire…, op. cit…, p. 165. 316 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas 6.4. La escritura de la insurrección en Balzacie (o de por qué las verdaderas revoluciones son las revoluciones ocultas) J. Rancière 1111 escribió un magnífico trabajo sobre Le curé de village (1837-1845) en un monográfico de Raison Présente (nº 121, 1997) dedicado a la utopía. En su artículo, el filósofo francés define esta novela de Balzac como una fábula platónica que –concesiones al siglo- ponía en escena los personajes del sistema saint-simoniano: el cura, el ingeniero, la mujer y el proletario. Rancière prosigue su lectura con un análisis de la trayectoria casi imposible que traza Balzac entre el Abbé Saint-Pierre 1112 –la historia de amor entre la acaudalada y soñadora Véronique Graslin y el obrero Tascheron 1113 - J. Rancière, “Sens et usages de l´utopie”, Raison Présente, 121, 1997. La lectura de Paul et Virginie tiene un “efecto Quijote” sobre Véronique quien, enamorada del amor, acabará por transmitir su pasión idealizada al pobre y sacrificado Tascheron. El precio que ha de pagar el obrero por la trampa de la idealidad es la propia vida –pues prefiere morir antes que revelar el nombre de la mujer por la que ha matado. H. Balzac, “Le curé de villate”, op. cit…, IX, pp. 681, 685, 687, 694, 698, 739. 1113 Jean-François Tascheron, encarnación del pueblo trabajador idealizado, cuenta con gran simpatía entre los críticos balzacianos de la poética de la plenitud, pues 1111 1112 317 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas y el libro V de La República de Platón 1114 . Porque, dejando a un lado la intriga amorosa y el propósito de redención, las obras de canalización de aguas que Véronique pone en marcha –con ayuda del curé Bonnet y del ingeniero Gérard- en el village de Montégnac, remiten a las metáforas primeras en Platón: el agua de la doxa y la tierra de la verdad. El agua canalizada, continúa Rancière 1115 , no es más que la imagen balzaciana de la impolítica política platónica que coloca a los simples bajo el signo de la dominación. Resulta evidente que ese líquido conducido a través del cauce sólido que ofrece una montaña no puede ser imagen de la contingencia. Aquí no existe el riesgo, ni posibilidad de irrupción de los muchos. La brillantez analítica del autor de La Mésentente no debe hacernos olvidar cuál es la pregunta clave para entender el sentido de la(s) utopía(s) balzaciana(s)… y de cualquier utopía : ¿dónde comienza esa tierra de la verdad? La limitación editorial que impone el artículo científico no justifica el hecho de que Rancière ciña su reflexión a Le curé de village, sin interrogarse por otros títulos y, en consecuencia, sin interrogarse por otros posibles comienzos del libro V de Balzacie. Un buen conocedor de La Comédie diría que, cuando menos, habría que estudiar Le médecin de campagne (1832-33). Otra fábula platónica, mucho más cercana a la del propio Platón que la suelen utilizar su figura como excepción dentro del inmenso ¿ vacío ? de Balzac sobre los muchos. Desde mi punto de vista, estos críticos confunden el peso narrativo del personaje –que lo tiene, pues resulta clave en el desarrollo de la novela- con su significado político. En una Scène de la vie de campagne que se descubre utopía platónica –un espacio sin riesgos-, la inscripción social de Tascheron no pretende tanto ser un rasgón de la política autrement politique cuanto subrayar la trasgresión que implica la relación entre Véronique y su amante. Y, de ser rigurosos en el análisis, habría que decir que incluso la posible deriva hacia lo prohibido de esta novela –y Balzac llega a ser extremadamente audaz en otros muchos casos- queda rebajada por la muerte de Tascheron y la redención por la obra de Véronique. 1114 Es el libro en el que Platón se adentra en la ciudad-idea del filósofo-rey. Cfr. Platón, “República”, Diálogos, op. cit…, IV, libro V. 1115 J. Rancière, “Sens et usages….”, op. cit…, pp. 45-46. 318 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas historia de Véronique Graslin, pues la novela de Benassis 1116 es el mejor ejemplo balzaciano de dominio del sabio sobre los insensatos. Su logos vivo – la denominada profesión de fe política 1117 - no deja margen para la ley escrita 1118 , ni para el litigio -sobre los nombres, sobre las partes que se cuentan en la ciudad, sobre las plazas por ocupar, sobre la organización económica 1119 . Sus campesinos, como gusta decir al buen doctor, tienen El itinerario biográfico del buen doctor repite el esquema de redención que Balzac dibuja en Le curé de village: desprecio del amor verdadero y entrega al mundo (o, lo que es lo mismo, París) y, después de la caída, la redención: en un primer momento, piensa ingresar en un monasterio, pero finalmente decide entregarse a una vida de ayuda al prójimo en una pequeña población de La Grande Chartreuse. La vida de apostolado se prolongará hasta el final de sus días. 1117 En esta especie de confesión que se conoce como “la profesión de fe política” (H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit..., IX, pp. 540-575), Benassis expresa el ideario de la contra-Revolución –tamizada en algún punto por la particular interpretación balzaciana- como pensamiento sobre el presente y el diagnóstico no puede ser más rotundo. La sociedad está enferma y el deber que se impone es su regeneración. Los males –el triunfo del individualismo, la sustitución de las creencias por los intereses- que llevaron al 89 persisten; y no sólo persisten, sino que se han agravado. En este mundo socavado y sin certidumbres, la medicina balzaciana se quiere, sobre todo, búsqueda de la eficacia –siempre el eco de Maquiavelo- y se fija como meta la renaturalización, el regreso al hombre social. Como ocurre en otras muchas novelas de Balzac, el contenido de la profesión de fe se completa con el marco narrativo elegido por el novelista, por cuanto Benassis comunica su logos vivo –un poder en idea, pero poder auténtico- a Genestas, un viejo soldado de la Grande Armée de Napoleón –un recuerdo del último gran poder que ha conocido la h/Historia. Dos poderes que, sin embargo, no pueden nada contra el désenchentement y no encuentran más que actualización en el discurso –el ideario del doctor, el relato de Genestas sobre las campañas napoleónicas- de la tierra de la verdad. H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. y G. Gengembre “Balzac, Bonald et/ou la Révolution bien comprise”, en VVAA, Balzac et la Révolution…, L´année, op. cit.., p. 191. 1118 Dice el doctor Benassis: “¿ Qué es lo que ha ocurrido en los últimos cuarenta años en los que los colegios electorales han metido mano a las leyes? ¡ Que tenemos cuarenta mil leyes ! Un pueblo que tiene cuarenta mil leyes no tiene ley.” H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 511. La defensa del logos vivo frente a la palabra escrita –metáfora de la polis democrática como se puede deducir de la lectura de Esquilo, de Sófocles y de Eurípides- es uno de los grandes temas de La República (también encontramos referencias en el Fedro, 275 c y ss); si bien es cierto que Platón, en su vejez, matizaría su posicionamiento sobre esta cuestión en Las Leyes. 1119 Otro pasaje de la profesión de fe del doctor: “Quien vota, discute. Los poderes discutidos no existen. ¿Se imagina una sociedad sin poder? No. Pues bien, quien dice poder dice fuerza. La fuerza debe reposar sobre las cosas juzgadas.” H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 509. 1116 319 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas mucho de los artesanos de la ciudad del filósofo-rey: conocen perfectamente el lugar que ocupan en una comunidad que se define por la plena consistencia 1120 . Pero, sobre todo, esos malheureux de Benassis no tienen tiempo – “el trabajo, la tierra por cultivar, he aquí el Gran Libro de los Pobres 1121 ” -, y, sin tiempo 1122 , los muchos no pueden constituirse en demos. Pese a su “perfección” platónica, Le médecin de campagne tampoco es el comienzo del libro V de Balzacie. El principio de la tierra de la verdad, nos dice H. Arendt en Filosofía y política 1123 , ha de buscarse en el impacto que provocó a Platón la muerte de su maestro, en su necesidad de establecer una jerarquía en los modos de existencia que garantizara la seguridad de los sabios y el dominio de éstos sobre los insensatos; de tal suerte que el simple hecho de estar en el mundo, la política, no se definía ya como problema filosófico 1124 , sino como esfera separada que se contemplaba desde un nivel superior –la Academia 1125 . El En el sentido de que, como sostiene J. Rancière, es una comunidad que desconoce el litigio porque impide, previamente, su posibilidad: los cuerpos ocupan su verdadero lugar y la comunidad hace continua presentación de sí misma sin preguntarse por sus límites y, mucho menos, por sus divisiones. Cf. J. Rancière, “Sens et usages”…, op. cit.., p. 53. Balzac llega incluso a apuntalar su tierra de la verdad con la economía –apartándose en esto de los pensadores de la contraRevolución que la contemplaban como un peligro- y hace pasar su petit village platónico por tres edades: producción-progreso-comercio. Es decir, recrea las condiciones de la expansión, articula oferta y demanda, calidad y cantidad… Un auténtico y, al mismo tiempo, imposible islote de planificación en medio del flujo del océano liberal. Cfr. H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, pp. 421 y ss y G. Gengembre, “Balzac, Bonald et/ou la Révolution bien comprise”, en VVAA, Balzac et la Révolution, L´année…, op. cit…, p. 198. 1121 H. Balzac, “Le médecin de campagne”, op. cit…, IX, p. 462. 1122 El tiempo también resulta clave para interpretar la compleja figura del demos in absentia. Cfr. De la soberanía y de la capacidad del pueblo… 1123 H. Arendt, Filosofía y política…, op. cit…, p. 11. 1124 Platón rompía, definitivamente, con el Sócrates histórico, pues, como dice Cicerón, el maestro había bajado la filosofía del cielo –todo los pensadores de la physis que le habían precedido- para llevarlo hasta las casas y las ciudades de los hombres. Cfr. L. Strauss, ¿Progreso o retorno ? , Paidós, Barcelona, 2004, pp. 89 y ss. 1125 La institución platónica de la filosofía política remite siempre a la idea de una reflexión “sobre” la política y no a una reflexión que tenga a la política como objeto 1120 320 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas análisis de Arendt sobre la institución platónica de la filosofía política nos conduce, entre los diálogos de Platón, hasta el Fedón 1126 y, entre las novelas de Balzac, hasta Illusions perdues y Les secrets de la Princesse de Cadignan. Es decir, hasta el hombre que muere en la ciudad porque no se puede ser justo sin ser justo entre los hombres. Y el Sócrates balzaciano que toma la cicuta no es Véronique, ni el ingeniero Gérard, ni el Curé Bonnet 1127 , ni el doctor Benassis; sino el Michel Chrestien que, herido por “la bala de algún negociante”, deja un hermoso cadáver sobre la barricada de la Saint-Merry de 5 y 6 de junio de 1832 1128 . La bella muerte de quien “tal vez habría cambiado la cara del mundo 1129 ” es la expresión balzaciana de la imposibilidad del bien en la Historia. Y casi podríamos decir en la historia; por cuanto el buen republicano Michel Chrestien es uno de los habituales del Cénacle (Louis Lambert, Illusions perdues) y, con su trágico final, se cierra la posibilidad de que esa reunión de lo más elevado del espíritu de La Comédie –allí se encuentran los filósofos Louis Lambert y Léon Giraud, Fulgence Ridal, el –un pensamiento en y de la ciudad, en definitiva. Cfr. R. Esposito, Confines de lo político. Nueve pensamientos sobre política, Editorial Trotta, Madrid, 1996, p. 17 y E. Weil, Problèmes Kantiens, Librairie Philosophique Vrin, Paris, 1998, p. 141. En la historia de la filosofía, aquéllos que han entendido que existe un único momento filosófico-político que niega la jerarquía en los modos de existencia se han colocado del lado de la excepción, junto al Sócrates histórico y a los autores que decidieron seguir su estela –singularmente H. Arendt y, entre los contemporáneos, M. Abensour. Cfr. S. Pinilla Cañadas y J. Riba, “La irrupción de lo político”, en M. Abensour, Ensayos…, op. cit…, pp. XIII y ss. 1126 En este diálogo, Platón recrea los últimos momentos en la vida de su maestro y su final resulta sobrecogedor: “Éste fue el fin, Equécrates, que tuvo nuestro amigo, el mejor hombre, podemos decir nosotros, de los que entonces conocimos, y, en modo muy destacado, el más inteligente y el más justo.” Platón, “Fedón”, Diálogos…, op. cit…, III, 118 a. 1127 Desde la perspectiva de mi análisis, resulta irrelevante la específica carne literaria del Curé Bonnet y del ingeniero Gérard, pues me interesan exclusivamente en cuanto figuras auxiliares de la gran hacedora Véronique. 1128 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317 e idem, “Les secrets de la Princesse de Cadignan”, op. cit…, VI, pp. 960-961. 1129 Idem, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317. 321 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas médico Horace Bianchon, el escritor Daniel d´Arthez 1130 - sea espacio para lo real de la utopía. Y lo peor es que, en el tiempo narrado de 1819, Louis Lambert ya había constatado su imposibilidad: “Querido tío, pronto voy a abandonar este país en el que yo no podría vivir. No veo a ningún hombre amar lo que yo amo, ocuparse de lo que me ocupo, sorprenderse de lo que me sorprende. Obligado a replegarme sobre mí mismo, me hundo y sufro. El largo y paciente estudio que acabo de hacer sobre esta Sociedad lleva a conclusiones tristes en las que la duda domina. Aquí, el punto de partida para todo es el dinero (…) Aquí todo debe tener un resultado inmediato, real; aquí se burlan de los ensayos, en principio, infructuosos pero que pueden llevar a los más grandes descubrimientos (…) El Estado debería pagar el Talento, como paga la Bayoneta; pero teme ser engañado por el hombre de inteligencia 1131 ” De haber hecho de Louis Lambert filósofo que se quiere filósofo en la ciudad, de haber dado otras vidas 1132 a Michel Chrestien y a sus sueños de una federación para Europa 1133 , Balzac habría cambiado el significado del Balzac mismo nos da la mejor definición de esta reunión: “Estas nueve personas componían un Cénacle en el que la estima y la amistad hacían reinar la paz entre las ideas y las doctrinas más opuestas. Daniel d´Arthez, gentilhombre de la Picardía, defendía la Monarquía con una convicción igual a la de Michel Chrestien por su federalismo europeo. Fulgencio Ridal se burlaba de las doctrinas filosóficas de Léon Giraud, quien, a su vez, predecía a d´Arthez el fin del cristianismo y de la Familia. Michel Chrestien, que creía en la religión de Cristo, el divino legislador de la Igualdad, defendía la inmortalidad del alma contra el escalpelo de Bianchon, el analista por excelencia. Todos discutían sin enfadarse. No tenían ni un punto de vanidad, siendo ellos mismos su auditorio. Se comunicaban sus trabajos y se consultaban con la buena fe de la juventud.” H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, p. 318. El estudio más relevante sobre el Cénacle es la monografía que le dedica O. Nishio: idem, La signification du Cénacle dans La Comédie Humaine, Librairie-Éditions France –Tokyo, Tokyo, 1980. 1131 H. Balzac, “Louis Lambert”, op. cit…, XI, pp. 647-648. 1132 Utilizo el plural porque la composición caleidoscópica que caracteriza a los personajes balzacianos hace que su vida literaria como totalidad sólo se pueda obtener mediante la lectura sinóptica de cada una de sus apariciones. 1133 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317. 1130 322 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Cénacle 1134 de la rue des Quatre-Vents. El arcángel republicano, embarcado en el movimiento saint-simoniano 1135 desde 1830, habría terminado por convencer a sus amigos de que llevaran la levita abotonada a la espalda 1136 . Porque en pleno corazón de París, en el espacio del riesgo –y no en el u-topos de Le curé de village o de Le médecin de campagne 1137 - habría sido posible ese viaje al imaginario con regreso que hace del pensamiento de otros posibles su principio en lo real. Pero ésa sería otra h/Historia. En La Comédie que escribió Balzac, el Père-Lachaise 1138 es el destino del combatiente muerto, de la conversión utópica, de la insurrección como postura moral. La introducción de los cañones en la represión de las jornadas de Juillet había acabado con la barricada como “táctica estrictamente pragmática de la insurrección 1139 ”. En la Saint-Merry, la Sería mucho más que el islote de verdad o parte de la contre-société que se desprende de lo que nos dice el propio Balzac en Illusions perdues: “La gran miseria exterior y el esplendor de las riquezas intelectuales producían un singular contraste.” H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 319. Cfr. también R. Sayre y M. Löwy, L´insurrection des Misérables. Romantisme et révolution en Juin 1832, Lettre Modernes, Paris, 1992, p. 36. 1135 Parece que la carne histórica de Michel Chrestien pertenecería a Bazard y Buchez, dos de las principales figuras de la Iglesia. P. Berthier, “Michel Chrestien et la morale républicaine”, L´Année balzacienne, 2002, p. 303. 1136 En este pequeño desafío, los saint-simonianos veían la modesta y revolucionaria expresión sensible del pensamiento de otra sociedad. F. Rude, Les révolts des canuts…, op. cit.., p. 79. 1137 Las coordenadas geográficas precisas del village de Montégnac –una población cercana a Limoges- de Véronique Graslin se pierden en la distancia, más alla de la distancia propia de la política, que crea el relato. Lo mismo cabe decir en el caso de Le médecin de campagne. 1138 El cementerio más importante y más célebre de París y en él está enterrado el mismo Balzac. 1139 Aún peores fueron los castigos a los combatientes de junio de 1848 (M. Traugott, “Las barricadas como repertorio: continuidades y discontinuidades en la historia de la contestación en Francia”, en idem, Protesta social. Repertorios y ciclos de la acción colectiva, Editorial Hacer, Barcelona, 2002, p. 60). Estos dos episodios –en los extremos temporales del período de difusión- evidenciaron que la barricada había perdido irremediablement su eficacia movilizadora. Y la cosa se agravaría con la haussmanización de Paris, pues el “embellecimiento” político de calles ampliadas aumentó exponencialmente el potencial de los medios represivos de la distancia. 1134 323 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas memoria de las movilizaciones de Germinal y Prairial del año III 1140 , sólo podía ser suspensión momentánea de la arkhé, recuperación temporal del vínculo directo entre el pueblo y la soberanía 1141 y … derrota. Reconocimiento, con mucho de corona de oro falso 1142 , a esa impotencia de la potencia es lo que hallamos en las muchísimas novelas del siglo XIX que hicieron de la barricada un tema moderno, un tema literario 1143 . Por ejemplo –ya se ha visto-, en la hugoliana resurrección del héroe popular de Les Misérables en la que ese mismo junio de 1832 se confunde con junio de 1848. O también en el galdosiano Madrid de 1854 de La revolución de julio, en el que García Fajardo goza del espectáculo de “las ideas elementales como fueron antes de la organización 1144 .” ¿Y en La Comédie ? Balzac reduce las jornadas de 1832 a su último episodio (la resistencia de unos cuantos combatientes en el claustro de SaintMerry 1145 ); limita el campo de los insurgentes al buen republicano; resuelve la compleja confluencia de lo político y de lo social 1146 propia de la Francia Las barricadas de la Commune serían la expresión más acabada de esta forma de acción colectiva convertida en símbolo, un símbolo que, sin embargo, no impediría la invasión de la capital francesa. 1140 Juillet es el momento de la resurrección de la barricada (repertoriada desde 1648). Cfr. Traugott, “Las barricadas como repertorio…”, op. cit…, p. 62. Cfr. “Le tournant de 1830…” 1141 S. Tarrow, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Segunda Edición, Alianza Ensayo, Madrid, p. 72 y también P. Rosanvallon, La démocratie inachevée…, op. cit…, p. 131. 1142 Cfr. “Le tournant de 1830…” 1143 M. Cl Genet-Delacroix, “La barricade: donner un corps à l´histoire (1830-18481871)”, en VVAA, La barricade…, op. cit…, p. 114. 1144 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. También cfr. “De las tormentas del 48.” 1145 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317. 1146 En efecto, durante las movilizaciones de los días 5 y 6 de junio que siguieron al motín que estalló con ocasión del funeral del general Lamarque, se produjo la unión entre el republicanismo y el movimiento obrero. Y la confluencia no podía extrañar desde el momento en que el general formaba parte del bonapartismo, una suerte de espacio mítico que todos los elementos de la oposición enfrentaban a la si peu de chose Monarquía de Julio. En 1832, aún se recordaba cómo Lamarque –que 324 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas de entre-revoluciones, apuntado, escuetamente, que Chrestien había caído “por unas doctrinas distintas a las suyas 1147 ”; y la muerte del héroe se sustancia en el modesto acomodo narrativo de una línea en dos novelas. Todo ello sin descripción. Sin que lo grotesco de la barricada del Faubourg Saint-Antoine se resuelva en lo sublime del sacrificio del faubourg du Temple – Les Misérables 1148 . Sin que la violencia de la imaginación de los cadáveres de la clase humilde se descubra violencia de la razón en el imposible sujeto de la turba emancipada -La revolución de julio 1149 . Otro doloroso vacío de Balzac. Sólo si no supiéramos que lo incompleto balzaciano está lleno de contenido. De hecho, una lectura atenta de esa falla nos llevaría a concluir que es él –y no Hugo o Galdós- quien considera seriamente algunas de las reflexiones que podemos leer en los títulos de la barricada. La corta vida de la insurrección de que se habla en Les Misérables 1150 (unos cuantos tiros y unos cuantos hombres frente al arsenal inagotable del château de Vincennes) o la ¿ simpatía ? expresada en La revolución de julio por quienes “se lanzan con tanto valor y entereza a una lucha desigual contra la burocracia y el militarismo 1151 ” encuentran más verdad en el silencio de Balzac que en el despliegue operístico de Hugo o de había sido general del emperador- había rechazado la paz de 1815. Para un relato extenso de las jornadas, cfr. Thomas Bouchet, Le roi et les barricades, Éditions Seli Arslan, Paris, 2000. 1147 H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 317. Esta fórmula sucinta y plena de sentido tiene muchísismo que ver con el batirse “por partida doble” a que hiciera referencia Émile Blondet para hablar de los canuts de Lyon. Cfr. “Política del imaginario e imaginario de la política…” 1148 La representación hugoliana del 5 de Junio de 1832 tiene trampa porque invierte la ratio numérica de estudiantes –más visibles y numerosos- y los obreros –sólo aparece uno –Feuilly. Cfr. R. Sayre y M. Löwy, L´insurrection des Misérables…, op. cit., p. 44 y A. Faure «Mouvements populaires et Mouvement Ouvrier à Paris (1830-1834) », Le Mouvement Social, nº 88, 1974, p. 57. 1149 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit…, IV, p. 416. 1150 V. Hugo, “Les Misérables”…, op. cit…, p. 956. 1151 B. Pérez Galdós, “La revolución de julio”, op. cit..., p. 419. 325 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Galdós. Si la resurrección 1152 es resurreción efímera; si todo acaba en la sobria tumba de Chrestien en Père-Lachaise 1153 , en el repavage de las calles de París, ¿ a qué horadar el suelo de Balzacie con lo que no es sino dispositivo ideológico de la epopeya humanitara o del relato de nación ? La elipsis es mucho más que elipsis: es interpretación –de transfondo maquiaveliano además, pues denota la preferencia de Balzac por la política efectiva. La elección significativa –la Saint-Merry-, el silencio persistente –sobre tantas movilizaciones de la década de 1830 y de 1840-, en definitiva, el análisis oblicuo que fuerza al pensamiento a pensar, abren La Comédie a una vía que tiene mucho que ver con el agua originaria de lo político, una vía subterránea –otra más-: la de las revoluciones ocultas. Las revoluciones de modesta minúscula que sólo pueden pensarse en el intransitivo de su continuo sucederse y de la politicidad primera: el impulso anti-estático de los muchos. Un impulso persistente, un impulso de la pluralidad. Movimiento salvaje, episódico, que acecha a todo poder constituido. Aquél que el Balzac publicista (Sur les ouvriers, 1840) teme y prevé al mismo tiempo: “el mal subsiste y habrá alguna erupción en cualquier parte, no sé dónde; ¿cuándo? No sé 1154 ”. Tomo el concepto de la insurrección-resurrección del propio Hugo. Cfr. idem, “Les Misérables”…, op. cit…, pp. 956 y ss y también P. Ronsanvallon, La démocratie inachevée…, op. cit…, pp. 130-131. 1153 “Cuando, en 1832, éste último sucumbió, Horace Bianchon, Daniel d´Arthez, Léon Giraud (…) fueron, pese al peligro de la iniciativa, a retirar su cuerpo a SaintMerry, al objeto de rendir los últimos respetos al rostro ardiente de la Política. Acompañaron los queridos restos hasta el cementerio de Père-Lachaise durante la noche (…) Paseando por ese elegante cementerio, veréis un terreno comprado a perpetuidad, en el que se eleva una tumba de hierba rematada con una cruz en madera negra sobre la que están gravadas en letras rojas estos dos nombres: MICHEL CHRESTIEN. Es el único monumento en ese estilo. Los cinco amigos pensaron que era necesario rendir homenaje a este hombre simple con esta simplicidad.” H. Balzac, “Illusions perdues”, op. cit…, V, p. 320. 1154 H. Balzac, “Sur les Ouvriers”, Oeuvres Diverses, III (1836-1848), Louis Conard, Librairie Éditeur, Paris, 1940, p. 406. 1152 326 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas El empuje de estas corrientes hará que, finalmente, las jerarquías políticas y narrativas de La Comédie se vengan abajo; al extremo de que uno de esos daguerrotipos del desorden ocupará todo el espacio literario comenzando por el título- de una de las últimas novelas, La cousine Bette (1847). Parecería que, después de escribir tantas Scènes, Balzac se hubiera convencido de que no ver en el océano más que la masa de agua –el espectáculo del número que procuran las katábasis-, sería como no ver el océano. El daguerrotipo extendido revela que ya nada es posible fuera de la verdad que encierra el pueblo-vector : su deseo. Y Bette es sólo deseo; tal vez, la negatividad más pura entre todas las negatividades –los cimerios- de La Comédie. Ni siquiera posee, como otras mujeres del pueblo balzaciano, su propio cuerpo. Incluso ahí es deseo; un deseo capaz de la pasión más subversiva, el amor lésbico 1155 . Su fealdad es la fealdad insolente de Tersites. Se ofrece y, en ese ofrecimiento, el cliché de la fealdad picuda de Homero se hace fealdad simiesca 1156 en Balzac –tiene las verrugas de la bruja de los cuentos- y, mucho más que eso: contingencia, resultado del estar-entre los hombres. Y su legibilidad resulta de lo más extraño. Bette no pertenece a las ciudades invisibles, ocupa un lugar muy particular de las ciudades intermitentes: una suerte de intersicio que opera como punto ciego para otros personajes del relato – está ; pero, para ellos, no existe verdaderamente 1157 - y como primer plano para la comunidad de lectores de La Comédie. Y su imagen queda grabada en la placa de metal balzaciana para siempre. Ibidem, p. 195. La conexión entre el amor lésbico y los obreros se repite en La Fille aux Yeux d´Or. 1156 H. Balzac, “La Cousine Bette”, op. cit., VII, p. 80. 1157 Esta invisibilidad ha sido subrayada por P. Nykrog, cfr. idem, “La révélation de la société invisible chez Balzac”, en F. Van Rossum-Guyon y M. Van Brederode, Balzac et les parents pauvres, SEDES, Paris, 1981, p. 16. 1155 327 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Bette es uno de esos seres vulcanizados que habitan el infierno del infierno de La fille aux yeux d´or. El trabajo es su acción, la negación de cualquier valor burgués 1158 . Su simple existencia recuerda al orden establecido –y al orden literario- su olvido original. La pariente pobre 1159 es permanencia sin barricadas, un sordo rumor que envuelve con la discreción del parásito la Revolución visible –el poder político y la riqueza de los Hulot tienen su origen en las campañas de Napoleón. El auténtico envers de l´histoire contemporaine 1160 . Es triunfo siempre postergado. Una vez por la Historia 1161 , ya que la caída del Imperio le impide pasar de simple obrera de pasamanería a directora de fabricación de la Maison Pons – una casa especializada en la confección de uniformes napoleónicos. Otra por la historia 1162 , pues cuando parece acariciar el sueño de ascenso social gracias a su matrimonio con el mariscal Hulot, el proyecto se ve truncado por el descubrimiento de un delito económico cometido por el hermano de éste. La victoria de los vencidos es un tema tan irrepresentable –se anuncia o se dice, pero no se ve- en La Comédie como la vejez de Odiseo en la épica segunda. N. Mozet, Balzac au pluriel, PUF, Paris, 1990, p. 39 y también idem, « La Cousine Bette, Roman du pouvoir féminin ?, en F. Van Rossum-Guyon y M. Van Brederode, Balzac et les Parents, op. cit…, p. 37. 1159 De la peor especie, pues recuerda a sus parientes políticos -los Hulot- sus orígenes campesinos. 1160 Juego con el significado que, en sí mismo, posee este título, con la circunstancia biográfica de que se trata de la última novela acabada por Balzac (1848) y con la naturaleza irrepresentable de la victoria de los vencidos. 1161 H. Balzac, “La Cousine Bette”, op. cit…, VII, p. 81. 1162 Ibidem, p. 313. 1158 328 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas CONCLUSIONES 329 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas “Cela a l´air d´une naïveté, les gens à qui on demande ce qu´il faut lire de Balzac et qui disent: “Tout”. Hé bien, c´est vrai, la beauté n´est pas dans un livre, elle est dans l´ensemble” Marcel Proust, Jean Santeuil “Una exégesis de la obra de Galdós, exhaustiva y sistemática, que destaque cada una de sus materias y la persiga en sus más leves ramificaciones ¿existe?... Yo no la conozco, y querría contar con el suficiente capital de tiempo para acometerla porque los destinos de la literatura española están dentro de ella formando un nudo, que no se puede cortar de golpe. Sólo una paciencia de chino, capaz de liberar una esfera de marfil dentro de otra esfera, dentro de otra esfera, y así sucesivamente, podría dar un paso en este terreno” Rosa Chacel, Alcancía La experiencia del libro y la revelación de lo político “No se fíe usted del narrador, sino de la historia” 330 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Carta de Hannah Arendt a Karl Jaspers La Comédie Humaine, escribe Pietro Citati, es el “mundo más amplio que el arte de la novela ha narrado nunca; y para nosotros (al menos para mí) es casi imposible fijarlo y comprenderlo con la mente, porque tendríamos que leerlo y releerlo durante toda la vida, sin dejar de hacerlo nunca; cuando terminamos el duodécimo volumen de la Pléiade (y, además, las novelas que preceden a La Comedia Humana), el primero está ya olvidado 1163 .” Sólo después del esfuerzo se comprende hasta qué punto el crítico italiano tiene razón; y ese olvido, que tanto lamenta, se agranda, si añadimos los dos volúmenes de Oeuvres Diverses de la maravillosa Pléiade, y los cinco tomos de correspondencia que publicara Garnier Frères y los muchos textos entresacados de las inagotables ediciones de Oeuvres Complètes de la Maison Conard y del Club de l´Honnête Homme 1164 . Dada la naturaleza doble de esta tesis doctoral, la pregunta que sigue no es difícil de adivinar: en la jerarquía celestial de mundos narrados, ¿en qué lugar colocaría Citati el corpus galdosiano? Tal vez en el tercero, después de À la recherche du temps perdu. Ahora bien, si de ambición abarcadora se trata, cabría preguntarse si Galdós no merece la hipotética plaza de Proust. En cualquier caso, los cinco tomos de los Episodios Nacionales de Aguilar, el volumen de las novelas históricas de juventud que sacara la Biblioteca Castro-Turner y las ediciones de bolsillo de Fortunata y Jacinta, El caballero encantado, los Ensayos de Crítica Literaria y las Memorias de 1163 1164 P. Citati, El mal absoluto…, op. cit., p. 116. Para todas estas referencias, cfr. bibliografía. 331 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas un desmemoriado obligarían, igual que lo hace Balzac, a luchar contra el olvido que deja cada ciclo de lectura completado. Asumida la imposibilidad metafísica de fijar y comprender el todo con la mente, he intentado aprehender -en la medida de lo posible- ese todo por analogía de la forma (el mundo re-creado es, a un tiempo, reflejo y espejo 1165 del mundo como vivre-ensemble) y por el movimiento ascendente que procura la sinécdoque (en esa cadencia que va de cada uno de los héroes incontables a la pluralidad). El principio heroico –el pueblo, los muchos, los incontables no serían más que sus nombres; nombres que superan el problema del nombre- ha sido la dinámica de ese espacio, el imán que ha guiado mis movimientos. Y su virtud –sin resignación, plenamente política y maquiaveliana- no ha sido otra que el coraje propio del personaje literario: decir sí a actuar y hablar (incluso a través de ese silencio tan especial de los muchos de Balzac), al espacio del mundo re-creado, a la inserción en un tejido de relaciones complejas con la pluralidad inventada, a comenzar una historia en la versión extendida del relato o en la forma mínima del daguerrotipo. Ningún personaje balzaciano o galdosiano es tan recurrente – y, en ese sentido, ninguno se atreve a tanto- como el número. Para los muchos, no existe espacio de la seguridad, ni estudio de los hilos del corazón, ni novela de costumbres. En ellos, ser y aparecer coinciden; por cuanto, en el espacio del imaginario, la natalidad ontológica y la natalidad política pueden llegar a ser indistinguibles 1166 [ver infra]. Son los andres epiphaneis de Arendt 1167 . Héroes sin cualidades heroicas, héroes que no poseen un thymós extraordinario. En este reflejo y espejo ha de leerse, una vez más, el permanente diálogo entre la política y el imaginario que se ha defendido a lo largo de toda esta tesis doctoral. 1166 Evidentemente, no es el caso de los personajes –los protagonistas clásicos de la novela de costumbres- que se quedan del lado de la libertad de los Modernos. 1167 H. Arendt, La vida del espíritu…, op. cit…, p. 94. 1165 332 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Este coraje originario, sin embargo, no bastaba para dar respuesta a la pregunta que, desde las primeras páginas de La Condición Humana 1168 , se revela como decisiva en la cuestión del heroísmo: la pregunta por el Quién. Y, en el caso de los muchos, la dificultad teórica aumentaba a causa de esa extraña legibilidad que trae consigo la superación del vínculo entre el kleos y el nombre. La exposición del quién –su inserción en el imaginario- no sólo no resolvía el interrogante por el héroe, sino que lo volvía a plantear; como si la propia silueta de los muchos terminara por convertirse en una imagen fantasmástica imposible de discernir. Sólo ex post facto se puede penetrar en ese misterio. En principio, el historiador, el poeta o, en este caso, el novelista debería ser quien respondiera a la pregunta de quién fue el héroe. Pero, as for the many, ni con diez lenguas y diez bocas, podría el aedo enumerarlos y nombrarlos. De esta imposibilidad, he colegido la conclusión de que el quién de los muchos y , de manera más precisa, su imagen –definida a lo largo de toda esta tesis doctoral como espacio del devenir-sensible de lo político- no está al alcance del agente o del productor de la historia: hace falta el espectador-lector (la asamblea de los que miran y escuchan de Arendt o la azotea de los españoles de Araceli). Esta consideración sobre la particular sustancia heroica de los muchos fue la que me llevó a radicar – aún más, si cabe, que en el planteamiento original de Arendt 1169 - el problema del quién en lo fenoménico. Si la política nace en el espacio-entre-los-hombres, si la política es relación 1170 , se puede Y también en idem, Le concept d´amour…., op. cit…, p. 158. Para un análisis del problema del quién en Arendt desde la perspectiva fenomenológica, cfr. É. Escoubas, “L´exposition du “qui”: la cité grecque chez Arendt et Heidegger”, Kairos, n. 2, 1991, pp. 51-68. 1170 H. Arendt, ¿ Qué es la política?, op. cit…, p. 1168 1169 333 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas derivar una definición de la politicidad primera como fenomenalización 1171 de la condición ontológica de pluralidad. La venida a la presencia de los muchos es su acción de concierto, al extremo de que ésta se confunde, literal y literariamente, con la instauración de un mundo en común, esto es, con la apertura sensible de La Comédie y de los Episodios. Desde esta perspectiva, la inscripción narrativa del número - concebida en estas páginas como un problema teórico en sí mismo a partir de los interrogantes por el cómo y por el cuándo- cambia radicalmente de significado. Es mucho más que pura forma, mucho más que mecanismo de comprensión o herramienta analítica. La aparición de cada uno de los héroes incontables en el campo literario de lo visible ha ocupado en esta tesis doctoral el lugar exacto del concepto de natalidad en la definición arendtiana de la condición humana; de tal suerte que las específicas venidas a la presencia que llevan aparejadas el nacimiento mundano –bios y no zoé-, la trama extendida o el daguerrotipo ponen en juego la pluralidad –el origen de toda política- y todas ellas formarían parte del conjunto de límites que definen a priori la situación fundamental de quienes habitan el mundo… y el mundo re-creado. Al mismo tiempo, he verificado que la inscripción narrativa tiene una naturaleza expansiva que trabaja y, por tanto, modifica el espacio del imaginario, del mismo modo en que el mundo resulta cambiado por la llegada de un nuevo quién. A partir de aquí, he podido interpretar al personaje literario como arendtiano ser del comienzo, como aquél que es capaz de afectar, de un Si bien tomo esta idea específicamente de M. Abensour (idem, Hannah Arendt contre la philosophie…, op. cit…, p. 182), en ella ha de verse una estructura interpretativa en permanente construcción que voy componiendo a partir de mi reflexión sobre el Kant de Arendt y su desarrollo en la filosofía francesa contemporánea (la definición de J. Rancière de la política como asunto estético), o la lectura –un trabajo que aún está en sus comienzos- de algunas obras de M. Merleau-Ponty. 1171 334 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas modo más o menos evidente, los procesos narrativos en marcha. Cada criatura inventada –ya sea un protagonista a la manera de Rastignac o de Araceli, ya sea cualquiera de los modestos héroes incontables- aparece como ser condicionado y como ser condicionante; porque, con cada inicio, narrativo o no, se da algo inesperado 1172 . Algo que ni siquiera podía esperar –y, mucho menos, controlar- el todopoderoso novelista del siglo XIX. Y todo eso que no se espera es lo que he buscado, con la distancia que concede la posición privilegiada del espectador, en la lectura de decenas de miles de páginas; en el análisis detallado de un fragmento; en el juego crítico-utópico de las ciudades del relato; en la poética de la plenitud y en la del vacío; en la arquitectura de los marcos narrativos; en la definición de un concepto y el haz de significados que lo acompañan; en el pueblo balzaciano que no existe –pero está- y en la evidencia entre las evidencias de Galdós. La REVELACIÓN DE LO POLÍTICO. Una verdadera ontología política. Una política del ser; del ser pensado como comienzo y como proceso, como relación y como contingencia. Una forma de subjetividad política precaria y persistente al mismo tiempo. Un modo completo de existencia que no necesita de la escritura de la insurrección para ser –y no estar enpermanencia. Un rasgón de la política de los Antiguos en la forma literaria de los Modernos. Gracias a estas brechas, La Comédie y los Episodios se han mostrado, de manera insospechada, como un espacio del imaginario en el que todavía es posible descubrir, o, mejor, redescubrir, la vita activa. Ahora bien, en la épica primera, ese giro de la novela se hace viraje completo (la Stimmung heroica de los orígenes lo impregna todo); mientras que, en la épica segunda, no 1172 H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, p. 64. 335 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas pasa de modesta conversión (un gesto propio del heroísmo que ha desertado de la gloria). Inmersión o viaje con regreso, los hilos de la trama se abren a esas cesuras –momentos escasos en la Historia, como dice Arendt 1173 , y en la historia, según se ha verificado a lo largo de este trabajo- en las que surge la libertad. La irrupción de un poder –kratos- distinto del Poder –arkhé. Perché in ogni città… BIBLIOGRAFÍA 1173 H. Arendt, Qué es la política?, op. cit…, p. 71. 336 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas Obras de Honoré de Balzac BALZAC, H. (1933): Le Catéchisme social, précedé de l´article «Du gouvernement moderne ». Textes établis et commentés par Bernard Guyon, La Renaissance du Livre, Paris. -------------------(1940): Oeuvres Diverses, vol III, Louis Conard, LibrarireÉditeur, Paris. -------------------(1955-1963): Oeuvres Complètes, édition nouvelle établie sous la direction de Maurice Bardèche, Club de l´Hônnete Homme, Paris, 28 vols. --------------------(1960): Correspondance, 5 vols, Éditions Garnier Frères, Paris. -------------------(1976-1981): La Comédie Humaine, 12 vols, nouvelle édition publiée sous la direction de P. G. Castex, Éditions Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, Paris. -------------------(1990-1996): Oeuvres diverses, 2 vols, édition publiée sous la direction de P.G. Castex, Éditions Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, Paris. --------------------(2005): Nouvelles et contes, I, 1820-1832, Édition établie présentée et annotée par Isabelle Tournier, Éditions Gallimard, Quarto, Paris. Obras de Benito Pérez Galdós PÉREZ GALDÓS, B. (1923): “Política española”, Obras inéditas, vols III y IV, Renacimiento, Madrid. 337 Las ciudades intermitentes: el heroísmo de los muchos en Balzac y Galdós Scheherezade Pinilla Cañadas -----------------------------(s.f.): Episodios Nacionales. 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