A MANERA DE CONCLUSIONES

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A MANERA DE CONCLUSIONES
EL PUEBLO LATINOAMERICANO, SUJETO DE SU HISTORIA
Ninguna circunstancia corre
en la historia hacia un único desemboque. Este es un tiempo crucial
para todos. Pero como poca o ninguna vez antes~ la validez y la perduración de las opciones no podrán prescindir de la máxima claridad de la conciencia.
Aníbal Quijano
He denominado a esta reflexión final, «a manera de conclusiones>>,
porque con ella no pretendo concluir un trabajo investigativo, sino
dejar abierta una línea de investigación. Intentaré aquí recapitular
las premisas fundamentales sobre las que se ha desarrollado este
trabajo y que, a través del recorrido del análisis histórico, me han
permitido llegar a una serie de constataciones que serán nuevos
puntos de partida en el afán de contribuir, de alguna manera, a la
reconstrucción de un pensamiento alternativo en América Latina,
un pensamiento que, hurgando en nuestra historia. pueda dar cuenta de las potencialidades de los sectores subalternos y contestatarios para construir opciones de futuro.
Esta tarea (colectiva y multidisciplinaria) necesita hoy la apertura de la razón hacia un horizonte histórico antes que a un esquema teórico. En función de ello es indispensable reabrir y reestructurar conceptos y categorías de análisis de la sociedad, hacer uso de
nuevos instrumentos interpretativos que nos permitan aprehender
una realidad en constante movimiento. Seguramente cometeremos errores en el intento, pero es más peligroso aún cerrar el paso
a la razón crítica y quedamos con esquemas cerrados, o dejarnos
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Lorena Escudero Dt1rán
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llevar por teorías como las del fin de la historia o el fin de las
utopías que pretenden inmovilizarnos y negamos toda opción.
En esta línea de reflexión tiene razón de ser el análisis de los
procesos históricos pasados y presentes y los discursos que incorporan en América Latina la dimensión utópica como condición indispensable para los proyectos de liberación y unidad en el
subcontinente.
La primera idea a rescatar es la de entender la historia como
uri quehacer y no simplemente como un acaecer, y que asumirla
como tal implica la necesidad de un proyecto colectivo, de un sujeto colectivo en el que intervienen múltiples rostros, diversas clases
y grupos sociales marginados del poder económico y político en
nuestras naciones, diversos modos de vida, potencialidades, que
deben ser pensados de una manera crítica, asumiendo las particularidades culturales como elementos constituyentes de los procesos histórico-sociales.
Desde este punto de vista el concepto pueblo, a mi juicio,
posibilita un análisis más objetivo de nuestra compleja realidad latinoamericana, así como de sus perspectivas. Una realidad heterogénea
de la que no hemos podido dar cuenta, únicamente con base en las
categorías de clase y lucha de clases que por mucho tiempo hemos
intentado aplicar para el conocimiento social.
Por ello ha sido necesario, en primer lugar, repensar este concepto relacionado con el movimiento al que pretende aludir, y hacerlo a partir de una época en que, sin borrar las diferencias, se
puede hablar de un momento privilegiado de unidad del pueblo
que hoy llamamos latinoamericano. Esa experiencia de unidad histórica registrada en la memoria colectiva generalmente a través
del nombre de Bolíva1; merece ser rescatada de los antiguos libros
de Historia y de los monumentos para considerarla en su verdadero valor, no solamente teórico sino fundamentalmente político.
Rastrear en el discurso del Libertador y de su maestro Rodríguez
la noción de «pueblo», al mismo tiempo que intentar esclarecer la
participación de este movimiento en el proceso de su independencia y la f0rmación de las nuevas naciones, ha sido un fin, pero a la
vez un medio para intentar responder a la pregunta: ¿el pueblo
latinoamericano es sujeto de su historia? En función de entenderlo
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El pueblo la1inoamencano
como el potencial articulador de un proyecto que al intentar resolver problemas colectivos que se presentan ante nuevas realidades,
coadyuve a responder las inquietudes referentes a nuestra identidad y nuestro futuro.
Estoy ahora en condiciones de responder a esa pregunta y lo
bago de una manera afirmativa. El pueblo latinoamericano ha sido
sujeto de su historia, aunque de una historia aún incumplída por
los múltiples obstáculos provenientes sobre todo de quienes,
detentando el poder y colocándose sobre él, han intentado obstruir su quehacer histórico. De quienes hoy, como ayer, pretenden
convertirlo en un ente meramente pasivo.
¿Quién es este pueblo?
De los diversos sentidos -vinculados con las relaciones de
poder dentro de la sociedad- registrados en el discurso contemporáneo, especialmente en el de los dos Simones y en el momento
histórico que he analizado, me interesa destacar dos:
Cuando hablo de pueblo como bloque social dominado y marginado, me refiero a los diversos grupos sociales que están al margen
del poder y viven una situación de dominación y marginación, sin JJS
clara conciencia de ello.
Cuando hago referencia al pueblo como fuerza social y política, como sujeto histórico, tengo que agregar un elemento imprescindible: la conciencia de pertenecer a una fuerza histórica.
Me explico, no basta sufrir una situación de subordinación o
explotación para ser «efectivamente)) pueblo, en el sentido político y sociológico que quiero darle; está de por medio un problema
ideológico y político que exige el reconocimiento de pertenecer a
una fuerza social heterogénea que tiene que concertar su unidad
en objetivos sociales. Asumirse como tal exige integrarse y organizarse en torno a un proyecto que, respetando la heterogeneidad
cultural y explotando su riqueza, se estructure en función de necesidades colectivas y que enfrente el poder que obstruye la historia.
En este sentido hablo de pueblo no como una realidad histórico-social previa sino como un proyecto aún por construir, un movimiento en el que tienen cabida todos «los amigos de la causa social» (Rodríguez), «usted y yo mi querido lector (Arciniegas), «el
pueblo que ama su libertad» (Bolívar); en suma, todos los hombres
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Lorena EscudPro Durán
y mujeres marginados y do'minados de América Latina que vamos
adquiriendo día a día la conciencia de nuestra situación y la nece-
sidad de superarla.
Avanzamos en ello, lo prueba el surgimiento en el escenario
político de nuestras naciones de múltiples fuerzas sociales que,
recuperando experiencias anteriores, luchan en contra de las desigualdades de raza, género, de la injusticia social, de la dominación política y cultural, de la depredación de nuestro ecosistema,
de la explotación económica, en fin, por un sistema más justo y
partkipativo, realmente democrático; sin embargo, a los diversos
sectores dominados les falta vinculación nacional y continental. El
momento en que sus reivindicaciones dejen de ser particulares, y
encuentren vinculación unas con otras, será un primer paso para
«Salir del abatimiento». Un pueblo de millones de habitantes que
tome conciencia, no sólo de su número, sino de que sus problemas
y por tanto sus soluciones, son semejantes, no desesperará ntmca
de su porvenir. Los mismos millones de latinoamericanos. mientras no sean más que individuos o sectores sociales aislados. disJ J6
persos. sin un proyecto colectivo. serán incapaces de decidir su
rumbo histórico.
Desde esta perspectiva podemos asumir el concepto pueblo
como aglutinador, sin deslindar la referencia al sujeto real.
En esta búsqueda es inútil plantear una contradicción inexistente con categorías como ciudadano, clase, movimiento; todas
con un importante valor analítico, que no tienen que pJantearse
como alternativas excluyentes, sino ser descubiertas en sus relaciones complementarias. en situaciones sociohistóricas concretas.
El concepto pueblo ha tenido en América Latina un significado
especial. que hoy continúa provisto de una convocatoria y una fuerza innegables~ por ello es necesario meditar en torno a él, para
devolverlo más rico al campo de la reflexión y la acción.
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