juventud rebelde por GRAZIELLA POGOLOTTI [email protected] HAY palabras grandotas que asustan. Tienen un contenido filosófico, con lo que adquieren prestigio, se cargan de resonancias solemnes y parecen remitirse a un universo distante y abstracto. Sin embargo, nada más lejano de nuestro pequeño planeta que las constelaciones. Durante siglos, la Estrella Polar y la Cruz del Sur trazaron el camino a los navegantes que, con instrumentos rudimentarios, buscaron las últimas fronteras de la Tierra. Ética es una de esas palabras que gravita sobre nosotros con fuerte peso específico. Todo ejercicio profesional está presidido por un código de ética, documento que según la tradición establecida, leemos y juramos en reiteradas ocasiones a lo largo de nuestras vidas. Pasado el momento del ritual, el texto se incorpora a una carpeta junto a documentos de primerísima importancia que amarillean en el olvido. Por eso, de cuando en cuando, hay que bajar de su pedestal las palabras grandotas, ponerles un par de sandalias y echarlas a andar junto a nosotros. Entonces, vivitas y coleando, las reconocemos y sentimos el tironcillo de orejas cuando nos desviamos de principios esenciales. Todos hemos tenido la experiencia de observar al cirujano saliendo extenuado del DOMINGO OPINIÓN 23 DE OCTUBRE DE 2016 03 Ética, profesionalidad y vida cotidiana salón de operaciones después de horas de duro batallar por salvar la vida de una persona desconocida. Lejos del quirófano, si se produce un accidente callejero, puede aparecer alguien que, sin identificarse previamente, se precipita en auxilio de las víctimas. Inseparables, su ética y su práctica profesional le exigen comprometerse con la tarea y postergar, en función de la demanda emergente, cualquier interés personal. El compromiso profesional de un médico responde al principio de preservación de la existencia de los seres humanos. Otras prácticas garantizan la higiene de una sociedad y la calidad del oxígeno que se respira en ella. El maestro no se limita a transmitir conocimiento. Tiene a su cargo la salud del espíritu. Sus principios éticos derivan, ante todo, de una conducta, vale decir, de una ejemplaridad arraigada a la defensa de la equidad en el modo de valorar y corregir el comportamiento de los estudiantes. Su toga, representación simbólica de su autoridad en el espacio sagrado del aula, se fundamenta en la búsqueda y preservación de la verdad. En su caso, la ética obliga a sembrar valores ciudadanos indispensables para el obrero, el científico y el dirigente del futuro. El crecimiento demográfico y la progresiva concentración urbana han acentuado la naturaleza gregaria de la especie humana. En Los pasos perdidos, Carpentier relata la historia de un músico que abandona la gran ciudad para viajar hasta el fondo de la selva. Allí, en el sencillo habitar de una humanidad que comienza a ingresar en la historia, encuentra una forma de felicidad y recupera su facultad de crear. Hombre de la modernidad, padece la falta de papel. Vuelve a la ciudad en procura de medios que le resultan imprescindibles. El avión lo espera. Al despegar rumbo a la ciudad proveedora de los bienes necesarios, está cerrando, sin saberlo todavía, las posibilidades de regreso al paraíso momentáneamente recobrado. La vida moderna nos hace depender de una red infinita de personas invisibles sin nombres ni rostros identificables. Al despertar cada mañana, debemos recibir agua y luz, tenemos acceso a información procedente de lugares distantes. El pan del desayuno está hecho de trigo cultivado en algún país lejano. Atravesó mares para llegar al puerto desde donde será enviado a un molino para hacer harina y esta transportada hacia la panadería y horneada entonces por alguien que permanece en la trastienda. Al igual que las necesidades, los oficios y las profesiones se multiplican. Cada contribución tecnológica genera nuevas demandas técnicas. Una cadena de tareas ocultas existe tras el funcionamiento de los celulares y las computadoras cada vez más interrelacionados a nuestra cotidianidad. Este universo de complejísimas relaciones de interdependencia requiere ordenamiento jurídico y desarrollo de conciencia ciudadana. De no haber reglas de juego reconocidas y aceptadas por todos, el caos, verdadera guerra entre individualidades desorbitadas, interferirían con el buen vivir de cada cual. Para establecer los principios del vivir colectivo, las sociedades constituyen un cuerpo jurídico al servicio de los intereses hegemónicos. Así pudo adquirir legitimidad la conversión del ser humano en mercancía mediante la compraventa de esclavos. En su proceso de construcción, nuestra sociedad ha estructurado leyes que conciliaron la defensa de principios esenciales y la respuesta concreta a situaciones emergentes. La aplicación de la ley expresa, en el transcurso de la vida cotidiana, los conceptos que preservan la nación así como los derechos y deberes del ciudadano. Los encargados de impartir justicia y de garantizar el orden son servidores públicos. Tan delicada función impone una alta exigencia ética. La imagen de la justicia suele caracterizarse por una banda que cubre los ojos y una mano que sostiene la balanza. Abogados, jueces y mantenedores del orden están comprometidos con una ética tan rigurosa como la que preside la actitud profesional médica. La salud del cuerpo y la protección de la vida humana son inseparables de la salud de la sociedad. Con una venda en los ojos, la justicia debe colocarse por encima de compromisos mezquinos, de falsas nociones de amistad y resquicios abiertos al soborno, a la corrupción, males que gangrenan los pilares de un proyecto social fundado en la equidad, en la protección de los sectores más vulnerables, en el reconocimiento al mérito y en la igualdad de oportunidades con vistas al desarrollo personal y colectivo. El clarín mañanero tiene que despertar los códigos de ética que amarillean en carpetas bien guardadas, sacudir el polvo que recubre la letra muerta y traducir los principios abstractos en la práctica cotidiana de un quehacer de todos, orientados a barrer de las calles lo feo y lo sucio, plantas parasitarias que amenazan con contaminarnos. ACUSE DE RECIBO JOSÉ ALEJANDRO RODRÍGUEZ [email protected] POCAS veces un funcionario me escribe por iniciativa propia, a no ser que se vea compelido a responder aquí un emplazamiento de un ciudadano. Por eso me complace hoy reseñar la sensible revelación de Nicdelia Hernández, administradora del Lavatín de Micro X, en Alamar, y residente en el apartamento 3 del edificio 828, en la Zona 1 de ese reparto habanero. Cuenta ella que esa lavandería, aunque tiene cisterna propia, lleva más de seis meses paralizada, sin servicio a la población, porque no entra el agua. En 2015 solicitaron inspectores al respecto, y nunca fueron. La solución fue firmar un contrato entre la Empresa de Servicios de La Habana —a la cual pertenecen— y Acueducto. E iban las pipas de agua. Pero en marzo de 2016 la dirección de la Empresa cerró el contrato porque eran muy costosos los gastos por el acarreo del líquido, al punto de hacerse irrentables. Siguieron las gestiones para resolver el asunto de raíz. En febrero pasado fue un carro a revisar si estaban bien las tuberías. Dijeron que sí, que el asunto era por desconexión. Nicdelia fue varias veces a la Dirección de Acueducto en el Lavatín cerrado por unas piedras territorio, y en otras ocasiones canalizó su preocupación por teléfono, para que se hiciera el trabajo. «Y nada —afirma— he hecho escritos a los gobiernos municipal y provincial, pero no tengo respuesta». Al fin, el pasado 6 de octubre fue la brigada a hacer el trabajo, y dijeron que no hay desconexión, sino tupición por arrastre de piedras. Pero no pudieron hacerlo por falta de herramientas. Dijeron que irían el 11 de octubre. Todavía no habían aparecido cuando Nicdelia me escribió. «Nos preocupa que a nadie le importe el cierre de un centro que brinda servicios tan valiosos a la población. Además, las seis trabajadoras del centro llevan más de seis meses sin cobrar salario. Solo he recibido apoyo de los delegados de la circunscripción y de las unidades básicas territoriales y provinciales de Servicios. Y este es el único centro de ese tipo en un reparto tan grande como Alamar. Duele verlo sin trabajo por indolencias y burocratismo». PREVER, NO SOLUCIONAR DESPUÉS DE… El pasado 25 de agosto, y desde Santa Clara, la doctora Marlyn Arce Núñez revelaba aquí que una «cajita» decodificadora para la TV digital de alta definición, marca Gelect, que adquiriera en una tienda por 50 CUC, dejó de funcionar 46 días después de vencida la garantía comercial de seis meses. Y ahí comenzó el problema... La llevó al único taller de Copextel en Santa Clara para ello. Y la sorpresa fue cuando la administradora del mismo le dijo que nunca han recibido partes y piezas para el servicio de posgarantía, ni siquiera poseían el listado de las tarifas correspondientes; solo les abastecían para cubrir las garantías... Le dieron un número de teléfono y le orientaron que llamara periódicamente. Y ella señalaba: «¿He invertido 50 CUC para disfrutar solo siete meses y medio de la TV digital? ¿Se puede comprender que se comercialicen equipos sin el respaldo para su reparación, reconociéndose por los talleres que su calidad no es óptima?» Al respecto, responde Jorge Luis García Rumbaut, gerente general de la División Electrodomésticos, Audio y Luces de Copextel, que para contestarle a Marlyn, trabajaron de conjunto con especialistas de la Industria de la Electrónica. Una comisión visitó a la clienta y comprobó las afectaciones del equipo. «Es cierto —afirma— que las piezas para la reparación de las cajas decodificadoras no se encontraban en el taller. Esta situación ya estaba en vías de solución, y actualmente las piezas están disponibles en los talleres de Copextel de todo el país, para dar respuesta a las demandas de reparación para el servicio de posgarantía». Subraya Jorge Luis que, además, se reparó la caja de Marlyn, quien manifestó su satisfacción con la atención recibida y la solución del problema. Y concluye el gerente agradeciendo las quejas, pues «nos ayudan a encontrar soluciones a los problemas que afectan los servicios que brindamos; trabajamos para hacerlo cada vez mejor». Agradezco la respuesta y la solución, pero lo óptimo sería que Copextel en su gestión previera los problemas de posgarantía y no tuviera que agradecer las quejas, sino evitarlas. No se explica por qué no había piezas en el taller para la posgarantía y luego aparecieron, ni por qué allí no tenían el listado de las tarifas.
© Copyright 2024