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12 | ADN CULTURA | Viernes 10 de octubre de 2014
Críticas
comEntarios
policial atípico
Pasión de coleccionista
El novelista inglés Philip Maitland Hubbard elabora
una atractiva zona de intriga no convencional
La colmena
de cristal
P. m. hubbard
La Bestia Equilátera
Trad.: Ernesto Montequin
270 páginas
$156
Felipe Fernández
para La nacion
“E
s bastante extraña, esta pasión
de coleccionista. No sé qué opinan los psicólogos al respecto,
pero estoy convencido de que es un sucedáneo de alguna emoción profunda. No precisamente del sexo, creo. Más bien de ese
instinto de cazar o de acopiar comida que se
remonta al Mesolítico.” Así intenta definir
Johnnie Slade, el protagonista de La colmena
de cristal, su afición obsesiva por los objetos
de cristal antiguo.
La novela del inglés Philip Maitland
Hubbard (1910-1980) se publicó originalmente en 1966. Desarrolla su trama en torno a una
tazza del siglo XVI que el legendario artesano
veneciano Giacomo Verzelini dedicó a la reina
Isabel. Slade, que vive en Londres, se entera de
la existencia de la pieza por un artículo publicado en una revista especializada donde no se
menciona el nombre del dueño ni su lugar de
procedencia. En busca de más información,
decide visitar al autor del artículo y lo encuentra muerto en su biblioteca, en apariencia por
causas naturales. Antes de llamar a la policía,
revisa el escritorio de la habitación; en un cajón descubre los negativos de las fotos de la
tazza, y en una agenda, el nombre de un pueblo costero llamado Dunstreet.
Hubbard elabora una atractiva zona de
intriga no convencional que no requiere de
hechos contundentes ni sangrientos. Le bastan un par de situaciones y pequeños detalles
para ir sembrando una atmósfera de inquietud que nunca se define con claridad hasta el
desenlace. Un elemento fundamental en este
planteo es el uso sutil de la voz narradora, que
va entregando la información a medias. Siempre parece estar guardándose algo. Tiende a
lo ambiguo o a lo tácito. Una parte de la personalidad de Slade no termina de salir a la luz
del todo. Oculta más de lo que muestra y no
revela cuál es el verdadero propósito que guía
sus acciones. Sus comentarios irónicos sobre
sí mismo sugieren una psicología compleja
e imprevisible: “No soporto ver seres muertos ni objetos rotos […]. Parece extraño que
sienta eso, con la enorme carga de violencia
que hay en mí”.
Luego de una cantidad de averiguaciones,
Johnnie viaja a Dunstreet. Allí lo preocupa
la sospecha de que alguien lo sigue y conoce
a Claudia James. Aunque entre los dos nace
una indudable atracción, permanece un sentimiento de desconfianza mutua. “Éramos como boxeadores que regresan a sus rincones
luego de un primer round imprevistamente difícil”, dice él tras un inicial encuentro erótico.
La muchacha vive con su tía Elizabeth, una
avarienta y antipática dama ciega de más de
ochenta años cuya casa alberga varias reliquias familiares. Claudia se ocupa de sus
asuntos por un sueldo fijo y se somete a sus
caprichos, un trabajo que ella reconoce “de-
“En última instancia, casi
todo se pudre con el tiempo,
pero el cristal no. El cristal
nos sobrevivirá a todos”
gradante”, a la espera de cobrar una herencia
que debería haber sido suya. En su actitud,
afirma, hay tanta codicia como terquedad.
A lo largo del libro el tema del coleccionismo reaparece una y otra vez por medio de
observaciones que se refieren a un comportamiento humano signado por el acumulamiento fetichista y el deseo compulsivo. Sin
ser un policial clásico, La colmena de cristal
habría encajado a la perfección en la colección de El Séptimo Círculo. Sus personajes
principales se mueven dentro de un cerco de
interrogantes regido por una elegante amoralidad. Hacia el final, Hubbard reserva una
buena cuota de acción para su protagonista
que, fiel a su propio código de conducta, filosofa: “En última instancia, casi todo se pudre
con el tiempo, pero el cristal no. El cristal nos
sobrevivirá a todos”. C
Cuentos del
pasado que vuelve
A
Los peligros
del deseo
Un detalle
trivial
Petite
mort
maría José
Eyras
matías
bragagnoLo
Alción
95 página
$ 90
Del Nuevo Extremo
288 páginas
$ 199
su profesión de arquitecta, María
José Eyras agregó en 2008 la de
escritora, al publicar La maternidad sin
máscaras, un texto en el que contó secuencias personales y detalló la significativa transición de toda mujer cuando
se convierte en madre. Añadió, además,
un enfoque ensayístico dirigido a un sector muy específico: el de lectoras próximas a vivir una experiencia similar, de
modo que se sintieran incluidas como
receptoras de las reflexiones volcadas en
buena parte del contenido. Ahora, con
Un detalle trivial, Eyras incursiona en la
literatura ficcional, con un conjunto de
diez cuentos, la mayoría de los cuales se
vinculan con vivencias personales en zonas rurales bonaerenses, donde la autora
residió durante su niñez y adolescencia.
Se diferencia del resto el relato de cierre,
que transcurre en el siglo XIX y aborda
episodios de la convivencia de Goya y su
última amante, Leocadia Zorrilla.
El libro exhibe una muy cuidada escritura. Detrás de las situaciones y los escenarios aparentemente apacibles, se insinúan nudos psicológicos que el pasado
trae vagamente, como una brisa que en
su levedad posee el carácter de inoportunas recurrencias.ß Willy G. Bouillon
S
obre el oscuro mapa de la mente,
Sigmund Freud postuló que más allá
del principio del placer está la pulsión
de muerte. En la frontera, hay orgasmos
que apagan la conciencia, que coquetean
con el último de los deseos. Ése es el núcleo de Petite mort (como los franceses
describen el orgasmo), primera novela
de Matías Bragagnolo (La Plata, 1980).
A Eduardo lo despiden de su trabajo,
su esposa lo abandona y él pierde todo
contacto con sus hijos. Queda aislado del mundo y sumido en una fuerte
apatía que lo conduce a un proceso de
masturbación intensiva. La necesidad
de subsistir transforma el vicio en pan:
comienza a vender películas pornográficas y su vida se acomoda. Años
después, un pedido lo desestabiliza: un
misterioso cliente lo extorsiona para
que consiga una película snuff, el “Santo
Grial del porno”, donde el sexo va acompañado de muerte. La falta de ambición
y el instinto de preservación que hasta
entonces lo habían mantenido a salvo
ya no podrán evitar que Eduardo cruce
ciertas fronteras.
Con una trama de poca fortaleza lógica y un aparato de enunciación complejo, cuyo último responsable parece
ser un transcriptor-escritor-editor, la
mayor parte de Petite mort transita por
la vía de la novela negra. Hay pasajes que
historian y explican el género porno,
fragmentos de un guión cinematográfico y momentos de estilo documental.
Entre tanta diversidad, los acápites de
cada capítulo los provee la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, quien
insistentemente advierte sobre los peligros del deseo.ß Emiliano Sued