BIENESTAR SUBJETIVO, ACTITUDES AMBIENTALES Y AGRICULTURA URBANA EN EL COLECTIVO AGROARTE, DE LA CIUDAD DE MEDELLÍN DEISY VANESA MOLINA POSADA Asesora: LUZ ADRIANA MUÑOZ DUQUE Magíster en Psicología UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA MEDELLÍN 2016 Tabla de contenido Resumen.......................................................................................................................................... 5 1. Introducción ................................................................................................................................ 6 2. Planteamiento del problema ........................................................................................................ 8 2.1 Contextualización .................................................................................................................. 8 2.2. Antecedentes ...................................................................................................................... 11 2.3 Pregunta de investigación.................................................................................................... 14 3. Justificación .............................................................................................................................. 15 4. Objetivos ................................................................................................................................... 19 4.1 Objetivo general .................................................................................................................. 19 4.2 Objetivos específicos........................................................................................................... 19 5. Referente conceptual ................................................................................................................. 20 5.1 Psicología ambiental ........................................................................................................... 20 5.2 Bienestar subjetivo .............................................................................................................. 25 5.3 Actitudes ambientales ......................................................................................................... 32 6. Metodología .............................................................................................................................. 41 6.1 Enfoque ............................................................................................................................... 41 6.2 Estrategias ........................................................................................................................... 41 6.3 Muestreo .............................................................................................................................. 42 6.4 Técnicas de recolección de información ............................................................................. 43 6.5 Procedimiento de recolección de información .................................................................... 43 6.6 Técnicas de análisis de información.................................................................................... 44 6.7 Criterios éticos..................................................................................................................... 44 6.8 Criterios de validez.............................................................................................................. 46 7. Descripción de hallazgos .......................................................................................................... 47 7.1 Agroarte ............................................................................................................................... 47 7.2 Bienestar subjetivo .............................................................................................................. 51 7.3 Actitudes ambientales ......................................................................................................... 57 8. Discusión................................................................................................................................... 63 8.1 Limitaciones del estudio...................................................................................................... 75 9. Recomendaciones ..................................................................................................................... 77 1 10. Conclusiones ........................................................................................................................... 78 Referencias .................................................................................................................................... 80 Anexos .......................................................................................................................................... 88 Anexo 1. Carta de consentimiento informado. .......................................................................... 88 Anexo 2. Consentimiento informado. ....................................................................................... 92 Anexo 3. Guía de entrevista ...................................................................................................... 94 2 Lista de tablas Tabla 1. Niveles de análisis socioespaciales. ................................................................................ 23 Tabla 2. Componentes del bienestar subjetivo. ............................................................................ 31 3 Lista de figuras Figura 1 Modelo tridimensional de la actitud ............................................................................... 37 4 Resumen Ante la falta de seguridad alimentaria, el aumento del cemento y el ver que hay zonas inutilizadas en las ciudades, nace la agricultura urbana (en adelante AU) como una forma de transformar espacios, cultivar algunos de los propios alimentos y resaltar la importancia que tienen el campo y la agricultura en la sociedad. Más allá de esto, esta práctica tiene un impacto positivo sobre los afectos y la vida en general, y se relaciona con la preocupación por el cuidado del medio ambiente. El propósito de este trabajo fue describir las dimensiones del bienestar subjetivo y las actitudes ambientales, asociadas a la práctica de la AU. Para ello se tomó un enfoque cualitativo, con entrevistas semiestructuradas a miembros del colectivo Agroarte de la ciudad de Medellín. Los entrevistados reportan sentir un bienestar no solo durante la práctica misma de la AU, sino también por extensión a otros aspectos relacionados con ella, como la apropiación de espacios y la generación o fortalecimiento de lazos sociales, sintiendo satisfacción con sus vidas, en general. Asimismo, manifiestan una actitud favorable hacia esta práctica, pues los hace sentir bien, piensan que es importante y les gusta estar involucrados con las plantas. Palabras clave: bienestar subjetivo, actitudes ambientales, agricultura urbana (AU). 5 1. Introducción El presente trabajo se orientó a la comprensión de la asociación que se puede dar entre la práctica de la AU, el bienestar subjetivo y las actitudes ambientales de varios practicantes de la misma en el colectivo Agroarte, de la ciudad de Medellín. Esta asociación no es nueva ni supuesta, sino que se ha investigado desde distintos aspectos vinculados con la AU, el bienestar y la psicología ambiental. Se toma en cuenta el bienestar subjetivo (Diener, 1984), ya que se parte del juicio de las personas acerca de ese “sentirse bien” con lo que realizan, así como de la satisfacción que obtengan en sus vidas en general. También se abordan las actitudes ambientales (Schultz, Shriver, Tabanico y Khazian, 2004) pues interesa la preocupación ambiental que expresan los integrantes del colectivo. En una primera parte se hace un planteamiento del problema, teniendo en cuenta la contextualización de la AU, los antecedentes de investigaciones que abordan el bienestar y las actitudes ambientales en asociación con la práctica de conductas ambientales y proambientales (entre las cuales se cuenta la AU), y la formulación de la pregunta de la cual se desprende todo este trabajo. También se presentan los objetivos que se propuso cumplir. Más adelante se muestra el marco teórico sobre el cual se basó este trabajo y en el que se hace una presentación de lo que es la psicología ambiental, las distintas teorías asociadas al bienestar subjetivo y un acercamiento a las actitudes ambientales. Posteriormente se encuentra la metodología, que muestra la forma como está estructurado el trabajo, incluyendo población, recolección y análisis de la información, procedimiento, criterios éticos y criterios de validez. 6 Al final de este trabajo se expone la descripción de hallazgos, la discusión, las recomendaciones y conclusiones. 7 2. Planteamiento del problema En este apartado se delimita el tema y objeto del presente estudio, para lo cual se realiza una contextualización de la práctica de la AU, se expone una revisión de antecedentes que hablan de las actitudes ambientales y que relacionan el bienestar con la AU o conductas proambientales y, finalmente, se encuentra la pregunta de investigación. 2.1 Contextualización La preocupación por el cuidado del medio ambiente no es un tema nuevo. Fue en 1987, con el Informe Bruntland, que comenzó a utilizarse el término desarrollo sostenible para hacer referencia al modelo económico, social y ambiental alternativo que busca que las necesidades que se dan en el presente, sean satisfechas sin impedir que las generaciones futuras puedan satisfacer, a su vez, las suyas (Bermejo, Arto, Hoyos y Garmendia, 2010), y ya en 1992 en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, fue que este término se empezó a tomar a nivel mundial y a darle un alcance de compromiso con el cambio (Novo, 2009). Esto como respuesta a los problemas derivados de la forma en que los seres humanos actuamos generando la crisis ecológica que, a la vez, repercute de forma negativa sobre nosotros. Se habla, entonces, del compromiso que tiene el ser humano para actuar de forma equilibrada en el presente, dejando a un lado el consumo desmedido que hace que agotemos los recursos que harán falta para las generaciones futuras, a través de la conciencia acerca de esta realidad y, más allá de esta, de su actuación de forma responsable con el ambiente por medio de conductas sostenibles como acciones proecológicas, consumo frugal y comportamientos relacionados con el altruismo y la equidad (Corral y Domínguez, 2011). 8 De este auge que se ha generado por el tema medioambiental, también se ha desprendido el marketing ecológico mediante el cual las empresas ofrecen productos que generan un menor impacto negativo en el ambiente, buscando que los clientes tomen decisiones de compra basadas en su conciencia ambiental. Se promueve, así, el consumo sustentable por medio de la educación ambiental a los clientes, la adopción de una imagen proambiental de la empresa, el cumplimiento de normas internacionales y la proyección de una economía verde, en donde se trata de satisfacer las demandas de los consumidores, siendo responsables con el medio ambiente y sin generar pérdidas económicas (Beltrán, Lobera y Morales, 2009; Hernández y López, 2012). Pero también se ha tomado el adjetivo “verde” como un rótulo de moda que utilizan muchas empresas que aprovechan el aumento de la conciencia ambiental para ganar clientes, lo que ha generado por parte de estos cierta desconfianza hacia estas propuestas y la exigencia de que sí sean realmente sostenibles (Juliach, 2010). Sin embargo, más allá de la moda del tema ambiental, de lo que el comercio manifieste y de las cifras que tengan los gobiernos y organizaciones ambientales, el deterioro ambiental se va evidenciando de distintas formas, entre las cuales está la expansión que se da de las ciudades en donde se van tomando áreas verdes para reemplazarlas con edificaciones, eliminando bosques y cambiando paisajes naturales por paisajes urbanos. Esto trae distintas consecuencias para las personas, las cuales no siempre tienen que ver con el ideal de desarrollo. Ya que esta expansión urbana se da como producto del aumento de la población, las consecuencias negativas también tienen que ver con el uso que los seres humanos hacen de los recursos naturales, que tienden a ser inadecuados. Se da una degradación ambiental al generar mayor cantidad de basuras, aumento del consumo de agua e inadecuado tratamiento de aguas residuales (Bazant, 2011); a su vez, el aumento de la contaminación genera impactos sobre la salud física y la salud mental con 9 incremento de enfermedades respiratorias, cáncer, obesidad, hipertensión, estrés, ansiedad, depresión, problemas de sueño, entre otros (Ballesteros y Daponte, 2010). Debido a este aumento de las zonas urbanas, se ha visto la necesidad de implementar alternativas que promuevan el desarrollo sostenible. Una de estas alternativas es la AU, que consiste en la utilización de espacios urbanos –que pueden ser desde lotes abandonados y espacios públicos, hasta balcones, terrazas, solares- para la siembra de plantas que sirven para la alimentación y ornamentación, y que se pueden aprovechar para consumo propio o para la venta, teniendo grandes repercusiones en la escasez de alimentos y la falta de seguridad alimentaria que se viene presentando en muchos países (FAO, s. f.). Los diseños verticales hacen parte de esta apuesta y asimismo tienen distintas ventajas como la facilidad de ubicarlos en sitios donde no se disponga de mucho espacio, el agregado estético, los beneficios económicos de tenerlo en casa, la seguridad de saber de dónde provienen los alimentos y qué manejo se les ha dado; además, estos huertos o jardines se pueden construir con materiales reciclados, lo cual ayuda con el cuidado del medio ambiente y repercute en la percepción de estar contribuyendo con una buena causa (Navas y Peña, 2012). En la ciudad de Medellín también se ha hecho presente la AU. Desde proyectos como el de la Secretaría de Medio Ambiente y el Área Metropolitana, con sus Aulas Ambientales que desde el 2010 le apuestan a propiciar espacios donde la ciudadanía pueda participar y donde se fomente la investigación, el trabajo de la comunidad y la buena utilización del tiempo libre, todo en beneficio de la naturaleza (López, 2013); el del Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe que constantemente brinda talleres e información sobre AU; hasta iniciativas de colectivos como Agroarte, que fomenta esta práctica como una forma de volver a las raíces y de promover el tejido social; y actividades personales y caseras en los distintos espacios que se pueden utilizar 10 en los hogares. Asimismo, hay una red de huerteros que pretende divulgar todo lo relacionado con esta práctica y conocer las distintas huertas en la ciudad. Medellín, incluso, fue sede del Segundo Seminario Taller Internacional de Agricultura Urbana en el 2009, donde se creó una declaración en que se hacía hincapié en el compromiso que se debe asumir desde el gobierno y las organizaciones civiles y académicas para promover la AU, implementando políticas que hagan parte de la planeación y ordenamiento territorial y que aporten en la mejora del ambiente y la salud, así como en la lucha contra el hambre y la pobreza (FAO, 2009). No obstante, la AU no sirve solo como ayuda en la lucha contra el hambre y la búsqueda de la seguridad alimentaria. También es una forma de recuperar la conexión con la naturaleza y de desarrollar conductas sustentables, lo cual conlleva beneficios no solo a nivel físico sino también psicológico (Amérigo, García y Sánchez, 2013). 2.2. Antecedentes Por medio de la práctica de la AU también se pretende mantener un contacto con la naturaleza, contacto que está asociado con un bienestar. Así, White, Pahl, Ashbullby, Herbert y Depledge (2013) realizaron una investigación en la que determinaron que la exposición a la naturaleza genera un restablecimiento de los recursos emocionales y cognitivos que se encuentran agotados, siendo mayor este restablecimiento en ambientes costeros y espacios verdes como bosques y montañas; sin embargo, ambientes urbanos que incluyan espacios naturales (como parques) también generaron beneficios a nivel psicológico. Asimismo, Howell, Dopko, Passmore y Buro (2011) hallaron una relación entre la conexión con la naturaleza y el 11 bienestar a nivel psicológico y social, siendo importante esta conexión en cuanto al progreso que las personas tienen en sus vidas privadas, como en sus ámbitos públicos o sociales. La inclinación a la naturaleza y el medio ambiente no se da solo en su contacto sino también en el actuar. Cuando se tiene un comportamiento sustentable se actúa de tal forma que se busca la conservación del medio físico y también la protección de otros individuos y grupos. Corral, Mireles, Tapia y Fraijo (2011) muestran que entre las consecuencias positivas del comportamiento sustentable se encuentra la felicidad que experimentan las personas que lo practican, sobre todo relacionado con los comportamientos proecológicos, altruistas y equitativos. Aunque también explican que las conductas sustentables se pueden dar como consecuencia de la felicidad, o que la relación puede ser bidireccional, es decir, que una persona que en general se sienta feliz, practicará más fácil las conductas sustentables, lo que a su vez le hará sentirse más feliz. Esta sensación de felicidad también puede darse por el rompimiento que se hace con el consumismo y el tener mayor control en las decisiones que se toman con respecto a ello. Amérigo et al. (2013) realizaron una investigación donde abordaron las actitudes y conductas hacia el medio ambiente en relación con un mayor bienestar emocional. Los resultados encontrados por estas autoras evidencian que hay una relación directa entre el afecto positivo y la incorporación de la naturaleza como parte de sí mismo; y la ejecución de conductas proambientales está relacionada con una mayor satisfacción vital. Esto se da cuando estas conductas se toman como útiles pues favorecen al medio ambiente –más que solo buscar el beneficio propio- y así, el hecho de realizar algunos sacrificios personales o conductas que impliquen cierto esfuerzo, no conlleva malestar, es decir, las conductas y las actitudes proambientales generan efectos positivos si la naturaleza se toma por su valor intrínseco. Corral, Tapia, Ortiz y Fraijo (2013) tomaron la conducta sostenible como una acción virtuosa, siendo 12 esta última una acción que genera satisfacción, plenitud, felicidad y bienestar. En una investigación, estos autores encontraron una alta correlación entre la conducta sostenible y virtudes como humanidad, justicia y moderación, llegando a calificar la conducta sostenible como un comportamiento generalizadamente virtuoso. Además de ser una acción que puede estar asociada al comportamiento sustentable, la AU también se muestra como una práctica con valor simbólico, que representa para sus practicantes una vuelta a tradiciones o a una vida que consideran mejor. Cantor (2010) realizó una investigación con población que vivió el desplazamiento forzado y personas en condición vulnerable y encontró que, más allá de los beneficios a nivel económico que se obtienen por medio de esta práctica, también están beneficios de tipo psicológico como sensación de tranquilidad y de autonomía, además de la nostalgia de recordar la vida en el campo y representar este un espacio de placidez, que ayuda a resistir el medio hostil que se vuelve para ellos la ciudad. Comassetto, Solalinde, Rosa, Trevisan, Zilio y Vargas (2012) han tomado a la AU como un fenómeno de consumo, pero aludiendo al concepto de anticonsumo simbólico como una forma simbólica de resistencia ante el consumismo imperante y donde se hace un cuestionamiento a esa lógica de mercado. A través de la práctica de la AU, estos autores encontraron que no solo se va en contra del consumismo –obteniendo un bienestar extrínsecosino que también es una forma de rescatar una herencia cultural y remitirse con nostalgia al pasado –generando un bienestar intrínseco- y un estado de placer o flow, lo que lleva, respectivamente, a tener motivaciones extrínsecas –donde también se sirva de ejemplo a otros- y motivaciones intrínsecas para continuar con esta práctica. La AU también puede aumentar las zonas verdes de una ciudad y contribuir con su embellecimiento. Esto beneficiaría a los habitantes de las áreas urbanas, ya que se ha demostrado 13 que las personas que residen en zonas urbanas con grandes cantidades de espacios verdes, presentan un mayor bienestar y un menor estrés negativo, en comparación con quienes viven en áreas con menos cantidad de espacio verde (White, Alcock, Wheeler y Depledge, 2013). Además, el tomar como otro propósito de la AU el embellecimiento de las ciudades, también se puede relacionar con adquirir mayores beneficios psicológicos. Zhang, Howell, y Iyer (2014) encontraron que el bienestar psicológico obtenido por la conexión con la naturaleza, es mayor en personas que tengan cierta sensibilidad a su belleza, y en general las personas prefieren más los espacios que tienen elementos de la naturaleza como agua y vegetación, pues les son más llamativos, por lo cual se puede aprovechar esta característica para promover la participación con la naturaleza a partir de su belleza. 2.3 Pregunta de investigación Tomando en cuenta la evolución que ha tenido la AU dentro del interés que se ha venido generando por contribuir con el cuidado del medio ambiente, y las investigaciones que se han hecho donde se relacionan las conductas proambientales con un estado de bienestar, surge la pregunta: ¿Cómo se manifiestan el bienestar subjetivo y las actitudes ambientales en algunos integrantes del colectivo Agroarte, de la ciudad de Medellín, a partir de su práctica de la AU? 14 3. Justificación El deterioro en el medio ambiente, generado por los distintos tipos de actuación del hombre y que se manifiesta en la desintegración de la capa de ozono, la desaparición de numerosas especies de animales y el cambio climático rápido, entre otros, ha originado preocupación por el tema ambiental desde hace décadas (Navarro, 2012). Esta preocupación ha hecho que se adopten y promuevan iniciativas que contribuyen con el cuidado del medio ambiente, entre las que se encuentra la AU, práctica que ha tenido auge en los últimos años y que representa para muchos no solo una forma de producir alimentos, sino también una contribución a la sostenibilidad del medio ambiente, un espacio para estrechar lazos interpersonales, aprovechar el tiempo libre y desarrollar comunidad (Richter, 2013). Esto es lo que se puede observar en un colectivo como Agroarte, donde se es bienvenido a participar y aprender, no solo de siembra en la ciudad, sino del valor que tiene el medio ambiente y el otro. De aquí la importancia de este trabajo al reflexionar sobre aspectos de la relación que establecen los miembros de este colectivo con el medio ambiente. Y es que el interés en el estudio de esta relación ha mostrado influencia recíproca entre el ser humano y el medio ambiente (Corraliza, Berenguer y Martín, 2007), donde el ambiente influye sobre las experiencias humanas pero también las personas influyen sobre él en cuanto al uso que le den y el tipo de participación que tengan en él (Navarro, 2012). En Agroarte se puede estudiar esta doble vía de influencia. De un lado, cómo experimentan sus miembros la conexión con la naturaleza en cuanto a los efectos que esta tenga sobre ellos, tomando no solo el hecho de que el mero contacto con ambientes naturales ya produce un bienestar (White, Pahl et al., 2013; Howell et al., 2011) sino también el que el ambiente genera identidad y significación (Navarro, 2012), habiendo consecuencias en 15 momentos puntuales pero también influyendo en la vida en general. Esto puede ser estudiado con las dos dimensiones que involucran el bienestar subjetivo: la dimensión cognitiva y la dimensión afectiva (Diener, 1984). Por otro lado, con este colectivo también se puede estudiar la actuación sobre el ambiente y lo que esto conlleva a nivel psicológico, aportando a las investigaciones que abordan el hecho de involucrarse en conductas proambientales y la repercusión que tienen –más allá de la mejora del ambiente- en el ser humano, donde se ha visto que este tipo de conductas tiene consecuencias positivas (Corral et al., 2011; Corral et al., 2013). Pero también se ha visto que los cambios en comportamientos individuales que sirven para el cuidado y la conservación del medio ambiente, pueden extenderse a otras actuaciones y, de esta forma, generar estilos de vida, es decir, puede ser más fácil tener un comportamiento proambiental general a partir de acciones específicas de este tipo (De Castro, 2001), por lo que estudiar la relación que establecen los miembros de Agroarte con la AU puede ayudar a considerar el significado que tiene para algunas personas el estar involucradas en conductas proambientales y cómo esta acción podría extenderse o no a otras conductas que velen por el medio ambiente. Este trabajo también aporta a la disciplina de la psicología en tanto que contribuye con la investigación que se ha venido presentando desde hace más de treinta años acerca de la conciencia ambiental y donde se tiene en cuenta que los problemas relacionados con el medio ambiente no deberían ser llamados “problemas ambientales” o “problemas del medio ambiente” sino que son problemas de la humanidad en tanto que es el hombre el que, con su comportamiento, los ha generado (Corraliza, 2001). De ahí la pertinencia de este tipo de estudios donde la psicología puede aportar a la comprensión de la relación individuo-ambiente (Navarro, 2012). 16 Con este trabajo se abordan las actitudes ambientales, tema clave en la educación ambiental que pretende que, a partir de un cambio en estas, también se generen cambios en el comportamiento, por medio del fomento del conocimiento y el respeto por lo que nos rodea (De Castro, 1998). Se aporta, así, a la educación ambiental al describir las actitudes ambientales en los miembros del colectivo Agroarte y, además, teniendo en cuenta que la educación ambiental no se imparte solo en el ámbito estrictamente escolar sino que también se da en este tipo de colectivos, los cuales pueden pensarse como instrumento de cambio a través de unas intervenciones de aprendizaje distintas, pues sus miembros están interactuando con la realidad de forma directa, siendo el propio contexto el ámbito de aprendizaje (Novo, 2009). Las investigaciones que relacionan las actitudes ambientales con el bienestar subjetivo, son escasas (Amérigo et al., 2013) por esto es que este trabajo puede contribuir a los estudios realizados. Además, la psicología ambiental ha sido poco desarrollada en nuestro medio, por lo cual este estudio puede aportar a los trabajos ya existentes e impulsar que se sigan realizando y así hacer más visible esta disciplina. Este tipo de trabajos también puede ser útil para encauzar las políticas públicas dirigidas a distintos procesos como el acondicionamiento de espacios construidos y naturales, y la promoción de comportamientos proambientales (Navarro, 2012), igualmente puede servir a largo plazo a los activistas ambientales y los que luchan por el cuidado y conservación del medio ambiente, para entender primero los procesos psicológicos que subyacen a esta actividad y, así, tener bases sobre cuál es la mejor forma de actuar para promover la AU y el cuidado del medio ambiente. 17 Por otra parte, se considera pertinente este trabajo, ya que lo observado en distintas visitas a eventos de AU da cuenta de que esta actividad no incluye el mero hecho de sembrar, mantener una huerta y cosechar, sino también otros elementos rescatables como el placer que expresan muchas personas al hablar de esta práctica y las ganas que demuestran de ejecutarla, convirtiéndose para algunos en un estilo de vida y, para otros, lo que les permite retomar algo de su lugar de origen. Además, aunque desde la Alcaldía de Medellín se promueva todo el tema de la sostenibilidad y se tengan proyectos de AU, un colectivo como Agroarte puede demostrar lo que hacen las iniciativas personales, que no requieren de incentivos externos para prosperar, siendo genuina la actuación de sus miembros. 18 4. Objetivos 4.1 Objetivo general Describir las dimensiones del bienestar subjetivo y las actitudes ambientales en algunos miembros del colectivo Agroarte, de la ciudad de Medellín, a partir de su práctica de la AU. 4.2 Objetivos específicos ● Mencionar elementos de la constitución y dinámica del colectivo Agroarte y de la práctica de la AU, al interior del mismo. ● Describir el afecto positivo y la satisfacción con la vida que experimentan los miembros del colectivo Agroarte en relación con la práctica de la AU. ● Identificar los pensamientos, afectos y comportamientos asociados a la práctica de la AU. 19 5. Referente conceptual En esta parte se exponen las perspectivas teóricas sobre las cuales se orienta este trabajo. Para esto se habla de la psicología ambiental, disciplina que engloba distintas temáticas de la interrelación ambiente-conducta; después se hace un recorrido donde se habla del bienestar, en general, hasta llegar al bienestar subjetivo y, finalmente, se muestran concepciones diferentes sobre las actitudes, y una aproximación a las actitudes ambientales. 5.1 Psicología ambiental Aunque el ambiente influye en el modo en que las personas sienten, piensan o se comportan, además de ser donde pueden dar cuenta de sus características e intereses particulares, lo más común es que no se percaten de lo que este puede representar en la vida diaria (Holahan, 1991). Esto también ha pasado en la psicología, donde ha primado la atención hacia los aspectos psicológicos y sociales, y no al entorno en el cual se desarrollan, vacío que ha venido cubriendo la psicología ambiental (Aragonés y Amérigo, 1998), al estudiar la relación individuo-ambiente, partiendo de que toda vivencia se da en un lugar determinado (Navarro, 2012). Este interés hacia el estudio del ambiente, por parte de la psicología, se empezó a visibilizar en la década de 1940, a partir de los aportes de los psicólogos Egon Brunswik y Kurt Lewin, siendo el primero el que acuñó el término psicología ambiental en 1943, y resaltó el rol activo del individuo en la percepción del ambiente, y el segundo, el que acentuó la importancia de la representación interna del entorno para trasladarse, en lo que denominó espacio vital (Aragonés y Amérigo, 1998). Otra contribución se dio gracias a los psicólogos Roger Barker y Herbert Wright quienes, en 1947, fundaron la Estación Psicológica, un sitio en el cual estudiaban la influencia de las circunstancias ambientales sobre la conducta de personas del común en 20 situaciones cotidianas, y que sirvió también como base para lo que sería la psicología ecológica (Holahan, 1991). Lo anterior se da dentro del primer periodo de tres que sirven de organización para la historia de esta disciplina, según Aragonés y Amérigo (1998): a) la prehistoria de la Psicología Ambiental (hasta 1960), b) el periodo de institucionalización (1960-1980) y c) el periodo de consolidación y desarrollo (desde 1980 hasta la actualidad). En el periodo en el cual se institucionaliza la psicología ambiental, esta se convierte en una disciplina con un carácter propio gracias a circunstancias sociales y al interior de la psicología social, como lo son la profundización en estudios acerca de problemas ambientales y su influjo sobre la conducta, y la aparición de números de revistas y conferencias sobre la materia. A mediados de los años 1970 se crea una sección en la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) llamada Population and Environmental Psychology. En el periodo de consolidación y desarrollo, aparecen revistas que le dan un impulso a la difusión de la psicología ambiental, dándose a conocer en muchas universidades del mundo y posicionándose como una disciplina con unos temas propios de interés. Pero estos temas y, en general, los antecedentes de la psicología ambiental, tuvieron un énfasis en la influencia que ejerce el ambiente sobre la conducta y relegaron los aportes relacionados con el hecho de que la actuación de individuos y grupos sobre el ambiente, también ejerce un influjo (Roth, 2000). Es por esto que, aunque no se han dejado de lado los intereses clásicos de la psicología ambiental, sí se ha dado un énfasis en los últimos tiempos a temas que tienen que ver con la sostenibilidad y el papel del ser humano frente a los recursos naturales, apuntando a una interpretación de la conducta tomando en cuenta muchos más elementos que los referidos a la influencia del ambiente físico externo; igualmente, yendo más allá del 21 determinismo hacia un interaccionismo; y mostrando el doble interés que se puede tener desde esta disciplina: hacia las maneras y el tipo de información con que es percibida la crisis ecológica, y hacia la explicación y el fomento de comportamientos proambientales (Corraliza et al., 2007). Según Aragonés y Amérigo (1998), las dificultades para llegar a un consenso sobre los temas que se puedan tratar dentro de la disciplina también han generado inconvenientes en su definición, a pesar de que se repitan los conceptos de conducta humana y ambiente. Analizando distintas definiciones, estos autores proponen la definición de psicología ambiental como “la disciplina que estudia las relaciones recíprocas entre la conducta de las personas y el ambiente sociofísico tanto natural como construido” (p. 24), siendo importante resaltar que es una relación de doble vía entre el individuo y el ambiente, y que este último puede ser de distintos tipos. Sin embargo, también se hace necesario tomar en consideración la perspectiva intercultural y la temporalidad, siendo la psicología ambiental la que estudia las interrelaciones entre el individuo y su ambiente físico y social, teniendo en cuenta las dimensiones espaciales y temporales (Moser, 2003). Cuando Moser (2014) habla de la dimensión temporal se refiere a la importancia que tiene el tiempo en las transacciones individuo-entorno, pues no son percibidas de igual forma en el presente como a futuro; además, el ciclo de la vida humana no siempre coincide con la duración de los entornos, y estos propician unos ritmos de vida según sean urbanos o rurales. Por otro lado, la dimensión espacial se refiere al contexto físico y social en el cual se mueve un individuo y que condiciona sus percepciones, actitudes y comportamientos (Moser, 2003). 22 La relación individuo-entorno es caracterizada por la psicología ambiental en cuatro niveles de análisis socioespaciales, que posibilitan su estudio en cuanto a las dimensiones físicas y las relaciones que conllevan con los otros, así como el tipo de control que se puede tener según estas propiedades (Moser, 2014). Tabla 1. Niveles de análisis socioespaciales ambiente físico ambiente social tipo de espacio y de control nivel individual espacios privados familia control extendido micro-ambiente hábitat Nivel I espacio de trabajo ambientes próximos Nivel II vecinancia, espacios abiertos al público ambientes públicos Nivel III ciudades, pueblos nivel interindividual espacios semi-públicos comunidad control compartido usadores, clientes habitantes conglomerado de individuos espacios públicos control mediatizado país, nación sociedad Nivel IV ambiente global planeta populación ausencia de control Fuente: Moser (2003). En los cuatro niveles de análisis se da una actuación en distintos grados de las dimensiones temporal y cultural, así como de la posibilidad de control (Moser, 2003). Esta última característica se refiere a la percepción de que habrá determinada consecuencia a partir de 23 una conducta para cubrir la necesidad de ejercer un control sobre el entorno, reduciendo, así, los efectos negativos que se generan cuando esto no es posible (Moser, 2014). Otro tópico de interés para la psicología ambiental es la formación de vínculos entre los individuos y los entornos, que se puede entender a partir de la apropiación de los espacios. Este concepto hace alusión al proceso en el cual los individuos se vinculan con los espacios por medio de las actuaciones y transformaciones que pueden tener sobre estos (incluyendo las interacciones sociales) pero también, a partir de estas acciones, les otorgan significados y se identifican con sus cualidades, teniendo esto una repercusión en los procesos cognitivos, afectivos, de identidad y relacionales, que puede conllevar al apego con el lugar y posibilitar una actuación amable en el mismo (Vidal y Pol, 2005). La apropiación ambiental –que conlleva procesos de identidad con el entorno y sentimiento de pertenencia a una comunidad- no solo facilita la adopción de comportamientos proambientales, sino que también se relaciona con el bienestar individual (Moser, 2003). El bienestar se vuelve casi un propósito en el objeto de estudio de la psicología ambiental (Stokols y Altman, 1987) pues esta disciplina tiene un carácter tanto teórico como aplicado, que va dirigido a la resolución de problemas en la relación individuo-ambiente, estando en consonancia con los requerimientos que se proponen desde el desarrollo sustentable (Moser, 2003). El resultado de las investigaciones en psicología ambiental, también puede dirigir las políticas públicas y programas de desarrollo (Navarro, 2012), teniendo esto una repercusión a nivel colectivo. En general, la psicología ambiental estudia la relación que se establece entre el individuo (o los grupos) y el ambiente sociofísico, en una doble vía en la cual el individuo y su comportamiento se ven influidos por el ambiente pero el ambiente también resulta afectado 24 producto del comportamiento que el individuo tenga sobre él, generando una amplia gama de temas que pueden ser abordados desde esta disciplina como son la percepción ambiental, representaciones ambientales, creencias ambientales, privacidad y territorialidad, emoción y ambiente, educación ambiental, medio natural y urbano, percepción y conducta ante riesgos ambientales, conducta proambiental o ambientalmente responsable, hacinamiento, bienestar y actitudes ambientales, entre otros (Aragonés y Amérigo, 1998; Moser, 2003; Roth, 2000). 5.2 Bienestar subjetivo El interés hacia el estudio del bienestar se ha dado desde mucho tiempo atrás en la historia, abordando distintos tópicos o conceptos asociados. Así, se ha tomado desde aspectos externos como la calidad de vida, el nivel de vida, el nivel económico, entre otros, que serían factores macro y que tendrían un valor más a nivel social o colectivo; y también aspectos que hacen referencia directamente a la persona como la edad, el género, la inteligencia, pero desconociendo ese aspecto fundamental que involucra lo que tiene que ver directamente con cada sujeto y cómo es su posición a un nivel individual, lo cual reflejaría a un nivel colectivo cómo vive determinada población. Se ha dado, entonces, un cambio en la forma de abordar el bienestar pues no se desconocen los niveles macro o las características que se pueden medir de forma objetiva, pero sí se toman como insuficientes a la hora de explicar el bienestar (Díaz, 2001) y ha surgido el estudio del bienestar subjetivo. Para ello se han asociado al concepto de bienestar subjetivo, términos como felicidad, satisfacción vital y calidad de vida, poniéndose incluso como sinónimos. De ellos, el concepto de felicidad es el más asociado y del que se hace referencia como más antiguo y quizás, antecesor de bienestar, pues ya se venía hablando de ella desde la antigua Grecia, considerándola como 25 uno de los bienes más preciados y que más ha preocupado a la humanidad a lo largo de la historia (Diener, 1984). La definición inicial más conocida de bienestar es la que hace Warner Wilson en 1967 (citado en Diener, 1984) cuando asocia este concepto con la felicidad y dice que la persona feliz es la que tiene una serie de características que incluyen juventud, inteligencia, buenos ingresos, religión, extroversión, buena educación, entre otros; agregando, además, que el estudio de la felicidad no había avanzado mucho desde la época de los filósofos griegos. Sin embargo, desde esta revisión que hizo Wilson, surgió gran cantidad de producciones y de avance en el tema, aunque inicialmente se seguían enfocando en factores más objetivos y utilizando los mismos métodos con que se investigaba acerca de las enfermedades (Cuadra y Florenzano, 2003), que empezaron a reflejar que estos factores no se correlacionaban del todo con el bienestar, pues, por ejemplo, tener buena salud no necesariamente hacía feliz a una persona; lo que también impulsó a la búsqueda de factores psicológicos implicados, más allá de los factores demográficos. Por lo general, no hay teorías específicas sino que más bien se pueden agrupar en distintas categorías. Diener (1984) las agrupa en teorías finalistas, placer y dolor, teorías de la actividad, teorías de arriba- abajo frente a teorías de abajo-arriba, teorías asociacionistas y teorías de juicio. En cuanto a las teorías finalistas, son aquellas que se refieren a que el bienestar o la felicidad, se logra con la consecución de una meta, y que ponen en discusión el asunto de si se sería feliz cuando se consigue el objetivo o si se es feliz en el trayecto hacia él, si el objetivo debe ser algo grande y a largo plazo o si pequeños objetivos que se satisfagan frecuentemente también generarían felicidad (Diener, 1984). Asociado a estas teorías están las que se conocen 26 como liking, needing, wanting, en donde liking tiene un enfoque hedónico que se refiere a la obtención de placer y disminución del dolor, así como a la gratificación inmediata; needing hace referencia a que hay ciertos elementos o necesidades que todo ser humano necesita cubrir para alcanzar el bienestar e incluye teorías como las de Abraham Maslow; y wanting alude directamente a la adquisición de deseos o metas (Durayappah, 2010). Las teorías de placer y dolor son aquellas que suponen que estos dos elementos están íntimamente ligados, pues para obtener el primero es necesario experimentar el segundo que es el que, de alguna forma, impulsa a las personas a conseguir el bienestar, siendo mayor este cuanto mayor sea el malestar experimentado (Diener, 1984). En las teorías de la actividad se postula lo contrario de las teorías finalistas –aunque no son incompatibles-, y es que el bienestar o la felicidad no se da cuando se logra un objetivo, sino en el trayecto a su consecución, es decir, con el comportamiento previo a la llegada o no a una meta (Diener, 1984). Esto se relaciona con lo que Cskszentmihalyi postuló desde 1975 y que se conoce como flow, que es el estado en el que una persona se concentra en una actividad que le resulta placentera y que está acorde con sus habilidades, abstrayéndose en el tiempo presente y no pensando en resultados futuros, asumiendo un grado de compromiso activo (Diener, 1984; Durayappah, 2010). Las teorías de arriba-abajo frente a las de abajo-arriba son, quizás, de las teorías más populares acerca del bienestar subjetivo. Se refieren a las que toman en cuenta el cómo un sujeto juzga y reacciona ante distintos acontecimientos, siendo la teoría de arriba-abajo la que le da más importancia a los acontecimientos positivos en la generación del bienestar o felicidad, mientras que las teorías de abajo-arriba toman la interpretación global positiva que realiza la persona 27 acerca de los distintos acontecimientos (Diener, 1984). Los factores de arriba-abajo serían factores individuales o internos –como metas y valores- mientras que los factores de abajo-arriba serían factores externos –como situaciones o datos demográficos- (Durayappah, 2010). Sin embargo, estas dos teorías no necesariamente se contradicen o son opuestas, pues es sabido que no todas las personas reaccionan de igual forma ante todos los eventos, así como que hay situaciones que son placenteras para una mayoría (Diener, 1984). Las teorías asociacionistas tienen un enfoque cognitivo y son aquellas que explican la predisposición a la felicidad por medio del temperamento, donde hay redes de memoria muy fuertes para asociaciones positivas y más débiles para asociaciones negativas, atribuciones internas de los sucesos positivos y asociación de experiencias afectivas positivas con distintos eventos cotidianos (Diener, 1984). En las teorías de juicio, el bienestar o la felicidad surge de una comparación entre las condiciones de vida actuales y unas condiciones estándar, siendo las primeras superiores a las segundas; comparación que se hace con respecto a otras personas, a condiciones anteriores de la propia vida, o a otros factores (Diener, 1984). Aquí destaca la teoría de las discrepancias múltiples, de Alex Michalos, quien la ha propuesto desde 1985 y que postula el hecho de que la felicidad es la suma de distintas evaluaciones –no la evaluación de un aspecto específico-, tomando lo que se quiere, lo que se tuvo antes, lo que se espera tener, lo que otros tienen y lo que se cree merecer, así como también puede ser debido a una discrepancia en las expectativas al compararlas con lo que en realidad sucede (Durayappah, 2010). Pero el bienestar subjetivo ha sido difícil de operacionalizar, ya que se toman los términos bienestar y felicidad como sinónimos y a que distintos autores los utilizan 28 indiscriminadamente para referirse a conceptos diferentes. Hay otros términos con los que también se puede generar confusión. Uno de ellos es el de bienestar psicológico, que es tomado en muchos casos junto al bienestar subjetivo como concepciones que describen lo mismo, mientras en otros se los aborda como conceptos distintos. Esta distinción ha sido objeto de estudio por parte de Chen, Jing, Hayes y Lee (2013), quienes se preguntan si son dos conceptos o dos perspectivas, es decir, si son dos formas distintas de operacionalizar el bienestar o si los dos abordan lo mismo pero tienen distintos puntos para hacerlo. Estos autores realizan un análisis bifactorial para tratar de aclarar el asunto y lo que concluyen es que tanto el bienestar psicológico como el bienestar subjetivo conforman una especie de bienestar global, pudiéndose equiparar en varios aspectos. Pero la otra postura también es válida ya que los aspectos de ambos no son todos iguales, estando el bienestar psicológico más referido a las aspiraciones en la vida, la autorrealización y las metas que tenga una persona, y el bienestar subjetivo a los afectos (positivos y negativos) y los juicios cognitivos que tenga un sujeto al experimentar su vida como satisfactoria. Asimismo, el bienestar subjetivo se puede confundir con el bienestar social, aunque este último esté referido a la evaluación del entorno en el que se desenvuelve un individuo, tomando la interacción con otros y el contexto socio-histórico para definir el funcionamiento dentro de una sociedad (Blanco y Díaz, 2005). En cuanto al bienestar subjetivo, Ed Diener es el autor que más se destaca por trabajar el tema y ha recogido tres elementos distintivos: es subjetivo (experiencia de cada persona), incluye medidas positivas (no se trata solo de ausencia de factores negativos) y tiene una valoración global de todos los aspectos de la vida (juicio integrador); además incluye una dimensión cognitiva en la que la persona hace una valoración de su vida en términos positivos (aquí se hablaría de satisfacción con la vida) y una dimensión afectiva (donde se hace una especie de 29 balance entre los afectos positivos y los afectos negativos), y en donde en la primera dimensión se compendian periodos largos de la vida mientras que en la segunda se toman reacciones inmediatas a los eventos que van sucediendo (Díaz, 2001; García, 2002; Rodríguez y Goñi, 2011). El primer elemento habla de la subjetividad del bienestar, es decir, de la experiencia propia de cada sujeto. Aunque también son necesarias condiciones objetivas como la salud y la situación económica, esto influye finalmente según cómo cada persona interprete este tipo de circunstancias, dependiendo de su personalidad y su situación, y se refleja en el hecho de que las personas tengan reacciones tan distintas ante circunstancias iguales o similares, pues están de por medio sus valores, experiencias y expectativas (Diener, Suh, Lucas y Smith, 1999). La preponderancia del afecto positivo sobre el negativo fue introducida desde los años sesenta, con Norman Bradburn, donde se le da más importancia a la experiencia emocional placentera, ya sea durante un periodo determinado de tiempo o por predisposición de la persona a experimentar este tipo de afecto, y donde se tiene en cuenta que el afecto positivo es independiente del afecto negativo (Diener, 1984). La evaluación que hace la persona acerca de su bienestar incluye una valoración integradora de todos los aspectos de su vida (aunque también se pueden tomar elementos por separado) y puede comprender desde una evaluación de pocas semanas a un juicio acerca de toda la vida (Diener, 1984). 30 Tabla 2 Componentes del bienestar subjetivo Afecto positivo Afecto negativo Satisfacción con Dominios de la vida Satisfacción Alegría Culpa y vergüenza Deseo de cambiar la vida Trabajo Euforia Tristeza Satisfacción con la vida actual Familia Satisfacción Ansiedad y preocupación Satisfacción con el pasado Ocio Orgullo Enfado Satisfacción con el futuro Salud Cariño Estrés Satisfacción con cómo otros ven nuestra vida Ingresos Felicidad Depresión Con uno mismo Éxtasis Envidia Con los demás Fuente: Diener et al. (1999) Un alto grado de bienestar subjetivo conlleva beneficios en varias áreas: se asocia con las relaciones interpersonales, siendo las personas que cuentan con una red amplia de amigos y familiares, más orientadas a tener un alto bienestar y, asimismo, este alto grado de bienestar 31 también ayuda a fortalecer los lazos con otras personas; puede tener una influencia en los ingresos ya que las personas que disfrutan lo que hacen y que tienen buenas relaciones con sus compañeros de trabajo, tienden a escalar y a cumplir metas más altas; en cuanto a la salud física, hay un mejor estado ya que se benefician el sistema inmune, disminuyen patologías como las del corazón e incita a involucrarse en estilos de vida saludables, lo cual repercute en su salud general y contribuye con la longevidad; además, a nivel de la sociedad también hay beneficios pues las personas con un alto grado de bienestar subjetivo tienden a ser cooperativas, altruistas, tolerantes, entre otras características que facilitan la interacción con otros y el desarrollo de comunidades y sociedades (Diener y Ryan, 2009). 5.3 Actitudes ambientales El estudio de las actitudes ambientales se ha dado en la psicología ambiental enfatizando el propósito de promover una actitud favorable hacia la conservación del ambiente, con el fin de que influya en la ejecución de conductas proambientales (Hernández e Hidalgo, 1998). Sin embargo, ha habido una falta de consenso sobre la conceptualización de las actitudes ambientales (Álvarez y Vega, 2009; Milfont y Duckitt, 2006), por lo cual en este trabajo predomina el desarrollo de la noción de las actitudes, en general, desde la psicología social. En la vida cotidiana es muy común escuchar el término “actitud” (Hogg y Vaughan, 2010) en las conversaciones para referirse a una disposición general o a la postura del cuerpo (por ejemplo: “se debe tener una actitud positiva” o “no se ponga en actitud amenazante”). Pero esta concepción no siempre encaja con la orientación técnica que se le ha dado desde la psicología social (Pallí y Martínez, 2004). Y es que este constructo ha estado presente en la historia de la psicología social desde sus inicios, siendo considerado como un tema clave en esta 32 disciplina e, incluso, como si la psicología social fuera “el estudio científico de las actitudes” (Hogg y Vaughan, 2010). Al parecer, este concepto emerge en una investigación realizada entre 1918 y 1920 por William I. Thomas y Florian Znaniecki, en la que estudiaron la variedad en las conductas de la vida diaria de campesinos polacos residentes en Polonia y Estados Unidos, y del que proponen las actitudes como el proceso subjetivo que incita la acción probable o efectiva de una persona en el ámbito social; asimismo, se consolidó con Louis Leon Thurstone, a partir de la publicación en 1928 de un artículo y la creación de una escala de medición en 1929, planteando las actitudes como el conjunto de sentimientos e ideas que despierta una cuestión determinada (Pallí y Martínez, 2004). Desde los inicios del estudio de las actitudes han surgido cientos de definiciones, lo que ha llevado a decir, incluso, que este concepto “constituye una sutil trampa intelectual” (Montmolin, 1985), pero los autores sobresalientes definen las actitudes fundamentalmente en términos de evaluaciones, afecto, cognición y predisposiciones conductuales (Olson y Zanna, 1993). Asimismo, a pesar de la gran cantidad de definiciones existentes, el concepto de actitud reporta propiedades que son compartidas por muchos autores (Hogg y Vaughan, 2010; Montmollin, 1985): la actitud es un constructo teórico, una disposición interna del individuo con referencia a un objeto y que no puede ser observada de forma directa sino a través de respuestas verbales u otros comportamientos, aunque estas manifestaciones no son siempre fiables, pues las personas pueden actuar por influjo de situaciones externas o mentir-; una actitud se refiere a la condición relativamente estable o permanente entre las distintas situaciones, y no a inclinaciones eventuales o sentimientos transitorios, propios de algunas circunstancias; además, un objeto de actitud se restringe a un objeto o evento al cual se le haya atribuido significado e importancia pero que, por lo general, ha sido una relevancia dada desde lo social, constituyéndose en un 33 problema o situación al que los miembros de la sociedad deben responder, tomando una posición. Las actitudes sirven para tener una base sobre la cual reaccionar ante los distintos sucesos, así como para la toma de decisiones o las relaciones con otras personas (Hogg y Vaughan, 2010). En 1960, Katz identifica cinco funciones específicas (como se citó en Fabrigar, MacDonald y Wegener, 2014; y Ubillos, Mayordomo y Páez, 2004): Función de conocimiento: Las actitudes simplifican el manejo de la información, facilitando su ordenamiento y categorización, de tal forma que se integre la información nueva con la ya existente y se tenga una imagen más precisa del mundo. Función instrumental: Las actitudes favorecen el logro de los objetivos deseados y ayudan a evitar consecuencias negativas, maximizando las recompensas y minimizando los castigos. Función ego-defensiva: Esta función es derivada de los principios del psicoanálisis, y se refiere a que las actitudes fomentan el mantenimiento o la promoción de la autoestima, evitando conflictos internos y permitiendo enfrentar las emociones negativas que son dirigidas hacia sí mismo. Función de expresión de valores: Las actitudes facilitan la expresión de información referida a los valores y el autoconcepto, manifestados en tendencias, ideales y sistemas normativos. 34 Función de adaptación o ajuste social: Las actitudes ayudan a establecer relaciones con personas o grupos con quienes se tiene alguna afinidad, permitiendo la adaptación al entorno social. Un punto que sí ha generado mucha discusión acerca de la definición de actitud, es el que se refiere a los componentes o dimensiones de la misma. Hay tres enfoques: el modelo unidimensional, el modelo bimensional y el modelo tridimensional. El modelo unidimensional o de un componente, es el que toma en cuenta solo el componente afectivo, siendo la actitud el sentimiento positivo o negativo (favorable o desfavorable) hacia el objeto de actitud y donde se destaca la propiedad evaluativa con base en ese sentimiento (Hernández e Hidalgo, 1998; Hogg y Vaughan, 2010; Ubillos et al., 2004). Desde este modelo se hace necesario deslindar los conceptos creencia e intención conductual, del de actitud; siendo la primera la que se refiere a las opiniones, pensamientos o conocimientos, acerca del objeto de actitud; y la intención conductual la que apunta a la inclinación a actuar de cierta forma con relación al objeto de actitud (Hernández e Hidalgo, 1998; Ubillos et al., 2004). Desde esta perspectiva, las actitudes ambientales se han definido como “los sentimientos favorables o desfavorables que se tiene hacia alguna característica del ambiente o hacia un problema relacionado con él” (Holahan, 1991, pág. 115). El modelo bidimensional o de dos componentes, sería el enfoque que toma los componentes afectivo y cognitivo (Ubillos et al., 2004), siendo la actitud una posición de preparación interna o una predisposición, que tiene influjo sobre las decisiones sobre lo que es bueno o malo, conveniente o inconveniente, etc., y que, al no tomar en cuenta la parte conductual, hace énfasis en la actitud como un evento interno y que no puede ser observado 35 (Hogg y Vaughan, 2010). Este modelo no ha tenido casi repercusión como la han tenido los enfoques unidimensional y tridimensional. El modelo tridimensional es el que toma a la actitud formada por tres componentes: afectivo, cognitivo y conductual; definida inicialmente en 1960 por Rosenberg y Hovland como la “predisposición a responder a alguna clase de estímulo con ciertas clases de respuesta” (como se citó en Hernández e Hidalgo, 1998, p. 282; y Pallí y Martínez, 2004, p. 192) y después, por Zanna y Rempel en 1988 como “categorización de un objeto-estímulo a lo largo de una dimensión evaluativa, basada o generada a partir de tres tipos de información: 1) cognitiva, 2) información afectiva/emocional, y/o 3) información sobre las conductas pasadas o la intención conductual” (como se citó en Pallí y Martínez, 2004, p. 192). El componente afectivo es el que se refiere a los sentimientos o emociones provocados por el objeto de actitud; el componente cognitivo es el que hace alusión a la forma como es percibido el objeto de actitud, incluyendo pensamientos, ideas y creencias, siendo este componente con frecuencia un estereotipo cuando el objeto es un ser humano o grupo de personas; y el componente conductual es el referido a la propensión a actuar de cierta forma con respecto al objeto de actitud, enfocándose en esta tendencia y no en la acción como tal (Vander, 1995). Desde este enfoque, las actitudes ambientales pueden ser definidas como el conjunto de creencias, afecto e intención conductual que una persona sostiene respecto a actividades o problemas relacionados con el medio ambiente (Schultz et al., 2004). 36 Figura 1 Modelo tridimensional de la actitud Fuente: Pallí y Martínez (2004). Aunque en la década de 1970 la investigación sobre actitudes se centró en la alta correspondencia entre los tres componentes -en donde la variación en uno de ellos ejercía cambios en los demás-, estudios posteriores, como los realizados sobre la disonancia cognitiva, criticaron esta relación (Ubillos et al., 2004). Además, en las concepciones más contemporáneas de este modelo tridimensional no se toman estos tres elementos como constituyentes de las actitudes, sino como elementos distinguibles de estas, siendo la actitud un resumen de la evaluación general de la información procedente de estas bases (cognitiva, afectiva y conductual), evaluación que no se equipara al afecto como tal, ya que este consiste en estados emocionales específicos y distintos (Fabrigar et al., 2014). En la actitud, entonces, no es necesario que estén siempre presentes los tres componentes, ni se da una equivalencia entre el tipo de información a partir del cual se adquiere esta, con las distintas maneras de responder ante el objeto de actitud (Olson y Zanna, 1993). 37 Con el enfoque clásico tridimensional también se abre la controversia por la relación que supone entre la actitud y la conducta (Hogg y Vaughan, 2010). Pero, a pesar de que esta relación se tomó como directa durante mucho tiempo y fundamentó numerosas investigaciones, Wicker en 1969 (como se citó en Montmollin, 1985) publicó un estudio que concluye que la actitud no puede predecir la conducta en todos los casos. Con respecto a este debate surgió el trabajo de Martin Fishbein e Icek Ajzen, quienes en 1975 aportaron un modelo denominado teoría de la acción razonada, el cual ayudaba en la comprensión de la relación actitud-conducta al tomar la intención conductual como el agente inmediato para la realización de la conducta, sin olvidar los dos factores que preceden esta intención: la actitud hacia la conducta –que es el resultado de la evaluación sobre una creencia hacia una acción y su ejecución-, y la norma subjetiva –que se refiere a las creencias acerca de lo que otras personas significativas indican como adecuado realizar y la motivación para seguir estos preceptos (Hernández e Hidalgo, 1998). Esta teoría fue ampliada más adelante por Ajzen (1989, como se citó en Hogg y Vaughan, 2010), al agregarle la percepción de control conductual, que puede influir sobre la intención conductual o, de forma directa, sobre la conducta, y a la que llamó teoría de la conducta planificada. En psicología ambiental también se ha hecho uso de estos modelos para estudiar la relación entre actitudes ambientales y comportamiento proambiental (De Castro, 1998). Pero aunque se han realizado muchas investigaciones que dan cuenta de que a partir de las actitudes ambientales sí puede haber factores que permitan predecir las conductas proambientales, se ha visto no solo que este efecto puede ser de bajo a moderado, sino que hay dificultades para establecer esta relación debido a la falta de claridad sobre la conceptualización de las actitudes ambientales (Álvarez y Vega, 2009; Milfont y Duckitt, 2006). Álvarez y Vega (2009) exponen que, entre las investigaciones que relacionan actitudes ambientales con conductas 38 proambientales, se infiere que las actitudes y la intención conductual pueden tener una influencia importante sobre el comportamiento, siempre y cuando no haya otras variables que impidan su ejecución, dándose la realización de estas conductas cuando se tiene la información adecuada sobre los problemas ambientales, hay motivación, confianza en que sí se generará un cambio y que las conductas no producirán grandes inconvenientes. Sin embargo, esta dificultad por explicar el comportamiento proambiental a partir de las actitudes ambientales ha hecho que, en la psicología ambiental, se intente esta explicación desde contribuciones más generales como vincular las actitudes ambientales con aspectos sociopolíticos, o con una visión ideológica como lo es el Nuevo Paradigma Ambiental, que es un conjunto de planteamientos que consideran la relación del ser humano con el medio ambiente, en donde se ve la importancia de mantener el equilibrio natural, desarrollar una economía sostenible y aceptar que el crecimiento y desarrollo humanos no son ilimitados, siendo necesario superar la visión antropocéntrica (Hernández e Hidalgo, 1998). El Nuevo Paradigma Ambiental, junto con modelos de valores, normas y creencias, se han tomado para explicar el por qué una persona adopta determinada clase de actitudes hacia el medio ambiente (Schultz et al., 2004). Particularmente, se ha estudiado la importancia que tienen los valores como fundamento para la formación de las actitudes ambientales (Schultz y Zelezny, 1999). En la teoría basada en los valores, de Stern y Dietz (1994), las diferentes actitudes ambientales son el resultado de valores subyacentes que generan una tendencia, sin ser excluyentes entre sí. Estos autores proponen que los valores relacionados con una preocupación por sí mismo (su salud, su futuro, su estilo de vida, entre otros) influirán en actitudes ambientales de tipo individual o egoísta, en las que la persona puede considerar el cuidado del medio ambiente, dependiendo del grado de afectación que le genere el estado de este, o el costo que le 39 implique; los valores enfocados en la preocupación por otros o por la raza humana (personas de una comunidad, los niños; la gente, en general), influirán en actitudes ambientales de tipo antropocéntrico, en las que el cuidado del medio ambiente es importante por las consecuencias a largo plazo que puede tener para el ser humano; finalmente, los valores que impliquen una preocupación por todo el conjunto de seres vivos del planeta (plantas y animales) incidirán en actitudes ambientales de tipo biosférico, en las que interesan todos los seres vivos y en donde es importante el cuidado de la naturaleza, porque ella misma es importante y de la cual el ser humano hace parte. 40 6. Metodología 6.1 Enfoque Para este trabajo se tomó un enfoque cualitativo. Este enfoque es el que busca la comprensión de los fenómenos, desde la perspectiva de los principales actores involucrados, es decir, tomando en cuenta la particularidad de cada sujeto pues es desde allí donde se va generando la realidad; aunque no es solo esta subjetividad sino también la intersubjetividad que se da, pues el investigador interactúa con estos actores y hace una interpretación del conocimiento que obtiene del fenómeno (Galeano, 2011). Se dispuso del enfoque cualitativo ya que lo que se pretende es profundizar en la experiencia de la AU, a partir de las perspectivas de quienes la practican, explorando en sus vivencias y en el impacto (positivo) que ha generado en sus vidas. Además porque no se trata de medir el grado de bienestar ni sus actitudes hacia esta práctica, sino de ver cómo estos conceptos se manifiestan en las personas en relación con la práctica de la AU. 6.2 Estrategias Se hizo uso del estudio de caso. Esta estrategia pretende ahondar en la comprensión de un fenómeno que se presenta en un caso particular, tomando información referida a un individuo, grupo o institución, y manifestada por los mismos actores a partir de sus propias lógicas (Galeano, 2010). Se toma esta estrategia dado que sirve para explorar y comprender las dinámicas que operan específicamente en el colectivo Agroarte pues, habiendo otros colectivos en la ciudad enfocados también a la AU, este tiene algo particular y distintivo y es el hecho de tener presente el arte y la reconstrucción simbólica de tradiciones que van camino al olvido. 41 6.3 Muestreo La población que conforma el colectivo Agroarte es de aproximadamente 20 personas, cuyas edades oscilan entre los 5 y los 70 Años; provenientes de distintos barrios de la ciudad de Medellín y otros municipios del Área Metropolitana; con formación académica variable habiendo estudiantes de primaria, secundaria y universidad, así como profesionales y personas sin formación académica formal. Se seleccionó una muestra no probabilística, cuya selección fue informal pero respondía a la intención de elegir sujetos que fueran representativos de la población por investigar (Hernández, Fernández y Baptista, 2010), por lo que se eligieron cinco personas, quienes estuvieron de acuerdo con lo que se les expuso acerca de lo que se pretendía conseguir con el trabajo y aceptaron participar en él. Los criterios de inclusión para esta muestra fueron: ● Ser mayor de edad ● Llevar, por lo menos un año, como parte del colectivo Agroarte ● Tener un nivel de participación alto en las actividades del colectivo, referido a una asistencia frecuente a este y un trabajo destacado en las actividades propias de AU ● Desear participar en la investigación Los criterios de exclusión fueron: ● Ser menor de edad. ● No desear participar de la investigación 42 6.4 Técnicas de recolección de información Se utilizó como técnica la entrevista, que en la investigación cualitativa se asemeja más a una conversación entre el entrevistador y el entrevistado, donde se busca que, por medio de la comunicación de los dos lados, se llegue a una construcción de significados con respecto al fenómeno a estudiar; y para esto la entrevista es flexible (Hernández et al., 2010). En este caso se realizaron entrevistas semiestructuradas pues la idea era que el entrevistado hablara con cierta libertad pero sin desviarse de los temas que aportaran la información relevante. Aunque no se hizo uso de la observación como una técnica rigurosa, sí se realizó una observación informal con asistencia a distintos eventos del colectivo y participación en los procesos de adecuación y mantenimiento de las huertas urbanas, que sirvió, sobre todo, para la exploración inicial y para la determinación de la muestra elegida. 6.5 Procedimiento de recolección de información Inicialmente se realizó el contacto con un portero que hace parte del colectivo Agroarte y quien fue el que sugirió la posibilidad de realizar una investigación allí. A partir de esto, se procedió a visitar el colectivo e iniciar con la asistencia, en la cual se hacía observación general. Se habló con algunas personas que, a partir de la observación, fueron identificadas como representativas y más constantes en el colectivo y se les explicó el propósito del trabajo. Se decidió cuántas y cuáles personas harían parte de la muestra y se les pidió leer y firmar un consentimiento informado para participar, planteándoles que podrían interrumpir su participación o no responder a ciertas cuestiones, si así lo deseaban. Se les realizó entrevistas individuales, utilizando para esto grabaciones de audio que posteriormente fueron transcritas y analizadas. 43 6.6 Técnicas de análisis de información La información obtenida se analizó por medio de su organización y categorización, para lo cual se hizo uso de la codificación abierta, proceso de análisis que consiste en realizar una lectura minuciosa de los datos, tomando fragmentos a consideración (párrafos, líneas, entre otros) y realizando comparaciones de similitudes y diferencias, que permite organizarlos en categorías (Strauss y Corbin, 2002). 6.7 Criterios éticos Aunque la ética está presente en todos los dominios de la vida, es de especial cuidado a la hora de realizar una investigación que involucre seres humanos. Eumelia Galeano (2011) menciona varias consideraciones que se deben tener en cuenta en la investigación social cualitativa y que se fueron pertinentes para este trabajo: ● En la investigación lo que se busca es la generación de conocimiento, pero este propósito no se puede anteponer al bienestar de los participantes. ● La honestidad (por parte del investigador) es un asunto clave que les permite a los participantes, no solo tener claridad acerca de lo que se pretende en la investigación, sino también el que su participación sea un acto libre y voluntario. ● La relación investigador-participantes pone en juego una intersubjetividad que influye en la investigación pero que no debe interferir al punto de distorsionar la información. ● El investigador debe reconocer el alcance que puede lograr con la investigación y no pretender realizar cosas para las que no esté capacitado y que podrían generar más daño que beneficios. 44 ● Hay elementos clave en toda investigación, como son el uso del consentimiento informado, la aclaración de confidencialidad y anonimato, la devolución de la información obtenida, y el reconocimiento de la necesidad de hacer algún cambio de estrategias cuando esto se vea necesario. Para este trabajo también se tuvieron en cuenta varias consideraciones éticas que aparecen en la ley 1090 de 2006, que es la que rige para el ejercicio de la psicología en Colombia, y que están relacionadas con las anteriores: ● Artículo 2, numeral 6, que habla de preservar el bienestar de los participantes, así como de mantener “suficientemente informados a los usuarios tanto del propósito como de la naturaleza de las valoraciones, de las intervenciones educativas o de los procedimientos de entrenamiento”, reconociendo “la libertad de participación que tienen los usuarios, estudiantes o participantes de una investigación”; y el numeral 9, que habla del propósito de la investigación con participantes humanos y es la contribución al desarrollo de la psicología y del bienestar humano. ● Artículos 49-56, capítulo VII, se describe de forma específica las consideraciones éticas a tener en cuenta en una investigación, siendo muy importante en este caso el énfasis en el respeto hacia los participantes y la preservación de su dignidad; así como del uso que se haga de los hallazgos obtenidos durante la investigación. Todos estos principios son acordes con los propuestos por el Ministerio de Salud en la Resolución 8430 del 4 de octubre de 1993, para el desarrollo de investigaciones en humanos, la cual plantea que “en toda investigación en la que el ser humano sea sujeto de estudio deberá prevalecer el criterio del respeto a su dignidad y la protección de sus derechos y bienestar”. 45 6.8 Criterios de validez En la investigación social cualitativa no se hace un trabajo a la ligera y donde el investigador toma los elementos que cree convenientes sin conocerlos bien y sin una clara justificación, sino que se hace un trabajo sistemático que también tiene unos procedimientos, aunque no manejan la estandarización y rigidez que en la investigación cuantitativa. Se toman estrategias como la triangulación, que permite hacer el contraste de los datos con varias fuentes, pero siempre reconociendo la diversidad en las distintas realidades de los sujetos. Al tomar la diversidad en los puntos de vista, no se invalidan los datos sino que, por el contrario, se le abren al investigador las opciones que también debe tener en cuenta. Al tratar una realidad particular, la validez se da en que se tome esa realidad de forma auténtica, con un valor intrínseco y no por comparación estadística (Galeano, 2010). Hay diferencias entre la validez interna que es el hecho de que los resultados sí muestren el fenómeno estudiado; y validez externa, que hace referencia a que las conclusiones del estudio puedan ser aplicadas a otros grupos o casos similares (Galeano, 2011). 46 7. Descripción de hallazgos En este apartado se pretende dar respuesta a los objetivos de este trabajo, a partir de la información recogida en las entrevistas y la observación. Para ello, inicialmente, se contextualiza el colectivo Agroarte; más adelante, se evidencian los hallazgos respecto a las dimensiones del bienestar subjetivo y, posteriormente, se encuentra la descripción de los elementos asociados a las actitudes ambientales. 7.1 Agroarte El inicio del colectivo Agroarte se sitúa en el año 2007, asociado a un vivero comunitario que empezó en ese año en la vereda La Loma, del corregimiento San Cristóbal, de la ciudad de Medellín; destacándose, en un principio, la participación de las madres que vivían allí. Debido a las situaciones de violencia que se venían presentando en el sector, se impulsó la práctica de la agricultura como alternativa de acción para sus habitantes, principalmente para niños y adolescentes, con quienes se conformó una línea del colectivo llamada Semillas del Futuro. La situación de violencia continuó en la vereda La Loma, obligando al líder de la iniciativa a desplazarse y, con ello, también al colectivo. Aunque el proceso decayó un poco con este suceso, tiempo después se reiniciaron las actividades en la Casa Morada, un espacio ubicado en San Javier y que no solo ha funcionado hasta la actualidad como sede de este colectivo, sino que también cuenta con una emisora, una sala de ensayo, y es espacio para exposiciones de arte y encuentros de literatura. Además de la agricultura, desde el inicio del colectivo también han estado asociados unos procesos artísticos, como lo son el rap y el graffiti. Así se fundamentó el nombre del colectivo, procurando ser un espacio donde se compartieran todo tipo de habilidades, más allá de las 47 referidas a lo agro, trabajándose, por ejemplo, el manejo de medios audiovisuales. Pero también vale la definición que hace uno de los entrevistados, cuando dice que “Agro-arte, es decir, el arte de cultivar la tierra, de disfrutarla y de sacarle provecho” (entrevistado H., comunicación personal, agosto 15 de 2015), ya que él no participa de estos procesos artísticos y se enfoca en la práctica de la AU. En todo el proceso de formación y consolidación de Agroarte, ha estado presente –como participante e impulsor- el líder comunal conocido como Aka. La idea del colectivo surgió de él a partir del deseo de hacer algo y pronunciarse frente a la situación de violencia, en la cual murieron personas allegadas. Ha ayudado mucho el carisma que tiene y con el que “contagia” a las personas para que se interesen en Agroarte y continúen participando, como sucedió con los entrevistados. Él es a quien toman los miembros del colectivo como “la cabeza” del proceso, a pesar de que él mismo refiere que no le gusta ser nombrado como tal, aludiendo siempre al “nosotros” en vez del “yo”. Aunque sea visto de esta forma por los integrantes de Agroarte y por personas ajenas a él, no se puede desmeritar la labor de otros miembros que también ejercen cierta influencia y protagonismo en el colectivo, y quienes son entrevistados para este trabajo. En cuanto a la conformación de Agroarte, esta ha sido por personas residentes en distintos municipios del área metropolitana. Algunas de ellas nacidas en el campo o en zonas semirrurales, y que ya cuentan con un acercamiento previo a la agricultura. Muchos de sus miembros participan de forma temporal, mientras que otros llevan varios años. Casi siempre hay visitantes. Si bien participan personas de edades muy diversas, el grueso del colectivo está compuesto por jóvenes, aspecto que destaca ya que muestra que las nuevas generaciones también pueden estar interesadas en los procesos relacionados con el agro. Asimismo, ha tenido 48 miembros con parentescos familiares, donde se ven hasta tres generaciones haciendo parte del colectivo. Desde su inicio, Agroarte ha pasado de ser algo “no tan serio”, a irse formalizando y estructurando, y tener proyección al futuro. Esto, pese a las dificultades que han tenido y que incluyen amenazas hacia el Aka, que lo obligaron a cambiar de lugar de residencia, con el consecuente traslado de sede de actividades; y la muerte violenta de uno de sus miembros que, aunque no se relacionó con su participación en Agroarte, sí resaltó el contexto violento en el que viven. También ha generado inconvenientes el hecho de que muchas personas no continúan en el proceso, así como las temporadas donde los miembros más constantes manifiestan un decaimiento, otros no se toman el colectivo en serio sino como un “parche”, y el que la comunidad vecina a las huertas no se muestre tan involucrada en las actividades. Con el tiempo, Agroarte se ha dado a conocer y ha pasado de organizar huertas cada ocho días, a brindar talleres de agroecología y participar en eventos a nivel regional y nacional. Incluso el Aka estuvo en Europa, en el 2015, dando a conocer el proceso en algunos países y fortaleciendo redes con otros colectivos. Todo el avance que ha tenido Agroarte puede deberse también a que es un colectivo que, más que mezclar el agro con el arte, toma estos dos elementos en función de hacer procesos de resistencia y de memoria, permitiendo que las personas se junten y se manifiesten. Esta resistencia se refiere a acciones creadas desde la sociedad civil, con el fin de generar movimientos y expresarse ante situaciones de violencia que han ido quedando en el olvido. La resistencia también es a que el cemento cubra la tierra y haga olvidar que de esta es que obtenemos vida. De ahí que participen en eventos relacionados con la desaparición forzada, objeción de conciencia y desmilitarización de la vida, y crímenes de estado. De esta forma se 49 pretende recordar pero haciendo catarsis. Por eso tienen acciones como Plantas de Memoria, en la cual siembran plantas como un acto simbólico en donde se representa la continuación de la vida por medio de la agricultura. Es también por este tipo de acciones que Agroarte ha cautivado a algunos, incorporando este colectivo como parte de sus vidas y expresando una motivación por continuar trabajando en él hasta que les sea posible, ya que les ha permitido sentirse parte de algo importante, pues, a través de él, están generando un cambio que puede parecer pequeño, pero del cual esperan que aporte para el planeta y para las generaciones venideras. Es así como Agroarte ha llegado a significar para sus miembros una familia, percibiendo su funcionamiento como tal, donde también hay sentimientos asociados y unas maneras de regular la convivencia entre todos. Para algunos, además, también representa una ocupación, pues les permite sentirse útiles y deudores o responsables del espacio, al poner en práctica ciertas habilidades. Para el entrevistado H, Agroarte es, además, una oportunidad de sembrar, ya que en su vivienda no cuenta con un espacio que pueda disponer para esto, mientras que en Casa Morada siente que se ha “adueñado” del sitio, programando incluso lo que realizará cada sábado, y sintiéndose un referente para los muchachos y quien da la cara a los visitantes. Dentro de los significados que le otorgan a Agroarte, también está el ver el colectivo como una “filosofía” o estilo de vida. Así, el colectivo no se ha quedado en la mera influencia directa en cuanto a las actividades realizadas en los espacios de encuentro, sino que también ha facilitado en sus miembros la extensión de la práctica de la AU en sus casas y en otros sitios, al ver la importancia de la agricultura y adquirir unos conocimientos sobre esta. Los miembros refieren que Agroarte ha generado impactos a nivel personal, a nivel familiar, y en cuanto a su 50 proyección laboral y profesional. Dos de ellos manifiestan que se les ha facilitado un afianzamiento de los lazos familiares debido a la influencia de Agroarte o a que pueden compartir este espacio en familia. Los entrevistados perciben que el impacto generado por el colectivo también se ha dado en otros miembros del mismo. Gracias a la acción de Agroarte, se han recuperado espacios que eran terrenos baldíos y que han pasado de estar abandonados o ser utilizados como basureros, a ser aprovechados para la siembra. Pero la transformación que pretenden no es solo de una superficie como tal, sino desde un territorio, su reconocimiento y su defensa, tomando, por ejemplo, aceras que son públicas y que pertenecen a todos pero de las cuales parece que nadie quiere hacerse cargo. Por eso, también, trata de impulsar la labor comunitaria e integrar a los habitantes cercanos a las huertas. Como puede apreciarse, más que ser un colectivo en el cual se practica la AU y se adquieren conocimientos acerca de las plantas y su cuidado, Agroarte es un espacio con una posición política y que ofrece la oportunidad de desarrollar capacidades o talentos. 7.2 Bienestar subjetivo Las personas que participaron en el estudio expresaron un impacto positivo en el instante mismo de la práctica de la AU, así como una satisfacción general relacionada con esta acción. Al momento de las entrevistas los participantes se sentían satisfechos con sus vidas actuales, se pensaban trabajando más adelante con esta práctica, orgullosos por lo que podían mostrar a otros con su accionar y porque, desde la AU, estaban actuando y no esperando a que los demás lo hicieran por ellos. En general, reportaron que la práctica de la AU y su participación en el colectivo Agroarte, han influido de forma positiva en la transformación de las dinámicas de sus vidas, incluyendo cambios en sus formas de pensar y de actuar. 51 Durante el acto de cultivar se pueden identificar unas sensaciones o afectos, que los entrevistados refieren, en general, como positivos, cuando dicen, por ejemplo, que sienten “energías bonitas”. Pero también aceptan que hay momentos en los cuales lo hacen de forma automática y sin prestarle tanta atención, sobre todo cuando hay muchas personas alrededor y se está conversando de temas comunes. Mientras se interactúa con las plantas se experimenta cierta alegría por estar haciendo algo que se considera agradable y por compartir esta acción con los otros miembros de Agroarte o con personas que manifiestan un interés genuino en la AU. Esta sensación también está asociada a sentir que se está contribuyendo a la vida o que se la está generando. Otro afecto implicado es el de satisfacción. Al momento de cultivar, los entrevistados refieren sentir satisfacción por saber que, con este acto, están participando en la producción de sus propios alimentos y conociendo su procedencia. También el ver que, debido al cuidado que le imparten a las plantas, estas van cambiando su apariencia y se ponen “bonitas”, así como por el hecho de sentir que están sembrando en la ciudad, que esto sí es posible y que lo están haciendo en espacios de los cuales se han apropiado, además de ver que están compartiendo esta actividad con otros. Los entrevistados también experimentan una sensación de orgullo cuando cultivan. Se sienten muy bien de poder ver una obra ejecutada, saber que invirtieron un esfuerzo en ese proceso y que lo pueden mostrar. Pero la sensación de orgullo la resaltan con las plantas que tienen en sus casas y que consideran propias del todo, pues se sienten como los directos responsables de su cuidado y cuyos resultados pueden atribuirse específicamente a ellos, de manera individual. Aunque el entrevistado H, que por falta de espacios adecuados, no tiene plantas en su hogar, siente orgullo al cultivar en las huertas de Agroarte pues les puede mostrar a 52 amigos y familiares estos espacios de los cuales se ha apropiado y ayudado a transformar, llamándolos, incluso, sus “fincas”. El cariño se destaca en relación con las plantas propias, que despiertan ganas de proteger y cuidar de un modo especial; se les habla, se les brinda mimos y una dedicación más profunda, que puede llegar a ser considerada de tipo espiritual. Estas plantas son las que más pueden acompañar y vigilar, pues tienen la facilidad de verlas todos los días. Los entrevistados manifiestan que al cultivar también se da la sensación de felicidad por contribuir con la generación de vida y saber que las plantas van evolucionando según sus cuidados. Al momento de interacción con las plantas, sienten estabilidad y tanto placer que, por ejemplo, uno de ellos, expresa que en una huerta que tenía “pasaba mis domingos enteros y, de allá, me tenían que sacar ‘tallado’ porque no veía la hora de terminar cualquier cosa” (entrevistado H, 2015). En referencia a los afectos negativos, los entrevistados no dan cuenta de ellos como generados por la práctica de la AU y manifiestan que, en general, el acto de cultivar les ayuda a distraerse de los problemas, permitiéndoles tranquilizarse y pensar en cosas agradables pues facilita la reflexión y la calma, les hace sentir libertad y les posibilita “canalizar energías” (entrevistado R, comunicación personal, julio 11 de 2015), dejando a un lado la ansiedad y la preocupación. Cuando están bajo la sensación de estrés, la interacción con las plantas les ayuda a relajarse y a mermar la ofuscación. Uno de ellos refiere tener unas tristezas de fondo que son movilizadas durante esta práctica y otro dice que le daba tristeza ver espacios que eran basureros, pero que, actualmente, se siente bien de estar utilizándolos con la AU. Solo una de las personas que participa en el estudio se siente incómoda cuando está realizando esta acción, pero es cuando 53 está con otras personas y percibe que “no vibran con lo que yo estoy haciendo” (entrevistada L, comunicación personal, enero 10 de 2015) y que, probablemente, no van a continuar con la labor, sino que es algo de momento. Esta influencia positiva se ha dado en distintos ámbitos, como en el laboral, en el cual los entrevistados reportan que, por medio de la AU, se les ha abierto puertas con experiencias relacionadas, donde pueden poner al servicio de otras personas los conocimientos y habilidades adquiridos en el tema. Y es que la AU se puede mezclar con otros saberes o disciplinas, como lo son la educación y el arte, lo cual les permite posicionarse en distintos ámbitos de ocupación. La práctica de la AU y de acciones relacionadas con ella se han vuelto, para uno de los entrevistados, en todo su trabajo y su fuente de ingresos; para otra, en una labor que le ha permitido tener otro rol –aparte del de ama de casa- que desempeña con mucho agrado. En cuanto a la salud, los participantes del estudio refieren sentirse satisfechos con la obtención de beneficios a partir de la práctica de la AU. Entre estos beneficios están que, al ser quien se encarga del cultivo, se puede saber de dónde proceden los alimentos y que son sanos, ya que la AU se enfoca en procedimientos orgánicos como la no utilización de abonos químicos. También refieren que se generan entornos más sanos para las personas, y uno de los entrevistados dice que el practicar AU es “un revivir, es un hacer que la sangre fluya. Es decir… esto es, para mí, una terapia” (entrevistado H, 2015). La satisfacción que genera la práctica de la AU también se da en relación con ellos mismos, en el sentido en que los entrevistados refieren sentir una transformación y un influjo positivos en el ser y el hacer, desde que están involucrados con la AU. Gracias a la práctica de la AU y la participación en Agroarte, han podido “sanar dolores” y cubrir ciertas necesidades 54 afectivas. Además, la práctica de la AU se siente bien en la medida en que cada uno ve que está actuando o haciendo algo por sí mismo y que se está tomando esta acción con seriedad, otorgándole un sentido, como por ejemplo, que les permite generar vida o tomar conciencia sobre el consumo. La satisfacción con uno mismo se da por el hecho de que, más allá de que la agricultura sea un acto realizado hacia lo exterior, es un acto que permite pensarse, reflexionar y reconocerse, es un acto interno. Como dice uno de los entrevistados “[la práctica de la AU] dentro de las personas, genera también unas preguntas, una inquietud. Decir ‘bueno, mi ritmo va en esto pero yo dedico mi tiempo para sembrar-me’. Ni siquiera… O sea, lo que vos estás sembrando es también que te sembrés; es tanto a lo externo como a lo interno. Lo que vos sembrás también te va clasificando y te va sembrando. En realidad, cuando vos vas a creer que vas a ir a sembrar, en verdad, te estás sembrando” (entrevistado A, comunicación personal, agosto 15 de 2015). La satisfacción no es solo con ellos mismos sino también con los demás. Los entrevistados manifiestan que, gracias a esta actividad, se les ha facilitado conocer más gente y este estar con los demás es lo que ayuda a cada uno a construirse como persona. La práctica de la AU y el trabajo que hacen desde Agroarte, tiene también el propósito de generar relaciones con la comunidad que vive cerca de las huertas y que el cuidado de estas sea realizado entre todos, ya que los participantes sienten agrado al ver que el trabajo se hizo en compañía y que, así mismo, se puede disfrutar de sus resultados. La satisfacción experimentada se da también por la cooperación recíproca “porque es muy rico vos saber que se están haciendo cosas por otras personas y que, esas otras personas, están haciendo cosas por vos” (entrevistada L, 2015). A una escala más pequeña, el trabajo con la tierra en familia también propicia la unión de sus 55 miembros, según cuenta la entrevistada F, cuya familia también participa en Agroarte y le ayuda con las huertas de su casa. A partir de estos hallazgos y con relación al bienestar subjetivo, se puede observar que los entrevistados dicen sentirse satisfechos con su vida, pues han cambiado rutinas en las cuales no se destacaban ni les reportaban mayor desarrollo personal, han acumulado conocimientos y experiencias que les permiten pensarse en los ámbitos profesionales y laborales, han buscado metas más altas en sus vidas, han ampliado su red de apoyo hasta llegar a considerar a los miembros de Agroarte como una familia, se han involucrado en estilos de vida más saludables al tener en cuenta la seguridad alimentaria, además se muestran cooperativos y piensan también en el beneficio de los demás y de aportar en un cambio positivo para el planeta. Igualmente, dicen experimentar afectos positivos y disminución de los negativos, en referencia a la práctica de la AU, pues cuando la practican se sienten alegres, orgullosos, satisfechos, en éxtasis, felices, así como también dicen que les ayuda a disminuir el estrés, la tristeza, las preocupaciones y la ansiedad. Los afectos pueden ser positivos o negativos, pero dependiendo del lugar en que se realice la actividad y las personas con las que se esté o si se está en solitario. Cuando están en Agroarte o en un sitio con muchas personas, no pueden darle toda la dedicación que sí le dan a las plantas cuando están en sus casas o con menos gente. Cuando están acompañados, al estar hablando con otros, se generan otras sensaciones que van más en función del lazo social, que del cuidado directo de la planta. También se enfocan en temas comunes y no en cosas personales y de interiorización. 56 7.3 Actitudes ambientales Los entrevistados expresan, en general, una actitud favorable hacia la práctica de la AU y reportan que este agrado o inclinación hacia las plantas, la tierra y la relación que se tenga con estos elementos, ya estaba presente desde antes de iniciar su participación en Agroarte. Ellos dan cuenta de sentimientos positivos asociados; sus creencias y pensamientos hacen referencia a una conciencia relacionada con la importancia del cuidado del medio ambiente, y practican la AU otorgándole un sentido a esta práctica y en otros sitios distintos al colectivo, como en sus casas u otros espacios, lo que indica que no es una actividad que realicen por obligación. Los entrevistados dicen tener un gusto general por la naturaleza pues la relación con la tierra y las plantas les parece “bonita”, sintiendo que deben mantener un contacto o unión con ella. Ellos dicen experimentar un cariño hacia el planeta, ya que lo toman como su casa y sienten una compenetración con la tierra, o un sentimiento de tipo espiritual, donde hay un goce por las “energías” que la naturaleza les despierta. Inclusive, uno de ellos dice “yo nací siendo tierra” (entrevistado A., 2015) y siente que, cada cosa que hace por ella, tiene una repercusión en él. La AU es tomada, entonces, como una forma de mantener esta relación con la naturaleza y proporcionarle un cuidado al planeta. Además, se genera un sentimiento placentero al ver que las plantas son “agradecidas” cuando se les brinda la atención adecuada, sean las de la casa, las del colectivo u otros espacios, pues ellas les inspiran el compromiso de atenderlas. Sin embargo, sí se despierta un afecto especial por las plantas propias. Pero también sienten tristeza al ver que en la ciudad cada vez hay más edificios y menos espacios verdes, así como el hecho de que la agricultura se esté perdiendo a modo tradición, sobre todo entre los jóvenes. Por esto les parece conveniente la práctica de la AU. Aunque el afecto experimentado ante esta práctica depende de cómo perciban que se realiza. No se sienten 57 bien cuando comparten espacios de siembra o simplemente observan a personas cultivando, que ellos notan como en una relación superficial con las plantas, o que lo hacen por moda u obligación. Sí les genera satisfacción el ver que hay personas que también procuran un buen contacto con la naturaleza y practican AU por gusto y otorgándole un sentido, más allá de estar bien solo por recibir dinero por ello, por ejemplo. El afecto ante la práctica de la AU es distinto según el ambiente en el que se realice, es decir, si es en sus casas, en sitios públicos, en el espacio de Agroarte, o en otros, o si están solos o acompañados, y con qué clase de personas. Así, por ejemplo, dice la entrevistada L (2015): “Aquí [en Agroarte] muchas veces, con muchas personas uno puede lograr conversar, sentarse, ir hablando de lo que le gusta, y eso es el sentir de que esa persona vibra con lo que están haciendo”. Y agrega: “…en esos lugares donde yo siento que la gente no vibra con lo que yo estoy haciendo también, entonces no es lo mismo, no es la misma sensación… Pero, por ejemplo, cuando estoy en mi casa entonces ya estoy dispuesta a hablarle a la planta... pues, a hacer todo el ritual más bonito y con más dedicación”. Ya que los entrevistados creen que la relación con la tierra debe considerarse desde un punto de vista ancestral, en el cual la tierra es nuestra madre, la “Pachamama”, han recibido bien los conocimientos sobre la AU, pues estos implican también una lectura del ambiente, en general, del planeta y de su cuidado. Asimismo, estos conocimientos les han facilitado la toma de conciencia sobre la alimentación, y el compartir con otros, y el pensar que su propagación es importante. Ellos han optado por la AU como una buena opción, debido a que se han informado más sobre las propiedades de los alimentos que consumen, conociendo acerca de los químicos y la mala calidad de muchos de ellos, por lo que creen que es bueno que se produzca parte de la comida en casa. Además, al conocer lo que pueden cultivar también les genera una idea de lo que 58 consiguen ahorrar en dinero, por ejemplo, “en una huertecita de 50 por un metro usted saca cebolla, usted puede sembrar remolacha, lechuga, y ahí tiene para usted comer en una cuestioncita de un metro por...” (entrevistado H, 2015). Ellos piensan que el proceso de sembrar una semilla, cuidar el crecimiento de la planta y cosechar unos frutos, es una analogía de la vida del ser humano. “Y la vida es así: unos cuidados que tengamos, unos análisis. Siempre nos vamos preguntando sobre la vida y la agricultura hace acercar más la vida, entender las dinámicas de la vida desde una planta” (entrevistado A, 2015). Esta inclinación hacia la vida también es una alternativa de enfocarse en una visión que no sea referida a la muerte, que es la que genera el vivir en un contexto de violencia, como les ha tocado a varios de ellos. Ya que la AU también representa la transformación de espacios, se cree que tiene un impacto más allá de los beneficios de la agricultura por sí misma, pues permite que estos sitios sirvan para el encuentro, a pesar de las situaciones difíciles. Un sentido que se le otorga a la práctica de la AU es desde el posicionarla en la sociedad. Con el crecimiento de las ciudades, se ha olvidado que primero estuvo el campo, que “si no se siembra, no se come” (entrevistado A, 2015) y que la agricultura es uno de los elementos más importantes para sostener una sociedad. La AU les puede ayudar a las ciudades a cambiar esa imagen que tienen ante muchos de ser un “contexto hostil” y a mostrar que la agricultura es muy importante, sea rural o urbana. Esto a pesar de que se tenga que darse, incluso, en las aceras, porque cada vez hay menos tierra para sembrar. Los entrevistados creen que cada acción debe ser pensada, que se le debe otorgar un sentido. Ellos ven que hay personas que practican AU sin darle un significado más allá de lo estético o del dinero recibido por eso. También se percibe que, en la actualidad, hay personas que 59 se están tomando la AU como una especie de moda, donde les importa más lo que puedan mostrar en redes sociales, que todo el trasfondo que se le puede dar. Y es que ellos creen que sí vale la pena continuar con la práctica de la AU, pues la trascendencia que pueda tener, sea en un impacto grande o no, empieza desde los cambios que realiza cada uno. Aunque los entrevistados ya tenían conocimientos previos sobre el tema, estos se han enriquecido gracias a la participación en Agroarte. Estos conocimientos les han servido para continuar con la práctica en sus casas, pues cultivar no es solo sembrar sino que hay que saber sobre el cuidado de la planta, cómo lidiar con las plagas, cuáles plantas son compatibles, entre otras cosas. A partir de la ampliación de los conocimientos sobre AU, también han considerado que es muy importante que la gente tome conciencia acerca de ella y su utilidad. Esta toma de conciencia puede ser posible, inicialmente, al compartir estos conocimientos con otros, pero ellos creen que es el ejemplo el que realmente enseña, entonces, más que transmitir conocimientos, lo que buscan también es mostrar acciones que incentiven a otros a actuar. De igual manera, la relación con la tierra es algo que se debe cultivar, pues más que solo sentirse bien con ella y pensar que es muy importante, se trata de realizar las acciones que lo demuestren. Dice una de ellos que “para mí, es más importante el ejemplo, de mostrar y de crear la conciencia porque a la gente uno no le puede decir ‘¡haga, haga! ’ porque la gente no va a entender las cosas de la misma manera que nosotros las estamos entendiendo en este momento pero, con el ejemplo, o sea, con la acción, con lo que mostramos nosotros, estamos queriéndole meter esa idea a la gente en la cabeza, de hacer lo mismo que hacemos nosotros” (entrevistada F, comunicación personal, mayo 30 de 2015). 60 Por esto esperan que, a partir de la acción propia, otros también vean la importancia de la AU y recuperen espacios, siembren parte de su propia comida, hagan cambios en su alimentación. Lo que se ve es que hay mucha gente que tiene el espacio disponible para ello, sea porque tiene un solar, un prado frente a la casa, o una terraza, pero que no actúan ni los aprovechan, por lo cual se les puede mostrar que la AU es algo importante y que ellos pueden hacer. Aunque también está la percepción de que esta práctica ha aumentado en la ciudad y que hay otras personas haciendo lo que ellos hacen. Asimismo, desde lo institucional se ha notado un aumento de acciones referentes a la AU, como también otro tipo de organizaciones serias trabajando en ello. Sin embargo, se esperaría que fuera en toda la ciudad y que no se centren en las laderas. Para esto falta todavía el establecimiento de políticas públicas que impulsen la práctica de la AU, así como su divulgación por medios de comunicación. Los entrevistados relacionan la práctica de la AU con un ritual: se debe hacer una serie de pasos y un seguimiento a la planta; no es solo sembrarla y echarle agua, sino también estar pendiente de ella, moverle la tierra, quitarle las plagas. Todo este proceso es lento e implica paciencia, además de conllevar un compromiso y una constancia en el actuar, para ver resultados. Este compromiso es el que se espera por medio de la apropiación del espacio por parte de la comunidad, cuando se transforma un sitio en el que se dejan unas plantas que deben ser cuidadas. Los participantes en el estudio también refieren que, a partir de lo que han conocido y hecho con la AU, han visto la importancia de realizar otras acciones que tengan un impacto positivo en el medio ambiente. Así, varios de ellos hacen compost en sus casas, separan los 61 residuos, lo que sirve para reciclar se lo entregan a personas que reciclan, están más pendientes del manejo que le dan al agua, limpian o quitan escombros de sitios que han sido destinados a basureros y que no lo son (como canchas y mangas), utilizan la bicicleta como medio de transporte, tratan de reducir el consumismo. Sin embargo, uno de ellos critica el que se exija acciones como el ahorro de agua y el reciclaje, cuando el estado no facilita a los ciudadanos que esto se dé pues ha concesionado gran parte del territorio colombiano a multinacionales que hacen usos indebidos del agua; además, no se tiene la infraestructura para que lo reciclable sí se recicle. También se ve la importancia de acciones a nivel macro como descontaminar las quebradas y cuencas, aunque estas acciones no sean realizadas por ellos. Aunque sí dicen haber tenido una inclinación hacia el agro desde antes de ser parte del colectivo e incluso el entrevistado A se define como “sembrador” desde su adolescencia –hace más de diez años-, la ejecución de AU no era tan notoria en los entrevistados. Sí tenían materas en el balcón y participaban ocasionalmente en jornadas de siembra. El entrevistado H tenía un solar, en el cual podía tener un contacto permanente pero, debido al cambio de domicilio, tuvo que suspender esta práctica por varios años por no contar con el espacio para ello, viendo en Morada la oportunidad de seguir actuando, sin dejar el anhelo por tener un sitio propio donde poder sembrar. Gracias a la actuación en Agroarte, también se han afianzado otros procesos de AU como el del Parque Biblioteca de San Javier, o el de Alcázares. Sea en Agroarte o en otros espacios, la práctica de la AU se da en los entrevistados, pues creen que son los cambios pequeños, del día a día, los que se convierten en cambios grandes. Aunque el accionar en la AU se va dando distinto según los momentos de la vida, ellos disfrutan de esta acción y tratan de mostrar su pertinencia. 62 8. Discusión En el análisis de la información obtenida fue posible hallar –como ya se mencionó al respecto del bienestar subjetivo- que la práctica de la AU genera sensaciones de alegría, felicidad, satisfacción, orgullo, cariño y éxtasis; además, proporciona una satisfacción con la vida, en general, y en los dominios de trabajo, familia, ocio, salud, ingresos, consigo mismo y con los demás. Esto se corresponde con investigaciones como la de Comassetto et al. (2012) en la cual se encontró que, con la práctica de la AU, se experimentan placeres sensoriales y emociones positivas, además de una satisfacción general con la vida, pues se le otorga a la actividad un valor simbólico relacionado con las formas de consumo, se ve en ella un rescate de tradiciones pasadas y de la conciencia social, y se produce un acercamiento o vuelta a la naturaleza. Este último punto es importante, pues el solo contacto con entornos naturales genera beneficios como restauración de la atención y de lo emocional, restauración que es mayor en áreas rurales o costeras, pero que también se da en zonas verdes en las ciudades (White, Pahl et al., 2013), entre las que se pueden incluir los espacios que son destinados a la práctica de la AU. En la investigación realizada por White, Pahl et al. (2013) también se muestra que los ambientes naturales ofrecen beneficios a la salud debidos, en parte, al hecho de promover la actividad física, así como las interacciones sociales positivas. Estos aspectos se conjugan en la práctica de la AU, la cual, además de generar entornos naturales, también implica que las personas se muevan y fomenta el vínculo con las otras personas. Más allá de los afectos positivos que reportan los entrevistados y que están referidos al momento mismo de la práctica de la AU, también aluden a beneficios de carácter interpersonal, al relacionar esta acción con la interacción social, la construcción y fortalecimiento de lazos entre familia, vecinos o comunidad, puesto que les facilita una percepción favorable de las 63 relaciones y el encuentro con el otro. Este refuerzo en las relaciones interpersonales se asocia con el bienestar subjetivo, pues quienes tienen una red amplia de amigos y familiares están más encaminados a un alto grado de bienestar y, este mismo, ayuda a fortalecer los lazos con otras personas (Diener y Ryan, 2009). Además, cuando la práctica de la AU es promovida por grupos de personas, como asociaciones, clubes o colectivos, es muy probable que, dentro de sus objetivos, se encuentre el desarrollo comunitario (Richter, 2013). Esto es parte de lo que se pretende lograr desde Agroarte, pues sus integrantes resaltan que, con la AU, se puede promover la interacción entre las personas de una comunidad, que haya unión con el propósito de crear y poner en marcha proyectos comunitarios y que la gente participe en el mejoramiento del espacio público. Asimismo, Fernández y Morán (2012) exponen que con los huertos comunitarios se puede practicar la AU como una forma de generar sana convivencia y encuentro, siendo una herramienta que posibilita la construcción y mantenimiento de redes sociales. La preocupación por el otro, suscitada por la práctica de la AU, también se puede relacionar con el comportamiento sostenible. Este comportamiento, según Corral et al. (2011), incluye conductas proambientales, altruistas, equitativas y que impliquen un consumo moderado. Si bien, en un principio, se puede pensar la práctica de la AU como una conducta proambiental – dado que contribuye con la conservación de los recursos naturales-, también se puede concebir como una conducta altruista y equitativa, ya que, según es referido por los entrevistados de Agroarte, con su práctica se procura un impacto positivo hacia los demás y se aborda al otro como un igual. Es posible decir que la AU es una práctica que se incluye dentro del comportamiento sostenible; en esta vía, las personas que tengan una orientación hacia la sostenibilidad están a favor, al mismo tiempo, de lo ecológico y lo social (Corral et al., 2011), y 64 esto lo manifiestan los miembros de Agroarte cuando enfatizan en la importancia que tiene para ellos la práctica de la AU para ayudar con el cuidado del medio ambiente, pero también como una labor social, al transformar espacios que sirven para el encuentro y que generan bienestar a las comunidades. En cuanto a las relaciones interpersonales, también están las que se dan al interior de la familia, uno de los dominios de satisfacción del bienestar subjetivo (Diener et al., 1999). A propósito de este dominio, una de las personas entrevistadas manifiesta que su práctica de la AU se da, tanto en el colectivo como en su casa, acompañada por los distintos miembros de su familia como hijos, hermanas, sobrinos y madre, y refiere haber mejorado su relación con ellos gracias al acercamiento que tuvieron por medio de esta práctica y de la asistencia al colectivo Agroarte. Esto se corresponde con los planteamientos de Cantor (2010), quien expone que la AU brinda la posibilidad de ser practicada en familia, convirtiéndose en una actividad que facilita la interacción y el estrechamiento de los lazos afectivos entre los distintos miembros. Los integrantes de Agroarte también asocian la práctica de la AU con la toma de conciencia con respecto a la situación social, en términos de la violencia, la seguridad alimentaria, el capitalismo, la pérdida de tradiciones y valores, la contaminación y conductas que atentan contra el medio ambiente. Ellos dicen que la AU es una de las acciones por las cuales se puede dar esta toma de conciencia, ya que se relaciona con un intento de hacerle frente a estos aspectos, ofreciendo una alternativa de alimentación saludable y de ideas que se contraponen al consumo desmedido, además de fomentar el rescate de tradiciones ancestrales, acercar a la gente y propiciar la armonía con el planeta. Quienes practican la AU se valoran como ciudadanos más conscientes y comprometidos con su comunidad, y expresan un orgullo a nivel social, mostrándose como ejemplo para otros (Comassetto et al., 2012). El sentirse orgullosos por esta 65 actividad, sumado al hecho de pertenecer a Agroarte, les ha permitido a los entrevistados estar en un lugar de reconocimiento, como modelos para los otros miembros del colectivo. Pero ellos también esperan que personas ajenas a él los vean como ejemplo, pues creen que, de este modo, se fomenta esa conciencia en otros acerca de cuestiones sociales y del valor de la práctica de la AU. El ganar un reconocimiento por acciones de tipo proambiental puede ser una motivación externa para continuar con la AU, teniendo este tipo de consecuencias el inconveniente de que no aseguran la continuación de la conducta una vez removido este refuerzo, mientras que las consecuencias internas (como el bienestar obtenido) generan una incorporación de estas conductas al convertirse en motivación intrínseca (Corral et al., 2011). Es que lo que sostiene el desarrollo de esta práctica es la búsqueda de bienestar (Comassetto et al., 2012) y esto se observa con los miembros de Agroarte, quienes a pesar de haber recibido una atención positiva por la realización de conductas proambientales y lo que realizan en el colectivo, refieren como más importante para esta acción las emociones positivas que les genera y la satisfacción que sienten al ver los resultados. Aunque las actitudes favorables hacia el medio ambiente –presentes en los integrantes de Agroarte- se toman como uno de los factores que anteceden y predicen el comportamiento sostenible (Corral et al., 2011), ellos solo toman la decisión de realizar esta práctica específica de la AU cuando alguien más les da un impulso y les muestra el lugar donde la pueden realizar. Tal vez debido a esto es que consideran tan importante que se divulgue la información pertinente y se muestre el ejemplo, para que las personas que ya tienen algún interés en la AU, se resuelvan a actuar. Quienes practican la AU manifiestan estar preocupados por el medio ambiente y el bienestar propio y de los demás (Comassetto et al., 2012) y los integrantes de Agroarte 66 consideran fundamental esta propagación de la AU, ya que creen en todos los beneficios que ella puede traer a las personas, comunidades y a la ciudad, beneficios que también han reforzado en ellos las actitudes favorables y los ha hecho permanecer y tener deseos de continuar en esta práctica. Si bien la motivación para esto no estriba en factores externos, como el impulso de instituciones locales, sino que es de tipo interno por el bienestar que representa para sus practicantes (Cantor, 2010), los integrantes de Agroarte creen que el apoyo institucional sería de ayuda para extender más fácilmente la información en toda la ciudad, sobre todo para quienes inician con la AU o desconocen esta práctica. Ellos dicen que esto sí es posible, pues observan muchos espacios que permiten tener huertas en la ciudad. Aquí cabe resaltar la labor que puede ejercer un colectivo como Agroarte, al facilitarles a muchas personas la realización de esta práctica y el reunirse con otros, compartir intereses y tener un espacio físico para cultivar, ya que el impedimento para muchos es no contar con sitios donde lo puedan hacer. En los integrantes de Agroarte la práctica de la AU también actúa en una doble vía con actitudes generales en favor del medio ambiente, pues, si bien estas últimas facilitan la práctica de la primera, esta también extiende la preocupación hacia el medio ambiente y fomenta la realización de otras conductas proambientales como reciclaje y manejo adecuado del agua. Otra forma de propagar la práctica de la AU, según considera uno de los integrantes de Agroarte, es mostrándola como facilitadora de la recuperación de la historia campesina y del reconocimiento de la importancia del campo, en un medio como la ciudad, que él estima como hostil. Es que, aunque la vida en la ciudad es muy distinta a la del campo, incluyendo las formas de subsistencia, la identidad que adquieren los ciudadanos y los modos de relacionarse con la tierra (Cantor, 2010), quienes practican la AU tienen cierta imagen ideal del agricultor como un 67 ser noble que trata de redimir valores perdidos en la sociedad por medio de la agricultura, cuya práctica muestra su preocupación por el medio ambiente, el bienestar propio y de los demás (Comassetto et al., 2012). Si bien la figura del agricultor se puede tomar como modelo a seguir, no se trata de poner al campo por encima de la ciudad, pues a pesar de que en muchas investigaciones ha predominado una visión negativa de vivir en zonas urbanas –por considerar que las condiciones en estas son fuente de estrés- en comparación con la vida en zonas rurales; lo cierto es que la ciudad también se puede ver como un escenario que promueve el aprendizaje (de cultura general, por ejemplo) y la socialización (Páramo, 2007). Dentro de una percepción de la ciudad como fuente de anonimato, inseguridad y estrés, agravada en la actualidad por el evidente descuido hacia el espacio público, el desvanecimiento de la idea de distancia y límites, y donde se privilegia lo instantáneo y la indiferencia hacia los demás, se hace necesaria una transformación social del espacio, que puede darse por medio de su apropiación (Moser, 2003; Vidal y Pol, 2005). Los integrantes de Agroarte manifiestan que la práctica de la AU, enmarcada dentro del colectivo, les permite ver en ellos y en otros, cómo la acción en los lugares de cultivo genera la sensación de adueñarse de estos sitios, pero no refiriéndose al título de propiedad, sino a la actividad que puedan realizar allí, a la utilización del espacio y a su transformación. Ellos dicen que hay sitios que son públicos y se supone que son para la ciudadanía, quien no hace uso de ellos. Con la AU lo que se pretende es que los espacios públicos, así como los terrenos que tienen un dueño legal, pero están abandonados, puedan ser tomados para la realización de huertas urbanas. Esto es con el fin de disfrutar y aprovechar esos espacios, no de apoderarse de ellos de tal forma que se generen conflictos legales. Por esto es que uno de los entrevistados se refiere a tales espacios de siembra como “sus fincas”, pero no por ello les restringe a otros su acción allí, ni su permanencia, y ni siquiera se toma como dueño 68 único de las plantas. Además, como ya se ha mencionado, lo que buscan los miembros de Agroarte es que haya espacios que posibiliten el encuentro con el otro y que se fomente el cuidado del entorno. Lo anterior se articula con los procesos de apropiación del espacio, donde los individuos se vinculan con este por medio de las actuaciones y transformaciones que pueden tener sobre él (incluyendo las interacciones sociales) pero también, a partir de estas acciones, le otorgan significados al espacio mismo (Vidal y Pol, 2005). Fernández y Morán (2012) también muestran cómo el tomarse espacios abandonados o deteriorados, le permite a la comunidad ser partícipe en la transformación de estos, mostrando la importancia de darle un giro al urbanismo para que se fomente la apropiación del espacio público y se desarrollen entornos urbanos autoconstruidos por las comunidades implicadas. Esto lo indican los integrantes de Agroarte, a quienes les parece muy importante la transformación de los espacios, desde lo realizado en el colectivo, por el bienestar que les generan los cambios tanto a nivel estético, como por saber que ellos tienen una contribución y que se promueve la participación de la comunidad. Pero, a pesar de que creen que la tierra debe ser utilizada y apropiada, y tienen buenas intenciones en ello, ya cuentan en su historia con el derrumbamiento de una de las huertas construidas sobre terrenos baldíos o abandonados. Esto se da cuando aparece el propietario legal de este sitio, quien teme perder el título de propiedad y prefiere dejar inutilizado este terreno. Es que, según Mougeot (2006), la apropiación del espacio se puede ver restringida por el acceso a la tierra, más allá de su disponibilidad. No obstante, más que sentir miedo o desánimo con la práctica de la AU por este tipo de inconvenientes, los participantes de Agroarte continúan con su labor, pues tienen una actitud favorable y firme hacia la actividad. Lo que procuran los integrantes de Agroarte al practicar la AU es transformar espacios que dan la impresión de ser peligrosos o desagradables, en espacios que faciliten el 69 esparcimiento y que puedan ser sitios de reunión, que pasen de ser basureros o escondite para ladrones, por ejemplo, a ser huertas o jardines, aumentando las zonas verdes de la ciudad y contribuyendo con una estética agradable. El incremento de las zonas verdes, a su vez, también incentiva la apropiación del espacio público, pues las personas sienten particular afinidad por los atributos naturales de los ambientes y buscan, allí, esparcimiento y contacto social (Páramo, 2007). Esto es muy importante, pues hay espacios que no son apropiados por los residentes de una zona sino por grupos de individuos marginales del área, como delincuentes, vagabundos o pandillas, generando miedo al delito y sensación de que se han perdido estos espacios y han sido tomados por personas que inspiran desconfianza y temor (Taylor, 1987, citado en Fernández, 1998). Más allá de esto, la experiencia emocional de un lugar se da a partir de la atribución de un significado, por lo cual los sentimientos de inseguridad o miedo experimentado hacia un sitio, se fundamentan en el significado que se le otorgue, y son los que guían la relación y el intercambio que mantienen las personas con el espacio del que se trate (Corraliza, 1998). Hay otro asunto que vale la pena resaltar y que relaciona la práctica de la AU con el bienestar subjetivo y el aumento de las actitudes a su favor, y es el hecho de que las mujeres y las personas de la tercera edad puedan ser partícipes de esta práctica. Una de las personas participantes en este estudio es una mujer, madre cabeza de familia, a quien la AU le ha ayudado a posicionarse en otros roles distintos al de ama de casa y, además, a realizar una actividad en la que puede compartir tiempo con sus hijos. Ella describe cómo la práctica de la AU, dentro del colectivo Agroarte, le ha permitido descubrir que tiene cierta capacidad de liderazgo, así como para tratar con la gente y ser escuchada por otros. Además, la AU ha sido una actividad enlazada con el estar con sus hijos, y el aprovechar ese tiempo para acercarse a ellos y hacer algo que considera bueno. Esto se relaciona con la investigación realizada por Mougeot (2006) en la cual 70 destaca la participación de las mujeres en la AU y muestra que, aunque ellas hacen parte de un grupo vulnerable de la población, también pueden encontrar actividades que les permiten lograr cierta independencia, pero continuando al cuidado de sus hogares. Cabe recordar que, en los inicios del colectivo Agroarte, era representativa la participación de las madres del sector en el cual empezó. Otro caso es el de un integrante de Agroarte quien, a sus 69 años, dice alcanzar una satisfacción con la práctica de la AU, pues siente que está aportando al cuidado del planeta con esta actividad, que describe como su pasión y toma como su “terapia”, dado que, entre otras cosas, le produce emociones positivas al sentirse útil y generador de vida. En cuanto a la apropiación del espacio público, él no solo la considera algo necesario, sino que también señala sentir los espacios como propios al tomarse las huertas de Casa Morada y las de la biblioteca cercana como suyas, participando de su cuidado y mostrándose como representante del colectivo y de la práctica de la AU, a la cual solo le ve impactos positivos, no solo en su vida, sino también en las de los demás. El que las personas de la tercera edad se involucren en actividades de AU, les genera beneficios en su salud física, pero también a nivel psicológico y social, como lo evidencia una investigación realizada por Milligan, Gatrell y Bingley (2004). En este estudio se encontró que a los adultos mayores, el participar en acciones relacionadas con el cultivo de plantas ornamentales y comestibles en huertas comunitarias en su ciudad, les trae los beneficios ya mencionados (relajación, tranquilidad, promoción de la interacción social, satisfacción con los cambios percibidos por la acción propia, entre otros) y, además, les ofrece un lugar que ellos consideran seguro –teniendo en cuenta que, a esta edad, el paisaje urbano puede producir sensaciones de inseguridad-. 71 Pero la AU no solo se ofrece como una actividad que brinda la oportunidad de participación a diversidad de grupos poblacionales, sino que también se asocia con una variedad de acciones. De acuerdo con Fernández y Morán (2012), alrededor de la AU se reúnen distintos actores y se aprecian múltiples conocimientos y saberes que van desde lo profesional hasta lo popular, que pueden ser aportados para ayudar al fortalecimiento de las huertas. Esto se da en el colectivo Agroarte, donde se combinan saberes populares o empíricos, así como otros que requieren de un conocimiento más técnico e incluso profesional, destacándose las nociones acerca de las plantas, su cuidado y sus propiedades, pero también las destrezas en educación ambiental al impartir talleres sobre AU y agroecología; además, el manejo de medios audiovisuales, pintura, grafiti, fotografía y música, con lo que se busca darle un valor estético a las huertas al decorar los materiales con los que estén hechas o resaltarlas con murales, así como describir la vivencia de la agricultura con lo que los participantes del colectivo llaman “hip hop agrario”. Todo esto da cuenta de la pertinencia de la AU como una actividad que genera unas consecuencias que van más allá de la producción de alimentos o la ornamentación. Si bien estos dos aspectos eran los objetivos de la AU en sus orígenes, en la práctica contemporánea de la AU una definición que enfatice solo en ellos resulta reduccionista, dado que hoy no es posible otorgarle un único significado, sino que se le asignan distintos sentidos (complementarios mas no excluyentes entre sí), que son los que sostienen esta práctica, siendo la producción de alimentos y la obtención de ingresos económicos, más bien complementos y no lo principal (Cantor, 2010; Comassetto et al., 2012; Fernández y Morán, 2012; Richter, 2013). Esto lo ratifican los integrantes de Agroarte, para quienes la AU implica múltiples significados, que van desde haberse convertido en una moda para muchos, o ser una actividad realizada como un trabajo con 72 remuneración económica, hasta los significados personales que ellos le otorgan, en los cuales es vista como una práctica ancestral y que ayuda a mantener el contacto con la tierra, una forma de recuperar la historia campesina, un acto de resistencia ante la violencia, una analogía de la vida del ser humano al ser comparado con las plantas, una forma de conectarse consigo mismo, una forma de transformar y apropiarse de los espacios, una opción de vida. También es tomada como una actividad de corte espiritual o una acción con un sentido político. Los integrantes de Agroarte manifiestan que, en un sentido espiritual, la AU facilita una conexión con la naturaleza, una vuelta a la unidad con la tierra, con la “Pachamama”, de la cual sienten que hacen parte o que tienen un vínculo especial. Esto sugiere que sus actitudes ambientales están fuertemente basadas en valores de tipo biosférico, en los que la naturaleza es importante por sí misma, y de la cual el ser humano hace parte y no está por encima de ella (Stern y Dietz, 1994); además, las actitudes ambientales generan efectos benéficos si la naturaleza se toma por su valor intrínseco, habiendo también una relación directa entre la incorporación de la naturaleza como parte de sí mismo, y el afecto positivo (Amérigo et al., 2013), lo que puede explicar, en parte, el bienestar subjetivo que manifiestan los integrantes de Agroarte con la práctica de la AU. El sentido político de la AU es aludido por los miembros de Agroarte cuando asocian esta actividad con la soberanía alimentaria, el incentivo de formas de resistencia, el tomarse espacios públicos y, en general, el ir un poco en contra del sistema con esta práctica y lo que implica. Richter (2013) habla de la AU como una vía de hacer demandas sociopolíticas y de participación ciudadana y Comassetto et al. (2012) la ven como una forma de retar la lógica del mercado actual. Además, la AU enmarcada en el colectivo Agroarte, se toma como una actividad asociada con procesos de desmilitarización de la vida al ser una alternativa de ocupación frente al servicio 73 militar obligatorio. Es así como el desacuerdo a la prestación de este servicio hace parte de los procesos promovidos en el colectivo. Pero en Agroarte no solo se promueve el rechazo al servicio militar obligatorio, sino también la no participación en ningún tipo de guerra. En este colectivo se demuestra que la AU también representa una alternativa de acción para los jóvenes de la ciudad, sobre todo en contextos en los que hay situaciones asociadas con la violencia y de las cuales ellos se pueden volver partícipes. Esto tiene una repercusión positiva a nivel social pues sustrae estos jóvenes de la guerra que se genera por parte de combos barriales o la que es financiada por el Estado. Además, teniendo en cuenta la asociación entre la práctica de la AU y el bienestar, y el hecho de que quienes cuentan con un alto grado de bienestar subjetivo tienden a ser cooperativos, altruistas y tolerantes (Diener y Ryan, 2009), se puede sugerir que no solo se aleja a los jóvenes de participar en situaciones violentas, sino que se les fomenta una contribución adecuada al desarrollo de la sociedad. En general, la práctica de la AU se relaciona con el bienestar subjetivo. Enmarcada en un colectivo como Agroarte, la AU trasciende el mero cultivo de plantas y facilita o impulsa el encuentro con el otro, la participación comunitaria, el desarrollo de varias habilidades, el reconocimiento del valor del trabajo realizado por campesinos, el aprovechamiento del tiempo libre, la intervención de todo tipo de poblaciones, el compartir con familiares y amigos, entre otras cuestiones. Por esto se sugiere que no es únicamente esta práctica la que genera bienestar sino también los procesos asociados a ella y que, en ocasiones, pueden ponerla solo como una excusa para esto otro, es decir, la AU puede ser un fin y, además, un medio. También se sugiere que a partir de experimentar los diferentes beneficios que se obtienen con la AU –sea de forma 74 directa o indirecta- se refuerzan en sus practicantes las actitudes favorables hacia esta actividad y el medio ambiente, incitándoles a su propagación. 8.1 Limitaciones del estudio Hay que recordar que este trabajo tuvo un enfoque cualitativo, por lo cual predominó la subjetividad y no el determinar datos causales por medio de la estadística. Es por ello que una asociación entre la práctica de la AU y la generación de bienestar subjetivo, así como el que las actitudes ambientales favorecen esta actividad, son cuestiones que solo se sugieren, y que pueden ser abordadas desde otras perspectivas en función de ampliar el conocimiento al respecto. Aunque la recolección de información cubre un amplio rango de edad, se dejan por fuera grupos poblacionales que pueden ser representativos de este tipo de colectivos. Por facilidad en cuestiones legales no se entrevistó a ningún menor de edad, por lo cual el que se vea la AU como una alternativa de acción para los adolescentes, es solo la percepción de los adultos que hicieron parte de la muestra. El estudio fue realizado con cinco personas, todas residentes en el área metropolitana, por lo que no constituye una muestra representativa y cuyos hallazgos no son generalizables, aunque otras investigaciones parecidas también arrojan resultados similares. Se realizó únicamente una entrevista a cada una de estas personas, por cuanto no se profundizó en algunos temas como son el aclarar la posición política que dice tener uno de ellos con respecto a la práctica de la AU y que no se sabe si está del todo relacionado con una posición política general, como manifiestan los otros que no lo aluden directamente. Como los participantes en el estudio hacen parte de un colectivo que tiene un enfoque en el que la AU se engancha con procesos artísticos y de recuperación de memoria, aparte de 75 fomentar las relaciones interpersonales y considerarse como una familia, no es posible delimitar totalmente la práctica de la AU por sí sola y definir si el bienestar experimentado o si las actitudes ambientales que manifiestan, se dan en relación a ella o a la participación en Agroarte. 76 9. Recomendaciones Debido a las limitaciones metodológicas del estudio, se recomienda la ampliación del estudio con más personas, más colectivos, más ciudades, es decir, un universo más amplio donde se puedan incrementar las comprensiones acerca de la relación que se establece entre la práctica de la AU, el bienestar subjetivo y las actitudes ambientales, así como estudios experimentales que permitan obtener o verificar relaciones de tipo causal. Aunque los entrevistados hablan del valor de formar o transmitir una conciencia ambiental en las nuevas generaciones, en este estudio no se entrevistó a menores de edad, por lo cual se recomienda estudiar el impacto de la práctica de la AU en niños y adolescentes, así como sus actitudes proambientales para conocer su perspectiva y poder orientar en la educación al respecto. Dado que los participantes no provenían del campo, se recomienda investigar con personas que, por diferentes circunstancias, hayan cambiado de practicar la agricultura rural a la urbana, para poder profundizar en la relación que logran establecer entre la AU y el bienestar subjetivo, y conocer cómo son sus actitudes ambientales. Ya que fue importante la asociación entre la práctica de la AU y las relaciones interpersonales, se recomienda incluir el bienestar social en futuras investigaciones de AU. 77 10. Conclusiones Cada vez hay más atención hacia la práctica de la AU (Comassetto et al., 2012) y un aumento de la misma en ciudades como Medellín. Aunque para muchos, la asociación de esta práctica con la psicología no es evidente, sí es posible su vinculación con conceptos propios de esta disciplina como son el bienestar subjetivo y las actitudes ambientales, contribuyendo a llenar el vacío que hay al respecto (Amérigo et al., 2013). La práctica de AU genera una sensación de bienestar subjetivo ya que, al momento mismo de la práctica, genera afectos positivos como alegría, satisfacción, orgullo, felicidad y cariño, y disminución de afectos negativos como tristeza, estrés, ansiedad y preocupación. Conjuntamente, implica beneficios en varios aspectos, más allá de la producción de alimentos y la ornamentación, que tienen que ver con relaciones sociales y el desempeño en distintos ámbitos como el laboral o familiar. La AU se ha vuelto una forma de generar encuentro con el otro, unir a comunidades y empoderar a personas de población vulnerable. También tiene consecuencias positivas sobre la ciudad al facilitar la apropiación de los espacios, contribuyendo con su transformación y mejoramiento. Son, en general, asuntos que se pueden relacionar con el bienestar subjetivo, pero también con el incentivo y reforzamiento a las actitudes en favor de esta actividad. Es posible que el inicio de la práctica de la AU se facilite cuando previamente hay actitudes favorables hacia el medio ambiente. Estas actitudes ambientales también se ven reflejadas en la extensión de la práctica a otros sitios distintos al colectivo, como son las casas o vecindarios de sus integrantes, y también con otras conductas proambientales como la separación de residuos, el manejo adecuado del agua y la creación de compost. El tener una actitud favorable hacia la AU y experimentar un bienestar subjetivo asociado a su práctica, hace 78 considerar que sea muy importante su propagación. Para promocionar esta práctica se puede dar a conocer los beneficios que genera, además de aprovechar actitudes proambientales existentes, pero también parece necesario brindar un espacio al cual puedan acceder y disponer las personas que sienten que no cuentan con esto. 79 Referencias Álvarez, P. y Vega, P. (2009). Actitudes ambientales y conductas sostenibles. Implicaciones para la educación ambiental. Revista de Psicodidáctica, 14 (2), 245-260. Amérigo, M., García, J. y Sánchez, T. (2013). Actitudes y comportamiento hacia el medio ambiente natural: Salud medioambiental y bienestar emocional. Universitas Psychologica, 12 (3), 845-856. Aragonés, J. y Amérigo, M. (1998). Psicología Ambiental. Aspectos conceptuales y metodológicos. En J. I. Aragonés y M. Amérigo (eds.), Psicología Ambiental (pp. 21-41). Madrid: Pirámide. 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Título del proyecto: Agricultura urbana, bienestar subjetivo y actitudes proambientales. Investigadora: Deisy Vanesa Molina Posada. Introducción A usted _____________________________________________________ le estamos invitando a participar de la investigación “Agricultura urbana, bienestar subjetivo y actitudes proambientales”. Este trabajo será llevado a cabo en el año 2015 por Vanesa Molina Posada, estudiante de Psicología de la Universidad de Antioquia, bajo la asesoría de la profesora Natalia Molina Jaramillo. Queremos que usted conozca que: ● La participación en este estudio es absolutamente voluntaria. Esto quiere decir que, si usted lo desea, puede negarse a participar o retirarse del estudio en cualquier momento, sin tener que dar explicaciones. ● En todo momento se protegerá la confidencialidad y el anonimato frente a la información que usted nos comparta; esto quiere decir que nadie conocerá su nombre o sus datos personales. ● Es probable que usted no reciba ningún beneficio directo del estudio actual. Sin embargo, su aporte será muy valioso para la comprensión de las relaciones que se establecen 88 entre la práctica de la agricultura urbana, el bienestar subjetivo y la disposición que manejan las personas del colectivo frente a temas medioambientales. Queremos, además, señalar que somos conscientes de que muchas personas tienen creencias personales, ideológicas o religiosas que pueden ser contrarias a los procedimientos que se llevan a cabo al realizar investigaciones de tipo psicológico, como cuando se abordan preguntas que se refieren a conductas privadas y que llevan a hablar de las emociones. Es por ello que le solicitamos que, en caso de que usted no desee hablar sobre algún tema en específico, nos lo comunique. Información sobre el estudio. Antes de cualquier decisión sobre su participación, por favor tómese el tiempo para leer este documento y, de ser necesario, preguntar, averiguar y discutir aspectos de este estudio con la investigadora o con cualquier persona que usted considere. Objetivo: El propósito de este estudio es comprender algunos procesos psicológicos que se dan en los miembros del colectivo Agroarte, a partir de acciones de agricultura urbana en las que se ven involucrados. Estos procesos psicológicos son la satisfacción, los sentimientos positivos y negativos, las actitudes hacia el medio ambiente y la implicación personal, todo en referencia a la agricultura urbana. Con la información obtenida se podrá contribuir con el desarrollo de la Psicología y ciencias afines, en lo que tiene que ver con el estudio de la relación que establecen las personas con el medio ambiente por medio de la práctica de la agricultura urbana. Esperamos que, gracias a la información que usted nos comparta, este objetivo sea alcanzado satisfactoriamente. 89 Procedimiento: Una vez usted haya aceptado participar en el estudio y firme este documento, se continuará con la recolección de información. ● Usted será invitado(a) a participar en una o dos entrevistas, con una duración aproximada de 40 minutos cada una. Las entrevistas las realizará la investigadora y serán grabadas en audio con el fin de ser absolutamente fieles a la información que usted nos aporte sobre su experiencia. Igualmente, es posible que le invitemos a hacer parte de un grupo focal, que consiste en una reunión con otros miembros del colectivo Agroarte donde la idea es interactuar y conversar sobre temas específicos. En caso de ser necesario, deberán retomarse algunas de las temáticas o puntos tratados en la primera entrevista, para lo cual se le citará a un segundo encuentro. ● La información recolectada en las conversaciones con usted será digitada en un texto. Se le asignará un número o código de registro, el cual le identificará en toda la documentación que se utilice y que se recoja durante la investigación y que garantizará su anonimato. ● Se hará observación de distintas situaciones en las cuales usted estará presente. Para no perder detalles importantes de lo observado, se tomarán registros fotográficos y escritos. ● Al finalizar la investigación, la investigadora compartirá y discutirá con usted los resultados obtenidos. Beneficios. La presente investigación no da a sus participantes ninguna ayuda económica o material. Sin embargo, a partir de su valiosa y solidaria participación, muchas personas que le apuestan a la agricultura urbana podrán beneficiarse con los conocimientos adquiridos. Entre estas personas están los miembros del colectivo Agroarte, que podrán tomar el estudio como sustento de los 90 procesos psicológicos que pueden vivir sus participantes, y tenerlos en cuenta a la hora de implementar estrategias en pro de continuar con la labor realizada. Inconvenientes, malestares y riesgos. Esta investigación contempla los parámetros establecidos en la resolución N° 8430 de 1993 del Ministerio de salud y la Ley 1090 del 2006—Código Deontológico y Bioético en Psicología—. Las entrevistas se consideran procedimientos de bajo riesgo a nivel psicológico. Si usted considera que se pone en riesgo su integridad, podrá expresarlo a la investigadora. La investigadora ha sido formada para desarrollar el proceso que implica esta investigación. Un inconveniente que puede presentarse es que ante el abordaje de preguntas que hacen referencia a conductas privadas o a experiencias de las cuales usted no quiera hablar, usted sienta algún tipo de malestar o temor. Por ello garantizamos su derecho a la intimidad, manejando esta información con respeto y absoluta confidencialidad. Si por cualquier razón no puede participar de las sesiones de entrevista o demás actividades de la investigación, le solicitamos que se comunique a tiempo con la investigadora para programar un nuevo encuentro. Reserva de la información y el secreto profesional. Toda la información que usted dará a la investigadora en el curso de esta investigación permanecerá en secreto y no será proporcionada a ninguna persona diferente a usted mismo o la asesora de trabajo de grado bajo ninguna circunstancia. La información será transcrita y analizada con el uso de códigos que permitan mantener la confidencialidad y el 91 anonimato. En la presentación de los resultados de la investigación y preparación de publicaciones nunca se hará mención de la identidad o datos personales de los participantes. Se hará uso de fotografías en las que usted aparezca, solo cuando sea necesario y si usted está de acuerdo con ello. DATOS DE CONTACTO: Vanesa Molina Posada Correo electrónico: [email protected] Cel. 316 858 7097 Anexo 2. Consentimiento informado. Agricultura urbana, bienestar subjetivo y actitudes proambientales. UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Facultad de Ciencias Sociales y Humanas – Departamento de Psicología Consentimiento informado. Después de leer y comprender la información suministrada en relación con la investigación Agricultura urbana, bienestar subjetivo y actitudes proambientales, de recibir de la investigadora Vanesa Molina Posada explicaciones verbales sobre la misma y respuestas satisfactorias a mis inquietudes, y de haber reflexionado sobre las implicaciones, beneficios y 92 posibles inconvenientes de mi decisión libre, consciente y voluntaria, manifiesto que yo, _________________________________________________, he decidido participar como informante de esta investigación. Autorizo al grupo investigador a utilizar la información aportada sobre la temática en futuras investigaciones y la utilización de los resultados en la publicación de informes y artículos científicos. En constancia, firmo este documento de CONSENTIMIENTO INFORMADO en presencia de la investigadora Vanesa Molina Posada y doy fe de mi libre decisión de participar de esta investigación. Firma del (la) participante: Nombre: __________________________________ Firma: _______________________ Cédula de ciudadanía N° _____________________de: ___________________________ Firma de la investigadora: Nombre: __________________________________ Firma: _______________________ Cédula de ciudadanía N° ____________________ de: ___________________________ Firmado en _________________ el día ___ del mes _____________del año __________ 93 Anexo 3. Guía de entrevista ● ¿Hace cuánto existe Agroarte? / ¿Sabe hace cuanto existe Agroarte? ● ¿Cómo surgió Agroarte? / ¿Sabe cómo surgió Agroarte? ● ¿De quién fue la idea y cómo fue el proceso? ● Para usted, ¿qué es o qué significa Agroarte? ● ¿Hace cuánto está involucrado(a) con la AU? ● ¿Qué siente mientras está en ese proceso de hacer una huerta urbana o de mantenerla u organizarla? ● ¿Cree que la AU ha tenido algún impacto en su vida? ¿Cómo? ● ¿En cuáles ámbitos de su vida cree usted que ha tenido un impacto la AU? ¿Son impactos positivos o negativos? ● ¿Qué otras cosas ha empezado a realizar en su vida a partir de involucrarse más con la AU? ¿Qué cambios ha tenido en otras conductas? ● ¿De qué forma cree usted que eso que hace impacta sobre usted, sobre otras personas y sobre el mundo? ● ¿Cuáles diría que son las razones para participar en el colectivo durante este tiempo? ● ¿Cuáles razones harían que continuara participando? ● Entonces, ¿cuál es la importancia de la AU? ● ¿Cuál es la importancia de colectivos como Agroarte? 94
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