Enseñar al que no sabe Primera Obra de Misericordia Espiritual

Enseñar al que no sabe
Primera Obra de Misericordia Espiritual
“Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era
forastero, y me acogieron; estuve desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron;
en la cárcel y acudieron a mi” (Mateo 25, 35-36)… no sabía y me enseñaron…
En medio de este mundo globalizado “supermegahiper” interconectado, donde parte
de toda la información la encuentro en un “buscador” desde mi celular, con procesos
de enseñanza-aprendizaje casi que “intergalácticos”, nos asalta una pregunta: ¿qué
nos falta por saber?
La respuesta es que ciertamente muchas cosas, por ejemplo cómo lograr sostener
la vida humana fuera de nuestro planeta tierra, cómo aprovechar adecuadamente
los recursos naturales del mar sin destruir el ecosistema, cómo lograr encontrar un
“Padre responsable” a las llamadas “enfermedades huérfanas”, cómo hallar
realmente la solución al cáncer en cualquier etapa en la cual se encuentre, cómo
formar a nuestros futuros líderes para que se proyecten hacia el bien común y no el
bien particular, entre muchos otros interrogantes.
Tú como padre de familia ¿qué le debes enseñar a tu hijo? (haz el ejercicio de poner
por escrito la respuesta), seguro lo primero que anotaste fue: mostrarle el auténtico
rostro de Dios, podemos saber mucho, tener mucha información, hacernos
preguntas interesantes, pero si no conocemos a Dios, ¿para qué los otros
conocimientos? científicos “de alto vuelo”, filósofos e intelectuales han marcado las
reflexiones en la política y las teorías económicas; neurólogos y psicólogos han
descubierto el inmenso potencial de nuestra mente, algunos, han llegado al sin
sentido de sus vidas, incluso al suicidio, qué paradoja, ¡han llegado a las alturas del
conocimiento científico y se les ha dificultado encontrar la respuesta a la pregunta
por el sentido de la vida!
Hoy tomo la decisión de conocer a Dios y de buscar el sentido de mi existencia en
él, esto significa experimentarlo desde lo más esencial de mi ser, como mi papá,
quien me engendra, protege, cuida y acompaña. Es acoger a Jesús, mi Salvador y
redentor, que murió por mí, que está vivo en cada momento de mi existencia, que
se convierte en mi prototipo de vida, presente en la familia, en la comunidad eclesial,
en los sacramentos, en las personas que hemos discriminado, excluido. Acojo al
Espíritu Santo que me revitaliza cada vez que hago oración, que es aquel que en
virtud del bautismo me hace partícipe de la esencia de Dios uno y trino en la Iglesia.
Hoy quiero enseñar al que no sabe, que Dios nos ama desde toda la eternidad y que
él siempre nos espera.
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