La Gaceta del FCE, número 550, octubre de 2016

D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A O C T U B R E D E 2 0 1 6
25 años de historias
A la Orilla del Viento
550
3
E DI TOR I A L
Tonadas A la Orilla
del Viento
ELIA CROTTE FRANCO
6
La afirmación
del azar lo convierte
en necesidad
25 años de historias
A la Orilla del Viento
A la memoria de nuestro querido Nacho Padilla
DANIEL GOLDIN
9
Desde esta orilla:
los caminos de una
colección
BRENDA BELLORÍN
11
Por cielo, mar y tierra.
25 años de la colección
A la Orilla del Viento
MAURICIO GÓMEZ MORIN
12
Ignacio Padilla,
el hombre que fue
un mapa
A D O L FO C Ó R D OVA
14
El secreto:
escuchar al lector
Conversación con
Eva Janovitz, María de
la Concepción Cabrera
y Socorro Venegas
H
ace 16 años el catálogo de Obras para Niños
y Jóvenes del Fondo de Cultura Económica
anunciaba: “Estos títulos ya forman parte
de la alimentación balanceada de las
nuevas generaciones”. En ese entonces la
colección A la Orilla del Viento ya presumía
en sus filas a La peor señora del mundo de
Francisco Hinojosa, y también obras de
otros grandes escritores como Pascuala
Corona, Alicia Molina, Vivian Mansour,
Emilio Carballido, sin olvidarnos del potente programa de traducciones
que dio a conocer en español la obra de Bruno Heitz, Marie Aude Murail
y Uri Orlev, entre otros. Y a los más reconocidos ilustradores, como Isol,
Anthony Browne, Mauricio Gómez Morin, entre muchos más.
Durante 25 años, A la Orilla del Viento ha nutrido el mundo interior
de padres e hijos y ha demostrado que la buena literatura es para todos
los lectores, sin importar su edad, condición socioeconómica o educación. Como proyecto de formación de lectores ha contribuido a ampliar
el acceso al libro, no sólo en librerías o ferias, sino en escuelas y bibliotecas, donde sigue siendo fundamental acompañar a los docentes,
bibliotecarios y mediadores de lectura.
Hoy vivimos uno de los momentos más venturosos de la literatura
infantil y juvenil gracias a escritores e ilustradores que encontraron
una veta insospechada en los nuevos lectores y una editorial dispuesta
a arriesgarse y crecer a su lado. Y la fórmula que se revelaba en nuestro
catálogo hace 16 años ha sido siempre la misma: “cero óxido abúrrico”
y mucho, todo, “de materia gris, imaginación y sales de cacumen”.
La alquimia la completan nuestros lectores, con los que celebramos
25 años de vivir, reír, gozar y amar la mejor literatura A la Orilla
del Viento.W
VIRGINIA BAUTISTA
16
A la Orilla del Viento:
25 años después
SANDRA LICONA
19
De cómo arruinamos
a una generación
JUANA INÉS DEHESA
20
22
NOVEDADES
TRASFONDO
JUAN VILLORO
—————————
OCTUBRE DE 2016
José Carreño Carlón
D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E
Roberto Garza
León Muñoz Santini
E D I TO R D E L A G AC E TA
D I S E Ñ O E D I TO R I A L
Ramón Cota Meza
Susana Figueroa León
Angélica Antonio Monroy
R E DAC C I Ó N
E D I TO R A S D E E S T E N Ú M E R O
Martha Cantú, Adriana Konzevik,
Susana López, Socorro Venegas,
Rafael Mercado, Karla López y
Octavio Díaz
C O N S E J O E D I TO R I A L
Erika A. Dávalos Camarena
A R T E Y F O R M AC I Ó N
Ernesto Ramírez Morales
V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T
Impresora y Encuadernadora
Progreso, sa de cv
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I A N FA LC O N E R , VA L E R I A G A L LO , S E B A S T I A N M E S C H E N M O S E R , PA LO M A VA L D I V I A , I S O L , K ATJ A M E N S I N G , DAV I D M C K E E ,
K E S T U T I S K A S PA R AV I Č I U S , S ATO S H I K I TA M U R A Y O L I V E R J E F F E R S
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OCTUBRE DE 2016
Ilustración: © R A FA E L B A R A J A S , E L F I S G Ó N , L A P E O R S E Ñ O R A D E L M U N D O
25 AÑOS DE HISTORIAS
P O ES
A LA
Í A ORILLA DEL VIENTO
Compuestas a lo largo de los 25 años de la colección A la Orilla del Viento,
estas tonadas de Elia Crotte han sido acompañadas por lectores de distintas edades
y generaciones, quienes han escuchado por primera vez, en la voz de Crotte,
muchos de nuestros libros narrados y transformados en canciones.
Recuperamos aquí algunas de ellas.
Tonadas A la Orilla del Viento
ELIA CROTTE FRANCO
Narradora oral, promotora de lectura y especialista en formación lectora
Ya sabes que hay otra orilla
que suele en el viento estar,
tú sabes que hay otra orilla
al otro lado del mar.
Siempre A la Orilla del Viento,
cuentos podrás disfrutar.
Siempre A la Orilla del Viento,
cuentos, cuentos, cuentos…
podrás encontrar.
(TONADA DE LA PEOR SEÑORA DEL MUNDO
DE FRANCISCO HINOJOSA)
Hubo en Turambul
una horrible señora
que nos molestaba
hora tras hora.
No daba descanso,
nos atormentaba,
nos arañaba,
gritaba y pateaba…
Hasta que un día
nos decidimos
y de sus maldades
nos deshicimos.
Era insoportable,
no era nada amable,
era un ser terrible,
era detestable.
Sus botas con picos
y su enorme puro
eran la promesa
de un dolor seguro.
(TONADA DE EL AGUJERO NEGRO
DE ALICIA MOLINA)
Un pequeño problema
el que tiene Camila.
Un regalo ha de encontrar
para alguien especial.
Un regalo ha de buscar
que mamá pueda conservar.
Busca por todas partes,
dónde podrá encontrarle.
La sorpresa la atrapó
cuando un duende apareció.
Duende verde y misterioso,
alborotado y tramposo…
Nunca más se perdió el tiempo,
la paciencia ni el buen humor,
y entre cambalache y juego
este cuento se acabó.
(TONADA DE RABIETA TREBEJOS
DE MANUEL MONROY)
Rabieta y su abuela
como hormiguitas
iban juntando, juntando cositas.
Un calcetín fue el regalo
donde guardar lo coleccionado.
Cositas, cositas,
guardaron con calma,
y ya para siempre
las llevan en su alma.
Cositas, cositas,
en el corazón,
y ahora las tenemos
en una canción.
(TONADA DE EL PROFESOR ZÍPER
Y LA FABULOSA GUITARRA ELÉCTRICA
DE JUAN VILLORO)
Con una cuerda,
una canción,
el genial Zíper
transforma el rock.
Ricky Coyote,
el gran rockero,
ha sorprendido
al mundo entero.
Banda increíble
suena estridente,
líquida nube
mueve a la gente.
Música y ciencia:
¡combinación!
Tremendo invento:
¡brocolización!
Con una cuerda,
una canción,
el genial Zíper
transforma el rock.
En este lugar
ya no la soportamos,
y con grandes ideas
nos rebelamos.
OCTUBRE DE 2016
3
Ilustración: © R A FA E L B A R A J A S , E L F I S G Ó N
25
4
anos
OCTUBRE DE 2016
DOSSIER
de historias
Orilla
del viento
A la
M allá de la trama de una historia,
Más
aut e ilustrador construyen personajes.
autor
Pers
Personajes
que trascienden las páginas del
libr y se instalan en la vida cotidiana de
libro
le
sus lectores,
como un amigo o una compañía
qu el lector anima y completa no sólo
que
co los elementos que le brinda el texto,
con
s a través de sus propias vivencias e
sino
imaginación. Esta edición especial de
La Gaceta da cuenta de las andanzas
de los diferentes actores que han
hecho posible que se produzca
esta magia y que nuestros lectores
disfruten de lo mejor de la literatura
infantil en el mundo. Son 25 años de
con historias y de construir entrañables
contar
pe
personajes
para nuestros lectores A la
Orilla del Viento. Apenas 25.
OCTUBRE DE 2016
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Fotografía: © A D R I Á N I S R A E L VA L D I V I A
BIBLIOTECAS HOY
MEMO R I AS
La afirmación del azar
lo convierte en necesidad
El proyecto de obras
para niños y jóvenes del FCE
25 años después
DANIEL GOLDIN
A Gabriel Zaid
C
omo aconteció con el nacimiento del propio Fondo de
Cultura Económica, el catálogo de libros para niños y jóvenes es una mezcla de azar y
necesidad.
Tuvo diversos orígenes.
Menciono dos. Durante la gestión de Jaime García Terrés,
una colaboradora externa
había propuesto una colección de historia de México para niños. Pocos meses después, ya con Enrique
González Pedrero como director, en una cena con
los integrantes del comité de redacción de La gaceta,
surgió la idea de crear una colección de literatura infantil. Si mal no recuerdo, pensamos que podría quedar a cargo de Francisco Hinojosa, que había escrito
para ese entonces un par de libros para niños. Pero él
decidió dedicarse enteramente a escribir, y el proyecto quedó huérfano, abierto a concurso.
Nadie me preguntó si el FCE debería publicar libros para niños. De haberlo hecho, no sé qué habría
contestado. Supongo que fácilmente habría encontrado razones para estar tanto a favor como en contra.
Pero de lo que estaba seguro era de que si se decidía
que el FCE debía incursionar en ese mercado, debía
hacerlo rindiendo honor a su propia tradición. Invoqué los dos manes tutelares que forjaron el FCE —Da-
6
niel Cosío Villegas y Arnaldo Orfila Reynal— y diseñé
una propuesta integral. Siempre pensé en un catálogo
de obras para niños, no en una colección aislada. Y
siempre consideré que nuestro catálogo debía considerarse como un acontecimiento político.
De Cosío Villegas tomé la idea de que el valor de
publicar libros tiene que ver con los efectos que éstos
producirían en el espacio público. Por eso siempre
quise inscribir el proyecto en una agenda de reconocimiento de los derechos de los niños, la igualación de
oportunidades y la formación de ciudadanía.
A partir del ejemplo de Orfila me dije que nuestro
ámbito era Iberoamérica, no sólo México, y que debíamos alimentarnos de lo que se publicaba en el mundo.
Si nos manteníamos fieles a esos dos principios, el
proyecto cumpliría con la misión del FCE. Fue por
eso que detonamos un cambio en el mercado editorial en nuestro país como lo había hecho el FCE en
otras ocasiones.
Desde luego, no nacimos en el vacío. Nos precedía
una larga tradición que debíamos honrar. Quise hacerlo con un guiño: asignando el número uno de la colección A la Orilla del Viento a un libro de Pascuala
Corona, una narradora oral rescatada por la entrañable Teresa Castelló.
Pero también había que marcar una ruptura, alejarse de una voluntad nacionalista chata y no guiarse
por criterios pedagógicos. Jugar y experimentar,
abrirse al mundo, dejar entrar el fabuloso caudal de
nuevos creadores que estaban revolucionando la lite-
ratura para niños. Ante todo, apostar por la inteligencia de los lectores y por su capacidad de apropiación.
La identidad, nacional o personal, se refuerza abriéndose a lo extraño y potenciando la capacidad de apropiación cultural. Sin mezcla no hay evolución.
Nada me ayudó tanto como no saber nada del campo del libro para niños. “Si no sabes, inventa”, me dijo
en algún momento Alejandro Katz. Pero también había que escuchar. No hubiéramos crecido como lo hicimos sin preguntar a algunas personas como Carmen García Moreno, que había creado la primera feria
del libro infantil en nuestro país y se había pateado la
feria de Boloña recogiendo muestras que aquí ningún
editor mexicano se animó a publicar. A todo el grupo
de IBBY México, que fue sin duda impulsor del cambio. Y sobre todo al público: a los niños y a sus padres.
Aclaro, escuchar no significa acatar, sino construir
dialogando.
Qué estimulante fue experimentar hasta dónde se
podía llegar con los niños.
Menciono tres casos ejemplares. La publicación de
La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa.
Pancho me entregó dos manuscritos y me dijo que
uno era impublicable. Pronto vi a cuál se refería. Y de
inmediato decidí publicarlo. Pero tenía que tomar
precauciones. Lo di a dictaminar a dos “expertas”,
ambas me dieron una respuesta negativa. Sin embargo, mantuve mi decisión. Rebeca Cerda, entonces directora de arte, se lo dio a ilustrar a El Fisgón. El resultado fue magnífico. Quise que fuera un blasón,
OCTUBRE DE 2016
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
una marca que nos distinguiera en el momento del
lanzamiento en la feria internacional del libro en la
Ciudad de México. Hicimos una ampliación de varios
metros de la ilustración central para colocarla en el
stand. Y surtió efecto. Todos los pequeños querían
ese título. Los padres en cambio se esforzaban por
convencerlos de comprar otros más tradicionales
como La ovejita negra. Generalmente vendíamos los
dos. Veinticinco años después, La peor señora del mundo ha marcado a generaciones de lectores.
En una cena con los
integrantes del comité
de redacción de La Gaceta,
surgió la idea de crear
una colección de
literatura infantil.
El segundo caso va en sentido inverso. Como yo recordaba la impresión que me había causado a los 13
años la lectura de Puente en la selva de B. Traven,
quise incluirlo en la primera camada de nuestros
libros. Poco me importaba que el autor, como me
aclaró su viuda, nunca lo hubiera imaginado como
una novela para niños o jóvenes. Es una novela apasionante que narra una noche aciaga en más de 200
páginas y que le permite al lector avizorar siglos de
opresión. Así empezó a circular un libro de adultos en
un catálogo de niños. Hace unas semanas, durante la
inauguración de la exposición de B. Traven en el Museo de Arte Moderno, su directora, Sylvia Navarrete,
me contó que había llegado a él gracias a esta obra publicada en A la Orilla del Viento. Las fronteras entre
los niños y los adultos son siempre permeables y ese
diálogo puede enriquecer a ambos.
El tercero está relacionado con la sofisticación estética. Me refiero a la publicación del libro ilustrado
La escoba de la viuda de Chris van Allsburg, impresa
en dos tintas (sepia y gris para colmo). Habíamos hecho una apuesta decidida por la ilustración. En Los
Especiales de A la Orilla del Viento, la colección dedicada a los álbumes, publicamos una muy cuidada selección de lo mejor que se estaba produciendo en el
mundo. Recuerdo que algunos críticos decían que
nuestros libros eran demasiado sofisticados para los
niños mexicanos. La escoba de la viuda no es en efecto
una obra sencilla, pero eso no era razón para que no
fuera comprado con sus magros recursos por un niño
en una comunidad de Chiapas, como efectivamente
sucedió, según me relató Horacio de la Rosa.
Siempre prestamos mucha atención a la selección
de las obras. No sólo en términos de calidad, que es un
concepto vago, sino en su variedad (temática, estética
e incluso en dificultad de acceso). Teníamos presente
que nuestro objetivo no era publicar una serie de libros excelentes, sino un catálogo concebido como un
dispositivo para crear un mercado y, al mismo tiempo,
un espacio social para la palabra. Los niños a los que
nos dirigíamos, los niños a los que queríamos formar,
eran antes que nada sujetos e interlocutores. También pretendíamos incidir en la valoración social de
la diversidad.
Cuidábamos cada aspecto del libro: los textos, el
diseño, la impresión, para que los libros fueran leídos,
usados, queridos.
En el catálogo debía estar al menos uno de los libros preferidos de cada uno de nuestros lectores.
Para ello debíamos elegir también libros para muy
pocos. Si cada lector encontraba en nuestro catálogo
su libro, se iba a sentir animado para explorar otras
propuestas.
Iniciamos traduciendo novelas y libros ilustrados,
particularmente de la producción anglosajona de ambos lados del Atlántico. Especialmente de un autor
por el que hicimos una apuesta decisiva: Anthony
Browne, un verdadero maestro en el arte de imbricar
textos e imágenes en una narración polisémica.
Poco a poco fuimos publicando autores propios
(mexicanos o extranjeros). Así entraron a nuestro catálogo autores que hoy son clásicos; pienso en Isol
(que ganó el premio Astrid Lindgren) o en Javier Sáez
(que recientemente ganó el Premio Nacional de Ilustración en España).
OCTUBRE DE 2016
Mirado en retrospectiva, creo que lo verdaderamente notable de esa colección (incluso cuando se le
compara con otras a nivel internacional) fue la apuesta por la diversidad de estéticas, temas y formatos.
El criterio que seguimos fue que a cada libro le debíamos dar un tratamiento especial. Dejarlo respirar
de manera natural para potenciar su capacidad de seducción. Aunque esto fuera contra la racionalidad
económica más primaria que sugería publicar todos
los libros en el mismo formato y en encuadernado
rústico, ya que al parecer nadie estaba dispuesto a
pagar por los libros cuidados y empastados. Cuando
le presenté nuestra colección a don José Luis Martínez me reclamó que tuvieran tantos tamaños. Ciertamente, no era fácil acomodarlos en un librero, y
presentaban no pocos problemas para la exhibición
en librerías, pero era preciso sacudir a toda la cadena.
Apostar por la creación de un mercado sólido supone
cuestionar los paradigmas.
Una cuestión esencial era trabajar para que los
adultos estuvieran dispuestos a gastar en ellos. Tal
vez alguien estudie un día el diseño de la política de
precios que establecimos. Puedo resumir el reto
de esta forma, ¿cómo lograr que un padre que está
dispuesto a pagar 80 pesos por unas palomitas y un
refresco, o 250 pesos por un libro para él, esté dispuesto a gastar lo mismo por un libro para sus hijos?
Transformar esto supone un trabajo tenaz en diversos frentes. El objetivo era lograr la revaloración
social del libro y del niño como sujeto cultural. Entre otras cosas impulsamos cursos, seminarios, la
magnífica exposición de las obras de Anthony Browne en el Tamayo y otros museos de México y Latinoamérica, la atención personalizada en todas las ferias,
la discusión pública sobre la formación de lectores, la
profesionalización de los autores e ilustradores, etc.
E hicimos una clara apuesta por la ampliación del
mercado a nuevos públicos.
En el catálogo debía estar
al menos uno de los libros
preferidos de cada uno de
nuestros lectores. Para ello
debíamos elegir también
libros para muy pocos.
Si cada lector encontraba
en nuestro catálogo su libro,
se iba a sentir animado para
explorar otras propuestas.
Me vienen a la mente cuatro adjetivos para describir nuestro proyecto: integral, sistémico, sistemático,
coherente. Son semejantes, pero no idénticos. Integral
supone un proyecto editorial que comprende todas y
cada una de las etapas del proceso; el cuidado de los
textos, el diseño, la impresión, la definición de la política de precios, la promoción, la atención en el punto
de venta y, tan importante como ello, la incidencia en
la recepción del lector, pues había también que transformar las maneras en que se recibían los libros en los
hogares y las escuelas. De ahí que debía ser sistémico.
Desde la perspectiva sistémica, cada elemento afecta
a todos y todos los elementos buscan a un tiempo preservar y transformar el sistema. También era sistemático porque no podíamos hacerlo de una sola vez. Había que ir cubriendo etapas e insistir, e insistir y volver
a insistir. Y no podía dejar de ser coherente: la filosofía
general del proyecto se debía reflejar no sólo en cada
parte del proceso editorial, sino en la propia organización del trabajo.
Tuve la inmensa suerte de que la consolidación del
proyecto se diera en los once años que estuvo al frente de la editorial Miguel de la Madrid. Él venía de ser
presidente de México, no tenía necesidad de imponer
su autoridad. Todo mundo la reconocía. Y él me dio su
confianza. Eso me comprometió más. Cada decisión
debía ser cuidada en extremo. Podían ser decisiones
personales, pero no caprichosas, respondían a las necesidades del proyecto.
De la Madrid me permitió incidir en todas las partes del proceso. Desde la definición de la política de
precios, hasta en la manera en que se promovían en
los diferentes mercados: Estados Unidos, Colombia,
España, Argentina… Cada uno jugaba un papel especial en la visión integral del proyecto.
El criterio que seguimos fue
que a cada libro le debíamos
dar un tratamiento especial.
Dejarlo respirar de manera
natural para potenciar su
capacidad de seducción.
También me permitió construir y dirigir un gran
equipo, pues el proyecto de obras para niños y jóvenes siempre fue un proyecto colectivo.
Sería injusto no reconocer a algunos protagonistas. Ernestina Loyo, que estuvo al cuidado de las ediciones desde el principio. A Mauricio Gómez Morín,
que asumió la dirección de arte cuando salió Rebeca
Cerda, y fue cómplice fundamental. A Cristina Álvarez que inició la promoción escolar. A la gran Eva Janovitz, con la que reinventamos las estrategias de
promoción y comercialización dentro y fuera del canal escolar, con un grupo de promotores maravilloso
entre los cuales destaco a Horacio de la Rosa y Concepción Cabrera. A Joaquín Sierra, un gran diseñador.
A Gabriel Ruiz, con quien montamos las exposiciones
y a Manuel Hinojosa con quien hicimos festivales.
A Gerardo Méndez y Marcela Romero, cuentacuentos de cabecera. En total debieron haber pasado más
de 40 personas. Pero el equipo nunca fue mayor a 21.
Todos, inclusive las secretarias, Claudia, Catita y Lupita, participaban activamente. Habían leído los libros, podían promoverlos. Las habíamos formado
como lectoras y promotoras. En cierta medida reflejaban a nuestro público. Si estábamos pugnando por
habilitar y estimular su desarrollo, debíamos empezar por casa.
La visión integral y la coherencia rindieron frutos.
En algún momento el catálogo llegó a representar
más del 35% de las ventas y 50% de las exportaciones
del FCE.
Al cabo de pocos años nuestro catálogo integraba obras para para bebés, novelas, música y Espacios para la Lectura, una colección de obras sobre el
campo de la cultura escrita desde múltiples disciplinas. Para mí era muy claro que había un vínculo entre obras de académicos como Emilia Ferreiro, Roger Chartier o Robert Darnton y obras de Browne o
Francisco Hinojosa. Tal vez ese vínculo no era visible
para el público, pero le daba solidez y nos distinguió
de otros estupendos proyectos editoriales para niños
y jóvenes. Reflejaba la dimensión política del proyecto: abrir espacios para el diálogo, para el empoderamiento de los niños, para el reconocimiento de la diversidad. Reconocerse parte de la historia y ayudar a
construirla.
Una de las escenas que mejor reflejaba este espíritu fueron los seminarios que organizamos. Ahí trajimos a Michèle Petit, Geneviève Patte, Roger y Anne
Marie Chartier, a Delia Lerner y muchos otros. Esos
seminarios estaban abiertos a todo el mundo y me
encantaba ver a chicos de 16 y 17 años tomando apuntes a un lado de investigadores como Emilia Ferreiro
o Elsie Rockwell. En algunos casos, de esos seminarios surgieron libros que tuvieron una gran repercusión en el campo.
De manera inversa también trabajamos por hacer
eventos de los libros. Es el caso de las exposiciones,
festivales o sesiones de narradores orales. En resumen, se trataba de estimular el paso del libro a la vida
y de la vida al libro.
Tal vez todavía haya personas que consideren que
el FCE no debió haber incursionado en ese campo. Yo
no lo creo. Considero que el Fondo contribuyó a crear
un mercado del que hoy se benefician muchos otros
editores y libreros, y una sociedad que reconoce a los
niños y lentamente les abre espacios para ser protagonistas. Quizá fue un azar, pero visto en retrospectiva, no me cabe duda de que era necesario.W
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OCTUBRE DE 2016
Ilustración: © N A D J A Z E N D E J A S
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
A RTÍ C U LO
Desde esta orilla:
los caminos de una colección
BRENDA BELLORÍN
H
ay pocos proyectos editoriales que reflejen de
manera tan integral
una concepción profunda del peso de la cultura
escrita y de las maneras
en que el lector infantil
y juvenil se puede relacionar con ella. Este es
el caso de A la Orilla del
Viento. Su singularidad estriba en que se creó, y se
ha seguido desarrollando durante estos 25 años,
bajo una visión amplia de la lectura, donde convergen, por un lado, la conciencia de que se requieren
textos estimulantes y retadores para crecer como
lector y, por el otro, la convicción de que el niño es un
sujeto (no sólo un target de mercadeo) con autonomía y sensibilidad para apreciar una obra literaria de
alto contenido estético. En esta concepción subyace
la idea de que los textos se acompañan y actualizan a
través de una infinidad de actos singulares. Éstos se
tomaron en cuenta para crear una plataforma de mediación y difusión con el fin de garantizar que la colección contribuya a formar ciudadanos de la cultura
escrita, algo que he podido corroborar en mi propia
experiencia. Desde aquí quisiera explorar el impacto
que ha tenido la oferta del Fondo de Cultura Económica en la región hispanoamericana.
A la Orilla del Viento ha sido un espacio para formarme como lectora y especialista en libros para niños. Gracias a ella, como muchos latinoamericanos,
pude adentrarme en la obra de grandes exponentes
de la literatura infantil como Chris van Allsburg, David McKee, Satoshi Kitamura, Taro Gomi, Cornelia
Funke. Era una estudiante de letras cuando tuve la
suerte de participar en la curaduría de la exposición
de Anthony Browne en Caracas en 1996, publiqué mi
primer artículo fuera de Venezuela en el periódico de
Espacios para la lectura y me formé leyendo libros
de la colección con este mismo nombre, vi como la
institución en la que trabajaba —el Banco del Libro—
siempre seleccionaba títulos del catálogo del FCE
para las bibliotecas públicas y comunitarias. Posteriormente, en mi ejercicio como profesora de literatura infantil, he constatado cómo los libros de A la
Orilla del Viento nunca faltan en las bibliografías de
los otros profesores ni en los trabajos de los alumnos
del Máster en Libros para Niños y Jóvenes UAB-BL.
Repasemos por qué.
MÁS Y MEJORES LIBROS PARA UN MAYOR
NÚMERO DE LECTORES
El catálogo —rico y variado en temas, formatos, propuestas narrativas y gráficas, diseñado para atender
las necesidades e intereses de diversas etapas lectoras— constituye un acervo invaluable para el público
hispanohablante. Contiene obras universales que
cuentan experiencias vitales con las que una amplia
gama de lectores puede identificarse a pesar de (o
gracias a) que una parte significativa de ellos se hace
en clave experimental.
La colección siempre estuvo marcada por la innovación, sin condescender con las ideas de que los niños no comprenderían ciertas aproximaciones o rechazarían estilos per se. En este sentido, se ha aposta-
OCTUBRE DE 2016
do por obras complejas de autores reconocidos por la
crítica especializada, como Browne y Jeffers, pero
que rara vez se traducían al castellano, así como por
títulos de editoriales pequeñas e independientes de
mercados reducidos, como el sello francés Grandir
Editions, la casa belga De Eenhoorn y las editoriales
japonesas Riron-sha y Bronze Publishing. Esto ha
contribuido a que los latinoamericanos estemos familiarizados con obras de lugares remotos, que nos
apropiemos de obras de autores como Mandana Sadat, Olivier Douzou y Carl Cneut como parte de nuestro acervo inmediato y que podamos atisbar las culturas en las que se inscriben.
La internacionalización no ha ocurrido en una
sola dirección: creadores hispanoamericanos como
Javier Sáez Castán, Isol, Claudio Romo y Juan Palomino se han vuelto protagonistas del escenario internacional; y autores mexicanos como Francisco
Hinojosa, Toño Malpica y Juan Villoro, trascienden
las fronteras de lo local y se han vuelto también de
dominio global. Isol fue galardonada por uno de los
mayores premios que es posible recibir en el campo
de la literatura infantil, el Astrid Lindgren Memorial
Award, y el libro Animalario universal del profesor
Revillod de Sáez Castán logró interesar al impenetrable mercado editorial francés, entre muchos otros
idiomas a los que también se ha vendido, tales como
el alemán, chino o italiano. En los últimos tiempos,
autores mexicanos jóvenes como Alberto Laiseca,
Alberto Chimal, Verónica Murguía y Vivian Mansour han encontrado en la colección un lugar para difundir su obra y reelaborar lo local para mostrar que
puede ser de interés más allá de las fronteras del
país, tal como sucede en otro nivel con la excelente
recopilación de Fabio Morábito de Cuentos populares
mexicanos ideada con editorial Siruela o con el álbum Hago de voz un cuerpo, ilustrado por Gabriel Pacheco y galardonado por la Feria Internacional del
Libro Infantil de Bolonia. Asimismo, iniciativas sostenidas en el tiempo como el Concurso de Álbum
Ilustrado A la Orilla del Viento —que ha difundido la
obra de autores como Carmen Segovia, Antonio Ventura y Aitana Carrasco—, y el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, organizado por el FCE y
la Fundación para las Letras Mexicanas —entre cuyos ganadores se encuentran la uruguaya Mercedes
Calvo y el mexicano Luigi Amara— han permitido no
sólo dar a conocer en todo el mundo la obra de los autores galardonados, sino también invitar a nuevos
talentos a participar en el ramo del álbum ilustrado y
la poesía infantil, respectivamente.
LA LINGUA FRANCA DEL FONDO
Lo internacional ha dejado —sobre todo en el nuevo
milenio— de ser ajeno no sólo por la selección ofrecida, sino también porque gracias a los excepcionales
canales de distribución de la editorial, estos libros se
han vuelto una presencia familiar en bibliotecas, escuelas, librerías y programas de promoción de la lectura. La distribución que el FCE hace a través de sus
filiales ha permitido que las obras sean un “lenguaje
común” para los hispanoamericanos. Como ya lo decía, garantiza una bibliografía básica que conecta a
las personas que estudian y promueven los libros
para niños y jóvenes. Esto, a su vez, resulta propicio
para que los libros del catálogo se incluyan en los
planes de lectura de diferentes países. Por un lado,
los mediadores los conocen y gracias a esto los escogen. Por el otro, las filiales conocen bien al público de
cada lugar, de modo que tienen una ventaja comparativa frente a otras editoriales (están atentos a qué
ofrecer y familiarizados con el circuito de distribución y promoción local). Esto, aunado a la política de
precios asequibles de la colección desde un comienzo, ha incidido en la amplia circulación de sus libros;
aunque ésta sea debatible en términos de mercado,
es incuestionable desde el punto de vista de la formación de lectores. Tan sólo en ventas por licitaciones a los ministerios de Argentina, Chile y Guatemala, entre 2015 y 2016 se han vendido casi 400 000
ejemplares de 27 títulos diferentes.
UNA PLATAFORMA PARA LOS LIBROS
Y LOS LECTORES
La consolidación del catálogo estuvo apuntalada
por el desarrollo de una infraestructura para lectores y mediadores. El ímpetu fundacional y la disposición de recursos dieron lugar a una red de promotores sustentada en múltiples actividades: seminarios
a cargo de los especialistas más importantes sobre las intersecciones entre los estudios de la cultura escrita y la producción de textos por y para niños
(como Anne Marie Chartier, Emilia Ferreiro y Michèle Petit), exposiciones en museos, un periódico, la
creación de la colección Espacios para la Lectura, el
desarrollo y la participación en proyectos sobre distintas perspectivas del proceso lector (programas
para bebés, actividades para niños sordomudos, la
web chicosyescritores, etc.). Todo este entramado, orquestado por el visionario Daniel Goldin y su equipo, sirvió de base para explorar nuevas y diferentes
posibilidades de animación a la lectura y de capacitación de mediadores, que siempre van más allá del
esquema de la venta escolar prescriptiva. Este legado, continuado y reinterpretado en el tiempo por Miriam Martínez con una apuesta por traducciones de
distintas latitudes y un empuje a la consolidación
de la venta y gestión de derechos de libros a diferentes idiomas; Eliana Pasarán con un sostenido trabajo gráfico con autores como Javier Zavala y su interés en consensuar esfuerzos con las filiales; y Socorro Venegas con su inclusión de jóvenes autores
mexicanos antes no contemplados en el catálogo y su
profundización en la venta de derechos —en los últimos tres años se han vendido los derechos de más de
50 títulos a editoriales de más de 15 idiomas diferentes—, se ha extendido al ámbito de la promoción de
la lectura y del libro infantil en la región al punto en
que los autores de A la Orilla del Viento y de Espacios
para la Lectura son voces autorizadas que contribuyen a formar mediadores en diversos contextos. En
este sentido, el proyecto de Obras para Niños y Jóvenes del FCE ha generado un modelo que ha permitido que instituciones en toda Hispanoamérica consideren que el respaldo de la investigación, la validación de conceptos, así como la generación de una red
de organizaciones y personas claves del medio, son
un soporte inestimable para propiciar el encuentro
entre los niños y los libros.W
9
Ilustraciones: © R A FA E L B A R A J A S , E L F I S G Ó N , A N T H O N Y B R OW N E , I S O L , O L I V E R J E F F E R S , M A N U E L M O N R OY, T R I N O Y PA LO M A VA L D I V I A
A LA ORILLA DEL VIENTO
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OCTUBRE DE 2016
Ilustración: © M AU R I C I O G Ó M E Z M O R I N
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
DISCURSO
Por cielo, mar y tierra.
25 años de la colección
A la Orilla del Viento
MAURICIO GÓMEZ MORIN
El arte detiene el tiempo.
Luis Cardoza y Aragón
C
omo embajador de la Feria
Internacional del Libro Infantil y Juvenil, este año visité la Feria del Libro de Bolonia con el fin de proponer y
organizar ahí el próximo año
una amplia exposición sobre
ilustración infantil mexicana contemporánea. ¡Uf!, ustedes disculparán el título
tamaño ferrocarril pero eso es lo que queremos mostrar al mundo editorial: el variopinto registro generacional, creativo, estético y conceptual, y la impecable
calidad de la ilustración infantil que se hace hoy en
México, la cual ya es reconocida y procurada en el
mundo editorial global. Año con año, en el marco de
la feria, tiene lugar la muy prestigiosa Exposición
Anual de Ilustración de la Feria de Bolonia de la que
se deriva el Catálogo Anual de Ilustradores. Es un
concurso donde no hay recompensas económicas ni
diplomas para la pared. La distinción consiste única
y exclusivamente en ser seleccionado para este importantísimo acontecimiento. Este año ha sido distinguido con ese honor nuestro querido colega y fantástico artista Juan Palomino; el año pasado la ilustradora mexicana Irma Bastida Herrera obtuvo la
Manzana de Oro de la 24ava Bienal de Ilustración de
Bratislava en Eslovenia —adonde también queremos
llevar la muestra— que es algo así como el premio nobel de ilustración. Con enorme orgullo y alegría les
decimos, ¡felicidades Irma y Juan!
Valga esta introducción para dar contexto y marcar el derrotero del largo y sinuoso camino de la ilustración infantil en México durante estos 25 años para
ganarse a pulso el lugar destacado e imprescindible
que ahora tiene. Desde que los ilustradores eran considerados como los matacuaces que le echan leña a la
caldera, una especie de mercenarios inferiores del
gran arte, y se concebía a la ilustración de los libros
infantiles como algo necesario pero a un tiempo menospreciable, como ese perrillo faldero que acompañaba obedientemente al “Señor Texto”; hasta el merecido papel protagónico —junto a la narrativa literaria, su compañera de viaje— en igualdad llana y dupla
esencial, y a los ilustradores como creadores, como
autores con derecho pleno en la magia del acontecimiento narrativo.
Cuenta la leyenda que al principio fue el Verbo. Lo
que se cuenta poco es que mientras esto sucedía, unos
traviesos personajes hacían cosas raras: esgrafiaban
y dibujaban formas en las rocas de las cavernas. ¿Qué
fue primero, la palabra o la imagen? Es muy probable
que con sus primeros balbuceos y gruñidos, el hombre
haya hecho también sus primeros garabatos y rayas.
Nunca lo sabremos de cierto, puesto que de los garabatos hay pruebas pero a las palabras se las lleva el
viento. Y es tan ocioso como preguntarnos si fue primero el huevo o la gallina. Lo que sí podemos afirmar
con seguridad es que ambas, palabras y rayas, surgieron como actividades distintas y complementarias,
necesarias y esenciales —junto al famoso pulgar separado— de nuestro devenir y distingo como seres humanos. Como quiera que hayan surgido estas dos actividades humanas capitales, nacieron hermanas. No
siamesas, pero sí cuatas, parecidas y diferentes, desiguales y combinadas. Juntas nos ayudan a cumplir
nuestros viejos anhelos: entender, comunicar, conocer, recrear, divertirnos y extendernos. Pero cada una
OCTUBRE DE 2016
tiene su propio modo de ser, expresar y aludir. La palabra, efímera, etérea y precisa, hace habitable al
mundo nombrándolo. Lo reinventa y hace próximos,
prójimos a los extraños, a la otredad. La imagen, quiero decir la imagen humana, es la representación de lo
que no se nombra, casi imperecedera, material y perpleja, es el registro de lo que despejó la palabra: la mirada, lo subjetivo. Es su otro lado. Y con su testimonio
categórico nos brindan juntas la conciencia del tiempo, de nuestra ineludible dimensión como seres históricos y finitos a la intemperie, es decir, a merced del
tiempo. Ambas, palabra e imagen, nos resumen y nos
confunden a un tiempo, nos contienen y nos liberan,
nos explican y nos preguntan. Y nos enaltecen como
algo más que esa superespecializada y eficiente máquina de trabajo. Nos hicieron resonadores, lectores
del mundo y de su conciencia, entrañada en la palabra, en la mirada y en la imagen. La escritura vino
después, como hija predilecta y refinada, como consecuencia casi irremediable de la promiscuidad incestuosa entre sus dos predecesoras, para reunirlas en un estrecho, nuevo y dialéctico
abrazo entre lo efímero y lo perdurable, lo diáfano y lo oscuro, lo singular y lo genérico, lo semejante y
lo diverso, lo personal y lo
común, lo sencillo y lo complejo, lo visible y lo invisible,
la vigilia y el sueño, el corazón
y la razón.
¿No es acaso la escritura un dibujo y el dibujo otra escritura?
Bien dijo Georges Bataille que la
literatura es al fin la infancia recuperada. Por su cuenta, y desde
su pequeña pero inexpugnable
trinchera, los libros infantiles,
al reunir de nuevo a la palabra y
la imagen, mantienen intacta la
fogata, la tradición y el riesgo. Me
parece que por su fi loso estado de
gracia, por su mirada inaugural,
por su indómita curiosidad,
los niños lo tienen bien
sabido desde siempre.
Las imágenes que
ilustran este artículo sirven para dar cuenta de este
papel esencial de la ilustración en
el boom y el éxito indiscutible de la
LIJ actualmente, como justo reconocimiento a la labor tenaz y virtuosa del gremio ilustrado y, en
especial, el reconocimiento y
agradecimiento a la colección A la Orilla del Viento,
como la cuna donde nos
iniciamos, y como el espacio que se constituyó pioneramente en escuela y taller para nuestra formación
profesional, y donde se proyectaron como artistas
consagrados muchos ilustradores y diseñadores
mexicanos destacadísimos;
en la mejor tradición renovadora de lo que fueron en su
momento la revista Colibrí y la
colección de Libros del Rincón
de la SEP.
Este empuje, esta eclosión, este ameritamiento de
la ilustración mexicana contemporánea tiene a editores liminares y ejemplares como sus principales culpables a los que quiero hacer un reconocimiento público: al equipo inicial de IBBY México, especialmente a doña Carmen García Moreno, a Pilar Gómez,
Norma Torres y Carlos Pellicer López por el importantísimo Concurso Latinoamericano Antoniorrobles. También de ese fabuloso equipo inicial en el
FCE, a Rebeca Cerda, quien arranca el proyecto de
las colecciones infantiles y reúne a los primeros talentos artísticos para ese empeño en dicha editorial.
Y al final, pero no al último, al querido amigo Daniel
Goldin, quien tuvo, entre otras, la atingencia o la desventura —según sea el caso— de contratarme como el
editor de ilustración de A la Orilla, lo que me dio la
oportunidad de ponerme del otro lado del mostrador
y compartir con mis colegas este increíble periplo. Es
muy larga de lista de amigos y compañeros de viaje.
Imposible nombrarlos a todos pero que sepa cada uno
en especial que a todos los tengo contantes y sonantes en mi pienso y en mi agradecimiento.
Quiero volver a decir, y no me canso de ello, que
la experiencia de trabajar con Daniel Goldin y con el
gran equipo que formó en el FCE es la experiencia
profesional más importante de mi vida. Daniel nos
inmiscuyó en un derrotero muy claro con respecto a la línea editorial para las colecciones infantiles del FCE: fundar un catálogo en español
de las mejores historias de los mejores autores
e ilustradores de libros para niños y jóvenes
del mundo. Pero este objetivo explícito estaba inspirado en un propósito implícito y
profundo: la promoción de la lectura para
construir ciudadanía. Formar usuarios
plenos de la palabra. Y esto implicaba
algo más que la publicación de libros:
la formación de una red social de individuos e instituciones para impulsar horizontal, democrática e incluyentemente
la cultura escrita como eje transversal de
los espacios de esparcimiento y educación.
Esto significó en la práctica la formación de
un equipo editorial y un equipo de promotores,
la publicación de libros y la organización de actividades académicas y de formación. Todo esto
modificó definitiva y definitoriamente el universo y el mercado editorial de las publicaciones
infantiles en México. Y
cobra un especial y
emergente sentido en nuestro ajado
presente como país.
El nombre de A la
Orilla del Viento
nació de un aguacero de ideas y
quiso evocar un
lugar imposible
pero factible. Creo
que se logró con creces. ¡Larga vida a ese
territorio libre y cálido
de la palabra y la imagen!
¡¡Larga vida A la Orilla
del Viento!!W
11
Fotografía: © M I G U E L OA X AC A
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
FRAGMENTO
Ignacio Padilla,
el hombre que fue un mapa
A D O L FO C Ó R D OVA
S
us conversaciones, sus ideas y sus
libros conducen a un territorio
muy amplio. Sus parajes, fantasmales y góticos, están llenos de
grutas, bestias y tribus perdidas.
La literatura inglesa y Cervantes
eran un eje, pero no un límite; en
las tierras menos exploradas de
su narrativa se vislumbraban futuros cómics y guiones de cine.
De su literatura para niños, en la que el humor y los
juegos de palabras atrapan y no sueltan, nos queda
una región fantástica integrada por ciudades y pueblos a los que se antoja ir.
En la República Imaginaria, un dragón es condenado a vivir en el Bosque del Exilio (Los papeles del dragón típico, Algar, 2010); en el pueblo de San Juan de los
Azulejos no pasa nada hasta que el Capitán Añil propone un viaje por el Mar Embotellado (Las tormentas
del Mar Embotellado, Algar, 2008); aquel Pueblo de la
Máquina fue fundado por Sancho de la Chatarra,
quien venía del imperio de Trapisonda (Por un tornillo, fce, 2009); de la guerra entre la Sociedad de los
Osos Polares y la Sociedad de las Guacamayas Silvestres se tienen pocas señales geográficas pero muchas
leyes rotas (Todos los osos son zurdos, fce, 2010), y en
el pueblo de Quimera vive un guerrero con un gran
secreto (El hombre que fue un mapa, fce, 2014).
El mapa que todavía es Ignacio Padilla nos aguarda con laberintos monstruosos, abismos insondables, bestias olvidadas, androides, personajes encubiertos y claves, muchas claves para ir a otros textos
y explorar a otros autores. Ningún nombre se lee al
azar. Ignacio Padilla, tampoco. Su repentino fallecimiento abre un vacío. Este escritor era capaz de iluminarnos con ensayos cervantinos, sorprendernos
con una teoría del fin del mundo, llevarnos por un archipiélago de identidades latinoamericanas y desternillarnos de risa con un cuento para niños. Era un
12
puente intergeneracional y un renovador ideológico.
Sus conversaciones vinculaban al mundo académico
más erudito con el lector de a pie y la cultura pop. Valoraba la literatura infantil como un género al que resultaba muy difícil encarar con éxito. Era el miembro más joven de la Academia Mexicana de la Lengua,
pero recordaba con humor que había sido linchado en
la Universidad de Salamanca cuando defendió su tesis doctoral. Hizo, junto con su querida Ix-Nic Iruegas, la traducción de Alicia en el País de las Maravillas (fce, 2015) y tradujo también la obra capital de
Maria Nikolajeva: Retórica del personaje en la literatura para niños (fce, 2014).
Habíamos imaginado que Ignacio Padilla envejecería. Contábamos con él. Sabíamos que llegado el
momento habría otro libro suyo que podría acompañarnos en la duda. Quizá la mayor cualidad de su literatura es que nos muestra con ironía, a veces con terror, que todos somos un poco Jekyll y Hyde. Él decía
que esa posibilidad, esa conciencia, tendría que hacernos más tolerantes. Nos queda ese mapa amplio lleno
de pasadizos, certezas, titubeos y juegos. El mapa del
hombre que es Nacho Padilla.
Recupero aquí la semblanza y entrevista que escribí en mi blog, Linternas y bosques, hace dos años, y
algunas preguntas que le hice para el suplemento infantil “Gente Chiquita” del periódico Reforma (29 de
mayo, 2010). Un recuerdo y una invitación a conocer
al maestro y amigo que fue Nacho Padilla para mí, y
para tantos. IGNACIO PADILLA, EL FÍSICO CUÉNTICO
en la espalda un gran bombo que hace sonar con un
golpeador conectado a un pedal de pie (a los niños les
encanta, abren bien los ojos). Es profesor de tiempo
completo en la Universidad Iberoamericana, investigador del Centro de Estudios Cervantinos y titular de
la cátedra Rosario Castellanos en la Universidad Hebrea de Jerusalén. La plaza ya está llena, algunos bailan, otros le toman fotos y aplauden cuando hace sonar los dos platillos atados entre sus rodillas. Viaja,
cocina, dibuja. Corrige tesis, da entrevistas, habla en
la radio. Deja la guitarra, toca un pequeño violín, el
público sonríe. Un pandero atado al pie, un ex diplomático, una maraca atada a su muñeca, uno de los representantes del movimiento literario del Crack, y el
gran final: deja de moverse, se queda en silencio y silba, sólo silba, el integrante más joven de la Academia
Mexicana de la Lengua. ¡La plaza aplaude!
Cuando los niños se acercan a saludarlo, recuerdo
que Nacho Padilla también escribe para ellos. Ganó el
Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada (1994) por su cuento Las tormentas del mar embotellado y el Premio Nacional de Obra de Teatro para
Niños (2008) por La maquinota. Traduce al español
al éxito de ventas inglés, el escritor Kevin Brooks; es
un gran lector de clásicos juveniles y un explorador
de monstruos, y sueña con escribir un cómic. Pero la definición de diccionario de Nacho no es la
de hombre orquesta, ni intelectual, ni académico:
“soy un contador de historias, un físico cuéntico, escribo porque no podría no escribir, porque estoy enfermo de escribir, porque me hace muy feliz contar y
leer historias”. Vive entre dos ciudades, habla siete lenguas, tiene dos
hijos. Traduce, prologa, hace crítica literaria y crónica. Llega a la plaza tocando la g uitarra y la armónica.
Revisa manuscritos, es promotor cultural e imparte
conferencias. Se coloca en el centro y la gente empieza a rodearlo. Escribe cuento, teatro, novela y ensayo
(y ha recibido premios en todos esos géneros). Carga
¿Cuál es la principal diferencia que identificas entre escribir para niños y escribir para adultos?
Las historias para adultos las escribo sin pensar demasiado en quién las leerá. En cambio, en una historia para niños siempre tenemos presente a un lector
fantasma que escribe junto a nosotros: un lector que
OCTUBRE DE 2016
Ilustración: © R A FA E L B A R A J A S , E L F I S G Ó N , E L H O M B R E Q U E F U E U N M A PA
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
es el niño que fuimos, con quien debemos estar en
constante conversación mientras vamos escribiendo
cada palabra, cada frase.
¿Cómo enganchas a un niño en una historia? La verdad es que no lo sé. Me planteo el reto de escribir un libro que a mí me hubiera gustado leer, o un libro que tenga las sorpresas, el humor, el amor y el
lenguaje que tenían los libros que a mí me engancharon cuando era niño.
¿Qué opinas de la producción actual de literatura infantil y juvenil en Latinoamérica?
La literatura para niños en América Latina está en
un magnífico estado de salud. Hay autores extraordinarios y muy sabios. Además, hay la enorme ventaja
de que contamos con los mejores ilustradores del
mundo y que se les da su merecido lugar en el trabajo
de escritura y edición. En pocos lugares del mundo se
reconoce que la ilustración en libros para niños es
tan importante como la escritura.
¿Existe la literatura juvenil?
No creo en la literatura juvenil. Creo en literatura
universal que es más o menos atractiva para lectores
jóvenes. Ni Cortázar ni Stevenson, por ejemplo, son
considerados meramente literatura juvenil por el hecho de que gusten a los jóvenes.
¿A qué jugabas cuando eras niño? ¿A qué juegas ahora?
Antes y ahora jugaba en serio a escribir, a contar historias y a disfrutar que me las contaran. Desde luego, antes jugaba futbol y ahora ya no lo hago. Jugaba juegos
de mesa como Risk y Estrategia Submarina, a los que
estoy volviendo ahora para jugarlos con mis hijos.
¿En qué creías? Creía en mi país y en un futuro glorioso para mi país.
Creía en un Dios bastante distinto del Dios en el que
creo ahora.
¿A qué le tenías miedo? Al infierno y al diablo, a la muerte y al dolor y a la
guerra.
¿Qué momento viviste que juraste que era magia pura?
El momento en que leí El Conde de Montecristo y Pedro Páramo. ¿De dónde vienen tus historias? Por ejemplo, ¿cómo
surgió el cuento Por un tornillo?
Nunca sé de dónde surgen mis ideas, quizás una mañana despierto con una fotografía mental y, a partir de
esa foto, escribo una historia. En este caso esta imagen es la de una enorme máquina en medio de la selva.
Me pregunto de dónde salió esa máquina, paraa qué
sirve, quién la puso ahí... pero creo que nunca responspondo las preguntas del todo, cada lector debe hacerlo.
lo.
¿Qué es esta máquina?
La máquina es patrimonio de la humanidad, es la octava maravilla del mundo y hasta el presidente le envió una medalla. Los habitantes limpian la máquina,
uina,
la enjabonan, le hacen himnos. Pero, ¿qué es exactaactamente?, eso cada quién lo decide después de leer
eer el
libro.
¿A quién se parecen tus personajes?
Todos tienen pedazos de gente que conozco, dee mis
amigos, de mis hijos... Tengo dos hijos, Constanza
nza y
mpo,
Esteban. A ellos les cuento historias todo el tiempo,
es de
han leído y escuchado mis historias desde antes
on los
nacer y son mis principales críticos. Ellos fueron
primeros en leer Por un tornillo y los primeros en tener el libro impreso.
¿Qué sueños te falta cumplir?
Me gustaría dirigir una película y hacer un cómic.
ic.
El escritor orquesta continúa por otro rincón dee la
plaza. Un nuevo público se reúne a escuchar
har
al maestro por la Universidad de Edimburgo y doctor por la Universidad de Salamanca; cambia laa guierno
tarra por el acordeón; asesor de cultura del gobierno
del estado de Querétaro y profesor visitante dee la
Universidad de las Américas Puebla; improvisaa
con todos los instrumentos, nadie reconoce la
melodía; un joven que fue prisionero de muerte
en Tanzania y tesista linchado en Salamanca;; el
público se empieza a ir; realidad y ficción se mezclan
zclan
spalcon los platillos en sus rodillas, el bombo en su espalda, el diablo y Cervantes, las tribus perdidas, el pandero y la armónica.
OCTUBRE DE 2016
Y luego silencio. El hombre deja de tocar. Se libera
de todos los instrumentos y camina, otra vez, hasta el
centro de la plaza. La gente lo mira, vuelve a reunirse
a su alrededor. Nacho carraspea, mueve los brazos y
empieza a contar un cuento.W
Me llamo Ignacio Padilla,
todos me dicen Nacho. Nací
en la Ciudad de México
pero vivo en Querétaro. Me
gusta mucho leer y viajar.
He vivido en África, España,
Escocia, Inglaterra, Italia,
pero siempre he vuelto a
mi patria y siempre he
estado haciendo una cosa
que es lo mismo que viajar:
escribir. Me gusta mucho
cocinar y como de todo, salvo
mantequilla de cacahuate,
pero me atrevo a probar de
lo más extraño. Disfruto
mucho dar clases; me gustan
los monstruos, los héroes, el
cine, las historias de terror
y las historias románticas y
el cine de animación. No
puedo estarme quieto
mucho tiempo.
Monedas en la fuente
Fragmento de Última escala en ninguna parte,
novela infantil inédita de Ignacio Padilla
¿Cómo llegó tanta gente a dedicar tanto tiempo a viajar hacia ninguna parte? ¿Y cómo empecé yo mismo a
vivir entre aviones y aeropuertos? De entrada, quiero
aclarar que no es culpa de los aviones. Ni de los aeropuertos. He tenido mucho tiempo para pensar en este
asunto y ahora puedo asegurar que la culpa la tienen
las fuentes. Sé que no todos los viajeros interminables comenzaron sus viajes como yo. Hasta los viajes
más largos tienen un principio, y ese principio siempre es distinto. El mío comienza en la Fuente de la Cibeles, donde hace más de cuarenta años arrojé una
inocente moneda la primera vez que fui a Europa.
La idea de las monedas me la había dado mi tío Maclovio unos días antes de mi partida. Así que él es, en
buena parte, responsable de lo que me pasa. Me imagino que los demás viajeros tendrán también alguien
a quien culpar. ¿Quién no tiene un tío Maclovio o una
tía Maclovia que siempre mete la nariz en las vidas
ajenas? Nadie está a salvo de tener algún pariente que
se emociona muchísimo cuando se entera de que pensamos salir de viaje. Te dan mil consejos y dos mil
palmaditas en la espalda. Te encargan que saques
muchas fotos, te piden que les envíes postales y algunos hasta te exigen que les traigas un salchichón gigante, un libro pesadísimo que no van leer o hasta un
puñado de arena de cada playa que visites. Con cara
de sabihondos y experimentados viajeros, los tíos Maclovios nos advierten, además, que no olvidemos
arrojar una monedita en cada fuente que se cruce por
nuestro camino, porque eso, dicen, garantiza que algún día el destino nos traerá de vuelta a ese lugar
maravilloso.
Mi tío era uno de esos tíos Maclovios. Digamos que
era el más Maclovio de los tíos. Le daba por entrometerse en los viajes ajenos aunque él mismo fuera el
opuesto exacto de un viajero: nunca, que yo sepa, salió de nuestro pueblo. Es más: nunca lo vi fuera de su
casa. Era demasiado gordo y tal vez demasiado perezoso para moverse. Se la pasaba sentado en el cobertizo de su casa o frente a la televisión. Si le preguntaban por qué no estiraba un poco las piernas, mi tío
respondía que su frágil corazón no estaba hecho para
las emociones fuertes. Lo inesperado lo ponía nervioso y lo desconocido de plano lo aterrorizaba.
—Cuando uno viaja hay que ponerse en manos del
destino —me decía mi tío Maclovio mientras tomábamos una limonada en el cobertizo—. Y el destino, sobrino querido, es demasiado caprichoso. El destino
no es de fiar.
—¡Pero de eso se trata, tío! —replicaba yo—. Los
siempre.
viajes deben sorprendernos
sorpr
—No lo creo —decía
él—. No me gustan las cosas
—
que no puedo controlar
cont
ni prever. Cualquier día estás
pierdes tu pasaporte y te meen un país lejanísimo,
lejanís
ten a una cárcel m
maloliente llena de piojos y ratas y
políticos. Otro día planeas un día de campo y se desploma sobre tu ca
cabeza la tormenta perfecta. En los
habla como si nada en idiomas que
viajes la gente te h
nadie entiende. Y entonces puede ser que pidas sopa
y te sirvan un filet
lete. Yo, sobrino mío, soy vegetariano.
mueves demasiado por el mundo pueAdemás, si te mue
des llegar a un pu
punto a partir del cual ya no te será
posible regresar. Así que mejor me quedo aquí, tan
tranquilo.
No es que a m
mi tío no le interesara conocer lugares más allá de nuestro pueblo. Pero para eso estaban los libr
libros, decía él. En los libros viajar no se
sale de control,
co
no mucho. En los libros no picaban lo
los mosquitos de la malaria ni hacía
hac largas filas para entrar en mufalta hacer
seos. En los libros tampoco era necesario
arriesgarse a probar comidas indescifrables ni
sa
escuchar saludos
o insultos en idiomas también indescif
indescifrables. En un buen libro de aventug
ras o en una guía
de viajes uno podía visitar países remotos sin tener que abandonar el cómodo
c
sillón de casa.
Todo eso, en opinión de mi tío
Maclovio
Maclovio, bastaba para ser un gran viajero.
Siempre era más seguro que otros se tomar
sen el riesgo
de desplazarse y le enviasen
postale y le contasen lo que habían visto.
postales
Así quedam
quedamos todos a salvo y tan contentos,
t
concluía mi tío.W
13
Fotografías de Concepción Cabrera y Socorro Venegas: © J AV I E R N A R VÁ E Z E S T R A DA . Fotografía de Eva Janovitz: © H O R AC I O D E L A R O S A
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
ENTR EV I STA
El secreto:
escuchar al lector
Conversación con Eva Janovitz,
María de la Concepción Cabrera
y Socorro Venegas
VIRGINIA BAUTISTA
C
reer en el lector, escucharlo,
saber qué piensa y qué siente,
establecer con él “una comunicación de pares”, una interacción cercana y, sobre todo,
hablarle con honestidad. Ésta
ha sido la clave para el éxito
de la colección de literatura
infantil y juvenil A la Orilla
del Viento del FCE, que festeja en noviembre 25 años de vida.
Creado en 1991 por el editor Daniel Goldin, este catálogo pionero tuvo el “gran acierto de apostar desde
el principio por la formación de sus propios lectores”,
es decir, no se limitó a la edición y a la venta de libros,
coinciden las promotoras Concepción Cabrera, Eva
Janovitz y Socorro Venegas.
Incluso, fueron sus propios lectores —niños y adolescentes de diversas edades y experiencias lectoras, desde los que están aprendiendo a leer hasta los
grandes lectores— quienes eligieron el nombre de A la
Orilla del Viento tras una serie de entrevistas realizadas en los primeros años de existencia de la colección.
A la fecha, la serie ha publicado 226 títulos, un
promedio de nueve por año. Estos libros han sido medios para transportar a los niños y jóvenes a mundos
llenos de aventuras y ciencia ficción, suspenso y humor, tragedia y amor, poesía y drama; y han sido
14
confeccionados por escritores, dibujantes, ilustradores y caricaturistas de distintos países y culturas.
“El éxito se debe a que se antepuso el fomento de la
lectura a la comercialización de los ejemplares y se
capacitó a un equipo de promotores para despertar la
curiosidad y el amor por los libros y guiar a los maestros y a los padres. Ninguna editorial había hecho
esto en México”, comenta Concepción Cabrera.
La maestra que formó parte del primer equipo de
A la Orilla del Viento, en el que ha trabajado durante
23 años, destaca que hace un cuarto de siglo no existía un público lector de literatura infantil y juvenil en
el mercado editorial mexicano “eso lo sabíamos, por
eso decidimos formarlo, cultivarlo, hacerlo crecer
con paciencia y dedicación. Pero también se apoyó la
formación de promotores, de libreros e ilustradores,
para mí fue una segunda carrera”, agrega.
Por su parte, la pedagoga egresada de la UNAM,
Eva Janovitz, quien también vio nacer y crecer esta
colección “que ha marcado la edición en México y en
los países de habla hispana”, afirma que logró consolidarse “con un trabajo profesional a largo plazo, sabiendo que no había nada hecho y teníamos la oportunidad de probar y crear”.
Quien es considerada una pionera en la lectura con
bebés recuerda que durante los diez años que laboró
en este proyecto “hubo mucha pasión, compromiso y
confianza en lo que hacíamos. Creíamos en los lecto-
res, los escuchábamos y fueron generosos en mostrarnos diversos caminos. Creamos muchos espacios
de encuentro”, dice.
Socorro Venegas, la actual Coordinadora General
de Obras para Niños y Jóvenes del FCE, define A la
Orilla del Viento como “un patrimonio cultural de
México que ha sido vital para los países de la región
de habla hispana, para los que se ha convertido en
una referencia”.
Está convencida de que, antes que libros para niños y jóvenes, es una colección literaria. “Lo que se
encuentra en ella de verdad tiene un peso específico
como literatura. Cada título muestra el ingenio, la
creatividad y el talento de escritores e ilustradores y,
como la mejor literatura de los clásicos, ha resistido
el paso del tiempo.” La también escritora señala que
“el fin primordial de este acervo, y creo que se ha logrado, es que los niños y jóvenes se apropien de los libros y hagan de la lectura un acto gozoso, rico, pleno
y desafiante que los acompañe a lo largo de toda su
vida”.
EXPERIENCIA LECTORA
De producción sencilla, con interiores a una sola tinta, “pero con un diseño muy cuidado, portadas impactantes e historias escritas e ilustradas por autores talentosos”, esta colección “ha sido pionera en la
construcción y la consolidación de uno de los merca-
OCTUBRE DE 2016
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
“El éxito [de la colección] se debe a que se antepuso el fomento
de la lectura a la comercialización de los ejemplares y se capacitó
a un equipo de promotores para despertar la curiosidad y el amor por
los libros y guiar a los maestros y a los padres. Ninguna editorial
había hecho esto en México.”
dos editoriales más prometedores y dinámicos de la
actualidad” explica Socorro Venegas.
La comunicóloga egresada de la UAM Xochimilco
asegura que A la Orilla del Viento innovó desde su nacimiento al proponer una nueva clasificación para sus
contenidos, pues no están agrupados por edad, sino
por la capacidad lectora del público: Para los que están
aprendiendo a leer, Para los que empiezan a leer, Para
los que leen bien y Para los grandes lectores.
“Ha favorecido mucho que la serie esté clasificada
por experiencias lectoras, en cuatro niveles. Eso facilita seleccionar los libros y el público al que te diriges.
Es una división menos rígida que la de por edades,
más lúdica, menos agresiva, a la gente le agrada, la
hace sentir importante”, señala Concepción Cabrera.
Egresada de la Universidad Pedagógica Nacional,
Cabrera indica que el primer paso de una buena promoción es, aunque parezca algo obvio, realmente leer
el libro. “Los niños se dan cuenta cuando no conoces
bien la historia. A eso me refiero cuando digo que hay
que ser honestos. Hay que platicar con ellos para saber qué les gusta y recomendarles otras historias.
Ayudarlos a pasar al nivel superior”, añade.
Cuenta que es importante despertar primero el
gusto por la lectura, por las historias, por los escritores o ilustradores, y que los lectores se sientan en libertad de comprar después el libro si así lo deciden,
no presionarlos en ese sentido.
“Vas haciendo cadenas, enlazas el libro con el autor y el ilustrador y el niño se va involucrando en la
lectura. La interacción cercana es fundamental. Al
niño no sólo le interesa tener un buen libro, sino sentirse acompañado por sus padres y amigos”, apunta la
jefa del Departamento de Promoción Académica de la
Coordinación General de Obras para Niños y Jóvenes
del FCE.
Eva Janovitz coincide en que los cuatro niveles de
experiencia lectora que estableció A la Orilla del
Viento son acertados. “Sobre todo porque la colección Barco de Vapor había incorporado de manera
muy fuerte el criterio de clasificar los libros por edades, criterio que siempre nos pareció absurdo, porque
la experiencia lectora no está determinada por la
edad y mucho menos se puede generalizar.”
Para Janovitz, excoordinadora nacional del Programa Salas de Lectura, esta nueva jerarquización
representó “un cambio de fondo que fue muy útil para
las personas que eligen los libros para niños y para los
mismos lectores, pues inclusive permitió a los adultos que consideraran esa clasificación también para
ellos mismos. Muchos adultos encontraron en los libros infantiles una nueva oportunidad para formarse como lectores”.
Las tres entrevistadas consideran que la división
basada en la experiencia lectora sigue vigente después
de 25 años, y prueba de ello, afirman, es que ahora diversas editoriales utilizan parámetros muy similares
para sus libros dirigidos a este sector de la población.
ESTRATEGIAS EXITOSAS
¿Pero cuál fue el secreto en la promoción editorial
que permitió posicionar este acervo no sólo en México, sino en diversos países de Hispanoamérica? “Llevar los libros a donde están los niños y los jóvenes, a
las escuelas, bibliotecas, librerías, centros culturales
y ferias”, afirma sin dudar Concepción Cabrera.
“La promoción se inicia donde están nuestros lectores. Llegamos a las escuelas y les presentamos los
libros a maestros y alumnos; pero además les proponemos darles seguimiento, asesorías y talleres. No
los dejamos solos, los guiamos siempre”, narra.
La asesora y tallerista detalla que las escuelas son
el punto de partida del fomento de la lectura, pero
que esta labor se vuelve más creativa y lúdica en los
otros espacios antes mencionados, donde la presencia de niños y jóvenes aumenta cada año, convirtiéndolos en “foros vivos”.
La también directora de jardines de niños dice que
“a lo largo de estos 25 años se ha dado vida a progra-
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mas como el taller para bebés y padres Balbuceando
letras; el club de lectura Leyendo en el Fondo; las lecturas colectivas Los abuelos también cuentan y Sábados de cuentacuentos; el recorrido Los jueves en librería, para profesores y estudiantes; las visitas guiadas Maestros a la librería, y de grupos escolares a la
Impresora y Encuadernadora Progreso; los talleres
Verano en el Fondo; y el modelo de cultura para la paz
Estaciones de lectura.
Explica que, para realizar estas labores, el FCE posee una plantilla de seis cuentacuentos profesionales
y diversos promotores que se mueven por seis de sus
librerías: Rosario Castellanos, Daniel Cosío Villegas,
Octavio Paz y Estación de Lectura Zócalo-Pino Suárez en la Ciudad de México; Elena Poniatowska en el
Estado de México y Estación de Lectura de Apatzingán en Michoacán.
Janovitz describe otras estrategias de promoción y
comercialización que han apoyado el posicionamiento de la colección A la Orilla del Viento en el mercado
del libro infantil y juvenil: “están la venta directa de
libros en eventos de formación a la lectura; la creación de actividades especiales como seminarios, encuentros, congresos, festivales y ferias de libro, tanto
para adultos como para niños, donde siempre están
presentes los libros; el apoyo y la capacitación a libreros y distribuidores; la promoción directa en colegios
y la participación permanente en los medios de comunicación”, dice.
La también colaboradora de la Unesco menciona
que estas actividades partían de dos premisas: “reconocer que la venta de libros está íntimamente relacionada con la formación de lectores y hacer hincapié
en que el lector requiere elegir los libros que desea
leer y, para ello, era fundamental la promoción de las
ferias de libro escolares”.
Música de fondo, producción de sonidos, dar vida
a los personajes en pequeñas obras de teatro, llevar a
los autores, editores, diseñadores o ilustradores para
que interactúen con los lectores, votar por los títulos
y premiarlos, promoverlos en las redes sociales y hasta convertir a los niños en Booktubers. Todo ha sido
válido en la conquista de más lectores.
LIBROS PARA LA PAZ
El Centro Cultural La Estación, en Apatzingán, cuya
primera etapa arrancó el 14 de julio de 2014 en este
municipio michoacano, es un ejemplo de cómo el
Fondo de Cultura Económica ha consolidado sus estrategias de fomento de la lectura, formación de lectores y promoción del libro como vehículos para el
diálogo y la paz.
“El proyecto fue generar un modelo de gestión
para una cultura de paz. Ese modelo que no existe en
el ámbito del trabajo de la cultura escrita. Queríamos
empezar a dialogar a través de nuestros libros”, comenta Socorro Venegas.
Maestra en literatura por el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades de Morelos, Venegas explica que este modelo requiere, además de la
participación ciudadana, el apoyo de los tres órdenes
de gobierno.
“Esta iniciativa retoma esa tradición de ir por los
lectores, abrir el acceso al libro, pero los retos de este
país son otros. Ahora tenemos una comunidad muy
dolida y violentada por el crimen organizado, la violencia viene de afuera. Los libros han ido de alguna
manera sanando a la gente, los lazos familiares, vecinales, laborales, poco a poco los lectores se han ido
transformando”, detalla.
El espacio, que se inaugurará en su totalidad este
mes de octubre, integra diversas estaciones: la de
Lectura y la Memoria, la de Música, la de Artes Plásticas, una biblioteca comunitaria y una Ludoteca. Venegas adelanta que se publicará un libro de distribución gratuita que narre los logros de esta experiencia
para compartirla con otros promotores del país.
“Es una experiencia modélica. Había mucha violencia en la convivencia, pero poco a poco la presen-
cia de los libros fue cambiando todo. Debemos unirnos e impulsar más proyectos como éste, si no nos sumamos, la resta nos costará a todos muy caro”,
concluye la también cuentista y novelista, quien precisa que esta aventura se emprendió con la compañía
de los títulos de A la Orilla del Viento.
RETOS Y FESTEJOS
Un cuarto de siglo después de haber publicado su primer título, El pozo de los ratones y otros cuentos al calor del fogón, de Pascuala Corona, la colección A la
Orilla del Viento enfrenta retos diferentes porque
México vive ahora una realidad distinta, advierte Socorro Venegas.
“Nuestras colecciones deben reflejar el mundo actual, los momentos difíciles y abordar temas de no fácil acceso, como el acoso cibernético, el bullying en las
escuelas, la violencia en las calles. El país tiene otras
necesidades”, añade.
La narradora asegura que, ya consolidado y posicionado a nivel nacional e internacional, este acervo
debe enriquecer más su rama juvenil: “ahora son lectores que tienen acceso a mucha información, es un
público desatendido, se da por hecho que el joven es
lector y no es así. Debemos trabajar en ello”.
Lo que más le preocupa a Venegas es cómo mantener a los lectores cerca. “Que sean un puente para
leer otras colecciones del Fondo, que sigan encontrando un libro para ellos en la editorial. Es vital
mantener la calidad de la serie y el diálogo de los títulos entre sí, porque esa energía le da cohesión y
singularidad.”
Janovitz piensa por su parte que “hay que seguir
cuidando la selección de libros a publicar y la edición, responder a las nuevas tendencias editoriales, sin descuidar el camino andado. La era digital y
las redes sociales son una realidad y es importante
considerarlas”.
Subraya que este acervo ha formado lectores de
distintas generaciones en diversos países. “Es una colección valorada y buscada a nivel nacional e internacional. Ha sido un referente para los investigadores y
especialistas. Recuerdo haber requerido tirajes de algunos libros de hasta veinte o veinticinco mil ejemplares. Afortunadamente he vivido el encuentro de
padres que fueron niños lectores de A la Orilla del
Viento y que hoy leen con sus hijos.”
En esta madurez cultural de la colección han intervenido, además de Daniel Goldin y Socorro Venegas, Miriam Martínez y Eliana Pasarán, quienes en
distintas épocas han coordinado el área de Obras
para Niños y Jóvenes del FCE.
“Hoy cada año vendemos los derechos de autor de
más de 23 títulos. Ya no nos buscan para ver qué estamos haciendo, sino porque saben que lo que hacemos
tiene calidad”, remarca Venegas.
Por este motivo, dice, el festejo de los 25 años de A
la Orilla del Viento ha convocado, durante lo que va
de 2016, a numerosas instituciones y países en la organización de cerca de cien actividades.
En lo que resta del año destacan la publicación del
álbum ilustrado El pozo de los ratones, de Pascuala
Corona, ilustrado por David Álvarez; una exposición
conmemorativa en la estación Zócalo del Metro de la
Ciudad de México; la participación en el Festival Internacional Cervantino, en la Feria Internacional del
Libro de Chile y en la FIL Guadalajara, entre otras; y
el lanzamiento de la app interactiva de Trucas de
Juan Gedovius. Es importante remarcar también la
visita a México de autores como Anthony Browne, Satoshi Kitamura y Sebastian Meschenmoser, quienes
ofrecerán conferencias, talleres y exposiciones de su
obra en distintos lugares en noviembre de este año.
“A la Orilla del Viento seguirá teniendo presencia
donde están sus lectores, incluyendo el internet, las
redes sociales y los libros electrónicos. Ya no perderá
jamás la interacción cercana, el contacto que ha tenido con ellos. Y los seguirá enamorando”, promete
Concepción Cabrera.W
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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
R EP O RTA JE
A la Orilla del Viento
25 años después
¡El viaje continúa con viento a favor!
SANDRA LICONA
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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
E
n la imaginación de Juan Villoro, la metáfora A la Orilla del
Viento es una invitación a zarpar. A Francisco Hinojosa lo
remite a un lugar tranquilo en el que solo caben dos: el lector y un libro. Para Alicia Molina es un impulso que nos lleva a explorar el universo. En Mónica Brozon despierta
conceptos como libertad y aventura, “que son fundamentales cuando se trata de leer”. En A la Orilla del Viento,
dice Vivian Mansour, está lo más importante: los lectores,
“los ojos que recorren todas las maravillas que viven y perviven no en el cielo ideado por los dioses griegos, sino en
esa tierra milagrosa que son los libros del Fondo de Cultura Económica reunidos
en una colección que siempre trae consigo aire puro y prístino para todos, grandes
y pequeños”, y que 25 años después sigue teniendo el viento a favor, lo que significa que ¡¡¡el viaje continúa!!!
Hace un cuarto de siglo, la creación de una de las colecciones más emblemáticas del Fondo —la primera dedicada al público infantil— durante la administración de Miguel de la Madrid Hurtado y con el editor Daniel Goldin en el timón, no
sólo era pertinente y necesaria, “era imprescindible”. En voz de Villoro, “el futuro
de la cultura de la letra dependía de crear nuevos lectores. Hoy, muchos de los que
empezaron leyendo hace 25 años ya tienen doctorado en letras”. Él mismo es autor de varios libros publicados en la colección, entre ellos uno de los más vendidos,
El libro salvaje que, junto con La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa han
alcanzado la categoría de best seller.
En su experiencia, dice, “es un privilegio formar parte de una colección que yo
hubiera querido leer de niño. Nunca tuve acceso a libros como éstos, pero el arte
existe para brindarnos una segunda infancia. A la Orilla del Viento me permite
regresar voluntariamente a la niñez, un lujo extraordinario”.
Esta singular colección, que actualmente dirige la escritora y editora Socorro
Venegas, coordinadora general de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo, muestra
la diversidad de propuestas estéticas, gráficas y literarias que han llevado a lectores de distintas edades —desde los que están aprendiendo a leer hasta los grandes
lectores— por los más variados universos con un espíritu de alegría, variedad y
respeto hacia el lector.
En palabras de José Carreño Carlón, director del FCE, A la Orilla del Viento
vino a revolucionar en México y América Latina un mercado editorial que hoy es
mucho más rico y diverso, gracias a aquella decisión de pensar en los niños como
protagonistas del libro y la lectura. Y hoy, sin duda, “son los niños los que han logrado ponerse al centro de la industria editorial. Más del 40% de las ventas de libros del catálogo del Fondo son de nuestras colecciones de Obras para Niños y Jóvenes. Y 25 años después contamos con más de 600 títulos vivos en un catálogo
que reúne a los más talentosos escritores e ilustradores de la literatura infantil y
juvenil del mundo. Hemos publicado a Amos Oz, de Israel, Anthony Browne, del
Reino Unido, Oliver Jeffers, de Australia, y ya, procedentes de nuestra América,
contamos con la argentina Isol, la única autora hispanoamericana que ha recibido el premio Astrid Lindgren”.
En este texto, precisamente, se recogen algunas de las voces de los protagonistas de la serie: editoras como Miriam Martínez y Eliana Pasarán; los escritores
Juan Villoro, Francisco Hinojosa, Alicia Molina, Vivian Mansour, Antonio Malpica, Mónica Brozon, Verónica Murguía y Martha Riva Palacio; y los ilustradores
David Lara, Abraham Balcázar y Ricardo Peláez, nos regalan su testimonio sobre
lo que ha significado para ellos formar parte de esta colección, la manera en que
ésta ha contribuido o enriquecido el desarrollo de la literatura infantil y juvenil en
México, sus obras y autores favoritos y hasta qué despierta en su imaginación la
frase: “A la Orilla del Viento”.
Pancho Hinojosa —así se le conoce cariñosamente en el medio literario—, autor
de una buena cantidad de títulos de la colección, como A golpe de calcetín, Amadís
de anís... Amadís de codorniz, Aníbal y Melquiades, Buscalacranes, De domingo a
lunes y del clásico La fórmula del doctor Funes —que el año pasado llevó a la pantalla grande el cineasta José Buil— recuerda que cuando se creó la colección, si bien
el Fondo tenía ganado a un sector universitario, era importante formar más lectores, “y qué mejor manera de hacerlo que dirigirse a niños y jóvenes. En lo personal me siento honrado de pertenecer a un sello que, desde antes de publicar en él,
ya era como mi casa”.
Hinojosa asegura haber descubierto a muchos autores en esta colección, “pero
si tuviera que elegir a uno, me quedaría con Anthony Browne. Creo que fue un
gran acierto el que tuvo Goldin al convertirse en su editor en español”.
Alicia Molina está en la génesis de A la Orilla del Viento, su libro El agujero negro fue uno de los primeros que publicó en 1991 y sigue tan vivo en el catálogo que,
hasta 2015, llevaba 18 reimpresiones: “La calidad de esta colección desencadenó
un movimiento muy importante en el país y estimuló la creación de programas de
lectura y la producción de nuevas editoriales dedicadas a la literatura infantil y juvenil. Que mis libros formen parte de ella es un privilegio que siempre agradezco
porque me coloca entre muchos autores que admiro y aprecio: Vivian Mansour,
los hermanos Malpica o Francisco Hinojosa —cuyo libro La peor señora del mundo, es una de las mayores obras de la literatura mexicana de todos los tiempos y en
cualquier género— y porque me ha permitido encontrar lectores en todo el país y
en América Latina. Si la memoria no me juega una mala pasada, porque luego paso
horas zurciendo huecos, entre mis álbumes favoritos de la colección están Los
misterios del señor Burdick de van Allsburg, todo Anthony Browne, El corazón y la
botella de Jeffers, El pájaro del Alma de Mijal Snunit, Selma de Jutta Bauer, desde
luego, Trucas de Gedovius y Tener un patito… de Isol”
La también autora de El cristal con que se mira y El zurcidor del tiempo, entre
otros títulos, agradece además “el diálogo con quienes han sido mis editores. Su
lectura profunda y cuidadosa, sus propuestas exigiendo una congruencia interior
del texto. La selección del ilustrador, que hace una nueva lectura y que enriquece
el texto con ese discurso paralelo y rico de las imágenes, la producción editorial
siempre pulcra y, finalmente, la promoción que se realiza en colegios y librerías,
acercando a los niños con los libros, enlazando temas y autores con los intereses y
la curiosidad de cada pequeño. A la Orilla del Viento ha sido para mí ese punto desde donde emprender el vuelo para explorar el universo. Un proyecto de tal manera creativo y eficiente que ha crecido y se ha fortalecido durante 25 años inaugurando siempre caminos nuevos”.
OCTUBRE DE 2016
Uno de sus libros ha hecho temblar a chicos y grandes, su manejo del misterio
y el miedo han logrado que Alguien en la ventana solo pueda leerse en compañía,
con la luz prendida y las uñas al filo de los labios. Mónica Brozon celebra que gracias al FCE y, en especial, A la Orilla del Viento, éste y otro de sus libros —próximamente un tercero— se conozcan dentro y fuera del país.
“Cada vez que se integran más autores mexicanos jóvenes a las fi las de A la
Orilla del Viento, esto es importante por la proyección que da a los escritores y a
la literatura infantil y juvenil de México en los países donde tiene presencia. La
convocatoria de sus premios, de las que me parece que ya sólo queda la de álbum
ilustrado, ha contribuido a estimular la creación e impulsar nuevos talentos. Es
una colección muy vasta y diversa, pero la mayoría de los libros que he leído de
ella me han gustado. Algunos tal vez no tanto, y en eso entra la subjetividad del
gusto, pero indudablemente en todos ellos hay una gran calidad literaria y de edición. Me gusta leer a los colegas mexicanos, tanto sus obras clásicas como sus novedades y tengo algunos favoritos de fuera, como Isol y David Almond”, apunta
Brozon.
Tanto sus historietas como sus ilustraciones retratan personajes de los submundos urbanos, paisajes contaminados y polvosos, alegorías del mundo rural y
la pobreza incrustada en la metrópolis mexicana. Por más de veinte años, Ricardo
Peláez ha dibujado para entrevistas, ensayos y artículos que analizan los conflictos contemporáneos, aunque también ha explorado la pintura y el trazo de imágenes para libros infantiles.
Para él, la creación de la colección A la Orilla del Viento significó el desarrollo
de una línea editorial que se había desatendido por la mayor parte de las editoriales comerciales, “que entendían los libros destinados al público infantil y juvenil
desde una perspectiva cuadrada y tradicional, llena de paradigmas obsoletos,
como que la imagen debe subordinarse a la palabra, el discurso gráfico no es autoral, que el lector es incapaz de descifrar mensajes visuales complejos, que la narrativa visual es solo la antesala de la lectura sin imágenes y otra buena cantidad
de atavismos. La serie demostró, en suma, que la lectura de imágenes es cosa seria
y no sólo para niños, sino para todas las edades”.
Como una responsabilidad, así ve Peláez su trabajo en la ilustración infantil
porque, sostiene, “los autores de libros para niños estamos contribuyendo con
nuestro quehacer al desarrollo de nuevos lectores pero, y creo que más trascendentalmente, a la conformación de los nuevos ciudadanos. Y puesto que somos
lo que consumimos, es indispensable que la oferta editorial que brinda el Fondo sea de la mejor calidad. Lo más valioso de la gama de autores que conforman
la colección es su diversidad temática y estilística. Primero como lector y luego
como ilustrador, ésta ha constituido una fuente de aprendizaje y desarrollo de
mi cultura visual. Los primeros autores que me vienen a la mente son: Kestutis
Kasparavičius, por su estrambótico e inagotable universo visual y los esposos Andrej Dugin y Olga Dugina, por la espectacularidad de su técnica y la riqueza de detalles que pueblan sus imágenes. Siempre me causó curiosidad el nombre de la
colección. No sabía si era una contradicción, un sinsentido, una extraña imagen
poética, una evocación u otra cosa. Creo que en ello radica su mayor virtud: en el
hecho de que siembra más dudas que respuestas. Todo el que la lee o la escucha se
queda con ella dando vueltas, buscándole sentido. Un sentido que, en todo caso,
está en todos y cada uno de los libros que la conforman”.
Otro autor entrañable de la colección, lo llaman cariñosamente Toño, Toño
Malpica. Nunca se anda por las ramas y de tajo apunta que para él es “un tremendo honor” formar parte de A la Orilla. Considerando que venía de publicar en otras
editoriales —aunque también muy buenas con colecciones de origen más reciente—, cuando llegó al Fondo de Cultura Económica —y además por la puerta grande,
en Los especiales de A la Orilla del Viento—, fue un poco como haberse sacado la
lotería “o como abrir la puerta de una casa y sentirte de inmediato en el hogar, con
mucha gente querida y conocida y encontrar, a la mesa, una silla con tu nombre”.
Los libros de A la Orilla del Viento, afirma, se han vuelto indispensables en los
hogares mexicanos, en las escuelas, en las bibliotecas. “No me puedo imaginar
cómo fue la decisión en su momento. Supongo que los implicados tuvieron las dudas que todos tenemos, pensaron que podía no funcionar, que crecería muy de a
poco o que tendría mala respuesta. Quién sabe. Lo cierto es que ahora se ve que
fue muy pertinente y súper necesario. Estar en ella no sólo implica formar parte
de una colección bonita e importante y muy bien distribuida, también significa recibir un espaldarazo en tu carrera, es un aval y una confirmación de que lo que se
está escribiendo en el país cuenta con la calidad necesaria para seguir sumando
títulos y brincando las fronteras. Todos los autores son muy buenos. Excepto
Toño Malpica, que se les coló quién sabe cómo.” A la pregunta ¿A qué le remite la
frase A la Orilla del Viento? Responde: “No sé, debe ser como cuando te dicen que
alguien vive allá donde el viento da la vuelta. Me gusta imaginar que alguien te cita
a la orilla del viento y tú lo dejas todo para estar a tiempo; y ahí, en efecto, nada te
mueve el peinado, ni te acongoja ni te pesa. Y, seguro, está lleno de libros y de amigos. Y hay, claro, una silla con tu nombre”.
Para Martha Riva Palacio, autora de Buenas noches, Laika y Lunática, esta colección ha sido un parteaguas en la historia de la literatura infantil y juvenil en
México, porque surgió en un momento en el que, desde su punto de vista, era necesario redefinir qué significaba escribir para niños y jóvenes más allá de la moraleja y la condescendencia.
“Mi primer acercamiento a A la Orilla del Viento fue como lectora y desde entonces pude ver que uno de los méritos de la colección es su diversidad. El que su
catálogo esté formado por autores e ilustradores con estilos y visiones tan diferentes es lo que precisamente la vuelve tan interesante. Ha sido un espacio en el que
se han dado a conocer propuestas de gran calidad sin censurarlas ni acotarlas. La
orilla del viento es uno de esos territorios intangibles que se encuentran entre la
geografía y el mito. O los cuentos de hadas. Me hace pensar en el rey de los monos
cruzando de un salto el océano, pero también en esa sensación indefinible que
sentía de niña cuando me contaban un cuento antes de dormir.”
En la cocina literaria de cada uno de los cerca de 230 títulos que conforman la
colección, hay un editor que ha sabido elegir los ingredientes que hacen de cada
uno de los libros una obra única. Miriam Martínez, por ejemplo, tuvo a su cargo el
área de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo, desde ahí trazó su muy particular
mapa de esta colección que, dice, ha demostrado su valía en su continuidad editorial: tanto en su nivel literario y gráfico sostenidos, como en la fidelidad de sus lec-
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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
A LA ORILLA DEL VIENTO 25 AÑOS DESPUÉS
tores, el resultado de las ventas del backlist y la traducción de muchos de sus títulos en diversos países.
“Todo ello demuestra que fue una apuesta visionaria en un momento floreciente que siguió cultivándose y creciendo en diferentes y, a veces, difíciles circunstancias. Ahora la apuesta por los niños en la cultura es escasa y suele tener los más
bajos presupuestos, pero A la Orilla del Viento habla del nivel que pueden tener los
proyectos en nuestro país cuando tienen una estructura y compromiso sólidos y
logran trascender generaciones para alcanzar continuidad, cuando los editores
respetan una línea editorial y un proyecto, sin dejar de mirar y abrirse a nuevas
cosas. Se trata de una colección que siempre ha apostado por ‘leer por placer’ antes de cualquier ideología o pedagogía. Para mí la mejor promoción de lectura es
la publicación de un buen libro. Luego hay muchas cosas que hacer, claro. Muchas
que aún no hemos hecho como país. Sin embargo, la lectura literaria es imprescindible en la educación.”
Sobre su participación en la colección y el significado para su trayectoria profesional dice: “Significa un gran aprendizaje como lectora, a nivel personal y profesional. Como lectora, un mundo ampliado, nuevos lenguajes y miradas. Intereses
nuevos. Conocí muchos autores e ilustradores de los nunca había escuchado.
Asombro y placer. No olvido la primera vez que leí Los misterios del señor Burdick.
¿Qué era ese libro? ¿Era un libro, una película, un sueño, un secreto? Como editora, tuve la enorme oportunidad de aprender y compartir con muchas niños y niños
ños, padres de familia, un valioso equipo joven, en
su momento, pero también muy experimentado, tanto de promotores inigualables que sigguen al pie del cañón, como Conchita Cabrera,
ccomo de vendedores cómplices en las librerías,
eeditores en formación, y el trabajo cercano con
autores e ilustradores que demostraron un gran
gozo en la discusión y la palabra, con el país, en el
profesionalismo de su trabajo dedicado a niñas y
niños. Creo sinceramente que no hay editor de libros para niños que haya pasado por el FCE y no
se sienta orgulloso y privilegiado de haber sido
parte del proyecto. Es indiscutible que A la Orilla
del Viento (incluyo Los Especiales) ha sido un referente para muchos lectores, promotores, autores e ilustradores de Hispanoamérica. Si bien es
debatible el tema de la competencia a nivel comercial con las demás editoriales, he considerado
siempre como una función social su precio accesible y plataformas de distribución únicas y muy difícilmente posibles sin el compromiso de sus editores y el
apoyo del Estado. Por supuesto, el precio suele ser una decisión de lectura. Destaco aquí la labor de promoción de lectura de Daniel Goldin que posibilitó la visibilización necesaria de los libros para llegar a muchos lugares. Si vas a un hospital con una pequeña biblioteca, en muchísimas escuelas del país y de toda
Latinoamérica, en muchas casas mexicanas, aun con pocos libros, suele haber
siempre un libro de la colección. Si preguntas a alguien por algún autor mexicano de un libro para niños es muy probable que mencione uno de FCE. Por otro
lado, los concursos aún vigentes, tanto de álbum ilustrado como de poesía con la
Fundación para las Letras Mexicanas han sido importantísimos. El primero,
para dar una plataforma de experimentación, libertad e incluso formación y, por
supuesto, distribución amplia a autores ahora de primera talla y muy prestigiados internacionalmente, como Isol. La colección de poesía, para dar un lugar a un
género imprescindible y mucho más allá de los valores de mercado y aprendizaje
por competencias de la época”.
“Tuve la oportunidad de publicar, con un
eexcelente equipo editorial, el primer libro de
aautores de gran talento y sencillez, abiertos
p
para el diálogo como Mercedes Calvo, Claudio Romo (con Mauricio Gómez Morín), Aid
ttana Carrasco, Juan Palomino, Paloma Valdivia: todos ellos publicados y reconocidos
ahora internacionalmente. Asimismo, tuve
lla fortuna de trabajar muy de cerca con auttores de la talla de Juan Villoro o Gabriel
Pacheco. Los recuerdo con especial respeto pues fueron quienes, a partir de comentarios y discusiones editoriales, decidieron prácticamente rehacer su propuesta desde un nivel de exigencia
y compromiso asombrosos. Hay muchos autores de quienes hablar y reconocer. A
la Orilla del Viento me recuerda otra vida posible, otra manera de vivir, un límite
como posibilidad, algo que sientes y no ves, pero existe: ahí donde hay aliento pero
también libertad para crear.”
Por esa cocina editorial que es el área de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo
también pasó Eliana Pasarán: “Hace 25 años, tanto como ahora, los niños no tenían un espacio significativo en el mundo editorial mexicano. Los autores mexicanos dedicados exclusivamente a este género podían contarse con los dedos. Que
una editorial como el Fondo, avalada por el prestigio de sus ediciones, por fin prestara atención a este público era tan necesario como lo sigue siendo ahora para fomentar el amor por la lectura entre los lectores en formación a través de obras de
inmejorable calidad literaria y estética”.
“Editar y seleccionar las obras que darían continuidad a un catálogo tan rico,
incluyente y bien pensado fue un reto apasionante, lleno de matices y aprendizaje
en torno al mundo de la infancia en toda su complejidad y de la edición de propuestas de lectura en imágenes. La creación de A la Orilla del Viento, con difusión
nacional e internacional, sin duda marcó un hito en el mercado de publicaciones
mexicanas y latinoamericanas, no sólo al incluir en su catálogo a los mejores autores de otros países dedicados a este género, sino también al fomentar la germinación y florecimiento de autores, ilustradores, promotores de lectura y todo un
ejército de personas mexicanas y latinoamericanas que ahora gira en torno al desarrollo lector de niños y jóvenes.”
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Luciana la pejesapo de Verónica Murguía
está en la colección Los Especiales de A la
Orilla del Viento. Así que Vero también forma parte de esta familia extendida que es el
catálogo infantil del Fondo y al respecto
dice: “Gracias a la colección pude leer a Pancho Hinojosa, a Emilio Carballido y a Alicia
Molina. Luego, en la misma colección leí a
Magolo Cárdenas, a Silvia Molina y a Juan Villoro. Compré Trucas del formidable Juan
Gedovius. Fue como abrir una ventana y mirar un paisaje genial e inesperado”.
“No quiero exagerar, pero no me puedo imaginar cómo estaría la cosa sin la colección. Mi educación lectora de LIJ sería muy pobre. Por ejemplo, Ma y Pa Drácula, de Ann Martin o Bonícula de Deborah y James Howe, son libros muy importantes para mí. No los leí de niña, los leí como escritora novata de libros para niños y me estimularon muchísimo. Además, la colección tiene varios libros de Isol,
a quien considero una ilustradora de excepción, así como La sorpresa de Sylvia
van Ommen. Ya habría querido yo imaginar y dibujar La sorpresa. Es un libro precioso. Llegar A la Orilla del Viento es como estar en la cima de una montaña, desde donde se ven miles de cosas.”
En palabras del ilustrador Abraham Balcázar, formar parte de esta historia le
ha enriquecido mucho porque A la Orilla del Viento ha sido un testimonio de estilos y temáticas para lecturas infantiles. “Por ejemplo, me encantan los libros de
Olga Dugina y Andrej Dugin, me dejan viajar por horas en los mundos fantásticos
creados por esta pareja de increíbles ilustradores.”
Cuando era niño, antes de que aprendiera a leer, el ilustrador David Lara tenía
a la mano historietas o cómics. “Mi mamá nos leía cómics a mi hermano y a mí, leyendo estos cuentitos, como los llamábamos, aprendí a leer. En aquel tiempo los
criterios para hacer una historia eran muy libres, leía historias de niños traviesos
que por más no recibían castigo por sus acciones. En ocasiones, estos personajes
de historieta se accidentaban pero sin lesionarse gravemente, había golpes entre
los personajes, con el puño cerrado o con algún objeto, había explosiones que hacían reír al lector y en muchas ocasiones se presentaban personajes sujetando un
arma amenazando a otros personajes, en fi n, que las libertades creativas eran
infinitas.”
“Quizá por esa razón nuestra infancia estuvo llena de actos audaces. Mis primos sujetaban un cohete encendido en la mano para que explotara entre
los dedos, en la escuela un compañero se fracturó
una pierna intentando volar desde el techo de su
casa con una toalla amarrada al cuello a manera
de capa, yo mismo me lesioné las costillas tratando de emular las hazañas de Tarzán o el Hombre
Araña. No quiero con esto condenar el medio de la
historieta, sería como condenar la escuela por un
día que la maestra me llamó la atención, las historietas llenaron de diversión mis tardes de lectura.
Es en ese contexto que apareció la colección A la
Orilla del Viento, con historias más congruentes
con la realidad, es decir, a pesar de contener historias fantásticas, los personajes están sujetos a
confrontar y vivir las consecuencias de sus actos
y esto los vuelve cercanos al lector, sin ser historias aleccionadoras, presentan ejemplos de vida
a través de sus personajes.”
“La colección reúne autores emblemáticos de la LIJ. Siendo dibujante, admiraba el trabajo de muchos autores que conocí por primera vez en las publicaciones
de la serie, es el caso de Chris van Allsburg, Olga Dugina y Andrej Dugin, entre
otros, pero también descubrí en la colección autores nacionales, reconocía su trabajo de otros medios, e igualmente me sorprendió lo que hacían en el tema de los
libros ilustrados, es el caso de Ricardo Peláez y Rafael Barajas. Busqué una oportunidad de colaborar en la colección animado por Tania Janco, que era mi maestra de grabado a finales de la década de los noventa, ella también es autora del
Fondo y me consiguió una entrevista con Mauricio Gómez Morín. Me presenté
con los mejores dibujos que tenía en ese momento, la mayoría pin ups de superhéroes; Mauricio revisó la carpeta y me comentó: ‘Me gustan tus dibujos pero aquí
hacemos libros infantiles, mi recomendación es que aprendas a dibujar niños y
luego regresas’. La colección de autores y mi ansia por pertenecer a ese selecto
grupo me llevó a evolucionar en mi propio trabajo.”
Lara asegura que A la Orilla del Viento contribuyó a la evolución del medio editorial enfocado en la literatura infantil: “Por un lado las editoriales inauguraron
sus propias colecciones de libros infantiles y en muchas ocasiones siguieron parámetros establecidos por la colección. Por el otro, los cómics para niños dejaron
de producirse, quizá por no alcanzar el nuevo estándar que la colección estableció
en el mercado”.
“Siento que los autores de A la Orilla tienen
un compromiso social con los lectores porque
van más allá de entregar un producto de entretenimiento, en muchas ocasiones representa el primer acercamiento al arte y muchas de
las lecturas han acompañado al público lector
a lo largo de los años, volviendo entrañables a
los personajes de la colección, cuyo nombre
siempre me evoca un lugar inimaginable, como
lo era la Dimensión desconocida, aquel programa
de TV de la década de los ochenta, sólo que al
atravesar la orilla del viento, al encontrarme con
esas lecturas, mi vida cambió de manera positiva
y para siempre.”W
OCTUBRE DE 2016
25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO
A RTÍ C U LO
De cómo arruinamos
a una generación
JUANA INÉS DEHESA
L
a culpa la tuvo el éxito de la novela infantil. Mientras los jóvenes lectores mexicanos no tuvimos a nuestro alcance más
que los libros amarillentos y
polvosos de Editorial Molino
heredados de nuestros padres
y hermanos; mientras nuestro
horizonte de lecturas se reducía a unos Salgaris por aquí, un
Mujercitas por allá, unas ediciones más o menos fieles
de los cuentos de Grimm, Andersen y Perrault, y lo que
buenamente nos acercaba Fernández Editores de Disney, estábamos muy en paz con la idea de un día graduarnos en literatura “de grandes” y comportarnos,
de una vez y para siempre, como lectores serios y como
gente adulta. Tal vez, en un arranque de frivolidad, se
nos iba a permitir pasar por Conan Doyle, por Agatha
Christie o, si se descuidaban los mayores, por Oscar
Wilde (mi abuela insistía en negarnos a Dorian Grey
por inmoral; cuando finalmente logré quedarme en su
biblioteca a solas, lo abrí, me aburrí mortalmente y
volví a El fantasma de Canterville), pero no mucho
más. Hasta mediados de la década de los ochenta y
principios de los noventa, se esperaba de los niños
mexicanos que leyeran lo que había, no pidieran demasiadas fantasías y se apuraran muchísimo a crecer
para solazarse con Juan Rulfo.
Esos éramos los de antes. Ya después, esos niños que
crecieron sin conocer la palabra fayuca ni los castillitos Exin, se encontraron con una oferta bibliográfica
infinitamente más rica y emocionante. Si tomamos en
cuenta que la primera feria del libro infantil se llevó a
cabo en 1980 y que desde entonces el universo de editoriales infantiles ha ido creciendo, es fácil entender
que la idea no sólo de lo que es un libro infantil, sino del
acto mismo de lectura, cambió radicalmente en apenas diez años. Los lectores de los setenta, por ejemplo,
no conocimos los álbumes ilustrados porque en México no se hacían y prácticamente no había importados:
tal vez alguno de Juventud o de Minotauro, pero era
raro encontrarlos. Veíamos, sí, hasta el cansancio, los
monitos que incluían las versiones de Bruguera de Los
hijos del capitán Grant o de Miguel Strogoff, y, por supuesto, a Tintín, a Astérix y a todo lo que Goscinny quiso ponernos enfrente (el gran visir Iznogud, el justiciero Lucky Luke), pero el discurso y la experiencia del álbum nos pasaron básicamente de noche.
No teníamos álbumes, tampoco novelas. Teníamos
cuentos que narraban un episodio de principio a fin y
que estaban acompañados por dibujos; teníamos libros informativos que narraban procesos; antologías
de leyendas y mitos de todo el mundo, poemas, rimas,
cuentos tradicionales. Pero en ningún momento nos
OCTUBRE DE 2016
enfrentábamos con una historia contada en muchos
capítulos, con tramas, subtramas y personajes protagónicos y secundarios. Eso también llegó en los noventa, con propuestas editoriales como la de SM y su Barco de Vapor y, más tarde, con la colección A la Orilla del
Viento, del Fondo de Cultura Económica; con las propuestas de la editorial colombiana Norma y los ganadores de su premio Norma Fundalectura, o hasta con
los títulos de autores y tema “mexicanos” de la editorial Castillo. Esas colecciones vinieron a enseñarle a
los niños de este país que era posible leer una historia
con protagonistas de su edad que no fuera Corazón y
que no pretendiera alimentarle a fuerzas un mensaje
nacionalista o católico o del tipo que fuera, con el mismo empeño estéril con que su mamá insistía en rellenarlo de betabeles, y que era posible quedarse dentro
de una misma historia durante varios días, leyendo
noche tras noche las aventuras de un niño como ellos
mismos, sin solemnidades, narradores juzgones ni páginas que se resquebrajaran. Y ahí fue cuando los jóvenes lectores conocieron un mundo que les costaría
—les cuesta, todavía— mucho dejar atrás.
Ahí fue donde la puerca torció el rabo y los lectores
su concepción de un libro para niños. Ese tipo de lectores autónomos, acostumbrados hasta cierto punto a
verse representados en las historias que consumían,
desarrollaron gustos literarios distintos de los de generaciones anteriores. Y para quienes veíamos el fenómeno desde los laterales, se revelaba un panorama no
por anunciado menos interesante; comenzó a hacerse
evidente que esos gustos que ya se habían amoldado a
las maneras y los ritmos de la nueva narrativa no tendrían una transición tersa —ni resignada, como de alguna manera fue la nuestra— a la literatura “adulta” y
clásica, que no dejarían ir ese sentirse dentro de los libros tan fácilmente. En algún punto de su historia lectora, esos niños que empezaron a leer con La peor
señora del mundo, El mundo, septiembre adentro (y
otras formas de evitarlo) o El Pampinoplas, cumplirían
doce o trece años y voltearían a ver a sus editoriales de
confianza y preguntarían: “Y ahora, ¿qué sigue?”.
Durante mucho tiempo, en los albores del siglo veintiuno, todas las juntas de la Gerencia de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo de Cultura Económica llegaban a un punto neurálgico (es decir, que nos daba a todos los presentes dolores de cabeza); unas veces unos
y otras, otros, insistíamos en poner sobre la mesa un
tema que se revelaba como un conflicto que ya se había
pospuesto hasta más allá de su plazo fatal; un drama
lector que, por complicado, se había elegido ignorar.
Cada determinado tiempo surgía, cual pariente incómodo, la pregunta: “¿Y el proyecto para jóvenes?”.
Quien lo tomó por su cuenta fue Andrea Fuentes,
entonces editora y, para todo fin práctico, lideresa su-
prema del catálogo. Ella fue quien abrazó la idea de
crear una colección para jóvenes (se les llamaba absurdamente “lectores precarios”, como si estuvieran
defectuosos, a lo que Andrea se resistió siempre) y le
fue, poco a poco, dando forma; quien convocó a La
Máquina del Tiempo (léase, Leonel Sagahón, Alejandro Magallanes, Andrés Mario Ramírez y Roxana
Ruiz) para hacer el diseño, y quien encabezó la selección de títulos.
Como siempre que se emprende una tarea editorial
de ese tamaño, fue un momento emocionante y divertidísimo. (Haciendo un apunte poco ortodoxo, pero
para eso es mi texto, diré que para mí, que había pasado la vida en un matrimonio codependiente y tortuoso con la literatura “seria”, eternamente poniéndole los cuernos con la novela rosa y cuanta ficción juvenil en lengua inglesa me caía en las manos, la tarea
de revisar sistemáticamente autores que conocía de
oídas y poderme dedicar de forma profesional a solazarme en mis placeres culpables, representó un momento definitorio en mi trayectoria de lectora y escritora; como los lectores veinte años menores que yo,
tomé ese camino y no he vuelto a mirar hacia atrás.)
Las selecciones y contrataciones empezaron a desfilar por los escritorios de los correctores; se diseñaron
y pusieron a punto las versiones al español de Coram
Boy, The Kite Rider, Feed (parece ser que M. T.
Anderson todavía recuerda la larguísima lista de preguntas
y precisiones sobre el texto que recibió de México), y
se dieron las discusiones que se tenían que dar sobre
la pertinencia de que una editorial estatal y con tanto
vínculo escolar publicara una novela tan arriesgada y
tan interesante como Lady de Melvin Burgess (se decidió en contra y la publicó después Daniel Goldin en
Océano Travesías). Todo eso pasó y, al final, nació A
Través del Espejo.
Han pasado de eso al menos un par de lustros. El
catálogo ha ido creciendo y alimentándose, y otras
editoriales emprendieron procesos similares al mismo tiempo o un poco después. Y, sin embargo, todavía
le debemos al mercado títulos que se atrevan a competirle a los divergentes y las Katniss. Si bien un buen
número de autores mexicanos tomaron la estafeta de
las traducciones y entregaron a los estantes textos
que ya no eran de niños y con los que se permitían jugar y arriesgar mucho más, como sucede con Muchas
gracias, señor Tchaikovsky de Mónica Brozon, o con
#Másgordoelamor de Antonio Malpica, todavía los escritores y editores mexicanos andamos quedando a
deber con novelas que se atrevan y que propongan
algo a esos lectores que cada vez leen y conocen más.
Quedan riesgos, tratamientos y propuestas que abordar. Tenemos la mesa y los lectores puestos; es momento de atenderlos.W
19
EMA Y EL SILENCIO
WILLY Y LA NUBE
L AUR A ESCUDERO,
ILUSTR A DO POR ROGER YCA Z A
A NTHON Y BROW NE
Este poemario ganador del Premio
Hispanoamericano de Poesía para
Niños 2015, de la autora argentina
Laura Escudero e ilustrado por el
ecuatoriano Roger Ycaza, fue elegido
entre 318 propuestas concursantes.
Ema nos lleva por un recorrido donde
encuentra a diferentes personajes y
los presenta con poemas rítmicos
y evocadores. Un elemento constante
en ellos es el silencio que acompaña
a Ema todo el tiempo, pero no es
un silencio de tristeza o pesadumbre,
es un silencio que le permite descubrir
y apreciar su entorno, maravillarse
con el caer de las hojas de los árboles,
observar a las abejas en sus
recorridos, sentir la lluvia sobre
su piel... Realiza el viaje a través de su
infinita imaginación y aprecia cada
detalle de las cosas con las que se
encuentra. Algunas dudas la acechan,
pero tiene la capacidad de responder
a todo con ingenio excepcional.
Cuando su viaje termina, regresa
a casa y lleva con ella los amigos y la
música que recolectó en su andar.
El libro está acompañado por
las atractivas ilustraciones de Roger
Ycaza, que funcionan para enriquecer
los escenarios y las descripciones de la
autora e, incluso, le permiten al lector
realizar una segunda lectura.
En esta nueva aventura vemos a
Willy, el pequeño chimpancé, huir
de una nube gris y lluviosa que lo
persigue a todas partes. Mientras
los demás están contentos y felices
disfrutando del sol, Willy debe irse
a un rincón con la nube encima.
Incluso llama a la policía, pero por
lo absurdo del asunto, se burlan
de él. Es hasta que Willy se pone
furioso que todo cambia… Anthony
Browne explora una vez más las
emociones que todo niño experimenta
durante su infancia. Mediante una
interesante metáfora, el autor pasa
por sentimientos como el miedo, la
preocupación, el enojo, la frustración,
que al final desembocan en calma y
alegría. Es una excelente analogía de
aquellos días en los que todo va mal y,
tal como Willy, pareciera que traemos
una nube negra sobre nosotros.
Este libro ayudará a los pequeños a
identificar los sentimientos de su vida
cotidiana y a encontrar una solución
para los días en los que se sienten
tristes. Con este libro, Browne llega a
los 30 títulos de su autoría publicados
en nuestro catálogo.
Los Especiales de A la Orilla del Viento
1ª ed. en español, 2016, 32 pp.
BESTIARIO DE SERES
FANTÁSTICOS MEXICANOS
NORMA MUÑOZ LEDO,
ILUSTR A DO POR ISR A EL
BARRÓN
¿Cuáles son los seres más tenebrosos y
peculiares de la tradición oral popular
mexicana? Este libro es una selección
de los seres que se han encargado
quitar el sueño, aterrorizar y también
maravillar a miles de personas a lo
largo de la historia en México. Desde
los más conocidos, como La Llorona,
las sirenas en su versión mexicana
o la bruja felina hasta monstruos
tan extraños como el Ek Chapat,
el gigante Wa wa pach o el Ñek.
Gracias a las elaboradas y detalladas
ilustraciones de Israel Barrón, los
niños podrán adentrarse al mundo de
la tradición oral popular y descubrir
seres antropomorfos y zoomorfos que
tienen características escalofriantes,
divertidas y misteriosas; algunos de
los seres que conocerán, como
el Junchoo, comen carne humana,
otros te dan dinero si los cuidas,
como el Cholito de la suerte y otros
sólo sacarán al crédulo un buen susto,
como la Cihuatlaco. Por medio de
versos llenos de ritmo y musicalidad,
la autora busca acercar a los más
pequeños las bestias más extrañas
del folclore mexicano.
EL DRAGÓN BLANCO
Y OTROS PERSONAJES
OLVIDADOS
A D O L F O C Ó R D O VA ,
ILUSTR A DO POR RIKI BL A NCO
El dragón blanco y otros personajes
olvidados retoma a los personajes
secundarios de los clásicos infantiles
para convertirlos en protagonistas de
sus propias historias. Este proyecto
fue ganador por unanimidad del
Premio Bellas Artes de Cuento
Infantil Juan de la Cabada 2015 y
consta de seis cuentos cuyas historias
tienen la carga de los textos originales
pero, al mismo tiempo, mantienen
una vida propia que permite que sean
disfrutados aunque no se conozcan los
textos de los que parten. El Rey Mono
de El maravilloso Mago de Oz, el Gato
de Cheshire de Alicia en el País de las
Maravillas, el Rey Cisne de Los cisnes
salvajes y otros personajes recorren
los nuevos caminos que Córdova ha
trazado, sin perder su identidad.
Con apenas una novela publicada,
el autor demuestra en esta obra
su gran cercanía con la literatura
infantil y un estilo potente y sagaz
que atrapará a lectores de todas las
edades. Las ilustraciones de Riki
Blanco son reducidas en elementos
pero de gran elegancia y expresividad.
Los Especiales de A la Orilla del Viento
Los Especiales de A la Orilla del Viento
1ª ed. en español, 2016, 56 pp.
1ª ed. en español, 2016, 128 pp.
Premio Hispanoamericano de Poesía
par a Niños
1ª ed. en español, 2016, 40 pp.
FCE/ FLM
20
OCTUBRE DE 2016
CIELO SANGRIENTO.
LOS IMPACTOS DE METEORITOS
DE CHICXULUB A CHELIÁBINSK
SERGIO DE RÉGULES
La Tierra es una casa frágil y vulnerable ante los innumerables cuerpos que
surcan el espacio y que en ocasiones, durante su trayectoria, se encuentran
y chocan con ella. En este libro, el número 242 de la gran colección La ciencia
para todos, el reconocido físico, escritor, conferencista y divulgador de la
ciencia Sergio de Régules expone de una forma amena y documentada la
historia de tres de estos impactos: el de Chicxulub, que probablemente
terminó con los dinosaurios; el de Tunguska, que impactó Siberia en 1908 con
una energía de 300 veces la bomba de Hiroshima, y el de Cheliábinsk en 2013,
que gracias a la tecnología fue apreciado por virtualmente todo el mundo. De
Régules muestra cómo el estudio de cada uno de ellos ha modificado no sólo la
manera en la que el ser humano entiende y hace ciencia, sino también su
concepción misma de la vida y la muerte en el planeta.
La Ciencia par a Todos
1ª ed. 2016, 162 pp.
EL FONDO, LA CASA
Y LA INTRODUCCIÓN DEL
PENSAMIENTO MODERNO
EN MÉXICO
EN GRADO DE TENTATIVA.
POESÍA REUNIDA
J AV I E R G A R C I A D I E G O
Palabra y vida son una misma en la
poesía de Francisco Hernández.
Algunos de sus grandes temas son el
viaje interior, la exploración del deseo
y el acercamiento a figuras como
Hölderlin, Schumann y Trakl. Esta
magna recopilación dividida en dos
tomos reúne por primera vez la obra
de Francisco Hernández, misma que
abarca cuatro décadas de creación por
parte del escritor nacido en San
Andrés Tuxtla, figura fundamental de
la poesía mexicana contemporánea. El
primer tomo, prologado por el joven
poeta Christian Peña, abarca los
libros publicados de 1974 a 2003. El
segundo, con un prólogo de Hernán
Bravo Varela, presenta la voz del
jaranero Mardonio Sinta, heterónimo
del poeta, y reúne los libros que vieron
a la luz de 2004 hasta la fecha, además
de poemas inéditos y coplas
Javier Garciadiego narra en este libro
los antecedentes históricos, sociales
y económicos que incidieron en la
formación y consolidación de dos
instituciones culturales mexicanas: el
Fondo de Cultura Económica, una de
las editoriales más importantes de
América Latina, y La Casa de España,
que se convertiría a la postre en El
Colegio de México. En esta
apasionante y fecunda historia
tuvieron un lugar preponderante
tanto la penetración del pensamiento
europeo a España como la llegada a
México de los intelectuales españoles
exiliados durante la Guerra Civil. El
autor muestra la forma en la que esta
conjunción preparó el terreno fértil en
el cual el Fondo de Cultura Económica
inició su labor de traducir y editar las
grandes obras del pensamiento
universal, y con ello marcar la
inserción de México a los grandes
debates e ideas del siglo XX.
Libros sobre Libros
1ª ed. 2016, 538 pp.
UNA MODERNIDAD CRUEL
JEAN FR ANCO
FR ANCISCO HERNÁNDEZ
Poesía
1ª ed. 2016, 2 volúmenes
A través de sus páginas, esta obra de
Jean Franco, profesora emérita en
literatura comparada de América
Latina por la Universidad de
Columbia, y considerada una de las
pioneras en este campo, ofrece un
profundo análisis agudo sobre el
ejercicio sistemático de la violencia en
los países latinoamericanos desde la
década de 1960 hasta nuestros días.
La crueldad es un elemento
constitutivo de la modernización en
las sociedades latinoamericanas; las
manifestaciones y los perpetradores
reciben diferentes nombres, aunque la
problemática es la misma. Le hará
cuestionarse al lector ¿por qué las más
graves violaciones a los derechos
humanos han ocurrido en contextos
democráticos? ¿Cuáles son los
elementos que posibilitan el ejercicio
de la crueldad sin que esto sea visto
como un crimen? Una obra básica
para entender el proceso histórico que
ha llevado a esta modernidad a la
deshumanización de las víctimas, el
intento de supresión de su memoria y
el legado de pérdida inexplicable
registrado de modo tardío en textos
literarios.
Sociología
1ª ed. en español, 2016, 392 pp.
QUINCE CARTAS
SOBRE LA EDUCACIÓN
EN SINGAPUR. REFLEXIONES
DESDE LA PERSPECTIVA
ESTADUNIDENSE
FERNANDO M. REIMERS
Y E. B. O’DONNELL (EDS.)
En 2015, un grupo de académicos de
Massachusetts visitó Singapur para
conocer de cerca el sistema de
enseñanza de ese país, donde, al hacer
de la educación un tema de prioridad
estratégica, se organizó todo un
esquema de formación docente ligado
a la idea de un líder transformador. A
partir de esa idea, dicha nación ha
obtenido en el siglo XXI óptimas
calificaciones en las pruebas
internacionales de rendimiento
escolar. Así, esta reunión de ensayos
presenta la investigación de los
expertos norteamericanos en torno a
una línea educativa que presenta seis
puntos clave: seleccionar y atraer a los
educadores de mayor calidad;
proporcionarles paquetes de
compensaciones y salarios
competitivos; profesionalizar la
docencia; desarrollar el liderazgo
escolar; priorizar la coherencia
sistémica, y enfatizar el aprendizaje
emanado de otros sistemas. En estas
quince “cartas” o breves ensayos, el
grupo dirigido por el Dr. Fernando
Reimers reflexiona acerca de las
enseñanzas e implicaciones prácticas
de un sistema educativo innovador
y exitoso.
Educación y Pedagogía
1ª ed. en español, 2016, 161 pp.
OCTUBRE DE 2016
21
Ilustración: ©A D O L F O S E R R A , E L B O S Q U E D E N T R O D E M Í
La literatura infantil:
el bosque inagotable
Fragmento de
La utilidad del deseo
J UA N V I L L O R O
UN APARATO QUE FUNCIONA
AL DESARMARSE: EL LENGUAJE
Lewis Carroll escribió Alicia en el País
de las Maravillas para Alice Liddell,
hija del decano del colegio de Christ
Church en Oxford, coautor de un
diccionario de griego clásico. No es
exagerado decir que la aventura escrita
para la hija celebra el trabajo del padre.
Carroll entiende la escritura como un
laboratorio lingüístico. A él se debe
un irrenunciable concepto filológico:
las “palabras maletín”, vocablos que
llevan otros dentro.
No hay literatura infantil sin
juegos de palabras. Uno de los errores
más socorridos de los malos practicantes del género consiste en empobrecer el lenguaje para ajustarse a un
lector de vocabulario limitado. Con el
mismo afán simplificador, consideran
que, si abundan los diminutivos, la
historia es “tierna”.
22
La relación con el lenguaje es una
aduana difícil de franquear; lo decisivo
no es simplificar el vocabulario, sino
asumir otro grado de dificultad.
Obviamente, la literatura infantil
debe servirse de un campo lingüístico
apropiado para quienes cursan la
educación primaria, pero eso no
implica renunciar a la invención
de palabras o a jugar con ellas. Un
personaje de los hermanos Grimm
debe su fortuna a un fascinante
nombre abstruso: Rumpelstizchen.
Del mismo modo, Humpty Dumpty
cautiva menos por ser un huevo que
por llamarse así. ¡Bienvenidos al lugar
del abracadabra, el poema y el baile del
Jabberwocky, de Lewis Carroll, y los
pingüinos de Francisco Hinojosa que
festejan la vida exclamando “yanka,
yanka, tubú, tubú”!
En su espléndido libro Chamario
(en Venezuela “chamo” es niño), el
poeta Eugenio Montejo honró la
inteligencia infantil con versos que
se estructuran como un juego de Lego.
Su poema “La bicicleta” es un
ejemplo de este gozoso ensamblaje;
las palabras se convierten en un
medio de transporte; giran como
la rueda, no siempre visible, de un
vehículo:
La bici sigue la cleta
por un ave siempre nida
y una trom suena su peta…
¡Qué canción tan perseguida!
El ferro sigue el carril
por el alti casi plano,
como el pere sigue al jil
y el otoño a su verano.
Detrás del hori va el zonte,
detrás del ele va el fante,
corren juntos por el monte
y a veces más adelante.
Allá se va el corazón
en aero plano plano
y con él se va la canción
escrita en caste muy llano.
Montejo demuestra que no hay
variante literaria más proclive a los
neologismos —y, en este sentido, más
joyceana— que la literatura infantil.
Ningún clásico ha pasado por ahí sin
reinventar el idioma. Los artificios
lingüísticos pertenecen a la naturaleza
del género por la sencilla razón de que
sus lectores se asoman al amanecer del
idioma: cuando las palabras son algo
que se aprende, resulta más fácil, más
atractivo y más necesario
transformarlas.
Obviamente, un poema como el de
Montejo se dirige a un niño con buen
vocabulario para su edad (descomponerlo sólo divierte si también se sabe
armarlo). En la literatura infantil, la
OCTUBRE DE 2016
LA LITERATURA INFANTIL: EL BOSQUE INAGOTABLE
alborada del idioma no atañe a la
condición preverbal de los bebés, sino
a una etapa posterior, en la que se
descubren palabras día a día, los años
en los que el lenguaje es algo aún por
adquirirse. Esta continua renovación
permite que se juegue con mayor
provecho que en la edad adulta,
cuando el “dominio del lenguaje”
exige la expresión “correcta”.
Al escribir El profesor Zíper y la
fabulosa guitarra eléctrica me propuse
crear una tecnología tan desconocida
para los niños como para mí mismo,
pero que pudiera entretenernos a
ambos. El protagonista es experto en
“electrofrenética”, dispone de escalones “quecosaédricos” para que los
ladrones se resbalen en caso de entrar
a su casa y cuenta con un aparto que
condensa cualquier partícula: el
Supercuinch.
Tan importante como inventar
palabras es renovar el sentido de las
que ya existen. El doctor Cremallerus,
temible rival de Zíper, domina todas
las artimañas de la villanía menos la
de insultar. Me pareció sugerente
que el personaje que encarna el mal
tuviera esa limitación. En su peculiar
visión del mundo cree que el ultraje
más ofensivo es “mortadela”. Por otra
parte, los nombres de los rivales aluden
a un mismo concepto: “cremallera”
y “zíper”, que significan lo mismo; el
mal y el bien tienen idéntico origen.
Escrita desde el presente, la
literatura para niños permite un
regreso imaginario al momento en
que las palabras se fraguaron por
primera vez. De ese caldero lingüístico
no pueden surgir las voces de siempre.
En 1851, Jacob Grimm dio una
conferencia en la Academia de
Ciencias de Berlín sobre el origen del
lenguaje. En su condición de filólogo
comparó la lengua con un follaje que
crece en forma inextricable. La idea de
la foresta encantada ha sido esencial a
los filólogos y a los autores de cuentos
de hadas. Pocos años más tarde, en
1884, James A. H. Murray, director del
titánico Oxford English Dictionary,
publicó un anuncio para reclutar
colaboradores en el que decía: “Somos
pioneros de un bosque inexplorado”.
Los diccionarios, la historia de las
palabras y los relatos para la edad
primera suceden en un bosque donde
hay que orientarse siguiendo migas
de pan. Escribir literatura para niños
significa reproducir los procesos de
aprendizaje, invención y fijación del
lenguaje.
Llama la atención que un género
perfeccionado por filólogos como
Tolkien y los hermanos Grimm,
matemáticos como Lewis Carroll y A.
A. Milne (autor de Winnie Pooh) y
medievalistas como C. S. Lewis (autor
de las siete Crónicas de Narnia) sea tan
poco estudiado en la Academia. Por
otra parte, los premios nacionales de
literatura rara vez van a dar a autores
del género. Como en los tiempos en que
los niños se encontraban confinados
a una antesala de la cultura, reserva de
la que sólo saldrían en la edad adulta, la
recepción de la literatura infantil opera
en un territorio sumamente restringido, un kindergarten —o quizá sería
mejor decir un “apartheid”— de la
crítica y la enseñanza.
Y, sin embargo, su impacto en la
representación de la realidad ha sido
mucho más poderoso de lo que suele
pensarse.
UNA FILOSOFÍA PARA JUGAR
Resulta casi imposible escribir una
historia infantil sin establecer algún
OCTUBRE DE 2016
tipo de lucha entre el bien y el mal. La
ficción adulta puede ser una evasión
sofisticada, un entretenimiento de
primer orden; la literatura infantil
debe ser eso y algo más: una disquisición ética.
Hay un caso ejemplar de un filósofo
consagrado a la fábula: Sócrates pasó
el último día de su vida versificando a
Esopo. Poco antes de morir, demostró
a sus verdugos que sus manos podían
ser sometidas con grilletes, pero
no su mente. La elección de Esopo
es significativa. Toda fábula entraña
una moraleja. Injustamente acusado,
Sócrates conquistó su libertad bajo
palabra. En su última hora demostró
lo que vale una fábula.
No hay modo de exagerar la
importancia de las aventuras para
la mente infantil. Alexander von
Humboldt descubrió su fascinación
por los parajes remotos al leer una
adaptación para niños de Robinson
Crusoe, hecha por su tutor, Joachim
Heinrich Campe, quien también
escribió silabarios para aprender a
leer y fundó una librería especializada
en temas educativos.
cia y, algo aún más difícil, de
convivencia.
EL ESFUERZO DE SER FELIZ
Cuando empecé a escribir cuentos
para niños pensé que uno de los
aspectos más relajantes del género
sería el de llegar a un final feliz. La
experiencia adulta nos vuelve escépticos: la dicha sin fisuras resulta
inverosímil y un final donde los
protagonistas queden contentos
parece hecho en Hollywood.
En la literatura adulta, la felicidad
existe en calidad de prefiguración; es
algo que se proyecta más allá del libro.
Una de las grandes paradojas de la
lectura es que un placer intenso puede
venir de un pasaje triste o doloroso.
El arte transforma lágrimas en
metáforas y angustias en melodías.
En cambio, en la literatura infantil
la felicidad es un requisito moral. Su
comparecencia resulta obligatoria,
pero debe venir de un triunfo del bien.
Estamos ante una teoría del conocimiento que reclama una solución
ética. En otras palabras: la dicha de los
héroes debe ser merecida. Llegar a la
Si el niño es menospreciado como lector,
el resultado será insulso. Estamos ante una
mente de alta exigencia, determinada por
un amplísimo interés en la fabulación,
que admite tanto el realismo extremo como
lo sobrenatural, pero sobre todo, estamos
ante una mente determinada por la lógica.
No es fácil ser a un tiempo exagerado
y riguroso. Tal es el desafío que presenta
el lector infantil […]
La historia de Defoe adaptada por
Campe fue el antecedente de los viajes
de Alexander von Humboldt al
continente americano y de su titánico
Cosmos. Por su parte, su hermano
Wilhelm fue pionero del territorio
gemelo a la fabulación infantil:
la filología.
El novelista que tanto influyó en
los hermanos Humboldt se había
beneficiado de la lectura de John
Locke. Daniel Defoe estudió en una
academia de protestantes disidentes
donde se leía al precursor del liberalismo, proscrito en las universidades
de Oxford y Cambridge. Entre los
muchos empeños de Locke destaca
una antología de las fábulas de Esopo
adaptadas por él mismo al inglés de su
época. No es casual que alguien
interesado en la literatura infantil
concibiera la idea de la tabula rasa,
el desafío de que el hombre entienda
desde cero, por sí mismo. ¿Y hay mejor
representación de la tabula rasa que
una isla desierta? Esopo influyó en
Locke, quien a su vez influyó en Defoe,
estímulo decisivo de los hermanos
Humboldt. Una cadena de sentido que
transformó la cultura de Occidente.
De Crusoe a Tarzán, pasando por
los habitantes del Bosque de los Cien
Acres, la literatura infantil ha practicado el principio lockiano de pensar
en soledad. Aislados del resto del
mundo, los personajes deben encontrar su propio método de superviven-
meta no puede derivar de una chiripa;
tiene que ser una conquista. Decir
“colorín colorado” o “fueron felices y
comieron perdices” no basta. El
teorema planteado por el autor
reclama estricta solución: si el héroe
carece de méritos, no puede gozar en
la última página.
Al ocuparse del mal, el escritor
alude a las amenazas del mundo
externo, pero también a las posibilidades de los propios niños de ejercer la
maldad: algunos diablos y algunas
brujas son internos. La mente infantil
lidia con los terrores de la realidad y
con los que ella misma crea. En este
sentido, el final feliz representa el
cumplimiento del bien en el terreno
de los hechos, pero también es una
tranquilizadora experiencia interna:
con su lectura, el niño contribuye a
que las pulsiones negativas, de las que
él forma parte, pierdan la pelea.
Ser feliz vale la pena porque cuesta
trabajo.
alta exigencia, determinada por un
amplísimo interés en la fabulación,
que admite tanto el realismo extremo
como lo sobrenatural, pero sobre todo,
estamos ante una mente determinada
por la lógica. No es fácil ser a un
tiempo exagerado y riguroso. Tal es el
desafío que presenta el lector infantil;
si las reglas se violan, el juego pierde
chiste: el hada que promete tres
deseos no puede regalar otro más.
En “El poeta y los sueños diurnos”,
Freud señala que lo contrario al juego
no es la gravedad, sino la realidad. El
espacio lúdico es enormemente serio,
como lo prueba la concentración del
niño que juega y accede a una zona
imaginaria donde todas las posibilidades pueden cumplirse, siempre y
cuando se ajusten a normas. La
fantasía es estricta; divierte porque
inventa su propia disciplina.
Michel Tournier, que estudió
filosofía con Heidegger, reescribió la
historia de Crusoe para adultos
(Viernes o los limbos del Pacífico) y
para niños (Viernes o la vida salvaje).
Alguna vez declaró que sus lectores
favoritos eran los niños y los filósofos,
dos públicos apartados en lo que se
refiere a las edades, pero unidos por
los intereses de la lógica y la ética.
Entre los intereses filosóficos de
la literatura infantil se cuentan la ya
mencionada lucha entre el bien y el
mal, los procesos de conocimiento,
el origen y el sentido de la vida, los
misterios del tiempo, los insondables
desafíos de la naturaleza, la fuerza de
los deseos, la superación del miedo y la
preparación para la muerte. No hay
modo de escribir satisfactoriamente
para niños sin jugar a entender el
sentido de la vida. Lo divertido es
demasiado importante para ser
tomado a la ligera. Un juego apasiona
tanto como sus reglas: en Peter Pan
los niños necesitan polvo de hadas
para volar en piyama hasta el país de
Nunca Jamás; en este entorno, volar
sin polvo es un error literario, una
violación del código.
En ocasiones, el sentido profundo
de un texto infantil se entiende
avanzada la trama. En Alicia en el País
de las Maravillas, la protagonista se
siente inmersa en una alucinación o
en un sueño hasta descubrir que eso
puede ser un recuerdo. La historia es
“verdadera”: en otro tiempo ella
estuvo ahí. La regresión esencial a la
literatura infantil se cumple en forma
maestra.
De acuerdo con C. S. Lewis, es más
fácil que un lector crea en la lógica de
los cuentos de hadas que en situaciones estrafalarias de la vida cotidiana.
Al afirmar esto defiende el subgénero
en el que fue maestro, el fantasy, pero
menosprecia el desafío de fabular a
partir de lo ordinario. Resulta más
difícil ubicar un cuento infantil en un
taxi, como hace Gianni Rodari, que en
un castillo hechizado. La cotidianidad
llevada al límite es una frontera más
lejana. W
LAS SORPRESAS SON LÓGICAS
Las historias sobrenaturales, fantásticas, barrocas y desmedidas tienen
buena oportunidad de triunfar con los
lectores infantiles, a condición de que
cumplan reglas severas.
Como toda rama del arte, la
literatura infantil es una forma de la
complejidad. Si el niño es menospreciado como lector, el resultado será
insulso. Estamos ante una mente de
Juan Villoro es escritor, traductor y
colaborador de diversas publicaciones.
Cuenta con más de treinta obras
publicadas y diversos reconocimientos
dentro y fuera del país.
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J uan Villoro
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