[email protected] www.dedete.cu ¡Última función de un preferido! ESTA tarde a las 5:00 p.m., en el tetro Karl Marx ¿Jura decir la verdad?, y su espectáculo Relacioncidio. Chivichana promete poner wifi al solar y... Con: Ulises Toirac (Chivichana), Hilario Peña (El señor Juez), Geonel Martín (Secretario), Aleanis Jáuregui (Cuquita la Mora), Otto Ortiz (Pipo la Tranca) y José Téllez (El Nano). ¡Si no ha ido aún, no deje de ir hoy! Porque, como dice un viejo proverbio asiático, para Jura decir la verdad, ¡El mañana no existe! (JAPE) Una apacible mañana de domingo por JAPE HABÍA amanecido con una radiante luz solar que se filtraba por las ramas del coposo árbol junto a la panadería. Corría la brisa, nadie gritaba, los autos no sonaban indiscriminadamente su claxon. Ni siquiera a lo lejos se dejaba escuchar algún reguetón impertinente. Todo era paz, y para colmo, La familiar, nombre de la susodicha casa del pan, había abierto sus puertas con un exquisito y amplio surtido. Pan duro, suave, bonete, redondo, palitroque, galletas y algunas variedades de dulces. Una pequeña fila, de no más de diez personas, caminaba armoniosamente al compás del melodioso trinar de una pandilla de gorriones. Un dependiente, un único dependiente, afable, sonriente, fresco como una lechuga, atendía el pedido de cada cliente. De pronto llegó alguien. Un hombre relativamente joven con cara de pillo, de esos que se las saben todas, e hizo una pregunta más larga que la acostumbrada hasta ese instante: —¿Quién es el último… para el pan suave? Todos en la pequeña cola se miraron sorprendidos. Alguien respondió tímidamente: —Todo es una misma cola. —¿Cómo que una misma cola, si aquí todo el mundo sabe que la gente compra más pan duro que suave? —casi vociferó el pillo recién llegado, y agregó: —Aquí siempre han pasado dos del pan duro y uno del pan suave. Todos volvieron a mirarse con cierta incertidumbre. Una señora mayor, de los más alejados en el turno, dijo: —Yo estoy para pan suave. Y otro más dijo: —Yo también. Así nació la cola número dos, en la que nuestro amigo, el pillo, hacía el tres. Apenas había ganado un puesto, de no haberse compartimentado la cola. Él sonreía satisfecho. Ahora se despachaban dos panes duros y un pan suave. Minutos después, otro, más pillo, llegó y preguntó: —¿No hay nadie para el palitroque? Todos se miraron,incluyendo al pillo primero. El recién llegado ripostó rápidamente: —¡Aquí el palitroque nunca ha hecho cola! —y sin pensarlo dos veces se posicionó en la vanguardia y le conminó al único dependiente: —¡Dame un paquete de palitroques! —¡Yo solo quiero un dulce, así que no tengo que hacer la cola de los panes! —dijo una muchacha desde atrás e inmediatamente se puso delante. Una señora mayor apuntó: —¡Soy jubilada y además tengo papel de minusválida! De la multitud que crecía ante el tranque producido por la restructuración de la cola se escuchó una voz que cuestionó: —¿Y qué hace en la calle un domingo tan temprano? ESTA ES MI SINFONÍA INCONCLU… —¡Ese es mi problema y a usted no le importa! —respondió tajante la vieja. La apacible mañana se fue convirtiendo en un tormentoso día. Los gorriones callaron. Las voces humanas enrarecieron el ambiente. En La familiar todo era discordia. La única y pequeña fila se había convertido en varias colas: para el pan duro, para el pan suave, el palitroque, para el dulce… pasaban dos de la cola y un cola’o. Los que llegaban marcaban en varios puestos porque no tenían claro detrás de quién iban y qué hacer si querían dos productos de colas diferentes… El único dependiente, afable, sonriente, fresco como una lechuga, que otrora atendía el pedido de cada cliente, ya no estaba afable, ni sonriente, ni fresco… y gritaba a duras penas: —¡Caballero, pónganse de acuerdo que soy uno solo!
© Copyright 2024