LA PERSONALIDAD HISTÓRICA DE FRANCISCO DE JEREZ, FUNDADOR DEL CONVENTO DE CAPUCHINOS DE JEREZ El convento de Capuchinos de Jerez, sede canónica de la hermandad de la Defensión, fue fundado como convento capuchino en 1661 por el fraile Francisco de Jerez. 1 Francisco Gough Cusacho Flecher Morgen Cabeza de Vaca y Martínez de Sánchez nació en Jerez un día de 1613, hijo de nobles irlandeses por parte paterna y nobles jerezanos por parte materna. Sus antepasados paternos llegaron a Dublín huyendo de la persecución de Cronwell contra los católicos británicos. Su padre, Eduardo Gough, se estableció posteriormente en España en el siglo XVII. No sabemos bien los motivos por los cuáles se estableció precisamente en Jerez. Quizá pudo deberse a actividades comerciales vinateras existentes ya entre Irlanda y Jerez, que fueron continuadas y consolidadas en siglos posteriores. Fue su abuelo Patricio Gough, senador perpetuo y gobernador de Dublín. Su madre, la jerezana María Flecher Morgen Cabeza de Vaca y Martínez de Sánchez, era descendiente del noble y prestigioso linaje de los Cabeza de Vaca, emparentados a su vez con apellidos ilustres jerezanos como Dávila, Mirabal, Ponce de León, etc. Fue su abuelo materno Guillermo Flecher Generoso, casado con Catalina Martínez de Sánchez. Francisco era descendiente de nobles. Aún así, no dudó desde la temprana edad de 20 años en hacer votos en una orden de predicadores pobres como era la orden capuchina. Su ilustre apellido quedó oculto para llamarse por la toponimia de su origen: Francisco “de Jerez”. La biografía más completa que tenemos de Francisco de Jerez fue realizada por el padre capuchino Ambrosio de Valencina en su “Reseña histórica de la orden capuchina”.2 También Aporta numerosos datos biográficos Carlos Zarzuela Moreno en su obra “La historia de los capuchinos en Jerez, su iglesia y el Cristo de la Defensión”.3 1 Caballero Ragel: “La personalidad histórica del capuchino Francisco de Jerez” en Revista “Jerez en Semana Santa”, nº 5, Jerez, Hermandad del Santo Crucifijo de la Salud, 2001, pp. 297- 303. 2 Valencina, Ambrosio de: “Reseña histórica de la orden capuchina”, Sevilla, 1908, volumen IV, capítulo XVI:“Vida del Rm. y V. P. Francisco de Jerez”. 3 Zarzuela Moreno, Carlos: “La historia de los capuchinos en Jerez, su iglesia y el Cristo de la Defensión” en “Retazos para la Historia Turística de Jerez y su comarca”, tomo I, s/l, editorial Edixeres, 1998. Francisco de Jerez fue un intelectual, un gran estudioso de todos los saberes de la época. A los 19 años era ya maestro de filosofía. El 16 de febrero de 1633 tomó el hábito capuchino en el convento de Sevilla de manos de Fray Gaspar de Sevilla. Profesó, tras el reglamentario año de prueba, ante Fray Agustín de Granada, comisario general. Cursó con provecho los estudios de teología. Con 28 años fue erigido en “lector” de la orden. No en vano, destacaba por su gran facilidad de palabra y grandes dotes de oratoria. Dominaba a la perfección la gramática castellana e inglesa, así como el latín, el griego antiguo y la lengua romance italiana. Grabado del monje capuchino Francisco de Jerez. Su sabiduría le llevó a ocupar altos cargos eclesiásticos. Fue predicador de los reyes Felipe IV y Carlos II. En 1646, con 33 años, fue erigido en guardián del convento capuchino de Málaga. Posteriormente fue nombrado guardián del convento de Sevilla. Fue precisamente en Sevilla donde se hizo una persona influyente y popular. Posteriormente fue elegido Definidor Provincial de la orden y Ministro Provincial de la orden en Andalucía en 1654, con 41 años. En 1656 asistió al primer capítulo general de la orden que se celebró en Roma, donde brilló por su sabiduría. Incluso fue propuesto como Definidor General de la orden, recibiendo numerosos votos. En septiembre de 1660 fue elegido por segunda vez ministro provincial. En 1661 fundó el convento de capuchinos en su patria local, Jerez. Posteriormente, en su segundo capítulo en Roma recibió 60 votos para Definidor General de la orden. Aunque no fueron suficientes, sí puso de manifiesto el prestigio de Francisco de Jerez dentro de la orden capuchina. En 1665 fue elegido de nuevo en Granada Definidor y Guardián de Convento de capuchinos de Sevilla. Destacó por entonces su amistad con el pintor Bartolomé Esteban Murillo. Hizo del convento de Capuchinos de Sevilla un referente del arte barroco mundial, sobre todo por la serie de pinturas encargadas a Murillo que embellecieron notablemente el convento. Dibujo del monje Francisco de Jerez. A pesar de fijar su residencia en Sevilla, sus visitas a Jerez eran frecuentes. Su enorme amor a Jerez le llevó a mediar en el pleito existente entre el Monasterio de La Cartuja y el cabildo jerezano en 1667 por el intento de traída de agua desde la antigua fuente de la Alcubilla hasta la ciudad, obra que finalmente realizó el hermano lego capuchino Fray Pedro de Teba, que poseía grandes dotes de ingeniero. El Ayuntamiento pretendía comprar una huerta próxima a la fuente propiedad de la Cartuja que poseía un importante pozo, lo que conseguiría aumentar el caudal de agua para el abastecimiento de los jerezanos. Los cartujos se negaron a vender su huerta con dicho pozo, iniciándose un penoso pleito entre la ciudad y el monasterio. Sin embargo, la mediación de Francisco de Jerez hizo razonar a los cartujos sobre el bienestar que produciría en la ciudadanía, lo que motivó que éstos rectificaran e incluso llegasen a regalar la citada propiedad al Ayuntamiento jerezano.4 Azulejo representando a Francisco de Jerez en el Convento de Capuchinos de Jerez. FRANCISCO DE JEREZ Y BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO Siendo por segunda vez guardián del Convento de Sevilla llevó a cabo en 1666 la reforma del convento sevillano, y bajo su mandato se realizaron las famosas pinturas del altar mayor ejecutadas por Bartolomé Esteban Murillo. En total fueron 22 lienzos, la mayoría de ellos conservados actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, adonde llegaron tras la desamortización de 1836. Francisco de Jerez, como hombre de su tiempo, supo ver en el arte cristiano triunfalista de Trento, que se concretaba en el barroco, una forma más que válida para aumentar la devoción de los fieles. Por ello supo valorar y proteger el arte de su época, aprovechando su posición dentro de su orden para convertirse en mecenas de artistas. Entre ellos se encontraba Murillo, con 4 Moreno Zarzuela, Carlos: Ob. Cit, p. 3. quien le unió una gran amistad.5 Vio en los pinceles de Murillo al artista que tan alta fama llegaría a tener. Fue su confesor, protector, admirador e incluso inspirador de algunos de sus cuadros como el de “San Leandro entregando el convento de Sevilla a los capuchinos”, idea que sugirió al pintor nuestro fraile capuchino. “San Leandro entregando el Convento de Sevilla a los Capuchinos”, obra de Murillo que fue inspirada por Francisco de Jerez. Museo de Bellas Artes de Sevilla. Bartolomé Esteban Murillo fue un cristiano convencido, piadoso y de fe ardiente. Sin entender ese ideal sería imposible reconocer por completo la valía de su pintura. A pesar de que ya gozaba de éxito como pintor, tras la muerte de su mujer Beatriz Cabrera, Murillo entró en una depresión profunda acentuada al ver a sus tres hijos de corta edad huérfanos de madre. Fueron sus amigos monjes capuchinos los que le ayudaron a salir de tal estado de abatimiento y recuperarlo vivamente para la historia del arte. Era frecuente verlo, por entonces, en la huerta del convento capuchino de Sevilla paseando con Fray Andrés de Sevilla y el guardián Fray 5 Valencina, Ambrosio de: Ob.Cit, tomo IV, capítulos XI y XII, p.p.89-129. Francisco de Jerez. El convento sevillano se convirtió en el taller del pintor que se constituyó en su segunda casa, instalando su estudio en la librería.6 “Virgen de la Servilleta” de Murillo, realizado por encargo de Francisco de Jerez para el Convento de Capuchinos de Sevilla. Francisco de Jerez consiguió hacer de dicho convento un centro artístico de primera magnitud, siempre acorde con la estética del barroco. Según nos relata la historiadora Alicia Cárdenas, fue el mismo fray Francisco de Jerez junto con fray Andrés de Sevilla, limosnero mayor de negocios del convento, quienes consiguieron las donaciones económicas particulares para la realización del ciclo de pinturas, todo ello debido al enorme prestigio que ambos frailes tenían en Sevilla.7 El propio pintor se avino a cobrar menos y a priorizar el encargo atendiendo a su devoción a los capuchinos y a su amistad personal con los frailes. De hecho, cuando Fray Francisco de Jerez dejó de ser guardián del convento en 1666, los trabajos de Murillo se interrumpieron durante más de un año. La reforma del convento sevillano fue costeada por la 6 Cámara, Alicia: “Bartolomé Esteban Murillo”, en Colección “El Arte y sus creadores”, nº 18, Madrid, Historia 16, 1993, p.80. 7 Cámara, Alicia: Ob. Cit, p.80. Cita como principales donantes a Juan Ordoñez de Pineda, el capitán D. Juan de Trujillo, el caballero de Santiago D. Juan de Portugal, el canónigo D. Bernardo Duque de Estrada, los comerciantes Diego Maestre, Miguel Usarte y Flor de Cárdenas. devoción del licenciado Juan Ordóñez de Pineda. Sabemos que Francisco de Jerez gastó 45.916 reales en un solo año en embellecer el convento sevillano.8 Pinturas de Murillo del Convento de Capuchinos de Sevilla. Fueron realizadas por encargo de Francisco de Jerez. Actualmente están en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. De estos momentos son una inmortal Inmaculada de manto azul, muy representativas del pintor sevillano, La Virgen de la Servilleta, San Félix de Cantalicio, San Juan Bautista, San Antonio de Padua, Santas Justa y Rufina, El Santo Jubileo de la Porciúncula....todos ellos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, adonde llegaron tras la Desamortización de 1836. También llegó a pintar un retrato de su amigo y confesor Francisco de Jerez, una copia del cual es el único retrato existente de su persona. 8 Valencina, Ambrosio de: Ob. Cit., Capítulo XVI, p.187. A pesar de que Murillo era reclamado para la realización de otros encargos y hasta el propio Carlos II lo pretendía para que pintara en la corte, siguió durante mucho tiempo trabajando en los Capuchinos de Sevilla. De ahí que en corrillos populares sevillanos se hiciera célebre la frase “Lo que no pudo el rey, lo pudo el fraile”. La estrecha relación que unió a Murillo con los capuchinos se observa claramente en los sucesos que provocaron su muerte tras la caída del pintor de un andamio cuando ejecutaba las pinturas en el convento de la orden en Cádiz. UN MONJE JEREZANO PROPUESTO PARA PONTÍFICE En 1667 volvió a ser elegido de nuevo Ministro Provincial, y ese mismo año, en el capítulo de la orden en Roma fue elegido Definidor General de la orden. Durante cuatro años estuvo en la curia de Roma, donde se convirtió por su enorme sabiduría en una persona influyente. En 1671 fue reelegido Definidor general de la orden, obteniendo 44 votos para General y 31 para Procurador General. Siguió varios años más en Roma, y gracias a su talento, alcanzó fama y popularidad. Como hecho significativo hay que citar como tras la muerte del papa Clemente X en 1676, obtuvo en el cónclave siguiente cinco votos para ser papa, sin ser ni siquiera conclavista y teniendo sólo la dignidad de presbítero, algo completamente extraordinario que ponía de manifiesto el valor dentro de la cristiandad de este monje jerezano. Quizá fue durante un tiempo el religioso español de más prestigio en Roma y se convirtió en el nexo de unión entre la embajada de España y el Vaticano. Sólo la envidia de otros religiosos truncaron su camino hacia más altas dignidades Numerosos escritos circularon entonces por toda la curia acusando al padre Francisco de haber pertenecido él y su familia a la herejía protestante. Este hecho impidió que fuese nombrado General de la orden en el capítulo de 1678.Por este motivo tuvo que levantar pleitos, no para defender su honor que a él honestamente importaba poco, sino para defender las calumnias vertidas contra su familia. El propio embajador de España tuvo que intervenir mandando arrestar a los dos autores de las calumnias, que no tuvieron más remedio que huir de Roma. Ambrosio de Valenciana apunta al capuchino Fray Martín de Torrecillas y a uno de sus custodios que acudieron al capítulo general de la orden en Roma como los dos calumniadores del padre Francisco. Posteriormente, ambos obtuvieron el perdón del ofendido y del embajador de España en Roma.9 Tras 12 años de estancia en Roma, la abandonó definitivamente. Su personalidad era tan alabada en Jerez que en 1679 se levantó sólo para su persona la cuarentena por epidemias de peste, para que el padre Francisco pudiese visitar su convento. Estuvo en Jerez hasta febrero de 1680, marchando posteriormente a Sevilla. Allí, por deseo de su amigo el arzobispo Ambrosio Ignacio de Espínola, aceptó predicar en la catedral el lunes de cuaresma. Fue tan interesante su predicación que desde entonces se implantó la tradición de que siempre predicase un monje capuchino el primer lunes de cuaresma. Entre 1860 y 1864 estuvo en el convento de Jerez, finalizando las obras del convento, que aún duraban desde 18661. A igual que hizo con el convento de Sevilla, quiso hacer del convento jerezano un referente cultural y artístico, embelleciéndolo con reliquias y obras de arte notables. En 1684 fue llamado a la corte por Carlos II para ejercer de predicador del rey en la capilla real y pertenecer a la junta de teólogos. Tras una de estas sesiones encontró la muerte repentina ese mismo año, con 71 años de edad y 51 de religión. En todos los conventos de España y en todos los conventos capuchinos del mundo se hicieron honras fúnebres. El propio cabildo jerezano costeó unos solemnes funerales, no descartándose que fuese definitivamente enterrado en el propio convento jerezano, fundado y embellecido por él mismo. Dejó pocos escritos. Parada y Barreto le atribuye El Sermón de la Santa Eucaristía (Málaga, 1647), Oratio in Festivitate Novi Culti Beati Ferninandi (Roma, 1671) y Apología Varia (s/l,s/f).10 9 Valencina, Ambrosio de: Ob. Cit., Capítulo XVI, p.193. Parada y Barreto,, Diego Ignacio:” Hombres ilustres de la ciudad de Jerez de la Frontera. Resumen histórico de la misma población”, Jerez, Imprenta del Guadalete, 1875, p.p. 236-237. 10 Existe una copia de un retrato suyo, tomado de un original realizado por Murillo que está en paradero desconocido. En el retrato original, regalado a la orden por el propio Murillo en agradecimiento a su amistad, se le retrataba con larga barba, hábito capuchino con capucha y esbozando una ligera sonrisa. Aparece su escudo de armas junto con las palabras “Fides non timet”.11 Jesús Caballero Ragel 11 “La fe no tiene miedo”. Agradezco su traducción al latinista e historiador, Francisco Antonio García Romero.
© Copyright 2024