Esperar en Dios 3 Julio 2016 Randy Kilgore El Señor […] es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (v. 9). Lectura: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, !!cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito” (2 Pedro 3: 8-15) Mientras iba en un autobús del aeropuerto, unos pasajeros le dijeron al conductor que se detuviera. Parecía que no llegaríamos a tiempo para el otro vuelo, y esto sacó de quicio a uno de los pasajeros. Explotó contra el chofer, insistiendo en que ignorara la orden o lo demandaría. Justo en ese momento, un empleado llegó a toda velocidad, con un maletín. Miró al hombre enojado y, con actitud triunfante, se lo mostró. Tras recuperar el aliento, dijo: «Olvidó su maletín. Escuché que tenía una reunión muy importante, y supuse que lo iba a necesitar». A veces, me impaciento con Dios; en especial, respecto a su retorno. Me pregunto: ¿Qué está esperando? Las tragedias que nos rodean, el sufrimiento de seres queridos e, incluso, las tensiones de la vida diaria parecen mayores que las soluciones que se vislumbran en el horizonte. Entonces, alguien relata su historia de cómo conoció a Jesús, o yo mismo descubro que Dios sigue obrando en medio de los desastres. Eso me recuerda lo que aprendí aquel día en el autobús. Dios conoce historias y detalles que yo ignoro, y me trae a la mente que hay otras personas aparte de mí y que debo confiar en Él. Todo se trata del plan de Dios para dar tiempo a que otros conozcan a su Hijo (2 Pedro 3:9). Señor, ayúdame a ser paciente, como lo eres tú. Espera y testifica hasta que Jesús vuelva. Fuente: Ministerios Nuestro Pan Diario www.nuestropandiario.org
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