7 de junio de 2016 Nº 99

7 de junio de 2016
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Nº 99
L a caída del cr ecimiento global, por Nour iel R oubini
V olver a encender el cr ecimiento en las economías emer gentes, por M ichael Spence
Siete lecciones sobr e constr ucción de E stados, por C ar l B ildt
Un impuesto común par a financiar la cr isis de r efugiados, por G untr am B . W olff
E l sistema financier o global tiene las defensas baj as, por Stefan G er lach
“ H or izontes 2030: la igualdad en el centr o del desar r ollo sostenible” , por A licia B ár cena
L os 7 peligr os que pueden causar una catástr ofe de alcance global
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1. LA CAÍDA DEL CRECIMIENTO GLOBAL, POR NOURIEL ROUBINI
Recientemente, el Fondo Monetario Internacional y otros organismos revisaron a la baja (una
vez más) sus pronósticos de crecimiento global. No es extraño: hoy la economía mundial tiene
pocas luminarias, y muchas de ellas se apagan velozmente.
Entre las economías avanzadas, Estados Unidos lleva dos trimestres con 1% de crecimiento
promedio. La extensión de la flexibilización monetaria reforzó una recuperación cíclica en la
eurozona, pero en la mayoría de los países el crecimiento potencial sigue muy por debajo de
1%. En Japón, la “Abenomics” se está quedando sin fuerza; la economía viene frenando desde
mediados de 2015 y ya está cerca de la recesión. En el Reino Unido, la incertidumbre por el
referendo de junio sobre la permanencia en la Unión Europea provoca que las principales
empresas difieran la toma de personal y la inversión de capital. Y otras economías avanzadas
(como Canadá, Australia y Noruega) se enfrentan a dificultades por el abaratamiento de los
commodities.
Para la mayoría de las economías emergentes las cosas no andan mucho mejor. De los cinco
países del grupo BRICS, dos (Brasil y Rusia) están en recesión; uno (Sudáfrica) apenas crece;
otro (China) atraviesa una abrupta desaceleración estructural; a la única que le está yendo bien
es a la India, solo porque (en palabras del presidente de su banco central, Raghuram Rajan), en
el país de los ciegos, el tuerto es rey. Muchos otros mercados emergentes también se frenaron
desde 2013, debido a malas condiciones externas, fragilidad económica (derivada de unas
políticas monetaria, fiscal y crediticia laxas en los años buenos) y, muchas veces, el abandono
de las reformas promercado y la adopción de variantes del capitalismo de Estado.
Para peor, el crecimiento potencial disminuyó tanto en las economías avanzadas como en las
emergentes. En primer término, altos niveles de deuda pública y privada restringen el gasto
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(especialmente la inversión en capital, promotora del crecimiento, que disminuyó como
porcentaje del PIB después de la crisis financiera global y no se recuperó a los niveles
precrisis). Esta caída de la inversión implica menos crecimiento de la productividad, a la par
que el envejecimiento poblacional en los países desarrollados (y en cada vez más mercados
emergentes, como China, Rusia y Corea) reduce la participación de la mano de obra en la
producción.
El aumento de la desigualdad de ingresos y distribución de la riqueza agrava el exceso global de
ahorro (que es la contracara del déficit global de inversión). Conforme los ingresos se
redistribuyen de la mano de obra al capital, fluyen de quienes tienen una mayor propensión
marginal al gasto (familias de ingresos bajos y medios) a quienes tienen una mayor propensión
marginal al ahorro (familias de altos ingresos y corporaciones).
Además, una desaceleración cíclica prolongada puede reducir el ritmo de crecimiento
subyacente, en un proceso que los economistas llaman “histéresis”. El desempleo duradero
erosiona el capital humano y la capacitación de los trabajadores; y como la incorporación de
innovaciones se realiza a través de bienes de capital nuevos, la escasez de inversión reduce en
forma permanente el crecimiento de la productividad.
Por último, con tantos factores que reducen el crecimiento potencial, se necesitan reformas
estructurales para estimularlo; pero no se están implementando suficientemente rápido (ni en las
economías avanzadas ni en las emergentes), porque todos los costos se pagan al principio,
mientras que los beneficios se dan en el mediano a largo plazo: esto da una ventaja política a sus
adversarios.
Entretanto, el crecimiento real sigue por debajo de ese potencial ya reducido. Un difícil proceso
de des apalancamiento implica que el gasto público y privado debe disminuir, y que el ahorro
debe aumentar, para reducir el alto déficit y el endeudamiento. Este proceso empezó en Estados
Unidos tras la debacle inmobiliaria, después se extendió a Europa, y ahora se está dando en los
mercados emergentes que se endeudaron demasiado durante la década anterior.
Al mismo tiempo, la combinación de políticas no ha sido ideal. Una reducción demasiado
apresurada del gasto público en la mayoría de las economías avanzadas puso casi toda la carga
de reactivar el crecimiento sobre políticas monetarias heterodoxas cuya eficacia es decreciente
(cuando no son contraproducentes).
También afecta al crecimiento el ajuste asimétrico de economías deudoras y acreedoras. Las
primeras venían gastando de más y ahorrando de menos, hasta que los mercados las obligaron a
invertir la ecuación; pero a las segundas nada las obligó a aumentar el gasto y reducir el ahorro.
Esto agravó el exceso global de ahorro y la falta global de inversión.
Finalmente, la histéresis debilitó aún más el crecimiento real. Una desaceleración cíclica
disminuyó el potencial de crecimiento, y esto llevó a una mayor debilidad cíclica, conforme el
gasto se redujo en respuesta a la revisión a la baja de las expectativas.
No hay soluciones políticamente sencillas para el dilema en que hoy se encuentra la economía
global. Evitar un proceso de des apalancamiento prolongado (que bien puede durar una década
o más) demanda reducir en forma rápida y ordenada unos niveles de deuda insostenibles. Pero
no hay mecanismos de reducción ordenada de deuda para deudores soberanos, y su
implementación dentro de los países para las familias, las empresas y las instituciones
financieras es políticamente difícil.
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Además, se necesitan reformas estructurales y pro mercado para realzar el crecimiento
potencial. Pero la divergencia temporal entre costos y beneficios socava el apoyo popular a esas
medidas, sobre todo en economías que ya están frenadas.
También será difícil abandonar las políticas monetarias no convencionales, como acaba de
insinuar la Reserva Federal de los Estados Unidos al dar señales de que se tomará más tiempo
del previsto para normalizar las tasas de referencia. Entretanto, la política fiscal (especialmente
la inversión pública productiva, que estimula tanto la demanda como la oferta) sigue atrapada
en altos niveles de endeudamiento y medidas de austeridad desacertadas, incluso en países con
capacidad financiera para emprender una consolidación más lenta.
Por eso, y por ahora, es probable que sigamos dentro de lo que el FMI llama “la nueva
mediocridad”; lo que Larry Summers llama “estancamiento secular”; y lo que los chinos llaman
“nueva normalidad”. Pero a no equivocarse: nada de normal o saludable puede haber en un
proceso económico que aumenta la desigualdad y, en muchos países, lleva a una reacción
populista (desde la derecha y la izquierda) contra el comercio internacional, la globalización, las
migraciones, la innovación tecnológica y las políticas pro mercado.
Fuente: Nouriel Roubini es profesor de la Stern School of Business y fue Economista Senior de
Asuntos Internacionales en el Consejo de la Casa Blanca de Asesores Económicos durante la
administración Clinton. Ha trabajado para el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Reserva
Federal de Estados Unidos, y el Banco Mundial (BM). Este artículo de opinión fue publicado en
el portal electrónico de Project Syndicate el 02 de mayo de 2016 y se encuentra disponible en el
sitio web: https://www.project-syndicate.org/
2. VOLVER A ENCENDER EL CRECIMIENTO EN LAS ECONOMÍAS EMERGENTES, POR MICHAEL
SPENCE
No es ningún secreto que las economías emergentes se enfrentan a graves problemas, mismos
que socavaron su crecimiento que alguna vez fue explosivo y debilitaron sus perspectivas de
desarrollo. La posibilidad de que estas economías regresen a la senda que las conduzca a la
convergencia con las economías avanzadas dependerá, en gran medida, de la forma en la que
ellas aborden un entorno económico cada vez más complejo.
Por supuesto, la senda de desarrollo de estas economías nunca fue simple o llana. Sin embargo,
dicha senda se mostró relativamente clara durante la mayor parte del período posterior a la
Segunda Guerra Mundial, incluso hasta hace unos diez años atrás. Los países necesitaban abrir
sus economías a un ritmo razonable; tenían que aprovechar la demanda y las tecnologías a nivel
mundial; debían especializarse en sectores con posibilidades de actividad comercial; tenían que
ir tras una gran cantidad de inversión (alrededor del 30% del PIB); y debían promover la
inversión extranjera directa en conjunción con disposiciones apropiadas para la transferencia de
conocimientos.
A lo largo de este proceso, las economías emergentes han reconocido la importancia de permitir
que los mecanismos de mercado funcionen, garantizando los derechos de propiedad, y
preservando la estabilidad macroeconómica y financiera. Quizás lo más importante sea que ellas
sabían que debían centrarse en la generación de empleo, sobre todo en las zonas urbanas y en
los sectores modernizadores; y, de manera más amplia, debían centrarse en la inclusión e
integración.
A medida que iban tras el logro de este programa, las economías emergentes experimentaron
inicios titubeantes y numerosas crisis, todo ello a menudo asociado con un nivel de
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endeudamiento excesivo, trampas en el ámbito de las divisas y una alta inflación. Y, una vez
que alcanzaban niveles de ingresos medios, los países enfrentaban fallas estructurales y de
política, que son las que acompañan a la transición a un estado de ingresos altos. No obstante,
en un entorno mundial cada vez más abierto, caracterizado por un fuerte crecimiento (y una
fuerte demanda) en las economías avanzadas, las economías emergentes lograron un enorme y
rápido progreso.
Todo eso cambió después de la crisis financiera mundial del año 2008. Sin lugar a dudas, el
núcleo del programa de desarrollo sigue siendo el mismo. Sin embargo, dicho programa se hizo
mucho más complicado.
Un conjunto de complicaciones surge de los desequilibrios externos a escala mundial, de las
distorsiones y de la mayor volatilidad en los flujos de capital, los tipos de cambio y los precios
relativos. Si se toma en cuenta que tales desafíos son esencialmente nuevos, no hay ninguna
hoja de ruta a seguir que garantice superarlos. Al fin y al cabo, las economías desarrolladas no
habían participado anteriormente en el tipo de política monetaria no convencional que se ha
visto en los últimos años – un período caracterizado por tasas de interés ultrabajas y flujos de
capital transfronterizos ultrarrápidos.
Para las economías emergentes, con sus mercados financieros relativamente poco líquidos, tales
tendencias estimulan el exceso de dependencia en el capital externo de bajo costo, que puede ser
retirado en un abrir y cerrar de ojos. Los bajísimos costos de los préstamos también estimulan
una dependencia excesiva del apalancamiento, debilitando la voluntad para llevar a cabo
reformas necesarias con el propósito de impulsar el crecimiento potencial – y, exacerbando aún
más la vulnerabilidad de la economía frente a un cambio en las tasas de interés o en las
inclinaciones de los inversores.
Para empeorar las cosas para las economías emergentes ricas en recursos, los precios de las
materias primas se desplomaron en picada a partir del año 2014. Después de un período
prolongado de aceleración del crecimiento de la demanda, especialmente de China, los
gobiernos llegaron a considerar los altos precios de materias primas como semipermanentes –
una suposición que los llevó a sobrestimar sus ingresos futuros. Ahora que los precios cayeron,
estos países se enfrentan a enormes desequilibrios y tensión fiscal. Y, los gobiernos no están
solos; el sector privado, a su vez, cimentó sus pronósticos en supuestos optimistas para
justificar, imprudentemente, altos niveles de apalancamiento.
El crecimiento más lento de las economías avanzadas también ha debilitado los flujos
comerciales, añadiendo fuerza a los vientos en contra. Tal como observó Mohamed El-Erian, en
la economía mundial, el vecindario que tiene una determinada economía – es decir las
economías con las que tiene vínculos económicos o financieros – reviste importancia. Esto es
aún más cierto en el caso de las economías emergentes, mismas que se han tornado en altamente
dependientes de sus vecinos.
En resumen, las economías emergentes se han visto desafiadas por cambios macroeconómicos
generados externamente, políticas monetarias no convencionales, volatilidad generalizada y un
lento crecimiento en los mercados desarrollados. Ya que no cuentan con nada que se asemeje a
un libro de directrices para guiarlas, no es sorprendente que su capacidad para hacer frente a
estos desafíos varíe considerablemente.
En general, aquellas economías que han obtenido mejores resultados, como por ejemplo la de la
India, han combinado sólidos fundamentos de crecimiento y reformas con medidas pragmáticas
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y activistas para contrarrestar las fuentes externas de volatilidad. Por supuesto, India también se
benefició de los precios más bajos del petróleo.
Las economías exportadoras de materias primas, como ser Brasil, han luchado mucho más, pero
no sólo por la caída de los precios de los recursos naturales. De hecho, la caída de los precios,
junto con la reversión de los flujos de capital, develaron debilidades en sus patrones de
crecimiento subyacentes, debilidades que previamente estuvieron disimuladas por las
condiciones favorables.
En la actualidad hay, además, un nuevo desafío, que se está creciendo año tras año. Sea cual sea
la senda que las economías emergentes elijan para hacer frente a estos desafíos, ellas también
deben tomar en cuenta el cambio fundamental impulsado por las tecnologías digitales intensivas
en capital. Si bien las tecnologías digitales han creado nuevos tipos de puestos de trabajo en
sectores de alta tecnología y en la economía colaborativa, entre otros sectores, estas tecnologías
han estado reduciendo y quitando la intermediación de puestos de trabajo de cuello blanco y de
cuello azul considerados como “rutinarios”.
En este aspecto, los rápidos avances en la robótica son especialmente prominentes, ya que
máquinas cada vez más sofisticadas amenazan con suplantar a la mano de obra de bajo costo en
una variedad de sectores. Los altos costos fijos y los bajos costos variables de estas tecnologías
significan que una vez que los robots se tornen en más rentables en comparación con la mano de
obra humana, la tendencia no se va a revertir, sobre todo teniendo en cuenta que el montaje
automatizado puede estar situado cerca de los mercados, en lugar de se lo ubique en los lugares
donde la mano de obra es más barata.
Los puestos de trabajo en montaje de componentes electrónicos, que desempeñan un papel
enorme en el comercio mundial y que ha ayudado a impulsar el crecimiento en muchas
economías emergentes – de manera destacada en la economía de China – son los que están en
una situación especialmente vulnerable. Si bien las actividades que involucran costura – por
ejemplo, textiles, fabricación de prendas de vestir, manufactura de zapatos – aún no se
encuentran muy automatizadas, probablemente sólo es cuestión de tiempo antes de que lo estén.
A medida que las fuentes clásicas de la ventaja comparativa temprana mengüen, los países – en
especial los países en desarrollo que se encuentran en las primeras etapas – tendrán que
implementar políticas que ofrezcan de manera más prominente servicios (incluyendo servicios
comerciables); también tendrán que ajustar su inversión en capital humano. Queda por verse si
esto se traduce en la eliminación de los peldaños inferiores de la escalera del desarrollo. El
patrón de crecimiento relativamente poco convencional en la India, con su énfasis inicial en los
servicios, podría contener lecciones importantes.
De todas formas, los países en desarrollo – y especialmente las economías emergentes –
claramente tienen entre manos mucho con lo que deben lidiar. A medida que estas economías
suman elementos – como ser, protegerse de la volatilidad, luchar contra las condiciones
externas desfavorables, y adaptarse a tendencias tecnológicas de gran alcance – a sus programas
fundamentales de crecimiento estructural, dichas economías, infaliblemente, van a cometer
errores, e incluso van a tropezar. Esto producirá una gran variación en su desempeño al
comparar un país con otro, y probablemente, reducirá el ritmo promedio de convergencia. Pero,
en mi opinión, no va a descarrillar la convergencia en su totalidad.
Fuente: Michael Spence es premio Nobel de Economía, es profesor de Economía en la Stern
School of Business de la Universidad de Nueva York, Senior Fellow en el Instituto Hoover de
la Universidad de Stanford, Academic Presidente de la Junta del Instituto de Asia Global en
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Hong Kong, y Presidente del Consejo del Foro Global del Programa Económico Mundial sobre
nuevos modelos de crecimiento. Este artículo de opinión fue publicado en el portal electrónico
de Project Syndicate el 30 de mayo de 2016 y se encuentra disponible en el sitio web:
https://www.project-syndicate.org/
3. SIETE LECCIONES SOBRE CONSTRUCCIÓN DE ESTADOS, POR CARL BILDT
Fallamos al predecir la guerra en la antigua Yugoslavia. Después de Bosnia, descansando en los
laureles, repetimos nuestro error con la degeneración de Kosovo en un conflicto abierto. La
sabiduría intervencionista de la comunidad internacional se puso a prueba de nuevo en
Afganistán e Irak y más recientemente en Libia.
Hoy día, mientras el conflicto sirio amenaza con agravarse aún más, uno espera que al menos
hayamos comprendido que la fase de ganar o finalizar una guerra debe ser vista únicamente
como comienzo de la mucho más compleja y exigente tarea de alcanzar la paz, construir
Estados y consolidar naciones.
He mantenido durante mucho tiempo que hay siete lecciones para la construcción de naciones a
las que hay que prestar atención cada vez que una intervención deja inestabilidad a su paso. Los
he estado perfeccionando desde que la guerra de Bosnia terminase hace dos décadas, momento
en el que por primera vez me vi inmerso en la más compleja y exigente fase de recuperación.
Lección 1: Establecer deprisa un entorno seguro
El establecimiento de un entorno seguro supone mucho más que separar a las partes en
conflicto. Mientras un arma sea vista como la forma más rápida para alcanzar poder o bienes,
podemos estar seguros de que se va a utilizar. Habrá poco margen para desarrollar la parte
fundamental de la recuperación económica: diálogo democrático y espíritu emprendedor.
En Irak hubo una grave escasez de soldados y planes para un entorno de posguerra seguro. La
decisión de Estados Unidos de disolver prácticamente todas las estructuras del régimen anterior,
incluido el ejército al completo, es probablemente una de las peores decisiones de la historia de
los esfuerzos posconflictos. Se abrió la puerta a una inestabilidad que todavía hoy asola la
región del Levante y Mesopotamia.
En Libia, la ingenuidad alcanzó cotas nuevas después de que las reservas masivas de
armamento del régimen previo fueran saqueadas. Prácticamente no se hizo ningún esfuerzo para
desarmar a los grupos rivales; de hecho, diferentes miembros de la comunidad internacional lo
que hicieron fue armar a algunos de ellos. La inestabilidad de Libia se extendió por el Sáhara,
haciendo necesarias nuevas intervenciones y operaciones internacionales de paz.
Lección 2: Centrarse primero en la construcción estatal
Con frecuencia se dice que la tarea inmediata tras la guerra es la reconstrucción, lo que implica
la necesidad de despilfarrar dinero en reconstruir casas, puentes y cualquier otra cosa que haya
sido destruida por el conflicto.
De hecho, el principal desafío es casi siempre reconstruir el Estado. Si esto se consigue, se
tendrá la posibilidad de progresar en otras tareas. Si se falla, se puede estar seguro de que fallará
todo lo demás.
Desde el principio, el foco tiene que estar en la construcción de una infraestructura política que
una a las fuerzas en competencia y garantice algún tipo de orden, y en crear un marco de gestión
económica que promueva el empleo y el crecimiento.
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La esencia de muchas situaciones posconflicto es que a veces existe mucha nación y muy poco
Estado. Por tanto, la tarea principal es la construcción de un Estado que pueda trascender las
diferentes agendas nacionales –étnica, cultural, religiosa– que de otra manera corren el riesgo de
quedar apartadas.
Lección 3: Saber qué tipo de Estado construir
Los Estados se asientan en diferentes encarnaciones y es importante establecer desde el
principio cuál de ellos se va a construir. Esto requiere acuerdos sobre el marco constitucional y
en muchos casos tratar de resolver por adelantado algunos de los problemas centrales del
conflicto.
En toda la zona del antiguo Imperio Otomano, desde Bihac en el noroeste de Bosnia hasta
Basora en el Golfo, al sureste, nos hemos enfrentado esencialmente al mismo desafío de
concebir un marco constitucional que pueda ser aceptado por distintos grupos nacionales o
culturales.
El objetivo fundamental de la construcción estatal es prevenir la desintegración nacional, la
cual, a pesar de los grandes esfuerzos desde 2003, es ahora una posibilidad real en Irak, con
enormes implicaciones para toda la región.
Esto se debe a que el gobierno de Bagdad se enfrenta ahora a una grave crisis de legitimidad
entre grupos clave. En cualquier constitución de nuevo cuño, los diferentes grupos deben ser
capaces de aceptar que cualquier solución duradera es aquella que cumple las demandas
mínimas de todos, a la vez que no cumple las máximas de ninguno.
Lección 4: Centrarse desde el principio en los requisitos previos para un crecimiento
económico a largo plazo
Si bien las cuestiones humanitarias siempre están en primera línea, es peligroso darles
preferencia sobre los desafíos a largo plazo. Debemos centrarnos desde el comienzo en
establecer las condiciones más propicias para el crecimiento económico, dando prioridad a
aspectos básicos como la moneda, los impuestos y el sistema bancario.
El destino de los Estados sancionados merece especial atención. Las estrictas sanciones a Irak
antes de la guerra condujo a muchos de los empresarios y a la clase media a la pobreza o al
exilio, forzando a la población a vivir financiada por Naciones Unidas y a un reparto de
alimentos suministrado por el Estado. El país todavía no se ha recuperado.
La creación de empleos y la recuperación de una clase media dinámica es clave para una
estabilidad duradera. Sin ellos, la desesperación y el resentimiento pronto interrumpirán incluso
los esfuerzos más ambiciosos.
Lección 5: Promover un ambiente regional benévolo
En los Balcanes, el cambio de régimen en Zagreb y Belgrado fue la clave para mejorar las
expectativas en Bosnia y Kosovo. La integración con la Unión Europea ha hecho mucho por
regularizar la posición de Kosovo.
En Afganistán –puente del Asia Central y del Sur– la cooperación de todos los Estados vecinos
y regionales como condición para una estabilidad a largo plazo ha llegado con retraso,
cooperación si acaso demasiado modesta, reconocido en el llamado Proceso de Estambul desde
2011.
En Irak, el fracaso al establecer un marco regional benévolo y coherente ha contribuido a
prolongar los conflictos dentro del país. Con intereses fundamentales en juego para vecinos
como Irán, Arabia Saudí y Turquía, cualquier tensión regional está destinada a repercutir dentro
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de Irak. Una estabilidad duradera será difícil de alcanzar hasta que las diferencias sean
superadas, al menos en cierta medida.
Lección 6: Cuanto más apoyo internacional, más fácil será el proceso
Como demostraron los Balcanes, si el mundo exterior no puede ponerse de acuerdo sobre los
términos de una solución política, será sorprendente si lo hacen los combatientes. La guerra en
Siria, camino de los siete años, ilustra trágicamente esta realidad. Si el Consejo de Seguridad de
la ONU está dividido, no hay forma de evitar un país dividido.
Algún tipo de marco propiciado por la ONU puede ayudar, pero no existe garantía. Es muy
difícil ir contra la legitimidad dada por la ONU y el Consejo de Seguridad. Y cuanta mayor es la
legitimidad de cualquier iniciativa de construcción estatal, menos necesidad de coerción existe.
La construcción de la paz es un proceso mucho más frágil, complejo, costoso y prolongado que
luchar en una guerra. De acuerdo con esto, una alianza de paz normalmente necesita tener más
alcance que una alianza de guerra.
Lección 7: La construcción nacional requiere tiempo y recursos
Como primer Alto Representante de Bosnia, me dijeron que todo debía concluir en un año.
Cuando se aceptó que eso era una locura, se declaró un nuevo plazo de dos años. Veinte años
después de la guerra, todavía hay un Alto Representante en Sarajevo y algunos actores
internacionales siguen creyendo que esto es vital para mantener al país unido.
La consolidación de la paz requiere una gran cantidad de paciencia. También de recursos, por
parte de aquellos más capaces de proporcionarlos.
Actualmente, alrededor de 110.000 personas están desplegadas en operaciones de
mantenimiento de la paz de la ONU por todo el mundo, además de los desplegados por la Unión
Europea, la OTAN y la Unión Africana. Pero el porcentaje de apoyo de países europeos se ha
reducido desde más de un 40% a menos de un 7%. Y EE UU solo aporta 82 personas a todas las
operaciones de la ONU. Nos enfrentamos a déficits todavía más acusados en otras áreas críticas,
como administradores, jueces, policías e ingenieros.
Conclusión
La construcción de una nación o un Estado después de un conflicto sigue siendo una de las
tareas más complejas que la comunidad internacional puede afrontar. Si bien las amargas
experiencias de las últimas décadas han desalentado a muchos, no hay duda de que debemos
prepararnos para más de estas misiones en el futuro.
Sabemos que Estados fallidos en áreas lejanas pueden amenazar nuestra seguridad: es el obvio
flagelo del terrorismo; los efectos desestabilizadores de los grandes flujos de refugiados; y la
producción de drogas duras es preponderante en Estados fallidos, con sus rutas comerciales de
la muerte volviéndose altamente desestabilizadoras.
Frente a nosotros, en algún punto del tiempo, descansa la tarea de traer alguna forma de
estabilidad al Levante cuando la guerra de Siria llegue a su fin, las fuerzas del fundamentalismo
hayan sido derrotadas y los actores regionales hayan alcanzado un consenso sobre qué es
necesario hacer.
Cuando ese día llegue, será la madre de todos los desafíos en consolidación del Estado y de la
paz. Y debemos prepararnos para afrontarlo.
Fuente: Es un político sueco. Jefe del partido conservador de 1986 a 1999. Primer ministro de
Suecia entre 1991 y 1994. Fue ministro sueco de Asuntos Exteriores desde el 6 de octubre de
2006 hasta 2014. Este artículo de opinión fue publicado en el portal electrónico International
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Crisis Group el 10 de mayo de 2016 y se encuentra disponible en el sitio web:
http://www.crisisgroup.org/
4. UN IMPUESTO COMÚN PARA FINANCIAR LA CRISIS DE REFUGIADOS, POR GUNTRAM B. WOLFF
Mientras los países buscan la manera de poner en práctica el acuerdo sobre los refugiados entre
la Unión Europea y Turquía, el debate sobre cómo financiar las políticas europeas de
inmigración va subiendo de tono.
Italia ha propuesto emitir "bonos europeos de inmigración” para recaudar fondos con los que
afrontar la llegada de inmigrantes a los países de la Unión Europea, mientras que el ministro
alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha propuesto que los gastos relacionados con la
inmigración, incluido el refuerzo del control de las fronteras europeas, se financie con un
impuesto sobre combustibles acordado unánimemente.
La aportación conjunta de recursos como medio de obtener fondos para la inmigración y el
control de las fronteras es lógica en una Unión Europea que ha eliminado gran parte de los
controles fronterizos internos. Proteger las fronteras exteriores es una tarea compartida que se
podría llevar a cabo más eficazmente si se pagase con fondos comunes. Los países europeos
también deberían trabajar con los Estados vecinos para influir en sus políticas, y cooperar con
ellos en la gestión de la llegada de inmigrantes.
El Fondo Monetario Internacional ha calculado que los costes fiscales a corto plazo de los
solicitantes de asilo ascenderán por término medio a alrededor del 0,1% del PIB, pero algunos
países están gastando mucho más. No se puede permitir que Grecia, Italia y los demás Estados
de la periferia gestionen la crisis de los refugiados y financien la respuesta solos, ni tampoco
Alemania y Suecia pueden aceptar y financiar a todos los refugiados. Tiene que ser un esfuerzo
conjunto.
El control de las fronteras comunes y la política de inmigración son costes fijos que exigen
recursos permanentes y que no se pueden financiar con déficits. Por lo tanto, la idea de crear un
impuesto común para financiar esos costes es bien recibida.
De hecho, un impuesto sobre el carbón a escala europea contribuiría además a alcanzar los
objetivos de la Unión Europea en relación con el clima acordados en la cumbre de París. Si
Europa se quiere tomar en serio sus compromisos con las políticas del clima, tiene que reactivar
el Sistema Europeo de Comercio de Derechos de Emisión, pero también imponer gravámenes a
las emisiones de gases de efecto invernadero que no estén cubiertas por el sistema. Dado que el
consumo diario de petróleo en la Unión asciende a aproximadamente 1,5 millones de toneladas,
un aumento de los impuestos sobre los hidrocarburos podría proporcionar ingresos suficientes
para hacer frente a la crisis de los refugiados. Aunque los costes los pagaría el consumidor, a la
larga un planteamiento a escala europea que funcionase debidamente ahorraría dinero.
No obstante, la propuesta italiana hace hincapié con razón en la importancia de los préstamos.
Los costes que acarree la crisis de los refugiados irán variando con el tiempo. En este momento
ya hay gastos excepcionales significativos para construir las infraestructuras necesarias, reforzar
Frontex, adquirir los equipos imprescindibles, etcétera.
Para que la propuesta se pueda poner en práctica es importante contar con un marco legal y
administrativo adecuado. Los Tratados de la Unión Europea, en particular los artículos 191 y
192, autorizan la creación de un impuesto para lograr un cumplimiento significativo de los
objetivos ambientales de la Unión. Internacionalmente se reconoce que un impuesto sobre el
carbón es el gravamen apropiado para frenar el cambio climático. Puesto que, para la Unión
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Europea, un paso como este supondría adentrarse en terreno desconocido, hace falta una
cuidadosa planificación política y administrativa. Pero tanto las políticas para el cambio
climático como las de inmigración son bienes públicos comunes que requieren recursos
comunes para ser más eficaces.
Fuente: Guntram Wolff es el director de la Fundación Bruegel. Este artículo de opinión fue
publicado en el portal electrónico del periódico español El País el 08 de mayo de 2016 y se
encuentra disponible en el sitio web: http://internacional.elpais.com/
5. EL SISTEMA FINANCIERO GLOBAL TIENE LAS DEFENSAS BAJAS, POR STEFAN GERLACH
Un mes de mayo, pero hace ochenta y cinco años, se produjo el derrumbe del que era por
entonces el mayor banco austríaco, Credit-Anstalt. Ese mismo año, llegado julio, bancos de
Alemania, Egipto, Hungría, Letonia, Polonia, Rumania y Turquía habían experimentado
corridas. En agosto se desató un pánico bancario en Estados Unidos (aunque es posible que se
originara por causas internas). En septiembre, bancos del Reino Unido enfrentaron grandes
retiradas de dinero. Los paralelismos con el derrumbe del banco de inversiones estadounidense
Lehman Brothers en 2008 son claros, y cruciales para comprender los riesgos a los que hoy está
expuesto el sistema financiero.
Para empezar, ni el colapso de Credit-Anstalt ni el de Lehman Brothers fueron causa de todo el
caos financiero global que siguió. Tanto la caída de los bancos como los problemas posteriores
fueron síntomas de una misma enfermedad: un sistema bancario débil.
En la Austria de 1931, el problema se originó en la disolución del Imperio Austrohúngaro tras la
Primera Guerra Mundial, la hiperinflación de principios de los años veinte y la excesiva
exposición de los bancos al sector industrial. Cuando Credit-Anstalt se derrumbó, el mundo
llevaba dos años de recesión profunda, los sistemas bancarios de varios países se habían vuelto
frágiles y las tensiones se transmitían fácilmente a través de las fronteras nacionales, mientras el
patrón oro agravaba la vulnerabilidad financiera al limitar la capacidad de acción de los bancos
centrales.
En 2008, todo el sistema financiero también estaba excesivamente expuesto por una
combinación de deficiente gestión interna de riesgos y falta de regulación y supervisión estatal
adecuadas. Lehman Brothers no fue sino el eslabón más débil en una larga cadena de empresas
financieras frágiles.
¿Podría suceder hoy una crisis como las iniciadas por las caídas de Credit-Anstalt y Lehman
Brothers? A primera vista, uno diría que no. Al fin y al cabo, la economía global y el sistema
financiero parecen estar recuperándose; la toma de riesgos en el sector privado se redujo; y se
han encarado grandes (aunque gravosas) mejoras regulatorias. En conjunto, todos estos hechos
apuntan a un sistema financiero estable.
El problema con este razonamiento es que las crisis financieras tienden a revelar líneas de falla
antes invisibles. El sector financiero maneja los riesgos que reconoce, no necesariamente todos
los que corre. Y no hay que confiar demasiado en el poder de prevención de crisis del nuevo
entorno regulatorio, que es como una autopista nueva: técnicamente es más segura que un
camino vecinal, pero también atrae más autos que andan mucho más rápido, así que sigue
habiendo accidentes.
Si no podemos descartar que suceda una crisis nueva, ¿cómo estamos de preparados para
enfrentarla? La respuesta corta es: no muy bien.
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Lo cierto es que si hoy se produjera una crisis financiera, sus consecuencias para la economía
real podrían ser incluso peores que en el pasado. Es verdad que como ahora los bancos centrales
reconocen que sus responsabilidades no se agotan en estabilizar los precios, sino que también
incluyen prevenir y gestionar tensiones financieras, sin duda responderían velozmente a
cualquier perturbación con una batería de operaciones de mercado. Pero de producirse una
crisis, las herramientas con que cuentan los bancos centrales para prevenir una deflación y el
derrumbe de la economía real son insuficientes, especialmente hoy.
A principios del siglo XX, los bancos centrales podían devaluar todos juntos sus monedas
respecto del oro, para así aumentar el nivel de precios y evitar una deflación de deudas. Es
exactamente lo que hicieron nueve países (entre ellos el Reino Unido) en 1931; y otros ocho
países (entre ellos Estados Unidos) en el transcurso de los cinco años siguientes. Pero hoy, la
devaluación es un juego de suma cero.
Sin la opción de devaluar todos juntos, los bancos centrales respondieron a la crisis de 2008 con
recortes de tasas (de alcance, magnitud y velocidad inéditos) y compras masivas de títulos a
largo plazo (“flexibilización cuantitativa” o FC). Estas medidas fueron eficaces. Pero las tasas
siguen en valores extremadamente bajos (incluso negativos en algunos países), y la FC ya se
llevó casi hasta el límite, a la par que se desvanece el apoyo público a la política. De modo que
la capacidad de estas herramientas para proteger a una economía de nuevas perturbaciones está
seriamente limitada. Y aunque la estrategia de los bancos centrales de dar indicios de sus
medidas futuras ayudó, tampoco es probable que sirva de protección efectiva contra una nueva
perturbación.
Nada de lo dicho debe interpretarse como anuncio de otra crisis financiera global inminente. Por
el contrario, las economías de todo el mundo están recuperándose del desastre de 2008, y la
suba de tasas de la Reserva Federal de los Estados Unidos el pasado diciembre es señal de que
el ciclo global de los tipos de interés está entrando en una nueva fase. Es buena noticia.
Pero no se puede descartar el peligro de que haya otra crisis financiera. Al contrario, hay que
tomárselo muy en serio, porque la capacidad de los bancos centrales para enfrentar
perturbaciones financieras seguirá muy limitada por varios años más. Hoy es demasiado
arriesgado pecar de exceso de confianza.
Fuente: Stefan Gerlach es economista jefe de Bank en Zurich y ex vicegobernador del Banco
Central de Irlanda. También se ha desempeñado como director ejecutivo y economista jefe de la
Autoridad Monetaria de Hong Kong y como Secretario del Comité sobre el Sistema Financiero
Global en el BPI. Este artículo de opinión fue publicado en el portal electrónico de Project
Syndicate el 09 de mayo de 2016 y se encuentra disponible en el sitio web: https://www.projectsyndicate.org/
6.
“HORIZONTES 2030: LA IGUALDAD EN EL CENTRO DEL DESARROLLO SOSTENIBLE”, POR
ALICIA BÁRCENA
Encaramos hoy un vertiginoso proceso de cambios, en verdad un cambio de época. Las
tendencias mundiales dominantes en la economía y en la sociedad exacerban las contradicciones
de un estilo de desarrollo que se ha vuelto insostenible. Esas contradicciones son innegables. Lo
demuestra el aumento sin precedentes de la desigualdad global en las últimas décadas, la
agudización de la crisis ambiental, especialmente el cambio climático, y el papel ambivalente de
la revolución tecnológica que, al mismo tiempo que abre opciones para la sostenibilidad, genera
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tensiones en los mercados laborales que se agravan a medida que se expanden las nuevas
tecnologías.
Los profundos desequilibrios económicos, sociales y ambientales han motivado la búsqueda de
respuestas por parte de la comunidad internacional, a través de esfuerzos que han madurado por
más de dos decenios. La más amplia y ambiciosa es la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que los 193 países
representados en la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobaron en septiembre de
2015. Estos compromisos reconocen la igualdad y la sostenibilidad como los principios
rectores, compartidos y universales, en los que se debe basar una nueva batería de estrategias y
políticas globales, regionales y nacionales. La masiva participación de la comunidad
internacional en su formulación y aprobación les confiere una legitimidad sin precedentes y
refuerza el compromiso político de los países de implementarlos eficaz y eficientemente,
ajustándolos en la medida en que lo demanden los grandes cambios en curso.
En la Agenda 2030 reconocemos múltiples vasos comunicantes con el cuerpo de propuestas que
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha elaborado a lo largo de su
historia, sobre todo con aquellas que pusieron el combate a la desigualdad en el centro de la
estrategia impulsada en La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir en 2010.
En ese documento, se resaltan los impactos negativos de la desigualdad en el crecimiento y la
estabilidad política y social de los países de América Latina y el Caribe; más aún, se postula que
la desigualdad no solo es inaceptable desde el punto de vista ético, sino que también constituye
una barrera determinante para nuestro desarrollo.
Dos años después, en el documento Cambio estructural para la igualdad: una visión integrada
del desarrollo se reafirmaron esas tesis y se enfatizó que, sin cambios en la estructura productiva
y en el patrón de especialización hacia actividades con mayor contenido tecnológico y niveles
más elevados de productividad, sería imposible generar empleos de calidad para sustituir los
trabajos de muy baja productividad que alimentan la desigualdad y el rezago de los países de la
región.
Más recientemente, en 2014, en Pactos para la igualdad: hacia un futuro sostenible se sostuvo
que el camino más eficaz para avanzar en el nuevo estilo de desarrollo que se proponía a partir
de las tesis de los documentos anteriores era generar alianzas amplias y pactos sociales que
viabilizaran las políticas de desarrollo sostenible y las transformaran de políticas de un período
de gobierno en verdaderas políticas de Estado, en el contexto de una nueva ecuación entre
Estado, mercado y ciudadanía. Estos tres documentos comparten visiones, diagnósticos y
estrategias, por lo que conforman una trilogía que de una manera sistemática ha puesto la lucha
por la igualdad en el núcleo de las contribuciones de la CEPAL al pensamiento sobre el
desarrollo económico y social de América Latina y el Caribe.
Si bien la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus Objetivos tienen un gran impacto
potencial en las relaciones internacionales como instrumento de desarrollo y reflejan con
claridad la amplitud y la urgencia de los desafíos globales, requieren aún de un marco analítico
que los articule y les dé coherencia. Materializarlos efectivamente exige acometer la tarea
pendiente de poner en marcha y consolidar instrumentos específicos para su implementación.
Sin estos componentes, se corre el riesgo de que se conviertan en una expresión de deseos que,
en el mejor de los casos, se cumplirá de forma aislada y parcial, en contradicción con la
aspiración manifiesta de que sea una agenda universal, integral e indivisible.
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En este documento, que la CEPAL presenta a los países miembros en su trigésimo sexto
período de sesiones, se complementa analíticamente la Agenda 2030 y los Objetivos de
Desarrollo Sostenible sobre la base de la perspectiva estructuralista del desarrollo y desde el
punto de vista de los países de América Latina y el Caribe.
Este empeño se sustenta en un diagnóstico que reconoce fundamentos en la tradición analítica
estructuralista e incorpora, con mayor énfasis, las dimensiones ambiental y global de los
problemas del desarrollo de la región.
El concepto ordenador es el cambio estructural progresivo, definido como un proceso de
transformación hacia actividades y procesos productivos que presenten tres características: ser
intensivos en aprendizaje e innovación (eficiencia schumpeteriana), estar asociados a mercados
en rápida expansión, que permitan aumentar la producción y el empleo (eficiencia keynesiana),
y favorecer la protección del medio ambiente y el desacople entre crecimiento económico y
emisiones de carbono (eficiencia ambiental). Para lograr estructuras productivas con estos tres
tipos de eficiencia, que hagan compatibles la igualdad y la protección ambiental, se requiere un
nuevo conjunto de instituciones y coaliciones políticas que las promuevan a nivel global,
regional, nacional y local.
Un instrumento central para la consecución de estos objetivos es la creación de bienes públicos
globales. El carácter imprescindible de esta dimensión es evidente en los temas ambientales, por
cuanto una acción colectiva y una coordinación que involucre a todos los actores es condición
sine qua non para reducir las emisiones. No en vano la destrucción del medio ambiente en un
contexto de desregulación ha sido calificada como “la mayor falla de mercado de todos los
tiempos”. Frente a este desafío, con el Acuerdo de París, aprobado en diciembre de 2015, se
logró, pese a sus insuficiencias, dar un paso en la dirección correcta en el esfuerzo por definir
metas comunes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y avanzar en la
descarbonización de las economías, respetando el principio de responsabilidades comunes pero
diferenciadas.
Hay otras dos dimensiones en que también se ha hecho más visible la percepción de que es
urgente una acción global colectiva y coordinada: la recuperación del crecimiento mundial y el
cuidado del medio ambiente.
Por un lado, la recuperación de la economía mundial de la crisis financiera iniciada en 2008 ha
sido más lenta e incierta de lo que se esperaba, y existe el riesgo de una nueva crisis en los
próximos años. La creciente desigualdad, la presión del ajuste externo sobre las economías más
débiles y la caída de la inversión junto con la multiplicación de los activos financieros
conforman un cuadro de incertidumbre y baja demanda agregada que imprime un sesgo
recesivo a la economía mundial. Superar este escenario exige la construcción de bienes públicos
para la estabilidad y el pleno empleo a nivel global: políticas fiscales expansivas coordinadas y
una nueva arquitectura financiera que reduzca la incertidumbre y la volatilidad generada por el
apalancamiento excesivo y los movimientos especulativos de capital.
Los grandes temas del desarrollo, como el permanente rezago tecnológico de numerosos países,
la persistencia de la pobreza y la evidencia de que buena parte de la población mundial continúa
sin participar del bienestar generado por el progreso técnico y el crecimiento económico, ya no
pueden ser ignorados, ni siquiera por las economías más ricas, hoy tensionadas por los flujos
migratorios. Reducir las brechas tecnológicas y de ingresos, y difundir globalmente el
conocimiento y la producción son inseparables del objetivo de construir un sistema mundial
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estable y comprometido con el pleno empleo, concibiendo el trabajo no solo como un medio de
producción, sino como un fin en sí mismo.
Por otro lado, promover el crecimiento y el empleo, sin agudizar al mismo tiempo los graves
problemas ambientales, demanda la adopción de un keynesianismo ambiental global basado en
políticas fiscales expansivas, con inversiones concentradas en tecnologías, bienes y servicios
asociados a senderos de producción y consumo bajos en carbono. La aceleración del progreso
técnico, que experimenta una verdadera cuarta revolución industrial y tecnológica, debe ser
puesta al servicio del cuidado ambiental. La aplicación de la tecnología a la preservación del
medio ambiente genera oportunidades de inversión, innovación y creación de empleos de
calidad que pueden sostener una nueva fase de crecimiento global. Sin embargo, para encauzar
las inversiones en la dirección deseada y hacerlas viables, es necesario generar los incentivos
correctos, esto es, redefinir el marco institucional y de gobernanza global y regional, y las
políticas nacionales, mediante cambios en las estructuras de precios relativos, las regulaciones y
los estándares, así como en los montos y destinos de la inversión pública.
El keynesianismo ambiental global ha de articularse con el despliegue a escala nacional de
estrategias de desarrollo sostenible. Si los países en desarrollo no son capaces de construir
capacidades endógenas, no podrán cambiar su estructura productiva y cuidar del medio
ambiente. La contrapartida en términos de las políticas nacionales es un gran impulso ambiental
que transforme las estructuras productivas dirigiéndolas hacia actividades y sectores más
intensivos en tecnologías y aumente las capacidades humanas e institucionales de cada país. El
gran impulso ambiental ha de ser intensivo en inversiones y tecnología, lo que podría
comprometer el empleo. Por ese motivo, internalizar parte de los procesos productivos y las
habilidades y capacidades que estos requieren y abrir espacios para las exportaciones de la
región es fundamental para evitar presiones sobre la cuenta corriente. Un buen manejo del tipo
de cambio real favorecería el logro de este equilibrio, pero no puede substituir a la política
industrial. Una actitud más proactiva de los países en los acuerdos regionales de comercio y de
pagos también contribuiría a reducir la vulnerabilidad externa.
Esta ruta representa para América Latina y el Caribe un desafío a su madurez, ya que el
fortalecimiento de la coordinación y la cooperación a nivel regional resulta el instrumento clave
en este proceso. Es el paso que permitirá a la región promover las imprescindibles acciones
conjuntas en temas vinculados a la estabilidad macroeconómica y las políticas fiscales, así como
en las áreas de comercio exterior, inversión extranjera directa y cadenas productivas. Avances
decididos en estos ámbitos permitirían alcanzar economías de escala, desarrollar sinergias en
proyectos tecnológicos ejecutados entre varios países y aumentar la creación de valor regional
en bienes y servicios ambientales, destacándose las potencialidades que abriría el avance hacia
un mercado único digital en la región.
Articular estrechamente las políticas de transformación productiva con los imperativos del
cuidado ambiental y de la creciente generación de empleos de alta productividad es un desafío
enorme; la transición no será fácil, en especial en un contexto de lento crecimiento como el que
atraviesa la región. Por ello, es urgente consolidar políticas de protección social universal que
generen la red de protección necesaria en un mundo en que la naturaleza del empleo y el
mercado de trabajo son redefinidos de forma constante por las nuevas tecnologías y la
competencia internacional. Las políticas de inclusión universal en materia de salud y educación
son instrumentos necesarios y complementarios de cualquier esfuerzo de cambio estructural
progresivo, ya que estos servicios son cruciales para la construcción de capacidades humanas y
para el desarrollo del aprendizaje y las habilidades que demanda la cuarta revolución industrial.
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Estos son los temas que se analizan en el presente documento, a través de seis capítulos que
comienzan con la presentación de la visión general sobre la insostenibilidad del estilo de
desarrollo dominante y la necesidad de avanzar rápidamente hacia un nuevo estilo, coherente
con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos. En el segundo capítulo se
analizan los grandes cambios en marcha en el contexto global, en particular el surgimiento de
China como potencia económica y geopolítica, los mega acuerdos comerciales trans regionales,
las tendencias demográficas y sus implicaciones en materia de envejecimiento de la población y
presiones migratorias, las características más relevantes de la crisis ambiental y la nueva
revolución tecnológica en sus dimensiones de convergencia, tecnologías biológicas,
nanotecnologías y tecnologías digitales.
En los capítulos tercero y cuarto se estudian desde una perspectiva macroeconómica las
tendencias del crecimiento, la inversión, el comercio internacional y la explosiva expansión del
sistema financiero en la economía mundial y sus efectos en los países de América Latina y el
Caribe. Se constata allí que el sesgo recesivo de la economía mundial impone en el corto plazo,
y quizás también en el mediano plazo, un contexto económico regional poco propicio, lo que
dificultará el cierre de las grandes brechas estructurales respecto del mundo desarrollado en
materia de productividad, equidad, género, acceso a servicios básicos y deterioro ambiental,
temas tratados en el quinto capítulo.
En este capítulo, se presta especial atención a la urgente necesidad de solucionar el problema de
la deuda externa de los países del Caribe, para los que la CEPAL propone un decidido proyecto
de reducción de esos pasivos, que se complementa constructivamente con los impostergables
esfuerzos dirigidos a la adaptación frente a los efectos del cambio climático.
En el sexto capítulo se recogen las propuestas de estrategias y políticas públicas que se derivan
de los análisis previos. Abarcan tres dimensiones: la creación de bienes públicos globales, la
consolidación de la acción y la cooperación regionales, y las políticas nacionales, especialmente
las macroeconómicas, las productivas, las sociales y las ambientales. La implementación de
estas propuestas fomentará el avance en un sendero de cambio estructural progresivo centrado
en el gran impulso ambiental. Esta será la base de la implantación de un nuevo estilo de
desarrollo sostenible con igualdad.
Finalmente, en el epílogo, se revisan las principales trabas que la economía política dominante
impone al cambio, así como la necesidad y viabilidad de construir nuevas alianzas para superar
ese bloqueo al desarrollo, sobre la base de coaliciones sociales y pactos para la gobernanza
mundial, regional y nacional.
Esta transformación exige una visión de largo plazo y una nueva correlación de fuerzas sociales
y políticas que permita poner en marcha los siguientes cuatro mecanismos básicos de
gobernanza y articular las coaliciones políticas que los sustenten:
− Una coordinación internacional de las economías que favorezca la expansión sostenida de
la inversión, basada en políticas fiscales que prioricen proyectos bajos en carbono y de
mayor eficiencia energética (keynesianismo ambiental global).
− Una nueva arquitectura financiera internacional que reduzca la volatilidad real y de
precios, y avance en la reforma del sistema monetario internacional.
− Una gobernanza del comercio y la tecnología sobre bases multilaterales que facilite y
amplíe el acceso a la tecnología y el financiamiento para el desacople entre el crecimiento
y el impacto ambiental, propiciando el cierre de las asimetrías entre países y regiones.
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−
Una gobernanza compartida de los componentes esenciales de la economía digital a nivel
global y regional.
Estas tareas demandan en forma paralela, a nivel nacional, una apuesta por universalizar la
protección social y la provisión de servicios de educación y salud para generar respuestas
proactivas ante la incertidumbre propia de la globalización y la revolución tecnológica.
La trayectoria que proponemos tiene como condición clave la participación conjunta de los
actores públicos y privados para incentivar la acción colectiva en favor de un nuevo estilo de
desarrollo con aumentos sostenidos de la productividad y la competitividad. También resulta
indispensable ampliar el margen de maniobra de los Estados de modo que puedan construir una
plataforma de políticas de largo plazo más allá de los ciclos electorales.
Nuestra región no parte de cero. Así lo evidencian el esfuerzo por recuperar la planificación, la
implementación de políticas sociales con visión universalista, la exigencia de honestidad y
transparencia de los gobiernos y el impulso a las iniciativas de integración regional, que son
parte del proceso de reacción frente al patrón dominante y de una búsqueda activa de
alternativas. Los latinoamericanos y caribeños están menos dispuestos hoy a tolerar la
desigualdad como dato natural.
América Latina y el Caribe tendrán que transitar por esa transformación productiva en un
contexto adverso en lo internacional, lo regional y lo nacional. El menor crecimiento mundial y
la amenaza de una nueva crisis financiera internacional pueden golpearla con fuerza en un
momento en que la integración regional es débil, el espacio fiscal necesario para responder con
políticas anti cíclicas se ha reducido de manera significativa o no existe y, en muchos países, ha
disminuido el prestigio de las instituciones políticas y de gobierno.
La posibilidad del cambio estructural progresivo dependerá de la elección de cada sociedad
entre dos caminos: mantener la trayectoria del pasado, insostenible y asociada a un conflicto
distributivo de creciente intensidad, con fragmentación social, institucional y política, o transitar
hacia un nuevo estilo de desarrollo, en que la acción colectiva y los pactos de largo plazo en
sociedades democráticas promuevan la igualdad, la transparencia y la participación, con foco en
la productividad, el empleo de calidad y el cuidado del medio ambiente, a partir de la difusión
de las nuevas tecnologías en un gran impulso ambiental.
Pese a la adversidad del contexto económico que enfrentará la región y a las tensiones políticas
que generará el lento crecimiento, es claro que la mayor conciencia global respecto de la crisis
del modelo dominante, las decisiones que se han tomado en materia ambiental en el reciente
Acuerdo de París y las nuevas trayectorias tecnológicas que aumentan la viabilidad de un
crecimiento desacoplado de las emisiones de carbono abren caminos esperanzadores.
Ahora llega el momento de la especificación de los instrumentos y las acciones de política, y su
implementación y puesta en marcha, proceso en el que las instituciones y las acciones colectivas
son determinantes. En este sentido, el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe es
esencialmente un tema político. Ha emergido una ambiciosa y urgente agenda con el
crecimiento, la sostenibilidad y la igualdad en su centro, basada en una teoría del desarrollo que
le da consistencia y fundamentos para su proyección futura y una visión macroeconómica
orientada al desarrollo. Se trata de transitar de la cultura del privilegio a la cultura de la
igualdad. Explorar esos senderos, fundar sus cimientos, es el propósito de las reflexiones que
aquí se presentan y el esfuerzo permanente de la CEPAL al servicio de un mañana justo, digno e
igualitario para los pueblos de nuestra patria común.
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Fuente: Alicia Bárcena es Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe (CEPAL). Este ensayo fue publicado el 22 de mayo en el portal electrónico de la
CEPAL y se encuentra disponible en el sitio web: www.cepal.org/
7. LOS 7 PELIGROS QUE PUEDEN CAUSAR UNA CATÁSTROFE DE ALCANCE GLOBAL
Unos 25 millones de personas murieron entre los años 541 y 542 como consecuencia de la
Plaga de Justiniano, una enfermedad que afectó al Imperio Bizantino, así como a diversas partes
de Europa, Asia y África.
Unos 900 años más tarde, alrededor de 50 millones de personas perdieron la vida por causa de
la llamada peste negra.
Esta pandemia se extendió por Europa entre 1347 y 1351 y causó una mortandad mayor que
cualquier guerra o epidemia conocida hasta la época afectando también China, parte de Medio
Oriente y del Norte de África.
La peste negra, la plaga que EE.UU. no ha podido erradicar
Ambos eventos provocaron la muerte de más de 10% de la población mundial de entonces, por
lo que entrarían en la categoría de catástrofe global, según la definición utilizada por la
Fundación de Retos Globales (GCF, por sus siglas en inglés).
Esta organización, con sede en Estocolmo, se dedica al análisis de las grandes amenazas
mundiales.
Ahora, en su informe sobre Riesgos Catastróficos Globales 2016, la GCF destaca que pese a
que ningún evento en el siglo XX logró llegar a esa categoría, el riesgo de que una calamidad de
este tipo se produzca no debe ser menospreciada.
"Es fácil dejarse confundir por las aparentemente bajas probabilidades de que ocurran eventos
catastróficos", apuntan para luego alertar que "las pequeñas probabilidades se combinan
significativamente en el largo plazo".
El informe de la GCF hace un análisis de los 7 principales riesgos de una catástrofe global.
BBC Mundo te cuenta cuáles son.
Cambio climático
El reporte sobre las amenazas de catástrofes globales aborda el tema del cambio climático y
señala que "es imposible saber con exactitud cuál es el nivel de calentamiento de la atmósfera
que puede derivar en una catástrofe global".
Sin embargo, citando al Panel Internacional sobre el Cambio Climático, señala: "Los riesgos del
cambio climático oscilan entre alto y muy alto con un incremento de la temperatura media de
4ºC por encima de los niveles de la era preindustrial".
En el texto se asegura que, entre las consecuencias esperadas del aumento de la temperatura, se
incluye el impacto severo sobre sistemas únicos o amenazados, la extinción sustancial de
especies, y amenazas a la seguridad alimentaria.
Advierte que lo que puede parecer como un riesgo bajo en el corto plazo no lo es tanto en el
largo.
"El informe Stern sobre los impactos económicos del cambio climático sugiere que cada año
hay un 0,1% de probabilidad de que la humanidad se extinga (…) Esto implica una probabilidad
de extinción de la humanidad de 9,5%, durante los próximos 100 años", indica.
Guerra nuclear
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Durante la crisis de los misiles en 1962, Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron al
borde de una guerra nuclear por el despliegue de misiles soviéticos en Cuba.
Hablando de ese episodio, el entonces presidente estadounidense John F. Kennedy, señaló que
estimaba que las probabilidades de haber llegado a la guerra atómica eran una de tres.
El informe del GCF señala que un conflicto de este tipo generaría dos tipos de daño:
El causado directamente por las explosiones, el fuego y la radiación
El llamado invierno nuclear, derivado del humo que llenaría la atmósfera como consecuencia
del incendio de ciudades, fábricas y materiales inflamables.
El texto cita un informe del gobierno de Estados Unidos de 1979 en el que se estimaba que en
un conflicto nuclear entre las dos superpotencias de la Guerra Fría habría fallecido entre 35% y
77% de la población estadounidense; y entre 20% y 40% de la población soviética durante los
primeros 30 días de enfrentamientos.
En la actualidad, la GCF considera que los efectos serían menores por cuanto el arsenal nuclear
actual en manos de Washington y Moscú es una quinta parte de lo que llegó a ser en su punto
máximo en 1986.
Sin embargo, el informe advierte que, por improbable que parezcan, los riesgos de una guerra
nuclear son demasiado altos como para ser obviados.
Una pandemia natural
En los últimos 300 años se han registrado unas 10 pandemias de influenza en el mundo y
ninguna ha causado la muerte de más de 5% de la población mundial.
Según el reporte de la GCF, las facilidades para que este tipo de enfermedades se distribuyan
por el planeta han crecido por efecto de la globalización y del consiguiente incremento de la
interacción entre los humanos y los animales.
Sin embargo, las mejoras en las prácticas sanitarias y de salud disminuyen su impacto.
El informe señala que, según estimaciones de las autoridades británicas, hay una probabilidad
que oscila entre 1 de 20 y 1 de 2 de que se produzca en los próximos cinco años una pandemia
que mate a 1% de la población de Reino Unido.
Las probabilidades de que se produzca una pandemia catastrófica que tenga efectos globales, sin
embargo, son menores.
Una encuesta entre expertos señala que hay 15% de probabilidades de que ocurra una pandemia
de H5N1, conocida como gripe aviar, en los próximos tres años.
Supervolcanes
Algunos expertos consideran que la erupción del volcán Toba en Indonesia, hace unos 70.000
años, puso a la humanidad al borde de la extinción.
Toba es considerado como un "supervolcán", por ser capaz de producir una gran cantidad de
material fragmentado.
Se cree que el gran volumen de polvo y sulfatos arrojados a la atmósfera causó un enfriamiento
de las temperaturas globales de entre 3ºC y 5ºC que duró varios años y derivó en una pérdida
considerable de vida animal y vegetal.
El informe de la GCF señala que algunos expertos estiman que el efecto de la erupción de Toba
redujo la población humana de unas 100.000 a unas 4.000 personas.
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El texto cita un informe de la Sociedad Geológica de Londres, según el cual, basta con una capa
de cenizas de un centímetro de espesor para acabar con la producción agrícola de un lugar.
No obstante, indica que es muy difícil hacer estimaciones sobre la posible erupción de un
supervolcán, aunque de acuerdo con algunas estimaciones se producen en promedio una vez
cada 30.000 a 50.000 años.
Asteroides y cometas
Los científicos creen que hace unos 66 millones de años un asteroide de unos 10 kilómetros de
diámetro cayó sobre una parte del territorio de México, en un lugar llamado Chicxulub,
causando una masiva extinción de vida sobre la tierra y poniendo fin a la era de los dinosaurios.
Según el informe del GCF, el impacto de un asteroide o de un cometa con un diámetro superior
a 1,5 kilómetros podría matar a millones de personas. En gran medida, debido al enfriamiento
de las temperaturas que causaría y a los daños sobre la agricultura.
El texto cita una investigación de 2015 que estima que la probabilidad de que durante los
próximos 100 años un asteroide choque con la tierra y tenga un efecto global significativo es de
aproximadamente 1 entre 1.250.
Conscientes de este peligro, la Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en
inglés) dispone de un sistema de vigilancia que ya tiene ubicado a más del 90% de los
asteroides con un diámetro superior a un kilómetro.
Virus de laboratorio
En el año 2001, un grupo de investigadores en Australia que quería crear una vacuna
anticonceptiva para los ratones, que sirviera para control de plagas, terminó creando un virus de
laboratorio que mataba a cada una de sus víctimas al despojarlas de parte de su sistema
inmunológico.
Este descubrimiento accidental recordó a la comunidad científica los riesgos de que los avances
de la ciencia pudieran terminar siendo usados para fines destructivos.
"Existe una posibilidad real de que un peligroso patógeno de laboratorio podría ser liberado por
accidente", señala en informe de la GCF, que recuerda las versiones según las cuales la cepa del
virus H1N1, responsable de un número importante de enfermos y muertos entre 1977 y 2009,
era el producto de un accidente de laboratorio.
El texto indica que hasta 2012 había al menos 42 laboratorios dedicados a la investigación con
patógenos con potencial para causar pandemias.
"En el largo plazo, si la biotecnología madura lo suficiente y la síntesis genética no es bien
regulada, va a ser cada vez más fácil para los estados y los grupos pequeños sintetizar y
modificar patógenos peligrosos. Esto genera un riesgo grave de una catástrofe global",
advierten.
Inteligencia artificial
Aunque parezca un tema de ciencia ficción, la posibilidad de que el desarrollo de sistemas de
inteligencia artificial (IA) que tengan efectos negativos está incluido en la lista de riesgos con
potencial para causar catástrofes globales.
El informe de la GCF se hace eco de previsiones de expertos acerca de cuándo se producirá un
sistema que sea capaz de realizar sus tareas tan bien como un humano, lo que –según los
expertos consultados para elaborar el informe– tiene 50% de probabilidades de ocurrir para el
año 2050.
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Una vez que eso ocurra, los expertos creen que hay 5% de probabilidades de desarrollar un
súper sistema de IA en los dos años siguientes y de 50% en los 30 años posteriores.
"Asumiendo que logre desarrollarse un sistema de inteligencia artificial que se equipare a los
humanos, su impacto social a largo plazo es desconocido", señala el texto.
"Según la opinión promedio de los expertos consultados, hay en torno a 7% de probabilidades
de que sería 'extremadamente malo'".
Sin embargo, "la enorme incertidumbre que envuelve estas estimaciones debe ser destacada",
indica.
Fuente: Nota informativa publicada en el portal BBC Mundo el 10 de mayo de 2016 y
disponible en el sitio web: http://www.bbc.com/
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Edición a cargo de Rodrigo Fernández Ortiz