Santiago 1:26

Lección 4 para el 25
de octubre de 2014
Santiago 1:22-27
¿QUÉ HACER?
La religión práctica
OÍR Y HACER
Los que
oyen y
hacen
Los que
oyen y no
hacen
Mirando la
ley, hacer
la obra
Dominar la
lengua
Cuidar de
los demás
Guardarse
sin
mancha
Santiago
1:22
Santiago
1:23-24
Santiago
1:25
Santiago
1:26
Santiago
1:27 pp
Santiago
1:27 up
«Pero sed hacedores de la palabra, y no tan
solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos»
(Santiago 1:22)
Santiago nos invita a SER hacedores. No es suficiente con oír
o leer la Palabra. Debemos de hacer de sus instrucciones
nuestro estilo de vida.
«Existe el peligro de no hacer un asunto personal de las
enseñanzas de Cristo, de no recibirlas como si se nos
dirigieran personalmente. Jesús se dirige a mí en sus palabras
de instrucción» (E.G.W., «A fin de conocerle», 1 de octubre).
Lee Lucas 6:27-38, ¿de qué me sirve saber que debo hacer el
bien al que me aborrece, si no lo hago; o saber que debo dar
al que me pide, si cuando me piden no doy?
¿Cómo podemos llegar a ser hacedores de la palabra?
«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne» (Gálatas 5:16)
«Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella,
éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro
natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida
cómo era» (Santiago 1:23-24)
El que tan solo oye la Palabra y, mirándose a sí mismo,
se imagina que ya cumple los requisitos de un buen
cristiano, tiene un cuadro distorsionado de sí mismo.
A la hora de la verdad, «olvida cómo era» y cae en la
tentación, o abandona la senda de la rectitud.
Los evangelios nos muestran dos ejemplos de
personas que tenían un falso concepto de sí mismos:
1. El joven rico (Mateo 19:16-22)
Creía que era un perfecto creyente. Pero
cuando se le pidió avanzar un paso más,
vaciló y erró.
2. Pedro (Mateo 26:33-35, 69-75)
Creía que era capaz de seguir al Maestro
hasta la muerte. Pocas horas después,
demostró su debilidad.
«Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y
persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra,
éste será bienaventurado en lo que hace» (Santiago 1:25)
Cuando usamos le ley como un medio de salvación, ésta nos condena.
Cuando guardamos la ley escrita en nuestro corazón por amor a Aquel
que nos salvó y por la gracia de su Espíritu, experimentamos la libertad
de los hijos de Dios salvados por la gracia.
«Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no
refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la
religión del tal es vana» (Santiago 1:26)
En los últimos versículos del capítulo 1,
Santiago nos dice claramente cómo ser
hacedores de la Palabra.
Nuestra religión debe notarse
primeramente en nuestras palabras, y
luego en nuestros actos.
«Dios se interesa más por lo que
realmente somos que por lo que
decimos ser. No le interesa cuán
hermosos podamos parecer, sino
que desea que nuestros corazones
sean puros. Entonces todas
nuestras palabras y acciones
serán buenas»
E.G.W. (La única esperanza, pg. 57)
«La religión pura y sin mácula delante de Dios el
Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las
viudas en sus tribulaciones…» (Santiago 1:27 pp)
Desde un punto de vista mundano, no tiene sentido
concentrar nuestros recursos en quienes no pueden
devolver nada a la sociedad.
Pero, desde el punto de vista de Dios, es cómo
tratamos a los desechados y rechazados por el mundo
lo que revela quiénes son los verdaderos seguidores
de Cristo: ya sea prestando dinero a quienes no
pueden devolverlo; invitando a comer a quienes no
pueden invitarnos a nosotros; o bendiciendo y orando
por aquellos que nos maltratan.
«Y respondiendo el Rey, les dirá:
De cierto os digo que en cuanto lo
hicisteis a uno de estos mis
hermanos más pequeños, a mí lo
hicisteis» (Mateo 25:40)
«…y guardarse sin mancha del mundo»
(Santiago 1:27 up)
¿Es necesario apartarse completamente del mundo
para permanecer sin ninguna mancha moral?
Jesús no rogó al Padre que nos quitase del
mundo, sino que nos apartase del mal
(Juan 17:15)
Da igual cuán apartados vivamos del mundo.
El mal que vive en nosotros nos seguirá allá
donde vayamos.
A través de la comunión con Cristo, somos
transformados a su semejanza, y él nos da el
poder para vivir «sin mancha».
De este modo, somos llamados a vivir en el
mundo, a no dejarnos ser contaminados por
él, y a anunciarle la Salvación en Jesús.
Los que son salvos por la gracia serán
hacedores de la Palabra de Dios, pues
han puesto su fe completamente en él.
La raíz de la tentación se encuentra en
nuestros propios deseos y lujuria, pero
la Palabra de Dios en un arma efectiva
contra el pecado. Satanás intenta hacer
que el pecado sea atractivo; pero,
cuando estamos completamente
entregados a Dios, aceptamos que sus
caminos son los mejores y llegamos a
ser personas nuevas en él.