Lección 1 para el 2 de abril de 2016 Al escribir su evangelio, Mateo quiere mostrarnos: Al escribir su evangelio, Mateo quiere mostrarnos: A Jesús como el Mesías, el Hijo de David. Una genealogía que pasa por alto los orígenes eternos y divinos del Rey para mostrar una ascendencia de hombres y mujeres marginados y pecadores. A Jesús como el Salvador, en quien también creyeron sus ascendientes (Mateo 1:21). A los paganos que se postran para honrar al Rey como su Salvador. A Jesús identificándose con los pecadores, como Mateo el publicano, para poder redimirlos y elevarlos a la altura de hijos e hijas de Dios. «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1:1) «hizo el universo … [y] sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos 1:2-3) «sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad» (Miqueas 5:2) Así como el Antiguo Testamento mismo comienza con un libro sobre la creación del mundo, Mateo (y por ende, el Nuevo Testamento mismo) comienza con un libro acerca del Creador mismo y de la obra de redención que solamente el Creador podía realizar. Mientras que Juan inicia su evangelio realzando la divinidad de Jesús, Mateo lo hace realzando su humanidad: Jesús es el Mesías anunciado por las profecías (Mateo 1:23; 2:6, 18, 23). «Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mateo 1:1) Pensando inicialmente en lectores judíos, Mateo presenta a Jesús como el Mesías: la simiente de Abraham (Génesis 22:18); el hijo de David (Isaías 9:7). A David se le prometió un trono estable, eterno (2ª de Samuel 7:17). Esto se cumplió en su descendiente (Hechos 2:29-30), Jesús de Nazaret, «la raíz y el linaje de David» (Apocalipsis 22:16). «Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara… Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed… el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías» (Mateo 1:3, 5-6) En las antiguas genealogías no se mencionaban a las mujeres. Sin embargo, Mateo incluyó a cuatro en su genealogía del Mesías. Ellas, ciertamente, nos hablan de pecado y exclusión del pueblo de Dios. Sin embargo, fueron ejemplos de fe. Dignas madres del Mesías. Tamar: Incestuosa (Gn. 38) Rahab: Prostituta (Jos. 2:1) • «Entonces Judá los reconoció, y dijo: Más justa es ella que yo» (Gn. 38:26) • «Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes» (Heb. 11:31) Rut: Moabita (Dt. 23:3) Betsabé: Adúltera (2S. 11:2-3) • «tu nuera, que te ama… es de más valor para ti que siete hijos» (Rut 4:15) • «ella le dio a luz un hijo, y llamó su nombre Salomón, al cual amó Jehová» (2S. 12:24) «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21) Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores. Entre sus propios ascendentes se contaron hombres impíos. Algunos se arrepintieron, otros no. En realidad, el mundo nunca ha estado libre de pecadores: «Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque» (Eclesiastés 7:20). Por eso, Jesús vino a rescatar a personas como nosotros: pecadores necesitados de salvación. «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8) «¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle» (Mateo 2:2) En el evangelio de Lucas vemos a Jesús naciendo en un humilde establo, adorado por pastores que cuidaban a la intemperie sus rebaños (desde luego, no un 25 de diciembre del hemisferio norte). Mateo, por su parte, muestra a José y a María viviendo ya en una casa, dispuestos a hacer de Belén su hogar (Mateo 2:11). Lo interesante de este relato es que son unos gentiles los que reconocen a Jesús como el rey de los judíos, mientras los judíos ignoran o temen la llegada del Rey. «Las iglesias profesas de Cristo de esta generación disfrutan de los más altos privilegios. El Señor nos ha sido revelado con una luz cada vez mayor. Nuestros privilegios son mucho más grandes que los del antiguo pueblo de Dios. No sólo poseemos la gran luz confiada a Israel, sino que tenemos la creciente evidencia de la gran salvación que nos ha sido traída por Jesucristo. Aquello que era tipo y símbolo para los judíos es una realidad para nosotros. Ellos tenían la historia del Antiguo Testamento; nosotros tenemos eso y también el Nuevo Testamento. Tenemos la seguridad de un Salvador que ha venido, que ha sido crucificado, que ha resucitado y que junto al sepulcro de José proclamó: “Yo soy la resurrección y la vida”. En virtud del conocimiento que poseemos de Cristo y su amor, el reino de Dios es puesto en medio de nosotros. Cristo nos es revelado en sermones y nos es cantado en himnos. El banquete espiritual nos es presentado con rica abundancia» E.G.W. (Palabras de vida del gran Maestro, pg. 258)
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