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RUEDA DE PRENSA
Presentación de la beatificación de cinco burgaleses,
mártires de la persecución religiosa del siglo XX
Un acontecimiento diocesano
La beatificación de cinco burgaleses,
mártires de la persecución religiosa del siglo XX
Don Fidel Herráez Vegas, arzobispo de Burgos
El próximo sábado 23 de abril la diócesis de Burgos
vivirá un acontecimiento singular: la beatificación de
cinco burgaleses, mártires de la persecución religiosa
española del siglo XX.
Será la primera beatificación que tenga lugar en la
diócesis en su milenaria historia. Nunca antes la catedral había acogido la ceremonia de beatificación de
ningún burgalés. Será el Prefecto de la Congregación
para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, quien presida la celebración en representación y
como enviado del Santo Padre, el papa Francisco.
El arzobispo ha querido presentar el acto de beatificación a los medios locales resaltando así la importancia
que tiene para la Iglesia burgalesa este acontecimiento:
el reconocimiento del amor a Cristo y a la Iglesia de un
sacerdote y cuatro jóvenes discípulos que no dudaron
en testimoniar su fe a pesar de perder por ello la vida.
La diócesis quiere vivir este magno acontecimiento y
ha organizado para ello una serie de actos que ayuden
a preparar y vivir con intensidad la beatificación. Actos coordinados desde una comisión diocesana creada
a tal fin:
– Edición de un libro –«De Burgos al cielo. La historia de don Valentín y sus amigos contada a los
niños», obra de dos seminaristas,
– La creación de un himno para la ceremonia, obra
de Carlos García e Inocencio Fernández,
– La preparación de una ruta siguiendo las «huellas de don Valentín» recorriendo los lugares relacionados con la vida del sacerdote pensado para
grupos parroquiales que lo soliciten
– La puesta en marcha de un congreso que presente
la figura de don Valentín como educador de los
más pobres y pedagogo del tiempo libre
– Concurso escolar de dibujo
Un largo proceso hasta su beatificación
Documentos y testimonios que atestiguan su amor a Cristo y a la Iglesia
Saturnino López Santidrián, postulador diocesano de la causa de beatificación
Fue el arzobispo de Burgos, Santiago Martínez Acebes,
quien alentado por el consejo del papa san Juan Pablo
II de no dejar caer en el olvido la vida de los mártires,
encargó a Saturnino López Santidrián buscar la información necesaria para llevar adelante el proceso de
beatificación de don Valentín y los cuatro jóvenes.
La apertura diocesana de la causa tuvo lugar el 30 de
septiembre de 1996, clausurando el proceso diocesano
el 18 de marzo de 1999. La Congregación para la causa
de los Santos de la Santa Sede validó el decreto presen-
tado el 8 de noviembre de ese año, haciendo entrega de
la Positio el 27 de octubre de 2003, votada el 11 de abril
de 2013. El 29 de septiembre de 2015, el Consistorio
de Cardenales aprobó la causa y el 30 de septiembre, el
papa Francisco firmó el decreto de martirio.
Todos ellos murieron asesinados «por odio a la fe» en
el monte Tramalón de Ruiloba, cerca de Suances (Cantabria) el 15 de enero de 1937. Al sacerdote lo condenaron por celebrar la misa y los cuatro jóvenes decidieron
por propia iniciativa acompañarlo en el martirio.
Valentín Palencia Marquina
[Burgos, 26 julio 1871]
Fue acólito en la parroquia de
Santiago (catedral). A los 13
años comienza los estudios
eclesiásticos en el Seminario
de San Jerónimo como externo por falta de medios económicos. El 1 de febrero de 1896
estrena su ministerio sacerdotal
en Susinos del Páramo hasta 1898,
en que inicia su actividad caritativa y
social en la capital, recogiendo niños huérfanos,
marginados y desvalidos. Fue el cardenal Fray
Gregorio María Aguirre quien lo nombra director, capellán y profesor del «Patronato de San José
para la enseñanza y educación de niños pobres»,
ubicado en la iglesia de San Esteban.
Llegó a cobijar a 110 muchachos, 40 internos y
unos 60 o 70 externos, a los que ayudaba, también, en un comedor de invierno. Soportaba horarios extenuantes con gran confianza en la Providencia. A pesar de las carencias, nunca rechazó
a nadie en el Patronato. Su única exigencia es que
fueran realmente necesitados. En momentos de
apuro repetía «San José no me abandona». Los
alumnos recordaban su amable trato y su gran
estatura. Dicen de él que «era misericordia». Va
sorteando dificultades y dando prestigio al cole-
gio. En aprecio a don Andrés Manjón se agrega a
las Escuelas del Ave María. Su secreto para poder
conducir a tantos niños era la pedagogía activa y
una educación en la responsabilidad. Procuraba
que la instrucción fuese alegre.
Soñaba con una escuela profesional, pero tuvo
que conformarse con un pequeño taller. Refuerza
la instrucción escolar con dibujo para la habilidad manual; teatro para educar en la expresión,
y música para refinar el espíritu. Tenía un coro
y formó una banda de música, actuando en conciertos y procesiones.Fue capellán de la capilla
del Santo Ecce Homo y San Enrique de la catedral, así como hermano espiritual de la cofradía
de Santa Lucía y de la de San José del Círculo.
Fundó, en el Patronato, la cofradía de la Sagrada
Familia.
Por su labor humanitaria, el Gobierno le concedió en 1925 la Cruz de Beneficiencia con distintivo blanco. Se le incendia el edificio y lo reconstruye a base de limosnas en menos de un año.
Rechaza cargos, silencia otro distintivo aún más
significativo (19 de marzo de 1927) y hace un testamento de profunda humildad: «La dicha por la
que siempre ha suspirado mi alma es dar mi vida
por Él…»
Donato Rodríguez García
[Santa Olalla de Valdivielso, 27 enero 1911]
Se sabe que caminaba con muletas a causa de la poliomelitis
infantil. Dada su minusvalía
fue recibido en la Casa de
Asilo de Burgos para estudiar música, y manifestó una
despierta inteligencia para adquirir nuevos conocimientos. Al
salir de allí, don Valentín se interesó
por él y le encargó tomar las funciones
de maestro, «estando muy contentos los niños con
él», según testimonio del propio Palencia. El 19 de
noviembre de 1934 recibe el diploma de capacidad
en la enseñanza de piano por le Conservatorio
Nacional de Música y Declamación. Llegó a ser el
director de la banda de música que Valentín creó
en el Patronato de San José. Uno de sus alumnos,
aseguró que «era un buen pedagogo; para enseñar
música, parecía que te hipnotizaba, te transmitía
ilusión. Enseñaba solfeo e instrumentación. Era
muy cariñoso con los chavales; nos reprendía con
la mirada si estábamos distraídos».
Varios testimonios lo describen como «un niño
normal que jugaba y se divertía como un amigo
más de sus amigos; él nunca se quedaba atrás a
pesar de la polio y sus muletas. Era buen estudiante, el primero de la clase». Otros decían que «era
muy buena persona; generoso y desprendido, daba
todo lo que tenía». «Era de buen carácter».
Emilio Huidobro Corrales
[Villaescusa del Butrón, 9 agosto 1917]
Al fallecer su padre, su madre
Agapita se casó en segundas nupcias con Florentino,
«quien maltrataba a Emilio y
a su hermano Aníbal» según
detalla su prima. «Al morir
Agapita, mi abuelo los trajo
al colegio». «Emilio estaba muy
contento y agradecido con don Valentín». «No así el otro hermano, que no
se adaptó totalmente. Les oí decir que iban a Fuentes Blancas a tocar y que les daban propinas».
Otro relato, asegura que «era el director de la orquesta cuando no podía Donato. De complexión
alta y fuerte y muy bondadoso; de gran humanidad
física y moral. Muy alegre. Pacificador: cualquier
discusión la apaciguaba. Era respetado. Hacía las
suplencias en la dirección de la música. Era muy
religioso. La verdad es que todos íbamos a misa,
y ellos eran los principales ayudantes en la convivencia». «Tocaba casi todos los instrumentos:
trompeta, bombardino, trombón… Tocaba muy
bien todos los instrumentos de viento y cuerda.
Además, aparte, nos daba lecciones de geometría».
Zacarías Cuesta Campo
[Villasidro, 10 junio 1916]
Su hermano Elpidio Cuesta
aseguró que «se quedó cojo
a los cinco años. Mi madre
se trataba con don Valentín
como si fuera de la familia,
tanto que el mismo Palencia
la invitó a llevar a su hijo al
Patronato de San José para que
aprendiera el oficio de sastre. Allí
aprendió música; el director de la banda andaba con dos muletas y mi hermano con cachaba». «Mi hermano era muy bueno; era serio y
responsable y cuando los chicos hacían rabiar a las
chicas y se metían con ellas, siempre las defendía.
Mi hermano era de buenos sentimientos, como
toda la familia. De niños íbamos al Rosario, y él
era simpático y alegre».
Su hermana Herminia recuerda de él que era «alto,
fuerte y cojo» y su otra hermana, Restituta, confiesa: «Mi hermano y yo nos queríamos mucho» a la
vez que le describe «siempre cojo, con una pierna
más delgada y en la que tenía mala circulación y
por los inviernos se le abría y le hacía llorar».
Germán García García
[Villanueva de Argaño, 30 octubre 1912]
En 1923, ingresó como junior
en el colegio de los Hermanos Maristas de la Enseñanza
de Arceniega (Álava). Con 8
años de edad, es trasladado
al colegio de Gruliasco, en
Turín. En 1927 hace el postulantado y noviciado, llegando a
realizar el escolasticado en 1929. En
1930 es enviado a Río de Janeiro (Brasil),
donde da clases hasta causar baja –se cree que por
enfermedad– y regresa a Burgos.
En 1933, y dados su conocimiento de idiomas, trabaja en un hotel de la capital y, en 1934, se ofrece
voluntariamente a prestar sus servicios en el Patronato de San José.
Su hermana Benita decía de él: «Mi hermano se
había ido a la casa de los Hermanos Maristas y
no lo conocí hasta que volvió y estuvo trabajando
como intérprete en un hotel de los Soportales de
Antón, pues sabía idiomas. Más tarde entró a trabajar con don Valentín, por quien fue ayudado ya
que era muy bueno, pero un poco débil de salud».
«Unidos en la fe y la amistad»
Un cuadro de los próximos beatos burgaleses
para su ceremonia de beatificación y posterior veneración
Don Cándido Pérez Palma, pintor
Cándido Pérez Palma Nació en Barcina de los Montes
(Oña) en 1951 y se formó como artista en la Academia
Nazionale si San Luca di Roma. En la actualidad es el
pintor oficial de la diputación de La Coruña, ciudad en
la que reside desde 1986 y donde es profesor de dibujo y obra gráfica. Dada su vinculación con Burgos y su
trayectoria artística, en la que ha pintado varios lienzos
de carácter religioso, la comisión diocesana de preparación de la beatificación de Valentín Palencia y de los
cuatro jóvenes que lo acompañaron en el martirio se
fijó en él. Se le ha encargado un cuadro para la ceremonia de la beatificación y que después se ubicará en
la iglesia de San Nicolás.
El pintor burgalés revela que es un encargo «muy especial ya que ante él va a rezar mucha gente». «Ese ha sido
el mayor problema que me he planteado y he querido
que el lienzo no tenga un aspecto beatón y no fuera
como una estampita al uso, sino un relato de cierta actualidad», asegura. La intención de Pérez Palma ha sido
realizar una pintura contemporánea en la que se pueda
apreciar, según él, «la grandeza de espíritu de estos jóvenes que murieron mártires de la religión, la libertad
y la amistad».
El cuadro está pintado al óleo sobre lienzo tipo «Velázquez» considerado el mejor del mercado por su
trama tiesa donde no se nota la urdimbre. Tiene un
formato cuadrado de 1,42 metros de lado y ha tardado alrededor de dos meses en realizarlo, dedicado
a tiempo completo. En él, el pintor ha querido reflejar
«el momento de felicidad de unos jóvenes unidos en
hermandad». Personajes que transmiten «tranquilidad,
amistad y alegría».
Pérez Palma asegura que una de las cosas más difíciles
ha sido dibujar a los jóvenes, ya que solo existen en
fotografías de Donato Rodríguez y de Don Valentín.
Aún así, ha querido que puedan ser identificados por
algunas de las descripciones que de ellos han llegado.
Donato, el poliomielítico, lleva dos muletas. A Germán
lo ha pintado en un segundo plano porque era muy tímido y nunca quiso aparentar. Zacarías usa una cachava porque tenía una pierna más larga que otra y Emilio
lleva una trompeta porque hizo las veces de director de
la banda que don Valentín fundó en el Patronato.
Se trata de una pintura actual, con colores muy luminosos y vivos y con una composición en forma de
rombo, dotada de gran profundidad. En él sobresale
la figura de Valentín Palencia –que era el más grande de
los cinco–, cuya posición asemeja a la proa de un barco. Los colores grisáceos y malvas dan una tonalidad
homogénea al cuadro, en la que el negro de la sotana de
don Valentín va dando lugar a los colores de las vestimentas de los jóvenes.
Para más información, colaboración en la elaboración de noticias
o reportajes, así como contacto para entrevistas a familiares de los nuevos beatos:
Álvaro Tajadura, responsable de comunicación del Arzobispado de Burgos
Telf. 651 453 088
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