cmyk 12 Viernes 4 de marzo de 2016, Trujillo, La Libertad La Vida Una de las principales virtudes de Carlos Carranza es la gratitud. A cada momento me pide que agradezca la confianza que depositan en él los dueños de la radio, los hermanos Burmester. La Industria Un cambio para bien En mayo de 1992 intentó emular su antiguo programa, Trío de ases, y fundó, junto a Vicente Sánchez, Un bolero para ti. Su acompañante solo estuvo dos años. Desde entonces, la terrible soledad lo acompaña en la programación. El afán de conseguir anunciantes lo obligó a cambiarle —o mejor dicho agregarle— el nombre a su programa. Agenda 92.1, un bolero para ti tiene un aire de espacio informativo musical. Ello le permitió recibir publicidad de algunas municipalidades. La estructura de su programa es simple: música y más música, y poca participación del locutor. De vez en cuando, Carlos interviene para dar la hora e invitar a sus oyentes a que llamen. “La gente quiere escuchar música”, justifica su poca locución en su programa; a pesar de que le han dicho —y él lo cree— que su voz es microfónica, es decir bonita para la radio. DESPEDIDA. SU PROGRAMA AGENDA 92.1, UN BOLERO PARA TI MARCÓ ÉPOCA FOTO: ARCHIVO. Un bolero para el noble y eterno Carlos Carranza Esta semana falleció una figura de la radio liberteña. Como parte de un homenaje a su legado, La Industria reproduce un perfil que publicó de él en el año 2006. Carlos Carranza Reyes condujo un programa radial exclusivo de boleros. Como Cupido lanzó flechas que unió los corazones de sus oyentes y, a veces, se disparó así mismo. Carlos Carranza sube en penumbras las escaleras hasta el tercer piso. Llega a la luz. Antes de sentarse en una vieja silla de madera extiende las manos para mostrar los equipos de música y decenas de CD desordenados. “Éste es mi mundo”, dice y Gaby Zevallos interrumpe con su Háblame de ti cuéntame de tu vida. César Clavijo Arraiza [email protected] s el miércoles 17 de mayo y su programa Agenda 92.1, un bolero para ti, que se difunde por Diplomat Radio (92.1 FM), cumple 14 años de vida. El ambiente no tiene nada de fiesta. No hay regalos ni sorteos. No hay invitados ni compañía. Solo está Carlos Carranza Reyes, su soledad y sus boleros; pero no falta nada E porque él sabe que —a veces lo dice al aire— la angustia, los celos, la pasión, la felicidad, el amor, todos los sentimientos están recogidos en un canto simple y hermoso: el bolero. En las dos horas que dura su programa, Carlos Carranza es algo parecido a un pulpo. Lo es todo: productor, programador y locutor. A veces le faltan manos para contestar el teléfono, tomar nota y programar música. No tiene computadora, como las modernas emisoras. Lo suyo es ingresar disco por disco, según la música que su corazón le ordene o el fiel oyente le pida. “Trabajar solo es bravo”, expresa. “Hola soledad, no me extraña tu presencia, casi siempre estás conmigo, te saluda un viejo amigo”. Hace algunos años, su programa reinaba en el dial trujillano. Era la única oferta nocturna para los amantes del bolero. Ahora tiene competencia: Su Majestad, el bolero de La Inolvidable. “Es difícil competir con ellos. Allá tienen producción de calidad y una discoteca inmensa”, se resigna, pero aclara que a pesar de ello, su programa goza de gran audiencia. En realidad la competencia es solo una hora. Carlos sale al aire de 7 a 9 de la noche y el programa capitalino de 8 a 10. Más que una rivalidad lo que existe es un compartir. Casi nunca dice el nombre de las canciones que programa. A veces lo más importante en el bolero es lo que se sugiere. Gracias a ese detalle, ha implementado una forma de ganar dinero. Sus oyentes lo buscan para pedirle que les grabe algunos temas de los más de 3 mil que tiene en su repertorio. Historia de un amor Si la televisión aumenta el peso de las personas, la radio disminuye la edad. Carlos Carranza nació el 7 de enero de 1945. Tiene 61, pero sus radioescuchas creen que tiene menos. Cuando lo conocen se sorprenden de sus cabellos totalmente canos, su baja estatura y su pinta de abuelo rechoncho y feliz. Pero él se siente un adolescente tierno que todas las noches programa su música preferida y actúa como un Eros moderno: une almas a través del género musical que siempre está al servicio del amor. Una vez se disparó así mismo. El amor llegó a través de la radio. En los años 60 conducía en otra radio el programa Trío de ídolos, en el cual solo se escuchaba música de Lucho Barrios, Pedrito Otiniano y Ramón Avilés. Una vez, una muchacha de nombre Esther Mejía llamó y con ella el amor. Se citaron y cuando se vieron se reconocieron: ya se conocían; pero solo de vista. Desde entonces empezó la amistad intensa y luego ese sentimiento se convirtió en una “historia de amor como no hay otro igual”. Carlos abandonó la radio y viajó a Lima con la mujer de su vida. Después lo hizo a Piura en alvuelo. Vinicus de Moraes advirtió que el amor es eterno mientras dura. Por más que alguien le pida al reloj que no marque las horas, que haga el momento perpetuo, las cosas pasan; pero ojalá que el programa de Carlos Carranza sea Inolvidable. cmyk donde trabajó en la empresa que construyó una planta pesquera en el puerto de Paita. En el cálido norte se casaron. El fruto de su amor tiene 27 años, se llama Johny y también trabaja en radio. Sus trabajos fuera de Trujillo fueron rentables; pero cuando ya no soportaron estar separados de su tierra decidieron regresar y poner un negocio que les permitiera vivir. Los planes no funcionaron. Él regresó a la radio y ella viajó a Argentina. “Dicen que la distancia es el olvido”, pero ellos no conciben esa razón. La media vuelta La radio le cantó a Carlos Carranza “La media vuelta: yo quiero que te vayas por el mundo y quiero que conozcas mucha gente… Si encuentras un amor que te comprenda, y sientas que te quiera más que nadie, entonces yo daré la media vuelta y me iré con el sol cuando muera la tarde”. Cuando estaba lejos de las estaciones, Carlos no encontró nada que lo hiciera olvidar el sentimiento único que le despertaba el dial; por eso, cuando en 1991, después de 20 años de alejamiento, le propusieron volver, no lo pensó dos veces. Carlos camina con una mano pegada al cuerpo para disimular el mal de Parkinson. Cuando habla de este tema la gratitud af lora otra vez. “Quiero agradecer al doctor Esmidio Rojas que me atiende sin cobrarme un sol”. La mejor medicina que reci- be para esa enfermedad irreversible es su programa. Sentado, delante de los equipos de programación y de sus CD, es el hombre más sano del mundo, un pequeño Dios que sabe y conoce todas las ciencias del amor. Porque como dice el venezolano Héctor Rago “el bolero es astronómico (que se quede el infinito sin estrellas), masoquista (miénteme más que me hace tu mentira feliz), blasfemo (aunque no quieras tú, no quiera yo y no quiera Dios), mentiroso (solamente una vez amé en la vida), geométrico (Así es nuestro amor, cóncavo y convexo en el sexo), mercantil (y tú te vendes, quién pudiera comprarte/ quién pudiera pagar un minuto de tu amor), ofensivo (que amor como el tuyo lo encuentro en cualquier esquina), pedagógico (ya verás lo que vas a aprender cuando vivas conmigo) y suicida (quisiera abrirme lentamente mis venas)”. ‘‘ En las dos horas que dura su programa Carlos Carranza es algo parecido a un pulpo. Lo es todo: productor, programador y locutor. A veces le faltan manos para contestar el teléfono...
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