ASINEA 88 Mesa no. 3 TERRITORIALIDAD Y GOBERNANZA “LA APROPIACIÓN SIMBÓLICA DEL ESPACIO URBANO Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA CIUDAD INCLUYENTE” Por: Mtro. Gabriel Gómez Carmona Universidad de Ixtlahuaca CUI Preguntarse cómo los espacios devienen lugares supone profundizar en las relaciones y los vínculos que se establecen entre las personas y los espacios. Estos procesos han sido explicados aludiendo a diversos conceptos (apropiación del espacio, apego al lugar, espacio simbólico urbano, identidad social urbana, e identidad del lugar, etc. (Vidal y Pol, 2005: 284). La ciudad y los espacios urbanos juegan un papel crucial en la conformación de la identidad de los individuos por el hecho de que estos espacios no son simplemente el asiento de las actividades humanas en el territorio sino, los espacios en los que los individuos viven, se relacionan e interactúan con el resto de la colectividad o bien, el grupo al que pertenecen y se identifican. La identidad se convierte en un elemento importante de la vida social de los integrantes del grupo, pues además de permitir la identificación de cada uno de los individuos, da las pautas de diferenciación respecto de otros grupos. El que seamos una sociedad espacializada, y que la identidad y la cultura, se materialicen en la ciudad a través de símbolos, espacios, e interacciones sociales (Alva y Aldrete, 2011), que día a día configuran y dan vida a la ciudad, nos lleva a hablar de la estrecha relación que existe entre la ciudad y los espacios urbanos, y la construcción de la identidad. La identidad urbana se configura a través de las acciones que los individuos y las colectividades realizan en el espacio y que lo dotan de significados a través de los procesos de interacción social, mientras que a través de la identificación simbólica, los individuos se reconocen en el entorno (Vidal y Pol, 2005: 283), generando así, procesos identitarios con los espacios urbanos que viven y socializan. Cuando el espacio construido, el espacio urbano, rebasa la mera categoría del soporte físico de las actividades y genera un proceso de identificación con los individuos que los viven y socializan, se produce una apropiación simbólica de estos espacios pues, permiten a los individuos y grupos establecer una interacción dinámica con el entorno, apropiarse de él y establecer un sentimiento de pertenencia (Valera, 1996: 16). El desarrollo de las TIC’s, y del ciber-espacio han modificado la forma de relacionarnos socialmente con los demás, tenemos así que, el teclado y la pantalla se convierten en el medio de interacción con el “otro”. Es en esta acción que el espacio público de la ciudad que por tradición era el lugar de reunión, encuentro e intercambio, y que se constituye en el espacio simbólico urbano, comienza a verse suplantado por el ciber-espacio. La relación entre el espacio simbólico urbano y los individuos facilita el establecimiento de lazos afectivos o emocionales tanto con el propio espacio como con la categoría urbana que representa…a su vez, facilita un sentimiento de familiaridad con el entorno que deriva en un sentimiento de seguridad y control ambiental (Valera, 1996: 18-19). ¿Qué está pasando con el espacio público y la forma en que lo vivimos?, ¿La ciudad carcelaria es la opción para la construcción de una ciudad incluyente?, ¿El espacio simbólico urbano será suplantado por la pseudo-privacidad del espacio virtual del ciber-espacio? Lo cierto es que, la revolución informática ha cambiado nuestra forma de ver al mundo, de apropiarlo y de identificarnos con el entorno y con los “otros”. Debemos fomentar una actitud crítica ante el actual discurso de consumo global que prevalece, y que genera una ciudad excluyente, pues son muchas las realidades que coexisten al interior de la ciudad y no sólo la que nos muestran los medios de comunicación, Hollywood o las grandes firmas globales; no todo es homogéneo en este mundo global y multicultural, las minorías existen y han alzado la voz, pidiendo ser reconocidas y valoradas. Hablamos así de una nueva arquitectura y un nuevo urbanismo que busque la construcción de una ciudad más justa, equitativa, e incluyente, que considere todas las realidades en ella existentes; una ciudad que permita el gozo y el disfrute de sus espacios a todos sus habitantes; una ciudad que permita la convivencia de las mayorías y las minorías; una ciudad en la que el espacio público vuelva a ocupar el centro de la vida social de sus habitantes. Hablamos de una ciudad en la que ya no haya segregación, ni exclusión, a causa de la proliferación de las urbanizaciones cerradas; una ciudad en la que la memoria y la identidad de sus habitantes sean preservadas y respetadas; una ciudad que no sea víctima, ni botín, de la especulación inmobiliaria rapaz; una ciudad en la que los espacios públicos sean lugares dignos, con sentido, y con simbolismos colectivos que permitan la identificación de los individuos con su entorno; y en pocas palabras, una ciudad de la gente y para la gente.
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