Lección 12 para el 19 de septiembre de 2015 Desde el principio, Pablo tuvo que adaptar su mensaje a una gran variedad de oyentes. ¿Cómo enseñar las verdades eternas a personas de distintas razas, culturas y religiones? Usando diversos métodos de enseñanza: Según la Usando cultura: Judíos símiles: y gentiles. Atletas y soldados. Enseñando verdades universales: Trabajando en equipo: La Ley de Dios. La muerte y la Los resurrección. colaboradores de Pablo. Aunque Pablo fue enviado especialmente a los gentiles, su misión abarcaba también a los judíos (que estaban esparcidos por todo el imperio romano). ¿Qué necesidades tenía cada grupo y cómo adaptó Pablo su mensaje para que comprendieran el mensaje de la Salvación? Necesidad «Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría» (1ª de Corintios 1:22) Pensaban que un mensajero divino se manifestaría a través de señales y prodigios, como lo hizo Moisés en Egipto (Juan 6:30). JUDÍOS Mensaje Les hablaba de la historia de Israel, de Jesús como descendiente de David, y de sus milagros, muerte y resurrección. Necesidad Buscaban una base racional para sus creencias. Mensaje Usando sus propios escritos, les hablaba de Dios como Creador, Sustentador y Juez; así como de Jesús como redentor del pecado. GENTILES «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible» (1ª de Corintios 9:24-25) Pablo usaba las cosas que les eran familiares a sus oyentes para enseñar las verdades eternas. Así como el atleta corre en el estadio para alcanzar la meta, el creyente debe vivir con la vista fija en la meta: la vida eterna. El luchador mantiene una vida de estricta temperancia para alcanzar su corona; con mucha más razón, el creyente debe adaptar su vida a la norma divina antes de alcanzar su corona. «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado» (2ª de Timoteo 2:3-4) Los soldados romanos se encontraban esparcidos por cada rincón del Imperio. Pablo extrajo de ellos algunas valiosas enseñanzas. Así como el soldado está dispuesto a sufrir penalidades y cumplir las órdenes recibidas para agradar al que lo enroló, los creyentes deben ser fieles siervos de Dios para agradar a Jesús, que los llamó a su Reino. En Efesios 6:10-18 y otros pasajes, Pablo usa la armadura del soldado como ejemplo de las armas que debe usar el cristiano: la fe, la justicia, la verdad… «¿Quiere decir que anulamos la ley con la fe? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la ley» (Romanos 3:31 NVI) Pablo usa en sus cartas el término «ley» de muy diversas formas: Habla, entre otras, de la «ley de Dios», de la «ley de Moisés» (1Co. 9:9) y de la «ley del pecado» (Ro. 7:25). A veces, lo hace de forma contradictoria: Estaba «bajo la ley» (1Co. 9:21) pero «libre de la ley» (Ro. 7:6). Los judíos debían comprender la diferencia entre la Ley inmutable de Dios, eterna y de obligado cumplimiento para todos los hombres, y las leyes aplicables solo al pueblo de Israel como nación. No tenía sentido obligar a los gentiles a obedecer las leyes ceremoniales o raciales (circuncisión), pero debían comprender la importancia de obedecer la Ley de Dios. Por eso, Pablo hizo referencias claras a la observancia de los mandamientos (Ro. 13:8-10; 1Co. 7:19; Ef. 4:28; Ef. 6:2). «el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén» (1ª de Timoteo 6:16) La doctrina de la inmortalidad del alma es algo ajeno a la Escritura. La Biblia dice claramente que el hombre, cuando muere, deja de existir (Ecl. 9:5; Salmo 115:17) y que Dios es el único que posee inmortalidad (1Tim. 6:16). La inmortalidad es dada a los salvados en el día de la resurrección, cuando «esto mortal se vista de inmortalidad» (1Co. 15:53). Siendo que la muerte es algo que afecta a todos los hombres (Heb. 9:27), es importante que todos comprendan que la muerte es como un sueño. Por eso Pablo, repetidamente, habla de los muertos como los que «duermen» (1Ts. 4:13; 1Co. 11:30; 1Co. 15:6). «Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él» (1ª de Tesalonicenses 4:13-14) La resurrección de Jesús y la de los creyentes es una realidad inherente a nuestra fe. Sin resurrección, no hay salvación: «y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron» (1Co. 15:17-18). Pablo enseña –en concordancia con el resto de las Escrituras– que Jesús murió y permaneció en el sepulcro hasta su resurrección. De igual manera, nosotros permanecemos en el sepulcro desde nuestra muerte hasta la resurrección. «Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida» (1Co. 15:23). «Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio» (2ª de Timoteo 4:11) Pablo no trabajaba solo. La Biblia menciona a varios de sus colaboradores: Bernabé, Judas Barsabás, Silas, Juan Marcos, Timoteo, Erasto, Tíquico, Aristarco, Jesús el Justo, Demas y Lucas. Esto nos enseña que una persona sola, por muchos dones que posea, no puede hacer el trabajo solo. La misión es un trabajo de equipo. En ocasiones, pueden surgir dificultades entre los miembros del equipo. Por ejemplo, Demas abandonó a Pablo cuando éste más lo necesitaba (2Tim. 4:10). Tras una seria discusión, Bernabé y Juan Marcos se separaron de Pablo y fueron a trabajar a otro lugar (Hch. 15:36-41). Sin embargo, éste no fue un cisma permanente. La reconciliación es posible cuando se tiene un espíritu perdonador. «¿Quién puede calcular los resultados que tuvo para el mundo la obra de la vida de Pablo? De todas las influencias benéficas que alivian el sufrimiento, consuelan la pena, refrenan el mal, elevan la vida por encima de lo egoísta y sensual y la glorifican con la esperanza de la inmortalidad, ¡cuánto se debe a las labores de Pablo y sus colaboradores cuando, con el evangelio del Hijo de Dios, hicieron su viaje inadvertido de Asia a las costas de Europa! ¿Cuánto vale para cualquier vida el haber sido instrumento de Dios para poner en movimiento semejantes influencias benéficas? ¿Cuánto valdrá en la eternidad poder ver los resultados de semejante obra?» E.G.W. (La educación, pg. 63)
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