Lección 9 para el 29 de agosto de 2015 “Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios” (Hechos 2:9-11) Diez días después de la orden de Jesús de predicar al mundo entero, el Espíritu Santo impulsó a Pedro a proclamar a Cristo ante una representación de habitantes (judíos) de todo el mundo. El discurso de Pedro fue sencillo, claro y convincente. Lo que estaba ocurriendo era el cumplimiento de las profecías (Hechos 2:16-21). Las Escrituras anunciaban ya la obra de Jesús, quien vivió una vida ejemplar, acompañada de milagros. Fue resucitado y exaltado a la diestra de Dios (Hechos 2:22-36). Por su muerte, a través del arrepentimiento y el bautismo, se obtiene el perdón de los pecados (Hechos 2:37-39). “Había en Cesárea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre” (Hechos 10:1-2) Como difícilmente un discípulo estaría dispuesto a llevar el mensaje a un incircunciso, Dios tuvo que intervenir usando métodos extraordinarios. Así, envió a un ángel para poder llevar la salvación a la casa de Cornelio. El ángel no le dio el mensaje, sino que puso a Cornelio en contacto con la iglesia. Dios quiere que seamos nosotros los que llevemos el Evangelio, no los ángeles. “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10:34-35) Obediente a la orden del ángel, y deseoso de conocer mejor la voluntad divina, Cornelio envió a buscar a Pedro a Jope (50 Km al sur de Cesárea). Dado que estaba dispuesto a adorar a Pedro (Hechos 10:25), necesitaba tener un conocimiento mayor del camino de la salvación (Hechos 11:14). Al aceptar el Evangelio, Dios envió el Espíritu Santo por primera vez sobre gentiles. Esto convulsionó la mente de Pedro y de los judíos que le acompañaban. En todos los lugares y en todas las religiones, Dios tiene personas que le aman y a quienes debemos llevar las buenas nuevas de salvación. “Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hechos 10:15) Los judíos consideraban inmunda a una persona incircuncisa y, por tanto, indigna de recibir las bendiciones reservadas al pueblo de Dios. Dios tuvo que mostrarle una visión especial a Pedro para poder romper esa barrera cultural que le impedía anunciar el Evangelio a los gentiles. El lienzo atado por sus cuatro puntas. El mundo. Los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Sus habitantes no judíos, los gentiles. Levántate, Pedro, mata y come. “Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos [los gentiles]” (Hechos 10:20). Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. “A mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo” (Hechos 10:28) “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30) La historia de Pedro y Cornelio nos enseña que, aunque todas las personas son aceptables para Dios, es evidente que no todas las religiones lo son. No podemos poner al mismo nivel a Jesús y a los otros “caminos de salvación”. Solamente hay un camino de Salvación: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Debemos ir a buscar a las personas allá donde se encuentren. Debemos aprender a respetar sus creencias y costumbres… Pero debemos mostrarles un camino mejor. “Los gentiles, y especialmente los griegos, eran extremadamente licenciosos, y había peligro de que algunos, de corazón inconverso, profesaran la fe sin renunciar a sus malas prácticas. Los cristianos judíos no podían tolerar la inmoralidad que no era considerada criminal por los paganos. Los judíos, por lo tanto, consideraban muy conveniente que se impusiesen a los conversos gentiles la circuncisión y la observancia de la ley ceremonial, como prueba de su sinceridad y devoción. Creían que esto impediría que se añadieran a la iglesia personas que, adoptando la fe sin la verdadera conversión del corazón, pudieran después deshonrar la causa por la inmoralidad y los excesos” E.G.W. (Hechos de los apóstoles, pg. 156) “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15:28-29) La discusión sobre la observancia o no de leyes judías parecía haberse zanjado con la explicación de Pedro ante los hermanos de la iglesia en Jerusalén (Hechos 11:1-18). No obstante, con la predicación más amplia de Pablo a los gentiles, el problema se agravó. Esto motivó un concilio para que la iglesia decidiera sobre este punto (Hechos 15:1-29). El decreto del concilio proveía una plataforma común donde los cristianos de origen judío y gentil podían coexistir en compañerismo y estableció un modelo para que la iglesia tratara temas y problemas antes de que llegaran a ser demasiado divisorios. “Por cuanto Cornelio vivía en obediencia a toda la instrucción que había recibido, Dios ordenó los acontecimientos de modo que se le diese más de la verdad… Hay en nuestro mundo muchos que están más cerca del reino de Dios de lo que suponemos. En este oscuro mundo de pecado, el Señor tiene muchas joyas preciosas, hacia las que él guiará a sus mensajeros. Por doquiera hay quienes se decidirán por Cristo. Muchos apreciarán la sabiduría de Dios más que cualquier ventaja terrenal, y llegarán a ser fieles porta luces. Constreñidos por el amor de Cristo, constreñirán a otros a ir a él” E.G.W. (Hechos de los apóstoles, pg. 114)
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