Estrategias de intervención para la planeación de la capacidad de resiliencia en el proyecto de vida para el manejo de la esperanza, en la educación media superior. Francisco Javier Cruz Guerrero1, Alejandro Fabre Bandini2 Estudiante de Doctorado en Planeación Estratégica y Dirección de Tecnología1 Director del área de Ciencias Sociales en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla2 Doctorado en Planeación Estratégica y Dirección de Tecnología 17 Sur 901 Santiago C.P. 72160 Puebla, Puebla, México [email protected]; [email protected] RESUMEN El contexto complejo actual, turbulento y sujeto al cambio constante y la crisis que se ha abatido por todo el mundo moderno y en casi todas las esferas de la vida se manifiesta de un modo diverso en cada país, afectando a campos diversos. En América, uno de los aspectos más afectados en la década es la crisis periódica de la educación. Demanda y es indispensable la creación y desarrollo de estrategias orientadas al aprendizaje escolar, donde intervienen numerosas variables; destacando las condiciones psicológicas (afectivas y cognitivas) del alumno para acceder al aprendizaje y el medio socio-económico y cultural. La mejora en la resiliencia, autoestima, autoconcepto, motivación, sentido de vida y esperanza para el adolescente de la educación media superior, acompañado de estrategias para el desarrollo de las antes mencionadas y sumando un liderazgo humanista por parte de los docentes. Considerando esta perspectiva, en la presente investigación se desarrollaron estrategias donde nos centraremos en el análisis del papel desempeñado por las emociones y los afectos, cuando en las relaciones la identidad social se vuelve saliente y las personas se relacionan con otro grupo, o individuo, desde su pertenencia grupal, es decir, desde su identificación con categorías sociales específicas. En este sentido, describiremos cómo influye el estado emocional en las relaciones sociales, afecto incidental y qué emociones emergen en las relaciones donde la identidad social se vuelve saliente, afecto integral, destacando en este punto la visión del prejuicio como emoción social. Cerraremos este trabajo con una propuesta que pretende ser el inicio de futuros estudios en este ámbito, donde se presenta un esbozo de la posible relación no lineal entre las emociones y la identidad social desde la intervención de las redes sociales como facebook. Palabras clave: estrategias identidad social, resiliencia, innovación, redes sociales. INTRODUCCIÓN A lo largo de la historia aparecen ejemplos de individuos destacados que hicieron aportaciones significativas para la humanidad, quienes debieron enfrentar severas circunstancias adversas (desde Demóstenes hasta Rigoberta Menchú, pasando por Piaget). Asimismo, pueblos enteros y grupos étnicos han demostrado capacidades sorprendentes para sobreponerse a la persecución, a la pobreza y al aislamiento, así como a las catástrofes naturales o a las generadas por el hombre (judíos, indígenas latinoamericanos, etc.). (Munist, y otros, 1988) MARCO CONCEPTUAL La identidad social son aproximaciones teóricas a su estudio estamos de acuerdo con Iñiguez (2001), cuando afirma que lo que se denomina “identidad, individual o social, es algo más que una realidad natural, biológica y/o psicológica, es más bien algo relacionado con la elaboración conjunta de cada sociedad particular a lo largo de su historia, alguna cosa que tiene que ver con las reglas y normas sociales, con el lenguaje, con el control social, con las relaciones de poder en definitiva, es decir, con la producción de subjetividades” (Cabruja, 1996, 1998; Pujal, 1996, cits. en Iñiguez, 2001). Igualmente, podríamos decir que la identidad psicológica de cada individuo es el resultado de la interdependencia entre cogniciones y emociones en su intento por significar las interacciones sociales. Para Munné (1999) sería aquello que permanece, la ‘mismidad’ como la llama el autor, del cambiante Self. En el constructo presenta una doble dimensión, distinguiéndose entre la Identidad Individual y Social; si bien, como veremos más adelante, las teorías más recientes (Simon, 2004; Spears, 2001) apelan a la naturaleza eminentemente social de la identidad, también en su vertiente individual. Por tanto, podríamos decir que la identidad socialmente construida presenta una cara personal, individual, que recoge los aspectos que nos hacen únicos, peculiares y otra cara, social, que agrupa las características compartidas con nuestros semejantes en el seno de diferentes grupos. En este trabajo nos centraremos en esta última. Así pues, somos personas que necesitamos saber cómo son, qué deben pensar y hacer lo grupos de los cuales formamos parte. Es decir, tener conciencia de la identidad de los grupos a los que pertenecemos y aquéllos a los que no, nos hace la vida más sencilla y facilita nuestras relaciones interpersonales e intergrupales. Además, no podríamos llegar a un conocimiento completo de cómo somos si no incluimos en el autoconcepto nuestra pertenencia grupal, lo que sentimos por estos grupos y la influencia. El autoconcepto es una de las variables más relevantes dentro del ámbito de la personalidad, tanto desde una perspectiva afectiva como motivacional. Las múltiples investigaciones que le abordan coinciden en destacar su papel en la regulación de las estrategias cognitivomotivacionales implicadas en el aprendizaje y rendimiento académico. Sin embargo, esta amplia investigación está demandando una síntesis que armonice el cúmulo de información de que se dispone sobre este constructo. En el presente trabajo se ofrece un punto de vista sobre cómo integrar dicha información (a veces coincidente, a veces notablemente contradictoria) dentro de un modelo hipotético, describiendo brevemente sus características o pilares básicos. Según Hernández (1991), tres son las variables personales que determinan el aprendizaje escolar: el poder (inteligencia, aptitudes), el querer (motivación) y el modo de ser (personalidad), además del “saber hacer” (utilizar habilidades y estrategias de aprendizaje). El modo de describir, analizar e interpretar cada uno de estos constructos ha cambiado significativamente en los últimos años, pudiendo ofrecer actualmente una visión más completa y operativa. En esta línea, creemos que sigue siendo válido el esquema o modelo presentado por Corno y Snow (1986) para describir estructuralmente la vertiente personal del aprendizaje académico. Estos autores proponen tres ámbitos de análisis: la cognición, la conación y el afecto. El ámbito cognitivo estaría definido por dos grandes tipos de variables: las habilidades (que serán distintas según el enfoque desde el cual se contemplen) y los conocimientos previos (tanto la cantidad y tipo de conocimiento disponible como su estructuración y funcionalidad en la memoria). El ámbito conativo estaría integrado por aquellas características de la persona que con el paso del tiempo se conceptualizan como estilos propios de enfrentarse a las tareas de aprendizaje. Dos son los estilos a considerar: los estilos cognitivos (menos dependientes de la tarea específica de aprendizaje y más relacionados con el ámbito de las habilidades cognitivas) y los estilos de aprendizaje (menos relacionados con el ámbito cognitivo y más vinculados al ámbito del comportamiento y de las tareas de aprendizaje). En tercer lugar, estaría el ámbito afectivo en el que, según Corno y Snow, encontraríamos dos tipos de variables relevantes para el aprendizaje escolar: la personalidad (incluyendo constructos importantes como el autoconcepto, ansiedad, etc.), y la motivación académica (también considerada de modo distinto dependiendo de la teoría o modelo teórico que se utilice para su abordaje). Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla www.upaep.mx Integrando los resultados aportados por la investigación desde diferentes ópticas (teoría de los rasgos, análisis factorial, teoría conductista, principios del procesamiento de la información y teoría de sistemas, principalmente), J.R. Royce y colaboradores (p.ej., Royce y Powell, 1983) han elaborado una teoría de la personalidad en la que se abordan tanto los aspectos estructurales como funcionales del comportamiento humano. La personalidad se entiende como una organización jerárquica de sistemas, subsistemas y rasgos que translucen, transforman e integran la información. La personalidad total, o supra sistema, está integrado por seis sistemas (sensorial, motor, cognitivo, afectivo, estilos y valores) cada uno de los cuales consta, a su vez, de subsistemas multidimensionales a múltiples niveles que tienen un carácter de rasgos. Por otro lado, los seis sistemas constituyen ordenamientos jerárquicos de distintos niveles y los constructos de orden superior ejercerán una influencia mayor sobre la conducta y un papel más integrativo que los de orden inferior (de orden inferior a superior: sensorial y motor, cognitivo y afectivo, estilos y valores). De la interacción que se produce entre estos sistemas deriva el sentido personal del individuo, su personalidad, en el que tienen relevancia tres conceptos o dimensiones: (a) la visión del mundo, consecuencia de la interacción entre los sistemas cognitivo y estilos, (b) los estilos de vida del individuo, determinados fundamentalmente por la interacción entre los sistemas afectivo y de valores, y (c) la autoimagen o autoconcepto que está determinada, en último término, por la interacción de los sistemas de estilos y valores. Centrándonos en la parte de la teoría que más nos interesa, podríamos afirmar que el autoconcepto es uno de los tres componentes esenciales del self (o personalidad integral), siendo la visión del mundo y los estilos de vida los otros dos componentes. El autoconcepto, desde esta perspectiva, se entiende como la imagen que uno tiene de sí mismo y que se encuentra determinada por la acumulación integradora de la información tanto externa como interna, juzgada y valorada mediante la interacción de los sistemas de estilos (o forma específica que tiene el individuo de razonar sobre la información) y valores (o la selección de los aspectos significativos de dicha información con grandes dosis de afectividad). Esta acumulación de información elaborada proviene de la coordinación entre lo que el sujeto ya dispone y lo nuevo que debe integrar. En consecuencia, podemos afirmar que, al menos desde esta perspectiva, el autoconcepto es una de las variables centrales del ámbito de la personalidad (González-Pienda, Núñez, et al., 1990). Desde otros ámbitos también se concede gran relevancia a este constructo. Por ejemplo, la importancia de la capacidad para analizarse y conocerse también ha sido des tacada actualmente por Gardner (1995), dentro de su teoría de las inteligencias múltiples, como una de las siete inteligencias humanas (inteligencia intrapersonal). En el campo de la instrucción, Gallagher (1994) destaca el autoconcepto como una de las variables más relevantes dentro de los nuevos modelos de enseñanza y aprendizaje. Lehtinen et al., (1995) lo tienen en cuenta al proponer y examinar un modelo teórico sobre el desarrollo de la actividad de aprendizaje escolar. En consecuencia con estas aportaciones, no es de extrañar que Pintrich (1994) recomiende abordar la investigación, dentro del campo de la psicología de la educación, desde un modelo general del aprendizaje en el que estaría incluido el autoconcepto como una de las variables con mayor relevancia en el proceso de aprendizaje. En nuestro país, existe un interés cada vez mayor en su estudio. Esto se encuentra reflejado no sólo en una mayor cantidad de trabajos que lo abordan sino, y sobre todo, en el hecho de que en el texto del modelo actual de enseñanza se establece como un objetivo básico el favorecer y promover en el alumno la construcción de una imagen positiva de sí mismo. Uno de los períodos más críticos para la formación de una correcta autoestima es la adolescencia pues sabemos que es cuando la persona necesita hacerse con una firme identidad, es decir, saberse individuo distinto a los demás, conocer sus posibilidades, su talento y sentirse valioso. Un adolescente con una buena autoestima aprende más eficazmente, desarrolla relaciones mucho más gratas, está más capacitado para trabajar productivamente y ser autosuficiente, actuará independientemente, afrontará nuevos retos con entusiasmo, tolerará bien la frustración. El internet se ha expandido por todo el mundo por medio del incremento de su propia información y capacidades, y se ha convertido en una herramienta indispensable para toda la población académica y profesionalmente activa. Esta herramienta se volvió una potente rama de comunicación y hoy en día esta transformación se puede constatar gracias a las redes sociales existentes en línea. (Raacke & Bonds-Raacke, 2008). En la actualidad se han realizado estudios más específicos sobre las redes sociales en Internet y su relación con algunos factores sociales. Por ejemplo, se destaca la red social conocida como Facebook, una de las más populares entre los jóvenes hoy en día. Los sitios como Facebook son relativamente nuevos y su difusión ha traspasado culturas, ya que se considera una nueva forma de comunicación y socialización. Si bien esta comunicación juega un papel muy importante dentro de las nuevas generaciones, también es importante analizar las formas en que produce cambios en las redes sociales físicas y reales (Magnuson & Dundes, 2008). Según el psicólogo social Ervin Goffman (citado en Young, 2009), las personalidades virtuales son aquellas que se usan como reflejo del verdadero ser, que pueden idealizarse para agradar a otros. Además, se utilizan muchas poses adoptadas que revelan conformidad y en las que prevalecen códigos tanto masculinos como femeninos. Los individuos que participan en las redes sociales en línea utilizan el lenguaje, la tecnología y las herramientas multimedia para crearse una identidad. Esto no consiste sólo en tener amigos en línea, sino que también influye en la manera en que se aprende y habilitan necesidades para participar en las nuevas formas de socialización de la era digital. (Young, 2009). CONCLUSIÓN Las habilidades sociales o competencia social se consideran como una medida sumativa del rendimiento social en las interacciones con iguales y adultos en distintas situaciones, valorado por agentes sociales significativos, que incluyen al propio sujeto (Gresham, 1986; McConnell & Odom, 1986; citados en Trianes, Blanca, Muñoz, García & Infante, 2002). La evaluación del comportamiento de ansiedad y fobia social es difícil de llevar a cabo, ya que muchas veces depende de numerosos factores sociales distintos en cada persona. En la investigación se utilizaron test de Test de Esperanza-Deseséranza (TED-R), Symtom Check List (SCL-90-R), Hope Scale (HS), Test Depression Inventory (BDI-II). Para saber el estado inicial de la muestra y observar diferencias estadísticamente significativas. Referencias 1. García, A. (1998). Programa para la mejora de las habilidades sociales y la autoestima. Premios Joaquín Sama a la Innovación Educativa. Junta de Extremadura. 2. OPS. Estado del arte en resiliencia.Kotliarenco, M.A., Cáceres, I. y Fontecilla, M. OPS, Programa de Salud del Adolescente. Washington, D.C., julio de 1997. 3. OPS. ¿Por qué debemos invertir en el adolescente? Marta Burt, OPS, Programa de Salud del Adolescente. Washington, D.C., 1997 4. Jiménez, L. & Pantoja, A. V. (2007). Autoestima y relaciones Interpersonales en sujetos adictos a Internet. Psicología-Segunda Época, 26(1), 78- 89. 5. Herrera Harfuch, M. F., Pacheco Murguía, M. P., Palomar Lever, J. & Zavala Andrade , D. (2010). La Adicción a Facebook Relacionada con la Baja Autoestima, la Depresión y la Falta de Habilidades Sociales. Psicología Iberoamericana, 18(1) 6-18. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=133915936002 Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología www.conacyt.mx
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