Lección 12 para el 20 de junio de 2015 Domingo 1. La entrada triunfal. 2. La purificación del templo. Lunes Martes 3. La parábola de los labradores infieles. 4. La cuestión del tributo. Nació en Belén. Creció en Nazaret. Enseñó, predicó y sanó por toda Galilea, Samaria, Judea y Perea. Pero una ciudad se mantuvo en su foco constante: Jerusalén. Jesús “afirmó su rostro para ir a Jerusalén” (Luc. 9:51). Su entrada en la ciudad marcó la semana más dramática y vital en la historia de la humanidad. Esa semana comenzó con la entrada regia de Cristo en la ciudad y culminó en la cruz. Miércoles Jueves 5. La cena del Señor. SAMARIA JERUSALÉN JUDEA Viernes La cruz «Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna» (Zacarías 9:9) Jesús fue a Jerusalén a realizar la obra de salvación. Analiza las siguientes afirmaciones sobre su entrada triunfal en la ciudad: 1. «El Señor lo necesita» (v. 34) ¿Por qué necesitaba Jesús un pollino? ¿Qué necesita Él para entrar en nuestra vida? 2. «A su paso tendían sus mantos» (v. 36) ¿Qué significaba este gesto de parte de los discípulos? ¿Qué debemos deponer a los pies de Jesús para facilitar su entrada en nuestro corazón? 3. «Las piedras clamarían» (v. 40) ¿Por qué callaron sus alabanzas el viernes (en la crucifixión) los que alababan el domingo? ¿Estoy proclamando a Jesús o dejo que otros lo hagan por mí? «Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones» (Lucas 19:45-46) Teniendo en cuenta que no era sábado, y que lo que se negociaba tenia relación directa con los servicios del templo (palomas, cambio de moneda, etc.), ¿por qué era incorrecto que se realizase esto en los amplios recintos del templo? Siendo que soy templo de Dios (1ª de Corintios 3:16), ¿qué cambios tendría que hacer para ser «casa de oración» y no «cueva de ladrones»? Permite que Jesús limpie el templo de tu corazón. «Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo» (Lucas 20:19) ¿Cómo podemos darle a Dios el fruto que espera de nosotros? ¿Cómo podemos guardarlo para nosotros mismos (v. 9-10)? ¿Qué caso estamos haciendo de la amonestación de los profetas antiguos y modernos (v. 11-12)? «Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará» (Lucas 20:18) ¿Hemos sido quebrantados sobre la Roca, o seremos destruidos cuando ella caiga sobre nosotros (v. 13-18)? «Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios» (Lucas 20:25) ¿Cuál era el problema implícito en la pregunta «Nos es lícito dar tributo a César, o no» (v. 22)? ¿Cómo podemos compaginar nuestra lealtad a Dios con nuestra lealtad al Estado? «Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama» (Lucas 22:19-20) Al participar de la Cena del Señor recordamos dos lecciones vitales: 1. Jesús nos dio la salvación muriendo en la cruz (Mateo 26:28). 2. Sentados alrededor de Su mesa, somos una comunidad unida que espera su regreso (1ª de Corintios 11:26) «En esta última acción de Cristo en la que compartió con sus discípulos el pan y el vino, se dio en prenda a ellos como su Redentor mediante un nuevo pacto, en el que estaba escrito y sellado que sobre todos los que reciben a Cristo por la fe se derramarán todas las bendiciones que el cielo pueda proporcionar, tanto en esta vida como en la vida inmortal futura. Este pacto debería ser ratificado por la propia sangre de Cristo… Este rito no debe excluir a nadie, aunque algunos piensen lo contrario. Todos pueden participar en él, y decir públicamente: “Acepto a Cristo como mi Salvador personal. El dio su vida por mí para que yo fuese rescatado de la muerte”» E.G.W. (El evangelismo, pg. 204)
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