8 de enero de 2016 Nº 94

8 de enero de 2016
Nº 94
1. L a debilidad de la r ecuper ación de los mer cados emer gentes afectar á notablemente el
cr ecimiento mundial en 2016
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2. E l hambr e: L a auténtica cr isis económica, por J er emy H obbs
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3. L a ONU lleva al máximo nivel sus pr eocupaciones por la cr isis de r efugiados
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4. L as consecuencias políticas de las cr isis financier as
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5. C uatr o r iesgos geopolíticos par a la economía global, por M ar tin Feldstein
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6. L as tr ansiciones del año 2016, por C hr istine L agar de
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7. 4 gr andes r etos económicos de A mér ica L atina en 2016
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8. A mér ica L atina se desaceler a a dos velocidades, por J uan M . R uiz
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9. E l pr ecio del petr óleo y el cr ecimiento mundial, por K enneth R ogoff
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1. LA DEBILIDAD DE LA RECUPERACIÓN DE LOS MERCADOS EMERGENTES AFECTARÁ
NOTABLEMENTE EL CRECIMIENTO MUNDIAL EN 2016
El flojo crecimiento de los principales mercados emergentes afectará fuertemente el crecimiento
mundial en 2016, pero la actividad económica tendrá un repunte moderado hasta alcanzar el
2,9% (frente al 2,4% registrado en 2015), a medida que las economías avanzadas cobren fuerza,
según el informe Perspectivas económicas mundiales 2016, publicado en enero por el Banco
Mundial.
La debilidad observada simultáneamente en la mayoría de los principales mercados emergentes
dificulta la posibilidad de alcanzar los objetivos de reducción de la pobreza y prosperidad
compartida, ya que dichos países contribuyeron enormemente al crecimiento mundial en los
últimos años. Los efectos secundarios derivados de los principales mercados emergentes
limitarán el crecimiento de los países en desarrollo y pondrán en peligro los logros obtenidos en
los esfuerzos en reducir la pobreza, advierten los autores del informe.
“Más del 40 % de la población pobre del mundo vive en países en desarrollo donde el
crecimiento se desaceleró en 2015”, señaló Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco
Mundial. "Los países en desarrollo deben concentrarse en fomentar su capacidad de
recuperación ante una situación económica más endeble y en proteger a los más vulnerables.
Los beneficios de las reformas de las condiciones comerciales y de gobierno pueden ser
cuantiosos y podrían ayudar a compensar los efectos de la lentitud del crecimiento en las
economías más grandes".
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El crecimiento económico mundial en 2015 fue inferior al previsto, debido a que la disminución
del precio de los productos básicos, la debilidad de los flujos comerciales y de capital, y los
episodios de inestabilidad financiera socavaron la actividad económica. La firmeza del
crecimiento dependerá de la continuidad del ímpetu de los países de ingreso alto, la
estabilización del precio de los productos básicos y la transición gradual de China hacia un
modelo de crecimiento que se base más en el consumo y los servicios.
Según los pronósticos, las economías en desarrollo crecerán un 4,8 % en 2016, menos de lo que
se había previsto anteriormente, pero más del 4,3 % registrado en año que acaba de terminar.
Las proyecciones indican que el crecimiento se desacelerará aún más en China, mientras que
Rusia y Brasil seguirán en recesión en 2016. La región de Asia meridional, encabezada por la
India, presenta un panorama esperanzador. El Acuerdo de Asociación Transpacífico, negociado
recientemente, podría dar un fuerte y bienvenido impulso al comercio.
“Hay
una
mayor
divergencia de desempeño
entre
las
economías
emergentes.
En
comparación con lo que
ocurría hace seis meses, se
han incrementado los
riesgos, en particular los
vinculados a la posibilidad
de una desaceleración
desordenada
en
una
economía emergente de
importancia”,
dijo
Kaushik
Basu,
vicepresidente
y
economista en jefe del
Grupo Banco Mundial. “Una combinación de políticas fiscales y medidas adoptadas por los
bancos centrales puede ayudar a mitigar esos riesgos y respaldar el crecimiento”.
Si bien es poco probable que se produzca, una desaceleración más rápida que la prevista en las
grandes economías emergentes podría tener repercusiones mundiales. Entre los riesgos también
cabe mencionar una posible tensión financiera durante el ciclo restrictivo iniciado por la
Reserva Federal estadounidense y las crecientes tensiones geopolíticas.
“Un crecimiento más sólido de los mercados avanzados compensará solo parcialmente los
riesgos de que continúe la debilidad de los principales mercados emergentes“, dijo Ayhan Kose,
director del Grupo de Perspectivas de Desarrollo Económico del Banco Mundial. “Por otra
parte, se mantiene el riesgo de turbulencias financieras en una nueva era de aumento de los
costos del endeudamiento”.
Perspectivas regionales
Asia oriental y el Pacífico: Según las proyecciones, el crecimiento de la región seguirá
perdiendo impulso y será del orden del 6,3 % en 2016, frente al 6,4 % registrado en 2015,
ligeramente inferior al previsto. En China, para 2016 se pronostica un crecimiento del 6,7 %,
más bajo que el 6,9 % observado en 2015. El crecimiento de la región excluida China se ubicó
en el 4,6 % en 2015, en líneas generales sin variación respecto de 2014, ya que la lentitud del
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crecimiento de los exportadores de productos básicos, como Indonesia y Malasia, se vio
compensada por la aceleración en Vietnam y la moderada recuperación de Tailandia. Los
riesgos incluyen una desaceleración más rápida que la prevista en China, la posibilidad de
nuevas turbulencias en los mercados financieros y un abrupto endurecimiento de las
condiciones de financiación.
Europa y Asia central: Para 2016 se proyecta un crecimiento del 3 %, más alto que el 2,1 %
verificado en el año que acaba de concluir, dado que se espera que los precios del petróleo
disminuyan más lentamente o se estabilicen, que la economía de la Federación de Rusia mejore
y que Ucrania se recupere. Se prevé que la actividad económica de Rusia va a sufrir una
contracción del 0,7 % en 2016, tras contraerse en un 3,8 % en el año que terminó. Podría
reanudarse un crecimiento módico en el este de la región, que comprende Europa oriental, el
Cáucaso meridional y Asia central, si se estabilizan los precios de los productos básicos. La
parte occidental de la región, que incluye Bulgaria, Rumania, Turquía y los Balcanes
occidentales, debería crecer moderadamente en 2016, impulsada por la recuperación de la zona
euro.
América Latina y el Caribe: Conforme a las proyecciones, en 2016 la región tendrá una
recuperación moderada tras la recesión: la actividad económica permanecerá sin cambios
después de contraerse un 0,9 % en el año recién terminado, mientras lucha contra la persistente
disminución del precio de los productos básicos y los problemas internos que aquejan a las
economías más grandes de la región. Sin embargo, hay diferencias entre las subregiones, y el
mayor crecimiento de los países en desarrollo de América Central y del Norte y el Caribe
compensará la debilidad de América del Sur. Se prevé que la recesión del Brasil continuará en
2016, pero se espera que el país vuelva a crecer en 2017. Si bien algo debilitado por los bajos
precios del petróleo y las presiones fiscales conexas, se prevé que en México el crecimiento
repuntará gracias a los beneficios de las reformas estructurales y el fortalecimiento de la
demanda del mercado estadounidense.
Oriente Medio y Norte de África: Según los pronósticos, en 2016 el crecimiento se acelerará
hasta el 5,1 %, frente al 2,5 % registrado en el año que acaba de concluir, ya que la suspensión o
la eliminación previstas de las sanciones económicas contra la República Islámica de Irán
permitirán al país cumplir un papel más importante en los mercados mundiales de la energía.
También se prevé un repunte del crecimiento de otros exportadores de petróleo, más que nada
partiendo del supuesto de que los precios del petróleo se van a estabilizar. La región corre serios
riesgos ante la posibilidad de que los conflictos se agraven, el precio del petróleo siga bajando y
no mejoren las condiciones de vida, lo que podría provocar malestar social.
Asia meridional: Con un crecimiento que, de acuerdo con las proyecciones, aumentará del 7 %
en el año que acaba de concluir al 7,3 % en 2016, la región presenta una situación
esperanzadora dentro del panorama de las economías emergentes y en desarrollo. La región es
importadora neta de petróleo y se beneficiará de la disminución de los precios mundiales de la
energía. Asimismo, debido a su integración relativamente limitada con el resto del mundo, la
región es menos afectada por las fluctuaciones de crecimiento de otras economías. Se prevé que,
en el año fiscal de 2016-17, la India, la economía dominante de la región, crecerá a un ritmo
más rápido, del orden del 7,8 %, y Pakistán acelerará su crecimiento hasta el 4,5 %.
África al sur del Sahara: Se pronostica que la región crecerá un 4,2 % en 2016, en comparación
con el 3,4 % registrado en 2015, a medida que el precio de los productos básicos se estabilice.
La actividad económica variará de un lugar a otro de África al sur del Sahara: el aumento del
consumo seguirá siendo flojo en los países exportadores de petróleo, ya que se incrementarán
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los costos de los combustibles, mientras que el descenso de la inflación en los países
importadores de petróleo contribuirá a dar un fuerte impulso al gasto en consumo. Se prevé que
Nigeria crecerá 4,6 %, después del 3,3 % registrado el año pasado, mientras que Sudáfrica
tendrá un módico crecimiento de apenas el 1,4 % frente al 1,3 % del año recién terminado.
Fuente: Comunicado de Prensa publicado el 06 de enero de 2016 en el portal electrónico del
Banco Mundial y disponible en el sitio web: http://www.bancomundial.org/
2. EL HAMBRE: LA AUTÉNTICA CRISIS ECONÓMICA, POR JEREMY HOBBS
El hambre afecta a, aproximadamente, mil millones de personas en todo el mundo y, a medida
que la crisis económica continúa, los esfuerzos por impulsar el crecimiento empeoran la
situación.
La crisis financiera mundial y la posterior recesión económica han dominado las mentes de los
líderes económicos de la OCDE durante los últimos cuatro años. Pero una crisis más cruda y
persistente evidencia el fracaso de la economía global para buena parte de los 7.000 millones de
personas que viven en el planeta, y señala la necesidad de buscar una nueva forma de hablar de
economía si nuestro objetivo es afrontar con éxito los retos del siglo XXI. La autentica crisis no
reside en la subida o bajada de los valores y las acciones de los mercados financieros sino en los
estómagos vacíos de mil millones de personas. Una crisis que desaprovecha oportunidades,
frena el desarrollo y deja sin alimentos a una importante fracción de la humanidad.
Por supuesto que se están haciendo esfuerzos para hacer frente al hambre en el mundo. En 2008,
tras las revueltas provocadas por el aumento de los precios de los alimentos en una docena de
países, los líderes mundiales prometieron emprender acciones. Los líderes del G8 acordaron en
L'Aquila (Italia) que la agricultura y la seguridad alimentaria deben figurar "en el centro de la
agenda internacional". Más tarde ese mismo año, el Comité de Seguridad Alimentaria (CSA)
fue reformado para fortalecer los mecanismos de gobernanza del sistema alimentario mundial.
Pero estos esfuerzos o bien deben aún dar sus frutos (el recién reformado CFA aún está dando
sus primeros pasos) o simplemente se han reducido a promesas vacías. Tras la crisis alimentaria
de 2008, los líderes del G8 se comprometieron en L'Aquila a proporcionar 20.000 millones de
euros para impulsar la agricultura en los siguientes tres años. Estos fondos han resultado ser
fondos reciclados de anteriores promesas o destinados a cumplir distintas promesas al mismo
tiempo.
Muchas de las políticas que fomentan la crisis alimentaria aún están en vigor. Por ejemplo,
desde la UE o los EE.UU. aún se impulsa la producción de biocombustibles a pesar de que hay
evidencias que señalan que éstos fueron la principal causa del aumento de los precios de los
alimentos en 2008 y uno de los principales factores causantes de la volatilidad de los precios de
los alimentos, además de contribuir a aumentar, y no a disminuir, las emisiones de carbono.
Y mientras la presión sobre las personas que viven sumidas en la pobreza continúa aumentando
a medida que los recursos, la tierra y el agua de los que dependen para alimentarse se han
convertido en el principal objetivo de poderosos intereses, ansiosos por acceder a estos valiosos
activos.
Desde 2001, en los países en desarrollo hasta 227 millones de hectáreas de tierra (un área del
tamaño de Europa occidental) han sido vendidas o arrendadas , en su mayor parte a inversores
internacionales a quienes no sólo les interesa la tierra sino los recursos hídricos vitales a los que
ésta les permite acceder. Oxfam ya ha sido testigo de como muchas de las supuestas inversiones
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eran en realidad casos de "acaparación de recursos", dejando, a menudo, a las personas más
pobres sin tierra, sin recibir compensación alguna y expuestas a la inseguridad alimentaria.
El fracaso de los países desarrollados a la hora de hacer frente de forma seria al reto del
calentamiento global es otro problema que se suma a la escasez de recursos. Hasta ahora, han
rechazado un acuerdo climático justo que permitiría a los países pobres desarrollarse sin
necesidad de hacer un uso masivo de combustibles fósiles. Mientras, la agricultura en los países
en desarrollo sufre las consecuencias de unas estaciones cada vez más impredecibles y el
aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, que afectan al suministro de alimentos a
nivel global.
Con un mundo reacio a emprender de manera urgente las acciones necesarias para hacer frente
al cambio climático y una población mundial que se estima incremente en 2.000 millones de
personas más para el año 2050, la presión sobre los recursos mundiales aumentará, así como
sobre las personas más pobres del mundo, las menos capaces de salir adelante. Un estudio de
investigación llevado a cabo por Oxfam en 2010 prevé que, para el año 2030, los precios de
algunos alimentos básicos esenciales aumentarán a nivel internacional entre un 120 y 180%, un
50% de dicho incremento debido al cambio climático.
Las soluciones a esta crisis están a nuestro alcance. En el mundo hay suficientes alimentos para
que todos tengamos suficiente que comer hoy y durante las próximas décadas. Otras cuestiones
son la distribución de estos alimentos y el deseo político. Ser conscientes de que vivimos en un
mundo con recursos limitados nos obliga a poner la equidad en el centro del pensamiento
económico global. Asimismo, estos recursos limitados nos obligan a tomarnos en serio la
cuestión de la sostenibilidad, no como parte de una retórica a utilizar cada cierto tiempo sino
como un elemento integrador del pensamiento económico. En vez de la igualdad, lo que vemos
florecer es la desigualdad. Mientras en 2010 el número de personas que padecía hambre en el
mundo aumentó hasta los 925 millones de personas, el número de millonarios aumentó un 8%,
incluso en países en los que cientos de millones de personas viven con menos de 1,25 dólares al
día.
En lugar de hacer frente a la escasez de recursos, muchos gobiernos buscan simplemente
restituir el crecimiento sin apenas tener en cuenta la capacidad de nuestro planeta. Las
inversiones "verdes" supusieron tan sólo un 7% de los fondos destinados por el Reino Unido a
estimular la economía en 2008-2009; tan sólo un 6% en España y un 3% en Japón. En lugar de
lograr un acuerdo sobre el cambio climático, las negociaciones se alargan mientras la
temperatura de la tierra continúa aumentando.
Está claro que la actual forma de debatir y gestionar la economía no cumple con sus objetivos;
es un fracaso para cientos de millones de personas y se prevé que lo siga siendo para miles de
millones durante las próximas décadas. Los gobiernos han recurrido de nuevo a sus antiguas
herramientas y soluciones (medidas a corto plazo y competitivas negociaciones) en lugar de
adoptar un enfoque colaborativo y a largo plazo.
Es necesaria una nueva economía, basada en la ética, para el siglo XXI. Una economía centrada
en la equidad, que juzgue su éxito en base al cumplimento de los derechos y la preservación de
los recursos. La piedra de toque de esta economía ética será el hambre y cómo lograr acabar con
él.
Fuente: Jeremy Hobbs es director general de Oxfam International. Este artículo de opinión fue
publicado el 04 de diciembre 2015 en el portal de Oxfam International y se encuentra disponible
en el sitio web: https://blogs.oxfam.org/
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3. LA ONU LLEVA AL MÁXIMO NIVEL SUS PREOCUPACIONES POR LA CRISIS DE REFUGIADOS
La ONU ha decidido llevar al máximo nivel su preocupación por la crisis de refugiados que han
ocasionado los conflictos armados de Oriente Medio y Libia con una cumbre que se espera
tenga lugar en la segunda mitad de este año.
La iniciativa fue planteada el pasado 20 de noviembre por el secretario general de la ONU, Ban
Ki-moon, y la reiteró en la rueda de prensa que ofreció el 16 de diciembre para hacer un balance
anual de las actividades de la organización.
Naciones Unidas apoya esta cumbre no sólo para fijar respuestas comunes sino para combatir
mensajes o políticas que, en lugar de abrir puertas, las están cerrando para quienes buscan salvar
sus vidas y las de sus familias por la persecución y la guerra.
“Demonizar y usar como chivo expiatorio a estas personas en base a su religión, etnia o país de
origen no tiene lugar en el siglo XXI”, afirmó el secretario general de la organización, que este
año abandonará ese puesto.
La idea de la ONU es que esta cumbre tenga lugar antes del debate general de alto nivel que
celebra la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de cada año, al igual que
ocurrido en ocasiones anteriores.
La cumbre más reciente antes del último debate de la Asamblea General estuvo dedicada a
analizar los nuevos desafíos para el desarrollo y fijar la agenda de prioridades que estará vigente
hasta el 2030 y la del 2014 se centró en el cambio climático.
Ahora, según Ban, se necesita “un nuevo pacto global sobre el reparto de responsabilidades”
para atender a los refugiados, teniendo en cuenta, como ha venido repitiendo la ONU, que la
crisis actual por ese tema es la más grave desde la II Guerra Mundial.
Una solución global para hacer frente a los millones de refugiados que han generado los
conflictos armados de Siria, Irak o Libia, “podría ayudar a prevenir la futura desestabilización
de las naciones y regiones enteras”, sostiene Ban.
Durante este año, la crisis mundial generada por los flujos de refugiados será debatida en varias
reuniones internacionales.
El 4 de febrero próximo, en Londres, se celebrará una conferencia internacional sobre la crisis
humanitaria generada por el conflicto sirio y estará dedicada también a buscar financiación para
apoyar los esfuerzos de los países vecinos.
Y en mayo siguiente se realizará en Estambul una cumbre mundial humanitaria para “buscar un
nuevo perfil en la agenda humanitaria internacional”, como parte de los esfuerzos que buscan
también atender las necesidades de los refugiados.
Los últimos datos que maneja la ONU cifran en miles de personas diarias las que están huyendo
hacia Europa escapando del principal conflicto armado en Oriente Medio, el que afecta desde
2011 a Siria.
Sólo en Grecia, según datos de la ONU, cada día llegan 5.000 personas escapando de la guerra
en Siria. En Turquía, según sus autoridades, hay cerca de 2,5 millones de refugiados sirios e
iraquíes.
El año que acaba de comenzar no sólo será clave para buscar una solución global al tema de los
refugiados, sino que será el último en la gestión de Ban Ki-moon, que ocupa el máximo puesto
de la ONU desde el 1 de enero de 2007.
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El proceso de selección para nombrar su reemplazo ocupará muchas reuniones dentro y fuera de
la sede de Naciones Unidas durante este año, en un proceso que, según las nuevas normas
aprobadas en septiembre pasado, busca garantizar la transparencia.
Por primera vez en los 70 años de historia de la ONU, la Asamblea General recogerá
candidaturas y podrá entrevistar a los aspirantes. La Asamblea General es el órgano más
representativo de la ONU, porque forman parte de él todos los países miembros.
Esa fórmula contrasta con la tradicional, marcada por conversaciones a puerta cerrada y en las
que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad eran prácticamente los únicos
que tenían algo que decir.
El Consejo de Seguridad seguirá siendo el órgano de la ONU que recomiende un candidato,
para que la Asamblea General le dé la luz verde final, pero antes de eso los aspirantes podrán
explicar sus planes ante la Asamblea General.
Se espera que el proceso de selección se cierre durante la segunda mitad de este año, para que el
sucesor de Ban asuma el puesto el 1 de enero de 2017.
La rotación que ha seguido durante décadas la ONU para la elección del secretario general
indica que el próximo debiera proceder de países de Europa del Este.
También existe un fuerte movimiento en los pasillos de la ONU para que, por primera vez, haya
un mujer al frente del puesto más importante de Naciones Unidas.
Según las propuestas públicas conocidas hasta ahora, hay dos candidaturas oficiales, la de la
ministra de Exteriores croata, Vesna Pusic, y la del macedonio Srgjan Kerim, que presidió la
Asamblea General de la ONU entre 2007 y 2008.
Pero también se menciona con fuerza a Irina Bokova, exministra de Exteriores búlgara y actual
directora general de la Unesco.
Fuente: Nota informativa publicada por el Centro de Información de las Naciones Unidas en
Panamá el 7 de enero de 2016 y disponible en el sitio web: http://www.cinup.org/
4. LAS CONSECUENCIAS POLÍTICAS DE LAS CRISIS FINANCIERAS
No creo ser el único profesor de finanzas que al proponer a sus estudiantes temas para una
monografía haya recurrido a una pregunta como: “En tu opinión, ¿cuál fue la causa principal de
la crisis financiera global: demasiada intervención del gobierno en los mercados financieros o
demasiado poca?”. Frente a esta disyuntiva, mi último grupo de alumnos se dividió en tres.
Un tercio aproximadamente, bajo el influjo del voluptuoso atractivo de la Hipótesis del
Mercado Eficiente, sostuvo que la culpa de todo la tuvieron los gobiernos, que distorsionaron
los incentivos del mercado con sus erradas intervenciones (entre las que en Estados Unidos se
destacan la Asociación Federal Nacional Hipotecaria y la Corporación Federal de Préstamos
Hipotecarios, ambas con patrocinio estatal, y la Ley de Reinversión Comunitaria). Algunos
incluso hicieron suyo el argumento del libertario estadounidense Ron Paul y culparon a la
existencia misma de la Reserva Federal como prestamista de última instancia.
Otro tercio de la clase, en el extremo opuesto del espectro político, puso en el papel del villano
al expresidente de la Reserva, Alan Greenspan. Para ellos, el problema se debió a la notoria
renuencia de Greenspan a intervenir en los mercados financieros, incluso cuando los niveles de
apalancamiento crecían aceleradamente y los precios de los activos parecían haber perdido todo
contacto con la realidad. Más en general, la tendencia desreguladora de los gobiernos
occidentales permitió un descontrol de los mercados en los primeros años de este siglo.
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El tercio restante trató de quedar bien con Dios y con el diablo, y sostuvo que los gobiernos
intervinieron demasiado en algunas áreas y demasiado poco en otras. Aunque evitar así una
pregunta no sirve para dar examen, puede que los estudiantes pescaran algo.
Ya pasaron siete años desde la crisis; ¿qué respuesta han dado los gobiernos y los votantes en
Europa y Norteamérica a esta importante pregunta? ¿Muestran sus actos que piensan que los
mercados financieros necesitan controles más estrictos o, por el contrario, que el Estado debe
repudiar los rescates y dejar que las empresas financieras enfrenten las consecuencias de sus
propios errores?
Por su retórica y sus políticas de regulación, parecería que la mayoría de los gobiernos se
pasaron al tercer bando de los que están con un pie a cada lado. Es cierto que han implementado
un sinfín de controles detallados, que han puesto los libros contables de los bancos bajo la lupa
como nunca antes y que exigen tener la última palabra respecto de la distribución de efectivo, la
designación de directores clave e incluso la descripción de responsabilidades de los miembros
de las juntas.
Pero también avisaron que en el futuro ni el gobierno ni el banco central intervendrán para
ayudar a instituciones financieras en problemas. Ahora los bancos deben presentar a las
autoridades planes anticipados de quiebra (“testamentos vitales”) que permitan un cierre
ordenado sin apoyo público. Si los bancos se meten en problemas, los gobiernos se lavan las
manos: se acabó la era de las instituciones “demasiado grandes para quebrar”.
Tal vez esta estrategia de dos vías era inevitable, pero sería bueno que nos dijeran a que apunta.
¿Se busca un sistema en el que vuelva a mandar la disciplina de mercado, o las autoridades van
a vigilar de cerca a las gerencias por tiempo indefinido?
¿Y los votantes, qué decidieron? En la primera ronda de elecciones después de la crisis, el
mensaje fue claro en un sentido y confuso en otro. Los gobiernos que estaban en el poder
cuando se declaró la crisis, fueran de izquierda o derecha, tuvieron que hacer las valijas y ceder
el puesto a gobiernos de signo opuesto.
No fue así en todos los casos (si no, véase a Angela Merkel en Alemania), pero sí en Estados
Unidos, el Reino Unido, Francia y otros países. Francia pasó de la derecha a la izquierda y el
Reino Unido pasó de la izquierda a la derecha. Pero el veredicto de los votantes sobre sus
gobiernos fue más o menos el mismo: las cosas salieron mal durante el turno de ustedes, así que
se tienen que ir.
Pero ahora podemos ver que se está formando una tendencia más coherente. Tres economistas
alemanes, Manuel Funke, Moritz Schularik y Christoph Trebesch, acaban de publicar un
fascinante estudio basado en más de 800 elecciones en países occidentales en los últimos 150
años, cuyos resultados emparejaron con 100 crisis financieras. La conclusión principal del
estudio es clara: “después de las crisis financieras, hay un vuelco abrupto a la derecha. En
promedio, los votos a la extrema derecha aumentan un tercio durante los cinco años
inmediatamente posteriores a una conmoción bancaria sistémica”.
El ejemplo más obvio y preocupante que a uno le viene a la cabeza es la Gran Depresión de los
años treinta, inmediatamente posterior al derrumbe de Wall Street en 1929, pero la tendencia
puede observarse incluso en los países escandinavos después de las crisis bancarias de
principios de los noventa. De modo que no tiene sentido tratar de explicar, por decir algo, el
ascenso del Frente Nacional en Francia por la falta de carisma personal y político del presidente
François Hollande. Aquí hay en juego fuerzas mayores que su extravagante vida privada y su
incapacidad para conectar con los votantes.
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La segunda gran conclusión de Funke, Schularik y Trebesch es que gobernar se vuelve más
difícil después de una crisis financiera, por dos motivos. El ascenso de la extrema derecha suele
producirse en un contexto de fragmentación política, con más partidos y una proporción menor
de votos al partido gobernante (sea de izquierda o derecha), lo que dificulta una acción
legislativa decidida.
Al mismo tiempo, se produce un súbito aumento de la movilización extraparlamentaria: se
multiplican las huelgas y se vuelven más largas, y las manifestaciones son más frecuentes y
numerosas. Se debilita el control público de las calles. La cantidad promedio de marchas contra
los gobiernos se triplica, la frecuencia de desmanes violentos se duplica y las huelgas generales
aumentan al menos un tercio. En Grecia estas cifras han aumentado hace poco.
La única conclusión reconfortante de los tres economistas es que de a poco estos efectos van
perdiendo fuerza. Los datos indican que después de cinco años, lo peor ya pasó. Pero no parece
ser la forma en que se están dando las cosas en Europa, si pensamos en el último susto electoral
en Francia, y ni hablar de Finlandia y Polonia, donde el poder ahora está en manos de populistas
de derecha. Tal vez la respuesta sea que el reloj empieza a andar cinco años después de que la
crisis está totalmente terminada, lo que todavía no ocurrió en Europa.
Así que parece que la política seguirá complicada por algún tiempo. Y los banqueros y
financistas, a quienes se acusa de provocar la crisis, seguirán en el banquillo hasta que las
expectativas de estabilidad económica y financiera de los votantes estén más uniformemente
satisfechas.
Fuente: Howard Davies es el primer presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del
Reino Unido (1997-2003), es presidente de la Royal Bank of Scotland. Fue director de la
London School of Economics (2003-11) y se desempeñó como vicegobernador del Banco de
Inglaterra y el Director General de la Confederación de la Industria Británica. Este artículo de
opinión fue publicado en el portal Project Syndicate el 22 de diciembre de 2015 y se encuentra
disponible en el sitio web: https://www.project-syndicate.org
5. CUATRO RIESGOS GEOPOLÍTICOS PARA LA ECONOMÍA GLOBAL, POR MARTIN FELDSTEIN
El cierre del año es un buen momento para considerar los riesgos que nos aguardan. Existen, por
supuesto, riesgos económicos importantes entre los que se cuentan la fijación incorrecta de
precios causada por una década de tasas de interés ultrabajas, los desplazamientos en la
demanda provocados por el cambio en la estructura de la economía china y la persistente
debilidad de las economías europeas. Pero los principales riesgos a largo plazo son geopolíticos
y provienen de cuatro fuentes: Rusia, China, Oriente Medio y el ciberespacio.
Aunque la Unión Soviética ya no existe, Rusia continúa siendo una formidable potencia
nuclear, con capacidad para proyectar su poderío hacia cualquier parte del mundo. Por otra
parte, Rusia es económicamente débil por su dependencia de los ingresos provenientes del
petróleo en tiempos en que sus precios han caído dramáticamente. Su presidente, Vladimir
Putin, ya advirtió a los rusos que habrá austeridad ya que el gobierno será incapaz de ofrecer los
beneficios por transferencias que proporcionó en los últimos años.
El riesgo geopolítico proviene de la creciente dependencia de Putin de la acción militar en el
extranjero —en Ucrania y ahora en Siria— para mantener su popularidad interna haciendo uso
de los medios locales de difusión (casi completamente bajo control del Kremlin) para ensalzar
la importancia mundial de Rusia. Rusia también usa sus exportaciones de gas a Europa
Occidental y Turquía como arma económica, aunque la reciente decisión turca de comprar gas a
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Israel pone de relieve los límites de esta estrategia. Mientras Putin responde a este y otros
desafíos, Rusia continuará siendo una fuente de incertidumbre significativa para el resto del
mundo.
China aún es un país pobre: su PIB per cápita es aproximadamente un cuarto del estadounidense
en términos de paridad del poder adquisitivo (PPA). Pero como su población es cuatro veces
mayor, su PIB total equivale al de EE. UU. (en términos de PPA). Y es el PIB total lo que
determina la capacidad de un país para ampliar su poderío militar, ofrecer un mercado
estratégicamente significativo para las exportaciones de otros países y ofrecer ayuda a otras
partes del mundo. China está haciendo todas esas cosas a una escala acorde a su PIB. Aún con
las tasas de crecimiento más moderadas proyectadas para el futuro, el crecimiento del PIB chino
será mayor que el de EE. UU. o Europa.
China ahora está ampliando su alcance estratégico. Está reivindicando sus derechos marítimos
en los mares de China Oriental y de China Meridional, que entran en conflicto con los reclamos
de otros países en la región (entre ellos, Japón, Filipinas y Vietnam). En especial, China se
apoya en la llamada «línea de los nueve puntos» (creada inicialmente por Taiwán en 1947) para
justificar su reclamo por el mar de China Meridional, donde ha creado islas artificiales y
afirmado su soberanía sobre las aguas que las rodean. EE. UU. describe la política china como
«negación de área antiacceso»: un esfuerzo para mantener a la marina estadounidense alejada
del continente chino y, por lo tanto, de las costas de los aliados estadounidenses en la región.
También está ampliando su influencia geopolítica a través de iniciativas como el Banco
Asiático de Inversión para Infraestructura, programas de asistencia en África y su plan «Un
cinturón y un camino» para establecer vínculos marítimos y territoriales a través del Océano
Índico y Asia Central, que se extenderán para llegar incluso hasta Europa. Los actuales líderes
políticos chinos desean una relación pacífica de cooperación con EE. UU. y otros países
occidentales. Pero una mirada hacia el futuro muestra que el desafío para EE. UU. y sus aliados
será evitar que las generaciones futuras de líderes chinos adopten políticas que amenacen a
Occidente.
En Oriente Medio, gran parte de la atención del mundo se ha centrado en la amenaza que
plantea ISIS a las poblaciones civiles en todo el planeta, incluidos Europa y Estados Unidos. El
mayor problema en la región es el conflicto entre los musulmanes chiitas y los suníes, un cisma
que se han mantenido durante más de un milenio. La mayor parte de ese tiempo y en la mayoría
de los lugares los chiitas han sido discriminados —y a menudo enfrentaron violencia letal— por
parte de los suníes.
Por lo tanto, Arabia Saudí y otros estados del Golfo con líderes suníes perciben a Irán, la
potencia regional chiita como su archienemigo estratégico. Arabia Saudí en especial teme que
Irán decida ajustar viejas cuentas e intente trasladar la custodia de los sitios islámicos sagrados
en La Meca y Medina a control chiita. Un conflicto entre Arabia Saudita e Irán también
implicaría una lucha por las vastas riquezas petrolíferas de la península arábiga y la enorme
riqueza financiera de los pequeños estados suníes como Kuwait y Catar.
La última de las fuentes de riesgo, el ciberespacio, puede llegar a eclipsar dentro de poco a
todas las demás, porque las fronteras y los ejércitos no tienen forma de limitarlo. Las amenazas
incluyen los ataques de denegación de servicio a bancos y otras instituciones; el acceso no
autorizado a registros personales en los bancos, empresas aseguradoras y agencias
gubernamentales; y el espionaje industrial. De hecho, el robo generalizado de tecnología a
empresas estadounidenses llevó a un reciente acuerdo entre China y EE. UU. para garantizar
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que ninguno de sus gobiernos proveerán asistencia para el robo de tecnología para beneficiar a
las empresas de sus países.
Estos son temas importantes, pero no tan graves como la amenaza que presentan los programas
malignos o malware a la infraestructura crítica: redes eléctricas, sistemas de tráfico aéreo,
oleoductos, provisión de agua, plataformas financieras, etc. Casos recientes de malware se han
atribuido a China, Irán, Rusia y Corea del Norte. Pero no es necesario que en eso participen los
Estados, las personas y los actores no estatales podrían hacer uso de programas malignos
contratando el talento necesario en el mercado clandestino internacional.
Las armas cibernéticas son relativamente baratas (y, por lo tanto, de fácil acceso) y capaces de
llegar a todo el mundo. Son las armas preferidas del futuro para atacar o extorsionar a un
adversario. Y aún carecemos de la capacidad para bloquear esos ataques o identificar sus
fuentes inequívocamente.
Estas cuatro fuentes de riesgo constituyen un conjunto de desafío geopolíticos inusualmente
grave. Al destacarlos no pretendo minimizar la importancia de otras cuestiones —como la
política monetaria estadounidense, los bajos precios de las materias primas, las crisis de la
deuda, etc.— que probablemente afectarán a la economía mundial el próximo año. Lo especial
de estas amenazas provenientes de Rusia, China, Oriente Medio y el ciberespacio es que
persistirán y amenazarán nuestro futuro económico durante muchos años.
Fuente: Martin Feldstein es profesor de Economía en la Universidad de Harvard y Presidente
Emérito de la Oficina Nacional de Investigación Económica, presidió el Consejo de Asesores
Económicos del presidente Ronald Reagan de 1982 a 1984. Este artículo de opinión fue
publicado en el portal Project Syndicate el 28 de diciembre de 2015 y se encuentra disponible
en el sitio web: https://www.project-syndicate.org
6. LAS TRANSICIONES DEL AÑO 2016, POR CHRISTINE LAGARDE
El ataque terrorista de noviembre en París junto con la afluencia de refugiados a Europa no son
más que el síntoma más reciente de las agudas tensiones políticas y económicas en el norte de
África y el Medio Oriente. Y, estos eventos de ninguna manera son hechos aislados. Existen,
también, conflictos en apogeo en otros lugares; y, hay cerca de 60 millones de personas
desplazadas en todo el mundo.
Además, el año 2015 está en camino de ser el año más caluroso de la historia, con un fenómeno
de El Niño extremadamente fuerte que ha dado lugar a catástrofes relacionadas con el clima a lo
largo del Pacífico. Y, la llegada de la normalización de las tasas de interés en Estados Unidos,
junto con la desaceleración de China, está contribuyendo a una mayor incertidumbre y
volatilidad de la economía mundial.
De hecho, ha habido una fuerte desaceleración en el crecimiento del comercio mundial; y, la
caída de los precios de las materias primas plantea problemas para las economías basadas en
recursos naturales.
Una de las razones para que la economía mundial esté tan lenta es la estabilidad financiera aún
no está asegurada, a pesar de que ya transcurrieron que siete años desde del colapso de Lehman
Brothers. En muchos países persisten aún debilidades en el sector financiero – y, los riesgos
financieros están creciendo en los mercados emergentes.
La sumatoria de todo esto lleva a que el crecimiento mundial en el año 2016 vaya a ser
decepcionante y desigual. Las perspectivas de crecimiento a mediano plazo de la economía
mundial también se han debilitado, porque el crecimiento potencial se ve frenado por un nivel
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de productividad bajo, poblaciones que envejecen, y los legados de la crisis financiera mundial.
El alto endeudamiento, el bajo nivel de inversiones y bancos débiles continúan constituyéndose
como una carga para algunas economías avanzadas, especialmente en Europa; y muchas
economías emergentes siguen enfrentándose a los ajustes posteriores a su auge crediticio y de
inversión postcrisis.
Este panorama se ve fuertemente afectado por algunas de las principales transiciones
económicas que están creando efectos de derrame y efectos de retorno de derrame a nivel
mundial, en especial la transición de China a un nuevo modelo de crecimiento y la
normalización de la política monetaria de E.E.U.U. Ambos desplazamientos son necesarios y
saludables. Son buenos para China, buenos para EE.UU., y buenos para el mundo. El desafío es
gestionarlos de la mejor y más eficiente forma posible.
China ha puesto en marcha profundas reformas estructurales para elevar los ingresos y los
estándares de vida, está en la búsqueda de una “nueva normalidad” con un crecimiento más
lento, más seguro y sostenible que se fundamente más en los servicios y menos en la
manufactura y las inversiones que requieren un uso intensivo de materias primas. Pero las
autoridades de China están enfrentando un delicado acto de equilibrio: necesitan implementar
estas reformas difíciles y, al mismo tiempo, deben preservar la demanda y la estabilidad
financiera de su país.
El pasado verano se sintió un efecto de derrame de esta transición cuando los temores de los
inversionistas sobre el ritmo de desaceleración de la economía china pusieron aún más presión
sobre los mercados de materias primas y provocaron importantes depreciaciones del tipo de
cambio en una serie de países exportadores de materias primas que dependen de la demanda
china. A medida que China invierta menos, su apetito por materias primas se reducirá – y, cabe
mencionar, por ejemplo, que China consume en la actualidad el 60% de mineral de hierro del
mundo. Esto contribuirá a lo que podría ser un período prolongado de precios bajos de las
materias primas, mismo que los formuladores de políticas tendrán que gestionar
cuidadosamente – sobre todo en países que son grandes exportadores de materias primas, como
por ejemplo Australia y Brasil.
La segunda transición importante es la relacionada con la decisión de la Reserva Federal de
elevar las tasas de interés. A pesar de que la Fed ha indicado claramente que se espera que las
tasas se mantengan bajas durante algún tiempo, esta transición refleja la existencia de mejores
condiciones económicas en EE.UU., lo que también es bueno para la economía mundial.
Las bajas tasas de interés contribuyeron a una búsqueda de rentabilidad por parte de los
inversores, que apoyaron la toma de riesgos financieros y las valoraciones más altas de los
instrumentos de renta variable, los bonos soberanos, y el crédito corporativo. Por lo tanto, la
Fed, también, se enfrenta a un delicado acto de equilibrio: normalizar las tasas de interés y, al
mismo tiempo, reducir al mínimo el riesgo de perturbaciones en los mercados financieros.
Hay, también, posibles efectos de derrame en esto. Incluso antes del aumento de las tasas de
interés en EE.UU. en el mes de diciembre, la perspectiva de una política monetaria más
restrictiva ya había contribuido al aumento de los costos de financiación para algunos
prestatarios, incluyéndose entre ellos a las economías emergentes y en desarrollo.
Esto es parte de un necesario ajuste de las condiciones financieras a nivel mundial. El proceso,
sin embargo, podría ser complicado por los cambios estructurales en los mercados de renta fija,
mismos que se han tornado en menos líquidos y más frágiles – y, esa es una receta que lleva a
perturbaciones y reacciones exageradas en los mercados.
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Hacia afuera de las economías avanzadas, los países están generalmente mejor preparados para
hacer frente a tasas de interés que son más altas en comparación con las del pasado. Y, sin
embargo, estoy preocupada por su capacidad para amortiguar los shocks. Muchas economías
emergentes y en desarrollo respondieron a la crisis financiera mundial dictando audaces
medidas anticíclicas, tanto fiscales como monetarias. Mediante el uso de estos amortiguadores
de políticas, fueron capaces de liderar la economía mundial en su momento de necesidad. Y,
durante el transcurso de los últimos cinco años, estas economías han dado cuenta de casi el 80%
del crecimiento mundial.
Sin embargo, estas iniciativas en cuanto a políticas estuvieron generalmente acompañadas por
un aumento en el apalancamiento financiero en el sector privado, y muchos países incurrieron
en más deuda – y, una porción importante de dicha deuda se constituyó en dólares
estadounidenses. Consiguientemente, el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos y un
dólar más fuerte podrían dejar traslucir descalces de monedas, lo que conduciría a moratorias
corporativas – y a un contagio vicioso que se extienda a los bancos y a los Estados soberanos.
Y, no obstante, sabemos que los riesgos bajistas de estas transiciones se pueden gestionar
mediante el apoyo a la demanda, la preservación de la estabilidad financiera y la aplicación de
reformas estructurales, La mayoría de las economías avanzadas, a excepción de la de EE.UU.
y, posiblemente, la del Reino Unido, seguirán necesitando de políticas monetarias
acomodaticias. Todas las economías avanzadas, sin embargo, deben incorporar de manera plena
los riesgos de los efectos de derrame en su toma de decisiones y deben garantizar que sus
comunicaciones sean claras en este sentido.
La eurozona, entretanto, puede mejorar sus perspectivas al ponerse a trabajar de manera
decidida en los préstamos en mora que ascienden a un valor aproximado de 900 mil millones de
euros – uno de los principales legados no resueltos de la crisis financiera. Hacer esto permitiría
que los bancos aumenten la oferta de crédito disponible para empresas y hogares, y que de esa
forma se incremente la potencia de la acomodación monetaria, lo que a su vez mejoraría las
perspectivas de crecimiento y reforzaría la confianza en el mercado.
Las economías emergentes necesitan mejorar la monitorización de la exposición de las
principales empresas al riesgo cambiario. También deben garantizar la estabilidad financiera
mediante el uso de herramientas macroprudenciales para fortalecer la capacidad de resistencia y
flexibilidad de los bancos ante la acumulación de deuda externa y de apalancamiento
corporativo.
A nivel mundial, existe una necesidad apremiante de completar y poner en práctica el programa
de reforma regulatoria – con un enfoque especial en la mejora de la transparencia y la
supervisión de las entidades no bancarias, o bancos en las sombras. Y, del mismo modo,
tenemos otra tarea importante por delante: mejorar la calidad del aún inadecuado marco de
resolución para entidades financieras sistémicas y activas mundialmente.
Por el lado fiscal, los países deben utilizar políticas que sean, dentro de lo posible, lo más
flexibles y favorables al crecimiento. El Fondo Monetario Internacional sigue recomendando
que las economías avanzadas que tienen un margen para estímulos fiscales lo utilicen para
impulsar la inversión pública, especialmente en infraestructura de calidad. Los planes fiscales
creíbles a medio plazo también continúan siendo una prioridad, especialmente para EE.UU. y
Japón.
Los países exportadores de materias primas que tienen un margen para maniobras de políticas
fiscales deben utilizar dicho margen para suavizar su ajuste a los precios más bajos. Otros países
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deben depender de un reequilibrio fiscal favorable al crecimiento – por ejemplo, mediante la
aplicación de reformas fiscales y a los precios de la energía, y la fijación de nuevas prioridades
de gasto, incluyéndose entre ellas la protección de los más vulnerables.
Los países exportadores de materias primas, como ser Chile, Colombia, Noruega, y Botsuana
utilizaron el auge de las materias primas para fortalecer sus marcos fiscales frente a los shocks.
Esto les ha dado un mayor control sobre el ritmo de ajuste fiscal necesario, lo que a su vez les
permite mantener el crecimiento. Esta es una lección útil para otros.
Por último, todos los países necesitan mejorar la calidad de sus estructuras económicas
mediante la reforma de sus mercados de trabajo y de productos, sus infraestructuras, sus
sistemas de salud y educación, y sus políticas de comercio exterior. La implementación, por
supuesto, requiere de la hábil y perspicaz formulación de políticas, sobre todo en esta fase de
menor crecimiento y mayor incertidumbre. Y, dada la naturaleza colectiva de muchos de los
temas involucrados – como ser el cambio climático, el comercio exterior, la migración, y la red
de seguridad financiera mundial – una mayor cooperación internacional es más urgente y más
esencial que nunca.
Me alegré de ver que este espíritu trascendió en la adopción de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible en el mes de septiembre pasado, y, nuevamente dicho espíritu se hizo presente en la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en París este mes de diciembre.
Asimismo, la crisis de los refugiados en el Medio Oriente y Europa no es sólo un asunto
humanitario; es también un asunto económico que afecta a todos. Y, todos tenemos la
obligación de ayudar.
Sí, es verdad que los desafíos que enfrenta el mundo en el año 2016 son grandes. Pero, con las
políticas, la cooperación y el liderazgo correctos, podemos gestionarlos en beneficio de todos
nosotros.
Fuente: Christine Lagarde es el Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Anteriormente se desempeñó como ministro de Finanzas de Francia a partir de 2007-2011 y en
2009 fue nombrada por el Financial Times como la mejor ministra de Finanzas de la zona euro.
Este artículo de opinión fue publicado en el portal Project Syndicate el 05 de enero de 2016 y se
encuentra disponible en el sitio web: https://www.project-syndicate.org
7. 4 GRANDES RETOS ECONÓMICOS DE AMÉRICA LATINA EN 2016
El panorama de la economía mundial no es promisorio. El de la región tampoco.
La CEPAL calcula que en 2015 las economías de América Latina experimentaron un retroceso
del 0,4% y que solo crecerán un 0,2% en 2016.
Al igual que la CEPAL, centros privados de análisis e inversores señalan que el complicado
panorama mundial está golpeando duramente a la región.
En 2016 la economía global crecerá al mismo ritmo que en 2015: alrededor de un 2,4%.
China, fundamental para muchos países de la región, crecerá en el mejor de los casos un 7%,
mucho menos que en la época del boom.
Según Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico de la CEPAL, no
habrá cambios en este desafavorable escenario internacional.
"Esta tendencia persistirá en el mediano plazo. América Latina tendrá que buscar vías
alternativas de crecimiento económico", señaló a BBC Mundo.
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En este sentido será decisiva la respuesta de la región a cuatro retos: las materias primas, las
tasas de interés en Estados Unidos, la desaceleración global y la incertidumbre política.
Materias primas
Entre enero de 2011 y octubre de 2015 la caída de los precios de los metales y de la energía
(petróleo, gas y carbón) fue cercana al 50% mientras que los alimentos disminuyeron un 30%.
Si el foco se concentra en 2015 se ve que los productos energéticos experimentaron una caída
en torno al 24%, los metales un 21% y los productos agrícolas un 10%.
Este panorama entorna la puerta a una salida clásica para las crisis: las exportaciones.
"Hay desafíos a mediano plazo como el de hacer un cambio estructural para producir
manufacturas con más valor agregado. Pero a corto plazo necesitamos una política fiscal activa
y un estímulo a la inversión", señala Titleman.
Potenciar la producción y el consumo interno como alternativas a la exportación requiere una
política crediticia que favorezca el desarrollo.
Brasil es un ejemplo de los problemas en ese ramo. En octubre la tasa de interés para los
préstamos al consumo superó el 45% de promedio mientras que para las empresas el costo
promedio está por encima del 30%.
Tasas de interés de Estados Unidos
El anuncio de la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, el pasado 16 de diciembre no
dejó dudas.
El alza de la tasa de interés fue mínima - 0,25% - pero el mensaje inequívoco: en 2016
continuaría.
La Unidad de Inteligencia (EIU) del semanario británico "The Economist" calcula que en los
próximos 12 meses se elevará cada trimestre un 0,25% y que rondará el 1,37% en diciembre
próximo.
Según Mike Jakeman, analista global del EIU, será un proceso gradual.
"Yellen será muy flexible y abierta a cambios en caso de que el impacto sea fuerte, no solo en
Estados Unidos sino en mercados emergentes", señaló a BBC Mundo.
A partir de 2013 la mera posibilidad de un aumento produjo turbulencias en los mercados
emergentes con devaluaciones y bruscas alzas de la tasa de interés para evitar una fuga de
capitales.
Esta volatilidad llevó a una retracción de los capitales que salieron de la región para buscar
plazas más seguras en los países desarrollados, comportamiento tradicional en estos casos,
como se ha visto desde la crisis de la deuda de los 80 en adelante.
Según Titelman la respuesta variará de acuerdo a los países.
"Algunos tendrán que aumentar sus tasas de interés en línea con la Reserva Federal. Es el caso
de México. Otros tendrán que devaluar su moneda. Un factor positivo es que el aumento de las
tasas de interés ya estaba bastante internalizado por el mercado por lo que el impacto es menor",
indicó a BBC Mundo.
Desaceleración económica mundial
El comercio es uno de los termómetros de la salud economica mundial.
En los primeros nueve meses de 2015 registró el crecimiento más bajo desde el estallido
financiero de 2008: un 1,5%.
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La CEPAL calcula que en 2016 crecerá un 2,5%, nuevamente por debajo del crecimiento
económico mundial.
Michael Ivanovitch, director ejecutivo de la financiera global MSI, señaló a BBC Mundo que
ninguno de los países que podría cambiar esta tendencia tomará los pasos necesarios para
hacerlo.
"Estados Unidos no tiene mucho margen debido a su déficit fiscal y su deuda. Alemania tiene
ese espacio, pero está encerrado en una política de austeridad que está ahogando a la Eurozona.
China tendría más posibilidades, pero no se puede esperar algo similar a lo que sucedió en la
crisis de 2008-2009", indicó a BBC Mundo.
Si el comercio no es la vía del crecimiento, si la inversión financiera puede quedar
comprometida por el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, la alternativa es el
consumo interno.
La bonanza que comenzó a principios de siglo permitió una reducción de la pobreza a la mitad
en América Latina, logro que, además de social y humano, tiene un fuerte significado
económico: unos 200 millones de consumidores con mayor poder adquisitivo.
Según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la
desaceleración económica regional es un peligro para este sector.
En este contexto la CEPAL rescata la importancia económica del gasto social.
"Es indispensable ver la composición del gasto fiscal para privilegiar la inversión pública y el
gasto social", indicó Titleman a BBC Mundo.
Enigmas políticos
Tres de las economías más fuertes de América Latina se encuentran en medio de un complicado
proceso político.
En la primera economía regional, Brasil, la crisis empezó al otro día de la ajustada victoria
electoral de Dilma Roussef a fines de un 2014.
En 2015 la crisis se agudizó de la mano del escándalo de Petrobras y la compleja madeja
política del Brasil.
El impasse político terminó por hacer naufragar el programa de austeridad que impulsaba el
ahora ex ministro de finanzas Joaquim Levy, sustituído en diciembre por quien fuera su
ministro de planificación, Nelson Barbosa.
Los problemas que deberá enfrentar son los mismos: alto déficit fiscal, contracción económica y
caída de las exportaciones.
Más allá de los méritos de su propuesta, el interrogante básico es si logrará sortear los
obstáculos políticos que empantanaron el accionar de su predecesor.
En Mercosur
Los problemas de Brasil han impactado al resto del Mercosur, en particular a Argentina, que vio
como la demanda de su principal socio comercial disminuía al ritmo de su contracción
económica.
Con la asunción el 10 de diciembre de Mauricio Macri el país dio un fuerte viraje hacia un
modelo de apertura de las barreras comerciales y financieras y eliminación de impuestos.
Al mismo tiempo, el macrismo se comprometió a mantener las conquistas sociales del
Kirchnerismo.
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Conjugar ambas agendas será complicado. Venezuela plantea un interrogante aún más crítico.
En medio de una fuerte crisis económica, ¿es posible la convivencia entre el chavismo en el
gobierno y una oposición con mayoría legislativa por primera vez en 16 años?
El fantasma de un choque institucional entre el legislativo y el ejecutivo está en el aire.
Con precios internacionales del petróleo planchados, déficit fiscal de dos dígitos y alta
inflación, se ve el devastador potencial que puede tener la crisis política sobre la económica.
Brasil, Argentina y Venezuela no agotan los problemas políticos de la región, pero el tamaño de
sus economías y los retos que enfrentan, los convierten en uno de los grandes enigmas que
condicionará el crecimiento de América Latina.
Fuente: Nota informativa publicado en el portal de la BBC Mundo el 01 de enero de 2016 y
disponible en el sitio web: http://www.bbc.com/
8. AMÉRICA LATINA SE DESACELERA A DOS VELOCIDADES, POR JUAN M. RUIZ
Los vientos de popa que ha disfrutado América Latina en los diez años comprendidos entre
2004 y 2013 —el continuado aumento de los precios de las materias primas, empujadas por
China, y las favorables condiciones de financiación internacional— han amainado y no se
espera que regresen pronto. Esto no quiere decir que se convertirán en vientos en contra, pues
los precios de las materias primas se mantendrán encima de los que se observaron antes del
2003 y las condiciones de financiación internacional serán más favorables que antes de la gran
crisis de 2008-9 todavía durante un tiempo. Lo que sí es cierto es que la región (sobre todo
Sudamérica) ya no va a disfrutar de ese empuje externo al crecimiento, y eso se ha reflejado en
una desaceleración que cumplirá cuatro años en 2015.
Esta desaceleración está llevando a un estancamiento de la actividad en la región. Si tomamos a
América Latina como un todo, la actividad económica este año caerá 0,3%. El 2016 no será
mucho mejor, pues se anticipa un crecimiento de sólo 0,3%. Es decir, una actividad plana en
2015-16 y el encadenamiento de tres años (del 2014 al 2016) en que la región crece por debajo
de la OCDE. Así, será la primera vez en 15 años en que se amplía la brecha de renta entre la
región y los países avanzados, algo que había evitado incluso durante la crisis global de 2008-9.
Con todo, la región se está desacelerando a dos velocidades. Por un lado, los países de la
Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) mantendrán, en conjunto, un
crecimiento alrededor del 2,5% este año y el próximo. Sin duda, por debajo de su potencial
(más cercano al 4%) pero comparable con el de las economías desarrolladas. Como contraste a
la Alianza del Pacífico, Brasil experimentará este año una dura recesión, con una caída del PIB
superior al 3% y la perspectiva de que el próximo año la actividad económica también se
contraiga, con el riesgo de repetir la recesión de 2015. La recesión en Brasil constituye un fuerte
lastre para el resto de países de Mercosur que, si bien no sufrirán una recesión, experimentarán
un crecimiento bajo, menor que la Alianza del Pacífico. Estas dos velocidades reflejan países
que, por un lado, siguieron políticas macroeconómicas prudentes durante el superciclo de
precios de las materias primas y, por el otro, los que se excedieron en el empuje de políticas de
demanda para sustentar el crecimiento.
Hacia delante, la recuperación de este bache a partir de 2017 también se producirá a dos
velocidades, a no ser que se reconduzca la política económica en los países que optaron por la
vía heterodoxa durante la década pasada. En cualquier caso, lo que sí empieza a aflorar con la
pérdida de los vientos de popa es la constatación que el superciclo de materias primas no se
aprovechó lo suficiente en la región para avanzar la agenda de reformas y aumentar la
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productividad. México ha sido de los primeros en avanzarla. El resto de países aún está a tiempo
de hacerlo.
Fuente: Juan M. Ruiz es economista jefe para América del Sur de BBVA Research. Este
artículo de opinión fue publicado el 20 de diciembre de 2015 en el periódico español El País y
se encuentra disponible en el sitio web: http://economia.elpais.com/
9. EL PRECIO DEL PETRÓLEO Y EL CRECIMIENTO MUNDIAL, POR KENNETH ROGOFF
Una de las mayores sorpresas económicas de 2015 es que la asombrosa caída de la cotización
mundial del petróleo no haya estimulado más el crecimiento global. A pesar del derrumbe de
precios (de más de 115 dólares por barril en junio de 2014 a 45 dólares a fines de noviembre de
2015), la mayoría de los modelos macroeconómicos indican que el efecto sobre el crecimiento
global fue menor al esperado: tal vez solo un 0,5% del PIB mundial.
La buena noticia es que este oportuno pero limitado estímulo al crecimiento probablemente se
extienda más allá de 2016. La mala noticia es que el abaratamiento del petróleo crea más
presiones para los principales países exportadores.
La reciente caída del precio del petróleo es similar a la que se produjo en 1985 y 1986 por un
aumento de la oferta, cuando los países de la OPEP (léase: Arabia Saudí) decidieron liberar
producción para recuperar cuota de mercado. También es comparable al derrumbe de 2008 y
2009 por una menor demanda después de la crisis financiera global. En la medida en que un
abaratamiento del petróleo responde a la demanda, no cabe esperar un efecto positivo
importante, ya que el precio del petróleo opera más como un estabilizador automático que como
una fuerza exógena que rija la economía global. Pero de un shock de oferta puede esperarse un
considerable impacto positivo.
Si bien el shock de 2014 y 2015 no es tan fácil de analizar como los dos episodios anteriores,
parece que en este caso las variaciones de la demanda y de la oferta corren parejas en influencia.
Está claro que el vuelco de China hacia una política de fomentar el consumo interno desinfló
todos los commodities a escala internacional; por ejemplo, los metales también tuvieron una
caída abrupta en 2015. (El precio del oro, 1.050 dólares por onza a fines de noviembre, está
muy lejos del máximo de casi 1.890 dólares al que llegó en septiembre de 2011; el
abaratamiento del cobre desde 2011 es casi idéntico.)
Pero un factor que influye al menos tanto es la oferta de nuevas fuentes de petróleo. La
revolución de las fuentes no convencionales permitió aumentar la producción estadounidense de
cinco millones de barriles por día en 2008 a 9,3 millones de barriles en 2015; y este boom de la
oferta se mantiene a pesar del derrumbe de precios. Las expectativas de levantamiento de
sanciones a Irán también repercutieron en los mercados.
El abaratamiento del petróleo es hasta cierto punto un juego de suma cero en el que los
productores pierden y los consumidores ganan. En general se considera que la caída de precios
estimula la demanda global, porque los consumidores gastan la mayor parte de la ganancia
inesperada, mientras que los productores se adaptan recortando el ahorro.
Pero en 2015, esta dinámica diferenciada no fue tan marcada. Una razón es que los países
emergentes importadores de energía hoy pesan mucho más en la economía global que en los
ochenta, y tienen una postura mucho más intervencionista en el mercado del petróleo que los
países avanzados.
Países como la India y China estabilizan el mercado minorista de energía por medio de
subsidios estatales para contener el precio que pagan los consumidores. Cuando el petróleo se
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encareció, estos subsidios se volvieron muy costosos, y muchos gobiernos ya buscaban
desesperadamente cómo recortarlos. De modo que al llegar el abaratamiento, los países
emergentes lo aprovecharon para reducir subsidios.
Al mismo tiempo, muchos exportadores de petróleo se ven obligados a reajustar sus planes de
gastos en un contexto de caída abrupta de los ingresos. Hasta Arabia Saudí se ha visto afectada
(a pesar de sus inmensas reservas de petróleo y financieras), debido al veloz crecimiento de su
población y el aumento del gasto militar por los conflictos en Oriente Próximo.
Que el abaratamiento del petróleo haya incidido tan poco en el crecimiento global no debería
sorprendernos. Hace tiempo que la investigación académica señala en esa dirección. Ahora se
piensa que el petróleo no es un motor del ciclo económico tan independiente como se creía
antes. Otro factor que restringe el crecimiento es una abrupta caída de las inversiones en el
sector energético. Tras años de veloz crecimiento, la inversión mundial en producción y
exploración petrolera se redujo 150.000 millones de dólares en 2015. En algún momento esto se
trasladará a los precios, pero en forma lenta y gradual: en los mercados de futuros el petróleo
sólo cotiza a 60 dólares por barril en 2020.
La buena noticia para 2016 es que la mayoría de los modelos macroeconómicos señalan que el
efecto estimulante del abaratamiento del petróleo tenderá a prolongarse por un par de años, lo
que compensará que los países emergentes importadores sigan aprovechándolo para recortar
subsidios.
Pero para los países productores, los riesgos son cada vez mayores. Aunque solo un par esté en
crisis declarada (se destaca la mal gestionada Venezuela), muchos están al borde de la recesión.
Los países con tipo de cambio flotante, entre ellos Colombia, México y Rusia, hasta ahora han
podido adaptarse a la mayor restricción fiscal (pero si el abaratamiento continúa, Rusia se verá
en problemas). Los países con regímenes cambiarios rígidos, en cambio, se enfrentan a una
prueba más difícil. La histórica política saudí (que en otros tiempos parecía imbatible) de atar su
moneda al dólar fue objeto de enormes presiones las últimas semanas.
Para resumir, en 2015 el precio del petróleo no influyó tanto en el crecimiento global como se
esperaba al principio del año. Además, la abundancia de reservas y una política
macroeconómica relativamente conservadora han permitido hasta ahora a la mayoría de los
grandes productores hacer frente a enormes presiones fiscales sin caer en crisis. Pero el año que
viene puede ser diferente (y no en el buen sentido), especialmente para los productores.
Fuente: Kenneth Rogoff es ex economista jefe del FMI y profesor de Economía y Políticas
Públicas en la Universidad de Harvard. Este artículo de opinión fue publicado el 27 de
diciembre de 2015 en el periódico español El País y se encuentra disponible en el sitio web:
http://economia.elpais.com/
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