Ibañez, José Cosmelli - Historia 2

OBRAS DEL AUTOR PARA LA ENSEÑANZA M ED||
HISTO RIA A N TIG U A Y MEDIEV/\
HISTO RIA M O DERNA Y CONTEMPORANEA
HISTO RIA ARGENTIN;
HISTORIA DE LAS INSTITUCIONES (1? parte
HISTO RIA DE LAS IN STITUCIO NES (2? parte
HISTO RIA DE LA CULTURA ARG ENTIN/
SÍNTESIS DE HISTO RIA A N TIG U A Y MEDIEVAl
SINTESIS DE HISTO RIA MODERNA
Y CONTEMPORANEA
SINTESIS DE HISTO RIA ARGENTINA
OTRAS OBRAS
HISTO RIA C ULTUR AL DE LOS ARGENTINOS
(A rte s-L e tra s-C ie n cia s) 2 Tomos
HISTORIA
LA EDAD M O D ER N A
La quiebra del mundo m edieval
Se llam a Edad M oderna el período com prendido entre la tom a de C onstan tin o p la — ca p ita l del Im pe rio Romano de O rie n te — por los tu rc o s (1453)
y la reunión de los Estados G enerales que dieron com ienzo a la R e volu­
ción Francesa (1789). Sin em bargo, debem os destacar que estas d iv is io n e s
en e s tric to s períodos se deben a razones de m étodo y a co n ve n ie n cia s de
c la s ific a c ió n , por cuanto los sucesos h is tó ric o s form an una s e rie c o n tin u a
de hechos relacionados, y las tra n sfo rm a cio n e s — ta n to m a te ria le s com o
e s p iritu a le s — que d ife re n cia n una Edad de o tra se produjeron con m ucha
le n titu d y son el re su lta d o de un proceso evolutivo.
Todo el s ig lo XV y m ediados del XVi con stitu ye n la llam ada “ época
de tra n s ic ió n ” de la Edad M edia a los Tiem pos M odernos, por cu a n to en
este largo período se p rodujeron im p o rta n te s cam bios en la fo rm a de
pensar y de v iv ir.
Entre los fa c to re s que co n trib u ye ro n a esta quiebra del m undo m e­
dieval podem os c ita r:
a) P o lítico s. La e xtin ció n del fe u d a lism o , la consolidación
de los reyes y el s u rg im ie n to de los Estados europeos.
del D o de r
b) S ociales. La im po rtancia de la clase m edia o burguesía (de burgués,
habitante de un burgo o ciudad) debida al desa rro llo fa b ril y c o m e rcia l.
Printed in Argentina
impreso en Argentina
Queda hecho el deposito que previene la lev 11 7 ?T
e bV EDITORIAL TROQUEL S.APf Buenos Akes, 1980.
c) C ie n tífic o s . Las grandes inven cio nes (pólvora, im prenta, p apel, brú ­
ju la ) y la a p lica ció n del m étodo e xperim e ntal por parte de los e s tu d io so s.
d) G eográficos. Los d ive rso s d e scu b rim ie n to s m arítim o s
tie ro n a los europeos vin cu la rse con o tra s civiliza cio n e s.
que
p e rm i­
Una escena de la larga y sangrienta Guerra de los Cien Años. Este conflicto originó impor­
tantes consecuencias, entre ellas, la decadencia del feudalismo.
Grabado antiguo que reproduce una ciudad italiana en tiempos del medievo.
e) E conóm icos. Las riquezas de los países conquistados, el p ro te c ­
cio n ism o aduanero y las nuevas m anufacturas dieron v ita lid a d e im pulso
a la econom ía m undial.
f) A rtís tic o s . El re n a c im ie n to genera! de las obras clásicas.
g) C ultu ra les. La am plia d ifu s ió n del saber, debido a la invención de
la im pre nta y a la in te n s ific a c ió n de los estudios.
h) R eligiosos. La c ris is producida en el s ig lo XVI, llamada "la R efor­
m a” , que o rig in ó la d iv is ió n del m undo cris tia n o .
LOS C O M IEN ZO S DE LOS TIEMPOS M ODERNOS
D ijim o s que en los ú ltim o s s ig lo s de la Edad M edia se in ic ia parte
de los cam bios p o lític o s , id e o ló g ico s y económ icos que caracterizaron el
mundo moderno.
R esum irem os algunos de esos a co n te cim ie n to s.
Decadencia del feudalism o
El régim en feudal e n tró en decadencia al té rm in o de las Cruzadas
— sig lo X III— y acentuó su d e clin a ció n luego de la G uerra de los Cien
A ños sostenida por Inglatera y Francia (1337 a 1453).
Preocupados por las luchas, los señores abandonaron sus d om inios,
m uchos perecie ro n y o tro s se radicaron en lejanas tie rra s . Esto fa vo re ció
a los reyes, los que p aulatinam ente recuperaron sus derechos y te rrito rio s
a m edida que el régim en e n tró en decadencia.
O tro m o tivo de la e x tin c ió n del fe u d a lism o fu e el uso de la pólvora
en las acciones bélicas. Las arm as de fuego no sólo a lte ra ro n la tá c tic a
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de los com bates, sino que de m ostraron la in e p titu d de las pesadas arm a­
duras de los caballeros m edievales y ta m bién de los gruesos m u ro s de
los c a s tillo s .
La belico sid a d de los señores c o n trib u yó a su decadencia, ta l com o
sucedió en In g la te rra con la denom inada G uerra de las dos Rosas (1455
a 1485), cuya extre m a crueldad m o tivó p rá cticam ente la e xtin ció n del ré­
gim en feudal en aquel país.
Consolidación del poder real
Con la desaparición gradual del fe ud alism o se produce e! re s u rg i­
m iento y la co n so lida ción dél poder real.
Los m onarcas contaron con el apoyo de la Iglesia — que tra tó en esa
form a de re s ta b le c e r su autoridad e s p iritu a l— y de ios sie rvo s lib erados
del s o m e tim ie n to feudal. Tam bién re cib ie ro n la adhesión de ios burgueses,
o pobladores de las ciudades lib re s. A esta clase social — la burguesía—
pertenecían los le g ista s u "h o m b re s de le y e s " que bregaron por con ce der
al rey poderes absolutos. Sostenían el p rin c ip io ju ríd ic o del Estado d om i­
nador — según la antigua Roma— y ansiaron concentrar en el m onarca las
más am plias a trib u cio n e s.
Para c o n so lid a r su a b so lutism o , los soberanos reglam entaron nuevos
im puestos, a fin de m ejo ra r ia real hacienda, y equiparon e jé rc ito s per­
manentes.
Estados nacionales
El fe u d a lism o había d ivid id o a Europa en pequeños Estados soberanos,
sin un gobierno c e n tra l, en los cuales la idea de patria estaba subordinada
al ca p rich o personal.
A l consolida r su poder los reyes y o rig in a rse un gobierno com ún, las
m inúsculas soberanías, de s e n tim ie n to lo c a lis ta , evolucionaron a la idea
de patria y al concepto de p a trio tis m o .
El s e n tim ie n to de nacionalidad que dio origen a la fo rm a ció n te rrito ria l
de las naciones europeas se v io fa vo re cid o por la decadencia del feuda­
lism o , la consolidación del poder real y la defensa del te r rito rio ante in­
vasiones extranjeras, com o sucedió en la península ib é rica co n tra ios árabes
y en Francia ante el ataque inglés (G uerra de los C ien A ños).
La fo rm ación de las nacionalidades tam bién se v io favo re cid a por la
c o nfiguración geográfica — te rrito rio s separados por m o n ta ñ a s ,-río s o ma­
res— y la u n ifica ció n del idiom a.
Unificación de España
En España — durante la Edad Media— la form a de gobierno evolucionó mien­
tras se acentuaban los triunfos sobre los invasores árabes.
En principio, la autoridad de los reyes había sido absoluta, pero con el trans­
curso del tiem po fueron perdiendo su predom inio debido a la oposición de la
nobleza, a las franquicias y los privilegios que debieron conceder a los habitantes
de las ciudades libres y a la convocatoria de las Cortes, asambleas con represen­
tantes del clero, la nobleza y la burguesía.
La consolidación del poder real comenzó en España con el período de los
Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón quienes, unidos en ma­
trim onio en 1469, realizaron la unificación territorial, política y religiosa de la
península. En 1492 conquistaron Granada, últim o reino moro.
Fernando I I de Aragón y V de Castilla, llamado
El Católico, fue un gran estadista que impulsó
el progreso de España.
Isabel I de Castilla, la soberana católica — culta
Y majestuosa— , quien desempeñó un papel relevante en la historia de España.
Para oponerse a las am biciones de la nobleza y consolidar su poder absoluto
tom aron las siguientes medidas:
a) Políticas. En 1477 la reina Isabel creó en Sevilla una Audiencia, tribunal
destinado a escuchar las quejas de los perjudicados en las revueltas políticas.
Se estableció la Santa Hermandad, policía m ilitarizada que logró sup rim ir los
delitos com etidos por los bandoleros.
Los Reyes Católicos reorganizaron el Consejo Real e incorporaron una mayo­
ría de letrados partidarios de las ideas absolutistas. También se apropiaron de los
cuantiosos bienes y de los ejércitos propios de que disponían las órdenes m ilitares.
b) Religiosas. De acuerdo con el criterio de la época, todo gobierno centra­
lista estaba destinado al fracaso si no existía una verdadera unidad espiritual.
Ante la gran cantidad de judíos que habitaban la península y sus choques con
los cristianos, los reyes aplicaron el tribunal de la Inquisición, y en 1492 decretaron
la expulsión de los hebreos que no deseaban convertirse.
c) Legislativas. Los Reyes Católicos dictaron numerosas leyes y ordenanzas
y se extendieron con preferencia sobre el derecho penal, debido a que la situación
de España, en los comienzos de su reinado, as! lo requería.
Decretaron un ordenam iento definitivo de las leyes, tarea que perm itió unificar
la legislación de la época.
U nificación de Francia
La Guerra de los Cien Años acentuó la decadencia del feudalism o, pues sus
ejércitos sucum bieron ante las bien adiestradas tropas de los reyes.
Expulsados los invasores ingleses, Francia comenzó a surgir bajo el reinado
de Carlos VII, que contó con el apoyo de la burguesía. Reglamentó los impuestos,
creó un ejército permanente y regular dividido en “ Compañías de O rdenanza” o
cuerpo de caballería y con infantería provista de cañones.
Le sucedió su hijo Luis XI (1461-83), que fue un soberano frío y calculador,
dotado de buen talento político. Subió al trono dispuesto a im poner la creciente
autoridad de la realeza y a recuperar el prestigio de Francia en la po lítica occidental.
Venció a su más grande enemigo, Carlos el Temerario, duque de Borgoña,
quien pereció ante los muros de la ciudad de Nancy.
Desaparecido su rival, Luis XI logró la unificación francesa y el triu n fo de la
monarquía sobre los señores feudales, incorporando a la corona todos los te rrito ­
rios que dominaba el duque de Borgoña, además de otros feudos, exceptuando
Bretaña.
Transform aciones económ ico-sociales
En el tra n scu rso de la Edad M edia, al m ejorar las com unicacione s, el
co m e rcio y la In d ustria , com enzaron a b e ne ficia rse los burgueses, es d e cir,
los ha b ita n te s de los burgos o ciudades. De este modo surgió en la Europa
feudal una nueva clase so cia l, la burguesía, form ada por hom bres lib re s que
vivían del c o m e rcio y de las artesanías y cuyo rápido e n riq u e c im ie n to les
p e rm itió e n fre n ta r con é x ito a los señores feudales que se oponían al p ro g re ­
so urbano. Los ú ltim o s im p usieron grandes trib u to s a las pró spe ras ciudades
pero, le jo s de aceptar esas cargas, los burgueses se agruparon en “ lig a s ” o
“ herm andades” para p ro te g e rse y ayudarse m utuam ente. En el s ig lo XIII, más
de sesenta ciudades del Im perio germ ánico integraron una co n fe d e ra ció n que
se llam ó Liga H anseática.
Los reyes no tarda ron en v a lo ra r la im portancia del m o vim ie n to burgués
y buscaron su apoyo para d e s tru ir a los señores feudales. El in cre m e n to
de la burguesía pro d u jo una im p o rta n te tra n sfo rm a ció n económ ica y socia l,
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u erm oso, rey de Francia, quien fin a lm e n te hizo p risio n e ro al P o n tífice en su
residencia de Anagni (o ctu b re .d e 1303).
El soberano fran cés hizo v a le r su in flu e ncia y logró que fu e ra elegido
napa C le m e n te V Este — para com p la ce r a Felipe IV— abandonó Roma y
t r a s la d ó la sede p o n tific ia a la ciudad de A viñón, situada en el te r r ito r io de
F r a n c ia . A llí continuaron sus sucesores, y durante casi setenta años (1308 a
1377) la Iglesia se halló som etida a los dictados de la p o lítica fra n ce sa , lo
que produjo gran descon tento y preocupación en el mundo c ris tia n o .
El c o n flic to dio origen al “ cism a de O ccid e n te ” , pues no ta rd a ro n en
nom brarse hasta tre s p o n tífice s, uno en Roma y otros en A viñón y Pisa. El
problem a concluyó con el C o n c ilio de Constanza (1414), que re s ta b le c ió la
unidad ca tó lica .
A unque solucionadas, estas q uerella s internas de la Iglesia p ro d u je ro n
q ra ves consecuencias y fu eron una de las causas de la Reform a p ro te s ta n te
del sig lo XVI.
Las literaturas nacionales
Comerciantes ofrecen productos en venta en un mercado medieval. Los burgueses fueron
hombres libres que se ocuparon del comercio y de las artesanías.
pues ia nueva clase m edia a p ortó una nueva fuerza: el ca p ita lism o . Este
re s u ltó fa vo re cid o por el in cre m e n to del c o m e rcio y el aum ento de la c irc u ­
lación m onetaria, producida p o r el hallazgo de ya c im ie n to s de m etales
preciosos.
En la Edad M edia la Iglesia había condenado el p ré sta m o en d in e ro con
fin e s de usura, pero luego se a d m itió la ganancia bajo la fo rm a del c ré d ito
con un plazo prudencial para p e rm itir la venta de la m ercancía com prada
con el din e ro prestado.
En fo rm a paralela al préstam o a d m itid o , su rg ió la usura a n te grandes
in versiones, pues los reyes necesitaban ca p ita les para equipar e jé rc ito s y
pagar a fu n cio n a rio s , así com o ta m b ié n los precisaban los nobles a fin de
s a tis fa c e r sus ansias de lu jo . El d in e ro era entregado — a veces con in te re ­
ses e xo rb ita n te s — por poderosos banqueros, co m e rcia n te s e in d u s tria le s ,
(antes de e n riq u e ce rse , los Fugger habían sido te je d o re s y los M é d ic is
co m ercian tes).
El régim en económ ico basado en el p re d o m in io del ca p ita l com o e le ­
m ento de pro ducció n y cre a d o r de riquezas p ro d u jo im p o rta n te s consecuen­
cias h is tó ric a s , e n tre e lla s ios d e s e q u ilib rio s e n tre las clases sociales.
D ebilidad del papado
En los p rim e ro s s ig lo s de la Edad M edia, el p re s tig io y el poder de la
ig le s ia fu e ron en aum ento. La expansión re lig io s a c u lm in ó con Inocencio III,
quien ocupó el tro n o p o n tific io en 1198 y se e rig ió no sólo en el je fe suprem o
de la cristia n d a d , sino en el á rb itro in d is c u tid o de los problem as de la época.
Sus sucesores p re te n d ie ro n a cre ce n ta r el poder tem poral de ¡a Iglesia,
pero no lo lograron. El papa B o n ifa cio VIII, deseoso de m antener su autoridad
sobre los soberanos, se v io e n vu e lto en un se rio c o n flic to con F elipe IV, el
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En la antigüedad romana, el latín fue el vehículo de d ifu sió n de la c u ltu ­
ra; sin em bargo, aunque los pueblos som e tido s u tilizaron el id iom a de los
conquistadores, las lenguas populares o vernáculas no desa parecieron y,
cuando el Im p e rio sucum bió ante los bárbaros, el latín s u frió la in flu e n c ia
de las form as id io m á tica s locales.
A p a rtir del s ig lo X II, los reyes y la Iglesia debieron redactar sus d ispo­
siciones en lengua nativa, única fo rm a de que fueran in te rp re ta d a s por el
pueblo. P o ste rio rm e nte, la gente c u lta aceptó u tiliz a r ese lenguaje regiona l,
lo que dio orig e n a una nueva fo rm a lite ra ria , e scrita en idiom a vu lg a r. De
tal manera su rg ie ro n nuevas lenguas, llam adas rom ances (de Roma) o neola­
tinas (neos: nuevo), e n tre las que se cuentan: el castellano, el p o rtu g u é s, el
catalán, el francés, el ita lia n o , e tcé te ra .
La lite ra tu ra m edieval se in ic ió con los poemas épicos, cuyos versos
recitaban los ju g la re s, poetas anónim os. A dem ás, la sociedad fe udal in sp iró
cantos líric o s que exaltaban los s e n tim ie n to s caballerescos y las norm as de
la galantería. Estos poem as se llam aron "ro m a n c e s ” y en e llo s se describ en
m aravillosas aventuras de v a lie n te s cab alleros que no vacilan en a rrie sg a r
su vida.
A p a rtir del s ig lo XIII, la lite ra tu ra m edieval adquiere am plio d e s a rro llo ,
tanto en las obras escrita s en la tín com o en lengua vernácula.
La tom a de Constantinopla
En el sig lo XI los tu rco s se ljú cid a s (de su je fe S e iju d ), que profesaban
'a re lig ió n de M ahom a, invadieron el A sia M eno r y provocaron las Cruzadas
tas que, si bien no lograron sus p rin cip a le s ob je tivo s, co nsiguieron dete n e r
¡a expansión m usulm ana en O ccidente.
A fin e s dei s ig lo XIII, otra s trib u s tu rca s al mando de O tm an invadie ron
Nuevamente el A s ia M enor y, después de d e s tru ir a los se ljú cidas. ocuparon
sus te rrito rio s y dejaron c o n s titu id o un im p e rio que se llam ó otom ano.
Los tu rc o s no tarda ron en avanzar sobre Europa, pero fueron co n te n id o s
Por la invasión de los m ongoles, cuyo em perador. Tamerlán, los ve n ció en
la batalla de A n g o la (14C2).
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a r la e x is te n c ia de buena p arte de los bosques europeos. El problem a
p e iig ^ o iu c ió n cuando A braham D arby descubrió que la leña podía reem plahaN°
or e | coque. Sin em bargo, para e xtra e r el carbón había que e lim in a r
zarse L .u |ac¡5 n de agua en los ya cim ie n to s. Era necesario sacar el líqu ido y,
la a ,c búsqueda de una fu e n te dé energía destinada a m over las bom bas, se
en i n t ó la m áquina de vapor.
'
A l fin a liz a r la Edad M edia fu ero n perfeccionados y alcanzaron u tilid a d
K c a algunos in ventos ya conocidos a n te rio rm e n te ; además, el ingenio
pr
n o produjo o tro s que c o n trib u ye ro n a m e jo ra r las co nd icio n e s de vida.
h u m p o r las im p o rta n te s consecuencias a que dieron origen, m erecen c ita rse
p ó lv o ra , la b rú ju la , el papel y la im prenta.
Los mongoles fueron muy hábiles J
netes. Uno de esos guerreros, í i r j I
con un arco, según una miniatura j l
siglo XV.
El sitio de Constantinopla, según una miniatura del año 1455, existente en la Biblioteca
Nacional de París.
El poderío de los m ongoles decayó a la m ue rte de Tam erlán, situación
que aprovecharon los tu rc o s para re cu p e rar su independencia y proseguir
con su p o lítica expansiva.
En 1453 el sultán M a h o m e t II puso s itio a la ciudad de C onstantinopla.
La cruenta lucha duró dos m eses y, fin a lm e n te , el 30 de mayo los turcos
penetraron en la ca p ita l bizantina, donde h icie ro n una te rrib le matanza. El
em perador C on sta n tin o X II cayó ju n to con su Im perio.
Los otom anos p ro sig u ie ro n sus avances, no só lo por Europa — hasta el
v a lle del río D anubio— sino que en poco tie m p o se adueñaron de S iria , Pa­
lestin a y Egipto, con sus va lio so s em porios co m e rcia le s.
Ocupada C o n sta n tin o p la y ta m bién A le jan d ría , los tu rco s co n tro la ro n las
rutas de las caravanas a O rie n te , s itu a ció n que produjo im p o rta n te s conse­
cuencias en la Edad M oderna.
LA RENOVACIO N CIENTIFICA: ADELANTOS TECNICOS
Y GRANDES INVENTOS
La tecno lo g ía se ocupa de los m edios y p ro ce d im ie n to s em pleados por
el hom bre para tra n s fo rm a r los p roductos de la naturaleza en o bjetos usuales.
La evolución de la tecnología se in ic ió a p a rtir de la Edad M oderna, por
cuanto en la antigüedad y en la Edad M edia la cie n cia era m uy d is tin ta de
la actual, ta n to en su fu ndam ento com o en su m étodo.
S urgieron invenciones m ecánicas com o el re lo j de péndulo, el te rm ó ­
m e tro y el to rn o de h ila r. Se h icie ro n progresos té c n ic o s en la fabricación
del v id rio , co n stru cció n de navios, fu n d ic ió n de m e ta le s y producción del
bronce.
La necesidad de m ejoras m ecánicas en c ie rto s aspectos de la produc­
ción p re c ip itó la “ re vo lu ció n in d u s tria l” que se in ic ió en el s ig lo XVIII. Así,
por ejem p lo, la demanda del carbón de leña para la fu n d ició n del h ie rro hizo
La p ó lvo ra
L o s chinos conocieron la pólvora m uchos años antes de la era cristia n a ,
q U e sólo u tiliza b a n esa m ezcla de fla g ra n te de carbón, s a litre y azufre para
f a b r ic a r cohetes y fu ego s de a rtific io .
L o s árabes em plearon en España las prim eras armas
m e d io de la pólvora, que eran p rim itiv o s cañones llam ados
r u d i m e n t a r i a a rtille ría no tardó en se r conocida por o tro s
cóm o, a p rin c ip io s del sig lo XVI, ya se utiliza b a en Francia e
accionadas por
bom bardas. La
países; así es
In g la te rra .
L a s armas de fuego evolucionaron lentamente, pues se calificab a de vil y
c o b a rd e a quien las emplease; se decía que ellas anulaban el heroísmo y que cual­
quier inepto podía matar al más valeroso de los caballeros. Además, los riesgos
no com pensaban los beneficios, porque estallaban al primer disparo, o bien deja­
ban in de fe nso al soldado mientras cargaba el arma y encendía la mecha.
S in embargo, cuando en el siglo XVII se perfeccionó el mecanismo, las armas
de fu e g o produjeron un cam bio fundamental en el arte de la guerra. La infantería
se h iz o más poderosa que la caballería, y los gruesos muros de los castillos fueron
de stru id os a la distancia.
Un prim itivo cañón a bombarda.
Esta pieza de artillería se componía
de d os partes. En la más gruesa o
trom pa” se introducía el proyectil
Y en la posterior o “ recámara” se
colocaba la pólvora.
Mortero antiguo utilizado para arro­
jar piedras o bombas. El artefacto
consistía en un tubo grueso y corto,
que podía colocarse en la posición
deseada, por medio de una palanca.
La brújula
No puede a firm a rs e con certeza si fu eron ios chinos o ios árabes lo s
p rim e ro s que conocieron la propiedad que tie n e la aguja imantada de señalar
con aproxim ació n ei Poio N o rte cuando se mueve lib re m e n te . Lo c ie rto es que
la b rú ju la fu e u tiliza d a por los c ris tia n o s en ei sig lo XI y que los cruzados |a
em plearon en sus navegaciones por el m ar M e d ite rrá n e o . El p rim itiv o instrum entó era m uy ru d im e n ta rio y c o n sistía en una aguja imantada que oscilaba
sobre un corcho el cual, a su vez, flo ta b a en a ce ite o agua.
Los ita lia n o s la p e rfe ccio n a ro n y la encerraron en una caja. Desde ese
m om ento, los m arinos pudieron ave n tu ra rse por las soledades del m ar in­
menso sin te m o r a que las nubes o las nieblas ocultasen el sol o la estrella
polar.
El papel
C iento ochenta años antes de la era c ris tia n a los chinos ya sabían
fa b ric a r papel y em pleaban la seda, el algodón o la caña de bambú. Este
im p o rta n te d e scu b rim ie n to tardó en d ivu lg a rse por la fa lta de m edios de
com un icación. Los árabes fu e ro n los p rim e ro s en conocerlo durante sus
expediciones al lejano O rie n te y, a fin e s del s ig lo X, in tro d u je ro n el pape!
en España.
En el tra n scu rso del s ig lo XIII com enzó en Francia a fa b ric a rs e papel con
pasta de tra p o s m o lid o s, lo que abarató el co sto y p e rm itió su em pleo en
vasta escala.
la
im prenta
A fin e s del s ig lo X IV la labor de los copista s era in s u fic ie n te para s a tis ­
fa ce r la p ro d u cció n de lib ro s que exigía el ansia de ilu stra ció n general.
Desde p rin c ip io s de esa ce n tu ria se conocía la x ilo g ra fía o ta lla d o de
d ibujos en madera — g eneralm ente im ágenes de santos o naipes— que, luego
de co lo re a rlo s , se estam paban en pergam ino o papel. El m ism o p ro c e d im ie n ­
to se a p lic ó para las páginas de lib ro s , y así fu e necesario d ib u ja r las le tra s
en m adera y d is m in u ir el espesipr de la plancha para que el te x to quedara en
relieve.
El sistem a tam bién era lento y costoso. Fácil resulta imaginar que, para estam­
par un libro, era necesario grabar tantas tablas como páginas tenía, las que ade­
más, una vez usadas, carecían de valor, pues se necesitaban nuevos grabados para
nuevos libros.
Luego se aplicaron las le tra s sue lta s de madera lo que fa c ilitó la labor,
pero no re sistía n el tra b a jo y se averiaban al poco tie m po.
Juan G útenberg, nacido en M aguncia (A lem ania), reem plazó la madera
por una aleación de estaño, a n tim o n io 'y plom o; además, m e jo ró la prensa
para e v ita r que se rom piera el papel y u tiliz ó una tin ta g ris, hecha con h ollín ,
aceite y a lm idón.
El p rim e r lib ro im preso con el nuevo sistem a fue una B iblia que se con­
cluyó en 1457.
En p rin c ip io la invención fu e m antenida en secreto pero, una vez cono­
cida, se d ifu n d ió con rapidez, a pesar de la natural oposición de lo s copistas.
De ta l m anera, a fin e s del s ig lo XV e f invento se había e xtend id o no sólo en
A lem ania, sino p o r los p rin cip a le s países europeos; en Italia fu e ro n s u s titu i­
dos los p rim itiv o s ca racte res g ó tico s p o r otro s latinos, más eleg antes y
se n cillo s.
Primitivo taller de un fabricante de papel.
El grabado reproduce un taller de imprenta del siglo XVI. A la derecha el “ tornillo” , que al
bajar la plancha permita imprimir por presión.
La brújula significó un gran adelanto para
la navegación, pues permitió a los marinos
alejarse de las costas sin ia ayuda de los
astros.
tos re lig io s o s d isgregadores que d iv id ie ro n a la Iglesia C atólica y p rovoca­
La invención de la im p re n ta y el m enor co sto del papel p e rm itie ro n la
am plia d ifu s ió n de la palabra e s c rita , verdadero in s tru m e n to de la cu ltu ra
m oderna.
“
ron la Reform a.
C ausas del R enacim iento
EL RENACIM IENTO
Entre las dive rsa s causas de este m o vim ie n to renovador podem os c ita r:
A com ienzos del s ig lo X IV com enzaron a d e c lin a r las in s titu c io n e s y
los ideales que cara cte riza ro n a la Edad M edia: el fe u d a lism o , la caballería
el p red om in io u nive rsa l del P ontífice, la filo s o fía esco lá stica y el sistem a
co rp o ra tivo aplicado a la in d u s tria y al com ercio.
En su reem plazo, y en fo rm a paulatina, se produjeron una s e rie de
tra n sfo rm a cio n e s que ca ra cte riza ro n al mundo m oderno. Estos cam bios afe c­
taron no sólo a las in s titu c io n e s , sin o tam bién a la cultura.
Esta renovación en el p ensam iento se exte n d ió , aproxim adam ente, des­
de m ediados del s ig lo X IV hasta igual época del s ig lo XVII, y se conoce
h istó rica m e n te con el nom bre de R enacim iento.
en este período las a rte s, las le tra s y las cie n cia s se in sp ira ro n en las
obras de la antigüedad grecorrom ana. Por d ive rso s fa c to re s c u ltu ra le s , po­
lític o s y so cia les, el m o v im ie n to renovador se in ic ió en Ita lia y b'ien pronto
se extend ió po r toda Europa.
La palabra R enacim iento s ig n ific a “ nacido de n u e vo ", aunque h is tó ri­
cam ente no debe in te rp re ta rs e com o si en la Edad M edia se hubieran des­
preciado el a rte y la sabiduría antig u o s, sino en el s e n tid o de que re n a ció 1
una e xtra o rd in a ria e s tim a c ió n ” de la antigüedad clá sica “ en se n tid o to ta l
de la cu ltu ra y com o in sp ira ció n para la v id a ” .
El en tusiasm o p o r las obras lite ra ria s y a rtís tic a s grecorrom anas ador­
m eció el e s p íritu c ris tia n o que ca ra cte rizó a la Edad M edia; el paganism o
hizo s e n tir su in flu e n cia y su rg ió una nueva fo rm a de c o n ce b ir todos los
aspectos de la vida.
Las modernas investigaciones permiten afirmar que el Renacimiento no es la
negación de la Edad Media, sino que emerge de ella y es la culminación de un
proceso ya iniciado en el medievo, en el período conocido con el nombre de Pre-
rrenacim iento florentino.
■ iierudito historiador A rno ld Toynbee sostiene “ la concepción unitaria de la
civilización occidental", es decir, la unidad cultural entre la Edad Media v los
tiempos modernos.
El proceso ren a ce n tista com prende dos facetas que form an parte de un
m ism o fenóm eno c u ltu ra l:
a) El H um anism o, en el orden lite ra rio .
b) El R e nacim iento en general, con el flo re c im ie n to de las a rte s y las
ciencias.
En fo rm a paralela, y debido a e stas m a n ife sta cio n e s c u ltu ra le s , se
o rig in ó una ola de renovación e s p iritu a l que produjo una s e rie de m ovim ien-
Ficinn
al nrto
ai arte
!nH?LÜalla,n0S. fuer0n l0s Primeros
en u,iliza'' el vocablo renacimiento. Elhumanista M arsilio
ri
ü
re,orno al ldeal antiguo con la palabra “ renasci",
y el erudito Vasari se refería
de su época con el término “ renascito".
ac® P °^ n histórica de la palabra “ Renacimiento" se debe al historiador
Jacobo Burkhardt (1818-1897).
y arqueólogo suizo
a)
El prerrenacim iento italiano. D urante el largo período m edieval
ln . ita lia n o s no abandonaron el contacto con la antigüedad clá sica . La pe­
n ín su la conservó las ruinas de la grandeza romana y las re pú blicas ita lia nas
del s ig lo XIV, debido al pred o m in io de la vida urbana, fu eron m uy sem ejantps a las re p ú b lica s griegas del sig lo V a. C.
A unque el R enacim iento fu e un m o vim ie n to intelectual y a rtís tic o pro pio
de la Edad M oderna, en Ita lia e x is tie ro n , antes de llegar a ese período
h istó ric o , d ive rso s p re cu rsores llam ados prerrena ce ntista s.
La lite ra tu ra ita lia n a contó con tre s sob resalientes fig u ra s : D ante, Pe­
tra rca y Boccaccio.
Dante A lig h ie ri — nacido en Florencia en 1265— se valió de la arm oniosa len­
gua italiana para escribir un poema único en el mundo por su grandiosidad y be­
lleza: La Divina Comedia.
Este genio de las letras falleció en Rávena en 1321.
Francisco Petrarca (1304-1374) fue un devoto adm irador de la antigua Roma
y escribió en un latín perfecto sonetos, canciones, baladas y madrigales.
Juan Boccaccio (1313-1375) dom inaba el griego y estudió con pasión los mo­
delos clásicos. Escribió con elegancia y nobleza, aunque censuró las costumbres
medievales con crudo realismo y mordacidad.
I
Dante Alighieri, el más
destacado de los poetas
ita lia n o s , cu y a obra
monumental, la Divina
Comedia, refleja un im­
portante panorama de la
c u ltu r a d e s u é p o c a
Francisco Petrarca se de­
dicó a estudiar la anti­
güedad grecolatina y se
io considera uno de los
más grandes humanistas.
Juan Boccaccio fue autor
de numerosos poemas y
biografías. Su obra ejer­
ció gran influencia sobre
literatos posteriores.
b) Influencia de la civilización bizantina. Luego de la caída del Im ­
perio Romano en O ccidente (476) la unidad im p e ria l quedó te ó rica m e n te
esta ble cid a en C onstantinopla. El in flu jo del h e lenism o y su contacto con
los pueblos o rie n ta le s die ro n al Im p e rio Bizantino fiso n o m ía y c a ra c te rís ti­
cas propias. A llí se m a ntuvieron las tra d ic io n e s clásicas y la lengua griega
se u tiliz ó ta n to en las re la cio n e s o fic ia le s com o en el com ercio.
Las Cruzadas p e rm itie ro n a los o ccid e n ta le s un m e jo r co n o cim ie n to de
¡os bizantinos y no ta rd ó en p ro d u c irs e un activo in te rc a m b io c u ltu ra l. A ntes
que C o n sta ntino p la cayera en poder de los tu rc o s (1453) m uchos bizantinos
em igraron a Roma llevando consigo va lio so s aportes cu ltu ra le s , e n tre e llo s
sus b ib lio te ca s. Este m o vim ie n to m ig ra tò rio preparó en O ccidente el cam ino
del H um anism o.
c ) Los mecenas. D ive rso s p rín cip e s, tira n o s y o tro s gobernantes que
estaban al fre n te de los pequeños Estados ita lia n o s, gustaban am parar en
sus d om inios a los m e jo re s a rtis ta s y e ru d ito s de la época brindándoles
p ro te cció n con tra sus enem igos y solvencia m a te ria l.
Estos p ro te c to re s de los a rtis ta s fu eron Ñamados mecenas, e n tre los
que podem os c ita r: los M é d ic is , de F lorencia; los S forza, de M ilá n ; los Gon­
zaga, de M antua; los D 'E ste, en Ferrara; los M o n te fe ltri, de U rb in o ; los
M alatesta, de R ím ini, e tcé te ra . Tam bién m e re cie ro n ese títu lo algunos pode­
rosos m onarcas com o C arlos V, de A le m a n ia ; F rancisco I, de Francia, y
Felipe II, de España.
No sólo los p rín cip e s, los banqueros y los co m e rcia n tes laicos fa v o re ­
cie ron con su apoyo a los más renom brados a rtis ta s de la h is to ria , sino
tam bién los obispos y ¡os p o n tífic e s rom anos.
E¡ papa N ico lá s V (1447-1455) creó en el V aticano una b ib lio te c a clásica
con más de cinco m il volúm enes m a n u scrito s, g rie g o s y la tin o s; Pio II fue
au to r de d iversas obras sagradas y profanas; J u lio II p ro te g ió a M iguel A n ­
gel y a Rafael; León X (Juan de M é d ic is ) se destacó por su apoyo a las
le tra s, e tcétera.
Los rr.ecenas perdonaban iodo ai artista con tai de que éste ios .nm ortaiizara
en el rrárm oi o con !a maestría de su pincel.
14
I el grabado representa al humanista y rnatemático tu ca Pació1-fe con uno de sus dis­
cípulos. Observe la ex­
p r e s ió n atenta de los
rostros y los elemen­
tos utilizados en la en-
5enafiZG-
que no tu v ie ro n s ig n ific a c ió n du ra n te el m edievo, ta le s com o el hom bre y
la naturaleza.
En la Edad M edia nada tenía v a lo r si no estaba vin cu la d o a D ios; en
cam bio, el R enacim iento crea un nuevo in d ivid u o que aspira a los goces de
la vida te rre na, a la riqueza, al am or y al poder a tra vé s de sus creaciones
a rtística s.
El hom bre busca afanoso la belleza de la naturaleza y los a tra c tiv o s del
paisaje. Basado en la razón humana, tra ta de e x p lic a r los fenóm enos natu­
rales por m edio de la cie n cia ; e sto lo lleva a d e svin cula rse de la divinidad
y a in te rp re ta r por sí m ism o las Sagradas E scritu ra s, con lo que o rig in a la
R eform a p ro te sta n te .
b ) A m plia libertad en la inspiración artística. A l s e p a r a r s e del
c ris tia n is m o y de to d o escrú p u lo de devoción, el hom bre del R enacim iento
quedó lib re de trabas m orales y, guiado por un afán de suprem a belleza,
e lig e m odelos desnudos y c u ltiv a la p e rfe cció n de las form as. Com o en la
antigua G recia, la desnudez pagana es fu e n te de in sp ira ció n , aunque un
nuevo elem ento, la naturaleza .(el paisaje), s irv e de com plem ento a la obra
a rtís tic a .
c ) Decadencia de las costum bres. El apego a la belleza, los goces
de la vida terren a y la d e b ilid a d del s e n tim ie n to re lig io s o crearon una s o c ie ­
dad donde todo era p e rm itid o , con ta l de lle g a r al fin propuesto.
Las inm oralidades y crím enes fu e ro n ju s tific a d o s por el o lv id o de los
valores m orales.
La corrupción de la época está representada en el príncipe, guerrero y aven­
turero italiano César Borgia (1476-1507), tercer hijo natural de Rodrigo Borgia (Ale­
jandro VI), quien se ha inm ortalizado como el prototipo del individuo cruel y am bi­
cioso, que no abrigó ningún sentim iento generoso y, para satisfacer sus odios
com etió innumerables asesinatos.
En realidad no fue una excepción, pues semejante conducta siquieron la ma­
yoría de los príncipes italianos del siglo XV.
EL H U M A N IS M O
Recibe el nom bre de H um anism o el e stu d io de la cu ltu ra clá sica ; y
hum anistas (del latín hum anus: p ulido, c u ltiv a d o ), los e s c rito re s , c o le c c io ­
16
nistas y e ru d ito s que en el período del R enacim iento se consagraron con
fe rv o r a la búsqueda de vie jo s m a nuscritos.
El H um anism o, o m o vim ie n to renovador en el aspecto lite ra rio , fue un
antecedente del R enacim iento prop iam ente dicho, que por d ive rso s fa cto re s
c u ltu ra le s, p o lític o s y sociales, se in ic ió en Italia . Como vim o s, desde el
siglo XIV, surge en la península un e xtra o rd ina rio entusiasm o por el estudio
de la antigüedad clásica y de las lenguas grecorrom anas: el g rie g o y ej
latín.
Mientras los arqueólogos se dedicaron ai estudio de los monumentos, los
coleccionistas trataron de librar los antiguos manuscritos de la herrum bre con que
el tiempo los había cubierto, y los eruditos y escritores trabajaron sin descanso
para interpretar e im itar los textos.
N um erosos gram áticos, lite ra to s y sabios griegos, entre e llo s el célebre
C hysoloras, e m igraron de C o nstantino pla y llevaron a Italia el caudal de su
cultura e in q u ie tu d e s e s p iritu a le s . A dem ás, la im prenta — que abarató el
costo de los lib ro s — p e rm itió m ayor d ifu s ió n de las obras lite ra ria s .
Los hum anistas dejaron de lado el aspecto te o ló g ico m edieval y, guia­
dos por su razonam iento,, adm iraron las " le tra s hum anas" del pasado y
valoraron al hom bre en todos sus aspectos.
Se crearon cátedras cuyos p ro fe so re s tenían por ún¡co o b je to dar a
conocer la antigüedad y las lenguas clá sicas. El entusiasm o de la época
está re su m id o en una fra se pronunciada por un hum anista: “ Q u ie ro desper­
tar a lo s m u e rto s ” .
Se considera p re cu rso re s de este m o vim ie n to renovador lite ra rio a los
e s c rito re s flo re n tin o s D ante, P etrarca y B occaccio.
Expansión del Hum anism o
El p ujante m o vim ie n to hum anista, que
^ ra d ia rs e a o tro s países europeos debido a
Por m edio de la im prenta y a la incesante
cedentes de d ive rsas regiones, llegaban a
se in ic ió en Italia, no tard ó en
la d ifu sió n de las obras clásicas
marcha de e studiante s que, pro ­
F lorencia, M ilán y Roma.
17
El humanista ho­
landés Desiderio
Eras ni o, cuyas co­
nocidas obras es­
critas
en
latín
e je r c ie r o n gran
influencia en la
Europa de su ép o­
ca. particularmen­
te en España.
El erudito italiano Pico de la Mirándola fue
famoso no sólo por su saber sino también
por la extraordinaria memoria de que esta­
ba dotado.
La d ife re n cia de tem p e ra m e n to y de antecedentes h is tó ric o s que existía
e ntre los ita lia n o s y los habitantes del n o rte de Europa e je rc ió influencia
en las ca ra cte rís tic a s del m o v im ie n to renovador. El p rim e ro buscó en la
belleza y en el arte su m e jo r m edio de expresión, m ie n tra s que el europeo
se p te n trio n a l, guiado por su e s p íritu p rá ctico , se dedicó a la so lu ció n de
los problem as v ita le s , desde el punto de v is ta é tic o y re lig io s o , dando pre­
fe re n cia a la lite ra tu ra y a la filo s o fía .
En los Países Bajos se destacó la fig u ra de Erasmo-, en A lem ania, el
más conocido hum anista fue R euchlin: en España s o b re sa lie ro n N e b rija y
V ives, y en In gla te rra m encionarem os a Tomás M oro.
í
Fn esta tu a ria , los e s cu lto re s ita lia n o s hallaron num erosos m o d e lo s de
ntiaüedad clá sica que, aunque d e terio rados, s irv ie ro n com o m o tivo s
la v ^ o ira c ió n Entre estos m ae stros podem os c ita r a Lorenzo G h ib e rti, que
d e ' " ¡ r en b a jo rre lie v e s las p u e rta s de l b a p tis te rio de San Juan (F lo re n cia )
1
tal propiedad que, al observarla , M ig uel A ngel d ijo que era digna de
adornar la entrada del Paraíso.
En p in tu ra los precursore s del R enacim iento abandonaron lo s m odelos
• antinos y se in sp ira ron en la naturaleza. M encionarem os al d o m in ic o Fray
fm q é lico de F ié s o li, quien so b re sa lió por sus cuadros m ís tic o s , im pre gnad os
de te rn u ra e ingenuidad.
I
llamada “ puerta del Paraíso” del bap­
tisterio de Florencia, obra de Lorenzo Ghiberti. E n lo s marcos rectangulares el escul­
tor e s c u lp ió diez escenas inspiradas en el
A n tig u o Testamento. En los frisos verticales
pueden observarse figuras de cuerpo entero
y cabezas rodeadas por marcos circulares.
A b a jo , detalle de un panel, en el que puede
apreciarse e l magnífico trabajo en relieve
de acue rd o c o n las reglas de la perspectiva.
D e sid e rio Erasmo (1467-1536). Holandés de orig e n — nació en los alre­
dedores de R otterdam , ha sido llam ado con ju s tic ia “ el hom bre más c u lti­
vado de su tie m p o . D om inaba el latín y leyó num erosas obras clásicas
además, para aum entar su ya só lid a c u ltu ra , realizó d ive rso s via je s de estu­
dio por Europa.
Sus obras
escritas en latín fácil y ameno— tratan variados temas: filosofía,
teología satiras, polémicas, etcétera. Se destaca el Elogio de la locura, donde
satiriza la ignorancia de las masas y el dogmatismo de los teólogos; los Coloquios
fam iliares (conversaciones) y los Adagios o colección de cuatro mil refranes extraí­
dos de escritos antiguos.
El arte del “ Q uatrocento”
El sig lo XV ha sido llam ado p o r los ita lia n o s el “ Q u a tro c e n to ” , palabra
que indica el período a rtís tic o “ de tra n s ic ió n " e n tre la Edad M edia y el
R enacim iento pro p ia m e n te dicho.
En a rq u ite ctu ra se abandona el e s tilo g ó tico y renace el clá sico romane
de herm osas cúpulas y grandiosos p ila re s. Entre estos im ita d o re s clásicos
se destacó el flo re n tin o B ru n e lle sch i.
18
19
/
EL ARTE RENACENTISTA
Aunque la e scu ltu ra y la a rq u ite c tu ra alcanzaron e x tra o rd in a rio dP*
rro llo , la p in tu ra re n a c e n tis ta se destacó sobre las demás a rte s olá stio '
Dos fa cto re s e xp lica n esta cu lm in a ció n :
as
a) No se conservan m uestras de las obras antiguas, lo que p e rm itió a i
a rtis ta s una m ayor lib e rta d de creación.
lQs
b)
Adem ás de c o n tin u a r el conocido p ro c e d im ie n to de la p in tu ra al fr e s c a
la aplicación de los c o lo re s d is u e lto s en a ce ite p e rm itió tra b a ja r sobr
una te la en el llam ado cuadro de caballete. D ebido a esto, los a rtis ta !
pudieron co n ce b ir sus obras con m ayor le n titu d y e m plear más cantidad
y variedad de co lo re s.
ad
Interior de la cúpula
de la basílica de San
Pedro, decorada en
mosaicos por artesa­
nos vaticanos, en ba­
se a dibujos de Cavalier d’ A pino.
Ideada y proyectada
por Miguel Angel en
1547, fu e terminada
p or G ia com o della
P o r t a y D om in ico
Fontana.
El P a la c io Strozzi, en Florencia. La
fa c h a d a es característica del estilo
R e n a c im ie n to . Observe la perfecta
simetría del edificio, los arcos de
medio punto que coronan la puerta
y ventanas y la aristocrática ele­
g a n c ia del c o n ju n to .
D onatello: monumento ecuestre, de
Gattamelata. El escultor trabajó du­
rante cinco años en esta obra debido
a las grandes dificultades que pre­
sentó la fusión del bronce.
C arácter de las obras
1 El fresco es una
pintura hecha sobre una
pared húm eda, previa­
mente p re p a ra d a con
cal. Los c o lo re s utilizables son muy limita­
dos: deben disolverse en
agua de cal y aplicarse
sobre la capa aún hú­
meda pues si el fondo
se seca prod uce man­
chas en la pintura. Por
tal causa, los a rtista s
estaban obligados a tra­
bajar con rapidez.
Las obras p ic tó ric a s del R enacim iento son m aestras en su género. Se
destacan por la belleza del co n ju nto , la p e rfe cció n del d ibujo y el d om inio
de la p e rsp e ctiva . En los tra b a jo s pueden observarse las arm oniosas co m bi­
naciones de va ria d o s elem e ntos y la m agnífica d is trib u c ió n del claroscuro,
es d e cir, de la luz y de la som bra.
La a rq u ite c tu ra se in sp iró en el pasado con m ayor intensidad que la
pintura y la e scu ltu ra . El nuevo e s tilo de e d ific a ció n , llam ado R enacim iento,
se basó no ta n to en el grie g o com o en el rom ano clá sico y el rom ánico
m edieval.
,,
.
Los a rq u ite c to s adaptaron fo rm a s antiguas a e d ific io s co n stru id o s para
necesidades m odernas, de ta l manera que el o b je to no fu e c o n s tru ir obras
más herm osas que las de los sig lo s a n te rio re s, sin o más parecidas a los
m onum entos a ntiguos.
,
.
,
Los a rq u ite c to s del R enacim iento im ita ro n en sus trabajos el a rte de
•as ruinas de la antigua Roma y tam bié n la e stru ctu ra de las ig le sia s y los
tem plos rom ánicos.
En el nuevo estilo predominan las líneas horizontales, con los siguientes ele­
mentos decorativos: la cúpula sem iesférica, las columnas (jónicas o corintias), el
dintel, el peristilo, el arco de medio punto y el frontispicio triangular. Como ejemPlo podemos cita r la basílica de San Pedro en Roma.
21
El e s tilo R enacim iento su rg ió en Ita lia y só lo a llí es puro pues
d ifu n d irs e por Francia y A le m a n ia , se m ezcló con el e s tilo q ó tico de fin »
del s ig lo XV.
a
lnes
La e scu ltu ra re n a ce n tista im itó a la clá sica grecorrom ana en la e x a rt
p ro porción del cuerpo humano y en el m odelo desnudo. Los a rtis ta s trah:?
jaron el m árm ol y ta m b ié n ei bronce y el barro cocido (te rra c o ta ).
EL APOGEO DEL RENACIM IENTO EN ITALIA
Luego del Q uatrocento, y hasta la p rim e ra m ita d del s ig lo XVI el Rena
cim ie n to ita lia n o llega a su apogeo, es d e cir, a su m ayor esplendor. Surqen
a rtis ta s excepcionales que asom bran por su genio y cuyas obras aún no han
podido se r superadas. Sobre las grandes fig u ra s de esta época se destacan
tre s m aestros de fam a in m o rta l: M ig u e l A n g e l, Leonardo y Rafael.
Miguel A ngel: La Piedad ( Basílica de San Pedro. Roma). Esta
obra es de gran valor artístico, debido a su perfecta técnica y a
la forma de expresar el drama. El mármol trasunta un dolor
profundo, espiritualmente glorificado. Observe la expresión de la
Virgen y el cuerpo exánime del Salvador.
Miguel Angel Buonarrotti
N a ció en 1475 en C a p re s e (T oscan a). M u y jo v e n in g re s ó en la e s c u e la
e s c u ltu ra de F lo re n c ia y en 1496 e s c u lp ió la c é le b re e s ta tu a lla m a d a
Lg piedad, qu e re p re s e n ta a la V irg e n M a ría a co n g o ja d a a n te e l c u e rp o de
JeSUPoco°dTspués, en un gran bloque de m árm ol, m odeló el fa m oso D avid
lu e a o fue llam ado a Roma por el papa Ju lio II, quien deseaba que el
t i cta co n stru ye ra su tum ba. M igu el A ngel comenzó el trabajo, pero d iv e r­
g í inco n ven ie n te s le im p id ie ro n c o n tin u a rlo . Entonces el e nérgico P ontífice
fe ordenó que p in ta ra las paredes la te ra le s y la bóveda de la C ap illa S ixtina
en e l. V¡aat l ^ u e rte de j u |¡0 || ios herederos in s is tie ro n ante el a rtis ta para
.g concluyera la tum ba del d ifu n to Papa. M iguel A ngel tra b a jó un tie m p o
u aunque no te rm in ó la obra, escu lp ió o tra estatua fam osa, el M oisés.
Lueqo de una co rta estada en F lo re ncia el a rtis ta v o lv ió a Roma y, por
o r d e n del p o n tífic e Paulo III, p in tó — en la C apilla S ixtin a
los fre s c o s dei
Juicio Final, sobre el m uro del fon do del a lta r mayor.
Como vimos, años antes había trabajado en la bóveda del altar mayor de la
Capilla Sixtina. Veinticuatro años más tarde com pletó la escena culm inante que se
denomina El Juicio Final.
Considerada una obra de arte perfecta, representa a los que se salvan ascen­
diendo a los Cielos y a los condenados descendiendo al infierno.
Aunque el tema es cristiano, el espíritu del trabajo es totalmente pagano,
como lo demuestran las figuras desnudas y musculosas.
Lo, Sagrada Familia está
considerada la primera
obra pictórica de Miguel
Angel. En el cuadro se
advierte una sensación de
relieve, propia de un ar­
tista plástico cuya voca­
ción fundamental era la
escultura. (Galería de los
Oficios. Florencia.)
M ig u e l A ngel se radicó en Roma y tra b a jó en el V aticano com o arqu¡.
te c to de la igle sia de San Pedro.
La co n stru cc ió n de la obra la había in icia d o el a rq u ite c to Bramante
pero aquél ideó la enorm e cúpula, considerada la más grande y hermosa
del mundo.
M igu el A ngel m u rió en Roma a los ochenta y nueve años de edad. Poste rio rm e n te sus re sto s fu e ro n llevados a F lorencia, donde yacen en la i g | e .
sia de Santa C roce, en el m a g n ífico m ausoleo levantado por su discípulo
Vasari.
Leonardo de Vinci
A unque su p riv ile g ia d a m entalidad le p e rm itió abarcar m ú ltip le s a c tiv i­
dades y destacarse en e scu ltu ra y a rq u ite ctu ra , Leonardo asom bró al mundo
po r sus m aravillo sa s p in tu ra s. A tra vé s de ellas puede observarse su e stilo
persona lísim o, basado en la gracia de las fig u ra s , la suavidad de las líneas,
el d o m inio del cla ro scu ro y la seducción de las m iradas y las sonrisas.
Los re lig io s o s del convento de Santa M aría de las G racias le s o licita ro n
pintara en su com edor el cé le b re fre s c o de La Cena.
Leonardo tuvo el atrevimiento de pintar al óleo directam ente sobre la pared,
y debido a esto las capas se han ¡do desprendiendo con los años, sobre todo por
acción de la humedad.
El hermoso trabajo — prácticam ente destruido— representa a Jesucristo re­
signado ante el destino que lo aguarda a causa de la traición de uno de sus
discípulos.
Luego de luchar co n tra las tro p a s francesas que habían invadido su
suelo natal, Leonardo se d irig ió a Florencia y a llí p in tó el segundo cuadro
que lo haría in m o rta l: el re tra to de M ona Lisa.'
En 1506 el a rtis ta pasó a M ilá n , donde realizó dive rso s tra b a jo s de
ingeniería. P oste rio rm e nte , el rey F rancisco I lo hizo tra s la d a r a Francia,
donde fa lle c ió en 1519.
A Leonardo da Vinci, famoso pintor de la escuela florentina, pertenecen el re­
trato de Ludovico Sforza — integrante de la ilustre familia que gobernó en Milán—
y el cuadro que representa a Santa Ana. (Museo del Louvre.)
Leonardo de Vinci. Autorretrato.
(B ib lio te c a Real. Turin.)
Leonardo de Vinci: La Gioconda. (Museo
iel Lou vre . París.) En este famoso retrato
se aprecia una de las características del
arte pictórico de Leonardo, la expresión
dulce y misteriosa del rostro — la sonrisa
“konardesca” — debido a una graduación
sutil de las sombras, propia de un maestro
w la té c n ic a del sombreado.
Rafael Sanzio
Nació en 1483 en U rbino, ciudad de los Estados de la Iglesia. D iscípulo
de Vanucci (El P erugino) se tra sla d ó a F lorencia, donde pintó varia s Madonas o cuadros re la tivo s a la V irgen M aría. De a llí pasó a Roma llam ado por
el papa Julíq. II, quien le encargó los fre sco s de las cámaras del V aticano.
En estas p in turas m urales — todas m agníficas— se observan tem as
sagrados, clá sico s o a leg órico s. M encionarem os La escuela de A tenas (re­
tra to s de filó s o fo s ), El Parnaso (fam osos poetas) y La disputa d e l S antísim o
S acram ento, obra m aestra considerada una h is to ria g ráfica de la Iglesia.
' También llamado ‘ ‘La G io con d a " pues la Mona Lisa fue la esposa del napolitano Francisco
del Giocondo. Es uno de los retratos más expresivos que se conocen.
25
w
A firm a que el gobernante está al servicio exclusivo del Estado y que los
términos justicia, humanidad y clem encia deben estar siem pre en su boca, “ pero
nunca en su corazón” .
Con respecto a El Principe, el propio Maquiavelo dijo: “ He enseñado a los
príncipes a ser tiranos, pero he enseñado a los pueblos a destruirlos” .
No o b sta n te las c rític a s recibid as po r este tra b a jo , M aquiavelo es un
personaje destacado dentro de la h is to ria de la filo s o fía p olítica.
F rancisco G u ic ia rd in i (1485-1540). Fue p rofe so r, d ip lo m á tico y m ilita r,
im itador de M aquiavelo, este in te re sa n te p ro sista flo re n tin o e s c rib ió una
H is to ria de Ita lia de su época. Es un d ie s tro narrador, aunque carece de
im parcialidad al re la ta r las luchas en que to m ó parte.
Ludovico A rio s to (1474-1553). Este fam oso poeta nació en la Lombardía
y es el cre a d o r de un género de epopeya en el que nadie lo ha igualado.
En 1515 p u b licó su fam oso poema O rlando Furioso, d ivid id o en cuarenta
cantos y al que dedicó diez años de traba jo. D escribe las guerras de C arlomagno co n tra los sarracenos y las hazañas de su nieto Rolando, con pasajes
heroicos, se n tim e n ta le s y cóm icos.
Rafael: La escuela de Atenas (detalle). Palacio del Vaticano. Roma. De esta pintura que simboliza
la Filosofía, el grabado reproduce un detalle, que representa a dos grandes figuras del pensamiento
universal: Aristóteles y Platón. Todo es grandioso en este frasco que decora una de las Cámqras
(Stanze) Vaticanas.
Torcuato Tasso (1544-1595). N acido en S orrento, es el ú ltim o gran poeta
épico del R enacim iento ita lia no.
Se ha in m o rta lizado por su poema La Jerusalén Libertada, en el que
relata — con m a g n ífico s ve rso s— la prim e ra Cruzada y agrega num erosas
aventuras ca ballerescas y re fe re n cia s m ito ló g ica s.
M u e rto Ju lio II, el nuevo papa León X lo co m isio n ó para d irig ir las
obras de la ig le sia de San Pedro. También Rafael d ib u jó va rio s cartones,
que s irv ie ro n de m odelo para fa b ric a r bellos ta p ice s.
A dem ás p in tó herm osas te la s con re tra to s de Papas y personajes ilu s ­
tre s y las m agníficas s e rie s de sus vírgenes, e n tre las que podem os c ita r
la M adona S ixtin a , del Velo y del Pez.
Este excepcional p in to r id e a lista m u rió a los tre in ta y s ie te años (1520)
y lio pudo te rm in a r su ú ltim a obra m aestra: La T ransfiguración.
La literatu ra
A fin e s del s ig lo XV la lite ra tu ra italiana — luego del lapso que s ig u ió
a los p re cu rso re s— com enzó un nuevo R enacim iento.
Los e s c rito re s de este m o vim ie n to renovador reciben la in flu e n c ia de
los p rim e ro s hum anistas pero, a d ife re n c ia de éstos, expresan su in sp ira ­
ción clásica por m edio de su lengua vernácula, es d e cir, en idiom a italiano.
C uatro e s c rito re s dan b rillo a este período del R enacim iento ita lia n o :
dos pro sista s, M a q uiavelo y G u ic ia rd in i, y dos grandes poetas: A rio s to y
Tasso.
N ico lás M a q uiavelo (1469-1527). N atural de F lorencia, fu e p o lític o , h is ­
to ria d o r y d ip lo m á tico . Sus ideas filo s ó fic o -p o lític a s están expuestas en el
más fam oso de sus e s c rito s : El Príncipe.
Con estilo claro y preciso explica cómo el príncipe (o gobernante) puede
conquistar y conservar el poder. Es decidido partidario del absolutismo y expone
una política de mala fe y cinismo, que en realidad muchos llevaban a la práctica
en su época.
26
Rafael: San Jorge y el
dragón. (Louvre. París.)
Se afirma que esta obra
naestra, de tamaño redu­
cido, está inspirada en
Un dibujo de Leonardo.
Adviértase el tono prima­
veral del paisaje y hacia
otras el cielo blanquecino debido al velo de la
niebla.
EL R ENACIM IENTO EN FLANDES Y LOS PAISES BAJOS
El m o vim ie n to re n a ce n tista se in ic ia en Flandes en Ips ú ltim o s años
de la Edad M edia. La escuela flam enca llega a su apogeo en el s ig lo XV|n
con tre s grandes p in to re s : Rubens, Van D yck y Rem brandt.
Pedro Pablo Rubens (1577-1640). Nació en Siegen (Alemania), de padres em¡
grados de Amberes. Se trasladó a Italia, donde estudió arte pictórico y luego sñ
radicó en Flandes; allí adquirió renombre universal.
Entre sus numerosos cuadros figuran temas religiosos, históricos, mitológico«
y retratos.
La más famosa de sus pinturas religiosas se titu la El descendim iento de ia
cruz y el tema histórico más notable, La coronación de M aña de M édicis. Entre
sus retratos figuran el de Isabel Brandt (su prim era esposa) y el de Isabel de Fran­
cia. La obra de tema m itológico más famosa se llam a El rapto de las hijas de
Leucipo.
luán Van D yck: La Virgen del
rancillei Rolin. ( Museo del Louvre. París.) El artista flamenco
fu e pintor en la corte de Felipe
el Bueno, duque de Borgoña, cu­
yo canciller Nicolás Rolin donó
el cuadro a la catedral de Autun,
¿onde se exhibió hasta el año
1800. La devota escena tiene por
marco graciosas columnas de
inspiración clásica, y hacia el
fondo, la vista de una ciudad,
q u e bien puede ser la de Autun.
Rubens se destacó por su gran realismo y belleza de colorido. Maestro fecun­
do (pintó más de dos mil cuadros), sus obras figuran en la mayoría de las salas
de arte de Europa.
Antonio Van Dyck (1599-1641). Nació en Amberes, estudió con Rubens y pasó
a Italia; finalm ente se radicó en Inglaterra.
Este refinado artista gustaba a p lica r a sus cuadros detalles de adorno, elegan­
cia y belleza, de tal manera, en ciertos temas bíblicos, los pastores y gente del
pueblo aparecen vestidos como im portantes señores.
Fue nombrado prim er pintor de su Majestad Británica y en 1632 lo hicieron
caballero, con lo cual llegó al apogeo de su fama y riqueza.
Pintó numerosos retratos de personajes im portantes y damas de la Corte; el
más famoso entre ellos es el del monarca Carlos I Estuardo.
Pablo Rembrandt (1607-1669). Este gran pintor holandés nació en Leyden,
pero se radicó en Amsterdam.
Su pincel inm ortalizó — con igual maestría— toda clase de temas y fue tan
perfecta su distribución del claroscuro que un crítico afirm ó: “ Parece que contó
con la luz” .
Debido a su arte obtuvo grandes ganancias pero, mal adm inistrador, llegó a
la vejez en la mayor pobreza.
Entre sus obras más notables podemos cita r los grupos La lección de anato­
mía, La ronda nocturna y Los síndicos de los pañeros y entre los cuadros religiosos:
Los peregrinos de Emaús.
Pedro Pablo Rubens: La
Kermese. En este cuadro,
de perfecta técnica, ale­
gre colorido y fina espon­
taneidad, el artista llevó
al lienzo una fiesta entre
aldeanos, donde todo es
dinamismo, a juzgar por
el movimiento de las nu­
merosas figuras.
Rembrandt : Filósofo meditando. Entre los numero­
sos cuadros costumbristas de este gran pintor holan­
dés, merece destacarse el que ilustra el grabado. Los
contrastes luminosos crean un acento sublime en esta
obra, en la que no interesa ia acción, sino los efectos
psicológicos del relato.
Rembrandt.
(autorretrato).
EL RENACIM IENTO EN A LEM A N IA
RENACIM IENTO EN FRANCIA
En A lem ania el R enacim iento se in ic ió a com ienzos del s ig lo XVI con
una nueva m an ife sta ció n a rtís tic a , el grabado en madera y en cobre, qu2
p e rm itió re p ro d u c ir una obra de a rte y abaratar su precio.
Dos grandes p in to re s — que ta m bién fu e ro n grabadores— representan
la culm inación del m o v im ie n to a rtís tic o germ ano: D u re ro y H olbein.
"
Alberto Durero (1471-1528). Este gran pintor — cuyo verdadero apellido era
Dürer— nació en Nuremberg. Por motivos com erciales hizo un viaje a Venecia
allí se despertó su vocación artística. De regreso a su ciudad natal estableció Un
taller de pintura y no tardó en contar con numerosos discípulos.
Amante de la naturaleza, siem pre aconsejaba: “ No pienses hacer algo mejor
que lo que Dios ha hecho” .
Fue pintor de la corte del em perador Carlos V y adquirió justa celebridad.
Sus obras más destacadas son La adoración de los Reyes Magos y Los Apóstoles.
Sin embargo, Durero es el artista insuperable del grabado; luego se reprodu­
jeron por miles sus trabajos. Entre estas obras podemos cita r El caballero de la
muerte y La Melancolía.
Hans Holbein (1497-1545). Hijo de un buen pintor, este artista se destacó por
la elegancia y la delicadeza de sus trabajos.
Se radicó en Basilea y luego pasó a Inglaterra llamado por el monarca Enrique
VIII, quien le encargó los retratos de la fam ilia real y de varios personajes de la
Corte.
Holbein está considerado como el pintor que señala el periodo de transición
del estilo medieval al del Renacimiento. Se ha inm ortalizado por su famoso retrato
de Erasmo.
Juan H olbein: Retrato de Ana de
Cleves. (Museo del Louvre.)
La c u ltu ra re n a ce n tista no tardó en p ene trar en Francia debido a las
aUerras que se lib ra ro n en suelo ita lia n o — las que c o n trib u ye ro n al con tac­
to e n tre am bos pueblos— y a la obra de los m onarcas C arlos VIII, Luis XII
y Francisco I. Este ú ltim o fu e un m ecenas que apoyó la cu ltu ra clásica,
fu n d ó el C o le g io Real y p a tro cin ó a sabios y a rtista s.
El R enacim iento fran cé s lleg ó a su cu lm inación con las obras lite ra ria s
en cuyo género s o b resalieron Rabelais, Ronsard y M ontaigne.
F rancisco Rabelais (1495-1553). N ació en C hinón (Turena) y m u rió en
parís. Abrazó la ca rrera e cle siá stica , pero luego dejó los hábitos para e s tu ­
diar m edicina. Desde tem prana edad s in tió in clin a ció n por las activida des
lite ra ria s y c u ltu ra le s, pues e s c rib ió d iversas publicacion es en las que
censuró la s u p e rs tic ió n popular.
Su gran obra — publicada en cinco lib ro s sucesivos— se llam a Gargantúa y Pantagruel.
Ambos son los nombres de dos gigantes medievales, personajes legendarios
famosos por su fuerza e insaciable apetito.
Aunque esta novela satírica carece de originalidad, el autor se vale de ella
para c ritica r la sociedad de su época, las prácticas de la Iglesia, el escolasticism o
medieval, etcétera.
Rabelais, empleando un lenguaje a veces grotesco y otras delicado, expresa
su filosofía pagana que se basa en la bondad ingénita del individuo.
Pedro R onsard (1524-1585). Está considerado el p rin cip a l re presenta nte
de La Pléyade o co n ju n to de poetas que, inspirados en la antigüedad clásica,
se p ropusieron e n riq u e ce r el idiom a francés.
Ronsard e s c rib ió odas, elegías y sonetos que le dieron ju s to renom bre.
En su afán por co la bora r en el p e rfe ccio n a m ie n to de su idiom a, com enzó
el poema épico La Franciada, que no logró te rm in a r.
Alberto Durero: Una hoja del Apo­
calipsis. Grabado. (Gabinete de Di­
bujos. Florencia.)
El humanista francés Miguel M on­
taigne, pensador dotado de gran in­
teligencia y vasta cultura.
Francisco Rabelais fue una de las
figuras más destacadas de la litera­
tura francesa. Criticó el escolasticis­
mo de su época de acuerdo con una
posición filosófica naturalista.
M ig u e l M o n ta ig n e (1533-1592). Se dedicó con pasión al
hom bre y realizó d ive rso s v ia je s por A le m a n ia , Suiza e Ita lia .
nom brado alcalde de Burdeos y poco después se re tiró a su
dedicarse a la le ctu ra .
E scribió sus re fle x io n e s filo s ó fic a s en un tra b a jo titu la d o
el cual fig u ra n num erosas cita s de autores clá sico s.
e stu d io dpi
En 1582 f u
c a s tillo par6
a
Ensayos, en
A rquitectura
Hasta la segunda m itad del s ig lo XVI los a rq u ite c to s franceses co n ti­
nuaron — com o en el m edievo— levantando c a s tilo s o jiv a le s . Sin embargo, |a
in flu e n cia re n a ce n tista no ta rd ó en cam biar el e s tilo de las construcciones
Los c a s tillo s fe udales cayeron en desuso y se e d ific a ro n centenares de
m ansiones y palacios que im ita ro n los antiguos m onum entos clá sico s. Dos
a rq u ite c to s fra nce se s se destacaron en este aspecto del a rte : Pedro Lescot,
que ordenó d em o le r el a ntiguo c a s tillo de C arlos V y e rig ió en su lugar ei
grandioso palacio del Louvre, y F ilib e rto D elorm e, que c o n stru yó el de
Las Tullerías.
Con resp ecto a la e scu ltu ra s o b re sa lie ro n Juan Goujon, que esculpió
las N in fa s que adornan la "F u e n te de los In o ce n te s” , y G erm án P ilón, autor
del se p u lcro de E nrique II.
EL RENACIM IENTO EN INGLATERRA
El m o vim ie n to re n a ce n tista inglés se lim itó e sp e cialm e n te a la lite ra ­
tu ra y a la filo s u íía , pues las a rte s no alcanzaron igual flo re c im ie n to .
El apogeo c u ltu ra l lle g ó a su cu lm in a ció n en el período de riqueza y
bie n esta r que señaló el go b iern o de los Tudor. El hum anism o pen e tró pro­
cedente de Ita lia , Francia y los Países Bajos.
Como principal actor de la compañía teatral de Lord Chamberlain, el gran dramaturgo Guillermo
Shakespeare recita ante la reina Isabel, en el palacio de la soberana en Londres.
La m áxim a fig u ra de la lite ra tu ra inglesa fue el excelso dram aturgo
QuiHerm o Shakespeare.
Su biografía no está perfectam ente conocida. Fue bautizado el 26 de abril
1564, en Stratford-on-Avon (condado de W arwick) y m urió en este pueblo el
o3 de abril de 1616.
De hum ilde fam ilia, asistió a la escuela del lugar y también trabajó en una
carnicería. Muy joven se casó con la cam pesina Ana Hathaway y posteriorm ente
marchó a Londres.
No se sabe qué peripecias debió afrontar, pero lo cierto es que figu ró como
autor de obras en una com pañía teatral. Hacia 1610 ya era rico y famoso.
Las p rin c ip a le s obras de este genial c o m p o sito r te a tra l, que han em o­
cionado a to d o s los púb lico s, son: H a m let, Romeo y Ju lie ta , O telo, El sueño
de una noche de verano, M acbe th, El m e rcad er de Venecia, e tcé te ra .
EL RENACIM IENTO EN ESPAÑA
El hum anism o. D urante el m andato de los Reyes C a tó lico s se in icia en
España el hum anism o, es d e cir, el m o vim ie n to re n acentista en su aspecto
lite ra rio . El ce n tro de e ru d ició n clá sica fu e la U nive rsidad de A lc a lá de H e­
nares, fundada por el cadernal Jim énez de C isneros (1508).
El hum anism o español p resenta caracteres p a rticu la re s y d ife re n c ia le s
con re sp e cto al de otra s re giones de Europa. No s u frió — com o en o tro s
países— un re tro c e s o en su aspecto re lig io s o , ni tam poco se im pregnó de­
masiado del c la s ic is m o pagano.
Es más nacional, ín tim o y e s p iritu a l, porque resp etó la tra d ic ió n popu­
lar. Las obras no son m eras im ita cio n e s, sino que arm onizan la e xqu isita
expresión clá sica con la o rig in a lid a d de la creación personal.
Los p rin c ip a le s re pre se ntante s del hum anism o español fu e ron A n to n io
de N e b rija y Luis Vives.
Ello Antonio de Nebrija (1442-1522). Se llamaba realmente Antonio Martínez
de Cala, y nació en N ebrija (Andalucía).
Estudió en Salamanca y luego en Italia, donde perfeccionó sus conocim ientos
sobre antigüedad clásica y lenguas orientales. Regresó a su patria y en 1492
publicó el A rte de la Lengua Castellana, prim era gram ática metódica del idioma.
Posteriorm ente — llamado por el cardenal Cisneros— se d irig ió a A lcalá donde
revisó, con otros eruditos, el texto griego de la monumental B iblia Poliglota. Falle­
ció en esa ciudad en 1522.
Juan Luis Vives (1492-1540). Nació en Valencia y allí cursó estudios que
perfeccionó en París y Lovaina. Trabó amistad con Erasmo y siguió sus ideas
humanistas.
Luego se trasladó a Inglaterra y fue maestro de la princesa M aría (hija de
Enrique VIII); tam bién enseñó en O xford. Abandonó ese territorio cuando el mo­
narca creó la Iglesia Anglicana.
Vives se trasladó a la ciudad de Brujas y escribió en latín obras teológicas,
filosóficas, pedagógicas, etcétera.
I-a pintura
D ebido a las re lacion es p o lític a s y cu ltu ra le s, el m o vim ie n to renacen­
tis ta español re c ib ió in flu e n c ia s ita lia nas y flam encas.
Entre los s ig lo s XVI y XVII, la p in tu ra española alcanza su plena madu­
rez y su más bella expresión. Las obras pierden la in flu e n cia flam enca
de la p rim e ra época en fa v o r de las escuelas clásicas italianas, de donde
f
aprenden la pe rfe cció n en el d ib u jo y los m agníficos e fe cto s del claroscuro
Sin em bargo, los a rtis ta s españoles infunden a sus tra b a jo s un “ s e l|0
n a cio n a l", de c a rá c te r propio. D ebido a e sto , las obras se destacan por su
re a lism o , re lig io s id a d y lib e rta d de expresión.
Tres grandes m aestros son in m o rta le s por sus geniales cre a cio n e s: £/
G reco, Velázquez y M u rillo .
D om ingo Theotocópuli, “ El G re c o ", era g rie g o de o rig e n , pues nació
en 1548 en la isla de C reta, pero re s id ió en Toledo y co n sid eró a España
“ su patria e s p iritu a l” .
Estudió en Venecia con el fam oso Tintoretto y llegó a Toledo alrededor del
año 1575. Bien Dronto olvidó la serena alearía aue caracterizó a la escuela vene­
ciana y, dom inado por su temperam ento, evolucionó hacia lo m ístico y sobre­
natural.
Empleó colores cenicientos y sus figu ras- parecen trazadas para impresionar,
por sus rostros enjutos y cadavéricos.
Su obra más conocida, y en la que expresa m ejor su arte, es El entierro del
conde de Orgaz, que se conserva en la iglesia de Santo Tomás, de Toledo. El
Greco falleció en esa ciudad, en 1614.
Diego Velázquez: La rendición de Breda (detalle). Madrid. Museo del
Prado.) Esta obra, pintada en 1635, representa la época de plena ma­
durez del artista sevillano. Inspirado en un episodio de la guerra de los
Países Bajos contra España, este cuadro recuerda el triunfo de las tropas
peninsulares. El gobernador derrotado, Justino de Nassau, entrega a su
vencedor, el general Ambrosio Spinola, las llaves de la ciudad de Breda.
D iego Velázquez (1599-1660). N ació en S evilla y está considerado ei
de la p in tu ra española. Sus p rim e ro s cuadros carecían de luz y
c o lo rid o , d e fe c to s que c o rrig ió luego de haber v is ita d o V enecia y otras
c ¡udades ita lia n a s.
Velázquez fu e un personaje palaciego que alcanzó gran consid eración
en |a co rte española. Perpetuó con su pincel no sólo la fig u ra del re y Felipe
IV y de sus fa m ilia re s , sino tip o s del c írcu lo cortesano, desde un m in is tro
hasta un bufón. A dem ás, su fecunda in sp ira ció n buscó argum entos en el
pueblo, en la h is to ria y en la m itología .
Velázquez se destacó por su asom brosa técn ica, b rilla n te c o lo rid o y
realism o de las fig u ra s. Entre sus cuadros más céleb re s podem os c ita r:
Las hilanderas, Las m eninas, La fragua de Vulcano, La re n d ició n de Breda
y C ris to C ru cifica d o .
m a e s tro
B a rto lo m é Esteban M u rillo (1618-1682). Este a rtis ta — ta m bién seviilan0__ es o tra de las g lo ria s in m o rta le s de España. R ecibió lecciones de
Velázquez y e stu d ió la té cn ica de los m ejores p in to re s ita lia n o s. Sus cua­
dros se destacan por la p re cisió n en el d ibujo , la n aturalidad en la e xp re ­
sión y la belleza del co lo rid o . La gran m ayoría de sus obras se encuen­
tran d isp e rsa s por d ive rso s m useos de Europa, aunque las más notables
pueden ob se rva rse en el M useo del Prado (M a d rid ).
Entre sus más destacados tra b a jo s fig u ra n : El D iv in o Pastor y M ucha­
chos com iendo fru ta s.
El Greco : El rey santo.
Esteban Murillo: Muchachos
comiendo frutas. (Munich. Pina­
coteca Antigua.) Famoso por la
naturalidad de sus escenas cos­
tumbristas, este gran artista se­
v illa n o ha sido un maestro en
lle v a r al lienzo episodios de la
v id a cotidiana. En el cuadro que
reproduce el grabado, su agudo
p in c e l nos presenta a dos niños
harapientos alimentándose con
uvas y melón. Murillo evita el
to n o dramático y se complace en
destacar la expresión de los ros­
tros y la sencillez de los aden ianes.
La arquitectura
La a rq u ite c tu ra del R enacim iento presenta en España tre s e s tilo s Ca
ra c te rís tic o s : el p la te re sco , el h e rre ria n o y el ch u rrig u e re sco .
E stilo p latere sco . A fin e s del s ig lo XV, y por lenta e vo lu ció n , surgen
en la península ib é rica las p rim e ra s c o n stru ccio n e s de in flu e n c ia renacen­
tis ta . La fu sió n de la a rq u ite c tu ra clá sica rom ana con la g ó tica produjo e¡
llam ado e s tilo p la te re s c o porque su abundante decoración im itaba las com.
plicadas filig ra n a s de los p la te ro s. R epresentante de este tip o de construc­
ciones es la fachada de la jg le s ia de San G regorio, en V a lla d o lid .
A dem ás, los e le m e n to s a n te rio re s , con gran in flu e n cia m udejar, or¡.
ginaron el llam ado e s tilo is a b e lln o (Isabel la C a tó lica ).
E stilo h e rre ria n o . En la segunda m ita d del s ig lo XVI se im puso en Es­
paña el e s tilo clá sico o gre co rro m a n o que re c ib ió el nom bre de herreriano
porque fu e em pleado por el a rq u ite c to Juan de H errera.
A d ife re n c ia del p la te re sco , este e s tilo se destaca por la severidad
de las líneas y la fa lta de ornam entaciones. La co n s tru c c ió n más represen­
ta tiv a del h e rreria n o es el m o n a ste rio de San Lorenzo de El E scorial, erigido
en las p ro xim id a d e s de M adrid.
E stilo ch urrig u e re sco . Tuvo en el a rq u ite c to José C h u rrig u e ra su más
destacado repre se nta n te . Tam bién llam ado e s tilo “ ba rro co esp a ñ o l", se
cara cteriza por el em pleo e xce sivo de las fo rm a s d e co ra tiva s y o tro s ele­
m entos p redom in a n te s: te ch o s de te ja s, ventanas con rejas, balcones, etcé­
tera. Com o e jem p lo podem os c ita r La fachada d e l H o s p ic io de M adrid.
Miránontu, m a te m á tic o y lis ie n ita lia n o ( ia lile o
Alei construyó u n te le s c o p io en V e n e c ia , en el
■ 1609. La p in t u r a lo m u e s tra c u a n d o e x p lic a
’In ocasional v is ita n te e l uso de la le n te a s tro -
El astrónomo polaco Nicolás Copérnico,
según un grabado anónimo de su época.
idea.
La escultura
Modelo de arquitectura chu- ,
rrigueresca es la fachada del
Hospicio de Madrid.
Aspecto exterior del monasterio de San Lorenzo de El Esco­
rial, de estilo herreriano. Majestuoso y severo, todo en granito
de color gris, tiene en conjunto 1.110 ventanas. Puede obser­
varse la cúpula de la iglesia que se levanta en el medio de la
construcción.
Desde m ediados del sig lo XV, dive rsos e scu lto re s ita lia n o s y franceses
trabajaron en España, y su in flu e n cia — espe cialm en te de los p rim e ro s—
se nota en los com ienzos del m o vim ie n to renacentista.
R epresentante de este p rim e r período es el e s c u lto r caste laño A lo n so
B erruquete (h ijo del p in to r de igual a p e llid o ), que fue en Ita lia d iscíp ulo
de M iguel A n g e l, y cuyas obras se destacan por su m is tic is m o y e s p iri­
t u a lid a d . ^ ^ ^
^
e s c u ltó ric o es típ ica m e n te español y los
tra b a jo s se ca racterizan por el re a lism o y el s e n tim ie n to re lig io so .
LOS ADELANTOS C IENTIFICOS
Las cie n cia s progresaron m uy poco durante la Edad M edia, en espe­
cial por los p re ju ic io s re lig io s o s . El e s p íritu c rític o que caracterizó a los
hom bres del R enacim iento y la a p licació n de los nuevos m étodos (ob ser­
va ció n -e xp e rim e n ta ción) o rig in a ro n un a m plio d e sa ro llo de las d is c ip lin a s
c ie n tífic a s y su rg ió la llam ada cie n cia nueva.
Los m ayores progresos se alcanzaron en A stro nom ía, con el polaco
C opérnico, el alem án K ep ler y el ita lia n o G alileo.
Copérnico (1473-1543). Estudió en Cracovia y luego en las u " iver.s' ! ^ f e® .de
Bolonia, Padua y Ferrara. Apasionado por la astronomía y las matemática» esta­
bleció un observatorio en Polonia, con precario instrumental, pues carecía
telescopio.
36
37
Por medio de cálculos exactos llegó a la conclusión de que los planetas
o ír,
alrededor del S ol.'
u rai
Juan Kepler (1571-1630). Este gran matemático y astrónomo alemán luen
de arduos estudios y m últiples observaciones, form uló las tres famosas leyes ai
llevan su nombre y que rigen la m ecánica de los cuerpos celestes.
Galileo Gah'lei (1564-1642). Nació en Pisa y desde pequeño demostró
agudo espíritu observador y crítico. Perfeccionó un telescopio y descubrió la
manchas del Sol, los anillos de Saturno y los satélites de Júpiter.
Hizo la prim era aplicación del péndulo a la medida del tiem po ydescubrió
la ley de la caída de los cuerpos en el espacio.
Se lo acusó de atacar las verdades de los Libros Sagrados y la Inquisición
lo obligó a retractarse.
n
No obstante, antes de abandonar la sala donde se lo había juzgado, qolnpA
con un pie en la tierra y d ijo:
Eppur si muove (“ Sin embargo, se mueve” ).
LA CRISIS DE LA C R ISTIA N D A D : REFORMA PROTESTANTE
Llámase R eform a p ro te s ta n te a la grgn re vo lu ció n re lig io s a que es­
ta lló en Europa en la p rim e ra m ita d del s ig lo XVI y que produjo la ruptura
de la unidad cristia n a .
El térm ino Reforma es im propio, pues no expresa con exactitud los alcances
de este movimiento religioso. La palabra deriva del latín (Reform are: devolver su
antigua forma) y, de acuerdo con su etim ología, los reform adores no corrigieran o
enmendaron a la Iglesia Católica, sino que “ separaron” a sus adictos del seno
del catolicism o.
Por tal causa, diversos autores prefieren utilizar la expresión Cisma Protestante.
El m o vim ie n to c u lm in ó con Lutero, en A le m a n ia y C alvino, en Francia,
y logró que un te rc io de la cris tia n d a d se separase de la Iglesia C atólica.
Con el p re te x to de p u rific a r la organización del c a to lic is m o , los re fo r­
m adores negaron p rin c ip io s fund a m e n ta le s del dogma (h e re je s) y crearon
otras iglesias c ris tia n a s : luterana, c a lv in is ta y anglicana.
Por o tra parte, la Iglesia C a tó lica re co n o ció la necesidad de una re fo r­
ma en su seno (no de una separación) con el o b je to de c o rre g ir los e rro ­
res sin a lte ra r la d o ctrin a . Esto dio orig e n a la C o n tra rre fo rm a o Reform a
C atólica.
En el período de c ris is que ca ra cte rizó el C ism a de O ccidente apare­
cieron dos p re cu rso re s de la Reform a co n tra la ig le s ia C a tó lica : el inglés
W ic le f (s ig lo XIV) y el checoslovaco Huss (s ig lo XV).
Juan W iclef (1324-1384). Este profesor de teología de la Universidad de
Oxford denunció diversas irregularidades com etidas por religiosos, negó el poder
temporal de la Iglesia, patrocinó el casamiento de los m inistros de Dios y admitió
que cada cual podía interpretar librem ente la Biblia. Contó con numerosos adeptos,
especialm ente po rqu e su prédica coincid ió con el cautiverio de los papas en Aviñón.
Juan Huss (1369-1415). Profesor de la Universidad de Praga, fue un eficaz
propagador de las ideas de W iclef.
' Desde la época del geógrafo egipcio Tolomeo (siglo II d. C.) se suponía a la Tierra inmóvil
en el centro del Universo: el Sol y todos los cuerpos celestes giraban a su alrededor (sistema
geocéntrico).
Copérnico ubica al Sol como centro del sistema y afirma que la Tierra y los planetas son los
que giran a su alrededor (sistema h elio cén trico ).
Predicó en la región de Bohem ia hasta que fue juzgado como hereje y pereció
en la hoguera. Después de su muerte se produjo una guerra de carácter religioso
que duró diecisiete años.
CA USAS DE LA REFORM A
1) Externas
A su vez se s u b d ivid e n :
a) Políticas. Era v is ib le la enem istad de los príncipe s alem anes hacia
e| Papa, re n c o r que había te n id o su origen en las luchas del Sacro Im ­
perio co n tra la autoridad del P ontífice; además, germ anos e ita lia n o s gue­
rrearon con fre c u e n cia d e b ido a las in cu rsio n e s de los p rim e ro s en el
te rrito rio p e n insu la r.
Tam bién d ive rso s g o b ie rn o s europeos, de ten dencia a b so lu tista , tra ­
taron de im p o n e r su d o m in io en los asuntos de la Iglesia.
b ) Económicas. D ebido a las donaciones de los cre ye n te s, la Ig le ­
sia era dueña de grandes e xtensio nes de tie rra , las cuales no estaban
gravadas con im puestos y cuyas rentas eran enviadas pe rió d ica m e n te a
Roma.
A lg u n o s m onarcas y personajes poderosos atizaron d is tu rb io s co ntra
las a u to rid a d e s e c le s iá s tic a s con el so lo o b je to de usurpar dichos bienes
para a c re c e n ta r los pro p io s.
c ) Sociales. Los cam pe sinos, en especial de A lem ania, se u nie ron a
todos los que p ro p icia ban la lib re in te rp re ta c ió n de la B iblia, pues pensa­
ban e n c o n tra r en e lla la so lu ció n de sus problem as.
De acuerdo con e llo no im porta n los pecados, pues sólo la fe en C ris to
y en sus m é rito s es s u fic ie n te para consegu ir la salvacion e^ rna, D e ,
manera los hechos y las obras del c ris tia n o carecen en a bsoiuto de va lo r.
A sí su rg ió lo que hoy podem os lla m ar la “ teología luterana que hasta es
m om ento ( a ñ o 1515) no había te n id o tra scende ncia porque Lutero se man­
tenía o b e diente a la Ig lesia C ató lica y a la autoridad p o n tific ia .
Q uerella de las indulgencias
Para fin a n c ia r la te rm in a c ió n de la basílica de San Pedro el papa León X
envió re lig io s o s a d ive rsas regiones europeas y concedía1 m^ ul^
' as
no . i n hp ¡n<? pecados— a los que hicie sen lim osnas para ta l objeto.
P
L o s
d o m i n i c a s cSmpMeron esa m isión en A lem ania, pero con escasa
=
banT n »
e ^ S 'd V
r 5í o \ S f e n t « b r é 0 de 1 5 ,7 L u .e « , hizo públicas
Las te s is e ncontraron campo p ro p icio en el puebio alem a y
de quince días eran conocidas por to dos y apoyadas por m uchos. En
fo rm a se in ic ió la re vo lu ció n re lig io s a co n tra Roma.
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La acción de Lutero
Enterado el papa León X de la p rédica de Lutero, lo in tim ó a retrae
ta rse y, al no c o n se g u irlo , por bula del año 1521 lo excom ulgó ju n to en
todos los que s ig u ie ra n sus d o ctrin a s.
n
En esa época había sid o designado em perador de A lem ania C arlos \i
quien, para so lu c io n a r el problem a re lig io s o , reunió una asam blea en i
ciudad de W orm s, a la que fu e c ita d o Lutero. Este c o n c u rrió con un salvo
conducto por cuanto — acusado por la ju s tic ia re g u la r— vivía o cu lto .
El re fo rm a d o r d e fe n d ió sus d o ctrin a s y m a n ife stó que sólo se retrae
ta ría con argum entos de las Sagradas E scrituras.
A l té rm in o de la agitada reunión el em perador mandó p u b lica r el Edicto
de W orm s y condenó a Lutero y a sus seg u ido re s com o herejes. Pero el
fra ile p ro s c rip to ya había abandonado el re c in to y se encontraba protegido
en el c a s tillo del e le c to r de S ajonia.
Lutero contin u ó con su prédica, tra d u jo la B iblia al alemán moderno y
esta b le ció la organización de la nueva ig le s ia d is id e n te . Más tarde se trasladó a W itte n b e rg donde re s id ió hasta el fin de sus días.
Sublevación de los cam pesinos
Para aum entar el núm ero de sus adeptos Lutero aconsejó despojar a
la Iglesia de to d o s sus bienes y e n tre g a rlo s a los prín cip e s para usos laicos
o sea, se culariza rlo s.
Los poderosos apoyaron el p ro c e d im ie n to , aunque no c o n s in tie ro n en
que otro s particip a ra n en el reparto.
En 1522, los ca b a lle ro s (nobles de m enor je ra rq u ía) tra ta ro n de apode­
rarse de tie rra s p e rte n e cie n te s a la Iglesia y dos años más ta rd e los im ita ­
ron los cam pesinos y los artesanos. Com o la alta nobleza se opuso, esto
o rig in ó una sangrienta guerra c iv il que concluyó con la v ic to ria de los
poderosos, a quienes apoyó Lutero.
Confesión de Augsburgo
A n te el problem a re lig io s o , y con el p ro p ó s ito de so lu cio n a rlo el em ­
perador C arlos V re u n ió una D ie ta en S pira, la que fa vo re c ió a lo s' innova­
dores, por cuanto les concedía la lib e rta d de conducta re lig io sa . Una se­
gunda D ieta, en 1529, to le ró el lu te ra n ism o en los lugares donde ya estaba
consolidado, pero p ro h ib ió que se e xte n d ie ra por o tra s regiones.
Seis p rín cip e s y d ie cio ch o ciudades se negaron a acatar las decisiones
de la D ieta y p ro te s ta ro n ante el em perador. Desde ese m om ento los
luteranos re cib ie ro n el nom bre de p ro te s ta n te s , y su d o ctrin a p ro te s ta n ­
tism o.
En 1530 se reunió una nueva D ie ta , esta vez en la ciudad de A ugsburgo,
con el ob je to de o b te n e r la p a c ific a ció n re lig io sa . Lutero encargó a uno
de sus discíp u lo s — Felipe M e la n ch to n — la redacción de los p rin c ip io s
fundam e ntales del credo p ro te s ta n te . Este cé le b re e s c rito fu e presentado
ante la D ieta y por eso se conoce con el nom bre de C onfesión de Augsburgo.
L-a Confesión de Augsburgo resume la doctrina luterana que es, en realidad
una m utilación del dogma católico. Sus adeptos se llaman cristianos porque el
ideario reform ista mantiene la creencia en la Santísima Trinidad (Padre Hiio y
Espíritu Santo), en la Encarnación y Redención de Cristo, en los Mandamientos y
en algunos sacramentos.
*
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El grabado reproduce el salvoconducto que otorgó la Dieta de Worms en el año 1521, al
rejormador Martín Lutero, para que éste pudiera asistir a la asamblea sin ser apresado.
Las divergencias fundamentales que han separado a los protestantes de ios
católicos son las siguientes:
a) Justificación por la fe. Lutero afirm ó, que, debido al pecado original, el
hombre no tiene libertad necesaria para obrar el bien o resistir al mal, porque
es un irresponsable. Por consiguiente, las buenas obras son inútiles y sólo tienen
valor los m éritos de Jesucristo. Unicamente por la fe en el Redentor el pecador
logra salvarse.
b) La Biblia. Interpretada de acuerdo con el criterio de cada uno, es la
única autoridad y norma de fe,
c) Creó la consubstanciación, es decir, el principio de que el cuerpo y la
sangre de Jesucristo están presentes “ ju n to ” con el pan y el vino. De tal manera,
Lutero negó la transubstanciación 1 y el m ilagro sacerdotal de la consagración.
d) Elim inó el Purgatorio y en los oficios religiosos reemplazó el la tin por el
idioma nacional.
e) Sólo considera tres sacram entos: Bautismo, Eucaristía y Penitencia.
Afirm ó que no producen la G racia divina ni son necesarios para la salvación.
f) Conservó la cruz, pero suprim ió las imágenes y negó valor a ayunos, pere­
grinaciones, veneración de reliquias e invocaciones a la Virgen M aría y a los
Santos.
g) Suprim ió el orden sagrado (Papas, arzobispos, obispos y sacerdotes) y
abolió el monacato.
I El dogma católico enseña la transubstanciación, es decir, la transformación — en la Misa
del pan (Hostia) en el cuerpo y sangre de Jesucristo, en virtud de las palabras de la consagración.
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Afirmó Lutero que la Iglesia es una sociedad invisible, formada solamente por
los justos, y donde no existen sacerdotes ni ordenación, porque todos los fieles
son sacerdotes.
Sin embargo, se vio obligado a organizar una iglesia visible con pastores
— elegidos con intervención del pueblo y del Estado— encargados de predicar y
administrar los sacramentos. Para fiscalizarlos creó los “ supervisores” u obispos.
h) Eliminó el celibato y permitió a los pastores contraer matrimonio.
Paz de Augsburgo
A n te la negativa de los te ó lo g o s c a tó lic o s en aceptar la C o nfesión de
A ugsburgo, los p ro te s ta n te s se re unieron en 1531 en la ciudad de Esmalcalda y c o n stitu ye ro n una lig a o alianza que d eclaró la guerra a los ca tó lico s.
El c o n flic to se p rolongó v a rio s años, aunque fin a lm e n te C arlos V — preo­
cupado por amenazas e x te rio re s — dispuso c o n c e rta r una tregua con los
luteranos.
En el año 1555, la D ieta sancionó la Paz de A ugsburgo, que o to rg ó a
los p rín cipes p ro te s ta n te s la “ lib e rta d de c u lto s ” y p ro h ib ió las se c u la ri­
zaciones, aunque les re co n o ció la propiedad d e fin itiv a de los bienes qui­
tados a la Iglesia C a tó lica hasta ese m om ento.
Propagación del m ovim iento reform ista
a) En Alemania. La doctrina de Lutero se expandió con rapidez y por todo
el territorio y contó con más adeptos en los electorados de Brandeburgo, Palatinado y Sajonia.
Sin embargo, no sucedió lo mismo en los electorados de Tréveris, Colonia y
Maguncia, que estaban gobernados por príncipes católicos, y en los dominios de
la Casa de Austria, a cuyo frente estaba Carlos V.
b) Suecia. Esta nación estaba sometida a Dinamarca, pero en 1523 consiguió
emanciparse a las órdenes de Gustavo Wasa. Este censuró a los católicos la falta
de apoyo en las luchas por la independencia, circunstancia que favoreció sus
proyectos de difusión del luteranismo en este territorio.
En 1527, la Dieta de Westeras aprobó la doctrina protestante, con algunas
variantes que la hicieron más atenuada.
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En su gabinete de trabajo, Martin Lutero — acompañado por su discípulo Felipe Melanchton— traduce la Biblia al alemán moderno.
c) Suiza. El cura párroco de Glaris, Ulrico Zwinglio, atacó la autoridad ponti­
ficia y las leyes eclesiásticas y negó diversos principios dei dogma.
La prédica de Zwinglio desató una guerra que terminó con la victoria de los
I católicos en la batalla de Cappel (1531), en la que pereció el hereje. Sus adeptos
I no tardaron en reunirse con los luteranos y posteriormente con los calvinistas.
d) Dinamarca. En 1541, la Dieta de Copenhague estableció la doctrina lute­
rana en ese territorio y también en Noruega, que dependía de la misma corona.
I OTROS REFORMADORES
Juan Calvino (1509-1564)
M ie n tra s Lutero predicaba su d o ctrin a , un francés creaba un nuevo
m o vim ie n to re fo rm a do r. C alvinn e stu d ió teolog ía en la U niversidad y en esa
casa de e stu d io s abrazó el p ro te sta n tism o .
En 1533 abandonó el te r rito rio francés — perseguido por causa de sus
ideas re lig io s a s — y se re fu g ió en Suiza. A llí pu blicó, tre s años más tarde,
| su obra dogm ática fundam ental, titu la d a In s titu c ió n de la re lig ió n cristiana.
La base de su d o ctrin a es la pre d e stin a ció n , es d e cir, que antes de
I nacer el se r humano está "p re d e s tin a d o ” a la salvación o a la condena
eterna. Todo depende de la volunta d divina, que tie n e sus e leg idos y sus
réprobos.
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C alvino p redicó el ideal de p e rfe cció n humana, porque la elecció
d ivin a se basa en la pureza de vid a ; de ta l manera, in cu lcó a los eleqidn
la fo rm a ció n de la "so cie d a d de los ju s to s ” , lo que e xp lica el ca rá cte r aaisivo y fa n á tico de sus adeptos.
Aunque las almas de los seres humanos están benditas o malditas desn
antes de nacer, esto no significa — según Calvino— que no deba darse importan
cia a la vida terrena, en la cual los predestinados deben tratar de corregir a in
malos. Por esta causa, sus creyentes no se conform aron con el concepto de que
destino está escrito y bregaron por im poner su religión.
A l igual que Lutero, a firm ó que la lib re in te rp re ta c ió n de la B iblia es
la única fu e n te de fe y negó la e x is te n c ia del P urgatorio y el v a lo r de |as
prácticas re lig io sa s del P ontífice, de la je ra rq u ía e c le s iá s tica , de los santos
y de la misa.
A ceptó dos sacram entos: el B autism o y la C om unión, aunque este ú lti­
mo com o acto sim b ó lic o , porque negó la presencia de Je s u c ris to en la
Eucaristía.
E lim inó todas las fo rm a s del c u lto exte rn o (hasta el c ru c ifijo ) y dispuso
que las cerem onias re lig io s a s c o n s is tie ra n en oraciones y cánticos.
En el año 1536, C alvino ocupó el gobierno de la pequeña re p ú b lica de
Ginebra, donde fu e nom brado je fe de la Iglesia y e s ta b le c ió una dictadura.
Im plantó en la ciudad una olig a rq u ía re lig io s a e im puso un régimen
in q u is ito ria l de te rro r. Creó la Venerable Compañía o C onsejo integrado por
todos los pastores dedicados a la p re dicación y el C o n s is to rio , form ado
por doce ancianos y seis p astores, cuya m isió n era v e la r por la m oral pú­
blica y privada.
Calvino fue el verdadero dueño de Ginebra durante largos años. Su autoridad religiosa no fue
discutida, aunque algunas veces se reunía con teólogos rivales para entablar controversias acerca
de materias doctrinales.
La ciudad fu e d iv id id a en d is trito s que estaban co n tro la d o s por d iversas
com isiones del C o n s is to rio que allanaban las vivien das e investigaban las
costum bres de sus ocupantes.
Calvino dispuso severos castigos a todo el que com etiera alguna de estas
infracciones: usar nombres que no figurasen en la Biblia, ju ga r a los naipes y
a n d a r en patines; co n cu rrir a teatros, bailes o cualquier otra diversión.
Ninguna posada debía permanecer abierta después de las 21 y nadie podía
beber vino del país (otro estaba prohibido) sin antes dar gracias a Dios. Las mu­
jeres no podían usar rizos ni peinados altos, ni vestidos que no fueran del color
establecido por el Consistorio. A los hombres les estaba vedado el cabello más
largo que el común, etcétera.
Q uienes no se som etían al régim en d espótico im plantado por C alvino
estaban s u je to s a d ive rsas penalidades. A sí, el sabio español M ig u e l S ervet,
que d e scu b rió el m ecanism o de la c irc u la c ió n pulm onar, p ere ció en la
hoguera por no c re e r en el dogm a de la Trinidad, y el re lig io s o B olsee, que
negó la p re d e stin a ció n , fu e desterrad o.
Con el o b je to de propagar su d o ctrin a , C alvino fundó (1559) La A cade­
mia o p rim e r se m in a rio p ro te sta n te , que se inauguró con se iscie n to s alum ­
nos. G inebra se tra n s fo rm ó en la ca pital de la re lig ió n p ro te sta n te y de ella
p a rtie ro n los p rim e ro s propagandistas que e stab lecieron num erosas com u­
nidades en Francia, Holanda y Escocia.
El protestantism o en Inglaterra
A d ife re n c ia de lo que sucedió en o tro s países, la refo rm a co ntra la
Iglesia C a tó lica la in ic ió en In g la te rra un .soberano, E nrique VIII. Este rey,
luego de d ie cio ch o años de m a trim o n io con C atalina de A ragón, dispuso
anular este casam iento — año 1527— para c o n tra e r nuevas nupcias con
Ana Bolena, bella dama de la C orte.
C o n su ltó al papa C lem e nte V II, quien negó la autoriza ción; entonces
Enrique se pro cla m ó “ je fe suprem o de la Ig le s ia ” y o b lig ó al Parlam ento a
v o ta r el A c ta de S uprem acía, por la cual se le o torgaron todas las prerrogativas del P ontífice.
Excomulgado por el Papa, el soberano inglés procedió con extremo rigor.
Declaró m ujer ilegítim a a Catalina de Aragón — hija de los Reyes Católicos— y
castigó por igual a todo el que no reconociera su autoridad religiosa! Unas siete
mil personas fueron ajusticiadas.
La reina Isa b e l — h ija de Enrique VIII y Ana Bolena— fu e quien organizó
la Ig le sia A nglicana, que es una fu sió n de d o ctrin a s ca tó lica s y c a lvin ista s.
El dogm a se' basó en las ideas de Calvino (aunque mucho más moderado);
con respecto al culto creó una jerarquía eclesiástica muy semejante a la católica,
aunque de carácter nacional, pues el rey es el jefe supremo de la religión. De
tal manera, todos sus opositores eran considerados “ enemigos de la patria” .
En 1564 mandó p u b lica r el A cta de U niform idad, en la cual negaba el
va lo r de las indulgencias, la m isa, el dogma de la e uca ristía , e tcé te ra ; ade­
más, ordenaba p e rs e g u ir a los ca tó lico s.
La reina Isabel fu e excom ulgada por el papa Pío V.
I
'
|_os p ro te s ta n te s habían triu n fa d o en el norte de A lem ania, países
■ r a n d i n a v o s In glaterra, Escocia, Holanda y cantones suizos de idiom a
fa n c é s - Permanecían obe dien tes al P ontífice: Italia, España, Francia, Portua| sur de A lem ania, A u s tria , Polonia e Irlanda.
9
La lib re in te rp re ta c ió n de la B ib lia dio origen a dive rsas secta s inteP adas por m inorías, que no pudieron im poner sus d o ctrin a s a las re stantes.
El C ism a p ro te s ta n te provocó en el c a to lic is m o un fe rv ie n te deseo de
■ e n o v a c ió n que dio o rig en a la verdadera Reform a c a t ó l ic a o C o n tra rre fo rm a .
b) P olíticas. D ism in uyó la autoridad del em perador porque el norte de
A le m a n ia no re co n o ció el d o m in io de la Casa de A u s tria .
Los soberanos aum entaron su poderío, pues se e rig ie ro n en je fe s e sp i­
rituales de sus s ú b d ito s y acrecentaron sus riquezas con los bienes expro­
piados a la Iglesia C atólica.
c) S ociales y cu ltu ra le s. Las in to le ra n cia s y las perse cu ciones crearon
un am biente de in tra n q u ilid a d , m o tivo por el cual se produjo una c o rrie n te
e m ig ra to ria de colonos.
Tomó in cre m e n to la educación popular, por cuanto los p ro te sta n te s
fundaron escuelas populares en las cuales era com ún observar al cam pe­
sin o a prender a le e r la B iblia y los tra ta d o s te o ló g ico s.
LA REFORM A CATO LICA O CONTRARREFORM A
La Reform a en Escocí ?
Los p ro te sta n te s ta m b ié n im p u sie ro n sus ideas re lig io s a s en Escocia
re in o situ a d o al n o rte de In glaterra.
El m o vim ie n to fu e encabezado p o r Juan Knox quien, de cid id o a e lim in a r
to d o v e s tig io del c a to lic is m o , creó la Ig le s ia P re sb ite ria n a Escocesa con
base ca lv in is ta .
A imitación de la organizada en Ginebra, Knox estableció un Consejo for­
mado por los pastores de la ciudad y los ancianos que dirigía la Iglesia Entre
las atribuciones de este organismo figuraba la de comprobar si los creyentes res­
petaban las doctrinas de Calvino. Knox redactó una liturgia en la que ordenaba
suprimir la cruz, las imágenes, la música sacra y las fiestas (excepto el domingo)
Los estatutos de la iglesia escocesa fueron enviados a Ginebra Dara «ser
aprobados por Calvino.
Consecuencias de la Reform a protestante
El C ism a p ro te s ta n te , com o verdadera re vo lu ció n re lig io s a , a fe ctó los
p rin c ip io s y las ¡deas de su época y dejó im p o rta n te s consecuencias re li­
giosas, p o lítica s, so cia le s y c u ltu ra le s.
a)
R eligiosas. La re lig ió n , que hasta esos m om entos había unido al
mundo c ris tia n o o ccid e nta l, se c o n v irtió en un ele m e n to de desunión.
M ucho antes de la Reform a p ro te sta n te la Iglesia C a tó lica conocía las
irre g u la rid a d e s que se com etían en su seno, los abusos y las co rru pciones.
Por lo ta n to , se equivocan los que só lo ven en la Reform a c a tó lica un
sim ple rechazo al p ro te s ta n tis m o , es d e cir, una C o n tra rre fo rm a . Por lo con­
tra rio , el m o v im ie n to de renovación e s p iritu a l en el seno del c a to lic is m o
tuvo su o rig e n en hechos a n te rio re s y podem os a firm a r que se hubiera
llevado a cabo sin la apa rició n de Lutero. Tampoco puede negarse que los
p rogresos alarm antes del p ro te s ta n tis m o p re cip ita ro n la Reform a cató lica .
■
A unque es im p o rta n te la in flu e n c ia de Ita lia en el proceso de p u rific a ­
ción del c a to lic is m o , fue en España donde la acción re su ltó más e fe ctiva
y fecunda.
[ s a n IG N A C IO DE LOYOLA Y LA C O M P A Ñ IA DE JESUS
Este gran d e fe nsor del c a to lic is m o se llam a Iñ ig o (Ignacio) López de
Recalde (1491 a 1556), pero es más conocido por San Ignacio de Loyola,
nom bre del c a s tillo en que nació (reg ión de Vasconia).
Ingresó en el e jé rc ito y, en 1521, re s u ltó gravem ente herido en la p ie r­
na derecha, m ie n tra s defendía la ciudad de Pamplona, sitia d a por los fra n ­
ceses. Por esta causa dejó la carrera de las arm as a la edad de tre in ta años.
Pasó su larga co nvalecencia dedicado a le ctu ra s re lig io sa s, y apenas
re p u e sto d e cid ió hacerse “ soldado de C ris to y de la V irgen . Estudió te o lo ­
gía en Salam anca y más tarde se do cto ró en la U niversidad de París.
En la capital francesa, San Ignacio se reunió con un grupo de seis
jó ve n es re lig io s o s — e n tre e llo s San F rancisco Javier— y luego de hacer
vo to s de pobreza y castidad se consagraron a la defensa de la Iglesia y
a la co n ve rsió n de los in fie le s . La nueva O rden, creada el 15 de agosto de
1534, re c ib ió el nom bre m ilita r de Compañía de Jesús, y sus in te g ra n te s,
¡esuitas. Fue reconocida por el P ontífice en 1540.
r
EL C O N C ILIO DE TRENTO
El quipuzcoano Iñigo López de
Recalde, conocido por Ignacio
de Loyola. (Pintura de Seghers.)
Desde el s ig lo XV el m undo ca tó lic o anhelaba la reunión de un c o n c ilio
0 asam blea de prelados, destin ado a fo rta le c e r el dogma y c o rre g ir los
abusos. La reunión ecum énica, unive rsa l, se to rn ó im pe riosa ante la apari­
ción del p ro te s ta n tis m o y su rápida d ifu sió n.
El 13 de d ic ie m b re de 1545 el C o n cilio in ic ió sus sesiones en la ciudad,
de Trento, p e rte n e cie n te al Im perio. S esionó durante d ieciocho años (hasta
1 5 6 3 ) en tre s períodos, separados por dos largos in te rva lo s, provocados
por c o n flic to s in te rnaciona les.
El C o n c ilio de Trento condenó las reform as de los p ro te sta n te s, fijó
con p re c is ió n la verdadera d o ctrin a ca tó lica y d is c ip lin ó el cle ro .
a)
Disposiciones referentes al dogma. E stableció que la d octrina
ca tó lica se basa en las Sagradas E scrituras y tam b ién en la tra d ic ió n oral,
negada por los p ro te sta n te s. D ispuso com o único te x to a u té n tico la ve rsió n
latina de la B ib lia conocida com o la Vulgata, redactada por San Jerónim o
en el s ig lo IV.
D ejó e sta b le cid o que la ju s tific a c ió n se alcanza p o r la fe y po r las obras.
Organización de la Orden
Los jesuítas form aban
un verdadero ejército destinado a com batir a “ los
enemigos espirituales” , es decir, a los herejes. Se establecieron
en Roma y estaban
a las órdehes de un superior, llamado “ el general” .
San Ignacio de Loyola fue el prim ero que ocupó ese cargo y el que redactó
el
“ reglam ento” a que debían someterse sus integrantes.
A los tres votos comunes de los monjes (castidad, obediencia, pobreza)
agregó el de obediencia ciega al Papa por el que estaban obligados a ejecutar sin
dem ora sus órdenes.
Los aspirantes eran cuidadosam ente elegidos y se observaba su vocación en
los dos años de noviciado. Los ejercicios espirituales se efectuaban en celdas
oscuras y allí el religioso debía imaginarse, como si lo viera, el asunto que me­
ditaba. Así, por ejemplo, si era el infierno, debía oír los lamentos de los condenaagregó el de obediencia ciega al Papa por el que estaban obligados a ejecutar sin
dos y pe rcib ir el o lo r a la carne quemada.
Los je su íta s a d q u irie ro n ju s ta y rápida fam a en todo el mundo ca tó lico ,
ya fuera com o p ro fe so re s en sus num erosos co le g io s, ya
com o confesores
de p ríncipes o m isio n e ro s e n tre ateos y herejes.
G uiados por su d is c ip lin a , abnegación y va lo r, llevaron la palabra de
D ios hasta el lejano O rie n te : India, C hina y Japón. La Orden se e sta b le ció
en Europa: Italia , P ortugal, España, A le m a n ia c a tó lica (A u s tria y B aviera); en
Francia tam bié n d e s a rro lló su acción, aunque con m ayores d ific u lta d e s .
Los re lig io s o s de la Compañía de Jesús llegaron con bastante retraso
al c o n tin e n te am ericano. Esto se debe a que en la p rim e ra época fu eron
enviados al O rie n te , y tam bién a la a c titu d de la corona española, que creía
s u fic ie n te el núm ero de sacerdotes de o tra s órdenes que predicaban en el
nuevo mundo.
50
La base de la doctrina luterana y tam bién la calvinista reside en que el hom­
bre se salva por la fe y la gracia de Dios, pero “ las obras” carecen de valor.
En la im portante reunión del Concilio celebrada el 13 de enero de 1547, el
jesuíta español Diego Lainez refutó la doctrina protestante. Afirm ó que la ju s tifi­
cación se alcanza po r la fe y por las obras, debido a que los m éritos de Jesucristo
producen nuestros propios méritos; El nos ayuda para practicar el bien y evitar el
mal. Negó la doctrina de la predestinación porque el hombre tiene libre albedrío,
y toda la humanidad, de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, puede salvarse.
El C o n c ilio re firm ó la valide z de los s ie te sacram entos, la presencia
real de Jesús en la E ucaristía, de las indulgencias y del P urgatorio. S ostuvo
Una sesión del Concilio de Trento, presidido por el papa Julio III. Esta asamblea fue la que
efectuó la gran reforma de la Iglesia católica.
l U c£ c t í p vÓ S . y lo s San,os' el respe,° a ,as lmà»e" es
s °b e ra n o s, que cre ye ro n d ism in u id a su autoridad ante
Guía de repaso
La Edad Moderna.
La época de transición. Factores que contribuyeron a la
quiebra del mundo medieval.
Los comienzos de los
tiempos modernos.
Causas de la decadencia del feudalismo. Factores que con­
tribuyeron a la consolidación del poder real. La idea de
patria y el surgim iento de los Estados nacionales.
Las transform aciones económ icas y sociales: la im portan­
cia del m ovim iento burgués y el capitalism o. La debilidad
del papado: conflictos entre la monarquía y la Iglesia en
Francia. Consecuencias del Cisma de Occidente. La lite ra­
tura m edieval: su desarrollo a p a rtir del siglo XIII.
La toma de Constantinopla: p o litica expansiva de los turcos.
La renovación
científica.
El Renacimiento.
Las letras del pasado y la valoración del hombre. Aspectos
que ofreció la expansión del Humanismo. El periodo artís­
tico de transición: el arte del “ Q ua ttroce nto".
£1 arte re n a c e n tista .
Carácter de las obras: arquitectura, pintura y escultura.
Apogeo del
R en acim ien to en Italia.
Miguel Angel: obras. Leonardo da Vinci: pinturas famosas.
Rafael Sanzio: pinturas murales y en tela.
La literatura: escritores que dan b rillo a este período.
y la
b)
Disposiciones referen tes al clero. P ublicó una se rie de d e rrot
re la tiv o s a la d is c ip lin a e c le s iá s tic a en todas las je ra rq u ías M antuvo i
ordenes re lig io s a s y a sus in te g ra n te s la o b lig a to rie d a d del ce lib a to- r» i
m entó la a d m in istra c ió n de los bienes y la p ro h ib ic ió n de acum ularlos
•
Propuso la creación de s e m in a rio s o escuelas d estinados a la foi-m
cion de los fu tu ro s sacerdotes y fijó en v e in tic in c o años el m ínim o de ph ^
para re c ib ir los hábitos.
aad
D ispuso que la m isa se rezara en latín, pero a u to rizó que los serm ono*
se d ijeran en el idiom a de los fíe le s .
'nones
El C o n cilio clausuró sus sesiones el 4 de d ic ie m b re de 1563 Sus riio
posicione s dogm áticas fu e ro n aceptadas por todos los países católico«'
m ie n tra s que las leyes d is c ip lin a ria s enco n tra ro n bastante o posición esn*
e|apo n tíffce n tr6
gl H u m a n i s m o .
La evolución de la tecnología y las invenciones mecánicas.
Los grandes inventos. La pólvora y las armas de fuego
Im portancia de la brújula en la navegación. Difusión de la
cultura: la im prenta y el papel.
La antigüedad grecorrom ana y la renovación en el pensa­
miento. Facetas del proceso renacentista. Precursores del
Renacimiento en Italia. El Im perio Bizantino y las tradicio­
nes clásicas. Los protectores de los artistas. Aumento del
com ercio y el desarrollo cultural.
La nueva concepción del hom bre: aparición de nuevos
valores. La liberta d en la inspiración artística. Cambios en
las costumbres.
¿I Renacimiento en
plandes y Países Bajos.
Los tres grandes pintores de la escuela flamenca.
El Renacimiento
en Alemania.
Pintores que indican la culm inación del m ovim iento artís­
tico germano.
El Renacimiento
en Francia.
Literatos más destacados. La arquitectura.
El Renacimiento
en Inglaterra.
La mayor figura de la literatura inglesa.
El Renacimiento
en España.
El m ovim iento renacentista en su aspecto lite rario : carácter
de las obras. La pintura: los grandes maestros. La arquitec­
tura: los tres estilos característicos. La escultura.
Los adelantos
científicos.
El surgim iento de la ciencia nueva. Los progresos en la
astronomía.
La crisis de
la cristiandad.
Concepto de Reforma y de Contrarreforma. W iclet y Huss.
Causas externas: políticas, económicas y sociales. Causas
internas: la debilidad de la organización eclesiástica y la
prédica de los humanistas. La libre interpretación de la
Biblia.
La Reforma en
Alemania.
Martín Lutero: la teología luterana. Querella de las Indul­
gencias: las noventa y cinco tesis. La acción de Lutero: el
Edicto de Worms. Sublevación de los cam pesinos: la guerra
civil. Confesión de Augsburgo: las Dietas de Spira. La Con­
fesión de Augsburgo: doctrina luterana. La liga de Esmalcalda. Paz de Augsburgo.
Otros reformadores.
Juan Calvino: la predestinación. La dictadura en Ginebra.
La Venerable Compañía y el Consistorio. La Academia.
El protestantism o en Inglaterra. Enrique VIII. El Acta de
Supremacía. La reina Isabel y la Iglesia Anglicana. El Acta
de Uniform idad. La Reforma en Escocia: Juan Knox.
Consecuencias religiosas, políticas, sociales y culturales de
la Reforma.
La Reforma Católica.
San Ignacio de Loyoía: origen de la Compañía de Jesús.
O rganización de la Orden. El Concilio de Trento: disposi­
ciones referentes al dogma y al clero.
53
52
^ e c t u r a
Cuestionario
El R en a cim ien to
1. ¿Cuáles fueron las causas que contribuyeron a la transforma­
ción del m edioevo en la Edad Moderna? '2. ¿Cóm o se produce la
decadencia del feudalismo? 3. ¿En qué forma surgen los Estados
nacionales? 4. ¿Qué transformaciones económicas originó el incre­
mentó de la burguesía? 5. ¿Cóm o se produjo el cisma de Occi­
dente? 6. ¿Qué puede decir sobre el avance de los turcos en Eu­
ropa? 7. ¿Cuáles fueron las invenciones mecánicas de la Edad
Moderna? 8. ¿Cóm o surgió la imprenta? 9. ¿Qué se entiende por
Renacimiento? 10. ¿Qué facetas com prende el proceso renacen­
tista? 11. ¿Qué recuerda con respecto a las causas del Renaci­
miento? 12. ¿Qué nueva concepción del hom bre surge en el m o­
vimiento renacentista? 13. ¿A qué se llamó Humanismo? 14. ¿Cuál
es el carácter de las obras del Renacimiento? 15. Mencione tres
obras de M iguel Ángel. 16. ¿Qué sabe de Leonardo de Vinci y de
Rafael? 17. ¿Cuáles son los cuatro escritores que dan brillo al
Renacimiento italiano? 18. ¿Qué puede decir sobre los pintores
de la escuela flam enca? 19. ¿Dónde ubica a Durero y a Holbein?
20. ¿Con qué obras literarias culminó el Renacimiento francés?
21. ¿Cuál es la máxima figura de la literatura inglesa? 22. ¿Q uié­
nes fueron los principales representantes del humanismo español?
23. ¿Recuerda algunos cuadros de Velázquez y de Murillo? 24.
¿Qué estilos ofrece la arquitectura del Renacimiento en España?
25. ¿A qué se llama Reform a protestante? 26. ¿Cuáles fueron sus
causas externas? 27. ¿Y las internas? 28. ¿Quién fue Martín
Lutero? 29. ¿Cóm o se inició el movimiento contra el Papa? 30. ¿A
qué se llama la Confesión de Augsburgo? 31. ¿Qué sabe de Juan
Calvino? 32. ¿Quién inició el protestantismo en Inglaterra? 33.
¿Cuáles fueron las consecuencias de la Reform a protestante?
34. ¿Cóm o surgieron los jesuítas? 35. ¿Qué dispuso el Concilio de
Trento con respecto al dogma? 36. ¿Y respecto al clero?
Actividades Prácticas
• R eseñar los a c o n te c im ie n to s que d ie ro n com ienzo a los tie m p
m odernos.
• S in te tiz a r las causas y los caracteres d e l R e n a cim ie n to .
• H a ce r u n cu a d ro s in ó p tic o en el que fig u re n las obras principal
de M ig u e l Á n g e l, L e o n a rd o y R afael.
• R e s u m ir los sucesos p rin c ip a le s de la R e fo rm a p ro te sta n te .
a todo el movimiento — cultural
Jiítico— de los comienzos del
(/rundo Moderno se le conoce bajo
^ Htulo de Renacimiento, bautizado
elní las definiciones que de su proP?n tiempo hicieron las gentes del
nrincipio de esta edad, que en su
Pfán de resucitar a los clasicos, de
fmitar la vida romana y griega^ cre­
yeron sinceramente que renacía la
e d a d dorada que ellos se figuraban
‘^E^hecho de que así lo quisieran
v creyeran no significa que así fue­
ra en efecto. Y no podía ser porque,
aüarte de ser otras las condiciones
generales de vida, otras las bases
económicas, sociales y políticas, no
habían transcurrido en vano los diez
siglos medievales, que dejaron, co­
mo hemos visto, su sedimento y con­
tribuyeron precisamente a hacer del
mundo moderno algo completamen­
te distinto del mundo clásico, aun­
que gran parte de los ideales de
éste hubieran vuelto a la vida real­
mente. Entre los elementos comple­
tamente distintos y que no existían
en la época clásica, hemos de contar
al Cristianismo, que desempeña un
preferente papel en la vida moderna.
En toda la vida de las nacientes
nacionalidades europeas se manifies­
ta pujante un nuevo modo de conce­
bir la vida, de sentir y de vivir, un
nuevo mundo de ideas y de costum­
bres. Su etiqueta distintiva, se ha
dicho muchas veces, es la vuelta de
la vista, conscientemente, hacia el
pasado clásico. Esto había de con­
ducir fatalmente a un apartamiento
de los principios cristianos que ha­
bían informado toda la Edad Media,
toda la vida de la Europa tan difi­
cultosamente construida en los lar­
gos siglos de in ten sa cris tia n d a d
medieval. Esto no ha de interpretar­
se en el sentido de que el Cristia­
nismo y la Iglesia se aferraron a las
formas medievales, desvinculándose
de todo el movimiento renacentista,
quedándose, por lo tanto, inactualizados, pues, por el contrario, la Igle­
sia y su credo — y en ello tenemos
una clara muestra de su perennidad
y carácter divino— se plegaron a las
nuevas formas, tiñéndolas de orto­
doxia. Por ello, aunque el Renaci­
miento es un fenómeno único, pue­
den establecerse las dos tendencias
claramente.
a)
R e n a c i m i e n t o p a g a n o . — Lo
clásico, lo ro m a n o especialmente,
puede decirse que no estuvo nunca
completamente muerto en el mundo
medieval. No sólo las antiguas pro­
vincias romanas — especialmente^ las
ocupadas por los pueblos germáni­
cos, ya que las ocupadas por los ára­
bes sufrieron otra suerte— estaban
llenas de calzadas, acueductos y tea­
tros, muestra monumental de la obra
de Roma, sino que el Derecho y la
vida misma hablaban siempre del
glorioso pasado rom an o. Podemos
decir que hasta el siglo X Europa
tuvo la vista lanzada hacia atrás,
rememorando nostálgica la grandeza
romana, y que desde entonces la
tiende hacia adelante, pero en bus­
ca de una nueva edad romana, una
nueva Roma, que se consigue con el
Renacimiento. Esta presencia de lo
clásico, especialmente de lo latino,
insistimos, hizo que no fueran so­
lamente T e o d o r ic o y Carlomagno
— tan cerca aún de Roma— los pro­
motores de renacim ientos (inyeccio­
nes en el cuerpo cultural europeo),
sino que los comprobemos en el si­
glo X I y en el siglo XIII en Italia.
Este hilo no interrumpido duran­
te la Edad Media cobra vida en el
siglo XIV —cuando Petrarca ya do­
bla su cabeza sobre viejos manus­
critos, que copia con gran primor—
y se desarrolla plenamente en el X V
con el llamado Humanismo, que lue­
go estudiaremos. En este movimiento
se viene en primer lugar a la valo-
55
54
ración del hom bre como tal, al hom­
bre en su persona espiritual y en su
persona corpórea, ya fuera en el
dominio del arte, con el estudio del
desnudo y valoración de las bellas
formas del cuerpo humano, o en el
de la ciencia con el estudio anató­
mico del hombre y los balbuceos de
la cirugía moderna.
Este R e n a cim ie n to era esencial­
mente pagano, dejaba a un lado toda
disciplina o sujeción al Magisterio
eclesiástico y suponía una verdadera
revolución espiritual, en busca de
lib e r t a d e s . Se inicia entonces un
proceso cu y o co m p le to desarrollo
culminará en el siglo XVIII.
b)
R e n a c i m i e n t o c r i s t i a n o . — El
Humanismo, como hemos dicho, se
dio al estudio erudito de Ips viejos
textos bíblicos y de todo lo que ha­
cía referencia a ]a vida primitiva,
antigua, de la Iglesia y de las comu­
nidades cristianas, y en el campo de
la Iglesia se produjo un verdadero
renacimiento de los estudios clási­
cos, cuyos resultados fueron las edi­
ciones anotadas de la Biblia, como
la Políglota de Alcalá (ordenada por
el cardenal Cisneros), o la Políglota
de Axnberes, hecha por Arias Mon­
tano y ordenada por Felipe II. Al
lado de esta modernización de la
ciencia cristiana el Cristianismo mis
mo se impregnó, sin por ello salipgl
de la ortodoxia, de la corriente ge
neral y se dejó llevar por ella. j¡]
recogido sentimiento medieval d¡ *
paso a un se n tim ie n to triunfante
victorioso y de apoteosis'; la vid»
eclesiástica se hizo lujosa, las igie
sias se doraron y adornaron proful
sámente y el arte renacentista, ín~
comparable y en camino de subllme¡
cimas, se puso al servicio de estas
nuevas tendencias. Pinturas y gra.
bados nos presentan “ E l tiempo de
la Fe” , el “ Tiempo de la Iglesia”
etc., en verdaderas apoteosis rena­
centistas.
B allesteros, M anuel,
y A lb o rg , Ju a n L u is.
M a n u a l de H is t o r ia
U n iv e r s a l , Madrid, 1961.
• ¿El R enacim iento fu e únicamente
e l renacer de la antigüedad clá­
sica?
• ¿El m edioevo negó totalm ente a
la c u ltu ra rom ana?
• ¿Existió una nueva v a lo ra ció n del
hombre?
• ¿En el R enacim iento hubo in flu e n ­
cia cristiana?
EXPANSION U LTR A M AR IN A EUROPEA. ESPAÑA Y PORTUGAL
A fin e s del s ig lo XV, los españoles y p ortugueses abandonaron el ya
conocido m arco g e o g rá fico y, en te m e ra ria em presa, se lanzaron a tra vé s
del m ar en busca de nuevos horizontes.
Como to d o proceso h is tó ric o , la época de los d e scu b rim ie n to s geográ­
fic o s es el re su lta d o de una s e rie de hechos aislados que, al c o in c id ir,
p e rm itie ro n la re alización y fa c ilita ro n el é x ito de las graneles em presas
náuticas.
Entre las causas de los d e scu b rim ie n to s g e o gráficos podem os c ita r:
a) Los intereses económ icos. Europa y A sia m antenían relacione s
co m e rcia le s desde tie m p o s rem otos. Los p rin cip a le s productos asiá tico s
como seda, te jid o s , piedras p re ciosa s, porcelanas y, sob re todo, las especias
(p im ie n ta , canela, clavo de olo r, nuez m oscada) eran tra n sp o rta d o s a tra vé s
de d e s ie rto s hasta las costa s del M edite rrá n e o . A llí, las flo ta s venecianas
y genovesas se encargaban de d is trib u irlo s al re sto de Europa.
No e x is tía una ruta m a rítim a d ire c ta e ntre los dos c o n tin e n te s y, cuan­
do C o n sta n tin o p la y los puertos m edite rrá n e o s cayeron en po der de los
tu rco s, Europa quedó aislada del A sia . Entonces fu e necesario buscar nue­
vos d e rro te ro s para c o m e rcia r con O rie n te .
b) Los progresos cien tífico s y técnicos del R enacim iento. Ya nos
hem os re fe rid o a la a p licació n de la brú ju la en la navegación. A dem ás, las
pesadas barcazas m edievales fuero n reem plazadas por carabelas, o naves
de buenas co n d icio n es m arineras, p ro vista s de velas y adecuadas para la
navegación oceánica.
56
57
Afán de aventuras y deseo de propagar la fe . Los españoles y
ortn a u e se s se destacan por sobre todo s los navegantes de esta época
l°S n consecuencia de su larga tra d ic ió n m arina, sus progresos n áuticos.
c° n 'ritu a ve n tu re ro y fe rv ie n te s deseos de evangelizar nuevas tie rra s .
esP1
nESCUBRIMlENTO DE A M E R IC A
f
A u n q u e los españoles d escu b rie ro n A m é rica en 1492, es p o sible que
R. A
q t L n tm q e u r o D e o s hayan llegado a este co n tin e n te .
^ UC n 0 e s a d e m u y a n tig u o se pensaba que allende el océano A tlá n tic o debían
['■ £ o tra s tie rra s y es probable que los fe n ic io s o los japoneses fueran
^ 'S t r a d o s pó? las c o rrie n te s m arinas hasta las costa s am ericanas.
af A d ife re n c ia de los a n te rio re s, están plenam ente com probados los
I K •«£ de los norm andos (que habitaban la península escandinava) quienes,
trP los s iq lo s IX y X, d e scu b rie ro n Islandia, luego G roenlandia y, fin a l­
mente, las costas a tlá n tic a s de A m é ric a d e l N orte.
en
Fetos Dueblos de raza germana no colonizaron las regiones visitadas, aunque
fundaron una pequeña aldea, posteriorm ente enriquecida por las acti-
is fa n d ia
vidades com eraa|es de sus h^bi^an^es.
ron log v¡
hac¡a esas z0 as> ,os
méritos de la hazaña colom bina.
Un cartógrafo del siglo X V I en su gabinete de trabajo, mientras deja constancia de los dnm,
registrados por los marinos en sus viajes oceánicos.
constancia de Los datos
lejano Oriente9 Entre ’ estos "arriM na^ínc
8n* SU may ° rla ita l¡anos—
Juan de l Carpino que en 1246 llenñ a i f Vr *írer.?Si P °demos c¡tar al
llevando un mensaje del Pontífice A su re a ra n h¡*
Karakoruna
visitados.
pontífice. A su regreso hizo un ameno relato de
visitaron el
franciscano
de Mogolia
los lugares
arr,b6 i peki" »
de su viaje en un libro titulado II M illone (El M illón) d ^ l ^ f a T pu
.relación
conocen cerca de ochenta y ocho copias.
’
U3' _ P ° r su éxit0~ 38
Media^ la^mavoKa
T a u e el ^c% n n
í f !f
9 e o 9 rá fl'c a - En el tra n s c u rs o de la Edad
m ^ r6S d ® CI®nCÍa °P ¡naba 9 ue
T ierra era plana
tu a l d " e m tb a r-9 ° ' 3 comienOzosmdae !t s ig lo r 0X V. « " ¡ ¡ S Í d e £
-teoría
esfericidad°teri4stre!Ura “ “ ^
M sm S
£
in te le c-'
que s° sten,a"
Por o tra parte, las im p e rfe c ta s cartas náuticas fueron reem olazadas ñor
los p o rtu la n o s o mapas de re la tiva e x a ctitu d dibujados p o 7 c a rtó a ra fo s
p rin cip a lm e n te ita lia n o s (m onjes Fra Bianco y Fra M auro).
c a rto 9 ra fo s '
Cristóbal Colón
Ñ a c h í en Génova (p o s ib le m e n te en el m es de octu b re ) en el año 1451,
hijo del te je d o r de paños de lana D om ingo C olon y de Susana F° n[ Í na" ° ^ s
Cursó e stu d io s e le m e n ta le s en Génova y a llí a prendió las p rim e ra s le t
y el la tín , lengua que en ese entonces era de uso general.
u
I
■
j
/
„ m n A e * «i/ijV>< d e l s i d o
XV
a u n los e s tu d io so s a d m itía n le y e n d a s m e d ie -
dd m u n d o y q u e pavo ro so s d ra g o n e s y m o n s tru o s d e ese m a r ig n o to d e v o ra ría n
arriesgase a s u rc a rlo .
que
j
u
,4o ia q 9 antp los m uros de Granada, que term in a b a de
rendfrse, se® firm a ro n - e n Santa F e - las ca p itu lacio n e s e n tre la corona
española y C ris tó b a l C olón.
e H £ s s r ::z :
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lu„
s
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S
ei a. lap S ™
a
n
s
v
s
s
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... ~
Primer viaje
C ristó b a l C olón dedicóse con ahínco a prepa rar to d o lo necesario para
j= ¡C f S K i í a r S f
Santa M aría, tam bién llam ada Capitana, La G allega o M ang aia m e.
Escudo de Cristóbal
Colón dividido en 4
ruárteles: en el supe­
rior izquierdo, un cas­
tillo dorado con tres
torrecillas, a su lado
un león ; en el infe­
rior izquierdo, islas
sobre aguas azules, y
en el cuarto, las ar­
mas que solía usar.
!l 3
S « o '? ! n S '^ n ,l S t S S S &
cisco Martín.
.
.
.. Mnr»c oo mptros d6 Isroo. Iba al
man4 l dr ¿ 5 ? c ¡ r r . Á 1 r U / p r ó ab .ab t e «
I estas cifras son muy discutidas por los
I
|ación
Ninguna m ujer ni religioso form o parte de la tripulación.
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uerf„’Z? & -!.« í-^r«3s r r Í ¿s » ■
61
re ca la r en las C anarias, donde e stu vie ro n algún tie m p o hasta reparar la
averia. El 6 de s e tie m b re e n fila ro n hacia lo desconocido.
A ~ la^ diez de la noche del ju e ve s 11 de o c tu b re C olón d iv is ó - una
pequeña luz, y el día 12 de o ctu b re un m a rin e ro de La Pinta, Juan Rodríguez
Serm e/o, conocido por Rodrigo de Triana, d io el ansiado g rito de ‘'¡T ie rra '"
Los in te re p id o s navegantes desem barcaron en una isla llam ada por los
U f * í ! k S ^ vaharían!, Apero ^ ue C olón denom inó San Salvador, convencido
de haber legado al A sia (India o C hina), e in ic ió in m e d ia ta m e n te la búsqueda de las tie rra s del Gran Khan y sus riquezas.
Com o era lógico, no e n co n tró botín alguno y, sin desanim arse, decidió
o tra s exp loracio n e s que le p e rm itie ro n d e s c u b rir las islas de Concepción,
Fernandm a e Isabela.
En la mañana del 28 de o ctu b re d e scu b rió la isla de Cuba, a la que
llam ó Juana en honor de la heredera del reino de C a stilla .
C olón llegó el 6 de d ic ie m b re a H a ití o Santo D om ingo, a la que denom ino La Española. En la noche de Navidad las c o rrie n te s a rro ja ro n a la Santa
M aría sobre un banco de arena, destru yé n d o la .
Con los re sto s de la nao d e cid ió c o n s tru ir un fu e rte ; en diez días de
tra b a jo estaba te rm in a d a la p rim e ra fun d a ció n española en A m é ric a : la v illa
j
*
A llí dej ° una g u a rn ició n de 39 v o lu n ta rio s al mando de Die­
go de Arana, y en enero de 1493 em p re n dió el re g re so en La N iña
Luego de a fro n ta r recias tem p e sta d e s, C olón lle g ó a Lisboa [ P o r t u g a l )
donde com unicó a Juan II el é x ito de la em presa, aunque el soberano por­
tugués sostuvo los derechos de la corona lu sita n a sobre las tie rra s desA los pocos días se hizo nuevam ente a la vela v el 15 de marzo de
1493 a rrib ó al p u e rto de Palos, en España.
62
63
Se trazaron nuevos ^./m ejores mapas y tam b ién se a m p lió el horizonte
L g tronóm ico al h a llarse nuevas co nstelacione s.
b) E tnográficas. Los grupos é tn ico s am ericanos (p ie le s rojas,
I araníes, e tcé te ra ) e n riq u e cie ro n las razas ya conocidas y hasta
surgjr nuevas te o ría s sobre el orig en del hom bre.
aztecas,
h icieron
c) Flora y fauna. Se cono cieron nuevas especies de anim ales y lo miso sucedió con los ve g e ta le s: papa, maíz, tabaco, e tcétera.
| Dos pro d u cto s am ericanos, el cacao y la v a in illa , dieron
origen al choolate. A lgunas plantas tu v ie ro n a p lica ción en la in d u stria (tin tó re a s ), y
o tr a s en m edicina, coca, q u in in a , etcéte ra.
2) P o lític a s . El M e d ite rrá n e o , que desde la antigüedad era el ce n tro
He la a ctivid a d co m e rcia l, perd ió su im p o rta n cia y la ad q u irió la costa
i atlántica. Los Estados de Génova y V enecia, y tam bién los grandes puertos
de M a rse lla y A le ja n d ría , d ism in u ye ro n su in flu e n cia , ta n to com e rcial com o
políticam ente.
.
|
En cam bio, se a cre cen tó el poderío de España, Portugal, Francia, H olan­
da y, más tarde, el de Inglate rra.
Las riquezas pro ce dentes de las nuevas tie rra s fa v o re cie ro n la p o lítica
de los m onarcas ab so luto s y su con so lidación en el poder.
A m é rica C entral a la a ltu ra de H onduras. S ig u ió las costas en d ire cció n al
sur, hasta a rrib a r al g o lfo de D arién, y de a llí p re te n d ió lle g a r a La Espa­
ñola; sin em bargo, el estado p re c a rio de las naves lo o b lig ó a varar en las
playas de Jam aica.
D espués de un año de s u frim ie n to s , Ovando envió dos naves para
re sca ta rlo : el 13 de agosto, C olón y sus extenuados com pañeros llegaron
a Santo D om ingo. A nciano, e n fe rm o y desengañado, em barcó con ellos y
p a rtió rum bo a España.
El 26 de no vie m b re , a los pocos días d e .s u llegada, fa lle c ió su más
grande p ro te cto ra , la reina Isabel. G estionó, sin é xito , ante Fernando el
C a tó lico el c u m p lim ie n to in m e d ia to de las ca p itu la cio n e s. In s is tió ante los
nuevos soberanos, Felipe el H erm oso y Juana la Loca, pero tam bién con
resultado negativo.
El 20 de m ayo de 1506, oscura y cris tia n a m e n te , fa lle c ió en V a l l a d o l i d ,
convencido de haber e ncontrado una nueva vía m a rítim a que c o m u n ic a r a
con la India.
Consecuencias del descubrim iento de A m érica
3) Económicas. La gran cantidad de oro y plata que desde A m é rica
se in tro d u jo en Europa a tra vé s del p uerto de Cádiz aum entó el uso de la
moneda y s u s titu y ó los pagos en especie, com unes hasta la época m edieval.
La p rin cp ia l riqueza había sido la tie rra , de la que era dueña la nobleza,
pero después, del d e s c u b rim ie n to los burgueses (in d u s tria le s y com e rcian­
tes), que disponían de m etales p recio sos, fu e ro n tan adinerados com o los
prim eros.
España, dueña de las minas del Perú y de México, olvidó que no es el oro la
riqueza de un país, sino el trabajo de sus habitantes.
Descubrió el cultivo de sus tierras y abandonó sus industrias; al no producir
artículos, debió comprarlos en otros mercados europeos, pero también debió
pagarlos con el oro americano. En consecuencia España, rica y poderosa en la
época del descubrimiento, era un siglo después una de las naciones más pobres
de Europa.
Las nuevas rutas co m e rcia le s y el in te rca m b io de productos e ntre el
V iejo y el Nuevo M undo n u trie ro n la c irc u la c ió n económ ica y b e neficiaro n
a la Hum anidad.
La hazaña colom bina p ro d u jo im p o rta n te s consecuencias en el o r d e n
c ie n tífic o , p o lític o , económ ico y ju ríd ic o .
4) Jurídicas. Con las ca p itu lacio n e s concedidas a C ristó b a l C olón por
los Reyes C a tó lic o s se in ic ia la llam ada L e gislación de Indias, o sea, el
1) C ientíficas. A su vez se sub d ivid e n :
conjunto de reales cédulas, p ro visio n e s, re glam e ntos y todo orden de d isp o ­
siciones que los m onarcas y los m agistrados redactaron, a tra vé s de los
a)
G eográficas. El m undo conocido p o r los antig u o s a m p lió en fo r /n ’a
años, para el m e jo r g o bierno de sus posesiones en A m érica .
consid erable su e xte n sió n cuando se tu vo la certeza de haber d e s c u b ie r t o
El choque e n tre el español v ic to rio s o y el indio so m e tid o dio origen a
un nuevo co n tin e n te . Fueron desechadas las te o ría s erróneas sobre la confi'
Una se rie de problem as a tra vé s de los cuales los te ó lo g o s y ju ris ta s deja­
guración del un ive rso y quedaron dem ostradas la fo rm a y las d im e n s io n e s
ron sentados los p rin c ip io s básicos de la lib e rta d y la dignidad humanas.
reales del planeta.
64
65
VIAJES DE LOS PORTUGUESES
A p rin c ip io s del s ig lo XV los portugueses se hallaban a la vanqUaM.
en m a teria de e stu d io s g e o g rá fico s y a s tro n ó m ico s. El p e rfeccionam ie
de los in stru m e n to s n áuticos, el m ayor p o rte de los navios y el aum ento h
los c o n o cim ie n to s c ie n tífic o s , anim aron a los m arinos lu sita n os a iniciar
d e scu b rim ie n to de nuevas tie rra s .
e'
En 1415, Don E nrique (1394-1460), llam ado el N avegante, h ijo del
Juan I de P ortugal, fundó en Sagres (p ró xim o al cabo San V ice n te ) una p6y
cuela de cosm ografía y un o b s e rv a to rio a s tro n ó m ic o d estinado a perfecc¡S
nar los e stu d io s de m arinos y c a rtó g ra fo s .
°'
A p a rtir de ese m om ento, Don Enrique se c o n v irtió en el d ire c to r d
los d e scu b rim ie n to s po rtu g u e se s a lo largo del lito ra l a fricano.
D escubrim ientos en el litoral africano
En 1418, B a rto lo m é P e re s tre llo (más ta rd e suegro de C olón) descubrió
la isla de Porto Santo, y en 1419 los navegantes Zarco y Vaz llegaron a la
isla M adeira.
En 1434 G il Eannes logró cruzar el cabo Bojador.
En 1445 D io n is io D ias lle g ó al cabo V erde; más tarde, D iego Gómez
descubrió las islas de Cabo Verde.
En 1460 fa lle c ió el in fa n te Don Enrique, aunque no por esto se detuvo
la e xp lo ración de la costa africa n a , que co n tin u ó en los reinados de sus
sucesores.
En 1462, Pedro C in tra de scub rió las costas de S ierra Leona y Guinea.
Los navegantes Juan de S antarem y Pedro de Escobar cruzaron, en 1472, la
línea im aginaria del ecuador, y en 1475 Fernando Poo a rrib ó a la isla que
hoy lleva su nom bre.
A ños más ta rd e (1484), D iego Cam y M a rtín Behaim arribaron a la
desem bocadura del río Congo.
En 1488 B a rto lo m é D ías lle gó al extre m o su r del A fric a . D ebido a las
tem pestades que debió so p o rta r, el audaz m arino lo llam ó Cabo de las Torí m entas, pero luego el rey Juan II lo in m o rta lizó con el nom bre de Buena
I ; Esperanza.
D escubrim iento y conquista de las Indias O rientales
En 1497 Vasco de Gama zarpó de Lisboa y, luego de
■ itin e ra rio de Días, bordeó la costa africana o rie n ta l y a rrib ó
K en el lito ra l sudoeste de la India.
A l re g re sa r a Portugal fu e re cib id o con gran jú b ilo y
i M anuel I, pues había e ncontrado la ruta que llevaba al país
se g u ir el m ism o
a C a iic u t (1498),
condecorado por
de las especias.
Los p ortugueses tra ta ro n de in m ediato de asegurarse el d o m in io de
l e s a ruta. El rey de Portugal equipó una poderosa armada que co n fió a Pedro
W AIvarez C abral, quien p a rtió de Lisboa en 1500, pero sus naves fueron arras» tra d a s hacia el oeste po r las c o rrie n te s oceánicas. A v is tó tie rra s desconoB c id a s y to m ó posesión de e llas en nom bre del monarca; había recalado, sin
1 p roponérselo, en las costas am ericanas del B rasil.
A l poco tie m p o Cabral zarpó en d ire cció n a la India, arrib ó a C a iic u t
» y p o s te rio rm e n te re g resó a Lisboa.
En pocos años los po rtu gue ses fu ero n dueños de un vasto im p e rio que
I com prendía desde A fric a (cabo Bojador) hasta las M olucas, unas cin co m il
leguas de costas.
67
A sem ejanza de los fe n ic io s y los ca rta g in e se s, e sta b le cie ro n factorías
o e staciones m a rítim a s, sin ocupar el in te rio r del te rrito rio . Por esta causa,
el im p e rio colo n ia l portugués fu e de e fím e ra duración y a com ienzos del
s ig lo XVII los holandeses se habían apropiado de num erosas fa c to ría s lu­
sitanas.
hallaría el paso in te ro c e á n ico . El 20 de se tie m b re p a rtió de S anlúcar al
mando de una flo ta de c m c o n a v e s y
m
VIAJES DE LOS ESPAÑOLES
Entre 1499 y 1502 los reyes p e rm itie ro n la realización de o tro s viajes
a las nuevas tie rra s , con lo cual quedó explorada la costa a tlá n tic a sudame­
ricana desde los 8 o de la titu d su r (cabo San A g u stín ) hasta el istm o de
Panamá.
Entre estas exp e d icio n e s — conocidas com o "v ia je s m e n o re s” — men­
cionarem os las de A lo n s o de Ofeda y V ice n te Yáñez Pinzón.
En se tie m b re de 1513 el c o n q u ista d o r Vasco Núñez de Balboa p a r tió
del puerto de A cia en Panamá y, luego de a tra ve sa r el istm o , d escubrió el
M a r d e l Sur, hoy llam ado océano Pacífico.
Este d e scu b rim ie n to p lanteó la necesidad de h a lla r la vía m a rítim a que
p e rm itie s e ir de un m ar a o tro para co m u n ica rse con la India sin u tiliz a r Ia
ruta de los portugueses.
En 1516 Juan Díaz de S olís d e scu b rió el e stu a rio del Plata, que deno­
m inó M a r D ulce por el sabor de sus aguas. Persuadido de que ése no era
el canal in te ro ce á n ico , no ta rd ó en m o rir en manos de los indios.
m
m
bocas del actual río
m
m
naufragó una de sus naves.
D escubrim iento del estrecho
no h n rip las V íraenes v apareció
El 21 de o ctu b re las naves doblaron el Cabo de las V írgenes y j
ante los audaces navegantes una g r a n escotadura que era, el ^ s ia d o ^ a s o
j.
n m ar A n te s de p e n e tra r en el, y debido a la escasez ae
? M aaallanes c o n su ltó con sus capitanes, quienes esta vez le aconsejaron
“ pasar a d e la n te ” . S ólo se opuso Esteban Góm ez, quien — acobardado por
riesaos— re q re só a S e villa por la ruta del A tlá n tic o .
„ ctr o fh n
1
Cnn las tre s em barcaciones re sta n te s se in te rn a ron por el estrecho.
De noche observaron hogueras en la costa sur, por lo que la denom inaron
I
f ie r r a d e , F u e g a ^ ^
^
^
de ^
e , cabo de Todos /os
Santos, las em barcaciones llegaron a un inm enso océano que, por la tran
q u ilidad de sus aguas, llam aron Pacífico.
Hernando de M agallanes
El fraca so de Solís dejó p e n diente el problem a, pero en 1519 el nave­
gante p ortugués H ernando de M agallanes aseguró al rey de España q^e
69
68
Sólo d ie cio ch o hom bres habían conseguido dar la vu e lta al m undo y
d e m ostrar la e sfe ric id a d del planeta.
Tratado de Tordesillas
La em presa había sido coronada con el é xito . M agallanes
indicó el
S «O os. pero la p o ste rid a d lo ha iSmof
taliza do con el nom bre de su d e scu b rid o r.
El cruce del océano, en d ire c c ió n al A sia , puso a prueba el te m ó le de
S
L
T
J ' n,° mbreK
escoSrhnfóieF|t 6fiSH Hambrie" t0® y sin a9 ua P o ta b le , m uchos pere cie ro n de
escorbuto. El 6 de marzo de 1521 recalaron en las isla s M arianas. El mismo
m es avistaron va ria s isla s que denom inaron San Lázaro (F ilip in a s ).
M agallanes obtuvo la a m istad y el s o m e tim ie n to del rey de la isla de
Cebú; pero com o los natu ra le s del cercano is lo te de M actam se negaron
a re sp e ta r la auto rid a d del m onarca español, el va le ro so m arino c o m e tió la
im prudencia de a tacarlos. El 27 de a b ril de 1521, M agallanes p e re ció asesi­
nado p o r los n atu ra le s; ju n to con él cayeron algunos com pañeros.
El regreso. Sebastián Elcano
Luego de algunos in cid e n te s, Juan S ebastián Elcano se hizo carqo de
la V ic to ria y G onzalo Góm ez de Espinosa de la Trinidad.
Elcano in ic ió el regreso a España p o r el océano Indico, m ie n tra s la
T rinidad, a causa de las averías, hubo de quedar en el p u e rto de Tidore
4, . ,
v /c fo /7 3 so p o rtó te rrib le s te m p o ra le s y, luego de d o b lar el sur del
a iií iÜ. P° *
v íve re s— tu v o que re ca la r en las islas de Cabo V e rd e .
Po r t u g u e s e s d e tu v ie ro n a v a rio s tr ip u la n te s q u e d e s e m b a rc a ro n en
o u sca de s o c o rro s .
Entonces Elcano, con los re sta n te s, se hizo a la vela y fin a lm e n te e n tró
en S anlucar el 7 de s e tie m b re de 1522.
rm a.m ente e m
70
De acuerdo con la co stu m b re m edieval, el P ontífice — com o je fe de la
cristia n d a d — concedía te r rito rio s d e scu b ie rto s y p re rro g a tiva s económ icas
a los p rín cip e s que lucharan en defensa de su fe.
Cuando C olón regresó del p rim e r via je , Fernando el C a tó lico , para
e v ita r in cid e n te s con P ortugal, acudió al P ontífice para que éste re so lvie ra
el o to rg a m ie n to de tie rra s .
El 3 de m ayo de 1493 el papa A le ja n d ro VI prom ulgó una bula por la
cual se daba a los Reyes C a tó lico s la posesión de las nuevas tie rra s , sie m ­
pre que no p e rte n e cieran — por bulas a n te rio re s — a o tro soberano. En el
mes de ju n io , el P ontífice d ic tó la segunda bula concediendo a los Reyes
C a tó lic o s y a sus sucesores la p o s e s ió n de las tie rra s d e scubiertas que se
encontraban al o c c id e nte de una línea im aginaria que pasaría cien leguas
al o e ste de las is la s A zo re s y de Cabo Verde.
La línea de A le ja n d ro VI dejaba a Portugal la lib e rta d de p ro se g u ir sus
via je s a lo largo de la costa a fricana y p e rm itía a España c o n tin u a r con
sus d e sc u b rim ie n to s o ccid e nta le s.
*Juan II, re y de P ortugal, no aceptó la d e cisió n del P ontífice y logró que
sus re p re se nta n te s firm a ra n con los em bajadores de los Reyes C ató lico s,
el 7 de ju n io de, 1494, el Tratado de T ordesillas.
En él quedó e sta b le cid o que debía con sid era rse una línea im aginaría
trazada a tre s c ie n ta s se te n ta leguas al o e ste de las isla s de Cabo Verde.
Las tie rra s situadas al o e ste pertenecerían a España y las del este a
Portugal.
ENCUENTRO DE EUROPA Y A M E R IC A
Las civilizaciones prehispánicas
Las grandes c u ltu ra s indígenas am ericanas, que flo re c ie ro n antes de
la llegada de los españoles, se d e sa rro lla ro n en M éxico , A m é rica C entral
las A n tilla s y en las p ro xim id ades de la larga c o rd ille ra andina de A m é rica
del Sur (C olom bia, Ecuador, Perú, B olivia y p arte de la A rg e n tin a y C hile).
Pueden d is tin g u irs e tre s zonas de grandes cu ltu ra s:
a) M e so a m é rica : abarcaba M é xico , G uatem ala, Honduras y parte de N ica­
ragua. En té rm in o s g enerales, sus rasgos im p o rta n te s más com unes
fu e ro n : las grandes p irá m id e s escalonadas, el c u ltiv o del cacao, el ca­
le ndario s o la r y litú rg ic o , el sistem a, n u m é rico v ig e s im a l‘(contaban subdiv id ie n d o de v e in te en ve in te ) y la e s c ritu ra de tip o je ro g lífic o . En esta
zona c u ltu ra l se encontraban los aztecas y los mayas.
b) C irc u n c a rib e : así llam ada porque el m ar C aribe bañaba las costas de
aquellas cu ltu ra s . C om prendía las A n tilla s , A m é rica C entral y regiones
de C olom bia y Venezuela próxim as al océano.
Esta cu ltu ra , que no iguala en im p o rta n cia a la a n te rio r, carecía de
una gran a rq u ite c tu ra en piedra.
c) Andinai: extendida a lo largo de la c o rd ille ra , desde el norte
del
nente hasta C hile. Se ca ra cte rizó por el c u lto de los m uertos
el tra b a jo del cobre y el bronce y el cá lcu lo por un siste m a
(quipus).
Utí nud0s
A esta zona c u ltu ra l corresponden los incas.
Los aztecas
La más antigua c u ltu ra de im p o rta n cia fu e la de Teotihuacán al s in
te del lago Texcoco. Se destaca a llí la gran p irá m id e d e l Sol, úna enn?0S'
m ole de piedra de 60 m de a ltu ra , con una escalera que conduce a 016
pla ta fo rm a s u p e rio r donde había un te m p lo (hoy d e s tru id o ). También snh"13
salió en e scultura , con sus e statuas de dioses y m áscaras fu n e ra rias í
piedra.
dS de
Le sig u ió en im p o rta n cia la cu ltu ra Tolteca, un pueblo que se establpo- en el va lle de M é xico y en el Yucatán. Su capital fu e Tula, ciudad n,!°
asom bró por sus m onum entos.
" e
H erederos de los to lte c a s fu e ro n los aztecas quienes, si bien loqrarnn
exte n d e r su dom inación desde el P acífico hasta el g o lfo de M éxico y desHo
la A m é rica C entral hasta la m eseta de C hihuahua, ocuparon al princiDin
solo una parte del actual te r rito rio m ejicano (20.000 leguas cuadradasl
pero en la zona más fé r til y m e jo r dotada por la naturaleza, cual era el vallp
de A nahuac (cerca del agua).
T e nochtitlán fue su herm osa ca p ita l, a sie n to de las activid a de s políticas
y m ilita re s . S ituada con s e n tid o e s tra té g ic o en el ce n tro de uno de los lagos
del v a lle (Texcoco) y a la que se llegaba por m edio de calzadas, era una
populosa ciudad que im p re sio n ó a los con quista dores.
,
Los aztecas se hallaban organizados bajo un siste m a fe d e ra tiv o y tem an
dos je fe s : uno para las fu n cio n e s c iv ile s y ju d ic ia le s llam ado C hihuacoH u a ltl (se rp ie n te hem bra) y o tro con fu n cio n e s m ilita re s y re lig io sa s, que
era el T la ca te cu lli (je fe de hom bres), quien ejercía a su vez el gobierno de
la fe d e ra ció n y ten ía además ca rá cte r sace rd o ta l. Los cargos de e stos je te s
eran e le c tiv o s y v ita lic io s , pero no h e re d ita rio s.
Un consejo trib a l o Tlatocán, in tegrado por ve in te m iem b ro s de o tro s
ta n to s clanes o trib u s llam ados. C a lp u llis , e jercía el poder suprem o con
fu n cio n e s am p lísim a s y ju ris d ic c ió n to ta l.
.
..
. ,
El c a lp u lli (o clan) c o n stitu ía el núcleo in ic ia l de la organización social.
En él se concentraba un grupo de fa m ilia s — bastante num eroso— que po­
seía en com ún la tie rra , con la oblig a ció n de tra b a ja rla y d e fe nderla.
Cada c a lp u lli tenía su tó te m 1 p rop io , sus te m p lo s y arsenales, y se
hallaba gobernado por un C onsejo cuyos m iem bros eran e leg idos por los
je fe s de las d is tin ta s fa m ilia s que integraban el clan.
.
se
El tótem era un ídolo de madera. La agrupación de lamillas que adoraban el mismo tótem
ze
-ndio adoraba cualquier objeto -n a tu r a l o a r t if ic ia l- al cual confena poder mág.co y rend,
'ación, acatamiento y variados sacrificios.
73
La sociedad azteca com prendía una clase s u p e rio r o nobleza, intearan
por sacerdotes y g u e rre ro s, luego el p u e blo (a g ric u lto re s y artesanos)
fin a lm e n te , los s e rv id o re s y los esclavos. Una clase aparte la form aban in^'
m ercaderes que no sólo viajaban con sus pro d u cto s, sin o que tam bién
ocupaban del espionaje, aportando datos de pueblos vecinos.
E xcelentes a g ric u lto re s , los aztecas h icie ro n de la tie rra el centro d
su a ctivid ad económ ica. C u ltiv a r las parcelas era o b lig a to rio , la cosech6
se repartía e n tre la fa m ilia y los graneros p ú b lico s, donde se almacenab3
para la época de escasez o se d is trib u ía co n ve n ie n te m e n te .
El c u ltiv o p rin cip a l era el maíz-, ta m b ié n el cacao, con el que fabricaban
el chocolate-, además, p o ro to s , algodón, tabaco, m andioca, e tcé te ra .
El m aguey les proporcionaba una pasta con la que fabricaban pape|
además del pulque, bebida m uy u tiliza d a . Los trib u to s que cobraban a los
pueblos vencid os gravitaban fa vo ra b le m e n te sobre su econom ía, para |0
cual tenían bien organizado el sis te m a de re co le cció n .
En general, no u tiliza b a n la moneda. El tru e q u e o p erm uta era lo más
usual, pero a veces em pleaban canutos de plum as llenos de polvo de oro
b o lsita s de granos de cacao, o tro zo s de estaño o cobre en fo rm a de T.
La guerra era la a ctivid a d más im p o rta n te de los aztecas. Educados
desde niños en las p rá ctica s m ilita re s , aunque no tenían e jé rc ito s perma­
nentes, m ovilizaban con re la tiv a rapidez grandes c o n tin g e n te s de hombres
d iscip lin a d o s.
Carecían, en realidad, de una verdadera técnica guerrera, ya que la lucha se
dejaba librada, en la mayor parte de los casos, a la acción individual. Existían
diversas órdenes m ilitares que les conferían honores y privilegios.
El acto de guerra perseguía dos fines principales: la obtención de tributos
y prisioneros, a los que luego sacrificaban en honor de sus dioses. No ocupaban
permanentemente a los pueblos vencidos, sino que los transformaban en tributarios,
y la violación del pacto, suspendiendo los pagos, era reprim ida en form a por
demás severa.
Los aztecas eran p o lite ís ta s e incorporaban a su re lig ió n las de los
d is tin to s pueblos que som etían.
La clase sacerdotal era m uy respetada y num erosa. Los te m p lo s que
poseían en gran cantidad se denom inaban T e o ca llis y co n sistía n en grandes
m ontañas de tie rra de fo rm a pira m id a l re ve stid a s con piedra o ladrillos,
rodeadas de am plias esca lin a ta s que convergían en una p la ta fo rm a ; en ella
se hallaban la p ie d ra de los s a c rific io s y algunos a lta re s con fuego perpetuo.
U tiliza ban la num eración v ig e s im a l y la e s c ritu ra je ro g lífic o -s im b ó lic a .
Tezcatlipoca y Q u e tza lco a lt, a quienes seguían num erosas divin id a d e s.
La a rq u ite c tu ra c o n s titu y ó la m a n ife sta ció n más destacada de su arte.
Los te m p lo s o te o c a llis , obras de c a rá c te r m onum ental y re lig io s o , son
alardes de p e rfe cció n en el uso de la piedra.
U tilizaban la num eración v ig e s im a l y la e s c ritu ra je ro g lífic a -s im b ó lic a .
Hablaban la lengua nahuátl, que poseía sonidos arm oniosos y caracteres
p rop ios y co n stitu ía , con o tro s pueblos, una unidad de ca rá cte r lin g ü ístico
denom inada uto-azteca.
Los m ayas
Los te rrito rio s que ocuparon los mayas com prendían los a ctuales Esta­
dos m ejicanos de Chiapas, Tabasco y Y ucatán; casi toda la re p ú b lica de
74
1
ru a te m a la y el n o ro este de H onduras y S alvador.
Físicam ente eran delgados y m usculosos, de baja e sta tu ra y tez cobriL
Tenían cráneo achatado (deform ado a rtific ia lm e n te ), cabello lacio y
L e g ro ojos de igual co lo r, póm ulos pronunciados, boca grande y labios
grUeCuando jos españ0 les llegaron a sus tie rra s , los en con traron en comD|eta decadencia.
,
Las fa m ilia s se agrupaban en clanes to te m ic o s y existía el patriarcado,
núes el padre o Yum representaba la m ayor autoridad d e n tro de la célula
social. La agrupación de clanes form aba la trib u , y su co n ju nto , una co n fe ­
d e ra c ió n regida por un C onsejo de A ncianos.
■
/ t Á e I aspecto p o lític o , los mayas se agrupaban en ciudades-estados,
: cáot ^ i a de e lla s gobernada por un ¡efe h e re d ita rio a quien secundaba el
m encionado C onsejo.
La sociedad com prendía:
a) Los no b les, llam ados caciques por los españoles.
b) Los sacerdotes, que tenían variadas a trib u cio n e s, estaban a cargo de
s a c rific io s , o frendas, a divinació n, e tcé te ra .
c) El pueblo — el más num eroso— se ocupaba de las tareas agrícolas y
de la co n stru c c ió n de e d ific io s .
d) Los esclavos, la clase social más in fe rio r.
La econom ía se basaba en la a g ric u ltu ra ; el p rin cip a l c u ltiv o era el
i
m aíz, al que llegaron a c o n v e rtir en una deidad. Le seguía en im p ortancia
i el algodón. El p ro d ucto de las cosechas se repartía por m itad es: una co­
rrespondía al Estado y o tra a los a g ric u lto re s . La gran d ific u lta d que debie1 ron ve n ce r fu e la escasez de agua, por lo cual se e stablecían cerca de
■ pozos naturales que llam aban cenotes.
En la región de Chichén liza (Yucatán) se hallan las ruinas ile una importante ciudad maya.
En La foto, la gran pirámide llamada “ El (.astillo''. Tiene 51 metros de base y 3fí metros de
ultura. En la parte superior, el templo destinado a los sacrificios humanos.
Con el cacao fabricaban el c h o c o la tl (ch o co la te ), ^ebida aceptada rg
pidam ente por los europeos.
Los mayas tu v ie ro n in d u s tria te x til, a lfa re ra y m e talúrgica. Fabricaban
las te la s con algodón; en los te jid o s trataban de re p ro d u c ir — sobre Un
fondo ge neralm en te blanco— la fig u ra del tó te m que adoraba cada uno de
los d ive rso s clanes.
U tiliza ro n el oro, la plata, el cobre y el b ronce en la fa b ric a c ió n de
num erosos objeto s, la m ayoría de los cuales fu e ro n su stra íd o s por |0s
conquistadores.
A unque no fu e ro n de índole belicosa, m a n tu vie ron un e jé rc ito con el
ob je to de defe n d e r sus tie rra s . Reconocían a un je fe m ilita r y a v a rio s sub­
a lte rn o s. Los gue rre ro s se d irig ía n a la lucha c u b ie rto s con p ie le s de anima­
les y pro te g id o s por escudos redondos. Sus arm as o fe n siva s eran los arcos
y las fle ch a s; además, u tiliza b a n hachas y lanzas en los com bates a menor
distancia.
Con respecto a la re lig ió n de los mayas, no e xiste n datos muy certe­
ros, aunque puede a firm a rs e que eran p o lite ís ta s y — al igual que los azte­
cas— creían en un d u a lism o , con dioses b e n é fico s que representaban la
llu via , el tru e n o , y o tro s dañinos, com o la sequía y la guerra. D ebido al
c lim a el dios de la llu v ia (Chaak) era m uy reverenciado. El sum o sacerdote
fue el d e p o s ita rio de la cie n cia y conocedor de todo el cerem onial religioso.
M uy vinculada a la re lig ió n fig u ró la a rq u ite c tu ra . Los re sto s de los
grandiosos m onum entos se han conservado hasta el p re se n te — a pesar de
la acción del tie m p o y a la d e stru c c ió n in te n c io n a l— debido a la solidez
y a la p e rfe cció n con que fu e ro n co n stru id o s . Los ce n tro s a rq u ite ctó n ico s
más im p o rta n te s se han hallado en Palenque, U xm al, C hichén Itza, Tikal y
Copán.
Entre las ruinas más notables podemos citar los palacios de Palenque, al oeste
del río Usamacinta, donde se observan grandes estatuas en actitud de adoración,
lo que hace suponer que esa ciudad fue un lugar destinado al culto sagrado; en
la península del Yucatán se hallan las ruinas de Uxmal, llamadas “ Casa del Gober­
nador” , “ Palacio de las M onjas” y “ Casa del Mago” . En la región de Chichén
Itza se levantan la “ Torre del Caracol” y “ El C a stillo” .
Para fa b ric a r las p in tu ra s, los mayas usaban tin te s m in e ra le s y vegeta­
les que mezclaban con una sustancia viscosa, necesaria para a d h e rirla a las
paredes u o b je to s de cerám ica. Em plearon los co lo re s rojo, a m a rillo , azul,
verde, blanco y negro, en d ive rsa s tonalidades.
Dividían el año en 365 días, con 18 meses de 20 días y agregaban 5 días
suplem entarios; cada uno de los 20 días del mes tenía un nombre propio y un
símbolo característico. Los sacerdotes numeraban los días del 1 al 13 y conside­
raban 13 meses de 20 días, es decir, que el calendarlo religioso tenía 260 días.
Los incas
A com ienzos del s ig lo XVI, cuando los co n q u ista d o re s españoles llega­
ron al Perú, se enco n tra ro n con un gran im p e rio llam ado in c a ic o o quechua.
Con mucha a n te rio rid a d se habían d e sa rro lla d o en el m ism o te r rito rio otras
c iviliza cio n e s, conocidas h is tó ric a m e n te con el nom bre de preincaicas.
Entre estas culturas preincaicas podemos citar:
a) Los chimús, que se ubicaron hacia el norte del territorio y sobre la costa. Su
capital, edificada cerca de la actual ciudad de T rujillo, fue Chan-Chan (ciudad
de las serpientes), cuyas ruinas indican el grado de adelanto a que llegó este
pueblo.
M Se considera que una de las civilizaciones más antiguas de la región peruana
b) nie ^ a de Nazca? situada a 15“ de latitud sur. Las excavaciones dem ostraron
la existenciá de una variada alfarería.
c\ La ciudad de Tiahuanaco se encuentra al sur del lago T iticaca. Entre las ruinas j
* di
e s t a c u l t u r a s e destaca la “ Puerta del Sol” , un gran bloque de piedra donde
se observa un friso con cuarenta y ocho figuras aladas.
A m ediados del sig lo XIII de n uestra era aparece en la h is to ria peruana
el c a u d illo M anco Capac, quien e sta b le ció el ce n tro de su '
en
Cuzco y com enzó gradualm ente a e xte n d e r la zona de su pod e rio _ Sus
sucesores fu e ro n dom inando a los pueblos ve cinos. En épocas de Tupac
Yupanqui (1440) las fro n te ra s lleg aro n, por el sur, h a sta la s p ro xim id ades
dei río M aulé (C h ile ). El noroeste del te r rito rio a rg entino ta m b ié n se h alla­
ba co m prendido d e n tro de los lím ite s de la dom inación quechua.
El núcleo social de los incas lo form aba el A y llu , agrupación sem ejante
al cal pulí i azteca, es d e cir, co n ju nto de individ u o s re unidos en clanes totem icoS fam ¡|.a ^
m onogám ica y e l m a trim o n io in d iso lu b le , pero los fun-
í d o n a rlo s practicaban la poligam ia.
<rIlc
El Inca ¡efe suprem o del Im perio , era un personaje p od erosísim o. Sus
in sig n ia s de mando se consideraban sagradas, y su persona era re s Petada
com o la de un dios. El e x tra o rd in a rio Doato de su co rte , asi com o las
lujosas prendas que vestía, m a ra villa ro n a los españoles que pisaron sus
d o m in io s.
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76
del Sol y, por lo ta n to , le ofrecían un c u lto especial, ya que representaba
la d ivin id a d de su sagrado lina je .
Ese c u lto estaba a cargo de num erosos sacerdotes, magos y adivinos,
cuya suprem a autoridad era el V illac-U nu. Personajes m uy im p o rta n te s eran
los am autas o d e p o s ita rio s de la ciencia, quienes ayudaban sus curaciones
con el em pleo de variadas hierbas m e dicina les.
Los incas se destacaron por la grandeza y la m ajestuosidad de sus templos
y palacios; además, construyeron caminos, puentes y acueductos. En el Cuzco se
levantaba el templo de Coricancha, edificado con los elementos más costosos de
que disponían.
Otro m agnífico exponente de la grandiosidad de la arquitectura incaica es la
fortaleza del Cuzco, levantada al norte de la ciudad.
Las d is tin ta s pa rtes del im p e rio estaban com unicadas por un s e rv ic io
de chasques in te g ra do por ind ios m uy co rre d o re s,, quienes unían rápida­
m ente la d ista n cia de cu a tro leguas que m ediaba e ntre posta y posta.
Los m ensajes se daban de palabra, aunque muchas veces eran p o rta ­
dores de quipus, es d e cir, de c u e rd e cilla s de d ife re n te s co lo res, con nudos
v a ria b le s en tam año y dista n cia, que eran leídos por fu n c io n a rio s especia­
les, llam ados quipucam ayos, los que llevaban una verdadera co n ta b ilid a d
del im p e rio .
IN D IG E N A S QUE POBLARON EL TERRITORIO ARGENTINO
Para mantener pura la sangre divina se casaba con su propia hermana Coya
(reina); sus otras m ujeres se llamaban Pallas.' Todos los descendientes, legítimos e
¡legítimos form aban el Consejo de los Orejones, así llam ado porque sus integrantes
se perforaban y agrandaban progresivam ente el lóbulo de las orejas.
Generalmente el indio quechua no elegía su propia esposa, pues ésta le era
impuesta por las autoridades, quienes también separaban a las mujeres más
hermosas de cada ayllu para destinarlas al servicio del tem plo o del Inca.
Cada m a trim o n io tenía su " tu p u ” o parcela de tie rra , cuya extensión
podía aum entar de acuerdo con la cantidad de h ijo s y, a veces, por los
m é rito s de su dueño.
Las tie rra s no pertenecían a cada in d ivid u o sino a la co le c tiv id a d , y
todos los años el Inca ordenaba la d is trib u c ió n de los nuevos tupus.
C onstruían terrazas en las laderas de las montañas, se m e ja n te s a enor­
mes escalones, donde sem braban en d ive rsa s épocas del año. Contaban
tam bién con un buen sis te m a de rie g o por m edio de canales que llevaban
el agua por los más variados re c o rrid o s .
Los ríos que surcaban el te r rito rio les ofrecían grandes cantidades de
oro, m etal que, com o hem os v is to , era m uy usado en la lujosa co rte incaica;
además, obtenían p la ta , cobre y cinc.
Poseyeron un e jé rc ito a g u e rrid o y d is c ip lin a d o , por lo que les fue re la ti­
vam ente fá c il c o n q u is ta r y m antener la dom inación de los pueblos lim ítro fe s .
Los g u e rre ro s usaban arm as vis to s a s , ta le s com o la maza de cobre y
una lanza con punta de bronce. Entre las d e fe n siva s podem os c ita r el escu­
do y el casco, que les protegía la cabeza.
Desde el punto de v is ta re lig io s o adoraban a un dios suprem o, llam ado
Viracocha, y a num erosas deidades secundarias. Los Incas decían descender
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No puede ca lcu la rse con e xa ctitu d la fecha en que com enzó el poblam ie n to indígena de nue stro te rrito rio . Se supone con fu n d a m e n to q u e las
c o rrie n te s m ig ra to ria s pen etraron, aproxim adam ente, unos 10.000 años a .C .
Cuando se p ro d ujo el a rrib o de los p rim e ro s co nq uistad ores españoles,
el actual te r rito rio de nuestro país estaba poblado por aborígenes que
habían alcanzado d ife re n te s estados c u ltu ra le s. Podemos c la s ific a rlo s de
la s ig u ie n te manera:
1?) Pueblos del noroeste.
8?) O longastas.
2?) Lule-V ilelas.
9?) Huarpes.
3?) Indígenas del Chaco.
10?) Pampas.
4?) Tonocotés.
11?) P rim itivo s m ontañeses.
5?) C om echingones.
12?) A raucanos.
6?) Guaraníes.
13?) Pueblos de la Patagonia.
7?) Pueblos del lito ra l.
14?) Canoeros m agallánicos.
19) Pueblos del noroeste
Entre los d ive rso s pueblos indígenas que habitaron esa región de
n u e stro suelo, nos ocuparem os de los d iaguitas y los calchaquies. Estos
aborígenes — los de más elevada cu ltu ra en todo el te r rito rio a rg e n tin o —
ocupaban parte de las a ctuales p ro vin cia s de S alta, Tucumán, C atam arca y
La Rioja.
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Se agrupaban en pueblos gobernados por caciques h e re d ita rio s ; en
caso de guerra, las trib u s se unían bajo el mando de un solo je fe . Las
fa m ilia s eran — por lo com ún— bastante num erosas y practicaban la p0 |¡
gamia. A doraban al Sol, aunque tam bién rendían c u lto al tru e n o y a [ re_
lám pago. Los he ch icero s o b ru jo s eran considerados los d e p o s ita rio s de |a
ciencia.
Fueron se den ta rio s y tu v ie ro n dos tip o s de poblados fijo s : los p u e b lo s
v ie jo s , levan ados en las te rra za s de c u ltiv o s (sin defensas m ilita re s ), y
los pucarás o fo rta le z a s e rig id a s en lo a lto de los cerros.
La econom ía se basaba en el c u ltiv o de la tie rra y su p rin cip a l alim ento
era el maíz. D ebido a las co n d icio n e s del suelo, trazaron acequias y canales
para la irrig a c ió n a rtific ia l.
Se destacaron en a lfa re ría , e sp e cialm e n te en la fa b ric a c ió n de urnas
fu n e ra rias, en las que depositaban cadáveres de niños. Con piedra trabaja­
ron hachas, boleadoras y puntas de fle ch a s; ta m b ié n dem ostraron sus in c li­
naciones a rtís tic a s con variadas p ic to g ra fía s , cuyo s ig n ific a d o se desconoce.
Fue im p o rta n te la a ctivid a d m e ta lú rg ica , pues sabían e xtra e r m inerales
(oro, plata, cobre) que luego de m achacar en m o rte ro s de piedra, fundían
en pequeños hornos.
Trabajaron te la s de lana que algunas veces teñían con süstancias vege­
ta le s . A dem ás, por el hallazgo de v a rio s tip o s de canastos, puede afirm arse
que p ra ctica ro n la ceste ría .
Los d ia g uita s y los calchaquíes fu e ro n g u e rre ro s m uy be lico so s, que
asom braron a los c o n q u ista d o re s por su fie re za indom able. Usaban el arco
y la fle ch a con suma rapidez y era ta l la potencia del im p a cto que podían
a tra ve sar el cuerpo de un hom bre.
Z?) Lule-Vilelas
Ocupaban to d o el n o rte de la actual p ro vin cia de S antiago del Estero
y zonas lim ítro fe s de S alta, Chaco y Tucumán. Indígenas de vida nómada,
a lto s y delgados, se dedicaban a la caza y a la re co le cció n de fru to s s ilv e s ­
tre s . Gustaban de la m iel y con la algarroba preparaban la chicha, bebida
em briagadora. Rendían c u lto a una d ivin id a d s u p e rio r y adoraban fe tich e s.
3?) Indígenas del Chaco
C om prendía a los m atacos y a los guaycurúes. Bajos y m usculosos,
cu p u lar h e m is fé ric a y creían en la e x is te n c ia de un e s p íritu s u p e rio r que
le cción de fru to s s ilv e s tre s (chañar, algarroba, ananá), a la caza de mamí­
fe ro s y de avestru ce s y a la pesca.
La fa m ilia era ge n e ra lm e n te m onogám ica; habitaban chozas de form a
cupular h e m is fé ric a y creían en la e x is te n c ia de un e s p íritu su p e rio r que
estaba presente en los fenóm enos de la naturaleza, en los anim ales y en
las plantas.
4?) Tonocotes
H abitaban la actual p ro v in c ia de S antiago del E stero, en te rrito rio s
com pre ndid os al su r del río Salado. Fueron s e d e n ta rio s y se dedicaron al
80
aunque se extendían en una gran región del c o n tin e n te sudam ericano. E jer­
cie ro n in flu e n c ia sobre o tro s aborígenes y aún en la actualidad la lengua
guaraní se habla en regiones de C o rrie n te s, M isio n e s y Chaco.
Eran bajos, de cabeza redonda, o jos pequeños y e xpresivo s. Fueron
se d e n ta rio s y su econom ía ha sido ca lifica d a de tip o n e o lític o . C ultiva ban la
tie rra (m andioca, zapallo, batata), aunque ta m bién se dedicaban a la caza,
la pesca y la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s . Sus vivie n d a s estables, levan­
tadas con tro n co s y cu b ie rta s de ram as y hojas, albergaban a fa m ilia s
num erosas.
Fueron a n tropófagos o “ com edores de carne hum ana” , según relataron
los cro n is ta s españoles. Creían en una d ivin id ad s u p e rio r y todopoderosa
(Tubá), pero no le rendían cu lto .
Estaban agrupados en trib u s al mando de caciques h e re d ita rio s ; y la
fa m ilia era ge n e ralm ente m onogám ica. C o nstru yeron tin a ja s y urnas fu n e ­
rarias. G u erreros y navegantes, se internaban por los ríos en rápidas canoas.
7 °) Pueblos del litoral
Habitaban ambas rib era s del río Paraná, desde la co n flu e n cia c o n ” el
Paraguay hasta el curso in fe rio r. Entre los d ive rso s pueblos recordem os los
m oco re tá e s (al n o rte ), los tim b ú e s y coronelas (regió n c e n tra l) y los chanáes
(al sur).
Eran a lto s y bien form ados. Se dedicaban a la pesca, a la caza y — en
m enor grado— a la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s . H abitaban chozas re c­
ta n g u la re s hechas con ju ncos. Poco se sabe con re sp e cto a su organización
so cia l. Se destacaron en a lfa re ría , e specialm e nte en el decorado.
89) Olongastas
c u ltiv o del maíz y del zapallo. En m enor escala practicaban la caza, la pesca
y la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s .
Se destacaron en la cerám ica, esp e cialm e n te en el tra b a jo de urnas
fu n e ra rias y e s ta tu illa s . Las m u je re s conocían el hilado y el te jid o .
59) Com echingones
Estos indígenas habitaban las sie rra s cordobesas y la porción noroeste
de la p ro vin cia de Salta. A lto s y m orenos, se d ife re n cia b a n de o tro s pueblos
por un rasgo c a ra c te rís tic o : tenían barba.
V ivían en cuevas n a turales o a rtific ia le s cavadas en la tie rra en form a
de h abitación, que cubrían con m aderas y pajas. Se dedicaban ta n to al
c u ltiv o del suelo (maíz, poroto, zapallo) com o a la caza (guanacos, lie b re s,
cie rvo s) o a la re co le cció n (fru ta s del algarrobo).
Trabajaron la piedra y fa b rica ro n hachas, puntas de fle ch a s y bolea­
doras. C onocían el hilado de la lana. No se destacaron en a lfarería.
Ocupaban los llanos riojan os y las regiones p róxim a s a San Juan y
San Luis. Eran a lto s y delgados. C ultivaba n maíz y zapallo, aunque tam bién
se dedicaban a la caza y a la reco le cció n , espe cialm e n te de la algarroba.
Ignoram os cóm o estaban organizados y la fo rm a en que se agrupaban so­
cia lm e n te . C onocían el hilado y te jía n la lana que les proporcionaba la
llam a.
9 9) Huarpes
Habitaban p arte de M endoza, San Juan y San Luis. F ísicam ente eran
m uy se m ejantes a sus ve cinos, los olongastas.
C onstruían sus vivie n d a s con paredes de piedra y techo s de paja. So­
cia lm e n te practicaban el so ro ra to y el le v lra to -1 Fueron p o lite ís ta s y creían
en una d ivin id a d s u p e rio r que moraba en la c o rd ille ra . Tam bién adorabanlos astro s, p a rtic u la rm e n te al Sol.
6?) Guaraníes
En la época del d e s c u b rim ie n to , estos indígenas sólo ocupaban una
reducida zona de n uestro te r rito rio — e sp e cialm e n te el curso del Paraná— ,
1 El sororato es la costum bre por la cual el varón al casarse adquiere tam bién el derectio a
hacerlo con las hermanas m enores de su mujer.
Levirato s ig n ific a , que al m orir el m arido, la viuda y sus h ijos pasan a depender del hermano
del fa lle c id o .
109) Pampas
Estos indígenas habitaban casi toda ia p ro v in c ia de Buenos A ire s , el
su r de Santa Fe, Córdoba y San Luis y el n o ro e ste de la Pampa. Integrantes
de los pampas fu eron los querandíes, los p rim e ro s indígenas que conocieron
los co n quistado re s a rribados con Pedro de Mendoza.
Eran robu sto s y a lto s, de cara redonda y. nariz achatada. Llevaban vida
nómada y era habitual en e llo s el cam inar muchas leguas. Se alim entaban
de la caza y de la re co le cció n de fru to s s ilv e s tre s . U tilizaban a m odo de
vivie n d a un s im p le p a ravientos que levantaban rápidam ente con cu a tro esta ­
cas y cubrían con cueros. Se agrupaban en trib u s al mando de caciques. La
fa m ilia era p olig à m ica y el in d io com praba sus m u jeres a los re sp e ctivo s
parie ntes.
Creían en un d ios s u p e rio r (S oychu) con quien se reunía el alma des­
pués de la m uerte, y en un e s p íritu del bien (g u a lich u ). Eran su p e rs tic io s o s
y cada trib u tenía su b ru jo (sham án).
11?) Prim itivos m ontañeses
C om prendía a los pu e lche s y los pehuenches que ocupaban el su r de
M endoza y la región c o rd ille ra n a del Neuquén. Físicam ente eran a lto s, del­
gados y de piel oscura. A costum braban a p in ta rse el cuerpo de d ife re n te s
co lo re s y en las re giones m ontañosas usaban unas m aderas — en fo rm a de
raqueta— para andar por la nieve.
Se dedicaban a la caza y a la re co le cció n de s e m illa s y fru to s silves-,
tre s . La fa m ilia era m onogàm ica y se agrupaban en pequeñas trib u s al
mando de caciques h e re d ita rio s .
12?) Araucanos
O rig in a rio s de C hile, los araucanos o m apuches ocuparon — en la se­
gunda m itad del s ig lo X V II— la región de nu e stro te rrito rio habitada por los
puelches y los pehuenches.
Eran robustos y bien confo rm a d o s, de cara redonda, boca m ediana y
ojos vivaces. El cuerpo era lam piño, pero usaban el pelo largo. Habitaban
en to ld o s hechos con arm azones de palos, cu b ie rto s con cueros.
C reían en un d io s suprem o, cre a d o r del universo, y en un genio del mal
(P illam ) que moraba en la c o rd ille ra ; ta m bién fu eron m uy s u p e rs tic io s o s .
Vivían de la caza y de la pesca. C ultivaban — en pequeña escala— maíz,
p o rotos y zapallos.
Indios patagones con sus indumentarias y vivienda, tDibujo de D’ Orbigny y Lasalle.)
algo m enor que sus vecin os del sur. Se dedicaban a la caza de guanacos
y de a ve stru ce s pero, más tarde, p re firie ro n la carne de caballo.
Fueron nómades y habitaban en el llam ado “ to ld o pam peano", una
arm azón re cta n g u la r de estacas cu b ie rta con cueros. La fa m ilia era monogám ica y el m a trim o n io se efectuaba por com pra de la novia. Creían
en un dios suprem o (tu ku tzu al) al que no rendían cu lto , y en un genio
m a lé fic o (arraken) causante de todas las desgracias.
b) Patagones d e l sur. Fueron los indígenas que a v istó M agallanes. P ertene­
cían a este pueblo los teh uelche s, que habitaban C hubut y Santa Cruz,
y los onas de T ierra del Fuego. Se dedicaban a la caza y a la recolección.
Sus v iv ie n d a s con sistía n en s im p le s paraviento s o en chozas de
fo rm a cónica. No cono cieron la cerám ica ni la ce ste ría y utiliza b a n com o
re c ip ie n te s valvas de m oluscos o caparazones de a rm a d illo s. Trabajaban
la piedra, el hueso y el cuero.
149) Canoeros m agallánicos
139) Pueblos de la Patagonia
Ocupaban la gran e xte n sió n de nu e stro te rrito rio com prendida e n tre
el río Negro por el n o rte y la región fu eguina por el sur, y desde los
A ndes hasta el A tlá n tic o .
D ebem os co n sid e ra r dos grupos:
a) Patagones d e l norte. H abitaban la región de lo s jr ó s N egro y C o lo ra d o y.
por el sur, llegaban desde Nahuel Huapi hasta la península de V aldés,
en el A tlá n tic o . F ísicam ente eran a lto s y c o rp u le n to s, aunque de ta lla
84
H abitaban el e xtre m o a ustral de la T ierra del Fuego e islas circu ndan ­
te s . C om prendían dos agrupaciones: yamanas y alacalufes. Eran poco re s is ­
te n te s , de baja e sta tu ra y p iernas ge neralm ente arqueadas. Se dedicaban a
la pesca y a la caza de m a m íferos m arinos, aunque tam b ién com ían cangre­
jo s y erizos de mar.
Vivían en chozas cónicas y arqueadas hechas con ramas y clavadas en
la tie rra ; la entrada era m uy baja y el in dio debía agacharse para p e netrar
en e lla . Navegaban en canoas de unos cinco m e tro s de largo. S u s arm as
eran el a rto y la fle ch a , la lanza y el arpón. No tenían caciques y vivían en
grupos aislados. C arecieron de cerám ica.
85
LA C O N Q U ISTA
Establecim iento de los españoles en A m érica
En el tra n sc u rs o del s ig lo XVI, y bajo el g obierno de C arlos V los es
pañoles em pren die ro n su cesivas exp e d icio n e s para c o n q u is ta r y colonizar
las tie rra s d e scu b ie rta s por C olón. Estos hom bres va le ro so s no se lim ita ro n
a e x p lo ra r las más apartadas regiones, sin o que poblaron el inm enso esce­
nario am ericano y d ifu n d ie ro n sobre los pueblos, aborígenes su sanare q.i
re lig ió n y su cultura.»
’
El d e scu b rim ie n to , la co n q u ista y la co lo n iza ció n de A m é ric a se carac
te riza ro n por se r em presas p o p u la re s; a llí el esfuerzo in d ivid u a l o privado
sobrepasó la acción o fic ia l de la Cor'ona. Sus fin e s eran ocupar las tierras
en nom bre del rey, e x p lo ta r las riquezas naturales y c o n v e rtir a los aborí
genes al c a to lic is m o .
Los con quista d o re s españoles fue ro n , en su m ayoría, hom bres hum il
des, rudos e ig n o ra n te s. G uiados por el afán de lu cro , pero tam bién por
s in ce ro e s p íritu re lig io s o , e sto s va le ro so s a ve n tu re ro s a fro n ta ro n todos los
p e lig ro s y desa fia ro n to d o s los riesgos.
La obra evangelizadora de la Iglesia se hizo p re se n te desde el p rim e r
m om ento y los re lig io s o s , que en algunos casos hasta p re ce d ie ro n a los
con quistad ore s, fu e ro n los encargados de c o n v e rtir los indígenas al c a to li­
cism o. Esta con q u ista e s p iritu a l acercó al in d io a la c iv iliz a c ió n , tra n sfo rm ó
sus cre encias paganas y m o d ific ó sus ideas y sus costum bres.
El encuentro entre españoles e indígenas originó un lógico y natural choque
. producido por las diferencias de razas y culturas que term inó <x>n- la victoria de los
europeos, no p o r destrucción sino po r asim ilación.
Es pr.e cis° reconocer que la conquista española en Am érica se extendió desde
M éxico y las Antillas hasta las soledades patagónicas, y que en tan variado territorio y diversidad de clim as no pudo desarrollarse un proceso único y general,
•„ti
, x ls t'eror] lugares, como el Paraguay, donde el medio geográfico propicio
influyo sobre la fusión de las razas. En Chile, en cambio, las guerras adquirieron
ca^orf ^ \ u s 6 h°ab[faT!fesCr" 6^^8d Y ' ° S ¡ndi° S destruyeron c¡udades i t e r a s y sacriLos conquistadores hallaron civilizaciones indígenas muy dispares. No podeStHh,?=PHrari
grad0
^ elant0 a q ue llegaron los aztecas o los incas, con
1
r e(
región del Plata; de allí que hubo españoles afortunados, como
H a °
^
0S que’ sl b!®n sostuvieron cruentas luchas, tuvieron la satisfacción
IL w l " ,
S' en cam bio murieron olvidados en las intrincadas selvas o sus
cadaveres fueron arrojados a las profundidades del mar infinito.
^
C O N Q U ISTA DE M EXIC O
Hernán C ortés
Dom inada por los españoles la isla de Cuba, el gobernador D iego de
Velázquez re cib ió n o tic ia s sobre la e x is te n c ia de un gran Estado indígena,
el de los aztecas, ubicado en el actual te r rito rio m ejicano.
R esuelto Vejázquez a c o n q u is ta r esas regiones, co m isio n ó al hidalgo
extrem eñ o H ernán C o rté s, que había sido su s e c re ta rio y com pañero de
arm as.
La e xped ición se hizo a la vela a m ediados de fe b re ro del año 1519 La
com ponían 11 naves, 690 hom bres y 16 caballos.
Lueqo de re c o r re r la s c o s ta s d e l Y u c a tá n ava nzó ha sta S an Juan de
U lú a v a f in de p r o te g e r su re ta g u a rd ia , fu n d ó una p o b la c io n qu e lla m o
V illa 'rric a de la V e ra c ru z . E lig ió un C a b ild o a n te el cual re n u n c ió a lo s c a rg o s
c o n fe rid o s p o r V e lá zq u e z y se h izo n o m b ra r c a p itá n g e n e ra l.
D e sd e 1502, M o c te z u m a el Jo ve n e ra el je fe de lo s a z te c a s y e m p e ra ­
d o r de la C o n fe d e ra c ió n . S u p e rs tic io s o e in flu id o p o r lo s s a c e rd o te s , c re y ó
que lo s e u ro p e o s e ra n e n v ia d o s d e l le g e n d a rio d io s O u e tz a lc o a tl, que había
p ro fe tiz a d o re g re s a r p a ra c a s tig a r a lo s a zte ca s p o r su s a n g rie n to ritu a l.
C o rté s p ro s ig u ió a va nza nd o y lu e g o de d ie z m a r a lo s in d íg e n a s en
C h o lu la , lle g ó , el 8 de n o v ie m b re a la s p u e rta s de T e n o c h titlá n , c a p ita l
de la c o n fe d e ra c ió n a zte ca .
M ie n tra s ta n to , e l g o b e rn a d o r de C u ba había e n v ia d o a P a n filo de
N a rvá e z al fr e n te de una e x p e d ic ió n , con el e n ca rg o de a p re s a r y c a s tig a r
a C o rté s p o r su d e s o b e d ie n c ia . S in e m b a rg o , cua nd o e s to s e fe c tiv o s d e s e m ­
b a rc a ro n en t e r r it o r io a zte ca , se p a sa ro n to ta lm e n te a' la s fila s de c o r te s ,
q u ie n re fo rz ó su s tro p a s con h o m b re s , a rm a s y c a b a llo s .
n t_r a m n ia
Los in d io s no ta rd a ro n en s u b le v a rs e y en g ra n c a n tid a d a b a r o n la
fo rta le z a de lo s e s p a ñ o le s . M o c te z u m a , que había s id o re e m p ' ^ d ° P°
h e rm a n o C u itla h u a c , se o fr e c ió para a p la c a r las ira s de su p u e b lo , p e ro tu e
h e rid o p o r lo s re v o lto s o s y fa lle c ió .
i
La enemistad entre Cortés y Velázquez se Inició cdn los preparativos de la expedición. El
del primero por la empresa despertó los recelos del gobernador de
u .
3 ntusiasmo
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87
En la noche del 30 de ju n io (1520), conocida en la h is to ria com o " noche
tr is t e ” , C ortés d e cid ió evacuar la ciudad en v is ta de la grave s itu a c ió n . A
pesar de las precauciones adoptadas, fu e so rp re n did o por los indígenas,
quienes lo atacaron fu rio s a m e n te . Por ú ltim o , y a costa de grandes e s fu e r­
zos, pudo lle g a r hasta la población de Tacuba.
Sin desanim arse por el c o n tra s te su frid o , C o rté s p ro sig u ió la marcha
y al mes s ig u ie n te obtuvo una buena v ic to ria sobre los indígenas en el va lle
de O tum ba.
El je fe español co n ce n tró sus fuerzas en Tezcuco y aum entó su e jé rc ito
con op ortuno s refuerzos llegados de Cuba para Narváez, a quien Velázquez
im aginaba vencedor.
Tardó un año en re o rg a niza r sus tro p a s, y el 30 de m ayo de 1521 co­
menzó el s itio de T e n o ch titlá n , ciudad que, ubicada d e n tro del lago Texcoco,
era fá c il de defender. M e tro por m e tro debió avanzar hasta que, agotadas las
defensas de los s itia d o s , el 13 de agosto de ese año cesó toda re s iste n cia .
Ruinas hum eantes y m ile s de cadáveres era lo que quedaba de la orgullosa ciudad. C orté s in ic ió in m e d ia ta m e n te las tareas de re c o n s tru c c ió n :
creó un C abildo y d ic tó una se rie de acertadas d isp o sicio n e s.
En octu b re de 1522, el em perador C arlos V designó al va le ro so co n q u is­
ta d o r G obernador, C apitán G eneral y J u s tic ia M ayor de Nueva España, nom ­
bre dado a las tie rra s ocupadas.
C O N Q U ISTA DEL PERU
Pizarro y A lm agro
Luego del d e s c u b rim ie n to del M ar del Sur, los indígenas in fo rm a ro n a
los españoles acerca de la e x is te n c ia de grandes riquezas en un país situa-
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do sobre ese lito ra l. C o nfirm ad as las n o ticia s, dos audaces soldados, Fran­
cisco Pizarro y D iego de A lm a g ro d e cid ieron em p render la co nqu ista del
va sto im p e rio de los Incas.
D espués del fra caso de dos prim eras expediciones, y ante la negativa
del gobernador de Panamá para conceder una nueva a utorizació n, los socios
d e cid ie ro n re c u rrir a la C orte. Pizarro fu e el com isionado que se tra sla d ó
a España y firm ó con C arlos V (ju lio de 1529) las ca p itu lacio n e s que le
otorgaban la co n q u ista del Perú.
S alió de Panamá en enero del año 1531, al fre n te de tre s naves y 180
hom bres. A lm a g ro — con re fu e rzo s— lo se guiría más tarde.
Pizarro p ro s ig u ió la m archa y, a o rilla s del río Piura, fund ó la ciudad
de San M ig u e l, donde dejó un co n tin g e n te al mando de S ebastián de Benalcázar y se d irig ió a C ajam arca, donde se encontraba el Inca.
En n oviem bre de 1532 Pizarro y sus acom pañantes entra ron en Cajam arca, ciudad que se hallaba d e sie rta . A tahualpa, con. to d o s sus e fe c tiv o s ,
había acampado en un ce rro cercano.
D ispuso el je fe español adoptar la tá c tic a de C o rté s, es d e cir, apode­
rarse del Inca para u tiliz a rlo com o rehén. Envió una delegación para salu­
da rlo en su nom bre; A tahualpa p ro m e tió d e vo lve r la v is ita al día sig u ie n te .
En la ta rd e del 16 de noviem bre cayó en la celada y fu e apresado.
Som etido a proceso, y luego de una parodia de ju ic io fue condenado a
muerte en la hoguera. Como a últim o momento aceptó recibir el bautismo, se libró
del fuego y fue ajusticiado en el garrote. Tenía entonces treinta años (29 de agosto
de 1533).
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La m u e rte de A tahualpa co n vu lsio n ó el im p e rio y entonces Pizarro
d e cid ió e le g ir nuevo Inca y coronó a Toparca, herm ano del a n te rio r. Cuando
marchaban en d ire c c ió n al Cuzco — ca p ita l del im p e rio — el nuevo soberano
indígena fa lle c ió , proba b le m e n te envenenado.
El 15 de novie m b re de 1533 los españoles penetraron en dicha ciudad.
Los te m p lo s y los palacios fu e ro n saqueados sin c o n te m p la ció n alguna
y los co nquistado re s se re p a rtie ro n las abundantes riquezas que hallaron.
Un nuevo em perador, llam ado Inca M anco, gobernó bajo las órdenes de
Pizarro, quien organizó la a d m in is tra c ió n y d is trib u y ó cargos y tie rra s .
C O N Q U ISTA DE VENEZUELA
El lito ra l venezolano fu e explorado por el m arino español A lo n s o de
Ojeda. Sobre esas costas, el capitán Juan de A m pués fun d ó la ciudad de
C oro e in ic ió los p re p a rativo s para c o lo n iza r la región (1527).
M ie n tra s ta n to , los W e lse r — poderosos c o m e rcia n te s alem anes— ob­
tu vie ro n de C arlos V la concesión en arrie n d o de una p arte de esa zona.
La e xp edició n fue confiada a E nrique A lfin g e r y Je ró n im o S a ile r, q uie­
nes p a rtie ro n de S anlúcar en 1528 y desem barcaron en Coro. El p rim e ro se
inte rn ó en busca del legendario El Dorado y, luego de cruzar el lago M ara­
caibo, rem ontó el río M agdalena. O btuvo un rico botín, pero fue asesinado
por los indígenas.
La concesión recayó e ntonces en o tro alemán llam ado Jorge Spira,
quien a rrib ó a C oro en 1534 e in ic ió la In ú til búsqueda de ciudades fa n tá s ­
tic a s. Su segundo, N ico lá s Federm an, que había p a rtid o en su ayuda con
refuerzos, d e cid ió in te n ta r por su cuenta la conquista.
A lte ra n d o el rum bo, lle g ó al te r rito rio de los chibchas, en el va lle de
Bogotá (a b ril de 1539). Con toda sorpresa, com probó que otras e x p e d ic io ­
nes, procedentes de d is tin to s puntos, se le habían adelantado.
En e fe c to : G onzalo Jim énez de Quesada había fundado en el v a lle la
ciudad de Santa Fe de Bogotá. Tam bién se encontraba Sebastián Benalcázar,
procedente de Q uito.
Federman fu e indem nizado y tra n s firió sus fuerzas a Quesada. Los
conq uistad ores, luego de organizar el gobierno, se d irig ie ro n a sus respec­
tiv a s gobernaciones y de a llí a España.
En 1542, C arlos V dejó sin e fe c to la concesión otorgada a los alem anes
y la región pasó a depender de Santo D om ingo. F rancisco fa ja rd o , natural
de esa ciudad, fundó, en 1560, la v illa de San Francisco, más ta rd e llamada
Caracas por el capitán D iego Losada, que la re e d ific ó .
Rem ontó el M agdalena y, luego de ve n ce r grandes inconveniente s, llegó
al te r rito rio de los chibchas. Con escasas fuerzas d e rro tó a los ind ios y en
agosto de 1538 fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá. C ontinuó la e xplora ­
ción en busca de te s o ro s y con sig uió to m a r p risio n e ro al cacique de Tunja,
al que despojó de grandes riquezas.
Quesada llam ó a la región "N ueva G ranada" en recuerdo de su tie rra
natal. Poco después se produ jo el encuentro con Benalcázar y Federm an,
- al que nos re fe rim o s en el punto a n te rio r.
La zona o ccid e ntal del río M agdalena fu e conquistada por Pedro de
H eredia quien, en 1533, fun dó la ciudad de C artagena e in ic ió la e x p lo ra d o r
d e 'la región donde h alló bastantes riquezas
C O N Q U ISTA DE CHILE
CO N Q U ISTA DE NUEVA G R A N A D A (Colom bia)
En 1525 Flodrigo de B astidas v o lv ió al D arién, cuyas costas había e xp lo ­
rado y, cerca de la desem bocadura del río M agdalena, fundó Santa Marta-,
poco más tarde, y a causa de una d isp u ta con un lu g a rte n ie n te , p a rtió m al­
herido a Cuba, donde fa lle c ió .
El adelantado Pedro Fernández de Lugo llegó a Santa M arta en 1535
para ocupar la reglón del río M agdalena. A l año sig u ie n te c o m is io n ó a
G onzalo Jim énez de Quesada, quien al fre n te de 700 hom bres in ic ió la
e xploración en a b ril de 1536.
90
En 1536 Francisco Pizarro convenció a su socio D iego de A lm a g ro para
que em p re n die ra la con q u ista de los te rrito rio s situa dos al su r del Cuzco,
en los cuales, según n o ticia s de los indígenas, había grandes riquezas.
En busca de fa bu lo so s te so ro s llegó hasta el va lle del río M aipo, pero
luego — ante la ausencia de riquezas— o ptó por regresar al Perú (1537).
Pedro de Valdivia
En 1539 Francisco Pizarro a uto rizó a Pedro de V aldivia, capitán de su
e xp e d ició n , para que em p rendiera la co n quista de C hile . A l fre n te de 150
91
soldados y de indios a u x ilia re s , V a ld ivia p a rtió del Cuzco en enero del año
1540. Después de cruzar el d e s ie rto de A tacam a, avanzó hasta el v a lle del
río M apocho.
El 12 de fe b re ro de 1541 fundó en ese lugar la ciudad de Santiago.
Pronto com enzaron las d ific u lta d e s con los indios, quienes atacaron a los
españoles e incendiaron la ciudad.
V ald ivia p id ió ayuda al Perú y con e lla pudo re e d ific a r S antiago y explo­
ra r el te r rito rio más al sur. Luego v o lv ió al Cuzco, donde luchó en favor
de Pedro de la Gasea — al fre n te del g o bierno del Perú— co n tra una suble­
vación de F rancisco Pizarro. Su lealtad fue prem iada con la c o n firm a c ió n de
su títu lo de gobernador. Con ese cargo y 200 hom bres de re fu e rzo em pren­
d ió el regreso a C h ile (enero de 1549).
Para e xte n d e r la co n q u ista , V a ld ivia p a rtió hacia el sur y en marzo de
1550 fundó, en la bahía de Talcahuano, la ciudad de C oncepción.
Después de rechazar un v io le n to ataque de los indios cruzó el río
Bío-Bío y fundó su ce siva m e n te la Im p e ria l, V aldivia, A n g o l y V illa rrlc a .
Luego, s a tis fe c h o de su campaña, regresó a C oncepción para pasar el
in vie rno .
M ie n tra s ta n to , y ante los avances de los co n q u ista d o re s, las trib u s
araucanas co nce rta ro n una alianza y, a las órdenes de C aupolicán, iniciaron
las h o stilid a d e s co n tra los españoles, arrasando la fo rta le z a de Tucapel.
Lautaro, joven indio que había estado al servicio de Valdivia, se unió a su
tribu y, conociendo los recursos técnicos de los españoles, propuso a los caciques
un nuevo plan de com bate que consistía en reemplazar el ataque en masa por
sucesivas oleadas de guerreros lo que term inaría por cansar a los invasores, im­
pidiéndoles recargar sus armas.
Enterado del ataque de la fo rta le za , V a ld ivia se d irig ió hacia a llí a
marcha forzada y, al lle g a r a Tucapel, los araucanos lo atacaron con la
nueva tá c tic a (1? de enero de 1554). V a ld ivia cayó p ris io n e ro y luego fue
asesinado.
Lo sucedió en el g o b iern o F rancisco de V illa g ra , quien debió e n fre n ta r
la consta nte h o s tilid a d de los araucanos, los cuales d iv id ie ro n sus fuerzas
en dos grandes grupos: uno, al mando de C aupolicán, atacaría las ciudades
del sur, y o tro , a ias órdenes de Lautaro, lo haría por el norte.
Enterado de los m o v im ie n to s del jo ve n indígena, V illa g ra
consiguió
d e rro ta rlo a o rilla s del río M a ta q u ito (29 de a b ril de 1557). Lautaro luchó
va lie n te m e n te y m u rió en la batalla.
García Hurtado de M endoza
El v irre y del Perú, d e cid id o a dar té rm in o a la co n q u ista de C h ile , envió
a su h ijo García H urtado de M endoza, joven de v e in tid ó s años, al fre n te de
im p o rta n te s refu e rzo s. En a b ril de 1557 lle g ó a C oquim bo y en el mes
de fe b re ro del año s ig u ie n te a v is tó el a rch ip ié la g o de C hiloé, hacia donde
envió un grupo de e xp e d icio n a rio s, e n tre los que se hallaba A lo n s o de
E rc illa .’
> Posteriormente, Alonso de Ercilla escribió La Araucana, o crónica poética de la conquista
de Ohile, en la cual describe la región y los caracteres de los indígenas.
92
Pedro de Valdivia.
García Hurtado de Mendoza, según
grabado de la época.
Los araucanos no cesaron en su con sta n te h o s tilid a d , pero la energía
del joven gobernador p e rm itió ensanchar la conquista. A fin e s de 1560 envió
a Pedro del C a s tillo a la región de Cuyo, quien en mayo de 1561 fundó |a
ciudad de Mendoza. Ese año el rey Felipe II d e s titu y ó a García H urtado de
M endoza y nom bró en su lugar a F rancisco de V illa g ra .
CORRIENTES POBLADORAS DEL TERRITORIO ARGENTINO
N uestro te r rito rio fu e co n quistado y colonizado por tre s c o rrie n te s p0.
bladoras, de orig e n h ispánico:
a) La del este. P rocedió d ire c ta m e n te de España a tra vé s del océano A tlá n ­
tic o y tu v o sus ce n tro s más destacados en A su n ció n y Buenos A ire s . Se
extend ió a lo largo de la M esopotam ia por las a ctuales p ro vin cia s de
Buenos A ire s , Entre Ríos, C o rrie n te s , Santa Fe y te rrito rio s situados al
este del río U ruguay, hasta el océano.
b) La del norteé Procedente del Perú, abarcó la región conocida con el nom­
bre de Tucumán, que com prendía las a ctuales p ro vin cia s de Jujuy, Salta,
C atam arca, La Rioja, Tucumán, C órdoba, S antiago del Estero y Chaco.
c) La del oeste. S alió de C h ile y, luego de cruzar los A ndes, se extendió
por las actuales p ro vin cia s de Mendoza, San Juan y San Luis.
C O N Q U ISTA DEL RIO DE LA PLATA
Sebastián Gaboto
El d e s c u b rim ie n to del estre ch o de M agallanes despertó el in te ré s por
lle g a r al A sia navegando po r esa nueva ruta. Con este o b je to , Sebastián
G aboto p a rtió de S anlúcar (3 de a b ril de 1526) con cu atro naves y 210 t r i ­
pulantes.
En las costas del B rasil se e n teró de que el río de Solís llevaba a una
zona m uy rica en oro y plata; por cuya razón d e cidió a lte ra r el rum bo y
p e n e tra r por esa escotadura, que desde esas épocas com enzó a llam arse
Río de la Plata. En fe b re ro de 1527 llegó a las bocas del e stu a rio y, luego
■de re m o n ta r el Paraná, fundó en la desem bocadura del C arcaraña el fu e r­
te de S a n cti S p íritu s (9 de ju n io ).
Gaboto co n tin u ó la navegación al n o rte y, después de orde nar la e xplo­
ración del río B erm ejo, em pre ndió el regreso aguas abajo y se enco n tró con
D iego García.
García había partido de La Coruña en enero de 1526 con el mismo objetivo
que Gaboto, pero al llegar al Brasil, igual que éste, torció el rumbo y penetró
en el Plata.
Luego de pasar por Sancti Spíritus, se produjo en el Paraná el encuentro
ya mencionado. Ambos discutieron sobre el derecho a explorar la región y decidie­
ron por fin proseguir juntos, pues García aceptó someterse a la autoridad de
Gaboto.
A com ienzos de se tie m b re de 1529 los indios incendiaron el caserío
de Sancti S p íritu s , m ie n tra s los navegantes se encontraban en San S alva­
dor, población levantada a n te rio rm e n te en las cercanías del Plata. D esm o­
ralizados por el c o n tra ste , y com o no llegaba la ayuda que esperaban de la
península, Gaboto y García regresaron por separado a España, donde a rri­
baron en ju lio de 1530.
Pedro de Mendoza
Los datos aportados en España por Gaboto y D iego G arcía causaron
gran e n tusiasm o e n tre la C o rte y el pueblo; sin em bargo, era necesario
e n co n tra r un personaje adinerado que so lventara los gastos de la nueva
em presa. Luego de varias n egociaciones C arlos V firm ó con el g e n tilh o m b re
Don Pedro de M endoza la co rre sp o n d ie n te cap itu lació n (21 de m ayo de
1534) por la cual lo autorizaba a lle v a r a cabo la conquista del Río de la
Plata.
El territorio estaba com prendido entre los paralelos 25 y 36, de este a oeste,
por ambos océanos. El monarca otorgó a Mendoza el título de Adelantado por dos
vidas, autorizándolo para que construyera tres fortalezas “ en las partes y lugares
que más convengan” .
El 24 de agosto de 1535 p a rtie ro n desde el p u e rto de S anlúcar doce
em barcaciones (en las Canarias se incorporaron tre s ) y un to ta l aproxim ado
de 1.500 hom bres.
A p rin c ip io s de fe b re ro de 1536 las naves llegaron al Plata y el día 3
don Pedro de Mendoza fund ó — en la o rilla derecha— a Buenos A ire s.
A l p rin c ip io los indio s se acercaron a la población trayendo víve re s en
señal de am istad, pero bien p ron to dejaron de hacerlo y dem o stra ro n una
a c titu d h o s til.
95
Ante la falta de alimentos, Mendoza com isionó algunas expediciones. Una cI p
ellas, a las órdenes de su hermano Diego, fue vencida por los indios en el com
bate de Corpus C hristi (15 de junio), librado en las proxim idades del actual Tiqr¡?'
Estimulados por el triunfo, los aborígenes atacaron por m illares a Buenos Airesgran parte de las casas y algunas naves fueron incendiadas (24 de junio).
Ayolas e Irala
Con el o b je to de o b te n e r p ro visio n e s, y ta m bién en búsqueda de rique­
zas, Pedro de Mendoza p a rtió hacia el norte y, luego de cruzar el río Carcarañá, fundó el poblado de Buena Esperanza. Desde a llí co m isio n ó a su
segundo Juan de A yolas, y tam bién a D om ingo M a rtín e z de ¡rala, para que
al fre n te de una e xp e d ició n rem ontasen el Paraná.
Mientras tanto Mendoza, por el estado precario de su salud, regresó a Buenos
Aires. Nombró a Juan de Ayolas gobernador y, como no tenía noticias de éste,
envió una expedición en su búsqueda, a las órdenes de Juan de Salazar.
Luego partió rumbo a España, pero falleció en alta mar el 23 de junio de
1537, al sudoeste de las islas Azores. Sus restos fueron arrojados al océano.
A yo las navegó rum bo al n o rte y el 2 de fe b re ro de 1537 fundó la
C andelaria. A llí los indios le com unicaron la e x is te n c ia de riquezas, por lo que
d e cid ió in te rn a rs e en la región chaqueña, pero en el tra n s c u rs o de la expe­
d ició n fue asesinado, ju n to con 130 com pañeros, por los indios payaguaes.
Irala quedó al fre n te de la e xp edición y se reunió con Salazar al norte
de la C andelaria. Este ú ltim o , al no e n c o n tra r a A yolas, em prendió el re­
greso y el 15 de agosto de 1537 fundó la ciudad de A sunción.
Despoblación de Buenos A ires
En no viem b re de 1538 lle g ó a Buenos A ire s el ve e d o r A lo n so de Ca­
brera, quien tra ía consigo un im p o rta n te docum ento firm a d o por el rey el
12 de se tie m b re de 1537 y por el cual se autorizaba a los conquistadores
a e le g ir gobernador sie m p re que hubiese fa lle c id o el designado por Mendoza.
Luego de algunas averiguaciones, pues el c o n q u ista d o r fíu iz Galán am­
bicionaba ese cargo, d ispuso que el nuevo gobernador sería D om ingo de
Irala. C abrera p a rtió hacia la A su n ció n y el 23 de ju n io de 1539 lo puso en
posesión del mando.
Irala p a rtió hacia Buenos A ire s en 1541 y, aconsejado por el veedor
C abrera, ordenó la d e stru c c ió n del poblado y luego hizo tra s la d a r los habi­
ta n te s a la A sunción.
A lvar Núñez
Enterado C arlos V de la m u e rte de Mendoza, concedió el títu lo de
A delantado a don A lv a r Núñez Cabeza de Vaca, quien el 2 de d ic ie m b re de
1541 p a rtió de Cádiz, con cu a tro naves y 400 hom bres, y lle g ó a la A su n ­
ción el 11 de marzo del año s ig u ie n te .
Una de las m ayores am b icio n e s del segundo adelantado fu e e ncontrar
el cam ino que lo lle va se a la región donde suponía e n co n tra r fabulosa
riqueza.
Prim ero co m isio n ó a Irala, quien lle g ó hasta el p u e rto de Los Reyes
y, luego de dom in a r a los n aturales, regresó a la A su n ció n a m ediados de
96
fe b re ro de 1543. Luego, en el mes de s e tie m b re , p a rtió al fre n te de una
gran expe dición , pero va rio s in cid e n te s, e n tre e llo s las co n d icio n e s c lim á ­
tica s, lo ob ligaron a d e s is tir de sus p ro p ó s ito s (a b ril de 1544).
Alvar Núñez fue un buen gobernante y un gran defensor de los indios, pero
no supo adaptarse al medio en que le tocó actuar y por esto, desde su llegada
fue censurado por la mayoría de los pobladores de la Asunción.
Las diversas cuestiones que sostuvo contra los oficiales reales, el orgullo
con que rodeó su persona y el fracaso de su expedición, motivaron una creciente
tirantez que culm inó en la noche del 25 de abril de 1544.
A presado po r sus a d versarios, A lv a r Núñez fu e re m itid o a España, bajo
la vig ila n c ia del ve e d o r C abrera y con un largo ca p ítu lo de acusaciones. Al
cabo de s ie te años fu e absu e lto , pero re nunció al títu lo de A delantado.
Plata a la espera del nuevo adelantado; en el segundo de estos v ia je s fue
acompañado por Juan de Garay.
Los enem igos de C áceres co nsiguieron fin a lm e n te deponerlo y lo envia­
ron a España en calidad de d ete nido. En su reem plazo fu e designado gober­
nador M a rtín Suárez de Toledo.
Guía de repaso
Expansión ultramarina
europea.
Causas de los descubrim ientos geográficos: intereses eco­
nómicos, progresos científicos y técnicos, relatos de los
viajeros. Adelantos de la geografía y afán de aventuras.
Descubrimiento de
América.
Cristóbal Colón: sus gestiones en España. Primer viaje: el
descubrim iento. Primera fundación española. Segundo via­
je : La Isabela. Tercer viaje: exploraciones. El com endador
Bobadilla. Cuarto viaje: nuevas exploraciones. Muerte de
Colón.
Consecuencias del descubrim iento: 1) C ientíficas: a) Geo­
gráficas, b) Etnográficas, c) Flora y fauna; 2) Políticas;
3) Económ icas; 4) Jurídicas.
Viajes de
los portugueses.
Descubrim iento del lito ra l africano: el cabo de las Tormen­
tas. Descubrim iento y conquista de las Indias orientales.
Vasco de Gama y Pedro Alvarez Cabral.
Viajes de
los españoles.
Los llam ados "viajes m enores". Soiis y el M ar Dulce. Ma­
gallanes: descubrim iento del estrecho. Elcano y el regreso
a España. Tratado de Tordesillas.
Las civilizaciones
prehispánicas.
Las grandes culturas indígenas y sus zonas de influencia.
Los aztecas.
El valle de Anahuac. Organización. El gobierno. La socie­
dad. El cultivo de la tierra. La guerra. Religión azteca. La
arquitectura.
Los mayas.
Territorios que ocuparon. Organización po lítica y social.
Economía e industria. La arquitectura: centros más im por­
tantes.
Los incas.
Culturas preincaicas. La sociedad. El je fe supremo. La re­
lig ió n : el culto, los templos. Los quipus.
Indígenas que poblaron
el territorio argentino.
19) Pueblos del noroeste: Diaguitas y calchaquies. Pueblos
viejos y pucarás. Alfarería y metalurgia. La guerra. 29) LuleVilelas: rasgos de su cultura. 3o) Indígenas del Chaco. Ma­
tacos y guaycurúes. 49) Tonocotes: sus cultivos. 59) Come-
Gobiernos de Irala
Los co nquistad o re s e lig ie ro n gobernador a D om ingo de Irala, quien en
noviem bre de 1547 p a rtió en una nueva e xp e dició n . Llegó hasta el puerto
de San Fernando y desde a llí cruzó el Chaco en busca de la 'región del oro;
aunque a rrib ó a los c o n fin e s del Perú, en esa región se ente ró , con desagra­
do, de que ya estaba en manos de o tro s españoles.
Emprendió el regreso y durante la marcha, sus enemigos — los partidarios de
Alvar Núñez— le quitaron el mando. Sin embargo, pudo imponerse y los conquis­
tadores lo repusieron en el cargo de gobernador.
Mientras tanto, enterado el rey de España de la llegada de Alvar Núñez a
la península, nombró nuevo Adelantado en la persona de Juan de Sanabria, que
falleció. Su hijo Diego de Sanabria obtuvo el cargo y, aunque partió hacia América,
extravió el rumbo y nunca llegó al Plata.
Por Real C édula de 1552, el m onarca c o n firm ó al incansable Irala en el
cargo de gobernador, quien p ro sig u ió su obra colonizadora hasta su m uerte,
en 1556.
Sucesores de Irala
A Irala lo sucedió su ye rn o Gonzalo de M endoza, quien co m isio n ó a
N u trió de Chaves al fre n te de una exp e d ició n . Este fundó la ciudad de Santa
Cruz de la S ie rra (1561).
A la m uerte de Gonzalo de Mendoza, los pobladores de la A sunción
e lig ie ro n g o b e rn a d o r— aplicando la Real C édula de 1537— a F rancisco O rtiz
de Vergara, hom bre de escasos m é rito s , quien m archó al Perú para c o n fir­
m ar su títu lo , pero no pudo hacerlo y fin a lm e n te se tra sla d ó a España.
A l lle g a r a Perú fabulosas v e rsio n e s sobre la e x is te n c ia de oro y plata
en el Guayrá (Paraguay), el hacendado Juan O rtiz de Zárate » p re se n tó su
candidatura para gobernar esa región. Se tra sla d ó a Lima y co n sig uió que
la A ud ie n cia lo nom brara A delantado, con la expresa co n d ició n de ob te n e r
en España la co n firm a c ió n real.
Zárate p a rtió a la península a fin e s de 1567, pero antes nom bró lu g a r­
te n ie n te a Felipe de C áceres, quien lle g ó a la A su n ció n en d ic ie m b re de
1568 y gobernó hasta 1572, en m edio de d is tu rb io s p o lític o s . En el tra n s ­
curso de su m andato se tra sla d ó dos veces hasta las bocas del Río de la
99
98
chingones: formas de vida y ocupaciones 6°) Guara-,:
los cultivos la antropofagia. 79) Pueblos del lito ra l■ m o r ' '
retáes, timbues y corondas. 89) Olongastas: cultivos ao]
Huarpes: el sororato y el levirato. 10°) Pampas- la f a ñ ir 1
la religión. 119) Prim itivos montañeses: puelches y p e hu !? '
ches 129) Araucanos: religión. 13°) Patagones del n o Z
fam ilia y religión. Patagones del sur: los tehuelches i/o \
Canoeros m agallánicos: yámanas y alacalufes.
'
1
Conquista de México.
Hernán Cortés, fundación de Villarica de la Veracruz Cho­
lula. Pánfilo de Narváez. La noche triste. Otumba Sitio n i
Tenochtitlán.
Conquista del Perú.
Francisco Pizarro. Fundación de San Miguel de Piura. Pri­
sión de Atahualpa. Entrada de los españoles en el Cuzco
Conquista
de Venezuela.
La expedición de Alfinger y Sailer. La búsqueda de ciuda­
des fantásticas. Origen de la ciudad de Caracas.
Conquista
de Nueva Granada.
Rodrigo de Bastidas: fundación de Santa Marta. Jiménez
de Quesada: la ciudad de Bogotá. Pedro de Heredia: Car­
tagena.
Conquista de Chile.
Pedro de Valdivia: fundación de Santiago. Otras fundacio­
nes. Caupolicán, Muerte de Valdivia. Francisco de Villagra:
batalla del rio Mataquito. Hurtado de Mendoza. Pedro del
Castillo.
Corrientes pobladoras
del territorio argentino.
a) Del este; b) del norte; c) del oeste.
Conquista
del Río de ia Plata.
Sebastián Gaboto. Sancti Spiritus. Diego Garda.
Pedro de Mendoza. Fundación de Buenos Aires. Ayolas: la
Candelaria. Salazar y la fundación de Asunción. El veedo'
Alonso de Cabrera. Domingo de Irala: destrucción de Bue­
nos Aires, El segundo Adelantado. Fracaso de la expedición
de Alvar Núñez. Gobiernos de Irala.
Sucesores de Irala: Gonzalo de Mendoza y Ortiz de Vergara. El Adelantado Ortiz de Zárate. Gobierno de Felipe de
Cáceres. Suárez de Toledo
económ ico y ju rídico del descubrimiento colombino. 8. Mencione
los nombres de navegantes portugueses y sus descubrimientos en
el litoral africano. 9. ¿Quién arribó a Calicut? 10. ¿De qué m a­
nera los portugueses se adueñaron de un vasto imperio? 11. E xpli­
que el viaje de Hernando de Magallanes. 12. ¿Qué dispuso el
Tratado de Tordesillas? 13. ¿Cuáles son las tres zonas de grandes
culturas prehispánicas? 14. ¿Cóm o estaban organizados los azte­
cas? 15. ¿Qué puede decir sobre su sociedad y religión? 16. ¿Qué
territorios ocuparon los mayas? 17. ¿En qué basaban su econo­
mía? 18. ¿Cuáles fueron sus centros arquitectónicos más im por­
tantes? 19. Mencione las culturas preincaicas. 20. ¿Cóm o estaban
organizados política y socialmente los incas? 21. ¿Cóm o pueden
clasificarse los indígenas qu,e poblaron el territorio argentino?
22. Resuma los aspectos más destacados de cada uno de estos
pueblos. 23. ¿Qué fines persiguió la conquista española? 24. ¿Qué
produjo el encuentro entre españoles e indígenas? 25. Resuma la
conquista de M éxico hasta la llegada de Cortés a Cholula. 26.
¿Qué ocurrió en la “ noche triste” ? 27. ¿Qué sabe con respecto al
sitio de Tenochtitlán? 28. ¿Quiénes emprendieron la conquista del
Perú? 29. ¿Qué le ocurrió al Inca Atahualpa? 30. ¿Quiénes inicia­
ron la conquista de Venezuela? 31. Describa las expediciones de
A lfinger y Federman en la conquista de Venezuela. 32. ¿Quién
fundó Santa Fe de Bogotá? 33. ¿Y Cartagena? 34. Mencione las
fundaciones de Valdivia en territorio del actual Chile. 35. ¿Cuán­
tas fueron las corrientes pobladoras de nuestro país? 36. ¿Qué
fundó Sebastián Gaboto? 37. Resuma la conquista del Río de la
Plata hasta la fundación de la ciudad de Asunción. 38. ¿Qué ocu ­
rrió durante el gobierno de A lvar Núñez? 39. ¿Fue confirm ado
por el monarca el gobernador Irala? 40. ¿Quiénes lo sucedieron?
Actividades Prácticas
R esum ir los v ia jes de C ristóbal C olón al N u evo Mundo.
Señalar las con secu en cia s d el d escu brim ien to de A m érica .
• C om parar las culturas azteca, m aya e inca y esta b lecer las analo­
gías y d iferen cia s en tre ellas.
• R esum ir en form a de cuadro sin óp tico la clasificación de lo-s in d íg e­
nas que p obla ron el territorio argentino.
• En un mapa ubicar las fu n da ciones realizadas por
los con qu ista ­
dores del Río de
la Plata.
•
Cuestionario
1. ¿Qué causas motivaron los descubrimientos geográficos? 2. ¿Qué
gestiones realizó Colón en España? 3. ¿Qué descubrimientos e fec­
tuó en el primer viaje? 4. Explique el segundo viaje. 5. ¿Qué ocu ­
rrió en el tercer viaje? 6. Resuma el cuarto viaje y la muerte de
Colón. 7. Explique las consecuencias de orden científico, político,
100
•
101
Lectura
La Asunción y el
Río de la Piala en 1573
De la mar hasta llegar a esta
ciudad [Asunción], es tierra de la
más aparejada, de lo descubierto,
para la crianza de los ganados y to­
do lo demás que en España se cría;
pueden hacerse dos pueblos y más,
hasta llegar a esta ciudad, uno en
San Salvador, do tuvo Caboto su
asiento, otro en Sancti Spiritus, a do
fundó una fortaleza, porque por allí
se puede tratar con [Tucumán], Chi­
le, las Charcas y el Cuzco con mu­
chos otros pueblos que se pueden
poblar en esta tierra. ..
En esta ciudad [Asunción] y su
tierra se da mucha comida, en tal
manera que casi todo el año se pro­
vee de la heredad, porque el maíz
se da dos veces en el año, de seis en
seis meses, y los tres meses de cada
cosecha. . . de manera que el año
aquí, para lo de los bastimentos, se
puede decir que no es más que seis
meses, porque e n ‘la una cosecha se
recoge maíz, frijoles, habas, calaba­
zas, m elones... frutas de la tierra;
uvas, higos, granadas, y algodón; hácese vino que en este año pasan de
seis mil arrobas y de cada día va en
alzamiento; el vino es bueno porque
con cierto cocimiento que se hace
dura un año y dos y más. En los
otros seis meses se recoge maíz, al­
godón, batatas, m a n d ioca que es
gran bastimento.. . que esto dura
debajo de tierra tres y más a ñ os.. .
y frijoles que dicen tupís y en este
tiempo se hacen las cañas de azúcar
cada año sin regarlas.
La pesquería de este río es mucha
y la caza de venados, grandes y
pequeños y lo mesmo la de las palo­
mas que vienen por el invierno y se
cazan con redes y patos lo mesmo,
perdices y tórtolas con otras cazas.
Hay, el río en medio, muy lindos
pastos para vacas y caballos que
hay para el servicio del pueblo. Una
legua de esta ciudad, el río abajo,
hay unas salinas muy buenas, que,
102
estando el río bajo, como quedan en
seco, se hace tanta sal que se provee
el pueblo para dos y tres años.. .
Seis leguas en derredor de este puel
blo para dos y tres años. . . Seis
leguas en derredor de este pueblo,
sin me alargar a más, hay ligazón
para navios, de laurel, y tablazón
de cedro, mástiles, entenas y remos,
garabata que es como cáñamo y tari
bueno, a lo que dicen, para hacer
jarcias, cables y estopa para los ca­
lafatear; será para las breas y lien­
zos que se hacen de algodón para
velas y para se vestir y hacer las
demás cosas. .. cúrtense cueros de
vaca para suelas y cordobanes, se
adoban para calzado...
Hay mucho ganado de vacas, ca­
bras, ovejas, yeguas, puercos que
dé hoy es m en ester alejarlos del
pueblo porque van en crecimiento,
Dios mediante. Hay todo género de
oficiales de ca rp in te ro s , calafates,
herreros que hacen muy buenos ar­
cabuces, cordoneros, toneleros, sas­
tres. Sólo falta para sustentación
humana, fierro, acero y aceite para
el óleo, porque bálsamo de las In­
dias aquí lo hay, y sobre todo [fal­
tan] lós Reales Mandatos de Vues­
tra Alteza para el buen gobierno de
estas Provincias y algunos sacerdo­
tes porque los que hay son pocos y
casi todos viejos y enfermos.
En cualquiera parte que hay me­
tales, hay pastos para ganados, tie­
rras para b astim en tos, leña para
carbón y aguas en abundancia y bue­
nas. Sólo los naturales de esta tierra
es gente sin señor y de behetría,
inclinados más a la guerra y a co­
mer carne humana, que no a la la­
branza y cr ia n z a de ganados, los
cuales se dan, Dios mediante, en
abundancia, si hubiese buenas guar­
dias, que las becerras tienen paridas
a diez y siete meses de como nacen
y las vacas cada año.
He dado y doy a Vuestra Alteza...
relación de todas estas cosas porque
por ellas se tendrá entendido que la
falta de no estar poblado un reino
en estas provincias, no ha sido sino
en los malos pilotos, porque en lu­
gar de la poblar, la han destruido
con andar buscando la Laguna del
Dorado o un nuevo Atabalypa [Atahualpa] y en esto han gastado su
tiempo y consumido lo que había
para la sustentación de esta tierra.
M a rtín de Orúe.
C a r t a a l R e y fir m a d a
e n l a A s u n c ió n
EL 14 DE A BR IL DE 1573.
Martín de Orúe fue un conquistador
que llegó al Rio de la Plata en 1538 y más
tarde, participó en la Asunción de la re­
vuelta que depuso al a d e la n t a d o Alvar
Núñez.
La carta que dirigió al Rey fue publi­
cada por vez primera en: Colección de
Documentos r e l a t i v o s a la Historia de
América. R e c o p il a d o s por Blas Garay.
Asunción, 1899.
• ¿Cuáles eran los produ cto s que
ofrecía la tie rra ?
• ¿Qué a c tiv id a d e s se d e sa rro lla ­
ban?
• ¿Cómo juzg a el a u to r de la carta
a los indígenas y a los conquista­
dores?
103
iL
LA ESPAÑA DE CARLOS V
En 1504 m u rió la reina Isabel la C ató lica y el tro n o de C a s tilla fu e ocu­
pado por su h ija Juana, casada con el archiduque de A u s tria , F elipe de Habsburgo, llam ado “ el H e rm oso". Este fa lle c ió en 1506; por esta causa doña
Juana pe rd ió la razón y fu e apodada " la Loca".
Su padre, Fernando e l C a tó lico , se hizo cargo del gobierno de C a stilla ,
m ie n tra s los in fa n te s C arlos y Fernando — h ijos de Juana y de Felipe—
quedaron com o seguros herederos de la Corona.
Los dos abuelos, Fernando el Católico y M axim iliano I de Austria dispusieron
que, de acuerdo con el lugar de nacimiento, correspondía que el mayor, Carlos,
fuera educado en Flandes, y el menor, Fernando, en España.
El rey católico sentía predilección por el menor, que había nacido en Alcalá
de Henares, y siem pre pensó en entregarle la sucesión de la Corona española.
Sin embargo, ya m oribundo, el monarca consultó a varios eruditos en Derecho,
quienes le señalaron a Carlos como sucesor.
En 1516 m u rió el rey Fernando
reino de A ragón. A tacada de locura
gobernar, por lo cual subió al tro n o
Juana la Loca y Felipe el H erm oso.
d ie c is é is años.
Carlos I de España nació en
(Bélgica).
Por parte de padre era nieto
Maria de Borgoña, hija y heredera
eran los Reyes Católicos, Fernando
el C a tó lico y su hija Juana heredó el
m elancólica estaba im p o s ib ilita d a para
el joven C arlos, h ijo
p rim o g é n ito de
El nuevo rey de C a s tilla y A ragón tenía
el año 1500 en la ciudad flam enca de Gante
de M axim iliano I, em perador de Austria, y de
de Carlos el Temerario. Sus abuelos maternos
de Aragón e Isabel de Castilla.
105
El niño creció raquítico y, ai ocupar el trono de España, era un joven rubio,
de mediana talla y mentón saliente. Se afirm a que a los treinta años alcanzó el
pleno desarrollo de sus facultades mentales.'
La Europa de Carlos V
En 1519 fa lle c ió el em perador de A le m a n ia , M a x im ilia n o de Habsburgo;
el suce so r debía se r e le g id o — de acuerdo con la ordenanza titu la d a Bula de
O ro— por s ie te p rín cip e s o e le cto re s.
Dos candidatos aspiraban a la corona im p e ria l de A le m a n ia : F rancisco I,
rey de Francia, y el jo ve n C a rlo s I, de España.
Los e le c to re s re unidos en F ra n c fo rt e lig ie ro n em perador al ú ltim o , que
to m ó el nom bre de C arlos V.
Em perador a los d ie cin u e ve años, e ste joven p rín cip e tu vo la su e rte de
heredar los d om in io s de cu a tro casas re in a n te s y c o n v e rtirs e en un pode­
roso m onarca. Los m ie m b ro s de la co rte afirm aban que “ el Sol no se ponía
jam ás en los d o m in io s del rey de España” y él representaba “ por sí solo
una c o a lic ió n ’’.
Sus d om inio s com prendían:
a) Posesiones de los A u s tria . Estas tie rra s de los Habsburgo se extendían
desde los A lp e s al sur del Danubio.
b) H erencia de Borgoña. C om prendía los Países Bajos y el Franco Condado.
c) D om inios de C a stilla . Abarcaban buena parte de España y las nuevas
tie rra s d e scu b ie rta s en A m é rica .
d) Posesiones de A ragón. Las tie rra s ubicadas al este de la península ib é ri­
ca y en Italia , C erdeña, S ic ilia y el re in o de N ápoles.
Sin embargo, a pesar de su vasta extensión, el Imperio de Carlos V era débil
y d ifícil de gobernar.
Los diversos territorios estaban mal com unicados entre sí, habitados por
pueblos de razas e idiomas diferentes.
Las fronteras permanecían rodeadas de enemigos. El rey de Francia, Fran­
cisco I, am bicionaba la corona de Borgoña; el Papa y los príncipes italianos dispu­
taban a Carlos V sus posesiones en Italia. Los turcos estaban prontos para invadir
a Alem ania y los musulmanes no cedían en sus ataques a las costas de España.
En el aspecto económ ico los problemas se m ultiplicaban. Carlos V no con­
taba con el dinero necesario para abonar regularmente los sueldos a los integrantes
de sus ejércitos.
España era un país pobre y sus habitantes nada hacían para aumentar las
parcelas de tierras cultivadas.
Am érica no entregaba dinero y producía pérdidas porque todavía no habían
sido descubiertos los valiosos yacim ientos del Perú.
Los dom inios en Italia tam poco enriquecían los caudales del Imperio; sólo
los Países Bajos contribuían en la medida de sus posibilidades.
1
Cierta vez, mientras visitaba la ciudad de Calatayud, el monarca, en un gesto que le era
característico, quedó boquiabierto por el asombro que le produjo un suceso; entonces uno de los
presentes le dijo: "Majestad, cerrad la boca, que las moscas de esta tierra son insolentes” .
106
1 “ * *
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C a rlo s en E sp a ñ a . L o s C o m u n e ro s ,.
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pacificada y Carlos V seguro en el poder
E S P A Ñ A EN IT A L IA Y EN EL M E D IT E R R A N E O
no tardaron en ocupar im p o rta n te s pues ° s ®n ® ^ p ú b lico s a los extranV alla d o lid s o lic ita ro n al soberano que no d iera cargos puDiicob
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Los fra n c e s e s en Italia
El joven rey de Francia, C arlos V I I I __hprprfpm rio io
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Italianos lo obligó a retirarse ( l « í " '’ er0' PU6S “ na coal,clon de Principes
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de V llla la r (a b ril de 1521] y a llí p e re cie ro n decapitados sus tre s p r
je fe s : P adilla, Bravo y M aldonado.
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La guerra se reanudó al ocupar el tro n o p o n tific io J u lio II (1505). El Papa
organizó co ntra los fra n ce se s una c o a lic ió n en la que entra ro n España Venecia, Suiza, Inglate rra (Enrique V III) y A u s tria (M a x im ilia n o I)
En p rin c ip io la lucha fa v o re c ió a Luis XII por la capacidad de un joven
general llam ado Gastón de Folx, quien obtuvo su ce sivo s triu n fo s , au n q u e 1
luego m u rió luchando y, desde ese m om ento, la guerra se in c lin ó en fa vo r
de los coaligados. Los suizos ve n cie ro n a los fra n ce se s y éstos debieron
abandonar el ducado de M ilá n y re tira rs e de Italia.
Rivalidad entre Carlos V y Francisco I
A Luis XII sucedió en el tro n o de Francia su p rim o y yerno F rancisco I
(1515). Deseoso de re c o n q u is ta r el ducado de M ilá n , cruzó los A lp e s al
fre n te de un poderoso e jé rc ito y ve n ció a los suizos — que eran aliados del
duque— en la llanura de M ariñán. F rancisco quedó dueño de M ilá n y los
suizos firm a ro n una “ paz p e rp e tu a ” (1516).
Todo parecía in d ica r largos años de tra n q u ilid a d para la Europa o c c i­
den tal; sin em bargo, la llegada al tro n o im p e ria l de A lem ania del joven
m onarca C arlos I de España o rig in ó nuevas luchas, a causa de la riva lid a d
con la casa rein ante en Francia.
Las dos coronas que ceñía C arlos V (España y A le m a n ia ) y los te r r ito ­
rio s que dom inaba habían dejado a Francia en una p o sició n p e lig ro sa porque
estaba to ta lm e n te rodeada por los d o m in io s del em perador. Adem ás éste,
que era b is n ie to de C arlos el T em erario, am bicionaba la re s titu c ió n de la
Borgoña, de la que se había apoderado Luis XI. También, y para dom inar
toda Italia, C arlos V p retendía el ducado de M ilán.
Francisco se defendió valientem ente pero, herido en un brazo, cayó prisionero.
Pocos días después escribió una carta a su madre en la que figuraba una
irase que se ha hecho famosa: “ Todo se ha perdido menos el honor” .
Por su parte Carlos V, enterado del triunfo y de la prisión de su enemigo,
apenas demostró alegría, y dijo: “ Los cristianos no deben vanagloriarse sino de
las ventajas obtenidas sobre los infieles” .
En respuesta, C arlos V equipó un e jé rc ito de alem anes luteran os que
puso a las órdenes del condestable d e l Borbón 1 y lo envió a Roma para
luchar contra el Papa.
Por espacio de dos m eses se luchó ante los m uros de Roma. Fue
m ue rto el co n destable de Borbón y apresado el P ontífice. Sin em bargo,
C arlos V no logró una v ic to ria de cisiva y, ante el avance de los tu rco s — s i­
tiaban la ciudad de V iena— , accedió a firm a r la paz de C am brai (1529). A l
año sig u ie n te el papa C le m e n te VII coronó em perador, en B olonia, a
C arlos V.
La paz no fu e duradera y la lucha com enzó nuevam ente. En 1544 los
im p e ria le s c o n sig uieron a proxim a rse hasta ve in te leguas de París, sin re ­
sultado p o s itiv o .
En 1547 m u rió F rancisco I y el nuevo rey de Francia, E nrique II p ro s i­
guió la guerra co n tra la Casa de A u s tria . En 1556 abdicó C arlos V y re p a rtió
sus d o m in io s .entre su herm ano Fernando y su h ijo Felipe. A poco de ocupar
el ú ltim o el tro n o español ordenó in va d ir el te r rito rio francés y sus tro p a s
o b tu vie ro n la gran v ic to ria de San Q u in tín (1557),2 aunque en fo rm a in e x p li­
cable no avanzaron sobre París.
A n te s de lib e rta rlo , C a rlo s V lo o b lig ó a firm a r el Tratado de M a d rid
(enero de 1526), po r el cual F ra n cisco I renunciaba a sus a m biciones sobre
Ita lia (N ápoles y M ilá n ) y debía e n tre g a r el ducado de Borgoña.
Una vez lib re , y de re g re so en su p a tria , el m onarca fra n cé s negó v a li­
dez a las cláusulas del tra ta d o y no quiso c u m p lir sus duras condiciones.
Sin dem ora F rancisco I fo rm ó una c o a lic ió n co n tra C arlos V, en la que
entraron E nrique VIII de In g la te rra , v a rio s p rín cip e s p ro te s ta n te s alem anes,
el Papa C le m ente VII y el su ltá n de Turquía, S olim án e l M agnífico.
1 Este noble francés estaba emparentado con Francisco I y era capitán general de todos
sus ejércitos. Sin embargo, Francisco se apropió de la herencia que pertenecía a la esposa del
condestable por io que éste — en venganza— se unió con Carlos V para luchar contra Francia.
2 La victoria se obtuvo el 10 de agosto, día de San Lorenzo. En ihonor de este mártir y como
conmemoración del triunfo, Felipe II ordenó construir el palacio-fortaleza de El E scorial. El grandioso
edificio, que en la actualidad es Iglesia y panteón real, se levanta a unos cuarenta kilómetros
Madrid y fue la residencia habitual de Felipe II.
Guerras entre la Casa de A ustria y Francia
La enem istad e n tre C arlos V y F rancisco I c u lm in ó con varias guerras
que duraron tre in ta y nueve años, es d e cir, de 1520 a 1559. A m bos gober­
nantes fa lle c ie ro n sin ve r el fin de las luchas, que fueron continuadas y
con cluida s por los sucesores: F e lip e II y E nrique II, re sp e ctiva m en te .
La prim e ra guerra se lib ró al norte de Ita lia . C arlos V ordenó ocupar
el ducado de M ilá n ; entonces Francisco I avanzó sobre la península para
re cob rar ese te rrito rio . Cruzó los A lp e s, pero en sa n g rie n to com bate fue
d e rrotad o en Pavía y tom ado p ris io n e ro (1525). C onducido a M adrid fu e
encerrado seis m eses en una fo rta le za .
110
La primera abdicación
de Carlos V en la ciu­
dad de Bruselas. Ve­
mos al anciano sobe­
rano en el momento
en que invita a su
hijo Felipe II a sen­
ta rse en e l trono-.
(Grabado de Hogenberg.)
Los países europeos deseaban poner fin al c o n flic to y, luego de varias
negociaciones, se firm ó la paz d e fin itiv a en C ateau C a m bresis (1559). Por
e ste tra ta d o , E nrique II re nunció a sus am b icio n e s sobre Ita lia , aunque anexó
nuevos te r rito rio s a sus d o m in io s, España — la más fa vo re cid a — quedó con
N ápoles y el M ilanesado. En esta fo rm a concluyó la lucha e n tre Francia y la
Casa de A u s tria .
Los turcos
En 1453 C o nstantin o p la — hasta esa época sede del Im p e rio Bizantino—
cayó en poder de los tu rc o s , quienes la tra n s fo rm a ro n en capital de su im ­
pe rio con el nom bre de Estam bul.
Los tu rco s in icia ro n una lenta expansión te r rito ria l que a d q u irió gran
im p ortan cia a p rin c ip io s del s ig lo XVI cuando lle g ó al poder el sultán S o li­
m án II e l M a g n ífico (1520 a 1566), cuyo e jé rc ito dom inó a Egipto, S iria , los
Balcanes y casi toda Flungría.
A lia d o de Francisco I y enem igo de C arlos V, atacó su im p e rio y llegó
en dos oportunidades a las cercanías de Viena. En el mar, su escuadra, a las
órdenes del te m id o pira ta B arbarroja, asoló las costas de los países c ris tia ­
nos del M edite rrá n e o .
Com o los tu rc o s habían tom ado a Túnez, C arlos V envió una flo ta que
reco nquistó esa posesión a fricana. P o ste rio rm e nte organizó una nueva ex­
pedición co ntra A rg e l, que te rm in ó en un fracaso.
Abdicación de Carlos V
España en tie m p o s de C arlos V o fre c ió el aspecto de una gran p o te n ­
cia. Su d iplom acia , que excedió en habilidad a la de o tro s países europeos,
y el p otencial de su e jé rc ito , le p e rm itie ro n a d q u irir una indudable s u p e rio ­
ridad en la p o lític a y en la guerra. A los extensos d o m in io s del monarca se
sum ó el vasto im p e rio de A m é ric a , en pleno período de la conquista y
colonización.
Con respecto a los lu te ra n o s, cuando éstos se negaran a re sp e ta r lo
d isp u esto por el C o n c ilio de T rento, C arlos V les declaró la guerra y los
d e rro tó en la batalla de M u lh b e r (1547), aunque más ta rd e los re fo rm a d o res
venciero n al em perador en In n sb ru ck (1552). Finalm ente — com o vim o s — se
firm ó la paz de A ugsburgo.
112
Fatigado por las preocupaciones de tre in ta y nueve años de gobierno,
enferm o de gota y del estóm ago, C arlos V d e cid ió abdicar y desprenderse
paulatin a m e n te de sus reinos y señoríos.
En o ctu b re de 1555 se e fe ctu ó en B ruselas la cerem onia de la p rim era
a b d ic a tio n de C arlos V, quien entregó a su h ijo F elipe II el gobierno de los
Países Bajos (B élgica y H olanda).
A l año sig u ie n te o to rg ó a Felipe la corona de España y sus posesiones
en A m é ric a , además de los d om inios europeos del Franco Condado y de
Ita lia (M ilá n , Nápoles y S ic ilia ).
Poco tie m p o después abdicó en fa vo r de su herm ano Fernando la corona
del Im p e rio y los d o m in io s p a trim o n ia le s de los Habsburgo en A lem ania.
Después de esto, el ex soberano se trasladó a España y se aisló del
mundo en el m o n a ste rio de Y uste (E xtrem adura), donde v iv ió hasta su m u e r­
te (1558).
La abdicación de C arlos V produjo satisfa cció n en las dem ás coronas
europeas porque d iv id ió los poderosos d om in ios de los H absburgo; sin
em bargo, el Im p e rio y España continuaron sus co rd ia le s re lacion es hasta
com ienzos del s ig lo X V III.
LA ESPAÑA DE FELIPE II
Por la abdicación de C arlos V todos los d om inios de ese poderoso
m onarca (m enos el Im perio) pasaron a su h ijo y su cesor Felipe II (1527-1598).
A d ife re n c ia de su padre, Felipe II — nacido en V a lla d o lid — con sideró
a España com o la más im p o rta n te de todas sus posesiones y tra tó de co n­
v e rtirla en la nación más poderosa y hacer de ella un só lid o ba luarte del
ca to lic is m o .
No era a ficio n ad o a los e je rc ic io s corporales, ni a la guerra ni al mando
de los e jé rc ito s . M andó c o n s tru ir en las p ro xim id ades de M adrid, el palaciofo rta le za de El E sco ria l y durante m uchos años e je rc ió a llí “ su o fic io de re y "
rodeado de sus ín tim o s consejeros.
El grabado reproduce el dramático instante en que el otrora poderoso monarca Carlos \ , luego
de abdicar a sus posesiones, se retira de la vida mundana e ingresu en el monasterio de Yuste.
Allí permaneció hasta su muerte. ( Pintura de Agrasot.)
H eredó extenso s d o m in io s, y por eso no fu e a m b icio so ni am ante de la
guerra. En más de una ocasión s in te tiz ó sus a sp ira cio n e s en estas palabras:
“ C onservar la herencia de mi padre, m ante n ié n d o la en su in te g rid a d te r r ito ­
ria l y en la pureza de su f e ” .
Felipe II tenía veintinueve años cuando ocupó el trono. Era delgado y de
mediana estatura, de cabellos rubio claro, piel blanca, frente am plia, ojos azules
y vivaces. De boca algo grande y m andíbula saliente, su rostro recordaba a los
Habsburgo.
Elegante, vestía con sencillez ropas de seda negra, lo que realzaba la grave­
dad y la frialdad de su presencia.
De carácter hosco y reservado, era poco sociable; con frecuencia sufría de
melancolía.
Desde pequeño sintió inclinación por la matem ática y no tardó en ad q u irir
am plia cultura; aprendió a hablar y escribir el latín y a entender el portugués,
el francés y el italiano.
Tenía gran capacidad de trabajo y se encerraba continuam ente en su despa­
cho, acompañado por pocos secretarios, aunque para resolver los problem as de
gobierno creó un sistema de diez Consejos (de Castilla, Indias, Guerras, etc.).
Estos nunca solucionaron nada, por cuanto Felipe debía leer uno por uno todos
los informes y luego expedirse.
Muy desconfiado y celoso de su prestigio, era lento en decidirse, m otivo por
el cual los asuntos tardaban en resolverse, mientras los papeles se amontonaban
en su despacho.
Felipe II se casó cuatro veces, a causa de la muerte de sus esposas. Primero
se unió en matrim onio con María de Portugal (1543), luego con María Tudor, reina
de Inglaterra (1554), más tarde con la princesa francesa Isabel de Valois y, por
último, con Ana de Austria, hija del em perador M axim iliano II.
Felipe II fu e un fe rv ie n te c a tó lic o , que — conve n cid o de su m isió n p ro ­
vid e n c ia l— se opuso tenazm ente a los avances del p ro te s ta n tis m o y tra tó
de co n se guir la unidad e s p iritu a l en todos sus d o m in io s.
P rosiguió la p o lític a de a b s o lu tis m o m onárquico, in icia d a en España por
los Reyes C a tó lico s y continuada por C arlos V. Para c o n s o lid a r el poder real,
q u itó libe rtades a las C o rte s, produjo la decadencia de las com unas y e lim in ó
todo organism o que pudiera fis c a liz a r su g obierno personal y absoluto.
POLITICA INTERIOR DE FELIPE II
La unidad religiosa
Los Reyes C a tó lico s habían im plantado en España el T ribunal de la In q u i­
sic ió n o Santo O fic io , d estinado a d e s c u b rir y a ca s tig a r a los h e re je s, es
d ecir, a los enem igos del c a to lic is m o . Felipe II — de acuerdo con sus ¡deas
re lig io sa s— otorgó m ayores a trib u c io n e s a dicho trib u n a l, pues estaba con­
vencido de que la unidad e s p iritu a l era im p re s c in d ib le para el buen g o bierno
de sus dom inios.
En la región de Granada vivía gran cantidad de m oros que, a p a rentem ente
co n ve rtid o s al c ris tia n is m o , seguían p ra ctica n d o en se cre to las d o c trin a s m u­
sulm anas.
Felipe II ordenó una s e rie de m edidas destinadas a tra n s fo rm a rlo s en
verdaderos ca tó lico s. P rohibió el uso de la lengua árabe, las reuniones s e cre ­
tas, las ropas tra d icio n a le s , e tcé te ra .
Irrita d o s, los m oros se levantaron en arm as y se h icie ro n fu e rte s en las
sie rra s de A ip u ja rra , donde so s tu v ie ro n num erosas g u e rrilla s co n tra los
españoles.
114
Los sublevados proced ie ron con e xtre m o rig o r y por espacio de cuatro
años (1567-1571) lucharon contra los c ris tia n o s y com etieron num erosos a tro ­
p e llo s. Finalm ente fuero n ven cidos por Juan de A u s tria , y los pocos so b re vi­
v ie n te s hubieron de abandonar la región granadina.
Los m otines de Aragón
A pesar del a b so lu tism o im plantado por Felipe II, Aragón conservaba
c ie rta s lib e rta d e s, com o el J u s tic ia M a yo r y la d ip u ta ció n que, po r oponerse
a la a u toridad sin lím ite s del soberano, tenían que ser elim inadas.
El Justicia Mayor era un magistrado nombrado por el pueblo y facultado para
proteger a cualquier procesado hasta que se lo sometiera a un juicio con todas las
garantías.
Las Cortes designaban una comisión, llamada diputación, la cual tenía am­
plias atribuciones en todos los órdenes.
Un in cid e n te provocado por un m ie m b ro de la C o rte fue el m o tivo que
p e rm itió te rm in a r con las pocas lib e rta d e s aragonesas.
El s e c re ta rio del rey, A n to n io Pérez, in stig ó un crim en — p o sible m en te
autorizado por el prop io m onarca— y fu e encarcelado; sin em bargo, logró
e vadirse disfrazado con ropas de m u je r y se d irig ió a Zaragoza (ca pital de
A ragón), donde buscó la pro te cció n de Juan de Lanuza, el J u s tic ia M ayor.
El rey p re te n d ió e n tre g a r al prófugo al Tribunal de la In q u isició n , pero
el pueblo de Zaragoza se sublevó, pues consideraba que, de esa manera, se
violaban las antiguas in s titu c io n e s vig e n te s. M ie n tra s tanto, Pérez huyó a
Francia y p o s te rio rm e n te pasó a Inglaterra.
115
Felipe II envió sus tro p a s a Zaragoza con el o b je to de so fo ca r el m otín
y disp oner la inm ediata e je cu ció n de Lanuza. D om inada la revuelta, el abso­
lutista. monarca m o d ific ó las in s titu c io n e s aragonesas y las s o m e tió a su
volun ta d; desde ese m om ento, el Ju s tic ia M a yo r debía se r nom brado por el
rey, quien tam bién lo podía d e s titu ir.
Armada
invencible '
POLITICA EXTERIOR DE FELIPE II
■
*
G u e rra s
re lig ió n
PAISES BAJOS
de
— S u b le v a c ió n
FELIPE II
Politica exterior
Conclusión de la guerra con Francia
Como ya hemos v is to en este m ism o capítulo, Felipe II — luego de su
gran v ic to ria en San Q u in tín — accedió a firm a r la paz d e fin itiv a con Francia
en C ateau C am bresis (1559).
Sublevación de los Países Bajos
FR AN C IA
IN G LATERR A
U n id a d
p e n in s u la r
PO RTU G A L
" " B a t a lla de
L e p a n to
T U R Q U IA
Lo que actualm e n te es Bélgica y Holanda recibía el nom bre de Países
B ajos porque sus tie rra s se hallaban a m uy poca a ltu ra sobre el n ive l del
m ar del N orte.
Estos Países Bajos com prendían, en co nju nto, d ie c is ie te p ro vin cia s, p e r­
te n e cie n te s todas a la corona española que ceñía Felipe II.
Los
h a b ita n te s d e las s ie te p ro v in c ia s del n o rte — lla m a d a s p o s te rio rm e n te
h a b l a b a n un i d i o m a s e m e j a n t e al a l e m á n y s e d e d i c a b a n al c o m e r c i o
m a r í t i m o . S u s p r i n c i p a l e s c i u d a d e s e r a n A m ste rd a m y R o tte rd a m .
H o la n d a —
L as d ie z p ro vin cias del sur (F la n d e s ) e s ta b a n p o b la d a s por fra n c e s e s y era n
f a m o s a s p o r l a i n t e n s a a c t i v i d a d c o m e r c i a l . S e d e s t a c a b a n l a s c i u d a d e s d e G ante
y Am beres.
C arlos V gobernó con prudencia los Países Bajos y, aunque reprendió
con severidad los avances del p ro te sta n tism o , m antuvo la tra d icio n a l lib e rta d
y autonom ía de las pro vin cia s. Adem ás, el em perador — de origen fla m e n co —
era respetado en todo el te rrito rio .
Por lo c o n tra rio , Felipe II llenó todos los cargos de im p o rta n cia con
fu n cio n a rio s españoles e in ic ió , por in te rm e d io de la Inquisición, una e n é rg i­
ca campaña contra los p ro te sta n te s, cuyo núm ero aum entaba a d ia rio . Estas
p ersecuciones re lig io sa s provocaron una revuelta, en cuyo tra n scu rso fueron
asaltadas más de cu a tro cie n ta s iglesias.
Para te rm in a r con los incide ntes, Felipe II envió un e jé rc ito a las órdenes
del general español Fernando A lva re z de Toledo, más conocido po r el duque
de Alba. Una vez llegado a Bruselas, el cita d o m ilita r asum ió el mando del
país y creó un trib u n a l de doce m iem bros, llam ado de las R evueltas, pero
que el pueblo — debido a su severida d— denom inó Tribunal de Sangre.
Las sentencias eran inapelables y podían condenar a la co n fisca ción de
bienes, al d e s tie rro , a la d ecapitación, a la horca, al d e scu a rtiza m ie n to y a la
hoguera.
A n te tan enérgica m edida el pueblo in ic ió la guerra co n tra España y
num erosos e fe c tiv o s se colocaron a las órdenes de G u ille rm o de Nassau,
p ríncipe de Orange, conocido por El T aciturno debido a su prudencia en
diplom acia.
A la cabeza de un e jé rc ito reclutado con ayuda de fra nceses, alem anes
e ingleses, G u ille rm o de Nassau e n fre n tó a las aguerridas tro p a s españolas
116
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con re s u lta d o s v a ria b le s . Los h o la n d e s e s d e s tru y e ro n a lg u n o s d iq u e s e in u n ­
d a ro n p a rte d e l t e r r it o r io a fin de c o n te n e r a lo s p e n in s u la re s .
En 1576, los re p re se nta n te s de ja s d ie c is ie te p ro vin cia s de los Países
Bajos firm a ro n un tra ta d o p o r el cual se com prom etían a e xp u lsar a los espa­
ñoles. La lucha re c ru d e c ió y en e lla m enudearon saqueos y depredaciones.
A le ja n d ro F arnesio — al mando del e jé rc ito español en Ita lia — acudió
con sus tro p a s y v e n ció en las p ro vin cia s del su r (B élgica actual) con m ayo­
ría de población c a tó lic a . Esos te r rito rio s pasaron a depender nuevam ente
de Felipe II com o Países B ajos españoles (1579).
Por su parte, las s ie te p ro vin cia s del n o rte — de re lig ió n c a lv in is ta — se
agruparon en una Liga, llam ada Flepública de las P rovincias Unidas, y e lig ie ­
ron conde soberano a G u ille rm o de O range (1581). De tal manera quedó
d estru ida para sie m p re la unidad de los Países Bajos.
A unque F elipe II ordenó asesinar a G u ille rm o d e Orange y p ro sig u ió la
guerra con renovados bríos, los rebeldes — ya conocidos com o h o la n d e s e s contaron con la ayuda de In g la te rra y Francia y co rlsig u ie ro n m antener su
independencia.
En 1598 m u rió el incansable Felipe II, y en 1609 el gobierno español
pid ió la cesación de las h o stilid a d e s. Por ú ltim o , en 1648, con los tra ta d o s
de W e stfa lia , H olanda fu e reconocido com o Estado independiente.
La lucha contra Inglaterra
En In glate rra , a la m u e rte de E nrique V III le sucedió en el tro n o un h ijo
de su te rce ra esposa, Eduardo VI pero, debido a su escasa edad — nueve
años— se hizo cargo del g o bierno su tío , eje re lig ió n c a lv in is ta .
Eduardo m u rió jo ven y entonces fu e coronada M aría I Túdor, quien con­
tra jo enlace con Felipe II de España y, fe rv ie n te cató lica , repudió el p ro te s­
ta n tis m o y co n sig uió que el Parlam ento votara el re to rn o de Ing la te rra a la
obediencia del P ontífice.
D esaparecida la soberana cató lica , ocupó el tro n o su herm ana Isabel
(1558-1603), quien p ro fe só la re lig ió n anglicana. Desde los com ienzos de su
reinado s ig u ió una p o lític a antiespañola, pues Felipe II ayudó a los ca tó lico s
p a rtid a rio s de M aría Estuardo.
María Estuardo, reina de Escocia, contrajo enlace con su primo Darnley,
aunque no tardó en odiarlo por su in clin ación a la bebida. Aquél falleció víctim a
de una explosión y el pueblo sospechó de la reina, especialm ente cuando ésta
contrajo enlace con el supuesto asesino.
Se produjo una revolución y M aría — luego de
abdicar— buscó refugio en
Inglaterra, pero allí la reina Isabel — su prim a— la encarceló durante dieciocho
años y por último ordenó su muerte.
En su p o lítica e x te rio r Isabel de In gla terra ayudó a la re b e lió n de los
Países Bajos co ntra España y e s tim u ló la acción de los co rsa rio s (H aw kins,
D rake) que asaltaban los galeones peninsulares o atacaban los pu ertos y se
apropiaban de cu a ntio sos te soro s.
Estas agresiones, unidas a las d ife re n cia s relig io sa s, p ro dujero n una
cre c ie n te tira n te z de re lacione s e ntre ambas potencias, que c u lm in ó con la
e jecución de la infortu nad a M aría Estuardo.
Felipe II d e cid ió entonces s o m e te r a Inglaterra, su gran rival re lig io sa ,
p o lític a , económ ica y m arítim a .
El soberano ordenó equipar una poderosa flo ta hispanop'ortuguesa de 135
naves, en las que em barcaron 29.000 hom bres al mando de A lo n so Pérez de
Guzmán, duque de M edinasídonia. Esta grandiosa expedición — que de ante­
mano había re cib id o el nom bre de "A rm a d a In v e n c ib le ” — tenía por ob jeto
fa c ilita r el desem barco en te r rito rio inglés del e jé rc ito español de 30.000
hom bres que, a las órdenes de A le ja n d ro Farnesio estaba acantonado en
Flandes.
En mayo de 1588 la escuadra p a rtió de Lisboa, pero un tem p o ra l disp ersó
las naves que debieron reagruparse en el puerto de La C oruña; de a llí se
h icie ro n nuevam ente a la vela en el mes de ju lio .
El inepto duque de M edinasido nia tra tó de to m a r co ntacto con los demás
e fe c tiv o s que lo aguardaban en Flandes, pero el enem igo le envió pequeñas
em barcaciones cargadas con m aterias in fla m a b le s (b ru lo te s). A nte el p e lig ro
de un incendio general el je fe español d e s is tió de sus p ro p ó sito s y, persua­
dido de la derro ta, ordenó re gresar a la península dando la v u e lta a las Islas
B ritá n ica s, única ruta de escape.
Im pulsada por los vie n to s , la “ In v e n c ib le " navegó rum bo al n orte, perse ­
guida por la flo ta inglesa, la que por fin hubo de d e s is tir de sus propó sitos
por fa lta de víveres.
T e rrib le s to rm e n ta s azotaron a las em barcaciones españolas que naufra­
garon en gran cantidad en las costas de Escocia e Irlanda. Después de m u­
chas penurias, perecieron unos v e in te m il hom bres y sólo cin cu e nta naves
regresaron a la península.
El d e sa stre de la “ In v e n c ib le ” fu e un duro revés para la hegemonía
española y fa vo re ció la reb elión de los Países Bajos y a los c a lv in is ta s fra n ­
ceses en las guerras de re lig ió n . A dem ás, aseguró a Ing la te rra el predo m inio
m a rítim o .
119
España fren te a los turcos
La unidad peninsular española
El poderío m a rítim o de los tu rc o s era fo rm id a b le , pues sus naves __t r i ­
puladas po r m arinos fa n á tic o s e in to le ra n te s — dom inaban todo el m ar M e­
dite rrá n eo .
El te rrib le enem igo era un p e lig ro c o n sta n te para la c ristia n d a d , por lo
cual el papa Pío V propuso fo rm a r una Liga de países c a tó lic o s con el o b je to
de d e s tru ir el poderío del su ltá n S e lim II, su ce so r de S olim án el M agnífico.
A esa co nfede ración ingresaron el P ontífice citado, V enecia — m uy castigada
po r los ataques— y el rey Felipe II.
Los m iem bro s de la Liga re s o lv ie ro n c o n ce n tra r la flo ta en el p u erto
s ic ilia n o de M esina, y a llí se re u n ie ro n 264 naves trip u la d a s por unos tre in ta
m il hom bres. E ntregaron el mando suprem o al joven y consagrado capitán
don Juan de A u s tria , que te rm in a b a de re p rim ir la re b e lió n de los m oros de
Granada.
Las em barcaciones cruzaron el m ar Jónico en d ire c c ió n a G recia y el 7
de octu bre de 1571 avista ro n a la flo ta enem iga en las pro xim id a d e s del
puerto de Lepanto (a la entrada del g o lfo de C o rin to ).
D urante el reinado de Felipe II se logró la unidad ib é rica con la anexión
de Portugal.
En 1578 p e re ció el rey p ortugués D on S ebastián en una cruzada que
había organizado co n tra los b e rbe risco s. C om o este soberano no tenía des­
ce n d ien te s lo sucedió su tío E nrique, cardenal anciano y enfe rm o que no
ta rd ó en m o rir (1580).
Felipe II — h ijo de la infanta portuguesa Doña Isabel— reclam ó sus
derechos al tro n o lu sita no y, aunque consig uió el apoyo del alto c le ro y parte
de la nobleza, el pueblo portugués — apoyado por Francia— proclam ó rey a
A n to n io , p rio r de ¿ ra to , so b rin o bastardo del cardenal Enrique.
Sin dem ora, Felipe II ordenó la invasión de Portugal con un e jé rc ito a
las órdenes del duque de A lba. Los españoles d e rrotaron a sus ad versarios
en la batalla de A lc á n ta ra y ocuparon la ciudad de Lisboa; después de re p ri­
m ir con energía toda desobediencia al rey de España el te r rito rio quedó
s o m e tid o (1580).
Felipe II se tra s la d ó a Lisboa, reunió las C ortes y fue reconocido sobe­
rano por sus nuevos sú b d ito s; p ro m e tió resp e ta r los derechos de tod os los
ha b ita n te s del país y ocupar los cargos del gobierno con fu n cio n a rio s por­
tugueses.
La unidad de la península ibérica aum entó los ya extensos te rrito rio s de
Felipe II, que desde ese m om ento dom inaba las colonias portuguesas a m e ri­
canas y asiáticas.
La anexión de Portugal se prolongó por espacio de 60 años (1580-1640)
hasta que ocupó el tro n o lusitan o Juan IV, p rim e r rey de la Casa de Braganza.
El combate se prolongó durante todo el día, en feroz lucha cuerpo a cuerpo
y en medio de horrenda confusión; al anochecer los turcos huyeron derrotados
y los que no pudieron hacerlo fueron ultim ados o cayeron prisioneros.
El gran escritor español M iguel de Cervantes Saavedra luchó valerosamente
y recibió tres heridas, una de las cuales le inutilizó el brazo izquierdo por lo que
mereció el honroso calificativo de “ Manco de Lepanto” .
El triu n fo llenó de jú b ilo a toda la c ristia n d a d , aum entó el p re s tig io de
Felipe II y b e n e fició el co m e rcio del m ar M e d ite rrá n e o .
Con respecto a los tu rc o s , la d e rro ta no les produjo graves consecuen­
cias pues, fa vore cido s por la s itu a ció n im p e ra n te en Europa, pudieron rehacer
su flo ta y m antener sus d o m in io s.
M u e rte de Felipe II
El 13 de s e tie m b re de 1598, luego de una prolongada enferm edad que
lo o b lig ó a re c ib ir cato rce veces la extre m aunción , Felipe II fa lle c ió en su
palacio de El E scorial.
Después de su largo reinado, que duró cuarenta y dos años, este m onar­
ca ha sid o o b je to de los más dispares y opuestos com entarios. A lgunos h is­
to ria d o re s lo consideran un déspota cruel y astuto, pero o tro s sostie nen que
fu e un hábil gobernante que lle vó a España a la m ayor grandeza.
LAS GUERRAS DE RELIGION EN FRANCIA
En la segunda m itad del sig lo XVI, Francia fue castigada por una serie
de v io le n ta s luchas Internas, provocadas por las d ife re n cia s e n tre ca tó lico s
y p ro te s ta n te s , conocidas h istó ric a m e n te com o G uerras de R eligión. A su vez,
la lucha — que se p rolongó por más de tre in ta años— de rivó en un c o n flic to
p o lític o , por cuanto los je fe s de ambos bandos aprovecharon la d e b ilidad de
la Corona para tra ta r de adueñarse del poder.
En el año 1559 fa lle c ió el rey de Francia E nrique II y entonces — su ce si­
vam ente— llegaron al poder tre s de sus hijos, todo s m onarcas incapaces,
cuya in e p titu d fa v o re ció los d e signios de la reina m adre C atalina de M é d icis,
quien tu vo un papel destacado en las in trig a s p o lítica s de la época.
La v is ib le d e b ilida d de la Corona hizo d esp e rta r las am biciones de los
nobles, y ta m b ié n de los p ro te s ta n te s o hugonotes, por ocupar el tro n o . No
120
121
El 25 de julio de 1593, Enrique IV
abjura del protestantismo en la iglesia
de Saint-Denis y asiste a misa. (Gra­
bado alemán de la época.)
tard a ro n en fo rm a rse dos pa rtid o s o bandos, que más tarde in icia ro n una
cruenta g u erra: los ca tó lic o s inte g ra ron la Santa Liga y sus enem igos, los
p ro te sta n te s, la U nión C a lvin ista .
La lucha suele d iv id irs e en dos períodos.
En el p rim e ro (1562 a 1573) se destaca la cruel matanza de p ro te sta n te s
efectuada en París en la llam ada N oche de S an"B artolom é (24 de agosto de
1572), donde por orden de C atalina de M é d ic is las hordas asesinas te rm in a ­
ron su faena al cabo de dos días.
En el segundo período (1574 a 1598) debe m encionarse el p re s tig io adqui­
rid o a tra vé s de la lucha por el duque ca tó lic o Francisco de Guisa, je fe de la
Santa Liga. El rey Enrique III — te m e ro so de que lo d e rrib a ra del poder— lo
mandó asesinar.
A l año sig u ie n te el m onarca francés p e re ció en un atentado y entonces
le sucedió su p ariente Enrique de Borbón quien, al pro fe sa r la re lig ió n ca lv i­
n ista, d e sp e rtó nuevos enconos. Hábil y a stu to , y considerando que la m ayo­
ría de los fra n ce ses eran c a tó lico s, abjuró de sus creencias p ro te sta n te s y
se c o n v irtió a la Iglesia Romana. Esta a c titu d le p e rm itió conso lid a rse en el
tro n o con el nom bre de E nrique IV.
La guerra te rm in ó en m ayo de 1598 y, un mes antes de firm a r la paz,
Enrique IV hizo p ú blico el cé le b re E dicto de N antes, especie de a rm is tic io
por el cual se definían los derechos de los p ro te sta n te s en Francia. Estos
podían e je rc e r su c u lto en co nd icio nes determ inadas, ocupar cu a lq u ie r cargo
en organism os o fic ia le s y re u n irse en asam bleas para tra ta r sus asuntos
re lig io s o s .
FR AN C IA
Francisco I
Temeroso del prestigio del duque de Guisa, el rey Enrique III decidió eliminarlo, tendiéndole una
celada. A las tres de la madrugada, el soberano reunió una guardia en su dormitorio, se acostó en el
lecho y mandó llamar al jefe católico. Este concurrió al palacio, a pesar de haber recibido una esquela
( era la decimosexta) en que se le avisaba que corría peligro. Cuando el duque penetró en el aposento,
fue asesinado de varias puñaladas por los guardias. Enrique III dio un puntapié al cadáver.
De 1515 a 1547 Francia fu e gobernada por el rey F rancisco I, quien subió
al tro n o a ios v e in tiú n años de edad.
Ya hem os estudiado la p o lític a e x te rio r de este soberano, destinada a
co n te n e r las am bicione s y expansiones te rrito ria le s de los H absburgo. Pro­
cedió con habilidad en sus guerras con tra C arlos V y co nsiguió alianzas con
los suizos y los tu rco s, que ben e ficia ro n a Francia desde el punto de vis ta
m ilita r, co m e rcia l y c u ltu ra l.
F rancisco I e sta b le ció una m onarquía absoluta y centralizada, so m e tió a
los nobles y lle gó a un acuerdo con el P ontífice, a fin de proponer los candi­
datos a los a lto s cargos e cle siá stico s.
Fom entó la lite ra tu ra , las a rte s y las cie n cia s. D ebido a sus guerras en
te r rito rio ita lia n o , se puso en contacto con el R enacim iento y fu e decidido
p a rtid a rio de sus cu lto re s .
D urante su reinado, el p ro te s ta n tis m o se in tro d u jo en Francia y, aunque
al com ienzo no d io m ayor im p ortan cia al problem a, la cre cie n te a ctivid a d de
los re fo rm a d o res lo o b lig ó — al té rm in o de su gobierno— a to m a r vio le n ta s
m edidas de represión.
Enrique IV
A l té rm in o de las G uerras de R eligión ocupó el tro n o de la arruinada
Francia el m onarca E nrique IV, quien — al c o n v e rtirs e al c a to lic is m o — in ic ió
la dinastía de los Borbones.
123
París en tiempos
de Enrique IV, se­
gún un grabado
francés de la épo­
ca. El río Sena di­
vide en dos a la
ciudad.
El 14 de mayo de 1610, cuando la carroza en que viajaba penetró en una
calle estrecha, un loco fanático, llam ado Ravaillac, saltó al estribo y atravesó el
corazón de Enrique IV con una profunda puñalada. El rey, que leía una carta,
m urió en el acto.
INGLATERRA
Isabel I
Había nacido (1553) en la provincia de Bearn, en Navarra, ubicada sobre el
lado francés de los Pirineos; por eso tam bién se lo conocía con el apodo de
el Bearnés.
Era robusto, de ancha frente, ojos brillantes, nariz aguileña, labios gruesos
y usaba bigote y barba term inados en punta. Su porte agradable y sencillo trato
cautivaban a quienes lo conocían. Sorprendía por sus ingeniosas respuestas y
gustaba de las bromas y de los momentos de buen humor.
Enrique IV se dedicó con ahínco a la ardua tarea de p a c ific a r los e s p íritu s
(E dicto de N antes), re s ta b le c e r la decaída autoridad real y lle v a r al país por
una senda de con sta n te progreso, para lo cual co n tó con la va lio sa ayuda de
su fie l e in te lig e n te m in is tro M a x im ilia n o de B ethune, a quien hizo duque de
S ully.
El m onarca im puso su autoridad a los gobernadores y, cuando los m ie m ­
bros del Parlam ento se negaron a acatar una de sus de cisio n e s, les d ijo
irrita d o : "S o y el rey y q u ie ro se r o b e d e cid o ".
R estableció el orden en to d o el te rrito rio , ca stig ó a los bandidos y o b lig ó
a v o lv e r al tra b a jo a los labradores. C o n tro ló d ire c ta m e n te el g o bierno de las
d is tin ta s ciudades y m e jo ró la d is c ip lin a y la e fica cia del e jé rc ito .
El duque de S u lly se encargó de las finanzas y de la a d m in is tra c ió n
general del reino. Im pulsó la econom ía y lo g ró a m o rtiza r la cuantiosa deuda
contraída con p rín cip e s e x tra n je ro s a consecuencia de las guerras. Se le ­
vantaron num erosos e d ific io s p ú b lico s y se co n stru ye ro n cam inos, canales y
pu ertos; ta m bién re c ib ió gran im p u lso la navegación flu v ia l.
Adem ás, tom aron in cre m e n to !a a g ric u ltu ra y el co m e rcio . Se desecaron
pantanos, se e s tim u ló el c u ltiv o de la m orera y la cría del gusano de seda;
en París se e rig ie ro n fá b ric a s de ta p ice s, en las que tra b a ja ro n ob re ro s ita ­
lianos especializados.
Para e lim in a r cu a lq u ie r d ific u lta d con el P ontífice ayudó a los je su íta s
en la funda ción de sus co le g io s.
En p o lític a e x te rio r tra tó de m antener la paz con sus ve cin o s, aunque se
opuso a los planes de la Casa de A u s tria y de España.
M u e rte de Enrique IV
Las oportunas medidas de gobierno hicieron muy popular a este soberano,
conocido por el pueblo como el buen rey Enrique. Un atentado puso fin a tantas
mejoras.
124
Isabel tenía v e in tic in c o años cuando fu e coronada reina de In gla terra
(1558).
El pueblo re c ib ió ju b ilo s o a esta soberana que descendía de reyes tra d i­
cionales y era la p rim e ra — desde la época de la con quista norm anda— de
sangre tan puram ente inglesa. M antuvo su popularidad a tra vé s de un largo
reinado porque gobernó con prudencia y re so lvió con habilidad y p a trio tis m o
los problem as que d e cid ió a fro n ta r.
Isabel (Miss Elisabeth Tudor) era de mediana estatura, algo gruesa, de fa c­
ciones comunes y cabello rojizo.
Coqueta e insensible de corazón, era por momentos reservada, egoísta y
am biciosa; a veces se encolerizaba bruscamente, empleaba un lenguaje grosero y
era tan capaz de castigar a la servidumbre como de salivar el traje de un noble.
Muy posesionada por su condición de reina, todos debían inclinarse ante su
presencia y no toleraba la menor contradicción, pero le agradaba sobremanera que
elogiaran su persona, pues se creía muy bella. Nunca contrajo m atrimonio, aunque
su vida privada estuvo lejos de ser un modelo de virtud.
Supo halagar a sus súbditos y gustaba vanagloriarse de su popularidad.
Hacía detener su carroza en medio de la muchedumbre y era común que le g rita ­
ran: “ Que Dios salve a Vuestra G racia” . Entonces ella se ponía de pie y les
contestaba: “ Dios salve a m i pueblo".
ibel de Inglaterra, última reesentante de los Tudor.
Uno de sus m inistros dijo que “ era la peor de las m ujeres y la m ejor de las
reinas” . Otro la com paró a "u n hom bre de Estado", y el em bajador español en
Londres manifestó, encolerizado, luego de sostener una violenta discusión con ella:
"E ste pais ha caído en manos de una m ujer que es la p ie l del diab lo".
A pesar de sus defectos personales, Isabel fue una notable soberana y su
gobierno ha m erecido el ju sticiero título de " Era isabelina
Bajo el reinado de Isabel In g la te rra realizó se n sib le s progresos econó­
m icos y co m e rcia le s.
La reina se rodeó de h á biles colaboradores, a quienes e x ig ió p a trio tis m o
para bien del país; su p rin c ip a l co n se jero fu e G u ille rm o C ecil, designado
s e c re ta rio de Estado.
La in d u s tria re c ib ió gran im pulso, e sp e cialm e n te la de encajes y te la s;
esto p e rm itió aprovechar la lana de los num erosos rebaños y la mano de obra
de los m uchos ob re ro s, quienes buscaron re fu g io en te r rito rio in g lé s para
e v ita r las persecu cio n e s re lig io s a s en los Países Bajos. Los te jid o s encon­
tra ro n buena aceptación en Francia, Rusia y en el M e d ite rrá n e o o rie n ta l.
La ganadería m e jo ró con la cruza de anim ales procedentes de Holanda
y A lem a nia, orige n de las fam osas razas Durham y H ereford, re sp e ctiva ­
m ente.
Isabel sig u ió una p o lític a económ ica m uy re s tric tiv a y co n sig uio que
el presu puesto anual no llegara al m edio m illó n de lib ra s e s te rlin a s . La ca­
lifica b a n de avara, porque abonaba escasos sueldos a sus s e rv id o re s y
eludía las guerras con el so lo o b je to de no gastar dinero.
M uchos a rtíc u lo s su bieron de pre cio , lo que p e rju d icó a los ob re ro s, a
quienes les estaba p ro h ib id o re c ib ir aum entos de sa la rio s. Por o tra parte,
se b e n e ficia ro n los burgueses (p ro p ie ta rio s y c o m e rcia n tes), que aprove­
charon la circu n s ta n c ia para enriq u e ce rse .
En una cacería, uno de los integrantes
ofrece a la reina Isabel de Inglaterra
una de las piezas cobradas. ( Grabado
en madera de la época.)
La reina Isabel murió el 24 de marzo de 1603
Luego de un enfriamiento enfermó de grave­
dad y desde un principio se opuso a guardai
cama, expirando reclinada sobre almohadones
(Pintura de Delaroche.) .
En 1571 la reina inauguró la B olsa de Londres (Royal Exchange), esta ­
b le c im ie n to donde se reunían los com e rcia n tes para d is c u tir el p recio de
los productos.
Los ingleses se dedicaron a las activida des m arinas, en las que obtenían
buenas ganancias. De ta l m anera se in ic ió la " tra ta de n e g ro s", que eran
vendidos co m o esclavos en las posesiones españolas am ericanas.
Pero la a ctivid ad más lu c ra tiv a fu e la practicada por los co rsa rio s o
m arinos que tenían pate nte para a salta r y hu ndir los navios de una nación
enem iga y luego debían re p a rtir el botín con la reina, cuya bandera enarbolaban.
M uchos son los nom bres de los co rsa rio s inglese s que, desde sus ba­
ses en las A n tilla s , perju d ica ro n el com ercio m a rítim o español. Un corsario
m uy fam oso fu e F rancisco Drake, que in ic ió un largo d e rro te ro y — sin
pro p o n é rse lo — dio la segunda vu e lta al mundo.
La reina Isabel fa lle c ió de pulm onía a los se tenta
anos de edad (abril
de 1603).
EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL
Con los go b iernos de C a rlo s V y Felipe II, las m an ife sta cio n e s lite ra ­
rias y a rtís tic a s alcanzaron en España su m ayor esplendor, por lo cual dicha
época ha sid o lamada S ig lo de O ro (XVI). A l e stu d ia r el R enacim iento en
la península, nos re fe rim o s a los p rin cip a le s re presentan tes de! hum anism o
(N e b rija , V ive s), de la p in tu ra (El G reco, Velázquez, M u rillo ), de la e scu ltu ra
(B erruguete) y ta m bié n a los e s tilo s c a ra c te rís tic o s de la a rq u ite c tu ra (pla­
te re sco , he rre ria n o , c h u rrig u e re sco ). Nos ocuparem os seguidam ente de la
lite ra tu ra : poesía, m ística , te a tro , h is to ria y novela.
LA LITERATURA
Las le tra s españolas llegan a su flo re c im ie n to no sólo en el sig lo XVI,
sino tam bién en la ce n tu ria sig u ie n te , período conocido con el nom bre
de Epoca Clásica.
Algunos autores distinguen un período Preclásico que comprende los gobier­
nos de los Reyes Católicos, de Felipe el Hermoso y Juana la Loca y las regencias
de Fernando el C atólico y del Cardenal Cisneros (1517). Luego consideran que el
verdadero apogeo lite rario se inicia con Carlos I (V de Alemania) y continúa con
sus sucesores: Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II el Hechizado (1700).
Caracteres
a) Religiosidad.
El c a to lic is m o , fo rta le c id o en su lucha contra la Re­
fo rm a , in sp ira las obras lite ra ria s y toda m a nifestación de cu ltu ra en la pe­
nínsula. Com o bien ha dicho un autor, “ la Edad de O ro del arte es la edad
de oro de la fe ” .
b) Espíritu patriótico. A pesar de las in flu e ncia s e x te rio re s , el flo ­
re c im ie n to de las le tra s tu vo un se llo puram ente hispano, pues los perso­
najes, el am biente y el paisaje fu e ron siem p re nacionales.
127
c)
M o n a r q u is m o . El e s p íritu de la raza estaba p re se n te en el sobe­
rano, que p e rso n ific a b a a la nación; por e sto , los e s c rito re s lo veneraron
com o algo sagrado, digno de hom enaje y obediencia.
El españolism o de esa época se resum e en la sig u ie n te e xp re sió n :
“ D ios en el c ie lo , el re y en la tie rr a ” .
El idio m a cooperó e fica zm e n te para que las le tra s alcanzaran su m ayor
esp le nd or, pues la lengua ca ste lla na lle g ó a la cum bre de su p e rfe cció n ,
ta n to en lo expre sivo com o en lo g ra m a tica l.
A m ediados del s ig lo XVII se in ic ia la decadencia de la poesía líric a
con la aparición de dos escuelas lite ra ria s : el c u lte ra n is m o o g ongorism o
y el co n c e p tis m o . 1
b)
La poesía é p ic a 2 no alcanzó en la Edad de O ro la b rilla n te z y la
p e rfe cció n del género líric o , por cuanto las grandes obras de la epopeya
española su rg ie ro n en el período m edieval.
El tra b a jo más destacado fu e La Araucana, en la que el m adrileño A lo n ­
so de E rcila y Zúñiga (1533-1594) canta la lucha de los españoles contra
los indígenas araucanos que poblaban el actual te r rito rio ch ile no.
1) La poesía: lírica y épica
a)
La lírica
que puede observarse
neto. Entre los poetas
p oética podem os c ita r
se ca ra cte rizó por la in flu e n c ia de la m é tric a ita lia n a ,
en el uso del v e rso endecasílabo y ta m b ié n del so­
que tra ta ro n de im p la n ta r en España esa nueva form a
a Juan Boscán y a G a rcila so de la Vega.
Juan Boscán (14957-1542). Nació en Barcelona y residió casi toda su vida
en Castilla.
El m érito de este discreto poeta son sus trabajos escritos "a l itálico modo” ,
en los que introduce la m étrica italiana. Como prosista se destacó en la excelente
traducción de El Cortesano, obra del escritor italiano Baltasar Castialioni.
Garcilaso de la Vega (1503-1536). A pesar de su breve existencia, este poeta
toledano se destacó por “ su fino gusto y suave inspiración” . Impuso la métrica
italiana y alcanzó la perfección expresiva, aunque fue un artista imitativo.
Entre sus obras se destacan tres églogas o poemas dialogados.
2) La m ística
Fiel exp re sió n del s e n tim ie n to español de esa época, “ que caldeaba los
corazones", es la lite ra tu ra re lig io sa o m ística.
N um erosos son los e s c rito s que flo re c ie ro n en este género lite ra rio
y la copiosa p roducción se calcula en unos 3.000 lib ro s.
Los más destacados fueron:
Fray Luis de Granada (1504-1588), perteneciente a la Orden Dominica, dedicó
a Felipe II su obra fundam ental: Guia de Pecadores.
El devoto carm elita San Juan de la Cruz (1542-1591) sobresalió por dos
poemas: Subida del Monte Carmelo y La noche oscura del alma.
Santa Teresa de Jesús (1515-1582) se destacó por su estilo sencillo y cla ri­
dad de expresión. Algunos de sus libros son verdaderas obras maestras, de encantadara naturalidad. Sus mejores trabajos son: Camino de perfección y el Libro de
las siete moradas.
C om o o p o sito re s a la innovación m é tric a su rg ie ro n los tra d ic io n a lis ta s
o p a rtid a rio s de lo nacional que no lograron su o b je to p o r cuanto las nuevas
fo rm a s poéticas se e xte n d ie ro n y fu e ro n u tiliz a d a s en toda la península.
Luego aparecieron las p rin c ip a le s escuelas líríca s españolas: la salap ia n tin a , con Fray Luis de León, y la se villa n a , que reconoce com o p rin cip a l
re p re se nta n te a Fernando de H errera.
Fray Luis de León (1527-1591). Este agustino eruditísim o, considerado el más
grande poeta lírico de España, fue teólogo, filósofo, canonista y hasta matemático;
también dom inó el latín, el griego, el hebreo, el sirio y el caldeo.
Enseñó en la Universidad de Salamanca, pero envidiosos rivales
lo acusaron
de errores dogm áticos; entonces el tribunal de la Inquisición lo condenó a cinco
años de cárcel.
Su reintegro a las aulas dio motivo a un grandioso homenaje. Se afirm a que,
al reanudar sus clases, en vez de acusar a sus enemigos, comenzó con esta célebre
frase: " Decíamos a y e r. . . "
•
Aunque se inspiró en Horacio, las obras poéticas de este insigne lírico son
insuperables, tanto en el fondo como en la form a expresiva. Entre sus famosas
odas mencionaremos Vida retirada y Noche serena.
Fernando de Herrera (1534-1597). Profundo conocedor de las letras griegas
y
latinas, este gran poeta sevillano ejerció decisiva influencia en
la literatura
castellana.
Para elevar el lenguaje poético utilizó grandiosas imágenes y ostentosas
frases. Se destacó en temas patrióticos y religiosos, entre los que figuran odas y
elegías.
128
\
Como místico, el ya citado Fray Luis de León prologó las obras de Santa
Teresa y escribió Los Nombres de Cristo.
3) El teatro
Las obras te a tra le s de la Edad de O ro se destacan por su e s p íritu
hispánico, nobleza de s e n tim ie n to s y riqueza de caracteres. Este género
lite ra rio alcanza su m áxim o e sp lendor con Lope de Vega, aunque tam bién
m erecen especial m ención Tirso de M o lin a y C alderón de la Barca.
Lope Félix de Vega y Carpió (1562-1635) nació en Madrid y desde pequeño
dem ostró su precocidad para las letras. Dotado de una fecundidad sorprendente,
abarcó en sus escritos todos los géneros literarios, aunque sobresalió como dram a­
turgo por su extraordinaria labor teatral^
1 El culteranism o consiste en expresar (alsa y amaneradamente los conceptos, utilizando
giros rebuscados, palabras extranjeras (latinismos, italianismos) u otras productos del antojo indi­
vidual (neologismos). Es un vicio que radica en la forma exterior del lenguaje: la sintaxis y el
vocabulario.
Fue utilizado por escritores "cultos” , de ahí el nombre con que se distingue. También se
conoce como “ gongorismo" porque fue Luis de Góngora y Argote (1561-1627) el brillante poeta
que con su prestigio dio trascendencia a esta escuela literaria.
El conceptism o — más frecuente, en la prosa— consiste en el empleo de conceptos oscuros,
rebuscados y extravagantes. Se refiere al pensamiento y no a la expresión.
2
La poesía épica tiene por objeto expresar las ¡deas y sentimientos comunes a un pueblo
a través de un estilo elevado, acción grande y personajes heroicos o de suma importancia.
129
Entre los historiadores que trataron temas de la península figuran p rin cip a l­
mente el religioso Juan de Mariana (153&-1624), autor de una Historia de España,
y Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), que escribió la Guerra de Granada.
Basados en asuntos del Nuevo Mundo, mencionamos al dom inico Fray Barto­
lomé de las Casas (14757-1566) con su Historia General de las Ind ias; Antonio
de Soils (1610-1686), autor de Historia de la conquista de México, etcétera.
5) La novela
Después del te a tro , la novela fu e el género lite ra rio más cu ltiva d o
por los e s c rito re s españoles de la Edad de Oro. Para su e stud io , deben
d is tin g u irs e :
a) Novelas caballerescas. Sus te m as se basaban en las hazañas de
los ca b a lle ro s y en sus luchas por la defensa de la lealtad y del am or.
Este género alcanzó su apogeo en el sig lo XVI, pero luego e n tró en de­
cadencia p o r in ve ro sím il y extravagante.
b) Novela pastoril. Fueron obras a rtific io s a s que no re fle ja ro n con
exa ctitu d el a m biente. Se basaban en el am or y los personajes son fa lso s
pastores que encubren a verdaderos cortesanos.
c ) Novela picaresca. Los tra b a jo s de este género d escriben las
aventuras del " p ic a ro " o curioso, su je to vagabundo bufón y desheredado
de la su e rte . E scritos en prim era persona, es d e cir, en fo rm a a u to b io g rá fica ,
sa tiriza n los d e fe cto s sociales con re alism o . La más im p o rta n te de las no­
velas picarescas es el Lazarillo de Tormes, de au to r anónim o.
Sus obras dram áticas ocupan veintinueve volúmenes y las de otro carácter
se conservan en veintiún tomos. Se lo ha llamado “ Fénix de los ingenios” y también
"M onstruo de la Naturaleza” .
Entre sus piezas más conocidas podemos cita r El rrjejor alcalde, el rey y
Fuenteovejuna.
Tirso de M olina (15807-1648) es el seudónimo del mercedario Fray Gabriel
Téllez. Este poeta de fina sensibilidad escribió unas cuatrocientas com edias (sólo
conocemos poco más de ochenta) y se destacó por ei profundo análisis psicoló­
gico de sus personajes y la fiel descripción de la sociedad española.
Alcanzó celebridad por El bu rla dor de Sevilla y El Convidado de Piedra.
Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) es otra de las figuras cum bres del
teatro español. Poeta de gran fantasía, prefiere temas religiosos, caballerescos o
pasionales (am or y odio), en los que destaca el honor, la devoción a la Iglesia y
la lealtad al rey.
Entre sus obras más celebradas figuran La vida es sueño y El alcalde de
Zalamea.
4) La historia
El género h is tó ric o ta m b ié n alcanza su m adurez en e ste período y las
ru d im e n ta ria s cró n ica s m edievales fu e ro n rem plazadas por tra b a jo s de in­
ve stig a ció n que tra ta b a n de lle g a r a la verdad de los sucesos m ediante
una paciente com pulsa de docum entos.
Sin em bargo, por la ausencia de una escuela h is tó ric a y la im ita c ió n
de m odelos la tin o s, los tra b a jo s de este género no se destacan por sus
valores.
M iguel de C ervantes Saavedra (1547-1616)
C ervantes es la fig u ra más destacada de la lite ra tu ra española y uno
de los más grandes e scrito re s del mundo.
Nació en A lc a lá de Henares y desde tem prana edad dedicóse a la le c­
tu ra de los clá sico s latino s; su vida fu e variada y aventurera.
Ingresó en el e jé rc ito com o soldado, se tra sla d ó a Ita lia y luchó hero i­
cam ente en Lepanto. En el via je de re greso fue apresado por los tu rc o s y
llevado c a u tivo a la ciudad de A rg e l. Rescatado en 1580, v o lv ió a España e
in ic ió su a ctivid a d lite ra ria , que le daría renom bre universal.
F alleció de hidropesía en M adrid.
C ervantes — llam ado con ju s tic ia " e l p rín cipe de los in genios espa­
ñ o le s ” — e s c rib ió poesías y com edias, aunque alcanzó su m ayor g lo ria com o
n o ve lista. En este ú ltim o género com puso La Galatea, Las N ovelas Ejem ­
plares, Los tra b a jo s de P ersiles y S egism unda y el in m o rta l Q u ijote.
El ingenioso hidalgo Don Q uijote de la Mancha
La p rim e ra parte de esta obra m aestra v io la luz en 1605.
No se sabe con certeza la fecha en que el ilustre e scrito r comenzó su trabajo,
aunque se supone con fundamento que se propuso redactar una corta novela, pero
luego, entusiasmado ante el fruto de su propio ingenio, elaboró 52 capítulos.
Una vez publicado, el trabajo alcanzó rápido éxito en España y fue traducido
a idiomas extranjeros.
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130
habían sido otorgados a la Corona por donación del Papa y no por v o lu n ­
ta rio o to rg a m ie n to de los indígenas. Sólo hacia m ediados del sig lo XVI,
al aum entar el núm ero de españoles en el Nuevo M undo, los ju ris ta s ad­
m itie ro n que el poder real se e je rcía según un pacto de v o lu n ta ria con­
cesión con la com unidad.
El concepto del poder p o lític o emanado de la sociedad s u frió en España
un cam bio en el s ig lo XVIII por in flu e n cia de los e s c rito s del obispo francés
Jacobo B ossuet, cuya obra fu e tra d u cid a al caste lla no en 1743. Se produjo
una e xa lta ción del poder real y se aceptó el p rin c ip io de la monarquía
por derecho d ivin o , es d e cir, que el rey ocupaba el tro n o por una concesión
de D ios, y sólo a El debía re n d ir cuenta de sus actos, y no a la com unidad.
Las funciones del Estado indiano
Com o en 1614 apareció una fa ls a con tin u a ció n del Q u ijo te , C ervantes
p ublicó al año s ig u ie n te la verdadera Segunda Parte, que constaba de 74
capítulos.
A unque el m o tivo de la obra fu e rid ic u liz a r el fa ls o e s p íritu de los li­
bros de caballería, sus dos p rin c ip a le s personajes, Don Q u ijo te y Sancho
Panza, son creaciones a dm irables que representan una época. El p rim e ro ,
noble y generoso, encarna el id e a lism o hum ano; el segundo, to sco , calcu­
lador y m a te ria lis ta , sim b o liza la a n títe s is del a n te rio r.
En realidad, el Q u ijo te es ‘un exacto re tra to del se r humano, con sus
d e fe cto s y v irtu d e s .
CONCEPTO POLITICO DE IN D IA S
Los orígenes del poder político
En el tra n scu rs o de los s ig lo s XVI y XVII, los p rin cip a le s ju ris ta s y
te ó lo g o s españoles — e n tre e llo s Francisco de V ito ria y Francisco Suárez—
s o stu vie ro n que el poder p o lític o del gobernante surgía de la com unidad,
pues era ésta quien se lo otorgaba al soberano. En consecuencia, el deber
del rey era no usar a su antojo esa autoridad que le había sido c o n fe rid a
por el pueblo. Según este p rin c ip o que fija b a lím ite s al soberano, el poder
p o lític o emanaba de D ios al organizarse la com unidad y, si el m onarca no
gobernaba en b e n e fic io de su pueblo y se con ve rtía en tira n o , el pacto era
nulo y cesaba toda obediencia al prín cip e . No fue p o sib le a p lica r desde un
p rin c ip io esta d o ctrin a sobre el poder p o lític o del gobernante a los pobla­
dores de los d om in io s españoles en A m é rica , por cuanto esos te rrito rio s
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En la organización p o lític a indiana no se e stru ctu ra ro n los poderes en
e je c u tiv o , le g is la tiv o y ju d ic ia l, porqué a com ienzos del sig lo XVI no se
conocía esa d iv is ió n del Estado que se aplicó en épocas p o ste rio re s. En
H ispanoam érica e x is tió una d iversidad de funcion es que com prendían: go­
bierno, ju s tic ia , guerra y hacienda.
El go b iern o abarcaba variadas a trib u cio n e s de orden e je c u tiv o y le g is ­
la tiv o (n o m b ra m ie nto de fu n cio n a rio s, redacción de leyes, etc.}, y tam bién
re lig io s a s (fundación de conventos, creación de igle sia s, etc.).
La fu n ció n de ju s tic ia era e je rcid a en d iversas ju ris d ic c io n e s por fu n ­
cio n a rio s y organisrrios, por cuanto no e stu vo a cargo — com o o cu rre en la
a ctualidad— de un so lo poder especializado.
La fu n ció n de g u e rra com prendía lo re fe re n te a la organización m ilita r
(equ ip a m ie n to , defensa del te rrito rio , lucha contra los ind ios, e tc.) y la fu n ­
ció n de hacienda lo re fe re n te a la a d m in istra ció n del te so ro e sta ta l y el
cobro de im puestos.
La organización institucional
Luego del d e s c u b rim ie n to se fuero n creando los p rim e ro s organism os
para el g o b iern o p o lític o y a d m in is tra tiv o de las Indias. A n te la vastedad
de las nuevas tie rra s y la d ifíc il com unica ció n, no sólo con la m e tró p o li
sin o e n tre las d iversa s poblaciones, la corona tra tó en lo p osible de e v ita r
que los fu n c io n a rio s actuaran por propia volunta d. Por este m o tivo , la o r­
ganización de los d o m in io s españoles en A m é rica tu vo c a ra cte rística s par­
tic u la re s : ningún fu n c io n a rio ni organism o era d e p o sita rio de todas las a tri­
buciones. Las autoridade s se com plem entaban m utuam ente y e ntre ellas
e xistía n d ive rso s grados de dependencia, co n tro l y e q u ilib rio .
Del ca rá cte r a bsoluto de la m onarquía española en aquella época se
d e riva la m áxim a fundam ental que d irig ió durante m uchos años la p o lítica
en A m é ric a : ‘‘ Las Indias o ccid e nta le s estaban sujetas d ire cta m e nte al rey,
p o r fo rm a r parte in te g ra n te de sus dom in io s h e re d ita rio s ” . Los te rrito rio s
del Nuevo M undo eran reinos, p ro vin cia s, señoríos — no colo n ia s— , unidos
e xclu siva m e n te al m onarca y no a la N ación española.
A m é ric a hispana estaba gobernada por autoridades m e tro p o litan a s (las
de m ayor je ra rq u ía) y re sid e n te s. Las prim eras — establecid as en España—
fu e ro n : el Rey, el C onsejo de Indias y la Casa de C ontra tación .
133
El C onsejo fu e la in s titu c ió n de m ayor autoridad creada en la península
para el gobierno de las Indias; sus integ ra ntes debían ser hom bres de
buenas co stu m b re s, “ nobleza y lim pieza de linaje, te m e ro so s de D ios y
escogidos én le tras y p ru d e n cia ".
El organism o entendía en los más variados asuntos. R esum iendo los
podem os agrupar de la s ig u ie n te manera:
a) Legislativos. Form ulaba y despachaba las leyes y resolu cio nes.
Aprobaba o rechazaba los p le ito s y d iversas cuestion es que le llegaban de
A m é rica .
Desde el punto de v is ta e c le s iá s tic o , inte rvenía en el pase de las bulas
papales — antes de p rom ulg arla s en Indias— y proponía ante el rey los
candidatos para lle n a r los cargos, ta n to e cle siá stico s com o c iv ile s .
b) Judiciales. Resolvía las causas fis c a le s que se presentaban a la
Aduana de S e villa y la apelación de los p le ito s procedentes de las audien­
cias am ericanas y tam bién los elevados a la Casa de C ontrata ción.
D ictam inaba en los ju ic io s de re sid e n cia y las visita s.
Las autorida d e s re s id e n te s tenían su sede en A m é ric a y eran las s i­
g uiente s: adelantados, gobernadores, v irre ye s, capitanes generales, audien­
cias, consulados y cabildos.
El Rey
Era la suprem a e inapelable autoridad de ¡as Indias y el s u p e rio r po­
lític o de todo s sus d o m in io s. El m onarca estaba fa cu lta d o para cre a r orga­
nism os de gobierno, d ic ta r leyes, anular sente n cia s, nom brar y re m o ve r a
los fu n cio n a rio s y to m a r las m edidas que cre ye ra co n ve n ie n te s para m e­
jo ra r la a d m in is tra c ió n de sus posesiones.
En el aspecto re lig io s o — p o r expresa concesión p o n tific ia — podía
nom brar las auto rid a d e s e c le s iá s tic a s y cre a r obispados y arzobispados.
EL CONSEJO DE IN D IA S
Después del d e s c u b rim ie n to de A m é rica , los Reyes C a tó lico s designa­
ron al arcediano Juan R odríguez de Fonseca — quien pertenecía al C onsejo
de C a s tilla — para que se h ic ie ra cargo de las cu e stio n e s re la tiv a s a las
nuevas tie rra s .
En 1518, el em perador C arlos V designó a Fonseca p re sid e n te de la
Junta de In dia s — integrada por va rio s m ie m b ro s— , que al año s ig u ie n te
com enzó a fig u ra r en los docum entos o fic ia le s con el títu lo de C onsejo de
Indias. Este organ ism o carecía en realidad de autonom ía, pues form aba parte
del C onsejo Real de C a stilla .
A sí fu n cio n ó durante va rio s años hasta que, debido a la m u e rte de
Fonseca y para em ancipar los asuntos de Indias del C onsejo de C a stilla ,
el em perador C arlos V creó, el 1? de agosto de 1524, el C onsejo Real y
S uprem o de las Indias, designando p re sid e n te a García de Loaysa.
134
c ) Adm inistrativos. Se ocupaba de la organización de las flo ta s y
e xpediciones al Nuevo M undo; vig ilaba los in tereses de la Rea! Hacienda
y cobraba un ta n to po r cie n to sobre las m ercaderías que se exportaban.
P o ste rio rm e nte la Casa de C o n tratació n de S e villa se encargó de estas ú l­
tim a s funciones.
d ) M ilita re s . La defensa de las posesiones en A m érica, la seguridad
en la navegación, los d e lito s co m etid os en el m ar y las sentencias re la tivas
a m ilita re s , correspondían a un organism o del C onsejo, llam ado Junta de
Guerra.
El edificio del Archivo Genera! de Indias, en Sevilla. Allí figuran los más importantes docu­
mentos referentes a la historia de Hispanoamérica.
LA C A SA DE C ONTRATACION
AUTO RIDADES RESIDENTES EN A M E R IC A
A m ediados de 1502, el te s o re ro Francisco Pinelo, que ju n to con el
arcediano Fonseca se ocupaba de los asuntos del Nuevo M undo, p resentó
a los reyes un m e m o ria l en el que destacaba la necesidad de c re a r una
casa donde podrían d e p o sita rse las m ercaderías que llegaran o debieran
em barcarse para las Indias. Este e s ta b le c im ie n to e staría a cargo de un
fa cto r, un te s o re ro y dos contadores.
A cce dien do a lo s o lic ita d o , la corona creó en enero de 1503 la Casa
de C o n tra ta ció n — con a sie n to en la ciudad de S e villa —
y nom bró fa c to r
al pro p io Pinelo.
,Para el e stu d io de este org a n ism o d is tin g u ire m o s tre s períodos:
El d e scu b rim ie n to , la conq uista y la colonización de A m é rica hispana
se ca racterizaron por s e r una em presa p opular donde el esfuerzo ind ividua l
o p rivado sobrepasó la acción o fic ia l de la corona. Con el o b je to de re­
com pensar a los p a rtic u la re s que arriesgaban su vida y sus haciendas se
concedió al je fe de la e xped ición el títu lo de adelantado, con c a rá cte r v i­
ta lic io y a veces h e re d ita rio . Fueron — por orden c ro n o ló g ico — los p rim e ro s
gobernantes españoles en el Nuevo M undo.
Este título se otorgaba en Castilla a funcionarios con atribuciones de jueces
y también a aquellos que, en las guerras de la reconquista española, ‘‘adelanta­
ban las fronteras” y libraban al te rrito rio de los invasores.
a) Con régim en autónomo
En sus com ienzos, la Casa de C o n tra ta ció n tu vo ca rá cte r e x c lu s iv a ­
m ente com ercial, con fu n cio n e s propias de una aduana pues debía c o n tro la r
todo s los produ cto s que llegaban de A m é rica .
A p a rtir del año 1508, la corona — para im p u lsa r los co n o cim ie n to s
g e og rá ficos y c ie n tífic o s — creó en la Casa el cargo de p ilo to m a yo r d e l
reino, nom brando para desem peñar esa fu n c ió n al navegante A m é ric o Vespucio, a quien luego su cedió Juan Díaz de Solís.
b) D ependiente del C onsejo de Indias
Luego de la creación del C onsejo de Indias, la Casa pasó a depender
de ese a lto organism o. Nuevas ordenanzas reg lam entaron las fu n cio n e s de
la C ontra ta ció n ; el núm ero de asesores le tra d o s se aum entó a dos y co­
menzó a fu n cio n a r una cárcel para la más rápida a d m in is tra c ió n de la ju s ­
tic ia .
Las d isp o sicio n e s de la corona re la tiv a s al trá fic o con A m é ric a eran
celosa m ente vig ila d a s por los fu n c io n a rio s de este organism o.
c ) Decadencia
N um erosas son las causas que in flu y e ro n para que a fin e s del s ig lo
XVI com enzara la decadencia de la Casa de C on tra ta ció n .
El puerto de Sevilla, si bien ofrecía ventajas de
profundas, principal motivo que originó la creación
Casa de Contratación de La Coruña. Esto dio origen
ju risd icció n entre este puerto y Sevilla, que deseaba
los viajes al Nuevo Mundo.
Los adelantados
seguridad, carecía de aguas
de un nuevo organism o: la
a una serie de conflictos de
mantener la supremacía de
D urante el go b iern o de los reyes Borbones, y a causa de la fundación
de la S ecretaría de M arina, la Casa de C o n tra ta ció n fue trasladada a Cádiz
y. por ú ltim o , en 1790, C arlos IV la su p rim ió , debido a que sus fu n cio n e s
eran cum plidas por los C onsulados d e l M ar.
El adelantado firm a b a con el rey (o sus rep re se n ta n te s) un c o n tra to o
ca p itu la c ió n por el cual se otorgaban al p rim e ro c ie rto s derechos, pero ta m ­
bién quedaba s u je to a dive rsas obligaciones.
Este fu n c io n a rio e je rcía el go bierno p o lític o , a d m in is tra tiv o y m ilita r
del te r rito rio adjudicado en su ju ris d ic c ió n . Estaba autorizado a fu ndar
p oblaciones y fo rta le za s, a d ic ta r ordenanzas, re p a rtir tie rra s y d ic ta m in a r
en asuntos ju d ic ia le s .
C onviene a cla rar que los adelantados debían re sp e ta r la o pinión de los
o fic ía le s re a le s (te so re ro , contador, fa c to r y veedor) o re p re se nta n te s del
m onarca, quienes ge neralm ente los acom pañaban en sus expediciones.
Los gobernadores
S ucedieron a los adelantados y sus funciones eran s im ila re s , aunque no
firm aban la c a p itu lació n y p or esto carecían de los b e n e ficio s y ganancias
que tal co n tra to les hubiera otorgado. Eran nom brados por el m onarca a
propuesta del C onsejo de Indias; sin em bargo, algunos v irre y e s designaron
gobernadores, que estaban s u je to s a la c o n firm a ció n del soberano. La Real
Hacienda les fija b a el sueldo y duraban en el cargo un plazo va ria b le que
oscilaba de uno a cin co años.
La Legislación de Indias no aclara debidam ente las a trib u cio n e s de los
gobernadores, pero podem os a firm a r que eran bien am plias. Adem ás de
las fa cu lta d e s a d m in istra tiva s, poseían autoridad ju d ic ia l porque los fa llo s
del C abildo — sie m p re que la A ud ie n cia e stu vie ra d is ta n te — podían ape­
larse ante el gobernador. Sus a trib u cio n e s m ilita re s com prendían todo lo
re la tiv o al mando de las tropas.
Cuando el te rrito rio bajo su ju risd icció n era muy extenso, estaban autorizados
para designar tenientes de gobernador-, además, para evitar los excesos que se
cometían con los naturales, podían nom brar corregidores en los pueblos indígenas.
Al crearse los cargos de virrey y capitán general, los gobernadores pasaron a
depender de estos funcionarios.
Los virreyes
Fueron los re p re se nta n te s d ire c to s del m onarca y, por lo ta n to , la más
alta autoridad en A m é rica . E legidos e n tre los nobles más destacados de la
136
137
C orte española, gozaban de p reem inencias se m ejantes a los reyes y fig u ­
ran en los docum entos con los títu lo s de "e x c e le n tís im o s ” y “ c la rís im o s ” .
A l p rin c ip io el cargo de v irre y fu e v ita lic io , pero luego se fijó su dura­
ción en tre s años y más ta rd e en cinco.
Las am plias fa cu lta d e s de los v irre y e s podem os re s u m irla s de la s i­
gu iente manera:
a) P olíticas. Les debían obediencia todas las a utoridades del v irre in a to ,
exceptuando los adelantados.
b) L egislativa s. Podían d ic ta r bandos, in stru c c io n e s , reglam entos y o r­
denanzas destinados a los fu n c io n a rio s subordinados y al pueblo.
c) A d m in is tra tiv a s . M anejaban las rentas reales y, com o su p e rin te n d e n ­
tes de H acienda, v ig ila b a n to d o s los aspectos del te so ro . Estaban fa c u l­
tados para nom brar a los gobernadores, c o rre g id o re s , alcaldes m ayores de
ciudad y o fic ia le s de Hacienda, aunque luego estos fu n c io n a rio s debían ser
con firm ados por el rey.
d) E clesiásticas. Estaban autorizados para e je rc e r el vice p a tro n a to , es
d e cir, podían nom brar re lig io s o s para ocupar las vacantes e cle siá stica s
m enores.
e) Ju diciales. Presidían — sin v o to — las audiencias y podían conm utar
p e n a s .1
La labor de los v irre y e s estuvo fisca liza d a por las audiencias y tam bién
por los ju ic io s de re sid e n cia y las vis ita s . D urante el tra n s c u rs o de su man­
dato debían re dacta r una m e m o ria para fa c ilita r a su su ce so r las tareas de
g o b ie rn o . 2
Los capitanes generales
Estos m andatarios tenían a trib u c io n e s sem ejantes a las de los virre y e s ,
aunque el te r rito rio bajo su ju ris d ic c ió n era de m enor im p o rta n cia y ta m ­
poco eran considerados en la je ra rq u ía de los p rim e ro s.
O tras d ivisio n e s p o lític a s fu e ro n entregadas a los co rre g id o re s, lla ­
mados tam bién a lca ld e s m ayores, quienes gobernaban los d is trito s que no
eran cabeza de p ro vin cia y en los que había pueblos indígenas.
Las audiencias
La A u d ie n cia fue el más a lto trib u n a l
a d m in istra ció n de la ju s tic ia .
creado
en A m é ric a
para
la
Una de las c a ra c te rís tic a s de este organism o fu e el núm ero v a ria b le
de ju e ce s que lo in tegraban; e n tre e llo s podem os c ita r los oidores, el al-
g u a cil m ayor, lo s fisca le s, lo s alcaldes de crim e n y o tro s fu n c io n a rio s de
m e n o r je ra rq u ía .
Los o id o re s eran personajes p re stig io so s, nom brados d ire cta m e n te por
el m onarca; usaban una toga ta la r, considerada com o insig nia del honor.
A l igual que a los v irre y e s , les estaba p ro hibido m antener vin cu la cio n e s con
personas re sid e n te s en el lugar donde funcionaba la A u d ie n cia ; no podían
s e r nativos de la zona ni a s is tir a cerem onias públicas que no fueran pro­
pias de su cargo.
Los fis c a le s defendían los p le ito s o fic ia le s y los asuntos derivado s de
la Real Hacienda; el a lg u a c il m ayor velaba por el c u m p lim ie n to de las re­
so lu cio n e s de la A ud ie n cia y los alcaldes de crim e n — pro p io s de las au­
d ie n cia s v irre in a le s — integraban con el v irre y un trib u n a l que entendía,
en apelación, las causas c rim in a le s dictada s por los alcaldes.
Funciones
a) Ju d icia le s. A lto trib u n a l con ju ris d ic c ió n c iv il y c rim in a l; eran nece­
sa rio s dos vo to s de sus m iem bros re unidos en acuerdo para d ic ta r senten ­
cia en ju ic io s c iv ile s in fe rio re s a doscie nto s m il m aravedíes y de tre s de
e llo s para los demás casos. Los asuntos c iv ile s que excedían de los seis
m il pesos oro adm itían una apelación ante el C onsejo de Indias.
En m a te ria c rim in a l trata ba en prim e ra instancia todas las causas que
llegaban de los o tro s trib u n a le s in fe rio re s de ju s tic ia ; los fa llo s se expe­
dían en nom bre del p ro p io soberano y con el se llo real.
A p a rtir del año 1550 se creó en la s'a u d ie n cia s el juzgado de “ Bienes
de D ifu n to s ” a cargo de un o id o r que a dm inistraba las riquezas de los fa ­
lle c id o s en Indias o en v ia je a e llas, siem pre que no tu vie se n herederos.
b) P o litic o -a d m in istra tiva s. Si los v irre y e s se e xtra lim ita b a n en cu alquie­
ra de sus fu n cio n e s, la A ud ie n cia estaba faculta da para lla m a rlo s al orden
— sin hacerlo p ú b lico— ; en caso de re in c id ir com unicaba por e s c rito al rey
la irre g u la rid a d ,
El juicio de residencia
Para exam inar la actuación, de los altos funcionarios del gobierno, la corona
española estableció el ju ic io de residencia. En Am érica tuvo su origen en la real
cédula del año 1499, por la cual los Reyes Católicos designaron al com endador
Francisco de Bobadiila “ juez pesquisidor” de Cristóbal Colón.
A propuesta del Consejo de Indias o de la Audiencia, el juez residenciador
se trasladaba al lugar donde había actuado el funcionario sujeto al ju ic io y allí
recogía todas las pruebas de acusación y defensa. Terminado el proceso, enviaba
las actuaciones al Consejo de Indias, el que daba el fallo definitivo.
Podían ser residenciados virreyes, gobernadores, alcaldes, corregidores, visi­
tadores de indios, tasadores de tributas, algunos miembros del Cabildo y fun cio­
narios de la Real Hacienda y de la Cusa de Moneda.
' “ Limitados a ejercer altas tareas de gobierno -e s c r ib e Zorraquín Becú— la legislación
quiso apartarlos de las preocupaciones particulares y de la minucia judicial para que pudieran dedicarse por entero al desempeño de su elevada función.”
= Por el llamado “ pliego de mortaja" designaba a un reemplazante que lo sucedería — en
caso de fallecer repentinamente— , hasta la ligada del nuevo virrey nombrado por el monarca.
138
O tro procedim iento ju d icia l fue el de la visita, a cargo de un inspector o
visitador. El ju ic io de residencia se efectuaba públicam ente al térm ino de la
actuación de un funcionario y no lesionaba su prestigio. La visita — en cam bio—
era m otivada por denuncias graves, se realizaba en cualquier momento y sus
procedim ientos eran generalmente secretos.
139
Las penas aplicadas en ambos procedim ientos consistían en multas, inhabi­
lita ción o destierro. El monarca podía exim ir del ju ic io a funcionarios de reconocida
capacidad, como sucedió con los virreyes Cevaílos y Vértiz, en el Río de la Plata.
La mayoría de las veces estos procedim ientos judiciales no tuvieron verdadera
eficacia debido a ^¡versos factores, entre ellos, la venalidad y el soborno de los
jueces o el poderío de los juzgados. El quinto virrey del Perú, marqués de Monte
Claros, los asemeja "a los torbellinos que suele haber en plazas y calles que
no sirven sino para levantar el polvo” .
Los cabildos
El cabildo era una c o rp o ra ció n m unicipal que tu vo m ú ltip le s fu n cio n e s
y que correspondía a los v ie jo s ayun ta m ie n to s o m u n ic ip io s ca ste lla no s de
la Edad M edia.
De acuerdo con lo e sta b le cid o en las Ordenanzas de Población, el ca­
b ild o se creaba al fundarse una ciudad. El c o n q u ista d o r que p residía la
cerem onia
adelantado o gobernador— debía nom brar los p rim e ro s ca­
b ild a n te s; éstos cesaban con el ú ltim o día del año y el 1? de enero e llo s
m ism os designaban a sus sucesores.
Para ocupar ios cargos concejiles, de carácter honorario y obligatorio, era
condición necesaria ser vecino, es decir, estar casado y afincado en el lugar; se
prefería a j o s descendientes de conquistadores que no tuvieran “ oficios viles”
como ser tiendas de m ercaderías” o tabernas. También se les exigía saber leer
y escribir, aunque a veces no se tuvo en cuenta este últim o requisito.
C onstitución
El cabildo estaba c o n s titu id o por:
a) El alcalde mayor. Era el p rim e r m a g istra d o m unicipal que super­
visaba todo el m o v im ie n to de ese organism o.
b) El c.lcalde de prim er voto.
prim e ra instancia en lo c iv il.
Desempeñaba la fu n ció n de juez de
c ) El alcalde de segundo voto. Con igual ju ris d ic c ió n que el ante
rio r, pero en' asuntos de c a rá c te r c o m e rcia l o c rim in a l.
El edificio del Cabildo de Buenos Aires a principio del siglo XIX. En la planta baja se
encontraba una capilla, locales para los empleados del municipio y celdas para encerrar
a los detenidos. En la planta alta, una gran sala de reuniones y un largo balcón exterior,
en el que aparecían las autoridades los días de festejos.
i)
El alguacil mayor. Especie de je fe de policía. Se ocupaba de la
v ig ila n c ia de las cárceles, detención de d elin cu e n te s, re p rim ía el juego y
castigaba los actos co ntra las buenas costum bre s. Podía perm anecer armado
de capa y espada d e ntro del re c in to del ayuntam iento.
j) El escribano público.
Era el se cre ta rio de actas, redactaba los
lib ro s de acuerdo y le estaba pro h ib id o d ivu lg a r lo tra ta d o en las deli
beraciones.
k) El mayordomo.
Encargado de las diversas cerem onias públicas.
A tribuciones
El ca bildo tu vo m ú ltip le s a trib u cio n e s. Entre ellas podem os c ita r:
d) Los regadores.
Se ocupaban del abasto de la población, de las
m ejoras públicas y de la a d m in is tra c ió n en general. Su núm ero oscilaba
de cu atro a doce.
a) Funciones ju d icia le s. Estaban a cargo — com o ya hem os v is to — de
los alcaldes de p rim e ro y segundo voto.
e) El alfé re z real.
Llevaba el pendón del rey en todas las ce re m o ­
nias públicas y, por la je ra rq u ía de su fu n ció n , p ercibía más sueldo que
los regidores.
b) Funciones eje cu tivas. Proyectaba ordenanzas de buen gobierno, f i ­
jaba los im puestos, establecía d isp o sicio n e s e d ilicia s, p o lic ia le s , de abasto
y otorgaba tie rra s y solares.
f) El fie l ejecutor. V ig ila b a e l p re cio de los a rtícu lo s, im pedía el alza
indebida de los m ism os y d eterm inaba los lugares de venta.
Las reales cédulas procedentes de la m e tró p o li se abrían en el ayunta­
m iento, en presencia del v irre y o del gobernador, y luego se com unicaban
por bando al pueblo, si ése era el deseo del soberano.
g) El síndico procurador.
Encargado de hacer v a le r los derechos
de los pobladores de la ciudad ante las autoridades, in c lu s iv e ante el rey.
h) El procurador general.
necesidades públicas.
140
Proponía re fo rm a s de acuerdo con
las
c) Funciones a d m in istra tiva s. Se ocupaba de la creación y el fu n cio n a ­
m ie n to de escuelas de prim e ra s le tra s, exceptuando las que estaban a
cargo de re lig io s o s ; a dm inistraba m ercados, ho sp ita le s y realizaba obras
de bien com ún.
141
_
El ca bild o obtenía re cu rso s con dos clases de im p u e sto s: 1) io s /p ro ­
p io s ; dinero que recibía p o r el a rrie n d o o la ve n ta de las tie rra s de su
propiedad; 2) los a rb itrio s : cobrados a los com e rcia n tes.
d)
Funciones e le cto ra le s. Los cabild a n te s elegían a sus sucesores por
m edio del voto.
Cabildo abierto Era convocado en casos de extrem a gravedad y concurrían las auto­
ridades c iv ile s , e c le s iá s tic a s y m ilita re s , ju n to con la parte más re p re se nta ­
tiv a y “ sana de la p o b la c ió n ", com o fig u ra en los docum entos de la época.
La convoca to ria — que contaba con la anuencia del v irre y o goberna­
dor— obedecía a dive rsa s causas que requerían una so lu ció n inm ediata:
re so lve r asuntos de guerra, ataques de p iratas, im poner ca stig o s a los
indios, epidem ias, pérdidas de cosechas, e tcé te ra .
En A m é rica debem os d is tin g u ir el c a b ild o a b ie rto tra d ic io n a l o de la
prim e ra época y el re v o lu c io n a rio o con fin e s e s tric ta m e n te p o lític o s , pro­
pios de los albores de la em ancipación.
A m ediados del s ig lo XVI, y a causa de las guerras c iv ile s , se con­
vocaron en el Perú los p rim e ro s ca b ild o s a b ie rto s re v o lu c io n a rio s ; en el
Río de la Plata este tip o de asam blea se reunió con m o tivo de las inva­
siones inglesas.
LOS C ONSULADO S
Desde la Edad M edia, los co m e rcia n tes españoles se agrupaban en
trib u n a le s m e rca n tile s — conocidos con el nom bre de Consulados o U n iv e r­
sidades de M erca d e re s— con el o b je to de d e fe n d e r sus p ro p io s in te re se s
en m ateria de navegación y com ercio.
El edificio del Consulado de Buenos Aires. Años'después — en el período independiente—
allí sesionarían los diputados integrantes de la Asamblea del año 1813.
Com o sucedió con o tra s in s titu c io n e s ya e xiste n te s en la península, el
C onsulado fu e trasladado a las nuevas tie rra s con fu n cio n e s adaptadas al
medio en que debía actuar; es así com o tu vo ca rá cte r de ¡unta económ ica,
pues fom entaba las a ctivid a d e s agrícolo-ganaderas, la m inería y las in ­
du stria s.
El Consulado estaba form ado por un prio r o presidente y dos cónsules, acom ­
pañados en sus funciones por un contador, un secretario, un tesorero y otros
vocales.
El monarca nombraba a sus integrantes por dos años, al térm ino de los
cuales el presidente y los dos cónsules se renovaban, eligiéndose por sorteo nuevos
candidatos de una lista presentada por los com erciantes; no sucedía lo mismo con
el contador, el secretario y el tesorero, que eran funcionarios permanentes.
En m ateria ju d ic ia l, los fa llo s del Consulado podían apelarse ante la
Casa de C o n tra ta ción de S evilla, siem pre que el m onto del p le ito excediera
los m il pesos fu e rte s ; p o s te rio rm e n te se fa c u ltó a la A u d ie n cia para re­
s o lv e r e stas cu e stio n e s com e rcia le s, la que e ntonces sesionaba com o
trib u n a l, com puesto por el decano de e ste cuerpo y dos colegas. En ú ltim a
instancia, el C onsejo de Indias podía d ic ta r sentencia d e fin itiv a en cual­
q u ie r p le ito de ca rá cte r com ercial.
Las Leyes de Indias
Las tie rra s del Nuevo M undo fu ero n anexadas a la corona de C a s tilla
y por esto las le yes castellanas y no o tra s se aplicaron en A m é rica al co­
m enzar la conquista y la población del te rrito rio . Sin em bargo, las d ife re n ­
cias de orden so cia l, p o lític o , económ ico y g eo gráfico que existía n entre
las posesiones de u ltra m a r y la m e tró p o li dem ostraron que esa leg isla ció n
castellana no se adaptaba — en m uchos casos— a las exigencias ju ríd ica s
de la in c ip ie n te sociedad. S urgió de esta fo rm a el llam ado D erecho indiano,
es d e cir, la fu s ió n del Derecho caste lla no con la p rim itiv a le g isla ció n in ­
dígena.
La L egislación de Indias es el co n ju nto de disp o sicio n e s ju ríd ic a s d e s ti­
nadas a las nuevas tie rra s , que s u scrib ie ro n autoridades m e tro p o litan a s y
re sid e n te s, ta le s com o reyes, v irre y e s , C onsejo de indias, gobernadores,
consulados, audiencias, e tcé te ra .
Con el transcurso del tiem po se hizo necesario re co p ila r todo este gran pro­
ceso legislativo, es decir, reunir las leyes de acuerdo con un orden cronológico
y agruparlas p o r iden tidad de asuntos, a fin de sim p lifica r su conocim iento y fa ci­
litar su aplicación.
Entre los juristas que se dedicaron a la gran tarea de recopilar y cod ifica r
las Leyes de Indias merecen especial mención Antonio de León Pinelo y Juan de
Solórzano Pereira. Finalmente, en el año 1680, el rey Carlos II prom ulgó la fam osa
R ecopilación de Leyes de los Reinos de indias.
El poblam iento
Desde una p rim e ra época, la Corona española dispuso e je rc e r un con­
tro l sobre el tra s la d o de personas hacia sus d om in ios en A m é rica , La Casa
de C o n tra ta ció n estaba a cargo del em barque y otorgaba el pe rm iso c o rre s ­
pondiente, p re vio re g is tro de los v ia je ro s, con su ocupación re spe ctiva.
142
Los Reyes C a tó lico s p ro h ib ie ro n la partida hacia el Nuevo M undo de
herejes, m oros y ju d ío s; tam poco le fu e p e rm itid o a los gitanos, por su con­
d ic ió n de errantes. En cam bio, se fa c ilitó el tra sla d o de fa m ilia s de cam pe­
sinos y artesanos que dem ostraran se r “ c ris tia n o s v ie jo s ” , es d e cir, no
descendientes de in fie le s .
C arlos V dispuso que los hom bres casados no podían v ia ja r s in sus
esposas. Con respecto a las m ujeres s o lte ra s, aunque las nuevas tie rra s
ofrecían buenas p o sib ilid a d e s m a trim o n ia le s, durante largos períodos se
pro h ib ió su em barque; a pesar de estas re s tric c io n e s , no fu e escaso el
núm ero de m ujeres — casadas y so lte ra s — que pudieron tra sla d a rse a
A m érica.
Los p rim e ro s negros esclavos llegaron acompañados de sus dueños,
com o s e rv ic io d o m é stico , en las expediciones conquistadoras. Estos africanos
num erosos en A ndalucía a fin e s del s ig lo XV— de m o stra ro n se r supe­
El jurisconsulto español Juan de Solórzano
Per eirá — oidor de la Audiencia de Lima— ,
una de las grandes figuras del Derecho In­
diano. (Grabado de la Biblioteca Nacional
de Madrid.)
Real cédula por la cual el mo­
narca español autoriza la recopi­
lación de Leyes de Indias del
año 1682.
rio re s al in d io en tra b a jo , re siste n cia y d ocilida d. A ños más tarde, en
tie m p o s de Felipe II, se ordenó que un em presario debía encargarse del
trá fic o de negros, de acuerdo con lo e stablecido en el “ a sie n to ” o contrato
entre la Corona y un p a rticu la r. Los únicos en co ndicio nes de tra fic a r
esclavos en gran cantidad fueron los portugueses, que se apropiaban de los
hom bres de co lo r en sus posesiones de A fric a . El p rim e r “ a s ie n to " se
otorgó a Pedro Gómez R eynel y se prolongó de 1595 a 1601.
La cruza de europeos con indias y negras produjo una variedad de
grupos m estizos. El casam iento legal e ntre un blanco y una m u je r aborigen
era considerado deshonroso y quitaba d is tin cio n e s y p riv ile g io s . No ocu rrió
lo m ism o con las jóvenes m estizas — de unión de españoles con indias—
que pudieron ser esposas de colonos europeos.
Para que la raza negra no se fusio nara con la europea, la Corona espa­
ñola dispuso que pasara a A m é rica un núm ero p roporcional de esclavos de
ambos sexos; a pesar de e llo , en c ie rto s lugares el núm ero de m ulatos fue
abundante.
La fundación de ciudades fu e una de las bases en que con so lid ó su
acción la colonización española. Estas nuevas poblaciones en te rrito rio
am ericano c o n s titu y e ro n núcleos sociales, p o lítico s y económ icos que se
u tiliz a ro n com o defensas contra el indígena rebelde y fa vo re cie ron las
com unicaciones. El p ro ce d im ie n to por se g u ir en la fundación de ciudades
estaba reglam entado en unas disp o sicio n e s llam adas O rdenanzas de Po­
blación.
LA EVANGELIZACION
El Patronato
La Iglesia desem peñó un papel de gran im portancia en la conquista y
la colonización de A m é rica y e je rc ió m arcada influencia en los más variados
aspectos de la vida.
El P atronato era la p re rro g a tiva concedida por el Papa a los monarcas
españoles, por la cual los facultaba a nom brar las autoridades e cle siá stica s
y cre a r obispados y arzobispados en sus dom inios.
Las bulas y los breves p o n tific io s debían ser exam inados por el sobe­
rano antes de a p licarse en el Nuevo M undo; no podían e rig irs e m onasterios,
ig le sia s u h o sp ita le s sin e sta r de acuerdo con las ordenanzas reales; los
re lig io s o s no podían tra sla d a rse a A m é rica sin la orden expresa del m onar­
ca. En resum en, toda la Iglesia de A m é rica hispana dependía — en lo re fe ­
rente a personas y tem p o ra lid a d e s— de los reyes, sus patronos.
Los p rim e ro s sacerdotes que llegaron al Nuevo M undo fueron los fra n ­
ciscanos y los do m in ico s, llam ados "m e n d ic a n te s ” porque vivían de lim o s ­
nas y de la caridad p ú b lica . Tam bién a rrib a ro n re co le to s, m e rced arios, agus­
tin o s y capuchinos.
M erecen especial m ención los / e s u ita s , cuya labor fu e notable en todos
los órdenes en que d e sa rro lla ro n su m ú ltip le actividad.
Las autoridades eclesiásticas
Respondiendo a un pedido del em perador C arlos V, el Papa Paulo III
nom bró en ju lio de 1547 obispo d e l Río de la Plata — con sede en la Asun-
144
145
ció n — al fra n cisca n o Juan de B a rrio s. D ive rso s in co n ven ie n te s im p id ie ro n
a este ú ltim o tra sla d a rse a las Indias.
Con el o b je to de c u b rir el cargo vacante, C a rlo s V nom bró en fe b re ro
de 1555 — antes de abdicar— a fra y Pedro Fernández de la T o rre ; el nuevo
prelado llegó a la A su n ció n en a b ril del año sig u ie n te , acom pañado por
v a rio s re lig io so s.
La d ió ce sis d e l Tucumán — con sede en S antiago del Estero— se creó
en 1570 y fu e su p rim e r titu la r el obispo F rancisco de V ito ria ; le sucedió
H ernando de Trejo y Sanabria, quien se destacó por su obra en defensa y
evangelización de los indígenas. La d ió ce sis fu e trasladada a Córdoba en
1699, porque esa región contaba con m ayores p o sib ilid a d e s de prosperidad.
En 1620, el p o n tífic e Paulo V e rig e la d ió c e s is de Buenos A ire s y nom ­
bra en el cargo a fra y Pedro de Carranza. En 1807 se creó la d ió c e s is de
Salta y ocupó por p rim e ra vez esa s illa episcopal N ico lá s Videla d e l Pino.
Toda la región del Plata dependía ju ris d ic c io n a lm e n te del arzobispo de
Charcas; la región de Cuyo e stu vo su je ta — hasta 1806— a las autoridades
e cle siá stica s de S antiago de C hile, las que a su vez dependían de las de
Charcas.
Imprcflo con licencia deía Real Audiencia,en Ja
La acción cultural
C i*J*d i e l t s
España tra s p la n tó a las Indias las c a ra c te rís tic a s p a rtic u la re s de su
cu ltu ra y, por m edio de la enseñanza, tra tó de fo rm a r una sociedad e se n cial­
m ente cristia n a .
La tra d ic ió n m edieval otorgaba a la Iglesia el p rin cip a l papel en el
esfuerzo educativo, de ahí que la enseñanza de la p rim e ra época fuera
p a rticu la rm e n te m isio n a l y el p rim e r acto ed u ca tivo la ca tequización del
indígena.
Las Leyes de Indias contenían pocas d isp o sicio n e s sobre la creación de
cole g io s y u nive rsid a d e s; en cam bio, son num erosas las que tra ta n sobre
el a d o ctrin a m ie n to de los n a turales y para e llo s fu e ro n las p rim e ra s escue­
las creadas en A m é ric a hispana.
El fa c to r id io m à tic o c o n s titu y ó el problem a más im p o rta n te en el desa­
rro llo cu ltu ra l.
La u n ifica ció n del idiom a, encarada sobre la base del ca ste lla no o de
la lengua indígena más avanzada, re s u ltó un fracaso; sin em bargo, en la
p rá ctica — por la co n vive ncia e n tre el aborigen y el c o n q u ista d o r— co e xis­
tie ro n las dos tendencias. Los m isio n e ro s in icia ro n la co n fe cció n de voca­
bu la rios indígenas y, de tal manera, la d ifu s ió n del ca ste lla no se lo g ró por
obra de la Iglesia.
LAS M ISIO N E S JESUITICAS
Su organización
Se designan con el nom bre de “ m isio n e s je s u ític a s ” los e s ta b le c im ie n ­
to s fundados por esos re lig io s o s con el fin de c iv iliz a r y evangelizar a los
indios.
A p rin c ip io s del s ig lo XVII se e s ta b le cie ro n en el Guayrá, donde funda­
ron la "P ro vin cia je s u ític a del Paraguay” . M ás ta rd e , debido a la h o stilid a d
146
ca n ta ría '7{¿C4rJ$ primero
fa yrcjfor en cfÍH R tjn o i ¿ e l Piru»
CAÑO
B fá
D I ju r o . I X X X U U tANOS.
vn T\¿4lfirc4tlá[lUg0tcn
Portada de un catecismo des­
tinado a la evangelización de
los indígenas, impreso en Li­
ma, en. el año 1584. La obra
estaba traducida a las len­
guas quichua y aymará.
de los m am elucos (m estizos de portugueses e indias) debieron e m ig ra r
hacia el sur, hasta d etene rse a o rilla s de los ríos Paraná y U ruguay. A
m ediados del s ig lo XVII los pueblos ocupaban una am plia región que com ­
prendía el este del Paraguay, la p ro vin cia de M isio n e s, parte de C o rrie n te s
y p o rció n oeste de los estados b rasileñ os de Río Grande y Santa C atalina.
Un s u p e rio r re lig io s o gobernaba cada pueblo,
a s is tid o por un te n ie n te
cura que v ig ila b a la in s tru c c ió n y las prá ctica s de piedad.
Los pueblos levantados por los jesuítas tenían entre sí un aspecto muy
semejante: en el centro, una plaza de form a cuadrada o rectangular; hacia un
costado la iglesia, las viviendas de los sacerdotes, la escuela, los talleres, los
depósitos y el cementerio. En los otros costados de la plaza se ubicaban en forma
sim étrica las casas de los indígenas, hechas de piedra y con techos a dos aguas.
147
Las m anualidades tu v ie ro n gran d e sa rro llo en la com unidad indígena,
pues su rg ie ro n c a rp in te ros, te je d o re s, he rreros, p in to re s, e sta tu a rio s, re lo ­
je ro s , im p re so re s, fu n d id o re s y hasta fa b rica n te s de in stru m e n to s m usica­
La misión de San Ignacio Miní, según un cuadro de Léonie Matthis. Observe frente a la plaza
el edificio de la iglesia que medía 63 metros de largo por 30 metros de ancho y constaba de
tres naves con muros de piedra — unida con barro arenoso— reforzados con pilares de madera
ae Lapacho.
paña y de A m é rica . A dem ás, el soberano creó ju n ta s de te m poralidades
para a d m in is tra r los bienes que poseían los re lig io so s.
V arios ad m in istra d o re s se h ic ie ro n cargo del aspecto m a te ria l de los
pueblos, m ientra s que sacerdotes de otras órdenes (franciscanos, d o m in i­
cos, m e rced arios) reem plazaron a los je su íta s. El p ro c e d im ie n to no tu vo
éxito.
Hacia el año 1776 los pueblos estaban en franca decadencia, y a p rin c i­
pios del sig lo XIX só lo quedaban m ontones de ruinas. En pocos años había
desaparecido la obra de dos sig lo s.
Guía de repaso
La España de Carlos V.
148
Juana la Loca y Felipe de Habsburgo. Los infantes Carlos
y Fernando. Carlos I de España. La Europa de Carlos V:
posesiones de los Austria, herencia de Borgoña, dominios
de Castilla y posesiones de Aragón. Carlos en España. Las
Cortes de Valladolid. Los com uneros: Juan de Padilla.
España en Italia y en
el Mediterráneo.
Los franceses en Italia. Carlos VIII y Luis XII. R ivalidad entre
Carlos V y Francisco 1. Batalla de Pavia. Tratado de Madrid.
La paz de Cambrai. Felipe II. Batalla de San Quintín. La
paz de Château Cambresis. Los turcos. Solimán II, el Mag­
nifico. La paz de Augsburgo. Abdicación de Carlos V.
La España de Felipe II.
Propósitos de este monarca. Unidad religiosa. La in qu isi­
ción. Sublevación de los moros. Motines de Aragón: el
Justicia Mayor.
Politica exterior de
Felipe II.
Sublevación de los Paises Baios. El duque de Alba. El
Tribunal de Sangre. Guillermo de Nassau. Alejandro Farnesio. La República de las Provincias Unidas. Isabel de
Inglaterra y el anglicanismo. El duque de M edinasidonia. La
Arm ada Invencible. España frente a los turcos. Selim II. Juan
de Austria. Batalla de Lepanto. La unidad peninsular espa­
ñola. Batalla de Alcántara. Anexión de Portugal.
Las guerras de religión
en Francia.
La Santa Liga y la Unión Calvinista. La noche de San Bar­
tolomé. Francisco de. Guisa. Enrique de Borbón. El Edicto
de Nantes.
Francia.
Reinado de Francisco i. Los Borbones: Enrique IV. El du­
que de Sully.
Inglaterra.
Isabel 1. G uillermo Cecil. El im pulso a la industria. La Bolsa
de Londres. A ctividad de los corsarios.
El Siglo de Oro
español.
La lite ratura : caracteres. La poesía lírica : Boscán y Garcilaso de la Vega. Las escuelas: salmantina, sevillana; e/ cul­
teranismo y el conceptismo. La poesía épica. La mística. El
teatro: Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca.
La novela: caballeresca, pastoril y picaresca. M iguel de
Cervantes Saavedra. Don Q uijote de la Mancha.
Concepto político
de Indias.
O rigenes: la autoridad del rey emana de la comunidad.
Bossuet: la monarquía por derecho divino. Las funciones
del Estado indiano: gobierno, justicia, guerra y hacienda.
La organización institucional: caracteres.
Autoridades
metropolitanas.
El Rey, el Consejo de Indias: funciones legislativas, ju d ic ia ­
les, adm inistrativas y m ilitares. La Casa de Contratación: con
régim en autónom o; dependiente del Consejo de Indias;
decadencia.
Autoridades
residentes.
Adelantados: las capitulaciones. Los gobernadores■„ Lu¿ vi­
rreyes: atribuciones políticas, legislativas, adm inistrativas,
eclesiásticas y judiciales. Los capitanes generalas, Las Au­
diencias: los oidores. Funciones de estos oir&wlamos. Los
Cabildos: constitución y atribuciones. C a b ild o a b ie rta . Los
Cervantes Saavedra: Don Q uijote de la ttanchr.
Las leyes de Indias: su recopilación.
149
El poblam iento.
Las restricciones. Los negros esclavos. La fundación de
ciudades.
La evangelización.
El Patronato: concepto. Las autoridades eclesiásticas. Las
diócesis del Tucumán y de Buenos Aires. La acción cul­
tural: el factor idiom àtico.
Las misiones
jesuíticas.
Su organización. Artesanías. Expulsión de los jesuitas.
40. ¿Había restricciones para el traslado de personas hacia A m é­
rica? 41. ¿A qué se llamó el Patronato? 42. ¿Cóm o surgieron las
diócesis del Tucumán y de Buenos Aires? 43. ¿D ónde se estable­
cieron las misiones jesuíticas? 44. ¿En qué manualidades fueron
adiestrados los indígenas?
Actividades Prácticas
• R e s u m ir las g u e rra s e n tre la Casa de A u s tria y F ra n cia .
• S in te tiz a r la p o lític a e x te r io r de F e lip e II .
• En u n cu a d ro s in ó p tic o titu la d o : El gobierno de América hispana
— Cuestionario -------------------------------------------------------—
1. ¿Cóm o llegó al trono Carlos I de España? 2. ¿Qué dominios
heredó al ocupar el gobierno imperial? 3. ¿Qué ocurrió en España
cuando se rebelaron los com uneros? 4. ¿Cóm o se originaron las
Guerras de Italia? 5. ¿Cóm o culminó la enemistad entre Carlos V
y Francisco I? 6. ¿Quién fue derrotado en la batalla de Pavía?
7. ¿Por qué Carlos V envió al condestable de Borbón a luchar
contra el Papa? 8. ¿Cóm o terminó la guerra entre la Casa de
Austria y Francia? 9. ¿En qué form a abdicó Carlos V ? 10. ¿Qué
sabe con respecto a la personalidad de Felipe II? 11. ¿Cóm o logró
la unidad religiosa de España? 12. ¿Qué incidentes se originaron
en Aragón? 13. ¿Por qué se sublevaron los Países Bajos contra
Felipe II? 14. ¿En qué provincias venció A lejandro Farnesio?
15. ¿Cuál fue la política que siguió Isabel de Inglaterra contra
España? 16. ¿Qué le ocurrió a la Armada Invencible? 17. ¿Qué
actitud asumió España frente a los turcos? 18. ¿Qué se entiende
por unidad peninsular española? 19. ¿Por qué se produjeron las
Guerras de Religión en Francia? 20. ¿Qué partidos se form aron?
21. ¿Cóm o gobernó Enrique IV de Francia? 22. ¿Qué puede decir
de Isabel I de Inglaterra? 23. ¿A qué se llama El Siglo de Oro
español? 24. ¿Cuáles fueron los caracteres de la literatura? 25.
¿Quiénes se destacaron en la poesía lírica? 26. ¿Qué puede decir
del teatro? 27. ¿Y de la novela? 28. ¿Qué sabe de Cervantes y el
Quijote? 29. ¿Cuálés fueron las funciones del Estado indiano? 30.
¿Cóm o estaba gobernada América hispana? 31. ¿Qué atribuciones
tenía el Consejo de Indias? 32. ¿En cuántos períodos puede divi­
dirse el estudio de la Casa de Contratación? 33. ¿Qué sabe dé los
Adelantados? 34. ¿Cuáles eran las facultades de los virreyes? 35.
¿Qué funciones cumplía la Audiencia? 36. ¿Quiénes integraban
el Cabildo? 37. ¿A qué se llamó Cabildo abierto? 38. ¿Qué puede
decir sobre el Consulado? 39. ¿Cóm o surgió el Derecho indiano?
in d ic a r las p rin c ip a le s a trib u c io n e s de las a u to rid a d e s m e tro p o ­
lita n a s y las re sidente s sn el N u e vo M undo .
• B u s c a r in fo rm a c ió n y luego re d a c ta r u n tra b a jo titu la d o : Im por­
tancia de los cabildos en América,
Lectura
Felipe II
Desde el punto de vista nacional,
el rey más importante de la Casa
de Austria, y también el más espa­
ñol, fue Felipe II. El volumen e in­
fluencia dé sü acción de gobierno son
tan grandes en el siglo XVI, como
lo fueron en el X V los de Isabel I
y Fernando. P e ro los p ro b le m a s
principales que hubo de afrontar Fe­
lipe II se diferenciaban de los que
resolvieron aquéllos (y especialmen­
te la reina Católica), en haber sido,
sustancialmente, problemas exterio­
res a España y de relación ' ó™de
pugna con otros países. A que así
fuese coñtrTBüyeron rio poco los ata­
ques y amenazas de los reyes ene­
migos de la Casa de Austria y de]
poderío de ésta en Europa. Contra
ellos le fue preciso a Felipe II, más
de una vez, combatir incluso para
salvar la independencia y los inte­
reses particulares de España. Pero
también influyó el hecho de que Fe­
lipe II, aunque no heredó el Impe­
rio, se empeñó en continuar reali­
zando los fines característicos de esa
institución, que él consideraba como
virtualmente transmitidos también
a la corona española. La diferencia
de su criterio imperialista con el de
Carlos I consistió en que éste sentía
el Imperio como un Austria y Habsburgo, y Felipe II como un católico,
para quien la suprema necesidad era
salvar el mundo (no sólo España)
de la herejía triunfante en el Norte
de Europa y en parte del Centro.
Esa fue quizá su mayor equivoca­
ción política con referencia a' los
intereses españoles; no obstante el
sentido ge n e ra l h u m an o de aquel
propósito, dentro de la ideología de
la época. Es lícito, sin embargo, pre­
guntarse si Felipe II era capaz de
comprender dónde estaba (fuera de
151
150
la razón religiosa y la de apoyo a la
familia imperial) el interés del rei­
no que, a través de su padre, heredó
de Isabel de Castilla y Fernando de
Aragón. Los únicos aspectos en que
propiamente parece haber compren­
dido Felipe ese interés nacional, en
lo que tenía de más íntimo, fueron
el de las necesidades económicas re­
lacionadas^ o n la m e jo r a de las
cualidades geográficas del territorio
español, y el de la cultura. Su em­
peño en concertar lo que estimaba
como sus obligaciones internaciona­
les con las que correspondían a un
rey español de entonces, constituyó
su error político más grave y tam­
bién su drama espiritual.
Felipe había sido cuidadosamente
educado para el gobierno por su pa­
dre, Carlos I, y por varias personas
de cultura y experiencia que le ro­
dearon en su mocedad. Con objeto
de completar esa educación, y para
que conociese por sí mismo los paí­
ses de Europa que pertenecían a su
padre, éste le hizo visitar Italia,
Flandes y Alemania. Poco después,
y por su ya citado matrimonio conMaría Tudor, Felipe residió algún
tiempo en Inglaterra.
Con todo esto, adquirió experien­
cia de los hombres y de las cuestio­
nes que entonces agitaban a Europa,
y especialmente un elevado sentido
de su r e s p o n s a b ilid a d como rey,
dentro de la concepción absolutista.
Este sentido se aplicó en dos formas
que caracterizan la manera de go­
bernar de Felipe II: es una su inter­
vención personal y directa en todas
las cuestiones de a d m in is tr a c ió n ;
otra, la defensa tenaz de los intere­
ses de la monarquía contra todos los
enemigos de ella, incluso el Papa,
cuando éste se mezclaba en asuntos
que afectaban a los dominios de la
corona española o a la soberanía de
ésta.
La intervención personal y direc­
ta, signo de independencia de carác­
ter y de celo por las funciones de
rey, se expresó en el hecho de que
Felipe II nunca descargó la resolu­
ción de los asuntos en otras perso­
nas, aun las de m a y o r confianza
(sus secretarios), sipo que los estu­
diaba y resolvía pof sí mismo. Esta
manera de proceder, digna por un
lado de elogio, tuvo también sus
desventajas. A l c e n tr a liz a r en sí
mismo el gobierno hasta en sus mí­
nimos detalles, quitaba iniciativas a
las autoridades inferiores al rey y
dejaba a éstas sin poder decidir por
sí mismas en momentos difíciles y
que no admitían espera. Por otra
parte, y dada la dificultad de las
comunicaciones que entonces se pa­
decía, la necesidad de aguardar ins­
trucciones directas del rey hacía que
éstas llegasen muchas veces tarde y
no causasen el efecto buscado. Añá­
dase a esto las vacilaciones y lenti­
tud personales de Felipe, que, sea
cual fuere su explicación psicológica,
constituyeron prácticamente una in­
ferioridad frente al dinamismo de
que dieron muestra sus enemigos y,
particularmente, la reina Isabel de
Inglaterra y la regenta de Francia,
Catalina de Médicis. La única ex­
cepción a esa técnica burocrática se­
guida por el rey fue el sistema de
autonomías le g is la tiv a s, muy am­
plias a veces, que se aplicó en las
colonias a m e rica n a s y oceánicas:
origen de una abundante legislación
escrita y consuetudinaria que prác­
ticamente modificó la dictada en la
metrópoli en no pocas cuestiones.
A lta m ira , Rafael.
M a n u a l de H i s t o r i a
d e E s p a ñ a , Buenos Aires, 1946.
• ¿Cuáles f u e r o n lo s p r o b le m a s
p rin cip a le s que debió a fro n ta r F e ­
lip e II?
• ¿Su posición re lig io sa lo fa vo re ció
en p olítica?
• ¿Cómo gobernó?
• ¿Qué s ig n ific a legislación consue­
tu d in a ria ?
LA ESPAÑA DE LOS AUSTRIAS MENORES
D espu é s de la m u e rte de Felipe II com ienza la decadencia española al
o cupar el trono los tre s ú ltim os m onarcas de la casa de A u s tria que reina­
ron en la península: Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Estos reyes incapaces
— que ca re cie ron de talento y energía— fueron dom inados en el aspecto
político por m e diocre s favoritos.
Felipe III (1598-1621)
H ijo del absolutista Felipe II, ciñó la corona a los ve intiú n años. A u n q u e
m u y re ligioso y benigno, este soberano era un incapaz que gustaba de la
vida cóm oda y de holganza.
Entregó la dire cció n del gobierno al poco e scru p u loso Duque de Lerma
que siguió una funesta política de e nriqu e cim ie nto personal. Este favorito
del m onarca ordenó en 1609 la expulsión de los ú ltim o s m oros que pe rm a ­
necían en la penínsu la .1
La drástica medida estaba de acuerdo con la mentalidad de la época y se
llevó a cabo no sólo para conseguir la definitiva unidad religiosa, sino también
para mejorar las finanzas con la confiscación de los bienes pertenecientes a los
laboriosos moriscos.
Aunque el Duque obtuvo una buena ganancia, las consecuencias económicas
fueron perjudiciales, porque la mayoría de los expulsados se dedicaban a la agri­
cultura y a la industria.
> La expulsión se ¡nieló en 1609 y se prolongó hasta el aflo 1614. En total se calcula que la
medida afectó a cerca de medio millón de personas que fueron trasladadas al Africa.
152
153
P o steriorm ente Lerm a fue reem plazado por su hijo, el D u q u e de U ce da ,
otro incapaz, sin ninguna condición para el go bie rn o del Estado.
El bondadoso y holgazán Fe lip e III m urió en 1621; lo sucedió su hijo,
Felipe IV.
Felipe IV (1621-1665)
Era m ás inteligente que su padre, aunque tam bién se m antuvo alejado
del gobierno que entre gó al privado G a spa r de G u zm á n , Conde-duque de
Olivares. Este fa vorito era m u y honrado pero, vanidoso y altanero, se dejó
dom in a r p or su excesiva a m bición de m ando.
S o s tu vo una se rie de gu erra s contra Francia, con resultado adverso,
lo que ocasionó la pérdida de varios te rrito rio s .1
En p olítica interior se p ropuso sanear la co rru pción a dm inistrativa y
creó la Junta de Reformación de Costumbres.
Comenzó a funcionar en 1622 y sus integrantes debían Investigar las fortunas
de todos aquellos gue habían ocupado altos cargos en el reinado de Felipe III.
Uceda y Lerma fueron juzgados y enviados a la cárcel; el primero falleció
cumpliendo la condena, pero el segundo logró ser nombrado cardenal.
Para impedir nuevas inmoralidades en la administración pública se ordenó
que, a partir de ese momento, todos los que eran nombrados para ocupar un
cargo de importancia estaban obligados a presentar una declaración jurada
de sus bienes.
O liv a re s decidió u nifica r el siste m a fin an cie ro y a dm inistrativo de Es­
paña, para lo cual exigió im puestos y aplicó una rígida política centralista.
Esto originó varios levantam ientos, con propósitos de independencia, en
Cataluña, A nda lu cía y A ra g ó n .
La inhábil política de O liv a re s afectó tam bién a Portugal cu yos habitantes
fueron gravados con e xce sivo s im puestos. En 1640, los nobles encabezaron
una rebelión, lograron apoderarse de Lisboa y se independizaron de España
al nom bra r soberano a Juan IV, duque de Braganza.
A n te los fracasos de O liv a re s , Felipe IV lo destituyó y p or b reve tiem po
se hizo cargo del go bie rn o; luego v o lvió a co nfiar el poder a Luis de Haro,
so brino del a nte rio r favorito . A u n q u e m ás hábil que O liv a re s , no pudo m e jo­
rar la situación española.
C o n tra ria d o por tantos fracasos político s, Felipe IV m u rió en el año 1665
y dejó heredero al p ríncipe Don Carlos, hijo de su segundo m atrim onio con
M ariana de Austria.
C arlos II (1665-1700)
D é b il, e nfe rm izo y retrasado m ental,2 el nuevo soberano fue dirigid o — en
los años de m inoridad— por su m adre. Doña Mariana, la cual, por su escaso
1 Rosellón, el Artois, Luxemburgo y algunos territorios en Flandes. Por la llamada “ Paz de
los Pirineos” , se estableció el matrimonio de la infanta M aría Teresa con el futuro rey de Francia
Luis XIV.
2
Con frecuencia era atacado por violentas fiebres que lo postraban en cama; apenas subía
sn un carruaje, los vómitos lo obligaban a desistir del viaje, y cuando estaba al aire libre, le
supuraban los ojos.
El pueblo lo conocía con el nombre de Hechizado, porque su lamentable estado físico se
atribuía a influencias diab.ólicas.
154
talento, fue a su ve z dom inada por el jesuita austríaco Everardo Nithard.
En 1675 C a rlo s II fue reconocido m a yor de edad y, a p a rtir de ese m o­
m ento, entregó el gobierno a su herm ano bastardo Juan José de Austria,3
cuyos de sa cie rto s aum entaron la decadencia de la C o ro n a y el desp re stig io
de España.
La extrem a debilidad física del m onarca y la circunstancia de no tener
descendientes directo s inquietaron a las C o rte s europeas, que alegaban
derechos a la sucesión española.
Luis XIV de Francia deseaba la corona de España para su nieto Felipe de
Anfou.
El em perador Leopoldo I de Austria, descendiente del em perador Fernando
(hermano de Carlos V), am bicionaba el trono para su hijo, el archiduque Carlos.
Además, también alegaba derechos el príncipe José Fernando de Baviera.
bisnieto de Felipe IV de España.
Enterado C a rlo s II de las am biciones de A le m a nia y Francia designó
heredero a Fernando de Baviera, pero éste falleció en 1699.
3 Fue el más inteligente de los varios
La madre de Juan José de Austria era
A Juan de Austria le sucedieron otros
Oropesa, que aumentaron los males externos
hijos naturales de* Felipe IV.
la actriz M aría Calderón.
dos favoritos: el Duque de M edinaceli y el Conde de
e internos que agobiaban a España.
B
Por nuevo te s ta m e n to , el soberano español e lig ió al fra n cé s Felipe de
A n jo u quien, a la m u e rte de C arlos II, ocupó el tro n o con el nom bre de Fe­
lipe V.
A larm adas ante el poderío del nuevo m onarca, In g la te rra y Holanda
organizaron una c o a lic ió n co n tra España y Francia, lo que dio origen a la
llam ada "G u e rra de S u ce sió n ".
EL BARROCO Y SU PROYECCION EN A M E R IC A
Los estilos que pasaron al Nuevo Mundo
La a rq u ite c tu ra es el a rte de c o n s tru ir y adornar los e d ific io s según
las norm as determ inadas por un e s tilo — m a n ife sta ció n p lá stica de un a utor
o una época— que puede se r g ó tico , re n a cim ie n to , barroco, e tcé te ra .
V arios fu e ro n los e s tilo s a rq u ite ctó n ic o s que se em plearon en A m é rica
en los largos años de la dom inación hispánica, vin cu la d o s ló gicam ente a la
Península, de donde procedían los a rq u ite c to s . En colaboración con c rio llo s
y op erarios indígenas, los españoles levantaron e d ific io s de una gran v a rie ­
dad de fo rm a s — p a rtic u la rm e n te en M é xico y el Perú— que no siem pre
respetaron la fiso n o m ía de un e s tilo dete rm in ad o , bien por in flu e n c ia del
m edio, la fa lta de mano de obra adecuada, la carencia de c ie rto s m ate­
ria le s, e tcé te ra .
En té rm in o s generales — debido a la d ific u lta d para fija r de m odo pre­
c iso — puede a firm a rs e que en A m é rica se aplicaron las m a n ife sta cio n e s
e s tilís tic a s pred o m in a n te s en España en el tra n s c u rs o de va rio s s ig lo s , a
saber: g ó tico , re n a cim ie n to , m udéjar, h e rre ria n o , p la te re sco , barroco, rococó
y neoclásico.
Entre los siglos XII y XVI flore ció en Europa el estilo ojival, más conocido
por el im propio térm ino gótico (surgió en Francia y na da debe a los godos), que
se caracteriza por el uso del arco quebrado u ojival. Este detalle perm itió construir
altas columnas, elevar las paredes y a b rir en ellas grandes ventanas, cubiertas
con vitrales (vitraux) de variados colores. Los edificios construidos en este estilo
terminan en su parte superior en la denominada “ bóveda de crucería” , form ada por
cuatro sem iarcos ojivales que se cruzan. Numerosas iglesias fueron erigidas de
acuerdo con estos principios.
En los prim eros años de la conquista se aplicó en Am érica el estilo gótico
isabelino (se difundió bajo el reiriado de Isabel de Castilla), con bastante influencia
mudéjar o árabe, como lo prueba el uso de los arcos de herradura. Se encuentran
expresiones destacadas en México y Perú.
Por el siglo XVI lle g ó -a su apogeo en Europa el estilo renacimiento, que
consistió en volver a las antiguas form as clásicas, pero con criterio independiente
y am oldándolo a las nuevas necesidades.
La adaptación del estilo gótico al del renacimiento originó en España el estilo
plateresco, con profusión de elementos decorativos, denominado de esa forma
porque su ornamentación rebuscada y m inuciosa semejaba el trabajo de los plateros.
En el siglo XVI se produjo en España la llamada “ reacción herreriana” que
in ició el sevillano Juan de Herrera, quien se destacó por la severidad y aridez del
estilo. Aunque también se aplicó en América, su auge no fue duradero, pues debió
dar paso al in flujo avasallante del barroco, del cual nos ocuparem os seguidamente.
La frivolidad im perante en la Francia de Luis XV hizo surgir el estilo rococó,
con m olduras curvas y sinuosas y detalles de guirnaldas, follajes, etcétera, que no
tardó en pasar a España bajo la dinastía de los reyes Borbones.
156
Desde la segunda mitad del siglo XVIII comenzó a declinar la exuberancia
del barroco y del rococó para dar paso al estilo neoclásico, que volvió a la medida
de las líneas y a la proporción en la arquitectura.
El barroco am ericano
El R enacim iento había proporcionado al a rte a rq u ite ctó n ico una té cn ica
y un e s tilo p ropios, pero en el tra n scu rso del sig lo XVII esta sim p licid a d de
las fo rm a s clá sicas se co m p licó al predom ina r el elem en to d e co ra tivo sobre
el c o n s tru c tiv o , la línea curva sobre la recta. S urgió de esta form a un e s tilo
rebuscado, con p ro fu sió n de d e ta lle s d e corativo s y recargado de adornos
que re c ib ió el nom bre de barroco J
Esta m a n ife sta ció n p lá stica de una época, que s ig n ific ó una oposición
al frío y c o rre c to c la sicism o se conoció tam bién en España con el nom bre
de c h u rrig u e re sco, pues fu e difu n d id a por José C hurrig uera y sus discípulos.
El e s tilo barroco se extend ió por toda A m é rica hasta tra n sfo rm a rse
en el arte genuino de la colonización española.* Si bien fu eron los je su íta s
1 Algunos afirman que la palabra b arroco deriva de la í i . i í . . .
clones y ensorfijam lénfos -hacen recordar los adornos
7 s “ o° o S T d iS T q « p
t
viene de un apHc a no
^ T a i pedías de escaso va^ór.
En 1 ° n ' romo asimismo a toda obra art e f 0 a a arc?u'tectura, sino también a la pintura y
a la escultura, como asimismo a toda obra artística cargada de detalles.
2
T a m b ié n
se difundió con rapidez y presentó modelos destacados en los dominios lusitanos
quienes más lo d ifu n d ie ro n , no se v in c u ló ni a una escuela ni a un a rtis ta
dete rm in ados.
.
,
No tardó en adaptarse al m edio natural — tro p ic a l y s e lv á tic o — y a las
m a nifesta ciones c o lo rid a s y b rilla n te s del te m p e ra m e n to indígena. De tal
manera, en el barroco am ericano se observan recursos de e xpresión ilim i­
tados y un co lo rid o fa n ta sio so y b rilla n te , obra de a rq u ite c to s europeos o
c rio llo s en e strecha colaboración con m estizós e indígenas. T ransform ado
en poderosa c o rrie n te , el b arroquism o del Nuevo M undo re s is tió por largos
añ 0S — siglos X V II y X V III— los avances de las nuevas concepciones a rq u i­
te ctó n ica s que procedían de Europa.
En M éxico , Perú y A m é rica C e n tra l son num erosas las co n stru ccio n e s
erigid as en el e s tilo m encionado; en nu e stro país podem os c ita r en Córdoba
la notable cúpula de la C atedral, las ig le sia s de Santa C atalina y A lta Gra­
cia-, en Buenos A ire s , el fro n tis de la ig le s ia de San Ignacio, e tcé te ra .
EL ABSOLUTISM O M O N A R Q U IC O
Se llam a ab so lu tism o el s iste m a de g obierno en el cual la autoridad del
soberano no tie n e lim ita c io n e s y su vo luntad es la única norm a que debe
se g u irse para la a d m in is tra c ió n de un país.
El ab so lu tism o m onárquico ca ra cte rizó los gobiernos europeos del s i­
glo XVII, en especial el de Francia.
Aunque en el sistema absoluto de gobierno todo lo que place al monarca
tiene el valor de una ley, es error común confundirlo con el despotismo o la tiranía.
En estos últimos, el poder se ejerce en form a arbitraria, mientras que en el sistema
absoluto el que gobierna debe respetar las tradiciones y normas ya establecidas
en su país y tratar de resolver los problemas con la rectitud que le indique su
conciencia.
Los monarcas absolutos se basaron en el principio del derecho divino, por­
que su poder derivaba de Dios y, por lo tanto, no debían com partir con nadie la
autoridad. Debían gobernar en form a paternal y de acuerdo con la recta razón.
Sólo ante Dios eran responsables de la grandeza y la prosperidad de sus Estados.
La consolidació n del poder m onárquico se elaboró p aulatinam ente desde
la caída del fe u d a lism o , a fin e s de la Edad
M edia.
Las num erosas guerras c iv ile s y re lig io s a s d e b ilita ro n a la nobleza y
al cle ro y en riq u e cie ro n a los reyes que se apropiaron de los bienes ecles iá stico s
Los m onarcas organizaron e jé rc ito s de m erce n a rio s, q u ita ro n a trib u c io ­
nes a los parlam entos, no respetaron las autonom ías m u n icip a le s, reorga­
nizaron la ju s tic ia y sig u ie ro n un siste m a p o lític o y económ ico ce ntralizado.
En España el a b so lu tism o se in ic ia en la .época de los Reyes C a tó lico s,
continúa luego con C arlos V y cu lm in a con Felipe II.
En In g la te rra com ienza con los Tudor y sigue con los E stuardo; en
A lem ania está representado por los m andatarios luteranos.
En el sig lo XVII Francia es el país en el que la m onarquía llega al
apogeo de su poder. Después del período de de b ilid a d que caracteriza las
guerras de re lig ió n , Enrique IV consolida la autoridad real; por ú ltim o , Luis
XIV es el m áxim o exponente del m onarca absoluto.
158
D efensores del absolutism o
.
El sis te m a a bsoluto de go bierno fu e p ro piciado por hom bres de leyes
y pensadores — e spe cialm e n te franceses— conocidos con el nom bre de
p o lític o s .
Por causa de las luchas re lig io s a s que asolaron a Francia, y con el
o b je to de e lim in a r el caos, a firm a ro n que el "o rd e n " es el suprem o bienes­
ta r de toda com unidad. S ostuvie ron el origen d ivin o del m andato real y el
im p e rio so deber de los súbditos de obed ece rlo c ie g a m e n te .’
Dos grandes tra ta d is ta s se destacan en la defensa del a b so lu tism o : el
fra n cé s Juan B odin (1530-1596) y el inglés Tomás H obbes (1588-1679).
Juan Bodin. Partidario decidido de las monarquías, sostenía que los gober­
nantes estaban sometidos a la ley divina y negaba la autoridad de cualquier parla­
mento para oponerse al poderío real.
Aunque reconoció que los soberanos que violaban las leyes establecidas eran
tiranos, negó a los súbditos el derecho a cualquier rebelión porque “ la autoridad
del principe emana de Dios, por lo cual es obligación del pueblo obedecer pasi­
vamente .
Tomás Hobbes. Está considerado otro “ apóstol del gobierno absoluto” . Su
libro más im portante se llam a Leviatán , 2 con lo que quiso indicar que el Estado
es un monstruo de omnímodos poderes. En este trabajo trata de e xp lica r los oríoenes de los gobiernos.
Afirm a que, en principio, los hombres vivían con la naturaleza, guiados por
la ley del propio interés. Con este sistem a la miseria era universal y la vida “ pobre,
solitaria, impura, brutal y breve” . Para librarse de los males, los hombres delegaron
todos sus derechos en un soberano fuerte y poderoso, que debía ampararlos de
toda violencia y que, de hecho, era depositario de toda autoridad. Hobbes sostuvo
que “ el gobierno absoluto fue fundado por el pueblo".
Los cambios económicos
Los d e s c u b rim ie n to s m a rítim o s y la fo rm a ció n de los grandes im p e rio s
co lo n ia le s am pliaron los lím ite s del reducido co m e rcio m edieval.
D ism inuyó la im p ortan cia de Génova, Pisa y Venecia, m ie n tra s Lisboa,
B urdeos, L iv e rp o o l, B ris to l y A m ste rd a m acrecentaron en fo rm a asom brosa
el volum en de sus tra nsacciones co m erciale s.
También, com o consecuencia de los d e scu b rim ie n to s, Europa obtuvo
gran cantjdad de m e tale s p reciosos, lo que aum entó la moneda circ u la n te
y p e rm itió la acum ulación de riquezas para d e stin a rla s a in ve rsio n e s p o ste ­
rio re s . Esto dio orige n al capitalism o .
El valor del oro y de la plata originó el com ercio con fines de lucro, lo que
term inó para siem pre con el sistema del trueque, tan característico en las herman­
dades medievales.
El espíritu de empresa, el afán de especular y la com petencia son las bases
del capitalismo, que se ha definido como “ un sistema de producción, distribución
e intercam bio, según el cual las riquezas acumuladas son invertidas por sus pro­
pietarios con vistas a la obtención de beneficios” .
1 Decían que el poder de los reyes "no estabalimitado por ninguna
regia de moralidad,
cuando se hallaban en
juego vitales intereses públicos” .Es indudable que el primer representante
de esta teoría política fue Maquiaveio.
2 El Leviatán es un monstruo marino descrito en el Libro de Job
sn el sentido moral, enemigo de las almas o demonio.
y que la Iglesia
considera,
159
En e l tra n s c u rs o de la Edad M e d ia , la s a c tiv id a d e s b a n c a ria s e sta b a n
en m a n o s de ju d ío s y m u s u lm a n e s , o b ie n de a lg u n a s ó rd e n e s r e lig io s a s
q u e fa c ilita b a n d in e ro en tie m p o s de la s C ru za d a s. S ó lo en el s ig lo X V se
in ic ió el p ré s ta m o m o n e ta rio en v a s ta e s c a la y se o to rg a ro n fa c ilid a d e s de
c ré d ito .
La p ro s p e rid a d a lca n zó ta m b ié n a la g a n a d e ría y a la a g ric u ltu r a , e s p e ­
c ia lm e n te a e s ta ú ltim a , q u e s e tra n s fo rm ó en un lu c ra tiv o n e g o c io .
El uso del alambrado para de lim ita r los campos perjudicó a los pobladores
rurales, que hacían pastar sus animales en tierras comunes. Inglaterra fue el prim er
país que utilizó el alambrado.
Por otra parte, en toda Europa surgieron casas com erciales que se dedicaron
a las actividades lucrativas. Los M édicis de Florencia trabajaron con un capital
calculado en 7.500.000 dólares, y los famosos Függer, de Augsburgo, que prestaron
dinero a prestigiosos personajes y originaron escándalos (venta de indulgencias),
tenían un beneficio anual del 54 por ciento.
FR AN C IA EN LA EPOCA DE RICHELIEU
Luis X III
D espués de la trá g ic a m ue rte de Enrique IV en 1610, lo sucedió en el
tro n o de Francia su h ijo Luis XIII, de nueve años de edad, por lo que se hizo
cargo de la regencia su m adre, M aría de M é d ic is , pero ésta entre g ó el
gobierno a un m a trim o n io de ita lia n o s — C oncino C oncini y Leonor C aligai
que in icia ro n un período de abusos y desórdenes.
Cuando Luis XIII fu e declarado m ayor de edad — d ie c is é is años— e lim i­
nó a la sin g u la r pareja y com enzó a re in a r. El joven m onarca debió e n fre n ta r
a la nobleza provocadora de d is tu rb io s y a los p ro te s ta n te s que dom inaban
plazas fu e rte s y tenían g u a rn icio n e s armadas.
En esas épocas de ta n ta s d ific u lta d e s — año 1624— Luis XIII nom bró
a A rm ando du P lessis, cardenal de R ich e lie u , je fe del C onsejo Real.
Richelieu tenía trein ta y nueve años de edad. Era delgado, de tez pálida,
frente amplia, ojos grandes y nariz un tanto gruesa. Peinaba hacia atrás su largo
cabello oscuro, usaba bigote y barba a modo de perilla.
Severo, orgulloso e inteligente, pasaba todo el día trabajando hasta la puesta
del sol; el exceso de actividad le produjo una alteración del sistem a nervioso,
pues sufría de continuas jaquecas y dolores neurálgicos.
Siguió la carrera eclesiástica para que su fam ilia conservase el obispado de
Luson, pero Richelieu era en realidad, más que un sacerdote, un hombre de Estado
y un guerrero. Para esto, basta cita r los caracteres de su personalidad: frialdad,
astucia, energía y severidad.
El cardenal se propuso re s ta b le c e r la autoridad del rey, s o m e te r a los
p ro te sta n te s, te rm in a r con el poder de los nobles y e le va r el p re s tig io
e x te rio r de Francia, e lim in a n d o el poder de la Casa de A u s tria y de España.
D ecidido p a rtid a rio de la m onarquía absoluta, no podía a d m itir nada
que d ivid ie s e al Estado y e s tu v ie s e en co n tra de la m ajestad del rey. Según
sus propias palabras, el soberano era " la imagen viva de la d iv in id a d ” .
La acción de Richelieu
En Francia los p ro te sta n te s eran apoyados por buena parte de la nobleza
y en el e x te rio r contaban con la ayuda de Ing late rra y Holanda. En el pu erto
de la R ochela se h icie ro n fu e rte s contra las tropas reales. R ichelieu decidió
d irig ir p ersonalm ente las acciones y, después de cato rce m eses de s itio ,
logró la ca p itu la ció n . A l año s ig u ie n te — 1629— p rom u lgó el e d icto deno­
m inado “ La G racia de A la is " , que q u itó a los p ro te sta n te s los p riv ile g io s
c iv ile s , p o lític o s y m ilita re s , pero m antenía la lib e rta d de cultos.
Para hacer más a bsoluto el poder del rey, R ichelieu co m b atió a los
nobles, quienes se negaban a c u m p lir con las d isp o sicio n e s de la Corona
y se oponían *a la p o lítica del cardenal.
R ichelieu ordenó de m o le r los antiguos .c a s tillo s , sím bolos del poder
se ñ o ria l, y abolió los cargos de Gran A lm ira n te y C ondestable, los que
fueron s u s titu id o s por los in te n d e n te s, fu n cio n a rio s so m etidos a la a u to ri­
dad real.
La lucha co n tra los grandes fu e m uy dura porque é stos u tiliz a ro n todos
los recursos p o sib les — in trig a s , co nspira cio nes, re vu e lta s— para e lim in a r
la in fle x ib le acción del p rim e r m in is tro .
También p rivó al P arlam ento del derecho de “ am onestar al re y ” y a
sus m ie m b ro s de los p riv ile g io s que podían e n to rp e ce r al gobierno abso­
lu tis ta .
En o tro aspecto, R ichelieu engrandeció la m arina francesa, fundó com ­
pañías de c o m e rcio y fa vo re ció el d e se n vo lvim ie n to de las letras.
Para e le va r el p re s tig io de Francia en Europa y co n se g u ir un e q u ilib rio
e n tre los Estados, el cardenal co m batió el poder de la Casa de A u s tria y
p a rtic ip o en la llam ada G uerra de los T reinta A ños.
160
161
En el transcurso de la lucha sobrepuso el fin político a su convicción religiosa
y no vaciló en coaligarse con los príncipes protestantes alemanes contra los sobe­
ranos católicos de Alem ania y España.
Richelieu habitó en el suntuoso Palacio Cardenal de París (actualm ente Palais
Royal), rodeado por numerosa servidum bre y amigos personales.
Temido por el pueblo y odiado por los nobles, falleció en 1642.
Antes de expirar, el sacerdote que le adm inistraba los sacramentos ie preguntó:
“ ¿Perdonáis a vuestro enem igos?” A lo quQ Richelieu respondió: “ No he tenido
otros que los del Estado” .
LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS
Desde 1618 hasta 1648 el Im p e rio alemán fu e devastado por una gran
lucha que, debido a su duración, se conoce h is tó ric a m e n te com o la G uerra
de lo s T reinta Años.
A l p rin c ip io la contienda tu vo c a rá c te r re lig io s o porque lucharon ca tó ­
licos co n tra p ro te s ta n te s , pero luego tra n s fo rm ó s e en una guerra de carác­
te r p o lític o al co a lig a rse varias naciones co n tra la Casa de A u s tria a fin
de m antener el e q u ilib rio europeo.
Después de C arlos V, y bajo el g o bierno de sus sucesores, fue v is ib le
la lenta d ism in u c ió n del poder de los em peradores fre n te a las exigencias
de los p ro te sta n te s.
A pesar de que los Habsburgo dom inaban sus vastas posesiones, el
Im perio carecía de unidad, no sólo en el aspecto re lig io s o , sino tam bién
en el p o lític o y económ ico.
Causas de la guerra
a) R eligiosas. A unque después de la Paz de A u gsburgo cesaron laé
luchas e ntre ca tó lic o s y p ro te s ta n te s , ambos bandos continuaban irre c o n c i­
lia bles. No tarda ro n en agruparse en dos con federaciones h o s tile s : los re ­
form a dos, en la U nión E vangélica y los c a tó lic o s , en la Santa Liga.
d e fe n e s tra c ió n de Praga, señala el com ienzo de la guerra (23 de m ayo de
1618).
b) Políticas. La a m b ició n de los Habsburgo — apoyados por los c a tó li­
cos— de im p la n ta r un g o bierno ce n tra liza d o y la o p o sició n de los prín cip e s
p ro te sta n te s, que deseaban m antenerse in d e pendientes. También debe m en­
cionarse la h o s tilid a d de Francia — en épocas de R ichelieu— , amenazada en
su seguridad por el Im p e rio y España, am bos bajo el g o bierno de los Habs­
burgo.
Se acostum bra a d iv id ir el c o n flic to en cu a tro períodos: p a la tin o , danés,
sueco y fra n cé s, que indican los su cesivos a d ve rsarios que lucharon contra
el em perador.
c ) La rebelión de Bohemia. La chispa que encendió el c o n flic to se
p rod ujo en Bohem ia. En ese te r rito rio eran m uy num erosos los p ro te sta n te s,
e spe cialm ente por las concesiones que el em perador R odolfo II les había
o torgado en el año 1609.
El em perador M atías in ic ió una p o lític a de re presión y logró co lo ca r
en el tro n o de Bohem ia a su p rim o Fernando de E stiria , p re su n to heredero
del Im perio. Este ordenó c e rra r los te m p lo s p ro te s ta n te s e im p id ió a sus
a dictos re u n irse en asam bleas.
Los checos, que poblaban el te rrito rio , se sublevaron co n tra la a u to ri­
dad del Em perador, quien había aprobado la conducta de Fernando.
En Praga, capital de Bohem ia, un num eroso grupo de rebeldes penetró
en el palacio real y, luego de apresar a tre s lu g a rte n ie n te s im p e ria le s, los
a rro ja ro n p o r las ventanas.. Este e p iso dio , conocido h is tó ric a m e n te com o la
162
Períodos de la guerra
a)
Palatino. El e m perador Fernando II in ic ió una p o lític a de p ersecu­
ció n re lig io s a en Bohem ia y ordenó c e rra r te m p lo s luterano s. Esto provocó
una re v u e lta que concluyó cuando un p ro te sta n te — el e le c to r palatino Fe­
d e ric o V— fu e coronado rey de Bohemia.
Con la ayuda de los ca tó lic o s de la Santa Liga, Fernando II se im puso
en la b atalla de M ontaña B lanca (1620). Federico V huyó p re cip ita d a m e n te
y los e jé rc ito s ca tó lic o s ocuparon to d o el te r rito rio de Bohemia.
b) D anés. El rey luterano C ris tiá n IV de D inam arca d e cid ió e n tra r en
la guerra para ayudar a los p ro te sta n te s y e x te n d e r su d o m in io p o r el mar
B áltico, pero fu e vencido en dos b atallas.
c ) Sueco. O tro m onarca p ro te sta n te , G ustavo A d o lfo de Suecia, inva­
dió el te r rito rio alem án y ve n ció a las tro p a s im p e ria le s — d irig id a s por
W a lle s te in — en la bata lla de Lutzen (1632); pero el rey m u rió en la acción y
sus e fe c tiv o s regresaron a Suecia.
163
d)
Francés. A n te el cu rso d e sfa vo ra b le de los a co n te c im ie n to s , R¡che lieu d e cid ió e n tra r d ire c ta m e n te en el c o n flic to para ayudar a los p ro te s ­
ta n te s alem anes en su lucha co n tra la Casa de A u s tria . D eclaró tam bién la
guerra a España y firm ó alianzas con Holanda, Suiza, Suecia y p rín cip e s
ita lia n o s.
Los españoles invadieron a Francia, pero Luis de Condé los ve n ció en
la cé le b re batalla de R o cro i (1643). El v ic to rio s o je fe fra n cé s, ju n to con
Turena, d irig ió las tro p a s que d e rro ta ro n a los im p e ria le s en N o rd lin g e n
(B áviera); de a llí el va le ro so Condé se d irig ió nuevam ente a Flandes, donde
obtuvo sobre los españoles la im p o rta n te v ic to ria dé Lens.
Com o los generales fra n ce se s y sus aliados los suecos pensaban ata­
car a Viena, capital de los A u s tria , el nuevo em perador Fernando III d e cid ió
firm a r la paz.
A unque España no aceptó deponer las arm as fre n te a los fra n ce se s, el
a rm is tic io prop uesto por el e m p erador fu e s u s c rip to por Francia, Suecia y
dem ás aliados.
La paz de W e s tfalia
Fue reconocida o fic ia lm e n te la independencia de las P rovincias Unidas
(H olanda) y de Suiza: Francia re cib ió parte de A lsa cia y Suecia la Pomerania y te rrito rio s sobre el m ar B áltico.
C onsecuencias de la G uerra de los Treinta Años
A le m a n ia so p o rtó todo el peso de la lucha; arrasado
su te r rito rio y
quebrantada su organización po lítica , ta rd ó m uchos años en re h a b ilita rse .
T riu n fó la p o lític a francesa de R ichelieu, quien bregó por e v ita r la unión
de los Estados alem anes en uno solo y poderoso. También Suecia im puso
su c rite rio al o bte n e r la igualdad de derechos para los p ro te sta n te s y
c o n se g u ir para sí te rrito rio s en A lem ania. Después de la lucha se agudizó
la decadencia de los Habsburgo que gobernaban en Viena.
En el aspecto m ilita r la G uerra de los T reinta A ños marca el fin de las
tá c tic a s m edievales, que u tilizaban bandas m ercenarias armadas.
En octu b re de 1648 los tra ta d o s de paz se firm a ro n s im u ltá n e a m e n te
en dos ciudades de W e s tfa tia : M ü n s te r y Osnabrück.
Las cláusulas de la paz de W e s tfa lia pueden re su m irse en re lig io sa s y
p o lítica s.
Las transform aciones de las tácticas se deben especialmente al rey de Suecia,
Gustavo Adolfo. Sus tropas utilizaron el mosauete en lugar de los lentos y pesados
arcabuces; también aligeró los cañones y colocó sus tropas en un am plio frente
de batalla, en vez del antiguo procedim iento de contingentes com pactos y nutridos.
Además, sus soldados se alistaron por patriotism o y no como sim ples mercenarios
aventueeros.
a) Religiosas. Los c a tó lic o s , lute ra n o s y c a lv in is ta s alem anes fu eron
colocados en igualdad de derechos, aunque se d ejó e s ta b le cid o que cada
soberano estaba fa cu lta d o para im p o n e r la re lig ió n a sus sú b d ito s ; los que
no estaban de acuerdo podían e m ig ra r a te rrito rio s donde im perase su
credo.
LAS REVOLUCIONES INGLESAS
Los Estuardo. Jacobo I
b) Políticas. A le m a n ia no fue u n ifica da y perm aneció d ivid id a en nu­
m erosos Estados soberanos, ind e pe n d ie n te s de la autoridad im p e ria l.
En el s ig lo XVII el siste m a de g obierno im perante en In g la te rra era una
m onarquía h e re d ita ria . Sin em bargo, a d ife re n c ia del a b so lu tism o francés,
165
el soberano no podía e rig irs e en amo del Estado por cuanto debía co n s u lta r
al P arlam ento, para re s o lv e r los problem as le g is la tiv o s y los asuntos eco­
nóm icos.
El pueblo inglés, tan respetuoso de sus tra d ic io n e s , d e fe n d ió la m onar­
quía lim ita d a y se opuso a toda te n ta tiv a de ¡os reyes por tra n s fo rm a rla en
a b so lu tista .
La reina Isabel I m u rió sin d e ja r descendencia y p o r esto se e x tin g u ió
en Inglatera la din a stía de los Tudor. Su p a rie n te más cercano era su p rim o
Jacobo VI de Escocia, h ijo de M aría Estuardo, que ocupó el tro n o de Ingla­
te rra y Escocia coh el nom bre de Jacobo I (año 1603). Este soberano in ic ió
la din astía de los Estuardo.
Era un rey de p resencia gro te sca , tím id o e irre s o lu to . Se consideraba
m uy e ru d ito , aunque só lo poseía nociones de derecho y teolo g ía . A rro g a n te
y te rco , fue c a lific a d o com o “ el to n to más sabio de la c ris tia n d a d ” .
Se declaró p a rtid a rio del an g lica n ism o e in ic ió la p e rse cu ció n de todos
los que no profesaban esa d o ctrin a .
Puede a firm a rs e que, a la m u e rte de este soberano, la autoridad real
estaba d e sprestigia d a y en pugna con el Parlam ento.
C arlos i
H ijo del a n te rio r, el nuevo m onarca subió al poder en el año 1625.
En p rin c ip io c o n su ltó al Parlam ento y re sp e tó las lib e rta d e s inglesas,
pero luego in ic ió un régim en a b soluto que lo hizo muy im popular. Este des­
co n te n to m o tivó una re b e lió n en Escocia, donde nobles p ro te sta n te s lo g ra ­
ron re u n ir un e jé rc ito e invadieron el n o rte de In glaterra.
C arlos I d e cid ió em pre nder una campaña d e fin itiv a contra Escocia, pero
necesitaba su b sid ios para co ste a rla ; entonces, y después de va rio s años de
a b so lutism o , convocó nuevam ente a las Cámaras, en ab ril de 1640. Sin
em bargo, com o sus in te g ra n te s d ecidie ron exam inar la actuación del rey,
éste las d is o lv ió al m es sig u ie n te , por lo cual se conocen en la h is to ria con
el nom bre de “ Parlam ento C o rto ” .
Los fra ca so s m ilita re s de C arlos I en la fro n te ra escocesa forzaron al
soberano a convocar nuevam ente a las Cám aras, pero sus in te g ra n te s re­
so lv ie ro n “ que no podían s e r d isu e lta s sino por su propia decisió n . A sí
sucedió y, por los tre c e años en que ce leb ró sus sesiones — de 1640 a
1653— , ha sido llam ado “ Parlam ento Largo” .
La a c titu d del rey en convocar a las Cám aras hizo pú blica su de bilid a d ;
entonces, en 1641, el Parlam ento re so lvió q u ita r del mando a C arlos I y votó
el "M e m o ria l de Q ue jas” , en el cual figuraban tod os los abusos y actos
ile g a le s co m e tid os por el monarca.
Para s o ste n e r su decaída a utoridad, C arlos I co n cu rrió a la Cámara de
los C om unes y tra tó de a rre s ta r a cin co diputados o p o sito re s, pero éstos
habían fugado. El fracaso de 1a inte ntona provocó gran excita ció n popular y
se acusó al rey de haber atentado co ntra la in v io la b ilid a d parlam e ntaria.
A n te el curso de los sucesos, C arlos abandonó la ciudad de Londres (enero
de 1642) y organizó su e jé rc ito en el n o rte del te rrito rio . C ontó con el apoyo
de los c a tó lic o s irlandeses, la nobleza y la burguesía; sus a dictos re c ib ie ­
ron el nom bre de "c a b a lle ro s ” .
El Parlam ento reu nió e fe c tiv o s en el sur, reclutad os e n tre p ro te sta n te s
y pequeños p ro p ie ta rio s que fue ron llam ados "cabezas redondas” (rapadas).
V
Iniciada la guerra, ambos bandos tenían fuerzas parejas y no se produjo
uri -Encuentro d e cisivo . La situ a ció n cam bió cuando los e jé rc ito s parlam enta­
rios fiíes^n reorganizados por O liv e rio C ro m w e ll.
Cromwáll era un oscuro miembro de la Cámara de los Comunes, partidario
del puritanism o y apasionado po r la teología. Este hombre singular logró reunir
gran número de adeptos y, en 1644, se hizo nom brar general de los ejércitos del
Parlamento. Impuso una enérgica disciplin a y persuadió a los soldados que com ­
batían "p o r una guerra santa” .
A l fre n te de sus e fe c tiv o s C ro m w e ll se im puso a los re a lista s en la
b atalla de Naseby (ju n io de 1645). C arlos I buscó re fu g io en Escocia, pero
luego fue entregado — por cu a tro cie n ta s m il lib ra s— a los m iem b ros del
Parlam ento, quienes lo juzgaron y condenaron a m uerte (30 de enero de
1649).
La dictadura de C rom w ell
M u e rto el soberano, el P arlam ento declaró caduco el antiguo régim en
^ y la Cámara de los Com unes — único cuerpo le g is la tiv o — fu e un d ócil
in s tru m e n to de C ro m w e ll, que im puso su autoridad.
Los c a tó lic o s irlandeses se rebelaron, pero el ené rg ico ca u d illo equipó
un e jé rc ito y sofocó con energía el in te n to . De a llí C ro m w e ll se d irig ió a
Escocia y en v a rio s com bates venció a los re a lista s que pretendían el re to r­
no de los Estuardo.
Luego de p a c ific a r el te r rito rio , el d icta d o r d ispuso aum entar el pode­
río de la m arina inglesa, para lo cual logró que el Parlam ento vo ta ra en 1651
el A c ta de N avegación.
167
\
d e l Test (de la prueba), ley que obligaba a todo fu n c io n a rio p ú b lico a p ro fe ­
sar el a n g licanism o.
F orm ació n de los p a rtid o s
A n te las nuevas p ersecuciones contra los “ p a p ista s” (c a tó lic o s ), C arlos
dispuso la d is o lu ció n del P arlam ento en el año 1679. A l poco tie m p o lo
convocó nuevam ente y entonces la Cámara de los Com unes — que no
deseaba un rey ca tó lic o — v o tó por m ayoría el B ill de E xclusión, que e lim i­
naba al duque de Y ork y a cu a lq u ie r o tro p ríncipe “ p a p is ta ” de la sucesión
del tro n o inglés.
En esa época nacieron los dos grandes pa rtid o s ingleses. Los to rie s
(o conservadores) defendían el derecho d ivin o del rey y afirm aban que éste
podía e le g ir a sus m in is tro s con plena autoridad. No deseaban m o d ific a r la
ley de sucesión, y en el orden re lig io s o eran p a rtid a rio s de im poner el c u lto
anglicano. En este p a rtid o m ilita b a n p ro p ie ta rio s rurale s y re p re se nta n te s
de la Iglesia o fic ia l.
Los w h ig s (o lib e ra le s) se oponían a que reinase el duque de Y ork.
A firm a b a n d e fende r los derechos populares y eran p a rtid a rio s de lim ita r
las a trib u c io n e s del soberano, quien debía e le g ir a sus m in is tro s e ntre los
m ie m b ro s del Parlam ento y d e ja rlo s gobernar. En el orden re lig io s o , nega­
ban — igual que los to rie s — el c a to lic is m o , pero sostenían la to le ra n c ia para
todas las sectas p ro te sta n te s. En este p a rtid o figuraban los grandes señores
e n riq u e cid o s y los d isid e n te s.
Según sus propias palabras, Cromwell decidió “ hacer callar a los charlatanes” y en un acto de
violencia disolvió el parlamento inglés para iniciar una dictadura militar y religiosa. Un gra­
bado de aquella época nos muestra el momento en que ordena la disolución de la asamblea}
Esta ley, que rigió hasta 1849, estableció que los productos de otras naciones
sólo podrían ser transportados a Inglaterra en naves inglesas o en buques del
país que los enviaba; en consecuencia, los ingleses debieron crear una poderosa
flota para satisfacer las exigencias del consumo interno.
Restauración de los Estuardo
C ro m w e l! fa lle c ió en s e tie m b re de 1658; lo sucedió su inepto h ijo
R icardo, que abdicó a los pocos m eses. Luego s ig u ió un período de in c i­
dentes hasta que Jorge M onk, general que mandaba las tro p a s de Escocia,
avanzó sobre Ingla te rra , p e n e tró en Londres y fue bien re cib id o por la pobla­
ción. El cita do m ilita r lle g ó a un acuerdo con los re a lista s, lo que p e rm itió
re u n ir una C onvención, asam blea que p o r mayoría dispuso lla m a r a C arlos
II — h ijo del m onarca a n te rio r— , que se encontraba en Holanda, y o fre c e rle
el tro n o de In gla te rra . A s í se in ic ió el período llam ado de la R estauración,/
que com prende los reinados de C arlos II y su herm ano Jacobo II.
El nuevo re y se m o s tró aparentem ente anglicano; sin em bargo, C ar­
los II — com o buen Estuardo— se in c lin ó por el c a to lic is m o . Tem eroso el
P arlam ento de las se cre ta s incUnaciones re lig io s a s del monarca, v o tó una
ley — B ill de U n ifo rm id a d — que reconocía la su p e rio rid a d de la d co trin a
anglicana.
Cuando Jacobo, el Duque de Y o rk — herm ano y. p re su n to heredero del
reV - se c o n v irtió p ú b lica m e n te al c a to lic is m o , las Cám aras votaron el B ill
168
Los términos empleados para designar a ambos partidos eran injuriosos, por
cuanto recibieron esa denominación de sus propios enemigos.
Los caballeros partidarios del monarca apodaron whigs (pronuncíese juíg) a
los opositores, palabra que es una abreviatura de whigamore, término utilizado para
designar a los fanáticos presbiterianos que habitaban Escocia. Por su parte, los
últimos llamaron a los realistas tories (pronúnciese toris) o “ bandidos irlandeses” ,
para indicar que sólo eran papistas disfrazados.
La revolución de 1688
C arlos II fa lle c ió en 1685 y entonces ocupó el tro n o su herm ano, el
ca tó lic o duque de Y ork, con el nom bre de Jacobo II. Las ideas re lig io sa s
del m onarca provocaron honda in q uie tud; sin em bargo, com o aquél tenía
dos h ija s p ro te sta n te s, M aría y Ana — habidas de su p rim e r m a trim o n io — ,
que debían su cederlo , la situ a ció n creada se m antuvo indecisa.
Los a c o n te cim ie n to s se p re cip ita ro n cuando la reina (ca tó lica ) dio a luz
un heredero. A los pocos días se in ic ió la re volución de 1688, cuando los
grandes señores y los d irig e n te s de los w h ig s y los to rie s s o lic ita ro n la
ayuda m ilita r de G u ille rm o de Orange (E statúder de H olanda), esposo de
M aría, la h ija m ayor del m onarca inglés.
G u ille rm o — al fre n te de 14.000 hom bres— desem barcó en In g la te rra
(n o vie m b re de 1688) m ie n tra s las fuerzas re a lista s se desbandaban y Jaco­
bo II huía rum bo a Francia.
Convocado el Parlam ento, declaró que la corona correspondía a M aría;
sin em bargo, com o su esposo G u ille rm o argum entó que no deseaba se r “ el
ayudante de su m u je r” , la asam blea dispuso que ambos serían “ soberanos
c o n ju n to s ". Para que los fu tu ro s m onarcas respetaran la vo lu ntad popular,
el Parlam ento aprobó — 13 de fe b re ro de 1689— la D eclaració n de D erechos.
169
/
1
LA FR AN C IA DE LUIS XIV
El cardenal M azarino
Luis XIII fa lle c ió en mayo de 1643 y dejó com o sucesor en el tro n o de
Francia a su h ijo de cinco, años de edad, el fu tu ro Luis XIV. La reina m adre
Ana de A u s tria se hizo cargo del go biern o com o regente y nom bró p rim e r
m in is tro al cardenal J u lio M azarino. Este d irig ió la p o lític a francesa — salvo
algunos in te rv a lo s — desde 1643 hasta su m uerte, en 1661.
A l p rin c ip io debió e n fre n ta r las co nspiracione s y alzam ientos provoca­
dos por los a ris tó c ra ta s o "im p o rta n te s ” , quienes deseaban recu perar el
poder p e rd id o en épocas de R ichelieu.
Las guerras europeas habían d e b ilita d o el te so ro y M azarino ordenó
a p lica r nuevos im puestos y p e rm itió a c a p ita lis ta s cobrar los gravám enes.
El Parlam ento se opuso a estas m edidas y, cuando M azarino ordenó el
a rre s to de algunos de sus m ie m bros, se in ic ió una guerra c iv il, verdadero
a n tic ip o de la R evolución Francesa.
La población de París levantó barricadas en las calle s y, com o la regen­
te no ten ía e jé rc ito , se v io obligada a h u ir con el niño rey, seguida por
M azarino y la C o rte (1649). En esta fo rm a com enzó la guerra c iv il — cono­
cida con el nom bre de La Fronda— , que se prolongó hasta 1652.
El vocablo fronda es la form a castellana de la palabra francesa fronde, que
sig n ifica “ honda” . Este térm ino fue aplicado como burla a los parlam entarios y
enemigos del absolutism o real, pues comparaban sus esfuerzos con las travesuras
de los niños que, armados de hondas, recorrían las calles de París y se disper­
saban ante la aparición de un policía.
El escrito declaraba ilegales los actos arbitrarios de Jacobo II y establecía
que el poder ejecutivo correspondía al rey y el legislativo al Parlamento.
Por lo tanto, el soberano debía convocar regularm ente a las Cámaras y
consultarlas para establecer nuevos Impuestos, mantener tropas en tiem pos de
paz, tratar de cam biar la religión oficial y dicta r leyes.
También se declaraba vigente el tiabeas corpus, el derecho de petición ante
el monarca, la libertad en la elección de los miembros del Parlamento y en las
discusiones políticas.
Luego que ju ra ro n re sp e ta r la D eclaración, M aría II y G u ille rm o III
fue ron proclam ados reyes de In glaterra.
La re volución de 1688 puso fin al in te n to a b s o lu tis ta de los soberanos
ingleses e instau ró el régim en m onárquico p a rla m e n ta rio , basado en los
p rin c ip io s de la soberanía nacional.
Los súb ditos fu e ro n p ro te g id o s de los excesos del poder, pues el sobe­
rano debía re sp e ta r " lo s verdaderos, antiguos e in d u bita b le s derechos y
lib e rta d e s del p u e b lo ” .
Con el sistem a p a rla m e n ta rio , los reyes ocuparon el tro n o , pero en
realidad no gobernaron p o r cuanto el " p rim e r m in is tro " se encargó de re ­
s o lve r los problem as del Estado. Este fu n c io n a rio era e le g id o por mayoría
parlam enta ria.
En 1689 se sancionó el B ill de Tolerancia, por el cual G u ille rm o III a uto­
rizó el lib re e je rc ic io del c u lto a to d o s los p ro te sta n te s, m edida de p a c ifi­
cación re lig io sa que no alcanzó a los ca tó lic o s .
170
La reg e n te s o lic itó la ayuda m ilita r de C ondé quien, procedente de los
Países Bajos, ve n ció a los pa risie n se s y firm ó una pa cifica ció n .
A l poco tie m p o Condé se opuso a la p o lítica de M azarino y esta a ctitu d
encendió nuevam ente la guerra c iv il, por lo que el ú ltim o debió h u ir a
A lem ania.
En el transcurso de la guerra civil denominada ha Fronda, una joven cortesana, la señorita de
Montpensier — título nobiliario perteneciente a la Casa de Barbón— dirigió el fuego de la arti­
llería contra los realistas, desde lo alto de la fortaleza de la Bastilla. (Pintura de Melingue.)
Condé colocóse a las órdenes del rey de España — país que continuaba
la guerra co ntra Francia— , pero fu e ve ncido por las fuerzas leales d irig id a s
por Turena.
Finalizada la guerra c iv il, el Parlam ento p id ió a Luis XIV — declarado
m ayor de edad— que regresara a la ca p ita l. En octu b re de 1652 el joven
m onarca y su madre fu e ro n re c ib id o s ju b ilo s a m e n te por la población de
París; m eses más tarde lo hizo M azarino. Este p ro s ig u ió con é x ito la lucha
co ntra España, obteniendo Turena la im p o rta n te v ic to ria de Las Dunas (p ró ­
xim a a D unkerque).
En 1659 se firm ó la Paz de lo s P irineos, por la cual los fra n ce se s re c i­
bieron algunos te rrito rio s ; además, se co n ce rtó el m a trim o n io de Luis XIV
con M aría Teresa, h ija de Felipe IV.
M azarino fa lle c ió dos años más tarde, sa tis fe c h o de haber com pletado
la obra iniciada por R ichelieu.
El absolutism o m onárquico
Después de la m u e rte de M azarino, el rey Luis XIV re s o lv ió gobernar
personalm ente a Francia y no c o m p a rtir con nadie la autoridad suprem a.
Reunió a sus colaboradores y les d ijo: “ ...h a s ta el presente he dejado go­
bernar mis asuntos al señor cardenal; ya es tiempo de que los gobierne yo m ismo”
Cuando un eclesiástico, que estaba a cargo de las cuestiones del clero, le
preguntó: “ Ahora que el cardenal ha muerto, ¿a quién quiere Su Majestad que
me d irija en adelante?", el soberano replicó: “ A mí” .
El m onarca tenía v e in tid ó s años (m ayo de 1661) y hasta su m u e r t e , — el
1? de se tie m b re de 1715— es d e cir, durante cincuenta y cinco años, g o ber­
nó sin ninguna re s tric c ió n y su v o lu n ta d fu e ley en to d o s sus d o m in io s .
El pueblo aceptó co m p la cid o estas om ním odas fa cu lta d e s Porqu0Tn(í ! ' 1'
sado de las luchas in te s tin a s , deseaba la tra n q u ilid a d y e l o r d e n , o s
ansiaban la paz in te rio r y re c ib ie ro n gustosos al hom bre que e le v o
más alta je ra rq uía la dignidad de rey.
Luis XIV era de mediana estatura, más bien bajo, aunque proporcionado.
Su rostro en conjunto era frío e im ponente: cara ovalada, tez pálida, ojos castaños,
nariz aguileña, labio in fe rio r algo saliente y papada.
Caminaba erguido, con la cabeza echada hacia atrás y trataba de aumentar su
estatura con altos tacones y flotante peluca de color rubio ceniciento.
Agradaba por su delicadeza y trato amable. Hablaba poco y se expresaba con
propiedad, cuidaba sus modales y no se encolerizaba aun ante los mayores
problemas.
Gustaba de la vida sedentaria, paseaba siempre en carroza y nunca vistió
uniforme m ilitar.
Luis X IV creía en su propia o m n ip otencia y afirm aba que la autoridad
real p roviene de D ios y, por lo ta n to , el soberano tie n e le g ítim o derecho a
e je rc e r sin ningún lím ite la je fa tu ra suprem a de la N ación com o si fue ra
una propiedad p a rtic u la r.
No puede afirm arse con certeza si el absolutista monarca pronunció la cono­
cida frase: “ El Estado soy ycf’, aunque deducimos que la ¡dea estuvo siempre
presente en sus actos.
El pueblo estaba convencido del m isticism o real y, en ciertas ceremonias,
los enfermos se arrodillaban ante Luis mientras éste, después de hacerles la
señal de la cruz en la frente, les decía: “ El rey te toca, que Dios te cure".
E lig ió el sol com o em blem a o fic ia l porque entendía que su poder sobre
Francia era s im ila r al e je rcid o por el a stro rey sobre todos los planetas.
El poder centralizado del m onarca c o n tro ló no sólo la p o lític a del país,
sin o ta m b ié n la sociedad, el e jé rc ito , la re lig ió n , la econom ía y la cu ltu ra .
173
i
”
Sin em bargo, Luis XIV nunca o lv id ó su gran responsabilidad de gober­
nante y se dedicó con afán a su “ o fic io de re y ” , que juzgaba “ grande, noble
y e x q u is ito ” .
A unque p re scin d ió de las llam adas “ leyes fu n d a m e n ta le s ” , se in te re só
personalm ente po r la marcha de to d o s los asuntos; re sp e tó la o p inión de
sus hábiles colaboradores y, sin se r un gran e sta d ista ni co n ta r con una
m ente p rivile g ia d a , tu vo la s u fic ie n te capacidad para d ir ig ir con a c ie rto los
d e stin o s de Francia.
La C orte
Luis X iV nunca pudo o lv id a r los in cid e n te s de La Fronda y p o r esto odió
la ciudad de París y no quiso v iv ir en ella. En p rin c ip io habitó en los a lre ­
dedores, en el c a s tillo de F ontainebleau, y luego mandó c o n s tru ir el palacio
de V ersa lle s, donde e s ta b le c ió el g o b iern o a p a rtir de 1682.
Para re in a r sin in tro m is io n e s el m onarca re le vó a la nobleza de toda
tarea de gobierno, pero dio a los p rín cip e s y señores altas dignidades en
la C o rte y en el e jé rc ito .
Los nobles de Francia se radicaron en V e rsa lle s para fo rm a r la C o rte
de Luis XIV. Este los conocía p e rso n a lm e n te y to d o s los días con tro la b a si
estaban pre sen tes en las fa stu o sa s cerem onias.
Muy sensible a las adulaciones, e! rey nunca concedía beneficios o lucrativos
puestos a los que no integraban su Corte. De tal manera, la única form a de enri­
quecerse era figu rar constantemente al lado del soberano. Este respondía “ no lo
conozco” o "es persona que nunca veo” cuando se negaba a otorgar un privilegio.
La vida de la C o rte derrochó sum as fabulosas, pues a llí todo era lujo,
galantería y fig u ra ció n . El m onarca fra n cé s e s ta b le ció una nueva moda; fijó
las ve stim e n ta s de los cortesanos de acuerdo con cada cerem onia.
Con el tra n scu rs o del tie m p o , la regim entada y m onótona vida c o rte ­
sana te rm in ó por cansar a todos, a rru in ó las finanzas p ú b lica s y privadas y
dio orig en a un d e sco n te n to popular, p re cu rso r 'd e re vo lu cio n e s y re p re ­
salias.
Principales colaboradores
A unque Luis XIV c e n tra lizó en su persona toda la a d m in istra ció n pú­
blica, a d m itió a su lado a háb ile s consejeros (m in is tro s e in te n d e n te s) y
se rodeó de o rganism os colegiados (C onsejos) c o n s titu id o s en su m ayoría
por le g ista s.
El m onarca fra n cé s e lig ió a sus m in is tro s e ntre los ele m ento s de la
burguesía o clase m edia, porque debido a su origen eran más d ó cile s y
menos a m b icio so s que los nobles. Entre estos hábiles y la boriosos fu n c io ­
narios se destacaron C o lb e rt, Louvois y Vauban.
Juan B a u tista C o lb e rt fu e el más eficaz colaborador de Luis XIV. Este
burgués ennoblecido — h ijo de un vendedor de paños— se e n riq u e ció cuan­
do trabajaba a las órdenes de M azarino; m uerto éste con sig uió la confianza
del rey, que lo nom bró in te n d e n te y luego in s p e c to r ge ne ra l de H acienda.
A dem ás, ocupó los cargos de m in is tro de M arina y s e c re ta rio de la Casa
Real, con lo que dom inó to dos los problem as in te rn o s del país.
Hasta esa época Francia era un país agrícola, con pocas fá b rica s. C o l­
b e rt creó in d u stria s o fic ia le s (ta p ice s, encajes, porcelanas), fa vo re ció el
c o m e rcio , d e s a rro lló la m arina m ercante y am plió el núm ero de unidades
de guerra.
;
O tro gran colaborador de Luis XIV fu e el m arqués de Louvois, que
in tro d u jo im p o rta n te s m ejoras en el e jé rc ito y aum entó los e fe c tiv o s ,
m ariscal Vauban se hizo fam oso al adoptar un nuevo siste m a de fo r tific a ­
ciones rasantes (casam atas).
175
económ ica. A sí s u rg ie ro n una se rie de d o ctrin a s y p ráctica s las que, en
co n ju nto , se conocen con el nom bre de m e rca n tilism o .
C onviene destacar que la in te rve n ció n gubernativa tu vo una fin a lid a d
p o lític a , pues ro b u ste ció el poder de los m onarcas al fa c ilita rle s recursos
para e quipar e jé rc ito s y m arinas poderosos.
El m e rc a n tilis m o so stie n e que la prosperidad de un país radica en la
m ayor cantidad de m etales precio so s (oro y plata) que posea d e ntro de sus
fro n te ra s ; además, para te n e r oro en abundancia, es n ecesario ela b ora r los
productos indispensables, aum entar las ventas en el e x te rio r y re s trin g ir
las com pras.
En consecuencia, el Estado debe controlar la vida económica, proteger las
industrias, fom entar la producción, vig ila r la buena calidad de los artículos e
im plantar restrictivas medidas aduaneras tendientes a im pedir la salida de materias
primas (lana, hierro, etc.) y evitar la Introducción de productos m anufacturados
que com pitan con los nacionales.
En los sig lo s XVI y XVII la m ayoría de los países p e rte n e cie n te s a la
Europa o ccid e nta l tra ta ro n de a p lica r el m e rc a n tilism o . Bajo el reinado de
Luis XIV, y por obra de C o lb e rt, Francia fu e el Estado más a fe cto a esa
p o lític a económ ica, pues el hábil m in is tro v io en dicho s iste m a el m ejor
m edio para co n so lid a r el a b so lutism o del soberano.
A p a rtir de esa época, los té rm in o s m e rc a n tilis m o y co lb e rtis m o se
consideran sinónim os.
Política religiosa
El a b so lu tism o del m onarca fra n cé s tam bién com p re n dió el aspecto
e s p iritu a l. Para te rm in a r con toda d isparidad re lig io s a , en el año 1685 revocó
el E dicto de N antes, con lo cual o b lig ó .a los ca lv in is ta s a a b ju ra r de sus
creencias o al d e s tie rro v o lu n ta rio .
Prohibió el c u lto p ro te s ta n te , d e m o lió los te m p lo s y, aunque ca stig ó
a to d o el que abandonara el te rrito rio , unos d o scie nto s m il c a lv in is ta s
em igraron en d ire cc ió n a B randeburgo, Holanda e In glaterra.
Si bien co n sig u ió la unidad c a tó lica , muchas co n ve rsio n e s dejaron de
ser sin ce ra s; po r o tra p arte, la e m ig ra ció n p e rju d ic ó al c o m e rcio y a la
in d u stria .
Los protestantes fueron perseguidos con saña y hasta se aplicó el cruel pro­
cedim iento llam ado dragonadas, por el cual se autorizaba a los soldados (dragones)
para que penetraran en las casas de los calvinistas y com etieran contra ellos toda
clase de excesos.
El edicto de Nantes fue anulado por instigación de una amiga de Luis XIV,
la marquesa de Malntenon, protestante convertida. Cuando fue abolido el culto
de los reformados, d ijo: “ Mi abuelo amó a los hugonotes y no les tém ió; mi padre
no los amó, pero les tem ió; yo no los amo ni les tem o.”
El m ercantilism o
En el tra n scu rs o del m edievo y bajo el régim en feudal las activid a de s
económ icas e s tu vie ro n a cargo de los m u n ic ip io s . P o ste rio rm e nte — en el s i­
glo XVI— con el triu n fo de las m onarquías absolutas, el Estado fu e el encar­
gado de pro te g e r, re g la m e n ta r e in te rv e n ir to d o s los aspectos de la vida
176
EL PR EDO M IN IO FRANCES: LA CULTURA
Las letras. El teatro
En el s ig lo XVII, y bajo el reinado de Luis XIV, Francia alcanzó el apogeo
de su e sp le nd o r lite ra rio .
La depuración del idiom a, el e s tilo cuidado y los tem as d elicados que
se trataban en las fin a s te rtu lia s — im provisadas en los Salones— , h icie ro n
s u rg ir la lite ra tu ra clá sica francesa.
En 1635 el Cardenal Richelieu creó la Academia Francesa, organism o del
que form aron parte los más destacados hombres de letras de esa época y que
subsiste en la actualidad.
Sus integrantes perfeccionaron el idioma, establecieron nuevas normas gra­
m aticales y enriquecieron el vocabulario.
El absolutista Luis XIV protegió a los literatos y les concedió honores y
privilegios. Al enterarse de que el ilustre Boileau estaba enfermo, le escribió: “ Si
su salud le permite venir alguna vez a Versalles, siem pre tendré media hora para
estar en su com pañía” .
En esa época en que la C o rte de V e rsa lle s e je rcía una verdadera hege­
monía p o lítica , m ilita r y c u ltu ra l, el idiom a fra n cé s fu e la lengua de moda
en toda Europa y sus e s c rito s tom ados com o m odelos lite ra rio s .
Con respecto al te a tro , podem os a firm a r que, a com ienzos del s ig lo
XVII, e xistían en Francia algunas com pañías de com e d ia n te s que se tra s la ­
daban de un pueblo a o tro para o fre c e r e spectáculos.
Las representaciones se efectuaban en salas largas, pero estrechas. En un
extremo se levantaba el escenario, a lo largo de las paredes laterales estaban
los palcos y el resto de la sala se llam aba patio', allí los espectadores debían per­
m anecer de pie.
Los actores carecían de trajes adecuados, la escena no variaba en toda la
función y los hombres tenían que interpretar los papeles femeninos.
Amparados en la escasa claridad de la sala — ilum inada por velas de sebo—
los espectadores acostumbraban protestar ruidosamente.
Las señoras no concurrían al teatro.
A p a rtir del año 1630 m e jo ró la calidad de las obras representadas y,
en consecuencia, aum entó la je ra rq u ía del p ú b lico a s iste n te . Los señores
ocuparon a sie ntos p riv ile g ia d o s a los costados del esce n a rio y las damas
presenciaban la fu n c ió n desde los palcos; só lo en el pa tio ten ía cabida la
gente m odesta.
Los au tores
e s c rib ie ro n com edias y tra g e d ia s adaptadas algusto
del
público, el cual
p re fe ría — en general— tem as re fe re n te s a los antiguos
g riegos y rom anos (c la s ic is m o ). Tam bién respetaron las norm as a que
debían su je ta rse las re p re se nta cio n e s.
Los grandes escritores franceses
Pedro C o rn e ille (1606-1684). Llamado con ju s tic ia " e l padre de la tra g e ­
dia fra n c e s a ” , hizo v is ib le s — a tra vé s de sus obras— las em ociones del
alm a humana po r m edio de ve rso s de a d m irable belleza. L-js cualidades de
su e s tilo son la
nobleza y la vehem encia.
Su tra g e d ia
El C id le v a lió inm ediata y p e rd urable fam a.
Juan R acine (1639-1699). A u to r dra m á tico , d e scrib e con e x a c titu d las
pasio ne s^y los d e fe c to s de los hom bres por m edio de una acción vivaz y
un e s tilo que lleg a a la p e rfe cció n .
Sobre tem as clá sico s e s c rib ió va ria s tra g e d ia s, com o Fedra e Ifig e n ia .
M o liè re (1622-1673). Junto a los dos grandes d ra m á tico s a n te rio re s fi-
178
gura este gran com ed ió grafo, cuyo verdadero nom bre era Juan B autista
Poquelin.
A u to r e in té rp re te de sus obras, fo rm ó a los v e in tiú n años una com pa­
ñía a cuyo fre n te re c o rrió num erosas com arcas francesa s; por ú ltim o , repre ­
sentó ante Luis XIV, quien lo tom ó bajo su p rotección .
M o lie re fue un profundo observador y por esto sus com edias describen
con fid e lid a d la vida humana y ofre ce n una h is to ria de las co stu m b re s y los
gustos de su época.
Entre sus obras más notables fig u ra n : El avaro, T artufo, El m isántrop o,
El e n fe rm o Im a g inario, etcéte ra .
Juan de La Fontaine (1621-1695). Este céle bre poeta fra n cé s se destacó
por su in genio s a tíric o y elegancia de e s tilo . Sus fábulas — publicadas por
p rim e ra vez en 1668— se han com parado con una m oral p rá ctica, pues ins­
tru y e n al m ism o tie m p o que de le itan . Se s irv ió de anim ales para s a tiriz a r
há b ilm e n te las co stu m b re s humanas.
Jacobo B o ssu et (1627-1704). O bispo de M eaux, fue orador, h is to ria d o r
y filó s o fo . No tu vo riva l com o predicador- sagrado en su defensa del ca to­
lic is m o co n tra los h erejes. Entre sus obras — e scrita s en un e s tilo solem ne
y m a jestuoso— fig u ra n : O raciones fú nebres, D iscu rso sobre la H is to ria
U n ive rsa l y P o lítica sacada de las Sagradas E scrituras.
Las bellas artes
Puede a firm a rse que los a rtis ta s de la época de Luis XIV tra bajaron
para agradar al a b so lu tista m onarca y s a tis fa c e r los gustos que predom ina­
ban en la C orte. A s í se im puso el academ icism o u o rie n ta ció n a rtís tic a que
su rg ió de las academ ias creadas en Francia durante ese sig lo.
Los arquitectos Le Vau y Mansard dirigieron la construcción del magnífico
palacio de Versalles; el jardinero Le Nótre dibujó los espléndidos jardines y Le
179
Brun — el pintor oficial de la Corte— decoró las numerosas salas y también fue
autor de im portantes cuadros. En los hermosos parques del palacio podían obser­
varse las estatuas esculpidas por Coysevox, G irardon y Puget; este últim o famoso
por su grupo escultórico El M ilón de Crotona devorado por un león.
Sin embargo, el principal representante de la escuela p ictó rica francesa, que
cultivó con acierto todos los géneros y llegó a la perfección en la com posición,
fue Nicolás Poussin. Especializado en temas históricos compuso — entre otros—
estos cuadros: Rebeca en la fuente; Moisés salvado de las aguas; el Rapto de las
Sabinas, etcétera.
p a rla m e n ta rio , re lig ió n p ro te sta n te y colonias. En o tra posició n tam bién
e nfrentan la hegem onía francesa los estados c o n tin e n ta le s: A u s tria , A le m a ­
nia y España.
En resum en: es la lucha e n tre e l Im p e ria lis m o de Luis X IV y las nacio ­
nes defe n so ra s d e l e q u ilib rio europeo, sancionado por los tra ta d o s de
W e s tfa lia , del año 1648.
EL PR EDO M IN IO FRANCES: IM PERIALISM O DE LUÍS XIV
Luis XIV estaba casado con M aría Teresa, herm ana del re y C arlos II
de España, y por esto reclam ó com o herencia de su esposa, la d e vo lució n 1
de los te rrito rio s del Franco Condado y Luxem burgo.
A n te la negativa del g obierno español, las tro p a s francesa invadieron a
Bélgica y o b tu vie ro n un fá c il triu n fo .
Sin em bargo, po r causa de la A lianza de La Haya (co a lició n form ada
por Holanda, In glate rra y Suécia), Luis XIV se v io obligado a firm a r con
España la Paz de A qu isg rán (1668). Por este tra ta d o Francia sólo se apoderó
de algunos d o m inios españoles en la fro n te ra flam enca.
En el aspecto in te rn a cio n a l, Luis XIV co n tin u ó la p o lític a im p e ria lis ta
iniciada por R ichelieu, según la cual Francia debía te n e r por lím ite s las
"fro n te ra s n a tu ra le s ” . Logrado el d o m in io de la región p irenaica, en épocas
de M azarino, la expansión im p e ria lis ta del m onarca fra n cé s — apoyada en
su e jé rc ito y fo rtific a c io n e s — se e xte n d ió hacia el Rin y, com o era lógico,
m olestó a los países que tenían d o m in io s en esas regiones: España, H olan­
da y A u s tria .
M ie n tra s Francia se tra n sfo rm a b a en la m ayor potencia m ilita r y c u ltu ­
ral del co n tin e n te , In g la te rra — después de la re vo lu ció n de 1688— e n fre n tó
a Luis XIV y a p a rtir de 1672, G u ille rm o III {p rín cip e de O range) fue el im ­
placable riva l del a b s o lu tis ta soberano francés.
Tem erosas del poderío del Rey Sol, las naciones europeas se oponen
a su p o lítica im p e ria lis ta y es así cóm o se form an dos bandos: por un lado
Ing la te rra y Holanda que com o potencias m a rítim a s d e fienden su régim en
a) G uerra por los Países Bajos Españoles (1667-1668)
b) G uerra de Holanda (1672-1678)
S o rp re siva m en te, Luis XIV atacó a esta pequeña nación para ca stig a r
su a c titu d en la a n te rio r guerra y ta m bién por riva lid a d e s de índole co­
m e rcia l.
C ie n to v e in te m il soldados franceses cruzaron el Rin y se apoderaron
de Holanda sin e n contrar re siste n cia . A n te la angustiosa situ a ció n , el pue­
blo proclam ó je fe de la República (e sta túder) a G u ille rm o de O range, quien
to m ó la desesperada re so lu ció n de inundar las tie rra s con las aguas del mar.
Se a b rie ro n las esclusas de los diques y el suelo — más bajo que el
nivel de las aguas— fu e anegado en una gran e xtensió n, a tra vé s de la cual
era im p o s ib le avanzar. Los franceses tu v ie ro n que re tro ce d e r.
G u ille rm o de Orange organizó una poderosa co a lició n con tra Francia
en la cual p a rticip a ro n el em perador de A lem ania, el rey de España y casi
todos los p rín cipe s alem anes. De ta l manera, la guerra de Holanda derivó
en uha guerra europea que concluyó en 1678 con la Paz de N im ega. España
— la más p e rjudicada— debió e n tre g a r a Luis XIV el Franco Condado y
v a rio s te rrito rio s en Flandes.
La Paz de N im ega conso lid ó el poderío del m onarca fra n cé s, y señaló
la época de su apogeo p o lític o y m ilita r.
c ) Guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697)
A pesar del fin de las h o s tilid a d e s, Luis XIV co n tin u ó ensanchado las
fro n te ra s de sus dom in io s con la anexión de diverso s te rrito rio s ribereñ os
al Rin, p e rte n e cie n te s a A lem ania , S uecia y Flandes.
1 El conflicto también se conoce como Guerra de Devolución. María Teresa era hija de Felipe
IV, de España.
181
La a la rm a c u n d ió p o r to d a Europa cu a n d o in c o rp o ró a E s tra s b u rg o (en
A ls a c ia ), c iu d a d lib re , u b ic a d a e s tra té g ic a m e n te , p u e s d o m in a b a u n o de lo s
e s c a s o s p u e n te s que p e rm itía n a tra v e s a r el Rin.
A n te los a co n te c im ie n to s , las naciones enem igas de Luis XIV se a gru­
paron en una nueva c o a lic ió n , llam ada la Liga de A ugsburgo, pues los re ­
presenta ntes se re u n ie ro n en esa ciudad (1688).
La guerra se prolongó por nueve años y las tropas francesas debieron
luchar sin aliados co n tra los e fe c tiv o s de las o tra s naciones europeas. A g o ­
tados por el esfuerzo, los c o m b a tie n te s p re firie ro n firm a r la paz en el c a s ti­
llo de R ysw ick, cercano a La Haya (1697).
Luis XIV renunció a todas las anexiones p o s te rio re s a la Paz de Nlm ega,
excepto Estrasburgo y te rrito rio s d e A lsa cia .
d) La sucesión española
La extrem a d e b ilid a d fís ic a del rey de España, C arlos II (el H echizado)
y la circu n sta n cia de no te n e r desce n d ie n te s d ire c to s , in q u ie ta ro n a las
C o rte s de Francia y A le m a n ia , cuyos soberanos se creían con derechos a la
sucesión.
D eseosas de m antener el e q u ilib rio e n tre los Estados, las dem ás po te n ­
cias europeas — encabezadas por In g la te rra — se m o stra ro n p a rtid a ria s de
e n tre g a r España, Flandes y las posesiones de A m é rica al archiduque C arlos.
Sin em bargo, los nobles españoles aconsejaron a C arlos II que dejara
sucesor p o r te sta m e n to a F e lip e de A n jo u , pues en esta fo rm a se evitaba
desm em bra r las posesiones.
Carlos II falleció el 19 de noviembre del año 1700 y una vez que se hizo
público el testamento, Luis XIV reflexionó varios días antes de aceptar la última
voluntad dei difunto soberano porque estaba seguro de que esa cláusula produciría
una nueva guerra, sin ningún provecho para Francia.
Por últim o pudo más la am bición de ver a un príncipe de su fam ilia en el trono
de España que sus deseos de in icia r una política pacifista para engrandecer a la
agotada Francia.
Así se extinguió la dinastía habsburgo-española y ciñó ia corona de la penín­
sula un rey francés perteneciente a la fam ilia de los Borbones.
El nuevo m onarca to m ó el nom bre de Felipe V y fue reconocido por
todas las co rte s europeas, con excepción del em perador Leopoldo de A u s­
tria , que defendía las p re te n sio n e s del archiduque C arlos.
En lugar de p roceder con prudencia, Luis XIV in te rv in o en la p o lític a
española, ordenó ocupar c ie rta s plazas fu e rte s holandesas en la fro n te ra
belga (ciudades de barrera) y, a la m u e rte de Jacobo II, re co n o ció rey de
Ing late rra al h ijo de ese ex soberano, con lo que v io ló el Tratado de
R ysw ick.
A n te esos a c o n te c im ie n to s se fo rm ó una nueva c o a lic ió n europea con­
tra Francia y España, en la que p a rtic ip a ro n In g la te rra , A u s tria , H olanda y
p ríncipes alem anes. A s í com enzó la guerra.
La guerra de Sucesión (1702-1713)
A l p rin c ip io el m onarca fra n cé s to m ó la ofe n siva y atacó los dom inios
del em perador, pero luego éste c o n fió el mando de sus tro p a s al p ríncipe
Eugenio de Saboya, quien reorganizó el e jé rc ito a ustríaco y lo co n ce n tró en
182
la región del D anubio para e n fre n ta r al grueso de las tro p a s francesas.
A dem ás, co n sig uió la cooperación del e jé rc ito holando-inglés (acantonado
en los Países Bajos) a las órdenes del duque de M arlbourough.
Esas fuerzas com binadas ve n cie ro n a los franceses en la batalla de
B lenheim y los e xpulsaron del te r rito rio alem án. Por su parte, los ingleses
ocuparon G ib ra lta r (1704) y desem barcaron en la península al archiduque
C arlos que pretendía, con el títu lo de C arlos III, la corona de España.
En 1706, el e jé rc ito fra n cé s que defendía los Países Bajos españoles
fue derro ta d o en R a m illie s y tu v o que evacuar casi toda B élgica.
Las acciones en Ita lia tam poco fa vo re cie ron a Luis XIV. El príncipe
Eugenio de Saboya ve n ció a los franceses en Turln (1706) y luego ocupó el
M ilanesado y el reino de N ápoles.
Luis X IV p id ió la paz, pero las condicio nes de sus enem igos eran tan
exig e nte s — e n tre ellas d e stro n a r a su n ie to — , que no aceptó.
En 1709 los aliados ob tu vie ro n una nueva v ic to ria en M a lp la q u e t, pero
al año s ig u ie n te las tro p a s de Felipe V, a las órdenes del duque Luis de
Vendóm e, d e rro ta ro n a los anglo-austríacos en la batalla de V illa vlcio sa . El
archiduque hubo de abandonar M adrid.
Las p rim e ra s te n ta tiv a s de paz iniciadas por ambos bandos belig e ra n te s
se aceleraron después de que los e jé rc ito s fra nce ses, d irig id o s por el ma­
risca l V illa rs , ve n ciero n a las tropas del duque de Saboya en la im p o rta n te
batalla de Denain, al n orte de París (1712). Por esta causa, Luis X IV pudo
firm a r una paz honrosa.
La Paz de U trecht
En 1713, y en la ciudad holandesa de U tre ch t, Francia firm ó la paz con
In glaterra, Holanda y Saboya. A l año sig u ie n te lo hizo en R astadt con el
Im p e rio germ ánico.
En v irtu d de estos dos tra ta d o s, Felipe V fu e reconocido re y de España
y de sus d o m in io s de u ltra m a r, pero renunció a todos sus derechos sobre la
corona de Francia.
El archiduque, que ocupaba el tro n o del Im perio con el títu lo de C arlos
VI, fue indem nizado en p e rju ic io de España, pues re cib ió los Países Bajos,
M ilá n , Cerdeña y Nápoles.
In g la te rra — la más fa vo re cid a — re tu vo en el M e d ite rrá n e o la isla de
M enorca y el p uerto de G ib ra lta r, posesiones de tra d ic ió n hispánica. En
A m é rica , re c ib ió de Francia la península de Acadia, Terranova y los te r r ito ­
rio s de la Bahía de Hudson. También se aseguró el trá fic o co m ercial con
los d o m in io s españoles en este co n tin e n te , m ediante el Tratado de A s ie n to
(tra ta de negros) y el N avio de Perm iso.
La Compañía inglesa del Mar del Sur explotó durante varios años el com ercio
de negros esclavos. A cam bio de las “ piezas de Indias” , como se llam aba a los
cautivos, los marinos recibían cueros y sebos.
El Tratado de Utrecht, en el artículo 7o, disponía que “ sería lícito y libre a
los súbditos del rey de Gran Bretaña com erciar en España y demás dominios
del rey C a tó lico ". Por esta cláusula, se perm itió que anualmente arribara a puertos
americanos un “ navio de perm iso” con un número determ inado de toneladas de
carga.
183
Los nuevos centros culturales
En el sig lo XVII las U niversidades entraron en un período de deca­
dencia, pues ya no fu eron — com o en el m edievo— los p rin cip a le s ce ntros
cu ltu ra le s de O ccidente.
Para fa c ilita r la labor c ie n tífic a se crearon in s titu c io n e s , ta le s com o
los o b se rva to rio s y las academ ias, que reunieron a grupos de e ru d ito s in te ­
resados por las d is c ip lin a s ú tile s .
El m in is tro C o lb e rt fund ó en Francia la A cadem ia de C iencias y el
O b se rva to rio de París, este ú ltim o d irig id o por el astrónom o ita lia n o C assi­
ni. En 1667 se con struyó, p ró xim o a Londres, el O b se rva to rio de G reenw ich
y tam bién la S ociedad Real (R oyal S o cie ty) que a dqu irió ce lebrida d por los
tra b a jo s de N ew ton.
No tardaron en crearse ja rd in e s botánicos, gabinetes de H isto ria Na­
tu ra l, h e rbarios con plantas e xótica s procedentes de A m é rica y m useos,
e n tre los que se destacó el B ritis h M useum de Londres.
Las ciencias
En A stro n o m ía se destacaron el alem án K epler, el ita lia n o G alileo y,
en especial, el inglés Isaac N ew ton , que de scubrió la ley que rig e la m ecá­
nica de los cuerpos ce le ste s.
En M a te m á tica, el francés V iè te creó la moderna notación algebraica,
perfeccionada por el filó s o fo D escartes, que tam bién sentó las bases de la
geom etría a n alítica.
S ic ilia fu e entregada al duque de Saboya y además, la Paz de U tre c h t
reconoció o fic ia lm e n te al e le c to r de B randeburgo el títu lo real de F ederico I
de Prusia.
M O V IM IE N TO FILOSOFICO Y CIENTIFICO EUROPEO
El sig lo XVII fue una época de grandes p ro g re sos en el campo del
in te le c to humano por las nuevas concepciones filo s ó fic a s , los progresos
c ie n tífic o s y las obras lite ra ria s .
Com o consecuencia del R enacim iento se produjo un intenso m o vim ie n ­
to id eológico, en p a rtic u la r en el cam po c ie n tífic o , por lo que dicho período
se ha llam ado “ la ce n tu ria del g e n io ".
Guiados por un e s p íritu p rá ctico , los hom bres de. cie n cia abandonan la
re p e tició n de conceptos tra d ic io n a le s y se dedican a o bservar y e xp e rim e n ­
ta r los fenóm enos de la naturaleza. A s í surge la verdadera cie n cia basada
en la e xp e rim e n ta ció n y en la observación.
La filo s o fía moderna se aparta de las escuelas clá sica s y de la ideología
esco lá stica del m edievo para buscar la verdad en los dicta d o s de la propia
razón, es de cir, en el ra cio n a lism o .
184
La Física fue estudiada por los m ism os e ru d ito s a n te rio re s . A g re g a re ­
mos al ita lia n o T o rric e lli, que in ve n tó el baróm etro.
La Q uím ica y las C iencias N a tu ra le s no avanzaron con la m ism a in te n ­
sidad que las m encionadas. Podemos c ita r al fra n cé s Lefévre, que e s c rib ió
el p rim e r lib ro sobre Q uím ica, al español S e rv e t y al inglés H arvey quienes
descu brieron el m ecanism o de la c irc u la c ió n de la sangre.
La filosofía
F rancisco Bacon ,(1561-1626). Inglés de n a cim ie n to , fue el cre a d o r del
verdadero m étodo c ie n tífic o basado en la o bservación de los hechos y en
la experim en ta ció n .
Renato D e sca rte s, nació en Francia en 1596 y fa lle c ió en 1650. Expuso
las bases de su filo s o fía en su fam oso tra b a jo titu la d o D is c u rs o d e l M étodo.
B e n ito Spinoza (1632-1677). Judío nacido en A m ste rd a m , s ig u ió la filo ­
sofía de D escartes y p o r c ritic a r algunos dogmas hebreos, fu e expulsado
de las sinagogas y m aldecido por los rabinos.
Sostuvo una concepción panteísta, pues a firm ó que D ios y la Naturaleza
son una m ism a esencia.
El inglés Juan Locke (1632-1704) a firm ó que el pensam iento humano
nace de la percepción de los se n tid o s, por lo cual su d o ctrin a se ha llam ado
sensualista .
Las ¡deas filo s ó fic a s y p o lític a s de este m édico in g lé s e je rc ie ro n in­
flu e n cia sobre los pensadores fra n ce se s del s ig lo XVIII.
SU R G IM IENTO DE PRUSIA
Los orígenes de Prusia se rem ontan a com ienzos del sig lo XV, cuando
un p rín cip e de la fa m ilia de los H ohenzollern — llam ado A lb e rto — al produ­
c irs e los in cid e n te s de la Reform a abrazó el m o vim ie n to y se apropió de
d o m in io s e c le s iá s tic o s con los que creó el ducado de Prusia.
Con Federico Guillermo — contem poráneo de Luis XIV— el ducado
e xte n d ió sus fro n te ra s con la in corporación de la Prusia Oriental, Brandeburgo y Cleves. A p a rtir de esa época, Berlín (cap ital de Brandeburgo) se
destacó por su flo re c im ie n to .
Su h ijo y su ce so r fü e declarado rey de Prusia con el nom bre de Fe­
derico I.
Luego ocupó el tro n o su h ijo Federico Guillermo I (1713-1740), hom bre
rudo y déspota, que dedicó tod os sus esfuerzos a m ejo ra r el e jé rc ito , por lo
cual m e re ció el sobreno m bre de “ Rey S a rg ento".
Impuso el servicio m ilita r obligatorio pues estaba convencido de que todos los
prusianos “ nacían para las armas” .
Creó escuelas de cadetes para la form ación de los oficiales superiores que
pertenecían exclusivam ente a la nobleza. Los soldados estaban som etidos a una
intensa preparación y la d isciplin a era muy severa, lo que perm itió d e cir que el
prusiano “ temía más a sus superiores que al enem igo” .
187
C o nsiquió equipar el m e jo r e jé rc ito europeo, in te g ra d o por 80.000 hom ­
bres que Representaban el diez por c ie n to de la población de sus Estados.
Con esto, dio a Prusia el in s tru m e n to de su grandeza.
A dem ás, este soberano u n ific ó la a d m in is tra c ió n y m ejoró la hacienda
pública, m edidas con las que in c re m e n tó la riqueza de su pequeño país.
SU R G IM IENTO DE RUSIA
Hasta com ienzos del s ig lo X VIII, los rusos o m o sco vita s no habían
ocupado un lugar im p o rta n te en la h is to ria de la hum anidad.
Largos años perm a n ecie ro n los rusos s o m e tid o s a los m ogoles, hasta
que un prín cip e de M oscovia, Iván III e l Grande (1462-1505), lib s rto sus
d o m in io s y creó un Estado con ca p ita l en M oscú. Fue el p rim e ro que se
titu ló Zar.
Su n ie to , Iván IV, ap e llid a d o “ el T e rrib le ” (p o r las crueldades que com e­
tió en los ú ltim o s años de su reinado), in ic ió la co n q u ista de S ib e ria y
luego de varias luchas co n sig uió e xte n d e r las fro n te ra s de sus dom inios
hasta el m ar C aspio. Tam bién hizo c o n s tru ir en M oscú el palacio del K re m ­
lin. Iván IV m u rió sin descendencia, pues tie m p o atrás había u ltim a d o a su
h ijo en un arreba to de fu ro r. Se in ic ió entonces un período de anarquía y
guerras c iv ile s , provocadas por los p re te n d ie n te s al tro n o , hasta que en
el año 1613 fu e e leg ido zar el p ríncipe M ig u e l, que in ic ió la d inastía de los
R om anoff.
Pedro I, e l Grande (1682-1725). Ocupó el tro n o de M oscú a los d ie c i­
nueve años, com o consecuencia de una re volución palaciega que encabezó
co n tra su herm ana, la regente Sofía.
Este soberano, considerado el fundador de la Rusia m oderna, se p ro ­
puso im p u lsa r el progreso de su pa tria y c iv iliz a rla al m odo o ccid e nta l de
acuerdo con los adelantos europeos.
En p o lític a e x te rio r d e cidió, según sus propias palabras, “ a b rir ventanas
hacia el o e s te ” , puesto que Rusia estaba aislada de O cciden te p or Suecia,
Polonia y Turquía.
Para c o n se g u ir una salida hacia el m ar Negro gue rreó contra los tu rco s,
a quienes c o n q u istó la plaza de A zof. In ició contra S uecia la llam ada G uerra
del N orte, a cuyo té rm in o se incorporaron a Rusia varias com arcas rib e re ­
ñas al m ar B áltico.
Pedro el Grande realizó dos via je s por Europa y luego em prendió con
energía su p ro ye cto de o ccid e n ta liza r a su país.
Estas re fo rm a s se pueden c la s ific a r en:
a) Políticas. C reó un consejo que llam ó “ Senado g o b e rn a n te ” , fo rm a ­
do por nueve m ie m b ros, p e rte n e cie n te s a la a risto cra cia , que dependían de
un pro cu ra do r general. Las a trib u cio n e s de este organism o eran de ca rá cte r
c o n s u ltiv o y ju d ic ia l.
Para co la b ora r en las tareas a d m in is tra tiv a s organizó nueve co le g io s o
corp o ra cio n e s de a ltos fu n cio n a rio s con tareas sem ejantes a las de los
m in is tro s . A dem ás, p rom ulg ó la fam osa “ tabla de los rango s” po r la cual
e s ta b le ció ca to rce ca tegorías de fu n cio n a rio s, se leccionados atendiendo a
su nobleza y ocupación del Estado.
Pedro I, el Grande.
la fisonomía de rasgos
gulares se advierten
grandes ojos negros,
mirada penetrante.
En
re­
los
de
Grupo de boyardos o nobles rusos perte­
necientes a la corte de Iván IV son reci­
bidos en audiencia por el emperador ger­
mano Maximiliano II. Observe la indumen­
taria de los personajes y los presentes que
han de entregar. (Grabado antiguo.)
189
b) E c le s iá s tic a s . Para c o lo c a r a la Iglesia O rtodoxa bajo su co m p le to
dom inio , Pedro s u p rim ió el Patriarcado de M oscú y lo reem plazó p o r un
consejo de obispos o Santo Sínodo, ante el cual enviaba un re p re se nta n te .
c) M ilita re s . Reorganizó el e jé rc ito al modo prusiano. Im itó los re g la ­
m entos, la preparación fís ic a , los u n ifo rm e s y hasta los d ive rso s grados y
jerarquías.
Los cam pesinos fu e ro n o bligados a in co rp o ra rse y a los que se ne­
gaban se los conducía encadenados; con e stos p ro c e d im ie n to s consiguió
equipar a más de 200.000 hom bres.
Del antiguo e jé rc ito ruso sólo conservó la caballería, o sea los cosacos,
que en núm ero de 100.000 v ig ila b a n las fro n te ra s .
También con tó con 48 naves de guerra y unos 20.000 m arinos.
d) Económicas. De acuerdo con las d o ctrin a s c o lb e rtis ta s , fo m e n tó
la creación de m anufacturas, la e xp lo ta ció n de los recursos m in e ra le s y el
d e sa rro llo del co m e rcio . Para m e jo ra r la mano de obra p ro p ic ió el in te rc a m ­
bio de té cn ico s y o b re ro s con O ccid e n te .
e) C u ltu rales. A im ita c ió n de los europeos, fa v o re c ió la in s tru c ­
ción p ública y cre ó los p rim e ro s in s titu to s su p e rio re s, com o la Escuela Po­
lité c n ic a y la A cadem ia de C iencias de San Petersburgo.
E stim uló la im p re sió n de te x to s y en 1703 apareció el p rim e r p e rió d ico
ruso.
f) Costum bres. In te rv in o en to d o s los aspectos de la vid a de su pue­
blo, pues o b lig ó a los hom bres a v e s tir com o los europeos y c o rta rs e la
barba y los ca b e llo s. P e rm itió que las m u je re s dejasen de c u b rir su ro s tro
e hicieran vida so cia l.
Pedro el Grande murió en enero de 1725. Afirm ó que “ las reformas de un
pueblo son como los frutos de las palmeras, que no se empiezan a cosechar hasta
después de muerto el plantador” . Sin embargo, aunque triunfó en su acción política,
pues extendió las fronteras de Rusia casi a sus límites actuales, fracasó en su
obra civilizadora, por cuanto ésta sólo fue superficial y no alteró la fisonomía
característica de su pueblo.
SU R G IM IENTO DE HOLANDA
Com o vim o s , los te r rito rio s ubicados en el n o rte de los Países Bajos se
em anciparon de Felipe II y c o n s titu y e ro n las P rovincias U nidas cuya inde­
pendencia fu e aceptada por España en los tra ta d o s de W e s tfa lia (1648),
que pusieron fin a la G uerra de los T reinta A ños.
Esas s ie te p ro vin cia s se organizaron en una confe d e ra ció n en la que
cada una era un Estado soberano, pues tenían go b iern o y c o n s titu c io n e s
propios.
Se gobernaban com o pequeñas re p ú b lica s, con un C onsejo de fa m ilia s
a ris to c rá tic a s encargadas de la a d m in is tra c ió n ; sin em bargo, para los asun­
to s com unes enviaban d iputados a una asam blea de Estados G enerales que
se reunía en La Haya.
En casi todas las p ro vin cia s, los cargos de E statúder estaban ocupa­
dos por m ie m b ro s de la din astía de los O range, quienes deseaban tra n s ­
fo rm a r el país en una m onarquía.
D ieron o rig e n al p a rtid o O rangista, que se im puso — e xcepto H olanda—
en todas las provin cias.
Por su parte, los rico s m ercaderes de Holanda eran to le ra n te s en
m ateria re lig io s a , no deseaban un gobierno fu e rte y se oponían a la guerra,
que perjudicaba el co m e rcio . A sí su rg ió el p a rtid o R epublicano.
Prosperidad de Holanda
Por su progreso económ ico y m e rc a n til, Holanda a d q u irió ta l p re s tig io
que paulatin a m e n te su nom bre e lim in ó al de las otras P rovincias U nidas y
s irv ió para in d ic a r el de la nueva R epública Federal.
El rápido in cre m e n to de la población o b lig ó a los holandeses a au­
m e n ta r la e xte n sión de las tie rra s c u ltiv a b le s , pues se necesitaban produ c­
to s agrícolas para el su ste n to de sus habitantes. Se co n stru ye ro n diques
para c o n te n e r las aguas del m ar y p e rm itir el pastoreo de los ganados en
las tie rra s desecadas (“ p o ld e rs ” ).
Los cam pesinos se dedicaron al cuidado de las huertas y al c u ltiv o
de las flo re s , en especial los tulipanes. No tardaron en s u rg ir las in d u stria s
derivadas de la leche, la m anteca y los fam osos quesos, en especial estos
ú ltim o s , que die ron ce lebrid ad a Holanda.
Desde el s ig lo XVI las em barcaciones holandesas surcaban los mares
para tra n s p o rta r m ercaderías u ocuparse en la pesca del arenque.
Las com pañías de com ercio
Para o b te n e r en abundancia las especias, los holandeses d ecidie ro n
ocupar las posesiones portuguesas en O rie n te . Con el fin de organizar las
expediciones, los c o m e rcia n tes crearon, en el año 1602, la Com pañía de las
Indias O rie n ta le s.
En esta fo rm a se apoderaron del Cabo de Buena Esperanza (su r de
A fric a ), p u e rto s de la India, M alaca y las islas de C eilán y de la Sonda (en
el a rch ip ié la g o m alayo). En Java fundaron Batavia, que fu e la capital y re­
sidencia del gobernador general.
Para e xte n d e r sus transaccion es co m e rcia le s hasta A m é rica fundaron
la Compañía de las Ind ias O ccid entales (1624), que no co n sig u ió el é x ito
de la a n te rio r.
Los holandeses se e sta b le cie ro n en Nueva A m ste rd a m (actual Nueva
Y ork) y en re giones de las A n tilla s y de las Guayanas. A dem ás, ocuparon va­
rio s años la región de Santos, en el B rasil, pero luego fu e ron expulsados.
A m ediados del s ig lo X VIII, la pro spe ridad holandesa fu e m uy afectada
por las batallas navales so ste nid as co n tra los ingleses y el re co n o cim ie n to
obligado del A c ta de N avegación. Desde esa época, In g la te rra de spojó a
Holanda del d o m in io de los m ares.
En épocas de la dom inación hispánica cada p ro vin cia tenía un gober­
nador llam ado E sta tú d e r; luego de la em ancipación, este fu n c io n a rio — de­
signado por su re s p e c tiv o te r rito rio — fu e je fe e je c u tiv o .
190
191
Guía de repaso
La España de los
Austrias Menores.
ción de Luis XIV. Batallas de Blenheim y Ramillies, Malplaquet y Villaviciosa. La paz de Utrecht.
Movimiento filosófico
y científico europeo.
La ciencia basada en la experim entación y observación.
El racionalism o. Los nuevos centros culturales en París y en
Londres. Principales figuras de la astronomía, la matemá­
tica, la física y la química.
La filosofía: Bacon, Descartes y Spínosa. Locke y el sen­
sualismo.
Felipe III: el Duque de Lerma. Felipe IV: el Conde-duque de
Olivares. Carlos II: Juan José de Austria.
El barroco y su
proyección en América.
Estilos arquitectónicos que pasaron al Nuevo Mundo. El
barroco americano. José Churriguera.
Surgimiento de Prusia.
Federico Guillermo. Federico 1. Federico G uillerm o 1: obra
de gobierno.
El absolutismo
monárquico.
Los reyes absolutos de España, Inglaterra, Alemania y Francia. Defensores del absolutism o: Bodin y Hobbes. Los cam­
bios económ icos: el capitalism o.
Surgimiento de Rusia.
1van IV. La dinastía de los Romanoff. Pedro 1, el Grande:
reformas políticas, eclesiásticas, m ilitares, económ icas, cul­
turales. Las costumbres.
Surgimiento de
Holanda.
Las Provincias Unidas: gobierno. El partido Orangísta y
e l Republicano. Prosperidad de Holanda: construcción de
diques, industrias. Las compañías de com ercio: Indias
Orientales y Occidentales.
Francia en la época
de Richelieu.
Luis XIII. La acción de Richelieu contra los protestantes y
los nobles. El edicto “ La Gracia de A la is". Intendentes.
La Guerra de
los Treinta Años.
Carácter del conflicto. Causas religiosas y políticas. Detenestración de Praga. Periodos de la guerra; Palatino: batalla
de Montaña Blanca; Danés: Cristián IV; Sueco: batalla de
Lutzen; Francés: batallas de Rocroi, Nordlingen y Lens. L,a
Paz de Westfalia y sus cláusulas religiosas y políticas
Consecuencias de la guerra.
r—
Las revoluciones
inglesas.
Jacobo I Estuardo y el anglicanism o. Carlos I. El Parlamentó Corto y el Parlamento Largo. El M emorial de Quejas.
Batalla Naseby. La dictadura de Cromwell. El Acta de Na­
vegación. Restauración de los Estuardo. Carlos II: el B ill de
Uniformidad. El B ill del Test. Formación de los partidos.
El B ill de Exclusión. Los tories y los whigs.
La Revolución de 1686. Jacobo II: sus ideas religiosas. Gui­
llerm o de Orange. La Declaración de Derechos. María II y
Guillermo III. El B ill de Tolerancia.
La Francia de Luis XIV.
Julio Mazarino. La Fronda. La lucha contra España. El ab­
solutism o m onárquico. ‘‘El Estado soy yo". El palacio de
Versailles. La Corte. Colbert, Louvois y Vauban. Política
religiosa. El m ercantilism o.
El predominio francés:
la cultura.
El esplendor lite rario : los salones, la Academia francesa.
Los grandes escritores. C orneille: cualidades de su estilo.
Racine: sus tragedias. M olière: sus comedias. La Fontaine:
sus fábulas. Bossuet: obras.
Las bellas artes: el academicismo. Arquitectos y pintores.
El predominio francés:
imperialismo de
Luis XIV.
Naciones europeas que enfrentan la hegemonía francesa.
Guerras de Luis XIV. a) Por los Países Bajos españoles: la
alianza de La Haya, b) De Holanda: coalición contra Fran­
cia. c) De la Liga de Augsburgo: paz de Ryswick. d) De la
sucesión española. Llegada al trono de Felipe V. Interven-
192
r ii^ tin n a r in -
1. ¿Quiénes gobernaron a España en tiempos de Felipe III? 2. ¿Qué
política siguió Olivares en épocas de Felipe IV? 3. ¿Qué sabe de
Carlos II de España? 4. ¿Qué estilos arquitectónicos se aplicaron
en Am érica durante la dominación española? 5. ¿Qué caracteriza
al estilo barroco? 6. ¿A qué se llama absolutismo monárquico?
7. ¿Qué tratadistas defendieron el absolutismo? 8. ¿Qué cambios
económicos se produjeron a comienzos de la Edad Moderna? 9.
¿Qué se propuso el cardenal Richelieu? 10. ¿Contra quiénes lu ­
chó? 11. ¿Cuáles fueron las causas de la Guerra de los Treinta
Años? 12. ¿En cuántos períodos se acostumbra a dividirla? 13. R e­
suma los principales acontecimientos de esa guerra. 14. ¿Por qué
Jacobo I Estuardo desprestigió la autoridad real en Inglaterra?
15. ¿Qué problemas afrontó Carlos I en su reinado? 16. ¿Quién
fue Oliverio Crom w ell? 17. ¿Cómo se inicia el período llamado
de la Restauración? 18. ¿Cuándo surgen los dos grandes partidos
políticos ingleses? 19. ¿Qué acontecimientos precipitaron la R evo­
lución de 1688 en Inglaterra? 20. ¿Cuándo se instauró el régimen
m onárquico parlamentario? 21. ¿Qué política siguió en Francia
el cardenal Mazarino? 22. ¿Es correcto afirmar que Luis X IV
elevó a la más alta jerarquía su dignidad de rey? 23. ¿Cómo era
la vida de la Corte? 24. ¿Quiénes fueron los principales colabo­
radores de Luis X IV ? 25. ¿Qué sabe con respecto al m ercanti193
lismo? 26. Explique por qué Francia alcanzó el apogeo literario
bajo el reinado de Luis XXV. 27. ¿Quiénes fueron los grandes
escritores franceses de esa época? 28. ¿Qué orientación se impuso
en las artes? 29. ¿Qué actitud asumieron las potencias europeas
frente al imperialismo de Luis X IV ? 30. Resuma las guerras en
que intervino el absolutista monarca francés. 31. Explique la paz
de Utrecht y sus principales disposiciones, entre ellas la referente
al tráfico comercial. 32. ¿Por qué surge la verdadera ciencia en
el siglo X V II? 33. ¿Recuerda algunos centros culturales de esa
época? 34. ¿Quiénes se destacaron en la labor científica? 35. ¿Y en
la filosofía? 36. ¿Quién fue el soberano que dio a Prusia el ins­
trumento de su grandeza? 37. ¿A qué monarca se considera el
fundador de la Rusia moderna? 38. ¿Cuáles fueron sus reformas?
39. ¿Qué sabe con respecto al surgimiento de Holanda?
Actividades Prácticas
• R e s u m ir qué se e n tie n d e p o r e s tilo b a rro co y su p ro y e c c ió n en A m é • rica .
S in te tiz a r la g u e rra de los T re in ta A ños, con sus causas, p e rio d o s 1
• y consecuencias.
A n a liz a r e l a b s o lu tis m o m o n á rq u ic o según la p o lític a de L u is X IV .
• S in te tiz a r p o r m e d io de u n c u a d ro s in ó p tic o las g u e rra s de L u is X IV .
Lectura
L a m on a rq u ía absoluta
en Francia
El puñal de un fanático demente
puso fin en 1610 al reinado de En­
rique IV. Siguieron unos años de
incertidumbre y agitación hasta que
en 1624 Luis XIII, que había suce-
das las limitaciones de la autoridad
de su regio amo; y, en segundo lu­
gar, hacer de Francia la nación más
poderosa de Europa. Para conseguir
esos fines no reparó en medio algu­
no. Destruyó despiadadamente tan­
to a los nobles descontentos como a
los hugonotes y mediante un ejérci­
to de espías y ejecuciones en masa
ahogó en germen todas las conspira­
ciones. Si bien fomentó la educación
y protegió la literatura, descuidó el
comercio y permitió que florecieran
en el gobierno el peculado y la pro­
digalidad. Además, su política exte­
rior belicosa envolvió a Francia en
guerras costosas. Su obra más posi­
tiva fue, según parece, la organiza­
ción de un sistema que ponía a cargo
de los gobiernos locales a in te n d e n ­
tes o agentes del rey. El propósito
era centralizar el gobierno de toda
la nación bajo la fiscalización de la
corona y con ello extirpar los vesti­
gios sobrevivientes de la autoridad
feudal. Cuando falleció Richelieu en
1642 quedaba completamente despe­
jado el camino que conducía al des­
potismo real.
La monarquía absoluta llegó a su
apogeo en Francia durante los rei­
nados de los tres Borbones anterio­
res a la Revolución. El primero de
la serie fue Luis XIV (1643-1715),
quien encarnó el ideal absolutista
más co m p le ta m e n te tjue cualquier
otro soberano de su época. Orgu­
lloso, pródigo y dominante, tenía él
concepto más alto de su posición co­
mo rey. No sólo creía que Dios le
había encomendado la tarea de rei­
nar, sino que, además, consideraba
que el bienestar del Estado se rela­
cionaba íntimamente con su propia
personalidad. La frase famosa que se
le atribuye: ‘‘ L ’état c’est m o i” ( “El
Estado soy yo” ) quizá no constituya
sus palabras exactas, pero expresa
con mucha claridad el concepto que
tenía de su autoridad. Eligió el Sol
como emblema oficial para indicar
su creencia en que la nación recibía
de él su esplendor y su sustento del
mismo modo que los planetas reci­
ben los suyos de ese astro. Quizá
pueda decirse en favor de Luis XIV
que ningún hombre desempeñó con
más rigor el “oficio de rey” . Vigi­
laba personalmente todas las activi­
dades gubernativas y consideraba a
sus ministros como simples emplea­
dos cuyo único deber consistía en
obedecer sus órdenes. Pero hay prue­
bas de que al país le habría ido
mejor si Luis hubiese sido menos
entrometido. Puso obstáculos a al­
gunos planes de Colbert para refor­
mar los impuestos y malgastó los
recursos que ese ministro había re­
unido con esfuerzo. El Rey Sol con­
tribuyó muy poco personalmente a
mejorar el gobierno francés. En ge­
neral, siguió la política de Richelieu
y Enrique IV tendiente a consolidar
el poderío nacional a expensas de
los funcionarios locales y a conver­
tir a los nobles en meros parásitos
de la corte. Pero si hizo algún bien,
lo anularon por completo sus gue­
rras insensatas y su política religio­
sa. En 1685 r e v o c ó el Edicto de
Nantes, que había concedido la tole­
rancia a los hugonotes. La conse­
cuencia fue que huyeran del país
muchos de sus súbditos más inteli­
gentes y ricos.
M c N a ll B urns, E dw ard.
C iv il iz a c io n e s de O c c id e n t e .
Buenos Aires, 1968.
• ¿Favoreció R ichelieu el estableci­
m ien to de la m onarquía absoluta
en Francia?
• ¿Cómo gobernó L u is X IV ?
• ¿Qué tra tó de consolidar?
dido a Enrique a la edad de nueve
años, confió la administración del
reino al cardenal Richelieu. Los fi­
nes únicos de este ministro duro
eran: en primer lugar, destruir to-
194
195
EL RIO DE LA PLATA
Juan d e Garay
S a b e m o s 1 que a F elipe de C áceres lo sucedió M a rtin Suárez d e , To­
ledo, quien gobernó la A sun ción hasta la llegada del adelantado O rtiz de
Zarate.
Suárez de Toledo co m isio n ó a Juan de Garay para que fundara una
población en las p roxim idad es del Plata, m ie ntras escoltaba hasta ese lugar
la em barcación en que viajaba preso a la península Felipe de CáceresiComo vimos, Garay acom pañó
a Cáceres en el segundo de los viajes que el
últim o efectuó al Río de la Plata.A partir de ese momento,
Garay propició la
fundación de pueblos a lo largo dei Paraná con el objeto de fa c ilita r la ruta
m arítim a y las com unicaciones con España. El afirm a que fue nom brado para
esa misión “ por el calor que yo puse en decir que abriésemos puertas a la tierra
y no estuviésemos cerrados" (carta del 20 de abril de 1582).
Después de su p e ra r grandes d ific u lta d e s — debido a la escasez de m e­
d ios— Garay equipó un bergantín grande, ocho barcas de carga y unas
pocas balsas. Para que lo acom pañaran en la em presa con sig uió re u n ir a
9 españoles y 75 c rio llo s (llam ados “ mancebos de la tie rra ").
Estos mestizos — hijos de españoles y mujeres indígenas— form aban la nueva
generación que ansiaba p a rticip ar en las exploraciones de su propia tierra.
La flo tilla cargó armas, municiones, plantas, semillas, herram ientas y todos
los elementos necesarios para ed ifica r una futura ciudad.
Una parte de la expedición marchó por tierra, con caballos y ganado vacuno.
; f --------------------------------------------------------------------1 Ver Unidad 1?, pág. 99.
197
Fundación de Santa Fe
Garay p a rtió de la A su n ció n a m ediados de a b ril de 1573 y s ig u ió a la
carabela en que via ja b a C áceres hasta la a ltu ra de F eliciano (p a ra le lo 31);
a llí dejó la e scolta y desem barcó para re u n irs e con el re s to de la expe­
d ició n , que m archaba por tie rra .
Seguidamente exploró la costa occidental del Paraná con el objeto de encon­
trar una zona donde establecer un poblado. Una vez elegido el sitio — más tarde
llamado Cayastá— y mientras se realizaban los trabajos destinados a levantar las
primeras viviendas, se internó con un grupo de compañeros por el río Carcarañá.
Cuando llegó a las ruinas de la Torre de Gaboto (Sancti Spiritus) fue atacado por
los indios, pero en esas circunstancias apareció providencialmente un grupo de
jinetes españoles a las órdenes de Jerónimo Luis de Cabrera, conquistador que
acababa de fundar la ciudad de Córdoba. Ambos jefes decidieron separarse
sin llegar a ningún acuerdo.
Garay re gresó al lu g a r donde había dejado a la m ayoría de sus hom ­
bres y el 15 de no vie m b re de 1573 fu n d ó la ciudad que llam ó de Santa Fe.
En esos m om entos re c ib ió — por m ano de un in d io — una carta del
adelantado O rtiz de Zárate, quien le ' com unicaba e n co n tra rse en la isla de
San G abriel y le pedía ayuda por la pérdida de dos naves. S in dem orar,
Garay p a rtió con tre in ta hom bres en una pequeña em barcación al encuen­
tro del recié n llegado.
O rtiz de Z árate
Com o sabem os, O rtiz de Z árate m archó a España para s o lic ita r a la
C orona su co n firm a c ió n en el cargo de A delantado. Luego de firm a r ca­
p itu la cio n e s con F elipe II y o b te n e r el ansiado títu lo , p a rtió de Sanlúcar
en o ctu b re de 1572 con una e xp e d ició n integrada por cin co em barcaciones
y 510 personas, en su m ayoría pobres y sin p ro fe s ió n . Después de una
azarosa trave sía, lle g ó a las bocas del Río de la Plata, desde donde s o li­
c itó ayuda a Juan de Garay, quien acudió presuroso.
R eabastecida la e xp e d ició n , Zárate d isp u so le va n ta r un poblado en la
costa o rie n ta l y entonces fu n d ó San S alvador, de e fím e ra e x is te n c ia .
El A d elantado a rrib ó a la A su n ció n en fe b re ro de 1575 e in ic ió un go­
bie rn o m ediocre. M u rió al año s ig u ie n te y, por te s ta m e n to , d ejó heredera
universa l a su h ija natural Juana, re s id e n te en C harcas. La joven contaba
d e ic is é is años de edad y debía c o n tra e r m a trim o n io con un hom bre ca­
pacitado para gobernar, pues éste sería el nuevo adelantado. Garay fue
designado tu to r y encargado de c u m p lir con las cláusulas te s ta m e n ta ria s .
La joven — con anuencia de Garay— p re firió al o id o r Juan Torres de
Vera y A ragón, p ero las Leyes de Indias prohibían a e stos fu n c io n a rio s
casarse d e ntro de los lím ite s de su ju ris d ic c ió n . A pesar de tod o , la boda
se ce le b ró en d icie m b re de 1577.
Vera y A ragón co n sig uió que la A u d ie n cia lo m antuviera en su cargo,
aunque el v irre y Toledo p ro h ib ió al m a trim o n io tra sla d a rse a la A su n ció n ;
por esta causa, el p rim e ro nom bró en su reem plazo a Juan de Garay en el
cargo de te n ie n te de gobernador del Río de la Plata.
198
SEGUNDA FU N D A C IO N DE BUENOS AIRES
En enero de 1580 Garay pregonó en la A sunción la rep oblación del
p u e rto de Buenos A ire s , las condicio nes requeridas para el enganche vo ­
lu n ta rio y las ven tajas que obtendrían los p rim e ro s h a b ita n te s .1
En la e xpedición se a lis ta ro n algo más de sesenta personas, en su
m ayoría jó ve n es m estizos y c rio llo s (m ancebos de la tie rra ), una m u je r y
dos re lig io s o s .
Todos se equiparon p o r su cuenta, llevando — según expresión de Ga­
ray— “ sus arm as, caballos y ganados” . Para el tra n s p o rte flu v ia l contaban
con una carabela, dos bergantine s y num erosas canoas y balsas- indígenas.
Un grupo de hom bres co ndujo el ganado (especialm ente caballos y vacas)
por tie rra .
El dom ingo 29 de mayo, día de la S antísim a Trinidad, las em barcaciones
fondearon en el R iachuelo. En hom enaje al día de llegada Garay llam ó a la
ciudad con el nom bre de la fe s tiv id a d re lig io sa .
En las proxim dades del lugar el te n ie n te de gobernador hizo varias
e xp lo ra cio n e s hasta que se d e cid ió por un s itio ubicado un poco más al
n o rte de la p rim itiv a fundación.
1 El incentivo no fue — como en tiem pos de Mendoza— el oro y la plata. Garay sólo destacó
como b eneficios la abundancia del ganado caballar, la d is trib u c ió n de tierras aptas para el cu ltivo
y el repartim iento de indígenas.
199
Garay d e lim itó un re ctá n g u lo de 250 manzanas, pero sólo 46 se des­
tin a ro n para solares urbanos; de aquéllas, se is fu e ro n adjudicadas para el
Fuerte y Plaza M a yo r (hoy de M ayo), tre s para conventos y una para hos­
p ita l. Las manzanas re sta n te s se d e stin a ro n a chacras.
El sábado 11 de ju n io de 1580 Garay fu n d ó la ciudad de la S antísim a
Trinidad; ei p u e rto conservó el nom bre de Santa Macía de lo s Buenos A ire s .
La cerem onia de fundación se efectuó el sábado por la mañana, en el lugar
destinado para la Plaza Mayor. Ante un centenar de españoles y criollos comenzó
el acto el escribano Pedro de Jerez, quien leyó el acta de fundación.
L u e g o — escribe el historiador Groussac— “ se plantó una cruz en el sitio
destinado para iglesia mayor (el que ocupa hoy la Catedral), cuya advocación — la
Trinidad— fue la de la ciudad misma. Seguidamente se publicó, como era de ley,
la organización del gobierno m unicipal, siendo nombrados alcaldes Rodrigo Ortiz
de Zárate y don Gonzalo MarteI de Guzmán, con seis regidores que figuran en el
acta (Quirós, O laberrieta, Bermúdez, Gaitán, Ibarrola y Escobar), los cuales allí
mismo fueron adm itidos a sus oficios, después de sendos juram entos” .
A continuación, Garay y demás miembros del gobierno se trasladaron al
centro de la plaza, donde clavaron en tierra un tronco o “ rollo p ú b lico ” . Este
“ árbol de la ju s tic ia ” era el emblema visible de la ju risdicció n real.
Finalmente Garay tomó posesión de la ciudad y entonces — de acuerdo con
una antiquísim a costumbre— sacó su espada, cortó algunas hierbas y mientras
tiraba varias estocadas d ijo : “ si avia alguno que se lo contradiga, que parezca” ,
y como nadie respondió “ lo pidió por testim onio” .
El 20 de octu b re los m ie m b ro s del C abildo — en p resencia de Garay—
e lig ie ro n patrono a San M a rtín , obispo de Tours; ta m b ié n fu e creado el es­
cudo de la ciudad.
¿
M ie n tra s Garay se encontraba en Buenos A ire s se produjo en Santa Fe
— el 1» de ju n io de 1580— una re b e lió n encabezada p o r s ie te c rio llo s .
Enterado de la “ re vo lu ció n de los m ancebos” Garay se tra sla d ó a Santa
Fe y a llí co n sig u ió ca lm a r las re n c illa s , en base a una hábil p o lític a de
p a cifica ció n .
U ltim os años de Garay. Su m uerte
Term inado el c o n flic to de Santa Fe, Garay se tra s la d ó a Buenos A ire s
y en noviem bre de 1581 s a lió al fre n te de tre in ta hom bres en un v ia je de
explo ra ció n hacia el sur. Llegó a la a ltu ra de la Punta M o g o te s (actual M ar
del Plata) y regre só con la esperanza de v o lv e r a buscar la legendaria “ c iu ­
dad de los C é sa re s” .
Luego pasó a Santa Fe y de a llí a la A su n ció n , donde perm aneció
hasta los p rim e ro s días de d ic ie m b re de 1582, fecha en que regresó a
Buenos A ire s .
En enero de 1583 legó al Plata el nuevo gobernador de C h ile , don
A lo n so de S otom ayor, quien s o lic itó ayuda a Garay para tra sla d a rse por
tie rra hasta su ju ris d ic c ió n ; este ú ltim o accedió a acom pañarlo hasta el río
Carcarañá para lo cual, a m ediados de marzo, em barcó en un bergantín
acom pañado de unos cin cu e nta hom bres; en el tra y e c to , para a b re via r ca­
m ino, Garay se in te rn ó en una laguna (en las cercanías del fu e rte G aboto),
sin saber que había equivocado el rum bo.
_ A llí desem barcó y re s o lv ió p e rn o cta r en sus o rilla s . Cuando los es­
pañoles estaban d u rm ie n d o fu e ro n atacados por los indios, quienes m ataron
a Garay y a doce de sus hom bres.
200
El últim o adelantado: V era y Aragón
A l te n e r c o n o cim ie n to del trá g ic o fin de Garay, Vera y A ragón — que
continuaba re te n id o en C huquisaca— nom bró reem plazante a su sobrino
Juan Torres de N a varre te, quien llegó a la A sunción en marzo de 1584, con
el títu lo de te n ie n te de gobernador. C o m isionó a A lo n so de Vera (“ Cara de
p e rro ” ) para que fundara una ciudad sobre el río B erm ejo, que debería
s e rv ir de enlace con los d om inio s del Perú. Entre los in te g ra n te s de esta
em presa fig u ró H ernandarias de Saavedra.
Los e xp e d icio n a rio s p a rtie ro n hacia el Chaco y, luego de e xp lo ra r la
zona indicada, A lo n so de Vera fundó C oncepción d e l B erm ejo (a b ril de 1585)
en las p ro xim id ad es de la con flu e n cia de ese río con el Paraguay.
M ie n tra s ta n to , con Vera y Aragón sucedió un hecho sin precedentes
en A m é ric a hispana, por cuanto si bien se le negaba la a utorización para
tra sla d a rse al Río de la Plata y al Paraguay, estos te rrito rio s se hallaban
gobernados por sus lu g a rte n ie n te s.
F inalm ente, a p rin c ip io s de 1587 — ya fa lle c id a Juana de Z árate— Vera
y Aragón obtuvo el anhelado perm iso , aunque el rey lo designó adelantado
in te rin o hasta ta n to ju s tific a ra le g a lm e n te sus p re tensio nes ante el C onsejo
de Indias.
Vera y Aragón sa lió de C huquisaca en d ire cció n a C oncepción del Ber­
m ejo y desde a llí — en com pañía de A lo n so de Vera y H ernandarias— s i­
guió a la A su n ción , ciudad a la que a rrib ó en agosto de ese año.
Fundación de C orrientes
Luego de e m prender una campaña re presiva co n tra los indígenas, Vera
y Aragón d e cid ió fu n d a r una ciudad a o rilla s del Paraná. A yudado por H er­
nandarias — quien re c lu tó un co n tin g e n te , en su m ayoría c rio llo s — se
tra sla d ó hasta la o rilla izquierda del Paraná (cerca de la co n flu e n cia con
201
el río Paraguay) y a llí fun d ó la ciudad de San Juan de Vera de las S ie te
C o rrie n te s (3 de a b ril de 1588).
Después de e rig id a la nueva ciudad — el acto de más tra sce n d e n cia
de su m andato— Vera y Aragón em barcó para Santa Fe, luego pasó a
Buenos A ire s y más ta rd e se tra s la d ó a España, donde re nunció a su cargo.
HER N AN D A R IA S DE SAAVEDRA
Fue el p rim e r gobernador c rio llo de las p ro vin cia s del Paraguay y Río
de la Plata. De noble e s tirp e , este destacado “ h ijo de la tie r r a ” se d is tin g u ió
por sus dotes de gobernante y, com o bien ha
dicho el h is to ria d o r Raúl A .
M o lina, fu e " la m a n ife sta ció n más pura de la e s tirp e c rio lla , el s u je to de
m ayor envergadura e n tre los hom bres de su edad".
Nació en A sun ció n,1 hijo del capitán M artin Suárez de Toledo y de María
de Sanabria. En aquella época no era obligatorio u tilizar el apellido del progenitor
y el niño fue llam ado como su abuelo paterno, quien había ocupado el im portante
cargo de correo mayor en Sevilla.
En fe b re ro de 1590, el C abildo de A su n ció n designó a H ernandarias
te n ie n te de gobernador, d ebido al p re s tig io de que ya gozaba en esa ciudad.
El gran c rio llo realizó una labor c o n s tru c tiv a , pues m e jo ró las co stu m b re s
dio ocupación a los vagabundos, levantó te m p lo s y p a c ific ó a los indígenas;
gobernó en form a in te rin a o com o te n ie n te del gobernador titu la r hasta 1597.
Los tres gobiernos titu lares
En v irtu d de la real cédula e 1537, el C abildo de la A su n ció n designó
gobernador a H ernandárias — enero de 1598— con elapoyo y aplauso de
tod os los habitantes. S olucionó con a c ie rto las enojosas d ife re n c ia s e n tre
los vecinos debidas a los in ju s to s re p a rto s de tie rra s y creó un e sta b le ­
cim ie n to educativo.
D ejó el poder al año sig u ie n te , cuando a rrib ó al Plata un nuevo go­
bernador pero m u e rto é ste , H ernandarias v o lv ió a ocupar el mando en
1602. C oncedió a los hab ita n te s de Buenos A ire s fra n q u ic ia s co m e rcia le s,
prom ulgó unas im p o rta n te s O rdenanzas en defensa de los indios y e xp lo ró
hasta las p roxim id a d e s del Río N egro en
busca de la legendaria "ciu d a d
de los C ésares” .
Hasta el té rm in o de su m andato legal en 1609 m e jo ró las rentas pú­
blica s, fo m e n tó las ta re a s agrícolas, ordenó c o n s tru ir te m p lo s y m olinos
de v ie n to ; además, e s ta b le c ió una fá b ric a de te ja s.
En m ayo de 1615 H ernandarias se hizo cargo por ú ltim a vez de la go­
bernación del Río de la Plata y del Paraguay. En este período re p rim ió el
contrabando y fa v o re c ió el e s ta b le c im ie n to de las m isio n e s je s u ític a s en la
región m esopotám ica y en el n o rte del te rrito rio .
El gran c rio llo gobernó hasta o ctu b re de 1618, en que cesó en sus
fun cion es po r d isp o s ic ió n real a causa de la d ivisó n del te r rito rio bajo
su m andato.
H ernandarias fa lle c ió en Santa Fe, en 1634.
1
Los historiadores divergen en cuanto a la fecha del nacimiento de Hernandarias. La mayoría
la fija en el año 1564, pero otros afirman que nació en 1560, tomando como base algunas cartas
que el citado gobernador envió al monarca.
202
CORRIENTE POBLADORA DEL NORTE. EL TU C U M A N
Situación geográfica
La vasta región ubicada al noroeste de nu estro actual te r rito rio era
conocida en la época de la conq uista con el nom bre g enérico de Tucumán.
No se sabe con certeza el origen del vocablo Tucumán. El padre Lozano afirma
que deriva “ de un poderoso cacique llam ado Tucm a” mientras que el padre Mon­
tesinos dice que el térm ino ya se usaba antes de la llegada de los españoles.
La mayoría de los estudiosos coincide en que la palabra Tucumán deriva de
una lengua indígena y que dicha región sufrió durante muchos años la dom inación
incaica.
El te r rito rio m encionado estaba situ ado entre C hile y el Río de la
Plata y, debido a las escasas re fe re n cias geog ráfica s de la época, no pueden
p re cisa rse con e xa ctitu d los lím ite s de su ju ris d ic c ió n . Para fa c ilita r el
e stu d io puede d e cirse que el Tucumán com prendía nuestras actuales p ro ­
vin cia s de Jujuy, S alta, Tucumán, C atam arca, La Rioja, S antiago del Estero
y Córdoba.
De acuerdo con las con sta ncias docum entales, el p rim e ro en p e netrar
en la región del Tucumán fu e F rancisco C ésar quien, com ision ado por Gaboto, sa lió de Sancti S p iritu s en 1528 y se in te rn ó por la actual p rovin cia
de Córdoba.
La p rim e ra e xp edició n que bajó del Perú estaba a las órdenes de D iego
de A lm agro, quien p a rtió 'e n 1536. Penetró por la quebrada de Humahuaca
y, luego de re c o rre r los va lle s calchaquíes, cruzó la c o rd ille ra y se d irig ió
a C hile.
203
La “ gran entrada” de Diego de Rojas
A fin e s de 1542 el gobernador del Perú, Vaca de C astro, a utorizó al
capitán D iego de R ojas para d e s c u b rir "u n a p ro vin cia situada e n tre C h ile y
el Río de la Plata” , en la región donde se ubicaba a la legendaria “ ciudad
de los C ésares” .
Rojas se asoció con F e lip e G u tié rre z y N ico lá s de Fleredia, quienes en
este orden debían su ce d e rlo en el mando en caso de desaparecer alguno.
Después de equipar a unos 200 hom bres e indios a u xilia re s, los expedi­
cio n a rio s, d ivid id o s en tre s grupos, sa lie ro n del Cuzco en mayo de 1543,
rum bo a Charcas, donde c o m p le ta ron sus pe rtre ch o s.
El p rim e ro en p a rtir fue D iego de Rojas quien, luego de extenso viaje,
llegó a Salavina (S antiago del E stero) donde se le in co rp o ró G u tié rre z.
Poco después, Rojas m u rió h e rid o de un flechazo, a consecuencia de un
com bate con los indios (enero de 1544).
Los españoles ignoraban que la flecha tenía ponzoña y acusaron a Gutiérrez
de querer envenenar a Rojas, por lo que el último — antes de morir— designó jefe
de la expedición a Francisco de Mendoza, contrariando lo dispuesto por los socios
antes de partir.
Cuando F ran cisco de M endoza asum ió el mando, apresó a G u tié rre z y
lo envió al Perú, acusado de in s tig a r un m otín.
Los co nqu ista d o re s p ro sig u ie ro n la marcha hacia el sudoeste y — a l­
canzados por H eredia— unidas todas las fuerzas llegaron a la actual p ro ­
vin cia de Córdoba, donde e rig ie ro n el fu e rte de M alaventura. A llí quedó He­
redia, m ie n tra s Mendoza avanzó hasta la Torre de Gaboto (S ancti S p iritu ).
Cuando re g re só a M alaventura se produ jo un in cid e n te en cuyo tra n scu rso
fu e asesinado. Los e xp e d icio n a rio s quedaron al mando de H eredia, quien
em prendió el re greso y a rrib ó al Perú en se tie m b re de 1546 al fre n te
de sus diezm adas fuerzas.
A esta arriesgada e xpe dición se la conoce con el nom bre de " la gran
e n tra d a ” .
FU N D A C IO N ES EN EL TU C U M A N
La ciudad del Barco
Pedro de la Gasea, gobernador del Perú, autorizó a Juan Núñez de
Prado a p o b lar y evangelizar la región del Tucumán. Partió del Cuzco con
unos 70 hom bres, a fin e s de 1549 y, luego de
penetra r en
la actual p rovincia
de Tucumán, fun d ó la ciudad de B a rc o '1 (se tie m b re de 1550). En noviem ­
bre de ese año se enco n tró con F rancisco de V illa g ra quien, al fre n te de
o tra e xp edición y procede nte del Perú, llevaba a C hile so co rro s para
V a ld ivia .
V illa g ra in tim ó a Núñez del Prado para que se so m e tie ra a la autoridad
de V a ld ivia , pues sostenía que la nueva ciudad y toda esa región p e rte n e ­
cían a C h ile . A le ja d o V illa g ra rum bo a su d estin o, Núñez de Prado d e cid ió
tra s la d a r la ciudad al noroeste y fundó una nueva Barco, en la actual
p ro vin cia de S alta. P osteriorm ente, y debido a la h o stilid a d de los indígenas,
tra sla d ó la ciudad hacia el su r y e rig ió una te rce ra B arco (ju n io de 1552),
p róxim a a la actual S antiago del Estero.
Fundación de Santiago del Estero
El conquistador español Francisco
de Villagra, que sucedió a Valdivia
como gobernador de Chile.
V a ld ivia — gobernador de C h ile — aprobó la conducta de V illa g ra y
d e cid ió to m a r posesión del te r rito rio del Tucumán. En octu b re de 1551 de­
signó a F rancisco de A g u irre te n ie n te de gobernador para dicho te rrito rio ,
con am plias fa cu ltades.
A l fre n te de unos 70 hom bres, A g u irre cruzó la c o rd ille ra y se d irig ió
a la ciudad del Barco, donde im puso su autoridad y apresó a Núñez de
Prado, quien fu e enviado a C hile.
No sa tis fe c h o con el lugar en que se había e rig id o la población, y en
busca de te rre n o s más a lto s, la tra sla d ó m edia legua al n orte — cerca del
río D ulce— y en ju n io de 1553 fundó S antiago d e l E stero, la más antigua
ciudad del in te rio r.
Juan Pérez de Z o rita , al fre n te de una expedición proced ente de
C hile, fundó en la región catam arqueña habitada por los d iaguita s la ciudad
de Londres (1 5 5 8 ).2 A l año sig u ie n te e rig ió Córdoba d e l C alchaquí (sobre
1 La ciudad recibió ese nombre porque Núñez de Prado quiso congraciarse con de la Gasea,
quien había nacido en Barco de Avila.
Durante mudios años se discutió la ubicación de la ciudad del Barco. La opinión más aceptada
—del historiador Jaimes Freire— la sitúa en el mismo lugar donde años después se fundó Cañete
y posteriormente la primera San M iguel de Tucumán.
2 Zorita llamó a la provincia “ Nueva Inglaterra” y a la ciudad “ Londres” en homenaje a María
Tudor (reina de Inglaterra), casada con Felipe II de España.
205
sideraba autónom o, pero en asuntos ju d ic ia le s dependería de la A u die ncia
de C harcas y p o lítica m e n te del v irre y del Perú.
Fundación de San M ig u el del Tucumán
D estruida la obra de Pérez de Z o rita , el Tucumán había quedado redu­
cid o a la sola fundación de S antiago del E stero. Enterado el v irre y del Perú,
nom bró gobernador a F rancisco de A g u irre , quien d e cid ió re e d ific a r una
nueva ciudad sobre las ruinas de C añete. Con este fin com isio n ó a su
so b rin o D iego de V illa rro e l, quien el 31 de mayo de 1565 fundó la ciudad
de San M ig u e l d e l Tucumán.
A l año s ig u ie n te A g u irre p a rtió al país de los com echingones (C órdoba)
d isp u e sto afundar una ciudad, pero com o se opuso al deseo de sus hom ­
bres de lle g a r hasta la fa n tá s tic a "ciu d a d de los C ésares” , fu e apresado y
re m itid o a Charcas, acusado — e n tre o tro s cargos— de hereje. En el tra ­
y e cto hacia el m encionado d e stin o los españoles fundaron la ciudad de
Esteco.
Enterada la A ud ie n cia de la d e s titu c ió n de A g u irre , nom bró nuevo go­
bernador a D iego Pacheco, quien pene tró por el va lle de Ju juy y, a m edia­
dos de agosto de 1567, fundó la ciudad de Talavera de Esteco, en base
a la a n te rio r.
Fundación de Córdoba
En s e tie m b re de 1571 el v irre y F rancisco de Toledo nom bró a Je rón im o
Luis de C abrera gobernador del Tucumán. En las in stru ccio n e s le ord e ­
naba p a c ific a r el te r rito rio y fu n d a r un pueblo en Salta para que s irv ie ra
de defensa y fa c ilita ra las com unicaciones e ntre las ciudades del norte
y del sur.
A l fre n te de unos 120 hom bres C abrera lleg ó a S antiago del Estero
en ju lio de 1572.
Sin te n e r en cuenta las in stru ccio n e s del v irre y , C abrera co in c id ió con
F rancisco de A g u irre en e xte n d e r la conquista hacia el sur y buscar una
salida a España por el Río de la Plata.
C abrera p a rtió al fre n te de unos cien vecinos y el 6 de ju lio de 1573,
a o rilla s del río P rim ero, fundó la ciudad de Córdoba, en la p ro vin cia que
llam ó Nueva Andalucía.
Luego m archó con un grupo de hom bres hacia el este, en d ire cció n al
río Paraná, y en un lugar pró xim o a la T orre de Gaboto fun dó el p u erto de
San Luis, el que s u b s is tió m uy poco tie m p o . En las cercanías se produjo
el e n cu e n tro con Juan de Garay, com o ya hemos v is to . Desde a llí C abrera
re g re só a Córdoba.
Fundación de Salta
En ju n io de 1580 lleg ó a S antiago del Estero el lice nciado H ernando
de Lerma, designado nuevo gobernador d e l Tucumán. Era un in d ivid u o cí­
n ico y p e rve rso que no v a c iló en c o m e te r toda clase de a tro p e llo s. El hecho
más destacado de su gobierno — en su m ayor parte azotado por desórdenes
y crím e n e s— fu e m a te ria liz a r la vie ja a spiración del v irre y Toledo de e rig ir
una ciudad en el va lle calchaquí o en el de S alta. Con este fin p a rtió de
207
Santiago del Estero a co m ien zo s de 1582 y el 16 de abril de ese año fundó
la ciudad de Lerma en el va lle de S a lt a .1
Enterada la A u d ie n c ia de C h a rca s de la situación im perante en el T u cum án, envió un juez p e sq u isidor, quien llegó a Santiago del Estero en
1584 y apresó a Lerm a.
Fundación de La Rioja y Jujuy
A m ediados de julio de 1586 arribó a Santiago del Este ro el nuevo
g o bernador Juan Ramírez de Velazco, designado por el rey. D esde el co­
m ienzo de sus funciones se destacó por su labor co nstru ctiva y puede afir­
m arse que elevó m aterial y espiritualm ente al Tucu m á n.
Reorganizada la gobernación, V ela zco decidió co ntinuar la cam paña po­
bladora y el 20 de m ayo de 1591 fundó la ciudad de To do s los Santos de
la N ueva Rioja. A l año sigu iente , uno de sus capitanes erigió la de Nueva
Madrid (e n la actual provincia de S a lta ), de efím era e x is te n c ia .2
Poco después V e la zco otorgó p e rm iso a Francisco de Argarañaz para
que levantara una población en tie ras jujeña s. El 19 de abril de 1593, el
últim o fundó la ciudad de San S a lva dor de Jujuy.
U ltim as fundaciones
En m arzo de 1681 ocupó la gobernación del Tu cu m á n don Fernando de
Mendoza M ate de Luna, quien fundó la ciudad de San Fernando de Catamarca en la m argen derecha del río del V a lle (5 de ju lio de 1683).
A pesar del sitio elegido por Mate de Luna, los pobladores permanecieron
por varios años sobre la margen izquierda del rio, región que ya habitaban con
anterioridad.
En octubre de 1693 — según el historiador Larrouy— se trasladaron a la mar­
gen derecha, donde se edificó la definitiva ciudad de CatamarCa.
Por su parte, los v e cin o s dé San M igu el del Tucumán solicitaron el tra s ­
lado de la ciudad, perjudicada por las inundaciones del río de la Q uebrada
y las fiebres m alignas de los bañados próxim os.
El re y firm ó la co rre sp o ndie nte autorización y Fernando de M endoza
M ate de Luna trasladó la ciudad a su ubicación actual.
CORRIENTE POBLADORA DEL OESTE. EL CU YO
En el año 1548 Pedro de la G asea — el gobernante del Perú— otorgó
al co nqu istador Pedro de Valdivia la gobernación de C h ile , que se extendía
desde C op ia p ó (27° de latitud s u r) hasta los 41° de latitud s u r y en un
ancho Im p re ciso de unas cien leguas (ap roxim ada m ente hasta el m eridiano
65, por el e s te ). C u a ndo se creó la gobernación del Tu cu m án quedó e lim i­
nada de esta ju ris d ic ció n toda la zona norte — habitada por los diaguitas—
conservando sin em bargo la
región com prendía las actúa e p
doza y el Neuquén; ta ^ ' e n P;“
c
Por m uchos anos las P a c í a s
s js s r r c h iu t ,
« s íi™
* " * 5
^ Hasta esa época las ciudades que subsistían eran
Tucumán, Córdoba, Esteco y Salta.
Tucumán y ta m b ién pasó por Cuyo.
Estero,
¡ n » ^ ^ *
v .™ ,™ .» .
Fundaciones de M endoza, San Juan y San Luis
' El nombre de Lerma, odiado por la mayoría de los pobladores, no se perpetuó. En 1588
por decisión del nuevo gobierno y del Cabildo la ciudad se llamó Salta.
Santiago del
a .™
del Rio de la Plata.
El d e scu b rid o r de Cuyo fue
las siguientes:
Sa°n l í i s “ ™
^ Lg pampa y Río Negro.
perm anecieron aisladas adde o y
^
pa trja _ pues
' ^ " f S ^ C T S z ó la s ^ a c t u a le s pro-
guíente ^Fr^nc/sco^'c/ea>^ítv//Te0s a lió ^d ^ C ^ til^ e ^ s ri' d ire c c ió n al
209
Tiem po después el gobernador de C h ile , García H urtado de Mendoza
dispuso in ic ia r la c o n q u ista e fe c tiv a y e n vió al capitán Pedro d e l C a s tillo
quien, al fre n te de una exp e d ició n , cruzó los A ndes y fun d ó el 2 de marzo
de 1561 la ciudad que llam ó M endoza en hom enaje al gobernador de C hile
V illa g ra , el nuevo gobernador, envió un c o n tin g e n te a las órdenes de
Juan J u fré ; é ste tra s la d ó la ciudad a m edia legua de d ista n cia, en tie rra s
más altas, y luego — al n o rte de la a n te rio r— fu n d ó San Juan de la Fron
te ra (13 de ju n io de 1562).
Cuando gobernaba a C h ile don M a rtín García Oñez de Loyola el ca
pita n Luis Ju fré de Loaysa fun d ó la ciudad de San Luis de la Punta (o c tu ­
bre de 1594), que só lo com enzó a p o blarse dos años más ta rd e . Luego de
dos tra slados, se e rig ió en el lu g a r que a c tu a lm e n te ocupa.
D IVISIO N DEL TERRITORIO: LAS DOS GOBERNACIONES
En d icie m b re de 1617 el rey F elipe III d iv id ió el extenso te r rito rio de
las p ro vin cia s del Río de la Plata en dos gobernaciones: del Paraguay (o
Guayra) y del Río de la Plata. En esta fo rm a com placía las s o lic itu d e s que
desde tie m p o atrá s, enviaban a la C o rte destacados fu n c io n a rio s de la
p ro vin cia .
Dos son los motivos que provocaron esta importante medida:
a) La gran extensión territorial de la única gobernación dificultaba los trámites
administrativos y descuidaba las poblaciones del norte — amenazadas por los
portugueses y las sublevaciones, indígenas— y del sur, sujetas a los ataques
de los piratas.
b) El rápido incremento de Buenos Aires, favorecida por su situación geográfica
y la decadencia de la Asunción que, aislada del intercambio comercial y de
las comentes de inmigración, sentía los esfuerzos de tantas expediciones
pobladoras.
La gobernación del Río de la
com prendía las ciudades de Santa
la región patagónica, el Chaco y
La gobernación del Paraguay
su ca pital fu e la A sunción.
Plata tu vo p o r ca p ita l a Buenos A ire s y
Fe, C o rrie n te s y C oncepción de! Berm ejola Banda O rie n ta l.
ta m b ié n abarcó parte del actual B rasil y
EL T U C U M A N . C U YO Y EL RIO DE LA PLATA EN EL SIGLO X V II
El s ig lo XVII señala para España la época de su decadencia, luego
de haber alcanzado p re s tig io in te rn a cio n a l con em presas de gran Im por­
tancia. En la ce n tu ria m encionada se produce la d e clin a ció n de la in d u s tria
y del co m ercio, la econom ía se estanca m ie n tra s la Corona española
— dom inada por m e d io cre s fa v o rito s — no a cie rta con las m edidas ade­
cuadas para m e jo ra r la situ a c ió n . Los ú ltim o s reyes de la Casa de A u s tria
que gobernaron en la península — Felipe III, Felipe V y C arlos II— fueron
incapaces que ca re cie ro n de ta le n to y de energía.
Los d om in ios hispánicos en A m é ric a s u frie ro n las consecuencias de la
s itu a ció n po r la que atravesaba la M e tró p o li y d ebieron s u b s is tir con sus
propios recurso s, tra ta n d o de m antener lo a d q u irid o y sin p o sib ilid a d e s de
d e sarollo. En el Río de la Plata la situ a c ió n se to rn ó delicada ante la ac­
titu d expansiva de los p ortugueses del B rasil y la amenaza de ataques
p o r parte de los co rs a rio s ingleses.
El d e s ta c a d o g o b e rn a d o r H e rn a n d a ria s no p u do c o n c re ta r s u s d e s e o s
de f o r t if ic a r y p o b la r la s zo n a s lim ítr o fe s co n lo s d o m in io s lu s ita n o s . Poco
desD ués se p ro d u je ro n lo s v io le n to s a ta q u e s de lo s b a n d e ira n te s p a u lis ta s
c o n tra las m is io n e s je s u ític a s p a ra a p re s a r a lo s in d íg e n a s a d o c trin a d o s y
v e n d e rlo s c o m o e s c la v o s . C u m p lie n d o e ta p a s de una p o lític a e x p a n s iv a lo s
p o rtu g u e s e s fu n d a ro n en 1680 la C o lo n ia d e l S a c ra m e n to p a ra a p o d e ra rs e
de la Banda O rie n ta l y t e r r it o r io s c e rc a n o s .
Las re qiones del Tucumán y de Cuyo fu e ro n agitadas en el s ig lo XVII
por le va n ta m ie n to s de los indígenas que ocupaban las zonas m ontañosas,
desde Salta hasta San Juan. M ás ta rd e , los indios del Chaco se sum aron
a la lucha co n tra los españoles.
... .
En las re giones m encionadas y en el Rio de la Plata las m ilic ia s en­
cam adas de las cam pañas con tra los portugueses y los indígenas, se in te ­
graban con los pobladores y ve cino s de las ciudades, y con la ayuda de
aborígenes so m e tid o s.
El Tucumán
A com ienzos del s ig lo XVII la gobernación del Tucumán com prendía una
s u p e rfic ie de 700.000 k iló m e tro s cuadrados, habitados por unos 2.500 es­
pañoles y c rio llo s , quienes se agrupaban en ocho pob rísim as ciudades:
S antiago d e l E stero, Tucumán, Talavera de Esteco, Cordoba S alta, La Rio/a,
M a d rid de las Juntas (que reem plazó a Nueva M ad rid) y Ju¡uy. Estas ciu ­
dades eran poblados a m odo de postas, especie de lím ite s e n tre las tie rra s
conquistadas por los españoles y las que ocupaban los indígenas.
La necesidad de m ano de obra para las tareas del cam po
y eltra b a jo
de
las m inas — en las regiones donde había ya cim ie n to s fa vo re cio la
a p lica ció n de la encom ienda (o sea, el reparto de indígenas e n tre españoles
llam ados enco m e n d e ros) y la m ita o labor por tu rn o s. A unque la le g is la ­
ción prohibía el mal tra to a los naturales era com ún que estos fu eran
s o m e tid o s a un régim en de escla vitu d. Para m ejo ra r esta situ a ció n el li­
cenciado F rancisco de A lfa ro — fis c a l de la A udiencia de C harcas— luego
de am plia re c o rrid a d ic tó sus fam osas Ordenanzas para los gobernadores
del Río de la Plata (1611) y del Tucumán (1612) las que tra ta ro n — sin
é xito — de s u p rim ir el s e rv ic io personal de los indios.
La s itu a ció n im peran te atizó el alzam iento de los aborígenes y asi co­
menzó la llam ada "G u e rra de los calchaquíes” , crue nta lucha que se p ro ­
longó con in te rm ite n c ia s hasta 1666.
El c o n flic to puede d iv id irs e en tre s períodos:
a) P rim era g uerra (1630-36). Bajo el gobierno de Felipe de A lb o rn oz los
naturales atacaron con saña varias ciudades y las a utoridades debieron
p e d ir a u x ilio al v irre y del Perú, quien envió una e xped ición . Con esta
ayuda pudo se r conjurado el p e lig ro .
b) Segunda g u erra (1657-59). A m ediados de 1656 lle g ó al Tucumán el aven­
tu re ro andaluz Pedro B ohórquez, quien d ijo descender de los incas y
luego se hizo re ve re n cia r por los indígenas en el v a lle calchaquí com o
‘‘ Inca H u a llp a ” .
El a ve n tu re ro se e n tre v is tó con las autoridades españolas y m ani­
fe s tó que conocía el lugar donde se hallaban te so ro s ocu lto s. La n o ticia
provocó gran conm oción e n tre los co nquista dores pero, enterado el v i­
rre y del Perú, ordenó la p ris ió n de Bohórquez.
211
Com o rép lica , el em baucador a c a u d illó un nuevo leva n ta m ie n to de
indígenas, quienes atacaron las poblaciones de blancos. Esta segunda
guerra conclu yó con la dete n ció n del a ve n tu re ro quien, conducido a
Lima, fue so m e tid o a proceso y a ju s tic ia d o .
c) Tercera guerra (1665-66). A unque con m enor inte n sida d , los pueblos
belicosos que habitaban la región calchaquí co n tin u a ro n h o stiliza n d o a
los españoles. Cuando el gobernador M ercado y V illa c o rta se hizo cargo
por segunda vez de la gobernación del Tucumán em prendió una campaña
y pudo dom ina r a los sublevados.
D e struido el poder calchaquí, se conso lid a ro n las poblaciones de La
Rioja, Tucumán y Salta y fu e ro n ocupadas nuevas tie rra s . La fundación
de Catam arca en 1683 afianzó la obra colonizadora.
Cuyo
En el sig lo XVII gran p arte de los indios que habitaban la región cuyana fu e ron re p a rtid o s en encom iendas por los co n q u ista d o re s. Esta form a
de s e rv ic io personal se p re stó a m uchos excesos por parte de los blancos
y m o tivó dive rsas in su rre ccio n e s de indígenas e n tre los años 1632 y 1666,
algunas de ellas encabezadas por los b elicosos araucanos.
La acción e s p iritu a l lo g ró m ejores re su lta d o s a tra v é s de los m isio n e ro s
je su íta s esta b le cid o s en M endoza y que p e rió d ica m e n te recorrían la región
cuyana para p re d ic a r e in s tru ir a los n aturales. A unque no alcanzaron la
im portan cia de la obra realizada en las m isio n e s y en el Paraguay, esos
sacerdotes — e ntre e llo s los padres A le ja n d ro Faya y Juan Pastor— cum ­
p lie ro n con e fica cia su obra evangelizadora.
El c re c im ie n to de las ciudades de Mendoza, San Juan y San Luis fue
m uy le n to y, según constancias docum entales, en el año 1609 unos quince
m il habitantes — e n tre españoles e indios so m e tid o s— poblaban la am plia
región.
El c u ltiv o p re fe rid o fu e la v id , que se adaptó al te rre n o y al clim a . El
vin o se enviaba en ca rre ta s a Buenos A ire s , en un via je que duraba más
de dos m eses; de regreso a C uyo llevaban ropa y m ercaderías necesarias.
De im po rtancia fu e ro n las cosechas de fru ta s , com o tam bién de trig o y
cebada. Desde com ienzos del s ig lo XVII se em pezaron a e xp lo ta r ya cim ie n ­
to s de oro y de plata en zonas de Mendoza y San Juan.
El Río de la Plata
Com o sabem os, en el año 1617 el rey Felipe III d iv id ió el te r rito rio del
Río de la Plata en dos gobernaciones: del Paraguay y del Rio de la Plata.
Esta ú ltim a s u b s is tió por espacio de c ie n to cincuenta y ocho años, desde
1618 en que ocupó el cargo su p rim e r titu la r D iego de Góngora hasta el año
1777 en que concluyó su m andato el ú ltim o , V é rtiz y Salcedo.
En el tra n scu rs o del g o bierno de Góngora el P ontífice Paulo V creó
en el año 1620 el obispado de Buenos A ire s y designó en el nuevo cargo
a fra y Pedro de Carranza.
D urante va rio s años el ríg id o m o n o p o lio co m e rcia l provocó una angus­
tio sa situación económ ica, alivia d a en parte por la p rá ctica de un activo
contrabando.
212
FUNDACION DE CIUDADES
Corriente pobladora del Este
Buenos Aires (1536) Despoblada
por Irala en 1541.
Asunción (1537)
Santa Cruz de la Sierra (1561)
Pedro de Mendoza ..............................
Juan de S a la z a r ...................................
N ufrio de C h a v e s ................................
Juan de Garay .....................................
/ Santa Fe (1573)
\B u e n o s Aires (1580)
Concepción del Berm ejo (1585)
C orrientes (1588)
A lonso de V e r a .....................................
Juan T orres de Vera y A r a g ó n .........
Corriente pobladora del Norte_______________________ _
Barco I (1550)
Barco II (1551)
{
Barco III 1552)
Francisco de A guirre ..........................
Santiago del Estero (1553)
Londres (1558)
Córdoba del calchaquí (1559)
Cañete (1560)
{
Diego de V illarroel .............................. San Miguel de Tucumán (1565)
D iego P a c h e c o ....................................... Talavera de Esteco (1567)
Jerónim o Luis de C a b r e r a ................. C órdoba (1573)
Hernando de Lerma ............................ Salta (1582)
Juan Ramírez de Velazco ................. La Rioja (1591)
Francisco de A rg a ñ a ra z ..................... Jujuy (1593)
Fernando de M endoza Mate de Luna..Catam arca (1683)
Corriente pobladora del Oeste
Pedro del C astillo ................................
Mendoza (1561)
San Juan (1562)
San Luis (1594)
\
\
213
En 1561 España im plantó el sistema del m onopolio, por el cual sus posesiones
en Am érica debían com erciar exclusivamente con la M etrópoli, y les estaba pro­
hibido hacerlo con cualquier otra nación o colonia.
Por Real Cédula del mes de junio de 1561 la Corona estableció que Sevilla
era el único puerto destinado al com ercio con los dom inios de ultramar. Dos veces
al año ■
— enero y agosto— zarpaban dos flotas: una destinada a Nueva España
(México), y otra a Tierra Firme (Am érica Central y del Sur).
En los puertos donde anclaban las naves que procedían de la M etrópoli se
realizaban ferias en las cuales los com erciantes vendían sus productos y com ­
praban artículos españoles. Este sistema m onopolista perjudicó a las poblaciones
distantes de las ferias, como sucedió con Buenos Aires.
Las mercaderías desem barcadas en Portobelo eran transportadas por tierra
hasta Panamá y de allí, por vía marítima, hasta el Callao (Perú). En ese puerto, los
productos destinados a Chile proseguían por mar, mientras que los demás artículos
eran llevados en carretas o muías hasta Potosí. Desde esa ciudad se distribuían
en diversas regiones del Alto Perú y Paraguay, en tanto que las mercaderías
destinadas a Buenos Aires tenían que proseguir su largo itinerario pasando por
Jujuy, Salta y Córdoba.
En tie m p o s del gobernador Pedro B a ig o rri (1653-60) la amenaza de los
piratas y co rsa rio s hizo v iv ir m om entos de angustia a los habitantes de
Buenos A ire s .'
En el año 1680 se in ic ió un largo c o n flic to con Portugal debido a la
C olonia del Sacram ento, fundada por los lu sita n os en la costa o rie n ta l del
Río de la Plata. El gobernador Pedro de C evallos (1756-66) s itió y lo g ró la
re ndició n de la citada plaza. Le su cedió F rancisco de Paula B u c a re lii (176670), quien cu m plió con la orden de e xp u lsar a los sacerdotes je su íta s.
Juan José de V é rtiz y S alcedo (1770-77). A m e rica n o de origen — había
nacido en M é xico — , fue el más destacado de to d o s los gobernadores del
Río de la Plata. Fundó escuelas de p rim e ra s le tra s, e s ta b le ció el te a tro de
la Ranchería y creó el h o sp ita l de m u je re s; m e jo ró el aspecto e d ilic io de la
ciudad y tom ó o tra s p ro g re s is ta s m edidas que a n ticip aro n su p o s te rio r labor
com o v irre y .
PRETENSIONES EXTRANJERAS SOBRE EL RIO DE LA PLATA
El Tratado de Tordesillas
A p rin c ip io s del s ig lo XV los p ortugueses se lanzaron con gran e n tu ­
siasm o a las exp lo ra cio n e s m arítim a s. Cuando C olón regresó de su p rim e r
via je el rey Fernando el C a tó lic o s o lic itó — para e v ita r in cid e n te s con los
lu sita n os— la in te rv e n c ió n del P ontífice para que éste re s o lv ie ra sobre el
o to rg a m ien to de tie rra s .
El Papa se e xp id ió en fa v o r de España p o r m edio de varias bulas 2 pero,
com o se preveía un c o n flic to arm ado e n tre las dos naciones interesadas, los
] En 1658, tres navios franceses, a las órdenes de Timoteón de Osmat bloquearon el puerto
de Buenos Aires por espacio de oc'io meses. Finalmente, las embarcaciones debieron alejarse des­
pués de un combate naval — el primero en el Río de la Plata— en el que participaron una nave
española y algunas holandesas.
2
Entre esas bulas (o documentos pontificios) puede citarse la del 3 de mayo de 1493, por la
cual Alejandro VI otorgó a los Reyes Católicos la posesión de nuevas tierras, siempre que, por
disposiciones anteriores, no pertenecieran a otro soberano.
214
re p re se nta n te s del m onarca portugués llegaron a un acuerdo con los em ba­
jadores de los Reyes C a tó lico s y el 7 de ju n io de 1494 firm a ro n el Tratado
de T ordesillas.
En las d e lib e ra cio n e s quedó e sta b le cid o que debía co nsid erarse una
línea im aginaria trazada a tre s c ie n ta s seten ta leguas al oeste de las islas
de Cabo V erde. Las tie rra s situadas al oeste pertenecerían a España y las
del este a Portugal.
Los portugueses en el Brasil
En mayo del año 1500 una flo ta portuguesa al mando de Pedro A lva re z
C abral a rrib ó a las costas brasileñas. La corona lusitana sostu vo ante los
Reyes C a tó lico s su p rio rid a d en el d e scu b rim ie n to de esas tie rra s y, para
co n so lid a r su soberanía, se apresuró a e nviar otras e xpediciones.
Los v ia je s de los españoles — e specialm e nte Gaboto y G arcía— y la
am bición de c o n q u ista r la S ierra de la Plata in flu ye ro n para que el rey de
Portugal enviara a M a rtín A lfo n s o de Souza, quien in ic ió la colonización del
B rasil y en 1532 fund ó la ciudad de San Vicente.
La am bigüedad de lo re su e lto en el Tratado de T orde sillas
fa vo re ció
las a m biciones portuguesas sobre la región del Plata en una p o lític a de
expansión que perseguía dos fin e s : hacia el oeste, en busca de m etales
p reciosos, y hacia el su r para adueñarse de las fé rtile s llanuras m esopotám icas y d om inar el co m e rcio del Plata con la posesión de Buenos A ire s .
Para estos fin e s , Portugal contaba con el apoyo de su aliada Inglaterra.
CONFLICTOS ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL
La am bigüedad de lo d ispu esto en el Tratado de T o rd e s illa s 1 e stim u ló
las a m biciones portuguesas sobre la región del Río de la Plata. Los band e ira n te s p a u listas no tardaron en in ic ia r desde el Brasil una se rie de
ataques sis te m á tic o s co ntra las posesiones españolas y en form a coetánea
re cru d e ció el c o m ercio ilegal o contrabando, en franca vio la ció n de las leyes
hispánicas.
La corona portuguesa estaba convencida de que el Río de la Plata era
“ el lím ite a ustral del B ra s il” y que era necesario exte n d e r su dom inación
hacia el sur para c o n tro la r el com e rcio flu v ia l del a lto Paraná, ha lla r buenos
pastos para los ganados e in te n s ific a r el contrabando en p e rju ic io de España.
Los lu sita n os contaron con la ayuda de Inglaterra, siem pre interesada
en d isp o ne r de un pu erto am igo en
el Plata.
Los portugueses fundan la Colonia
El 1? de enero de 1680 el gobernador de Río de Janeiro, M an uel Lobo
— cu m pliendo órdenes de Pedro II, rey de Portugal— , fundó en la margen
o rie n ta l del Río de la Plata, fre n te a la isla de San G abriel, la C olo nia d e l
S acram ento.
' El Cabo Verde es un
Tordesillas varía de acuerdo a
la línea desde la primera se
concedidos a los portugueses;
archipiélago y no una isla; por lo tanto, la linea del Tratado de
si consideramos la isla más occidental o la más oriental. Al tomar
perjudicaba España, porque aumentaban en América los territorios
si se consideraba la segunda, se producía la cuestión contraria.
215
Consistio en un fuerte artillado, erigido sobre una barranca que conducía
hacia el rio. El reducto portugués se estableció en pleno territorio sujeto a la
ju risd icció n de Buenos Aires y, en consecuencia, de España.
Prim era ocupación española (1680-1683)
Enterado el gobernador del Río de la Plata, don José de Garro, in fo rm ó
de in m e dia to a la corona española, la que in ic ió lentas negociaciones d ip lo ­
m áticas. M ie n tra s tan to , y ante la audacia de los in tru so s, el gobernador
dispuso desa loja rlo s de dicha plaza, para lo cual co m isio n ó a A n to n io de
Vera y M u jica al fre n te de un e jé rc ito , en su m ayoría indígena. El je fe
español co nsiguió la re n d ició n de la C olonia y la ocupó en agosto de 1680.
M anuel Lobo fu e tom ado p ris io n e ro y la v ic to ria celebrada ju b ilo s a ­
m ente en toda la exte n sió n del Río de la Plata.
Segunda ocupación portuguesa (1683-1705)
La n o ticia de la tom a de la C olonia por los españoles m o tivó una
enérgica p ro te sta de don Pedro II, el rey de Portugal, quien am edrentó al
m onarca hispano C arlos II (El Hechizado) y lo o b lig ó a firm a r el Tratado de
Badajoz (m ayo de 1681). Por el m ism o España — hum illada a causa de su
deb ilidad
re s titu ía la C olonia, re e d ifica b a el fu e rte y entregaba arm as y
p risio n e ro s tom ados en la lucha.
En esas épocas España no estaba en condiciones de enfrentar una nueva
guerra en la que debía luchar no sólo contra Portugal, sino tam bién contra In­
glaterra.
El gobernador Garro, a pesar de su heroico com portam iento, fue destituido
del gobierno de Buenos Aires y enviado con igual cargo a Chile.
Uniformes usados por algunas de las tropas defensoras del
Río de la Plata, en la época de los conflictos con Portugal.
Arriba, de izquierda a derecha: Dragones e Infantería de
Buenos Aires. A ba jo: Blandengues de la Frontera. ( To ­
mado de E. Udaondo.)
En fe b re ro de 1683 los portugueses recuperaron la C olonia y m ien tras
ta n to — de acuerdo con el tra ta d o de 1681— quedaba c o n stitu id a una co m i­
sión m ixta para e stu d ia r la dem arcación de lím ite s, tarea que nunca llegó
a buen té rm in o .
Segunda ocupación española (1705-1716)
D urante la G uerra de la Sucesión española que comenzó en 1702 Portu­
gal fue aliada de España, por lo que el rey Felipe V (p rim e r Borbón en el
tro n o español) reconoció la soberanía portuguesa en la C olonia del Sacra­
m ento. Pero al año sig u ie n te Portugal — unida a Inglaterra por el tra ta d o de
M ethuen— pasó al bando co n tra rio y entonces Felipe V encom endó al
gobernador de Buenos A ire s pro ced iera co ntra la C olonia. Este envió un
e jé rc ito a las órdenes de García Ros, quien tom ó esa plaza luego de seis
m eses de asedio (m arzo de 1705).
Tercera ocupación portuguesa (1716-1762)
La G uerra de la Sucesión española te rm in ó con la Paz de U tre c h t (1713).
En fe b re ro de 1715 España y Portugal — bajo el co n tro l de In g la te rra — f i r ­
maron un tra ta d o co m p le m e n ta rio del a n te rio r en el que se puso nuevam ente
de m a n ifie s to la in fe rio rid a d d ip lo m á tica de los hispánicos. A llí se e sta b le ­
ció que la C olonia pasaba al poder de los lu sitanos, "h a cie n d o la dicha
cesión en los té rm in o s más firm e s ” . La plaza fu e entregada en noviem bre
de 1716.
En los años sig u ie n te s los p ortugueses practicaron un a ctivo co n tra ­
bando con los pobladores del Plata e inte ntaron levantar un fü e rte en la
bahía de M o ntevideo.
D ebido a la situ a ció n creada el gobernador de Buenos A ire s — Bruno
M a u ric io de Zavala— se tra sla d ó hacia ese lugar al fre n te de un e jé rc ito .
A n te su presencia los in tru s o s se re tira ro n y entonces, para afianzar la
dom inación española en la banda del Plata, Zavala fundó San F elipe de M o n ­
te vid e o que, luego de re c ib ir pobladores, fu e erig id a ciudad el 24 de d ic ie m ­
bre de 1726.1
'
La fecha es discutida. El 1? de enero de 1730 se nombraron los componentes del primer
Cabildo.
217
En 1746 subió al tro n o de España el m e d io cre soberano Fernando VI
— casado con la in fa n ta portuguesa Bárbara de Braganza— quien d e cid ió
poner fin a las luchas por la C olonia y, en enero de 1750, firm ó en M adrid
el Tratado de Permuta. A cam bio de la citada plaza los lu sita n os recibían
una gran extensión de tie rra s sobre la banda o rie n ta l del río Uruguay en la
que existía n sie te adelantados pueblos je s u ític o s . "L o que hacía más absur­
do el Tratado
e scrib e Enrique Barba— es que España cedía las M isio n e s
que eran suyas a tru e q u e de la C o lo n ia ... que tam bién por derecho le
pertenecía .
La guerra guaranítica
El absurdo Tratado de Perm uta establecía que los indígenas de los s ie te
pueblos m isio n e ro s debían abandonar sus tie rra s y re tira rs e a la marqen
o ccide ntal del río Uruguay, entregando a los p ortugueses sus casas ig le ­
sias, co le g io s y grandes e xte n sio n e s cu ltiva d a s. Por todo este s a c rific io se
les daba una com pensación de 4.000 pesos por pueblo (que no alcanzaba a
un peso por h abita n te ). Com o bien ha e s c rito el deán Funes, la transacción
consideraba a los in d io s "c o m o un rebaño de be stia s que se pasan de unos
pastos a o tro s .
Los je su íta s se opusieron al tra ta d o y reclam aron sin cansancio, pero
no fueron oídos por " e l im b é c il Fernando” , com o ha sid o c a lific a d o él m o­
narca español.
_ Los Indígenas em puñaron las arm as e in icia ro n la llam ada "g u e rra guaram tica en que se dio el caso sum am ente c u rio so de “ pelear los vasallos
contra su prop io soberano para no pasar al d o m in io de o tr o ” .
V r añnnJcUHoaJ UH mUy ®a" ? rienta / los indígenas — armados con arcos, flechas
y cánones de madera— debieron enfrentar al ejército combinado español-portugués
. . ,a h f ®H®r
nUra,,ntL tre? u " 03, hasta que finalmen*e los europeos vencieron
ñeros
Caybaté — febrero de 1756— y penetraron en los pueblos misloEnterado Fernando VI de la cruenta lucha dejó en suspenso el c u m p li­
m iento del trata do y su sucesor C arlos III lo anuló d e fin itiv a m e n te en fe b re ­
ro de 1761. La C olonia del Sacram ento s ig u ió en poder de Portugal y España
recupero los te rrito rio s que había cedido en el convenio.
Tercera ocupación española (1762-1764)
En 1756 se in ic ió en Europa la llam ada "G u e rra de los s ie te a ñ o s" en
que A u s tria , Rusia, Francia y España lucharon contra Prusla, Inqlaterra
Holanda y Portugal.
N uevam ente españoles y p ortugueses se hallaban en bandos co n tra rio s.
A nte esta situ a ció n , y de acuerdo con órdenes de la M e tró p o li, el qobernador del Rio de la Plata, don Pedro de C evallos, s itió la C olonia y fin a li 7fioie consigu'° la re n d ició n de la g u a rn ició n portuguesa (n o vie m b re de
1762). Por te rce ra vez los españoles ocuparon la disputada plaza.
Cuarta ocupación portuguesa (1764-1777)
La G uerra d,e los s ie te añ o s” fin a liz ó en 1763 con el Tratado de París.
sus clausulas se e sta b le ció que España debía e n tre g a r a In g la te rra
218
219
tra n scu rso de la lucha España ocupó el te r rito rio o rie n ta l y se fundó M onte
video. A dem ás, los je su íta s fu e ro n acusados de p rovocar la "g u e rra guaran ític a ” ; éste fue uno de los argum entos que s o stu vie ro n los que años más
ta rd e ordenarían la e xpulsión de esos re lig io s o s .
LA PATAGONIA
La expedición de H ernando de M agallanes fu e la p rim e ra que a rrib ó a
la Patagonia (año 1520) y llam ó así a esa región austral de n uestro te rrito rio .
En 1526 re c o rrió esas costas G arcía J u fré de Loaysa, cuya expedición
fracasó debido a las grandes to rm e n ta s , aunque uno de sus navios lleqó
hasta los 55° de la titu d sur, es d e cir, al té rm in o del c o n tin e n te .
En se tie m b re de 1534 el m arino S im ón de A lcazaba p a rtió de la penín3uja al fre n te de dos naves. A n c ló en el lito ra l patagónico y exploró el río
Chubut, pero en el tra n s c u rs o de un m otín p e re ció asesinado.
Pedro Sarm iento de Gamboa
Por esas épocas, los c o rsa rio s in g le se s com enzaron a atacar las pose­
siones españolas en A m é ric a e n to rp e cie n d o el trá fic o m a rítim o e n tre éstas
y la M e tró p o li.
A lgunas naves regresaron a la península y, a pesar del inco nven ien te,
el in tré p id o m arino se hizo a la vela con una sola em barcación y no muy
d is ta n te fu n d ó o tro poblado, al que puso el nom bre de Real Felipe.
Sarmiento de Gamboa regresó a España, pero fue capturado por los piratas,
mientras unos cuatrocientos colonos quedaron abandonados a su suerte en aquellas
lejanas latitudes.
.................
A fines de 1586 el corsario inglés Tomás Cavendish arribo a la zona del estre­
cho y sólo recogió a un sobreviviente, abandonando cruelmente a los demás. Llamó
al lugar Puerto del Hambre.
En enero de 1616 llegó a las regiones fueguinas una flo ta holandesa
a las órdenes de S chouten y Le M a ire , quienes d escu brieron un nuevo paso
para lle g a r al P acífico que fu e bautizado con el nom bre del segundo. La
isla que bordeaba el e stre ch o por el este fu e llam ada “ de los E stados” (de
Holanda).
Las em barcaciones p ro sig u ie ro n la navegación hacia el sur y entonces
los m arinos d ivisaron un gran p ro m o n to rio rocoso, al que denom inaron Cabo
de H oorn (en recuerdo a la ciudad natal de Le M a ire ); este vocablo se fue
m o d ifica n d o hasta tra n s fo rm a rs e en Cabo de Hornos.
S arm ien to de Gamboa convenció al rey Felipe II de la necesidad de
p o blar y fo r tific a r la reglón del e stre ch o . El m onarca accedió y el cita d o
Incursiones de piratas
lúcar-10' 31
A com ienzos del sig lo XVII los p ira tas ingleses, fra nce ses y holandeses
reanudaron sus incu rsio n e s por las costas patagónicas donde desem barca­
ban para re a p ro visio n a r sus naves y tam bién en busca de posibles riquezas.
En 1670 el m arino inglés Juan N arbourough — en via je al e stre ch o de
M agallanes— recaló en Puerto Deseado y to m ó posesión del lugar en nom ­
bre de su rey; este p u erto quedó en poder de Inglaterra por espacio de un
sig lo .
8 de üna f lo tilla ' se hizo a ,a vela desde el p u e rto de San-
En fe b re ro de 1584 las naves p e netraron en el e stre ch o de M agallanes
y luego de varias e xp lo ra cio n e s S a rm ie n to de Gamboa fundó — a m edia
legua del cabo de las V írgenes— la población que llam ó N om bre de Jesús
Los evangelizadores
El p rim e r evangelizador de la Patagonia fu e el padre D iego de Rosales,
quien in ic ió su labor hacia el año 1650 en las regiones circund antes al lago
Nahuel Huapi. Fue su continua dor el padre N icolás M ascardl, a quien se de­
be la p rim e ra m isió n en Nahuel Huapi y tie m p o después, en 1673, pereció
asesinado por los indígenas.
. . . »
En d ic ie m b re de 1745 el gobernador de Buenos A ire s José de Andonaegui — cu m p liendo órdenes de la M e tró p o li— d e cidió e sta b le ce r una m i­
sión en las tie rra s australes. Con este fin despachó una nave en Ja que
em barcaron los sacerdotes José O uiroga, M atías S tro b e l y José C ardiel.
La em barcación recaló en va rio s lugares de la costa y, al lle g a r a San
Julián, los citados re lig io s o s com probaron que ese puerto no era apto para
levantar una m isió n. En el v ia je de regreso bajaron a tie rra en repetidas
o p o rtunidades y en cortas in cursiones se internaron en regiones hasta ese
e ntonces inexploradas.
Ocupación de la Patagonia
A fin de afianzar la soberanía española e im p e d ir lo s desem barcos de
pira ta s y c o rsa rio s extra n je ros, el m onarca C arlos III d ecidió e sta b le ce r u
se rie de fundaciones en las costas patagónicas.
221
Para lle v a r a cabo con é x ito la em presa ordenada desde la M e tró p o li
el v irre y V é rtiz d ispuso que se h icie ra n a la vela seis naves en las que em
barcaron — e ntre o tro s — Juan de La Piedra, F rancisco de V iedm a y B a silio
V illa rin o .
La flo ta zarpó de M o n te vid e o en d ic ie m b re de 1778 y, luego de anclar
en la bahía de San José (C hubut), los españoles levantaron en ese luaar la
p rim e ra población patagónica.
F rancisco de V iedm a se tra sla d ó hasta el río N egro, en cuyas p ro x im i­
dades fundó M e rce d e s de Patagones-, a causa de una Inundación los pobla­
dores se traslad aron a la m argen opuesta del río y se e sta b le cie ro n en
C arm en de Patagones. La p rim itiv a fun d a ció n s u b s is tió y más ta rd e fu e lia
mada Viedm a.
B a s ilio V illa rin o fu e o tro navegante que se destacó por su incansable
actividad. Exploró d e te nidam ente el río Negro y tam bién re m o n tó las aguas
del rio Limay; en su cesiyos via je s re c o rrió una am plia zona que puede d e li­
m ita rse e ntre la actual ciudad de Bahía Blanca y la península de Valdés.
LAS M A LV IN A S
El descubrim iento
N uestras M alvin a s están ubicadas en el A tlá n tic o su r — p ró xim a s a la
Patagonia— y form a n un a rch ip ié la g o en el que se destacan dos Islas ma­
yores: la occid e nta l o Gran M a lvin a y la o rie n ta l o Soledad.
Según algunos in ve stig ad o re s, fu e ro n d e s cu b ie rta s por el p ilo to p o rtu ­
gués Esteban Gómez, quien d e se rtó de la e xpedición de M agallanes y, en
1520, al mando de una nave a v is tó las islas en su v ia je de regreso a S e villa
O tros h isto ria d o re s dicen que las Islas M a lvin a s fu e ro n d e scu b ie rta s
por el m arino holandés Sebaldo de W eert, Quien en el año 1600 re c o rrió sus
costas y las llam ó S ebaldinas, pero no desem barcó.
En cuanto a los ingleses, quienes se a trib u ye n la p rio rid a d en el descu­
b rim ie n to ningún docum ento prueba que hayan estado por el a rch ip ié la q o
antes de los navegantes ya cita d o s ; p o r o tra p arte, dichas isla s entraban
de ntro de la ju ris d ic c ió n española.
R e c la m a c io n e s d ip lo m á tic a s
En co n o cim ie n to de los sucesos el go bierno español in ic ió las respec­
tiv a s reclam aciones d ip lo m á tica s. La corona francesa accedió al re tiro de
sus e fe c tiv o s en 1767, p re vio pago de una indem nización. Los españoles
ocuparon Puerto Luis, al que denom inaron Soledad.
En cam bio los inglese s fo rtific a ro n Puerto Egm ont y amenazaron con
e xp u lsar a los españoles de Soledad. La C o rte de M adrid reclam o ante el
g o bierno de Londres y ordenó al gobernador del Río de la Plata — F rancisco
de Paula B u ca re lli— que pro ced iera a d e sa loja r a los in g le se s de las M a lv i­
nas. El gobernador envió al com andante Juan Ignacio M adariaga quien, al
fre n te de una e xp e d ición, expulsó a los in tru so s en el año 1770.
In g la te rra p ro te s tó enérgica m ente y amenazó con so lu cio n a r la cuestión
por m edio de las arm as. A n te la gravedad de los a co n te cim ie n to s, y para
e v ita r una guerra que no estaba en co n diciones de em prender España
a ceptó d e vo lver Puerto Egm ont a los inglese s, pero en clausulas del conve­
nio celebrado dejó bien esta b le cid o s sus derechos sobre dichas isla s; el
cita d o p u erto fu e nuevam ente ocupado.
En 1774 los in g le ses se re tira ro n de las M alvinas, cu m plien do p o s ib le ­
m ente con un pacto se cre to firm a d o a n te rio rm e n te con España. Con este
e p iso dio , este país quedó en le g ítim o poder de las islas, las que
producida
la R evolución de M ayo— ingresaron al p a trim o n io de nuestra soberanía.
Guía de repaso
El Río de la Plata.
Juan de Garay y la fundación de Santa Fe. O rtiz de Zárale
en el gobierno de la Asunción. Juan de Garay teniente de
gobernador.
Segunda fundación
de Buenos Aires.
Ceremonia y patrono de la ciudad. Muerte de Garay.
El adelantado
Vera y Aragón.
Torres de Navarrete. Alonso de Vera: Concepción del Ber­
melo. Fundación de Corrientes.
Hernandarias de
Saavedra.
Sus gobiernos: obra.
El Tucumán.
Situación geográfica. La expedición de Diego de Rojas. In­
cidentes entre los conquistadores. Regreso de Nicolás de
Heredia.
La ocupación efectiva
En 1690, el co rs a rio Juan S trong, al fre n te de una nave, cruzó p o r vez
prim era el e strech o que separa las dos islas más grandes del arch ip ié la g o .
P o ste riorm ente a rrib a ro n algunas exp e d icio n e s francesas, dedicadas a
activida des pesqueras. Uno de e sto s navegantes — llam ado S a in t Jean— las
denom ino M a lo u in e s ,’ vocablo que más ta rd e los españoles tra n s fo rm a ro n
en M alvinas.
O tra expedición francesa al mando de Luis A n to n io de B o u g a in ville
lego a las islas en 1764 e in ic ió la ocupación e fe c tiv a , pues fun d ó P uerto
Luis (en hom enaje al rey Luis XV) en la isla Soledad.
A l año s ig u ie n te el inglés Juan B yron — abuelo del poeta— fun d ó en la
isla occid e nta l (G ran M a lvin a ) la población de P uerto Egm ont y llam ó Falk1and al arch ip iélago .
i
La usurpación de nuestras Malvinas por parte de Inglaterra en 1833, se estudia, por razones
cronológicas, en el próximo curso (HISTORIA III).
1
En recuerdo del puerto de Saint Maló, de donde había partido.
222
223
Fundaciones en
el Tucumán.
La ciudad del Barco. Francisco de Aguirre: Santiago del
Estero. Gregorio Castañeda y el gran alzamiento de los
indígenas. Diego de V illarroel: San M iguel del Tucumán.
Jerónimo Luis de Cabrera: Córdoba. Hernando de Lerma:
Salta. Ramírez de Velazco: La Rioja. Francisco de Argañaraz: Jujuy. Mate de Luna: Catamarca.
Fundaciones en
el Cuyo.
Expediciones de Francisco de Villagra y Francisco de Agui­
rre. Pedro del C astillo: Mendoza. Juan Jotré: San Juan.
Jotré de Loaiza: San Luis.
Las dos
gobernaciones.
Motivos que provocaron la división del territorio. Regiones
que com prendían las gobernaciones del Rio de la Plata y
Paraguay.
El Tucumán, Cuyo y el
Rio de ia Plata en
el siglo XVII.
La declinación de España en tiempos de los últim os m o­
narcas de la Casa de Austria. Repercusión en Am érica his­
pana y en el Rio de la Plata.
La región del Tucumán. El servicio personal de los indios.
Las Ordenanzas de Alfaro. La llam ada “ guerra de los calchaquíes” : sus periodos.
El Cuyo. Rebeliones de indígenas. La acción espiritual. La
población. El Rio de la Plata. El obispado de Buenos Aires.
El m onopolio com ercial. Los piratas y corsarios. Mención
de algunos gobernadores.
Pretensiones
extranjeras sobre
el Río de la Plata.
El tratado de Tordesillas. Los portugueses en el Brasil:
Alvarez Cabral y Alfonso de Souza. Fundación de la Colonia
del Sacramento. Primera ocupación española: Vera y Mujica. Segunda ocupación portuguesa: el Tratado de Bada­
joz. Segunda ocupación española: García Ros. Tercera ocu­
pación portuguesa: la Paz de Utrecht. Contrabando po r­
tugués en el Plata. M auricio de Zavala y la fundación de
Montevideo. Fernando VI y el tratado de Permuta. La guerra
guaranitica. Tercera ocupación española: Pedro de Cevallos. Cuarta ocupación portuguesa: el Tratado de París.
Cuarta ocupación española: creación provisional del Vi­
rreinato del Rio de la Plata. El tratado de San Ildefonso.
La Patagonia.
Expediciones de Magallanes. Jofré de Loayza y Simón de
Alcazaba. Sarmiento de Gamboa: fundación de Nombre de
Jesús y Real Felipe. Los holandeses Schouten y Le M aire:
el Cabo de Hornos. Los evangelizadores: Diego Rosales y
Nicolás Mascardi. El viaje de Quiroga, Strobel y Cardiel.
O cupación de la Patagonia. Francisco de Viedma: funda­
ción de Patagones. Exploraciones de Basilio Villarino.
El descubrim iento: Esteban Gómez y Sebaldo de Weert. La
ocupación efectiva: Juan Strong, Antonio de Bougainville
y la fundación de Puerto Luis. Juan Byron y la fundación
de Puerto Egmont.
Reclamaciones diplom áticas. El gobernador Bucarelli y el
comandante Ignacio Madariaga.
224
Cuestionario — ------------------------------------------------------1. Explique la expedición de Garay y la fundación de la ciudad de
Santa Fe. 2. ¿Cóm o llegó a la Asunción el Adelantado Ortiz de
Zárate? 3. ¿Por qué causa Vera y Aragón no pudo ocupar de in ­
mediato su cargo de Adelantado? 4. ¿Qué sabe con respecto a la
segunda fundación de Buenos Aires? 5. ¿En qué forma murió
Garay? 6. ¿Quién fundó Concepción del Berm ejo? 7. ¿Y la ciudad
de Corrientes? 8. ¿Qué puede decir sobre los gobiernos de H ernandarias de Saavedra? 9. ¿A qué se llamó el Tucumán? 10. E x­
plique la arriesgada expedición de Diego de Rojas. 11. ¿Qué par­
ticularidades ofrece la fundación de la ciudad del Barco? 12. ¿C ó­
mo se produjo la fundación de Santiago del Estero? 13. ¿Cuándo
el Tucumán fue separado de Chile? 14. ¿Quién fundó a San Miguel
del Tucumán? 15. ¿Y a Córdoba? 16. ¿Qué otras fundaciones se
produjeron entre 1582 y 1683? 17. ¿Qué actuales provincias com ­
prendía la región de Cuyo? 18. ¿Quiénes fundaron Mendoza, San
Juan y San Luis? 19. ¿Por qué Felipe III dividió las provincias
del Río de la Plata en dos gobernaciones? 20. ¿Cóm o repercutió
en el Río de la Plata la decadencia española del siglo X V II?
21. Resuma la situación del Tucumán, Cuyo y Río de la Plata en
esa centuria. 22. ¿Qué dispuso el Tratado de Tordesillas? 23.
¿Cómo se establecieron los portugueses en el Brasil? 24. ¿Qué
actitud asumió España cuando los portugueses fundaron la C olo­
nia? 25. ¿Cuáles fueron las consecuencias del Tratado de Badajoz?
26. ¿Cóm o se produjo la segunda ocupación española? 27. ¿Y la
tercera ocupación portuguesa? 28. ¿A qué se llamó la “ guerra
guaranitica” ? 29. ¿En qué forma se producen la tercera ocupa­
ción española y la cuarta portuguesa? 30. ¿Qué resolvió Carlos III
para poner fin al largo conflicto? 31. ¿Qué dispuso el Tratado de
San Ildefonso con respecto a la Colonia? 32. ¿Qué fundaciones
efectuó Sarmiento de Gamboa en territorio patagónico? 33. ¿Q uié­
nes descubrieron el Cabo de Hornos? 34. ¿Quiénes fueron los pri­
meros evangelizadores de la Patagonia? 35. ¿Cóm o se produjo la
ocupación efectiva del vasto territorio? 36. ¿Qué puede decir
sobre el descubrimiento de las Islas Malvinas? 37. ¿Quiénes e fe c­
tuaron las primeras fundaciones? 38. Qué reclamaciones diplom á­
ticas m otivó la ocupación de puerto Egmont por los ingleses?
Actividades Prácticas
• S in te tiz a r las fu n d a cio n e s de la c o rrie n te p o b la d o ra d e l no rte .
•
H a c e r u n cu a d ro s in ó p tic o con las fu n d a cio n e s en el C u yo :
225
®
E s q u e m a tiz a r los c o n flic to s e n tre E spaña y P o rtu g a l, u b ic a n d o a la
iz q u ie rd a los p eríodos de o c u p a ció n p o rtu g u e s a (co m enzando con
la fu n d a c ió n de la C o lo n ia ) y a la derecha, las ocupaciones espa­
ñolas.
Lectura
Las form a s p olíticas
y sociales
La descripción de los diversos re­
gímenes políticos que impulsaron el
desarrolló de la conquista en el Río
de la Plata, en el Tucumán y en
Cuyo, ha puesto en evidencia su ca­
rácter diverso e inestable. El siglo
X V I es, en efecto, en todo el Nuevo
Mundo, una época de gran variedad
en las formas políticas, de ensayos
que se van sucediendo, de tentativas
de organización diferentes según las
regiones, hasta que se ¡lega en todas
ellas, después de una etapa más o
menos larga, al ordenamiento defi­
nitivo.
Lo mismo ocurre en el territorio
actualmente argentino. El sistema
señorial de las capitulaciones coexis­
te con las empresas oficiales desti­
nadas a realizar o proseguir la con­
quista. Casi siempre, sin embargo,
se trata de expediciones costeadas
por quienes las presiden o partici­
pan en ellas. La actividad del Esta­
do se limita a promover su organi­
zación y a s a n cio n a r las normas
jurídicas que han de orientar su de­
sarrollo. La conquista fue una em­
presa de Estado hecha por particu­
lares, que si bien se sometían al
derecho establecido, se reservaban
en cambio una gran lib e r ta d de
acción.
El resultado de esas expediciones
sucesivas fue la aparición, en nues­
tro territorio, de gobiernos frecuen­
temente personalistas. La fa l^ de
un sistema orgánico y estable —im­
posible en aquellos años iniciales—
da lugar a la exaltación de los va­
lores individuales que se imponen a
los conquistadores más por el pres­
226
tigio de su jefatura que por el con­
tenido jurídico de sus poderes. Y
así surgen, en medio de estas co­
marcas aisladas de las autoridades
superiores y expuestas a peligros
permanentes, las grandes persona­
lidades que han de dirigir, promover
y orientar la empresa hispánica. Irala, Garay, Aguirre, Ramírez de Velazco, Juan Jufré, son otros tantos
ejemplos de un sistema político en
el cual la autoridad del jefe depen­
de más de su propio valor y habili­
dad que del derecho que ejercita.
Las empresas de conquista se llevan
a cabo gracias al acatamiento es­
pontáneo que los capitanes y solda­
dos prestan al caudillo que los guía;
y a la inversa muchas expediciones
y gobiernos fracasan cuando falta
esa adhesión personal que es el ner­
vio de la empresa.
Ese sistema, in d isp e n sa b le para
llevar a cabo una hazaña que es
principalmente militar, y que no
cuenta en estos escenarios con el
aparato ju r íd ic o del Estado para
asegurar el imperio del derecho,
trasciende también durante el siglo
X VI a la vida política del Río de la
Plata y del Tucumán. Y así pueden
advertirse las ventajas y los defectos
de un régimen cuya estabilidad de­
pende del prestigio de cada gober­
nante. La acción eficaz de Irala, de
Garay, de Pérez de Zorita, de Ra^
mírez de Velazco, alterna con moti­
nes y revueltas destinados a elimi­
nar m a n d a ta rio s im p o p u la re s o
abusivos, como Alvar Núñez Cabeza
de Vaca, Diego de Mendieta o Fran­
cisco de Aguirre. Y si la obra de
aquéllos estuvo orientada a procurar
el adelanto de la empresa y fue ge­
neralmente respetuosa de los dere­
chos a jen os, ta m b ié n aparecieron
gobernadores que se destacaron por
el despotismo y la arbitrariedad de
su acción, como ocurrió en el Tucu­
mán con Gonzalo de Abreu y Her­
nando de Lerma. En términos gene­
rales, puede afirmarse que en este
período la estabilidad y permanen­
cia de los gobiernos dependió mucho
en el Río de la Plata de lo que hoy
se llamaría la opinión pública, mien­
tras en el Tucumán pudieron afian­
zarse m a n d a ta rio s tiránicos que
obligaron a intervenir, en más de
una ocasión, a las autoridades supe­
riores. Tales fu e r o n los casos de
Francisco de Aguire en 1570 y Her­
nando de Lerma en 1584. Pero lo
cierto es que en ambos distritos se
presentaron formas políticas irregu­
lares, que no eran las que el dere­
cho vigente apetecía.
La fuerza y la predonderancia de
la opinión pública en el Río de la
Plata constituyen un fenómeno de
características singulares, que sólo
puede explicarse como un trasplan­
te de las tendencias ya vencidas en
España, que germinan en el Para­
guay al amparo de su aislamiento.
El localismo peninsular y el arraigo
de las libertades comunales dan ori­
gen en la Asunción —y luego e;n
Santa Fe y en Corrientes— a un
sistema político que en los hechos
depende del consentimiento colecti­
vo. Y cuando un gobierno, por cual­
quier razón, deja de ser aceptado
por la opinión pública, se producen
in e v ita b le m e n te los movimientos
destinados a reemplazarlo, con ab­
soluto desprecio por la legalidad.
Así ocurre en la Asunción con A l­
var Núñez Cabeza de Vaca (1544),
Francisco de Mendoza (1548) y Fe­
lipe de Cáceres (1572), y en Santa
Fe con Diego de Mendieta (1577) y
con las autoridades locales (1580).
Otros movimientos populares no al­
canzaron la victoria, pero todos ellos
revelaron la existencia de un am­
biente político en el cual la opinión
procuraba r e s o lv e r los problemas
prescindiendo de la consulta a las
autoridades superiores.
Z o rra q u ín Becú, R icardo.
L a o r g a n iz a c ió n
POLÍTICA ARGENTINA
EN EL PERÍODO H ISPÁN ICO .
Buenos Aire?:, 1959.
• ¿Por qué su rg ie ro n en nuestro te ­
r r it o r io gobiernos frecuentem ente
personalistas?
• ¿Cuál era la im p o rta n c ia del je fe
en las expediciones de conquista?
• ¿ In flu yó la o p in ió n p ú b lica en la
e stabilidad de los gobiernos en el
Río de la Plata?
227
LAS NUEVAS IDEAS
Hasta m ediados del s ig lo X V III, la organización p o lític a y social de
Europa se basaba en el a b so lutism o , la in to le ra n cia re lig io sa y la desigualdad.
Los siguientes principios — considerados tradicionales— caracterizaban el
llamado Antiguo Régimen:
a) Políticos: la monarquía absoluta y despótica, basada en el derecho divino
de los reyes.
b) Sociales: existía una acentuada desigualdad entre los privilegiados (clero,
nobleza) y los no privilegiados (burguesía, obreros, campesinos).
c) Religiosos: el clero ejercía una autoridad absoluta sobre los fieles y no
se admitía que los súbditos profesasen una religión distinta de la del soberano.
En esta forma se trataba de obtener la “ unidad religiosa” .
d) Económicos: se aplicaba el sistema mercantilista, que favorecía la expor­
tación de los productos y se oponía al libre cambio, pues gravaba con pesados
impuestos aduaneros los artículos de importación.
Los obreros carecían de libertad, porque estaban sometidos a un régimen
coi porativo.
En la segunda m itad del s ig lo XVIII se produjo un intenso m o vim ie n to
id e o ló g ico y c ie n tífic o que reaccionó contra los p rin c ip io s tra d ic io n a le s en
m ateria p o lític a , social y económ ica. F ilósofos y eco nom istas tra ta ro n de
re s o lv e r los problem as de la sociedad in spira dos p o r la fe en la razón
humana.
G uiados por un fin e m in e ntem ente p rá ctico , los hom bres de e studio
buscaron el progreso m a te ria l del in d ivid u o y pro pusieron un co n ju nto de
nuevas ideas, según las cuales, sólo la razón podía p e rfe cc io n a r a la Huma­
nidad y c o n d u cirla a una nueva era de progreso. En esta fo rm a , reaccionan
229
Origen de las nuevas ideas
Los go b iern o s a b s o lu tista s europeos habían surgido , no sólo con el apoyo
de la nobleza, sino ta m bién con el ben eplácito de la naciente burguesía,
c o n s titu id a por co m e rcia n tes y pro fe sio n a le s e nrique cid os. Pero con el
tra n s c u rs o de! tie m p o , esta clase social se to rn ó poderosa y entonces aspiró
a p a rtic ip a r a ctivam e nte en el gobierno p o lític o de los Estados. De ta l manera
nació un m o v im ie n to de oposició n co n tra el tra d ic io n a l a b so lutism o de la
época.
Las nuevas ideas lib e ra le s surg ie ro n en Inglaterra a m ediados del s ig lo
X VIII. A llí la burguesía — en la R evolución de 1688— aprovechó los d is tu r­
bios re lig io s o s para e sta b le ce r una m onarquía lim ita d a y to le ra n te .
El m édico inglé s Juan Locke (1632-1704) fu e el más destacado p recursor
de las d o c trin a s lib e ra le s, que p o s te rio rm e n te defe ndieron los filó s o fo s
fra n ce se s del s ig lo X VIII.
contra la situ a ció n im perante, niegan el poder ab so luto del m onarca, reclam an
la igualdad so cia l, bregan p o r la to le ra n c ia re lig io s a y proponen la lib e rta d
de com e rcio. Este m o v im ie n to id e o ló g ico ha sid o llam ado la Ilu s tra c ió n .
Los in te le c tu a le s europeos, p a rtid a rio s de las nuevas ideas, e studiaron
los problem as p o lític o s y económ icos. Los que c ritic a ro n las in s titu c io n e s
y atacaron p rin c ip io s re lig io s o s , se llam aron filó s o fo s .' A q u e llo s que se de d i­
caron a la producción, al c o m e rcio y a las finanzas, fu e ro n llam ados eco­
nom istas.
Locke expuso sus doctrinas filo sófico -política s en el libro titulado Ensayo
sobre el gobierno c iv il (1690).
Afirm ó que, en principio, la humanidad vivió en un estado natural, sin ningún
gobierno que la controlara, con libertad e igualdad absolutas. Para la normal con­
vivencia, el individuo sólo debía respetar la ley de ia naturaleza.
Sin embargo, con el transcurso del tiem po surgieron graves inconvenientes,
por causa de que cada uno trataba de hacer valer sus propios derechos, lo que
produjo gran inseguridad y confusión. Entonces, los hombres fundaron una socie­
dad civil y delegaron ciertos poderes en un gobierno.
Pero, destaca Locke, ese gobierno no era absoluto por cuanto sólo le fue
conferido el poder ejecutivo o la ley de la naturaleza. En consecuencia* el Estado
La frívola sociedad de la época — debilitada en su fe— aceptó con optim ism o
las
nuevas ideas que propiciaban
el progreso
material y
daban ala vida un
sentido utilitario.
Los filósofos del siglo XVIII consideraron al hombre como un ser superior,
capaz de ordenarlo todo con las luces de su razón. Por eso predicaron la libertad
individual, la tolerancia para la expresión del pensamiento, la bondad humana pri­
mitiva, la filantropía, el amor hacia lo salvaje, a todo lo natural, etc.
En m ateria religiosa propagaron las doctrinas deístas, según las cuales la
razón humana reconoce un D io s'co m o creador de la Naturaleza, pero sin adm itir
revelación ni culto externo. También recibía el nombre de religión natural.
Sobre la base del equilibrio arm ónico del Universo (de acuerdo con las teorías
de Newton), sostuvieron que todo debía dejarse librado a sus propias leyes: el
gobierno, la sociedad, la economía y los demás aspectos de la actividad humana.
También iniciaron un movimiento de simpatía hacia los pobres y trataron de elevar
su condición económ ica y social.
No se lim itaron a c ritic a r las
instituciones
existentes,
sino que "ilu s tra ro n "
(Ilustración) a los gobiernos y a los
pueblos para
que se aplicaran lasnormas por
ellos indicadas.
La nueva c o rrie n te id e ológica, que se había p ropuesto tra n s fo rm a rlo
todo, chocó co n tra los reyes a b s o lu tis ta s y las clases p riv ile g ia d a s , que tra ­
taron de d efe n d e r sus riquezas e in te re se s.
Los pensadores del s ig lo XVIII atizaron el de sco n te n to p opular y prepa­
raron el am biente que c u lm in ó con la R evolución Francesa.
1 Por la naturaleza de los temas que abarcaron — al
fueron, en realidad, filó so fo s p o lítico s.
230
margen
de ia verdadera filosofía—
“ es la suma del poder de todos los individuos y su autoridad no puede ser mayor
nnp la aue tuvieron éstos” . Si el gobierno abusa de la autoridad, se hace tiránico
y entonces el pueblo tiene derecho de rebelarse, pues ha faltado al contrato social
eStabEsCte°filó sofo, considerado el padre de la teoría liberal, fue partidario de la
m0naEnU<^trorTtrtabajo^0tUulad^ar^ T fa s tCsobre la tolerancia, afirm a que los gobiernos
no deben im poner ninguna religión, sino “ tolerarlas todas .
El m ovim iento filosófico francés
A unque la cuna de las nuevas ideas fu e In g la te rra , el m o v im ie n to de
renovación in te le c tu a l alcanzó en Francia su m ayor flo re c im ie n to .
La p rim e ra etapa de la filo s o fía ilu s tra d a se in ic ió durante los ú ltim o s
años del reinado de Luis XIV. En p rin c ip io , los hom bres de le tra s aco stu m ­
braban re u n irse en lugares p ú b lico s, llam ados cafés (p o r la in fu s ió n que
bebían), para hablar sobre tem as de la época. Luego se im puso el salón,
com o fo rm a de con vive ncia social y ce n tro de polém ica id e ológica, p o lític a
y lite ra ria .
Un núcleo de damas tomó por costumbre reunir en sus casas de París a
grupos de estudiosos. Allí se leían trabajos, se discutían doctrinas y exponían
criterios que luego orientaban a la opinión pública.
En esos centros intelectuales, donde las reuniones semejaban conferencias
académicas, las nuevas ideas encontraron un ambiente propicio a su difusión,
m ientras el absolutism o oficial las había prohibido en las Universidades.
De origen burgués, se destacó desde tem prana edad por su fa c ilid a d para
las le tra s.
Los grandes filósofos políticos
Los más destacados re p re se nta n te s del m o vim ie n to filo s ó fic o p o lític o
del sig lo XVIII fu e ro n tre s e s c rito re s fra n ce se s: M o n te sq u ie u , V o lta ire y
Rousseau.
. ,„ ^
.
,
M o n te sq u ie u (1689-1755). C arlos S econdat, barón de M onte sq u ie u , des­
cendía de una noble fa m ilia de m a g istra d os y ocupó a lto s cargos en el par­
lam ento de Burdeos. En 1721 p u b licó las C artas Persas, hábil s á tira en la
que un v ia je ro persa censura con agudeza el a b so lutism o francés.
M on tesquieu v ia jó por Europa y re s id ió dos años en In g la te rra , lapso que
aprovechó para e stu d ia r la organización p o lític a y social de ese país.
En 1748 e d itó su obra m aestra, titu la d a El e s p íritu de las leyes, después
de tra b a ja r en e lla v e in te años.
Adm irador del régimen inglés, se in clin ó hacia la monarquía parlamentarte
basada en el honor (la nobleza) y controlada por las leyes.
Enemigo de la opresión y del despotismo, enunció su famosa teoría sobre la
separación de poderes: el ejecutivo, en la persona del rey, quien hace cu m p lir las
leyes; el legislativo, encargado de redactarlas, debe recaer en una Cámara de la
nobleza (análoga a la de los Lores) y otra de representantes, de la que deben
excluirse los pobres. Por último, el poder ju d ic ia l debe ser totalmente independiente,
única form a de que pueda proteger los derechos de los individuos contra las arb itra­
riedades de los otros dos poderes.
La separación de poderes tuvo gran influencia posterior, por cuanto la adop­
taron los constituyentes americanos y los gobiernos franceses que siguieron a la
Revolución.
V o lta ire (1694-1778). Es el seudónim o que u tiliz ó F rancisco M aría A ro u e t.
Ingenioso y p o lem ista, sus p rim e ro s tra b a jo s lite ra rio s le orig in a ro n con­
flic to s con la nobleza; fu e encarcelado en la B a stilla y luego hubo de expa­
tria rs e a In g la te rra , donde s in tió adm iración por las In s titu c io n e s y la politic a re lig io sa .
A su re g re so p ublicó las C artas F ilo só fica s, en las que c ritic ó el régim en
im perante en Francia; por eso fu e perseguido y tu vo que radicarse en
Lorena^ A llí e s c rib ió sobre tem as filo s ó fic o s e h is tó ric o s y obras te a tra le s.
M as tarde se tra sla d ó a Potsdam, donde fu e huésped del rey Federico
II, y por u ltim o se radicó en el c a s tillo de Ferney, en la fro n te ra franco-suiza
Hasta su m u e rte, e je rc ió un pre d o m in io In te le ctu a l sobre toda Europa.
Voltaire fue un crítico mordaz, polem ista e ingenioso. Profundo adm irador de
las instituciones inglesas, defendió con todo vigor la libertad individual.
Agresivo, intencionado y sarcástico, in ició una “ lucha general contra toda
autoridad". Profesaba el deísmo y creía en la inm ortalidad del alma. Con m últiples
escritos atacó al clero y a la monarquía absoluta.
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778). N acido en G inebra, h ijo de un re lo ­
je ro francés, c re ció en m edio de abandono e in d ife re n c ia ; su h u m ilde origen
le o b lig ó a e je rc e r d ife re n te s o fic io s .
De ta le n to s u p e rio r, in q u ie to y vo lu n ta rio so , lle vó una vida aventurera,
agitada e irre g u la r. B ohem io im p e n ite n te , rodó por el m undo y s u frió muchas
h u m illa cio n e s; por esto despreció a la sociedad y amó a la naturaleza.
esas épocas, Ginebra era una pequeña república, cuya im portancia terminaba con los lím ites de sus muradlas; aunque Rousseau pasó la mayor parte de
su vida en Francia, su verdadera patria fue la naturaleza: el cielo, los bosques las
montañas, los torrentes.
232
233
Tenía treinta y siete años de edad y no se había destacado como pensador
profundo y escritor brillante. En octubre de 1749 la Academia de Dijón prometió
un premio en dinero al m ejor trabajo sobre el tema “ Si el progreso de las ciencias
y artes había contribuido a corrom per o a pu rifica r las costum bres” .
Rousseau redactó una memoria, ganó el concurso y alcanzó celebridad.
Expuso sus d o ctrin a s p o lític a s en el C o n tra to S o cia l (1762), obra que
e je rc ió poderosa in flu e n c ia en las generaciones p o s te rio re s . En e lla a firm a
que el hom bre v iv ió o rig in a ria m e n te en estado natural, lo que s ig n ific ó un
verdadero paraíso, pues to d o s eran lib re s e iguales en derechos. A l aparecer
la propiedad privada, su rg ie ro n las d ife re n te s fo rm a s de desigualdad social,
y entonces la única p o s ib ilid a d de e sta b le ce r una com unidad fe liz es ceder
los derechos ind ivid u a le s a la c o le c tiv id a d p o lític a (Estado) por m edio de un
“ co n tra to s o c ia l” . En esta fo rm a , cada in d ivid u o conviene con los demás en
som eterse a la volu n ta d de la m ayoría.
Por lo ta n to , el Estado es el re p re se nta n te de la soberanía popular, y
el régim en p e rfe cto de g obierno sería la dem ocracia d ire cta .
En o tra obra titu la d a el E m ilio (1762) censura los m étodos educativos
de la época y p ro p icia el siste m a espontáneo, basado en la naturaleza, en
la lib e rta d del niño y en su propia e xp eriencia. Rousseau expuso sus v ic io s ,
de fe cto s y v irtu d e s en las C onfesiones, tra b a jo de sorp re n de n te sinceridad,
especie de fe de e rra ta s de su vida.
Los econom istas p a rtid a rio s de las nuevas d o ctrin a s se agruparon en
dos p rin c ip a le s escuelas: la fis ió c ra ta y la lib e ra l.
a) Los fis ió cra ta s. R ecibieron ese nom bre los que a trib u ye ron a la natu­
raleza un papel preponderante en la d is trib u c ió n de la riqueza. Trataron de
d e m o stra r la p re em inencia de la a g ric u ltu ra sobre el co m e rcio y la in d u stria
pues so stu vie ro n que sólo la tie rra , la naturaleza, es la fu e n te del progreso
económ ico.
Adem ás, a firm a ro n que las sociedades humanas están regidas por un
“ orden n a tu ra l” y, p or ta n to , rechazaron la Inte rvención del Estado y d e fe n ­
dieron “ la lib e rta d de a c c ió n ” .
Los econom istas fra nce ses Quesnay y G ournay son los p rin cip a le s re­
presentantes de la escuela fis io c rá tic a .
b) Los lib e ra le s. La escuela lib e ra l, conocida tam bién con el nom bre de
clásica o in d ividu al, reconoce com o fun dado r al p ro fe so r escocés Adam S m ith
(1723-1790). En su fam osa obra titu la d a La riqueza de las naciones sostuvo
que el trabajo, en cua lquiera de sus aspectos, es la única fu e n te de riqueza.
LA ENCICLOPEDIA
Los econom istas
Hasta m ediados del s ig lo X VIII, el m e rc a n tilis m o era el siste m a econó­
m ico im perante en Europa. En la segunda m itad de esa ce n tu ria algunos
e s c rito re s , com penetrados de la filo s o fía ilu stra d a , c ritic a ro n el régim en de
la época y fo rm u la ro n nuevas ideas re la tiva s a la in te rv e n c ió n del Estado
en la producción y el c o m e rcio . Fueron los econom istas, cuyas te o ría s eran
sim ila re s a las predicadas por los filó s o fo s en el aspecto p o lític o , por cuanto
reducían al m ínim o la in te rve n ció n del g o bierno y concedían al in d ivid u o la
m áxim a lib e rta d de tra b a jo y de com ercio.
En In g la te rra su rg ió , por vez p rim e ra , la ¡dea de agrupar en un
— por orden a lfa b é tico — los con o cim ie n to s humanos. A com ienzos del
XVIII eran varias las enciclope dias conocidas en Europa.
Debido al in te ré s despertado por esas publicaciones, lib re ro s de
encargaron a los filó s o fo s D id e ro t y D 'A le m b e rt la tra d u cció n de una
lib ro
siq lo
París
e n ci­
clopedia inglesa. A n te esa op ortunidad, dichos pensadores co n cib ie ro n la idea
ideas
Ct3r Una ° bra CUy° p rin cip a l o b je to fuera la d ifu s ió n de las nuevas
A s í apareció la E nciclopedia o d ic c io n a rio razonado de las cie n cia s, artes
trabaJ? ten dencio so que, bajo una apariencia de im parcialidad ,
el mas e fe c tiv o in stru m e n to de propaganda filo s ó fic a
tpo ‘ r ° * re d a ct° la mayo r parte de los a rtícu lo s, en especial los re fe re n ­
te« Ü ¡ln
"» c a n ic a s , la filo s o fía y la p o lítica . D ’A le m b e rt se encargó de
n i f i n f l ^ tiaSH eXaCtaS K tam bién e s c rib ió el D iscu rs o p re lim in a r, en el que
mega la tra d ic ió n y solo acepta la fe en la razón humana.
V el ú?timoCpn°iP775a DCOmpren.dJr ve¡ntioch° tomos: el primero apareció en 1751
antemano
reC' bir Un el emPlar- los lectores debían suscribirse de
a corLromDerU|raa<!C^ d(enÓKel traba¡° £ ° r “ tender a desarrollar el espíritu de rebelión,
guido y™e vio ohMnartn
S V q,ueb' antar ,a autoridad real". Diderot fue perseSin Im h a rn n
■s,u sPender 'as entregas por espacio de ocho años.
padour __amina h i Enciclopedia contó con la protección de Madame de Pomhasta de l o ^
rey
?
’ de im Portantes personajes, como Voltaire, y
■asía ae los libreros, que veían en ella un buen negocio.
re lia fó n b 'íÍ0 ca s.u I esPí,r.itu a n tim o nárqu ico y a las c rític a s d irig id a s contra la
cesa v nrpn nC,C,?Ped í* ei e rc 'ó poderosa influencia sobre la burguesía franlism o v rp. - ° 6 ^.m b,en te revolucionario. Predicó el triu n fo del racionasiglo XVIII n,° Gn
ma
diccionario las ideas de los pensadores del
235
EL D E S P O T IS M O IL U S T R A D O
A m ediados del s ig lo XVIII se p ro d u jo un cam bio en el g obierno de los
países europeos, porque el régim en a b s o lu tis ta re c ib ió la in flu e n c ia de las
..........................
, .
nuevas ideas lib e ra le s.
La m onarquía sin lím ite s , fundada en el derecho d iv in o , con tin u o siendo
la dep ositaría de la autoridad y fu e n te de le g is la c ió n . D ebido al nuevo espí­
ritu ilu stra d o , los reyes em p re n die ro n una vasta obra reorganizadora para
gobernar sus Estados “ según la razón” .
La unión del régim en m onárquico a b s o lu tis ta con las ideas lib e ra le s
predicadas por los filó s o fo s p o lític o s hizo s u rg ir un nuevo tip o de gobierno,
ca ra c te rís tic o de la segunda m itad del s ig lo X VIII, que ha sid o llam ado
d e so o tism o ilu stra d o .
A causa de las c ris is económ icas derivadas de las guerras que habían
em prendido, algunos reyes aceptaron la nueva ideología lib e ra l; o tro s, acon­
sejados por sus m in is tro s , ta m b ié n se m o stra ro n p a rtid a rio s de los e n c ic lo ­
pedistas. Sin em bargo, ninguno de e llo s m o d ific ó las bases de su a b s o lu tis ­
mo, ni q u itó o m nip o te n cia al e x tra o rd in a rio poder de la realeza.
El d espotism o ilu s tra d o está d e fin id o en la sig u ie n te fra se , a trib u id a a
Federico II de P rusia: “ Todo para e l pueblo, p e ro s in e l p u e b lo ".
Con sum a habilidad, los m onarcas b e n e ficia ro n sus d o m in io s para con­
so lid a r su propia o m n ip o te n cia . No to le ra ro n la In tro m is ió n p opular en los
asuntos de gobierno; por eso, no co ncedieron lib e rta d e s p o lítica s.
Los más destacados déspotas ilu s tra d o s fu eron Federico II de Prusia,
C atalina II de Rusia, M aría Teresa de A u s tria y C arlos III de España.
Federico II
A F ederico G u ille rm o I sucedió en el tro n o de Prusia su h ijo Federico II,
que gobernó cuarenta y se is años (1740-1786).
Este soberano fu e el típ ic o rep resentan te de la Europa ¡lustrada y el
encargado de hacer triu n fa r el poderío m ilita r iniciado por su padre.
De cla ra in te lig e n c ia , era m uy tra b a ja d o r y vo lu n ta rio so . Com o buen
H ohenzollern, tu vo el se n tid o de la d is c ip lin a y la preocupación por los
asuntos de Estado. Para econom izar en bien de sus dom inios, dio el ejem plo
de una vida s e n cilla , v is tió sie m pre el u n ifo rm e m ilita r y redujo al m áxim o
los gastos.
En p o lític a interna , gobernó de acuerdo con la ideología en ciclo p e d ista .
M e jo ró la a g ric u ltu ra y la ganadería, desecó las tie rra s pantanosas y fo m e n tó
las in d u s tria s ; tam b ién fa vo re ció la inm ig ra ció n de num erosos colonos, con
lo que aum entó co nsiderablem e nte la población de sus d om inios.
C o n tro ló con severidad las finanzas y, genera lm en te, el presup uesto
anual favo re cía al Estado en va rio s m illo n e s de ta le ro s.
D otó a P rusia de un fo rm id a b le e jé rc ito de 200.000 hom bres, p e rfe c ta ­
m ente a d ie stra d os y equipados, que supo u tiliz a r en el m om ento oportuno.
M e jo ró la a d m in istra ció n de la ju s tic ia , hum anizó las leyes, ab re vió los
p ro c e d im ie n to s y ordenó co n tin u a r con la redacción de un código, que había
in icia d o su padre. Este ú ltim o tra b a jo e ntró en vig e n cia en 1795.
En política exterior, intervino con éxito en la guerra de la Sucesión de Austria
(donde anexó la Silesia), en la guerra de los Siete Años y en los repartos de
Polonia Sus triunfos m ilitares lo hicieron famoso y Europa lo llamó Federico el
Grande, m erecido título, por cuanto transform o a Prusia en una gran potencia
continental.
C atalina II de Rusia
En 1762 ocupó el tro n o de Rusia el zar Pedro III, hom bre tím id o e igno­
rante casado con la princesa alem ana Sofía, quien al bautizarse según el rito
orto doxo to m ó el nom bre de C atalina. Esta, para adueñarse del poder, sublevo
el e ié rc ito v co nsig uió la abdicación de su m arido, que luego m u rió asesinado.
'cuándo ocupó el tro n o se hizo lla m a r C atalina II (1767-96). M u je r sin
escrúpulos m orales, de energía v a ro n il, pero in te lig e n te y v o lu n ta rio sa , go­
bernó con habilidad p o lític a y supo lle v a r a fe liz te rm in o el grandioso proqram a de re fo rm a s in icia d o por Pedro el Grande. A m iga de filo s o fa s fra n ­
ceses y p a rtid a ria del m o vim ie n to ilu s tra d o , no ta rd ó en e xte n d e r su tam a
P° r E n ^ p o N t f c a in te rn a , C atalina II s im p lific ó la a d m in is tra c ió n del Estado
y d iv id ió el te r rito rio en 44 gobernaciones (gobernías), que, a su vez, se
subdividían en d is trito s . Ordenó la fun d a ció n de num erosas ciudades y con
in m ig ra n te s alem anes pobló las inm ensas llanuras de Ucrania.
M e jo ró la ju s tic ia y fu e to le ra n te en m a te ria re lig io s a .
Con el o b je to de re fo rm a r el g obierno de acuerdo con las nuevas
ideas ilu stra d a s, reunió una A sam blea con d iputados procedentes de toda
Rusia, pero no se lle g ó a nada p o s itiv o .
Para d ifu n d ir la c u ltu ra e n tre el pueblo, fundó e s ta b le c im ie n to s de ense­
ñanza y p ro p ició las v is ita s de sabios e xtra n je ros.
Estas re fo rm as sólo se aplicaro n en los Estados puram ente austríacos,
por cuanto Bohemia, H ungría, los Países Bajos y las posesiones en Italia
sig u ie ro n con sus organizaciones tra d icio n a le s.
José II
M aría Teresa de A ustria
Esta m u je r de dotes excepcionales, que ciñ ó la corona de A u s tria por
espacio de cuarenta años (1740-1780), no pudo re a liza r un g o bierno p a c ific o
v se v io obligada a d e fe n d e r por las arm as la in te g rid a d de sus dom inios.
Las luchas por la Sucesión y la G uerra de los S iete A ños, aunque le o casio­
naron la pérdida de S ile sia , la congraciaron ante la o p inion de sus su b d ito s.
También in te rv in o en los re p a rto s de Polonia.
La em peratriz era una m ujer de presencia agradable, valerosa y sincera. De
temperamento alegre, gustaba de la m úsica y de las fiestas.
, Hl.n .ip
Afectuosa, sencilla y también piadosa, amo mucho a su esposo, el duque
Francisco de Lorena, con quien tuvo trece hijos, cinco de ellos varones.
Su gran enemigo, Federico II de Prusia, la ca lifico como una gran mujer,
que hacía honor a su sexo y a su tro n o ” .
M aría Teresa tu vo com o o b je tiv o fundam ental de su p o lític a , u n ific a r la
a d m in istra ció n de todos sus Estados, pues era p a rtid a ria de la unidad m onár­
quica Preocupóse por m e jo ra r la ju s tic ia y la hacienda publica, reorganizo
el e jé rc ito a im ita c ió n del prusiano, fo m e n tó la econom ía y p ro p ic io la d ifu ­
sión de la c y ltu ra .
'
Una de sus hijas, María Antonieta, contrajo matrimonio con el delfín Luis, heredero del
trono de Francia.
238
En 1765 M aría Teresa asoció al tro n o a José II, su h ijo p rim o g é n ito , quien
a la m u e rte de su madre gobernó A u s tria por espacio de diez años (1780-90).
nuevo soberano, que había sido educado de acuerdo con las ense­
ñanzas de los e n ciclo p e d ista s, im puso en sus do m in io s las norm as del
d e sp o tism o ilu stra d o . A u to rita rio y a b so lu tista , u tiliz ó p ro ce d im ie n to s rápidos
y b ru ta le s que provocaron un v io le n to m o vim ie n to de op osición.
Reformas de José II
hah i* f, ( SocÍ a,es' De,c lar.0 abolida la servidumbre, porque consideró que todos los
habitantes de sus dominios debían ser iguales ante la ley. Decretó la libertad
de imprenta y permitió publicaciones opositoras a su gobierno.
n a rin n i P°<l,!JCaSi: Pai!a u.n if'car sus dominios, dividió el te rrito rio en trece gober-
D eclart
v£n
'.aS! ord.ene® de funcionarios que respondían al gobierno central,
ueciaro a Vtena capital única del Estado.
i d ^ i r 6,119'? 53* ’ EL m onarca era una persona devota, pero, dominado por las
laSrf«.
P° Ca’ ? 'spus0 una serie de reformas destinadas a conseguir una
9 esia üa to lica som etida a su gobierno e independiente de la autoridad pontificia.
a „ J
P
l l 7! 1 publicó el Edicto de Tolerancia, que aseguraba la libertad de culto
antes y judíos. El rey no tardó en vio lar las disposiciones canónicas y
(e n tre ° e n a s H p H /n c 'fo fS-tCCln ,a ? anta Sede: suprim ió varias órdenes religiosas
¡•sksís s,ss',c.r,c°u,r,en,0s'co",isc4bi,n”!
239
Estas medidas, tendientes a form ar en Austria una Iglesia Católica nacional,
recibieron el nombre de Josefínísmo.
.
Las reformas de José II debieron enfrentar gran resistencia religiosa y na­
cional, especialm ente en los países no alemanes, como Hungría y Bélgica, cuyos
habitantes respetaban sus sentimientos y tradiciones seculares. Estallaron insu­
rrecciones en esos territorios y el monarca, preocupado también por la amenaza
del ejército prusiano, se vio obligado a revocar muchas de sus reformas.
LOS ADELANTOS CULTURALES
El afán de ilu s tra c ió n que ca ra cte rizó al s ig lo XVIII se e xte n d ió por
todo el c o n tin e n te y, a sem ejanza de las sociedades c ie n tífic a s creadas en
la ce n tu ria a n te rio r, su rg ie ro n nuevos ce n tro s c u ltu ra le s : escuelas, acade­
m ias la b o ra to rio s, m useos, o b se rva to rio s, etc. M erecen especial m ención la
S ociedad Real de C iencias, de B erlín (1700), y la A cadem ia de C iencias de
Rusia, fundada en 1724, en Petrogrado.
D om inados por el e s p íritu fila n tró p ic o de la época, los gobernantes
crearon escuelas de p rim e ra enseñanza, destinadas a los niños de hum ilde
condición, al m ism o tie m p o que la Ig le sia — en los países c a tó lic o s
desa­
rro lla b a gran a ctivid a d docente y establecía nuevas órdenes m onásticas para
oponerse a las d o ctrin a s ra c io n a lis ta s .
^
En España podem os c ita r al sacerdote y pedagogo San José de Lalasanz
(1556-1648), fund a d o r de las Escuelas Pías, y en Francia a San Juan B a u tista
de La S alle (1651-1719), canónigo que creó el in s titu to de los H erm anos de
las Escuelas C ristia n a s.
Con re sp e cto al d e s a rro llo a rtís tic o en el s ig lo X VIII, debem os c o n si­
derar la a rq u ite c tu ra , la p in tu ra , la e s cu ltu ra , la m úsica y las letras.
a)
La a rq u ite c tu ra . El e s tilo pre d o m in a n te en el s ig lo que nos ocupa es
el llam ado barroco, nacido en Ita lia y luego aplicado en toda Europa para
la co n stru cció n de ig le sia s, palacios y e d ific io s p ú b lico s. Se ca ra cte riza por la
fantasía en los adornos, con p ro fu sió n de d e ta lle s d e co ra tivo s y el gran
tam año de las obras.
D erivado del barroco fu e el rococó fra ncé s, que tuvo su apogeo durante
el reinado de Luis XV.
b) La p in tu ra . Los a rtis ta s abandonaron los tem as m ito ló g ic o s y p re fie re n
el co n ta cto con la naturaleza, para re p ro d u cir id ilio s p a sto rile s y escenas
galantes. En Francia se destacó el m agnífico A n to n io W atteau, que fu e un
exacto in té rp re te de la elegante sociedad de la época. En re tra to s al pastel
so b re sa lió Q u in tín de La Tour.
c) La e scu ltura. En este aspecto de las artes plá stica s d esco lla ro n vario s
franceses. M e ncionarem os a Houdon, fam oso por su busto de V o ltaíre y a
Pígalle, por sus m ausoleos.
d) La m úsica. El a rte de los sonidos alcanzó en el sig lo XVIII un nivel
incom parable, por la ap arición de geniales m aestros que co ncibie ro n obras
in m o rta le s. A la vanguardia de la creación m usical fig u ra n los co m p o sito res
Bach y M ozart.
e) ¿as le tra s. Francia ocupa el p rim e r lugar en el m o vim ie n to lite ra rio
ael s ig lo X VIII, en especial por obra de los filó s o fo s p o lítico s, que u tiliza ro n
la plum a para d ifu n d ir las nuevas ideas.
la
^ género te a tra l contó con buen núm ero de adeptos, p a rticu la rm e n te
ia com edla, cuyos autores continuaron las d ire c tiv a s de M o lie re .
El s e n tim ie n to am oroso, presentado con fin u ra y delicadeza tie n e su
m e jo r re p re se ntan te en M arívaux.
,
0 tr o a u to r m uy p opular fue Beaum archaís, cuyas dos com edias El
rio n
e ?, /a y Las bodas de Fi9aro in spiraron las óperas hom ónim as
ue Hossini y M ozart, respectivam ente.
rn n
| n9*a te rra. el p e rio d ista D a nie l De Foe da origen a la novela m oderna
su fa m oso R obinson Crusoe, re la to im agin ario de adm irable realism o.
240
241
LOS AVANCES CIENTIFICOS Y TECNICOS
El aran m o v im ie n to id e o ló g ico del s ig lo XVIII se debió en gran Parte a
los avances c ie n tífic o s y a las nuevas invenciones, que die ro n al hom bre
de esa época una gran confianza en el poder de la razón.
. . . .
Las ansias de progreso y el s e n tid o u tilita rio de la vida
ya iniciados
en el s ig lo X VII— p e rm itie ro n una nueva o rie n ta c ió n de la cie n cia , la cual
avanzó no sólo p o r obra de pensadores y sabios aislados, sin o por la acción
de grupos e sp e c ia lis ta s o e stu d io so s, reunidos en academ ias, in s titu to s y
c írcu lo s.
,
.
,
A lgunos países organizaron e xp e d icio n e s de c a ra c te r c ie n tífic o , con el
o b je to de m ejo ra r los c o n o cim ie n to s que sobre las d is tin ta s ram as del saber
se tenían hasta esa época.
, ^
El céle bre navegante in g lé s Jaim e Cook (1728-1779) e xp lo ro O ceania en
tre s e xpediciones sucesivas y el fra n cé s Luís B o u g a in v ille (1729-1811) e fe c­
tu ó un via je a lre d e d o r del mundo y luego e s c rib ió un ameno re la to .
La e xpedición c ie n tífic a de m ayor im p o rta n cia , enviada a esta parte
del c o n tin e n te por la m arina m ilita r de España en el sig lo X VIII, fu e puesta
a las órdenes del ita lia n o A le ja n d ro M alaspína, quien al fre n te de dos naves
realizó e stu d io s c lim a to ló g ic o s , o ce anográficos, ge o lóg ico s, botánicos y
zoológicos (1789-94).
A delantos de la física
Desde el s ig lo XVII, los hom bres de c ie n cia habían m anifestado su in te ­
rés por el vu e lo y tra ta ro n de a ve rig u a r las razones — fis io ló g ic a s y m ecáni­
cas— p0 r las que las aves se sostenían en el espacio.
El p rim e r e p iso dio de im p o rta n cia en la h is to ria del vu e lo humano se
produce en se tie m b re de 1783, cuando los herm anos José y Esteban M o n t­
g o lfie r h icie ro n e le va r un “ a e ró s ta to ” .
Estos hermanos — estudiosos, de la física— descubrieron que, aumentando
la temperatura, dism inuía la densidad del aire.
Luego de algunos intentos previos, fabricaron la prim er* “ m ontgoltiera
o
gran esfera de tejido muy liviano, de doce metros de diámetro, que recibía aire
caliente de un brasero colocado en una barquilla.
El 19 de setiembre de 1783, una oveja, un gallo y un pato recorrieron, vo­
lando en globo, una distancia de tres kilóm etros.
Poco más ta rd e — a m ediados de o ctu b re — el joven c ie n tífic o P ila tre de
R ozier se elevó en globo a v e in tic u a tro m e tro s y un mes después lo hizo
sobre París, a m il m e tro s. El in ve n to no ta rd ó en p e rfe ccio n a rse y lo u tiliz ó
el e jé rc ito fra n cé s en operaciones m ilita re s de re co n o cim ie n to , aunque más
tard e cayó en desuso.
La experie n cia de G uericke con los “ h e m is fe rio s de M agdeburgo
de spe rtó el in te ré s por el e stu d io de la p resión, no sólo a tm o s fé ric a sin o de
i El alemán Otlo de Guericke (1602-1686) inventó la máquina neumática para hacer el vad o
y efectuó la experiencia de los “ hemisferios de Magdeburgo". En esta última ciudad y en el año
1654 ajustó dos hemisferios metálicos en cuyo interior había producido el vacío. Luego ató ocho
caballos a cada uno de los hemisferios y los obligó a tirar en direcciones opuestas, pero no pu­
dieron separarlos. Ante el asombro de los presentes, Guericke demostró que el fenómeno se debía
a la presión atmósferica externa ejercida sobre los hemisferios. Luego abrió una válvula, y al
introducirle aire se desprendieron de Inmediato.
242
Los hermanos José y
Esteban Montgolfier
se elevan en un globo
aerostático. Observe la
gran cantidad de pú­
blico que presencia el
inusitado espectáculo,
como también la ho­
guera destinada a ca­
lentar el aire y las
cuerdas que aseguran
el artefacto. ( Graba­
do de la época.)
los gases en general y su em pleo com o fuerza m otriz. Hubo algunos in te n to s
para aprovechar el vap or com o energía, pero el m é rito de la invención c o rre s ­
ponde al francés D io n is io Papin, quien en 1690 ideó una m áquina que utilizab a
el vapor de agua para e m pujar un ém bolo dentro de un c ilin d ro .
Al calentar el agua, producía vapor y éste empujaba hacia arriba un émbolo.
Una vez enfriado, el vapor se condensaba y el émbolo retrocedía debido a la pre­
sión atmosférica.
Aunque esta máquina carecía de caldera, pues el agua era calentada direc­
tamente debajo del cilindro, en ella encontram os el principio básico de la fuerza
motriz del vapor.
Ingenieros inglese s em plearon el vapo r para accionar bom bas d e stin a ­
das a desagotar ya cim ie n to s inundados; así, en 1698, Tomás Savery ideó uno
de e sto s aparatos, que llam ó am igo del m in e ro ” . Fue m ejorado por Tomás
N ewcom en.
El in g e nie ro escocés Jacobo W a tt (1736-1819) p e rfe ccio n ó la m áquina de
vapor, al cre a r la llam ada “ de doble a c c ió n ” porque el vapor entraba a lte rn a ­
tiv a m e n te en el c ilin d ro , m ediante un ju e g o exacto de vá lvula s y pistone s
de p re cisió n .
La a p licación del vapor a la tra n s m is ió n de la energía tuvo im p o rta n te s
consecuencias in d u s tria le s y desplazó gradualm ente a la rueda h id rá u lica y
al esfuerzo humano.
Con re sp e cto a la e le c tric id a d d ire m o s que, a com ienzos del sig lo XVII
un m edico inglés — llam ado Gray— descubrió que se producía por la fric c ió n
del v id rio o del am bar y que se podía tra n s m itir por cuerpos m etá lico s
que llam o c o n d u cto res .
Más tarde, los c ie n tífic o s construyeron ru d im e n taria s “ m áquinas rota"Kn f „ <LUe P ^ d u c ia n e le c tric id a d , la cual podía acum ularse en la llamada
bote la de Leyden . En 1752, el e sta d ista norte am ericano B enjam ín F ranklin
ta b le c io que el relam pago y el rayo eran fenóm enos de la e le c tric id a d
a tm o sfé rica e inventó el pararrayos.
En 1780, el fís ic o y m édico ita lia n o Luís Galvani, observando las contracjones de los m úsculos de las ranas, lle g ó a im p o rta n te s conclusion es re la ti­
vas a las c o rrie n te s n ervio sas e lé ctrica s.
m o . ® tr0 ita lia J?0 ' A le ja n d ro Volta, de scub rió que la e le c tric id a d flu ía de un
h r f r v f j / ° í r0 - Con d lsco ® de cobre y c in c ’ interca lad os con trozos de paño
m edecido con agua y acido s u lfú ric o , co n stru yó una “ p ila ” , capaz de pro­
243
d u c ir c o rrie n te constante, debido a los dos polos (c in c y cobre). En hom enaje
a este hom bre de cie n cia , se llam ó ‘ ‘v o ltio ” a la unidad de fuerza e le c tro ­
m otriz.
En 1802, el in g lé s D avy — basado en la p ila de V o lta — lle g ó a o b te n e r
el p rin c ip io de la ilu m in a c ió n de arco.
La química
En la época m edieval, los a lq u im is ta s tra ta ro n de e s tu d ia r la com posición
de los ele m ento s y de “ tra n s m u ta r” los m etales, es d e cir, tra n s fo rm a rlo s
en oro, el cual sim bolizaba la luz, el sol, la pote n cia creadora.
En las sie m p re fracasadas exp e rie n cia s de e sto s p rim itiv o s in v e s tig a ­
dores, e ncontram os las bases lejanas de la té cn ica de co m b in a r ele m e n to s,
que hoy llam am os quím ica.
El alquim ista cum plía una especie de liturgia, dentro del sugestivo marco
del laboratorio. En ese lugar donde efectuaba sus experimentos había hornillos
donde sometía los metales a la acción del calor, alambiques para una rudim en­
taria destilación, recipiente destinados al “ fuego húm edo” (baño de María), etc.
Se con sidera al sabio irlandés R oberto B oyle (1627-1691) com o el inicia-'
do r de la m oderna quím ica. Rechazó las te o ría s de los a lq u im is ta s , de scu b rió
la in te rve n ció n del oxígeno en las co m b u stio n e s y señaló la d ife re n c ia que
e x iste e n tre una m ezcla y un com puesto.
En la segunda m itad del s ig lo X VIII, la quím ica hizo grandes progresos
y se em ancipó de la a lq u im ia . El escocés José B lack d e scu b rió , al c a lcin a r
una piedra caliza, un gas que lla m ó “ a ire f ijo " y que luego re c ib ió el nom bre
de anhídrido carbónico.
El sabio in glé s E nrique C avendish (1731-1810) d e scu b rió la co m p o sició n
del agua, e stu d ió el aire a tm o s fé ric o y las propiedades del hidrógeno. O tro
c ie n tífic o inglés, José P rie s tle y (1733-1-804) de scu b rió el oxígeno y e stu d ió
el procescr de la re sp ira ció n veg e ta l.
La fig u ra más destacada de la quím íca en el s ig lo XVIII fu e el sabio
fran cés A n to n io L a vo isie r (1743-1794). Enunció la ley de la conservación de
la m ateria, la nom enclatura quím ica, d is tin g u ió con sus nom bres al oxígeno
y al hidrógeno, in ve n tó el ca lo rím e tro , etc. Fue a ju s tic ia d o en tie m p o s de la
R evolución Francesa.
Las ciencias naturales
El gran n a tu ra lis ta sueco C a rlo s Linneo (1707-1778) e s ta b le c ió la d iv is ió n
en tre s reinos: m in e ra l, anim al y v e g e ta l; que a su vez su b d iv id ió en clases,
géneros y especies. Inventó una c la s ific a c ió n b io ló g ica aún u tiliza d a , en que
cada planta o anim al es designado con dos nom bres c ie n tífic o s , según el
género y la especie (n o m e n cla tu ra b inaria).
El francés conde de B u ffo n (1709-1788) fu e el a u to r — con o tro s colabora­
dores— de una H is to ria N atural en num erosos tom os, que, si bien form an
un com pendio c ie n tífic o , se ocupa e sp e cialm e n te del hom bre y de los ani­
m ales.
La m atem ática
Esta ciencia hizo rápidos progresos. C ita re m o s al fra n cé s M onge, creador
de la geom etría d e s c rip tiv a y uno de los fundadores de la Escuela P olitécnica
de París.
244
El e stu d io so fra n cé s Lagrange se destacó por sus tra b a jo s sobre cálculos
algebra y a n a lisis. O tro c ie n tífic o , D 'A le m b e rt — au to r del D iscurso P relim in a r
de la E nciclopedia fra ncesa — ap licó la m atem ática a la dinám ica
También m erece c ita rs e el suizo Euler, quien realizó e stu d io s sobrp pl
a n a lis is m a te m ático .
La m edicina
La anatom ía y la fis io lo g ía sig u ie ro n los adelantos de las o tra s cie ncias
ya m encionadas.
Entre los avances más notables se cita n el e stu d io de los te jid o s orqám cos, el d e sc u b rim ie n to de la presión sanguínea, la a p licación de la autopsia
para m e jo ra r el c o n o cim ie n to de las enferm edades, el e stu d io de la quím ica
de la d ig e s tió n , etc.
M
“
Con re sp e cto a la vacuna a n tiv a rió lic a , se sabe que desde tie m p o atrás
os m usulm anes la em pleaban com o m étodo p re ve n tivo co ntra la v iru e la
La p rim e ra a p licació n en O ccidente se debió a los e sfuerzos de alqunos
K
e rM i r749T823)98nteS p u n ta n o s~
y en esPec¡al al m édico inglés Eduardo
GUERRA DE LA SUCESION DE AUSTRIA (1740-48)
En la p rim e ra m itad del sig lo X V III, A u s tria era un co n ju nto de reinos
y p rin cip a d o s, re unidos bajo la corona de ios Habsburgo. Esos do m in ios
carecían de unidad geográfica, estaban habitados por pueblos p e rte n e cie n te s
a d is tin ta s razas y tem an ca p ita les y gob iernos propios. La obediencia al
e m perador
re s id e n te en V iena— era el único vínculo que unía a esos
d o m in io s heterogéneos.
A la m ue rte del em perador Leopoldo I (1705) ocupó el tro n o del Im perio
austríaco su h ijo José I (1705-1711) y a é ste su cedió su herm ano C arlos VI
(1711-1740), am bos con hijas, pero sin descendencia m asculina. Leopoldo
había p re v is to la c irc u n s ta n c ia y por te s ta m e n to del año 1703 dispuso que
en ta l caso a la m ue rte de C arlos VI, debía c e ñ ir la corona la h ija p rim o ­
génita de José I. Sin em bargo, C arlos VI m o d ific ó la vo luntad de su padre
y por una ley solem ne, llam ada P ragm ática S anción (1713), pro cla m ó here­
dera a su h ija M aría Teresa.
Cuando la nueva soberana ocupó el tro n o , tu vo que d e fe n d e r sus d e re ­
chos fre n te a la c o d icia de los que pretendían sus grandes d o m in io s. Esto
m o tivó una guerra, en que A u s tria — más ta rd e con la ayuda de In g la te rra
y H olanda— e n fre n tó a Prusia, Francia, España y o tro s re in o s m enores.
La guerra
En p rin c ip io , Federico II o fre c ió ayuda a M aría Teresa, pero e x ig ió en
naqo la entrega de S ile sia , a c titu d que rechazó la joven reina; entonces el
p rim e ro fo rm ó una c o a lic ió n co n tra A u s tria , en la que entra ro n Francia y
A l fre n te de su poderoso e jé rc ito , el a m b icio so F ederico II invadió la
S ile sia y se adueñó de ese te rrito rio .
E stim ulados por el é x ito in ic ia l, los o tro s coaligados se lanzaron a la
lucha Un e jé rc ito franco-bávaro p e n e tró por Bohemia y cerca de Viena se
d esvió para s itia r Praga. M aría Teresa aprovechó esa circ u n s ta n c ia fa vo ­
rable para s o lic ita r la ayuda de H ungría, cuyo g o bierno envió tro p a s que le
p e rm itie ro n rechazar la invasión.
La reina austríaca d e c id ió firm a r la paz con Federico II y por el Tratado
de B reslau (1742) le cedió la S ile s ia ; luego to m ó la o fe n siva co n tra Francia
y consiguió que sus e fe c tiv o s ocuparan Baviera y A lsa cia . Por esas épocas,
Ing la te rra y Holanda, te m e ro sa s del poderío prusiano, se declararon aliadas
de A u s tria .
, „
,
,
,
M ie n tra s ta n to , Federico II en te ró se de que M aría Teresa buscaba despo­
ja rlo de S ilesia, por lo que d e cid ió in te rv e n ir nuevam ente en la lucha. Un
e jé rc ito prusiano invadió el te r rito rio de Bohemia, atacó la ciudad de Praga
y redujo su g ua rn ició n . A n te nuevas v ic to ria s m ilita re s de F ederico, la reina
M aría se v io obligada a firm a r con ese soberano la Paz de D resde (1745),
que ra tific ó lo re s u e lto en el Tratado de Breslau. En esta fo rm a , el rey de
Prusia abandonó por segunda vez a sus aliados.
Los francese s p ro sig u ie ro n la g uerra y, al mando del m ariscal M a u ricio
de Sajorna, in va d ie ro n los Países Bajos austríacos y ve n cie ro n a los angloholandeses en la b atalla de F ontenoy (1745).
Cansados de ta n ta s luchas, lo s b e lig e ra n te s d e cid ie ro n poner fin a las
h o stilid a d e s y en o ctu b re de 1748 firm a ro n la Paz de A quisgrán. Este tra ta d o
con pocas excepciones— re s ta b le c ió la s itu a ció n im perante antes de la
guerra.
.
La P ragm ática Sanción fu e aceptada y M aría Teresa reconocida com o
heredera de A u s tria . Prusia m antuvo la S ile sia , In g la te rra s ig u ió dueña de
los m ares y Francia — la más p e rju d ica d a — no pudo sacar provechos de sus
triu n fo s en los Países Bajos y d e b ió d e vo lve r sus conquistas.
pues co n so lid ó sus fro n te ra s en la S ile sia y d em ostró la p otencialid ad de su
e jé rc ito .
Por o tra parte, era v is ib le la h o s tilid a d e ntre Francia e In g la te rra , que
rivalizaban por sus co lo n ia s en la India y en A m é rica del N orte. Persistían
los m ism os m o tivo s que habían orig in a d o la lucha a n te rio r. Era in m inente,
entonces, la in ic ia ció n de un nuevo c o n flic to bélico.
M ed ia n te hábiles m anejos d ip lo m á tico s, M aría Teresa buscó aliados
en toda Europa para e n fre n ta rlo s con tra Federico II. En 1756 el monarca
prusiano firm ó con Ing la te rra el Pacto de W hiteh all, por el que se co m prom e­
tió a no luchar contra e lla y a defe n d e r el ele cto ra d o de H annover, posesión
c o n tin e n ta l p e rte n e cie n te a Jorge II, el re y inglés.
El tra ta d o alarm ó a Luis XV de Francia, quien — bajo la in flu e n c ia de
M adam e Pompadour— o lvid ó su enem istad hacia los Habsburgo y por un
pacto firm a d o ese m ism o año en V ersalles, se a lió con A u s tria . En esta
fo rm a , Prusia se unió con In g la te rra , y F rancia con A u s tria ; así quedaron
in v e rtid a s las alianzas de la G uerra de Sucesión.
A causa de otra s negociaciones de M aría Teresa, el bloque francoa ustríaco co n tó con el apoyo de Rusia, Polonia, Sajonia, S uecia y casi todos
los p rin c ip e s alem anes.
GUERRA DE LOS SIETE AÑOS (1756-1763)
Prusia estaba rodeada por enem igos, y Federico II, ante la certeza de que
se lo atacaría, d e cid ió fru s tra r esos planes.
Com unicó al em bajador inglés sus proyectos de atacar a Austria antes de
a primavera. Como su interlocutor le sugirió los peligros de la empresa, Federico
le replico con energía: “ Miradme, señor; ¿qué veis en mi rostro? ¿Parece estar
riecha mi nariz para re cib ir papirotazos?. ¡No, por Dios, no los su friré !” Lueqo
dirigiéndose hacia un cuadro de María Teresa, agregó: “ Esta señora quiere la
la tendrá. No puedo hacer sino anticiparm e a mis enemigos. M is tropas
están preparadas y debo intentar rom per esta conjuración antes que se haqa
demasiado poderosa” .
í ” oto ñ o de 1756, sin previa d ecla ra ció n de guerra, el e jé rc ito prusiano
invadió Sajonia y ocupó el te rrito rio ; luego pen etró en Bohem ia, pero fue
vencido por los austríacos y entonces se vio obligado a abandonar ese país.
A le n ta d o s por el é x ito , los enem igos de Prusia lanzaron sus e jé rc ito s
para d e s tru irla ; sin em bargo, F ederico de m o stró su genio m ilita r y superó
la c ritic a s itu a ció n con dos b rilla n te s v ic to ria s . La prim e ra en Rossbach
(noviem bre de 1757) sobre un poderoso e jé rc ito fra n cé s que avanzaba por
e rrito rio sajón, y la segunda fre n te a los austríacos en Leuthen (S ile sia )
en d ic ie m b re de ese año.
P a rtir
1758 V’ hasta el fin d e las h o stilid a d e s, Federico — atacado
aesde v a rio s fre n te s — debió adoptar una tá c tic a de fensiva, que le re su ltó
costosa y llena de p e lig ro s.
I7 s m
rus(?s unieron sus fuerzas con los austríacos y am bos e jé rc ito s
"
/ . e y Prusiano e n K une rsdorf, cerca de F ra n c fo rt (agosto de
AM| s u fr'° el m aS grave revés de su vida m ilita r. Sin em barqo, los
r f n° .®uPie ron aprovechar ese triu n fo , porque estaban agotados y care­
k'unidad de m ando; dem oraron en avanzar, e rro r que u tiliz ó Federico
ah
Reversión de las alianzas
ría n
La Paz de A q u isg rán no s o lu cio n ó la te n sió n europea y dejó en pie graves
problem as p o lític o s . Prusia tra n s fo rm ó s e en la p rin cip a l enem iga de A u s tria ,
a u s tr ía c o s ^ SÜS
n a d
246
Z3S y o b te n e r- al año sig u ie n te , dos triu n fo s sobre los
247
El in g lé s R oberto C live atacó las posesiones francesas, logró un buen
triu n fo en P lassey (ju n io de 1757) y e xte ndió su dom inación p o r el va lle
in fe rio r del río Ganges. Desde ese m om ento, In g la te rra de sa lojó a Francia
de la India.
Fin de la G uerra de los Siete Años
A l término de la sangrienta batalla de Leuthen (5 de diciembre de 1757) los austríacos
se rinden ante el rey de Prusia Federico II.
En 1760 fa lle c ió Jorge II de In g la te rra y el nuevo g obierno aconsejó a
F ederico la cesación de la lucha, pero éste no aceptó. M ie n tra s, Francia
co n sig uió la alianza de España, pues los Borbones que gobernaban ambos
países firm a ro n el llam ado Pacto de F am ilia (agosto -de 1761).
Cuando la situ a ció n m ilita r de Federico se presentaba m uy desfavorable,
un hecho inesperado, la m uerte de Isabel (1762), la e m p e ra triz de Rusia, lo
salvó de una segura d errota. En e fe cto , el nuevo zar, Pedro III, descendiente
de alem anes, firm ó un tra ta d o de alianza con Federico y lo ayudó a recuperar
S ile sia . A n te los a co n te cim ie n to s, S uecia se re tiró de la lucha y A u s tria — ya
sin fuerzas— d e cid ió deponer las arm as. M aría Teresa firm ó la paz con
Federico, le re co noció la posesión de S ile sia y concedió a Prusia la je rarquía
de potencia europea.
Por el Tratado de París (1763) In glate rra y Francia pu sieron fin a la
G uerra de los S ie te A ños. La prim e ra re s u ltó m uy fa vorecid a porque Francia
le entre g ó el Canadá, la Lulsiana (hasta la o rilla izquierda del M is is ip í),
algunas isla s de las A n tilla s , buena parte del Senegal a frica n o y la India.
España recuperó La Habana (Cuba) y M a n ila (F ilip in a s), pero debió de­
vo lv e r a Portugal la C olo nia de l S acram ento (Río de la Plata) y e n tre g a r a
In g la te rra la Florida. En com pensación, Francia dio a España la Luisiana
o ccid e nta l, a p a rtir de la o rilla izquierda del M is is ip í.
POLONIA EN EL SIGLO XV III
Lucha entre Francia e Inglaterra
La región o ccid e nta l de A le m a n ia fu e la zona europea donde com batió
Francia contra In g la te rra . A unque los e jé rc ito s de la p rim e ra ocuparon
H annover, p o s te rio rm e n te fu e ro n desalojados por los ingleses, quienes man­
tu v ie ro n en su poder ese ducado, hasta el fin de la contienda.
a)
La guerra en Canadá. La lucha e n tre esas potencias re p e rcu tió
en sus colonias de A m é ric a del N o rte , te r rito rio que se tra n s fo rm ó en un
nuevo fre n te de batalla.
De acuerdo con las órdenes del m in is tro G u ille rm o P itt, los ingleses
d e cid ieron a rro ja r d e fin itiv a m e n te a los fra n ce se s del Canadá. In icia ro n una
ofensiva y en ju lio de 1758 se apoderaron de Luisburgo. Luego de una v ic to ­
riosa campaña, oblig a ro n al m arqués de M o n tca lm — general fra n cé s que
d irig ía las fuerzas canadienses— a replegarse hasta Quebec.
El joven general in g lé s Jacobo W o lfe in ic ió el ataque co n tra Quebec,
pero las prim e ra s te n ta tiv a s re su lta ro n in fru c tu o s a s ; d e cid ió entonces un
asalto so rp re sivo . Se em barcó con su e jé rc ito s ig ilo sa m e n te , vadeó el San
Lorenzo, escaló la escarpada ladera y se p resentó ante el enem igo. En una
sangrienta batalla, los fra n ce se s fu e ro n derro ta d o s. M o n tca lm y W o lfe pe­
recieron . La inexpugnable Quebec cayó en poder de los ingleses (se tie m b re
de 1759).
A l año sig u ie n te y después de valerosa defensa, se rin d ió la ciudad de
M o n tre a l. En esta fo rm a , el Canadá fu e dom inado por In glaterra.
248
A com ienzos del s ig lo XVI11, Polonia, ubicada en el n orte de Europa
— sobre el B á ltico — , era una am plia llanura lim ita d a po r Rusia, Turquía,
A u s tria y Prusia. En esa ce n tu ria , la nación polaca había entra do en un
período de rápida decadencia, m o tivo por el cual no pudo s u b s is tir a la
am bición de sus tre s poderosas ve cinas: Rusia, Prusia y A u s tria .
El te r rito rio polaco estaba habitado por pueblos p e rte n e cie n te s a d is tin ­
tas razas y va riados credos: una m ayoría cató lica de polacos y lituanos,
luego alem anes (p ro te sta n te s), ruso s (orto doxos) y judíos.
En el a specto p o lític o , el país era una m onarquía ele ctiva , pero en la
práctica, el rey carecía de autoridad, pues, al su b ir al tro n o , los nobles le
hacían ju ra r los Pacta conventa, co n tra to que lim ita b a el poder del soberano.
A l lado del m onarca, gobernaban dos asam bleas: el Senado, form ado
Por los m agnates, y la Cámara de los N uncios, cuyos m iem bros pertenecían
a la nobleza m edia y a la plebe n o b ilia ria . Cada dos años, ambas Cám aras se
reunían para fo rm a r la D ieta.
Guerra de la Sucesión de Polonia
En
co lo n ia .
lia!?
ñamado
1733 fa lle c ió el re y A ug u sto II y dejó vacante la débil corona de
Dos candidatos p re te n d ie ro n el tro n o : uno era A ugusto, h ijo del
m onarca- 9 ue contaba con el apoyo de A u s tria y Rusia. El otro,
E stanislao Leczinski, estaba apoyado por Francia, pues era suegro
La D ieta e lig ió a Leczinski, pero las tro p a s austro-rusas invadieron el
te rrito rio e im pu sie ro n soberano al e le c to r de Sajorna, que to m ó el nom bre
de A u g u sto III.
, T , ,
A n te la situ a ció n planteada, Francia y España — unidas por el Tratado
de El E scorial— acudieron en a u x ilio del destronado.
En esta fo rm a se in ic ió la G uerra de la S ucesión de Polonia, c o n flic to que
duró cinco años y te rm in ó con la paz de V iena. El tra ta d o aseguró, el predo­
m inio austro-ruso sobre Polonia. E stanislao Leczinski re nunció a sus p re te n ­
siones al tro n o , pero re c ib ió la Lorena, ducado que a su m uerte debía ser
anexado a Francia.
A u g u sto III fu e reconocido p o r todas las potencias com o rey de Polonia.
Repartos de Polonia
En el s ig lo XVIII Polonia estaba condenada a desaparecer com o Estado
independiente, fre n te a la c o d icia de las potencias vecinas. A la fa lta de
unidad p o lítica , social y re lig io s a , se sumaba el e jé rc ito desm antelado
y la circu n sta n c ia de no poseer defensas natu ra le s en sus fro n te ra s .
A u g u sto III fa lle c ió en 1763 y en su reem plazo la D ieta — presionada
por las tro p a s rusas— designó al p rín cip e P oniatow ski, fa v o rito de la zarina
C atalina II.
No tard aro n en p ro d u cirse va ria s c o n sp ira cio n e s, destinadas a e xp u lsar
al rey in tru so . A lg u n o s p a trio ta s polacos, de re lig ió n ca tó lic a , se agruparon
en la ciudad de Bar y fo rm a ro n una C onfederación, destinada a e lim in a r
el yugo extra n je ro .
A n te el fo co de re s is te n c ia , los rusos invadieron el te r rito rio polaco
y sofocaron b ru ta lm e n te la in su rre cció n . Estos triu n fo s h icie ro n p e lig ra r el
" e q u ilib rio euro p e o ” y amenazaron con desatar una guerra e n tre las grandes
potencias. A n te esta situ a c ió n y para afianzar una alianza duradera, Prusia,
Rusia y A u s tria acordaron re p a rtirs e Polonia.
Tres fueron los repartos:
a) Prim er reparto (1772). Federico II anexó la Prusia Oriental, Catalina II
parte de la Rusia Blanca y María Teresa, la Gaiitzia. Todos estos territorios esta­
ban poblados por unos cinco mílllones de habitantes.
Ante la dura experiencia, los patriotas polacos reorganizaron el país y pro­
mulgaron una nueva Constitución, que establecía un rey hereditario (no electivo).
b) Segundo reparto (1793). La actitud de los patriotas provocó una nueva
intervención extranjera, que redujo a un quinto el territorio polaco.
Rusia se apropió de Ucrania y del resto de la Rusia Blanca. Por su parte
Prusia anexó la Gran Polonia (Posnania). Austria no participó.
Ante la segunda dem arcación, las tropas polacas se sublevaron acaudilladas
por el patriota Tadeo Kosciusko y
lograron algunas victorias. Pero el triunfo fue
efímero y, finalm ente, cayeron vencidos por los coaligados.
c) Tercer reparto (1795). Acto
seguido, Rusia, Prusia yAustria se apropiaron
de la últim a parte del territorio.
Sin ninguna razón de ética o de derecho que legalizara el p ro ce d im ie n to ,
Polonia de jó de e x is tir com o Estado independiente. A tra vé s de los años!
sus h ijo s m a ntuvieron vivo el s e n tim ie n to de la nacionalidad y en 1918,
al té rm in o de la P rim era G uerra M undial, Polonia v o lv ió a s u rg ir com o nación
soberana.
LA REVOLUCION INDUSTRIAL INGLESA
Los progresos de la industria tex til
A m ediados del sig lo XVIII se in ic ió un im p o rta n te proceso económ ico
y té c n ic o que se conoce con el nom bre de re vo lu ció n in d u s tria l inglesa, por
el país donde com enzaron esas tra n sfo rm a cio n e s. C om prendió la m ecaniza­
ción y a p lica ció n de la m áquina de vapor a la activid ad in d u s tria l, el naci­
m ie n to y d e s a rro llo del siste m a fa b ril, la m ejora de los tra n s p o rte s y de las
com unicaciones, el aum ento del capital en función del d e sa rro llo económ ico,
una m ayor p roducción de m aterias prim as y la necesidad de nuevos m ercados
para u b ica r las m anufacturas.
Edmundo Cartwright fue el inventor de un telar
mecánico accionado por la fuerza del agua. Este
mecanismo permitió producir gran cantidad de
hilos de algodón.
-
Varios factores contribuyeron a que la revolución industrial se iniciara en
Inglaterra. Entrado el siglo XVIII, este país inició una época de poderío y prosperidad luego de vencer a Francia en la guerra de los Siete Años. El gobierno
liberal aseguraba la paz interna y una estabilidad financiera al disponer la e lim i­
nación de grandes gastos innecesarios; además, el Parlamento había derogado
leyes monopolistas que se oponían a la libre com petencia. Contaba con el sistema
bancario mejor organizado de Europa y las ganancias obtenidas con el com ercio
de ultram ar podían invertirse en la economía interna.
Si tenemos en cuenta que la revolución industrial se inició con la mecaniza­
ción textil, hasta el clim a húmedo de las islas Británicas resultó beneficioso, pues
los hilos no se cortaban cuando eran tejidos por las máquinas.
" Los adelantos de la té cn ica y las innovaciones m ecánicas fa vo re cie ron
la revolu ció n in d u s tria l, que en una p rim e ra época hizo sus m ayores p ro g re ­
sos en la fa b ric a c ió n de paños de algodón. En 1733, Juan Kay inventó la
"lanzadera v o la n te " que se deslizaba sola a tra vé s del te jid o y reem plazaba
la mano del hom bre por un siste m a de co rde le s. Esta lanzadera, o especie
de aguja grande que conducía el h ilo , p e rm itió a un solo o brero te je r con
m ayor rapidez el doble de te la .
En 1767, Jaim e H argreaves, ante la gran demanda de la naciente indus­
tria te x til, creó una m áquina para h ila r que llam ó ‘‘Jenny” (nom bre de la
esposa del in ve n to r). Era un m ecanism o capaz de m over ocho husos, aunque
más tarde — al m e jo ra rla — pudo hacerlo con ochenta.
A pesar de todo, la "J e n n y ” producía un hilado débil que no respondía
con e fica cia a c ie rto tip o de te jid o s . Unos dos años después, Ricardo
A rk w rig h t co n stru yó una m áquina más p e rfeccionaa m ovida por la fuerza
h id rá u lica o por anim ales (caballos, vacas y hasta p e rros de Terranova).
No sólo producía un hilado fu e rte sin o que reem plazó d e fin itiv a m e n te al
obrero que em pujaba un pedal.
En 1779, o tro Inglés, Sam uel C rom pton, inventó una máquina que com ­
binaba las venta ja s del h ilo delgado (la "J e n n y ” de H argreaves) con el hilo
fu e rte y el em pleo de la energía h id rá u lica o anim al (A rk w rig h t). Esta má-
252
quina, a la que llam ó “ m u ía ” , estira ba el h ilo , lo ponía te n so y lo retorcía
en una sola operación.
Si bien los adelantos m encionados habían aum entado la producción de
hilaza, la in d u s tria te x til algodonera no había solucionado o tro s problem as,
en especial la fa lta de te je d o re s. Estos — debido a su escaso núm ero—
cobraban m u y 'a lto s sala rio s.
Era necesaria una m áquina autom ática que reem plazara al te la r de
mano. En 1784, el reverendo Edmundo C a rtw rlg h t — en colaboración con un
c a rp in te ro y un h e rre ro — co n stru yó el p rim e r te la r m ecánico, que elevó
diez veces la producción sobre el m anual. Por esa m ism a época, el vapor
s u s titu y ó a la rueda h id ráu lica.
El te la r de C a rtw rig h t fu e m ejorado paulatin am e nte y en el año 1813
funcionaban en Ing la te rra más de dos m il te la re s m ecánicos.
Gran im p o rtan cia re v is tió la a p lica ción del vapor com o fu e n te de energía
in d u s tria l. Debe recordarse en p rim e r té rm in o a Tomás N ew com en quien en
1712 in ve n tó una m áquina que u tiliz ó para e xtra e r agua en las m inas de
carbón inglesas. En 1770 Jacobo W a tt m e joró la a n te rio r y logró a p lica r la
fuerza del va p o r para m over m aquinarias fa b rile s . A ños más tarde, Jorge
Stephenson inventó la locom otora cuyo re su lta do fu e la inauguración del
p rim e r fe rro c a rril en 1825. La a p licació n a la navegación se debe al n o rte ­
am ericano R oberto F ulton, quien en 1807 re c o rrió la d ista n cia e ntre Nueva
York y A lb a n i con su nave " C le rm o n t” im pulsada con un m o to r a vapor que
movía una rueda de pala.
Otros adelantos
El em pleo de la m áquina de vapor p e rm itió el rápido d e s a rro llo de la in ­
d u stria del h ie rro y de to dos sus derivados. A unque las hiladoras y te la re s
h id rá u lico s se construían en su m ayor parte con madera, no sucedió lo
m ism o con las m áquinas de vapor, que exigían o tro m a te ria l y tam bién o tro
tip o de he rra m ie ntas. Su consecuencia fu e un m arcado adelanto en la indus­
tria del h ie rro .
El inglés Juan W ilkin so n — un fa b rica n te de cañones— se dedicó a la
co n stru cció n de barcos, puentes y m áquinas de vapor. Se afirm a que dispuso
por te s ta m e n to que lo enterraran en un ataúd de h ie rro .
O tro inglés, Enrique C ort, m ejoró la calidad del h ie rro fu n d id o e inventó
un lam inador para o bte n e r dicho m etal en planchas. Todos estos avances
ubicaron a In g la te rra al fre n te de la in d u stria m e ta lú rg ica del s ig lo X VIII.
En a g ric u ltu ra , la im porta ncia a trib u id a a la riqueza de la tie rra por los
filó s o fo s p o lític o s , hizo progresar los tra d ic io n a le s m étodos de c u ltiv o .
In glaterra, a im ita ció n de Holanda, im plan tó el sistem a del c u ltiv o m etódico,
basado en la ro tu ra ció n profunda del suelo y en la siem bra m ecánica. Los
m e jores pastos b e n eficiaron a los ganados, no sólo en cantidad sino en
calidad.
Las vías de com unicación y los m edios de tra n s p o rte tam bién fu eron
m ejorados.
Consecuencias
La re vo lu ció n in d u stria l inglesa p rod ujo la tra n sfo rm a ció n de una econo­
mía tra d ic io n a l agraria en una sociedad urbana basada en la tecnología de
las máquinas. Este im p o rta n te proceso no fo rm ó parte de un plan trazado
253
con a n te rio rid a d sin o que fu e la re s u lta n te de la acción de muchas em presas
com e rcia le s, que com petían e n tre s í en busca de m e jo re s u tilid a d e s.
Las nuevas m áquinas para fa b ric a r paños de algodón d ie ro n orig e n al
s is te m a fa b ril, p o r .cuanto debido a su tam año y necesidad de fuerza m o triz,
deb ieron in sta la rse en grandes ta lle re s . S urgió el c a p ita lis m o in d u s tria l en
poder de una alta burguesía que era dueña de fá b ric a s , de ya c im ie n to s m i­
neros y de fe rro c a rrile s . La antigua clase te rra te n ie n te fue desplazada por
los nuevos in d u s tria le s , que dom inaron los aspectos económ icos y co m e r­
cia le s. Se in crem e n taro n las operaciones bancarias, fu e n ecesario o b te n e r
grandes cantidades de m a te ria s p rim a s y u b ica r m ercados para ve n d e r las
m anufacturas.
La co ncentra ció n de ob re ro s en las p ro xim id a d e s de las fá b rica s dio
origen a un p ro le ta ria d o y a una c re c ie n te urbanización de la sociedad, al
e levarse el núm ero de personas que habitaban en las ciudades. Los bajos
s alario s de los ob re ro s, las co n d icio n e s a que eran so m e tid o s en el tra b a jo
y la desocupación provocaron p roblem as so cia le s que a d q u irie ro n gran im ­
p ortancia en el s ig lo XIX.
Tam bién el d e s a rro llo del m aqum ism o fa v o re c ió el aum ento de la pobla­
ción, pues los adelantos de la a g ric u ltu ra — debido a un m ayor re n d im ie n to
de la tie rra — m e joraron la calidad y variedad de los a lim e n to s.
LOS BORBONES EN ESPAÑA
En el s ig lo XVIII la din a stía de los Borbones com enzó a re in a r en España,
con el a d ve nim ie n to de F e lip e V. Hasta esa época, habían ocupado el tro n o
los Habsburgo y por causa de e sto , la p o lític a española estuvo ligada a la
Casa de A u s tria . A l p ro d u cirse el cam bio d in á s tic o , va ria ro n los' lazos de
parentesco y los reyes de España quedaron vin cu la d o s con los de Francia.
Los m onarcas Borbones se preocuparon por re m e d ia r la n o to ria deca­
dencia de España, c o rrig ie ro n los d e fe c to s que padecía el gobierno, im p u l­
saron el progreso m a te ria l y ayudaron al d e s e n v o lv im ie n to c ie n tífic o y
lite ra rio .
F elipe V (1700-1746)
Este monarca era un hom bre de m e d io cre s condiciones, indeciso, tím id o
y obstinado. A lg o to rp e de in te lig e n c ia , sie m p re debió c o n fia r a un fa v o rito
los asuntos de gobierno.
A poco de ocupar el tro n o , co n tra jo m a trim o n io con M aría Luisa de
Saboya, quien dio a luz los in fa n te s Luis y Fernando. En 1714 el rey enviudó
y casó nuevam ente con la p rincesa ita lia n a Isa b e l Farnesio, heredera del
ducado de Parma. Con esta segunda esposa, tu vo c in co h ijo s, dos de e llo s
varones: C arlos y Felipe.
Felipe V no ta rd ó en se r dom inado p o r la nueva reina y ésta, que era
una m u je r am biciosa, pero sin habilidad p o lític a , c o n fió el g o b iern o de España
a su co nse jero, el abate ita lia n o J u lio A lb e ro n i.
Alberoni (1664-1752) nació en Plasencia y, por su hum ilde origen, se vio
obligado a ejercer variados oficios. Inteligente y hábil, abrazó sin mayor vocación
la carrera eclesiástica y luego — en razón de sus dotes personales— fue agente
diplom ático de los Farnesio.
Encontrándose en España, concertó el m atrim onio de Felipe V con Isabel.
254
Apenas fue coronada la reina, el hum ilde sacerdote logró conquistar la sim patía
de su com patriota, quien le nombró Cardenal y le confió la orientación de la
política.
Una vez en el poder (1714), A lb e ro n i se preocupó por re sta u ra r la gran­
deza de España. In tro d u jo econom ías en la a d m in istra ció n , m ejo ró las fin a n ­
zas y apoyó las in d u stria s con la creación de varias m anufacturas reales.
A estas fá b rica s — en espe cial de te la s — inco rp o ró hábiles o pe ra rio s ex­
tra n je ro s .
Fom entó la a g ric u ltu ra , p ro te g ió el co m e rcio de las posesiones en
A m é rica y co n sig uió aum entar los e fe c tiv o s m ilita re s y equipar una poderosa
flo ta de guerra.
En p o lític a e x te rio r, A lb e ro n i se propuso recupe rar algunas posesiones
italianas, que España había perdid o po r la Paz de U tre c h t.1
Con este o b je to co n q u istó Cerdeña y S ic ilia (1718), ataques que pro­
vocaron la fo rm a ció n de una C uádruple A lianza co ntra España. Los países
coaligados (A u s tria , Francia, In g la te rra y Holanda) p ro dujeron la caída de
A lb e ro n i, pues e xig ie ro n su d e s tie rro com o co ndició n p re via a la firm a de
la paz (1720).
Luis I
En enero de 1724, Felipe V sintiéndose enfermo, abdicó la corona de España
en favor de su hijo prim ogénito, que ocupó el trono con el nombre de Luis I.
Este era un joven de dieciséis años, que sólo fue rey por ocho meses, pues falleció
en agosto de ese año. Por su edad, gustaba abandonar el palacio para corretear
por las huertas, hurtar frutas y arrojarlas a los desprevenidos transeúntes.
Felipe V volvió a ceñir la corona, pero nunca mejoró de la hipocondría que
padecía.
Felipe V im puso un régim en centralizado, c o n tro ló a las p ro vin cia s por
m edio de in te n d ente s, s u p rim ió las asam bleas populares o C ortes y co n fió
la d ire c c ió n de los asuntos de Estado a sus m in is tro s , e ntre los que desco lló
José Patiño, que co ntinuó la obra inicia da por A lb e ro n i.
El m onarca español buscó el apoyo de Francia y firm ó con esa nación
los p rim e ro s P actos de Fam ilia. Por el p rim e ro de esos tra ta d o s (1733).
España p a rtic ip ó en la guerra de Sucesión de Polonia, al té rm in o de la
cual el in fa n te D on C arlos to m ó posesión del re in o de las Dos S ic ilia s
(N ápoles y S ic ilia ).
Por causa del segundo Pacto de Fam ilia (1743), España in te rv in o en la
guerra de la S ucesión de A u s tria . No había conclu ido esta ú ltim a lucha,
cuando fa lle c ió Felipe V y dejó com o heredero a su h ijo Fernando.
Fernando V I (1746-1759)
El segundo de los Borbones fu e un personaje m ediocre, de te m p e ra ­
m ento m e la n có lico y de p rim id o . Casóse con la infan ta portuguesa Doña
Bárbara de Braganza, m u je r in te lig e n te que no tardó en d om ina rlo. Este ma-
1 Alberoni procedía en esta forma para satisfacer las ambiciones de Isabel Farnesio. Esta
sabía que la sucesión de la corona española estaba asegurada por los descendientes del primer
matrimonio de Felipe V; por eso pretendió para sus hijos Carlos y Felipe la posesión de esos
territorio en Italia.
255
de Fam ilia, alianza defen siva que le o bligó a em prender dos guerras, cuyos
re su lta d o s le fueron de sfavorab les.'
Carlos III era un hombre de buen carácter, recto en sus procederes, enérgico
y también prudente. Tenía experiencia en las tareas de goberno, pues había ocu­
pado durante veintisiete años el trono de Nápoles.
Desde un principio se propuso trabajar para el engrandecim iento de España
y en esta obra progresiva fue secundado por inteligentes m inistros.
Los m inistros de Carlos III
El nuevo m onarca lleg ó a España acompañado por algunos de sus colabo­
radores de Nápoles, e n tre e llo s los ita lia n o s Jerónim o G rim a ld l y el m arqués
de Esquilache.
Carlos III confió a Esquilache el m inisterio de Hacienda. Aunque el marqués
propició varias reformas relativas a la urbanización de Madrid, equivocó su política
económ ica y produjo un alza indebida en el precio de los artículos de prim era
necesidad. Además, dictó im populares medidas referentes a la indum entaria y
prohibió el uso de la capa larga y el sombrero de alas anchas.
En marzo de 1766, el pueblo m adrileño se sublevó contra Esquilache, quien
se vio obligado a em barcar rumbo a Nápoles, después de un sangriento motín.
El rey Felipe V de España, detalie de un retrato obra del pintor
Van Loo.
Fernando VI de España fue un homt)re de mediocre inteligencia, cuyo
mayor mérito residió en haber dejado gobernar a los más capaces.
Sufrió trastornos mentales en los
últimos años de su vida.
Carlos III, detalle de un cuuu
obra del pintor Antonio Men¡
Este monarca reformador adi
tió las ideas de los filósofos
berales en lo político y religu
trim o n io sin h ijo s y sin am biciones, in ic ió un período de paz y absoluta
neu tra lida d fre n te a las exig e ncia s de Francia e In g la te rra , que deseaban la
in te rve n ció n española en sus luchas europeas.
En este reinado se destacaron los m in is tro s José de C arvajal y el
m arqués de la Ensenada. Excelentes gobernadores, m ejoraron las finanzas,
fom en taro n la a g ric u ltu ra , c o n stru ye ro n nuevas vías de com unicación, dieron
im pulso a la enseñanza en general y p ro p icia ro n la co n stru cció n de barcos.
Para d e lim ita r las a trib u c io n e s e c le s iá s tic a s y c iv ile s , el m onarca firm ó
con la Santa Sede un C oncordato (1753],
Fernando VI fa lle c ió a los 46 años.
CARLOS III (1759-1788) Y SUS M IN ISTR O S
D esaparecido Fernando VI, el tro n o co rre sp o nd ió a su herm ano C arlos
quien a la sazón era rey de las Dos S ic ilia s . Después de abdicar a esa
corona, llegó a España a fin e s de 1759 y subió al poder con el nom bre de
C arlos III.
Más capaz que los a n te rio re s Borbones, este soberano fue p a rtid a rio de
las ideas lib e ra le s predicadas por los filó s o fo s fra n ce se s; por causa de sus
refo rm a s — en las que colaboraron hábiles m in is tro s — está considerado
com o uno de los más re p re s e n ta tiv o s déspotas ilu stra d o s.
A unque am ante de la paz, C arlos III no pudo c o n tin u a r la p o lítica
e x te rio r de n e u tra lid a d in icia d a por su antecesor, y tu vo que d e fe n d e r sus
dom inios en A m é rica co n tra la am bición de Inglaterra. Por tal causa, en
agosto de 1761 firm ó con Francia y los Borbones de Ita lia el te rc e r Pacto
256
Tres m in is tro s españoles fueron los más destacados colaboradores de
C arlos III: los condes de Aranda, de F loridablanca y de Campomanes.
Pedro Antonio Abarca de Bolea, conde de Aranda. Partidario de las ideas
enciclopedistas y dotado de inflexible carácter, ejerció poderosa influencia en los
destinos de España.
Amigo de Voltaire y Gran Maestre de la Masonería española puso todo su
empeño en subordinar la Iglesia al poder del Estado. Tomó diversas medidas,
entre ellas la expulsión de los sacerdotes jesuítas.
José Moñino, conde de Floridablanca. Este hábil legista y buen conocedor de
los problem as económ icos, propició la colonización de varias regiones de España,
creó fábricas, compañías de com ercio, etc.
Pedro Rodríguez, conde de Campomanes. Abogado de prestigio, consagróse
a los estudios jurídicos, económ icos y literarios.
Fundó sociedades económicas, fom entó la agricultura y propició el surgi­
miento industrial y la libertad de comercio.
Contribuyó con Aranda a la expulsión de los jesuítas.
Las reform as
A tra vé s de v e in tin u e ve años de reinado, C arlos III — ayudado eficaz­
m ente por sus in te lig e n te s colaboradores— im plantó una s e rie de reform as
que abarcaron todos los aspectos de la a ctivida d e h icie ro n de su gobierno
el más b rilla n te de los que e je rcie ra n los Borbones españoles.
Podemos re s u m ir sus in ic ia tiv a s de la sig u ie n te m anera:
1 Fueron la Guerra de los Siete Años (ya estudiada) y la Guerra de la Independencia de los
Estados Unidos, que veremos.
257
a) E c o n ó m ic a s . Para fa v o re c e r el d e s a rro llo de la a g ric u ltu ra , co m e r­
cio , in d u stria y tam bién de la educación, fu e ro n creadas las sociedades de
A m ig o s d e l país. Estas ju n ta s populares d irig ie ro n sus e sfuerzos para lo g ra r
la po tencialida d económ ica de España.
C arlos III preocupóse p o r la a g ric u ltu ra y tra tó de e xte n d e r las su p e r­
fic ie s cultivadas. Con este o b je to fu e n ecesario p o b lar d ive rsa s localidades
y d is trib u ir parcelas.
El g obierno p ro te g ió las activid a de s ganaderas, pero im p id ió los p riv i­
legios de la M e s ta .' Para o to rg a r c ré d ito s y re s o lv e r problem as de índole
económ ica, fu e creado el Banco In d u s tria l de San C arlos.
El e stím u lo a la In d u stria y a la in ic ia tiv a privada hizo s u rg ir num erosas
fá b rica s de tap ice s, te la s fin a s, c ris ta le s , porcelanas, som breros, etc.
La obra e d ilic ia fu e uno de los rasgos más destacados de ese período.
M adrid quedó e m b e lle cid a con una s e rie de herm osos e d ific io s : el M useo
del Prado, el Jardín B otánico, el A rc o de T riu n fo (en la c a lle A lc a lá ), etc.
Fueron co n stru id o s v a rio s canales para regar las regiones cu ltiva d as, num e­
rosos cam inos y puentes.
El m onarca preocupóse p o r el c o m e rcio e x te rio r y tra tó de e n co n tra r
nuevos m ercados para c o lo ca r los pro d u cto s del país.
ilustrad a: cafés y salones. Los grandes pensadores del
siglo XVIII. Montesquieu y El espíritu de las Leyes. Voltaire
y sus Cartas Filosóficas. Rousseau y El Contrato Social.
Los economistas. Los fisiócratas: Quesnay y Gournay. Los
liberales: Adam Smith. Los enciclopedistas: Diderot y
D’Alembert.
El despotismo
ilustrado.
La monarquía absoluta y las ¡deas liberales. Federico II de
Prusia: obra de gobierno. Catalina II de Rusia: política
interna. María Teresa de Austria: obietivo de su reinado.
José II: sus reform as sociales, políticas y religiosas. El
Edicto de Tolerancia.
Los adelantos
culturales.
El afán de ilustración. El espíritu filantrópico de la época.
A cción de la Iglesia: Calasanz y La Salle.
La arquitectura: el barroco y el rococó. La pintura: Watteau
y La Tour. La escultura: Houdon y Pigalíe. La m úsica: Bach
y Mozart. Las letras: Marivaux, Beaumarchais y De Foe.
Avances científicos
y técnicos.
La nueva orientación de la ciencia. Adelantos de la fisica :
los hermanos M ontgolfier, Papin, Savery, Newcomen y Watt.
La electricid ad : Franklin, Galvani, Volta y Davy.
La quím ica: Boyle, Black, Cavendish, Priestley y Lavoisier.
Las ciencias naturales: Linneo y Buffon. La m atem àtica:
Lagrange, D’Alem bert y Euler.
La m edicina: Jenner.
Guerra de la Sucesión
de Austria.
La Pragmática Sanción. Federico II y la ocupación de Si­
lesia. El Tratado de Breslau y la paz de Dresde, Batalla de
Fontenoy. La paz de Aquisgrán. Reversión de las alianzas.
El pacto de Whitehail.
Guerra de
los Siete Años.
Federico II de Prusia: victorias en Rossbach y Leuthen.
Batalla de Kunersdorf.
Lucha entre Francia e Inglaterra. Repercusión en las co lo ­
nias de Am érica del Norte. La guerra en Canadá. La lucha
en Luisburgo y en Quebec. La guerra en la India: batalla de
Plassey.
Fin de la Guerra. El Tratado de París.
Polonia en
el siglo XVIII.
Pueblos que habitaban ei territorio. La m onarquía electiva:
los Pacta conventa. Guerra de la Sucesión de Polonia. Leczinski destronado por Augusto III. Repartos de Polonia. La
Confederación de Bar. Prusia, Rusia y Austria se apoderan
de Polonia.
La revolución
industrial inglesa.
Las transformaciones de este im portante proceso. Adelan­
tos de la técnica y las invenciones mec¿nicas. Los progre­
sos en la fabricación de paños de algodón. Kay, Hargreaves,
Arkw rigth, Crompton y Cartwright. A plicación del vapor
como fuente de energía industrial: Newcomen, Watt, Stephenson y Fulton.
Otros adelantos: industria del hierro, W ilkinson y Cort. Los
progresos de la agricultura.
b ) Sociales. D ictó leyes que re g lam entaron el tra b a jo de las m ujeres
y m ejo ró la co n d ició n social de las clases más necesitadas, a las que e xim ió
del im pue sto sobre los granos.
D ecretó la leva de los vagabundos, oblig á n d o lo s a Incorporarse al e jé r­
c ito ; e fe ctu ó un censo de población, etc.
c ) C ulturales. M e jo ró la enseñanza en to d o s los aspectos, a b rió num e­
rosas escuelas y se cu la rizó algunas escuelas re lig io s a s . R eglam entó los
lib ro s que debían u tiliz a rs e com o te x to s , nom bró in sp e cto re s para c o n tro la r
las tareas educativas y p ro h ib ió la enseñanza m ixta. A dem ás, m o d ific ó los
program as u n iv e rs ita rio s y designó las a utoridades de esas casas de e studio.
C reó A cadem ias (de M a te m á tica , M e d icin a y Ju risp ru d e n cia ), la b o ra to rio s
ob se rva to rio s a stro n ó m icos, etc.
Guía de repaso
Las nuevas ideas.
1
Principios que caracterizaban el Antiguo Régimen: p o líti­
cos, sociales, religiosos y económicos. La fe en la razón hu­
mana. La ilustración. Los filósofos políticos. Los econo­
mistas.
Origen de las nuevas ideas. Aspiraciones políticas de la
burguesía. Doctrinas de Locke. Primera etapa de la filosofía
Asociación de ganaderos.
258
259
Consecuencias de la revolución in du strial: la transform a­
ción de la econom ia agraria. Surgim iento del capitalism o
industrial. Origen del proletariado industriai. Aumento de la
población.
Los Borbones
en España.
Carlos III
y sus m inistros.
Felipe V. Isabel Farnesio. Julio A lberoni. Obra de gobierno
Los Pactos de Familia. Fernando VI. Bárbara de Braganza.
Los m inistros Carvajal y el marqués de la Ensenada. Obra
de gobierno. Concordato con la Santa Sede.
industrial inglesa. 34. ¿Cuáles fueron los adelantos mecánicos en
la fabricación de paños de algodón? 35. ¿Quiénes se destacaron
en la aplicación del vapor com o fuente de energía? 36. ¿Qué otros
adelantos recuerda? 37. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la
revolución industrial inglesa? 38. ¿Qué características ofreció el
gobierno de los Borbones en España? 39. Resuma el reinado de
Felipe V. 40. ¿Qué puede decir con respecto a Fernando VI?
41. ¿Cóm o gobernó Carlos III? 42. ¿Quiénes fueron sus principa­
les colaboradores? 43. ¿Cóm o pueden agruparse las reformas?
El tercer Pacto de Familia. Los condes de Aranda, de Floridablanca y de Campomanes. Reformas económ icas: de­
sarrollo de la agricultura, industria y com ercio. Reformas
sociales y culturales.
Actividades Prácticas
—Cuestionario------------------------------- --------------------------1. ¿Qué principios caracterizaron al Antiguo Régim en? 2. ¿Qué
acontecimiento se produjo en la segunda mitad del siglo XVIII
en Europa? 3. ¿Qué sabe con respecto a las nuevas ideas y la
Ilustración? 4. ¿Dónde surgieron las nuevas ideas liberales? 5.
¿Qué escribió Montesquieu? 6'. ¿Qué puede decir sobre Voltaire?
7. ¿Dónde expuso sus doctrinas políticas Rousseau? 8. ¿Cóm o se
pueden agrupar los economistas partidarios de las nuevas ideas?
9. ¿A qué se llamó la Enciclopedia? 10. ¿Qué caracterizó al des­
potismo ilustrado? 11. ¿Cóm o gobernó Federico II de Prusia? 12.
¿Qué sabe con respecto a Catalina II de Rusia? 13. ¿Qué objetivos
siguió en su política la reina María Teresa de Austria? 14. ¿Quién
le sucedió en el trono? 15. ¿Qué nuevos centros culturales sur­
gieron en el siglo X V III? 16. ¿Cuál fue la acción educativa de la
Iglesia? 17. ¿Cuáles fueron los estilos arquitectónicos predom i­
nantes? 18. ¿Quiénes se destacaron en la pintura, la escultura,
la música y las letras? 19. ¿Qué adelantos experimentó la física?
20. ¿Cuáles fueron los avances de la electricidad? 21. ¿En qué
forma adelantó la química? 22. ¿Q u’ énes se destacaron en las
ciencias naturales y en la matemática? 23. ¿Qué causas m oti­
varon la Guerra de la Sucesión de Austria? 24. Resuma la lucha
hasta la paz de Aquisgrán. 25.- ¿Por qué se produjo la reversión
de las alianzas? 26. ¿Cómo se inició la Guerra de los Siete Años?
27. ¿Qué combates libró Federico II de Prusia? 28. ¿Qué episodios
se destacan de la guerra entre Francia e Inglaterra? 29. ¿Qué dis­
puso el tratado de París? 30. ¿Qué sabe de Polonia a comienzos
del siglo X V III? 31. ¿Cómo se inició la Guerra de la Sucesión
de Polonia? 32. ¿En qué forma Polonia dejó de existir com o Esta­
do independiente? 33. Explique qué se entiende por revolución
260
• M en cion a r los prin cip ios fu n d a m en ta les de las n u eva s ideas.
• S in tetizar p o r m ed io de cuadros sin ópticos, la obra de gobiern o rea li­
zada por los prin cipales déspotas ilustrados.
• H a cer una lista, ordenada cron ológ ica m en te, con los prin cipales
a delantos de la rev olu ción industrial inglesa.
•
R esum ir las reform a s de g ob iern o efectu a d a s bajo ?l reinado de
Carlos III.
Lectura
L a R e v o lu ció n Industrial
Inglaterra se convirtió en un país
de vanguardia industrial en el siglo
XVIII. Aunque Francia tenía un po­
deroso gobierno central, no logró in­
tegrar una industria con los gremios
decadentes de a rtesan os. Colbert,
Turgot y otros ministros interesados
en este problema no consiguieron el
respaldo financiero suficiente en los
círculos industriales de la clase me­
dia, los cuales temían que el gobier­
no tratara de controlar la industria.
Napoleón, por conducto de Chaptal,
estableció una especie de industria
francesa, pero esta creación atrave­
só una grave crisis después de la
caída del emperador, pues gran par­
te de su prosperidad dependía real­
mente del éxito del bloqueo inglés
del continente. H olan da, limitada
por la Ley de navegación, tenía un
mercado propio demasiado reducido
para servir de base a una industria,
y por otra parte, no podía florecer
la industria en una Alemania divi­
dida. La “industria francesa autosuficiente” artificial creada por Napo­
león fracasó, pero la libre empresa,
estimulada por el apoyo real, triun­
fó en Inglaterra y en los Estados
Unidos, cuya voz empezaba ahora a
resonar en el concierto europeo.
La posición prominente de Ingla­
terra durante este período se debe
a la afortunada combinación de mu­
chos factores. Gracias al progreso de
la higiene se registró un descenso
continuo de la mortalidad durante
261
el siglo, coincidiendo con una cons­
tante elevación del coeficente de na­
talidad y con la intervención de traF ^ ° re? Pr°cedentes de Irlanda y
Escocía. La industria, antes concen­
trada esencialmente al sur y al este
de Inglaterra, era todavía rural y
pf ° P°co a Poco se desa
hacia el norte, hasta las Mide ^ frS
-mas aIIá/ La situación era
extraordinariamente apropiada para
eiHa ° rganiiZaCDn de la industria exinor dfvprc
Revolución Industrial
férninü r • razones económicas y
ecnicas. La: industria empezó a des­
prenderse de las grandes ciudades
MphV c° nt.ro1. P ú b l i c o más estricto.
lntegración de su im­
perio colonial, Inglaterra se había
enriquecido y no solamente disponía
de excelentes fuentes de muchos
productos básicos para su nueva in­
dustria, sino que había constituido
cana^ nna mercante Perfectamente
v pynnrt manejar sus importaciones
Durante todo el sif un Hnn HUS? ^ .caPital abundante
tante v l f / ntereS bajo’ muy ^onsrníi m L * ■
í;r5aJSe Pud0 obtener
con mas facilidad a medida que
progresaron los cercados de tierras
de pastos comunes. La multitud de
granjeros pobres y de advenedizos
que llegaron a las ciudades resulta
dfobra V 6nte fundante de mano
de obra. Y una también abundante
provisión de capital unida a un ex!
celente sistema bancario proporcioc e s i i ^ 0 qUe l0S ind-triales neLa gran clase interesada en la
ciencia, y en contacto constante con
fÍ1RoPr?P° - CÍ0nó la iniciativa para
la Revolución Industrial. Conformé
el trabajo se dividía y especializad
mas, prosperaban muchos Svenfos
La nueva ciencia y la idea de pro
greso echaron raíces en una gran
todnV,de lndlV]duos
reclutados® de
todos los grupos sociales, e in iciaro n
una sen e de cam bios especialm ente
perceptibles a p a rtir de 1760. L a rica
p ro visió n de genios técnicos y de
in ven to res disponible en In g la te rra
y Esco cia fue tam bién un fa cto r im
in d u stria l?” ^ cam biante estructura
Lo s grandes acontecim ientos aup
l r l ^ T ? n 6ste P e río d o son el p ro !
greso de la m e talu rg ia del h ie rro la
p o lu c ió n de la m áquina de vap o r
e l em pleo generalizado del carbón
de p ied ra en lu g a r de la m adera ¿
nacim iento de la qu ím ica in d u s trié
m ecánica
Forbes, R.
n t° de la in d u stria
J.
H i s t o r i a de l a t é c n i c a .
LA POLITICA BORBONICA EN A M E R IC A
México, 1958.
El despotism o ilustrado y sus reform as
*
,Franc,:a V Holanda no
pudieron alcanzar el desarrollo in­
dustrial ingles?
* ¿ Í í »,qUt s.f dT
ebi° la posición promínente de Inglaterra?
*
& r ia le s ? aPOVO
’
ro n ÍsT eT erío t?nt° S CaraCteriza'
C° n t a r o n
lo s
in -
C am bios de im porta ncia se p ro dujeron en la organización p o lític a y ad­
m in is tra tiv a de las Indias, luego que la dinastía borbónica ocupó el tro n o
de España. A n te la decadencia de la ce n tu ria a n te rio r, los nuevos m onarcas
— asesorados por in te le c tu a le s renovadores— aplica ron los p rin c ip io s del
d e sp o tism o ilu s tra d o . Este cam bio fu e v is ib le a tra vé s de una p o lític a abso­
lu tis ta , de un n o to rio c e n tra lis m o y de m edidas co ntra el poder de la Iglesia.
C arlos III (1759-1788) fu e el más destacado rey de la nueva dinastía y un
a u té n tico re p re se nta n te del d e sp o tism o ilu stra d o .
Com o p rim e ra m edida fu e n ecesario ro b u ste ce r la autoridad del m onar­
ca y entonces con sideraron — com o Luis XIV— que el poder les llegaba d i­
re cta m e n te de D ios y no por in te rm e d io del pueblo. En el aspecto re lig io s o
se a p licó el re g a lism o para ubica r a la Iglesia debajo del poder ab soluto del
rey. A unque no se m o d ific ó la organización tra d icio n a l del Estado, fu e con­
solidada la unidad en base a un m arcado ce n tra lis m o y hasta las posesiones
en A m é rica , llam adas “ re in o s ” dura nte largos años, fu eron designadas — con
un p ro p ó s ito de subordinación a la C orona— con la palabra “ d o m in io s ” .
Fueron aum entadas las a trib u cio n e s del C onsejo de C a stilla , cuyo p re s i­
d ente era el fu n cio n a rio español más Im p ortante después del rey. Para los
asuntos am ericanos se e sta b le ció en 1717 la S ecretaría de Indias, organism o
que acaparó variadas funciones y, en consecuencia, d ism in u yó las cum plidas
hasta entonces por el C onsejo de Indias y la Casa de C on tra tación , esta
ú ltim a trasladada a Cádiz.
En el orden económ ico se o to rgó gran im porta ncia al d e sa rro llo de la
a g ric u ltu ra y de la In d u stria y se crearon las “ Sociedades am igos del p a ís”
262
263
cuyo o b je to era im p u lsa r las tareas agrícolas, descuidadas desde el s ig lo
a n te rio r. R ecibieron gran apoyo las cie n cia s, las a rte s y se fo m e n tó la prác­
tic a de los o fic io s . A unque la m inoría ilu stra d a que ocupaba el g obierno no
sim patizaba con el pueblo in c u lto , su rg ió — sin em bargo— el p ro p ó sito de
in s tru irlo y educarlo.
El nuevo ord e n a m ie n to a d m in is tra tiv o im plantado por los borbones en
España tam bién m o tivó Im p o rta n te s re fo rm a s en los te rrito rio s de A m é rica
en gran p arte para p ro te g e rlo s de las am biciones expansivas portuguesas y
b ritá n ica s. En 1718 se creó el v irre in a to de Nueva Granada y en 1776 el del
.R' ° d(¡ la Pl. f a ' en .176£ se e s ta b le ció la C apitanía G eneral de Cuba y en
1777 la de Venezuela. En el año 1782, C arlos III im p la n tó en el Río de la
Plata el regim en de Intendencias, que luego fu e exte n d id o a o tro s d o m in io s
amerrcanos.
F U N D A C IO N
D E L V I R R E I N A T O D E L R IO D E L A P L A T A
Las causas de su creación
tria
M ie n tra s gobernaron en la península los soberanos de la casa de A us­
só lo hubo en A m é rica dos v irre in a to s : el de Nueva España (M e xico ),
Cre^ Los6 B o rto n e s p ro c e d ie ro n 6a ^ S u b d iv is ió n del te r rito rio am ericano y
crearon d ^s nuevos v ^ re in a to s , el de Nueva Granada (1718) y el del Río de
19 P Laacíe a ció n del v irre in a to del Río de la Plata respondió al plan de re fo r­
mas trazado por los reyes Borbones — p a rticu la rm e n te C arlos III
dest
nado a m e jo ra r los te rrito rio s de u ltra m a r con una nueva organización admi^ D ^ v e rs a s ^ a z o n e s , ta n to externas com o intern as, c o n stitu ye n las causas
de la creación del v irre in a to del Río de la Plata. Podemos re su m irla s de la
Expulsión de los jesuítas
El d espotism o ilu s tra d o que había re c ib id o la in flu e n c ia de las nuevas
ideas, sostenía el deísm o en m a te ria re lig io s a . Creía en la e xiste n cia de
Dios com o au to r de la naturaleza, pero sin a d m itir re ve la ció n ni c u lto e x te r­
no. C onsideraba a la Iglesia ca tó lica com o riva l poderosa, defensora de tra d i­
ciones que era necesario s u p rim ir. La Compañía de Jesús representaba en
aquella época el poder de la Iglesia, esto e xp lica la p ersecución que se
em p re ndió con tra esta O rden, en d ive rso s países de Europa 1 En A m é rica
se acuso a los re lig io s o s de q u e re r fu n d a r un im p e ria lis m o te o c rá tic o v de
c o n s titu ir una amenaza co n tra el poder del Estado.
te o c rá tic o y de
~ i • - 2J ^i6 ™ rzo de 1 7 6 7 - C arlos III firm ó el d e cre to que ordenaba la p x
a U I'R e a 1 ecédiiJf3SUIf S ^ España.y A m é ric a: Por una pragm ática que sig u ió
fd L H ,o
C e d u f.3 ' el. m°n a rca ordenaba la creación de Juntas de Tempora­
lida des para a d m in is tra r los bienes que poseían los re lig io s o s v cnvn
produ cto se destinaba a obras de cu ltu ra y beneficencia.
m in is tro Aranda com unicó a los gobernadores del Nuevo M undo
sig u ie n te m anera:
1) Externas
a) El p e lig ro portugués. Las cu estione s de lím ite s con Portugal por la
posesión de la C olonia del S acram ento habían a l z a d o las Pr° P ° rcl0pne|
de una qrave amenaza para los d om inios hispanos del Rio de la Plata. Para
te rm in a r con la expansión te rrito ria l del enem igo, el rey C arlos III d e p u s o
je ra rq u iz a r la gobernación de Buenos A ire s y tra n s fo rm a rla en v irre in a to .
b) A m enaza e xtra n je ra co n tra la Patagonia. Ingleses yr fra n ce se s m ero­
deaban por las costa s patagónicas, m uy aptas para ias actividades pj3S^*®
ras- además, navios de esas naciones habían i n t e n t a d o ocupar !as islas
M alvinas. La v ig ila n c ia de esas desoladas regiones no podía hacerse ¿esde
Lima y tam poco las autoridades españolas de Buenos A ire s contaban con
m edios adecuados.
desa,oíó a 108
a v a W o s 'a d m ln fs tra d o re s ^ ^ q u e ^ e ^ ic fe ra n ^ a ra o 'd e ^ '^ " ' f
mlS'° neS
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S M S S d ± T ¿ s S S s ss1- ^ ^
porque estos M é llalo .™
,d0Ctrinas p a l i s t a s consideraron
’
esios religiosos eran defensores del poder pontificio.
264
a
los jesuitaé
como enemigos,
1790 que reproduce el grabado.
2) Internas
a) La gran e xte n sió n te r rito ria l y e l aum ento de la población. Los te r r i­
to rio s que luego fo rm a ro n el v irre in a to del Río de la Plata — hasta su crea:
ción d ependientes del Perú— com prendían las gobernaciones de Buenos
A ire s (con la Patagonia), Paraguay, Tucumán y C uyo (separada de la C apita­
nía G eneral de C h ile ); además, Potosí, Charcas, Cochabam ba y La Paz. Estos
inm ensos te rrito rio s c o n s titu y e n hoy la R epública A rg e n tin a , Uruguay, Para­
guay, B o livia y Río Grande (B ra sil).
La enorm e e xte n sió n hizo ne ce sa rio e s ta b le c e r una autoridad propia,
que gobernara inde pe n d ie n te del v irre y del Perú. Por o tra parte, Buenos
A ire s y la zona rib e re ñ a había du p lica d o la población en un lapso de tre in ta
años.
b) La e vo lu ció n económ ica. Con el aum ento de la población se produjo
en Buenos A ire s un in cre m e n to económ ico, b e n e ficia d o por las fra n q u ic ia s
que concedían esp o rádicam ente los reyes Borbones.
Se elevaron los índices de la e x p o rta ció n de cueros y su rg ie ro n esta­
b le cim ie n to s de stin a d o s a sa la r la carne; la e volución ta m b ié n se exte n d ió
a otra s ciudades.
Era evidente que la d ire c c ió n po lítica -e co n ó m ica se o rie n ta b a en el
sig lo XVIII hacia Buenos A ire s , ubicada en s itu a ció n de p riv ile g io para el
co m e rcio con Europa. Esta p rosperidad económ ica aseguró la creación del
v irre in a to , pero ta m b ié n levantó m uchas p ro te s ta s en Lima, cuyos co m e r­
ciantes veían lesionados sus in te re se s.
c) In s u fic ie n c ia a d m in is tra tiv a . La gran e xte n sió n te rrito ria l y las d ifi­
cultades de las com u n ica cio n e s causaban s e rio s p e rju ic io s a las a c tiv id a ­
des a d m in is tra tiv a s , p a rtic u la rm e n te ju d ic ia le s .
El v irre y del Perú estaba radicado en Lima, y la A u d ie n c ia en Charcas;
po r o tra parte, C uyo estaba separado de C hile por el im ponente m acizo
andino. Esto fa vo re c ió la in e rcia de la ju s tic ia , por cuanto debían acatarse
los fa llo s de los m a gistrados m enores — ge n e ra lm e n te incapaces— cuyas
se n tencias eran p rá ctica m e n te im p o s ib le s de apelar.
El virrein ato provisional
D ebido al c o n flic to con Portugal y ante las n o tic ia s a larm antes p ro ce ­
dentes de Buenos A ire s , el m onarca español creó p ro v is io n a lm e n te — 1 de
agosto de 1776— el v irre in a to del Río de la Plata y designó en el cargo a
don Pedro de C e va llo s, quien antes había sid o gobernador de las citadas
pro vin cia s.
Zarpó de Cádiz en no vie m b re de ese año, al fre n te de una poderosa
arm ada de c ie n to d ie c is é is em barcaciones y unos nueve m il hom bres. Luego
de desalojar a los p ortugueses de la Banda O rie n ta l, C evallos se tra sla d ó a
Buenos A ire s para to m a r posesión de su cargo.
LOS VIRREYES DEL RIO DE LA PLATA
En octu b re de 1777, el rey C arlos III dio c a rá c te r estable al v irre in a to y
nom bró titu la r a V é rtiz, quien c u m p lió destacada labor.
266
Fn p I Río de la Plata se su cedieron d o ce virreyes, si con tam os también
al último! F ra n cisco J a vie r de Ello, nombrado en 1811 y cuya ju n r i.c c .6 n se
limitó s ó lo a M ontevideo.
Pedro de C e v a llo s .(1776-78)
a
5“ ß
r
npsar de su breve actuación al frente del gobierno, se d esta có por
b
Ä
ae
Ä
novi e m b r e t e
a
sig u ie n te d ispuso b e n e fic ia r a Buenos A ire s con el com erc.o lib re .
*
Juan José de V é rtiz y Salcedo (1778-84)
Puso en v ig e n cia el reglam en to del co m e rcio lib re y la Real Ordenanza
de T r . 1 z enS
q ” J S T S d a s que c o n trib u ye ro n e m e jo ra r el esrio Riipnnq A ire s v el b ie n e sta r de sus habitantes. Ordeno el empe
drado de dos ca lles y la co n stru cció n de aceras, e sta b le ció el alum brado
públrco con ve la s de sebo y aceite, m ejoró las costum bre s y p e rsig u ió el
jU69 En m a te ria c u ltu ra l ab rió el C olegio de San C arlos e hizo traer a Buenos
A ire s la im p re n ta de C órdoba, que había p e rtene cido a los je su íta s.
5° =
a . ? C orrección" para albergar mujeres de mala conducta y la
Casa de ninos expositos , destinada al alojam iento de menores abandonados
En una modesta construcción con techo de paja estableció el prim er teatro
que llam ó Casa de Comedias” .
’
Fundó el trib u n a l del “ P ro to m e d lc a to " destin a d o a c o n tro la r el e je rc ic io
a?*. nme' C' na; er) m a te r'a n iilita r, reorganizó el e jé rc ito y envió tro p a s al
A m a rú ™ '
0Car *a su b levac'ón de indígenas acaudilladas por Tupac
Sucesores de V értiz
Nicolás de l Campo, marqués de Loreto (1784-89)
Este virrey fue un hombre correcto y honrado, aunque poco innovador Se
preocupo por m oralizar la adm inistración y vigiló estrictam ente a los funcionarios.
Nicolás de Arredondo (1789-95)
M eritorio y honorable, tomó medidas que beneficiaron el virreinato, en especial
en el orden económ ico; por su instancia el rey accedió a crear el Consulado de
Buenos Aires.
Pedro Meló de Portugal y Vilien a (1795-97)
_ Continuó discretam ente la labor de su antecesor y no se destacó en sus dos
anos de gobierno.
Antonio Olaguer Feliú (1797-99)
Entre sus escasas medidas de gobierno pueden citarse algunas franquicias
com erciales, concedidas para m ejorar la situación de los habitantes de Buenos
Aires y la vig ila ncia del orden interno, por tem or a levantamientos de extranjeros.
G abriel Avilés y de l Fierro (1799-1801)
M ejoró las condiciones de vida en el virreinato, apoyó las fundaciones de
pueblos y adm inistró honestamente los caudales públicos. Bajo su gobierno se
produjeron adelantos culturales, como la Inauguración de la Escuela de Náutica v
la aparición del periódico "E l Telégrafo M ercantil” .
Joaquín del Pino (1801-04)
v irro in t» ^ CUc ° deJ a correcta m archa de la adm inistración y de la economía del
oLn Ti ; Fon*6 "*® 'a educación y las labores intelectuales; tam bién prosiguió
adelanto edificio, pues durante su gobierno se inauguró La Recova (en la
actual Plaza de Mayo), y la Plaza de Toros (en el Retiro).
Rafael de Sobremonte (1804-07)
tra c ió n te r rito ria l de las posesiones en A m é rica . Los v irre in a to s , goberna­
ciones y capitanías generales m antuvieron su tra d icio n a l fu n cio n a m ie n to ,
a lterado só lo p o r los nuevos lím ite s y ju ris d ic c io n e s .
En las p o s trim e ría s del sig lo XVIII se creó en el R.o de la Plata — por
vez p rim e ra en A m é rica — el régim en de intendencias, in s titu c ió n que tra n s ­
fo rm ó ra d ica lm e n te la v ie ja e stru c tu ra y s irv ió para u n ifo rm a r la a d m in is­
tra c ió n hasta ese m om ento com plicada por el excesivo poder de las auto­
ridades re s id e n te s y la le n titu d e in e fica cia de su fu n cio n a m ie n to .
El sistema de las Intendencias tuvo su origen en Francia y fue im plantado por
Richelieu para dism inuir el poder de la nobleza y consolidar el absolutism o del
monarca.
En 1718, el rey Felipe V lo im planto en España.
El 28 de enero de 1782, C arlos III, siguie ndo con la co stu m b re de tra s ­
p la n ta r a A m é ric a los organism os m e tro p o litan o s, d ic tó la Real Ordenanza
para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia,
código de d o scie nto s se te n ta y seis a rtíc u lo s que reglam entaba las a trib u ­
ciones de los nuevos fu n cio n a rio s.
Dos causas' p rin cip a le s In flu ye ro n para que el m onarca im p lan tara el
régim en de inte n de ncias en el Río de la Plata: a) la necesidad de no cen|
tra liz a r en el v irre y la sum a de las a trib u cio n e s, y b) d e b ilita r el poder local
de los cabildos.
Los gobernadores intendentes
Los v irre in a to s y capitanías generales quedaron su b d ivid id o s en grandes
p ro vin cia s llam adas intendencias, a cuyo fre n te se hallaban los goberna­
dores intendentes, fu n c io n a rio s nom brados d ire cta m e nte por el rey.
Duraban cin co años en el cargo y al té rm in o de su m andato debían
so m e te rse a ju ic io de reside ncia. No obstante su aparente c a rá cte r fis c a l y
fin a n c ie ro , s u s titu y e ro n a los gobernadores, a los adelantados y en algunos
casos a los co rre g id o re s, con todas sus facultades.
Su mando com prendía las s ig u ie n te s a trib u cio n e s gube rn ativas:
1? Justicia. Debía v e la r por la buena marcha de la m ism a y el rápido
despacho de los procesos. Se ocupaba de las causas c iv ile s y c rim in a le s,
las que eran apelables ante la A u d ie n cia ; en estas fu n cio n e s — que q u ita ­
ban fa cu lta d e s ju d ic ia le s a los cabildos— estaba asesorado p or un te n ie n te
letrado.
■i Preocupóse por solucionar los problem as económicos que afectaban a los
los ¡n d ío T ' c
°
0S preclos de ,os artícul°s Y trató de m ejorar la situación de
ta m h ifn £¡®f,c'? nt® actuación de Sobremonte durante las invasiones inglesas, como
i
?s virreinatos de sus sucesores: Santiago de Liniers (1807-1809) Baltasar
Hidalgo de Cisneros (1809-10) y Francisco Javier de Ello (1810-11) se’ estudian
más adelante, vinculados con los acontecim ientos posteriores
La Real Ordenanza de Intendentes
Las reform as im plantadas por los Borbones, si bien h ic ie ro n s e n tir con
rapidez sus e fe c to s en el orden económ ico, tard a ro n en v a ria r la adm inis268
2? Hacienda. Debía p e rc ib ir los Im puestos y c o n ta b iliza r los ingresos
p ú b lico s y las inve rsio n e s. Intervenía tam b ién en el régim en fin a n c ie ro de
los ca b ild o s, lo que provocó num erosos c o n flic to s .
3? Guerra. Estaba encargado del albergue, m a n te n im ie n to y ve stu a rio
de la tro p a ; sin em bargo, el mando de las fuerzas m ilita re s era p riv a tiv o
del v irre y .
4? Policía Debía asegurar el orden p ú blico, la v ig ila n c ia de los cam inos
y la lim pieza de la ciudad. Estaba obligado a le van tar — asesorado por es­
p e cia lista s— mapas to p o g rá fico s de su pro vin cia , con indica cion es de m on­
tañas, bosques, ríos y lagunas.
269
6? In te n d e n cia de Cochabamba. En la región com prendida e n tre la co r­
d ille ra de los Andes y la llanura de Santa Cruz.
7? In te n d e n cia de Charcas. La de m e nor e xten sión, e n tre el Pilcom ayo
y el río Grande.
8? In te n d e n cia de Potosí. C om prendía la parte su r del a ltip la n o , con
salida al P acífico.
Parte del te r rito rio co rre sp o nd ie n te a la Intendencia de La Paz fu e d e sin ­
tegrado en 1784, para fo rm a r una nueva intend encia: la de Puno, que en
1796 pasó a fo rm a r parte del v irre in a to del Perú.
Las p ro v in c ia s subordinadas eran: M oxos y C h iq u ito s, en B olivia; M o n ­
te vid e o (Banda O rie n ta l) y las M is io n e s , en dicho te r rito rio guaraní.
PERFIL SO CIAL, EC O N O M IC O Y CULTURAL
DE A M E R IC A H ISP A N IC A
La sociedad en los territo rio s indianos
Las re s tric c io n e s para que las m uje re s so lte ra s viajaran a A m é rica
fa v o re c ie ro n la fu s ió n de razas y ta n to los inm igrados com o los indígenas
llegaron a m ezclarse en elevada p ro porción , o rigin ando nuevos tip o s e tn o ­
ló g ico s. La raza blanca de los con quistad ore s se unió a la aborigen y más
ta rd e con la negra, lo que o rig in ó gran variedad de cruzas.
Desde el punto de v is ta é tn ico , la sociedad del período h ispánico esta­
ba form ada por blancos, indígenas y negros. Los blancos com prendían los
españoles, los c rio llo s y los e xtran jeros.
Jurisdicciones te rrito riale s en el
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Río
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de la
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Plata
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A ire s , el U tora ” " toda l a ^ t a g o n i a ^ P o r ^ f m n " 0^
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a) Los españoles. Los pe ninsulare s que pasaron al Nuevo M undo co n se r­
varon los ca ra cte re s p ro pio s de su e s tirp e . A m b icio so s y arrogantes,
apegados a .s u tie rra natal, m an tuvieron su fe re lig io s a y su c a rá cte r
arrogante. Se consideraban s u p e rio re s ,a sus iguales am ericanos — los
c rio llo s — quienes no podían c o m p a rtir sus p riv ile g io s por el solo hecho
de haber nacido en este c o n tin e n te . Los españoles ocuparon los más
a lto s cargos del gobierno y las p rin cip a le s fu n cio n e s públicas.
b) Los c rio llo s . H ijos de padres españoles, pero nacidos en A m é rica , eran
in te lig e n te s , am bicioso s, a ltiv o s y lib e ra le s. Los c rio llo s veían con h o s ti­
lidad a los p eninsulares y los ca lifica b a n en fo rm a desp e ctiva : en M é ­
x ic o los llam aban “ g ach upin es” , en Perú, “ ch apeto nes” , en C hile, “ go­
d o s” , e tcé te ra .
Tucumán/c”a te m á ? c ís a ° tf y^jiijuÿ™ ™ ” ' ComPrendía Santiago del Estero,
paragóa'yó“ " 6"
8
/’S , W ' U‘>fca‘,a «> • ' este dol aotoal territorio
Las sig u ie n te s eran del A lto Perú:
» /« e „d e „c ,a de La P e , Limitada entre los Andes y el Lago Titicaca.
c) Los indios. A s í fu e ro n llam ados los na turales de A m é rica sin m ezcla de
sangre europea. De acuerdo con el derecho caste lla no eran considera­
dos hom bres lib re s , pero en el orden de su a d o ctrin a m ie n to estaban
equiparados a personas que necesitaban de p ro te cció n legal.
Para fa c ilita r la obra colonizadora, la Corona im p la n tó el tra b a jo
o b lig a to rio de los indígenas por m edio del siste m a de la encom ienda.
270
271
que en la p rá ctica d io origen a m uchos excesos por parte de los es­
pañoles.1
d) Los m estizos. Los españoles del período v irre in a l se alarm aron ante la
gran cantidad de m estizos — h ijo s de blanco e india— que eran hábiles
jin e te s y se destacaban por su arrogancia y fa lta de e scrúpulos. P re firie ­
ron abandonar las ciudades, donde se les censuraba su m e stiza je (p ro ­
ducto de uniones ile g a le s) y se in te rn a ron en las campañas. En p rin c ip io
estos cam pesinos fu e ro n llam ados — en zonas rio p la te n s e s — gauderios
y más ta rd e, gauchos.
e) Los negros. La necesidad de reem plazar a los indígenas que no respon­
dían a Jos tra b a jo s rudos, in ic ió la tra ta o c o m e rcio de negros tra íd o s
del A fric a por tra fic a n te s Ingleses, portugueses y fra n ce se s. Vendidos
com o escla vo s en A m é rica , re c ib ie ro n — por c o n s titu ir un ele m e n to co­
m e rcia l— m e jo r tra to que los indígenas.
f)
Los e xtra n je ros. Los m onarcas españoles tra ta ro n de im p e d ir la lib re
entrada de e xtra n je ro s a sus dom inos de u ltra m a r. Procedían en esta
fo rm a , según p rin c ip io s p o lític o s y re lig io s o s com unes a la época. A
pesar de lo que establecían las leyes v ig e n te s, buen núm ero de p o rtu ­
gueses, ingleses, fra n ce se s, ita lia n o s y ju d ío s se radicaron en A m é rica
para e je rc e r variados o fic io s : s a stre s, zapateros, c a rp in te ro s , p la te ro s,
etcétera.
El aspecto d om inante de la sociedad de A m é ric a hispánica fu e la des­
igualdad. La población se agrupaba en tre s cla se s: la a ris to c ra c ia , la plebe
y tos esclavos, separadas por d ife re n c ia s de n a cim ie n to y de alcurnia.
a) La a risto cra cia . Representada e sp e cialm e n te por españoles poseedores
de títu lo s n o b ilia rio s y de fo rtu n a . Esta “ a ris to c ra c ia o fic ia l” centralizaba
honores, p reem in e n cia s y cargos p ú b lico s. P ro p ie ta rio s de cam pos y de
ganados, m iraban hacia España y estaban ausentes de la realidad del
v irre in a to .
E xistía una nobleza c rio lla form ada por los d escendientes de los
con quistad ore s, la cual era subestim ada por los p eninsulares, quienes
los m iraban con desconfianza y recelo.
b) La plebe. Formada por blancos de baja e s tirp e , m estizos y m ulatos. Ejer­
cían o fic io s m anuales y se dedicaban a labores h u m ild e s: peones, labra­
dores, aguateros, serenos, p u lperos, e tc. Los h ijo s ile g ítim o s de a ris tó ­
cra tas y plebeyas europeas, llam ados “ d e ce n to n e s” se destacaron por
su buena presencia y m uchos de e llo s — e sp e cialm e n te m u je re s— con-
1 En el sistema de la encom ienda, un español o encomendero se hacía cargo de un grupo
de indios para civilizarlos — al menos teóricamente— y, a la vez, para beneficiarse con el
trabajo personal de sus sometidos.
La mita (o turno) se aplicó a las regiones con yacimientos mineros; allí los naturales traba­
jaban por turnos y percibían un salarlo.
El yanaconazgo consistía en someter por la fuerza a los aborígenes, para ocuparlos en la
labranza de las tierras.
En las reducciones se “ reducía” a los indios que no estaban repartidos en encomiendas,
quienes formaban pueblos y debían pagar un tributo.
Las m isiones — ya estudiadas— fueron el sistema más humanitario y que mejores éxitos
obtuvo.
sig u ie ro n ve n ce r las trabas so ciales y c o n tra e r m a trim o n io con fig u ra s
de la rancia a risto cra cia .
c) Los esclavos. Esta clase s e rvil estaba integrada por negros, m ulatos y
zam bos.1 Sus in te g ra n te s carecían de derechos y tenían a su cargo las
tareas más pesadas. R esignados con su d estino, som etían su existe n cia
a la volu n ta d de sus patronos. En el Río de la Plata re cib ie ro n un tra to
h u m a n ita rio e inte g ra ron el núcleo fa m ilia r.
La econom ía de A m érica hispánica
a) R e p a rtim ie n to de tie rra s . Desde un com ienzo, la Corona a u torizó a los
A délantados y luego a otras auto ridad es resid entes en A m é rica a repar­
t i r tie rra s y solares. Según las Ordenanzas de Población, correspondía al
fu n d a d o r de una ciudad d iv id ir las tie rra s para uso de los habitantes
(el e jid o ), los lo te s reservados para el pastoreo (las dehesas) y para el
C abildo (lo s p ro pio s). Las tie rra s pertenecían al m onarca y la propiedad
Individual estaba m uy re strin g id a .
b) La m in e ría En p rin c ip io , los ya cim ie n to s m ineros fu e ro n considerados
com o una regalía, es d e cir, p a trim o n io exclu sivo del soberano, pero más
tarde se dio p a rticip a ció n en las ganancias a los p a rticu la re s.
Los v irre y e s fueron autorizados a d ic ta r ordenanzas sobre el laboreo
y aprovecham iento de las m inas. Había tre s sistem as de explotación :
por concesión re a l en que un p a rtic u la r ficm aba co n tra to con la Corona;
el a rrie n d o que com enzó a a plica rse a m ediados del s ig lo XVIII y co n sis­
tía en arrendar la e xplo tación a g re m io s m ineros y el asiento , que se
adjudicaba en subasta al m e jo r p ostor.
El oro y la plata fu eron los m etales más codiciados por los espa­
ñoles. R ecordem os que el inca A tahualpa debió e ntreg ar a modo de re s­
cate una enorm e cantidad de oro y que la ciudad de Potosí — actual
B o livia — levantada ju n to a uno de los m ayores ya cim ie n to s de plata,
contó con una población de 160.000 habitantes a m ediados delsig lo
XVII,
pero e n tró en decadencia al agotarse el m etal.
c) La a g ric u ltu ra y la ganadería. Los españoles aportaron nuevos p ro ce d i­
m ie n to s sobre irrig a ció n y fe rtiliz a n te s , in tro d u je ro n la rueda — la cual
p e rm itió u tiliz a r el carro— y tam bién los anim ales de tiro : caballos, bue­
yes y muías. Los indios conocían el maíz, la papa, la batata, la m andioca,
la v a in illa , el cacao (chocolate) y el tabaco. Entre los nuevos c u ltiv o s ,
uno de los más Im portan tes fu e el azúcar, que lle gó a la zona del C aribe
probablem ente con C olón y luego se d ifu n d ió por M éxico y Sudam érica;
ta m b ié n los colonizadores tra je ro n el trig o , la cebada, el centeno y la
avena. Con re spe cto a las fru ta s in tro d u je ro n las bananas, naranjas, du­
raznos, dam ascos, manzanas, peras y uvas.
Los españoles tra je ro n al Nuevo M undo el ganado vacuno, caballar,
ovino, p orcino, asnal" y cabrío, Incluyendo anim ales d om é stico s — com o
el perro— y algunas especies de aves: la g allina, la palom a y el pato.
1
272
El m ulato resultó de la unión de negro y blanco, y el zambo de la cruza de indio y negro.
com o "re a le s y P o n tific ia s ” . En el sig lo XVII, la prim e ra de las m encionadas
contaba con v e in titré s cátedras, en gran parte de teo lo gía y derecho canó­
nico, aunque tam bién se ocupaba de las cien cia s, pues a llí enseñó C arlos
de Sigüenza, e stu d io so que d ic tó m atem ática durante v e in te años. O tro
ce n tro im p o rta n te de a ctivid ad in te le c tu a l fu e la U nive rsid a d de San M arcos,
de Lima.
Las le tra s. El período colon ial se destacó en lite ra tu ra por sus c ro n is ­
tas e h is to ria d o re s. En el s ig lo XVI debe recordarse al m estizo G arcilaso
de la Vega a u to r de los "C o m e n ta rio s Reales de los Incas” (1609) y A lo n so
d e E rc illa que lleg ó a C h ile con la e xp edició n de V a ld ivia y com puso el
poema "L a A ra ucana” , donde narró e pisodios de la conquista.
La gran p o etisa del período hispánico fu e so r Juana Inés de la Cruz,
cuyos contem poráneos la llam aron la “ D écim a M u sa ” y el d ra m aturgo que
— nacido en M éxico— alcanzó renom bre in ternacional d e n tro del S ig lo de
Oro fu e Juan Ruiz de A larcón.
Un grabado antiguo reproduce la forma en que eran enlazados los vacunos para luego sacri­
ficarlos. La tarea se cumplía con suma rapidez y apenas sujeto el animal — como puede
observarse en la ilustración— uno de los gauchos procedía a ultimarlo.
En el v irre in a to de Nueva España se im p la n tó el sis te m a de la M e sta
— ya u tiliza d o en la península— o ju n ta de ganaderos que se asociaban
con el o b je to de d e fe n d e r sus in te re se s y d ic ta r ordenanzas, para lo
cual se reunían dos veces al año, los llam ados C onsejos de M esta.
d) La in d u stria . La A m é ric a hispánica d e s a rro lló sus a ctivid a d e s m anufac­
tu re ra s en pequeños ta lle re s — algunas veces con ayuda de se n cilla s
m áquinas— donde trabajaba el m aestro u hom bre e xp e rto , con sus
aprendices y colaboradores. Los v irre in a to s del Perú y Nueva España
producían algodón, ta p ice s, a lfo m b ra s, m a n ta s .y te jid o s de vicuña, h ilo s
de cáñamo, lin o y algodón. A llí tam bién fabricaban m uebles, zapatos,
m onturas y he rram ientas.
La in d u stria azucarera se d e s a rro lló en A m é ric a C e n tra l, la tabaca­
lera en Perú y Nueva España y la salazón de carne en el Río de la Plata.
Reseña de la actividad cultural
Enseñanza. España tra s p la n tó a las Indias las ca ra c te rís tic a s de su
cu ltu ra y por m edio de la enseñanza tra tó de fo rm a r una sociedad que res­
pondiera a sus necesidades p o lític a s y económ icas. La tra d ic ió n m edieval
otorgaba a la Iglesia el p rin cip a l papel en el esfuerzo educativo, de ahí que
la enseñanza en una p rim e ra época fu e ra p a rtic u la rm e n te re lig io s a y el
p rim e r acto educativo, la catequización del indígena.
La enseñanza p rim a ria estuvo a cargo de sacerdotes y, en m enor pro­
porció n, de p a rtic u la re s . En 1523, el re lig io s o Pedro de Gante ab rió en M é­
x ic o la prim e ra escuela para indígenas y luego se organizaron otra s para
h ijo s de caciques; ta m bién en Lima se crearon escuelas s im ila re s .
La enseñanza secundaria tu vo m arcada in flu e n c ia te o ló g ic a y filo s ó fic a ,
com o o c u rrió en los co le g io s a cargo de los je su íta s. Pueden recordarse
en M é xico el C ole g io de Texcoco y el de San Juan E vangelista en Puebla.
En Q u ito se destacó el C o le g io de San A n d ré s, a cargo de los fra n cisca n o s.
Con re spe cto a la enseñanza s u p e rio r, la U n ive rsid a d de M é x ic o se
inauguró en 1553 y la de Lima en 1572, ambas autorizadas por C arlos I
274
La entrada de lib ro s europeos en Indias fu e m uy con trolad a, sin em bar­
go — in tro d u cid as de contrabando— c ircu la ro n las más variadas obras, e ntre
e lla s las e s c rita s por los filó s o fo s y e n ciclo p e d ista s fran ce se s. La prim era
Im prenta com enzó a fu n cio n a r en M é xico en 1535.
Es probable que el te a tro haya su rg id o desde la época de la conquista
con re p re se nta cion es de c a rá cte r re lig io s o , para a d o ctrin a r a los indígenas
y sus argum entos inspirado s en obras representadas en la península. Las
dos prim eras ciudades que contaron con te a tro s e stables fu eron M é xico y
Lima.
Las artes. La a rq u ite c tu ra , en especial la re fe re n te a e d ific io s re lig io ­
sos, alcanzó gran im p o rta n cia en el Nuevo M undo, destacándose los con­
ve nto s, ig le sia s y catedrales de M é xico , com o tam bién de Perú y Ecuador.
Las prim e ra s co n stru ccio n e s para re sid e n cia s de gobernantes, te m p lo s y
ca bildos fu eron obra de a rq u ite c to s españoles y, con el tra n scu rso del tie m ­
po, los indios fu e ro n aprendiendo los m étodos europeos y sum aron un
aporte de im porta n cia al a rte a rq u ite c tó n ic o , esp e cialm e n te en los m o tivo s
d eco ra tivo s.
La p in tu ra y la e scu ltu ra co lo n ia l se esforzó por im ita r a los m aestros
españoles con adaptaciones al m edio am ericano. A unque no e x is tie ro n gran­
des creadores, han llegado hasta el p re se n te herm osas ta lla s en madera y
piedra, fro n to n e s, reta b lo s, m énsulas y p ú lp lto s , com o ta m b ié n re tra to s de
cardenales y obispos.
PERFIL SO CIAL DEL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA
La población y las clases sociales
Los cinco m illo n e s de k iló m e tro s cuadrados que c o n stitu ía n la su p e r­
fic ie del v irre in a to del Río de la Plata estaban poblados por unos 800.000
habitantes. La actual R epública A rg e n tin a — con la Banda O rie n ta l— contaba
con 380.000 habitantes, el Paraguay con 100.000 y el A lto Perú con 320.000.
La población com prendía losr blancos. Indios y negros y sus dive rsa s com ­
binaciones.
El m estizaje, in icia d o desde la época de las c o rrie n te s colonizadoras,
se in crem entó a p a rtir del s ig lo X V III, cuando llegaron nuevos grupos de
españoles que — g e n eralm ente— se concentraron en las ciudades. Con
respecto a la población indígena, ésta de cre ció g radualm ente en los núcleos
urbanos y fu e reem plazada en parte p o r los negros, tam bién in clu id o s den­
tro de un proceso de m estizaje.
En el año 1778, la ciudad de Buenos A ire s y su campaña contaban — en
c ifra s generales— con 37.060 h abitantes, de los cuales 25.420 eran espa­
ñoles, 4.730 negros, 4.150 m ulatos, 2.090 indios y 670 m estizos.
Ciudad de Buenos Aires
Españoles ................................
Negros ......................................
Mulatos ....................................
Mestizos ..................................
Indios ......................................
Total ................................
Campaña de Buenos Aires
15.720
4.100
3.150
670
540
24.180
..........................
9.700
Españoles
Indios
..........................
1.550
Mulatos ¡
....................................
1.000
Negros
..........................
630
Total 7 7 7 7 7 7 7 . 7 .7 7 7 7 “ 12.880
En el tra n sc u rs o del período v irre in a l, la población de la ciudad de
Buenos A ire s fu e en gradual aum ento y el h is to ria d o r Ravignani calcula,
para el año 1810, la c ifra de 41.642 habitantes.
C onsiderando la to ta lid a d de nu e stro te r rito rio en aquellas épocas,
com ponían la población una m itad de indígenas, una cuarta parte de blan­
cos y el re sto los negros y o tra s cruzas. Con respecto a los te rrito rio s que
habían ocupado las M is io n e s je s u ític a s , su despoblación fue gradual y a
276
La pintura — obra de Essex Vidal— reproduce una escena típica del Buenos Aires de
antaño. En las proximidades del Fuerte (donde actualmente se levanta la Casa de Gobierno)
varias negras lavanderas se dedican a su trabajo. Toda la zona ribereña era un lugar de
aspecto desagradble, cubierto de lodo y suciedad.
com ienzos del sig lo XIX, de quince pueblos sólo quedaban 23.000 aborígenes.
Las clases so ciale s no fu e ron rígidas ni cerradas, aunque en la le g is ­
lación se designaba con el nom bre de “ ca sta s" a los d is tin to s grupos
d ife re n cia d o s por su origen racial y que, en la p rá ctica , no tenían las m is­
mas p o sib ilid a d e s para ocupar los cargos p úblicos, in te g ra r los cuadros
su p e rio re s de las m ilic ia s , ingresar en los e s ta b le cim ie n to s de enseñanza
o en los gre m io s. Con todo , no ta rd ó en im ponerse el p rin c ip io c ris tia n o de
herm andad e n tre los hom bres, que fu e un e lem e nto nive la d o r fre n te a los
p re ju ic io s de la época.
Los españoles integraban la clase s u p e rio r del v irre in a to y a e lla p e rte ­
necían los fu n cio n a rio s estata les, los m iem bros de la A ud iencia, de la Real
H acienda, re lig io so s, m ilita re s y com e rcia n tes de fo rtu n a . D iversas causas
fa v o re c ie ro n el c re c im ie n to de esta a risto cra cia , e ntre ellas, la cre ación de
nuevos cargos p úb licos. A unque los inte g ra n te s de esta clase s u p e rio r
argum entaban “ lim pieza de sa n g re ” la cual excluía cu a lq uie r antepasado de
orig e n ile g ítim o , este p rin c ip io no se cu m p lió con ta n ta rig id e z en el in te ­
rio r del te rrito rio , donde la fu sió n de razas era más intensa que en las
ciudades.
Los c rio llo s no adm itían los p riv ile g io s de los españoles, e spe cialm ente
en el aspecto p o lític o y aspiraban a una m ayor lib e rta d y a un gobierno
propio. Entre los m atices de esta clase s o c ia l debe in c lu irs e una burguesía
que se consideraba desplazada por los europeos, a pesar de reconocerse
capacidad y m é rito s. La co n stitu ía n m ilita re s , abogados y algunos co m e r­
cia n te s que no deseaban som ete rse a las d isp o sicio n e s im puestas por la
Corona española o por sus fu n cio n a rio s en el Río de la Plata. H abitaban
en las ciudades y espe cialm en te en Buenos A ire s y e je rce ría n una acción
d e cisiva en el proceso que cu lm in ó con la R evolución de M ayo. Estos crlo277
líos se consideraban capaces para ocupar el g o bierno y d e rrib a r la org a n i­
zación b u ro crá tica española.
En tie m p o s del v irre in a to , los in d io s eran bastante num erosos, aunque
en gran p arte m ezclados con las o tra s razas. En las M is io n e s y luego de
la e xp ulsión de los je s u íta s, los aborígenes fu e ro n a s is tid o s e s p irítu a lm e n te
p o r o tro s re lig io s o s , m ie n tra s que el mando p o lítíc o fu e e je rc id o por g o ber­
nadores y el económ ico, p o r a d m in istra d o re s. El sis te m a no dio re su lta d o
y m o tivó una co n sta n te d espoblación del te r rito rio m isio n e ro .
Los in dios so m e tid o s que convivían con los blancos trabajaban com o
peones, s irv ie n te s o d e sarrollaban m odestas labores de artesanía.
A m ediados del s ig lo XVIII su rg ió un nuevo ele m e n to so cia l, los m e s ti­
zos denom inados gauderios o gauchos, hábiles jin e te s que se a le jaron de
los ce n tro s urbanos y v iv ie ro n en la campaña. Estos cam pesinos rio p la te n se s
fu eron los traba ja d o re s ru ra le s que in tegrarían los e jé rc ito s de la indepen­
dencia y las huestes irre g u la re s de los ca u d illo s. El gaucho con sus ideales
y co stu m b re s in s p iró obras de im p o rta n cia en n uestra lite ra tu ra .
Los negros a frica n o s fu e ro n m uy num erosos a com ienzos del sig lo
XVIII y eran a d q u irid o s com o esclavos, tal com o o c u rrió en Buenos A ire s
a consecuencia de tra ta d o s firm a d o s por España con el gobierno de Ingla­
te rra , esta ú ltim a a cargo del co m e rcio . Los negros re cib ie ro n un tra to
h um an itario, se desem peñaron en el s e rv ic io d o m é stico y fu e ro n barberos,
zapateros, sastre s, vendedores ca lle je ro s , e tc é te ra ; tam bién el C abildo los
u tiliz ó com o pregoneros. Las m ujeres eran g e n eralm ente criadas, lavande­
ras y nodrizas.
LA E C O N O M IA
Evolución del régim en com ercial
En el año 1561, España im p la n tó el siste m a del m o n o p o lio por el cual
sus posesiones en A m é ric a debían co m e rcia r e x clu siva m e n te con la m e tró ­
p oli y les estaba p ro h ib id o hacerlo con cu a lq u ie r o tra nación o colonia.
Sevilla fue el puerto único destinado al com ercio con los dom inios en Hispa­
noamérica. Sólo dos veces por año — enero y agosto— partían de aquel puerto
dos flotas que al llegar a la isla de Santo Domingo se dividían, una para com er­
c ia r con Nueva España (M éxico) y otra rumbo a Panamá, donde se realizaban
ferias. Las mercaderías destinadas a los dom inios más alejados seguían por vía
m arítim a hasta el Callao. Desde ese puerto, los productos para Buenos Aires eran
trasladados en carretas o muías a través de un largo itinerario que pasaba por
Potosí, Jujuy, Satta y Córdoba.
El Río de la Plata, distante de las ferias y sin poder utilizar legalmente el
puerto de Buenos Aires para el com ercio con España, fue muy perjudicado.
El a d ve nim ie n to de los reyes Borbones en el tro n o ae España m arcó
el com ienzo de una nueva p o lític a económ ica. De acuerdo con las ideas
lib e ra le s de la época y aconsejados por hábiles m in is tro s , e sto s soberanos
se preocuparon p o r m e jo ra r las in d u s tria s y c o rre g ir los e rro re s del mo­
nopolio.
Por una de las clá u su la s de la Paz de U tre c h t, In g la te rra obtuvo el p ri­
v ile g io de e s ta b le c e r en las más im p o rta n te s ciudades de A m é ric a hispana
asiento s de negros, es d e c ir, lugares donde los b ritá n ic o s podían co m e rcia r
esclavos. Uno de e stos “ a s ie n to s ” fu n c io n ó en Buenos A ire s .
278
En 1740, la corona española s u p rim ió el sistem a m on opolista de flo ta s
y lo reem plazó por barcos de re g is tro su e lto s, que estaban autorizados para
re ca la r en cu a lq u ie r p u erto hispanoam ericano. En esta fo rm a , el Río de la
Plata se lib e ró de la dom inación económ ica a que lo tenía so m e tid o el Perú.
En 1765 fu e su p rim id o el absurdo siste m a del p uerto único y se p e rm i­
tió a nueve de España co m e rcia r con A m é rica. De acuerdo con lo dispuesto
el trá fic o só lo podía realizarse con las A n tilla s y M éxico , aunque más tarde
— en 1778— fu e b e n eficiado el p u erto de Buenos A ire s , cuando C arlos III
prom ulgó el R eglam ento d e l C om e rcio Libre.
El soberano habilitaba trece puertos de España, M allorca y Canarias y veinti­
cuatro americanos, entre ellos, Buenos Aires.
Conviene aclarar que el com ercio “ lib re ” entre la M etrópoli y sus dom inios
estaba reservado exclusivamente a los españoles. Si un extranjero deseaba parti­
cipar de ese com ercio, debía recurrir a interm ediarios españoles.
En 1795 los do m in ios españoles en A m é rica fueron autorizados a co­
m e rc ia r con co lo nias e xtra n je ras, aunque no podían im p o rta r "g é n e ro s ni
e fe cto s s im ila re s a los producidos en España” .
En 1796 y por el tra ta d o de San Ilde fonso, España se unió a Francia en
la guerra co n tra In glaterra. D ebido a la situ a ció n europea, el rey C a rlo s IV
(h ijo de C arlos III) autorizó a los d o m inios españoles en A m é rica — e n tre
ello s el v irre in a to del Río de la Plata— para que com erciara n con barcos
p e rte n e cie n te s a naciones ne u tra le s (Real C édula del año 1797).
279
En el tra n s c u rs o de la p rim e ra invasión inglesa, B eresford d e cre tó __4
de agosto de 1806— el lib re co m e rc io para el p u erto de Buenos A ire s . Has­
ta la R evolución de M ayo (1810) no se p ro d ujeron o tro s a co n te cim ie n to s
de im p ortancia en la e vo lu ció n del régim en c o m e rcia l.
El Consulado de Buenos A ires
En enero de 1794, el re y C arlos IV e sta b le ció un C onsulado en Buenos
A ire s , organism o cuya fin a lid a d era re s o lv e r los p le ito s m e rca n tile s, p ro te ­
ge r y fo m e n ta r el co m e rcio y p ro cu ra r el adelanto de la a g ric u ltu ra .
El m onarca nom bró s e c re ta rio al jo ven abogado M a n u e l B e lg ra no ,’ a
la sazón en España, quien re g re só a su p a tria para hacerse cargo de sus
nuevas fu ncion e s.
Desde que in ic ió sus sesiones, dos te n d e n cia s d iv id ie ro n a los in te ­
grantes del C onsulado de Buenos A ire s : los p a rtid a rio s del siste m a co m e r­
cial im plantado por España — es d e c ir, los m o n o p o lista s— y los hom bres
jóvenes, de ilu s tra c ió n lib e ra l, que tenían en el s e c re ta rio Belgrano su m e­
jo r repre sentan te .
Todos los años, las sesiones del C onsulado se abrían con la le ctu ra de
una m em oria redactada por el s e c re ta rio del cuerpo. En ta l ca rá cte r y por
m edio de v a rio s e s c rito s , B elgrano p ro p ic ió e s tim u la r el co m e rcio , e sta b le ­
ce r p rem ios al tra b a jo y a la in d u s tria ; destacó la im p o rta n cia del c u ltiv o
del lin o y del cáñamo y tam bién bregó por la creación de una escuela de
C o m ercio y otra de N áutica, c o n o cim ie n to s que eran m uy necesarios a los
hom bres de su época.
El C onsulado de Buenos A ire s s u b s is tió hasta el año 1862, en que fue
su p rim id o , d ebido a la sanción del C ódigo de C om ercio.
La Aduana de Buenos A ires
Las aduanas eran organism os que funcionaban en las in m ediaciones de
los p uertos y estaban destinadas a p e rc ib ir el cobro de los d ive rso s im ­
puestos: si se establecían en el in te rio r del te r rito rio se llamaban aduanas
secas.
Com o consecuencia de la real cédula de 1778, que facu lta b a a Buenos
A ire s para c o m e rc ia r con la m e tró p o li, el m onarca dispuso cre a r una A dua­
na en la m encionada ciudad. Adem ás de sus fu n cio n e s fis c a le s , este orga­
nism o tenía ju ris d ic c ió n en los asuntos de orden co m e rcia l o fin a n cie ro ,
pues los derechos que p e rcibía eran d e stinados a su fra g a r d ive rso s gastos
de la a d m in istra ció n .
La moneda en el Río de la Plata
D urante el período de la co n q u ista y población de A m é rica , y a causa
de la p o lítica económ ica seguida por España con sus d o m in io s, casi no exis-
' M anuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de ju n io de 1770. Descendiente de noble
fam ilia , com pletó sus estudios en el C olegio de San C arlos. Fue enviado a España por su padre;
en 1789 obtuvo en V a lla d olid el títu lo de B a ch ille r en Leyes y en febrero de 1793 se re c ib ió de
abogado. Es interesante destacar que el nom bram iento de secretario del Consulado (6 de d icie m ­
bre de 1793) es a nte rio r a la real cédula de erección de d icho organism o en Buenos Aires.
280
Tres monedas de plata, de peso irre-
eular, llamadas “ macuquinas” por
estar hechas a golpes de maza y cortadas defectuosamente con una ti¡era. Circularon en el siglo XVIII. ■
. . .
,r
,
,¡ .
El patio interior de la ceca (Casa de Moneda)
de Potosí que dependió de Buenos Aires despues de la creación del Virreinato del R io de
la Plata. (Cuadro de Leome Matthis.)
tía moneda m e tá lica en la región del Río de la Plata. El oro y la plata se
consideraban regalías y no se u tilizaban para la confección de num erarios.
Hasta fines del siglo XVI, las transacciones com erciales se realizaban con
mercaderías de uso común, a las que se les asignaba un valor determ inado; así,
la vara de lienzo equivalía a dos reales.
El Cabildo de Córdoba estableció que los pagos se efectuaran con herraduras
y cabras; posteriormente, tam bién autorizó que se emplearan con el mismo objeto
carneros, ovejas, lanas y sebos. En el Paraguay se utilizaba como moneda la yerba
mate y el tabaco en rama.
A lre d e d o r del año 1575, com enzó a fu n cio n a r en Potosí una ceca (casa
de m oneda) que dependió de Buenos A ire s después de la creación del v irre i­
nato del Río de la Plata.
Las monedas de oro y plata que se u tilizab an en tsp a ñ a tu eron las
m
ism
as que c irc u la ro n en A m é rica . La unidad de las monedas de oro fu e el
La ganadería
escudo, aunque el re a l — unidad de las m onedas de plata— fu e la más
La ganadería
fu e laMm
ayor riqueza del v irre in a to del Plata y la p rim era
em pleada
en el Nuevo
undo.
fu e n te de su progreso económ ico. Esta actividad despertó el in te ré s de los
h abitantes de la campaña, quienes con un m ínim o de esfuerzo producían un
elevado re n d im ie n to .
El p rim e r ganado llegó a Buenos A ire s en 1536 con la e xped ición de
Mendoza, quien tra jo unos sete nta caballos y yeguas y proba ble m ente c e r­
dos. D e stru id a la población en 1541, los anim ales se h icie ro n cim arrones
(e rra n te s) y se re produjeron con rapidez. A lg o sem ejante sucedió con ef
ganado vacuno, in tro d u cid o prim e ra m en te en la A sun ció n y tra íd o por Garay
a las extensas llanuras pampeanas, en sus v ia je s a las bocas del Plata.
La gran abundancia de ganado d e te rm in ó que los cab ild o s o torgaran
“ p e rm iso s de va qu erías” , es d e cir, au torización para fae n a r an im a les y
aprovechar los cueros.
281
La incontro la d a matanza de vacunos hizo p e lig ra r la e sta b ilid a d de la
riqueza ganadera; los abusos fu e ro n en parte lim ita d o s con m edidas to m a ­
das por algunos v irre y e s .
En épocas del m arqués de Loreto se in cre m e n tó la in d u s tria de la
salazón de carnes-, p o r este m o tiv o en 1794 los hacendados s o lic ita ro n
al
monarca les p e rm itie ra e x p o rta r dichos pro d u cto s al A fric a y al A sia . En el
docum ento, llam ado M e m o ria l de los Hacendados, se exponen avanzadas
¡deas económ icas re la tiv a s al co m e rc io lib re .
O tra in d u s tria im p o rta n te de la época v irre in a l fue la del cuero. Belgrano, com o s e c re ta rlo del C onsulado, s o stu vo la necesidad de in s ta la r cu r­
tid u ría s.
botadas em barcaciones de poco calado. En las m isiones je s u ític a s se con­
feccionaban im ágenes re lig io sa s, altares, p u lp ito s y ornam entos sagrados;
a llí tam bién in d u stria liza b a n la yerba m ate y el algodón.
Las in d u s tria s derivadas de la riqueza ganadera se instalaron en Buenos
A ire s : saladeros, c u rtid u ría s , ta la b a rte ría s, grase rias y fá b rica s de velas y
jabones.
Los d ulces no tenían fro n te ra s , pues eran fa bricad os y tam bién gusta­
dos en to d o el v irre in a to .
LA CULTURA
La agricultura
La enseñanza prim aria
El c u ltiv o de la tie rra tu vo un d e s a rro llo m enor que la ganadería. Su
le nto avance se debió a la In flu e n cia p e rturbadora de variados fa cto re s,
com o las sequías, los incendios de cam pos, los ganados cim a rro n e s que
pisoteaban los sem brados, las mangas de langosta y los p le ito s o rig in a d o s
al tra ta r de d e lim ita r las tie rra s cu ltiva d as.
O tra causa que g ra v itó en la d is m in u c ió n de las tareas agrícolas fu e la
escasez de brazos, debido a la m ayor Intensidad del tra b a jo .
En las ciudades del v irre in a to del Río de la Plata, las escuelas e lem en­
ta le s podían se r de tre s categorías: a) C onventuales o p arro q uia le s por
fu n c io n a r anexas a conventos o parroquias re sp e ctiva m en te ; b) del C abildo
o tam bién llam adas del Rey, que eran sostenidas por el a yun tam iento y c)
P a rticu la re s, a cargo de personas autorizadas. También había una enseñanza
d o m ic ilia ria que cum plían m aestros llam ados le ccio n ista s.
Luego de la e xpu lsión de los je su íta s en 1767, otras com unidades re li­
giosas a b rie ro n escuelas en sus conventos y se crearon e sta b le cim ie n to s
d irig id o s por m a e stros laicos.
Los ca b ild o s eran los encargados de v e rific a r la capacidad de los laicos
que deseaban e je rc e r la docencia, aunque en la p ráctica la a ctividad educa­
tiv a se d e se n vo lvió sin norm as fija s , en base al c rite rio personal de los
fu n c io n a rio s . La enseñanza elem en tal se im p a rtió sin orden ni continu idad ,
La m inería
A pesar de su nom bre, el Río de la Plata no contó con la riqueza de
otro s d om inios hispanoam ericanos.
E xistían y a c im ie n to s de azogue (m e rc u rio ) en las m isio n e s guaraníticas,
oro en San Luis y La Rioja, plata en Mendoza y cobre en Córdoba. En enero
de 1546 fu e d e s c u b ie rto el ce rro de P otosí, cuya p roducción m e ta lífe ra
superó a todas las dem ás del v irre in a to . D ebido a su Im portancia se fo rm ó
una población y en las ta re a s m in e ra s lle g a ro n a tra b a ja r hasta quince m il
indios.
Los te so ro s am ericanos eran enviados a España, pero ge n e ra lm e n te a llí
perm anecían poco tie m p o , pues eran u tiliz a d o s para sa ld a r deudas. El rey
Enrique IV de Francia a firm aba con ironía "q u e no necesitaba te n e r ya ci­
m ien tos m e ta lífe ro s m ie n tra s los tu v ie ra n los e sp a ñ o le s " que eran sus
deudores.
El desarrollo industrial
M ie n tra s no se a p licó la fuerza m o triz del vapor y de la e le c tric id a d , la
in d u stria fu e casi e xclu siva m e n te manual. La A m é ric a hispana d e s a rro lló
sus activid a de s m a n ufactureras en pequeños ta lle re s — algunas veces con
ayuda de s e n c illa s m áquinas— donde trabajaba el m aestro u hom bre ex­
perto, con sus aprendices y colaboradores.
La in d u stria te x til s o b re sa lió en la reglón ce n tra l, oeste y n o rte del
virre in a to , donde se fabricaban co b ija s, frazadas y ropas de abrigo.
La región de Cuyo y en m enor escala C atam arca, producían vinos,
aguardientes, pasas de uva y " o re jo n e s " (duraznos) que eran consum idos
en su m ayor parte p o r Buenos A ire s .
En Tuóumán y Mendoza se co n stru ye ro n ca rre ta s y galeras para el
tra n sp o rte y en C o rrie n te s se levantaron pequeños a s tille ro s , donde fueron
282
con excepción de los conventos de je s u íta s y fra n cisca n o s, que disponían
del m ayor núm ero de escuelas y m e jo r organizadas.
La enseñanza ele m e n ta l com prendía la d o ctrin a cris tia n a , la urbanidad,
la lectura, la e s c ritu ra y la a ritm é tic a , to d o e llo sin a tenerse a un plan ni
a una graduación de c o n o c im ie n to s p re fija d o s .
La imprenta je ­
suítica en Córdo­
ba, que en tiempos
del virrey Vértiz
fue trasladada a
Buenos Aires, en
donde comenzó a
funcionar con el
nombre de Real
Imprenta de Ni­
ños Expósitos.
La enseñanza media
Los p rim e ro s e s ta b le c im ie n to s e d ucativos de enseñanza m edia del v i­
rre in a to fu e ro n los de g ra m á tica o la tin id a d (porque el latín era la m ateria
básica) y funcionaban en los conventos.
En 1610, los je su íta s e s ta b le c ie ro n en Córdoba el C o le g io M áxim o,
d estinado a la fo rm a c ió n de re lig io s o s , y tre s años más ta rd e a b rie ro n el
C o n victo rio de San Javier. Estos dos e s ta b le c im ie n to s fu e ro n la base de la
fu tu ra universid a d .
Con resp e cto a la enseñanza m edia en la ciudad de Buenos A ire s ,
puede a firm a rs e que a p rin c ip io s del s ig lo XVII los je s u íta s e rig ie ro n un
colegio fre n te a la Plaza M ayor (hoy de M ayo), que en 1661 fu e trasladado
ju n to a la ig le s ia de San Ignacio con el nom bre de C o le g io Grande o de
San Ignacio. La e xpulsión de los je su íta s en el año 1767 p e rju d ic ó la obra
cu ltu ra l en que estaba empeñada dicha orden.
En 1783, el v irre y V é rtiz fun d ó el C o le g io de San C arlos o Real C onvic­
to rio C aro lin o , cuyo p rim e r re g e n te fu e el canónigo B altasar M a cie l.
D ebido a que el e s ta b le c im ie n to no otorgaba títu lo s , los alum nos que
deseaban dip lo m a estaban obligados a te rm in a r sus e stu d io s en las u n iv e r­
sidades del v irre in a to (C órdoba o C huquisaca). Se h icie ro n g e stio n e s para
tra n s fo rm a r el co le g io en unive rsid a d , pero no progresaron.
La enseñanza superior
Los je su íta s d irig ie ro n las dos un ive rsid a d e s que fu n cio n a ro n en el
v irre in a to del Río de la Plata: la de C órdoba — la más antigua— y la de
C harcas o C huquisaca.
La U nive rsid a d de Córdoba. En 1613, el obispo Hernando de Trejo y
Sanabria co n su ltó a los su p e rio re s je s u íta s y obtuvo la a u torización nece­
saria para que en los co le g io s de esa orden — C o le g io M áxim o y C o n v ic to ­
rio de San Ja vie r— se enseñara latín, a rte s y te o lo g ía ; además, que pudie­
ran o to rg a r grados de b a c h ille r, lice n cia d o , m aestro y do cto r.
A s í quedó c o n s titu id a la U niversidad de C órdoba, destinada a los m ie m ­
bros de la orden je s u ític a , aunque más ta rd e los e stu d io s fu eron públicos.
Luego de la e xp u lsió n de d ichos sacerdotes, el e s ta b le c im ie n to pasó a
depender de los fra n cisca n o s, hasta 1808.
La U n ive rsid a d de Charcas. La U n ive rsid a d de San Francisco Javier,
tam bién llam ada de C harcas o C huquisaca, fu e fundada en marzo de 1624
por el padre Jaim e Frías — p ro v in c ia l de la Com pañía de Jesús— sobre la
base del C o le g io de San Juan B autista, creado dos años antes.
A unque los e stu d io s fu e ro n de p re fe re n c ia e c le s iá s tic o s , tu vo un ca­
rá c te r más lib e ra l que la U n ive rsid a d de Córdoba y co n tó con una b ib lio te c a
considerada la segunda en im p o rta n cia de A m é ric a hispana. Pronto a d q u irió
ju s to renom bre la Facultad de D erecho, a la que fu e anexada, en 1780, la
A cadem ia C arolina, d estinada a la p rá ctica fo re n se .
Las ideas lib e ra le s de los pensadores del s ig lo XVIII fueron aceptadas
con e n tusiasm o por los jó ve nes u n iv e rs ita rio s y com o bien ha dicho un
autor “ la idea re volucion aría se n u trió en este in s titu to de ju ris ta s ".
C ursaron e studios en la U n ive rsida d de C harcas: M ariano M oreno,
Juan José C a s te llí, A g u stín Gascón, Bernardo M onteagudo, e tcé te ra .
La enseñanza especializada
Por in ic ia tiv a de M a n u e l B elgrano — se c re ta rio del C onsulado— la ciu ­
dad de Buenos A ire s contó en 1799 con dos e sta b le cim ie n to s de enseñanza
especializada: la Escuela de N áutica y la Escuela de D ibujo.
Primer director de la Escuela de Náutica fue el geógrafo e ingeniero Pedro
Cerviño y su vice dire ctor el piloto Juan Aisina. Ambos se encargaron de la ense­
ñanza a desarrollar en un lapso de cuatro años, de acuerdo con las siguientes
materias: aritm ética (álgebra y trigonom etría), geografía, hidrografía y navegación.
Por orden del rey, el Consulado cerró la Escuela de Náutica a mediados de
1807.
En mayo de 1799 se inauguró la Escuela de Dibujo del Consulado, con una
asistencia de sesenta y cuatro alumnos, y funcionó regularmente cerca de un año.
Fue su prim er profesor el tallista español Antonio Gaspar Hernández, quien utilizó
el prim itivo método de la copia o reproducción fiel de láminas y grabados.
El Protom edicato
A m ediados del s ig lo XV se creó en España el Tribunal d e l Protom edicato, o rganism o docente destinad o a c o m b a tir la práctica ilegal de la m edi­
cina y encargado de v ig ila r el e je rc ic io de esa p ro fe sió n ; además, otorgaba
títu lo s p re ca rio s a quienes dem ostraban idoneidad y co n o cim ie n to s cien tí-fic o s . En 1570 e sto s trib u n a le s fueron esta b le cid o s en M éxico y Perú.
En el Río de la Plata, el v irre y V é rtiz esta b le ció el P rotom edicato en
1780 y nom bró titu la r al d o cto r M ig u e l O ’Gorm an, graduado en París y
Reims, con títu lo s revalidados en España. Una vez al fre n te de sus funciones to m ó examen de com petencia a tod os aquellos que ostentaban títu lo s
de “ b o tic a rio y sa n g ra d o r".
285
284
En 1801
mía estuvo a
las clases de
dirección del
enfermo.
En 1805
ron aplicadas
comenzó a funcionar la Escuela de M edicina, cuyo curso de Anato­
cargo del doctor Agustín Fabre, y al año siguiente dieron comienzo
química farm acéutica — correspondientes al segundo curso— bajo la
doctor Cosme Argerich, en reemplazo de O’Gorman, que estaba
llegaron a Buenos Aires las prim eras vacunas antivariólicas, que fue­
con éxito.
La im prenta en el Río de la Plata
La p rim e ra im p re n ta del Río de la Plata no fu e im portada, sino creada
en el te r rito rio de las m isio n e s — reducciones de guaraníes— por obra de
los je su íta s. En el año 1700, los m is io n e ro s Juan B a u tista Neum an y José
S errano construye ro n una prensa, con la colaboración de los indígenas; el
papel fue el único m a te ria l im portado. El p rim e r im preso se titu ló el M a rti­
ro lo g io Romano, del que no se conserva ningún e je m p la r. La im p re n ta m i­
sionera estam pó lib rito s de e fe m é rid e s, anuarios, tablas astro n ó m icas, ca­
te cism o s y hojas sueltas.
También por obra de los je su íta s, la U niversidad de Córdoba a d q u irió
una im prenta que fu e traída de Europa por el año 1764 y luego se entregó
al C o legio de M o n se rra t.
Con la e xpulsión de la Compañía, la im p re n ta cesó de fu n cio n a r, pero
en 1780, el v irre y V é rtiz la com pró a los fra n cisca n o s y la hizo tra s la d a r a
Buenos A ire s . Instalada en un m odesto local (actual esquina de Perú y M o­
reno) re cib ió el nom bre de Real Im p re n ta de N iños E xpósitos, pues los
b e n e ficio s o bten id o s se d e stin a ro n a la cita d a in s titu c ió n . El ta lle r im p rim ió
bandos, proclam as, ca rte le s , alm anaques, fo rm u la rio s , p e rió d ico s y lib ro s
diversos.
El periodism o
A p a rtir de la segunda m itad del s ig lo X VIII, com enzaron a c irc u la r en
Buenos A ire s , p rim e ro en fo rm a cla n d estin a y luego púb lica m e n te , hojas
m anuscritas que difu n d ía n n o ticia s locales y algunas europeas.
El 1? de ab ril de 1801 apareció el p rim e r p e rió d ico editado en Buenos
A ire s , que se llam ó: Telégrafo M e rc a n til, R ural, P olítico-E conóm ico e H is to ­
rió g ra fo d e l Río de la Plata. Su fundador y d ire c to r fu e el m ilita r, abogado
y e s c rito r extrem e ñ o don F rancisco A n to n io C abello y Mesa.
El T elégrafo M e rc a n til se sostenía gracias a la co n trib u c ió n de c ie n to
cincuenta y nueve s u s c rip to re s . Desde su creación hasta el mes de o ctu ­
bre, apareció m ié rc o le s y sábados; luego sa lió los dom ingos. Llegó a pu­
b lic a r cie n to diez núm eros, hasta o ctu b re de 1802, en que fu e clausurado
por orden del v irre y del Pino.1
En se tie m b re de 1802, un mes antes de e x tin g u irs e el a n te rio r, apareció
un nuevo p e rió d ic o : el S em anario de A g ric u ltu ra , In d u s tria y C om ercio,
d irig id o por el co m e rcia n te c rio llo Juan H ip ó lito V ieytes. De acuerdo con
su títu lo , la cita d a p u b lica ció n p ro p ic ió el fo m e n to de las in d u s tria s , e s ti­
m uló la p roducción y so stu vo la necesidad del lib re c o m e rcio in te rio r y
e x te rio r.
' La medida se debió a un artículo aparecido el 8 de octubre de 1802, titulado: “ Circunstan­
cias en que se halla la provincia de Buenos Aires e islas Malvinas y modo de repararse” .
Este escrito, considerado agraviante por las autoridades, se atribuyó durante muchos años n
Cabello y Mesa, aunque actualmente los historiadores opinan que fue una reproducción de un trabajo
perteneciente a Juan de La Piedra, del año 1778.
286
El 23 de m ayo de 1807, los inglese s in icia ro n desde M o n tevid eo la
p ub lica ció n de la E s tre lla d e l S u r (The S outhern S tar), p e rió d ico b ilin güe ,
e s c rito en in g lé s y ca ste lla no. Sus a rtíc u lo s difundían propaganda b ritá n ica
e incitaban a los c rio llo s a a b a tir el yugo español, para gozar de los b e n e fi­
c io s de la lib e rta d de com ercio. Sólo aparecieron s ie te núm eros.
El 3 de marzo de 1810 — en vísperas de la R evolución— M anuel Belgrano com enzó a p u b lic a r el C orre o de C om ercio de Buenos A ire s , cuyo
p rin cip a l o b je to sería “ el e stu d io de las cie ncias, de las a rte s y de la h is to ­
ria ” . El v irre y C isn ero s brin dó inco n scie n te apoyo a e stos p rin c ip io s sin
saber que, gracias a la sagacidad de B elgrano, iban a u tiliz a rs e en s e rv ic io
de la em ancipación. Luego de p u b lica r cincuenta y dos núm eros, dejó de
aparecer en fe b re ro de 1811.
Las letras
La h is to ria lite ra ria del Río de la Plata com ienza con Luis de M iranda,
c lé rig o español que lle gó a estas playas con la expedición de M endoza
y e s c rib ió en la A sun ción un Romance que re la ta los p a d e cim ien tos de los
p rim e ro s pobladores de Buenos A ire s .
De acuerdo con el orden cro n o ló g ico de publicació n, el segundo trab a­
jo lite ra rio fu e C o m enta rios de A lv a r Núñez Cabeza de Vaca, e s c rito s por
su s e c re ta rio Pedro Hernández.
Con la e xp edición de Mendoza lle gó al Plata el soldado alem án U lric o
S ch m id l, quien e s c rib ió en su idiom a D e rro te ro y via je de España y las
Indias, obra que describ e con bastante im parcia lidad la h is to ria de la con­
q uista.
Con la arm ada de O rtiz de Z árate a rrib ó el arcediano M a rtín d e l Barco
C entenera, a u to r del poema La A rg e n tin a y C onquista d e l Río de la Plata
que es una m ezcla d ifu sa de h is to ria y geografía am ericanas.
El re la to de n uestra h is to ria com ienza en realidad con Ruy D íaz de Guzmán — m e stizo asunceño— , au to r de “ La A rg e n tin a ", publicada en C harcgs
en 1612.
El p rim e r poeta nacido en n uestra p a tria fu e el cordobés Luis de Tejeda, quien e s c rib ió por el año 1663 su conocido poema El p e re g rin o en Ba­
b ilonia. Este largo trab ajo, de c a rá cte r au to b io g rá fico , com para el am biente
de Córdoba con la pecadora Babilonia.
M a n u e l José de Lavardén fu e el p rim e r poeta porteño, a u to r de S iripo,
obra inspirada en una leyenda de la conquista, que re lata Ruy Díaz de
Guzmán. También e s c rib ió su conocida Oda al Paraná, que p ublicó el Telé­
grafo M e rc a n til en su p rim e r núm ero.
Las invasiones inglesas y la heroica a c titu d de los habitantes de Bue­
nos A ire s in sp ira ro n a d iversos poetas; así V icen te López y Planes se basa
en la re co n q u ista para com poner El triu n fo arg e n tin o , y P antaleón R ivaroia
dedica dos Romances a la defensa.
Las artes
La a rq u ite ctu ra . El s ig lo XVIII fu e de gran tra n sfo rm a ció n para la ciudad
de Buenos A ire s . El área urbana com prendía el ce n tro , los arrabales y las
quintas. La zona cé n trica estaba d e lim ita d a hacia el su r por el “ zanjón del
h o s p ita l” (actual c a lle C h ile ) y hacia el n orte por el "zanjón de M a to rra s ”
■jue co rría e n tre las actuales ca lle s Paraguay y Córdoba. La Plaza M ayor
287
C am ponesqui fu e un re tra tis ta ita lia n o que por
contraba en Buenos A ire s , donde fu e conocido con el
Su obra más re p re se nta tiva es un cuadro del lego
rain, en que la fig u ra del re lig io s o tie n e al fondo
D om ingo.
el año 1804 ya se en­
apodo de " e l rom ano".
d om in ico José Zemboel convento de Santo
INGLATERRA EN EL SIGLO X V III. LOS HANNOVER
La reina Ana Estuardo (1702-1714)
Com o vim o s, después de la R evolución de 1688 ciñeron la corona de
In g la te rra los m onarcas M aría II Estuardo y su esposo G u ille rm o III. A m bos
fa lle c ie ro n sin d e ja r descendiente s (1694 y 1702 re spe ctivam ente) y enton­
ces el Parlam ento, para e v ita r la p osible sucesión de un prín cip e ca tó lico ,
v o tó el A c ta de E sta b le cim ie n to (1701).
De acuerdo con esta ley, heredó el tro n o Ana Estuardo, herm ana m enor
de M aría II.
(hoy de M ayo) c o n s titu ía el ce n tro p o lític o y a d m in is tra tiv o de la ciudad con
sus im p o rta n te s e d ific io s : el F uerte, la C a tedral y el C abildo, donde re s i­
dían las autoridades gubernativas, e c le s iá s tic a s y com unales.
Las igle sia s fu e ro n las obras a rq u ite c tó n ic a s más im p o rta n te s de nues­
tro país en el período hispánico. A unque los te m p lo s que han llegado hasta
el presente com enzaron a e d ific a rs e en las p rim e ra s décadas del sig lo
XVIII, no puede dudarse que la a rq u ite c tu ra re lig io s a se in ic ió mucho antes.
La im ponente C a te d ra l de Córdoba re p resenta el e d ific io más d e sta ­
cado. Trazaron los planos los a rq u ite c to s je su íta s A n d ré s B lanqui y Juan
B autista P rlm o li y en el año 1758, el fra n cisca n o V ice n te M uñoz levantó
la grandiosa cúpula; a fin e s del s ig lo XVIII fu eron con clu id a s las to rre s ,
concebidas por un a rq u ite c to cuyo nom bre se ignora.
La C atedral de Córdoba responde a dos e s tilo s a rq u ite c tó n ic o s : la
fachada y la parte in fe rio r se d istin g u e n por su so b rio cla s ic is m o , m ientras
que la parte s u p e rio r, la cúpula y las dos to rre s , corresponden a la profusa
ornam entación del barroco.
La pintura. A d ife re n c ia de lo que sucedió en M é xico y en el Perú, la
a ctividad p ic tó ric a en el v irre in a to del Río de la Plata fue m uy lim ita d a . No
e xiste n m ayores datos sobre los pocos a rtis ta s que actuaron en n uestro
m edio a fin e s del s ig lo XVIII y a com ienzos de la ce n tu ria s ig u ie n te . M e re ­
cen recordarse M ig u e l A u c e ll, José Salas y A n g e l Cam ponesqui.
Del valenciano A u c e ll se conserva un óle o donde p in tó , en tam año
natural, al inten d e n te F rancisco de Paula Sanz y a un lacayo negro. Con
respecto al m ad rile ñ o Salas, se sabe que lle g ó a Buenos A ire s a fin e s del
sig lo XVIII y su cuadro más conocido es el que reproduce la im agen de la
beata S or M aría de la Paz y F igueroa, fundadora de la Casa de E je rcicio s
E sp iritu ales de Buenos A ire s .1
1
La antigua Casa de Ejercicios Espirituales se encuentra situada en la esquina de la ave­
nida Independencia y la calle Salta.
El Acta de Establecim iento dispuso que a la muerte de Ana, la corona debía
recaer en el heredero de Sofía (nieta de Jacobo I) casada con el príncipe alemán
Ernesto de Hannover.
De no haber tom ado el Parlamento esta precaución, a la muerte de Ana el
trono hubiera correspondido a su hermano Jacobo Francisco, que profesaba la
religión católica.
La reina Ana Estuardo — casada con un p rín cip e de D inam arca— care­
c ió de c a rá cte r y ta m bién de personalidad: se dejó gu ia r por am igas íntim as 1
y tu vo que co nte m p o riza r con los dos p a rtid o s dom inantes (to rie s y w h ig s ).
El A cta de E sta b le cim ie n to d ispuso quien debía ocupar el tro n o de
Ing la te rra e Irlanda, pero nada aclaró con re sp e cto a Escocia, reino que a
la m u erte de Ana podía re co n o ce r heredero al p re te n d ie n te ca tó lic o , el
h ijo de Jacobo II Estuardo.
Para e v ita r fu tu ro s in cid e n te s y luego de varias negociaciones, se llegó
a un acuerdo. En 1707 los Parlam entos de In g la te rra y Escocia votaron el
A c ta de Unión-, e ste docum ento declaró la unión p o lític a de ambos países
en uno solo, que se llam ó R eino U nido de Gran Bretaña.
O tro im p o rta n te a co n te c im ie n to del reinado de Ana Estuardo fu e la
p a rticip a ció n de su país en la G uerra de la Sucesión de España. Como
sabem os, al té rm in o de este c o n flic to , In g la te rra se b e n e fic ió con las ven­
tajas te rrito ria le s que le o to rg ó la Paz de U tre ch t.
Advenim iento de los Hannover
La reina fa lle c ió en 1714 sin d e ja r descendencia y por esta causa am e­
nazó con e xtin g u irs e la rama p ro te s ta n te de los Estuardo. De acuerdo con
lo d ispu esto en el A c ta de E sta b le cim ie n to , el tro n o co rre sp o nd ió a supa riente Jorge I, e le c to r de H annover (A lem ania).
La dinastía de los H annover, que gobernó a In g la te rra cerca de dos­
cie n to s años, fu e apoyada por los w hige, m ie n tra s los to rie s tra ta ro n in­
fru ctu o sa m e n te , en dos oportu n id a d e s, de re s ta b le c e r a la rama c a tó lica de
los Estuardo en la persona dél p re te n d ie n te Jacobo III.
Jorge I (1714-1727)
Este p ríncip e alem án desconocía el idiom a inglés y para los problem as
de su nuevo rein o dispuso fia rs e de sus m in is tro s . Ni siq u ie ra a sistía a las
reuniones con su gabinete y, com o bien se ha d icho, " s u corazón estaba
en H annover” 2
E ligió a sus colaboradores e n tre los w h ig s y con esta a c titu d in ic ió un
período — continuado por su su ce so r— de p re d o m in io de dicho p a rtid o . En
esta fo rm a , los to rie s fu e ro n reducidos a la im potencia.
D urante el reinado de Jorge I com enzó a destacarse el m in is tro R oberto
W aipole, que d irig ió m uchos años la p o lític a inglesa (1721-1742).
W alpole era un fornido campesino que tenía los gustos y las costumbres de
un propietario rural. Detestaba las rígidas doctrinas políticas y los libros de música.
Prefería las partidas de caza y las alegres comilonas.
D irigió los asuntos de Estado como un com erciante y aunque aparentó no
hacer nada, lo hizo todo.
Con su fogoso temperamento, W alpole no tardó en dom inar a los otros m inis­
tros y fue el encargado de com unicar al rey las resoluciones de sus colegas. Sus
adversarios lo apellidaron Prim er M inistro, térm ino que prevaleció a través de los
años.
W alpole d irig ió los d e stin o s de In glaterra sin plan ni program a previos,
pero "h iz o lo que las circu n sta n cia s exigían, y lo hizo b ie n ” .
Para c o n so lid a r el p re s tig io de la dé b il m onarquía inglesa, e v itó la in­
tro m is ió n de los " ja c o b ita s " 1 y separó del poder a los to rie s. M e jo ró las
finanzas, d ism in u yó los im pue sto s, fa vo re ció a la clase m edia y apoyó el
s u rg im ie n to de grandes in d u stria s. En p o lític a e x te rio r, tra tó de se g u ir una
conducta p a c ifis ta .
Con el fin de m antener la m ayoría en las Cámaras, W alpole com pró con
d in e ro o fa vo re s a los diputados, siste m a que ha sid o llam ado de " la co­
rru p ció n p a rla m e n ta ria ".2
Jorge I fa lle c ió en 1727 y fu e sucedido por su h ijo .
Jorge II (1727-1760)
El nuevo m onarca era un hom bre m etódico, avaro y poco in te lig e n te .
Hablaba c o rre c ta m e n te el inglés, pero sus m odales y costum bres eran tan
1 Durante varios años mantuvo íntima amistad con Sara Jennings (después de su casamiento,
duquesa de M arlborough). Posteriormente se indispuso con ella y la sustituyó por Abigail Hill
(L a d y M asham ).
2 Jorge I era un hombre maduro (54 años) que desconocía la Constitución y las leyes de
Inglaterra. Su séquito estaba formado por alemanes y cuando tenía que hablar con sus ministros
ingleses lo hacia en latín.
1 Partidarios del pretendiente católico.
2 Despreció a sus enemigos y de ellos dijo: “Todos esos hombres tienen un precio” .
“Walpole gobernó por la corrupción — escribe Macaulay— por.que en su tiempo era imposible
gobernar de otro modo” .
291
290
alem anas com o las de su padre. Para fe lic id a d del pueblo, se dejó d irig ir
por su esposa C arolina, " m u je r cu ltiva d a, e sto ica y, sobre to d o , p a c ie n te ” .
D urante va rio s años, W alpole co n tin u ó al fre n te de la p o lític a , ampara­
do en el apoyo de la reina.
En el tra n sc u rs o de e ste gobierno, In g la te rra se unió con M aría Teresa
y luchó contra España y Francia en la G uerra de la Sucesión- de A u s tria .
No había co n clu id o este c o n flic to , cuando W alpole fue reem plazado (1742)
por el gran e sta d ista y e lo cu en te p o lític o G u ille rm o P itt.
C riticó la doctrina pacifista y la corrupción po lítica de W alpole. De tem pera­
mento irritable, se hizo antipático el rey, en especial por su odio a todos los naci­
dos en Hannover. Pitt dijo en cierta oportunidad: “ Es demasiado fácil ver que este
grande y poderoso reino (Inglaterra) no se considera ya sino como una provincia
de ese m iserable electorado” .
Muy capaz y honrado en extremo, el pueblo lo admiró como un verdadero
patriota, que tenía — según expresión de un escritor— “ la virtud de un romano y
la urbanidad de un francés” .
Un problem a fundam ental dom inaba el e s p íritu del p rim e r m in is tro : la
form a ción de una In g la te rra poderosa, dueña del más grande im p e rio co­
lonial.
B e licista de cid id o , co n tó con el apoyo p opular para hacer in te rv e n ir a
su país — ju n to a Prusia— en la G uerra de los S ie te A ños; c o n flic to en el
que Ingla terra re s u ltó m uy fa vo re cid a . Cuando se firm ó la paz de París
(1763), P itt ya no estaba en el poder, pues el cam bio de p o lític a im puesto
por el nuevo rey Jorge III lo había obligado a d im itir (1761).
LA M O N A R Q U IA PARLAMENTARIA EN INGLATERRA
A l ocupar el tro n o de In g la te rra los dos p rim e ro s soberanos p e rte n e ­
cie n te s a la dinastía de los H annover (Jorge I y Jorge II), ese país fo rta le c ió
el régim en p arla m e n ta rio de go b iern o y a d q u irió la fiso n o m ía p o lític a que
conserva en la actualidad.
En el transcurso de su historia, el pueblo inglés defendió la monarquía lim i­
tada y se opuso a toda tentativa de gobierno absolutista.
Así en 1215, el rey Juan Sin Tierra se vio obligado a ju ra r la Carta Magna,
docum ento que lim itaba su autoridad de soberano, frente al Gran Consejo del Reino
(Parlamento) y ratificaba muchos privilegios tradicionales, que ya gozaban la no­
bleza feudal y el clero.
Después el rey Carlos I hubo de aceptar la Petición de Derechos y luego
María II Estuardo y su esposo G uillerm o de Orange juraron respetar la Declaración
de Derechos.
Desde la re vo lu ció n de 1688, los reyes de In g la te rra accedieron al
anhelo p opular de e le g ir sus m in is tro s en las fila s del p a rtid o que re p re ­
sentara la mayoría parla m e n ta ria . Con el a d ve n im ie n to de Jorge I (Hanno­
ve r), que no hablaba ni entendía el idiom a in g lé s, el p rim e r m in is tro (W al­
pole) se tra n s fo rm ó en un poderoso personaje, pues, además de d irig ir todo
el gabinete, era el je fe de los w h ig s , p a rtid o m a y o rita rio en la Cámara de
los C om unes.'
1 En esa época, sentóse el principio
miembros de la Cámara de los Comunes.
Walpole se radicó en D owning Street
cilio obligado de los "p rem ieres” británicos.
deque
el monarca debía elegir su gabinete entre los
N9 10,
residencia que es — hasta el presente— domi­
En resum en, la m onarquía p a rla m enta ria inglesa tu vo
ca ra cte re s:
los sig u ie n te s
a ) El rey. A unque nom bra a los m in is tro s , no e je rce d ire cta m e n te n in ­
gún acto de gobierno, ni firm a po r sí so lo orden alguna. Está considerado
un personaje algo sagrado e irre spo nsa ble , que “ no puede o b ra r m a l” . Toda
d isp o sició n real debe e sta r refrendada po r el m in is tro re sp e ctivo , que se
hace responsable de e lla.
b) Los m inistros. Forman el gabinete, que es, en realidad, un orga­
nism o soberano de g obierno. Sus in te g ra n te s son responsables ante la Cá­
mara de los Com unes y ejercen la suprem a au toridad e je cu tiva y le g is la tiv a
en nom bre del soberano.
D irigido por el primer ministro, el gabinete redacta la legislación y resuelve
problemas de orden general. Sus integrantes son solidarios unos con otros, porque
pertenecen al mismo partido.
Si, en una votación de un problema fundamental, la Cámara de los Comunes
retira su apoyo a los m inistros, éstos deben renunciar y convocar a elecciones,
para consultar si siguen m ereciendo la confianza del pueblo.
Conviene destacar, que, cuando los ingleses aluden al “ gobierno de su Majes­
tad” , siempre se refieren al gabinete.
c ) El Parlam ento. C om prende dos asam bleas: la A lta Cámara o de los
Lores, integrada por nobles h e re d ita rio s, eleg idos por el soberano, y la
Cámara Baja o de los C om unes, form ada por ca balleros y burgueses (dos
p o r cada condado o burgo).
Jorge III (1760-1820)
N ie to del m onarca a n te rio r, el nuevo soberano había nacido en Ingla­
te rra y así lo dem ostraba en su presencia, m odales, c a rá cte r y lenguaje.
Educado desde pequeño en el d esprecio hacia su débil abuelo, se a firm a
que su m adre le re petía con fre cu e n cia : "Jo rg e , sé re y ” .
C eloso de sus p re rro g a tiva s reales, Jorge II se propuso m o d ific a r la
p o lític a de su s-a n teceso res, y a im ita c ió n de los o tro s m onarcas europeos,
de cidió gobernar d ire cta m e n te . E lim inó a los w h ig s del poder (e n tre o tro s
a P itt) y p e rm itió el s u rg im ie n to de los to rie s.
El pueblo y el P arlam ento re s is tie ro n los p rin c ip io s a u to rita rio s del
soberano, quien se esforzó por cre a r el p a rtid o “ de los am igos del re y ”
IK in g 's frie n d s ).
La c ris is c o n s titu c io n a l producida en Ing la te rra por la d is c u tid a p o lítica
de Jorge III, se agravó con las d e rro ta s su frid a s por sus tro p a s en A m é rica
del N orte, lucha que fin a liz ó con el re co n o cim ie n to de la independencia de
Estados U nidos.
A n te los fracasos, el m onarca d e cid ió te rm in a r con sus p rin c ip io s auto­
rita rio s y entre g ó el gob ierno al nuevo p rim e r m in is tro G u ille rm o P itt,' bajo
cuyo m andato In g la te rra conso lid ó su régim en p a rlam e ntario y c o n s titu ­
cional.
1
Algunos historiadores lo llaman Guillerm o P itt el Joven, para diferenciarlo de su padre
— de igual nombre— que actuó como ministro de Jorge II.
292
293
Cuando ocupó su alto cargo, G uillerm o Pitt tenía veinticuatro años (1759) y
hasta su muerte, acaecida en 1806, dirigió con dignidad y prudencia los destinos
de Inglaterra.
Formado desde pequeño por su padre, heredó de éste la honradez intachable
y la autoridad irresistible. Con razón se ha dicho que “ no sólo fue un bloque de la
vieja cantera, sino la vie ja cantera misma” .
P itt m ejoró las finanzas, c o m b a tió la co rru p ció n a d m in is tra tiv a y je ra r­
quizó a los dos grandes p a rtid o s p o lític o s . En lo e x te rio r fu e tenaz adver­
sa rio de la R evolución Francesa.
LA IN D IA : R IVA LID A D CO LO N IA L ANGLO-FRANCESA
En el s ig lo XVI la d inastía m usulm ana del Gran M o g o l ocupó todo el
te r rito rio de la India y e s ta b le ció la ca p ita l en D e lh i, sobre un a flu e n te del
río Ganges. A com ienzos del s ig lo X VIII, por causa de la decadencia de la
d inastía gobernante, ese ric o te r rito rio fu e cam po p ro p ic io para la in te rv e n ­
ción de potencias e xtra n je ras.
Las Compañías
Ing la te rra y Francia, deseosas de expansión c o lo n ia l, se e sforzaron, casi
sim ultáne am en te , para e sta b le ce r fa c to ría s en la India. Sin em bargo, m ie n ­
tra s en A m é rica del N o rte los gobiernos de ambas potencias in te rv in ie ro n
d ire cta m e nte , en la India |a em presa fu e confiada, durante v a rio s años, a la
in ic ia tiv a privada.
En 1599 un núcleo de co m e rcia n tes ingleses creó la Com pañía de las
Indias O rie n ta le s , y en 1604, su rg ió la Com pañía francesa de igual nom bre.
294
Rivalidad anglo-francesa
En 1639 los in g le se s fundaron sobre el g o lfo de Bengala la fa cto ría de
M adrás y p o s te rio rm e n te C alcuta (1609), las que no tarda ron en co n ve rtirse
en grandes em p orios.
Por su parte, la Com pañía francesa ta m bién se e sta b le ció en la región
del g o lfo de Bengala, y en 1676 fu n d ó P ondichery. Esta región progresó
rápidam ente, p o r la obra del gobernador D um as (1735-1741), que equipó un
e jé rc ito de indígenas, llam ados cípayos, y los a d ie stró a sem ejanza de los
europeos.
Cuando e s ta lló la G uerra de la Sucesión de A u s tria , ambas Compañías
se v ie ro n en vu e lta s en c o n flic to s .
A Dumas sucedió el destacado gobernador José F rancisco D up le ix
(1741-1754), quien aprovechó la situ a ció n europea para exte n d e r el poderío
fra n cé s en la India.
En 1746 a rreb ató a los in gleses la fa cto ría de M adrás, pero debió ce­
d e rla ante la paz firm a d a en A quisgrán . D up le ix continuó guerreando por
s e is años (1748-1754), esta vez co n tra los naturales, y con sig uió para su
país el d o m in io de la co sta o rie n ta l de la India, en el g o lfo de Bengala.
La p o lític a expansiva de D up le ix m o tivó la p ro te sta de Ing late rra, y
para e v ita r fu tu ro s in cid e n te s, la Com pañía lo reem plazó por Godeheu.
Cuando e ste gobernador lleg ó a la India, firm ó un tra ta d o con los ingleses
295
>or el cual ambas partes p ro m e tie ro n d e d icarse a a ctivid a d e s co m e rcia le s
y renun cia r a sus co n q u ista s sobre los p rín cip e s indígenas (año 1754).
El tra ta d o no puso fin a la riva lid a d c o lo n ia l anglo-francesa. A l año
sig u ie n te de su firm a , los in g le se s atacaron so rp re siva m e n te las fa cto ría s
francesas y co nsig uie ro n apoderarse de todas ellas.
El gobernador inglés R oberto C liv e , considerado el fu n d a d o r del im pe­
rio b ritá n ic o en la India, v e n ció a los fra n ce se s y a sus aliados en la batalla
de P lassey (1757) y luego o b tu vo la ca p itu la c ió n de Pondichery.
D errotados los fra n ce se s, el g obierno in g lé s in te rv in o d ire c ta m e n te en
la a d m in istra ció n de la India y nom bró el p rim e r gobernador general.
INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS U N ID O S DE A M E R IC A
Las colonias inglesas en A m érica
A m ediados del s ig lo X VIII, las tre c e co lo n ia s b ritá n ic a s ocupaban la
costa a tlá n tica de A m é ric a del N o rte .1 Cada una organizó las in s titu c io n e s
de acuerdo con sus necesidades y ca ra c te rís tic a s , y si bien se consideraban
dependientes de la corona inglesa, el re sp e to de los hab ita n te s p o r la lib e r­
tad p o lític a te n d ió a fo rta le c e r los go b iern o s locales.
Cada una de las co lo n ia s a d q u irió gran in d ivid u a lid a d , pues los habi­
tantes votaban sus p ro p io s im p u e sto s y defendían con a rd o r las lib e rta d e s
que les hubieran c o rre sp o nd id o en la m e tró p o li. A s í fu e com o a m ediados
del s ig lo X VIII, dichas co lo n ia s eran, en cuanto a la m archa de sus asuntos
in te rn o s, prá ctica m e n te ind e pe n d ie n te s de In g la te rra .
La política im positiva
La G uerra de los S ie te A ños había re su lta d o m uy costosa para Ingla­
te rra y por esta causa, la C orona d ispuso reorganizar el s iste m a im p o s itiv o
co lo n ia l.
En el año 1764, el rey Jorge III sancionó la Ley d e l A zúcar, la cual
gravó con un im p u e sto las melazas que ingresaban en las colonias. A l año
s ig u ie n te e ntró en v ig o r la Ley d e l Tim bre, que disponía el uso del papel
sellado en tod os los docum entos legales. Nuevos im p u e sto s a fectaron al
plom o, al v id rio y al té .
E stas m edidas fu e ro n mal re cib id a s en las co lo n ia s y provocaron des­
órdenes, por cuanto sus h a b ita n te s sostenían que d ichos im p u e sto s habían
sido votados por un Parlam ento al cual no habían enviado re p re se nta n te s.
Los c o n flic to s cu lm in a ro n en la ciudad de Boston, a consecuencia del
gravam en sobre el té .
Un grupo de colonos disfrazados de pieles rojas arrojó al mar un cargamento
de té, mientras la m ultitud agredía a los cobradores de impuestos.
Las tropas inglesas, en acción de represalia, abrieron fuego sobre los revol­
tosos.
Este grave incidente, conocido como “ la matanza de Boston” , sirvió para
acentuar el hondo rencor hacia la m etrópoli.
1 Ordenadas de norte a sur, eran las siguientes: Massachusetts, Nueva Hampshire, Rhode
siand, Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina
del Norte, Carolina del Sur, Georgia.
296
Los Congresos de F iladelfia
En 1774» los re pre se ntante s de las C olonias — a excepción .de G eorgia—
se re unieron en F ila d e lfia para cam biar ideas sobre la grave situ a ció n.
Los patriotas se constituyeron en m ayoría sobre el pequeño grupo de “ leales”
y expidieron un manifiesto, en el que refirm aban la decisión de no aceptar leyes
provenientes de un Parlamento en el que no se hallaban representados.
En esta declaración, que hicieron llegar al rey y a la nación inglesa, analiza­
ban sus derechos de vida, propiedad y libertad.
Jorge III se negó a hacer concesiones y entonces las colo nias am erica­
nas d e cid ie ro n d e fe n d e r sus derechos m ediante las arm as.
En a b ril de 1775 se in ic ió la guerra con el com bate de Lexington, donde
los colonos c o n siguieron una buena v ic to ria .
En m ayo de ese año, se reunió en F ila d e lfia un segundo C ongreso, al
que a s is tie ro n re pre se ntante s de todas las colonias. Por unanim idad fue
proclam ado el ¡lu stre p a trio ta Jorge W ashington, general en je fe de los
e jé rc ito s am ericanos;
D eclaración de la Independencia
M ie n tra s proseguía la guerra co ntra la m e tró p o li, la re b e lió n de las co­
lonias había evolucionado hacia la fo rm a ció n de gobiernos to ta lm e n te inde­
p e ndientes, que desconocían la autoridad del rey. La opo rtu nida d era p ro picia
p a r^ le g a liza r esa situ a ció n.
El 7 de ju n io , R icardo Lee, delegado de V irg in ia , so m e tió al C ongreso
de F ila d e lfia , que seguía reunido, un p ro ye cto en fa v o r de la d e claración de
la independencia. Tomás J e ffe rs o n p re s id ió la co m isió n redactora, y el 4 de
ju lio de 1776 el C ongreso aprobó la D eclaración, verdadero alegato en
fa vo r de los derechos hum anos, fundado en el orden, el respeto m utuo y
la voluntad de Dios.
Guía de repaso
La lucha por la independencia
El go biern o in g lé s envió re fuerzos para sus tro p a s, las cuales ve n cie ro n
al e jé rc ito am ericano que se hallaba en Nueva Y ork. W ashington consiguió
reorganizar sus fuerzas y triu n fó en las batallas de Trenton y P rinceton.
Sin em bargo, al poco tie m p o , los in g le se s ocuparon F ila d e lfia y sus
avances to rn a ro n c rític a la s itu a ció n de Ips p a trio ta s . Estos no claudicaron
y en octu b re de 1777 co n sig uie ro n , sobre un e jé rc ito enem igo que había
salido de Canadá, la im p o rta n te v ic to ria de Saratoga.
A fines de 1776, el Congreso decidió so licita r la ayuda de algunas cortes
europeas. Benjamín Frankiin se trasladó a Francia y obtuvo de Luis XVI el envío de
armas y provisiones. Muchos franceses se incorporaron como voluntarios, entre
ellos el marqués de Latayette que se puso al frente de un numeroso contingente,
armado por su cuenta.
En 1779 España y Francia unieron sus flotas contra el poderío naval de In­
glaterra.
En 1780 los no rte a m e rica n o s re c ib ie ro n la ayuda de una considerable
fuerza francesa a las órdenes del general conde de Rochambeau. La acción
coordinada de W ashington y el je fe fra n cé s p e rm itió ce rca r al enem igo en
York Town. Los aliados s itia ro n esa phaza y en o ctu b re de 1781 los ingleses
se rin d ie ro n . A n te la d e rro ta de sus fuerzas, Jorge III in ic ió negociaciones
con los com isionados am ericanos y fra n ce se s. El 3 de s e tie m b re de 1783
se firm ó , en V e rsa lle s, el tra ta d o de paz; por él, In g la te rra reconocía la
independencia y soberanía de las co lo n ia s am ericanas.
La politica borbónica
en América.
Los princip io s del despotismo ilustrado. El regalismo. El
nuevo ordenam iento administrativo.
Expulsión de los jesuítas. Acusaciones contra estos re lig io ­
sos. Las Juntas de Temporalidades.
Fundación del
Virreinato del Río
de la Plata.
Causas externas e internas que m otivaron su creación. El
virreinato provisional: Pedro de Cevallos. Los virreyes. Obra
de Vértiz y Salcedo. Sucesores.
La Real Ordenanza de Intendentes: causas por las cuales
se im plantó el régimen de intendencias. Los gobernadores
intendentes: atribuciones de justicia, hacienda, guerra y
policía. Jurisdicciones territoriales en el Rio de la Plata: las
ocho intendencias y los cuatro gobiernos subordinados.
Perfil social,
económico y cultural
de América hispánica.
La sociedad. Los españoles y los crio llo s: sus caracteres.
El trabajo obligatorio de los indígenas. Los mestizos. La
trata de negros. Las tres clases sociales: características de
cada una de ellas.
La economía. Los repartim ientos de tierras: las Ordenanzas
de Población. La minería y los tres sistemas de explotación.
La agricultura: progresos que introdujeron los españoles.
La ganadería: la Mesta. La industria: las actividades ma­
nufactureras.
Reseña de la actividad cultural. La enseñanza. La primera
escuela para indígenas. Mención de algunos colegios se­
cundarios. La universidad de México. Las letras. Los cro­
nistas e historiadores. G arcilaso de la Vega. Alonso de
Erciiia. Juana Inés de la Cruz.
Las artes. Los edificios religiosos. La pintura y la escultura
colonial.
Perfil social,
económico y cultural
del Virreinato del Rio
de la Plata.
La población y las clases sociales. Habitantes de Buenos
Aires y su campaña. Las clases sociales. La aristocracia
española. Los crio llo s y sus aspiraciones a un gobierno
propio. Los gauchos. Los negros africanos.
La economía. Evolución del régimen com ercial. Los Borbones y la nueva política económica. Reemplazo del sis­
tema monopolista de flotas. El Reglamento del Comercio
Libre. Carlos IV y la Real Cédula de 1797. El Consulado de
Buenos Aires: Belgrano y la posición liberal. La Aduana:
atribuciones. La moneda: de oro y de plata; la ceca de
Potosí. La ganadería: su abundancia; la salazón de carnes.
La agricultura: factores que lim itaron su progreso. La m i­
nería: los yacim ientos de azogue; el cerro de Potosí. El
desarrollo in du strial: las actividades m anufactureras; zonas
donde se expandió la industria textil. La región cuyana,
C onstitución de los Estados Unidos
Rotas las re la cio n e s con la m e tró p o li, era necesario cre a r un vín cu lo
que uniera los in te re s e s com unes de los nuevos Estados. Fue así com o en
noviem bre de 1777, y a propuesta del C ongreso, se fo rm ó una C onfedera­
ción con el nom bre de Estados U nidos de A m érica.
En m ayo de 1787 se re u n ió una C onvención C o n s titu y e n te con pode­
res para organizar un g o bierno nacional. Luego de largos y apasionados
debates se aprobó la nueva C o n s titu c ió n destinada a re g ir en todo el te r r i­
to rio de los Estados U nidos.
C onvocado el p ueblo a ele ccio n e s, re s u ltó e le g id o p rim e r p re s id e n te el
gran ciudadano Jorge W ashington, quien fu e acompañado en la fó rm u la por
el destacado John Adam s.
298
299
Tucumán y Mendoza, Corrientes y Buenos Aires: sus res­
pectivas industrias.
La cultura. La enseñanza prim aria: las tres categorías de
escuelas. La enseñanza media:
el Colegio Máximo y el
Convictorio de San Javier en Córdoba. El Colegio de San
Ignacio y el de San Carlos en Buenos Aires. La enseñanza
superior: la universidad de Córdoba y el obispo Trejo y
Sanabria. Carácter de la universidad de Chuquisaca.
La enseñanza especializada: las escuelas de Náutica y de
Dibujo. Pedro Cerviño y Gaspar
Hernández.
El Protom edicato: M iguel O’Gorman. La Escuela de M edi­
cina: Cosme Argerich. La im prenta: los m isioneros Neuman
y Serrano. La Real Imprenta de Niños Expósitos. El perio­
dism o: prim eros impresos. Las letras: comienzos de la his­
toria lite ra ria : Luis de Miranda, Schm idl, Centenera, Díaz
de Guzmán, Tejeda y Lavardén.
Las artes. La arquitectura: la Plaza Mayor. La Catedral de
Córdoba: sus estilos. La pintura: Aucell, Salas y Camponesqui.
Inglaterra en el
siglo XVIII.
Los Hannover.
La reina Ana Estuardo. El Acta de Unión. El rey Jorge I y el
m inistro Walpole. Jorge II y Guillermo Pitt. La monarquía
parlamentaria en Inglaterra: el rey, los m inistros y el p a rla­
mento. Jorge III y G uillerm o Pitt (el ¡oven). La rivalidad
anglo-francesa: poderio francés en la India. Roberto Ciive
y la Batalla de Plassey.
Independencia de
los Estados Unidos
de Norteamérica.
Organización de las trece colonias británicas. La política
im positiva: leyes del azúcar y del timbre. La matanza de
Boston. Combate de Lexington. Congreso de Filadelfia. De­
claración de la Independencia. Batallas de Trenton, Prince­
ton y Saratoga. Derrota de los ingleses. Los Estados Unidos
de Am érica: Jorge Washington.
¿Cómo se desarrolló la agricultura y la ganadería? 13. Resuma
la actividad cultural en Hispanoamérica refiriéndose a la ense­
ñanza, a las letras y a las artes. 14. ¿Qué aspectos pueden con­
siderarse al estudiar la población del virreinato del Río de la
Plata? 15. ¿Qué sabe con respecto a las clases sociales? 16. ¿Cómo
evolucionó el régimen comercial? 17. ¿Qué estableció el Regla­
mento del Comercio Libre? 18. ¿Qué labor desarrolló Belgrano
como secretario del Consulado? 19. ¿Qué funciones cumplió la
Aduana de Buenos Aires? 20. ¿Qué sabe con respecto a la mo­
neda en el virreinato? 21. ¿Cuál fue la importancia de la gana­
dería? 22. ¿En qué regiones del virreinato se desarrolló la indus­
tria? 23. ¿De cuántas categorías eran las escuelas elementales?
24. ¿Cuáles fueron los establecimientos de enseñanza media?
25. ¿Cuántas universidades funcionaron en el Virreinato? 26. ¿Hu­
bo enseñanza especializada? 27. ¿Qué funciones cumplía el Pro­
tomedicato? 28. ¿Qué sabe con respecto a-la imprenta? 29. ¿Y al
periodismo? 30. ¿Qué conoce sobre la historia literaria del Río
de la Plata? 31. ¿Qué puede decir con respecto a la Catedral de
Córdoba? 32. ¿Recuerda los nombres de algunos pintores? 33. ¿Có­
mo llegó al trono de Inglaterra la reina Ana Estuardo? 34. ¿Y
los Hannover? 35. Explique la obra de gobierno de Roberto Wal­
pole. 36. ¿Qué sabe con respecto a Guillermo Pitt? 37. ¿Cuáles
fueron los caracteres de la monarquía parlamentaria en Inglate­
rra? 38. ¿Cómo gobernó Jorge III? 39. Explique la rivalidad co­
lonial anglo-francesa en la India. 40. ¿Cuál era la situación de
las colonias inglesas en América del Norte a mediados del siglo
XVIII? 41. ¿Qué consecuencias produjo la política impositiva?
42. ¿Qué ocurrió en los Congresos de Filadelfia? 43. ¿Cuáles fue­
ron las principales acciones bélicas en la lucha por la independen­
cia? 44. ¿Qué aprobó la Convención Constituyente de 1787?
r-Cuestionario
1. ¿Cuál fue el propósito fundamental de la política seguida por los
reyes Borbones? 2. ¿Por qué fueron expulsados los jesuitas? 3.
¿Qué causas externas e internas motivaron la creación del virrei­
nato del Río de la Plata? 4. ¿Cuándo fue creado el virreinato pro­
visional? 5. ¿Qué puede decir sobre la actuación de los virreyes
Cevallos y Vértiz? 6. ¿Qué causas influyeron para que se implan­
tara el régimen de Intendencias en el Rio de la Plata? 7. ¿Cuáles
fueron las atribuciones de los gobernadores intendentes? 8. ¿En
cuántas intendencias y gobiernos subordinados fue dividido el
vasto territorio del Río de la Plata? 9. ¿Cóm o estaba formada la
sociedad en el período hispánico desde el punto de vista étnico?
10. ¿En cuántas clases se agrupaba la población? 11. ¿Qué sabe
con respecto a los repartimientos de tierras y a la minería? 12.
300
Actividades Prácticas
• S in te tiz a r las re fo rm a s im p la n ta d a s p o r los B o rb o n ts en España.
• R e s u m ir las causas e x te rn a s e in te rn a s que m o tiv a ro n la creación
d e l v irr e in a to de l R ío de la P la ta.
• C o m p a ra r las a trib u c io n e s otorg adas a los gob ernadores in te n d e n ­
•
tes con las que c o rre sp o n d ía n a los v irre y e s .
E n cuadros sin ó p tico s re s u m ir las diversas m anife sta cio n e s c u ltu ­
ra le s en épocas d e l v irre in a to .
301
Lectura
Tau A nzoátegui, V ícto r,
y M a rtiré , E duardo.
El d esp otism o ilustrado
Tanto en Europa como en España,
en las postrimerías del siglo X VII y
comienzos del XVIII, existía el con­
vencimiento de una decadencia es­
pañola m u y pro fu n d a . De ahí que
los hombres del siglo XVIII em­
prendieran una denodada lucha por
re v ita liz a r a la nación p aralizada y
así un notable grupo de pensadores
intentó la adopción en la península
de principios ya aplicados y difun­
didos exitosamente en otros países
del co n tin e n te . Este c o n ju n to de
hombres innovadores, que rodeó a
los monarcas, constituyó la llamada
m in o ría ilu stra d a . Su pensamiento y
su obra se conocen como el despotis­
m o ilu stra d o , en razón de que para
ellos el poder real, “ nervio principa]
de la reforma” , debía ser robusteci­
do hasta el extremo de posibilitar la
aplicación de las sustanciales refor­
mas p ro y e c ta d a s. Según Sánchez
Agesta, la c o n s e cu e n c ia histórica
más duradera del despotismo ilus­
trado español fue la sustitución de
una perimida co n tin u id a d tra d ic io ­
n a l por una cuidadosa ordenación
raciona l, es decir, .por un orden ra­
cionalmente dispuesto por voluntad
del legislador.
L a e xa ltación del poder re a l fue
tem a corrie n te de toda la lite ra tu ra
p o lítica de este siglo. Contra una tra­
dición
límites
dieron
regias.
trañar
española que había fijado
a la autoridad real, se defen­
a ultranza las prerrogativas
De manera que no puede ex­
que haya sido aceptada la
concepción de una m onarquía de de­
recho d ivin o , que consideraba que
la autoridad de los reyes provenía
directamente de Dios, a quien sólo
debían dar cuenta de su cometido,
con independencia de la comunidad.
El obispo francés Jacobo Benigno
Bossuet desarrolló esta tesis en la
302
tra d a que rodeó a los reyes espa­
ñoles a comienzos del siglo X V III?
M a n u a l d e H i s t o r i a de l a s
I n s t it u c io n e s A r g e n t in a s .
• ¿Quién de sarrolló la tesis de la
Buenos Aires, 1967.
• ¿Qué se deduce de las respuestas
a las preguntas que fig u ra n en el
catecismo dél obispo San A lb e rto ?
• ¿Qué se propuso la m in o ría ilu s -
m onarquía por derecho d ivino ?
obra P o lític a deducida de las propias
palabras de la Sagrada E s c ritu ra
(1709), traducida al español en 1743.
Decía que la persona de los reyes
era sagrada, como representantes de
la Majestad Divina para la ejecu­
ción de sus designios y, por lo tanto,
debía servírseles “con buena volun­
tad, con temor, respeto y sinceridad
de corazón, como a Jesucristo” . Aun­
que la tesis no se expuso en España
con prolijidad doctrinal, fue domi­
nante en el concepto de las genera­
ciones ilustradas. P o r eso se conde­
naron las doctrinas de V ito ria , Suárez, M a ria n a y todos aquellos que
tra ta ro n de señalar lim ita cio n e s a la
a u to rid a d regia.
Como ejemplo de cuanto decimos,
véanse estas preguntas y respuestas
contenidas' en un catecismo de ca­
rácter político redactado por el obis­
po de Córdoba del Tucumán, fray
José Antonio de San Alberto, e im­
preso en 1783 para la enseñanza de
los niños:
— “ ¿Quién, pues, es el origen de
los Reyes?
— ’’Dios mismo, de quien se deri­
va toda potestad.
— ’’ ¿Por qué los Reyes se llama­
ron Dioses?
— ’’Porque en su Reino son unas
imágenes visibles de Dios.
— ’’ ¿Quién es superior al Rey?
— ’’Sólo Dios en lo civil y tempo­
ral de su Reino.
— ” E1 Rey ¿está sujeto al pueblo?
— ’No, que esto sería estar sujeta
la cabeza a los pies” .
E l cam bio postulado p o r el despo­
tism o ilu s tra d o se tra d u jo ta m b ié n
en u n acentuado centralism o. Los
organismos que representaban algu­
na autoridad al margen del monarca
fueron suprimidos o relegados de la
vida política del reino.
303
CRISIS DEL A N TIG U O REGIMEN
La situación en Francia
Recibe el nom bre de antig uo ré g im e n el co n ju nto de in s titu c io n e s de
c a iá c te r p o lític o , so cia l, re lig io s o y a d m in is tra tiv o que e xistían en Europa
y p a rtic u la rm e n te en Francia, hasta m ediados del sig lo X VIII.
La sociedad se caracterizaba por la acentuada desigualdad e n tre las
clases p riv ile g ia d a s , que detentaban el poder, y las clases populares, sobre
las que recaían las m ayores o bligaciones.
El rey se hallaba al fre n te de una sociedad a ris to c rá tic a , y su a utoridad,
que era a b soluta y despó tica, no reconocía lím ite s de ninguna especie. E jer­
cía el poder fundado en el concepto del derecho d ivin o , pues afirm aba que
su a u toridad provenía de D ios y que sólo a El debía re n d ir cuenta de sus
actos.
En Francia, donde las c a ra cte rística s de este siste m a alcanzaron m ayor
in tensidad, el m onarca y sus fa m ilia re s vivían en la opulencia y, aunque la
ca p ita l de la nación era París, p refe ría n re s id ir en V e rsa lles, donde el m arco
era p ro p ic io para las activid ades de una co rte frív o la y derrochadora.
Si bien el rey se preocupaba poco de los asuntos de gobierno, nada
podía hacerse sin su auto riza ción. Todas las órdenes emanaban de su per­
sona y, aun las d e cisio n e s más tra sce n d e n te s se tom aban sin la fis c a liz a ­
ción de ningún cuerpo le g is la tiv o .
305
Los Estados G e n e r a le s especie de parlamento constituido por representantes
del clero, nobleza y burguesía, no se reunían desde 1614 y, a p a rtir de esa fecha,
los monarcas gobernaron sin consultar en lo más mínimo la opinión de sus súbditos.
Dueño de om ním odos poderes, el rey disponía a su volu n ta d de todos
los re so rte s del Estado.
No había lib e rta d in d ivid u a l y cualquiera podía ser encarcelado, sin
ju ic io previo , con una orden del rey, llam ada carta sellada.
El monarca d irig ía tam bién los asuntos económ icos y no sólo disponía
para su uso personal de las rentas o fic ia le s , sino que fija b a im puestos y
cargas, los que recaían despiadadam ente sobre las clases no p rivile g ia d a s.
No obstante este c e n tra lis m o , la e s tru c tu ra p o lític a y a d m in is tra tiv a
de Francia carecía de unidad.
El país se hallaba d iv id id o en p ro vin cia s a cargo de d ó cile s in te n d e n ­
tes, que sólo procuraban no c o n tra d e c ir al rey. Sin em bargo, esos te r r ito ­
rio s conservaban sus co stu m b re s, in s titu c io n e s y le g isla cio n e s locales, todo
lo cual c o n trib u y ó a e m peorar la s itu a c ió n , pues, a las a rb itra rie d a d e s d e ri­
vadas del régim en a b s o lu tis ta , se sum aron los c o n flic to s de ju ris d ic c ió n en
m ateria económ ica y de ju s tic ia .
Los comerciantes hallaban dificultades para efectuar sus transacciones en las
distintas comarcas, por la diversidad de criterios en la aplicación de impuestos
y por los variados sistemas aduaneros.
Cada provincia poseía códigos propios, tan distintos unos de otros que, a
menudo, un hecho que se consideraba delito en una provincia del sur, era lícito
en un territorio del centro o del norte.
La sociedad
La sociedad francesa del s ig lo X VIII, regida por el p rin c ip io de la des­
igualdad, com prendía tre s clases o estados: c le ro , nobleza y pueblo. Se
distin g uía n cla ra m e n te dos órdenes o categorías: a) los p riv ile g ia d o s , exen­
to s de im p uesto s y colm ados de rentas y de b e n e ficio s. A esta categoría
pertenecían: el c le ro (p rim e r estado) y la nobleza (segundo estado), b) Los
no p riv ile g ia d o s carecían de derechos y estaban cargados de im p u e sto s y
deberes. C on stitu ía n el estado lla n o (te rc e r estado).
a) Los p rivile g ia d o s .
El clero. Poseía el 1 0 % de las tie rra s de la nación, lo que s ig n ific a b a
una gran riqueza. A dem ás de los dere ch o s fe udales que abonaban los ocu­
pantes de esas tie rra s , p ercibía el diezm o, im p u e sto qüe debían pagar los
a g ric u lto re s . Estas rentas eran destinadas al s o s te n im ie n to de parroquias,
escuelas, in s titu c io n e s de b e n e fice n cia , e tcé te ra .
La nobleza. Se hallaba representada en unas 30.000 fa m ilia s que po­
seían el 30 % de las tie rra s .
' El rey Felipe IV, el Hermoso, convocó por primera vez los Estados Generales en el
año 1302, a fin de pulsar la opinión del pueblo a raíz del conflicto con el Papa Bonifacio V III.
Con esto, el astuto monarca pretendía envolver a todas las clases sociales en un mismo problema.
Reunió cuatro de estas Asambleas cuyos representantes concurrían, en realidad, no a dar su opinión,
sino a oír la del rey. Los sucesores de Felipe IV prosiguieron con esta modalidad y convocaron
periódicamente los Estados Generales hasta el año 1614.
306
A sus p riv ile g io s ho n o rífico s se sumaban num erosos b e n e ficio s, tales
com o la exención de im puestos, cobro de derechos feudales sobre los cam ­
pesinos, p re rro g a tiva s ju d ic ia le s (trib u n a le s pro p io s), etcétera.
b) Los no p riv ile g ia d o s.
El estado llano. A él pertenecía la m ayor parte de la población (24 m i­
llo n e s) y podían d is tin g u irs e tre s clases: la burguesía, los obreros y los
cam pesinos.
La b urguesía estaba co n s titu id a por p ro fesion ales y co m e rcia ntes en­
riq u e cid o s.
De esta clase, en la que m ilita b a n filó s o fo s y econ om istas re presen­
ta n te s de las nuevas ideas, surg ie ro n los p rin cip a le s e le m en tos de la Re­
vo lu ció n .
Los o b re ro s vivía n m iserab le m en te, pues sus sa la rios eran m uy bajos
y sus a ctivid a d e s estaban ento rpecida s po r las antiguas reglam entaciones
sobre trabajo.
Los cam pesinos soportaban las m ayores cargas, y, aunque m uchos eran
p ro p ie ta rio s de sus tie rra s , se hallaban agobiados por los im puestos que
les absorbían la casi to ta lid a d de sus ingresos.
El in ju s to siste m a im p o s itiv o del a ntiguo régim en fra n cé s era más
op re sivo a m edida que eran m ayores los gastos que demandaba el lujo
desm edido de la co rte . Com o las clases p rivile g ia d a s se hallaban exim idas
de las grandes c o n trib u cio n e s, éstas recaían en el estado llano, p rin c ip a l­
m ente e n tre la burguesía y los cam pesinos, ya que los obreros y artesanos,
que nada poseían, poco podían aportar.
307
Luis XVI
A Luis XV le sucede en el tro n o de Francia Luis XVI, joven de ve in te
años de edad, n ie to del a n te rio r.
Cuando tenía d ie c is é is años lo casaron con la archiduquesa M aría Anto n ie ta , h ija de la em p e ra triz de A u s tria . M u je r frív o la y caprichosa, procuró
in te rv e n ir en los asuntos de gobierno y se opuso a todo in te n to de reform as.
Entre to d o s los problem as que Luis XVI heredó de sus antecesores, el
más grave fu e el económ ico. A n sio so por rem e dia r la situ a ció n , el m onarca
c o n fió la Inspección General de H acienda al célebre econom ista R oberto
Turgot, quien propugnaba un cam bio to ta l en la p o lítica económ ica.
Este s o lic itó al rey la reducción de los gastos, para sanear la econom ía
sin necesidad de re c u rrir a im puestos ni e m p ré s tito s . D ejó sin e fe cto
trabas aduaneras que impedían la com ercialización de los cereales, d iso lvió
las co rp o ra cio n e s o g rem ios que lim itaba n la lib e rta d de tra b a jo . Adem ás
abolió la corvea real, d isp o sició n que obligaba a los cam pesinos a p restar
s e rv ic io s en obras del gobierno durante c ie rto s días del año sin rem une­
ración.
En su lu g a r creó un im pu esto llam ado de subvención te rrito ria l, que
debía se r abonado por todos los habitantes.
Las re fo rm a s de Turgot provocaron la indignación de los p rivile g ia d o s,
te m e ro so s de se r h eridos en sus in tereses.
El monarca Luis X V I con su traje
de gala. Hombre bien intencionado,
pero débil de carácter, se dejó llevar
por todos los consejos.
Luis XV
Luis XIV, que fa lle c ió en 1715, d ejó com o sucesor a su b is n ie to Luis XV,
que a la sazón contaba cinco años de edad.
D urante la niñez del nuevo monarca, e je rc ió la regencia un so b rin o del
d ifu n to rey, el duque F elipe de O rleáns, hom bre hábil e in te lig e n te pero de
costu m b res lice n cio sa s.
A partir de ese momento, la frivolidad fue el aspecto más destacado de la
vida social de las altas esferas. El regente habitaba el “ Palacio Royal” rodeado
de aristócratas, mientras el niño rey crecía educado por las damas en las Tullerías.
En 1722 Luis XV fu e declarado m ayor de edad, cuando sólo contaba
tre c e años. En ese m om ento se in ic ia el período de su gobierno personal,
si bien
es c ie rto que, durante el largo reinado de este monarca, Francia
estuvo
en manos de sus p ro te g id o s y fa v o rita s .1
En los ú ltim o s años de su g o b ierno, Luis XV era tan repudiado que no
se atrevía a e n tra r en París; el pueblo hablaba de in ce n dia r V e rsa lle s, donde
residía el monarca.
Luis XV fa lle c ió en 1774, a los 64 años edad, v íc tim a de la v iru e la .
A l té rm in o de su largo y n e fa sto reinado, Francia era campo p ro p icio para
que fru c tific a ra n las s e m illa s .d e la R evolución.
1
Luis XV abandonó el gobierno en favoritas, como Juana Poisson — surgida de la burguesía—
y que recibió el título de marquesa de Pompadour. Otra mujer que adquirió poder fue Juana Becú,
nombrada condesa de Du Barry.
30P
María Antonieta — la hija de la emperatriz María Teresa— ^ esposa de Luis XVI. El cuadro la representa
acompañada por, sus hijos. Esta bella mujer, capri­
chosa y gustadora, contribuyó a precipitar su propia
caída.
El rey debió ceder ante la presión de los o p o sito re s, a cuyo fre n te se
hallaba M aría A n to n ie ta . T urgot fu e d e s titu id o (1776) y sus re fo rm a s queda­
ron sin efe cto .
Luis XVI co n fió la d ire c c ió n de las finanzas al banquero g in e brin o
Jacobo N ecker, quien, com o su a ntecesor, era p a rtid a rio de las reform as
económ icas.
Sin em bargo, N ecker debió v o lv e r al ya u tiliz a d o siste m a de los em ­
p ré s tito s y, aunque tra tó de le g a liza r el uso de las finanzas con una espe­
cie de presupuesto, só lo s irv ió para irrita r a la reina y debió re tira rs e (1785).
Sus sucesores continuaron e m p le a n d o .s in m ayores v a ria n te s el m ism o
siste m a.
LA REVOLUCION FRANCESA
Los propósitos de la Revolución
El gran m o v im ie n to de la R evolución Francesa respondió a una trip le
aspiración:
a) En el aspecto p o lític o s ig n ific ó el odio al a ntiguo régim en y a la m onar­
quía absoluta. En su reem plazo propugnó una a d m in is tra c ió n basada en
una monarquía c o n s titu c io n a l, con un parlam ento, a tra vé s del cual el
pueblo pudiera expresar su o p inión e in te rv e n ir en el gobierno del país.
b) En el aspecto so cia l, el m o v im ie n to bregó por la lib e rta d in d ivid u a l, la
igualdad de to d o s los ha b ita n te s ante la ley y la
supresión de los
p riv ile g io s .
c) En el orden económ ico se opuso a la in ju sta re p a rtic ió n de los im pues­
to s y sostu vo una más e q u ita tiv a d is trib u c ió n de la riqueza.
Reunión de los Estados G enerales
Com o el problem a económ ico se agudizaba con el tie m p o y ante los
su cesivos fra ca so s, Luis XVI o ptó por lla m a r nuevam ente a N ecker; éste
com prendió lo c rític o de la s itu a ció n y aconsejó al rey la C onvocación de
lo s Estados G enerales, única fo rm a legal de o b te n e r nuevos recursos f i ­
nancieros.
Entre ta n to , la a g ita ción p o p u la r iba en aum ento;
menudeaban los
m otin es y nadie se privaba de re fe rirs e al re y con desprecio, ni de in s u lta r
a la reina y a sus pro te g id o s.
En los p rim e ro s días del año 1789, Luis XVI anunció o fic ia lm e n te su
decisión de convocar los Estados G enerales en el mes de mayo; además
otorgaba do ble re p re se n ta ció n al te rc e r estado, es d e cir, que la burguesía
contaría con 600 diputados, m ie n tra s que el cle ro y la nobleza tendrían 300
delegados cada uno.
Los Estados Generales no se reunían desde 1614. Conocida la intención de
convocarlos, surgió el problem a acerca de la forma como debían votar. El Parla­
mento de París y una Junta de Notables, reunida ex profeso, sugirieron el voto por
órdenes, o sea un voto por cada uno de los tres estados (clero, nobleza y burgue­
sía), lo que aseguraba el triu n fo de los privilegiados.
En cambio, el pueblo y las distintas Asambleas provinciales exigían el vofo
por cabeza, y no por orden, lo que les permitía ser mayoría al contar con la adhe­
sión de algunos diputados del clero y la nobleza, partidarios de las reformas.
310
Según era co stu m b re , los e le cto re s com enzaron a confe ccio n a r los
cuadernos de p e tic ió n ; a llí exponían sus quejas y deseos para que luego
fueran llevados por sus diputados al seno de la A sam blea.
Los re p re se n ta n te s del te rc e r estado (burguesía) y no pocos del cle ro
y la nobleza que se hallaban in flu id o s por las d o ctrin a s de los e n ciclo p e ­
d ista s, propugnaban la a b olición de los p riv ile g io s, la redacción de una
Constitución que asegurara la MbertacTcivIT y otras reform as lib e ra le s. Si
bien estas asp ira ciones ponían lím ite s al poder real, se hallaban redactadas
en tono m oderado y con gran respeto hacia la persona del rey.
La Asam blea Nacional
El 5 de mayo de 1789 los Estados G enerales cele bra ro n en V e rsa lle s
su p rim e ra sesión. El entusiasm o general se tra n sfo rm ó en e stu p o r cuando
el m onarca, en s u d iscurso inaugural, m a n ife stó que los diputados debían
lim ita rs e a re s o lve r los problem as fin a n cie ro s y que no p e rm itiría innova­
ciones que afectaran la autoridad real ni los p rin c ip io s de la m onarquía. El
d iscu rso te rm in ó sin re fe rirs e a los proyectos de re fo rm a s; tam poco aclaró
si el v o to sería por orden o por cabeza.
Era evidente que, a causa de la presión ejercida por la reina y sus cortesanos,
el rey había cam biado bruscamente de actitud. Los buenos propósitos del monarca
y de su m inistro Necker sucumbían ante la influencia de los privilegiados.
A n te esa s itu a ció n , los m iem b ros del te rc e r estado re so lvie ro n in v ita r
a los d iputados del c le ro y la nobleza para que integraran con e llos una
asam blea com ún, con lo que quedaba p ráctica m e nte adoptado el sistem a del
v o to in d ivid u a l.
El 17 de ju n io , por consejo del abate Siéyes, los diputados del te rc e r
estado, reforzados por m uchos sacerdotes, se c o n stitu ye ro n en A sam blea
N acional, por e n tende r que representaban a más del noventa por c ie n to de
la nación.
311
El ju r a m e n to d e la c a n c h a d e p e lo ta . A consejado por los nobles y
los m ie m bro s del a lto cle ro , el rey se dispuso a re s is tir y, con un p re te xto ,
mandó c e rra r la sala de sesiones. A l día s ig u ie n te (20 de ju n io ), los d ip u ­
tados rebeldes se tra sla d a ron a un pabellón d estinado al ju e g o de pelota.
Presidida por el astró n o m o Juan B a illy, la A sam blea ju ró “ no separarse ja ­
más y re u n irse en cu a lq u ie r p a rte donde las circ u n s ta n c ia s lo exigieran,
hasta que la C o n s titu c ió n e s tu vie se a firm ada sobre c im ie n to s s ó lid o s ” . De
hecho quedaba proclam ada la soberanía p opular, puesto que no se recono­
cía la autoridad del rey para d is o lv e r una asam blea elegida por la nación.
La A sam blea C onstituyente
Tres días después, el rey reunió a los d iputados de los tre s estados y
declaró nulos los a ctos de la Asam blea N acional. A c to seguido levantó la
sesión y ordenó a to d o s que se re tira ra n , a e fe c to s de que cada estado
de lib e ra ra por separado.
El estado llano y sus sim p a tiza n te s no se m ovieron de la sala, y e n to n ­
ces uno de los diputados, el conde de M irabeau, expresó la cé le b re fra se :
“ Señor, id a d e c ir a vu e s tro amo que estam os aquí re u n id o s p o r la vo luntad
d e l pueblo y que no saldrem os sin o p o r la fuerza de las b a yo n e ta s".
Cuando el rey se e n te ró de la a c titu d asum ida por los d iputados re b e l­
des, d ijo con in d ife re n c ia : “ ¿Q uieren quedarse? P u e s ... que se queden".
Pocos días después, viendo que la desobediencia cundía, oyó el consejo
de N ecker y ordenó a los d iputados de la nobleza y del a lto c le ro que se
incorporasen a la A sam blea.
El 9 de ju lio la A sam blea adoptó el
nom bre de C o n s titu y e n te y nom bró
una com isión para que se encargara de
re d a cta r la C o n s titu c ió n .
P rácticam ente, la R evolución había comenzado. A p a rtir de ese m o­
m ento la Asam blea se hallaba co m p le ta m en te integrada; los Estados Gene­
rales habían desaparecido y, en adelante, se votaría in d ivid u a lm e n te . Que­
daba a b ie rto el cam ino de las re fo rm a s p o lític a s y sociales.
312
La tom a de la Bastilla
A p a re n te m en te Luis XVI había cedido, pero no por m ucho tiem po , pues
la reina y sus p a rtid a rio s lo ayudaron a tra m a r un golpe de Estado.
El día 11 a lg u n o s-re g im ie n to s de m ercenarios extra n je ros ocuparon es­
tra té g ic a s p o sicio nes en V ersalles. En París cundió la alarm a; la Asam blea
p id ió al rey el re tiro de las tropa s y éste, por toda respuesta, despidió a
N ecker por c o n sid era rlo cóm p lice de los rebeldes.
La e xcita ció n subió al punto; el pueblo se declaró a fa v o r de N ecker y
p id ió , e nérgicam ente, su re s titu c ió n . Los ja rd in e s del “ Palais R oyal” se v ie ­
ron colm ados de agitadores, e n tre los que se destacó el joven abogado
C am ilo D e sm o u lins, quien exhortaba al pueblo a to m a r las arm as.
La sublevación no tardó en p ro d u cirse , y el 14 de ju lio la m u ltitu d
saqueó las arm erías y el C uartel de los Inválidos, donde se proveyó de
gran cantidad de fu s ile s y cañones; luego de sangrie nta lucha ocupó la
B a s tilla , vie ja fo rta le za que, desde la época de Luis XIV, había sido con­
v e rtid a en p ris ió n de Estado.
Los que creían e n co n tra r los calabozos re p le to s de presos p o lítico s,
com probaron que sólo había s ie te detenidos, cuatro de e llo s fa ls ific a d o re s
y uno id io ta .
La caída de la Bastilla constituye la prim era gran jornada de la Revolución.
Desarrollada con rapidez, sus efectos fueron prodigiosos, pues al conocer su ver­
dadera fuerza el pueblo se halló dispuesto a sostener con firm eza sus ideales de
libertad.
El hecho en sí careció de significación, pero desbordó en sim bolism o al ases­
tar un golpe decisivo a las arbitrariedades del antiguo régimen.
La comuna y la guardia nacional
Para e sta b le c e r el orden, los re vo lu cio n a rio s organizaron en París un
m u n icip io c o le c tiv o que se llam ó comuna.
A su vez la com una re c lu tó a los ciudadanos arm ados y organizó la
guardia nacional, designando para encabezarla al m arqués de L a f a y e t t e Los
re vo lu cio n a rio s adoptaron com o sím b o lo la bandera tric o lo r.
La fa lta de orden y garantías engendró un te m o r c o le c tiv o que se de­
nom inó el gran m iedo (la grande peur). En to d o e l país se organizaron m ili­
cias y com unas s im ila re s a las de París. M uchos nobles com enzaron a
abandonar el te r rito rio de Francia; fu e ro n los p rim e ro s e m igrados.2
Abolición de los privilegios
Los m iem b ro s de la A sam blea com p re n die ro n la gravedad de la s itu a ­
ción. En la noche del 4 de agosto, el vizconde de N o a iile s , d iputado de la
nobleza, propuso la a b o lició n de lo s p riv ile g io s s e ñ o ria le s.3 Su a c titu d contó
con el vo to a firm a tiv o de to d o s los se cto re s, in clu so del c le ro y la nobleza,
que renunciaron espontáneam ente a sus inm unidades.
El entusiasm o fu e g eneral; en adelante to d o s serían ¡guales ante
la
ley. El antiguo régim en había desaparecido.
D eclaración de los deréchos del hombre
La A sam blea se dio por e n te ro a la tarea de re d a cta r una C o n s titu c ió n .
El día 26 d e fin ió los derechos in a lie n a b le s del pueblo en un docum ento que
se denom inó: D e cla ra ció n de lo s D erechos d e l H o m bre y d e l C iudadano,
con la inte nción de que fu e ra a p lica b le a “ todos los hom bres, a todos los
tie m p o s y a tod o s los países del m u n d o ” . Constaba de un preám bulo y
d ie c is ie te a rtícu lo s .
Según constaba en la Declaración, los hombres nacen y permanecen libres y
son iguales en derechos. Estos derechos naturales, es decir, propios de su condi­
ción humana, son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
La soberanía reside en la Nación y, en consecuencia, el rey es un mandatario
dei pueblo. La ley es la expresión de la voluntad general y todos los hombres son
iguales ante ella.
La Declaración consagraba, además, la libertad religiosa, de opinión y de
expresión escrita. Sostenía tam bién una distribución más equitativa de los impues­
tos (proporcional a la fortuna), y la inviolabilidad de la propiedad privada.
La Declaración garantizaba: la igualdad ante la ley, la libertad, la propiedad,
la seguridad y la resistencia a la opresión. Aunque el espíritu de la Declaración era
de corte republicano, nadie hablaba de república, el gobierno continuaba siendo
m onárquico y en los documentos oficiales se leía: “ Luis, rey de los franceses por
la gracia de Dios y por la Ley constitucional del E s ta d o ..
' El marqués de Lafayette había encabezado las fuerzas francesas en la revolución norte
americana. Aunque de origen noble, era partidario de las reformas y abrazó la causa del estado
llano. El 14 de julio fue designado jefe de la Guardia Nacional. Abandonó la Revolución cuando
ésta cayó en manos de los extremistas jacobinos.
2 El primer emigrado fue el conde A rtois, hermano menor de Luis XVI. Abandonó Francia
luego del asalto a la Bastilla.
3 La abolición no fue inmediata. Un comité se encargó de estudiarlo y entregó su informe
ocho meses más tarde a la Asamblea que suprimió sólo una parte de los derechos feudales.
314
El rey y la Asam blea se trasladan a París
Comenzaba el m es de octu b re y Luis XVI no había aprobado la D ecla­
ración. A esta a c titu d se unió el rum or de que, en el palacio de V ersalles,
los nobles que integraban la guardia real habían pisoteado la escarapela
tric o lo r. La escasez de víve re s y la acción de los agitadores enardecieron
los ánim os y el 5 de octu b re va rio s m illa re s de m ujeres e in su rre cto s ar­
mados se d irig ie ro n tu m u ltu o sa m e n te a V e rsa lle s, forzaron las rejas del
palgcio, die ro n m uerte a los guardias y llegaron hasta las habitaciones de
la reina.
A l día s ig u ie n te , el rey se v io obligado a re gresar a París con su fa m i­
lia, esco lta d o por una m uchedum bre que llevaba en el e xtre m o de las picas
las cabezas de los guardias asesinados. Pocos días después, la Asam blea
tam bién se trasladaba a París.
Los partidos y los clubes
En la c a p ita l, el re y y la A sam blea se e ncontraron bajo la vig ila n c ia
d ire c ta de los re vo lu cio n a rio s.
En el seno de la A sam blea C o n stitu ye n te no había p a rtid o s p o lític o s
organizados, pero las d is tin ta s tende ncias eran fá c ilm e n te id e n tific a b le s
m erced a su ubicación en el re cin to .
Los p a rtid a rio s de las re form as profundas se sentaban en las bancas
de la iz q u ie rd a ; los conservadores en las de la derecha, y, por su parte, los
m oderados se ubicaban en el centro.
Fuera de la A sam blea, las d is tin ta s tendencias se agrupaban en clubes
o sociedades, donde se pronunciaban discu rso s y se efectuaban anim ados
debates.
La más im p o rta n te fue la “ Sociedad de lo s am igos de la C o n s titu c ió n ",
que se organizó en V e rsa lle s y luego se tra sla d ó a París.
A llí se in sta ló en un convento abandonado de los m onjes d o m inicos,
vulgarm e nte llam ados ja cobinos, por lo cual la sociedad com enzó a llam arse
C lub de lo s Jacobinos.
O tro club im p o rta n te fu e el de los C o rd e le ro s o Franciscanos, así lla ­
mado porque se reunía en un convento de esa orden re lig io sa .
La Fiesta de la Federación
A l cu m p lirs e , el 14 de ju lio de 1790, el p rim e r an ive rsa rio de la tom a
de la B astilla, las com unas p ro vin cia le s organizaron una gigantesca con­
ce ntración en París que, por su ca rá cte r, se llam ó Fiesta de la Federación.
La m uchedum bre se re u n ió en el "C am po de M a rte ” , donde fra te rn iz a ­
ron las delegaciones de las guardias nacionales de p rovincia.
El m arqués de Lafayette ju ró , en nom bre de los federados, so ste n e r la
C o n stitu ció n recién elaborada.
Luis XVI tam bién p re stó ju ra m e n to de fid e lid a d y p ro m e tió e m plear su
poder en defensa de la C o n s titu c ió n . La m u ltitu d ovacionó al monarca; todo
parecía solucionado.
Sin em bargo la Asam blea había reorganizado la Iglesia francesa para
colo carla bajo la to ta l dependencia del Estado. Esta C o n s titu c ió n C iv il del
C le ro fue condenada por el P ontífice y, si bien Luis XVI se v io obligado a
ra tific a rla , no d is im u ló su d isg u sto por la medida, que hería sus s e n tim ie n ­
to s re lig io so s.
Fracasa la huida del rey
A p a rtir de ese m om ento, el m onarca só lo pensó en a p lastar la Revo­
lución y la noche del 20 de ju n io de 1791, Luis XVI y su fa m ilia abandona­
ron sig ilo sa m e n te el palacio de las T ullerías y se d irig ie ro n hacia la fro n te ra
alemana. Cuando el plan parecía consum ado, los fu g itiv o s fu eron recono­
cidos y luego dete n id o s por las a utoridades en la localidad de Varennes.
C inco días después regresaban a París bajo cu sto d ia y, en m edio de los
insultos y amenazas del pueblo, Luis XVI fu e suspendido en su cargo.
La fuga del rey fa vo re c ió los planes de los republicanos.
El 17 de ju lio re unieron al pueblo en el Campo de M a rte y e xig ie ro n la
ab olición de la monarquía y el e n ju ic ia m ie n to del soberano.
La A sam blea rechazó la in tim a ció n y envió a la Guardia Nacional para
d is o lv e r a los m a n ife sta n te s. Com o é sto s se negaron, IS tropa hizo fu e g o y
hubo m uchos m uertos y heridos.
Este episo dio se denom inó fu s ile ría d e l Campo de M arte.
A fin de d e vo lve r el poder al monarca, la A sam blea m a n ife stó que Luis
XVI no había huido, sino que había sid o raptado.
Las reform as de la A sam blea C onstituyente
Como hem os v is to , el 9 de ju lio de 1789 la Asam blea Nacional se
tra n sfo rm ó en C o n s titu y e n te y se dio de lleno a la tarea de lle va r a la
práctica los p rin c ip io s sustentados por los filó s o fo s y e n ciclo p e d ista s.
316
A ta l e fe cto , d ic tó n um erosísim as disp o sicio n e s y de cre to s (3.250)
destinados a d e s tru ir el antiguo régim en, el poder personal del rey y el
c e n tra lis m o a d m in is tra tiv o .
En lo económico, abolió la desigualdad en los impuestos y adoptó las con tri­
buciones directas. Además, elim inó las aduanas interiores y numerosas trabas al
comercio.
Para solucionar la crisis financiera, nacionalizó, sin indemnización, los bienes
dél clero y los puso a la venta. Al mismo tiempo, em itió papeles moneda que se
llam aron asignados. Estos eran obligaciones hipotecarias que circulaban con el
respaldo de aquellos bienes. La m edida no dio los frutos esperados y el valor de
los billetes dism inuyó péligrosamente.
Las reformas religiosas provocaron los más graves inconvenientes. La Asam­
blea aprobó la Constitución C ivil del Clero (12 de ju lio de 1790), lo que significó
colocar a la Iglesia bajo la autoridad del Estado.
De acuerdo con ello, el Papa no intervenía en la designación de los sacer­
dotes y obispos, sino que éstos eran elegjdos por los ciudadanos en com icios co­
munes. Al mismo tiempo, se separó a los eclesiásticos de los cargos públicos y
los párrocos fueron obligados a leer desde el pulpito los decretos del gobierno.
Todo estaba destinado a crear una iglesia nacional, Independiente del pontífice
romano.
Como se ha relatado, el Papa condenó la medida, lo que provocó la fuga del
rey y, al mismo tiempo, una fuerte oposición de la mayoría del pueblo, que era
católico.
Entonces, la Asamblea exiigió al clero el juram ento de obediencia, pero sólo
un reducido número lo hizo y se llam ó clero juram entado. La gran mayoría se
negó y se situó en la oposición; éste se llam ó clero refractario.
Esta actitud desató una ola de persecuciones contra los sacerdotes, a los que
se llam ó enemigos de la revolución. Muchos fueron encarcelados y no pocos
asesinados.
Para com pletar las reformas religiosas, la Asamblea decreto la libertad de
cultos, fijó sueldos a los sacerdotes, abolió los votos monásticos y las órdenes
religiosas.
Las reformas adm inistrativas tendieron a la descentralización. Francia quedó
dividida en ochenta y tres departam entos; éstos, a su vez, fueron subdivididos en
numerosísimos distritos, cantones y comunas a cargo de funcionarios eleqidos d i­
rectamente por el pueblo.
La Constitución
La C o n s titu c ió n quedó d e fin itiv a m e n te term inada en el mes de s e tie m ­
bre de 1791. El día 14, el rey — ya repuesto en su cargo— ju ró respetarla
y c u m p lirla en todas sus partes.
El te x to del docum ento, que estaba precedido por la “ D eclaración de
los D erechos del H om bre” , m antenía la fo rm a m onárquica de gobierno, pero
el rey perdía su ca rá cte r de absoluto, puesto que se adoptaba el sistem a
de la d iv is ió n de poderes.
El Poder Ejecutivo estaba representado por el rey, que era inviolable e irres­
ponsable. Podía elegir a sus ministros y demás funcionarios; además sancionaba
las leyes y tenía derecho a vetarlas por dos períodos legislativos (veto suspensivo).
El Poder Legislativo era ejercido por una Asamblea (la Asamblea Legislativa)
compuesta por setecientos cuarenta y cinco diputados, los que eran in vio la b le s, y
elegidos cada dos años por aquellos ciudadanos que abonaran impuestos directos.
Como puede apreciarse, no se concedió el sufragio universal y se adoptó el siste­
ma de voto restringido que beneficiaba a la burguesía.
El Poder Jud icia l estaba integrado por los jueces y jurados elegidos por el
pueblo.
G u e r r a co n A u s t r ia
La A sam blea dispuso que los sacerdotes re fra c ta rio s debían p resta r
ju ra m e n to a la C o n stitu ció n . A dem ás, in tim ó a los em igrados, e ntre los que
se encontraban los herm anos del m onarca, para que regresaran al país antes
del 1? de enero.
El rey v e tó los d e creto s, lo que hizo ro b u ste ce r la sospecha de su
co m p licid a d con los m anejos de los re a lista s en el e x te rio r.
En efecto, los em igrados franceses se habían establecido en diversos pueblos
de la frontera, especialm ente en Coblenza (ciudad de Prusia), y desde allí efectua­
ban activas gestiones para lograr la ayuda de los nobles extranjeros. En agosto de
1791, Austria.y Prusia prom etieron apoyo a Luis XVI.
S atisfechos los m o tiv o s de su creación, la A sam blea C o n s titu y e n te dio
por term inad as sus sesiones el 30 de s e tie m b re de 1791.
LA C A ID A DE LA M O N A R Q U IA
La A sam blea e xig ió a los austríacos la in te rn a ció n de los em igrados
fra n ce se s e sta b le cid o s en Coblenza.
El em perador rechazó el u ltim á tu m ; entonces el nuevo g abinete de Luis
XVI fo rzó al m onarca a d eclarar la guerra a A u s tria , m edida que la A sam ­
blea L e g isla tiva ra tific ó por unanim idad (20 de ab ril de 1792).
Las p rim e ra s acciones m ilita re s fu ero n desfavorables para los fra n ce ­
ses, que carecían de o fic ia le s capacitados. A n te esos fracasos, que se a tri­
buyeron a la acción de los re a lista s, la A sam blea adoptó enérgicas m e di­
das: dep o rtó a todos los sa cerdotes re fra c ta rio s , creó un cam pam ento de
v o lu n ta rio s federados en las cercanías de París y d is o lv ió la guardia del rey.
Luis XVI v e tó las dos p rim e ra s m edidas y expulsó a los g iro n d in o s de
su gabinete.
Suspensión y arresto del rey
La A sam blea Legislativa
El 1? de octu b re de 1791, la nueva A sam blea creada por la C o n s titu ­
ción se reun ió p o r vez prim era.
En la Legislatura era m ayoría el ele m e n to m onárquico, que deseaba un
p a cífico e n te n d im ie n to con el rey. Sus m ie m b ro s ocupaban los asie n to s de
la derecha y el centro. A esta ten d e n cia pertenecían, re sp e ctiva m en te , los
fu ldenses 1 y los g iro n d in o s.2
Los girondinos eran más oradores que hombres de acción. Esa fue la razón
por la cual no lograron el apoyo de los elementos populares. Con todo, poseían una
clara visión de los problemas políticos y económ icos y no tardaron en im poner sus
principios en el seno de la Asamblea. Entre sus miembros sobresalió Condorcet.
A la izquie rd a se situaban los m ontañeses, así llam ados por ocupar los
lugares más elevados del a n fite a tro . C o n stitu ía n una cuarta parte de la
A sam blea y, com o se hallaban bajo la in flu e n c ia de los ja co b in o s y co rd e le ­
ros, se colocaron en la o p o sició n y tra ta ro n de lim ita r al m áxim o la autoridad
del rey.
V iéndose en p e lig ro , los jaco bin os d e cidieron am edre ntar al rey. El 20
de ju n io sus a gitadores organizaron una m an ife sta ció n y se d irig ie ro n a las
Tullerías. A llí forzaron las rejas y llegaron hasta las h abitaciones de Luis
XVI, al que e xig ie ro n la re p o sició n de los m in is tro s y el le van tam iento del
veto.
El rey hubo de~ to le ra r los in su lto s del populacho, que lo o b lig ó a co lo ­
carse un g o rro frig io y a beber a la salud de los “ s a n s c u lo tte s ” .1
E ntretanto, aum entaban las sospechas de que el rey tra icio n a b a a la
nación y se hallaba en in te lig e n c ia con los enem igos e xtranjeros.
En el mes de ju lio , A u s tria co n ce rtó una alianza con Prusia, y sus e jé r­
c ito s in icia ro n la invasión de Francia.
El día 28 se conoció en París el m a n ifie sto del duque, de B runsw ick,
g e n e ra lísim o prusiano que comandaba los e jé rc ito s aliados.
En él exigía “ plena y com pleta libertad para el rey” y amenazaba con una
“ venganza ejem plar y memorable en caso de ser desoído” . “ Los que se resistan
serán tratados como rebeldes a su rey y fusilados y, si son atacadas las Tullerías,
París sufrirá una ejecución m ilitar y una destrucción to ta l” .
Este u ltim á tu m in dignó a los re vo lu cio n a rio s y agravó la situación de
Luis XVI, cuyos m anejos quedaron al d e scub ierto.
1 Los fuldenses surgieron a raíz de una escisión entre los elementos moderados del jaco­
binismo.
2
Los g irondinos recibieron ese nombre porque sus integrantes
departamento de Burdeos. También se dieron el nombre de "patriotas” .
318
procedían
de la Gironda,
1 Nombre aplicado a la gente humilde que usaba pantalón obrero, en lugar de calzón corto
(culotte) y medias, vestimenta de los aristócratas. El “ sansculotism o” se transformó en un título
honorífico y en símbolo revolucionario.
319
D ispuestos a d e rro ca r a la m onarquía, los jacobinos y co rd e le ro s pre­
pararon un ataque a las T ullerías.
Sus planes se favorecieron con la llegada de voluntarios del interior. Un ba­
tallón procedente de M arsella había adoptado un himno compuesto por el oficial
Rouget de L’lsle. La canción se difundió rápidamente con el nombre de “ Marsellesa” .
A l am anecer del 10 de agosto, las tu rb a s in icia ro n el ataque al palacio
de las T ullerías, d é b ilm e n te d e fe n d id o por una guardia de soldados suizos.
La fa m ilia real buscó re fu g io en el seno de la A sam blea. Pero, ante la
presión de los in s u rre c to s , ésta v o tó la suspensión d e l re y y su a rre s to en
el palacio de Luxem burgo.
A dem ás, d e cre tó la convo ca to ria de una C onvención N acional, que
debía m o d ific a r la C o n s titu c ió n y juzgar la conducta de Luis XVI.
El rey fu e reem plazado por un C onsejo e je c u tiv o cuya fig u ra más im ­
portante fu e D antón, p re sid e n te de los co rd e le ro s.
Las matanzas de setiem bre
Las n o ticia s de la guerra eran cada vez más desalentadoras para los
re vo lu cio n a rio s. La fo rta le z a de V erdón, situada m uy cerca de París, había
caído en poder de los prusianos.
El pánico y la irrita c ió n populares su bieron al punto y las tu rb a s, e x c i­
tadas por el sa n guinario M a ra t,1 asaltaron las cárceles.
Entre el 2 y el 6 de s e tie m b re más de m il personas pere cie ro n ase­
sinadas.
La defensa nacional se organizó rápidam ente. El día 20 los generales
republicanos D um ouriez y K e lle rm a n derrotaban a los invasores e xtra n je ro s
en Valm y, donde se lib ró un in te n so com bate de a rtille ría . Una vez más, la
R evolución estaba a salvo.
El ce n tro (424 diputados), tam bién llam ados llanu ra o pantano, c o n s ti­
tuía la m ayoría, pero sus in te g ra n te s s u frie ro n a lte rn a tiva m e n te la in flu e n ­
cia de los o tro s p a rtid os que procuraron e n vo lverlo s en sus planes.
La República
La Convención
A l día s ig u ie n te del triu n fo de Valm y, la C onvención ce le b ró su p rim e ­
reunión (21 de s e tie m b re de 1792).
La com ponían s e te c ie n to s cuarenta y nueve diputados ele g id o s por
su fra g io u n ive rsa l, sis te m a em pleado por p rim e ra vez y en el que tu v ie ro n
derecho al vo to to d o s los ciudadanos m ayores de 21 años, in clu so los
obreros y los cam pesinos.
Igual que en la Leg isla tiva , se d is tin g u ie ro n tre s p a rtid o s que d iv e r­
gieron en cuanto a la tá c tic a y m étodos p o lític o s .
La derecha (165 d iputados) estaba representada por los g iro n d in o s,
ahora p a rtid a rio s de la m oderación y la legalidad. Sus m iem bros más d e sta ­
cados seguían siendo V ergniaud, C on d orce t y B risso t.
La izqu ierd a o m ontaña (160 d iputados) estaba form ada
por elem entos
exaltados de los clubes ja co b in o s y co rd e le ro s. P referían los m étodos v io ­
lentos y radicales y contaban con el apoyo de la Comuna de París.
ra
1
Juan Pablo Marat (1743-1793), médico fracasado, fue el más sanguinario de los revolucio­
narios. Era bajo, de cabeza grande y nariz chata. Sucio y desaliñado, su presencia causaba desa­
grado. Desde su periódico “ El amigo del pueblo” , incitó a la guerra civil y aconsejó las matanzas
de nobles y religiosos. Mientras se bañaba, fue sorprendido y ultimado a puñaladas por la joven
girondina Carlota Corday.
320
En su p rim e ra sesión la C onvención acordó, por unanim idad, a b o lir la
m onarquía. A l día s ig u ie n te (22 de se tie m b re ), instauró el régim en repu­
b lica n o y d ispuso que los docum entos o fic ia le s se fechasen: A ño i de la
República.
El calendario republicano, que comenzó a regir el 22 de setiembre de 1792,
dividía el año en 12 meses de 30 días. El año tenía, pues, 360 días y, los 5 ó 6
restantes (del 17 al 21 de setiembre), eran complem entarios y destinados a honrar
al pueblo.
Cada mes tenía tres décadas de diez días cada una; el último día de cada
década sustituía al domingo cristiano.
El nombre de los meses fue cam biado por el de los diversos estados de la
Naturaleza: Vendimiario (de la vendim ia), Brum ario (de las brumas), Frim ario (de
los fríos), Nivoso (de las nieves), Pluvioso (de las lluvias), Ventoso (de los vientos),
Germinal (de la germ inación), Floreal (de las flores), Pradial (de los prados), Mesidor (de las mieses), Term idor (del calor) y Fructidor (de los frutos).
Este calendario rigió hasta el 19 de enero de 1806, fecha en que Napoleón
lo derogó y restableció el gregoriano.
Proceso y ejecución de Luis XVI
Una vez abolida la m onarquía, los re vo lu cio n a rio s se dispu sie ro n a
juzgar la conducta del rey.
321
Los e xtre m is ta s sostenían que Luis XVI debía se r a ju s tic ia d o sin pro­
ceso. Los giro n d in o s y el re sto de la C onvención lograron que se le in sta u ­
raba proceso previo.
El hallazgo de un docum ento, que probaba la in te lig e n c ia del ex rey con
los em igrados y e x tra n je ro s , fa v o re c ió la p o sició n de los izq u ie rd ista s, y
Luis XVI fue declarado culpable casi por unanim idad.
Sin em bargo, hubo d iscre p a n cia s con re sp e cto a la pena que debía
a p licá rse le . Los ja co b in o s exigían la e jecución inm ediata; o tro s, la p ris ió n ,
el d e s tie rro o la m ue rte a largo plazo. Para lo g ra r sus p ro p ó sito s, los e x tre ­
m istas s o lic ita ro n .y o b tu vie ro n que, para la d e cisió n , se ap lica ra el voto
n om inal y cada diputado debió fo rm u la rlo en alta voz.
Esto fo rzó m uchas a c titu d e s , y el d e s tin o del ex m onarca quedó s e lla ­
do el 16 de enero de 1793, después de v a rio s m eses de pro ce so .1 Lufs XVI
fue g u illo tin a d o cin co días más ta rd e (21 de enero) en la Plaza de la Revo­
lu ció n (hoy Plaza de la C oncordia), ante una m u ltitu d sile n cio sa .
Luis XVI afrontó las alternativas del proceso con una altivez y serenidad des­
conocidas en su persona. Cuando se le com unicó la sentencia, no se inm utó y se
dispuso a m orir cristianamente. Confesó y com ulgó asistido por un sacerdote re­
fractario.
A las diez de la mañana del día 21 de enero, fue trasladado en un carruaje
hasta el lugar de la ejecución y, en medio de un silencio im presionante subió
decidido las gradas del cadalso. Desde allí g ritó a la m ultitud: “ ¡Pueblo de Francia!
Muero inocente y perdono a mis enemigos” . Iba a proseguir, pero un redoble de
tam bores apagó su voz. Un instante después era decapitado en la gu illotin a.2
La m u e rte de Luis XVI causó gran indignación en Europa, y otra s pote n ­
cias se sum aron a Prusia y A u s tria co n tra Francia, produciendo la prim e ra
co a lició n (1? de fe b re ro ).3
El gobierno revolucionario
A l m ism o tie m p o , en el in te rio r de Francia se producían sublevaciones
im p o rta n te s, encabezadas por e le m e n to s c a tó lic o s y re a lis ta s de las pro­
vin cia s de La Vendée y Bretaña.
1 Sobre 721 diputados, 387 votaron por la ejecución inmediata y el resto, por la muerte
condicional o la prisión. Entre los que votaron la muerte de Luis XVI se contó un primo del monarca,
el duque de Orleáns, llamado Felipe Igualdad.
2 Esta máquina, utilizada para dar muerte a los condenados, fue adoptada en Francia, en la
época de la Revolución, por el médico José Ignacio G u illo tin , diputado en los Estados Generales;
de ahí deriva el nombre g u illo tin a . Consiste en dos gruesas vigas paralelas, de 2,80 metros de alto,
en cuya parte superior se encuentra la cuchilla de acero con un plomo que peáa más de 60 kilo­
gramos. En la parte inferior, dos maderas, una fija y otra móvil, dejan, entre sí, un espacio destinado
a colocar el cuello del reo (lunette). El verdugo toca un resorte y la cuchilla cae, separando la
cabeza del tronco a la altura de la cuarta vértebra cervical.
Aunque la decapitación manual, mediante espada o hacha se utilizó desde tiempos remotos,
la decapitación mecánica no parece ser tan antigua. Máquinas parecidas a la guillotina fueron
utilizadas en Bohemia (siglo X III); en Alemania (siglo XV); en Italia recibió el nombre de mannaia.
Para evitar al condenado sufrimientos inútiles, Guillotin propuso a la Asamblea (octubre de 1789)
la adopción de la máquina, pero no fue escuohado. Insistió y, en abril de 1792, fue ensayada con
cadáveres y animales. El secretario de la Academia de Cirugía, D octor Antonio Luis, modificó la
cuchilla horizontal por otra con forma oblicua, de mayor efectividad en el corte. La Asamblea
Constituyente adoptó el uso de la guillotina a fin de ¿jue la pena de muerte “ fuera igual para todos,
sin distinción de mangos ni clase social” . El primer ajusticiado fue un bandido llamado P elle tie r
(27 de mayo de 1792).
3 Estaba formada por Inglaterra, los Estados Alemanes, España, Portugal, Holanda, Austria,
Prusia, Cerdeña y Nápoles.
322
La Convención, preocupada por la guerra contra los coallgados, no dio mayor
im portancia a los levantamientos; así pues, en el verano de 1793, más de las dos
terceras partes de Francia se hallaban en insurrección.
La s itu a ció n se agravó aún más, cuando el general D um ouriez, héroe
de V alm y, in te n tó a sestar un golpe contra la C onvención, pero, com o sus
tro p a s no lo sig u ie ro n , re so lvió pasarse a las fila s enem igas con la m ayor
parte de los o fic ia le s .
A n te el g iro de los a co n te cim ie n to s, Dantón propuso la creación de un
T ribunal R e vo lu cio n a rio, con am plias fa cu lta d e s para juzgar sin apelación.
En a b ril se in s titu y ó el C o m ité de S alvación Pública, com puesto por
nueve m iem bros con poderes d ic ta to ria le s . También fue creado un C o m ité
de Seguridad G eneral, cuya m isió n era d e s c u b rir o señalar sospechosos de
ser enem igos del nuevo régim en.
Caída de los girondinos
Estas m edidas aum entaron el antagonism o e ntre los p a rtid o s de la
izquierda y la derecha.
Los m ontañeses, apoyados por la Comuna de París, acusaban a los g i­
rondinos de q u e re r im poner una re pública fe d e ra l, s im ila r a la de los Esta­
dos Unidos.
Los g iro n d in o s, por su parte, reclam aban el im p e rio de la legalidad, el
castigo de los responsables por las matanzas de se tie m b re y la d iso lu ció n
de la Comuna de París.
Entonces, los ja cobinos prepáraron un golpe contra sus riva le s. El 2 de
ju n io , las secciones de París y la G uardia Nacional rodearon el local de la
C onvención y oblig a ron a d e cre ta r el a rre sto de v e in tin u e ve destacados
g iro n d in o s.
La C onvención quedó, pues, en manos de los m ontañeses e xtre m ista s.
El a rre s to de los g iro ndin os provocó nuevas in su rre ccio n e s en el in te ­
rio r, pero la re vu e lta só lo logró prosperar en algunas ciudades situadas en
el oeste.
EL TERROR
El 12 de ju lio una joven provinciana, llam ada C a rlota C orday, pa rtid a ria
de los g iro n d in o s, apuñaló al sanguinario M a rat. Entonces la C onvención,
dom inada por la m inoría jacobina, d e cid ió acentuar aún más la represión e
im p la n tó el régim en de te rro r. De este m odo trataba de so fo ca r las subleva­
ciones y hacer fre n te al p e lig ro e x te rio r.
El poder re sid ió , de hecho, en el C o m ité de S alvación Pública, que,
desde se tie m b re de 1793 hasta ju lio de 1794, e je rc ió una sangrienta d ic ta ­
dura.
En ese Comité, Robespierre estaba a cargo de la policía; Saint Just, de los
asuntos políticos; Carnot, del ejército; D'Herbois designaba los representantes en
m isión ; Couthon se ocupaba de los asuntos legislativos.
A todas las p ro vin cia s se enviaron delegaciones de dos diputados,
llam ados re p re se nta n te s en m is ió n ; re ve stid o s de poderes absolutos, po­
dían co n fisca r, a rre s ta r y condenar a m uerte sin co n su lta previa.
A dem ás, por una ley llamada de sospechosos, los c o m ité s re v o lu c io ­
narios d ispusie ro n el a rre sto de todos los vinculados con la monarquía o
los g iron dino s. Com o se ve, tam bién fu eron perseguidos los republicanos
o casionalm ente o p o s ito re s y los que no podían d e m o stra r haber hecho algo
en fa vo r de la R evolución; la delación se tra n s fo rm ó en un acto de civism o ,
y el te rro r no ta rd ó en extenderse por todo el te rrito rio .
En París, la guillotin a funcionó ininterrum pidam ente. Se calcula que, sólo allí,
hubo más de 2.500 muertes. En el mes de octubre subió al cadalso María Antoniefa; Mme. Roland, dirigente girondina, murió diciendo: “ ¡Libertad, cuántos crím e­
nes se cometen en tu nom bre!” También perecieron Bailly, Vergniaud y varios
diputados girondinos.
El siniestro acusador Fouquet-Tinvílle animaba las matanzas y pedía más ca­
bezas para la República.
En el in te rio r hubo más de 14.000 asesinatos. Para acelerar las ejecuciones
se recurrió a diversos procedim ientos. En Nantes, el jacobino Carrier utilizó la
inmersión en masa (noyades); en Lyón, Fouché prefirió la m etralla de los cañones.
En otras ciudades, se fusiló o guillotinó a todos los prisioneros.
Entre los e x tre m is ta s p ro n to se d is tin g u ie ro n tre s bandos.
Los rab ioso s, encabezados por H ebert, deseaban aún más las perse­
cuciones.
Los in d u lg e n te s tenían por ca b e cilla s a Dantón 1 y a D esm oulins. Estos,
que en un p rin c ip io e s tim u la ro n las matanzas, afirm aban que era necesario
encauzar al país por el cam ino de la legalidad.
R obespierre se s itu ó en la p o sició n in te rm e d ia y se preparó para e lim i­
nar, oportunam ente, a sus nuevos y ocasionales adversarios.
El culto de la “ Diosa Razón”
Desde la Comuna, Hebert continuó con su campaña anticatólica y logró que
el Comité de Salvación Pública prohibiera toda actividad religiosa. Al mismo tiem ­
po, estableció el culto de la “ Diosa Razón” o de la Verdad. Se estableció como
única religión la “ voluntad del pueblo” ; se destruyeron iglesias y monumentos reli­
giosos y, además, muchos sacerdotes fueron obligados a contraer matrim onio y
debieron hacer pública m anifestación de antirreligiosidad.
' Santiago Dantón era un campesino que había llegado a París, donde logró terminar los
estudios de abdgado. Su aspecto era imponente y su rostro desagradable, desfigurado por las
viruelas. En la Convención predicó las violencias y fue el que propuso la creación del siniestro
Tribunal Revolucionario. Su discurso terminó con estas palabras: “ Seamos temibles para dispensar
al pueblo de serlo".
324
La dictadura y caída de Robespierre
No ta rd ó R obespierre en a b a tir a los que, de alguna manera, estorbaban
su p o lítica .
Sus planes se vie ro n fa vo re cid o s a raíz de una fracasada insurrecció n,
que los a gitadores rabiosos habían organizado con m o tivo de la escasez de
víveres.
R obespierre buscó el apoyo de Dantón y logró que H ebert y sus adictos
fueran juzgados y condenados com o tra id o re s por el Tribunal R evoluciona­
rio . El 24 de marzo de 1794, los .acusados sucum bieron en la g u illo tin a .
Elim inados los rabiosos, se dio a la tarea de aplastar a los indulgentes,
para lo cual los acusó de con spira ció n y co m plicidad con los re alistas.
D esaparecidos sus riva les en tan breve plazo, R obespierre se tra n s fo r­
mó en el amo de Francia, y a p a rtir de ese m om ento im plan tó su dictadura
personal.2
1 M axim iliano M ario R obespierre (1759-1794) había nacido en Arrás (Francia). Cuando comenzó la Revolución era un tímido y modesto abogado, lleno de rencor y desconfianza. Su fanatis­
mo por la causa de la democracia lo arrastró a excesos repudiables y llegó a ser el hombre más
importante de la Revolución. Despreciaba el dinero, lo que, unido a una conducta irreprochable,
le valió el apodo de incorruptible. Carecía de talento, pero era frío, calculador y, sobre todo,
intolerante. Para él, sus enemigos eran de Francia, y con eso justificaba el terror y el exterminio
de sus adversarios. Estaba convencido de su misión providencial y "se creía tan puro, que no se
privaba efe ningún c rim e n ". Era impecable en el lenguaje, modales y atavíos. Nadie objetó que
usara, hasta el último momento, el aristocrático pantalón corto, las medias de seda y J a peluca
empolvada. Era un “ sansculotte” con calzón de seda. Se lo ha llamado con acierto
e l prim er
d ictad o r m oderno" .
325
D ispuesto a re fo rm a r la sociedad según su nueva concepción p o lítico re lig io sa , u tiliz ó to d o s los m edios a su alcance y no to le ró la más m ínim a
o p osición. C om enzó el período del Gran T erro r y m illa re s de cabezas roda­
ron en la g u illo tin a . No se salvaron sabios ni a rtis ta s com o L avoisier, Chen ie r y m uchos o tro s.
N ació entonces un m o v im ie n to c o n tra rio a la p o lític a de R obespierre,
quien no tardó en darse cuenta del p e lig ro y preparó su ofensiva.
El 26 de ju lio de 1794 (8 T e rm id o r del año II) c o n c u rrió a la C onvención
y e xig ió la “ d e p u ra c ió n ” del C o m ité de Seguridad G eneral y del C o m ité de
Salvación Pública. Los convencionales se alarm aron y, al día sig u ie n te ,
cuando R obespierre v o lv ió a hacer uso de la palabra, fu e in te rru m p id o por
los g rito s de “ ¡A bajo el tira n o !". A c to seguido, el d ic ta d o r fu e arrestado
ju n to con su herm ano y algunos am igos.
Entonces los m ie m b ro s de la C om una y los ja co b in o s irru m p ie ro n en
la C onvención, lograron lib e rta rlo y lo trasla d a ron al local del A y u n ta m ie n to .
No obstante, dura n te la m adrugada, los soldados de la C onvención a salta­
ron el local y recuperaron al p ris io n e ro . A l am anecer, R obespierre fue g u i­
llo tin a d o ju n to con S aint Ju s t y o tro s ja cobinos.
La m edida beneficiaba a la m inoría jacobina que se aseguraba el c o n ti­
nuism o. Por su parte, los re a lista s no o cu lta ro n su indignación y d isp u sie ­
ron un ataque con tra la C onvención.
El re p re sentante B arrás se encargó de la defensa y c o n fió el mando
de las fuerzas a un ex ro b e s p ie rris ta , el joven general de brigada Napoleón
Bonaparte, quien se había d is tin g u id o en el s itio de Tolón. La insurre cción
e s ta lló el 5 de octubre de 1795 (13 V e n d im ia rio del año IV), pero fu e rá p i­
dam ente sofocada por el afortunado m ilita r.
Dos semanas después, el día 26 de octubre, la C onvención dio por
term in a d as sus sesiones y se d is o lv ió en m edio de vivas a la República.
Obra de la Convención
Com o hem os v is to , la C onvención rig ió los d e stin o s de Francia desde
el mes de s e tie m b re de 1792 hasta octubre de 1795. En ese breve lapso
s u frió la in flu e n cia de d iversas te ndencias, hizo fre n te a la guerra y al
desorden in te rno . Con todo, su labor fue c o n stru ctiva y dejó a Francia con
sus fro n te ra s ensanchadas y con nuevas y num erosas in s titu c io n e s .
Para unificar los variados sistemas de pesas y medidas adoptó el Sistema Mé­
trico D ecim al ; en materia de hacienda creó el Libro de la Deuda Pública. En 1792
la enseñanza primaria fue declarada obligatoria y gratuita, pero el proyecto sólo
La reacción term idoriana
La m u erte de R obespierre s ig n ific ó la te rm in a c ió n del c ic lo te rro ris ta
de la R evolución. Los je fe s e x tre m is ta s se habían devorado a sí m ism os y
sólo subsistían los hom bres de ideales moderados.
Esto fa vo re c ió la re a cció n te rm id o ria n a , así llam ada por haberse p ro ­
ducido durante el mes de te rm id o r [m es ca lu ro so ), o sea, e ntre el 19 de
ju lio y el 17 de agosto.
La C onvención s u p rim ió el C o m ité de S alvación Pública y el Tribunal
R evolucionario. También fu e d is u e lta la Comuna de París; en el mes de no­
vie m b re fu e clausurado el C lub de los Jacobinos. A n tig u o s e x tre m is ta s
com o C a rrie r y Fouquet-T inville fu e ro n juzgados por sus crím enes y pere­
cie ron en la g u illo tin a .
La reacción te rm id o ria n a provocó algunos le va n ta m ie n to s jacobinos
que fu eron rápidam ente sofocados. Por su parte, los ele m e n to s re a lista s,
envalentonados con la nueva s itu a c ió n , exigían la re s titu c ió n de sus bienes,
la d iso lu ció n de la R epública y la vu e lta al a ntiguo régim en.
La C onstitución del año III (1795)
La C onvención, que estaba form ada por ele m e n to s m oderados y te rm idorianos, redactó una nueva C o n stitu c ió n que se llam ó del año 111 de la
R evolución (1795). El docum ento estaba precedido por una D eclaración de
D erechos y por una D e cla ra ció n de D eberes.
En ella se adoptaba el voto restringido, o sea que sólo podían sufragar los
varones adultos que supieran leer y escribir. Es decir elegían a los electores que,
a su vez, designaban a los componentes del cuerpo legislativo.
Para asegurar la co n tin u id a d de la R epública — amenazada por la reac­
ción re a lis ta — la C onvención d ispuso que las dos te rc e ra s partes de la
nueva A sam blea debían ser elegidas e n tre los convencionales que cesaban.
El d ecreto fu e so m e tid o a p le b is c ito y aprobado por escasísim o m argen, en
m edio de una m ayoría que se abstuvo de vo ta r.
326
*
prosperó en el período termldoriano y por obra de los moderados. Para la ense­
ñanza secundaria se organizaron escuelas centrales, con alumnos pagos. Además
se crearon: la Escuela Normal, la Escuela Politécnica y otros establecimientos
especiales. También se organizó un Archivo Nacional y se fundó el Museo del
Louvre.
n p íD u é s de la re a cció n te rm id o ria n a , d e c re tó la se p a ra c ió n de la Ig le sia d e l
Estado, a b o lió la pena de m ue rte y d io el n o m b re de Plaza de la C o n co rd ia al sitio
d o nde h a b ía s id o g u illo tin a d o L u is XVI.
LA G U E R R A D U R A N T E LA C O N V E N C IO N
1
La primera coalición
Com o hemos v is to , los re v o lu c io n a rio s debieron e n fre n ta r los ataques
extra n je ros, provocados por la acción de los re a lista s em igrados, que loqraron el apoyo de otras m onarquías a b so lu tista s.
El ataque austro-prusiano fue d e te n id o en Valm y (20 de s e tie m b re de
1792) y las fuerzas re vo lu cio n a ria s, comandadas por D um ouriez y Kellermann, tom aron la ofe n siva y se apoderaron de los te rrito rio s alem anes s i­
tuados en la o rilla izquierda d e l Rin, Niza y la Sabpya. El 6 de noviem bre,
D um ouriez v o lv ió a triu n fa r en Jem m apes, y B élgica fu e anexada a Francia.
La ejecución de Luis XVI y los triu n fo s fra n ce se s alarm aron a los sobe­
ranos europeos, quienes se d e cid ie ro n a in te rv e n ir en form a más e fe ctiva .
En 1793 In g la te rra fo rm ó la p rim e ra co a lició n en la que p a rtic ip a ro n : los
Estados ' A lem anes, España, P ortugal, Holanda, A u s tria , Prusia, Cerdeña y
Ñapóles. Las trop a s aliadas h icie ro n rápidos progresos y Francia se e n c M j
tró en situación verdaderam ente c rític a . Bélgica fue reconquistada por e
enem igo y, m ie n tra s Perpiñán y Bayona caían en poder de los españoles,
M aguncia y A lsa cla fu e ro n ocupadas por los prusianos. A l m ism o tie m p o ,
Tolón se rendía a los anglo-españoles.
Los aliados aceptaron la paz por separado. Prusia, España y va rio s Es­
tados alem anes firm a ro n el Tratado de B asilea (1795) que fu e m uy ve n ta ­
joso para Francia.1 Los holandeses firm a ro n el Pacto de La Haya y cedieron
las p ro vin cia s de la o rilla izquierda del Rin.
J jL D IR E C T O R IO
Derrotas de los prusianos y austríacos
Cuando todo parecía perdido, la C onvención dispuso m o v iliz a r toda la
nación para hacer fre n te al p e lig ro e x te rio r. C oncentró su p o d ^r en el Co­
m ité de Salvación Pública, uno de cuyos m iem bros, Lázaro C arnot, que tenía
a su cargo los asuntos m ilita re s , se c o n s titu y ó en el verdadero ‘‘organizador
de la v ic to ria ” .
En el mes de agosto se d e cre tó la "le v a en m asa” que disponía la
m o vilización y re c lu ta m ie n to de todo el pueblo francés, in clu so las m ujeres,
niños y ancianos. C a rn o t se encargó de a d ie s tra r a ese inm enso e jé rc ito , ,,
integrado con ele m e n to s in e xp erto s é in d iscip lin a d o s. Para a ce le ra r su labor
fo rm ó re g im ie n to s de amalgama, donde “ m e zcló ” a los nuevos reclutas con
soldados experim entados.
M erced a su tesonerai labor, la R epública lle g ó a co n ta r con más de
se te cie n to s m il hom bres a d iestrados y bien arm ados.
A l fin a liz a r 1793, la d is c ip lin a y el p a trio tis m o habían logrado co ntener
la invasión e xtra n je ra, y las operaciones favorecían a los e jé rc ito s de la re ­
vo lu ció n . El general Jourdán d e rro tó a los austríacos en W a ttig n ie s (1793)
y poco después en Fleurs (1794), lo que p e rm itió recuperar B élgica. Por su
parte, el general P ichegru invadió Holanda, que se tra n s fo rm ó en R epública
Bátava, aliada de Francia. Tolón se rin d ió a los re vo lu cio n a rio s y los p ru sia ­
nos fu e ro n d e fin itiv a m e n te d e rrotados por el general H oche, en G eisberg
(1794).
■
328
A la C onvención sig u ió en Francia el gobierno del D ire c to rio , que se
prolongó cu a tro años (1795-1799). Se lo considera una etapa de tra n sició n
entre el período re vo lu cio n a rio y la "Epoca de N apoleón” (1800-1815).
La C o n s titu ció n del año III c o n fió el Poder Le gisla tivo a dos cám aras:
el C onsejo de los Q u in ie nto s, pues contaba con ese núm ero de diputados
y el C onsejo de lo s A ncianos, fo rm a d o por 250 senadores. Am bas asamoleas designaban el Poder E jecutivo o D ire c to rio , com puesto por cinco
m iem bros. Duraban cin co años en sus cargos y uno de e llo s se renovaba
anualm ente por sorteo.
El n u e v o 'ré g im e n debió e n fre n ta r la oposición de los antiguos jacobinos y tam bién de los c a tó lico s y rea lista s.
r e r tn AmbaS ,1? n d e n cia s se d is p u ta b a n el d e re c h o al poder, razón p o r la cu a l el Diel m / 10 d e b '? m ar|te n e rse en un esta do co n s ta n te de rep re sió n . P or o tra parte,
d e < ¡ m ° g o b ie rn o ib a a d q u irie n d o rá p id a im p o p u la rid a d ; el co sto de la v id a c re c ía
sus ®®^.radam ente y los fu n c io n a rio s p ú b lic o s só lo se p re o cu p a b a n de s a tis fa c e r
oficiales ICI° neS p e rso n a le s y e x iSían reco m p e n sas p o r la p re s ta c ió n de lo s de b ere s
c o rr u n tl a v id f z d e . ricl uezas, el ju e g o y las e x c e n tric id a d e s im p rim ie ro n un tono
lucionara<
s o c i? dad de esa é p o ca y los p rin c ip io s de a u s te rid a d y m ora l revoa rios fu e ro n v io la d o s p o r m uch o s de sus a n tig u o s y e n ca rn iz a d o s so stenedores.
A dem ás ^RUS¡a e n *re9 * Ia o r 'H a iz q u ie rd a d e l R in, y E spaña, p arte de la Is la de S a nto D o m in g o .
se g u n d a c o n c e rtó una a lia n z a co n F ra n cia para lim ita r e l p o d e río n ava l de lo s in g le s e s .
329
»
Para d e m o s tra r su im p a rcia lid a d , los fu n c io n a rio s debían ju ra r odio a
la monarquía y a la C o n s titu c ió n del año 1793, cada una de e lla s expresión
de las d is tin ta s tendencias.
La escasez de víve re s y de din e ro c o n s titu y ó el problem a más im p o r­
tan te. El pueblo honrado deseaba orden y unión y, por esa causa, repudiaba
a los jacobinos, causantes de tantas desgracias, e ignoraba a los re a lista s,
en quienes ya no confiaba.
Hasta ese m om ento, el D ire c to rio se había s o ste n id o m erced a las
v ic to ria s obtenidas en la guerra.
En 1798, el régim en se d e s p re s tig ió debido a las d ific u lta d e s eco n ó m i­
cas y a la inhábil p o lític a e x te rio r, que desencadenó co n tra Francia la
segunda co a lició n , que — en sus com ienzos— amenazó con una caótica
situ a ció n. Todos com p re n die ro n que sólo una “ mano fé rre a ” podía sa lva r el
país y, m ie n tra s crecía la re p u lsió n al D ire c to rio , se aclamaba a quien era
capaz de lib ra rlo s del desa stre ; N apoleón Bonaparte.
•EPOCA DE NAPOLEON
im po sib le som eterla , cuando Napoleón propuso un plan que p e rm itió recu­
perar la plaza. En esta operación luchó con tanta in tre p id e z que ganó la
sim patía de los republicanos, e sp e cialm e n te del herm ano de R obespierre,
y fue ascendido a general cuando sólo tenía 24 años. Sin em bargo, en 1795
cayó en desgracia cuando se negó a re p rim ir una subevación cam pesina en
La Vendée.
Su am istad con B arras le p e rm itió conocer a Josefina de Beauharnais,
viuda de un m ilita r noble, con la que co n tra jo m a trim o n io . Ese m ism o año.
la reacción te rm id o ria n a puso en p e lig ro la R evolución. Barrás, a cargo de
la defensa, llam ó a N apoleón y le c o n fió el mando de las fuerzas. El 5 de
de octub re (13 V e n d im ia rlo ) el joven general dom inó la in su rre cció n re a lis ­
ta con una ‘‘ ráfaga de m e tra lla ” . La República estaba salvada y Napoleón fue
ascendido a general de d iv is ió n .
La campaña de Italia
Como hemos v is to , por los tra ta d o s de Basilea y La Haya la p rim e ra
co alició n quedó p rá ctica m e nte d e stru id a . Sólo p ro sig u ie ro n la lucha Ingla­
te rra , A u s tria , Cerdeña y los Estados ita lia n o s.
Para poner fin a la guerra, en 1796 el D ire c to rio d e cid ió lanzar los e jé r­
c ito s republicanos sobre A u s tria y aceptó el plan de C arnot, que co n sistía
en hacer co nverge r sobre Viena tre s o fe n siva s sim ultáneas. Dos e jé rc ito s
atacarían a través de A lem ania. El te rc e ro , que se c o n fió a N apoleón, debía
a travesar el n orte de Italia.
La ofensiva a tra vé s de A lem ania fracasó por c o m p le to ; en cam bio, la
campaña de Italia d e cid ió el re su lta d o de la guerra y b rin d ó a N apoleón la
oportunidad para consagrarse d e fin itiv a m e n te .
El D ire c to rio le c o n fió cuarenta m il hom bres casi desarm ados, mal ve s­
tid o s y peor alim e n ta d o s; todo había que organizarlo y todo lo organizó.
La campaña de Ita lia fu e fu lm in a n te . El 29 de marzo de 1796 in ic ió la
marcha, y luego de a travesar los A peninos ocupó el P iam onte, donde venció
por separado a los e jé rc ito s austríacos y sardos. El rey de C erdeña pidió
la paz y Turín, su ca p ita l, cayó en poder de los franceses.
En el mes de mayo triu n fó en Lodi, lo que le p e rm itió ocupar M ilá n y
apoderarse de la Lombardía. Dé in m e d ia to puso s itio a la fo rta le za de M an­
tua, cerca de la fro n te ra con A u s tria . Por cu a tro veces consecutivas los
austríacos Intentaron s o c o rre r a la ciudad, pero, otras ta n ta s veces, fu eron
derrotados en las batallas de C a stig lio n e , Basano, A re o la y R ivoli. Mantua
se rin d ió en fe b re ro de 1797.
Con estos triu n fo s , N apoleón dom inó el n orte de Ita lia e in ic ió su m ar­
cha sobre Viena. Se hallaba cerca de la ciudad cuando el em perador de A u s­
tria , F rancisco II, envió p le n ip o te n c ia rio s que d is c u tie ro n en Leoben (7 de
a b ril) los té rm in o s de un a rm is tic io . La paz d e fin itiv a se co n ce rtó el 17
de octu b re con el Tratado de Campo Form io.
Austria cedió Bélgica y renunció a la Lombardia, que se transform ó en Repú­
blica Cisalpina. Además, entregó a Francia la orilla izquierda del Rin. En cambio,
recibió los territorios de la República de Venecia y sus posesiones, con excepción
de las islas iónicas que quedaron en poder de Francia.
Los triu n fo s en Ita lia die ro n e x tra o rd in a rio p re s tig io a N apoleón. El D i­
re c to rio lo re c ib ió con grandes honores, pero sin o c u lta r su preocupación
por la excesiva popularidad del jo ve n general.
332
La campaña de Egipto
In g la te rra fue la única potencia que p ro sig u ió la guerra con tra Francia.
El D ire c to rio propuso a Napoleón un plan para invadir las islas pero el ú l­
tim o lo co n sid eró im prude nte y p re firió co n q u ista r el Egipto, que si bien
era una p ro vin cia turca , co n stitu ía una zona de im portancia com ercial, que
seguían los ingleses en su ruta al O riente.
Napoleón zarpó de Tolón en mayo de 1798, al fre n te de 35.000 soldados
y 10.000 m arinos; ta m bién em barcó una com isión de arqueólogos para o to r­
gar a la expedición ca rá cte r c ie n tífic o . Después de dom inar la isla de M alta,
el 30 de ju n io desem barcó en A le ja n d ría y se apoderó de esa ciudad. De in­
m ediato m archó rum bo a El C airo para e n fre n ta r un e jé rc ito de ‘‘ m am elu­
c o s ” (soldados turco -e g ipcio s).
Napoleón arengó a sus tropa s con estas palabras: “ Soldados: ¡Desde
lo alto de esas p irám id es cuarenta sig lo s os c o n te m p la n !” La batalla de las
P irám ides te rm in ó con el triu n fo de los franceses, que el 21 de ju lio e n tra ­
ban en El C airo.
Parecía que la em presa estaba cum plida, pero no fue así; pocos días
después ( 1 ? de agosto), la flo ta inglesa alcanzó y d e stru yó a la armada fra n ­
cesa en A b u k ir, cerca de A lejand ría .
Napoleón regresó a Egipto y de a llí a Francia.
En este ín te rin , las tro p a s francesas en Egipto d e rrota ro n nuevam ente
a los tu rc o s en H e lió p o lis (20 de marzo de 1800), pero no pudieron im pe­
d ir nuevos desem barcos de los ingleses y debieron ca p itu lar. A leja n d ría se
rin d ió el 31 de agosto de 1801 y los fran ceses fueron repatriados.
333
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Los tres cónsules. De izquierda a derecha:
Lebrón, Napoleón y Cambaceres. (Retrato
del pintor Couder en el museo de Versalles.)
PR IN CIPALES BATALLAS DE
LA SEG UNDA COALICION
y
Las p rim e ra s operaciones fu eron desfavorables para los franceses En
el general A le ja n d ro S uvaroff, al fre n te de un e jé rc ito austro-ruso
i r r t ó s r * * r,ebia v * * ,o ««
Entre ta n to , S ieyes había elaborado se cretam ente una nueva C o n s titu ­
ción Dero Napoleón, cuya a utoridad y am bición iban en aum ento, rechazo
e¡ proyecto y redactó los a rtícu lo s de la C o n stitu ció n del ano V III que, apa­
rentem ente republicana, le aseguraba un poder personal casi a b s o lu ta Fue
p r o m u lg a d a en el m es de d icie m b re y aprobada m ediante p le b is c ito por
c o n su ltivos.
La agresiva p o lític a e x te rio r dei D ire c to rio fa v o re c ió los planes del
P - T m m |s tro ingles G u ille rm o P itt (el jo ve n ) quien logró c o n c e rta r con
y N á poíe sS69
3 co a h c io n ' en la que p a rtic ip a ro n A u s tria , Rusia, Turquía
El Poder Legislativo tam bién se hallaba sometido al prim er \cónsul, ya que
éste presidía el Consejo de Estado, integrado por funcionarios, dorlde se redacta­
ban las leyes. De ahí pasaban por dos cámaras: el Tribunado, que las discutía
v opinaba sin votar, y el Cuerpo Legislativo, que las votaba sin opinar.
El Senado, form ado por ochenta miembros, nombraba a los cónsules, a sus
propios miembros y a los de las otras cámaras. Los candidatos eran elegidos entre
una lista de notabilidades votada por el pueblo. Además, el Senado debía vigilar
el cum plim iento de la Constitución.
¿
en l a nh ^ l T aHni a 'cel T zh^
ue C,a rlo s de A ^ t r i a lo g ró d e rro ta r a Jourdan
fra ncese s
S to cka ch ’ Pe™ al p e n e tra r en Suiza fue contenido por los
rt ¿
e rro r ^ c t ic o c o m e tid o por los coaligados p e rm itió al qeneral Anpm nia
ia d e rro ta r en Z u ric h a las tro p a s rusas, que llegaban para re£
- a K,3S a u s tn a c a s - Las fuerzas de S uvaroff, que pretendían a u xi­
lia rla s tam bién fu e ro n vencidas (s e tie m b re de 1799). Este d esastre o ria i
UA n6P? aCUH
8+n tre lo s ía,iados V entonces Rusia se re tiró de la lucha
A pesar de e stos triu n fo s p a rcia le s, el te r rito rio fra n cé s estaba ampnazado por un nuevo ataque del e jé rc ito austríaco.
C aíd a del D ire c to rio
Cua" d ° NaP °león regresó a Francia, luego de su campaña en Eainto
ue re cib id o con grandes m uestras de entusiasm o. Su popularidad c o n tra s ’
taba con el d e s p re s tig io del D ire c to rio , Incapaz de pon”
™ " las guerras
334
ja cob inos
Una Esta nueva C o n stitu ció n e sta b le ció el C onsulado com o poder suprem o
de qobierho, representado por tre s cónsules perm anentes: Bonaparte, Cam­
baceres y Lebrún. N apoleón o ste n tó el titu lo de P rim er C ónsul, que con­
centraba toda la autoridad, pues los dos re sta n te s eran m iem bros
Segunda coalición
r
e ntre
EL CO N SU LA DO
a m a r e n g o
Ita lia
q u erellas
Senaprá0cTicamentePll a ISR evoluc¡ón Francesa había term in ado.
Genova 0
G én ovo
las
y0 5arn el 19 B ru m a rio (10 de n o v ie m b re de 1799), cu a n d o N apoleón a|
p r0
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H P
s u s
t r o S d is o lv ió por la fuerza la A sam blea de los Q u iniento s.
f
c,i narte la A sam blea de los A ncianos a d h irió al golpe de Estado y
P° r p| e s ta b le c im ie n to de un poder e je cu tivo p ro v is o rio , in tegrado por
V0t° f^!n s u Ie s ■ Napoleón, S ieyes y D ucós. Los nuevos gobernantes - a s e sorados por una co m isió n — debían redactar una nueva C o n stitu ció n , que
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ALPES
P IA M O N T E
Turin
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y
re a lista s.
namado de los p o lític o s y encabezado por S/eyes,
^ " „ u ? s e c r é a m e i t ™ t a b t e lla m a V a N apoleón y s o lic ita d o su apo.
era el que — ^ecretaim e
derr¡bara al gobierno. Este m o vim ie n to se
Salzburgo (
»
SUIZA
fin a n cie ro s
Fin d e la s e g u n d a co a lición
Cuando Napoleón asum ió el poder, Francia continuaba la lucha contra
la segunda co a lició n . Com o el pueblo deseaba la cesación de la guerra, hizo
a In g la te rra y a A u s tria propo sicio n e s de paz que fu eron rechazadas.
Entonces re so lvió asestar a sus enem igos un golpe im p re visto y fu l­
m inante. El 6 de mayo de 1800 p a rtió al fre n te de 40.000 hom bres Y re p i­
tie n d o la hazaña de A níbal, atravesó los A lp e s en seis días y cayo sobre la
retaguardia austríaca en el va lle de Lombardía.
El 14 de ju n io atacó al enem igo en las llanuras de M arengo. Los aus­
tría co s, que lo doblaban en núm ero, lograron rechazarlo y, cuando todo pa­
recía perdido una oportuna llegada de re fuerzos d ecidió el triu n fo de
NaP0Me°snes más tarde, o tro e jé rc ito fran cés, a las órdenes de M oreau cruzó
el Rin y d e rro tó a los austríacos en la batalla de H ohenlm den (diciem bre
de 1800). El em perador Francisco II p id ió la paz, que se firm ó en Luneville
(fe b re ro de 1801).
Por este Tratado, muy sim ilar al de Campo Formio, Austria reconoció la
hegemonía francesa en Italia y cedió la o rilla izquierda del Rin.
Paz de Amiens. Inglaterra continuó sola la lucha y, si bien había logrado
apoderarse de algunas colonias francesas, su situación económ ica era delicada y
el pueblo inglés deseaba el fin de la guerra.
El 25 de marzo de 1802 Inglaterra accedió a firm ar con Francia la Paz de
Amiens.
■
Por este tratado, Inglaterra devolvió sus conquistas, con excepción de Ceilan
(Asia) y Trinidad (América) que habían pertenecido a Holanda y España, respecti­
vamente. Egipto quedó en poder de Turquía y Malta fue devuelta a la Orden de los
Caballeros de San Juan.
Obra del Consulado
E stablecido en Francia, a consecuencia de un golpe de Estado, el ré ­
gim en del Consulado duró cuatro años (1799-1804). en este período prepa­
ra to rio al Im perio, Bonaparte se destacó ta n to en el orden externo, donde
ubicó a Francia en una s itu a ció n de p riv ile g io ante las naciones europeas,
com o en el orden interno.
D ecidido a encauzar el país por la senda del progreso, Napoleón p ro ­
cedió con gran energía y dispuso adoptar los p rin c ip io s de la R evolución
Francesa, que fueran a p lica b le s a su c rite rio
de
gobierno.
En lo a d m in is tra tiv o im puso un régim en
de ce n tra liza ció n y respetó la
d iv is ió n te rrito ria l en departam entos, c irc u n s c rip c io n e s y com unas, pero
co n fió los gobiernos locales a los p re fe c to s , s u b p re fe c to s y alcaldes que,
en lugar de ser ele g id o s por el pueblo, eran designados d ire cta m e n te por él.
En el orden fin a n c ie ro en co n tró el país en bancarrota, con la in d u s tria
y el com ercio paralizados y los im puestos mal p e rcib id o s. Para m e jo ra r la
recaudación im p o sitiv a , creó la A d m in is tra c ió n de co n trib u c io n e s d ire cta s.
Poco después se fundó el Banco de Francia, lo que p e rm itió re g u la riza r
el c ré d ito popular. La econom ía se v io e stim ulada con el orden p o lític o y el
d e sa rro llo de las obras públicas.
La p a c ifica ció n in te rio r, tan im p o rta n te para el cu m p lim ie n to de los p ro ­
p ó sito s an te rio re s, no podía lograrse sin poner fin a las luchas p o lítica s.
R eprim ió el bandolerism o, p e rm itió el regreso de los em igrados y, sobre
todo, tra tó de poner fin al c o n flic to re lig io s o provocado por la C o n s titu c ió n
C iv il d e l C lero.
El Papa Pío VII aceptó negociar un C oncordato, que se firm ó el 15 de
ju lio de 1801. El P ontífice reconocía algunas re fo rm a s re vo lu cio n a ria s, ta le s
com o la lib e rta d de cu lto s , la nacionalización de los bienes e c le s iá s tic o s
y la d ism in u ció n del núm ero de dió ce sis.
Por su parte, Napoleón se c o m p ro m e tió a re s ta b le c e r y so ste n e r el
c u lto ca tó lico y fijó un sueldo a los sacerdotes; tenía derecho de nom brar
a los obispos, que le debían p re s ta r ju ra m e n to de fid e lid a d . No obstante,
la in ve stid ura y co n firm a ció n la otorgaba el P ontífice.
El Código
Fruto inm e diato de la p a cifica ció n in te rio r fue la unidad le g isla tiva .
Era necesario co n so lid a r los p rin c ip io s re vo lu cio n a rio s sobre igualdad c i­
v il, y N apoleón dispuso re u n ir, en un solo cuerpo o co le cció n , todas las
leyes francesas elaboradas después del a ntiguo régim en.
336
En el año 1800, Napoleón encom endó la tarea a una com isión de seis
ju ris ta s y p re sid ió la m ayor parte de las sesiones, en las que se d is c u ­
tie ro n con a rdor los tem as fundam entales del proyecto.
El C ódigo C iv il, que
re cib ió el nom bre de C ódigo de N apoleón, fue
p rom ulgado en el mes de
marzo de 1804.1
La obra se d iv id ió en tre s lib ro s: el p rim e ro se ocupa de las personas,
el segundo de la propiedad y el te rc e ro , de la tra n sm isió n de bienes. Las
in flu e n cia s más v is ib le s son del Derecho rom ano, del Derecho consu etu­
d in a rio y ta m bién de las asam bleas C o n stitu ye n te y de la C onvención.
En o tro orden, N apoleón creó en 1802, la Legión de Flonor o prem io
que só lo se entregaba a quienes habían prestado grandes s e rv ic io s a Fran­
cia. La m edalla — una e s tre lla de cinco puntas— podía otorg arse a cualquie­
ra, fu e ra p rín cipe o hu m ild e ciudadano.
El Consulado vitalicio
La Paz de A m ié n s y el C oncordato aum entaron el p re s tig io de Napo­
león, y sus p a rtid a rio s e xig ie ro n para él “ recom pensas” y te s tim o n io s seña­
lados de re co n o cim ie n to nacional.
La c o n s titu c ió n del año VIII fue reform ada, y el 2 de agosto de 1802 el
Senado nom bró a N apoleón cónsul v ita lic io , luego de un p le b is c ito que dio
tre s m illo n e s de vo to s a firm a tiv o s y poco más de ocho m il en contra. Ob­
tuvo además, el derecho a e le g ir suce so r con lo que, p rá cticam ente , queda­
ba re sta b le cid o el régim en m onárquico.
Esta s itu ación aum entó el re s e n tim ie n to de los re a lista s, quienes d is ­
pusieron e lim in a r al ‘ ‘u surp a d o r” y planearon d ive rso s atentados.
1 El Código Civil fue la obra más perdurable de Napoleón. El mismo lo reconoció, años
espués, con estas palabras: “ Mi verdadera gloria no es el haber ganado cuarenta batallas . . .
L° que no podrá desaparecer, lo que vivirá eternamente, es mi Código Civil” .
337
El Papa consintió en ir a París, afrontando las incom odidades del largo viaje,
"p o r el grari bien que ello hará a la religión, a la Iglesia y al Estado” . Con todo!
Napoleón no disim uló su descortesía y, en la cerem onia de la consagración se lo
vio sofocar más de un bostezo. Cuando Pío VII iba a tom ar la corona para ceñirla
sobre la cabeza de Napoleón, éste se le adelantó y asiéndola con sus manos, se
coronó personalmente; acto seguido hizo lo mismo con su mujer.
La pintura reproduce la solemne ceremonia de ia coronación. Con geslo imperioso y tranquilo,
Napoleón Bonaparte se dispone a coronar a su esposa, la emperatriz Josefina, mientras el
pontífice Pío VII observa la escena. ( Cuadro por Luis David.)
Napoleón re p rim ió con energía' las co n sp ira cio n e s, y sus p rin cip a le s
actores fu e ro n ejecutados.
En el año 1800 se produjo el prim er atentado. Cuando Napoleón se d irig ía a
la Opera, estalló una bomba al paso de su coche. El prim er Cónsul escapó con
vida por m ilagro y, cuando llegó al teatro, se com portó con absoluta tranquilidad,
como si nada hubiera pasado. “ Esos bribones han querido hacerme saltar por los
aires” , d ijo a uno de sus acompañantes, y continuó con la atención puesta en el
espectáculo.
En enero de 1804, el em igrado francés Jorge Cadoudal organizó — apoyado
por Inglaterra— otro atentado, que contó con el apoyo de los generales Pichegru
y Moreau. El com plot fue descubierto y los dos primeros, ejecutados.
Para atem orizar a los realistas borbones, Napoleón mandó secuestrar a un
joven noble de esa fam ilia, el duque de Enghien, que residía en Ettenhein, pequeña
ciudad alemana situada cerca de la frontera francesa.
El infeliz fue Injustamente acusado de particip ar en el com plot de Cadoudal,
y después de una breve parodia de ju icio , se dispuso su fusilam iento inm ediato
(21 de marzo de 1804).
EL IM PERIO (1804-1814)
Napoleón tra tó de c o n so lid a r su d e sp o tism o y e sta b le ce r su propia d i­
nastía, a fin de a le ja r toda p re te n sió n de los Borbones. El 18 de mayo de
1804, el Senado c o n firm ó al P rim er Cónsui el títu lo de Em perador de los
francese s y dispuso que esa dignidad fu e ra h e re d ita ria .
La C o n stitu ció n fu e reform ada y así nació la C o n s titu c ió n d e l año XII,
que fu e so m e tida a p le b is c ito y aprobada por una inm ensa m ayoría: tre s
m illo n e s y m edio de vo to s co n tra só lo tre s m il.
El 2 de d icie m b re , en una cerem onia que se realizó en la C atedral de
N uestra Señora de París,
fu e so le m n e m e n te consagrado por el P ontífice
Pío VII.
338
El Im p e rio francés duró diez años (1804-1814), y en ese lapso, Napoleón
e je rció un rig u ro so a b so lu tism o , si bien resp etó algunos p rin c ip io s sobre
la d iv is ió n de la tie rra y la igualdad de derechos.
El ca rá c te r h e re d ita rio de la nueva C o n stitu ció n p e rm itió a los herm a­
nos de N apoleón c o n v e rtirs e en prín cip e s im p e ria le s , con tra ta m ie n to de
alteza. Nació, así, una nobleza cortesana form ada por los fa m ilia re s del em ­
perador, m uchos señores del antiguo régim en y los generales co n ve rtid o s
en m a riscales.
Todo e sto o to rgó a la sociedad francesa un nuevo c a rá cte r je rá rq u ico ,
y en pocos años, el Em perador concedió catorce bastones de m ariscale s e
hizo cu a tro p rín cipes, tre in ta duques, casi c u a tro cie n to s condes y poco más
de m il barones.
Para c o n so lid a r el a b so lutism o p o lític o , s u p rim ió el Tribunado y el C uer­
po L e g is la tiv o ; además d ic tó nuevos im pue stos y ordenó re clu ta m ie n to s
ile g a le s que fuero n ra tific a d o s por el dócil Senado.
En lo in te rio r, el colaborad or más destacado fue el a stu to Fouché, m i­
n is tro de p olicía, que se encargó de re p rim ir to d o in te n to de opo sició n ; a
tal fin , organizó el espionaje y la delación, por lo que m uchos ciudadanos
fu e ro n arre stados por sospechosos y privados de su lib e rta d hasta el día
de la paz general.
La lib e rta d de prensa fu e suprim ida , pues im plantó la censura pre via
en las p u b licaciones, y los d ire c to re s de los p e rió d ico s se tra n sfo rm a ro n en
fu n c io n a rio s o fic ia le s . En 1811 sólo quedaban en París cu a tro p e rió d ico s de
los setenta que aparecían en 1799.
La labor constructiva
No o bstante el ca rá cte r d e sp ótico de su gobierno, N apoleón tra tó de
c o m p le ta r la tarea de reorganización que había proyectado.
En m ateria de obras públicas, procuró m ejo ra r las com unicaciones y
co n stru yó c a rre te ra s y puentes, m uchos de e llo s de gran va lo r e stra té g ico .
También a m plió los puertos y abrió canales para la navegación. Gran parte
de e stos tra b ajos se cu m p lie ro n no sólo en Francia, sino ta m bién en los
países anexados.
París fue em bellecida con grandes monumentos. El Arco de Triunfo de la Es­
trella se erigió en homenaje al “ gran e jé rcito ” . Está situado donde convergen doce
grandes avenidas y su construcción, que comenzó en 1806, concluyó veinte años
después. La columna Vendóme se construyó con el bronce de los cañones tomados
al enemigo en la batalla de A usterlitz (1805).
La obra le g is la tiv a fue com pletada con la sanción de nuevos C ódigos:
de P ro ce d im ientos C iv ile s (1806), de C om ercio (1807), Penal y de In s tru c ­
ción C rim in a l (1810).
La Paz de A m ie n s no fu e duradera. Los ing leses dila ta ro n la evacuación
de M a lta y la re s titu c ió n de Egipto a Turquía. Por su parte, N apoleón no só­
lo in te rv in o com o m ediador en Suiza y A lem ania, sino que m antuvo la ocu­
pación en Holanda, lo que sig n ifica b a una amenaza para Gran Bretaña.
339
La tercera coalición
Austria perdió sus posesiones en el oeste de Alemania (Baviera y Wurtenberg)
y en el norte de Italia (Venecia y el Tirol). Con esto se extinguió el Santo Imperio
Romano Germánico y los territorios alemanes formaron una Confederación del Rin
que reconoció a Napoleón como protector. Francisco li solo conservó el título de
Emperador de Austria. Napoleón repartió los demás territorios entre sus fam iliares:
a su hermano José, le correspondió el trono de Nápoles; a Luis, el de Holanda,
que dejó de ser República Bátava; a su hermana Elisa, el ducado de Luca y á
Paulina, el ducado de Guastallac.
En 1805 la invasión estaba a punto de realizarse; pero, en el mes de
agosto, In glaterra lo g ró le vantar una te rce ra c o a lic ió n co n tra Francia, en la
que participaban A u s tria y Rusia. N apoleón se v io obligado a re tira r sus
fuerzas de Boulogne para rechazar el ataque de los austríacos.
En poco menos de un mes, el “ gran e jé rc ito ” realizó la proeza de tra s ­
ladarse al Rin, y el 20 de octu b re triu n fó sobre los austríacos en la batalla
de Ulm.
Sin em bargo, en esos m om entos, el a lm ira n te inglés N elson había
obligado a la flo ta franco-española 1 a re fu g ia rse en C ádiz; el día 21 se
produjo el com bate fre n te al cabo T rafalgar, cerca de G ib ra lta r. Nelson, que
pereció en la batalla, deshizo p rá ctica m e nte a los barcos fra n ce se s y espa­
ñoles. Ing late rra a le jó el p e lig ro de invasión y se aseguró el pre d o m in io
m arítim o .
Entre tanto , N apoleón ocupó Viena y aunque los rusos habían logrado
u n ir sus fuerzas con los a ustríacos, los d e rro tó en la llanura de A u s te rlitz
(2 de d icie m b re ). Esta batalla fu e la más b rilla n te de su h is to ria m ilita r.
El em perador de A u s tria , Francisco II, p id ió la paz y firm ó el Tratado de
Presburgo.
El d e sm em bram iento de los estados alem anes dejó a Prusia aislada
fre n te a Francia. Inglaterra y Rusia, que no habían firm a d o la paz con Na­
poleón, presionaron al rey de Prusia, Federico G u ille rm o III, para que in te ­
grara con e lla s una cu arta coalición.
Los nuevos aliados e xig ie ro n que Francia re tira ra sus tro p a s de A le m a ­
nia. Por toda respuesta, el 1? de octubre de 1806, N apoleón in ic ió la ofe n ­
siva co n tra los prusianos y el día 14 los aniquiló en Jena. S im ultáneam ente,
el m ariscal D avout obtenía o tro triu n fo en A ue rsta e d t. Rotas las defensas
enem igas, N apoleón se apoderó de las p rin cip a le s ciudades de Prusia e hizo
su entrada triu n fa l en Berlín.
1 Por un tratado secreto llamado “ de los su bsid ios” , España se había aliado con Francia.
Enterados los ingleses de ese acuerdo, capturaron tres fragatas españolas y hundieron una cuarta,
procedentes del Río de la Plata. Este ataque motivó la entrada de España en la guerra.
Campaña de Polonia. Para d e s tru ir a los rusos y e lim in a r la re s is te n ­
cia en Prusia o rie n ta l, Napoleón p ro sig u ió su ofen siva hacia el este. En esta
campaña contó con la ayuda de los polacos que deseaban lib e ra rse del yugo
Cuarta coalición
341
ruso. Las operaciones fu e ro n e n to rp e cid a s por ei frío , la nieve y los panta­
nos. Con tod o, los france-ses atacaron a los rusos en Eylau (fe b re ro de 1807)
sin obte n e r un re su lta d o d e c is iv o . En la prim avera, N apoleón reanudó la
ofensiva y los d e rro tó por c o m p le to en Friedland.
La invasión a Portugal
Ing late rra co n tin u ó sola la lucha y dispuso el bloqueo de los p u e rto s
franceses. N apoleón d e cre tó , a su vez, m ie n tra s estaba en B erlín (n o vie m ­
bre de 1806), el bloqueo c o n tin e n ta l co n tra In g la te rra , lo que s ig n ifica b a
ce rra r to dos los p u e rto s del c o n tin e n te al c o m e rcio inglés.
El bloqueo c o n tin e n ta l p e rd ió e fe c tiv id a d porque Portugal y los Estados
P o n tificio s se negaron a c e rra r sus puertos a los ingleses. Entonces, Napo­
león d e cid ió in te rv e n ir, y preparó la invasión de Portugal.
El gobierno español, aliado de Francia, p e rm itió el paso de las tropas
im p eria les que, al mando del m ariscal A ndoche Junot, ocuparon en poco
tie m p o el te r rito rio lu sita n o (1807). La co rte portuguesa e m ig ró al Brasil
horas antes de la llegada de las fuerzas napoleónicas.
C onflicto con el Papa
En 1809, Napoleón intim ó a los Estados Pontificios para que cum plieran el
bloqueo continental. El Papa Pió VII se negó; entonces, las tropas im periales ocu­
paron Roma, y los territorios de la Iglesia quedaron anexados a Francia.
El Papa excom ulgó a Napoleón y éste ordenó el arresto del Pontífice, que
estuvo prisionero en Savona (Italia) y luego en Fontainebleau, en las cercanías de
París. Napoleón libertó al Papa en 1814, cuando ya era inminente su caída.
LA GUERRA ESPAÑOLA POR SU INDEPENDENCIA
Napoleón en España
Desde 1795 (Paz de B asilea), los gobiernos de España y Francia m ante­
nían c o rd ia le s relaciones. La prim e ra había apoyado, hasta con fuerzas
m ilita re s , la alianza con su vecina, y en 1805, la flo ta española fu e derrotada
ju n to a la francesa en T rafalgar.
Sin em bargo, poco antes de la batalla de Jena, el p rim e r m in is tro espa­
ñol, M a n u e l de G odoy, e ntabló negociaciones secreta s con Prusia, pues
sabía que N apoleón estaba a punto de tra ic io n a r lo pactado cediendo las
Baleares al ex rey de Nápoles.
Cuando el em perador se e nteró de estas tra m ita c io n e s — que no pro ­
gresaron por la d e rro ta de los pru sianos— , dispuso ocupar España y des­
tro n a r a los Borbones.
La situación interna de este país favoreció los propósitos de Bonaparte. En
efecto, cuando en 1788 falleció Carlos III, rey inteligente y progresista, su hijo,
Carlos IV, se hizo cargo del trono cuando contaba cuarenta años. Hombre de ca­
rácter pacífico y bondadoso, fue fácilm ente dominado por su mujer, la reina María
Luisa de Parma.
En 1795, la dirección de la política se confió a un joven de 28 años, Don
Manuel de Godoy, quien merced al favoritism o de la reina, había hecho rapidísima
carrera. El nuevo m inistro no tardó en dom inar al inepto Carlos IV y se transformó
en el árbitro de la política española.
Como hemos visto, en 1795 España abandonó la prim era coalición y debió
firm ar con Francia la Paz de Basilea. Por su mediación, Godoy recibió el título de
Principe de la Paz. Un año después, se convirtió en aliado de Francia a raíz del
Tratado de San Ildefonso. Este pacto, que constituía un verdadero sometimiento,
no fue bien visto por el pueblo español y Godoy aumentó su ya creciente im popu­
laridadDespués del desastre de Trafalgar, Napoleón logró que Godoy firm ara el Tratado de Fontainebleau (1807), por el que se acordaba la invasión y el posterior
reparto de Portugal; además, autorizaba el paso de tropas francesas a través del
territorio español. A raíz de esto, las fuerzas de Napoleón lograron ocupar venta­
josas posiciones en la península ibérica.
El motín de A ranjuez
Los d e sa cierto s p o lític o s de Godoy provocaron un fu e rte m o vim ie n to
de o posición que encabezó el p rín cip e heredero Don Fernando, apoyado por
algunos m iem bros de la C o rte y la mayoría del pueblo.
Esta situ a ció n de d e sco n cie rto fu e aprovechada por Napoleón, quien
envío a España nuevas fu erza s m ilita re s al mando del m ariscal M u ra t A larN'
COrte Se tra sla d ó a A ranjuez, donde, el día 17 de marzo de 1808,
e stallo en esa ciudad un m otín co n tra Godoy, por lo que el rey se vio
I n c ' d e s t i t u i r l o . Luego, ante la gravedad de los aco n te cim ie n to s, Car-
Fernando VU ^
^
SU h ^ ° ’ q ü 'en aSUmÍÓ el poder con el nom bre de
l-a farsa de Bayona
y lo CVm P|ie n d o órdenes de Napoleón, el m ariscal M u ra t v is itó a C arlos IV
°g ro que éste dejara sin e fe cto su abdicación, “ ya que había sido arran­
343
nó hasta el anochecer y ocasionó grandes bajas e ntre los c iv ile s . La n o ticia
de este alzam iento por España, e x c itó el odio hacia los invasores y fo r tific ó
e| p a trio tis m o del pueblo hispano.
P rotegido por las bayonetas francesas, el nuevo monarca llegó a M adrid
el 20 de ju lio . Las ciudades de O viedo y G ijón in icia ro n un levantam iento
QUe se exte n d ió a las demás partes del reino. Todo el te r rito rio español se
tra n sfo rm ó en un cam po de g u e rrilla s y en cada lugar la m uerte acechaba
a ios soldados invasores.
El general Pedro D upont, encargado de ocupar la región ce n tra l de Es­
paña, fue acorralado por el español Javier C astellanos y obligado a c a p itu ­
lar en el d e s fila d e ro de B ailén, al pie de la S ierra M orena (19 de ju lio de
1808). José I y sus tro p a s abandonaron M adrid.
Cuando Napoleón recibió la noticia de la derrota de Bailén, se puso muy
pálido y m urmuró: “ Una vez perdido el honor, ya no hay modo de recobrarlo; las
heridas que en el honor se reciben, son incurables” .
Nuestro procer, don José de San M artin, peleó contra los franceses en Bailén,
y por su heroico com portam iento fue ascendido (11 de agosto de 1808) al grado
de teniente coronel.
cada por la fu e rz a ” , al m ism o tie m p o que le o fre c ió el apoyo del em perador
francés. En esta fo rm a , España y sus d o m in io s tu v ie ro n dos reyes s im u ltá ­
neos, lo que o rig in ó graves confusiones.
Como esta s itu a ció n era in s o s te n ib le , N apoleón quiso aprovecharla,
para lo cual in v itó a la fa m ilia real española a una e n tre v is ta que se realizó
en Bayona, ciudad francesa situada cerca de los Pirineos. A llí Napoleón
despojó de la corona a Fernando VII y la o fre c ió a C arlos IV. Com o éste no
quiso aceptarla, el em perador la tra n s firió a su herm ano José Bonaparte,
que asum ió el tro n o de España y sus d o m in io s u ltra m a rin o s . C arlos y Fer­
nando quedaron internados en Francia.
La lucha contra Napoleón
A unque la C o rte y los fu n c io n a rio s del gobierno acataron obediencia al
nuevo soberano, el pueblo español se levantó en arm as y el e sp íritu indo­
mable de la raza ib é rica e n fre n tó al poderío de los invasores.
La salida de los reyes para la e n tre v is ta de Bayona había creado en
M adrid un am biente de honda preocupación. El 2 de mayo de 1808, el pueblo
invadió el palacid real a los g rito s de “ ¡Traición! ¡M ueran los fra n c e s e s !’ 1
M u ra t ordenó a las tro p a s a b rir fuego sobre la m u ltitu d ; la lucha se prolon-
344
Los fra n ce ses sitia ro n en dos ocasiones a la ciudad de Zaragoza, que
fue defendida heroicam ente por José de Palafox. M ie n tra s ta n to , los e jé rc i­
tos im p e ria le s que ocupaban Portugal fu eron vencidos en C in tra (30 de
agosto) por el inglés A rtu ro W e lle sle y (m ás tarde lord W e llin g to n ), que
mandaba las tro pas anglo-portuguesas.
Irrita d o por estos fracasos, N apoleón d ecid ió trasla darse a España para
d irig ir p ersonalm ente las operaciones. A n te s co n fe re n ció con el zar A le ja n ­
dro I, de Rusi?. La reunión se realizó en E rfu rt (S ajonia) y tu vo por o b je to
re a firm a r los lazos de am istad con Rusia a fin de que im p id ie ra un ataque
so rp re sivo de los austríacos.
En el otoño de 1808, Napoleón atravesó los Pirineos al fre n te de un
poderoso e jé rc ito . Una s e rle de rápidas v ic to ria s le p e rm itió re co n q u ista r
M adrid y reponer en el tro n o a su herm ano José I. Sin em bargo, Napoleón
abandonó m uy pronto España (enero de 1809) pues estaba al ta n to de que
en París, el m in is tro de Estado, T alleyrand y el je fe de policía Fouché cons­
piraban para adueñarse del poder. A dem ás, los austríacos avanzaban sobre
Francia, pues In g late rra había levantado una quin ta coa lició n .
El m ovim iento constitucional en España
Cuando se produjo la invasión napoleónica en España, surgieron en las
capitales de d is trito Juntas P rovinciales, que com enzaron a gobernar en
nom bre de Fernando VII, el m onarca cautivo.
Estas Juntas d icta ro n leyes y negociaron con Inglate rra , pero, com o
era necesario u n ific a r la lucha por la re siste n cia y rep re se nta r a España en
el e x te rio r, la Junta de M u rcia p id ió la creación de un organism o ce n tra l.
Por causa de esto se e sta b le ció en A ran juez una Junta C e n tra l de 35
m iem bros, p re sidida por Floridablanca e integrada por delegados de las
Provincias. Luego de la caída de M adrid en poder de N apoleón, la Junta
Central se tra sla d ó a S e villa y de a llí a la isla de León (hoy de San Fer­
nando).
El 31 de enero de 1810 la Junta entregó el poder a un C onsejo de Re­
gencia, integrado por cinco m iem bros, que se in sta ló en C ádiz y convocó a
345
las C ortes, co n s titu id a s en cámara ú n ica sin d is tin c ió n de órdenes o clases.
En el seno de esta asam blea p ronto se d is tin g u ie ro n dos tendencias:
la de los conservadores, p a rtid a rio s del respeto por las in s titu c io n e s espa­
ñolas, y la de los lib e ra le s , que, c o n s titu id o s en m ayoría, se inspiraban en
el C o n tra to S ocial, de Rousseau, y en El E sp íritu de las Leyes, de Montesquie u.
Las C orte s de C ádiz redactaron la C o n s titu c ió n de 1812, que fue la
prim e ra que tu v o España. Inspirada en la C o n s titu c ió n Francesa de 1791,
tu vo un acentuado c a rá c te r lib e ra l y co n sid eró com o españoles a los habi­
ta n te s de sus te rrito rio s u ltra m a rin o s .
R econoció el régim en m onárquico y h e re d ita rio , pero con sus a trib u ­
ciones lim ita d a s p o r la d iv is ió n en tre s poderes: e je c u tiv o (el rey), le g is ­
la tiv o (las C o rte s) y ju d ic ia l. Proclam ó que la soberanía de la nación residía
en el pueblo y no en la persona del rey.
La C o n stitu c ió n de 1812 d iv id ió a los españoles en dos grandes grupos:
los a b s o lu tis ta s y los lib e ra le s.
La quinta coalición
La re siste n c ia de los españoles d e m o stró que los e jé rc ito s de Napo­
león no eran in ve n cib le s.
En 1809, A u s tria organizó una q u in ta c o a lic ió n en la que p a rticip a ro n
Ing la te rra y los países de la península ib é rica , que ya luchaban contra
Francia.
Los e jé rc ito s a ustríacos, reorganizados y com andados por el archiduque
C arlos, in icia ro n la o fe n siva en el mes de a b ril. Napoleón, que había re g re ­
sado pre cip ita d a m e n te de España, to m ó el mando y lle v ó sus fuerzas hacia
el D anubio para c o rta r el avance enem igo. En E ckm uhl el archiduque fue
derrotado y se replegó en d ire cció n a Viena. N apoleón in te n tó atravesa r el
Danubio para atacar nuevam ente a los austríacos, pero, aunque no logró su
propósito, obtuvo un nuevo triu n fo en E ssling (m ayo de 1809). Sin em bargo,
un mes y m edio después con sig uió fra nque ar el río y vencer a su oponente
en la batalla de W agram (6 de ju lio ).
A u s tria p id ió la paz y, el 14 de octu b re , Francisco II firm ó el Tratado de
Viena.
La quinta c o a lició n fue desbaratada en sólo seis m eses de lucha. Con
la paz de Viena pareció c u m p lirse el v ie jo sueño de Napoleón, pues llegó
a dom inar casi todo el c o n tin e n te europeo, hasta la fro n te ra con Rusia.
N apoleón deseaba un heredero para perpetuar su dinastía. Com o su
esposa Josefina no le había dado descendencia, logró que un trib u n a l e cle ­
siástico fra n cé s le concediera el d iv o rc io ; acto seguido p id ió la mano de la
archiduquesa M aría Luisa, h ija del em perador de A u s tria .
El 2 de a b ril de 1810 co n tra jo nuevo m a trim o n io y de esa unión nació
un h ijo que re c ib ió el títu lo de re y de Roma.
A fin e s de 1810, el zar A le ja n d ro I abandonó el bloqueo y abrió sus
Puertos a los buques b ritá n ico s, lo que sig n ifica b a rom per su alianza con
•'rancia.
D urante 1811, N apoleón organizó en A lem ania un poderoso e jé rc ito de
se¡scientos m il hom bres.
En ju n io de 1812 in ic ió el ataque, y el día 22 sus tro p a s atravesaron
el río Niem en y se in tern aron en Polonia.
Los rusos optaron por replegarse y, al m ism o tie m p o , destruían todo
0 que podía se r ú til al invasor.
347
Sin vívere s y le jo s de sus fu e n te s de a b a ste cim ie n to , las tro p a s napo­
leónicas com enzaron a padecer ham bre, frío y epidem ias. No obsta n te , el
avance p ro sig u ió y, en el mes de agosto, tom aron por a salto la ciudad de
S m olensko. Entonces los rusos se prepararon para d e fe n d e r a M o scú , su
“ ciudad sa n ta ". El general K utuzof, al fre n te de 130.000 hom bres, esperó a
los franceses en las a ltu ra s de B orodino, ju n to al río M oscow a. El 7 de
se tie m b re de 1812 se lib ró la batalla, que te rm in ó con la re tira d a de los
rusos.
Napoleón ocupó a M oscú (15 de se tie m b re ). A l día sig u ie n te la ciudad
fue incendiada por sus defensores. La s itu a ció n se to rn ó in s o s te n ib le ; Na­
poleón d e cid ió aguardar la re n d ició n del zar antes de re g re sa r y, com o eso
no sucedió, hizo él las o fe rta s de paz sin ob te n e r c o n te sta ció n . Entonces
ordenó la re tira d a (18 de o c tu b re ), que no ta rd ó en c o n v e rtirs e en desastre.
La sexta coalición
N apoleón llegó con a n ticip a ció n a París y com enzó a organizar la con­
tra o fe n siva .
M ie n tra s ta n to , el d e sa stre de Rusia daba nuevos ánim os a los países
europeos y, en 1813, se levantó una sexta c o a lic ió n , integrada por Rusia,
Inglaterra, Prusia, España y, más tarde, Suecia, A u s tria y la m ayor parte de
los pueblos alem anes.
N apoleón ordenó el re c lu ta m ie n to en masa e in co rp o ró a jó ve n es me­
nores de 17 años de edad. En la prim a ve ra de 1813 lo g ró ve n ce r a los p ru ­
sianos en Lützen, Bautzen y Dresde.
Los aliados no tard a ro n en reaccionar y, con un poderoso e jé rc ito de
m edio m illó n de hom bres, acorralaron al em perador fra n cé s en Leipzig-, a llí
se lib ró la "b a ta lla de las n a cio ne s” , que duró cu a tro días (del 16 al 19 de
o ctu b re ), y en la que N apoleón fu e co m p le ta m en te derrotado.
El gran im perio comenzó a desmoronarse. Al mismo tiempo, la guerra de
España favorecía a los angloespañoles que, a las órdenes de W ellington, habían
vencido a los franceses en Vitoria y San Marcial.
A l com enzar 1814, Francia era invadida desde varias d ire ccio n e s.
Lbs e jé rc ito s rusoprusianos atravesaban el Rin; los austríacos atacaban
por Suiza; los suecos por B élgica, y los anglosajones por los P irineos.
D estierro de Napoleón
París fu e s itia d a y ca p itu ló el 31 de marzo. El Senado d e cre tó , el día
2 de a b ril, la d e s titu c ió n del em perador Napoleón. Este abdicó en fa v o r de
su h ijo , el rey de Roma, y com o esto no fu e aceptado, firm ó , el día 6, el
Tratado de Fontainebleau, p o r el cual "re n u n cia b a para sí y para to d o s sus
herederos a los tro n o s de Francia e Ita lia ".
Los aliados d isp u sie ro n el d e s tie rro de Napoleón, que se cu m p liría en
la is la de Elba, cuya soberanía le concedieron, además de una renta anual
de dos m illo n e s de fra n co s y una guardia de c u a tro c ie n to s hom bres.
La prim era restauración
M ie n tra s N apoleón era trasladado con cu sto d ia al d e stin o que le había
sido fija d o , el Senado acordó la re sta u ra ción de la m onarquía borbónica y
n a rc a íu 's X V U
“ [3 ^
8 ^
W
herm ano del
a u illo tin a d o mo-
mayo)' p o r ™
C° n ' ° S alÍados el Tratad°
de París (30 de
ia c o n d i ^ ó n de r e s p e t a r l a s r e f o r m a d n ,r.°.nteras de 1792. A d e m á s acept ?
de la Revolución En el mes de iunin
s,ocia,es que eran frutos
^
Sin e mb a ™ 3 'f
PrÍnC¡PÍ°S de " bertad 6 ¡ S a d ' d v í ^ 3 C ° '7Sf,'ft' c/°-
pans fue c o n s ^ a d o T u r n S E
ce s: asim ism o los re a lis ta !
Y
El tratad o de
. la indignación del pueblo fran-
» diapuslero„0me5id?| ,implp0u°™rl*s'0™n aC'° S *
repreSaNa (,err” bla™=°>
e" ^ e|ugraí'íé°„ac,6Ta U anc'deZl
revoluci°"“rt° - V.
LOs CIEN DIAS
reg re s a 7 n ? n 0 d í a lL t i í iPa0 ? a m n dad
9° bie m o fra ncés, N apoleón dispuso
------ ^ _____ ae a b a tir a la monarquía antes que alguien se le adelantara.
" C p i e 6^
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Ple ‘ ‘"ante los sucesos de 1 7 9 5
lo
por
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*'¡° *
m'6n,ras es,aba
Luis XvT
El De„ín
en la Torre déí
348
349
El 26 de fe b re ro de 1815, después de diez meses de d e s tie rro , aban­
donó la isla de Elba con un re ducido e jé rc ito de 900 hom bres y, el 1? de
marzo, pisó nuevam ente el suelo de Francia, en las proxim idades de Carmes.
Francia lo re c ib ió arrebatada de e n tusiasm o y las tro p a s enviadas para
d e te n e rlo se unieron a las suyas. El día 20 e n tró triu n fa lm e n te en París,
en brazos de la m u ltitu d , que lo aclamaba con d e lirio . El rey p a rtió apresu­
radam ente para Bélgica.
Napoleón hizo p ú b lico s sus deseos de gobernar en paz, pero las nacio­
nes europeas no creyeron en su palabra y sus rep re se nta n te s, re unidos en
el Congreso de Viena, lo declararon fuera de la ley.
Los partidos po líticos: izquierda, derecha y centro. Los
clubes o sociedades. Reformas de la Asamblea Constitu­
yente: económicas y religiosas. La C onstitución: los pode­
res ejecutivo, legislativo y ju dicial.
l a caída
de la monarquía.
La Asamblea Legislativa: los fuldenses y los girondinos.
Los montañeses. Guerra con A ustria: fracasos m ilitares.
Los sucesos de junio y agosto: suspensión del rey. El
triunfo de Valmy. La Convención: los partidos. La República:
el calendario. Proceso y ejecución de Luis XVI. El gobierno
revolucionario: el Tribunal Revolucionario y los Comités.
Caida dé los girondinos.
£1 terror.
Acción de los jacobinos. Persecuciones. Dictadura de Robespierre. La guillotina. La reacción term idoriana: los idea­
les moderados. La Constitución del Año III: la Declaración
de derechos y de deberes.
WATERLOO. EL FIN DEL IMPERIO
Para e n fre n ta r a la s é p tim a c o a lic ió n , Napoleón reunió un e jé rc ito de
m edio m illó n de hom bres y se lanzó sobre B élgica, donde planeaban con­
ce n tra rse las fuerzas coaligadas. El 18 de ju n io de 1815 chocó con los angloholandeses, al mando de W e llin g to n , en la llanura de W aterioo, cerca de
B ruselas. El je fe inglés re s is tió los ataques de N apoleón y dio tie m p o para
que llegaran los prusianos a las órdenes de B lü tch e r, quienes d e cid ie ro n la
batalla a su fa vo r.
La d e rro ta de W a te rio o puso fin al período de cien días que comenzo
con su regreso. Abandonado por todos, se tra sla d ó a París y el día 22 firm ó
su segunda abdicación. In te n tó h u ir a los Estados U nidos, pero, fin a lm e n te ,
p idió a silo a In g la te rra y fue trasladado a Plym outh en el navio B e lerefonte.
Los ingleses re s o lv ie ro n c o n s id e ra rlo p ris io n e ro de guerra y condenarlo al
d e s tie rro ete rn o , que se v e rific ó en la is la de Santa Elena, situada en m edio
del A tlá n tic o .
A llí pasó los ú ltim o s años de su e x is te n c ia y el 5 de mayo de 1821
m urió v íc tim a de un cáncer de estóm ago. Tenía entonces cincuenta y dos
años de edad.
La guerra durante
la Convención.
El Directorio.
La Constitución del Año III y las dos cámaras del poder
legislativo. El poder ejecutivo de cinco miem bros Des­
prestigio del Directorio.
Epoca de Napoleón.
Expansión de la Revolución Francesa. La campaña de Ita­
lia: triunfos de Napoleón y dom inio del norte de Italia. La
campaña de Egipto: batalla de las Pirámides. Acción de los
ingleses. Segunda coalición: triunfos parciales de los fran­
ceses. Caida del D irectorio: el poder ejecutivo provisorio.
El Consulado.
El Primer Cónsul. Fin de la segunda coa lición : los tratados
de Luneviile y de Amiens.
Obra del Consulado: acción adm inistrativa y financiera;
p acificación in te rio r y el Concordato. El Código de Na­
poleón. El consulado vitalicio.
El Imperio.
La Constitución del Año XII. El absolutismo político. Obras
públicas y legislativas.
La tercera coalición contra Francia: batallas de Trafalgar y
Austerlitz. La cuarta coalición: batallas de Jena y Auerstaedt.
La campaña de Polonia. La invasión a Portugal: el bloqueo
continental.
*-a guerra española
P°rsu independencia.
Napoleón y su decisión de destronar a los Borbones. La
situación interna de España: Carlos IV y Manuel Godoy. El
m otin de Aranjuez: Fernando Vil. La farsa de Bayona: José
Bonaparte, rey de España. La lucha contra Napoleón: batalla
de Bailén. Napoleón en España. El movim iento constitucio­
nal: las Juntas en nombre de Fernando Vil. El Consejo de
Regencia. Constitución de 1812.
La quinta coa lición : batalla de Wagram; tratado de Viena.
La campaña de Rusia: toma de Smolensko y de Moscú. La
retirada. La sexta coalición: batalla de Leipzig. Destierro de
Guía de repaso
Crisis fiel
Antiguo Régimen.
La Revolución
Francesa.
350
Ei derecho divino de los reyes. Las desigualdades sociales
Las clases o estados: a) los privilegiados; b) los no p ri­
vilegiados.
Luis XV: la regencia de Felipe de Orleáns. Luis XVI: los
problem as económicos. Turgot y Necker.
Los propósitos del m ovim iento: políticos, sociales y económicos. Reunión de los Estados Generales: los cuadernos
de petición. La Asamblea Nacional y el juram ento de la
cancha de pelota. La Asamblea Constituyente: el voto in d i­
vidual. La toma de la Bastilla. La declaración de los dere­
chos del hombre.
La prim era coa lición : progresos de las tropas aliadas Derrotas de los prusianos y austríacos: el Tratado de Basilea.
351
Napoleón. La prim era restauración: Luis XVIII y el Tratado
de Paris; la Carta Constitucional. Los Cien Dias. La séptima
coalición: batalla de Waterloo. Destierro de Napoleón: su
muerte.
Actividades Prácticas
A n a liz a r la s itu a c ió n en F ra n c ia d u ra n te el A n tig u o R égim en.
■—Cuestionario— ----------------------------------------------1. ¿A qué se llama Antiguo Régimen? 2. ¿Por qué se caracteriza­
ba? 3. ¿Cuántas clases comprendía la sociedad francesa del siglo
X V III? 4. ¿Cóm o reinó Luis X V ? 5. ¿En qué form a Luis X V I
trató de remediar el problema económ ico? 6. ¿Cuáles fueron los
propósitos de la Revolución Francesa? 7. ¿Cóm o funcionaban los
Estados Generales? 8. ¿Qué ocurrió en la cancha de pelota? 9.
¿Cómo surgió la Asamblea Constituyente? 10. ¿Qué puede decir
sobre la toma de la Bastilla? 11. ¿Qué dispuso la declaración de
los derechos del hom bre? 12. ¿Qué tendencias había en el seno
de la Asamblea Constituyente? 13. ¿Pudo huir de Francia Luis
X V I? 14. ¿Cuáles fueron las reformas de la Asamblea Constitu­
yente? 15. ¿Qué dispuso la Constitución de 1791? 16. ¿Cóm o se
integró la Asamblea Legislativa? 17. ¿Cómo se originó la guerra
con Austria? 18. ¿Qué sucesos determinaron la suspensión y el
arresto del rey? 19. ¿Cóm o surgió la República? 20. ¿Cómo fue
juzgado Luis X V I? 21. ¿En qué forma la Convención quedó en
poder de los jacobinos? 22. ¿Qué puede decir con respecto al ré­
gimen del terror? 23. ¿Cómo gobernó Robespierre? 24. ¿A qué se
llamó la reacción termidoriana? 25. ¿Qué dispuso la Constitu­
ción del Año III? 26. Explique la primera coalición. 27. ¿Cómo
surgió el Directorio? 28. Mencione algunos datos biográficos de
Napoleón Bonaparte. 29. ¿Qué sabe con respecto a la campaña
de Italia? 30. ¿Qué ocurrió en la campaña de Egipto? 31. ¿R ecuer­
da algunas batallas de la segunda coalición? 32. ¿Cóm o se p ro­
dujo la caída del Directorio? 33. ¿Qué sabe con respecto al C ódi­
go de Napoleón? 34. ¿Cóm o surgió el Imperio? 35. ¿Cuáles fueron
las características del nuevo gobierno? 36. Resuma la tercera coa­
lición. 37. ¿Por qué fue invadido Portugal? 38. ¿Cuál era la si­
tuación política de España? 39. ¿Qué ocurrió en Aranjuez? 40.
¿Cómo llegó al trono español José Bonaparte? 41. Resuma la
lucha en España contra Napoleón. 42. Explique el surgimiento de
las Juntas. 43. ¿Cuáles fueron las principales acciones bélicas de
la quinta coalición? 44. ¿Qué puede decir con respecto a la cam ­
paña de Rusia? 45. ¿Qué sucesos obligaron a Napoleón al destie­
rro en Elba? 46. ¿A qué se llama la primera restauración? 47.
¿Qué ocurrió al regreso de Napoleón? 48. ¿A qué puso fin la ba­
talla de W aterloo?
352
* E n fo rm a de cua dros sin ó p ticos s in te tiz a r las etapas en que puede
d iv id irs e la R e v o lu c ió n Francesa.
C o m p a ra r la obra re a liz a d a p o r la A sa m b le a C o n s titu y e n te y p o r
* la C onvención.
R e s u m ir la o bra del C onsulado.
S in te tiz a r las coalicione s c o n tra N apoleón.
Lectura
La guerra española
por su independencia
Un gran error de Napoleón fue el
creer que los españoles iban a ser
tan fácilmente dominados como lo
habían sido los reyes Carlos IV y
Fernando VII, o como lo estaban
siendo el Consejo de Castilla o una
gran parte de las autoridades loca, ®tr.° Sran error consistió en
confundir el descontento contra Godpy con el descontento contra el ré­
gimen; estimó que los españoles es­
taban hastiados de los Borbones y
. absolutismo, y que la introduc­
ción de medidas liberales por la
nueva dinastía Bonaparte iba a ser
bien recibida.
Un grupo de españoles, ciertamena
I y su régimen.
re estos a fr a n ce s a d o s podemos
stinguir tres tipos distintos: en
í: lmer ,lugar, los convencidos, los
birf cre.lan de buena fe que el camsni° P á tic o y dinástico era la mejor
e PÍ?clon
caso de España. Eran, en
n e ral, in te le c tu a le s, ideólogos
“ilustrados”, y partidarios de refor­
mas desde arriba y sin revolución:
en cierto modo, eran los herederos
del espíritu del Despotismo Ilustra­
do. Luego tenemos a los oportunis­
tas, a los pescadores del río revuel­
to, pasados al nuevo bando sólo por­
que llevaba las de ganar. Y por úl­
timo, un número bastante elevado
de funcionarios públicos, que sin ser
partidarios del rey José, hubieron de
pasar a su servicio so pena de per­
der sus puestos. Parece que este
grupo de «afrancesados a la fuerza»
fue el más numeroso de los tres.
Con todo, fue relativamente muy
escaso el número de españoles que
de una forma u otra sirvieron a Jo­
sé I. La inmensa mayoría de los
españoles se pusieron en contra, y
lo manifestaron en el alzamiento del
2 de mayo en Madrid, y poco des­
pués en el levantamiento general.
La tragedia de José Bonaparte con­
sistió en querer ganarse a los espa-
ñoles mostrando su españolización
y su independencia de Francia, y al
mismo tiempo teniendo que recurrir
a su hermano y a los contingentes
franceses para poder sostenerse en
el trono.
La guerra de Independencia, por
tanto, no merece ser calificada de
guerra civil. Fue una contienda en­
tre un ejército, el francés, y un
pueblo, el español. No es fácil hacer
una síntesis breve y clara de un con­
flicto qué duró seis años, y que ba­
rrió varias veces, de arriba abajo y
de abajo arriba, todo el territorio
de la Península. El número de suce­
sos es infinito. Se han computado
hasta 470 batallas, pero el número
de choques armados debió ser de
varios miles. Se cree que España
perdió un millón de habitantes, y
los daños materiales fueron inmen­
sos, quizá como en ningún otro con­
flicto de la historia española hasta
la guerra de 1936-1939.
Hubo un primer levantamiento en
Madrid, el 2 de mayo de 1808, en
que el pueblo, mal armado, ayudado
de un pequeño grupo de oficiales
—Daoíz, Velarde, Ruiz— sucumbió
heroicamente ante la carga de las
tropas francesas que ya ocupaban la
capital. Pero a fines de mayo y
principios de junio se produce un
levantamiento general en casi todas
las ciudades y pueblos de España.
Los hechos se producen siempre en
forma idéntica: ocurre un incidente,
el. pueblo se lanza inmediatamente
a la calle, se destituye a las autori­
dades y se nombra una junta. Esta
uniformidad permite sospechar que
en Jos a lz a m ie n to s hubo algo de
plan y método (Corona). Lo cual no
obsta para que la adhesión del pue­
blo español a aquellos alzamientos
fuera puramente espontánea.
Cornelias, José Luis.
H is t o r ia de E s p a ñ a
M oderna y C o n te m po r á n e a .
Madrid, 1967.
• ¿Creyó N apoleón que la dinastía
B onap&rte sería bie n re cib id a en
España?
• ¿Algunos e s p a ñ o le s colaboraron
con los franceses?
• ¿Cómo puede ca lifica rse a la gue­
r r a p o r la independencia?
• ¿En qué fo rm a se p ro d u je ro n los
p rim e ro s levantam ientos?
LOS ALBORES REVOLUCIO NARIOS
Si bien en 1810 culm inó, la ag itación re volucio naria en los dom inio s
hispanos en A m é rica , años antes se prod ujeron otro s alzam ientos co n tra las
autoridades españolas. Estas re b elion es contaron con el apoyo del ele m ento
nativo y, en general, tu v ie ro n v is ib le s tend encias em ancipadoras.
Los com uneros
En el s ig lo XVIII se produjo en el Paraguay — regfón p e rte n e cie n te al
v irre in a to del Río de la Plata— la revolu ció n de los com uneros. D ebido a
un in cid e n te e n tre el gobernador y el C abildo, la A ud ie n cia de Charcas
envió a la A su n ción, en el año 1721, a José de A nteq uera, quien con el
apoyo de la población se hizo cargo del gobierno. Desde un com ienzo
defendió los derechos del M u n ic ip io o “ co m ú n ", se opuso a todo poder
despótico y ve n ció a los re a lista s en la batalla de Tebicuary. Finalm ente,
un e jé rc ito a cargo de Bruno Zabala, gobernador de Buenos A ire s , se d irig ió
a[ Paraguay y depuso a A n teque ra. Este fu e enviado preso a Lima, donde lo
ejecutaron en ju lio de 1731.
M ie n tra s A n te quera estaba preso, trabó a m is ta d con Fernando M om pó
^ i e n se in te re só por los m ism os ideales. El ú ltim o logró escapar d e la
cárcel y se tra sla d ó a la A sunción donde reorganizó el p a rtid o d e A n te q u e ra
Cori el nom bre de C om uneros. C onsiguió deponer al gobernador, pero fin a l­
mente cayó apresado y fu e re m itid o a Buenos A ire s .
354
355
Revolución de! Socorro
M edio s ig lo más tarde e s ta lló un m o vim ie n to sem ejante en la localidad
del Socorro, p e rte n e cie n te al v irre in a to de Nueva Granada. En 1779, los
pobladores se negaron a pagar antiguos im puestos que habían sido re sta ­
blecidos, y acaudillados por dos c rio llo s — Berbeo y Galán— se levantaron,
en arm as. El m o vim ie n to se e xte n d ió a d iversas regiones del v irre in a to y en
1781 los rebeldes d e rro ta ro n a fuerzas re a lista s y avanzaron con el propó­
s ito de to m a r Santa Fe de Bogotá. Por m ediación del C abildo y autoridades
e cle siá stica s d e s is tie ro n de ese in te n to bajo la prom esa de o b te n e r rebaja
de im puestos e igualdad ante los cargos públicos. La am nistía no fu e res­
petada por los españoles, quienes fin a lm e n te eje cu ta ro n a Galán.
Sublevación de Tupac Amaru
El régim en d e sp ó tico em pleado por m uchos c o rre g id o re s con los indios
o rig in ó diversa s re beliones. El su r del Perú fu e una de las zonas más afec­
tadas por los abusos, e sp e cialm e n te los d is trito s de Tinta y Chayanta.
José G abriel Condorcanqui, descendiente del cacique Tupac Amaru y llamado
por el mismo nombre, fue educado por los jesúitas en el Cuzco. Culto e inteligente,
a la muerte de su padre — Miguel Condorcanqui— fue reconocido cacique de
Tungasuca (Tinta). Trató de m ejorar la condición de sus hermanos de raza, pero
en largos años, nadie escuchó sus reclamos.
En noviem bre de 1780, Tupac A m aru apresó al c o rre g id o r de Tinta, don
A n to n io A rria g a y lo hizo e je c u ta r eñ la plaza del pueblo de Tungasuca. A
p a rtir de ese m om ento com enzó la sublevación general de indígenas, quie­
nes ob tu vie ro n algunos é x ito s p arciales, pero no pudieron ocupar el Cuzco.
La marcha de los sucesos alarm ó a las a utoridades re a lista s. Los v i­
rre yes del Perú y del Río de la Plata enviaron a los generales del V alle y
Flores, re sp ectiva m en te . El p rim e ro venció a los sublevados en la batalla de
Com bapata (m arzo de 1781) y Tupac A m aru, tra ic io n a d o por un grupo de sus
hom bres, fue entregado a los españoles con toda su fa m ilia y pa rie n te s.
Las condenas, cuya descripción sobrepasa los límites de la crueldad, consis­
tieron en los más refinados suplicios. A Tupac Amaru le cortaron la lengua y sus
extremidades fueron atadas a cuatro caballos que tiraron en distintas direcciones
para destrozarlo. No lo consiguieron, entonces fue decapitado y despedazado su
cuerpo, los miembros fueron expuestos al público en diversas poblaciones.
A ntecedentes revolucionarios en el Perú
Es in te re s a n te destacar que en 1810, año en que se p ro d ujeron d iv e r­
sos m o vim ie n to s re v o lu c io n a rio s en H ispanoam érica, el Perú no p a rtic ip ó en
e llos. A l co n tra rio , fue el baluarte de los re a lista s d estinado a de te n e r la
marcha de la re vo lu ció n y p ro lo n g a r las luchas de la independencia por
espacio de quince años. Sin em bargo, tie m p o atrás, el te r rito rio peruano
fu e e scenario de va rio s m o vim ie n to s re vo lu cio n a rio s — aislados e incon­
s is te n te s — que fu eron sofocados por los re a lista s.
En 1805, José A g u ila r y M a n u e l U balde tra m a ro n una co n juración en el
Cuzco para e s ta b le c e r un g o bierno propio, pero el in te n to fra ca só y ambos
ca b e cilla s fu e ro n ahorcados.
En 1809, A n to n io Pardo tra tó de e rig ir una Junta de G obierno, a im itaón de las establecidas en España, pero no tu vo é xito . Poco tie m p o desCl,és tam bién fracasó en un m ism o in te n to el peruano Ftiva A güero. Debe
P o r ’ d a r s e a¡ a r¡stó cra ta José Baquíjano, que pre te n d ió crear en el Perú
rS partido hispanoam ericano de c a rá cte r c o n s titu c io n a lis ta , pero el v irre y
s o f o c ó el in te n to .
PRETENSIONES INGLESAS EN A M E R IC A
In te ré s por los dom inios españoles
Desde una prim e ra época, España v ig iló celosam ente el c u m p lim ie n to
del m onopolio co m ercial que im pla ntó con sus d o m inios en A m é rica . A
pesar de esto, no pudo im p e d ir que In glaterra — basada en su poderío na­
ya |__ c o n s titu y e ra una perm anente amenaza. En el. siste m a m o nopolista
im plantado por la Corona española, las transacciones com e rcia le s se re a li­
zaban de p re fe re n cia en P ortobelo (Panamá) lo cual b eneficiaba a las zonas
próxim as, pero no a las alejadas, com o o c u rrió con el Río de la Plata. En
determ inadas épocas, el contrabando o com ercio ilegal en el que p a rtic i­
paban a ctiva m e nte los ingleses, llegó a c o n s titu ir una necesidad para los
pobladores de Buenos A ire s .
A l té rm in o de la G uerra de Sucesión, España debió m o d ific a r su rígido
m onopolio y — p o r cláusula de la Paz de U tre ch t— concedió a Ing late rra el
p rivile g io del c o m e rcio con esclavos. También a d m itió la llegada anual de
un navio inglés con un núm ero d e term in ado de toneladas de carga.
En las guerras europeas del s ig lo X VIII, España e Ing late rra estuvieron
en bandos co n tra rio s, esto m o tivó que los co rsa rio s tra ta ra n de im p e d ir el
com ercio español con sus d om inios en A m é rica y ele apoderarse de los con­
voyes que conducían las riquezas del Nuevo M undo hacia la m e tró p o li. Estos
actos de guerra m arítim a tam bién co m pren dieron asaltos a ciudades co ste ­
ras en procura de teso ros.
El in te ré s de Gran Bretaña por los do m in ios españoles pueden resu­
m irse en dos fa cto re s:
a) Po litico -m ilitar: las guerras europeas co n stitu ía n una perm anente am e­
naza de invasión para las islas, lo cual im pedía que el gabinete de
Londres enviara fu e rte s co n tin g e n te s de tropa s al te r rito rio contin ental
donde se libraban batallas cam pales. En consecuencia, era más e fe c tiv o
d e b ilita r al enem igo con la in te rve n ció n de la flo ta , anulando fu e n te s de
riqueza e in terce ptan do el trá fic o com e rcia l e n tre sus colonias y la me­
tró p o li. Fue con España donde In g la terra apiicó con m ayor tenacidad esta
in te rve n ció n in d ire cta .
b) Económicos. Las trabas im puestas por España para obsta cu liza r el co­
m ercio con o tro s países e stim u la ro n las am biciones de Gran Bretaña, la
cual, m ie n tra s aum entaba el núm ero de sus barcos, veía d is m in u ir los
m ercados para u bicar los pro ductos de su d e sa rro llo in d u stria l.
*"a situación en el Río de la Plata
nid hU s a utor¡dades de Buenos A ire s fueron alertadas en repetidas oportuades sobre p o sible s acciones bélicas de los ingleses. Por Real C édula
357
356
de Felipe V, que se conoció en 1740, se inform aba de la lucha de España
con tra Ing la te rra y Holanda (G uerra de la Sucesión de A u s tria ) y se desta­
caba la p o sib ilid a d de un ataque.
Por esas épocas una escuadra inglesa al mando del a lm ira n te .Vernon
había fru s tra d o sus in te n to s de apoderarse de C artagena y poco después
o tra escuadra a las órdenes del com odoro A nson pasó fre n te ai Río de la
Plata — sin preocuparse por la desguarnecida posesión enem iga— para sa­
quear las costas ch ile n a s y re m o n ta r el Pacífico.
El llam ado segundo Pacto de Fam ilia e n tre España y Francia (agosto
de 1761) encendió nuevam ente la guerra co n tra Gran Bretaña. El goberna­
dor de Buenos A ire s , Pedro de C evallos, fu e in form ado de la s itu a ció n im ­
perante. A com ienzos de 1763 una escuadra angloportuguesa atacó la Co­
lonia del Sacram ento, pero fu e rechazada por la g u a rn ició n local. Cuando
se firm ó en París el tra ta d o de paz (1763), España d e vo lvió a Portugal la
C olonia a cam bio de o tro s te rrito rio s , e n tre e llo s, la Florida.
Las islas M alvinas fu e ro n o tro m o tivo de in cid e n te s e ntre España y
Gran Bretaña. Sabemos que los fra n ce se s e sta b le cie ro n en la isla Soledad la
colonia de Puerto Luis (1764). Poco después, los ingleses e rig ie ro n Puerto
Egmont en la isla o ccid e nta l. España reclam ó a Francia y obtuvo la entrega
de Puerto Luis (1767) al que die ro n el nom bre de Puerto Soledad. Com o los
ingleses no desalojaban su p osición, B u carelli — gobernador de Buenos A i­
res— envió una e xpedición que expulsó a los in tru so s. Este hecho de fu e r­
za, sum ado a la p ro h ib ic ió n del rey C arlos III de im p o rta r te la s inglesas a
España, irritó a Londres. A unque se creyó en una declaración de guerra,
ambos países p re firie ro n la negociación d ip lo m á tica y en 1774, los ingleses
se re tira ro n de las M alvinas.
IN VA SIO N ES INGLESAS: ANTECEDENTES
Las invasiones inglesas al Río de la Plata en 1806 y 1807 obedecieron
a antecedentes lejanos y a causas próxim as, que pueden agruparse de la
sig u ie n te manera:
La alianza franco-española
A com ienzos del s ig lo X VIII, la din a stía francesa de los Borbones co­
menzó a re in a r en España, y por e ste m o tivo la ú ltim a nación quedó v in c u ­
lada a Francia, alianza que se co n so lid ó cuando am bos países firm a ro n el
segundo Pacto de Fam ilia (1761) d estinado a u n ir sus fuerzas co n tra In­
gla terra .
La rivalidad entre Inglaterra y España
Cuando la reina Isabel ocupó el tro n o de In g la te rra (1558), esta nación
— de re lig ió n anglicana— s ig u ió una p o lític a in am istosa co n tra España, cuyo
monarca Felipe II se m o stró d e cid id o d e fe n so r de los ca tó lic o s . A m bos
países lucharon en bandos c o n tra rio s en las llam adas “ G uerras de R e lig ió n ”
y en el s ig lo XVII — al a d v e n im ie n to de los Estuardo— la m ayoría del
pueblo inglés era anglicano fa n á tico , m ie n tra s los c a tó lic o s fu eron perse­
guidos com o in te g ra n te s de una secta “ que debía se r com batida y des­
te rra d a ".
358
La d e c a d e n c ia es p a ñ o la
El período de m ayor flo re c im ie n to de España se in icia con los Reyes
cólicos, p rosigue con C arlos V y culm ina con el m onarca Felipe II. Sin
bargo,' m ie n tra s el sig lo XVII señaló para la península una época de
efTIndeza', en la ce n tu ria sig u ie n te se in ic ia te decadencia o agotam iento
^ o a ñ o l- Este período com ienza cuando ocupan el tro n o los A u s tria s menoeSP __Felipe III, Felipe IV y C arlos II— , reyes incapaces que abandonaron
rf Sqobierno en manos de fa v o rito s .
e
El adve n im ie nto de los Borbones rem edió en parte la situ a ció n, aunque
pesar de los esfuerzos de estos m onarcas por im pulsar el progreso, no
j ^ a r o n d e vo lver a España su a n te rio r grandeza.
Evolución económica de Inglaterra
llo
Ya nos hem os re fe rid o a la “ re vo lución m a q u in ista ” y al gran desarro ­
de la in d u s tria y del co m e rcio en Gran Bretaña.
CAUSAS DE LAS IN VA SIO N ES INGLESAS
Gran Bretaña a la conquista de nuevos mercados
M ie n tra s sus in d u stria s progresaban con rapidez y la m arina acrecenta­
ba su im p o rta n cia, Gran Bretaña debió re so lve r el grave problem a econó­
mico surgido de la independencia de sus tre ce colonias en A m é rica del
Norte (4 de ju lio de 1776) y además del cie rre — para su co m e rcio — de los
puertos europeos, com o consecuencia de fas fre cu e n te s guerras contra
Francia y sus aliados.
El g o bierno de Londres am bicionó o b te n e r m a teria prim a y u b icar la
superproducción de sus in d u stria s en los d om inio s h ispánicos del Nuevo
Mundo, pero las trabas co m erciales im puestas a estos ú ltim o s vedaban
toda p o sib ilid a d legal. De ta l manera, los ingleses in icia ro n en el Río de
la Plata un a c tiv o contrabando, re e n tra s p eriódicam ente sus naves alarm a­
ban a los pobladores del e stuario.
Home Popham, el marino inglés
lefe de ia escuadra que atacó a
Buenos Aires en la primera in­
vasión.
Las gestiones de M iranda
El p a trio ta venezolano F rancisco M iranda había proyectado lib e ra r
A m é rica hispana con la ayuda de tro p a s e xp e d icio n a ria s b ritá n ica s. Luego
de algunos in te n to s in fru c tu o s o s ante el gabinete de Londres, el incansable
venezolano fundó la Logia Lautaro, sociedad sec'reta cuya fin a lid a d era llevar
a cabo sus p ro p ó sito s re vo lu cio n a rio s.
En 1804, M iranda reanudó sus g e stio n e s ante el g obierno de Londres y
tam bién se puso al habla con el m arino Home Popham, quien luego presen­
tó a las autoridades un "M e m o ria l” en el que aconsejaba una expedición
m ilita r a la A m é rica del Sur.
El p ro ye cto fu e bien re cib id o por las a utoridades b ritá n ica s, pero no se
llevó a la práctica.
El ataque a una flo tilla española
La paz de A m ie n s fue de breve duración y en 1803 se in ic ió una nueva
guerra e ntre Inglaterra y Francia. D ebido al siste m a de alianzas, España
debía in te rv e n ir d ire cta m e n te en fa v o r de la ú ltim a , pero el rey C arlos IV
p re firió firm a r con Napoleón — a la sazón p rim e r cónsul— un tra ta d o secre­
to , llam ado “ de los s u b s id io s ” . El m onarca español se com prom etía a e n tre ­
gar s e is -m illo n e s de fra n co s m ensuales, a cam bio de una aparente neutra­
lidad. El gobierno de Londres no ta rd ó en conocer la alianza se cre ta y en­
tonces ordenó a su flo ta atacar el trá fic o co m e rcia l de España, sin previa
declaración de guerra.
El 5 de octu b re de 1804, una flo tilla de cu a tro fragatas de guerra espa­
ñolas fue atacada por una escuadra inglesa de igual núm ero de naves, pero
de m ayor arm am ento.
El encuentro se produjo en el océano, a unas m illa s del p u e rto de
Cádiz. D espués de un breve com bate, re s u ltó hundida una fragata hispana
y las tre s resta n te s debieron re n d irse .
El atentado m o tivó que España se uniera con Francia en co n tra de
Inglaterra. En o ctu b re de 1805, la armada franco-española fue d errotada pol­
la escuadra inglesa a las órdenes del a lm ira n te N elson en el com bate naval
de Trafalgar. El d o m in io de las aguas quedaba en poder de ios b ritá n ico s.
Expedición inglesa al Cabo de Buena Esperanza
Con el p ro p ó s ito de asegurar la ruta co m e rcia l que llevaba a la India,
el g obierno b ritá n ic o dispuso apoderarse de la co lonia holandesa del Cabo
de Buena Esperanza, ubicada al su r del A fric a . In g la te rra consideraba a
Holanda nación enem iga, por cuanto la ú ltim a estaba gobernada por el rey
Luis, herm ano de N apoleón Bonaparte.
Se equipó una expedición de 6.654 hom bres de tropa, confiada a las
órdenes del m ayor general D avid B aird\ segundo je fe era el b rig a d ie r G ui­
lle rm o C arr B eresford. Una fuerza naval de seis naves, mandada por el com o­
doro Hom e Popham, debía e s c o lta r a los tra n s p o rte s durante la navegación
y cooperar en la conquista. Una vez logrado su o b je tiv o — cuyo é x ito se
descontaba— parte de las fuerzas debía c o n tin u a r para la India. El Río de la
Plata no figu ra b a en los planes del gabinete b ritá n ico .
En enero de 1806 la armada inglesa atacó la colonia del Cabo. Luego
de una breve pero enérgica re s is te n c ia , los defe n so re s capitularon.
360
Una vez conquistada la colonia del Cabo, el com odoro Popham decidió
r __en un golpe de mano audaz— el Río de la Plata, em presa que
at ¡deraba de fá c il realización, de acuerdo con noticia s recibid as sobre el
C°tado indefenso de los pue rto s platenses.
popham convenció al general David Baird sobre las bondades y escar ¡esgos de su proyecto, por lo que el ú ltim o le fa c ilitó parte de las
S° S as que se encontraban en el Cabo, las que fu eron puestas a las órdenes
G uillerm o C arr B eresford.
lA PRIMERA IN V A S IO N INGLESA
Ocupación de B ue n os A ires
La expedición zarpó del Cabo de Buena Esperanza en ab ril de 1806.
Estaba integrada por se is naves de guerra al mando del com odoro Popham
v cinco tra n s p o rte s; las tro pas de desem barco fueron puestas a las órdenes
¿el b rigadier B eresford, quien sería el gobernador de los dom inios españo­
les a conquistar.
A l lle g a r al Río de la Plata, Popham exploró el e stu a rio y luego con­
vocó un consejo de guerra para re s o lv e r en d e fin itiv a la ciudad donde se
efectuaría el ataque: Buenos A ire s o M ontevideo. Los o fic ia le s — con excep­
ción de B eresford— votaron por la ca pital del v irre in a to .
El 24 de ju n io ] las naves inglesas pasaron fre n te a la ensenada de Ba­
rragán, en esa época al mando del capitán de navio S antiago de Liniers. Las
baterías de la costa a brieron fuego e im p id ie ro n acercarse a los invasores.
El v irre y S obrem onte — enterado de la presencia del enem igo— no
tom ó ninguna de las m edidas que las circu n sta n cia s hubieran aconsejado.
Mapa del R ío de la Plata tra­
zado en el año 1806 en el cual
puede observarse la posición de
las naves cuando desembarcaron
los efectivos ingleses al comienzo
de la primera invasión.
El 25 de ju n io , las fuerzas inglesas desem barcaron en Q u ilm e s y al día
s ig u ie n te ve n cie ro n a Pedro A rc e , quien les sa lió al e n cuentro con q u in ie n to s
jin e te s y seis piezas de a rtille ría . Los m ilic ia n o s e m p rendieron la fuga y
B eresford ocupó las barrancas de Q uilm es.
M ie n tra s ta n to — en la m adrugada de ese día— el v irre y había despa­
chado los caudales p ú b lico s rum bo a Luján en un convoy de ca rre ta s con
escolta.
El 27 por la mañana, los invSsores co n sig uie ro n cruzar el Riachuelo
y ve ncieron una ú ltim a re s is te n c ia opuesta por los m ilic ia n o s en el paso de
Barracas, que llevaba d ire c ta m e n te a Buenos A ire s . A n te el curso de los
sucesos, S obrem onte se re tiró con su fa m ilia y algunos je fe s m ilita re s a
M onte C astro (actual F loresta) donde redactó un p lie g o e x p lic a tiv o de su
fuga, "m u ch o s más indigno y vergonzoso que cu a lq u ie r c a p itu la c ió n ” . De
a llí se tra sla d ó a Luján, donde se hallaban las cajas reales, pero ante la
n o ticia de que un d estacam ento inglés marchaba en busca de ese dinero,
el v irre y — con su fa m ilia y e sco lta — se d irig ió a Córdoba, ciudad que
p re te n d ió tra n s fo rm a r en "c a p ita l p ro visio n a l del v irre in a to ” .
A las tre s de la ta rd e del día 27 las tro p a s inglesas penetraron triu n ­
fa n te s por las ca lle s de Buenos A ire s , "a ta m b o r b a tie n te y banderas des­
plegadas” .
Una vez en el Fuerte, B eresford asum ió el cargo de gobernador y obligo
a que los ve n cid os firm a ra n " la s co n d icio n e s concedidas por los generales
de su M ajestad B ritá n ic a ".
Para congraciarse con la población to m ó una se rie de m edidas pruden­
te s y m oderadas. A se g u ró la lib e rta d de c u lto s , la p ro te cció n a la p r o p ie d a d
privada y la lib e rta d de co m e rcio .
La p rim e ra reacción organizada co ntra los ingleses se produjo en la
campaña, don Juan M a rtin de P ueyrredón con siguió equipar una fuerza de
setecientos hom bres, e ntre m ilicia n o s y ve cinos. Las activid a de s de los
conjurados — e n tre los que fig u ra b a M artín Rodríguez— llegaron a conoci­
miento de B eresford, quien al fre n te de q u in ie n to s soldados los en fre n tó
~ e l 1? de agosto— en la chacra de P erd rie l, d ista n te a cu atro leguas de
Buenos A ire s .
Luego de breve com bate, los b ritá n ico s consiguieron disp e rsa r a sus
isoños adversarios, quienes, sin em bargo, lograron apoderarse de un carro
ae m uniciones.
*-a Reconquista.
L in ie rs
Sa
Cent
a 't0 tlo n o r cle re co n q u ista r a Buenos A ire s correspond ió al francés
°
L in ie rs - Quien — de acuerdo con un plan trazado— d e cid ió conrar toda la acción en M o n te video y avanzar desde a llí sobre la caoital
ael virre in a to .
una j ' niers se tra sla d ó a la vecina o rilla donde su plan fu e aprobado por
de n Unta C*6 ^ u e rra población colaboró con entusiasm o y con el aporte
^°m brese r° S0S v o ' u n ta rio s Pudo fo rm a rse un e jé rc ito de m il tre s c ie n to s
desemhf^0
cruzar
R|0 de la Plata sin d ific u lta d e s , los e xp ediciona rios
arcaron en las p roxim ida des del actual Tigre y el 10 de agosto,
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acam paron en los C o rrales de M is e re re . A llí L iniers e x ig ió la re n d ició n de
B eresford. La respuesta del ú ltim o fue negativa. Ese m ism o día, Liniers
avanzó con su e jé rc ito y to m ó el R etiro, obligando a los ingleses a re tro ­
ceder en d ire cció n a la Plaza M ayor.
F inalm ente, el 12 de agosto, las fuerzas de la reconquista in icia ro n el
ataque de cisivo . Luego de o fre c e r tenaz re s is te n c ia , am parados en los m u­
ros de la Recova, los invasores se encerraron en el Fuerte.
B eresford accedió a ¡zar ia bandera española a m odo de re n d ició n y
luego se tra sla d ó hasta la puerta del C abildo, donde se e n tre v is tó con
Liniers para deponer fo rm a lm e n te las arm as.
M il doscie nto s -soldados in g le se s debieron re n d irse — con arm am entos,
banderas y esta n d a rte s— y sus bajas ascendían a tre s c ie n to s hom bres, en­
tre m uertos y heridos. Por su p arte, el e jé rc ito de la re conquista había
perdido unos d o scie nto s hom bres. Los vencidos fu e ro n Internados en c a li­
dad de p risio n e ro s.
Cabildo abierto del 14 de agosto
Como bien se ha dicho, “ la v ic to ria fu e la única autoridad que se encon­
tró en Buenos A ire s el día de la re c o n q u is ta ” . A cé fa lo el g obierno por la
ausencia del v irre y , era e vid e nte que sólo el pueblo m antenía la g lo ria del
triu n fo sobre los ingleses.
El C abildo dispuso convocar un congreso general o “ c a b ild o a b ie rto ”
para el 14 de agosto, con el p ro p ó s ito de “ a firm a r la v ic to ria ” . Fueron in v i­
tados cerca de cien vecinos de destacada fig u ra c ió n y en la mañana del día
indicado, desde la Plaza M ayor num eroso pú b lico s ig u ió las d e lib e ra cio n e s.
La asam blea dispuso co m u n ica r el triu n fo a la corona española y ta m ­
bién organizar cuerpos de m ilic ia s para d e fe n d e r a Buenos A ire s de una
nueva invasión inglesa. Los m ie m b ro s de la A u d ie n cia — presentes en el
debate— so stu vie ro n que esas m edidas eran p riv a tiv a s del v irre y , y se
inclinaron por la designación in te rin a de una Junta de Guerra.
En m edio de gran a lb o ro to , la m oción no prosperó y ante la presión
popular — que deseaba la d e s titu c ió n de S obrem onte— los cab ild a n te s o to r­
garon el mando m ilita r a L in ie rs y el p o lític o a la A udiencia.
Una com isió n de tre s m ie m b ro s sa lió al e n cuentro del v irre y para
in fo rm a rle de lo re su e lto y e x ig ir su c u m p lim ie n to .
M ie n tra s ta n to , a com ienzos de agosto, S obrem onte salía de Córdoba
con unos 3.000 hom bres en d ire c c ió n a Buenos A ire s . En el tra y e c to se
enteró de lo d isp u esto por el C abildo a b ie rto y entonces m a n ife stó su to ta l
d isco n fo rm id a d ; sin em bargo, ante la im p o rta n cia de los sucesos y hallán­
dose en San N icolás, el 28 de agosto delegó el mando m ilita r- en L in ie rs y
el p o lític o en el regente de la A ud ie n cia . A dem ás, m a n ife stó que se tra s la ­
daría a M o n te vid e o para d irig ir la defensa de la ciudad en caso de un ata­
que b ritá n ico .
Organización de las m ilicias
A com ienzos de s e tie m b re de 1806, L iniers dispuso la in co rporación de
los vecinos de Buenos A ire s — com prendidos e n tre los 16 y 50 años— a
dive rsos batallones.
Entre los cuerpos de in fa n te ría integrados por c rio llo s m erece especial
m ención el de P atricio s, a las órdenes de C o rn e lio Saavedra, a cuyas fila s
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ingresaron num erosos jó ven es de destacada actuación p o s te rio r, com o Belgrano, V iam orite, Díaz Vélez, C hiclana y o tro s. La caballería c rio lla contó
__e ntre v a rio s — con el cuerpo de H úsares, form ado po r tre s escuadrones
a| mando re s p e ctivo de Juan M a rtín de Pueyrredón, Lucas Vivas y Ramón
[sjúñez. Los cuerpos españoles se agruparon en G allegos, A ndaluces, C ata­
la n e s (o M iñ o n e s), Vizcaínos y M ontañeses.
En o ctu b re de 1806, las m ilic ia s contaban con unos 8.500 hom bres, de
los cuales só lo 3.000 eran españoles.
SEGUNDA IN V A S IO N INGLESA
O cu p a ció n de M ontevideo
El gabinete inglés d ispuso e nviar refuerzos a sus e fe c tiv o s que opera­
ban en el Río de la Plata. Con este p ro p ó sito , en noviem bre de 1806 zarpó
el b rig a d ie r S am uel A ch m u ty al fre n te de unos 3.600 hom bres; tam bién se
hicieron a la vela — con más e fe c tiv o s — el c o n tra lm ira n te S tirlin g y el
brigadier C raw furd.
El g o bierno b ritá n ic o re so lvió u n ific a r el mando de todas las fuerzas
en el general Juan W h ite lo cke , designado com andante en je fe y quien debía
p a rtir cuanto antes a de stin o. Este zarpó de Inglaterra en el mes de marzo
de 1807. La fuerza ope rativa designada para el Río de la Plata com prendía
un to ta l de 12.000 hom bres.
A m e d ia d o s de e n e ro de 1807, lo s in g le s e s d e s e m b a rc a ro n en la s p ro ­
x im id a d e s de M o n te v id e o , p u e s A c h m u ty — con a n u e n c ia d e l c o n tra lm ira n te
S tirlin g — juzgó op o rtu n o ocupar esa ciudad com o operación previa al asalto
sobre Buenos A ire s .
Enterado de los sucesos, el incapaz S obrem onte envió sus dos m il
m ilic ia n o s para que im p id ie ra n el avance del enem igo, pero los bisoños
defen sores fu e ro n dispersados por la in fa n te ría inglesa, la que actuó con el
apoyo de los cañones de la flo ta . M ie n tra s el v irre y se re tiró a la campaña,
los invasores acamparon en los su b u rb io s de M onte vid e o .
Los b ritá n ic o s in icia ro n el s itio de M onte vid e o , que se prolongó du­
rante d ie c is ie te días; fin a lm e n te , en la madrugada del 3 de fe b re ro se apo­
deraron de la ciudad luego de encarnizado com bate. C ayeron p risio n e ro s
el gobernador Ruiz H uidobro y va rio s o fic ia le s , e n tre e llo s Rondeau y Balcarce, los que fu e ro n enviados a In glaterra.
Suspensión y arresto del virrey Sobremonte
La desacertada conducta de S obrem onte — que por in e p titu d había im ­
pedido la defensa de M o n te vid e o — provocó indignación en Buenos A ire s;
el pueblo se reunió fre n te al C abildo para s o lic ita r la deposición del v irre y
In té rp re te del s e n tir general fu e el alcalde de p rim e r voto, don M artín
de Alzaga, quien obtuvo la aprobación del C abildo para d e s titu ir al incapaz
gobernante. Enterada la A u d ie n cia , sus m iem bros d isp u sie ro n a su m ir el
gobierno, pre via delegación del v irre y . A n te la delicada s itu a c ió n , Liniers
convocó el 10 de fe b re ro una Junta de G uerra destinada a s o lu cio n a r el
problem a.
Los prese n te s vo ta ro n por la suspensión y el a rre s to del v irre y , bajo
la fic c ió n de que estaba e n fe rm o ; tam bién d isp u sie ro n e n tre g a r el mando
p o lític o a la A ud ie n cia .
Una com isió n se tra sla d ó a la Banda O rie n ta l, donde detuvo a Sobrem onte y lo tra jo a Buenos A ire s ; en esta fo rm a se había producido — dice
Levene— “ la p rim e ra chispa de la re vo lu ció n ju ríd ic a de la A m é ric a es­
pa ñola".
Ei desem barco de los ingleses
Dueños de M o n te vid e o y ta m bién de la C olonia los ingleses se d isp u ­
sieron a c o m p le ta r la conquista del Río de la Plata con la tom a de Buenos
A ire s . A m ediados de mayo de 1807 a rrib ó el general W h ite lo c k e , com an­
dante en je fe , quien dispuso todo lo necesario para em prender sin demora
la expedición.
Luego de d ejar parte de sus e fe c tiv o s para la defensa de la Banda
O rie n ta l, W h ite lo c k e em barcó con unos 9.000 hom bres y el 28 de ju n io de
1807 sus naves anclaron en la Ensenada de Barragán; a llí se in ic ió el de­
sem barco de las tro p a s, operación que debió c o n tin u a rse al día sig u ie n te .
El 1? de ju lio , la colum na b ritá n ic a de vanguardia — al mando del gene­
ral G ow er— avanzó sobre la capital hasta rebasar la Reducción de los Q u il­
ines. Por otra parte, ese m ism o día, L iniers — en te m e ra ria m aniobra— salió
de Buenos A ire s al fre n te de unos 7.000 hom bres, para lib ra r com bate en
cam po abierto , dejando p rá ctica m e n te desguarnecida a la ciudad en caso
de una probable derrota.
366
367
En la mañana del 2 de ju lio , L in ie rs cruzó el Riachuelo y d is trib u y ó su
e jé rc ito én las p ro xim id a d e s del puente de Gálvez (en Barracas). La columna inglesa de vanguardia — para e lu d ir el com bate— se desvió hacia
su izquierda y a travesó el río a dos leguas de d ista n cia, para luego d irig irs e
hasta los C o rra le s de M ise re re .
A n te la hábil m aniobra del enem igo, L in ie rs se d irig ió con p arte de su
e jé rc ito hacia M is e re re y a llí lib ró un desordenado com bate, a cuyo té rm i­
no las fuerzas defe n so ra s se desbandaron.
M uy desm oralizado, L in ie rs se d irig ió con algunos e fe c tiv o s a la Cha­
ca rita de los C o le g ia le s, donde — según propias palabras— ‘ ‘pasó la noche
más amarga de su v id a ” .
Por su parte, el general G ow er d e cid ió no avanzar sobre Buenos A ires
— a la que ignoraba desguarnecida— y o ptó por esperar al grueso del e jé r­
c ito inglés.
La colum na N? 3, a las órdenes de Crawfurd, penetró por Venezuela, y la N? 4,
j e Pack, por Belgrano. Parte de estos efectivos fueron rechazados con fuertes
¿rdldas por los Patricios, quienes estaban atrincherados en la Ranchería (Perú
^ A is in a ). Algunas tropas inglesas debieron refugiarse en la casa de la Virreina
V i e j a (Perú y Belgrano).
Las otras fuerzas invasoras, dirigidas personalmente por Pack, abandonaron
sus propósitos de acercarse a la Plaza Mayor, en las proxim idades de la iglesia
¿e San Francisco.
En un último intento, Crawfurd consiguió ocupar la iglesia de Santo Domingo
y enarbolar su bandera en la torre, pero una poderosa colum na defensora avanzó
por Bolívar y luego de com batir con energía consiguió la rendición de los invasores.
A l caer la tarde, los ingleses habían fracasado, pues sólo ocupaban los
puntos e xtre m o s: al sür, la R esidencia, y al norte, la Plaza de Toros, en el
Retiro. El núcleo de la re siste n cia , la Plaza M ayor, perm anecía intacto.
El ataque a Buenos A ires. La defensa
La capitulación de W hitelocke
D espués de la d e rro ta de M is e re re todo parecía p erdido; sin embargo,
y a pesar de la c rític a situ a c ió n , el v e cin d a rio de Buenos A ire s decidió
defe nder la ciudad del p ró xim o ataque. El C abildo se d eclaró en sesión
perm anente y M a rtín de Alzaga, el alcalde de p rim e r vo to , encabezó la
ardua tarea de organizar la re s iste n cia .
W h ite lo c k e a rrib ó a los C o rra le s de M is e re re con el grueso de sus
tropas y el 4 de ju lio envió a los defe n so re s una in tim a ció n , que fue recha­
zada. D e cid ió e ntonces to m a r Buenos A in s , según un plan concebido por
el general G ow er, quien d ivid ía a las fu e r as atacantes en tre c e colum nas,
las cuales co n ve rg irían por el n o rte y el íu r , en un m o vim ie n to envolvente
sobre la Plaza M ayor.
A l am anecer del 5 de ju lio de 1807, unos 6.000 soldados in g le se s dis­
trib u id o s en tre c e colum nas in icia ro n el avance desde los C o rra le s de
M is e re re en d ire c c ió n al río (de o e ste a este ). Sin usar las arm as — tal era
la orden im p a rtid a — debían p e n e tra r en la ciudad, cuyas ca lle s, cortadas
en ángulo re cto , fa vorecían a los d e fe n s o re s .
A n te el cu rso de los a co n te cim ie n to s, L in iers envió una in tim a ció n a
W hitelocke para que evacuara su e jé rc ito del Río de la Plata, pero la nego­
ciación fu e rechazada al día sig u ie n te (6 de ju lio ). Sin em bargo, y debido
a la enérgica a c titu d de los defensores — que amenazaban con p ro se g u ir
las h o stilid a d e s— , el je fe inglés d e cidió firm a r el 7 de ju lio el tra ta d o que
ponía fin a la lucha en el Río de la Plata.
W h ite lo cke se co m p ro m e tió a evacuar Buenos A ire s en el plazo de
diez días, y M o n te vid e o y demás puertos de la margen o rie n ta l en el
térm ino de dos m eses. En la ca( itu la ció n , que se cum plió e s tric ta m e n te , se
estableció el canje de todos los p risio n e ro s.
Ala izquierda (norte). Dos de las cinco columnas de Achmuty penetraron por
las actúale' alies Charcas y Santa Fe y una vez en el Retiro lograron ocupar esa
posición d¡
és de hora y media de lucha. También colaboró en el ataque la
colum na N9
Las columnas Nos- 9 y 10 avanzaron por las actuales calles Tucumán y Viamonte hasta el m onasterio de las monjas catalinas, que fue ocupado.
1) En el orden político y social
Acción del grupo central. Las cuatro columnas m archaron a las órdenes de
Lumley. La colum na N9 5 avanzó por la actual calle Bartolomé Mitre, pero sus inte­
grantes se rindieron a la altura de la calle Maipú.
La colum na N? 6 bajó por Sarmiento, pero debido a la tenaz resistencia debió
entregar sus armas en la actual calle 25 de Mayo.
Las colum nas N0! 7 y 8 avanzaron por Corrientes y Lavalle hasta la casa de
Sotocá (más tarde de Anchorena) a la que ocuparon por
poco tiempo, pues se
vieron forzados a dirigirse al Retiro.
Ala derecha (sur). Estas tropas eran las más aguerridas y se internaron en
cuatro columnas. Las columnas Nos 1 y 2 avanzaron probablemente por las actua­
les calles San Juan y Humberto I hasta el ed ificio de la Residencia, que fue ocu­
pado. Los ingleses enarbolaron su bandera en la iglesia contigua de San Telmo-
368
CONSECUENCIAS DE LAS IN VA SIO N ES INGLESAS
Las invasiones inglesas al Río de la Plata p rodujeron im p o rta n te s con­
secuencias p o lític a s, sociales, m ilita re s y económ icas.
' i '<
a) Se in ic ió la c ris is d e l siste m a p o lític o español. La
,-»pensión de
Sobremonte propuesta por el C abildo a b ie rto del 14 de a i , sto de 1806
que entregó el mando m ilita r a Linie rs y el p o lític o a la A ud ien cia— y
ja p o s te rio r d e p osición del citad o v irre y por la Junta de G uerra el 10 de
febrero de 1807, señalaron el com ienzo de la gran c ris is p o lítica que lenta
y gradualm ente llevaría a la re volución.
En la capital del v irre in a to del Río de la Plata la d e cisió n popular había
suspendido en sus a trib u cio n e s al fu n cio n a rio español de más elevada
Jerarquía. El hecho en sí dem ostraba la ine fica cia del régim en im perante.
b) El p u e b lo a d q u irió conciencia de sus p ropias fuerzas. El poderoso y
a9Uerrido e jé rc ito inglés había sido derrotado por m ilic ia s en su mayoría
f o l l a s , las cuales — en su o p ortun idad — estaban capacitadas para enfrenar tam bién a los cuerpos españoles. Nadie dudaba que ta n to la recon­
quista com o la heroica defensa habían sido v ic to ria s del esfuerzo popular.
=
Los sucesos ahondaron el antagonism o e x is te n te e ntre c rio llo s y espaoles, los que habían luchado con tra el invasor en re g im ie n to s separados.
369
Los com e ntarios sobre la v ic to ria daban orig e n
que dem ostraban la d ive rg e n cia de in te re se s.
a fre c u e n te s
incidentes
c)
Fom entaron lo s p ro p ó s ito s de em ancipación. Es e vid e nte que las dos
invasiones provocaron un hondo sa cu d im ie n to
en el e s p íritu aletargado de
los habitantes del Plata. Después del fracaso
de la conquista armada, los
m ilita re s ingleses realizaron ge stio n e s para tra n s fo rm a r a Buenos A ire s en
un p rote cto ra d o b ritá n ic o , con el fin de poder c o m e rc ia r sin ninguna traba
económ ica. En ta l s e n tid o , los invasores p ro m e tie ro n su apoyo a toda te n ta ­
tiv a de em ancipación de España.
2) En el o rd e n m ilita r
A l p ro d u cirse la p rim e ra invasión inglesa, los e fe c tiv o s m ilita re s del
Río de la Plata presentaban un cuadro de to ta l abandono. A l té rm in o de la
lucha quedó organizada una fuerza considerable, en su gran mayoría crio lla
y en la que habían hecho su ba u tism o de fuego los p rim e ro s o fic ia le s que
luego se destacarían en el fu tu ro e jé rc ito p a trio .
3) En el o rd e n económ ico
En el tra n s c u rs o de la breve ocupación de Buenos A ire s y de M onte­
video los ingleses s u p rim ie ro n las trabas económ icas, lo que p e rm itió la
venta de gran cantidad de fru to s del país, que no salían por fa lta de com ­
pradores; además, se produjo la im p o rta ció n de pro d u cto s m anufacturados.
En el aspecto fin a n c ie ro , B eresford a lig e ró los gravám enes que pesa­
ban sobre la población de Buenos A ire s — im puestos in te rn o s, aranceles de
aduana— , m edidas que fu e ro n re cib id a s con b e n e p lá cito por los habitantes.
Después de la re n d ició n de los ingleses y una vez v is ib le s los b e n e fi­
cios del com e rcio lib re , las a u toridades españolas debieron ve n ce r grandes
d ific u lta d e s para re im p la n ta r su siste m a económ ico.
REPERCUSION DE LOS SUCESOS EUROPEOS
EN EL RIO DE LA PLATA
V irre in a to de L in ie rs
En mayo de 1808, lle g ó a Buenos A ire s una real cédula de C arlos IV,
en la que el m onarca español con firm a b a a L in ie rs com o v irre y in te rin o
del Río de la Plata. El nuevo m andatario — que había nacido en Francia—
pre stó ju ra m e n to tre s días después ignorando — por desconocer los ú ltim o s
sucesos europeos— que asumía la re p re se nta ció n de un rey ca u tivo y que
España se hallaba en cru e n ta lucha co n tra su pa tria de n a cim iento.
En el tra n s c u rs o del v irre in a to de L in ie rs se p ro d ujeron los sig u ie n te s
sucesos de im p o rta n cia :
a) Las am b icio n e s de P ortugal sobre e l Río de la Plata
Expulsada
trasla darse al
Buenos A ire s ,
su dom inación
por las arm as napoleónicas, la fa m ilia real portuguesa debió
B rasil, episo.dio que produjo ju s tific a d a in tra n q u ilid a d en
pues los lu sita n os am bicionaban desde tie m p o atrás extender
por los te rrito rio s del Plata.
en Río de Janeiro se co n firm a ro n las n o ticia s sobre las renun­
cie los Borbones y la proclam ación de José I, la princesa C arlota Joacias __bija de C arlos IV y herm ana m ayor de Fernando V II— no va ciló en
qu¡na m a r' sus p re ten siones al tro n o de España, para p ro te g e rlo contra las
ProC' ciones de Napoleón. S ostenía sus derechos a gobernar toda la ArnéuS
hispana en c a rá cte r de regente, para defe n d e r la in te g rid a d de esos
r¡ca . ¡o s ante una probable invasión francesa.
^ 0lT"Todas las tra ta tiv a s para coro nar a la princesa C arlota fracasaron. El
te Juan VI se opuso al via je de su esposa al Río de la Plata y tam re9 apoyó la in te n ton a el in flu y e n te lo rd S trangford, em bajador inglés en
n° de Janeiro. Por su parte, L in ie rs y las autoridades de Buenos A ire s no
accedieron a las p reten siones lusitanas.
ru a n d o
b) El m arqués de Sassenay, e m isa rio de N apoleón
Los confusos sucesos o cu rrid o s en España causaron in ce rtid u m b re en
las autoridades dél v irre in a to del Río de la Plata. Sin em bargo, ante las
n o tic ia s llegadas de la península, L in iers dispuso e fe ctu a r la proclam ación
y jura de Fernando VII (agosto de 1808).
Para co m u n ica r el cam bio d in á s tic o o cu rrid o en España y o bte n e r aca­
tam iento al nuevo soberano. N apoleón envió al Río de la Plata en m isión
diplom ática al m arqués de Sassenay.
El em isa rio lle g ó a Buenos A ire s a m ediados de agosto. Liniers reunió
en el Fuerte a m ie m bro s del C abildo y de la A udiencia y luego re cib ió a
Sassenay, quien hizo entrega de los p liegos de que era p ortador. A l en te ­
rarse de su co n te n ido , las au toridades d ispu sie ro n rechazar las p ro p o sicio ­
nes y em barcar a la brevedad al e m isa rio im peria l con d e stin o a Europa.
c) La o p o sició n al v irre y
Después de las invasiones inglesas, el C abildo acrecentó su p re s tig io
político y p re te n d ió a ctu a r sobre la autoridad del v irre y L iniers. Este era
francés de n a cim ie nto , lo que hacía dudar de su fid e lid a d a España. Se
originó un m o vim ie n to de o po sición, cuya fig u ra más destacada fue M a rtín
de Alzaga.
Por su parte, el gobernador de M onte vid eo, Javier de Elío, re so lv ió no
obedecer al v irre y y p re sid ió en la vecina o rilla una Junta de G obierno,
compuesta e xclu sivam ente por españoles y que se proclam ó subalterna de
la Junta de S e villa .
El C abildo de Buenos A ire s — acaudillado por A lzaga— envió un m em o­
rial a España s o lic ita n d o el reem plazo de Liniers, m ientra s preparó un mo­
vim iento para d e rrib a rlo del poder. Los com plotados fija ro n para el m otín
el día 1? de enero de 1809, fecha en que el C abildo debía e fe ctu a r la reno­
vación anual de sus m iem b ros. Trascendió que Liniers nom braría candidatos
favorables a su persona, por lo cual era necesario im p e d ir la m aniobra y
a la vez d e s titu ir al v irre y .
En la mañana de la fecha indicada, los conjurados irru m p ie ro n en la
. .aza M ayor a los g rito s de: “ ¡Junta com o en España!” “ ¡A bajo el francés
L in ie rs !” De in m e d iato se reunió un C abildo a b ie rto que nom bró una Junta
Suprema com puesta exclu siva m e n te por españoles, aunque sus se cre ta rio s
tueron los c rio llo s M a ria n o M oreno y J uliá n de Leiva.
Los m ie m b ro s de la Junta se traslad aron al Fuerte para co m unicar al
V'rrey su d e s titu c ió n , pero cuando el ú ltim o se disponía a acatarla, penetrar°n en el re c in to los je fe s m ilita re s leales a las órdenes de C o rn e lio Saa-
vedra, quienes lograron desbaratar la co n sp ira ció n . L iniers d e stru yó el acta
de su renuncia y A lzaga — el p rin cip a l c a b e c illa — ju n to con cu a tro ca b il­
dantes fueron condenados a d e s tie rro y em barcados rum bo a Carm en de
Patagones, pero Elío envió una nave que rescató a los presos y los condujo
a M ontevide o.
El virrey Cisneros
Desde M o n te vid e o , A lzaga y sus a d icto s no cesaron de enviar a la
Junta C entral de S e villa acusaciones contra Lin ie rs, cuya nacionalidad apa­
recía com o la causa d ire c ta de los c o n flic to s .
La Junta p e n in su la r re s o lv ió d e s titu irlo y en su reem plazo envió un
nuevo v irre y al Río de la Plata, el español don B altasar H idalgo de Cisneros.
Em barcó^en C ádiz en com pañía de V ice n te N ie to , designado reem pla­
zante de Elío en el g o bierno de M o ntevideo, quien a su vez había sido
nom brado in sp e c to r de arm as, con asiento en Buenos A ire s .
Una vez en M o n te vid e o , C isneros d is o lv ió la Junta y envió un edecán
a Buenos A ire s para anunciar su arribo. En esta ú ltim a ciudad, los crio llo s
se m o straron h o s tile s al nuevo v irre y y p a rtic u la rm e n te con Elío.
Por la o p osició n de los je fe s c rio llo s , C isneros dejó a Elío al fre n te del
gobierno de M o n te vid e o y dispuso que N ieto se trasladase a Buenos
A ire s , con el cargo de in s p e c to r general de armas.
L iniers m archó a la C olonia y en com pañía del nuevo v irre y regresó el
30 de ju lio a Buenos A ire s . A pesar de la te n sió n p o lític a e x is te n te , no se
produjo ningún acto de h o stilid a d .
C isn ero s ten ía e xp e rie n cia en tareas de gobierno — había sido capitán
general de C artagena— y ante los “ m uchos y graves a su n to s’’ que debía
re so lve r en Buenos A ire s , p re firió adoptar una a c titu d co n cilia d o ra .
lA „EVO LU CIO N DE M A Y O
A n tecedentes e x te rn o s
La Revolución de M ayo de 1810 no fue un hecho casual, sino que
m o todo a co n te cim ie n to de s ig n ific a c ió n — es la re su lta n te h istó rica
" c° na s e rie de a ntecedentes, en este caso ta n to europeos com o a m e ri­
canos y locales.
El m o vim ie n to e sta lla do en Buenos A ire s form a parte de una c o rrie n te
t ó r i c a
¿ g
re b e lió n com ún a toda la A m é rica hispana, pues casi s im u ltá ­
neam ente se p ro d ujeron o tro s focos de tendencia sep a ra tista en diverso s
dominios españoles.
Entre los a ntecedentes e xterno s podem os c ita r:
a) La independencia de los Estados U nidos
El 4 de ju lio de 1776 fu e proclam ada la independencia de las antiguas
colonias b ritá n ica s en A m é rica del N orte, la que dio origen a una nueva
entidad p o lític a llam ada Estados Unidos.
España ayudó a los re vo lu cio n a rio s en su lucha contra Gran Bretaña,
sin m edir las consecuencias de esta a ctitu d para con los pobladores de
sus propios d o m in io s en A m é rica . La corona española reconoció las le g íti­
mas aspiraciones de los rebeldes, que no tardarían en se r im itadas por o tro s
hermanos de A m é rica .
b) La R evolución francesa y las nuevas ideas
La R evolución francesa de 1789 d e fin ió los derechos inalie nables del
pueblo en un docum ento que se denom inó “ D eclaración de los Derechos
del Hombre y del C iudadano’’. Las ideas proclam adas por los revoluciona­
rios, su e s p íritu c rític o y dem oledor, encontraron rápida d ifu sió n en la
juventud ilu stra d a del v irre in a to del Río de la Plata y de toda la A m é rica
hispana.
c) Las ideas lib e ra le s hispano-indianas
Pensadores españoles so stu vie ro n ideas lib e ra le s y se a nticip aro n a
los e s c rito re s fra n ce ses en las d o ctrin a s sobre la soberanía popular y los
Principios fund a m e n ta les de la cie n cia p o lític a y social.
A partir del siglo XVI, algunos teólogos defendieron la igualdad de los am eri­
canos y reclamaron la aplicación de principios más liberales. Entre estos religiosos
Podemos cita r a Bartolom é de las Casas y Francisco de Vitoria.
El jesuíta Francisco Suárez bregó a través de sus obras por los derechos del
Pueblo y en el siglo XVIII se destacó el magistrado español Juan de Solórzano
e/e ira , autor de la famosa “ Política Indiana” en la que sostiene la igualdad de
nollos y peninsulares.
d) La acción de lo s p re cu rso re s
Con los p rim e ro s m o vim ie n to s arm ados contra las autoridades espa­
ñolas su rg ie ro n en la A m é rica hispana p a trio ta s de avanzadas ideas, que
an sido llam ados p re cu rso re s de la em ancipación am ericana.
^
Sus más destacados rep resentan tes fu eron F rancisco M iranda y A n to n io
373
Francisco Miranda nació en Caracas en 1750 y luego prestó servicios militare
en España; de allí pasó al Nuevo Mundo, donde luchó en favor de la emanc¡pac¡ | s
norteam ericana; más tarde engrosó las filas de los revolucionarios franceses.
En 1795 se trasladó a Londres y empezó a traba ja r con empeño por la eman
cipación hispanoamericana. Con el propósito de coordinar la acción revolucionar
fundó la “ Gran Reunión Am ericana” , conocida comúnmente como “ Logia Lautaro'?
Antonio Nariño nació en Bogotá en 1765 y desde temprana edad forjó u n '
sólida cultura. Su lucha por la libertad de Am érica comienza en 1794, año en qu
tradujo el texto de la “ Declaración de los Derechos del Hom bre” de los revoluc¡06
nanos franceses y los publicó en castellano bajo el título de “ Decálogo de u
sociedad regenerada” .
a
Su actividad en favor de la causa de la em ancipación le ocasionó el destierro
y la cárcel.
Causa externa
e] La inva sió n napoleónica en España
Ya nos hem os re fe rid o a la c ris is de la m onarquía española com o con­
secuencia de la invasión napoleónica.
La p risió n del rey Fernando VII y la p o sib ilid a d de que el v irre in a to del
Río de la Plata debiera so m e te rse a la autoridad de Napoleón Bonaparte,
gravita ro n en fo rm a d e cisiva en el m o vim ie n to de Mayo.
cj Las in v a s io n e s in g le sa s
Ya hem os reseñado las consecuencias de las invasiones inglesas.
El v irre in a to en v ís p e ra s de la R e vo lu c ió n
A c o m ie n z o s de 1810, un grupo de hom bres jó ven es estaba dispuesto
para se rv ir a la R evolución. Sus in tegrantes se reunían en el
V „o c io de H ip ó lito V ie yte s, en la casa de Rodríguez Peña y en la q uin ta de
M a r ia n o de O rm a. A s istía n M anuel Belgrano, C ornelio Saavedra, Juan José
paSo N icolás Rodríguez Peña, M anuel A lb e rti y otros.
Él grupo re v o lu cio n a rio contaba con el apoyo de la casi to ta lid a d de
iaS fuerzas m ilita re s , pero carecía de un verdadero d irig e n te y no contaba
c0n un plan de acción determ inado.
e p a r a d o
Este grupo revolucionario ha sido llam ado por muchos historiadores “ la So­
se
de
Mayo.
c ie d a d de los Siete” . En la actualidad y debido a los estudios de Juan Cánter,
n ieg a la existencia de dicha sociedad como núcleo dirigente de la Revolución
la
SE M A N A DE M A Y O
La proclama del 18 de mayo
Causas locales
a) Económicas
D ebido a la im p re viso ra p o lític a seguida por España, puede, afirm arse
que — desde fin e s del s ig lo X VIII— sus d o m in io s en A m é rica quedaron
abandonados a su propia suerte.
Las guerras y los c o n flic to s europeos in te rru m p ía n to ta lm e n te las tra n ­
sacciones com e rcia le s con la m e tró p o li, m ie n tra s las poblaciones de u ltra ­
m ar sufría n las consecuencias del absurdo siste m a del m onopolio com ercial.
Los e rro re s del g o bierno p e n in su la r fa v o re c ie ro n la acción de aquellos
hom bres de ideas p ro g re s is ta s , los cuales, en verdadera acción re v o lu c io ­
naria, defendían el lib re c o m e rcio y censuraban la defectuosa a d m in is tra ­
ción española.
El 13 de mayo de 1810 recaló en M o n tevide o una frag ata inglesa p orta­
dora de dive rso s p e rió d ico s, en los cuales se inform aba acerca de la caída
de Andalucía en poder de los franceses.
Los im presos tra íd o s por la nave se conocieron en Buenos A ire s , donde
provocaron ju s tific a d a ag itación . A n te el curso de los sucesos, C isneros
optó por com u n ica rlos al pueblo el 18 de mayo, por m edio de una proclam a
en la que aconsejaba tra n q u ilid a d y obediencia a las autoridades españolas.
Enterados de la proclam a, los p a trio ta s re q u irie ro n la colaboración de
C ornelio Saavedra, je fe del R egim iento de P atricios, quien m a n ife stó que
había llegado el m om ento de actuar.
b) Políticas
Después de la asonada del 1? de enero de 1809 se in te n s ific ó la ag ita ­
ción p o lític a en Buenos A ire s y a p a rtir de ju n io de ese año se in icia ro n
reuniones secretas c o n tra ria s al régim en im perante.
Los cargos p ú b lico s eran ocupados en su casi to ta lid a d por los espa­
ñoles, en m uchos casos incapaces, pero con la ve n ta ja de haber nacido en
la península.
O tra causa p o lític a que m erece destacarse es el c rite rio que im peraba
en la corona española re sp e cto de las posesiones en A m é rica . Estos te r r i­
to rio s se consideraban propiedad personal del rey, no de la Nación. En
consecuencia, producido un cam bio de g obierno en la península o cautivo
el monarca, quedaban desatados de hecho los vín cu lo s con la m e tró p o li.
374
El patriota Juan Hipólito
Vieytes fue comerciante e
industrial. Había instala­
do una fábrica de jabón y
allí se reunieron algunos
de los precursores de la
Revolución de Mayo. El
grabado reproduce la fa­
chada del edificio a prin­
cipios de este siglo, según
una fotografía del Archi­
vo Gráfico de la Nación.
375
1
El sábado 19 de mayo
Por delegación de los p a trio ta s , Saavedra y B elgrano se re unieron con
el alcalde de p rim e r v o to Juan José Lezica para hacerle v e r la necesidad
de convocar, con anuencia de C isneros, un C abildo a b ie rto “ al que concu­
rrie se el pueblo a d e lib e ra r y re s o lv e r sobre su s u e rte ’’. C a s te lli fu e co m i­
sionado para c u m p lir id é n tica m isió n ante el síndico pro cu ra do r J ulián de
Leiva.
El domingo 20 de mayo
A l día sig u ie n te , Lezica com unicó lo a contecido a C isneros, quien antes
de to m a r una d e cisió n reunió en la Fortaleza a los je fe s m ilita re s , para
re q u e rir su apoyo. En la e n tre v is ta , Saavedra — en nom bre de to d o s— "s e
e xp licó con tib ie z a ” , por lo que el v irre y se d e sp idió s in 'to m a r ninguna
medida.
Por la noche, los re v o lu c io n a rio s se re unieron en la casa de Rodríguez
Peña y dispu sie ro n que C a s te lli y M a rtín Rodríguez se apersonaran a C is­
neros para e x ig irle la reunión de un C abildo a b ie rto .
Los com isionados e n co lerizaron al v irre y , quien — serenado por el oidor
Caspe— fin a lm e n te aceptó la convocatoria.
El lunes 21 de mayo
N úcleos de ve cin o s se re unieron en la Plaza M ayor para apoyar la
s o lic itu d de un C abildo a b ie rto . Los re g id o re s o b tu vie ro n la autorización
e scrita del v irre y para “ convocar por m edio de esquelas, la p rin cip a l y más
sana parte del v e c in d a rio ” .
C onviene destacar que con su a c titu d , C isn e ro s aceptaba de hecho la
revolu ció n, por cuanto accedía a la im p o sició n popular.
Los re gidores d isp u sie ro n e fe c tu a r la sesión pública el día s ig u ie n te
— 22 de mayo— a las nueve de la mañana. Redactóse la esquela de in v ita ­
ción y se re so lv ió im p rim irla sin pérdida de tie m p o , para que fu e se repar­
tid a e n tre los más caracterizados m ie m b ro s de la a d m in is tra c ió n m ilita r,
e cle siá stica y c iv il.
CABILDO ABIERTO DEL 22 DE M A Y O
A la hora e stablecida reunióse el C abildo con la a siste n cia de d o scien­
tos cincuenta y un in v ita d o s ,1 sin co n ta r los re g id o re s que no tenían voz ni
voto.
Los ausentes eran en su m ayoría p a rtid a rio s del gobierno español y
a la vez m uchos de los pre se n te s no reunían las condiciones requeridas
' Otros historiadores afirman que el número de asistentes era de doscientos cuarenta y
cuatro. La divergencia de opiniones se ha producido por imperfecciones del acta y en-el hecho de
que algunos “se escabulleron en una u otra forma” .
Paul Groussac da doscientos cuarenta y cuatro asistentes, representados por las siguientes
clases sociales: militares, 60; empleados civiles, 39; religiosos, 25; profesionales (en especial aboga­
dos), 26; comerciantes, hacendados y vecinos en general, 94.
Alzaga no pudo concurrir y tampoco Sentenach, por no haber finalizado el proceso seguido
contra ambos por su actuación el 1«? de enero de 1809.
376
por el C abildo. El hecho se explica si se tie n e en cuenta que las bocacalles
próxim as a la Plaza M ayor y la entrada al A yu n ta m ie n to estaban custodiadas
por soldados del cuerpo de P a tricios, e fe c tiv o s favo rable s a los re vo lu cio ­
narios, quienes controlaban el acceso.
El debate
La sesión la in ic ió el escribano del C abildo, don Justo Núñez, quien leyó
una proclam a n o to ria m en te re a lista , pues aconsejaba a los prese ntes “ e v ita r
toda innovación o mudanza, pues generalm ente son p e lig rosas y expuestas
a d iv is ió n ” .
Este d iscu rso repetía conceptos ya enunciados en la proclam a del 18
de mayo, lo que prueba el acuerdo pre vio e x is te n te e ntre el v irre y , los
m iem bros del C abildo y de la A ud iencia . Era evidente que C isneros había
aceptado la reunión de un C ongreso general con la esperanza de obtene r
un triu n fo y co n so lid a rse en el poder.
A l escribano s ig u ió en el uso de la palabra el obispo de Buenos A ire s ,
don B enito de Lué y Riega, quien se m o stró co n tra rio a toda innovación.
S ostu vo que, aun en el caso de una pérdida to ta l de la Península, los espa­
ñoles debían c o n tin u a r mandando en A m é rica y los h ijos del país sólo po­
drían lle g a r al poder cuando no quedara ningún español en estas tie rra s .
Para d e fe n d e r los ideales de- los re vo lu cio n a rio s, habló a continua ció n
el d o cto r Juan José C a s te lli, quien sostuvo la caducidad del poder en Espa­
ña debido al c a u tiv e rio de Fem ando V il y a la d iso lu ció n de la Junta C entral
de S evilla. Sobre estos p rin c ip io s , argum entó los derechos del pueblo de
Buenos A ire s para e je rc e r su soberanía e in sta la r un nuevo gobierno.
Luego hizo uso de la palabra el m ilita r Ruiz H uid obro para destacar que
C isneros debía cesar en el mando — por haber caducado en España la
autoridad que lo nom bró— y re a su m irlo el C abildo, para luego en tre g a rlo a
otra persona.
Opinó seguidam ente el fis c a l M an uel Genaro V illo ta , quien negó a
Buenos A ire s el derecho a d e c id ir sobre la legalidad del C onsejo de Regen­
cia y menos aún el e rig irs e com o gobierno soberano. Su argum entación
trataba de d e m o stra r que el v irre y debía c o n tin u a r en el mando, pues las
resoluciones de los vecin os p orteños carecían de validez.
Es probable que después de V illo ta hayan in te rve n id o en el debate otro s
oradores,1 e n tre e llo s el p re sb íste ro N epom uceno Solá, p a rtid a rio de e n tre ­
gar el poder al C abildo — con vo to d e cisivo de¡ sín dico — hasta la reunión
de una Junta G ubernativa integrada por diputados de todo el v irre in a to .
Se a firm a que entonces -habló el abogado c rio llo Juan José Paso, quien
rebatió los conceptos de los oradores a n te rio res al so ste n e r la urgente
necesidad de e sta b le ce r en Buenos A ire s una Junta G ubernativa.
c¡p |
Aunque los historiadores han podido reconstruir documentalmente la opinión de los prin9os 8S oradores del Congreso general del 22 de mayo, es imposible pretender
transcribir losdiálol°s *¡ *Jues no hay constancia valedera de ellos. Las referencias más detalladas se encuentran en
fuente ° rmes del virrey Y de la Audiencia, en algunas memorias — como las de Saavedra— y otras
“ l0s
A dic io n a le s que adolecen de serias contradicciones. El historiador Groussac afirma que
son m 'SCUrs? s e incidentes analizados o com entados en las obras de B artolom é M itre y F id el López
eras inducciones de sus autores y carecen de a ute nticid ad ” .
377
c0n f¡ere la a u to rid a d o m ando". A d h irie ro n a este parecer fig u ra s de sin g u ­
la r n o toriedad, com o C a s te lli, Belgrano, Paso, M oreno, Rivadavia y otros
La cerem onia se había prolongado en exceso, debido a la le n titu d del
p rocedim iento u tiliz a d o , y se dejó para el día sig u ie n te la v e rific a c ió n del
e s c r u t i n i o . En el acta consta que debió levantarse la sesión “ por ser ya
p a s a d a la hora d e las doce de la noche y no ser p osible de c o n tin u a r el
t r a b a jo , después del incesante que se ha te n id o en todo el d ía ’’.
L a asamblea realizada en Buenos Aires el 22 de mayo de 1810 se diferencia
fundamentalmente de los típicos cabildos abiertos, pues surgió y fue impuesta por
el curso de los acontecim ientos, contra el parecer de los regidores y aun del pro­
pio virrey. Ya no fue un simple y cordial cam bio de opiniones entre las autoridades
e s p a ñ o l a s y unos, pocos vecinos, sino la expresión de un verdaaero movimiento
revolucionario.
El e s c r u t in io d e l d ía 23
Por la
que a rro jó
Por la
Por su
mañana, el C abildo o rd in a rio e fe ctu ó el recuento de su fra g io s
las sig u ie n te s c ifra s :
d e s titu c ió n del v irre y : 155 votos.
co n tin u a ción en el mando (solo o asociado): 69 votos.
Recuérdese que los asistentes al Cabildo abierto del 22 de mayo fueron 251,
en consecuencia, y dada la cantidad de sufragios, no votaron 27 personas, proba­
blemente por haberse retirado antes de em itir el voto.
De los 155 que se expresaron por la cesantía de Cisneros, 87 disponían que
el Cabildo asumiera interinamente el mando — con voto del síndico Leiva— hasta
que se constituyera una Junta, “ no quedando duda de que el pueblo confería la
autoridad o m ando".
Conviene aclarar que los votos fueron precedidos por extensas opiniones, en
gran cantidad dispares.
La votación
El cam bio de ideas provocó ansiedad en los presentes, por lo cual se
d e cid ió v o ta r una p ro p o sició n co n cre ta para re s o lv e r si había cesado la
autoridad del v irre y y en tal caso quién debía reem plazarlo.
A continua ció n los pre se n te s m a n ife sta ro n su parecer en alta voz o
por e s c rito , de acuerdo con el orden sucesivo de a sientos, m ie n tra s el
escribano tra n sc rib ía los v o to s en el acta.
El obispo Lué — in tra n s ig e n te en sus ideas— dio el- v o to rotundo en
fa vo r de la co n tin u a ció n del v irre y en el mando, pero asociado al oid o r
Manuel V elazco y al regente de la A ud ie n cia .
El m ilita r Ruiz H u id o b ro — je fe de la escuadra— fun d ó su v o to en la
cesación de C isneros y su reem plazo por el C abildo; fue seguido en su
o p inión por algunos p a trio ta s ; V iam onte, C hiclana y Rodríguez Peña.
La reacción española se m a n ife stó con el v o to del o id o r José de Reyes
favora ble al v irre y , pero asociado con el alcalde de p rim e r v o to y el síndico
procurador.
Saavedra in te rp re tó el s e n tir d e m o crá tico de la m ayoría del Congreso
al v o ta r por la cesación del v irre y y la delegación In te rin a del mando en el
C abildo hasta la fo rm a ció n de una Junta que lo e je rc ie ra en base a la p a rti­
cipación popular. “ No queda duda — agregó— de que e l pueblo es e l que
378
La m ayoría de los su fra g io s decretaban la cesantía del v irre y y la
entrega del g o bierno p ro visio n a lm e n te al C abildo hasta c o n s titu irs e una
Junta, elegida por el pueblo.
El C abildo a b ie rto había dem ostrado el pensam iento de los p a trio ta s y
la solidaridad de algunos grupos, pero era evidente la d iversidad de o p in io ­
nes, debido a la fa lta de unidad de la masa revoluciona ria. Sus va cila cio n e s
fueron aprovechadas por el C abildo o rd in a rio para elaborar un audaz plan
Que burlaba la volu n ta d popular. En e fe c to : los regidores se creyeron con
facultades s u fic ie n te s com o para nom brar por sí solos, sin c o n s u lta r al
Pueblo, una Junta p ro visio n a l, que tom aría el mando “ m ie n tra s se congreSaran los d iputados que se han de convocar de las p rovin cia s in te rio re s ,
Para e sta b le ce r la fo rm a de gobierno que corre sp o nd a ” .
La audacia c u lm in ó con la designación del propio v irre y com o p re s i­
e n te de la Junta.
Sólo 25 votos — de los 155 que disponían la cesantía del virrey— conferían
Cabildo atribuciones para constituir una Junta en la form a que creyere más
onveniente. Estos sufragios m inoritarios respondían a la fórm ula de Ruiz H uidobro,
4Ue fue apoyada — entre otros— por Chiclana.
Enterado de lo d ispuesto, C isneros aceptó
£er° juzgó p rudente co n su lta r al resp ecto con
gStaba seguro de que el pueblo no deseaba su
e9uidarnénte se e fe ctu ó una e n tre vista , en cuyo
la re solución del C abildo,
los je fe s m ilita re s , pues
perm anencia en el m ando.
tra n scu rso los je fe s d e cla ­
379
raron que era necesario hacer p ú blica la d e s titu c ió n del v irre y , única form a
de aq u ieta r la e fe rve sce n cia popular.
La opinión de los m ilita re s fu e aceptada y esa m ism a tarde un prego,
ñero — esco lta d o por soldados p a tric io s — leyó por las ca lle s de Buenos
A ire s un bando re la tiv o a la d e s titu c ió n del v irre y .
El jueves 24 de mayo
Por la mañana se re u n ió el C abildo y dispuso “ que c o n tin ú e en e|
mando el Excmo. señor V irre y , don B altasar H idalgo de C is n e ro s ” presidiendo una Junta de' G obierno inte g ra d a ^p o r Juan M. Solá, cura párroco de
M o n ts e rra t, el c o m e rcia n te José S antos In ch á u rre g u i (am bos españoles) y
los c rio llo s Juan José C a s te lli, abogado de la Real A u d ie n cia , y C ornelio
Saavedra, com andante del cuerpo de P atricios.
Bajo la d ire c c ió n del síndico Julián de Leiva -^ c a b e c illa de la reacción
española— el A yu n ta m ie n to redactó un R eglam ento de tre c e a rtícu lo s, con
el p ro p ó sito de v ig ila r el desem peño del nuevo organism o.
El Cabildo se reservaba la atribución de nom brar el sustituto de cualquier
miembro de la Junta (art. 49) y si sus integrantes no se desempeñaran con correc­
ción podía deponerlos y reasum ir la autoridad (art. 59). Además, la Junta no estaba
facultada para im poner contribuciones sin la anuencia del Ayuntamiento.
Otros artículos son verdaderas innovaciones en el" derecho político vigente
hasta esa época. Así, la Junta no tenía atribuciones judiciales, pues éstas corres­
pondían a la Real Audiencia (artículo 79) y todos los primeros días del mes debía
publicar el estado de las finanzas (art. 89). Ninguna orden del virrey sería valedera
sin la conform idad escrita de los demás miembros (art. 109).
Previa co n su lta con los je fe s m ilita re s — que apoyaron a los e le cto s—
los in te g ra n te s de la Junta ju ra ro n esa ta rd e en la sala c a p itu la r del Cabildo,
que había sido ornam entada para la cerem onia. C isn e ro s usó de la palabra
con el e vid e nte p ro p ó s ito de m antener la tra n q u ilid a d p ú blica y luego, acom­
pañado por los in te g ra n te s jd e l nuevo gobierno, se tra sla d ó al Fuerte, entre
“ repiques de cam panas y salvas de a rtille ría ".
La agitación revolucionaria
A unque la Junta había logrado el c o n s e n tim ie n to de los je fe s m ilita re s
y la integraban dos re p re se nta n te s de los c rio llo s — de buena fe , aunque
equivocadam ente— no cabía duda que ta l so lu ció n era inaceptable.
Cuando tra s c e n d ió que el v irre y perm anecía en el mando, la agitación
cundió por la Plaza M ayor y los cu a rte le s de P a tricio s. El de sco n te n to era
encabezado por D om ingo F rench, A n to n io B eruti y o tro s jó ve n es crio llo s
— en su m ayoría de los su b u rb io s— conocidos con el apodo de ch isp e ro s.
Por su parte, los p rin c ip a le s re vo lu cio n a rio s, c iv ile s y m ilita re s , se
reunieron en la casa de Rodríguez Peña. En esa e n tre v is ta , C a s te lli adm itió
su e rro r y p ro m e tió e le va r su renuncia com o m iem bro de la Junta, a la
vez que in te rce d e ría ante Saavedra para el m ism o pro p ó sito .
Fue necesario co m u n ica r lo re s u e lto a los re g im ie n to s de P atricios Y
A rrib e ñ o s, que ya estaban sobre las arm as d isp u esto s a b rin d a r su apoyo
a los revo lu cio n a rio s.
Por la noche, Saavedra y C a s te lli com unicaron al v irre y la gravedad d e l
m om ento y luego de una breve d e lib e ra ció n to d o s elevaron su renuncia y
devolvie ro n el poder al C abildo.
380
El síndico Leíva aceptó la co nvoca toria del A yu n ta m ie n to para el día
m ie n tra s los p a trio ta s se reu nie ron nuevam ente en casa de Ros'S ez peña, hasta las p rim e ra s luces del alba. En esa larga sesión se
dr'9 |V¡(5 — para e v ita r una m aniobra reaccionaria — pre se n ta r al C abildo los
reS bres de las personas que integrarían la nueva Junta de gobierno. Aden°ás d e c o n fe ccio n a r esa lista , se dispuso e n viar a la brevedad una e xpe di­
ción m ilita r al in te rio r con c a rá cte r de “ a u x ilia d o ra ” .
■
u ie n t e ,
S e g u im o s la opinión más generalizada — defendida entre otros por Groussac
i evene— según la cual la lista de los integrantes de la futura Junta Gubernativa
Y hizo el día 24 de m ayo, por la noche. Con esto se rebatía la opinión tradicional
!_sostenida por M itre— que ubicaba en la mañana del día siguiente la redacción
He la citada lista.
Sin embargo, algunos historiadores — Roberto Marfany, Ruiz Guiñazú— vuel­
a n a insistir, en base a documentos, en la tesis de Mitre, pues afirm an que la
redacción "corresponde al glorioso día 25” .
EL 25 DE M A Y O
Los je fe s m ilitares niegan su apoyo al virrey
Desde el am anecer del día 25, grupos de p a trio ta s se trasla daron a la
Plaza M ayor y debido a la in e sta b ilid a d del tie m p o — llu vio so y frío — d ebie­
ron dialogar bajo las arquerías del C abildo y de la Recova.
Los cabild a n te s se re uniero n a las ocho de la mañana y re so lvie ro n
rechazar la renuncia de la Junta p re sid id a por el v irre y y a la vez aconse­
jarle que se im p u siera por la fuerza, en caso de necesidad.
Cuando tra s c e n d ió lo re su e lto , un grupo de p a trio ta s con sig uió lle g a r
hasta la sala y e x ig ió la inm ediata d e s titu c ió n de C isneros; Leiva logró
tranquilizarlos cuando les p ro m e tió ocuparse para log ra r “ el m e jo r bien y
felicidad de estas p ro v in c ia s ".
Los ca b ild a n te s juzgaron necesario dom inar a los d esconte ntos por
medio de la fuerza y entonces nada m e jo r que co n su lta r la o pinión de los
jefes m ilita re s . Estos se presentaron a las nueve y m edia de la mañana y
ante la pregunta de si podían co ntar con un apoyo “ para so ste n e r el g o b ie r­
no e sta b le c id o ” , la m ayoría co n te stó en fo rm a negativa.
M ie n tra s los je fe s m ilita re s perm anecían con los ca bildante s, un grupo
de p a trio ta s penetró por los co rre d o re s del A yu n ta m ie n to y luego de dar
fuertes golpes en la p uerta cerrada de la sala, m an ifestaron “ que querían
saber de qué se tra ta b a ". Fue necesario que el com andante M a rtín Rodrí9uez sa lie ra hacia los corre d o re s para co n te n e r a los más exaltados.
*-a petición del pueblo
A n te la delicada situ a ció n que se les presentaba, los cabild a n te s decid'eron recabar la renuncia Indeclina ble del v irre y y en consecuencia de la
Unta. Una delegación sa lió rum bo al Fuerte y regresó al cabo de un rato
c° n la n o tic ia de que C isneros había aceptado la im posición.
En esas c ircu n sta n cia s un nuevo grupo popular — encabezado por Beu
se hizo p resente en la sala de acuerdos y dio a conocer oralm ente
. nómina de los ciudadanos que in tegrarían la nueva Junta G ubernativa;
Snan^ á s , una vez e stablecida la ú ltim a , debería enviarse una e xped ición de
u hom bres al in te rio r.
entonces al balcón y ante la v is ta de un grupo de vecin os preguntó con
ironía a los p a trio ta s : "¿D ónde está e l p u e b lo ? " V arios le replicaron “ que
. |as gentes por se r hora inoportuna se habían re tira d o a sus casas; que se
tocase la campana del C abildo y que el pueblo se congregase en aquel
lugar para s a tis fa c ció n del A yu n ta m ie n to ; y que si por fa lta del badajo no
s& hacía uso de la campana, mandarían to c a r generala y que se abriesen
los c u a rte le s ” .
p r im e r a
junta
de
g o b ie r n o
l a Junta Provisional Gubernativa
Sin m edios con que re s is tir y para e v ita r actos de vio le n cia , los c a b il­
dantes d e cid ie ro n acatar la volunta d de los p a trio ta s y reconocer la a u to ri­
dad de la Junta re vo lu cio n a ria . Previa le ctu ra del acta resp e ctiva , el nuevo
gobierno quedó in tegrado por nueve m iem bros, en la fo rm a sig u ie n te :
P residente y com andante de arm as: C o rn e lio Saavedra.
S e cre ta rio s: d o cto re s M aria n o M ore n o y Juan José Paso.
V ocales: Pbro. M an uel A lb e rti, D. M ig u e l de Azcuénaga, Dr. M anuel
B elgrano, Dr. Juan José C a s te lli, D. D om ingo M ath eu y D. Juan Larrea.
"U na junta gubernativa com puesta de Saavedra como presidente y coman­
dante de armas, de los vocales Castelli, Belgrano, Azcuénaga, A lberti, Matheu y
Larrea, y de los doctores Paso y Moreno como secretarios: con la precisa cualidad
de que, establecida la Junta, debería enviarse en el térm ino de quince días una
expedición de 500 hombres para las provincias interiores” (acta capitular del 25 de
mayo).
Con el p ro p ó s ito de ganar tie m p o , el sín d ico Leiva argum entó que era
necesario p re se n ta r esa p e tic ió n por e s c rito y firm a d a por sus adherentes.
A sí lo h icie ro n los re v o lu c io n a rio s y después de un largo rato e n tregaron a
los cabildante s v a rio s cu a d e rn illo s con num erosas firm a s .1
No co n fo rm e s con el p e tito rio , los cabild a n te s e xig ie ro n la ra tific a c ió n
del m ism o por el pueblo congregado en la plaza. El síndico Leiva se asomó
1 El documento se conoce con el nombre de “ la p etició n d e l p ueblo” . Ya hemos dicho
que no todos los historiadores coinciden en que esa representación escrita se efectuó la noche
anterior, pues otros afirman que se hizo el 25 de mayo, durante el "largo intervalo de espera"
Las firmas son 401 y en su gran mayoría corresponden a los militares.
382
Era evidente que la Junta daba representación a las principales clases socia­
les; así el clero estaba representado por Alberti, y los abogados — los más numero­
sos— por Moreno, Paso, Belgrano y Castelli. Por su parte, los m ilitares lo estaban
por Saavedra y Azcuénaga.
Finalmente y con el propósito de congraciarse con los españoles que habían
apoyado el movimiento o al menos permanecido neutrales, se designe a los com er­
ciantes Larrea y Matheu.
También lo hicieron en disconform idad miembros del Cabildo, de la Real Ha­
cienda y del T ribunal-de Cuentas.
Los juram entos se efectuaron entre los días 26 y 27 de mayo.
La solem ne cerem onia del ju ra m e n to se e fe ctu ó a las tre s de la tarde.
En presencia de las más altas a utoridades — c iv ile s y m ilita re s — los m ie m ­
bros de la Junta se hincaron y con la mano derecha apoyada sobre el lib ro
de los Evangelios ju ra ro n : “ desem peñar le g a lm e n te e l cargo, conservar
ín teg ra esta p a rte de A m é ric a a n u e s tro augusto soberano e l se ñ o r don
Fernando VII y a sus le g ítim o s sucesores y guardar p u n tu a lm e n te las leyes
d e l re in o ” .1
La autoridad del v irre y había caducado d e fin itiv a m e n te , y la Junta Pro­
v is io n a l G ubernativa — ta l com o fig u ra en los docum entos— se tra s la d ó al
Fuerte en m edio del e n tusiasm o popular, m ie n tra s se escuchaban salvas de
a rtille ría y las campanas de los te m p lo s eran echadas a vuelo.
C o n stitu ida la Junta P ro visio n a l G ubernativa no ta rd ó en m a nifestarse
la s is te m á tic a o p o sició n del C abildo, de la A u d ie n cia y del ex v irre y . Estos
focos c o n tra rre v o lu c io n a rio s tenían la esperanza de v o lv e r al régim en ante­
rio r, confiados en que los d iputados p ro v in c ia le s se pronunciarían co n tra la
Junta, de ca rá cte r p ro visio n a l.
Con el e vidente p ro p ó sito de c o n tro la r al nuevo gobierno y de hacer
triu n fa r la co n tra rre vo lu ció n española, el C abildo im puso a la Junta un Re­
glam ento de once a rtícu lo s, m uy s im ila r al redactado para la Junta p re s i­
dida por C isneros.
El docum ento fig u ra en el acta del día 25 y sus fin e s fundam entales
son: o to rg a r al nuevo gobierno un c a rá cte r p rovisio n a l y so m e tid o al C ab il­
do, re firm a r la a u toridad suprem a del re y Fernando VII y c o n s u lta r de Inm e­
diato a las Intendencias (o p ro vin cia s) para fo rm a r una ju n ta general del
virre in a to .
Primeras disposiciones de la Junta
El día 26 de mayo, la Junta p u b licó un bando — redactado por M ariano
M oreno la noche a n te rio r— en el que se aconsejaba a la población obede­
cer a las autoridades y re s p e ta r la persona del ex v irre y . Invitaba a todas
las au toridades a una m isa en acción de gracias por la in sta la ció n del nuevo
gobierno.
El m ism o día se dio a conocer o tra proclam a con el p ro p ó s ito de “ a fia n ­
zar la tra n q u ilid a d y el bien g e n e ra l” .
En uso de sus a trib u cio n e s, la Junta e x ig ió a las autoridades c iv ile s y
m ilita re s de Buenos A ire s el ju ra m e n to de fid e lid a d .
Varios funcionarios cum plieron con el requisito, pero bajo protesta. El fiscal
de la Audiencia, don Antonio Caspe, argumentó que “ jamás había jurado sino al
soberano ni debía ju rar a otra autoridad” .
El Reglam ento deJ día 25
El Reglamento del dia 25 reconoce al Cabildo la facultad de destituir a los
miembros de la Junta en caso de que faltasen a sus deberes.
El nuevo gobierno sería provisional hasta la creación de una junta general
del virreinato, para lo cual debía convocarse a una reunión en Buenos Aires a los
representantes del interior. Estos “ debían establecer la form a de gobierno que
se considere más conveniente” .
De acuerdo con lo d ispu esto en el Reglam ento, los diputados del in te ­
rior no debían in co rporarse a la Junta G ubernativa, sino fo rm a r un orga­
nismo separado.
La circular del 27 de mayo
Para m antener la unidad y tra n q u ilid a d del v irre in a to , la Junta envió
una c irc u la r a las a utoridades del in te rio r — fechada el 27 de mayo— comu-
meándoles que se había hecho cargo del poder, y que debían e le g ir sus
diputados: quienes “ han de irs e in corporando a esta Junta co n fo rm e y por
e l orden de llegada a la c a p ita l” .
De esta manera, los re p re se nta n te s del in te rio r arribarían a Buenos
A ire s para in te g ra r la Junta y no a fo rm a r un cuerpo
separado.
A dem ás, el cita d o docum ento hace re fe re n c ia al envío de una expedi­
ción de q u in ie n to s hom bres, pues de o tra fo rm a “ no se harían lib re y orde­
nadam ente las e le c c io n e s ".
Como la Revolución no hizo una clara y pública m anifestación de su progra­
ma de gobierno y por razones políticas imperiosas debió invocar som etim iento al
rey Fernando Vil, los pueblos del interior permanecieron durante un tiem po adictos
al sistema político im perante con Cisneros. Los gobernadores, intendentes y cabil­
dos provinciales no habían sido previamente inform ados por los revolucionarios y
respondían en su mayoría al régimen anterior.
Era evidente que los enemigos de la Junta confiaban en los representantes
del in te rio r para volver al poder,
pues ellos eran los que debían expedirse sobre
la legalidad del nuevo gobierno.
En el transcurso de toda la Semana de Mayo es
visible el interés del virrey por convocar a esos diputados y así lo resolvieron los
cabildantes el día 23, cuando en realidad la m ayoría de los sufragios em itidos en
el Cabildo abierto del día anterior no disponía esa convocatoria.
A través de la circu la r del 27 de mayo, la Junta decidió continuar con el
pacífico desarrollo de los sucesos y optó por convocar a esos diputados, los cuales
debían incorporarse al gobierno para abrazar su causa e interiorizarse de sus
problemas.
El Reglam ento del 28 de mayo
La Junta G ubernativa no aceptó el R eglam ento del día 25 — que la som e­
tía a las d ire c tiv a s del C abildo— y en e je rc ic io de sus le g ítim a s a trib u cio n e s
d ic tó el R eglam ento a d m in is tra tiv o d e l 28 de mayo.
El docum ento establecía el ho ra rio de tra b a jo de la Junta — d iariam ente,
ñor la mañana y la ta rd e — , organizaba la labor a d m in is tra tiv a , los honores
que correspondían a sus in te g ra n te s y el e je rc ic io del Patronato.
Adem ás, en el a rtíc u lo 10? — el ú ltim o — dejaba constancia que cu a l­
q u ie r vecino podía d irig irs e al nuevo g obierno para “ com unicar cuanto crea
conveniente a la seguridad p ú blica y fe lic id a d del E stado’’.
Las reacciones contra la Junta
Desde un p rin c ip io la Junta debió e n fre n ta r la o p o sició n de la A udien
cia, el C abildo y el ex v irre y ; ta m b ié n el obispo B enito Lué p re te n d ió trabar
la acción del nuevo gobierno.
A com ienzos de ju n io de 1810 lle g ó a Buenos A ire s la n o ticia sobre la
in stala ción del C onsejo de Regencia, en Cádiz.
La A ud ien cia co n sid eró la legalidad de aquel g o bierno — representaba
a Fernando VII— y ordenó a la Junta que pro ce d ie ra al ju ra m e n to del citado
Consejo. El se c re ta rio M oreno rechazó el re c o n o c im ie n to al nuevo gobierno
español — había sido e legido sin co n s u lta r a los pueblos de A m é ric a — y
aprovechó la circ u n s ta n c ia para m a n ife s ta r a la A u d ie n cia el desagrado con
que la Junta observaba la o p o sició n de ese trib u n a l.
La A ud ie n cia in s is tió en su tenaz o p o sició n y luego de ju ra r obediencia
al C onsejo de Regencia com unicó a las a utoridades del in te rio r que im itaran
su a ctitud.
386
A n te el curso de los sucesos, el 22 de ju n io la Junta c itó en el Fuerte
a Cis n e r o s y oidores de la A u d ie n cia ; a llí se les in fo rm ó que debían aban­
donar el te r rito rio y p a rtiría n rum bo a las islas C anarias. La Junta designó
a ios reem plazantes de los oido re s expulsados.
El C abildo se sum ó a los in cid e n te s cuando dispuso que si los d ip u ta ­
dos del in te rio r no se reunían antes de los se is m eses, nom braría una nueva
ju n ta . La in tro m is ió n del A yu n ta m ie n to en asuntos que no le correspondían
fUe rechazada.
El C abildo no cesó en su plan c o n tra rre vo lu cio n a rio , hasta que a me­
diados de o ctu b re la Junta d e s titu y ó a los ca b ild antes y designó a los que
debían reem plazarlos.
LA REVOLUCION EN H ISP A N O A M ER IC A
Importancia de la invasión napoleónica en España
Entre las d ive rsas in flu e n cia s que diero n orig en a los m o vim ie n to s revo­
lucionarios en H ispanoam érica, debe c ita rs e en p rim e r lugar la invasión
napoleónica a la península ibé rica . La e stra te g ia m ilita r de N apoleón estaba
d irigida co n tra In g laterra y consideró que ocupando Portugal, m antendría a
los b ritá n ic o s alejados del co n tin e n te . También juzgó oportuno deponer a la
dinastía B orbónica y — por razones de seguridad— e lim in a r a los Braganza
del tro n o de Portugal.
Sorpresa e indignación causaron en A m é rica las n o ticia s re fe re n te s
a la ocupación del te r rito rio de Esparña por tropas francesas. C rio llo s y pe­
ninsulares se unieron guiados por un m ism o p ro p ó sito , aunque con fin e s
d is tin to s . Todos estaban enterados de la farsa de Bayona y del c a u tive rio
de! rey Fernando VII y nadie deseaba que los te rrito rio s del Nuevo M undo
pasaran a depender de Napoleón Bonaparte. Pero m ientra s los españoles
se m ostraron p a rtid a rio s de obedecer a la Junta C entral de S e villa y luego
al C onsejo de Regencia instalado en Cádiz, los c rio llo s 1 tra ta ro n de fo rm a r
Juntas de g obierno locales, sie m p re en nom bre del m onarca cautivo, pero
con una ten d e n cia se p a ra tista de los organism os peninsulares.
Los p a trio ta s am ericanos bregaron por la d o ctrin a ju ríd ic a de la Legis­
lación de Indias que vinculaba las posesiones del Nuevo M undo a la C oro­
na y no a la N ación española. De acuerdo con este p rin c ip io , reconocido por
el Derecho p e ninsular, sostenían que — p ris io n e ro o ausente el rey— la so­
beranía recaía en los pueblos “ que tenían derecho a darse su p ro p io go­
b ie rn o ’’. Por esto re so lvie ro n no obedecer a los organism os peninsulares
que se titu la b a n re p resentan tes del m onarca. El triu n fo de esta te o ría lle ­
vaba a la em ancipación.
disti
1 • 1-03 cn o llo s 0 h'i0s de españoles nacidos en América han sido llamados patriotas, para
n9uirlos de los realistas, sus adversarios políticos,
mo ' ^X'ste una *ar9 a polémica entre los historiadores, quienes divergen sobre las fuentes de los
nieqlm'0ntOS rev° l uc'onar'os y las ideologías que motivaron los procesos separatistas. Hoy día se
qUe ® r°tundamente lo que hace años se consideraban verdades inmutables, sin que esto signifique
a Posición más reciente represente la única verdad.
cr¡o ||C on
resPecto a las Juntas que surgieron de los procesos del año 1810 y la ubicación de los
c¡l¡ab?S y
'os españoles en posiciones totalmente opuestas, como integrando bandos irreconj Unt ®s’ admite dudas muy justificadas. Basta a modo de ejemplo, recordar que en nuestra Primera
de Gobierno hubo dos españoles: Larrea y Matheu.
Relación entre los m ovim ientos revolucionarios
El año 1810 ha sido llam ado el de la R evolución H ispanoam ericana,
pues durante ese período se produjo una c o rrie n te h is tó ric a de rebelión,
com ún a casi to d o s los d o m in io s españoles del Nuevo M undo.
El 19 de a b ril e s ta lló en Caracas (C apitanía General de V enezuela) un
m o vim ie n to co n tra las autoridades españolas, en cuyo tra n s c u rs o el briga­
d ie r V icen te Emparán renunció al mando y debió e n tre g a rlo a una Junta de
G obierno.
El 25 de m ayo se creó en Buenos A ire s (V irre in a to del Río de la Plata)
una ju n ta re v o lu cio n a ria pre sid id a
por C o rn e lio Saavedra. Luego le s ig u ió en
orden cro n o ló g ico el m o vim ie n to se p a ra tista o c u rrid o el 20 de ju lio en San­
ta Fe de Bogotá (V irre in a to de Nueva Granada), donde el pueblo se a m otinó y
obtuvo del C abildo la creación de una Junta de G obierno, encabezada — du­
rante un tie m p o — por el v irre y A n to n io A m ar.
El 2 de agosto se c o n s titu y ó en la ciudad de Q u ito una Junta rebelde,
y el 16 de se tie m b re e s ta lló en el
pueblo de D o lo re s (V irre in a to de M éxico)
un m o vim ie n to re v o lu c io n a rio d irig id o por el cura párroco M ig u e l H idalgo.
A los dos días, es d e cir, el 18 de se tie m b re , se c o n s titu y ó en la ciudad de
S antiago (C apitanía G eneral de C h ile ) una Junta de G obierno re vo lu cio n a ­
ria, bajo las órdenes de M a te o de Toro y Zambrano.
Estos m o vim ie n to s re v o lu c io n a rio s respondieron a causas sem ejantes
y sus d irig e n te s bregaban por un cam bio en el siste m a p o lític o im perante,
guiados por el p a trió tic o deseo de organizarse bajó un g o bierno propio.
EXPANSION DE LA REVOLUCION DE M A Y O
Buenos A ires y el interior
La R evolución había triu n fa d o en Buenos A ire s , pero, de acuerdo con
el R eglam ento del día 25, debía le g itim a rs e con la aprobación del re s to del
v irre in a to . El 26 de mayo, el ex v irre y com unicó su renuncia a los pueblos
del in te rio r, y al día sig u ie n te la Junta enviaba notas sobre su instalación
y la próxim a convo ca to ria de diputados p ro v in c ia le s a una asam blea a rea­
lizarse en Buenos A ire s .
Si bien el cam bio de g o bierno se había pro d u cid o en la ca p ita l, el resto
del te r rito rio m antenía in ta cta su organización y estaba c o n tro la d o por los
gobernadores in te n d e n te s del siste m a v irre in a l. La adhesión a la causa re­
vo lu cio n a ria no fue inm ediata, pues la Junta no pudo re ve la r sus verdaderas
intenciones — o cultas bajo el s o m e tim ie n to a Fernando V II— y tam poco im
pe d ir que los fu n c io n a rio s españoles depuestos (oidores, re g id o re s y el
propio C isne ro s) instaran a las autoridades del In te rio r a desconocer a la
Junta recién e stablecida. Se sum aron a estas d ific u lta d e s la gran extensión
te r rito ria l, la in e fica cia de las com unicaciones, el a isla m ie n to de los pue­
blos y su e s p íritu lo c a lis ta , re celoso de las innovaciones.
Los principales centros donde se radicó la resistencia a la Junta patriota
fueron:
a)
El Alto Perú. Aunque com prendido dentro de los lím ites del virreinato del
Río de la Plata, fue siem pre un organismo aparte, debido principalm ente a su situa­
ción geográfica — distante de Buenos Aires— y a sus intereses com erciales.
388
El mariscal Nieto y el intendente de Potosí, don Francisco de Paula Sanz,
decidieron no obedecer a la Junta patriota.
b) Córdoba. Ubicada en el centro geográfico del territorio, con buenos recuros económicos, esta ciudad se constituyó en un foco reaccionario, bajo el indu­
d a b le prestigio de Liniers secundado por las autoridades españolas.
c) La Asunción. El gobernador intendente Bernardo Velazco — al frente de la
p r o v in c ia del Paraguay— si bien no hostilizó a los porteños, dispuso no reconocer
a la Junta de Buenos Aires.
d) Montevideo. Bajo las órdenes de Elío — que llegó con el título de virrey
en 1811— la Banda Oriental se mostró desde un principio como enemiga de la
R evolución.
El sentim iento de resistencia hacia Buenos Aires que hemos reseñado obede­
cía no sólo a causas de orden po lítico, sino tam bién económ icas, pues era evi­
dente que la capital del virreinato había sido beneficiada con el libre com ercio y
otras ventajas derivadas de su situación geográfica.
A pesar de tod os los in con veniente s, el g obierno re vo lu cio n a rio fu e re­
conocido — hasta se tie m b re de 1810— por más de v e in te ciudades y
pueblos.
EXPEDICION AL ALTO PERU
Cuando llegaron a Córdoba las n o ticia s de los sucesos o cu rrid o s en
Buenos A ire s , se realizó una reunión en casa del gobernador intendente
G utiérrez de la Concha, a la que a s istie ro n Santiago de L inie rs, el obispo
O rel lana, el deán de la catedral, G re gorio Funes, y algunos m ie m bro s del
Cabildo. Estas autoridades — con excepción del deán Funes— resolviero n
desconocer la autoridad de la Junta e rig id a en Buenos A ire s .
A n te el curso de los sucesos, y con el p ro p ó sito de re p rim ir la acción
de los enem igos, la Junta re so lvió e nviar una expedición hacia Córdoba y el
A lto Perú. C om andante en je fe fue designado el coronel F rancisco O rtiz de
Ocampo y segundo el m ilita r de igual grado A n to n io G onzález B a lca rce ; re­
presentante de la Junta fue n o m b ra do .H ip ó lito V ieytes y a u d ito r de guerra,
F eliciano Chiclana.
Integrado por 1.150 hom bres, el e jé rc ito p a rtió de Buenos A ire s en ju ­
lio de 1810.
O cam po ocupó sin re siste n cia la ciudad de Córdoba, m ie n tra s íos con­
tra rre v o lu c io n a rio s escaparon rum bo al n orte, pero fue ron apresados.
A unque sobre los rebeldes estaba dictada la pena de m ue rte, debido
a los ruegos de la población cordobesa, del C abildo y del cle ro , Ocampo
decidió re m itir los presos a Buenos A ire s y e nviar una nota con la ju s ti­
ficación de su proceder.
Enterada la Junta, de in m edia to com isio n ó al vocal C a ste lli y a Rodrí­
guez Peña en ca rá cte r de se c re ta rio — al fre n te de un grupo de soldados—
Para hacer c u m p lir la orden e m itid a por el gobierno.
Los p ris io n e ro s estaban cam ino de Buenos A ire s , cuando la partida
°s e ncontró en la localidad cordobesa de Cabeza de Tigre. El 26 de agosto,
los p ris io n e ro s fu eron llevados a un bosqu e cillo próxim o y a llí cayeron ar­
cabuceados Lin ie rs, el gobernador G u tié rre z de la Concha, el o fic ia l te s o ­
r o M oreno, además de A lle n d e y Rodríguez. Fue exceptuado el obispo
^ re lla n a .
derrota de H u aq ui
F| e jé rc ito p ro s ig u ió su avance hasta acam par en la margen su r del río
uadero, donde C a s te lli aceptó negociar una tregua de cuarenta días
° eS | | je fe re a lis ta Goyeneche.
c° n El a rm is tic io no se cu m p lió y entonces — para atacar— las fuerzas pa■ tas se fra ccio n a ron en dos grupos, uno a las órdenes de B alcarce y otro
tr l° e | mando de V iam onte, separados por una quebrada; por su parte los
listas ocuparon las elevaciones y supieron aprovechar el e rro r tá c tic o
cometido por los c rio llo s .
G o y e n e c h e d iv id ió su e jé rc ito en tre s colum nas y el 20 de ju n io avanó r e s u e l t a m e n t e sobre las tro p a s e xpedicionaria s. Los re a lis ta s tom aron
fa q u e b r a d a — o b je tiv o del ataque— y luego cayeron sobre los flancos del
disperso e jé rc ito c rio llo que debió rendirse.
La d e rro ta de las fuerzas revolu cio n a ria s en Huaqui tu vo im porta ntes
con secuencia s. Las pro vin cia s del A lto Perú se p erd ieron d e fin itiv a m e n te ,
el norte quedó desguarnecido y el go bierno de Buenos A ire s — que s u frió
un rudo golpe ante la o pinió n pú blica—- debió levanta r el s itio de
Montevideo.
E X P E D IC IO N A L P A R A G U A Y
La victo ria de Suipacha
Córdoba fu e p acificada y Juan M a rtín de P ueyrredón, designado gober­
nador in tende n te .
El e jé rc ito p a trio ta a las órdenes de G u tié rre z B alcarce — Ocam po fue
d e s titu id o — , con C a s te lli en el cargo de re p re se nta n te de la Junta, avanzó
hacia el norte, pero al p e n e tra r en te r rito rio altoperuano, el enem igo lo re­
chazó en C otagaita.
E nvalentonadas por el é xito , las tro p a s re a lista s in icia ro n la persecu­
ción de los c rio llo s , quienes se h icie ro n fu e rte s en la margen derecha del
río Suipacha, donde re c ib ie ro n refu e rzo s. A llí Balcarce obtuvo la prim era
v ic to ria para las arm as de la R evolución, el día 7 de noviem bre de 1810
Los je fe s enem igos C órdoba, N ie to y Paula Sanz cayeron p ris io n e ro s ;
enviados p o s te rio rm e n te a Potosí, fu e ro n ejecutados por orden de C a ste lli-
390
Cuando las a u toridades de la A sun ció n se enteraron de los sucesos
de Mayo, re unieron un C abildo a b ie rto , el cual dispuso ju ra r solem nem en­
te al C onsejo de Regencia, no reconocer al go bierno de Buenos A ire s y
co n stitu ir — para la defensa del te r rito rio — una Junta de G uerra’ presidida
por el gobernador Bernardo Velazco.
A nte la a ctitu d asum ida por las autoridades de la A sunció n, la Junta de
Buenos A ire s nom bró a su vocal, el d o cto r M an uel B elgrano, com andante
en je fe de las fuerzas e xpe dicion arias que m archarían hacia el Paraguay.
La em presa tenía tre s o b je tiv o s funda m en tale s; d ifu n d ir los ideales de la
Revolución, d e rro ta r a los enem igos y apoyar el levan ta m ie n to de los pa­
triotas paraguayos.
El e jé rc ito se con cen tró en la Bajada del Paraná, donde el im provisado
general lo g ró re u n ir 950 hom bres de caballería, se is cañones y los p e rtre ­
chos necesarios.
A fin e s de o ctu b re de 1810, las tro p a s em prendieron la marcha y se
internaron por la M esopotam ia; al atravesar el norte de Entre Ríos, Belgrano
fundó el pueblo de M andisoví, y luego, al su r de C o rrie n te s , e rig ió el de
Curuzú-Cuatíá.
A m ediados de d icie m b re , el e jé rc ito cruzó penosam ente el río Paraná
y una vez en te r rito rio paraguayo dispe rsó a una g uarnició n enem iga en
Cam pichuelo.
Entusiasm ado con el triu n fo , Belgrano p ro sig u ió su fa tig o s o aunque
rápido avance en d ire cció n a la A sunción . Por su parte, V elazco — que era
Un hábil m ilita r— d e cid ió a tra er al e jé rc ito expedicio n a rio hacia el in te rio r
te rrito rio , p rivándo lo de los víve re s y recursos que pudiera hallar.
El 19 de enero de 1811, las tropa s de Belgrano fu eron derrotadas por el
eJérc¡to paraguayo de Velazco, en Paraguary (a pocas leguas de la A sunción ).
Belgrano com unicó a Buenos A ire s el curso d esfavorable de la campaña
en el Paraguay y s o lic itó el envío de refuerzos a la brevedad. La Junta juzgó
necesario s a tis fa c e r el pedido y creó la prim era e scu a d rilla naval p a trio ta ,
391
cuyo mando c o n fió a Juan B a u tista Azopardo, quien al fre n te de tre s naves
rem ontó el río Paraná hasta San N ico lá s, pero a llí fu e alcanzado y vencido
el 2 de marzo p o r una flo ta re a lis ta que había p a rtid o de M o ntevideo.
Sin el apoyo de e sto s re fu e rzo s, el e jé rc ito p a trio ta fu e derro ta d o p0r
los e fe c tiv o s paraguayos en las pro xim id a de s del río Tacuary (9 de marzo)
C om prendiendo que toda re s is te n c ia era in ú til, Belgrano dispuso la re
tira d a del e jé rc ito a sus órdenes hasta la margen s u r del río Paraná. A ceptó
firm a r un a rm is tic io y en un e s c rito hizo presente los m o tivo s que guiaron
su em presa — de a u x ilio y no de c o n q u ista — y los elevados ideales de |a
R evolución.
Si bien la e xp edición de Belgrano al Paraguay fra ca só en el aspecto milita r, su prédica re vo lu cio n a ria g e rm in ó en m uchos e s p íritu s . El gobernador
V elazco perdió p re s tig io en el tra n s c u rs o de la lucha, m ie n tra s o tro s — en­
tre e llo s F ulgencio Y egros— dem ostraban m ayor va lo r.
En m ayo de 1811 los re v o lu c io n a rio s ocuparon los cu a rte le s de la Asun­
ción y nada pudo hacer el gobernador V elazco; el mando pasó a una Junta
G ubernativa de tre s m ie m b ro s.
A unque la re vo lu ció n paraguaya se había basado en las ideas proceden­
te s de Buenos A ire s , bien p ro n to el m o vim ie n to d e m o stró su ten d e n cia se­
p a ra tista , de acuerdo con el nuevo rum bo hacia el cual la o rie n tó el dicta­
do r R odríguez de Francia.
eXPEDICION A LA BANDA ORIENTAL
A fin e s de mayo de 1810, el C abildo de M o n te vid e o re c ib ió la comu. ac¡ón o fic ia l de la Junta instalada en Buenos A ire s y se negó a recononlCia D ebido a esto, se tra sla d ó a la vecina o rilla el se c re ta rio Juan José
f con la m isió n de e v ita r un ro m p im ie n to d e fin itiv o . A llí expuso los
t i ndámentos re v o lu cio n a rio s y sostu vo además la necesidad de u n ific a r to ­
jo s los esfuerzos, ante el p e lig ro de una probable in va sió n portuguesa. A
esar del empeño del com isionado, las g e stio n e s fraca saron.
^
En enero de 1811, Javie r de E llo a rrib ó nuevam ente a M o n tevide o, esta
vez con el títu lo de v irre y del Río de la Plata, c o n fe rid o por el C onsejo de
Regencia. No v a c iló en de cla ra r la guerra a la Junta de Buenos A ire s , cuando
ésta rechazó el s o m e tim ie n to a su autoridad.
Casi sim u ltá n e a m e n te con la llegada del nuevo v irre y , los pueblos de
la campaña uruguaya com enzaroh a le va n ta rse co n tra las autoridades rea­
listas. El capitán José G ervasio A rtig a s huyó a Buenos A ire s y se presentó
ante la Junta para “ lle v a r el esta ndarte de la lib e rta d hasta los m uros de
M ontevideo” .
A los pocos días, se produjo en la Banda O rie n ta l el p rim e r m o vim ie n ­
to organizado co n tra las a utoridades españolas, cono cido h istó rica m e n te
con el nom bre de G rito de A sencio . Un grupo de cie n hom bres capitanea­
do por Venancio Benavldez y Pedro José V iera se reu n ió en las p ro xim id a ­
des del arroyo A se n cio (28 de fe b re ro de 1811) y, luego de proclam ar el
fin de la d om inación española, con sig uió to m a r las poblaciones de M ercedes
y Soriano.
Con el p ro p ó s ito de apoyar la acción de los p a trio ta s uruguayos, la Jun­
ta ordenó al general M anuel Belgrano — aún en el Paraguay— que m archa­
ra con sus tro p a s a la Banda O rie n ta l, pero luego fu e reem plazado por José
Rondeau, quien al mando de un e jé rc ito p a rtió de Buenos A ire s hasta lle ­
gar a A rro y o de la China, para cruzar por esa zona el río Uruguay.
José A rtig a s — al fre n te de 150 hom bres— se adelantó y el 9 de ab ril
penetró en te r rito rio o rie n ta l, donde fú e re cib id o calurosam en te por sus
paisanos.
A m ediados de m ayo de 1811, Elío sólo dom inaba en M o n te video y la
Colonia, por cuanto el e jé rc ito p a trio ta , cuya vanguardia estaba al mando de
José A rtig a s , había logrado avanzar hasta la localidad de C anelones, e s tre ­
chando en esta fo rm a el cerco te n d id o al enem igo.
Enterado A rtig a s de que un c o n tin g e n te re a lis ta — más de 1.200 hom ­
bres— a las órdenes del coronel José Posadas avanzaba para e n fre n ta rlo ,
le sa lió al e n cuentro en un paraje llam ado M o lin o de las Piedras. La ac­
ción tu vo lugar el 18 de mayo y luego de seis horas de lucha los re a lista s
fueron d e rro ta d o s y debieron re ndirse.
Primer s itio
de M ontevideo
A rtig a s avanzó en d ire cció n a M o n tevide o e in tim ó a Elío la re ndición
de la ciudad; por o tra parte, p id ió la ayuda del grueso del e jé rc ito patriota ' Que bajo las órdenes de Rondeau se d irig ía lentam ente hacia esa plaza.
P A R A G ^ ll
E ntretanto, A rtig a s e stre chó el cerco de M o n te vid e o pero no pudo
A p r e n d e r un a salto d e cisivo por ca re ce r de tro p a s y e le m en tos bé licos
adecuados; a pesar de esto , el s itio se prolongó de ju n io hasta octubre.
La duración del s itio de M o n tevid eo m o tivó que Elío aceptara la ayuda
393
OBRA DE LA PRIMERA JUNTA
A l margen de su ten dencia em ancipadora, la Junta d e s a rro lló un plan
¿e gobierno renovador, con la a p licació n de fra n q u icia s co m e rcia le s, fo ­
m ento de la in d u s tria , reorganización m ilita r, apoyo a la cu ltu ra , p ro te cció n
a los indígenas, e tcétera .
El pensam iento de la R evolución y la mayoría de las in ic ia tiv a s co­
rrespondieron al s e c re ta rio M ariano M oreno.
La obra de la P rim era Junta puede agruparse:
a) Política, social y adm inistrativa
Desde su in sta la ció n , la Junta e x ig ió el ju ra m e n to de fid e lid a d , dio a
conocer proclam as, c irc u la re s e in stru ccio n e s a las a utoridades del in te rio r.
Reemplazó a los m iem bros de la A ud ie n cia y del C abildo — organism os
reaccionarios— , com o tam bién a los alcaldes de ba rrio . Ocupóse de la s i­
tuación social de los indios, les concedió derechos p o lític o s y los in s tó a
que aprendieran un o fic io .
b) Cultural
A n te la necesidad de com unicar al pueblo su obra e ideales, el nuevo
gobierno fundó un p e rió d ico titu la d o “ Gazeta de B uen os-A yres", en cuyas
páginas se ilu s tró a la población sobre las ideas lib e ra le s. También d isp u ­
so la creación de una B ib lio te c a Pública.
La Junta no descuidó la enseñanza p rim a ria y d ic tó d isp o sicio n e s te n ­
dientes a re g la m e n ta r los exám enes e im p rim ir un te x to único.
m ilita r o fre cid a desde tie m p o atrás p o r la C o rte lu sita n a radicada en el Bra­
s il. Un e jé rc ito a las órdenes de D iego de Souza — capitán general de Río
Grande— cruzó la fro n te ra y pen e tró en el te r rito rio de la Banda O riental,
con el fin de p ro te g e r los e ventuales derechos de la princesa C a rlo ta Joa­
quina sobre esos d om inios.
El p e lig ro que representaba la invasión portuguesa a la Banda O riental
y las n o ticia s sobre la d e rro ta su frid a en Huaqui p o r el e jé rc ito patriota,
m o tivaron que la Junta de Buenos A ire s d e cid ie ra p a cta r d ire cta m e n te con
Elío el cese de las h o stilid a d e s. Por su parte, el ú ltim o aceptó las negocia­
ciones porque creyó en el fra ca so de la R evolución y, en consecuencia, los
a u xilio s m ilita re s de los p ortugueses no só lo eran in n e cesa rio s sino tam ­
bién pelig ro so s.
El a rm is tic io — concertado el 20 de o ctu b re — e s ta b le ció que "la s
tro p a s de Buenos A ire s desocuparán e n te ra m e n te la Banda O rie n ta l, sin
que en toda e lla se reconozca o tra autoridad que la del Excmo. Sr. V irre y "Los e fe c tiv o s p ortugueses debían re tira rs e hasta sus fro n te ra s y quedaban
re sta b le cid a s las com unicaciones y el trá fic o c o m e rc ia l e n tre Buenos A ire s
y M o ntevide o.
A rtig a s re s o lv ió no a ce p ta r lo d isp u e sto por el tra ta d o y aco m pa ñad o
por sus tro p a s y gran cantidad de fa m ilia s cruzó el río U ruguay y se esta­
bleció en el C am pam ento de A yuí, al n o rte de la actual C oncordia (E ntre
Ríos. Este gran m o v im ie n to m ig ra to rio — conocido com o éxodo d e l pueblo
o rie n ta l— fu e aceptado por el g obierno de Buenos A ire s , que a u x ilió al cau­
d illo , q u ie n no deseaba s o m e te rs e , con un re g im ie n to de B la nd eng ue s-
394
c) Económica
Favoreció el
trabando. Con el
Junta redactó un
sacciones ordenó
La Ensenada.
c o m e rcio e x te rio r y to m ó m edidas para c a stig a r el con­
p ro p ó sito de im p e d ir los abusos del antiguo régim en, |a
nuevo re g la m e n to de c o m e rcio y para fa c ilita r las tra n ­
la apertura de va rio s p u e rto s, e n tre e llo s M aldonado y
d) M ilita r
El gobierno re v o lu c io n a rio dispuso la reorganización del e jé rc ito , aun­
que esta tarea se v io dem orada en gran parte por la escasez de equipos y
arm am entos.
Los batallones de in fa n te ría de m ilic ia fueron tra n sfo rm a d o s en siete
re g im ie n to s de ve teranos, y el de Blandengues se denom inó R e g im ie n to de
C aballería de la Patria.
Los sucesos m ilita re s ya estudiados d e te rm in aro n la creación de una
escu a d rilla naval y ta m bién — a in ic ia tiv a del vocal M anuel B elgrano— se
abrió una Escuela M ilita r de M atem áticas.
e ) D iplom ática
La Junta de Buenos A ire s d e s a rro lló una labor d ip lo m á tic a tend ie n te
a afianzar gradualm ente su obra y conservar la unidad del te r rito rio ante
la amenaza de ataques e x te rio re s , p a rtic u la rm e n te de los portugueses, quie­
nes en connivencia con los re a lista s d e 'M o n te v id e o apoyaban las p reten­
siones de la princesa C arlota sobre el Río de la Plata.
El nuevo gobierno tra tó de lo g ra r el apoyo in d ire c to de In glaterra, po­
ten cia m uy vinculada con estas regiones, debido a sus in te re se s com ercia­
les. O tro de los p ro p ó sito s que guiaron la labor d ip lo m á tica de la Junta
fue fo m e n ta r el e s p íritu de re b e lió n de C h ile y el A lto Perú. Para lle va r a
cabo esta tarea debió v e n ce r num erosos inco n ven ie n te s su rg id o s de su
posición revo lu cio n a ria , en aparente s o m e tim ie n to — por razones de con­
veniencia p o lític a — al rey c a u tivo Fernando VII.
El capitán de navio M atías Irig o ye n — el p rim e r re p re se nta n te diplom á­
tic o de la Junta— fu e enviado se cre ta m e n te a In g la te rra por d e cre to del
mes de mayo de 1810. Sus p ro p ó s ito s eran o b te n e r la in te rve n ció n de esa
potencia con tra la amenaza portuguesa sobre el Río de la Plata y además
c o nseguir au torización para a d q u irir arm am entos.
Para co n tin u a r las ge stio n e s a n te rio re s y com o consecuencia de los su­
cesos p o lític o s producidos en el seno de la Junta G ubernativa — que luego
e stud iarem os— el d o c to r M a ria n o M ore n o s o lic itó desem peñar una m isión
d ip lo m á tica ante los gobiernos de Río de Janeiro y Londres, pero no llegó
a d e stin o pues fa lle c ió en- el v ia je . La Junta tam bién co m isio n ó en m isión
d ip lo m á tica a A n to n io A lva re z Jonte con d e stin o a C h ile y a M anuel de Sarratea, ante el g o bierno del B rasil.
DIVERGENCIAS EN LA JUNTA DE GOBIERNO
M oreno y Saavedra
C o n stitu id a la Junta y a poco de iniciada su labor, no tardaron en apare-
396
er serias dive rg e n cias e ntre dos fig u ra s de destacada actuación en el m o­
lim ie n to : M a ria n o M oreno y C o rn e lio Saavedra.
En el mes de noviem bre de 1810, ya se presentaban d e fin ida s las dos
facciones en pugna, cuyo antagonism o residía especialm en te en el modo de
resolver los problem as de gobierno.
Saavedra era un hom bre maduro, d iscip lin a d o y je rá rq u ico , que acos­
tum braba a e la b ora r con suma prudencia las de cisio n e s; su tem pe ram e nto
reposado le hacía rechazar toda innovación extrem a, ta n to en el orden p o lí­
tico com o so cia l.
Por su parte M o reno era un jove n abogado de escasa e xpe rie n cia po­
lítica pero capaz, apasionado y fogoso. Se inclinaba a re so lve r con rapidez
los problem as más .d ifíc ile s y u tiliza b a la plum a con gran destreza para
apoyar sus a rg u m e n to s .?
Los sa a ve d ristas se re sistía n a cam biar profundam ente las in s titu c io ­
nes y no com partían las nuevas te o ría s lib e ra le s. La generalidad respondía
a esta ten d e n cia conservadora, que contaba con la adhesión de las tropa s
y una m ayoría popular, pues la gente del in te rio r o provinciano s tam bién
adherían a e sto s p rin c ip io s m oderados.
El grupo c o n tinua dor de M oreno — los m o re n ista s — lo form aban los
hombres ilu stra d o s, p a rtid a rio s de las nuevas ideas, quienes bregaban por
un gobierno d e m o crá tico y republicano. Este pa rtid o había nacido en Buenos
A ires y pretendía im poner en el in te rio r las teorías que entonces circulaban
por Europa. Sus in te g ra n te s eran re vo lu cio n a rio s exaltados y debido a que
no contaban con el apoyo de las p ro vin cia s se inclinaron a los p ro ce d im ie n ­
tos enérgicos, en defensa de un acentuado po rte ñism o.
Un in cid e n te acentuó el m a le sta r e n tre ambos bandos. El 5 de d ic ie m ­
bre, en un banquete celebrado en el cu a rte l de P atricios para fe s te ja r la
victo ria de Suipacha, un o fic ia l — probablem ente em briagado— se excedió
en sus e logios al b rin d a r po r Saavedra.
Enterado del episodio, M oreno redactó el “ de cre to de supresión de los
honores’’ que constaba de d ie cisé is a rtícu lo s. Dejaba sin e fe cto lo d ispues­
to en el R eglam ento del 28 de mayo, que otorgaba al pre sid e n te de la Junta
honores sem ejantes a los v irre y e s .
El docum ento redactado por el s e c re ta rio disponía la absoluta igualdad
entre todos los m iem bros del organism o, “ sin más d ife re n cia que el orden
de los a s ie n to s ’’.
Los diputados del interior
En el tra n scu rso de la Semana de M ayo fu e v is ib le el empeño de Cisneros y de sus p a rtid a rio s po r convocar a los diputados del in te rio r para
Realizar un Congreso general en Buenos A ire s , para e s ta b le ce r un gobierno
d e fin itiv o . A unque la posición se basaba en la unidad del v irre in a to y era a
todas luces legal, detrás de ella se escondía una hábil m aniobra, por cuanto
ias a utoridades del in te rio r — intend ente s, gobernadores y cabildo s— no
habían sido rem ovidas y en consecuencia respondían al pa rtid o español,
^d e m á s, debe ten e rse en cuenta que en los prim e ro s m om entos el v e cin ­
dario del in te rio r ignoraba los verdaderos p rop ósito s de los re vo lu cionarios.
El R eglam ento del 25 de mayo — im pu esto por el C abildo a la Junta—
.'s p o n ía que los diputados p ro vin cia le s arribarían a Buenos A ire s para
lfite g ra r un organism o separado de la Junta.
397
No expresaba lo m ism o la c irc u la r e m itid a el 27 de mayo por la Junta.
En ella, el nuevo g o bierno com unicó a las a u toridades del in te rio r que
debían e le g ir re p re se nta n te s, los cuales “ han de irs e incorporando a esta
Junta, confo rm e y p o r orden de llegada a esta c a p ita l’’. En este caso, los
d iputados debían p a rtic ip a r d ire c ta m e n te en el g o bierno, por cuanto serían
vocales de la Junta m ism a.
M ariano M oreno consideraba que los diputados p ro vin cia le s debían
d ic ta r una C o n s titu c ió n y e sta b le ce r un “ g obierno s ó lid o y p erm anente",
en consecuencia se oponía — ju n to con sus p a rtid a rio s — a que esos repre­
sen tante s se incorporaran a un g obierno p ro visio n a l.
LA JUNTA GRANDE
A fin e s de ju n io com enzaron a lle g a r a Buenos A ire s los diputados
electos por los ca b ild o s del in te rio r, con docum entos re la tiv o s a sus pode­
res y la m isión que les era encom endada.
El plan concebido por los a d versarios de M oreno co n sistía en incorpo:
rar esos represe nta n te s a la Junta con ca rá cte r de vo cales, para dar sa tis ­
facción a Saavedra — d e sp re stig ia n d o al s e c re ta rio — y aplazar la reunión
del C ongreso. La fra c c ió n conservadora deseaba que el m o vim ie n to revo­
lu cio n a rio contin u a ra sin d e fin irs e , a la espera de los sucesos que agitaban
la península. A l no re u n irse el C ongreso no podía d ic ta rs e una C o n stitu ción ,
ni tam poco c o rta r d e fin itiv a m e n te los vín cu lo s p o lític o s con España.
A m ediados de d ic ie m b re se conocía el n o m bram iento de ca to rce d i­
putados, nueve de los cuales ya estaban en Buenos A ire s , e n tre e llo s el
deán G re gorio Funes, re p re se nta n te de Córdoba, quien se s o lid a rizó con
Saavedra, pues ambos co incidían en que M oreno se adelantaba a los suce­
sos en una a ctitu d que podía p e rju d ic a r a la R evolución.
El deán propuso a Saavedra la in co rp ora ció n de los diputados al go­
bierno. Estos re p re se nta n te s del in te rio r fu e ro n re c ib id o s por la Junta en
pleno, el día 18 de d ic ie m b re de 1810.
La m ayoría de los vocales se mostraron contrarios a la incorporación de los
representantes del interior. Su oposición se basó en los fundam entos siguientes: a)
el propósito de los diputados era integrar un congreso; b) no debían incorporarse
a la Junta porque ésta era un organismo provisional, y c) la invitación que figuraba
en la circu la r del 27 de mayo “ había sido un rasgo de inexperiencia, que el tiempo
había acreditado después enteramente im practicable” .
Para re so lv e r el problem a se dispuso e fe c tu a r una vota ció n conjunta,
es d ecir, los vocales y los re cié n llegados. C atorce lo h icie ro n en fa v o r y
sólo dos — M oreno y Paso— se opusieron. Con la in co rporación de los d i­
putados p ro vin c ia le s quedó c o n s titu id o un nuevo g o bierno p ro visio n a l, que
se llam ó Junta Grande — su núm ero se elevó a v e in tid ó s — el cual careció
de unidad en la acción y no pudo im p e d ir las re n c illa s inte rn a s, propias de
un e je c u tiv o num eroso.
M ariano M oreno, desautorizado ante la v o ta ció n , presentó la renuncia
al cargo de se c re ta rio y s o lic itó p a rtir hacia Londres en m isión dip lo m á tica .
En el via je enfe rm ó de cuidado y fa lle c ió en alta mar, el 4 de marzo.
e| deán Funes d ic tó el R eglam ento del 10 de fe b re ro de 1811, por el cual
se crearon ¡untas p ro vin cia le s.
El c ita d o re g la m en to — la p rim e ra carta orgánica de la R evolución__
es de gran im p o rta n cia , por cuanto e xte n d ió a las p rovin cia s el siste m a de
gobierno colegiado. D isponía la creación de ju n ta s p rin c ip a le s y subordina­
d a s (o m enores).
Las p rin c ip a le s se com pondrían de cinco m iem bros, es d e cir, “ el pre ­
sidente o gobernador in te n d e n te nom brado com o ta l y cu a tro colegas (voca­
les) que e lig ie s e el p u e b lo ” .
Las ju n ta s subordinadas se e stablecerían en las ciudades o v illa s que
tuvieran re p re se nta ntes ante Buenos A ire s . Estarían integradas por tre s
m iem bros, a saber “ el com andante de arm as que actua lm e nte lo fue se y
los dos socios que se e lig ie s e n ” .
La duración de las ju n ta s p ro v in c ia le s e staría lim ita d a hasta la reunión
del C ongreso general.
La Sociedad Patriótica
El año 1811 marca el com ienzo de la c ris is del gobierno revo lu cio n a rio ,
por el poco é x ito de las campañas m ilita re s y las disid e n cia s internas. En
este ú ltim o aspecto se agrupan las fa ccio n e s que más tarde form a rán p a rti­
dos y se dispersan m uchos esfuerzos d ebido a la ap arición de las prim eras
revoluciones o e p iso dio s v io le n to s de la vida p o lític a argentina.
P rácticam ente el v irre in a to se había desm em brado con la autonom ía
del Paraguay, la pérdida del A lto Perú — después de H uaqui— y la situ ació n
de la Banda O rie n ta l, ante la a c titu d de Elío y tam bién de A rtig a s.
A p rin c ip io s de marzo, los m o re n ista s — que form aban una m inoría
in te le c tu a l- d e c id ie r o n ilu s tra r al p ueblo sobre la necesidad de un cam bio
en la d ire c c ió n gubernativa. Con este p ro p ó sito fo rm aron un ce n tro que
denom inaron Sociedad P atrió tica.
Este grupo .re v o lu cio n a rio se d estacó por su acentuado po rte ñ ism o y
entre sus in te g ra n te s fig u ra ro n los m ilita re s French y Terrada, com o ta m ­
bién los c iv ile s Pedro A g re lo y J ulián A lvarez.
M O VIM IE N TO DEL 5 Y 6 DE ABRIL DE 1811
A com ienzos de 1811, tre s p a rtid o s se disputaban el p redom inio en el
mando:
a) Los m o re n is ta s deseaban re to m a r el poder que habían perdido des­
pués de la in co rp o ración de los d ip u ta d o s p ro vin cia le s a la Junta y del
alejam iento de su más destacada fig u ra . Com o vim o s, su acción op ositora
se co n ce n tró en la S ociedad P atriótica .
Las Juntas Provinciales
b) Los saa ve d rista s contaban con el apoyo de la casi to ta lid a d de las
uerzas m ilita re s y del elem ento h u m ild e de los suburbios. Su h o stilid a d
acia los m o re n ista s se había acentuado luego del “ decre to de los honos (6 de d ic ie m b re de 1810). A unque tenían el mando, consideraban efíera esta p o sició n de p riv ile g io , hasta ta n to no fueran e lim inado s sus
aclve rsa rio s.
Con la inco rporación de los diputados, la Junta Grande estuvo a merced
del elem e nto p ro vin cia n o y con el o b je to de s a tis fa c e r la opinión del in te rio r
la i
^0S Pro vin cia n o s — encabezados p o r el deán Funes— sostenían que
Junta Grande estaba su je ta al p re d o m in io c e n tra lis ta de Buenos A ire s y
398
399
i'
en consecuencia no representaba la volu n ta d de to d o s los pobladores de
la campaña.
En la noche del 5 al 6 de a b ril de 1811 se produjo en Buenos A ire s el
p rim e r in te n to de re vo lu ció n co n tra las autoridades c o n s titu id a s — no es­
pañolas— que marca el com ienzo de nuestras luchas internas.
El m o vim ie n to fin a liz ó con una nueva v ic to ria del bando saavedrista y
p e rm itió a la Junta Grande s u b s is tir un tie m p o más al fre n te del gobierno.
A unque la asonada dom inó a parentem ente la tenaz o posición m o re n ista , sus
orígenes no están aclarados y las fu e n te s h is tó ric a s se presentan confusas.
En la noche del 5 de a b ril, grupos de pobladores procedentes de los
sub urb ios de Buenos A ire s — chacras y q u in ta s— se reunieron en los Co­
rra les de M ise re re , acaudillados p o r Tomás G rigera, conocido com o el al­
calde de las qu in ta s y p a rtid a rio de la facción saavedrista.
La com pacta y heterogénea m u ltitu d lle g ó a la Plaza de la V ic to ria en
la madrugada del día 6, p rotegida por los sables de las fuerzas m ilita re s .
En esas circu n sta n cia s, Saavedra se encontraba en el Fuerte con m iem bros
del gobierno, a la espera de los a co n te c im ie n to s ; por su parte, el Cabildo
tam bién se hallaba reunido.
Una com isió n encabezada por el d o c to r Joaquín Campana — hombre
m ediocre a pesar de su títu lo — se adelantó hasta el C abildo e hizo entrega
de un largo m em orial que — en s ín te s is — expresaba lo s ig u ie n te :
a) S eparación de cu a tro m ie m b ro s de la Junta Grande: Rodríguez Peña,
V ie yte s, Azcuénaga y Larrea. Se los acusaba de haber sido designados sin
co n su lta r la voluntad del pueblo. En su reem plazo ocuparían las vacantes
F eliciano C hiclana, A ta n a sio G u tié rre z, Juan de A lagón y Joaquín Campana,
este ú ltim o en el cargo de s e c re ta rio .
Guía de repaso
Los albores
revolucionarios.
Los comuneros del Paraguay: José de Antequera y Fernando
Mompó. Revolución del Socorro: resistencia contra anti­
guos impuestos. Sublevación de Tupac Am arú: la rebelión
de indígenas y la batalla de Combapata. Antecedentes re­
volucionarios en el Perú: los intentos de A guilar y Ubalde,
de Pardo, de Riva Agüero y Baquiiano.
pretensiones inglesas
en América.
El contrabando y la acción de los corsarios. Causas de or­
den político, m ilita r y económico que explican el interés de
Gran Bretaña po r los dom inios españoles en América.
La situación en el Rio de la Plata: repercusión de la política
europea. Los problem as originados po r la Colonia del Sa­
cramento y las islas Malvinas.
Invasiones inglesas.
Antecedentes: rivalidad entre Inglaterra y España y deca­
dencia de la monarquía española.
Causas: Gran Bretaña en búsqueda de nuevos mercados.
Miranda y su proyecto de liberación hispanoam ericana. El
ataque al tráfico com ercial de España. Expedición inglesa
al Cabo de Buena Esperanza: Baird, Heresford y Popham.
Primera invasión
inglesa.
Ocupación de Buenos Aires. A ctitud de Sobremonte. Combate de Perdriel. La reconquista: Liniers y la rendición de
los ingleses. Cabildo abierto del 14 de agosto: el mando
m ilitar y político.
Segunda invasión
inglesa.
Achmuty, Crawfurd y W hitelocke. O cupación de Montevideo. Suspensión y arresto de Sobremonte. Desembarco de
los ingleses en Buenos Aires. Gower y la columna de van­
guardia. Derrota de Liniers en Miserere. El ataque a Bue­
nos Aires: el ala izquierda, el grupo central y el ala derecha.
C apitulación de W hitelocke.
Consecuencias de las invasiones inglesas: políticas y so­
ciales, m ilitares y económicas.
Repercusión de los
sucesos europeos en
el Río de la Plata.
__
El virreinato de Liniers. Am biciones de Portugal: los derechos de la princesa Carlota Joaquina. Llegada a Buenos
Aires del marqués de Sassenay. La oposición al virrey:
el m otin de 19 de enero de 1809.
La Revolución
de Mayo.
Antecedentes externos: independencia de los Estados Unidos; la Revolución Francesa; ideas hispanoindianas; los
precursores. Causa externa: la invasión napoleónica en
España. Causas locales: económ icas y políticas.
b) Exigía que Saavedra v o lv ie ra a ocupar el cargo de com andante ge­
neral de arm as. M anuel Belgrano debía com paracer ante el g o bierno para
in fo rm a r sobre la d e rro ta s u frid a por sus tro p a s en el Paraguay.1
c) E xpatriación de v a rio s m o re n ista s (French, B eruti y o tro s ) y desig­
nación de un trib u n a l de seg u rid a d para v ig ila r la tra n q u ilid a d pública.
Exceptuando la co n ce n tra ció n del poder en Saavedra, la Junta Grande
aceptó las co nd icio n e s im puestas por los ca b e cilla s del m o vim ie n to .
' Belgrano recibió las comunicaciones cuando marchaba para auxiliar a los patriotas de
la Banda Oriental; entregó el mando a Rondeau y regresó a Buenos Aires.
Abierto el proceso, defendió su correcto proceder con estas notables palabras: "F ío mi defensa
a la correspondencia que he tenido con V.E. (la Junta); la dejo a las declaraciones de cuantos han
presenciado mi conducta, sean los que fueren, castigados o no por mí, tal es la confianza que
tengo de haber procedido según mis obligaciones".
El 9 de agosto se dictó la sentencia que lo eximió de culpa y cargo. Dice el documento:
El general Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia
dignos del reconocimiento de la patria” .
400
401
à
La semana de Mayo.
Proclama del dia 18. El sábado 19: acción de Saavedra
Belgrano y Castelli. El 20 de mayo: exigencia de un Cabildo
abierto. El 21 de mayo: la convocatoria.
d iv e r g e n c ia s e n
fg j u n t a d e G o b ie r n o .
ju n ta Grande.
r
Movimiento del
5 y 6 de ab ril de 1811.
Saavedristas y morenistas. El banquete en el cuartel de
Patricios. El decreto de supresión de honores.
Los diputados del in te rio r: lo dispuesto por el Reglamento
del dia 25 y la C ircular del día 27. El Deán Funes y la in cor­
poración de los diputados a la Junta. Renuncia de Moreno.
Las Juntas Provinciales: principales y subordinadas. La
Sociedad Patriótica.
Los partidos: morenistas, saavedristas y provincianos. Los
pobladores acaudillados po r Tomás Grigera. Las exigen­
cias de los cabecillas del movimiento.
[— Cuestionario------- --------------------— _______________
Expedición
al Alto Perú.
La acción contrarrevolucionaria en Córdoba. La ocupación
de la ciudad. A ctitud de Ocampo con los rebeldes. Los
com isionados Casteili y Rodríguez Peña. Los fusilamientos
de Cabeza de Tigre. La expedición continúa rumbo al norte.
Cotagaita. La p rím e ra 'victo ria de los independientes: Suipacha. La derrota de Huaqui.
Expedición
al Paraguay.
Bernardo Velazco y la Junta de Guerra. El ejército de Bel­
grano. Fundación de pueblos. Campichuelo. La batalla de
Paraguary. Acciones navales: Azopardo y la derrota de San
Nicolás. La batalla de Tacú ari. La prédica revolucionaria a
consecuencia de la expedición.
Expedición
a la Banda Oriental.
El virrey Elio declara la guerra a la Junta de Buenos Aires.
El G rito ‘de Asencio. Acción de José Artigas. El combate de
M olino de las Piedras. Rondeau y el ejército patriota. El sitio
de M ontevideo. La invasión portuguesa: Diego de Souza.
La Junta de Buenos Aires y el arm isticio con Elio. Artigas
rechaza el pa cto: el éxodo del pueblo oriental.
Obra de la
Primera Junta.
Política y adm inistrativa: reemplazo de m iem bros de C a b ild o
y A udiencia; Cultural: la Gazeta y la Biblioteca Pública
Económica: favorecer el com ercio exterior e in te rio r; Mili"
tar: creación de regim ientos y de una Escuela M ilitar de
M atem áticas; Diplom ática: com isionados al exterior, M a tía s
Irigoyen, Mariano Moreno y Alvarez Jonte.
1. ¿A qué se llamó la revolución ge los comuneros? 2. ¿Qué ocu ­
rrió en el virreinato de Nueva Granada? 3. ¿Qué sabe con respecto
a la sublevación de Túpac Am arú? 4. ¿Hubo antecedentes revolu­
cionarios en el Perú? 5. ¿Qué factores explican el interés de Gran
Bretaña por los dominios españoles en Am érica? 6. M encione los
antecedentes de las invasiones inglesas. 7. ¿Cuáles fueron las
causas? 8. ¿Qué sabe con respecto a la expedición inglesa al Cabo
de Buena Esperanza? 9. ¿En qué form a Buenos Aires cayó en
poder de los invasores? 10. ¿Qué ocurrió en Perdriel? 11. ¿Cómo
fue reconquistada Buenos Aires? 12. ¿Qué dispuso el Cabildo
abierto del 14 de agosto? 13. ¿Cóm o se produjo la ocupación
de M ontevideo en la segunda invasión? 14. ¿Qué dispuso la Junta
de Guerra del 10 de febrero? 15. ¿En qué form a los invasores
atacaron a Buenos Aires? 16. ¿Cuándo se rindieron? 17. ¿Qué
consecuencias produjeron las invasiones inglesas? 18. ¿Por qué los
portugueses ambicionaban el gobierno del Río de la Plata? 19.
¿Qué misión cumplió el marqués de Sassenay? 20. ¿Qué ocurrió
en Buenos Aires el 1? de enero de 1809? 21. ¿Cuáles fueron los
antecedentes externos de la Revolución de M ayo? 22. ¿Fue im por­
tante la invasión napoleónica en España? 23. ¿Qué causas locales
pueden mencionarse? 24. Explique lo ocurrido entre los días 18
y, 21 de mayo. 25. ¿Qué debates se produjeron en el Cabildo
abierto del 22 de m ayo? 26. ¿Cóm o fue la votación? 27. ¿Qué
resultados produjo el escrutinio del día 23? 28. ¿Qué ocurrió el
24 de m ayo? 29. ¿Qué actitud asumieron los jefes militares el
día 25? 30. ¿A qué se llamó “ la petición del pueblo” . 31. ¿Cómo
se integró la Junta Provisional Gubernativa? 32. ¿Qué dispusie­
ron el Reglamento del 25 y la Circular del día 27? 33. ¿Se produ-
g s p a ñ o le s d e A m é r ic a : e l p r im e r o ,
¿ e orden político; e l s e g u n d o , d e
jeron reacciones contra la Junta? 34. ¿Recuerda qué movimientos
revolucionarios se produjeron en Hispanoamérica en el año 1810?
35. ¿Cuáles fueron los centros donde se radicó la resistencia a la
Primera Junta? 36. ¿Cómo se organizó la expedición al A lto Perú?
37. ¿Qué ocurrió en Cabeza de Tigre? 38. Explique la victoria de
Suipacha y la derrota de Huaqui. 39. Resuma la expedición
de Manuel Belgrano al Paraguay. 40. ¿A qué se llamó el Grito de
Asencio? 41. ¿Cóm o se produjo el primer sitio de Montevideo?
42. ¿Intervino Brasil en el conflicto? 43. ¿Cuál fue la actitud de
Artigas luego del armisticio? 44. Explique la obra de la Primera
Junta. 45. ¿Cuáles fueron las divergencias entre saavedristas y
morenistas? 46. ¿Cómo surgió la Junta Grande? 47. ¿Qué sabe de
las Juntas Provinciales? 48. Explique el m ovimiento del 5 y 6 de
abril de 1811.
naturaleza económica.
Las características que adquirían
en Europa las luchas armadas, en
jaS cuales Gran Bretaña veíase casi
s ie m p r e co m p ro m e tid a , no daban
o c a s i ó n a esta potencia de desempe­
ñar un papel decisivo y preponde­
rante. Cierto es que la superioridad
abrumadora de sus escuadras y la
pericia de sus m a rin os ofrecíanle
éxitos brillantes sobre las flotas aun
combinadas de sus adversarios. Pero
jas escasas fuerzas terrestres que
érale dado organizar, no pesaban
mucho en la balanza de los aconte­
cimientos bélicos, que se resolvían
mediante a ccio n e s campales entre
ejércitos siempre numerosos y ague­
rridos; además de que las guarni­
ciones para sus colonias y el fre­
cuente peligro que la amenazaba de
una invasión a sus costas no le per­
mitían ser pródiga en el empleo de
tropas numerosas para las operacio­
nes de, la guerra continental.
Pero si estábale vedada la acción
directa y preponderante en la solúción del conflicto armado que a los
ejércitos incumbía resolver, podía en
cambio, merced a la intensa inter­
vención marítima, cooperar in d ire c ­
tamente al éxito de la guerra de­
bilitando al adversario, ya con la
destrucción de sus escuadras para
impedirles una posible invasión de
las costas inglesas y los transportes
de tropas y de elementos bélicos de
uno a otro teatro de guerra, ya con
___________________________________________ ____________________________ I
Actividades Prácticas
*
*
*
*
*
*
R e s u m ir los antecedentes y las causas de las inva sio n e s inglesas.
E s q u e m a tiz a r e l a ta q u e a
B uenos A ire s en el tra n s c u rs o de la se­
gu n d a in v a s ió n .
A n a liz a r los antecedentes y las causas de la R e v o lu c ió n de M ayo.
E n u m e ra r las etapas d e l proceso de la
R e vo lu ció n .
D e sta car la im p o rta n c ia d e l R e g la m e n to d e l día 25 y de la C irc u la r
del 27 de m a yo con respecto a la in c o rp o ra c ió n de los d ip u ta d o s
p ro v in c ia n o s .
R e s u m ir las e xp e d icio n e s m ilita r e s a l A lto P e rú , a l P a ra g u a y y a
la B a n d a O rie n ta l.
la. a n u lació n de sus fuentes de r i ­
queza, interceptando el tráfico entre
las colonias y su metrópoli, o apo­
derándose llanamente de aquéllas y
hasta favoreciendo el desmembra­
miento del imperio colonial de sus
enemigos.
Fue especialmente España la po­
tencia contra la cual Inglaterra puso
práctica, con mayor rigor y tena­
cidad, el indicado sistema de in te r-
Lectura
El interés de G ran B retaña
p or los d om in ios españ oles
d e A m érica
Dos factores principales eran los
que intervenían a interesar a Grar-
vención in d ire cta .
^Ligada la primera a la política de
rancia —a menudo en contra de
Us intereses inmediatos— desde que
jarlos III concertó en 1761 el pacto
e fa m ilia , las continuas guerras que
6 sucedieron entre los seculares adersarios en Europa — Francia y
Bretaña en la situación del momen'
t o 'y fuerte futura de los dominio
404
Gran Bretaña— contaron casi .siem­
pre a España entre los enemigos no
menos peligrosos y tenaces de la
segunda. Mas como la persistencia
hostil de España era alimentada, en
primer término, por los tesoros in­
calculables que obtenía de sus do­
minios de América (que le permi­
tían o rg a n iza r y sostener nuevos
ejércitos y escuadras y hasta soco­
rrer con metálico a su aliada), era
natural y legítimo que Gran Breta­
ña tratase de herirla en sus fuentes
de producción por los medios a su
alcance ya in d ica d o s, tanto como
forma de imposibilitarla para una
dilatada resistencia, cuanto como re­
curso para obtener ventajosas con­
diciones al negociarse la paz por el
argumento de las colonias conquis­
tadas durante la guerra.
La ayuda material o el estímulo
que se prestase para la emancipa­
ción de los dominios españoles de
ultramar, además del debilitamiento
lógico de los recursos y del poder
de España, sería también una vál­
vula de escape al resquemor que
sentían los ingleses por la interven­
ción de aquella potencia en haber
favorecido los planes de los ameri­
canos del norte para lograr indepen­
dizarse de Gran Bretaña.
En lo que ahora se refiere al se­
gundo factor — que llamé de n a tu ­
raleza económica — , fácil es advertir
la preponderancia que tendría en la
concepción de los planes del gabine­
te británico, relacionados con las co­
lonias españolas del Nuevo Mundo.
Las barreras con que España había
siempre obstaculizado el comercio
de otros países con aquéllas, no ha­
cían más que estimular el ansia de
derribarlas, e sp e c ia lm e n te cuando
los mercados europeos, cada vez en
mayor disminución por la presión
de la política y de las armas france­
sas, eran insuficientes para absorber
la producción entera de las indus­
trias inglesas siempre en aumento.
B everina, Juan.
L
a s in v a s i o n e s
al
R ío
de
la
P
in g l e s a s
lata
.
Buenos Aires, 1939.
405
i
¿Por qué G ra n B re ta ñ a se in te re ­
só en los dom inios españoles en
A m érica?
¿Qué táctica u tiliz a ro n los in g le ­
ses p ara d e b ilita r a sus enemigos ?
¿Favoreció el m onopolio impuesto
p o r España las am biciones de l 0s
b ritá n ico s sobre A m é ric a hispana?
LA RESTAURACION EN EUROPA
Los absolutistas y los liberales
Luego de la caída del Im p erio napoleónico se in ic ió en Europa un p e rio ­
do h is tó ric o conocido com o la época de la R estauración (1815-30). Después
de la d e rro ta de Francia en 1815, los m onarcas prete n d ie ro n re sta u ra r los
p rin cip io s del llam ado A n tig u o Régimen, pero los lib e ra le s que defendían
las ideas surgidas de la R evolución Francesa, se opusieron a esos p ropó sitos.
En las prim e ra s décadas del sig lo XIX, los pueblos realizaron esfuerzos
y em prendieron luchas para lo grar que los reyes gobernaran con p rin c ip io s
liberales y, en aquellas naciones donde los soberanos eran e xtra n je ros, se
produjeron m o vim ie n to s de tendencia na ciona lista que llevarían a la em an­
cipación.
Quedaron d e fin id o s dos pa rtid o s p o lític o s antagónicos. Los a b so lutista s
defendían la autoridad sin lim ita c io n e s de los reyes y al c a to lic is m o como
re lig ió n obligada de los Estados. Por su parte, los lib e ra le s — con gran
aPoyo d e n tro de la burguesía— propiciaban una m onarquía co n stitu cio n a l
0 un siste m a re p ublicano de g obierno y, en el aspecto re lig io s o , la lib e rta d
de cu lto s.
Los lib e ra le s no tardaron en se r perseguidos, entonces para de sarro­
par sus a ctivid a de s, se agruparon en sociedades secretas. En Ita lia y para
c°rn b a tir la dom inación francesa su rg ió en 1807 la sociedad p o lític a y re­
a c c io n a r ia de los C arbonarios, así llam ada porque sus in te g ra n te s se
p u n ía n en los bosques, con el p re te xto de fa b ric a r carbón de leña. Fueron
urgueses y m ilita re s defe nso re s de !a unidad italian a, que e n fre n ta ro n la
a°rninación austríaca.
406
407
.
La ¡tintura reproduce al Congreso de Viena en una de sus sesiones. Este organismo — dominado
por el canciller Metternich — delimitó las fronteras de los países en forma harto irreflexiva,
lo que originó una gran tensión internacional.
O tra organización lib e ra l fu e la M asonería, surgida en In g la te rra en
1717 y que luego se e xte n d ió por d ive rso s países del V ie jo M undo. En la
época de la R estauración, los m asones — agrupados en logias— se opusie­
ron al a b so lu tism o en defensa de los p rin c ip io s lib e ra le s.
Los tra ta d o s de 1815 no lograron c o n so lid a r la paz europea, por cuanto
los pueblos anhelaban m ayores lib e rta d e s y to m a ro n las arm as para re a li­
zar su unidad p o lític a . A sí su rg ie ro n m o vim ie n to s de tendencia lib e ra l y
nacionalista en d ive rso s países europeos, e n tre e llo s , España. Portugal,
Ita lia y G recia.
ÉL CONGRESO DE VIENA
D espués de la p rim e ra abdicación de N apoleón, las potencias aliadas
d isp u sie ro n re u n ir un C ongreso G eneral europeo a fin de re sta b le ce r, ju n to
con los antigu o s lím ite s te rrito ria le s , el orden p o lític o y social a lterado por
la R evolución Francesa.
Las sesiones se inauguraron el 1? de a bril de 1814 y fin a liz a ro n el 9
de ju n io del año sig u ie n te , pocos días antes de la batalla de W a te rlo o . La
ciudad de Viena, capital de A u s tria , fu e la sede del C ongreso, aunque este
nom bre no es el más apropiado, puesto que los re p re se nta n te s de los d is­
tin to s países nunca se re unieron en sesión plenaria.
Asistieron: el zar de Rusia, el em perador de Austria y los reyes de Prusia, Baviera y W ürttemberg\ Lord W ellington y Lord Castlereagh representaban a Inglaterra;
Talíeyrand, que había sido obispo con Luís XVI y can ciller con Napoleón, era el
enviado del nuevo rey de Francia. Participaban, además, numerosos diplom áticos
pertenecientes a los nuevos países.
408
La Asamblea fue presidida por el canciller austríaco Clemente de Metternich,
quien impuso al Congreso un carácter decididamente absolutista. Las deliberacio­
nes alternaron con brillantes recepciones, revistas militares, banquetes y diver­
siones. Los gastos del protocolo alcanzaron al equivalente de quince millones de
dólares.
El hábil T alleyrand logró im poner el p rin c ip io de le g itim id a d , por el
cual los reyes destronados durante la R evolución francesa y el período na­
poleónico debían s e r restaurados con todos sus derechos y respeta rse
las fro n te ra s de 1789. Esto p e rm itió a Francia d e lib e ra r com o potencia y
e vita r un m ayor desm em bram iento.
Las negociaciones e stu viero n d irig id a s por las cua tro naciones aliadas:
Inglaterra, Prusia, Rusia y A u s tria . El regreso de N apoleón p e rju d icó a
Francia, que v o lv ió a se r tra tada com o nación enem iga.
Los d is tin to s convenios p arciale s, elaborados durante las sesiones,
fueron re unidos en un A cta F inal de 121 a rtícu lo s, que se dio a conocer el
9 de ju n io de 1815.
La división territo rial
El verdadero o b je tiv o del C ongreso de Viena fue s a tis fa c e r las am bi­
ciones te rrito ria le s de las grandes potencias.
In g la te rra co n solidó su hegem onía m a rítim a al apropiarse de
n s francesas, holandesas y españolas. Q uedaron bajo su d o m inio
M alta, C o rfú y Jónicas, en el M edite rrá n e o , y H eligoland, en el
° rte ; la C olonia d e l Cabo, en S udáfrica; C eilán, en A sia ; la isla
acl y las Guayanas, en A m é rica .
las co lo ­
las islas
mar del
de Tríní-
409
A dem ás, el C ongreso de V iena tra tó de fo rta le c e r él ab so lutism o y se
j¡ spuso a e lim in a r los gérm enes del pensam iento re vo lu cio n a rio . S urgió
sí una fu e rte o p o sición ideológica representada por los e le m en tos liberales, p a rtid a rio s del régim en c o n s titu c io n a lis ta . D entro de esta c o rrie n te se
ha|iaban ta m bién los republicanos, los b onapartistas y los que propugnaban
la unidad p o lític a y te rrito ria l de los pueblos fragm entados.
la
santa
a l ia n z a
El príncipe de M ettern ich
Para pro te g e rse de cu a lq u ie r amenaza c o n tin e n ta l, logró que Bélgica
integrara, ju n to con Holanda, el re in o de los Países Bajos, lo cual s ig n ific ó
u n ir dos pueblos de d is tin ta s raíces c u ltu ra le s , id io m á tica s y re ligiosas.
A u s tria perdió B élgica, que form aba los países bajos a ustríacos, pero
fue com pensada con todo el n o rte de Ita lia (Lom bardía y Venecia). Adem ás,
encabezó la C on fe d e ra ció n germ ana, c o n s titu id a por 38 estados alemanes.
R usia adelantó sus fro n te ra s hacia O ccid e n te ; obtuvo el gran ducado
de V arsovia (Polonia) y fu e ro n reconocidas sus co nquistas en Finlandia y la
Besarabia.
Prusia log ró asegurar su dom inación en la o rilla izquierda d e l Rin. A s i­
m ism o, re c ib ió la W e s tfa lia y una parte de Sajonia y Polonia.
Suecia, que había perdido F inlandia, re c ib ió N oruega, que, a su vez, le
fue arrebatada a D inam arca.
Francia quedó con los lím ite s de 1789, p rá ctica m e n te bloqueada por
una barrera de nuevos estados y confe d e ra cio n e s.
Ita lia y A le m a n ia fu e ro n defraudadas en sus am biciones de lo g ra r la
unidad te r rito ria l y p o lític a .
El equilibrio y el absolutism o
C om o puede a preciarse, en la nueva d is trib u c ió n de las fro n te ra s
europeas procu ró m antenerse el e q u ilib rio del poder e n tre las d is tin ta s
naciones, lo cual p e rm itió d is fru ta r de un largo período de paz in te rn a c io ­
nal, pero, en cam bio, sentó las bases de un profundo c o n flic to de naciona­
lidades, puesto que dichas m o d ific a c io n e s se e fe ctu a ro n sin te n e r en
cuenta los in te re se s de los pueblos, ni los nuevos ideales de los patrio ta s.
El C ongreso de V iena dio nuevos lím ite s a las potencias vencedoras,
pero no logró asegurar la tra n q u ilid a d p o lítica , alterada por la d ifu sió n de
la s ideas re vo lu cio n a ria s y liberales.
El zar A le ja n d ro I de Rusia, e s p íritu se n tim e n ta l e id e a lista , propuso
una alianza e n tre las naciones europeas con el fin de asegurar la paz
dentro de los "p re c e p to s de ju s tic ia y caridad c ris tia n a s ” y, además, brindar
a los s ú b d ito s un tra ta m ie n to fundado en las "s u b lim e s verdades que ense­
ña la Santa R e lig ió n ".
Este pacto, c o n s titu id o con p ro p ó sito s re lig io s o s , quedó form alizado
el 26 de s e tie m b re de 1815 y contó con la adhesión del rey de Prusia, Fe­
derico G u ille rm o II, y del em perador de A u s tria , F rancisco II. R atificaron
el docum ento casi todas las naciones europeas, con excepción de Inglate ­
rra, Turquía y los Estados P o n tificio s.
Sin em bargo, la Santa A lianza no ta rd ó en tra n sfo rm a rse en un in s tru ­
mento del a b so lutism o al quedar bajo la in flu e n cia del c a n c ille r austríaco,
el p rín c ip e C le m e n te M e tte rn ic h . Este d ip lo m á tico , d e cidid o ad ve rsario de
la R evolución, logró que el pacto s irv ie ra a las m onarquías absolutas para
in te rv e n ir m ilita rm e n te en los países a fectados por m o vim ie n to s de carác­
te r lib e ra l o nacionalista.
Estos p ro p ó s ito s cris ta liz a ro n el 20 de noviem bre de 1815 al c o n s titu ir­
se la cuádruple alianza, integrada por Rusia, A u s tria , Prusia e Inglaterra.
A fin de a p lica r el derecho de in te rve n ció n , tam bién llam ado sistem a
M e tte rn ic h , las potencias aliadas se re uniero n p e riódicam en te en congresos
in te rnacionales.
Los congresos internacionales
En octu b re de 1818 com enzó sus sesiones el C ongreso de Aix-la-Chapelle (A q u isg rá n ), c o n s titu id o por los inte g ra n te s de la cuádruple alianza.
Francia s o lic itó y obtuvo que su te r rito rio fuera evacuado por las tropas
de ocupación. Inm ediatam ente se unió a las potencias aliadas y quedó cons­
titu id a la penta rq u ia o qu in tu p le alianza. El C ongreso dispuso, además, re ­
p rim ir las ag ita cion es e s tu d ia n tile s en las unive rsida des alem anas y tom ó
medidas contra las sociedades secretas.
A raíz de la re vo lu ción estallada en el reino de Nápoles, en octubre de
1820 se reunió el congreso de Troppau. M e tte rn ic h propuso la aplicación
de su sis te m a de in te rv e n c ió n arm ada, que provocó la oposición de Ingla­
terra y Francia.
En enero de 1821 se reunió o tro congreso en Laibach, ante el cual se
Presentó el rey de N ápoles s o lic ita n d o ayuda m ilita r. A u s tria invadió el
410
411
reino de Nápoles y re sta u ró el ab so lutism o . A dem ás, In te rv in o en el pm onte, donde re p rim ió una in su rre cció n provocada por los p a trio ta s ¡i9'
lianos.
aEl ú ltim o congreso se ce le b ró en Verona (Ita lia ) en o ctubre de 18??
con el ob je to de c o n s id e ra r la re vo lu ció n lib e ra l española contra Fernanri
VII. Francia fue encargada de in te rv e n ir m ilita rm e n te y, en enero de 18 2^
el duque de A ngulem a atravesó con un e jé rc ito los Pirineos y luego h
vencer a los re vo lu cio n a rio s, p e rm itió a Fernando VII recuperar sus poder«6
absolutos.
s
A consecuencia de la guerra de la independencia de G recia, que lueq0
estudiarem os, In g la te rra y Rusia se apartaron de la Santa A lianza, la Cuai
reducida a Prusia y A u s tria , lle g ó a su fin .
LA RESTAURACION EN FRANCIA
Segunda restauración de Luis XV III
Después de la caída d e fin itiv a de N apoleón, el gobierno de Francia
quedó, p ro visio n a lm e n te , en manos de Fouché. Luis XVIII regresó a París y,
el día 8 de ju lio de 1815, las potencias vencedoras lo restauraron en el
trono.
Los e jé rc ito s aliados ocuparon Francia y, durante va rio s meses, se
dieron a la tarea de co m e te r toda clase de depredaciones. En el mes de
noviem bre, Luis XVIII firm ó el Segundo Tratado de París, que imponía con­
dicio nes más severas que el p rim e ro .
Francia perdió sus conquistas y quedó con sus fronteras de 1790, modificadas
a favor de Prusia, Austria y Cerdeña. Debió pagar una fuerte indemnización de
guerra (700 millones de francos) y su territorio fue ocupado, durante cinco años,
por un ejército coaligado de 150.000 hombres.
El monarca fra n cé s d e cid ió gobernar con m oderación y re sta b le ció la
C arta C o n stitu c io n a l de 1814. El país estaba agitado por problem as internos
y externos y entonces los re a lis ta s culparon de to d o s los m ales a los repu­
blicanos y bonapartistas e in icia ro n co n tra e llo s una v io le n ta reacción,
denom inada te rro r blanco.
Varios m ilitares que se habían destacado en el periodo del im perio fueron
asesinados. EJ mariscal Ney fue juzgado por una corte m arcial y luego a ju s tic ia d o .
En Marsella, las turbas enardecidas pasaron por las armas a nu m ero sos
soldados establecidos en ese puerto desde la expedición de Bonaparte a E g i pto-
Luis XVIII d ispuso re p rim ir los excesos e In ició una p o lític a de recon­
c ilia c ió n . Los m onárquicos se d iv id ie ro n en dos te n d e n cia s: los co n stitu cio ­
nales que estaban con la C arta de 1814 y los u ltra rre a lis ta s -— encabezados
por el conde de A rto is , herm ano del rey— que bregaban por la reimplan­
tació n de un siste m a absoluto. Un te rc e r p a rtid o , el lib e ra l, agrupaba a los
bon apartistas y burgueses ilu stra d o s.
Cuando el re y dispuso nom brar m in is tro a! conde V ille le , ultrarreallst3'
recrud ecieron las p ersecuciones y la p o lític a a n tu re v o lu c io n a ria . Los llbe'
rales, por su parte, respondieron con sublevaciones que fu eron fácilmente
sofocadas.
412
LA RESTAURACION EN ESPAÑA
Gobierno absoluto de Fernando VII
D urante el reinado de José Bonaparte, España conoció algunas re fo r­
mas lib e ra le s 1 que m erecieron el apoyo de los in te le ctu a le s españoles
llamados “ a francesados” . Pero el pueblo español, que odiaba a los fra n ce ­
ses, co n sid eró tan repudiable la invasión com o los p rin c ip io s revo lucio na­
rios que sustentaba.
En d ic ie m b re de 1813, Napoleón de vo lvió la lib e rta d a Fernando V il y
en marzo de 1814 lo restauró en el tro n o de España. Las C ortes, in flu id a s
por los ele m e n to s lib e ra le s que predom inaban, e xigie ro n al rey el ju ra ­
mento de la C o n s titu ció n de 1812, pero éste, sabiendo que el pueblo era
Partidario del régim en a b so lutista , d is o lv ió las C ortes y anuló la C ons­
titu ció n .
En Valencia, 69 diputados habían firmado un documento por el cual pedían
al monarca el restablecimiento del absolutismo. El general Elío, a cargo de esa
Quarnición, aseguró que el ejército estaba dispuesto a “ mantener al rey en la pleni­
tud de sus derechos” .
Esta etapa del go bierno de Fernando V il se ca racterizó por la perse­
cución a los lib e ra le s y la anulación de todo lo leg islado que se opusiera
al absolutism o. Para e v ita r la d ifu sió n p e rio d ística de las nuevas ideas, sólo
P erm itió la p u b licación de la Gaceta O fic ia l.
Fueron creadas las Juntas de Fe que perseguían a todo s los enem igos
. e la Iglesia y C om isiones M ilita re s , destinadas a ca stig a r sum ariam ente
° s d e lito s p o lítico s.
1
Suprimió los derechos feudales, las aduanas interprovinciales y el tribunal de la Inquisición.
413
A sesoraba al m onarca un grupo de nobles a m b icio so s, a quienes
llam ó la C a m a rilla ; los a d ve rsa rio s o c o n s titu c io n a lis ta s re c ib ie ro n e
bre de negros.
Fernando VII dispuso re s ta b le c e r su a u toridad en A m é rica y para esto
envió tro p a s en apoyo de los re a lista s, com o la expedición de M o rillo
Venezuela (1815). La acción lib e rta d o ra encabezada por los generales San
M a rtín y B olívar desbarató su in te n to .
c r e ó co m isio n e s m ilita re s y ju n ta s de fe para sancionar los d e lito s p o lític o s
y re lig io s o s , re sp e ctivam ente.
En esta segunda restau ración , Fernando VII gobernó en fo rm a absoluta
y con severas re p re sio nes hasta su m uerte en 1833.
O T R O S M O V I M IE N T O S L IB E R A L E S Y N A C I O N A L I S T A S
P o rtu g a l
La re v o lu c ió n e sp a ñ o la de 1820
A n te las p e rsecuciones d isp u esta s por la C orona española, los libera­
les se re fu g ia ro n en sociedades se cre ta s, desde las cuales u rd ie ro n cons­
pira cio nes y le va n ta m ie n to s, que el g obierno pudo d e s c u b rir y sofocar.
En 1810 había com enzado la re vo lu ció n de los países sudam ericanos,
disp uestos a sacudirse la dom inación española. En 1819 Fernando VII tenía
preparada en Cádiz una fuerza e xp e d icio n a ria , lis ta para actuar en A m é ­
rica y re sta b le c e r su autoridad.
Sin em bargo, los triu n fo s de los p a trio ta s am ericanos anim aron a los
lib e ra le s españoles para in te n ta r un golpe d e c is iv o co n tra el gobierno abso­
lu tis ta de Fernando VII. Las logias m asónicas actuaron de acuerdo con ¡os
agentes se cre to s am ericanos y el 1? de enero de 1820 se produjo en Cabe­
zas de San Juan (S e villa ) un m o v im ie n to m ilita r acaudillado por el coronel
R afael de Riego, je fe de las fuerzas que debían p a rtir para A m é rica . El
m o vim ie n to logró la adhesión de otra s p ro vin cia s y el 7 de marzo, Fernando
VII se vio obligado a re s ta b le c e r la C o n s titu c ió n lib e ra l de 1812.
La revolución española repercutió en otros países. En Italia, el rey de Nápoles,
Fernando I, tuvo que aceptar una constitución sim ilar a la española. En Portugal,
gobernado por los ingleses desde la evacuación napoleónica, se sublevó la guar­
nición de Oporto y exigió la form ación de una ju nta de gobierno y la convocatoria
de un congreso constituyente. El rey Juan VI regresó de Brasil y juró una consti­
tución de carácter liberal.
En este país tam b ién se produjo una re volución lib e ra l, pero luego
— com o o c u rrió en otras naciones europeás— el ab so lutism o fu e restaurado.
En 1807, cuando las tro p a s francesas al mando de Junot invadieron el
te rrito rio lu sita n o, el rey Juan VI debió buscar re fu g io en el B rasil. D es­
pués de la re tira d a de los invasores, la C orona con tin uó residie ndo en
A m érica.
En 1821, los lib e ra le s portugueses llam aron al m onarca y convocaron
a e le ccio n e s para una A sam blea cuya fin a lid a d era d ic ta r una c o n stitu ció n .
M ie n tra s ta n to , Don Pedro — h ijo de Juan VI— que continuaba en Río de
Janeiro, proclam ó en 1822 la independencia de esa colonia portuguesa y
con el nom bre de Pedro I, se titu ló Em perador del B rasil, y co rtó sus
vínculos con la m e tró p o li. M ie n tra s ta n to y en ese m ism o año, fu e apro­
bada en Portugal una c o n s titu c ió n lib e ra l, que establecía la separación de
poderes, con una Cámara — elegida por su fra g io — destinada a c o n tro la r el
poder del monarca.
El nuevo régim en lu sita n o tu vo efím era duración. A la m uerte de Juan
VI su sucesor Don Pedro esta b le ció un sistem a le g is la tiv o bicam eral, donde
una de las Cám aras estaba som etida a la voluntad del rey. Poco después
abdicó en fa v o r de su hija M aría y nom bró regente a M ig u e l, quien — una
vez en el g o bierno— im p lan tó un régim en absoluto y p e rsig u ió a los lib erales.
Italia
El trie n io c o n s titu c io n a l e spaño l
El nuevo régim en sólo duró tre s años (trie n io c o n s titu c io n a l) y su
fu n cio n a m ie n to fu e d e fe ctu o so por la fa lta de apoyo popular. A dem ás, los
lib e ra le s se d iv id ie ro n en m oderados y exaltados, lo que co n sp iró contra
la e fica cia del gobierno. El rey hizo todo lo p o sib le por c o m p lica r las cosas
y, a! com enzar el año 1822, eran fre c u e n te s los m o tin e s re a lista s. Viéndose
apoyado por el pueblo, Fernando VII p id ió ayuda a la Santa A lianza.
Reunidas en el C ongreso de Verona, las potencias d e cid ie ro n in te rv e n ir
en España (siste m a M e tte rn ic h ) para re s ta b le c e r el a b so lutism o . Un e jé r­
c ito fran cés, llam ado les c ie n m il h ijo s de San L u i s invadió España (enero
de 1823) al mando del duque de A ngulem a. Los lib e ra le s se cu e stra ro n a
Fernando VII y o fre c ie ro n re s is te n c ia en Cádiz, pero fu e ro n fá cilm e n te
reducidos.
R establecida su a utoridad, el rey dispuso una v io le n ta re p re sió n ; los
ca becillas del m o vim ie n to lib e ra l de 1820 fu e ro n a ju s tic ia d o s y, además,
1
En realidad, el ejército estaba formado por 60.000 franceses,
sado por 35.000 españoles partidarios del rey y del absolutismo.
414
El g o bierno d e sp ó tico e je rc id o po r el Em perador austríaco sobre Ita lia
d e te rm in ó el le va n tam ien to de los lib e ra le s encabezados por la sociedad de
los C arbonarios, com o o c u rrió en N ápoles y el Piam onte. En el prim e ro
de e stos reinos, el m onarca Fernando I debió aceptar en el año 1820 una
C o n s titu c ió n inspirada en la española de 1812 y, más ta rd e , entre gó el
tro n o a su h ijo , el duque de Calabria.
En el Piam onte (Turín) se produ jo un leva ntam ien to de los liberales
cuando gobernaba V ícto r M anu el I (1814-21) un rey m uy a b so lutista . La
acción de los C arbonarios provocó una sublevación del e jé rc ito y el m onar­
ca debió abdicar en fa v o r de su herm ano C arlos F é lix (1821) quien ju ró
re sp e ta r una C o n s titu ció n lib e ra l.
A n te lo o c u rrid o en la península itá lic a y a s o lic itu d de los soberanos
destronados, las potencias de la Santa A lianza reunidas en el Congreso
de Laybach (1821) re so lvie ro n in te rv e n ir para sofocar los m ovim ie n to s
lib e ra le s. Un e jé rc ito austríaco penetró en N ápoles y re sta uró en el tro n o
a Fernando I, con poderes absolutos. Tam bién los piam onteses fueron
vencidos — en Novara, 1821— y el rey C arlos F é lix mandó a p re sid io a los
d irig e n te s del m o vim ie n to lib e ra l.
415
La C uestión de O riente
A p rin c ip io s del s ig lo XIX, el im p e rio tu rc o aún poseía extensos te r r i­
to rio s , e n tre e llo s , la península de los Balcanes, en Europa. En .el año 1821,
los griegos — de re lig ió n c ris tia n a o rtodoxa— d isp u esto s a independizarse^
se levantaron en arm as contra los tu rc o s m usulm anes. Esta sublevación
se conoce con el nom bre de la C uestión de O riente.
La acción de los helenos y la cru e l re p resión del m o vim ie n to desper­
taron e ntre los lib e ra le s europeos su adhesión a los p a trio ta s. Rusia, In­
g late rra y Francia, con el p ro p ó s ito de co n s o lid a r su acción en el M e d ite ­
rráneo o rie n ta l tam bién se m o straron p a rtid a ria s de los g rie g o s; A u s tria
y Prusia, basadas en el p rin c ip io de im p e d ir toda sublevación, apoyaron a
los tu rco s.
En octub re de 1827, una flo ta , integrada con naves de las tre s prim eras
potencias, ven ció a la escuadra tu rca en la batalla de N avarino; por su
parte, fuerzas rusas m archaron para atacar a C onstantinopla. A n te la s itu a ­
ción creada, Turquía firm ó la paz de A n d rin ó p o lis (1829) y reconoció la
independencia griega.
A consecuencia de la “ C uestión de O rie n te ", In g la te rra y Rusia se
apartaron de la Santa A lianza, la cual, reducida a Prusia y A u s tria , llegó
a su fin .
REPERCUSION EN A M E R IC A DE LA RESTAURACION
Consecuencias en los dominios hispánicos
Las nuevas ideas gestadas por la R evolución Francesa, que fu e ro n las
bases de los m o vim ie n to s lib e ra le s , e je rc ie ro n in flu e n c ia en el proceso
de las re volu cio n e s em ancipadoras am ericanas y en las guerras por la
independencia. Las luchas e n tre a b s o lu tis ta s y lib e ra le s europeos se pro­
longó en una p rim e ra fase hasta el año 1830 y hemos v is to que en este
lapso el triu n fo co rre sp o nd ió a los a b so lu tista s, quienes con el apoyo de
los e jé rc ito s de la Santa A lianza, lograron que los reyes fueran restaurados
en sus trono s.
Sabemos que debido a la invasión napoleónica en España y a la abdi­
cación de Fernando VII, su rg ie ro n m o vim ie n to s s e p a ra tista s en los dom inios
españoles en A m é rica . Cuando el m onarca fue restaurado, no aplicó la
p o lítica más adecuada para hacerlos v o lv e r bajo su mando y, en pocos
años, se produjo la pérdida del va sto im p e rio c o lo n ia l hispanoam ericano.
Com o esos d o m in io s representaban una de las p rin c ip a le s fu e n te s de la
riqueza económ ica española, Fernando VII d e cid ió s o fo ca r los m o vim ie n to s
re vo lu cio n a rio s por m edio de las arm as.
En principio, el m onarca dispuso enviar una expedición a las órdenes de
Pablo M orillo hacia el Río de la Plata, pero luego — debido a la caída de Monte­
video— alteró el itinerario y ordenó que esas fuerzas se trasladaran a Venezuela
y Colom bia <Nueva Granada) donde se luchaba con intensidad. Al frente de 17
naves y con unos 15.000 hombres, M orillo ocupó la ciudad de Caracas en mayo
de 1815. Con su ejército de veteranos de las guerras napoleónicas sofocó la rebe­
lión y emprendió la reconquista de Nueva Granada. Los revolucionarios fueron ven­
cidos y M orillo penetró en Bogotá. Sin embargo, el triunfo realista no fue dura­
dero y más tarde aquellos territorios se em anciparon por la acción de Simón Bolívar.
El cam bio p o lític o o cu rrid o en España por la re volución del año 1820
y la a p lica ció n de la C o n stitu ció n lib e ra l, re p e rc u tió en A m érica. Bajo
la in flu e n c ia de los a co n te cim ie n to s pe ninsula res, la o p inión de ios grupos
d irig e n te s am ericanos se d iv id ió en dos tendencias: a) los conservadores
que d e fe n d ie ro n las tra d ic io n e s colo n ia le s y los p riv ile g io s de las clases
elevadas y b) los lib e ra le s o p o sito re s de los a n te rio re s y p a rtid a rio s de
reform as p ro g re sistas.
En M é xico , las autoridades españolas se d iv id ie ro n a causa de la re vo ­
lución lib e ra l e stallada en la península. Unos apoyaron el m o vim ie n to y
o tros d e fe n d ie ro n a Fernando VII, afirm a ndo que el m onarca había aceptado
la C o n s titu c ió n forzado por las circun stancias.
En Perú, la e xpedición lib e rta d o ra de San M a rtín co in c id ió con la época
en que se produjo el m o vim ie n to lib e ra l en la península. En enero de 1821,
los p a rtid a rio s de la C o n stitu ció n lib e ra l depusieron al v irre y Pezuela, quien
fue reem plazado por La Serna, aunque sie m p re en obediencia a Fernan­
do VII. Esta p o sición de los que gobernaban el Perú im p id ió cu alquier
e n te n d im ie n to con el L ibe rtad or argentino .
M ie n tra s ta n to , los lib e ra le s que gobernaban en España a d m itie ro n que
la em ancipación am ericana era un proceso en m archa y entonces acudie­
ron al recurso de la d iplo m acia con el p ro p ó sito de nego ciar y e v ita r los
m o vim ie n to s separatista s. A fin e s de 1822 salieron de Cádiz va rios
com isionados con d e stin o a C olom bia, Venezuela y Perú. A este ú ltim o país
a rrib ó el capitán M anuel A breu, quien tra tó de poner fin a la guerra por
la independencia, pero no se llegó a ningún acuerdo.
El proceso p o lític o español, con sus luchas e ntre a b s o lu tista s y lib e ­
rales, o fre ce c ie rta s sem ejanzas con el d e sa rro llo de nuestra e volución p o lí­
tica en las prim e ras décadas del período independiente. Bernardino Rivadavia
con su incansable acción p ro g re sista y sus fracasos p o lític o s nos recuerda
a los lib e ra le s , m ien tras que los ca u d illo s y en p a rtic u la r Juan M anuel de
Rosas representan a los a b so lutista s. También en nuestro país actuaron
logias, aunque con fin e s d is tin to s a las que particip a ro n en el proceso
español.
LOS PROGRESOS C IENTIFICOS
La Física
C om o vim o s, a fin e s del sig lo XVIII se in ic ió en In g la te rra la llamada
“ re vo lu ció n m a q u in ista ” , es d e cir, el em pleo in te n sivo de las m áquinas en
la a ctivid a d in d u s tria l. En esa época com enzó la fase in ic ia l de una se rie
de rápidos cam bios — continuados en las cen turia s s ig u ie n te s — que in flu ­
yeron en la producción, el consum o y el régim en de sa larios. A p a rtir de
ese m om ento, la té cn ica co n tro la los re so rte s de la econom ía y la tra n s ­
form a en grados hasta entonces desconocidos.
Sabemos que a p a rtir del d e scu b rim ie n to de W a tt, la fuerza del vapor
como fu e n te de energía no ta rd ó en a plicarse en la in d u stria te x til para
im pulsar las m áquinas y tam bién en el tra n sp o rte . En este ú ltim o aspecto,
los p rim e ro s ensayos se h icie ro n para la navegación.
El m ecánico norteam ericano R oberto F ulto n dem o stró ante la Academ ia
de C iencias de París, la p o sib ilid a d de u tiliz a r el vapor para im p u lsa r naves.
Aunque obtuvo poco é xito , de regreso a su pa tria construyó un nuevo bu-
La Q uím ica
que, el C le rm o n t, que hizo el p rim e r v ia je , de Nueva Y o rk a A lb a n y, por el
río Hudson (1807). Pronto com enzaron a navegar por los ríos de A m é ric a y
Europa barcazas con ruedas de palas, se m ejantes a la de Fulton. La a p lica ­
ción de la h élice se debe al in g e nie ro sueco E ricsson (1837).
Un s ig n ific a tiv o progreso fu e la a p licación del vapor — para reem plazar
a la fuerza anim al— en los fe rro c a rrile s . En 1814, el inglés Jorge Stephenson construyó la p rim e ra locom otora, u tiliza d a para a rra s tra r vagones de
carbón. P osteriorm e nte p e rfe ccio n ó su invento e ideó su fam osa Fiocket que
re c o rrió — a una velocidad de 24 k m /h — las Vías del fe rro c a rril e n tre M an­
ch e ste r y L iverpool. En los cin co años sig u ie n te s el P arlam ento aprobó la
co n stru cció n de v e in titré s líneas fé rre a s .
En 1838 el fís ic o fra n cé s Luis D aguerre inventó la p rim itiv a fo to g ra fía .
A tra vé s de una cámara oscura y por acción de la luz, fijó la imagen de un
ob je to sobre una plancha de yoduro de plata.
La Electricidad
A lgunas de las leyes e le m e n ta le s sobre e le c tric id a d se conocieron a
fin e s del sig lo XVIII.
En 1827, el sabio danés O e rste d d e m o stró que la c o rrie n te e lé c tric a
aesvía la aguja im antada. El fra n cé s A ndrés A m p è re c o m p le tó los trabajos
del a n te rio r y enunció una fam osa ley que lleva su nom bre. O tro francés,
llam ado F rancisco A rago, de scu b rió que la c o rrie n te e lé c tric a imantaba
una barra de acero. Sobre la base de estas in ve stig acio n e s, el alemán Juan
Gauss ideó el te lé fo n o e lé c tric o (1833).
El p in to r y fís ic o n o rteam ericano Sam uel M o rs e e stu d ió pacientem ente
los fenóm enos e lé c tric o s e in ve n tó el m ecanism o del te lé g ra fo . En 1843
lo g ró e sta b le ce r co m unicación te le g rá fic a e n tre W ashington y B altim ore.
A dem ás, M o rse fu e el cre a d o r del a lfa b e to que lleva su nom bre.
418
¡
Esta c ie n cia p rogresó con rapidez en el sig lo XIX y sus adelantos
no
tardaron en a p lica rse a la in d u stria .
El fra n cé s M ig u e l C he vreul e sta b le ció la com posición de los cuerpos
grasos (1823) y d e scub rió la bujía e steá rica; su co m p a trio ta B a u tista Duma
d e te rm in ó la co m p osición exacta del agua y del aire.
La m oderna nom e nclatura quím ica se debe al sueco Jacobo B erzelius,
quien p re c is ió el m étodo a n a lítico y e s c rib ió num erosas obras.
El inglés Juan D a lton con cib ió una fam osa ley que lleva su nom bre, y
tam b ié n , en o tro orden, e stu d ió la enferm edad de la v is ta conocida com o
d a lto n ism o . Su c o m p a trio ta Davy ha lló nuevos cuerpos (ca lcio , magnesio,
boro), d e m o stró la descom posición del agua por la e le c tró lis is e inventó una
lám para de seguridad para los m ineros.
El alemán Justo L iebig hizo grandes progresos en quím ica orgánica y
guió delib e ra d a m e nte sus e stu d io s al s e rv ic io de la vida práctica.
La M atem ática y la Astronom ía
En el s ig lo XIX la m atem ática se o rie n tó hacia las ecuaciones y el
a n á lisis puro. En la ce n tu ria a n te rio r se destacaron los fra nceses José Luis
Lagrange, por su tra b a jo sobre, funciones a na líticas, y Gaspar M onge, que
in ic ió la geom etría d e s c rip tiv a .
En el s ig lo XIX so b re sa lie ro n el geóm etra y m ate m ático noruego E nri­
que A b e l y el alemán F ederico Gauss, quienes estud iaron las ecuaciones
•superiores.
Los pro g re sos de los in stru m e n to s de ó ptica p e rm itie ro n in te n s ific a r
las o b servaciones astron óm icas. En 1801 el ita lia n o José Piazzi d escubrió
el p rim e r a ste ro id e (C eres) y, p o ste rio rm e n te , su c o m p a trio ta , el je su íta
A n g e l S ecchi, e stu d ió la co n s titu c ió n fís ic a del Sol, la Luna y los planetas.
Después de profundos e stu d io s m a te m á tico s, el fra n cé s Urbano Leverr ie r descubrió — sin o b servar el firm a m e n to — el planeta N eptuno; otro
astrónom o de igual nacionalidad llam ado Bernardo Foucault, d e m o stró la
rota ció n de la T ierra, sobre la base de las o scila cio n e s del péndulo.
Las C iencias Naturales
El gran n a tu ra lis ta francés Jorge C u v ie r fue el creador de dos ramas
de la cie n cia : la p a le on to lo g ía y la anatom ía comparada. Form uló la " le y de
las c o rre la c io n e s ” 1 y redactó una c la s ific a c ió n zoológica que, a tra vé s de
los años, ha sido u tiliza d a com o m odelo.
Esteban G e o ffro y de S a in t-H ila ire , de igual nacionalidad que el a n terior,
sostuvo en sus tra b a jo s que to d o s los seres vivo s están organizados según
un tip o o rig in a l, que luego se m o d ific a hasta fo rm a r d is tin to s géneros.
A l b ió logo francés Juan B a u tista Lam arck se lo considera el fundador
de la generación espontánea y del tra n s fo rm is m o ,2 d o ctrin a s que expone en
sus obras F ilo so fía zoológica e F lis to ria de lo s anim ales invertebrados.
El inglés C arlos D a rw in c o n tin u ó , en p arte, las te o ría s del a n te rio r, y
en 1859 p u b licó su fam oso lib ro titu la d o O rigen de las especies. En esta
obra pretende e x p lic a r el o rig e n c^e los seres v iv ie n te s p a rtie n d o de la
tra n sfo rm a ció n de unas especies en otra s, en v irtu d de una selección
natural por causa de la lucha por la e xiste n cia .
A l sabio alemán A le ja n d ro H u m b o ld t se le reconoce com o el creador
de la geografía botánica.
La M edicina
Hasta m ediados del s ig lo XIX, los avances de la cie n cia m édica fueron
bastante s ig n ific a tiv o s , esp e cialm e n te luego del d e s c u b rim ie n to de la va­
cuna a n tiv a rió lic a por el sabio inglés Eduardo Jenner, a fin e s de la centuria
a n te rio r (1776).
En 1815, el m édico fra n cé s Renato Laennec de scu b rió la auscultación
e in ven tó el e ste to sco p io , es d e cir, que a p licó la a cústica al d ia g nó stico de
las enferm edades del corazón y de los pulm ones.3
C laudio B ernard e fe ctu ó im p o rta n te s in ve stig acio n e s, e n tre e lla s las
fun cion es de las glándulas sa liva re s y del páncreas.
Las C iencias M orales
En la prim e ra m itad del s ig lo XIX su rg ió un c re c ie n te in te ré s por estu ­
diar los ‘‘fenóm enos m o ra le s ” , es d e cir, las m a n ife sta cio n e s del e sp íritu
1 En la "ley de las correlaciones” , Cuvier afirma que existe una perfecta armonía entre
todos los órganos de un ser vivo, de modo que conociendo uno de ellos, se puede reconstruir
los demás.
2 El
proceso de
Desde
bien ambas
carentes de
transform ism o afirma que el hombre desciende de animales anteriores, después de un
perfeccionamiento, que duró varios siglos.
el punto de vista científico, el transform ism o no es sinónimo de evolucionism o, pues si
teorías admiten el cambio constante de* unos seres en otros, esta última incluye a los
vida, mientras que el transformismo se aplica más concretamente al origen del hombre
3 El primero que empleó la percusión torácica, para el diagnóstico de las enfermedades del
pecho, fue el médico alemán Leopoldo Auenbrugger (1722-1798).
420
humano en lo re fe re n te a las sociedades, idiom as, in s titu c io n e s , m onum en­
to s, e tc. Esto dio orig en a las llam adas cien cias m orales, e n tre las que
podem os c ita r la so ciología, la filo lo g ía y la arqueología.
La sociología estudia el origen, desarrollo, organización y leyes de las socie­
dades humanas. El término fue creado por el filósofo francés Augusto Comte.
La filología trata del estudio etimológico de las lenguas, en especial de las
llamadas “ clásicas” .
La arqueología enseña a inspeccionar los monumentos antiguos, fijar la fecha
de su construcción y analizar las inscripciones. Este aspecto de la ciencia tomó
gran impulso cuando el sabio francés Juan Francisco Champoílion descrifró — en
1822— los jeroglificios egipcios.
Los tra b a jo s lite ra rio s — e spe cialm ente o rie n ta le s— fu eron estudiados
desde el punto de v is ta c rític o , analizados y com parados. La gram ática,
despreciada por m uchos hasta esa época, a d q u irió ju s ta im portan cia y ayudó
a e x p lic a r el orig e n y e vo lución de los idiom as (gra m ática h is tó ric a ).
LAS NUEVAS CONCEPCIO NES LITERARIAS
El rom anticism o
La lite ra tu ra de los sig lo s XVIF y XVIII estuvo regida por el ideal popu­
lar del cla s ic is m o , es d e cir, en la im ita c ió n de los antiguos griego s y rom a­
nos; su ce n tro de d ifu sió n puede ubicarse en Francia.
A fin e s del sig lo XVIII surg ie ro n en A lem ania e Inglaterra ias p rim eras
m a n ife sta cio n e s de una nueva c o rrie n te e s p iritu a l y a rtís tic a , que culm in ó
en la ce n tu ria sig u ie n te con el nom bre de ro m a n ticism o . M o vim ie n to de
índole in te le c tu a l, fu e una reacción contra el rígid o y dom inante cla sicism o
francés, que había tra ta d o de im poner sus in fle x ib le s reglas y u niform idad
en todas las lite ra tu ra s .
En literatura, la palabra romántico significaba “ todo lo que deliberadamente
se aparta de las normas que se han establecido como clásicas” , o sea que el tér^
mino indica lo anticlásico u opuesto a los modelos griegos y latinos. Se distingue
por la espontaneidad, originalidad y propensión a lo sentimental y generoso.
Mientras en el clasicismo predominó la razón y el materialismo, la escuela
romántica antepone el sentimiento y el espíritu cristiano.
Además, los primeros se basaron en temas pertenecientes a la historia y mi­
tología antiguas; en cambio, los románticos representaron lo propio, lo nacional.
Las innovaciones de los rom á nticos, espe cialm en te en el te a tro , fueron
tenazm ente re s is tid a s por los p a rtid a rio s del cla sicism o , d iverg e n cia que
e sta lló en Francia durante la época de la R estauración. Los hom bres madu­
ros, apegados al a ntiguo género, tom aron por ídolo a Racine, y los jóvenes
— defe n so re s del ro m a n ticism o — a Shakespeare.
El ro m a n ticism o abarcó no sólo la lite ra tu ra , sino tam bién otras m ani­
fe sta cio n e s del arte, com o la pin tu ra y la m úsica.
En A le m a n ia e In glate rra aparecieron los gérm enes de la escuela ro­
m ántica, que no tard ó en triu n fa r con rapidez por toda Europa, especial­
m ente en Francia. Su verdadero apogeo no pasa de v e in te años y hacia
1850 com ienza la decadencia.
421
P rin c ip a le s e s c rito re s ro m á n tic o s
a)
A lem a lia . En este país los e s c rito re s idealizaron hechos heroicos
exa ltaron el nacio na lism o y las luchas por la lib e rta d . Entre los p rin cip a le s
re presenta ntes del ro m a n tic is m o alem án se destacaron Goethe y S e h ille r
Juan W olfgang Goethe (1749-1832). Este gran poeta y pensador está
considerado uno de ¡os hom bres más geniales de su época.
E scribió poesía, notables novelas, obras te a tra le s y tra b a jo s de carác­
te r c ie n tífic o .
En su prim era novela im portante, titulada Las lamentaciones del ¡oven W erther
(1774) relata con hondo rom anticism o los infortunios de un enamorado.
Producto de la m adurez es su gran obra Fausto, que ha sido calificada como
"poem a del m undo” . Refleja las ideas filosóficas del autor y traduce el espíritu de
los tiempos modernos.
Federico S eh iller (1759-1805). A m ig o de G oethe, este n otable e s c rito r
se destacó por su acentuado n a cionalism o, que ha In flu id o en o tro s e s c ri­
to re s germ anos.
S obresalió com o poeta líric o , a u to r d ra m á tico e h is to ria d o r veraz. Entre
sus m ejores trag e d ia s fig u ra G u ille rm o Tell, donde d e scrib e la lucha de
los suizos contra la o p resión austríaca. En 1793 p u b licó un e xce le nte tra ­
bajo titu la d o H is to ria de la G uerra de lo s T re in ta Años.
b)
Ing la te rra . Se in ic ia el ro m a n tic is m o con un grupo de líric o s conoci­
dos con el nom bre de Ia q u is ta s .’ Luego s o b re sa lie ro n S cott, Byron S helley
y D ickens.
W a lte r Scott (1771-1832). Dotado de gran fecundidad, in tro d u jo en la
lite ra tu ra rom ántica la novela h is tó ric a , basada ge n e ra lm e n te en tem as
m edievales. A d q u irió ju s ta fam a por sus tra b a jo s titu la d o s Ivanhoe y Q uin­
tín D urw ard.
L o rd B y ro n (1788-1824). Poeta de a ltiv a personalidad y audacia de es­
tilo , com b atió con e n érgico acento la arrogancia de los seres hum anos. Los
escándalos de su e xiste n cia , su vida breve y a v e n tu re ra 2 lo c o n v irtie ro n en
el más destacado rep re se nta n te del ro m a n tic is m o Inglés. El poema Don
Juan se considera com o su obra m aestra.
c)
Francia. A com ienzos del s ig lo XIX, los e s c rito re s fra n ce se s, In flu i­
dos por G oethe, Shakespeare y Byron, se rebelan co n tra el ríg id o c la s ic is ­
mo y, tra s encarnizada contienda, Im ponen la escuela rom ántica. Sus p rin ­
cip a le s re p re se nta n te s fue ro n :
' Se destacaron W illiam Wordsworth (1770-1850) y Sam uel Taylor C oleridge (1772-1834). Como
se inspiraban en la contemplación de los espectáculos naturales, recibieron el nombre de laauistas
(poetas de los lagos).
2
En 1823 se trasladó a Grecia para luchar por la Independencia de ese país. Allí murió al
año siguiente, a consecuencia de una enfermedad contraída en los pantanos de Missolonghi. Tenía
36 años.
422
De izquierda a derecha: Renato de Chateaubriand, Alfonso de Lamartine y Víctor Hugo , los
tres grandes representantes del romanticismo francés.
Francisco Renato de Chateaubriand (1768-1848). Dotado de gran
Im aginación, su prosa a trevida y b rilla n te lo ubica com o un gran lite ra to .
Después de re c o rre r en azaroso pe reg rin a je va rio s países extra n je ros, pu­
blicó, en 1802, El genio d e l C ristia n ism o , que le dio inm ediata fam a.
Su obra cum bre, de ca rá cte r a u to b io g rá fico , se titu la M em o rias de u l­
tratum ba.
Alfonso de Lam artine (1790-1869). Este gran lite ra to y p o lític o se des­
tacó por el hondo liris m o de sus poesías y la delicadeza de su prosa. Sus
m é rito s le va lie ro n un honroso á itla l en la Academ ia Francesa.
Entre sus obras p oéticas m encionarem os La m uerte de S ócrates, y com o
p ro sista , la H is to ria de lo s giron din os.
V íctor Hugo (1802-1885). C onsiderado el genio lite ra rio más grande de
Francia, fu e poeta, n o ve lis ta y po líg ra fo . V erdadero p ro p u lso r del ro m a n ti­
cism o en su pa tria , estaba dotado de una exuberante im aginación y de un
m a ra villo so poder expresivo.
Era casi un niño cuando empezó a escribir. En 1822 publicó sus Odas y
Baladas y al año siguiente, su prim era novela, titulada Han de Islandia. En 1827
compuso el drama Crom well y en 1830, Hernani, que dio lu ga r, en su noche de
presentación, a un ruidoso incidente producido entre clásicos y románticos, que
finalizó con el triunfo de estos últimos.
En 1831 dio a luz ocho volúmenes de poesías y su gran novela titulada Nues­
tra Señora de París. En 1845 fue elegido miembro de la Academia Francesa.
Luchó contra Luis Napoleón y debió desterrarse a Bruselas. Desde el exiljo,
redactó una serie de ataques-contra su enemigo, a quien llamó Napoleón el pequeño.
En los ú ltim o s años de su vida, V íc to r Hugo e s c rib ió su más fam osa
novela, titu la d a Los M ise ra b le s. Esta obra, que es un pote nte alegato con tra
la crueldad de los hom bres, se ha d ifu n d id o m und ialm ente y aún conm ueve
a sus le cto re s.
423
A lf r e d o d e M u s s e t (1810-1857). Este gran poeta, n o ve lista y a u to r dra
m ático, com puso, en su m ayoría, obras im pregnadas de se n tim e n ta lism o
Entre sus poesías se destacan Las N oches y C uentos de España y de Ita lia
„ .. CHro rom ánticos franceses fueron Ana Necker, más conocida como Madame ri
Stael, dotada de gran sensibilidad. Aurore Dupin, también inm ortalizada bajo el s e if
dómino de Jorge Sand, escribió novelas sobre temas rurales, todas ellas de Idílico
encanto. Honorato de Batzac, autor de obras costumbristas, agrupadas mucha«; h
ellas con el título de La comedia humana.
'"uonas de
d)
España. Entre los principales representantes del rom anticism o figuran José
de Espronceda, ardiente liberal, de vida agitada, que se hizo muy popular por sus
composiciones poéticas. Una de las más famosas es La Canción del Pirata.
Por su genuino espíritu español, se destacó Angel de Saavedra, más conocido
por su título nobiliario de D uque-de Rivas. El legítim o rom anticism o está personi­
ficado en José Z orrilla, cuyo m ejor poema se titu la Granada.
Un extraordinario poeta, y el más espiritual de los líricos españoles, fue el
sevillano Gustavo A dolfo Bécquer, inm ortalizado a través de sus famosas Rimas
e)
Italia. En este país, el rom anticism o estuvo vinculado al movimiento liberal,
que term inó con la unidad italiana. Se in ic ia con Silvio Pellico y culm ina con Ale­
jandro Manzoni, quien se destacó en la novela histórica, y Giacomo Leopardi, lla­
mado el poeta del do lo r y de la melancolía.
f)
Portugal. El rom anticism o lusitano se caracterizó por su tendencia naciona­
lista y también liberal. Entre sus más destacados representantes figuran Aimeida
Garret y Alejandro Herculano.
LA FILOSOFIA
La a ctividad filo s ó fic a europea fu e m uy intensa a com ienzos del siglo
XIX. Las d o ctrin a s de los pensadores — in flu id a s por el ro m a n tic is m o — se
fragm e ntaron en va rio s m o vim ie n to s ide o ló g ico s, lo que hace d ifíc il indicar
una orie n ta ció n general. Sin em bargo, el id e a lism o 1 y el p o s itiv is m o son las
más d ifun dida s, e n tre las num erosas tendencias de ese período in ic ia l.
Inspirador de la p rim e ra fu e el alemán M a n u e l Kant (1724-1804), quien
expuso la m ayoría de sus pensam ientos en dos lib ro s : C ritic a de la razón
pura y, p o s te rio rm e n te , en la C rític a de la razón p rá ctica .
Kant vivió consagrado al estudio de la filosofía y de las matemáticas. Aunque
raquítico y deforme, su lum inosa inteligencia le valió el título de profesor de
Lógica y Metafísica en la Universidad de Königsberg y luego su incorporación como
miembro de la Real Academ ia de Ciencias de Berlín (1787).
A diferencia de otros filósofos del siglo XVIII, no cree ciegamente en la razón
(racionalism o) y afirm a que el conocim iento humano es el resultado de la “ expe­
riencia y de la razón” . La prim era tom a de la realidad una serie de conceptos
no relacionados, y la segunda es la encargada de sintetizar los mismos, hasta
darles una form a universal.
Su doctrina recibe el-nom bre de criticism o.
1 El idealism o es un sistema filosófico que considera a la "idea'' como el principio del ser
y del conocer. En realidad, el creador del idealismo fue el filósofo griego Platón (427-347 a.C.) quien
afirmó que el hombre alcanza la realidad por medio de las ideas, pues son ellas y no los elementos
materiales, las que dominan el universo.
424
C ontinuadores de Kant son sus discíp u lo s Fichte y S ch e llin g , aunque el
más destacado filó s o fo id e a lista rom á ntico fu e G u ille rm o H eg el (1770-1831).1
El fu n d a d o r del p o s itiv is m o fu e el filó s o fo francés A u g u sto C om te (17981857). C reó una d o c trin a del saber fundada en la expe riencia, que se atiene
a lo p o s itiv o , a lo que está puesto o dado. Sólo acepta com o reales a los
hechos y no busca las causas, sino las leyes de los fenóm enos.
En In g la te rra , el filó s o fo y econom ista Juap S tu a rt M ili (1806-1873) expu­
so sus d o ctrin a s con respecto al c o n o cim ie n to y al m étodo in d u ctivo en su
fam osa obra titu la d a S iste m a de Lógica.
LA HISTORIA
En la p rim e ra m ita d de la ce n tu ria que nos ocupa, los h isto ria d o re s
p erfeccionan sus m étodos de tra b a jo , exam inan p ro lija m e n te las fu e n te s y
analizan con e x a ctitu d las causas de los sucesos.
La H is to ria ya no es — según expresión de S eeley— una sim p le biog ra­
fía de los E stados", sino que su e stu d io s is te m á tic o com prende to dos los
aspectos de la a ctivid ad del hom bre, ta n to p o lític o s com o socia les, c u ltu ra ­
les y económ icos.
„
En 1832, el h is to ria d o r alemán Leopoldo fíanke creó u n ,S em inario, que
no ta rd ó en c o n v e rtirs e en un fam oso ce n tro de in ve stig ació n h istó rica .
En este período, en que cam bian la o rie n ta ció n y el contenido de los
estu d io s, se d istin g uen, e n tre o tro s grandes h isto ria d o re s, el danés Niebuhr-,
los fra n ce se s Thierry, M ic h e le t y G u izo t; los ingleses M acaulay y C arlyle , y
el am ericano Prescott.
1 Hegel rendía culto al Estado y admitía la sumisión del Individuo frente a los más fuertes.
Afirmaba que la verdadera libertad consistía en el sometimiento a la autoridad política y que "El
Estado es la Idea Divina, tal como se encuentra sobre la tierra” .
Estas doctrinas ejercieron influencia sobre regímenes totalitarios, como el nazismo y el
fascismo.
425
Jorge Niebuhr (1776-1831). En 1810 in ició sus clases de Historia Romana en
la Universidad de Berlín y seis años más tarde fue nombrado em bajador de Pru«¡a
ante el gobierno de Roma. Aprovechó su permanencia en esa ciudad para inves­
tigar .prolijam ente los documentos de la enorme Biblioteca del Vaticano.
Especializado en historia romana, publicó varios libros en los que demostró
el carácter legendario de la época de los reyes y analizó con exactitud los trabaio*
de Tito Livio.
Agustín
conquista de
llante estilo.
su labor de
Thierry (1795-1856). En 1825 publicó su famosa obra H istoria de ia
Inglaterra po r los normandos, en la que describe los sucesos con bri­
Posteriormente quedó ciego y, a pesar de esa desgracia, continuó con
historiador.
Julio M ich ele t (1798-1874). Se ocupo preferentemente en los estudios histó­
ricos vinculados a la Revolución Francesa. Publicó varios trabajos y pronunció en
París una serie de conferencias de acentuada tendencia liberal.
G uillerm o Guizot (1787-1874). Aunque fracasó en su carrera de político, se
destacó por la exactitud de sus estudios históricos. Pronunció varias conferencias
en la Sorbona y redactó im portantes obras, entre ellas, Historia de la civilización en
Europa e Historia de Francia para mis nietos.
Tomás Macaulay (1800-1859). Muy erudito, no había cum plido diez años cuan­
do escribió un manual de Historia Universal. Más tarde, redactó artículos de su
especialidad en la “ Revista de Edim burgo” y coronó su actividad intelectual con
su fam osa Historia de Inglaterra que, aunque inconclusa, fue un éxito editorial sor­
prendente, pues recibió de su e d ito r.la fabulosa suma de veinte mil libras esterlinas.
Tomás C arlyle (1795-1881). Hijo
dose como historiador, ensayista y
numerosos trabajos, entre los que
Francesa, narrada con gran colorido
de un albañil, dedicóse a las letras, destacán­
filósofo. Amigo personal de Goethe, escribió
mencionaremos la Historia de la Revolución
y riqueza de imágenes.
G uillerm o Prescott (1796-1859). A consecuencia de un golpe en un o jo y tam­
bién por el excesivo estudio, pasó casi ciego la mayor parte de su vida. Logró su­
perar todas las dificultades y dedicóse especialmente a la historia española. Con la
ayuda de varios secretarios, que pasaban el día leyendo documentos, pudo, term inar
varios famosos libros, como la Historia de Fernando e Isabel, de la Conquista de
México y Conquista de l Perú.
LAS NUEVAS CONCEPCIONES ARTISTICAS
La pintura
El s ig lo X IX com ienza con la escuela c l á s i c a que tie n e su ce n tro más
im p o rta n te en París. Se destacaron dos p in to re s fra n ce se s: Luis D avid (17481825) y su d iscíp u lo Juan A u g u s to In g re s (1778-1825). Los tra b a jo s de ambos
están inspirados en la antigüedad, e sp e cialm e n te en la h is to ria rom ana y se
d istin g u e n por el cuidado en el d ib u jo y el p e rfe c to d o m in io de las luces y
som bras.
1 Hasta las dos primeras décadas del siglo XIX, la tendencia clasicista imperó en las artes
plásticas, a causa de la situación política creada por el advenimiento de Napoleón Bonaparte
Este gustaba de todo lo clásico y bajo tan poderosa influencia, los artistas — que trabajaban pof
encargo del gobierno— siguieron en sus obras los moldes de los antiguos maestros.
426
En el año 1820, se in ic ió el ro m a n ticism o en A le m an ia, por obra del
p in to r Federico O verbeck (1789-1869), crea dor de la escuela de M unich. En
general, los ro m á n ticos alem anes re c u rrie ro n a tem as c ris tia n o s y ca balle­
rescos, p ro p io s de la Edad M edia.
En Francia, el ro m a n ticism o se in ic ió después de 1830 y el más desta­
cado re p re se nta n te del nuevo e s tilo fu e Eugenio D e la cro ix (1799-1863), v e r­
dadero a rtífic e del co lo r, que re fle jó su e xq u isita personalidad a tra vé s de
una té cn ica p erfecta.
En In g la te rra , José T urner (1775-1851) se d is tin g u ió por su e s p íritu ro­
m ántico y personal e s tilo , e spe cialm ente en los paisajes con e fe cto s de luz.
La e xa lta ción del ro m a n ticism o está prese nte en el gran p in to r español
Francisco de Goya (1746-1828), e x tra o rd in a rio c o lo ris ta , que ha sabido fija r
en sus cartones y a guafuertes el fu g o r más leve de la luz o el b rillo de una
seda.
La escultura
La e sta tu a ria a d q u irió nuevo p re s tig io a com ienzos del sig lo XIX. La
escuela clá sica está representada por el ita lia n o A n to n io Cánova (1757-1822),
que a tra v é s del m árm ol hizo re v iv ir el e s p íritu antiguo. Inspirado en el
arte griego, e scu lp ió obras m uy bellas, com o el se p u lcro de C le m ente XIII.
M uy popular en este período fu e el danés Torw aldsen (1770-1844), cuyas
obras más destacadas son los re lie ve s y fig u ra s m ito ló g ica s del m onum ento
e rig id o a S c h ille r en la ciudad de S tu ttg a rt.
La escuela ro m á ntica de este período tie n e sus m e jores a rtis ta s en
Francia. Se destacó F rancisco fíu de (1784-1855) con su fam oso bajo re lie ve
del A rc o del T riu n fo de París.
La arquitectura
A unque en esta época se co n stru ye ro n m uchísim os e d ific io s p úblico s
(ig le sia s, palacios, te a tro s , cu a rte le s, e tc.), puede a firm a rse que casi todos
e llo s ca re cie ro n de e s tilo p rop io y que las fo rm a s antiguas sie m p re su b sis­
tie ro n en la a rq u ite c tu ra europea.
A fin e s del s ig lo XVIII se abandonó el e s tilo rococó y su rg ió la escuela
clásica, que tra tó de re p ro d u c ir las co n stru ccio n e s de la antigüedad. En
Francia se im itó el a rte rom ano y en A lem ania el griego.
La escuela ro m á n tica to m ó por m odelos el e s tilo o jiv a l o g ótico, carac­
te rís tic o del m edievo. El más destacado representante fu e el francés Euge­
n io V io lle t-le -D u c, a u to r de un fam oso D iccio n a rio de a rq u ite ctu ra . D edicóse
a la re sta u ra ción de m onum entos h is tó ric o s , e n tre e llo s la catedral de N ues­
tra Señora de París.
La música
Del m ism o m odo que en la lite ra tu ra y en la p in tu ra , el ro m a n ticism o
se dejó s e n tir en la e xpresión m usical. Los a rtis ta s se lib e ra ro n de la rigidez
im puesta por el c la s ic is m o del srglo XVIII y p re firie ro n la riqueza de la
in sp ira ció n y la elegancia de los m o tivo s.
Los ro m á n tico s juzgaron que la m úsica, además de agradar, debía re fle ­
ja r los s e n tim ie n to s del c o m p o sito r y tra n s m itir al oyente esas em ociones.
En la casi to ta lid a d del s ig lo XIX, la escuela alemana m antiene la su p re ­
macía en el arte de los sonidos. Sus p rin cip a le s re p re se nta n te s son los
grandes m úsicos: Beethoven, S chubert, Schum ann y M endelssohn. Adem ás,
m erecen especial m ención el polaco C hopin y el húngaro Liszt.
Luis van Beethoven (1770-1827). Está considerado por muchos críticos como
el más grande de todos los músicos {otros dan ese lugar a Bach).
Beethoven unió el espíritu romántico con la disciplina clásica, y sus obras
son el fruto de una vida consagrada sin descanso a la labor artística. En 1804
compuso una Tercera Sinfonía dedicada a Napoleón Bonaparte, pero cuando^ se
enteró de que éste pensaba coronarse emperador, rasgó encolerizado la dedica­
toria. Desde ese momento, se la conoce como la Sinfonía Heroica.
Entre las numerosas obras de Beethoven figuran: nueve sinfonías, cinco con­
ciertos para plano y orquesta, la ópera Fidelio, dieciséis cuartetos para cuerdas,
treinta y dos sonatas para piano, etc.
Franz Schubert (1797-1828). Vivió como un bohemio, sin hogar propio, apar­
tado de la sociedad y rodeado por un pequeño círculo de amigos. Jamás tuvo
dinero, ni ocupó cargo alguno y nunca pudo apreciar la satisfacción del éxito,
porque su verdadero mundo era el de los sueños y fantasías.
Dotado de un exuberante genio creador, compuso en su corta vida gran can­
tidad de obras, impregnadas de un hondo rom anticism o. Entre ellas, podemos
m encionar más de seiscientas canciones (Heder), nueve sinfonías (la más conocida
llamada Inconclusa), catorce cuartetos de cuerdas, numerosas piezas para piano,
etcétpra.
Roberto Schumann (1810-1856). Abandonó el estudio del Derecho por la njúsica en la que defendió los principios de la naciente escuela, romántica, contra
la doctrina clásica. El exceso .de trabajo de bilitó su cerebro y lo llevó a la locura,
terrib le enfermedad qué pudo sobrellevar muchos años por los solícitos cuidados
de su fiel esposa, la gran pianista Clara W ieck.
Algunos críticos consideran a Schumann como el verdadero fundador del ro­
manticismo.
Compuso cuatro sinfonías, cuatro oberturas, dos conciertos (uno para vio­
loncelo y otro para piano), tres cuartetos de cuerdas, piezas para piano, etc.
Félix M endelssohn (1809-1847). Descendiente de judíos, cultivó a temprana
edad su precoz talento y a los diez años com ponía e interpretaba en el piano.
Su buena posición económ ica le perm itió recorrer Europa en viajes de estudio.
Alemán hasta el fanatismo, impregnó sus obras de “ espíritu nacional” . Fun­
dó un Conservatorio en Leipzig y fue director de la orquesta sinfónica de esta
ciudad.
Escribió cuatro sinfonías, piezas para piano (Canciones sin palabras), cuar­
tetos, la música para la com edia de Shakespeare El sueño de una noche de ve­
rano, etc.
Federico Chopin (1810-1849). Creador de inm ortales melodías, este músico
es el símbolo de la dolorida Polonia, tierra que durante varios siglos no conoció
más que sangre y opresión.
Con Chopin, la música para piano alcanza una altura hasta hoy no superada
y pierde parte de sus cualidades emocionales, cuando es transcripta para otro
instrumento.
Sus obras están impregnadas de ardiente y apasionado lirism o, de gran no­
bleza y de sentimientos varoniles y vigorosos.
Extraordinario pianista, recorrió triunfalm ente los principales escenarios euro­
peos, pero este exceso de actividad, unido al sufrim iento de su patria oprim ida,
precipitó el térm ino de su corta existencia. M urió de tisis, en París, y sobre ei
féretro sus amigos esparcieron un puñado de tierra polaca.
Compuso dos conciertos para plano y orquesta, doce polonesas, veinticinco
preludios, cincuenta y seis mazurkas, veintisiete estudios, quince valses, etc.
Franz Liszt (1811-1886). Corazón generoso, fue amigo y consejero de otros
grandes músicos, entre ellos Chopin, Schubert y Schumann. Pianista insuperable,
na sido llamado “ el rey de los virtuosos” , por su m agnífica técnica y grandiosa
interpretación. Según escritos de su época, Liszt ejerció sobre el auditorio una
influencia sorprendente y asi era frecuente ver llo ra r al
sentimentales, y en otros, im presionar a los presentes
sismo.
Entre otras obras, Liszt compuso varios poemas
para piano y orquesta, diecinueve rapsodias húngaras,
público en ciertos pasajes
con su excepcional virtuo­
....
sinfomcos, dos conciertos
etc.
: Otros m ovimientos
liberales
y nacionalistas.
Portugal. La Corte se traslada al Brasil. Independencia de
esa colonia portuguesa. El rey Don Pedro y el sistema bicameral. Se restablece el absolutismo.
Italia. Gobierno despótico del em perador austríaco. Levan­
tamiento libera l en el Piamente. Los carbonarios. Abdica­
ción del rey Victor M anuel 1. El periodo liberal. Intervención
de la Santa Alianza. Restablecim iento del absolutismo.
La Cuestión de Oriente. Sublevación de los griegos. Apoyo
de los liberales. Potencias favorables a los turcos. La paz
de Andrinópolis.
Repercusión
en Am érica de la
Restauración.
Consecuencias en los dom inios hispánicos: la invasión na­
poleónica en España. Fernando VII y sus intentos por so­
focar los m ovimientos revolucionarios. Los partidos p o lí­
ticos en Am érica hispana: conservadores y liberales. La
situación en México. Repercusión del movim iento liberal en
el Perú. Los com isionados que viajaron hacia América. Se­
mejanzas del proceso po lítico español con nuestra evolu­
ción politica.
Los progresos
científicos.
La Física: Roberto Fulton y la aplicación del vapor a la
navegación. Stephenson y su Rocket. Daguerre y el da­
guerrotipo.
La Electricidad. Oersted, Ampère, Arago, Gauss, descubri­
mientos. La Química: sus progresos debidos a Chevreul, Du­
ma, Berzeiius, Davy y Liebig.
La Matemática y la Astronomía. Trabajos de Lsgrange, Monge, Abel y Gauss. Estudios de Piazzi, Secchi, Leverrier y
Foucault.
Las Ciencias Naturales. Aportes de los sabios: Cuvier, SaintHilaire, Lamarck, Darwin y Humboldt. La Medicina. Jenner
y la vacuna. Descubrim ientos de Laènec y Bernard.
Las nuevas
concepciones
literarias.
El rom anticism o. Innovaciones introducidas por este mo­
vimiento. El rom anticism o en Alem ania: Goethe, S chiller:
obras importantes. En Inglaterra: los 1aquistas. Scott y Byron. En Francia: Cháteaubriand, Lamartine, Hugo y Musset.
La Filosofía.
El idealism o y el positivism o. Manuel Kant y Augusto Comte. El inglés Stuart Mili.
La ópera
Esta fo rm a a rtís tic a , en la cual se asocian la m úsica con el canto y la
m ím ica de los a ctores, fu e c u ltiva d a e sp e cialm e n te por los a rtis ta s italianos,
y en m enor grado, por los alem anes y fra n ce se s. Entre los p rim e ro s, se
destacaron: Joaquín Ftossini, que e n tre o tra s óperas com puso El barbero de
S e villa y G u ille rm o T e ll\ Cayetano D o n iz e tti, que e s c rib ió Lucía de Lamermoor-, V ice n te B e llin i, a u to r de N orm a, y el gran m úsico José V erdi, consi­
derado la fig u ra ita lia n a más destacada. V arias de sus obras son m odelos
de p e rfe cció n , com o R ig o le tto , El Trovador y La Travíata.
Entre los fra n ce se s s o b re sa lió H é c to r B e rlio z, e s p íritu ro m á n tico y ve r­
dadero m ae stro en la in stru m e n ta c ió n . Su obra más fam osa es la Sinfonía
Fantástica. Entre sus óperas, m encionarem os Los Troyanos.
En A le m a n ia , la fig u ra más re p re se n ta tiva de este período fu e C arlos
M aría von W eber, el que se in m o rta liz ó con la ópera titu la d a F reischüt.
Guía de repaso
La Restauración
en Europa.
Los absolutistas y los liberales. La autoridad sin lim ites de
los reyes y las nuevas ideas de la Revolución Francesa. Los
Carbonarios y la Masonería.
El Congreso de Viena.
El princip io de legitim idad. Clemente de Metternich. Las
ambiciones de las grandes potencias: la división territorial.
El equilibrio de poder. Los conflictos de nacionalidades.
La Historia.
La Santa Alianza.
El zar Alejandro 1 de Rusia. M etternich: la cuádruple alianza.
Los congresos internacionales: Aix-la-ChapeHe, Troppau,
Laybach y Verona.
Su estudio sistem ático: Niebuhr, Tierry, Michelet, Guizot,
Macaulay, Carlyle, Prescott.
La Pintura.
La escuela clásica y el rom anticism o. Overbeck, Deiacroix,
Turner y Goya.
La Restauración
en Francia.
Luis XVIII y el Segundo Tratado de Paris. El Terror Blanco.
Los partidos políticos.
La Escultura.
Cànova, Torwaldsen y Rude. La A rquitectura: Viollet-le-Duc.
La Restauración
en España.
Gobierno de Fernando VII: el absolutismo. Asesores del
monarca. La revolución española de 1820. El movimiento
m ilitar de Rafael de Riego. Los liberales: el trienio constitu­
cional español. Intervención de la Santa Alianza: el duque
de Angulema. Restablecim iento del absolutismo.
La Música.
Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn, Chopin y
Liszt. Im portancia de la escuela alemana en la música. La
Opera: Rossini, Donizettí, Bellini, Verdi. El francés Berlioz
y el alemán Weber.
430
431
Cuestionario
1. ¿Cuáles fueron los partidos políticos antagónicos en la época
de la Restauración? 2. ¿Cómo se agruparon los liberales? 3. ¿Qué
potencias dirigieron las negociaciones del Congreso de Viena?
4. ¿Cóm o dividió el mapa europeo el citado Congreso? 5. ¿Cuáles
fueron los propósitos de esta asamblea? 6. ¿ A . qué se llamó la
Santa Alianza? 7. ¿Recuerda algunos congresos internacionales?
8. ¿Qué sabe con respecto a la segunda restauración de Luis XVIII
en Francia? 9. ¿A qué se llamó el terror blanco? 10. ¿Qué m edi­
das tomó Fernando VII de España para restablecer sus poderes
absolutos? 11. ¿Cóm o se produjo la revolución española de 1820?
12. ¿Qué ocurrió en el trienio constitucional español? 13. Explique
los sucesos ocurridos en Portugal en tiempos de la Restauración.
14. ¿Por qué se levantaron los liberales en Italia? 15. ¿Qué ocu­
rrió en el Piamonte? 16. ¿Y en Nápoles? 17. ¿Triunfaron los m o­
vimientos liberales en la península itálica? 18. ¿A qué se llamó la
Cuestión de Oriente? 19. ¿Cóm o se independizó Grecia? 20. ¿R e­
percutió en Am érica el proceso de Restauración en Europa? 21.
¿Cómo se dividió la opinión de los grupos dirigentes americanos?
22. ¿Qué ocurrió en el Perú? 23. Compare el proceso político es­
pañol con nuestra evolución política. 24. ¿Cuáles fueron los ade­
lantos de la Física y de la electricidad? 25. ¿Progresó con rapi­
dez la Química en el siglo X IX ? 26. ¿Qué puede decir con respec­
to a la Matemática y la Astronom ía? 27. ¿Y las Ciencias Natu­
rales y la Medicina? 28. ¿En qué consistió la corriente espiritual
y artística del romanticismo? 29. Resuma la obra de los principa­
les escritores románticos en Alemania e Inglaterra. 30. ¿Quiénes
se destacaron en Francia? 31. ¿Qué puede decir con respecto a la
actividad filosófica europea a comienzos del siglo X IX ? 32. ¿Qué
ocurrió con la Historia? 33. Mencione algunos artistas destacados
del romanticismo en pintura. 34. ¿Cuáles fueron las nuevas orien­
taciones de la escultura y de la arquitectura? 35. ¿Qué sab^ con
respecto al romanticismo musical? 36. ¿Fue cultivada la ópera?
Actividades Prácticas
A n a liz a r las d ife re n c ia s e n tre los a b s o lu tis ta s y los lib e ra le s e u ro ­
peos.
D estaca r los a c o n te c im ie n to s más im p o rta n te s de la R estauración
en España.
432
R e s u m ir los m o v im ie n to s lib e ra le s en P o rtu g a l, I t a lia y G re cia .
En cuadros sin ó p tico s e n u m z ra r: a ) p rin c ip a le s e scrito re s ro m á n ­
tic o s ; b ) h is to ria d o re s ; c) p in to re s y e sculto re s; d ) músicos.
Lectura
La R estau ración en España
La última intervención armada de
la Santa Alianza tuvo lugar en Es| paña. El pueblo español, en defensa
de la tradición nacional, se había
alzado en armas contra los ejércitos
. napoleónicos r e v o lu c io n a r io s . Las
1 ideas de la Revolución francesa ha[ bían penetrado en aquel país bas­
tante antes que los ejércitos invaso­
res, y ahora, en este momento de
lucha por la independencia, una mi­
noría gu b ern a m en ta l, después de
burlar la vigilancia francesa, se reu­
nía en Cádiz, en cuyas Cortes redac­
tó una carta constitucional (1812)
en la que se infiltraron normas re­
volucionarias contenidas en la fran­
cesa de 1791. Proclamaba la sobera­
nía de la nación ante la protesta de
los diputados absolutistas y la divi­
sión de poderes del Estado; instituía
unas Cortes elegidas indirectamente
con facultad legislativa y voto de
impuestos; el ministro quedaba res­
ponsable ante ellas y al monarca se
le concedía la prerrogativa de veto.
Esta Constitución, que en parte es­
taba en contradicción con los senti­
mientos del país, no fue compren­
dida por la m a y o ría del p u eb lo,
carente todavía de capacidad sufi­
ciente para regirse por sí mismo. Sin
embargo, en aquella época comen­
zaron a formarse tres corrientes de
opinión: los tradicionalistas partida­
rios de la monarquía absoluta, lla­
mados “se rvile s” ; Ja de los “ lib e ra ­
les", entusiastas defensores de la
Constitución de 1812, y el grupo
“ m oderado” , equidistante de los dos
anteriores.
Apenas hubo regresado a España
Fernando VII (1814), suprimió por
decreto la Constitución de 1812 y
todas las leyes de las Cortes de Cá­
diz, de acuerdo con el movimiento
de reacción europeo, restableciendo
la antigua legislación y el régimen
absoluto, al mismo tiempo que dictó
medidas para reprimir la agitación
liberal.
Los liberales perseguidos encon­
traron refugio en las sociedades se­
cretas y sobre todo en la masonería.
Durante seis años se cayó en un ré­
gimen de despotismo y tiranía, que
descontentó lo mismo a los liberales
que a los tradicionalistas. Mientras
los elementos revolucionarios prepa­
raban un plan para adueñarse del
gobierno, hubo una serie de conspi­
raciones y pronunciamientos, en ge­
neral, dirigidos por militares, que
el gobierno pudo descubrir y casti­
gar (Espoz y Mina en Pamplona,
1814; Porlier en Galicia, 1815; Lacy
y M ilan s d el B o sch en Cataluña,
1817). Entretanto se habían suble­
vado las colonias americanas y los
triunfos alcanzados por los criollos
en Chile y Nueva Granada dieron
indirectamente la oportunidad y el
éxito deseado a los coroneles lib e ra ­
les Riego y Q uiroga, que sublevaron
en Cabezas de San Juan (Cádiz)
un fuerte ejército próximo a embar­
car para América (1820). En la pre­
paración de este golpe de fuerza en
favor de la Constitución de 1812 ju ­
garon gran papel las logias masóni­
cas, que minaron la oficialidad del
ejército expedicionario, y el dinero
433
americano. La sublevación fue se­
cundada en Galicia, Aragón y Cata­
luña, y abandonado Fernando VII
por el ejército, aceptó, atemorizado,
!a Constitución de 1812 (7 de marzo
de 1820). Como ya vimos, el pronun­
ciamiento español tuvo repercusio­
nes inmediati 3 en Nápoles, Piamonte
y Portugal, donde sus monarcas se
vieron obligados a otorgar sendas
constituciones inspiradas en la de
Cádiz de 1812.
En España el régimen constitu­
cional funcionó más de dos años con­
fusa y defectuosamente, ya que era
obra de una pequeña minoría. La
masonería y los jóvenes liberales,
cada vez más exaltados, pretendían
dirigir la política y entorpecían la
labor de los ministros, quienes, por
otro lado, no contaban con la con­
fianza del rey, que hacía todo lo
posible por obstaculizar la conso­
lidación del nuevo régimen. Hubo
levantamientos en Navarra y en Ca­
taluña de los absolutistas o apostóli­
cos y en Seo de Urgel se constituyó
una Regencia que se puso en rela­
ción con Austria, Francia e Inglate­
rra. Fernando VII solicitó en secreto
ayuda a estas potencias y en el Con­
greso celebrado en Verona, después
de vivos debates, los embajadores de
la Santa Alianza confiaron al ejér­
cito francés, en razón de su mayor
proximidad, el intervenir en España
y restaurar la autoridad de Fernan­
do VII. Inglaterra protestó enérgi­
camente y se retiró del Congreso
por considerar incompatible su ré­
gimen parlamentario con las inter­
venciones en favor del absolutismo.
El gobierno francés redactó una no­
ta conminatoria al gabinete español
exigiendo un cambio en el sistema
político, y como la respuesta fue ne­
gativa, un ejército francés, mandado
por el duque de Angulem a, titulado
los Cien mil hijos de San Luis, atra­
vesó el Bidasoa y con la ayuda de
30.000 voluntarios españoles, venció
la escasa resistencia de los liberales,
hundiéndose rápidamente el frágil
edificio constitucional. Los ministros
y las Cortes huyeron a Cádiz, lle­
vándose al rey contra su voluntad,
pero los franceses sitiaron esta ciu­
dad y obligaron al gobierno a poner­
le en libertad ( l 9 de octubre de
1823), después de la batalla del Trocadero. El problema sucesorio com­
plicó la p o lít ic a en los años que
siguieron, viéndose España encami­
nada hacia la guerra civil.
Palom eque Torres, Antonio.
H
is t o r ia
U
n iv e r s a l .
T
om o
II.
Barcelona, 1967.
EL PR IM E R T R IU N V IR A T O
La situación a m ediados de 1811
¿Qué corrientes de opinión se fo r ­
m aron en E sp a ñ a d e b id o a la
Constitución de 1812?
• ¿Qué ocurrió en Cabezas de San
Juan?
• ¿Cóm o funcionó el régim en cons­
titucional?
• ¿Fueron vencidos los liberales?
•
A fin e s de ju n io , la delicada situ a ció n de la Junta Grande se to rn ó más
c rític a . La te n s ió n se agravó cuando lleg ó a Buenos A ire s la n o ticia de la
d e rro ta de Huaqui, c o n tra ste que o b lig ó a levantar el s itio de M on tevideo .
Com o ré p lica , naves re a lista s bloquearon y cañonearon el p u erto de Buenos
A ire s .
A unque d isu e lta la Sociedad P atrió tica, los o p o sito re s po rte ños no cesa­
ban en su a c tivid a d y hacían responsable al gobierno de todos los fracasos,
pues argum entaban que la m ayoría provinciana inte g ra n te de la Junta carecía
de p re s tig io y e fica cia por su e xce sivo núm ero. D ebido a la agitación pública,
fu e d e s titu id o el s e c re ta rio Campana.
Creación del Triunvirato
A n te la h o s tilid a d de la o pinió n pública y por m ediación del C abildo, la
Junta Grande — a la sazón p re sidida por M atheu— decre tó el 23 de s e tie m ­
bre de 1811 “ la creación de un e je c u tivo , cuya conducta debía quedar ajus­
tada a las d is p o sicio n e s que le d icta ría la Ju n ta ” .
A s í quedó e sta b le cid o un nuevo gobierno o T riu n vira to 1 integrado por
F e licia n o C hiclana, M a n u e l de S arratea y Juan José Pasó\ s e c re ta rio s : Ber1 El nuevo gobierno se conoce en nuestra historia como P rim er Triunvirato, aunque en los
documentos figura como " G obierno S uperior de tas P rovincias Unidas del R io de la Plata a nom bre
del Señor Don Fernando V il” .
434
435
nardino R ivadavia, de G uerra; José Ju liá n Pérez, de G obierno, y V ice n te Ló­
pez, de H acienda.
El de cre to del 23 de s e tie m b re establecía además que “ los señores
diputados de los pueblos y p ro v in c ia s ", es d e cir, los in te g ra n te s de la des­
p restigiada Junta Grande, deberían in te g ra r una Junta C onservadora ,i de
quien dependían los m ie m b ro s del T riu n v ira to .
De los se is in te g ra n te s del T riu n v ira to , cin co eran p orteños y uno solo
provin ciano: José Julián Pérez. Habían triu n fa d o la ten d e n cia m o re n ista y la
d isu e lta Sociedad P a trió tica ; en la m ism a c o rrie n te id e o ló g ica no tard a ría en
destacarse Bernardino Rivadavia, genuino re p re se nta n te del c e n tra lis m o por­
teño.
La Junta Conservadora y el Triunvirato
El d e cre to del 23 de s e tie m b re ordenaba que el T riu n v ira to debía gober­
nar ateniéndose a las norm as que le fija ra la Junta C onservadora, pero ambos
organism os — e je c u tiv o y le g is la tiv o re sp e ctiva m e n te — no tard a ro n en dis­
tan ciarse, a causa de d ive rg e n cia s p o lític a s .
El T riu n vira to representaba el p o rte ñ ism o en marcha y Rivadavia — su
más destacada fig u ra — sostenía que la d ifíc il s itu a ció n in te rn a y externa
obligaba a e sta b le ce r un g o bierno ce n tra liza d o que desde Buenos A ire s im ­
pusiera su autoridad sobre el re s to del te rrito rio .
La Junta C onservadora — bajo la in flu e n c ia de Funes— era el s e n tir
provincian o, que ta m b ié n aspiraba al p re d om in io p o lític o . C onviene destacar
que si bien el T riu n v ira to representaba al núcleo d irig e n te de la c a p ita l, la
Junta C onservadora — d ism in u id a y d e sp re stig ia d a — era en esos m om entos
la e xpresión del país entero.
La co nfusió n de poderes e n tre ambos organism os en pugna p ro d u jo in­
conveniente s a las autoridades del in te rio r, quienes al ta n to de los sucesos
no sabían a qué atenerse.
Para con so lid a rse en el mando, el T riu n v ira to com enzó a gobernar sin
te n e r en cuenta a la Junta C onservadora, lo que aum entó la d ivergencia
en tre ambos organism os.
El Reglam ento Orgánico
A poco de instalado, el T riu n v ira to re co n o ció las a trib u c io n e s c o n s titu ­
yentes de la Junta C onservadora, pues se d irig ió a e lla , s o lic itá n d o le le
reglam entara las norm as a que debía a tenerse en el desem peño de su man­
dato. Bajo la d ire c c ió n del deán Funes, la Junta redactó un R eglam ento O rgá­
n ico que envió al T riu n v ira to el 22 de o ctu b re de 1811.
Por vez p rim e ra se establece en nu e stro país la separación de poderes:
E je cu tivo (T riu n v ira to ), L e g is la tiv o (Junta C onservadora) y J u d ic ia l (Tribuna­
les independientes), aunque o torga al segundo fa cu lta d e s p re e m in e n te s sobre
el e je cu tivo.
El docum ento constaba de tre s secciones. En la p rim e ra determ inaba
las a trib u cio n e s de la Junta C onservadora, e n tre e lla s , el p o der nom brar a
lo s m iem b ro s d e l T riu n vira to .
Los d iputados de la m encionada Junta serían in vio la b le s y perm anece­
rían en sus fu n cio n e s hasta la reunión de un C ongreso.
De acuerdo con lo esta b le cid o en la segunda sección, e) T riu n vira to se
ocuparía de la a d m in istra ció n pública, de organizar e jé rc ito s y de las fin a n ­
zas. Sus in te g ra n te s durarían un año y m edio en el cargo y serían respon­
sables de sus actos ante la Junta C onservadora.
La te rc e ra sección declaraba la independencia del Poder Jud icia l de los
o tro s dos poderes.
El T riu n v ira to acusó recibo del R eglam ento y consideró que la Junta
C onservadora se reservaba excesivas a trib u cio n e s; por ta l causa, som etió
el docum ento a e stu d io del C abildo, organism o que, legalm ente, no estaba
fa cu lta d o para in te rv e n ir.
M ie n tra s se efectuaban estas tra m ita c io n e s , la Junta dispuso p u b lica r
el R eglam ento O rgánico y e n via rlo a las provincias.
A n te el curso de los sucesos, Rivadavia d e cid ió te rm in a r con el c o n flic to
y ordenó el 7 de noviem bre de 1811 la d iso lu ció n de la Junta C onservadora y
derogó el R eglam ento. Los diputados re cib ie ro n com unicaciones para que se
d irig ie ra n a la brevedad a sus re spectivas provincias.
El golpe de Estado ahondó el antagonism o e n tre los pueblos del in te rio r
y Buenos A ire s . "C o n esta vio le n ta m edida — e scribe el h is to ria d o r P icciriHi— el T riu n v ira to aclaraba aparentem ente el horizonte p o lític o , pero estaba
le jo s de c o n so lid a r la a utoridad del g o b ie rn o ."
El Estatuto Provisional
1 Se titulaba "Conservadora de la soberanía d e l Señor Don Fernando V II y de las leyes
nacionales” .
D isu e lta la Junta C onservadora, R ivadavia redactó un program a a fin de
re g la m e n ta r la actuación del T riu n vira to . El 22 de noviem bre de 1811 dio a
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conocer el E sta tu to P ro v is io n a l1 en cuya larga in tro d u c c ió n ju s tific a su a c ti­
tu d ante la Junta y hace re s a lta r los e rro re s co m e tid o s por dicho organism o.
D ebido a la s itu a ció n im perante y ante “ la necesidad urg e n te de concen­
tra r e l p o d e r” decreta que el T riu n v ira to co n tin u a rá en el mando hasta que
los diputados re unidos en un C ongreso general “ establezcan una C o n s titu ­
ción perm anen te ” .
D isponía la re m o ció n p e rió d ica de los v o c a le s — cada se is m eses—
pero no de los se c re ta rio s , que estaban fa cu lta d o s para reem plazarlos.
Para designar a los vocales que term inaran su período creaba una asamblea
electoral mediante una elección hecha por el Cabildo de Buenos Aires, un número
de ciudadanos designados por la Capital y representantes que enviaran los pueblos.
Es interesante destacar que los secretarios eran inam ovibles, situación que
perm itía a Rivadavia permanecer en el gobierno.
■fliJ*'“
El E statuto P rovincial fu e aprobado por el C abildo y el 1? de d icie m b re
se e fe ctu ó la cerem onia de la ju ra en la Plaza de la V ic to ria , ante las tropas
que regresaban de la Banda O rie n ta l, luego dei tra ta d o de p a c ific a c ió n fir ­
mado con Elío.
El motín de las trenzas
A los pocos días de ju ra d o el E statuto, se p ro d u jo en Buenos A ire s la
sublevación del cuerpo de P a tricio s, e p iso dio que se v in c u ló a la tensa s i­
tua ción p o lítica .
A b su e lto del in ju s to proceso, Belgrano fu e designado coronel del Regi­
m iento de P atricios, en reem plazo de Saavedra, quien lo había mandado
hasta entonces. En su gran m ayoría, los soldados eran a d icto s al je fe ante­
rio r y e ntre sus fila s ta m b ié n se encontraban m uchos “ p ro v in c ia n o s ” ; en
consecuencia, el cam bio de mando d isp u esto por el T riu n v ira to tenía por
o b je to im p e d ir todo acto de in d is c ip lin a .
El descon te n to in ic ia l se tra d u jo en a b ie rta re b e lió n cuando Belgrano
ordenó que todos los soldados debían c o rta rs e la c o le ta o trenza, considera­
da por e llo s va le ro so d is tin tiv o del re g im ie n to .
El 7 de d ic ie m b re y después de e xp u lsar a sus o fic ia le s , los p a tricio s
se a trin ch e raro n en su cu a rte l d isp u esto s a re s is tir.
De acuerdo con una orden del T riu n v ira to , Rondeau — con las tropas
que acababan*de re g re sa r de la Banda O rie n ta l— en desigual com bate los
o b lig ó a rend irse . Los ca b e cilla s fu e ro n a ju sticia d o s.
El sang rie n to e p iso dio tu vo d e riva ció n p o lítica , p o r cuanto Rivadavia
culpó al deán Funes y o tro s o p o s ito re s — saavedristas y pro vin cia n o s de la
d isu e lta Junta C onservadora— de to d o s los in cid e n te s. Por ta l causa, com u­
nicó a los diputados que aún perm anecían en Buenos A ire s la im periosa
necesidad de abandonar inm e d ia ta m e n te la ca p ita l, en el plazo de veinticua­
tro horas.
“ Así fue condenada al ostracism o — escribe M itre— la últim a sombra del par­
tido vencido. Los diputados perseguidos, dispersándose en las provincias como las
t Figura en el documento como: "E statuto P rovisional del G obierno S uperior de las Pro­
vincias Unidas del R io de la Plata, a nom bre de Fernando V il” .
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postreras chispas de una hoguera casi extinguida, fueron a llevar a ellas nuevos
elementos de com bustión y descontento.”
Rivadavia co n tinuó con su p o lític a c e n tra lis ta en fa v o r de Buenos A ire s
y en enero de 1812 ordenó la sup resió n de las ¡untas p ro v in c ia le s , debido a
‘ ‘ la necesidad de e xped irse con rapidez en los grandes negocios y de re sta ­
b le c e r la arm onía y el orden en la p o lític a ".
Nuevam ente la Sociedad Patriótica
Sabemos que la p rim e ra S ociedad P a trió tica fue d isu e lta después de la
asonada del 6 de a b ril. A com ienzos de enero de 1812 y m ie n tra s algunos
m o re n ista s — Paso y C hiclana— ocupaban el gobierno, Rivadavia d e cid ió la
apertura de la Sociedad, brindándole el apoyo o fic ia l pues anticipaba su
adhesión.
El T riu n v ira to a u torizó las reuniones en el e d ific io del C onsulado, y el
13 de enero Bernardo de M onteagudo — la fig u ra más destacada— pronunció
el d iscu rso inaugural. Desde la d ire c c ió n de la “ G azeta” , el ú ltim o com enzó
a d ista n cia rse del g obierno, el que nom bró un fis c a l para in fo rm a rse de los
asuntos tra ta d o s en las reuniones de la Sociedad.
La “ Gazeta” que aparecía los martes era dirigida por Vicente Pazos Silva, y
la editada los viernes, por Monteagudo. Ambos sostenían polémicas de carácter
político con prescindencia del Triunvirato.
Más tarde, Pazos Silva continuó su prédica a través de las páginas de un
nuevo periódico; El Censor.
En el m es de marzo, el T riu n vira to creó la G aceta M in is te ria l d e l gob ié rn o de Buenos A ire s , en reem plazo de la a n te rio r. Por su parte, M onteagu­
do e d itó un nuevo p e rió d ico — de vida e fím e ra — titu la d o M á rtir o Libre.
La Sociedad P atriótica colaboró luego con la Logia Lautaro y fin a lm e n te
fue absorbida p o r é sta .1
La Asam blea G eneral Legislativa
El E statuto disponía la reunión de una Asam blea G eneral y si bien el
T riu n v ira to no estaba d ispuesto a hacerlo, la tensión p o lític a e x is te n te y la
acción o p o sito ra de la Sociedad P a trió tica d eterm inaron su convocatoria.
El 19 de fe b re ro de 1812 fu e publicado el R eglam ento que da fo rm a a
la A sam blea, cuyas v e in te d isp o sicio n e s tra ta n sobre las norm as para la
e le cció n de sus m ie m bro s y concede nuevam ente a Buenos A ire s el predo­
m in io sobre el in te rio r del país.
La Asam blea tenía ca rá cte r le g is la tiv o , pero no c o n s titu ye n te , y debía
actu a r com o reguladora de las d e cisione s del T riu n vira to .
La Asamblea debía integrarse con los miembros del Cabildo de Buenos Aires
quienes la presidirían , los apoderados de las ciudades del interior en calidad
de diputados y 100 ciudadanos de Buenos Aires elegidos por un com plicado sis­
tema de voto calificado.
Fácil es deducir que estaba asegurada la m ayoría de la capital en la com nosicion del organismo.
1 Ver Unidad 5?, pág. 399.
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El T riu n vira to subordinó la A sam blea a su entera v o lu n ta d , por cuanto
__dice uno de los a rtíc u lo s — “ sólo e l go b iern o puede co n vo ca rla ” p o r un
m áxim o de ocho días y tam bién d is o lv e rla “ s i lo exigen la seguridad y l a
tra n q u ilid a d p ú b lic a ".
El organism o se reunió el 4 de a b ril, p re sid id o por diez m ie m b ro s del
C abildo de Buenos A ire s , además de tre in ta y tre s re p re se nta n te s porteñps
y once provin cia n o s.
.
La Asam blea sólo sesionó dos días porque a causa de un in cid e n te con
el T riu n v ira to ’ Rivadaviá ordenó su d is o lu c ió n el 6 de a b ril; el C abildo fue
suspendido en sus fu n cio n e s hasta nueva orden.
JOSE DE SAN M ARTIN
A fin e s del verano de 1812, el día 9 de marzo, a rrib ó al p uerto de
Buenos A ire s , procedente de Londres, la fra g a ta inglesa Jorge Canning
trayendo a su bordo a un varón de epopeya, el entonces te n ie n te ^coronel
José de San M a rtín , quien más ta rd e sería apellidado con ju s tic ia el mas
grande de los c rio llo s del Nuevo M u n d o ” . Regresaba a la tie rra natal con
sus co m p a trio ta s el a lfé re z C a rlo s de A lv e a r y el o fic ia l M atías Zapiola, el
barón de H olm berg y otro s.
Soldado genial, abnegado y austero, sin más fo rtu n a que su espada, San
M a rtín llegaba a su p a tria para e n tregarse por e n tero a la causa de la em an­
cipación de m edio c o n tin e n te .
José de San M artin había nacido en Yapeyú, pueblo de las antiguas misiones
jesuíticas, el 25 de febrero de 1778. Era hijo del oficial español Juan de San
Martín — designado teniente de gobernador de las Misiones— y de doña Gregoria
Matorras, de igual nacionalidad. A los ocho años de edad, fue llevado a España
por sus padres.
En ju lio de 1789, José de San Martín in ició su carrera m ilita r en el regimiento
de Murcia, sentando plaza de cadete. “ El uniforme — escribe el historiador Mitre
era celeste y blanco y el joven aspirante vistió con él, los colores que treinta anos
después debía pasear en triunfo por la mitad de un continente” . Con su regim ien­
to, San Martín debió trasladarse al A frica y allí hizo su bautismo de fuego al de­
fender valerosamente la ciudad de Orán contra un sitio de los moros.
En 1793 regresó a España y luchó contra la invasión de los franceses bajo las
órdenes del ¡lustre general Ricardos; por su destacado com portam iento fue ascen­
dido a subteniente del regimiento de Murcia. Poco después, el joven oficial también
conoció la lucha en el mar, pues su regimiento embarcó en la flota española y
se batió contra los británicos en la batalla del Cabo de San Vicente ("febrero de
1797). Concluyó su experiencia marina cuando la em barcación en que navegaba
— “ La Dorotea” — fue apresada por un barco inglés y, tras fuerte resistencia, San
Martín cayó prisionero con los demás tripulantes.
En 1801 participó de la guerra declarada por España a Portugal, como se­
gundo capitán del B atalltin de Voluntarios de Campo Mayor, en su foja de servicios
consta el honroso desempeño que le cupo. Concluida la campaña regresó a Cádiz
i El vocal Paso había terminado su periodo y entonces la Asamblea designó sucesor a
Juan M artin de Pueyrredón. Esto fue bien recibido por el Triunvirato, no asi la designación como
suplente de José Díaz Vélez, pues el gobierno sostuvo — en base al Estatuto vigente
que a
interinato correspondía a Rlvadavia.
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y allí soportó la terrib le epidem ia de cólera de 1804, que puso a prueba su horri'bría y elevados sentimientos.
San Martín in ició una nueva etapa de su vida cuando se puso en contacto con
os ideales liberales que en esa época se esparcían por Europa. Luego ingresó en
la Logia Lautaro, sociedad secreta de acción libertadora que era una filia l de la
Gran Reunión Americana fundada en Londres por el precursor Francisco Miranda.
En mayo de 1808 el pueblo español se levantó en armas contra los ejércitos
de ocupación franceses y en Cádiz le tocó a San Martín observar los excesos de
I
la m ultitud que culm inaron con el asesinato del gobernador de dicha plaza, general
Francisco Solano Ortiz. La tragedia impresionó su espíritu y desde ese momento
nunca ju stificó los actos incontrolados de la muchedumbre.
Más tarde, San Martín luchó valerosamente contra los ejércitos napoleónicos
¡ en la batalla de A rjonilla, donde salvó la vida gracias a la intervención de uno de
sus hombres. En ju lio de 1808 tuvo destacada actuación en la batalla de Bailén
y fue ascendido a teniente coronel; en mayo de 1811 volvió a enfrentar a las tropas
francesas en la batalla de Albuera.
Después del últim o combate, San Martín dio un nuevo rumbo a su existencia
al seguir el llamado de su patria — que se había levantado contra la m etrópoli— y
abrazar la causa de la em ancipación americana. Había com batido por tierra y por
mar veintiún años en favor de España, pero juzgó llegado el momento de obedecer
al dictamen de su conciencia.
“ Sin tener más que una vaga idea del verdadero estado de la lucha en Amé­
rica — escribe su contemporáneo el general G uillerm o M iller— resolvió m archar a
serle tan útil como pudiera.”
San Martín solicitó su retiro del Ejército español y al mismo tiem po la autori­
zación para trasladarse al Perú, con el pretexto de atender intereses personales
Concedida la baja, a mediados de setiembre zarpó de Cádiz pero con destino a
Inglaterra, luego de aceptar la valiosa ayuda del noble escocés lord Macduff.
En Londres trabó amistad con varios americanos, entre ellos Manuel Moreno
hermano del “ numen de la Revolución” — , Tomás Guido y el venezolano Andrés
Bello. Estos jóvenes pertenecían a la sociedad secreta fundada por Miranda que
era matriz de la que funcionaba en Cádiz.
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San M a rtín no tra jo o tro s títu lo s que no fu e ra n su destacada actuación
m ilita r en la península, mas, por ta l causa, su p resencia en Buenos A ire s
despertó recelos en los m ie m b ro s del T riu n v ira to . Sin em bargo, disipadas las
dudas, el 16 de marzo fu e reconocido en su grado de te n ie n te coronel.
A esta altu ra de la vida, San M a rtín era un hom bre de vig o ro sa co n te x­
tu ra fís ic a , bien proporcionado y de rasgos a tra y e n te s .1 A m ediados de no­
vie m b re casó con M aría de los Rem edios Escalada, jo ve n de quince años que
pertenecía a una d is tin g u id a fa m ilia .
El R egim iento de Granaderos a Caballo
El gobierno encom endó a San M a rtín la organización de un escuadrón
de caballería y designó segundos je fe s a A lv e a r y a Zapiola, sus com pañe­
ros de via je . A s í s u rg ió el más ta rd e fam oso re g im ie n to de G ranaderos a
C aballo, cuyo cu a rte l se e s ta b le c ió en el R etiro, al n o rte de la ciudad.
San M a rtín e lig ió uno a uno los o fic ia le s y soldados, to d o s e llo s jóvenes
de alta ta lla , fís ic a y m o ra lm e n te sanos. Les enseñó en persona el m anejo de
las arm as y su e x p e rie n cia gu e rre ra , a la vez que los d otó de un vis to s o
un ifo rm e . "E l je fe — e scrib e Ricardo Rojas— v is te u n ifo rm e de paño azul con
vivos rojos, botas de cuero opaco, sable corvo, espuelas y fa lu ch o fo rrado
de h u le .”
San M a rtín in cu lcó en sus hom bres el c u lto de la dignidad y del coraje,
para lo cual reg la m e n tó un código de h o nor destin a d o a los o fic ia le s del
re g im ie n to y que castigaba, e n tre o tra s fa lta s , la cobardía en acción de
guerra.
M ensualm ente se reunía en un trib u n a l d estinado a v ig ila r el e s tric to
c u m p lim ie n to del código. De esta manera se fo rjó el h e ro ico cuerpo que
debía derram ar su sangre en las luchas por la independencia.
LA C O N JU R A CIO N DE ALZAGA
Don M a rtín de Alzaga, la fig u ra más destacada del p a rtid o español, ela­
boró un cuidadoso plan para adueñarse del poder, e je c u ta r a las autoridades
p a trio ta s y e s ta b le c e r un g obierno que respondiera al C onsejo de Regencia
de Cádiz.
Los conjurados in icia ro n una se rie de reuniones en c o m e rcio s y d o m i­
c ilio s p a rticu la re s , y en los ú ltim o s días de ju n io de 1812 todo estaba prepa­
rado para la intentona.
El e s ta llid o del m o v im ie n to s u frió una dem ora, pues A lzaga deseaba que
co in cid ie ra con el a n ive rsa rio de la heroica defensa (5 de ju lio ); esta a ctitu d
fue p roviden cia l para los p a trio ta s , por cuanto p e rm itió re p rim ir con é xito
la rebe lión.
Encabezados por Martín de Alzaga, los miembros del partido español se reunieron para cons­
pirar contra el Primer Triunvirato. De triunfar el golpe, pensaban “ colgar las cabezas de los
| patriotas en las verjas de la Pirámide de Mayo” .
Varias denuncias llegaron al g obierno por d is tin to s conductos. La pri¡m e ra in fo rm a ció n concreta la p rop orcionó un esclavo de co lo r llam ado
I V e n tu ra , quien lo com unicó a su dueña, ésta al alcalde de Barracas y el
[ú ltim o al T riu n v ira to (1? de ju lio ). A l día sig u ie n te , Rivadavia com isionó a
¡ C hiclana para que in icia ra la Investig ació n; el 3 de ju lio , la com adre de
Alzaga confesó
que en su pro p io d o m ic ilio los conjurados efectuaban reIuniones. D escubierta la conspiración , Rivadavia decre ta — ese m ism o día—
I la pena de m u e rte sobre los p rin cip a le s cabe cilla s.
A lzaga cam bió varias veces de escond ite, hasta que fin a lm e n te fue
|t apresado en la
m adrugada del 6 de ju lio y ejecutado esa mañana. Un tr iI bunal creado ale fe c to ordenó penas de m uerte — fu sila d o s y colgados
de
I la horca— , condenas a vario s años de p risió n o co n fin a m ie n to s, según la
c u lp a bilid a d .
í LA OBRA DEL PRIMER TRIUNVIRATO
A m p lia e intensa fu e la obra del P rim er T riu n vira to , debida en gran
p arte a la acción de Rivadavia. Podemos re su m irla de la sig u ie n te manera:
‘ a) Política y judicial
' El general Gerónimo Espejo — oficial del Ejército Libertador— describió en esta forma
al héroe máximo argentino: "San Martín era de una estatura más que regular; su color moreno, tos­
tado por la Intemperie; nariz aguileña, grande y curva; ojos negros grandes y pestañas largas; su
mirada era vivísima, ni un solo momento estaban quietos aquellos ojos, era una vibración continua
la de aquella vista de águila. Este conjunto era armonizado por cierto aire risueño, que le captaba
muohas simpatías.
"El grueso del cuerpo era proporcional al de su estatura y además muy derecho, garboso,
de pecho saliente; tenía cierta estructura que revelaba al hombre robusto, al soldado de campaña.
442
El 26 de o ctu b re de 1811, el T riu n vira to creó una Junta P rotectora de
; lib e rta d de im p re n ta integrada por nueve m iem bros y cuya m isión era reV p rim ir los d e lito s de prensa. Esta d isp o sició n fig u ra b a en un d ecre to publiI cado sobre la base de un tra b a jo a n te rio r del deán Funes.
Tam bién se dio a conocer el D e cre to de la segu ridad in d iv id u a l — a n ticipo del actual habeas corpus— , que ju n ta m e n te con el de lib e rta d de Im prenta
í se consideran parte del E statuto P rovisional.
I
443
A insta ncias del C abildo y para e lim in a r los p re ju ic io s ra cia le s, el T riun­
v ira to p ro h ib ió el trá fic o de esclavos en todo el te r rito rio de las P rovincias
Unidas. También dispuso o to rg a r la carta de ciudadanía a los e xtra n je ro s
que se hubiesen hecho acreedores "a la e stim a ció n y re c o n o c im ie n to de
la p a tria ” .
D ecretó la creación de la escarapela nacional — 18 de fe b re ro de 1812—
a s o lic itu d del general B elgrano.
El T riu n v ira to to m ó una s e rie de im p o rta n te s m edidas de carácter
ju d ic ia l. El 23 de enero de 1812 dio a conocer el R eglam ento de in s titu c ió n
y ad m in istra ció n de ju s tic ia , que reem plaza a la a ntigua A u d ie n cia por la
Cámara de A p e la cio n e s y además esta b le ce un T ribunal de C oncordia.
b) C ultural y económica
Rivadavia consideraba que la in s tru c c ió n era la base del b ie n esta r social
y bregó por m e jo ra r el n ive l c u ltu ra l. Fueron creadas dos escuelas p rim a ­
rias y s o lic itó la venida al país de p ro fe so re s europeos para d e s tin a rlo s a
e sta b le cim ie n to s de segunda enseñanza.
En m ate ria económ ica, el T riu n v ira to s u p rim ió el estanco d e l tabaco, es
de cir, el m onopolio de ese a rtíc u lo p o r cuenta del Estado, Dio im p u lso a la
a g ric u ltu ra y a las in d u s tria s ; además fo m e n tó el d e s a rro llo de la m inería.
c) M ilita r
Las m ejoras m ilita re s del T riu n v ira to fu e ro n respaldadas por la colabo­
ración de tre s je fe s destacados: San M a rtín , B elgrano y Pueyrredón. Se ins­
taló un Estado M a yo r M ilita r para re fo rm a r y d is c ip lin a r el e jé rc ito ; se creó
el R egim iento de G ranaderos a C aballo y además dispuso la reorganización
de los e x is te n te s . Tampoco fu e descuidada la fa b ric a c ió n de arm as y de
pólvora.
LA REVOLUCION DEL 3 DE OCTUBRE DE 1812
La Logia Lautaro
A poco de su a rrib o , San M a rtín co n sid eró in dispensable organizar y
d is c ip lin a r las fuerzas p o lític a s , para dar unidad al m o vim ie n to re v o lu c io ­
nario. A m ediados de 1812, fun d ó — con A lv e a r y Z apiola— la Logia Lautaro,
sociedad secre ta con fin e s e xclu siva m e n te p o lític o s . Sus in te g ra n te s se
pro pusieron tra b a ja r p o r “ la independencia de A m é ric a y su fe lic id a d , obran­
do con honor y pro ce d ie n d o con ju s tic ia " .
La Logia — sem ejante a la creada por M iranda en In g la te rra — to m ó de
la m asonería su m is te rio , d is c ip lin a , je ra rq u ía y algunos sím bolos. “ Los a fi­
liados — e scribe M itre — se daban el títu lo de H erm anos y su leyenda m ística
estaba sim bolizada p o r estas tre s le tra s : U.F.V. que quieren d e c ir: Unión,
Fe, V ic to ria .”
Los miembros de la Logia Lautaro estaban ligados a misteriosos vínculos que
mantuvieron en secreto hasta la muerte. Datos de interés sobre la constitución de
esa sociedad se conocieron cuando muerto O’Higgins se hallaron entre sus papeles
varios documentos aclaratorios.
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En el grado de Iniciación, el juram ento era el siguiente: “ traba ja r p o r la inde­
pendencia am ericana", y en el segundo se exigía “ la profesión de fe de l dogma
rep ub lica no ".
Los in te g ra n te s de la Logia debían s e r am ericanos y, además de ju ra ­
m entarse m utua ayuda, estaban obligados a co n su lta r la volunta d del orga­
n ism o en caso de ocupar — cualquiera de e llo s — un cargo púb lico.
La sociedad se cre ta sostenía dos p rin c ip io s básicos: Independencia y
C o n s titu c ió n republicana, p or lo ta n to , sería op osito ra de toda a utoridad que
no los respetara. Por esta causa no ta rd ó en e n fre n ta r al T riu n vira to , d irig id o
en esas épocas con mano firm e por Rivadavia.
La Logia Lautaro y la S ociedad P a trió tica u n ifica ro n su acción contra el
g o b ierno, pero u tiliz a ro n d is tin to s p ro ce d im ie n to s: la prim e ra actuaba en
se c re to , m ie n tra s la agrupación de M onteagudo trabajaba públicam e nte, a
tra v é s del p e rio d ism o , de reuniones, e tcé te ra .
Se convoca a una nueva Asam blea
A m ediados de 1812, el d e s p re s tig io del T riu n vira to era púb lico. La
activa o p o sició n — encabezada p or la Logia Lautaro y la S ociedad P a trió tica —
censuraba el m arcado c e n tra lis m o del gobierno y lo acusaba de q u e re r pe r­
petuarse en el mando, al de m orar la convo ca toria de un C ongreso general.
A las d ific u lta d e s de orden p o lític o se sumaba la grave situ a ció n del
E jé rc ito del N orte, asediado por el enem igo. Gran d e sco nten to produjo la
orden enviada desde Buenos A ire s al general B elgrano para que se re tira ra
con sus tro p a s sin lib ra r com bate.
Presionado por sus a dversarios, el T riu n vira to convocó a los ca bildos
del in te rio r — el 3 de ju n io — : para que enviaran repre se ntante s ante una
nueva A sam blea, que reem plazaría a la d is u e lta en los p rim e ro s días de
a b ril.
Los diputados provinciales debían con currir a Buenos Aires para integrar una
Asamblea electoral dispuesta a sancionar una ley, a fin de reunir más tarde una
Asamblea constituyente. De tal manera, se pretendía reemplazar a la últim a — que
todos anhelaban— por una sim ple asamblea de carácter electoral.
El T riu n v ira to d ispuso que el C abildo de Buenos A ire s debía e le g ir los
d iputados p o r la ca p ita l y tam bién exa m ina r los poderes de los repre sentan­
te s del in te rio r; en e ste ú ltim o caso, el A yu n ta m ie n to estaba fa cu lta d o para
rechazar a cualquiera de e llo s y nom brar el suplente.
M endoza e lig ió diputado a M onteagudo — re sid e n te en Buenos A ire s y
candidato de la Logia— , pero su designación no fu e aceptada p o r el go b ier­
no, quien lo com unicó al C abildo, para que éste nom brara a un reem pla­
zante,1 ta m b ié n fu e ro n rechazados los re p re se n ta n te s de S alta y Jujuy.
La revolución. El Segundo Triunvirato
El 5 de o ctu b re lle g ó a Buenos A ire s la n o ticia de la v ic to ria del general
Belgrano en Tucumán, pero el triu n fo b e n e fició a la o p o sició n por cuanto
i Fue designado José A ntonio Villanueva, partidario de Rivadavia. El Cabildo de Mendoza
protestó contra el centralismo de Buenos Aires, cuyo Cabildo — dice el documento— "no tiene juris­
dicción alguna sobre la ciudad de Mendoza".
445
era público que el vencedor había desobedecido órdenes expresas del Triun­
virato.
El 6 de octu b re se re u n ió la A sam blea e le c to ra l y designó t r iu n v ir o __en
reem plazo de Sarratea que había cesado— al d o c to r Pedro M edrano. Este
era el candidato s o ste n id o por Rivadavia y, por ta l m o tivo , los o p o sito re s
dem ostraron su indignación y el d e sco n te n to se hizo general.
A n te el curso de los sucesos, los com ponentes de la Logia Lautaro
organizaron una re vo lu ció n . A l am anecer del 8 de o ctu b re se presentaron
en la plaza de la V ic to ria las tro p a s de la g u a rn ició n : el cuerpo de Grana­
deros a C aballo, a las órdenes de San M a rtín , el re g im ie n to N? 2, d irig id o
por O rtiz de Ocam po, y la a rtille ría del com andante M anuel Pinto. Num eroso
p úblico acompañaba a e stos e fe c tiv o s .
Los re vo lu c io n a rio s convocaron a un C abildo a b ie rto y e n tregaron un
p e tito rio donde exigían: "q u e en el acto se suspendiera la Asam blea y cesara
el go biern o en sus fu n cio n e s y, reasum iendo la autoridad de que fuera
in ve stid o por el pueblo el 22 de m ayo de 1810, creara un E je cu tivo com ­
puesto por las personas más dignas del su fra g io pú b lico , debiendo convo­
carse a una A sam blea G eneral E xtra o rd in a ria en el p re ciso té rm in o de
noventa d ía s".
El C abildo accedió a lo s o lic ita d o y nom bró para e je rc e r un nuevo go­
bierno provisio n a l — hasta la reunión de la A sam blea— a Juan José Paso,
N icolás R odríguez Peña y A n to n io A lva re z Jonte. Este segundo T riu n vira to
gobernó con a c ie rto y o rie n tó el país de acuerdo con los p ro p ó sito s de la
Logia Lautaro: Independencia y C o n stitu ció n .
“ La revolución del 8 de octubre de 1812 — escribe M itre— fue como la del
25 de mayo esencialm ente nacional y dem ocrática en su tendencia.
"E sta fue la prim era vez que se vio a San M artin tom ar parte directa en un
movimiento revolucionario y sólo por accidente otra vez más tomó parte indirecta
en la caída de un gobierno. Encaminada la Revolución y establecida la disciplina
de la Logia creada por él, se alejó para siempre de los partidos m ilitantes en la
política doméstica, consagrándose exclusivam ente a la realización de sus planes
m ilitares contra el enemigo com ún.”
B E L G R A N O Y L A C R E A C IO N
DE LA B A N D E R A N A C IO N A L
La escarapela
A fin e s de 1811, el p rim e r T riu n v ira to debía e n fre n ta r una delicada
situación m ilita r. Después de la d e rro ta de Huaqui, el enem igo se preparaba
para un va sto plan de ataque en el n orte, m ie n tra s en la Banda O rie n ta l
los re a lista s se afirm aban en sus posiciones.
A m ediados de noviem bre, Elío p a rtió de regreso a España y d ejó en
el mando — con el cargo de capitán general— a A n to n io Gaspar de Vigodet.
La tensa s itu a ció n c u lm in ó con una nueva lucha e n tre ambas ciudades
del Plata. En busca de víveres, la escuadra de M o n te vid e o in ic ió una se rie
de in cu rsio n e s y actos de p illa je por los ríos Paraná y Uruguay. Para p ro te ­
ger el lito ra l, el T riu n v ira to dispuso le va n ta r pequeñas fo rtific a c io n e s de
ca rá cte r d efensivo.
De acuerdo con el plan trazado, se co n stru ye ro n baterías co ste ra s en
el Rosario, sobre las barrancas del Paraná, cuyo mando se c o n fió al general
446
B elgrano, quien lleg ó a d e stin o a m ediados de fe b re ro de 1812, con fuerzas
del R egim iento de P atricios.
No habían te rm in a d o las obras de fo rtific a c ió n , cuando llegaron no ticia s
de que una escuadra enem iga estaba p róxim a a zarpar de M ontevideo en
d ire c c ió n al Rosario. A n te la in m ine ncia del p e lig ro , Belgrano re so lvió le ­
va n ta r el p a trio tis m o de sus tro pas por m edio de un sím bolo, que sería a la
vez el d is tin tiv o de la R evolución. El 13 de fe b re ro se d irig ió al T riu n vira to
s o lic itá n d o le la a utorización para el uso de una “ escarapela n a cio na l” , con
los co lo re s azul c e le ste y blanco.
En el acuerdo del 18 de fe b re ro de 1812, el go bierno re so lvió reconocer
la E scarapela N acional de las P rovincias U nidas d e l Río de la Plata, "d e c la ­
rándose com o ta l la de los colo re s blanco y azul ce le ste , quedando abolida
la roja con que antiguam ente se d is tin g u ía ” .
El día 23, Belgrano entre gó el nuevo d is tin tiv o a sus soldados.
La Bandera Nacional
C ontinuando con sus nobles de cisio nes, Belgrano juzgó que con los
m ism os co lo re s de la escarapela debía fla m e a r una bandera bajo el cie lo
de la Patria. El 27 de fe b re ro de 1812 inauguró las baterías y llam ó Libertad
a la ubicada en la barranca, e Independencia a la e rig id a sobre la isla p ró x i­
ma. En esas c ircu n sta n cia s enarboló una nueva bandera “ con form e a los
co lo re s de la escarapela n acional” . A sí lo com unicó al T riu n vira to .
447
El g obierno juzgó im p ru d e n te ta l a c titu d — que im p lica b a una a lte ra ció n
de la cautelosa p o lític a e x te rio r seguida hasta e ntonces— y ordenó a Belgrano que ocu lta se con d is im u lo la nueva bandera a la vez que le envió, para
reem plazarla, una se m e ja n te a la que ondeaba en el Fuerte.
Belgrano no re c ib ió la com unicación, por cuanto debió tra sla d a rse al
no rte , para hacerse cargo del mando del e jé rc ito . A l lle g a r a Jujuy, al c e le ­
brarse el 25 de M ayo desplegó la nueva bandera, la que fu e bendecida por
el canónigo Ignacio G o rriti y presentada al pueblo desde los balcones del
C abildo.
Enterado el T riu n v ira to , d e sautorizó nuevam ente el p ro ce d e r de B elgra­
no, quien entonces dispuso re se rva rla para que flam eara “ el día de una
gran v ic to ria ". Después del triu n fo de Tucumán, el p ro ce r enarboló nueva­
m ente la Bandera de la Patria en el río Pasaje (13 de fe b re ro de 1813).
A C O N T E C IM IE N T O S M IL IT A R E S ENTRE LO S A Ñ O S 1812-14
Los realistas invaden por el norte
A fin e s del mes de fe b re ro de 1812, el T riu n v ira to designó a Belgrano
je fe del E jé rcito del N orte, en reem plazo de Pueyrredón, quien había renun­
ciado por m o tivo s de salud. R ecibió in s tru c c io n e s para que in icia ra una
re tira d a genéral en d ich o fre n te , con el o b je to de fa c ilita r una ofe n siva
con tra la Banda O rie n ta l. Pueyrredón le entre g ó el mando en la posta de
Y atasto (actual p ro vin cia de S alta).
El e jé rc ito re a lis ta dem oró su esperado ataque, s itu a ció n que aprovechó
Belgrano para reorganizar sus d é b ile s tro p a s, en una labor de gran esfuerzo
que de m ostró su capacidad. A m ediados de mayo, Belgrano e s ta b le ció su
cua rte l general en Ju ju y y a llí — com o sabem os— levantó el e s p íritu p a trió ­
tic o del pueblo, al e n arbolar por segunda vez la bandera c e le ste y blanca.
Cuando las tro p a s enem igas in ic ia ro n su avance hacia el sur, Belgrano
— de acuerdo con órdenes del T riu n vira to — in ic ió la re tira d a de sus e fe c ti­
vos en d ire cció n a Tucumán, pre ce d id o por num erosas fa m ilia s . Este e p iso ­
dio se conoce en n uestra h is to ria con el nom bre de " éxodo d e l pueblo
ju je ñ o ".
El 3 de se tié m b re , la retaguardia p a trio ta al mando de Díaz V élez fue
atacada por un destacam ento de vanguardia enem igo a o rilla s del río Las
Piedras y obligada a re tira rs e p re cip ita d a m e n te . Enterado Belgrano acudió
con el grueso de sus fuerzas y d e rro tó a los atacantes; el triu n fo — aunque
pequeño— levantó la m oral de tes tro p a s e in fu n d ió confianza a su je fe .
Batalla de Tucumán
Belgrano se persuadió de que cuanto más re trocedía, más d ifíc il le sería
re co n q u ista r el te r rito rio p e rd id o y m antener el e s p íritu c o m b a tivo de sus
tropas, bajo la p resión de un tenaz p erseguidor.
Una vez en Tucumán y ante el apoyo del pueblo, re s o lv ió im p e d ir el
avance del enem igo y a su m ir la responsabilidad de la desobediencia, pues
el T riu n vira to le había ordenado una re tira d a general hasta Córdoba.
A l fre n te de unos 1.500 hom bres, Belgrano d e cid ió e sp e ra r a los re a lis ­
tas fre n te a una p la n icie conocida com o cam po de las carreras, en las
afueras de la ciudad.
448
El e jé rc ito p a trio ta to m ó posició n de com bate m irando hacia el norte,
pero T ristá n — evita ndo la lucha— avanzó sobre la izquierda con el o b je to
de c o rta rle la re tirad a hacia el sur.
El e jé rc ito d e fe n so r quedaba entonces amenazado po r la espalda, pero
B elgrano ordenó un rápido cam bio de fre n te , lo que p e rm itió a sus hom bres
quedar a la v is ta del enem igo.
La batalla se lib ró el 24 de se tie m b re de 1812 y concluyó con la v ic to ria
de las arm as p a trio ta s. T ristán ordenó el rep lie g u e de sus e fe c tiv o s rum bo
a Salta.
El triu n fo de Belgrano conso lid ó la obra de la R evolución y a le jó mo­
m entáneam ente el p e lig ro de un ve rdadero desa stre. Si el e jé rc ito pa trio ta
se hubiera re tira d o , las p ro vin cia s del n o rte se pierden para sie m p re y el
enem igo, dueño de un extenso te r rito rio , habría llegado hasta Córdoba,
donde le hubiera sid o más fá c il o b te n e r la cooperación de los re a lista s de
la Banda O rie n ta l y de las tro p a s portuguesas del B rasil.
449
Tam bién el triu n fo tu vo im p o rta n te s consecuencias p o lític a s , por cuan­
to Belgrano — que contaba con la sim patía de la Logia Lautaro— había de­
rrotado al invasor co n tra ria nd o d is p o s ic io n e s del g obierno y dem ostrado el
a c ie rto de los o p o s ito re s cuando pedían a u x ilio s para re m itir al E jé rc ito del
N orte. A los tre s días de conocerse la n o ticia del com bate en Buenos A ire s ,
el p rim e r T riu n v ira to fu e d e rrib a d o por la re vo lu ció n del 8 de octubre.
Batalla de Salta
Luego de la v ic to ria de Tucumán, el gobierno de Buenos A ire s ordenó
a Belgrano in ic ia r una o fe n siva hasta cerca del río Desaguadero, en el A lto
Perú.
M ie n tra s ta n to , el e jé rc ito de T ristán se había concentrado en Salta
hasta que cesara la esta ció n de las llu v ia s , para luego co n tin u a r sus opera­
ciones.
El 12 de enero de 1813, los e fe c tiv o s p a trio ta s in icia ro n su avance
hacia el n orte y a com ienzos del mes s ig u ie n te vadearon el río Pasaje,
cuyas aguas estaban m uy cre cid a s a causa de los fre c u e n te s aguaceros, por
lo que el cruce dem oró tre s días. Una vez en la o rilla opuesta, el 13 de
fe b re ro Belgrano hizo ju ra r a su e jé rc ito obediencia a la A sam blea general
reunida en Buenos A ire s y a la bandera b ic o lo r que tie m p o atrá s había
creado.
A pesar del mal tie m p o y de los m alos cam inos, los p a trio ta s p ro s i­
guieron su avance en d ire c c ió n a S alta. En las pro xim id a d e s de esa ciudad
se e nteró Belgrano de que e x is tía un sendero a tra vé s de una quebrada el
cual le p e rm itía atacar al enem igo por retaguardia. Bajo una copiosa lluvia,
las tropa s sig u ie ro n ese rum bo y el 19 de fe b re ro llegaron a la hacienda
de Castañares, una legua al n o rte de Salta.
El e jé rc ito re a lis ta m aniobró para colocarse en p o sició n de com bate y
el 20 de fe b re ro de 1813 se lib ró la im p o rta n te batalla de S alta.
Los e fe c tiv o s p a trio ta s — por p rim e ra vez marchaban a la lucha con la
bandera ce le ste y blanca— lograron quebrar la tenaz re s is te n c ia enem iga,
que recién se doblegó d e n tro de los m uros de la ciudad.
T ristán se co nvenció de la in u tilid a d de sus esfuerzos y o fre c ió a Bel­
grano la ca p itu lació n de las fuerzas re a lista s. El ú ltim o la concedió en té rm i­
nos dem asiado benévolos, pues a cam bio de e n tre g a r las arm as y bagajes,
los vencidos quedaban en co m p le ta lib e rta d , bajo el ju ra m e n to de que nunca
vo lvería n a luchar co n tra las P rovincias Unidas. Este rasgo de generosidad
por parte de Belgrano p e rju d ic ó el triu n fo , por cuanto el ju ra m e n to no fue
respetado.
P olíticam ente, la v ic to ria de Salta a le jó por un tie m p o el p e lig ro de una
Invasión enem iga, co n so lid ó al g o bierno de Buenos A ire s y d e sp e rtó el sen­
tim ie n to p a trió tic o .
En el orden m ilita r, el e jé rc ito re a lista s u frió un rudo golpe y la pérdida
de gran cantidad de m a te ria l b é lic o tam bién p re c ip itó la renuncia de Goyeneche.
La A sam blea del A ñ o XIII concedió a los o fic ia le s y soldados p a trio ta s
el uso de un d is tin tiv o con la s ig u ie n te in s c rip c ió n : La P atria a lo s vence­
dores de Salta. Regaló a B elgrano un sable con g uarnición de oro y la suma
de 40.000 pesos, que — con gran d e s in te ré s — no aceptó y dispuso d e s tin a r
a la creación de cu a tro escuelas p úblicas de prim e ra s le tra s en Jujuy, Tu­
cumán, S antiago del Estero y Tarija.
450
Segunda campaña al A lto Perú. Vilcapugio
D espués de la d e rro ta su frid a en S alta, los re a lista s se re tira ro n hasta
O ruro y quedaron a las órdenes del b rig a d ie r Joaquín de la Pezuela.
Por su parte, el e jé rc ito re vo lu cio n a rio avanzó lenta m ente y a m ediados
de ju n io de 1813 e sta b le ció su cu a rte l general en Potosí. En los prim e ro s
días de s e tie m b re , las tropas m archaron hacia el n orte hasta lle g a r a la
pampa de V ilca p u g io — llanura rodeada de altas m ontañas— donde Belgrano
e s ta b le ció su cam pam ento a la espera de co n ce n tra r todas sus fuerzas.
Enterado Pezuela de estos planes, re so lvió a n ticip arse y al am anecer
del 1? de o ctu b re de 1813 penetró con su e jé rc ito en la llanura de V ilca p u ­
gio. A pesar del ataque so rp re sivo , las tro p a s de Belgrano rechazaron el
c e n tro y el ala izquierda enem iga, pero luego se produjo una confu sión en
sus fila s , c ircu n sta n cia s que aprovecharon los re a lista s para vencerlos. Bel­
grano em p re n dió una ordenada re tira d a y acampó en el pueblo de Macha,
tre s leguas al n o rte de la pampa de A yohum a.
Ayohuma
Incansable en el c u m p lim ie n to de su deber, B elgrano re c ib ió algunos
refuerzos y reorganizó con rapidez sus tro pas. Enterado de que los re a lista s
avanzaban para e n fre n ta rlo , d e cid ió no e sq uivar el com bate, cuando la pru­
dencia le habría aconsejado en esas circu n sta n cia s em p render la retirada,
para c o n so lid a r sus posicion es y fa tig a r al enem igo.
Pezuela atacó a los p a trio ta s el 14 de n oviem bre de 1813 en la pampa
de A yohum a. Después de s o p o rta r un m o rtífe ro cañoneo y el fueg o cruza­
do de la fu s ile ría enem iga, el e jé rc ito re vo lu cio n a rio debió e n trega r las
arm as; la caballería se encargó de p e rse g u ir a los dispersos.
D ebido a este nuevo co n tra ste — más grave que el de V ilca p u g io — los
p a trio ta s debieron re tira rs e hasta Salta y en consecuencia se perdió por
segunda vez el A lto Perú. La R evolución volvía a quedar amenazada desde
el n orte.
Com bate de San Lorenzo
Enterado el segundo T riu n vira to que una escu a d rilla re a lista había zar­
pado con tro p a s de desem barco para in cu rsio n a r por las costas del Paraná,
co m isio n ó a San M a rtín para que al fre n te de un re g im ie n to de Granaderos
a C aballo im p id ie se la acción del enem igo.
El entonces coronel p a rtió a fin e s de enero de 1813 con 120 hom bres.
A tro te y galope el destacam ento sig u ió un d e rro te ro paralelo a las naves,
para e v ita r que la polvareda levantada por los caballos fu era observada
desde el río. Por su parte la flo tilla — 11 em barcaciones y más de 300 hom ­
b res— im pulsada por v ie n to fa vo ra b le co nsiguió adelantarse dos jornadas
sobre sus o c u lto s persegu ido res. El 30 de enero la flo tilla ancló fre n te a
San Lorenzo, v e in tis é is kiló m e tro s al n o rte de Rosario. Las costas altas
form aban una am plia barranca y en lo a lto de esa pla n icie , e ntre los arbus­
to s , em ergía el m ona sterio de San C arlos, convento de los re lig io s o s fra n ­
ciscanos.
A l caer la ta rde del 2 de fe b re ro , los granaderos llegaron a la posta de
San Lorenzo, donde cam biaron sus agotados caballos. A llí San M a rtín se
e n te ró de la a ctividad desplegada por el enem igo y tu vo el co nvencim iento
que e le g iría n esa zona para un desem barco.
451
El combate de San Lorenzo según un óleo de Pedro Blanqué. Se advierte al entonces coronel
San Martín en peligro de perder la vida al quedar su pierna apretada por el caballo que
montaba y que fue derribado.
San M a rtín se o c u ltó con sus e fe c tiv o s en el m o n a ste rio y al am anecer
del 3 de fe b re ro de 1813, los re a lis ta s — a las órdenes del com andante
A n to n io Zabala— avanzaron en d ire c c ió n al e d ific io . En esas circu n sta n cia s,
los gr