Crónica ambiental | agosto 2015 14 CON T E NIDO 16 16 28 32 33 34 04 CENTRAL Tras la pista de la vaquita marina Gerardo Lammers ARTÍCULO Embargo atunero: crónica de una infamia Ernesto Murguía GLOSARIO Acidificación La Redacción PA R A L I P Ó M E N O S La ecología oscura o la nueva visión de los vencidos (ii) Daniel Sánchez Poitevin ARTÍCULO Prisioneros del espectáculo Ágata Szèkely OPINIÓN CONSUMO INTELIGENTE Maru Monroy 38 Cómo nos tranquiliza sentirnos culpables por el ambiente Slavoj Žižek 08 OPINIÓN ¿Por qué miles de aves abandonan México? Enriqueta Velarde y Exequiel Ezcurra QUIÉN ES QUIÉN 12 Berta Cáceres: La voz del pueblo lenca 40 46 Natalia Álvarez 14 OPINIÓN El acuario del mundo Fedro Guillén Este producto fue impreso en papel Domtar Lynx White FSC de 118 g, 100% sustentable. Cuenta con el certificado del Forest Stewardship Council, lo que garantiza el uso responsable de los recursos naturales con que se fabrica. 48 P O R TA F O L I O S Huéspedes exóticos Vesta Mónica Herrerías MIS PRIMEROS DESASTRES Catarinas y cemento Gabriel Rodríguez Liceaga O B I T UA R I O Adiós, baiji Natalia Álvarez Crónica ambiental, año 2, No. 14, agosto 2015, es una publicación mensual editada por dn3 Comunicación sc. Chapultepec 540, interior 609, colonia Roma, delegación Cuauhtémoc, cp 06700, México, df. Teléfono 5514 1577. Editor responsable: Jorge Lestrade Sadurní. Número del certificado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2014-060613205000-102. Número issn 2007-994x ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud de Título en trámite, Certificado de Licitud de Contenido en trámite. Impresa en Servicios Profesionales de Impresión sa de cv. Mimosas 31, colonia Santa María Insurgentes, delegación Cuauhtémoc, cp 06430, México, df. Teléfono 5117 0100. Crónica ambiental tiene un tiraje mensual de 5 000 ejemplares; esta edición terminó de imprimirse en agosto de 2015. Distribución controlada. El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja el punto de vista de Crónica ambiental. Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial del material publicado sin consentimiento por escrito de Crónica ambiental. COL A BOR A DOR E S N ATA L I A Á LVA R E Z G A B R I E L R O D R Í G U E Z L I C E AG A Estudió Biología en la unam. Cursó diplomados en Gestión Ambiental y Conservación de aves acuáticas y humedales. Recientemente ha reunido su interés por la Biología y la Gastronomía coordinando proyectos relacionados con estos temas. Escritor. Ha publicado las novelas El siglo de las mujeres y Balas en los ojos, así como los libros de cuentos Niños tristes, Fiera de la Balbuena y Perros sin nombre, merecedor del Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí. PAU L B R AU N S Estudió en la Escuela Activa de Fotografía, el Centro Cultural Arte Contemporáneo y el Centro de la Imagen. Ha colaborado con firmas como Gatorade, Mercedes Benz, Disney, Opel, Honda, Pepsi y Adidas. Se especializa en retrato, publicidad, arquitectura y editorial. N ATA L I A S Á N C H E Z L OAY Z A Asistente de edición en la revista Etiqueta Negra. Dicta cursos de redacción y literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Sus trabajos han sido publicados en la revista Somos. E XEQUIEL EZCURR A Profesor de Ecología y Doctor por la Universidad Colegial de Gales del Norte; es director del Instituto para México y los Estados Unidos (uc Mexus) de la Universidad de California en Riverside. V E S TA M Ó N I C A H E R R E R Í A S Curadora, investigadora y editora independiente de proyectos fotográficos. Dirige Ediciones Ve y ha publicado Manuel Álvarez Bravo (Francia, 2012) y Mexican Portraits (Estados Unidos, 2012). P R I N C E L ÁU D E R Director de arte, ilustrador y artista visual; su trabajo está enfocado en la moda. Ha trabajado para Chanel, Givenchy, Vogue, H&M y Luisa Via Roma. M A R U M O N R OY Se ha desempeñado como reportera y editora en medios nacionales como Reforma, Travesías, Gatopardo, GQ, Forbes, Bleu & Blanc y Chilango. ERNESTO MURGUÍA Escritor, guionista y colaborador freelance en revistas de difusión científica; ganador del Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2007 y del Premio Nacional de Novela Rosario Castellanos 2012 por Sobredosis de neón para el señor Felicidad. DA N I E L S Á N C H E Z P O I T E V I N Estudió filosofía. Cofundador y editor de la revista La Peste. I elinfiernoson.blogspot.com ÁG ATA S Z È K E LY Periodista y escritora especializada en temas de salud y wellness. Sus artículos se publican en medios nacionales e internacionales, y han sido traducidos a varios idiomas. I S R A E L G . VA R G A S Diseñador editorial e ilustrador. Ha colaborado en revistas como Wired USA, Wired Italia, Expansión, Quo y Accent. Editor gráfico de las revistas Picnic, Yaconic, La Peste e Indie Rocks! behance.net/israelgevargas E N R I Q U E TA V E L A R D E Investigadora del Instituto de Ciencias Marinas y Pesquerías y de la Universidad Veracruzana. En 2014 recibió el premio de la National Geographic “Héroes por naturaleza”, por su trabajo en Isla Rasa. Autora de Islas del Golfo de California (México, 1988). DIREC TORIO DIRECCIÓN GENER AL Bárbara Hernández Edgar Chahín DIRECCIÓN EDITORIAL Jorge Lestrade [email protected] EDICIÓN Nora Torres [email protected] ASISTENTE EDITORIAL Mariana Ruiz-González [email protected] C O R R E C C I Ó N D E E S T I LO Israel Galina [email protected] DIRECCIÓN DE ARTE Carolina Mendieta [email protected] DISEÑO Lorenzo Vera [email protected] EDICIÓN DE FOTO Diego Treviño [email protected] EDICIÓN WEB Pablo Ampudia [email protected] D E S A R R O L LO W E B Víctor Lozano [email protected] A D M I N I S T R AC I Ó N César Puerta Higuita cronicaambiental.com.mx Crónica ambiental @cronicaambient CONSUMO INTELIGENTE POR MARU MONROY I @marumonroyv Adidas limpia los oceanos La compañía también dejó de entregar BOLSAS DE PLÁSTICO en sus tiendas. Esta firma de productos deportivos, en unión con la organización Parley for the Oceans, lanzó un nuevo modelo de tenis fabricados con redes de pesca recuperadas del fondo marino. Dichas mallas fueron extraídas por la asociación Sea Shepherd, que durante más de 100 días rastreó embarcaciones dedicadas a la pesca ilegal. La iniciativa comercial busca llamar la atención sobre la contaminación que existe en estos ecosistemas, y desarrollar proyectos que contribuyan con su limpieza. adidas-group.com A jugar Turista FOTOS: Cortesía de las marcas. con piezas de maiz sustentable La organización Sustainable Trip se distingue por ofrecer experiencias recreativas en destinos, hoteles y con proveedores preocupados por minimizar su impacto ambiental y apoyar a las comunidades en las que operan. Sus propuestas de viajes se hallan por América Latina y el Caribe, e incluyen bellos escenarios naturales donde los turistas pueden participar en programas de conservación de la flora y fauna local. Una de las principales preocupaciones de cualquier padre es que sus hijos se lleven a la boca juguetes tóxicos. Como solución a esta problemática, existe Playmais, un juguete fabricado en Alemania, hecho de Los RESIDUOS de la maíz y pintado con colorantes producción del juguete se REUTILIZAN para comestibles, que se ensambla generar ELECTRICIDAD. al mojar levemente las piezas. Además, es degradable y sirve como abono (disponible en la librería El Sótano de los Niños. Costo: $200 pesos). playmais.com sustainabletrip.org 4 Detente que voy pedaleando Aquellos ciclistas que buscan ser más visibles mientras pedalean en la oscuridad, pueden confiar en Cyclee; se trata de un reflector para bicicletas que proyecta imágenes con distintos mensajes sobre la espalda de los conductores. Este dispositivo se coloca en la base del asiento y las señales que emite pueden editarse a través de una aplicación telefónica. Primera ciudad flotante LOS INTERESADOS EN ALBERGAR ESTA URBE pueden aplicar en seasteading.org elnurbabayev.com Sustentable, flotante y autosuficiente son características que definen a la primera urbe desarrollada por el Seasteading Institute que, se calcula, estará lista en 2020 y que busca establecer comunidades autónomas oceánicas. Este proyecto contará con una población inicial de 250 habitantes e incluirá atracciones turísticas, un centro de investigación, viviendas y un parque industrial; asimismo, venderá energía eléctrica y agua limpia al país que la acoja (varias naciones están interesadas en alojar el proyecto). @Seasteading 5 Libro eres y en arbol te convertiras La PUBLICACIÓN está confeccionada con PAPEL RECICLADO. Mi papá estuvo en la selva, escrito por Gusti (reconocido ilustrador argentino), es un libro infantil que, por un lado, busca incentivar la lectura entre los niños y, por el otro, sensibilizarlos sobre el cuidado del ambiente. Pequeño editor, la casa que lo publica, creó este libro-árbol que se planta al terminar de leerlo, pues en sus tapas lleva incrustadas semillas de jacaranda; sólo debes mojarlo, ponerlo a la sombra y esperar a que germine para sembrarlo. pequenoeditor.com Metrópoli verde y vertical Bici solar El edificio tendrá 18 pisos (750 METROS DE ALTURA). Solar Bike, diseñada por el ingeniero danés Jesper Frausing, es un prototipo de bicicleta eléctrica que funciona como cualquier otra; la diferencia radica en que ésta emplea la luz natural para ponerse en movimiento. Mientras la unidad está estacionada, los rayos del Sol cargan los paneles que incluye; una vez en marcha, recurre a la energía almacenada en el motor. Alcanza una velocidad de 50 kilómetros por hora, y la electricidad que acumula rinde 70 kilómetros. El despacho italiano Luca Curci Architects proyectó una ciudad que será construida sobre el mar del Oriente Medio, y que estará soportada por una estructura modular rodeada de un sistema fotovoltáico que abastecerá las necesidades energéticas del inmueble. Con 200 000 metros cuadrados de áreas verdes —equivalentes a más de la mitad de la superficie de Central Park— y capacidad para acoger a 2 500 residentes, contará con comercios, oficinas, casas habitación y pisos subterráneos. solar-bike.weebly.com lucacurci.com 6 Casas de paja Nuevas soluciones a viejos problemas Una vivienda de 150 M2 cuesta 400 000 PESOS y se construye en OCHO SEMANAS. POR LAKE VEREA Existe un contenedor inteligente que está revolucionando los sistemas convencionales de recolección, almacenamiento y reciclaje de residuos a nivel mundial. Se trata de Bigbelly Solar: dispositivo cuya tecnología sorprende por su acierto; este nuevo “bote de basura” funciona sólo con energía solar y se comunica vía internet con una central que monitorea las condiciones y el contenido del equipo. Debido a que es hermético, evita que los líquidos producidos por los desechos se filtren en el suelo, e impide la aglomeración de fauna nociva (como insectos y roedores). Además, reduce considerablemente el número de viajes necesarios para acopiar y transportar la basura. Una de las características más interesantes de este sistema es que todos los materiales (orgánicos e inorgánicos) son compactados en el interior para lograr una mayor capacidad de almacenaje (recibe hasta cinco veces más desechos que un contenedor tradicional). CON PAJA. Straw Bale México es una iniciativa nacional enfocada en la construcción de viviendas con pacas de arroz que, a decir de sus impulsores, son un aislante natural muy resistente (similar al concreto). Esta técnica, que se popularizó en la década de los 90 en Estados Unidos, Europa y Australia como una alternativa inmobiliaria sustentable y de bajo costo, utiliza como materia prima residuos que, de otra forma, simplemente serían incinerados. bigbelly.com I @BigBellySolar 7 ARTÍCULO ¿POR QUÉ MILES DE AVES ABANDONAN MÉXICO? POR ENRIQUETA VELARDE Y EXEQUIEL EZCURRA 8 El aumento anómalo en la temperatura del mar y la gran presión que ejerce la industria pesquera local han alejado a grandes concentraciones de gaviota ploma y charrán elegante de sus sitios ancestrales de anidación en el Golfo de California. nivel internacional, México es reconocido por sus impresionantes agregaciones de especies migratorias, como la mariposa monarca (en Michoacán y Estado de México), la ballena gris (en Baja California Sur) y las aves marinas de Isla Rasa (en la Región de las Grandes Islas del Golfo de California). Además de importantes fuentes regionales de ingreso, estas colonias reproductivas son un escaparate mundial en el que se exhiben los éxitos nacionales en materia de conservación de recursos naturales. Por ejemplo, más de 95% de la población total mundial de charrán elegante (Thalasseus elegans) y de gaviota ploma (Larus heermanni) —más de medio millón de aves marinas— se reúnen cada año (de marzo a julio) para anidar en Isla Rasa. Desde que el naturalista L. W. Walker describió el fenómeno en 1951 en un destacado artículo de la revista National Geographic, este ecosistema ha sido imán y fuente de inspiración para turistas, naturalistas, productores de cine e investigadores. Tan es así que cruceros ecoturísticos de empresas internacionalmente famosas, como Lindblad Expeditions, llegan con regularidad a la región y dejan a su paso ingresos en Guaymas, Loreto y La Paz. Sin embargo, en ciertos años el arribo de tal cantidad de ejemplares no se ha concretado: en las últimas dos décadas las aves marinas han llegado fielmente a la isla en abril, como normalmente lo hacen, pero en ocasiones la han abandonado poco después, sin haber anidado. El primero de estos sucesos ocurrió en 1998, cuando El Niño colapsó el éxito reproductivo de las aves marinas a lo largo de todo el Pacífico oriental, desde Chile hasta Canadá. Luego, la deserción de la colonia en Isla Rasa volvió a ocurrir en 2003, pero sólo en el Golfo de California. A partir de entonces, el abandono de la colonia se ha vuelto un episodio con creciente frecuencia: 2009, 2010, 2014 y 2015. 9 FOTOS: Enriqueta Velarde. A CHARRÁN ELEGANTE FOTO: Michael Nolan. nombre científico: Thalasseus elegans. Según la nom-059, es una especie sujeta a protección especial. Vuelan en un radio de 50 kilómetros de su sitio de anidación en busca de alimento. ¿Qué está pasando? Los investigadores nos hemos preguntado a dónde van las aves, y cuál es la causa para que desistan de anidar en su ámbito histórico (el Golfo de California), en el que han encontrado cobijo y alimento por siglos, como lo demuestran las grandes acumulaciones de guano en las islas. Para encontrar las respuestas, un grupo de científicos de México y Estados Unidos (liderado por la autora de este artículo) se propuso analizar qué estaba sucediendo con los charranes elegantes, especie cuyo éxito demográfico es muy sensible a la disponibilidad de alimento y que es usada como indicador de la dinámica del océano. Los resultados,* publicados recientemente en la revista Science Advances de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (advances.sciencemag.org), señalan que el cambio en la oceanografía y la sobrepesca están produciendo, de manera combinada, el colapso ecológico de la Región de las Grandes Islas (rgi) en el Golfo de California. Por medio de censos de nidos en México y California, el estudio demostró que en las últimas dos décadas el charrán elegante ha expandido sus sitios de anidación desde el Golfo de California hacia las costas del sur de California, pero que dicho crecimiento fluctúa de un año al otro de manera irregular. Cuando los charranes perciben que las condiciones en el golfo son inapropiadas para asegurar su éxito reproductivo, emigran en busca de refugios alternativos, por lo que muchos acaban en el sur de California, incluyendo la Bahía de San Diego, la Reserva de Bolsa Chica y la Terminal de Contenedores del Puerto de Los Ángeles. La decisión de permanecer o emigrar está relacionada con el hecho de que durante los últimos 15 años el Golfo de California ha estado anómalamente caliente durante algunas temporadas. Cuando la temperatura de las aguas sube por encima de su media histórica, el agua superficial más cálida forma una tapa que impide que las aguas frías del fondo, ricas en nutrientes, afloren al exterior. La productividad marina disminuye y, con ella, decae también la disponibilidad de peces pelágicos menores —como sardina y anchoveta—, de los cuales se alimentan las aves marinas. Las imágenes de satélite muestran que estos pulsos de calor se han hecho cada vez más frecuentes en la rgi desde los inicios del milenio, en congruencia con las predicciones del Panel Internacional de Cambio Climático (ipcc) que vaticinan un incremento en la variación local de las temperaturas; es decir, anomalías térmicas locales cada vez más frecuentes, como las que han ocurrido alrededor de la Isla Rasa. Pero las anomalías térmicas son sólo parte de la historia. El estudio ade- * Enriqueta Velarde, Exequiel Ezcurra, Michael H. Horn y Robert T. Patton. “Warm oceanographic anomalies and fishing pressure drive seabird nesting north”, en Science Advances, 22 de junio de 2015. Vol. 1, No. 5. 10 más muestra que el colapso en el alimento de las aves se agrava con la reducción de la población de sardina generada por la captura intensiva en México. Al encontrarse sin alimento, las aves marinas dejan el golfo para dirigirse a la costa del sur de California donde la productividad del mar es mayor. La sobrepesca no sólo es un problema para las aves marinas; también es un inmenso conflicto económico para la flota pesquera, la cual, sin escuchar las voces de cautela lanzadas por científicos, aumentó su esfuerzo pesquero sin imponerse límite alguno, hasta capturar más de medio millón de toneladas de sardinas en 2009, para caer hasta cero en 2015, con graves consecuencias financieras para toda la región. El declive de las pesquerías impacta a las aves marinas, pero también afecta con fuerza a los mamíferos marinos, los peces mayores y a las poblaciones humanas del Golfo de California, ya que actividades como la pesca ribereña y la deportiva, el buceo deportivo, el ecoturismo y sus industrias conexas ya están siendo dañadas por la devastación de la base del ecosistema. La mayor frecuencia con que actualmente se producen las anomalías cálidas en la temperatura superficial del agua en el Golfo de California, aunada a la sobrepesca de sardinas y otros peces pelágicos menores, fuerzan a las aves marinas a alejarse en busca de ambientes más productivos, aun cuando esto represente abandonar su sitio ancestral de anidación a favor de entornos altamente transformados por la industrialización, como la Bahía de San Diego o la terminal de contenedores del Puerto de Los Ángeles. Por un lado, estos resultados obligan a México a redoblar esfuerzos para lograr acuerdos concretos en el Convenio de Cambio Climático, pero, por otro lado, nos orillan a repensar nuestra estrategia pesquera en términos más sustentables, porque el análisis además nos muestra que no es posible seguir extrayendo peces del océano como si fueran un recurso inextinguible sin enfrentar, más temprano que tarde, serias consecuencias para todo el ecosistema y las economías regionales y nacionales que dependen de él. Cuando la temperatura del Golfo de México aumenta, las aves marinas buscan refugio en las aguas del sur de California. ARTÍCULO 11 ¿Por qué miles de aves marinas abandonan México? ILUSTRACIÓN: Prince Láuder. QUIÉN ES QUIÉN Berta Cáceres: La voz del pueblo lenca POR NATALIA ÁLVAREZ I @Pimiientta 12 G lobal Witness es una ong internacional cuyo objetivo es revelar información contundente sobre corrupción, violación de derechos humanos y violencia ligada con la explotación de recursos naturales; en su informe ¿Cuántos más?, dado a conocer en abril pasado, expone cifras escandalosas y preocupantes relacionadas con el ambientalismo: tan sólo el año pasado ocurrieron 116 muertes de defensores de la natureza a nivel mundial, y tres cuartas partes de éstas tuvieron lugar en Centro y Sudamérica; con 101 asesinatos entre 2010 y 2014, Honduras se posicionó como el país más peligroso para los protectores del ambiente. En foros globales, los gobiernos discuten sobre el cambio climático y sus estrategias de acción, pero pocas veces concretan algo trascendental; sin embargo, de pronto nos llegan historias como la de Berta Cáceres, en la que la fuerza de esta mujer logró salvar una comunidad entera de su país natal. Después del golpe de Estado en 2009, el Congreso Nacional de Honduras aprobó la Ley General de Aguas, que hizo posible la concesión a terceros de los recursos hídricos de esa nación. Para el caso que ahora nos ocupa, la empresa de capital hondureño Desarrollos Energéticos promovió la construcción de Agua Zarca, proyecto hidroeléctrico que sería ejecutado por Sinohydro, la compañía china constructora de represas más grande a nivel mundial, con fondos del Banco Centroamericano de Integración Económica. En principio, podría parecer una iniciativa de provecho, encaminada a la generación de energías limpias; no obstante, fue cuestionada por la comunidad lenca (la mayor etnia indígena de este país) cuyos integrantes se enteraron del proyecto hasta que vieron maquinaria pesada acercarse al río Gualcarque (afluente del río Ulúa), hecho que implicaba una clara violación a sus QUIÉN ES QUIÉN “Nos consideramos custodios de la naturaleza, de la tierra y, sobre todo, de los ríos”. derechos debido a que el montaje de la obra representaría la inundación de sus tierras de cultivo. Berta Cáceres no se quedó a observar los hechos: concentró la voz que se alza por la justicia social, la defensa de los recursos naturales, los derechos de la mujer y de los pueblos indígenas. Como fundadora y coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, unió a las comunidades lencas para expresar su inconformidad votando en contra del proyecto durante los cabildos creados por los gobiernos municipales de la zona, así como en el marco de la Asamblea Indígena, que se ampara en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales. Las protestas fueron subiendo de tono, y a pesar de ser madre de cuatro hijos, las amenazas de muerte a ella y a su familia no la doblegaron; tampoco el asesinato de uno de sus compañeros de lucha. Las movilizaciones pacíficas que dirigió consiguieron detener definitivamente la obra, desincentivaron a los inversionistas y atrajeron la atención de la opinión pública a nivel internacional. Esta lucha la hizo acreedora del Premio Ambiental Goldman para América Central y América del Sur 2015, conocido también como el Premio Nobel Verde. Actualmente, continúa encabezando movimientos locales en favor de los derechos del pueblo lenca. 13 Berta Cáceres: la voz del pueblo lenca OPINIÓN El acuario del mundo H ace unas semanas comentaba con un reconocido actor de muchos lances ambientales en el país —y además muy querido por mí—, acerca de la enorme paradoja asociada con la falta de políticas ambientales en relación con nuestras zonas costeras y regiones marinas nacionales. Si bien en México existe una secretaría que regula la pesca y un instituto que supuestamente define acciones de conservación, es evidente que los resultados son magros, como puede apreciarse en la devastación de manglares o en el uso de artes de pesca depredadores que han puesto en serio riesgo de extinción a especies como la vaquita marina en el Alto Golfo de California. Quizá uno de los lugares más bellos de nuestro país y que mayores riquezas naturales contiene (Jacques Cousteau lo llamó “el acuario del mundo”) es el Mar de Cortés o Golfo de California, como usted prefiera, querido lector. Este paraíso marino se extiende a lo largo de poco más de 1 200 kilómetros entre la península de Baja California y los estados de Sonora y Sinaloa. Los primeros españoles que llegaron a México creían que era una isla, cosa que ocurrirá en algunos millones de años cuando la península, debido a la falla de San Andrés, se separe por completo del continente. En el Golfo están distribuidas muy diversas islas, que son Patrimonio de la Humanidad, entre las que se cuenta isla Tiburón, la más grande de nuestro país. Debido a su ubicación, este extraordinario ecosistema es muy rico en nutrientes, lo que favorece una enorme diversidad biológica que incluye múltiples variedades de mamíferos marinos y cetáceos (como la vaquita), así como aves, reptiles y más de 800 especies de peces, con un alto porcentaje de endemismo; es decir, organismos que habitan únicamente en esa zona del planeta. Las propiedades oceanográficas de la zona la han convertido en un espacio privilegiado para la investigación científica, y la difusión de su belleza natural ha atraído oleadas crecientes de turistas que visitan las islas que componen la región y conviven con la fauna marina. Inicié esta colaboración expresando mi azoro ante la falta de políticas de protección de dichos santuarios; es incomprensible que no exista una secretaría de costas y mares que vele por la sustentabilidad de nuestros casi tres millones de kilómetros cuadrados de regiones marinas nacionales. Esta inacción arriesga un patrimonio natural invaluable. En el Mar de Cortés se deben regular las amenazas asociadas a la pesca sin control o al turismo no reglamentado, y esto sólo puede lograrse creando los estudios que lleven a un programa de manejo y a un decreto que venturosamente el Presidente Peña anunció apenas el 10 de julio de este año. Esperemos que no sean palabras al viento regidas por coyuntura política y representen un verdadero compromiso de atención. El tristísimo caso de la vaquita marina no da mucho lugar para la esperanza… al tiempo. POR FEDRO GUILLÉN I @fedroguillen Doctor en Ciencias y articulista; autor de los libros Crónica alfabética del nuevo milenio y La sala oscura. 14 5 CENTRAL Tras la pista de la vaquita marina POR GERARDO LAMMERS I FOTOS: PAUL BRAUNS (ENVIADOS) Encantadora criatura del Alto Golfo de California, la vaquita marina corre severos riesgos de desaparecer para siempre. Las alarmas internacionales están encendidas y el gobierno mexicano ha puesto en marcha una ambiciosa estrategia de emergencia para salvarla, que incluye a las comunidades de pescadores que habitan esta región, entre Baja California y Sonora. Crónica ambiental viajó hasta el puerto de San Felipe para lanzarse en busca de este mamífero, el más pequeño de los cetáceos del planeta. 16 Comunidades ribereñas. Área de refugio para la protección de la vaquita (Phocoena sinus). “ ¡Estas vaquitas que no quieren verse!”, dijo Martín Sau con ese acento desparpajado que tienen los norteños, aprovechando que nuestra embarcación, la panga Pepe Campoy, tenía el motor apagado. El día anterior se había reportado marejada, pero este lunes 7 de julio, el mar amaneció tranquilo y el cielo mayormente despejado; de otra forma no hubiéramos salido en este pequeño bote, similar en tamaño y potencia a los de la mayoría de los curtidos pescadores que aquí abundan y que por estos días se han mostrado contrariados, pues hace sólo unas semanas —el 17 Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado. Zona de suspensión temporal del uso de redes de enmalle. jueves 16 de abril— que vino el presidente Peña Nieto a ratificar una suspensión de dos años a la pesca con redes agalleras en el Alto Golfo de California, a cambio de un subsidio de 540 millones de pesos anuales, con el propósito de evitar la extinción de la vaquita marina, una peculiar marsopa endémica, encantadora para quienes han tenido el privilegio de verla. Una semana después, un velero de la Sea Shepherd Conservation Society realizaría el más reciente avistamiento, en algo que esta organización bautizó como la “Operación milagro 2015”. El video —disponible en cronicaambiental.com.mx— mues-tra un acercamiento a un mar en calma, de donde surge de pronto una aleta afilada y oscura que, al cabo de tres o cuatro segundos, desaparece. El subsidio a los pescadores de estas comunidades es parte de una estrategia que contempla el desarrollo sustentable integral —que incluye la experimentación y uso de nuevas artes y métodos de pesca—, así como el reforzamiento de la supervisión y vigilancia, a través de aviones no tripulados y lanchas que patrullan la zona. Además de la causa conservacionista, esta suspensión está motivada por presiones internacionales —de gobiernos como el de Estados Unidos, a través de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (noaa), la Comisión de Mamíferos Marinos, y organismos como la Comisión Ballenera Internacional (que agrupa a 80 países) y Greenpeace— que con el paso del tiempo se agudizan y que se traducirían, como lo señalan todos los funcionarios y académicos entrevistados para este reportaje, en el peor de los casos, en un embargo pesquero, como el que en 1991, a propósito de los atuneros mexicanos que atrapaban delfines de manera incidental en sus redes, golpeó a Ensenada. Llevábamos poco menos de tres horas mar adentro en el Alto Golfo de California, a unas 56 millas náuticas del puerto de San Felipe, un pueblo de pescadores, pero de la vaquita marina ni sus luces. Hacía rato que nos encontrábamos en el polígono protegido (2 235 km 2), la zona donde se han producido más avistamientos desde que la vaquita marina —especie descubierta apenas en 1958, cuando el científico estadouni- Situación crítica La vaquita marina es una especie tímida que suele nadar en parejas; de ahí que las posibilidades de avistamiento sean aún menores. Por tal motivo, los censos se establecen a partir de registros acústicos que permiten a los científicos determinar un número estimado de ejemplares. De acuerdo con información proporcionada por Luis Fueyo McDonald, quien estuviera al frente de la Conanp de 2010 a abril de 2015, en los últimos dos años hubo un declive de 42% en la cantidad de grabaciones, lo que coloca a este mamífero marino en peligro inminente de extinción. La disminución ha sido así: EN 2008 había 250 ejemplares. EN 2014 había 100 ejemplares. Mayo 2015: había 80 ejemplares. Además: Se necesitan entre 15 y 17 años para alcanzar los 250 individuos, y 20 más para llegar a los 1000 (sólo con esta cifra la vaquita marina dejará de estar en riesgo). La vigilancia en las zonas de avistamiento corre a cargo de 17 patrullas marinas, tipo Comander FC-33. Estas embarcaciones impiden la presencia de pescadores ilegales. 18 dense K. S. Norris encontró varios cráneos en alguna playa cercana— comenzó a ser estudiada por los científicos. Hace apenas unos minutos que fuimos interceptados por un buque de la Marina que se acercó casi al filo del encontronazo. Un grumete uniformado con cara de pocos amigos pidió que nos identificáramos, como parte de las nuevas tareas de vigilancia para impedir la presencia de pescadores ilegales. No bien ingresamos a esta área de líneas imaginarias, Ramón Arozamena, uno de los guardaparques de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), que venía a mi lado, agarrado de la estructura que resguarda la zona de controles, acercó su cabeza para decirme en un tono lo suficientemente alto para sobreponerse al ruido del vehículo, con un aire solemne y viéndome a los ojos: “Ésta es la casa de la vaquita”. Un lobo marino nos había seguido a una distancia prudente, esperando que le arrojáramos comida, según especuló el biólogo Francisco Valverde, el otro guardaparque de la Conanp, el de mayor experiencia y conocimiento, y quien funge como capitán de la panga. Poco antes de arribar a la Roca Consag, refugio de decenas de éstos —un peñón de 90 metros de altura que parece nevado; en realidad, está cubierto de guano de aves como el pelícano y el pájaro bobo de patas azules— nos salió al paso una caguama despistada que, al darse cuenta de nuestra cercanía, se sumergió en las turbias aguas. Paul, el fotógrafo germano-chilango con el que viajé desde la Ciudad de México, se arrojó de inmediato, como un guardameta, a la proa para realizar varios disparos con su cámara. Pero de la aleta casi mítica de la vaquita marina (Phocoena sinus) —que a diferencia de los delfines, no salta—, nada. Sabíamos que avistar a una de estas pequeñas y tímidas marsopas en peligro de extinción —que deben su nombre a sus peculiares manchas alrededor de ojos y boca y que se alimentan de calamares y peces pequeños— sería algo extraordinario. Según el último ejercicio estadístico del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (Cirva), quedan menos de 100 ejemplares. Sin embargo, a decir de Luis Fueyo, extitular de la Conanp, el número se ha reducido a sólo 80. “(Las vaquitas marinas) se dejan oír, pero no ver”, agregó Sau, director de la Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, un tipo moreno, sólido como uno de estos peñones y de un humor chispeante, ecólogo originario de Hermosillo. Su comentario alude a lo que en la proa de la panga sucede: Valverde y Arozamena jalan la cuerda con el ancla que hace unos minutos arrojaron a las profundidades. Toman un descanso y siguen jalando. Cuando el ancla por fin sale a la superficie, tiene enganchado un artefacto tubular de poco más de medio metro con una etiqueta que lleva el número 2258. Se trata de uno de los más de 50 hidrófonos; es decir, micrófonos submarinos que se han instalado para monitorear a las vaquitas. Se sabe que este 19 mamífero —no mayor al metro y medio y de 35 kilos, catalogado como la más pequeña de las marsopas—, que suele andar en parejas, se comunica por medio de chasquidos. El biólogo Valverde pone el aparato en una tina de plástico y enseguida lanza, atado a otra ancla negra, más pequeña que la anterior, un nuevo micrófono al mar. Cada uno de éstos tiene un chip donde quedan almacenadas las grabaciones que son analizadas por un equipo de expertos. El constante monitoreo acústico de la vaquita es una parte del complejo y enorme esfuerzo que las autoridades mexicanas están haciendo para evitar que esta huidiza y —a los ojos de los afortunados que la han visto— simpática especie se borre para siempre del mapa mundial. Entrevistado algunos días después, en el nivel 37 del edificio donde aún están las oficinas de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), al sur de la ciudad de México, Rafael Pacchiano, director del Programa para la recuperación de la vaquita marina, dirá que éste es un esfuerzo intersectorial sin precedentes en el que participan no sólo el Instituto Nacional de Pesca (Inapesca), la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (inecc) y la Procuraduría de Protección al Ambiente (Profepa), sino también la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y los gobiernos de Baja California y Sonora; además del Instituto Nacional de Migración (inm) y aduanas, así como organizaciones no gubernamentales como Noroeste sustentable; sin faltar, claro, las propias comunidades de pescadores de las dos pesquerías más importantes de la zona: San Felipe y Golfo de Santa Clara. La gravedad del problema es tal que la propia Semarnat le ha pedido a la Secretaría de Marina se haga cargo de coordinar el programa, la cual, a su vez, ha solicitado la participación del Ejército, de la Policía Federal y del propio Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). ¿A qué se deben tantas agencias involucradas? Bueno, dirá Pacchiano, entre otras cosas a que en el Alto Golfo se ha detectado la presencia de pescadores ilegales, que usan las ya mencionadas redes agalleras donde fácilmente se pueden enredar y morir por asfixia las pocas vaquitas marinas que aún quedan: “Nuestros inspectores —de Semarnat y Profepa— van armados con un block de actas y una pluma; y estos cuates pescan con AK-47”. Aterrizamos en el diminuto aeropuerto de Mexicali el sábado 4 de julio, una fecha especial en más de un sentido para la gente que vive en la frontera. Poco antes de bajar del avión y recibir el golpe seco de calor que les da una bienvenida asfixiante a los recién llegados, comencé a charlar con el pasajero que venía a mi lado: buscaba una recomendación de algún lugar para comer. Aquel tipo era un ingeniero nativo de la capital bajacaliforniana; nos sugirió uno de las docenas de restaurantes chinos que tapizan la ciudad, al que añadió el número preciso del menú que, según él, debíamos ordenar. La extracción, acopio, transporte, posesión y comercio de especies marinas protegidas se castiga con 12 años de cárcel y multas de hasta tres millones de pesos. Cuando se enteró que Paul, el fotógrafo, y yo nos dirigíamos a San Felipe y al Golfo de Santa Clara para investigar sobre la vaquita marina, nos propuso contactar al académico Alberto Tapia Landeros, quien escribe la columna “Ecoanálisis” en La Crónica de Mexicali. Planteó también una idea que al final del viaje resultó reveladora: ir a un sitio llamado Coco’s Corner, ubicado después del poblado de San Luis Gonzaga, algunos kilómetros al sur de San Felipe. El dueño del lugar, Coco, es un hombre que sabe mucho de la región y seguramente va a saber de la vaquita marina, dijo. También nos habló sobre un pescado famoso de la zona: la totoaba. Entre bromas y veras, nos dio un consejo: que no se nos ocurriera ordenar totoaba, pues seríamos mal vistos (es un pez en veda desde 1975). En vez de ir al establecimiento chino, enfilamos a San Felipe; al llegar, luego de atravesar la majestuosa Sierra de San Pedro Mártir con sus paisajes lunares, nos encontramos —a una cuadra del malecón— con el restaurante La Vaquita Marina. Aunque con los mi- Principales acciones en favor de la vaquita marina: 1955 Establecimiento de la zona de refugio para todas las especies (desde la desembocadura del Río Colorado hasta el estero Santa Clara, en Sonora). abril 2015 Suspensión temporal de la pesca comercial en el norte del Golfo de California. 1975 Veda indefinida para la totoaba. 2008 Lanzamiento de la Estrategia Integral para el Manejo Sustentable de los Recursos Marinos y Costeros en el Alto Golfo de California (Pace-Vaquita) 20 1992 Creación del Comité Técnico para la Preservación de la Vaquita y la Totoaba (ctpvt). 2005 - Establecimiento del Área de Refugio para la protección de la Vaquita. - Publicación del Programa de Protección para la Vaquita. Las imágenes de totoabas casi del mismo tamaño que sus pescadores reflejan la gran riqueza natural que albergaron las aguas del Mar de Cortés. 1993 Decreto de la Reserva de la Biosfera del Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado. 1994 Publicación de la NOM-059-ECOL-1994 que clasifica a la vaquita como especie en peligro de extinción. 2001 1997 Inicio de operativos de inspección y vigilancia coordinados por Profepa. Creación del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (cirva). 21 nutos nos arrepentíamos de no haber elegido el cuarto refrigerado que nos ofreció la mesera cuando entramos, decidimos aliviar el bochorno con pescado frito y cervezas. Al atardecer, el malecón se inundó de pick ups, y la playa, de gente y… cuatrimotos. Y música de banda. Y ruido. Demasiado ruido para un lugar que ha sido declarado Reserva de la Biosfera. No tardó en comenzar la pirotecnia, celebrando la independencia de Estados Unidos. Aquel bombardeo, violento, sin ton ni son, era definitivamente nocivo para cualquier aparato auditivo que estuviera varios kilómetros a la redonda, incluido, estábamos seguros, el de las vaquitas marinas que tenían una razón más para irse más lejos. Al día siguiente fuimos a desayunar. El lugar había amanecido en completa calma luego de las fiestas. A las ocho de la mañana el Sol ya caía a plomo. Por sugerencia del biólogo Valverde, fuimos a Rosita’s. Puede que ahí preparen los mejores huevos con machaca de este pueblo de más de 20 000 habitantes, que en 1930 era tan sólo un embarcadero que reunía a 300 pescadores; en 1939 se convirtió en pesquería; y para 1980, en puerto. El restaurante tiene las paredes cubiertas de fotografías de todo tipo: chicas en bikini, personajes de la farándula, atardeceres y, en una de sus esquinas, recuerdos de los célebres concursos de pesca deportiva que aquí se llevaban a cabo. En particular me llamó la atención una serie de imágenes en blanco y negro, fotocopiadas tal vez de algún diario o revista, donde vimos, por vez primera en el viaje, ejemplares gigantescos de totoabas. Algunos de estos pescados colgados de ganchos, con una apariencia prehistórica, eran de la misma altura que sus pescadores. Cuando le pedimos más información a la mesera, una chica morena muy gentil, fue a preguntar a la mujer de la caja. Regresó para aconsejarnos visitar una exposición fotográfica sobre la totoaba, montada en la biblioteca de San Felipe. Ese día habíamos decidido ir en busca del mentado Coco’s Corner y, de pasada, visitar el Valle de los Gigantes, ese hermoso lugar en el desierto donde se pueden ver familias de saguaros —cactáceas típicas de la zona— de hasta cuatro o cinco metros de altura. Antes de salir a carretera, me di una vuelta por las tiendas de artesanías que estaban abiertas. Sentí curiosidad por saber hasta qué punto la vaquita marina formaba parte del imaginario del lugar. Pregunté en uno de esos puestos de objetos hechos de conchitas. Vi llaveros oxidados de sirenas, tiburones y delfines, pero no tenían un solo objeto representando a la vaquita. Después me metí en una pequeña boutique donde vendían ropa y bisutería. La mujer que me atendió me mandó a un local de artículos de vidrio soplado que había a la vuelta, sobre la avenida del malecón. Ahí conocí al artesano Antonio Badillo que, aunque aprendió la técnica del vidrio soplado en Tonalá, Jalisco, nació en Apizaco, Puebla. Ahí mismo, sobre la calle, a la vista de todos, se sienta en un banquito a trabajar las figuras con su soplete. De nueva cuenta, vi delfines, tiburones, ballenas, pero ninguna vaquita 22 Encontrar a la vaquita marina es una misión imposible en San Felipe, por lo que es necesario conformarse con pequeñas réplicas hechas por artesanos del lugar. marina. Cuando le pregunté, me dijo que no tenía. “Pero te puedo hacer una”. Cuando me la entregaron descubrí que el artesano había hecho una creación fantástica, producto de su imaginación. La expedición para buscar a la vaquita marina me tenía un poco nervioso. Sobre todo cuando me enteré de que nos internaríamos en el mar en lo que consideré una frágil y bamboleante lanchita —una panga— de a lo mucho cinco metros de eslora. Me imaginé vomitando sin parar en un mar infestado de tiburones y orcas. La cualidad turbia de las aguas del Alto Golfo, ocasionada por la desembocadura del Río Colorado, que baja desde Estados Unidos y se interna —aunque hace décadas que lo hace a cuentagotas— en el territorio mexicano, hizo de esta parte del Mar de Cortés una zona rica en nutrientes y, por lo tanto, en fauna. Ése es uno de los tantos factores que influyeron para que se desarrollaran especies endémicas como la vaquita marina, la totoaba y la curvina golfina. Antes, sin embargo, nos reunimos en las oficinas de la Conanp, a un costado de La Vaquita Marina, el restaurante, en un edificio un tanto abandonado que alguna vez fue un mercado de pescados y mariscos. Ahí nos encontramos con Martín Sau, el director de la Reserva del Alto Golfo, cia—, desde 2012 se detonó una fiebre en la pesca ilegal de totoaba, principalmente por el mercado negro chino que ha pagado hasta en 10 000 dólares —en playa, lo cual hace suponer que el precio final en Asia es mayor— el kilo de vejiga natatoria de totoaba, a la que se le conoce popularmente como “buche”, y a la que se le atribuyen propiedades medicinales y afrodisíacas. quien venía especialmente de San Luis Río Colorado, en la frontera, para platicar con Crónica ambiental. Pegado en uno de los muros, me encontré con un recorte de periódico, con una nota publicada el miércoles 21 de septiembre de 2011 en el diario regional La Crónica: “Avistan nueve vaquitas marinas en Alto Golfo de California”, acompañada de una fotografía donde se aprecia un mar en calma, azul turquesa, en el que sobresalen tres aletas dorsales, delgadas, y un par de lomos apenas asomándose. Sau, enfundado en su uniforme —una camisa en color azul cielo y un pantalón café—, comenzó a hablar aceleradamente y a sacar un documento tras otro, mientras yo intentaba tomar notas. Lo recuerdo mostrándome una fotocopia donde aparece una vista aérea de la figura del polígono de protección de la vaquita, más cargada hacia el lado de San Felipe, en Baja California, que a Puerto Peñasco, en la otra orilla del Alto Golfo, en Sonora. A final de cuentas, una construcción mental, humana, que podrá tener la forma de un corral, pero al que es imposible ponerle murallas para asegurar el cuidado de una especie en peligro. Más tarde, durante la comida, Arozamena, el fortachón guardaparque que presume ser nieto de la primera mujer nacida en San Felipe —Rosa Albina Castro— explicaría los motivos por los que no zarpamos esa mañana con un lugar común tantas veces repetido, que no por eso deja de ser cierto: “Al mar hay que tenerle respeto”. Las ganancias económicas obtenidas por la venta del buche de totoaba son tan lucrativas que atrajeron el interés del crimen organizado. Lo que se conoce hasta el momento, según explicó Tapia Landeros en entrevista telefónica, es que hace más de un siglo que los chinos saben que la vejiga de totoaba es muy parecida, en sabor y propiedades, a la vejiga de un pez asiático muy apreciado: la bahaba. De hecho, se especula que de ahí viene la palabra totoaba que, contra lo que se podría suponer, no tiene relación con la cultura de los indios cucapá que habitan esta parte de Baja California. La desenfrenada entrada del capitalismo en China provocó un aumento de proporciones estratosféricas en la demanda de vísceras exóticas, como la de la totoaba, con las que preparan —luego de ponerse a secar— sopas que se ofrecen en ocasiones especiales a invitados más especiales aún. Se habla también de que hay restaurantes chinos tanto en América como en Asia que ofrecen estas sopas por “debajo del agua” a ciertos clientes distinguidos. Las ganancias económicas obtenidas por el buche de totoaba son tan lucrativas que atrajeron el interés del crimen organizado —varios pescadores entrevistados mencionan a narcotraficantes provenientes de Sinaloa—, el cual, con la complicidad de algunos nativos, terminó por hacer suyo este negocio ilegal. A partir de las detenciones de traficantes de estas vejigas, tanto del lado mexicano como del estadounidense, especialistas como Tapia Landeros, especulan sobre la existencia de al menos dos rutas hacia el gigante asiático: una saliendo de Ensenada y la otra, de San Francisco. La exposición concluía con un par de notas policiacas: delincuentes que han sido aprehendidos con buches de totoabas. ¿Y qué tiene que ver todo esto con la vaquita marina, la cual, por cierto, no aparece ni mencionada en la edición de 1989 del Diccionario Enciclopédico de Baja California que hay en la biblioteca? En la exposición La totoaba: gigante del Alto Golfo de California había una fotografía que, por muchas razones, era la más impactante de todas: una imagen en blanco y negro, un tanto difusa, publicada por la revista National Geographic, en la que se ve a un hombre con el agua hasta las rodillas, tratando de pescar totoabas con las manos. Fue tomada en 1943 en alguna orilla cercana. En el texto que acompaña a la imagen, escrito por Alberto Tapia Landeros —el académico al que me sugirieron buscar en el avión—, el curador e investigador de la muestra, asegura que en realidad se trataba de delfines que se quedaron varados en su intento de seguir a un cardumen por aguas someras. Sean delfines o totoabas, la foto es una constancia de la extraordinaria abundancia que llegaron a albergar estas aguas. La muestra, organizada por la Universidad Autónoma de Baja California a través del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, funciona como un llamado a la concientización de los pescadores de la zona. Aunque la pesca de esta especie está prohibida desde los años 70 y no obstante que científicos mexicanos han conseguido su reproducción en cautiverio —lo que en principio aseguraría su sobreviven23 — ¿Hay mucho totoabero? — Mucho. Yo no entiendo por qué la autoridad no hace su chamba. — ¿Hay pescadores que dan “mordida”? — Es lo más fácil. En opinión de este líder, el problema no se solucionará si no se amplía la vigilancia y si no se endurecen severamente los castigos. Hasta ahora, la pesca ilegal no está tipificada como delito grave en nuestro país. La razón principal del decrecimiento poblacional de la vaquita (y de su probable extinción) está relacionada con la pesca ilegal de totoaba. Las redes usadas para pescarla son las mismas en las que terminan enredadas, de manera incidental, las marsopas. Ramón Franco, de 63 años, es presidente de la Federación de Cooperativas Ribereñas Andrés Rubio Castro, que agrupa 14 asociaciones de pesca. Antes de dedicarse a dicha labor, este hombre —originario de Durango— que exhibe desde el primer momento su don de gentes, fue pescador en buques de altura desde los 11 años. Nos recibe en su modesta oficina, en el centro de San Felipe. Su lugar de trabajo está adornado por un clásico velero a escala y varias fotografías. En una de ellas aparece abrazado por el exgobernador José Guadalupe Osuna Millán. Pegada a la pared con cinta adhesiva hay una fotocopia a color con dos imágenes: a la izquierda, una totoaba con brillos plateados y un apunte con marcador: esta especie tiene cuatro orificios en la mandíbula inferior; la imagen contigua muestra dos buches de este animal, entre rojizos y color carne, con el señalamiento de que su característica principal es el olán que la masa oblonga tiene alrededor. Contra esquina, bajo el silencioso equipo de aire acondicionado, un tanto escondido, hay un póster de un par de vaquitas marinas dibujadas al modo naturalista: madre e hija, como un par de ballenitas. Para Franco no hay duda: la razón principal del decrecimiento poblacional de la vaquita (y de su probable extinción) está relacionada con la pesca ilegal de totoaba. Las redes usadas para pescarla son las mismas en las que terminan enredadas, de manera incidental, las marsopas. El líder explica que los pescadores nada ganan con capturar vaquitas marinas, pues es un animal sin valor comercial. “He tenido la dicha de verla varias veces y puedo decir que cuando te la encuentras es un animalito tan simpático que no te dan deseos de matarlo”, dice. Conocedor de las artes y hábitos de los pescadores en el Alto Golfo, Franco lo explica de este modo: “(los pescadores ilegales) se van en la mañana, tienden las redes y regresan al otro día”. 24 Además de San Felipe, la otra gran comunidad de pescadores afectada por la suspensión de pesca de dos años, es Golfo de Santa Clara, en el estado vecino de Sonora, con una población de 10 000 habitantes. Después de la expedición que hicimos —en la que no registramos ningún avistamiento de vaquita marina—, viajamos por tierra hasta esta población ubicada en las proximidades del delta del Río Colorado, en un territorio aún más desértico. Yo había preguntado por la vaquita marina a todo aquel pescador, funcionario o investigador que tuvo la posibilidad de verla en el mar, viva de preferencia: ¿Cómo es en realidad la vaquita marina? ¿Por qué hay pescadores que han dicho que ya no existe? No bien acabábamos de instalarnos en un hotel a la orilla de la playa, cuando llegó a buscarnos en una cuatrimoto Iram García, un ingeniero pesquero que hace siete años trabaja en la Conanp. “¿No la han visto?”, preguntó refiriéndose a la vaquita. “Parece artificial, como si fuera un salvavidas de plástico”. Por la noche, visitamos a Mario García, uno de los contados expescadores que aprovecharon desde 2008 la oferta del gobierno para entregar sus redes, sus botes y adoptar otro modo de vida (aunque parezca que el asunto es nuevo, las autoridades mexicanas llevan varios sexenios empujando distintos programas de protección a la vaquita marina), inserto en lo que se conoció como el Programa de Acción para Conservar Especies (pace). En su caso, aprovechó los subsidios otorgados para construir cabañas que, en principio, contribuirían a desarrollar el turismo en la región. El problema es que el turismo, como la pesca, se acabó o es insignificante. Primero dejó de venir la gente de Estados Unidos y ahora, con la suspensión, dejaron de venir los compradores de camarón y, en fechas más recientes, hasta los inspectores. La criminalidad, dijo, ha aumentado de forma notable. Durante sus años como pescador, más de 20, en embarcaciones mayores —barcos camaroneros que permanecían varios días en el mar—, nunca vio una vaquita marina, por lo que para él es una cuestión de fe: “Salimos del agua por la protección a la vaquita; creímos en ella. Yo no la he visto, pero si existe, pues qué bueno”. Carlos Tirado, líder pescador en Golfo de Santa Clara, en 2014 fotografío una vaquita marina muerta que un colega le regaló. A la mañana siguiente, día de nuestro regreso a la Ciudad de México, fuimos los primeros en llegar al restaurante El Delfín. Teníamos cita con Carlos Tirado, uno de los dos líderes de pescadores de Golfo de Santa Clara. Es presidente del consejo de administración de la Federación Regional de la Sociedad Cooperativa Pescadores de la Reserva de la Biosfera S.C. de R. I. de C.V. (del Alto Golfo de California), que agrupa 69 organizaciones (en total, unos 800 pescadores). Mientras lo esperaba, me entretuve, para variar, contemplando tres fotografías de un tiburón gris, capturado y exhibido como trofeo con un letrero en rojo con la leyenda “El Golfo presente”. El autor de estas imágenes es el propio Tirado quien, por alguna razón, llegó a la cita con todo y cámara, guardada en un estuche de cuero. Por si acaso dudábamos de sus palabras, sacó de algún cajón la mismísima dentadura de aquel escualo y posó para que lo retratáramos. Hace pocas semanas que tiene un motivo extra para sonreír a la lente: se hizo una la vaquita marina también es conocida como: COCHITO Los chasquidos que emite oscilan en una frecuencia de entre 120 y 150 Khz. Periodo de gestación: Entre 10 y 11 meses. Área de conservación: 5 000 km2. 25 tífico a bordo del barco David Starr Jordan de la noaa, con investigadores que monitoreaban a estas raras marsopas en el polígono protegido. Navegaban próximos a la Roca Consag cuando detectó a una pareja de vaquitas con sus binoculares. Vio el par de aletas rompiendo las olas, una, dos veces, y luego no las vio más. Antes de ese encuentro, sólo las había visto muertas: “Son chiquitas, muy bonitas. Si las ves, crees que son de hule. Tienen los ojos y la boquita muy marcados, como cuando se pinta una mujer”. Pidió entonces que lo acompañáramos hasta su casa, pues nos mostraría algo. En la cochera tenía sillas y una mesita con plantas. Al cabo de unos instantes, regresó con una foto enmarcada de una vaquita muerta que llegó a entregarle un pescador. La retrató justamente ahí, en el piso de ese lugar, con una de esas cámaras que reproducen la fecha en una esquina: 30 12 ’04. Le di entonces la razón a Tirado y a todos aquellos pescadores que hablan de la vaquita marina como algo irreal. Antes de despedirnos, Paul le hizo varios retratos afuera, en las calles con piso de arena que caracterizan a este pueblo. Tirado posó con un ejemplar de la revista Audubon, donde aparece en su anterior versión, antes de operarse. Y refiriéndose a la vaquita, remató: “Todos somos culpables”. “Son chiquitas, muy bonitas. Si las ves, crees que son de hule. Tienen los ojos y la boquita muy marcados, como cuando se pinta una mujer”. operación de estómago con la que se quitó al menos la mitad del peso que llevaba encima. A partir del informe del Cirva, explicó, sus representados reconocieron la gravedad de la situación y, a tiros y tirones, aceptaron la suspensión de pesca; sin embargo, hay malestar entre ellos y, se diría, que enojo. El motivo, explicó, tiene que ver con que las autoridades mexicanas —sea porque la vigilancia es insuficiente o por corrupción (sobornos a agentes de la Policía Federal, por ejemplo)— no han podido eliminar la pesca ilegal de totoaba. Tirado sostiene que es urgente que todas las partes involucradas en la protección de la vaquita marina se reúnan para analizar quién específicamente está incumpliendo su tarea. Se dijo consciente de que, no obstante los subsidios durante este par de años, será necesario desarrollar artes sustentables de pesca: “Si no lo hacemos, puede que desaparezcan las comunidades. No creo que el gobierno nos quiera mantener toda la vida”. Estábamos a punto de salir rumbo al aeropuerto de Mexicali, cuando le pregunté si había tenido algún encuentro cercano con vaquitas marinas. A diferencia de Ramón Franco, su colega en San Felipe, Tirado, que estudió Contabilidad, no adquirió el oficio de pescador, lo que no impide que, de cuando en cuando, salga al mar a tomar fotos. Respondió que sí: en 2008 fue invitado a un viaje cien26 La suspensión de redes agalleras durante dos años en el Alto Golfo, coinciden todos los funcionarios y expertos entrevistados, debe ser vista sólo como un primer paso en la recuperación de la vaquita marina y de ninguna forma como su salvación. Llegada a su madurez sexual —a los seis años, de los 30 que viven— este pequeño cetáceo tiene una sola cría cada dos años. Según los cálculos de Luis Fueyo, si la estrategia puesta en marcha da resultados, se necesitarían entre 35 y 40 años para tener una población suficiente de vaquitas que no se considere en riesgo. Este número, para Armando Jaramillo —investigador de la Coordinación de Investigación y Conservación de Mamíferos del inecc y el experto en el programa de monitoreo acústico del que se habló al inicio— debe ser de 1 500 vaquitas, que es, según su tesis de doctorado, la mitad de la población que tuvo esta especie antes del comienzo de las pesquerías en la región. Jaramillo considera que estos 24 meses deben ser tomados como un espacio de oportunidad para crear condiciones necesarias para que, de aquí en adelante, no se utilicen nunca más redes agalleras en esta parte del Mar de Cortés. Desde su perspectiva, la combinación perfecta sería el de- sarrollo de artes de pesca alternativos —con excluidores para animales como la vaquita marina, pero también, por ejemplo, para tortugas, delfines y otras especies protegidas— y de mercados verdes o, en este caso, azules, en donde los consumidores paguen, convencidos y gustosos, un sobreprecio por productos pesqueros que certifiquen que no dañan a las poblaciones de estas especies. Coco’s Corner resultó ser una chocita surrealista en medio del desierto, cuya cerca está decorada con latas vacías que brillan como espejos y producen melodías con el viento. Su propietario es un hombre solitario, viudo, que alguna vez trabajó como mecánico en la Carrera Panamericana. Se podría decir que tiene un impedimento, pero en realidad no lo tiene. Gana un poco de dinero vendiendo cerveza a los incautos que pasan por aquí. Cuenta que alguna vez fue pescador, pero en las aguas de Ensenada. El techo del recibidor está decorado con calzones de mujeres, algunos francamente grotescos. “Yo no sé nada de vaquitas marinas, nunca las he visto”. Poco antes de irnos, Coco sacó un cuaderno de visitas para que nos registráramos. Cuando me disponía a firmarlo, vi que las páginas estaban llenas de sencillos dibujos hechos con bolígrafo y coloreados: carritos, plantas. Dibujé entonces una vaquita marina con cuernos y saltando del agua. Le devolví el cuaderno abierto. Lo miró por un momento y después sacó un bote con lápices de colores, bien afilados, y comenzó a completar el dibujo. Le puso una panga con dos pescadores pescando con cañas y, a un lado, una isla. Le puso pájaros y dibujó un Sol en el horizonte. “¿De qué color son las vaquitas?”, preguntó el hombre. Gerardo Lammers. Periodista cultural. Sus crónicas y reportajes han sido publicados en distintas revistas latinoamericanas. Autor de Historias del más allá en el México de hoy (Producciones El Salario del Miedo/Almadía, 2012). CENTRAL 27 Tras la pista de la vaquita marina ARTÍCULO EMBARGO Un barco de pesca atunero despliega un tipo de red cónica, que aún aprobada por Estados Unidos para la protección de delfines es criticada porque otros animales —además del atún— quedan atrapados en su interior. FOTO: Pdil vía Getty Images. 28 ATUNERO CRÓNIC A DE UNA INFAMIA POR ERNESTO MURGUÍA I @ernestomurguia En mayo, la Organización Mundial del Comercio (omc) dio resolución final a una querella de más de dos décadas: el atún mexicano por fin podrá comercializarse en Estados Unidos sin certificaciones discriminatorias, utilizadas más como estrategia comercial proteccionista que como verdadera herramienta para la preservación de la especie. S i bien la historia pesquera de nuestro país se remonta a la época prehispánica (Michoacán, por ejemplo, proviene del vocablo náhuatl Mechuacan: “lugar de pescadores”), puede decirse que la verdadera explotación industrial de los mares nacionales se inició en los años 20 del siglo pasa-do, cuando surgió la Dirección de Pesquerías, que estableció las bases de este mercado. Durante las décadas posteriores, los diferentes gobiernos buscaron formas de impulsar la pesca mexicana, contar con una flota propia y conservar nuestros mares al margen de la explotación extranjera. Por ello, en los años 50 se estableció el programa Marcha al Mar, como una forma de crear conciencia entre la población sobre la importancia de los océanos e impulsar el consumo local de pescado. Otras acciones incluyeron la creación de entidades gubernamentales para brindar créditos pesqueros (como Banpesca), además de la firma de trata29 “El embargo atunero fue una prohibición de carácter proteccionista, lejana a intereses ambientales”, Julia Carabias. dos internacionales. Estos esfuerzos se consolidaron a principios de los 80, cuando se creó la Secretaría de Pesca. Uno de los principales proyectos de esta nueva dependencia era impulsar la comercialización del atún como eje del desarrollo pesquero nacional. Así, invirtió en infraestructura: México iba a contar con flota tan competitiva como la de Estados Unidos, que hasta ese momento había violado acuerdos internacionales y continuaba explotando una zona designada a aguas mexicanas*. Debido a que las costas de Baja California son ricas en atún, esto daba a nuestro país una tremenda ventaja competitiva. Incluso nuestra armada se vio obligada a detener —el 4 de julio de 1980— embarcaciones norteamericanas, lo que generó tensión entre ambos países. Diez días más tarde, la reacción de nuestro vecino del norte fue imponer el primer embargo atunero; la decisión prohibía la compra y distribución de atún mexicano en aquella nación, lo que obligó a nuestros empresarios a buscar nuevos mercados. Aunque en ese momento los norteamericanos eran nuestros principales compradores, pronto México empezó a exportar exitosamente atún a Canadá, Asia y Europa. En sólo seis años, el embargo había sido superado y la industria atunera nacional era más sólida que nunca. Incluso la prohibición fue levantada y el atún mexicano reinició relaciones comerciales con Estados Unidos en 1986. El futuro de la pesca nacional lucía * De acuerdo con la onu la soberanía de un Estado se extiende, fuera de su territorio y sus aguas interiores, a una zona de mar adyacente a sus costas, designada como mar territorial. A esta franja se suma la denominada zona contigua: una extensión de 12 millas a partir del límite del mar territorial para la explotación exclusiva nacional. promisorio, mientras que la pesquería norteamericana de atún se sumía en una crisis cada vez más profunda. Entonces, llegó un segundo embargo. Los “matadelfines” A finales de los 80, la empresa atunera StarKist y la organización ambientalista Earth Island Institute impulsaron la certificación Dolphin Safe (algo así como “libre de delfín”), que fue adoptada por el gobierno estadounidense. Esta 30 certificación estableció criterios para la reducción de los niveles de pesca y mortalidad accidental de delfines. En 1990, Panamá, Ecuador, Venezuela y México, entre otros, fueron catalogados como países “matadelfines” y se prohibió la importación de su atún. No sólo eso: dos años más tarde se estableció un bloqueo secundario a las naciones que compraran atún a países no certificados y quisieran vender sus productos a Estados Unidos. La exportación de atún mexicano se fue a pique; nuestra incipiente flota (y la inversión que ello representaba) quedó paralizada. Antonio Suárez, presidente del Grupo Mar, recuerda que los daños a la pesca mexicana fueron devastadores, los empresarios quebraron, no había a quién venderle. Por su parte, Ramón Corral, quien fuera dirigente de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) de 2003 a 2012, reconoce que al principio, cuando se estableció el embargo, existían irregularidades en la captura de atún (como la pesca nocturana y el uso de explosivos), pero éstas se resolvieron. Por un lado, nuestro país implementó la “pesca de cerco”, técnica que consiste en rodear los cardúmenes de atún con redes al ras de la superficie marina; en caso de que un delfín quede aprisionado por accidente, puede saltar fácilmente y huir de las redes. Para garantizar el bienestar de los mamíferos, esta pesca va acompañada de buzos, quienes se aseguran de que no quede un solo delfín prisionero antes de cerrar el círculo. Otras medidas fueron la prohibición de pesca nocturna y con explosivos, además de sanciones para pescadores negligentes. Las reformas a la Ley de Pesca de 1992 privilegiaban también la conservación de recursos y especies, así como la pesca sustentable. Estas medidas han sido exitosas y, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), México presenta desde hace muchos años una mortandad accidental de delfines a un nivel cercano al cero estadístico. Ninguna de estas medidas, sin embargo, fue suficiente para el gobierno estadounidense en turno. Certificación pendiente De acuerdo con Julia Carabias, quien fuera titular de la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnat): “Ésta fue una historia ilustrativa de imposición del poder económico, de presiones y chantajes, en la que la parte 31 EL CONTEXTO En el segundo embargo 40 000 personas perdieron su empleo en la zona del océano Pacífico Oriental mexicano. México probó en 1999 cumplir las exigencias del gobierno estadounidense, al modificar sus técnicas de captura de atún e ingresar a la Comisión Interamericana de Atún Tropical, responsable de la conservación y ordenación de atunes y otras especies marinas en el océano Pacífico Oriental. El método de pesca empleado por la flota atunera mexicana es reconocido por la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao) como el de mayor sustentabilidad en el mundo. acusadora se evidenció como carente de moral, y con una gran habilidad de planeación estratégica basada en la mentira, la mercadotecnia y en el mercenarismo”. La mayoría de especialistas coincide con la visión de Carabias al señalar que el embargo atunero fue una prohibición de carácter proteccionista, lejana a intereses ambientales, donde se sancionaba al atún bajo el argumento de la conservación de los delfines, y que sólo aplicó a la zona de pesca mexicana, no al resto del océano Pacífico donde navegaban las flotas estadounidenses, francesas y españolas. Aunque el embargo, como tal, permaneció hasta 2004, sus consecuencias siguen padeciéndose has- Las restricciones impuestas a México desde 1991 implicaron pérdidas cercanas a los 1 400 millones de dólares. ta la fecha. Con las puertas cerradas en el exterior, la industria atunera se vio obligada a mirar hacia el sector interno. El mercado mexicano recibió nuestro atún de una forma inusitada. Según la Sagarpa, en 2013 la industria atunera mexicana registraba una captura anual superior a las 153 000 toneladas, y generaba ingresos por 1 880 millones de pesos. De acuerdo con Corral, es tal el consumo de atún, que nuestra producción actual prácticamente ya no alcanza para satisfacer la demanda interna. Pero eso no quita a nuestra pesca la etiqueta de “matadelfines”. Debido a que México seguía sin recibir certificación alguna, las grandes cadenas distribuidoras de ese país (Walmart y Kmart) no lo incluían en su línea de productos, pretextando que no portaba el sello Dolphin Safe. Es por eso que la decisión de la omc es tan importante. No sólo abre las puertas a los Estados Unidos, también a los socios internacionales, en especial Europa, un mercado considerado por Francisco Mayorga, Secretario de Agricultura, más importante que el norteamericano. “Esta situación provocaba una especie de preembargo con Europa, cosa que ahora ya no tendremos y nos dará una gran oportunidad”, mencionó el funcionario en entrevista para diferentes medios. Si consideramos que, de acuerdo con Corral, las restricciones impuestas a México desde 1991 implicaron pérdidas cercanas a los 1 400 millones de dólares, la industria atunera de nuestro país se prepara prepara enfrentar nuevos desafíos. Por un lado, tiene ante sí la oportunidad de aumentar la inversión en infraestructura y el volumen de pesca que amplié el mercado; por el otro, también afronta la responsabilidad de continuar una captura libre de delfín que, al mismo tiempo, garantice artes de pesca sustentables, respetuosas de toda la vida existente en el fondo marino. ACIDIFICACIÓN DE LOS OCÉ A NOS (O por qué está padeciendo el mar, principalmente los arrecifes). POR LA REDACCIÓN Se refiere al: Proceso mediante el cual el pH del océano disminuye; por tanto, se vuelve ácido. El intercambio de gases entre el mar y el aire es un proceso natural; sin embargo, éste se ha intensificado desde que aumentó la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, como consecuencia directa de las actividades industriales. Cuando el CO2 entra en contacto con el agua, se forma ácido carbónico (H2CO3), con lo que disminuye la concentración de sales de calcio como el carbonato, integrante esencial de la estructura corporal de organismos marinos como corales, cangrejos y plancton, entre otros. Fuentes: Inquiry to Insight I Oceana 32 o la nueva visión de los vencidos (ii) POR DANIEL SÁNCHEZ POITEVIN I @Dapoitevin “La tierra tiene una piel, y esa piel tiene enfermedades. Una de esas enfermedades se llama hombre”, Friedrich Nietzsche. E n 1998, Theodore Kaczynski —un genio matemático profesor de Harvard, conocido como Unabomber— fue condenado a cadena perpetua por el asesinato de tres personas. Las víctimas, que recibían cartas que explotaban al abrirlas, no eran objetivos arbitrarios; el fuego se dirigía al progreso y al avance tecnológico en aras de una retorcida crítica a la modernidad. En su manifiesto, un extenso documento polémicamente publicado por el The New York Times, llamaba a una revolución que terminara con la sociedad tecnológica, responsable por el colapso de la civilización. El escritor Paul Kingsnorth evoca los textos del Unabomber en Ecología oscura. Buscando certezas en un mundo post-verde para reflexionar también desde un punto de vista radical: “Últimamente he estado leyendo las obras de Theodore Kaczynski. Me preocupa que puedan cambiarme la vida”. El desencanto de Kingsnorth no es distinto al de Kaczynski; comparten una visión desgarrada del mundo cuyas alternativas son tajantes: La ecología oscura rechaza la esperanza de un mundo mejor, y en cambio expone cinco formas de vivir una existencia ya condenada. Una de ellas, dice Kingsnorth, es Retirarse: “Te dirán que tienes la obligación de trabajar por la justicia climática. […] Ignóralos, y participa de una tradición muy antigua y práctica. […] Retírate. No de manera crítica, sino con sentido crítico”. Otra es Construir refugios: “¿Puedes pensar como el bibliotecario de un monasterio en la Alta Edad Media, protegiendo los libros antiguos mientras los imperios se levantaban y se hundían más allá de sus muros?” Así nació el Proyecto de la Montaña Oscura (The Dark Mountain Project), el refugio que Paul Kingsnorth fundó junto con el escritor Dougald Hine, amparado por un categórico manifiesto nombrado 33 1 Recomiendo un airado intercambio epistolar entre Paul Kingsnorth y George Monbiot sobre este debate, publicado por The Guardian (http://www.theguardian.com/commentisfree/cif-green/2009/aug/17/environment-climate-change). 2 http://www.nytimes.com/2014/04/20/magazine/itsthe-end-of-the-world-as-we-know-it-and-he-feels-fine. html?_r=1 PARALIPÓMENOS La ecología oscura Uncivilisation, un texto que llama a negociar el final y la decadencia de la humanidad desde el punto artístico. Ahora sin política, sin protesta callejera, sin esperanzas, y en cambio desembrujar la realidad a través de la escritura, la pintura, la música, la arquitectura y la reunión entre oscuros montañeses: Que la estética supla a la ética, que lo bello reemplace a lo bueno. Como un nuevo jardín de Epicuro, apartados de la confusión y sinrazón de la polis, los filósofos, naturalistas y matemáticos se reúnen nuevamente a concebir el misterio de la vida. Si Theodore Kaczynski dio aliento al ludismo del siglo xix en su furia contra la máquina, Kingsnorth halló en el arte la redención. The Dark Mountain Project tiene miles de seguidores en el mundo, varios libros publicados y celebra festivales en el corazón de los bosques de Gran Bretaña. Es un llamado a la honestidad, a abandonar los mitos y las falsas esperanzas que dan los ambientalistas: “cada vez que escucho la palabra esperanza, busco mi botella de whisky”, declaró Kingsnorth en una entrevista. Aunque no ha causado pocas críticas esta ecología oscura —el reconocido escritor y ambientalista inglés George Monbiot ve en la renuncia de Paul una penosa pérdida del activismo serio1—, para otros es un refugio inusitado. Mientras las páginas de ésta y muchas publicaciones hablan del progreso, las buenas intenciones y la esperanza, estas líneas están dedicadas a aquellos que dejaron de luchar, a quienes tiraron la toalla. La barbarie es intrínseca a la civilización, una sólo está a un nivel más bajo que la otra. Como si de aquella honestidad que raya en el cinismo se revelara una verdad: La ecología oscura ya no quiere soluciones ni salvar al planeta, pues sabe de antemano que eso ya no tiene sentido: “Ante el colapso ecológico, que no es un resultado inevitable, pero es evidente que es posible, tiene que haber un espacio en el que podamos llorar”, dijo la periodista Naomi Klein sobre The Dark Mountain Project.2 ARTÍCULO Por 45 años, la orca Lolita (que fue capturada en aguas de Seattle en los 70 y vendida en 6 000 dólares) ha vivido en el tanque del acuario marino de Miami, considerado por peta uno de los más pequeños del mundo. Para conocer la historia completa, visita savelolita.org 34 PRISIONEROS DEL ESPECTÁCULO POR ÁGATA SZÉKELY I @agataszekely Hoy, más que nunca, el cautiverio de animales es el centro de un debate internacional que reúne las voces de un gran número de especialistas —científicos, activistas, académicos y políticos— quienes llaman la atención sobre este asunto con denuncias y propuestas de cambio. S ólo en el último cuatrimestre del año pasado, la empresa de espectáculos acuáticos más grande del mundo, SeaWorld, reportó pérdidas económicas por más de 25 millones de dólares. Los medios bautizaron el fenómeno como “Efecto Blackfish”, debido al documental del mismo nombre que cuenta la historia de la orca Tilikum utilizada en ese establecimiento e involucrada en tres muertes humanas (entre ellas, la de su entrenadora). Blackfish (lanzado en 2013), dirigido por la estadounidense Gabriela Cowperthwaite, tuvo amplia repercusión y prolongó una polémica que aún no acaba acerca del modo en que viven orcas, delfines y leones marinos en cautiverio, y del maltrato intrínseco que esto conlleva; además, logró que varios artistas cancelaran sus shows programados en ese centro de diversiones y que disminuyera la asistencia a dichos predios de Orlando, San Antonio y San Diego. En la película se muestra cómo este tipo de cetáceos, que en su ambiente natural nadan entre 95 y 160 kilómetros al día, se estresan y padecen secuelas graves al ser separados de sus familias y encerrados en tanques de agua cuyas dimensiones son insuficientes para su desarrollo. Personalidades internacionales respaldan la presión popular: por ejemplo, Jane Goodall, reconocida zoóloga, opinó en una entrevista reciente con el Huffington Post que estos parques deberían cerrarse de forma definitiva. La empresa respondió a la alarma con una fuerte campaña de relaciones públicas y acusó al filme de manipular a los espectadores con información inexacta y sin base científica, y a sus detractores de “activistas extremistas”. Unos años atrás, en 2009, la cinta que acompañó un debate similar fue el aclamado The Cove, en el que el exentrenador de delfines Ric O’Barry y su equipo documentaron la cacería de delfines en Japón. O’Barry fue instructor de la famosa serie de televisión Flipper, y en los 60 participó en la captura de delfines silvestres para amaestrarlos. El hecho de que tiempo después uno de estos animales se “suicidara” en sus brazos (al dejar de respirar voluntariamente), lo llevó a arrepentirse y cambiar de rumbo profesional, para luego luchar por los derechos de los mamíferos marinos alrededor del planeta. En enero pasado, realizó una gira por Quintana Roo con el fin de denunciar el daño, cautiverio y condiciones alimentarias que sufren los delfines usados en espectáculos dentro de acuarios, parques y 35 delfinarios. En esa ocasión, comparó el encierro de los ejemplares con la prostitución y la esclavitud humana, y aseguró que mantener a un animal encerrado, trabajando y condicionándole la comida a cambio de trucos, es además un mensaje nocivo para los niños. El show debe terminar En México operan 29 delfinarios en los que viven —según el inventario realizado hasta marzo de 2015 por la ong Derecho sin Fronteras— 330 delfines en cautiverio. Al cierre de esta edición, dos de éstos (el Parque Acuático Atlantis, en el Distrito Federal, y el que funcionaba en el hotel Moon Palace de Cancún) recibieron denuncias por abandono y malas condiciones (el primero), e incumplimiento de la ley (el segundo). Aunque a partir de 2005 el gobierno mexicano prohibió la captura e introducción de delfines en el país, por lo que ahora se opta por reproducirlos en cautiverio, de acuerdo con el jurista Víctor Hirales, director de esta organización, “todos los delfinarios en México operan de forma ilegal bajo el cobijo de las autoridades de la Semarnat. Las estrictas disposiciones del Código Federal Penal en su Artículo 420 Fracción I, así como el Artículo 60 Bis de la Ley General de Vida Silvestre prohíben y penalizan el aprovechamiento y daño de mamíferos marinos, a menos de que haya una finalidad científica y de educación superior de instituciones acreditadas”, aseguró el experto a Crónica ambiental, y agregó que “la finalidad de los delfinarios es el lucro, pues son establecimientos mercantiles que cobran a sus visitantes por la explotación y encierro de los animales. Ningún delfinario es un centro de conservación ni de investigación científica, y ninguno cuenta con la infraestructura para serlo. La Semarnat otorga a las empresas permisos de cautiverio bajo el pretexto de Fuentes: Animal Welfare Institute I bbc I mexiconservacion.org I Profepa I wwf. cnn tener un objeto ‘científico’. En 30 años jamás se ha presentado un plan de manejo con resultados de investigación y aportación científica; tampoco se cuenta con un centro especializado de rehabilitación de mamíferos marinos en México”. Los espacios reducidos de poca profundidad en los que viven los delfines en cautiverio (distribuidos en función de la comodidad de los visitantes) producen trastornos en su complejo sistema de ecosonar. Las principales causas de muerte de los delfines cautivos son enfermedades e infecciones respiratorias. También pueden sufrir úlceras gástricas, gastritis, esofagitis y alteraciones del sistema digestivo e inmunológico. La organización internacional Delfines en Libertad realizó este 2015 un informe exhaustivo sobre el estado de los delfines en cautiverio en México (que puede leerse completo en dolphinsfree.org/es) y reportó heridas y muertes de crías con testimonios de exempleados, actuales trabajadores y asesoría de expertos. Además del trabajo de los activistas, las redes sociales han sido protagonistas en la defensa de estos animales. Recientemente la intensa campaña con el hashtag #Liberenalosdelfines, que denunció con fotografías las condiciones de abandono del mencionado Parque Acuático Atlantis en el que habitaban seis lobos marinos y siete delfines, provocó que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) trasladara los ejemplares a otros delfinarios. En el mundo, ya han prohibido el espectáculo y exhibición de orcas y delfines en India, Costa Rica, Hungría, Chile y Croacia, y dos entidades estadounidenses (Hawái y Maui). En México se encuentra en la agenda legislativa una propuesta de reforma a la Ley General de Vida Silvestre que contempla la prohibición del cautiverio de mamíferos marinos, su crianza con fines comerciales y su uso en espectáculos, presentada por Derecho sin Fronteras en agosto pasado. En septiembre próximo, además, especialistas de esa organización propondrán otro proyecto de legislación de política biodiversitaria que también considera el fin del cautiverio de animales silvestres —incluidos los mamíferos marinos— con intereses comerciales, así como santuarios, centros de rehabilitación y programas para aquellos ejemplares que puedan ser reintroducidos a sus hábitats naturales. I derechosinfronteras.com I dolphinsfree.org I emptythetanks.org 36 los números del cautiverio 3 500 cetáceos viven en cautiverio en el mundo. de pesca en el océano. México cuenta con 8% de los delfinarios a nivel mundial y tiene la industria de cautiverio de delfines más grande de Latinomérica. En 2013 se capturaron 158 delfines en Japón que luego se vendieron en diferentes delfinarios internacionales. ARTÍCULO 37 La mayoría de las orcas en cautiverio mueren cuando todavía son muy jóvenes para los estándares de las orcas salvajes. Ninguna de las más de 200 en reclusión en el mundo se acerca a la vejez (60 años para machos y 80 para hembras). Prisioneros del espectáculo FOTO: Dr. Terrell Newby. Menos de 1% de los delfines cautivos han muerto por causa natural de vejez. 350 000 mueren cada año por redes OPINIÓN como nos tranquiliza sentirnos culpables por el ambiente H ay algo engañosamente tranquilizador en asumir nuestra culpa y responsabilidad por las amenazas al medio ambiente. Nos gusta pensar que si somos culpables, todo depende de nosotros. Controlamos las cuerdas y, en principio, también nos podemos salvar si cambiamos nuestra vida. Lo que es difícil de aceptar es que estamos reducidos al rol puramente pasivo de un observador impotente, que sólo puede sentarse a mirar lo que será el futuro. Para evitar esta situación, estamos dispuestos a asumir actividades frenéticas y obsesivas: reciclar papel, comprar comida orgánica o lo que sea. Sólo para que podamos estar seguros de que estamos haciendo algo, 38 de que estamos ayudando de algún modo, así como un fan de futbol o de beisbol que apoya a su equipo frente a la pantalla de su televisor gritando y saltando desde su asiento en la supersticiosa creencia de que, de alguna manera, influye en el resultado. Es cierto que la forma típica de negación fetichista sobre el ambientalismo es: “Sé muy bien que todos estamos amenazados, pero no lo creo realmente; entonces no estoy listo para hacer nada radical y cambiar mi estilo de vida”. Pero yo postulo que existe también una forma opuesta de negación: “Sé que no puedo inf luenciar el proceso que puede llevar a mi ruina —como un terremoto—, pero es muy traumático para mí aceptar esto; por ello no puedo resistir la urgencia de hacer algo, aunque sé que es insignificante al fin y al cabo”. ¿No compramos comida orgánica por la misma razón? ¿Quién cree que estas semiputrefactas y sobrevaloradas manzanas orgánicas son más saludables? El punto es que, al comprarlas, no sólo estamos comprando y consumiendo un producto, sino que también estamos haciendo algo significativo, demostrando nuestra capacidad de preocupación y conciencia global, participando en un noble y enorme proyecto colectivo. Pienso que esto ya no es un fenómeno aislado, sino que está asumiendo un papel central en cómo funciona el capitalismo de hoy. El mejor ejemplo es lo que llamo The Starbucks Logic: lo que siempre se encuentra cuando vas a una cafetería de Starbucks. Básicamente el mensaje es verdad: “Nuestro café es más caro, pero un centavo de cada taza va para los niños de Guatemala, cinco centavos van para el agua y bla, bla, bla”. En otras palabras, la lógica es la siguiente: “En los viejos tiempos éramos consumidores y luego nos sentíamos mal, y si querías pretender ser ético, tenías que hacer algo para contrarrestarlo. Pero aquí lo hemos simplificado todo para ti, creamos el producto, tú te puedes quedar sólo como consumidor porque tu naturaleza altruista y solidaridad por los pobres está incluida en el precio”. Recuerdo que cuando era joven, los de izquierda hablaban de esta urgencia: “Tú que vives en tu mundo desarrollado, en tu torre de marfil, ¿no estás consciente de que los niños en África están muriendo de hambre?” ¿Han notado que ahora a las personas les gusta que Bill Gates hable de esa manera? ¿Por qué? El mensaje es el siguiente: “Paremos con nuestro aburrido debate sobre el capitalismo, el socialismo, etcétera. Las personas están muriendo de hambre. Juntémonos todos: hombres de negocios, hombres del gobierno, ong, y hagamos algo”. En otras palabras: “No pienses. Haz”. O, de forma contraria: “Haz, de manera que no tengas que pensar”. Lo que encuentro asqueroso son todas estas publicidades en los periódicos o en la televisión usualmente de un niño negro con los labios torcidos y luego el eslogan: “Por el precio de un par de capuchinos, tú puedes salvar su vida”. Pero el verdadero mensaje sabemos cuál es: “Por el precio de un par de capuchinos, puedes olvidarte del niño. Has cumplido tu deber. Puedes irte a tomar tus capuchinos”. Fragmento de la conferencia “The Situation is Catastrophic, but Not Serious” (“La situación es catastrófica pero no seria”), de Slavoj Žižek, organizada por The Committee on Globalization and Social Change. Nueva York, abril de 2011 (Traducción de Natalia Sánchez Loayza). POR SLAVOJ ŽIŽEK Filósofo esloveno quien, para ejemplificar sus teorías, emplea referencias de la cultura popular. Es autor de En defensa de la intolerancia (2007) y ¡Bienvenidos a tiempos intolerantes! (2013). OPINIÓN 39 Cómo nos traquiliza sentirnos culpables por el ambiente PORTAFOLIOS D e b b i e “ T h e R a t L a dy ” a n d Pe a n u t ( D e bbie , L a d a m a d e L a s R a t a s , y Pe a n u t). C h i c o , C A . 40 HUÉSPEDES EXÓTICOS POR VESTA MÓNICA HERRERÍAS I FOTOS: ALEX ARZT La relación entre humanos y animales domésticos es compleja y apasionante. No obstante, la conexión entre el hombre y las especies consideradas como exóticas es aún más enigmática. E l estadounidense Alex Arzt había estado fotografiando exhibiciones de gatos; sin embargo, motivado por la curiosidad y por un interés genuino para comprender cómo un chango, un oso, un venado, un camello o un armadillo —por mencionar algunas especies— se adaptan al estilo de vida propio de los humanos, creó la serie Human-Animal (en 2009). A través de decenas de cartas, correos electrónicos, visitas y llamadas telefónicas, el artista conversó y convivió, hasta ganarse su confianza, con personas que habitan en Estados Unidos y que poseían alguna mascota inusual. Para Artz (quien creció en una granja de Maryland), no hay respuestas absolutas cuando se trata de profundizar en la percepción que los animales pueden tener sobre los humanos, sobre todo en las sociedades contemporáneas, en las que cada vez es más común que una familia tenga una víbora, un cerdito, un hurón o una cabra como animal de compañía. Ni en estos casos ni cuando se trata de especies que representan un verdadero peligro para la seguridad de una persona, sus dueños se cuestionan si una casa convencional es apta para dicho 41 animal, o si es suficiente con una jaula ubicada en el interior o exterior del inmueble. Un caso extremo ref lejado en HumanAnimal es el de la venadita cola blanca Dillie —que nació ciega y enferma, con nulas probabilidades de sobrevivir si no fuera por los cuidados de la veterinaria Melanie, su dueña actual—. ¿Realmente tiene la capacidad para disfrutar las cenas que comparte con sus propietarios en el comedor de la casa o para gozar la comodidad de su recámara instalada en el segundo piso? ¿Cómo nos perciben los animales?, ¿cómo logran adaptarse a su nuevo entorno? Siempre en busca de la objetividad, y guiado por estas preguntas, Arzt logra un acercamiento muy personal a su centro de estudio. A partir de su instinto, en cada fotografía revela aristas de la complicada relación entre humanos y mascotas: la intimidad del día a día, el humor de la situación, la sutil o exagerada presencia de objetos que tienen que ver con los animales en la vida diaria de las personas. Todas éstas nos indican hasta qué punto está comprometida una mezcla de emociones. Por un lado, sentimientos de afecto y dominación pero, por otra parte, la necesidad de compañía o la imposibilidad de construir relaciones afectivas efectivas. La percepción que los animales tienen de nuestro mundo es y seguirá siendo un misterio para los hombres aunque, sin duda alguna, esta serie da cuenta de que la imagen es terreno fértil para sorpresas y revelaciones, así como una ventana para descifrar enigmas. El trabajo completo de Alex Arzt está disponible en: alexarzt.com We l d e Fa m i ly O f f i c e (O f i c i n a d e l a f a m i l i a We ld e). My a k k a C it y, F L . Tra i n e r a n d B e a r ( E nt r e n a d or y o s o). My a k k a C it y, F L . 42 Ha r r y a n d D o g s (Ha r r y y lo s p e r r o s). K nox v i l le , T N . C o n n i e ’s Li v i n g R o o m ( L a s a l a d e C on n ie). Fe s t u s , MO. 43 Pe g g y a n d Ma c a q u e (Pe g g y y e l m a c a c o). O n a nc o c k , VA . S u z y t h e Li o n’s G rav e s i t e ( L a t u mb a d e l a le on a S u z y). Ro c k we l l , NC . 44 K e v i n w i t h s k u n k ( K e v i n c on e l z or i l lo). R i d ge v i l le , OH . Me l a n i e a n d D i l l i e (Me l a n ie y D i l l i e). C a n a l Fu lton , OH . PORTAFOLIOS 45 Huéspedes exóticos MIS PRIMEROS DESASTRES POR GABRIEL RODRÍGUEZ LICEAGA L o primero que quiero contar es esto: Mis primeros años de vida los sobrellevé en el barrio bravo de Tepito. Regresar de la escuela entre pilas de desperdicios y jugar a las trais esquivando clavos oxidados era mi día a día. Yo no sabía que existían calles sin la basura de los fayuqueros o cielos sin marañas de cables pelones. Cuando nos mudamos a Ciudad Jardín (el mismo nombre de la colonia era en sí una metáfora luminosa) se abrieron ante mí las amarillas hojas de otoño que aplastaba sólo por el placer de escuchar su quebranto. La casa donde aún viven mis padres tenía un pequeño jardín en el que enterramos a mis tres tortugas y sabrá Dios a cuántos canarios. Me evoco regando el césped y asustado porque de un balonazo había fracturado alguna de las plantas que mi madre ahí tenía. El patio estaba lleno de bichitos fantásticos. Destaco en esta narración a las catarinas. Eran primorosas, parecían signos ortográficos con vida. De repente aparecían todas monas atravesando el cómic o las líneas en la mano de la menor de mis hermanas. Se me ponen los pelos de punta nada más de acordarme cuánto disfrutaba matando ca- 46 tarinas. Vaya. Era yo un niño, si acaso esa es una justificación válida. Las colocaba en la rueda de mi bicicleta y luego pedaleaba lentamente hasta dar toda una vuelta de llanta. El giro me devolvía los cadáveres de los insectos hechos papilla en el neumático. Un día, mientras ofendía a una catarina, pensé que aquella era la última del mundo. Por alguna coincidencia mágica, dejaron de aparecer catarinas en ese jardín. Noto que cada vez hay menos. Al menos en la ciudad. Dicen que son de buena suerte. Cuando alguna se cruza en mi camino, trato de jugar con ellas un rato, es mi manera de pedirles disculpas por las acciones del niño que fui. Lo segundo que quiero contar es esto: Siempre he sentido que decepcioné a mi padre porque no seguí ninguna de sus juveniles búsquedas místicas. En la mitología que he construido a su alrededor, un día se marchó con su hermano rumbo a Norteamérica para enlistarse en el ejército y pelear alguna guerra. En el trayecto a Estados Unidos conocieron los valores hippies y se quedaron por San Luis Potosí. Mi padre se entusiasmaba contándonos sus aventuras. Detallaba los paisajes y las emociones, la idea de ser uno con la naturaleza, de sentir vivo al viento y entender que el Sol es un monstruo benévolo. Varios años más tarde, llegó el internet a casa de mis progenitores. Yo los visito cada domingo que me es posible. En una ocasión descubrí a mi papá buscando algo en YouTube. Le pregunté si necesitaba ayuda y me dijo que quería ver unos videos que había visto en el hostal (trabajaba como chofer en uno) acerca de los viajes videograbados de las nuevas generaciones que, como él, subieron al cerro. Encontré cosas terribles de jóvenes haciendo señales con las manos y tomándose como cosa poca seria la subida en auto al Cerro del Quemado, evidentemente intoxicados. Eso no fue lo que afectó el humor de mi padre. Señalando la panta- MIS PRIMEROS DESASTRES 47 lla, me dijo: antes eso se subía a pie, ahora está pavimentado. No agregó más; siempre ha sido hombre de pocas palabras. Noté que algo en él se rompió. La idea de que el cemento facilitara el acceso a esa bella fase de su vida jodió todo. Cada centímetro de concreto en ese místico camino de subida es una catarina muerta. Es decir: algo que estamos destrozando a lo menso y desde una suerte de inconsciencia infantil. Infantil en el sentido peyorativo de la palabra. Cierro esta crónica con pesadumbre. Desde el año pasado el jardín en casa de mis padres no existe más, ahora hay un enorme tubo que sostiene un anuncio espectacular. Ellos rentan el espacio, vaya, necesitaban el dinero. Al igual que mi padre, mis recuerdos adorables ahora yacen aplastados por una capa de cemento sordo y gris. Todavía a la fecha los exámenes psicológicos le piden al sujeto de estudio que dibuje un árbol. Antes de que nos demos cuenta, estaremos dibujando edificios para determinar qué tan amolados estamos de la cabeza. Todavía a la fecha hay gente que quiere conocer el mar y ver a un oso polar y desayunar leche franca. Todavía pero por cuánto. Catarinas y cemento OBITUARIO Adiós, baiji Endémico del río Yangtsé (China). POR NATALIA ÁLVAREZ | @Pimiientta ILUSTRACIÓN: Israel G. Vargas. Crónica ambiental lamenta la extinción del delfín de río chino. En 2006 se rumoraba que era imposible encontrar a este cetáceo en las aguas del río Yangtsé (el más largo de Asia), su hábitat natural. En 2008, una expedición científica confirmó la mala noticia: el baiji ya no existe. La construcción de grandes obras hidroeléctricas (entre éstas, la mayor del mundo: la presa de las Tres Gargantas) afectó definitivamente el delicado equilibrio ecosistémico del que dependía; además, la contaminación que padece ese cuerpo de agua y el tráfico de lanchas con las que colisionaba fueron su perdición. Debido a que las aguas del Yangtsé son turbias, contaba con una visión poco desarrollada, pero con un sentido de ecolocalización muy agudo que usaba para moverse, comunicarse y encontrar alimento. El delfín del río chino era un mamífero endémico altamente evolucionado y su desaparición implica el fin de 20 millones de años de evolución. Por cierto, ahora que esta especie ya no existe, el cetáceo más amenazado o de inminente extinción en el mundo es la vaquita marina. Crónica ambiental | agosto 2015 14
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