Formación familiar Octubre Parte I LA FAMILIA Y SU LUGAR EN LA VIOLENCIA ESCOLAR En la actualidad nos encontramos en una época donde el niño es considerado en ocasiones como “victima”, y aunque es lógico que no se debe bajar la guardia en la defensa de los derechos del niño, el lugar de los deberes queda rezagado, es usual escuchar frases como “hay, ¿pero con esa familia? ¿Quién no?”, se da por sentado en lo imaginario, que un niño es el producto de una dinámica e familiar, las responsabilidades historia y los deberes recaen en la familia, más que en el sujeto infantil. Aquí se examinará la incidencia de la familia en el sujeto (niño) donde se vinculará a la violencia escolar o el “bullying”, tan popular en el día de hoy. La familia en el orden biológico es aquel grupo con el que tenemos alguna línea sanguínea, sin embargo, este estatuto biológico no asegura que por ejemplo un hijo sea cercano, amoroso, obediente, etcétera. Para que esto se dé es necesario que existan unas condiciones, que en este texto se denominarán: Simbólicas, en estas habita la base de la formación moral del niño. Algunos factores que inciden en el vínculo simbólico son: herencia psicológica (o bases de la crianza), sucesión familiar, matrimonio o relación de pareja, deseo de la madre y deseo del padre frente al hijo o hija. El sujeto-niño trae a la institución por su corta edad un pasado histórico, es decir, trae la forma de vincularse con sus padres, la forma en que ellos se vinculan en comunidad, el lugar que ocupa en la familia, como se vincula con el amor, el odio, la ley, el placer, su sexo y el sexo contrario, el niño trae consigo su estructura psíquica al servicio del vínculo con sus pares que le representan a él todo esto nombrado anteriormente, el lugar de la escuela aquí en realidad es más el depositario de múltiples encuentros entre estructuras, que generan un choque que el colegio busca por medio de la educación y la regulación del placer, es decir de las normas, generar ciudadanos más adaptables socialmente. Algunos padres idealizan la escuela como un lugar de antaño, pero para los menores no es así, existe a su corta edad una fuerte rivalidad con los pares por el narcisismo que se presenta en este momento evolutivo, pero el lugar del niño como víctima y no como responsable, nubla la panorámica de los adultos, ya que la regulación de la ley se da en la relación simbólica de la función paterna, que no es exclusiva del padre real, sino que incluso la puede realizar otro hombre o mujer que lo acoja en su deseo, “el sentimiento de la paternidad, en ocasiones nada tiene que ver con lo biológico”. La función familiar es entonces establecer los modos de organización de la autoridad, mantener “las tradiciones espirituales”, dirigir la educación, mantener los ritos y las costumbres, sublimar los más bajos instintos humanos, creando diques morales, liderar la adquisición de los conocimientos básicos para afrontar la vida. Se debe aceptar que el niño es un sujeto responsable tanto de lo que dice como de lo que hace, está concepción es contraria a la legal que considera el niño como aquel que no es civil o penalmente responsable de sus actos, pero bueno es que también hay adultos (en edad cronológica) que no se comprometen con su palabra y actos, también por el contrario hay niños que si se comprometen, entonces el niño es un sujeto en pleno ejercicio de sus palabras y actos en un contexto que se debe entender desde su cimiento evolutivo. Desde esta panorámica la violencia escolar parte del principio de que el niño no capta (y nadie lo hará del todo) el orden simbólico de la educación del hogar y en el colegio encuentra por primera vez el enfrentamiento a sus pares sin la protección de sus padres y sin la tutela en muchos casos de los profesores, u otros agentes, esta integración inaugura los presupuestos con los que cada ser se relaciona con los demás por fuera de la familia, donde ha hallado un lugar en el mundo, un ejemplo de esto son aquellos niños que se vinculan desde posiciones como “ desconfiar de todo el mundo porque me engañan”, “no me dejaré someter de nadie”, “ soy el patito feo, me rechazan”, “soy el payaso”, etcétera, está es la ventana por la que el niño empieza a ver el mundo y a la vez la ventana por la que se defiende de él. Como vemos el lugar de la familia y las vivencias infantiles con los padres son vitales, pero no son 100% causal de conductas violentas, ya que como vemos está se origina a partir del encuentro entre dos estructuras, o también llamadas por algunos como personalidades, que tienen un agujero en eso que acá llamamos simbólico y permiten la salida de esos instintos agresivos que todos poseemos en nuestro más íntimo interior, el evento entonces de violencia o bullying, es un evento singular pues nadie produce o sufre el acoso escolar por las mismas razones y de la misma manera; es un mensaje, ya que siempre está dirigido a otro, y es una forma de hablar de sí y de su entorno, incluyendo la familia, ya que el sujeto posee una verdad familiar que evidencia día a día. La familia como se dijo antes, regula, educa, acompaña, ama, pero también puede odiar, pelear, agredir, etcétera, el joven es quien elige cuáles de estás formas positivas o negativas introyecta para su ser y pone en el vínculo con los demás, esto es digno de mirar por parte de la familia, “¿qué de mi tiene mi hijo?, ¿qué de mis vínculos él repite?”, la violencia da cuenta de asuntos psíquicos meritorios de ser intervenidos en familia. Educar no es una tarea que se logrará completamente, es una tarea eterna, contener estas expresiones culturales, como lo es la violencia es posible. Esto deja abierta la invitación a pensar el lugar de los hijos en la vida paterna y qué de ellos se pone en juego en la vida de los menores, en muchos casos un giro en la lógica de vida de algunos de los padres implica un cambio de comportamiento en el menor…es un mensaje que se invita a ser leído. Elaboró: Esteban Meneses – Psicólogo en Formación Revisó: Natalia Villegas - Psicóloga
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