Volumen 3, Número 1, Enero – Junio de 2007 El Desarrollo de la Competencia Social como vía de Prevención de los Conflictos en el aula Noelia López de Dicastillo Rupérez 1 Centro Educas.net. Pamplona. Navarra Concha Iriarte Redín 2 Departamento de Educación de la Universidad de Navarra Mª Carmen González Torres 3 Departamento de Educación de la Universidad de Navarra Este artículo es una versión electrónica, localizada en la World Wide Web: http://www.tipica.org/pdf/dicastillo_desarrollo_de_la_competencia_social.pdf TIPICA, Boletín Electrónico de Salud Escolar es una publicación electrónica cuya meta es fomentar la producción teórica, metodológica y técnica en torno al tema de la salud escolar. Publicado en el 2007. Descargado de: www.tipica.org 1 [email protected] [email protected] 3 [email protected] 2 1 TIPICA,Vol.3, No.1, 2007 El Desarrollo de la Competencia Social como vía de Prevención de los Conflictos en el aula Introducción La competencia social ha sido objeto de estudio de primer orden dentro de la psicología. Pero es especialmente en la actualidad cuando ésta cobra especial relevancia como lo muestra la profusión bibliográfica de carácter tanto científico como más divulgativo. A pesar del creciente interés despertado por este tema, no existe una definición universalmente aceptada de la competencia social (Monjas, 1999 4 ). Esto se debe en primer lugar y principalmente a que la conducta socialmente competente no es un rasgo unitario y además está determinada situacionalmente (Paula, 2000 5 ) y, en segundo lugar, a los cambios que ha ido experimentando la investigación y la terminología respecto a lo que se entiende por competencia social. Así, los trabajos realizados en los años 30 se especializaron en cuestiones relativas a la conducta social de los niños y uso de la medida sociométrica. Progresivamente a partir de la década de los 60 se aprecia un claro interés por el estudio de las habilidades sociales y de la competencia social desde una perspectiva eminentemente clínica y terapéutica. A partir de la década de los 80, se aborda este tema desde una perspectiva educativa, resaltando la prevención y no sólo la rehabilitación, dirigiéndose a todos los alumnos y subrayando el papel del profesor como agente imprescindible en la 6 aplicación de los programas (Caballo, 1993 ; 7 Michelson, Sugai, Wood y Kazdin, 1987 ; Monjas, 1999, Op Cit., Palmer, 1991 8 ; Trianes, 1996 9 ; Vallés, 1994 10 , por citar algunos). En los 90, gracias al auge de investigaciones acerca de la inteligencia emocional y a los trabajos sobre la empatía, llevados a cabo por autores como Eisenberg Monjas, M.I. (1999). Programa de enseñanza de habilidades de interacción social (PEHIS). Para niños/as y adolescentes. Madrid: CEPE. 5 Paula, I. (2000). Habilidades sociales: educar hacia la autorregulación. Conceptualización, evaluación e intervención. Barcelona: Horsori. 6 Caballo, V. (1993). Manual de evaluación y entrenamiento de las habilidades sociales. Madrid: Siglo XXI. 7 Michelson, L., Sugai, D.P., Wood, R.P. y Kazdin, A.E. (1987). Las habilidades sociales en la infancia. Evaluación y tratamiento. Barcelona: Martínez Roca. 8 Palmer, P. (1991). El ratón, el monstruo y yo. Valencia: PromolibroCinteco. 9 Trianes, M.V. (1996). Educación y competencia social: un programa en el aula. Archidona: Aljibe. 10 Vallés, A. (1994). Programa de refuerzo de las habilidades sociales. Cuadernos de recuperación y refuerzo de planos psicoafectivos. Método EOS (Vols. I, II y III). Madrid: EOS. 4 (1992 11 , 2000 12 ) y Hoffman (2000 13 ), cobra especial relieve el papel de los sentimientos en el desarrollo interpersonal. Actualmente la mayoría de los autores coincide en definir la competencia social como un término inclusivo, multidimensional, evaluativo y multicausado referido a la pericia para relacionarse e integrarse socialmente. En este sentido la competencia social se refiere a la adecuación de las conductas sociales (de la puesta en práctica de las distintas habilidades) en un determinado contexto social y que tiene que ser juzgada como aceptable y positiva por terceras personas (Trianes, Muñoz y Jiménez, 1996 14 ). Gracias a trabajos como los de McFall (1982 15 ), se puede asegurar que la formación en competencia social no debe quedar reducida a un conjunto de técnicas o conductas “moleculares” sino que debe, además, tener en cuenta cómo, cuándo, dónde, con quién y por qué nos comunicamos e interactuamos de una determinada manera. Así, como se expondrá unas páginas más adelante, hablar de la competencia social supone tener en cuenta variables conductuales, cognitivas y afectivas, además de los contextos y agentes de socialización con los que la persona interactúa. En este sentido, Trianes, De la Morena y Muñoz definen la competencia social como el conjunto de “procesos cognitivos, socioafectivos y emocionales que sustentan comportamientos que son evaluados como hábiles o adecuados por agentes sociales, teniendo en cuenta las demandas y restricciones de 16 los distintos contextos” (1999, p. 18 ). Por ello es necesario un tratamiento conjunto y armónico de todos estos ámbitos o Eisenberg, N. (1992). The caring child. Cambridge, MA.: Harvard University Press. 12 Eisenberg, N. (2000). Empathy and sympathy. In M. Lewis & J.M. Haviland-Jones (Eds.), Handbook of emotions (pp. 677-691). New York: The Guilford Press. 13 Hoffman, M.L. (2000). Empathy and moral development: implicitors for caring and justice. Cambridge: Cambridge University Press. 11 Trianes, M.V., Muñoz, A.M. y Jiménez, M. (1996). Importancia de la situación en las soluciones a problemas interpersonales hipotéticos. Infancia y Aprendizaje, 75, 107-123. 15 McFall, R.M. (1982). A review and reformulation of the concept of social skills. Behavioral Assessment, 4, 1-33. 16 Trianes, M.V., De la Morena, M.L. y Muñoz, A.M. (1999). Relaciones sociales y prevención de la inadaptación social y escolar. Archidona: Aljibe. 14 Descargado de: www.tipica.org TIPICA, Volumen 3, Número 1, enero - junio de 2007 esferas del comportamiento interpersonal. Se requieren trabajos e intervenciones integradoras que proporcionen un mejor acercamiento a la realidad social y que eviten la segmentación excesiva y el abordaje parcial de estas cuestiones (para un análisis completo puede consultarse López de Dicastillo, Iriarte y González-Torres [2004 17 ] y López de Dicastillo [2006 18 ]). agresividad y a la violencia, en vez de al diálogo o a la negociación. Los conflictos de convivencia se enmarcan dentro de una sociedad, en ocasiones, muy centrada en promover el éxito personal (casi a cualquier precio), la rapidez de los cambios, el excesivo individualismo y la radical competitividad en todos los ámbitos, lo cual proporciona un marco, un modelo que los niños y jóvenes absorben (Díaz-Aguado, 2003 21 ; 22 Monjas, 1999, Op Cit.; Neira, 1999 ). Motivos que justifican la necesidad y el auge de los estudios sobre la competencia social Como hemos mencionado son diversos los motivos que han despertado la inquietud por esta área de estudio, no sólo entre los profesionales e investigadores, sino también entre diversos sectores sociales (incluidos los medios de comunicación). También se oyen voces críticas que señalan que las familias, aunque sin intención de generalizar, delegan en muchos casos su función socializadora y de transmisión de valores en otras instituciones educativas como la escuela. Ésta no siempre está preparada para afrontar las tareas que se le encomiendan ni para hacer frente a situaciones nuevas como la atención a alumnos de distintas culturas que requieren, más que nunca, reflexionar sobre la riqueza que proporciona la diversidad, aprendiendo a conciliar lo común con lo diferente. En primer lugar, este interés es muy razonable porque las personas pasan la mayor parte del tiempo en interacción con otros. Gran parte de sus experiencias más significativas incluyen o dependen de las relaciones con los demás. Asimismo, desarrollan su potencial solamente dentro de una comunidad. El ser humano es un ser necesitado de relaciones, colaboraciones, ayudas y vínculos (López, 1992 19 ; López y cols., 1994 20 ). Tampoco han sido solucionados estos problemas por los nuevos agentes de socialización, los medios masivos de comunicación y, en especial la televisión y los videojuegos, puesto que no han sido diseñados para encargarse de la formación moral de los espectadores. Al contrario, su diseño y evolución suponen que dicha formación ya está adquirida (Tedesco, 1995 23 ). Los psicólogos y psiquiatras advierten asimismo del aumento de casos de depresión que llenan sus consultas, que requieren, con frecuencia, una mayor atención a las relaciones y vínculos de esas personas. A esto debe añadirse la alarma social generada ante casos de violencia. En muchos de estos casos se aprecian problemas de competencia social y se acude a ella como un objetivo a trabajar para atajarlos y prevenirlos. Pero, a pesar de esta visión negativa, afortunadamente también hay motivos para el optimismo, voces que destacan la importancia de la solidaridad (ONGs) y que abogan por una nueva mentalidad que trascienda el individualismo autosuficiente y que, por el contrario, lleve a las personas a percibir la vinculación con los otros como parte de ellos mismos (es decir, que se conciban a sí mismas en términos de un “yo-relacional o conectado”) (González-Torres, 2001 24 ). Sin llegar a estos extremos, aprender a convivir y a relacionarse con otros no siempre es tarea fácil. En este sentido hay que considerar que en toda relación humana surgen conflictos (confrontación de ideas, puntos de vista diferentes), pero éstos pueden ser una oportunidad de aprendizaje. Esta oportunidad se pierde y pasa a convertirse en un problema, cuando los medios para solucionarlo apelan a la López de Dicastillo, N., Iriarte, C. y González Torres, M.C. (2004). Aproximación y revisión del concepto “competencia social”. Revista Española de Pedagogía, 227(enero-abril), 143-156. 18 López de Dicastillo, N. (2006). La competencia social en el marco de la educación cívica. Estudio descriptivo en profesorado de Pamplona. Tesis doctoral inédita. Pamplona. Universidad de Navarra. 2 Además, la educación socioemocional se presenta como una meta para alcanzar una educación integral y para la vida (Delors, 17 López, F. (1992). La inserción del desarrollo socio-personal en el curriculum escolar. En C. Borrego (Ed.), Curriculum y desarrollo sociopersonal (pp. 15-37). Sevilla: Alfor. 20 López, F., Apodaca, P., Eceiza, A., Etxebarria, I., Fuentes, M.J. & Ortiz, M.J. (1994). Para comprender la conducta altruista. Teoría, investigación e intervención educativa. Estella: Verbo Divino. 19 Díaz-Aguado, M.J. (2003). Convivencia escolar y prevención de la Disponible: violencia. www.cnice.mecd.es/recursos2/convivencia_escolar/ [2003, Mayo]. 22 Neira, T, (1999). La cultura contra la escuela: contradicciones de la cultura y prácticas educativas. Barcelona: Ariel. 23 Tedesco, J.C. (1995). El nuevo pacto educativo. Educación, competitividad y ciudadanía en la sociedad moderna. Madrid: Anaya. 21 González-Torres, M.C. (2001). Las concepciones psicológicas del yo en la postmodernidad: implicaciones para la educación moral y cívica. En C. Naval y C. Urpí (Eds.), Una voz diferente en la educación moral (pp. 41-78). Pamplona: Eunsa. 24 Descargado de: www.tipica.org 3 Desarrollo de la Competencia Social 1996 25 ). Las investigaciones de distintos autores (Gardner, 1983 26 ; Goleman, 1996 27 ; Salovey y Mayer, 1990 28 ) indican que para tener éxito en la vida no vale con saber resolver problemas intelectuales abstractos, sino que hay que aprender a afrontar las situaciones y conflictos cotidianos, los cuales implican emociones y relaciones con otras personas. conflictos? O visto de modo inverso, ¿cuáles son las principales variables que impulsan a una persona a resolver los conflictos de una manera socialmente competente? Las intervenciones en competencia social pretenden como finalidades principales prevenir y corregir problemas tanto por defecto (por ejemplo, la excesiva timidez, inhibición y pasividad) como por exceso (agresividad, violencia). Además están aumentando los estudios que señalan los beneficios que la competencia social tiene para la mejora y el logro académico (Wentzel, 1999 29 y 2005 30 ). Por último, cada vez más en la investigación se alude a la necesidad de fomentar comportamientos positivos y cívicos (no sólo corregir los negativos) y, por ello, se describe la intervención en competencia social como promotora, estimuladora de actitudes y conductas democráticas cooperativas y altruistas (Eisenberg y Fabes, 1998 31 ; Eisenberg, Losoya y Guthrie. 1997 32 ; Trianes y Fernández-Figarés, 2001 33 ). Para responder a estas preguntas se debe tener en cuenta que, como ya se ha afirmado anteriormente, la competencia social no consiste simplemente en poseer una serie de habilidades sociales, sino que también es necesario ser capaz de percibir y entender correctamente las situaciones interpersonales y saber y querer poner en práctica dichas habilidades. Además es muy importante que la persona esté inmersa en un entorno que ofrezca oportunidades favorables para interactuar y que no sufra bloqueos afectivos que interfieran en sus interacciones sociales (López de Dicastillo y cols., 2004, Op Cit.). Por todas estas razones puede concluirse que el desarrollo de la competencia social dentro del contexto escolar puede ser un medio, aunque no necesariamente el único, para prevenir la violencia y solucionar los conflictos de convivencia. Pero, ¿cuáles son las principales causas o factores que pueden estar detrás de una respuesta inadecuada y violenta ante los Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana. 26 Gardner, H. (1983). Frames of mind. The theory of multiple intelligences. New York: Basic Books. 27 Goleman, D. (1996). Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós. 28 Salovey, P. & Mayer, J.D. (1990). Emotional intelligence. Imagination, Cognition and Personality, 9, 185-211. 29 Wentzel, K.R. (1999). Social-motivation processes and interpersonal relationships: implications for understanding motivation at school. Journal of Educational Psychology, 91(1), 76-97. 30 Wentzel, K.R. (2005). Peer relationships, motivation and academics performance at schools. En A.J. Ellitot y C.S. Dweck (Eds.), Handbook of competence and motivation (pp. 279-296). New York: Guildford Publications. 31 Eisenberg, N. & Fabes, R.A. (1998). Prosocial development. En N. Eisenberg (Ed.), Social, emotional and personality development (pp. 701-778), volumen III de W. Damon (Ed.), Handbook of child psychology. New York: John Wiley & Sons. 32 Eisenberg, N., Losoya, S. & Guthrie, I.K. (1997). Social cognition and prosocial development. En S. Hala (Ed.), The development of social cognition. Studies in developmental psychology (pp. 329-363). Hove: Psychological Press. 33 Trianes, M.V. & Fernández-Figarés, C. (2001). Aprender a ser personas y a convivir. Un programa para secundaria. Bilbao: Desclée de Brouwer. 25 Factores o variables que influyen en el desarrollo de la competencia social Por consiguiente, para trabajar la competencia social y la resolución pacífica de los conflictos se deben considerar tanto las características de los alumnos como el papel que juegan los distintos agentes de socialización. Factores internos: las características personales Uno de los temas clásicos dentro de esta línea de investigación ha sido el de las habilidades sociales. Así, se ha visto que hay niños que no son capaces de solucionar los conflictos de manera constructiva porque desconocen cómo hacerlo (no saben responder a un crítica, ni iniciar una conversación, ni pedir ayuda, ni dar una negativa adecuadamente, sin herir a los demás). Sin embargo, este modelo de las habilidades sociales es incompleto porque olvida que hay personas que conocen perfectamente las habilidades y las conductas correctas pero que las emplean de forma inadecuada, en momentos inoportunos, con personas inapropiadas o de manera errónea (Monjas, 1999, Op Cit.). Por esta razón, hay que preguntarse por las causas que motivan el hecho de que algunos niños pongan en práctica adecuadamente las habilidades sociales y otros no. Así, deben mencionarse los trabajos del procesamiento de la información que señalan, desde la perspectiva sociocognitiva, que los niños que se relacionan adecuadamente con sus iguales no sólo poseen un conjunto de habilidades, sino que además son diestros para inferir en qué momentos y de qué forma es más adecuado poner en práctica dichas Descargado de: www.tipica.org TIPICA, Volumen 3, Número 1, enero - junio de 2007 destrezas (Chung y Asher, 1996 34 ; Crick y Dodge, 1994 35 ; Eisenberg y Fabes, 1998, Op Cit.; Erdley y Asher, 1999 36 ; Trianes, Muñoz y Jiménez, 1997 37 ; Weiner, 2000 38 ; Wentzel, 1999, Op Cit.). inhibidos), pero, en otros, se detecta que sobrestiman su propia competencia social y muestran una autoestima inflada (sobre todo los niños agresivos) (Baumeister, Campbell, Krueger y Vohs, 2003; Baumeister, Smart y Boden, 1996). Desde este punto de vista, los niños que tienen dificultad para relacionarse con sus iguales y para solucionar los conflictos, emplean fundamentalmente estrategias hostiles o pasivas que entorpecen la relación. Los que tienden a resolver los conflictos de convivencia de forma violenta suelen recurrir a la agresividad física, verbal o psíquica. Aquéllos que se sitúan en el extremo contrario, no resuelven los conflictos porque no defienden su punto de vista, ni sus intereses y dejan que otros se aprovechen de ellos, ante estas situaciones sobre todo ceden o huyen del problema. Pero tampoco esto explica toda la complejidad del tema. Hay niños que tienen las habilidades comportamentales necesarias para relacionarse adecuadamente con sus compañeros, que son capaces de interpretar las situaciones sociales y de razonar y explicar cuál es la estrategia más apropiada pero, a la hora de actuar, acaban por no ponerla en práctica, bien porque no pueden o bien porque no quieren. Es decir, influyen otras variables motivacionales y afectivas que pueden “paralizar” la actuación correcta del niño. También se aprecian dificultades a la hora de ponerse en el punto de vista de otras personas, de entender sus opiniones, sus sentimientos, así como a la hora de proponerse metas encaminadas a la formación y al mantenimiento de vínculos afectivos. No es extraño encontrar motivaciones como la búsqueda de venganza o la de utilizar a los compañeros como medios para alcanzar fines egoístas. Las emociones impulsan la actuación, nutren de contenido y color las relaciones y el proceso comunicativo. Emociones como el odio, la hostilidad o la tristeza pueden llevar a que, ante una situación ambigua, se perciban exclusivamente los aspectos negativos y se actúe de manera acorde al sentimiento (Engelberg y Sjoberg, 2005 39 ; Horno, 2004 40 ; Scheff, 1997 41 ; Schutte y cols., 2001 42 ; Sroufe, Schork, Motti, Lawroski y LaFreniere, 1984 43 ). Además, en especial los niños que resuelven sus conflictos de forma agresiva, tienden a atribuir intenciones hostiles a sus compañeros, creen que la agresividad está justificada y es legítima y esperan resultados positivos mediante la actuación violenta (sienten que con esa forma de actuar van a conseguir lo que quieren y, en ocasiones, lo hacen, pero esos beneficios son a corto plazo, ya que a la larga traen consecuencias negativas: rechazo, problemas de conducta o malas relaciones con los compañeros y amigos). Por otra parte, la ansiedad, la rumiación y la preocupación disminuyen la capacidad de autorregularse, especialmente si el conflicto es complejo. Por ello, conviene evitar el conflicto cuando se está preocupado, ansioso, estresado o psicológicamente cansado. El proceso de escalada de la hostilidad debe controlarse porque si se vuelve habitual se convierte en la manera cotidiana de responder ante una diferencia de pareceres, de ahí la importancia de aprender a autocontrolarse (por ejemplo, tomándose tiempo para calmarse, desarrollando el sentido del humor, llegando a compromisos, siendo flexible al proponerse metas, dándose En algunos casos, estos chicos tienen un menor autoconcepto y experimentan sentimientos de ansiedad, frustración e infravaloración (sobre todo los más tímidos e Engelberg, E. y Sjoberg, L. (2005). Emotional intelligence and interpersonal skills. En R. Schulze y R.D. Roberts (Eds.), Emotional intelligence: an international handbook (pp. 289-307). Ashlandt: Hogrefe & Huber Publishers. 40 Horno, P. (2004). Educando el afecto. Reflexiones para familias, profesorado, pediatras... Barcelona: Graó. 41 Scheff, T.J. (1997). Motivating students: emotions and community. Social Perspectives on Emotion, 4, 349-364. 42 Schutte, N.S., Malouff, J.M., Hall, L.E., Bobik, C., Coston, T.D., Greeson, C., Jedlicka, C., Rhodes, E. & Wendorf, G. (2001). Emotional intelligence and interpersonal relations. The Journal of Social Psychology, 141(4), 523-536. 43 Sroufe, L.A., Schork, E., Motti, F., Lawroski, N. y LaFreniere, P. (1984). The role of affect in social competence. En C.E. Izard, J. Kagan y R.B. Zajonc (Eds.), Emotions, cognition and behavior (pp. 289-319). Cambridge, MA: Cambridge University Press. 39 Chung, T. y Asher, S.R. (1996). Children’s goals and strategies in peer conflict situations. Merrill-Palmer Quarterly, 42(1), 125-147. 34 Crick, N.R. y Dodge, K.A. (1994). A review and reformulation of social information processing mechanisms in children’s social adjustment. Psychological Bulletin, 115, 74-101. 36 Erdley, C.A. y Asher, S.R. (1999). A social goals perspective on children’s social competence. Journal of Emotional and Behavioral Disorders, 7(3), 156-167. 37 Trianes, M.V., Muñoz, A.M. y Jiménez, M. (1997). Competencia social: su educación y tratamiento. Madrid: Pirámide. 38 Weiner, B. (2000). Intrapersonal and interpersonal theories of motivation from an attributional perspective. Educational Psychology Review, 12(1), 1-14. 35 4 Descargado de: www.tipica.org 5 Desarrollo de la Competencia Social autoinstrucciones, etc. [Deutsch y Coleman, 2000 44 ]). Factores socialización En todo conflicto existe un componente afectivo, bien en el motivo del enfrentamiento, bien por la relación que une a las personas en conflicto. Un gran obstáculo de cara a solucionarlo es la “instrumentalización” del afecto en las relaciones (“si no haces esto, no te querré o no serás mi amigo”). Por el contrario, la expresión emocional debe ser la base para resolverlo (las distintas partes en conflicto cuentan lo que sienten y tratan de entender al otro). Sin olvidar el papel activo que juega el niño en las relaciones que establece, los distintos agentes de socialización favorecen o, por el contrario, dificultan que éste se comporte de forma competente y resuelva sus conflictos de forma adecuada en sus interacciones sociales. Estas personas significativas se convierten en modelos que el niño observa cotidianamente y que puede llegar a imitar. Deutsch, M. & Coleman, P.T. (Eds.) (2000). The handbook of conflict resolution. San Francisco: Jossey-Bass. 45 Eisenberg, N. (1995). Prosocial development: a multifaceted model. En W.M. Kurtines y J.L. Gewirtz (Eds.), Moral Development. An introduction (pp. 401-429). Needham Heights, Mass.: Allyn and Bacon. 46 Eisenberg, N. & Strayer, J. (1992). Cuestiones fundamentales en el estudio de la empatía. En N. Eisenberg y J. Strayer, La empatía y su desarrollo (pp. 13-23). Bilbao: Desclée de Brouwer. 47 Eisenberg, N., Fabes, R.A., Karbon, M., Murphy, B.C., Carlo, G. y Wosinski, M. (1996). Relations of school children’s comforting behavior to empathy-related reactions and shyness. Social Development, 5(3), 330-351. 44 agentes de Por ejemplo, se ha visto que el apego seguro (Ainsworth, Blehar, Waters y Wall, 1978 49 ; Fuentes, 1999 50 ; López, 1992, Op Cit.; Palacios y Moreno, 1994 51 ; Rubin, Bukowski y Parker, 1998 52 ; Trianes y Muñoz, 2003 53 ) y el estilo educativo democrático de los padres caracterizado por una alta comunicación, expresión de afecto pero combinado con la autoridad, la firmeza y la exigencia - lleva a un mejor desarrollo de la competencia social de los hijos. Estos padres establecen normas claras y adaptadas a las posibilidades de sus hijos mediante el razonamiento, el diálogo, la negociación y la explicación, proporcionando un modelo de sensibilidad e interés por los demás 54 55 (Alonso y Román, 2003 y 2005 ; Baumrind, 56 57 y 1991b ; Damon, 1995 58 ; Darling, 1991a Ainsworth, M.D.S., Blehar, M.C., Waters, E. y Wall, S. (1978). Patterns of attachment. A psychological study of the strange situation. Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum Associates. 50 Fuentes, M.J. (1999). Los grupos, las interacciones entre compañeros y las relaciones de amistad en la infancia y adolescencia. En F. López, I. Etxebarria, M.J. Fuentes y M.J. Ortiz (Coords.), Desarrollo afectivo y social (pp. 151-180). Madrid: Pirámide. 51 Palacios, J.& Moreno, M.C. (1994). Contexto familiar y desarrollo social. En M.J. Rodrigo (Ed.), Contexto y desarrollo social (pp. 156188). Madrid: Síntesis. 52 Rubin, K.H., Bukowski, W. & Parker, J.G. (1998). Peer interactions, relationships and groups. En N. Eisenberg (Ed.), Social, emotional and personality development (pp. 619-700), volumen III de W. Damon (Ed.), Handbook of child psychology. New York: John Wiley & Sons. 53 Trianes, M.V. & Muñoz, A. (2003). Educación de las habilidades sociales. En J.L. Gallego y E. Fernández de Haro (Dir.), Enciclopedia de Educación Infantil, vol II (pp. 197-218). Málaga: Aljibe. 54 Alonso, J. & Román, J.M. (2003). Educación familiar y autoconcepto en niños pequeños. Madrid: Pirámide. 55 Alonso, J. & Román, J.M. (2005). Prácticas educativas familiares y autoestima. Psicothema, 17, 76-82. 49 Baumrind, D. (1991a). The influence of parenting style on adolescent competence and substance use. Journal of Early Adolescence, 11(1), 56-95. 57 Baumrind, D. (1991b). Effective parenting during the early adolescent transition. En P.A. Cowan & M. Hetherington (Eds.), Family 56 Eisenberg, N., Fabes, R.A., Shepard, S.A., Murphy, B.C., Jones, S. y Guthrie, I.K. (1998). Contemporaneus and longitudinal prediction of children’s sympathy from dispositional regulation and emotionality. Developmental Psychology, 34(5), 910-924. 48 los Concretamente, se debe tener en cuenta el apego, el estilo educativo de los padres, la manera en la que transmiten su amor y calor a los hijos, cómo se comunican y elaboran las normas, las conversaciones que mantienen con ellos, la disciplina imperante en el hogar. Precisamente, una de las causas principales de los problemas de convivencia, no sólo en la escuela sino en general en toda la sociedad, es la falta de empatía, la poca disponibilidad para ponerse en el lugar del otro y entenderlo (esto explicaría en parte, no sólo la conducta de las personas directamente implicadas en los conflictos, sino también la falta de actuación, de ayuda y la indiferencia que predomina en el resto de personas espectadores y participantes indirectos en dichas situaciones) 45 (Eisenberg, 1995 y 2000, Op Cit.; Eisenberg y 46 Strayer, 1992 ; Eisenberg y cols., 1996 47 , 1997, Op Cit., 1998 48 ). Todas estas características o factores personales de los alumnos deben tenerse en cuenta a la hora de fomentar la competencia social en los centros educativos, con la intención de promover la resolución constructiva de los conflictos. Pero no es el alumno el único que tiene la responsabilidad del conflicto, sino que toda la sociedad en su conjunto es copartícipe en la configuración de la personalidad y el comportamiento de los niños y adolescentes, así como en la creación de un clima o contexto en el que se promuevan las relaciones interpersonales de calidad y la solución pacífica de los problemas de convivencia. externos: Descargado de: www.tipica.org TIPICA, Volumen 3, Número 1, enero - junio de 2007 1999 59 ; Fernández García, 1998 60 ; Jiménez Hernández, 2000 61 ; Musitu y García, 2001 62 ; Palacios, 1999 63 ; Palacios y Moreno, 1994, Op Cit.). Trianes, 2006 69 ; Trianes y García Correa, 2002 70 ; Trianes y cols., 1999, Op Cit.). También las redes de amistad, la aceptación por parte de los iguales y la resolución constructiva de los conflictos que tienen lugar en los grupos de iguales (evitando por ejemplo las situaciones de acoso o intimidación, el bulllying) proporcionan oportunidades valiosas para el aprendizaje de habilidades sociales, de liderazgo, de negociación y de prosocialidad (Asher y Rose, 1997 71 ; Baéz de la Fe y Jiménez, 1994 72 ; Ortega, 1998 73 ; Ortega y Del Rey, 2003 74 ; Rubin y cols., 1998, Op Cit.; Trianes y cols., 1999, Op Cit.). Al mismo tiempo, es primordial que los padres no quiten autoridad a los docentes, que crean en ellos y que colaboren y trabajen de forma conjunta en la educación de estos niños. Es importante que la profesión docente reciba la valoración y el apoyo que merece. Del mismo modo, las relaciones que se establecen entre los profesores y los alumnos, el clima de clase, la disciplina y el trabajo específico en el aula de cuestiones relacionadas con la resolución apropiada de los conflictos sirven, nutren y dan forma al modo en el que los estudiantes van a ir configurando su competencia social. Los profesores deben cuidar el modo en el que se dirigen a los estudiantes, fomentar la participación democrática de éstos a la hora de establecer las normas de convivencia, proponer momentos para el trabajo cooperativo que ayuda a favorecer el conocimiento interpersonal, la empatía, la responsabilidad y la puesta en práctica de habilidades sociales de respeto de turnos, de negociación y de colaboración, además del éxito académico 64 65 (Barriocanal, 2001 ; Cárdenas y Pérez, 2004 ; 66 67 Elksnin, 1996 ; Katz y McClellan, 1997 ; López de Dicastillo, Iriarte, González-Torres, 2006 68 ; transitions (pp. 111-163). Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum Associates. 58 Damon, W. (1995). Greater expectations. Overcoming the culture of indulgence in America’s homes and schools. New York: The Free Press. 59 Darling, N. (1999). Parenting style and its correlates. Eric Digest, ED427896. Disponible: www.eric.ed.gov [2002, Julio]. 60 Fernández García, I. (1998). Prevención de la violencia y resolución de conflictos. El clima escolar como factor de calidad. Madrid: Narcea. 61 Jiménez Hernández, M. (2000). Las relaciones interpersonales en la infancia. Sus problemas y soluciones. Archidona: Aljibe. 62 Musitu, G. & García, J.F. (2001). ESPA29. Escala de socialización parental en la adolescencia. Madrid: TEA. 63 Palacios, J. (1999). La familia y su papel en el desarrollo afectivo y social. En F. López, I. Etxebarria, M.J. Fuentes y M.J. Ortiz (Coords.), Desarrollo afectivo y social (pp. 267-284). Madrid: Pirámide. 64 Barriocanal, L.A. (2001). Implicando al alumno en el establecimiento de normas de clase: normas consensuadas, normas aceptadas. En I. Fernández García (Coord.), Guía para la convivencia en el aula (pp. 73-99). Barcelona: CISS PRAXIS. 65 Cárdenas, V.G. y Pérez, M. (2004). Habilidades sociales y habilidades docentes. Xictli. Unidad UPN 094. Disponible: www.unidad094.upn.mx [2005, Enero]. 66 Elksnin, L.K. (1996). Promoting success in the mainstream: collaborative social skills instruction. Reading & Writing Quarterly: Overcoming Learning Difficulties, 12, 327-332. 67 Katz, L.G. & McClellan, D.E. (1997). Fostering children’s social competence: the teacher’s role. Washington: National Association for the Education of Young Children (NAEYC). 68 López de Dicastillo, N., Iriarte, C. & González-Torres, M.C. (2006). La competencia social y el desarrollo de comportamientos cívicos: la labor orientadora del profesor. Estudios sobre Educación (ESE), 011, 127-147. 6 Asimismo hay que considerar el alcance de otros agentes de socialización como los medios de comunicación, estando especialmente atentos a las posibles consecuencias de la programación violenta en la televisión. Los resultados de las investigaciones (Dorr, 1985 75 ; García, 2000 76 ; Pérez AlonsoGeta, 2001 77 ; Rojas, 1993 78 ; Torres y Conde, 1994 79 ; Torres, Conde y Ruiz, 1999 80 ) en este Trianes, M.V. (2006). Causas de la violencia escolar y su prevención mediante programas. Ponencia presentada en las XXXIV Jornadas de Centros Educativos. “Estrategias para la convivencia en el entorno escolar: cómo prevenir y afrontar la violencia”. Universidad de Navarra, Pamplona, 6-7 Febrero. 70 Trianes, M.V. & García Correa, A. (2002). Educación Socioafectiva y prevención de conflictos interpersonales en los centros escolares. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado (Universidad de Zaragoza), 044, 175-189. 71 Asher, S.R. & Rose, A.R. (1997). Promoting children’s socialemotional adjustment with peers. En P. Salovey y D.J. Sluyter (Eds.), Emotional development and emotional intelligence (pp. 196-224). New York: Basic Books. 72 Baéz de la Fe, B. & Jiménez, J.E. (1994). Contexto escolar y comportamiento social. En M.J. Rodrigo (Ed.), Contexto y desarrollo social (pp. 189-222). Madrid: Síntesis. 73 Ortega, R. (1998). Las relaciones entre compañeros/as escolares. En A. Goñi (Ed.), Psicología de la educación sociopersonal (pp. 231253). Madrid: Fundamentos. 74 Ortega, R. y Del Rey, R. (2003). La violencia escolar. Estrategias de prevención. Barcelona: Graó. 75 Dorr, A. (1985). Contexts for experience with emotion, with special attention to television. En M. Lewis y L. Saarni (Eds.), The socialization of emotions (pp. 55-85). New York: Plenum Press. 76 García, M.C. (2000). La violencia televisiva como fuente de aprendizaje e imitación para la infancia. Revista Española de Pedagogía, 215, 115-136. 77 Pérez Alonso-Geta, P.M. (2001). Las competencias básicas en la formación moral y cívica. En C. Naval y C. Urpí (Eds.), Una voz diferente en la educación moral (pp. 147-172). Pamplona: Eunsa. 78 Rojas, L. (1993). La ciudad y sus desafíos. Héroes y víctimas. Madrid: Espasa-Calpe. 79 Torres, E. & Conde, M.E. (1994). Medios audiovisuales y desarrollo social. En M.J. Rodrigo (Ed.), Contexto y desarrollo social (pp. 223268). Madrid: Síntesis. 80 Torres, E., Conde, M.E. y Ruiz, C. (1999). La influencia de las pantallas en el desarrollo socioafectivo. En F. López, I. Etxebarria, M.J. Fuentes y M.J. Ortiz (Coords.), Desarrollo afectivo y social (pp. 285301). Madrid: Pirámide. 69 Descargado de: www.tipica.org 7 Desarrollo de la Competencia Social En estas escuelas un grupo de investigadores del Developmental Studies Center (Battistich, 2001 81 ; Battistich, Solomon, Watson y Schaps, 1997 82 ; Battistich, Watson, Solomon, Schaps y Solomon, 1991 83 ; Brown y Solomon, 1983 84 ; sentido no son concluyentes ni muestran una relación directa a largo plazo entre ver programas con contenidos altamente violentos y comportarse habitualmente de forma agresiva. Lo que parece claro es que sí puede conducir a tener comportamientos violentos a corto plazo en personas ya predispuestas a reaccionar con hostilidad y a una insensibilización y habituación a la contemplación de la violencia. El protagonismo de los “antihéroes” (personajes cuyos objetivos y métodos fundamentales se resumen en la violencia por la violencia) puede que no tengan efectos directos sobre el comportamiento pero presentan una realidad o una ficción negativa que, desde luego, no ayuda desde el punto de vista educativo. Schaps y Solomon, 1990 85 ; Solomon, Battistich, Watson, Schaps y Lewis, 2000 86 ; Solomon, Watson, Battistich, Schaps y Delucchi, 1996 87 ; Solomon, Watson, Battistich, Schaps, y Delucchi, 1992 88 ; Watson, Battistich y Solomon, 1997 89 ; Watson, Solomon, Battistich, Schaps y Solomon, 1989 90 ) puso en práctica un programa de intervención (The Child Development Project), que busca promover el desarrollo interpersonal y ético, el sentido de comunidad y preparar a los estudiantes para que aprendan a convivir y a participar activamente en la sociedad democrática y en la vida social e intelectual del aula. Como conclusión podría afirmarse que todos estos agentes de socialización deben trabajar de forma conjunta, colaborar y dirigirse hacia el mismo horizonte: el desarrollo integral y positivo de los estudiantes. Teniendo en cuenta todo este entramado de factores y de influencias van apareciendo programas y experiencias educativas que buscan conjugarlos para el logro de una convivencia pacífica y democrática. Así, va aumentando el número de escuelas con proyectos educativos comprometidos con el desarrollo interpersonal y ético, como muestran las Caring School Communities, las cuales cuentan en la actualidad con una alta evidencia empírica que avala su eficacia. Una Experiencia Práctica: las Caring School Communities En este apartado se va a hacer referencia a una experiencia llevada a cabo en EE.UU. en la que no sólo se ha trabajado la competencia social, la educación cívica, la participación y el establecimiento de relaciones positivas y solidarias a través de la introducción, más o menos parcial, de unos contenidos y objetivos en el currículo, sino que toda la escuela se ha imbuido de una filosofía impregnada por estas cuestiones, entendiendo que los valores deben observarse, vivirse y practicarse en la vida cotidiana. Así, tanto el clima como la organización del centro y el currículo de distintas materias se han estructurado teniendo como base estas ideas. Esta experiencia parte de una filosofía de trabajo muy distinta a la que actualmente se observa en muchos centros educativos. En las escuelas que participaron en este proyecto se intentó organizar el currículo académico alrededor de estos objetivos cívicos, sociales y morales, que son considerados tan importantes como los propiamente intelectuales. Así se trata de fomentar el interés por los demás y el amor por aprender, las habilidades Battistich, V. (2001). Effects of an elementary school intervention on students’ “connectedness” to school and social adjustment during middle school. Comunicación presentada en Resilience education: Theoretical, interactive and empirical applications, symposium conducted at The Annual Meeting of the American Educational Research Association, Seattle, abril. Disponible: www.devstu.org/ articles/articles.html [2001, Noviembre]. 82 Battistich, V., Solomon, D., Watson, M. & Schaps, E. (1997). Caring School Communities. Educational Psychologist, 32(3), 137-151. 83 Battistich, V., Watson, M., Solomon, D., Schaps, E. & Solomon, J. (1991). The child development project: a comprehensive program for the development of prosocial character. En W.M. Kurtines y J.L. Gewirtz (Eds.), Handbook of moral behavior and development (Vol. 3) (pp. 1-34). Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum Associates. 84 Brown, D. & Solomon, D. (1983). A model for prosocial learning: an in-progress field study. En D. Bridgman (Ed.), The nature of prosocial development: interdisciplinary theories and strategies (pp. 273-307). New York: Academic Press. 85 Schaps, E. & Solomon, D. (1990). Schools and classrooms as caring communities. Educational Leadership, 48, 38-42. 81 Solomon, D., Battistich, V., Watson, M., Schaps, E. & Lewis, C. (2000). A six-district study of educational change: direct and mediated effects of the child development project. Social Psychology of Education, 4, 3-51. 87 Solomon, D., Watson, M., Battistich, V., Schaps, E. & Delucchi, K. (1996). Creating classrooms that students experience as communities. American Journal of Community Psychology, 24(6), 719-748. 88 Solomon, D., Watson, M., Battistich, V., Schaps, E. & Delucchi, K. (1992). Creating a caring community: educational practices that promote children’s prosocial development. En F.K. Oser, A. Dick & J. Patry (Eds.), Effective and responsible teaching: the new synthesis (pp. 383-396). San Francisco: Jossey-Bass. 89 Watson, M., Battistich, V. & Solomon, C. (1997). Enhancing studens’ social and ethical development in schools: an intervention program and its effects. International Journal of Educational Research, 27, 571-586. 90 Watson, M., Solomon, D., Battistich, V., Schaps, E. & Solomon, J. (1989). The Child Development Project: combining traditional and developmental approaches to values education. In L.P. Nucci (Ed.), Moral development and character education. A dialogue (pp. 51-92). Berkley, CA.: McCutchan. 86 Descargado de: www.tipica.org TIPICA, Volumen 3, Número 1, enero - junio de 2007 académicas y sociales necesarias para ser un miembro productivo de la sociedad democrática y participar en la toma de decisiones y estar activamente implicados en la vida social e intelectual del aula. Diversas evaluaciones empíricas del programa han puesto de relieve importantes resultados positivos (tabla 1) no sólo desde el punto de vista social (por ejemplo, el compromiso con valores democráticos, la mejora de las relaciones 8 sociales y de la competencia social, el fortalecimiento de vínculos dentro de la escuela y la comunidad y la promoción de la solidaridad), sino también desde el punto de vista académico (gusto por la escuela, fomento de la motivación intrínseca para aprender, mejora de las aspiraciones y expectativas educativas y del rendimiento académico). Tabla 1. Principales beneficios de las Caring School Communities RESULTADOS OBTENIDOS Por promover el sentimiento de pertenencia a la comunidad Satisfacción de necesidades pertenencia y competencia de Por aplicar el programa autonomía, Mayor autonomía moral Creación y refuerzo de lazos afectivos Más conducta prosocial, cooperación y competencia social Mejora de la autoestima y de la empatía Razones intrínsecas para comportarse de modo prosocial Compromiso con la escuela e identificación con sus Habilidades de resolución de conflictos normas, metas y valores Gusto y motivación por la escuela Toma de perspectiva y empatía Menor consumo de drogas y disminución del Mejora académica comportamiento delincuente Moderación de alguno de los efectos negativos de la Mayor participación (también en la elaboración de pobreza las normas de clase) Mayor compromiso con los valores democráticos Más calidez y preocupación de los profesores por mejorar las relaciones con sus alumnos, por promover la cooperación, la motivación intrínseca y la participación Más confianza, respeto y colaboración entre los profesores que declaraban sentirse también parte de una comunidad Los pilares básicos de este modelo son: el trabajo cooperativo, la participación de los alumnos en la gestión del aula y en la elaboración de las normas de convivencia y el fomento de la disciplina inductiva y la resolución constructiva de conflictos, el uso de la literatura y de otros medios para promover el entendimiento interpersonal, la realización de actividades de carácter prosocial (como la tutoría de los más mayores con los más pequeños) y el fortalecimiento de las relaciones familia-escuela, es decir, la implicación de todos a la hora de experimentar el centro como una comunidad (tabla 2). Tabla 2. Principales componentes del Child Development Project EN EL AULA EN TODO EL CENTRO EDUCATIVO Descargado de: www.tipica.org Desarrollo de la Competencia Social 9 4º- Implicación de toda la comunidad escolar 1º- Aprendizaje cooperativo 2º- Disciplina inductiva/Resolución constructiva de conflictos Otros:- Desarrollo de actitudes de respeto e integración 3º- Uso de la literatura y de otros medios para promover el entendimiento interpersonal y realzar los valores prosociales En definitiva, esta experiencia trasciende la mera aplicación de un programa buscando una filosofía que impregne el clima y todo el quehacer educativo de todas las personas implicadas. De esta forma deja de ser algo puntual y esporádico y se generaliza y convierte en un modo de entender la educación y las relaciones sociales. Es decir, la formación en competencia social debe ser contemplada a la luz de unos valores cívicos y morales que proporcionen una visión más profunda de las relaciones interpersonales, relaciones en las que el comportamiento del niño no sólo debe ser valorado positivamente sino que debe ser bueno en sí mismo. Experiencias de este tipo se enmarcan dentro de un determinado contexto, lo cual no implica que deban replicarse tal cual en todas las escuelas, pero sí pueden proporcionar pistas u orientaciones para conseguir la implicación de toda la comunidad a la hora de fomentar la educación para la convivencia y la resolución pacífica de los conflictos. De hecho, progresivamente van desarrollándose programas de intervención inspirados en este tipo de prácticas, como por ejemplo el programa “Aprender a ser personas y a convivir” de Trianes y Fernández-Figarés (2001, Op Cit.). Conclusiones y Orientaciones para la Práctica Para terminar es importante destacar la complejidad y multidimensionalidad de los conflictos de convivencia que tienen lugar dentro del contexto educativo. De ahí la necesidad de conocer los distintos factores sobre los que reflexionar para mejorar la competencia social de alumnos y profesores, de cara a una resolución de estos conflictos, no sólo adecuada sino enriquecedora. El trabajo en competencia social no debe considerarse una “receta” ni el único “remedio” posible, pero sí una alternativa que probablemente debe tenerse en cuenta. Algunas breves orientaciones educativas que pueden mejorar el tratamiento de estas cuestiones en el aula y en el centro educativo serían (López de Dicastillo, 2006, Op Cit.): Ayudar a los alumnos a canalizar y regular sus emociones constructivamente; conocer sus sentimientos y opiniones. Estar atentos a los problemas y conflictos, especialmente a aquéllos que en principio pasan más desapercibidos (el bullying). Por ejemplo, creando redes de mediadores con los propios alumnos que reciben formación específica para, a su vez, ayudar a los compañeros que acudan a ellos para solucionar sus problemas de convivencia. También se pueden colocar buzones en las escuelas para que los estudiantes que tienen miedo o que callan este tipo de situaciones, puedan depositar sus preocupaciones o avisar de ellas. Crear un clima de cuidado, calor, respeto, preocupación mutua, colaboración, ayuda y participación que favorezca que los alumnos se sientan miembros de una comunidad y protagonistas de su aprendizaje y de sus relaciones. Mantener expectativas adecuadas sobre los estudiantes y proporcionarles un feedback positivo. Realizar actividades de educación en valores, de habilidades sociales, de negociación y resolución de conflictos y estimular la empatía de los alumnos. También es importante proporcionar oportunidades para que los alumnos interactúen (por ejemplo, a través del trabajo cooperativo que nos permite además fomentar los valores cívicos y democráticos). Expresar claramente las normas y lo que se espera del comportamiento de los estudiantes y favorecer la participación activa de éstos en la configuración de las reglas de convivencia (se suelen emplear las horas de tutoría para celebrar “asambleas” o debatir estos temas). Aprovechar el comportamiento inadecuado y los conflictos como oportunidades para enseñar modos alternativos y más eficaces de respuesta (diálogo, negociación) Descargado de: www.tipica.org TIPICA, Volumen 3, Número 1, enero - junio de 2007 10 servir de modelo de aquello que se desea para los alumnos. Reflexionar sobre la propia actuación docente, sobre los libros y materiales empleados, así como diseñar actividades y programaciones que incluyan la resolución adecuada de los conflictos. Fomentar la colaboración de los propios docentes con sus compañeros (con la dirección, con el equipo de orientación). Conseguir una auténtica cooperación familia-escuela y la implicación de toda la comunidad educativa (contemplar estas cuestiones como prioritarias del centro escolar). En definitiva, no se trata tanto de incluir, aunque no estaría mal, una nueva asignatura o de “sobrecargar” con nuevos contenidos, reducidos a momentos puntuales o dirigidos sólo a determinados alumnos, sino que parece más efectivo impregnar las distintas áreas curriculares y niveles educativos con este modo de entender la educación. Todo esto requiere la formación de los profesores y un gran esfuerzo por parte de todos, entendiendo que se trata de un proceso largo pero que merece la pena acometer. Descargado de: www.tipica.org
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