LA VILLA DE BRIHUEGA La historia de Brihuega está íntimamente ligada a la historia de España. Además, por la situación estratégica en la que se encuentra la Villa, algunas de las batallas más importantes han tenido lugar en esta población. En el lugar que hoy ocupa Brihuega hubo poblados ibéricos desde muchos siglos antes de la Era cristiana. Se han hallado restos arqueológicos que así lo prueban, entre otros cerámicas y armas. A principios del siglo pasado, en el paraje denominado Arroyo de la villa, fue excavada una necrópolis celtíbera encontrándose varias urnas globulares conteniendo cenizas. El nombre Brihuega deriva del vocablo íbero briga, que significa lugar fuerte o amurallado, apareciendo en los documentos medievales con el nombre de Castrum Briga. Es en la Edad Media, cuando Brihuega aparece por primera vez en la historia como un núcleo importante de población, siendo mencionada con el nombre de Castrum Brioca, o castillo sobre la roca. Durante este periodo Brihuega fue punto de paso de los principales personajes de la época. Así, el que luego fuera rey Alfonso VI, tras huir de la corte por problemas con su padre, estuvo viviendo en Brihuega una temporada acogido a la amabilidad del rey de Toledo Al-Mamún. Tras la conquista de Toledo, ya convertido en rey, donó la villa a los Arzobispos de Toledo, quienes convirtieron a Brihuega en lugar principal a la altura de Illescas, Alcalá de Henares o Talavera de la Reina. Entre estos, el más importante fue sin duda alguna Don Rodrigo Ximénez de Rada, gran político e historiador, que enriqueció el patrimonio de Brihuega con obras como las iglesias de San Felipe y de Santa María y la capilla gótica del Castillo de la Piedra Bermeja. También fue el artífice de la concesión del Fuero a Brihuega en 1242. La Edad Media permitió la llegada de todo tipo de gentes y religiones, favoreciendo el comercio, la industria y una intensa actividad urbanística y artística, de la que tan espléndidos ejemplos han llegado a la actualidad. Hasta el S. XVI, Brihuega vivió sumergida en un régimen señorial, que terminaría en 1584 cuando Felipe II anexionó la villa a la corona. En 1607 los arzobispos volvieron a tomar posesión de Brihuega en la persona del cardenal Sandoval y Rojas. Momentos clave para la historia de España tuvieron lugar en Brihuega en 1710, con el asalto a la villa y la posterior batalla en campos de Villaviciosa de Tajuña, que trajeron al trono a la dinastía Borbón. Tras muchos siglos de señorío arzobispal, el S. XVIII vió la emancipación de la villa y su auge industrial gracias al apoyo de los monarcas ilustrados. 1 La política renovada de Fernando VI y Carlos III hizo que Brihuega tuviera una Fábrica de Paños que durante un S. largo la dió prosperidad y fama. Los tres últimos siglos de su historia están salpicados de sucesos bélicos decisivos en la historia de España: En 1455, Brihuega sufrió un asedio durante los nueve días que preceden a al festividad de Pentecostés, reinando en Castilla Juan II y en Navarra el también llamado Juan II, pretendiendo hacerse con el trono castellano. Como el asalto no llegó a realizarse, los vecinos briocenses proclamaron patrona a la Virgen de la Peña, aparecida tres siglos antes a la Princesa Elima, hija del moro Al-Mamúm. En 1710, vivió la batalla de Villaviciosa y el asalto de Brihuega, acontecimientos determinantes para el acceso de la dinastía borbónica al trono. En 1808 fue escenario de la lucha de los franceses durante la Guerra de la Independencia. Y la batalla de Brihuega en 1937 en plena guerra civil fue una de las más nombradas de toda la guerra. Brihuega fue ocupada por las tropas italianas, que se enfrentaron con las tropas republicanas. El Fuero de Brihuega y el texto sobre Brihuega escrito por el cronista provincial don Antonio Herrera Casado ofrecen apuntes valiosos sobre la verdadera historia de Brihuega. El origen del escudo municipal de Brihuega. 2 EL FUERO DE BRIHUEGA El Fuero de Brihuega es uno de los documentos históricos más importantes de la historia de la villa. A continuación se muestra la edición digital del Fuero de Brihuega, publicado por la biblioteca virtual Miguel de Cervantes, 2005 del autor Fidel Fita Colomé (S. I.) El Fuero de Brihuega. Publícalo, precedido de algunos apuntamientos históricos acerca de dicha villa, D. Juan Catalina García, Catedrático de Arqueología y Ordenación superior de Museos en la Escuela superior de Diplomática, correspondiente de la Real Academia de la Historia y Cronista de la provincia de Guadalajara. Madrid, tipografía de Manuel Ginés Hernández, 1888.- En 4.º, páginas 196. Cuanto pudiera yo decir en alabanza de este volumen, que acaba de ofrecer el autor en donativo á esta Real Academia, sería muy poco. Estilo ameno, exquisita erudición, juicio maduro, datos innumerables sacados de fuentes recónditas y purísimas, verdadera historia de Brihuega que sale á luz bajo el modesto nombre de Apuntamientos, disponen el ánimo del lector á sacar partido conveniente del extenso Fuero municipal, que ha descubierto y fielmente copiado el Sr. Catalina García, anotándolo é ilustrándolo con oportunas observaciones lingüísticas y jurídicas. Repártese el Fuero en 328 rúbricas ó artículos, que el Sr. Catalina García, ateniéndose escrupulosamente á la letra del original, ha dejado sin numerar; sistema grato á la vista, pero que tiene la desventaja de no prestarse bien al estudio correlativo de los artículos, ni al comparativo de este con otros Fueros, no menos notables, como los de Alarcón y de Uclés, los de Nájera y Madrid, y el inédito de Alcalá de Henares. El ejemplar del Fuero de Brihuega, que ha sacado á luz el Sr. Catalina García, es el original que recibió aquella villa de manos de su señor el arzobispo é historiador D. Rodrigo Ximénez de Rada, cuya firma autógrafa se ve al pie del cuerpo de tan insigne documento; así como las del Deán, las de cuatro arcedianos y las de otros doce capitulares de la Iglesia Toledana. El códice, -nos dice el Sr. Catalina García,- en que está escrito el Fuero y las tres confirmaciones del mismo, consta de dos hojas blancas al principio, 70 de texto del Fuero, acabando en la última las subscriciones, y empezando á la vuelta de ella la carta del arzobispo D. Sancho. En otra más, va en su verso la carta de D. Gonzalo, y en el reverso la del otro D. Gonzalo, terminando el códice con una hoja blanca, y sumando 74 en total. El pergamino en que está escrito con hermosísima tinta negra, que conserva toda la intensidad de su color, es blanco, fuerte y lastroso; la I con que empieza el texto es de colores, y en el centro dorada; formando otros adornos cierto entralazado muy propio de las miniaturas de aquella época. Los epígrafes de las disposiciones están trazados con tinta roja, y sus letras iniciales son de adorno y hechas de rojo y azul. Una sencilla orla de trazos de ambos colores abraza tres de los lados de la primera página. La letra es grande, escrita por mano hábil y del carácter que los paleógrafos llaman francés. Las dimensiones de las páginas son de 23 centímetros de alto por 20 de ancho; las de la caja de lo escrito de 17 de alto por 12 ó 13 de ancho, porque hay renglones salientes. La margen inferior es más ancha. 3 El códice está resguardado por dos gruesas tablas de nogal, unidas por su borde inferior al fuero con cuatro fuertes tiras de badana. Las tablas son muy antiguas, porque la segunda ofrece la particularidad de llevar escritas en su cara interior, y en letra de fines del siglo XIII ó principios del XIV estas líneas: Al Rey mi señor por don Sanch fys ques del muy alto et muy noble rey don Alfon. Al Rey mi señor por don Sancho. Y en otra dirección esta escritura: VIIJ sellos arçobispales. uno rreal, testis pero dias Pero Gomes La margen inferior de todas las hojas tiene una tosca cortadura que casi llega hasta el borde interior. Es de presumir que se hizo para colgar los sellos que el fuero tuvo, como lo prueban los agujeros que traspasan todas las hojas en esta parte inferior, casi separadas de ellas en la forma dicha. De esos agujeros cuatro están taladrados con instrumento circular, los otros son más pequeños y menos regulares. Para precisar la data del fuero, que el códice no expresa, acude el Sr. Catalina García á las subscripciones. Comparándolas, nos dice, con otros documentos de fecha conocida, puede advertirse aproximadamente la del fuero de Brihuega. En efecto, de cuantos documentos suscritos por el arzobispo D. Rodrigo y su Cabildo he visto, ninguno concuerda en mayor número de firmas con nuestro Fuero que la carta de Alpuébrega, cerca de Toledo, dada por el Cabildo de esta Santa Iglesia, y que lleva la fecha de 1242. De manera que sin duda alguna, puede afirmarse que el Fuero fue otorgado á los vecinos de Brihuega por su señor el arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada hacia el año 1242, y aun quizá antes. Este método de precisión, único en que se fija el autor de las líneas que acabo de leer, está expuesto á dos graves inconvenientes. Puede existir un documento, cuya resultante de suscripciones comunes con las del Fuero en cuestión, sea mayor que las que resultan del Fuero de Alpuébrega; y como en todos los instrumentos la mayor parte de los Capitulares no firman, la norma es insubsistente por la sencilla razón de que el mayor número de firmas comunes pudo resultar de la mayor proximidad, no de los años o del tiempo en que firman, sino de la casualidad ú oportunidad, que reunió á los individuos en determinado lugar y acontecimiento. Y á la verdad, compulsando las escrituras del Liber privilegiorum ecclesie Toletane, he visto que el Fuero de Alpuébrega, dista mucho de presentar ese mayor número de subscripciones, porque de 13 que trae, tan solo 7 son comunes; al paso que el Statutum super factum refectorii, inédito sobre 17 que trae tiene 13 comunes. ¡Notable exceso! El estatuto se firmó en 6 de Enero de 1247, pocos meses antes de la muerte del arzobispo, acaecida el 10 de Junio del mismo año. Más certero y seguro es el método de reducción que parte de un hecho, vinculado á las suscripciones ó al mismo Fuero con fecha determinada. Entre los diecisiete capitulares, suscribe en tercer lugar, después del deán D. Miguel, y de D. Beltrán arcediano de Toledo, el arcediano de Madrid D. Diego Zapata, que fué inmediato sucesor de D. Martín Ximénez, sobrino del arzobispo. D. Martín, que obtuvo la dignidad de arcediano de Madrid por fallecimiento de su antecesor en 1227, y la conservó hasta su muerte, hizo testamento en Velletri, ciudad 4 de los Estados pontificios, á 29 de Junio de 1237. Luego, el Fuero de Brihuega, de que vamos tratando, es posterior á esta fecha. Mayor precisión resulta del prólogo, ó carta de concesión del Fuero donde el arzobispo, dice, que con otorgamiento de don Miguel el Deán el de todo el Cabildo de Toledo, otorgamos nuestra villa Briuega á todos los pobladores, que y son oy, ó vinieren y daquí adelant, á ellos el á fijos, el á nietos, et visnietos, et á todas sus generationes, con todos sus términos et con todas sus Aldeas, vieias que avíe, et con las vj. que nos ganamos del Rey don Fernando, que dios dé vida, las quales son estas, Gaianeios, Val de Salze, Ferrunnuela, Benuiure del castiello, Hyélamos de sant Andrés, Tomellosa; et por estas Aldeas que nos les diemos, an nos ellos a dar cada anno por la fiesta de sant Juhan CCCCos Mos. Conocido es el diploma por el cual hallándose en Burgos á 13 de Octubre de 1234, dió San Fernando al arzobispo las seis aldeas en el prólogo del Fuero nombradas; pero no lo es tanto, el privilegio de dotación de las catorce capellanías, del nuevo templo magnificentísimo de Toledo, asignada por D. Rodrigo. En ella concede al cabildo con aquel objeto en rédito señorial, la villa de Archilla et sex aldeas Brioce, scilicet Gaianeios, Benbibre de Castello el Ferrunuela que fuerunt de Atencia, et Vallem salicis cum omnibus hereditatibus et vineis, quas emimus, et aldeam acquisivimus que fuit de Fita, Tomelosam et aldeam sancti Andree que fuerunt de Guadalfaiara; et pro hiis sex aldeis, quas dedimus concilio Briocensi, idem concilium tenetur nobis dare annis singulis in festivitate sancti Johannis baptiste quadringentos morabetinos. Son las mismas palabras, las que traduce en el Fuero de Brilluega; pero es de notar que en la carta de dotación el traspaso del rédito señorial, ó de los 400 maravedís de oro, que pagaba el concejo de Brihuega, fué traspaso momentáneo en favor del cabildo, porque inmediatamente, ó á continuación en la misma carta de dotación, se canjearon con otros. La carta está fechada en 10 de Julio de 1238; y parece por lo visto suponer otorgado, ó próximo á otorgarse el Fuero. El arzobispo, tan pronto como tuvo completamente fijadas las condiciones, señorial y concejal de su villa y aldeas, debió pensar en normalizarlas por medio de su carta foral. En Brihuega estuvo, como ya lo ha notado el Sr. Catalina García, á 5 de Julio de 1239, otorgando licencia para fundar una casa de merced en Alcaras; y con esta fecha y estancia fácilmente se avienen las que buscamos. Ni hay que pensar que este Fuero, de seguro posterior al 29 de Junio de 1237, se crease ó formulase totalmente de nuevo. En la carta foral de Archilla que publiqué, y que en 15 de Octubre de 1233, otorgó D. Rodrigo, dice este expresamente en calonnas é en las otras cosas, dámosles el fuero de Brihuega; y asimismo la carta foral de la misma villa y aldeas antiguas de Brihuega, concedido por el Arzobispo un decenio antes, ó hacia el año 1223, se expresa en iguales términos: In omnibus aliis causis vivant secundum forum suum; et nos habeamus redditus nostros et alia jura, secundum quod hactenus habuimus. Para mí tengo que se han perdido, los textos del siglo XII, que representan el substratum del Fuero descubierto y publicado por el Sr. Catalina García, y de su diligencia como de su talento fío el recobro. La historia latina, escrita por D. Rodrigo, una bula de Celestino III18 del 6 de Junio de 1192, y las ordenanzas del Cabildo eclesiástico de Brihuega que hizo el arzobispo D. Celebruno (1170-1180) y cita el Sr. Catalina García19, guiarán, mejor que yo sabría indicarlo, su docta investigación en tan importante descubrimiento. Dos palabras ahora sobre las confirmaciones, ó apéndices. 5 Á la vuelta de la hoja en que van las suscripciones del Fuero, que nos ocupa, sigue una carta declarativa y dispositiva del procedimiento notarial que se debe observar en los contratos de venta, encomiendas y préstamos, otorgada por D. Sancho Arçobispo de Tolledo et Primado de las Espannas et Chanciller de Castiella. Tampoco tiene fecha. Opina el Sr. García que el otorgante fué D. Sancho, hijo de San Fernando; pero advierto que éste no se titula, Chançeller de Castiella, sino del Rey en dos diplomas que despachó estando en Brihuega. Por el primero, inédito, del 25 de Julio de 1257, confirmó á los vecinos de Belinchón el fuero de Toledo; y por el segundo, del 23 de Julio de 1258, eximió del tributo de la luctuosa á los capitulares racioneros y capellanes de la Iglesia Primada. El título de canciller de Castilla corresponde al arzobispo D. Sancho, hijo de D. Jaime el Conquistador, según es de ver en la carta foral, que firmó en Belinchón, á 25 de Mayo de 1268. La carta del arzobispo D. Sancho de Aragón está, si mal no pienso, incluída entre los años 1266 y 1275. Dan remate al códice otras dos cartas de pura confirmación, debidas á los arzobispos D. Gonzalo García Gudiel (1280-1299) y D. Gonzalo Díaz Palomeque (1299-1310). Con justa razón escribe el Sr. Catalina García: Es el Fuero de Brihuega la página más gloriosa de esta villa en los siglos medios, y débela á la munificencia y amorosa solicitud del egregio Arzobispo. Con dicha merced premió este la quieta y leal servidumbre del pueblo de Brihuega, cuyos vecinos no aparecen jamás en la Edad Media hostiles á los Arzobispos sus señores, antes bien formarían gustosos en aquellas heróicas mesnadas con que los prelados asistieron á los Monarcas en los rudos combates de las Navas, de Córdoba y Sevilla. Un historiador célebre sospecha que fué un brihuego el que tuvo la parte principal en la conquista de Córdoba por San Fernando, y aunque la sospecha no esté justificada, bien podemos tener por seguro que había hijos de Brihuega entre los adalides, caballeros y peones de los lugares del Arzobispo que asistieron á dicha conquista y á otras funciones de guerra no menos famosas. Y acaso cediendo á instancias de estos héroes oscuros, el Arzobispo concedió á Brihuega esa compilación de ordenanzas que damos á luz en este escrito como principal objeto suyo, digno de ser conocido por literatos, historiógrafos y eruditos. Por mi parte solo añadiré que no podía faltar á la noble villa bajo el impulso del egregio Arzobispo, movimiento científico y literario. Básteme citar el informe, que ha dado á esta Real Academia su correspondiente D. Rodolfo Beer sobre los cinco libros, que compiló Bernardo de Brihuega por orden del rey don Alfonso el Sabio. ¿Colaboró este Bernardo de Brihuega en la redacción de las ordenanzas del Fuero de su patria? No me parece temeridad el creerlo; pero quien quiera que haya sido el redactor, tócale señalado lugar entre los buenos Autores españoles, que escribieron en castellano26 durante la primera mitad del siglo XIII, y faltan á la Colección de Rivadeneira. Madrid, 30 de Noviembre de 1888. 6 BRIHUEGA POR ANTONIO HERRERA CASADO Texto del libro, Crónica y guía de la provincia de Guadalajara escrito por Antonio Herrera Casado. Guadalajara, 1988. La villa se tiende en la ladera sur del páramo que baja desde la primera llanada alcarceña hasta el valle del Tajuña. Para quien llega desde Torija, Brihuega se muestra hundida y abrigada al fondo del valle. Pero cuando se viene por el Tajuña, la villa se alza sobre la roca bermeja, en alto y como victoriosa. Brihuega no fue sede importante de población hasta la Edad Media. Pero su antigüedad en el tiempo es mucho mayor. Aunque ningún testimonio escrito nos dé fe absoluta de su existencia en los antiguos tiempos de la prehistoria, podemos afirmar, gracias a los restos arqueológicos aparecidos en la vega del Tajuña, que por allí existió poblado en los siglos anteriores a la llegada romana. Una necrópolis de tipo celtibérico fue excavada a principios de siglo, y aún hoy se hallan muestras dispersas de cerámica ordinaria por varios lugares que rodean el caserío. Su nombre actual parece derivar del vocablo briga, muy utilizado en la toponimia de origen ibérico, y que viene a significar “lugar fuerte y amurallado”. Posteriormente fue denominado este lugar Castrum Brioca, quizás corno herencia compartida de la época autóctona y la dominación romana, pero es con ese nombre que aparece en los documentos medievales. Poco antes de la reconquista de Toledo, en 1071, el príncipe Alfonso de Castilla, huido de la corte de su padre y acogido a la amabilidad de Al-Mamún, el rey moro de Toledo, introducía a Brihuega en la historia de una manera definitiva y veraz. En la umbrosa región del Tajuña vivió Alfonso VI de Castilla, antes de ser elevado al trono, algunos meses. Al Mamún le entregó la zona para que la habitara en compañía de los nobles, monteros y ballesteros que con él huyeron de Sancho de León, su hermano, y con los mozárabes toledanos y cordobeses que desde antes de la conquista mora tenían allí su habitáculo. Lugar ideal para la caza y el recogimiento, Alfonso VI permaneció durante nueve meses en el castillo de la Peña Bermeja y de allí partió nuevamente a Castilla cristiana, desde cuyo trono culminó una de las campañas más victoriosas de la Reconquista, tomando hacia 1085 las ciudades de Toledo, Madrid, Guadalajara y Talavera, así como la propia Brihuega, que desde años antes consideraba suya. El rey Alfonso donó entera la villa de Brihuega, en documento fechado el 15 de enero de 1086, a la mitra primada de España. El primer arzobispo que poseyó Brihuega fue don Juan, quien formó un feudo en el que se incluían lugares de relieve, como Illescas, Alcalá de Henares y Talavera. Quizás el más importante de los señores briocenses fue don Rodrigo Ximénez de Rada, aquel gran política e historiador que tanto ayudó al engradecimiento de Castilla durante los reinados de Alfonso VIII y Fernando III. A él se debe la erección de los más importantes monumentos religiosos de Brihuega, como las iglesias de San Felipe y Santa María, pudiendo añadir a la lista de sus iniciativas la de culminar el ya reconstruido castillo briocense con una capilla de corte gótico en la que tantas veces él mismo habría de celebrar los oficios religiosos. En la fortaleza alcarreña pasó largas temporadas don Rodrigo, entre los años 1224 y 1239, escribiendo en ella muy probablemente algunas de sus importantes obras históricas. El fue quien redactó 7 y otorgó el conocido Fuero de Brihuega para sus habitantes, y consiguió del rey Enrique I, en 1215, un privilegio para celebrar feria por San Pedro y San Pablo, cada año. Menudearon las visitas reales al castillo de la Peña Bermeja, tanto de Alfonso VIII corno de Fernando III y de su hijo el Rey Sabio, y en 1258 llegó a tanto la importancia de la villa, que sirvió de sede para clausurar uno de los concilios toledanos que convocara el año antes el arzobispo-infante don Sancho. Esta importancia social que adquirió Brihuega durante los siglos de la Baja Edad Media, principalmente entre la duodécima y decimocuarta centurias, fue debida en parte a la conjunción de razas y religiones que en ella tuvo solar, con el consiguiente florecimiento económico y cultural. En el Fuero que Ximénez de Rada concede a la villa, se lee así: “Todos los omes que moraren en Brihuega o en su término, xristianos et judíos et moros todos ayan fuero”. Unos y otros levantaron sus iglesias, mezquitas y sinagogas, quedando aún relevantes vestigios de esta mezcolanza, pues entre las primeras sobreviven las de Santa María, San Miguel y San Felipe, quedando aún restos de la de San Juan, y el recuerdo del templo hebreo en la calle de la Sinagoga. Durante el resto de la Edad Media, poco más de interés habría de ocupar la vida de Brihuega: siguieron viniendo los arzobispos toledanos a pasar el verano en su castillo, arrastrando con ellos en múltiples ocasiones la presencia de los monarcas castellanos, a quienes en tantos trances aconsejaban. Figuras tan principales como don Gil de Albornoz, don Pedro Tenorio y don Francisco Jiménez de Cisneros, honraron a la villa con su estancia. A su calor fueron llegando canónigos y otros altos personajes de la región castellana, que se construyeron casonas recias de las que aún sobrevive algún ejemplo. Uno de los grandes señores de Brihuega y su Peña Bermeja fue el cardenal don Juan de Tavera, a quien se debe toda la obra renacentista de la iglesia de Santa María de la Peña. Ya en 1584, y ante las presiones cada vez más fuertes que los gastos guerreros le suponían al rey Felipe II, éste decidió, previa autorización del papa Gregorio XIII, indemnizar a la Mitra toledana y quedarse con la villa de Brihuega para sí. Admitieron sus habitantes el cambio de buena gana, aunque pronto volvieron los arzobispos toledanos a ser los señores de la capital de la Alcarria, pues en 1607 tomaba nuevamente posesión de ella el cardenal Sandoval y Rojas, culminando con la figura del arzobispo don Luis Fernández Portocarrero el tiempo de la paz y el sencillo discurrir de la vida briocense. Con este religioso, que en la hora de la caída de los Austrias se erige regente del país y decidido partidario de los Borbones, pasa la historia de Brihuega a escribir una de las páginas más gloriosas de su secular camino. El asalto de Brihuega y la batalla de Villaviciosa, hechos cruciales en la historia de España, y determinantes con su rumbo del acceso de la dinastía borbónica al trono hispánico, tuvieron lugar el 9 y 10 de diciembre de 1710. La tarde del primero contempló la entrada, tras varias horas de dura lucha, de las tropas borbónicas en el pueblo. Venían comandadas por los generales Bracamonte y Vallejo, siendo el vencido el Inglés. La noche siguiente, y ya sobre el ejército aliado en retirada, las tropas de Vendome, con la presencia del joven Felipe V junto a ellas, conseguían la victoria última sobre las cansadas filas de Starenberg, que en Villaviciosa cerró el libro de las esperanzas del archiduque Carlos. Todavía en Brihuega se guarda con calor el recuerdo de esta efemérides histórica, y en el arco de la Cadena, por el que entraron a la villa las tropas borbónicas, se conserva una cartera puesta en recuerdo de la hazaña. El despostismo ilustrado de los Borbones dejó en esta villa un ejemplo de lo que entendían por resurgimiento económico de su pueblo. La industria lanera local, que comenzara tímidamente en el siglo XVI, se vio notablemente impulsada al fin de la Guerra de Sucesión. Como sucursal de la fábrica de 8 Guadalajara que creara el barón de Riperdá, nació la industria briocense, que vio levantar su magnífico edificio, en lo más alto del pueblo, a instancias del marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI. Aún el rey Carlos III se ocupó de alentar esta fábrica, que llegó a gozar de merecida fama en todo el país. Paños, bayetas, y mantones de los más variados colores salían de las anchas naves. Afuera, al sol, los versallescos jardines ponían su punto de romanticismo al entorno. De las antiguas industrias briocenses, aún es obligado recordar cómo las de la abarquería, el chocolate y el papel de Cívica intentaron lanzar a la villa al puesto y categoría que por la laboriosidad de sus habitantes le correspondía. Hoy, todo ello no son más que recuerdos. La guerra de la Independencia contra las tropas de Napoleón dio nuevamente pie para que luciera el valor y la tenacidad de los brihuegos. Un guerrillero notable, el herrero Francisco Pareja, puso en dificultades a los franceses, siendo ayudado en ocasiones por el célebre Empecinado. Aún en enero de 1823 vivió Brihuega una de sus más duras jornadas, al tener lugar entre sus muros una dura batalla entre las tropas del general Bessiéres, que representaba al absolutismo, y las constitucionales del Empecinado y O’Daly, que salieron desbaratadas. Una última batalla, también triste y destructora, como todas las anteriores, tuvo lugar en Brihuega en el transcurso de la Guerra Civil última. Fuerzas italianas de Enrico Francisci la ocuparon, en 10 de marzo de 1937 siendo desalojadas ocho días después por las republicanas de Cipriano Mera y Enrique Listar, en cuyo poder se mantuvo la villa hasta muy poco antes del 1.º de abril de 1939. La realidad de Brihuega en este momento es muy otra. Es una villa bien comunicada con la capital de la provincia y el resto de su comarca. Posee cerca de cinco mil habitantes y un buen número de empresas que dan ocupación a la totalidad de la población. Entre ellas son de destacar la cerámica de pasta blanca, que elabora multitud de piezas variadas de verdadera artesanía; una cooperativa textil en la que se ocupan casi un centenar de mujeres; otra industria de ahumado de pescado y piscifactoría, y luego abundantes explotaciones agropecuarias, en las que se da vida al tradicional trabajo de la comarca briocense: el cereal, las leguminosas y cada vez más las hortalizas. Ganado bovino y lanar. Y lo típicamente alcarreño, la miel que continúa poseyendo las características más puras y el más agradable sabor, dado lo abundante de la flora de la región. Es, al mismo tiempo, un centro de continua atracción turística, al estar en la ruta que lleva a todos los caminos de la Alcarria, presidiendo el largo y magnífico valle del río Tajuña, vena principal del paisaje alcarreño. El Arte La presencia árabe en Brihuega quedó sellada con la rúbrica contundente de murallas y castillo, a los que luego pondría su impronta la dominación cristiana. Lo que en su origen fue obra de los moros de Toledo, dueños del lugar, sería más tarde renovado por los castellanos. La villa estuvo murada totalmente, y en su extremo sur, en la parte más baja del pueblo, se colocó el castillo que siempre hizo de finca de recreo y residencia, más que de un auténtico baluarte guerrero. De la antigua muralla quedan importantes vestigios: la puerta de Cozagón, hacia occidente, de esbelto arco apuntado, y la puerta de la Cadena, en el extremo opuesto de la población. Entre ambas se extiende un largo y bien plantado lienzo de muralla, 9 en algunos tramos todavía cargado de almenas. La torre de San Felipe es una antigua estructura de esta muralla, luego aprovechada para torre de dicha iglesia. El castillo, que andando el tiempo se dio en llamar de la Peña Bermeja, por asentar en su parte meridional sobre enriscado y rojizo saliente rocoso, estaba separado en su límite norte del resto de la población por un hondo foso que poco a poco se ha ido cubriendo. Se conserva casi íntegro su recinto murado, constituyendo el antiguo patio exterior lo que hoy es el Prado de Santa María. Este se rodea de muralla al norte y oeste. En ella se abre, entre dos fuertes torres, la puerta de Santa María, o del juego de pelota y posteriormente se perforó, hacia saliente, con la que hoy se conoce como puerta de la Guía, por la que se accede desde la villa hasta este lugar de extraordinaria belleza que constituye uno de los rincones más apacibles y evocadores de toda la provincia. Desde el recinto exterior se llegaba, y aún se conserva esta puerta, al castillo propiamente dicho, que hoy está convertido en cementerio. Un amplio albácar o patio de armas, tapizado ya de blancos mausoleos, y de tristes cipreses, se extendía al pie del edificio en que, en torno a un pequeño patio de honor se levantaban las dependencias del palaciofortaleza. Estas habitaciones, cubiertas de cúpulas nervadas, son hoy capillas mortuorias. En su banda norte, el castillo poseía una gran sala abovedada, en la que hoy se encuentra la capilla de la Vera Cruz, y la parte más interesante de todo el edificio, la capilla del castillo, construida en un sencillo y elegante estilo gótico en la primera mitad del siglo XIII, a instancias del arzobispo toledano don Rodrigo Ximénez de Rada, dueño y señor de la villa. Esta capilla gótica, obra del segundo cuarto del siglo XIII, es resumen de la cultura y el gesto artístico de don Rodrigo. Hombre que camina junto a sus reyes en las nuevas conquistas de Andalucía, y descubre en ellas el arte exquisito de los árabes. Pero hombre, al mismo tiempo, que estudia y viaja por Europa (Bolonia, Roma, París … ) y de allí va tomando y gustando los caracteres nuevos del quehacer gótico. Nórdico es, sin precedentes en Castilla, el estilo de esta capilla del castillo de Brihuega. Es de una sola nave, con tramo anterior cuadrado, breve presbítero y semicircular ábside. La bóveda es de medio punto, recorrida por nervaturas que arrancan de los capiteles, finamente labrados con motivos vegetales, en que terminan las columnas adosadas. Tres ventanales semicirculares se abren dando luz al recinto. Y plenamente mudéjar, meridional por tanto, es la decoración pictórica de sus muros, que aún en parte se conserva, consistente en una complicada tracería de polígonos estrellados, de color vinoso sobre el fondo claro, entre las que aún se encuentran algunas figuras zoomórficas. Esta conjunción de arte gótico y mudéjar hace muy interesante la capilla del castillo briocense, que al exterior se marca en cilíndrico torreón, horadado por las ventanas semicirculares y que es de los aspectos m s característicos de la villa. Continuando en el recinto del Prado de Santa María, podemos admirar otro edificio notable, la iglesia parroquias de Santa María de la Peña, uno de los cuatro templos cristianos que tuvo Brihuega y que fue construido, también en la primera mitad del siglo XIII, a instancias del arzobispo Ximénez de Rada. Su puerta principal está orientada al norte, cobijada por atrio porticado. Se trata de un gran portón gótico, escoltado por columnillas adosadas, que rematan en capiteles ornados con hojas de acento y alguna escena mariana, como es una ruda Anunciación. De ellos parten arquivoltas apuntadas recorridas por puntas de diamante y decoración vegetal. El tímpano se forma con dos arcos también góticos que cargan sobre un parteluz imaginario y entre ellos un rosetón en el que se inscriben cuatro círculos. La puerta 10 occidental, a los pies del templo, fue restaurada en el siglo XVI por el cardenal Tavera, cuyo escudo la remata. El interior es de gran belleza y puro sabor medieval. Los muros de piedra descubierta de sus tres naves comportan una tenue luminosidad grisácea que transportan a la edad en que fue construido el templo. El tramo central es más alto que los laterales, estando separados unos de otros por robustas pilastras que se coronan con varios conjuntos de capiteles en los que sorprenden sus motivos iconográficos, plenos de escenas medievales, religiosas y mitológicas. Las techumbres se adornan con nervaturas góticas. Sobre la entrada a la primera capilla lateral de la nave del Evangelio, una gran ventana gótica se muestra. En el siglo XVI, el cardenal Tavera modificó el templo colocando a sus pies un coro alto, que se sostiene sobre valiente arco escarzano, en el que medallones, escudo y balaustrada pregonan lo radicalmente distinto del arte plateresco con respecto al romántico. Las otras iglesias briocenses, construidas todas ellas en la misma época, es decir, primera mitad del siglo XIII, a instancias del mismo arzobispo Ximénez de Rada, son las de San Juan, ya desaparecida, la de San Felipe y la de San Miguel. De esta última, situada en la parte baja de la villa, camino ya de Cifuentes, sólo quedan la torre cuadrada y los cuatro muros, en los que, no obstante, luce en un extremo la gran portada románica de transición, de sencillos capiteles y arquivoltas apuntadas y en el otro el ábside poligonal mudéjar, de ladrillo descubierto, que ni las guerras ni el tiempo han logrado todavía derruir. En su interior, ruinoso, quedan las columnas y capiteles de entrada al presbiterio y un enterramiento gótico de don Juan Muñoz. Este templo ha sido recientemente restaurado. La iglesia de San Felipe es, sin duda, la más bella de Brihuega. Construida en la misma época que las anteriores, presenta la portada principal orientada al oeste, alzándose las apuntadas arcadas que nacen de los capiteles vegetales y culminando el muro con rosetón calado y alero sostenido por canecillos zoomórficos. Al sur existe otra puerta, más sencilla, pero también de estilo tradicional. El Interior, que sufrió grandes desperfectos en un incendio, allá por el año 1904, ha sido recientemente restaurado por el Estado, y ofrece un aspecto de autenticidad y galanura gótica como es muy difícil encontrar en otros sitios. Tres naves esbeltas, la central más alta que las laterales, se dividen por pilares con decoración vegetal y se recubren con artesonado de madera. Al fondo, la capilla absidial, de muros lisos y cúpula nervada, completa el conjunto que sorprende por su aspecto netamente gótico y medieval. Tres conventos hubo en Brihuega, de los que muy poca cosa resta de Interés. El de monjas bernardas, con el título de Santa Ana, lo fundó don Juan de Molina en 1615. Su Iglesia y edificio no ofrecía nada de notable y fue derruido por completo hace pocos años, trasladándose la comunidad a un nuevo cenobio construido en las afueras del pueblo. Del convento de monjas jerónimas, ya deshabitado, por haberse dispersado las religiosas por otros lugares de la provincia, sólo queda el grande o inexpresivo edificio de su iglesia, de una sola nave, en la que nada de interés se contiene. Es fundación de cuatro alcurniadas damas de Guadalajara, quienes en 1564 se retiraron a la villa alcarreña, a hacer vida recogida, uniéndose a esta comunidad posteriormente la de religiosas jerónimas de Guadalajara. Y casi ni el recuerdo queda del convento de franciscanos de San José que fundó don Juan de Molina, hacia 1619, en unos edificios anejos a la muralla, en el Prado de Santa María. Lo habitaron frailes de la reforma hecha por San Pedro de Alcántara y vieron en él varones de probada santidad y muchas letras. 11 En su edificio se instaló, en 1835, el hospital de la villa, que anteriormente había estado en San Simón. Hoy está desocupado. De la vida civil aún quedan algunos vestigios gloriosos e interesantes, petrificados singularmente en varios escudos repartidos por antiguas casonas. En la calle de las Armas queda una portada barroca, con los blasones de los Gómez. En otra casa de la calle Cozagón alta aparece un escudo con los emblemas del Santo Oficio, perteneciente a algún clérigo que, en siglos posteriores, ocuparía el cargo de familiar de esta Institución en la villa alcarreña. Aún puede verse otro escudo nobiliario en un edificio de la Plaza del Coso. En esta plaza, de indudable atractivo popular, presidida por el edificio del Ayuntamiento que ha sido hace pocos años reformado y levantado de nueva planta, sustituyendo al antiguo que en el siglo XVIII trazara Ventura Rodríguez, también puede admirarse el frío y monolítico edificio de la Cárcel, que se levantó en el reinado de Carlos III y se restauró para ser convertido en Casa de la Cultura. Dos monumentos fuertes completan esta plaza. Otro lugar curioso de Brihuega es la fuente Blanquina o de los doce caños, que viene a constituir el símbolo de la abundancia acuática de la villa, que suena a vergel en multitud de puntos por donde mana el agua. El edificio de la fábrica de paños, puesta en marcha como filial de la de Guadalajara, y terminado por completo en 1787, bajo el reinado de Carlos III, se aparece al viajero, con su curiosa geometría circular, desde cualquier punto que por primera vez se la observe. La entrada principal, situada al norte, es de piedra gris dispuesta en severos módulos neoclásicos. Un gran zaguán y un pequeño patio alargado forman la introducción del gran edificio. Su cuerpo principal, la rotonda, son hoy vacías estancias donde aún parece resonar el fragor de aquellos 84 telares de paño para los que un millar de operarios trabajaban afanosos cada día. Orientados al sur del edificio y sobre una amplia terraza con magníficas vistas al valle del Tajuña, se encuentran los jardines de la fábrica, montados en ‚poca posterior según el gusto versallesco. 12 EL ESCUDO El origen del escudo municipal de Brihuega está en su antiguo sello concejil. El siguiente artículo de A. del Cerro Torrecilla nos explica el origen del escudo de Brihuega: La circunstancia de conservar yo el dibujo que sirvió de modelo para grabar el escudo de Brihuega en la piedra del monumento erigido en 1910, con ocasión del II Centenario del Asalto y Batalla de BrihuegaVillaviciosa, y el haber encontrado numerosas variantes de este escudo, tanto en impresos como en sellos, pinturas, bordados, etc…, así como en crónicas y trabajos literarios, me movieron a investigar cuáles eran en realidad las verdaderas Armas de la Villa Arzobispal. El escudo representado en el dibujo de referencia, original del notable pintor don Ángel Mínguez, corresponde a la siguiente descripción: Un castillo almenado en campo de planta: en lo alto del castillo hay una imagen de la Purísima Concepción que tiene arbolado a su derecha un báculo episcopal inclinado hacia afuera. Este escudo es el que figura en la gran mayoría de los documentos heráldicos contemporáneos. Pero existe una escritura del siglo XIV que demuestra de manera irrefutable que el verdadero escudo de Brihuega no es el que acabamos de describir. Nos referimos a la escritura de reconocimiento de vasallaje y homenaje que hizo el Concejo de Brihuega de villas y aldeas al arzobispo de Toledo don Gutiérrez Gómez en 20 de junio de 1311. Esta escritura se conserva en el Archivo Arzobispal de Toledo; pero se publicó una copia íntegra de ella, hecha por el Padre Burriel, en la colección diplomática para la Historia de Fernando IV y un extracto de las misma en la obra Brihuega y su partido, de Pareja Serrada (Guadalajara, 1916). En este documento existe un sello en cera, de buen tamaño que pende de una cinta de seda encarnada sujeta a la escritura hecha en pergamino. En el anverso del sello hay una imagen sedente de la Virgen con el Niño Jesús en los brazos (la de Nuestra Señora de la Peña) rodeada de una orla en la que solamente se lee: … dominus tecum benedicta tu, siendo bien fácil completar el principio, borrado de la jaculatoria (Ave Maria gratia plena). En el reverso se ve un castillo con tres torres, la del centro más alta y con cuatro ventanas y las laterales con dos. Entre la torre centra y cada una de las laterales hay arbolado, un báculo episcopal inclinado hacia afuera. La orla de este lado del sello tiene la siguiente leyenda incompleta: Sigillum concillique debe terminarse con la palabra Virocensis. Por lo tanto, este es el verdadero blasón de Brihuega, ya que se trata de un documento fehaciente del Concejo de esta villa. Por otra parte, el escudo de Armas que el padre Béjar describe en el siglo XVIII (Historia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Peña, Madrid 1733), coincide exactamente con el citado documento, cuya existencia era ignorada por este autor. Tampoco queremos dejar de mencionar la opinión del cronista de Guadalajara don Juan Catalina García, alta autoridad en la materia que, en el 13 siglo pasado, escribió las siguientes palabras: Estas son, pues, las Armas de Brihuega, que es el desconocimiento de ellas o el capricho han modificado. (El Fuero de Brihuega, Madrid 1888). Este escudo se halla, sin embargo, muy poco difundido. Nosotros sólo hemos conseguido ver una representación plástica de él en la peana de la Virgen de la Peña. Testimonios escritos en este escudo tampoco hemos logrado encontrar más que dos: el de P. Béjar antes citado y el de Sepúlveda y Lucio, ilustre briocense que en la Crónica que escribió de la Rogativa a la Virgen de la Peña, efectuada en 1888, refiere que en el Prado de Santa María se colocó un gran escudo de Brihuega en el que figuraba la Virgen de la Peña, en lo alto del castillo. Por el contrario, los documentos en los que figura el escudo representado en el dibujo de Mínguez, exactamente o con algunas variantes, son muy abundantes como ya hemos dicho. Citaremos los principales que nosotros hemos visto: El monumento del Campo de Batalla de Brihuega-Villaviciosa, en uno de cuyos lados está grabado en piedra el escudo briocense de acuerdo con el dibujo que conservo. Es de lamentar que, durante la última contienda civil fue bárbaramente mutilado, borrando la Virgen y el báculo. La revista briocense La Alcarria Ilustrada, publicada en 1902, en la cual se publica un artículo firmado por Ernesto de Vilches, que va acompañado de un grabado del escudo de Brihuega que es idéntico al del dibujo de Mínguez. La obra Brihuega y su partido, del insigne cronista de Guadalajara don Antonio Pareja Serrada (Guadalajara, 1916), que en su contraportada lleva impreso el escudo briocense, el cual es igual a los reseñados en los dos apartados anteriores. No deja de ser curioso que el autor afirme, en la misma obra, que el verdadero escudo de Brihuega es el de la anteriormente citada escritura del siglo XIV. La Enciclopedia Espasa que en el artículo Brihuega, inserta el escudo que lleva la Purísima y un sólo báculo. El sello en tinta del Ayuntamiento de Brihuega, que ofrece la particularidad de no tener Virgen ni báculos. Probablemente sería desposeído de estas piezas en alguna etapa anticlerical del siglo XIX. El programa de Fiestas de Brihuega 1965, que inserta un escudo intermedio de las dos principales versiones de él, ya que presenta Purísima Concepción con dos báculos. Varios documentos iconográficos y literarios (impresos, dibujos, pinturas, bordados… etc), existentes en diversos Centros, tanto oficiales como particulares. Aunque no hemos encontrado ninguna prueba de ello, nosotros suponemos que el cambio de la imagen de la Virgen de la Peña por la Purísima Concepción se haría en recuerdo del Asalto de la Villa por las tropas de Felipe V, que se dio el día 8 de diciembre de 1710 y que asentó firmemente en España la dinastía borbónica. Por esta misma causa, encima de la lápida que recuerda este hecho de armas en la Puerta de la Cadena, existe una hornacina con la imagen de la Purísima. Tampoco debe olvidarse que, este memorable suceso fue la causa próxima de que se declaran Patrona de España a esta advocación mariana. Por lo que respecta a los dos báculos pastorales, es muy difícil emitir ninguna opinión. El P. Béjar, en su obra antes citada, dice que en unos papeles manuscritos que él examinó, debidos a la pluma de un docio Catedrático del Estradío de Humanidades que había en Brihuega, llamado don Manel de Ossorio, se dice 14 que en tiempo de los godos había en Brihuega dos obispos o abades mitrados, un católico y otro arriano, y que habiéndose producido un portentoso milagro por intercesión de la Virgen ( que unos siglos más tarde se llamaría de la Peña), los dos obispos acordaron declinar su autoridad poniéndola en manos de la Dignidad eclesiástica de Toledo, por lo cual dispusieron que, en el escudo de Armas de Villa, figurara el sitio preferente la imagen de su Patrona con un báculo pastoral a cada lado, inclinado en señal de reverencia. Sea o no verídica esta tradición, lo cierto es que ya en el siglo XIV, como antes vimos, figuraban los dos báculos en el escudo de Brihuega. ¿Cuál fue la causa de que el blasón briocense perdiera un báculo?. Lo ignoramos. Únicamente nos atrevemos a conjeturar que al dejar Brihuega de ser villa de abadengo en 1584, para pasar a serlo de realengo, se suprimirían con este motivo los báculos de su escudo por ser interpretados como símbolos del señorío arzobispal. Más tarde, al retornar la villa a la autoridad eclesiástica, en 1606, se volvería a incorporar al escudo el báculo, pero ya uno sólo, por ignorar lo que significaban los dos. Con este artículo hemos querido, principalmente proclamar en esta hora en que Brihuega está experimentando un maravilloso resurgimiento, cual es el verdadero escudo de Armas de la Villa Arzobispal, señalando las principales y más difundidas representaciones de su blasón con el fin de que se conozcan las erróneas y se puedan evitar otras nuevas. Al mismo tiempo hemos tratado de explicar las causas de las ilícitas alteraciones sufridas por este escudo a lo largo del tiempo. Ahora sólo nos resta hacer una breve descripción de él, explicando la significación de cada una de sus piezas El escudo de Armas de Brihuega debe sujetarse a la siguiente descripción que corresponde a la del escudo del siglo XIV ajustado a las normas de la Heráldica: Un castillo color marrón con puertas y ventanas en sable, con tres torres, lo del centro más gruesa y más alta. Esta torre tiene cuatro ventanas y las otras dos torres dos ventanas cada una. El castillo está edificado sobre un promontorio de rocas. Encima de la torre central hay una imagen sedente de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos (la Virgen de la Peña) y entre la torre central y las laterales hay a cada lado un báculo episcopal de oro, inclinado hacia afuera. El fondo del escudo es de plata. La significación de cada una de estas piezas es obvia. El castillo sobre rocas significa plaza fuerte, lugar fortificado sobre piedras (la Peña Bermeja), la Virgen el patronazgo de la Peña: los báculos, tal vez, el episodio referido por el P. Béjar y , desde luego, el señorío de la mitra toledana. El fondo de plata representa la pureza integridad y fortaleza de los hijos de Brihuega. El origen del escudo municipal de Brihuega está en su antiguo sello concejil. Se puede encontrar éste en un documento de 1311 cuyo original se conserva en el Archivo Episcopal de Toledo. Pendiendo de una cinta encarnada de seda, aparece en el anverso de un sello de una imagen de la Virgen María, sentada, con su hijo Jesús en los brazos. En la orla se lee. DOMINUS TECUM BENEDICTA TU!. Sin duda, se trata de la Virgen de la Peña. En el reverso se ve un castillo de tres torres, y entre la central y las laterales aparecen sendos báculos episcopales, leyéndose en la incompleta orla: SIGILUM CONCILII. Con el paso del tiempo, y siguiendo la práctica habitual de la emblemática municipal, ambas caras del sello concejil fueron unidas en un sólo dibujo, y adoptando los esmaltes propios del blasón, pasaron a 15 constituir el Escudo Heráldico Municipal, que se ha utilizado de forma tradicional desde hace siglos, y que debe ser representado correctamente del siguiente modo: escudo español, en campo de gules, un castillo donjonado de tres torres, de oro, mazonado de sable y aclarado de gules; entre la torre central y las laterales, sendos báculos episcopales de oro; y por cimero de la torre central, una imagen de la Virgen María con su Hijo Jesús entre los brazos, apareciendo entre nubes, en plata. Al timbre, la corona real, propia del régimen monárquico legalmente establecido en la actualidad. 16
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