1 I. Política de Salud Una Política Social Sonia Fleury Assis Mafort Ouverney I. Política de Salud Una Política Social I. Política de Saudé: Uma Política Social Sonia Fleury Assis Mafort Ouverney Traducción del portugués al castellano a cargo de Adrián Dubinsky 3 E n este capítulo, vamos a intentar comprender por qué una política de salud debe ser tratada como una política social, es decir, una política que está destinada para la reproducción de los individuos y de las colectividades. Este abordaje tiene como objetivo entender que, como las demás políticas sociales, una política de salud está sujeta a múltiples determinantes, muchas veces contradictorios. Sería más sencillo que pensásemos que toda política de salud está hecha para mejorar las condiciones sanitarias de una población. Sin embargo, como veremos, existen muchos otros intereses involucrados que también determinan los rumbos y el formato de las políticas de salud. Al considerar una política de salud como una política social, una de las consecuencias inmediatas es asumir que la salud es uno de los derechos inherentes a la condición de ciudadanía, pues la plena participación de los individuos en la sociedad política se realiza a partir de su inserción como ciudadanos. Eso se debe a que las políticas sociales se estructuran de diferentes maneras o modalidades de políticas e instituciones que aseguran el acceso a un conjunto de beneficios para aquellos que son considerados legítimos usuarios de los sistemas de protección social. Vamos a ver que, dependiendo de la modalidad de protección social que vaya a ser adoptado por un país, son diferentes las condiciones políticas implicadas, y, en algunos casos, el acceso a la salud puede ser una medida de caridad, un beneficio adquirido mediante un pago previo, o usufructo de un derecho de ciudadanía. ¿Cuál de las formas de acceso a la salud enunciadas en el párrafo anterior crees que predomina en Argentina? La primera parte del capítulo discute el concepto de ciudadanía, el proceso histórico de construcción, las diferentes formas de manifestación y las implicaciones teóricas y prácticas para la organización de los sistemas de protección social y para la naturaleza de la política social. Sistematizadas las características y los dilemas históricos y conceptuales de los sistemas de protección social, la segunda parte del capítulo presenta y discute los aspectos más dinámicos, concretos y actuales de una política de salud. Así, podremos abordar la dinámica de la construcción y de la gestión de las políticas sociales, o sea, vamos a debatir los aspectos de la construcción de políticas, cómo los sistemas de protección social son administrados y por medio de qué estrategias, instrumentos y procesos ellos actúan directamente sobre la realidad social, tomando como ejemplo la política de salud. Construcción de la ciudadanía y surgimiento de los sistemas de protección social La ciudadanía presupone la existencia de una comunidad política nacional, en la cual los individuos son incluidos, compartiendo un sistema de creencias en relación a los poderes públicos, a la misma sociedad y al conjunto de derechos y deberes que se atribuyen a los ciudadanos. La pertenencia a la comunidad política presupone también, más allá de las creencias y sentimientos, un vínculo jurídico y político, lo que requiere la participación activa de los individuos en la cosa pública. La cultura cívica es la base de la ciudadanía, una construcción política que debe ser recreada a cada momento de la historia de una sociedad. La ciudadanía es la dimensión pública de los individuos, vistos como autónomos, aislados y competitivos en la dimensión privada, pero integrados y cooperativos en 4 la comunidad política. En tal sentido, la ciudadanía presupone un modelo de integración y sociabilidad, que surge como respuesta social a las transformaciones socioeconómicas y políticas ocurridas con la llegada de la Revolución Industrial y los correspondientes procesos históricos de desagregación de los vínculos tradicionales de solidaridad de la sociedad feudal. Conceptos como libertad, igualdad y solidaridad están en la raíz de la evolución de la ciudadanía, aunque muchas veces de forma conflictiva. La ciudadanía consiste en un status concedido a todos los miembros integrantes de una comunidad política, como está definido en el estudio clásico de Thomas Humphrey Marshall (1967), Ciudadanía, Clase Social y Status. Marshall y el desarrollo de los derechos de ciudadanía A partir de la observación de la realidad histórica de Inglaterra, Marshall, científico social inglés, formuló una tipología de los derechos de ciudadanía, deconstruyendo esa noción general en tres elementos constitutivos, remarcando que su separación en dichos elementos deviene de la diferente evolución histórica que cada uno de ellos atravesó en el caso inglés. Al surgimiento de cada uno de los elementos, el autor asoció una correspondencia con instituciones públicas responsables por la garantía de su vigencia. Ellos son: • EL ELEMENTO CIVIL está compuesto de los derechos necesarios para la libertad individual –libertad de ir y venir, libertad de prensa, pensamiento y credo, el derecho a la propiedad y de contratos válidos y el derecho a la justicia. Las instituciones asociadas con los derechos civiles son los tribunales de justicia. • El ELEMENTO POLÏTICO corresponde al derecho de par- ticipar en el ejercicio del poder político como un miembro de un organismo investido de autoridad política o como un elector de los miembros de tal organismo. Las instituciones correspondientes son el parlamento y consejos de gobierno local. • EL ELEMENTO SOCIAL se refiere a todo lo que va desde el derecho de un mínimo bienestar económico y seguridad al derecho de participar, completamente, en la herencia social y llevar al vida de un ser civilizado de acuerdo con los patrones que prevalecen en la sociedad. Las instituciones correspondientes son, de manera más acotada, el sistema educativo y los servicios sociales (Marshall, 1967). Según Marshall, el divorcio entre los tres elementos de la ciudadanía haría que cada uno de ellos siguiese un curso propio, lo que lleva a afirmar que fueron consolidados en momentos diferentes: los derechos civiles en el siglo XVIII, los políticos en el siglo XIX y los sociales en el XX. Más allá de eso, Marshall esgrime una tesis no solo histórica, sino que presupone una relación causal entre los tres elementos. De esta forma, los derechos políticos serían un producto del ejercicio de los derechos civiles, de igual manera que los derechos sociales serían el resultado de la participación política en la sociedad democrática (Fleury, 1997). Muchos pretenden tomar este modelo como el único curso para el desarrollo de la ciudadanía, pero no ocurrió así en otros países. En el caso de Alemania, por ejemplo, los derechos sociales antecedieron al desarrollo de los derechos civiles y políticos. 5 El surgimiento de la ciudadanía* como posibilidad se desarrolló como parte de la construcLa ciudadanía implica un princión de los Estados naciocipio de justicia que posee una función normativa en la organizanales y de la instauración del ción del sistema político, siendo capitalismo, que desagregó contemporánea al desarrollo de los fundamentos del orden los Estados modernos y del modo feudal. No obstante, su conde producción capitalista. En los creción como condición real Estados modernos el poder es ejery status efectivo no se realiza cido en nombre de los ciudadanos, solo por la presencia de un que deben legitimar a la autoridad política. La expansión de la ciudaente que tiene en su aparato danía es parte del proceso de dela materialización del poder mocratización del sistema político. centralizado que, haciendo La ciudadanía es considerada un atributo central de la democracia, uso de ese, contribuyó a foya que la igualdad es amplificada mentar los vínculos entre los individuos y la construcción por la expansión del horizonte de la ciudadanía y cada vez más personas de la nación. tienen acceso a esa condición. * Paradójicamente, el status políti- El mismo surgimien- co de la ciudadanía fue extendido en forma conjunta con un sisteto y la mantención del Esma económico fundamentado tado moderno como poder en la diferenciación de clases centralizado que posee el basada en la propiedad. Mientras monopolio de la fuerza, y, la clase social se fundamenta por lo tanto, se halla de alen la desigualdad económica, la guna manera alejado de las ciudadanía garantiza los mismos derechos y deberes a todos. divisiones económicas de la sociedad, dependen de su capacidad de atender las demandas de los ciudadanos y legitimarse como poder que se ejerce en nombre del pueblo. La separación entre Estado, Sociedad, Economía y Política es constitutiva del Estado moderno y de la sociedad capitalista, basada en la igualdad entre los individuos que se encuentran en los intercambios realizados en el mercado. Por eso, podemos decir que Estado y ciudadanía son contracaras de una misma moneda, uno no puede existir sin el otro. La relación de poder entre los individuos y el Estado representó una gran transformación en la estructura social de la modernidad. Por un lado, un Estado que actúa por procedimientos racionales y legales y que basa su poder en los individuos constituidos como ciudadanos. La existencia de una burocracia de carrera, que no debe favores al soberano es condición imprescindible para que todos los individuos sean tratados de la misma forma ante el poder político, de la ley, es decir, es la garantía de la existencia de la ciudadanía. Por otro lado, solo los ciudadanos pueden garantizar y asegurar la legitimidad del ejercicio del poder político. La democracia y la competición electoral se vuelven instrumentos intrínsecos a este orden político, necesario al ejercicio del poder que resultó de las transformaciones socioeconómicas ocurridas entre los siglos XVI y XVIII, que instauraron la sociedad capitalista basada en principios que promueven estructuralmente la desigualdad como condición de su reproducción. La desigualdad y la explotación en la esfera económica, partes constitutivas de la organización de la producción capitalista, entran constantemente en contradicción con la igualdad necesaria a esta construcción política y económica del Estado moderno, cualquiera sea, a la existencia de individuos iguales y libres que establecen voluntariamente relaciones de cambio y que se encuentran protegidos por un poder político que se ejerce en nombre de todos, sin distinción, y que está legitimado por los ciudadanos. La ciudadanía, inicialmente, surge solo como una posibilidad en el proceso de construcción de la dominación burguesa, ya que el mercado requiere la presencia del status jurídico de igualdad para el pleno desarrollo de las relaciones de intercambio. Cada sociedad, en sus luchas históricas, es capaz de transformar esta hipótesis en una realidad concreta, construyendo sus modalidades de protección social y su condición concreta y singular de ciudadanía. Weber (1991) interpreta las transformaciones socioeconómicas y políticas ocurridas en Europa durante los siglos XVI y XVIII como el pasaje de un patrón de autoridad tradicional a uno individualista. Según Bendix (1064), el principal aspecto de este pasaje, residió en los impactos generados por la ampliación de la comunidad política, con la creación de los Estados nacionales, sobre los vínculos de identificación y solidaridad entre los individuos y sobre el papel de los centros de 6 poder en relación a la cohesión del tejido social. Las relaciones de poder se estructuraban al interior de la comunidad política medieval y emergían de un espacio configurado por líneas de fuerzas representadas por jurisdicciones de relativa autonomía (feudos y estamentos), configurando un sistema con cierta organicidad, otorgada por las rígidas normas de funcionamiento y de relaciones entre los componentes de ese sistema. La cohesión social era el resultado, en primer lugar, del carácter restringido de la comunidad política, que impedía la relación directa del soberano con los integrantes de los diferentes feudos que componían el reino, exigiendo, así, la delegación de funciones a los estamentos superiores (la nobleza), lo que resultaba en una coalición de intereses de poder. Esta relación de mediación ejercida por los estamentos superiores se completaba en los vínculos con los demás estamentos por medio de un sistema de derechos y obligaciones fundamentados en la tradición hereditaria. Según Bendix, este sistema de reciprocidad de derechos y obligaciones entre nobles y campesinos, incluso legitimando una condición desigual, proporcionaba un carácter de integración social al establecer la responsabilidad de protección y ayuda. De esta forma, incluso ante la desigualdad, la integración de la comunidad se hacía presente mediante vínculos de solidaridad entre los estamentos, fundamentados en la reciprocidad de derechos y obligaciones, configurando una relación de protección y dependencia: Por más caprichosos y evasivos que fuesen los señores, es razonable suponer que durante algún tiempo su sentido de responsabilidad aristocrática, que los obligaba a acciones prácticas en relación a sus inferiores, se mantuvo en un nivel relativamente alto, y que la lealtad y la obediencia de sus subordinados eran auténticas. (Bendix: 62) El nuevo patrón de relaciones de autoridad que surgió con la revolución burguesa supuso nuevos vínculos entre las clases, bien diferentes de aquellos establecidos entre los estamentos. Las motivaciones provenientes de las concepciones liberales presuponían una organización social con base en el principio de la igualdad, mientras las relaciones estamentales estaban basadas en las diferencias naturales entre los individuos. Como consecuencia, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la noción de responsabilidad de los ricos para con los desprovistos de condiciones materiales de supervivencia pasó a ser rechazada explícitamente y a ser vista por los intelectuales formadores de opinión, como escritores, científicos sociales y filósofos, como una “mentira piadosa”. El nuevo posicionamiento en relación a los excluidos, que despojaba a las relaciones sociales de la solidaridad, tuvo origen, en verdad, en los propios fundamentos del mercado y del establecimiento de Estados nacionales que postulaban la existencia de una igualdad abstracta, como observó Tocqueville (1945: 311). Como en épocas de igualdad ningún hombre está obligado a prestar asistencia a sus semejantes, y nadie tiene derecho a esperar mucho apoyo de ellos, todos son al mismo tiempo independientes e impotentes. Estas dos condiciones, que nunca deben ser consideradas en forma separada ni superpuestas, inspiran, al ciudadano de un país democrático, inclinaciones bastante opuestas. Su independencia lo llena de seguridad en relación a sí mismo y de orgullo entre sus pares; su debilidad le hace sentir, de tiempo en tiempo, la necesidad de una ayuda que no puede esperar de ninguno de ellos, siendo ella la causa de su impotencia e indiferencia en relación a los demás. El postulado de la igualdad abstracta que inicia la era de las relaciones contractuales, en la cual los individuos no están en un mismo plano, posibilitó la emergencia de la acción política de las camadas excluidas por la sociedad industrial. Sin embargo, de la sencilla composición abstracta de la igualdad ante una comunidad nacional al compartimiento de patrones de inclusión hay un gran trecho, que requiere la movilización en torno a la institucionalización de derechos universales con- 7 tenidos en la acción del Estado por medio de políticas públicas capaces de concretar el status de ciudadanía. Los efectos de la industrialización sobre las condiciones socioeconómicas de existencia y de inserción en la recientemente formada nación, y el contraste de estas con las reflexiones propiciadas por la amplia difusión de ideas igualitarias, generaron contradicciones de amplitud suficiente para la emergencia de movimientos sociales, de origen obrero y sindical, en procura de una condición de ciudadanía que les estaba vedada en la práctica. Así, la ampliación de la comunidad política con el surgimiento de los Estados nacionales generó la posibilidad de lucha por la exigencia de acciones colectivas y concretas en la garantía de derechos capaces de insertar a los excluidos en esta comunidad nacional. El primer paso en ese proceso ocurrió con el reconocimiento político de que la pobreza y la precariedad de las condiciones materiales de existencia de las camadas de trabajadores urbanos se volvían, con la emergencia de la sociedad capitalista, un problema a ser enfrentado colectivamente, es decir, emerge una cuestión social que requiere respuesta social e institucional, bajo amenaza de una ruptura de las estructuras sociales. El surgimiento de la necesidad de algún tipo de protección social, legal o asistencial, para regular las condiciones de trabajo y aminorar los sufrimientos provenientes de la situación de miseria, esto es, la emergencia de la pobreza como problema social, está asociada al fenómeno de la industrialización y a la consecuente ruptura de las relaciones tradicionales del feudalismo. Se instaura, en ese momento, la necesidad de desarrollar tanto formas compensatorias de integración y cohesión social como mecanismos e instrumentos de reproducción eficaz de la fuerza de trabajo necesaria para la expansión de la producción capitalista. De esta forma, los movimientos sociales que surgieron durante el siglo XIX, indignados con las precarias condiciones de supervivencia a la que estaban sometidos, que expresaban la contradicción entre una comunidad igualitaria abstracta y una condición real de exclusión, fueron fundamentales para la consolidación de la ciudadanía mediante las luchas que llevaron al desarrollo de los sistemas de protección social. Solamente por medio de esos movimientos de protesta, luchas y movilización política intensa, ocurridos en la segunda mitad del siglo XIX, fue posible avanzar en dirección al establecimiento de derechos y obligaciones en la construcción de un proceso de integración social (Polanyi, 1980). Las transformaciones de naturaleza estructural provocadas por las revoluciones Francesa e Industrial desmantelaron el sistema de jurisdicción política feudal y las relaciones subyacentes de derechos y obligaciones recíprocas entre estamentos, sustituyéndolos por una comunidad nacional en la que el poder está centralizado y materializado en un Estado (que concentra funciones administrativas, judiciales y fiscales), así como por un sistema de clases acompañado por un patrón de relaciones individualistas de autoridad. Para muchos autores, las políticas de protección social fueron una respuesta al proceso de desarrollo de las sociedades capitalistas industrializadas y sus consecuencias -incluyendo, entre ellas, un aumento de la división del trabajo, la expansión de los mercados y la pérdida de las funciones de seguridad de organizaciones tradicionales como la familia- en procura de una nuevo equilibrio y seguridad, generando un nuevo tipo de solidaridad en un contexto de alta movilización social. La protección social, como actividad colectiva, está orientada hacia esos objetivos, se desarrolló jurídicamente en la forma de los derechos garantes de la condición o status de ciudadanía e institucionalmente en la formación de idearios de protección social establecidos nacionalmente. La conquista de los derechos civiles, políticos y sociales fue responsable por la transformación del Estado, ampliando, concomitantemente, las instituciones y las políticas públicas relativas al funcionamiento de la Justicia, del sistema electoral y de la salud, educación y asistencia, aspirando a ampliar el bienestar de la población. Surgieron, así, los Estado de Bienestar o Welfare States. 8 Welfare States (Estados de Bienestar Social) Este término designa a las políticas desarrolladas en respuesta al proceso de modernización de las sociedades occidentales, consistentes en intervenciones políticas en el funcionamiento de la economía y en la distribución social de oportunidades de vida, que intentan promover la igualdad entre ciudadanos, con el objetivo de fomentar la integración social de las sociedades industriales altamente movilizadas. Primero, los Welfare States consisten en una respuesta a las crecientes demandas de seguridad socioeconómica en un contexto de cambio en la división del trabajo y del empobrecimiento de las funciones de seguridad de las familias y asociaciones debilitadas por la Revolución Industrial y la creciente diferenciación de las sociedades. Segundo, ellos representan respuestas a las crecientes demandas de igualdad socioeconómica surgida en el proceso de crecimiento de los Estados nacionales y de las democracias de masas con la expansión de la ciudadanía. Desde esta perspectiva, los Welfare States son un mecanismo de integración que neutraliza las características destructivas de la modernización, y su esencia reside en la responsabilidad por la seguridad y por la igualdad, realizada por medio de políticas distributivas. Los Welfare States –como fueron designados los amplio sistemas de protección social- son productos de una situación histórica concreta, vivida en Europa, que dio origen al Estado nacional, a la democracia de masas y al capitalismo industrial. Se puede identificar una sucesión de elementos históricos que explican la expansión de la protección social. Ellos son: la industrialización; el gran cambio poblacional en la dirección campo/ciudad; la ruptura de los lazos y redes tradicionales de solidaridad e integración; el surgimiento de grandes unidades productivas y la creación de grupos relativamente homogéneos de trabajadores; la movilización y organización de la nueva clase trabajadora por mejores condiciones de trabajo; la evolución de la democracia de masas con la creación de partidos obreros y/o socialistas; el aumento de la productividad del trabajo y de la riqueza acumulada; la consolidación de un cuerpo burocrático estatal y el dominio de las técnicas administrativas; el aumento de la intervención del Estado y la creación de mecanismos redistributivos por medio de políticas sociales; la institucionalización del conflicto industrial y redistributivo, mediante el desarrollo de organizaciones como partidos y asociaciones de representación de intereses, capaces de dialogar y establecer acuerdos sobre asuntos de intereses mutuos (Flora & Heidenheimer, 1981). El surgimiento de los sistemas de protección social a fines del siglo XIX en Europa se dio en sociedades nacionales diferentes, y como su objetivo fue introducir acuerdos más igualitarios, la forma tomada por esos sistemas guarda estrecha correspondencia con la estructura y la dinámica social de cada una. Se dan, así, con el desarrollo histórico subsiguiente y la difusión de los sistemas de protección social, diferentes tratados nacionales acordes con cada realidad histórica específica. A pesar de las diferencias nacionales, es posible distinguir tres tipos de sistemas de protección social. Tipos ideales de protección social Analizando casos históricos sobre el desarrollo de sistemas de protección social en países considerados industrializados, fue posible construir una tipología de las formas de la protección social. La construcción de tipos ideales organiza en grupos las características que, en general, aparecen en conjunto en los sistemas de protección social. No obstante, no todas las características de cada grupo se presentan en cada caso histórico concreto. Por ello utilizamos el concepto de tipos ideales. El uso de esos tipos ideales tiene como objetivo identificar diferentes modelos de protección para la comparación entre países y para el análisis de realidades concretas. En esta 9 tipología, más allá de los elementos ideológicos y valorativos que están en la base de los sistemas de protección, son presentados los elementos organizativos e institucionales que viabilizaban la implementación de las opciones políticas adoptadas en cada caso. Vamos a observar que los sistemas de protección social, aunque puedan ofrecer beneficios similares, tienden a proyectar efectos políticos en relación a la ciudadanía que pueden ser altamente diferenciados. En otras palabras, cada sociedad responde a la necesidad de crear políticas de protección social de acuerdo con los valores compartidos, con sus instituciones, con la relación de mayor o menor peso del Estado, de la sociedad y de la comunidad. En cada contexto singular, con una determinada relación de fuerzas sociales, emergerá un modelo de protección social peculiar a aquella sociedad. Estos momentos pueden ser analizados por sus semejanzas y diferencias en relación a los tipos ya estudiados. Los diferentes modelos pueden ser entendidos a partir de la modalidad de protección social que brinda criterios de organización de los sistemas y de la incorporación de las deman- MODALIDAD Denominaciones Ideología Principio Efecto Status Finanzas Actuarial * Cobertura Beneficio Acceso Administración Organización Referencia Ciudadanía * ASISTENCIA Residual Liberal Caridad Discriminación Descalificación Donaciones Fondos Focalización Bienes y servicios Prueba de medios Filantrópica Local Leyes de los pobres INVERTIDA das sociales por medio de una institucionalidad específica. Así, encontramos las siguientes modalidades de protección social: la asistencia social, el seguro social y la seguridad nacional. Los modelos varían en lo concerniente a la concepción de políticas sociales y sus instituciones. Y lo más importante es que ellos van a tener impactos en la construcción de la sociedad. Esos impactos implican que cada uno de los modelos de protección social van a generar condiciones diferentes en el status atribuido de ciudadanía. Tomando la expresión jurídica y política de la articulación Estado/Sociedad en cada una de las modalidades, encontramos, respectivamente, relaciones de ciudadanía invertida, de ciudadanía regulada y de ciudadanía universal. Al analizar una política social, debemos, entonces, tener en cuenta no solo el beneficio adquirido, sino, fundamentalmente, el status atribuido en la concesión de ese beneficio. Los rasgos principales de los tres tipos ideales pueden ser resumidos en el cuadro 1 Cuadro 1 – Modelos de protección social SEGURO Meritocrático Corporativo Solidaridad Manutención Privilegio % Salario Acumulación Ocupacional Proporción del salario Filiación Corporativa Fragmentada Bismarck REGULADA SEGURIDAD Institucional Social-demócrata Justicia Redistribución Derecho Presupuesto Repartición Universal Mínimo vital Necesidad Pública Central Beveridge UNIVERSAL El régimen actuarial atiende la forma de gestión y la selección de criterios de distribución de los recursos financieros captado. Fuente: Fleury, 1994. 10 ¿Cuáles son las características fundamentales del sistema de protección de Argentina? Teniendo en cuenta el Cuadro 1, que contiene los modelos clásicos de protección social, analice el modelo de protección social argentino a partir de cada uno de los rasgos/modalidades presentados. El modelo de asistencia social El modelo de asistencia social cuyo eje central reside en la asistencia social tuvo lugar en contextos socioeconómicos que enfatizaron el mercado con su capacidad de ser auto-regulable, siendo que el estado debe restringirse al mínimo necesario para viabilizar la existencia del mercado. En ese caso, las necesidades son satisfechas de acuerdo con los intereses individuales y la capacidad de cada uno de adquirir los bienes y servicios que precisa. Los valores dominantes son la libertad, el individualismo y la igualdad de oportunidades, capaces de generar condiciones diferenciadas de competición en el mercado. El énfasis en el mercado reserva a la acción pública un lugar mínimo y complementario a este mecanismo básico, asumiendo en consecuencia un carácter compensatorio y discriminatorio sobre aquellos grupos sociales que reciben protección social porque demostraron su incapacidad para mantenerse adecuadamente en el mercado. Por eso, el modelo también es conocido como residual, organizándose fondos y donaciones administrados por organizaciones volun- tarias, privadas o públicas, guiadas por una perspectiva educadora y de caridad para con los pobres. Otra característica es el carácter temporal de las acciones asistenciales, de naturaleza emergencial y puntual, generando estructuras fragmentadas y acciones discontinuas de atención social. Las acciones asistenciales deben dirigirse a los focos de pobreza o grupos vulnerables, siendo necesario presentar una prueba de inexistencia de medios, que atestigüe su incapacidad financiera para convertirse en beneficiario. El hecho de recibir un beneficio, aunque teniendo un carácter más permanente, no transforma al individuo en poseedor de un derecho. Esto se debe a que la concesión de un beneficio siempre dependerá de su condición de carencia y del poder discrecional de un funcionario que analizará la situación. La asistencia social surge como modelo de carácter más preventivo y punitivo que como garantía de los derechos de la ciudadanía, lo que se evidencia en los rituales de descalificación de los involucrados en esas prácticas –como en el tratamiento muchas veces ofrecido a los niños en situación de calle y prostitutas y que implica la pérdida de otros derechos de ciudadanía, como el derecho de ir y venir. Fleury (1994) denominó a esa relación social como “ciudadanía invertida”, ya que el individuo o grupo pasa a ser objeto de la política como consecuencia de su fracaso social. Para superar esa condición, los profesionales del servicio social vienen dando muchas e importantes luchas para asegurar la asistencia como parte de los derechos de la ciudadanía. Se trata de introducir a la asistencia como política pública y derecho de los ciudadanos, rompiendo con la perspectiva de la caridad y el voluntariado, que caracterizó al asistencialismo. 11 El modelo de seguro social Implementado por Bismarck, en Alemania, el seguro social tiene como característica central la cobertura de grupos ocupacionales por medio de una relación contractual. En base a los principios de solidaridad, que surgieron con la formación de la clase trabajadora industrial, no deja de conjugar dichos valores con el principio del mérito, por medio del cual los individuos deberán recibir compensaciones proporcionales a sus contribuciones al seguro. Sancionado por el Estado, el seguro social tiene una fuerte presencia de la burocracia, que reconoce y legitima las diferencias entre los grupos ocupacionales, en procura de la lealtad de los beneficiarios. La asistencia está focalizada en los pobres, y el seguro social está destinado para grupos de trabajadores del mercado formal, ya políticamente organizados. El esquema financiero del modelo de seguridad social revela una asociación entre política social e inserción en el mercado de trabajo, ya que recibe contribuciones obligatorias de empleadores y empleados, como porcentaje del recibo salarial, los cuales se juntarán a la contribución estatal. Este modelo tripartito de financiamiento se reproduce también en la gestión, que expresa claramente la naturaleza corporativa de ese mecanismo de organización social de la protección, ya que se dirige a categorías profesionales. Su objetivo es la manutención de las condiciones socioeconómicas de los beneficiarios en situaciones de riesgo, como la pérdida de la capacidad de trabajo por edad, enfermedad o accidente. Viene a asegurar a aquel que haya contribuido durante un determinado período condiciones de vida semejantes a aquellas de un trabajador activo. Los recursos de las contribuciones mensuales son aplicados en su conjunto para ser acumulados y luego ser distribuidos de acuerdo con las necesidades, siempre manteniendo el vínculo entre la contribución y los beneficios, es decir, aquellos que más contribuyeron tendrán derecho a mayores beneficios. Ese modelo actuarial de acumulación es perfecto para el caso de las jubilaciones, pero no se aplica plenamente en el caso de la salud, en que los que menos contribuyen, por tener salarios más bajos, son lo que mayores necesidades tienen. Como el seguro social es colectivo, y no individual como los actuales seguros privados, siempre existe un margen para la redistribución entre los participantes de una determinada categoría. La organización altamente fragmentada de las instituciones sociales expresa una concepción de los beneficios como privilegios diferenciados de las diferentes categorías de trabajadores, en la medida que cada una de ellas tiene fuerza política distinta para reivindicar mejorías en su patrón de beneficios. El condicionamiento de los derechos sociales por la inclusión de los individuos en el mercado de trabajo fue llamado por Wanderley Guilherme dos Santos (1979) como ciudadanía regulada*, en referencia a la regulación ejer“Por ciudadanía regulada encida por la inclusión de cada tiendo el concepto de ciudadanía cuyas raíces se encuentran en beneficiario en la estructura un código de valores políticos, pero productiva. * El modelo de seguridad social En el tercer modelo, la protección social asume la modalidad de seguridad social, designando un conjunto de políticas públicas que, inspiradas en un principio de justicia social, garantizan a todos los ciudadanos el derecho a un mínimo vital, socialmente establecido. Su referencia histórica es el Plan Beveridge, de 1942, en Inglaterra, donde se estableció, por primera vez, un nuevo modelo en un sistema de estratificación ocupacional, y que, además, dicho sistema de estratificación ocupacional está definido por una norma legal. En otras palabras, son aquellos miembros de la comunidad que se encuentran localizados en cualquiera de las ocupaciones reconocidas y definidas por la ley. La extensión de la ciudadanía se hace, entonces, por vía de la reglamentación de nuevas profesiones y/o ocupaciones, en primer lugar, y mediante la ampliación de los límites de los derechos asociados a estas profesiones, antes que por la extensión de los valores inherentes al concepto de miembro de la comunidad. La ciudadanía está contenida en la profesión y los derechos del ciudadano se restringen a los derechos del lugar que ocupa en el proceso productivo, tal como está reconocido por la ley” (Santos, 1979: 68). 12 de orden social basado en la condición de ciudadanía, según la cual los ciudadanos pasan a tener sus derechos sociales asegurados por el Estado. El carácter igualitario del modelo está basado en la garantía de un patrón mínimo de beneficios, de forma universalizada, independientemente de la existencia de contribuciones anteriores. El acceso a los beneficios sociales depende únicamente de la necesidad de los individuos, es decir, el acceso a la escuela porque es necesario ser educado, el acceso al sistema de salud por hay una demanda sanitaria. Al desvincular los beneficios de las contribuciones, se establece un mecanismo de redistribución por intermedio de políticas sociales, que tiene como objetivo corregir las desigualdades generadas en el mercado. Ese modelo también fue llamado institucional porque generó un sistema de políticas e instituciones públicas capaz de asegurar, de forma integrada y centralizada, la coordinación de la ejecución de esas políticas. El Estado desempeña un papel central tanto en la administración como en el financiamiento del sistema, que destina recursos importantes del presupuesto público para la manutención de las políticas sociales. Los recursos del sistema son repartidos en la medida en que las asignaciones son cubiertas con recursos que son recaudados periódicamente. En ese sentido, se dice que la seguridad genera un compromiso entre generaciones, en que los adultos actuales pagan el beneficio de la generación de sus padres y crean una deuda para la generación de sus hijos. En este modelo, podemos hablar de ciudadanía universal, ya que los beneficios son asegurados como derechos sociales, de manera universalizada a todos aquellos que necesiten de ellos. Conocidos los tres modelos clásicos de protección social, quedan algunas cuestiones: - A pesar de las diferencias entre los tres modelos, existen algunos presupuestos básicos comunes a todos ellos, en especial la existen- cia de Estados nacionales lo suficientemente fuertes como para asegurar los derechos de sus ciudadanos y la existencia de un patrón de desarrollo económico que absorba la mano de obra y que permita el financiamiento de la protección social, ya sea por medio de la política pública, por el mercado o por el seguro social. En el contexto actual, de globalización de la economía y de pérdida de poder de los Estados nacionales, ¿cómo se verán afectadas las políticas sociales? En un modelo económico en el cual la economía crece sin absorber a la mayoría de la población, ¿cómo mantener los sistemas de protección social? ∙ El concepto de ciudadanía supone una igualdad básica de los individuos en la esfera política, a pesar de todas las diferencias sociales. Entonces, ¿un concepto de igualdad que se aplique de manera homogénea a sectores y grupos sociales en condiciones tan diferentes es lo más justo? Cuando se discuten políticas sociales basadas en criterios de discriminación positiva de grupos que fueron perjudicados por los políticas homogéneas, lo que está en cuestión es la revisión del concepto de igualdad sencilla por uno de una igualdad compleja, en el cual las diferencias –como las de género, edad, etnia, raza y necesidades físicas especiales- sean tratadas como singularidades a ser consideradas por las políticas públicas universales. ∙ Recientemente, hubo un regreso al predominio de la ideología liberal, lo que generó fuertes críticas al sistema de protección social de carácter público. Se habló mucho del fracaso del Estado de Bienestar, de las dificultades para financiarlo, ya que la población anciana vive cada vez más, la atención a la salud es cada vez más cara y el número de personas adultas y jóvenes viene disminuyendo, proporcionalmente. Entonces, países que mantienen más de 50% de su población trabajadora -población económicamente activa (PEA)- en el mercado informal terminan por inviabilizar la protección social si su fuente de ingreso radicara principalmente en las deducciones sobre el salario. ∙ Sabemos que la adopción de uno u otro modelo de pro- 13 tección social no depende básicamente de la riqueza del país, sino del predominio de valores más individualistas o más solidarios. Así, mientras los países escandinavos y Canadá presentan sistemas de protección social muchos más abarcadores y generosos, cobrando para ello altos impuestos, los Estados Unidos dan más valor al trabajo y al esfuerzo de cada uno para conseguir su seguro social. El crecimiento de los seguros individuales en los países en desarrollo es un hecho remarcable, ya que esos seguros, al contrario del seguro social, no permiten ninguna forma de distribución social entre los grupos más ricos y los más pobres de la población. CASO BRASIL La Constitución Federal de 1988 incluyó a la salud como parte de la seguridad social, avanzando en relación a las formulaciones legales anteriores, al garantizar un conjunto de derechos sociales, expresados en el art. 194 (Cap. II, del Orden Social), innovando al consagrar el modelo de seguridad social como “un conjunto integrado de acciones con iniciativa de los Poderes Públicos y de la sociedad, destinadas a asegurar los derechos relativos a la salud, a la prevención y a la asistencia social” (Brasil, 1988). La inclusión de la prevención, de la salud y de la asistencia como parte de la seguridad social introduce la noción de derechos sociales universales como parte de la condición de ciudadanía, antes restringidos a la población beneficiaria de la prevención. El nuevo patrón constitucional de la política social se caracteriza por la universalidad en la cobertura, el reconocimiento de los derechos sociales, la afirmación del deber en función de la relevancia pública de las acciones y servicios en esas áreas, una perspectiva “publicista de co-gestión gobierno/sociedad: universalidad de cobertura y de atención; uniformidad y equivalencia en los beneficios y servicios a las poblaciones urbanas y rurales; selectividad y distribución en la prestación de los beneficios y servicios, irreductibilidad del valor de los beneficios y servicios; equidad en la forma de participación del costeo; diversidad de la base de financiamiento; gestión cuatripartita, democrática y descentralizada, con participación de los trabajadores, de los empleadores, los jubilados y el gobierno en organismos colegiados. Más allá de ello, introdujo la noción de una renta por supervivencia, de carácter no contributivo, al asegurar un beneficio financiero de prestación continua para ancianos y deficientes incapaces de trabajar. + INFO EN VIDEO http://www.encuentro.gov.ar/sitios/ encuentro/Programas/ver?rec_ id=103695 El concepto de política social Las acciones permanentes o temporarias relacionadas al desarrollo, a la reproducción y a la transformación de los sistemas de protección social consisten en lo que llamamos política social*. Esta es la actividad que deviene de la propia dinámica de actuación de * Política Social: Consiste en un término empleado para referirse a todas las políticas que los gobiernos desarrollan dirigidas para el bienestar y la protección social. En una concepción más amplia, la política social abarca tanto los medios por los cuales se promueve el bienestar como los determinantes del desarrollo social. Existen muchas formas de definirse política social, por ejemplo, de acuerdo a los propósitos, sectores, problemas, procesos decisivos, relaciones de poder y funciones. Cada una de ellas presenta ventajas y desventajas específicas. Una de las definiciones más utilizadas concibe a la política social como un conjunto de acciones que objetivan la promoción de la igualdad y del bienestar, enfatizando, así, los valores que guían tales acciones. Este es un aspecto importante porque las políticas sociales están siempre orientadas por valores, aunque, en muchos casos, no haya correspondencia entre el resultado final y los objetivos iniciales de la política. 14 los sistemas de protección social, es decir, consiste en su forma de expresión externa, su concretización, y engloba al desarrollo de estrategias colectivas para reducir la vulnerabilidad de las personas ante los riesgos sociales. De esta forma, la política social, como acción de protección social, comprende relaciones, procesos, actividades e instrumentos que apuntan a desarrollar las responsabilidades públicas (estatales o no) en la promoción de la seguridad social y del bienestar. Por lo tanto, la política social presenta una dinámica multifacética que incluye acciones intervencionistas en la forma de distribución de recursos y oportunidades, la promoción de la igualdad y de los derechos de ciudadanía y la afirmación de valores humanos como ideas para ser tomadas como referencia para la organización de nuestras sociedades. Tradicionalmente, las políticas sociales abarcan las áreas de salud, prevención y asistencia social, que son los campos clásicos del bienestar social, además de otros campos como la educación y la vivienda. Cada una de ellas está enfocada para la protección colectiva contra riesgos específicos y, por lo tanto, poseen aspectos singulares de elaboración, organización e implementación, así como también difieren en términos de técnicas, estrategias, instrumentos y objetivos específicos deseados. Esos aspectos de la dinámica de cada una de las áreas de la política social son complejos y de suma importancia en el desarrollo de los sistemas de protección social, ya que es en esos aspectos que los sistemas adquieren forma concreta y actúan directamente sobre la realidad social. Así, cuando se habla de política social como acción concreta de protección social, una nueva inquietud se produce: comprender como son administrados los sistemas de protección y, principalmente, como ellos actúan concreta y directamente sobre la realidad social. Luego, cuando pasamos de los sistemas a la política social, nos ubicamos delante de un nuevo desafío, que radica en avanzar más allá de los aspectos más estáticos e históricos de los sistemas de protección social (como la clasificación en tipos ideales), para adentrarnos en sus aspectos más concretos y actuales. En la segunda parte de este capítulo, vamos a abordar la dinámica de construcción y gestión de la política social, es decir, vamos a entender como los sistemas de protección social son administrados y por medio de qué estrategias, instrumentos y procesos ellos actúan directamente sobre la realidad social. Tomaremos la política de salud como ejemplo de dinámica de gestión de los sistemas de protección social, ya que el objetivo de este capítulo es presentar la política de salud como una política social. Al presentar cómo una política de salud, en especial la política de salud en Brasil, se construye y actúa cotidianamente, intentamos comprender como la política social, en medio de acciones técnicas, estrategias políticas y organizaciones, disputas por recursos e ideas, cumple su papel principal de proteger a los colectivos. La política de salud como acción de protección social: aspectos de la dinámica de construcción y gestión de la política social La construcción de una política de salud como política social involucra diversos aspectos políticos, sociales, económicos, institucionales, estratégicos, ideológicos, teóricos, técnicos, culturales, entre otros, volviéndose muy difícil aislar la participación de cada uno de ellos en un momento determinado. Como actividad de protección social, la política de salud se ubica en la frontera de diversas formas de relación social, como la relación entre gestores y actores políticos de unidades gubernamentales y empresas, entre individuos y grupos sociales (familias, grupos ocupacionales, religiosos, entre otros), entre los ciudadanos y los poderes públicos, entre consumidores y proveedores de bienes y servicios, etc. La acción de una política de salud sobre esas formas de relación es diferente en cada caso e incluye estrategias, planes, instrumentos y procesos mediados por instituciones y significaciones culturales. Por lo tanto, una política de salud se encuentra en la interfaz entre Estado, sociedad y mercado. Por ejemplo, la sociedad financia con sus 15 impuestos y contribuciones, tiene actitudes y preserva valores en relación al cuerpo y el bienestar, se comporta de maneras que afectan a la salud, colectivamente y/o individualmente (polución, sedentarismo, consumo de drogas). El Estado, por ejemplo, define normas y obligaciones (regulación de los seguros, vacunación), recoge los recursos y los destina a programas y acciones, crea estímulos para la producción de bienes y servicios, crea servicios de atención, define leyes que sancionan el acceso, desarrolla tecnologías y forma recursos humanos. El mercado produce insumos, ofrece servicios de seguro y participa de la oferta de servicios y de de la formación de los recursos humanos. Por criterio de relevancia, seleccionamos siete aspectos considerados esenciales en la construcción y en la dinámica de gestión de una política de salud. Esos aspectos son: 1) la definición de objetivos (finalidades) de la políticas –la política de salud se construye buscando alcanzar objetivos proyectados y acordados como garantes de patrones de protección mínimos contra riesgos sociales y la promoción del bienestar (reducción y eliminación de enfermedades, distribución de beneficios para mantener nivel de renta en niveles aceptables, regulación de relaciones sociales como familiares y empresariales; 2) la construcción y el empleo de estrategias, planes, instrumentos y técnicas capaces tanto de analizar y monitorear las condiciones sociales de existencia de la población como diseñar estrategias, metas y planes detallados de acción; 3) el desempeño simultáneo de papeles políticos y económicos diferentes –la política de salud produce efectos en diferentes relaciones sociales al mismo tiempo (promoción de la igualdad, legitimación política de grupos gubernamentales, manutención de la dinámica económica); 4) la construcción oficial de escenarios, canales y rutinas para orientar los procesos decisorios que definen las estrategias y los planes de acción de la política; 5) asimilación, contraposición y/o compatibilización de diferentes proyectos sociales provenientes de los más diversos actores presentes en la escena política de un país; 6) el desarrollo, la reproducción y la transformación de marcos institucionales que representan el resultado de referentes valorativos, políticos, organizacionales y económicos, que permean, sustentan la política y la entrecruzan activamente con el sistema de protección social; 7) la formación de referentes éticos y valorativos de la vida social – la afirmación y la difusión de valores éticos, de justicias e igualdad, de referentes sobre la naturaleza humana fundada en evidencias científicamente legitimadas, de ideales de organización política y social, de elementos culturales y comportamentales. Todos esos elementos son centrales en la construcción de una política de salud y están presentes en lo cotidiano en la acción de los sistemas de protección social sobre la realidad. A continuación, pasaremos a abordar cada uno de ellos y discutiremos cómo se hacen presentes en la construcción concreta de una política de salud. La definición de objetivos (finalidades) de la política El concepto más difundido de política de salud, e internacionalmente adoptado, enfatiza su carácter de estrategia oficial organizada en acciones sectoriales desempeñadas de acuerdo con normas legalmente construidas, teniendo como objetivo mayor la calidad de vida de la población. Esta forma de entender la naturaleza de la política de salud está presente en la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que afirma que aquella consiste en: 16 Un posicionamiento o procedimiento establecido por instituciones oficiales competentes, marcadamente gubernamentales, que definen las prioridades y los parámetros de acción en respuesta a las necesidades de salud, a los recursos disponibles y a otras presiones políticas. La política de salud está frecuentemente establecida por medio de leyes y otras formas de normalización que definen las reglas e incentivos que orientan la provisión de servicios y programas de salud, así como el acceso a ellos. (…). Como la mayoría de las políticas públicas, las políticas de salud emergen a partir de un proceso de construcción de sostén a las acciones de salud que se sustentan sobre las evidencias disponibles, integradas y articuladas con las preferencias de la comunidad, las realidades políticas y los recursos disponibles. (OMS, 1998, 10 – cursivas nuestras). El establecimiento de objetivos, orientados por valores mayores que son referenciales, consiste en uno de los principales componentes de la construcción de una política, ya que es la búsqueda de los objetivos lo que determinará la forma de distribución de recursos y el tipo de estrategia adoptada. Las definiciones más difundidas de política de salud pueden ser caracterizadas por el énfasis principal puesto en el deber ser o por las finalidades que la política de salud debería cumplir. Por ejemplo: es un esfuerzo sistemático para reducir las desigualdades entre los hombres. Esa es una concepción que presenta los aspectos externos de una política de salud, es decir, aquellos que están más próximos del sentido común, pues ponen a disposición de la población el propósito de los gobernantes sobre los problemas de salud: Se entiende por política [de salud] las decisiones de carácter general, destinadas a volver públicas las intenciones de actuación del gobierno y a orientar la planificación (…). Las políticas intentan visibilizar la acción del gobierno, reduciendo los efectos de la discontinuidad administrativa y potencia- lizando los recursos disponibles. La raíz de una política está constituida por su propósito, directrices y definición de las responsabilidades de las diferentes esferas del gobierno y los organismos involucrados. (Brasil, 1998:7 – Cursivas nuestras). De esta manera, cuando elaboramos una política, necesitamos definir cuáles son sus objetivos y qué tipo de valores están orientando esa política. Esto posee aún dos efectos importantes. El primero consiste en la visibilidad política que esa forma de presentarse conlleva, permitiendo que jefes de gobierno divulguen con mayor facilidad sus realizaciones, yendo al encuentro de los anhelos de la población. El segundo se debe a que el concepto permite que se tenga una visión totalizante de la política, posibilitando apreciar sus rumbos. La principal ventaja consiste en llamar la atención hacia el contenido valorativo de una política de salud, considerando que esta, más que sencillas medidas técnicas de valoración de problemas sociales, está basada en un conjunto de valores que orientan las definiciones y estrategias. Veamos, a continuación, algunos ejemplos tomados de políticas específicas del Ministerio de Salud de Brasil (Cuadro 2). Cuadro 2 – Políticas POLÍTICA ESPECÍFICA OBJETIVOS EJES DE MAYOR VALORACIÓN POLÍTICA ESPECÍFICA Salud del trabajador La política nacional de salud del trabajador son un conjunto de acciones que apuntan a la reducción de los accidentes y enfermedades relacionadas al trabajo, mediante la ejecución de acciones de promoción, rehabili-tación y control en el área de la salud. Promoción de ambientes y condiciones de trabajo saludables. Salud de la población negra 17 EJES DE MAYOR VALORACIÓN POLÍTICA ESPECÍFICA OBJETIVOS romoción de mbientes y ondiciones de abajo saludbles. Salud de la población negra Garantía de la La política nacional de salud equidad racial y étnica. de la población negra consiste en acciones pensadas para la inclusión social y la reducción de los diferentes grados de vulnerabilidad a la que está expuesta la población negra. EJES DE MAYOR VALORACIÓN Por lo tanto, el conocimiento de las realidades sectoriales concretas, y no solo el proyecto de una situación ideal, es un aspecto esencial para comprender cómo las políticas de salud interactúan con la realidad, qué efectos producen y cómo esas realidades afectan a la elaboración de la política. La construcción y el empleo de estrategias, planes, instrumentos y técnicas Estas definiciones de política de salud están en sintonía con una situación ideal proyectada para cada sector de la población abordada y ofrecen un marco ideal expresado en sus valores vitales como guías de conducción de las actividades gubernamentales. Solo definir objetivos no es suficiente para construir políticas efectivas, también es preciso comprender los problemas sectoriales y desarrollar herramientas concretas de acción. Enfatizando este aspecto, surge otra forma, también tradicional, de definir las políticas de salud que la toman como estrategia concreta, organizada y específicamente orientada mediante enfoques de las acciones y programas que se aplican en diferentes sectores reconocidos como de salud. En esa caso, se definen las políticas de salud como las decisiones, estrategias, instrumentos y acciones (programas y proyectos) que se orientan hacia el cumplimiento de determinadas metas delimitadas para cada campo de acción de las políticas mencionadas como, por ejemplo, la política nacional de salud en el campo, de la mujer, de la población negra, de salud en el trabajo, etc. Pero ese énfasis en los ideales puede representar un problema. La principal limitación de atenerse solamente a los objetivos de la política reside en su incapacidad de ofrecer un instrumental para el análisis de realidades concretas de las políticas de salud. De esta forma, ¿cuándo no están cumpliendo las finalidades declamadas, tales como reducir la desigualdad, mejorar las condiciones de vida, brindar bienestar a la sociedad, significaría que “no existe” una política de salud en un determinado país? Cuando enfatizamos ese aspecto más instrumental de la política de salud, podemos visualizar concretamente la estrategia política adoptada, o sus principios y núcleos temáticos, las acciones que serán realizadas, los resultados alcanzados, los responsables por sus ejecución, el volumen de recursos disponibles, el origen de ellos, los indicadores que serán utilizados para concretar su ejecución y otros aspectos de naturaleza más práctica. Veamos un ejemplo de política de salud en Brasil. Al negar la existencia de políticas concretas porque no están cumpliendo con las finalidades que consideramos inherentes a dichas políticas de salud, estaríamos perdiendo la posibilidad de comprender la realidad y, por consiguiente, interferir en su curso. El análisis del Plan Estratégico del Programa Nacional de DST y Aids 2004-2007, que sintetiza la política nacional presentada por el Ministerio de Salud relativa al Aids y a otras enfermedades de transmisión sexual, permite visualizar cómo la política de salud se presenta bajo esta forma (Cuadro 3). Fuente: Elaboración en base a las directrices sectoriales de cada política. 18 Cuadro 3 – Síntesis del Plan Estratégico del Programa Nacional de DST y Aids. Brasil – 2004-2007 DIAGNÓSTICO, OBJETIVOS Y ESTRATEGIAS DE LA POLÍTICA DE DST/AIDS Diagnóstico de tendencias de la epidemia de HIV/Aids Caída de la epidemia en la región Sudeste Aumento de casos por transmisión heterosexual Aumento de incidencia en mujeres Pauperización (Mayor incidencia en la población pobre) Interiorización (Mayor incidencia en municipios del interior) Disminución de los casos de transmisión vertical (Transmisión de madre a hijos) Disminución de los casos por transfusión de sangre y hemoderivados Disminución progresiva de los casos de UDI (Usuarios de drogas inyectables) Objetivos de la Política de DST y Aids Expandir la calidad y acceso a las acciones de atención y prevención Reducir la discriminación y el prejuicio, y fortalecer los derechos humanos relacionados a la epidemia de HIV/Aids y otras DST Aumentar la efectividad de las acciones mediante el desarrollo e incorporación de tecnologías estratégicas Descentralizar el financiamiento y la gestión hacia los estados y municipios Principales Estrategias de la Política Descentralizar la gestión del Programa Nacional de DST y Aids en consonancia con sus principios, directrices y atribuciones en cada una de las esferas de gobierno Fomentar el desarrollo científico y tecnológico en las áreas de DST/HIV/Aids Producir y distribuir informaciones adecuadas y de calidad, contribuyendo a las decisiones en los diferentes niveles de respuesta nacional al HIV/Aids, sífilis congénita y otras DST Fomentar el fortalecimiento de las asociaciones y de las articulaciones intersectoriales, gubernamentales y no gubernamentales (movimientos sociales y sector privado), nacionales e internacionales Ampliar el acceso al diagnóstico de laboratorio del HIV y otras DST Promover la reducción del estigma y de la discriminación y respeto a la diversidad sexual, étnica y cultural Fuente: Elaboración en base a datos en Brasil, 2005. 19 En el plan estratégico presentado anteriormente, podemos visualizar tres elementos fundamentales en la construcción concreta de una política: el diagnóstico de la realidad (cuál es la situación actual), los objetivos pretendidos (qué situación futura anhelamos) y la estrategia a ser adoptada (cómo alcanzaremos nuestros objetivos). Nótese que debe haber una coherencia entre las tres partes del plan, ya que no es posible esperar una situación perfecta en relación a lo que tenemos, dadas las restricciones del corto plazo, ni adoptar una estrategia incompatible con lo que se pretende. Por ejemplo, cuando se observa por medio de informaciones recogidas que el Aids está avanzando en las regiones del interior, se vuelve un objetivo coherente de la política acercar la acción del gobierno federal al de los estados y municipios, mediante una estrategia de descentralización de la gestión del Programa Nacional de DST y Aids. Como podemos ver, cuando percibimos la política de salud por su dimensión estratégica o instrumental enfatizamos su carácter de actividad legítima y organizada alrededor de un programa de acciones que busca alcanzar determinados objetivos establecidos como prioritarios por la sociedad. El énfasis está puesto en los aspectos de la estrategia institucional, operacional, gerencial, e, incluso, financiera, lo que permite establecer de manera más realista las fortalezas y debilidades de una política de salud, haciendo posible generar elementos que ayuden a comprender por qué los resultados obtenidos no son los esperados, en caso de que ello ocurra. Cuando solo enfatizamos las finalidades de la política, solo conseguimos decir si la política de salud está cumpliendo su propósito o no, pero no el porqué de ese comportamiento, ni lo que hay que hacer al respecto para cambiar esa situación. La ventaja principal, en este caso, consiste en delimitar el área social a partir de los sectores institucionalizados de las políticas públicas, es decir, elaboramos una política no solo mirando lo que queremos y definimos como ideal, sino, fundamentalmente, intentando comprender tanto el comportamiento de la realidad sobre la cual queremos actuar, como de qué forma lo haremos. No obstante, cuando pensamos en los objetivos desea- dos para diseñar una política, o en las realidades sectoriales y en las estrategias e instrumentos para modificarlas, necesitamos recordar que las políticas pueden afectar y ser afectadas por otras áreas y por otras relaciones, como las relaciones económicas, políticas o culturales. Aunque nos ayuden a recortar una realidad concreta, por medio de una definición de sus límites, pensar la dinámica de una política por sus objetivos y realidades tiende a ser arbitrario y desconoce la complejidad de los problemas sociales. Cada vez más, se busca superar las limitaciones arbitrarias entre las políticas económicas y sociales, al introducir, por ejemplo, el concepto de inversión en salud como inversión productiva, y no solamente como gasto social, y reconocer la capacidad económica de este en la producción de empleos y consumo de bienes industriales. Por eso, podemos entender que las políticas de salud, sus estrategias, instrumentos y planes producen una acción que no se limita al campo de la salud, ya que, pudiendo influir en otros aspectos de la dinámica social (económica, política, cultural), también pueden, igualmente, cumplir otros papeles, o funciones, más allá de su objetivo básico de resolver problemas de salud. El desempeño simultáneo de papeles políticos y económicos diferentes Cuando estemos elaborando una política de salud, debemos tener en mente que sus planes y acciones pueden producir efectos políticos y económicos. Es muy importante entender qué efectos son esos y qué funciones la política de salud desempeña en esas áreas. Algunas definiciones de política de salud se basan en la función que esa política cumple en determinada sociedad, cómo, por ejemplo, la política de salud consiste en un conjunto de orientaciones normativas en las relaciones entre Estado y sociedad, dirigidas para garantizar un patrón de solidaridad vigente entre los grupos e individuos de una sociedad concreta. 20 Esas definiciones llaman la atención hacia las consecuencias de las políticas, que pueden ser muy diferentes de los enunciados finales y metas sectoriales asumidas. Ellas nos permiten profundizar el análisis de sus efectos en la reproducción o transformación de la estructura social. Eso puede involucrar la ampliación de ganancias económicas de sectores empresariales, la manutención de status de grupos sociales, el sustento político de los grupos que están en el poder, entre otros factores. Una de las maneras de entender ese aspecto de la dinámica de la política de salud es percibir que la política de salud, por movilizar una cantidad enorme de recursos financieros en la construcción y manutención de unidades médicas, remuneración de profesionales, producción y distribución de medicamentos y equipamientos, etc., constituye un complejo de producción de bienes y servicios que se presenta como una parte significativa del sistema económico de un país. Siendo así, la política de salud también tiene un fuerte vínculo con el ámbito económico, pues contribuye a la manutención del nivel económico y la aceleración del ritmo de las actividades PAÍS Cuba Surinam Colombia Uruguay Panamá Costa Rica Argentina República Dominicana Bolivia Honduras Guyana El Salvador Brasil Fuente: Médici, 2005. GASTO TOTAL EN SALUD % DEL PIB productivas, al causar efectos sobre otros sectores como la industria química y la farmacéutica, el de equipamientos, etc. Podemos notar ese hecho observando el porcentual de gastos de algunos países latinoamericanos en salud con respecto al Producto Bruto Interno (PIB) (Total de riquezas de un país en un año). Los porcentuales demuestran cuánto de la riqueza nacional el gobierno, las familias y las empresas, en conjunto, destinan a los gastos directos en salud, sin hablar de los impactos sobre otros sectores productivos. En el caso ilustrado por la tabla 1, aunque Brasil sea el quinto país en términos de volumen de gastos en relación al PIB (8,3), solo 41% de esos gastos son realizados por el sistema público de salud, siendo el otro 59% gastos privados hechos directamente o por medio de planes y desembolsos individuales. Esa forma de distribución del gasto, en que pocos recursos son destinados al sistema público de salud, limita su acción en la transformación de una estructura signada por la desigualdad social. Tabla 1 – Gastos en salud como porcentual del PBI (total, público y privado) y per capita. Países seleccionados – 2000. GASTO PÚBLICO EN SALUD COMO % DEL PIB GASTO PRIVADO EN GASTO PER CAPITA SALUD COMO % DEL PIB EN SALUD (US$) 7,1 9,8 9,3 10,9 6,9 6,8 8,6 6,1 5,5 5,3 5,1 4,8 4,7 4,7 1,0 4,3 4,0 5,8 2,1 2,1 3,9 193 424 612 1007 464 474 1091 6,1 6,1 6,8 5,1 8,8 8,3 4,3 4,3 4,3 4,2 3,8 3,4 1,8 1,8 2,5 0,9 5,0 4,9 340 145 165 198 391 631 21 La relación entre políticas de salud, como las demás políticas sociales, y economía es, la mayoría de las veces, una relación tensa, pues los gobiernos acostumbran ver a las políticas sociales como áreas de gasto y no de producción. En los momentos de crisis económica y recortes de gastos gubernamentales, el área económica del gobierno impone límites a los gastos sociales para la preservación del equilibrio financiero. No obstante, las áreas de políticas sociales deberían ser vistas también como áreas productivas, ya que son generadoras de innumerables empleos y tienen una acentuada capilaridad, ya que las redes de salud y educación están distribuidas por todo el país. Así, más allá de ser generadoras de empleo, las políticas de salud contribuyen para el desarrollo económico, al impedir la mortalidad precoz e innecesaria y formar una fuerza de trabajo más educada y en mejores condiciones sanitarias. En una economía globalizada, el conocimiento y la calidad de vida son vistos cada vez más como imprescindibles para el aumento de la productividad y, por lo tanto, de la competitividad en el mercado internacional. Más allá de eso, el área de salud desarrolla tecnologías que hacen avanzar el conocimiento y la capacidad competitiva de una economía. De igual manera, hay efectos relacionados a la dinámica política que no pueden ser ignorados cuando se trata de una determinada política de salud. La historia del desarrollo de las políticas sociales en Occidente es un reflejo de las luchas que se dieron en procura de la ampliación de los derechos humanos. Forman parte de las conquistan alcanzadas por los trabajadores organizados, en especial en los países europeos, que, con sus luchas, obtuvieron un conjunto de derechos sociales, en los siglos XIX y XX. Mientras tanto, las políticas sociales, principalmente las de salud, no solo beneficiaron al sector del trabajo, sino que también favorecieron al capital, al transferir para el Estado los costos de la reproducción de la fuerza de trabajo, con la progresiva socialización de esos costos. Así, la reproducción de la fuerza de trabajo dejó de ser un asunto del ámbito privado, en el cual inicialmente se situaba, y posteriormente, en lugar de ser incorporados al salario, dichos costos pasaron, cada vez más, a ser parte de las políticas públicas. Pasaron, entonces, a ser costeados con impuestos paga- dos por toda la sociedad, como es el caso de las políticas de salud en gran parte de los países. Si en el inicio del proceso de industrialización tener un trabajador en buenas condiciones de salud dependía del salario que le era pagado, ahora ello depende de la existencia de políticas de salud, para las cuales todos, inclusive el mismo trabajador, contribuyen por medio de tasas específicas o impuestos generales. De esta manera, las políticas de salud se volvieron un punto de convergencia entre los intereses de los trabajadores y el de los empresarios, representando el consenso virtuoso de la social-democracia, por medio del cual no solo se aminoraron los conflictos, sino que también se permitió un aumento de la productividad del trabajo. En el campo de la política de salud, los intereses empresariales son mucho más poderosos, pues muchas veces son conglomerados de empresas multinacionales los que dominan la tecnología de producción de un medicamente o de un insumo. Eso ha generado muchos cuestionamientos sobre el proceso de concesión de patentes sobre medicamentos vitales para la salud de la población. Muchos argumentan que las patentes son necesarias porque determinadas empresas invirtieron mucho en la investigación que generó ese conocimiento y deben ser recompensadas. Para otros, no obstante, los países en desarrollo no deberían respetar las patentes que hacen inviable el acceso de sus poblaciones a los medio de curación. En los últimos años, las políticas sociales vienen siendo cada vez más determinadas por intereses generados por los sectores empresariales, en gran medida porque aquellas representan la posibilidad de consumo de las mercaderías por ellos producidas, como medicamentos, equipamientos hospitalarios, libros de texto, computadoras, material de construcción. En contrapartida, fueron generadas nuevas formas por parte del empresariado en las prácticas y servicios sociales que dependen del financiamiento o de la regulación del poder público, como por ejemplo, empresas aseguradoras, clínicas privadas, escuelas privadas, etc. Más recientemente, el predominio del capital financiero también se manifestó en el campo de las políticas sociales, con la introducción de los seguros individuales para la prevención y salud. El resultado fue que la clase media y los sectores más 22 acomodados de la población pasaron a comprar sus planes de salud y de jubilación, al mismo tiempo que la población más pobre quedó dependiendo de las políticas públicas. Mientras tanto, cuando pensamos a la política de salud por el papel que ella puede ejercer en las relaciones sociales, dejamos de identificar las contradicciones que ella contiene. Por ejemplo, aunque, en muchos casos, sea correcto pensar que la función de la política de salud consiste en legitimar a los gobiernos, esta definición no facilita el análisis del contradictorio proceso de lucha entre los diferentes grupos sociales que atraviesa el área de las políticas sociales. O mejor dicho, una política que legitima al gobierno puede ser, al mismo tiempo, capaz de perfeccionar el empleo de recursos humanos, reproducir la fuerza de trabajo y garantizar cierto patrón de solidaridad. Siendo así, necesitamos abordar un nuevo aspecto en la dinámica de las políticas de salud, que consisten en entender cómo las decisiones son tomadas al interior de los sistemas de salud, es decir, cómo las relaciones de poder se estructuran en la política de salud. + INFO EN VIDEO https://www.youtube.com/ watch?v=mspu9rLp7OY Escenarios, canales y rutinas del proceso decisorio de una política de salud Cuando pensamos que no hay consensos sobre los diversos problemas de políticas de salud y que diferentes grupos sociales tienen percepciones diferentes sobre ellos, entendemos que no es fácil producir cualquier política sin que antes se obtenga una asimilación mínima de los múltiples intereses involucrados. Ello implica comprender las relaciones de poder que se establecen alrededor de la política de salud y que afectan el proceso decisorio que define los planes, programas, estrategias y los procesos de asignación de recursos. ¿Cómo se organizan esas relaciones de poder al interior de las políticas y sistemas de salud? Ese es otro aspecto fundamente que necesitamos tener en cuenta cuando queremos saber cómo las políticas actúan en la práctica. Esa reflexión nos lleva a los instrumentos, mecanismos, escenarios y rutinas utilizadas para organizar la acción política orientada a determinados fines. En ese momento, notamos que la política de salud también es un proceso compuesto por una secuencia de decisiones tomadas en relación a cómo enfrentar un problema identificado como prioritario en la agenda pública: Se entiende como política de salud a la respuesta social (acción u omisión) de una organización (como el Estado) ante las condiciones de salud de los individuos y de las poblaciones y sus determinantes, en relación a la producción, distribución, gestión y regulación de bienes y servicios que afectan a la salud humana y al ambiente. Las políticas de salud abarcan cuestiones relativas al poder en la salud (politics), como las que se refieren al establecimiento de directrices, planes y programas de salud (policy). (…) en tanto disciplina académica, la política de salud abarca el estudio de las relaciones de poder en la conformación de la agenda, en la formulación, en la conducción, en la implementación y en la evaluación de políticas (Paim & Teixeira, 2006: 74 –Cursivas nuestras) Al llamar la atención sobre la dimensión política y organizacional de las políticas sociales, intentamos dar una materialidad a la política de salud, más allá de los aspectos valorativos, instrumentales y funcionales abordados anteriormente. Aquí, las políticas de salud son vistas como procesos deci- 23 sorios involucrando actores e intereses sociales, que se dan en ambientes institucionales y organizacionales por medio de los cuales se definen prioridades y estrategias que relacionan los medios a los fines propuestos. Cuando producimos una determinada política de salud, necesitamos, entonces, comprender que su elaboración abarca un ciclo compuesto por etapas de elaboración, implementación y ejecución, del cual participan diversos actores, componiendo un círculo de relaciones de poder que moldean el formato general de la política. Esas relaciones se expresan en espacios específicos, llamados “escenarios”, por medio de reglas determinadas y procesos previamente establecidos. Ya que la política de salud al interior del SUS es descentralizada y estructurada a partir de la división y del compartimiento de competencias entre las tres esferas de la federación (Unión, estados y municipios), pero, al mismo tiempo, está unificada nacionalmente, se hace necesario articular no solo los procesos de elaboración de las estrategias de la política, sino también los actores, incluso la sociedad civil, en sus actividades de ampliación de recursos e implementación de planes y programas. La estructura decisoria de la política de salud en Brasil está fundamentada en los siguientes instrumentos, procesos y escenarios: Es fundamental conocer cada uno de esos aspectos porque son decisivos en cada momento de la construcción y desarrollo de una política. Hace la diferencia saber en qué punto se decide cada aspecto de la política, quién, cómo, cuáles y cuántas son las etapas de decisión, cuáles son los límites del poder de los gestores, dónde entra la sociedad civil, etc. Podemos tomar como ejemplos la estructura y el proceso decisorio básico de la política de salud en Brasil, en el ámbito del Sistema Único de Salud (SUS), en el que el proceso decisorio está caracterizado por una amplia cantidad de escenarios e instancias de negociación que buscan garantizar el carácter democrático y participativo de las decisiones. Mecanismo de participación y control social –representados por los consejos de Salud, existentes en cada una de las esferas gubernamentales, con representación paritaria de 50 % de representantes del estado y 50% de la sociedad civil. Los consejos, además de instrumentos de control social, externos al aparato del Estado, deben ser entendidos como “componentes del aparato estatal, donde funcionan como engranajes institucionales con vigencia y efectos sobre los sistemas de filtros, capaces de operar modificaciones en los patrones de selectividad de las demandas” (Carvalho, 1997: 99); + INFO EN TEXTO https://www.google.com.ar/ url?sa=t&source=web&rct=j&url=http:// www.scielo.org.pe/pdf/rins/v26n2/ a20v26n2&ved=0CCQQFjADahUKEwjGrez_ oYjJAhWJj5AKHdEbDmM&usg=AFQj CNHiwGlHBwPNKmwfztvHiSIx1GWLA&sig2=GNVJh8yA6d3Q_R2v1oI7Uw Mecanismos de formación de la voluntad política –las conferencias de salud, realizadas periódicamente, en todos los niveles del sistema, que, en una interacción comunicativa y deliberativa colocan a todos los actores sociales en interacción en una esfera pública y comunicacional, periódicamente convocada. Además de estos mecanismos de aprendizaje y reconocimiento social, esta instancia fortalece a la sociedad organizada que participa del proceso de construcción de los lineamientos políticos más amplios del sistema, aunque sin carácter vincular. Son los espacios de formación de las estrategias los que orientarán las políticas de salud en los años siguientes y de 24 ellas participan gestores y actores organizados de la sociedad civil. Están entrelazadas en las tres esferas, siendo las municipales las que influyen en las estaduales, y estas a la nacional; Mecanismo de negociación y acuerdos entre los entes gubernamentales involucrados en un sistema descentralizado de salud –la suposición de intereses distintos y de cámaras institucionales de negociación de esas diferencias y de generación de pactos de gestión es una de las mayores innovaciones de este modelo federativo renovado que asume la diferenciación como realidad y la igualdad como principio político y meta institucional. Los principales escenarios de negociación son los consorcios de salud (entre gestores municipales, en dónde hubiere), las comisiones intergestoras bipartitas (una en cada estado donde negocian municipios y el gestor estadual) y la comisión intergestora tripartita (participan el gestor nacional y representantes de los gestores estaduales y municipales). En esas instancias, la sociedad civil no posee capacidad decisoria, solo en los consejos y conferencias de salud. Este modelo puede ser sintetizado como en el Cuadro 4. Cuadro 4 – Estructura simplificada de soporte al proceso decisorio de la política de salud en el SUS INSTANCIAS COLEGIADAS DE DECISIÓN DEL SUS Gestores Negociación y acuerdos intergubernamentales Fuente: Fleury, 2001 Comisión Tripartita Esfera Municipal Cámaras Esfera estadual Comisiones Bipartitas Esfera federal Formación de voluntades políticas Participación y control social (50% gobierno 50% sociedad civil) Conferencias Nacionales de Salud Consejo Nacional de Salud Conferencias Estaduales de Salud Consejos Estaduales de Salud Conferencias Municipales de Salud Consejos Municipales de Salud 25 Como podemos observar, hay escenarios específicos para cada tipo de decisión, hay actores que pueden participar de algunas maneras, pero no de otras, hay canales de mediación de conflictos y establecimiento de consensos, y procesos determinados que sirven de orientación a la acción política de los actores en la construcción de una política de salud. Vale recordar que, si el formato de la estructura decisoria fuese otra, como lo es en otros países, la forma de conducir las decisiones y el comportamiento estratégico de los actores sería diferente. Mientras tanto, el proceso político que involucra a una política de salud no se atiene a los límites del sistema de salud y, por lo tanto, no debe quedar restringido a una visión de la política como proceso institucional –en general identificado como gubernamental- en el cual tiene lugar la toma de decisiones racionales, basadas en un fuerte contenido técnico. De ese modo, se deja de lado el proceso político más general, que pasa a ser visto como externo a la institución, o, como mucho, se considera que los grupos de presión de la sociedad generan elementos para la toma de decisiones institucionales. La separación entre el contexto político y el contexto institucional es ficticio y genera gran dificultad para la comprensión de las articulaciones reales entre el Estado y la sociedad. De igual manera, podemos cuestionar la visión del proceso decisorio y de la implementación de políticas como, fundamentalmente, procesos técnico-burocráticos. Necesitamos tener en cuenta que la práctica de construcción cotidiana de una política de salud involucra mucho más que los embates políticos que se expresan en sus escenarios oficiales. Vamos a profundizar un poco más ese aspecto. La asimilación, contraposición y/o compatibilización de diferentes proyectos sociales Si mirásemos más allá de los límites de los escenarios institucionales, notaremos que una política de salud se topa cons- tantemente con una intensa y múltiple dinámica de relaciones de poder, en la cual diferentes actores sociales son constituidos, se interpelan, se enfrentan y así redefinen sus identidades y estrategias, en procesos constantes: Cualquiera sea la categoría de análisis utilizada, debe quedar claro que una política de salud consiste en el resultado de diferentes proyectos que, a su vez, emergen de diferentes actores sociales, grupos, clases o fracciones de clase. Cada proyecto o propuesta de una política de salud no representa en ninguna situación concreta algo terminado, sino sujeto a la lucha política, incluso cuando tiene origen en la clase dominante. Es, de manera definitiva, el resultado de proyectos en conflicto y de fuerzas que los representan en un determinado momento. (Eibenschutz, 1992: 55-6 – Cursivas nuestras) El énfasis está puesto en las relaciones que, históricamente, se establecen entre los diferentes actores sociales en la disputa por la redefinición de las relaciones de poder, con su repercusión en la distribución de los recursos producidos en una sociedad. Por un lado, el Estado, representado por los agentes e instituciones gubernamentales, es tomado como un actor privilegiado, pero, por otro, también como un escenario en el que se enfrentan los intereses constituidos y organizados. En ese caso, en la construcción de una política de salud, se enfrenta con algo que es superior a las propuestas sectoriales de ganancia económica o política inmediata, con algo que trasciende las particularidades por representar proyectos de clase definidos y estructurados, abarcando cuestiones más amplias como modelos políticos de salud, económico y de organización social. Aquí, al elaborar una política de salud, se debe tener en cuenta que su formato interactúa con macro-procesos sociales, que irán a delimitar el área de expansión de dicha política, normalmente reforzándola o restringiéndola. No obstante, al definir una política de salud, estamos definiendo un patrón civilizatorio y un modelo de sociedad que deseamos construir. 26 Tomemos como ejemplo el caso de las políticas y sistemas de salud fundamentado en el derecho universal de acceso a los ciudadanos. Ese formato de política se inserta en un proyecto solidario de nación, para el cual el derecho a la salud es un derecho de ciudadanía. La efectividad de la acción de una política de salud de esa naturaleza será mayor o menor dependiendo del proyecto social que prevalezca en la relación general de fuerzas sociales. Así, una coalición política nacional que favorezca el concepto de salud como un bien que deba ser ofrecido por el mercado y apropiado individualmente no ofrece un terreno fértil para la expansión de una política universal. Coaliciones de ese tipo irán a restringir los recursos gubernamentales para el financiamiento de los gastos públicos en salud e intentarán reducir los servicios ofrecidos por el Estado a un mínimo, así como intentar restringir el acceso a esos servicios a una determinada porción de la población. Se debe estar siempre atento al hecho de que el área de las políticas de salud está atravesada por las luchas y enfrentamientos de diferentes fuerzas sociales, en el proceso de constitución, manutención y oposición de los proyectos de dirección hegemónica de cada sociedad. Se trata de la búsqueda de atribución de significados, contenidos, valores y orientaciones normativas que definen el ámbito del campo social, así como las posibilidades y límites de las estrategias de diferentes actores. Concepciones sobre la vida, el bienestar, la salud, la ciudadanía, la cultura, la educación y los bienes públicos, en general, son constantemente redefinidos y adquieren nuevos significados a partir de su articulación con los diferentes proyectos de poder. Ese proceso de lucha ideológica –que no excluye el contenido técnico involucrado en esas disputas- es también un proceso de constitución de sujetos sociales. Del mismo modo que se dice que no hay ciudadanos antes del ejercicio de la ciudadanía, tampoco existen sujetos previamente al enfrentamiento de sus proyectos, lo que quiere decir que los sujetos sociales se constituyen en la relación que establecen en las disputas por el poder. Esos proyectos antagónicos se enfrentan en diversas situaciones ideológicas. Por ejemplo, en el caso brasileño, podemos observar que existe un consenso nacional en relación a la necesidad de existencia de un sistema de atención a la salud. No obstante, si profundizásemos el debate, aparecerán muchos puntos de conflicto. ¿Debemos dar prioridad a la prevención y promoción de la salud o a las prácticas curativas? ¿El sistema de salud debe ser público, privado o un conjunto mixto de organizaciones públicas y privadas? En este último caso, ¿cuál es el papel del Estado y cuál el papel de las instituciones privadas lucrativas? O incluso, ¿si fuese un sistema público, debe ser centralizado o descentralizado? Obviamente, esas opciones no son una simple cuestión de elección, como si el resultado fuese el mismo en cada una de ellas, sino que representan puntos de conflicto entre diferentes proyectos de políticas de salud que expresan intereses políticos y económicos de varios grupos sociales. Esos proyectos representan diferentes formas de concepción del derecho a la salud y, consecuentemente, pregonan diferentes formas de acceso y utilización de los servicios de salud. En los proyectos que representan intereses económicos de grupos que componen el sector productivo de la salud como el de equipamientos, tecnología, seguros privados y clínicas especializadas, la función del Estado normalmente aparece, la mayoría de las veces, solamente en la provisión de servicios de atención básica y preventiva, siendo que los servicios de media a alta complejidad (diagnóstico especializado, procedimientos quirúrgicos, tratamiento especializado de base tecnológica, etc.) quedarían a cargo del mercado, en el que el acceso está regulado por el poder de compra individual y la oferta por la fluctuación del lucro. En ese proyecto, la socialización de los costos de los servicios de elevada complejidad tecnológica requiere inversiones elevadas del Estado, sobrecargando sus finanzas. Movimientos sociales que luchan por el derecho a la salud afirman que ese es un valor social superior inherente a la condición de ciudadanía y, por ello, un elemento fundamental en la constitución de las bases del desarrollo socioeconómico y de cohesión social. No obstante, ese proceso de luchas, conflictos y contraposición de proyectos se desarrolla teniendo en el Estado 27 el espacio legítimo de la constante confrontación de esos diversos proyectos, expresión de ese ejercicio que se materializa por medio de instituciones y estrategias organizacionales. Por lo tanto, las disputas entre proyectos de políticas de salud no se dan en el vacío, sino que se desarrollan a partir de matrices institucionalizadas de relaciones que establecen previamente la posición de los actores, la distribución del poder y orientan la acción de los diferentes grupos. Las acciones y estrategias que emergen de la dinámica de contraposición de los proyectos alternativos de políticas de salud pueden reforzar tanto como buscar la transformación de esas matrices institucionalizadas, de acuerdo a la correlación de fuerzas de cada momento. Así, una política de salud posee una acción institucionalizante que trasciende su carácter de espacio de luchas y la coloca como motor de la construcción del tejido social. Eso quiere decir que es extremadamente importante, en la construcción de una política de salud, comprender la dinámica de las instituciones mayores que la sustentan, como las normas legales que regulan derechos (leyes, decretos, etc.), la estructura organizacional general del sistema de salud, el formato de la relación entre los entes de la federación, entre otras cuestiones. El desarrollo, la reproducción y la transformación de los marcos institucionales Esas instituciones mayores son llamados marcos institucionales o reguladores de las políticas de salud porque representan tanto los sustentos para las acciones y programas como la regulación o delimitación de la acción de los actores. Por ejemplo, la Ley Orgánica de la Salud, norma que rige la organización del SUS, al mismo tiempo que habilita al Ministro de Salud a ejercer poder sobre empresas, limita su acción en caso de que él desee restringir el acceso a la salud de algunos grupos poblaciones, ya que el derecho a la salud en Brasil es universal. Así, las estrategias, planes y programas se orientan a partir del desarrollo, de la reproducción y de la transformación de marcos reguladores que representan sustentos compuestos por referencias valorativas, políticas, organizacionales, económicas, las cuales, a su vez, permean y sustentan la política de salud y la entrelazan activamente al sistema de protección social como un todo. Ese proceso es de extrema importancia porque fija las futuras referencias para la organización de una política de salud, como así también para la acción de los actores y para la disposición de la estructura de provisión de bienes y servicios, como puede ser visto, como ya dijimos, en el ejemplo de las Leyes Orgánicas de la Salud. ›› El marco institucional de las políticas de salud en Brasil Las Leyes Orgánicas de la Salud (leyes N° 8.080 y 8.142 de 1990) constituyen los marcos legales básicos que fijan los fundamentos tanto valorativos como políticos y organizacionales de las políticas de salud. Veamos esos fundamentos en el fragmento extraído de la ley N° 8080/90 (Brasil, 1990): “Art. 2° - La salud es un derecho fundamental del ser humano, debiendo el Estado proveer las condiciones indispensables para su pleno ejercicio. 1 - El deber del Estado de garantizar la salud consiste en la formulación y ejecución de políticas económicas y sociales que tiendan a la reducción de riesgos de enfermedades y de otros perjuicios y en el establecimiento de condiciones que aseguren el acceso universal e igualitario a las acciones y servicios para su promoción, protección y recuperación. 2 – El deber del Estado no excluye el de las personas, de la familia, de las empresas y de la sociedad. 28 Art. 3° - La salud tiene como factores determinantes y condicionantes, entre otros, a la alimentación, la vivienda, el saneamiento básico, el medio ambiente, el trabajo, la renta, la educación, el transporte, la recreación y el acceso a los bienes y servicios esenciales; los niveles de salud de la población expresan la organización social y económica del país. Párrafo único. Se refieren también a la salud las acciones que, por fuerza de lo dispuesto en el artículo anterior, se destinan a garantizar a las personas y a las colectividades condiciones de bienestar físico, mental y social. Art. 4° - el conjunto de acciones y servicios de salud, prestado por organismos e instituciones públicas federales, estaduales y municipales, de la Administración directa e indirecta y de las fundaciones mantenidas por el Poder Público, constituye el Sistema Único de Salud (SUS). 1- Están incluidas en lo dispuesto en este artículo las instituciones públicas federales, estaduales y municipales de control de calidad, investigación y producción de insumos, medicamentos, inclusive de sangre y hemoderivados, y de equipamientos para la salud. 2 – La iniciativa privada podrá participar del Sistema Único de Salud (SUS), en forma complementaria”. (Cursivas nuestras) Claramente, se trata de un sistema de bases públicas, en que la iniciativa privada actúa de manera complementaria, fija marcos institucionales (leyes, procesos decisorios, criterios de acceso, formas de distribución y utilización de recursos, composición de actores, etc.) muy diferentes de los de un sistema basado en el mercado, implicando distintas distribuciones de oportunidades y restricciones. En un sistema de mercado, como en los Estados Unidos, el acceso depende exclusivamente del poder de compra de las personas, ya que la salud no está considerada como un derecho de ciudadanía. En esa línea, Belmartino nos presenta la propuesta de concepción de las políticas de salud como un campo de fuerzas en el cual los actores establecen procesos políticos que son tanto rodeados y direccionados por marcos institucionales como provocan el desarrollo de instituciones y su transformación: Proponemos analizar las políticas de salud como una estructura de delimitación de actores. Ese abordaje supone pensar las relaciones de poder que se establecen al interior del área como producto de interacción entre agentes dotados de intereses y capacidades específicas (médicos, funcionarios, sindicalistas, profesionales de la salud, empresas). Cada uno de esos agentes actúa en una red de alianzas, conflictos y presiones, negociaciones y debates que se desarrollan en un marco legal e institucional determinado lógica y analíticamente como previo a su interacción, y al mismo tiempo como ordenador del mismo, pero no como algo inmutable. Las leyes que ordenan el área de conflicto son el resultado de luchas anteriores y pueden ser modificadas a partir de la transformación en la actual correlación de fuerzas. (Belmartino, 1992: 146 – Cursivas nuestras) Los intereses de los grupos sociales deben ser incluidos en el escenario de la política pública, en la medida en que el estado tiene un papel fundamental en la formulación de las políticas y en la garantía de los derechos, como así también en el papel de proveedor, regulador y financiador de los servicios. En este sentido, el escenario central de las disputas en el área de las políticas sociales es el mismo gobierno, como el conjunto de órganos y cuerpos profesionales involucrados en el área social. Esto nos lleva a pensar que realizar transformaciones en las políticas de salud exige fuertes movimientos de acción y articulación política en diversos escenarios y con varios actores, incluso con aquellos no relacionados directamente a la política de salud. Ciertamente, la representación parlamentaria es fundamental en el proceso de traducir los intereses de los diferen- 29 tes grupos de la sociedad en leyes y proyectos que reglamentan la acción en el área social. Consecuentemente, el Poder Judicial pasa a ser parte importante al garantizar el ejercicio de los derechos sociales. No obstante, el punto de convergencia de los intereses continúa siendo el aparato gubernamental ejecutivo, por medio del cual se formulan e implementan las políticas, se ejecutan y se avalan los programas. Es por intermedio del proceso decisorio de formulación y diseño de las políticas sociales y de los mecanismos generados para su implementación combinados a los recursos a ellas destinados que los intereses sociales se materializan en prácticas concretas de regulación, provisión, financiamiento, organización y apreciación, creando las condiciones reales de inclusión y exclusión. De todos modos, el mismo aparato social es la concretización, en cada etapa histórica, de esa correlación de fuerzas que se presenta en el campo social. En otros términos, las demandas sociales que se transforman en políticas públicas son institucionalizadas y dan forma y organicidad al aparato estatal en la medida en que se materializan en instituciones, leyes, prácticas y procedimientos. Actúan, en todo momento, como mecanismos que posibilitan tanto el aprendizaje relacionado a los procesos, como también a la selectividad y jerarquización de las demandas. Más aún, son factores que no pueden dejar de considerar los procesos de reforma social, porque determinan sus posibilidades reales y viabilidades. Una propuesta de reforma del sector de la salud tiene que tener en consideración no solo nuestros deseos, sino las reales condiciones materiales existentes, tales como la red de servicios, los equipamientos los recursos humanos, entre otros factores. Por lo tanto, la materialización de las políticas de salud por medio de instituciones y organizaciones concretas también es un factor que debe ser tenido en cuenta en el análisis de la determinación de políticas de salud. Su traducción en estructuras organizacionales, culturas institucionales, capacidades humanas y técnicas instaladas, recursos financieros disponibles, entre otros, y también responsable por la configuración del campo social y de las políticas sociales. Finalmente, es necesario entender que, más allá de los procesos políticos e institucionales de los escenarios de la salud, hay cuestiones superiores que están relacionadas intrínsecamente con cualquier política, sea ella social, económica o ambiental. ¿Será que una política de salud interfiere solo en cuestiones de salud (organización, gestión, relaciones institucionales y políticas)? ¿O existen otros impactos sociales más amplios no perceptibles a primera vista? La implementación de una determinada política de salud implica la difusión de informaciones sobre la naturaleza biológica de las personas, de valores que van a guiar las relaciones sociales, de comportamientos y hábitos culturales, de referentes de organización políticas, entre otros elementos. Esos mensajes que están implícitos o explícitos en las políticas de salud son referencias que poseen un fuerte poder sobre la acción de las personas en la construcción de sus relaciones sociales en la familia, el empleo, en los espacios colectivos, además de influenciar la forma en que las personas se perciben. Veamos otras informaciones sobre esos aspectos para finalizar el capítulo. La formación de referencias éticas y valorativas de la vida social Los procesos de construcción y reconstrucción institucional, en la medida en que son motivados por percepciones valorativas sobre la relación del individuo con la sociedad, imprimen a las políticas de salud un impulso de “resignificación” de las relaciones sociales. Ello se debe a que las prácticas de una política de salud, al estar fundamentadas en concepciones valorativas, solamente se afirman como tal legitimando sus valores junto a los individuos, impulsando la redefinición de sus relaciones sociales, consecuentemente, de patrones sociales y culturales vigentes. Entonces, cuando estemos construyendo o analizando una determinada política de salud, será esencial que tengamos en mente que ella impulsa un proceso de apropia- 30 ción, redefinición y producción de significados sociales, en la medida que ella tanto asimila, emplea y redefine significados sociales como también genera nuevos conceptos y formas de percepción socioculturales que producen impactos reales en la estructura social. Esa acción dinámica y multidireccionada de una política de salud puede observarse en diferentes aspectos de la vida social: En la construcción de valores cívicos, cuando una política de salud desarrolla referencias de fortalecimiento de la esfera pública mediante la valorización de una ciudadanía universal, de la ampliación de la conciencia de derechos sociales, de relaciones sociales de solidaridad, de la relevancia de la acción política, etc.; En la definición de referencias culturales que afectan la matriz de las relaciones sociales básicas –cuando una política de salud modifica la frontera entre lo normal y lo patológico, como se verifica en áreas como la psiquiatría; cuando procura valorizar determinados patrones de expresión de la sexualidad, influenciando las relaciones de género, cuando afirma y valoriza determinadas diferencias étnicas en políticas sectoriales, transformando relaciones interraciales, por ejemplo. Este caso puede ser constatado en la reciente estrategia de políticas direccionadas a la población negra, en las cuales se afirma el imperativo de estrategias específicas porque existen necesidades especiales. La acción de una política de salud en ese sentido difunde nociones que transforman la forma de percepción mutua interracial. Pueden ser afectadas también otras relaciones sociales como las intrafamiliares, de comportamiento en el trabajo, etc.; En el establecimiento de la frontera que delimita el espacio público y el privado –ya que el concepto de salud es amplio y, como derecho de ciudadanía, requiere la acción del Estado para su garantía, ¿cuáles son los límites de intervención del Estado para asegurar parámetros mínimos de salud en dominios particulares como la familia, la empresa, grupos religiosos? La política de salud interfiere, aquí, en la determinación de espacios jurídicos y políticos que confrontan ideales de libertad; En la producción y divulgación de informaciones científicas básicas sobre salud –dado el carácter de legitimidad que las informaciones científicas asumen en nuestro tiempo, la divulgación oficial de información sobre la naturaleza biológica –física y mental- del ser humano asume el status de verdad incontestable y fija nociones sobre los potenciales y las limitaciones de este. En la vida cotidiana, eso puede interferir en las relaciones de trabajo, en prácticas médicas profesionales, en las relaciones afectivas y familiares; En la construcción de ideales estéticos –cuando una política de salud valoriza e incentiva determinados estilos de vida como saludables. Al fijar un ideal a ser alcanzado, produce un impacto tanto sobre los criterios de inclusión y exclusión relacional como sobre el proceso de construcción de patrones de consumo. Así, tomamos conocimiento de casos de personas que tiene problemas para integrarse por no presentar un patrón estético valorizado, al mismo tiempo que verificamos el monto de la renta que se gasta en el consumo de medicamentos, cosméticos y procedimientos quirúrgicos en busca del cuerpo “ideal”; En la fijación de criterios valorativos de distribución de recursos financieros colectivos –los gastos en salud- públicos o individuales- se dan en función de los parámetros de importancia para una determinada sociedad, tanto el volumen del gasto como su composición. De esta forma, los valores sociales son empleados y reforzados siempre que hay necesidad de optar por invertir en una política social en detrimento de otra. Como ejemplo, podemos observar 31 los dilemas de la política de DST/Aids, en la que, debido al alto costo de los medicamentos retrovirales, algunos sectores de la sociedad cuestionan su continuidad, afirmando que no es justo socializar los costos de un problema social que proviene de comportamientos individuales de riesgo, y que si esos recursos fuesen empleados en otras políticas sectoriales, podrían salvar una mayor cantidad de vidas. Obviamente, la decisión de prioridades en una política de salud no se fundamenta solamente en criterios de costo/efectividad, siendo mucho más amplia y compleja; En la valorización de los ideales de la organización social y política –las formas de organización del proceso decisorio de una política de salud, así como sus criterios de acceso a los bienes y servicios correspondientes, fundamentado en una determinada concepción de ciudadanía, son difusores de una cultura que fomenta ideales de organización política de un país. Ello se da porque el formato de la política de salud indica, en primer lugar, una relación entre el Estado y la sociedad, en segundo, una relación del individuo con la comunidad política en que está inserto. Este proceso puede ser percibido de manera más clara cuando analizamos las bases de las políticas de salud en el SUS. La afirmación del acceso universal a la salud y de la gestión descentralizada en los tres niveles de gobierno, permeada por la participación deliberativa de la sociedad civil en conferencias y consejos de salud, no traduce solo la búsqueda de un sistema eficiente y efectivo: El proyecto de la Reforma Sanitaria portaba un modelo de democracia cuyas bases eran, fundamentalmente: la formulación de una utopía igualitaria; la garantía de la salud como derecho individual y la construcción de un poder local fortalecido por la gestión social-demócrata. Al traducir la noción de equi- dad como el acceso universal e igualitario al sistema de salud, aboliendo cualquier tipo de discriminación positiva o negativa, la Reforma Sanitaria asume la igualdad como valor y principio normativo, formulando un modelo de ética y de justicia social fundado en la solidaridad, en una comunidad políticamente inclusiva. (Fleury, 1997: 33) Esa percepción el poder ideológico de las políticas gubernamentales nos remite a dos cuestiones que están en el centro del debate sobre las relaciones entre el Estado y la Sociedad. La primera está compuesta por un debate de naturaleza ética acerca de la acción estatal y de los gestores públicos. Por encima de los objetivos de la política y de los proyectos de la sociedad, se encuentran las referencias éticas que necesariamente deben orientar las decisiones, las relaciones con los actores sociales, el proceso político, la distribución y la adjudicación de inversiones, la definición de prioridades, y todas las demás acciones que requieren la presencia del Estado. La segunda cuestión consiste en la idea de que las políticas públicas, vistas como acción colectiva movida por el interés público, deben ser portadoras de un ideal y de un proyecto civilizatorio, en el sentido de que ellas no son motivadas solo por la necesidad de resolver problemas sociales, sino fundamentalmente por la voluntad de construir una nación. Obviamente, las dos cuestiones están relacionadas, pues un proyecto civilizatorio no puede prescindir del celo por la ética. 32 Conclusión Al final de este capítulo, queremos subrayar que la comprensión de las políticas y sistemas de protección social, en especial en el área de la salud, abarca, como vimos, tanto el debate teórico fuertemente sustentado en categorías de las ciencias sociales (sociología, ciencia política, economía, historia, etc.) como en la acción concreta de actores, grupos sociales y organizaciones en la construcción de relaciones, procesos e instituciones. Lo más importante es que esas dos actividades estén fuertemente interrelacionadas, es decir, solamente es posible buscar la consolidación de un status de ciudadanía y de garantía de derechos sociales en un país en la medida en que se conoce en profundidad el proceso histórico de su formación. Ello posibilita tanto conocer lo que se pretende hacer como hacerlo. Esto es posible porque los sistemas de protección social son dinámicos e interactúan con las transformaciones sociales, económicas, políticas, culturales, demográficas, entre otras, exigiendo constantes procesos de movilización y reestructuración para consolidar su papel en la reproducción social y en la garantía de bienestar de las poblaciones Escoja una política sectorial de salud (salud del trabajador, de la mujer, de la población negra, DST/Aids, etc.) y discuta sus características a partir de cada uno de los siete aspectos de la dinámica de gestión presentados en la segunda parte del texto. De esta forma, descubra los objetivos de la política escogida, las estrategias, los planes y los instrumentos empleados en su elaboración e implementación, qué efectos económicos y políticos desempeñan, cuáles son los escenarios, los procesos, los canales y las rutinas de decisión política, y así sucesivamente. Consulte el texto para profundizar la comprensión de cada aspecto discutido de una política de salud. Lecturas recomendadas BENDIX, R. Estado Nacional y Ciudadanía. Buenos Aires: Amorrortu, 1964. FLEURY, S. Estados sem Cidadãos. Rio de Janeiro: Editora Fiocruz, 1994. FLEURY, S. Saúde e Democracia: a luta do Cebes. São Paulo: Lemos Editorial, 1997. MARSHALL, T. H. Cidadania, Classe Social e Status. Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1967. POLANYI, K. A Grande Transformação. Rio de Janeiro: Campus, 1980. 33 Referencias BELMARTINO, S. Políticas de salud: ¿formulación de una teoría o construcción de un problema por investigar? In: FLEURY, S. (Org.) Estado y Políticas Sociales en América Latina. Xochimilco: Universidad Autónoma Metropolitana, 1992. BENDIX R. Estado Nacional y Ciudadanía. Buenos Aires: Amorrortu, 1964. BRASIL. Constituição da República Federativa do Brasil. Brasília: Senado Federal, Centro Gráfico, 1988. BRASIL. Presidência da República. Lei n. 8.080 de 19 de setembro de 1990. Disponível em: <www.planalto.gov.br/ccivil/LEIS/L8080.htm>. Acesso em: 19 jan. 2007. BRASIL. Ministério da Saúde. Secretaria de Políticas de Saúde. Políticas de Saúde: Metodologia de Formulação. Brasília: Ministério da Saúde, 1998. BRASIL. Ministério da Saúde. Programa Nacional de DST e Aids. Plano Estratégico do Programa Nacional de DST/Aids - 2004/2007. Brasília: Ministério da Saúde, 2004. BRASIL. Ministério da Saúde. Conselho Nacional de Secretários Municipais de Saúde. O SUS de A a Z: garantindo saúde nos municípios. Brasília: Ministério da Saúde, 2005. BRASIL. Ministério da Saúde. Portaria GM n. 1.125/2005. Brasília, 2005. Disponível em: < http://portal.saude.gov.br/portal/ saude/cidadao/visualizar_texto. cfm?idtxt=25408&janela=2>. Acesso em: 18 jan. 2007. CARVALHO, A. I. Conselhos de Saúde, responsabilidade pública e cidadania: a Reforma Sanitária como reforma do Estado. In: FLEURY, S. (Org.) Saúde e Democracia: a luta do Cebes. São Paulo: Lemos Editorial, 1997. EIBENSCHUTZ, C. Estado y política sanitaria: aproximación teórico-metodológica. In: FLEURY, S. (Org.) Estado y Políticas sociales en América Latina. Xochimilco: Universidad Autónoma Metropolitana, 1992. FLEURY, S. Estados sem Cidadãos. Rio de Janeiro: Editora Fiocruz, 1994. FLEURY, S. A questão democrática na saúde. In: FLEURY, S. (Org.) Saúde e Democracia: a luta do Cebes. São Paulo: Lemos Editorial, 1997. FLEURY, S. Dual, Universal or Plural? Health care models and issues in Latin America: Chile, Brazil and Colombia. In: MOLINA, C. & DEL ARCO, J. (Eds.) Health Services in Latin America and Asia. Washington, D.C.: Inter-American Development Bank, 2001. FLEURY, S. Saúde e democracia no Brasil: valor público e capital institucional no Sistema Único de Saúde. XI CONGRESO INTERNACIONAL DEL CLAD SOBRE LA REFORMA DEL ESTADO Y DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA, 7-10 de noviembre de 2006, Ciudad de Guatemala. Anais… Ciudad de Guatemala, 2006. FLORA, P. & HEIDENHEIMER, A. J. (Eds.) 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