Montaño Carlos

La profesionalización del Trabajo Social: una mirada crítica
Mag. Nelly Balmaceda
Mag. Norma Cuevas
Mag. Alicia Vera1
ABSTRACT
El objetivo de este artículo es reflexionar acerca del proceso de
profesionalización del Trabajo Social, abordado por algunos autores
que se inclinan por perspectivas diferentes en relación al origen y
desarrollo de esta profesión. Dichas perspectivas son: la endogenista
y la histórico-crítica. Ambas plantean formas diferentes de entender
el origen y desarrollo del Trabajo Social. El planteo de estas
perspectivas nos permite vincularlas con dos orientaciones para la
explicación de los acontecimientos sociales: el internalismo y el
externalismo, en el marco de la Epistemología de las Ciencias
Sociales (Caballero, 2006).
Con el transcurrir del tiempo, las demandas de mayor formación
profesional fue reposicionando al Trabajo Social en el ámbito de las
Ciencias Sociales en general, lo cual ha provocado tensiones al
interior del campo profesional. Estas luchas, tal como la realidad
social, no son estáticas sino, por el contrario, muy dinámicas y
cambiantes. En este sentido, se visualiza que el colectivo profesional
ha adoptado una postura “crítica” en la lectura y el abordaje de las
problemáticas sociales, dado que se advierte la necesidad de una
revisión
continua
y
actualización
téorico-epistemólogica
y
metodológica para la intervención.
Introducción
El objetivo de este artículo es reflexionar acerca de los conceptos
desarrollados en el Módulo Análisis de la problemática actual de los
1
Docentes e investigadoras de la carrera Lic. en Trabajo Social. Fac. Humanidades y Cs. Soc. UNaM
campos y prácticas profesionales, en el análisis de una temática
concreta relacionada a nuestra profesión: el Trabajo Social. Dicho
Módulo corresponde a la carrera de Especialización en Docencia
Universitaria, que se desarrolla en la Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales de la UNaM.
En este sentido se ha seleccionado la temática referida al “proceso de
profesionalización del Trabajo Social”, abordada por algunos autores
que se inclinan por perspectivas diferentes en relación al origen y
desarrollo de esta profesión, a nivel mundial y nacional, según el
planteo que realiza Carlos Montaño (1998) en torno al tema.
El origen del Trabajo Social, ha sido objeto de diversos estudios e
investigaciones a lo largo de su historia. Estos se debaten en torno a
dos concepciones, dos tesis, sobre la naturaleza y el proceso de
génesis del Servicio Social (SS).
Aunque vale resaltar que el autor referido sostiene que el análisis
realizado por quienes estudian el origen de la profesión, lo hacen en
contextos espacio-temporales diferentes, por lo cual, si bien hay un
debate implícito, puede visualizarse también una convivencia pacífica
entre ellas, que a la vez puede derivar en errores de interpretación al
no aparecer con claridad el antagonismo entre ambas teorías.
Las dos tesis a las que hace referencia Montaño (1998), sobre la
naturaleza profesional son: la endogenista y la histórico-crítica.
La primera tesis se vincula al período de la Reconceptualización, a
partir de 1.965, mientras que la segunda surge a mediados de la
década del 80 con el debate contemporáneo iniciado particularmente
en Brasil.
Desde la perspectiva endogenista se sostiene “el origen del SS en la
evolución, organización y profesionalización de las “anteriores”
formas de ayuda, de la caridad y de la filantropía” (Montaño,
1998:10).
Al interior de esta perspectiva hay diferentes posturas de los autores
que adhieren a la misma, por ejemplo:
1. un grupo de autores toma como antecedentes a cualquier
forma de ayuda (edad media, u origen mismo de la historia)
2. otro grupo considera en este punto a las formas de ayuda
surgidas para el abordaje de la cuestión social post revolución
industrial.
Esta tesis es considerada por la mayoría de los teóricos que trabajan
el tema de la historia del SS, lo cual demuestra que confluyen en ella
una amplia gama de corrientes y perspectivas, tales como Herman
Kruse, Ezequiel Ander Egg, Natalio Kisnerman, Boris Alexis Lima,
Balbina Otóni Vieira, entre otros.
En tal sentido, coexisten en esta tesis autores con perspectivas
teóricas, filosóficas e ideológicas distintas. Sin embargo, en el análisis
que hacen sobre la naturaleza y funcionalidad del SS, en su génesis,
“…ellos coparticipan de una postura endogenista, donde la profesión
del Trabajo Social, es vista a partir de sí misma” (Montaño,
1998:16).
En esta línea analítica en cuanto a la naturaleza del SS, estos
autores, de acuerdo a lo que sostiene Montaño, no consideran la
realidad contextual en su dimensión histórica social, como el
fundamento y causalidad de la génesis y desarrollo profesional.
Siguiendo el planteo recién expuesto, tampoco se analizan las luchas
de clases a partir de las cuales se estructuran proyectos de sociedad
antagónicos. Se sostiene que esta lectura simplista de la realidad
limita considerar el vínculo del surgimiento de nuestra profesión con
los intereses hegemónicos de la alta burguesía.
Esta postura expresa que el Estado es concebido como el campo de
empleo de estos profesionales, desconociendo el papel que el SS
representa en el orden social, definiendo, en consecuencia, una
función meramente pragmática de los trabajadores sociales.
Con respecto a la otra perspectiva, denominada histórica-crítica, la
misma entiende el surgimiento de la profesión del Trabajo Social,
“como un subproducto de la síntesis de los proyectos políticoseconómicos
que
operan
en
el
desarrollo
histórico”
(Montaño,
1998:20), donde se reproduce material e ideológicamente la clase
dominante cuando, en el contexto del capitalismo industrial, el Estado
comienza a intervenir en las manifestaciones de la “cuestión social”.
En ese escenario, según los autores que adhieren a esta perspectiva,
el SS cumple un papel político, con una participación activa en la
reproducción de la fuerza de trabajo y de la ideología dominante.
En el marco de esta perspectiva, sostenida por Marilda Villuela
Iamamoto, José Paulo Netto, Vicente de Paula Faleiros, María Lucía
Martinelli, Manuel Manrique Castro, entre otros, “se entiende al
Trabajador Social como un profesional que desempeña un papel
claramente político, teniendo una función que no se explica por sí
misma, sino por la posición que ocupa en la división sociotécnica del
trabajo” (Montaño, 1998:20).
Se reconoce aquí que el SS surge como aquella profesión cuya
funcionalidad en la sociedad remite solamente a la ejecución de las
políticas sociales. Aparece entonces como un actor subalterno y con
una práctica básicamente instrumental. Su campo privilegiado de
trabajo es el Estado, actuando desde las políticas sociales, con un rol
básicamente de ejecutor.
Así,
mientras
la
primera
tesis
entiende
que
hay
continuidad
(identidad) entre la esencia de SS y las prácticas de filantropía,
caridad, etc. inversamente, la segunda tesis concibe la ruptura en la
esencia
y
protoformas.
funcionalidad
del
SS
en
relación
a
las
llamadas
El planteo de estas dos perspectivas –endogenista e histórica críticade acuerdo a la posición que explicita Montaño respecto a la
argumentación del origen y posterior desarrollo y profesionalización
del Trabajo Social, nos permite vincular las mismas con dos
orientaciones para la explicación de los acontecimientos sociales: el
internalismo y el externalismo, en el marco de la Epistemología de las
Ciencias Sociales (Caballero, 2006).
En tal sentido, el “internalismo” estaría relacionado con el modelo
continuista, en tanto se entiende, desde este enfoque “…que el
problema y hecho a estudiar puede ser abordado por sí mismo y en sí
mismo sin tomar otras referencias que las del propio objeto de
estudio” (Caballero: 2006:18).
En
cambio,
el
externalismo
se
vincula
con
la
epistemología
discontinuista donde se “…considera que el problema o hecho a
estudiar debe ser abordado en el proceso de su constitución, es decir
tomando en cuenta su historia para abordarlo como un dato per se”
(Caballero: 2006:18).
Como
se
advierte,
estas
dos
orientaciones
tienen
enfoques
sustancialmente distintos en la mirada y abordaje de los fenómenos
sociales.
La
primera,
orienta
su
accionar
a
abordar
las
manifestaciones de los problemas sin tener en cuenta el contexto que
los está determinando. Por ello, plantea Caballero, es práctica e
inmediata. Como estrategia, no soluciona los problemas de fondo
porque no cuestiona el orden social, sino que es funcional al mismo.
En cambio, la segunda, se orienta a modificar las causas que están
originando los problemas, teniendo en cuenta en su estrategia como
aspecto relevante la estructura o contexto en el que se insertan
dichas problemáticas. En este sentido, tiene un abordaje más integral
considerando las diversas dimensiones y/o variables involucradas.
De tal modo que el primer enfoque, se vincula con la perspectiva
endogenista descripta anteriormente por Montaño, es decir desde una
mirada a-crítica y a-histórica respecto del desarrollo profesional,
explicándose como una evolución en sí misma.
En tanto que la segunda posición “externalismo”, se relaciona con la
línea histórico-crítica en la cual, se consideran relevantes los
elementos del contexto histórico, político, económico, social en el
análisis de la trayectoria de la profesión.
En función de lo expuesto, debe decirse que la postura que así se
adopta, respecto a la génesis y función del Trabajo Social, coincide
con lo que plantea Mercedes Escalada en el curso de Posgrado
“Producciones actuales de Trabajo Social en los Países del Cono Sur”
(Posadas, 2011), en referencia al planteo que realiza Montaño.
En tal sentido, sostiene la autora, que en el documento “La
Naturaleza
del
Servicio
Social:
un
ensayo
sobre
su
génesis,
especificidad y reproducción”, Montaño interpela a sus colegas y
hasta “descalifica”, en algunos casos, en la forma que tienen de
interpretar el origen de la profesión. Por ejemplo, cuando ubica a los
autores de la “reconceptualización del Trabajo Social” dentro de la
perspectiva endogenista, sostiene Escalada (2011), no hay elementos
para ubicarlos como tal, justamente porque son autores que plantean
una ruptura y no una continuidad con las prácticas previas de la
profesión.
Coincidiendo con Escalada (2011), se entiende que no se debería
“encasillar” la función de los trabajadores sociales en una u otra
perspectiva, tal lo referido en el artículo de Montaño. En tanto, se
considera que la intervención profesional debería sustentarse en una
base científica para el análisis de la realidad, como también para la
interpretación de los alcances de las políticas sociales, en términos
distributivos y redistributivos, y su impacto en la vida cotidiana de los
sujetos.
En términos de continuidad y ruptura, podemos decir, coincidiendo
nuevamente con Mercedes Escalada, que, en la actualidad, todavía
hay una continuidad en las prácticas en algunas instituciones
(benéfica, moralista, disciplinadora). Pero, en cambio, si analizamos
la función, sí se puede visualizar una ruptura, en tanto no es la
misma función que se realiza como trabajador asalariado, que la que
cumplía en la sociedad de beneficencia.
Es en este contexto, se entiende, donde se juega el “papel” de los
trabajadores sociales. No son ni ejecutores únicamente de Políticas
Sociales reproduciendo un sistema capitalista, ni tampoco se ubican
en el lugar opuesto, interviniendo profesionalmente para cambiar la
estructura de dicho sistema.
De tal modo, se concibe al Trabajo Social desde una mirada crítica, a
partir de la cual es necesaria la permanente vigilancia de las
categorías analíticas, representaciones desde las cuales abordamos la
realidad
social.
En consecuencia,
se asume,
desde
el
campo
disciplinar, una postura discontinuista e histórico crítica.
Continuando con lo que se viene expresando, se puede establecer
que la trayectoria del Trabajo Social, como práctica profesional, está
fuertemente vinculada con la forma que fue adoptando y cambiando
la estructura de la administración pública, en tanto que, como
ejercicio profesional está prioritariamente ligada, al desarrollo e
implementación de las políticas sociales del Estado.
En tal sentido, los aportes realizados por Agoff (s/f) en cuanto a los
procesos de institucionalización en las administraciones públicas,
brinda
elementos
claves,
para
comprender
el
proceso
de
profesionalización del Trabajo Social y sus modificaciones en el
tiempo.
En sus inicios el denominado asistente social; aparece en un rol
complementario y subordinado a la función del médico, abogado;
desde una función auxiliar como para- médico o para-jurídico.
Su accionar/formación estaba fuertemente vinculado a un carácter
pragmático, de saber hacer, actuar, en problemáticas sociales de
diversa índole; es decir se encontraba calificado para ello. Actuando
en este escenario, como ejecutor terminal de las políticas sociales, sin
una sólida formación teórica-metodológica.
Si nos situamos en los últimos tiempos, en primer término hay que
tener presente que las políticas neoliberales produjeron, no sólo
grandes transformaciones económicas, sino también políticas y
sociales de fuerte impacto.
Agoff (s/f) sostiene que esto generó mayores responsabilidades en
las administraciones públicas provinciales y también municipales.
Esto implicó la conformación de una nueva agenda ante las tensiones
de las organizaciones locales, manifestadas en conflictos para
responder en forma eficiente a las nuevas demandas sociales.
El nuevo escenario político, económico-social, determinó al interior
del campo profesional nuevas exigencias de formación, a partir de las
demandas del mercado de trabajo. Para responder a las mismas, el
Trabajo
Social,
constantemente,
busca
redefinir
su
formación
adecuando los conocimientos e incorporando nuevas teorías que
permitan
explicar
los
fenómenos
sociales
contemporáneos,
propiciando a su vez la producción de conocimientos, a partir de la
articulación entre la investigación y la intervención.
Cabe aclarar que si bien en los últimas décadas, el Trabajo Social se
viene consolidando como profesión, ya desde la década del 30´, el
mismo inicia su proceso de institucionalización, a través de la
creación de la primera Escuela de Servicio Social, dependiente del
Museo Social Argentino y en el año 1946, la Escuela Argentina de
Asistentes Sociales se incorpora a la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la UBA, siendo éste el primer antecedente de formación
universitaria, según lo plantea Gustavo Parra (1999).
En tal sentido, se debe reconocer como una preocupación constante,
la heterogeneidad que presenta la formación de los trabajadores
sociales en nuestro país, justamente atendiendo las argumentaciones
planteadas en torno a sus orígenes.
Según un documento del año 2009 de la FAUATS (Federación
Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social), en la
Argentina existen un total de 22 instituciones universitarias de
carácter
público
y 5
de carácter
privado.
En tanto
que
las
instituciones de formación de nivel terciario, son 16 públicas y 14
privadas. Asimismo, en 11 instituciones académicas se desarrollan
proyectos de Ciclos de Complementación Curricular, orientados a que,
colegas con un nivel de formación terciaria puedan acceder al título
universitario.
La situación expuesta, en términos de una mayor trayectoria en la
formación universitaria de los trabajadores sociales en los últimos
tiempos, conlleva el posicionamiento de la profesión desde un lugar
más
destacado
en
el
ámbito
de
las
Ciencias
consecuencia, esta situación posibilita un mayor
Sociales.
En
reconocimiento en
relación a otras profesiones para la intervención en lo social.
Si bien, como campo, fue adquiriendo mayor legitimidad social,
queda aún mucho por hacer como colectivo profesional, a los fines de
continuar fortaleciendo este proceso.
Es así que la consideración de estos nuevos contextos sociales, a
partir de los cuales hay una redefinición del concepto mismo de
trabajo y en el funcionamiento de los mercados laborales, impactan
en el ejercicio de las distintas profesiones. Aquí el Trabajo Social, ya
no aparece sólo vinculado únicamente a la ejecución de políticas
sociales, sino además al diseño, evaluación y monitoreo de las
mismas. Asimismo, se incorpora a equipos interdisciplinarios con
otros colegas del campo social, abordando integralmente los espacios
de la realidad en la que tiene que intervenir.
Tales cambios en el mundo del trabajo, como plantea Agoff (s/d),
citando a Mayntz supone “…que el modelo burocrático tradicional, de
sujeción a jerarquías y normas de especificación de tareas, pensando
“como modelo propio del ámbito público, se ve actualmente
enfrentado al de la empresa privada “moderna”, entendido como
sistema profesional que supone para los miembros altos grados de
autonomía, fundado en la idea de autoridad del profesional.
Al enfrentar el modelo burocrático público con el modelo profesional
empresarial, la profesionalización queda circunscripta a la obtención
de márgenes de libertad, es decir, la autonomía profesional”. (Mayntz
en Agoff: s/d. Pag.3).
Esta autonomía implica una expectativa de capacidad de resolución
del profesional ante determinadas problemáticas. Situación que va a
evidenciar en el contexto de la administración pública tensión entre
diferentes
actores
(diversas
posiciones)
entre
políticos,
administrativos, profesionales.
El ejercicio profesional del Trabajo Social no escapa a esta realidad,
en tanto supone tensiones permanentes entre saberes ligados a la
experiencia y saberes ligados a la acreditación formal; configurando
un campo de actuación profesional con ciertos desafíos en tal sentido.
A pesar de ello y como ya se anticipó, el Trabajo Social se fue
posicionando como campo profesional a partir del lugar que se fue
“ganando” en el abordaje de problemáticas específicas vinculadas a la
cuestión social, y que forman parte del repertorio de nuevas
demandas laborales del mercado de trabajo en el contexto neoliberal.
También aquí hay que agregar que su ámbito de inserción se amplió,
en tanto que si bien sigue desarrollando su intervención básicamente
en el ámbito de las políticas sociales del Estado, en la actualidad
desarrolla
su
competencia
profesional
en
espacios
como:
organizaciones
no
gubernamentales,
consultorías,
cooperativas,
empresas, entre otros.
Es así que, referenciando las transformaciones económicas, sociales,
tecnológicas de los últimos tiempos, se puede expresar que el
Trabajo Social como profesión fue ganando un nuevo lugar de poder,
entendiendo al mismo, como plantea Gramsci, siempre como una
relación
social,
que
necesita
construirse
y
mantenerse
permanentemente. Así entendida, esta relación da cuenta de un
proceso histórico-social.
Sobre el tema, Pilone (2001) sostiene que “…lo que da pie al
desarrollo profesional de una ocupación, o sea al intento (no siempre
logrado)
de
profesionalizar
un
desempeño
laboral,
no
es
necesariamente una competencia técnica basada en el saber y en la
formación –aunque ésta juegue siempre un papel en el proceso- sino
cualquier competencia con relación a la cual pueda reclamarse
exclusividad de desempeño y ser reconocida como de excelencia por
clientes y usuarios” (Pilone, 2001:14).
Éste
último
autor
habla,
además,
de
la
importancia
de
las
asociaciones profesionales (que aportan desde el momento de su
constitución) al desarrollo de toda profesión. Menciona las creencias y
componentes actitudinales más significativos de estas asociaciones,
que contribuyen a comprender el empoderamiento del Trabajo Social
en el tiempo.
Dichas creencias y componentes actitudinales son:
1. La firme creencia en el valor y en la excelencia del fundamento
(sea cual fuere) de la profesión.
2. Una vocación de servicio. Con base en el valor del fundamento
se
desprende
el
valor
del
servicio
al
público/usuario/beneficiario.
3. La confianza en la organización de la profesión como defensa
de derechos y planteo de reclamos.
4. La idea de la auto-regulación: la profesión se regula a través de
sus propios miembros. Nadie tiene autoridad mayor que ella en
su campo específico. Por ejemplo, tratándose de un “saber”: el
saber dicta su propia regla.
5. La autonomía. Se vincula al punto anterior pero mientras allá
se piensa en la autorregulación del colectivo aquí se trata de la
autonomía del profesional como individuo frente a decisiones
que hacen a su tarea.
6. La vocación, hacia la propia tarea como prioritaria a otras
recompensas disponibles.
7. La creencia en determinados valores que reclaman una
conducta profesional (Pilone, 2001:15).
En el caso concreto del Trabajo Social, en nuestro país, una de las
demandas más exigidas a nivel de colectivo profesional (colegios
profesionales en las distintas provincias, y desde la FAUATS
Federación Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social),
remite a la necesidad de que la formación profesional sea
exclusivamente de nivel universitario. De modo de fortalecer el
ejercicio profesional en función de las demandas laborales exigidas
en la actualidad.
Cobra fuerza aquí el concepto de empleabilidad que, como expresa
Alexim (2006) “…corresponde a la condición de un trabajador
mejor y más ampliamente preparado para responder a situaciones
variadas del mercado de trabajo” (Alexim, 2006:16).
Sobre el tema, Agoff sostiene que “no se trata, entonces, de
concentrarse en las carreras individuales por sí mismas, sino en la
circulación de saberes en la organización y en los aprendizajes que
determinan ciertos itinerarios ocupacionales; también en su
relación con las demandas, prácticas y discursos de su entorno
social” (Agoff, s/d: Pag.9).
Aquí es oportuno, como parte del análisis referido al desarrollo de
la
profesión,
incorporar
los
conceptos
de
calificación
y
competencia. El primero de ellos se vincula con los inicios del
ejercicio del Trabajo Social, en tanto “…remite al conjunto de
condiciones y requisitos técnicos fijados por la organización, para
ocupar un puesto de trabajo de cierta complejidad” (Agoff: s/f.
Pag 7).
Asimismo, el concepto de competencia, como sostiene Alexim,
pretende ser distinto al de calificación, estando más vinculado al
proceso educativo. Al establecer la relación con el trabajo social,
esto se hace más visible y necesario en los últimos tiempos, por
los requerimientos del mercado laboral para dar respuestas a la
complejidad de las problemáticas sociales actuales. Así, se define
a
la
competencia
como
“…la
aplicación
dinámica
de
una
combinación de saberes teóricos, saberes procesuales, saber
hacer y saberes prácticos en la realización eficaz de una acción
precisa en una situación dada, con los medios disponibles” (Agoff:
s/f:Pag 8).
Como se plantea previamente, el Trabajo Social no es ajeno a esta
realidad de un mercado de trabajo más selectivo; exigiendo al
trabajador, profesional en este caso, mayor escolaridad y un
conjunto de cualidades “…ligadas a actitudes, como iniciativa,
creatividad, sentido de oportunidad, colaboración en el trabajo
colectivo,
capacidad
de
decisión,
aptitud
para
solucionar
problemas y otras” (Alexim, 2006:6).
Las
demandas
de
mayor
formación
profesional
que
fue
reposicionando al Trabajo Social en el ámbito de las Ciencias
Sociales en general, implica en los últimos tiempos tensiones al
interior del campo entre profesionales Licenciados en Trabajo
Social y Técnicos en Trabajo Social.
Se incorpora aquí a los fines de ampliar el análisis, la noción de
situs, que, como concepto, refiere a una división del trabajo en
dos
dimensiones.
“La
primera
es
horizontal
y
agrupa
las
ocupaciones de acuerdo a su función básica, por ejemplo las
ocupaciones organizadas en torno a la manufactura, la salud, la
educación, el derecho. Cada una de estas ramas de actividad se
llama situs. A su vez, dentro de cada situs existe una segunda
división: las diversas ocupaciones, que se ubican verticalmente en
estratos por orden jerárquico. Ejemplo, la subordinación de las
enfermeras auxiliares a las enfermeras universitarias y de éstas
últimas a los médicos”. (Agoff: s/f. Pag 2).
En el caso del Trabajo Social este orden jerárquico se vería
traducido, en términos de representatividad profesional y mayor
valorización entre profesionales universitarios, Licenciados en
Trabajo Social (perfil demandado hoy por mayor competencia) y
aquellos egresados de nivel terciario, recibidos en institutos o
escuelas de Trabajo Social, con títulos como: Asistente Social,
Trabajador Social, Técnico Superior en Trabajo Social, otros.
El presente escenario determina que éstos últimos, ante las
exigencias actuales del mercado laboral de un enriquecimiento del
perfil del trabajador, se vean en la necesidad de tener que
continuar
su
formación
curricular
para
acceder
al
título
universitario en la disciplina. Esto a los fines de posibilitarse una
mejor inserción laboral, a partir de la adquisición de una
competencia profesional más consistente. Donde se explica el
desarrollo de proyectos de ciclos de complementación curricular
vigentes hoy en el país, antes mencionado.
Conclusiones
Para analizar la interdependencia entre la educación universitaria,
la profesionalización y el mercado de trabajo, y tomando como
base los conceptos abordados, se debe partir de una perspectiva
integral, entendiendo a la misma como proceso histórico-social y
con múltiples factores que la determinan. Aquí aparece como
aspecto importante la certificación de los saberes profesionales,
pero también el hecho de que esos conocimientos adquiridos,
deben necesariamente poder aplicarse en ámbitos concretos, en
espacios laborales que demandan intervención.
Así, en el marco de la carrera analizada, existen profesionales, que
se
inclinan
por
un
posicionamiento
tecnicista,
donde
las
particularidades y el contexto socioeconómico y político son
relativizadas
en
el
abordaje
de
las
problemáticas
sociales,
vinculada a una formación más de tinte positivista de la profesión
hasta hoy vigente, en las propuestas curriculares de algunas
unidades académicas. Que como se anticipara las formaciones, son
muy heterogéneas y en algunas instituciones más conservadoras
que otras.
Y por otro lado los que, apelan al “sentido común”, a las formas
históricas de ayuda que, según lo expresado, por algunos autores,
anteceden a nuestra profesión, en la que prevalece una matriz
interventiva asistencialista.
Sin embargo, progresivamente al interior del campo de la
profesión, en los últimos tiempos, se visualiza, por parte del
colectivo una postura “crítica” en la lectura y el abordaje de las
problemáticas sociales. En este sentido, se advierte la necesidad
de una revisión continua y actualización téorico-epistemólogica y
metodológica para la intervención. Lo que aportará poder asumir
una visión integral, que fortalezca la identidad profesional y una
mayor competencia de los trabajadores sociales en los equipos y
en las intervenciones interdisciplinarias. Planteo éste fuertemente
sustentado por la FAUATS, que reivindica permanentemente en
este sentido la necesidad de la formación universitaria de los
trabajadores sociales, para avanzar en esta línea.
Completando estas aproximaciones respecto al desarrollo de la
profesión, podemos sintetizar que en la formación se debe
considerar las habilidades y destrezas requeridas en los puestos de
trabajos, pero también valores, actitudes y comportamientos
demandados en la práctica de tales ocupaciones.
En tal sentido Alexim (2006) sostiene, como ya se expuso en el
desarrollo del presente documento, lo que es permanente, esencial
y
predominante
de
la
formación
profesional,
es
su
fuerte
vinculación con la práctica del trabajo.
De tal modo que todo proceso formativo profesional debe tener
presente en sus propuestas curriculares, la dinámica permanente
del mercado laboral, con sus incidencias directas en términos de
demandas,
desafíos,
y
también
oportunidades
para
el
fortalecimiento de los procesos de desarrollo profesional. Así, la
formación debe ser flexible a los cambios que se van suscitando a
nivel de la sociedad, a los fines de posibilitar la formación de
profesionales competentes, críticos con una fuerte dimensión
ética.
Para concluir, podemos expresar que “La formación profesional es
un proceso educativo y en tal sentido debe promover el desarrollo
intelectual del educando, mientras toda educación que mantenga
compromiso
con
la
calidad
debe
incluir
mecanismos
que
promuevan la aplicación práctica de los conocimientos teóricos
adquiridos” (Alexim, 2006:14).
Bibliografía consultada
Agoff, S.L.: Los procesos de institucionalización de profesiones en
las administraciones públicas.
Alexim, J. C., 2006, Relaciones de trabajo, empleo y formación
profesional, Montevideo: CINTERFOR/OIT
Bentolila, S. y otros, 2003: El campo de la formación
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FAUATS (2009) Federación Argentina de Unidades Académicas de
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