Untitled - Libros UNAM

William Shakespeare
Hamlet, príncipe de Dinamarca
Coordinación de Difusión Cultural
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial
Versión
Juan José Gurrola
Revisión y prólogo
Raúl Falcó
William Shakespeare
Hamlet, príncipe de Dinamarca
Universidad Nacional Autónoma de México
México 2005
Ilustración de colofón:
© D.R. Gilberto Aceves Navarro
Primera edición: 2005
© D.R. Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F.
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial
Prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio,
sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
ISBN: 970-32-1671-4
Impreso y hecho en México
prólogo
abemos que, en 1786, cuando Mozart llega por fin a
zequiel
Estrada
observado
que el nombre
de
disfrutarMartínez
de las mieles
del ha
éxito
con la presentación
de sus
William
Shakespeare
evoca
muchas
veces,
aun
en
su
proBodas de Fígaro en Praga, un empresario le ofrece de inmediato
pia
patria, “ese
género
de estrenar
obras en que
las pasiones
un jugoso
contrato
para
cuanto
antes en seesaexaltan
ciudada
categorías
de
cosas
elementales
de
la
naturaleza”,
circunstancia
una nueva obra de su autoría. Sabemos que, durante su estancia
que
durante
largo
tiempo
y delibretista
modo casi
ha suscitado
en esa
ciudad,
Mozart
y su
Daunánime
Ponte asisten
a una
tanto
la desmemoria
por parte
de la crítica
para firmada
con sus
función
de una óperaparcial
intitulada
Il convitato
di pietra,
por el compositor
Giuseppe
Gazzaniga
el libretista
Giovanni
dramas
históricos cuanto
la amnesia
plenaypara
con sus comedias,
Bertati.
De(agregamos
inmediato,nosotros)
ambos artistas
deciden
tema y
sobre
todo
allí donde
se leeadoptar
a Shakespeare
pormenores
de dicha obra, y elaborar a partir de ella el inmortal
en
traducción.
Don Giovanni que habría de estrenarse en Praga el lunes 29 de
octubre Es
de 1787.
una injusticia equivalente –acotaba enseguida el
Aunque
algunos
prefieren,
en el muy
caso capacitade Shamismo
autor–eruditos
a la que cometen
críticos
kespeare,
en posible
conocedor
las dramático,
eddas que
dosconvertirlo
al considerarlo
exclusivamente
un de
poeta
refierencon
por olvido
primera
en islandés
de un tal
devez
susysonetos
y de las
sus aventuras
poemas narrativos:
Amlothi,Lao en
lector
de
la
Historia
dánica
de
Saxo
Gramático,
violación de Lucrecia y Venus y Adonis. Quiero
redactada en latín en el siglo xii y que refiere, entre otras, las
decir que con lo que desdeñan los unos y los otros se
gestas del príncipe nórdico Amleth, o en lector de su traducpodría instaurar una personalidad con la estatura de las
ción al francés y al inglés por Belleforest, bajo el título de The
más preclaras de las letras universales. Todas las dotes
history of Hambleth, lo que sí sabemos es que Shakespeare
poéticas de Shakespeare son excelentes, pero no para
asistió con toda seguridad a la representación de una obra de
todos los críticos.
un tal Thomas
Kyd, intitulada Hamlet, que gozó del favor de la
cartelera londinense en 1598. Tal y como procedió Mozart,
Estas
gran escritor
argentino,básicos
fechadas
1963,
casi sinpalabras
cambiardel
ninguno
de los elementos
deen
la trama,
siguen
siendo
válidas
hoy
en
día
para
el
ámbito
de
nuestra
el genio dramatúrgico de Shakespeare supo sacarle ese provecho
lengua,
especial
por
lo que concierne
de la obra
teatral yen
literario
que
distingue
a cada unaaldeconjunto
sus producciones,
expresamente
poética
del
bardo,
summa
de
la
cual
circulan
al
sin importar el calibre anecdótico o estilístico del origen mítico
p r ó l o g o
presente
unademedia
docenaSin
de embargo,
traducciones
de sus, que
con “The
todo
u histórico
sus fuentes.
aceptando
merecimiento,
célebres
Sonetos.
Globe Company” incluyó seguramente esta nueva producción
Pues
si prescindimos
de losySonetos,
de una solitaria
esen su
repertorio
entre 1598
1601, lay primera
edicióny del
pecialmente
cuidada
edición
de
El
Tórtolo
y
el
Fénix
a
cargo
de
Hamlet de Shakespeare data del 1603 y está elaborada a partir
Nicole
Alegría,
el corpus
poético
Shakespeare,
del
usoD’Amonville
fraudulento del
libreto
de un actor
o dedeun
traspunte,
sobre todo
sus poemas
largos Venus
y Adonis
y La
vioplagada
de errores
y omisiones,
al grado
de que(1593)
el mismo
autor,
indignado
ante este
fraude,después
interpone
una querella
contra
lación de Lucrecia
(1594),
de cinco
siglos de en
existencia
del
editorsólo
acusándolo
de piratería
flagrante.
Éste
último, acaso
editorial,
nos es conocido
a través
de dos
traducciones:
la
iluminado
tantoMarín
por layadmiración
por(realizada
el sentido
de Luis Astrana
la de Fátimacomo
Aguad
éstadel
al
comercio,
ofrecerle
al autor
regalías
adelantadas
y dealimón conprefiere
Pablo Mañé
Garzón.)
Ambos
trabajos,
digámoslo
de
rechos
exclusividad
si, de su puño yde
letra,
éste seoriginales.
compromete
una vez,denos
hurtan la magnificencia
las obras
Tal
avez
entregarle
la versión
autorizada
de Astrana
esta obra.
Graello se deba
a que las
versionesy definitiva
en prosa de
Marín,
cias
a ello, hoy
disponemos
del manuscrito
de 1604,
el que
en especial
su Lucrecia,
muestran
un excesivo
apego en
a las
que
Shakespeare
retoma
el orden
de ciertas
Émile Montegut
hizo,suenpropio
1861,texto,
para lacambia
Librairie
Hachette
et Cie.
escenas
los sido
nombres
de algunos
añadedemás
de París.así
Nocomo
nos ha
posible
hacer unpersonajes,
cotejo riguroso
las
de
mil
versos
a
la
versión
anterior
(al
grado
de
que
Hamlet
es la
ediciones en su conjunto, la de Aguilar y la de Hachette, pero
obra
más
dilatadaque
delsu
catálogo
shakespeariano)
y usa
literariamucho
tememos
resultado
nos colocaría ante
el hecho
de
mente
(muy
cercanamente
al
espíritu
de
sus
casi
confesionales
que la traducción más manejada y leída de Shakespeare en Espasonetos) un texto eminentemente dramático para denunciar,
ña y América hispánica, la traducción por excelencia en nuestra
a través del personaje de Hamlet y de sus brutales contrastes
lengua, ha sido hecha directamente... del francés. En cuanto a
con su entorno, toda la amargura, lucidez y desencanto que, en
la versión de Aguad y Mañé Garzón, pese a que fue pergeñada
ese año de 1604, le ocasionaron la disolución de su compañía
presuntamente en verso, evidencia que su texto es casi una copia
en medio de las más siniestras intrigas, la traición de su mujer
literal de la de Astrana Marín.
con su mejor amigo y los nubarrones de incertidumbre que ya
Huelga decir pues que la summa poética de William Shakespodían avistarse respecto al futuro inmediato del reino y de la
peare,
al Estamos
menos enpues
español,
constituye
hasta
ahora
el curiosos
lado oscuro
corona.
frente
a uno de los
casos
más
de
del
mayor
legado
literario
de
todos
los
tiempos.
Esperamos
con
la literatura dramática de la historia, ya que, siendo Hamlet uno
esta
traducción
en verso
estar contribuyendo,
así sea
mínima
de los
parangones
más indiscutibles
de la historia
delenteatro,
se
medida,
a
desvelar
una
parte
de
ese
universo
brillante,
quefue
en
trata finalmente de un texto literario, cuya finalidad nunca
nada
desmerece
en relación
con el resto
obra del
genio.
en mente
de su autor
la de cumplir
conde
unladiseño
ideado
para
su representación, aunque, sin embargo, al mismo tiempo, su
10
p r ó l o g o
Ladramaturgia
inscripción de
Lucrecia
en elarquitectónica
Registro de Libreros
de la
osada
y su
estrategia
constituyen
época
ha
sido
formulada
en
estas
palabras:
9
May,
1594.
(Mr.
una de las cumbres de la meditación acerca de las causas de
la
Harrison,
sen.)
A
Book
Intitled
the
Ravyshement
of
Lucrece.
enfermedad del teatro y de lo que éste puede llegar a ser si se
En aquel mismo
año comenzóaxiomas.
a circular la primera edición de
cuestionan
sus anquilosados
la obra,
concabe
el título
y la leyenda
Lucrece.
No nos
la menor
duda deque
quesiguen:
Shakespeare
yaLondon.
se había
Printed by Richard
for Iohncon
Harrison,
are to be sold
at
ejercitado
en estosField,
menesteres
insólitoand
virtuosismo
y capacidad
en elinterreno
la comedia,1594.
pero
the
signede
of convencimiento
the white Greyhound
Paules de
Church-yard,
Hamlet
a laen
práctica
El
propiorepresenta
Harrison el
la paso
editó vertiginoso
nuevamente,deenllevar
octavo,
1598,
este mismo
procedimiento
en elaámbito
casi otra
sagrado
de la
tra1600
y 1607.
La obra fue dada
la estampa
vez en
1616,
gedia.
que, ante “corregida
el imponente
catálogopero,
de susa
en
unaResulta
ediciónevidente
presumiblemente
y revisada”,
tragedias
Shakespeare
era sin duda
unanteriores.
experto enLa
el
la
hora delhistóricas,
cotejo, con
más imprecisiones
que las
conocimiento
de los procedimientos
aristotélicos
cuanto
publicación
siguiente,
que se dice “revisada”,
es deen
1624,
y vaa
la concatenación
dramática
que debe
cumplir
tragedia parao
acompañada
de notas
que distan
mucho
de una
ser instructivas
que su eficaciaEscatártica
rematar el dispositivo
estructuinteresantes.
probablepueda
que Shakespeare
no haya revisado
las
ral que sededesanuda
la asunción
de su
propio destino
por
pruebas
imprentacon
de las
ocho piezas
dramáticas
publicadas
el héroe-víctima
el consiguiente
castigo
restablecimiento
en
Londres con sucon
nombre
en vida suya,
peroytodo
indica que sí
de
la
justicia
que
conlleva
la
revelación
de
la
es
se tomó ese cuidado con sus dos obras iniciales,verdad.
ya quePero
los dos
inevitable
evocar
a
un
William
Shakespeare,
actor
y
dramaturgo
poemas han llegado hasta nosotros casi libres de erratas.
que, tras cientos de representaciones, frente a las previsibles e
Así pues, la primera obra shakesperiana que conoció las
infalibles reacciones del público, empieza a nutrir, a la par de
prensas no fue, como todo haría esperarlo, una pieza dramática
un desprecio cada vez mayor ante la invariable eficacia de los
sino un poema narrativo. Hecho explicable, por lo demás, si
mecanismos de manipulación de masas, la osadía de atreverse a
consideramos que en la época de Isabel los poetas dependían del
trastocarlos, a desplazarlos, a postergarlos, a no satisfacerlos, a
patrocinio de la nobleza, mientras que los dramaturgos vivían de
sorprenderlos, a reinventarlos. Semejante reto no es poca cosa.
las monedas que les arrojaba el público. Al respecto, Borges ha
Nada más frágil que mantener la atención de la audiencia si se
escrito:
“De los
Quincey
conjetura que
la repreabandonan
procedimientos
a lospara
queShakespeare,
está acostumbrada.
sentación
teatral
era
la
verdadera
publicidad,
no
la
impresión
de
¿Cómo llevar a cabo una revolución en estos mecanismos sin
un
texto”.
De
este
modo
se
argumenta
que
su
obra
dramática
no
romper los hilos sutiles que los mantienen alertas? ¿Hasta dónde
estaba
publicarse pordeelsus
recurso
de la imprenta,
puede destinada
estirarse laa postergación
concatenaciones
sinsino
que
de
viva
voz,
puesto
que
era
una
propiedad
teatral,
no
literaria;
mengüe la sustancia dramática que los alimenta? Más allá de
todos los equívocos históricos que han ensalzado a partir de
11
p r ó l o g o
carecía
de valoralfuera
del escenario.
Es posible;
también lo
su publicación
personaje
de Hamlet,
desde lapero
identificación
es
que,
durante
un
tiempo
al
menos,
Shakespeare
haya
pensado
del joven príncipe, dandy esbelto y elegante en su luto,
con
que
su
fama
postuma
no
la
debería
a
sus
composiciones
el
la fragilidad hipersensible del artista romántico, cuyopara
“mal
teatro
sino
a
su
obra
poética,
pues,
como
se
sabe,
en
el
Renacidel siglo” padecieron Hugo, Vigny, Musset, Gautier, Berlioz
el estatuto
dramático no
del prestigio
omiento
Delacroix,
hasta de
lasautor
elucubraciones
másgozaba
rebuscadas
de las
del que disfrutaríademás
tarde. Porsicoanalítica
lo contrario,yellos
género
teatral
interpretaciones
inspiración
excesos
en
pos
de una originalidad
a toda
que inspiraron
a varios
era combatido
violentamente
porcosta
los puritanos,
que lo tachaban
de
los más brillantes actores del siglo xx, la hipótesis de un
de inmoral.
dispositivo
premeditado
torno adel
la
Aunque teatral
menos perfectamente
exitoso que su primer
poema en
narrativo,
percepción
del público
merece
ser expuesta
puesta adeprueba
cual
se imprimieron
nueve
ediciones
en igualynúmero
años,
con relación
a losentre
enigmas
saltan a cifra
la vista
Lucrecia
conoció
1594dramatúrgicos
y 1632 la nadaque
desdeñable
de
en la mayoría
deEl
lasnombre
escenasdel
y enautor
muchas
las contradicciones
siete
ediciones.
y elde
título
con que hoy lo
que declaransólo
los acompañaron
personajes. la publicación hasta 1616, año
conocemos
es rebuscado
ni requiere
de Tanto
mayor Venus
cienciacomo
sorprenderse,
por No
cierto
de la muerte
del poeta.
Lucrecia
por ejemplo,
antea el
hecho
de que Horacio,
cortesano
danés,
fueron
dedicados
Henry
Wriothesley,
conde de
Southampton.
declara
no
haber
visto
al
rey
padre
de
Hamlet
más
que
una
sola
Era aquella una época en que todos los escritores buscaban
el
vez,
pero
no
duda
en
afirmar
que
el
atuendo
del
espectro
es
el
cobijo de un mecenas. Tal vez no haya sido otra la intenciónque
de
traía puesto,altreinta
años antes,
cuando
vencióHenry,
en duelo
al rey
Shakespeare
consagrarlos
al rico
e influyente
joven
de
Fortinbrás de Noruega. Ni lo es que el mismo espectro, cuando
diecinueve años, quien, a más de gustar de los poemas de corte
declara haber estado dormido en el momento en el que fue envemitológico, era dueño de una surtida biblioteca. Se ha conjetunenado, describa con toda claridad el procedimiento mediante el
rado que a él también (W. H. serían sus iniciales invertidas) le
cual el asesino le vertió el líquido fatal en el caracol de la oreja. Ni
habría dedicado el bardo su obra poética más célebre: “Sonetos de
lo es, de un modo más sutil, que Hamlet sospeche del espionaje
Shakespeare, nunca hasta ahora impresos. La obra está dedicada
de Polonio y de Claudio en su escena con Ofelia o que le exponga
al señor W. H.,único autor (breeder) de los siguientes sonetos”.
con la mayor brevedad a su madre que lo sabe todo acerca del
Desdeenlossuprimeros
hastacontrol
Spenser,ellos
autores
complot
contra yhumanistas
que tiene bajo
asalto
de del
los
Renacimiento
inglés
fundaron
sus
ambiciones
en
el
principio
piratas a la nave que pretende conducirlo al patíbulo en Ingla-
terra, así como el hecho de que engañe a su confidente Horacio
al hacerse pasar ante él por rehén de dichos piratas cuando, en
realidad, la escena siguiente entre el rey Claudio y Laertes nos
revela que ellos no son más que sus mensajeros. Obviamente,
12
p r ó l o g o
amén de lo que la puesta en escena pueda revelarnos acerca del
espionaje al que se entregan la mayoría de los personajes, está
claro que fue voluntad del autor sugerirnos que, entre escena y
escena, cada uno de estos personajes (Hamlet en especial) puede
haberse enterado de muchas más cosas que las que pueden o
deben ser declaradas en las escenas propiamente dichas. De
esta manera, lo dicho y lo no dicho conviven extraña y continuamente, sobre todo si tomamos en cuenta que Hamlet declara
ante Horacio y los centinelas, tras haber escuchado el discurso
del espectro, que no tendrá más opción ante las situaciones que
habrá de enfrentar que la de fingir locura y desvarío, sin explicar que tal será su estrategia para poder tener la oportunidad
de cumplir con el mandato de su padre muerto. Sin embargo,
desde el mismo momento en el que decide no confiarle a nadie
lo sucedido con el espectro, surge en él la necesidad de que su
venganza pueda ser llevada a cabo sin “mancillar el alma”. Lo
cual también explica en buena medida que sus dudas y vaivenes
no sólo sean producto de cierta delectación morosa, que irrita
tanto al público como a Hamlet mismo, sino que configuran al
mismo tiempo las cavilaciones de quien trata de encontrar la
manera de matar a Claudio amparado en un buen motivo. Sólo
Horacio sabrá la verdad más adelante, revelada por cierto fuera
de escena, cuando Hamlet requerirá, durante la representación
de “La ratonera”, su testimonio acerca del comportamiento de
Clau­dio. Nadie más en la corte comprendería o per­donaría un
asesinato cuyo motivo aparente tan sólo podría ser la ambición
de poder. Por ello, le es preciso a Hamlet obtener la confesión de
Claudio o, por lo menos, la prueba de su felonía. El desenlace de
la representación de “La ra­­­t­­o­nera” empieza a brindársela, confirmándosela la carta dirigida al rey de Inglaterra y la confesión
final de Laertes, que precipita la acción de Hamlet en contra de
13
p r ó l o g o
Claudio. Esta preocupación es tal que, impronunciada a lo largo
de toda la obra, tan sólo será dicha cuando Hamlet está a punto
de expirar: “things standing thus unknown”, justo antes de
pedirle a Horacio que lave su memoria. Si no mata al rey Claudio
mientras éste se encuentra rezando a solas, es porque no sólo lo
mataría en una situación de santidad que le evitaría ser enviado
a padecer los tormentos del infierno, sino sobre todo porque
su honor se vería arruinado por un asesinato a sangre fría. En
cambio, si algunos minutos más tarde, no duda en atravesar con
su espada a Polonio disimulado tras los cortinajes de la alcoba
de la reina, seguro de que se trata de Claudio, es porque podría
aducir este espionaje en su defensa, vengando a su padre sin
tener que confesar su verdadero motivo, que es justamente el
argumento que no puede revelar ante la evidencia de que sería
inmediatamente interpretado como un insostenible pretexto
para adueñarse de la corona danesa.
Sin embargo, ¿qué diferencia puede haber entre la manipulación tras la cual se protege Hamlet ante los asedios con los que
la corte lo hostiga a través de distintos personajes y la supuesta
confesión sincera mediante la que sus monólogos frente al
público pretenden convencernos de la veracidad innegable de
sus palabras? ¿Qué se puede esperar de alguien que organiza
una representación teatral en medio de una representación
teatral? ¿A quién debemos mirar en ese momento? Por supuesto,
buscamos sorprender, con Hamlet y Horacio, la reacción del rey
Claudio, pero también miramos la representación desdoblada
de los hechos que ya nos han sido referidos, al grado de poder
darnos el lujo de llegar a juzgar, gracias al procedimiento, hasta
su mala calidad y sus artificios del gusto más ramplón. ¿En qué
lugar se encuentra pues el público, sobre todo si se nos declara
que la obra se llama “La ratonera”? Claro, la presa deseada es
14
p r ó l o g o
el rey Claudio, pero ¿no es presa también el público, que sin
chistar, acepta este desdoblamiento, al grado de convertirse a
su vez en una entidad similar a la que Hamlet se ha propuesto
desenmascarar? ¿Cuál es el factor que, ya a estas alturas de la
obra, aún nos mantiene en vilo, dispuestos a soportar las dudas
y demoras de Hamlet? No es otro que el mismísimo espectro
que, hábilmente puesto por Shakespeare al principio de la obra,
representa el espíritu ancestral de la tragedia griega, portador
de la verdad, de la culpa, de la necesidad de justicia y venganza.
Este motor, gracias a la habilidad calculada del autor, será capaz
de mantenernos expectantes ante la posibilidad de un desenlace ortodoxo, a lo largo de casi cuatro horas de indecisión, de
duda, de razonamiento, con la constante presencia, no de un
héroe de tragedia al que se le va revelando inexorablemente la
predeterminación de su destino, sino del primer personaje de
la dramaturgia occidental que ostenta inteligencia, duda, honor,
libre albedrío y que, finalmente, negándose a ser un eslabón
más en la cadena de la violencia vengativa, será presa de otro
torbellino, acaso peor que el que todos esperábamos.
En efecto, finalmente Claudio será asesinado con lujo de
violencia y determinación, pero, sin embargo, todas las demás
víctimas morirán de modo accidental, haciendo que esta supuesta
tragedia se convierta, violando las leyes del género, en una sangrienta serie de sucesos mucho más siniestra que una tragedia
clásica. Más allá de la muerte de Polonio (que Hamlet cree ser
Claudio) y la de Ofelia (referida por Gertrudis como accidente,
pero calificada por los sacerdotes como suicidio), que ya desencadenan en su equívoco lo que está por suceder, las muertes
de la reina, de Laertes y de Hamlet son fruto de circunstancias
desafortunadas en medio de un complot doblemente premeditado por Claudio. Sin embargo, lo que precipita la acción de un
15
p r ó l o g o
Hamlet, paralizado tan sólo en apariencia (o sea, en escena) por
la reflexión, es la rivalidad que en él despierta Laertes, tanto en
su discurso ante la tumba de Ofelia como en el manejo que el
rey Claudio hace de su habilidad de esgrimista para convencer a
Hamlet de que se bata a duelo con él.
El más dubitativo y consciente de los personajes que el
teatro haya prohijado se convierte, ante estos estímulos, en
una víctima inmediata e irreflexiva de los efectos que produce la
fascinación de la rivalidad. Finalmente, el paralelismo que existe
en la obra entre los personajes de Hamlet, Laertes y Fortinbrás
(como los que existen entre Ofelia y Gertrudis y su relación
con los hombres), la analogía de sus destinos de orfandad y
reivindicación así como sus cambiantes pero casi equivalentes
ubicaciones respecto al poder, se resuelven por medio de una
violencia mimética que todo lo arrastra una vez desencadenada
la indiferenciación que la caracteriza. ¿Cómo entender que
Hamlet acepte, no sólo disculparse ante Laertes, sino, contaminado acaso por una violencia sin sosiego, enfrentarlo en
combate disparejo con las apuestas del rey asesino a su favor?
¿Qué tragedia quiso Shakespeare que presenciáramos? ¿Cómo
podemos olvidar el viejo esquema del destino predeterminado,
frente al cual el personaje pivote tan sólo puede padecer el proceso paulatino de revelación de la verdad que lo define? ¿Cómo
podemos admitir que, a pesar de partir del dato estereotipado,
oracularmente sobrenatural, que hace que el espectro conmine
al héroe a que cumpla una venganza en nombre de la justicia,
la tragedia que Shakespeare despliega ante nuestro asombro
nos obliga a considerar no sólo que la violencia puede brotar
siempre nueva de cualquier parte y contaminarlo todo, sino
que el mecanismo de unanimidad unificadora que esperábamos
ver satisfecho se ha convertido, a pesar del orden que se ve
16
p r ó l o g o
restablecido al final de la obra, en un enigma candente, mucho
más capaz de provocar división de opiniones y enfrentamientos
que de garantizar un acuerdo generalizado del público ante la
evidencia de una verdad irrefutable.
Han pasado 400 años y, sin embargo, estas preguntas todavía carecen de respuesta, razón por la cual Hamlet sigue siendo
una obra cuyos planteamientos piden ser, si no asimilados, por
lo menos considerados de acuerdo a las intenciones de su autor,
en vez de verse convertida, cual reacción eruptiva de defensa, en
la radiografía de una parcela individual de la patología humana.
Curiosamente, el atrevimiento anacrónico del que Shakespeare
hizo gala en este drama presenta una contigüidad inquietante
con algunas obras de arte que le son casi estrictamente contemporáneas. La primera que me viene a la mente es Las Meninas
de Velásquez, en la que la mirada del espectador, muy cercana
a la manera en que Shakespeare sitúa y desdobla la función del
público, se ve puesta en el centro de una composición que la
excluye en términos de representación, pero sin la que la arquitectura del cuadro carecería de sentido. La segunda es Don
Quijote de la Mancha de Cervantes, novela en la cual, aparte
del anacronismo de su protagonista y de su incesante filosofar
para interpretar un mundo que al principio se encuentra en las
antípodas de su visión, el hecho de que los personajes de su ficción lean, en la trama misma de las primeras páginas del segundo
tomo, las peripecias a las que se vieron expuestos en el primero les
su­giere proceder de manera más acorde frente a los desvaríos
del protagonista, prestándose así a un fingimiento que logrará
volver real, o sea ficticio, el entorno que el caballero de la triste
figura anhela percibir para comprobar la verdad de sus visiones.
Mundos de espejos y de reflejos, en los cuales el arrojo
y la clarividencia de sus creadores llegaron a prescindir de la
17
p r ó l o g o
aceptada verosimilitud de todas las creencias y procedimientos
que siguen seduciendo nuestra imaginación, logrando sugerir
instancias más reales e inquietantes que aquellas en las que la
ortodoxia de la ficción representativa, más descarada que nunca
en sus expresiones actuales, sigue repitiendo hasta el hartazgo
fórmulas casi tribales que no han dejado de garantizar que la
función de cohesión social del arte sea el único criterio que
sigue desplegando su virulencia con tal de disimular o borrar
los riesgos de estas memorables aventuras espirituales. Aún
hoy, capaces de resistir con pie firme los constantes arrestos
de la tradición, estas visionarias arquitecturas siguen inquietando y
cuestionando en cada uno de nosotros la certidumbre de nuestras percepciones y la seguridad de nuestra identidad, gracias a
la eficacia de una espiritualidad superior, más contemporánea
y reveladora de nuestra condición que el amasijo de ficciones
que nos empeñamos en seguir llamando realidad.
Raúl Falcó
18
DRAMATIS PERSONAE
claudio, rey de Dinamarca
gertrudis, reina de Dinamarca y madre de Hamlet
hamlet, príncipe de Dinamarca
polonio, consejero del rey
ofelia, hija de Polonio
horacio, amigo de Hamlet
laertes, hijo de Polonio
voltimand, cortesano
cornelio, cortesano
rosencrantz, cortesano
guildenstern, cortesano
osric, cortesano
gentilhombre
sacerdote
marcelo, oficial
bernardo, oficial
francisco, soldado
reinaldo, sirviente de Polonio
actores
dos sepultureros
fortinbrás, príncipe de Noruega
capitán
embajadores ingleses
espectro del padre de hamlet
daneses
cortesanos, oficiales, soldados, marineros,
mensajeros y otros asistentes
ACTO
I
Escena 1
(Elsinore. Bastión de guardia frente al castillo. Francisco está
montando guardia. Entra Bernardo y se dirige ha­cia él.)
bernardo:
¿Quién va?
francisco:
Contesta tú; no te muevas y di tu nombre.
bernardo:
¡Viva el rey!
francisco:
¿Bernardo?
bernardo:
En persona.
francisco:
Llegas puntual.
bernardo:
Ya dieron las doce… Vete a descansar, Francisco.
francisco:
Qué bueno que has llegado a relevarme; este maldito frío
me está calando hasta los huesos.
acto i • escena 1

27
bernardo:
¿Todo en calma?
francisco:
Ni siquiera he visto una rata.
bernardo:
Buenas noches, entonces. Si de paso ves a Horacio y Marcelo
que tienen que compartir conmigo la guardia, diles que se
den prisa.
francisco:
Me parece que los escucho. ¡Alto! ¿Quién va? (Entran
Horacio y Marcelo.)
horacio:
Súbditos de Dinamarca.
marcelo:
¡Fieles servidores del rey!
francisco:
Bienvenidos.
marcelo:
Buenas noches, valeroso soldado. ¿A quién le ha tocado
relevarte?
28

Hamlet
francisco:
A Bernardo. Buenas noches. (Sale.)
marcelo:
¡Hola, Bernardo!
bernardo:
¿Ya llegó Horacio?
horacio:
(Dándole la mano.) Aprieta un pedazo de él.
bernardo:
Bienvenido, Horacio, y tú también, mi buen Marcelo.
marcelo:
Dime. ¿Volvió a aparecerse esta noche?
bernardo:
Nada he visto.
marcelo:
Horacio dice que se trata de un producto de nuestra imaginación. Se niega a creer que hemos visto dos veces esa
terrible aparición. Por eso le he suplicado que nos acompañe durante nuestra guardia a esta hora y, si se vuelve a
aparecer, podrá darle crédito a lo que hemos visto además
de intentar hablarle.
acto i • escena 1

29
horacio:
¡Bah, bah! Nada se aparecerá.
bernardo:
Siéntate aquí un momento y de nuevo vamos a asediar tu
atención, que tanto se resiste a nuestro relato, con los
pormenores de lo que dos veces nos ha tocado presenciar.
horacio:
Bien, sentémonos y que Bernardo nos lo cuente todo.
bernardo:
Apenas anoche, mientras que la luna, al occidente del polo,
había seguido su curso para iluminar esa región del cielo
en la que ahora brilla, Marcelo y yo, cuando venía de dar la
una... (Entra el Espectro, armado.)
marcelo:
¡Silencio! ¡No digas más! ¡Mira! ¡Está de regreso!
bernardo:
Y con el mismo aspecto, idéntico al de nuestro difunto rey.
marcelo:
Tú que sí sabes, Horacio, háblale.
bernardo:
¿No es cierto que se parece al rey? Fíjate, Horacio.
30

Hamlet
horacio:
Es idéntico. Me invaden el miedo y la extrañeza.
bernardo:
Quiere que le hablemos.
marcelo:
Tú, dile algo, Horacio.
horacio:
¿Quién eres, tú quien usurpas a un tiempo esta hora de la
noche y la noble figura guerrera que distinguía a su difunta
majestad de Dinamarca? ¡Habla, te lo ordeno, en nombre
del cielo!
marcelo:
Lo hemos ofendido.
bernardo:
Mira, se marcha.
horacio:
¡Espera! ¡Detente! ¡Habla, habla! ¡Te ordeno que hables!
(Sale el Espectro.)
marcelo:
Se desvaneció sin querernos contestar.
acto i • escena 1

31
bernardo:
¿Pues bien, Horacio? Tiemblas y te has puesto pálido.
¿Éramos víctimas de una ilusión? ¿Qué nos puedes decir?
horacio:
¡Santo Dios! Sin la evidencia sensible y verdadera que han
visto mis ojos, nunca lo habría creído.
marcelo:
¿No es cierto que es idéntico al rey?
horacio:
Como tú te pareces a ti mismo. Su armadura era la misma
que vistió cuando se batió a duelo contra la am­bición del
rey de Noruega, y su ceño estaba igual de fruncido como
cuando, en el fragor de la disputa, acabó sobre el hielo con
los polacos en su trineo. Todo esto es muy extraño.
marcelo:
Pues ya ha pasado dos veces, a esta hora muerta de la noche,
con el mismo porte militar frente a no­sotros.
horacio:
No sé lo que esto signifique en particular, pero no puedo
dejar de sentir que se trata de un presagio nefasto para
nuestro país.
32

Hamlet
marcelo:
Justamente. Sentémonos ahora y que quien esté enterado me
diga la razón de tanta vigilancia estrecha, impuesta noche tras
noche a los habitantes de este país. ¿Con qué fin las fundidoras
fabrican cañones diariamente? ¿Y por qué se adquiere en el
extranjero tanto armamento? ¿Por qué son contratados tantos
trabajadores en los astilleros, cuya dura labor no conoce la
diferencia entre el domingo y el resto de la semana? ¿Qué se
está tramando, al grado de que tanta febril actividad ni siquiera
deja de sudar por las noches? ¿Quién podría explicármelo?
horacio:
Yo puedo. O, por lo menos, esto es lo que se rumora.
Nuestro último rey, ése mismo cuya imagen se nos acaba de
aparecer, fue, como bien lo sabéis, retado a batirse en duelo
contra el rey Fortinbrás de Noruega, a quien estimulaba
un gran sentimiento de rivalidad: nuestro valiente Hamlet
–apreciado como tal en todo el mundo civilizado– mató a
Fortinbrás. Pero resulta que este rey, mediante un pacto
sellado y en todo conforme a la ley y a la heráldica, había
consentido en cederle al vencedor, a cambio de su vida,
todos los territorios que había conquistado. En contrapartida, nuestro monarca, en caso de ser derrotado, se había
comprometido a cederle a los herederos de Fortinbrás
una porción equivalente de tierras. Todos los territorios
apostados, en virtud de este acuerdo y del artículo que lo
estipulaba, pasaron a formar parte del reino de Hamlet. Sin
embargo, señor, el joven Fortinbrás, inflamado por el ardor
juvenil, se ha dedicado a reclutar por todas partes, en los
acto i • escena 1

33
lugares más inhóspitos de Noruega, un ejército de delincuentes y de menesterosos, con el fin de llevar a cabo una
empresa muy osada. La cual consiste, como muy claramente
lo ha percibido nuestro gobierno, en recuperar por la fuerza
y sin la menor negociación los territorios perdidos por su
padre. Éste es, desde mi punto de vista, el verdadero motivo
de tanto preparativo, de tanta guardia nocturna y la razón
de fondo de todo este jaleo que se nos ha venido encima.
bernardo:
Creo que se trata exactamente de eso y así se explica el
hecho de que esta sombra profética se nos aparezca con
su armadura, evocando con tanta precisión al rey que fue y
sigue siendo la causa de estas guerras.
horacio:
Basta un átomo, una brizna de polvo, para que se turbe el ojo
del alma. Cuando Roma se hallaba en su mayor esplendor,
encumbrada por sus triunfos, poco tiempo antes de la caída
del todopoderoso César, se pudo ver cómo los sepulcros se
quedaban sin inquilinos, mientras los cadáveres amortajados
se carcajeaban y pegaban voces vagando por las calles de
Roma... Cometas cruzando el cielo, lluvia de sangre, hecatombes que se podían leer en el sol y en el húmedo planeta,
cuya influencia gobierna el imperio de Neptuno, esfumándose y a punto de apagarse como si hubiera llegado el día
del juicio final. Y he aquí, de nuevo, a los mismos heraldos
anunciando siniestros acontecimientos, esos mensajeros
que anteceden siempre a las desgracias, prólogos de desastres
34

Hamlet
inminentes, que manifiestan cielo y tierra a nuestro clima y
a nuestros conciudadanos. (Vuelve a aparecer el Espectro.)
Pero, ¡silencio! ¡Mirad! ¡Ha vuelto! Voy a cortarle el paso
aunque me cueste la vida. ¡Detente, sombra! Si hay que
llevar a cabo una acción honorable, que puede serle útil a tu
alivio y a mi salvación, ¡háblame! Si sabes de una desgracia
que aceche a nuestro pueblo, que pudiéramos prevenir,
¡oh, habla! O, si en vida habías enterrado un tesoro mal
habido, razón por la cual, se dice, suelen volver los muertos,
¡dímelo! ¡Detente y habla! (Canta un gallo.) ¡No dejes que
se vaya, Marcelo!
marcelo:
¿Le doy con mi lanza?
horacio:
Hazlo si no quiere detenerse.
bernardo:
¡Aquí está!
horacio:
¡Aquí está!
marcelo:
¡Se ha ido! (Sale el Espectro.) Hemos cometido un error
ante su gran majestad, ofendiéndolo con nuestra violencia;
de hecho, es tan invulnerable como el aire, y nuestros
inútiles arrestos tan sólo vanos simulacros de hostilidad.
acto i • escena 1

35
bernardo:
Iba a hablar cuando cantó el gallo.
horacio:
Y de inmediato se estremeció como un pobre culpable
ante un citatorio que lo espanta. Dicen que cuando canta
el gallo, ese clarín mañanero, despierta al rey del día con su
chirrido discordante, y avisa a todos los espíritus errantes
del aire o del agua, de la tierra o del fuego, que ha llegado
la hora de irse a ocultar a sus escondites: y lo que acabamos
de ver nos demuestra su verdad.
marcelo:
Se esfumó cuando cantó el gallo. Dicen que siempre, cuando
se conmemora el santo nacimiento de nuestro salvador, el
pájaro del alba canta durante toda la noche; y también se
dice que no hay un solo espíritu que se atreva a rondar en
la limpia noche, ni que ejercen influjo alguno los planetas,
ni que las brujas pueden hechizar ni las hadas encantar, de
tan santa y sagrada que es esa noche.
horacio:
También yo lo he oído, y en parte lo creo. Pero ved cómo
la aurora, con su manto color de rosa, viene llegando de
puntillas sobre el rocío en aquel cerro que da al oriente.
Rompamos nuestra guardia y, si se me permite dar un
consejo, debemos referir a Hamlet todo cuanto hemos visto
esta noche aquí, ya que apuesto a que esta visión, que para
nosotros fue muda, aceptará hablar con él. ¿Tengo vuestro
36

Hamlet
consentimiento para informarle lo su­cedido, en nombre de
la fidelidad y la fraternidad que le debemos?
marcelo:
Lo tienes, sin duda; además sé dónde podremos, de modo
muy oportuno, encontrarlo esta mañana. (Salen.)
acto i • escena 1

37
Escena 2
(Un salón de ceremonias en el castillo. Fanfarrias. Entran Claudio, Gertrudis, Hamlet, Polonio, Laertes, Voltimand, Cornelio,
señores y servidores.)
claudio:
Aún fresca está en nuestra memoria la muerte de nuestro
querido hermano Hamlet, y lo más propio sería que nuestros
corazones se mantuviesen sumidos en la tristeza y que todo
nuestro reino siguiese observando el luto. Sin embargo,
al enfrentarse sabiduría y naturaleza, y lo tenemos juiciosamente presente en nuestro pensamiento, no pudimos
olvidarnos de nosotros mismos. Tal es el motivo por el cual,
a la que fue nuestra hermana y sigue siendo nuestra reina, a
la gobernadora imperial de este reino belicoso, con desolada
felicidad, si así puedo decirlo, con un ojo brillante y el otro
abatido, con alegría en el funeral y con un réquiem en la boda,
sopesando en justo balance placer y pena, hemos decidido
desposar y, al hacerlo, no hemos pasado por alto vuestros
valiosos juicios, que nos han apoyado con toda libertad en
semejantes circunstancias. ¡A todos vosotros, nuestra gra­
titud! Sin embargo, bien sabéis lo que ahora nos apremia.
El joven Fortinbrás, suponiendo que estamos débiles,
o creyendo que, a causa de la muerte de nuestro querido
hermano difunto, nuestro estado dividido y resquebrajado
le ofrece una ventaja imaginaria, no ha dejado de asediarnos
con mensajes exigiendo la restitución de los territorios que
su padre perdió en buena lid a manos de nuestro valiente
hermano. Esto, en cuanto a sus intenciones. Y he aquí lo que
38

Hamlet
hoy nos reúne frente a sus amenazas: mediante estas cartas
que vamos a mandar a Noruega, le pedimos al tío de Fortinbrás –quien, débil y enfermo, ignora lo que se propone su
sobrino– que le impida proseguir con sus preparativos, pues
anda reclutando y organizando a sus propios súbditos. Y a
vosotros, mis buenos Cornelio y Voltimand, designo para
que seáis portadores de nuestro saludo al viejo noruego,
sin que esto os otorgue más poderes para tratar con él que
los que permiten las instrucciones que se detallan en estas
misivas. Adiós, hago votos porque vuestra prontitud sea
reflejo de vuestro afán.
cornelio y voltimand:
En ello, como en cualquier otro asunto, daremos pruebas
de nuestra fidelidad.
claudio:
No tenemos de ello la menor duda. De todo corazón, buen
viaje. (Salen Cornelio y Voltimand.) Y, ahora, Laertes, ¿qué
asunto te trae ante nos? Nos has hablado de cierto pedido:
¿qué deseas, Laertes? No le puedes hablar al rey danés de
una manera vana: ¿qué podrías pedir, Laertes, que no fuera
mi ofrecimiento antes que tu deseo? No está la cabeza más
ligada al corazón, ni más pronta es la mano a la palabra, de
lo que tu padre lo es al trono de Dinamarca. Laertes, ¿qué
cosa quieres?
laertes:
Venerado señor, vuestra venia para volver a Francia, de
donde tuve el placer de regresar a Dinamarca para presentar
acto i • escena 2

39
ante vos mis respetos en ocasión de vuestra entronización.
Ahora, una vez cumplido este deber, confieso que mis
pensamientos y deseos se vuelven hacia Francia y solicitan
la gracia de vuestro consentimiento para ausentarme.
claudio:
¿Tienes el de tu padre? ¿Qué dice Polonio?
polonio:
A fuerza de insistencia, señor, ha logrado, no sin reservas,
obtener mi permiso y, dándole mi consentimiento en contra
de mi propio sentir, terminé por autorizar su deseo. Permitid, si así os place, que se vaya.
claudio:
Goza, Laertes, del favor del momento. ¡Sea tuyo el tiempo
y que los mejores augurios lo pongan de tu lado! Ahora,
sobrino Hamlet, mi buen hijo...
hamlet:
(Aparte.) “Sobrino” me parece poco, y “buen hijo” demasiado.
claudio:
¿De dónde surgen estos nubarrones que siguen pesando
sobre vuestra cabeza?
hamlet:
De ninguna manera, señor, me la paso asoleándome.
40

Hamlet
gertrudis:
Mi querido Hamlet, aparta de ti tan sombríos humores y
dirígele a Dinamarca una mirada amistosa. Haz que tus
párpados hinchados dejen de seguir buscando a tu padre
entre el polvo. Bien sabes que todo cuanto vive ha de morir,
regresando de la vida a la eternidad.
hamlet:
Sí, señora, bien lo sé.
gertrudis:
Entonces, ¿por qué te parece cosa tan singular?
hamlet:
¿“Parece”, señora? Pues no: yo ignoro eso de “parece”.
No se trata tan sólo de que este manto negro, mi buena
madre, ni de que los atuendos rituales del dolor del luto, ni
de que la vana expiración de un soplo contenido, no, ni de
que la fuente que mana de los ojos, ni de que el semblante
demacrado del rostro, ni de que todos los aspectos, todas
las apariencias y las formas del dolor, puedan expresar en
verdad lo que siento: no son más que muestras, gestos que
pueden ser fingidos, reglas y boato del luto; pero lo que a
mí me sucede sobrepasa todas las apariencias.
claudio:
Marca es de la loable dulzura de vuestros sentimientos,
Hamlet, ofrendar a la memoria de vuestro padre tan tristes deberes; pero, bien sabéis que vuestro padre perdió
acto i • escena 2

41
al suyo, y que este padre muerto también había perdido
al suyo, y que, al que sobrevive, su nexo filial lo obliga a
observar, durante cierto tiempo, la pena fúnebre. Pero
anclarse en la obstinación de un luto es señal de impía
terquedad y de un dolor indigno de un hombre; es muestra
de una voluntad que se rebela contra el cielo, de un corazón débil, de un alma que no sabe someterse, de un juicio
inmaduro e ingenuo; ya que, aquello que sabemos que es
ineluctable y tan banal como cualquier objeto cotidiano,
¿por qué tomarlo tan a pecho con dolorosa obstinación?
¡Atrás! Porque pecado es contra el cielo, contra los
muertos, pecado contra natura, totalmente absurdo ante la
razón, para la cual la muerte de los padres es tema familiar,
y que, siempre, sí, desde el primer cadáver hasta el que
hoy acaba de expirar, siempre ha gritado: “¡Fatalidad!”
Apartad, os lo ruego, tan estéril pena y ved en nos a un
padre; ya que, y lo proclamo ante el universo entero, sois
vos quien más cerca está de nuestro trono y, con todo el
noble afecto que el padre más querido le profesa a su hijo,
os declaro mi afecto. En cuanto a vuestra intención de volver a Wittenberg para proseguir vuestros estudios, es en
todo punto contraria a nuestro deseo y os suplicamos que
consintáis en quedaros aquí, bajo el reconfortante calor
de nuestra mirada, como el primero entre los cortesanos,
nuestro sobrino y nuestro hijo.
gertrudis:
¡Que los ruegos de tu madre no hayan sido en vano,
Hamlet! Quédate con nosotros, te lo suplico, y no te vayas
a Wittenberg.
42

Hamlet
hamlet:
Trataré de obedeceros en todo, señora.
claudio:
¡Bravo! Cortés y afectuosa es esta respuesta; sed en Dinamarca mi otro yo. Seguidme, señora; esta espontánea
aceptación de Hamlet hace que mi corazón sonría y, para
agradecerlo, no habrá copa que hoy el rey apure sin que
truene un cañonazo hacia las nubes y sin que el cielo, haciéndole eco a nuestros muy reales tragos, repercuta este
terrestre estruendo. Seguidme. (Fanfarria. Todos salen,
salvo Hamlet.)
hamlet:
¡Oh, qué diera por no ser de carne y hueso! ¡Poder disolverme, diluirme y convertirme en vapor! ¡Ah, si el todopoderoso no hubiera prohibido el suicidio! ¡Oh, Dios! ¡Oh,
Dios mío! ¡Qué fastidiosas, caducas, añosas, chatas y planas
me parecen todas las cosas de este mundo! ¡Qué ignominia!
¡Vivir en un jardín descuidado, sumido en el abandono, en
el que proliferan los brotes más repugnantes! ¿Cómo se ha
podido llegar a todo esto? Ni siquiera han pasado dos meses
desde su muerte... No, ¡ni eso! Ni siquiera dos, y un rey tan
excelso, ¡que frente a éste era Hiperión comparado con un
sátiro! Con mi madre era tan atento que no dejaba que los
vientos del cielo rozaran su rostro. ¡Cielo y tierra! ¿Cómo no
recordarlo? Ella dependía de él como el apetito cuando cobra
fuerza al comer. Y, sin embargo, apenas en un mes... No
acto i • escena 2

43
quiero ni pensarlo. ¡Fragilidad es tu nombre, mujer! ¡Ni un
mesecillo, ni siquiera como para que el par de zapatos con los
que siguió al cuerpo de mi pobre padre, cual Niobé envuelta
en lágrimas, pudiera desgastarse tan sólo un poco! ¡Sí, ella,
ella misma –oh, Dios, un animal habría sufrido más tiempo–,
se casó con mi tío, el hermano de mi padre, tan distinto de
él como yo de Hércu­les! ¡Menos de un mes! ¡Antes de que
la sal de su llanto mentiroso habría dejado de enrojecer sus
ojos hinchados, ya contraía nupcias! ¡Ay, endemoniada
prisa, con qué puntería los mandaste al incestuoso le­cho!
¡No debe ser, no puede ser, de esto sólo puede resultar algo
malo! ¡Quiébrate corazón, puesto que sólo callar me queda!
(Entran Horacio, Marcelo y Bernardo.)
horacio:
Que Dios os bendiga, alteza.
hamlet:
Me alegra verte bien. Si no me engaño, tú debes ser Horacio.
horacio:
Sí, alteza, el mismo, y como siempre, vuestro fiel ser­vidor.
hamlet:
Amigo has de llamarme, como yo a ti. ¿Y qué te trae de
Wittenberg, Horacio? ¿ Y tú eres Marcelo, no es así?
marcelo:
Mi buen señor...
44

Hamlet
hamlet:
Qué gusto verte. (A Bernardo.) Buenas noches, señor.
(A Horacio.) Pero Horacio, ¿dime qué te ha hecho dejar
Wittenberg?
horacio:
Mi propensión a la vagancia, señor.
hamlet:
No me agradaría oírselo decir al enemigo, y deberías violentar mi oído para que le prestara crédito a este alegato contra
ti mismo. Tú no eres un vago, me consta. ¿Qué asunto,
pues, te trae a Elsinore? Porque, si de beber se trata, ya
verás la clase de borrachera que te administraremos antes
de que te vayas.
horacio:
Mi señor, quise asistir al funeral de vuestro padre.
hamlet:
Por favor, no te burles, mi querido condiscípulo. Quieres
decir que viniste a asistir a las bodas de mi madre.
horacio:
Es un hecho, señor, que se celebraron casi de inmediato.
hamlet:
¡Previsión, Horacio, previsión! Las deliciosas viandas que
humearon en ocasión del velorio fueron las carnes frías
acto i • escena 2

45
que se sirvieron en el banquete de bodas. Antes de padecer
semejante día, Horacio, hubiera preferido enfrentar en el
cielo a mi peor enemigo. ¡Mi padre!… ¡Me parece que lo
estoy viendo!
horacio:
¡Mi señor! ¿Dónde?
hamlet:
En el ojo de mi mente, Horacio.
horacio:
Lo vi una vez. Era un rey como pocos.
hamlet:
Era un hombre como pocos y creo que jamás volveré a ver
a otro como él.
horacio:
Creo, señor, haberlo visto anoche.
hamlet:
¿Visto? ¿A quién?
horacio:
A vuestro padre, el rey.
hamlet:
¿A1 rey? ¿Mi padre?
46

Hamlet
horacio:
Calmad un segundo con oído atento vuestro asombro,
para que pueda exponer, tomando por testigos a estos dos
caballeros, este insólito suceso.
hamlet:
Por el amor de Dios, habla ya.
horacio:
Dos noches seguidas, estos dos caballeros, Marcelo y
Bernardo, estando de guardia, en el vasto silencio de la
medianoche, fueron testigos de lo siguiente. Una silueta
similar a la de vuestro padre, estrictamente armado de pies
a cabeza, quedo y grave, con paso majestuoso, aparece y
se pasea frente a ellos. Ante sus miradas sorprendidas y
aterradas, pasa tres veces, casi rozándolos con su bastón,
mientras ellos, paralizados por el miedo, se quedan mudos,
sin poder hablarle. Me lo vinieron a contar en secreto,
todavía temblorosos, y yo decidí acompañarlos a montar
guardia la tercera noche. Y ahí, en ese lugar, tal y como me
lo habían referido, confirmando tanto sus palabras como la
hora y la apariencia, el espectro se vuelve a aparecer. No
pude más que reconocer a vuestro padre: estas dos manos
no pueden ser más reales.
hamlet:
¿Dónde pasó esto?
acto i • escena 2

47
marcelo:
En el bastión en el que estábamos de guardia, señor.
hamlet:
¿Y no pudieron hablarle?
horacio:
Sí, mi señor, pero no contestó. Sin embargo, en un momento, me pareció que irguió su rostro, dispuesto a hablar;
pero justo en ese momento, irrumpió el canto del gallo
matutino y, ante ello, se esfumó a toda prisa y de­sapareció
de nuestra vista.
hamlet:
Esto es raro, muy raro.
horacio:
Pero tan cierto, honorable señor, como que respiro y, por
serlo de tal manera, acordamos que nuestro deber nos
obligaba a hacéroslo saber.
hamlet:
En verdad, señores, en verdad, todo esto me inquieta.
¿Montaréis guardia esta noche?
bernardo y marcelo:
Así es, señor.
48

Hamlet
hamlet:
¿Habéis dicho que traía su armadura?
bernardo y marcelo:
Sí, señor.
hamlet:
¿De pies a cabeza?
bernardo y marcelo:
De pies a cabeza, mi señor.
hamlet:
Entonces, ¿cómo habéis podido distinguir su rostro?
horacio:
Sí lo pudimos, señor, porque llevaba alzada la visera.
hamlet:
¿Y su semblante? ¿Tenía fruncido el ceño?
horacio:
Su expresión denotaba más dolor que enojo.
hamlet:
¿Estaba pálido o sonrojado?
horacio:
Muy pálido.
acto i • escena 2

49
hamlet:
¿Y fijó la vista en vosotros?
horacio:
Nunca dejó de hacerlo.
hamlet:
Oh, ¿cómo no estuve yo allí?
horacio:
Porque pasmado os hubiérais quedado.
hamlet:
Puede ser, puede ser. ¿Y duró mucho tiempo?
horacio:
Lo que me tardo, sin darme prisa, en contar hasta cien.
bernardo y marcelo:
Más, más.
horacio:
No cuando yo lo vi.
hamlet:
¿Su barba era entrecana? ¿O no?
horacio:
Era como yo se la vi en vida… negra, con brillo plateado…
50

Hamlet
hamlet:
Ahí estaré hoy. Quizá vuelva esta noche.
horacio:
Señor, tenedlo por cosa segura.
hamlet:
Si reviste la figura de mi noble padre, habré de hablarle,
aunque se abra el mismo infierno y me conmine a callar.
Os suplico a los tres, si hasta ahora habéis sabido conservar
todo esto en secreto, que vuestro silencio lo siga albergando y, pase lo que pase esta noche, quédese impreso
en vuestra mente y no en vuestra lengua. Entonces, hasta
luego; me uniré a vosotros en la explanada, entre las once
y la medianoche.
horacio, bernardo y marcelo:
Cuente vuestra señoría con nuestra obediencia.
hamlet:
No, vuestra amistad es con lo que cuento, como vosotros
con la mía. Hasta luego. (Todos salen, salvo Hamlet.) ¡La
sombra de mi padre vestida con su armadura! Algo anda
muy mal. Intuyo alguna jugarreta. ¡Hágase ya de noche!
Paciencia, alma mía: aunque los haya sepultado la tierra toda,
los crímenes terminan por mostrarse a plena luz. (Sale.)
acto i • escena 2

51
Escena 3
(En casa de Polonio. Entran Laertes y Ofelia.)
laertes:
Mi equipaje ya está a bordo. Hasta pronto, hermana mía.
Cuando los vientos sean propicios y la ocasión se pinte
calva, no seas floja y mándame noticias tuyas.
ofelia:
¿Acaso lo dudas?
laertes:
Respecto a Hamlet y a sus volubles galanteos, considera
que son coqueteos que dicta la moda, caprichos del temperamento, una violeta al borde de la primavera, precoz y
fugaz, exquisita y efímera, que tan sólo habita y perfuma un
breve instante, y nada más.
ofelia:
¿Nada más que eso?
laertes:
Nada más, no lo dudes. El natural crecimiento no sólo
opera en el tamaño y los músculos; cuando nuestras sienes
se ensanchan, también lo hacen el espíritu y el alma. Es
probable que hoy te quiera y que nada deshonre o empañe
ahora su noble deseo; pero debes temer, dada su grandeza,
que su deseo no le pertenezca: no puede negar su linaje.
acto i • escena 3

53
No le sería posible, como a cualquier plebeyo, decidir a su
antojo, ya que de su decisión dependen la seguridad y el
bienestar de todo el reino; por lo tanto, su elección se halla
forzosamente restringida por el voto y el consentimiento de
ese cuerpo cuya cabeza es la que pesa sobre sus hombros.
Así que si dice que­rerte, será razonable creerle, en la sola
medida en que su acción personal y su rango puedan ratificar sus palabras, o sea en la medida en que la mayoría de
Dinamarca le otorgue su aprobación. Te es indispensable
medir qué desmedro podría padecer tu honor si le prestas
a su seducción un oído demasiado crédulo, si pierdes tu
corazón o si ofrendas tu más preciado tesoro a sus desenfrenados requerimientos. Ten cuidado, mucho cuidado,
querida hermana, y amurállate tras de tu tierna tendencia,
al abrigo del peligroso alcance del deseo. La doncella más
casta ya es demasiado pródiga si descubre su belleza ante
la luz de la luna; la virtud misma no se salva ante los dardos
de la calumnia. Demasiado a menudo, el chancro corroe
por dentro a los brotes de la primavera antes de que los
botones lleguen a abrirse y las gangrenas contagiosas son
más virulentas en el rocío de la primera edad. Por lo tanto,
ándate con tiento: la mejor seguridad es el temor, porque
sólo la juventud misma está en pie de lucha contra sí misma.
ofelia:
El fondo de tu excelsa lección velará sobre mi corazón. Pero
te suplico, mi buen hermano, que no imites a esos sacerdotes
culpables que muestran cuán espinoso y abrupto es el camino
del cielo, mientras que ajenos a sus propios sermones, como
54

Hamlet
libertinos ahítos y di­­so­lutos, se dedican a recorrer el camino
florido de los placeres.
laertes:
No temas por mí. Pero ya estoy retrasado y aquí llega mi
padre. (Entra Polonio.) Una bendición por duplicado me
hace doblemente feliz. Una sonrisa acoge esta segunda
despedida.
polonio:
¿Aún aquí, Laertes? ¡Pero es que ya deberías haberte embarcado! El viento infla tus velas y sólo faltas tú. (Pone sus
manos sobre la cabeza de Laertes.) Ven, recibe esta bendición y que estos consejos perduren en tu memoria. Palabra
no le des a tus pensamientos, y menos un acto a cualquier
pensamiento desproporcionado. Con la gente, sé amistoso,
pero nunca vulgar. A los amigos que tengas, ya probados,
tenlos aferrados a tu alma con garfios de acero, pero no le
tiendas tu palma al primer bisoño que aparezca. Cuídate de
entablar un pleito, pero si ya no puedes evitarlo, compórtate
de tal manera que tu contrincante te tema. Tu oído abre a
todos, pero a muy pocos tu voz; acepta todas las opiniones,
pero guarda sólo para ti la decisión que adoptes. Viste lo
que tu bolsa pueda pagar, pero no caigas en extravagancias;
lujosamente, pero sin boato, ya que la indumentaria a menudo revela al hombre, y los franceses más encumbrados
por su riqueza o su linaje, suelen ser propensos a mostrar
en esto su buen gusto y su distinción. No pidas prestado ni
prestes, ya que prestar suele hacer que se pierda al amigo
acto i • escena 3

55
con el dinero, y pedir prestado tan sólo adelgaza el hilo de
la economía. Pero sobre todo, lo siguiente: sé fiel a ti mismo
y, así como la noche sigue al día, no podrás serle desleal a
nadie. Hasta pronto: pueda mi bendición lograr que todo
esto fructifique en ti.
laertes:
Señor mío, humildemente me despido de vos.
polonio:
La hora es propicia; encamínate, que tus sirvientes te
esperan.
laertes:
Hasta pronto Ofelia, y recuerda bien lo que te dije.
ofelia:
Un cerrojo cierra mi memoria y tan sólo tú tienes la llave.
laertes:
Adiós. (Sale.)
polonio:
Ofelia, ¿qué te ha dicho?
ofelia:
Os lo voy a confesar: se refirió al señor Hamlet.
56

Hamlet
polonio:
Válgame, qué pensamiento tan atinado. Me han dicho que,
desde hace cierto tiempo, te ha dedicado muy a menudo
momentos privados, y que tú misma, libre y generosamente, le has otorgado tu atención. De ser así –como me ha
sido referido para prevenirme– es mi deber decirte que no
disciernes con claridad en ti misma el comportamiento que
le corresponde a mi hija para salvaguardar su honor. ¿Qué
hay entre vosotros? Dime toda la verdad.
ofelia:
De un tiempo a esta parte, mi señor, me ha confesado su gran
afecto hacia mi persona.
polonio:
¿Afecto? ¡Puf! Hablas sin el menor conocimiento, inexperta
en este tipo de circunstancias peligrosas. ¿Crees realmente
en estas declaraciones de afecto, como las llamas?
ofelia:
No sé, mi señor, qué es lo que debo pensar.
polonio:
Pues bien, voy a decírtelo: piensa que eres una pobre recién
nacida que ha tomado por dinero contante y so­nante estas
declaraciones que carecen absolutamente de cualquier valor
de cambio. Déjate de tonterías, o si no –sin agotar esta
expresión a fuerza de ponerla a correr a todo galope– te
verás obligada a saltar para librar el obstáculo.
acto i • escena 3

57
ofelia:
Padre mío, siempre su amor se me acercó del modo más
honorable.
polonio:
Claro, “modo” es la mejor palabra. ¡Tonterías! ¡ Tonterías!
ofelia:
Y fundamentaba sus palabras con casi todas las promesas
sagradas del cielo.
polonio:
¡Claro! ¡Trampas para atrapar perdices! Cuando la sangre
quema, lo sé muy bien, cuán pródigamente convierte el alma
esas promesas en palabras. Pero estos fulgores, hija mía, que
dan más luz que calor, presto pierden ambas cosas cuando
se declara la promesa: no creas que son fuego. De ahora
en adelante, deberás ser más parca en cuanto a tu virginal
presencia y habrás de ponerle un precio más elevado a tus
conversaciones que el que le has puesto a la obligación de
dialogar. En cuanto al señor Hamlet, debes entender que
es joven y que puede soltar mucha más rienda que tú: en
suma, Ofelia, no creas en sus promesas: éstas son como
los es­peculadores, no como los que exhiben su mercancía,
sino como los que son meros intermediarios en asuntos
culpables, que susurran cual piadosos y santos alcahuetes,
con la sola finalidad de engañar mejor. Dicho de una vez por
todas, y para hablar con total franqueza, ya no quiero que
dediques un solo minuto de tu tiempo a estar y conversar
58

Hamlet
con el señor Hamlet. Entiéndelo, es una orden. Y, ahora,
márchate.
ofelia:
Así lo haré, mi señor. (Salen.)
acto i • escena 3

59
Escena 4
(El bastión de guardia. Entran Hamlet, Horacio y Marcelo.)
hamlet:
El aire corta como cuchillo: ¡vaya frío!
horacio:
Pica y cala hasta los huesos.
hamlet:
¿Qué hora es?
horacio:
Están por dar las doce.
marcelo:
No, ya dieron.
horacio:
¿En serio? No me di cuenta. Entonces, poco falta para que
llegue el momento en el cual el espectro se aparece. (Se
escuchan fanfarrias y disparos de salva.) ¿Qué es eso, señor?
hamlet:
Claudio anda de juerga también esta noche: la orgía y la
danza frenética se desatan y, mientras corre el vino del Rin
por su gaznate, metales y tambores braman la gloria de sus
francachelas.
60

Hamlet
horacio:
¿Así lo acostumbra?
hamlet:
¡Pero claro! Aunque, por ser oriundo de estas tierras, estas
juergas me sean familiares desde pequeño, pienso que sería
más honorable acabar con ellas que seguir observándolas.
No hay nación, del oriente al occidente, que no critique
y condene este desenfreno embrutecedor: nos tildan de
borrachos y el calificativo de “puercos” mancilla nuestra
reputación: de hecho, a nuestras hazañas, por muy meritorias que puedan llegar a ser, ya no se les reconoce la savia
y la médula de nuestro mérito. Lo mismo sucede con los
individuos, entre los cuales a menudo puede observarse
que un lamentable defecto de la naturaleza, de nacimiento
por ejemplo –con el que nada tienen que ver, porque nadie
escoge su origen– o también un exceso de temperamento,
que a menudo derrumba las murallas y los fuertes de la
razón, o algún hábito, que infla con demasiada levadura la
forma de las buenas costumbres, estos individuos, decía,
llevan la marca de alguna falla, estigma de la naturaleza,
azar de un planeta, y sus demás méritos, aunque tengan
la pureza de la gracia y la grandeza que pueda alcanzar la
humanidad, están perdidos para todos por causa de este
defecto particular: una gota de vinagre envenena toda la
noble sustancia. (Entra el Espectro.)
horacio:
¡Príncipe, mira, aquí viene!
acto i • escena 4

61
hamlet:
¡Ángeles y ministros de la gracia, ampárennos! Aunque
seas un espíritu tutelar o un duende maligno, que vengas
a traernos soplos celestiales o ráfagas del infierno, que tus
intenciones sean caritativas o perversas, te apareces bajo
una forma tan misteriosa que no puedo más que querer
hablarte. ¡Hamlet habré de llamarte, rey, padre, soberano
danés! ¡Oh, contéstame! ¡No me dejes sumido en la ignorancia! ¡Dime por qué tus huesos santi­ficados, encerrados
en su ataúd fúnebre, han reventado su mortaja! ¡Por qué el
sepulcro, en el que te habíamos sepultado en paz, permitió
que resucitaras, abriendo sus pesadas fauces de mármol! Sí,
¿por qué pues, cadáver muerto, retornas armado de pies a
cabeza para volver a ver los movedizos fulgores de la luna,
que hacen que la noche sea siniestra, y a nosotros, juguetes
de la naturaleza, tan consternados por el espanto que invade
nuestro ser cuando intentamos pensamientos que nuestras
almas no podrían concebir? ¿Por qué? ¿Por qué? Dímelo. Y,
¿qué debemos hacer? (El Espectro le hace señas a Hamlet.)
horacio:
Quiere que lo sigáis, como si quisiera comunicaros algo
sólo a vos.
marcelo:
Mirad con qué ademán tan cortés os invita a seguirlo hacia
un sitio más apartado. No lo hagáis.
62

Hamlet
horacio:
No, no lo sigáis.
hamlet:
Aquí no quiere hablar. Voy a seguirlo.
horacio:
No, señor.
hamlet:
¿Qué? ¿A qué debo temerle? Mi vida vale menos que la
punta de un alfiler y, si mi alma es tan inmortal como la
suya, ¿cómo podría vulnerarla? De nuevo me hace señas.
Voy tras él.
horacio:
¿Y si os llevase hacia el mar, señor, o hasta la cumbre vertiginosa del acantilado que domina las aguas, y adop­tase
otra forma espantosa, que pudiera disolver la sobera­nía de
vuestra razón y hundiros en la locura? Pensadlo: ese lugar
por sí solo, sin ninguna otra causa, llena de desesperación a
cualquiera que mire el mar y oiga sus rugidos desde tan alto.
hamlet:
El ademán de nuevo. Avanza, yo te sigo.
marcelo:
No iréis, señor.
acto i • escena 4

63
hamlet:
No me toquéis.
horacio:
Seguid nuestro consejo: no lo sigáis.
hamlet:
Me llama mi destino, endureciendo la más tierna de mis
arterias como los nervios del león de Nemea. Otra vez
me llama: señores, soltadme.¡Por todos los cielos, juro
convertir en un espectro a quien pretenda detenerme! Os
lo repito, ¡dejadme en paz! Adelante, te sigo. (Salen el
Espectro y Hamlet.)
horacio:
Su exaltación lo orilla a desafiarlo todo.
marcelo:
Hay que seguirlo. No debemos obedecer sus órdenes.
horacio:
Vayamos pues. ¿Adónde nos va a conducir todo esto?
marcelo:
Algo podrido apesta en Dinamarca.
horacio:
El cielo proveerá.
64

Hamlet
marcelo:
Ojalá así sea, pero vayamos tras él. (Salen.)
acto i • escena 4

65
Escena 5
(Un lugar más lejano en el bastión de guardia. Entran el Espectro
y Hamlet.)
hamlet:
¿Adónde me llevas? Habla. No daré ni un paso más.
espectro:
Escúchame.
hamlet:
Escucho.
espectro:
Ya está muy cerca la hora en que habré de entregarme a la
tortura de las llamas del azufre.
hamlet:
¡Desventurada aparición!
espectro:
No quiero piedad, sino que prestes atención a lo que he
venido a revelarte.
hamlet:
Habla. Oírte es mi obligación.
espectro:
Y vengarme, cuando lo sepas todo.
66

Hamlet
hamlet:
¿Qué?
espectro:
Soy el alma de tu padre, condenado durante un tiempo
preciso a volver de noche, y encarcelado en ayunas entre las
llamas del día, hasta que el fuego purgue los crímenes odiosos cometidos durante mi vida natural. Si no fuera porque
tengo prohibido revelar los secretos de mi prisión, podría
emprender un relato cuya más mínima palabra destrozaría
tu alma, congelaría tu sangre juvenil, haría que tus ojos
saltaran de sus órbitas como astros de sus esferas, y erizaría
los rollos de tus bucles peinados, horripilando cada uno de
tus cabellos, como las púas del inquieto puerco espín. Pero
esta revelación de la eternidad está vedada para las orejas de
carne y sangre. ¡Oh, escucha, escucha, escucha! Si alguna
vez amaste a tu padre.
hamlet:
¡Oh Dios!
espectro:
¡Cobra venganza de un infame y horrendo asesinato!
hamlet:
¿Asesinato?
acto i • escena 5

67
espectro:
¡Todo asesinato es abyecto, pero éste es horrendo, desnaturalizado, inexplicable!
hamlet:
Presto deja que me entere, para que con alas tan prontas
como las del pensamiento o las del amor, pueda yo volar
hacia mi venganza.
espectro:
Te siento bien dispuesto, y deberías ser más inerte que la
planta carnosa que cuelga de los bordes del Leteo para que
mi relato pudiera dejarte impasible. Ahora, escucha Hamlet.
Se dice que, dormido en mi jardín, me picó una serpiente y
todo el reino de Dinamarca sigue engañado por este falso
relato de mi muerte. Pero has de saber, noble joven, que la
serpiente cuyo veneno mató a tu padre porta hoy su corona.
hamlet:
¡Oh! ¡Mi alma era profética! ¡Mi tío!
espectro:
Sí. Esa bestia incestuosa, esa bestia adúltera, con su espíritu
encantador y sus regalos insidiosos –¡oh, cómo un espíritu
y unos obsequios perversos pueden tener tal poder de seducción!– logró que cayera en las redes de su vergonzosa
lubricidad la voluntad de mi reina, que parecía ser tan
virtuosa. ¡Oh, Hamlet, qué derrumbe! ¡Caer de mí, cuyo
afecto era tan digno que siempre iba de la mano con mi
68

Hamlet
juramento nupcial, para ir a dar a las garras de un miserable,
cuyos atributos, frente a los míos, son tan lamentables!
Pero, como la virtud nunca se deja conmover, aunque la
lujuria intente cortejarla con apariencias angelicales, la
sensualidad, aunque unida a un ángel radiante, siempre
querrá satisfacerse en un lecho celestial mientras se atiborra
de vísceras. Pero, dejemos esto. Ya creo percibir los aromas
del alba. He de ser breve. Mientras dormía mi siesta de
siempre en el jardín, tu tío llegó a hurtadillas, a esa hora
en la que no hay ningún miedo, trayendo en un frasco un
extracto de beleño, y vertió en el caracol de mi oreja esa
ponzoñosa esencia, tan reñida con la sangre humana, que
se dispersa tan rápidamente como el mercurio a través de
todos los umbrales y ramales del cuerpo, con el brusco vigor
con el que el ácido corta la leche, coa­gulando y deteniendo
el flujo sanguíneo. Esto hizo con mi sangre y enseguida
toda mi piel se vio cubierta, como la de un leproso, por una
capa costrosa y repugnan­te. Así fue como, en medio del
sueño y a manos de un hermano, perdí a un tiempo vida,
esposa y corona. Segado así en medio de mi vida pecadora,
sin comunión, sin viático, sin extremaunción, fui enviado
sin haber rendido mis cuentas, cargando a cuestas todas
mis faltas, ante el tribunal de Dios. ¡Oh, qué horrendo,
horrendo, demasiado horrendo! Si la naturaleza habla a
través tuyo, no lo soportes. ¡No permitas que la cama so­berana
de Dinamarca sea el lecho en el que se regodean la lujuria y
el maldito incesto! Pero, sea cual fuere tu manera de cumplir
este acto, no mancilles tu alma ni trames nada en contra de
tu madre; deja que el cielo y las espinas que tiene clavadas
acto i • escena 5

69
en el corazón la hieran y la aguijoneen. Adiós, a toda prisa.
Ya está palideciendo el fuego inútil de la luciérnaga ante el
amanecer inminente. ¡Adieu, adieu! ¡No me olvides! (Sale.)
hamlet:
¡Ay, cohortes celestiales! ¡Ay, tierra! ¿Algo más? ¿También
he de incluir el infierno? ¡Qué asco! ¡Calma, calma, corazón
mío! Y vosotros, músculos míos, ¡no os hagáis viejos de
golpe, manteneos firmes para poder seguir sosteniéndome
erguido! ¡Olvidarte! ¡Olvidarte! ¡De ninguna manera, pobre
espectro, mientras la memoria conserve su lugar en este cráneo alterado! ¡No y no! He de borrar de mi memoria todos
los recuerdos banales y estúpidos, todas las sentencias de
los libros, todas las imágenes, todas las impresiones pasadas
que han estampado en ella la juventud y la observación, y, en
el libro, en el volumen de mi cerebro, tan sólo prevalecerá
tu mandato, sin que ninguna materia vil lo altere: ¡así será,
por el cielo! ¡Ay, hembra malévola! ¡Ay, traidor, traidor,
inmundo traidor sonriente! ¡Mis apuntes! Es menester que
consigne que se puede sonreír, seguir sonriendo y ser un
traidor. En todo caso, estoy seguro de que esto es posible
en Dinamarca. (Escribe.) Ya está, tío, ya estás apuntado. Y
ahora, mi lema: “Adieu, adieu, adieu. No me olvides.” Lo he
jurado. (Fuera de escena.)
horacio:
¡Señor! ¡Señor!
marcelo:
Mi señor Hamlet.
70

Hamlet
horacio:
¡El cielo os proteja!
hamlet:
¡Así sea!
marcelo:
¡Hea, hea, mi señor !
hamlet:
¡Hea, hea, nene! ¡Ven aquí, pajarito, ven! (Entran Horacio
y Marcelo.)
marcelo:
¿Entonces, señor?
horacio:
¿Qué noticias, mi señor?
hamlet:
¡Sorprendentes!
horacio:
Contádnoslo todo, mi buen señor.
hamlet:
No, porque lo divulgaríais.
horacio:
Yo no, mi buen señor, guárdeme el cielo.
acto i • escena 5

71
marcelo:
Ni yo, mi buen señor.
hamlet:
Entonces si lo decís... ¿Qué corazón podría creerlo? ¿Guardaréis el secreto?
horacio y marcelo:
Por supuesto, mi señor, en nombre del cielo.
hamlet:
No hay un solo pillo en toda Dinamarca que no sea un rufián
consumado.
horacio:
Para descubrir eso, mi señor, no es necesario que un espectro salga de su tumba.
hamlet:
Razón tienes, mucha razón. Por lo tanto, sin entrar en
mayor detalle, creo oportuno que nos demos la mano y nos
separemos. Que cada uno vaya a lo suyo, que ni tareas ni
deseos le faltan a nadie. En cuanto a mí, pobre de mí, sólo
me queda ir a rezar.
horacio:
Señor, éstas tan sólo son palabras sin sentido, divagaciones.
72

Hamlet
hamlet:
Lamento de todo corazón si os he ofendido; sí, a fe mía, de
todo corazón.
horacio:
No, mi señor, no ha habido ofensa alguna.
hamlet:
Por San Patricio, sí hay ofensa y muy grave, Horacio. En
cuanto al espectro, se trata de un espectro honrado, eso sí
puedo afirmarlo. Pero en cuanto a vuestro deseo de saber
lo que hablamos, superadlo lo mejor que podáis. Y ahora,
queridos amigos, estudiantes y soldados, sólo os pido que
me concedáis un único y modesto favor.
horacio:
Por supuesto, mi señor, ¿de qué se trata?
hamlet:
Que nunca digáis nada acerca de lo que habéis visto esta
noche.
horacio y marcelo:
Noble señor, jamás.
hamlet:
Sí, pero debéis jurarlo.
horacio:
Mi señor, os doy mi palabra.
acto i • escena 5

73
marcelo:
Yo también, mi señor.
hamlet:
¡Sobre mi espada!
marcelo:
Señor, lo hemos jurado.
hamlet:
No, no ¡Sobre mi espada!
espectro:
¡Jurad!
hamlet:
¡Ajá, muchacho¡ Tú lo has dicho! ¿Andas por aquí, buen
hombre? Venid todos aquí: ¿habéis escuchado al amigo
desde el fondo de su bodega? Jurad.
horacio:
Formulad el juramento, señor.
hamlet:
Jamás decir palabra alguna acerca de este acontecimiento.
¡Juradlo sobre mi espada!
74

Hamlet
espectro:
¡Jurad!
hamlet:
¿Hic et ubique? Vamos a otra parte. Venid aquí caballeros
y volved a poner vuestras manos sobre mi espada. Jamás
decir palabra alguna acerca de lo que habéis presenciado.
espectro:
¡Jurad!
hamlet:
¡Bien dicho, topo mañoso! ¿Así de rápido avanzas bajo
tierra? ¡Qué velocidad para excavar! Movámonos de nuevo,
queridos amigos.
horacio:
Por el día y por la noche, ¡qué extraño es todo esto!
hamlet:
Entonces, acógelo con la misma cortesía que a un extranjero. Más cosas hay, Horacio, en el cielo y sobre la tierra que
las que sueña tu filosofía. Pero, escuchadme. Aquí, como
antes, con la misma verdad que le prestáis a la gracia de
Dios, por muy extraño o singular que llegue a pareceros mi
comportamiento –ya que es posible que considere propicio,
dentro de poco, fingir cierta insólita disposición– cuando
así me veáis, no vayáis a poner de este modo las manos sobre
las caderas, o sacudir así la cabeza, o pronunciar alguna
acto i • escena 5

75
frase ambigua: “Ah, claro, sí, lo sabemos”, o “Si estuviera
en nuestras manos, es seguro que...”, o “Si habláramos”,
o “Los hay que, de poder hacerlo...”, o mostrar algún tipo
de reticente aceptación, para dar a entender que sabéis
algo acerca de mí –¡juradlo, con la misma verdad con la que
esperáis, en el momento supremo, que os sean otorgados
la gracia y el perdón!
espectro:
¡Jurad!
hamlet:
¡Paz, paz, espíritu agitado! (Juran.) Pues bien, señores,
quedo en vuestras manos y todo lo que esté al alcance de
un hombre tan pobre como Hamlet para demostraros su
amistad y gratitud no os faltará, con la venia de Dios. Caminemos juntos y, siempre, por favor, silencio y discreción.
Descoyuntados están estos tiempos: maldita misión la de
tener que enderezarlos. Vamos, partamos juntos. (Salen.)
76

Hamlet
Índice
prólogo...........................................................................9
dramatis personae.....................................................................21
acto i...........................................................................................25
acto ii..........................................................................................77
acto iii.......................................................................................119
acto iv.......................................................................................173
acto v.......................................................................... 215
Hamlet, príncipe de Dinamarca, editado por la Dirección General de
Publicaciones y Fomento Editorial se terminó
de imprimir en abril
de 2005, en los talleres de
s.a. de c.v., Matamoros
Formación Gráfica
112, col. Raúl Romero, 57630, Ciudad
Nezahualcóyotl,
Estado de México.
El tiro consta de
1 000 ejemplares
impresos en papel
cultural de 90 grs,
y el de forros y camisa
protectora en cartulina Graphika lineal de 216 y 104 grs, respectivamente. Coordinación editorial: Rodrigo Fernández de Gortari.
Diseño y formación, Marycarmen Mercado. Cuidaron la edición
Patricia Parada y Patricia Zama.