Periódico El Mollete Literario #18

El Mollete Literario
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Director: Carlos Ramírez
Sístole y diástole del susurro etéreo del inconsciente, lápiz sobre papel, Autor: Mathieu Domínguez © 2015
Febrero 15, 2015, Número 18, Tercera Época
Sobre el universo onírico
y el arte de escribir:
Almohada para los poetas
Por Luis Flores
El Mollete Literario
En Mollete Literario, la creatividad variopinta
En este número de El Mollete Literario se expone la literatura variopinta en formato
digital. Se trata de 16 hojas que se pueden arrancar una por una y devorar. Luis Flores
nos invita a formarnos en la fila del universo onírico en espera de la sustanciación,
literaria y emocional. P.I.G y Villavicencio arrancan pieles viejas y reestructuran nuevos
“yo” mientras que Enciso juega con lo oscuro y la esperanza que hay en cada uno.
Paul Martínez disecciona las edades, mentales y emocionales, del desarrollo humano,
a la par que nuestros colaboradores poetas abren mentes y corazones. Y hay más,
mucho más.
Querido lector, avanzamos, nos movemos y no pararemos. Por eso los invitamos, una
vez más, a degustar El Mollete Literario.
Mtro. Carlos Ramírez
Presidente y Director General
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Lic. José Luis Rojas
Coordinador General Editorial
[email protected]
Libro de amor Por Luy
Monserrat Méndez Pérez
Jefa de Edición
Consejo Editorial
René Avilés Fabila
Wendy Coss y León
Coordinadora de Relaciones Públicas
Mathieu Domínguez Pérez
Diseño
Raúl Urbina
Asistente de la Dirección General
Índice
3
Vacío vital
Cuento
Por Ene Riaño
Por P.I.G.
Marco Villavicencio
y Samuel Enciso
4
12
Por César Cañedo
Memoria de un
personaje que
no existe
Por Ulises Casal
6
Bi
Letras Torcidas
8
Almohada para
los poetas
9
Por Canuto Roldán
Reseñas
literarias
13
Por El bolillo escéptico
El Mollete Literario es una publicación mensual
editada por el Grupo de Editores del Estado
de México, S. A. y el Centro de Estudios
Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor
responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández.
Todos los artículos son de responsabilidad de
sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma,
Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México
D.F. Reserva 15670.
Certificación en trámite por la Asociación
Interactiva para el Desarrollo Productivo, A. C.
Por Luis Flores Romero
Lo bobo y lo
precioso
Semilla Insólita
10
Por Lydia Zárate
El diablo hizo al mundo en
menos días que Dios
14
Por Ximena Cobos
Las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de
un río. Sí están allí es para que podamos llegar a otro margen.
11
Por Paul Martínez
¿Lo mismo pero diferente?
15
Por Margarita Salazar
José Saramago
El Mollete Literario
15.02.2015
Vacío vital
Por Ene Riaño
T
endremos que hacer
algo mientras llega el
colapso… Vayamos
a la cornisa del
rascacielo más alto e imponente
—aquel con la tecnología más
sofisticada—parémonos en ella,
finjamos lanzarnos en el intento
desesperado por conseguir la
eternidad sublime pero no, no
lo hagamos. Observemos nada
más. Sí, hemos visto demasiado y
aún no es suficiente, nada nos es
desconocido, hemos tocado fondo y
mientras esperamos por el fin, nos
rascamos las entrañas con nuestras
garras afiladas.
Todavía hay vestigios de la reciente pesadez, es éste
el punto de unión conectiva con el pasado, la colección de actos consumados plasmados en recuerdos y el
inevitable-crónico deseo anhelante por llenar futuros
álbumes con estampa de memoria. Y aunque quere-
Fotografía de Monserrat Méndez Pérez
mos perdernos con todas las intransitables cavidades
y el encableado cerebral de nuestra prisión corpórea,
la inquietud de ver qué hay más allá de las entrañas de
la realidad atroz y devoradora, así como de la imperturbabilidad de nuestros seres nos anclan.
Nos quedaremos aquí, gracias al ansia y a la cruel
condena que nos brinda la sed de conocimiento que
nos estigmatiza cual pecado original, gracias a la aberración, al desencanto, a la desesperanza generada por
el nihilismo que nos controla.
Nos quedaremos instalados en las butacas de
este cine 3D con megapantallas y de permanencia voluntaria forzosa, tendremos que sujetarnos
con fuerza sansónica y no pararnos por botanas de
quinta categoría que irriten nuestros estómagos. La
película que vemos es híbrida y se llama “Espectáculo grotesco de la existencia humana” (u odio sin
esperanza). En los medios tiempos y en los momentos de distracción o aburrición tendremos que entretenernos, imaginando algo más lejano y antiguo:
un teatro. Y jugaremos para no levitar a causa de
nuestra ligereza.
Sí, escenificaremos dramáticamente la tragedia
más triste que se nos pueda o se nos puede ocurrir, nos
aferraremos a la más mínima lágrima que corra por
nuestras mejillas. El vacío vital aún puede disfrazarse
de dolor agonizante.
La megapantalla continúa encendida, la cinta parece interminable, mas el que estemos aquí,
encerrados en la sala, no quiere decir que tengamos que ver o prestarle atención al filme, basta
con ignorarlo o evadirlo o maldecirlo. Pronto el
proyector se atrofiará y el cine se incendiará, habrá muchos gritos (probable es que sean de pura
felicidad). Los bomberos no podrán hacer nada…
jajaja. De aquí que llegue ese momento, o mientras
decidamos escaparnos por la salida de emergencia,
por favor, disfracemos de dolor agonizante nuestro
vacío vital.
*Publicado por primera vez, con el título de “Odio sin
esperanza”, en Cocainazine, 2008.
Fotografía de Monserrat Méndez Pérez
Nallely Pérez Vargas, Ene, como prefiere llamarse, estudiosa del decadentismo americano, actualmente se desempeña
como correctora de estilo.
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El Mollete Literario
15.02.2015
Cuento
Desprendimiento
Por P.I.G.
Esa noche Sofía cumpliría uno de sus mayores anhelos en la vida: casarse.
Estaba completamente decidida, pero estaba también nerviosa. No le importaba que el banquete fuera servido a una hora no programada, ni si los
invitados no llegaban, mucho menos si no se abarrotaba la mesa de regalos.
Es más: le preocupaba poco o casi nada que su futuro esposo luciera elegante para tan importante evento. Sólo deseaba verse hermosa ante los demás,
libremente hermosa.
En el transcurso de la tarde, luego de un baño largo en el que reflexionó sobre lo
que dejaba atrás y lo que conseguía con el matrimonio, Sofía se sentó en la orilla de
su cama para, como cualquier mujer, afinar los detalles de su apariencia: crema humectante, barniz, sombra, loción; aprovechó para arrancar de tajo uno que otro vello
irregular en el cuerpo. Al repasar sus manos, se percató de un diminuto pedazo de piel
desprendido bajo la uña de su índice izquierdo. Clara señal de nerviosismo, pensó.
Intentó arrancarlo, pero sus uñas, recién pulidas, le impedían hacerlo con facilidad. Después de algunos intentos logró deshacerse de esa imperfección en su
piel, pero al hacerlo desprendió un pedazo de piel más grande, lo que le ocasionó
una pequeña herida desde la que comenzaba a manar, casi de manera imperceptible, sangre tibia.
Nerviosa y desesperada como estaba, Sofía chupó su dedo, succionó para tragar
toda la sangre muerta y pasó su lengua por sobre la herida para, según ella, permitirle sanar con mayor facilidad.
Lo único que ocasionó fue un brote mayor de sangre y de nueva cuenta un desprendimiento de carne. Lo miró con repudio y, sin pensarlo, jaló esta vez con más
fuerza. Lanzó un alarido de dolor al sentir cómo una línea considerablemente larga
de carne se separaba de su dedo. Sentía el ardor de la piel al contacto con el aire.
Su nerviosismo se transformaba en enojo, más aún cuando reparó en que otro
diminuto pedazo de carne se había levantado en el meñique de la misma mano.
Así, pues, comenzó a jalar y a desprender lenta y dolorosamente, y, sin poner
demasiada atención al asunto, la primera capa de piel de su mano izquierda.
Extrañamente, cada vez que lograba deshacerse de la carne levantada, otro pellejo volvía a levantarse suplicando ser emancipado de su cuerpo.
Sin darse cuenta, parte de su brazo y hombro habían sido descarnados. Sintió frío
en esa parte del cuerpo, así que se cubrió con una toalla húmeda que se encontraba en
la bañera. Al pasar frente al espejo, Sofía observó lo que había hecho y contuvo las lágrimas. Primero hizo una mueca de tristeza confundida con delirio, después se rio de
sí misma. Tomó el cortaúñas y se provocó heridas bajo las uñas de la mano derecha.
De igual forma comenzó a arrancarse la piel, primero de la mano y el brazo
y más tarde del torso y la cara. Lo hacía con la delicadeza con la que una mujer
procura su piel, su músculo más valioso. Se sentía libre, se sentía alegre; ya no más
nerviosismo ni incertidumbre. Caminó de vuelta hacia el espejo y se miró desnuda,
doblemente desnuda, desnuda de verdad, y se amó tanto en ese momento al verse
ahí, susceptible, desprotegida, bella tal cual era.
Tocó sus pechos y sintió el ardor de la carne al chocar con la carne; tocó agresivamente su rostro y al contacto comenzó a sangrar. La hora se acercaba. Con arrebato y con poca delicadeza se puso el vestido de novia; peinó los pocos cabellos que
le quedaban luego de desprender casi por completo el cuerpo cabelludo.
Se colocó el velo, calzó sus zapatillas, se perfumó y salió de su apartamento.
Sofía no pudo contener el llanto que le provocaba tanta libertad. Las lágrimas le
quemaban las mejillas.
Sofía nunca llegó a la cita pactada con su destino. Murió tan pronto conoció la
libertad absoluta, su libertad, la libertad sobre la libertad de un ser libre… al menos
por única vez.
Uriel Arteaga Apolinar, autodenominado “P.I.G”. (en abierta referencia al personaje de Xavier Velasco), o en su modo más laxo “El Doctor Pluma” (referencia al Doctor Alquitrán de
Poe), fue colaborador de principio a fin de los extintos fanzines universitarios Almohadón
de Plumas y Noúmeno. Colaborador permanente del blog literario Regiones Inferiores, tuvo
oportunidad de publicar una crónica para el periódico 24 Horas, en 2012. Egresado de la
carrera de Comunicación y Periodismo de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, con
especialidad en prensa escrita, durante los últimos años se ha desempeñado como analista
de información y corrector de estilo. Recientemente labora como asistente editorial en la
Coordinación de Publicaciones Académicas de la Universidad Anáhuac.
Cráneo, lápiz, Autor: Bazana.
Nueva Piel
Por Marco Villavicencio
Me parece que sucede entre las seis y siete de la tarde, justo cuando el sol se
ha puesto, dudo mucho entre llamarlo tarde o noche pero es en ese horario
cuando pasa.
Comienza con una pequeña comezón en las yemas de los dedos, he llegado
a la conclusión que podría ser el cansancio, ya que sólo durmiendo es como este
malestar se marcha.
Llámenlo manía de mi parte, pero yo sé que si mi cuerpo comunica comezón en
cierta parte de mi cuerpo lo mejor que puedo hacer es rascarme; y eso es justamente
lo que hago y es aquí mismo donde comienza el problema.
Me rasco unos cuarenta y cinco minutos la yema del dedo y de pronto algún
pedazo minúsculo de piel sobresale, comienzo a jalar el trozo suave de piel que deja
salir a una piel más joven, una nueva yema, nueva y sin comezón (por el momento).
Desde la primera vez me sorprendió la idea de poseer una nueva piel que está
siempre lista para salir, como serpiente o como la dentadura afilada e infalible de
los tiburones, y esta idea de tener bajo mi piel a un nuevo yo no me dejó en paz.
Nunca he sido apegado a mis ideas y nunca me consideré obsesivo, así que me
di la oportunidad de faltar al trabajo, de no hacer las compras, de incumplirle al
fisco, de que la luz del sol no dañara a mi nuevo yo.
Comenzó por los dedos y no sé si fue la comezón que se propagó o si fue mi
idea, de cualquier manera quité meticulosamente mi vieja piel, hubo partes muy
difíciles que me tomaron semanas enteras como la espalda o mis genitales.
Por supuesto que tuve que cortarme el cabello y así quitar la piel de mi cabeza.
Como dije, no fue cosa fácil y mucho menos fue placentero.
Había días en que lloraba y la melancolía me impedía seguir.
Cuando finalmente pude desprender completa toda mi vieja piel la arrojé — sé
que sonará increíble— sentí que alguien ajeno a mí me arrojaba, me arrojé a mí
mismo. Pero yo, el viejo yo, ahora estaba escuálido, sin músculos ni huesos.
El nuevo yo me había despojado poco a poco, no es alguien malo, me ha dejado
aquí mirándome, a ambos, a veces me platica de la chica con la que ahora sale o de
su nuevo trabajo, tengo sentimientos encontrados.
Han pasado algunos años, o al menos eso él dice, lo único que me alegra es que
ayer el cabrón pasó rascándose el dedo casi una hora, por supuesto que no lo sabe
y ni yo ni otro yo más viejo que está aquí desde hace mucho le pensamos decir ni
una puta advertencia.
Marco Villavicencio. “A veces escribo poemas o mini ficciones, a veces las dos y a veces
ninguna. No acabé Letras porque no pude acabar de leer “La Araucana” y estudié diseño
integral”. Villavicencio obtuvo tercer lugar de poesía en el concurso Décima Muerte de la
UNAM y sus cuentos han sido publicados en las revistas “El puro cuento” y “Migala”, además
de que ha realizado comics.
Actualmente participa en un medio independiente que se llama El pequeño gran.
15.02.2015
El Mollete Literario
Los brazos del miedo, lápiz sobre papel, Autor: Mathieu Domínguez.
En la celda aislada
Por Samuel Enciso
Los frascos de medicina están por vaciarse, necesito tres pastillas 3 pastillas
con cada comida. Eso hace nueve al día. Son muchas para el grado de atención
del que soy dueño. El retrete está absolutamente sucio. No lo han lavado en
una semana. Me pregunto qué sería de él si fuera comunal. Es asqueroso. Pero
el único habitante de éste hórrido lugar soy yo, una bestia desaseada que luce
y hace mejor en la oscuridad. La luz del día no me molesta, pero me impide
actuar. Al fin y al cabo el mundo es como es.
El espejo del fondo está roto y me devuelve una imagen dispersa, una imagen
en partes que hace parecer que mi ojo está justo encima de mi boca, de mis labios
obscenos. A veces creo que esos ojos negros que miro desde aquí no son los míos, y
cuando en el cielo hay estrellas mi silueta en el reflejo es tan… perversa.
Ayer estaba temblando encima del catre que tengo por cama. Es imposible acostumbrarse al frío. Los temblores son horribles. En la oscuridad un simple soplo de
viento se siente como una estaca. A veces tengo suerte y me dan una manta, que de
todos modos no es suficiente, mucho menos en el invierno. Queda buscar refugio,
pero en la celda aislada sólo la oscuridad me acompaña. Y los pensamientos giran
hacia el recuerdo, donde lo agradable se hace uno con mi tortuosa pasión.
— Oye, amigo, ¿tienes fuego? —le dije al hombre que estaba a mi lado esperando el autobús.
Era todo lo que quería y el muy inútil no me lo pudo dar, es más, ni siquiera me
volteó a ver. Por eso le encajé mi pluma en la garganta. Fue un súbito arranque de
furia incontenible que se incrementaba mientras mi mano iba deslizándose dentro
de mi bolsillo buscando un arma improvisada, cualquier cosa. Un clip hubiera
bastado para enterrárselo en el ojo. Pero encontré mi pluma y se me dibujó una
sonrisa en el rostro. Luego los chorros de sangre me bañaron y el hombre sucumbió.
Cuando estuvo en el suelo lo observé unos instantes y luego lo registré cual policía
en labor. Y, ¿pueden adivinar lo que encontré? Nada más que una caja de cerillos
y una cajetilla con siete cigarros. Jamás había fumado hasta ese momento. Aún me
queda uno después de siete años de encierro.
Sólo fumo en ocasiones especiales. Cuando el calor me invade por dentro.
Esta noche no hay temblores, pero los de ayer fueron de ansiedad, y estoy seguro
que se repetirán. Hoy no quiero temblar.
Escucho los pasos del guardia que viene a dejarme un poco de comida.
Me trajeron a la celda aislada cuando se dieron cuenta de que era más peligroso que los otros reos. Tuve que matar a dos a sangre fría porque seguían
mirando cómo comía; en silencio y aparte de todos, en el rincón más alejado
del comedor.
Aquí sólo abunda el silencio y el frío. La mente que se tropieza con ella misma.
Uno podría volverse loco fácilmente estando aquí, pero yo no. A mí no me importó
porque cuando me trajeron, el guardia procuró de mí y me dio mis cigarros, diciendo que lo había hecho con gusto pues sabía que le devolvería el favor.
Ese día fue el siguiente. Se metió conmigo a la celda y dijo que me deseaba. Y
no me negué. Al fin y al cabo el mundo es como es.
El guardia se acerca silbando.
Otro de aquellos favores fue el espejo. Y ya estoy recordando por qué está roto.
Tiene que ver con los cigarros. Las pastillas me devuelven la memoria, pero a veces
me confunden más.
Tengo ganas de fumar.
El guardia se acerca a la celda y se inclina para dejar en el suelo la bandeja con
sopa y un pan.
—¿Te veré en la noche? —pregunta con complicidad mientras sonríe.
Y yo le respondo mientas miro en el espejo mi silueta con el largo cabello enmarcando mi rostro.
—Sólo si traes cerillos.
Samuel Enciso (Estado de México) Estudió periodismo en la UNAM y ha colaborado en
Cinemaspro, una página web dedicada al séptimo arte, y la página web de la revista Vértigo.
Es amante del rock, la literatura y el cine de fantasía y ciencia ficción. En sus escritos hay algo
de oscuro y algo de esperanzador, como la vida misma.
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El Mollete Literario
15.02.2015
Almohada para los poetas
Por Luis Flores Romero
Alrededor de una gran mesa, observo (no en ese
orden) a un recién difunto, una mujer y una niña
romana, un profesor, Jorge Luis Borges, Wislawa
Szymborska, Sor Juana Inés de la Cruz, un repentista cubano y Juan Gelman. Todos conversan
sobre los sueños, cada uno desde sus libros, sus
versos, sus temores, su historia. A diferencia de la
política, la religión, el futbol y las quesadillas con o
sin queso, hablar del sueño es un tema que unifica,
sirve para aprender y simpatizar sinceramente con
el interlocutor.
oníricas”, aquellas estrofas que son creadas en sueños,
controversias soñadas en las que el improvisador, su
cerebro, juega a ser Dr. Jekyll y Mr. Hyde elaborando
las preguntas y las respuestas, los argumentos y los
contraargumentos, es decir, las décimas suyas y las de
su “rival” en el sueño. […] En mi caso, lo más curioso, lo inexplicable al menos para mí (¡ayuda, Freud,
Lacan, Les Luthier!) es por qué en mis controversias
oníricas siempre me vence el contrario, por qué si es
mi cerebro quien produce, elabora y reparte las décimas de ambos “personajes”, siempre termino derrotado por el “otro”.
La metáfora vacuna
La conversación sobre los sueños siempre da para
mucho. Es uno de esos temas que mi profesor de preparatoria les decía “vaca de mucha leche”. Recuerdo que,
cuando algún alumno hacía una pregunta simpática,
difícil o múltiple, el profesor respondía: “bueno, lo que
usted acaba de preguntar es una vaca de mucha leche”.
Esta frase vino a mi memoria porque no tiene mucho
que soñé con él: he olvidado qué le preguntaba y qué
me respondía; sólo recuerdo su: “es una vaca de mucha
leche”. Aunque en mi sueño no se parecía a como es
en realidad, su metáfora vacuna me hizo concluir que
se trataba de él y no de otro. No me angustia haber
olvidado el resto de la plática, pues rescato lo que considero importante: aunque una persona soñada carezca
de rostro auténtico, el soñante sabrá a quién está soñando. Dicha certeza se explica porque somos autores
y lectores de todos nuestros sueños: firmamos con nosotros mismos un contrato de ficción. Por ello, todas
las palabras puestas en mi boca y en boca del maestro
sólo fueron mías. Bueno, casi todas porque la “vaca de
mucha leche” nada más a él se le podía haber ocurrido.
Introducción a las pesadillas
Tuve otro gran maestro. Él nunca me conoció y no
me importa: tampoco llegó a conocer a casi todos sus
alumnos, venidos y por venir. Es Jorge Luis Borges, el
Nítido. En 1977 dictó siete conferencias en Buenos Aires; ahora se consiguen en libro (Siete noches) y pueden
leerse como maravillosas clases. La segunda conferencia está dedicada a la pesadilla; el autor cuenta una
suya: se encontraba con su amigo, éste escondía en el
saco la mano derecha; al sacarla, era una garra de pájaro. Aunque el mismo Borges se sintió impresionado,
él fue quien creó la pesadilla y, por lo tanto, la sorpresa. Fue víctima de su propia sorpresa. Borges declara:
“Llego a la conclusión, ignoro si científica, de que los
sueños son la actividad estética más antigua”. A veces,
del sueño surgen las primeras líneas de un texto, el
cierre de una historia, un aforismo o hasta un chiste
muy gracioso (que, cuando despertamos, su gracia ya
no sigue allí). La pesadilla de la mano-garra de pájaro
bien pudo convertirse en cuento. Acaso nunca la soñó
y se trata de un cuento.
Una noche de coplas
Todos los sueños son escritura, pero más lo son
aquellos donde leemos o escribimos. ¿Siempre se podrá leer y escribir en los sueños? Depende del soñante.
Muchas veces, yo he podido no sólo leer, sino leer los
mejores textos (siempre los olvido al despertar) de una
inexistente literatura. Al escribir no me va tan bien, sólo
un poema me ha gustado (pero mi memoria lo diluyó
en cuanto abrí los ojos). De cualquier manera, lo leído
Primero la sueño
Si se tratara de elegir con quién soñar para improvisar versos, lo haría con Sor Juana Inés de la Cruz.
Dicen que improvisaba décimas, y, si no fuera así, en
mi sueño sería repentista. Ya la he soñado en una ocasión (cuando inventen el álbum donde colocar nuestros sueños más valiosos, el de Sor Juana estará en el
mío). No sentí que ella invadiera mi espacio onírico,
más bien yo invadí su claustro, su siglo, su rutina. Sor
Juana, vestida de monja, estaba afuera de un salón, en
compañía de dos mujeres más. Yo me encontraba a
unos metros de esta escena. La timidez (o fue quizás el
asombro) no me dejó pedirle su autógrafo. Me hubiera
gustado escapar de mi siesta, buscar entre mis libros el
Primero sueño, volverme a meter al claustro onírico y
así conseguir la firma de la autora.
No es necesario especificar la calle donde avanza
el corazón
A quien sí le pedí su autógrafo fue a Juan Gelman;
dos veces, y las dos en el mundo verdadero. Cuando
lo soñé, sólo le hice una pregunta: Maestro Juan, en el
poema “Cerezas”, usted eliminó dos palabras; en una
versión dice que una mujer es “un corazón / que avan-
Niña, tinta china y pintura acrílica, Autor: Bazana.
y lo escrito en el sueño es creación, es obra original de
quien sueña. Desde hace poco encontré una variante
de “escritura” onírica: la improvisación. Me he soñado
improvisando décimas espinelas y líneas de hip-hop.
Tengo maestría en este ejercicio, pocas veces fracaso.
En el mundo real, puedo ser un mediocre improvisador, pero los sueños compensan esa triste verdad. Los
poetas que improvisan décimas –llamado repentistas,
en Cuba–, por lo regular, lo hacen a dúo para entrar
en controversias (un repentista improvisa una décima
y el acompañante le responde con otra). Hay grandes
repentistas cubanos, uno de ellos es Alexis Díaz Pimienta; de ningún modo lo retaría a un combate decimero; a menos que en mi sueño se apareciera, o yo en
el suyo; ahí sí tendría oportunidad de vencer. Siempre
y cuando sea un sueño, soy un aguerrido versador y
Díaz Pimienta es uno francamente malo (en el mundo
real es al revés). Esto lo afirmo con sustento en un par
de líneas de Teoría de la improvisación poética, libro del
mismo Díaz Pimienta:
Existe una curiosa “variedad” dentro del mundo
de los improvisadores, las que llamamos “décimas
Frágil, lápiz, Autor: Bazana.
El Mollete Literario
15.02.2015
Ofrenda
Morir es perder la mitad de la geografía donde
podemos encontrarnos para hablar. Cuando tenemos vida, hay dos opciones de coincidir con el prójimo: en este mundo o en los sueños. Al morir, la
posibilidad se reduce sólo al campo de los sueños.
Un deceso es la noticia de no cruzarnos más con el
recién fallecido, a menos que sea en el sueño. Los
muertos no se alojan en los panteones, el cielo, el
inframundo; los muertos se trasladan a los sueños.
Es la única forma de comunicación permitida entre
unos y otros: no hay llamadas telefónicas, epístolas,
postales o mensajes electrónicos. Soñar es la única
antena, el cable más antiguo. Los muertos tienen el
hábito de visitarnos en sus primeros días de inexistencia; en lo que se acostumbran a su nueva estancia
o nos acoplamos a su lejanía; casi cada noche se comunican con nosotros. Después, ya instalados en su
sombra, las llamadas son menos frecuentes, incluso
dejan de hablarnos o nuestra línea del sueño está
ocupada.
Nox est perpetua una dormienda
Todos soñamos porque todos morimos. Llegará
el día en que nadie nos sueñe. O tal vez pasarán
dos mil años y un soñante habrá de revivirnos; un
soñante que nunca supo de nosotros pero que nos
recreará en una noche. Desde el Imperio Romano,
infinidad de rostros han aparecido, desaparecido.
Hubo gente que sonreía, dormía, caminaba, comía,
vivía; gente que existió hace cinco siglos, un milenio, dos, tres. El tiempo humano así funciona: va
para adelante, ve para adelante, sigue, nos persigue. Sin embargo, un sueño puede modificar esos
códigos, plantear los calendarios de otro modo. En
el álbum de los sueños más valiosos, pondría también éste: visitaba la Roma clásica (o quizás vivía
allí); me encontraba en un espacio público, había
dos personas más: una niña y una mujer (su mamá,
probablemente). Yo platicaba con la mujer, conversábamos en latín. Quedé sorprendido, me dije para
mis adentros: “vaya, estoy hablando latín” (esa frase, obviamente, la pronuncié en latín, como todo lo
ocurrido en el sueño). Desperté fascinado. Por lástima, olvidé mi gran dominio de esa lengua muerta;
en cambio, mi español (latín vulgar) sigue intacto.
Ahora pienso que la mujer y la niña en realidad
existieron, hace muchísimo, en otra cultura, en otro
mapa. Yo no las inventé, sólo las descubrí. Acaso
una mujer o una niña, hace más de dos milenos
soñaron con una persona del futuro.
Cayendo, Aguada a color, Autor: Mathieu Domínguez.
za en elefante cuando tocan / el himno nacional…”,
después, en ediciones posteriores aparece: “un corazón / que avanza cuando tocan / el himno nacional…”
¿Por qué el corazón ya no avanza “en elefante”? Juan
Gelman me respondió: Hay una calle en Argentina
que se llama Elefante, yo me refería a que ese corazón avanzaba sobre esa calle, así como vos avanzás en
Avenida Insurgentes, el corazón de esa mujer “avanza
en elefante”; luego vi que no es necesario especificar la
calle donde avanza el corazón. Desperté feliz y satisfecho de su respuesta; me pareció sensata y decorosa
(aunque en sus obras completas vuelve a aparecer el
“avanza en elefante”). Tenía la esperanza de encontrarlo y platicarle mi sueño. Ahora que ya no vive, tendré
que contárselo en otro sueño.
Inventario de talentos
Meses después de mi experiencia onírica romana,
leí un poema de Wislawa Szymborska (Polonia, 19232012) titulado “Elogio de los sueños”. Supe que ella
había gozado de ciertas experiencias similares:
En mis sueños
pinto como Vermeer van Delft.
Hablo fluidamente en griego
y no sólo con los vivos.
Manejo un automóvil
que me es obediente.
Tengo talento,
escribo grandes poemas.
Escucho voces,
tan bien como los grandes santos.
Se asombrarían ustedes
de mi virtuosismo en el piano.
Vuelo como debe ser,
es decir, por mí misma.
Será tarea del lector enumerar sus propios talentos soñados y buscar el poema íntegro (es muy recomendable la antología de Szymborska, Poesía no completa, publicada por el Fondo de Cultura Económica,
y traducida por Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia; fue
de ese libro donde extraje el fragmento anterior). En
mi caso, guardo otros grandes momentos: igual que
la poeta polaca, yo también puedo volar; he ofrecido
algún concierto de música alternativa; sé traspasar
paredes (incluso alguna vez pude traspasar un refrigerador para sacar unas cervezas); he amado a gente
que no existe; he cargado y visto sonreír a la hija que
no tengo; he ganado algún certamen de poesía; he
hablado con Pablo Neruda, García Lorca y Gonzalo
Rojas; no necesito usar anteojos; me he teletransportado; he conocido la voz de los árboles; el mar queda
a dos cuadras de mi casa; he comido unos deliciosos
tacos en la Taquería Octavio Paz.
Desazón
El sueño de los tacos no es de mis favoritos, lo confieso. Iba por una calle, me encontraba con una taquería abierta y leía el nombre del establecimiento. Me extrañaba que una taquería llevara el nombre del poeta
mexicano, incluso pensé: “¿Taquería Octavio Paz? ¿En
serio? ¿Qué sigue? ¿Una librería que se llame Octavio
Paz?” No obstante, los tacos estaban exquisitos; ello
amerita que esta historia no la deposite en un álbum
de los sueños incómodos. Un álbum donde pondría
tres sueños recurrentes: vidrios rotos, un helicóptero
que se cae y arañas gigantes. Esto sólo es equilibro
onírico: un sueño malo por muchos otros que son la
recompensa de los achaques del mundo real.
La página, la almohada
Casi siempre, con los poemas ocurre a la inversa:
uno bueno por cada muchos malos. El buen poema
funciona con mecanismos semejantes al de los sueños: tienen su propia lógica, lo que pareciera incongruente se ajusta bien al discurso, las palabras y los
conceptos más dispares siempre encuentran la manera de embonar. El poema y el sueño, en el inicio
del mundo, tal vez eran un solo organismo; luego
se separaron y desde entonces uno se manifiesta a
la hora de dormir y el otro en la vigilia. Al soñar,
todos somos escritores; poetas, para ser exactos. Hay
un instante, cuando de la vigilia pasamos a soñar, en
que se entremezclan los pensamiento, confundimos
campos semánticos y nuestras frases se comienzan a
llenar de una carga altamente poética y onírica. Los
científicos aún ignoran qué ocurre en ese instante: si
un sueño o un poema.
Luis Flores Romero (Ciudad de México en 1987), estudió
Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado en algunas
revistas impresas y electrónicas como La palabra y el hombre,
Casa del tiempo y Punto de partida. Es autor del poemario
“Gris urbano”, publicado en 2013 por la UACM. Becario de
la Fundación para las Letras Mexicanas durante los períodos
2010–2011 y 2011–2012. Actualmente es locutor radiofónico y comparte poesía satírica y burlesca en la Fan page
Lufloro Panadero
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El Mollete Literario
15.02.2015
Poesía
Letras Torcidas
Por César Cañedo
Pregón homopascual
Señor, nuestro destino está escrito desde el principio. ¿Cómo
hubiéramos podido negarnos a él?
Sometidos a él estamos, y sin más abrigo que tu misericordia.
Oh, Dios, nuestro señor, que quieras ampararnos con ella sin
desamparar a ninguno de los que somos tus siervos.
Jorge Cuesta
Alégrense por el fin
Los coros de los ángeles
Alégrense por el fin de las jerarquías del cielo,
Y por la victoria de aquellos que no pueden ser poderosos
ni han tenido el cobijo de tu divino manto,
sino que se esconden bajo la sombra de tu cruz de
carne
que las trompetas les anuncien la nueva promesa de
salvación.
Resuene este templo con las aclamaciones de los
que no han sido escuchados
Y ábranse los oídos de tus sordos feligreses
Y ábranse las bocas de fuego de sus espaldas
Y ábranse las llagas de toda tu Iglesia.
Alégrense también las madres de estos
hombres
Y todos los sufrientes de su falta
que hoy deja lo nefando de su manchado nombre
y recobra su carácter de amor puro
y así, esta noche santa, acoge en su
misterio a los practicantes del acto de
Sodoma,
los restituye a la gracia y los agrega a las
filas de tus hijos.
Por eso, hermanos en lo conveniente, que
asistís al renacimiento de nuestra luz perdida
invocad conmigo la misericordia del Dios omniexcluyente,
para que Aquel, por quien mi fe se ha comprimido,
complete la alabanza a este cirio,
falo que alumbra con el resplandor
de una simiente que no quiere ser fértil.
El Señor esté con los que nunca estuvo
y con su líbido.
Levantemos lo que se levanta hacia Dios.
Lo tenemos bien levantado.
Demos gracias al Señor que promete ser nuestro,
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
reclamar con nuestro olvido
y con todo el afecto de nuestra persecución
a ese Dios invisible e indefenso,
el Padre de todos los poderosos,
y al más conocido de sus hijos,
nuestro señor Jesucristo.
Porque si él ha pagado por tantos,
También ha pagado por nosotros
Las deudas de Onán y Jonathán
Y ha borrado con su sangre inmaculada
La condena del oscuro pecado.
Porque estas son las fiestas ocultas de Pascua
en las que se inmola a ese otro cordero,
cuya sangre es más sincera
ya que busca lavar lo irreversible.
Ésta es la noche
en que al tercer día Sodoma es reconstruida
y como faro se eleva y alumbra
entre tus pueblos.
Ésta es la noche
en que un mismo Tabor nos transfigura
e ilumina un cuerpo que ha sido opacado por diferente.
Ésta es la noche en que el discípulo amado
recupera su lugar entre los suyos y dice:
Padre aquí está tu hijo,
hijo aquí está tu hombre,
Hombre aquí está tu hombre.
Ésta es la noche
en que un Dios impersonal y sitiado de jerarcas
reconoce el amor entre varones
y no por ello deja de ser trinitario ni perfecto
nos muestra su más humano rostro, acaba con la persecución de aquél que ama,
reniega de la epístola de Pablo
y nos libera en la magnificencia de esos otros amores
condenados.
Ésta es la noche
en la que por primera vez
tu mano reconoce en la mía
el cálido saludo de la carne
y en tu barba preciosa me ilumino
y me acompaña una sagrada presencia
que me guía hacia tu talle erecto
y hace que me funda en un abrazo que no puede ser
mancha,
y en ese solo cuerpo y solo espíritu
la gracia de nuestro dios omniexcluyente
sopla al calor de nuestras velas izadas
y bendice nuestros mares de espuma blanca
que por nuestro amor no son depositados
sino que como simiente infecunda son benditos
para que se mantengan nuestros cirios de amores perpetuos.
En estos cirios que son dos una misma llama
te declaro el amor que está sobre todo amor
Y te ofrezco mi arca de la alianza
Para que deposites tu espada preciosa
Que es columna de fuego entre mis carnes,
Caliz de sangre blanquecina que derramas
En el agonizante ojo del cielo
Con el que miro de espaldas a la noche.
Qué noche tan dichosa, sólo ella conoció el momento
en que un hombre pudo ver desnudo con amor a otro
hombre
y obtuvo el beneficio de los cielos.
Esta es la noche
en que la estatua de sal vuelve la cara
y se convierte en la memoria de tus errores.
¿De qué nos serviría estar en la sombra
si no vendría el tiempo de nuestra gracia?
Para rescatar a tus no hijos entregaste a tu hijo,
para rescatarnos de tu Iglesia entregas a tu
Iglesia.
Necesario fue el pecado de Onán
Que no ha sido borrado de tu Historia
Para reconocernos entre tus desheredados
¡Feliz la culpa que no quiere para sí la
redención!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento en que
Cristo nos ve con buenos ojos.
Ésta es la noche de la que estaba escrito:
“Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo”.
Y así, esta noche santa,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los expulsos,
trae la aceptación,
doblega a tus jerarcas,
me hace encontrar a Dios en el hombre que amo
y declarar que no hay diferencia
en la santidad de nuestros actos.
En esta noche de gracia recobrada acepta padre Santa
el sacrificio vespertino del hombre y de su lámpara
preciosa
y que la llama del cirio brille inmensa
en la torre elevada de tu cadera con la mía
¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la
tierra, lo humano con lo divino!
¡Qué noche tan dichosa, en que se une lo humano con
lo humano, lo hombre con lo hombre!
Te rogamos, Señor, que la pasión de esta noche
arda sin apagarse hasta la alborada de los tiempos de
nuestra aceptación por tu cobarde Iglesia,
hasta la parusía de ese macho bien amado,
y que haya hombres que amen a otros hombres por los
siglos de los siglos.
Ámen.
El Mollete Literario
15.02.2015
Poesía
Bi
Por Canuto Roldán
BI
Techo de la capilla Sixtina; Génesis, Caída y expulsión
del paraíso; El pecado Original, Miguel Ángel.
Mandamientos diversos
7. Amarás a tu semejante por sobre todas las cosas.
17. Santificarás el baile de los 41, y el día de la
muerte de Monsiváis, y la de Withman y Wilde, el nacimiento de Cernuda y de Arenas, el día de la lucha
contra el sida, el aniversario de todo lo que tenga aniversario de Abigael Bohórquez.
13. Honrarás a Salvador Novo y a Pedro Lemebel.
41/2 No tendrás deseos heterosexuales.
69. No usarás Grindr ni Manhunt y verás con discreción pornografía casera homosexual, de preferencia
interracial con hombres sin cuadritos ni cintura ni ojos
verdes.
69. 69 Fornicarás con la pareja de tu prójimo.
3-5 Harás la edición crítica de Poeta en Nueva York
o la de Supino rostro arriba o la de cualquier joto inédito o mal editado.
1. Te protegerás del sida.
-8. No desearás ser la estrella de la noche en el
Marrakesh, ni una jota poeta laureada, ni una editora
reconocida del mundo joto. Ni todo aquello que brille
más que Harvey Milk pero sin sentido social.
41. No soñarás que el mundo cambia, que tu madre te perdona, ni que tu padre llorando te abraza.
No soñarás que tus compañeritos de primaria te tiran
flores y no piedras. No soñarás que no te corren del
trabajo por ser homosexual. No soñarás que te casas
tantas veces con todos esos amores frustrados por reprimidos que arrastras en el psicoanálisis. No sentirás
rabia e impotencia ante tanto maricón desvalido. No
desearás tener un hijo. No desearás haber nacido raro.
No desearás que te extiendan la mano todos los que te
la niegan porque parece que tienes lepra. No añorarás
la cura del vih. No mecerás la cuna de tu hermanito,
aliviado porque alguien por fin dará nietos. No tendrás
novias para taparle el hocico un rato al qué dirán. No
te masturbarás pensando en tu amigo y tu amiga que
ya son novios, para poder pensar en él mientras le da a
ella. No buscarás salir del clóset. No prepararás psicológicamente a tu familia para la noticia. No aguardarás
a que todo mundo lo pueda asimilar. No tendrás miedo de ser diferente.
César Cañedo (El Fuerte, Sinaloa, 1988), poeta, atleta,
profesor, investigador, actualmente estudia el Doctorado en
Letras en la UNAM, donde ha estudiado su licenciatura y
maestría con trabajos de investigación sobre poetas y escritores marginales mexicanos del siglo XIX, como Antonio Plaza,
Josefa Murillo y Adolfo Carrillo.
Es fundador y codirector del Seminario de Literatura Lésbica
Gay, UNAM y ha sido publicado en Círculo de poesía.
mujer
puedo sentir los golpes
en tu vientre
los pliegues de tu piel
en tu mirada
puedo sentir
tu garganta ahogada
por el ritmo pujante
del delirio
puedo sentir la explosión continua
de tu piel
cuando eres explorada por sus labios
sus palabras también me han acuchillado
sus ojos también me han oscurecido el horizonte
*
en medio al centro y bajo de mí
la ausencia
y la pregunta apretada
cerrada carne
boca entumecida
que aspira por otra
que haga vibrar
mis cuerdas
mis ingles
voraces de voz
de aullido
que inaugure la fuerza de mi sangre
el hervor de mi piel
un largo viaje sin mapa de turista
nauseabundo de bar en bar
*
llegas sin más a hundir tu paso entre mis peñas
no importa mi nombre mi edad mi rostro
abro la boca para aprender tu lengua de violencia
y canto
te escurres y tiemblas sobre mis labios
hasta llenarme todo de licor amargo
salgo sombrío
más negro que el cuarto donde te tuve
lamiendo mis huecos hasta dejarlos
blandos y gruesos como la noche
*
te lamí la barba y el vello
y ya no me encontré en el mirar cenizo de tu culo
no tuve nombre ni dinero que perder
ni siquiera sangre o semen que derramar
me quedé helado
ante la hombría que había aprendido a domar
entre cerveza música y yerba
dentro de mí
apareció la madre con hijo en brazos
saliendo de casa para encontrar qué comer
ya no tenía hambre
mi voz se hizo pequeña y se fue
*
llegué otra vez a casa
sin hombre a mis costados
pero cargando una mujer a mis espaldas
su cuerpo frágil
se había roto entre sus labios y mi cuello
sus muslos se desdibujaban sobre mis hombros
y juntos desaparecimos en mi piel
ojos fruncidos boca apretada
el hambre siempre viene detrás
empujándonos por el camino
*
cansada y ebria también subí los escalones
con inseguro taconear
dos perros me guiaban por la cintura
hasta el bar más cercano para seguir
mirando entrepiernas y bultos
y a lo mejor encontrar una espalda ancha
para navegar hasta la orilla más cercana
salgo en el vértigo de mis escombros
a herir mis ojos con luz y humo
entre música insípida
mareado para dormir sin miedo
en cualquier esquina
pero solo hubo miradas
y una lamida feliz del perro que me llevó
esa noche por un camino inseguro
*
te recogí nocturno y vagabundo
porque así me buscaba yo
hombre errante
de fuerza acallada
y arriesgado clamor palpitando
recorriendo el canal amargo
de sus nalgas
y te encontré más confuso que yo
o que mi fantasma
nos detuvimos en la esquina
sin esperar la cama
ni la luz ahogada de nuestra inconciencia
la noche era más suave que la almohada
tus ojos llanos como el callejón donde nos dimos
la lengua y la sangre de nuestro agujero
como una estrella roja a punto de estallar
sacó una pistola
yo salí nadando
un perro grande y viejo se acercó al río
*
llegó como humo en una iglesia
desnuda me invitó a nadar
nos sumergimos
dos hermosos hombres nos siguieron a lo hondo
y la rodeamos suavemente
como las horas siguen al sol
Canuto Roldán, pasante de la licenciatura en Lengua y
Literaturas hispánicas por la UNAM. Participa con el Colectivo Contra la Violencia, el Arte; asimismo colabora en
el Slam Nacional de poesía de la Red Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura (REDNELL). Actualmente es asesor de inglés en la ONG Enseña por México.
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El Mollete Literario
15.02.2015
Semilla Insólita
Por Lydia Zárate
Autorre-teatro II
Naces de la derrota de las luces,
aprisionando mansamente escenarios mustios
de un alguien desmedido
que persiste en tu imagen,
en tu piel sin ti.
Eres la denuncia taciturna
de tu investidura de ceniza.
Sigues estallando en las manos del tiempo
con tus ojos incendiarios,
con tu vocación de mina insomne.
Eres el caos de la ternura.
La noche guarece su fauna melancólica
en tu follaje doliente.
Regresas con tu lluvia,
a poblar el invierno de algún retrato.
Esta boca es mía
A mi hermana Bertha
Que te avale el silencio esta sutil supremacía de mi
nombre,
que sabe en mi boca como a todas las noches del
mundo,
como a todos los segundos por tu intención mal habidos.
No mutile ya el silencio tu vendimia de palabras,
guarda tu pregón de bolsillo para mejores juramentos:
yo visto como los lirios y escucho como el riachuelo.
¿Ves esta boca de escarcha? Se maduró en la montaña
y su palabra es prédica que anuncia luz de alboradas.
Yo duermo donde de día se fraguan las estrellas,
y de noche con mis manos, ungidas de luz de luna,
confiero al tacto a las cosas condición de Tierra Santa.
No me arrulles el delito, no me emboces la palabra,
no me regules los vientos, no me señales los suelos,
yo vengo de donde nacen sólo criaturas aladas.
Yo no compro libertades ni someto mi palabra
a mejor jurisconsulto que el de mi propio albedrío.
Yo no apalabro destinos, yo no heredo parlamentos,
yo no te rento mis labios... ¡Esta boca es mía!
Este fuego
Esta casa es tan pequeña...
Necesito un tanto de fuego para asirme a estas letras,
para sostener estas paredes enfermas de tanto transitar
mis versos lánguidos.
Hay como una sincronía de silencio en el mudo
arrebato de las cosas,
un posible arrojarse, descolgarse al encuentro con el
tedio, como manzanas.
Este fuego.
Estas gaviotas, el pan,
la mesa en que nos parte a discreción
con su mano de trigo antiguo, proferido.
Necesito unas arañas que descuelguen los ovillos
melancólicos de estas paredes,
necesito tierra húmeda donde arraigar estas horas
furiosas de mis manos,
necesito escarcha,
un sorbo de nube,
morder la neblina inmensa de la noche,
consagrarte como vino entre mis labios.
Llanto
Quien te ha enjugado el llanto aprehende de un golpe
los designios del agua.
Se diría que por lágrimas derramas todos los cristales
de la noche en húmeda procesión de desvaríos, en
febriles desprendimientos de alma.
Se diría que te acuden al rostro, como a su cauce,
todas las esferas de la nostalgia
en pequeñas dosis cristalinas.
Se diría que ha derramado la luna de una vez por
todas su silencio contenido,
que ha llovido el tiempo en tu rostro sus roces
milenarios con la noche.
Se diría que tu lágrima es el imperio donde se fraguan
todas las tormentas irredentas.
Todos los vuelos redimidos.
Fotografía de Lucía López Canales
Razón de la ruptura
Hay sombras como habitantes líquidos
cuando algo se rompe entre las manos.
Desde algún inicio vuelven las pausas y sus lánguidas
investiduras
como templos solos,
como burbujas negras con sus herencias al margen,
como lúgubres atormentados de algún silencio.
Siguen agonizando la escalera y sus derrotas verticales.
Sobreviven las prácticas errátiles de la ternura,
el pasmo, la frágil sospecha en el vientre.
Hay términos inversos en esta escisión fatigada
de manos sostenidas, como infundidas
bajo escenarios fragmentados
que solicitan parentescos, militancias,
adeudos...
Hay distancias delirantes en las grietas vivas,
en los países soterrados,
en los pequeños parajes abismales
del fruto enmudecido
que se rompe entre las manos.
La noche viene de un susto
un salvoconducto de bocas lívidas
que acercan sus esferas al camino que duerme...
Materia dispuesta
Mis manos siguen goteando en el baño
(memorias que manifiestan sus voces
como habitantes
desprendiéndose hacia este lado del mundo).
Para erigir los días visto de aprendiz,
de menesterosa aspirante a un nombre.
O repaso abismada las inconsistencias del vértigo
apilando fantasmas, consumiendo segundos.
Busco la forma de aglutinarme,
de pasarme desapercibida
en los días que faltan para atraparte
entre mis lindes crecidas y las paredes de Junio.
Otra vez llego tarde a la cita con mi rostro.
Sigo acechando las pertenencias de los gatos,
las presencias que se elevan de las sombras como
hogueras,
la albura escanciada, el vaso tendido de la luna.
La noche viene de un susto.
De un llanto de alas recogidas.
Del agua colmada que tiembla en la boca de tu vientre.
Leo tu horóscopo todos los días para saber de ti.
Recupero los peces del tiempo de mi boca.
Me hago un paradero en el vientre
para las distancias de tu oficio ingrávido.
Tu silencio es una ciudadela,
una llama en cautiverio.
Y dispongo a tu azul instilante
mi peligro de mansa superficie.
Tu vientre es una boca lenta,
una órbita de humo.
Textos obtenido del libro Semilla Insólita, Primera edición:
Mayo 2009 Ediciones Torremozas, S.L. Madrid, con autorización de la autora.
Vuelve hasta mí desde tu quieto clandestinaje,
con tu salvoconducto de rostro sobrenatural,
con tu espacio rutilante de nombre que ha muerto.
La noche está tendida en el borde convulso de tu
nombre,
que me toca con su espalda vespertina, con sus
multitudes agazapadas,
con su sereno alfabeto del caos.
Te reconocí por las manos tristes,
por el ruido de viento en el pelo.
Desde entonces,
la noche es un susto de alas recogidas,
un lento temblor de vientre,
Lydia Zárate (México, 1976) Autora del libro Semilla Insólita, publicado por la Editorial Torremozas en España y presentado en la Feria del Libro de Madrid en Mayo del 2009.
Premio Nacional de Poesía “Ramón Iván Suárez Caamal”
2011. Premio de poesía “Griselda Álvarez” 2013. Becaria
del programa “Apoyo de Estímulos a la Producción Artística
2011”, otorgado por el Gobierno del Estado de Querétaro
a través del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes.
Forma parte de las antologías Hijas de diablo hijas de santo:
poetas hispanas actuales (2013) y La república en la voz de
sus poetas (2012). Su poema “Condolencias” fue publicado
en la Revista de la Casa de Las Américas, en La Habana, Cuba,
en septiembre del 2006. Sus poemas han sido publicados en
distintas revistas literarias nacionales e internacionales. Actualmente es Editora de la revista digital La que Arde.
El Mollete Literario 11
15.02.2015
Lo bobo y lo precioso:
Horizontes y profundidades de la edad
Por Paul Martínez
Aunque seguro es imposible dictaminar que la edad
define al individuo, ya como niño, ya como adulto,
y es asimismo discutible que los comportamientos
puedan etiquetarse a partir de la misma, en este breve ensayo propongo una disección arbitraria, partiendo en dos la vida humana, analizando desde dos
únicas perspectivas y tratando de pensar en esos
dos sentidos, por un lado, la infancia y por otro la
edad adulta.
Propongo esta tarea como un ejercicio que ilumine
hasta qué punto la supuesta diferenciación que se hace
del niño y del adulto no es más que una arbitraria disección que hacemos pasar por objetiva, en parte gracias a que damos por obvio que los niños son niños,
que los adultos somos adultos.
Por otro lado, el tema seguramente no es en absoluto nuevo, así que en buena medida intentaré que
cuando menos la perspectiva resulte interesante.
El presente
La infancia nunca cede, porque en ella todo es una
verdad inmediata, no hay una existencia más allá del
presente, y el pasado es tan cercano que todo queda al
alcance de la memoria inmediata, de los apenas diez
años que fácilmente pueden ser rastreados en el álbum
familiar, en la charla de los padres, con otros padres,
sobre las vacaciones pasadas. En los amigos que se recuperan al final del verano y en los que se dejan ir porque
se terminó el verano y hay que esperar al siguiente.
Es un territorio horizontal donde no se crece, se
expande, las experiencias no se acumulan, se consiguen, no hay una jerarquización de las mismas, todas
contienen el mismo valor y sólo eventualmente pueden llegar a individualizarse en el momento exacto en
que se están viviendo. Porque en el terreno del pre-
Fotografía de Monserrat Méndez Pérez
sente indeterminado, todo es al mismo tiempo, y en
consecuencia tiene el valor en tanto es aprehendido.
A contraparte, la edad adulta siempre está cediendo, pierde territorio ante la certeza, cede también su
tiempo presente y su existencia se basa en la tensión
que existe entre el pasado y el futuro.
Un terreno vertical en absoluto, no hay lados en la
edad adulta y siempre se está encima o debajo de algo.
Las experiencias ya no se adquieren, en todo caso, se renuevan, se utilizan o se acumulan, nada es completamente nuevo y depende siempre de la tensión que exista entre
lo que ya se ha vivido y lo que se pretende poder vivir.
Los pares
Ya anuncié al comienzo que esto se trataba más
que otra cosa, de una disección, abrirle la panza a la
edad para ver qué es lo que se queda de un lado y qué
del otro.
El tiempo vivido, la perspectiva cardinal, la sensación de acumular o utilizar, son algunos. El juego y la
seriedad, la acción y la consecuencia, la expansión y
la escalada.
La infancia, en su horizontalidad, es un territorio del
que nunca se sale, todo ocurre en ese momento que llamamos infancia y que dura exactamente lo que tarda en
llegar la edad adulta. Sería sencillo considerar que existe
una tercera opción, la adolescencia en este caso, sin embargo, intento pensar desde el comienzo y vuelvo nuevamente a la única dialéctica posible para el niño que
fui, y para el que sólo existen los grandes y los chicos.
Así, el mundo se reparte entre lo bueno y lo malo,
los grandes y los chicos, los que ya saben y los que
todavía no.
La infancia en comparación con la edad adulta, resulta cardinalmente opuesta, el niño no pretende crecer,
el deseo de hacer cosas de grande no puede ser visto
sino como la posibilidad de ser niño en otro papel. El
adulto en cambio, sabe que crecer es inevitable, se ha
dado cuenta de que ya no es el niño que fue, que el
mundo en que habita se ha convertido en un territorio
vertical, donde se sube o se baja, pero es imposible ir
hacia el costado. La expansión es así, una habilidad de
la infancia, la escalada, de la edad adulta.
El juego en tanto actividad propia del niño, y como
actitud ante el universo y hacia sí mismo; la seriedad
distintiva del adulto, aplicada a sus actividades. Con
las cosas de los grandes no se juega, las cosas de los niños
no pueden ser tomadas en serio.
Las acciones son obras tangibles, vasos comunicantes del sentir y el ser interior del ser humano, el
comportamiento de tal o cual nos revela su actitud, su
seriedad, su ingenuidad, su punto cardinal y referencia hacia el universo en el que se mueve. ¿Qué hace y
cómo lo hace? ¿Cómo se ve que lo hace?
Las consecuencias aparecen como una respuesta a la
acción, un reflejo o mejor dicho, una interpretación un
tanto ajena a aquel que ha realizado la acción. La consecuencia de un acto no depende ya del todo de aquel que
ha obrado, sino en buena medida, de la recepción que
se le dé a esa acción por aquellos que la sufren.
Aunque evidentemente este par es imposible disociarlo, y todavía es más exagerado disponerlo como si
fuesen propios de una u otra edad. A riesgo de caer en
una arbitrariedad poco plausible, los utilizaré como
tal, en principio porque la acción es siempre un origen, y ocurre sólo en tiempo presente, ese territorio
que ya definí con anterioridad como propio de la infancia; la consecuencia en cambio, se da en el terreno
de lo probable, el futuro en tanto posibilidad de diálogo con el acto, una interpretación que se desplaza
en el tiempo vertical de la edad adulta. Y como un
último argumento, porque es en este terreno, donde
ha nacido la pregunta generadora de esta reflexión,
en ese espacio poco visible, donde se da la transición
temporal del tiempo vivido.
De este modo puedo colocarme en ese intermedio, donde el acto presente, abandona su origen para
trasladarse a la interpretación que de él se hace, ya sea
por el mismo actor, o por aquellos que acuden al acto
como observadores.
¿Cómo distinguir un acto infantil de un acto adulto?
Usualmente damos por obvio, que el hecho mismo
de que la acción realizada por un niño o un adulto,
definen la acción misma, lo que hacen los niños es cosa
de niños, lo que hacen los adultos es por tanto cosa de
adultos. Hacemos incluso, una suerte de división entre
lo que los niños y los adultos pueden o deben hacer,
esperamos un comportamiento de niño y uno de adulto
que corresponda con cada uno, sin embargo, no hay
que ser demasiado observadores, para darse cuenta, de
que en la cotidianidad no existe tal diferencia. Entonces
¿Cómo distinguir cuándo una acción es propia de la
infancia y cuándo es propia de la edad adulta? ¿Dónde
termina el juego y comienza la seriedad? ¿Cuándo nos
expandimos y cuándo escalamos? ¿Somos acciones o
consecuencias? ¿Experimentamos o recreamos?
Para intentar responder estas preguntas, habría
que situarnos en un terreno intermedio, en el presente
constante de la infancia con la actitud seria de la edad
adulta, o bien en el juego infantil de las preguntas, intentando una respuesta que nos traslade al terreno de
la consecuencia, siempre futura, del adulto.
Situación imposible de comprobar, ¿cómo saber,
por ejemplo, que este texto no es sino una broma infantil? ¿Cómo saber también, que el lector ahora mismo no se entrega al juego de leer sin pretender mayor
consecuencia? O por el contrario, es posible que ahora
mismo este texto se escriba con seriedad y se pretenda
alcanzar consecuencias (cualesquiera que fuesen), o
que el lector asimismo se aproxima a esta lectura como
consecuencia de sus experiencias, es decir, atraído por
la recreación de la experiencia lectora.
12
El Mollete Literario
Seguramente es imposible determinarlo. Como
también sería imposible establecer una postura objetiva con la mayor parte de lo que nos sucede. Es probable que sólo un par de acontecimientos puedan ser
juzgados con “cierta objetividad”: Nacer, que siempre
será un verbo infantil, y Morir, que es una acción de
grandes. En el intermedio se encuentra todo eso que
llamamos vida, y ante la cual, al menos en la experiencia personal, resulta imposible dictaminar en dónde
se trazan las fronteras, o si acaso existen las fronteras
entre el niño y el adulto, si no somos en todo momento adultos y niños.
Se podría decir que en todo caso, depende apenas
de una actitud, una postura ante lo que ocurre. Imagino por ejemplo al empleado bancario como un niño
que juega a contar el dinero, un presidente niño que
rige infantil y caprichosamente la vida de una nación,
un médico que juega con la vida y la muerte. Un niño
que se pregunta con seriedad sobre su futuro, un niño
que vislumbra el hecho de que los tiempos cambian,
que se da cuenta de que resulta peligroso estar en las
calles o salir de noche, que se cuestiona sobre su propio futuro, un niño midiendo las consecuencias de
sus actos.
Imposible dictaminar la existencia de estas dos
perspectivas, imposible también dictaminar su no
existencia.
A modo de conclusión y ante la imposibilidad de
responder las preguntas que se acontecieron, parece ser que no me resta más que resumirme al hecho
generador de este texto. La sensación de traslado, la
subrepticia toma de conciencia de la existencia de un
mundo vertical, el encontrarme de pronto, frente a un
grupo al que antes pertenecía y del que ahora soy la
contraparte.
En todo caso, ese “juego de roles” que disponemos
todos los días, ya con seriedad, ya como un pasatiempo, terminan por definirnos en principio ante nosotros
mismos y en consecuencia ante los demás.
Cierro con unas palabras que tomo prestadas del
poeta Juan Gelman, de su poema El juego en que andamos y que consigue transmitir la sensación de estar en
juego demasiado serio. El de vivir.
“[…]
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.”
Paúl Martínez Facio (Lagos de Moreno, 1982). Es egresado de la Lic. En Humanidades por la Universidad de Guadalajara, formo parte del Colectivo de Dos, en donde se ha
dedicado a fomentar la lectura a través de eventos literarios.
Ha colaborado en el proyecto Atentados Poéticos: Poesía por
Ayotzinapa, el blog Pristina en el cual se han publicado algunos de sus textos y que se dedica a difundir nuevas voces
poéticas, así como en la revista electrónica Es lo Cotidiano,
donde también ha participado con poemas.
También ha participado en Los Idus de Marzo Revista Literaria, de la cual es miembro y fundador, y es parte del Comité Editorial y que recién presentamos nuestro sexto número
en la Otra Fil de la ciudad de Guajalajara.
Actualmente tiene un poemario en conjunto con otros
tres escritores titulado Pieza de paso y ya se encuentra en dictamen para ser publicado por la Universidad de Guadalajara.
Ha presentado ponencias en varios congresos, y en los
Encuentros de Estudiantes organizados por la REDNELL.
Actualmente se encuentra a cargo del Taller de Escritura
Creativa en el CU Lagos de la Universidad de Guadalajara.
15.02.2015
Memoria de un personaje
que no existe
Por Ulises Casal
Unos
Un tigre enjaulado en una mirada,
una ventana, un gesto,
un coraje, un cielo blando,
una luna colgada al cuello,
un nice to meet you falso
un quizás, un pronto,
un abrazo, una fotografía en decadencia.
Un olfato, un sueño, un sonrojo,
un puchero, un intento,
un delirio (el mismo), un fanático,
una hora, un sollozo, una caricia,
una pausa, una idea, una entrada,
un corazón, un destierro, un fantasma.
Una lágrima, una pluma, una flor amarilla,
un paso, un botón, un esperma, un saludo,
un discurso, un engaño, una frase, un regalo,
una canción, una araña, un rencor,
un cobarde, una locura, un instante,
un ayer, un puño, un silencio,
una fotografía, un absurdo, una cuchara,
un hasta mañana, una gota, una nube,
un grito, un secreto, una puerta,
una almohada, un perro,
un berrinche, un porque, una muerte,
un sí quiero, un anciano enamorado,
un artista, una voz estúpida,
un labio, una cobija, un deseo,
un producto, un viajero, una Luna (solo una),
un espacio, una célula, un pan,
un milagro, una tierra, un aplauso,
una compañía, un diluvio, un náufrago,
un mago, un lobo triste, un cobarde,
un perfil, un peón, un balón,
un tesoro, una broma,
un orgasmo, un horizonte... un te amo...
... unos de los inicios de un día.
Sed
Soy de los hombres
que se pasan la vida
viviendo con la sed
de un pez.
El poeta
El poeta es la suerte desalmada,
una ciudad que nunca será encontrada,
el espejo de una memoria que miente,
el recuerdo de quien no existe.
El ladrón de la verdad,
el testigo de la sangre que brota
por la herida,
la ceniza que aspiran los sonámbulos.
El poeta es un hipócrita
que piensa que si habla de un sueño
de verdad es un sueño.
Iluso que cree que puede hacer soñar
a quien lo lee,
El poeta es un destino
que no obedece a su camino.
Ulises Casal (Estado de México, 1988). Estudió
periodismo en la Facultad de Estudios Superiores
Acatlán, de la UNAM. Profesional en el periódico
La Crónica de Hoy como coeditor y reportero de
espectáculos con especialidad en cine y música,
crítico de cine en su sección de opinión La pluma y
la lente en el mismo diario, cronista en la revista radiofónica Crónicas de Asfalto y apasionado y adicto
de la poesía, el séptimo arte, los viajes, la noche, el
amor, la comida y la cerveza, siempre inspiradora.
El Mollete Literario 13
15.02.2015
Reseñas literarias
Por El bolillo escéptico
El fin de poder. Moíses Naim. Editorial Debate.
2014. 440 pág.
El poder está cambiando de manos: de grandes
ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a ágiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas. Pero también está cambiando en sí mismo: cada
vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder. El
resultado, como afirma el prestigioso analista internacional Moisés Naím, es que los líderes actuales tengan
menos poder que sus antecesores, y que el potencial
para que ocurran cambios repentinos y radicales sea
mayor que nunca. En El fin del poder, Naím describe
la lucha entre los grandes actores antes dominantes y
los nuevos micro-poderes que ahora los desafían en
todos los ámbitos de la actividad humana. La energía iconoclasta de los micro-poderes puede derrocar
dictadores, acabar con los monopolios y abrir nuevas e increíbles oportunidades, pero también puede
conducir al caos y la parálisis. A partir de nuevos y
provocadores estudios y de su experiencia en asuntos
internacionales, el autor explica cómo el fin del poder
está remodelando el mundo en el que vivimos.
Feria Internacional del Libro.
Palacio de Mineria. México.2015.
La XXXVI edición de la Feria Internacional
del Libro del Palacio de Minería (FILPM) tendrá en su programación mil 506 actividades, el
estado de Hidalgo será el invitado de honor y
ofrecerá 125 eventos artísticos y culturales. Se
llevará a cabo del 18 de febrero al 2 de marzo y
habrá 269 charlas y conferencias, 16 conciertos, 110 lecturas y recitales, 80 mesas redondas,
35 talleres, 21 firmas de libros y una exposición.
El total de actividades, 607 corresponden a
presentaciones que harán las diversas editoriales, que ofrecerán una amplia oferta cultural
para niños, jóvenes y adultos de manera gratuita; así mismo este año se celebrará el centenario del nacimiento del caricaturista Gabriel Vargas (1915-2010), creador de “La familia Burrón”,
y de los escritores Edmundo Valadés (1915-1994)
y Rafael Bernal (1915-1972), entre otros.
La feria se podrá visitar de lunes a viernes
de 11:00 a 21:00 y los sábados y domingos de las
10:00 a las 21:00 horas. El precio de entrada es
de 15 pesos de lunes a viernes y de 20 los sábados y domingos. Entran gratis los menores de
seis años y las personas con alguna capacidad
diferente.
Pensándolo bien, pensé mal. José Madero Vizcaino.
Castellano Editores. 2014. 335 pág.
Del cantante José Madero, vocalista del grupo
Pxndx, en este, su primer libro, plasma algunas de las
malas decisiones que tomó en la vida para volverlas
reflexivas. El libro no es del todo una autobiografía
pero tiene como premisa mostrar esas vivencias que
hicieron que el autor regresara al camino correcto. El
libro está dividido en capítulos y son anécdotas que
tienen una reflexión y moraleja.
¿Donde estás corazón?,
Alfaguara, 2014
Beatriz Espejo, escritora veracruzana que
combina la belleza y la perfección en su
obra literaria, nos presenta ¿Dónde estás,
corazón?, su más reciente libro, el cual
proporciona un viaje antropológico por
el siglo XVIII, donde Baltasar de Zúñiga y
Guzmán fungía como virrey de la Nueva
España y donde tener una hija “religiosa”
es cosa de categoría social.
Un convento con acceso a mujeres
indígenas, pero no cualquiera, sino hijas
de caciques, educadas en la lengua Castellana, repudiadas y solteronas que puedan proveer al convento de prestigio. Un
escrito terriblemente visual que destaca
por una excelente investigación, donde
ningún detalle escapa a la realidad y te
sumerge en el siglo, cuando la discriminación social, sobre todo de la mujer, la do-
ble moral y los hecho históricos, revelan
nuestro pasado y dan contexto al presente.
Beatriz espejo ha participado en el taller
literario de Juan José Arreola, y ha generado una muy destacada obra, donde destaca Muros de azogue (1979), El cantar del
pecador (1993), La hechicera (1995), Alta
costura (1997), Todo lo hacemos en Familia
(2001 y El ángel de mármol, antología personal (2008), entre muchos otros como colaboraciones, sin olvidar aquellos relacionados intrínsecamente con el arte mexicano.
El libro fue editado por Alfaguara y
conjuga la realidad con la ficción y la lengua castellana hace gala en cada uno de
sus capítulos, por lo que recomendamos
ampliamente a los lectores a no dejarlo
pasar por sus ojos voyeristas sedientos de
visiones del pasado.
14
El Mollete Literario
15.02.2015
El diablo hizo al mundo
en menos días que Dios
Por Ximena Cobos
E
l Diablo hizo al mundo,
su mundo, en menos
días que Dios. Por eso yo
me siento a escribir cada
noche unas horas dedicádamente
a ver si tengo la clarividencia o la
tremenda borrachera para que mi
mundo quede listo al fin. A veces
siento que no lo estará nunca, otras
que cada día ha sido la estructura
y la materia de él. Como esa noche
en que te conocí en aquel café, que
tanto tiempo fue mío, hace ya casi
un año.
Y aunque en aquellos días no pensaba en escribirte un cuento, jamás pensé tampoco que la historia
se trataría de idas y vueltas, de vaivenes nocturnos y
despedidas agrias. Sin embargo, irse a veces también
implica regresar. Aquella, la primera vez que intentaste
con todas tus fuerzas alejarte de la persona que soy, fue
el momento justo en que, como en los días de mi juventud, supe nuevamente cómo se siente que te rompan el corazón, que se te caiga en pedazos fríos entre
lágrimas directo al estómago donde quema de dolor.
No obstante, nada en ese hecho tan lleno de vacíos en
el alma me hizo largarme, aunque sé que titubeé.
Al armar un mundo traje conmigo, como todo diablo sensato, la esperanza, qué otra cosa podía acompañarme en esta tarea ardua de construir uno a la
manera, no de Dios, sino mía. Llevé a nuestra cama
ese posesivo plural; a tu cuarto detalles que se fueron sumando a un ambiente lleno de mi aroma en las
mañanas y a tus mañanas sabor a mi y respiración en
calma. Pero un mundo no se forja de detalles y nuevas
palabras, necesita cimientos. Entonces te amé, te amé
a pesar de la desdicha a corto y largo plazo venida de a
rápido como el mismo amor. Te amé con todo y tu resistencia a que lo hiciera y dejé inscrita en tu pared que
mi demonio pelearía contra todos los que tú quisieras
enfrentarlo. Pequeño, enclenque, desgarbado, bajo de
peso y con ojeras, aún así enfrentaría el ejército de
dolores, temores, desconfianzas y traumas que tenías
contigo y que yo no había puesto en tu cabeza. Así,
resistí como un roble a tus celos sin sentido que no
esperaba que tuvieras.
No obstante, aún recuerdo pequeños sucesos en
la vida que me fueron ligando poco a poco a ti, a tu
aroma, a tu figura, a tu sonrisa de niño travieso, a tu
voz de galante caballero y tu modo calmo de no me
odiar. De entre todo, a lo que más aprecio le tomé fue
a tu sonrisa. Por eso es que, bajo este recuerdo y con
la noche que te caracteriza, ahora mismo no alcanzo
a comprender cómo suceden las cosas en el mundo,
porque no fue sino contigo que las verdades irresueltas
me dieron con la puerta en la nariz y supe que no era
buena para construir bases ni armonías.
En la tarea diaria del Diablo estaba el entregarse.
Menos astuto que un dios, quizá, dejó que las cosas
naturales, los cruces de caminos, las enredaderas mentales y la inocencia de un encuentro en un café, se
convirtieran en los hechos más confusos y sencillos en
que se fundara un amor que te entregó.
Pero esto no es algo que se supo de un tirón. La
comodidad de los días no es siempre la totalidad de
un mundo, menos cuando es incierta toda emoción
en sus habitantes. No pretendí nunca ni intentaba por
ningún motivo instalarme en la paranoia, al contrario, esperaba que por una única, primera y definitiva
vez en la vida las cosas marcharan dentro de la mayor calma posible. Pero algo se rompió. Mi seguridad,
pilar fundamental de la sanidad emocional, se fue al
carajo aquel día en que terminé sin parar de llorar y
empapada en una estación del metro esperando a que
llegaras a recogerme, cuando horas antes te marchabas
sin mirar atrás y yo trataba no sentir que mis intentos
se desmoronaban junto a mi corazón y mis paredes de
mundo anquilosado, eternamente anquilosado.
Intenté de nuevo cada día de casi un año, persistí
en mi tarea de ganarle al tiempo los segundos para
que pudieras quedarte conmigo. Conté historias, armé
tramas, intenté no escribir de dolores ni derrotas, no
llorar ni pensar historias de amor que se iban al demonio en violentos días y oscuras tormentas de locura y
odio. Traté de amarte sin dudar de tu cariño, pasar los
días disfrutando tus dedos sobre el piano en tu habitación. Pero me perdí, no sé si dejé que me venciera
o simplemente los hechos reales son que no se puede
uno salvar. Lo comprendí aquella tarde en que me iba
poniendo la ropa y tú tocabas a Chopan. Así es, tan
dulce y doloroso; desgarrador y feliz; tan ayer, tan hoy
y tan mañana; un niño, un adulto y una dama; lo es
todo, es un todo contenido en las notas que los dedos
pueden construir. Así es el amor, tan todo y tan nada.
Te amé. Te amé rápido y desesperadamente, te quise mío como a nadie quise jamás, porque esta vez puse
la paz que antaño me faltara. Me di en el mejor intento
de poesía, tratando de no caer en los charcos que había
dejado a mí alrededor. Pero sigo siendo lluvia, tanta
como puede caer el último día que uno llora con el
mayor dolor del mundo, el dolor de amar. Terminé
en historia trágica. Por lo demás, no habrá lector que
quiera enterarse de cómo desanduve tus calles, cómo
dejé de verte y de sentir tu piel. No hay ya nadie en
el mundo a quién le interesen las historias que inician
siendo bellamente temblorosas y acaban en el caos que
es uno mismo.
Te regalé mis movimientos, alguna vez los intentaste regresar, luego fui yo quien te los arrebató sin
furia pero con todo el derecho que me daba ser yo.
Creo que nunca reparaste en ellos de verdad, en el
sentido que tenían en sí mismos y en lo que significaba que te entregara mi universo: te estaba dando mis
cambios, mis etapas, mi historia de emociones como
muestra de quién era yo hasta llegado el día en que
te vi. Pero para ti fue sólo un detalle curioso, parte
del show que parecía ser esta mujer. Te di el último
dibujo que hiciera el conejo antes de llegar a tierras
lejanas esperando encontrar un hogar. Hogares hay
muchos, el que la vida hace para ti en casa de tus padres es el que todos conocemos, pero yo quería una
cosa para construir. Una decisión que posiblemente
uno no debe tomar a los veinticinco.
Ahora no sé cuál fue mi error, sé que tú si lo sabes.
Por mi parte, en esta muerte de enveneno, me quedo a
raya de la vida, sin esperanza ni espera, sin búsqueda
ni atino de encuentro. Me ganó el tiempo o me dejé
ganar. Te perdí aunque hubo días en que las calles nos
vieron sonreír, días en que me mirabas con un amor
que siempre contuviste, que lo sentías y te negaste a
darme por miedo a que fuera la peor de las mujeres del
mundo o la mejor. Pero no hay reclamos, sólo tardes
inenarrables porque no hay trama en los meridianos
pues no llegamos hasta allá. No hubo París ni Portugal. Tengo tu guitarra a la que le puse la cuerda que
rompí. Léase como lo único que he podido reparar
entre nosotros.
Ximena Cobos CRUZ (“para no olvidar el puerto que le
puso a mi sangre la necedad de buscar calor a toda costa) es
una mujer que a sus 26 años busca titularse de la carrera de
Letras Hispánicas, pero que, ya que la única montaña rusa
a la que me he subido es a la de las emociones, escribo en
todas las hojas que me encuentro textos muchas veces ininteligibles. Por ello, me declaro una de las categorías faltantes
en el Manifiesto Infrarrealista de Mario Santiago Papasquiaro: El Caos Total. He publicado en dos ocasiones en la revista
Letras de Reserva, pero manejo un blog junto a un amigo
en el que, creyente fervorosa de que un escritor, antes de
ser leído, necesita generar un público, busco acercar a cualquiera que se deje con mis textos a los autores que me han
construido”, así se autodefine nuestra colaboradora.
El Mollete Literario 15
15.02.2015
De mi Cuaderno de apuntes
¿Lo mismo pero diferente?
Por Margarita Salazar Mendoza
S
eguramente todos ustedes
conocen, aunque sea por
lo famoso de la obra, la
Odisea, del griego Homero.
Pero me atrevo a decir que no todos
están enterados de otras obras que
reciben el mismo nombre, entre
las que se encuentran Odiseo, de
Agustí Bartra, y el Ulises de James
Joyce; claro que existen otros
textos que se han creado a partir
del protagonista de la epopeya
homérica. Veamos, por lo menos
panorámicamente, las similitudes y
diferencias entre tales creaciones.
Empecemos por el principio, allá por el siglo VIII
antes de Cristo. La Odisea de Homero fue escrita en
griego, contiene unos diez mil versos hexámetros,
aproximadamente; la historia está organizada en 24
cantos. Narra el viaje de regreso de Odiseo (también
conocido como Ulises), después de haber participado
en la guerra de Troya, a su isla natal, Ítaca. Durante el
trayecto, que dura unos diez años, vive un sinfín de
aventuras, algunas de ellas muy conocidas –recuerdan
seguramente las sirenas o los cíclopes–.
Durante los siglos XVI y XVII aparecieron innumerables obras que toman como eje principal el viaje
de Ulises. Podemos citar, sólo como ejemplos, El mayor encanto, amor, de Pedro Calderón de la Barca, y
La navegación de Ulises, un auto sacramental de Juan
Ruiz Alceo.
Alfred Tennyson, poeta británico (1809-1892), escribió en 1833 un poema titulado “Ulises”, que se publicó en 1842. Está compuesto de setenta versos blancos, que funcionan como un monólogo dramático. En
ese texto el protagonista relata su descontento y su
nerviosismo cuando ha regresado a Ítaca; en el ocaso
de su vida desea volver a viajar y seguir explorando el
mundo, sin importar que se haya reencontrado con su esposa, Penélope, y
su hijo, Telémaco.
A principios del siglo XX,
el griego Konstantino Kavafis
compuso el ahora muy famoso
poema titulado “Ítaca”. Lo incluyo aquí porque vale la pena
leerlo.
Cuando te encuentres de
camino a Ítaca,
desea que sea largo el
camino,
lleno de aventuras, lleno de
conocimientos.
A los Lestrigones y a los
Cíclopes,
al enojado Poseidón no
temas,
tales en tu camino nunca
encontrarás,
si mantienes tu pensamiento
elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu
cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los
Cíclopes,
al fiero Poseidón no
encontrarás,
si no los llevas dentro de
tu alma,
si tu alma no los coloca
ante ti.
Desea que sea largo el
camino.
Que sean muchas las
mañanas estivales
en que con qué alegría,
con qué gozo
arribes a puertos nunca
antes vistos,
deténte en los emporios
fenicios,
y adquiere mercancías
preciosas,
nácares y corales, ámbar y
ébano,
y perfumes sensuales de
todo tipo,
cuántos más perfumes
sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a
muchas,
aprende y aprende de los
instruidos.
Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.
Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías
emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.
Y si pobre la encuentras,
Ítaca no te engañó.
Así, sabio como te hiciste,
con tanta experiencia,
comprenderás ya qué
significan las Ítacas.
En 1922 aparece el Ulises
de James Joyce. Considerada
como la mejor novela inglesa,
por algunos críticos –como
Umberto Eco– pero sobre la
que pesan también juicios
negativos –como el de Vir-
ginia Woolf–, esta extensa
obra consta de 18 capítulos; otros estudiosos presentan su estructura dividida en tres partes, dejando
tres piezas en la primera, tres
en la última, y el resto en la
segunda. Efectivamente, Joyce
organizó su texto en 18 episodios, pero no olvidemos que
los eliminó al momento de publicarla. El 11 y el 12 corresponden a “Las sirenas” y “El cíclope”,
respectivamente. Para que nos
demos una idea de su extensión
basta decir que la mayoría de
las ediciones tienen entre 800
y mil páginas. En ella se cuentan las aventuras por la ciudad de Dublín, del irlandés
Leopold Bloom.
A mediados del siglo XX,
el barcelonés Agustí Bartra
escribió su propio Odiseo. Él
armó su texto en cinco partes
y mezcló algunos versos
con, principalmente, prosa.
La primera está, a su vez,
subdividida en 12 piezas, entre
las que se hallan tres tituladas
Los cíclopes, Polifemo y Las
sirenas. Además de que, sólo
aparecen los pasajes más
conocidos de la obra homérica,
Bartra recrea, poéticamente,
el litoral soleado y arenoso,
con sus olivos, cipreses, pinos, higueras, y la marina
Ítaca con sus oscuras barcas, sus muros blancos y
sus gaviotas; es el escenario mediterráneo. Algunos
críticos dicen que ésta es versión poética moderna de
la Odisea; obviamente yo no estoy de acuerdo con tal
calificativo.
Durante la segunda mitad del siglo XX las obras
relacionadas con ese asunto, Ulises de regreso a su
hogar, han continuado surgiendo, sólo que las de
este momento tienden a ver la historia desde la óptica de Penélope. Así, encontramos tres textos dramáticos: La tejedora de sueños (1952), de Antonio
Buero Vallejo; ¿Por qué corres, Ulises?, de Antonio
Gala estrenada en 1974; Ulises no vuelve (1983), de
la madrileña Carmen Resino de Ron; y un libro de 16
poemas de la también española Ana María Romero
Yebra, El llanto de Penélope, de 1998. Podemos concluir este recorrido en el 2005, con la aparición de
la novela La penelopiada, de la canadiense Margaret
Atwood.
Todas estas obras que hemos propuesto recuentan la historia clásica y proponen una nueva mirada al conocido mito. Han sido llamadas versiones,
adaptaciones, refundiciones. Genette, por su parte,
ha hablado de las relaciones transtextuales, entre las
que destaca la intertextualidad. Mas este grupo de
obras merece otra explicación, por supuesto, argumentada.