El Mollete Literario www.noticiastransicion.mx [email protected] Director: Carlos Ramírez Sístole y diástole del susurro etéreo del inconsciente, lápiz sobre papel, Autor: Mathieu Domínguez © 2015 Febrero 15, 2015, Número 18, Tercera Época Sobre el universo onírico y el arte de escribir: Almohada para los poetas Por Luis Flores El Mollete Literario En Mollete Literario, la creatividad variopinta En este número de El Mollete Literario se expone la literatura variopinta en formato digital. Se trata de 16 hojas que se pueden arrancar una por una y devorar. Luis Flores nos invita a formarnos en la fila del universo onírico en espera de la sustanciación, literaria y emocional. P.I.G y Villavicencio arrancan pieles viejas y reestructuran nuevos “yo” mientras que Enciso juega con lo oscuro y la esperanza que hay en cada uno. Paul Martínez disecciona las edades, mentales y emocionales, del desarrollo humano, a la par que nuestros colaboradores poetas abren mentes y corazones. Y hay más, mucho más. Querido lector, avanzamos, nos movemos y no pararemos. Por eso los invitamos, una vez más, a degustar El Mollete Literario. Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General [email protected] Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial [email protected] Libro de amor Por Luy Monserrat Méndez Pérez Jefa de Edición Consejo Editorial René Avilés Fabila Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Mathieu Domínguez Pérez Diseño Raúl Urbina Asistente de la Dirección General Índice 3 Vacío vital Cuento Por Ene Riaño Por P.I.G. Marco Villavicencio y Samuel Enciso 4 12 Por César Cañedo Memoria de un personaje que no existe Por Ulises Casal 6 Bi Letras Torcidas 8 Almohada para los poetas 9 Por Canuto Roldán Reseñas literarias 13 Por El bolillo escéptico El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A. y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 15670. Certificación en trámite por la Asociación Interactiva para el Desarrollo Productivo, A. C. Por Luis Flores Romero Lo bobo y lo precioso Semilla Insólita 10 Por Lydia Zárate El diablo hizo al mundo en menos días que Dios 14 Por Ximena Cobos Las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Sí están allí es para que podamos llegar a otro margen. 11 Por Paul Martínez ¿Lo mismo pero diferente? 15 Por Margarita Salazar José Saramago El Mollete Literario 15.02.2015 Vacío vital Por Ene Riaño T endremos que hacer algo mientras llega el colapso… Vayamos a la cornisa del rascacielo más alto e imponente —aquel con la tecnología más sofisticada—parémonos en ella, finjamos lanzarnos en el intento desesperado por conseguir la eternidad sublime pero no, no lo hagamos. Observemos nada más. Sí, hemos visto demasiado y aún no es suficiente, nada nos es desconocido, hemos tocado fondo y mientras esperamos por el fin, nos rascamos las entrañas con nuestras garras afiladas. Todavía hay vestigios de la reciente pesadez, es éste el punto de unión conectiva con el pasado, la colección de actos consumados plasmados en recuerdos y el inevitable-crónico deseo anhelante por llenar futuros álbumes con estampa de memoria. Y aunque quere- Fotografía de Monserrat Méndez Pérez mos perdernos con todas las intransitables cavidades y el encableado cerebral de nuestra prisión corpórea, la inquietud de ver qué hay más allá de las entrañas de la realidad atroz y devoradora, así como de la imperturbabilidad de nuestros seres nos anclan. Nos quedaremos aquí, gracias al ansia y a la cruel condena que nos brinda la sed de conocimiento que nos estigmatiza cual pecado original, gracias a la aberración, al desencanto, a la desesperanza generada por el nihilismo que nos controla. Nos quedaremos instalados en las butacas de este cine 3D con megapantallas y de permanencia voluntaria forzosa, tendremos que sujetarnos con fuerza sansónica y no pararnos por botanas de quinta categoría que irriten nuestros estómagos. La película que vemos es híbrida y se llama “Espectáculo grotesco de la existencia humana” (u odio sin esperanza). En los medios tiempos y en los momentos de distracción o aburrición tendremos que entretenernos, imaginando algo más lejano y antiguo: un teatro. Y jugaremos para no levitar a causa de nuestra ligereza. Sí, escenificaremos dramáticamente la tragedia más triste que se nos pueda o se nos puede ocurrir, nos aferraremos a la más mínima lágrima que corra por nuestras mejillas. El vacío vital aún puede disfrazarse de dolor agonizante. La megapantalla continúa encendida, la cinta parece interminable, mas el que estemos aquí, encerrados en la sala, no quiere decir que tengamos que ver o prestarle atención al filme, basta con ignorarlo o evadirlo o maldecirlo. Pronto el proyector se atrofiará y el cine se incendiará, habrá muchos gritos (probable es que sean de pura felicidad). Los bomberos no podrán hacer nada… jajaja. De aquí que llegue ese momento, o mientras decidamos escaparnos por la salida de emergencia, por favor, disfracemos de dolor agonizante nuestro vacío vital. *Publicado por primera vez, con el título de “Odio sin esperanza”, en Cocainazine, 2008. Fotografía de Monserrat Méndez Pérez Nallely Pérez Vargas, Ene, como prefiere llamarse, estudiosa del decadentismo americano, actualmente se desempeña como correctora de estilo. 3 4 El Mollete Literario 15.02.2015 Cuento Desprendimiento Por P.I.G. Esa noche Sofía cumpliría uno de sus mayores anhelos en la vida: casarse. Estaba completamente decidida, pero estaba también nerviosa. No le importaba que el banquete fuera servido a una hora no programada, ni si los invitados no llegaban, mucho menos si no se abarrotaba la mesa de regalos. Es más: le preocupaba poco o casi nada que su futuro esposo luciera elegante para tan importante evento. Sólo deseaba verse hermosa ante los demás, libremente hermosa. En el transcurso de la tarde, luego de un baño largo en el que reflexionó sobre lo que dejaba atrás y lo que conseguía con el matrimonio, Sofía se sentó en la orilla de su cama para, como cualquier mujer, afinar los detalles de su apariencia: crema humectante, barniz, sombra, loción; aprovechó para arrancar de tajo uno que otro vello irregular en el cuerpo. Al repasar sus manos, se percató de un diminuto pedazo de piel desprendido bajo la uña de su índice izquierdo. Clara señal de nerviosismo, pensó. Intentó arrancarlo, pero sus uñas, recién pulidas, le impedían hacerlo con facilidad. Después de algunos intentos logró deshacerse de esa imperfección en su piel, pero al hacerlo desprendió un pedazo de piel más grande, lo que le ocasionó una pequeña herida desde la que comenzaba a manar, casi de manera imperceptible, sangre tibia. Nerviosa y desesperada como estaba, Sofía chupó su dedo, succionó para tragar toda la sangre muerta y pasó su lengua por sobre la herida para, según ella, permitirle sanar con mayor facilidad. Lo único que ocasionó fue un brote mayor de sangre y de nueva cuenta un desprendimiento de carne. Lo miró con repudio y, sin pensarlo, jaló esta vez con más fuerza. Lanzó un alarido de dolor al sentir cómo una línea considerablemente larga de carne se separaba de su dedo. Sentía el ardor de la piel al contacto con el aire. Su nerviosismo se transformaba en enojo, más aún cuando reparó en que otro diminuto pedazo de carne se había levantado en el meñique de la misma mano. Así, pues, comenzó a jalar y a desprender lenta y dolorosamente, y, sin poner demasiada atención al asunto, la primera capa de piel de su mano izquierda. Extrañamente, cada vez que lograba deshacerse de la carne levantada, otro pellejo volvía a levantarse suplicando ser emancipado de su cuerpo. Sin darse cuenta, parte de su brazo y hombro habían sido descarnados. Sintió frío en esa parte del cuerpo, así que se cubrió con una toalla húmeda que se encontraba en la bañera. Al pasar frente al espejo, Sofía observó lo que había hecho y contuvo las lágrimas. Primero hizo una mueca de tristeza confundida con delirio, después se rio de sí misma. Tomó el cortaúñas y se provocó heridas bajo las uñas de la mano derecha. De igual forma comenzó a arrancarse la piel, primero de la mano y el brazo y más tarde del torso y la cara. Lo hacía con la delicadeza con la que una mujer procura su piel, su músculo más valioso. Se sentía libre, se sentía alegre; ya no más nerviosismo ni incertidumbre. Caminó de vuelta hacia el espejo y se miró desnuda, doblemente desnuda, desnuda de verdad, y se amó tanto en ese momento al verse ahí, susceptible, desprotegida, bella tal cual era. Tocó sus pechos y sintió el ardor de la carne al chocar con la carne; tocó agresivamente su rostro y al contacto comenzó a sangrar. La hora se acercaba. Con arrebato y con poca delicadeza se puso el vestido de novia; peinó los pocos cabellos que le quedaban luego de desprender casi por completo el cuerpo cabelludo. Se colocó el velo, calzó sus zapatillas, se perfumó y salió de su apartamento. Sofía no pudo contener el llanto que le provocaba tanta libertad. Las lágrimas le quemaban las mejillas. Sofía nunca llegó a la cita pactada con su destino. Murió tan pronto conoció la libertad absoluta, su libertad, la libertad sobre la libertad de un ser libre… al menos por única vez. Uriel Arteaga Apolinar, autodenominado “P.I.G”. (en abierta referencia al personaje de Xavier Velasco), o en su modo más laxo “El Doctor Pluma” (referencia al Doctor Alquitrán de Poe), fue colaborador de principio a fin de los extintos fanzines universitarios Almohadón de Plumas y Noúmeno. Colaborador permanente del blog literario Regiones Inferiores, tuvo oportunidad de publicar una crónica para el periódico 24 Horas, en 2012. Egresado de la carrera de Comunicación y Periodismo de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, con especialidad en prensa escrita, durante los últimos años se ha desempeñado como analista de información y corrector de estilo. Recientemente labora como asistente editorial en la Coordinación de Publicaciones Académicas de la Universidad Anáhuac. Cráneo, lápiz, Autor: Bazana. Nueva Piel Por Marco Villavicencio Me parece que sucede entre las seis y siete de la tarde, justo cuando el sol se ha puesto, dudo mucho entre llamarlo tarde o noche pero es en ese horario cuando pasa. Comienza con una pequeña comezón en las yemas de los dedos, he llegado a la conclusión que podría ser el cansancio, ya que sólo durmiendo es como este malestar se marcha. Llámenlo manía de mi parte, pero yo sé que si mi cuerpo comunica comezón en cierta parte de mi cuerpo lo mejor que puedo hacer es rascarme; y eso es justamente lo que hago y es aquí mismo donde comienza el problema. Me rasco unos cuarenta y cinco minutos la yema del dedo y de pronto algún pedazo minúsculo de piel sobresale, comienzo a jalar el trozo suave de piel que deja salir a una piel más joven, una nueva yema, nueva y sin comezón (por el momento). Desde la primera vez me sorprendió la idea de poseer una nueva piel que está siempre lista para salir, como serpiente o como la dentadura afilada e infalible de los tiburones, y esta idea de tener bajo mi piel a un nuevo yo no me dejó en paz. Nunca he sido apegado a mis ideas y nunca me consideré obsesivo, así que me di la oportunidad de faltar al trabajo, de no hacer las compras, de incumplirle al fisco, de que la luz del sol no dañara a mi nuevo yo. Comenzó por los dedos y no sé si fue la comezón que se propagó o si fue mi idea, de cualquier manera quité meticulosamente mi vieja piel, hubo partes muy difíciles que me tomaron semanas enteras como la espalda o mis genitales. Por supuesto que tuve que cortarme el cabello y así quitar la piel de mi cabeza. Como dije, no fue cosa fácil y mucho menos fue placentero. Había días en que lloraba y la melancolía me impedía seguir. Cuando finalmente pude desprender completa toda mi vieja piel la arrojé — sé que sonará increíble— sentí que alguien ajeno a mí me arrojaba, me arrojé a mí mismo. Pero yo, el viejo yo, ahora estaba escuálido, sin músculos ni huesos. El nuevo yo me había despojado poco a poco, no es alguien malo, me ha dejado aquí mirándome, a ambos, a veces me platica de la chica con la que ahora sale o de su nuevo trabajo, tengo sentimientos encontrados. Han pasado algunos años, o al menos eso él dice, lo único que me alegra es que ayer el cabrón pasó rascándose el dedo casi una hora, por supuesto que no lo sabe y ni yo ni otro yo más viejo que está aquí desde hace mucho le pensamos decir ni una puta advertencia. Marco Villavicencio. “A veces escribo poemas o mini ficciones, a veces las dos y a veces ninguna. No acabé Letras porque no pude acabar de leer “La Araucana” y estudié diseño integral”. Villavicencio obtuvo tercer lugar de poesía en el concurso Décima Muerte de la UNAM y sus cuentos han sido publicados en las revistas “El puro cuento” y “Migala”, además de que ha realizado comics. Actualmente participa en un medio independiente que se llama El pequeño gran. 15.02.2015 El Mollete Literario Los brazos del miedo, lápiz sobre papel, Autor: Mathieu Domínguez. En la celda aislada Por Samuel Enciso Los frascos de medicina están por vaciarse, necesito tres pastillas 3 pastillas con cada comida. Eso hace nueve al día. Son muchas para el grado de atención del que soy dueño. El retrete está absolutamente sucio. No lo han lavado en una semana. Me pregunto qué sería de él si fuera comunal. Es asqueroso. Pero el único habitante de éste hórrido lugar soy yo, una bestia desaseada que luce y hace mejor en la oscuridad. La luz del día no me molesta, pero me impide actuar. Al fin y al cabo el mundo es como es. El espejo del fondo está roto y me devuelve una imagen dispersa, una imagen en partes que hace parecer que mi ojo está justo encima de mi boca, de mis labios obscenos. A veces creo que esos ojos negros que miro desde aquí no son los míos, y cuando en el cielo hay estrellas mi silueta en el reflejo es tan… perversa. Ayer estaba temblando encima del catre que tengo por cama. Es imposible acostumbrarse al frío. Los temblores son horribles. En la oscuridad un simple soplo de viento se siente como una estaca. A veces tengo suerte y me dan una manta, que de todos modos no es suficiente, mucho menos en el invierno. Queda buscar refugio, pero en la celda aislada sólo la oscuridad me acompaña. Y los pensamientos giran hacia el recuerdo, donde lo agradable se hace uno con mi tortuosa pasión. — Oye, amigo, ¿tienes fuego? —le dije al hombre que estaba a mi lado esperando el autobús. Era todo lo que quería y el muy inútil no me lo pudo dar, es más, ni siquiera me volteó a ver. Por eso le encajé mi pluma en la garganta. Fue un súbito arranque de furia incontenible que se incrementaba mientras mi mano iba deslizándose dentro de mi bolsillo buscando un arma improvisada, cualquier cosa. Un clip hubiera bastado para enterrárselo en el ojo. Pero encontré mi pluma y se me dibujó una sonrisa en el rostro. Luego los chorros de sangre me bañaron y el hombre sucumbió. Cuando estuvo en el suelo lo observé unos instantes y luego lo registré cual policía en labor. Y, ¿pueden adivinar lo que encontré? Nada más que una caja de cerillos y una cajetilla con siete cigarros. Jamás había fumado hasta ese momento. Aún me queda uno después de siete años de encierro. Sólo fumo en ocasiones especiales. Cuando el calor me invade por dentro. Esta noche no hay temblores, pero los de ayer fueron de ansiedad, y estoy seguro que se repetirán. Hoy no quiero temblar. Escucho los pasos del guardia que viene a dejarme un poco de comida. Me trajeron a la celda aislada cuando se dieron cuenta de que era más peligroso que los otros reos. Tuve que matar a dos a sangre fría porque seguían mirando cómo comía; en silencio y aparte de todos, en el rincón más alejado del comedor. Aquí sólo abunda el silencio y el frío. La mente que se tropieza con ella misma. Uno podría volverse loco fácilmente estando aquí, pero yo no. A mí no me importó porque cuando me trajeron, el guardia procuró de mí y me dio mis cigarros, diciendo que lo había hecho con gusto pues sabía que le devolvería el favor. Ese día fue el siguiente. Se metió conmigo a la celda y dijo que me deseaba. Y no me negué. Al fin y al cabo el mundo es como es. El guardia se acerca silbando. Otro de aquellos favores fue el espejo. Y ya estoy recordando por qué está roto. Tiene que ver con los cigarros. Las pastillas me devuelven la memoria, pero a veces me confunden más. Tengo ganas de fumar. El guardia se acerca a la celda y se inclina para dejar en el suelo la bandeja con sopa y un pan. —¿Te veré en la noche? —pregunta con complicidad mientras sonríe. Y yo le respondo mientas miro en el espejo mi silueta con el largo cabello enmarcando mi rostro. —Sólo si traes cerillos. Samuel Enciso (Estado de México) Estudió periodismo en la UNAM y ha colaborado en Cinemaspro, una página web dedicada al séptimo arte, y la página web de la revista Vértigo. Es amante del rock, la literatura y el cine de fantasía y ciencia ficción. En sus escritos hay algo de oscuro y algo de esperanzador, como la vida misma. 5 6 El Mollete Literario 15.02.2015 Almohada para los poetas Por Luis Flores Romero Alrededor de una gran mesa, observo (no en ese orden) a un recién difunto, una mujer y una niña romana, un profesor, Jorge Luis Borges, Wislawa Szymborska, Sor Juana Inés de la Cruz, un repentista cubano y Juan Gelman. Todos conversan sobre los sueños, cada uno desde sus libros, sus versos, sus temores, su historia. A diferencia de la política, la religión, el futbol y las quesadillas con o sin queso, hablar del sueño es un tema que unifica, sirve para aprender y simpatizar sinceramente con el interlocutor. oníricas”, aquellas estrofas que son creadas en sueños, controversias soñadas en las que el improvisador, su cerebro, juega a ser Dr. Jekyll y Mr. Hyde elaborando las preguntas y las respuestas, los argumentos y los contraargumentos, es decir, las décimas suyas y las de su “rival” en el sueño. […] En mi caso, lo más curioso, lo inexplicable al menos para mí (¡ayuda, Freud, Lacan, Les Luthier!) es por qué en mis controversias oníricas siempre me vence el contrario, por qué si es mi cerebro quien produce, elabora y reparte las décimas de ambos “personajes”, siempre termino derrotado por el “otro”. La metáfora vacuna La conversación sobre los sueños siempre da para mucho. Es uno de esos temas que mi profesor de preparatoria les decía “vaca de mucha leche”. Recuerdo que, cuando algún alumno hacía una pregunta simpática, difícil o múltiple, el profesor respondía: “bueno, lo que usted acaba de preguntar es una vaca de mucha leche”. Esta frase vino a mi memoria porque no tiene mucho que soñé con él: he olvidado qué le preguntaba y qué me respondía; sólo recuerdo su: “es una vaca de mucha leche”. Aunque en mi sueño no se parecía a como es en realidad, su metáfora vacuna me hizo concluir que se trataba de él y no de otro. No me angustia haber olvidado el resto de la plática, pues rescato lo que considero importante: aunque una persona soñada carezca de rostro auténtico, el soñante sabrá a quién está soñando. Dicha certeza se explica porque somos autores y lectores de todos nuestros sueños: firmamos con nosotros mismos un contrato de ficción. Por ello, todas las palabras puestas en mi boca y en boca del maestro sólo fueron mías. Bueno, casi todas porque la “vaca de mucha leche” nada más a él se le podía haber ocurrido. Introducción a las pesadillas Tuve otro gran maestro. Él nunca me conoció y no me importa: tampoco llegó a conocer a casi todos sus alumnos, venidos y por venir. Es Jorge Luis Borges, el Nítido. En 1977 dictó siete conferencias en Buenos Aires; ahora se consiguen en libro (Siete noches) y pueden leerse como maravillosas clases. La segunda conferencia está dedicada a la pesadilla; el autor cuenta una suya: se encontraba con su amigo, éste escondía en el saco la mano derecha; al sacarla, era una garra de pájaro. Aunque el mismo Borges se sintió impresionado, él fue quien creó la pesadilla y, por lo tanto, la sorpresa. Fue víctima de su propia sorpresa. Borges declara: “Llego a la conclusión, ignoro si científica, de que los sueños son la actividad estética más antigua”. A veces, del sueño surgen las primeras líneas de un texto, el cierre de una historia, un aforismo o hasta un chiste muy gracioso (que, cuando despertamos, su gracia ya no sigue allí). La pesadilla de la mano-garra de pájaro bien pudo convertirse en cuento. Acaso nunca la soñó y se trata de un cuento. Una noche de coplas Todos los sueños son escritura, pero más lo son aquellos donde leemos o escribimos. ¿Siempre se podrá leer y escribir en los sueños? Depende del soñante. Muchas veces, yo he podido no sólo leer, sino leer los mejores textos (siempre los olvido al despertar) de una inexistente literatura. Al escribir no me va tan bien, sólo un poema me ha gustado (pero mi memoria lo diluyó en cuanto abrí los ojos). De cualquier manera, lo leído Primero la sueño Si se tratara de elegir con quién soñar para improvisar versos, lo haría con Sor Juana Inés de la Cruz. Dicen que improvisaba décimas, y, si no fuera así, en mi sueño sería repentista. Ya la he soñado en una ocasión (cuando inventen el álbum donde colocar nuestros sueños más valiosos, el de Sor Juana estará en el mío). No sentí que ella invadiera mi espacio onírico, más bien yo invadí su claustro, su siglo, su rutina. Sor Juana, vestida de monja, estaba afuera de un salón, en compañía de dos mujeres más. Yo me encontraba a unos metros de esta escena. La timidez (o fue quizás el asombro) no me dejó pedirle su autógrafo. Me hubiera gustado escapar de mi siesta, buscar entre mis libros el Primero sueño, volverme a meter al claustro onírico y así conseguir la firma de la autora. No es necesario especificar la calle donde avanza el corazón A quien sí le pedí su autógrafo fue a Juan Gelman; dos veces, y las dos en el mundo verdadero. Cuando lo soñé, sólo le hice una pregunta: Maestro Juan, en el poema “Cerezas”, usted eliminó dos palabras; en una versión dice que una mujer es “un corazón / que avan- Niña, tinta china y pintura acrílica, Autor: Bazana. y lo escrito en el sueño es creación, es obra original de quien sueña. Desde hace poco encontré una variante de “escritura” onírica: la improvisación. Me he soñado improvisando décimas espinelas y líneas de hip-hop. Tengo maestría en este ejercicio, pocas veces fracaso. En el mundo real, puedo ser un mediocre improvisador, pero los sueños compensan esa triste verdad. Los poetas que improvisan décimas –llamado repentistas, en Cuba–, por lo regular, lo hacen a dúo para entrar en controversias (un repentista improvisa una décima y el acompañante le responde con otra). Hay grandes repentistas cubanos, uno de ellos es Alexis Díaz Pimienta; de ningún modo lo retaría a un combate decimero; a menos que en mi sueño se apareciera, o yo en el suyo; ahí sí tendría oportunidad de vencer. Siempre y cuando sea un sueño, soy un aguerrido versador y Díaz Pimienta es uno francamente malo (en el mundo real es al revés). Esto lo afirmo con sustento en un par de líneas de Teoría de la improvisación poética, libro del mismo Díaz Pimienta: Existe una curiosa “variedad” dentro del mundo de los improvisadores, las que llamamos “décimas Frágil, lápiz, Autor: Bazana. El Mollete Literario 15.02.2015 Ofrenda Morir es perder la mitad de la geografía donde podemos encontrarnos para hablar. Cuando tenemos vida, hay dos opciones de coincidir con el prójimo: en este mundo o en los sueños. Al morir, la posibilidad se reduce sólo al campo de los sueños. Un deceso es la noticia de no cruzarnos más con el recién fallecido, a menos que sea en el sueño. Los muertos no se alojan en los panteones, el cielo, el inframundo; los muertos se trasladan a los sueños. Es la única forma de comunicación permitida entre unos y otros: no hay llamadas telefónicas, epístolas, postales o mensajes electrónicos. Soñar es la única antena, el cable más antiguo. Los muertos tienen el hábito de visitarnos en sus primeros días de inexistencia; en lo que se acostumbran a su nueva estancia o nos acoplamos a su lejanía; casi cada noche se comunican con nosotros. Después, ya instalados en su sombra, las llamadas son menos frecuentes, incluso dejan de hablarnos o nuestra línea del sueño está ocupada. Nox est perpetua una dormienda Todos soñamos porque todos morimos. Llegará el día en que nadie nos sueñe. O tal vez pasarán dos mil años y un soñante habrá de revivirnos; un soñante que nunca supo de nosotros pero que nos recreará en una noche. Desde el Imperio Romano, infinidad de rostros han aparecido, desaparecido. Hubo gente que sonreía, dormía, caminaba, comía, vivía; gente que existió hace cinco siglos, un milenio, dos, tres. El tiempo humano así funciona: va para adelante, ve para adelante, sigue, nos persigue. Sin embargo, un sueño puede modificar esos códigos, plantear los calendarios de otro modo. En el álbum de los sueños más valiosos, pondría también éste: visitaba la Roma clásica (o quizás vivía allí); me encontraba en un espacio público, había dos personas más: una niña y una mujer (su mamá, probablemente). Yo platicaba con la mujer, conversábamos en latín. Quedé sorprendido, me dije para mis adentros: “vaya, estoy hablando latín” (esa frase, obviamente, la pronuncié en latín, como todo lo ocurrido en el sueño). Desperté fascinado. Por lástima, olvidé mi gran dominio de esa lengua muerta; en cambio, mi español (latín vulgar) sigue intacto. Ahora pienso que la mujer y la niña en realidad existieron, hace muchísimo, en otra cultura, en otro mapa. Yo no las inventé, sólo las descubrí. Acaso una mujer o una niña, hace más de dos milenos soñaron con una persona del futuro. Cayendo, Aguada a color, Autor: Mathieu Domínguez. za en elefante cuando tocan / el himno nacional…”, después, en ediciones posteriores aparece: “un corazón / que avanza cuando tocan / el himno nacional…” ¿Por qué el corazón ya no avanza “en elefante”? Juan Gelman me respondió: Hay una calle en Argentina que se llama Elefante, yo me refería a que ese corazón avanzaba sobre esa calle, así como vos avanzás en Avenida Insurgentes, el corazón de esa mujer “avanza en elefante”; luego vi que no es necesario especificar la calle donde avanza el corazón. Desperté feliz y satisfecho de su respuesta; me pareció sensata y decorosa (aunque en sus obras completas vuelve a aparecer el “avanza en elefante”). Tenía la esperanza de encontrarlo y platicarle mi sueño. Ahora que ya no vive, tendré que contárselo en otro sueño. Inventario de talentos Meses después de mi experiencia onírica romana, leí un poema de Wislawa Szymborska (Polonia, 19232012) titulado “Elogio de los sueños”. Supe que ella había gozado de ciertas experiencias similares: En mis sueños pinto como Vermeer van Delft. Hablo fluidamente en griego y no sólo con los vivos. Manejo un automóvil que me es obediente. Tengo talento, escribo grandes poemas. Escucho voces, tan bien como los grandes santos. Se asombrarían ustedes de mi virtuosismo en el piano. Vuelo como debe ser, es decir, por mí misma. Será tarea del lector enumerar sus propios talentos soñados y buscar el poema íntegro (es muy recomendable la antología de Szymborska, Poesía no completa, publicada por el Fondo de Cultura Económica, y traducida por Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia; fue de ese libro donde extraje el fragmento anterior). En mi caso, guardo otros grandes momentos: igual que la poeta polaca, yo también puedo volar; he ofrecido algún concierto de música alternativa; sé traspasar paredes (incluso alguna vez pude traspasar un refrigerador para sacar unas cervezas); he amado a gente que no existe; he cargado y visto sonreír a la hija que no tengo; he ganado algún certamen de poesía; he hablado con Pablo Neruda, García Lorca y Gonzalo Rojas; no necesito usar anteojos; me he teletransportado; he conocido la voz de los árboles; el mar queda a dos cuadras de mi casa; he comido unos deliciosos tacos en la Taquería Octavio Paz. Desazón El sueño de los tacos no es de mis favoritos, lo confieso. Iba por una calle, me encontraba con una taquería abierta y leía el nombre del establecimiento. Me extrañaba que una taquería llevara el nombre del poeta mexicano, incluso pensé: “¿Taquería Octavio Paz? ¿En serio? ¿Qué sigue? ¿Una librería que se llame Octavio Paz?” No obstante, los tacos estaban exquisitos; ello amerita que esta historia no la deposite en un álbum de los sueños incómodos. Un álbum donde pondría tres sueños recurrentes: vidrios rotos, un helicóptero que se cae y arañas gigantes. Esto sólo es equilibro onírico: un sueño malo por muchos otros que son la recompensa de los achaques del mundo real. La página, la almohada Casi siempre, con los poemas ocurre a la inversa: uno bueno por cada muchos malos. El buen poema funciona con mecanismos semejantes al de los sueños: tienen su propia lógica, lo que pareciera incongruente se ajusta bien al discurso, las palabras y los conceptos más dispares siempre encuentran la manera de embonar. El poema y el sueño, en el inicio del mundo, tal vez eran un solo organismo; luego se separaron y desde entonces uno se manifiesta a la hora de dormir y el otro en la vigilia. Al soñar, todos somos escritores; poetas, para ser exactos. Hay un instante, cuando de la vigilia pasamos a soñar, en que se entremezclan los pensamiento, confundimos campos semánticos y nuestras frases se comienzan a llenar de una carga altamente poética y onírica. Los científicos aún ignoran qué ocurre en ese instante: si un sueño o un poema. Luis Flores Romero (Ciudad de México en 1987), estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado en algunas revistas impresas y electrónicas como La palabra y el hombre, Casa del tiempo y Punto de partida. Es autor del poemario “Gris urbano”, publicado en 2013 por la UACM. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas durante los períodos 2010–2011 y 2011–2012. Actualmente es locutor radiofónico y comparte poesía satírica y burlesca en la Fan page Lufloro Panadero 7 8 El Mollete Literario 15.02.2015 Poesía Letras Torcidas Por César Cañedo Pregón homopascual Señor, nuestro destino está escrito desde el principio. ¿Cómo hubiéramos podido negarnos a él? Sometidos a él estamos, y sin más abrigo que tu misericordia. Oh, Dios, nuestro señor, que quieras ampararnos con ella sin desamparar a ninguno de los que somos tus siervos. Jorge Cuesta Alégrense por el fin Los coros de los ángeles Alégrense por el fin de las jerarquías del cielo, Y por la victoria de aquellos que no pueden ser poderosos ni han tenido el cobijo de tu divino manto, sino que se esconden bajo la sombra de tu cruz de carne que las trompetas les anuncien la nueva promesa de salvación. Resuene este templo con las aclamaciones de los que no han sido escuchados Y ábranse los oídos de tus sordos feligreses Y ábranse las bocas de fuego de sus espaldas Y ábranse las llagas de toda tu Iglesia. Alégrense también las madres de estos hombres Y todos los sufrientes de su falta que hoy deja lo nefando de su manchado nombre y recobra su carácter de amor puro y así, esta noche santa, acoge en su misterio a los practicantes del acto de Sodoma, los restituye a la gracia y los agrega a las filas de tus hijos. Por eso, hermanos en lo conveniente, que asistís al renacimiento de nuestra luz perdida invocad conmigo la misericordia del Dios omniexcluyente, para que Aquel, por quien mi fe se ha comprimido, complete la alabanza a este cirio, falo que alumbra con el resplandor de una simiente que no quiere ser fértil. El Señor esté con los que nunca estuvo y con su líbido. Levantemos lo que se levanta hacia Dios. Lo tenemos bien levantado. Demos gracias al Señor que promete ser nuestro, Es justo y necesario. En verdad es justo y necesario reclamar con nuestro olvido y con todo el afecto de nuestra persecución a ese Dios invisible e indefenso, el Padre de todos los poderosos, y al más conocido de sus hijos, nuestro señor Jesucristo. Porque si él ha pagado por tantos, También ha pagado por nosotros Las deudas de Onán y Jonathán Y ha borrado con su sangre inmaculada La condena del oscuro pecado. Porque estas son las fiestas ocultas de Pascua en las que se inmola a ese otro cordero, cuya sangre es más sincera ya que busca lavar lo irreversible. Ésta es la noche en que al tercer día Sodoma es reconstruida y como faro se eleva y alumbra entre tus pueblos. Ésta es la noche en que un mismo Tabor nos transfigura e ilumina un cuerpo que ha sido opacado por diferente. Ésta es la noche en que el discípulo amado recupera su lugar entre los suyos y dice: Padre aquí está tu hijo, hijo aquí está tu hombre, Hombre aquí está tu hombre. Ésta es la noche en que un Dios impersonal y sitiado de jerarcas reconoce el amor entre varones y no por ello deja de ser trinitario ni perfecto nos muestra su más humano rostro, acaba con la persecución de aquél que ama, reniega de la epístola de Pablo y nos libera en la magnificencia de esos otros amores condenados. Ésta es la noche en la que por primera vez tu mano reconoce en la mía el cálido saludo de la carne y en tu barba preciosa me ilumino y me acompaña una sagrada presencia que me guía hacia tu talle erecto y hace que me funda en un abrazo que no puede ser mancha, y en ese solo cuerpo y solo espíritu la gracia de nuestro dios omniexcluyente sopla al calor de nuestras velas izadas y bendice nuestros mares de espuma blanca que por nuestro amor no son depositados sino que como simiente infecunda son benditos para que se mantengan nuestros cirios de amores perpetuos. En estos cirios que son dos una misma llama te declaro el amor que está sobre todo amor Y te ofrezco mi arca de la alianza Para que deposites tu espada preciosa Que es columna de fuego entre mis carnes, Caliz de sangre blanquecina que derramas En el agonizante ojo del cielo Con el que miro de espaldas a la noche. Qué noche tan dichosa, sólo ella conoció el momento en que un hombre pudo ver desnudo con amor a otro hombre y obtuvo el beneficio de los cielos. Esta es la noche en que la estatua de sal vuelve la cara y se convierte en la memoria de tus errores. ¿De qué nos serviría estar en la sombra si no vendría el tiempo de nuestra gracia? Para rescatar a tus no hijos entregaste a tu hijo, para rescatarnos de tu Iglesia entregas a tu Iglesia. Necesario fue el pecado de Onán Que no ha sido borrado de tu Historia Para reconocernos entre tus desheredados ¡Feliz la culpa que no quiere para sí la redención! ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo nos ve con buenos ojos. Ésta es la noche de la que estaba escrito: “Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo”. Y así, esta noche santa, lava las culpas, devuelve la inocencia a los expulsos, trae la aceptación, doblega a tus jerarcas, me hace encontrar a Dios en el hombre que amo y declarar que no hay diferencia en la santidad de nuestros actos. En esta noche de gracia recobrada acepta padre Santa el sacrificio vespertino del hombre y de su lámpara preciosa y que la llama del cirio brille inmensa en la torre elevada de tu cadera con la mía ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino! ¡Qué noche tan dichosa, en que se une lo humano con lo humano, lo hombre con lo hombre! Te rogamos, Señor, que la pasión de esta noche arda sin apagarse hasta la alborada de los tiempos de nuestra aceptación por tu cobarde Iglesia, hasta la parusía de ese macho bien amado, y que haya hombres que amen a otros hombres por los siglos de los siglos. Ámen. El Mollete Literario 15.02.2015 Poesía Bi Por Canuto Roldán BI Techo de la capilla Sixtina; Génesis, Caída y expulsión del paraíso; El pecado Original, Miguel Ángel. Mandamientos diversos 7. Amarás a tu semejante por sobre todas las cosas. 17. Santificarás el baile de los 41, y el día de la muerte de Monsiváis, y la de Withman y Wilde, el nacimiento de Cernuda y de Arenas, el día de la lucha contra el sida, el aniversario de todo lo que tenga aniversario de Abigael Bohórquez. 13. Honrarás a Salvador Novo y a Pedro Lemebel. 41/2 No tendrás deseos heterosexuales. 69. No usarás Grindr ni Manhunt y verás con discreción pornografía casera homosexual, de preferencia interracial con hombres sin cuadritos ni cintura ni ojos verdes. 69. 69 Fornicarás con la pareja de tu prójimo. 3-5 Harás la edición crítica de Poeta en Nueva York o la de Supino rostro arriba o la de cualquier joto inédito o mal editado. 1. Te protegerás del sida. -8. No desearás ser la estrella de la noche en el Marrakesh, ni una jota poeta laureada, ni una editora reconocida del mundo joto. Ni todo aquello que brille más que Harvey Milk pero sin sentido social. 41. No soñarás que el mundo cambia, que tu madre te perdona, ni que tu padre llorando te abraza. No soñarás que tus compañeritos de primaria te tiran flores y no piedras. No soñarás que no te corren del trabajo por ser homosexual. No soñarás que te casas tantas veces con todos esos amores frustrados por reprimidos que arrastras en el psicoanálisis. No sentirás rabia e impotencia ante tanto maricón desvalido. No desearás tener un hijo. No desearás haber nacido raro. No desearás que te extiendan la mano todos los que te la niegan porque parece que tienes lepra. No añorarás la cura del vih. No mecerás la cuna de tu hermanito, aliviado porque alguien por fin dará nietos. No tendrás novias para taparle el hocico un rato al qué dirán. No te masturbarás pensando en tu amigo y tu amiga que ya son novios, para poder pensar en él mientras le da a ella. No buscarás salir del clóset. No prepararás psicológicamente a tu familia para la noticia. No aguardarás a que todo mundo lo pueda asimilar. No tendrás miedo de ser diferente. César Cañedo (El Fuerte, Sinaloa, 1988), poeta, atleta, profesor, investigador, actualmente estudia el Doctorado en Letras en la UNAM, donde ha estudiado su licenciatura y maestría con trabajos de investigación sobre poetas y escritores marginales mexicanos del siglo XIX, como Antonio Plaza, Josefa Murillo y Adolfo Carrillo. Es fundador y codirector del Seminario de Literatura Lésbica Gay, UNAM y ha sido publicado en Círculo de poesía. mujer puedo sentir los golpes en tu vientre los pliegues de tu piel en tu mirada puedo sentir tu garganta ahogada por el ritmo pujante del delirio puedo sentir la explosión continua de tu piel cuando eres explorada por sus labios sus palabras también me han acuchillado sus ojos también me han oscurecido el horizonte * en medio al centro y bajo de mí la ausencia y la pregunta apretada cerrada carne boca entumecida que aspira por otra que haga vibrar mis cuerdas mis ingles voraces de voz de aullido que inaugure la fuerza de mi sangre el hervor de mi piel un largo viaje sin mapa de turista nauseabundo de bar en bar * llegas sin más a hundir tu paso entre mis peñas no importa mi nombre mi edad mi rostro abro la boca para aprender tu lengua de violencia y canto te escurres y tiemblas sobre mis labios hasta llenarme todo de licor amargo salgo sombrío más negro que el cuarto donde te tuve lamiendo mis huecos hasta dejarlos blandos y gruesos como la noche * te lamí la barba y el vello y ya no me encontré en el mirar cenizo de tu culo no tuve nombre ni dinero que perder ni siquiera sangre o semen que derramar me quedé helado ante la hombría que había aprendido a domar entre cerveza música y yerba dentro de mí apareció la madre con hijo en brazos saliendo de casa para encontrar qué comer ya no tenía hambre mi voz se hizo pequeña y se fue * llegué otra vez a casa sin hombre a mis costados pero cargando una mujer a mis espaldas su cuerpo frágil se había roto entre sus labios y mi cuello sus muslos se desdibujaban sobre mis hombros y juntos desaparecimos en mi piel ojos fruncidos boca apretada el hambre siempre viene detrás empujándonos por el camino * cansada y ebria también subí los escalones con inseguro taconear dos perros me guiaban por la cintura hasta el bar más cercano para seguir mirando entrepiernas y bultos y a lo mejor encontrar una espalda ancha para navegar hasta la orilla más cercana salgo en el vértigo de mis escombros a herir mis ojos con luz y humo entre música insípida mareado para dormir sin miedo en cualquier esquina pero solo hubo miradas y una lamida feliz del perro que me llevó esa noche por un camino inseguro * te recogí nocturno y vagabundo porque así me buscaba yo hombre errante de fuerza acallada y arriesgado clamor palpitando recorriendo el canal amargo de sus nalgas y te encontré más confuso que yo o que mi fantasma nos detuvimos en la esquina sin esperar la cama ni la luz ahogada de nuestra inconciencia la noche era más suave que la almohada tus ojos llanos como el callejón donde nos dimos la lengua y la sangre de nuestro agujero como una estrella roja a punto de estallar sacó una pistola yo salí nadando un perro grande y viejo se acercó al río * llegó como humo en una iglesia desnuda me invitó a nadar nos sumergimos dos hermosos hombres nos siguieron a lo hondo y la rodeamos suavemente como las horas siguen al sol Canuto Roldán, pasante de la licenciatura en Lengua y Literaturas hispánicas por la UNAM. Participa con el Colectivo Contra la Violencia, el Arte; asimismo colabora en el Slam Nacional de poesía de la Red Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura (REDNELL). Actualmente es asesor de inglés en la ONG Enseña por México. 9 10 El Mollete Literario 15.02.2015 Semilla Insólita Por Lydia Zárate Autorre-teatro II Naces de la derrota de las luces, aprisionando mansamente escenarios mustios de un alguien desmedido que persiste en tu imagen, en tu piel sin ti. Eres la denuncia taciturna de tu investidura de ceniza. Sigues estallando en las manos del tiempo con tus ojos incendiarios, con tu vocación de mina insomne. Eres el caos de la ternura. La noche guarece su fauna melancólica en tu follaje doliente. Regresas con tu lluvia, a poblar el invierno de algún retrato. Esta boca es mía A mi hermana Bertha Que te avale el silencio esta sutil supremacía de mi nombre, que sabe en mi boca como a todas las noches del mundo, como a todos los segundos por tu intención mal habidos. No mutile ya el silencio tu vendimia de palabras, guarda tu pregón de bolsillo para mejores juramentos: yo visto como los lirios y escucho como el riachuelo. ¿Ves esta boca de escarcha? Se maduró en la montaña y su palabra es prédica que anuncia luz de alboradas. Yo duermo donde de día se fraguan las estrellas, y de noche con mis manos, ungidas de luz de luna, confiero al tacto a las cosas condición de Tierra Santa. No me arrulles el delito, no me emboces la palabra, no me regules los vientos, no me señales los suelos, yo vengo de donde nacen sólo criaturas aladas. Yo no compro libertades ni someto mi palabra a mejor jurisconsulto que el de mi propio albedrío. Yo no apalabro destinos, yo no heredo parlamentos, yo no te rento mis labios... ¡Esta boca es mía! Este fuego Esta casa es tan pequeña... Necesito un tanto de fuego para asirme a estas letras, para sostener estas paredes enfermas de tanto transitar mis versos lánguidos. Hay como una sincronía de silencio en el mudo arrebato de las cosas, un posible arrojarse, descolgarse al encuentro con el tedio, como manzanas. Este fuego. Estas gaviotas, el pan, la mesa en que nos parte a discreción con su mano de trigo antiguo, proferido. Necesito unas arañas que descuelguen los ovillos melancólicos de estas paredes, necesito tierra húmeda donde arraigar estas horas furiosas de mis manos, necesito escarcha, un sorbo de nube, morder la neblina inmensa de la noche, consagrarte como vino entre mis labios. Llanto Quien te ha enjugado el llanto aprehende de un golpe los designios del agua. Se diría que por lágrimas derramas todos los cristales de la noche en húmeda procesión de desvaríos, en febriles desprendimientos de alma. Se diría que te acuden al rostro, como a su cauce, todas las esferas de la nostalgia en pequeñas dosis cristalinas. Se diría que ha derramado la luna de una vez por todas su silencio contenido, que ha llovido el tiempo en tu rostro sus roces milenarios con la noche. Se diría que tu lágrima es el imperio donde se fraguan todas las tormentas irredentas. Todos los vuelos redimidos. Fotografía de Lucía López Canales Razón de la ruptura Hay sombras como habitantes líquidos cuando algo se rompe entre las manos. Desde algún inicio vuelven las pausas y sus lánguidas investiduras como templos solos, como burbujas negras con sus herencias al margen, como lúgubres atormentados de algún silencio. Siguen agonizando la escalera y sus derrotas verticales. Sobreviven las prácticas errátiles de la ternura, el pasmo, la frágil sospecha en el vientre. Hay términos inversos en esta escisión fatigada de manos sostenidas, como infundidas bajo escenarios fragmentados que solicitan parentescos, militancias, adeudos... Hay distancias delirantes en las grietas vivas, en los países soterrados, en los pequeños parajes abismales del fruto enmudecido que se rompe entre las manos. La noche viene de un susto un salvoconducto de bocas lívidas que acercan sus esferas al camino que duerme... Materia dispuesta Mis manos siguen goteando en el baño (memorias que manifiestan sus voces como habitantes desprendiéndose hacia este lado del mundo). Para erigir los días visto de aprendiz, de menesterosa aspirante a un nombre. O repaso abismada las inconsistencias del vértigo apilando fantasmas, consumiendo segundos. Busco la forma de aglutinarme, de pasarme desapercibida en los días que faltan para atraparte entre mis lindes crecidas y las paredes de Junio. Otra vez llego tarde a la cita con mi rostro. Sigo acechando las pertenencias de los gatos, las presencias que se elevan de las sombras como hogueras, la albura escanciada, el vaso tendido de la luna. La noche viene de un susto. De un llanto de alas recogidas. Del agua colmada que tiembla en la boca de tu vientre. Leo tu horóscopo todos los días para saber de ti. Recupero los peces del tiempo de mi boca. Me hago un paradero en el vientre para las distancias de tu oficio ingrávido. Tu silencio es una ciudadela, una llama en cautiverio. Y dispongo a tu azul instilante mi peligro de mansa superficie. Tu vientre es una boca lenta, una órbita de humo. Textos obtenido del libro Semilla Insólita, Primera edición: Mayo 2009 Ediciones Torremozas, S.L. Madrid, con autorización de la autora. Vuelve hasta mí desde tu quieto clandestinaje, con tu salvoconducto de rostro sobrenatural, con tu espacio rutilante de nombre que ha muerto. La noche está tendida en el borde convulso de tu nombre, que me toca con su espalda vespertina, con sus multitudes agazapadas, con su sereno alfabeto del caos. Te reconocí por las manos tristes, por el ruido de viento en el pelo. Desde entonces, la noche es un susto de alas recogidas, un lento temblor de vientre, Lydia Zárate (México, 1976) Autora del libro Semilla Insólita, publicado por la Editorial Torremozas en España y presentado en la Feria del Libro de Madrid en Mayo del 2009. Premio Nacional de Poesía “Ramón Iván Suárez Caamal” 2011. Premio de poesía “Griselda Álvarez” 2013. Becaria del programa “Apoyo de Estímulos a la Producción Artística 2011”, otorgado por el Gobierno del Estado de Querétaro a través del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes. Forma parte de las antologías Hijas de diablo hijas de santo: poetas hispanas actuales (2013) y La república en la voz de sus poetas (2012). Su poema “Condolencias” fue publicado en la Revista de la Casa de Las Américas, en La Habana, Cuba, en septiembre del 2006. Sus poemas han sido publicados en distintas revistas literarias nacionales e internacionales. Actualmente es Editora de la revista digital La que Arde. El Mollete Literario 11 15.02.2015 Lo bobo y lo precioso: Horizontes y profundidades de la edad Por Paul Martínez Aunque seguro es imposible dictaminar que la edad define al individuo, ya como niño, ya como adulto, y es asimismo discutible que los comportamientos puedan etiquetarse a partir de la misma, en este breve ensayo propongo una disección arbitraria, partiendo en dos la vida humana, analizando desde dos únicas perspectivas y tratando de pensar en esos dos sentidos, por un lado, la infancia y por otro la edad adulta. Propongo esta tarea como un ejercicio que ilumine hasta qué punto la supuesta diferenciación que se hace del niño y del adulto no es más que una arbitraria disección que hacemos pasar por objetiva, en parte gracias a que damos por obvio que los niños son niños, que los adultos somos adultos. Por otro lado, el tema seguramente no es en absoluto nuevo, así que en buena medida intentaré que cuando menos la perspectiva resulte interesante. El presente La infancia nunca cede, porque en ella todo es una verdad inmediata, no hay una existencia más allá del presente, y el pasado es tan cercano que todo queda al alcance de la memoria inmediata, de los apenas diez años que fácilmente pueden ser rastreados en el álbum familiar, en la charla de los padres, con otros padres, sobre las vacaciones pasadas. En los amigos que se recuperan al final del verano y en los que se dejan ir porque se terminó el verano y hay que esperar al siguiente. Es un territorio horizontal donde no se crece, se expande, las experiencias no se acumulan, se consiguen, no hay una jerarquización de las mismas, todas contienen el mismo valor y sólo eventualmente pueden llegar a individualizarse en el momento exacto en que se están viviendo. Porque en el terreno del pre- Fotografía de Monserrat Méndez Pérez sente indeterminado, todo es al mismo tiempo, y en consecuencia tiene el valor en tanto es aprehendido. A contraparte, la edad adulta siempre está cediendo, pierde territorio ante la certeza, cede también su tiempo presente y su existencia se basa en la tensión que existe entre el pasado y el futuro. Un terreno vertical en absoluto, no hay lados en la edad adulta y siempre se está encima o debajo de algo. Las experiencias ya no se adquieren, en todo caso, se renuevan, se utilizan o se acumulan, nada es completamente nuevo y depende siempre de la tensión que exista entre lo que ya se ha vivido y lo que se pretende poder vivir. Los pares Ya anuncié al comienzo que esto se trataba más que otra cosa, de una disección, abrirle la panza a la edad para ver qué es lo que se queda de un lado y qué del otro. El tiempo vivido, la perspectiva cardinal, la sensación de acumular o utilizar, son algunos. El juego y la seriedad, la acción y la consecuencia, la expansión y la escalada. La infancia, en su horizontalidad, es un territorio del que nunca se sale, todo ocurre en ese momento que llamamos infancia y que dura exactamente lo que tarda en llegar la edad adulta. Sería sencillo considerar que existe una tercera opción, la adolescencia en este caso, sin embargo, intento pensar desde el comienzo y vuelvo nuevamente a la única dialéctica posible para el niño que fui, y para el que sólo existen los grandes y los chicos. Así, el mundo se reparte entre lo bueno y lo malo, los grandes y los chicos, los que ya saben y los que todavía no. La infancia en comparación con la edad adulta, resulta cardinalmente opuesta, el niño no pretende crecer, el deseo de hacer cosas de grande no puede ser visto sino como la posibilidad de ser niño en otro papel. El adulto en cambio, sabe que crecer es inevitable, se ha dado cuenta de que ya no es el niño que fue, que el mundo en que habita se ha convertido en un territorio vertical, donde se sube o se baja, pero es imposible ir hacia el costado. La expansión es así, una habilidad de la infancia, la escalada, de la edad adulta. El juego en tanto actividad propia del niño, y como actitud ante el universo y hacia sí mismo; la seriedad distintiva del adulto, aplicada a sus actividades. Con las cosas de los grandes no se juega, las cosas de los niños no pueden ser tomadas en serio. Las acciones son obras tangibles, vasos comunicantes del sentir y el ser interior del ser humano, el comportamiento de tal o cual nos revela su actitud, su seriedad, su ingenuidad, su punto cardinal y referencia hacia el universo en el que se mueve. ¿Qué hace y cómo lo hace? ¿Cómo se ve que lo hace? Las consecuencias aparecen como una respuesta a la acción, un reflejo o mejor dicho, una interpretación un tanto ajena a aquel que ha realizado la acción. La consecuencia de un acto no depende ya del todo de aquel que ha obrado, sino en buena medida, de la recepción que se le dé a esa acción por aquellos que la sufren. Aunque evidentemente este par es imposible disociarlo, y todavía es más exagerado disponerlo como si fuesen propios de una u otra edad. A riesgo de caer en una arbitrariedad poco plausible, los utilizaré como tal, en principio porque la acción es siempre un origen, y ocurre sólo en tiempo presente, ese territorio que ya definí con anterioridad como propio de la infancia; la consecuencia en cambio, se da en el terreno de lo probable, el futuro en tanto posibilidad de diálogo con el acto, una interpretación que se desplaza en el tiempo vertical de la edad adulta. Y como un último argumento, porque es en este terreno, donde ha nacido la pregunta generadora de esta reflexión, en ese espacio poco visible, donde se da la transición temporal del tiempo vivido. De este modo puedo colocarme en ese intermedio, donde el acto presente, abandona su origen para trasladarse a la interpretación que de él se hace, ya sea por el mismo actor, o por aquellos que acuden al acto como observadores. ¿Cómo distinguir un acto infantil de un acto adulto? Usualmente damos por obvio, que el hecho mismo de que la acción realizada por un niño o un adulto, definen la acción misma, lo que hacen los niños es cosa de niños, lo que hacen los adultos es por tanto cosa de adultos. Hacemos incluso, una suerte de división entre lo que los niños y los adultos pueden o deben hacer, esperamos un comportamiento de niño y uno de adulto que corresponda con cada uno, sin embargo, no hay que ser demasiado observadores, para darse cuenta, de que en la cotidianidad no existe tal diferencia. Entonces ¿Cómo distinguir cuándo una acción es propia de la infancia y cuándo es propia de la edad adulta? ¿Dónde termina el juego y comienza la seriedad? ¿Cuándo nos expandimos y cuándo escalamos? ¿Somos acciones o consecuencias? ¿Experimentamos o recreamos? Para intentar responder estas preguntas, habría que situarnos en un terreno intermedio, en el presente constante de la infancia con la actitud seria de la edad adulta, o bien en el juego infantil de las preguntas, intentando una respuesta que nos traslade al terreno de la consecuencia, siempre futura, del adulto. Situación imposible de comprobar, ¿cómo saber, por ejemplo, que este texto no es sino una broma infantil? ¿Cómo saber también, que el lector ahora mismo no se entrega al juego de leer sin pretender mayor consecuencia? O por el contrario, es posible que ahora mismo este texto se escriba con seriedad y se pretenda alcanzar consecuencias (cualesquiera que fuesen), o que el lector asimismo se aproxima a esta lectura como consecuencia de sus experiencias, es decir, atraído por la recreación de la experiencia lectora. 12 El Mollete Literario Seguramente es imposible determinarlo. Como también sería imposible establecer una postura objetiva con la mayor parte de lo que nos sucede. Es probable que sólo un par de acontecimientos puedan ser juzgados con “cierta objetividad”: Nacer, que siempre será un verbo infantil, y Morir, que es una acción de grandes. En el intermedio se encuentra todo eso que llamamos vida, y ante la cual, al menos en la experiencia personal, resulta imposible dictaminar en dónde se trazan las fronteras, o si acaso existen las fronteras entre el niño y el adulto, si no somos en todo momento adultos y niños. Se podría decir que en todo caso, depende apenas de una actitud, una postura ante lo que ocurre. Imagino por ejemplo al empleado bancario como un niño que juega a contar el dinero, un presidente niño que rige infantil y caprichosamente la vida de una nación, un médico que juega con la vida y la muerte. Un niño que se pregunta con seriedad sobre su futuro, un niño que vislumbra el hecho de que los tiempos cambian, que se da cuenta de que resulta peligroso estar en las calles o salir de noche, que se cuestiona sobre su propio futuro, un niño midiendo las consecuencias de sus actos. Imposible dictaminar la existencia de estas dos perspectivas, imposible también dictaminar su no existencia. A modo de conclusión y ante la imposibilidad de responder las preguntas que se acontecieron, parece ser que no me resta más que resumirme al hecho generador de este texto. La sensación de traslado, la subrepticia toma de conciencia de la existencia de un mundo vertical, el encontrarme de pronto, frente a un grupo al que antes pertenecía y del que ahora soy la contraparte. En todo caso, ese “juego de roles” que disponemos todos los días, ya con seriedad, ya como un pasatiempo, terminan por definirnos en principio ante nosotros mismos y en consecuencia ante los demás. Cierro con unas palabras que tomo prestadas del poeta Juan Gelman, de su poema El juego en que andamos y que consigue transmitir la sensación de estar en juego demasiado serio. El de vivir. “[…] Si me dieran a elegir, yo elegiría este amor con que odio, esta esperanza que come panes desesperados. Aquí pasa, señores, que me juego la muerte.” Paúl Martínez Facio (Lagos de Moreno, 1982). Es egresado de la Lic. En Humanidades por la Universidad de Guadalajara, formo parte del Colectivo de Dos, en donde se ha dedicado a fomentar la lectura a través de eventos literarios. Ha colaborado en el proyecto Atentados Poéticos: Poesía por Ayotzinapa, el blog Pristina en el cual se han publicado algunos de sus textos y que se dedica a difundir nuevas voces poéticas, así como en la revista electrónica Es lo Cotidiano, donde también ha participado con poemas. También ha participado en Los Idus de Marzo Revista Literaria, de la cual es miembro y fundador, y es parte del Comité Editorial y que recién presentamos nuestro sexto número en la Otra Fil de la ciudad de Guajalajara. Actualmente tiene un poemario en conjunto con otros tres escritores titulado Pieza de paso y ya se encuentra en dictamen para ser publicado por la Universidad de Guadalajara. Ha presentado ponencias en varios congresos, y en los Encuentros de Estudiantes organizados por la REDNELL. Actualmente se encuentra a cargo del Taller de Escritura Creativa en el CU Lagos de la Universidad de Guadalajara. 15.02.2015 Memoria de un personaje que no existe Por Ulises Casal Unos Un tigre enjaulado en una mirada, una ventana, un gesto, un coraje, un cielo blando, una luna colgada al cuello, un nice to meet you falso un quizás, un pronto, un abrazo, una fotografía en decadencia. Un olfato, un sueño, un sonrojo, un puchero, un intento, un delirio (el mismo), un fanático, una hora, un sollozo, una caricia, una pausa, una idea, una entrada, un corazón, un destierro, un fantasma. Una lágrima, una pluma, una flor amarilla, un paso, un botón, un esperma, un saludo, un discurso, un engaño, una frase, un regalo, una canción, una araña, un rencor, un cobarde, una locura, un instante, un ayer, un puño, un silencio, una fotografía, un absurdo, una cuchara, un hasta mañana, una gota, una nube, un grito, un secreto, una puerta, una almohada, un perro, un berrinche, un porque, una muerte, un sí quiero, un anciano enamorado, un artista, una voz estúpida, un labio, una cobija, un deseo, un producto, un viajero, una Luna (solo una), un espacio, una célula, un pan, un milagro, una tierra, un aplauso, una compañía, un diluvio, un náufrago, un mago, un lobo triste, un cobarde, un perfil, un peón, un balón, un tesoro, una broma, un orgasmo, un horizonte... un te amo... ... unos de los inicios de un día. Sed Soy de los hombres que se pasan la vida viviendo con la sed de un pez. El poeta El poeta es la suerte desalmada, una ciudad que nunca será encontrada, el espejo de una memoria que miente, el recuerdo de quien no existe. El ladrón de la verdad, el testigo de la sangre que brota por la herida, la ceniza que aspiran los sonámbulos. El poeta es un hipócrita que piensa que si habla de un sueño de verdad es un sueño. Iluso que cree que puede hacer soñar a quien lo lee, El poeta es un destino que no obedece a su camino. Ulises Casal (Estado de México, 1988). Estudió periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, de la UNAM. Profesional en el periódico La Crónica de Hoy como coeditor y reportero de espectáculos con especialidad en cine y música, crítico de cine en su sección de opinión La pluma y la lente en el mismo diario, cronista en la revista radiofónica Crónicas de Asfalto y apasionado y adicto de la poesía, el séptimo arte, los viajes, la noche, el amor, la comida y la cerveza, siempre inspiradora. El Mollete Literario 13 15.02.2015 Reseñas literarias Por El bolillo escéptico El fin de poder. Moíses Naim. Editorial Debate. 2014. 440 pág. El poder está cambiando de manos: de grandes ejércitos disciplinados a caóticas bandas de insurgentes; de gigantescas corporaciones a ágiles emprendedores; de los palacios presidenciales a las plazas públicas. Pero también está cambiando en sí mismo: cada vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder. El resultado, como afirma el prestigioso analista internacional Moisés Naím, es que los líderes actuales tengan menos poder que sus antecesores, y que el potencial para que ocurran cambios repentinos y radicales sea mayor que nunca. En El fin del poder, Naím describe la lucha entre los grandes actores antes dominantes y los nuevos micro-poderes que ahora los desafían en todos los ámbitos de la actividad humana. La energía iconoclasta de los micro-poderes puede derrocar dictadores, acabar con los monopolios y abrir nuevas e increíbles oportunidades, pero también puede conducir al caos y la parálisis. A partir de nuevos y provocadores estudios y de su experiencia en asuntos internacionales, el autor explica cómo el fin del poder está remodelando el mundo en el que vivimos. Feria Internacional del Libro. Palacio de Mineria. México.2015. La XXXVI edición de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM) tendrá en su programación mil 506 actividades, el estado de Hidalgo será el invitado de honor y ofrecerá 125 eventos artísticos y culturales. Se llevará a cabo del 18 de febrero al 2 de marzo y habrá 269 charlas y conferencias, 16 conciertos, 110 lecturas y recitales, 80 mesas redondas, 35 talleres, 21 firmas de libros y una exposición. El total de actividades, 607 corresponden a presentaciones que harán las diversas editoriales, que ofrecerán una amplia oferta cultural para niños, jóvenes y adultos de manera gratuita; así mismo este año se celebrará el centenario del nacimiento del caricaturista Gabriel Vargas (1915-2010), creador de “La familia Burrón”, y de los escritores Edmundo Valadés (1915-1994) y Rafael Bernal (1915-1972), entre otros. La feria se podrá visitar de lunes a viernes de 11:00 a 21:00 y los sábados y domingos de las 10:00 a las 21:00 horas. El precio de entrada es de 15 pesos de lunes a viernes y de 20 los sábados y domingos. Entran gratis los menores de seis años y las personas con alguna capacidad diferente. Pensándolo bien, pensé mal. José Madero Vizcaino. Castellano Editores. 2014. 335 pág. Del cantante José Madero, vocalista del grupo Pxndx, en este, su primer libro, plasma algunas de las malas decisiones que tomó en la vida para volverlas reflexivas. El libro no es del todo una autobiografía pero tiene como premisa mostrar esas vivencias que hicieron que el autor regresara al camino correcto. El libro está dividido en capítulos y son anécdotas que tienen una reflexión y moraleja. ¿Donde estás corazón?, Alfaguara, 2014 Beatriz Espejo, escritora veracruzana que combina la belleza y la perfección en su obra literaria, nos presenta ¿Dónde estás, corazón?, su más reciente libro, el cual proporciona un viaje antropológico por el siglo XVIII, donde Baltasar de Zúñiga y Guzmán fungía como virrey de la Nueva España y donde tener una hija “religiosa” es cosa de categoría social. Un convento con acceso a mujeres indígenas, pero no cualquiera, sino hijas de caciques, educadas en la lengua Castellana, repudiadas y solteronas que puedan proveer al convento de prestigio. Un escrito terriblemente visual que destaca por una excelente investigación, donde ningún detalle escapa a la realidad y te sumerge en el siglo, cuando la discriminación social, sobre todo de la mujer, la do- ble moral y los hecho históricos, revelan nuestro pasado y dan contexto al presente. Beatriz espejo ha participado en el taller literario de Juan José Arreola, y ha generado una muy destacada obra, donde destaca Muros de azogue (1979), El cantar del pecador (1993), La hechicera (1995), Alta costura (1997), Todo lo hacemos en Familia (2001 y El ángel de mármol, antología personal (2008), entre muchos otros como colaboraciones, sin olvidar aquellos relacionados intrínsecamente con el arte mexicano. El libro fue editado por Alfaguara y conjuga la realidad con la ficción y la lengua castellana hace gala en cada uno de sus capítulos, por lo que recomendamos ampliamente a los lectores a no dejarlo pasar por sus ojos voyeristas sedientos de visiones del pasado. 14 El Mollete Literario 15.02.2015 El diablo hizo al mundo en menos días que Dios Por Ximena Cobos E l Diablo hizo al mundo, su mundo, en menos días que Dios. Por eso yo me siento a escribir cada noche unas horas dedicádamente a ver si tengo la clarividencia o la tremenda borrachera para que mi mundo quede listo al fin. A veces siento que no lo estará nunca, otras que cada día ha sido la estructura y la materia de él. Como esa noche en que te conocí en aquel café, que tanto tiempo fue mío, hace ya casi un año. Y aunque en aquellos días no pensaba en escribirte un cuento, jamás pensé tampoco que la historia se trataría de idas y vueltas, de vaivenes nocturnos y despedidas agrias. Sin embargo, irse a veces también implica regresar. Aquella, la primera vez que intentaste con todas tus fuerzas alejarte de la persona que soy, fue el momento justo en que, como en los días de mi juventud, supe nuevamente cómo se siente que te rompan el corazón, que se te caiga en pedazos fríos entre lágrimas directo al estómago donde quema de dolor. No obstante, nada en ese hecho tan lleno de vacíos en el alma me hizo largarme, aunque sé que titubeé. Al armar un mundo traje conmigo, como todo diablo sensato, la esperanza, qué otra cosa podía acompañarme en esta tarea ardua de construir uno a la manera, no de Dios, sino mía. Llevé a nuestra cama ese posesivo plural; a tu cuarto detalles que se fueron sumando a un ambiente lleno de mi aroma en las mañanas y a tus mañanas sabor a mi y respiración en calma. Pero un mundo no se forja de detalles y nuevas palabras, necesita cimientos. Entonces te amé, te amé a pesar de la desdicha a corto y largo plazo venida de a rápido como el mismo amor. Te amé con todo y tu resistencia a que lo hiciera y dejé inscrita en tu pared que mi demonio pelearía contra todos los que tú quisieras enfrentarlo. Pequeño, enclenque, desgarbado, bajo de peso y con ojeras, aún así enfrentaría el ejército de dolores, temores, desconfianzas y traumas que tenías contigo y que yo no había puesto en tu cabeza. Así, resistí como un roble a tus celos sin sentido que no esperaba que tuvieras. No obstante, aún recuerdo pequeños sucesos en la vida que me fueron ligando poco a poco a ti, a tu aroma, a tu figura, a tu sonrisa de niño travieso, a tu voz de galante caballero y tu modo calmo de no me odiar. De entre todo, a lo que más aprecio le tomé fue a tu sonrisa. Por eso es que, bajo este recuerdo y con la noche que te caracteriza, ahora mismo no alcanzo a comprender cómo suceden las cosas en el mundo, porque no fue sino contigo que las verdades irresueltas me dieron con la puerta en la nariz y supe que no era buena para construir bases ni armonías. En la tarea diaria del Diablo estaba el entregarse. Menos astuto que un dios, quizá, dejó que las cosas naturales, los cruces de caminos, las enredaderas mentales y la inocencia de un encuentro en un café, se convirtieran en los hechos más confusos y sencillos en que se fundara un amor que te entregó. Pero esto no es algo que se supo de un tirón. La comodidad de los días no es siempre la totalidad de un mundo, menos cuando es incierta toda emoción en sus habitantes. No pretendí nunca ni intentaba por ningún motivo instalarme en la paranoia, al contrario, esperaba que por una única, primera y definitiva vez en la vida las cosas marcharan dentro de la mayor calma posible. Pero algo se rompió. Mi seguridad, pilar fundamental de la sanidad emocional, se fue al carajo aquel día en que terminé sin parar de llorar y empapada en una estación del metro esperando a que llegaras a recogerme, cuando horas antes te marchabas sin mirar atrás y yo trataba no sentir que mis intentos se desmoronaban junto a mi corazón y mis paredes de mundo anquilosado, eternamente anquilosado. Intenté de nuevo cada día de casi un año, persistí en mi tarea de ganarle al tiempo los segundos para que pudieras quedarte conmigo. Conté historias, armé tramas, intenté no escribir de dolores ni derrotas, no llorar ni pensar historias de amor que se iban al demonio en violentos días y oscuras tormentas de locura y odio. Traté de amarte sin dudar de tu cariño, pasar los días disfrutando tus dedos sobre el piano en tu habitación. Pero me perdí, no sé si dejé que me venciera o simplemente los hechos reales son que no se puede uno salvar. Lo comprendí aquella tarde en que me iba poniendo la ropa y tú tocabas a Chopan. Así es, tan dulce y doloroso; desgarrador y feliz; tan ayer, tan hoy y tan mañana; un niño, un adulto y una dama; lo es todo, es un todo contenido en las notas que los dedos pueden construir. Así es el amor, tan todo y tan nada. Te amé. Te amé rápido y desesperadamente, te quise mío como a nadie quise jamás, porque esta vez puse la paz que antaño me faltara. Me di en el mejor intento de poesía, tratando de no caer en los charcos que había dejado a mí alrededor. Pero sigo siendo lluvia, tanta como puede caer el último día que uno llora con el mayor dolor del mundo, el dolor de amar. Terminé en historia trágica. Por lo demás, no habrá lector que quiera enterarse de cómo desanduve tus calles, cómo dejé de verte y de sentir tu piel. No hay ya nadie en el mundo a quién le interesen las historias que inician siendo bellamente temblorosas y acaban en el caos que es uno mismo. Te regalé mis movimientos, alguna vez los intentaste regresar, luego fui yo quien te los arrebató sin furia pero con todo el derecho que me daba ser yo. Creo que nunca reparaste en ellos de verdad, en el sentido que tenían en sí mismos y en lo que significaba que te entregara mi universo: te estaba dando mis cambios, mis etapas, mi historia de emociones como muestra de quién era yo hasta llegado el día en que te vi. Pero para ti fue sólo un detalle curioso, parte del show que parecía ser esta mujer. Te di el último dibujo que hiciera el conejo antes de llegar a tierras lejanas esperando encontrar un hogar. Hogares hay muchos, el que la vida hace para ti en casa de tus padres es el que todos conocemos, pero yo quería una cosa para construir. Una decisión que posiblemente uno no debe tomar a los veinticinco. Ahora no sé cuál fue mi error, sé que tú si lo sabes. Por mi parte, en esta muerte de enveneno, me quedo a raya de la vida, sin esperanza ni espera, sin búsqueda ni atino de encuentro. Me ganó el tiempo o me dejé ganar. Te perdí aunque hubo días en que las calles nos vieron sonreír, días en que me mirabas con un amor que siempre contuviste, que lo sentías y te negaste a darme por miedo a que fuera la peor de las mujeres del mundo o la mejor. Pero no hay reclamos, sólo tardes inenarrables porque no hay trama en los meridianos pues no llegamos hasta allá. No hubo París ni Portugal. Tengo tu guitarra a la que le puse la cuerda que rompí. Léase como lo único que he podido reparar entre nosotros. Ximena Cobos CRUZ (“para no olvidar el puerto que le puso a mi sangre la necedad de buscar calor a toda costa) es una mujer que a sus 26 años busca titularse de la carrera de Letras Hispánicas, pero que, ya que la única montaña rusa a la que me he subido es a la de las emociones, escribo en todas las hojas que me encuentro textos muchas veces ininteligibles. Por ello, me declaro una de las categorías faltantes en el Manifiesto Infrarrealista de Mario Santiago Papasquiaro: El Caos Total. He publicado en dos ocasiones en la revista Letras de Reserva, pero manejo un blog junto a un amigo en el que, creyente fervorosa de que un escritor, antes de ser leído, necesita generar un público, busco acercar a cualquiera que se deje con mis textos a los autores que me han construido”, así se autodefine nuestra colaboradora. El Mollete Literario 15 15.02.2015 De mi Cuaderno de apuntes ¿Lo mismo pero diferente? Por Margarita Salazar Mendoza S eguramente todos ustedes conocen, aunque sea por lo famoso de la obra, la Odisea, del griego Homero. Pero me atrevo a decir que no todos están enterados de otras obras que reciben el mismo nombre, entre las que se encuentran Odiseo, de Agustí Bartra, y el Ulises de James Joyce; claro que existen otros textos que se han creado a partir del protagonista de la epopeya homérica. Veamos, por lo menos panorámicamente, las similitudes y diferencias entre tales creaciones. Empecemos por el principio, allá por el siglo VIII antes de Cristo. La Odisea de Homero fue escrita en griego, contiene unos diez mil versos hexámetros, aproximadamente; la historia está organizada en 24 cantos. Narra el viaje de regreso de Odiseo (también conocido como Ulises), después de haber participado en la guerra de Troya, a su isla natal, Ítaca. Durante el trayecto, que dura unos diez años, vive un sinfín de aventuras, algunas de ellas muy conocidas –recuerdan seguramente las sirenas o los cíclopes–. Durante los siglos XVI y XVII aparecieron innumerables obras que toman como eje principal el viaje de Ulises. Podemos citar, sólo como ejemplos, El mayor encanto, amor, de Pedro Calderón de la Barca, y La navegación de Ulises, un auto sacramental de Juan Ruiz Alceo. Alfred Tennyson, poeta británico (1809-1892), escribió en 1833 un poema titulado “Ulises”, que se publicó en 1842. Está compuesto de setenta versos blancos, que funcionan como un monólogo dramático. En ese texto el protagonista relata su descontento y su nerviosismo cuando ha regresado a Ítaca; en el ocaso de su vida desea volver a viajar y seguir explorando el mundo, sin importar que se haya reencontrado con su esposa, Penélope, y su hijo, Telémaco. A principios del siglo XX, el griego Konstantino Kavafis compuso el ahora muy famoso poema titulado “Ítaca”. Lo incluyo aquí porque vale la pena leerlo. Cuando te encuentres de camino a Ítaca, desea que sea largo el camino, lleno de aventuras, lleno de conocimientos. A los Lestrigones y a los Cíclopes, al enojado Poseidón no temas, tales en tu camino nunca encontrarás, si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta. A los Lestrigones y a los Cíclopes, al fiero Poseidón no encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si tu alma no los coloca ante ti. Desea que sea largo el camino. Que sean muchas las mañanas estivales en que con qué alegría, con qué gozo arribes a puertos nunca antes vistos, deténte en los emporios fenicios, y adquiere mercancías preciosas, nácares y corales, ámbar y ébano, y perfumes sensuales de todo tipo, cuántos más perfumes sensuales puedas, ve a ciudades de Egipto, a muchas, aprende y aprende de los instruidos. Ten siempre en tu mente a Ítaca. La llegada allí es tu destino. Pero no apresures tu viaje en absoluto. Mejor que dure muchos años, y ya anciano recales en la isla, rico con cuanto ganaste en el camino, sin esperar que te dé riquezas Ítaca. Ítaca te dio el bello viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene más que darte. Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó. Así, sabio como te hiciste, con tanta experiencia, comprenderás ya qué significan las Ítacas. En 1922 aparece el Ulises de James Joyce. Considerada como la mejor novela inglesa, por algunos críticos –como Umberto Eco– pero sobre la que pesan también juicios negativos –como el de Vir- ginia Woolf–, esta extensa obra consta de 18 capítulos; otros estudiosos presentan su estructura dividida en tres partes, dejando tres piezas en la primera, tres en la última, y el resto en la segunda. Efectivamente, Joyce organizó su texto en 18 episodios, pero no olvidemos que los eliminó al momento de publicarla. El 11 y el 12 corresponden a “Las sirenas” y “El cíclope”, respectivamente. Para que nos demos una idea de su extensión basta decir que la mayoría de las ediciones tienen entre 800 y mil páginas. En ella se cuentan las aventuras por la ciudad de Dublín, del irlandés Leopold Bloom. A mediados del siglo XX, el barcelonés Agustí Bartra escribió su propio Odiseo. Él armó su texto en cinco partes y mezcló algunos versos con, principalmente, prosa. La primera está, a su vez, subdividida en 12 piezas, entre las que se hallan tres tituladas Los cíclopes, Polifemo y Las sirenas. Además de que, sólo aparecen los pasajes más conocidos de la obra homérica, Bartra recrea, poéticamente, el litoral soleado y arenoso, con sus olivos, cipreses, pinos, higueras, y la marina Ítaca con sus oscuras barcas, sus muros blancos y sus gaviotas; es el escenario mediterráneo. Algunos críticos dicen que ésta es versión poética moderna de la Odisea; obviamente yo no estoy de acuerdo con tal calificativo. Durante la segunda mitad del siglo XX las obras relacionadas con ese asunto, Ulises de regreso a su hogar, han continuado surgiendo, sólo que las de este momento tienden a ver la historia desde la óptica de Penélope. Así, encontramos tres textos dramáticos: La tejedora de sueños (1952), de Antonio Buero Vallejo; ¿Por qué corres, Ulises?, de Antonio Gala estrenada en 1974; Ulises no vuelve (1983), de la madrileña Carmen Resino de Ron; y un libro de 16 poemas de la también española Ana María Romero Yebra, El llanto de Penélope, de 1998. Podemos concluir este recorrido en el 2005, con la aparición de la novela La penelopiada, de la canadiense Margaret Atwood. Todas estas obras que hemos propuesto recuentan la historia clásica y proponen una nueva mirada al conocido mito. Han sido llamadas versiones, adaptaciones, refundiciones. Genette, por su parte, ha hablado de las relaciones transtextuales, entre las que destaca la intertextualidad. Mas este grupo de obras merece otra explicación, por supuesto, argumentada.
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