Constitución del sujeto - Página personal del Doctor Juan Carlos

ANEXO I
Constitución del sujeto1
La función de la angustia se sostiene en la diferencia introducida por Freud entre
la situación traumática de la indefensión y la situación de peligro. La situación de la
indefensión introduce el lugar de la angustia, diferente de su fenómeno. Y a partir de
allí: la función del objeto en la experiencia analítica.
“La angustia está ligada a todo lo que puede aparecer en ese lugar” (Lacan 1963)
donde se constituye el sujeto: momento fundante de la indefensión; momento
constitutivo de cesión (situación de peligro) del objeto a.
¿En qué momento privilegiado pues emerge la angustia como lugar? En el punto
de partida –la angustia como lugar– el primer efecto de cesión es el grito que coincide
con la emergencia al mundo de aquel que será el sujeto. Lacan destaca la paradoja que
une la cesión de dicho objeto con el núcleo propio del Otro.
Así, la función del grito opera como relación terminal con el corazón mismo de
ese Otro cuando se constituye como el prójimo.
Ese entre–dos, entre el sujeto y el Otro, cede algo. Momento inaugural: a
continuación ya “nada puede hacer con ese grito que escapa de él”, ya “nada lo une a
ese grito” (Ídem).
El grito entonces es la manera en que lo extranjero, lo hostil, del Entwurf se hace
prójimo y constituye “ese núcleo de mí mismo, el del goce, al que no oso
aproximarme”. (Lacan 1960, 225)
El tiempo de la angustia es constitutivo de la aparición de la función a, que viene
a instituir, pues, el fundamento como tal del sujeto dividido.
Función de la angustia: “la imposibilidad para el sujeto de hallar en sí mismo,
sujeto, su causa” (Lacan 1963, ob. cit.). Pues, en cuanto a la causa de su división, el ser
humano está ante todo sometido a haberla producido en un peligro que él ignora.
Una dimensión del horror –como anticipamos– en la raíz misma de la división
del sujeto, como momento constitutivo del objeto a: el sujeto ignora profundamente ese
instante (Zeitpunkt)2 en que se produce la causa de su escisión.
Esta operación marca al sujeto como barrado pero no lo representa. El sujeto
determinado por la estructura (diferente del fantasma) se funda por la inscripción de una
marca como afirmación de un goce excluido de raíz que, a su vez, deja un resto no
medible. El objeto a, testimonio de esa división y de esa privación.
Este apartado forma parte de J. C. Cosentino, “Variaciones del horror: el destino de la
neurosis”, en Lo siniestro en la clínica psicoanalítica, Bs. As., Imago Mundi, 2001, pp. 15-17.
2
El sueño de angustia del pequeño Hans constituye ese estadio inicial que marca el comienzo
de la angustia que se anticipa a la constitución de la fobia. En ese Zeitpunkt, escribe Freud, es
decir, en ese “breve momento” o “rápido instante” muchas veces descuidado o silenciado, se
introduce la perturbación que al comienzo carece de objeto [Cosentino, J. C. (1998) “Angustia,
fobia, despertar”, Bs. As., Eudeba, 1998, 30-44].
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A

S
GOCE

a

A
ANGUSTIA

S

INSCRIPCIÓN

S‹›a
S1….S2
DESEO

Con R.S.I. la angustia se desplaza: del deseo (del Otro) al campo del goce. "¿Qué
es la angustia?” (Lacan 1974b, 104) Aquello que, del interior del cuerpo, ex–siste
cuando algo lo despierta. Así, como parte de lo real –nominación de lo real–, es, pues, la
que le va a dar su sentido a la naturaleza del goce.
El testimonio de lo que es inevitable para su abordaje, pasar por ese cuerpo
fuera–de–cuerpo, que no esta afectado más que por la estructura.
¿De qué tenemos miedo? “De nuestro cuerpo. La angustia es, precisamente, algo
que se sitúa en nuestro cuerpo en otra parte, es el sentimiento que surge de esa sospecha
que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo” (Lacan 1988, 102).
Y lo que nos lo asegura es un fenómeno al que hay que acordarle particular
atención para “una formulación satisfactoria, unitaria de todas las funciones de la
angustia en el campo de nuestra experiencia” (Lacan 1962, ob. cit.). Ese fenómeno, que
se redefine en el pasaje del campo del deseo al del goce, es el unheimlich.
Así, el hombre ama a su imagen como lo que le es más prójimo, es decir, su
cuerpo. Pero, de este prójimo, vale decir, su cuerpo (el entre–dos), no tiene
estrictamente ninguna idea. Cree que es su yo. Y es un agujero (ese grito que escapa de
él, cuando ya nada lo une a ese grito). Afuera está la imagen, y con ella la realidad
psíquica. Cuando un hombre con su palabra, recupera la voz y “clama” por una mujer,
“¿qué hay más embarazoso para él que un cuerpo de mujer?” (Lacan 1974a, 19).
Referencias bibliográficas
LACAN, J. (1960) “El Seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis”, Bs. As., Paidós, 1992.
LACAN, J. (1962) “El Seminario, libro X, La angustia” (inédito), lección del 5-XII-62.
Idem (1963), lección del 3-VII-63.
LACAN, J. (1974a) “El fenómeno lacaniano”, en Uno por Uno, N° 46, verano de 1998, 11-26.
LACAN, J. (1974b) “Le Seminaire, livre XXII, R.S.I.”, Ornicar? 2, Le Graphe, Paris, 1975, pág.
104.
LACAN, J. (1988) “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Bs.As., Manantial, 1988, pág.
102.
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