ANEXO I Constitución del sujeto1 La función de la angustia se sostiene en la diferencia introducida por Freud entre la situación traumática de la indefensión y la situación de peligro. La situación de la indefensión introduce el lugar de la angustia, diferente de su fenómeno. Y a partir de allí: la función del objeto en la experiencia analítica. “La angustia está ligada a todo lo que puede aparecer en ese lugar” (Lacan 1963) donde se constituye el sujeto: momento fundante de la indefensión; momento constitutivo de cesión (situación de peligro) del objeto a. ¿En qué momento privilegiado pues emerge la angustia como lugar? En el punto de partida –la angustia como lugar– el primer efecto de cesión es el grito que coincide con la emergencia al mundo de aquel que será el sujeto. Lacan destaca la paradoja que une la cesión de dicho objeto con el núcleo propio del Otro. Así, la función del grito opera como relación terminal con el corazón mismo de ese Otro cuando se constituye como el prójimo. Ese entre–dos, entre el sujeto y el Otro, cede algo. Momento inaugural: a continuación ya “nada puede hacer con ese grito que escapa de él”, ya “nada lo une a ese grito” (Ídem). El grito entonces es la manera en que lo extranjero, lo hostil, del Entwurf se hace prójimo y constituye “ese núcleo de mí mismo, el del goce, al que no oso aproximarme”. (Lacan 1960, 225) El tiempo de la angustia es constitutivo de la aparición de la función a, que viene a instituir, pues, el fundamento como tal del sujeto dividido. Función de la angustia: “la imposibilidad para el sujeto de hallar en sí mismo, sujeto, su causa” (Lacan 1963, ob. cit.). Pues, en cuanto a la causa de su división, el ser humano está ante todo sometido a haberla producido en un peligro que él ignora. Una dimensión del horror –como anticipamos– en la raíz misma de la división del sujeto, como momento constitutivo del objeto a: el sujeto ignora profundamente ese instante (Zeitpunkt)2 en que se produce la causa de su escisión. Esta operación marca al sujeto como barrado pero no lo representa. El sujeto determinado por la estructura (diferente del fantasma) se funda por la inscripción de una marca como afirmación de un goce excluido de raíz que, a su vez, deja un resto no medible. El objeto a, testimonio de esa división y de esa privación. Este apartado forma parte de J. C. Cosentino, “Variaciones del horror: el destino de la neurosis”, en Lo siniestro en la clínica psicoanalítica, Bs. As., Imago Mundi, 2001, pp. 15-17. 2 El sueño de angustia del pequeño Hans constituye ese estadio inicial que marca el comienzo de la angustia que se anticipa a la constitución de la fobia. En ese Zeitpunkt, escribe Freud, es decir, en ese “breve momento” o “rápido instante” muchas veces descuidado o silenciado, se introduce la perturbación que al comienzo carece de objeto [Cosentino, J. C. (1998) “Angustia, fobia, despertar”, Bs. As., Eudeba, 1998, 30-44]. 1 115 A S GOCE a A ANGUSTIA S INSCRIPCIÓN S‹›a S1….S2 DESEO Con R.S.I. la angustia se desplaza: del deseo (del Otro) al campo del goce. "¿Qué es la angustia?” (Lacan 1974b, 104) Aquello que, del interior del cuerpo, ex–siste cuando algo lo despierta. Así, como parte de lo real –nominación de lo real–, es, pues, la que le va a dar su sentido a la naturaleza del goce. El testimonio de lo que es inevitable para su abordaje, pasar por ese cuerpo fuera–de–cuerpo, que no esta afectado más que por la estructura. ¿De qué tenemos miedo? “De nuestro cuerpo. La angustia es, precisamente, algo que se sitúa en nuestro cuerpo en otra parte, es el sentimiento que surge de esa sospecha que nos embarga de que nos reducimos a nuestro cuerpo” (Lacan 1988, 102). Y lo que nos lo asegura es un fenómeno al que hay que acordarle particular atención para “una formulación satisfactoria, unitaria de todas las funciones de la angustia en el campo de nuestra experiencia” (Lacan 1962, ob. cit.). Ese fenómeno, que se redefine en el pasaje del campo del deseo al del goce, es el unheimlich. Así, el hombre ama a su imagen como lo que le es más prójimo, es decir, su cuerpo. Pero, de este prójimo, vale decir, su cuerpo (el entre–dos), no tiene estrictamente ninguna idea. Cree que es su yo. Y es un agujero (ese grito que escapa de él, cuando ya nada lo une a ese grito). Afuera está la imagen, y con ella la realidad psíquica. Cuando un hombre con su palabra, recupera la voz y “clama” por una mujer, “¿qué hay más embarazoso para él que un cuerpo de mujer?” (Lacan 1974a, 19). Referencias bibliográficas LACAN, J. (1960) “El Seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis”, Bs. As., Paidós, 1992. LACAN, J. (1962) “El Seminario, libro X, La angustia” (inédito), lección del 5-XII-62. Idem (1963), lección del 3-VII-63. LACAN, J. (1974a) “El fenómeno lacaniano”, en Uno por Uno, N° 46, verano de 1998, 11-26. LACAN, J. (1974b) “Le Seminaire, livre XXII, R.S.I.”, Ornicar? 2, Le Graphe, Paris, 1975, pág. 104. LACAN, J. (1988) “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Bs.As., Manantial, 1988, pág. 102. 116
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