Primavera Mística y Lunar

Primavera Mística y Lunar
22 de mayo
Primavera Mística y Lunar
Revista Caricatura Nº 59
Marzo 14 de 1920
Seguramente más de un lector, recordará las primeras
estrofas de este poema que empieza así: “El viejo campanario/
toca para el rosario/Las viejecitas una a una/ van desfilando hacia el
santuario/ y se diría un milenario coro de brujas, a la luna/ Es el
último día del mes de María”. Su autor, el poeta quiteño Arturo
Borja (1892- 1912), perteneció a “la generación decapitada”,
tal como la han definido los estudiosos de la literatura
ecuatoriana. Sin embargo, siempre es bueno estar un paso
más allá de las definiciones y esquemas, ya que a veces
pueden inducirnos a caer en prejuicios y lecturas sesgadas,
que no nos permiten entender los procesos históricos o
artísticos en su real dimensión. Y este es el caso de Arturo
Borja, que al igual que sus compañeros de ruta, los poetas
Ernesto Noboa y Caamaño, y Humberto Fierro,
desarrollaron su accionar, en los convulsos años de finales
del siglo XIX y principios del XX. Los cambios
implementados por la Revolución Liberal, liderada por el
General Eloy Alfaro, modificaron en varios sentidos, la
cotidianidad de los quiteños. La implantación de la
educación laica, la separación de la Iglesia y el Estado, el
matrimonio civil, la dotación de servicios públicos, la
incorporación de la mujer al trabajo remunerado, la libertad
de cultos, el arribo del ferrocarril a Quito, entre otros
aspectos, se enmarcaron dentro de dos pilares claves para el
proyecto liberal “modernidad y progreso”. Sin embargo, es
erróneo pensar que los cambios se dieron de un momento a
otro, y de manera voluntaria. Al contrario, para los quiteños
fue difícil acoplarse a los mismos, no sin mediar resistencia
en algunos casos. A esto se unió, la inestabilidad económica
y política, reflejada en conflictos civiles internos, que
produjeron cientos de muertes, y una continua polarización
ideológica, que llegó a su punto culminante, con el asesinato
de Eloy Alfaro en enero de 1912. En medio de este álgido
ambiente social, los poetas modernistas, defendieron su lema
de “el arte por el arte”, justamente para establecer un límite
entre su creación y la realidad social, contaminada –según
ellos por la política-. Prefirieron la evasión y la incesante
búsqueda de la belleza, a manera de protección. Su
exacerbada sensibilidad, se alteraba al visionar escenas de
violencia en las calles de Quito. Además se sintieron en cierto
sentido, amenazados, por el creciente flujo migratorio, que
incrementó la población de la capital. Adoptaron una actitud
de rechazo hacia “los recién llegados”, en medio del juego
doble entre ciudad aldea- y ciudad moderna. Despreciaron la
vida burocrática, el trabajo asalariado, los valores burgueses
como la acumulación de dinero, la descendencia, la escasa
actividad cultural, y la poca valoración al artista.
Sus intereses estéticos los llevaron por otras vías. Se
dedicaron a crear y a vivir de acuerdo a sus deseos. No en
vano el poeta Arturo Borja acuñó la frase “municipal y
espeso”, a modo de crítica mordaz en contra de los políticos,
militares, burócratas, “guerreadores”, y la vida tediosa de
Quito. Para combatir precisamente este último aspecto,
artistas como Arturo Borja, Ernesto Noboa, Humberto Fierro,
Francisco Guarderas, entre otros, se reunían tal como lo
señaló el escritor Raúl Andrade, en el Café Central, animado
por la simpatía de Carlos de Veintemilla, Emilio Alzuro,
Alfonso Aguirre, Ernesto Fierro y Pancho Guillén. Entre risas
y paseos imaginativos, los poetas modernistas dieron rienda
suelta a su pasión estética, restando importancia al
despilfarro o la falta de empleo. Para ellos “las deudas eran el
perfume de la juventud”.
El deseo de evadirse, también les llevó al consumo de drogas
como el opio o la morfina, misma que según testimonio del
poeta Hugo Alemán, la conseguían gracias a un expendedor
que vivía en la calle Ambato. La dependencia a la morfina, en
el caso de Arturo Borja, mermó su delicada constitución
Irónicamente, su último año de existencia, fue el de mayor
Primavera Mística y Lunar
En este lapso escribió Rosa lírica, Poemas, Aria galante, En el
blanco cementerio, y, Por el camino de las quimeras. Sin embargo,
pesó más su desidia ante la realidad circundante, y decidió
terminar con su vida, con una sobredosis de morfina en
octubre de 1912. La muerte del poeta Borja, no solo impactó
a sus amigos y allegados, sino a la sociedad civil quiteña, que
veía con espanto como esta “epidemia morfinómana”, ponía
en riesgo a los “jóvenes de buena familia”. A partir de este
trágico incidente, los modernistas fueron estigmatizados, y
su obra poco valorada. A tal punto llegó el repudio social,
que diario El Comercio, a través de su director Carlos Mantilla, emprendió una campaña abierta en contra de los
morfinómanos, llegando incluso a señalar públicamente a
quienes consumían esta clase de droga en la capital.
Retomando los versos citados al principio, y que hacen
referencia al mes de mayo dedicado a la Virgen María, no
hay que dejarse llevar por la primera impresión. La actitud
irreverente de Borja, se expresa con total intencionalidad, a
través del uso de la palabra “primavera”. En lo personal
considero que el poeta fue por dos vías: la primera que Borja
tenía en sus recuerdos, su paso por Europa y su primavera,
estación ausente en Quito debido a su ubicación geográfica.
La segunda vía, es que a decir de muchos la ciudad está
siempre en un estado “de eterna primavera”, situación que
lejos de congraciar a los modernistas, los sumió en un tedio
cotidiano, del que solo les salvó la muerte. En este sentido la
evasión se tornó poética, y por qué no, válida y
comprensible…
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El Otro Quito
Susana Freire García
Artículo 4
2015