Ídolos domésticos Apóstol Sergio Enríquez O. Guatemala, 04 de mayo del Año de la Misericordia El anhelo existente en el corazón de Dios es el que nuestros hogares puedan ser edificados en Sus principios espirituales y Su orden para que puedan ser restaurados. Él desea llegar a lo más profundo de nuestro ser y que desde ahí sea iniciado el proceso de renovación. En otras palabras, es llegar a nuestro espíritu, el cual está ligado con el Espíritu de Cristo y con el Espíritu Santo, y partir desde ese punto a la conquista del alma; de esta forma se podrá desarraigar toda planta que el Padre no plantó, los corazones endurecidos ser cambiados por corazones sensibles y las heridas en el alma ser sanadas. Hay que concientizar que este proceso debe comenzar primeramente en nosotros, como individuos, para luego ser dirigido al núcleo familiar. Cuando nosotros escudriñamos todo lo que el Antiguo Testamento registra acerca del pueblo de Israel, notamos que una de las grandes ofensas que ellos cometieron contra el Señor, fue la idolatría. Por esta razón es esencial el que analicemos qué es realmente idolatría, en dónde se originó, y examinar si en nuestros hogares existe alguna manifestación de la misma. Esto con el fin de que pueda ser extirpada, tanto de nuestros corazones como de nuestras casas. Muchas personas creen que idolatría es simplemente rendir adoración a una imagen hecha de manos de hombres, sin embargo va mucho más allá, pues todo aquello que sea colocado en el lugar que le corresponde a Dios, se convierte en un ídolo. La idolatría dentro del pueblo de Israel –ya como nación- fue originada dentro de las casas con los ídolos domésticos (teraphim). Al leer la historia de Jacob, vemos que al momento en que Dios le da la instrucción de que regresara a su tierra y a sus familiares, él toma consigo a sus mujeres, hijos y todo lo que tenía, y huye de su suegro Labán. Raquel, por su parte, roba los ídolos domésticos de su padre y se los lleva escondidos. Al tercer día de esto, Labán es informado de que Jacob había huido, por lo que va tras él hasta encontrarlo, reclamándole el hecho de haberle privado de despedirse de sus hijas y el haberle robado sus dioses. Una vez entra Labán a la tienda de Jacob para buscar sus ídolos, vemos como Raquel coloca los mismos en los aparejos del camello y se sienta sobre ellos para esconderlos de su padre, a quien le dice que ella no se podía levantar de su lugar por hallarse en los días comunes de las mujeres, Gn 31:35 LBA. Este tipo de hemorragia para ellos era considerado como sangre inmunda, razón por la cual Labán no se acercó a revisar el lugar donde ella se encontraba sentada. A este respecto podemos resaltar el hecho de que ella cubrió su pecado con sangre inmunda; pero ya estaba establecido por Dios que el pecado debía borrarse con la sangre de un cordero sin mancha (tipificando al Cordero de Dios). Todo esto es indicativo del gran valor que estos dioses tenían en el corazón, no solo de Labán sino de Raquel. Para ellos, aquel que poseyera los teraphim pasaba a ser el heredero de todos los bienes de la familia. Esto significa que uno de los tipos de idolatría que se mete en los hogares, es el que los propios cónyuges pueden tener hacia sus respectivos padres o familia biológica, así como a la herencia proveniente de estos. Una de las ordenanzas establecidas en la Biblia es que el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (Gn 2:24; Mt 19:5). Y a la mujer se le dice, olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre (Sal 45:10). A pesar de ello, uno de los mayores conflictos generados dentro de un hogar y que es conducente a la destrucción del mismo, es el hecho de que los cónyuges no han seguido el orden divino establecido por Dios a este respecto, y aún se mantienen ligados a las casas de sus padres y anhelando la herencia que de ellos pueden recibir. Es necesario que se efectúe un desprendimiento del cordón umbilical entre los padres y los hijos al momento del matrimonio; esto sin que se pierda el vínculo de amor y sin que se deje de honrar a los padres. Hacer esto equivale a desarraigar de nuestros hogares la idolatría concerniente a esta índole. Una de las características de estos teraphim, era que estaban desnudos. Dicha desnudez tipificaba la fertilidad. Partiendo de esto, entendemos que Raquel no solo anhelaba la herencia de su padre, sino el poder tener hijos, ya que ella hasta ese entonces no había podido darle hijos a Jacob. Esto nos muestra que otro de los tipos de idolatría que se puede tener es hacia la fertilidad. En Jer 7:18 LBA, la Palabra nos revela como el pueblo de Israel inició haciendo cultos a la fertilidad pero terminaron haciéndole culto a la reina del cielo. Esta situación llevó a ira al Señor, no solamente porque estaban practicando la idolatría, sino porque la primera rebelión dada en el cielo fue a través de una entidad femenina, conocida como iniquidad y ahora ellos la estaban venerando. Es importante reconocer, honrar y respetar a nuestros padres, pero jamás debemos cruzar la línea entre este vínculo de amor y la idolatría. Leemos en Jue 18:17 LBA, como fueron tomados de la casa de Micaía, un efod, una imagen tallada, los ídolos domésticos y una imagen de fundición. Ahora, esa imagen de fundición fue hecha con doscientas piezas de plata. Y estas piezas provenían de las mil cien piezas de plata que Micaía le había robado a su madre y que luego le había devuelto. A raíz de esto, entendemos que una de las idolatrías que se pueden suscitar es en cuanto al dinero. El manejo de la economía debe conducirse apropiadamente para evitar generar disputas entre los cónyuges y un derroche del presupuesto. Por otra parte, no debemos colocar nuestra confianza en el dinero, sino en Dios quien es nuestro proveedor. Otro ídolo doméstico puede ser el de índole sexual o sensual, tal como vemos que Mical tenía, 1 Sam 19:13 LBA. Ella había colocado este teraphin en el lugar que le correspondía a David, su esposo. Un matrimonio no debe basarse únicamente en una relación sexual, sino que el lazo que los une debe ser el amor, y el centro de todo debe ser el Señor. Para que nuestros hogares puedan ser restaurados y permanecer en un vínculo de paz y amor, se requiere echemos fuera los teraphim que podamos tener albergados. Es bueno amar a nuestros progenitores y disfrutar de las bendiciones que Dios nos da, pero no debemos crear un ídolo de estas cosas, porque estaríamos ofendiendo profundamente el corazón de nuestro amado Señor. Extirpemos toda posible idolatría de nuestra vida y hogares. Redactado por: Hna. Natalie Marie Figueroa 1 Este estudio puede imprimirse y reproducirse por cualquier medio siempre y cuando se cite la fuente de donde se obtuvo. www.ebenezer.org.gt
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