“Un nuevo rostro de la vida consagrada” Camilo Maccise Índice Introducción..................................................................................................... 9 I. Partir de la experiencia de Jesucristo.................................................... 15 1. La persona de Cristo que nos ha fascinado................................................. 15 2. El Espíritu guía nuestra vida al seguimiento de Jesús................................ 17 3. Características del seguimiento de Jesús en nuestra vida consagrada........ 18 II. Una espiritualidad vital y encarnada................................................... 1. Mediaciones culturales y espiritualidad...................................................... 2. Condiciones y características de la antigua y de la nueva espiritualidad... 3. Espiritualidad en la historia........................................................................ 4. Espiritualidad antigua.................................................................................. 5. Los condicionantes de la espiritualidad antigua......................................... 6. Espiritualidad desencarnada........................................................................ 7. Espiritualidad moderna............................................................................... 8. Los condicionantes de la nueva espiritualidad........................................... 9. Espiritualidad encarnada, vital y fraterna................................................... 10. Diversas etapas y ejes centrales de la espiritualidad actual...................... 11. Los grandes polos de la espiritualidad de la vida consagrada.................. 23 23 26 26 27 28 29 30 30 35 37 41 III. La vida fraterna en comunidad............................................................ 47 1. Las raíces de la fraternidad cristiana........................................................... 2. La fraternidad en la Iglesia y en la vida consagrada.................................. 3. La vida consagrada: vida de fraternidad..................................................... 4. Redescubrimiento de la vida fraterna en comunidad.................................. 5. Fraternidad religiosa y comunidades cristianas.......................................... 6. Fundamentos teológicos de la fraternidad cristiana.................................... 7. La experiencia del Padre y del Espíritu en la fraternidad cristiana............ 8. La experiencia de Cristo, hermano mayor presente en los hermanos........ 9. Presencia que actúa a través de carismas diferentes................................... 10. De la imperfección a la plenitud de la fraternidad cristiana..................... 11. El aporte de la vida consagrada a la fraternidad cristiana........................ 12. El aporte de los votos en su dimensión fraterna....................................... 47 50 51 52 52 53 54 54 56 56 57 58 IV. Profetismo y opción preferencial por los pobres.............................. 1. Sentido y dimensiones de la vocación profética en la Biblia..................... 2. Jesús Profeta y evangelizador del Reino de Dios....................................... 3. Nuestra vida consagrada como signo profético a la luz de la mística y profecía de nuestros fundadores y fundadoras........................................... 4. Profetismo, opción por los pobres y solidaridad........................................ 5. La inserción de la vida consagrada............................................................. 6. Estructuras e instituciones de la vida consagrada al servicio de la solidaridad............................................................................................................ 7. Solidaridad: utopía y concretizaciones históricas....................................... 8. Instituciones de la vida consagrada como estructuras................................ 9. En la perspectiva del proyecto salvífico de Dios....................................... 10. Estructuras de la vida consagrada al servicio de la solidaridad humana, eclesial y congregacional.......................................................................... 11. La solidaridad en las obras apostólicas tradicionales............................... 12. La organización interna de los Institutos al servicio de la solidaridad.... 13. Una revisión renovadora de las instituciones para la solidaridad............ 14. Dificultades para la renovación de las instituciones................................. 15. El marco cristológico en la renovación de las instituciones de la vida consagrada para la solidaridad.................................................................. 16. El marco eclesiológico en la renovación de las instituciones de la vida consagrada para la solidaridad.................................................................. 17. Hacia una auténtica solidaridad................................................................ 18. Comunidades cercanas al pueblo.............................................................. 19. Los bienes de las comunidades e Institutos religiosos al servicio de la solidaridad................................................................................................. 20. Formación para la solidaridad................................................................... 61 63 67 68 75 76 82 83 84 85 86 88 89 89 90 91 92 94 94 96 97 V. Inculturación y unidad en la diversidad.............................................. 101 1. Una evangelización inculturada y una inculturación de la vida consagrada.. 2. Inculturación del evangelio......................................................................... 3. Inculturación de la vida consagrada........................................................... 4. Defensa de las culturas............................................................................... 5. Vida consagrada y unidad en la diversidad................................................ 6. Modalidades del encuentro multicultural en la vida consagrada................ 7. Los Institutos religiosos signo e instrumento para el encuentro multicultural............................................................................................................. 101 102 103 103 104 107 108 VI. Compartir el carisma y la espiritualidad con un laicado asociado... 115 1. Perspectiva histórica del laicado en la Iglesia............................................ 115 2. El laico en el documento “Christifideles laici”......................................... 118 3. Nuevas perspectivas para un laicado asociado........................................... 120 IV. Bibliografía................................................................................................. 125 RETIRO: Mirar al Crucificado para descentrar la vida - Mikel Hernansanz.................................................................................................. 127 - Capítulo 3 La vida fraterna en comunidad La realidad de la vida comunitaria en la vida religiosa ha sido redescubierta con nuevas dimensiones en una Iglesia de comunión. El Concilio Vaticano II presenta la vida religiosa con un acento especial en la fraternidad como elemento a partir del cual se entienden los otros que la definen y constituyen. Al hablar de la comunidad la describió como fruto del amor de Dios derramado por el Espíritu para reunir a sus miembros “como verdadera familia congregada en el nombre del Señor”28. El documento posinodal Vita consecrata subraya el carácter de signo de comunión que tiene la vida consagrada en la Iglesia. Y pone también de relieve la importancia que tiene en un mundo dividido e injusto29. Las raíces de la fraternidad, su desarrollo y comprensión en la historia de la iglesia y de la vida religiosa, los desafíos que enfrenta hoy y las condiciones para un testimonio fraternal de los religiosos en la actualidad son aspectos que hay que tener presentes para una comprensión del sentido y de los alcances de la fraternidad cristiana, vistos 28 PC 15. 29 VC 51. particularmente desde la perspectiva de la vida religiosa. 1. LAS RAÍCES DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA La fraternidad cristiana no es un simple sentimiento natural de filantropía que lleva a una relación que crea vínculos de afecto y amistad con los semejantes. Jesús nos reveló nuevas dimensiones que nos permiten comprender mejor el sentido profundo de los vínculos de hermandad que Dios ha querido que existan entre los seres humanos. Es en las fuentes bíblicas donde encontramos, expresada en la experiencia-modelo de Israel y de la comunidad cristiana primitiva, lo que podemos llamar las raíces de nuestra fraternidad vistas desde la fe en un Dios que nos ha hablado de muchas maneras en la historia y plenamente en su Hijo (cf Heb 1, 1-2). El AT transmite la experiencia de una fraternidad basada en la solidaridad que da la pertenencia al mismo - 48 pueblo de Dios, que tiene sus orígenes en la promesa hecha a Abraham y que se compromete con una alianza en la que se inculcan el amor y la preocupación por el prójimo-hermano, especialmente por los más pobres y desamparados. Es en la fraternidad donde se concretiza el ideal de una sociedad de personas libres, porque han sido liberadas por Dios, y hermanas porque el mismo Dios las ha convertido en su familia. En el NT la realidad de la fraternidad cristiana, sus fundamentos y exigencias aparecen con mayor precisión. Jesús insiste en la fraternidad de todos (Mt 23,8). Esta fraternidad universal se expresa con fuerza en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37): el prójimo-hermano es todo aquel que se encuentra en necesidad aunque no pertenezca al pueblo escogido. Un primer fundamento de la fraternidad lo coloca Jesús en el amor que Dios tiene a cada persona. Cuando se le dirige la pregunta sobre cuál de los mandamientos es el primero de todos, Cristo responde que es el de amar a Dios con todo el corazón y todas las fuerzas, y añade: “el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas” (Mt 22, 36-40). El amor al hermano es la respuesta al amor de Dios. En este mandamiento se encuentra la explica- ción del misterio de la iglesia: comunidad de amor entre hermanos, hijos del mismo Padre. El amor hacia él es fuente del amor hacia sus-hijos. El amor del Padre se difunde entre los hombres para suscitar en ellos el amor a los hermanos (1 Jn 5,1-2). Entre el amor a Dios y el amor a los hermanos existe una compenetración. El amor a Dios ilumina y purifica la fraternidad. Ésta, por su parte, es la manifestación comunitaria de ese amor y el criterio para discernir su autenticidad. En la categoría de prójimo-hermano Jesús coloca también a los enemigos (Lc 6, 27-28). El motivo de este amor fraterno a los que nos hacen mal lo coloca Cristo en la imitación del Padre, que “es bueno con los ingratos y los perversos” (Lc 6,35). Para Pablo la comunión en Cristo y la vocación a formar la comunidad eclesial crean vínculos fraternos entre los creyentes. Vínculos que tienen su raíz y su origen en Dios y en Jesús. Esto explica el uso tan frecuente del término hermano - hermana (más de 130 veces). Mientras en los evangelios estos términos se usan preponderantemente para significar una fraternidad natural, en Pablo predomina el sentido religioso o espiritual en su empleo. Significa especialmente ser copartícipe en la misma fe en Cristo, que une a los creyentes en la fraternidad de él, que viene a ser el primogénito entre - 49 muchos hermanos (Rom 8, 29), a quienes Dios ama (1 Tes 1, 4). Esta fraternidad en Cristo acerca a los creyentes entre sí, pero los relaciona tan fuertemente con Jesús que dar escándalo a un hermano es pecar contra Cristo (l Cor 8, 12). El segundo sentido es el de cooperador en el ministerio de evangelización (Rom 16, 3). La fraternidad del NT tiene su expresión máxima en la aparición de las comunidades primitivas. En ellas se palpa sensiblemente el primer fruto del Espíritu: el amor (Gal 5, 22). La comunión de corazones y el compartir los bienes aparecen no sólo como características de la comunidad de Jerusalén sino como ideal para los cristianos de todos los tiempos (He 4, 32). A partir de la fe común (He 2, 42), los creyentes acogen la palabra de Dios que los convoca a unirse en la fraternidad. Esta tiene como fruto y exigencia a la vez la koinonía o comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo y entre los creyentes (1 Jn 1, 1-4). En ella se integran la fe y la vida. Esta comunión se manifiesta externamente en la aceptación de los demás, en el compartir los bienes, en la proyección social del amor. La eucaristía tiene el significado profundo de compartir la vida, que es Jesucristo, el pan del que todos participan (1 Cor 10, 17), fuente y alimento de la frater- nidad. “En torno a la mesa sencilla de una casa, escuchando el evangelio y partiendo el pan, se saben congregados por la obra del Padre en Jesús Cristo”30. La oración se vive como escucha de Dios para comprometerse con el hermano. La diversidad de carismas conduce a un servicio mutuo, como expresión de una fraternidad en el Padre, Hijo y Espíritu que comunican esos dones para edificación de la comunidad y utilidad de todos (1 Cor 12, 1. 4-6). La fraternidad en el NT tiene una novedad en relación a la que se pide en el AT: el amor al prójimo-hermano debe ser como el de Jesús (Jn 13, 34-35). El dice que es un “mandamiento nuevo” en el sentido de que en Jesús se tiene la plenitud de la revelación con toda la novedad que trae consigo y que viene a establecer con claridad la fuente y la meta de la fraternidad cristiana. La fuente no es otra que el Padre de quien todo procede; el Hijo que se ha hecho nuestro hermano; el Espíritu que nos transforma en hijos (Rom 8, 15-16) y nos congrega en la comunión de la iglesia (1 Cor 12, 12-13). Esta fraternidad tiene como meta la comunión en la unidad trinitaria (Jn 17, 21.23. 26). La fraternidad cristiana es el lugar donde Cristo se hace presente y donde se manifiesta, en forma imperfecta y limitada, pero como signo que puede atraer a 30 M. LEGIDO LOPEZ, Fraternidad en el mundo. Estudio de eclesiología paulina, (Salamanca, 1982) p. 158. - 50 - Y EN LA VIDA CONSAGRADA máximo al que hay que tender. Es el bien supremo que nos ha legado Jesús. A él hay que cantarle “en la concordia y en la armonía del ágape”, escribía Ignacio de Antioquía a la comunidad de Efeso31. Testimonios semejantes son el de Ireneo y el de Tertuliano. El primero insiste en que la fraternidad es lo que diferencia a los que se mantienen fieles a la fe de los que se apartan de ella. Tertuliano, en su Apologeticum defiende a los cristianos de las falsas acusaciones que se les hacían. Insiste en que sólo pueden ser acusados de vivir en la fraternidad y en el amor al grado de que los que los conocen dicen: “Ved cómo se aman ... cómo están dispuestos a morir los unos por los otros”32. La conversión al evangelio de Jesús y la presencia y acción del Espíritu producen como fruto inmediato, la aparición de la fraternidad cristiana. Esta, que es atestiguada en los escritos neotestamentarios, continúa siendo tema de vida, discernimiento y reflexión entre los creyentes. En el libro de los Hechos de los Apóstoles aparece la comunidad modélica de Jerusalén un tanto idealizada. (Hch 2, 42-47; 4, 32-35). La fraternidad cristiana origina una forma de vida que tiene que expresarse también en la comunicación de bienes. Los Padres de la iglesia, partiendo del ejemplo de los primeros cristianos y de la consideración de los hermanos como templos de Dios, invitan con acentos proféticos a compartir los bienes materiales. Recuerdan que, antes que en los templos de piedra, Cristo está presente en el templo del hermano necesitado. Otros testimonios de las comunidades antiguas van en la misma línea. En ellos se ve la fraternidad como el ideal Han sido los documentos sociales de la iglesia los que, especialmente en nuestro siglo, han vuelto a insistir en la los demás, la comunión de amor que existe en la Trinidad. La fraternidad cristiana tiene, puestas de relieve en el amor de Cristo, la gratuidad, la universalidad y la entrega total. En el amor trinitario, la comunión y la reciprocidad. El amor de Jesús y el amor trinitario son, por tanto, fuente y modelo; principio y término de la fraternidad a la que los hombres han sido llamados como parte fundamental del proyecto de Dios en la historia. El Padre, por el Espíritu, nos introduce en la comunión de su Hijo y nos configura con ella (Ef 4, 4-6). 2. LA FRATERNIDAD 31 Ad Ephesios, 4, 1. 32 Apologeticum, 39, 7. EN LA IGLESIA - 51 fraternidad cristiana como signo e instrumento del reino de Dios, que ayuda a que la natural solidaridad se revista de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad, perdón y reconciliación33. Y, en esta misma línea hacen hincapié en la opción preferencial o amor por los pobres, como forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad y de la fraternidad cristianas34. Otro aspecto de capital importancia en la consideración de la fraternidad cristiana es que ella no puede vivirse sólo al interior de la iglesia. Es necesario que se abra a todos los hombres, incluso a los que no creen en Cristo. De esto hablaban ya los padres de la iglesia. En nuestra época, a través de la lucha contra toda discriminación los cristianos han sentido que son hermanos de todos; han ido madurando la convicción de que no puede ser invocado Dios, Padre de todos, por quienes se niegan a comportarse fraternalmente con algunos hombres creados a imagen de Dios. 3. LA VIDA CONSAGRADA: VIDA EN FRATERNIDAD Esta experiencia de fraternidad se fue condensando de manera particular en la vida de los monjes. Desde Pa- 33 Cf Sollicitudo rei socialis, 40. 34 Cf id. 42. comio, que marca el paso de anacoretismo al cenobitismo, hasta los más recientes institutos religiosos, un punto clave ha sido siempre la vida en fraternidad. La espiritualidad del monaquismo se resumía en una fórmula: los monjes viven la vida apostólica, es decir, la vida a semejanza de los apóstoles y de la primitiva comunidad de Jerusalén (cf Mc 3, 13-14; He 2, 42-47; 4, 32-35). Más todavía, Casiano ve en el monacato la prolongación histórica de esa comunidad. Pacomio presenta una fuerte preocupación por una vida de comunión entre los monjes. Sufre por la falta de ella en la sociedad de su tiempo. Invita a llevar el peso de los hermanos y a solidarizarse con todos los hombres. La fraternidad para él es una vida de amor intenso y de servicio mutuo. En la tradición monástica la fraternidad encuentra en el abad a un “padre común”, que coordina y organiza la vida de los monjes de tal modo que los fuertes se sientan estimulados a dar más y los débiles no se retraigan ni se desanimen. La aparición de los frailes (fratres = hermanos), en el s. XIII, revoluciona el concepto de vida religiosa y lo adapta a las nuevas circunstancias sociales. Una doble fraternidad impulsa a los mendicantes: la interior al grupo, - 52 que los hace demostrar que es posible vivir los valores del evangelio en un mundo burgués y materializado, y la de proyección apostólica que los conduce a atender fraternalmente a los cristianos en un período de abandono pastoral. Las reformas del s. XVI, al mismo tiempo que insisten en una mayor austeridad y abnegación evangélicas, pretenden restablecer la igualdad fraterna, renunciando a las diferencias sociales que se habían introducido en los conventos. Como una expresión de esa fraternidad renuncian a los apellidos -que traían consigo distinciones poco evangélicas- y, como en el caso de la reforma teresiana, se busca formar comunidades más pequeñas que permitan vivir más fácilmente la comunión en una integración apoyada en la fe y en el amor cristianos. Santa Teresa hablará de su comunidad reformada como de un “pequeño colegio de Cristo” en el que todas se deben amar y ayudar. Con el pasar del tiempo, la vida fraterna se fue transformando con frecuencia en una vida de observancia organizada. Comenzó a predominar el aspecto de colectividad sobre el comunitario-fraternal. Este pasó a un segundo plano. Se cayó con frecuencia en un individualismo en el seno de un grupo, generalmente bastante numeroso y estructurado piramidalmente. 4. REDESCUBRIMIENTO DE LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD A partir del Vaticano II se ha redescubierto la importancia básica de la fraternidad en la vida religiosa. Esta se presenta como una vivencia fraternal del evangelio y se dice, con razón, que allí radica su principal testimonio; que esa es la forma de hacer presente la salvación de Jesucristo que posibilitó la comunión fraterna entre los hombres. La vida fraterna, aún vivida en la imperfección, aparece como una expresión de la fuerza reconciliadora del misterio pascual de Cristo, que actúa en la pobreza del hombre egoísta. La toma de conciencia del carácter relacional del hombre y del sentido comunitario de la historia de la salvación ha hecho ver que la koinonía cristiana no es una estructura externa sino una realidad interior. Esta experiencia y esta reflexión sobre la fraternidad cristiana vivida en la vida religiosa están impulsando a una apertura integradora hacia el pueblo de Dios que, en las comunidades, busca una fraternidad mayor vivida en medio del mundo en solidaridad profunda con todos. 5. FRATERNIDAD RELIGIOSA Y CO- MUNIDADES CRISTIANAS Las comunidades eclesiales de base y otros grupos cristianos tratan de - 53 recuperar la dimensión fraterna de la historia de la salvación, perdida en el enfoque individualista de la fe. La fraternidad cristiana sale al encuentro de las tres necesidades psicológicas fundamentales del ser humano, vistas desde la perspectiva del evangelio. La primera de estas necesidades es la de amar y ser amado. En el agape, que hunde sus raíces en Dios, encuentra un camino para su realización. La segunda: producir, ser útil, tiene un campo en la esperanza-cristiana que lucha por la transformación de la sociedad y del mundo. La última necesidad: comprender el sentido de la existencia, puede encontrar su satisfacción en la fe que lleva a ver y a juzgar, en grupo dialogante, la realidad en que se vive. Las comunidades religiosas al insertarse, desde la vivencia de su propia fraternidad, en la más amplia comunidad eclesial, reciben y dan aportes en relación a la koinonía cristiana. Superan, por otra parte, el peligro de encerrarse en el marco estrecho de un pequeño grupo. Entran así en comunión con una iglesia menos clerical. Se despojan de seguridades que provienen del poder y del prestigio y, sobre todo, adquieren una nueva comprensión del evangelio y de sus exigencias de fraternidad. Esto lleva a los religiosos a constituirse en comunidades más sencillas, más fraternas e insertas en el pueblo. La fraternidad de la vida religiosa ya no depende de un solo tipo de vida comunitaria monástico-conventual. Se experimenta que es posible vivirla dentro de un pluralismo de modelos de comunión que asuman las características, la cultura, los valores humanos y religiosos de los pueblos en los que se sitúan y viven los religiosos. Esto permite que la fraternidad que ellos se esfuerzan por vivir pueda convertirse en un fermento de comunión. 6. FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA El fundamento trinitario. Desde la perspectiva teológica hay que resaltar la impronta trinitaria en la fraternidad cristiana. Si el hombre es imagen de Dios, lo es del Dios trino y eso supone y exige la apertura hacia los demás. En la persona humana esta dimensión relacional se da en tres direcciones: hacia el Padre como origen y principio, hacia los demás en una mutua sacramentalidad que revela y oculta el propio misterio radicado en el Verbo, en quien y por quien fueron creadas todas cosas (Col 1, 13-20), y hacia dentro de sí mismo en el misterio del Espíritu Santo 35. La Trinidad muestra que la fraternidad no puede edificarse ni en la absolutización de las diferencias de las personas y de las comunidades de perso- 35 L. BOFF, La Trinidad, la sociedad y la liberación (Madrid, 1987) p. 184. - 54 nas, ni tampoco en la de la comunión y unidad que las destruya. En el misterio del Dios trino se da una diferencia que se armoniza con la igualdad. “Solamente respeta al Dios trinitario una comunidad una, única y unificadora, sin dominio ni opresión dictatorial. Este es el mundo en el que los seres humanos lo tienen todo en común y lo comparte todo, a excepción de sus características personales”36. Al Espíritu se le experimenta en la aparición de la comunidad que se funda en lo que es el primer fruto de su presencia: el amor (Gal 5, 22). El es quien está cerca, con y en la comunidad (Jn 14, 16-17). En los carismas que suscita y que sostienen y hacen madurar la fraternidad se le percibe como su fuente y como su guía (1 Cor 12, 4-13). 8. LA EXPERIENCIA DE CRISTO, HERMANO MAYOR PRESENTE EN LOS 7. LA EXPERIENCIA DEL PADRE Y DEL ESPÍRITU EN LA FRATERNIDAD HERMANOS Además de la experiencia del Padre y del Espíritu, la fraternidad cristiana tiene, y en forma especial, la de Jesús. Jesús es quien nos revela el rostro Él es el hermano mayor (Rom 8, 29). del Padre. A partir de esa revelación, en Más todavía, Jesús está preel camino de la fraternidad “El cristianismo es sente en cada persona. Descristiana los creyentes la única religión de la perspectiva cristiana experimentan su presencia donde encontramos a ésta es una realidad que se paternal-maternal en el Dios en los hombres, acepta por la fe. Aquí radimisterio de la existencia especialmente en los ca un aspecto original de la recibida como don gratuimás débiles” misma. “El cristianismo es to. Es así como, en la exis(S. Galilea) la única religión donde entencia de cada persona hay contramos a Dios en los hombres, especomo una epifanía del Padre. También cialmente en los más débiles”37. en la incomprensibilidad de los caminos por los cuales conduce la historia de cada uno y de la comunidad humaCristo, Dios con nosotros y en nona. Esa experiencia de ser todos hijos sotros. La revelación definitiva de Dios de un Padre común exige la fraternidad se da en Jesucristo. En él, Verbo encarque, a su vez, manifiesta la común finado, tenemos la máxima comunicaliación. ción de Dios, lleno de misericordia y CRISTIANA 36 J. MOLTMANN, La doctrina sociale della Trinità, en Sulla Trinità (Napoli, 1982) p. 36. Citado por L. BOFF, o.c., p.187. 37 S. GALILEA, El seguimiento de Cristo (Guadalajara, 1979) p. 33. - 55 fidelidad (Jn 1, 14). A través de la encarnación Dios asumió nuestra condición humana. Desde entonces, nuestro encuentro con él se da en y a través de la humanidad de Cristo. Él, que vivió en un marco histórico-geográfico determinado, sigue presente en la historia y en cada uno de los seres humanos (Mt 20, 28; Jn 14, 23). Resucitado no tiene ya esas limitaciones. Penetra toda la realidad guiando desde dentro todo el proceso de transformación del universo y del hombre: “todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia” (Col 1, 16-1). Todo pertenece a Cristo resucitado, principio, centro y fin de la historia. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 26-27) está llamada también a ser conforme con la imagen del Hijo (Rom 8, 29). De allí que de modo especial, el hombre revele a Cristo. Las “semillas del Verbo” de las que se habla en la tradición de la iglesia, no son en el fondo otra cosa que esa presencia suya viva y operante, que suscita el bien, crea la comunión fraterna, sostiene el esfuerzo humano en la búsqueda de 1a justicia, la paz, el amor. Cristo es no sólo el Emmanuel, el Dios con nosotros. Es también el Dios en nosotros. La fraternidad cristiana debe extenderse a todos porque en todos, de alguna manera, se hace presente Jesús, el her38 GS 22. mano mayor. Gracias a la encarnación y a la resurrección, toda persona humana se ha transformado, en cierto modo, en un sacramento de Cristo, que lo revela y lo oculta en mayor o menor grado. El NT nos habla, en primer lugar de Cristo que se identifica con los apóstoles, a quienes envía a anunciar el evangelio (Mt 10, 40; Jn 13, 20). Está también presente en los creyentes, unidos a él como los sarmientos a la vida para participar de su savia vital y poder dar frutos (Jn 15, 5-7). Ellos se convierten en morada de Cristo y del Padre (Jn 14, 23) y participan de la vida trinitaria (Jn 17, 23). Jesús se identifica también con los miembros de la iglesia como comunidad (Hch 9, 5). La presencia del Señor no se limita a los que creen en él. Está presente en cada persona humana. Allí lo debemos descubrir siempre, de tal modo que lo que hagamos o dejemos de hacer a los demás, lo hacemos o dejamos de hacer a él (Mt 25, 31-46). El Vaticano II puso de relieve que por su encarnación, el Hijo de Dios “se ha unido en cierto modo a todo hombre”38. En los nocristianos y en los no-creyentes está con una presencia escondida, guiando sus caminos en la historia. La presencia de Cristo resucitado se revela en toda persona que trabaja por un mundo más justo y más humano aún sin hacer - 56 una referencia explícita a él. De modo especial, sin embargo, esa presencia se da y se manifiesta en los cristianos que, fraternalmente reunidos en el nombre de Jesús lo aceptan conscientemente, asumen sus exigencias, tratan de seguirlo, de colaborar con él en la realización del reino de Dios (Mt 18, 20). Cristo, cercano a nosotros, presente en todo hombre, “ha querido identificarse con ternura especial con los más débiles y pobres”39. En ellos hay una presencia privilegiada del Señor que invita a una fraternidad más cercana y comprometida. Esta identificación particular de Cristo con los pobres, convierten la experiencia del pobre en una experiencia de Dios, fuertemente interpeladora. En esos hermanos la imagen de Dios se halla escarnecida y ensombrecida40, y aparecen los rasgos sufrientes de Cristo el hermano mayor, que nos cuestiona e interpela41. Por eso la fraternidad cristiana tiene como medida privilegiada, no excluyente, el servicio a los pobres42. por ellos para crear la fraternidad. Cristo irradia su plenitud sobre la humanidad a través de los carismas que distribuye. Pablo, hablando de los carismas en la iglesia -doctrina que puede, en cierta medida, aplicarse a toda la humanidad-, insiste en la diversidad y unidad de los mismos. Los concibe como dones que Dios comunica gratuitamente para servicio de los demás (1 Cor 12, 4-6). Existe entre los carismas una estructura armónica porque ellos son, en el fondo, expresión y manifestación de Dios, que los da para construir la fraternidad. En los carismas diferentes, Cristo se diversifica y multiplica para salir al encuentro de las necesidades de todos. En las cualidades y dones de los demás tenemos una invitación a descubrir al Señor Jesús que sigue presente en cada persona para hacerla signo e instrumento de su amor que une en la solidaridad fraterna. 10. DE LA IMPERFECCIÓN A LA PLENITUD DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA 9. PRESENCIA QUE ACTÚA A TRAVÉS DE CARISMAS DIFERENTES La presencia del Señor en los hermanos es dinámica. El actúa en ellos y 39 Documento de Puebla, 196. 40 Cf ib. 1142. 41 Cf ib. 31-39. 42 Cf ib. 1145. La fraternidad cristiana, como toda realidad humana, tiene una dimensión escatológica. Existe en ella un “ya” pero también un “todavía no”. Ya somos - 57 hijos de Dios, pero todavía no se manifiesta lo que hemos de ser (1 Jn 3, 2). La convicción de una comunicación de los creyentes que trasciende los horizontes de este mundo está presente desde los inicios del cristianismo. La iglesia peregrinante tiene una índole escatológica y está unida a la iglesia celestial. En la transformación del universo “permanecerán la caridad y sus obras” y el bien de la unión fraterna junto con otros, los volveremos a encontrar, después de haberlos fomentado y vivido en la tierra, “libre de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal”43 y Dios sea todo para todos (1 Cor 15, 28). 11. EL APORTE DE LA VIDA CONSA- GRADA A LA FRATERNIDAD CRISTIANA La vida religiosa pertenece al ser y a la santidad de la iglesia, fraternidad de los discípulos de Jesús. Su misión carismática consiste en ser “un símbolo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vida cristiana”44 que se resumen en el amor que irrumpe y crea la nueva comunidad de hermanos. El Vaticano II puso de relieve la línea testimonial de la vida religiosa cuando le recordó su papel de simbolizar, manifestar, prefigurar, representar y proclamar los valores del reino. “Para significar la vida religiosa debe adoptar un lenguaje inteligible para las diversas culturas, épocas y situaciones en las que vive. El ser de los religiosos se manifiesta o traduce en la praxis. En ella se juega la significatividad de la vida religiosa y, por tanto, su esencia y servicio a una iglesia toda ella evangelizadora”45. A lo largo de la historia, en medio de muchas limitaciones e imperfecciones, la vida religiosa ha testimoniado de modo especial la dimensión fraterna y comunitaria de la historia de la salvación. Hoy, en las circunstancias nuevas y ante los desafíos que presentan, la vida religiosa está llamada a hacer lo mismo desde dos vertientes: la del hecho de estar constituida por comunidades humanas y cristianas y la de su consagración expresada en los votos con su dimensión comunitaria. La deshumanización de las estructuras e instituciones sociales, la privatización de la vida y las crisis de la familia son fuertemente destructoras de las 43 GS 39. 44 LG 44. 45 CLAR-CONFER, Signos proféticos del Reino. La vida religiosa de cara a una nueva evangelización (1987) n.6. - 58 relaciones fraternas. Una vida fraterna renovada en las comunidades religiosas, en medio de sus limitaciones, puede testimoniar que lo más importante es el ser y no el tener; que hay que dar primacía a la persona sobre la estructura y que hay que compartir las responsabilidades en la igualdad básica de los seres humanos. En el esfuerzo por cumplir las exigencias del amor cristiano en la entrega generosa a los demás en un mundo de egoísmo, odios y divisiones, los religiosos podrán testimoniar la acción del Señor que convoca a la comunidad fraterna. La vida religiosa en fraternidad para ser signo e instrumento de comunión debe estar abierta al medio en el que vive y a las personas que la rodean. Sólo así su presencia sencilla y fraternal se hará inteligible y cuestionadora en la acogida y el compromiso. Además, una ubicación en lugares pobres y en zonas marginadas hará más clara y significativa su fraternidad abierta y universal. “Las comunidades de vida consagrada son enviadas a anunciar con el testimonio de la propia vida el valor de la fraternidad cristiana y la fuerza transformadora de la buena nueva… Particularmente los Institutos internacionales… tienen el cometido de dar testimonio y de mantener siempre vivo 46 VC 51. el sentido de la comunión entre los pueblos, las razas y las culturas… Situadas en las diversas sociedades de nuestro mundo… las comunidades de vida consagrada, en las cuales conviven como hermanos y hermanas personas de diferentes edades, lenguas y cultura, se presentan como signo de un diálogo siempre posible y de una comunión capaz de poner en armonía las diversidades”46. 12. EL APORTE DE LOS VOTOS EN SU DIMENSIÓN FRATERNA Además de la vida comunitaria, los votos, con las implicaciones que tienen en la vida de fraternidad, pueden ser un testimonio profético evangelizador de esa vida. a) El voto de pobreza, entre otras cosas, lleva a compartir los bienes en la comunidad mostrando que una persona vale no por lo que tiene sino por lo que es. Demuestra así, igualmente, que la función de las cosas materiales es la de ser lugar de encuentro con Dios y los hermanos. A través de este tipo de pobreza religiosa se aprende la apertura a Dios y a los demás; se expresa el valor social de los bienes y se percibe la exigencia de trabajar para crear una sociedad justa y humana para todos. Al mismo tiempo, una comunidad religiosa, - 59 que pone lo que es y lo que tiene al servicio de los más pobres y necesitados trabajando por su promoción, denuncia evangélicamente el uso de los bienes para prestigio y poder en la sociedad. Esto va contra el plan de Dios que otorga los bienes para utilidad de todos en un fraterno compartir. b) La castidad consagrada al servicio del reino permite la creación de la comunidad como familia reunida en el nombre del Señor. Esa unión manifiesta su presencia. Por la vivencia comunitaria de la castidad los individuos universalizan su dimensión social y afectiva. Si bien la castidad consagrada expresa la comunión con Dios, ésta no puede separarse de la comunión fraterna en la comunidad. Ella, a su vez, se abre a relaciones más amplias que permiten ir extendiendo la fraternidad que, edificada en un amor generoso, denuncia el amor egoísta que sólo busca el placer y la utilización de la persona. La comunidad religiosa está llamada a ser, por la castidad consagrada que la hace surgir, un testimonio de la alianza de Dios con su pueblo. Alianza que libera para el servicio y la fraternidad y que universaliza el amor al próji- mo. Un amor que va más allá de los vínculos de la carne y de la sangre. c) La obediencia religiosa, vivida en su dimensión de búsqueda comunitaria y fraternal de la voluntad de Dios junto con quienes tienen el servicio de la autoridad, puede y debe aparecer como el camino para resolver evangélicamente el problema que surge entre una libertad individualista, que no tiene en cuenta a los hermanos y una autoridad totalitaria, que oprime en las relaciones humanas. Buscando en la oración y el diálogo fraterno los caminos del Padre, la comunidad denuncia ese tipo de libertad y autoridad. Testimonia que la auténtica libertad debe tener en cuenta el bien de los otros y que el sentido de la autoridad es el de un servicio fraterno. En el empeño por la vida fraterna hacemos la experiencia del Dios trinitario. La Trinidad, como alguien ha dicho, es la mejor comunidad. En ella se vive la unidad en la diversidad. A través de la vida fraterna en comunidad los consagrados/as responden a los anhelos de comunión en un mundo de odio y de divisiones y muestran que es posible el diálogo y la aceptación mutuos. - 60 Para la reflexión personal y comunitaria 1. A la luz de las reflexiones presentadas, ¿cómo nos encontramos en nuestra vida comunitaria a nivel de conventos y de provincia? 2. ¿Qué medios nos podrían ayudar a crecer en la vida fraterna en ambos niveles? 3. ¿Cuál debería ser mi compromiso para crear fraternidad y testimoniarla en el mundo de hoy?
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