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PAÍS: España
FRECUENCIA: Lunes a sábados
PÁGINAS: 38
O.J.D.: 30464
TARIFA: 10764 €
E.G.M.: 153000
ÁREA: 740 CM² - 69%
SECCIÓN: OPINION
25 Enero, 2016
38 Expansión Lunes 25 enero 2016
Opinión
La economía política de la corrupción
A FONDO
Francisco
Cabrillo
l margen de los aspectos morales y sociales indeseables
que todo caso de corrupción
conlleva, el comportamiento de los
políticos corruptos puede ser estudiado con las herramientas que nos
proporciona la teoría económica para analizar estrategias y tomas de decisión por parte de quienes intentan
lograr determinados objetivos, sean
éstos poder, influencias, dinero… o
las tres cosas al mismo tiempo.
Hace ya casi medio siglo, Gary
Becker elaboró un modelo muy interesante sobre el comportamiento
maximizador de utilidad de los delincuentes. En este modelo, quien
viola la ley es, en la mayor parte de
los casos, una persona racional que
intenta mejorar su situación cometiendo un delito. Naturalmente violar la ley puede tener costes, a veces
muy elevados, para quien delinque.
Por ello quien se plantea enriquecerse de forma ilegal tiene que calcular los costes y los beneficios esperados de su acción. Para simplificar, supongamos que tales beneficios son exclusivamente económicos; es decir, el delincuente –y el político corrupto, sin duda, lo es– lo
que busca es dinero. Pero corre
siempre el peligro de ser perseguido
y sancionado por ello. Debe, por tanto, estimar también los costes esperados de su acción, que se determinan por la pena con la que puede ser
castigado multiplicada por la probabilidad de que sea descubierto y
condenado.
La lógica nos sugiere que esta
persona, cuyos principios morales
no parecen desempeñar un papel
muy relevante en su vida, cometerá
el delito si los beneficios que piensa
A
conseguir son superiores al coste
esperado de su conducta.
Ahora bien, cuando se estudian los
casos más relevantes de corrupción
de políticos españoles en los últimos
años –Noos, Gurtel, EREs de Andalucía, Pujol, Bárcenas, etc, etc.– se
observa que, muchas veces, la estrategia de los políticos ha sido poco
brillante; a veces realmente torpe. Y
esto puede resultar sorprendente,
porque muchos de los implicados
son, sin duda, gente inteligente y con
una formación al menos suficiente
como para haber sido conscientes de
lo que estaban haciendo y de los riesgos que corrían.
En otras palabras, ¿por qué el coste esperado del delito no les llevó a
tener un comportamiento más honrado o, al menos, a robar con mayor
cuidado y disimulo? Se me podrá objetar que de tipos como Roldán y
otros semejantes no se podían esperar muchas sutilezas a la hora de llevarse los cuartos a casa. Y es cierto;
pero también lo es que muchos otros
no son así y han actuado, sin embargo, de una forma igualmente poco
sofisticada.
Para intentar resolver esta cuestión
hay que hacer una matización importante en nuestro modelo básico: la
probabilidad de la que estamos hablando es una probabilidad subjetiva.
Es decir, no se trata de que, como ocu-
En España ha habido una
sensación de impunidad
entre los políticos a la
hora de gestionar
rre, por ejemplo, cuando tiramos un
dado, sepamos que la probabilidad de
que salga el 3 es de 1/6. En el caso de
los delincuentes, cada uno debe estimar hasta qué punto es posible que la
policía y los jueces lo persigan y lo
condenen. Y parece claro que nuestros políticos corruptos han infravalorado seriamente esta probabilidad.
Daniel Kahneman –el único psicólogo galardonado con el premio
Nobel de economía– y su colega
Amos Tversky analizaron, hace algunos años, el problema de formación de probabilidades subjetivas y
elaboraron una amplia casuística de
los errores que mucha gente comete
a la hora de adoptar decisiones y de
calcular los posibles efectos de cada
una de ellas. Pero pienso que nuestro
caso no precisa de análisis en exceso
sofisticados que pongan en cuestión
la racionalidad de los sujetos en su
vida cotidiana. Creo que podremos
entender un poco mejor la corrupción en España si incorporamos a
nuestro análisis una idea bastante
simple: la sensación de impunidad
que, durante muchos años, han tenido algunos políticos a la hora de
orientar su gestión hacia su beneficio particular. La estimación a priori
de la probabilidad de ser castigado
tras cometer un delito es subjetiva,
como hemos dicho. Pero se forma,
en parte, desde las experiencias del
pasado. Si un político ha visto –o, al
menos, intuido– que otras personas
con cargos públicos se han llevado
mucho dinero sin que les pasara nada, es racional que piense que a él le
va a ocurrir lo mismo y esto le lleve a
minusvalorar el coste esperado de
sus corruptelas.
Los escándalos y los juicios que
cada día aparecen en los medios de
comunicación han hecho, sin embargo, que las expectativas sean hoy
diferentes. No estoy diciendo, ciertamente, que la honradez y la decencia
vayan a imponerse entre todos los
que se dedican a la vida pública. Pero, ya que parece que no es fácil cambiar la naturaleza humana, saquemos, al menos, una conclusión positiva. Si la sensación de impunidad
desaparece de la escena política española, debemos esperar que quienes se plantean enriquecerse con el
cargo eleven, a la hora de hacer sus
cálculos, el valor de la probabilidad
de ser sancionados. Y, si lo hacen, lo
pensarán mejor antes de meter la
mano en la caja y el número de casos
de corrupción, se reducirá. No es la
mejor razón para dejar de robar,
ciertamente. Pero es, sin duda, la
más convincente para los potenciales corruptos.
Catedrático de Economía
de la Universidad Complutense
Think Tank Civismo
Gloria Álvarez vs. Pablo Iglesias
VISIÓN PERSONAL
Carlos Rodríguez
Braun
a guatemalteca Gloria Álvarez
y el español Pablo Iglesias tienen mucho en común. Ambos
son jóvenes, nacidos en 1985 y 1978,
respectivamente. Y son universitarios. Ella tiene dos licenciaturas, en
Ciencia Política y Relaciones Internacionales, y un máster en Desarrollo Internacional. Él es doctor en
Ciencias Políticas, y profesor. Ambos tienen destreza en los medios de
comunicación, en la radio y la televisión, se manejan muy bien en las redes sociales y son figuras conocidas.
Ambos tienen que ver con el populismo, Iglesias porque lo propicia y lo
L
pronto publicará con el chileno Axel
Kaiser el libro El engaño populista.
De hecho, Gloria Álvarez irrumpió como una tromba en las apacibles aguas del populismo iberoamericano hace poco, cuando una breve
alocución en Zaragoza en 2014 probó que el solemne discurso populista
puede ser brillantemente desmontado en un cuarto de hora (el discurso aquí: http://goo.gl/VrWmVB;
otro vídeo sobre el populismo
aquí: https://goo.gl/Iw4Fco; y una
entrevista en Onda Cero aquí:
http://goo.gl/oI15pS).
Esto es notable. Que un joven español sea de izquierdas es normal, y
que un profesor de Ciencia Política
perciba que el populismo es una alternativa antiliberal atractiva ante
una ideología cochambrosa, reaccionaria y, sobre todo, electoralmente
Álvarez irrumpió en 2014
cuando desmontó
el discurso populista
en un cuarto de hora
No estudió en una
universidad como la
Complutense, en la
que casi no hay liberales
también lo es. Por tanto, que Pablo
Iglesias se haya entusiasmado con la
humareda ideológica de Ernesto Laclau, y la política del chavismo y el
kirchnerismo, era esperable, porque
preservaba su aversión a la libertad y
demás mitos colectivistas del socialismo, pero le permitía saltar a la política con éxito y codearse de igual a
igual con los demás antiliberales visiblemente más apolillados.
El misterio es otro: ¿cómo fue que
Gloria Álvarez no lo hizo? ¿Cómo
llegó al liberalismo y lo aprendió a
manejar con tanta habilidad? ¿Cómo
evitó el populismo en su propio continente, el mismo populismo que encandiló a su contraparte española?
Por tres razones: la experiencia, la
educación y el azar.
Gloria supo muy temprano por
experiencia en qué se concretan las
emigró de Cuba a Guatemala, con lo
que ella ya había oído hablar de los
logros socialistas: la pobreza, el racionamiento y la falta de libertad. Estaba, pues, preparada para recelar
del despotismo izquierdista (un reportaje aquí: http://goo.gl/aFYRxc).
Después, no estudió en una universidad como la Complutense, en la que
encontrar profesores liberales es muy
raro (lo sé bien), sino en la Universidad
Francisco Marroquín de Guatemala,
una universidad liberal (también lo sé,
porque soy doctor Honoris Causa y
profesor visitante allí, y en su rama española: http://goo.gl/USPVQ3).
Pero, ¿por qué estudió en la Marroquín y no en otra parte, cuando
ella no tenía entonces ninguna preparación académica previa liberal?
Gloria lo confiesa con su sincera sonrisa: por casualidad, porque estaba