Elogio del caminar (y de la soledad) William Hazlitt y Robert Louis Stevenson escriben sobre el arte de mover las piernas y disfrutar (a solas) del trayecto PEDRO ZUAZUA 8 SEP 2015 - 10:08 CEST Caminar es uno de los deportes más practicados en el mundo. Es una actividad natural al ser humano que casi todo el mundo puede practicar ajustando ritmo, distancia o dificultad del trayecto. De horario libre, gratuita y saludable, es muy común recibirla como receta para la salud, contra el sobrepeso o, incluso, contra la ansiedad. Pero no se debe confundir caminar con pasear, o al menos eso asegura Juan Marqués, autor del prólogo de Caminar (Nórdica Libros), un librito que recoge un texto de William Hazlitt y otro de Robert Louis Stevenson que son una celebración del arte de mover las piernas y disfrutar (a solas) del trayecto y de la morada que espera al final. Y son un elogio también de la soledad. "No es que convenga estar solo a la hora de caminar, sino que es muy probable que quien se lance a caminar acabe solo", asegura Marqués. Tiene el caminar algo de metáfora de la gesta deportiva individual: desde la salida perezosa a la llegada del clímax, del yo inicial a la completa identificación con el paisaje, de la mente en ebullición durante el esfuerzo al premio de la llegada a destino con la sensación de haber cumplido un objetivo. Caminar es una forma de descubrir y de olvidar. "Todo ese espacio del mapa que no tenemos ante nosotros está en blanco", decía Hazlitt.
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