Memoria IV Foro Colima y su Región Arqueología, antropología e historia Juan Carlos Reyes G. (ed.) Colima, México; Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura, 2008. Cronología comentada del teatro en Colima durante el siglo XIX. 1870-1911.1 Carlos Ramírez Vuelvas Universidad de Colima A Víctor Gil Castañeda, Moy 1. Introito: liminares. Los géneros literarios del siglo XIX en Colima se manifestaron con el tono y estilo de la expresividad histriónica,2 escritura en los lindes de los géneros del drama. De cualquier forma, en el escenario literario de nuestro periodo finisecular destacan tanto las representaciones de guiones de teatro, de los cuales por el momento, pesaroso, los meramente colimenses parecen imposibles de rescatar; como de otras formas literarias en los umbrales de la lírica: piezas y poemas destinados a la declamación más que a la letra impresa, ya sea en la tribuna política, en la palestra de los actos cívicos o en el escenario de las honras fúnebres, y que después se reproducían en periódicos y/o revistas; discursos con estructura oratoria, también con intención política o de conmemoración, destinadas a presentarse en tribunas, palestras y escenarios; amén de las zarzuelas, las operetas además 1 de otras derivaciones menos elocuentes del feliz encuentro entre las combinaciones del drama, la poesía y la música.3 Esta producción de textos literarios dramáticos se ubicaría en las dos últimas etapas del siglo XIX, de acuerdo al proyecto de periodización que ya he propuesto para analizar la trayectoria de las letras colimenses de ese siglo.4 A partir de esa periodización, el presente artículo muestra la trayectoria del teatro colimense registrada en las páginas del periódico El Estado de Colima, entre 1870 y 1911. La constante difusión de eventos culturales de este impreso, al menos en sus primeras décadas hasta antes del siglo XX,5 nos permite observar el desarrollo de la escena teatral colimense desde un palco honor. Se sabe que el teatro mexicano en las últimas tres décadas del Diecinueve vio con morbo y escándalo la llegada de piezas poco parecidas al origen eclesial, cien años atrás, de las representaciones dramáticas. Las escenas de can-can y zarzuela entonces se granjeaban el interés del pueblo, con actrices que lucían poca ropa y “demasiados atributos carnales”, incluso para los críticos más sediciosos como Ignacio Manuel Altamirano o Manuel José Othón. Pero este periodo también se caracteriza por una apropiación nacional de la escena dramática.6 La escritura de las obras ya no dependía exclusivamente de los autores españoles, o las adaptaciones que ellos hacían de escritores franceses, italianos, ingleses y alemanes. Un grupo, reducido aún, de autores mexicanos engalanaban la pluma de dramaturgos, lo que se complementó con el diseño, construcción y ejecución, cada vez más intensa, de edificios, teatros y escenarios apropiados para las representaciones con una ambición empresarial. Sobra decirlo, pero el escenario nacional toma sus justas dimensiones en la provincial Colima. 2. Proscenio: los estudios. Los estudios sobre el teatro en Colima descansan de manera fundamental en las plumas, los estudios y las reflexiones de dos acuciosos investigadores sobre el tema: Felipe Sevilla del Río y Víctor Gil Castañeda.7 El primero legó en letra impresa un extenso ensayo sobre la fundación del Teatro Hidalgo, titulado “El Teatro Hidalgo y su famosa lámpara” (incluido en su libro Prosas literarias e históricas,1974), donde ofrece datos abundantes sobre la actividad dramática, y del que me ocuparé más adelante. Por su parte, Moy (Víctor Gil) y Cuquita de Anda realizaron una verdadera obra monumental: Breve historia del teatro en Colima: 1940-2000 (sus grupos y sus montajes), que tristemente aún no se ha visto impreso en su único modelo posible, un libro de necesario formato amplio con imágenes insólitas de los dramaturgos, actores, productores y 2 hasta escenarios locales. En cambio, generoso siempre, el profesor de la Facultad de Letras y Comunicación compartió un fragmento de ese volumen con algunos de sus ex alumnos (incluyéndome, claro) para una edición del intento de suplemento cultural, ahora extinto, Zafra del periódico Mileno. Siguiendo el trabajo de tesis de Blanca Alfaro de Anda, Apuntes del teatro en Colima durante los siglos XVIII y XIX (2002), Gil Castañeda asegura que durante las primeras cinco décadas del siglo XIX, hubo varias presentaciones dramáticas en los escenarios de El Teatro del Puente y del Pabellón Mexicano.8 De igual forma, la labor creativa en la investigación histórica de Servando Ortoll revela algunas actividades litúrgicas que podrían considerarse otros atisbos de teatro en Colima. Este historiador describe que, de manera particular, en el siglo XIX, durante la Semana Santa se establecía una “dimensión religiosa” en la que se intentaba escenificar la muerte y resurrección de Jesucristo, además de las diversas reacciones que esto provocaba en la representación colectiva del pueblo.9 Podríamos recordar que el teatro religioso no sólo se concibió en los abriles, y añadir la conocida estrategia de la evangelización como una tarea de seducción dramática, sin embargo, a reserva de información más exacta, estas prácticas no explicitan el carácter histriónico de la literatura colimense que finalmente se busca en este ensayo, ni tampoco coincide con el momento histórico del que pretendo ocuparme, ya que el teatro evangelizador en México rindió sus mejores frutos justo antes de la Independencia. De cualquier forma, poco puedo hacer frente a tales polígrafos. Por eso, mis páginas se limitan a las curiosidades de las que soy obseso, y que consisten en la revisión de impresos periódicos antiguos. Reitero que es tal la producción teatral durante el siglo XIX colimense que es posible andar su camino en el día a día del diarismo del periódico oficial El Estado de Colima, y detenerse en algunas pautas en verdad memorables, al menos en la indagación de tres premisas: 1) la calidad de ese material dramático, ensalzada por los redactores de prensa; 2) lo inusitado que resultan algunas noticias relativas al teatro expuestas en las páginas del rotativo; 3) y porque, a final de cuentas, resultan testimonios invaluables para comprender cómo se practicaban las letras en aquellos ayeres, y por ende, el escenario cultural de la época. 3. En la palestra: los escenarios.10 Entre 1870 y 1911, el escenario urbano, pingüe en adoquines, terregoso y poblado más del verde de la selva baja del Occidente del país que de los tonos ocres de los materiales de la construcción urbana, siempre envuelto en la bruma de los colores del 3 trópico, la vida de los teatros en Colima se manifestaba entre los nueve bloques de caseríos que circundaban el centro del pueblo, limitadas al este por el río Colima o Principal y al oeste por el río Chico o Chiquito. Ha sido siempre, pues, el corazón de ese centro capital, la Plaza de Armas ahora Jardín Libertad, que desbordaba los límites de sus aceras sobre la cimbra de la construcción de un Palacio de Gobierno absolutamente en ciernes (acaba de estrenar su legislación apenas en 1880), donde también, ocasionalmente, se presentan conciertos y piezas teatrales; ceñido a la igualmente en ciernes edificación de otro recinto regular de conciertos, la Parroquia, presurosa de allegarse al menos un obispo, que llegaría en 1881. El escenario no puede ser otro que los cimientos de una ciudad, que ha decidido mostrar en los espectáculos su principio de urbanidad, dentro de los jacalones adaptados para no más de un centenar de personas. Si uno anduviera de nuevo sobre la ahora calle 16 de septiembre, en aquél entonces Del Jardín Núñez, cruzaría el umbral provinciano de la única zona de teatros que se ha inscrito en nuestra historia, incluso la única zona con aspiraciones a formar un circuito cultural, circundada al norte por la calle Principal (Madero) y al Sur con la Del Manzanillo (Nicolás Bravo). Atentas al paso de los peatones, orgullosos de los vislumbres de urbanismo que prohíbe las mantas y los taparrabos, lánguidas palmeras arañan el templado atardecer, hasta convertirse, un poco más al sur de la ciudad, en la huerta poblada por limones y mangos. En la esquina que forman las calles San Cayetano (Degollado y Venustiano Carranza) con Del Jardín Núñez (Hidalgo y 16 de septiembre), el peatón vería cómo se asentó el irregular Pabellón Mexicano (¿1850?)11 enarbolado por ligeras llamas de lámparas con mechas que dejan una nata densa del humo provocado por la quema del aceite de coco. Ahí se presentaba el programa más nutrido de las temporadas teatrales, fue el centro de espectáculos favorito de la población colimense porque como no discriminaba entre clases sociales tampoco lo hacía en la presentación de espectáculos, y lo mismo exhibía las luces afiebradas de las zarzuelas, afamadas por su tufillo a espectáculo de cabaret, como óperas, eventos de sonambulismo o ligeros sainetes de ocasión. Digamos que el andante tiene buena fortuna, y ese mismo día, a distinta hora para no robarse al público selecto, caminando sólo unos cincuenta metros hacia el sur del poblado, en la esquina de las calles de San Cayetano (Venustiano Carranza y Degollado) con Del Hospital Civil (Morelos e Independencia), se encontraría con las baldosas encaladas del Teatro Santa Cruz (1871),12 ahora Teatro Hidalgo, la cúspide de nuestro porfiriato, símbolo del poderío de Francisco Santa Cruz (el Santa Anna colimense, guiñe José Miguel Romero de Solís); e icono de nuestro urbanismo decimonónico, diseñado por el poderoso, porque era casi un líder sindical de obreros, e intuitivo porque acaso alfarero construyó edificios en tierra de temblores, Lucio Uribe. A falta de la esplendorosa lámpara que llegaría mucho 4 después para coronar su vestíbulo, el teatro aspiraba a ser una auténtica construcción de estilo porfiriato tardío, si vale la expresión para la arquitectura, a tono con la tendencia modernoplatera (importada de la Calle Plateros, hoy Madero) de la Ciudad de México, que se distinguía de todo el país por el aire cosmopolita de su Jockey Club, desde donde Manuel Gutiérrez Nájera cantaba atiplado, afrancesado, a la duquesa Job. Nuestro peatón continuaría su marcha más al sur de aquel centro urbano, hasta llegar a la casa de don Gildardo Gómez, el ex hospital de San Juan de Dios, que el periodista y político católico se agenció gracias a las buenas obras cometidas a favor de nuestro señor. Este cruce con el inmueble del ex gobernador, obligaría al peatón a recorrer hacia el oeste algunos pasos sobre la calle del Hospital Civil, hasta cortar metros al sur por la calle de San Cayetano (Venustiano Carranza y Degollado) y llegar a la Del Manzanillo (Nicolás Bravo), para por fin encontrarse en la esquina Del Palacio (Constitución y Reforma), en la Plaza del Dulce Nombre, donde en un rincón del pueblo, irregular, maltrecho, de maderas podridas y pobres piolines, participa en el circuito de drama, el Coliseo del Teatro Puente (1848),13 a ratos clausurado a causa de su penosa construcción, a ratos hospedaje de dramaturgos que robaban al gobierno. Igual de informe, el Teatro del Nuevo Mundo asentó sus reales, ahora desaparecidos incluso en los archivos, en las calles Del Palacio (Constitución y Reforma) y Del Jardín Núñez (Hidalgo y 16 de septiembre). Como la noche amenaza ya a escampar sobre el enlutado cielo tropical, nuestro peatón dirigiría sus pasos hacia el norte, para trazar la topografía cercana a la Plaza de Armas. Justo frente a él se ubica la oficina de redacción del periódico La voz del Pacífico, que dirige el Barón Brackel Welda quien le escribe cartas tutelares al Duque Job. La historia del Teatro del Nuevo Mundo es una de las más inhóspitas, y ha de ser escrita con el montón de vacíos que reflejaban su sillería, sus programas y los nulos registros que se tienen de él. Aún si fuera poco para describir la toponimia de los escenarios del teatro colimense, el viajante podría beberse una cerveza de Melesio Hernández en la casona de un viejo vecino, Juan Fermín Huerta, situada en las cercanías de ese cuadro dominado por los principales centros de drama. Ocasionalmente, en la intimidad de los corredores de la finca de Fermín Huerta, también se ofrecían representaciones de danza, música y teatro, para el beneplácito de los vecinos del centro de la ciudad, con especial dedicatoria a aquellos aficionados a las pastorales, los villancicos y los autos sacramentales. Oroborus, el andariego, vuelve al principio. Corona el circuito capital del drama colimense, el kiosco citadino, donde semana a semana, cada jueves, la Lira Colimense dirigida por José Levy Rheims complace a los diletantes, quienes llegan a descuidar imagen y compostura civil, para permitirse algunos pasos de vals y una que otra polca. 5 4. Primera llamada: los antecedentes. Antes de 1870, de acuerdo a Felipe Sevilla del Río, en las primeras cuatro décadas del siglo XIX: Colima es visitada por numerosos artistas de la escena y del espectáculo popular. Cómicos de la legua, pintorescos saltimbanquis, prestidigitadores, funambulistas fantasmagóricos, maromeros y copleros, alternaban con los comediantes populares o se unían a éstos para darles más atractivo a sus diversiones, las cuales seguían escenificándose en los corrales y patios de mesones y casas particulares y en los atrios de los templos.14 Pero son malas noticias las primeras que se dan a conocer sobre la llegada de un grupo de teatro en Colima. El 30 de diciembre de 1835, el alcalde primero constitucional, Ignacio Bravo, extiende una orden de aprehensión en contra de José María Cabral, director de la Compañía de Cómicos, “en la que figuraban Ignacio El Golondrino, Ramón Pérez, Matías Hernández y su esposa María Guadalupe, quienes escaparon de Colima sin presentar las seis comedias que se les pagaron para presentarse en las plazas locales”.15 Son más amables las primicias que ofrece el Fondo del siglo XIX (1826-1861) del Archivo Histórico del Municipio de Colima (AHMC). Con la proverbial nobleza de los colimenses, el 29 de enero de 1842, sin dudarlo, a pesar de las malas experiencias, se le pagan diez funciones de teatro al capitán poblano, metido a empresario de divertimentos, José María Mata (1819-1895).16 El grupo que encabezaba este distinguido militar y político, que poco antes de retirarse, en 1880, alcanzó la titularidad del Ministerio de Relaciones Exteriores con Porfirio Díaz, se puede considerar la primera compañía seria que llegó a nuestras tierras, y que ofreció la posibilidad de que arribaran a la provincia otras compañías encabezadas por Cristóbal Rocillo, Santiago Manzano y Apolinar Plata, que conducían grupos ahora prácticamente desconocidos en la historia del teatro mexicano. Pero si el teatro “formal” estaba por comenzar, en las plazas colimenses se citaban grupillos “que actuaron representando comedias y dramas en cortísimos periodos desde 1840 a 1846”.17 Ejemplo de ello es el popular Benigno Muñoz, que el 10 de enero de 1845 solicita permiso para ofrecer sus funciones de circo, maroma y teatro;18 además de Victoriano Sánchez, quien se presentó como propietario de una compañía teatral ante el Ayuntamiento, pero que sólo alcanzó a costearse una licencia para realizar media decena de funciones de actos de saltimbanquis.19 Entre 1850 y 1860, Sevilla del Río suma la llegada de compañía de teatro más completas, propiedades de José Morari, Desiderio Covarrubias, Susano González, Carlos Palomera, Agustín Dubreville y Nabor Bracamontes, respectivamente, quienes se presentaron en alguno de los espacios de la dramaturgia colimense. Pero también visitaron 6 a Colima, en calidad de dramaturgos, el maromero Mateos Sáenz20 y la máquina fantasmagórica de E. Ángel.21 A partir de la década de los sesenta ventearon aires de cambio. En 1858, Crescencio Orozco, que a la postre presentará sus propios libretos, cansado de la inestabilidad teatral decidió invertir 5 mil pesos para allegar a la capital verdaderas funciones de teatro, y a su manera expuso ante los regidores Joaquín Campos y Ramón Pamplona otra urgencia, la de edificar un verdadero teatro colimense,22 como el que el gobernador de Jalisco, Santos Degollado, comenzó a construir en Guadalajara. La descripción de todo el episodio establecería la protohistoria de nuestro Teatro Hidalgo. Por lo que se puede observar, se preparaba un escenario distinto que bien pudo tener un esplendor plausible a partir de la década de los setenta del Diecinueve. 5. Que comience la función: la cronología. Antes de comenzar, anoto algunas consideraciones sobre el material consultado, y sobre la presentación que ahora dispongo. He omitido todas las referencias directas al periódico El Estado de Colima, porque resultaría excesivo y ocioso para el lector. En cambio, para evitar confusiones, he colocado exactamente la fecha del periódico que se consultó, y no la de la presentación de las actividades teatrales. Aunque en un primer sondeo me permití realizar una investigación en la versión digital del periódico, depositada en la página de Internet de la Secretaría de Cultura (http://cenedic.ucol.mx/cultura/), para el establecimiento final de la cronología fue necesario compulsar con los originales, para evitar el mayor número de errores. En las citas textuales, he corregido erratas obvias y actualizado ortografía. Por desgracia, aunque la mayor parte de la colección del periódico se conserva en buen estado, no está completa por lo que es probable que se omitan algunas fechas. Sin embargo, estoy seguro que esto será una oportunidad para corregir, ampliar y mejorar el trabajo que ahora ofrezco. 1872 19 de febrero Impacientes, los redactores de El Estado de Colima esperan desesperados la llegada de las compañías de teatro, para presenciar el jolgorio en las primeras palestras de la localidad. En las ocho columnas del matutino, al lado del último decreto del gobierno 7 estatal o las nuevas disposiciones de la federación, los escribanos de la prensa colocan, como quien solicita en un aviso de ocasión, un comentario sobre las divertidas y culturales ventajas de las puestas en escena, que se niegan a llegar. 5 de abril Como vaso de agua en el desierto, llega la Compañía de Oriente, y luce entre sus filas a la curvilínea actriz, poco a poco venida a menos, doña Evarista González de Azuaga, levantando los suspiros de los cronistas a quien describen, con disimulada malicia, “cual canéfora sonora”. 5 de mayo Un mes exacto después de las últimas noticias de teatro en la ciudad, al fin arriba a la capital del estado la impresionante Compañía Azuaga. Aunque no hay registros de este grupo dramático en los anales del teatro nacional, sorprende la calidad de su programa y lo prolongado de sus temporadas. Para este año la campaña se realizó en el Teatro del Pabellón Mexicano, donde abrió jornada la obra El corazón de un soldado y la pieza Juan el cochero. 10 de mayo Sin mayor relevancia salvo que es su primer intento, el militar y político Pantaleón Morett consigue presentar su obra Por honor de los partidos o hacer el bien al enemigo, con el auxilio de los actores y la sapiente producción de la Compañía Azuaga. 12 de mayo Continúa la Compañía Azuaga, quien ahora ofrece en su cartel la obra Fabio el novicio, del libreto atribuido a Ventura de la Vega (1807-1865), un dramaturgo español que a finales del siglo XIX alcanzó celebridad en toda Hispanoamérica debido a sus éxitos en los géneros menores de la dramaturgia, como la zarzuela, la opereta y las piezas. Fabio el novicio trata sobre la invasión de Francisco I de Francia a Milán, y las desventuras de las clases pobres de Italia. La Compañía también presentó la obra Diego Corrientes o el bandido generoso, original de José María Gutiérrez de Alba, estrenada en 1848 en Madrid, España, con un éxito tumultuoso, de acuerdo a los reportes de la época, debido a la simpatía que rápido se granjeó en las clases populares, ya que el argumento cuenta la vida de un bandolero andaluz que robaba a los ricos para socorrer a los pobres. 8 17 de mayo El primer colimense al escenario durante el año, fue en turno del inspirado Crescencio Orozco con la obra Doña Rita o una suegra consejera, que recibe los aplausos emocionados de los cronistas. Orozco, que ya ha mostrado sus dotes en la poesía, el periodismo y la oratoria, vestido en su gala habitual, se beneficia de la presencia de la Compañía Azuaga para culminar su obra y la estancia de los actores para presentarla. 19 de mayo Los Azuaga presentaron la obra de tres actos en verso Consuelo o la segunda parte de Diego Corrientes, escrita por Abelardo López de Ayala, además de la pieza cómica de un acto, La sociedad de los trece, creación del difundido Ventura de la Vega. 26 de mayo Aprovechando el éxito de la Compañía Azuaga, el tremebundo editor y escritor jalisciense ya avecinado en Colima desde varios ayeres, Francisco Eulogio Trejo, presuroso, da los últimos toques a su obra Por huir del mundo o la loca de Bellamar. Antes de mostrarla al público, pide permiso oficial a las autoridades locales y se prepara para el aplauso, que al menos sus amigos redactores de El Estado de Colima no le niegan. 2 de junio El interés que han provocado las obras foráneas, inspira las plumas de nuestros autores colimenses, quienes incluso trabajan a cuatro manos con los escritores de otros lares para cumplir los propósitos de ver proyectadas sus obras en el entarimado de un escenario. Así, el músico José María Rojas Vetiz, que radica lo mismo en Guadalajara o en Colima, acuerda con el rollizo general y político Pantaleón Morett, coautor del guión, el estreno en nuestro estado de la sátira Elijo por marido al autor de la comedia. La prensa local no desaprovecha la ocasión para anunciar, como quien amenaza, que el generalísimo Morett ya tiene entre el tintero y algunas planas, las primeras líneas de la pieza jacarosa El sistema de solteros, de la que nunca más se volvió a saber nada. 1873 7 de marzo La Compañía Dramática Espinosa presentó las obras de teatro La mala semilla y Lo que sobra de mi madre, de Enrique Pérez Escrihe, en el Pabellón Mexicano. Aunque la asistencia fue poca, se quejan los redactores de prensa, agradecen el enorme esfuerzo de los Espinosa, y apenados, prometen mayor difusión en las planas del periódico. 9 18 de abril La Compañía Solórzano presenta la obra Por derecho de conquista, del poeta Feval, que “hizo vibrar con entusiasmo los corazones de un pueblo eminentemente democrático, como lo es el de Colima”. Enfebrecidos, los redactores del periódico no escatiman elogios a la compañía que logró convocar a un público nutrido en el Pabellón del Pueblo. El señor Solórzano interpretó el papel de Jorge Simón, y la señora Calderón el de la madre de este protagonista. En el mismo programa también se presentó La hechicera de París, que agradó el público pero no despertó la misma curiosidad que la anterior obra. Finalmente, se anuncia la presentación dominical, el próximo 27 a las 8:30 de la noche, de Una sospecha, de Ramón Valladarca y Saavedra, además de la zarzuela La cola del diablo. 2 de mayo Orgullosa, la prensa sólo atina a describir de la siguiente manera el evento más importante del año en los escenarios colimenses: “Tenemos el placer indecible de poner en conocimiento de nuestros lectores, que procedente de las repúblicas centroamericanas, ha llegado a esta ciudad la compañía de ópera, que dirije (sic) el Sr. Compagnoli. Este acontecimiento es digno de señalarse en nuestra sociedad, y por lo mismo aguardamos que los dilettanti contribuyan con empeño y entusiasmo al buen éxito de la referida compañía. Inmediatamente que se halle disponible el local respectivo, comenzarán las funciones que con ansia esperamos.” Julio Campagnoli era el bajo caricato de la compañía de ópera de Ida Visconti de Grossi, que en el mismo año se presentó en el Teatro Principal de la Ciudad de México. Por otra parte, sin aminorar el ánimo ante semejante competencia, la Compañía Solórzano continúa con su temporada en el Pabellón Mexicano, al anunciar para el domingo 4 de mayo, la comedia en tres actos Don Tomás, para culminar con la pieza Receta contra las suegras. 9 de mayo La Compañía de Ópera de Compagnoli encuentra escenario en el Teatro Puente, donde hará temporada de ocho funciones, y ofrece abonos al costo de un palco de seis asientos en 78 pesos y una luneta en 18. Además, los costos por función serán de un palco con seis asientos, 12 pesos; una luneta dos pesos; segunda fila 76 centavos; y galería 37 centavos. El periódico anunció pomposamente su elenco: prima donna assoluta, Elisa D’Aponte; primo tenore assoluto, Antonio Tasso; primo barítono assoluto, Egisto Petrill; donna comprimaria, Matilde B. de Mancini; primo baso assoluto, Filippo Mancini; primo buffo assoluto, Giulio Campagnoli; altro primo basso, Manuel Cisneros; tenore 10 comprimario, Genaro Velazco; maestri concertori é director d’orchestra, Fratelli, Valentín y José María Rojas Vertiz; maestri direttore de cori é suggeritore, Manuel Cisneros. Además, el repertorio de la función se conformaba con las obras: Ernani, Traviata, Luisa Miller, Attila, Masnadieri y Macbeth, de Giusseppe Verdi; Lucía de Lamermor y María de Rohan, de Gaetano Donizetti; Birraje di Preston y Crispido d la Cornare, de Ricci; Barbieri di Siviglia, de Rossini; Ebrero, de Appolini; Elena d’Tolosa, de Petrella; y Pipelete, de Ferrari. Si no fuera suficiente para el público colimense, en el Pabellón Mexicano la Compañía Solórzano también anunció sus obras para el domingo, en el horario conocido, a las 8:30 de la noche, con el drama en cinco actos La plegaria de los naufragios, de Bouchardy. 17 de mayo Al fin la primera presentación de la Compañía de Ópera, que a pesar de ser largamente anunciada tuvo una asistencia baja. La función de gala tuvo la pieza Lucia de Lammermor, de Gaetano Donizetti, y nuevamente los redactores tienen que escribir su crónica con cierto dejo de culpa ajena: “Como habíamos tenido noticia de las innumerables dificultades con que tuvo que luchar la Compañía, par aponer en escena esta obra de mérito, por falta de orquesta a propósito y las personas necesarias para conformar los coros; a la verdad quedamos agradablemente sorprendidos por la buena ejecución de la ópera, lo que desde luego nos demostró el empeño y trabajo extraordinario de los señores operistas y directores de orquesta y coros.” También se anuncia la presentación para el próximo jueves 20 de mayo, la ópera Ernani, de Giusseppe Verdi. Afanosos como nunca, los cronistas también se permitieron reseñar en términos positivos el drama montado por la Compañía Solórzano, La plegaria de los náufragos que llenó la sillería de El Pabellón Mexicano. 30 de mayo La Compañía Campagnoli, nuevamente, obnubila a los cronistas de prensa, que dedican una larga crónica para recordar la presentación de Ernani, de Verdi, y El Barbero de Sevilla, de Rossini. En tono culposo, como es la constante al referirse a esta Compañía de Ópera, el periodista comienza: Antes de entrar en el pequeño examen que nos proponemos, parécenos prudente hacer saber a nuestros lectores que ninguna inteligencia ni capacidad nos ha dado al naturaleza para juzgar propiamente, ni menos con su tecnicismo, la buena o mala ejecución de las óperas que se pongan 11 en escena; pero al resolvernos a dar nuestro humilde voto, nos proponemos obrar en justicia y con imparcialidad. Esta extensa crónica es una de la pocas que nos muestran algunos aspectos de los asistentes al teatro: Las hermosas colimenses engalanadas con sus lujosos trajes y atavíos, han embellecido el improvisado teatro dándole a éste un ser que, a decir verdad, estaba muy lejos de tener. Una escogida sociedad se reunió en este, y preciso es decirlo: nos hemos congratulado al verla tan expresiva como satisfecha. A pesar de que varios miembros de la orquesta de la Compañía durante la semana, con el argumento de que formarían parte de los festejos de un batallón militar, que exigió su presencia, el redactor de la nota no puede reprochar el desempeño de la orquesta formada de improvisto y, por el contrario, aplaude su armónico desempeño. Al finalizar, se anuncia la presentación del próximo domingo de María de Rohán, de Gaetano Donizetti. 6 de junio La Compañía Campagnoli presentó El Barbero de Sevilla, de Rossini. Los redactores dedicaron una larga crónica que ocupó casi la mitad de una plana. Luego de destacar el notable esfuerzo de los actores y lo músicos participantes, de nueva cuenta los cronistas hacen una apología contra la falta de asistentes a la ópera, particularmente de las clases sociales bajas: “El teatro estaba notablemente concurrido, la buena sociedad de esta capital veíase reunida toda, y con sentimiento nuestro, notábamos la falta de concurrencia de nuestro pueblo.” Luego recriminan con más ahínco contra la gente de “nuestro pueblo”: “Parece imposible creer que siendo tan moderado el precio de la entrada para la clase menesterosa o pobre, no haya el entusiasmo; allí hemos contemplado con indecible satisfacción que la gran diversión de la Ópera se ha hecho necesaria, modificando y suavizando las costumbres y los sentimientos de nuestro querido pueblo, hasta llegar a ver en él óptimos frutos de civilización y buen gusto”. Y como no queriendo la cosa, presionan con ligereza para que la ópera ocupe una posición dentro de los proyectos del gobierno: Colima disfruta por la primera vez de este grandioso espectáculo, y por lo mismo necesitaría que, una vez que sea concluido nuestro teatro, nuestro Gobierno facilitara y protegiera estos espectáculos que sin duda serán los que mejoren los bellos instintos de nuestra sociedad. 12 13 de junio En turno María Rohan, de Gaetano Donizeti, y La Traviata, Giusseppe Verdi, por la Compañía de Ópera. Sigue la letanía de elogios y se anuncia la partitura de El Ebreo, de Apolloci. 24 de octubre Se anuncia la presentación el drama en cuatro actos y un prólogo Catalina Patrick o la hermana de la caridad y Perico el emperador o Los ciegos hipócritas y embusteros, un sainete anónimo que denuncia los excesos de la caridad. Para exhibirse a las ocho de la noche, los costos del Pabellón Mexicano son: plateas de seis entradas, a cuatro pesos; seis centavos para entrada a plateas o plateas con vista al patio; dos centavos en palco; y un centavo en galería. 31 de octubre Juan Grinaldi presenta los dramas El asesino y la huérfana o el abate Lepe y La casa de campo, que ha sido solicitada por el público colimense. Además, se presenta la banda de J. Pineda y los actores de Coll, además de las obras: Los bandidos de Londres o sea el artesano honrado y Las elecciones de un pueblo. 28 de noviembre A beneficio de la actriz doña Francisca de Luque, la Compañía de Luque presentó un extenso programa que atrajo a un buen número de pobladores, la presentación incluía: 1) Una obertura ejecutada por la orquesta; 2) el drama en cinco actos de la ópera Adriana Lecouvreur, autoría de Eugène Scribe; 3) la pieza jocosa Al fin casé a mi hija; y, 4) el baile La linda jerezana. 1874 19 de enero La compañía dramática de Mariano Luque realizó donativos en sus últimas funciones en beneficio de la construcción del Hospital Civil del Estado. En total, el teatro logró recaudar la cantidad de 131 pesos con 31 centavos. 24 de julio El gobernador, Ramón R. de la Vega ofreció un concierto filantrópico a favor del hospicio de huérfanos. 13 28 de agosto Se anuncia la visita a Colima del niño prodigioso Romeo Dionesi, de la Compañía Dionesi y Font: “Sabemos que este niño, que es una verdadera maravilla del arte, según lo anuncian la mayor parte de los periódicos de la República, se dirige a esta ciudad, trayendo consigo una buena compañía dramática que es bien recibida en los todos los teatros donde se ha presentado”, escriben los redactores para abrir boca. Habrá que ver. El tema de este joven artista cubano, que presumía tener menos de diez años de edad, no sólo sorprendió a los colimenses, sino que obtuvo el beneplácito de todos los aficionados a la dramaturgia y el arte en Hispanoamérica. Notas sobre él se escribieron lo mismo en España que en Latinoamérica, y México no fue la excepción. 23 de octubre Los colimenses vieron atónitos la llegada de la sorprendente caravana de artistas de la Compañía Dionesi y Font, con la que Romeo Dionesi arribó a la ciudad. Su llegada fue sin mucho ruido, pues los colimenses son en lo general algo cautos en materia de ceremonias. El último domingo se verificó la primera función en la que tuvimos el gusto de oír a esta maravilla del arte, pues realmente nos sorprendió tanta perfectibilidad artística en un niño menor de diez años. Apenas llegó a Colima, el niño prodigio ofreció su primera función, acompañado por su padre, Pedro Dionesi en el violín, y Juan Pineda, el colimense director de orquesta fundador de la sociedad Euterpe, dedicada a la música culta. La exclamación de El Estado de Colima fue tal que observó en Dionesi la concentración de lo mejor de la humanidad de los últimos años del siglo XIX: “Ver este niño en una reunión tan respetable que sabía sus antecedentes, era negocio de levantar mil hosannas al Ser Omnipotente y de votar mil hurras al último tercio del siglo XIX”. Juan Pineda interpretó “con exquisita maestría” las piezas de Dionesi, quien cantó en barítono un aria de la ópera “Un balto in machera”, de Giusseppe Verdi; otra aria más de Hernsani; y la pieza “Del enemigo el coraje”. La ascensión de Romeo en la escena es inimitable, expresa las pasiones como el hombre más ilustrado a los treinta años, su voz aunque débil por su edad y por la precipitación en educarla, sin embargo, es flexible y la modula fácilmente, su expresión conmueve, arroba, fascina a los inteligentes que la escuchan. 14 30 de octubre Arrobados, en efecto, como lo anticipó el cronista del periódico oficial, el público colimense no dejaba de hablar del encanto de Romeo Dionesi, el niño prodigio. El poeta Fermín G. Castro ensayó su lira para dedicarle largas cuartetas al barítono, y J. L. M. le escribió un soneto. Ambos poemas se publicaron en sendas planas de la prensa. Ya en su segunda función, el gobierno rindió un homenaje, a su manera, fastuoso. El plenas tablas, la niña Josefina Díaz felicitó a Dionesi a nombre del pueblo de Colima, le entregó un ramo de flores y le declamó un sonetos. Además de los poemas ya mencionados, otros poetas tampoco desperdiciaron la oportunidad, y dedicaron cerca de una decena de poemas en honor al joven cantante. Rematan los comentaristas: “En fin, este niño encantador recibió anoche del pueblo colimense una verdadera y merecida ovación.” 4 de septiembre El periódico oficial cede sus planas para reproducir la exaltada invitación que los compañeros de oficio de Juan Panadero, hacen a los colimenses para que la población asista a El Pabellón Mexicano, a presencia la última función que ofrecerá Romeo Dionesi y la Compañía Dionesi y Font. Además de apoyar a Barolo Lechuga, a quien se le entregará lo obtenido por la taquilla, los periodistas insisten en ver a “esa maravilla, para oír cantar ese cenzontle que apenas ha salido del nido y ya embelesa al mundo”. Cerca del recinto de Dionesi, Juan Fermín Huerta ha preparado uno de sus tradicionales conciertos, que incluye algunas piezas dramáticas, en un jacalón del centro del pueblo. La función fue a beneficio de las huérfanas de la ciudad. 1875 22 de enero La familia del músico José Rojas Vértiz, acompañado de algunas de sus alumnas, preparó un programa en beneficio de las huérfanas de la ciudad. El programa incluyó la declamación del poema “La caridad”, de Atanasio Orozco, además de las interpretaciones de Josefina Gómez y José Rojas Vértiz, de piezas como “Don Carlos” y “Norma”. La concurrencia fue de lo más selecto de esta sociedad y compuesta de personas de reconocida filantropía, que asistieron a este acto con el noble objeto de depositar su óbolo en la urna de la caridad pública. 5 de marzo Otro grupo de espectáculos en la ciudad: la Compañía de Emilia Leonardi de Nascé, que para evitar suspicacias que coloquen sobre tela de juicio la calidad moral de sus 15 integrantes, eligió la recién constituida Parroquia como sede de su primer concierto, Estabat Mater, de Rossini. Ya de paso, los redactores dan a conocer que el siguiente domingo se ofrecerá la “hermosísima” zarzuela en tres actos, La hija del regimiento o la cantinera de Los Alpes, cuya protagonista será interpretada por la mismísima Emilia Leonardo. 2 de abril El domingo 26 de marzo se presentó la primera función de la Compañía Leonardi de zarzuela, con la pieza La hija del regimiento, con partitura de Donizetti. Presentada en el Pabellón Mexicano, ante el lleno total del anfiteatro, no se escatiman vítores para cada uno de los actores, aunque sólo mencionados por su apellido, además de la señora Leonardi, la señora Flores de Serrano, el señor Sánchez, el señor Cabrera, el señor Serrano, el señor Quiñones. 9 de abril Tres funciones de zarzuela: Luz y sombra, La sensitiva y Campanone, en la que se “lucieron los artistas”, apunta El Estado de Colima. Sin embargo, los aplausos del teatro abarrotado, fueron para la señora Leonarid: Nosotros no conocemos a otra artista que caracterice en el proscenio mejor el desdén, la cólera y la ternura, que la señora Leonardo; para nosotros es la primera hija de Euterpe y de Talía que ha puesto sus plantas en nuestro Estado. Y cosa extraña, los cronistas se atreven a apuntar una observación: Los finales de los duetos, cantados por la primera tiple y el tenor, guardan una armonía enteramente unísona, que destruye hasta cierto punto el efecto de las voces, en sus caracteres especiales. Se anuncia que la próxima función montará la pieza Robinson. 16 de abril La compañía de zarzuela de Emilia Leonardi presentará Traviata o la Dama de las Camelias, de Giusseppe Verdi, en honor al tenor Pánfilo Cabrera. 23 de abril Un recordatorio de las próximas funciones de la Compañía Leonardi: hoy por la noche, Traviata o la Dama de las Camelias, de Verdi, en honor de Pánfilo Cabrera; el domingo, La gran duquesa de Gerolstein, de Offenbach; y el miércoles 30, Los madovares, en honor a Emilia Leonardi de Nascé. 16 30 de abril Al parecer, las funciones presentadas por la Compañía Leonardo no logró satisfacer al inesperado exigente cronista de El Estado de Colima. La travista, fue calificada con un desempeño “no malo”; La gran duquesa de Gerolstein, sólo agradó al público; pero, un tremendo acabose, fue Los madovares, que además de comenzar con media hora de retraso, terminar hasta las dos de la mañana, resultó terriblemente tediosa. “Suplicamos a la compañía nos dé funciones que sean un verdadero solaz para el público”. 6. Se cierra el telón. Aunque el propósito de este ensayo no es discutir la pertinencia conceptual de los géneros dramáticos, para hacer una lectura general de la actividad dramática del periodo en que me ocupo, sí creo conveniente extender la concepción del drama más allá del límite que lo sitúa entre las bardas y techos de un teatro, para situarlo como un sistema de comportamiento dentro de un escenario, cualquier que este sea. Pero si la representación supera los límites del edificio donde se supone debe ejecutarse, el libreto, como un elemento más de esa representación, tampoco puede limitarse al uso de ciertos sistemas discursivos. Aquí quiero sugerir que la naturaleza de los textos dramáticos no consiste en su carácter dialogado o en la presencia de acotaciones, sino en un tipo distinto de unidad semántica que no descansa en las relaciones intertextuales sino en factores externos (que no deben confundirse con la intertextualidad). Dichos factores externos están implícitos en las articulaciones verbales a través de dos estrategias particulares: el empleo de estructuras verbales perfomativas y/o de estructuras verbales poéticas, entendiendo éstas últimas, siguiendo a Nrthop Frye, como estructuras simbólicas.23 Esta definición de la dramaturgia más como una actitud simbólica que como una condicionante de espacio y texto, nos permite observar con mayor amplitud la presencia de tres esquemas de representación dramática constantes durante el periodo del que nos ocupamos: la oratoria, la música en escena y, propiamente, el drama. Y para ocuparnos de lo meramente colimense, propongo una división genérica de la actividad dramática en el estado, en tres grandes incisos: a) La oratoria. Que tuvo su agosto en septiembre, cuando se organizaban las fiestas patrióticas en la Plaza de Armas. Entre sus principales representantes destacan Francisco 17 Eulogio Trejo y Miguel García Topete. Para entender la historia intelectual de Colima, se tendrían que revisar las biografías de ambos personajes. El primero formó parte de una extraordinaria triada de editores liberales, encabezada por Ireneo Paz y secundada por Arcadio Zúñiga y Tejeda. El segundo fue uno de los más conspicuos poetas, a pesar de que en este momento carezcamos de una reunión de sus versos. b) Música en escena: la ópera, la zarzuela y las serenatas. No se ha revisado la influencia que el músico José María Rojas Vertiz, ha tenido en el desarrollo cultural de Colima, pero es posible que él fuera uno de los principales actores que permitió la llegada de varios personajes extranjeros a Colima. Desde luego, en este rubro también destaca la presencia de José Levy Rheims, de quien se han escrito notas biográficas más o menos extensas. Asimismo, parece relevante la figura de Pantaleón Morett, quien habría vivido durante algunas temporadas en nuestro estado, y quien habría escrito divertidas zarzuelas. c) El drama. Tanto Crescencio Orozco como Francisco Eulogio Trejo, fueron de los pocos colimenses que se ocuparon de la empresa de escribir guiones dramáticos, que llegaron a montarse en los teatros de nuestro estado. Este avance de nuestro análisis aún no lo revela, pero también es importante recordar la presencia de Refugio Barragán y Toscano además del drama de Miguel García Topete, El ángel de la redención, que tendría una excelente recepción del público. Notas 1.- El proyecto todavía se encuentra en su fase de desarrollo. Se ha realizado la exploración del periódico El Estado de Colima desde 1870 hasta 1890, y versan cerca de 60 cuartillas. Por el momento, debido a las características del Foro, me limito a presentar la descripción cronológica de cinco años, del periodo que comprende de 1870 a 1875. 2.- Entiendo por tono y estilo su más sencilla explicación retórica, es decir, el modo y la manera constante en que se expresa la voz discursiva. 3.- ¿Elementos rituales? ¿Principios de representación? ¿Apenas drama en el drama humano? No es intención de este artículo presentar una polémica sobre los posibles géneros y subgéneros del drama, mucho menos demostrar las relaciones genéricas entre el teatro y la oratoria política. Por ello, me sumo a la propuesta de José Carlos Ferrera Cuesta, cuando afirma –aunque para la historia de España- que en el XIX, el principio de “espectacularidad” buscado por los autores es el mismo para la dramaturgia y para la oratoria política, lo que establecería cierta afinidad entre la oratoria y el teatro.“Teatro y oratoria política en el siglo XIX: la escenificación parlamentaria en la Restauración”, en Ayer, núm. 59, 2005, pp. 201-232. 4.- En mi artículo Notas para la periodización de la literatura colimense durante el siglo XIX (1810-1911), propongo las bases historiográficas para establecer los cuatro periodos en los que se podría dividir la evolución de nuestras letras. 5.- Roberto Huerta Sanmiguel lamenta que a partir de 1880 El Estado de Colima dejó de publicar notas sobre la cultura y la vida cotidiana colimense, para dedicarse con mayor ahínco a la difusión de acuerdos gubernamentales, legislaciones y normativas ciudadanas. 6.- El investigador José Francisco Conde Ortega (1994) y el escritor Luis Reyes de la Maza (1972), lamentan que existan pocos estudios sobre el teatro mexicano durante el siglo XIX a pesar de que ambos dedicaron 18 sendos estudios en Teatro mexicano, historia y dramaturgia. XIV Dramas románticos (1830-1886), y Cien años de teatro en México, México: SepSetentas, 1972, respectivamente. 7.- Existen otros tres autores que hacen aportaciones parciales pero necesarias, a manera de anotaciones, sobre la trayectoria del teatro colimense en el periodo finisecular: Manuel Velázquez Andrade, Remembranzas de Colima. 1895-1901 (1949); Miguel Galindo, Colima en el espacio, en el tiempo y en la vida (1963); y, Roberto Huerta Sanmiguel, Lucio Uribe, el alarife de Colima (1990). 8 Víctor Gil Castañeda y Cuquita de Anda, Breve historia del teatro en Colima: 1940-2000 (sus grupos y sus montajes), inédito, p. 15. 9.- Servando Ortoll, Dulces inquietudes, amargos desencantos. Los colimenses y sus luchas en el siglo XIX, México: Gobierno del Estado de Colima. [Historia General de Colima, tomo III], 1997, pp. 333-338. 10.- Para esta reconstrucción principalmente recupero tres documentos: F. Sevilla del Río “El Teatro Hidalgo y su famosa lámpara”, Prosas literarias e históricas. México: Talleres Tipográficos Benito Juárez, 1974; J. M. Romero de Solís Crónica del ochenta. O sean los sucesos y menudencias, sueños y tragedias que nuestros mayores vivieron en Colima durante 1880 (1996) y la consulta de la colección hemerográfica de El Estado de Colima, de los años 1880 a 1911. 11.- No existen datos sobre la fundación de este teatro, que llegó a ser el más importante en el estado, incluso cuando ya estaba en funciones el Teatro Santa Cruz. El Pabellón Mexicano fue declarado inservible en 1909, pero es probable que su clausura obedeciera a la eminente competencia que representaba al inmueble oficial, el Santa Cruz. 12.- La historia detallada de la fundación de este inmueble se puede revisar en Roberto Huerta Sanmiguel, Lucio Uribe, el alarife de Colima. México: Gobierno del Estado de Colima, Universidad de Colima, 1990. el libro Lucio Uribe, el alarife de Colima (1990). 13.- Cuando se comenzó a construir el Teatro Puente, en 1848, se llamó Teatro Coliseo. Su edificación fue una iniciativa la Compañía Celiceo y Cancelado, quienes comenzaron a visitar Colima alrededor de 1845. Sus propietarios, Antonio Celiceo y Remigio Cancelado, asociados a Santiago Cárdenas, Antonio Ferrel y Benito Rincón, solicitaron permiso al Ayuntamiento para establecer el inmueble. Las autoridades no sólo accedieron gustosos, sino que les regalaron unas viejas bancas que servirían de butacas para los asistentes (Sevilla del Río, 322). Con el paso de los años, el proyecto fue abandonado debido a serias diferencias entre los propietarios, y fue retomado en 1848 por Felipe Puente (†1880). Con sus propios recursos, como agiotista y joyero, Puente trató de sostener la vida del Teatro, pero en 1856 debió solicitar al Ayuntamiento un préstamo de 4 mil pesos para continuar con el acondicionamiento del local. Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 101, exp. 1, 179 ff. El prestamista nunca pagó su deuda al ayuntamiento, y las autoridades alegaron que las estructuras del teatro resultaban peligrosas para la población. Entonces se decidió cancelarlo y ceder sus derechos a Cenobio Sánchez, que al pagar tres pesos al fondo municipal por función, se dedicó a presentar tardes de corridas de toros. 14.- Felipe Sevilla del Río, op cit., p. 321. 15.- Idem. 16.- Fondo del siglo XIX, del AHMC (C. 75–A , exp. 29, 3 ff.) 17.- Felipe Sevilla del Río, op. cit, p. 322 18.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 82–A , exp. 52, 2 ff. 19.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 86, exp. 8, 1 f. 20.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 92, exp. 33, 2 ff. 21.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 94, exp. 66, 1 f. 22.- Fondo del siglo XIX del AHMC, C. 104, exp. 19, 24 ff. 23.- José Ramón Alcántara Mejía, Teatralidad y cultura: hacia una estética de la representación, México: Departamento de Letras, Universidad Iberoamericana, 2002, p. 161. 19
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