Álvaro Alsogaray (ministro de Economía): sobre el Plan de Estabilización Económica Locutor: Tendrá lugar dentro de instantes una conferencia del señor ministro de Economía e interino de Trabajo y Seguridad Social, ingeniero Álvaro Alsogaray, dirigida al Ejército Argentino. Preside este acto el señor secretario de Estado de Guerra, general don Elvio Carlos Anaya, y se hallan presentes todos los oficiales superiores y delegaciones de jefes y oficiales de las guarniciones Buenos Aires y Campo de Mayo. Seguidamente, el señor ministro de Economía e interino de Trabajo y Seguridad Social, ingeniero Álvaro Alsogaray, disertará sobre el plan del gobierno sobre estabilización monetaria y expansión económica. Álvaro Alsogaray: Señores: agradezco al señor secretario de Guerra la oportunidad que me ha brindado de realizar esta conversación que tiene por objeto –como ya he dicho públicamente– la de llevar a todos los ámbitos donde me sea posible el conocimiento de los hechos que enfrenta el país y las soluciones que se propugnan para resolver la situación en que nos encontramos. Creo que es indispensable realizar este cambio de opiniones por cuanto la tarea de sacar al país adelante no puede ser la tarea de una persona ni de un grupo de personas. Es inevitablemente la tarea de todos, cada uno en su esfera de acción. Como dije ya en alguna oportunidad, trataré de llevar estas ideas a todos los ámbitos que me resulten accesibles, y por supuesto me resulta particularmente grato iniciarla en un lugar de cuyas fuentes provengo. Mi formación inicial, y aun también la posterior profesionalmente, lo ha sido dentro de las Fuerzas Armadas y por eso tengo una especial satisfacción, y hasta diría orgullo, de poderlo hacer, de poder iniciar estas conversaciones aquí. Las Fuerzas Armadas representan en estos momentos –quieran o no quieran hacerlo– un factor político de importancia. No en el mal sentido de la palabra, sino en el buen sentido de la palabra. La decadencia, y a veces la quiebra de algunas expresiones políticas, ha obligado a otras instituciones que no son políticas (como, por ejemplo, las Fuerzas Armadas y los sindicatos) a tomar actitudes o a tomar responsabilidades que no son normales dentro del juego normal de las instituciones. Y esto, nos guste o no nos guste, es un hecho y hay que tomar los hechos como formando para de una realidad. Por lo tanto, me parece imprescindible que estén suficientemente informadas sobre los diversos problemas que están en juego, no porque esté pidiendo o que esté significando que deban tomar una intervención directa en los detalles, sino porque constituyen, de alguna manera, el respaldo y el sostén de situaciones que son bastante serias dentro del estado actual de la república. Voy a hacer primero una breve síntesis de los acontecimientos que nos han conducido a la situación actual, luego explicar las soluciones que se proponen para salir de ella y finalmente dejaré el mayor tiempo que sea posible para hacer un auténtico intercambio de opiniones, en el cual quedo a disposición para contestar las preguntas que se quieran formular. La situación a la cual ha sido llevado el país, y dentro de la cual nos toca desenvolvernos actualmente, arranca ya de hace un buen número de años. Para no irnos demasiado atrás, podemos tomarlo desde el año 1945 en que empieza para la república un período difícil que culminó en 1955 y cuyas consecuencias estamos viviendo todavía ahora. Por una coincidencia, me ha tocado actuar en dos períodos posteriores a 1955. Como ministro de Industria en 1956, y actualmente en la situación que desempeño ahora. El 8 de mayo de 1956 tuve oportunidad, en la Escuela Superior de Guerra, de hacer una breve referencia al mismo problema que vamos a considerar ahora. Y me voy a permitir leer algunos párrafos de lo que se dijo en aquella oportunidad porque hay una curiosa coincidencia de situaciones y de fenómenos con los que vivimos hoy. En mayo de 1956 estábamos todavía analizando el proceso que nos había llevado a la situación que vivíamos entonces. Y pude hacer, en la Escuela de Guerra, el siguiente resumen: “En 1945 disponíamos de una reserva de alrededor de 1.600 a 1.800 millones de dólares en oro y divisas. En 1955 esa reserva se había reducido a 400 millones de dólares. Pero, en cambio, en 1945 la deuda externa era consolidada y a largo plazo, mientras que en 1955, cuando el gobierno provisional se hizo cargo, tenía una deuda a corto plazo, perentoriamente exigible, casi como insolvente, de 757 millones de dólares. »En 1945 la deuda interna no pasaba de 9.000 millones de pesos. En 1955 esa deuda se había llevado a 86.000 millones de pesos. En 1945 nuestra economía era razonablemente equilibrada; el balance de pagos y el balance comercial permitían que estuviéramos en condiciones de importar todo lo que necesitaba el país y pagarlo con el producto de nuestras exportaciones. »En 1955 ese balance de pagos estaba estructuralmente desnivelado y todos los años teníamos que soportar una diferencia entre lo que exportábamos y lo que importábamos no solamente en productos, sino también en divisas, de alrededor de 200 millones de dólares al año. »En el año 1945 teníamos dentro del país algún déficit interno, pero sin características alarmantes, por eso nuestra moneda mantenía un valor razonable dentro de las monedas mundiales (cuatro pesos por dólar aproximadamente). En 1955 la situación de emisión interna nos había llevado a una situación tal de que el dólar había que pagarlo ya 40 y 42 pesos. »En 1945 teníamos una producción agropecuaria básica de gran volumen negociable en competencia a altos precios en todas partes. En 1955 nuestra producción había descendido aun con respecto a niveles anteriores. Ha habido años que producíamos en ese período menores cantidades de lino y otros productos que los que había producido el país desde 1909. »En 1945 teníamos una maquinaria industrial anticuada, pero razonablemente en uso. En 1955 saben ustedes bien cuál era la situación del país: máquinas desgastadas, transportes en las condiciones que los conocemos, en una palabra todos los bienes y servicios absolutamente desgastados por no haberse producido su reposición. »Y todo esto, señores, partiendo de una base en la cual teníamos 1.600 millones de dólares depositados –recuerden la célebre frase: „Hay tanto exceso de oro que no se puede caminar por la caja de conversión‟– y con varias producciones acumuladas que vendimos a altos precios a los países que salían de la guerra. Todo eso produjo en el estándar de vida del pueblo argentino la ilusión de haber ascendido entre 1945 y 1949. A partir de 1949, una serie de factores que se conjugaron iniciaron la declinación argentina que nos arrastró a la situación de 1955”. Este análisis hecho en mayo de 1956 permitió decir en aquella oportunidad lo siguiente: “Para salir de esta situación es necesario trazar un programa de gobierno”. Después de hacer un análisis sobre cuáles debían ser esos programas de gobierno se decía lo siguiente: “Dichos programas deben ser puestos ahora en ejecución. Ellos constituyen la esencia de la parte de la tarea que compete al gobierno como ejecutor directo. En realidad, estamos ya listos para actuar y en el transcurso de las próximas semanas deberán tomarse decisiones fundamentales en ese sentido. Pero también en los días que vienen se han de decidir, independientemente de aquellos programas, importantes cuestiones que tendrán una influencia decisiva para el éxito de los mismos. »Estamos ya muy próximos a la realización de las negociaciones financieras en los Estados Unidos y en Europa y a la terminación del plazo fijado para las tentativas de autofinanciación encaradas a través de YPF. En el país deberemos considerar el reajuste del presupuesto de la nación, que tiene evidente importancia en cuanto hace a la lucha contra la inflación, y se iniciarán las tratativas relacionadas con los nuevos convenios laborales, que serán también decisivos en ese sentido. »En este momento, es particularmente importante que comprendamos bien la esencia del problema que afrontamos y que nos tracemos un programa de acción claro y definido. Constituye una peligrosa ilusión creer que el problema se desdobla en dos partes. Una constituida por un programa técnico de desarrollo de los recursos naturales y de los servicios, que tiene vida propia y que de cualquier manera ha de cumplirse, y otra que es la actividad económica general del país, lo que continuará entre tanto su evolución. Más peligroso es todavía pensar que aquella primera parte (o sea, el programa técnico) constituirá el factor externo que determinará nuestra recuperación procurándonos bienestar y abundancia en un período de cuatro años, y que por lo tanto la evolución económica normal del país puede continuar su marcha de cualquier manera hasta que se hayan alcanzado aquellos objetivos. »Todo el país debe darse cuenta de que el problema es uno y único, que no admite esas divisiones arbitrarias y que no habrá posibilidad de cumplir ningún programa técnico destinado a alcanzar aquel bienestar si no estamos dispuestos a manejar la economía general conforme a las normas más severas de austeridad, trabajo y sacrificio. Es inútil que pensemos que se trata solamente de pasar como se pueda los próximos dos o tres años, torturando incluso durante ese intervalo todas las reglas de la ciencia económica, ya que al término de ese período encontraremos una solución providencial proveniente de la ejecución de un elaborado programa técnico. »La recuperación del país no puede provenir de ningún factor providencial externo, solo puede lograrse como resultado de un gran esfuerzo nacional. Pero es ya evidente que la opinión pública no ha llegado aún a compenetrarse de la necesidad de este esfuerzo ni ha adquirido conciencia cabal de la magnitud del mismo. (Les ruego señores que recuerden que estamos hablando de mayo de 1956). »Oímos hablar del monto de la deuda pública interna y externa y sus cifras nos asombran. Advertimos a diario el mal estado de los servicios, la falta de energía, la escasez de materias primas, etcétera, percibimos los efectos de la inflación y de la disminución del valor de la moneda, pero todavía consideramos que todo ello es un fenómeno lejano que no nos alcanza y que solo nos concierne en forma muy limitada. »Esperamos que el gobierno o alguna circunstancia excepcional, o simplemente el pasar del tiempo, harán cambiar las cosas y que estos análisis y cifras irán perdiendo entonces su importancia hasta el punto que en un futuro cercano podremos mirarlas simplemente como expresión de una situación anormal que solo rozó la vida nacional sin llegar a penetrarla. No nos hemos dado cuenta todavía con claridad del hecho cierto de que afrontamos un verdadero desastre y que no hemos de salir de ello sino a través de una firme voluntad colectiva y si no ponemos en marcha cuanto antes los únicos factores de recuperación que tenemos en nuestras manos: trabajar más y abandonar las trabas mentales que perturban y retardan nuestra actividad. »Pretendemos aumentar en tres a cuatro años nuestra producción de petróleo de 4,8 millones a 12 millones de metros cúbicos anuales, es decir, pretendemos hacer en tan corto período de tiempo bastante más que todo lo que se ha hecho en el país en materia de petróleo en cincuenta años. »Tenemos que instalar en el gran Buenos Aires más equipos eléctricos en cuatro años que los que se instalaron desde el momento de la implantación de las primeras usinas. En el interior del país deseamos desarrollar usinas hidroeléctricas con una capacidad superior a todo lo existente hasta ahora. »Tenemos que reemplazar a corto plazo la mayor parte del material ferroviario o de lo contrario no podremos transportar ni siquiera la producción agropecuaria. »Pensamos que la siderurgia argentina nos podrá proporcionar dentro de tres o cuatro años alrededor de un millón de toneladas de hierro y acero. »Necesitamos imperiosamente mecanizar y tecnificar el campo para aumentar las exportaciones, y debemos reponer el equipo industrial para aumentar la producción de bienes. Hacer en un período de tres a cuatro años un esfuerzo de capitalización del orden de 1.200 millones de dólares, y más de 35.000 millones de pesos”.
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