Pláticas en la cena, parte I - Ministerios Ebenezer Guatemala

Pláticas en la cena, parte I
Apóstol Sergio Enríquez O.
5to servicio – Santa Cena
Guatemala, 03 de mayo del Año de la Misericordia
Para que podamos tener una clara comprensión acerca de un suceso, se requiere primeramente el que conozcamos y entendamos
los factores que promovieron dicho acontecimiento. Trasladando este concepto al ámbito espiritual, es necesario crear conciencia de
que no se puede conocer lo que es la Santa Cena y todo lo que ella abarca, si antes no escudriñamos en la Biblia todo lo que quedó
escrito a este respecto. En la Palabra del Señor quedó anotado, en los cuatro Evangelios, todo lo que Jesús quiso enseñarnos acerca
de la Santa Cena, esto sin mencionar aun todo lo que el Apóstol Pablo dejó escrito en sus epístolas en cuanto a la mesa del Señor.
Por ejemplo, encontramos un total de 203 versículos en los Evangelios, los cuales traen una enseñanza sobre lo que se habló y se
ministró la noche en que Jesús estableció la Santa Cena, y que a su vez, quedaron registrados para nuestra edificación. Veamos:
 Mateo 26:21-30 (10 versículos)
 Marcos 14:18-31 (14 versículos)
 Lucas 22:14-38 (24 versículos)
 Juan 13:1 al 17:26 (5 capítulos y 155 versículos)
Estos 203 versículos quedaron escritos para que conozcamos lo que pasó en la Santa Cena y lo podamos aplicar a nosotros. Una
de las cosas que Jesús hizo fue lavarle los pies a Sus discípulos, según vemos en Jn 13:4-5 LBA. La limpieza de los pies es una
enseñanza que nos habla a nosotros sobre ministración. Para participar de la mesa del Señor dignamente, es necesario que primero
nos evaluemos y reconozcamos nuestra condición interna y nuestras faltas. Un ejemplo de esto lo vemos con los mismos discípulos,
quienes luego de oír que Jesús les dijera que uno de ellos lo iba a traicionar, ellos uno por uno le preguntan “acaso soy yo, Señor” Mt
26:22 LBA. Ellos comenzaron a examinar su interior. Es necesario que auto examinemos nuestro interior y nos presentemos delante
de Dios con un corazón contrito y humillado. Una vez lo hayamos hecho, Jesús se acerca a nosotros, nos lava nuestros pies para
limpiarlos y remueve cualquier inmundicia que podamos estar cargando.
El diagnostico que realicemos a nuestro interior debe ir dirigido a localizar la raíz del problema que podamos tener, de esta manera
el mismo podrá ser desarraigado de nuestra vida. A través de la Biblia vemos algunos personajes que luego de hacerse un auto
análisis y haber identificado la raíz de su condición, se presentaron delante del Señor para recibir el socorro divino. Veamos quienes
fueron algunos de estos:
-Ana: Ella era estéril, pero si profundizamos un poco en su
condición, podemos decir que tenía temores, inseguridades,
celos, etc., es decir, habían varias cosas que estaban
afectando su alma, razón por la cual cuando subía al templo,
no comía. Sin embargo, ella se presenta delante del Señor y
derrama su alma reconociendo que la raíz de su problema era
que su espíritu estaba angustiado, 1 Sam 1:15 LBA. Una vez
identifica su verdadera condición y la entrega al Señor,
entonces se levantó, comió, encontró la felicidad y pudo tener
hijos. Mayormente cuando hay enfermedades en nuestro
cuerpo y problemas en el alma es porque nuestro espíritu se
encuentra angustiado. Examinemos nuestro interior y con
sinceridad reconozcamos nuestra condición delante del Señor
para que podamos ser limpiados y purificados.
-Job: Él era un hombre justo, sabio, y con mucho
conocimiento. Sin embargo, él declaraba cosas que no
comprendía, cosas demasiado maravillosas que no sabía,
Job 42:3 LBA. A pesar de tener un amplio conocimiento, le
faltaba la vivencia o la experiencia que le diera la solvencia
para hablar de ello. Él necesitaba tener un encuentro con el
Señor para que ese conocimiento bajara a su corazón y
transformara su vida. Por esta razón el Señor permitió que
pasara por esa gran prueba. Cuando nosotros permitimos
que el conocimiento baje a nuestro corazón y obre en nuestra
vida, entonces podremos decir como dijo Job: “He sabido de
ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Dios
nos ofrece, a través de la Santa Cena, la ministración que
nuestro espíritu necesita, recibámosla.
Nosotros hemos sido lavados por medio de la Sangre del Cordero pero debemos dejar que el agua de la Palabra lave nuestros pies
y sane nuestro espíritu abatido. Dios está dispuesto a perdonar y lavar nuestros pecados. Él está dispuesto a purificarnos de nuestra
manera antigua de vivir para que el acusador no pueda continuar señalándonos más. Acerquémonos dignamente a la mesa del Señor
para que gocemos de todos los beneficios que la misma nos brinda.
Redactado por: Hna. Valerie O. Figueroa
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