"La Crisis Política y la Izquierda en Chile" Seminario por la unidad política de la izquierda Santiago, 29 de Mayo de 2015 Presentación El 29 de mayo recién pasado se realizó en Santiago el Primer Seminario por la Unidad de la Izquierda, convocado y organizado conjuntamente por el Grupo de Estudios Sociales y Políticos (GESP) y el Taller de Coyuntura de Plataforma Nexos. En él intervinieron, con sus respectivas ponencias, los compañeros Marco Velarde en representación de la Izquierda Autónoma, Francisco Sainz en representación de la Izquierda Libertaria, Atilio Herrera en representación del Partido Igualdad y Roberto Vargas en representación de la Fundación CREA. Esta actividad fue concebida como el primer paso de un esfuerzo dirigido a facilitar el acercamiento, intercambio de puntos de vista y convergencia política de las diversas corrientes y colectivos que configuran en la actualidad el amplio y abigarrado espectro de la izquierda clasista en Chile. Una convergencia política que resulta hoy imperativa y urgente a fin de dar una expresión política clara y definida al profundo y extendido descontento existente en el pueblo trabajador ante los continuos atropellos, denegación de derechos y abusos de que es permanentemente víctima en el marco del sistema social, político y económico imperante en el país. Desde luego, esta no será una tarea fácil, dada la enorme dispersión ideológica, política y organizativa que marca la realidad actual del campo de la izquierda, sembrándolo de múltiples resquemores y desconfianzas. Pero se trata de una necesidad política evidente, dada la enorme debilidad en que la dispersión actualmente imperante coloca a todas las corrientes de la izquierda, que ninguna fuerza que aspire a abrir espacios de acción efectivos a la lucha por los derechos, intereses y aspiraciones del pueblo trabajador puede hoy escamotear. Más allá de las diferencias ideológicas que las cruzan, se trata de concordar en las demandas y líneas de acción que, desde una perspectiva clasista, resultan hoy imprescindibles. En consecuencia, habrá que persistir y dar todos los pasos que resulten necesarios hasta lograr que la unidad de las fuerzas de la izquierda sea una efectiva y significativa realidad, capaz de transformar al pueblo trabajador en un sujeto protagónico del escenario político del país para impulsar un real, profundo y global proceso democratizador. En esta perspectiva, damos a conocer aquí tres de las cuatro ponencias presentadas en el seminario del 29 de mayo. Falta solo la correspondiente al representante de la Izquierda Autónoma que aun no la ha hecho llegar. Crisis Política y la Izquierda en Chile: estrategias, tácticas y convergencia de la izquierda anti-capitalista Atilio Herrera Ortiz1 La unidad de la izquierda Chilena es un problema que evidentemente ha sido muy difícil de enfrentar. Pero esta dificultad en el momento actual se torna trágica, toda vez que enfrentamos la mayor crisis de representatividad que el bloque dominante ha vivido desde el cambio de administración del modelo desde Pinochet a la Concertación y la izquierda se mantiene sumida en la marginalidad y no se ha logrado mostrar como un bloque que se perfile como alternativa. Lamentablemente mientras el bloque dominante se encuentra con su imagen por el piso, nosotros aun nos mantenemos conversando de cómo podemos comenzar un proceso unitario en lugar de estar conversando de cómo les damos el tiro de gracias. Y como pasa el tiempo, y no se ve alternativa de recambio, el viejo duopolio se siente aun con la confianza de seguir avanzando en sus movimientos de salvar el momento, trata de retomar la agenda proponiendo temas para el debate pero que al final aspira a solucionar todo desde arriba instalando sin oposición real un proceso constituyente que no contempla la deliberación soberana de los movimientos sociales, instalando una reforma laboral anti trabajadores, impulsando una reforma educacional muy por debajo de las expectativas del movimiento estudiantil, impulsando las soluciones habitacionales y reconstrucciones desde el endeudamiento de los pobres, etc. En definitiva vivimos un cuadro no muy distinto al comienzo de los ´90 con una conducción autoritaria que impulsa la agenda de cambios cosméticos (y muchos de ellos antipopulares) desde arriba y un proceso violento de desarticulación y represión del movimiento sociales y políticos de izquierda mediante la violencia de Estado directa e indirecta con infiltración de agentes entre los activistas. La reedición de la dupla de La Oficina con Burgos y Aleuy en el Ministerio del Interior apunta precisamente a la contención del posible rearme político del movimiento social. Los referentes de alianza política del mundo anticapitalista se han multiplicado por decenas dentro de los últimos 20 años, ya sea en el plano electoral o sin contemplar lo electoral, no obstante todos a corto andar han terminado en una clara derrota y muchas veces exacerbando los niveles de dispersión. Y lo que es peor la mayoría de las veces nunca fueron conocidas por las mayorías, de esto podemos culpar a los medios que imponen despiadadamente el cerco comunicacional, podemos culpar al otro como causante único, podemos hacer gárgaras con palabras como reformistas, amarillos, ultrones, termocéfalos, etc … sin embargo, el gran problema es que nunca estos espacios lograron una consistencia que permitiera perfilarse como opción real. Nuestra izquierda ha permanecido con la ingenuidad del infantilismo. Creemos que para enfrentar un proceso maduro de unidad no sirve planteársela como un objetivo en si mismo sino como un proceso con objetivos claros. La Unidad por la Unidad ha demostrado fracasar inexorablemente. Para poder avanzar creemos que es necesario ir resolviendo algunos temas trascendentes como lo son: los alcances de la unidad, el problema del programa, momentos de síntesis de la unidad y las disputas dentro de los bloques. Los alcances de la unidad Dentro de la izquierda tradicional, los movimientos sociales, la nueva izquierda, etc existen caracterizaciones que lejos de permitir el entendimiento entre referentes la van minando; desde los amarillos a los ultrones son adjetivos que lejos de basarse en problemas políticos concretos son caricaturizaciones que van limitando la posibilidad de unirse, pues nadie quiere alianzas con amarillos ni nadie quiere avanzar con los ultrones. 1 Dirigente Movimiento de Pobladores por la Dignidad, Secretario Federación Regional Oriente de Funcionarios de Salud Primaria, Encargado Nacional de Relaciones Políticas Partido Igualdad En términos concretos hoy cuando hablamos del alcance de la unidad de la izquierda hablamos de considerar o no al Partido Progresista (y algunos de sus satélites) dentro de este bloque, pues si bien los coqueteos con la Concertación para algunos son evidentes mostrando una posición de años de evolución, aún hay algunos ingenuos que ven al partido de Meo como fundamental para generar un tercer bloque. Durante el 2014 vimos con asombro como muchos revolucionarios creían en el giro a la izquierda del PRO, e incluso, “ingenuamente” que creían estar tensionándolo para mantenerlo fuera del alcance la Nueva Mayoría. Aun hoy se escuchan voces que piensan en que apoyar a Meo dentro de la Nueva Mayoría generaría un marco de apertura democrática necesario para pasos superiores, al estilo Frente Amplio Uruguayo. No obstante nosotros somos claros y explicitamos en toda oportunidad que nuestra alianza traza una línea rígida que deja al Pro a la derecha y a todo el mundo social a la izquierda siendo estos últimos nuestro espacio natural de alianzas. El problema del programa Dentro de nuestro campo hay una frase que resulta cliché aunque no por eso menos cierta: “la unidad se logra con el programa”. No obstante de tanto en tanto, principalmente ante coyunturas electorales, se reúnen dos, tres o más organizaciones, se sientan en una mesa, escriben un documento programático de unidad y salen a la casa de votos, casa donde incluso los codazos entre quienes comparten el programa son normales y válidos, no obstante pasada la coyuntura cada uno vuelve a sus negocios particulares. Coincidimos plenamente que el programa es fundamental para lograr la actividad cohesionada y consecuente de una alianza política, no obstante el programa no puede ser un documento con firmas para un periodo limitado y creado solo para enfrentar dicho periodo. Sino que el programa debe ser creado a partir de luchas efectivas y ser por sobre todo un guía para la construcción política que sobrepase por mucho tal y cual coyuntura electoral. Como lo dejara claramente planteado Lenin en la infancia del partido revolucionario “la esencia de este programa consiste en la organización de la lucha de clase del proletariado y en la dirección de esta lucha, cuyo objetivo final es la conquista del Poder político por el proletariado y la estructuración de la sociedad socialista.” Hoy la construcción de este programa debe impulsarnos a consensuar nuestras concepciones fundamentales, fijar nuestras tareas políticas inmediatas, señalar las reivindicaciones más cercanas de la población, darles a estas mayor alcance y profundidad impulsando que de demandas parciales y desligadas unas de otra se pase a un nivel superior de luchas por todas las demandas. Momentos de síntesis política de la unidad La unidad por la unidad no sirve ya lo dijimos, la unidad solo para enfrentar un periodo electoral tampoco. La unidad debe ser proyectada con perspectiva histórica atendiendo el programa como eje fundamental pero también advirtiendo desde el comienzo los procesos de síntesis de esta. La síntesis no puede ser única y limitada sino que son múltiples y de desarrollos constantes. Advertir anticipadamente los momentos de síntesis es fundamental pues nos permite planificar e ir direccionando el desarrollo de nuestras fuerzas. La síntesis del periodo no puede ser antojadiza pues no depende de nosotros, no vamos a ser nosotros los que vamos a elegir el momento y la forma que deba ir tomando, sino que va a ser la sociedad y su desarrollo histórico quien nos las va air poniendo en el camino. Si es electoral debemos estar preparada para ella, si es con alzamiento de masas debemos estar preparados para ellas, si es con la guerra popular también debemos estar preparados para ella. Lo más probable es que tengamos que estar preparados para ir enfrentando todas las síntesis posibles a lo largo del desarrollo de nuestras fuerzas. Hoy por hoy, a pesar del estado del estado de deslegitimación de la política, la síntesis del periodo es electoral y debemos prepararnos con perspectivas claras para ella organizando una bloque (con fuerzas legalizadas y no legalizadas) que permita que los mejores dirigentes sociales de cada territorio y movimiento social compitan y se tomen los espacios de poder local con perspectivas revolucionarias, que la pelea callejera asuma la iniciativa también en la urnas, es nuestro deber darle esta opción a los trabajadores y trabajdoras de Chile. Este es un primer paso de una síntesis electoral que es continua con el posterior proceso de las parlamentarias y presidenciales, debemos levantar este espacio con anterioridad y madurez tal que nos permita ejercer un continuo que le vaya dando sustrato concreto a la acumulación de fuerzas que vayamos logrando. Las disputas dentro de los bloques Debemos reconocernos que no somos todos iguales y que por lo mismo no estamos dentro la misma organización, por tanto vamos a enfrentar diferencias que son naturales y que estas no significan una crisis terminal de las relaciones. Debemos enfrentar estos momentos de divergencias con generosidad suficiente para saber que algunas veces ganaremos posiciones, otras las perderemos y otras, tal vez ni siquiera sea el momento para resolverlas y es mejor posponerlas hasta lograr mejores condiciones para la discusión. Lo fundamental es entender que las disputas del pueblo se resuelven dentro del pueblo pero que al momento de golpear al enemigo necesitas un solo puño. Además debemos reconocer el valido espíritu de cada organización de ir creciendo e ir sumando fuerzas a su organización sin que esto sea considerado como un pecado mortal u oportunismo contrarevolucionario; en la medida que cada elemento del conjunto se fortalezca es una ganancia para el bloque, siempre y cuando esto se haga con buenas prácticas y no andar metiendo las manos en las organizaciones hermanas. La generosidad y la ética también involucra reconocer el alcance real de nuestras fuerzas, reconocer que a veces somos fuerzas pequeñas y no podemos ir condicionando con falsos discursos democráticos y unitarios a las organizaciones que representan fuerzas reales, y reconocer a veces que somos fuerzas grandes y no podemos estar aplastando a las fuerzas pequeñas marginándolas de las decisiones políticas. En definitiva, existen elementos concretos que nos pueden ir dando pilares robustos para un proceso unitario que con construcción programática y síntesis política compartida sin dejar de lado la necesaria generosidad nos permitan despegar del largo momento de dispersión que arrastramos y no nos ha permitido ser opción real para nuestro pueblo. Es responsabilidad nuestra poner nuestras banderas una al lado de otra, sin bajar ninguna y sumando miles, es responsabilidad nuestra crear este bloque y este proceso, somos nosotros los responsables de entregarle una alternativa a los pobres, marginados, estudiantes, trabajadores, pobladores, artistas, pueblos originarios … en fin a los millones que están sumidos en este sistema. De la crisis política a la convergencia de las izquierdas en Chile Roberto Vargas Muñoz2 “Chile está en crisis”. El último término de esta afirmación puede dar muchísimo al indagar en su sentido etimológico, pues crisis (Krisis) del verbo krinein significa, a la vez, “análisis” y “ruptura”. Podríamos decir que crisis es una relación, pero no cualquiera, es una relación que se rompe y por las consecuencias de la ruptura, deviene la necesidad de un análisis que la explique pero que además la supere. De ahí el término crítica que entre sus acepciones alberga la acción de juzgar, decidir, hacer. En definitiva las crisis nos obligan a pensar, incentivan la reflexión pero además la intervención3. La crisis política chilena podría expresarse en una sola palabra: inestabilidad. La pregunta es quién o quiénes reconstituyen la estabilidad ausente, y si acaso, esta crisis puede abrir espacios para avanzar en la construcción de una nueva fuerza política bajo el prisma de un nuevo sujeto político-social. Ciertamente no es posible avanzar en respuestas tentativas sin antes fijar el lugar de la crisis, delimitar su ubicación. Podríamos decir que estamos frente a una multiplicidad4 de crisis de la política que analíticamente es posible abordar desde, al menos, dos ángulos. Crisis de la política como crisis de la ficción democrática Por un lado, es una crisis de legitimidad del sistema político y sus instituciones, de su incapacidad para representar y procesar las demandas ciudadanas y sus intereses, estamos ante una ruptura del vínculo “representantesrepresentados”. Dicho de otra manera, es una crisis política porque se ha puesto en evidencia y cuestión el interés particular por sobre el interés general en las prácticas de los políticos de la elite (corrupción y enriquecimiento ilícito) como en el diseño de las políticas públicas (reducidas ante la privatización de los derechos sociales en beneficio de privados), además de la vía clásica de salida ante los conflictos: la lógica de los acuerdos, vía consenso. Pero no es sólo una crisis de legitimidad de la elite política y los “mecanismos democráticos” bajo los cuales fueron electos, estamos entrando, a la vez, en una crisis de la ficción democrática (misma), de la probidad de la democracia y del modelo que la sustenta. Es decir, hay crisis, en otras palabras, porque se ha puesto en evidencia la ficticia identidad entre Estado y sociedad5 (el clásico de los movimientos sociales actuales: ¡No nos representan!), pero Director Fundación CREA y Manifiesto XXI. Revista de Crítica Política. Resulta interesante subrayar que Marx consideraba que una verdadera crítica profundiza en la génesis interna de los fenómenos, no se contenta con presentar las contradicciones, además, las explica develando su necesidad lógica, la característica de cada objeto para disolverlo en sus partes constituyentes y a la vez, revolucionarlo en la raíz misma de sus determinaciones internas (Cfr. Castillo, Carlos (2009-2010) Introducción a la Crítica de la Economía Política, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales). Marx denominó a ese proyecto crítica de la economía política, usando crítica, como un cuestionamiento de la ideología y una práctica revolucionaria, en su caso, no cualquier práctica, significaba impulsar una revolución que removiera la estructura del sistema basado en la explotación. 4 Los llamados PiñeraGate, MOPGate, PentaGate, NueraGate, SoquimichGate, etc. Ver: Cabrera, Andrés: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2015/02/19/chilegate/ 5 Marx en 1843 critica lo que Hegel llama “Libertad concreta”, es decir la identidad entre el interés particular (familia y sociedad civil) y el interés general (el Estado). Para Hegel cuando no hay tal identidad, lo que está roto es el vínculo ético. El descubrimiento marxiano consiste en pensar la propuesta hegeliana como una mistificación de la relación del Estado y Sociedad Civil, relación desgarrada por el imperio de la propiedad privada. Para Marx el Estado en la sociedad moderna aparece separado de la sociedad civil, de la política, adquiriendo un carácter negativo, asociado a la enajenación del hombre real, y por tanto ajena sino opuesta a la emancipación humana. En tal sentido, para Marx, a diferencia de su maestro, nunca hubo tal vínculo ético, siempre estuvo roto. (Ver: Sánchez Vásquez, A. (1989) “La 2 3 además, está en entredicho la credibilidad y sentido del modelo económico impuesto por la dictadura, cuestionándose, el mercado como única vía de acceso y expresión de la plena libertad para la elección de los bienes, que además, ubica en un mismo plano, por ejemplo, el acceso a educación, la elección de un representante y un teléfono móvil, en Chile el modelo neoliberal subsumió la sociedad en todos sus niveles: mercantilizó la vida. Pero esta subsunción toco techo, se fracturó y con él, el consenso del modelo económico y político neoliberal y su elite política dirigente. Crisis de la política como crisis del sentido común Por otro lado, estamos frente a una crisis del sentido común. Si solo hubiese una crisis institucional (por arriba), la tesis “que se vayan todos” sería una salida. No obstante, que se vayan todos sólo asegura que se vayan los actores pero no el escenario ni el teatro. Nada asegura que los nuevos actores elijan otro escenario ni mucho menos otro teatro, ya que los actores (en sociedad) personifican determinadas relaciones sociales e intereses. En ese sentido, para nuestras transformaciones necesitamos (re)construir otro espacio, otro lugar: el lugar de los comunes. Sin embargo, aquel lugar alguna vez instituido, fue derrotado, extirpado por la dictadura y sustituido por el modelo económico neoliberal promoviendo en lo social la naturalización de la desafección y la apatía. Es fácil demostrar esto si seguimos el proceso de despolitización que experimentó la juventud chilena. Mientras que en la década de los años 60’ y 70’6 encontramos una juventud involucrada políticamente, ya sea en partidos de izquierda como de centro o derecha, una juventud que participa activamente de la dinámica política, (de hecho la izquierda aumenta su votación del 60´ en adelante)y que está dispuesta a defender las grandes transformaciones históricas; en los 80’ por el contrario, rápidamente, se hace carne el impacto de la Revolución Capitalista, la des-industrialización y la tercerización de la economía golpea fuertemente a un sector importante de la juventud fomentando su precarización, y dejando, a la vez, a este sector fuertemente marginalizado de la política, y a las fuerzas políticas de izquierda casi completamente desarticuladas. En los 90’ con la aplicación de las políticas neoliberales del Consenso de Washington7 no sólo entramos a una década que trajo consigo la exclusión social y la injusticia distributiva, incentivando el creciente individualismo, y por lo tanto, la pérdida del imaginario colectivo que debilita los tejidos sociales, además, y por consecuencia, estamos frente al desapego y privatización de la política –para dejarla en manos de los “expertos”– que va de la mano con la imposibilidad de levantar alternativas políticas de izquierda por las propias condiciones construidas en la “nueva institucionalidad democrática”. Esta reproducción de la desafección por vía de la “suspensión” de la política, como cualquier proceso de reproducción social, ha encontrado sus propios límites. En ningún caso ha finalizado, no obstante se ha fisurado no sólo por la de la propia crisis de legitimidad sino que también por la emergencia de los nuevos movimientos y actores sociales. Del malestar –expresado en las altas tasas de suicidios, los incrementos de la depresión, la recepción pasiva de los conflictos– es posible identificar y caracterizar fenómenos de indignación. Tales fenómenos van de la mano con el grado de politización en el que ha entrado la sociedad chilena, con movimientos sociales emergentes y altamente legitimados. Ubicamos el incremento de esta politización en la llamada “movilización pingüina”, proceso que ocurrió el 2006 y que se profundizó el 2011 con el “movimiento social por la educación”, los movimientos regionalistas (Aysén, Calama, Punta Arenas), los movimientos territoriales y socio-ambientales, las demandas históricas del pueblo mapuche, las cuestión del poder en Marx”, En Entre la realidad y la utopía. Ensayos sobre política, moral y socialismo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006). 6 Esta participación militante es diversa va de la Democracia Cristiana, Izquierda Cristiana, el MAPU hasta el Partido Comunista. Ver la entrevista a Pedro Rosas. VVAA. “Diálogos con Pedro Rosas. El origen de los movimientos sociales y su acción colectiva. Su componente juvenil en Chile, la relación con el Estado y los mecanismos de disciplinamiento y control social”. En El nuevo amanecer de los movimientos sociales. La revolución de los jóvenes, Editorial Quimantú, Santiago de Chile, 2014, p. 18. 7 Cfr. Boron, Atilio, Aristóteles en Macondo. Notas sobre democracia, poder y revolución en América Latina, Editorial América en Movimiento, Santiago de Chile, 2015. demandas de género, o el actual movimiento por la Asamblea Constituyente, etc. Pero sin duda fue el movimiento social por la educación el actor que potenció la politización automática de los chilenos, en tanto que empujó la formación de opiniones respecto al conflicto educacional derivando en la verbalización de la consigna “no al lucro en educación!”, cuestionando, de esta manera, la educación como un bien de consumo transable en el mercado. El movimiento estudiantil, que a comienzos del nuevo siglo instaló la demanda por el “pase escolar”, hoy no sólo exige una educación como derecho social, además, ha madurado hacia la demanda (junto con otros movimientos sociales) por una nueva constitución bajo una asamblea constituyente promoviendo un debate público y tensionando al bloque dominante a otorgar respuesta a estas demandas. Mientras los nuevos movimientos y actores sociales empujan hacia una discusión sobre lo público, sobre lo común, re-politizando el sentido de lo social, la subjetividad neoliberal se fisura ante la evidencia de un modelo que superpone lo individual a lo colectivo. De esta manera, una verdad evidente aparece en escena: el sentido común no sólo está crisis, por sobre todo está en disputa. Pero es una disputa abierta, que no termina con el posible “orden” por arriba que la institucionalidad vigente pueda construir como salida a una crisis –con un cambio de actores (la llamada “vieja guardia”, etc.) y/o por el proceso de reformas– ya que el malestar e indignación va en “relación directamente proporcional” con los límites del modelo económico y político y el descrédito potenciable de la elite. Es decir, aún con las reformas aprobadas, el descontento social tensionara las bulladas leyes, fomentando la movilización social y la construcción de nuevas fuerzas políticas. ¿Convergencia o unidad de las izquierdas?: De actores sociales y fuerzas políticas a la construcción de un sujeto político-social Las demandas y cuestionamientos de los movimientos regionalistas, socio-ambientalistas, las luchas sindicales, el movimiento social por la educación, etc., hoy por hoy, –sobre todo de este último– tienen respetables niveles de legitimación. Los movimientos sociales podrían ser caracterizados en algunas de sus acciones u objetivos, por profundas motivaciones de cambios (en tanto que demandan cambios estructurales) como también, expresión de una indignación sistémica (en tanto que demandan reformas parciales). Pero, si bien no todos los movimientos sociales direccionan sus demandas hacia cambios estructurales, en un sentido amplio, sí han demostrado ir en contra de las políticas que expresan los gobiernos neoliberales de turno. Lo medular de los movimientos sociales actuales es que más que una suma de individuos –y/o consumidores– funcionan como un gran actor colectivo que demanda necesidades colectivas8. Ahora bien, no sólo la literatura sino que la realidad misma ha puesto en evidencia que si bien los movimientos sociales emergentes han sido fundamentalmente eficientes en la instalación de demandas al empujar hacia un nuevo sentido común, son insuficientes para impulsar y dirigir grandes trasformaciones por su prescindencia de la política y de los partidos políticos. Por otro lado, la izquierda tradicional vacía de contenido social, exclusivamente partidaria o bajo un uso exclusivamente instrumental de lo social sólo ha construido representaciones vacías de movimiento social. Una relación heterodoxa entre de lo social y lo político, entre los movimientos sociales, actores y fuerzas políticas, nos remite –en la actualidad, para un proyecto de izquierdas– al debate acerca del carácter del sujeto, otrora llamado “sujeto histórico-estratégico”. No sólo antes, también hoy, las diversas manifestaciones sociales a lo largo del mundo, entre otros el 15-M español, el movimiento Occupy Wall Street, los indignados de la plaza Taksim en Turquía, las manifestaciones en Túnez, Libia y Egipto conocidas bajo el nombre de Primavera Árabe o el movimiento social por la educación en Chile y otros ejemplos también latinoamericanos como los movimientos indígenas o por la vivienda, etc., han puesto este debate teórico-estratégico en perspectiva: ¿sigue siendo la clase trabajadora industrial aquel sujeto 8 Cfr. Ibíd. El nuevo amanecer de los movimientos sociales… llamado a dirigir y liderar los grandes cambios sociales? ¿Qué rol cumplen las nuevas movilizaciones emergentes agrupadas bajo el rótulo “movimientos sociales o ciudadanos”? Efectivamente, Marx anunciaba en el siglo XIX cómo a través de la división del trabajo y la industrialización, el capitalismo construyó las bases materiales para su propia existencia. Este proceso derivó en el nacimiento de la clase trabajadora como sujeto histórico a partir de la contradicción capital-trabajo. Siguiendo a Houtart9 la clase trabajadora “…se transformó en sujeto histórico cuando se construyó en el seno mismo de las luchas, pasando del estatuto de ‘una clase en sí a una clase para sí’. No era el único sujeto, pero sí el sujeto histórico, es decir, el instrumento privilegiado de la lucha de emancipación de la humanidad, en función del papel jugado por el capitalismo”. Con el avance del capitalismo y las nuevas búsquedas de acumulación del capital productivo como financiero se ha ampliado sin excepción la apropiación de valor, pero también bajo el paraguas neoliberal se ha incrementado la desposesión de ciertos bienes garantizados como conquista de las luchas sociales del Siglo XX, cuestión que ha diversificado las luchas sociales, por cierto, pero no su horizonte. De esta manera, y siguiendo a algunos intelectuales latinoamericanos, nos preguntamos: ¿cómo construir un sujeto (colectivo) capaz de avanzar desde la impugnación a la organización? Pues bien, pensar otra sociedad, otra democracia, exige pensar aquellos actores que dinamizan la política desde la contingencia, a partir de las heterogéneas luchas sociales desatadas por las múltiples formas de opresión y dominación capitalista tales como la explotación, el patriarcado, la discriminación, el sexismo, racismo y ecocidio, etc. El sujeto político-social es “asociatividad movilizada”10, flexible articulación contingente, de esta manera, no tiene un carácter a priori (sujetos fijados de antemano), es el conjunto de los partidos, actores políticos y movimientos sociales que coordinada y diferenciadamente construyen y emergen como tal en coyunturas políticas determinadas, condicionadas a la vez por fuerzas políticas y por su capacidad de convertir dichas coyunturas políticas en conflictos políticos. La tarea es construir ese sujeto, lograr que simbólica y estratégicamente exprese demandas colectivas, generales, que deje de ser una parte para representar un todo, pero no como suma de luchas sino como un algo más, aquel interés general de una nueva perspectiva clasista. El presente escenario acelera las discusiones entre los nuevos actores sociales y políticos que impulsan la necesidad de transformaciones estructurales del Chile neoliberal. La actual inestabilidad política que está acompañada de un aparente vacío poder, nos exige proyectar la convergencia de las nuevas fuerzas políticas anticapitalistas. Pero la convergencia no es unidad orgánica es articulación para construir, mantener y profundizar el antagonismo entre los movimientos sociales y políticos frente a la elite política y económica. Es converger en la producción de un nuevo sentido común bajo el ideal emancipatorio como idea regulatoria pero bajo la acción concreta de un nuevo proyecto para Chile. Avanzar en el contenido de la convergencia como en la forma discursiva de cara a lo público, apostar por disputar una nueva institucionalidad además de profundizar y amplificar los niveles de articulación social –que no son términos excluyentes ni mucho menos causales– son tareas indispensables, además de avanzar hacia una política programática de carácter multisectorial. No obstante el norte sigue siendo el mismo: la disputa por el sentido común pero ahora profundizando en la ruptura del consenso neoliberal. Santiago, 2015 Houtart, Francois, “Los Movimientos sociales y la construcción de un nuevo sujeto histórico”. En La Teoría Marxista Hoy. Problemas y Perspectivas. (Atilio Boron, Javier Amadeo, Sabrina González [compiladores]). CLACSO, Buenos Aires, 2006, p. 436. 10 García Linera prefiere utilizar la “forma multitud” para denominar aquella articulación social, que bajo un núcleo dirigente constituido en la emergencia de la movilización y contingencia, construye la convergencia a partir de las identidades territoriales locales vinculadas a las condiciones de vida. Ver García Linera, Álvaro “Nueve tesis sobre el capitalismo y la comunidad universal”. En Comunidad, socialismo y estado plurinacional, Ed. El Buen Aire, Santiago de Chile, 2015, p. 19. 9 A CONSTRUIR LA ESPERANZA, A CONQUISTAR LA DIGNIDAD Francisco Sainz Izquierda Libertaria 7 julio, 2015 El ciclo de movilizaciones abierto el 2006-2007 por los estudiantes secundarios y los trabajadores contratistas del cobre, dio el puntapié inicial a un proceso de rearticulación social a través de luchas sectoriales de carácter reivindicativo. Aquel proceso tuvo su momento de mayor algidez el año 2011 con las movilizaciones por Educación Pública, Gratuita y de Calidad, tanto por su capacidad de masividad, de convocatoria a diversos grupos sociales, radicalidad y por pasar de la reivindicación gremial a la política. Hoy todo ese proceso de organización y lucha del movimiento social ha significado la exigencia por ajustes redistributivos estructurales del modelo económico; sin embargo los pilares subjetivos del neoliberalismo, basados en el individualismo, el consumo y el endeudamiento, siguen gozando de la adhesión mayoritaria de la sociedad chilena. El trasfondo de este fenómeno se encuentra alojado en la estructura del modelo económico, que no tiene márgenes para alteraciones de equilibrios macroeconómicos sin generar una crisis. Por otra parte, la actividad del Estado se reduce a la función administrativa y subsidiaria; por tanto vaciada de contenido político, lo que se expresa en la carencia de proyectos o iniciativas concretas destinadas a alterar sustancialmente la calidad de vida de la población. Por lo tanto el surgimiento de la Nueva Mayoría y su programa de reformas (resistido desde el interior por sectores conservadores, pero ineludible para volver a ser gobierno) tiene su génesis en evitar que se profundice la crisis de representatividad ante la emergencia de movilizaciones sociales que apuntan a los pilares estructurales del modelo. Sin embargo el programa ha sido moderado por la DC (via “matices” usando su propia jerga), articulando posiciones con la derecha y el empresariado, situación que pone en tela de juicio la capacidad de conducción por parte de un gobierno que actualmente se encuentra atravesado por casos de corrupción. En estos casos de conflicto de interés y corrupción se han visto involucrados ministros, parlamentarios y operadores de todos los sectores, e incluso la presidenta Bachelet, develando las prácticas de los partidos políticos tradicionales para financiar el conjunto de su actividad política. De esta forma queda al desnudo el vínculo de clase existente entre el bloque en el poder y el empresariado (situación que también toca a MEO y su círculo más cercano) y explica los intereses que representan aquellos conglomerados políticos a la hora de gobernar el país. Pero el primer año de gobierno no estuvo marcado por estos hechos, sino que por la discusión y aprobación de una seguidilla de iniciativas legislativas (reforma tributaria, fin del binominal, la primera parte de la reforma educacional centrada en el sistema escolar y el acuerdo de unión civil). A pesar de los intentos de sectores de la NM de presentar estos proyectos como avances importantes del gobierno, se hizo evidente la falta de orientaciones claras por parte del oficialismo, prevaleciendo la improvisación en la implementación del programa gubernamental, lo que fue aprovechado por los sectores conservadores en la escena pública.11 11 El gobierno sólo pudo ver ciertos repuntes en los resultados en las encuestas de enero de 2015, en la cual por primera vez en seis meses se vio una leve alza en el nivel de aprobación de la Presidenta Bachelet (de 40% a 44%) y del Ministro Eyzaguirre, quien subió 6 puntos logrando mejorar también el nivel de aprobación de la reforma educacional. El Índice de Percepción Económica ese mes también experimentó una mejoría, en un escenario donde se criticaba fuertemente las políticas impulsadas por el ministro Arenas, el cual estaba Es importante aclarar que no estamos ante una crisis orgánica del bloque en el poder que impida a los poderes del Estado ejercer su dominación. Lo que existe es un cuestionamiento a ciertas prácticas políticas y a la subordinación de la actividad política frente al empresariado, una crisis de representatividad. Este cuestionamiento ha afectado directamente a aquellos órganos del Estado que se encuentran sujetos al escrutinio de la sociedad y que en términos concretos son depositarios de la voluntad popular (Gobierno, Congreso y por extensión los partidos políticos). Por el contrario, instituciones que carecen de rasgos democráticos como las Fuerzas Armadas, Carabineros, el Poder Judicial o el Ministerio Público se encuentran bien valoradas y legitimadas por la población. Este complejo cuadro de corrupción y desaprobación obligó a la Presidenta Bachelet a jugarse todo su capital político con el reciente cambio de gabinete, buscando demostrar su liderazgo para recuperar la iniciativa política. El ajuste ministerial alcanzó al conjunto del comité político, incluyendo el inédito cambio en Hacienda y el enroque en algunos ministerios sectoriales, entre ellos Trabajo. La lectura de este proceso apunta en tres direcciones: a) Se fortalece el rol de la DC b) Se nombra un Ministro de Hacienda que da tranquilidad al empresariado y c) se apuesta por la lealtad irrestricta de los partidos, hoy con dirigencias más afines en el caso del PS y la DC (triunfo de Isabel Allende en el PS se suma al bacheletismo de Pizarro). El resguardo de los equilibrios macroeconómicos que ha enunciado el nuevo Ministro de Hacienda, sacrificando la agenda social en materia laboral, es una señal del nuevo rumbo de la administración, e implica una severa derrota para quienes pretendían jalonar a la NM hacia posturas de corte progresista, como por ejemplo el PC o Revolución Democrática. La no consolidación de la apuesta de la NM y la agudización de esta crisis de representatividad, viene a ratificar nuestra tesis de la irreformabilidad del modelo y promueve la necesidad de fortalecer las organizaciones de masas, buscando la mayor unidad posible en miras a su consolidación multisectorial y la creación de un Movimiento Político y Social Amplio. Para avanzar en esa dirección es importante tener claridad de cómo se mueven los actores políticos en el escenario central. Primero hay que tener en cuenta que los procesos judiciales siguen su curso y es probable que se impute a políticos de todos los sectores. Segundo, la Presidenta Bachelet gastó todas sus fichas anunciando una serie de medidas para enfrentar la crisis política. Cabe señalar que gran parte de éstas (reinscripción de partidos, limitar la reelección de autoridades, financiamiento público de la actividad política) cuentan con el consenso de los especialistas (gran parte deriva del trabajo de la Comisión Engel) y serán bien recibidas por la ciudadanía. Por ende, se espera que gran parte sean ratificadas en el Congreso. Finalmente, el corolario de esos anuncios fue el inicio a partir de septiembre de un “proceso constituyente”. Si bien no se hicieron más especificaciones que citar la realización de cabildos ciudadanos, el anuncio copó la agenda en los medios y abrió un debate en torno a la institucionalidad política del Estado y la carta fundamental. Con esto, el gobierno se hace cargo de un aspecto reseñado en su programa de gobierno y pasa a la ofensiva en materia constitucional. Por su lado, los movimientos y organizaciones sociales siguen su proceso de movilización y se han posicionado, con dispares resultados, en el debate público respecto a las reformas prometidas por el gobierno. La CONFECh en particular ha logrado conducir masivas manifestaciones, pero le hace falta dotar de mayor densidad programática a su propuesta política y reincorporar a su base social en el debate político. Las fuerzas políticas desgastado tras el acuerdo tributario. Como contraparte, la Alianza obtuvo un 78% de rechazo en la misma encuesta, su peor registro en la historia de este instrumento de medición. universitarias parecen enredadas en sus líos internos y no logran fraguar una posición común frente a las ambigüedades e improvisadas propuestas del gobierno. Debido a esto los estudiantes siguen posicionados en el debate pero en segunda fila, con baja capacidad de influir en el curso de la agenda del MINEDUC. En el caso de la reforma laboral diversos sectores, sobre todo trabajadores de sectores estratégicos de la economía, se han movilizado y tensionado a la CUT alejándola de la posición pro-gobierno que tenía inicialmente. Estos sectores sindicales han podido comenzar un proceso de coordinación que si bien es incipiente, marca un camino al que deben sumarse más sectores para acumular fuerza, de manera de contar con mayor capacidad de incidir políticamente. Respecto al debate de la Carrera Docente, el PC ha tenido que matizar sus posiciones cercanas al gobierno ante la pérdida de legitimidad del liderazgo de Jaime Gajardo en el Colegio de Profesores el año pasado. Aun así, logró sostener su conducción en el magisterio a costa de desangrarlo, fortaleciendo a través de la CUT sus posiciones al ser considerados como interlocutor válido ante el gobierno. Pero no se debe ser autocomplaciente. Si bien existen procesos de recomposición del tejido social, éstos operan en clave sectorial por lo que está pendiente una articulación de una fuerza social capaz de disputar en términos programáticos la estancada agenda oficialista, y que tenga capacidad de convocar procesos de movilización de mayor alcance. Las posibilidades de avanzar en la construcción de procesos multisectoriales son complejas, pues los niveles de coordinación a nivel social son precarios y la NM cuenta con presencia transversal en el campo social, de manera que las posibilidades de constituir un actor con independencia del gobierno están por ahora diluidas. Además, parte importante de la izquierda está más preocupada de la disputa entre las mismas organizaciones del sector para subsistir y competir por quien es más radical, dificultando la unidad, debilitando las posibilidades de convergencias estratégicas y la capacidad de incidencia en el debate público. Quienes queremos terminar con el legado pinochetista y su modelo neoliberal debemos entender que el estancamiento de la agenda gubernamental, la extensión alcanzada por los casos de corrupción, la aguda crisis de la derecha y la disminución en la adhesión al gobierno y la Presidenta configuran un cuadro complejo para el bloque en el poder, y de inmensos retos y responsabilidades para la izquierda. Desde la Izquierda Libertaria creemos que en lo inmediato es necesario asociar los escándalos de corrupción con el escaso avance de las reformas, apuntando al rol de las organizaciones sociales ante el escenario de incertidumbre en el plano político. No es conveniente profundizar la desafección con la participación democrática, sino que debemos potenciar una propuesta de apertura democrática basada en una alternativa política de mayorías sociales. El “que se vayan todos” no evita que se queden o vuelvan los mismos, y puede de hecho reforzar perspectivas regresivas y autoritarias alimentadas por la derecha. Esto en miras de construir una fuerza política y social de vocación transformadora, que se gane el desarraigo a la política tradicional y avance en la conquista de las demandas del campo popular. Las posibilidades de transitar desde la crisis de representatividad hacia una salida política socialista está dada por la capacidad de incidencia y profundidad programática que las fuerzas con vocación de mayorías sean capaces de desarrollar en el seno del mundo social, y que permitan dotarlas de un horizonte estratégico para pasar a una fase de transición post neoliberal que haga posible alcanzar nuestras esperanzas. Como hemos visto, las posibilidades del movimiento social se agotan en los márgenes que les impone el modelo, y para superar esta condición hay que forjar alianzas con aquellas fuerzas políticas que faciliten que sus contenidos y desarrollo cultural traspase sus fronteras. Esta comprensión dialéctica de la relación entre fuerzas políticas y sociales puede significar un importante cambio en la disputa del sentido común, generando el puente para que las propuestas del movimiento social y la izquierda conecten con las esperanzas de las grandes mayorías nacionales, aún ajenas al debate político. Nuestro desafío es visibilizarnos como un actor político en el seno del movimiento social, generar las confianzas necesarias y sostener alianzas duraderas, sin prisa, pero sin pausa, consolidando los puentes y transparentando los debates políticos. Esto también significa hacernos cargo del debate por una nueva Constitución en el país a través de una Asamblea Constituyente, pero teniendo en cuenta la correlación de fuerzas para tomar posiciones lejos del oportunismo panfletario. Con la correlación de fuerzas actual, cualquier cambio constitucional, mediante el mecanismo que sea, serviría más como una oxigenación del modelo que como un avance hacia la superación del neoliberalismo. Una nueva Constitución no es el remedio a los males del país, ni una AC asegura un triunfo del movimiento popular, por lo que se hace fundamental debatir con seriedad y profundidad respecto a cómo enfrentar el actual debate sobre la materia. Chile necesita ser transformado, y sólo el pueblo chileno puede desbordar la actual institucionalidad pinochetista, por lo que necesita de la mayor unidad y generosidad de las organizaciones que buscan aquello para constituirse como un movimiento capaz de disputar la conducción del país. La IL de cara a su pueblo y a las organizaciones de izquierda llama a promover y articular esa fuerza social popular que sea capaz de refundar Chile, para lo cual no caben mezquindades ni pequeñeces sino la mayor voluntad de unidad para potenciar la fuerza transformadora de las mayorías. Aquel impulso puede expresarse de mil maneras, y no debemos tener miedo a la creatividad y amplitud táctica de nuestro pueblo. Para finalizar, quisiera hacer mías unas palabras del gran Manuel Rojas: “Se afirma que el movimiento se demuestra andando y nosotros sabemos que andando se va hacia adelante y yendo hacia adelante se llega y cuando se llega se triunfa, hemos andado, andado… Hemos afirmado el aserto. A veces, perdidos en los hoyos de los caminos, solo se han divisado nuestros brazos deslujando amenazas otras, nuestros pendones, como un montón de proclamas rojas, han ondeado sin que se vieran nuestros brazos, y otras, sólo se han oído nuestros gritos lanzados con fuerza de peñascazos, contra la frente de alguna injusticia. Pero hemos salido de los hoyos y subido ahora en la roca de nuestra locura, alumbrados por el sol de nuestro triunfo, extendiendo nuestras miradas más allá de las cuestas y de las hondonadas, vemos surgir la ciudad blanca de nuestro ensueño… Queremos llegar pronto, una ansia de impulsión nos echa hacia delante, estiramos nuestros brazos… pero ¡ay! Nuestros anhelos se quiebran como flechas de cristal en las rocas del camino. No podemos volar, somos humanos. Para llegar, hay que atravesar los hoyos, las cuestas, las repechadas… ¿Pero qué? ¿Nos detendremos? ¡No! Iremos a pie. Destrozaremos nuestros pies en el camino, nuestras manos, a fuerza de empujar las rocas que obstaculizan el sendero, chorreará sangre”.
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