El Sistema Preventivo de Don Bosco-4

INSPECTORÍA SALESIANA S. FCO JAVIER – BILBAO
www.salesianosbilbao.com
El Sistema Preventivo
de Don Bosco
Personalidad integrada (4)
¿El sistema preventivo qué nos exige a los educadores
como personas? ¿Qué habilidades concretas tenemos
que desarrollar?... Publicamos hoy la cuarta parte del
artículo del salesiano Octavio Balderas...
Como hemos señalado al final del primer artículo, la vivencia del Sistema
Preventivo de Don Bosco supone un educador equilibrado e «integrado». Ahora
bien, cuando se usa el concepto «integrado» o «integración», puede entenderse al
menos en tres formas:
1.
como la constitución de un «todo» después de haber relacionado o
conectado adecuadamente todas sus partes;
2.
como la constitución de un todo añadiendo las partes que faltaban;
3.
como la fusión de dos o más elementos que, siendo inicialmente
antagónicos, se unifican en una síntesis superior.
En nuestro contexto, cuando hablamos de personalidad «integrada», nos
referimos a los tres significados apenas descritos.
En efecto, la descripción que hemos hecho de las virtudes y habilidades pueden
dar la impresión de ser un conjunto de elementos que se encuentran en niveles
tan diferentes, que aparentemente no tienen nada que ver entre sí. Sin embargo,
si se piensa en el ejercicio práctico, resultaría muy difícil creer que una persona
carente de empatía pueda ser misericordiosa; o que una persona que vive la
mansedumbre no tenga inteligencia «intrapersonal».
Desde el punto de vista del Sistema Preventivo, sería ilógico pensar que un
educador que no sea capaz de analizar las causas de lo que sucede
cotidianamente, pueda prevenir y prever. De la misma forma, es muy difícil que
en la práctica se dé una persona con misericordia pero sin mansedumbre; o con
misericordia y sin limpieza de corazón; con misericordia y sin empatía; con
caridad pero sin capacidad de comunicación interpersonal.
Desde otra perspectiva, y recordando el principio teológico que dice: «la gracia
supone la naturaleza», podemos entender que las grandes virtudes no pueden
existir sin un conjunto concreto de habilidades concretas que hacen posible su
ejercicio práctico.
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En este sentido, se puede decir que la integración de la personalidad consiste
en la interacción congruente de todas las habilidades personales
organizadas en virtudes que dan como resultado una persona capaz de
afrontar los retos educativos con una actitud profundamente preventiva.
Para nosotros, educadores salesianos, la integración de la personalidad no sólo
aparece como resultado de los razonamientos expresados en los dos párrafos
anteriores, sino, además, como una exigencia.
(...) En este sentido,
consideramos que la gran capacidad de amor preventivo que tenía Don Bosco se
debía precisamente a la integración de una amplia gama de virtudes y
habilidades. Para esto basta recordar cuanto el mismo Don Bosco escribe en las
Memorias del Oratorio en relación a la adquisición de habilidades: mago,
saltimbanqui, orador, etc., sin las cuales no tendríamos la gran figura que ha sido.
El reto para alcanzar la integración personal requerida en el ejercicio del Sistema
Preventivo aparece de diferentes formas:
1) como necesidad de integración o interrelación de las virtudes y habilidades
que ya poseemos;
2) como necesidad de adquirir alguna virtud
específicas de las que todavía carecemos;
o/y
algunas
habilidades
3) como necesidad de integrar aspectos de la propia persona que,
inicialmente, han sido considerados como opuestos, por ejemplo: razón y
fe, o lo humano y lo espiritual.
4. UNA PROPUESTA DE AUTOFORMACIÓN
Las consideraciones hechas en estas páginas nos llevan a pensar que no basta la
buena voluntad para que el Sistema Preventivo de Don Bosco pueda ser
llevado a la práctica, sino que supone también una formación o «capacitación»
específica.
Por otro lado, la adquisición o formación de una personalidad integrada tan
amplia, como la que se requiere para el ejercicio del Sistema Preventivo de Don
Bosco, puede parecer un objetivo inalcanzable.
Sin embargo, es posible..., a condición de que se reúnan dos requisitos:
1) percibir el valor que se persigue;
Modificar y enriquecer la propia personalidad, tal como lo requiere el ejercicio del Sistema
Preventivo de Don Bosco, es algo muy comprometido, por lo que la primera condición
para hacer un proceso que tenga como objetivo la adquisición de las virtudes y
habilidades pertinentes es el convencimiento de que la fatiga «vale la pena». En
otras palabras, si la conquista de la capacidad de amar, de la mansedumbre, de la justicia,
de la autorregulación, etc., no valen lo suficiente, no tendremos la energía para pagar el
precio del proceso personal, pues difícilmente se paga un precio tan alto por algo que «no
vale la pena».
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2) iniciar y seguir un proceso que respete las etapas del desarrollo
personal.
En este sentido, tanto las ciencias humanas como la teología espiritual nos dicen que el
crecimiento personal se da mediante la creación «genética» de estructuras
personales. Por «estructura » personal se entiende la organización de diferentes
elementos que permite la ejecución de conductas complejas; por ejemplo, conducir un
automóvil, supone haber generado en la propia persona una «estructura» conductual que
reúne en forma integrada elementos de tipo cognitivo, sensible y reflejo (no son
suficientes los conocimientos mentales). Cuando se dice que el aprendizaje se da a través
de la creación genética de estructuras personales, se está afirmando que una nueva
estructura personal (que a su vez hace posible una nueva conducta) presupone la
existencia de una estructura precedente, en modo tal que la «nueva» es, en cierta forma,
el resultante del enriquecimiento de la anterior. Por ejemplo, para redactar un libro
primero se tuvieron que aprender las letras, luego la formación de palabras, después la
formación de frases para, finalmente, concatenar ideas y así expresar contenidos
complejos y estructurados. En la generación de nuevas estructuras personales no se
pueden dar saltos; no se puede pasar del conocimiento de las letras a la redacción de un
libro. Las virtudes y las habilidades suponen un proceso semejante.
Basándose en la teoría de la creación genética de estructuras personales podemos
entender que las virtudes, siendo estructuras complejas, se adquieren
progresivamente a través del enriquecimiento progresivo de estructuras
personales más simples, que son las habilidades. Además, cuando ya se posee una
virtud, puede observarse cómo su ejercicio se da a través de una estructura compleja y
armónica de habilidades concretas.
Según estos principios, sugiero un método de autoformación que está constituido
por los siguientes pasos:
1.
2.
Analizar en la propia persona cuáles son las habilidades concretas de las
que más se carece. Para esto se necesitan dos cosas:
1.
un conocimiento concreto de las habilidades requeridas para el
ejercicio del Sistema Preventivo; (v. artículos previos)
2.
un conocimiento realista y honesto de los propios límites
personales.
A partir del análisis señalado en el párrafo anterior, el paso siguiente
consiste en seleccionar una habilidad que uno no posee, pero que es
indispensable para el ejercicio del Sistema Preventivo.
Si son varias, entonces conviene elegir la que resulte más fácil de
adquirir. En otras palabras, de las posibles carencias personales,
seleccionar aquella para la cual estamos más preparados. Esto supone
que nuestra estructura personal indica cuál sería el paso siguiente.
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