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RETAMATCH. MAYO 2013
50 ANIVERSARIO
Octava Promoción
(1968/1980)
De pie: Carlos Sáinz, Nano de Toro, Carlos Rúa, Iñaqui Pinacho y Miguel
Sendagorta. Agachados: Nacho Wesolowski, Alejandro Silva, Carlos Vinader
y Fernando Sobrón. Podía ser el curso 69-70.
Antonio Gisbert, Gregorio López Bravo, Sergio Barturen, Esteban Birrell, Gabriel Fernández Álava, Íñigo Moreno,
Javier Pérez, Miguel Sánchez Migallón, Luis Carbó, Ignacio Menéndez Pidal, Francisco Corchado, Enrique Fernández
de Vega, Juan Monjardín, Ignacio Boada, Jaime Martínez de Irujo, Miguel A. Checa, José María Oriol, Javier de Zea,
Santiago Íñiguez de Onzoño, Francisco Barrio, Francisco Gil, Jesús Marqueríe, Juan Sagüés, Alejandro Silva, Francisco
Sobrino, Alberto Cotelo y Manolo de Juan.
Foto de promoción en COU. Junio de 1980.
Luis Salama y Manuel Fontán en la clase de Plástica de 7º de EGB.
Retamar: un colegio que imprime carácter
Siempre me ha impresionado lo bien
que han pasado los años por nuestro
querido Colegio. Cuando miro estos
edificios de ladrillo, pienso que podría haberse construido hoy mismo.
Sin duda, un gran acierto del arquitecto que supo entender a la perfección
los retos que planteaba diseñar unas
instalaciones que debían resistir el
paso de los años expuestas a la zurra
a la que les someten a diario cientos
de malandrines a los que no se les
ocurre una idea buena.
Cuando entré en Retamar sólo
existía el edificio principal, con el bloque de comedores y vestuarios, y el
de aulas, una de las cuales —concebida como laboratorio— curiosamente
tuvo el honor de albergar durante
años el Oratorio. Más tarde vimos
asombrados levantarse el nuevo edificio de la Sección IV, la residencia y,
después, el de la Sección III (no sé
si acierto en el orden cronológico).
Entretanto, se nos prometía que algún día habría una piscina —lo cual
provocaba gran excitación entre la
chiquillería— e incluso un polideportivo, lo cual ya sonaba más bien
a ciencia-ficción. Pero, con paciencia, todo llegaría: el campo de fútbol
grande —con sus gradas y todo—,
más campos de deportes, el edificio
del nuevo Oratorio y salón de actos
—hoy derribado para construirse uno
nuevo—, el famoso polideportivo y,
finalmente, la Ermita.
Pero todo esto no es más que el
hardware. Lo verdaderamente importante es el software, todo lo que
ocurre entre aquellas paredes que, a
los mandos de un admirable equipo
docente entregado en cuerpo y alma y
cuyo único objetivo, lejos de un modelo destinado a la obtener un beneficio
económico, es proporcionar a todos
sus alumnos la mejor formación académica y cristiana. Y eso se nota, ¡claro!
Volviendo a la historia, otros muchos logros se han ido sucediendo,
como puntualmente hemos podido
leer en Retamatch: premios y reconocimientos académicos, éxitos deportivos… ¡qué sé yo! Personalmente
tuve la fortuna de hacer de conejillo
de indias en las primeras experiencias
de implantación del Bachillerato Internacional… Aún recuerdo el agobio de tenerme que enfrentar a un
examen… ¡en inglés!
Hoy, muchos de mis mejores amigos fueron compañeros de Retamar;
cada uno con la vida que el destino le
ha deparado, pero en todos se hace
patente la impronta del Colegio. Y
ahora, cuando vemos a las nuevas generaciones de chavales a punto de salir de Retamar, enseguida los identificamos: chicos sanos, alegres, buenos
compañeros, educados, y con unos
valores sólidamente arraigados que
les guiarán a lo largo de toda su vida.
A punto de cumplirse el 50
Aniversario del Colegio, cuando ya
nuestros hijos, a su vez, han pasado
o están pasando por él, muchas
veces pensamos: “¡qué suerte tuve
de que mis padres me enviasen a
Retamar…!”
Miguel Sendagorta