Es el testimonio de una familia española, que relata de manera

DEPOSITO LEGAL: AL­1066­2009 –Autor: Juan José Santos Rivas.
Es el testimonio de una familia española, que
relata de manera sencilla, y amena, su vida en una España
marcada por la dictadura, la intransigencia y la
intolerancia política. Fiel protagonista de la “Transición”
hacia las libertades y la democracia, la familia Santos, se
convirtió a Cristo, en una época difícil para el país, bajo
una gran represión policial.
Ellos fueron pioneros del
evangelismo, en distintas partes de España. Testigos del
Poder de Dios, sembraron la Buena Semilla en muchos
lugares. El relato es un viaje al corazón de España, a su
historia mas reciente. “Aquellos años, el triunfo de la Fe”, es
un humilde homenaje para decenas de españoles fieles y
sencillos que durante lo mas duro del franquismo,
aportaron su simiente en la extensión del Evangelio de
Cristo. Personas, en muchos casos, hoy olvidadas
y
borradas de la memoria, pero que fueron fundamentales
para el avance de la Palabra. “Aquellos Años”, está escrito
para
todos,
católicos
y
evangélicos.
No
hay
animadversiones contra ninguna iglesia o denominación,
por que solo cuenta lo que ellos vivieron en primera
persona. Es una obra escrita con un solo interés: que el
lector se acerque a Cristo. Se presenta la acción de un Dios
vivo, actual, emocionante, que perdona, salva y libera. NO
ES UN LIBRO RELIGIOSO, es el relato de una vivencia
real, clara, determinante de unos hechos muy específicos
vividos por unas personas sinceras, que supieron huir de la
religión, como costumbre de vida y acercarse a un Dios
dinámico.
1
LA FAMILIA SALAZAR………………………………………. 3
CON LOS REYES DE ESPAÑA………….222
FE Y GIMNASIA OBLIGADA…………………………….. 10
L A F U E R Z A O S C U R A… … … … … … . 2 2 4
ADALBERTO
OBAMA
Y
SU
ENFERMEDAD
SANADA……………………………………………………………. 17
LA VENTA AMBULANTE…………………..227
UN CORAZON ENFERMO…………………232
LA MADRE DE ALEJANDRO,SANADA………………… 22
EL HORROR HUMANO……………………..243
HOMENAJE A VICTORIA………………………………….. 25
EL VIEJO AUTOMÓVIL……………………..248
JUVENTUD CON UNA MISION EN ALMERIA……
29
EL VIAJE A JERUSALEM……………………266
LA
GRAN
CAMPAÑA
EVANGELISTICA
EN
“BOETTICHER Y NAVARRO”. …………………………… 38
LA BIBLIA Y LA BROMA……………………271
EL GOLPE DE ESTADO 23­ FEBRERO­1981…….. 46
EL BAUTISMO DE CARMELA……………273
ALMERIA Y LOS GITANITOS ……………….. 52
EL CORAZON OPERADO………………….276
NUESTRO AMIGO EL SACERDOTE…………………. .73
EL CABALLO DEL CUADRO……………..281
AVIVAMIENTO EN UNA IGLESIA EVANGELICA.. 79
MAS HOSPITALES…………………………..292
DOÑA CARMEN………………………………………………..100
EL ASESINO DEL MARQUES…………………………….106
LA GRAN CONVENCION CRISTIANA GITANA EN
FRANCIA,
MATEO
MAXIMOFF,
CLEMENTE
LECOSSEC…………………………………………………….. 118
BUSCANDO UNA ESPOSA……………………………… 136
LOS OJOS DE SATÁN……………………………………..145
LA BODA………………………………………………………….151
EL ACCIDENTE DE AUTOMOVIL……………………..159
¡YO VI AL SEÑOR!.....................................164
CARLOS, LA BARCA ROTA Y PERDIDA……….. 173
E L D E S P A C H O D E P A P A Y L A L I T E R A T U R A. . 1 8 1
L A R E U N I Ó N Y E L G R U P O . P R E D IC A N D O
P O R L A S C A L L E S… … … … … … … … … … … … … . 1 8 3
DESDE LA PROSTITUCION HASTA CRISTO… 188
2
LA FAMILIA SALAZAR
Guillermo Salazar, era un hombre
sencillo de corazón bueno. Vestía siempre de
traje impecable, con un pañuelo anudado en
el cuello de la chaqueta, un clavel en la
solapa, y un sombrero de rancio abolengo
gitano. Nunca cerraba la puerta a nadie, por
que en su casa siempre había un trozo de pan
para todos aquellos que se lo pedían.
Delgadito y de mediana estatura albergaba en
su alma una caja en las que todos cabían.
Con la cabeza bien levantada, caminaba por
las calles de la barriada de la Natividad
saludando a todos los vecinos, gitanos o
payos.
Repartía
sonrisas,
bromas,
y
saludos y siempre que se enteraba de alguna
necesidad se le partía el alma, procurando
remediarla en la medida de sus escasas
posibilidades.
Era
Guillermo,
de
esos
personajes populares que cuando se van,
queda un vacío, difícil de rellenar con otro, por
muy parecido que sea. En el mercado central,
se sentaba siempre en la misma cafetería,
para vender sus cupones de lotería, y allí
departía con todos los que le conocían durante
años y años. Miraba al mundo que le rodeaba
desde ese balcón espiritual que todo gitano
tiene. Escrupuloso observador, oteaba en la
vida de los demás sin entrar nunca en su
interior. Solo lo hacía cuando se le pedía una
palabra de sabiduría. Un hombre de paz, que
en todo momento, trabajó para darle a sus
tres hijos una vida mejor que la que él había
llevado hasta ese momento. Hablar con
Guillermo, era entrar en el secreto mundo del
pueblo gitano. Su alma cándida, se reflejaba
en cada rasgo de su vida. El buen hacer, y el
bien realizar marcaron su vida desde niño.
Vivía, en esa barriada onubense que se
extiende entre el casco urbano de Huelva y las
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marismas del río Odiel. Un barrio humilde
marcado por la necesidad social, pero en el
cual, al menos en esos años todos los vecinos,
eran también: hermanos. Allí, entre ellos, se
repartían las alegrías y las necesidades, allí se
daba cuanto se tenía. Hoy ya no es así.
Muchas noches veraniegas, cuando arreciaba
el calor, los vecinos, sacaban sus sillas a las
puertas, mezclándose en los corrillos unos y
otros. Los niños payos y gitanos, jugaban
juntos o se peleaban desuniéndose, para
volver a unirse al día siguiente. Hubo una
época, por las noches, en la que muchas
veces, las puertas de las calles no se
cerraban, cuando dormían los habitantes de
las casas, por que no había miedo. Guillermo,
se sentía el protagonista principal o el vecino
más apreciado de su calle. Lorena, su mujer,
era gruesa, siempre con su delantal, y un
moño en la cabeza recogiendo su pelo,
hablaba con voz muy fuerte, gesticulando con
sus gruesos brazos. Cuando Dominga nos
llevó a su casa, nos abrió su hogar, y su
corazón.
No
fueron
necesarias
las
presentaciones, por que un presentimiento
positivo nació en ese momento, para dar lugar
a la amistad real y sincera, que ha durado
hasta el día de hoy. Guillermo, sentado en su
sofá delante de una televisión siempre
encendida, daba una y otra vez órdenes a la
atareada de su mujer para que tuviéramos
todo cuanto necesitábamos según él.
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A la derecha, mi madre, con Dominga
Salazar. Hace ya años.
­¡Lorena, que los hermanos de Madrid, coman!,
¡Lorena, sácales el pan!, ¡Lorena, dales jamón!,
¡Lorena, el agua!, ¡Lorena, hazles una tortilla de
patatas!­
Y Lorena, respondía, sacando medio cuerpo
por la puerta de la cocina, blandiendo en su
mano, un tenedor con restos de huevo frito en
las puntas mientras gritaba desesperada:
­¡Lorena esto, Lorena lo otro, déjame en paz,
que ya estoy en lo que estoy!, ¡hay que ver este
hombre!, ¿no ves que estoy preparando la
comida?­
­¡Lorena, tráele al niño­por mí­ un vaso de
agua, que tiene sed!­
­¿Quién? ¿Yo?, pero si no tengo sed, no la
necesito­Le contesté
La mujer, ahora con una espumadera de la
que caían gotas de aceite hirviendo, haciendo
con ella giros en el aire ahumado, gritó:
­¡Pues si tiene sed, que venga aquí y la beba!­
­Lorena, no se preocupe que yo voy, aunque no
he pedido nada­Respondí
­Es que mi padre, quiere que tratarte lo mejor
posible­Me dijo Dominga, así que tuve que
beberme ese ansiado vaso.
Para mi era siempre un misterio, cómo en
pocos minutos, sacaban de esa humilde cocina
tanta cantidad de alimentos y platos para las
comidas. Lorena y Lola, fueron a partir de ese
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momento, amigas y hermanas. En ese hogar
se carecían de muchas cosas necesarias, pero
algo había allí que me hacía sentir bien, un
calor de familia, que me invitaba a participar
de él como si fuera uno más. Guillermo,
estaba dispuesto a que comiéramos aun más,
después de haber terminado. El pensaba que
aun era poco, y se sentía feliz, llenando y
rellenando los estómagos y las bocas de
quienes le visitaban. Por si fuera poco, nos
ofrecía la casa, para pasar la noche, aunque
hubiera que extender en el suelo, colchonetas
y mantas, daba igual, todos cabíamos en esa
casita.
Papá y Lorena, en Huelva
Guillermo nos abriría siempre su hogar, no
solamente a nosotros, si no a todos aquellos
que iniciaron la obra de Dios en Huelva,
ofreciéndoles
incluso la casa para poder
dormir todo el tiempo que necesitaran, como
así fue. Gracias a su buen hacer, los
predicadores de la iglesia evangélica gitana de
Filadelfia, pudieron comenzar la obra de Dios
en el pueblo gitano de Huelva. Dios utiliza a
quien menos nos lo podemos imaginar, para la
realización de sus propósitos y en bien de su
obra. A partir de ese momento, se forjó una
amistad perdurable entre las dos familias, por
que un día Dios hizo que nuestros caminos se
cruzaran y al cabo de los años, aunque
algunos de los nuestros han partido con el
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Señor, hoy, los que quedamos, seguimos
adelante por que hemos sabido hacer realidad
las palabras de Jesús: “Padre para que ellos
sean uno como tú y yo somos uno”.¿Cómo
hemos logrado que eso sea una realidad?, por
que por ambas partes, en todo momento,
hemos sido sinceros, genuinos, y se ha
levantado columnas para un amor cristiano
real.
Francisco, “el Corti”, hijo de Dominga
cuando era pequeño. Cuando dormíamos en
su casa, lo hacía con mis padres.
A pesar de la distancia, la relación se ha
mantenido, hasta el punto, que hemos
participado en las fiestas familiares de los
cumpleaños de los niños. El Señor ha
bendecido de forma considerable esta unión,
pues en todo momento, nos hemos reunido
para predicar la palabra de Dios, disfrutando
de la Biblia y de los dones del Espíritu Santo.
Las palabras proféticas se han manifestado
para la edificación del Cuerpo de Cristo, el
estudio y el conocimiento de los mensajes que
el Señor, ha tenido a bien compartir con sus
hijos, ha sido para edificación mutua. Hemos
crecido, madurado, las canas han aparecido
en nuestros cabellos, pero la forja de la
amistad, ha creado un entrelazado de
confianza mutua fuerte y única. El patriarca de
la familia, Guillermo, partió con el Señor hace
ya años, de igual manera que lo han hecho
mis
padres.
Nuestras
familias
siguen
creciendo, y aunque los años se van sumando
7
a nuestras
bendiciendo.
vidas,
el
Señor,
continúa
En la casa de Dominga siempre hay alegría.
De derecha a izquierda, Alfonso, uno de mis
mejores amigos y hermano en la fe, de
Valverde del Camino. Samuel mi hijo,
Dominga, Judith mi hija, Lorena, y mi
mujer, de azul.
En el verano del año 2006, nos preparamos
para salir de viaje, con el fin de descansar en
la casa de mis suegros, en Jerez de la
Frontera, a mitad de camino entre Almería y
Huelva. Antes de salir, el Señor, me insistía
con fuerza:” ¡Pepa!”, la hermana de Dominga.
Una y otra vez golpeaba en mi mente y en mi
corazón ese nombre. Debía ir a toda costa,
por que algo estaba pasando, parecía como si
el corazón se iba a salir de mi cuerpo. Oré al
Señor, mientras conducía hasta Jerez. Allí,
después de un par de días, para visitar y estar
con los padres de mi mujer, partimos de
nuevo hacia el destino que el Señor me había
marcado. Algo había que hacer en esa familia.
Dominga como de costumbre, nos abrió las
puertas de su casa de par en par. El domingo,
mientras desayunábamos, le dije que era
absolutamente necesario hablar con su
hermana. Pocos minutos después, Pedro mi
buen amigo y hermano, se presentó para
hacernos una visita de cortesía que yo
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aprovecharía para rogarle que por favor
trajera por la tarde a su mujer, ya que yo
tenía previsto marcharme justo al día
siguiente, a primera hora, y no quería hacerlo
sin cumplir el propósito divino. No teníamos
mucha esperanza de que así fuera, pero se
presentaron a media tarde. Yo estuve orando,
antes de comenzar a predicar. Busqué y deseé
la palabra divina de la Biblia en mi corazón,
por que sabía que era de absoluta prioridad.
Intuía que el mensaje iba a ser consolador
pero a la vez muy fuerte. Nos reunimos allí un
numeroso grupo de personas.
­Pedro, por favor, presenta tú en oración la
palabra que el Señor quiere dar­
Mientras él oraba con intensidad, confieso que
no sabía que era lo que iba a decir, parecía
que Dios me había abandonado, no sentía
nada, y aunque me esforcé con interés en la
búsqueda de un versículo que me diera pie
para comenzar, me encontraba totalmente
perdido y desorientado. Allí tenía un grupo de
caras mirándome, esperando algo, y yo me
lancé a predicar sin un rumbo, sin saber que
decir en realidad, deambulando de un lado
para otro en el mensaje. Todos se dieron
cuenta, y aun más yo, hasta que en un
momento determinado, el Espíritu Santo se
hizo actual, y al sentir yo su poderosa
presencia, comencé a predicar motivado por
esa Fuerza tan excelente, y con tal respaldo,
que yo mismo me impresioné. De pronto el
Espíritu se dirigió directamente a Pepa, con un
mensaje tan liberador, que la mujer comenzó
a llorar abundantemente, sin poder resistirlo,
derramándose un mar de lágrimas por su
rostro. El Señor tuvo a bien, dirigirse a ella, no
solo en la predicación si no también en un
mensaje profético infundiéndole mucho amor
e imprimiendo ánimos en su alma atribulada.
Atravesaba
una
honda
depresión,
con
tratamiento
médico
por
diversas
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circunstancias. El Señor comenzó en ese
momento a restablecer en su vida, en su
mente, y en su alma, un lugar para la oración.
Su hermana Dominga, oraba muy cerca de
ella, por sus problemas, y nada mas terminar
con Pepa, el Señor me ordenó que orara por
ella. Allí, Dios, se dirigió a su hija redimida por
Cristo en unas palabras que por ser proféticas,
resultaron poderosas en su cumplimiento:
-¡Sierva MIA, yo te he puesto como columna
en tu casa, quiero que me sigas, por que yo
te llamo y te amo!, ¡órame y búscame mas! ,
¡Dura prueba vas a tener, pero MIA es la
victoria!Dominga, decidió dar un paso de fe, en su
vida cristiana, y decidió consagrarse aun mas
a su Señor, produciéndose en su vida
espiritual grandes cambios. No obstante, un
año después, ha tenido que enfrenarse a una
terrible prueba: el fallecimiento por accidente
de tráfico de un sobrino suyo a quien ella
había criado como si fuera su propio hijo,
justo el día después, que ella, lo había llevado
a
los
pies
del
Señor,
en
sincero
arrepentimiento y con su consecuente entrega
y conversión al Señor.
Aun quedan muchas palabras para escribir
sobre la obra maravillosa de Dios, en la familia
de mi hermana en Cristo.
FE Y GIMNASIA OBLIGADA
Creo, recordar que sería por el
año 1982. No recuerdo por que razón, me
dirigía, en Metro hacia algún lugar de Madrid,
el caso es que en una de las estaciones de
obligada parada, me encontré con unas
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extrañas misioneras, completamente vestidas
de blanco.
Acostumbrado a ver y a conocer hermanas de
fe católica­ romana, monjas, pertenecientes a
distintas órdenes religiosas, por las que siento
respeto, aunque tenga diferencias teológicas
con ellas, ese grupo me sorprendió, por que
nunca había visto una orden así establecida.
Noté que se diferenciaban de las monjas
católicas, por la actividad que estaban
realizando en ese momento, poco común en
las últimas, por regla general. Estaban
repartiendo “Nuevos Testamentos” a todos los
viajeros del Metro subterráneo, y folletos
explicativos sobre Dios y la Biblia. Así mismo
el uniforme que utilizaban resultaba si cabe
aun mas aparatoso que
el que usan las
religiosas del Vaticano. Bastante ancho y
ampuloso, todo de blanco, solo dejaba ver el
rostro de las mujeres. Aquello me sorprendió,
y como yo era entonces un apasionado de la
curiosidad en temas religiosos, rápidamente
les pregunté, quienes eran. Las hermanas,
deseosas de
entablar conversación, me
dijeron que pertenecían a una denominación
evangélica cuyo nombre prefiero obviar, por
respeto.
Yo había conocido personalmente en
Bélgica, al numeroso grupo de las Hermanas
de María Magdalena, fundado por la madre
Basilea Slinck, perteneciente a la Iglesia
Luterana de Alemania. Una sierva de Dios,
Que fue capaz de levantar una gran obra al
servicio de los necesitados y de todos los
cristianos, monjas evangélicas por tanto. Pero
confieso, que los miembros de este grupo que
encontramos en Madrid,
me dejaron
altamente sorprendido. Me invitaron muy
amablemente a sus reuniones. Percibí buena
fe por su parte, y como persona interesada en
estos movimientos, decidí asistir a una de sus
reuniones en compañía de mis padres, y de un
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amigo que se había convertido, Miguel Ángel,
muy grueso
y musculoso que utilizaba
muletas para poder caminar, al usar un
complejo aparato ortopédico para sus piernas.
No sé si nos acompañó alguien más, pero lo
cierto que allá nos dirigimos. Miguel no
necesitaba para nada la ayuda de nadie, el
caminaba en ocasiones mucho mas rápido que
yo, por no decir, lo buen nadador que era.
Practicaba mucho deporte con el cual había
vencido a su propia minusvalía. Esa tarde,
encontramos la dirección de las hermanas, sin
dificultad alguna. Era un piso bajo, situado en
un barrio obrero de Madrid, muy sencillo y
humilde. Nos recibieron las hermanas de una
manera un tanto protocolaria, pero muy
educadas y correctas. La madre superiora,
resultó ser chilena, y nos contó que
anteriormente había estado casada, y que
tras su divorcio en EEUU, encontró en esta
iglesia lo que ella había buscado siempre en
su vida anterior.
Acostumbrado a los testimonios de vidas
cambiadas y trasformadas por la fe cristiana,
aquello no era nada nuevo para mí. Hasta ese
instante, no encontraba nada diferente a lo
que yo conocía. Ansiosos por participar en el
culto a Dios, nos invitaron a sentarnos en los
más que sencillos tresillos que había en el
diminuto comedor. Miguel Ángel, se dejó caer
en uno de ellos, con tan mal acierto que se
hundió, quedando con las piernas levantadas.
Allí se sumaron dos causas: su gran peso
corporal, y el mal estado del sofá. Lo nuestro
nos costó poder levantarlo del desafortunado
asiento. Gracias a su potencia musculatura,
su destreza con las muletas y bastantes gotas
de sudor, pudo levantarse. Hubo que buscarle
una silla normal, eso si, comprobando que
ésta no estuviera desencolada. Finalizando el
incidente,
todos expectantes para el
comienzo de la reunión cristiana. Como
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estábamos sentados contemplando a la
chilena, ésta al abrir la Biblia, inició el servicio
o culto, con una oración común compartida de
manera libre por todos. Finalizada la misma,
nos indicó:
­Hermanos, todos de pie, para la lectura de la
Santa Escritura­
Así lo hicimos. Hasta ese momento, todo nos
parecía normal por que el levantarnos para la
lectura respetuosa de la Biblia, es algo muy
común en muchas iglesias.
­El
hermano,­dijo
la
madre
superiora,
refiriéndose a Miguel­ puede permanecer
sentado­
Memos mal que puntualizó eso, por que si el
hubiera tenido que hacer la tabla de gimnasia
que hicimos todos después, podría haber sido
bastante agotador. Finalizada, la lectura, se
nos dijo, de forma un tanto militar:
­¡Siéntense!­
Algo que hicimos todos, casi a la vez.
Segundos después, se nos volvió a decir:
­¡Levántense para orar!­
Todos de pie. Miguel me miraba de reojo como
diciéndome:
­¡Menos mal que soy minusválido, de buenas
me he librado!­
Terminada una oración de tipo ritual, la
superiora con superior voz, nos dijo:
­¡Siéntense!­
El ruido de sillas era constante. Mis padres
eran ya adultos maduros, en la cincuentena
ambos, y aun estaban ágiles, pero a papá no
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le gustaba tanta sincronía y rapidez en los
movimientos. Siempre ha sido un hombre
muy tranquilo y cómodo, por tanto ese:
“arriba y abajo”, le estaba causando alguna
molestia inicial, a juzgar por las miradas que
compartía conmigo y que dirigía, con cierta
ironía a la hermana directora. Esta señora,
inmutable, y cumpliendo con las normas de su
denominación, y en su papel de responsable,
nos volvió a invitar a levantarnos, una vez que
estábamos sentados. Miguel Ángel no me miró
a mí, por que no sé si se tapó la cara con sus
manos para orar o para no ver lo que allí
estaba sucediendo, mientras aparecía una
sonrisa en sus labios, semejante a la de la
Madona de Leonardo da Vinci. Mi madre, se
quejaba un poco de un dolorcillo en la espalda
a causa de tantos y repetidos movimientos,
pero no decía nada. Permanecimos de pie
unos
segundos, mientras la reverenda
pronunciaba un pequeño sermón, del que no
recuerdo nada.
­¡Siéntense!­
Yo hice como si me sentaba, pero me preparé
para
otra contraorden, que no tardó en
llegar:
­Levántense.
El descontrol era ya completo, mi padre
estaba ya hartándose de tanta genuflexión, y
decidió desobedecer permaneciendo sentado.
Mamá, le sugirió que se levantara con una
frase entre labios, y una mirada fulminante.
Accedió de mal humor, pero cuando ya se
estaba incorporando, otra contra orden:
­¡Siéntense!­
­¿Para que me voy a sentar, si ya estoy
sentado?­protestaba mi padre en voz baja, y
con resoplidos. No había terminado su
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protesta, cuando la chilena, innovó con otra
solicitud imperativa:
­De rodillas, todos de rodillas­ ¡La apoteosis!
Papá ya se negaba, pero la superiora intervino
de forma inquisitiva:
­¡Hermano, de rodillas, DE RODILLAS!­
No le quedó mas opción que cumplir, mientras
musitaba
una oración, no se si de tipo
“queja”, o de “protesta”, pero por supuesto
muy respetuosa. Todos permanecimos en
oración, o al menos queríamos hacerlo. A mi
no me dio tiempo suficiente. Algunos oraron
un poquito, pero muy poco e inmediatamente,
vino lo que ya se sabe:
­¡De pie!­
­¡Si, es que no me da tiempo a decir: ¡Jesús!­
Me quejé por lo bajo
­Sí­me apuntó Miguel Ángel desde el
asiento­Cuando se dice: “Je”, ya te has
sentado, y cuando dices: “sús” ya te has caído­
En esos instantes, hacíamos lo que podíamos.
Algunas de las hermanas leyó un texto de la
Biblia u oró, ya no recuerdo. Yo creo que mi
amigo, estaría pensando:
­¡De la que me he librado!­
­¡De rodillas de nuevo!­otra orden mas. Lo
malo
es
que
no
daba
tiempo
a
cumplimentarla, por que al menos en algunas
iglesias tradicionales, son pocas las veces que
hay que hacerlo a lo largo de su Servicio
religioso.
Opté por sentarme. Mis padres estaban ya
realmente
agotados,
sentándose,
y
levantándose
de cualquier forma, y con
quejas físicas. En esa nueva situación y tras
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cantar alguna alabanza un tanto monótona
sobradamente conocida, una vez finalizada, y
viendo yo que el final estaba muy cerca, me
levanté como lanzado por un resorte, antes
que se oyera la repetida frase:
­¡Levántense, para despedir la reunión!­
Una hola de alivio generalizado se extendió
por
todo
el
salón.
Papá,
sudoroso,
desobedeció quedándose sentado como si
estuviera a la espera de un buen refresco,
mientras respiraba profundamente. Mi madre,
con su
característica incontinencia verbal,
finalizó con una exclamación sonora:
­¡Ya era hora!,¡jamás he hecho tanto ejercicio
físico!, ¡vamos, ni cuando era católica!,¡el Culto
no es una clase de gimnasia, hermana!­
No obstante, tras la oración de despedida,
estuvimos allí, un buen rato, compartiendo y
hablando de temas de fe. Cuando nos fuimos,
ya no volvimos a saber nada de este
misterioso grupo.
Papá. Con su típico humor “inglés”, al salir
dijo, en voz baja:
­¡En vez de dejar aquí un “kilo” de pecados, he
dejado dos de grasa física!­
­Vengan
ustedes
cuando
quieran,
les
esperamos en el Señor­Despidiéndonos la
responsable chilena divorciada desde su
puerta­calle
­Muy amable, hermana,¡muy amable!, es usted
muy amable­Respondíamos todos mientras
nos marchábamos por la calle.
Miguel Ángel que seguía con su humor blanco
en honor de las vestimentas de las hermanas,
ya en el coche, añadió:
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­En la puerta podrían poner: “Oferta: “Dos por
uno”: Gimnasia mas oración, completamente
gratis­
ADALBERTO OBAMA Y SU ENFERMEDAD
Los recuerdos, a veces se pierden
en las brumas de nuestra mente, pero quizá
sería
a comienzos del año 1980. Aún
vivíamos en nuestra casa del pueblo de
Perales de Tajuña, muy cerca de Madrid,
cuando nos llegó una información que se
consideró de interés, a través de la radio, ya
que emitieron una solicitud de ayuda para un
trasplante de un riñón: un matrimonio estaba
en dificultades. Totalmente desconocidos para
nosotros, siendo él extranjero,
ecuato­
guineano, es decir, nativo de la antigua Guinea
española, Guinea Ecuatorial, estaba enfermo.
La esposa, española, debía de cuidar de su
marido, y atender a su casa. Tras considerar el
caso por unos instantes, no lo dudamos,
fuimos a verles directamente. Nos habían
facilitado su dirección, y allí nos dirigimos, con
la Biblia como única herramienta de ayuda, y
muchas ganas de hacer amigos. He de
reconocer, que en esos años, hablar o ver a
alguien
subsahariano, era algo más que
“llamativo”, pues España era uniracial y
unicultural. Nuestra sociedad era demasiado
“monocromática”, aunque los vínculos con la
Guinea eran muy fuertes, puesto que había
sido la única colonia española en el Afrecha
Negra, otorgándoles a sus nativos los mismos
derechos que a los españoles en general,
siendo considerados como ciudadanos de
nuestra
nación.
Guinea
alcanzó
la
emancipación de España, de la metrópoli en el
año 1968, siendo su presidente Francisco
Maciá, que después sería derrocado por
Teodoro Obiang Engema, quien ejerce la
jefatura de la nación desde esa época.
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Recuerdo nítidamente, que un boxeador muy
conocido era José Legrá, cubano y de raza
negra, y en el mundo de la canción destacaba
el inolvidable Antonio Machín, también cubano
y negro, y no había más miembros de esta
raza. Hoy por el contrario, nuestro país, ha
sufrido una trasformación tan grande que ya
es multirracial y pluricultural por suerte.
Iniciar un contacto sin previo aviso, resulta a
veces algo embarazoso, pero por suerte, si se
cuenta con la presencia de una persona como
mamá, puede ser muy fácil. La esposa,
madrileña, blanca y rubia nos atendió muy
bien aunque algo sorprendido. Con toda
rapidez, nos invitó a pasar al comedor, en
donde su esposo yacía sentado, calentándose
con la energía solar que penetraba a través
de los cristales del ventanal. La mujer nos
obsequió con un buen café y unas pastas,
mientras el diálogo se entremezclaba en el
bosque de
las ideas compartidas. Papá
escuchaba con gran interés todo cuanto allí
hablábamos. Recuerdo muy lejanamente a
Adalberto, como un hombre maduro, quizá
entre treinta y cuarenta años, serio, profundo,
grave, sereno, pero muy amable y de
agradable trato. No tuvo ninguna objeción a
nuestra improvisada visita. El método que
mis padres utilizaban, no consistía en ningún
momento, en evangelismos
teledirigidos,
como
si
fuéramos
“robots”,
cómo
si
estuviéramos programados, al estilo del
proselitismo fiero que realizan los “Testigos de
Jehová”. Ellos, han hecho amistad, acepte o
no la persona el Evangelio, y después se ha
compartido el mensaje de Dios, con ella. El
ecuatoguineano, aceptó gratamente el camino
por el cual discurría nuestro diálogo:
­No me molesta en absoluto, hablar de Dios, al
contrario, yo soy cristiano, y desde luego que
creo en Dios. Miren ustedes, en Guinea, estuve
estudiando en un seminario, pero me tuve que
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salir, pues mi país es muy pobre y mi familia
necesitaba de mi ayuda. He de decirles que
tengo varios hermanos, uno de ellos cayó
gravemente enfermo, fuimos a médicos y no
fue posible su cura. Finalmente nos hablaron de
un misionero que tenía una casita en una
montaña. Allí lo llevamos, aquel hombre, oró
por mi hermano, y éste se recuperó por
completo­
­Es impresionante­ decía mi madre
­Es el Poder de Dios­apuntaba papá
­Ese es nuestro Dios­ añadí yo, mientras abría
mi Biblia, al objeto de leer uno de los muchos
milagros que Jesús hizo en Palestina.
Adalberto se prodigó en descripciones de su
bello país, provocando que mi mente viajara al
africano Golfo de Guinea, visualizando la
belleza de un país, pequeño, pero repleto de
selva y dotado de regalos naturales sin par.
Sentado ante el, con los brazos cruzados
sobre mi pecho, me entusiasmaba todo cuanto
me decía. Estaba enfermo de los riñones, no
le funcionaban bien, causándole muchas
molestias importantes y “bajas laborales”, por
enfermedad.
La esposa, finalizando sus quehaceres, se
sentó con nosotros, y allí, junto a su marido,
participaba animadamente en todo.
­Adalberto, ¿me permites, que oremos por ti?­
Pregunta mi padre con un tono cargado de
amabilidad.
­Si, por supuesto, Eduardo, puede usted
hacerlo, y es que estoy deseándolo para mi es
un placer­
Allí, los cinco, inclinamos nuestras cabezas,
mientras papá, uniéndose a su nuevo amigo,
asido de su mano, oraba:
19
­Padre, aquí estamos, ante ti, Señor, delante
de mi tengo a Adalberto y a su esposa, tu
sabes, cuanto te ama, y conoces muy bien su
situación en España. Ahora mismo, te ruego por
la enfermedad que le perjudica para que le
sanes, en virtud de tu poder, y de la promesa
que tu mismo dejaste en la Biblia, tu Biblia,
Señor. Oro e intercedo por él, para que sea
sanado, Señor, te lo pido en el nombre de Jesús,
Amén­
El matrimonio, había sentido profundamente
la oración. La Biblia que yo traía era nuestra,
pero su verdadera propietaria, mi madre, se la
regaló al marcharnos. Desconozco, por qué
perdimos el contacto con él, pero al parecer,
pocos días después se marcharon de Madrid, a
otra ciudad.
Tres años después, habiéndonos olvidado por
completo de esa visita, organizamos en
nuestra casa de Perales de Tajuña, un culto
con todos nuestros amigos de esa época.
Angelines y Ricardo, que hoy sirven al Señor
en Suiza; Marisa y mi tocayo Juan José, su
esposo; mi familia, y Maria José; Miguel Ángel
el minusválido; René, nuestra vecina francesa,
y otros mas.
Maria José, una vez que habíamos finalizado la
reunión sugirió que diéramos testimonio, hice
uso de la palabra:
­Bueno, yo quisiera contar un testimonio, resulta
que por la radio se hizo un llamamiento a favor
de un muchacho negro guineano que estaba
necesitado de un riñón, que estaba casado
con una española, y le testificamos del Poder
de Cristo. El creía......­
­Perdona
un
momento­Me
interrumpió
Angelines­¿Sabéis de quien está hablando Juan
José?, esta chica trabajaba en la casa de
muebles “Mobelar”­refiriéndose a la mujer de
20
Adalberto­La hija de la amiga de Paquita.¿No
has oído nunca hablar de ella?­ Le pregunta a
Ricardo
­No, no recuerdo­
­Si la que se casó con el guineano­ Continuó
Angelines.
Retomando la palabra añadí:
­Pues le estuvimos hablando de Jesús, y el nos
dijo, que había estado estudiando en un
seminario pero que lo dejó por que le dijo a sus
profesores que el quería un Dios real no uno
falso. Su hermano estaba muy grave, y los
médicos no lo pudieron curar, pero en un país
fronterizo, le dijeron que había un grupo de
cristianos en la montaña que oraban por las
enfermedades, eran misioneros. Allí se subieron
y el niño fue sanado. Según me decía el niño
estaba ya Terminal, pero fue curado por
completo. Ese testimonio se quedó grabado en
el corazón de Adalberto con enorme fuerza, y
nunca lo ha olvidado. Cuando nos despedimos
de él, le regalamos la Biblia de mi madre, y el
otro día tuve un sueño con él: Le vi con la Biblia
en la mano diciéndome: “¡El Señor me ha
sanado, el Señor me ha sanado!”­
­Está en Barcelona­Interpuso de nuevo
Angelines, aportando después una interesante
información­ y vive todavía, de vez en cuando
viene a Madrid y es amigo de unas amigas
nuestras.­
­Pues fíjate, Angelines­añadía mi madre­que
esto fue hace tres o cuatro años, y ahora resulta
que vosotros le conocéis, pues si le veis,
habladle de nosotros, y el ya yo os dirá­
Mientras Angelines seguía hablando del
guineano, mi madre, cerrando los ojos, sintió
21
la Presencia del Espíritu Santo, y lo único que
expresaba era:
­¡Santo!, ¡Santo eres Señor!,¡¡Aleluya!­
LA MADRE DE ALEJANDRO
Un hombre joven, alto, con
gafas, que a tenor de los gestos que realizaba
daba la impresión que había sido sacerdote, o
que estudió en un seminario católico,
trabajaba de administrativo en el antiguo
“Banco Atlántico”. Puntilloso y dialogante,
utilizaba la palabra hasta marear cuando
estaba en pleno diálogo. Creo que vivía en
Alcorcón, Madrid,
estaba casado, aunque
desconozco si tenía hijos o no. Por los azares
de la vida, o por las amistades compartidas,
Alejandro, ya se había integrado rápidamente
en nuestro núcleo de contactos y amistades.
Deseando conocer en profundidad la Palabra
de
Dios,
nuestro
amigo
asistía
constantemente a todas las reuniones que se
hacían por las casas.
Creo que era amigo de uno al que apodamos
“el de las ollas”, del cual no recuerdo su
nombre. Tan curioso apodo correspondía
según supe después a su costumbre
por
vender casa por casa, todo tipo de artilugios
de cocina a las buenas “marías” que, armadas
de santa paciencia, le escuchaban, quizá mas
motivadas por cierta misericordia que por ese
deseo de comprar artículos culinarios. El caso
que es que este buen vendedor, se unió así
mismo al grupo cristiano, y utilizaba su
trabajo tedioso y cansino, para llevar la Biblia
a quienes, seguramente, nosotros nunca lo
hubiéramos hecho, y de esa manera, entre
olla y olla vendida o no, terminaba la cuestión
sentándose con las clientes, para compartir
con ellas lo que él había aprendido de Cristo,
22
aunque se volviera de esa casa, sin la venta
realizada.
Alejandro, tenía a su cargo a su anciana
madre, una señora muy mayor, que estaba
prácticamente postrada en la silla o la cama, a
causa de sus numerosos males. En una
ocasión, en casa de unos conocidos comunes,
se lamentaba, como es lógico por el mal
estado de salud de la anciana; mi madre,
mirándole con fijeza a los ojos, le dijo con
seguridad:
­Pero vamos a ver,¿no tienes tu fe en el Poder
de Dios?­
El hombre se sintió quizá un poco arrugado
ante tamaña pregunta.
­¡Doña Lola, ¡claro que sí!­
­Pues
qué
estamos
haciendo
aquí,
lamentándonos?­inquirió
con firmeza
mi
madre. ­¡Vamos ahora mismo a tu casa!­
­¿A......a......a....ahora?­
­¡Si!,¿que haces ahí sentado?¡vamos muévete!,
¡va!­
Me parece que papá no estaba con nosotros
en ese momento, pero poco después nos
encontramos todos ante la anciana madre del
administrativo del “Atlántico”, ese banco con el
cual se quedó el Holding “Rumasa” del
financiero Ruiz Mateos. Las piernas de la
anciana
tenían
graves
problemas
de
circulación sanguínea. Estaban en muy mal
estado,
con
llagas
y
agrietamientos
producidos por la mala circulación de la
sangre. Mamá, dando un beso a la mujer, se
situó frente a ella, pero dirigiéndose a su hijo
le dijo, mientras yo leía, la epístola de
Santiago en donde se dice que hay que orar
23
por los enfermos, ungiéndolos con aceite en el
Nombre de Jesús:
­¿Tú crees en el Señor?­
­Si, ¡claro que creo!­
­Pues ahora vas tu a orar por tu madre, y lo
harás por sus piernas­
­¿Yo?, bueno, lo haré­
Como es preceptivo, a mi me gusta hacer las
cosas lo mejor posible, y como la anciana
estaba en “sus cabales”, hablé con ella sobre
Jesús, y le dije que lo que íbamos a hacer era
orar por su enfermedad, pero que si ella
deseaba, podía confesar con su boca y creer
en su corazón que Cristo es el Señor. Así lo
hizo, de forma voluntaria, y consciente.
Comenzamos a orar los tres, y con mucho
cuidado, para no provocar ningún dolor en la
mujer, colocamos su pierna un poquito en
alto, con el fin de orar mejor ante ese mal.
Emilio Alberto, trajo aceite de oliva de su
propia cocina, y tras la solicitud de bendición
del Señor sobre esa grasa de oliva, empezó el
mismo, a pasarla suavemente por las zonas
de las piernas que estaban ulceradas y
ennegrecidas. Algo sucedió ante sus ojos
asombrados. Por donde ungía, la sangre
comenzaba a fluir de nuevo. Nunca había visto
yo unos ojos tan grandes como platos, y eran
los suyos presos del asombro.
­¡Dios mío Juan José!, mirad, como fluye la
sangre.....pero si está de nuevo circulando,¡que
barbaridad!....y.. por allí, y por aquí.......... ¡ay
mamá! ¡que el Señor te está sanando!­
Efectivamente, vio con sus propios ojos,
cómo el Señor, realizó un verdadero milagro,
como respuesta su oración, sanando las
piernas de su anciana madre, quien pudo
24
volver a caminar. Un par de años después no
sé si la señora falleció después por otras
causas físicas, o por lo mismo, o por algo que
se llama “años”, pero el caso es que todos
vimos cómo esas piernas tuvieron un nuevo
fluido sanguíneo delante de nuestros ojos, allí
mismo, en ese instante. Algún tiempo después
Alejandro, se integró en una organización
prestigiosa evangélica como obrero aprobado,
para servir al Señor: El Ejército de Salvación.
HOMENAJE A VICTORIA.
Cuando vivíamos en Madrid,
mamá solía ir con frecuencia a la Puerta del
Sol. Cualquiera que haya vivido en la capital
de España, algún tiempo, extranjero o español
sabrá y conocerá la enorme importancia que
dicha Plaza tiene para la historia de la ciudad
desde sus orígenes, y encontrará en ella, o en
sus alrededores, al Madrid castizo, clásico,
antiguo, típico, único, embriagante, populoso
y magnífico. Es el corazón de la ciudad, no
solo el centro de España. Rodeada dicha plaza
por un conjunto de calles que hunden su
historia en el Madrid de los Austrias y de los
Borbones, sus habitantes nativos, auténticos
madrileños que se resisten en sus antiguas
tradiciones, son acogedores, variados y
variopintos. Mi madre, amaba recorrer esas
callejas populosas repletas de viejos y nuevos
comercios, recorridas por personajes únicos e
irrepetibles. Uno de ellos, era Victoria, una
anciana con moño, regordeta, pobremente
vestida, que diariamente se sentaba a la
puerta de la antigua iglesia de: los Areneros
para mendigar. Las arrugas de su rostro,
entreveían una agitada vida, cargada de
25
penas más que de alegrías. No obstante, era
la amabilidad y la dulzura dos virtudes que
adornaban su carácter. Mi madre, cuando
podía ir a verla no perdía tiempo, aprovechaba
cualquier oportunidad, para hablar con esa
mujer. No le importaba emplear toda la
mañana charlando con ella, sentada a su lado.
Tras esos vestidos rudimentarios, había toda
una historia personal, resultado de esos años
aciagos de la Guerra Civil y de los años que
precedieron.
El destino de las personas es impredecible, y
puede cambiar como cambió el suyo. En 1936,
cuando los militares españoles se alzaron
contra el Gobierno de la II República Española,
Victoria era la esposa del Alcalde del pueblo
de Carabanchel, que con el paso de los años,
y por el crecimiento de la ciudad, quedaría
anexionado a la capital, convirtiéndose en
barrio. Su esposo, tuvo que huir, a Francia,
junto a varios miles mas, al terminar la
Guerra, dejando a su mujer e hijo en muy
precarias condiciones. Quizá, él como otros
tantos pensaron que el Régimen de Franco
duraría poco y que en poco tiempo podrían
regresar a sus casas, pero no fue así, por que
quienes se marcharon siendo tan solo unos
niños de siete o doce años, jamás pudieron
regresar, y quienes lo hicieron de jóvenes o
adultos, tampoco lo hicieron. En Francia
fueron integrados en campos de concentración
y muchos de ellos se unieron a la lucha contra
Hitler. Victoria, quedó en el desamparo. Tuvo
que vivir de muchos trabajos duros, victima
de la desconfianza, de la represalia, del
rencor.
Carente de toda ayuda, la pobre
mujer con un hijo se debatió con fuerza para
sobrevivir. Nunca pudo tener noticias de su
esposo, al que amaba de corazón y los años
pasaron lenta pero certeramente. Trabajando
a destajo, no pudo salir de la miseria. Perdió
la esperanza de volver a reencontrarse con su
26
esposo, y el amor se fue marchitando para
dejar lugar a un recuerdo bello y hermoso,
que quizá era su único tesoro. Llegó la vejez,
y con ella, el alcoholismo de su único hijo. La
anciana, que vivía en un cuartucho miserable
del castizo Madrid, a penas obtenía dinero
para mantenerse ella misma. Decidió pues, a
pesar de ello, intentar ayudar a su hijo, quien
trabajaba un día si y cuatro no, por culpa de
su adicción al alcohol. Su amor de madre, le
llevó a tomar una decisión, algo tendría que
hacer para evitar que su hijo siguiera cayendo
en el abismo. ¿Qué podría hacer?, lo único
que sabía: acudir a la mendicidad. Todas las
mañanas, la anciana, se dirigía a la puerta de
la iglesia, para solicitar la ayuda del ajeno, del
distante, de ese que pasa corriendo sin
reparar que ese ser que hay sentado, es un
ser humano y no una “cosa” que está allí de
adorno. Todo cuanto ella recibía, lo guardaba
para pagar a un hombre que se había hecho
cargo de su hijo, el propietario de una pensión
de mala muerte. Victoria, costeaba el gasto
de su hijo, a él le daba lo mejor, ella se
quedaba con lo peor: los insultos, las risitas
de algunos, las miradas altaneras de quienes
le tiraban una moneda, y las humillaciones del
amor hipócrita de quienes aparentaban
enternecerse ante ella. Sin embargo ella todo
lo perdonaba y para todos tenía siempre una
dulce palabra, sin quejas, sin rechazos, sin
protestas. Incluso para ese marido que un día
se fue lejos y con el que jamás tuvo ningún
tipo de contacto, por que le amó, y por que le
justificó, hasta el extremo, cuando le dijo a mi
madre, en una de sus conversaciones de
amiga a amiga:
­Yo sé que mi marido, habrá rehecho su vida en
Francia, y si es así ¿Quién soy yo para
estropeársela de nuevo?, ¿quien soy yo para
negarle su felicidad?­.
27
Así era la anciana, entregada y valiente. En
una de las visitas que mamá le hizo, le
confesó una enorme experiencia que había
tenido en su lugar de trabajo, a la puerta de la
iglesia, dos días antes: Vio como se detenía
un automóvil delante de ella, un vehículo de
lujo, y observó cómo de su interior descendió
un caballero, ya mayor, apuesto, muy bien
vestido, que expresamente se había detenido
allí para entregarle a ella una cantidad de
dinero de cierta importancia. También anciano
como ella, las arrugas que se formaron con el
paso de los años,
las canas, y el
encorvamiento de la espalda, no lograron
ocultar la identidad del individuo que
rápidamente se introdujo en el coche para
marcharse y desaparecer en la selva de
vehículos madrileños, era su esposo. El
corazón de Victoria se llenó de emoción, de
alegría, y aunque no pudo hablar con el, lo
había reconocido completamente. No hubo
palabras de queja, ni de reproche, ni de
rencor, solo una íntima alegría por verlo al
cabo de muchos, muchos años.
Como viajamos a menudo fuera de Madrid,
mamá perdió la comunicación con esa noble
mujer. Un día, pasado algún tiempo, la buscó
pero Victoria ya no estaba. Se fue.
Seguramente nadie se acuerda de ella, su
nombre ha sido borrado de la biografía
popular de los madrileños. Probablemente su
hijo ya no esté entre nosotros, a lo mejor ni
se casó, por lo cual no hay quien recuerde a
Victoria, pero si está en la mente de alguien,
seguramente es en la de Dios, por que la
anciana, era creyente. Quiero pues, hacer un
paréntesis en esta crónica
de “Aquellos
años......” y recordarla haciéndole este
pequeño
y
modesto
homenaje:
¡Por
Victoria!.
28
JUVENTUD CON UNA MISION EN ALMERIA
Buscando entre los documentos
mas viejos del archivo de mi padre, me ha
aparecido un texto, no sé si escrito por él, o
bien que llegó a sus manos en los años que
asistíamos a la Iglesia Evangélica de
Calatrava. Su estilo literario no es suyo, pero
recuerdo, que le gusto tanto que mandaría
hacer un buen número de fotocopias, para
repartirlas después. Aprovechando un viaje de
vacaciones, en el verano del 73, invirtió buena
parte de los días libres, en Almería para
distribuirlos a todos los conocidos que tenía en
esta ciudad. Diré también que no todo el
mundo atendió bien a su amable invitación
para su lectura. Una vez que ha aparecido el
texto, deseo reproducirlo en su totalidad, no
obstante, fue una apertura preliminar, que le
ayudaría posteriormente a traer a Juventud
con una Misión a Almería:
“Es maravilloso sentir como el Señor responde a
nuestras oraciones
y muchas veces nos
sentimos llenos de asombro, pues le pedimos
paciencia, y nos encontrarnos conque nos
envía tribulaciones sin darnos cuenta de que
precisamente la aflicción ejercita la paciencia,
le rogamos al Señor que nos haga sumisos y
obedientes enviándonos después sufrimiento,
pruebas duras, ya que el cristiano autentico
aprende la obediencia por los sufrimientos. Le
decimos también: ­ “¡Haznos generosos”!, y El
nos proporciona muchos momentos para que
podamos sacrificarnos con el pensamiento y el
alma puestos en las cosas de los demás,
brindándonos incluso ocasión para dar nuestras
vidas por nuestros semejantes. En nuestra ansia
de conocerle mejor y vivir mas intensamente
una vida cristiana, le pedimos victoria, y las
29
cosas del mundo vienen a nosotros como una
auténtica
tormenta,
con
sus
grandes
tentaciones, pero esta es la victoria, la que
pone al mundo por debajo, sometiéndole por
nuestra fe.
Buscamos con mucho amor, fuerza, paciencia y
humildad, pero después la visita de Satanás se
hace patente en nuestras vidas, y sufrimos
tormento, clamando al Señor para que nos libre
y rogándole que lo aleje de nuestras vidas.
Le imploramos a Dios que nos acerque mas a
Cristo Jesús, y el Señor frecuentemente, corta los
lazos naturales y permite que muchos de
nuestros mejores amigos entiendan mal nuestras
palabras
y
hechos,
interpretándolos
erróneamente, y sus actitudes parecen
indiferentes hacia nosotros, y El nos llama a
caminar solos por los senderos de la vida.
Imploramos muchas veces con clamor : “¡Danos
amor, Señor! !danos amor!” y nos encontramos
con nuevos problemas, impensados; que surgen
de dentro sin saber cómo ni porqué,
situándonos en medio de personas que nos
parecen hostiles en sus actitudes, y El permite
que esas personas digan cosas que llegan al
corazón, y todo ello es para que aprendamos
que el amor es muy bueno, que tolera larga e
indefinidamente, y que el auténtico amor
nunca jamás se siente provocado, porque es
Don el Espíritu Santo, que tolera, cree, espera y
soporta todo, porque el amor nunca falla.
Deseamos ser imagen viva de Jesús, y he aquí la
respuesta:
“Te he elegido a ti del horno de la aflicción
y, ¿puede tu corazón soportar o tu mano ser
fuerte?. ¿Eres capaz?”.
Y en el horno, El nos funde en parte de su propia
compasión y bondad, enseñándonos cómo
llevar las cargas de los demás, y aprendiendo
cómo se debe vivir pidiendo amorosamente por
los enfermos y afligidos.
30
Ahora bien, esto es solo transitorio. A los que
perseveremos nos espera un Premio eterno y
maravilloso de gozo y gloria en la próxima
venida de Nuestro Señor, para la cual debemos
estar preparados en todo momento, porque
cómo dice el Apóstol Pedro: “nuestra dificultad
presente es grande, porque el tiempo es poco y
corto, y por ello debemos afanarnos en trabajar
para el Señor buscando su mayor gloria. Si
nuestras mentes están en las cosas que se ven,
lo estarán para un período de tiempo
sumamente limitado, pero si tenemos el
pensamiento puesto en todo lo que no se ve,
pero se siente, estaremos preparados para lo
eterno. Aceptar al Señor como salvador
personal es una experiencia tan maravillosa
como sencilla, y solo se necesita abrir el corazón
de par en par, con todo el amor posible, e
invitar a Jesús para que El tome nuestras vidas y
las transforme, entonces sentiremos el gozo del
Espíritu Santo, los ríos de agua viva, porque para
nosotros es la promesa de Salvación, muestra tu
corazón al Señor, dile que te liberte de las
cargas y la suciedad, el lo va a hacer porque
dijo:
“Venid a mi todos los que estáis trabajados
y cargados, y yo os haré descansar, llevad
mi yugo sobre vosotros, aprended de mi que
soy manso y humilde de corazón y hallareis
descanso para vuestras almas; porque mi
yugo es fácil y ligera mi carga”
Dale las gracias al Señor, y El intercederá ante el
Padre por ti, y serás salvo.
Unos amigos de Juventud con una misión, en
la base
militar de Torrejón de Ardoz, en
Madrid, con su pastor Daniel Secristh a la
cabeza, decidieron evangelizar en algunos
puntos de la costa mediterránea. Papá, amigo
personal de Secristh, le
había ofrecido
nuestro piso de Almería, por entonces cerrado
y utilizado solo para veranear. Veníamos con
alguna frecuencia por aquí, pero mayormente
31
en verano, para los baños en el mar. En esos
años, pensamos que la casa podría ser útil
para la obra de Dios. Secristh contento con el
ofrecimiento organizaría un grupo para estar
todo el mes de Agosto, en esta ciudad. Como
yo en ese momento, colaboraba mucho con
ellos, decidí acompañarles en el viaje. Éramos
un grupo muy variopinto por no decir: curioso.
El guía, un norteamericano de pura raza,
responsable del grupo, y conductor terrible de
la furgoneta. Vita, una muchacha chicana que
había
estado
valientemente
repartiendo
folletos cristianos en el Kremlim en Moscú, en
plena época de Breznev. Manuel y Linda, el
puertorriqueño, ella norteamericana, a la que
yo miraba constantemente, por que nunca
entendía que sus padres le hubieran puesto
ese nombre latino, indicativo de belleza
femenina, por que a mi parecer no concordaba
mucho con la realidad. Alguno otro más y yo.
EL trayecto, por la carretera nacional que unía
Madrid, con Almería, se movía un furgón casi
tartana, de matrícula estadounidense, que el
centro de todas las miradas, tanto de guardias
civiles como del público en general. No me
explico cómo ese vehículo podía rodar. Puede
ser que las señales de tráfico
españolas
fueran
distintas
para
los
ciudadanos
norteamericanos.
Lo cierto es que nunca
pasé más miedo. Delante, al lado del
conductor, íbamos dos, yo y Manuel, cuando
allí solo había dos asientos. Detrás todos,
sentados de cualquier forma, pues el vehículo
carecía de asientos traseros. Llevábamos
colchones,, maletas, y demás, de modo que si
algunos viajaban cómodos eran los de detrás.
Menos mal, que entonces no existía el carné
por puntos, por que si hubiera sido así, nos
meten a todos en el calabozo, “furgo” incluida.
Bueno, ésta con toda seguridad al desguace.
Parece, que en esa época llevar una matrícula
norteamericana era algo así como “una
patente de corso”, para ir de un lado para
32
otro, sin que nadie nos detuviera. A mis 16
años, eso era una novedad, por que no todos
los adolescentes españoles podían decir que
compartían viaje con ciudadanos de los EEUU.
Marc, que al parecer se animaba a ir lo mas
rápido posible, o no conocía el “prohibido
adelantar con cambio rasante”, o su fe
demostraba ser muy potente, por que la mía,
sin duda alguna flaqueaba mucho. Allá nos
lanzamos, obligando a los vehículos que
venían de frente, a salirse un poco de la
carretera. No sé por qué no recuerdo los
rostros de sus conductores. Dicen que nuestra
psicología, borra algunos malos recuerdos,
será eso. Así una vez y otra. Las líneas
continuas, deberían ser como bonitos dibujos
en la carretera, por que línea que venía, línea
que pisaba valientemente. Menos mal que en
ese momento no había tanta circulación como
hoy y que los servicios de la Guardia Civil se
parecían mas a los actuales servicios mínimos.
Si nos hubieran puesto multas, los guardias
tendrían que encargar varios boletines, con
uno no bastaba. Seguramente nos las
pusieron, pero en tiempos de Franco, ¿que
guardia civil se atrevía a enviar un grupo de
multas
de
una
respetable
furgoneta
norteamericana a la base de Torrejón?.
¡Ninguno!.
Después de una larga jornada con paradas
incluidas y con muchos sustos, (los que yo
sufrí), llegamos a Almería.
­¿Tu no sabes que ese círculo en rojo, con dos
automóviles, es que no puedes adelantar? ­ Le
pregunté con resuello en el cuerpo.
­Pues............no lo sabía­
Yo debería haberle enseñado, pero o el miedo
me tenía con la boca cerrada, o era muy
tímido. Lo segundo. Hoy no, ¡cosas de la
vida!.
Allí nos instalamos. Mi piso, tenía, cuatro
habitaciones y un solo cuarto de baño, muy
pequeño. Por supuesto también estaba la
33
cocina con un diminuto lavadero a mano. Era
un cuarto sin ascensor, que parecía la subida
al Everest. El director una vez inspeccionado
el interior del piso , no lo dudó, quedándose
con la alcoba, la de mis padres, cedida por
ellos. Los demás se hicieron con las dos
restantes, y yo me automarginé, a la más
pequeña de todas, estaba dotada de un
sencillo camastro del cual salían mis pies al
acostarme con muchos ruidos metálicos, ese
era un poco el cuarto trastero nuestro.
Mis padres irían 15 días después. Les
acompañó una de las hijas de Araujo, Litas. La
convivencia se desarrollaría con normalidad,
aunque se impuso a toda costa el estilo de
vida
norteamericano,
excesivamente
individualista y poco solidario, a mi manera de
entender la vida.
Papá se presentó allí, para pasar su descanso
oficial. Gracias a Dios, mi gente ha sido
siempre muy práctica,
y con rapidez, se
organizaron. Todos contentos. Habíamos
venido a predicar a Cristo. A un así, mamá
muy amiga de Vita, pudo hablar con ella en
privado muchas tardes, de mujer a mujer de
amiga a amiga. Ella fue en ese momento, el
paño de lágrimas de la chicana.
Mi madre, se daría cuenta de la situación
interna del grupo y de sus necesidades. La
mujer, decidida a ayudar en lo que pudiera,
iba todos los días hasta el Mercado Central,
situado a más de dos kilómetros de la casa,
trayecto que se hace con el autobús o el
vehículo
propio.
Ella,
percibiendo
la
hambruna que me causaban los enlatados
alimentos norteamericanos traídos desde la
base militar, los arrinconó y remangándose la
blusa, se hizo cargo de la cocina, echándonos
a todos de ella, americanos incluidos, y como
trajo un saco de patatas con no sé cuantos
huevos, nos preparó allí una suculenta tortilla
de patatas española, de esas de “dos pisos”,
es decir de gran tamaño, que tantos jugos
34
gástricos producían en mi estómago, nada
mas verla en la mesa, con ese olor tan
suculento, causantes de mi irremediable
deseos de comérmela toda, si fuera posible.
El responsable, que no conocía para nada la
cocina española, se comería su primer trozo, y
sin decir nada, cada día, iba a aumentando su
porción, como todos. Yo, que en casa tenía
fama de comer mucho, me quedé de los
últimos.
Aquellos
aguerridos
cristianos
estadounidenses, no dejaban en los platos, ni
un trocito insignificante, por que si algo
quedaba libre de ingesta, se encargaban de
comérselo con la ayuda de un buen trozo de
pan español. Mis padres se miraban.
­Eduardo,¿tu ves como se lo comen todo?.¡Dios
mío, si aquí trabajo mas en la cocina que en
casa!, ¡es que no queda nada de nada!­
La pobre de mi madre, todos los días,
aparecía en casa, con enormes bolsas de
comida. Aunque teníamos un pequeño
frigorífico, era todo comprar y comer. Incluido
yo también.
Comenzamos a trabajar para el Señor, todos
los días, después de hacer un culto y un
estudio bíblico, salíamos a la calle. Aquello fue
una novedad, por que por primera vez en la
historia de la iglesia evangélica de Almería, un
grupo
de
jóvenes
internacionales,
evangelizarían a la juventud almeriense. Hice,
lo que pude, trayendo a casa, a mis antiguos
amigos de Almería, de mi infancia veraniega.
No era suficiente, haría falta algo más, y para
ello, se prestó mi padre, que con su habitual
diplomacia, pudo conseguir que a “Juventud
con una Misión” se le abrieran las puertas por
completo, y contaran incluso, con el “visto
bueno”
de la misma Iglesia Católica en
Almería.
­Si hay un plan de Dios, con Jcum, éste se tiene
que cumplir. Voy a orar para que ellos puedan
predicar en cualquier parte de Almería­Diría
papá con seguridad.
35
Después de hacerlo, mientras mi madre,
cumplía con su labor, sudando la gota gruesa
en la cocina, haciendo no sé cuantas tortillas
españolas, pareciendo ese lugar una granja a
juzgar por la cantidad de huevos de gallina
que había, mi padre se fue directamente a la
“Voz de Almería”, el único periódico existente
entonces, de amplia demanda, y allí, entrando
en el despacho del director, conseguiría para
Juventud con una Misión un amplio reportaje a
toda página. Por allí empezó el testimonio. No
contento con eso quedaban dos frentes aun.
Uno de ellos el Obispo de la Iglesia Católica.
Supo granjearse la amistad del secretario, y
gracias a ello, se pudo realizar un encuentro
con él, en el Obispado, y a pesar de las
diferencias teológicas, éste, emitió una carta
oficial, dando la “Bienvenida” a
Jcum,
animándoles en su empeño evangelizador en
Almería.
Faltaba pues, solo el último
contacto, la Iglesia Pentecostal de Almería. En
ese momento, pastoreada por el hermano
Guillermo, de nacionalidad inglesa, quien en
todo momento, se ofrecería con gran voluntad
a los miembros de Juventud. Era lógico, así
tenía que ser, y fue. Coincidió, la visita de
JCUM con la llegada de un grupo de jóvenes
gibraltareños y británicos, que estaban de ruta
evangelística.
Allí, en el comedor central de mi casa, todas
las tardes venían muchachos almerienses que
habían recibido el testimonio de los nuestros.
Muchos de ellos, se llevarían su
Nuevo
Testamento. Visitamos numerosos hogares,
regalamos Biblias. Nos íbamos al Parque
Nicolás Salmerón, con la guitarra, a predicar
el evangelio. Nunca tuvimos problemas con la
policía, gracias a la carta obispal que se les
dio por la acertada gestión de papá. JCUM fue
necesaria en la labor misionera de Almería, en
una época difícil, en la que España comenzaba
a despertar lentamente de un largísimo sueño
de siglos.
36
Fueron días, agradables, de testimonio, y de
sudores para mi madre, pero al fin y al cabo,
se fue para una labor y ésta se hizo.
Desconozco en realidad, cuantos pudieron
haberse convertido, pero lo que sí se es que
no siempre podemos regresar con un balance
de no sé cuantas personas convertidas, pues
la labor no es convertir, eso lo debe hacer
Cristo, es cosa de Él, la nuestra es llevar su
palabra, existan conversiones o no. El caso es
que por primera vez, en la historia, de la
evangelización en Almería, Jcum, estuvo allí,
sembrando la semilla. Hoy, 30 años después
hay numerosas iglesias y grupos cristianos,
¿pudiera ser que algunos de esos testimonios
impartidos por Juventud, haya fructificado?,
sencillamente, no lo sé, pero.....¡quien sabe!.
Las reuniones eran muy numerosas, y los
vecinos estaban asombrados de ver cuanta
gente subía y bajaba por las escaleras.
Recuerdo a un pintoresco amigo nuestro de
etnia gitana Santiago, que asistió a los cultos
de JCUM. Su mujer, señora de cara muy
arrugada, era 10 años mayor que él. Nunca
supe, por qué venía ella en realidad, por que,
Manuel el puertorriqueño lucía en su dedo un
fenomenal
anillo
de
su
graduación
universitaria, y esté destacaba tanto que la
dama le preguntaba continuamente por el. El
caso es que por lo que fuera, yo fui testigo en
aquel 1974 del inicio de la obra evangélica
entre los gitanos, ya que ese amigo fue de los
primeros conversos a la fe. Ese mismo año,
viajé con mi familia a Málaga, no recuerdo con
que asunto, y Santiago, se vino con nosotros
por que él tenía que visitar a unos conocidos
de esa ciudad. Esa familia, nos albergo, y
como resultado de ese primer contacto,
mantuvimos una larga amistad que ha durado
hasta los días de hoy. Como yo había
adaptado mi furgoneta, y detrás había una
pequeña cama, en la que viajaba papá
acostado
leyendo
libros
y
periódicos,
37
decidimos que nuestro amigo, hiciera lo
mismo. El insistió en hacerlo en el suelo del
vehiculo, previamente adecentado y limpio, y
que mi padre lo hiciera en la camilla. No hubo
problema alguno, excepto cuando yo tuve que
tomar una mala y difícil curva, y aunque lo
hice con toda prudencia, y no había peligro
alguno, el volantazo provocó que mi padre, a
quien le sorprendió leyendo, diera una vuelta
inesperada y cayera de bruces, cara con cara,
nariz con nariz, pierna con pierna sobre el
sorprendido Santiago; las gafas de papá
quedaron algo torcidas y la nariz de Santiago
un poco magullada. Allí los dos, amontonados,
les fue difícil reincorporarse, dada la estrechez
soberana. Yo no podía detener el vehículo, la
carretera no me lo permitía, así que los dos,
con dificultades se incorporaron como
pudieron.
LA GRAN CAMPAÑA EVANGELISTICA
“BOETTICHER Y NAVARRO”.
EN
En Septiembre de 1980, tuvo
lugar una gran campaña evangelística, en el
campo de deportes de la empresa “Boetticher
y Navarro”, situada en el barrio de Villaverde
Alto, que duró aproximadamente un mes
completo. Todos los días, se evangelizaba, y
orábamos por los enfermos. Allí a diario
orábamos por los enfermos, y hubo milagros
constatados. Colaboramos todo lo que
pudimos con el desarrollo de la campaña, y
gracias a Dios, El se manifestaba con poder y
gloria. Quizá lo mas importante no eran las
sanaciones, que desde luego ayudaron a
muchas personas con diversas dolencias, sino
cómo el Señor se manifestó en las
conversiones.
38
Recuerdo que, a lo largo de este encuentro,
tuve un sueño­visión: El Señor me mostró que
debía entregar mi Biblia personal a una
persona. A aquel ejemplar, le tenía afecto, ya
que en ella, había escrito pensamientos,
versículos, e incluso mensajes que Dios me
había dado, y que por nada, estaba dispuesto
a soltar ese ejemplar. Era MI Biblia, y no había
otra para mí. Se me olvidó por unas horas el
mensaje del sueño, y al día siguiente, estando
en la oración por los enfermos, me encontré a
un padre desesperado por la enfermedad de
su hija. Al parecer, ese señor estaba
decepcionado, por que la pequeña no se había
curado. Todo permanecía igual. Aun lo
recuerdo perfectamente, casi como si su
rostro se hubiera reflejado en mi mente como
una fotografía.
Cuando amamos a nuestros hijos, intentamos
todo lo que esté a nuestro alcance para
ayudarles, en muchos casos, hasta la misma
renuncia personal a nuestros placeres,
llegando incluso a la misma ruina económica.
Aquel desconocido caballero, seguramente lo
había intentado todo, a la desesperada. Quizá
debió recurrir a la medicina una y otra vez, y
ésta a veces solo puede hacer lo que puede
hacer. Tiene un límite, pese a los avances
científicos. Al terminar me lo encontré, estaba
decepcionado, pero no sé por qué razón, salió
un oportuno deseo desde mi corazón, de
regalarle mí querida Biblia. El angustiado
padre, la aceptó y se la llevó introducida en el
carrito de minusválido de su hija. Nunca supe
nada más de él, no le volví a ver jamás, no
me dio tiempo ni siquiera a preguntarle su
dirección ni su nombre, pero lo que sí sé es
que después recordé el sueño: ¡Era la misma
persona!
En la retina de los recuerdos de aquellos días,
hay uno de ellos, que golpea mi corazón con
especial fuerza. Conocí a una familia, muy
39
humilde, que vivía, en el pueblo de Torrejón,
muy cerca de la antigua base militar
Norteamericana. Estaba formada, que yo
recuerde por los padres, muy humildes, y una
niña de aproximadamente diez u once años.
El padre, humilde taxista, había venido desde
su pueblo natal, como emigrante, para
trabaja, con el fin de hacer para los suyos un
porvenir, que tenazmente día a día luchaba
para conseguirlo, empleando para ello,
muchas horas al volante de su Seat 1500. Su
esposa, humilde costurera, que de tanto coser
para los demás, tenía que usar unas gafas de
cristal grueso. Recuerdo de ella, sus dulces
expresiones, y sus exquisitos modales al
hablar.
Su única, padecía una severa
enfermedad que la mantenía totalmente
postrada en una silla de ruedas, complicada
con un notable retraso mental. Era totalmente
dependiente de los suyos, no podía hablar. No
controlaba los espasmódicos movimientos de
sus extremidades. Los padres, pacientemente,
día tras día, venían todas las tardes, para
buscar la sanidad de su pequeña muy amada.
No obstante, el final de la campaña se
acercaba. Sería sobre el “veintitantos”,
cuando, al terminar el culto, decidí quedarme
con el fin de prestarles alguna ayuda con la
menor, que movía sus brazos de manera
descontrolada, una y otra vez, mientras, la
saliva salía por la comisura de sus labios. La
fina mano de su madre de cabello corto,
acarició el rostro inexpresivo de la niña,
mientras algunas lágrimas comenzaron a caer
en el pavimento del campo deportivo. Esas
gotas también lo hacían sobre mi propia
conciencia. La humilde costurera, que a lo
largo de los días, había visto y oído, sobre el
Poder de Dios, tras recoger en su sencillo
corazón de madre el mensaje diario del pastor
evangelista, miraba con fijeza a los ojos de su
hija. No hubo reproche contra Dios, ni una
sola queja, ni un preguntarse el por qué de su
40
no sanidad, nada, tan solo surgieron de sus
labios, un conjunto de palabras trémulas, que
lograron dejarme vacío de preguntas y lleno
de un mensaje de amor, que yo no esperaba
en ese momento:
­Si la enfermedad de mi querida hija, sirve para
que otros niños necesitados sean felices, yo la
serviré siempre a ella con todo mi amor, hasta el
final de sus días.­
Nunca vi. tanta generosidad. Allí aprendí como
es el amor de verdad, y por tanto, tomando
como figura al expresado por aquella mujer
sencilla, así es el amor de Dios, hacia toda la
Humanidad. El entregó a su propio hijo para
que todos pudiéramos ser felices. Tan sencillo
como eso, así de simple. Sin más. Todo lo
demás es pura añadidura y palabrería.
Hice amistad con Pedro un joven que padecía
parálisis cerebral, o algún mal neurológico
que le impedía moverse con normalidad pero
podía hacerlo y realizar su vida. No mantenía
bien su cabeza, y los movimientos de sus
brazos eran muy descontrolados, pero a pesar
de sus dificultades,
había aprendido a
caminar bastante bien, sin la ayuda de nadie.
Cuando corría, lo hacía de una manera muy
extraña, con los brazos abiertos, manos
cerradas, la cabeza de un lado para otro con
movimientos bruscos, pero lo lograba.
Quienes ya le conocíamos, no le dábamos la
mayor importancia. Siempre alegre, con su
Biblia en todo momento, compartía con quien
quisiera oír, el mensaje de Cristo. Toda su
infancia
de
hospital
en
hospital,
de
tratamiento medico, en tratamiento medico,
de aquí par allá. Antes de conocer a Cristo, su
cuerpo estaba por completo encogido, incapaz
del mínimo movimiento controlado por el
mismo. Los espasmos eran constantes, y no
obstante, desde el día que comenzó a orar, su
mejoría fue enorme, hasta el punto que pudo
41
ser una persona independiente casi por
completo. Uno de esos días de campaña,
estaba sentado en la parte mas alta de las
gradas deportivas, detrás del púlpito del
predicador, desde esa privilegiada posición
podía verme, pues yo siempre me situaba en
el terreno. Al finalizar, no quiso marcharse sin
despedirse de mí, y desde esa zona, comenzó
a correr, saltando, con el objeto de
alcanzarme. Le vi desde lejos, realizando su
extraña carrera, para él, llena de dificultades,
pues tenía que descender rápidamente. Me
quedé parado saludándolo, y él con mucho
ánimo y alegría, se apresuró. Una señora que
estaba con sus hijos sentada en las gradas
mas bajas, a mitad de camino entre los dos, le
vio venir, haciendo, extraños movimientos de
todo tipo, y se asustó tanto, que con toda
prisa, recogió a sus niños, apartándose lo
antes posible de quien se le venía encima.
No sé quien corrió más, él o ella. De lo que sí
estoy seguro es que el muchacho no se dio
cuenta. La mujer debió darse un gran susto,
pues, siendo ya de noche, con las luces del
campo apagadas, ver cómo aparecía de
pronto alguien así, corriendo hacia su donde
estaba ella, con los brazos casi en cruz, la
cabeza ladeada, y con un gesto forzado en el
rostro, sería algo que no se lo esperaba.
Pedro saltó la valla, como un deportista para
abalanzarse sobre mí, abrazándome lleno de
alegría. Era un cristiano que vivía a Cristo.
Poco después, tuve la oportunidad de
conocerle mejor pues como le había prometido
una visita a su iglesia, era mi deseo hacerlo.
Su alegre carácter llenaba el ambiente.
Siempre alegre, rebosaba simpatía por como
él decía: Cristo es Señor. Tanto deseo ardía en
su corazón que sin titubear un momento, a
pesar de las dificultades físicas que soportaba,
se iba con el resto de los miembros de su
iglesia a predicar puerta por puerta. Su
torcida boca, no era ningún impedimento,
42
para hacer lo que tenía que hacer, y las
notorias dificultades de pronunciación no le
servían de justificación cuando compartía lo
mucho que Cristo había hecho por él.
Me parece que era el tercer día de la
campaña. Todos, reunidos, en el campo,
frente al estrado pastoral, en el cual una
pancarta de tela, anunciaba:
“JESUCRISTO ES EL SEÑOR”
La predicación versó sobre el arrepentimiento
y la conversión. El pastor, con autoridad y
denuedo contó el testimonio de una mujer
ecuatoriana, que en la ciudad de Quito, había
sido prostituta a lo largo de muchos años,
pero la suerte le cambió cuando,
ella,
después de muchas vicisitudes, tragedias
personales, problemas de toda índole, en una
Gran Asamblea cristiana, decidió entregarse a
Cristo. Ella misma, contaba el predicador, se
hizo con el micrófono, para proclamar a los
cuatro vientos, que su vida había cambiado
con Cristo, y que en esa misma reunión había
hombres que la conocieron en su época de
prostituta, pero que gracias a Dios, pudo salir
de la “zona roja” a la Luz de Cristo.
El predicador
hispano,
contaba con la
cuantiosa ayuda de un grupo de creyentes,
que en ese momento intercedían por él a cada
momento, y quizá sea por eso, el Espíritu de
Cristo
descendía
sanando
de
males
espirituales a muchos. Al finalizar la oración
por las personas que estaban enfermas, oí un
tumulto. Una gran algarabía se apoderó de
cierta parte del público. No sabía que era lo
que estaba pasando, procuré abrirme paso
entre la multitud que nos apretaban, hasta
llegar al lugar del suceso, un joven paralítico,
muy grueso, que usaba un aparato ortopédico
para caminar y dos muletas, comenzó a
hacerlo, dando tímidos pasos, levantando las
43
muletas al aire. El jaleo fue grande, todos
gritaban: “¡Gloria a Dios!”. Aquella campaña
que duró todo el mes, supuso la conversión de
muchos que nunca habían escuchado la
palabra de Dios de esa forma. No sería la
primera, ni la única, por que a pesar de la
oposición de fuerzas sociales imperantes en
este país, nada ni nadie iban a poder frenar el
cambio que se nos venía encima, y no hablo
de cambios políticos que también, sino del
espiritual. A pesar de que desde la década de
los 80 España ha tenido un proceso de laicidad
social notable, quizá como respuesta a la
presión extrema realizada en el régimen del
General Franco, sin embargo, el crecimiento
exponencial, con dificultades desde luego, de
las iglesias de tipo evangélico, ha ido en
aumento. Entidades benefactoras como Betel,
Remar, y otras, dedicadas a la lucha contra la
droga, empezaron por entonces, hoy están en
todos los continentes de la tierra, con
numerosas obras sociales cristianas en
marcha en todos los frentes necesitados.
Filadelfia, la iglesia del pueblo gitano, ha dado
un salto cualitativo hacia delante. Asambleas
de Dios, bautistas, y otras denominaciones,
han visto ampliadas sus campos de trabajo y
misión. Y la Renovación carismática, ha
aumentado está soplando como un viento
recio en todas las iglesias.
44
Mi padre, con la cabeza
inclinada, orando por la niña
de Torrejón de Ardoz, que está
sujetada por sus padres. -“Si la
enfermedad de mi querida hija,
sirve para que otros niños
necesitados sean felices, yo la
serviré siempre a ella con todo
mi amor, hasta el final de sus
días”.-
1ª/
La
gente,
recibiendo al Señor.
2ª/Papa,
al
orar,
ayudando a caminar
a
una
niña
minusválida.
3º/”Jesucristo es el
Señor”.
Fueron decenas las
personas que contaron
testimonio de sanidad
física, pero muchas más
aquellas que a lo largo del
mes que duró la campaña,
se convirtieron a un Dios
vivo, que responde a las
oraciones. Mas tarde la
prensa publicaría artículos
completos sobre ese
acontecimiento público. La
Campaña de Boeticher y
Navarro pasó a la historia
como un punto de
reflexión y de inflexión
para muchos.
45
EL GOLPE DE ESTADO 23­FEBRERO­1981
Fui a filas, es decir, a prestar mi
obligación con el
Estado, para hacer el
Servicio Militar, que por ese entonces, y hasta
hace poco, era obligatorio para todos los
españoles mayores de 18 años. Por diversas
razones, yo lo hice a los 24 años. El
Campamento de Instrucción lo realicé en la
bella
ciudad
extremeña
de
Cáceres,
patrimonio de la Humanidad, por su casco
urbano medieval, de indudable valor artístico.
Extremadura es una comunidad, excitante,
cautivadora, cargada de presencia humana
desde la Prehistoria. Sus paisajes naturales
son de enorme belleza natural, se respira a
campo por donde se vaya. Sus ciudades han
acumulado tal patrimonio del ayer, que pasear
por ellas es todo un deleite para el ánimo. Sin
embargo, poco pude ver de esa parte de
España, por que a lo largo de los tres meses
de instrucción militar, no me permitieron salir
fuera
del
campamento.
Allí
en
mi
campamento, entre reclutas como yo, y en la
convivencia obligada tuve la oportunidad de
dar testimonio de mi fe cristiana. Andaba con
la Biblia por todos los lugares, y no tenía
46
preocupación por la misma, ya que si la
perdía, me la devolvían. Tenía ciertos temores,
sobre mi fe, pensaba que podría ser un
obstáculo, otros cristianos evangélicos, si
tuvieron problemas, en esos años, pero desde
el primer momento, me propuse ser uno mas,
pero con mi fe inmutable. No me iba a ocultar,
ni debía hacerlo. Desde el comienzo, me
presenté como lo que era, cristiano de fe
evangélica. La convivencia fue en general muy
buena, incluso mis superiores, no objetaron
nada al respecto. Al finalizar la Instrucción
Militar, me destinaron a Madrid, pero antes de
integrarme a mi nuevo destino, al cuartel de
Sanidad Militar “Arteaga” en Carabanchel Alto,
Madrid, me gasté cuanto dinero pude,
comprando numerosos libros de : “ La Cruz y el
Puñal” y “Corre, Nicky, Corre”, para regalárselo
a todos mis compañeros . Para mi eso fue
algo perfecto, ya que me quedaba en casa,
junto a mis familiares. Al llegar a mi ciudad,
coincidió que estaba de baja por enfermedad,
pues había alegado ciertos problemas en mis
pies. Tenía que ir al Hospital Militar “Gómez
Ulla”, para unas sencillas revisiones. No
necesitaba ir uniformado, y estaba residiendo
en mi propia casa, unos días. Era una época
de cambios muy rápidos en la sociedad
española, porque por ese entonces, era
Presidente del Gobierno, Don Adolfo Suárez,
que la frente del partido que le sustentaba, la
U.C.D. El presidente, estaba atravesando por
un momento político muy duro, pues había
presentado la dimisión tanto de su partido
como de la Presidencia del Gobierno. Suárez,
con el apoyo de SM el Rey, ha sido quien de
forma muy valiente fue capaz de traer la
democracia a nuestro país, mediante un
proceso de trasformación política del anterior
régimen, llamado: “la Transición”, un ejemplo
de cambios drásticos sin violencia. Ha sido
siempre
un
hombre
muy
honesto,
consecuente y muy valiente, pues tenía
47
delante de él toda una estructura social y
política llena de elementos subversivos
enquistados heredados de la época de Franco.
España empezaba a caminar en Democracia,
torpemente pero con firmeza. Los españoles
tuvimos que aprender a sentarnos para
dialogar, desde todas las opciones políticas. En
las Cortes Generales se aprobaron leyes
fundamentales que salvaron a la nación de un
desastre. Aun estaba muy claro el recuerdo de
la Guerra Civil, habíamos llego a la boca de
salida del túnel oscuro del Franquismo, y los
miedos eran públicos y notorios. Sin embargo
la sociedad española estaba llena de ilusiones
para el futuro, había un encanto general, se
veía, se respiraba, se tocaba y se sentía.
Aquel 23 de Febrero, estaba yo en mi chalet
de Perales de Tajuña, con mis padres. Tenía
que ir en esa semana al Gómez Ulla, para una
revisión sencilla, por lo cual disfrutaba de una
baja en el Servicio Militar. No podía ni
sospechar lo que esa tarde sucedería en la
nación. Recuerdo que ese día, aunque frío era
soleado, y me dio por pensar cual sería mi
decisión si acaso en España, unos decidieran
volver al pasado reciente y otros, optaran por
la Democracia recién estrenada, yo optaría por
la Libertad. Lógicamente, como cristiano, mi
decisión estaba encuadrada en el amor, en el
servicio a mi país en la fe, nunca por la
violencia. Fuimos esa tarde a casa de mi
hermano Florentino en Villaverde Bajo,
pasando algunas horas con ellos. Al regreso,
cenamos y nos fuimos a dormir. A las once de
la noche, papá, muy excitado y nervioso me
despertó bruscamente, para decirme:
­“¡Han dado un Golpe de Estado!”­
No hice mucho caso,
algún país de Centro
en Honduras,
así
poco más, pero mi
pues pensé que sería en
América, en Nicaragua o
que opté por dormir un
padre estaba viendo la
48
televisión española en su habitación, aquello
me pareció ya muy raro. Me senté a su lado, y
no creí lo que veía: un grupo de Guardias
Civiles, apoyados por la División Brunete,
había entrado en el Parlamento Español, y
bajo el amenazador mando del Teniente
Coronel Tejero, el Gobierno y todos los
partidos políticos presentes en las Cortes
fueron secuestrados a punta de pistola. El
país, enmudeció de miedo e incertidumbre.
Varios generales apoyaban el golpe. Milans, en
Valencia, sacó todos los tanques a la calle y
tomaron posiciones estratégicas. Todas las
tropas fueron acuarteladas en toda la nación.
El General Armada, que había sido ayudante
del Rey también, apoyaba la operación, iba a
ser quien se hiciera cargo de la presidencia del
Gobierno impuesto por ellos. Los franquistas
se frotaban las manos de alegría, y al
recuerdo colectivo llegaron imágenes de la
Guerra Civil. Fue la noche mas larga de la
Democracia. Pocos fueron los españoles que
se fueron a dormir esa noche. Todo el mundo
esperaba qué iba a hacer el Rey de España,
pero pocos sabían que los cristianos clavaron
sus rodillas en el suelo, y comenzaron a orar
con insistencia, con un clamor más fuerte que
el ruido de las ruedas de los tanques
valencianos.
­“¡Señor toma tu control de esta terrible
situación, que el golpe de estado no siga
adelante, Señor, ayuda a nuestra nación”­
Oramos en casa con toda nuestra fe y
confianza. Días más tarde, Ángel, el pastor
gitano me decía:
­“El Señor me puso a orar, yo que nada tengo
que ver con la política, y sin embargo estuve
toda la noche orando”­
Sería aproximadamente a la una de la
madrugada cuando el Rey, habló a la nación
49
para apoyar explícitamente a la democracia,
dando órdenes a todos las capitanías
generales de los tres ejércitos: Tierra, Mar y
Aire, de apoyo al Gobierno democrático, y
desautorizando al Golpe. Su misma residencia,
la
Zarzuela,
se
dijo
después
estaba
amenazada por tanques. Las tranquilizadoras
palabras de Don Juan Carlos, fueron un alivio
para la nación, pues poco después, todos los
grupos que habían participado en la trama, se
fueron deshaciendo. Los mismos guardias
civiles que entraron en el Parlamento, lloraban
de alegría al saber que la Democracia había
sido salvada, pues muchos confesaron, que
habían ido allí engañados por sus superiores,
ya que les dijeron que iban a proteger la
Institución de un ataque terrorista de E.T.A.
Fue todo un espectáculo ver a estos militares
saltar por una de las ventanas, hacia la calle.
Poco después, bajé a Madrid para la revisión
en el Hospital, y recuerdo que pasé por
Capitanía General, dando un paseo, de civil,
sin uniforme. Aun se respiraba la tensión en el
ambiente. Acercándome a un soldado que
hacía guardia, algo que no se debe de hacer,
hablé con el, diciéndole que yo era soldado.
Me dijo que me fuera lo antes posible, que
como los superiores se enteraran, así tal y
como yo estaba, de civil, me pondrían a hacer
guardias con un
fusil, pues el ambiente
estaba muy tenso, que no me preocupara de
nada, y que en todo caso, esperara alguna
carta de mis superiores, que hasta que ésta
no llegara, que estuviera tranquilo en mi casa,
pero sin aparecer por ningún cuartel militar
del tipo que fuere. El Viernes de esa semana,
el pueblo se echó a las calles, organizándose
impresionantes manifestaciones a favor de la
Democracia, y allí estaban decenas de miles
de evangélicos, con el resto de los
ciudadanos, todos unidos, por que Dios tenía
un plan para esta nación. En Democracia hay
libertad de cultos, es uno de los derechos
50
humanos fundamentales, y gracias a esa
libertad, los cristianos podemos predicar como
y en donde deseemos hacerlo, alcanzando así
a numerosas personas que de otra manera,
seguramente nunca habrían escuchado el
amor de Jesús. Las iglesias evangélicas habían
soportado bajo el régimen del General,
numerosas presiones que impedían
el
desarrollo normal de la fe. En los primeros
años, la persecución fue muy dura. Tras la
Guerra Civil, numerosos templos fueron
cerrados, las Biblias se reutilizaron para
imprimir
periódicos
del
Régimen.
Los
creyentes eran apedreados, los ministros
humillados, y encarcelados. Posteriormente, al
cabo
de los años,
esa presión fue
disminuyendo, pero muy lentamente. En los
últimos años de vida del General, sí hubo una
tímida apertura religiosa, se permitieron las
iglesias, y ésta comenzaron a crecer, pero
muy controladas desde la superioridad. Sin
embargo no se permitía la predicación del
Evangelio, y ningún tipo de proselitismo
público. A los pastores evangélicos no se les
permitía cotizar a la Seguridad Social, y los
problemas burocráticos para hacer cualquier
cosa eran aun muy fuertes. Sabíamos que
Dios estaba abriendo las puertas a su obra
utilizando los cambios sociales y políticos que
estaban sucediendo. La normalidad se adueñó
de nuestra sociedad, hasta en el día de hoy.
En el culto del domingo posterior a esa terrible
semana, todas las oraciones convergieron en
un mismo clamor:
­“Tu eres Dios, y has tomado el control de la
situación en España, gracias Señor, por que has
salvado a este país, y por que nos podemos
reunir en libertad para alabarte y bendecirte
constantemente”­
ESPAÑA QUIERE SURGIR, BROTAR………..¡TODA UNA
ESPAÑA EMPIEZA.
Antonio Machado. Según Antonio Gala, en
Paisaje Andaluz con Figuras I.BCA, Anel, Granada , 1984
51
Mantente firme y persevera, aunque la
dificultad sea grande. Dios ha planeado el
momento en que te ayudará.
BASILEA SCHLINK
Sería, creo yo, en el
verano del año 1982.¡Fue un
viaje maravilloso!. Recorrimos
la carretera de Extremadura,
en nuestra vieja furgoneta
Sava-J4
Pegaso ,
de
color
amarillo. A mi madre le
encantaba
hacernos
unos
bocadillos de chorizo o de jamón.
Aprovechando
un
delicioso
rincón de la foresta extremeña,
junto a un riachuelo, oramos al
Señor, rogando por la bendición
del viaje. A papá le encantaba
orar en el campo, era donde
mejor se encontraba ante el
Señor. Aquí les fotografié en ese
preciso instante. Llevábamos a
Madrid muchos testimonios del
poder de Dios en la provincia de
Huelva. En la foto, ella señalaba
al cielo: ¡Allá van nuestras
oraciones!.
ALMERIA Y LOS GITANITOS
“SOBRE TI HE FIJADO MIS OJOS Y TE
HARÉ ENTENDER EL CAMINO POR EL
CUAL DEBERAS ANDAR”
Cantaban
los
jóvenes
en
rehabilitación de la Comunidad de Ágape, en
Málaga, bajo la dirección de Daniel del Vechio.
1984. Íbamos desde Huelva, hasta Almería.
Solíamos parar unos días en esa comunidad
naciente. Mamá, siempre dispuesta a ayudar
52
les llevaba varias bolsas de naranjas y de
patatas. Todos ellos habían estado en drogas
y sin embargo Cristo les cambió por completo.
Hoy algunos de ellos, son siervos de Dios
liderando
organizaciones
cristianas
mundialmente reconocidas. Aquel estribillo,
golpeó mi corazón a lo largo de varios meses.
Sabía que el Señor, me estaba diciendo algo,
pero no lograba encontrar ese versículo en la
Biblia, pero allí estaba. De haber tenido una
Biblia con concordancia, no habría tardado
tanto en encontrarlo. Vivíamos en esa época
en el piso alto, en donde anteriormente se
concentró “Juventud con una Misión”, que
daba a la carretera, y desde su balcón, se
contemplaba, parte de la vieja muralla árabe
de San Cristóbal, a lo lejos en pleno horizonte.
Agosto, es un mes muy caliente, y apoyado en
el borde de la barandilla del balcón, recordé
de nuevo esa estrofa­versículo. No podía
esperar mas, Dios me estaba hablando,
precisaba encontrar el mensaje en la Biblia.
Oré al Señor en mi corazón y al abrir la Biblia
de pronto ¡allí estaba!. Salmo 32:
-“Sobre ti he fijado mis ojos y te haré
entender el camino por el cual deberás de
andar”
Contemplando, la vista que desde allí se me
ofrecía de la ciudad de Almería, al fondo, el
conjunto vagamente amurallado del Cerro de
San Cristóbal, integrado en el sistema
defensivo medieval de La Alcazaba, me quedé
meditando en ese versículo que ante mi se me
había abierto, y que era aquel, que por mucho
tiempo intenté buscar, procedente de esa
“alabanza” malagueña que un par de años
antes había oído. No sabía exactamente qué
era lo que el Señor me había dicho y el por
qué, no obstante sabía que tenía un mensaje
claro para mi.
53
­Señor,¿Que quieres de mi vida?­ Me pregunté
contemplando las montañas rodeantes de la
ciudad,
mientras
el
sol
mediterráneo
calentaba mi cuerpo.
Tardaría tiempo en saberlo, quizá meses o un
par de años. Pero en todo ese tiempo, el
versículo daba vueltas en mi cabeza, hiciera lo
que hiciera, estaba allí, en mi memoria.
Viajamos diversas veces a Madrid, incluso
seguíamos viviendo y residiendo en su
Provincia, concretamente en Perales de
Tajuña. Igualmente, nuestros desplazamientos
a Huelva eran constantes, y al hacerlo,
pasábamos una y otra vez por Málaga. Vimos
crecer
aquella
congregación
de
extoxicómanos, bajo el pastorado de Del
Vechio. Fuimos testigos de cómo Dios se
movía entre los que antaño habían tenido
adicción a las drogas, obrando prodigios en
sus vidas, sanaciones, liberaciones de
demonios, bautizos en el Espíritu Santo,
conversiones reales. En lo poco que podíamos
siempre les ayudábamos. En una ocasión, al
regresar desde Huelva, en nuestra furgoneta
de color amarillo, tuvimos una gravísima
avería de motor, pues mi hermano, extrajo el
aceite usado, para cambiárselo por otro
nuevo, pero no colocó bien el filtro en el
motor, de modo que al llegar a la provincia de
Málaga, el vehículo, justo en la puerta del
Centro Cristiano “Ágape”, de Del Vechio,
reventó su motor, con una humareda tóxica,
que salía de su interior. Se quedó sin aceite.
La avería ascendió a 65.000 pesetas de la
época, unos 400 Euros de ahora mas o
menos. Mucho dinero, para aquella época.
Papá de nuevo haría alarde de su buen
carácter, pues, aunque la rotura fue muy
seria, y que cambiaría todos nuestros planes,
no perdió los nervios. Por suerte estábamos
en “Ágape”, y allí por unos días, podíamos
comer y dormir. Papá oró al Señor, confortado
54
por el ánimo de mi madre, pensando los dos
que quizá era un plan de Dios todo aquello. De
modo que decidimos trasladarnos a Madrid, en
vez de ir a Almería, dejando la furgoneta en
un taller cercano a la iglesia, a escasamente
300 metros. Quizá se hizo así por que era
probable reunir ese dinero, en la Capital del
Reino de España. Además allí teníamos otro
vehiculo con el cual trasladarnos hasta el
centro para hacer las
gestiones que se
precisaren. Yo no era totalmente consciente
de la necesidad económica de mi familia en
esos momentos, seguramente por que papá
nos infundía siempre un espíritu optimista en
la necesidad. El oraba en la habitación. Un
mes después de la avería me dijo que
regresaríamos a Málaga, pues no sé cómo
pude reunir parte de ese dinero que se
adeudaba al taller. Lo hicimos en avión. De
nuevo en la capital de la Costa del Sol, en el
Centro Ágape, pudimos estar unos días más
con los muchachos. Se abonó la factura, y nos
hicimos de nuevo con la furgoneta, y
aprovechando
que
allí
estábamos
se
aprovechó nuestra presencia para usar mi
vehículo como medio de transporte al centro
de la capital, con el fin de hacer campañas de
evangelización
entre
la
juventud
mas
necesitada. Allí en la popular calle Larios, se
hizo contacto con un joven traficante español,
que había venido a Málaga, para comprar
droga, siendo portador de casi sesenta mil
pesetas. Aquel muchacho, tras oír el
testimonio de conversión de los chicos de
Ágape,
decidiría
posteriormente
acompañarnos hasta el centro Cristiano, con
el fin de quedarse allí unos días. Papá, que
trajo el dinero prestado para poder sacar la
furgoneta del taller, contaría allí en un
testimonio público, que por fe sabría que el
Señor le proveería para devolver lo antes
posible ese dinero. El muchacho, que escuchó
impresionado el relato de mis padres sobre lo
55
que el Señor estaba haciendo en nuestros
viajes, hablaría con papá aparte durante unos
segundos para decirle:
­Don Eduardo, he oído su testimonio, y pienso,
que si usted necesita ese dinero, yo estoy
dispuesto a darle mis 60.000 pesetas, pues mejor
están en sus manos que en las mías. Usted sabe,
que he venido para “comprar”, pero creo que
está mejor en sus manos que en las mías­
En difícil situación se vería mi padre, ante ese
ofrecimiento, pues aun sabiendo que lo hacía
de corazón, y que quizá el muchacho pudiera
ofenderse ante la negativa de mi padre,
prefirió
optar
por
no
aceptárselo,
agradeciéndoselo de antemano y muy
sinceramente. No lo hizo por orgullo, sino por
precaución. De cualquier manera, mis padres,
obtuvieron ese dinero que pudo ser devuelto,
en cuanto al joven, allí se quedó en el Centro
Ágape. No compró droga. Muy apurado por la
mala situación en la que estábamos inmersos,
papá comentaría de la misma a la esposa de
un conocido pastor evangélico, y cual sería su
respuesta que nos quedamos fríos ante la
misma. Un joven que había ido a traficar, tuvo
más solidaridad que otros.
Viajamos de nuevo hasta Almería, con el fin
de pasar el mes de Agosto en nuestra casa. Yo
siempre he tenido en mi corazón al pueblo
gitano, y sin miedo alguno, paseaba con
placer por uno de los barrios más populares y
quizás más marginados de la ciudad, La
Chanca.
Al pie de la Alcazaba, que domina la Bahía y el
Puerto, se extiende, como un manto, un sin
fin de casitas blancas, que se apiñan a lo largo
de las faldas del monte sobre el cual se eleva
la fortaleza hispano árabe. El blancor de las
fachadas de las casas, y las multiformes
callejas y callecitas que conforman la barriada,
56
no pueden ocultar el griterío infantil, que
desde las almenas del Castillo se dejan oír. El
Sol de Agosto, calentaba las humildes casitas
repletas de familias gitanas. Mis paseos por
esos lugares, al comienzo con cierto temor,
pues al no ser vecino de la Chanca, un
verdadero desconocido, algunos vecinos
podían desconfiar, se hicieron cada vez mas
frecuentes, llegué a amar y a integrarme en
ese abigarrado, y tortuoso, barrio almeriense,
conociendo a muchos de sus vecinos,
hablando con ellos, gitanos o payos por igual.
Con mi máquina fotográfica, recorría las
abruptas zonas de cuevas, en donde descubrí
que también en España, había necesidades
apremiantes, y miseria social. Las penurias
económicas de muchas familias modestas y
pobres que hacían lo imposible para sobrevivir
en una Almería, que comenzaba a despuntar
económicamente gracias a la industria de los
nacientes invernaderos agrícolas del Poniente
almeriense. Muchos niños, en su mayoría de
etnia gitana, lampaban en esos años, por las
calles sin asistir a la Escuela­Puente, que para
ellos ya funcionaba en la zona, con relativo
éxito. La Chanca era un barrio donde se
realizaban numerosas actividades educativas y
culturales promovidas por las asociaciones
vecinales al ampara de la democracia naciente
en el país. Yo ajenos, a todo eso, y con ese
versículo rondando mi mente, paseaba una y
otra vez pisando las piedras de callecitas sin
asfaltar, hablando con unos y otros, de
cualquier cosa.
Algunos chiquillos descalzos se apiñaban a mí
alrededor. Confieso, que su compañía me era
muy agradable simpática. Me sentía cómodo
con ellos. Otros, sentados sobre los bordillos
de las aceras, fumaban algún que otro cigarro
con total tranquilidad mientras jugaban a
lanzar piedras a cantos gatos se le ocurrían
pasar por allí, entre risas y carcajadas
57
infantiles y humo que salían de sus jóvenes
pulmones de tabaco consumido. Aquel extraño
“payo” que era yo, era el punto de sus
risotadas. Yo lo sabía, pero no me importaba
nada.
Como ya residíamos en Almería, no había día
que me paseara por sus calles. Con una Biblia
católica de bolsillo, me mezclaba entre los
vecinos de la Chanca. Otro de mis motivos,
era, buscar, en los alrededores de la Alcazaba,
restos arqueológicos árabes, que aunque muy
deteriorados, resultaban significativos, y los
encontré, ¡vaya que si los encontré!. Pronto
hice una colección que fui entregando a los
Fondos del Museo Arqueológico provincial, con
el regocijo de los arqueólogos. Es pues, la
Chanca, junto con la Almedina, el origen de
Almería. En aquellos años, no había iglesia
evangélica gitana allí. Nadie aun había llevado
el Evangelio a esas gentes. Recuerdo con
curiosidad que una vez, al llevar la pequeña
Biblia en el bolsillo trasero del pantalón a
modo de “cartera de documentos”, algo
peligroso sin duda, paseaba por una de sus
principales calles. Un joven, se situó a mi
lado, para preguntarme no sé que cosa, y otro
por detrás, se acercó con la idea de robarme
esa supuesta “cartera”. Me volví y le dije:
­¡Es una Biblia, lo que llevo, es la Palabra de
Dios, lo único que te puedo dar!­
No sé si es que fui valiente, o les di miedo, o
cualquier otra cosa, pero se quedaron los dos
como petrificados durante unos segundos, y
de
forma
muy
amable
desestimaron
convertirme en una de sus víctimas.
Había en ese barrio algunas zonas muy
populares, de rancio sabor almeriense, y de
fuerte presencia gitana, una de ellas era la
“Cala­Mina”, otra, las “Cuevas de las
Palomas”,
ó las “cuevas del Pecho”,
58
“Chamberí”, “Calle Potera”, etc.........lugares
en los cuales, sus vecinos, vivían mas en las
calles que en sus minúsculas casitas. Familias
numerosas, se apiñaban como podían en sus
interiores. Por las estrechas, o subían ó
descendían en desbandadas chiquillerías
gitanas gritando y jugando. Niñas gitanas muy
jóvenes, de tan solo once o doce años,
cargando con sus hermanitos mas pequeños a
cuestas, y con bolsas de comida, de manera
cansina hasta llegar a sus humildes hogares
de puertas antiguas, añejas tapadas por
cortinas de no sé que época. No me explico
cómo los ancianos, podían subir por esos
tortuosos lugares, en los que a mi se me
doblaban los tobillos, al pisar, cada dos por
tres. Con mi Biblia, como única arma, hablaría
con unos y con otros. No sé si me escuchaban
por pena, por misericordia, por risa, o por ver
cómo pronunciaba yo las palabras, pues no
soy almeriense, ni andaluz, pero el caso es
que poco a poco una pequeña congregación
callejera comencé a tener.
Todos los días, antes de ir, en oración, y en
casa, me presentaba ante el Señor, y sin
dilación me daba mi dominical paseo por ese
barrio. No tenía ni idea de cómo resultaría
aquello, pero Dios, sabiendo que mi corazón
era confiado en su palabra, haría lo demás. La
“Calamina”, era una zona del barrio, con un
buen conjunto de casitas apretadas, unas
contra
otras,
de
sabor
arabizante,
mediterráneo, con aroma almeriense, entre el
monte de la Alcazaba, con sus cactus
“Chumberas” los montes de Sierra Gádor. Allí
en plena calle, con la potencia de mi voz, y
colocando mis manos a la altura de mi boca a
modo de altavoz, comencé a predicar, a la
puerta de una vetusta “tasca” en donde
vendían vino y cervezas, capitaneado por la
bandera de Andalucía, que hondeaba al aire
libre de las brisas que soplaban desde el mar.
59
Yo sentía, cómo el Poder de Dios descendía allí
mismo, en un lugar tan marginal como aquél,
rodeado de una multitud de gitanitos de todas
las edades, que me escuchaban embobados
con la boca abierta, y ante la atenta mirada de
las madres y abuelas de esos niños. Los
hombres,
permanecían
impasibles
absorbiendo sus vasos de vino, aunque
muchos, queriéndolo o no, entre sorbo
y
sorbo fijaban su vista en mi y sus oídos en mis
palabras.
­“¡No he venido, tan solo para ver este hermoso
barrio, he venido mayormente para anunciar las
buenas nuevas, del evangelio de Cristo, a la
Chanca. Hoy puedo decirte que Dios os ama,
que hay un poder inmenso que ha de cambiar
vuestras vidas, que Cristo vive, y que El puede
haceros salir de las drogas o del alcohol. Dios es
inmensamente maravilloso, y su poder puede
cambiar ti vida. Necesitáis a Cristo, y a éste
crucificado. El ha resucitado, y su Poder está
aquí, para sanar, para convertir, para hacer
algo maravilloso entre los gitanitos de este
barrio. ¡Cristo vive!, ¡está vivo!”­
Allí, como si se tratara de un púlpito real, me
movía yo de un lado para otro, invitando a los
vecinos a escuchar la Palabra de Dios. Tan
solo de vez en cuando mis padres me
acompañaban, pero en realidad, yo quería
hacerlo así, que
la gente me conociera
directamente.
Con rapidez, mi presencia, trajo comentarios,
y en pocos días, todo el barrio, sabía que uno
del “curto” andaba suelto anunciando el Poder
del Evangelio. ¿Qué era eso del “curto”?, yo
no lo sabía, hasta que entendí “culto”, es
decir, uno de la iglesia evangélica. Día tras
día, cuando no predicaba, hablaba, cando no
hablaba, andaba, pero allí estaba. Conocí a un
muchacho, por ese entonces, muy joven que
estaba recién casado, y ya era padre de una
60
criatura de un año de edad. Con el paso del
tiempo, Paco y yo hicimos muy buena
amistad, que ha perdurado hasta la
actualidad. Mi amigo, ha tenido una larga
descendencia, algo propio en las familias
gitanas, y es cristiano desde aquellos años. El
verdadero y único pionero, en el evangelismo
entre los gitanos de la Chanca, en Almería, fui
yo, por la única y gran misericordia de Dios.
En las calurosas tardes, del mes de Agosto,
me acercaba dando una vuelta en vieja
bicicleta, subiendo sudorosamente, la cuesta
de la calle “Mampara”, en “Pescadería”, la zona
de la Chanca con mayor vocación marinera,
por que allí, vivía mi amigo Paco. Aparcando
junto a en su diminuta casa, nos íbamos
andando de un lado para otro, con el noble
propósito de anunciar la Obra de Dios. Desde
allí, hasta la “Calamina” hablábamos los dos
de temas bíblicos que él no conocía pero que
yo le enseñaba. Tenía verdadera hambre de la
Palabra de Dios. Decididos a protegernos del
duro sol, me dijo que lo mejor sería alquilar
una de esas casitas, y que él conocía al suegro
de su cuñada, quien tenía una por allí. Así lo
hicimos, y el hombre, un caballero gitano a la
usanza antigua, no dudó en cedernos una que
él tenía cerrada a cal y canto. Bien situada, la
casa, no era mas, que un enano local de
exiguas dimensiones, con un comedor mal
construido, y con mucha humedad en las
paredes, y una cocina que bien podría ser la
de las muñecas “Barbis”, si es que eso era la
cocina, algo que nunca supe, y me parece que
detrás tenía un habitáculo que el dueño
llamaba eufemísticamente: “habitación”. No
había servicio, por que éste era comunal, y
estaba fuera, para ser compartido por los
vecinos. Tampoco lo necesitaba. Sin muebles,
y sin nada, Paco y yo nos la ingeniamos para
hacernos con un tablón de madera, usado, de
una obra de construcción, al cual le colocamos
61
unos ladrillos a modo de “patas”, uno a cada
lado. Allí, la gente sentada, escucharía mis
prédicas, Biblia en mano. ¿Quiénes iban a
escuchar la Palabra
de Dios?, Paco y un
puñado de niños del barrio, que de vez en
cuando organizaban un buen jaleo, muchos de
éstos niños, al terminar, salían a la calle para
fumar. Eso era todo. Debíamos, terminar
pronto, pues la “casa” carecía de luz eléctrica,
y me era difícil, leer con la escasa luz solar
que penetraba por el triste ventanuco. Las
paredes eran deprimentes, mal acabadas,
revestidas con un cemento basto que
recubrían de cualquier manera los ladrillos, y
pintadas a brochazos con varios colores
superpuestos. No teníamos nada, pero había
algo muy dentro: una gran felicidad interna.
Un matrimonio cristiano, gitanos, residentes
en Málaga, a los que habíamos conocido allí
un año antes, y que eran del pueblo
almeriense de Gádor, muy cerca de la capital
de provincia, me habían dado la dirección de
sus parientes de esta villa. Resultó que
Antonio, el propietario de la casa, era también
de allí.
No estuvimos mucho tiempo en esa
rudimentaria casa, pues el anciano la precisó
no sé para que cosa, pero era lógico, se la
alquilé con esa condición. De nuevo a la calle.
Mi amigo y yo decidimos buscar algo cerca de
su casa, y allí nos encontramos con un local,
algo más grande que el anterior, pero tan
pobre como él. De nuevo, “fabricamos” un
banco para sentarse, algo mas estable que el
otro, hecho a base de dos ladrillos y un largo
maderón manchado de cemento y pintura
seca. Los asistentes aumentaron un poco
mas: Paco, su mujer, y Rafaela su cuñada,
junto con la niñería del barrio, hoy uno de
esos niños es un notable cristiano, honrado
trabajador y padre de familia ejemplar. De
nuevo al cabo de un mes, la misma tesitura,
62
tuvimos que dejar ese local, por requerimiento
del propietario, pero yo no cejaba en mi
intento evangelizador a lomo de bicicleta y
Biblia en mano. Me introduje en las cuevas
cercanas, de ambiente “sórdido”, de las que
salían niños de corta edad desnudos por
completo a causa del gran calor veraniego
reinante, de piel muy morena, bronceados
como si hubieran pasado por una gran
tostadora,
de cabellos sucios, revueltos y
largos. Pedía permiso para entrar, nunca
obtuve un “¡No!” por respuesta. Los ancianos,
charlaban conmigo siempre que la ocasión lo
permitía. Y allí con la Biblia, les predicaba la
Palabra de Dios, como si fuera uno mas de
ellos, uniéndome a sus costumbres y
hablándoles frases completas en su lengua
perdida: “el Caló”. Ellos, delante de mí no se
atrevían a hablar mal de mí en caló, por que
sabían que yo lo entendía, y en muchos casos,
lo hablaba mejor que ellos. En una de esas
cuevas, moraba un muchacho de mi edad, al
cual le había invitado un par de veces a tomar
unos cafés juntos, en el único bar que había
en el barrio. Quise ganarme su amistad, pero
a pesar de ser cordial conmigo no lo conseguí.
Nunca tuve problemas con él, pero poco
después me enteré que no estaba de acuerdo
con mis visitas, por que siempre que iba yo a
predicar a Cristo, algo malo sucedía en su
“barrio de cuevas”, así que llegó a pensar que
yo era portador de “mal de ojo” una especie
de creencia popular muy extendida en algunas
zonas de España, que solo trae maldición y
problemas de todo tipo. Yo nunca supe nada
de eso, pero eso me serviría para entender
que fue lo que pasó en realidad, en esas
cuevas, y el por qué los vecinos cambiaron de
actitud hacia mi, solamente con la frialdad. Él,
se opuso, ya que las cosas, cuando iba, no le
iban bien. Meses después fue detenido y
encarcelado. Al parecer tenía contactos con el
mundo del tráfico de drogas. Lo que nunca
63
supo, es que no era yo el culpable de que allí
sucedieran cosas extrañas, sino el diablo,
quien conocedor de la labor que se estaba
desarrollando, alteró todo el ambiente contra
la Biblia. Quizá tendría algo de razón por que
cuando un cristiano decide trabajar bajo las
manos de Dios, los malos espíritus se
revuelven. La presencia del Espíritu Santo,
crea una verdadera tormenta en donde se
mueva. Paco, conocedor del ambiente, y de la
forma de pensar de los vecinos, me invitó a
hacer los cultos en su propia casa. Allí se
reunía un nutrido grupo de personas, en este
caso todas mayores de edad, y jóvenes
también. El con una sencilla guitarra, cantaba
“alabanzas” al estilo gitano. La apretada
agrupación, se hacía sitio conforme podía
entre los muebles de su casa, y allí y así
comenzó la obra de Dios entre los gitanos de
la Chanca. Con muchos “altibajos”, quizás con
mas “bajos” que “altos”, pero daba igual, algo
se dejó sembrado allí. Muy poco tiempo
después vinieron los primeros pastores
gitanos de la iglesia de Filadelfia, quienes
continuaron la obra. Ellos nunca han
reconocido que el pionero de la obra de Dios
entre su pueblo, en ese barrio, fui yo un payo,
pero eso da igual, por que en definitiva, aquí
lo menos importante es quien fue si no que el
verdadero iniciador de Toda la Obra, es Cristo,
nadie y nada mas. Se estaba cumpliendo el
mensaje
del
salmo,
que
sirve
de
encabezamiento a éste capítulo. Así se mueve
Dios. Teresa de Jesús en el siglo XVI,
escribiría:
­“Dios escribe recto en renglones torcidos”­
Gádor es un pueblo de la provincia de Almería,
muy antiguo. El caserío se aprieta entre un
puñado de cerros de la Sierra de Gádor, y el
río Andarax, repleto de naranjales que se
pierden en la lontananza. Cuando todos están
en
flor, el olor del
azahar embriaga los
64
sentidos y extasía el alma. Entre los árboles
frutales, solía aparcar mi viejo automóvil,
Renault­4­L, para descansar. No quería entrar
directamente en la casa de mis nuevos amigos
gitanos de este pueblo. La verdad es que no
sé como llegué a hacer amistad con ellos.
Quizá sería, por que Rafael y Rosa, que vivían
en El Palo, Málaga, hermanos en la fe, eran
oriundos de Gádor, y allí tenían buena parte
de su familia. Al llegar al pueblo, en vez de
subir por las callejas empinadas que llevan
hasta el barrio de casas cuevas de la villa,
poblado por familias de esta etnia, prefería,
doblar a la derecha, encaminándome hasta el
seco cauce del río, cubierto como un manto de
naranjales. Allí, entre árbol y árbol, abría las
puertas del vehículo, para dormir un poco,
dejándome invadir por el suave aroma del
azahar, la flor que con el paso del tiempo se
convertirá en ese dulce fruto colorado repleto
de vitamina C. Dulce manjar de los dioses, si
éstos existieran como dirían los antiguos
romanos. Posee la villa
las ruinas de un
castillo alcazaba árabe, del que por desgracia
se conserva tan solo unos muros. Hay en sus
proximidades restos de presencia humana
desde el 3º milenio antes de Cristo. Así
mismo, en sus proximidades se han
encontrado restos romanos y bizantinos de
carácter
cristiano.
Gádor
huele
bien.
Aprovechaba para orar un poco, al amparo de
la misma naturaleza, contemplando el
estampado cielo azul con nubes fugaces. Mi
Biblia siempre conmigo, mi mejor compañera.
Cuando ya era la hora apropiada, subía por las
intrincadas calles de la villa, hasta las
proximidades del barrio habitado por mis
nuevos amigos. Allí, dejando el coche en
cualquier sitio que me lo permitiese, me
bajaba del mismo, y comenzaba a caminar,
por verdaderas callejas atormentadas por su
estrechez. Todas las cuevas o casas­cuevas,
de encaladas fachadas, humildes por dentro, y
65
sencillas por fuera, miraban como al pueblo y
a la vega.
Desde allí, la vista me
entusiasmaba. Todo el casco urbano estaba a
sus pies, y entre tejado y tejado, la iglesia
parroquial se eleva con inusitada gallardía y
esbeltez. Las voces de la chiquillería gitana
rompía el silencio. Los niños, de un lado para
otro, en sus juegos, mezclándose con otros
niños del pueblo. Allí, solo con mi Biblia. Mi
interés estaba en predicar allí mismo la
Palabra de Dios.
Días antes pude conocer a un curioso e
interesante personaje, que me atraía por su
extraña elocuencia. Valerio, de mediana edad,
casado y con una hija pequeña adoptada,
según me dijo. Vivía en una de esas
cuevecitas, él, gitano, ella, no. La vivienda,
muy pequeña y bastante destartalada,
amueblada con cachivaches, pero.... eso sí,
muy limpia. El techo, abovedado, pues era en
realidad una oquedad hecha a fuerza de pico y
pala a la montaña. Tres o cuatro cuadritos con
fotografías antiguas de sus antepasados, una
Sagrada Cena
en relieve de latón, una
lámpara diminuta con una sola bombilla
central de escasa potencia, una jaula aun mas
diminuta que contenía un pajarito “jilguero”,
que apenas podía saltar en su interior. Una
estantería de cristal, descascarillada y algo
descolorida, contenía un par de figuras
desproporcionadas, unos cuantos vasos,
también desproporcionados y mal colocados.
Justo al lado de la vivienda, e integrada en la
misma, un desbarajustado corralillo con unas
cuantas gallinas, en el mismo lugar del
“excusado”. Para mi era un problema acudir a
ese sitio, cuando el organismo me lo
reclamaba, por que una de dos, o me llevaba
por delante un palo de madera que sostenía
la red metálica para encerrar a las aves, si no
agachaba la cabeza, ó tenía que evitar a las
gallinas encaramadas en lo alto de la misma
66
madera, agachándome. Ese particular de la
convivencia del corral con el servicio, lo
desconocía, hasta que una tarde, ya oscura,
le pedí a Valerio, que por favor, me dijera
donde estaba el servicio. Muy amable, me
dijo:
­“Saliendo a la derecha”­
Como allí no había luz eléctrica alguna, tanteé
el acceso, y como la oscuridad era casi total,
creí llegar al lugar. Justo en el mismo instante
en el que me disponía personalmente, me
llevé un gran susto, por que en ese momento,
unas gallinas que estaban durmiendo sobre
una madera que había encima de mí y que yo
no había visto, se lanzaron sobre mi cabeza
asustadas, organizando una gran algarabía. Lo
único que querían era huir de mí. Allí me
quedé, sin palabras. Fue una sensación muy
parecida a lo que tuve años después, en un
viaje que hice desde Almería, hasta Huelva,
por que salí tarde y nos paramos para tomar
algo en un hostal de carretera, muy conocido,
cerca del pueblo de Iznalloz, en la Provincia
de Granada. Precisé, de la misma manera,
mientras mis padres consumían su café, ir al
servicio. El camarero, me indicaría donde
estaba, pero yo me equivoqué y creí entender
que se encontraba fuera, como sucede en
algunos sitios. Salí fuera, y vi a una distancia
de cuatro o cinco metros del edificio un
pequeño almacén que confundí con los
servicios deseados. Noche cerrada, y de igual
manera, oscura, el cielo poblado de brillantes
estrellas, esas que el mismo Abraham debió
de ver cinco mil años antes, y en algún lugar
de Oriente Medio. Yo allí en la penumbra,
contemplándolas, en un gran silencio, cuando
de pronto, justo por encima de mi hombro y
por mis espaldas, procedente de las
profundidades de la oscuridad, apareció el
hocico peludo y babeante de un feísimo
dromedario, haciendo un
potente extraño
67
gemido
con su garganta, mientras
salpicaba con su saliva todo el rostro:
me
­“¡PRUUUUUUUUUUUUFFFF!”­
Me quedé helado, al encontrarme allí mismo
un camello atado. Es justo el animal que uno
no espera encontrarse de esa guisa en
España, por que aquí solo los hay en los
zoológicos. A lo mejor era alguno de los Reyes
Magos de Oriente que se había extraviado o
el del Patriarca Abraham, ¡yo que sé!. Pero
...¿qué historias hacía “eso” allí?. ¡Que mal
olor!.
­Papá­le dije a mi padre cuando entré­no
salgas, me he encontrado en la oscuridad, con
un dromedario o un camello­
Se me quedó mirando atentamente pensando
que le estaba gastando una broma, y con la
excusa de ir al mismo sitio para hacer lo
mismo que yo, fue al lugar.
­Pues es verdad, allí está ¡que cosa mas rara!­
Dijo al regresar con cara de circunstancias.
Volviendo a la casa de Valerio y de la gordita
de su mujer, de nombre Palma, comencé a
ministrar la palabra de Dios, en ese hogar, un
día a la semana, y a veces dos. Muchas veces
me acompañaban mis padres. Allí Biblia
abierta, les hablaría de las maravillas del
Evangelio de Cristo. Ciertamente ellos
escuchaban. El, era una persona algo
extravagante y bastante extraña, aunque en
todo momento, fue siempre muy agradable
conmigo. Decía creer en todo lo que yo le
predicaba. A mi me parecía todo demasiado
fácil, pero yo sabía cual era mi labor, y espera
ver el plan de Dios, en ello. Puntualmente
acudía a mi cita. Mi curioso amigo, algo
delgado, un poco achaparrado, con cabello
largo y ligeramente despeinado, poseía una
68
curiosa voz atipladilla. Hombre muy nervioso,
le encantaba participar en mis prédicas,
interrumpiéndome cada dos por tres, para
preguntarme, o para dar su opinión. Por mi
parte no había problemas, por que me
gustaba hacerlo así.
Una de esas tardes almerienses, de brisa
agradable, y con un sol aún reluciente, nos
dimos una vuelta por todo el barrio de las
cuevas, para saludar a los vecinos. Para ser
justos, nuestra visita era muy bien recibida,
pues el talante caballeresco de mi padre,
impecablemente trajeado, y el buen hablar de
mi madre, levantaba cierta admiración entre
esas gentes modestas y humildes. Una de sus
ancianas, de raza gitana, delgadita, huesuda,
ataviada con mas de una falda, una blusa de
colores chillones, un delantal de “freír patatas”
sujeto a la cintura, una simples zapatillas
roídas por el mucho caminar,
el cabello
recogido en un moño perfecto, sin un pelo
suelto, salió hacia mi padre para recibirnos
con los brazos en alto, como si hubiera visto a
Su Majestad el Rey de España. A papá no le
dio tiempo para reaccionar, por que la
representante de la tercera edad, se arrodilló
delante de él, inclinándose, hasta dar con su
frente en los zapatos de mi padre, para
besarlos. Cosa que hizo.
­“¡Por Dios, no lo haga!, señora”­ respondería
de forma inmediata papá.
Entre los tres, volvimos a levantar a la mujer,
con mucho cariño. Era evidente, que
era
inaceptable tal humillación. Con posterioridad
nos enteramos que la viejita, padecía
demencia senil. Todo nuestro apoyo y cariño
hacia esas personas. Recordándola, me viene
a la mente, esas mujeres campesinas de esta
tierra, y quizá de todas las tierras, que sin
saber leer ni escribir, han luchado en la
miseria, contra la miseria, dejando detrás de
69
ellas,
una
historia
de
angustias,
de
hambrunas, de penurias, de sometimientos,
de injusticias, de humillaciones constantes.
Ciertamente que nuestros ancianos, sean de
la raza que sean, del credo que sean, de la
nacionalidad que sean, se merecen todo el
respeto, admiración, apoyo, amor y ayuda
posible.
Una de las ocasiones, que compartíamos con
Valerio, el mensaje del Evangelio, nos
interrumpió para decirnos que en el pasado a
el le llamaban: ¡Santo Tomás!, por que decía
tener “poderes” para curar. Nos quedamos
sorprendidos, pues eso nos situaría en una
dificultad, y era que teníamos que enseñarle,
a la luz de la Biblia, que el único que tiene
poder para curar es Cristo, y que si un
cristiano es usado en tal menester, es por que
antes, se ha CONVERTIDO, y ha recibido el
bautismo del Espíritu Santo, y que el
curanderismo esta radicalmente opuesto al
mensaje de la Biblia. Con la Palabra en la
mano, tuvimos necesidad de explicarle y con
mucho amor, para que no se ofendiera, que
eso que él decía tener no estaba conforme con
el Señor. Pareció que lo entendía claramente,
pero como persistía una y otra vez en sus
“afamados poderes”, a lo largo de nuestras
visitas, tomamos la decisión de visitar otras
casas, sin perder contacto con Valerio. No
obstante, oramos en su casa, para invitarle a
que confesara que Jesús es Señor, según se
nos enseña en Romanos capítulo 10. Y lo hizo.
Hay que actuar con la prudencia de Dios en
nuestras vidas, y es aconsejable dejarse llevar
por el Espíritu Santo en las decisiones. El nos
movería a salir de esa casa, para buscar otras,
y así hicimos. Ascendiendo y descendiendo
por esas intrincadas callejas que bordeaban la
ladera de la montaña, entrábamos y salíamos
de
algunas
de
esas
casas
cuevas.
Rápidamente, en una de ellas, propiedad de
70
un familiar directo de Valerio ó de “Santo
Tomás”, en cuanto me vieron con la Biblia en
la mano, insistieron que me sentara,
ofreciéndome cenar con la familia, mientras,
uno de sus miembros, salía a la calle para
avisar
a
otros
vecinos
y
familiares,
invitándoles a entrar en la casa pues allí se
“iba a dar la Palabra de Dios”. Pronto nos
vimos con una nutrida concurrencia de adultos
deseosos de escuchar al Evangelio. Se
improvisó un culto a Dios. De allí pasamos a
otras casas, y en poco tiempo toda la barriada
gitana había sido evangelizada casa por casa.
Recuerdo con especial cariño a otra anciana,
muy respetada por todos, una matriarca que
se llamaba Carlota quien nos abriría de par en
par su sencillo hogar, en donde el Señor se
manifestaría entre el bullicio de las gentes,
que supo sacar adelante a sus numerosos
hijos con enorme esfuerzo personal a lo largo
de su vida. Un matrimonio que vende zapatos
aún, Antonio y María, recibieron al Señor en
sus vidas.
Por diversas razones que ahora no recuerdo,
hubo veces, que preferí predicar el Evangelio
en la misma calle, a las puertas de las cuevas,
sin
perder
un
instante.
Allí
mismo,
aprovechando momentos decisivos, cuando
los vecinos salían de sus casas, para hablar,
dar un paseo, o para otros menesteres, yo
levantaba la Biblia, con la izquierda, mientras
que con la derecha, a modo de bocina,
predicaba a Cristo, me escucharan o no, y lo
hacían. Así estuve varios meses, hasta que el
Señor me hizo entender de alguna manera,
que mi tiempo estaba llegando a un final.
Después de éste, seguí manteniendo mi
amistad con ellos, por mucho tiempo, y aun
hoy cuando ya han transcurrido 20 años, y
nos encontramos, hay un agradable recuerdo
en ellos por esos días de evangelismo. ¿Por
qué terminé allí?, era evidente había que dar
71
paso a otros, y pensé comentar este tema con
los hermanos de la iglesia gitana de Filadelfia
en Almería. Así se hizo. Hoy hay allí una
iglesia evangélica gitana funcionando, pero
para ser consecuentes, nosotros fuimos los
primeros en evangelizar ese barrio. Es curioso,
que el pastor, que vino en mi lugar, al que yo
no conocía, y que fue enviado a Gádor, por
aquellos que yo informé, se jactaba con el
paso de los años de haber sido él el primero.
El mismo me lo dijo personalmente, cuando
tuve ocasión de conocerlo, y como se le veía
tan feliz creyéndoselo, opté por alimentar su
alegría personal, guardando silencio. El sabía
que no había sido así. En definitiva, nadie ha
de jactarse, ni yo tampoco, de ser los
primeros en nada, por que la obra, no es
nuestra, sino de Dios, y para hacer justicia,
quizá tampoco lo fui yo, ya que habría que
remontarse a los duros años de la posguerra
española, de la hambruna y de la escasez,
para encontrarnos, en el caso del pueblo de
Gádor con Doña Anita Sesé.
Al estallar la Guerra Civil, nuestra España, se
dividió en dos irreconciliables bandos, los del
Alzamiento
llamados
eufemísticamente:
“Moviendo Nacional” y el de los republicanos
o “rojos”. En una situación de conflicto total,
no solo se lucha y se mata por las ideas
políticas, sino por otras causas. Era el caso
de Anita, la primera mujer de fe protestante
de Almería. Por sus ideas, estuvo presa,
después de la Guerra, en la cárcel de mujeres
de Almería. Jamás renunciaría a su fe
cristiana, y tras su salida de la cárcel emigró a
los Estados Unidos, junto con Don Juan su
marido. Parece ser que vino varias veces a
su Gádor natal, y ayudó mucho a las familias
gitanas
más
pobres
con
aportaciones
económicas, dándoles testimonio de su fe en
Cristo y haciendo gestiones para la instalación
de la luz, y el agua. Conocí a Ana Sesé en los
Chamuchari or
Bató.
Chamuchari or
Chabó.
Chamucharí or
Chanisperó.
GLORIA AL
PADRE.
GLORIA AL HIJO.
GLORIA AL
ESPIRITU
SANTO.
En Caló.
72
últimos años de su vida, pues tanto ella como
su esposo, decidieron descansar en
la
residencia de ancianos que allí hay, hasta su
fallecimiento.
La última vez que prediqué en ese pueblo fue
no hace mucho tiempo, en casa de un
matrimonio amigos míos, que vivían en
Almería, Juan y Adela, padres de tres terribles
niños de corta edad. Ella era nieta de Carlota.
Juan, ofreció ayudarme en “Proyecto Lógos”,
como así lo hizo, cargando muebles, paquetes,
participando en nuestro programa evangélico
de radio “Tiempo de Escuchar”, y haciendo
otras labores encomendadas por mi mismo.
Allí en la cueva del pueblo, tuve que predicar
varias veces, haciéndolo con uno de sus
“inquietos” niños, colgado de mi brazo, por
que intentaba escalarme, el otro, sujetado a
mi pierna, y el mas pequeño lanzando trozos
de juguetes en todas las direcciones. Una de
las veces que salí de su casa, en la carretera,
pensando en las dificultades de la Obra de
Dios, sentí la palabra de Dios, que me decía
con toda claridad:
“Así te quiero trabajando para mi”
Se me olvidó preguntarle sin esa orden se
incluía el amor por niños así, supongo que sí.
Debe ser así, por que han pasado los años y
esos niños, no se separan de mí.
NUESTRO AMIGO EL SACERDOTE
La carretera serpenteaba, a lo
largo de la provincia de Sevilla, por el extenso
valle del Guadalquivir, entre grandes dehesas
cuajadas de toros bravos,
y campos con
ejércitos de girasoles perfectamente alineados
mirando al Sol andaluz. Pueblos que se
repartían a lo largo y ancho de nuestra vista,
73
Dame
Dios, una
centella
de tu
sabiduría
para que
me
muestres
tus
caminos
y me
enseñe a
evitar las
simas que
el
enemigo
cava en
mi senda.
Eulogio de
Córdoba.
salpicando la extensa llanura, llenos de
historia antigua. El calor, a esa hora de la
mañana amenazaba ser ya sofocante. No
obstante atravesábamos lo que se conoce por:
“La sartén de Andalucía”, es decir los términos
de Ecija, Osuna, Estepa y demás. La furgoneta
bien identificada por los versículos de la Biblia
sobreimpresos en sus cristales, parecía
sórdidamente solitaria en un páramo verde.
Impertérrita, firme y decidida, seguía su ruta,
sin detenerse, hasta alcanzar la provincia de
Granada. Los lejanos campanarios de las
iglesias parroquiales sevillanas, todas ellas,
misteriosamente inspiradas en la Giralda de
Sevilla, me servían para adivinar, ya en la
distancia, la presencia de alguna aldea, o
pueblo situado en la comarca. Rápidamente,
la llanura sevillana, en la que montañas
lejanas rotulaban el horizonte, iba mostrando
sus secretos más íntimos. Torres, torreones,
campanarios religiosos, restos de murallas
árabes, alguna que otra exigua alcazaba, se
levantaban entre los apretujados caseríos de
los pueblos emblanquecidos. Las fachadas de
las casas, todas ellas, con enrejados
hermosos, rivalizaban entre ellas para mostrar
la exuberancia de macetas y flores de
distintos colores y tamaños que colgaban de
sus
fachadas.
Los
olivos
centenarios,
atestaban todo cuanto podía nuestra vista
alcanzar.
Es para mí un placer conducir disfrutando del
paisaje. Ventanillas bajadas, aire entrando a
raudales, recobrando los olores emanados de
la campiña. Parábamos a descansar de cuando
en cuando, en los restaurantes o cafeterías de
carretera,
llenos
de
camioneros
que
deambulaban de un lado para otro por todo el
país, con sus camiones. Teníamos previsto,
llegar cuanto antes a Almería, quizá esa
misma noche, pero en todo momento no nos
preocupaba tener que dormir en alguna
74
pensión, o si fuere al caso, dentro de la misma
furgoneta, ya que habíamos instalado en un
espacio reducido una pequeña cama, en la
que cabían mis padres. Yo podría dormir en el
asiento trasero. Estábamos preparados para
eso. Mi padre, mientras yo conducía o hablaba
con mamá, se ocupaba muchas veces, en la
oración personal. A través del espejo
retrovisor, le veía leer la Biblia, y pasar a la
oración íntima.
­Estoy orando para que este viaje sea de
bendición para alguna persona. Creo que
vamos a tener una buena experiencia, alguien
va a recibir bendición de Dios­ Me dijo.
Alcanzamos al último pueblo de la provincia de
Sevilla, hacia la de Granada: La Roda de
Andalucía. Había pasado por allí varias veces,
pero sin detenernos lo suficiente como para
disfrutar de sus encantos. Únicamente me
llamaba la atención la Iglesia parroquial. Sin
embargo ese día sucedería algo que
trastocaría nuestro viaje, y que desde luego
era impensable para nosotros. Llegamos a La
Roda, aproximadamente por la tarde, sobre
las cinco. No teníamos intención de descansar,
quizá pararíamos en la ciudad de Antequera,
en la provincia de Málaga. Después de
atravesar el pueblo, quizá a unos quinientos
metros de la última casa, al lado de la
carretera, estaba parado un hombre alto, de
mediana edad, delgado, ligeramente barbado,
elegante, con una gorrilla en la cabeza, y unas
ropas desenfadadas como para ir de viaje a
algún sitio. Con la mano izquierda sujetaba
una maletilla, y con la derecha hacía señales
de “Auto­stop”, por si alguien se ofrecía a
llevarlo. Pasé por su lado despacio, sin
detenerme, y me quedé mirándole por unos
segundos. Mi madre se dio cuenta, que no
estaba acostumbrado a viajar de esa forma, y
por el pelo algo cano, y siendo un hombre
maduro, aun estaba en la plenitud de la vida,
75
sugirió que me detuviera para que se subiera
a nuestra furgoneta. No lo dudé ni un
instante, por que a todos nos pareció bien.
Dentro de nuestro vehículo, en la parte de la
carrocería, que había sobre nuestras cabezas,
habíamos adherido un gran versículo de la
Biblia que decía:
“JESUCRISTO ES EL SEÑOR”
El viajero, tras saludarnos con gran educación,
nos agradeció la cortesía hacia él. En pocos
instantes, los cuatro nos enfrascamos en una
conversación muy andaluza, animada y
alegre, y en un sincero espíritu el tema se
derivó hacia la fe. Sentado al lado de mi
padre, observó la Biblia abierta, apoyada
sobre el asiento. En los primeros instantes, el
caballero integral, quizá por desconocernos no
se atrevía a entrar en un diálogo más
profundo, hasta que pasados unos cuantos
minutos y recorridos tantos kilómetros, nos
preguntó con cierto rubor:
­¿Sois cristianos de fe evangélica?, lo digo por el
versículo que tenéis impreso en la cabina­
­¡Si, por supuesto!­
­Bueno, me vais a disculpar, pero no me he
presentado convenientemente, me llamo
Antonio, y soy el sacerdote párroco de La Roda­
­Para nosotros, es un placer ­ contestó mi padre
estrechándole la mano.
Yo, que de vez en cuando, le observaba a
través del espejo retrovisor, me recordaba su
figura,
a
algún
profeta
del
Antiguo
Testamento, y así se lo dije por su atuendo
personal, pues, si el no se hubiera presentado,
nos hubiera resultado imposible reconocerlo
por que no llevaba el “cleriman”, ni la sotana,
76
ni mucho menos el “alza­cuellos” tan
característico de un sacerdote católico.
Antonio, notó el calor humano que le dimos, y
él así mismo se nos abriría de igual forma. La
hora larga que invertimos en realizar el viaje
hasta Antequera, nos hundimos en temas de
fe y de testimonios personales. Pude notar el
inmenso interés que demostraba al oír los
relatos que surgían en particular de la boca de
mi madre.
­Antonio, mira,­dijo papá­yo he estado orando
para que el Señor, bendiga a una persona en
este viaje, y yo sé que no podemos llegar a
Almería, sin haber realizado su voluntad­
­Pues Eduardo ¿me permites que te hable así?­
preguntó con humildad el cura
­Con todo mi afecto personal, claro que si, es
mas quiero que desde ahora seamos amigos, si
tu así lo deseas, por favor continua con tu
relato­
­Claro que es mi deseo, pues como te
comentaba, a mi me ha pasado algo muy raro
hoy. Como sabes soy el cura de este pueblo,
muy conocido pues. No tengo nunca ningún
problema para ir a Antequera, siempre puedo
contar con algún vecino. Resulta, que he
estado todo el día en la carretera pidiendo que
alguien me llevara, han pasado muchos
conocidos míos, me han visto, y no se han
parado. Estaba desconcertado, y ya no sabía
qué hacer. Eduardo, amigo, estoy seguro que
esa persona por la cual tu has orado a Nuestro
Señor, era yo, si no, no me lo explico, no lo
entiendo de otra forma­
­¡Gloria a Dios!­ contesté yo
­¿Te das cuenta, Antonio? Nosotros nos
movemos por fe, y estas son las cosas de Dios.
Era su voluntad, así tenía que ser, que te
77
conociéramos, y pudiéramos compartir contigo
del Señor­Añadió mamá.
Entre todos, condesamos varios testimonios
sobre el mover de Dios, y de cómo habíamos
conocido a Cristo. Francamente estaba
impresionado, hasta el extremo que al llegar a
las puertas del convento de monjes al que
quería ir en Antequera, antes de descender
del vehículo, nos rogó encarecidamente poder
hacer oración con nosotros. Allí los cuatro,
animados por la verdadera “comunión”, la
“común­unión” de la oración, oramos con
libertad uno después de otro. El último,
Antonio, elevó unas palabras cargadas de
humildad y de dulzura hacia el Señor:
­“Amado Señor, te doy las gracias, desde mi
corazón, por que me has cuidado en este viaje.
Tú me conoces, Señor, que estoy dispuesto para
ti, Señor. Gracias por que has puesto a esta
familia en mi viaje y en mi vida, por que veo
que somos hermanos en la fe, y por encima de
las separaciones que podamos tener, tu Señor,
nos unes en el amor. Te doy de nuevo las
gracias y te pido que les bendigas en su
ministerio de evangelización, que estés con ellos
en todo momento, y yo por mi parte, les ofrezco
mi humilde hogar, y mi amistad”.
Años después,
poco antes del
fallecimiento de
mamá, fuimos a
ver a Antonio,
con las
bendiciones de
nuestro común
Pude ver, unas lagrimillas en los ojos de mis
padres. Papá se bajó también con él, y en la
calle, le abrazó con fuerza, mientras le decía:
­Antonio, te deseo lo mejor en tu vida, y ya
sabes lo que te digo: Jesús siempre en ti, nunca
te diré otra cosa­
­Ya lo sé Eduardo, quedaos con Dios, y por
favor, Juan José, no te olvides de escribirme de
vez en cuando, y cuando pases por el pueblo
de La Roda, en Sevilla, por favor, venid a verme
a casa, os estaré esperando.... ¡ah, y no os
olvidéis de orar por mi!­
78
Esa fue la semilla de una larga amistad de
años. Nosotros los cristianos hemos sido
llamados a bendecir
a los demás, no a
guerrear contra nadie, excepto contra el diablo
y sus secuaces. No nos olvidemos que el amor
de Dios vive en nuestro corazón y como
templos del Espíritu que somos hemos de
comunicar esa ternura que el Señor tiene para
con todos nosotros, los humanos, anunciando
siempre
la
pureza
del
evangelio,
y
combatiendo todo argumento que se levanta
contra el conocimiento de la Palabra de Dios.
Por esta razón, siempre que pasábamos por la
casa de este representante de la iglesia
católica, abríamos el Evangelio de Cristo, un
evangelio limpio de tradiciones religiosas
impuestas a lo largo de los siglos, que nada
tienen que ver, con lo enseñado en la Biblia.
Un evangelio plenamente apostólico, como a él
le gustaba decirnos. Se admiraba de la fe de
los evangélicos y de su compromiso personal
con la fe en Cristo.
AVIVAMIENTO EN UNA IGLESIA EVANGELICA.
Noviembre, 1975.
­Eduardo, ¿por qué no nos vamos de viaje a
Andalucía, para ir a ver a nuestros amigos?­
Inquirió mi madre, mientras mi hermano
mayor se marchaba a su trabajo.
­Me parece bien, además, precisamente hace
unos días, he estado orando, y siento del Señor
que éste viaje es de su voluntad, por que
podemos ir a ver a nuestros hermanos y amigos,
y compartir un rato con ellos, tu sabes que yo
me apunto a todo esto­Contestó papá
mientras se tomaba su puntual café del
desayuno.
79
­Yo tengo que ir a cambiar el aceite a la
furgoneta, y cuando queráis podemos irnos,
pues ahora, en el verano, no tengo que hacer
nada­Contesté, con verdadera ansia por
viajar.
­¿Nos vamos el Viernes próximo?­añadía mamá.
­Bueno, Florentino, nuestro hijo está con su
trabajo y con su familia, y Eduardo creo que me
ha dicho que ha cogido un piso con unos
compañeros, además si el quiere puede hacer
uso de la casa cuando lo desee, edad tiene
para ello­aclararía mi padre.
Dicho y hecho. El motor comenzó a funcionar
estrenando su nuevo aceite interno, y rumbo
al sur. EL domingo anterior habíamos estado
en la iglesia Ebenezer del barrio de Vallecas,
en Madrid, del pastor Joaquín Yebra y allí nos
llenamos de la Presencia del Señor. Fue un
culto esplendoroso. Fascinante. Tras largas
horas de viaje por la carretera de Andalucía,
pudimos llegar hasta la costa atlántica de esta
zona española. Era ya un atardecer, y el cielo
se mostraba repleto de una multiforme de
colores que embellecían la bóveda celeste. La
suave brisa andaluza y marítima penetraba
por la ventanilla del vehículo, acariciando
nuestros rostros, mientras mi madre, llenaba
su boca de: “¡oh!”, al contemplar las siluetas
de las iglesias parroquiales, recortadas contra
el horizonte colorido. Papá, sentado en el
asiento trasero, solía aprovechar el tiempo
haciendo
las
“sopas
de
letras”
o
“crucigramas”, que venían en todos los
periódicos. Para ello, se surtía de un
diccionario, u otro libro, que siempre llevaba
consigo en los viajes. Su Biblia y alguna
novela de tema variado, esparcidas en el
asiento, a su derecha. Las charlas eran
interminables entre nosotros, mientras el
motor rugía con fuerza incontenible, No
podíamos obviar su sonido, ya que en el
80
diseño de la furgoneta, los ingenieros,
introdujeron el motor, dentro de la cabina del
conductor.
Tapado
y
aislado
convenientemente, pero allí estaba.
Al final de la ruta, llegamos a una ciudad, y
allí pudimos descansar, pues teníamos amigos
cristianos, que sin dudarlo nos ayudaron
ofreciéndonos su casa. Siempre en todo
momento, que hemos tenido que quedarnos
en casa de alguien, les hemos ayudado con
alimentos y de otras formas, pues nunca nos
ha gustado, molestar a nadie, y la misma
Biblia nos aconseja que nos seamos gravosos.
Si era posible preferíamos buscar una pensión
o incluso quedarnos a dormir en el interior del
vehículo, pues le habíamos instalado una
cama.
El día
23, domingo, muy de mañana,
decidimos buscar allí alguna iglesia local
evangélica. Nos apetecía escuchar la Palabra
de Dios, y compartir con alguien algo de
Nuestro Dios. Sabíamos, que en ese lugar la
obra
evangélica
carecía
de
toda
representación denominacional, excepto una
pequeña iglesia local, que llevaba allí mucho
tiempo. Pertenecía a una denominación
considerada muy conservadora, pero eso era
algo que no nos importaba, por que cristianos
fieles son todos aquellos que han decidido
seguir a Cristo de corazón. Después de dar
muchas vueltas con el coche para encontrarle
por fin dimos con ella, justo cuando el culto ya
había comenzado. No había tiempo que
perder, teníamos que entrar y participar en la
alabanza. Me llamó la atención ver que en el
pequeño
escaparate
de
libros
había
ejemplares puramente pentecostales, junto
con otros que no lo eran. Daba igual, al fin y
al cabo de lo que se trata es de predicar a
Cristo, no a una doctrina determinada,
pentecostal o no.
81
La pequeña iglesia, bellamente decorada,
sencilla en su interior, era recogida y
acogedora, rápidamente nada mas entrar, los
hermanos, nos hicieron sitio, y nos invitaron a
sentarnos, con gran amabilidad. Algo que se
agradece siempre. No había tiempo para las
presentaciones oficiales, y como vieron que
conocíamos
todos
los
himnos,
y
participábamos en la oración, nos acogieron
rápidamente. Pude ver, que en una mesa
lateral estaban preparados los símbolos de la
Santa Cena, y con franqueza, me apetecía
participar
en
ellos,
como
señal
de
compañerismo cristiano con estos hermanos
desconocidos, si se me permitía.
Todo discurría de manera normal, hasta que la
comunidad, puesta en pié a petición del
predicador, después de orar en la presentación
al Señor del pan y el vino, y de dar gracias
por la Santa Cena, tal y como se tiene por
costumbre en las comunidades eclesiales
evangélicas, se pasó a repartirlo a todos los
creyentes. Al llegar a mi, era lógico que se me
preguntara, pues no me conocían, pero no era
tanto la pregunta que se me hizo, que
considero normal, si no la forma tan
sumamente áspera en que se me formuló.
­¡Oiga! ¿Usted está bautizado? ¿Es usted
creyente? ¿Que tiempo lleva? ¿Es usted
miembro de esta iglesia?­La voz ronca de tipo
militar del portador del pan, y la total carencia
de amor, o simplemente de las mínimas reglas
del buen trato, me dejó paralizado. Me
recordaban a las de un sargento de Infantería
Ligera.
­¡Si!­Contesté con duda, y he de confesar que
me sentí totalmente frustrado, pues estaba
sentado entre dos personas, que me miraban
de reojo. La bandeja del mencionado
elemento fue apartada de mi tan rápido que
casi no pude coger el trozo que me
82
correspondía, pero lo hice. Con el vino otro
tanto,
me
pasaron
el
plato
con
la
correspondiente copita a toda velocidad, casi
se me cae. Algo pasaba allí, me estaba
creando cierta intranquilidad.
El predicador, abrió la Biblia, y comenzando a
hablar, lo hizo de manera muy pausada, en
el origen, articulando unos y otros versículos
de la Biblia. Al comienzo, dado que el tema
parecía ser sobre los dones del Espíritu Santo,
empecé a sentirme bien, pues se hablaba de
algo que conocía muy bien. El mensaje
trascurrió en un principio, bien elaborado,
quizá demasiado aprendido de libro, pero
parecía muy interesante. Presté pues toda la
atención que pude, pues si algo he aprendido
a lo largo de estos años, es que hay que
respetar la predicación e intentar por todos los
medios, recoger en nuestro corazón cuanto
más mensaje mejor.
Con el paso de los
minutos, la predicación fue adquiriendo mas
fuerza. El rostro del pastor, parecía ir poco a
poco articulando con gestos todo cuanto
decía. Mi ánimo se estaba levantando, hasta
que empecé a oír desde el púlpito, por parte
del predicador, como se comenzaba a atacar
frontalmente al movimiento de Pentecostés,
negando todas las evidencias actuales de los
dones del Espíritu Santo. Pronto me di cuenta,
de la falta absoluta de amor en sus palabras.
Argumentaba en base a una equivocada
interpretación de versículos de la Biblia que
estas manifestaciones no eran obra del
Espíritu Santo, atribuyendo el “hablar en
lenguas” a la magia. Me sobresalté. Utilizó el
púlpito para criticar a los siervos de Dios
cuando son usados por el Espíritu para
milagros y sanidades. Los ataques directos al
movimiento pentecostal fueron continuos
claros y concisos. Incluso, llegó a decir con
claridad que la iglesia en la que estaba
predicando “estaba muerta”. Oculté mis ojos
83
con mi mano, y con disimulo busqué, los
rostros de mis padres, quienes estaban
sentado detrás de mi. Mamá se mostraba
claramente
indignada,
con
sus
típicos
aspavientos de: “¡oh, ah!”. Papá, estupefacto,
mantenía sus ojos bien abiertos y sus oídos
también, mientras tomaba notas en una
diminuta agenda que llevaba consigo encima.
El discurso pastoral era ya, en esas alturas,
realmente insoportable, un autentico “sermón”
lleno de incongruencias. Tan molestos nos
encontramos que no esperamos a terminar el
culto, pues antes de la despedida final, ya nos
habíamos marchado.
No poseo la copia del
tema pastoral, pero sí recuerdo toda su
síntesis y algunas de las frases allí
pronunciadas, expuestas
aquí, ajustada y
convenientemente.
­Señora, ¿se van ya?, ¿Les ha gustado la
predicación?­inquirió a mi madre, un miembro
de la iglesia que estaba en la puerta.
­¡Ni hablar, no me ha gustado nada, aquí no
vengo mas, vaya una forma de predicar, una
viene a levantarse y aquí te agachan!­ contestó
mi madre con cierta mezcla de humor, y de
enfado, unidos a su forma de hablar poco
diplomática.
Desconcertados, y comentando el cúmulo de
errores que oímos, nos marchamos, pero papá
tomó buena nota de la iglesia, su nombre, y
su dirección exacta.
­¿Por qué lo haces?­le pregunté
­Porque esto no puede quedar así, se exige una
respuesta y una queja rotunda y por supuesto
que lo voy a hacer. Esta misma tarde, le voy a
enviar una carta a este pastor, respondiéndole
punto por punto. No quiero dejar ni una sola
84
coma. Se merece que le mande una carta
clara
pero
muy
clara­contestó
papá
visiblemente malhumorado.
Siempre, llevaba consigo una pequeña
máquina de escribir portátil, que utilizaba para
hacer sus trabajos, aunque estuviera de viaje.
Esa tarde la maquinita estaba que echaba
humo por todos los sitios, pues mientras papá
trataba de articular su contenido, con la ayuda
de mamá, pudo organizar todos los temas que
había tocado el pastor.
Sin saberlo, nos habíamos introducido en una
iglesia, que estaba realmente dividida, y en la
que al parecer algo estaba pasando, ¡y muy
serio! El pastor, formaba parte de una parte
sumamente cerrada y profundamente anti
carismática y anti pentecostal. Dos fuerzas
estaban en batalla, por que Dios, dice:
“Sobre ti he fijado mis ojos y te haré
entender el camino por el cual deberás de
andar”
Y, había fijado su mirada en esa pequeña
congregación que se cerraba totalmente al
Espíritu de Dios, pero cuando éste decide
moverse, no hay nada ni nadie que se pueda
oponer a su mover.
Aun conservo la carta que mi padre, esa
misma tarde escribió, enviándosela al día
siguiente, meditado, tranquilo, sosegado y
extendiéndole al pastor una mano de amor.
Así mismo guardo la respuesta, que fue
enviada a Madrid, a nuestra casa, de forma
inmediata, y ambas la expongo aquí,
detalladamente, para mayor gloria de Dios.
Papá, quien, en ese tiempo, tan solo tenía
dos años y medio de experiencia cristiana y de
conocimiento de la Doctrina Bíblica, no dudó
ni un solo segundo escribir esa carta de
protesta, y dirigirla directamente, al máximo
85
responsable de la iglesia, quizá mucho mas
experimentado en interpretaciones bíblicas,
pero el no tenía preocupación por ello, por que
por encima de eso, estaba la dirección del
Espíritu Santo, ya que antes de redactar la
carta, estuvo un buen rato orando, para
confeccionarla, de manera y modo que nunca
pudiera ser de controversia ni de ataque, pero
sí de protesta digna. En el texto de la misiva,
mi padre hizo hincapié en el amor, por que
así, estaba escrita, con amor, pero con
firmeza.
Sevilla, 23 de Noviembre de 1975
Iglesia Evangélica Cristiana
Sr. Pastor:
Tengo a la vista las Sagradas
Escrituras y un versículo precioso que le voy a
citar con amor: "Porque por fe andamos, no por
la vista", en segunda de Corintios, pero no es mi
propósito querer enseñar la Biblia a quien me
supongo que la conocerá a lo perfección, por
la necesidad de ello en su calidad de Pastor.
El Espíritu de Dios nos guía y conduce a toda
criatura que lo buscamos, por senderos
misteriosos, pero hay algo quo la Biblia nos dice
muy claramente, que el Amor permanecerá
sobre todas las cosas y si el amor os
imperecedero debemos llevarlo en el corazón
los cristianos sin distinción de confesiones, y el
mensaje del amor al transmitirlo a una
congregación hay que hacerlo con una
limpieza cristalina, edificando a nuestros
oyentes para llevar almas a Nuestro Señor
Jesucristo, y yo, a través de estas líneas deseo
fervientemente ser inspirado por el Espíritu de
Dios
y
llegar
al
corazón
de
usted,
considerándolo un hermano en Cristo, y todo
86
esto se lo digo para que no crea usted que
estoy olvidando el mandamiento del Señor, que
es precioso, porque encierra todo lo divino y nos
enseña como debemos hablarnos y dirigirnos
unos a otros.
Esta mañana, de paso y en busca de la palabra
de Dios, entré en esa en esa iglesia y confié
plenamente en que ni espíritu, así como el de mi
esposa e hijo se sintiera confortado, y creo que
para usted sería maravilloso el que hubiéramos
podido testimoniar, comulgar, confraternizar
con los hermanos cristianos, como así es
mandado, pero por desgracia así no fue, ya
que hubo cosas que yo no he podido, ni creo
que podré nunca comprender, pues en primer
lugar, mi hijo, amorosamente necesitó, así como
nosotros de la presencia de Dios en su cuerpo,
la iglesia cristiana, mediante el Pan de Vida, y se
le preguntó si era miembro comulgante de la
iglesia, referente a la suya, a la de Huelva, y é1,
interpretando que se refería a la de Cristo, por
estar bautizado por inmersión é impregnado del
amor de Dios, dijo que sí, pero es muy de
lamentar que esta pregunta se le hubiera
hecho se una forma carente de amor, que
tanto debemos darnos los unos a los otros.
Después, oímos un sermón que no solamente no
nos
edificó,
sino
que
nos
impresionó
profundamente, nos hizo sufrir mucho, no ya por
nosotros, sino por los demás, porque hay
muchas personas que andan en tinieblas y
necesitan la luz del Evangelio. Todos la
precisamos y yo le pido al Señor que usted no
vaya buscando en mis palabras conceptos que
usted pueda hacer uso de ellos para polemizar,
y desde luego eso no lo quiero, y por lo tanto le
ruego en principio que tome esta misiva desde
el punto de vista espiritual, y eso es el mensaje
que quiero darle, no importándome la extensión
del mismo, aunque deseo ser lo mas conciso
posible. Mi familia y yo, como muchos cristianos,
nos movemos por la fe, guiados por el poder del
87
Espíritu Santo en toda su plenitud, y siempre
queremos, deseamos amar a los demás,
tenemos el corazón abierto cara todas las
denominaciones entre las cuales me imagino
que usted se supondrá que integramos en
nuestro amor a 1a romana.
Hemos sentido el amor de Dios de una forma
penetrante
incisivo,
sin
paliativos,
rotundamente, y este amor nos ha sido dado
por el Señor por su Espíritu como lo digo antes,
con toda plenitud, tal y como dice el Apóstol
San Pablo en primera de Corintios, capítulos 13 y
14, con ello, aunque no pretendo enseñarle
usted 1o que ahí se dice, puesto que le
considero como un entendido
en
las
Escrituras, me permitirá recordarle que el
Capítulo 14 se titula: "El hablar en lenguas", que
yo le puedo mostrar que existe porque para
conocerlo solamente hay que abrir la Biblia, y
yo le quedaría altamente agradecido si usted
me mostrara otro en el cual se dijera ,ó se diga
en las Escrituras que el hablar en lenguas es
magia, falso, y por lo tanto no bíblico.
Hay otras cosas muy importantes que deseo
decirle. El señor que hoy predicó a mi me hizo
llorar, pero de pena, y su mensaje fue
antibíblico por que mezcló lamentablemente,
la palabra de Dios con cosas que no son de El.
Sentí un rechazo tremendo cuando dijo que los
milagros se acabaron en el siglo primero, y todo
el mundo cristiano sabe que los milagros son
hoy en día una nuestra impresionante del poder
de Dios, ya que Jesucristo: “ es el mismo, ayer,
hoy, y por todos los siglos". No puede haber un
cristiano que niegue el milagro como una
manifestación del Espíritu Santo en los enfermos
actuales, y si no hoy poder en la iglesia es
porque no hay poder en los hijos de Dios, y si
una iglesia confiesa en público, como he oído
88
hoy en el culto, que esa congregación está
muerta, es porque no se ha cumplido ni se
cumple con la palabra que el Señor dijo al
Apóstol San Pedro:
"Apacienta mis ovejas".
Hubo en ese desacertado sermón algo que no
llegó al alma, y fue la forma tan
desconsiderada en que se habló de los
Pentecostales, en cuanto a confesión religiosa
se refiere, porque al decir “Pentecostales", se re­
firió de una forma concreta a una rama de la
Iglesia
Evangélica
Española,
posición
auténticamente anti evangélica, anti eclesial, y
cómo es natural, antes que nada, anticristiana y
anti bíblica.
Hubo también una frase totalmente fuera de
lugar en contra de la maravillosa manifestación
del Espíritu Santo por medio de lenguas
extrañas, que lo son para los hombres, pero no
para Dios, que es lo mas importante, citando el
término imperdonable de “magia”.
Yo no quiero estar en una situación de
superioridad espiritual porque entonces caería
en precisamente en lo que Cristo no quiere, y
como le estoy hablando con la Biblia en el
corazón y abierta delante de mí, deseo decirle
que todo cristiano está sellado con el Espíritu
Santo, y tanto yo como mi familia por ser lo
mismo, por tener el mismo sello que usted,
tenemos la obligación de quererles, amarles,
respetarles y desearles para ustedes las mejores
bendiciones de Dios y por lo tanto nuestras
palabras para ustedes siempre tendrán que ser
de amor porque así lo sentimos, mas es muy
extraño que nosotros amamos por mandato de
Dios, cuando recibimos el Bautismo del Espíritu
Santo, resulta muy triste y doloroso en extremo
que los hermanos a los que amamos aparte de
que no admitan estas creencias en postura anti­
El Emperador
Romano Marco
Aurelio, que
reinó entre el
año 161 al 180,
hizo la cuarta
persecución pero
al final de su
reinado mitigó el
acoso,
presionado por
el milagro de la
Legión
Fulminatrix,
formada por
cristianos. En
una carta, del
mismo César,
cuenta como el
ejército fue
rodeado por el
pueblo Cuado, en
la actual
Rumania. Los
soldados de la
Legión se
pusieron a orar
a Cristo, y una
gran tromba de
agua cayó sobre
ellos, saciando su
sed y haciendo
huir a los
enemigos en
Julio del año 173.
89
bíblica por parte de ellos, nos ofendan con
palabras que, ya no solamente en el espíritu son
reprobables, lo son tanto mas desde el punto de
vista humano, porque que aunque solo sea por
educación no se debe hablar así.
Ahora, bien a nosotros nos ha dolido mucho el
ataque a nuestros hermanos en Cristo que
pertenecen nominalmente a la confesión
Pentecostal, puesto que somos carismáticos, y
tenemos una experiencia muy grande entre
todos nuestros hermanos, y no olvidamos como
lo he dicho antes a los romanos, y
manifestaciones
de
poder
las
hemos
presenciado en toda su plenitud, por que los
grandes evangelistas mundiales nos escriben y
oran por nosotros é incluso hemos sido
Consejeros en Campañas Evangelísticas de Billy
Graham, la última en el "Eurofest'75", gozando
de la honrosa amistad de este gran hombre de
Dios y no digamos de Luís Palau, el Obispo Festo
Kimvengere, de Uganda.
Dado el inmenso poder que hoy día está el
Señor derramando sobre el mundo cristiano,
hemos sentido muchísimo el que en esa iglesia
Evangélica, de Huelva se predique sin fuerza del
Espíritu Santo y se diga a toda una comunidad
que la Iglesia está muerta, (palabras textuales
del predicador), y muchísimo mas doloroso que
se hable en contra de una denominación
encuadrada
plenamente
dentro
del
movimiento de la Iglesia Evangélica en España.
El Señor dice en toda la Biblia:
"Yo soy amor",
y nunca varía ni cambia, ni se muda de forma
de actuar ni de ser, porque el mismo amor y
poder tuvo en los días de la Creación cuando
Adán y Eva, como en los días, de Isaac, Jacob,
y Moisés, como en la encarnación de Dios en
Jesús y en los días de Pablo y los Doce, los del
evangelista Moody y de hoy en la actualiciad,
90
porque Jesús viene pronto a recompensar a
cada uno según sus obras en amor y poder.
Es anti­bíblico que se diga que los milagros
hayan pasado, y ante eso, no solo yo, un
mundo de millones de cristianos sabe que
existen, son, y viven en medio de nosotros, por lo
que yo le agradeceria también que usted me
dijera en que parte de las Escrituras, sobre todo
los cuatro Evangelios está profetizado que los
milagros
terminarían, cuando Jesús dijo,
"Mayores milagros que yo, haréis, por cuanto yo
voy al Padre", y no entiendo porque el Señor
que predicó, dijo que actualmente ya no hay
milagros, cuando en verdad todavía no ha
venido lo perfecto, que es la Segunda Venida
de Jesús.
Hay otras cosas que también nos hicieron
mucho daño espiritualmente hablando, pero no
por eso nos han apartado estas frases de los
caminos de Dios, muy al contrario, nos han
edificado.
Ahora bien, estas cosas son muy serias y yo no
soy quien para decirle a usted como debe
dirigir
su congregación cuya salvación
depende de usted y de su fe, mas lo que si haré
de todo corazón será orar por esa iglesia, por
usted, por su progreso espiritual que lo deseo de
todo corazón, mas no sería leal sino lo dijera
que, con predicaciones así en vez de edificar,
se pierden las almas.
Como buen cristiano sería por parte de usted
precioso y muy honesto que de una forma
completa, integral, no con espíritu de caridad
paternalista se rectificara de todo lo dicho en
ese sermón de hoy domingo 23, porque esta
congregación a la cual amamos debe
escuchar un mensaje que se aclaren estas
posturas tan anti­bíblicas que tanto daño hacen
y pueden hacer a una congregación que
91
busca el crecimiento espiritual en el amor de
Dios.
Le ama en Cristo,
Esta fue la respuesta del pastor:
Sr. EDUARDO SANTOS ELOLA.
Apartado 248.
MADRID.
Apreciados hermanos en Cristo:
Tengo a la vista su atenta del
pasado mes, en la que noto su descontento por
lo oído en la predicación, sinceramente creo
que se molesta injustamente, pues aunque mis
palabras en la consideración del tema que
desarrollaba pudiera dolerle, tenga en cuenta
que de haber sabido de la presencia de esos
hermanos en la Sala de seguro me hubiera
abstenido de herir sus sentimientos, aunque por
amor a la verdad y la Enseñanza de las
Sagradas Escrituras, esta hubiera sido expuesta
aún a costa de las diferencias ideológicas que
nos separaran , pues Ud. sabe que la Iglesia
donde entró el día que nos ocupa aparte de
aceptarle en la comunión no comparte
totalmente sus ideas.
Otra cosa que debo apuntar antes de seguir
adelante, es que estos hermanos llegaron tarde,
con el Culto empezado, luego no se les pudo
inquirir acerca de sus nombres, ni de sus ideas
para anunciarlo a la Iglesia
antes del
92
Partimiento del Pan, como es normativa, luego
al chico que se sentó junto a un de los Ancianos
de esta, le fue preguntado “no con falta de
Amor” si en su Iglesia participaba de los
símbolos cosa que respondió afirmativamente y
le fue dado como al resto de los miembros,
insisto en que las circunstancias apuntadas
hasta ahora dieron lugar a lo único que tengo
que lamentar pues no fue idea mía herir los
sentimientos de otros hermanos, ni tratarles con
falta de Amor.
Referente a los milagros sostengo lo dicho en la
Predicación, sin dudar en ningún momento que
el Señor sigue haciendo milagros en todo
tiempo, pues: “Es el mismo ayer, hoy y por los
siglos” con todo corazón, yo creo en los
milagros, en la Sanidad Divina, no en los
sanadores divinos, los que profesan poder sanar
a personas como JESUS, no son tan divinos
como se creen, su forma de proceder está lejos
de ser divina. La enseñanza de Santiago 5—
14,15 está en línea directa con la recibida del
Maestro y vemos dos cosas importantes: Nº Si
hay algún enfermo en la Congregación que
llame a los ancianos de la Iglesia, 2º Orar por el
enfermo, no cabe duda del lugar tan
importante que ocupa la ORACION en la vida
del creyente, luego al caso podrá ser llevado a
mejor lugar que al Trono DE LA GRACIA DE DIOS,
entendemos que los Ancianos no tienen ningún
poder especial de sanar, luego el poder de
sanar queda Soberanamente a quien se ora,
siendo espirituales en la vida de la Iglesia los
Ancianos deben ser hombres de Oración.
Quiero dejar bien claro que no animo el
polemizar pues Ud. conoce nuestra doctrina y
yo conozco la suya pero no puedo dejar sin
una aclaración algunas cosas de su misiva: El
Amor nunca dejará de ser, o lo que es lo mismo
nunca dejará de tener su pleno valor, y obrará
eficazmente durante todas las etapas y aún
por los siglos de los siglos, en cuanto las
profecías acabarán (quedarán fuera de uso)
93
termino que se emplea también en cuanto a la
“ciencias” 1º Corint.13. Al referirse Pablo a lo
que corresponde a niños, es el verbo típico de
este pasaje no indica que ciertos dones han de
ser abolidos, sino que perderán su valor en el
ministerio público de la Iglesia Universal.
“Cesaran las lenguas” continua el Apóstol en
este caso la traducción es literal; aquí se repite
al mismo , verbo, solo hago constar el
significado de este texto, pues su debida
interpretación depende del desarrollo total del
argumento del Apóstol, donde explica porqué
a “Profecía” la “Ciencia las “Lenguas”
quedarán fuera de uso, será “porque en parte
solo conocemos y en parte profetizamos”,
habla Pablo por si mismo y por los Corintios de
aquella época¿?, luego el sentido viene a ser
que había mucho que aprender aún y que la
Profecía no podía hacer más que suplir
parcialmente lo que no se había revelado y
puesto por escrito todavía, quiere decir la
Revelación del Nuevo Pacto que se había de
completar por medio del ministerio de los
Apóstoles, cuajándose por fin en las páginas del
Nuevo Testamento, mientras tanto la Iglesia
había de mantener y aumentar su testimonio
por medio de los dones que había recibido y
que se describieron en el Cpto. 12 sabiendo sin
embargo que la ayuda limitada que recibían
del ministerio carismático había de apoyarse
totalmente en el Amor.
El amor es el factor válido e inconmovible a
través de todo el camino y no cambiará
cuando lleguemos a la mata final, según la
interpretación básica pues la frase “ENTONCES
LO QUE ES EN PARTE QUEDARA FUERA DE USO”
quiere decir que las manifestaciones parciales
de la revelación de DIOS por medio de un
ministerio estático no sería necesario en un
tiempo futuro, cuando llegaría a ser posible
apelar al conjunto de la Palabra ya
completada y transmitida en forma, total y
permanente, sin perder de vista que cuando
94
llegue “LO PERFECTO” todo conocimiento
parcial de esta tierra dejará de tener
importancia. Pablo sigue orientando a los
Corintios que no habían comprendido que se
iba preparando por la Gracia de DIOS un
cuerpo de doctrina y de prácticas que habían
de reemplazar a algunos de los ministerios
parciales de los cuales los Corintios se jactaban.
Le repito que la predicación en ningún
momento fue un ataque a la Confesión
Pentecostal ¿?, pues le recuerdo hemos tenido
a hermanos de la referida Confesión de Madrid,
Portugal, etc., en la comunión. Unos de
vacaciones otros de paso y nunca hemos
tenido problemas con ellos incluso algunos han
tomado la Palabra y todos nos hemos gozado
en la presencia del Señor.
Por último le diré, que el consejo final que me
dirige de rectificar de todo lo dicho, tendría que
modificar las Bases Bíblicas (¿?) y las Normas de
Doctrina de esta Confesión Evangélica, lo cual
no puede ser, pues si mal no recuerda
anteriormente le decía que la Iglesia donde Ud.
había oído ese mensaje de parte del Señor,
(¿?), era y es la Iglesia Cristiana Evangélica. Así
que le agradezco ese consejo hasta que de
una forma clara y fehaciente me pueda hacer
ver que el Mensaje fue anti—bíblico, con los
pocos argumentos que me presenta.
Sinceramente en CRISTO:
El Pastor
Esta es en realidad la teoría de quienes no
aceptan al actual mover del Espíritu Santo,
que no es tan actual, por que a lo largo de los
siglos ha estado siempre presente en la
comunidad cristiana de muchas y variadas
formas, incluidos los dones. No es cierto, que
los dones solo fueran para el primer siglo, no
hay pues ningún versículo de la Biblia que
95
diga tal cosa. Es verdad, que esa época fue
especialmente de avivamiento carismático,
pero los dones nunca fueron sustituidos por la
revelación
escrita,
no
considerándose
necesarios teniendo ya el canon del Nuevo
Testamento. Grandes pensadores cristianos
posteriores al siglo III d.C. daban noticias, de
que en algunos lugares “ aun se expulsaban
demonios y se hablaba en lenguas”, estamos
pues
hablando
de
gente
que
vivió
posteriormente al III, que es cuando ya tiene
cuerpo todo el canon bíblico tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento, tras el concilio
de Nicea. Las “practicas” que argumentaba el
pastor, es decir el RITO es puramente
humano, no por sí son malas, al contrario, han
sido creadas y admitidas por la comunidad
cristiana, para llevar un orden determinado,
pero jamás, nunca ninguna PRACTICA, puede
sustituir ni mucho menos reemplazar a algo
tan maravilloso como es el don del Espíritu
Santo.
Es
más,
éste
puede
anular
perfectamente a aquella, siempre y cuando, la
manifestación del Espíritu quede supervisada
bajo la autoridad de la Palabra Escrita y
Revelada. Palabra, que en definitiva ha
originado a ese don. ¿Por qué aparecieron
tantas “prácticas” a lo largo de la historia del
cristianismo?, por que por desgracia la
comunidad cristiana se fue olvidando poco a
poco de los dones, y enfriándose cada vez
mas. No obstante pese a ello, siempre han
existido, por mucho que algunos lo nieguen
momentos de avivamiento en los que han
surgido estas manifestaciones del Espíritu, las
mismas que se dieron en tiempos apostólicos.
Cuando Pablo dice: “porque en parte solo
conocemos y en parte profetizamos” no es
verdad que hable solamente por sí mismo y
por los corintios de aquella época, entre otras
cosas por que no solamente tenían dones los
corintios, sino todas las demás iglesias del
momento; habla por TODOS los cristianos
96
verdaderos de TODAS las épocas. En parte
solo conocemos, hasta que sea manifestado el
Señor, y que sepamos aun, no se ha
manifestado en su plenitud, aunque muy
pronto lo hará. Quiéranlo o no aun estamos en
realidad en plena era apostólica, quizá ya en
su tramo final, pues aun siendo cierto que
nuestra doctrina está versada en toda la
Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis,
es igualmente cierto, que la iglesia, adquirió
cuerpo doctoral en primer lugar con los cuatro
evangelios, y le libro de los hechos de los
Apóstoles,
y en segundo lugar con LAS
CARTAS APOSTOLICAS, luego si las cartas,
todas, tienen pleno vigor es por que de una
manera u otra estamos bajo la era Apostólica,
por tanto, bajo sus enseñanzas, y bajo el
Espíritu de Dios, que es quien en definitiva
unge nuestras vidas. El mismo pastor caía en
contradicción al afirmar categóricamente que
“JESUCRISTO ES EL MISMO, AYER, HOY Y POR
LOS SIGLOS”, por algo muy sencillo, ya dice
que es el MISMO AYER, HOY Y POR LOS
SIGLOS. Si “ayer” dio dones a los hombres
como dice en Efesios a través de su Espíritu, y
en tantos otros lugares, ¿por qué no los va a
dar hoy, incluido el de las lenguas y el de las
profecías? El hace lo que quiere y cuando
quiere para bien de su iglesia y de la especie
humana. El pastor decía que solo creía en el
poder sanador de Jesús, y que por tanto “yo
creo en los milagros, en la Sanidad Divina, no
en los sanadores divinos, los que profesan
poder sanar a personas como JESUS, no son
tan divinos como se
creen, su forma de
proceder está lejos de ser divina”. En eso
coincidimos y estamos por completo de
acuerdo con él. Si con eso se refería a algunos
siervos y siervas de Dios, que el Señor ha
levantado, podría estar realizando un juicio
muy peligroso y sumamente temerario, no por
que
esos
hombres
o
mujeres
sean
maravillosos, si no por que puede poner en
97
duda que el espíritu que obra en ellos, sea el
del Señor, el Espíritu Santo. Es evidente que
aun siendo así, yo no creo en ellos, creo en
Cristo que obra a través de ellos, algo muy
distinto, no está nuestra fe puesta en los
pastores, ni en los profetas, sino en Dios, que
obra en sus ministerios. Si muchos dicen que
pueden sanar a personas como JESUS, hay
que tener cuidado, por que si como decía este
pastor, tales personas son sanadores divinos,
estamos hablando de falsos maestros, de
pequeños anticristos, de fundadores de
sectas, gente a la que el Señor dirá:
“Apartaos de mi, hacedores de maldad por
que nunca os conocí”.
Ningún verdadero
siervo de Dios, se considerará:”DIVINO”.
Nadie puede jactarse, de llevar una vida
DIVINA, por que los cristianos no llevamos
una vida divina, pero si ajustada a la
enseñanza y a la moral reflejada en la Biblia.
Quien sí llevó una vida divina, fue Jesús por
que el era DIVINO, ¡ERA DIOS!
No, el Señor, nunca da un mensaje a una
congregación llamando al don de lenguas,
“efecto de magia”, por que es su Espíritu
Santo quien da ese don y todos los demás
citados en la Biblia, y la magia, como tal es
del diablo. Decir eso o afirmarlo puede ser
MUY peligroso.
Cuando recibimos en Madrid, su carta, nos
sorprendió “de haber sabido de la presencia
de esos hermanos en la Sala de seguro me
hubiera abstenido de herir sus sentimientos”.
¿Qué hubiera hecho? ¿Cambiar el mensaje?,
¿o presentarnos una batalla mayor?: “aunque
por amor a la verdad y la Enseñanza de las
Sagradas Escrituras, esta hubiera sido
expuesta aún a costa de las diferencias
ideológicas que nos separan, pues ud., sabe
que la Iglesia donde entró el ida que nos
ocupa aparte de aceptarle en la comunión no
98
comparte totalmente sus ideas”. No sabíamos
nada respecto a las ideas que nos dividían,
máxime cuando en la estantería tenían
conocidos libros de enseñanza Pentecostal. La
frase era cuanto menos, desafortunada.
Después de esta correspondencia, nunca mas
volvimos a tener contacto con la mencionada
iglesia, ni con su pastor, hasta que pasados
seis años después, en una de nuestras
habituales visitas a esa ciudad, tuvimos una
gran sorpresa, una noticia que nos sorprendió
mucho. Aquel predicador que tanto atacaba al
mover del Espíritu Santo, ¡fue bautizado en el
Espíritu Santo, en un culto de oración de
unos jóvenes procedentes de Málaga, y que
habían sido cambiados por Cristo!, de tal
manera, que su vida cambió por completo.
Desde ese momento, dedicó su vida al
verdadero pastoreo de la palabra de Dios,
orando en lenguas muchas veces, ministrando
con la unción del Espíritu Santo, y siendo
utilizado para abrir caminos en muchas vidas
de sus ciudad, que estaban cerradas a la luz.
Cuando nos dieron la buena nueva, fuimos a
su casa, compartiendo lo que el Señor había
hecho y las nuevas visiones para su
ministerio, amplio y rico en deseos de trabajar
para el Señor. Su ardiente fervor, era hacer
una campaña evangelística por su ciudad,
utilizando todos los medios que entonces se
disponía, usando películas evangelísticas,
repartiendo Bíblias, visitando casas. Y así lo
hizo. Sin embargo confesaba que desde el
momento que el Señor, le había dado el
Bautismo del Espíritu, tenía
muchos y
múltiples problemas que resolver, y el primero
de ellos, era con su antigua iglesia, a la que
tuvo que dejar atrás forzosamente, por que el
consejo de ancianos se le opuso radicalmente.
1º….
Hubo una
época en que
la iglesia fue
muy
poderosa,
cuando los
cristianos
primitivos se
alegraban de
que se les
considerase
dignos de
sufrir por
sus
convicciones.
La iglesia no
era un mero
termómetro
que medía
las ideas de
la opinión
publica….
99
DOÑA CARMEN
Al comienzo de nuestra vida en
Almería, a mitad de la década de los años 80,
vivíamos en la Calle Granada, frente al Bar “El
Andaluz”. Papá había comprado esa vivienda
hacía ya algunos años antes. Solamente la
ocupábamos en el mes de Agosto. Fue hogar
para misioneros, y era allí en donde Juventud
con una Misión, realizó su primera campaña
evangelística en esta ciudad. No recuerdo con
exactitud en qué año nos decidimos afincarnos
definitivamente en ella, pero lo que sí sé es
que por entonces nos quedaba un largo
camino para andar. Allí mismo, en su balcón
exterior, contemplando la ciudad, el Señor me
habló con ese bello versículo del libro de los
Salmos:
“Sobre ti he fijado mis ojos, y te haré
entender el camino por el cual deberás
andar”
Vivíamos en la cuarta planta, no había
ascensor, de modo que en la segunda, mamá
hacía un “alto” para descansar. Eran
momentos, propios para hablar con los
vecinos que entraban y salían de sus
viviendas. Mi padre, tan caballeroso siempre,
solía ayudar, cuando coincidía con ella, a una
mujer mayor de edad o a su marido, Antonio,
con la pesada carga de la compra de
alimentos diaria. Poco a poco, y gracias a esos
instantes, nació una amistad notable entre
nosotros. Mi madre, todas las tardes bajaba
para tomar un café con el matrimonio. Doña
Carmen,
persona
muy
agradable
y
respetuosa, hacía vibrar la amistad con su
buen hacer. Rebosaba simpatía, y afectividad
en todo lo que hablaba. Más bien de tamaño
2º….
Era mas bien un
termostato que
cambiaba las
costumbres de la
sociedad.Donde
quiera que un
cristiano
penetrase en una
ciudad, los
poderosos se
asustaban e
inmediatamente
lo procesaban
por
“perturbadores
de la paz”, pero
los cristianos no
abandonaron su
empeño,
convencidos que
eran la “colonia
celestial”,
destinados a
obedecer a Dios
antes que a los
hombres….
Martin Luther King,
pastor
evangelico.Premio
Nóbel de la Paz.
100
medio bajo, gruesa, y de cara redonda, se
disponía en todo momento a hacernos una
merienda secular, cada vez que mi madre se
reunía con ella, para hablar de amiga a amiga.
Ella, hacendosa como la mujer de la que habla
Proverbios, insistía una y otra vez, que
bajáramos mi padre y yo, para participar de
un chocolate caliente, al abrigo de una mesa
camilla, con estufa dentro. Carmen, carecía
de personas de confianza a las cuales poder
contar sus problemas y las historias de su
vida. Aquella mujer, a la que yo tenía un
afecto personal, casi como si fuera mi abuela,
lloraba sus cuitas ante el consejo de mamá.
Horas y horas, una y otra se sinceraban
mutuamente. Pude descubrir que nuestra
vecina, tenía además algo más interesante,
una sincera fe en Dios. Amaba profundamente
al Señor. Asistía a su iglesia, la católica,
cuando podía, pero no era mujer de “misa
diaria”, más bien cultivaba su fe personal en
casa, en una relación profunda de fe con el
Señor. No participaba de quienes acudían
todos los días a la iglesia, y no observaban
una conducta cristiana coherente con lo que
decían creer. Ella, que nunca tuvo un Nuevo
Testamento o una Biblia completa, lloraría de
agradecimiento, el día que papá le regaló una
dedicada, cociéndola entre sus manos, como
quien toca por primera vez una joya de platino
o de oro. Las lágrimas corrieron dulcemente,
por sus redondeadas mejillas, mientras
colocaba un sincero beso en el rostro de
papá.
Tenía dos hijos, uno en Granada, otra, en
Madrid. Natural de la ciudad de Melilla, al
norte de Marruecos, pero territorio español,
nos describía su infancia y juventud, como un
largo reguero de sacrillos familiares. Aun, el
recuerdo
de
sus
padres,
sencillos
trabajadores, que implantaron en su alma el
afecto
y
la
responsabilidad,
seguía
101
acompañándola día a día. En su corazón había
un manantial de vida para el Señor. En una
ocasión que aun recuerdo, justo en la puerta
de su casa, instantes antes de despedirnos
para subir a la nuestra, le dijo a mi madre:
­“Lolita”­así la conocía­¡Dios un día me habló!,
¡el Señor me habló directamente a mi!­
­Claro
Doña Carmen, que Dios habla,
¡cuénteme!­
contestó
lacónicamente
mi
madre.
­Cuando yo estaba en Melilla, sabía que había
dificultades familiares aquí en Almería, y aquí no
teníamos nada, ya que mi marido ha sido
siempre fotógrafo, y para venirnos a ayudar a
mi hijo, teníamos que dar un paso muy grande,
y venirnos a la aventura, no había nada seguro,
pero algo teníamos que hacer. Un día le pedí al
Señor que me ayudara, y oí su voz muy
claramente que me dijo: ¡Carmen, vete a
Almería que yo estaré contigo!­ Mientras decía
esas palabras, su voz plateada, suave, tímida,
se volvió temblorosa y sus ojos aparecieron
algunas lágrimas­y no lo dudé, vendimos todo
cuanto teníamos allí, que era bastante poco, y
nos trasladamos hasta aquí”­
­Doña Carmen, ¿usted sabe por que el Señor le
dio esa orden?­intervino papá, mientras le
hacía un gesto indicativo con el dedo índice
derecho, para remarcar la seguridad en su
declaración.
­Bueno, vine por mi hijo, y ya ve usted, ahora
está en Granada, nos hemos quedado aquí, y
hemos perdido todo lo que teníamos en Melilla,
claro que se tuvo que ir para allí por que estudió
la carrera de Médico, y allí se ha casado, y es
un buen profesional de la medicina, pero
nosotros aquí estamos, en este piso­
102
­No solo por eso, Doña Carmen, sino por que el
Señor
quería
que
nos
conociéramos
personalmente, para compartir del Señor juntos,
¿qué le parece?­respondió preguntando mi
padre.
­Pues.....¡claro que sí!, por que yo siento mucha
paz interior cuando ustedes me hablan de Dios
y del Evangelio de
Cristo­parándose unos
segundos, se dirigió a mi para cambiar de
conversación y proponiéndome algo­Por cierto,
Juan José, me ha dicho tu madre, que vais a
salir de viaje. He pensado una cosa, ¿por que
no vamos a Granada, por que quiero ir a ver a
mi hijo, y te pago el combustible?, creo que
podemos pasar unos momentos muy felices, me
encantaría ir con ustedes­
Los tres dijimos a la vez, sin dudarlo:
­¡Si!­
­Pero.... ¡con una condición!­apostilló papá
­¿Cuál?­preguntaba ella.
­El combustible lo pagamos nosotros, es decir
corremos con todos los gastos­añadió mamá
Y ante nuestra insistencia, Carmen, cedería.
Un par de semanas después, nuestra
furgoneta amarilla “Pegaso”, se deslizaba por
la carretera sinuosa repleta de curvas, que
atravesaba los pueblos almerienses llenos de
historia para enfilarse hacia la planicie de
Gladis, en la provincia de Granada. A lo lejos,
antes de llegar a esta ciudad, ya se veía la
torre de la iglesia colegiata gobernando todo
el territorio, como si desde su campanario se
pudiera otear toda la vasta vega de Guadix.
Fuimos atravesando los pueblos cercanos,
todos ellos rivales en la artesanía popular de
cerámicas que amontonaban al lado de la
carretera, para mejor venta y aun mejor
103
diversión de turistas, quedándose atrás,
cayendo uno tras otro como quien va dejando
en su vida amores pasados que ya no
volverán. Desayunamos en Guadix, al amparo
de la impresionante iglesia y de las murallas
árabes incrustadas en el casco urbano de la
ciudad, para después continuar el viaje, algo
cansado, hacia el pueblo de Iznalloz, situado
al norte de Ganada. No quería pasar por el
Puerto montañoso de la Mora, por que en esos
años, tenía demasiadas curvas, así que decidí
reemprender la ruta por otro camino, algo
largo,
pero
más
tranquilo
para
mi,
desviándome hacia la ciudad de Jaén, pero
con la intención de retomar la dirección a
Granada, por el pueblo de Iznalloz. Así se
hizo.
Al llegar a ese pueblo, rodeado de belleza
natural, dotado de las ruinas de un castillo
árabe
repletito
de
historias
curiosas
enraizadas en la Edad Media, nos detuvimos
junto a una fuente de agua natural, para
descansar. Nos bajamos todos, y allí sentí,
mientras las dos mujeres amigas se
recargaban de agua buena en botellas de
plástico, que yo debía de hablar directamente
con Doña Carmen, el Espíritu Santo, me
estaba motivando, para que le trasmitiera un
mensaje directo.
­Doña, Carmen, este viaje, no lo ha querido
usted, ni nosotros, lo ha deseado el Señor, por
que usted sabe, que hay un camino entre Dios y
los hombres, que es Cristo. Ese, al que usted
ama tanto, y que sin duda le ha ayudado a lo
largo de su vida, hoy, quiere entrar en su
corazón completamente, y ser su Señor, de
forma total. Jesús vino a la tierra para
anunciarnos el Evangelio, eso usted lo sabe, y
lo cree, pero no solo para ello, sino para que su
mensaje, sea real en nuestras vidas. El evangelio
de Cristo, no es algo que se lee solamente los
104
Domingos por la mañana en la iglesia
evangélica o católica, es para vivirlo a diario, y
yo sé que Dios está llamando desde hace
tiempo a las puertas de su corazón.....a mi me
gustaría.....­
­¡Ay Lolita, ¿que me está pasando?, pues estoy
sintiendo que mientras Juan José me está
hablando, estoy temblando por dentro, siento
algo muy grande, que nunca había sentido,
muy hermoso y bonito!­ interpuso Carmen
sudorosamente
­Lo que le está pasando es que el Espíritu del
Señor, la está visitando, ahora­añadí con
seguridad, mientras veía como papa cerraba
los ojos en actitud de oración, mientras
colocaba con suavidad su mano derecha en el
hombro de su mejor vecina. Mamá por otro
lado, hacía lo propio cruzando sus manos con
las de ella­Doña Carmen, ¿usted quiere recibir
Cristo en su vida, creer que es su Salvador y su
Señor­
Aparqué nuestro vehículo al lado de la
carretera, y allí hicimos un pequeño culto de
oración. Nuestra amiga, dejaba correr
lágrimas de agradecimiento, mientras oraba
entregando su vida y su alma al Señor.
­¡He sentido algo extraño!, por que me siento
como ¡nueva!, y sé que es Jesús­
Aquel fue un día hermoso y el sello final de
nuestra sincera amistad. Poco después, su
marido falleció aquejado de un cáncer de
próstata, y nuestra fiel, admirada y querida
amiga, se nos fue a vivir a Madrid, a casa de
su hija.
­Lolita, sé que nunca nos veremos, pero estoy
muy contenta de haberos conocido, le doy
gracias al Señor desde lo más profundo de mi
corazón­
105
Así fue, por que Carmen, partió poco después
de llegar a la capital de España, a la presencia
de su Padre Celestial.
EL ASESINO DEL MARQUES
Allá por la década de los años 50,
en la oficina de mi padre, entre las mesas de
trabajo, máquinas de escribir, archivos y
papeles, se movía un joven alto, bien vestido,
al que le gustaba utilizar las mejores colonias.
Formaba parte de un grupo de amigos muy
parecidos a el, que aprovechaban, sus horas
libres de las tardes, para ir a “conquistar”
muchachas jóvenes deseosas de besos y de
amores, de esas que salían con cualquier
excusa a pasear por las calles, con el único
objeto de caer en manos de alguno de éstos.
Papá, entrometido siempre en las teclas de su
vieja máquina de escribir, tecleando letras y
mas letras, solía descansar un rato, con sus
compañeros de la oficina, saliendo unos
minutos a la cafetería de la esquina, con el fin
de “estirar las piernas” darle algún que otro
gusto al cuerpo después de varias horas de
esclavitud ante los documentos de la
empresa. Aquel compañero extraño, que
utilizaba las mejores camisas del momento, y
que se pasaba mas tiempo fuera de su mesa
que dentro, hablando sin parar y haciendo
bastante poco delante de su máquina
correspondiente, era muy abierto, y sincero,
quizá demasiado sincero; alegre, demasiado
alegre. Varias veces había salido con él y con
los de su grupo, todos ellos oficinistas con el,
pero a mi padre no le gustaba cómo utilizaba
su tiempo: en bebidas y en mujeres. Sin
embargo, si alguien había en la empresa
dispuesto a ayudar a cualquiera que lo
precisara era él. Bien educado, de buen
106
talante, con una presentación intachable, no
era en ningún momento, el soez y grosero que
se podía esperar de alguien con una vida así.
En una ocasión papá se lo presentó a mi
madre, e inmediatamente ésta le dijo:
­Eduardo, no me gusta este amigo tuyo, ten
cuidado con él­
En el trabajo, entraba y salía constantemente
del servicio, por que allí tenían espejos. En
ellos se miraba, una y otra vez, el amigo
González. Mi padre, a quien respetaba quizá
más que a ningún otro, le había recomendado
en más de una ocasión que dejase esa vida, y
que se centrara en el trabajo. Se daba cuenta
que estaba al borde del desastre.
González, salía de fiesta todas las noches, no
solo con ese grupo de amigos, si no con otros
que también navegaban entre botellas de vino
y de coñac francés, al amparo de mujeres
exuberantes, pechugonas, y de fácil hablar,
con labios repintados en rojo chillón
que
portaban
lánguidos
cigarros
medio
consumidos por el fumar, mujeres de voz
ronca, que cansadas de la vida, se prostituían
con facilidad. Mujeres, que llevadas por la
necesidad, y el hambre, no habían encontrado
un lugar en la sociedad de esos momentos.
Mujeres que no sabían leer ni escribir. Mujeres
que de niñas pudieron ser violadas, o que en
la Guerra Civil perdieron todo lo que tenían.
Mujeres maltratadas día si y día también, o
mujeres que simplemente les gustaba esa
vida. Papá había sido invitado por su
compañero varias veces, pero él, siempre se
negaba a ir, por que sabía qué era lo que allí
se cocería. Fiestas, que solían terminar a altas
horas de la noche y en más de una ocasión
animados por el exceso de alcohol, y por el
machismo ibérico o español desenfrenado,
terminaban en auténticas peleas a puñetazos
y golpes de todo tipo y modo. Mi padre odiaba
107
esas fiestas, y siempre declinaba la invitación.
No era algo raro en González, venir al trabajo
con un ojo morado. En el fondo, en esa época
no era mala persona, pues siempre que
alguien precisara su ayuda allí estaba él antes
que cualquiera otro, dispuesto a ofrecerla de
manera altruista, pero su camino se estaba
torciendo y ni siquiera el mismo lo sabía. Un
día no volvió al trabajo, o se fue de el,
aburrido, por que pensaba que esa vida no era
para él, y quería mas aventuras, o fue que en
realidad lo expulsaron de la empresa por el
mal papel que hacía dentro de la misma.
Por años, papá no supo nada de su antiguo
compañero, hasta que un día, leyendo la
prensa diaria, focalizó su mirada en una
noticia cruel, terrible, repugnante, y quizá
aterradora:
­“El cuerpo del Marqués, ha aparecido
calcinado junto a la carretera. Su vehículo
también, quemado, estaba aparcado en un
descampado. El cuerdo del aristócrata, estaba
boca abajo, desnudo, y había pruebas
suficientes de que ha sido brutalmente
golpeado. Se baraja el robo como motivo del
asesinato. La policía está trabajando en
colaboración con el Juzgado para el rápido
esclarecimiento de este brutal asesinato y la
detención de sus asesinos”­
La fotografía en blanco y negro de un cuerpo
destrozado, causó
una mezcla de honda
repugnancia y de conmiseración por la
víctima, en el ánimo de mi padre. La noticia,
corrió rápidamente de boca en boca, a lo largo
y ancho del país. Papá se llevó la prensa a
casa, y allí leyó la noticia a mi madre, para
comentar después sobre la barbarie humana
en general. Poco después surgirían datos muy
espurios, pues la prensa oficial, en esa época
estaba
fuertemente
censurada
por
el
Gobierno, y era difícil encontrar datos sobre
108
determinados hechos, pero, poco a poco, la
verdad se estaba abriendo paso, de manera
escasa, poco precisa, pero al menos algunas
cosas se iban conociendo sobre ese hecho,
además, las únicas noticias que causaban
revuelo social eran “los sucesos”, y la gente
demandaba saber que era lo que había pasado
con el Marqués, y por qué, y quien lo había
hecho.
En la esquina de una página del periódico,
meses después apareció una segunda noticia,
en este caso, esclarecedora por que daba por
resuelto el caso del “Asesinato del Marqués”,
con la detención de los asesinos. Papá leyó
detenidamente los nombres, mientras tomaba
un poco de café con leche en casa. En un
momento determinado y específico, se quedó
pálido, dejando caer la taza sobre la mesa, y
desparramando así el café por el mantel. No lo
podía creer. Imposible, inaudito. Leía una y
otra vez un nombre revelador, nombre y dos
apellidos. Llamó a mi madre:
­¡Lola!, ven­
Mamá acudió tan rápido como pudo.
­¿Qué sucede Eduardo?, ¿como está todo el
café tirado en la mesa?­
­Deja el café y lee esta noticia, por favor­
Ella leyó varias veces, pero papá incidía que lo
hiciera con el nombre que él le indicaba con
el dedo índice de la mano.
­Gonzáles Pries­leyó varias veces­¿Quién es,
Eduardo?­
­Me parece que es mi antiguo compañero, ¿no
te acuerdas de ese chico, que hace algunos
años te presenté, y que te comenté que llevaba
una vida disoluta?­
109
­Si por supuesto, pero ¿tu crees que es él, uno
de los asesinos?­
­La descripción coincide, también el nombre,¡
estoy seguro!.­
­¡Dios mío!, la de veces que le avisé, y es que el
que “mal empieza, mal acaba”,¡que pena!­
contestó apenado mi padre, mientras, pasaba
la página del periódico, hasta que encontró
llegar por inercia a un reportaje mas amplio
sobre la noticia, y en donde aparecían las
fotos de los asesinos, y allí estaba él, en
primera plana.
­Lola, mira, es él, aquí está­ dijo mi padre, con
una voz triste­ ya no hay dudas, es él­
Había sido un asesinato, en donde se
mezclaron dos motivos: uno era el robo, el
otro, indescifrable. Un oscuro entramado de
túneles negros repletos de amores y de
deseos descontrolados, había llevado al
aristócrata y a sus asesinos, a la hecatombe.
No obstante, papá no podría ni sospechar, que
varios años después volvería a tener contacto
por carta con su antiguo amigo, ahora en
prisión por esos hechos, y enfermo. Gracias a
esa relación epistolar, esa persona con un
alma tan negra y sucia, tendría la oportunidad
de hallar el perdón de Cristo.
El Marqués, un acaudalado aristócrata
español, miembro y descendiente de una de
las grandes “casas” de rancio abolengo, era un
hombre, que frecuentaba malos ambientes de
la noche. Entontecido, quizá por los muchos
apellidos que arrastraba el glorioso pasado de
su familia, cuyas raíces se entroncaban en la
lejana Edad Media, se creía el amo y el señor
de todo lo que le rodeaba. Si bien es cierto
que la gran mayoría de aristócratas españoles,
llevan sus nobles apellidos con enorme
orgullo, elegancia, honestidad, y decencia, no
110
era así este caso. Hacía ya mucho tiempo que
perdió el “norte” en su vida, entre mujeres,
bebidas, juergas, y devaneos amorosos con
personajes oscuros. En ese mundillo, conoció
a alguien, un “trotamundos”, ansioso de poder,
de dinero, con muy pocos escrúpulos
personales. Esta misteriosa persona, quizá
jugó con el Marqués al amor ilegal, pero
haciéndose amigo de él, consiguió mucha
información que sin duda le apetecía codiciar,
y la codició de tal manera, que urdió una
trampa en la que el bueno del Marqués
debería caer. Un grupo de amigos, compuesto
por hombres de innoble espíritu y de mujeres
de bajas pasiones, tramaron engañar al
aristócrata, pero eran demasiados conocidos y
urgía utilizar a un hombre de “paja”, alguien,
que siendo poco conocido, podría cargar con
la justicia, en caso de ser descubierto el
enramado fatal por parte de la temida policía
de Franco. Al principio, todo el plan estaba
saliendo como ellos lo habían creado. Se
trataba de hacer salir a una fiesta al
aristócrata, y allí poder secuestrarle para
exigirle la entrega de dinero, joyas y quizá
alguna obra de arte, a la que tanto estaba
acostumbrada
la
victima,
pues
la
coleccionaba,
y
después,
escapar
al
extranjero, antes de que fuera avisada la
policía. Tres secuestradores invitaron a la
victima a una fiesta, donde les esperaban los
restantes. Finalizada la orgía, todos se fueron
en su automóvil, en una dirección planificada,
al campo abierto, en mitad de la noche, allí lo
amordazaron, y le exigieron que les diera las
llaves de la casa, y los datos bancarios. Dos
de ellos, se bajaron del automóvil, cuando
llegaron a un punto de carreteras secundarias
desconocidas,
en
donde
les
esperaba
González, quien se fue con ellos en dirección a
la casa de la víctima, sin saber lo que pasaría
después con ella. Todo iba perfecto, bien, por
el camino creado, hasta que el Marqués se
En una ocasión,
alguien,
discutiendo
conmigo, me dijo
que la Epístola de
los Gálatas había
que sacarla de la
Biblia. Si hay
algo que me
enfade, es ese tipo
de cosas: quitar y
añadir a lo
revelado. Me
pareció tan
intolerable tal
postura de
interrumpí en ese
momento la
conversación. Lo
que está escrito,
está escrito, y
toda
manipulación
humana, sobre la
Biblia es pecado,
y por tanto,
injusta.
El autor.
111
resistió de tal manera,
que dos de los
secuestradores, viendo que iban a ser
descubiertos decidieron acabar con su vida, en
un crimen atroz y cruel.
Torturado, y
despojarlo de sus vestiduras, fue asesinado.
Como no querían dejar huellas, quemaron el
cadáver, con parte de la gasolina del vehículo,
y finalmente éste sería destruido. Arrojaron el
cuerpo en una acequia, llena de marañas de
ramas secas y piedras, medio oculto, de una
manera un tanto precipitada, por que a lo
lejos vieron las luces de un automóvil lejano
que venía hacia ellos, temiendo que fuera
algún vecino de los pueblos cercanos, o un
coche patrulla de la Guardia Civil. Resultó ser
González, quien había vuelto, para hablar con
el líder del grupo, enterándose de lo que había
sucedido. De regreso a la casa, robaron todo
cuanto pudieron, sobre todo dinero, pues el
aristócrata, era muy celoso, y no tenía nada
prácticamente en el Banco, sino en una caja
de seguridad que fue convenientemente
abierta por uno de los delincuentes,
precisamente con el cual el Marqués había
hecho cierta amistad un tanto sospechosa.
Cadáver y vehículo habían sido ocultados
precariamente, pero a pesar de ello, estaban
en un lugar de difícil acceso, y en esos
tiempos, la policía española, y la Guardia Civil
no contaban con los avanzados medios que
hay hoy. Esa misma noche, cada uno por su
lado, se marcharon de incógnito lo mas
rápidamente posible. González, quien poseía
pasaporte, viajó a Sudamérica, con parte del
preciado botín, continuando allí una vida
disoluta y gastándose todo el dinero. Al paso
de pocos años, contrajo una enfermedad, y
conocedor que en España lo buscaban decidió
regresar a cumplir su condena, para al menos
estar cerca de la familia que tenía. Se entregó
a la policía del país donde residía y ésta se
puso en contacto con las autoridades
112
españolas. De esa forma regresaría, un
González, marcado por el delito, y el crimen.
Agobiado por el peso de la conciencia, que
estaba naciendo en esos momentos, comenzó
a recordar los buenos consejos que un día,
hacía mucho tiempo le dio un gran amigo
suyo, cuando trabajaba, años ha, en la misma
empresa. Algo sucedió también en la mente
del delincuente, por que en algún momento de
su vida de sexo y lujuria, allá en Sudamérica,
una anciana, con la que un día se cruzó
accidentalmente en la calle, le habló sobre
Dios. Una batidora, comenzó poco a poco a
funcionar en su mente. Cuando regresó a
España, siendo detenido en el mismo
aeropuerto, se le acusó de todo lo sucedido,
incluso del crimen, por que sus “compañeros”
también detenidos, le culparon de todo, al
objeto de que la pena impuesta fuera mayor
par a él, que para los demás. La estratagema
no dio el resultado buscado, pues todos fueron
a parar a la cárcel con sus huesos, una gran
cantidad de años.
Aquel muchachote guapo y atractivo, que le
gustaba divertirse con las mujeres, pero que
en el fondo no era mal muchacho, se convirtió
en un ser degenerado, y abyecto. Las malas
amistades y los malos caminos llevan a eso.
Papá, a pesar de la repugnancia honda que le
producía todo eso, y por su puesto la tristeza
que sentía por el asesinado, no había olvidado
a su antiguo amigo. Todos le dieron la
espalda, la sociedad entera, se volvió contra
él, y había razones, mas que justificadas, para
hacerlo. Sin embargo mi padre, aun albergaba
en su interior, un rayo de esperanza. Hacía ya
mucho tiempo que nos habíamos convertido al
Señor, y sabíamos que Dios puede obrar de
maneras muy significativas, y que ama al
pecador.
113
A comienzos de los años 80, comenzó a
investigar en que prisión estaría González, y
como es lógico, por razones de todos
conocidas, las pesquisas fueron muy difíciles,
ya que son datos altamente privativos del
Estado, pero al final lo logró.
­¡Señor!, quiero que me ayudes a encontrar la
prisión en donde está mi antiguo amigo, por
que quiero testificarle de tu amor, dame esa
oportunidad, Señor­Oró papá, y le fue
concedida.
Naturalmente no le podía ver, por que,
vivíamos ya en Almería, y él estaba en Madrid,
era difícil, y además, no le concedían ese
permiso, ya que los únicos que podían verlo,
eran los familiares directos. Sin embargo no
se amilanó, y armándose de valor, le escribió
una carta personal, en la que le decía que
siempre se acordaría de sus años de juventud,
juntos, y que por supuesto, oraba por él.
El recluso, que había sufrido ya un infarto
cerebral, y que tenía problemas de salud
serios, al leer la carta, sin poderlo evitar se
echó a llorar en su celda, por que alguien
ajeno a la familia, estaba allí hablando con él.
Mientras leía la carta, la imagen de papá de
joven, surgiría de la misma, tal y como él le
había conocido, para ser portadora del
mensaje esperanzador del contenido de la
carta. González,
veía, recortada contra la
pared sucia, el rostro sonriente de su amigo
de gafas. El que tanto mal había hecho, con
su vida, creyó ver por primera vez, un rayo de
esperanza, una leve luz al final del túnel
oscuro. Con la vida destruida, estaba
comenzando a ver desde el calabozo, un
esbozo, una esperanza, algo que le diera
motivos para volver a vivir. Del contenido de
esa primera misiva, una palabra flotaba en el
aire: “Dios”.
114
A penas podía leer las letras, pues tenia una
fuerte perdida de visión, y su enfermedad de
la que salió por poco, le había dejado muy
trasteado. No obstante, esa carta bien
merecía una respuesta, y temblando la mano,
lo hizo. Tuvieron los dos antiguos amigos una
larga correspondencia, en la que papá siempre
que podía le testificaba del amor de Cristo, y
de lo que El podía hacer en su vida si le
dejaba hacer en su corazón. De todas las
frases que he podido leer en ellas, pues la
letra es muy difícil para entenderla, hay varias
muy claras que dicen así:
­“Yo me encuentro en avatares producidos con
las amistades de “amiguitos” y de “amiguitas”
que no me querían bien, y por lo tanto me
aconsejaron malamente, pero hoy, después de
todo lo pasado, que no ha sido poco, he sabido
reaccionar y efectivamente me considero un
hombre nuevo, y con la experiencia vivida en
mis propias carnes y en las ajenas”­
­“Seguro que nada pueden aliviar la pena que
estoy pagando, como consecuencia del
horroroso delito en el que colaboré”­
­“Si, Eduardo, eres, un gran hombre, y eso que
a mi me tenías confundido, y equivocado, pues
yo siempre descuidé tus sabios consejos, y no los
escuchaba, fiándome tan solo, en los de los
malos amigos, y así me fue. Pero cando regresé
de Sudamérica, por mi enfermedad, los tuve a
mi lado, y ahora mas, en los momentos difíciles
que estoy pasando”­
Papá, que nunca pudo ir a verlo, por diversas
circunstancias ajenas a su voluntad, un día
decidido a darle una mayor ayuda espiritual,
le escribió sobre Jesús. A lo largo de su
relación epistolar pudo hablarle con mucha
claridad, pero en este momento, era ya
necesario entrar directamente en oración,
pues en la carta, le invitaba a entregar su
115
vida y su alma al Señor, por completo, con
todos los pecados que tenía a sus espaldas.
­¡Señor! Te pido, que González, al leer esta
carta, le hagas ver cuanto le amas en realidad.
Señor ¡ayúdame y ayúdalo a el!, en tu Nombre
Jesús te lo pido”­
­“Mi preciado amigo:
Te escribo hoy para contestar a la tuya de hace
unos días, pero, como tengo confianza contigo,
quisiera decirte, que Cristo, murió por tus
pecados en la Cruz, y que Resucitó al Tercer
Día, de manera gloriosa. Eso es algo que tú
sabes, por que has leído muchas veces el
Evangelio, pero ahora, Cristo, puede cambiar tu
vida, hacerla nueva por completo, y para ello,
te voy a pedir que en el silencio de tu celda,
esta noche, hagas esta oración, pero que sea
de verdad, sentida, pensando en Cristo:
“Señor Jesús, esta noche, te recibo en mi
corazón, y te confieso como mi Señor y Salvador
personal. Señor acógeme, con todos mis
pecados, de los cuales me arrepiento, Señor. Te
entrego todo, cuerpo, alma y espíritu. Dios
Padre, en el Nombre de tu Hijo Jesús, quiero que
me perdones todos mis pecados, y limpies mi
alma para siempre. Tuyo soy de ahora en
adelante”
Tuyo,
Eduardo”
No sabía mi padre, cómo reaccionaría
González, podría pasar cualquier cosa, pero
poco después recibió una carta, en la cual
nada mas empezar le dijo así:
­“Mi buen amigo Eduardo. ¡Hermosa la oración
que me enviaste en la tuya del 29 de Agosto, y
116
que recibí el 2 de éste mes!, ¡por supuesto que
la voy a hacer, todos los días!”­Y lo hizo, a
juzgar por las cartas que escribiría mas tarde
sobre lo importante que era Dios para él.
Todas las noches oraba por nosotros y
nuestros
problemas
de
cada
día,
interesándose por ellos y sus circunstancias. A
menudo se reunía con el capellán para
escuchar las historias de la Biblia, por que él
no podía leer directamente a causa de su mal.
Por fin, pudo encontrar la paz que buscaba.
Nunca más supimos nada más de él, por que
al parecer falleció poco después de la última
misiva alentadora.
En el caminar de su vida, triste y azarosa,
pudo conquistar buena parte de los placeres
de este mundo, a un alto precio de perdición,
de degeneración y de depravación personal,
dejando a un lado y a otro, muchas vidas
rotas de familiares. Pero a pesar de ello, había
algo en su interior, un rayo de esperanza, que
desde el cielo estaba iluminando débilmente
su alma, era Dios, quien esperaba el momento
propicio. González podría haber muerto en
alguno de esas guerras en las que estaba
metido desde joven, y haberse perdido en el
infierno para siempre, pero el Señor allí
estaba esperando, y sucedió el milagro, en un
momento determinado, concreto, puntual. Su
vida fue un desastre, pero poco antes de
morir su alma comprada por
Cristo para
siempre.
117
LA GRAN CONVENCION CRISTIANA GITANA
EN FRANCIA, MATEO MAXIMOFF, CLEMENTE
LECOSSEC
Madrid, es una ciudad llena de
grandes contrastes, rincones y lugares que
son viejas reliquias del pasado, y que aun
permanecen vivas en el alma máter madrileña
para deleite de sus habitantes. En el centro
histórico de la ciudad, el viejo “Rastro”, un
gran mercadillo al aire libre, cargado de miles
de artículos de todo tipo, desde viejas
máquinas de cien mil usos desconocidos de un
ayer industrial, hasta, decenas de cuadros de
pintores
noveles,
automóviles
clásicos
completos, muebles de todo tipo, piezas de
arte originales y copias tanto de escultura
como de pintura, reproducciones de restos
arqueológicos, revistas antiguas y modernas
por kilos, libros de ayer y de hoy
amontonados, ropas y ropajes, se abren paso,
a lo largo de un puñado de calles, callecitas,
callejones, plazas y placitas. Aquel soleado
Domingo, cuando salía del culto, en la Iglesia
Evangélica de Calatrava, me dirigí, hacia el
abigarrado conjunto callejero del Rastro
madrileño, nada me producía mas placer que
caminar entre tantísima gente rebuscando
todo tipo de cosas raras. Allí, en una de las
plazas públicas, rellenas de vendedores de
todo tipo, ofreciendo sus mercancías a viva
voz, encontré, en el suelo, una sábana llena
de un buen montón de libros antiguos, mi
gran vocación. Leí, todos los títulos, uno tras
otro, hasta que hallé nada menos que una
Biblia Reina Valera del siglo XIX, algo inaudito,
pues esa versión, la que nosotros utilizamos,
era de imprenta protestante, y en esa época,
solo podría salir de manos de los antiguos
“colportores”,
que
iban
por
España
regalándolas,
o
vendiéndolas
a
precio
118
asequible, pese a la enconada persecución
por parte de algunos estamentos religiosos
ultramontanos de esa España ya caduca hace
años, por suerte. Mis ojos se abrieron de par
en par. La vendedora, una mujer de raza
gitana, me dijo que me la retendría para el
próximo día, pues como siempre me pasa, no
tenía encima ni un solo “céntimo”. Al domingo
siguiente, volví con el dinero preparado, pero
lamentablemente la señora, no quiso o no
pudo mantener su palabra y la codiciada Biblia
había desaparecido por completo. Mi ánimo
por el suelo. En ese momento, me
acompañaba mi padre, otro loco apasionado
por el mundillo de los libros viejos, como yo.
Dios, había dispuesto algo distinto, El se
mueve de formas desconocidas para nosotros,
y su lógica no es la nuestra. Esa plaza
recargada de vozarrones que todo lo vendían
entre el gentío, está rodeada de comercios de
antigüedades, que también aprovechaban la
abundancia de público en los Domingos, para
abrir y ofrecer sus mercancías. En una de las
esquinas había una tienda de cuadros
antiguos, todos ellos de gran valor. Siempre
que podía me detenía para contemplarlos,
pues la pintura es otra de mis pasiones
artísticas. Papá, quien también aprovechaba
cualquier día para dar una vuelta por el
“Rastro”, a solas, solía pasar por allí varias
veces a lo largo de la semana. Ese día, el de
mi decepción por perder aquel ejemplar
bíblico, caminábamos los dos por la acera del
comercio, justo en el instante, en el que
estábamos delante de la puerta, intentando
abrirnos paso entre la marea humana que
subía y bajaba, salió de su interior, un señor
de tez morena, achaparrado, voz ronca, pelo
algo rizado, evidentemente gitano, muy
amable y educado, quien nos invitó ex profeso
a entrar. Sin dudarlo un instante, así le
hicimos.
119
Luís, nos dio la mano con fuerza:
­Soy el anticuario de este comercio, su
propietario, mi nombre es Luís, y para mi es un
placer invitarles a contemplar mis cuadros,
pero, no es mi interés venderles alguno, sino
saludarles, pues les he visto varias veces por
aquí, y hacía ya tiempo que tenía muchos
deseos de saludarles, por que yo soy cristiano,
Dios me ha dicho que hable con ustedes, por
que ustedes son cristianos como yo. No he
podido evitarlo, “Algo” me ha dicho que hale
con ustedes­
Papá se quedó sorprendido, pero rápidamente
no solo le estrechó la mano, si no que además
le abrazó. Luís, con rapidez cerró la tienda,
importándole muy poco perder algún que otro
impertinente cliente, que pudiera entrar
después a molestar.
­Si no le importa, Don Eduardo, voy a cerrar la
tienda, hoy me interesa mas hablar con ustedes
que otra cosa, me da igual vender o no­
No recuerdo, cuanto hablaron los dos hombres
mientras yo estaba detenidamente absorto
contemplado pinturas renacentistas de las
escuelas italiana o española del siglo XVII, y
asombrándome de la bondad de copias de
originales que allí se vendían como copias de
calidad. Aquel fue el inicio de una larga y
fructífera amistad con nuestro anticuario. Era
padre de una familia numerosa.
Muchas
veces íbamos a su casa, en donde yo
aprovechaba la oportunidad para predicar la
Palabra a su familia. A su vez, Luís, nos visitó
varias veces a la nuestra. Las visitas a su
comercio, se hicieron
tan usuales,
con
clientes o sin ellos, que Luís, en todo
momento, nos recibía con un gran abrazo, y
una maravillosa sonrisa. Yo,
temía sus
abrazos, por que me apretaba tanto que me
daba la sensación que me asfixiaba. Lola, su
En
una
ocasión,
comenzaron
a
importunarnos, una y
otra vez, los Testigos
de
Jehová.
Por
educación
les
atendíamos, y como
ellos se dieron cuenta
que conocíamos bien
la
Biblia,
nos
enviaron
varias
parejas una y otra
vez, para hacernos
desistir de nuestra fe,
y que nos pasáramos
a la suya (si es que la
tienen en realidad).
Se
pusieron
tan
insistentes,
que
papá, con una gran
sonrisa en su rostro,
les
dijo
en
una
ocasión:
­Ustedes tienen razón,
son muy bíblicos­
­¡Claro que sí que
somos
bíblicos!­
contestaron
con
alegría.
­Lo son, y vienen en la
Biblia, les voy a leer
aquí mismo­
Abriendo
por
1ª
Timoteo 4,1, les leyó
con autoridad:
­Pero el Espíritu dice
claramente que en los
postreros tiempos,
algunos apostatarán
de la fe, escuchando
doctrina de
demonios………¿lo
ven?, son bíblicos,
aquí ya se habló de
ustedes..­ Y con una
amabilidad muy
británica, les añadió:
­Estarán, por ello, muy
contentos,¿ a que sí?­
NO VOLVIERON
NUNCA MAS.
120
esposa que estaba embarazada, se convirtió
de la misma manera en una buena amiga de
mi madre. Las dos departían entre ellas, sobre
todos los aspectos que siempre preocupan a
las mujeres, como esposas, como amas de
casa, como madres.
Varios meses después de aquel primer
encuentro, sonó el teléfono en casa, como
solía hacerlo muy a menudo, pues en todo
momento,
el
anticuario,
aprovechaba
cualquier oportunidad, para que fuéramos a su
casa a orar por diversos asuntos personales o
familiares. Ese día volvería a hacerlo, en esta
ocasión era para pedirnos un favor. Sabíamos
que Lola, había tenido un bebé, que era niña,
tan morenota como su padre.
­Hermano Eduardo, les llamo, por que para mi,
sería un gran placer, que vinieran a mi casa, y
orasen por mi niña. Yo quiero que sean ustedes,
quienes me la “presenten al Señor”, en oración­
­No te preocupes, Luís, claro que sí, estaremos
allí esta misma tarde, pero dile a Lola que no
prepare nada, que no es necesario.­ Contestó
papá.
­¿Cómo que no preparemos nada?, ahora
mismo, he llamado a mi mujer para que
prepare una buena merienda, usted sabe que
a mi me gusta así­ contestó con una fuerte voz
Luís.
A veces, mi padre, tenía que retirar un poco
el teléfono de su oído. El anticuario, tenía la
costumbre de hablar muy alto, y siempre que
íbamos a su casa, nos preparaba una mesa
con todo tipo de alimentos. Allí nos recibían
con todo cariño, incluso los niños, quienes se
arremolinaban en torno a mi persona para
jugar, cubriéndome de todo tipo de preguntas
sobre la Biblia. Después de hablar largo rato,
Lola, su mujer, no mi madre, trajo al bebé,
121
para que orásemos por ella. Con mucho mimo
y cariño, destapé su diminuto rostro. Aquel
ser tan chiquitín de sexo hembra, con un pelo
tan negro y abundante, fue una bendición
para la ya numerosa familia cristiana gitana.
Sentí que debíamos orar por ella, ya no solo
por que su padre nos lo había encarecido con
fuerza, sino por que era algo que el Señor
había preparado convenientemente. No quise
perder esa primera oportunidad que me
ofrecía la vida. Leímos la Palabra
y
detalladamente, expuse la enseñanza de la
Biblia en este sentido, y las obligaciones que
los padres debían adquirir ante el Señor para
darle una enseñanza bíblica y una educación
conforme a los designios del Señor. Luís y
Lola, se comprometieron ante el Señor, y mis
jóvenes brazos, levantaron esa criatura hacia
el Señor, mientras oré con corazón para que
aquella tierna criatura se convirtiera al paso
de los años en una sierva de Dios. Para mi
sería “mi primera presentación”, algo que
nunca olvidaré. Después de veintiocho años,
algunos de sus hijos son pastores evangélicos,
y creo que la “presentada” es esposa de un
pastor. Lamentablemente, cinco años después
de estos hechos, perdimos mutuamente
nuestro contacto, por muchas razones ajenas
a nuestra voluntad y a la suya, ellos
cambiaron de domicilio, nosotros también. A
través de terceras personas, supimos que Luís
partió con el Señor hace ya algún tiempo.
­¡Hermano Juanjo!­me gritó una vez Luís,
cuando fui a verle al comercio­¿Te vienes
conmigo a Francia, esta misma semana?­
­¿Quién yo?­pregunté fascinado.
122
­Por supuesto, y además quiero que vayan los
hermanos, tus padres­
­Pero es que yo estoy haciendo el Servicio
Militar, y no sé si me dejarán mis superiores y eso
va a tardar, y sabes que tengo un coche
pequeño­contesté
­Vamos
a ver: ¿Tu quieres venir a una
convención mundial gitana evangélica?­Me
preguntó Luís con uno de sus clásicos
movimientos de sus manos en mi cara,
añadiendo:­ ¿Tu crees que puede ser voluntad
de Dios?­
La verdad es que la propuesta me fascinaba,
por que me apetecía salir de viaje, sobre todo
al extranjero, pero todo era muy rápido, y no
habíamos preparado nada de nada.
­Bueno, déjame hablarlo con mis padres, a ver
qué dicen. ¿Cuando hay que irse?­
­El próximo viernes­
­Pero si hoy ¡es Miércoles!­Respondí con una
mezcla de asombro y dudas.
Ese mismo día les expuse a mis padres en
casa, la asombrosa propuesta de Luís. El
estaba acostumbrado a tomar decisiones así,
pero nosotros, no.
­¡Bueno! ¿Por que no?­ preguntó mamá sin
duda alguna.
­Yo estoy dispuesto­añadió papá­En estos días
no tenemos nada que hacer, y a mi me parece
muy bien­
­Pero mamá, si no tenemos para ir, y el coche,
es para cuatro personas nada mas­
123
­¿No tenemos dinero?, claro que sí, el justo para
salir de viaje, y algo mas. Si falta, el Señor nos lo
dará, así que nos vamos­ contestó papá
mirándonos a los dos­ahora mismo llamo a Luís
y le digo que nos vamos­
En esos días, yo estaba disfrutando de una
larga baja, por motivos de enfermedad en el
Ejercito, y un compañero militar, me dijo que
no era necesario, pedir un permiso especial,
por que en realidad, mi salida a Francia, iba a
ser de pocos días, y que nadie, en la frontera
me preguntaría nada al respecto. El viaje fié
tan improvisado, que a penas pudimos
preparar nada. Un poco de ropa, algunos
documentos, una ligera revisión al vehiculo, y
poco mas.
Ama e sirve a un Dios e trino.
A tu próximo se benigno.
Este es derecho camino.
TRATADO DE DOCTRINA Siglo XIV
Convención mundial
evangélica gitana en
Tarbes, sur de Francia. Más de 14.000 personas
de etnia zíngara, cristianas. Allí estuvimos,
acompañando y compartiendo el Evangelio con
esos hermanos, 1980.
124
Dormimos, esas noche en la ciudad de San
Sebastián, en uno de los hoteles mas lujosos
de esos momentos, el “Maria Cristina”, por
empeño de Luís quien quiso contribuir
económicamente con todos los gastos
derivados del viaje.
Al día siguiente, salimos para Irán, en la
frontera hispano­francesa, y ya por la tarde,
las ruedas de nuestro pequeño vehiculo, se
acercaban a Tarbes.
Para mi aquello sería una experiencia que no
querría perder por nada del mundo, pues por
primera
vez,
estaría
conviviendo,
con
diferentes grupos zingaros procedentes de
toda Europa mayormente, con sus trajes
tradicionales, su forma de vida común, sus
costumbres. Estaba apunto de entrar en
contacto con, Zigeuners, Kalderas, Sintis,
Gipsys, Tártaros y otros, todos ellos, al igual
que los gitanos pertenecientes a los zíngaros
en general. Oiría por primera vez, el romanés,
y podría ser testigo de cómo Dios está
levantando un pueblo redimido por El, entre
estas gentes nómadas.
Tarbes es una pequeña población muy cerca
del santuario de Lourdes, en los Pirineos
franceses, a penas tuve tiempo de visitarla,
pues mi máximo interés se centraba en la
Gran concentración cristiana. Cinco o diez
kilómetros antes, comenzábamos a ver,
numerosas “Roulottes” de familias singaras
que allí se dirigían. A mi me dio un poco de
vergüenza, pues, mi vehículo me parecía muy
rudimentario al lado de los que ellos usaban.
La organización era espléndida, por que en
todos los lugares había letreros indicativos
que nos orientaban perfectamente.
125
Veíamos por la carretera de acceso,
numerosas “roulottes”, repletas de familias
procedentes de toda Francia. El campamento
era enorme. Las casas rodantes, se esparcían
por todos los lados, dejando el espacio
suficiente entre ellas, como para poder mover
los automóviles. Los niños campeaban de un
lado para otro, por doquier.
Ancianos patriarcas ataviados con grandes
mostachos, que se apoyaban en bastones de
manto, con empuñaduras decoradas en plata
y oro, vestidos con sus mejores galas y
sombreros de ala ancha. Mujeres embutidas
en sus grandes faldas multicolores o
monocromas, pero todas ellas relucientes. De
las puertas de las casas rodantes, toldos para
evitar el sol, protegían mesitas de verano,
rodeadas de sillas de playa.Allí las familias
gitanas, se reunían para tomar mucho café, o
para comer. Los niños, habían convertido todo
el campamento en un inmenso lugar de juego,
por que los niños gitanos, son de toda la
comunidad.
Algunos
hojalateros,
hacían
cacharros de cocina en un “pis­pas”. Allí, se
hablaban en todos los idiomas de la Europa
occidental. Sin embargo, aun viniendo de
países distintos, no hacía falta traductor
ninguno, pues todos se entendían en
“Romanés”.
La carpa central, se elevaba sobre el
campamento, como una catedral moderna. Allí
nos reuníamos para orar los distintos grupos.
Para mi resultaba un placer, unirme a ellos. No
me importaba que las oraciones se hicieran en
francés, italiano, o romanés, yo lo hacía en
español, y todos me respetaban. Las
alabanzas se elevaban en el aire.
126
Al llegar tuvimos un pequeño problema. La
cuestión era cómo dormir y en donde.
­Señor, ayúdanos­ oramos los cuatro juntos­
pues no conocemos a nadie aquí, y
necesitamos un lugar para poder dormir estas
noches­
Nada mas, finalizar la oración conocimos a un
misionero gitano que hablaba el español bien,
y haciéndole un lugar en nuestro pequeño
automóvil nos dirigimos a Tarbes, a una
pensión. Allí coincidimos con Clemente
Lecossec, y algunos otros hermanos, que
habían
venido
especialmente
para
el
encuentro desde la lejana India, en avión.
­Pastor Lecossec, es para mi un honor poder
saludarle personalmente­
­Igualmente,¿tienen alguna dificultad para
dormir?, no se preocupen he dado orden para
que les preparen una habitación­Nos contestó
en un francés perfecto.
Clemente Lecossec, era Pastor de la
Asambleas de Dios, de Francia, y presidente
mundial de la obra evangélica gitana. Alto,
delgado, elegante y bien educado, ha sido un
referente primordial en el nacimiento y
desarrollo de una de las obras más
importantes del mundo evangélico europeo.
En esos años de la década de los 50, Francia,
al igual que el resto de Europa, aun estaba
sumida en la lucha para salir de la pesadilla de
la Segunda Guerra Mundial. Eran años de
escasez, y en esa sociedad, los gitanos
ocupaban el último lugar, viviendo, en la más
absoluta pobreza, marginación, analfabetismo
y miseria. En una reunión de las Asambleas de
Dios, se habló de ésta minoría étnica. Un
joven pastor, lleno de deseos y de vocación
sintió el llamado de Dios, para trabajar con
127
ellos. No era gitano, pero eso no importaba,
por que lo que tenía era una disposición
positiva a la voz de Cristo, que le estaba
llamando para su obra. Con una bicicleta, que
le causaba daños se lanzó a recorrer los
caminos y viejas carreteras, alcanzando a las
carretas de los nómadas, durmiendo en el
suelo, pasando necesidades, para predicarles
el Evangelio de Cristo. Pocos años después, la
obra se extendió como una pólvora por toda
Francia, por que el Espíritu se movía a la par
que lo hacían los carromatos de los gitanos.
Rápidamente, se abrieron lugares móviles de
culto al Señor y en poco tiempo fue necesario,
organizar una iglesia: “Misión Gitana”, que
después sería llamada: “Iglesia Evangélica
Gitana de Filadelfia”. Nombre inspirado en la
pequeña
y fiel iglesia de Filadelfia
mencionada en el Apocalipsis, y que en griego
significa: “Amor fraterno”. La obra de Dios es
completa, y su Espíritu no ha dejado
de
soplar con fuerza entre los miembros de este
pueblo, saltando por encima de fronteras
políticas, y allá donde hoy hay gitanos, está
también, la palabra de Dios.
En la carpa, el desarrollo de las predicaciones
se hacía con un orden extraordinario. El
Prefecto del Departamento, lo que en España
corresponde al Gobernador Civil, fue invitado
junto al Jefe de Policía y el Alcalde de Tarbes,
todos ellos, hablaron en nombre de su cargo,
dando la bienvenida a todos los asistentes, y
cada uno se les obsequió con un ejemplar de
la Biblia. El aplauso, generalizado.
Aquella concentración me dio la oportunidad
de conocer usos y costumbres desconocidas
para mí, o al menos tan solo leídas en los
libros y revistas especializados en temas
etnológicos. Fue en ese momento, cuando
comencé a interesarme por la lejana historia,
de un pueblo marginado. No sabía hasta que
punto me llegaría a interesar. Varios años
128
después, pude publicar mi libro “Historia del
Pueblo Gitano”, con cartas de agradecimiento
de SSMM el Rey, el Presidente del Gobierno y
de otras autoridades nacionales, felicitándome
por la labor de investigación realizada.
Lecossec, nos facilitó la habitación que en un
principio iba a ser destinada para uno de los
hermanos que venía ex profeso desde la
India, pero todo se solucionó por que el pudo
dormir en un lugar, todavía mejor, y mas
cómodo. Por la mañana después de orar un
poco, nos íbamos al campamento, allí
aparcaba en cualquier lugar pues espacio
había de sobra para ello, y me perdía
caminando entre los carromatos gitanos.
Quería aprender a toda costa, sus usos y
costumbres. Deambulando de un lado para
otro, vi a lo lejos junto a una “roulotte” a mi
familia,
y a Luís junto con un grupo de
personas desconocidas. Me llamó la atención
ver cómo mi madre, que no sabía nada de
francés, hablaba resueltamente con esas
mujeres. Yo llevaba una cámara fotográfica,
por
tanto
aproveché
ese
momento,
lamentablemente, la máquina no estaba bien
enfocada, resultando una mala fotografía.
129
En la convención mundial, de amarillo mi
madre.
Tras ella, Luís. Al fondo mi padre, a su
derecha, el pastor Mateo Maximoff, marcado con
una señal en la cabeza. El resto, amigos zíngaros
cristianos con sus caravanas. He de reconocerlo,
la fotografía está muy desenfocada.
Papá, me presentó a un pastor evangélico que
hablaba el español con alguna dificultad.
­Hijo te presento al pastor Mateo Maximoff­
­Es para mi un placer­contesté estrechando su
mano.
­Merci beaucoup, et pour moi aussi­(Muchas
gracias, y para mi también)­respondió con una
gran sonrisa de hombre bonachón.
­Maximoff ¿puedo hablarle en español?­
­¡Claro!, yo hablo su idioma­Me contestó en
perfecto español.
La familia con la que estábamos nos invitó a
sentarnos junto a ellos, por que siendo como
eran franceses, hablaban con soltura nuestro
idioma, ya que muy a menudo solían viajar
hasta Barcelona, una o dos veces al año. Las
130
tazas de café volaban de un lado para otro.
Luís los consumía uno tras otro sin parar,
mientras participaba en las conversaciones
sobre todos los temas. Mamá, hizo amistad
con una de las zíngaras manouches cristianas,
envolviéndose las dos en una amena
conversación que daba vueltas en torno a lo
que Dios había hecho en ambas vidas. Papá y
yo, descubrimos en Mateo Maximoff a un
interlocutor sumamente válido por que cuando
el comenzó a hablar, pausadamente, con
tranquilidad, pude comprender que era un
hombre muy culto, que había tenido una
larguísima vida llena de luchas contra la
adversidad, pero que pudo triunfar de una
manera absolutamente admirable, contra la
adversidad y la contrariedad. Permanecí
mudo, por que de su interior saltaban ríos de
conocimientos y de sabiduría. Maximoff,
hombre de estatura mediana, tranquilo,
taciturno, amable, simpático, buen escuchante
de los demás, me parecía como ese abuelo
que muchos hubiéramos querido tener, por
unos instantes, dejándome llevar por su
profundo mensaje me sentí “gitano” entre los
gitanos. Había algo en él que me hacía sentir
bien, cómodo, tranquilo. Muchas veces
hablaba en francés, pero aun así yo lo
entendía todo. Hablábamos de los problemas
de su pueblo, de sus costumbres, de su
historia. Su tono amable, me hacía recapacitar
y pensar. El, descendiente de los kalderas y
de los manouches, era la concreción de una
cultura antigua trashumante, bohemia a lo
largo de siglos, que sin embargo ha sabido
mantener su idiosincrasia personal contra
vientos y mareas, y eso me fascinaba
entonces, y sigue haciéndolo hoy. Pero sobre
todo eso, encontré a un cristiano, un siervo de
Dios utilizado grandemente en distintos
lugares y países.
131
El pastor evangélico, novelista, conferenciante, y
presidente
fundador
del
“premio
literario
romanés”, vicepresidente de “Estudios gitanos”:
MATEO MAXIMOFF, en la fotografía, sentado en
la Convención Mundial, gran amigo mío. La
Fotografía, es la portada de su última novela
autobiográfica.
Nacido en Barcelona, en 1917. Hijo de un
Rom Kalderash y de una Manuche, conoció de
cerca el genocidio Nazi. Cuando se convirtió, se
hizo pastor evangélico pentecostal. Encontró por
todas las partes comunidades gitanas, a las que
predicó la Palabra de Dios. Fue cineasta y
fotógrafo. Se empeñó en la traducción de la Biblia a
la lengua Romanés- Kalderash. Fue un novelista
consumado, en sus libros profundizó en la realidad
de su pueblo. Era un gran exponente de la
inteligencia romaní, y su desaparición a la edad de
82 años, ha constituido una gran perdida para la
comunidad Rom y para la cultura de este siglo.
Fundador de la prestigiosa entidad: Premio
literario
Romanés,
era
de
igual
forma
vicepresidente de Estudios Gitanos. Ha dado
conferencias por toda Europa, participando
132
activamente en el desarrollo de su pueblo. Ha
dialogado con ministros, y presidentes de gobierno.
Es uno de los novelistas más importantes de este
siglo de etnia gitana. Nunca fue al colegio,
aprendiendo a leer solo a los siete años de edad, en
revistas abandonadas en las calles.
Ella estaba allí, sentada, a la entrada de su
casa con ruedas, Mateo me la había
presentado
poco
después
de
nuestra
conversación. La joven gitana de pelo negro,
dejaba caer su abundante cabellera por los
hombros, recogiéndosela a veces en una
coleta mal hecha, para salir del paso. Sui tez
morena, y su mirada avispada desentonaban
con el blanco sucio de la roulotte del exterior.
Papikra, pariente lejana de Maximoff y
cristiana como él, dominaba un español casi
perfecto pese a que no sabía leer ni escribir. Al
igual que su pariente, se había curtido en la
dureza de la vida errante. Mujer Kalderash,
mezclaba sin tapujos el francés, el español y
el romanés­kalderash cuando lo deseaba y
quería o podía. De ademanes descarados,
respetaba la autoridad impuesta en su
estructura familiar. Ligeramente mayor que yo
en edad, me trataba con toda sencillez
haciendo queme sintiera uno mas entre todos
los que allí se reunían. Nunca había entrado
en una casa romaní, pero ella no lo dudó,
prácticamente me estaba empujando al
interior de la casa rodante. No sé si era por
que yo era español, y “payo”, o por que les
gustaba, o por que así lo habían decidido toda
su familia, pero lo cierto, es que me trataron a
cuerpo de rey. Noté que el trato hacia mi
persona era sumamente exquisito.
Me invitaron a comer con ellos, sus padres se
mostraron muy atentos, pero muy reservados.
El interior estaba muy limpio y ordenado,
nada por medio, todo colocado. Se notaba que
allí vivían algunas mujeres, madre y dos hijas,
una de ellas era Páprika, así se llamaba.
133
Conversé con ellos largo tiempo, sobre ellos
mismos, yo a toda costa quería descubrir sus
secretos culturales.Quizá llegué a marearlos,
pero en ningún momento se mostraron
díscolos conmigo, tanta era mi hambre por
conocerlos. Papikra, de vez en cuando me
miraba y se reía, y preguntándome por mi
nombre, le dije cómo me llamaba. Recordó
algo la mujer, a un personaje de nuestra
literatura: “Don Juan Tenorio”y decidió
llamarme así. A mi me daba igual. Tenía un
hermano de catorce años, Jean, de pelo largo
y resuelto a vivir como todos los chicos de su
raza. Nos habían invitado a comer, y faltaba el
agua para beber. Allí no había, había que ir a
una fuente cercana, situada cerca del
campamento, pero a cierta distancia de donde
estaba la roulotte de Papikra. Les dije que
estaba dispuesto a ir, que no tenía importancia
para mí, pero dado que mí automóvil estaba
aparcado lejos, que me dejaran las llaves del
suyo, así sería más facil. Lo vieron bien, por
que habría que traer mucha y pesaba. Se
trataba de un viejo “Chevrolet” americano
bastante destartalado, no sé por qué razón me
senté en el asiento del acompañante, pero en
ese momento Jean, se sentó al volante e
introdujo la llave de contacto. Me quedé
estupefacto.
­¡Jean!, déjame conducir a mi, que tu eres muy
joven, y hay demasiados niños aquí­exclamé
intentando impedírselo, pero el, sin vacilar un
solo instante, aceleró y introdujo la velocidad
correspondiente.
­No te preocupes, hermano, yo sé conducir, no
hay problemas­Me contestó en castellano
perfecto.
Efectivamente, el automóvil se movió por todo
el campamento, sin peligro alguno para nadie.
Mi adolescente conductor, era de estatura
media para su edad, de modo, que tenía una
134
postura forzada para manejar los pedales del
pié y conducir el volante. Supuse pues que no
había peligro alguno, y así fue. Después de
traer el agua, decidí no volver a sentarme con
él como conductor.
Los cultos en las reuniones, acaparaban toda
la mañana, pues participaban hermanos de
distintos
países,
bailando
sus
danzas
tradicionales y cantando los himnos cristianos
en sus lenguas vernáculas. Allí oí cantar al
Señor al estilo Tirolés austriaco.
Las predicaciones estaban verdaderamente
respaldadas por el Espíritu Santo, y todos los
días, unos y otros, se convertían. Mujeres y
hombres lloraban sus pecados, pidiendo
oración en alemán, inglés, francés, italiano y
en romanés.
Grupos de oración se esparcían a lo largo de la
gran carpa, donde se manifestaban los dones
del Espíritu Santo. Siempre que podía me unía
a ellos. Muchos no me entendían, pero cuando
yo terminaba de orar, me miraban haciéndome
un gesto de aprobación sincera, acompañado
con sonrisas
de gratitud por la plegaria.
Otros, me abrazaban con amor afirmándome
en la fe común.
Todo llega su fin, y la convención mundial
terminó. Mi experiencia fue enorme, aprendí,
y compartí. Aquel encuentro sería para mi
ministerio, un punto de reflexión personal, de
reencuentro con Cristo, de reavivamiento en
mi vida. Para Luís, mi amigo anticuario,
significó una gran oportunidad que aprovecho,
para buscar mas del Señor.
135
BUSCANDO UNA ESPOSA
A finales de la década de los 80,
yo comencé a plantearme con seguridad, mi
propio futuro, mis padres estaban entrando en
una determinada edad, y por diversas
razones, no había logrado aun, centrar mi
136
vida. Pude acabar mis estudios medios
universitarios, por comencé a sentir una gran
inquietud personal. Necesitaba alguien a mi
lado, para poder compartir mi vida, mis
experiencias. Mi hogar se me hacía pequeño.
No llevaba mucho tiempo viviendo en la
ciudad de Almería, y carecía por completo de
un grupo de amigos en los pudiera buscar a
esa mujer que precisaba. Lo que veía no me
satisfacía lo mas mínimo. Tenía muy claro, que
no enlazaría mi vida con alguien, que no
profesara la misma fe que yo, y en esos años,
se me presentaba otro problema, y era que
en las iglesias locales, solo existían tres
grupos: las casadas, es decir: todas las de mi
edad; las viudas, muy ancianas; y las
adolescentes que no sobrepasaban los catorce
años. Así que yo no cuadraba en ninguno de
esos grupos. Quería orientar mi vida, para dar
un cambio radical. Estaba a punto de entrar
en un ciclo depresivo, puesto que no sabía qué
hacer. Manuel Arroyo, por entonces, pastor
de la iglesia evangélica de las Asambleas de
Dios en Almería, que tenía un año menos que
yo, me invitó a integrarme en el grupo de
jóvenes de la iglesia. ¿Qué podía hacer yo,
con 28 años, entre chiquillos de 14? Comencé
a sentirme muy inquieto en este aspecto, por
que salí con alguna joven de mi edad, pero al
parecer esa persona, iba por otro camino
distinto al mío, por lo cual decidí no seguir
adelante. No sabía qué hacer, ni cual era el
camino que debería continuar. Se trataba de
un paso crucial, que marcaría para siempre mi
destino, hasta el final de los días. La mujer
que iba a compartir conmigo mi vida, y yo la
de ella, debería cumplir unos requisitos
sencillos, pero de enorme trascendencia. Mis
propósitos
eran
serios,
concisos,
trascendentales:
establecer
un
hogar
cristiano, duradero y en el que hubiera amor,
y respeto por encima de cualquier otra
consideración. Por entonces, ya existía la
137
costumbre de irse a vivir juntos sin pasar por
el juzgado y por la iglesia, o ir a estas
instituciones con una experiencia compartida
de vida en común un par de años antes.
Nunca me planteé ni lo uno ni lo otro.
Pretendí
una
relación
que
algunos
consideraban ya “conservadora”. Un noviazgo
seria, y un planteamiento de este tema dentro
de la voluntad de Dios. Confieso, que era
francamente difícil. Somos seres sexuados por
naturaleza, y esos sentimientos no se deben
reprimir, aunque sí controlar, pero tampoco
orientarlos por el camino equivocado, tal y
como hoy sucede en buena parte de nuestro
mundo, con los resultados tan nefastos a corto
y medio plazo. Busqué por diversos caminos,
y no hallaba nada. Papá, que estaba al tanto
de todo este tema, y quien deseaba ya verme
casado, y con casa e hijos, se lo tomó muy en
serio, e hizo un plan de oración para conseguir
tal fin. Yo ya había sido testigo de enormes y
estrepitosos fracasos, de amigos cristianos
que entrelazaron sus vidas amorosas con no
creyentes, creándose, muchos problemas en
ambas partes. Cierto es que no siempre ha
sido así, pero no quería correr ese riesgo,
máxime, cuando ya entonces, la sociedad
estaba totalmente secularizada, y el “creer en
Dios” ya no estaba de moda. ¡Como si eso
tuviera algo que ver con los usos sociales!
Quería pues, partir de una base común, para
así, levantar un hogar sólido, sin quiebros, con
pocos sobresaltos. Compartí con mis padres
mis inquietudes, y mamá, me dijo un día,
mientras estaba sentada cosiéndose una
blusa:
­¿Por qué no escribes a las iglesias?­
No entendí muy bien qué era lo que me quería
decir al principio, pero pensándolo mejor, se
me ocurrió una idea, que sin duda a muchos
les parecería disparatada, pero no a mi en ese
momento.
138
-Tengo un” vademécum” evangélico de
Andalucía, y lo que voy a hacer es escribir una
sola carta, a todas las iglesias, exponiendo mi
sana intención de establecer relaciones con
jóvenes de mi edad, explicando mis
intenciones, y para que vean que soy serio, y
que mi propuesta es firme, les daré la dirección
de Manuel Arroyo­
No era consecuente, del
comentario ínter
eclesial que iba a causar en toda la
Comunidad andaluza poco después, pero no
estaba en esos momentos, para pensar. Al
cabo de un tiempo, comencé a recibir cartas
de
distintas
hermanas
que
deseaban
conocerme personalmente. Yo era consciente
de que ese era un sistema que podría mal
interpretarse, por lo cual, decidimos orar al
Señor. Mi situación en ese aspecto, a nivel
particular era complicada, difícil, por que mis
únicos deseos se centraban en establecer una
familia cristiana. Yo no sabía cómo hacerlo,
por que las jóvenes que conocí en Almería y
con las que salí un par de veces, no eran
creyentes. No me podía permitir un
matrimonio “mixto”: un cristiano con una
“agnóstica”, no me interesaba lo mas mínimo,
y no es por que me considerase mejor que las
“agnósticas”, sino por que mi mayor interés
era, educar a mi familia en sólidas bases
bíblicas de fe. Quizá si me hubiera enamorado
de una de esas muchachas podría “haberla”
llevado al Señor. Pero a mi eso me implicaba
dos cosas: Primero, que siempre he partido de
la idea que nosotros no convertimos a nadie,
por que es obra del Espíritu Santo, aunque
nuestra labor es predicar, y en segundo lugar,
estaba seguro que me complicaría mucho la
vida, si la chica no aceptaba esa idea de
cambio y conversión real y no ficticia, antes
de seguir a mi lado, en línea al matrimonio.
Otro tema que me interesaba, era que yo no
estaba en absoluto dispuesto, a convivir con
139
mi “pareja” antes del matrimonio, como ya era
costumbre en esos años. Quería un noviazgo
tradicional, tal y como a mi se me había
enseñado. Yo ya había conocido parejas de
novios entre un creyente verdadero y una no
creyente, o viceversa, y en muchos casos
resultaron ser un autentico fracaso para los
dos. Cierto es que de la misma manera hay
uniones entre esas personas que al final salían
bien, con el resultado de la conversión de la
parte no creyente. Pero yo no quería
experimentos, ni perder el tiempo en algo que
solo flotaría en el aire. Mi afán lo llevé en
oración ante el Señor:
­¡Señor! Quiero una compañera que sea hija
tuya, de corazón, convertida, fiel a tu palabra.­
Era mi petición personal.
Redacté mi carta, de manera muy clara, y
después de realizar muchas fotocopias, las
envié a un gran número de iglesias andaluzas
de la época. Hubo de todo como respuestas,
desde cierto asombro hasta apoyos en ésta
iniciativa. Gracias a que el pastor Manuel
Arroyo me permitió dar sus referencias
personales, como si fuera un “comodín”, pude
seguir adelante con el proyecto. Para mi
resultaba todo en reto, pues era consciente
del enorme cambio que mi vida daría si el
sistema diera sus frutos, pero estaba
dispuesto a asumirlo. Me llegaron dos cartas,
de hermanas de distintas provincias de
Andalucía.
De
todas las cartas que me
llegaron, solo una de ellas, me llamó la
atención, por que al abrirla me encontré con
una fotografía en la que aparecían tres
jóvenes de mi misma edad, junto a un lago.
Yo había estudiado Magisterio, es decir, para
maestro de niños, y una de lo que pedí era
que al menos, tuviera una titulación
académica parecida a la mía, por que pensé
que eso podría ayudarnos mutuamente. Así
que en ese escrito, me
informaban que
140
efectivamente habían cursado la misma
carrera. Supe que ellas dos eran profesoras de
Escuela Dominical. Observé la fotografía
varias veces, descartando a dos de ellas, y
deteniéndome en una. Había algo especial en
esa joven mujer. Mostré la imagen a mis
padres, y le pregunté a mi madre:
­¿Cuál de ellas podría ser la persona con la que
me entendería en un principio?­
Mamá señaló a la de la izquierda. Lo que ella
no sabía era que yo ya me había fijado en ella.
Así que decidí escribir de nuevo. Parece ser
que el pastor titular de la iglesia a la que
asistía ella, al ser de la misma denominación a
la que pertenecía Arroyo, habló con él. Pude
establecer un contacto epistolar con ella, y fui
a verla directamente a Jerez de la Frontera,
provincia de Cádiz. Estaba seguro que era un
momento difícil para los dos. Al llegar a esa
ciudad, la llamé desde una cabina telefónica.
Al cabo de media hora, se detuvo junto a mí
un pequeño automóvil, del que comenzaron a
salir unas mujeres jóvenes. Primero lo hizo la
conductora, me dije para mí:
­¡Esta no es!­
Después lo hizo, otra, que se convertiría en el
futuro en mi propia cuñada. Me dije lo mismo,
y finalmente, salió del vehículo alguien que
me hizo saltar todas las luces internas.
­¡Es ella!­
Las dos primeras me saludaron, con mucha
amabilidad, pero me parece que a quien
respondí de igual forma fue a ella, pues no sé
por qué razones, las otras dos desaparecieron
como por arte de encantamiento de mi mente.
Me senté en el asiento trasero, y nos fuimos a
visitar San Lucar de Barrameda, en Cádiz. Me
preguntaron si quería ir, y yo contestaba de
141
manera automática, pues mi corazón se abrió
como una flor, como cuando Don Quijote de la
Mancha, pensaba en su idolatrada Dulcinea
del Toboso. La verdad, es que al cabo del
tiempo, ella en confianza me confesó que
cuando me vio en la cabina telefónica, con la
camisa por fuera del cinturón, medio abierta la
camisa, sin corbata, tan desgarbado, medio
despeinado, lo único que le dijo a la
conductora, es decir, a nuestra amiga Maite
fue:
­¡Dios mío, Maite!. ¿“Eso” es lo que nos queda
para nosotras?­
Hay que tener en cuenta que el viaje fue largo
y sin descanso alguno, 400 kilómetros. Me fui
esa noche a una pensión en Jerez,
aprovechando para pasear al atardecer, por el
casco antiguo de la ciudad. Había quedado
con ella al día siguiente, y deseaba volver a
Almería, en dos días como máximo. Pude
visitar a su familia. Yo ya tenía 30 años, y
ella 27, pero nos sentíamos como dos
adolescentes. Volví a mi ciudad, tan
enamorado que mientras conducía
ó
manejaba por la larga carretera que va desde
Jerez, hasta Antequera, me dio por mirar las
nubes descubriendo en cada una de ellas el
rostro de la que ahora es mi mujer. Las copas
de los árboles con sus formas, se
transformaban en ella, incluso llegué a verla
en las caras de los pocos guardias civiles,
policías de carretera, que en su mayoría eran
hombres. Yo no sé por que razón no tuve un
accidente, supongo que fue por que Dios me
cuidó. Ella aparecía en mi imaginación, en
cada curva, en cada casa, en cada recta, y
hasta sentada a mi lado. Todo era poco. Los
primeros quince días de mi noviazgo estaba
en las nubes. Besaba la foto queme mandó
una y otra vez, a solas. En casa me
comportaba de manera normal, o al menos
eso creía yo, que podía, pero mi padre, me
142
miraba de reojo por que sabía que era lo que
me estaba pasando. No yo mismo me lo creía.
Incluso dejé de orar por otros asuntos, pues el
tema principal solo era ella. Hasta soñaba.
Sin embargo, mi noviazgo, se convertiría para
mí en un centro de batalla. Aquello iba a ser
más difícil de lo que yo pensé, pues, el diablo,
conocedor de los planes que el Señor me
estaba revelando, me planteó una batalla sin
tregua. Nos pudimos ver muy pocas veces,
desde que nos comprometimos oficialmente,
un par de meses después de nuestro primer
encuentro, por que la distancia de las dos
ciudades en las que vivíamos era amplia, y yo
carecía de dinero suficiente, como para ir al
menos cada quince días, pero teníamos una
constante relación telefónica. Aquel trato se
convertiría para mí en una verdadera prueba
de fuego. Satán, comenzó a causarme
enormes
problemas,
obstaculizándome
constantemente todo. Solía ir una vez al mes,
pero cuando lo hacía, algo me sucedía. En una
ocasión alquilé una habitación en una pensión
muy económica, por que no podía permitirme
mayores gastos. No pude dormir, me fue
imposible, por que pude notar que allí había
muy mal ambiente nocturno. Me marché
inmediatamente, aunque ya era media noche,
casi de madrugada, y me fui a otro pueblo
cercano, para poder conciliar algo de
descanso. Imposible.
Otro viaje posterior, solicité poder quedarme
un par de noches, en la casa pastoral, situada
justo encima de la iglesia evangélica, y a la
sazón, vacía, pues el pastor de Jerez vivía en
otro lugar, no allí. Creí que llegó el momento
de poder descansar del largo viaje, y eso fue
la primera noche, pero en la segunda, algo no
me iba dejar dormir, por que el enemigo
estaba dispuesto a arruinarlo todo. Tuve una
mala experiencia espiritual y casi no me lo
podía creer, pues estaba sucediéndome en una
143
casa pastoral. El suelo que pisaba era el techo
del salón de cultos de una comunidad
pentecostal. ¿Cómo podría ser?, pero fue.
Para el colmo de males, como era lógico, usé
por la mañana el servicio o excusado, para mi
aseo personal. Allí como en todos los hogares,
había una pieza de higiene, el bidé. De su
tubo de desagüe, salía una pequeña flor,
nunca vi cosa igual, pero no le di la mayor
importancia. Lo usé, y me marcharía ese día
con mi novia a su casa, para por la tarde,
regresar a mi casa, llegando a la misma al día
siguiente, pues me quedé a dormir en el
automóvil en la provincia de Málaga,
realmente exhausto y agotado. ¿Qué sucedió
en el culto, en el próximo domingo?, pues que
había un enorme charco de agua, con una
gran gotera, cayendo en el estrado pastoral,
desde el techo. ¡El desastre!.
La experiencia más dura aún estaría por venir.
Ese año, caí en depresión por muchas
circunstancias, y mis padres percibían mi
estado personal. Mamá, con su típico
realismo, hablaba conmigo muchas veces,
incitándome a seguir por encima de todo.
Papá por su parte, todas las noches, se
sentaba al lado de mi cama, para leerme una
y otra vez, el salmo 91 al completo, hasta que
me dormía, y si se tenía que quedar mas de
una hora lo hacía, pese a mi insistencia para
que se acostara el también. Desde entonces,
ese salmo, ha sido eje central de mi vida, en
los momentos difíciles. Yo iba y venia a Jerez
de vez en cuando solo. En uno de los viajes
solitarios que había hecho antes, al regreso,
estuve a punto de perder la vida en una
curva, pues me quedé prácticamente dormido,
reaccionando justo en el último segundo,
pudiendo evitar
a tiempo una desgracia
mayor. Ello me hizo cambiar la forma de
viajar. A mi familia siempre le ha gustado
viajar, y esa fue una ocasión precisa.
144
Comenzaron
a
acompañarme.
Cuando
llegábamos a Jerez, ellos visitaban los
museos, las calles, los monumentos, y yo
pasaba unas horas hablando con mi novia, a
solas, o me iba a su casa.
Junto a esta cabina telefónica ya
desaparecida, conocí yo a mi
mujer.En la foto con mi hijo mayor,
al cumplir éste dos años.
LOS OJOS DE SATÁN
En una ocasión, continuando
con el capítulo anterior, alquilamos una
habitación de dos camas, una grande para mis
progenitores, y otra pequeña para mí, en una
pensión. Mi cama estaba situada justo debajo
de una ventana, que daba a un patio interior,
en el que no había ninguna luz eléctrica. Como
era verano y hacía mucho calor, estaba
totalmente abierta. Preferí dejarla así. Aquella
noche, aproximadamente a las dos o a las
tres de la madrugada, me desperté para ir al
servicio un momento. Al regresar, me quedé
por unos segundos parado, mirando a la
ventana que había encima de mi cama. Allí
estaba. En el hueco de la misma, en el aire,
flotando,
vi
dos
gigantescos
ojos
145
perfectamente
dibujados,
situados
exactamente igual que los nuestros, de
enorme
tamaño,
mirándome
fijamente,
absolutamente enrojecidos. La redondez de
las pupilas era tal que se dirían perfectos. Me
querían fusilar con la mirada. Sin embargo, no
sentí en esa ocasión ni el mínimo sentimiento
de miedo. Tenía paz interna, solo pensé:
­¡Señor Jesús!, ¡protégeme del enemigo!
No tenía párpados, pero en su lugar, el
contorno ocular, estaba dibujado, de manera
casi perfecta. Por unos segundos, descubrí allí
una terrorífica fuente de maldad total, que sin
embargo no me causó el menor de los daños.
Me acosté con total tranquilidad, y a la
mañana siguiente, relaté los hechos a mis
padres. Papá no le dio aparentemente la
menor importancia, y según el me confesó
después, no me creyó. No obstante, volvimos
la segunda noche a la misma habitación. Yo
dormí bien, sin sobresaltos, pero cuando nos
levantamos para marcharnos, mi padre
sentado, al borde de la cama, me dijo:
­Hijo, tenías, razón, ayer, no te creí lo que me te
pasó, pero esta noche, he decirte que me ha
sucedido a mi también. Lo he visto, igual que tu,
y he tenido que reprender en el Nombre de
Jesús, hasta que esa cosa se ha marchado,
pero lo he visto de la misma manera. ¡Terrible!.
Mi madre, añadió algo más después:
­Yo siento del Señor deciros que aquí se ha
practicado el espiritismo, en esta habitación ó
en la pensión. Creo que no debemos estar aquí.
Vamos nos.
Coincidía que anteriormente a esos hechos,
habíamos tomado la determinación de
regresar esa misma mañana. Mi padre, al
146
entregar las llaves, a la dueña de ese hostal,
le preguntó de manera muy directa:
­¿Aquí se ha practicado el espiritismo o alguna
otra suerte de ocultismo? ¿Verdad?
La pregunta, causó estupor en ella, pero yo
presentí que su secreto había sido desvelado.
Resueltamente, mi madre, no perdió la
oportunidad para hablar claramente:
­Nosotros, somos cristianos, y el Espíritu Santo nos
hace ver las cosas que hay. ¡Señora! Cristo es la
respuesta, o se convierte usted a Cristo y se
salva o si hacen esas cosas, se van a ir a otro
“lado” para siempre, aquí no hay “medias
tintas”, ¡Adiós!­
Antes de irme, revisé con cuidado casi de
manera policial, esa ventana, por si había
alguna iluminación nocturna que pudiera
confundirnos, o alguien colgó algo en la pared.
Nada de nada, ¡imposible!, no había
explicación humana válida. Teníamos la
costumbre de dejar en todas las pensiones un
ejemplar del Nuevo Testamento, y allí quedó
el correspondiente.
Hay teólogos “cristianos” que enseñan que el
diablo no existe. Ellos mantienen que es un
viejo mito, que viene desde los orígenes de los
tiempos, una lucha del bien contra el mal, o
del mal contra el bien, igual da, pero que eso
no es ni mas ni menos que un intento de
explicación filosófica que la especie humana se
ha dado así misma para encontrar respuestas
al problema del mal.
Quienes piensan así, sencillamente no son
cristianos, aunque militen en iglesias o en
denominaciones con ese nombre. Abolir, de un
plumazo, a Satán, es sin duda la mejor
trampa que el mismo les ha tendido, por que
de esa manera, si nunca ha existido ese ser,
147
no hay ninguna justificación para la existencia
del pecado, y a causa de ello, si no existe el
pecado humano, la obra redentora de Cristo
es completamente inútil, y la validez de la
Biblia como única carta de Dios a los hombres,
carece de valor moral a todos los efectos. Esos
teólogos, creen que hay un Cielo maravilloso a
donde todos van, por que al final Dios es tan
bueno, que lo perdona todo, aunque no exista
un arrepentimiento humano. Ellos piensan y
predican que el infierno es una falacia.
No hay pues peor herejía, pues mantener
semejantes creencias es simplemente elevar
el mal del ateismo al altar de nuestras almas,
un lugar, que solo le corresponde a Dios.
Sencillamente
tales
personas
no
son
cristianas, por que son hijos del mal. Cristo
mismo dijo a quienes no creían:
”Sois hijos de vuestro padre el diablo”.
Y eso que a quienes EL se dirigió con esa
frase, eran religiosos judíos.El demonio existe,
no es un concepto filosófico, es un ser real,
que tiene a mal traer a la especie humana
desde el comienzo de los tiempos, por que es
ladrón y asesino. Su principal y única labor es
la destrucción espiritual y física de la especie
humana, máxima creación de Dios. Ahora
bien, a lo largo de las páginas de la Biblia,
descubrimos un hecho clave: La victoria de
Cristo, desde su nacimiento predicho por los
profetas hasta su Gloriosa Resurrección a la
Derecha del Padre Celestial. Un principio
básico de la fe es la creencia de que Dios es
uno solo y trino a la vez. Cristo no se hizo
Dios, como algunos mantienen, por que ya lo
era desde el comienzo de todo. Satán ha sido
vencido, y la iglesia cristiana, tiene un poder
inmenso contra el, cuando está bajo la
dirección y unción del Espíritu Santo de Dios.
Por esa razón, Satán combate tanto a los
148
cristianos verdaderos, por que ellos pueden y
de hecho lo hacen a diario, plantarle cara, y
expulsarlo de donde se encuentre, bajo la
protección de Jesús. La edad para ello, da
igual. Hay niños de todas las edades, que
están tan seguros en su fe cristiana, y el
maligno ha de huir ante sus oraciones a Dios.
De las tres religiones monoteístas, quizá sea
la cristiana la más dividida de ellas, y es por
que hay un principio militar que dice:
“Divide y vencerás”
El diablo lo sabe, y por ello, ha logrado
distraer tanto la fe de las iglesias, que ha
sembrado enormes divisiones, prácticamente
insalvables. Sin embargo, como decía el
pastor Martín Luther King, premio Nóbel de la
Paz: “La iglesia verdadera, está dentro de la
iglesia”, es decir, que la iglesia de Cristo, está
repartida en el interior de todas las
denominaciones llamadas cristianas. Miles de
hombres y mujeres, quizá millones, que no
han doblado sus rodillas ante los baales de
este mundo, y se han mantenido fieles a Dios,
y que ungidos por el Espíritu Santo, con sus
dones y frutos, hoy son quienes plantan cara
victoriosa a las fuerzas del mal, con una
valentía y autoridad, que solo emana de su
intima comunión con el Señor. Esos y ellas
serán quienes se vayan con el Señor, el día de
su Manifestación profetizada, esa es la
verdadera y única esposa de Cristo. Por eso el
Señor está visitando tan gloriosamente a
todas las confesiones cristianas, mediante el
derramamiento de su Espíritu Santo, en
corazones que arden de amor por El. Claro,
que el mal siempre está dispuesto a dañar, y
ataca con extrema crueldad. Vemos que la
Biblia que el diablo, enemigo de Dios, es el
mayor terrorista de la historia. A su lado,
hombres y mujeres como Nerón, Stalin, Hitler,
y miles de ellos, no son mas que estúpidas
marionetas manejadas por él a su entero
149
antojo y placer, y sin embargo un simple
muchachillo de diez años, convertido, y seguro
de su fé, y ungido por el Espíritu Santo,
puede expulsarlo en el Nombre de Cristo, por
que quien está en el niño es mas poderoso
que el maligno. Últimamente el maligno se ha
inventado una de las mas grandes patrañas
religiosas de todos los tiempos, la de un
Ecumenismo a ultranza, en donde, tienen
lugar, desde el catolicismo mas conservador,
protestantes, anglicanos, ortodoxos, hasta los
budistas,
animistas
africanos
e
indoamericanos, faltándoles muy poco para
admitir también a los santeros brujos, y a los
sacerdotes de la macumba afro­brasileña,
todo por “el bien de la humanidad”. El
ecumenismo verdadero solo está en quienes
se mantienen fieles a Cristo, en la unidad del
Espíritu Santo, quienes además de todo eso,
defienden incluso con la vida física, todas las
verdades
fundamentales
enseñadas
y
reveladas en la Biblia de Dios, estas personas
están muy lejos de las sillas en las que se
sientan los grandes oportunistas de las
religiones, quienes las dirigen a su antojo.
Es Cristo la Roca,
El ancla de mi ser,
Los males, lamentos y ayes de temor.
Terminan por siempre con mi Supremo Rey.
¡Es Jesucristo mi refugio!.
(Himno Evangélico).
150
LA BODA
Pasó algún tiempo y llegó el día de la boda.
Manolo, el pastor y yo, hablamos largamente
del acontecimiento, y le encargué que por
favor fuera él quien predicara. Como se dio la
circunstancia, que era natural de Sevilla, y
ésta ciudad está relativamente
cerca de
Jerez, aprovechó para visitar a su familia,
antes
del
día
señalado
del
feliz
acontecimiento. El carecía de automóvil,
siempre viajaba en autobús, en tren, o en
avión.
Aquella tarde primaveral, del 7 de Junio de
1989, mientras caía el sol se perdía poco a
poco tras el horizonte, me encontraba
tumbado en una cama, que papá tenía en su
habitación­biblioteca. Mi madre, se fue a
comprar para la cena, y él, sentado en el
comedor contiguo, al parecer oraba ó leía la
Biblia. Yo, cerrada la puerta, perdía el tiempo
151
mirando el techo y alguna que otra telaraña
que de él pendía basculante conteniendo los
restos atrapados de un mosquito. En esos
instantes no estaba pensando en nada. El día
transcurrió con normalidad. Con mis ideas
perdidas por unos instantes, me quedé
perplejo cuando en un momento dado, sentí y
vi con claridad que la habitación comenzó a
iluminarse de una manera un tanto extraña.
Era una curiosa manifestación que no me
esperaba, pero que de forma paulatina me fue
proporcionando una hermosa paz interior.
Aquella “irradiación”, no procedía de ningún
punto natural, siendo ajena a todo. Es como si
surgiera desde el mismo techo hacia abajo, no
se trataba pues de iluminación eléctrica,
siendo muy superior a ésta. Me quedé
completamente quieto, a la espera de los
acontecimientos. Consecuente con lo que
estaba sucediendo, resolví esperar. Algo muy
grande, alto, y magnífico me estaba
infundiendo una enorme paz interna. Sabía
pues, que eso no procedía de mal alguno, todo
lo contrario, por que en ese momento fui
testigo directo, de una señal sorprendente.
Mirando hacia ese brillo tan especial que lo
estaba llenando todo, oí una voz que me decía
de forma interna:
-“Yo estoy contigo. No temas os queda un
largo camino, pero yo estoy con vosotros.
He unido vuestros destinos. ¡Ámala,
quiérela, respétala, hónrala, ayúdala y
exhórtala cuando deba ser exhortada, y
reconócela cuando deba ser reconocida. ¡Yo,
el Señor!”
Nada mas terminar de hablar, “eso” se fue
mucho mas rápidamente que como entró, y
allí
quedándome
solo,
completamente
sorprendido, anonadado, me lancé con toda
rapidez de la cama, y acudí corriendo al lado
de mi padre, quien estaba con su Biblia
152
abierta, completamente ajeno a lo que me
había sucedido segundos antes, en el interior
de mi habitación.
­¡Papa!,¡mira lo que me ha sucedido!­le dije
muy excitado
­Yo he estado orando en estos momentos por ti
y por Milagros y el Señor me ha dicho que sigas
adelante. Me ha respondido mediante un
versículo de la Biblia. Sigue, pues, hijo mió.
De Almería, solo fuimos dos automóviles,
circunstancia
de
obligada
reseña
para
entender lo que pasó después. Yo con el mío
junto con el pastor. Y detrás otro mas, de un
amigo nuestro, Pepe Martín con su mujer y
mis padres. Lógicamente el plan era realizar
la boda, y después de la comida, Manuel
regresaría a Almería, en el vehiculo de Pepe.
En el maletero de mi coche estaba toda mi
ropa, y enseres personales, de modo que al
finalizar
el
acto,
me
cambiaría
de
indumentaria, guardando el traje de boda, de
manera conveniente, pues teníamos previsto
mi mujer y yo hacer un viaje solo por
Andalucía.
Así
que
allí
estaban
mis
documentos personales y todo lo demás.
La boda tuvo lugar en la Iglesia Evangélica de
las Asambleas de Dios, siendo concelebrada
por los dos pastores, el titular de la misma y
Manuel Arroyo. Por parte de mi esposa, acudió
toda la comunidad, amigos suyos, su familia al
completo, y por la mía, solamente mis
hermanos, y mi amigo Pepe. Al finalizar, nos
fuimos a un restaurante, donde continuamos
con el banquete. Mis padres, habían decidido,
junto con Martín regresar sin esperar al
término de la comida. Resultó que mis llavero,
en donde tenía la llave de contacto de mi
vehículo que había quedado aparcado en un
solar al lado de la iglesia, perfectamente
cerrado, y lejos del restaurante, era algo
153
voluminoso, y me molestaba bastante. Yo
desconfía la voluntad de regreso de mi familia.
Como no tenía a quien dejar por unos
instantes las llaves a nadie, le pedí a mi padre
que se hiciera cargo de las mismas. El las
aceptó, olvidándose decirme que volvería a
Almería pronto. Papá tenía además, otro
llavero, el suyo que era exactamente igual al
mío, con una copia idéntica de las llaves del
motor, que yo se lo di hacia ya tiempo, por si
a mi se me perdían las mías.
Al final del banquete, me quise despedir de
mis padres, por que mis hermanos ya lo
habían hecho de mí, tenían que volver a
Madrid, y el viaje era largo. En el gentío, aun
estaba el pastor, desconcertado, quien con un
acento muy sevillano me dijo:
­¡Oye “quillo”!, ¡tus padres se han ido hace rato
ya! ­
­Entonces, ¿cómo vas a volver?­ Le pregunté.
­Yo no tengo problema alguno, me voy esta
noche en tren, no te preocupes, por que les he
dicho, que se vayan ellos, ya que Martín quería
pasar por la ciudad de Ronda, y a mi me
apeteció retornar en tren esta noche. Ellos han
insistido en que les acompañe, pero yo he
decidido otra cosa.­Era sincero.
­Pero yo tengo otro problema, mi padre se ha
llevado las llaves del coche, que se queda
abandonado, no puedo cambiarme la ropa, y
no puedo ir a ningún lugar, por que allí están
hasta mis documentos, en el maletero.­
Mi mujer, yo y el pastor nos fuimos a la casa
de mis suegros. Allí, pude llamar a la
compañía de seguros del automóvil, y ellos, al
menos se hicieron cargo con una grúa del
coche, guardándolo una semana en un garaje.
La
aseguradora, mediante el empleado
154
muerto de risa al otro lado del teléfono, me
abonó el billete de ida hasta Almería, de los
tres, el de Manuel, el mío y el de mi mujer,
todo ello sin cargo alguno para mí.
Hicimos el viaje de noche, en un coche­litera,
es decir, los tres juntos, cada uno en una
pequeña cama muy estrecha, colocadas una
encima de otra, que reciben el nombre de
“literas”, mas un señor que no conocíamos de
nada, que roncaba a pierna suelta en otra de
al lado. Comentando el disgusto que yo tenía,
Arroyo me dijo, riéndose:
­Juan José no te preocupes, por que estás de
suerte­
­¿Quién? ¿Yo?­ Pregunté con asombro
­Si claro, a ver dime una cosa: ¿Cuántos
evangélicos pueden decir, que han “pasado”
la NOCHE DE BODAS con su pastor?, ¡ninguno!,
¿verdad?, pues tu sí, eres el primero de la
historia, ¡te tocó la suerte!­
Los dos sabíamos que se refería al viaje, pero
fue cierto, por que en el tren no quedaron
libres más literas. Estaba todo al completo, yo
tenía que regresar, lo antes posible por que
esa misma semana tenía que presentar a la
sociedad de Almería, mi libro: “Los orígenes
del pueblo Gitano”, siendo mi presentador un
destacado político de Almería.
La “suerte” de Manuel, me acompañó hasta el
final por que, él tuvo que dormir en la litera
superior, yo en la de en medio, y Milagros en
la inferior. No terminaría todo allí, por que la
mía, estaba averiada, y tuve que pedirle a mi
recién casada esposa, que se hiciera a un
lado, para que yo pudiera descansar un poco.
Como el catre de por sí era estrecho y solo se
podía ocupar por una persona, me las vi y me
las desee, para hacerlo sin molestarle mucho
155
a ella. Completamente vestido de novio, tuve
que ir gran parte del viaje, sujetándome a las
barras y salientes, con el fin de no caerme al
suelo con el constante traqueteo, paradas y
empujes del tren, pues estaba al filo de la
litera, dejándole a ella, la mejor parte de la
misma. Las otras dos que estaban libres,
fueron rápidamente ocupadas por otras
personas. En total, cada departamento tenía
seis. Así me pasé toda la noche,
con el
“traca­traca” del tren, asiéndome como podía
incluso con los pies, y contemplando, un
calcetín colgante de mi amigo Manuel, que
pendía peligrosamente sobre mi cabeza, y con
los ruidos del “señor de los ronquidos”.
Al llegar a Almería, estaba tan mareado que
no sabía muy bien en donde estaba. Al verme
entrar de esa “guisa” en casa, papá me pidió
mil perdones una y otra vez, por haberse
llevado las llaves del coche.
Pero ahí no terminan las cosas, por que,
según me contó mi padre, a mitad de camino
entre Jerez de la Frontera, y la ciudad de
Antequera, ya en la provincia de Málaga, se
dio cuenta, del error de las llaves al tocarse en
el bolsillo derecho, y en el izquierdo, pues en
uno estaba mi llavero, y en el otro el suyo,
totalmente gemelos, idénticos. Ya habían
recorrido muchos kilómetros, y no era posible
volver a Jerez. Allí en un pueblo de la
provincia malagueña, Campillos, intentó
localizarme en casa de mis suegros mediante
un teléfono público, pues en esa época, no
existían los celulares ó móviles, pero no sabía
bien el número, y tampoco conocía el nombre
y apellidos completos del padre de mi mujer,
por lo cual no pudo llamar a información
telefónica. Así que intentó por todos los
medios recordar la numeración. Se le vino uno
a la memoria, y así llamó, produciéndose una
interesante coincidencia de nombres:
156
­¿Es casa de Pepe? –No preguntó si era Jerez
de la Frontera en Cádiz, y mi suegro se llama
Pepe, siendo un nombre muy común en
España.
­Si, aquí vive­una voz femenina con acento muy
parecido al jerezano
­Mire, es que me he traído las llaves del coche
de Juan José, mi hijo, y estoy preocupado­
­Muy bien, ¡¿y a mi que me importa?!­
­¿Qué que le importa?, vamos a ver, yo no creo
que a usted le importe pero a mi si, y es que
como Juan José se ha casado con Milagros, y el
es mi hijo, he de devolverle las llaves del coche­
contestó mi padre con cierta indignación.
­¿Qué dice?, ¿quién se ha casado?­
­Juan José y Milagros, ¡se han casado hoy!­
­¿Hoy?, pero si Juan José se ha ido a primera
hora de la tarde a Málaga. Soy la abuela de
Milagros y se ha casado hoy y no me he
enterado­
­¿Qué hace mi hijo en Málaga?. ¿Para qué se
ha ido allí si tenia que estar con ella?­
­¿Qué que hace en Málaga? Pues tiene allí a su
novia, que es una chica muy atractiva y muy
“así”. Claro que está con “ella”, en Torremolinos­
­Pero, ¿con que novia?, si mi hijo es muy serio,
decente y moral, además, que como le digo se
acaba de casar con Milagros­
­¡Oiga!­La mujer alterada ­ Juan José se ha ido
a Málaga, hace unos días, pero…… ¡¿cómo se
van a casar, si son hermanos?!­
­¡Claro, “HERMANOS”
padre nervioso.
en Cristo!­contestó mi
157
­¿En quien?­
­Nada, nada, no me haga caso, por que me
parece que me he equivocado de numero, ¿no
es Jerez de la Frontera, en Cádiz?.­Papá me
confeso que a esa altura de la conversación ya
sentía mareos. Y continuó lo que la voz
telefónica le dijo
­No,
caballero, esto es Sevilla, SE­VI­LLA.
¡Menudo susto me ha metido usted en el
cuerpo!, de cualquiera de las maneras cuando
Juanjo regrese de Málaga voy a hablar con él,
muy seriamente, ¡a ver qué es lo que me dice a
mi!­
­¡Disculpe señora, disculpe!­rogó papa sintiendo
que la rojez se le subía al rostro, colgando el
teléfono rápidamente.
­¿Has resuelto el problema de tu hijo?­Le
preguntó la nerviosa de mi madre, de manera
muy irritable.
­Claro que si, Lola, me ha dicho nuestro hijo que
nos vayamos tranquilos a Almería­ Le respondió
como para evitar una pequeña trifulca casera.
Pero, en realidad, se quedó pensando que en
vez de resolver un problema, había causado
otro a una familia sevillana desconocida, que
tenía unos familiares con los mismos
nombres.
Una semana después tuve que ir de nuevo a
Cádiz a por mi vehículo, y todos nos reímos
mucho de lo que sucedió. Me imagino que
pudo pasar en ese otro hogar, aunque
supongo que aquella mujer debería pensar,
que fue una tomadura de pelo, como decimos
en España, es decir una broma de muy mal
gusto.
158
¿Guapa mi mujer, verdad?
EL ACCIDENTE DE AUTOMOVIL
Para quien conozca la carretera
antigua, que discurre entre Almería capital y
la población del Ejido, a 30 kilómetros, en la
misma provincia, hablar sobre su peligrosidad,
es sin duda algo bien conocido. Desde que se
inauguró la autopista del Mediterráneo, que
viene desde Alicante y Murcia, y recorre toda
la cosa andaluza, el número de accidentes en
la antigua carretera, ha disminuido, pero hace
quince años, todo el tráfico circulaba por ella,
existiendo ya en esa época una gran cantidad
de empresas concentradas en ese tramo de
vía. Yo mismo en un solo día, pude contar
siete accidentes graves.
En 1992, el país estaba sometido a una gran
euforia nacional, por que España estaría
durante mucho tiempo, en todos los medios
de comunicación mundiales. Se preparaban
todos los fastos del V Centenario del
159
Descubrimiento de América, con una Expo en
Sevilla, que
después ha sido modelo de
organización a todos los niveles, y en
Barcelona tendrían lugar los Juegos Olímpicos,
sin duda alguna con una organización
excelente, y en los cuales, nuestro país ganó
mas medallas olímpicas que las que ha
obtenido a lo largo de toda su historia de
participación en los mismos. Otras ciudades
importantes,
al
amparo
de
estos
acontecimientos,
organizaron
distintos
eventos internacionales, como Madrid, Capital
Cultural, Toledo con Sefarad 92,
Granada
sede de actos culturales andalusíes, y otras
más con diversos actos de menor importancia.
Parecía que estábamos rozando el Parnaso de
los poetas con tanto gozo organizador, y
desde luego lo hicimos bien. Por cierto, que
tanto los Olímpicos como la Expo, fueron un
momento extraordinario para anunciar el
Evangelio a decenas de miles de personas. En
ese espíritu nacional, uno de esos padres de
familia, que necesitaba encontrar un trabajo
para poder mantener a su joven esposa y a su
primogénito de tan solo 8 meses de edad, se
dirigía en su Seat­Málaga desde Almería,
hasta la cercana población de Vícar, situada a
mitad de camino entre Almería, y el Ejido. Era
yo. Dos días antes, había hablado con nuestro
amigo Rafael Senés, de la iglesia Reformada
Episcopal española, quien, me dio la dirección
de una joven empresaria del sector agrícola,
quien quizá pudiera darme un trabajo. Hablé
con ella, antes de ir y nos citamos a una hora
determinada. Le dije a mi esposa que si quería
podía venir, con el niño en brazos, y que
cuando yo hablara con esta mujer, ella podía
quedarse en el vehículo, a la espera. En esos
años, no eran obligatorios los cinturones de
seguridad en el asiento trasero, ni si conocía
bien todavía la necesidad obligada de un
asiento especial para niños, como lo es hoy y
por suerte, de modo que muchas madres, lo
160
que hacían era ir detrás, y con el bebé en
brazos. Algo muy peligroso. Le dije que iría
muy despacio, para tranquilizarla, pero mi
mujer desestimó hacerlo, no le apetecía. La
Biblia dice que Dios pone en nosotros tanto el
querer como el hacer. Milagros, tenía la
costumbre, al sentarse en el asiento trasero,
de hacerlo justo en el medio del mismo, con
nuestro Samuel en los brazos, para buscar
mayor protección personal, en caso de un
golpe lateral, por la izquierda o por la derecha,
sujetando entre sus brazos al niño con la
mayor seguridad posible. Nada de eso es útil
en caso de un accidente. No sirve de nada.
Por mucho que insistí no quiso acompañarme.
Poco después le di gracias a Dios por su
decisión. A la altura de la Puebla de Vícar,
aminoré la velocidad, para girar hacia la
izquierda. Muchos automovilistas tienen la
mala costumbre de pararse en la misma
carretera, para girar a la izquierda, y yo no
suelo hacerlo, prefiero echarme a la derecha,
con el fin de permitir que los que vienen por
detrás no tengan que frenar bruscamente, al
encontrarme parado en mitad de la carretera.
Una vez que ya, en mi derecha, estoy fuera de
la vía, maniobro el automóvil, para atravesarla
sin peligro alguno. De cualquier forma, aquí
en los cascos urbanos está prohibido circular a
alta velocidad. Al frenar suavemente, ya que
tenía que desviarme a la izquierda, preferí
salirme despacio. De manera paralela a la
carretera, a la derecha, había un largo bordillo
en el suelo con una señal de tráfico, y justo al
lado del mismo, varios vehículos aparcados
perfectamente, sin sus dueños. Unos metros
hacia delante, una parada de Bus de aluminio,
y cristal. Había espacio sobrado para que yo
pudiera manejar mi automóvil por allí,
buscando con la vista, un lugar seguro, al
objeto de atravesar la carretera principal sin
problemas para nadie. En el preciso momento,
que yo enciendo el intermitente derecho, y me
161
decido a hacer un giro con el volante, recibo
un impacto tremendo por detrás, y no sé si
será por la fuerza de la costumbre, pero en
décimas de segundos, sujeto el volante con
toda mi fuerza con las dos manos. Me doy
cuenta, que el coche, se levanta totalmente de
la carretera unos centímetros, y es desplazado
como una bala, volando literalmente, contra la
parada del Bus. La mitad de un segundo fue
necesario para tomar una decisión: “O era
lanzado contra la marquesina del Bus, o hacía
lo imposible para empotrarme contra los
automóviles aparcados”, por que me pareció
que había alguien esperando en dicha parada,
giré contra los vehículos. Sentí el impacto de
mis ruedas reventándose contra el bordillo,
arranqué de raíz la señal de tráfico, y empecé
a golpearme contra los otros vehículos. Yo
llevaba el cinturón de seguridad, y mi cuerpo,
al recibir el impacto trasero salió despedido
hacia atrás de forma brutal, rompiendo mi
asiento, como el coche se golpeó por delante,
mi cuerpo salió lanzado de frente, pero el
cinturón estaba funcionando perfectamente.
Yo era consciente de lo que estaba pasando, y
en ese mismo instante, sentí la Presencia del
Señor en mi atormentada máquina. Aunque
mis ojos contemplaban todo el desastre, mi
alma estaba totalmente tranquila. La palabra
de Dios, vino en mi socorro, con el salmo 91,
y su verso primero:
“El que habita al abrigo del Altísimo
morará bajo la sombra del Omnipotente”
Esas palabras estaban resonando en mi
mente, con más fuerza que todo el tremendo
ruido de los golpes que me estaba dando en
ese momento. El coche se paró empotrándose
en la parte trasera de otro aparcado,
destrozándosela por completo. La gente que
andaba por los alrededores, rápidamente,
salieron corriendo para ayudarme por que
162
pensaron que estaría herido de gravedad. El
conductor que me causó el accidente con su
vehículo, se paró para auxiliarme también,
pero todos se quedaron perplejos cuando me
vieron salir sin un solo rasguño, y con buen
humor. El propietario del coche dañado por el
mío, el aparcado, estaba tan preocupado
como yo. Pude contemplar el estado en el que
había quedado mi automóvil, realmente
desastroso, todo roto, totalmente quebrado,
por delante y por detrás. Las dos ruedas
derechas, reventadas, y rotas. La señal de
tráfico desapareció. Los otros automóviles
quedaron seriamente dañados en su lateral
izquierdo, y el vehículo contra el que me
empotré, su parte trasera, aplastada. Pero yo,
en ningún momento perdí los nervios, incluso
el causante y yo nos dimos la mano, como
buenos ciudadanos, y tras tomarnos los datos
de nuestras respectivas compañías de
seguros, cada uno se fue por su lado. Su
vehículo funcionaba perfectamente, pero yo
tuve que regresar a Almería, sin coche y sin
trabajo. Hasta que llegué preferí no informar a
mi familia, ni a mi mujer ni a mis padres,
sobre el accidente, para que no se
preocuparan. Sé con seguridad que si mi
mujer hubiera venido, hoy ni ella ni el niño
estarían con vida. Tuve la plena certeza de
una gran presencia del Espíritu de Dios en ese
momento, dentro del habitáculo, mientras el
vehículo se estrellaba contra todo. En mi
corazón había una enorme paz interior.
Ese domingo, pude dar testimonio en la iglesia
del accidente, y aproveché para de esa
manera, hacer un llamamiento en el estricto
deber del cumplimiento que todos los
ciudadanos debemos hacer en la carretera,
respetando escrupulosamente las leyes del
tráfico.
163
¡YO VI AL SEÑOR!
Que estamos en lucha es un
hecho evidente. Nadie puede negar esa
realidad. El ser humano fue creado al
comienzo de todas las cosas, para estar en
armonía con Dios y con la naturaleza y en paz
consigo mismo. Pero desde que en el teatro
de la vida apareció un nefasto personaje,
representante del mal llamado Satán y las
consecuencias del pecado en el corazón
humano, el devenir de nuestra especie ha
estado siempre jalonado por una situación
constante de guerra. Los antiguos romanos
decían: “Homo hominis lupus est”, es decir: “El
hombre es el lobo del hombre”, significando
que somos sumamente depredadores de
nosotros mismos, pero ello es un reflejo de
cual es nuestra condición espiritual interna.
Situación de oscuridad, de desorientación
constante, de falta de paz interior. Todo ello
no es ni más ni menos que las causas de
nuestro alejamiento total del Creador. En
definitiva, la Biblia es muy clara: el hombre se
ha perdido. No sé que puede ser mas
peligroso, si perseguir a un creyente a punta
de fusil ametrallador como está sucediendo en
algunos países, o hacerle creer que vive en
una sociedad acomodada mientras se le llena
la cabeza de mensajes subliminales negativos
o contrarios a la fe bíblica. Hoy, en la sociedad
no se estila creer en Dios, por tanto mucho
menos en el diablo como ser real, enemigo de
la bondad. El maligno, trabaja de muchas
maneras para destruir a los creyentes. Satán,
se disfraza de ángel de luz, ofreciéndonos
verdaderos “tesoros” infestados de veneno
pernicioso. El batalla contra la iglesia de
muchas maneras: haciéndonos una guerra
frontal, brutal, terrible, realizando muchas
veces una guerra de guerrillas, practicando el
164
terrorismo entre las filas de los cristianos, no
en vano, él es el mayor terrorista de la
historia humana, e infiltrando “espías” en el
corazón de la comunidad cristiana. Jesús ya
nos avisó
sobre los falsos maestros, que
intentarían engañar aun a los escogidos. Os
invito a leer Mateo 24. Cristo nos enseñó que:
“El diablo es homicida desde siempre”. Sus
espías
se
harán
pasar
por
nuestros
compañeros.
Esos apostatas han surgido,
están surgiendo y seguirán haciéndolo de
entre
nosotros
mismos.
Hemos
sido
advertidos a lo largo de todo la Biblia sobre
tales personas. Esperamos luchar contra un
diablo con cuernos, patas de cabra, y cuerpo
lleno de pelos, pero eso es una visión pagana
del maligno procedente de los dioses
mitológicos griegos, que ha pasado al
cristianismo. Satán es mucho más feo que
todo eso. Ahora bien, andemos con cuidado
pero no con miedo, por que, si se nos
presenta mitad cabra, mitad humano,
lógicamente sabremos contra quien luchamos
y seguramente nos sería mas facil y rápido
vencerle, aunque sabemos que él está ya
derrotado, y que la victoria es nuestra gracias
a la resurrección de Cristo, a la venida del
Espíritu Santo y a nuestra constante
consagración en la oración y en la humildad
ante Dios. Quizá, el mal, se nos presenta
muchas
veces,
revestido
de
algo
aparentemente bueno, que nos gusta, que es
amable con nosotros, y es ahí donde debemos
cuidar nuestras vidas. Recuerdo, a una
película inglesa, basada en el siglo XVIII, en la
que el protagonista, que lucha contra una
bruja, representada por una actriz muy
atractiva, dice: “El mal tiene muchas caras, y
una de ellas es la bondad”. Hay veces que es
así, pero para eso tenemos de nuestro lado
algunas armas muy poderosas, como son la
oración, la consagración diaria, la lectura de la
Biblia, nuestra misma experiencia,
y por
165
supuesto el Poder de Nuestro Señor, por tanto
no hay que temer, sino estar alerta, eso es
todo.
Ahora bien, el maligno nos está haciendo una
guerra total, pero no importa, ya que de
nosotros es la victoria total, siempre que
sepamos situarnos en el lugar que nos
corresponde, es decir: como verdaderos hijos
de Dios. Un niño cualquiera de corta edad,
que tenga un mínimo de fe en Cristo, y los
hay, tiene sobrada autoridad sobre las fuerzas
del mal, es un guerrero en victoria. Yo, en
avivamientos, he sido testigo cómo niñas de
11 o 12 años, han apoyado con su oración a
quienes oraron por endemoniados, y lo
hicieron movidas por el Espíritu Santo, siendo
respaldadas por Dios en ese momento,
aunque soy partidario, de que cuando se ora
por una persona poseída, no estén presentes
los menores, ni personas no preparadas. Es
preferible, si es posible, reunir a un grupo
reducido de hermanos de confianza, que se
sepa de su buen testimonio, a puerta cerrada,
y pasar a orar por la persona. En esos casos
no puede haber límite de tiempo, y la
consagración debe ser total. Puede suceder
que los acontecimientos, se acelerarse, y es
necesario intervenir directamente sin más
demora. Recomiendo, de suceder así, que los
padres y madres seamos responsables e
inmediatamente apartemos a los menores, del
lugar y a quienes no están preparados para
éstos casos. He visto que en algunas iglesias,
nada mas terminar el culto, el pastor, ha
comenzado
a
orar
por
personas
supuestamente
“poseídas”, dejando que
numerosos
niños
pequeños,
hijos
de
creyentes, deambularan de un lado para otro,
en el interior del local, jugando incluso
alrededor de quien recibe los beneficios de la
oración de liberación, mientras que el resto de
asistentes perdían el tiempo en charlas
166
amistosas que nada tienen que ver con lo que
allí se estaba haciendo. Eso demuestra un
claro desorden ministerial. En todas las
oraciones que el ministro hace por los
asistentes, hay que apoyar en oración, o al
menos respetar el momento. El orden interno
de la iglesia es imprescindible.
La situación bélica de nuestro mundo, ha sido
escalofriante, y cuanto mas seguro nos
creemos en nuestros hogares, surge en algún
lugar un conflicto armado, con todos los odios
que eso conlleva, pero si el contexto mundial,
mas que preocupante, no es ni la sombra de
lo que en realidad se está viviendo en el
mundo espiritual desde hace siglos, con una
diferencia, y es que la Victoria está lograda y
conseguida desde hace ya dos mil años,
gracias a la poderosa resurrección de Cristo,
su ascensión a los cielos, y la venida del
Espíritu Santo sobre la comunidad cristiana. El
maligno lo sabe, conoce mejor que nosotros
cual será su final, ya predicho desde tiempos
ha, pero aunque vencido de antemano, tiene
aun un limitado espacio, tiempo y poder para
causar muchos estragos en nuestra especie.
Es por eso que, sepámoslo o no, somos
testigos, y sujetos directos, de una batalla sin
cuartel, durísima, quizás extrema, pero de la
que vamos a salir vencedores por medio de
Aquel que nos amó hasta el final. Ahora bien
no
conviene
obsesionarse,
simplemente
seamos realistas, y con la frialdad de un
realista, con la mente muy
tranquila,
hagamos nuestras vidas, y llevemos a cabo
nuestros propósitos personales con absoluta
tranquilidad, siempre que éstos últimos estén
sometidos voluntariamente por nuestra parte
a la acción directa del Señor, y colocando a
nuestro “yo” personal a los pies Cristo.
Algunos se toman el tema de la guerra
espiritual, de una manera tan angustiosa que
después
caen
en
serias
depresiones,
167
necesitando asistencia pastoral y médica.
Precisamente caen en lo que no debe caerse.
Sencillamente, lo que tenemos que hacer, es
muy simple, dejar que sea Dios quien tome la
iniciativa en todo esto, y tranquilizarnos. Por
nuestra
parte
debemos
ser
guerreros
experimentados y aguerridos, teniendo total
seguridad en el poder de la oración y cuidar
muy mucho nuestro testimonio personal como
cristianos.
Hace unos años, fui testigo directo de un
suceso divido en dos partes, como si fuera por
capítulos. La primera, realmente podría haber
sido un guión acertado para una película de
terror. ¡Atención con este tipo de filmes, no
son aconsejables, y su fines realmente
perversos!. He
decir, para ser sincero
experimenté en primera línea lo que es el
sentimiento de pánico. El testimonio que voy a
relatar aun me hace pensar, por que sin duda
comprobé el poder limitado del mal, y el
ilimitado y maravilloso de Dios.
Creo recordar que sería 1992, ese año repleto
y cargado de grandes eventos internacionales
realizados en España. Era verano, y vivíamos
en un cuarto piso, todo exterior a la calle, con
mucho calor propio de esa época del año. A
causa de ello, para poder conciliar el sueño
mejor, yo dormía en una habitación dejando
que mi esposa descansara tranquila junto con
nuestro hijo mayor, Samuel, en la otra alcoba.
La cuna del niño, estaba literalmente
empotrada entre la cama y la pared, por el
escaso espacio. Ese domingo transcurrió con
normalidad. Fuimos a ver a mis padres, para
merendar con ellos, y de nuevo volver a casa
a la hora de la cena. Me fui a dormir solo a mi
habitación, rápidamente me quedé dormido.
A las tres de la madrugada, en pleno silencio
nocturno, me desperté por que necesitaba
acudir al cuarto de baño, pero algo pasó allí.
168
Al ser verano, solo usaba una sábana para
cubrirme. Ésta lo hacía hasta la altura de mis
ojos. De pronto los abrí y comencé a sentir
cómo la temperatura de mi cuerpo bajaba. En
España, decimos, que nos “quedamos
helados”. Sabía que allí había alguien mas
poderoso que yo, lo presentía, sentía su
presencia,
pero
sin
embargo
estaba
totalmente solo. Mi cuerpo quedó totalmente
paralizado, es mas mis miembros no
obedecían a las órdenes de mi cerebro. Allí
había alguien tenebroso, pude sentir su
presencia asesina. Mis ojos escrutaban en la
tenue oscuridad, pues algo de luz lunar
entraba por la ventana. Esa noche la Luna
estaba espléndida, y rápidamente me di
cuenta,
que
en
realidad
había
dos
tenebrosidades, la normal de la noche, y otra
que resultaba distinta, como una especie de
bruma que se estaba apoderando de mi
habitación. No podía hablar, ni mucho menos
gritar. Sin embargo mi mente estaba libre
para orar, y así lo hice.
Yo necesitaba levantarme, por que mis
necesidades fisiológicas me lo demandaban,
no obstante, solo tenía dos opciones: o
hacérmelo todo en la cama, ó levantarme e ir
al servicio. Aquella fuerza del mal total, me
habló, pude oír su voz que me estaba
diciendo:
­¡He venido para destruirte a ti y a tu familia!­
Durante unos segundos temí por mi mujer y
mi hijo, pero se los encomendé a Dios,
mentalmente. Observé como ese ser de
maldad, quería llenar toda la vivienda. Al cabo
de unos minutos que para mi fueron siglos,
pude levantarme, y poco a poco, fui al
servicio. Incluso allí notaba que “eso” no se
había ido, que permanecía allí. Muy despacio,
con los cabellos y el bello de todo mi cuerpo
casi erizado, pude acostarme en la cama de
169
mi mujer. Al hacerlo me cubrí cuanto pude, y
en ese momento, noté cómo la cama se movió
sola de manera brusca, golpeándose contra la
cuna de mi pequeño. Sin embargo ella no se
percató de nada, gracias a Dios. Clamé a
Dios, acordándome del Salmo 91, y pedí que
en el Nombre de Cristo, todo aquello se
marchara. Me quedé dormido. A la mañana
siguiente, me levanté tan mal, tanto me había
impactado aquello, que estuve todo el día,
molesto con la experiencia. Poco a poco fui
recuperándome, pensando en Jesús. Esa tarde
fuimos a casa de mis padres, con el fin de
merendar, y pasar un par de horas con ellos.
Papá estaba en una de las habitaciones que
usaba para orar en solitario, acompañándose
siempre con cassettes de música cristiana. El
se dio cuenta que yo estaba mal.
­Papá, quiero hablar contigo, te voy a contar
qué es lo que me ha pasado esta noche­
­Ya lo sé, Dios me lo ha puesto en el corazón, y
me llamó a la oración de intercesión por ti, a
mitad de la noche­
Le conté todo lo sucedido, y allí mismo
volvimos a orar de nuevo, los dos solos. Aun
recuerdo esas ocasiones en las que movido
por el Espíritu Santo para orar por mi, y en
las que el Señor me profetizaba descubriendo
muchos secretos de mi corazón para después
darme la solución con una palabra de
exhortación llena de amor. Aun así, en ese
momento, aquello aun no fue suficiente. Dios
tenía preparado un plan más glorioso e
impactante, que marcaría mi vida y los
recuerdos de su poder y grandeza.
Desde esa noche, hasta la del siguiente
jueves, no volví a dormir en esa parte. Tan
mal sabor de boca me dejó esa experiencia.
Sin embargo aquel día, después de cenar,
regresé a la misma cama. Un par de días
170
antes, yo ya me había superado por completo
de todo ese dramatismo. Milagros, me preparó
unas patatas fritas, que digerí con gusto.
Contemplé unos minutos la programación
aburrida de la televisión, quizá alguna que
otra película. Me viene a la memoria, unas
palabras de Groucho Marx, ese gran cómico
norteamericano que dijo: “La televisión ha
hecho mucho por la cultura, por que cada vez
que la veo, acudo rápidamente a leer un libro”.
Me debe suceder lo mismo, por que la mayor
parte de las veces, lo que hace es provocarme
un sueño insoportable. Esa noche, Samuel, mi
hijo, lloraba demandando de su madre la
atención debida. Los dejé a los dos con sus
quehaceres, y me acosté relativamente
temprano. No sabía qué era lo que me
esperaba.
Me senté tranquilamente al borde de la cama,
y de una forma automática, me arrodillé para
orar un instante, en ese mismo lugar. No me
dio tiempo ni siquiera a pronunciar la primera
sílaba de la palabra: “Señor”, por que nada
mas comenzar a hacerlo, “Algo”, me hizo
levantar la vista. Al otro lado de la cama, justo
enfrente de mi, se presentó el Señor, ante mis
atónitos ojos humanos. Es muy difícil detallar
con palabras humanas lo que yo vi allí. Una
maravillosa y tierna figura, vestida con una
especie de túnica blanca, pero irradiando un
brillo estremecedor, del cual emanaba una luz
indescriptiblemente hermosa. Estaba con sus
brazos abiertos de par en par, enviando a
través de ellos, un resplandor que llenaba
toda la habitación y el resto de la casa. De mi
boca, solo salió una temerosa pregunta, que
quería resumir mi predisposición personal a
que El me diera alguna orden en concreto.
Moisés, se arrodilló, inclinándose ante el Dios.
Yo no pude ser menos ni más que él. Con
rapidez inusitada, hundí mi rostro entre mis
manos, sobre la manta de la cama, diciendo:
171
­¿Señor? ¡Envía tu luz a toda casa, bendice a mi
esposa e hijo!, ¡que tu luz no se quede solo aquí,
también el comedor, y el resto del hogar,
Señor!­
No sé cuanto tiempo estuve así, pero sentía
un santo temor al levantarme. Yo sabía que
algo muy grande me había pasado, único, y
que muchos cristianos no me creerían, pero
no me importaba en absoluto. Después, sin
mirar en concreto a ese lugar exacto en donde
El estuvo, me acosté, y he de decir, que mi
descanso fue absolutamente sorprendente.
Hacía años que no había logrado dormir tan
bien, como esa noche. A la mañana siguiente,
nada mas despertarme, cuando estaba
pensando en lo que me había sucedido, y
disfrutando del gran relax que sentí en todo
mi ser, el Espíritu Santo, me habló muy
claramente:
­¿Recuerdas lo que te pasó la primera noche?­
refiriéndose a la experiencia con el diablo­
Compáralo con lo que te ha sucedido en
ésta.¿Sabes, por que te sucedió aquello?­Sin
darme tiempo a responder, el Señor añadió
amorosamente, como cuando un padre habla
al corazón de su hijo:¡Eso te sucedió por que tú
no estabas orando!­
De nuevo me volví a quedar estupefacto, por
que era verdad lo que me dijo. Tardé en
levantarme, por que hacía todo lo que podía
para alargar todo el tiempo posible la
sensación que sentía de paz y de bienestar.
Reuní a toda mi familia para decirles lo que
había experimentado. Papá, solo me dijo, con
espíritu inglés, mirándome con fijación:
­¡Yo ya lo sabía!­
172
CARLOS, LA BARCA ROTA Y PERDIDA
“Pobre barquilla mía, entre peñascos rota, sin
velas desvelada, y entre las olas, sola. ¿A donde
vas, perdida?”. Lope de Vega, Siglo XVI
No
hace
muchos
años,
caminando por la playa del Parque Natural del
Cabo de Gata en la provincia de Almería,
encontré dos barcas hundidas en la arena de
la
costa,
rotas,
quemadas,
y
casi
desmanteladas sus cuadernas. Me quedé
mirando fijamente y pensé:
­¿Qué me quieres decir, Señor?­
La imagen de las barcas no me abandonó a lo
largo de la semana, ni la pregunta. Dios me
había llevado hasta allí, a varios kilómetros de
mi casa, en bicicleta, para enseñarme algo. Se
lo pregunté a un amigo mío, pastor
evangélico, y tras unos segundos de
meditación, me contestó:
-Esas barcas sois tú y tu mujer.
Tuve que reconocer que tenía razón, llevaba
algún tiempo orando por pura rutina y sin
predicar la Palabra. El Señor, una semana
después me dio un mensaje, a través de mi
padre: Me vio calafateando una barca nueva,
con su brea en el cubo y una palabra muy
clara:
¡Nueva obra te doy!Pocos meses después comenzamos a predicar
la palabra de Dios a un grupo de mujeres
mayores.
En
ese
grupo
sucedieron
conversiones de las cuales, algunas de ellas
aun permanecen hasta el día de hoy. Cuando
el creyente está en dificultades personales, de
la índole que sean, ha de mirar a la Palabra de
Dios, ésta la consolará, y le dará confianza
suficiente como para enfrentarse a los
problemas de la vida.
La Biblia enseña:
“Clama a mí y yo te responderé”
173
La genial poetisa española Gloria Fuertes,
escribía:
“Dame la mano, Dios.Dios, dame la mano, que
me escurro en la cuesta, con la llovizna esta.
Quédate con mi autorretrato.¡Gracias por
todo!, ya veo mejor”­
Dios nos llama con su amor, y nuestra
respuesta ha de ser: “Si, Señor”, con un
corazón humilde. El Salmo 51 dice:
“Al corazón humilde, tu oh Dios, no lo
desprecias”
Una antiquísima estrofa poética hispano­árabe
del siglo X ó del XI dice así:
“Y a la llamada de la ley del amor, que así
se impone, mi humillación responde”.
Recuerdo unas palabras de San Juan de la
Cruz:
“Redobló de tal modo, sus súplicas que mereció
recibir en el interior de su alma, esta respuesta
que le llenó de alegría: “Yo te concedo lo que
me pidas”.
Fray Luís de León decía: Las Sagradas Escrituras
las inspiró Dios, para que nos fueran en los
trabajos de esta vida: Consuelo. En las tinieblas
y errores: Clara y fiel luz.
No son las tradiciones humanas religiosas las
fuentes de nuestra fe, si no la revelación en
las Escrituras, la Biblia. Muchos hogares
tienen en sus estanterías un ejemplar de la
Biblia que permanece cerrada de por vida. Allí
está esperando a que sea abierta, pero
cuando se lee, ella habla.
Carlos, era uno de tantos delincuentes de mi
barrio. Otro mas, una barquilla perdida, rota y
abandonada, que en los últimos días de su
vida supo pedirle a Dios, que le extendiera su
Mano, por que se estaba resbalando en la
vida, tal y como decía la poetisa madrileña.
Supo redoblar su grito desesperado por salvar
su alma, hallando la respuesta que le llenó de
la misma alegría que cinco siglos antes obtuvo
Juan de la Cruz, y encontró en las Sagradas
Escrituras la clara y fiel luz, y el consuelo que
174
diría Fray Luís de león. El nunca tuvo una
Biblia cerrada en su casa, pero el ejemplar del
Nuevo Testamento que yo le regalé lo leía con
voracidad, e incluso dormía con él, bajo su
almohada.
Vivíamos en el mismo barrio, pero nunca
hablábamos. Lo veía a menudo deambular
por nuestra calle, y me llamaba la atención su
esbelta figura elegante. Impecablemente
vestido, se adornaba el cuello con el nudo de
un pañuelo, a modo de corbata. Nunca
observé en él malos modales ni gestos
iracundos. Perfectamente peinado, delgado y
enjuto, no ocultaba el inframundo en el que
vivía. Carlos era de ese tipo de personas que
viven en la frontera de lo ilegal, sin ocultarlo
pero que pese a ello, ofrecía una educación
familiar poco acorde con el mundo en el que
se desenvolvía.
Llevaba bastante tiempo, por mi parte,
organizando reuniones cristianas en casa de
mi buena hermana y amiga, Joaquina, una
anciana regordeta y con moño, típicamente
almeriense, persona nacida
y criada al
amparo de la rudeza de vida en unos tiempos
de extrema dificultad y de gran miseria como
fueron esos años de la primera mitad del siglo
XX, en la España rural y atrasada, pero con
una inquebrantable fe en el Señor Jesús. Un
día, Mariloli, vecina de Joaquina, y conversa al
Señor, me habló de Carlos:
­¿Sabéis que Carlos, ha sido ingresado con
carácter de urgente en el hospital?, está muy
mal, pues padece un SIDA terminal, a causa de
las drogas, y sin embargo ha recogido el Alta
Voluntaria, y se ha venido a casa. Me han dicho
que está muy mal, y que va a durar poco.­
Quedé estupefacto, no pasaba a creérmelo.
Por esa razón llevaba varios días que no lo
veía por mi zona. Con la Biblia abierta, le pedí
perdón a Dios, por no haberle hablado antes
del Evangelio, pero me prometí a mi mismo,
175
hacerlo en cuanto lo viera. Dos días después
me lo encontré.
­¡Carlos!, ¿Cómo está?, soy vecino suyo y me
llamo Juan José, me han dicho que estaba
ingresado por Sida, y ¿ahora como se
encuentra?­
Carlos, algo más joven que yo, volvió a
sorprenderme, por que se alegró tanto de que
le hablara que era como si se hubiera
encontrado con un amigo de toda la vida.
Hablamos unos segundos, y olvidándome del
distanciador trato de: “usted”, le pedí permiso
para “tutearlo”, en un afán de mayor
confianza, que rápidamente me la concedió de
mil amores. Aprovechando esa magnífica
oportunidad, mientras los dos caminábamos
juntos hacia nuestras respectivas casas, le
pedí que me permitiera entrar en su casa. Ni
me dejó terminar, por que rápidamente abrió
su puerta, e invitándome a entrar, se sentó
con toda la confianza.
-Siéntate aquí, “Juan de Dios”, no te puedo
ofrecer nada, por que nada tengo, pero deseo
hablar contigo, vecino, te conozco y sé como y
quien eres, para mi es un placer tu visita­ Carlos.
Abrumado
por
su
cordialidad,
entre
directamente en el tema que quería compartir
con él, y temiendo un poco su reacción decidí
hablarle directamente.
­Carlos, vengo a hablarte de Jesucristo.
Conozco un poco de tu vida, y creo que ahora
necesitas escuchar algo. Quiero que estés
tranquilo, no soy Testigo de Jehová, soy
cristiano­
­Deseo de todo corazón que me hables, “Juan
de Dios”­
­No me llamo Juan de Dios, sino Juan José­
­No importa, por que tú eres de Dios ¿no?, por
eso te llamo Juan de Dios­ Puntualizó con
claridad.
Impresionado de nuevo por su forma de ser,
acepté que me llamara como quisiera hacerlo.
Estuvimos
conversando un par de horas,
176
Carlos no perdía ni una sola palabra
pronunciada por mi, era como si las devorara
todas y cada una de ellas. Esa misma tarde,
abriendo su corazón me contó cómo era su
vida. Contrariamente a lo que suele ser
normal en este tipo de ambientes, el que ya
era mi amigo, nació y se educó en una familia
de clase media, y con buena educación,
incluso era gemelo con otro hermano que era
policía. Aún así a los catorce años se fue
involucrando en una vida de drogas, y de
delincuencia, que le llevó por un túnel oscuro,
en donde había de todo, pandillas de
adolescentes y jóvenes corruptos, continuando
en una terrible espiral de actos delictivos,
cárceles, robos, atracos, pistolas, tráfico de
drogas y consumo de las mismas. Casado y
padre de una preciosa niña, supo siempre
mantener a su familia alejada de ese mundo
oscuro. Era un buen esposo, respetuoso con
su mujer, y excelente padre, que vivía solo
para su pequeña, a la que en todo momento
ocultó su devenir diario. No sabía salir de ese
empantanado mundo, y no podía hacerlo,
carecía de preparación y sus estudios eran
muy escasos, casi nulos. A pesar de todo ello,
había dentro de su alma un brillante corazón
sensible a Dios, y a los demás, aunque
absolutamente manchado y podrido, pero una
lucecita encendida, mantenía una mas que
lejana esperanza redención.
Sin justificar
para nada los actos delictivos y el pecado, en
ocasiones, Carlos ayudaba a sus amigos mas
necesitados, a aquellos que pasaban hambre
por las circunstancias, con lo único que sabía
y podía hacer: robando para ellos, y no se
quedaba con nada, aunque en su conciencia
sabía que hacía mal ante Dios. En una
ocasión, otro delincuente mas peligroso que
él, le convirtió en la víctima de un ajuste de
cuentas, por tráfico de drogas, entrando en
su casa, y destrozándolo todo. Cuando mi
nuevo amigo, se enteró de lo sucedido, lo
177
primero que hizo fue evitar que su esposa e
hija se dieran cuenta de lo ocurrido, pues ellas
nos estaban en la casa en esos instantes, y les
pidió con diversas mentiras, que fueran a la
residencia de un familiar. Después, ordenó
todo, y buscando al delincuente, resolvió con
él sus diferencias de la manera que en este
submundo se solucionan los problemas, pero
sin quitarle la vida, advirtiéndole que jamás
tocara a su mujer o a su hija, por que ellas no
sabían nada de su vida. Carlos, se contagió
con el Sida, y supo convivir con las dos
mujeres de su vida, su esposa y su hija, sin el
menor riesgo de contagio, tomando todas las
precauciones posibles y algunas inventadas
por él mismo.
Una vez, hace ya muchos años, haciendo un
largo viaje desde Andalucía hasta Madrid, me
detuve al lado de la carretera. Casualmente,
allí había un montón de basuras y de
escombros, carente de vida, un montículo de
gran cantidad de basura, pero en la cumbre,
una sola, diminuta, y preciosa flor morada,
lucía todo su esplendor escarlata. Mamá, me
dijo:
­Date cuenta, encima de tanta basura hay una
maravillosa esperanza­
Así era Carlos. Le regalé un Nuevo
Testamento, invitándole a una de las
reuniones que hacíamos en casa de Joaquina.
El obsequio llegó a impresionarle tanto, que al
hacerse con él lo besaba con cariño. Yo no
esperaba una reacción así.
Estuvimos, hablando de ir a algún centro
cristiano de rehabilitación como Betel ó
Remar, pero no fue posible, no hubo tiempo.
Dios me lo había puesto en mi lado, y yo
debería ser quien debería trabajar con él. Tres
días después, asistía a uno de mis cultos, con
su esposa. Fue el único al que asistió, pero
suficiente, no hubo necesidad de mas, para
que él decidiera convertirse al Señor, allí
mismo. Lo poquito que él pudo contarnos
178
pudo conmovernos a todos, ya que leía con
ahínco el Nuevo Testamento, que le obsequié,
dormía con él, por que le daba seguridad.
Una semana después, fui a un comercio para
comprar algo de comida, y encontrándome
con su mujer Rosa, me dijo que había vuelto
a enfermar siendo ingresado de urgencia en el
Hospital Provincial, en el área de infecciosos.
Sabía que tenía que ir a verlo sin dudar y sin
temer nada. Urgía hacerlo. Al medio día, a las
quince horas, lo que en
España solemos
conocer por las Tres de la tarde, entré en la
habitación blanca del centro sanitario,
burlando un poco la vigilancia de los médicos
y enfermeras, ya que estaba considerado
como altamente contagioso. Mi pobre amigo,
se emocionaba al verme. Me impresionaba su
estado, por que en tan solo una semana,
había perdido varios kilos. Rodeado de
aparatos y entubado para el suero, y la
alimentación intravenosa, podía levantarse e ir
al servicio. Le ayudé como pude, pues su
estado era extremadamente lamentable.
Doblado
por
un
extraordinario
dolor
gastrointestinal, se introdujo en el Servicio de
la habitación para sus necesidades. Yo me
quedé fuera, cerrando la puerta. Oía
sus
dolorosas quejas. ¿Yo que podría hacer?.
Tenía un camino, algo le ayudaría: Puse mis
manos sobre la puerta, como si se las
impusiera sobre su cabeza, y allí mismo,
comencé a cantar una alabanza a toda voz,
sin pensar que eso podría ser mi causa de
expulsión del Hospital:
­Vine a alabar a Dios. Vine a alabar a
Dios.Vine a alabar su Nombre. Vine a
alabar a Dios. El vino a mi vida, un día
muy especial, cambió mi corazón, en un
nuevo corazón, y esa es la razón por la que:
¡Vine a alabar a Dios!Cada vez que bajaba la intensidad de mi voz,
Carlos, clamaba desde dentro:
179
­¡Por favor no dejes de cantar y de alabar a
Dios, sigue, ayúdame!­
Salió de ese lugar mas tranquilo, pero se le
veía en el rostro, el dolor de la muerte
próxima, el pago por la fractura de la vida
llena de sida, los frutos de los numerosos
errores del pasado. La Biblia nos dice que: “.
Mi buen amigo, estaba La paga del pecado es
la muerte, pero el regalo de Dios, es vida en
Cristo Jesús” muriéndose pero allí mismo,
tenía en su almohada ese evangelio que yo le
había dado quince días antes. Lloraba cuando
al hablar de “su libro preferido”. Cuando hablo
con alguien así, me encanta hacerlo
cogiéndole la mano, en señal de afecto. Carlos
no quería que me fuera, siempre me pedía
que me quedara más tiempo, orando con él.
Tantas veces lo visitaba, tantas veces volvía a
reconocer el Señor como su Salvador y Señor
personal.
La última vez que pude verlo en el hospital me
contó un testimonio escalofriante:
­Juan de Dios, ayer tuve una experiencia
terrible, en la habitación. Me encontraba en la
cama, leyendo los Evangelios. Vi que un ser
negro y oscuro, terrible, entraba por la puerta
de la habitación, era terrorífico, y sabía que
venía a por mí, me dijo que me iba a llevar con
él. Comencé a gritarle, a chillarle con todas mis
fuerzas, incluso llegué a lanzarle una botella de
plástico ordenándole que me dejara que yo ya
no era suyo, y que había encontrado a Cristo.
Cogí el Nuevo Testamento, y chillándole le dije
que yo era cristiano, que se marchara...­
­¿Se marchó, Carlos?­
­Desde luego que se marchó, Juan de Dios,
pero es que después vi entrar una luz
maravillosa por la ventana que lo llenó todo, yo
creo que era El Señor­
Así era Carlos, cariñoso con sus amigos, leal a
Dios, cristiano en la última hora, pero
cristiano. No le dio tiempo para bautizarse, ni
pudo asistir nunca a ninguna iglesia cristiana,
180
jamás estuvo en Remar ni en Betel, no le dio
tiempo para tomar la Santa Cena, pero todo
eso sobraba por que su alma se llenó del
Señor, y al igual que al ladrón que fue
crucificado junto al Señor, pero para quién la
luz de Dios, llegó en ese tiempo, gracias a su
conversión a Jesús, a Carlos le sucedió igual,
en los últimos instantes, Cristo le dio su mano
y él supo y quiso asirse de ella sin dudarlo un
minuto.
Al miércoles siguiente, mi amigo fallecía
plácidamente con una gran sonrisa, por que se
había ido con Jesucristo. En el libro del
velatorio fúnebre, todo el mundo, le dedicaba
estelas
dolorosas
de
recuerdo,
pero
contemplando su inerte e inservible cuerpo,
escribí:
-¡Adiós, amigo!, no te lloro, por que te has ido
con Cristo, y ahora eres feliz ­
Mi
hijo
Samuel,
junto con el pastor
Gabino Fernández
Campos. En la sede
de
la
FEREDE,
Madrid
EL DESPACHO DE PAPA Y LA LITERATURA
Su piso era una tercera planta. Allí,
papá, era feliz,
se entregaba a sus tres
pasiones: la lectura, la escritura y la Biblia. En
una de las habitaciones hizo montar su
despacho,
y
su
biblioteca
particular,
compuesta
por
decenas
de
libros,
Enciclopedias, y un gran archivo de todos sus
trabajos literarios. Empapeló las paredes con
todas las fotografías dedicadas de escritores,
poetas y políticos, era un lugar democrático,
181
pues allí estaban fotografiados los máximos
responsables de todos los partidos políticos
españoles, desde la derecha hasta la izquierda
moderada, y en el centro justo de esa
amalgama fotográfica, estaban las fotografías
de la familia Real, y del Conde de Barcelona,
todas ellas firmadas y dedicadas a papá. La
sobriedad del ex presidente Adolfo Suárez
contrastaba con la sonrisa amable del
Presidente Felipe González, y la mirada sagaz
del ex­ministro Manuel Fraga, mezcladas, con
la posición intelectual del Alcalde de Madrid
Enrique Tierno Galván. El puzzle fotográfico se
aderezaba con la de diversos personajes de la
vida publica española del momento, además
de las de su familia, junto con la de algún que
otro paisaje extraído
de una
litografía
publicitaria. Había así mismo un decorativo
plato de la Isla de Puerto Rico. Allí, mi padre
era el rey y con su vieja máquina de escribir
“Hispano Olivetti” redactaba todos sus
sentimientos humanos. El sonido del tecleo de
su máquina, me decía que él estaba allí,
presente, trabajando, y al igual que los niños
aman trastear entre los papeles y archivos de
sus padres, yo me sentía el príncipe en su
despacho. Siempre me comentaba lo que
estaba haciendo,
o lo que tenía pensado
hacer. Me identifiqué tanto con esa habitación
que cuando papá ingresó por primera vez en
el Hospital, de gravedad, y tuve que buscar
unos documentos médicos por él archivados,
al ver su amado despacho silencioso y
solitario, viendo
su máquina esperando a
seguir siendo usada, lloré como si fuera un
niño, y exclamé con fuerza y gran dolor de
corazón: “¡Papá, no me dejes!”. Entrar allí,
para mí, era como hacerlo a un santuario
laico, por el enorme respeto que me suponía.
Tenía
en
su
mesa
unas
cuartillas
desordenadas, en las cuales él estaba
trabajando, allí mismo las dejé, colocando
sobre ellas una grapadora para que no se
182
volasen por cualquier causa, quería que todo
estuviese tal y como él lo dejó, para que
cuando volviera del
hospital, si volvía,
renovara su actividad en el
punto exacto
donde la interrumpió.
Papá estaba ya en tratamiento cardiológico,
pues tenía alguna dificultad que precisaba
ser controlada por el especialista, era
cardiópata. Era eso lo que más me
preocupaba, y sería lo que precipitaría los
acontecimientos con el paso del tiempo. No
obstante, su vida era muy normal, con ciertas
limitaciones. Todas las tardes, paseaba junto
con mi madre, por la calle, sentándose a
hablar con los vecinos.
LA REUNIÓN Y EL GRUPO. PREDICANDO
POR LAS CALLES
Dos días después tuvimos una reunión
en donde el Señor de nuevo se manifestó y
algunos de los asistentes fueron tocados por
el Espíritu de Dios. Yo observaba a mi padre
en su oración, no era él, sino el Señor usando
su garganta, su voz, su cuerpo. Las lágrimas
corrían por los rostros y Paquita exclamaba
constantemente: “¡Gloria al Señor!... ¡Padre,
que bonito eres!”. María estaba allí, muy
cargada por un sinfín de problemas que
amenazaban a su estabilidad personal; su
rostro revelaba una fuerte lucha interna,
salvaje, dura, temible, causada por las
terribles presiones que el mundo somete
muchas veces a quienes no son de él. Nuestra
amiga y hermana temblaba en el momento de
la oración: “¡Señor, no puedo mas!”, la voz
temblorosa apenas se elevaba, pero todos
sabíamos que el grito desesperado estaba
dentro de su alma, y de sus ojos comenzaron
183
a manar suaves lágrimas, que se perdían al
caer al suelo o en los entresijos de la ropa,
pero Dios las contaba una por una, el resto
del grupo presente, guardaban un silencio
respetuoso roto tan solo por espontáneas
alabanzas que surgían con fuerza de la
garganta de Paquita:
“Dios, Dios mío eres tú. De madrugada te
buscaré. Mi alma tiene sed de ti, mi carne te
anhela. En tierra seca y árida donde aguas
no hay” (Salmo 63,1.)
Joaquina, contemplaba a María, y solo repetía
una frase, en voz muy baja: “¡Pobrecita!.¡Está
tan sola!”. Papá comenzó a orar en lenguas, y
sin dilación alguna se levantó con lentitud,
pues su corazón no le daba para más, puso
sus manos sobre la cabeza de María, y las
lenguas brotaron con fuerza inusitada, como
un río, de menos a más, y en un momento
determinado la fuerza de Dios se derramó allí
en forma de profecía, una palabra divina, llena
de amor, comprensión, cariño, reflexión,
apoyo, y de
consideración hacia nuestra
amiga angustiada, una paz hermosa cubrió su
corazón.
Aquel era un grupo muy
heterogéneo, formado por personas de
singular procedencia y todas ellas muy
distintas. Joaquina, fiel amiga y leal al Señor,
mujer estatura mediana, anciana, viuda, que
vive sola, acudía a todas las reuniones
puntualmente, con su Biblia. A pesar de todos
los sinsabores que la vida le ha dado, es una
maestra de honradez y lealtad. A mí me
inspiraba especial afecto, por ser su figura, fiel
símbolo de la abuela amable y cariñosa, al ser
gordita y con su pelo recogido a modo de
moño redondo. Paco el gitano, mi mejor
amigo desde que vine a Almería, que con su
guitarra y su cante aflamencado tanto
amenizaba las reuniones y las alabanzas. La
ya mencionada Paquita, inseparable amiga de
184
mis padres, quien con su carácter abierto y
dicharachero,
su
potente
voz
y
sus
exclamaciones
espontáneas,
llenaban
el
ambiente. Oscar, un joven adolescente, éste
con muy fuertes convicciones católicas,
aprendió a conocer la Biblia. Desde niño fue
educado en su iglesia, ayudando todos los
domingos en la parroquia. Éramos vecinos, y
todas las tardes, desde su casa, nos oía cantar
y alabar a Dios. La extrañeza se adueñó de él.
Poco a poco comenzamos a hablar, y un día
surgió un tema que le interesaba, porque
tenía unos familiares que eran de la secta de
los Testigos de Jehová y quería presentarles la
Biblia
tal
y
como
es
en
realidad,
defendiéndose de sus doctrinas, y como sabía
que yo conocía bien los puntos bíblicos claves,
y su historia, decidió pedirme ayuda. En casa,
abrimos nuestras respectivas biblias, y la
Palabra de Dios le habló. Comenzó a asistir
con regularidad a nuestras reuniones,
participando activamente en las mismas,
conociendo el mover del Espíritu de Dios.
Posteriormente
organizó
en
un
barrio
sumamente marginal con muchos problemas
sociales una reunión pública en Navidad,
pidiéndome que predicara yo, a lo que accedí
con mucho gusto, el se comprometió conmigo
y yo con él, por que los dos lo hicimos con
Cristo. Dios me dio una palabra muy escueta,
pero el respaldo de Dios fue notorio. Nuestras
relaciones se basaron reuniones, participando
activamente en las mismas, conociendo el
mover del Espíritu de Dios. Posteriormente
organizó en un barrio sumamente marginal
con muchos problemas sociales una reunión
pública en Navidad, pidiéndome que predicara
yo, a lo que accedí con mucho gusto, el se
comprometió conmigo y yo con él, por que los
dos lo hicimos con Cristo. Dios me dio una
palabra muy escueta, pero el respaldo de
Dios fue notorio. Nuestras relaciones se
basaron en la amistad y en el respeto mutuo,
185
ambos procedíamos de iglesias muy distintas,
pero establecimos una relación basada en el
respeto y en él dialogo, muy lejos de los
enfrentamientos, alejándonos todo lo que
pudimos de las intolerancias religiosas que
tanto han caracterizado nuestra historia
religiosa, y que tan ajenas son al verdadero
Espíritu de Cristo. Conozco pastores muy
consagrados que han sido invitados a predicar
en iglesias católicas, y que así lo han hecho
para gloria de Dios. Allí en la calle, Dios me
dio la oportunidad de predicar sobre el
arrepentimiento, aprovechando la celebración
de la Navidad. Sinceramente creo, Navidad se
debe celebrar en familia, me parece una
tradición
muy entrañable, y que ese día
debemos hacer una reflexión personal sobre el
mensaje de Cristo, incluso se debe aprovechar
la oportunidad para anunciar el nacimiento de
Cristo, teniendo en cuenta que Navidad, es
cualquier día que nos entreguemos a Jesús y
le reconozcamos como nuestro Señor, como
aquel ya lejano 11 de Noviembre de 1972 en
nuestro caso. Es curioso, cómo en la reciente
historia europea del comunismo, gobiernos
con esa ideología, en su tenaz persecución
contra toda forma de cristianismo, prohibieron
también el día 25, declarándolo laborable a
todos los efectos, y a pesar de ello, todos los
cristianos
sinceros
de
distintas
denominaciones, siguieron reuniéndose en
torno a la mesa familiar para orar juntos,
recordar el nacimiento de Jesús, y estar todos
en familia. Ya sabemos que la actual fecha
navideña, era en realidad de origen pagano
romano, por que se celebraba el día del “Sol
Naciente”, y que no obstante, los primeros
cristianos nunca rememoraban el nacimiento
de Cristo, hasta que llegó el siglo III ó IV,
cuando se instituyó el 25 de Diciembre como
fecha del nacimiento de Cristo. Recordando la
reunión que Oscar y yo tuvimos en plena
calle, sentimos como el Señor se hizo allí
186
presente, todo el público escuchaba con suma
atención e interés. Yo sentía cómo el Señor
me daba palabra con autoridad y denuedo,
pese al doble escándalo que al final se
organizó, sin saber exactamente por qué.
Satanás e sintió dos veces muy molesto, por
que al finalizar, observé que en entre los
asistentes surgió una trifulca tan ruidosa que
pudo terminar muy mal si las contendientes,
pues eran dos mujeres, no hubieran sido
separadas por nosotros mismos, después de
que sus bocas se convirtieran en pocos
segundos en auténticos volcanes de palabras
sucias, insultándose mutuamente hasta la
saciedad. Yo me quedé sorprendido al
descubrir como personas tan aparentemente
normal, son capaces de pasar en segundos
desde una supuesta tranquilidad a realizar
desaforados combates dialécticos y físicos.
Una de ellas, de corta estatura, no medía mas
de 1,60 cm, de complexión mas bien
delgadita. ¡Y qué trabajo
nos costó
sujetarla!................y en medio del escándalo
humano que se organizó, un recalcitrante y
bastante pesado “Testigo de Jehová”, criticaba
constantemente, a la reunión, al mensaje y a
mi fe, queriendo emprender una muy
inoportuna batalla religiosa, a la que yo en ese
momento no tenía deseos, por que
unos
vecinos se marchaban arriba, por una calle
estrecha, otros para abajo por otra,y mas allá
un grupo de mujeres se pusieron a bailar
flamenco a los sones de los últimos villancicos.
Oscar muy enfadado recogiéndolo todo, el
grupo de
jóvenes que habían cantado
villancicos, se marcho aprisa, la señora
chillona seguía en su trece, la otra se
empeñaba en lo mismo con gritos e insultos
incluidos, sin luz eléctrica en la calle, ya casi
oscuro, donde yo no veía nada, y ese “Testigo
de Jehová” erre que erre con su biblia,
persiguiéndome por la empinada y estrecha
calleja donde di el mensaje. Dos días después
187
pude hablar con Oscar, quien me envió
agradables noticias sobre los resultados de la
reunión, por que los comentarios sobre la
predicación fueron muy positivos. Una monja
seglar que le acompañaba y que me escuchó,
quedó impresionada por el contenido del
mensaje, tocándole Dios. Algunas vecinas le
preguntaron cuando haríamos otra reunión
así, pues querían seguir oyéndonos. Yo me
ajusté al mensaje del evangelio evadiendo
cualquier otra cuestión religiosa que la gente
no hubiera entendido y aprobé la oportunidad
que se me brindó para predicar. No en vano
Pablo hacía lo mismo, no dejaba que ningún
instante se desperdiciara. Sin embargo, la
experiencia fue única, por que no se pudo
volver a realizar. ¡Lástima!, el “Testigo”
seguramente se quedó con el deseo del
combate religioso, y a lo mejor está aun allí,
esperando y eso que han pasado ya algunos
años.
La mayoría
de los que han
sido mis
amigos, han
perecido en
los naufragios
de la vida.
Raros son los
hombres que
han podido
escapara las
masas
sumergidas
de las olas.
ABU-IBN
HASSAMALGASSANI.Sig
lo
XI.Poeta
hispanoárabe.
¡Oh libertad!
Que bonita eres
¿Quién te creo?
¿Te creó la vida, o te creó el amor?
Si se lo preguntas te dirá que no, por que a la libertad la creó
DIOS
Eunice Santos Bravo. Poesía escrita a sus 8 años de edad.
DESDE LA PROSTITUCION HASTA CRISTO
El presente capítulo, narro la vida
de una mujer, que ha partido ya con el Señor.
Ha sido una de las personas más valientes que
he conocido, con concepto del honor tan alto,
que he visto pocas así. Ella ha salvado a
mucha gente de situaciones extremas, dando
protección desinteresada, con un sentido del
amor al prójimo fuera de toda duda. En su
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casa, siempre
hubo una habitación
rudimentaria, pobre, mal acondicionada, pero
eso sí, limpia, y llena de solidaridad, para el
drogadicto,
el
alcohólico,
la
prostituta
abandonada semi desnuda en mitad de la
noche y de la calle. Ha sido una buena madre
para el policía ejecutor de la ley y para el
perseguido. Ha defendido siempre al niño
maltratado y a los más humildes. Conoció al
Señor, y su vida cambió por completo. Una
mujer que a sus ochenta y tantos años, solo
ha sufrido la dureza humana, que no sabía
leer ni escribir, pero tenia tanto deseo de Dios,
que le ha dotado de un talento tal que las
palabras del evangelio y de la Biblia, las grabó
en su mente de tal manera, que ella sola se
servia para entender al Señor, y para dar
testimonio de lo que Cristo hizo en su vida. Me
van a permitir, que una vez mas, por el gran
respeto que siento hacia ella, proteja su
identidad real, cambiando su nombre y el del
lugar de su residencia habitual. Ya quedan
pocas personas con el sentido de justicia que
ella tiene,y que sin duda le ha sido dada por el
Señor. Recordarla en este testimonio es mi
homenaje sencillo, y que deseo incluir en el
mismo a todas esas mujeres, heroínas
anónimas, que han tenido que luchar con
bravura contra los martirios de la vida,
arriesgándolo todo para poder sacar a sus
hijos adelante en tiempos de escasez y de
total miseria. En España es costumbre que en
las clases sociales más humildes, las personas
sean conocidas por su “apodo”, una especie de
apellido que aludía a labores económicas
realizadas por ellas o por sus cercanos
antepasados, también podían sugerir otras
funciones. En realidad, históricamente, ese es
el origen de la mayoría de los apellidos que
hoy conocemos.
Amalia, la “galletera”, ha sido anciana que
vivía solamente en compañía de su nieto
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adoptivo, en uno de los barrios más humildes
y pobres de la ciudad, situado al pie de las
murallas árabes del siglo XI, que aún
permanecen enhiestas dominando con antiguo
genio a toda la ciudad. Quizá han sido esas
viejas y vetustas piedras del pasado quienes
han infundido el valor necesario para luchar
contra la tiranía de la vida misma a esta mujer
que lloraba de amor ante la Palabra de Dios.
Ella no sabía leer ni escribir, pero su genio, y
la fuerza de su carácter, eran resultado de una
vida azarosa, llena de dolores y de
sufrimientos,
de
humillaciones
y
de
quebrantos. Llevaba ya muchos años viviendo
sola, y a pesar de haber sobrepasado los 80,
ha tenido fuerzas para gobernar su casa, y
dirigir su vida hacia la verdad. El calor que
calienta las rocas, no es fuerza suficiente que
le impidiera hablar de su vida pasada, y sobre
todo de su amor por Cristo, a quien ha
conocido no hace mucho tiempo. Era
analfabeta, por que
nunca pudo ir a la
escuela, pero a los ojos del Señor, Amalia, la
anciana, fue: “una piedra preciosa”, como un
día Él me reveló.
La Guerra Civil, fue uno de los ángeles del
Apocalipsis que visitó nuestra España, a lo
largo de tres terribles años, desde una
esquina hasta otra, dejando su huella en cada
pueblo, aldea y ciudad; en cada hombre,
mujer y niño que hubiera en ese momento.
Amalia, fue una mujer de carácter, que
imprimía genio y figura, con una voluntad de
hierro forjada en su pasado. A pesar de las
muchas calamidades pasadas, en su corazón
no hubo ni odio ni rencor, contra nadie,
aunque quien, hasta hoy ha sido su vecina,
fuera una de las personas que más daño le
hicieron en el pasado. Siempre, en todo
momento, ha abierto su casa todos los
necesitados que le pedían auxilio, fueran
prostitutas, delincuentes, o desconocidos, a
190
cualquier hora del día o de la noche, para
darles comida, bebida, y cuidados de todo
tipo. Todo a cambio de nada.
Una jovencita de 15 años, conocía ya a su
corta edad, la extrema dureza de una vida
llena de miserias y de penurias. Sus padres,
Ramón y Antigua, eran unos sencillos
vendedores de galletas, que él mismo hacía
con el único brazo que tenía, por que el otro,
lo perdió en un accidente laboral. Una piedra
de moler trigo se lo aplastó. Sufrir un
percance de ese tipo, era simplemente
hundirse aun mas en la precariedad mas
despótica y absorbente. Tenían varios hijos.
Eran momentos de vacas flacas, o mejor
dicho, moribundas. Había que luchar para no
morir, o morir por no luchar.
1937, los suministros alimenticios escaseaban
por todos los lados, y en el país se sintió el
látigo fustigador del hambre mas indomable.
En los frentes de guerra morían los hombres,
quienes han tenido que abandonar a sus
familias y sus trabajos, sus campos, sus
casas, sus negocios, para ir a dar tiros o a
recibirlos. En los barrios populares y humildes,
la tirana muerte se adueñó con especial
intensidad, intentando devorar con sus
colmillos ensangrentados no solamente los
sueños de los niños, sino a ellos mismos,
arrancándoles la infancia a base de dolores y
de sacrificios. La larga sombra del infierno
estaba en cada esquina. En una calleja larga y
estrecha, Amalia quinceañera, descalza y mal
vestida, con el hermoso cabello castaño
brillante, recogido en una sola trenza y
repoblado una y otra vez por piojos, que su
madre se afanaba constantemente
en
matarlos, usando para ello la única arma que
conocían todos: quitárselo uno por uno del
cuero cabelludo y aplastarlos con las uñas
rastreadoras, se esforzaba con rapidez, para
llevar un huevo, un poco de vino dulce, y un
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pan de centeno, pequeño, a un vecino de
raza gitana, que a penas podía caminar, por su
invalidez
física.
Tenía
que
hacerlo
rápidamente, y a escondidas, por que esa era
parte de la ración de alimentos, que su
familia había recibido para todo el día.
Aquella Guerra Civil generó muchas batallas, y
una de las pequeñas, por el tamaño del
enemigo a vencer, era contra los piojos,
ladillas, garrapatas, chinches, pulgas y demás
insectos y ácaros, que súper poblaban los
hogares y se hacían transportar por animales,
cuando los había, y
por seres humanos,
plagando sus cabezas e infestando sus
cuerpos. Mi padre, me contaba, cómo se
entretenían los soldados al descansar, en
plena Guerra, introduciendo los parásitos
mencionados en una lata, para después
cerrarla y posteriormente, calentarla. Dentro,
se oían diminutas explosiones agrandadas por
la forma tubular de las latas.
La familia “galletera”, compuesta por los
padres y cinco hijos, se ganaba la vida, con un
carrito, fabricando unas sencillas galletas, que
hacía las delicias de los niños “bien”. El padre
manco ó el manco del padre, recorría las
calles de la ciudad, acompañándose por su
mujer y en ocasiones por sus hijos mayores,
descalzos siempre, para vociferar a gritos el
escaso producto que vendía, pero en los años
“cainitas”, no había ni para fabricar esos
dulces, de modo que, que debía sobrevivir,
robando las escasas naranjas que quedaban
en los plantíos abandonados por sus dueños,
ya que éstos, se debatían a tiros en los
diferentes frentes de guerra extendidos por el
territorio nacional, dejando al supuesto
cuidado de sus huertas a sus mujeres y
numerosos hijos, que eran tan pobres como
los que tenían que robarles la preciada fruta
rica en vitamina C. A Amalia se le caía el
alma al suelo cuando tenía que ir a sustraer
192
ese producto, para poder comer algo ese día,
por que de forma regular, las mujeres de los
propietarios, solían encogerse de hombros, al
descubrirlos en plena acción delictiva. De vez
en cuando, el manco se iba, junto con la
familia, andando, por los campos, durmiendo
a la intemperie, o al abrigo de cortijos
abandonados,
intercambiando
productos
necesarios para la supervivencia, recorriendo
mas de 50 kilómetros, ayudado por un triste,
sucio, viejo, y maloliente asno comprado a
bajo precio, lleno de moscas y de mataduras o
heridas, que pasaba mas sed que sus propios
dueños. Jumento, que sin embargo hacía las
delicias de sus niños.
Bombardeo alemán sobre Almería
193
Bombardeo alemán sobre
Almeria.Banco de España
Una sola comida al día, era cuanto se ingería
en esos tiempos, y se hacía por la tarde, para
que así “durara un poco más”. Pan de centeno,
tan odiado por los españoles y tan recurrido
para mitigar el hambre fatal, duro como una
piedra, que producía llagas en la lengua.
¡Cuantas veces el manquito y su mujer, se
iban a la cama sin haberse llevado nada al
estómago, pues era necesario que los niños se
comieran lo poco que había!. Los niños,
luchaban para sobrevivir, se hacían hombres
antes de tiempo, agudizaban el ingenio en
todo momento, por que el estómago se
retorcía una y otra vez, de forma maldita, y
pertinaz, mientras las familias adineradas,
podían disfrutar de mejores alimentos, aunque
también escasearan para ellos. Las higueras,
al producir higos y brevas, ayudaron a calmar
el hambre infantil. Ellos eran como monos
subiéndose por todas las ramas. Para poder
comer algo, debían los ciudadanos, levantarse
muy de madrugada, y dormir en la “cola”,
delante de los comercios suministradores de
productos alimenticios. Tiendas controladas
194
por la autoridad para tal fin, cuyas estanterías
ya no tenían nada más que telarañas. Con
frecuencia, la imprecisión, la inmadurez, el
egoísmo, o la desesperanza mas cruel,
conducía a auténticas peleas, en las que con
frecuencia, las mujeres se tiraban de los pelos
o se arañaban como gatas, simplemente para
coger algo mas de comida, le correspondiera o
no, teniendo que intervenir la policía con gran
violencia para poner orden. Amalia, lograba,
traer todo lo que le correspondía a su familia
numerosa, para ingerir ese día, que en
ocasiones no era mas que un kilo de lentejas,
muchas de ellas, con “bichos”, un kilo de
garbanzos, algo de azúcar, un puñado de
panes de centeno, y alguna otra cosa mas.
Venía magullada, adolorida, no solo por los
golpes de las porras policiales que se tenían
que ensañar en cualquiera, fuera, mujer o
niño, si no por haber dormido toda una noche
a la luz de la Luna, en el duro y frío suelo
pétreo.
195
1º/Bombardeo
alemán en
Almería.
2º/ Pobreza en
las zonas mas
marginales.
Amalia las
vivió de cerca,
muy cerca.
192030.Mortandad
y desnutrición
Infantil.
Las delaciones y las traiciones, campeaban por
toda la sociedad, en la zona nacional, se
acusaba de “Rojo” a todo el que no fuera
simpatizante, militara o no en partidos
políticos, y podría ser inmediatamente
fusilado, sin el menor miramiento, y con la
total ausencia de justicia. En la parte
republicana, exactamente lo mismo. Acusar a
alguien de “fascista”, aunque no lo fuera, era
motivo suficiente, para darle “el paseíllo”. El
cuerpo yaciente de esa persona tenía que ser
recogido por sus familiares. Nadie reparó que
media España estaba asesinando a la otra
media, fuera de la ideología que fuera, incluso
sin tenerla, y que detrás de cada muerte,
estaban los seres queridos, tan fallecidos
como los fallecidos, tan muertos como sus
muertos, tan asesinados como los asesinados;
por que aunque sus vidas continuaran, ya
nada sería igual.
196
Las calles de las
ciudades y de
los pueblos de
España
se
llenaron
de
lágrimas,
sangre y fuego.
Ese era el mundo de Amalia, que como todas
las niñas de su edad, aprendió a jugar,
fabricándose ella misma toscas muñecas,
formadas por palitos, o por ramas de árboles.
De igual manera, los animales callejeros
pagaron con su vida, por culpa de la locura de
los hombres, ya que hubo una época en la que
no se veían gatos deambulando de un lado
para otro, por que ellos, sin saberlo, salvaron
vidas. Sus felinos cuerpos, se convirtieron en
el único alimento, para los exhaustos vientres
humanos.
Amalia, de vez en cuando, “apartaba” lo que
podía para salvar a otros, a espaldas de sus
padres y hermanos. Toda la familia, dormía en
una cueva, sobre colchones de “farfolla”, es
decir rellenos de las hojas del maíz. Un candil
de aceite, la única luz, que el manco, apagaba
poco después de dormirse toda la familia, para
ahorrar. Había veces, que solo se oía el llanto
de algunos de los niños, rápidamente acallado
por la madre, con un beso, y un abrazo. No
solo lloraban por peleas infantiles, si no que lo
hacían por que les dolía el estómago. Si había
una cáscara de patata, se empleaba para
alimentar o para engañar al hambre. Todos los
niños desnudos, salían de la cueva corriendo,
para refugiarse en algún lugar mas seguro,
197
cuando sonaban las sirenas presagiando los
inmediatos bombardeos aéreos, que no
respetaban nada y a nadie, arrancando
cabezas,
descuartizando
cuerpos,
y
destruyendo almas. Acurrucada, Amalia,
protegía con sus brazos, su cabeza, al oír el
estampido de las cercanas y lejanas
explosiones y se tapaba los oídos, para no oír
el lamento de quienes eran alcanzados y
quedaban con vida. Muchos niños, pataleaban
en el suelo gritando con rabia y odio contra
todo eso. Las madres, que en esos momentos,
eran padres, madres, hermanos y hermanas,
pues hacían de todo en las familias,
pretendían protegerles con sus abrigos,
dándoles ánimos a sus hijos, intentando
esforzarse para no llorar de terror.
La Guerra se acabó, y aquella adolescente,
que como centenares como ella, quedó
marcada de por vida, por la atrocidad,
comenzó a crecer. Una tierra de cactus y de
sequedad, de peñas montañeras peladas, era
cuanto le rodeaba. La voz del manco, volvería
a recorrer las calles más humildes para vender
sus galletas a quien se las quisiera comprar.
No sabía leer ni escribir, nunca había estado
en política, no entendía nada, o decía no
entender, o decía no saber leer, o decía,
desconocerlo todo, por que si algo supiera,
podría acabar represaliado de manera injusta
por los vencedores. La joven de un solo
vestido, era esa niña que de pronto un día se
dio cuenta que había crecido, y sin haber
podido ir a la escuela mas elemental, en una
sociedad en la que no había ningún trabajo
para ella, no tenía mas salida que buscar una
barca a la que sujetarse para flotar en un mar
de peligros. Sus padres se hacían mayores, y
los años no pasaban en balde. Las casitas
diminutas del barrio humilde albergaban las
penas y los llantos de muchas jovencitas, que
tenían que pisotear su decencia, para
198
venderse al mejor postor. La prostitución
campeaba a sus anchas por todos los lugares.
No obstante, el manco y su mujer, entregaron
a sus hijos la única herencia de valor que
tenían: la honradez y la decencia a toda
prueba. Los varoncitos tuvieron que trabajar
duro desde muy pequeñitos, no conociendo en
la infancia nada más que dureza. Para ellas,
las niñas, se abrían menos caminos, trabajar
de “chacha” en alguna casa “bien”, hacerlo en
alguna fábrica, o el más humillante: el de la
prostitución dura y pura. Las de la clase
media, tenía mas oportunidades, pero
aquellas que formaban parte del batallón de
miserables y analfabetas, no tenían ninguna
opción. Nuestra Amalia, nunca terminó
trabajando por las esquinas, ni jamás vendió
su honradez a nadie. Ninguna vez ha sido una
prostituta al uso, ni a estado de hombre a
hombre, no le ha gustado ese mundo, pero ha
vivido en el mismo. El hambre da más
cornadas que un toro de lidia.
¿Qué futuro tenía Amalia?. Los años fueron
pasando, y aquella pequeña que aprendió a
pelear contra las visicitudes, se hizo mayor.
Era una joven atractiva, que encandilaba a los
muchachos del barrio en donde vivía. Uno de
ellos, que se partía la espalda trabajando a
jornal en el campo, de sol a sol, cuando se
podía hacer, que no siempre, se había
enamorado de la lozana. Sabía a qué hora
podía verla, y en que lugar, muy lejos de la
vigilancia de sus padres. Todas las noches
soñaba con ella, llenando su cabeza de
fantasías a las que todos los hombres, por
muy pobres que sean, tienen derecho, por que
las utopías son gratis. Algo deforme en su
espalda le habían bautizado los vecinos con un
apodo “el jorobao”.
Algo pendenciero y
borrachín nunca había levantado la mano
contra ninguna mujer. Delgado y enjuto, mal
vestido, y mal calzado, le daría a Amalia, una
199
mala impresión si no fuera por que todos los
jóvenes tenían mas de un defecto social o
físico. Hubo un tiempo, en el que las cosas se
empeorarían para la familia del manco, por
que los años, la miseria, y la esclavitud de la
vida, estaban pasando factura en su salud.
Escaseaban los dineros, y la moza, tuvo que
emigrar a la cercana ciudad de Granada, para
“buscarse la vida”.Tenía una consigna bien
grabada en su mente: No vender su
honestidad a nadie. En la ciudad de la
Alhambra Nazarí, al amparo de las murallas
árabes, en pleno Albaycín granadino, un grupo
de exiguas jovencitas, deambulaban de una
esquina a otra, muy cerca de una alberca llena
de agua, preparada para el regadío de la
vega. Allá se citaban con hombres, para
compartir con ellos, algo más que amor a
simple vista, a cambio de unas pesetas.
Nuestra protagonista no buscaba eso, pero en
ese
tiempo,
pesaron
las
obligaciones
familiares, y el ver sus dedos del pie asomar
por las raídas y desgastadas alpargatas, con
sus ennegrecidas uñas mal pintadas. ¿Qué
podría hacer? Al mirar a su alrededor, se
sentía parte de un ejercito de menudas que
vapuleadas por la vida tendrían que salvarse a
toda costa. Al menos, buscaría al hombre
especial, a ese que no le pediría nada a
cambio, que pudiera compartir con el, algo de
sus preocupaciones, no quería bajo ningún
pretexto tener relaciones sexuales a cambio
de dinero un día con uno y al siguiente con
otro, para después, continuar con un tercero
desconocido, y al final aparecer tirada en
cualquier cuneta, o azotada en la comisaría
de policía, por parte de algún comisario feroz,
que se las daba de cumplidor de la ley cuando
a lo mejor un poco antes, estuvo en otra zona
de la ciudad, amando y desamando a otra
mujer cualquiera que no era la suya. Una
tarde, paseando a la espera de “noticias” por
los bordes de la alberca, una de sus
200
compañeras, a la que conocía desde niña, se
enceló contra ella, al ver como ese atractivo
señor,
prefería
hablar
con
Amalia,
despreciándola a ella. En un descuido la
contienda mujeril fue brutal. Aquella rival, se
convirtió en una pantera pero Amalia, sacaría
sus mejores armas. Nadie ni nada le asustaba,
sintió el hambre, las bombas, la muerte a su
alrededor, tuvo que luchar contra todos y
contra todo, y una dueña enfadada no iba a
acabar con ella. Las dos cayeron al suelo
dando vueltas, desmelenándose mutuamente,
y convirtiendo su garganta en un volcán de
palabras obscenas y sucias. Amalia, la
galletera, fue lanzada al agua, hundiéndose en
ella, sin saber nadar. Pero no había llegado su
hora, debería luchar también contra su
fatalidad, y lo hizo. Fue rescatada, por ese
acompañante, que rápidamente comprendería
la calidad humana de esa joven mujer, y a la
que respetó no tiendo esa relación espúrea y
fácil de una noche de amoríos. De esas que
vienen y se van, olvidándose al tercer día.
Todo el tiempo que ella estuvo en la ciudad,
fue su acompañante, sincero y leal, pues
gracias a él, que era un trabajador nato pudo
enviar algún dinero extra a su maltrecha casa.
En cambio, el “jorobao”, la esperaba con
impaciencia. Amalia, tuvo que regresar, y
varios días después de su vuelta, él, se la
llevó,
continuando
con
la
costumbre
establecida. Era la norma, la costumbre, la
practica habitual, y después, de yacer juntos,
cuando se pudiera, pasar por el juzgado o por
la iglesia a fin de consolidar legalmente el
matrimonio.
Muchos
no
lo
hacían,
permaneciendo sin casar durante toda su vida,
a pesar de las enormes dificultades legales
que ese estado conllevaba por entonces, pero
ese fue el principal requisito que la muchacha
impuso al de la joroba. La jovencísima
resultona, de ojos azules no podría ver
cumplido su deseo, por que las circunstancias
201
eran tan hostiles para esa pareja, que no
pudieron nunca unirse ante al altar o ante el
juez de familias. Muchas eran las presiones
que se ejercían sobre ellos.
En ese nutrido grupito de casitas humildes y
sin agua, que se apretujaban unas contra
otras para poder mantenerse a duras penas de
pié, con el fin de amparar a los numerosos
hijos de las prostitutas, que se apiñaban en su
interior protegidos con una mala manta,
Amalia, lloraba su desdicha por que tenía
partida el alma en dos. No podía unirse con
ese hombre, al menos por el momento, y la
precariedad de vida de sus padres, le obligaba
a emigrar lejos, a la ciudad de Zaragoza, a
muchos kilómetros al norte. Al manco de su
padre, le comentaron unos amigos que podría
haber posibilidades de trabajo para su querida
hija. La garantía se la ofrecía alguien, un
cargo publico zaragozano, aparentemente
honrado, de gran reputación. El pobre, tan
analfabeto como todos confió plenamente en
ello y como pudo envió a su hija a la capital
de Aragón, arruinándose por completo para
cubrirle los gastos más elementales del viaje.
Una vez allí, la muchacha sabía dentro de sí
que tendría que valérselas completamente
sola.
La ciudad le pareció extrañamente hermosa,
muy distinta a la suya. Se impresionó al
recorrer la hermosa plaza del Pilar, en donde
se eleva con gran majestuosidad la catedral
del mismo nombre. No tuvo mucho tiempo
para hacer turismo, ni siquiera sabía que
significaba esa palabra, aunque ya entonces,
se dejaban caer por allí los primeros turistas
que holganazeaban de un lado para otro,
cámara en ristre, fotografiando cuando animal
viviente se cruzaba en sus caminos. Alguien le
aconsejó que se diera una vuelta por las
márgenes del hermoso río Ebro, cosa que
pudo hacer en compañía de una de las amigas
202
que la habían acompañado desde el sur. Las
orillas de sus aguas corrientes, sedujo aun
mas a la joven andaluza, tan verdes, y tan
hermosas. En su vida había visto un acuífero
así, y sentada por unos instantes al borde, vio
como un precioso niño aragonés dejaba caer
una rama en las aguas, contemplando cómo
era arrastrada como si fuera un barquito.
Amalia, hizo lo mismo, mientras lloraba
intensamente recordando a los suyos, tan
lejos, tan al sur, tan humildes, tan pobres.
Pensó en un deseo, mientras fabricaba
torpemente con una rama, algo que se parecía
lejanamente a una barquita de pescadores.
Como si fuera una oración elevada al
Todopoderoso, dejó que esa rustica navecilla,
nadara en las aguas del Ebro, por que creía
que el genio del torrente la transportaría
hasta el mar, y de allí iría por toda la costa, en
navegación de cabotaje, hasta el sur, de
donde ella había salido, y que al fin, alguien,
como en una cadena de casualidades de la
vida,
entregaría esa barquita en la única
mano del manco. Era consciente que la
realidad de la vida que allí se le presentaba no
era ni con mucho lo poco bueno que a su
padre le habían hecho creer.
Todas las chicas
que le acompañaban,
incluida ella, fueron dirigidas a un sórdido
lugar, como corderas al matadero. Se sentía
parte de un escuadrón de demacradas
mujeres, que no sabían nada sobre Zaragoza,
ni qué hacían allí. Todas ellas, una detrás de la
otra, caminaron cansinamente hasta una
determinada calleja. Sus corazones latían con
fuerza a medida que se adentraban en aquel
deprimente lugarcillo, repleto a un lado y a
otro de viejas casonas, en cuyos soportales y
portales, puerta si y puerta no, se abría un
prostíbulo, en el que entraban y salían
mujeres, y hombres. Unos cuantos niños
correteaban de un lado para otro, esperando
203
que sus madres, dejaran de trabajar en esos
sitios de alterne y sexo barato. Era más que
evidente que no toda la ciudad presentaba ese
aspecto, si solo un conjunto de callejas, de
esas que hay en todos los lugares urbanos,
por que con el paso del tiempo Zaragoza
sabría acoger a esa jovencita dándole una
protección y alejándola del peligro en el que
estaba. Nada mas llegar se dieron cuenta,
todas, el tipo de trabajo para el cual habían
sido llamadas o reclutadas. Aquel alto cargo
del que le hablaron, y realmente ostentaba y
que por la labor que desempeñaba hablaba
siempre de “castidad”, de “honradez”, de “no
hacer pecados”,
de “hacer el bien”, de
“perdonar”, era un degenerado vicioso,
esclavo del sexo, un monstruo perturbador y
perturbado de una doble vida. A todas estas
muchachas extraídas, de lo más profundo de
la pobreza social española de esos tiempos,
las colocaba siempre que quería en fila, frente
a él, paseándose ante ellas como la naturaleza
le trajo al mundo, al mismo tiempo que las
adulaba. Amalia, mujer de carácter, nunca
bajó su mirada ante él, mientras que las
demás, algunas de ellas muy jóvenes,
agachaban sus cabezas, seguramente para
que no las vieran llorar con amargura. Nada
podía hacer ella, no confiaba en nadie, ni en la
policía.
Pero
desde
aquellos
terribles
momentos, de humillación, de aplastamiento
de su dignidad como mujer, tomó una
decisión: se iría de ese antro, y de las garras
del diablo. No se trasladó desde tan lejos para
caer tan bajo, y como no tenía dinero, ni
comida,
decidiría que
aunque
algunos
quisieran pisotear sus sentimientos, no harían
lo mismo con su espíritu rebelde y de
supervivencia. A lo largo de esos meses, se
convirtió en una madre para todas esas
compañeras de infortunio, compartiendo con
ellas su pan y muchas veces su escaso dinero
con el fin de que no se vendieran al primero
204
que se les presentaba, aunque fuera solo por
un par de días. Alguna que otra, pudo
regresar a su pueblo natal, gracias a la
protección que Amalia, la “galletera” les
brindaba. Esa mujer no era interesante para
su
verdugo moral. Irreducible en todo
momento y combativa hasta la saciedad, se
arrepintió de haberla traído desde tan lejos,
“despidiéndola” y echándola a la calle, bajo
amenazas
ciertas.
Amalia,
no
podía
denunciarlo, por que sabía que era que su
palabra no valía nada ante la de él. Sola,
desamparada, abandonada en una ciudad
extraña, no tuvo mas remedio que acudir al
oficio mas antiguo de la humanidad, pero allí,
entre tanta podredumbre no sabía que se
encendería una leve luz de esperanza en su
vida.
Mujeres bellas como la imaginada Dulcinea del
Toboso del Quijote, siempre ha habido, en la
realidad, y ella era una de ellas. Su torpeza
circunstancial con las letras escritas, no le
impedían dejar bien alto lo que le quedaba de
su honor. Allí en la sordidez del habitáculo en
donde trabajaba, entró una vez, un joven
militar, alto y apuesto, quien llevándose por el
entontecimiento de un día de juerga, se
tambaleaba de un lado para otro. El y sus
compañeros de promoción se repartieron la
calle, perdiéndose en el interior de los
burdeles. Aquel joven estaba tan mareado
que se sentó en una vieja silla de madera,
vomitando todo lo que había comido. Amalia,
lo atendió lo mejor que pudo. Allí le
necesitaba alguien y ella no le negaría la
ayuda. El joven sargento, se pasó toda la
noche durmiendo. Quizá por primera vez en
su vida, entendió lo que era enamorarse,
pues sentiría una extraña sensación, que
sacudió toda su mente, su alma, y su espíritu.
En un basurero nauseabundo puede nacer una
bella flor, y así fue. El castrense se dio cuenta
Óyeme Señor
Glorioso, Padre que
en el cielo estás,,
que hicisteis los
cielos y tierra, y
tercero hicisteis el
mar……..tu a Jonás,
Señor salvantes,
cuando se cayó a la
mar, y a Daniel de
los leones, metido
en la cárcel
mortal…….fuiste
puesto en sepulcro,
para allí
resucitar….Rey de
reyes, tu lo eres
Padre de la
humanidad, a ti
adoro y en ti creo,
con mi firme
voluntad.
El Cantar del Mío
Cid.
Anónimo. Clásicos
de la literatura
española.Ediciones
Rueda.2002.
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al día siguiente, de lo sucedido, por que al
despertarse con un fuerte dolor de cabeza, se
encontró, sentada en una silla, a una lozana,
que había pasado toda la noche allí, para que
él se sintiera cómodo. Aquello le sorprendió
tanto, que no pudo evitar visitarla muchas
mas veces, naciendo en ese momento, una
relación que daría como resultado el
nacimiento de un hermoso niño.
Viviría, en su juventud, nuestra querida
protagonista, un inusitado romance de amor
con aquel militar, que procedía de una familia
de abolengo. Los dos jóvenes, sentían latir
sus corazones con fuerza, cada vez que se
veían. Hoy al cabo de sus muchos años, ella
aún lo recuerda con respeto, y admiración.
Noches de pasión y de intensa relación dieron
lugar a una nueva vida. Sin embargo los
dolores de cabeza y las preocupaciones
volverían a surgir, cuando el galán le confesó,
al decirle Amalia, que estaba en estado de
buena esperanza, que estaba casado. Por
tanto había sido infiel a su verdadera mujer.
No se lo podía creer, hasta que vio unas
fotografías de su esposa. Para un militar, ese
desliz, podría producirle muchos problemas, y
aun más, en una sociedad tan cerrada y
rígida como la de entonces. El varón, se
planteó, dejarlo todo, según me ha relatado la
misma Amalia, para unirse a ella, en una
situación de amancebamiento, arriesgándose
a perderlo todo, y a ser expulsado de la
carrera militar que le esperaba por delante,
pero ella, sabiendo que el más perjudicado por
esa relación podía ser él, único amor
verdadero que tuvo en la juventud, decidió
separarse, con el único fin de no ser la causa
de su ruina matrimonial, y profesional. El se
resistía pero terminó por aceptar. Decidieron
mantener en total secreto esa aventura
amorosa. El padre de la criatura, aceptó la
ruptura de esa relación, y se comprometió a
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enviarle una ayuda económica constante.
Nunca más volvió
a verle más, pero él
cumplió a rajatabla su promesa.
Las circunstancias, no le permitirían volver a
su casa, así que debería quedarse aun mas
tiempo “trabajando” en esa ciudad, en donde
nació el niño. Dos años después del
alumbramiento de Enrique, su hijo, se cruzó
otro hombre,que había enviudado hacía poco,
José el “Buhonero”, del cual se volvió a quedar
embarazada. El era un rustico errabundo, que
se ganaba la vida de pueblo en pueblo,
fabricando cestas de esparto, vendiendo viejos
y destartalados artilugios, arreglando alguna
que otra herramienta de campo, y así un día
aquí y otro allá, el hombrecillo sacaba al
menos para comer todos los días, pero solo
para almorzar, por que la ropa y las alpargatas
tenían que durar cuanto mas, mejor. El,
aportó a su unión dos hijas de corta edad,
que malvivían al igual que su padre, pero que
al menos, con él tenían mucho amor. Amalia,
llevada de la grandeza de su corazón las
aceptó como si fueran suyas. Las rapazuelas,
no
paraban
de
jugar
con
Enriquito,
encontrando en el niño, una especie de
muñeco, al que vestían y desvestían usando lo
poco que tenía. A la gallarda, le llegaron
noticias del agravamiento de la enfermedad
que aquejaba al manco, su padre, y así
encontró un motivo para viajar al sur, o mejor
dicho para escapar de Zaragoza, con el único
propósito de no impedir la felicidad familiar
del padre de Enrique.
Se daba la
circunstancia que el Buhonero, conocía muy
bien a la verdadera esposa del militar, y por él
supo, que la mujer era una persona íntegra,
buena consorte, y alguien que se sentía muy
feliz al lado de su marido. Amalia, se fue de su
vida definitivamente.
Mas de 700 kilómetros, separaban las dos
ciudades, y una infinidad de aldeas, pueblos,
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villas y urbes, ríos, planicies, montañas y
montes de todo tipo, ocupan ese espacio, sin
embargo nada de eso fue obstáculo para la
singular familia, de la “galletera” y el
“buhonero”, con tres niños de corta edad, uno
en su barriga, y el no tener dinero para
hacerlo, tampoco. Ese grupo humano
de
harapientos comenzaron a caminar, un día
tras otro, andando, sin ninguna ayuda, por
que “¡caminante, el camino se hace al
caminar!”. José pudo comprar a bajo precio
un viejo asno al que ya no querían por que no
podía ayudar en las labores del campo. Y
sobre ese huesudo équido, al que las moscas
le remataban en sus heridas, la mujer
preñada y el niño descalzo, se subieron
kilómetros y kilómetros. Se detenían en todos
los pueblos y aldeas, durmiendo al raso,
mayores y pequeños, junto al animal, bajo
cualquier
cobertizo,
o
casa
arruinada,
trabajando en lo que se podía, comerciando
con lo que se tenía a mano, lavándose en los
riachuelos, un poquito así y otro acá. Pulgas,
garrapatas, sed, sudor algunas veces. Unos
días, los niños casi desnudos, otros descalzos.
Algunas jornadas con comida, otras sin ella.
Unos días, tocaba mendigar puerta por puerta,
otros correspondía trabajar de sol a sol. Y así
un mes, dos y tres. Hasta que por fin llegaron
a su ansiado hogar paterno. Los endurecidos
callos de los pies infantiles de tanto caminar
descalzos o con sandalias pudieron hallar el
descanso apetecido. Algunos componentes de
esa familia tan peculiar, no pudieron disfrutar
del merecido descanso, por que el jumento,
no pudo mas, muriendo nada mas llegar, y lo
que era aún peor: Amalia abortó al bebé que
estaba a punto de nacer, y como era una
unión de conveniencia previamente pactada
entre los dos adultos, al llegar, decidieron
separarse, continuando cada uno su destino.
Las relucientes y cristalinas aguas del mar
Mediterráneo, brillaban con fuerza, y por fin
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llegó a su casa, para volver a comenzar de
nuevo su vida de sin sabores.
“El jorobao”, se casó con ella, legalmente,
pero su vida junto a él, no tardando en venir
las dificultades con el alcohol y los constantes
abandonos de la familia por parte de su
marido. Amalia, decidiría con el paso del
tiempo y de común acuerdo con él no
continuar con esa relación, por que se daba
cuenta que a la corta o a la larga, la ruina
amenazaba
su
angustiado
hogar.
Ella
únicamente deseaba la felicidad de sus hijos.
Aun recuerda un hecho extraordinario y muy
extraño que marcaría su vida. La pintoresca
familia, pudo habitar una casita muy pequeña
que se apoyaba en la muralla árabe medieval
de la ciudad, como todas las demás. Carecía
de agua corriente, debiéndola extraer de una
fuente cercana, por la cual tendría que ir
varias veces a recogerla. Un día, alguien llamó
a la puerta de su casa. Estaba sola, por que su
marido se había ausentado como tantas veces
hacía. Sus hijos, correteaban de un lado para
otro. Al abrirla, se encontró delante a un
misterioso personaje, totalmente desconocido,
que venía andando de pueblo en pueblo
hablando solamente de Dios. Enjuto de
carnes, dotado de una poblada barba, y
cabello abundante. Mal vestido aunque muy
limpio y sin zapatos, se presentó:
­¡Buenos días, señora!, ¡la Paz de Dios!­
­¿Qué desea?­preguntó Amalia
­No se
asuste, soy un hombre de paz,
solamente vengo para pedirle que me de un
trozo de pan, y si tiene algún calzado, aunque
esté usado se lo agradeceré mucho­
209
­Pase, por favor, pase, ¡claro que tengo pan y
calzado!, casualmente me han dado un par
para mi marido, pero el tiene ahora­Amalia,
invitándole entrar­
­¿Sabe usted, donde puedo quedarme esta
noche?, pues no tengo a nadie que me de
cobijo­
Ella sabía lo muy peligroso que suponía
albergar a un desconocido, pero era
consciente que era aun mas peligroso no dar
ayuda a quien se lo pedía. Mucha experiencia
había acumulado a lo largo de la vida, pero
algo le decía, que podría confiar en ese
desconocido que llamó a su puerta, y pronto
perdió todo miedo. El “jorobao” que regresó
esa tarde, estuvo de acuerdo desde el primer
momento con su decisión. Esa persona le
inspiraba paz, su profunda mirada, conllevaba
tranquilidad, y sus palabras le transmitirían un
mensaje que caló muy profundo en la mente
de la mujer. Pudo darse cuenta con rapidez
que el peregrino, tenía una exquisita
educación, algo a lo que ella no estaba
acostumbrada.
Aquel
indocumentado,
acariciaba el rostro de sus hijos, mientras de
sus labios surgía un torrente de frases, con un
claro mensaje de esperanza.
­Señora Amalia, Jesús vino a este mundo para
predicar el Evangelio de amor, y yo lo único
que hago es hablar de El, a todos los que me
quieran escuchar. Jesucristo es el Señor, y El
quiere vivir en nuestros corazones. Nos dejó un
mensaje claro, que está en los Evangelios­
­Vicente, yo no se leer ni escribir, pero creo
mucho en Dios. ¿Que mensaje es ese?­
­No importa que la señora Amalia no sepa leer,
mejor sería si supiera, pero usted, puede
comprender muy bien el mensaje de Jesucristo
Nuestro Señor: que no importa lo que usted
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haya pasado, que El la ama, que quiere ser su
amigo, y que solamente en el Nuevo
Testamento, está la respuesta a todos sus
problemas­
­¿Qué es eso del “Nuevo Testamento”?­
­Una parte de la Biblia, donde están los
Evangelios, que nos cuentan la vida y obra de
Jesús­
­¡Ah! ¡Si, es lo que los curas leen en la Misa!­
­Si, y usted ¿cree lo que en ese libro se dice?­
­¡Si!, y mucho, yo no voy a misa, pero el libro
que lee el cura me habla de Dios, y en eso sí
que creo­
­Yo no puedo darle ninguno ahora por que no
tengo, pero recuerde que Cristo la ama.
Cuando usted pida algo a Dios, hágalo
directamente a El, no a través de nadie, solo de
Jesús.­
A lo largo de esa plática, Amalia, se dio
cuenta, que no tenía agua para el día
siguiente, y ya era tarde. Tenía preparadas un
par de garrafas vacías, para poder llenarlas y
decidió llenar una en la fuente. En casa se
quedó el hermano Vicente, hablando con su
pareja. Los niños se fueron a casa de su
abuela, quien vivía muy cerca.
Desde la
fontana, vio como su esposo salía a hablar con
alguien dejando solo al curioso visitante por
unos instantes. En todo momento, se dio
cuenta que ningún adulto entró en su casa.
Llenando a la mitad el depósito, para no
cargar mucho, volvió pensando que iba a
preparar de cena, contando con aquel
improvisado invitado.
­¡Señor Vicente! , ¡Ya he llegado con agua!, ¡así
usted podrá descansar esta noche lavándose
211
un poco!­exclamó al entrar, extrañándose que
nadie contestara. Por unos instantes algo
temió.
­¡Niños!­ Gritó asustada, pero viéndolos de lejos
llegar, se calmaría profundamente.
­¿Dónde está el señor Vicente, el de la barba?­
Les preguntó
­¡No lo hemos visto salir!, nosotros nos hemos ido
a casa de la abuela­
El marido, regresaba en ese instante, para
preguntar lo mismo:
­Amalia ¿Dónde está el amigo ese que hablaba
de Dios?­
­No lo sé, se ha ido, voy a preguntarle a las
vecinas­
Ninguna de ellas, lo había visto, nada sabían.
­¡Mamá!­ gritó el niño Enrique-¡cuanta agua
has traído!­
­¿Yo? Solamente una garrafa y medio llena, por
que no puedo con tanta­
­Entonces ¿toda esa agua que hay aquí?
¿Quien la ha traído?­ Preguntó una de las hijas.
Amalia se quedó estupefacta, pues todos los
depósitos estaban llenos hasta rebosar,
perfectamente cerrados y colocados en su
sitio. La única fuente era esa de la que ella se
había servido. Ninguna de las casas tenía
agua corriente, y el comercio mas cercano
estaba lejos. Imposible. Completamente
irracional. Nunca mas supo nada de ese
misterioso ser barbado, pero su semblante y
su mensaje no se le olvidaría jamás.
Preguntaron a todos los conocidos, y nadie le
Hoy el
movimiento
carismático está
en peligro, ante el
avance de falsos
maestros, que se
están
introduciendo
masivamente en
el interior de las
iglesias
evangélicas en
general, y sobre
todo en las de
carácter
carismático, y
pentecostal. Se
hacen pasar por
“siervos de Dios”,
protagonizando
movimientos
multitudinarios,
y enseñando
doctrinas
erróneas
antibiblicas.Vease
los llamados G12,
por ejemplo.
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había visto, ni entrar ni salir; ninguno le
conocía, no habían hablado con él.
La mujer no sabía que ese desconocido, fue
utilizado por Dios, para abrir una puerta a la
esperanza en su vida desastrosa. Esa visita
dejaría profunda huella en su corazón
femenino, por que si algo tenía Amalia, era y
es, una extraña lealtad a Dios, en quien creía
a ciegas. Pasarían los años, de trabajo y
esfuerzo, abriéndose paso en la vida a
codazos, y luchando por la supervivencia a
toda costa. Tenía que pelear por la familia por
encima de todo, sus hijos no podían esperar.
Los tiempos mejoraban para muchos, pero
para ella no. Todo debía de conseguirlo a base
de muchas lágrimas derramadas, un día y
otro. La desgracia se cebaría de nuevo sobre
su vida, por que un día, le dijeron, que su hijo
nacido en Zaragoza, fruto del mejor romance
amoroso que había tenido en toda su vida,
falleció en un desgraciado accidente de
automóvil, cerca de la ciudad.
Aunque no le quedaban mas lagrimas para
derramar, pero lloró con el corazón partido en
dos. Aun así pudo sacar fuerzas de la
debilidad, endentándose con valentía a los
años que le quedaban por vivir. Con sus hijas
ya casadas, tomaría la decisión de seguir en
solitario. En el peor barrio, popularmente
conocido por “Patagorda”, situado entre
murallas añejas cargadas de historias bélicas,
y habitado por lo peor de la sociedad,
prostitutas,
drogadictos
y
ladrones
barriobajeros, delincuentes de baja estopa,
atestados de niños aprendices del mal que
correteaban, fumando, entre cascotes de
casas arruinadas, y de agujas hipodérmicas
esparcidas por doquier. Callejas estrechas sin
asfaltar abandonadas, sucias, mal oliente.
Albergues de multitud de pecados humanos y
sociales,
y
de
vidas
rotas.
Casas
semiderruidas, cuyo subsuelo atesoraba un
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tesoro arqueológico desconocido, nuestra
Amalia pudo y quiso abrir una humilde
taberna, en donde se ganaba la vida
vendiendo cerveza, y dando comidas a sus
clientes.
Aquel pequeño bar, no era solo un lugar donde
comer y beber, por que con el tiempo se
convirtió en una casa madre, para quienes
buscaban ayuda y refugio. En una ocasión, la
puertecita de madera de su casa, situada
justo en frente de su “casa de comidas”,
recibió una llamada inoportuna y muy
insistente, a media noche. Llovía, y hacía frió.
Ella, se levantó protestando, por que sería
alrededor de las tres de la madrugada.
Alguien estaba nervioso, y la puerta parecía
que se iba a caer de un momento a otro. Al
abrir, se encontró el rostro cadavérico de una
joven, que pedía ayuda, llorando. El agua le
caía por todos los lados. Estaba desnuda por
completo, y había sufrido una verdadera
paliza. La muchacha temblada de frió y de
pena. Pedía ayuda a la única persona que
sabía que podría dársela. Amalia, la conocía
muy bien, era una de las jóvenes
toxicómanas, que pululaban vendiéndose por
un par de billetes arrugados. Además estaba
sufriendo el síndrome de abstinencia. Con
toda rapidez, introdujo a la infortunada en su
propia habitación, para secarla, darle de
comer, y cuidarla el tiempo que fuera posible
sin pedirle nada a cambio, mientras le
aconsejaba dejar en cuanto antes esa vida.
Dos emigrantes africanos, buscando algo que
al parecer se les había perdido, anduvieron
deambulando sin rumbo ni dirección por las
calles de una ciudad apática con sus males.Sin
dinero, y sin comida, no sabían en donde
dormir. Se dirigieron pues, indagando una
pensión humilde, con el solo deseo de dormir
esa noche bajo un techo. Alguien les dijo que
214
podrían hacerlo en “Patagorda”. Allí se
dirigieron, sin saber en donde se iban a meter.
El día declinaba, y la verdad era que en sus
bolsillos no había ni un céntimo, nada.
Extraños y extrañados, se dieron cuenta que
aquella zona, nos le ofrecería nada. El manto
de la noche cubrió los cielos. No sabían a
donde ir, y andando por andar, se acercaron al
local de Amalia. Se sentaron, mientras veían
cómo
comían
los
demás.
La
mujer,
observándolos,
detenidamente
mientras
cocinaba para los clientes, se dio cuenta, que
el hambre se apoderó de ellos, y que no
tenían dinero para pagarle. No hizo falta nada
más. Inmediatamente, los obligó a sentarse,
para llenar sus estómagos de todo lo mejor
que en ese momento tenía, sin cobrarles nada
a cambio. Aquellos jóvenes, pudieron, dormir,
esa noche. Apenas sabían español, pero sí
aprendieron una palabra llena de sentido:
“Mamá”, que constantemente usaban para
designar a Amalia. Se fueron al día siguiente,
y días después, aprovechando que regresaban
a su país de origen, la visitaron, agasajándola
con besos, abrazos, y con una buen cantidad
de alimentos para ella. Nunca más supo de
ellos.
Comencé a trabajar para el Ayuntamiento de
la ciudad, como Educador Social, integrado en
un equipo de Intervención en familias en alto
riesgo social, colaborando con dos asistentas
sociales. Era un título muy sonoro, pero la
verdad es que no funcionaba en absoluto. Mi
trabajo debería haber consistido en visitar a
los niños más desprotegidos, mezclarme con
ellos, empatizar con sus problemas, conocer a
sus familias, y navegar en un mundo
proceloso de dificultades de todo tipo, y así
me lo planteé con claridad. La verdad es que
la labor me gustaba, pero pronto intereses
más alto que los míos volaron sobre mi
cabeza, y desconociendo el por qué de las
215
cosas, rápidamente me relegaron en el
Ayuntamiento, a una figura meramente
decorativa. La asistente social y yo teníamos
que visitar el barrio, por las mañanas, a sí que
alguien debió pensar que lo mejor que podría
hacer yo, era simplemente convertirme en el
“príncipe consorte de la reina”, es decir de la
trabajadora social. Nunca supe el porqué de
esa extraña actitud hacia mi persona. Había
firmado un contrato por un año de trabajo, de
modo que me vi obligado a cumplir con las
indicaciones que postularon desde la jefatura
del Municipio.
Amalia, había solicitado una ayuda por sus
escasos recursos económicos. Tal documento
llegó a nuestras manos. La visita se hizo
preceptiva. La mujer, solícita, nos enseñó su
“casa de comidas”, y su habitación. La primera
consistía en una casita diminuta, con dos o
tres estanterías destartaladas, un puñado de
sillas y un par de mesas viejas redondas, para
el público. Su casa, situada justo en frente,
era tan reducida como la anterior. Nos contó
toda su vida, pero como la asistente social
debía hacer su trabajo, yo me limité solo a
escuchar. Pronto vi que esa mujer tenía otras
necesidades
más
importantes
que
las
puramente económicas. Algo me motivó a
tomar una decisión. Debía visitarla en ese
mismo lugar, por mi propia iniciativa, y como
cristiano, no como educador social. Mis
compañeras de trabajo no eran creyentes, así
que estos temas no podía contarlos con ellas.
Tenía que actuar solo, por que de lo contrario,
con toda seguridad hubiera servido para crear
una discusión absurda y sin sentido, como ya
me había pasado anteriormente.
Ella, nos había contado la dura historia de dos
niños muy pequeñitos, cuya madre, prostituta
y
drogadicta
los
tenía
totalmente
abandonados. Su padre, consumidor habitual
estuvo en prisión por complicidad en un
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asesinato y no cuidaba para nada de los
menores. La mayor contaba por entonces con
7 años, y el menor, no sobrepasaba los 8
meses de edad. El corazón de la analfabeta y
ex prostituta Amalia, se rompía ante aquel
monstruoso abandono.
Un día, sería aproximadamente las tres de la
madrugada, alguien llamo a la puertucha de
la mujer, solicitándole ayuda con urgencia.
Ella, alumbrándose con una vieja linterna,
iluminó sus pasos por la estrecha calleja, al
amparo de las estrellas, en una noche sin
Luna. Allí en un rincón destartalado, sucios y
abandonados, estaban los dos niños. La mayor
cuidaba como podía, de su hermano
que
estaba sin pañales. Amalia, se hizo cargo de
ellos de forma inmediata, urgente y necesaria.
Los padres, se habían ido a “trabajar” la calle.
Desde ese momento, Amalia, se hizo cargo de
la educación de esos niños, sin recibir, nunca
nada a cambio, sin percibir, ni siquiera una
ayuda económica por parte de sus padres, ni
tan solo palabras de reconocimiento o de
agradecimiento. Si podía permitirse solo un
plato de comida, se las arreglaba para
repartirlo entre los tres. Ella, en todo
momento, pedía al Señor la ayuda necesaria
para salir adelante.
Aquella tarde, decidí, visitarla, dejando al
margen mi labor de Educador de Familias, o
quizá por que me creí en una situación de
“altura”, respecto de ella, pero cuando la
mujer me recibió y comenzamos a hablar,
confieso, que nunca he dejado de escuchar y
de aprender de ella. Al entrar en la casa, justo
al lado de la misma, en una esquina callejera
repleta de escombros, polvo y suciedad, me
encontré al chiquitín jugando, arrastrándose,
con unos pañales empapados en sus
excrementos. Allí lo había dejado su
embriagada progenitora, quien varios días
antes lo había “cuidado”, dejándolo allí en el
217
suelo al cuidado de su hija mayor, a quien las
circunstancias le estaban obligando a ser
madre antes de tiempo. En ese momento se
me sobrecogió el corazón pues descubrí que la
miseria, no solo está en países del llamado 3º
mundo, sino aquí mismo, en la industrializada
y avanzada España. Amalia, nada mas
abrirme la puerta, recogió al pequeño, del que
emanaba un nauseabundo olor de suciedad. El
niño estaba doblemente sucio, no solamente
por que sus excrementos llevaban demasiado
tiempo allí emplastados, si no por que, desde
que salió de la casa de la mujer, nunca lo
habían lavado ni bañado.
Nos sentamos, al amparo de una vieja mesa
redonda. Ella me preparó un buen café, y allí
mismo, comenzó a relatarme toda su historia.
Esta que estoy detallando en estos momentos.
Observé que tenía un alma muy sensible a la
Palabra de Dios, y allí mismo, compartí con
ella, el mensaje de Amor de Cristo. Las
lágrimas, comenzaron a caer por sus arrugas.
Llevé mi Biblia, y me rogó que por favor, la
leyese. Busqué testimonios de sanidad divina,
en los evangelios, sobre todo en Lucas, su
corazón latía con fuerza, y el mío también. No
recuerdo, para nada, el tiempo que estuve allí
con ella. El suficiente
como para que el
Espíritu del Señor, se adueñara, por derecho
propio, de esa vida, trayéndole libertad y
perdón. Allí mismo, hicimos la oración de
entrega al Señor. De sus labios salió una
oración profunda, a borbotones, sincera,
amorosa, libertaria, y de entrega total a Dios.
Han pasado años de aquel instante, pero ella,
siguió al Señor, de todo corazón, escuchando
mis predicaciones que le he ido regalando a lo
largo de nuestra dilatada amistad en años. Ha
asistido a todos los cultos que he dirigido, ha
participado activamente en cuantos eventos
hemos organizado, y hoy ha sido asistida por
hermanos de otra iglesia evangélica, a los que
218
le pedí que la atendieran, por que para ella,
por su edad, era mejor a causa de su
cercanía. Ha sido un bastión de Cristo, oraba
todos los días, y aunque nunca pudo aprender
a leer, recordaba en viva voz, muchas de las
historias de la Biblia, a la que amaba con
fervor. Siguió viviendo sola, con una férrea fe
en
Cristo,
inamovible,
incuestionable,
anunciando a su manera, quien era Jesús para
ella. En todo momento, demuestra, que en su
interior todo cambió aquella lejana tarde
cuando recibió al Señor, llenándose su alma de
una alegría y de una fuente de vida que todo
lo cambia y lo trasforma.
Papá antes de fallecer, me dijo un día, que
estuvo orando por Amalia. El Señor, le dijo
que ella era un diamante que había que pulir.
Se lo dije y lloró de agradecimiento al Señor,
reconociendo que esa sencilla palabra
revelaba toda su vida. Su vida cambió por
completo dando un giro genial hacia Cristo.
Ella amó sinceramente, y se dio a los demás,
con ternura y por pura solidaridad, por eso
pudo entender muy bien, lo que Jesús hizo por
ella en la Cruz del Calvario, y en la
Resurrección. Con 84 años, continuó con un
carácter fuerte y altivo, capaz de enfrentarse
sola ante cualquier adversidad, y ante las
sórdidas amenazas de los delincuentes,
aunque capaz de perdonarlos en un momento
dado, pero a su vez, dulce y amoroso para con
los que necesitan ayuda. Adoptó a los dos
niños como nietos suyos, criándolos y
educándolos de la mejor manera que
ha
podido, alejándolos en todo instante de ese
mundo maldito en el que ella tuvo que vivir y
desenvolverse. Yo mismo, con la ayuda de un
amigo mío abogado, tuvimos que ayudarla
para que los menores pudieran ser registrados
en el Registro Civil, por que los padres, ni
siquiera los habían reconocido al nacer, es
decir, oficialmente no existían como personas
219
de pleno derecho.
El bebé es hoy un
adolescente, y la nieta se ha casado. Los
padres de los niños, hace años que se
separaron, por que ni siquiera estaban
casados. Cada uno por su lado sigue llevando
una vida a espaldas de Dios.
Han pasado ya algunos años, desde los
hechos narrados. He estado visitando a la
anciana numerosas veces para compartir con
ella la Palabra de Dios. En una ocasión,
cuando repartíamos alimentos de la Cruz Roja,
decidí, apartar unos paquetes para ella. Hacía
algún tiempo que no la había visitado, y creí
que era el momento de hacerlo, y ¡lo fue!.
Como ella no tenía teléfono, no pude avisarla,
así que me presenté de improvisto, con un
buen numero de productos de primera
necesidad. En ese momento, Amalia, abrió la
puerta, y comenzó a llorar, por que
precisamente en ese mismo instante estaba
orando pidiendo al Señor ayuda pues no tenía
nada para comer. Así fue, como el Señor
respondió a su oración. La octogenaria,
poseedora de un carácter muy fuerte,
compartía con todas las personas a las que
conocía de su fe en Cristo. Diariamente, oraba
sin cesar, todas las mañanas, nada mas
levantarse, y aunque no sabía leer ni escribir,
allá estaba siempre, su Nuevo Testamento.
Amaba con profundidad, cuando le leían las
Sagradas Escrituras, y no aprovechaba
cualquier oportunidad para dar testimonio en
la misma iglesia, tanto en la que yo pastoreé
por un tiempo como en la que, con posteridad,
se integró.
Hacía algún tiempo que no sabía nada de ella,
y decidí visitarla, al encontrarme la puerta de
su casa cerrada una vecina, me dijo que tuvo
un accidente casero grave, y que una de sus
hijas decidió hacerse cargo de ella. No tenía ni
su dirección, ni su teléfono, pero Dios hace las
cosas bien, y me encaminó hasta esa hermosa
220
vivienda dotada de un gran patio y jardín. Allí
bajo el pórtico de la entrada, estaba ella,
sentada en una silla de ruedas. Al verme se
emocionó. Una de las nietas me dijo que había
sufrido una grave caída, rompiéndose la
cadera, de la que tuvo que ser operada con
urgencia, pero junto a esta circunstancia había
otra mas, la aparición de una demencia senil
acelerada, de modo que confundía los hechos,
y a veces no conocía a la gente. Sin embargo
me reconoció. Allí mismo, al despedirme de
ella, pude orar a su lado. Un mes después es
ingresada en el Hospital. Su enfermedad
mental, ha degenerado muy rápidamente,
hasta el punto de no conocer ya a nadie, pero
cuando fui a verla, hablé a su oído, y le
acompañé con una oración, de esas que tanto
le gustaban a ella. Pude ver con claridad una
lágrima suya correr hasta la sábana. Dos de
sus nietas, entraron en ese momento, justo
después de orar, en el mismo momento, que
me iba. Yo ya sabía que mi trabajo había
terminado por completo, ya nada tenía que
hacer allí, el resto ya es cosa del Señor.
221
CON LOS REYES DE ESPAÑA
A la derecha, mirando hacia detrás: yo, mientras el
Rey hablaba. Tras la Reina, se ve a mi padre
levemente. Su Majestad me decía: “¡Las mujeres!,
siempre hablando…..!”. Anécdotas aparte, tanto mi
padre como yo pudimos compartir del testimonio de
Cristo con los Reyes. Su Majestad la Reina, me felicitó
con unas palabras de ánimo, por nuestra fe cristiana,
animándonos a seguir adelante. Fueron dos horas y
media muy intensas. Allí, frente a la monarquía,
representantes del Estado al mas alto nivel, de todos
los partidos políticos, del Gobierno de la Junta de
Andalucía, del Ayuntamiento y demás organismos,
brilló Cristo.
A lo largo de la década
de los años ochenta,
papá tuvo muy buena
correspondencia con la
Casa Real, por diversos
motivos, pero su interés
máximo fue siempre
poder ser recibido por Su
Majestad el Rey de
España, Don Juan Carlos
de Borbón. Quería a toda
costa, poder compartir
con ellos, el testimonio
vivo de Cristo.
­Lo voy a conseguir, estoy
orando por ello, ya verás
hijo­me decía una y otra
vez. Sin embargo la
respuesta vino, el 19 de
Enero de 1989, por que el
Alcalde, Don Santiago
Martínez Cabrejas, nos
invitó a los dos, para que
formásemos parte de l
comité oficial de
recepción en la
Alcazaba de Almería.
Estuvimos tres horas con
los reyes de España.
-Majestad he orado por
este momento­LE dijo al
Rey, mi padre.
­Pues ya ves, Eduardo, que
Dios te ha contestado­Le
respondió el Rey de
España
222
Aquel año de 1989, fue la época de
mayor resplandor literario de papá, y
también mío. La literatura de Eduardo,
brilló, en la prensa local, en las emisoras
de radio, en la Televisión local, y en
otros
medios
de
comunicación,
desarrollando una
actividad publica
sin parangón a favor de la historia de la
ciudad de Almería. Se convirtió en un
investigador y narrador de alto nivel.
En todo momento, aprovechaba, en sus
artículos de prensa, para dar algún que
otro
testimonio
público
de
su
compromiso con Cristo y el Evangelio.
Obsequió bíblas a todas las autoridades.
Aprovechaba cualquier oportunidad
por pequeña que fuera para hablar de
Dios. Nunca ocultó su fe cristiana
activa y combativa. Fue respetado por
todos, incluidos los no creyentes.
Hacíamos cultos en su casa, en donde el
Señor se manifestaba como deseaba. El
tenía pleno acceso a los despachos de los
distintos alcaldes de la ciudad, y cuando
quería, entraba directamente al del
presidente de la Diputación, algo que
hacía muy pocas veces, y solicitando el
permiso
correspondiente.
Llegó
a
publicar varios libros.
Momentos
muy
especiales
de
la
presentación oficial, del libro de papá.
“Almería calle a calle”, ante toda la
sociedad almeriense al completo.
Foto 1ª, de izquierda a derecha: El editor, en
el centro papá, y a su derecha el Exmmo sr.,
Alcalde de Almería.
Foto 2ª, Idem.Foto 3: papá, mamá y José,
un gran amigo, ya fallecidos los tres.
223
LA FUERZA OSCURA
La actividad literaria de papá era
constante. Todas las tardes, aprovechaba para
escribir e investigar empleando largas horas y
sin embargo siempre estaba dispuesto para
recibir a quienes le visitaban, sobre todo si era
para orar. La Biblia nos enseña que nuestra
lucha no es contra sangre ni contra carne, sino
contra potestades de las tinieblas. Hay un ser
maligno, Satán, que es nuestro enemigo, y
que por tanto
su labor consiste en la
destrucción de la fé cristiana. La sociedad
secularizada que tenemos no cree en la
existencia del diablo, y por tanto niega todo
aquello, que represente al mal o sea sinónimo
de ello, concluyendo que el pecado no existe,
y que al final Dios, en caso de que exista,
dicen ellos, abrirá la Vida Eterna a todos, sin
distinción de nadie, perversos o no, pero digan
lo que digan, Satán existe, y se ha apoderado
de buena parte del control espiritual de la
sociedad humana, y su lucha fundamental es
contra todo lo que represente a Dios o tenga
algo que ver con la Verdad Revelada en la
Biblia. La Biblia nos enseña que es el
“acusador”, pero frente a él, está Cristo el
“Abogado”, quien además, le ha vencido en el
Calvario y por supuesto en su Resurrección.
Una noche, alrededor de las tres de la
madrugada, papá estaba orando, oyendo con
su radio cassette unas alabanzas. La luz
eléctrica de la calle entraba por la ventana,
pero a pesar de ella, decidió encender un flexo
para iluminarse mejor, y de pronto algo
sucedió, por que en medio de la quietud de la
noche vio que unas extrañas tinieblas
penetraron por la puerta, llenándolo todo,
hasta el punto que la misma luz eléctrica se
hizo muy tenue, casi imperceptible y la radio
dejó de funcionar de manera misteriosa. Notó
224
una presencia terrorífica, que lo inundaba
todo, en medio de esa extraña oscuridad,
surgió una poderosa voz que le dijo:
“¡Ya estoy aquí y no me iré nunca!”.
Papá estaba paralizado, por que ante él
estaba el mismo terror, pero con su mente
invocó el Nombre de Jesús, una y otra vez,
recordando todo el Salmo 91, era consciente
que el triunfo es de Cristo y de quienes creen
en su palabra. Dios nos ha dado autoridad
contra Satanás por que el Espíritu Santo nos
da poder... y sin embargo muchos cristianos
consagrados
a
Dios
han
tenido
enfrentamientos directos con el maligno, Dios
lo ha consentido para que su Nombre sea
glorificado y para
que el creyente sea
perfeccionado. Pasaron varios minutos en esa
situación de oración mental.......: ­“¡Jesús, en
tu Nombre lo reprendo!”, repetía una y otra
vez, hasta que poco a poco, esa presencia se
fue diluyendo, marchitando, desapareciendo,
hasta que la luz y la radio volvieron a
funcionar por sí solas. Las rodillas de papá se
clavaron en el suelo para alabar a Dios y darle
gracias por la victoria obtenida. No esperó
mucho para contárselo a mi madre, y al
terminar su relato, ella le dijo:
­Eduardo, a esa misma hora, me levanté, pues
no tenía sueño y estuve viendo la televisión,
cuando miré al pasillo y vi algo muy extraño,
me di cuenta que aquello no era normal, pero
confesé el Nombre de Jesús. Satán fue de
nuevo derrotado, posteriormente papá me
dijo:
­Si se me presenta otra vez, haré lo que siempre
he hecho, expulsarlo en el Nombre de Jesús pero ya no hacía falta, por que lo había hecho.
Dios nos forma en la batalla espiritual, pues
nuestra milicia es contra todo argumento y
225
altivez que se eleva contra todo conocimiento
de Cristo. Algunos días después, el Señor le
habló a mi padre por la noche, con una
visión: un yunque, una fragua, viéndose él
con un martillo en una mano, y una Voz que le
decía:
“Así te quiero yo, estás en mi fragua, yo te
formo y te forjo”.
La Palabra de Dios permanece para siempre.
Jesús dijo:
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán”
Ellas son eternas, son para todos los hombres
y
mujeres
de
todas
las
épocas,
y
civilizaciones, como así mismo para cualquier
momento de nuestra historia o vida personal.
Mi padre, me contó que una noche, orando vio
un espejo:
­ No encontré explicación durante una hora. El
Señor me dijo: Mírate en él. Me vi de pequeño y
en la actualidad, por lo cual exclamé: Señor,
cómo cambia la vida. El Señor, le contestó: Pero
mis palabras no pasarán. Mírate, en ellas.
226
Saliendo de una iglesia local, después de la
predicación. “Marcado” mi padre, yo detrás
de él, a su derecha, mamá. Alicia, de azul,
de pie entre el grupo, una buena cristiana.
LA VENTA AMBULANTE
Vivíamos en un notorio barrio de
Almería, llamado: “La Fuentecica”, nombre
muy popular, que reflejaba en él mismo la
humilde y sencilla historia de un pequeño
núcleo urbano, que nació a finales del siglo
XIX, al amparo de las vetustas y destruidas
murallas árabes del siglo XI, alojando a
familias de muy baja extracción social, que
habían vivido siempre en casitas muy
sencillas, y en cuevas desde tiempos
“inmemoriales”. La Fuentecita, llamada así por
que años ha, había una fuente que
suministraba agua a la zona, pequeña,
chiquita. Quizá, las jóvenes de principios del
siglo XX iban hasta allí, con el pretexto de
sacar agua, para tontear con el guapo de
turno que las enamoraba constantemente. El
arrabal creció hasta llenarse de pisos que
227
arrasaron a un nutrido bosquecillo de pinos
carrascos, urbanizándolo todo, excepto la
muralla que se ha salvado por pura
casualidad,
mas
que
por
el
interés
conservacionista de la municipalidad. A
comienzos de los años 90, después de nacer
mi hijo, nos tuvimos que ir a vivir, por un
tiempo,
a
una vivienda unifamiliar. Todo
nuestro vecindario eran gentes de baja
extracción social, muchos de ellos de etnia
gitana. Un tiempo antes, instalé una librería­
papelería, pero el negocio me fue muy mal,
teniéndolo que cerrar al año y medio
siguiente,
arrastrando
una
gran
ruina
económica, que nos marcaría el destino años
después, y de muy mal recuerdo para mí y los
míos. Posteriormente, estuve trabajando en el
Ayuntamiento de Almería, como educador
sociales zonas marginadas. El contrato
terminó, y me incorporé a una televisión local,
dirigiendo y realizando un programa de
Televisión
con
mucho
éxito.
Desgraciadamente, la emisora estaba atestada
de deudas, y no me pagaron lo que me habían
prometido, dejándome sin empleo, ya que la
emisora entró en crisis, y yo no tenía ningún
contrato firmado con ellos. Me quedé pues sin
empleo, y con un hijo al que mantener. Mis
padres, nos ayudaron todo lo que pudieron,
pero las circunstancias no eran nada
favorables para nosotros. Entré en depresión.
Visité varias empresas, y no pude lograr nada.
Tenía ya un “Currículo vital” muy bueno, en el
área social, pero no me servía absolutamente
para nada. Esa situación era para mí, una
lacra, que me impedía el desarrollo personal y
familiar. Los días pasaban sin ningún cambio,
y las perspectivas resultaban inútiles una tras
otra. Después de un mes, viene otro, y si no
hay trabajo, no existen las ilusiones, ni mucho
menos los proyectos. El barrio, no me gustaba
en absoluto, pues no quería que mis hijos se
educaran allí. Quería para ellos algo mejor,
228
como lo tuve yo en mi infancia. Algo tenía que
hacer, y no encontraba nada de interés. Yo,
tengo una formación universitaria media, y
numerosos cursos de especialización. Además
ya había escrito algún que otro libro, aunque
para mi eso no era ningún impedimento para
vender periódicos por las calles como en su
momento hice.
Mi mente daba vueltas y vueltas buscando
soluciones, y no encontraba ninguna. Visité
empresas ofreciendo mis servicios, y ninguna
de ellas se molestó, ni siquiera, en ponerme a
prueba. Así, solía perder los nervios con
alguna frecuencia y el ánimo se me estaba
hundiendo poco a poco. Sin embargo, esos
años fueron de predicación y de evangelismo.
El Señor por pura misericordia, me bendecía
en su obra, siendo mis oyentes, fueron en
todo momento, personas muy sencillas. Allí
estaba el Espíritu de Dios, infundiendo ánimos
a los que se reunían con nosotros. A veces
pensamos que nuestra labor ha pasado por la
vida sin pena ni fortuna, pero a lo mejor
nuestro Dios no piensa así.
Un día me encontraba viajando en plena
depresión por mi problema laboral en esos
momentos. Yo miraba al cielo azul almeriense,
y dirigía mis pensamientos al Señor,
preguntándole el por qué de mi situación,
cuando de pronto, alguien llamó a la puerta:
­¿Quién es?­ pregunté
­Soy Paco­
Me sorprendió ver a mi amigo Paco, por que
no solía venir a verme, por sus muchas
ocupaciones personales.
­Pasa, no te quedes en la puerta, y siéntate­le
dije
229
Se sentó, y rápidamente, casi sin iniciar la
conversación me dijo:
­He venido, por que te he visto mal el otro día, y
estoy preocupado por ti. Sé que no lo estás
pasando bien, y te voy a ofrecer lo único que
tengo y sé: vente conmigo a la venta
ambulante, ahí se gana dinero para el día, y al
menos, tú podrás hacer algo hasta que
encuentres otra cosa mejor­
Me quedé sorprendido.
­Tú sabes, Juanjo, que yo no tengo nada, pero
no puedo permitir que estés así y quiero
ayudarte, como tú me has ayudado a mí­
­Paco, para eso hacen falta dos cosas: dinero
para comprar, y un coche, y yo no las tengo
¿que hago?­
­Pídele a tu padre algo prestado, y después se
lo devuelves, y respecto al coche ¿no me has
dicho que una amiga tuya tiene uno
abandonado en la calle?­
­Si, pero aun no he ido a verlo, parece que está
bien, pero he de verlo. Es viejo y hace tiempo
que está en la vía urbana.­
­Bueno, cuando lo veas y tengas el dinero, te
vienes conmigo a los almacenes y podemos
comprar medias para señora, vendiéndolas en
los mercadillos. Yo te enseño a hacerlo, es todo
cuanto puedo hacer por ti, por que dinero, no
tengo ya que estoy pagando muchas letras y mi
familia, como sabes, es mas grande que la tuya.
Tu tranquilo que te voy a ayudar. ¿No estamos
los cristianos para éstas cosas?­
­Mi amigo­Le dije mientras le abrazaba­¡Eres mi
amigo y hermano en Cristo, gracias por todo lo
que estás haciendo!­
230
Dos
días
después,
“Torrecárdenas”.
llamé
a
María
­¡María! ¿Podría ver tu automóvil?­
­Sí, cuando quieras, pero te aviso que no sé si
funciona o no, yo de eso no sé nada, pues mi
esposo lo abandonó allí.­
­No me importa, por que me voy a ir con un
amigo mío, creyente que es mecánico y lo
vamos a ver, por si tiene arreglo­
­Claro que sí, te lo regalo, haz con él lo que
quieras, solo que tendrás que hacer tu la
transferencia­
­Por eso no hay problemas, mañana mismo
estoy allí­
A media mañana, ya estábamos revisando el
coche, un “SEAT 127”
de color azul,
abandonado, y que aparentemente estaba
bien. Cargamos la batería, pero el vehículo no
hacía nada, por que el motor estaba “gripado”.
No funcionaba. Aun así, con una grúa, me lo
llevé a un taller mecánico, en donde pude
cambiarle el motor por otro igual. Mi padre me
prestó 50.000 pesetas para invertir en la
compra
del
material
de
venta,
aproximadamente unos 300 euros, más o
menos lo mismo en dólares. Fui con Paco a
los almacenes y adquirí con la mitad de ese
dinero, unas cuantas decenas de cajas de
medias para señora. Yo ya tenía el material y
el viejo auto. Ahora necesitaba dos medios
más: una mesa para poner en los mercadillos
y perder el miedo a un mundo que no conocía
de nada. Dos viejas mesas de playa fueron mi
solución. Yo, con una carrera media
universitaria, diplomas varios, director de un
programa de Televisión, director de cursos de
formación para profesionales en el trabajo
social, autor de obras escritas, tenía que ir con
231
una bolsa de medias de mujer al hombro,
visitando mercadillos. Al principio, sentía una
vergüenza enorme, jamás había hecho nada
semejante, pero, cuando empecé a ganar
dinero diario para mi casa, mi ánimo se fue
trasformando, pudiendo ver un final al túnel.
El primer día, cambié por completo, y con el
paso del tiempo, me convertí en un buen
vendedor. Mi experiencia de vendedor
ambulante, fue extraordinaria para mí, porque
aprendí a tratar con el pueblo, a conocer a los
demás…
UN CORAZON ENFERMO
Sería un día del apacible Mes de
Octubre, época de calor suave mezclado con
brisas que baña a la provincia de Almería. El
Sol mediterráneo regía en la bóveda celeste.
Habíamos terminado la reunión en casa de
María. Dejé a mis padres en el portal de su
domicilio.
­Qué bonita ha sido la reunión!...........¡cómo se
ha manifestado el Señor, con esa profecía que
el Señor ha tenido a bien dar para María!­
Exclamó mi padre
­Bien, papá, descansa y llámame para lo que
sea­ Respondí.
Una vez que los dos se bajaron del vetusto
automóvil, aceleré y me dirigí a mi domicilio,
que con el vehículo se encontraba tan solo a
tres minutos, pero antes me entretuve en el
taller del barrio, aproximadamente unos
veinte minutos. Al llegar a mi casa, papá me
llamó, notándole muy cansado:
­Juan José, he tardado en subir la escalera, casi
media hora, ¡me siento muy agotado! ¿Cómo
232
es posible que haya tardado tanto para subir
solo dos pisos?­
­¿Necesitas ir al médico ahora mismo?­ Le
pregunté, preocupado.
­No de momento no, por que ya me encuentro
mejor.­
Desconocíamos en esos días lo mucho que
papá iba a necesitar acudir a los médicos. El
especialista le recetaría parches de “nitro”,
para ayudar a su corazón, y eso solo sería el
preámbulo de un largo peregrinar que
culminaría en un quirófano a corazón abierto.
El primer ingreso en el hospital, comenzaría a
transformar a la familia. Nunca somos
conscientes cómo pueden cambiar los planes
cuando la enfermedad
llama a nuestras
puertas y se instala incómodamente entre
nosotros. Todo se desmorona, y nos
encontramos frente a un toro al que tenemos
que
lidiar,
sin
experiencia
alguna,
enfrentándonos a una multitud de problemas
circunstanciales para los que
no tenemos
respuestas claras, y es allí donde Dios nos
dirige pese a que en muchos casos nos dé la
impresión que se ha alejado de nosotros. Papá
se sintió algo indispuesto, por los síntomas,
sospechábamos que el problema era serio.
Cuando llegamos al hospital, la doctora
cardiólogo, dijo:
­¡Ojala hayamos llegado a tiempo!­.
Pude observar, allí en la misma consulta, cómo
le latía el corazón, se le notaba perfectamente
y a simple vista. Mi padre era un Papá se
subió la camiseta, mostrándome el pecho a la
altura del corazón, un suave bulto se dejaba
ver de forma intermitente, era su corazón
funcionando de forma anormal. Milagros y yo
no teníamos trabajo, y mis padres cobraban
233
una pensión contando con unos ahorros muy
escasos. Grandes nubarrones se nos venían
encima,
la
tormenta
amenazaba
con
descargar toda su virulencia sobre nuestras
cabezas, y estábamos desprotegidos, como
quien camina por el campo una bonita
mañana, y de pronto antes de llegar a su
destino se encuentra bajo
una
lluvia
torrencial, y contra la cual solo puede
protegerse con un chubasquero sencillo. Así
estábamos nosotros, desorientados, sin saber
qué rumbo iban a tomar las cosas. Cuando
tenemos planes para el futuro y nuestra vida
diaria es rutina, se nos presenta una situación
para la cual nadie está preparado nunca, y
todo se desorganiza, encontrándonos en el ojo
del huracán, y es allí en esos instantes cuando
Dios se hace presente de una manera o de
otra, y sin embargo a pesar de ello, nuestro
sistema de valores, se tambalea de tal
manera, que pasamos por momentos de
enorme dificultad psicológica. La depresión
personal y familiar se instala entre nosotros, y
todo lo que decíamos que haríamos en esos
casos, se nos viene abajo. La vida nos
tambalea, y el que no esté fuertemente asido
a Cristo, puede caer, los sentimientos más
profundos surgen como las aguas de un
manantial. La situación era muy compleja y
difícil, no solo la resurgente enfermedad
coronaria de papá, sino también por nuestra
economía, que estaba asfixiada, y añadiendo
todo ello a la incomprensión de una parte de
algunos familiares muy próximos.
No
obstante, Dios tenía un plan en todo ello, que
yo mismo aun no entendía. Había que levantar
cabeza en medio del desastre, como hacía el
Rey David en sus salmos, y papá lo estaba
haciendo. Era un hombre muy emocional, no
quería que le viéramos enfermo ó entubado al
suero. Un día me cogió de la mano, en uno de
sus tantos ingresos por urgencias, estando
sentado y conectado al suero, las lágrimas
234
corrían por su rostro. Le pregunté por qué
lloraba, y me contestó:
­¡Si me viera así tu madre!­
Era consiente de su situación, por lo tanto,
como buen cristiano, se colocó en manos del
Todopoderoso. A pesar de la preocupación, se
mostraba tranquilo. En su primera visita al
hospital, los doctores ordenaron su ingreso en
planta, para comenzar a hacer los estudios
médicos de su caso, y conocer así la gravedad
de su situación. Su relación con Dios
aumentaba progresivamente, y conocedor de
los problemas seguía orando e impartiendo la
tranquilidad
necesaria
a
los
que
le
rodeábamos. Era
un ejemplo vivo de
constancia en la fé y de confianza en un Dios
vivo capaz de hacer cosas increíbles. Me pidió
la Biblia, y algunos libros más que estaba
leyendo. Yo mismo, solía comprarle algunos
en el comercio del hospital, de modo que su
mesita, ya de por sí muy pequeña, soportaba
una montaña de libros. Cuando informé a los
amigos y hermanos de
su ingreso, la
habitación en donde estaba se convirtió en un
centro de peregrinaje, por que allí se oraba,
se cantaba, se compartía,
con todos los
pacientes de la habitación. El pastor Alberto
Araujo, se desplazó
varias veces desde
Alicante para acompañarnos, impartiendo allí
mismo la comunión con el pan y el vino. Un
día, nos reunimos un nutrido grupo de
personas, entre las que estaba Mari Carmen
la carismática, Alberto, Paquita, nosotros,
Joaquina, y otros tantos, y decidimos hacer un
culto en alguna dependencia hospitalaria,
como así se realizó, con un resultado
extraordinario. La predicación de Alberto fue
extraordinaria, llena del Espíritu Santo, amor y
sabiduría. Papá vibraba. Mari Carmen, de edad
madura, era, y es, una de las mejores amigas
que hemos tenido en esta ciudad de Almería.
Licenciada en Bellas Artes, es persona muy
235
culta, y a la vez muy cordial, sencilla y
humilde. Miembro activo de la Iglesia Católica,
conoció al Señor hace ya algunos años,
recibiendo el bautismo del Espíritu Santo, que
hizo de ella una mujer nueva, llena de Dios.
Solíamos hacer
algunas improvisadas
reuniones, y puedo dar fé de su consagración,
y de su servicio fiel a la causa de Cristo. Dios
la usaba mucho para su obra, alcanzando a
otros para Cristo. Era un placer oír en su boca
alabanzas. Mari Carmen ha sido muy utilizada
en su cargo de responsabilidad dentro de la
Renovación carismática de la provincia de
Almería. Dios nos unió de una forma muy
casual. Estaba trabajando atendiendo una
papelería, como dependienta, y en una
ocasión entré para realizar una fotocopia, yo
por entonces no la conocía, y observé con
detenimiento una conversación que estaba
manteniendo con una amiga suya, sentadas
ambas alrededor de la mesilla.
­¿Tiene prisa, por que ahora mismo le atiendo?­
me preguntó.
­En absoluto, si no le importa voy a ver algunos
objetos y pinturas de arte que tiene usted aquí­
Era una excusa, por que a pesar de que me
gusta mucho el arte, y tener ante mis obras
de pintura de uno de los mejores pintores de
Almería, lo que quería oír yo era la
conversación, pues hablaba con tanta alegría
de la oración, y resultaba tan convincente,
que no dudé al hacer un juicio sobre ella: era
cristiana, y rebosaba del Espíritu de Dios.
Instantes después,
su amiga se marchó,
cuando Mari Carmen quiso atenderme, sonó
el teléfono, y por lo que escuché se trataba
de alguien pidiéndole algún tipo de ayuda
espiritual. Mi futura amiga, era un torrente de
vibrante testimonio telefónico. Cuando ya
pudo prestarme escucharme, me olvidé de la
fotocopia, dándome a conocer; de forma
236
inmediata, surgió una fuerte amistad y
hermandad entre los dos. Me impresionó tanto
su forma de expresar la fe, que le pedí el
teléfono para establecer un contacto entre mi
madre y ella. Por supuesto que así fue, hasta
el día de hoy, y continuará siéndolo. Dos o
tres meses después, nos reunimos en su
domicilio para orar y alabar al Señor. La
presencia de Dios no se hizo esperar,
surgieron las lenguas, las manos levantadas
como adoración cuando en plena comunión
con Cristo, Mari Carmen se levantó y se dirigió
a mí, yo no me lo esperaba, e imponiéndome
suavemente las manos, me transmitió una
profecía que el Señor le estaba dando:
“Hijo mío, yo quiero que pongas tus
conocimientos a mi servicio, y al de los
hombres”
De nuevo el Señor me estaba llamando para
trabajar en su obra, siendo éste llamado quizá
el décimo desde que me convertí, y es curioso
que todas las personas utilizadas tienen dos
denominadores comunes entre ellas: Ninguna
se conocen, jamás han hablado entre sí, y
todas ellas son personas bautizadas en el
Espíritu Santo aunque pertenecen a distintas
iglesias ó confesiones. Nuestra amiga, finalizó
diciéndome:
­Esta reunión, Juan José, se ha hecho para ti.
Sin embargo, no fue nuestro
PROPÓSITO
sino el de Dios. Esa amistad y amor cristiano
justificaron la presencia de nuestra muy
querida amiga en la reunión del Hospital. En
todo instante, mi familia ha contado con el
apoyo de sus oraciones.
Varios días después, volví a estar un rato con
papá, en su habitación; al entrar en la misma,
había un nutrido grupo de personas, pues allí
estaban ingresados tres enfermos, siendo
para dos, y como cada uno de ellos estaba
237
acompañado por uno o dos familiares, la
verdad es que el ambiente estaba muy
congestionado, pero a mi no me sorprendió
eso, sino ver a María Viedma lavándole los
pies a papá, con una suavidad, amor y cariño
que me recordó al cuadro bíblico de María
Magdalena y Cristo, cuando ésta, le lavó los
pies, con sus cabellos y lágrimas, estando
Jesús en la cena con el fariseo. Mi padre
estaba tan emocionado que apenas pudo
articular palabra alguna.
­¡María!­ exclamé, para preguntar: ­¿por qué
haces esto?­
­Hay varias razones­ me expuso con su soltura
al hablar, y su desparpajo: ­ Por que quiero,
por que me da la gana, por que tenía los pies
sucios tu padre y por que él es para mí alguien
muy importante, al que le quiero por todo lo
que ha hecho y orado por mí. ¡Le debo mucho,
Juanjo!­
Aun recuerdo las suaves lágrimas que caían
por el rostro de mi padre, María, se le acercó,
para darle ánimos besándolo en su mejilla,
mientras añadía con voz trémula:
­Eduardo, no llore usted, que no es para tanto,
por que ¿qué van a decir estos señores de al
lado?­ refiriéndose a los otros pacientes­ ya verá
como Dios le cura completamente­
En Septiembre del año 1999, desde la ventana
de la habitación del Hospital de la Seguridad
Social: “Torrecárdenas”, en Almería, se me
abría el espléndido paisaje de la bahía costera.
A través de la ventana, vi como el sol baña
generosamente los campos de Najar, la playa
y la majestuosa sierra del Cabo de Gata,
difuminada ésta por las brumas del atardecer
como si intentara proteger algunos misterios
ecológicos de su Parque Natural reserva de las
plantas medicinales y hábitat de las distintas
238
especies de animales. Su mar Mediterráneo,
con un profundo azul cargado de multitud de
puntos plateados y brillantes que rulan sobre
las aguas saladas, mecen las barcas de los
pescadores. Tengo ante mis ojos una bahía
formada por los aluviones del cuaternario,
tierra visitada y colonizada por los pueblos
indígenas del Neolítico, por los íberos,
fenicios, romanos, godos, bizantinos, árabes y
cristianos. Tres o cuatro mil años de una
historia sin par, que me retrotraen al presente.
Cerca del Hospital, a tres minutos en
automóvil, se levanta sobre la cima del monte,
una torre del siglo XVI, que llaman de:
“Cárdenas”, primer gobernador católico de la
ciudad, tras su inmediata entrega por parte de
los musulmanes a los Reyes Católicos, en
1489. Cárdenas fue el tutor de la Reina Isabel
La Católica. El mencionado edificio, fue
levantado para vigilar a los moriscos
almerienses residentes en el valle de lo que
hoy es Huércal de Almería. El bastión militar
ha dado nombre al barrio, y después por
extensión al Hospital que hoy lleva su
nombre: “Torrecárdenas”, es decir: “Torre de
Cárdenas”. Gutierre de Cárdenas. Fue tutor
de la Reina Isabel Católica, antes de ser
coronada, en sus tiempos juveniles de
princesa. Ella misma sentía cierta repugnancia
al tener que compartir la mesa con su Tutor,
por ser éste “gordo y con manchas en la piel”.
En la habitación 528, junto a la cama en la
que se encontraba mi padre, ingresado,
estaban también, mamá. A su lado, Paquita,
una de las mejores amigas de la familia.
Desde que la conocimos, se convirtió casi en
la sombra de mis padres. Donde ellos estaban,
allí aparecía ella, llenándolo todo con su
enorme alegría personal. Mujer de mediana
edad, algo gruesa, vestida siempre con ropas
oscuras, cabello
moreno con bucles
enroscados, dotada con una potente voz, y
239
con un carácter abierto, animoso, alegre,
rebosante de la alegría vital que emana de las
personas que han encontrado en Cristo, su
fuente personal. En la otra cama, estaba Juan
otro paciente, compañero de mi padre, típico
anciano almeriense, pequeño de estatura,
delgado, setentón, enjuto. Un trabajador
infatigable, hombre de bien
y de espíritu
sereno
y
tranquilizador
escuchaba
pacientemente y con interés el raudal de
palabras cristianas que surgían de la garganta
de Paquita, quien no paraba de infundir en él
también, con
un continuo repiquetear, el
mensaje de Cristo. Las dos mujeres,
rápidamente
organizaron
un
culto
de
alabanza, al cual mi padre se unió
rápidamente. Yo, en todo momento, miraba
hacia la puerta, las enfermeras entraban y
salían con medicinas, o pasaban por delante
de la habitación, para atender a otros
enfermos, y siempre en todo momento,
miraban frugalmente durante unos segundos
al interior, a causa de la algarabía que nuestra
amiga y mi madre organizaban con rapidez.
Yo, sentado, en el alféizar de la ventana,
contemplaba de vez en cuando, el paisaje,
pero me sobresalté por culpa de una
carcajada
que
Paquita
había
soltado,
provocando que todos los que allí estaban
volvieran sus miradas hacia esta sierva de
Dios. Ella es la típica persona que siempre se
deja notar, nada mas entrar por la puerta, da
la impresión que “todo lo llena”, por que
demuestra los efectos de una personalidad
transformada por Cristo. Se sentó a los pies
de mi padre, para relatarle una vida llena de
buenos y de malos momentos. No presté
mucha atención al contenido exacto de su
dialogo con papá, solo sé que ante el asombro
de del compañero de papá, Paquita comenzó
a cantar una bella canción de alabanza,
cargada de emoción, imprimiendo de manera
involuntaria un silencio total en la habitación.
240
Por unos instantes contemplé a mi padre. Allí
estaba él, ya operado hacía ya dos años en
Granada, con una válvula aortica implantada,
soportando los avatares de un corazón
envejecido, cansado ya de tanto latir una y
otra vez, a lo largo de 78 años de existencia.
La luz natural, cada vez más tenue por el
atardecer al mezclarse con la tibia iluminación
artificial de neón, fría y aséptica de la
habitación, me invitaba a realizar un largo
viaje al interior de mis recuerdos familiares.
Ante mi tenía, mientras la voz de mi hermana
Francisca, llenaba de alabanza la habitación, a
mis cansados y envejecidos padres. Allí
estaban, pese a los años, y la infortunada
enfermedad, llenos de vida, de fe y de
consagración a Dios. Di gracias al Cielo, por
haber tenido unos progenitores como ellos,
amigos, compañeros, y lo que es mejor:
padres
de
corazón.Paquita
finalizó
su
alabanza, cerrando los ojos, mientras su
rostro reflejaba una enorme paz interior. Así,
de esa forma, elevaría sus. En ese momento,
hizo entrada brusca en la habitación, María,
por que, venía a ver a papá. Ella, a su
manera, estaba allí cuando se la necesitaba.
La vida no es más que un constante cruce de
caminos, que hacen realidad las palabras del
poeta español Antonio Machado:
-“¡Caminante, se hace camino al
andar!”Pocos años antes, iba yo a predicar a una casa
particular
de
ese
mismo
barrio
de
Torrecárdenas. Fue precisamente Paquita, la
que me había pedido acudir a predicar a ese
lugar. La propietaria era Isabel, una mujer,
que estaba sufriendo las consecuencias de una
dramática separación familiar por parte de su
esposo, y la incomprensión de buena parte de
sus hijos. Su redonda y blanca cara, relucía de
satisfacción cuando me veía aparecer por la
241
puerta armado tan solo con mi Biblia. Allí,
sentado al lado de la mesita redonda, oía con
placer el mensaje de la palabra de Dios. Un
día, Isabel, me presentó a una joven amiga
suya
y
vecina,
que
también
estaba
atravesando por unos momentos muy
complicados en su hogar, pues su matrimonio,
se había hundido por completo, un par de
meses antes, quedándose ella al cargo de sus
cuatro hijos, tres niñas y un niño, éste último
muy pequeño. Delgada, agitanada, y con unos
ojos realmente bellos, se me imaginaba el
concepto de “mujer andaluza” que tanto
pintara
magistralmente
el
gran
pintor
cordobés Julio Romero de Torres. Se
llamaba... ¡María! En esos días, estaba
atravesando
un
autentico
terremoto
emocional, un marasmo personal caótico, por
culpa de su ex­esposo. Enfrascada en una
gran depresión. María no vía ninguna salida.
No recuerdo qué prediqué en aquella ocasión,
pero poco a poco, a lo largo de nuestro
encuentro, percibí un ligero cambio en el
rostro de María, por que algo sí sucedió: entró
una María, para salir de allí, otra. Los cambios
en
las
personas,
se
pueden
percibir
rápidamente o no, en ocasiones, suelen ser
muy largos y sutiles. Otras veces son rápidas.
Yo no me di cuenta, que en su corazón
comenzó a trabajar el Señor. Precisamente,
me contaría, años después que esa reunión,
ella, sintió y vio algo maravilloso, la Presencia
de Alguien que cambiaría definitivamente el
rumbo de su vida y los acontecimientos de su
entorno. A la semana siguiente, no lo dudó y
tuve el honor de ayudarla en la oración para
que se entregara al Señor, como realmente lo
hizo.
242
EL HORROR HUMANO
El Señor nunca abandona a los
suyos, aunque hay instantes sumamente
difíciles por los cuales atravesamos en la vida,
en los que los momentos de soledad son
durísimos. Hace algún tiempo leí un
testimonio
desgarrador,
en
la
Revisa
“Refugiados” del ACNUR, donde relataba la
terrible historia de un joven que tuvo que huir
toda la noche, atravesando un campo de
minas, en pleno corazón de África, huyendo
de su propio país en guerra civil. Logró
refugiarse en un campo de concentración en
unas condiciones absolutamente inhumanas y
extremas, del cual tuvo que volver a escapar,
para reiniciar su viaje a ninguna parte, tras
diversas vicisitudes de absoluta miseria, lo
había perdido todo, incluso la mayor parte de
la escasa ropa que llevaba
puesta,
convertida ya en auténticos andrajos. Las
heridas, la suciedad, y las cicatrices relataban
su historia más inmediata, logró alcanzar un
campamento de refugiados de ACNUR, en
donde encontró refugio y amparo, y quien
escribía ese articulo, un cooperante de dicha
institución de la ONU, expresó
con gran
admiración que el único objeto que aún
mantenía casi pegado a su mano, a lo largo de
su triste aventura, era una vieja y rota Biblia,
a la que se asía con fuerza y saña. Estoy
seguro de los muchos momentos tristes que
ese amigo nuestro desconocido debió de
pasar, con una vida cargada de terribles
sobresaltos, junto con hambre, desnudez,
enfermedades, pero aun estoy mas seguro,
que el Señor le cuidó, le dirigió y le habló. Un
testimonio así nos hace pensar en cual es la
243
relación que tenemos con Dios en una
sociedad de abundancia, donde no carecemos
de
nada y sobreabundamos en
objetos
materiales hasta la saciedad. Nuestros hijos
ya no saben que pedir, para sus regalos, por
que están desbordados, y sin embargo, miles
de niños
en el mundo, son explotados
cruelmente, o carecen de lo más indispensable
para sobrevivir, por supuesto que no han
visto un juguete en su corta vida, y los que
consiguen quizá se los hagan ellos mismos,
como relata la historia de la muñeca de palo,
que una niña fabricó a partir de una sencilla
rama de árbol de la escritora española Ana
María Matute. Cuando trasladamos a nuestro
padre a Granada para ser operado, me contó
una tarde, cómo el Señor le había hecho ver
su amor y protección, porque tras largos días
de ingreso, estaba ya cansado de tanta
habitación blanca y de tantas batas sanitarias
moviéndose de un lado para otro, y hay que
reconocer que el ambiente en los hospitales
no es agradable.
Para entender esta
experiencia, tenemos que remontarnos al año
de la terrible matanza entre Hutus y Tutsis,
en Ruanda, Centro África. Uno de los tantos
efectos que aquello tuvo, fue la salida masiva
de rwandeses hacia los países vecinos, en
unas condiciones
dramáticas, miles de
personas anduvieron días y días, muriendo
muchos en el largo caminar, azotados por las
enfermedades, la debilidad, y los enemigos.
Muchos
de
ellos
eran
ancianos,
que
arrastraban sus delgados cuerpos, y caían al
lado de los caminos, junto a los cadáveres de
niños y otros enfermos, para ser pasto de
animales. Mi padre, orando al Señor, se quejó
de tanto hospital. :
­¡Señor ¡ ¡ qué cansado estoy de
ambiente! ¿Cuándo me llevarás a casa?­
este
Dios le respondió
con una visión y una
palabra: Vio esa marcha forzada de hombres,
244
mujeres y niños, y a los ancianos como él
morir de cualquier forma, quedando sus
cuerpos como piltrafas o trapos sucios en el
suelo. Papá se conmovió:
­¿Por qué me muestras esto?,¿Qué va a ser de
ellos?,¡Pobrecitos!­
La voz de Dios, sonó en su
inundándole de una paz maravillosa:
interior,
-Ellos, Eduardo, y ya están conmigo, porque
no tienen nada, sin embargo tu tienes
cama, ellos no, tú tienes médicos, ellos no,
tú tienes comida, ellos no, tu tienes
cuidados, ellos no. No te quejes, hijo mío­Gracias, Señor me has dado una buena
lección, a partir de ahora te agradezco todo lo
que tengo a mí alrededor, pero, Señor, mueve
los corazones, para que nuestros amigos los
rwandeses tengan todo a su alcance­
Todos sabemos cómo se movieron todas las
Organizaciones
No Gubernamentales, y la
gran cantidad de voluntarios que allí se
fueron, incluidas cristianas de todas las
iglesias, misioneros católicos y evangélicos. En
un reportaje de televisión vi el tremendo
trabajo de estas personas, recordando con
especial nitidez, uno que me sobrecogió, por
que en uno de los campos de concentración, el
que estaba peor, en la ciudad de Góma, se
luchaba contra el tiempo a una velocidad
increíble, por parte de los equipos médicos, a
la puerta de la tienda del hospital de campaña
de un grupo sanitario israelí,
donde se
operaba a destajo, se amontonaban enfermos
que morían allí mismo, por que no daba
tiempo a intervenirlos, y sin embargo justo al
lado, un grupo de ellos hicieron un culto de
tipo carismático, en el cual
quien les
ministraba la Palabra de Dios, otro refugiado
245
como ellos, no tenía ni Biblia, pero daba
fuerzas a todos con sus cánticos y alabanzas.
Llevaban varios días sin comer, y el agua era
un foco de infección, pero allí estaban
bailando y cantando al Señor. ¿ Lo haríamos
nosotros en circunstancias mucho menos
duras?, o ¿rápidamente renegaríamos de
“nuestra mala suerte”?. En ese mismo
documental, se contaba la historia de una
muchacha ruandesa, madre de varios hijos,
de unos treinta y tantos años. Ella misma
relataba su peregrinar, por que volvió, a su
casa, una vez pacificado el país, a su ciudad
natal donde se había criado, y casado. En la
revolución de muerte y sangre, vio como
asesinaban a los suyos incluidos sus hijos, y
sin embargo
intentó rehacer su vida. El
documento
informativo se detenía en un
instante durísimo, la mujer estaba en el
interior de las ruinas de su casa, y muy cerca
se veía lo que daba de su pequeña iglesia. La
voz en “Of.” del periodista preguntó:
­¿Sientes odio por lo que te han hecho?­
Tras unos segundos con ausencias de dudas,
la ruandesa respondió
con seguridad,
mientras contemplaba con estoicismo sereno
las ruinas de su casa cargada de recuerdos
familiares, entre los cuales aún sonaban en
sus oídos las alegres y jubilosas voces
infantiles de sus hijos que se transformaron
en gritos desesperados ante la apisonadora
del odio más brutal y la algarada de voces
adultas mezcladas con el sonido seco y ruin de
las armas de fuego junto con
afilados
cuchillos segando gargantas y corazones.
­¡Soy cristiana, yo no odio a nadie, no puedo
odiar, es mas no quiero odiar!­
No pude hablar ante el mensaje televisivo de
mi hermana rwandesa
246
Tendemos a creer que la Era de los mártires
cristianos tuvo lugar en los primeros siglos del
cristianismo, pero en realidad, a lo largo de la
historia nuestra fé han surgido hombres y
mujeres que dieron su vida por Cristo, y en la
actualidad, nos llegan noticias de misioneros
brutalmente asesinados por confesar su fe
cristiana en distintas partes del mundo. Hace
algunos años, en pleno siglo XX, nuestra vieja
y “culta” Europa manchó de sangre cristiana
los suelos de viejas cárceles en los tiempos
mas duros del
ya desaparecido Telón de
Acero, y no olvidemos el horror nazi, con sus
campos de concentración donde se apiñaban
como, rebaños, decenas de miles de personas
de todas las nacionalidades, razas, y credos
religiosos. Allí también fueron torturados
pastores evangélicos y sacerdotes católicos a
los que se les aplicaba toda clase de
tormentos para que renegaran de su fé en
Cristo, como un caso específico sucedido en el
mayor campo de exterminio nazi. La cruz
gamada quiso vencer y destruir a la cruz de
Cristo; dos hombres, uno pastor de la Iglesia
Evangélica alemana y el otro, sacerdote
católico, compartiendo un mismo destino, se
unieron en el Señor, orando todas las noches
en el barracón, donde atendían a sus
comunidades. No tenían
bíblias, pero
la
sabían de memoria, y de esa forma Dios los
utilizó para evangelizar a todo el campo,
incluyendo a sus carceleros. En 1.945, los
soldados aliados destruyeron la Cruz Gamada
de la Puerta de Branderburgo, en Berlín. No,
la era de los mártires no ha terminado, y
mucho me temo que en los últimos tiempos,
esta situación se amplíe notablemente. Los
mártires cristianos, son los hijos del Sermón
de
las
Bienaventuranzas,
auténticos
pacificadores, hombres y mujeres de bien, que
incluso han puesto en marcha inmensas obras
sociales de servicio a los más pobres;
personas que han recibido a sus asesinos, con
247
una sonrisa de paz, muriendo perdonando,
entregándose por amor. Otros han sido
encarcelados,
perseguidos,
humillados,
pisoteados, vilipendiados públicamente, pero
eso lo único que ha provocado es el aumento
de su prestigio cristiano. Pastores evangélicos,
misioneros laicos, maestros, obispos de
distintas
iglesias,
sacerdotes
católicos,
creyentes sencillos se han quedado al pie de
sus misiones y de sus comunidades ante la
barbarie y la brutalidad satánica, confiando
solo en la Providencia Divina.
Yo, predicando en una iglesia evangélica.
EL VIEJO AUTOMÓVIL
Volviendo
de
nuevo
a
nuestro testimonio, la situación para nosotros
fue muy dura. Cuando papá cayó enfermo,
poseíamos muy pocos recursos económicos, y
mi madre tan solo contaba con su pensión y
248
unos ahorros que había hecho, peseta a
peseta. Nada más. En esa época, teníamos un
viejo automóvil de color azul que nos regaló
María, al que tuve quitarle el motor, por estar
bloqueado y “gripado”, colocándole el de mi
anterior vehículo, blanco, ambos eran del
mismo modelo aunque el mío era mas
antiguo, quedando como resultado un coche
algo vetusto, pero que dio un buen resultado.
Cuatro años antes, no tenía ningún vehículo, y
sinceramente nos hacía falta uno. En una
ocasión, paseando al pie de las murallas
árabes de San Cristóbal, en Almería, me
encontré un “gato hidráulico” para desmontar
las ruedas de repuesto, que correspondía a un
SEAT 127. Lo habían tirado y estaba nuevo.
Pensé: “Dios me va a dar un vehículo, para
utilizar esta herramienta”. Tres años después,
poco antes de caer mi padre enfermo, un día
hablábamos de la necesidad que teníamos de
un pequeño automóvil ya que por aquel
entonces, comenzábamos la labor
del
Necesitaba
“PROYECTO BENÉFICO LOGOS”.
un medio de trasporte, y mamá me sugirió la
idea de poner un anuncio en el periódico, en
donde solicitábamos un vehículo de segunda
mano. No confié mucho en tal aviso, por que
allí se decía muy claro, que debería ser en
carácter de “donación”. ¿Quién podría regalar
un coche?¡Nadie!. Así
se lo expuse a mi
padre, pero me dijo: “Tú pon el anuncio, ya
veras como Dios te va a dar un coche”. Días
después, en un momento muy desalentador
para mí, alguien llamó:
­¡Oiga!¿Es ahí lo del anuncio?­
­Si, ¡dígame!­ Contesté extrañado.
­No, más bien dígame usted ¿qué coche
necesita? Por que tengo aquí un par de ellos, un
poco viejos, que están bien, ¡venga a verme,
Ahora bien, los
cristianos, que
caen en el puro
conservadurismo,
y rechazan, o se
resisten a la
acción de Dios,
también se
apartan de lo
revelado y
enseñado en su
Santa
Palabra.Dios es
soberano, es Rey,
toma sus
decisiones, y hace
lo que mejor le
parece para
bendición de los
seres humanos,
pero respeta las
mismas reglas que
Él ha creado. Son
los hombres
quienes dividen.
Jesús nos advirtió
que se levantarian
falsos maestros, y
falsos apóstoles, la
comunidad
cristiana es quien
tiene que
examinarlo todo,
por que es la
depositaria de la
Revelación
escrita: La Biblia.
249
esta tarde!­ Me contestó el desconocido con
sequedad, dándome la dirección.
Manuel, así se llamaba, mi benefactor, me
recibió muy cortésmente, invitándome a
entrar en su casa. Desde el primer instante, la
conversación se redujo a un curioso monólogo
sin fin, pues en un espacio de tiempo muy
corto me contó buena parte de su vida. Mis
aportaciones personales
al dialogo se
reducían a unas pocas sílabas. Pude ver su
biblioteca personal, descubriendo entre los
libros allí colocados, un interesantísimo
ejemplar de una Biblia Reina Valera, de
mediados del siglo XIX, algo muy interesante
para los que somos coleccionistas de
ejemplares de las Sagradas Escrituras y que
además tenemos vocación de bibliotecarios.
Era de su abuela. Siguió hablándome sin
parar,
sugiriéndome con cordialidad que
bajara con él a la calle, mientras me
entregaba una carpeta, con papeles y
documentos:
­Son los documentos del coche­
­¿De qué coche?­ Pregunté
­¡Vamos a ver!¿Usted no busca un coche para
no sé qué de obra social?­ Preguntaba en la
puerta de su piso.
­Si, claro, pero,
podremos!..........­
para
pagarlo,
¡no
sé
si
­¿Cómo ha dicho, Santos?¿Pagar el qué?,¿el
coche?¡no, hombre, se lo regalo!­
Me quedé de piedra, no solo por la respuesta,
sino también por el vehículo, cuando lo vi
¡era un SEAT 127!, de tercera mano, semi
abandonado, y de color blanco, como yo me lo
había imaginado. El “pobrecito” no estaba
para muchos quehaceres pero aún podía
250
servir para los
fines propuestos.
No
funcionaba, así que tuve que llamar a un
mecánico que, con una grúa se lo llevó al
taller.”Dios mío, ¿en qué lío me he metido yo
ahora?” pensé deprimido y triste. Cuando los
técnicos decidieron su reparación llamé a mi
padre quejándome de todos los males,
habidos y por haber.
­Papá, ¿cómo me has animado a coger un
vehículo como éste, tan cascado y que
además no funciona? ¿Para qué quiero yo este
trasto ahora?­
­Tú sigue adelante, y ora a Dios­
Seguí su consejo y tras lloriquear un buen rato
con grandes quejas por lo viejo que era pedí a
Dios que si ese coche era el que El quería para
mí que me dijera algo. Su respuesta fue de lo
mas extraña y rara, me llevó a la Biblia y me
hizo leer, en el Libro de los Hechos, capítulo
10: “Lo que yo he purificado no lo llames tu
inmundo”.
Con tal respuesta salí de forma
inmediata a abonar la factura de la
reparación, ya que incluso le dije a Dios no
quería
pagar el taller, estaba dispuesto
regalarles el vehículo para piezas de
desguace. Con ese interesante
coche,
Proyecto Lógos, comenzó a dar sus primeros
pasitos.
El funcionamiento mecánico
no era ningún problema, ya que marchaba
bastante bien, pero resultaba realmente
diminuto para la labor que se pretendía, lo
que sí resultó ser muy incomprensible, era su
situación
legal,
por
que
el
segundo
propietario, se había trasladado a vivir a
Barcelona habiéndole vendido el vehículo al
que me lo regaló a mi, entregándole todos los
documentos con la firme promesa de hacerle
antes de irse la transferencia en alguna
gestoría. Pero no fue así, el buen hombre se
marchó sin dejar ni rastro. Manuel, llamó
incontables veces al propietario, y éste no
251
contestaba. Estando ya el automóvil en mi
poder, me enteré que el titular de los
documentos,
había
iniciado,
de
forma
unilateral la solicitud de
baja
desde
Barcelona, pero no sé por qué proceso, ésta
no se había concretado legalmente. Es como
si la mitad del vehículo existiera y la otra no.
Era una situación extraña e incómoda y muy
rara, incluso fui a Tráfico, y consultando en los
ordenadores me dijeron que el vehículo podía
rodar sin problemas. No entendía nada, pero
lo usé durante un año. Inútiles fueron mis
esfuerzos por hablar con el titular de los
documentos, ya que Manuel estaba en la
misma situación que yo, nunca respondía.
¿Cómo Dios me había dado un automóvil en
esas circunstancias, cuando siempre se me ha
enseñado que debemos estar dentro de la
ley?, y lo estaba, por que pude circular
legalmente con él, y estaba cubierto con el
seguro, pero el Señor quizá me enseñaba que
debo estarle agradecido por todo y en
cualquier momento. Por aquel entonces yo era
director de un programa de televisión local,
que hablaba de la historia de las calles de
Almería, utilizando como guión los escritos
publicados de papá. Un día, revisando las
imágenes de la Puerta de Purchena, plaza
principal de Almería, para el montaje del
capítulo televisivo, que correspondía a esa
plaza, me llevé una sorpresa, por que en
medio de la avalancha de vehículos circulando,
estaba el mío, cargado a tope con juguetes
donados por el Ayuntamiento, llevándolos en
una gigantesca bolsa encima de la baca, y
como
el
vehículo
tenía
mal
los
amortiguadores de las ruedas de la derecha,
parecía que se iba a romper. Resultó que el
cámara, Carlos, a quien yo había encargado la
toma de imágenes, se había colocado en un
edificio estratégico, y sin saberlo él, me grabó
a mí en el preciso instante que yo pasaba con
252
mi coche, absolutamente atiborrado de
juguetes, tantos que incluso, en el interior,
tenía muchos mas que prácticamente me
obstruían, y a duras penas manejaba el
cambio de marchas, por que aprisionaban la
misma palanca y solo podía viajar con la
primera velocidad. Cuando llegué a mi casa,
no sé si abrí la puerta o si los bultos con
juguetes del interior me presionaron tanto que
mi cuerpo salió por empuje.
Meses después, mi amigo Oscar me pidió que
lo llevara a una calle, accedí. Circulando por
ella, de pronto, coincidiendo con una máxima
aceleración, se salió desde la parte del motor,
el tubo de escape, ocasionando un estruendo
tal, que todas las vecinas de los pisos
asomaron las cabezas por sus ventanas,
asustadas, y si grande era el ruido, mas lo
fue la carcajada y la rechifla de la inmensa
mayoría de niños y adolescentes gitanos y
payos que allí vivían. Yo, que al suceder eso,
iba hablando con Oscar que iba sentado en el
asiento trasero, vi que de pronto desapareció,
y su voz sonaba un poco rara, porque sintió
tanta vergüenza ajena o propia que se había
escondido entre los asientos. Su respuesta era
como salida de ultratumba. No tardaron en
bautizarme los chiquillos con un mote: ¡era el
“coche­cohete”!.
Papa orando por mi hija
Judith, en su
Presentación al Señor
LA AYUDA DE DIOS
253
Ingresado ya mi padre, me
planteé cómo salir adelante, coincidiendo, que
tenía el coche en el taller mecánico. Mamá se
trasladó a vivir conmigo, me dijo que hiciera
uso del dinero ahorrado para poder utilizarlo,
pues ahora lo necesitábamos
más
que
nunca. Aun así, faltaba una cantidad, no era
suficiente, para abonar la factura del taller. Mis
nervios comenzaron a fallar. Coincidió que
visité a Joaquina, para comunicarle el ingreso
hospitalario de papá, pues ella lo desconocía,
no hablé con ella de nuestras dificultades
económicas. Me abrazó, y me dijo:
­¡Mucho te queda por sufrir en la vida, tanto
como he sufrido yo, pero el Señor está contigo!­
acto seguido se introdujo en su cocina y al
salir puso en mis manos un dinero que tenía
guardado. Me resistí completamente, pero
insistió, era la cantidad que me hacía falta
para poder disponer del automóvil.
Poco antes ya había trabajado como director
de un programa de televisión
local, con
mucho éxito de audiencia, y sin embargo me
abonaban mi sueldo a duras penas, así que
tuve que dejarlo y al final no me pagaron todo
lo que se me debía. Intenté entrar en otra
televisión local, pero después de un mes, día
tras día, de encuentros con la dirección, recibí
un sonoro portazo moral. Así sucesivamente.
Me preguntaba el porqué de todo esto, y justo
en medio de la marea económica, la
enfermedad de mi padre. Ellos tampoco
estaban en el mejor de los momentos, quizá
en el más difícil de sus últimos años. Fue
después de su primer ingreso, una vez que le
habían dado el alta, a la espera de ser
operado del corazón, cuando papá oró por
esta situación en la que todos estábamos, y
Dios le mostró tres sacos de trigo bien
repletos y cerrados, tan llenos que estaban a
punto de reventar, diciéndole: “Yo te
254
proveeré”. Teníamos todas muchas cargas
económicas anteriores a las cuales no
podíamos hacer frente. Sabía que papá lo
estaba pasando mal hacía algún tiempo, pues
de vez en cuando leía algunas de sus escritos,
tenía la costumbre de anotar sus reflexiones
personales, sus quejas, sus oraciones. Allí
podía descubrir sus pensamientos,
e ideas
más íntimas. Quería hablar con él, sobre estas
cuestiones y no me lo permitía, deseaba no
preocuparme con sus problemas, que al fin de
cuentas eran míos. En el fondo y en la forma,
conocía lo que le sucedía; a veces,
hablábamos a solas los dos, y en esas
conversaciones le abrí mi corazón, momento
que él aprovechaba
para oírme y
aconsejarme. Muchos años de convivencia
con un trabajo en común habían creado entre
nosotros una escuela de mutuo conocimiento,
nos complementábamos muy bien, siendo los
dos,
muy
distintos.
Formábamos
una
estupenda pareja, incluso en el
trabajo
cristiano, pues yo predicaba y él oraba, en la
búsqueda del respaldo divino. Mamá era su
principal apoyo, y ella mejor que nadie,
compartía sus alegrías y sinsabores. Los dos,
todas las tardes, oraban con su Biblia abierta,
e intercedían por sus tres hijos. Era raro el día
que no recordaban en sus oraciones a sus dos
hijos mayores: Eduardo y Florentino, incluso
más que a mí mismo. Las palabras del poeta
judeo­español del siglo XI, d. C., Yishaq Ibn
Gayyat, fueron para ellos realidad constante
en esa época: “Dios encumbrado, sobre la
noche y el día, los puso por encima de todas
su obras. En ti, Señor, está mi alegría, mi
porción y toda mi heredad. Valla mi brecha,
cura mi quebranto y mi dispersión,
cámbiala en alegría”. Había momentos en
los que yo le veía triste, y en esos instantes,
prefería no contarle lo que me sucedía, pues
únicamente lograría preocuparle aún más.
255
Orábamos los dos, y allí compartíamos el
Salmo 91, uno de sus preferidos. Nunca nos
han gustado los juegos de azar, ni las loterías,
pero con la ONCE, organización española para
ciegos y minusválidos con una imponente obra
social de integración, con colegios, centros,
empresas etc... Teníamos una singular
relación de respeto y admiración. Papá de vez
en cuando solía comprar un cupón, por que
quería colaborar con esa entidad. Todos los
días, muy despacito, se iba con mi madre
hasta el mercado central, y en una cafetería
próxima, me reunía con ellos, siempre lo
encontraba hablando con sus amigos, como
el ex delegado de Cultura de la Junta de
Andalucía, o el vendedor de cupones, o sus
compañeros de
tertulia mañanera. Para
entender lo que ahora quiero contar, hay que
remontarse a los días de su anterior ingreso
en el hospital de Virgen de las Nieves de
Granada, en el Mes de Diciembre, del año 97.
Me quedé a
su cuidado, como familiar
acompañante por que mi mujer e hijos junto
con mi madre se habían ido a Almería. Papá
me rogó que bajara al Banco, para enviar
dinero a mi casa, pues estaba preocupado por
la economía. Cuando fui, con un cheque, el
subdirector de dicha entidad me comunicó que
había una orden de bloqueo contra la cuenta,
no podía extenderme la cantidad solicitada.
­Dios mío, y ¿ahora qué?, no hay nada en
Almería­pensé.
No tuve mas remedio que contárselo a mi
padre, pues era su cheque y su orden, no
podía engañarle, ni mucho menos mentirle. Se
quedó pensativo, no me respondió nada, tan
solo acariciaba su Biblia; tras unos minutos,
dirigiéndose a mí, me rogó que volviera a la
sucursal bancaria. Algo debió de pasar, y
ahora con el paso del tiempo, lo he
descubierto: oró a Cristo. De nuevo me
entrevisté por el subdirector, explicándole cual
256
era la situación, descolgó el teléfono y habló
con su compañero de Almería, quien conocía
a mi padre. Al finalizar, me hizo pasar por
ventanilla, el dinero estaba allí, dispuesto.
Regresando al hospital, llamé a casa, para
comunicarles que enviaría pronto la ayuda
económica, y pude percibir una gran tensión
de nervios en la voz de mi mujer, que
sinceramente me preocupó. No sabía que era
lo que estaba pasando en realidad. Yo en
Granada, atendiendo a mi padre, y el resto de
mi familia en Almería, con una madre que ya
empezaba a dar signos de enfermedad por su
edad, y todo ello aderezado por la escasez
total de dinero. ¿Qué podía hacer yo?. Hice
cuentas, basándome en la cantidad que mi
padre me ordenó enviar a casa, y las
matemáticas no fallaban, a primeros de año
se acabaría todo, ni para comida, y la fecha
clave era el día 2 o el 6 de Enero, ni siquiera
regalos para los niños, aunque éstos fueran
pobres, por supuesto que ese era el problema
menor. Solo Dios sabía lo que pasaría. Papá
era consciente de todo esto pese a que no
hablábamos del tema. Bastante tenía él con
su enfermedad, y sin embargo oraba. En esos
días le hicieron la prueba del cateterismo, que
consistía en introducirle por una arteria un
catéter para conocer el estado interno del
corazón. Al finalizar la misma, nos rogó el
médico que procurase papá no mover la
pierna utilizada, ésta debía permanecer el
mayor tiempo posible sin movimiento para
evitar roturas de los puntos de la sutura. Mi
padre, acostado, al ser ya de noche, me rogó
que se la sujetara con una correa, de forma
suave, para dormir sin moverla. Así lo hice
yo, vigilando, pero el no pudo dormir, por que
aunque estaba acostado, se le había creado
un dolor muy fuerte en la espalda, ajeno a su
enfermedad que lo estaba atravesando. Le
coloqué un cojín por detrás, para que pudiera
descansar, que le alivió. Pasadas las horas el
257
sueño me venció, pero él soportó el dolor con
estoicismo, sin ningún reproche por haberme
dormido. Algunos días después le dieron el
alta. Regresamos a Almería en autocar.
Vivíamos, en una vivienda muy poco adecuada
para unos ancianos como ellos,
con las
habitaciones en un piso superior y el comedor
en la planta baja. Papá estaba tan débil que la
primera vez, tuve que subirle en brazos por la
escalera. Aquellas navidades, fueron, a pesar
de la carestía que teníamos, una de las más
felices.
El
Señor
proveyó
nuestras
necesidades, gracias a su voluntad. Alberto
Araujo, nos había visitado en el hospital de
Granada, haciendo en la habitación una
reunión con todos nosotros, incluyendo el
repartimiento del Pan y del Vino. La tarde
que lo hizo, regresó a Alicante, despidiéndose
de todos al anochecer. Bajé con él en el
ascensor y me fui a cenar. Mamá, que ese día
estaba en Granada, se quedó con mi padre.
Regresé al hospital a media noche, sobre las
doce, y cual sería mi sorpresa que volví a
encontrar de nuevo a Alberto. Antes de
regresar a su casa en Alicante, recorridos
varios kilómetros, se acordó que Lilias, su
mujer, había sentido del Señor, darle a mamá
y a papá la cantidad de 20.000 pesetas, y por
ello no dudó en regresar de nuevo a Granada,
y gracias a esa ayuda pudimos cubrir algunas
necesidades. El mes de Enero, no faltó de
nada, por que, como he dicho anteriormente,
el Señor nos proveyó en respuesta a las
oraciones que mi padre había estado haciendo
durante meses, incluso antes de caer
enfermo. Se cumpliría la visión y la promesa
que Dios le había dado un año antes, la de los
tres sacos de trigo repletos; sucedería de una
manera un tanto extraña. Compró, por el
mero hecho de hacerlo, sin darle la mayor
importancia, unos cupones de la ONCE, tres
para ser más exactos, y se los guardó,
olvidándose de ellos, pues con la medicación y
258
el control médico, había recuperado las
fuerzas y salía con mi madre todos los días.
Fui a recogerlos a la cafetería del Mercado.
Allí estaban los dos, pero ¡llorando!. ¿Dios
mío, que ha pasado?¿Por qué lloráis?, Les
pregunté; Papá con voz muy temblorosa me
dijo:
­¡Nos ha tocado, hijo!..... ¡15.000.000 de
pesetas!­Aproximadamente
unos
90.000
euros­..... ¡Gracias, Señor!”­ Los dos se
abrazaron allí mismo­
Cuando ya se tranquilizaron, me contó lo que
había sucedido. Al meterse la mano en el
bolsillo se encontró los cupones, y poquito a
poco, dándose un paseo fueron a comprobar
los premios a la Delegación de la Once, muy
cerca del lugar. Leyó dos o tres veces el
número, el día y la cantidad:
­¡Lola!, ¿Ves tú lo que yo veo aquí?, me parece
que leo 15.000 de pesetas. Creo que se han
equivocado.
¡Serán
15.000.000
pesetas!,
¡compruébalo tú, Lola!..­
No había error posible, mi padre necesitó
apoyarse en la pared, por que la emoción le
estaba embargando, y sus piernas temblaban;
mamá
le dijo que se tranquilizara, pues
recordando que estaba enfermo del corazón.
Una vez cobrada la cantidad con un “pagaré”
de la ONCE, se fue al Banco, con el cual había
tenido tantas dificultades económicas. Habló
con el Director, quien al principio les recibió
de una manera algo áspera, pero cuando vio
el talón de la ONCE, inmediatamente se
disculpó, invitándole a su despacho:
­Don Eduardo, le pido disculpas, pero usted es
consciente de los enormes problemas que
tengo como director del Banco con muchos
clientes, aunque sé que usted, es diferente. Me
consta que es y ha sido un autentico
259
caballero...........­ Mirando el pago, añadió:
“Usted se merece esto y más, y le añado algo,
este dinero, no es suyo, si no de Dios, eso lo sé,
que se lo ha dado, por que nunca he visto a
alguien como usted. Mire, Don Eduardo, yo veo
esta cantidad, a lo largo del día muchas veces
en clientes que no se lo merecen, pero no es su
caso ¡usted sí!¡, reciba usted mi felicitación
personal”
Se cumplió la promesa de Dios, aquella que le
hablaba de tres sacos, llenos a rebosar. Papá
tenía motivos suficientes para llorar, por que
entre otras cosas estaba muy preocupado
por la situación financiera en la que mi madre
se quedaría, si él fallecía. La primera medida
que hizo fue ayudar
económicamente a
nuestro gran amigo Alfonso, de Huelva, quien
varios años antes, con el acuerdo de su
esposa, María, decidió auxiliarnos, con una
importante cantidad de dinero, que procedía
de la venta de una pequeña
tierra,
sin
haberle pedido nosotros nada, cuando nuestra
librería fracasó,
aunque su situación
económica tampoco era buena. Así mismo,
coincidiendo que en esas mismas fechas nos
visitaba Manolo Mengíbar, quien a lo largo de
la hospitalización de mi padre en Granada,
estuvo a su lado constantemente, incluso en
los peores momentos, por lo que mis padres
decidieron ayudarle. En el mes de Enero,
papá hizo efectivo el pago de todas las
deudas, grandes y pequeñas, una por una,
invirtiendo en ello una parte del dinero muy
importante, pocas veces he visto un rostro
con una expresión de tanto alivio. Como le
había prometido a mi madre que le compraría
una casita de campo, para pasar allí sus
últimos años, oró al Señor, y como de
costumbre, la respuesta vino casi inmediata:
“La casa será en el pueblo de las aguas”. Otra
vez el misterio: ¿A qué pueblo se refería el
Señor?, por que en todos ¡aguas hay!. Se
260
decidió la compra de un Peugeot de segunda
mano que estaba en muy buenas condiciones.
Allí también se movió el Señor, por que dos
años antes de caer enfermo, hablando los dos
de los problemas de los automóviles tan
viejos, me dijo: “Juan José, te visto
conduciendo un coche de color oscuro, casi
negro, y de estas dimensiones y forma”, con
sus manos me hizo un dibujo en el aire,
describiéndome
un
vehículo
de
tipo
tradicional, y ¡ es curioso, no le hice caso!.
Con el paso del tiempo se me olvidó
totalmente aquella visión, no dándole mayor
importancia. Busqué, a lo largo de un mes,
por todos los concesionarios de coches, viendo
diversas marcas, pero ninguno, me gustaba.
Hablé con un amigo que trabaja como
vendedor de automóviles, y éste se quedó con
mi número telefónico. Días después de esa
primera entrevista, me llamaba para decirme
que había entrado un vehículo en muy buen
estado: “Juan José, vente, es el tuyo”. Acudí
a su empresa, la SEAT, y efectivamente, nada
mas verlo,
lo compramos, e hicimos un
primer viaje inaugural al bello Cabo de Gata,
con la compañía de Alfonso Calero, de Huelva,
quien nos visitaba esos días. Dos meses
después de su adquisición,sentado junto al
coche lo observé con detenimiento:
El
vehículo de color oscuro, casi negro,
de
dimensiones
y
forma
tradicional,
¡era
exactamente el mismo que vio papá en la
visión!. No obstante, su adquisición fue muy
criticada por parte de algunos miembros de
nuestra familia más próxima, por que
se
cumple una y otra vez lo que dice la Biblia:
“El hombre natural, no puede entender las
cosas de Dios”, acusándonos de comprarlo
solo para mi uso personal, cuando la realidad
era distinta, ya que papá agradecía mucho
poder “salir de la casa para dar una vuelta”,
cosa que hacíamos todas las semanas. Su
estado no le permitía andar mucho y el
261
automóvil de María ya no ofrecía ninguna
seguridad. En ese mismo año, papá volvía a
ingresar en el hospital de Granada para la
operación. Gracias a ese vehículo, pude viajar
varias veces a Almería para acompañar a mi
madre. Era por tanto un
coche a su
disposición. Papá, aconsejado bien, por el
director del Banco supo y pudo custodiar la
cantidad que restaba del dinero que el Señor,
en su infinita misericordia, tuvo a bien
concederle, por que preveía algo para su
futuro inmediato. Cuando mamá,
cayó
enferma al cumplir los ochenta,
estando
papá en plena recuperación, le prometió que
compraría una casita de campo por que esa
había sido su ilusión.
Al recibir el alta hospitalaria de mamá, se
propuso buscar esa vivienda, pero no sabía ni
donde, ni cuando, ni cómo. Como cada fin de
semana, realizamos,
un
viaje por la
provincia, y cerca de la villa de Alhama, nos
detuvimos en una pequeña colonia de casitas,
próximas al pueblo, pero separadas de éste
aproximadamente cuatro kilómetros. Vimos
una, que hacía esquina, en la puerta, un
letrero: Se vende. Allí se inició todo el
proceso. Luís, un vecino, que vivía justo al
lado, hombre entrado en años, algo rústico,
de una estatura mediana que recordaba al
genial Sancho Panza, el inseparable escudero
de Don Quijote, nos enseñó la vivienda por
que era depositario de las llaves,
y así
comenzó todo el proceso que culminaría con la
compra de la
casa. El propietario había
fallecido, y los que la vendían eran sus hijos.
El precio de venta estaba en 8.000.000 de
pesetas. No obstante, la tarde anterior al
inicio del trámite de compra, oré al Señor:
­Señor, si la casa es tuya, dame una señal, que
nos rebajen el precio en 1.000.000 de pesetas­
(6.000 Euros)
262
Y así fue. Papá, sacó del Banco todo el dinero
que tenía invertido que era lo que le quedaba
de los cupones de la ONCE y la compró al
contado, en ¡7.000.000 de pesetas! .Aunque
mamá vio varias veces la casa por dentro,
desconocía que la compra ya se había
realizado. Por aquellos días, dado el estado de
gravedad que los médicos habían dictaminado
sobre mi madre, informándonos que “tan solo
le quedaban seis meses de vida” a partir de la
operación a la que fue sometida, papá me
pidió que le ayudara a
organizarle un
homenaje.
La idea me pareció muy
interesante, por que
ella se lo merecía,
siendo
un reconocimiento a su labor, de
apoyo constante como madre y esposa, hacia
su marido y sus hijos. Nuestro amigo
Rabadán, de la Denominación
“de los
Hermanos”, nos ofreció su iglesia, llamé a
todos los amigos, incluso a distintos
responsables
de
iglesias locales.
Papá
compraría una Biblia especial para que entre
todos se la dedicaran. El evento fue un gran
éxito. Unos y otros hablaron públicamente,
del amor de Cristo y del trabajo realizado por
mi familia a lo largo de los años. Recuerdo a
Manuel Arroyo, pastor evangélico que falleció
poco después por una penosa enfermedad, a
Paquita nuestra inseparable amiga,
María
“Torrecárdenas”, Sebastián, Alberto Araujo,
Dolores, y tantos otros. Cuando mi padre
subió al púlpito, con voz entrecortada, muy
emocionado, tras agradecer a su esposa los
muchos años de vida en común, finalizó su
intervención, con éstas palabras:“Lola, amada
mía, te lo prometí, la casa es tuya” a la vez
que mostraba al público un letrero en metálico
que decía: “VILLA LOLA”. La gracia de Nuestro
Señor Jesucristo sea con vosotros”, y ese es
el rótulo que tiene hoy la casa. Así pues, la
vivienda, era de Dios.
263
Tiempo después, papá, sentado en
el
jardincillo de la casa recién comprada, lloraba
en silencio y a solas. Así me lo encontré. El sol
resplandecía con toda su fuerza en un cielo
limpio de nubes, y su luz atravesaba las hojas
del árbol iluminando de forma salpicada la
figura sentada de mi padre. Sabía por qué
estaba triste, ya que toda su vida daba
vueltas tan solo en torno a la enfermedad de
su mujer, con tal de que estuviera
bien
cuidada y atendida. Sentado a su lado, le
abracé.
­¿Papa, que te pasa?­
­¡Cosas mías, hijo, cosas mías!­ Me contestó,
secándose las lágrimas rápidamente.
­Papá­ le dije­ ¿Te acuerdas de las palabras
que el Señor te dio hace ya algún tiempo?­
­No, ¿a qué te refieres?­
­Cuando tú oraste al Señor, pidiéndole una
casa como ésta para mamá, ¿no te dijo el
Señor: “Será en el pueblos de las aguas?”- Le
pregunté.
­Si, ¿qué tiene
sorprendido.
que
ver
eso?­
Preguntó,
­Vamos a ver, papá, te comenté que a lo mejor
se referiría a Berja, en la Alpujarra, por haber allí
buenas aguas, pero ahora sé a que se refería el
Señor­ Le dije con seguridad.
­No te entiendo­
­La palabra: “Alhama” procede del árabe “Él (ó
Al) – Hammán” que quiere decir: “El baño”, por
que éste era el pueblo de las aguas para
bañarse, y de hecho, hay aquí un balneario. ¿Te
das cuenta, papá? ¿Lo entiendes ahora?­
264
No
respondió, limitándose a sonreír
levemente.
Allí
no
terminaron
las
“coincidencias” por que tras el fallecimiento de
mi padre, y ya que él me encargó la custodia
de todos sus escritos y libros, releyendo sus
textos, topé con uno que me dejó estupefacto,
se trataba de una visión que el Señor le había
dado, el día 14 de Junio de ¡1.976! En la
esquina del papel, hay una frase escrita a
máquina, que dice: “Orando, para que el Señor
provea de un cortijo ó casa de labor”, y dice
así: “He visto un cortijo (casa de campo en
Andalucía). Tres ventanas, con tapia larga, y la
parte de atrás era más alta, mas elevadas, es
decir las paredes laterales no tan altas. Era de
noche, Luna muy clara. En el fondo azul, el cielo
límpido.” Comencé a recordar las casas que
habíamos tenido en el campo andaluz, y
solamente había habido una, muy pequeñita,
en Huelva, que no correspondía a la de la
visión. Por curiosidad, me situé de forma
fronto­lateral
a la casa y cual sería mi
sorpresa que descubrí la vivienda que Dios le
había dado en visión, ¡veinte años antes!, ¡era
la de Alhama!, la describía con toda exactitud.
Lo que mi padre vio fue el lateral de la casa,
que exactamente era así en esa época: un
muro muy largo, con la parte de atrás más
alta, por el efecto óptico, y con paredes
laterales no tan altas. Estaba así mismo lo de
las tres ventanas. Efectivamente allí están.
Nosotros, hemos añadido dos más y algunos
muros han sido levemente modificados, pero
esa era la casa. La palabra de Dios se cumplió
en el tiempo previsto por Él, y no por
nosotros. Un último aspecto, la claridad de la
bóveda celeste y la bahía de Almería, que se
extiende delante de nuestra casa con una
Luna llena cuya luz plateada lo baña todo es
impresionante en nuestra zona. Así mismo el
cielo de la mañana se muestra con una
limpieza
absolutamente
cautivadora.
¿Coincidencias?¡No!. Creo que hay un plan
265
divino sobre esta vivienda, y me toca a mí el
preguntárselo al Señor, o dejarle obrar a El en
éste asunto.
EL VIAJE A JERUSALEM
Recuerdo nítidamente una
de las experiencias más hermosas que puede
tener ser humano alguno de fe cristiana, por
que poco antes de caer enfermo, me contó
papá un hecho impresionante, que me recordó
a lo que el Apóstol Pablo relató en una de sus
epístolas, cuando decía:
- Conozco a un hombre que hace catorce
años, si en el cuerpo no lo sé, si fuera del
cuerpo tampoco lo sé, Dios lo sabe, fue
arrebatado hasta el tercer cielo.........” 2ª
Corintios 12­2.
Esa mañana, después de haber dejado en el
trabajo a mi mujer, decidí desayunar con mis
padres, llevándome a la pequeña Judith
conmigo ya que Samuel, mi hijo mayor,
estaba en el colegio. Noté algo taciturno a mi
padre, quizá pensativo, y tras finalizar la
comida, me miró para decirme:
­He tenido, Juan José, esta noche una
experiencia preciosa, y estoy seguro que no fue
una visión de las que conocemos como tales, es
decir algo que Dios te revele o hable, por que lo
que te voy a contar es distinto, e incluso mas
bello. Estando dormido, junto a tu madre, he
visto que yo mismo me salía fuera de mí. Es
decir, siento como mi espíritu o mi alma, sale
fuera de mi propio cuerpo, y desde la altura del
techo de la habitación me contemplo a mí
mismo dormido junto a tu madre, y veo que
sigo vivo, que no me he muerto. Podía
distinguirlo todo perfectamente, como si
estuviera colgado desde el techo, y me
266
pregunté qué hacía allí arriba si estaba abajo,
sin embargo estaba absolutamente tranquilo,
con una paz maravillosa. Inmediatamente me
veo lanzado con una enorme velocidad por un
túnel, observando que al final del mismo hay
una gran luz, maravillosa, y allí siento la
Presencia
de
Dios,
que
me
envolvía
completamente. Llego allá y me veo
caminando por unas calles maravillosas, en una
especie de ciudad única. Observo plazas, todas
perfectas, con una perfección que no tiene
nada que ver con las ciudades del mundo que
conocemos, y sigue estando presente nuestro
Dios llenándolo todo. Al terminar, Él me dice:
Aun no es tu tiempo, Eduardo, regresa.
Inmediatamente, de nuevo me veo lanzado por
ese
túnel,
pero
en
sentido
inverso,
introduciéndome en mi cuerpo dormido.. ”. Y
me añadió: “Hijo, yo advertí una cosa muy
curiosa, esa ciudad estaba totalmente vacía,
calles vacías, plazas vacías, no había nadie,
pero de una hermosura increíble, por que la luz
que recibía era la del mismo Dios, y sé que es la
Nueva Jerusalén de la que habla el Apocalipsis
de San Juan. Aún no está allí su pueblo, pero lo
estará, es decir, ya está preparada para
nosotros,
quienes
la
llenaremos
y
la
habitaremos. ¡ yo he estado ALLI! y volveré”.
­Papá ¿eres consciente que Dios te va a llevar
pronto con Él?­pregunté afirmativamente.
­Por supuesto, pero no temo nada­ contestó
con seguridad.
El resto de la conversación trató del tema de
forma amplia, y llegamos a la conclusión que
cuando el Señor nos habla de la Nueva
Jerusalén puede ser una hipérbole semítica
que San Juan describe, para explicar en
lenguaje humano, siempre tan corto y escaso,
lo que vio por revelación, la grandeza de lo
divino, la gloria preparada para los cristianos
267
verdaderos, la santidad
extrema que se
escapa a toda forma humana de explicación,
rompiendo totalmente los esquemas de
nuestro lenguaje, siendo la Nueva Jerusalén
un lugar tan maravilloso que únicamente se
pueda entender en lenguaje humano con la
descripción que Juan el Evangelista hace en el
Apocalipsis. No es una ciudad, humanamente
entendida, con ladrillos, hierros, asfalto,
cristales, es decir NO ES ALGO MATERIAL, en
un lugar espiritual como es el cielo, sino
absolutamente
sublime,
indescifrable,
indescriptible que se escapa a nuestro
intelecto. Eso es lo que nos dice la lógica a
tenor de los conocimientos que tenemos de
los juegos
lingüísticos que Juan utilizaba
como judío que era y del estilo literario que
empleó, pero y ¿si no fuera así? ¿ y si ese
lugar existe en la realidad, tal y como lo
cuenta San Juan?, como dijo San Pablo: “Solo
Dios lo sabe”. Son pues misterios que jamás
podremos alcanzar a comprender en su
totalidad. En los últimos años, han proliferado
las llamadas experiencias que yo llamaría“pre­
mortem” aunque otros prefieren “Post­
mortem”, es decir sucedidas en el proceso de
la agonía, e incluso en la misma antesala de la
muerte física, si no en ella misma y han vuelto
a la vida, contándonos sus experiencias. El 90
% de los casos se han producido en ese
instante, y sin embargo, papá, ni siquiera
sabía que caería enfermo de gravedad, siendo
testigo de éste hecho muchos meses antes de
ser operado, por lo que quizá sea un caso
atípico.
Las reuniones cristianas en casa, siguieron su
curso, es decir se reanudaron tras diversas
interrupciones. Nuestro interés se basaba en
dar una buena formación bíblica a nuestros
escuchantes. Siempre he creído que es básico
dar conocimientos bíblicos a los creyentes, y
no solo eso, sino también enseñarle a
268
entender bien la Biblia. No es suficiente, que
la gente sepa leer y escribir, si no que es
fundamental conocer con detenimiento
el
contenido de lo que estamos leyendo. En
nuestras iglesias y comunidades hay una gran
cantidad de personas que no han tenido
estudios elementales e incluso básicos, y que
el nivel cultural es por lo general, muy bajo,
pero es posible educarles bíblicamente, si se
dejan enseñar, no de una forma impositiva
sino orientativa; de esa forma, aprenderán
materias tan interesantes como
historia
elemental, geografía básica, etc... por que me
he encontrado muchas veces, creyentes muy
sinceros, que se han mostrado incapaces de
situar al actual estado de Israel, en un plano
geográfico del Mar Mediterráneo. Aspectos tan
sencillos como ese son imprescindibles.
Defiendo a ultranza el derecho y el deber de
los hermanos analfabetos, que los hay, a que
exijan a sus pastores que les enseñen mas y
mejor, y voy mas allá por que estoy
convencido que si es necesario llevarse una
pizarra a una iglesia, con mapas y demás, hay
que hacerlo. Incluso la iglesia debe de actuar
como un centro de aprendizaje total, para lo
cual se necesita formar a cuadros técnicos de
entre
los mismos jóvenes que hayan
estudiado. En pedagogía se enseña que se
debe alentar el desarrollo integral de las
personas, es decir que el educando no sea tan
solo un receptor de información pasivo, sino
que el mismo sea el activo interesado. Pues
bien, la iglesia ha ejercido siempre un
magisterio espiritual y social a lo largo de
2000 años de historia, y si el cristiano es un
ser sensible hacia los problemas de los demás,
¿por qué no enseñar a leer y a escribir a
quienes no sepan, en la misma iglesia?, por
que de esa forma, ese individuo va lograr dos
objetivos: Poder conocer la Biblia por sí solo, y
valorarse a sí mismo leyendo y escribiendo
como otros. Conocí una vez a uno,
269
completamente iletrado, que nunca había ido
a la escuela, no sabía leer ni escribir. Cuando
se convirtió al Señor, deseaba ardientemente
leer la Biblia. Como por aquel entonces, no
había en España “escuelas de adultos” y si
existían eran muy pocas y totalmente
desconocidas, el hombre optó por comprarse
una cartilla de preescolar, para niños de cuatro
años, y cuando iba de un lado para otro,
detenía a cualquier viandante, rogando que le
dijera qué letras eran las que él le mostraba,
para así poder aprenderlas, y de esa forma
fue conociendo las sílabas y las palabras. Era
todo
un
ejemplo
de
esfuerzo,
pues
memorizaba en voz alta lo que había
aprendido. Todos debemos aprender a leer las
Sagradas Escrituras, incluso aquellos que
tenemos estudios universitarios, no es leerlas
por leerlas, sino el conocer cada párrafo, su
texto, su contexto literario e histórico, e
incluso el sentido de palabras claves en los
versículos, por que de esa forma quizá
evitemos
desviaciones
doctrinales,
y
podremos mantener mas y mejor la pureza de
la
doctrina
revelada
y
las
creencias
fundamentales que la fé cristiana ha
mantenido a lo largo de siglos, como el Dios
único manifestado en la forma trinitaria, es
decir la Trinidad, la salvación Eterna, la
existencia del alma y del espíritu, el infierno,
Satanás y los demonios, los ángeles, la obra
redentora de Cristo y otras tantas de
necesario conocimiento.
Papá orando por mi hija
Judith en el día de su 2º
cumpleaños.El ya estaba
enfermo.
270
Creo que Dios instruye al hombre por
revelación,
eninstruye
aquello que
el
Creo
que Dios
al hombre
por
entendimiento
es incapaz
de
revelación,
aquello
que
el
Creo
quehumano
Diosen
instruye
al
hombre
por
conocer.
entendimiento
humano
es
incapaz
de
revelación,
en aquello
que el
Creo que
Dios instruye
al hombre
por
Averroes, entendimiento
filósofo
hispanoárabe,
según
conocer.
incapaz
de
revelación, enhumano
aquello es
que
el
Antonio
Gala.Paisaje
andaluz
con
figuras
Creo
que
Dios
instruye
al
hombre
por
Averroes,
filósofo
hispanoárabe,
según
conocer.
entendimiento humano
es incapaz de
I.Teatro.Biblioteca
deenlaaquello
Cultura
Andaluza.
Antonio
revelación,
Gala.Paisaje
andaluz
que
el
con figuras
Averroes,
filósofo
hispanoárabe,
según
Creo
que
Dios
instruye
al
hombre
por
conocer.
Anhelas.Granada.1984.
I.Teatro.Biblioteca
de
la
Cultura
Andaluza.
entendimiento
humano
es
incapaz
de
Antonio
Gala.Paisaje
andaluz
con
figuras
revelación,
en aquello
que el
Averroes,
filósofo
hispanoárabe,
según
Anhelas.Granada.1984.
I.Teatro.Biblioteca
conocer.
de
la
Cultura
Andaluza.
Antonio Gala.Paisaje
entendimiento
humano esandaluz
incapazcon
de figuras
Anhelas.Granada.1984.
Averroes,
filósofo
hispanoárabe,
según
I.Teatro.Biblioteca
de la Cultura Andaluza.
conocer.
Antonio
Gala.Paisaje andaluz con figuras
Anhelas.Granada.1984.
Averroes,
filósofo hispanoárabe, según
I.Teatro.Biblioteca de la Cultura Andaluza.
Antonio Gala.Paisaje andaluz con figuras
Anhelas.Granada.1984.
I.Teatro.Biblioteca de la Cultura Andaluza.
Anhelas.Granada.1984.
LA BIBLIA Y LA BROMA:
Dios utiliza medios muy
curiosos para hablarnos. Allá por los años 94
ó 95, recibí un día una propaganda del Círculo
de Lectores, en la cual se informaba que por
la compra de un libro, se nos obsequiaba con
otro a elegir. Se podía seleccionar entre tres
títulos, uno de ellos era una Biblia. Ya
teníamos una gran colección de ejemplares
en distintos idiomas del mundo y de diversas
épocas e iglesias diferentes, así que otra mas
no estaría nada mal.
Rellené el boletín de
pedido, eligiendo esa versión de la Palabra de
Dios, pero en vez de escribir ni nombre y
dirección, puse los datos de mi padre, sin
decirle nada. Quería gastarle una broma
infantil. Dos semanas después, recibió un
aviso postal de la oficina de Correos de
271
Almería. Precisamente,
casa, y allí le esperé.
fui esa mañana a su
Cuándo regresó, estaba muy contento, ya que
había recogido el paquete­aviso, y era ¡ la
Biblia del Círculo!. Yo ya no me acordaba de la
suscripción, pero al contemplarla, estuve a
punto de descubrir la verdad de lo sucedido.
Papá estaba tan entusiasmado con el regalo
que me hizo partícipe de su justificado gozo:
­ Juan José, el otro día recibí un aviso de
Correos para que fuera a recoger un paquete,
y ¿qué crees, que era?.¡una Biblia!.....¡una
estupenda y maravillosa Biblia!­ Me dijo con
evidente entusiasmo.
­Papá, es que quiero contarte algo, respecto
de esto­ Interrumpí con la boca pequeña.
Mi padre no me prestó demasiada atención y
continuó su relato:
­¿Tu sabes que me pasó ayer por la noche,
orando?­
­No sé ¡tú dirás!­ Respondí con cierta
expectación, por que hablar con él de éstos
temas, era para mí, una constante fuente de
noticias, a las que ya estaba acostumbrado.
En ese punto de la conversación no sabía
exactamente que hacer, si decirle que fue una
inocente broma mía o callarme. Opté por lo
segundo. En el fondo me estaba riendo, pero
de mí mismo.
­Ayer, en mi oración el Señor me habló, y me
dijo:
“Eduardo, hijo mío, recibe mi Palabra, yo te
la envío, tómala”.
Le contesté: “Señor, yo ya la tengo y siempre la
recibo. ¿qué quieres decirme con esto?” , pero
272
Él no me contestó, y ésta mañana fui a correos,
y ¡cual sería mi sorpresa que me encuentro CON
SU PALABRA!. De verdad, Juan José, me
temblaron las rodillas, y me emocioné al
desempaquetar esta Biblia, pues me di cuenta
que Dios me había hablado y respondido.
¿Qué te parece?.
­¿A mi?¡muy bien!, ¿Qué quieres que te diga?,
desde luego ¡hay que ver cómo se mueve Dios!­
En mi interior tenía una rara mezcla de
hipocresía personal y de admiración al haber
sido utilizado por Dios de una forma tan
curiosa .
Días después me sinceré con él, pero aprendí
un poco más del movimiento de Dios en
nuestras vidas, pues cuando había decidido la
broma con papá, no se me pasó por la
imaginación, que quien había manejado mi
voluntad y mis intenciones, fue el Señor.
EL BAUTISMO DE CARMELA
Era una tarde, mediterránea,
cálida, agradable. Alberto había llegado desde
Alicante, algo cansado. Los dos hombres de
Dios, amigos y hermanos de toda la vida,
comentaban amigablemente sobre todos los
temas, incluidos los políticos del momento,
antes de enfrascarse en esa doble y vieja
pasión que ambos compartían: la Biblia y la
literatura. En la frescura de la conversación,
Alberto y papá, hablaban con enorme soltura
de los autores clásicos de nuestra literatura:
Cervantes, Quevedo, Góngora y tantos otros
surgían constantemente de sus labios. Mamá
participaba animadamente, pues siempre ha
tenido ansias por aprender de quienes le
podían enseñar mas y mejor. Por mi parte, ha
sido siempre un placer oír a mi maestro,
pastor y amigo. Me placía regalarme al oído
273
tal fontana fluyente de información cultural y
bíblica, con ese dominio tan peculiar del
castellano. Había un motivo para el viaje
pastoral. Carmela y Antonia se iban a bautizar,
y habíamos decidido hacerlo en el mar.
Siempre he tenido una especial predilección
por las aguas marinas de nuestra litoral. Quizá
por que he soñado con la historia antigua,
siempre les he propuesto realizar el bautismo
en la costa, por que en ese mismo lugar, dos
mil años antes, llegaron los primeros
cristianos, discípulos de los apóstoles,
fundando en nuestra tierra una de las
comunidades mas antiguas del cristianismo
ibérico.
No tengo nada en contra de la
utilización de
baptisterios, estanques y
piscinas, además hay que usarlos, por que no
en todos los sitios hay costa o ríos.
Lógicamente hay que ver si es verano o
invierno y muchas otras consideraciones a
tener en cuenta. Yo mismo fui bautizado en un
estanque desmontable, en la Iglesia de
Calatrava
de Madrid. Sin embargo sí me
parece una degradación del bautismo, y una
falta de respeto hacia tal acto, hacerlo en la
bañera de nuestro servicio, como últimamente
se viene haciendo por parte de algunas
iglesias evangélicas gitanas. Nada mas
finalizar la merienda, nos fuimos al puerto de
la ciudad, por que ya teníamos localizada en
sus proximidades, una playita muy modesta.
Las dos hermanas, se habían reunido con
nosotros en casa poco después de la
merienda.
María
“Torrecárdenas”
nos
acompañó. Supimos escoger bien, el playazo
era pequeño, pero muy agradable. Estaba
ocupado por algunos bañistas, gente toda ella
muy modesta, vecinos en su totalidad, del
cercano barrio de Pescadería. No sé que
debieron pensar, cuando instalamos allí una
mesa portátil, para colocar la Biblia, y el Pan
con el Vino, para tomar la Santa Cena.
Seguramente les desconcertó un poco, aunque
274
pensarían que era una merienda algo escasa
para los siete adultos que allí estábamos. Solo
una pequeña botella de vino, con una taza, y
en un platito adjunto, unos cuantos trocitos
de pan. Aun mas perplejos se quedaron,
cuando monté una especie de tienda de
campaña, en la que todos entrábamos con
nuestras ropas normales y salíamos vestidos
de blanco. El caso es que los bañistas
observadores, se fueron retirando poco a poco
y desaparecieron. No quedó ni uno.
Alberto predicó sobre el amor de Dios. El
graznido de las gaviotas y el suave rumor de
las olas acompañaban sus palabras. Al
finalizar su enseñanza, papá previamente
preparado se unió a él un par de metros mar a
dentro. Yo estaba con ellos, por que las olas
les empujaban. Mi padre tenía tanto deseo de
prestar ese servicio, a pesar de su mal estado
por el declive de su salud cardiaca, que le
ayudé segundo a segundo. Aun así no había
ningún peligro para su salud. Las aguas eran
mansas, cálidas, y solo les cubrían hasta las
rodillas. Antonia se introdujo con algún temor,
pero Alberto y papá, la recibieron con mucho
cariño.
­¿Crees, Antonia, en el Señor?­ Preguntó mi
padre, con lágrimas en los ojos
­¡Si, creo!­
­¡Pues yo, ministro del Señor, de acuerdo con las
enseñanzas de Nuestro Señor, te bautizo en el
Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!­
Respondió con singular autoridad Araujo,
bautizándola de manera muy rápida, mediante
inmersión en las aguas. ¡Que momento mas
emocionante!, la alegría resplandecía en el
rostro de nuestra amiga. Allá en la arena,
mamá y Maria oraban silenciosamente.
275
Carmela y Antonia se cruzaron. Pocos
segundos después, la primera también
resplandecía de alegría al salir, con mi ayuda
de las aguas marinas, tras haber seguido los
pasos de su hermana. Papá estaba tan
emocionado de haber sido testigo de algo tan
importante, que no podía pronunciar palabra
alguna. Al finalizar el evento, Dios aún tenía
que hacer algo más, pues sintió orar por
María. Los dos hombres colocaron sus manos
sobre nuestra amiga. Carmela a un lado, al
otro Antonia, yo y mi madre y..........Dios
habló mediante profecía.
EL CORAZON OPERADO
­Manolo­ Le rogué a mi amigo Manuel
Mengíbar­ vente a la capilla con nosotros,
mientras operan ahora a mi padre­
Fuimos a acompañar a papá, antes de que lo
durmieran para la intervención quirúrgica. Allí
estábamos mi madre, yo, Alberto y Manuel.
Tuvimos la oportunidad de orar unos segundos
antes de que le inyectaran
la anestesia.
Araujo, se había acercado a su amigo del
alma, dándole unas palabras de ánimos, justo
en el instante en el cual sus ojos se cerraron
por la potente inyección. Cuando se lo llevaron
al quirófano, el Doctor López, cirujano
cardiovascular,
nos comentaba, en su
despacho, a puerta cerrada, sobre la gravedad
de la situación. Mamá, caracterizada por su
valentía, demostró un gran temple aceptando
plenamente la enorme posibilidad de perder,
físicamente, a su esposo.
276
­¿Qué relación tiene usted, con el paciente?­
Preguntó el médico a Alberto
­Soy su hermano­ Concluyente respuesta
El doctor estaba un poco sorprendido por que
ambos no se parecían mucho, por tanto
interpuse una pequeña aclaración:
­Es un gran amigo, y hermano en la fe cristiana­
A ambos o no les pareció importante mi
intervención, o no me oyeron.
­Quiero ser claro, con ustedes, por que el
paciente, tiene ya 78 años, y lo que hemos visto
por el catéter, nos da la impresión que los
tejidos están ya muy viejos, bastante pasados.­
­Doctor­ Interrumpió mi madre­ hábleme con
claridad, pues es mi esposo, pero quiero saber
la verdad, por dura que sea­
­Le agradezco, que sean tan sinceros, me
facilitan la labor, no sabemos qué es lo que nos
vamos a encontrar al abrir, pero las
posibilidades de crisis en la operación son muy
altas­ Explicó estirándose en su sillón de
despacho.
­Ya, pero si me permite, déjeme que lea su
información al revés......­ Interrumpí­Eso quiere
decir, que hay otro porcentaje, aunque menor
de que todo salga bien­
­Veo que lo han entendido, así es, y ese
porcentaje, es bastante grande­
­Nosotros somos cristianos, y sabemos que Dios
está por encima, Doctor, y es maravilloso lo que
ustedes hacen, por que tienen en sus manos
nada menos que la vida misma: el corazón, Dios
tiene que bendecirles mucho­ Apuntilló
Alberto.
277
El médico conocía bien nuestro testimonio,
entre otras cosas, por que a mise me ocurrió
una idea muy curiosa, días antes de la
intervención. Todos los cristianos conocemos
muy bien el Salmo 23: “El Señor es mi pastor,
nada me faltará”.
Pensé: “¿Porqué no
transformarlo un poquito?”, compré en una
papelería una cartulina, y un rotulador grueso,
y escribí con letras de molde y visibles:
“El Señor es mi Doctor, nada me ocurrirá/.
Me pone en frescas aguas y lleva a aguas
frescas/. Cura mi corazón / Me guía por las
rectas sendas/. Aunque tenga que pasar por
un quirófano /. No temo mal alguno por que
tú estás conmigo/”
Ese cartel, lo adherí con adhesivo, a la
cabecera de la cama de papá, de manera que
todo el mundo lo veía. Aquello formó una
pequeña revolución de comentarios positivos e
incluso, felicitaciones. Cardiología estaba en
la octava planta, y mas arriba, en la décima,
algunas habitaciones cerradas y utilizadas
como almacén general. La puerta principal,
siempre abierta, daba acceso a la capilla
general, la iglesia del Hospital, un precioso
templo, amplio y muy iluminado por la luz de
la calle. Mi madre y yo subíamos casi todos
los días, para orar tranquilamente, y cantar
con libertad nuestras alabanzas.
En la
entrada, de la iglesia, había una mesita con
diversos folletos y hojas informativas, para los
feligreses. Allí mismo deposité unos cuantos
evangelios. A la izquierda, un cuaderno
escolar, de tamaño “folio”, con un sin fin de
notas redactadas a mano. Me llamó la
atención, y averigüé que los creyentes,
escribían allí sus peticiones más íntimas y
personales. Pasando su hojas, una a una, me
estaba dando cuenta que me encontraba ante
sentimientos tan profundos que sentí un
verdadero respeto y amor. Sentimientos
278
abiertos,
lágrimas
de
madres,
ruegos
profundos, almas quebradas por el dolor,
oraciones convertidas en auténticos clamores,
y mucho amor, cariño, deseo, fe, confianza,
consuelo. Seres humanos que apenas sabían
escribir, garabateaban unas palabras de
socorro al Señor por su hijo atormentado con
la enfermedad. ¡Cuánto hubiera dado yo por
un cuaderno como ese!, para leerlo en
momentos de oración privada y unirme a esas
súplicas firmadas unas, la mayoría anónimas,
pero todas ellas redactadas por personas
totalmente desconocidas para los hombres,
pero no para Cristo. Sentía cada palabra allí
impresa como mías. Yo también escribí mi
oración, y al final redacté todo el Salmo 23.
Había hojas que se notaban con manchas
secas pero algo arrugadas por gotas de
lágrimas antiguas. Con ese ejemplar en las
manos le dije al Señor que bendijera a los
autores de esas oraciones e hiciera cumplir
sus peticiones. El doctor nos dijo que
estuviéramos atentos, más o menos a mitad
de la operación, por que el riesgo estaba en
que una vez operado el corazón, al
introducirlo en la caja toráxica había que
darle la orden de funcionamiento, y si no
respondía, surgirían los problemas.
La
intervención comenzó sobre las nueve de la
mañana. Todos estábamos en la
sala de
espera, allí se encontraban mi hermano
Florentino y su esposa. A media mañana,
mamá, yo y Manuel, subimos a la iglesia. Allí
alabábamos una y otra vez, y se oraba. En un
momento determinado, Dios me utilizó para
una profecía, el silencio era total:
“Yo soy soberano, y hago lo que deseo, pero
os amo. Yo tengo su corazón en mis manos,
estoy con el y con vosotros”.Aproximadamente a las trece horas del medio
día, me encontraba en el hall de acceso al
279
área de quirófanos, y he de confesar, bastante
nervioso.
La situación de los familiares y
amigos de un paciente que está siendo
intervenido, es muy difícil, ya que al haber
varios quirófanos en una zona, a la que no se
puede acceder por orden facultativa, y si
coincide que se están realizando distintas
operaciones, lógicamente hay un gran trasiego
de médicos y enfermeros en bata. Cada vez
que salía o entraba un doctor, o un sanitario,
nos sobresaltábamos, aunque fueran de otro
equipo médico distinto. El Doctor López, me
dijo que no nos moviéramos de allí, y cuando
salió buscándome precisamente a mi, y no a
mi madre, tuve algún temor y me aparté un
poco, pues temí alguna complicación, pero no
era este el caso por que todo había salido
mucho mejor de lo que el equipo médico
temía. El mismo cirujano,
que se había
preocupado por el estado de los tejidos
interiores, nos dijo que éstos estaban mucho
mejor de lo que él esperaba en un principio, y
que el corazón estaba respondiendo de una
manera muy eficaz. Papá fue trasladado a la
Unidad de Cuidados Intensivos. Allá iba en la
camilla, completamente entubado por las
fosas nasales y la garganta, inconsciente,
rodeado de aparatos de todo tipo. Ya en la
UCI, pude verle en la sala especial,
produciéndome
una
sensación
extraña.
Unidades
centrales,
ordenadores,
electroencefalogramas, cables, conexiones,
tubitos que salían o entraban en su cuerpo,
concediéndome todo ello la sensación de estar
en una escena de película de Ciencia­Ficción.
Todo salió mejor de lo que esperábamos, de
nuevo, el mover y el interés de Dios se
hicieron patente. No obstante, papá me había
dicho unos meses antes que el Señor, le dio
una visión sobre la operación:
­“He visto, hijo, una paloma blanca sobre un
quirófano”.­
280
El Espíritu Santo estaba allí, y aunque el
equipo medico no lo supiera, Dios dirigía todo
el trabajo. Algunos meses después, mi padre,
ya en casa estaba revisando algunos escritos
suyos muy antiguos, fue para mi una grata
sorpresa encontrar uno fechado en el año
1977, en donde se decía:
-“Tu verás operación santa y mi gloria se
manifestará”Recuerdo que esa promesa fue dada, viviendo
en el pueblo de Beas, en la Provincia de
Huelva, y que por ese entonces no sabíamos a
qué se estaba refiriendo el Señor. En principio
creíamos que sería una operación de tipo
económico, pero no era eso, Cristo tenía otros
planes. Muchas veces nos ha sucedido, el
Señor darnos un mensaje profético, y cuando
éste se ha cumplido, recordarlo nosotros
después.
­Papá, ¿recuerdas esa
Pregunté con cariño.
promesa
divina?­
­Claro que sí, pero no sabía cómo se cumpliría­
Asentó con su característica tranquilidad.
EL CABALLO DEL CUADRO
Mi
padre
no
dejaba
de
sorprenderme todos los días. En pleno proceso
de
recuperación,
seguíamos
haciendo
reuniones en casa. La vida seguía su curso
normal, y papá procuraba realizar su labor
como si no hubiera ocurrido nada. Sus
ingresos hospitalarios, detuvieron un tanto su
actividad cultural y de investigación, pero
281
cuando de nuevo se reencontraba con su
hogar, su máquina de escribir repiqueteaba de
nuevo en el silencio del hogar. Por el proceso
de enfermedad,
su cuerpo iba decayendo
poco a poco, sin embargo su vida espiritual
se fortalecía. Una tarde de Octubre, encontré
en un contenedor de basuras de la calle, dos
cuadros, que contenían dibujos de caballos.
Dos litografías de
equinos, que en sí no
estaban mal representados y dibujados, pero
los marcos estaban en mal estado, y eran muy
mediocres. En realidad no estaban para ser
recogidos.
Mi pensamiento: extraer las
representaciones plásticas de los animales, y
hacer con ellos otros cuadros mejores. Con el
objeto de que mi madre no los viera, y así
evitar protestas por su parte, los escondí en
una habitación, y me olvidé completamente de
ellos. Por casualidades de la vida, mamá se
topó, al día siguiente, con los decrépitos
cuadros equinos, con sus descoyuntados y
desmontados marcos de madera vieja,
acompañando al frugal descubrimiento con
una protesta contundente contra en papá,
quien no sabía nada del asunto.
­¡Eduardo!¿para que me has traído aquí esta
basura?¡yo todo el día limpiando y tu me traes
cualquier cosa!­
­Lolita pero si yo no sé quien ha puesto aquí
esto, habrá sido tu hijo Juan José, es la primera
vez en mi vida que veo estos cuadros, pero los
bajaré al contenedor de la basura—
Así las cosas, los dos caballitos, como buenos
hermanos, regresaron de nuevo a donde yo
los rescaté. Coincidió, que ese mismo día, el
pastor Manuel Arroyo, decidió visitar a mis
padres, sin previo aviso. Antes de entrar al
portal vio algo arrumbado, en el suelo junto a
la basura, en la acera, que pese a su mal
aspecto pensó que aun conservaban antigua
282
belleza, y que era digno de ser conservado
por mis padres.
­¡Hermano Eduardo ¿que tal están ustedes? –
Mientras les abrazaba en un cariñoso saludo.
Como lo que había recogido abajo le
estorbaba para el saludo, continuó: Eduardo,
me he encontrado esto en la calle, y ¿a que es
bonito?¡ se pueden reparar!¡para usted
hermano!­
Papá, se quedó perplejo y pensativo:
­¡Ay, Dios mío! ¡Otra vez los cuadritos!. ¿Cómo le
voy a decir a Manolo que no los quiero?­ Si, son
preciosos, déjalos aquí, junto a la pared, y
siéntate­ Decidió papá.
Manuel Arroyo, era pastor de las Asambleas
de Dios en Almería, pero eso no le libró de
caer víctima de una grave enfermedad, contra
la cual luchó con una valentía propia de un
hombre íntegro, valiente y fuerte en el Señor.
Había coincidido con mi madre en su proceso
de hospitalización, y aquello fue en cierta
medida un plan de Dios para acercarnos más.
Todavía hoy desconozco las razones por las
cuales la distancia entre nosotros era grande.
Es probable que la causa fueran comentarios
insidiosos que a veces tanto daño hacen. Sin
embargo,
el compartir la lucha contra la
enfermedad, hizo que ese supuesto muro se
cayera por si mismo. Arroyo, había sentido
orar con mi madre, recién salida de su
operación. Aun recuerdo ese momento tan
emotivo, cuando, al llegar yo, sin saber que
Manolo estaba allí, seguramente uno de los
momentos más bellos que yo recuerde de
esos meses. El pastor, se había abrazado a mi
madre, llorando sobre ella, y haciendo una de
las oraciones mas bellas y de mayor contenido
humano y cristiano que había oído hasta el
momento. No recuerdo todo su contenido,
pero aun vibra su sentimiento de humildad,
283
reconciliación, perdón y amor entre cristianos.
Cuando Manuel se marchó, me bajé con él. A
la mañana siguiente mamá tuvo la desgracia
de tropezar de nuevo con los caballos allí
colocados, y tras una nueva discusión, papá
de nuevo, los
volvió
a depositar en el
contenedor, con la esperanza de que alguien
se los llevara definitivamente de allí, y no
verlos nunca mas, el problema radicaba en
que a mi padre no le gustaba introducirlos
dentro del gran cubo de la basura, si no que
los colocaba junto a él. Esa misma tarde,
mamá esperaba la visita de su amiga y
hermana en Cristo, Joaquina, alrededor de las
siete, para orar y merendar algo juntos. La
mirada de la mujer, antes de subir a casa, se
había cruzado con algo que le llamaba
poderosamente la atención.
­¡Eduardo!­ exclamó nuestra amiga al entrar en
casa ­ ¡me he encontrado algo que es muy
bonito y que da pena que los hayan tirado!­
Papá, con cara de tedioso aburrimiento debió
de pensar: “¡Los caballitos otra vez! ¿pero que
he hecho yo para recibir este castigo?”.
Había decidido guardarlos harto quizá de tanto
viaje por la escalera con los cuadros dichosos,
sin saber para qué, ni porqué, pero tres días
después de esos curiosos acontecimientos
ecuestres, oró en la soledad de la noche,
sobre su enfermedad, y la constante pérdida
de fuerzas físicas que estaba experimentando
día a día. Abrió su corazón al Señor, y de su
interior manaba, como agua cristalina, una
sola oración:
­Señor, dame fuerzas.­
Frente a él, los viejos, vetustos, destartalados
cuadros de la discordia. Aparentemente
carecían de todo valor, pero al contemplar
esos équidos salvajes corriendo, trotando
284
fuertes y orgullosos, sintió que Dios le quería
hablar, y que lo iba a hacer, usando el modelo
de esas viejas litografías.
­“Señor, estoy viejo, y roto como esos cuadros, y
ya no sirvo, dame fuerzas, Señor”.
Papá sentía que tenía que contemplar, no los
marcos rotos, ni el trasfondo de esas
representaciones, de una manera o de otra,
tan rotas como él mismo, sino a los corceles
salvajes que contenían.
­“¡Señor!¿Qué me quieres decir?,¡se que me vas
a hablar”. ­
Dios, en su misericordia, le contestó:
“Yo te daré las fuerzas de un caballo”
¡Y se las dio!. Su arrugado rostro dejó caer
una lágrima, y allí mismo, en mitad de una
noche silenciosa, elevó sus manos al cielo
para orar en lenguas del Espíritu.
Han pasado los años, el ya ha partido con su
Señor, y yo aun conservo esos viejos dibujos,
como un recuerdo de aquel gracioso,
simpático, y bien humorado mover de Dios.
MI MADRE AL HOSPITAL
A las 13 horas del primer jueves
del Mes de Julio de 1998, regresé a casa tras
mi trabajo. Nada más llegar, Milagros me dio
una mala noticia:
­¡Juan José, tu padre ha llevado a tu madre al
hospital!,¡vete a urgencias, pues hace ya un
rato que están allí!­
No lo dudé un instante, sin cambiarme de
ropa, fui al hospital rápidamente. Mamá, que
285
ya tenía 80 años, se había caído cinco días
antes, de la cama, al darse la vuelta en la
cama, dándose un buen golpe lateral­dorsal
izquierdo. Yo mismo la había llevado, y tras
unas pruebas con Rayos X, le dieron el alta,
pues aparentemente, no encontraban ninguna
costilla rota. Recetó la doctora unas
medicinas, y el ruego de visitar al médico de
cabecera. Con los medicamentos pensamos
que se repondría poco a poco. Aun así, no
obtenía mejora ninguna. Evidentemente, papá
y yo seguimos las instrucciones, dándole
realmente, tiempo al tiempo, pero ninguno de
los dos y mucho menos ella, nos podríamos
imaginar que iba a suceder y cual era su
estado de gravedad. Precisamente, el fin de
semana anterior, estuvieron visitándola sus
hermanos carnales y demás familiares.
Cuando llegué a Urgencias, me encontré con
mi padre, aparentemente tranquilo, pero muy
preocupado.
­¡Papá! ¿Qué
mamá?­
ha
pasado?
¿Dónde
está
­En observación, no se puede entrar. Me han
dicho los médicos que es muy grave la
situación. Esta mañana, me tocaba cita con el
cardiólogo, sobre las 11 de la mañana. Le dije a
tu madre que se viniera conmigo, pues como tú
sabes siempre vamos juntos. Ella no quiso, por
que se encontraba mal, y yo no podía perder
la vez, por que era un tema muy delicado,
sobre la medicina que estoy tomando, el
“Sintrom”, así que decidí ir yo solo, pero al salir
de la consulta, suelo usar el autobús, y sin
embargo tuve una corazonada, regresando en
un taxi. Cuando subí a casa, lo más
rápidamente posible, pues tu sabes que no
puedo correr, que me agoto, encontré a tu
madre, sentada, sudando abundantemente,
con los ojos en blanco, y casi en estado de
coma. Le di tortitas en la cara, llamándola, por
286
si reaccionaba pero no fue así, así que llamé al
061, y en cinco minutos ya estábamos en la
ambulancia a toda velocidad. Puse su cabeza
en mis piernas, y acariciándola, le dije: “Lola,
cariño, no temas, que Dios y yo estamos a tu
lado”. Ella recobró el conocimiento, y pudimos
hablar un poquito, pero nada mas llegar la han
introducido y no puedo verla.­
Me di cuenta, que la situación era de enorme
riesgo, muy peligrosa, y sin embargo, la
tenacidad y el dominio de la situación que mi
padre tuvo fue ejemplar. Llamé a mi mujer,
para decirle que avisara a mi hermano
Eduardo lo antes posible y al resto de amigos
y familiares.
Al cabo de unas dos o tres horas, el médico
jefe
de urgencias, tomó la decisión de
enviarla a otro hospital, la “Cruz Roja”. Mamá
estaba consciente, despierta. Desconocía la
razón técnica de ese “teje­maneje” con la
ambulancia de “un lado para otro” llevando a
una enferma de ese calibre. Al bajar la camilla
del vehículo, ésta se rompió, ocasionando una
fuerte sacudida en el cuerpo de mi madre.
Estuvo ingresada en ese centro un par de
horas, entrando allí de nuevo en crisis
profunda, con fuertes sudores y entre cortada
respiración. Papá y yo nos dimos cuenta que
aquello no era nada normal. La doctora que la
atendió, me confesó que no sabía qué le
estaba pasando, que esa enferma se le
escapaba de las manos, y optó por devolverla
al otro hospital. De nuevo, la ambulancia. Allí
otro ingreso urgente. Inmediatamente, fue
introducida en observación, permitiéndome
verla.
­Juan José, hijo mío, y tu Eduardo­ Por mi
hermano, que estaba conmigo­ si algo os he
hecho, os pido perdón, ya me ha dicho el
medico lo malita que estoy y me van operar
con urgencia, así que si me voy con el Señor, lo
287
único que os pido es que cuidéis de vuestro
padre, y que me perdonéis, pues os quiero
mucho a todos, y las cosas las he hecho
siempre pensando en mis hijos y en papá­
­Mamá, por favor, descansa, no hay nada que
tengamos que perdonarte­ Le dijimos los dos.
­Y vuestro padre?¿cómo está?­ Me preguntó
­Está aquí, en la sala de espera, pero se
encuentra bien­ Contesté
­¡Pobrecito, decirle que le quiero mucho,......!­
Sin terminar de hablar, volvió a entrar en
crisis. El doctor, nos rogó que la dejáramos e
inmediatamente se la llevaron al quirófano.
Eduardo, mi hermano hizo lo que pudo,
informándose directamente con los amigos y
colegas sanitarios que conocía. El médico
quiso hablar conmigo unos segundos:
­¡El caso de su madre, es asombroso!¡es para
una revista médica!,¡nunca he visto nada así!­
­Doctor,¿qué sucede?­ Pregunté.
­¿Cómo es posible que en el anterior ingreso, el
de hace una semana, no se detectara lo que
realmente tenía?­ Me preguntó.
­Mi madre se cayó el otro día, yo mismo la traje
aquí, y no encontraron nada, eso es todo lo
que yo se­.
­Su madre ha estado con el bazo reventado
cinco días, hay que extirpárselo­ Fue su
alarmante respuesta.
Me quedé perplejo, por que en esas mismas
fechas, un conocido motorista deportivo
español, Carlos Checa, había sufrido un
aparatoso accidente en una carrera en
Londres, reventándose dicho órgano interior, y
se le intervino inmediatamente, salvándole así
288
la vida, pero el deportista era un hombre
joven, y mi madre una anciana de 80 años,
que además
estuvo viviendo con ese
traumatismo varios días.
Una vez operada,
la trasladaron a la sala de Observación. Allí
nadie podía
verla, pero se nos permitió la
entrada previamente uniformados con una
bata verde. Entré el primero en compañía de
mi tía Dora y mi padre, y antes de hablar con
ella, intercambiamos impresiones con la
doctora jefe:
­Doctora,¿cómo está mi madre, Dolores Rivas
Lara?­ Pregunté
­El caso de su madre, es para mí asombroso,
dado el cuadro que tenía ayer antes de la
operación. Es increíble. He de decirle que su
estado de salud es sumamente delicado, y no
me explico cómo ha podido salir de la
operación. Vamos a ver cómo evoluciona en
estas horas, pero se encuentra despierta, y muy
animosa­
­Doctora, somos cristianos y hemos orado a
Dios, quizá sea eso lo que le haya servido­
Expliqué.
­¡Debe de ser!, ¡debe de ser!, por que desde
que está aquí, está constantemente hablando
de Dios a todo el mundo, incluso conmigo.....
¡Pasen y hablen con ella!... ¡solo unos segundos!­
Allí estaba, entubada, algo hinchada, pero
muy serena, hasta el punto que en cuanto nos
vio a los tres, daba ánimos de forma
constante. En poco tiempo, ya había hecho
amistad con el equipo médico. Esa misma
tarde, la trasladaron a una habitación general
en la cuarta planta. Si algo he admirado en mi
madre, ha sido siempre su capacidad de
resistencia y su animosidad post­operatoria.
No sé, si es por que siempre ha sido una
mujer muy fuerte, en cualquier circunstancia,
289
el caso era que estaba constantemente
hablando con todo el equipo sanitario. Un par
de horas después fue trasladada a la 4ª
planta. Coincidió,
que en esa habitación
solamente
estaba su cama, no había
pacientes. Sería aproximadamente las cuatro
de la tarde. En una esquina, mi hermano
Eduardo, con rostro taciturno, junto a mamá,
mi padre, y yo frente a ellos, en la otra, todos
en un momento de silencio casi absoluto,
cuando algo me sucedió de forma inexplicable.
Contemplándola, sentí de pronto la presencia
sobrenatural de Dios, literalmente bajando
hacia mí, algo que tan solo pude percibirlo yo,
y oí en mi alma su poderosa voz diciéndome
con toda claridad:
“¡Estás ante mi poder!”
La unción del Espíritu Santo se hizo patente, y
allí mismo desde el interior de mi corazón le
adoré. Dios me estaba hablando de una
manera prodigiosa, pues lo que había
comenzado a hacer con mi madre, aún se
vería después. El problema era muy complejo,
por que al abrir para operar, los doctores,
descubrieron, al parecer, un cáncer de ovarios
con metástasis. Sufrió un paro cardíaco en
plena operación. Coincide, que durante la
misma, tuvo una experiencia con el Señor, se
sintió fuera de todo, muy feliz, y ante ella, la
presencia de Jesús. Unas palabras resonaban
en su alma:
“El Señor es mi pastor, nada me faltará”.
Muchas veces, hemos hablado, sobre este
tema, y siempre me ha dicho, que en ningún
momento sintió miedo, ni temor, tan solo una
felicidad inmensa, algo que no se puede
describir con palabras humanas. La estancia
en el hospital, duró un mes, mucho más que
la de mi padre, y su
recuperación.
Le
estaban administrando dosis de una medicina,
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que debía servir como tranquilizante, pero
cuyos
efectos
fueron
absolutamente
horrorosos, el Haloperidol, pues alteraba
notablemente el sistema nervioso periférico,
sobre todo por las noches, causándole crisis
nerviosas constantes. Costaba un enorme
esfuerzo mantenerla quieta en la cama, con
todos los tubos que tenía del suero y de las
medicinas. Se
levantaba, se acostaba, se
movía de un lado para otro, minuto tras
minuto, sin descanso, a lo largo de toda la
noche, y durante veinte días, llegando incluso
a delirar. Esa medicina era por prescripción de
los médicos cirujanos, y había que dársela.
En esos días de hospitalización, yo desconocía
las contraindicaciones de
ese fármaco, es
más, ni siquiera sabíamos qué era lo que le
estaban suministrando para calmarla. Aquel
mes fue un verdadero desastre para la familia,
y no por el hecho de que mi padre,
convaleciente de su enfermedad, tuviera que
vivir con nosotros,
sino por el enorme
desajuste que supuso. En mi casa, no había
mucho espacio, así que Milagros dormía con
los niños, y yo lo hacía con mi padre en la
cama más grande, por lo tanto teníamos la
oportunidad de orar y leer la Biblia juntos.
Tuve que asumir mis responsabilidades como
hijo, y atender a mis padres lo mejor que
pude. Necesitábamos alguien que estuviera
junto a mi madre en el hospital, y mi mujer,
tenía unos cuantos teléfonos de personas que
se ofrecían, previo pago, para cuidar
enfermos. Situando el dedo índice sobre un
número telefónico al azar, recuerdo muy bien
que dijo: “Llamaré a este teléfono, no sé
quien es, pero da igual, que Dios haga lo
que quiera, su voluntad es”. Al otro lado de
la línea contestaba una voz femenina, que
aceptó el trabajo, su nombre, Carmela. A raíz
de la amistad que surgió entre las dos, se creó
una relación personal, que Dios utilizó para
llegar
al
corazón
de
nuestra
amiga,
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convirtiéndose después en nuestras reuniones,
ella y sus hermanas. Varios meses después,
Carmela y su hermana Antonia, fueron
bautizadas en las aguas de nuestro Mar
Mediterráneo, por Alberto Araujo y mi padre.
Una tercera hermana, Dolores, se convirtió al
Señor. Al escribir estas líneas, ha pasado
algún tiempo de esos hechos y hoy, Carmela,
está sirviendo al Señor con un programa de
radio cristiana
de gran aceptación.
Su
bautismo
en
aguas
sería
la
última
manifestación del ministerio de papá.
MAS HOSPITALES
A mi padre, los doctores le
habían dicho que
su esposa
viviría seis
meses. Después de esa desalentadora noticia,
mamá no solo sobrevivió hasta el fallecimiento
de su marido, acaecido dos años mas tarde,
si no que ha sobrepasado dos años más, en
total, cuatro. Hoy 24 de Enero del año del
Señor 2003, aún está conmigo, habiendo
alcanzado 84 años de edad. Hace tres meses,
mamá ha tenido alguna dificultad para
evacuar convenientemente, por ese motivo ha
acudido repetidas veces a los servicios
médicos. En principio no se le había dado
mayor importancia, pensando, quizá en un
mal
menor
solucionable
con
sencillas
aplicaciones. Sin embargo su estado de salud
empeoró considerablemente en dos días. Los
síntomas que
tuvo en esos instantes, se
asemejaban
a los que
sufre de manera
regular por problemas digestivos. En el
servicio de urgencias del pueblo así los
trataron, provocando sin desearlo una
confusión
que
pudo
haber
tenido
consecuencias muy graves para su propia
vida. Como no mejoraba, di un plazo de horas,
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para
observar su desarrollo, y ante la
ausencia de respuestas positivas, opté por un
ingreso en urgencias en el Hospital de
Torrecárdenas. Se quedó ingresada, ya que los
doctores detectaron una oclusión intestinal
severa. Sometida a sueros, habían decidido
observar cómo evolucionaba, dándole unos
días y si no lograba defecar, habría que
operarla a vida o muerte dado su cuadro
clínico. Las posibilidades de sobrevivir a la
intervención quirúrgica eran sumamente
escasas. De nuevo, ante el dilema: ¿Qué
hacer?, simplemente, “orar”. No he dudado un
solo instante. Con la memoria del teléfono
móvil, cargada de números, he organizado
una cadena de oración, llamando a diferentes
amigos y hermanos de distintos lugares de
España. Por esas fechas,
coincidía que
cumplíamos
treinta
de
vida
cristiana.
Precisamente, yo ya había hablado con Alberto
Araujo para hacer algo especial en Almería,
una especie de culto­homenaje al Señor, con
la presencia de numerosos conocidos. El
ingreso de mi madre, lo cambió todo,
mejorándolo si cabe decirlo, por que lo que
hicieron Alberto y Lilias, su esposa, fue visitar
a mamá sin previo aviso, para darle una
sorpresa. Estando mi madre en observación,
antes de ser trasladada a la sala general, me
sorprendí al ver a nuestra hermana y amiga
Paquita, que entraba como un rayo a la sala,
con
su inacabable gracia, sonrisa y buen
hacer.
­¡Paquita!, ¿qué haces por aquí?­
­Pues que he venido a ver a mi hermana Lola­
­¿Cómo te han dejado pasar?
­Les he dicho que soy su hermana, y como es
verdad, aquí estoy­
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Allí mismo, puso su mano sobre el vientre de
mi madre, con una sencilla oración, cargada
de emoción y amor personal:
­“Señor, yo no sé lo que tiene mi hermana Lola,
en su vientrecito, pero tú lo puedes todo,
cúrala, mi Dios, haz algo por tu anciana hija,
Señor, en tu nombre, yo no tengo el don de
sanidad, pero eso no importa, porque quien sí lo
tiene eres tú mi Dios”.
Francisca, al terminar la oración
atentamente, para preguntarme:
me miró
­¿Tú no has sentido nada?, por que el Señor se
ha presentado y algo ha hecho en el vientre de
tu madre.­
En el proceso de hospitalización, el cirujano
me dijo que daba como plazo a mi madre una
semana para ver cómo evolucionaba, y si no
conseguía defecar, la operaría a vida o
muerte. Agradecí
la sinceridad, por que
siempre he enfrentado la enfermedad con esa
objetividad.
Coincidió en esos
días, que mi familia
cumpliría treinta años de vida cristiana, para
lo cual Alberto y yo habíamos hablado sobre la
necesidad de hacer un culto especial. El
ingreso de mi madre lo cambió todo,
mejorándolo, ya que mi maestro en Biblia y
su esposa Lilias, hicieron una visita especial,
el mismo día 11 de Noviembre a mi madre,
llenándola de alegría. No obstante, tres días
antes de la fecha indicada por el cirujano, el
aparato digestivo de mi madre comenzó a
funcionar. ¡Gloria a Dios! Aun así, el equipo
médico decidió mantenerla ingresada unos
días mas para observar su evolución. ¿Cuál
era el plan de Dios?, no lo sé pero quizás fue
abrir una puerta en los familiares de la
paciente que compartía con mi madre la
habitación, como así ha sucedido.
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Carta dirigida a mi madre, redactada en
persona por el Alcalde Don Santiago
Martínez Cabrejas, tras el fallecimiento de
papá,
manifestándole
sus
respetos
y
condolencias, mas como amigo personal que
en calidad de Alcalde.
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PARTE, EL SIGUIENTE PDF
La raíz del surgimiento de las modernas
sectas, está directamente relacionada con
su poder económico. Tras la manipulación
de la fe de multitudes, está su ávido deseo
de ganancia a toda costa, inventándose
para ello diversas patrañas embusteras, y
destruyendo la sana ingenuidad de quienes
buscan respuestas. Quizá por eso, hoy más
que nunca, los cristianos debemos
prepararnos con buen fundamento bíblico
ante sus amenazas, que son serias, ya que
además cuentan con un poder inmenso que
les proporcionan todos los modernos medios
de comunicación e Internet.
Pretendo, con mi testimonio
escrito: “Aquellos años, el
triunfo de la fe”, mostrar lo
que Dios ha hecho, en mi
familia, y por tanto en mi
mismo, a lo largo de mas de
tres
décadas.
Mi
deseo
ferviente,
es
que
otros,
conozcan
al
Señor
personalmente.
Así mismo, pretendo alertar, en la medida de mis escasas posibilidades,
a la comunidad cristiana, especialmente a la de fe evangélica, ante el
avance de grupos, falsamente llamados “fundamentalistas”, y que están
distorsionando de manera muy peligrosa, especialmente, al mover
actual del Espíritu, intentando someterle a una distorsión de las bases
bíblicas. Véase el G12, por ejemplo. Pero, el mismo Espíritu Santo, que
da los dones, (en griego: “carismas”, ó kerigma, de ahí: carismático,
como alguien que ha recibido esos dones) , nos avisó en 1ª Timoteo 4 de
la apostasía final.El Espíritu Santo y la Palabra de Dios, la Biblia, van
juntos, unidos, son una misma cosa, y la iglesia tiene el magisterio para
enseñar y examinarlo todo. EL AUTOR.
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