Anexo 9 - neuroartes.org

Navegando en los mares de la senectud.
V. Basilio Ortiz Lledó. Músico. Musicoterapeuta. Miembro del Instituto de Neuroartes.
Según los diferentes estudios y trabajos publicados en musicoterapia1, el uso terapéutico de la música
(más concretamente la utilización de la voz, los instrumentos musicales y el movimiento corporal) en el
contexto de residentes en centros geriátricos, puede facilitar y mejorar la autoexpresión física y
emocional, la comunicación interpersonal y el aprendizaje de nuevas habilidades, propiciando además
un estado anímico positivo, tanto individual como grupal.
Basamos también nuestros planteamientos en la perspectiva enunciada por el Instituto de Neuroartes: “
La práctica regular de actividades artísticas podría modificar la biología humana, actuaría sobre los
procesos neuronales, favoreciendo una plasticidad cerebral y afectiva del sujeto”. (… )2
La experiencia de trabajar con adultos mayores en Tijuana, México, fue un punto y aparte en mi carrera
como músico y terapéuta, al igual que como docente y alumno, en el Diplomado Neuroartes y Tercera
Edad3. Esta situación me llevó a entrar de lleno en otra cultura necesitando adiestrar mi oído en el rico
folklore mexicano, aprender ritmos, danzas y canciones de diferentes regiones, sondear en mi memoria
antiguos romances y canciones infantiles que misteriosamente habían impregnado mi propia historia
personal en España. ¡Hay tantos rasgos culturales comunes, tanta historia compartida y tanta
desconocida!.
La propuesta del taller de musicoterapia del programa Envejecimiento Activo se propuso trabajar con los
siguientes objetivos : Apoyo emocional; activación de facultades cognitivas; activación sensorial y motriz;
expresión y evocación de sentimientos, recreación; fomentar buenas relaciones. Dentro de mi set para
las sesiones, utilizaba como instrumento de base, una guitarra electro-acústica de caja estrecha y fácil
transporte que acabó bastante baqueteada. Por el lado de la melodía a menudo llevaba una melódica y
una flauta travesera, y otras veces una gran flauta de bambú, llamada bansuri en el Norte de India, que
utilizaba para los ejercicios de euritmia y de viaje musical. El equipo de percusión lo construí con
envases de plástico reutilizados, como bandejas de pasteles que son tambores, palillos chinos en
baquetas, botellas de plástico en maracas, tubos en flautas, botellas en raspadores. A los que añadí
claves de madera y un güiro. Portátiles y ruidosos; bastante en calidad y suficientes en número para el
trabajo grupal de dinámicas rítmicas. Instrumentos ideales para estimular la participación en grupo, los
reflejos, la precisión en el toque, la resistencia, movilidad de manos y brazos…
1 Por otro lado, la utilización de los términos “musicoterapia” o “terapia musical” o “taller de música” tomados como
tal, podría estar sujeto a discusión en el ámbito de este taller. Nos sumamos al enfoque de la musicoterapeuta Cora
Leivinson que, desde su amplio trabajo en el ámbito geriátrico, se cuestionaba esta misma problemática. En su
práctica, ésta resolvió que : “considerando que el planteo del taller era una intervención mayormente preventiva
desde la Musicoterapia, no insistí en el uso correcto del nombre del taller, ya que parecía que a nivel popular se
comprendía mejor. No debemos olvidar que en nuestra profesión aún es bastante desconocida”. Cora Leivinston.
2007. “Estimulación de la creatividad en un grupo de mujeres adultas mayores de la Sierra Noroeste de
Madrid” .Introducción para la tesis de licenciatura en Musicoterapia, Plan B de la Universidad del Salvador. Buenos
Aires. set.
2 Ver capitulo 1 texto [17] en Neuroartes, un laboratorio de ideas. Luc Delannoy, 2013.
3 Durante las temporadas de 2012 y 2013.
1
El computador también fue protagonista en las sesiones de DJ donde se encadenaban canciones para
su reconocimiento y comentario histórico, tanto personal como en el ámbito histórico sociocultural. Llevar
a cabo este tipo de taller implicaba llevar “a domicilio” las actividades, con el consiguiente traslado a
través de una ciudad que, hasta unos meses después, me era desconocida. Implicaba el desplazamiento
en transporte público, que resultó en un mayor conocimiento de la ciudad y mayor autonomía. Del lado
negativo, esta condición nómada del taller, acarreaba incomodidad e incertidumbre en las rutas y lugares
de destino, además del mayor deterioro y eventual pérdida de alguna de las herramientas y materiales
necesarios para las sesiones al transportarlos.
Una de mis dinámicas favoritas de los talleres, por su simplicidad, versatilidad y eficacia era el trabajo
con la pelota. Este simple juguete, de tamaño mediano y de goma, es multifuncional y casi siempre abría
las sesiones con él. Para la fase de caldeamiento y rompe hielos es esencial y permite trabajar
relaciones corporales inter e intrapersonales. Desarrolla la intersubjetividad de forma implícita y además
(casi) siempre es divertido jugar para (casi) todos los participantes. El trabajo con globos es un trabajo
parecido, pero que requiere de otro tipo de habilidades psicomotrices y forma de abordar el juego.
Otra de las herramientas esenciales que apliqué es el trabajo con la canción como objeto intermediario.
Esta supone un trabajo de conexión con los adultos mayores a través de la canción. Acceder a su
archivo sonoro, elaborando repertorios de distintos momentos, épocas de la memoria individual y
colectiva. Implica trabajar con diferentes tipos de canciones: canciones de amor, populares, étnicas, de
bailes, de trabajo, infantiles, canciones con gestos… y eso en una población de individuos con un Iso
musical4 muy diferente del Iso de los adultos mayores españoles. Aún así, creo que me supe adaptar
bastante bien, y conectar con ellos desde la atención, el respeto y el cariño adecuados.
Uno de los primeros y más interesantes talleres que realicé fue en el CERESO, una institución
penitenciaria, donde en colaboración con el área de Psicología del centro, se estableció un programa
piloto de asistencia al adulto mayor masculino. Había una población de casi un centenar de reclusos
mayores de 60 años, apenas atendidos en sus necesidades de ocio, esparcimiento y actividades
culturales y deportivas. Desde el Instituto de Neuroartes planteamos este trabajo como una intervención
que atendiera al mismo tiempo varias de estas necesidades. Debido a esto, al tamaño de los grupos y a
la imposibilidad de atenderlos más de una vez por semana, se decidió realizar sesiones de tres horas
una vez por semana durante tres meses, en un programa piloto.5 Para ello, formamos un equipo de cinco
talleristas, donde cuatro fungían como asistentes míos. Después de la primera entrevista con los
usuarios, centrándonos en la actividad musical, recuperamos inquietudes como hacer poesía, necesidad
de movimiento y aire libre, canto y práctica musical. Decidimos hacer una intervención donde la práctica
cotidiana de estas diferentes disciplinas pudiera integrarse en un todo durante una performance final.
Dividimos las sesiones y aspectos diferentes de las dinámicas y nos repartimos las tareas en el equipo.
Estas las llevábamos a cabo mayormente en la yarda anexa a sus pabellones y en algunas sesiones
también en aulas habilitadas al efecto. Los grupos oscilaron entre 22 y hasta 56 personas.6 Encontramos
4 “ El principio de Iso resume nuestros arquetipos sonoros, nuestras vivencias sonoras gestacionales y nuestras
vivencias sonoras de nacimiento e infantiles hasta nuestros días”. Es por tanto, “un sonido o conjunto de sonidos que
nos caracteriza y nos individualiza”. Rolando O. Benenzon Su utilidad en musicoterapia es abrir canales de
comunicación.
5 Por otro lado, para el acceso al centro, se requería de un protocolo de seguridad bastante exigente, el cual a veces
no permitió llevar a cabo las sesiones, con el consiguiente deterioro en el seguimiento y continuidad del programa. A
pesar de esta dificultad y algunas otras relacionadas con la propia idiosincrasia y limitaciones del cotidiano de la
institución, como el simple acceso al patio en grupos organizados por los guardianes, dificultado por el protocolo de
seguridad.
2
en gran parte de los reclusos una gran sed de actividad, de aire libre y de socialización con gentes no
relacionadas con sus vidas penitenciarias; así como en algunos casos apatía, resignación y aturdimiento
debido a las condiciones del encierro, y a la falta de hábito en manejarse con actividades de desarrollo
personal que les confrontaban su autoimagen y sus habilidades adquiridas.
.
El hecho de relacionarnos con personas de la tercera edad que además eran reclusos (muchos de ellos
sin conocer sus sentencias, sin contactos fuera, algunos enfermos crónicos, la falta de medios
materiales, etc), nos hacía plantearnos preguntas existencialistas y confrontarnos con muchos
sentimientos de desesperanza, soledad e incertidumbre propios de la senectud, que se agravaban por
las circunstancias carcelarias. Además, en la interacción con ellos se aparecía “el fantasma” de los
delitos que hubieran podido cometer los usuarios del taller (el cual no queríamos conocer para que no
afectara negativamente a la relación de asistencia) y también confrontamos cada vez con el temor
acerca de la propia seguridad, al entrar en un centro donde habían habido motines recientes.
Al terminar el taller, que se repitió en otra ocasión más pero de menor duración, me quedé con la
sensación final de fue una experiencia intensa y enriquecedora a nivel profesional y personal. Creo que
también lo fue para los miembros del equipo y que para la mayoría de los señores usuarios del taller fue
un gran aporte positivo en muchos aspectos.
Me doy cuenta con esta retrospectiva, que las intervenciones que realicé se podrían clasificar en dos
categorías en función de las condiciones en la atención y tipo de enfoque del lugar :
1) lugares asistidos por personas autodidactas con poca preparación previa y pocos recursos
económicos, centrados en la “supervivencia” diaria del cuidador y/o de los ancianos (la mayoría casas
privadas, donde los dueños eran a menudo los cuidadores y cohabitaban muchas horas del día –hasta
24 h en algunas casas de acogida- con los ancianos). De estos centros algunos eran centros de día
atendidos por voluntarios.
2) lugares donde la asistencia era planteada más formalmente, con enfermeras o cuidadores formados y
con orientación a gestión de negocio en el caso de los lugares privados o de tipo institucional con
recursos públicos, como el caso del DIF 7.
En el caso del numero 1, las interacciones con el personal y con los usuarios fueron en general más
distantes emocionalmente y más cargadas de protocolos sociales. Los recursos económicos eran
mayores en este tipo de centros y las aportaciones materiales a los usuarios eran mayores y en general,
de mejor calidad.
En los centros del tipo numero 2, los usuarios se entregaban (o rechazaban) las sesiones de una manera
más espontánea, individual y más cálida en general, así como los cuidadores estaban mucho más
involucrados con la vida de los AM (en ocasiones con implicaciones no muy sanas para la propia salud
de los cuidadores). Igualmente, las condiciones materiales eran más difíciles en este tipo de centros,
aunque a pesar de ello, las labores y convivencia de todos se llevaba de la mejor forma y tolerancia
común. Yo me sentía igualmente cómodo en ambos tipos de centros, aunque los de la categoría número
2 eran más demandantes a nivel emocional.
A lo largo de las dos temporadas, trabajé en unos 10 u 11 centros, donde desarrollaba diferentes
dinámicas, siempre acordes a mi método; donde primaba la creatividad ante todo y la atención al
individuo en el contexto de un trabajo de grupo. Este criterio en los talleres estaba alineado con una de
las premisas del Instituto de Neuroartes, la cual indica que “al incorporar actividades artísticas en la vida
cotidiana de sujetos que viven con trastornos mentales y /o neurológicos, nuestro objetivo no es ofrecer
remedios sino proponer caminos para que los pacientes vivan plenamente sus condiciones sin
convertirse en otra cosa; al incorporarlas de manera formativa y preventiva en la vida cotidiana del
público en general, nuestro objetivo es proponer vías para una sociedad humana más dinámica
7 DIF : Sistema Nacional (Mexicano) para el Desarrollo Integral de la Familia.
3
promoviendo la autonomía de un ser integrado en un contexto social ” 8.
A demás de las dinámicas como la de la pelota y el trabajo con la canción como objeto intermediario,
trabajé dinámicas de movimiento con la música como la euritmia, así como hice conciertos temáticos,
bailes, estimular la imaginación con música y dibujo, y sesiones de grabaciones por pistas donde los
usuarios podían escuchar un producto final, que habían trabajado previamente.
En los centros donde trabajé más meses pudimos observar más fácilmente algunos cambios
significativos en varios niveles de su experiencia. A nivel de la estimulación física pudimos apreciar un
despertar de los reflejos automáticos, mayor coordinación psicomotriz, menos horas durmiendo de día,
ligera tonificación muscular de extremidades y torso. También una mejora en autoestima, (ej, para
expresar necesidades a los cuidadores, decir menos “no puedo”), un aumento en expresiones de
agradecimiento, aumento en estabilidad frente a los cambios de humor, mayor expresión emocional de la
situación vital o de los cambios vitales. En el aspecto relacional, observamos una mayor tolerancia al
“otro”, un aumento en la participación en actividades grupales, mayor toma de conciencia de roles,
memorizar más los nombres de los compañeros, y una mejora de identidad de grupo. A nivel cognitivo
muchos adultos mayores presentaban mayor estabilidad atencional en el tiempo presente y mejora de la
atención sostenida. La terapia musical les permitía generar una disminución de las preocupaciones
básicas ligadas a la salud, del miedo, de la soledad, así como una mayor estimulación del placer al
escuchar y ejecutar la música, disfrute de la compañía al hacer una actividad conjunta que se mostraba
en aumento de expresiones de risa y de humor.
En cuanto a dificultades, cabría destacar aspectos tales como la elaboración personal que tuve que
hacer ante el choque emocional de enfrentarme en mi propia trayectoria vital la senectud y la muerte, es
decir las reflexiones propias existenciales acerca del final de la vida y como relacionarme cada uno de
ellos bajo estos aspectos. Esto estaba entroncado con el hecho de tener que cerrar cada taller y lidiar
con el sentimiento de abandono y el apego a los vínculos establecidos. ¿Cómo hacer para hacer un
buen cierre? ; era la pregunta que se me acercaba siempre durante las últimas sesiones. Caso aparte
era tratar con personas padeciendo de demencia del tipo Alzheimer, sus repeticiones y olvidos e
idiosincrasia. Lo terrible de esa condición y cómo llevarla en el cotidiano. Afortunadamente, durante los
seminarios del Diplomado de Neuroartes y Tercera edad, tuve la oportunidad de prepararme y
comprender un poco más acerca de estas situaciones.
También resaltaría mi reacción ante el abandono social de los adultos mayores y los pocos medios de
algunos lugares y las frustraciones por querer cambiar el status quo y no poder apenas intervenir.
Igualmente, destacar mi admiración por la labor de muchos voluntarios (en su mayoría mujeres) que
dedicaban su tiempo y recursos a atender a estas personas. En definitiva, mi experiencia resulto de un
gran enriquecimiento en mi proceso humano, que fomentó el reinventarme constantemente en un nuevo
contexto vital, de manera creativa y estimulante.
8 Ver capitulo 1. Neuroartes, un laboratorio de ideas.
4