De la Nueva España a México: Nacimiento de una geopolítica

DE LA NUEVA ESf£>A Ñ A A MÉXICO:
NACIMIENTO DE UNA GEOPOLÍTICA
R E L A C I O N E S
Alain
UNIVERSIDAD
7 5 ,
V E R A N O
19 9 8,
M u s s e t ICarmen
V O L .
XIX
Val J u l i á n
D E P A R Í S X, I N S T I T U T O U N I V E R S I T A R I O
ESCUELA NORMAL
SUPERIOR
DE F O N T E N A Y - S T .
DE F R A N C I A
CLOUD
orno señalamos en el artículo "La toponimia conquis­
tadora" (Relaciones, 70,1997), no existe descubrimiento
geográfico sin el nombre que le asigna el descubridor.
Descubrir siempre implica, de alguna manera, nom­
brar. A la hora de bautizar el paisaje -en la primera fase
de su apropiación, que puede ser paralela o no a la acción militar- el
descubridor suele fundarse en elementos externos sacados de su expe­
riencia. Se refiere por lo general a tal o cual característica física del nue­
vo territorio, o bien a un episodio fundador, recordado por su fecha o
contenido. Mediante la elección de un topónimo, el hombre como ser
histórico también nos da a conocer sus propios códigos de denomina­
ción. En esta perpectiva, cada nuevo nombre de lugar encierra una di­
mensión simbólica e ideológica que importa profundizar.
Nos interesaremos ahora por la toponimia colonial en el caso del te­
rritorio conquistado por Hernán Cortés entre 1519 y 1521. Tal territorio
no corresponde a un ente preexistente único sino que forma un espacio
abierto al que la Conquista española le viene a conferir una unidad,
unos límites -sujetos a cambio- y un nombre: la Nueva España. Este
nombre perdurará a lo largo de tres siglos antes de desvanecerse con la
Independencia. Sin embargo, existieron otros nombres que compitieron
con el de Nueva España, denominaciones anteriores o coétaneas, para
designar espacios que no siempre se ajustaban a los confines de ésta.
Hasta se advierte una tendencia progresiva, en especial fuera del mun­
do hispánico, a preferir el nombre de México al de Nueva España , inclu­
so durante el periodo llamado colonial. ¿Cómo fue nombrado y repre­
sentado por unos y otros este territorio en dicha época? Para intentar
contestar, hemos establecido un doble catálogo de los nombres que
recibió en los textos y los mapas geográficos , con el fin de valorar la impor­
tancia respectiva de cada denominación e intentar interpretarla.
El corpus de textos es una selección de un centenar de referencias,
que remiten esencialmente a obras históricas y relaciones de viajes escri­
tas entre el siglo xvi y la Independencia.1Cabe distinguir a sus autores
c
1
Se usaron principalmente para establecer la lista: H. F. Cline, Handbook of M iddle
American Indians, Austin, University of Texas Press, 1973, vol. 13; F. Esteve Barba, H isto­
riografía indiana, Madrid, Gredos, 1964; B. Keen, The aztec image in western thought, New
según que sean oriundos de Nueva España, España o del resto de Euro­
pa. En su gran mayoría, son fuentes usuales que aquí nos toca analizar
con otros ojos. La información puede hallarse en la elección significati­
va de los títulos de obras, pero también, indirectamente, en otros docu­
mentos. Por ejemplo en los epistolarios, se trata de mirar cómo se enca­
bezaban las cartas (¿México? ¿Tenochtitlan? o ambos a la vez...) y de qué
forma se alude al territorio.
El corpus cartográfico consta por su parte de unos 300 documentos
procedentes de diversos fondos (en especial el Museo Nacional de Mé­
xico y la Biblioteca Nacional de París) así como de fuentes bibliográfi­
cas. Cubren el mismo periodo que los textos y su procedencia geográfica
es también diversa. El fondo documental más importante lo constituye
el Département des Cartes et Plans de la Biblioteca Nacional de París.
Cuenta mayormente con mapas pertenecientes a distintos atlas como el
de Ortelio (objeto de múltiples reediciones en el siglo xvi) o el de Mannesson-Mallet (París, 1683). También se utilizó material cartográfico de
relatos de viaje y de libros de historia o geografía. En alguna ocasión
dimos con mapas aislados que fueron trazados por cartógrafos de ma­
yor o menor talento. Fueron incluidos en el corpus, pues no había mo­
tivos para descartar a priori la visión que brindaban del mundo en gene­
ral, y de la Nueva España en particular. Todo documento cartográfico es
valioso para el historiador, si bien en diversos grados. La cartografía
establece un vínculo directo entre percepción y representación del mundo
y nos ofrece a la par información sobre un espacio dado (reducido a for­
mas más o menos elementales), su descriptor y los destinatarios del
documento. Todo mapa, por elemental que sea, cobra sentido inscrito
en la serie formada para nuestro trabajo.
En este corpus cartográfico, los mapas del siglo xvi representan 19%,
los del siglo xvii 41%, los del xvm, 37%, el 3% restante es de principios
Jersey/New Brunswick, Rutgers University Press, 1971; Ch. Leclerc, Bibliotheca americana
(1867), reprint Paris, Maisonneuve et Larose, 1974; H. Ternaux, Bibliothèque américaine, Pa­
rís, Arthus Bertrand, 1837; H. Harrisse, Bibliotheca americana vetustissima. A description of
the works relating to America published between the years 1492 and 1551, New York, Philes,
1866, reprint Amsterdam, Schippers N.V., 1967. (Sería muy útil ahondar estos temas con
apoyo en la Biblioteca hispanoamericana de José Toribio Medina).
del xix, para atenernos a los límites cronológicos de este estudio. Los
mapas de origen francés son la mayoría (49%), y muy detrás vienen los
de Holanda y España (22%) y los de España (16%). Los motivos de se­
mejante distribución son obvios, ya que es la Biblioteca Nacional de Pa­
rís nuestra principal fuente de información. Tampoco es de extrañar la
importancia numérica de los mapas holandeses, fiel eco del papel fun­
damental que desempeñaron desde muy temprano los editores de Amberes o Amsterdam en la difusión de la información geográfica. Tam­
bién debe tenerse en cuenta que la Europa ilustrada no tuvo fronteras y
los grabados holandeses con frecuencia se inspiraron en obras extran­
jeras. Por ello resulta a veces difícil identificar el verdadero origen geo­
gráfico de un documento. Citaremos al respecto el caso de Jean Corens
y el de Corneille Mortier, sucesores del ilustre Pierre Mortier de Amster­
dam. Publicaron a lo largo del siglo xvm numerosos mapas dibujados
por el francés Guillaume Delisle (1675-1726): ¿debemos considerar que
se trata de mapas franceses u holandeses?
El documento más reciente de nuestra selección es la Carte des Etats
du Mexique au temps de la conquête en 1521, dessinée sous la direction de M .
l'abbé Brasseur de Bourbourg, d'après les anciens documents de la vice-roy­
auté, les cartes de la société de géographie et de statistique de Mexico, etc., pub­
licada en la Géographie universelle de Malte-Brun (Paris, 1858). Este mapa
es un verdadero instrumento para una geografía retrospectiva en pro­
ceso de elaboración, pues intenta reconstituir un territorio histórica­
mente fechado, e ilustra el permanente desfase -cada vez más nítido
con el correr de los años-, entre los conocimientos científicos de una
época y su expresión cartográfica. Manifiesto es que los mapas suelen
seguir lentamente el ritmo de los descubrimientos y las evoluciones po­
líticas. Los topónimos y demás apelaciones geográficas cambian con
bastante rapidez bajo la pluma de viajeros, cronistas o cosmógrafos. El
mapa en cambio parece querer perpetuar imágenes estáticas, territorios
inmóviles. Claro está que era más fácil -y económico- para un impresor
(como para no pocos autores) limitarse a copiar documentos anteriores,
lo cual explica en parte el retraso importante de la cartografía con
respecto a los textos y la información que éstos contienen. La práctica de
la copia encubierta estaba muy difundida en el pasado y hoy en día
complica la tarea del investigador: le obliga a discernir la aportación
original de cada documento entre esas escorias depositadas por los si­
glos y que afloran en el mapa cual capas geológicas.
N acimiento
de la
N ueva E spaña
Denominaciones iniciales
Los primeros contactos con lo que luego sería México y los primeros to­
pónimos que derivan de éstos se deben a las dos expediciones anterio­
res a la de Cortés. Tal es el caso de Yucatán , que fue considerado primero
como isla y situado "en la India".2Aparece mencionado como equiva­
lente de Nueva España , incluso en los primeros escritos cortesianos3y en
las versions abreviadas de éstos que muy pronto se difunden tanto en
Berlín como en Amberes. Ya en 1518, los descubridores aluden a la pro­
vincia de Culua, evocada bajo varias formas ("Mulua", isla de "Ulua"),
antes de ser descrita por Cortés. Las primeras cédulas reales retoman la
forma Aculuacan para referirse a la Nueva España4 citando también a
veces junto a ésta Ulua (o Uloa). Tales denominaciones, al confundir la
parte y el todo, podrían calificarse de error metonímico. También halla­
mos la mención de Gran España , que incluye las Antillas5y es usada en
2Itinerario de la armada del Rey católico... (1518), en J. García Icazbalceta, Colección de
Documentos para la Historia de México, México, Porrúa, 1971, vol.l, p. 281-306. Cortés reto­
ma el término en el prólogo de la Segunda Carta de Relación (30 de octubre de 1520) men­
cionando "tierras y provincias que ha descubierto nuevamente en el Yucatán [...] en espe­
cial hace relación de una grandísima provincia muy rica llamada Culúa". Véase también
Motolinía, Historia de los Indios de la Nueva España, (1541): "...Yucatán, de este nombre se
llamó la Nueva España" (México, Porrúa, Sepan Cuantos 129,1969, p. 155).
3Véase por ejemplo el encabezamiento de la tercera Carta de relación, "enviada por
Fernando Cortés, Capitán y Justicia mayor del Yucatán, llamado la Nueva España del M ar
Océano " en H. Cortés, Cartas de relación, Madrid, Castalia, 1993, p. 310.
4 Cedulario Cortesiano, México, Jus, 1949, documentos 2 (p. 33), 3 (p. 38) y 4 (p. 43).
5F. Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España (1558?), Madrid, Atlas, 1971 ( b a e
núm. 244, vol. 1), p. 113 le atribuye la denominación a Juanote Durán, autor de una Geo­
grafía de toda la Nueva España, que no fue impresa. A principios del siglo xvi, la expresión
Gran España designa las más veces el norte de México.
DE
LA
NUEVA
n s
ESPAÑA
CK c i n i
A MEXICO
Figura 1. H ispanicie novae sivae magnae... Abraham Ortelus, Teatro de ¡a Tierra Universal, Amberes, 1588.
el célebre mapa titulado Hispaniae novae sivae magnae recens et vera descriptio (1579), donde los términos nueva y grande se consideran como si­
nónimos (figura 1). Motolinía juzga por su parte que Nueva España
bien hubiera merecido el nombre de Nueva Hesperia, por la abundancia
de sus frutos y riquezas. Cabe señalar de paso que la asimilación del
conjunto de las Indias en general a las Hespérides dio lugar a un debate,
que se trasluce en el capítulo xv de la Historia de las Indias de Las Casas.6
Debate no exento de miras políticas, pues, como denuncia el dominico,
al establecer un lazo con una supuesta posesión antiquisíma de dichas
Indias (ya en tiempos remotos del presunto rey Hesperio) se pretende
fundar en tal prosapia y nombre una legitimidad imperial ultramarina
de honda raigambre.
Estos primeros nombres, si bien efímeros y correspondientes a los
tanteos iniciales del terreno, dejaron su impronta en algunos mapas. El
Globe Doré (1527) nos muestra América todavía unida con el continente
asiático (figura 2) y en él se pueden identificar deformes topónimos in­
dígenas, visiblemente inspirados en Cortés. Se advierten los términos
Hispania Nova , Aculuacan al norte y Culua al sur.7La toponimia españo­
la empieza a afirmarse mediante nombres ibéricos que no siempre sub­
sistirían, como ocurre con Sevilla, nombre que Cempoala recibió de Cor­
tés ("Cempoal, que yo intitulé Sevilla", escribe el conquistador).8 El
mapa en forma de corazón de Oronce Fine (París, 1536) recoge en parte
datos del Globe Doré. El sur de México es llamado Coluacana y no figu­
ra en él la palabra Nueva España.9 En la segunda mitad del siglo xvi,
desaparecen tales denominaciones.
6Fray B. De las Casas, Historia de las Indias, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1986 (edi­
ción de André Saint-Lu), pp. 75-82.
7 Globe D oré (1527), b n París, Depto. Cartes et Plans, 75 C 72822.
8 H. Cortés, op. cit., Segunda Carta, p. 162.
9 b n París, Depto Cartes et Plans, Ge d d 2987-43.
El bautismo
Aunque algunas fuentes10atribuyen a la expedición de Grijalva (1518) la
paternidad del término Nueva España, el bautismo oficial se debe a
Cortés quien lo justifica así al final de su segunda carta de relación a
Carlos Quinto:11
Por lo que yo he visto y comprehendido cerca de la similitud que toda esta tie­
rra tiene a España, ansí en la fertilidad como en la grandeza y fríos que en ella
hace y en otras muchas cosas que la equiparan a ella, me paresció que el más
conveniente nombre para esta dicha tierra era llamarse Nueva España del M ar Océa­
no, y ansí en nombre de Vuestra majestad se le puso aqueste nombre. Humillmente suplico a Vuestra Alteza lo tenga por bien y mande que se nombre ansí.
La creación cortesiana refleja la tentación asimiladora que pretende
integrar lo desconocido en el ámbito de lo conocido, según un proceso
usual, y a fin de cuentas bastante natural, en cualquier descubrimiento.
América se parece a Europa, es un espejo, repleto de promesas y propi­
cio para las aportaciones europeas.12La similitud declarada por el nom­
bre es una forma de legitimar la apropiación del lugar. Lo integra de
lleno en el orbe hispánico. En adelante, como dice Sahagún,13habrá una
"nueva" y una "antigua" .España, complementarias y dependientes. Los
argumentos cortesianos quedan inscritos en el mapa de Diogo Ribeiro
(cosmógrafo portugués al servicio de Carlos v) que lleva la fecha de
1529: "Dixose asy por q se alian aqui muchas cossas q ay en España (ay
10Antonio de Solís, Historia de la Conquista de México, población y progreso de la América
Septentrional conocida con el nombre de Nueva España (1684), libro i, cap. v, México, Porrúa,
1973, (Sepan Cuantos núm. 89), p. 34. También Humboldt, Ensayo Político sobre el Reino de
la Nueva España (1808), libro i, cap. i, México, Porrúa, 1978, (Sepan Cuantos núm. 39), p. 5
y W. H. Prescott, Historia de la Conquista de México (1843), libro v, cap. vi, México, Porrúa,
1976, (Sepan Cuantos núm. 150), p. 412. Lo mismo sucede en la Encyclopédie de Diderot
y d'Alembert, en el artículo Mexique.
11 H. Cortés, op. cit., Segunda carta, p. 308 (Subrayados nuestros).
12Véase Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias Nuevas, (Milán, 1975), México, fc e ,
1978, pp. 113-120.
13 Fray Bernardino de Sahagún, Prólogo a su Historia general de las cosas de la Nueva
España (1569) México, Porrúa, 1975 (Sepan Cuantos núm. 300).
ya mucho trigo q an llevado de aca en tanta cantidad q lo pueden car­
gar para otras partes ay aqui mucho oro de nacimiento)".14
El término de Nueva España no tarda en generalizarse y lo usan
todos los cosmógrafos que describen esta parte del mundo, cuyos con­
tornos todavía se ignoran. Entre las primeras menciones, cabe citar el
mapa Orbis universalis descriptio (1527) del inglés Robert Thorne.15
La perennidad de un nombre
La Corona acepta la propuesta de Cortés al nombrarlo en 1522 gober­
nador y capitán general de la Nueva España.16Esto no sucedía siempre,
ni tampoco era una garantía de que el nombre se mantuviera después.
Así "Nueva Castilla" jamás logró imponerse frente al topónimo de ori­
gen indígena, Perú. En México, algunos años después de la Conquista,
la Corona no accedió a la petición de Ñuño Beltrán de Guzmán y la pro­
vincia que él deseaba bautizar Espíritu Santo de la Mayor España , en un
afán visible de superar a Cortés, nunca se llamó así sino Nueva Galicia.
La Nueva España por su parte iba a durar y el desarrollo de la imprenta
tuvo sin duda una influencia decisiva al respecto. Los escritos cortesianos circularon inmediatamente por Europa, donde fueron editados por
lo menos 18 veces entre 1522 y 1532,17difundiendo ampliamente la ape­
lación de Nueva España. No deben menospreciarse las repercusiones de
los factores editoriales, pues ya sabemos cómo influyeron en el polémi­
co origen del nombre del continente, América, tras la publicación de los
Viajes de Américo Vespucci.18Una inmensa mayoría de títulos de libros
París, Depto. Cartes et Plans, Ge C 818.
15Divers Voyages Touching the Discoverie of America de Richard Hakluyt (Londres, 1582).
16Real Cédula del 15 de octubre de 1522, en H. Cortés, Cartas y Documentos, México,
Porrúa, 1963, (Biblioteca Porrúa), p. 581. Pédro Mártir de Anglería hace varias alusiones
a la confirmación real en sus Décadas del Nuevo M undo (1493-1525), traducción del latín
de A. Millares Cario, México, José Porrúa e Hijos, 1964-1965.
17 Véase Rudolf Hirsch, "Printed reports on the early discoveries and their recep­
tion", in First Images of America. The Impact of the N ew World on the Old, edited by Fredi
Chiapelli, Berkeley, University of California Press, 1976, vol II, pp. 537-558.
18El tema es debatido de modo apasionado por fray B. de las Casas, op. cit., caps. 163
a 166, pp. 642-660.
14 b n
atestigua la amplísima área de difusión del término Nueva España,
tanto en las obras de conquistadores, cronistas, religiosos como en los
relatos de viajeros de todos horizontes, desde Tomás Gage a Alejandro
Humboldt, pasando por Gemelli Carreri.19
Paralelamente, el uso de Nueva España prevalece en los mapas has­
ta fines del siglo xviii, e incluso más tarde en algunas ocasiones. La car­
tografía sólo refleja de esta manera el dominio español sobre los territo­
rios conquistados. Este fenómeno es patente en mapas franceses de la
época como el de Pierre Descelliers (1564) que lleva la mención "Nueve
Espaigne" [sic].20Medio siglo más tarde, el mapamundi de Ricci (1602),
jesuíta italiano instalado en la corte de los soberanos chinos, menciona
"Nuova Spagna", traducida en la lengua de los mandarines.21 En 1815,
H. Brué, en su mapa titulado Carte encyprotype de YAmérique méridionale,
sigue usando el término Nueva España.22
No obstante, la abundancia de referencias en el mismo sentido no
significa que exista perfecta unanimidad. Excepciones relevantes ponen
de relieve discordancias sobre el uso de Nueva España.
V ariaciones
lingüísticas y geográficas
El mayor rival de Nueva España , para designar un territorio equivalente,
es México , según se observa ya desde mucho antes de la Independencia, fe­
cha de la adopción oficial del nombre. Lo cual nos lleva a la pregunta:
¿por qué México se llamó así? ¿por qué es uno de los contados países
que tienen el mismo nombre que su capital? Partiremos del origen y
evolución del nombre para aventurar algunas hipótesis.
19Véanse asimismo Díaz del Castillo, Motolinía, Sahagún, Durán, Zorita, Francisco
Hernández y muchos más.
20Konrad Kretschmer, Die historishen karten zur Enddtdeckung Amerikas, reprint nach
Atlas von 1892, Frankfurt an Main, Umschau Verlag, 1991.
21 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge DD 4547-30.
22 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge C 7969-2.
De México-Tenochtitlan a México
La etimología de la que fuera capital de los aztecas antes de serlo del vi­
rreinato sigue siendo controvertida. Su primer nombre suele ir asociado
con la tribu procedente de Aztlán y sedentarizada en medio de la lagu­
na de México, tribu de los llamados mexitin (futuros mexicas), en relación
con el nombre del jefe de la peregrinación, Mexitli. Así aparece en el Có­
dice florentino. El segundo parece remitir a la tierra prometida que iden­
tificaron gracias al águila erguida sobre un nopal (tenochtli ).23
El nombre colonial se formó con la amputación de uno de los dos
componentes primigenios del doblete y se impuso enseguida.24Sólo se
ha conservado parcialmente la denominación prehispánica, a imagen y
semejanza de la urbe española que se superpuso a la ciudad vencida. Es
notable la continuidad entre capital azteca y capital virreinal, tanto a ni­
vel geográfico como toponímico. No hay verdadera fundación españo­
la de la ciudad ni tampoco se le da un nombre totalmente nuevo o im­
portado. ¿Por qué? Es cierto que Cortés, a medida que va avanzando
hacia el altiplano central, parece renunciar paulatinamente a bautizar
las ciudades por las que pasa, conforme van aumentando sus contactos
con los autóctonos y sus conocimientos acerca de ellos. Pero influyó se­
guramente más todavía en la pervivencia del topónimo la importancia
política de la ciudad como cabeza del llamado "imperio azteca". Se eli­
mina la parte menos pronunciable, y más indígena (acaso la de mayo­
res implicaciones religiosas y míticas). México-Tenochtitlan se convierte
en México. De ahí que títulos como los de López de Gomara o Sepúlveda25aludan a la conquista de México (jamás de Tenochtitlan). Se trata de
una mirada retrospectiva sobre la capital de Nueva España, de una pro­
23C. Duverger, U origine des Aztéques, París, Le Seuil, 1983.
24Los documentos oficiales y la correspondencia de Cortés sólo hasta 1535-1540 con­
tienen Temixtitan y Tenoxtitan (Cedulario de la M etrópoli mexicana, Departamento del Dis­
trito Federal, 1960, en especial Real Cédula por la cual se le otorga a la Ciudad el título de m uy
noble, insigne y m u y leal Ciudad de M éxico, 24 de julio de 1548).
25 Juan Ginés de Sepúlveda, De rebus hispanorum gestis ad novum orbem Mexicumcjue
(ms. publicado en 1780 por la Academia de la Historia) y Francisco López de Gomara,
Historia de la Conquista de México (1552), Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979.
yección hacia su historia pasada. Tal empleo, en especial en dichos au­
tores, no conlleva la menor carga negativa antiespañola.
El nombre de Tenochtitlan sigue apareciendo, si bien de modo adul­
terado, hasta mediados del siglo xvi en los documentos y hasta más o
menos 1570 en los mapas.26Este desfase característico del mapa (con res­
pecto al texto) tiene que ver con cierta inercia de su sistema de represen­
tación, que tarda en reflejar el uso real de la lengua. El Globe Doré (1527)
menciona Themistitlan. El mapamundi de la escuela de Dieppe (ca. 1536)
y el Globe Chadenat (mediados del siglo xvi) simplifican la tipografía en
favor de Temistitlan.27 Los italianos suprimen el sonido /£// característico
del náhuatl y usan Timistitan).28 Semejante variedad se encuentra en las
mismas cartas de Cortés en las que alternan Temustitán, Tenustitán, Temextitán, probablemente en ocasiones por obra de los copistas. De todos
modos, se comprueba una tendencia general a adaptar el nombre, redu­
ciendo su singularidad fónica, que es mayor que la de México , con res­
pecto a la lengua castellana.
Como corolario, el nombre de México a secas no tarda en imponerse
tanto en textos como en mapas. Figura por primera vez en nuestro corpus en 1530 en un mapa español anónimo.29 En 1544, el mapa del
mundo de S. Caboto reza curiosamente Merico .30Las ediciones sucesivas
del Civitates orbis terrarum de Braun y Hogenberg desempeñaron un im­
portante papel en la difusión de la apelación a partir de mediados del
siglo xvi al dar a conocer la "México Regia et Celebris Hispaniae Novae
Civitas" como una de las mayores y más ilustres capitales del orbe
conocido.
26Véase Universale descrittione di tutta la tierra conosciuta fin qui de Paolo Forlani, donde
la capital es llamada u m is t i t a m ( b n París, Depto Cartes et Plans, Ge DD 2987, núm. 67).
27Por orden, b n París, Dept Cartes et Plans, Ge DD 738-A pl. 6 y fotografía 77 C 81 710.
28Zaltieri, 1566 ( b n París, Dept Cartes et plans, Ge B 1699) y Forlani, 1570, op. cit.
29Perú regio Caroli V mandato..., b n París, Dept Cartes et Plans, Ge D 7957.
30 b n París: Res. Ge AA 582.
DE
LA
NUEVA
ESPAÑA
K>
Ut
A MEXICO
Figura 3. Le Vieux Mexique ou la Nouvelle-Espagne por Nicolas de Fer (1702), Biblioteca Nacional de Paris.
La confusión de los espacios: muchos Méxicos
Prevalece la palabra México, pero ¿cuál es su significado? El término
designa no sólo la capital virreinal, sino también varios espacios geográ­
ficos que se superponen, enmarañando los mapas. México sirve para
nombrar distintas divisiones administrativas y religiosas de Nueva
España: el Arzobispado, la Audiencia, la Provincia, la Intendencia (tras
las reformas borbónicas del siglo xvm), las provincias de diferentes ór­
denes religiosas, así como una de las dos provincias de la Inquisición
(siendo la otra la de Lima...). Todos estos territorios se traslapan -tanto
a nivel sincrónico como diacrònico- sin coincidir nunca del todo. De ahí
la complejidad que dificulta la lectura de ciertos documentos. En el siglo
xvii, el mapa del holandés Pierre Van Der Aa superpone varias denomi­
naciones: México (ciudad), Audiencia de México (jurisdicción) y México
(¿provincia?). En 1712, el Nouveau plan du port et de la ville d'Acapulco
(mapa anonimo francés) ilustra nuevamente las ambigüedades de la
designación, pues menciona a la vez: Nouvelle-Espagne, Gouvernement de
Mexico, Partie de la terre de Mexique.
La cuestión se complica un poco más cuando por referencia a la ca­
pital una zona septentrional recibe el nombre de Nueva México. Perte­
nece esta región al virreinato novohispano, pero parece ser considerada
como un apéndice exterior de éste, si miramos el título del mapa francés
de Nicolas de Fer (1702): Le Vieux Mexique ou la Nouvelle-Espagne (figura
3).31 Aquí está documentado un uso de la palabra México aplicada a
Nueva España, uso que no es infrecuente pues figura tanto en la monu­
mental Encyclopédie de Diderot y D'Alembert como en otros textos. En
su Géographie Universale (París, P.-F. Giffart, 1754), el jesuita Buffier
intentaba explicar el origen del topónimo septentrional: "¿Por qué se
llamó esta región Nuevo México ? Se debe a que los españoles sólo la
conocieron después de haber habitado el Viejo México, llamado Nueva
España, y de él sacaron esta colonia de Nuevo-M éxico". Cabe interrogar­
se sobre los efectos que esta creación Nueva México -aplicada a un espa­
cio vasto- produce sobre su referente, México, que en un principio es una
31 b n
París, Dept Cartes et Plans, Ge DD 4796 (70).
ciudad, como lo demuestra el artículo femenino inicial. El paso rápido
al masculino para designar la provincia (de Nueva a Nuevo México) igual­
mente repercute en el referente, al conferir tal vez existencia simétrica a
un posible "antiguo México", infinitamente más vasto que la ciudad.
Otra extensión semántica de interés se observa en la denominación
del actual Golfo de México. Desde muy temprano es designado como
"mexicano" (sinus mexicanus, golfo mexicano). Los topónimos rivales
(Golfo de San M iguel, Golfo de las Antillas, Golfo de Nueva España) no dura­
ron por lo general, si bien se indica todavía algún Golfo de la Nueva Es­
paña en mapas españoles hasta el siglo xvm (por ejemplo, en el mapa
anónimo Descripción del distrito del audiencia de Nueva España ),32lo que no
es de extrañar. Es decir que encontramos desde antiguo un golfo mexica­
no sin que exista previamente un México definido. Se elabora mediante
el adjetivo en la periferia novohispana -en el norte y en el golfo- una
suerte de México virtual, avant la lettre. El atributo mexicano se aplica
desde luego a espacios amplios y lejanos que exceden el golfo de Méxi­
co y la Nueva España: se habla de M er de Mexique ou de Nouvelle Espagne33 para remitir a la parte del Atlántico situada al este de las Antillas,
así como de Golfe et archipel de Mexique para referirse a las Antillas.34
La "mexicanización" culmina cuando el conjunto de América del
Norte (todavía por descubrir) es llamado mexicana. Entre otros casos, el
mapa de Théodore de Bry, America sive novus orbis... de 1596, menciona
los nombres de Hispania Nova, Golfo mexicano y América mexicana35 El
mapa del mundo de J. Van den Ende (1604) presenta la expresión inver­
tida Mexicana America. El Orbis terrarum descriptio de Nicolás Geilekerck
y J. Jansjonius (1632) prefiere indicar America septentrionalis sive mexica­
na (figura 4).36 Una vanidad holandesa pintada por Pieter de Ring, a
mediados del siglo xvn ofrece la imagen más hermosa de la America
32 b n París, Dept cartes et Plans, Ge DD 2987-8850.
33Pierre Moullart-Sanson, Des différentes manieres de présenter le globe terrestre en plan,
París, 1695 ( b n París, Dept Cartes et Plans, Ge D 12321).
34Cassini Fils, París, 1696 ( b n París, Depto Cartes et Plans, Ge DD 2987 núm. 112).
35 Museo Nacional de Historia, Mapas y Planos de México, siglos x v i al xix, México,
INEGI-INAH, 1988, p . 21.
36 BN París: cliché núm. 76 C 76 427.
ALAIN
MUSSET
Y CARMEN
VAL J U L I A N
F igura 4. Orbis Terrarum descriptio d e N ico la s G eilekerck, Biblioteca N a cio n a l d e Paris.
mexicana : está escrita en un globo terráqueo de suaves tonos, rodeado de
símbolos de la fugacidad de los bienes terrenales, entre los que figura
una pompa de jabón.37La redondez repetida del globo y de la pompa de
jabón es perturbadora y establece un vínculo visual entre el imperio es­
pañol y las nociones de fragilidad y caducidad.
Los holandeses no son los únicos en difundir esta "expansionista"
toponimia mexicana , vinculada desde luego por el estatuto de los adje­
tivos en la lengua que favorece cierta ductilidad. En 1641, un mapa fran­
cés publicado por Boisseau lleva un título nada equívoco: Hémisphère oc­
cidental contenant les parties du Nouveau Monde qui sont la Mexiquane et la
Peruane .38Por su parte Sansón d'Abbeville divide (ca. 1650) la América
septentrional en la Mexicane y la Canadienne (figura 5).39La reciente fir­
ma del TLC entre Canadá, e.e.u.u. y México no representa en ese aspecto
un gran trastorno geopolítico. Para la cartografía histórica, por lo me­
nos, México -pese a divergencias políticas, económicas y culturales- no
sólo forma parte de Norteamérica, sino que es Norteamérica. La denomi­
nación de América mexicana, frecuente en el siglo xvn, tiende a desapa­
recer después. Su ámbito de difusión es restringido: jamás se encuentra,
al parecer, en los mapas españoles que suelen usar el adjetivo septentrio­
nal para designar la zona.
Metamorfosis de mexicano y de México
El adjetivo mexicano usado como gentilicio ha experimentado cambios
semánticos a lo largo del tiempo. No fue creado un adjetivo sobre la pa­
labra Nueva España, si exceptuamos el reciente y especializado novohispano, no incluido en el Diccionario de la lengua española de la Real Acade­
mia. Los colonos se limitaron a retomar un instrumento preexistente,
hispanizándolo [pasando del gentilicio mexica al de mexicano] y modifi­
cando su sentido. El sentido actual de mexicano es fruto de sucesivas de­
rivaciones a partir del término inicial náhuatl. En un principio, los mexi­
canos (o los de Culúa) eran los indígenas del Altiplano central cuyo idio37 Stilleben m it M usikinstrumenten, Stealiche Museen zu Berlin.
38 b n Paris, Dept Cartes et Plans, fotografía C 76 430.
39 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge D 13 915.
ALAIN
MUSSET
Y CARMEN
VAL J U L I A N
Figura 5. L 'A m ériq u e S ep te n trio n a le por Sanson d'Abbeville, Biblioteca Nacional de Paris.
ma (el náhuatl) los distinguía de los de Yucatán. Los Artes de la lengua
mexicana se referían después de la conquista al idioma náhuatl. La
lengua mexicana era una lengua de los indios.
Con el tiempo, el área del término se ensancha considerablemente:
mexicano pasa a designar a todos los habitantes de México capital, sean
indígenas o no, y luego a toda la población del virreinato. Mexicano es
el nombre, casi cabe decir el título, que se confieren los criollos como
don Carlos de Sigüenza y Góngora. El jesuita expulso Clavijero presen­
ta su Historia antigua de México (1780) como "escrita por un mejicano",
en "testimonio de (su) sincerísimo amor a la patria".40Estamos lejos de
la peregrinación mexica...41El sentido criollo de mexicano, desvinculado
de los moradores autóctonos, implica un gran cambio de enfoque. Se
convierte en una autodefinición colectiva y positiva de los criollos frente
a la metrópoli y de los "españoles americanos" de sus demás dominios.
A partir de la adaptación y ensanchamiento del término náhuatl, un
grupo social ha logrado una identidad verbal: mexicano es el preludio de
una patria por venir que, en el ámbito hispánico, todavía no se llama
México.
Mexique, sin embargo, existe en francés desde el siglo xvi. Es sabido
que el francés actual, a la inversa del castellano, distingue la ciudad
(México) del país (Mexique). El segundo vocablo nació de las ambigüe­
dades de la traducción. Los traductores franceses de la época tendían
siempre a adaptar los nombres propios y una traducción de 1588 de la
obra de López de Gomara se titula nada menos que Voyages et conquétes
du capitaine Ferdinand Courtois (!). Un manuscrito atribuido a André
Thévet y que éste habría elaborado traduciendo textos españoles para
su Cosmographie universelle (1575) se titula Hystoire du Méchique .42De se­
mejante adaptación al francés surge la palabra "Mexique". A lo primero
coexiste con México, siendo ambas sinónimas para designar la capital de
Nueva España. Numerosos textos, como la Encyclopédie, así como gra40 Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México (1781), México, Porrúa, 1976,
(Sepan Cuantos núm. 29), prólogo.
41 Véase C. Val Julián, "Histoire du Mexique et histoire du lexique: les transferís
sémantiques de mexicano ", Caravelle (Toulouse), núm. 62,1994, pp. 163-177.
42 Ms núm. 19031 de la b n de París (Publicado por E. de Jonghe, Journal de la Société
des américanistes, París, 1905, ii, 1, pp. 3-45).
bados y mapas43se refieren en efecto a "la ville de Mexique". Lo intere­
sante es que cuando los autores españoles evocaban, como vimos, la
conquista de México (ciudad), los traductores optaron por la forma la con­
quête du Mexique [literalmente "del México"], formulación que sobren­
tiende la conquista de un país o región. Tenían a su disposición como
forma posible la conquête de (la ville de) Mexique y sin embargo no la usa­
ron. Este fenómeno se halla (por lo menos) en Gomara y Solís, dos au­
toridades historiográficas, objeto de muchas reediciones. Así, en Francia
M exique pasa a designar un espacio más amplio que el urbano. Ya es
potencialmente un país para el lector francés.
Los traductores, amén de las manipulaciones citadas, no vacilaban
en reducir los títulos, poniendo todavía más de realce el topónimo que
encierran. La historia de la conquista de México , población y progreso de la
América septentrional , conocida por el nombre de Nueva España (1684) de So­
lís se convirtió de esta manera en la mera Histoire de la conquête du
M e x i q u e El título francés revela que la mención de Nueva España no es
imprescindible (ni tal vez deseable). Mexique basta para una identifica­
ción clara de la materia. A fines del siglo xvm los títulos de varias
óperas, en su mayoría italianas, que se inspiran en el M otezuma de
Vivaldi asimismo aluden tan sólo a Messico, prueba de que el nombre es
conocido del público y portador de una carga exótica conforme a su
gusto, a juzgar por la boga de dicho género.
Todo lo anterior indica que la palabra México designa una ciudad
para los españoles (a partir de la cual se nombran las distintas entidades
administrativas y religiosas de las que es cabecera) mientras que para
los franceses (y tal vez para otros europeos), se refiere a la ciudad y al país.
La comparación de diccionarios da prueba fehaciente de ello. El primer
diccionario importante de la lengua castellana, el Tesoro de Covarrubias
(1611) en su artículo México tan sólo habla de una "ciudad populosísi­
ma".45En cambio, el Tesoro de las dos lenguas española y francesa, dicciona­
43 Cfr. Nicolas de Fer, 1715, Plan de la fameuse nouvelle ville de Mexique.
44Véanse por ejemplo las ediciones de París, 1691 y de La Haya, 1692.
45 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la len g u a castellana o española (1611) [reimpre­
sión de la edición de Barcelona 1674] 1943, p. 803. Véase J. P. Sánchez, "Sebastián de
Covarrubias et l'Amérique", Caravelle (Toulouse), 1976, núm. 27, p. 251-261.
rio bilingüe de César Oudin inspirado en el anterior, indica en la edición
de 1675 que México es "une ville et royaume des Indes" y da como traduc­
ción "Mexique". La cartografía francesa, más lenta, seguirá vacilando
entre Golfe de M exique y Golfe du Mexique hasta imponer a fines del siglo
xvm el segundo. Por consiguiente la lengua francesa dispone desde muy
temprano de una herramienta -la palabra M exique- que le permite pen­
sar y designar el territorio que nos ocupa sin necesidad de llamarlo
Nueva España.
MÉXICO O CONTRAESPAÑA
Fortuna europea de México
Medio siglo después de la conquista, "Mechique" está documentado en
Francia, como vimos con el libro atribuido a Thévet. Desde entonces la
forma Mexique aparece en los títulos, solo o junto con Nouvelle-Espagne
-pero en este último caso, siempre en primera posición-. Ejemplos de
ello son la traducción francesa del libro de Thomas Gage (1672) o el títu­
lo del texto de Jean de Monségur (1714).46 Fuera de los especialistas o
viajeros conocedores del área que mencionan, los autores que tratan de
otras materias y que en algún momento se ven obligados a referirse en
unas líneas a Nueva España suelen preferir hablar de "Mexique", con
alusiones desde luego más bien peyorativas. Así, en las Lettres édifiantes
el jesuita Tallandier (1715) describe una capital atestada de "vagabun­
dos, picaros, holgazanes, ladrones y asesinos", en la que uno no se en­
cuentra seguro "ni en las calles ni en su propia casa".47Montesquieu se
mofa de la arrogancia en sus Lettres per sanes (1721).48 Raynal, en la
46 Por orden: Relation du Mexique ou de la Nouvelle Espagne de Thomas Gage, en M.
Thevenot, Relation de divers voyages curieux..., Paris, André Cramoisy, 1672 y Nouveaux mé­
moires touchant le M exique ou la Nouvelle Espagne, 1708 (ms. 24.228 de la b n de París) cuya
traducción al español se publicó recientemente en México, con prólogo de J.P. Berthe.
47 Lo cita Jean-Paul Duviols, L'Amérique espagnole vue et rêvée. Les livres de voyages de
Christophe Colomb à Bougainville, Paris, Promodis, 1985, p. 255.
48 Lettre lxxviii (Paris, Gallimard, Folio núm. 475, p. 195).
Histoire philosophique et politique des deux Indes (1772), emite un juicio pe­
simista sobre le Mexique, cuyo pueblo padece una "ignorancia más pro­
funda todavía que en las otras regiones sometidas a Castilla".49 En la
correspondencia diplomática, se habla de los criollos "afeminados y su­
persticiosos".50La crítica del sistema colonial español que aflora en estas
citas va acompañada por la exclusión del término Nueva España en di­
chos textos. La hostilidad hacia España se traduce por la renuencia a
emplear este topónimo impuesto y por el uso preferente del topónimo
rival, de sonoridad y origen prehispánicos.
La progresiva preferencia europea por M exique se confirma en la car­
tografía. En el siglo xvi pocos mapas lo eligen,51pero las cosas cambian
en el siglo siguiente. España sufre una grave crisis económica, política y
demográfica. Inglaterra afirma su poderío marítimo, mientras que Fran­
cia se impone como primera potencia continental europea. Montcornet
graba por entonces un mapa del Nuevo Mundo con la inscripción Coste
du Mexic.52 Auvray de Garel, por las mismas fechas, yuxtapone las ape­
laciones Mexique (para el norte del país) y Nouvelle-Espagne (para la par­
te central) en su Mappe-monde ou représentation de la terre en plan.53 En
1650, Sansón d'Abbeville, geógrafo del rey, impone la denominación
M exique ou Nouvelle Espagne,54 cuando Francia sale victoriosa de la Gue­
rra de Treinta Años (figura 6). Posteriormente, sus mapas serán objeto
de múltiples copias. Sin embargo, hay que esperar el principio del siglo
x v iii para que aparezca la mención México or N ew Spain en los mapas in­
gleses, mientras que los holandeses, acaso por preservar un equilibrio
entre las dos grandes potencias, siguen prefiriendo en su mayoría el
nombre de Nueva España. No obstante, se advierte en los cartógrafos
franceses un efímero cambio a principios del siglo x v ii i , cuando los Bor49Histoire philosophique et politique des deux Indes (1772) por el Abad Raynal (Antologia, Paris, Maspéro-La Découverte, 1981, pp. 93-94 y p. 96).
50Véase J. R. Aymes, "La connaissance du Mexique en France pendant le Consulat et
l'Empire", Tilas (Estrasburgo), x, 1970.
51 "Mexicanum regnum" en el mapamundi en forma de husos de Amberes, a finales
del siglo xvi ( b n Paris, Dept Cartes et Plans, Res. Ge A A 1255).
52 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge D 15504.
53 b n Paris, Dept Cartes et Plans, fotografia nüm. 79 C 91 278.
54 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge D 13915.
DE
LA
NUEVA
ESPAÑA
A MÉXICO
Figura 6. Mexique ou Nouvelle Espagne por Sansón d'Abbeville, Biblioteca Nacional de París.
bones suceden a los Austrias. En los mapas dibujados e impresos en Pa­
rís la apelación Nouvelle-Espagne cobra repentinamente un nuevo vigor,
como si se tratara de devolver cierta legitimidad a los territorios de ul­
tramar gobernados en adelante por un nieto de Luis xiv.
La siguiente etapa coincide con el momento en que los Borbones de
España afirman su independencia frente a todas las potencias europeas:
entonces la Nouvelle-Espagne desaparece por completo de los mapas, y
cede el paso a Mexique a secas. Al parecer, tal evolución se inicia en Fran­
cia, una vez más. Desde 1713 (año en que Felipe v sube al trono espa­
ñol), el Atlas historique de Châtelain y Guendeville presenta un mapa del
centro de México titulado Carte du Mexique,55 en el que los autores uti­
lizan Nouvelle-Espagne para designar los territorios norteamericanos. En
1722, Jean Corens y Corneille Mortier imprimen el mapa de Guillaume
Delisle llamado Carte du Mexique et de la Floride. Unos veinte años más
tarde, el Globe terrestre dédié et présenté à Monseigneur le Dauphin par
Jacques Baradelle designa el virreinato novohispano con la palabra
M exique.56
¿Y los mapas peninsulares? Constituyen una excepción reveladora,
pues, por lo que conocemos, España es en la época el único país que jamás
usa el término México para designar algo que no sea la capital. Lo cual incita
a que nos interroguemos sobre una posible correlación entre la forma de
denominar este espacio colonial y el contexto político e ideológico de ri­
validad entre las potencias europeas y España.
M éxico: ¿un invento criollo?
Durante algún tiempo, se barajó la posibilidad de que México se llama­
ra Anáhuac, recurriendo al nombre náhuatl de la región central (cuya
precisa extensión se desconoce: ¿cubría tan sólo el valle de México o se
extendía más allá de él?). El antiguo topónimo renace a fines del siglo
xviii, cuando figura en el subtítulo de las Tardes americanas de J.J. Grana­
dos y Gálvez (México,1778) antes de formar parte del título de la obra
55 b n
56 b n
París, Depto Cartes et Plans, Ge DD 1534.
París ,Depto Cartes et Plans, Ge A 1303.
militante de fray Servando Teresa de Mier, Historia de la revolución de
Nueva España, antiguamente Anáhuac, editada en Londres en 1813, du­
rante las luchas por la emancipación. Ese mismo año, el patriota Morelos declaraba la independencia de México en el Congreso de Anáhuac,
celebrado en Chilpancingo.57Anáhuac prosperó en el momento de la radicalización de la ruptura con España y de un retorno simbólico a los
orígenes autóctonos. Nuevas lecturas de la historia modificaron la valo­
ración del pasado colectivo. La Conquista fue interpretada en la época
como un enfrentamiento entre indígenas e invasores.58La Independen­
cia pretendía ser para autores como C. M. Bustamante una revancha so­
bre la conquista, a la par que una restauración y continuación del impe­
rio azteca.59
Fuera de las Indias, la expresión que ya vimos en el mapa de Nicolás
de Fer Vieux Mexique ou Nouvelle Espagne establece una doble distinción,
de orden espacial (con respecto a Nuevo México) pero también tempo­
ral e ideológico (entre el México prehispánico y colonial). Esta doble
apelación se difundió por toda Europa, como lo muestra el globo terrá­
queo en forma de husos realizado en Italia hacia 1720. Menciona éste in­
teresantes topónimos como: Messico (la ciudad), Golfo del Messico (alu­
sión a una zona y no a la capital), Nuovo Messico, y en especial Vecchio
Messico-Nova Spagna (figura 7).60Los Mexicains, como "etnia o pueblo",
aparecen representados en el mapa titulado Esquisse d'un tableau du
genre humain, compuesto en París por Melle Le Masson Le Gollet y eje­
cutada por M. Moithey, ingeniero geógrafo del rey en 1794.61Lo que se
proclama en México el 28 de septiembre de 1821 es la Independencia del
imperio mexicano, e Iturbide es coronado emperador.62
57 Pensamiento político de la emancipación 1790-1825, Caracas, Biblioteca Ayacucho,
1977, vol. 2, p. 53.
58 V. Rico González, Hacia un concepto de la conquista de México, México, Instituto de
Historia, 1953.
59J. L. Phelan, "Neo-aztecism un the eighteenth century and the genesis of mexican
nationalism", in Stanley Diamond (ed.), Culture un History: Essays in Honor of Paul Radin,
Nueva York, Columbia University Press, 1960, pp. 760-770.
60 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge D 5057.
61 b n Paris, Dept Cartes et Plans, 85 D 7921.
62 Pensamiento politico..., op. cit., vol. 2, p. 289.
Figura 7. Globo terráqueo italiano en forma de husos {ca. 1720), Biblioteca
Nacional de París.
Subyace a tales formulaciones un pensamiento político que se apo­
ya en un bricolage histórico reductor, pues mediante la elección de M é­
xico sólo se rehabilita a los mexicas, que no representan la totalidad de
la población mesoamericana, ni en el tiempo ni en el espacio. Tal reha­
bilitación no hace más que reproducir la jerarquía política y la expan­
sión azteca en la zona en el momento de la Conquista pero su función
es legitimar el poder al que aspiran los criollos: borrando la era novohispana como si se tratara de cerrar un paréntesis, afirma la continuidad
del espacio y tiempo locales.
Frente a vocablos rivales como mexicano y México, Anáhuac está con­
denado a desaparecer (¿qué gentilicio hubiera engendrado? "anahuaquense" tal vez...). Los dos primeros llevan tres siglos rondando por la
lengua y por la imagen. El adjetivo, adaptado al español y modificado
en su significado, abrió camino para el sentido nacional del sustantivo,
inicialmente reservado para designar la capital. Ambos, adjetivo y sus­
tantivo, pueden a partir de entonces funcionar conjuntamente. La patria
de los mexicanos se llama México. Anáhuac sólo subsiste en las visiones
idealizadas o poéticas de la literatura (Visión de Anáhuac, de Alfonso Re­
yes, 1917) o en los escritos indigenistas algo extremistas de los cincuen­
ta, cuando la conquista de México fue rebautizada Invasión de Anáhuac.63
C on c lusión
México, en sus límites geográficos y políticos, fue fruto de dinámicas
contradictorias, pues los intereses políticos y económicos de la metrópo­
li no podían coincidir con los de los criollos ni con los de las demás po­
tencias europeas. España quiso dejar una huella poderosa en su primera
conquista importante en el continente americano y para hacer de ella
Véase Luis Villoro, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, México,
1967, pp. 153-161. La resurrección periódica del término Anáhuac es atestiguada
por los títulos : Relaciones de Hernán Cortés sobre la invasión de Anahuac, México, 1958 (se
trata de la edición de Eulalia Guzmán de las Cartas de Relación ) o M otecuhzoma Xocoyotzin
o M octezuma el Magnífico y la invasión de Anáhuac, de Ignacio Romero Vargas Yturbide,
México, 1963-1964,3 vols.
63
unam,
una suerte de doble suyo en ultramar, la nombró Nueva España. El fin
histórico de la Nueva España y su sustitución por México fue la culmi­
nación de un proceso que llevaba muchas décadas de producción en el
plano semántico. Criollos y europeos tenían motivos propios (y distin­
tos) para rehusar el empleo del topónimo colonial. Pero su resistencia
tuvo la misma función, la de expresar una negación de España. México
no significó para ellos una Nueva España, sino más bien una ContraEspaña.