Miguel de Cervantes adaptación de Agustín Sánchez Aguilar ilustraciones de Nivio López Vigil Índice Érase una vez don Quijote ¡Temblad, gigantes del mundo! 3 Dulcinea no tiene ojos de sapo 16 La noche de los líos 28 La guerra de los rebaños 44 Misión en Micomicón 58 Don Quijote viaja en jaula 74 Actividades 91 Presentación Cuando un libro nos fascina, no dudamos en recomendárselo a todo aquel que se cruza por delante. Ese deseo de compartir el tesoro de la buena literatura explica que los adultos llevemos mucho tiempo invitando a los niños a leer el Quijote. Sin embargo, los jóvenes rara vez se unen a nuestro entusiasmo y a menudo se preguntan con desconcierto qué demonios le vemos a esa remota obra maestra. Ocurre que Cervantes no escribió su novela pensando en los niños, sino en un lector adulto capaz de responder con un gesto cómplice al estilo malicioso de la ironía y la parodia. Desengañémonos: para leer el Quijote es necesario dominar un vocabulario extenso y poseer unas nociones culturales que no están al alcance de un lector en formación. Así que un niño o una niña de menos de diez años sólo podrán participar de la fiesta del Quijote si modelamos la novela para dotarla de un lenguaje y una visión del mundo asequibles a la infancia. Tal es el fin que persigue este libro, en el que se presenta con detalle a los protagonistas del Quijote y se relatan las aventuras más divertidas de la primera parte de la novela. Más que resumir la obra de Cervantes, pretendemos que los primeros lectores paladeen con placer el mundo de don Quijote. Desde luego, aquí se cuenta quiénes fueron Sancho y Dulcinea, qué pasó con los molinos de viento y con los cueros de vino y por qué don Quijote lleva ese sombrero tan raro que parece un plato de hojalata. Pero además hemos procurado que esas aventuras le permitan al lector respirar el espíritu del Quijote: su arrolladora vocación cómica, su deseo de confrontar la realidad y el ensueño y su mágico talento para describir con precisión cómo somos los seres humanos. Al tiempo que marginábamos parte de la acción, nos ha parecido conveniente amplificar algunos flecos del original para que este libro se baste a sí mismo y no requiera explicaciones externas. Así, el capítulo primero integra en el discurso narrativo una descripción de cómo eran los libros de caballerías, información que resulta indispensable para seguir sin dificultad la historia de aquel loco manchego que creyó que vivía dentro de un libro. En cuanto al estilo del relato, el título intenta decirlo todo: Érase una vez don Quijote expresa la voluntad de remedar el lenguaje sencillo pero cautivador de los cuentos folclóricos para que el lector sienta que el Quijote no es un mamotreto polvoriento escrito en una lengua arcaica, sino un libro vivo que nos habla de tú a tú. Confiamos en que, de la mano de ese estilo y de los disparates de don Quijote, los niños le pierdan el miedo a la novela original para que algún día la abran con ilusión, convencidos de que les aguarda un libro ameno y divertido, y no una temible maldición académica que ha de matarles de aburrimiento. Agustín Sánchez Aguilar ¡Temblad, gigantes del mundo! Seguro que habéis oído hablar de don Quijote. Cuentan que vivió hace muchos siglos en una aldea de la Mancha, entre campos de trigo y molinos de viento. Lo que quizá no sepáis es que don Quijote no se llamó así desde niño, pues en verdad lo bautizaron con el nombre de Alonso Quijano. Hasta que cumplió los cincuenta años, al señor Alonso no se le pasó por la cabeza llamarse de otra forma. Pero un buen día decidió hacerse caballero andante y entonces se puso el nombre de don Quijote de la Mancha. Y desde aquel momento su vida cambió para siempre. 7 Érase una vez don Quijote Todo empezó por culpa de los libros. Al señor Alonso le encantaba leer. Le gustaban los poemas de amor y las novelas de pastores, las historias de viajes y los versos de moros y cristianos. Pero lo que le volvía loco de verdad eran los libros de caballerías. Hoy ya nadie los lee, pero en la época de don Alonso la gente los adoraba. Los libros de caballerías contaban las aventuras de unos tipos la mar de valientes que se hacían llamar “caballeros andantes”. Iban por los caminos a caballo, con una lanza en la mano, una espada colgada del cinto y un escudo apretado contra el pecho. Buscaban malvados a los que derrotar y huérfanos y viudas a los que defender. Dormían en el bosque bajo un manto de estrellas y soñaban con hermosas princesas a las que habían jurado amor eterno. Y no pasaba un solo día sin que lucharan contra un brujo que les tenía manía, contra un ejército de bribones o contra un dragón que vomitaba fuego. Un buen caballero andante estaba dispuesto a dar su vida por los demás y no le tenía miedo ni a la mismísima muerte. Una vez, al caballero Brandibarbado de la Manos Blancas se le apareció en mitad del bosque un gigante alto como una torre que le dijo a gritos: —¡Ven aquí, caballero, lucha conmigo si te atreves! 8 ¡Y vaya si se atrevió! Brandibarbado sacó su espada, saltó sobre el cuello del gigante y lo envió al otro mundo en un visto y no visto. ¡Ah, la vida de los caballeros andantes era maravillosa! O al menos eso era lo que pensaba el señor Alonso Quijano. 9 ¡Temblad, gigantes del mundo! A don Alonso le gustaban tanto los libros de caballerías que los leía sin parar de día y de noche. Cuando la criada lo veía encerrado en su cuarto, siempre le decía: —¡Si sigue leyendo sin parar se volverá loco con tanto dragón y tanto gigante! A lo que don Alonso contestaba: —Déjame leer, que estoy en lo mejor de la historia. El caballero Florambel acaba de beberse una pócima mágica con la que sanará de todas sus heridas. O respondía: —Déjame leer, que el caballero Cirongilio de Tracia acaba de rebanarle la cabeza a un dragón que tenía seis pares de ojos. O le decía: —Déjame leer, que el caballero Amadís de Gaula está declarándole su amor a la bellísima Oriana en el castillo de Miraflores. Así que la criada se marchaba gruñendo. No podía entender que, a sus cincuenta años, don Alonso disfrutara como un chiquillo leyendo aquellos disparates. 11 El caso es que el señor Alonso se aficionó tanto a los libros de caballerías que dejó de comer y de dormir, porque no hacía otra cosa más que leer y leer. Incluso llegó a vender buena parte de sus tierras para comprar libros y más libros. Hasta que por culpa de tanto leer y tan poco dormir se le secó el cerebro y se volvió loco. Y entonces dijo: —¡Voy a ser caballero andante! Me llamaré don Quijote de la Mancha e iré por los caminos buscando aventuras. En dos días mataré más gigantes que el emperador Carlomagno en toda su vida. ¡Y los huérfanos y las viudas me besarán los pies de tanto como les voy a ayudar! No había duda: ¡don Alonso estaba loco de remate! A su edad, lo que le convenía era dar paseítos por el campo, salir a charlar con el cura y el barbero de su aldea, comer sopa caliente y dormir muchas horas. Pero en vez de todo eso se le metió en la sesera lo de hacerse caballero andante. Cabalgaría sin descanso día tras día, daría espadazos a diestro y siniestro, dormiría en pleno bosque y comería yerbas del campo si no encontraba nada mejor. ¡Pobre don Alonso, con el buen juicio que había tenido siempre! 12 Para ser un caballero andante como Dios manda, don Quijote necesitaba unas armas con las que luchar. Entonces se acordó de que en un rincón de su casa había una armadura y una lanza de sus bisabuelos. Estaban llenas de polvo y no eran gran cosa, pero a don Quijote le parecieron las mejores armas del mundo. Las limpió con tanto esmero que acabó por sacarles ese brillo que tienen las cosas recién estrenadas. El casco tuvo que arreglarlo con unos cartones pero, como tenía muy buena mano para cortar, coser y pegar, lo dejó como nuevo. El día en que se probó aquel viejo traje de metal, don Alonso se sintió un hombre feliz. —¡Temblad, gigantes del mundo —se dijo muy orgulloso—, que aquí está don Quijote de la Mancha! 14 Miguel de Cervantes adaptación de Agustín Sánchez Aguilar ilustraciones de Nivio López Vigil Cuando don Quijote y Sancho Panza salen en busca de aventuras, sólo cabe esperar una auténtica catarata de disparates. ¿Aquello de allí al fondo es un molino de viento o un gigante que agita los brazos? ¿Puede una princesa tener mal aliento? ¿Será verdad que Pandafilando tiene vino en las venas? Las respuestas a esas y otras preguntas están encerradas en esta inolvidable adaptación del Quijote, con la que los más pequeños podrán paladear por vez primera el mundo loco, divertido y profundo de la obra maestra de Cervantes. Tras la espléndida adaptación para adolescentes Don Quijote (colección “Cucaña”) el escritor Agustín Sánchez Aguilar presenta una versión del Quijote para niños en dos volúmenes: Érase una vez Don Quijote y Otra vez Don Quijote. Ambos libros cuentan con las divertidísimas ilustraciones del artista Nivio López Vigil.
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