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Colección LA PATRIA ES EL OTRO
TOMO II
COLOQUIO DEL AMOR
Reflexiones sobre un sentimiento que nos atraviesa a todos
EDICIÓN DEL LIBRO
Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios
Presidencia de la Nación
FECHA DE IMPRESIÓN
Primera edición, marzo 2015
GISELA BUSANICHE
EDUARDO DE LA SERNA
DIEGO GOLOMBEK
ALEJANDRO GRIMSON
PABLO HERREROS UBALDE
NORA MAZZIOTI
JUAN CARLOS MOLINA
MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO
DARÍO SZTAJNSZRAJBER
JAVIER TRÍMBOLI
GUSTAVO VARELA
SERGIO “CACHITO” VIGIL
Ilustraciones: Gustavo Cimadoro
“Debemos desarticular el discurso del odio, el discurso de la envidia, el
discurso del rencor y el discurso que apunta a destruir la fe de cada uno de
nosotros y la fe de cada uno de nuestros hermanos que nos acompañan en
cada una de las religiones, cultos o militancias”.
Julio De Vido
Ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios
“Este proyecto político nos volvió a enamorar, este Estado nos volvió a
enamorar, nos sentimos parte de él”.
Teresa Parodi
Ministra de Cultura
“Decidimos, y se decidió hace tiempo, que el otro es importante. Y eso es
el amor: el amor es preguntarse todos los días ‘¿Qué más, qué más tengo
que hacer?’. E ir a la profundidad: vendé todo lo que tenés, dáselo a los
pobres, vení y seguime”.
Juan Carlos Molina
Secretarío de Programación para la Prevención
de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR)
INDICE
INTRODUCCIÓN
Prólogo de Luis Vitullo ................................................................................. Pág. 7
CAPÍTULO 1: COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
Juan Carlos Molina - La experiencia del amor concreto ........................... Pág. 10
Eduardo De La Serna - El amor capaz de dar la vida ............................... Pág. 17
Javier Trímboli - Amores y odios en la historia argentina ...................... Pág. 24
CAPÍTULO 2: FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
Alejandro Grimson - El amor realmente existente .................................. Pág. 34
Nora Mazzioti - Amores de telenovela ...................................................... Pág. 40
Darío Sztanjnszrajber - Amor y filosofía: tres dilemas ............................ Pág. 44
CAPÍTULO 3: OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
Gisela Busaniche - Los medios de comunicación
necesitan más amor ..................................................................................... Pág. 52
Gustavo Varela - Tango, filosofía y algunos amores
incondicionales ............................................................................................ Pág. 58
Sergio “Cachito” Vigil - Vidas de amor ..................................................... Pág. 64
CAPÍTULO 4: CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN
SOBRE MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
Diego Golombek - Pablo Herreros Ubalde Marcelo Rodríguez Ceberio ........................................................................ Pág. 74
PRÓLOGO
UN SENTIMIENTO QUE NOS ATRAVIESA
A TODOS
POR LUIS VITULLO
Secretario Ejecutivo del Sistema Argentino
de Televisión Digital Terrestre (SATVD-T)
Desde el año 2003, con el presidente Néstor Kirchner, y luego con la continuidad de Cristina Fernández de Kirchner, desde el Ministerio de Planificación
Federal, Inversión Pública y Servicios y bajo la conducción del ministro Julio
De Vido venimos impulsando una serie de políticas públicas de Integración
Digital, federales, inclusivas, innovadoras y, por sobre todas las cosas, eficientes y en estrecha interrelación con el resto de las carteras de gobierno.
Esta serie de políticas públicas comenzó con la TDA, la Televisión Digital
Abierta, siguió con Argentina Conectada, y continuó con Igualdad Cultural,
en conjunto con el Ministerio de Cultura. Incluye al mismo tiempo una iniciativa tan desafiante como Recuperar Inclusión, junto a la SEDRONAR que
dirige el Padre Molina, que apunta a trabajar la temática de los consumos
problemáticos en jóvenes; políticas como Cibersalud, la Red Federal de Infraestructura y Servicios para la Salud, junto al Ministerio de Salud, red que
conecta a hospitales públicos y centros de salud de todo el país para facilitar
el acceso a atención sanitaria de calidad.
Recientemente fuimos también parte, mediante el impulso al trabajo en materia espacial que venimos desarrollando desde el Ministerio de Planificación, del lanzamiento del satélite de telecomunicaciones ARSAT-1. Esto fue
un hito revolucionario en materia científica, pero fundamentalmente un hecho político, porque estamos en una época en la que vale la pena mostrar lo
que los argentinos venimos haciendo, que muchos nos cuestionan nuestras
capacidades y este logro es sin dudas una bisagra entre lo que creemos que
podemos hacer y lo que realmente podemos hacer, a través del esfuerzo técnico y humano, con un Estado presente en términos de igualdad, bienestar,
justicia social y soberanía.
Y, para culminar esta batería de políticas de Integración Digital, es que lanzamos Enamorar, la primera política pública orientada al fomento de los
valores positivos centrados en el amor, especialmente orientada a las organizaciones sociales que trabajan y difunden estos valores. Esta iniciativa
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implica todo un desafío en su diseño y armado, ya que, a diferencia de aquel
paradigma de Estado ausente, en el que las organizaciones sociales nacen,
se desarrollan y cubren necesidades que el Estado debiera cubrir, en esta
instancia lo que venimos a hacer con Enamorar es ayudar y complementar,
con la fuerza y el apoyo del Estado, los trabajos que vienen haciendo las
organizaciones en el territorio, aportándoles mecanismos y herramientas de
difusión y articulación de los esfuerzos que vienen haciendo día a día. Con
Enamorar queremos que esas organizaciones sociales que generan acciones
centradas en valores –muchas de las cuales trabajan, por ejemplo, desde
Recuperar Inclusión con la SEDRONAR problemas de consumo– tengan una
instancia concreta de participación en las políticas de Integración Digital que
venimos desarrollando desde nuestro Ministerio, y nos ayuden a fortalecer
el debate con el conjunto de la ciudadanía en materia de valores universales.
Es en ese marco que organizamos este Coloquio del Amor, dentro del Festival Enamorar, que convocó entre el sábado 18 y el domingo 19 de octubre
a numerosas organizaciones interreligiosas y más de 70.000 personas en
Tecnópolis. Coloquio que es continuidad de otro encuentro que llevamos a
cabo el año pasado, llamado “La patria es el otro”, coordinado por Darío Stajnszrajber, donde contamos con la participación de numerosos sociólogos,
antropólogos, filósofos y teólogos que debatieron y discutieron acerca de la
relación entre la Argentina y quienes la habitamos y la construimos como
territorio común y compartido. Fue en ese encuentro justamente donde surgió, como una inquietud transversal a todas las discusiones, el problema de
la ausencia de respeto y amor por el otro en nuestra sociedad actual. De ahí
que viéramos necesario e importante continuar el debate y el intercambio de
ideas focalizando en el tema del amor como afecto y valor central en nuestra
existencia individual y colectiva.
Desde diferentes campos del conocimiento, que van de la filosofía a la religión, de la ciencia al arte, desde la reflexión conceptual al quehacer cotidiano, convocamos entonces a diversos especialistas y figuras, que nos
brindaron sus miradas y perspectivas acerca de qué es el amor y cuál es su
importancia. Este material compila las intervenciones y el intercambio de
esas dos jornadas, con la esperanza de que pueda convocar también un poco
en su lectura al amor, ese sentimiento, ese anhelo, ese modo de relación con
el otro que nos atraviesa a todos pero al que a veces no damos el lugar que
se merece en el mundo.
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
1er COLOQUIO DEL AMOR
JUAN CARLOS MOLINA
Yo les puedo hablar desde lo que soy: un cura ahora metido en una función pública, un cura que hace política
desde ese lugar –es imposible no hacer política, incluso
para un cura-. Saben que yo soy de una fe muy concreta:
me cuesta mucho idealizar mi fe, me cuesta mucho pensar en un “Dios Padre”, ¿vieron el viejito de pelos, barba,
con el triángulo atrás? No me conmueve, no me produce
nada. Digo, sí, la figura de Dios Padre está bien, incluso
la he tenido que comentar; pero no es que me toque el
corazón y me convierta. Tampoco el Espíritu Santo, que
es como una cosa rara, representado con una paloma o
fuego. Pero sí me he enamorado profundamente de Jesús. Porque lo veo concreto, porque está escrito, porque
ha tenido acciones, porque ha participado de eventos,
porque ha ido a fiestas, porque lloró, porque curó, porque multiplicó, porque tocó. Porque es palpable. Entonces digo que mi fe es muy concreta en ese aspecto.
Y lo mismo me pasa con el amor. No creo en el amor
como una entelequia, me cuesta pensarlo así. Creo profundamente que el amor debe concretizarse, hacerse
obra. Concreto, palpable: cuando uno da, se hace palpable; cuando uno se encuentra con el otro desde el amor,
se hace palpable. Me cuesta pensar en el amor como un
mero discurso. Y esta es la primera definición que les
quiero compartir: el amor tiene que concretizarse. Si no,
son solo lindos discursos.
Pero para que el amor se concretice, se necesita del otro.
Es fundamental: el amor necesita del otro. Uno se puede
enamorar de una idea, pero queda sin ser palpable, to-
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
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1er COLOQUIO DEL AMOR
cable, experimentable. Y en esto no quiero atacar a los filósofos, que están
enamorados de las discusiones y de las ideas, sino que quiero hablarles un
poquito del amor desde mi experiencia de Jesús. Porque, para mí, Jesús es
el hombre que hizo concreto el amor, que pensó el amor, que difundió el
amor, y que vivió el amor.
Un doctor de la ley le pregunta a Jesús: “¿quién es mi prójimo?” Y Jesús, en
su sabiduría de maestro, le cuenta un cuento, una parábola, una historia. Y
esa historia empieza así:
Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Jerusalén, la ciudad Santa, la ciudad imponente, la ciudad de los Maestros, la ciudad de Dios. La ciudad de la
muralla y de la seguridad. La ciudad donde había que pasar por el ojo de una
aguja para estar adentro. La ciudad fortificada, la ciudad con cámaras, la ciudad con seguridad (casi un Nordelta). Y Jesús le dice: “un hombre bajaba, de
lo seguro a Jericó”, que ya no tenía ni muros, se habían caído. Y acá está la
primera concreción del amor: bajar, salir, dejar las seguridades, no aferrarse
a lo que me deja cómodo. Incluso, para Jesús era salir del lugar santo, del
lugar que te unía a Dios. Ése es, entonces, el primer concepto.
Y en el camino, a éste que salió de la seguridad lo asaltaron, lo hirieron y se
fueron. Lo dejaron tirado como medio muerto. También el amor corre estos
riesgos: de que te asalten, de que te peguen, de que te caguen a palos, de
que te dejen tirado, de que te dejen solo. Dejar la seguridad pensando en el
amor tiene riesgos. Y esa es otra característica del amor: correr riesgos. El
que no corre riesgos no se enamora ni es enamorado.
Siempre me preguntan “¿por qué te hiciste cura?” Y es como enamorarse:
no sé por qué me hice cura. ¿Por qué te enamoraste de otro? No tenés una
certeza, te enamoraste y corrés el riesgo de unirte a otro porque estás enamorado. Siempre el amor conlleva riesgos. Y conlleva opciones: mi amor, mi
enamoramiento en esto, la opción era que no tenía otro enamoramiento, y
que me dedicaba a esto.
Casualmente, sigue contando Jesús, iba por el mismo camino un sacerdote
(no de nuestro gremio sino del gremio judío, lo digo por las dudas). Vio a éste
que estaba golpeado, lo vio y siguió de largo. Después pasó un levita –levita
es uno que sabe de leyes, que sabe leer, interpretar, casi un abogado, un escribano o un funcionario público, un político–: también lo vio y pasó de largo.
Pero luego pasó un samaritano. A ver, que fuera un samaritano quiere decir
que era enemigo: no era del lugar, no era judío, era del pueblo al que había
que combatir –era, quizás, el negrito de la villa. No era el de Jerusalén; era el
que tenía gorrita. O el que tiene olor a chivo, que no usa perfume comprado
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
en el freeshop; o el que compra en la farmacia perfume de bebé, que es más
barato y viene de plástico, pero te saca el olor –. Éste, que era enemigo, al
pasar junto a él dice Jesús que “lo vio” –miren que tres veces se habla de la
palabra ver: el sacerdote lo vio, pasó; el levita lo vio, pasó; y este lo vio... Si
no vemos al otro, si estamos ciegos, si usamos anteojos de colores, es muy
difícil descubrir –. Dice que “lo vio y” –y acá usa una palabra que, para mí, es
una de las palabras más lindas que tiene el Evangelio y que está asociada al
amor– “se conmovió”. Cuando uno se conmueve, las tripas se le dan vuelta
en la conmoción: te pone la piel de pollo. La conmoción te saca del esquema.
La conmoción no te deja tranquilo, hay algo que produce incluso físicamente: te hace llorar, se te llenan los ojos de lágrimas. Y esa es otra característica
importante del amor: el amor conmueve. Porque si no te conmueve, entonces es un “sentimientito” nomás, no es amor.
El otro día lo decía a un montón de pibes: el amor no es un touch and go, el
amor no es un encuentro fugaz de fin de semana, si no te conmueve el otro, si
no te conmueve la situación del otro, pasás de largo. Uno no se enamora de
quien quiere, se enamora del que te toca. A veces uno se pregunta: “¿Cómo
esta mujer está con este tipo?” Y le buscás explicación: “Debe tener plata...”
No, no tiene plata. “Mirá la panza que tiene...” Y, pero está enamorada. Es así,
no hay un motivo: te conmovió el otro. Panzón, pelado... y te conmovió.
Entonces, este enemigo que vio a Jesús, que se conmovió, hizo lo que es
otra dimensión importante del amor: se acercó. El amor te acerca. El amor te
hace estar al lado. Esta es otra de sus características. Cuando te dicen “Esta
maestra ama a sus alumnos”, es que es capaz de estar al lado de cada uno.
No necesariamente tiene que estar muerto a palos en el piso para amar, o
para conmocionar. Entonces dice que se acercó a Jesús y –acá viene otra
característica para mí también muy importante– limpió sus heridas, las curó,
las vendó. O sea, el amor tiene que dar respuestas. Porque se podría haber
acercado y decir “uh, che, mirá, te reventaron a palos, ¿no? Bue, te veo”.
Claro, habría sido mejor que los otros dos que pasaron y siguieron de largo,
por supuesto, pero tampoco hubiera bastado. El amor da respuesta.
La respuesta puede ser una caricia, puede ser un beso. ¿Vieron que te dicen
“una cosa es sacarse las ganas y otra cosa es hacer el amor”? Digo, es una
diferencia, porque una cosa es el otro como un objeto que me saca la calentura, y la otra la experiencia del amor donde me uno al otro como un todo.
Entonces, hay diferencia. Y no es lo mismo una caricia de alguien que tengo
que terminar e irme que la caricia de alguien con quien termino compartiendo más cosas.
Volviendo entonces: este tipo lo vio a Jesús, se acercó y actuó. El amor ac17
1er COLOQUIO DEL AMOR
túa. ¿Qué hizo? Con vino, que desinfecta, le limpió las heridas. Y agarró aceite de su mochila, es decir, de su propiedad; puso de su propiedad, que es
característica del amor: doy de lo mío. Y el amor es eso: limpió con vino,
desinfectó, y después le puso aceite, protegió. Y sobre eso, las vendas. Y no
solamente eso, sino que lo cargó a su caballo, lo llevó a una hostería, dijo:
“cuidalo, te voy a pagar, porque voy a hacer lo que tengo que hacer y vengo.
Y si gastaste más de lo que te di ahora, lo voy a pagar”. El amor pone todo.
Era un desconocido y pone todo.
Eso es el otro en el amor. El amor es concreto, necesita concretizar, el amor
necesita del otro. Y el amor que se concretiza, el amor que piensa en el otro,
necesariamente tiene que transformar. El amor transforma: como la oruga
que se convierte en mariposa. Y ese tiene que ser el termómetro del amor:
si el amor no transforma, no estamos hablando de amor. Dime cómo actúa,
dime cómo trabaja, dime qué obras hace, y te diré cómo ama. Si lo que uno
hace transforma, si las obras que uno hace convierten, si dan vuelta como
una media, en el fondo está el amor.
Quiero terminar con un texto cortito de San Pablo, que le escribe a una comunidad, a los corintios. Corinto era un pueblito al lado de un puerto, lo
que implica todo un puerto: no solamente se pesca, se vende pescado, se
arreglan las redes, sino que también hay comercio, hay buitres, hay prostitución, hay venta del otro, hay trueque, hay de todo un poco. Y Corinto
era una comunidad helénica, pensante, y estaba en ella sobrevalorada la
dimensión del pensamiento humano. Y Pablo tenía allí una comunidad en la
que discutían y se peleaban, entonces decidió bajarlos de un hondazo escribiéndoles una carta sobre el amor. “A ustedes que piensan tanto, yo les voy
a explicar lo que es el amor”. Y yo se las voy a leer traducida –esto lo hice
hace como veinte años, lo encontré en los archivos–, una reformulación de la
carta a los corintios sobre el amor. Nosotros los curas usamos esta carta en
todos los casamientos, y no se entiende nunca, y por ahí hacemos quedar al
amor como una bobera. Y el amor no es una bobera, porque no es cuestión
de decir a los novios “ámense, quiéranse”, y que a las tres semanas estén
divorciados. Entonces, esta traducción tiene que ver con ustedes:
“Aunque me pusiera a hablar, hablar y hablar como un vendedor ambulante,
como un buscavidas que sube al tren en la hora pico y ofrece su mercadería;
y aunque hablase cualquier idioma, en jeringozo incluido, y también en el
idioma de los ángeles, que no sé ni cómo es ni me lo imagino; aunque hiciera todo eso, si no tengo amor, una pizquita de amor, soy como el bronce que
suena o, peor, como latas oxidadas que hacen ruido.
“Y aunque fuera adivino o profeta, si pudiera saber qué número saldrá en
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
el loto el domingo próximo, o quién ganará las próximas elecciones” –yo
sé quién, pero no lo voy a decir acá–, “o cuánto aumentarán los sueldos;
si conociera todos los misterios, y toda las ciencias y toda la informática, y
aunque tuviera una fe enorme capaz de mover la cordillera de los Andes, si
no tengo amor no valgo ni lo que dan por las botellas rotas.
“Y aunque me pusiera a repartir todo lo que tengo y me quedara solo con
mis huesos y mi cuero; si fuera capaz de desprenderme de todo y me tirara
al fuego, no para incendiarme gratuitamente sino para demostrar que soy
capaz de desprenderme hasta de mi vida, como quien tira el carbón para hacer el asadito del domingo; si no tengo un poco de amor, nada de eso sirve.
“El Amor con mayúsculas, en serio, no ese del fin de semana, es paciente;
y no porque está enfermo, sino porque no se desespera, no se vuelve loco;
sabe tomarse su tiempo y contar hasta diez: uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve, diez.
“El Amor es servicial, es decir, que sirve, que no es inútil; que da una mano
y, porque no es manco, es capaz de dar las dos.
“El Amor no es envidioso ni agrandado: no anda poniendo carteles por todos lados ni detiene el tránsito en las avenidas para avisar que ama. Es sencillito, humilde, facilito; no se complica como el cuatrinomio cubo perfecto.
“El Amor no se irrita, no se pone histérico, no pega gritos; no tiene en cuenta
el mal, porque sabe que el malo tiene cosas buenísimas, lo que pasa es que
nadie le avisó. Porque sabe que todos podemos cambiar. ¿Quién puede tirar
piedras y decir “yo no tengo nada para cambiar”?
“El Amor llora tanto como el que sufre en la injusticia; porque es lo único que
lo pone mal, porque la justicia es la mínima cuota de amor que todos merecemos. No se banca que nos opriman y que oprimamos. No soporta a los
ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres. Lagrimea todas
las noches en las que los pibes de la calle no necesitan apagar un velador
porque el atardecer ya lo apagó.
“El Amor se alegra con la verdad; sonríe de oreja a oreja cuando las cosas
son como deben ser, cuando a cada uno le toca lo que le corresponde y se
dicen las cosas ciertas.
“El Amor todo lo perdona: entiende que puede haber errores y lo comprende. Todo se lo cree, porque prefiere confiar en todos; todo lo espera, nadie
lo corre, sabe que todos llevaremos, no tiene miedo a perder el tren y tener
que esperar dos horas más.
“El Amor todo lo soporta: tiene aguante. No es debilucho; es pulenta, por19
1er COLOQUIO DEL AMOR
que, si no, no sería amor. Y hay que ser Amor, ¿eh?
“El Amor no se acaba nunca, como la fiesta de quince para quien cumple
años. Se van a acabar el horóscopo, el tarot y las profecías; se van a acabar
los idiomas y ya no habrá más crucigramas ni pruebas de castellano; se van
a acabar las ciencias, se irá al tacho todo conocimiento: matemáticas, física,
química, lengua, geografía, filosofía, las facultades, las monografías y las
entregas. Porque toda nuestra ciencia y nuestras profecías son parciales, no
cubren todo para el final. Cuando venga lo que es perfecto, lo que es Muy
bien 10 felicitado, aquello que es genial, se va a acabar lo que es parcial, lo
que es incompleto. Mientras tanto, vemos como cuando viajamos de noche,
en la medida en que avanzamos y hasta donde llega la luz. O como cuando
se corta la luz y tenés que arreglártelas a tientas. Ahora vemos y no vemos;
creemos que sí pero no estamos seguros. Pero va a venir un tiempo en que
vamos a ver y a creer verdaderamente en el Amor.”
Como dice Cristina, el amor vence al odio.
20
COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
EDUARDO DE LA SERNA
Quiero empezar con una cuestión que me parece importante distinguir. Parto de la lengua griega, porque en
griego hay tres palabras que hablan del amor, las tres lo
hacen desde distinto enfoque. Y a las tres las usamos en
el lenguaje cotidiano con la misma palabra, amor.
En griego, una primera palabra que se utiliza en relación
al amor es eros, de donde viene lo erótico. El eros es
un amor donde uno busca al otro porque lo necesita, es
decir, “la media naranja”. Es el amor donde, en cierta
manera, yo estoy primero, donde busco al otro porque
sin el otro no puedo vivir, o no quiero vivir, o no sé vivir.
La otra palabra que hace referencia al amor en griego
es philia, que tiene que ver con la amistad; de ahí viene
filosofía, por ejemplo. En la philia, en esa amistad, el otro
ya es más un igual, es alguien con el que yo elijo y quiero
compartir, quiero estar, quiero solidarizarme para algo.
Ya no es tanto algo que necesito sino algo que yo quiero, porque me hace bien, porque nos hace bien, porque
estamos dispuestos a algo.
Y la tercera palabra, que es griega pero no se usa casi en
el griego clásico, se utiliza más en el lenguaje teológico,
aparece por primera vez en La Biblia hebrea en su traducción al griego y por supuesto luego muchísimo en La
Biblia cristiana, es agápē, de donde viene ágape, en la
cual el otro es alguien que para mí vale tanto, pesa tanto, cuenta tanto, que por él vale la pena jugarse y hasta
dar la vida. Por eso, por ejemplo, Dios es agápē para
La Biblia cristiana, Dios es rico en agápē para La Biblia
hebrea. En este caso, entonces, éste es un amor en el
21
1er COLOQUIO DEL AMOR
cual yo me siento religiosamente frente al otro, en una actitud de respeto –
aunque no de sumisión, que no tiene nada que ver con el amor, ni de temor
ni nada por el estilo–.
Yo creo que estas tres palabras son muy importantes. E insisto, a las tres
nosotros las usamos: tanto cuando uno habla de amor a su pareja, del amor
erótico, como cuando habla de la amistad o del amor a Dios (crea o no crea
en Dios, porque tampoco es necesario hablar de un dios personal, también
vale para un dios que es una metáfora, por ejemplo).
En este sentido, yo quisiera dar un paso más. Ya desde Ovidio, y siguiendo
si quieren hasta Erich Fromm, se ha planteado que el amor es un arte. El
libro de Ovidio es El arte de amar, del cual toma su título también el libro
famoso de Fromm. Si es un arte, es algo que se puede aprender. Más allá de
que uno lo tenga en su instinto natural o no –no me voy a meter en terrenos
que desconozco y donde lo único que diría serían gansadas o estupideces,
pero no por enamorado sino por no saber–, tiene que ver con que, si el amor
es un arte, es algo que se puede aprender. A ver, es evidente que un hijo
aprende a amar de lo que ve de sus padres, y uno se da cuenta de que a
veces repite los errores de los padres o, al revés, para no repetirlos se va al
otro extremo, o cosas por el estilo en las que no hace falta abundar. El amor
es evidentemente algo que uno va aprendiendo; la cuestión está dónde elige
uno aprenderlo.
Y acá es donde me meto en un terreno más de cura, pero no quisiera que se
entienda como un absoluto: en cristiano, yo creo que el amor sublime es el
amor de Jesús, el amor que yo quiero aprender es el amor de Jesús. Quisiera
amar como Jesús. Pero la pregunta es: ¿cómo es ese amor de Jesús, qué características tiene, para que uno pueda decir “éste es el amor que yo quiero
aprender”? Ya que también trasciende lo religioso para entrar en el terreno
del otro, porque siempre hay que tener en cuenta eso: cuando hablamos de
amor es porque hay un otro u otros. El tema está en cómo pesa ese otro u
otros para mí.
Y creo que un elemento importante a tener en cuenta cuando hablamos del
amor de Jesús en concreto, o el amor cristiano –vale también, insisto, para
el amor judío; por lo que sé, también para el Islam, aunque no es mi fuerte,
me perdonarán ahí–, es que el amor pretende tener una cierta característica
de universalidad, pero nunca el amor es universal si no empieza por los últimos. Para ser universal, el amor tiene que empezar por los pobres. Para ser
universal, el amor tiene que empezar por las víctimas, tiene que empezar por
los que están rechazados, excluidos de la sociedad. Si no, no es universal.
Vamos a un ejemplo, para que se me entienda. Si nosotros queremos decir
22
COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
que la Justicia es universalmente justa, la forma de saberlo es cómo trata el
juez o la Justicia a los pobres. No para que haga injusticia en favor de los
pobres, porque esa no sería la idea, pero ¿cómo se trata con los pobres?
Porque si uno dice “la Justicia dejó libre a Cavallo”, uno tiene la sospecha de
que no es por amor universal. Uno tiene cierto tufillo de otra cosa. Y si uno
después ve que María Julia y qué se yo… uno dice “mmm, acá me parece
que no estamos hablando de una Justicia que les llega a todos”. Porque las
cárceles están llenas de pobres. Los pobres están poblando las cárceles y sin
proceso; en cambio, estos otros andaban de proceso en proceso y los invitaba la Universidad Católica a que den clases –digo, para que quede claro de
lo que estoy hablando.
Otro elemento que me parece que tiene también el amor que nos enseña
Jesús, que nos enseña Dios, es la gratuidad. La gratuidad es el amor porque
el otro vale, no porque yo espero algo del otro. No se trata de que yo estoy
esperando que el otro me dé algo –por supuesto que si me lo da lo celebraré–, sino que yo lo amo porque el otro para mí vale la pena ser amado,
sin esperar nada a cambio. La gratuidad es una característica del amor que,
creo, no se puede descuidar.
En tercer lugar, me parece que el amor no se puede demostrar. Y ahí entramos, claro, en un terreno complicado. Creo que todos los que estamos acá
hemos tenido heridas de amor; heridas de amor porque hemos creído que
alguien nos quería, nos amaba y, de golpe, nos hemos sentido defraudados,
traicionados o el lenguaje que ustedes quieran usar. Precisamente ahí es
donde creo que es porque hemos creído que nos amaba y después nos dimos cuenta que no, que no nos amaba. Y la cuestión es que esto sucede porque el amor no se puede demostrar. Uno puede ver signos y decodificarlos
como amor: frente a esto, esto, esto o esto, yo interpreto que fulana o fulano
me ama; y cuantos más signos son, evidentemente más voy confirmando
mi confianza, mi fe en que fulano o fulana me ama. Pero tiene que ver con
la gratuidad, insisto, y por eso creo –me parece importante en cristiano y en
cristiano latinoamericano en particular– que no hay mayor demostración,
mayor signo evidente del amor, que el dar la vida.
Esto lo dice Jesús de Nazareth, por otro lado: “no hay amor más grande que
dar la vida por los amigos”. La historia en América Latina de tantos mártires –y no me refiero solamente de mártires de la Iglesia, que por supuesto
sí los ha habido– nos invita a descubrir ahí un amor verdadero. Un amor
generoso, un amor entregado, un amor en el que el otro cuenta más que yo
mismo y por eso me juego. Y uno puede pensar en mártires del movimiento
obrero, mártires de la revolución, mártires de la historia argentina y mártires
también de la Iglesia. Cuando uno ve figuras como Angelelli o Mugica, para
23
1er COLOQUIO DEL AMOR
poner dos ejemplos concretos, evidentemente estamos hablando de amor,
no estamos hablando de otra cosa. Y ahí volvemos al tema del aprender;
aprender el amor tiene que ver con eso: mirar estos personajes concretos
de carne y hueso nos invita a aprender el camino para que el amor sea real.
Ahora, con respecto a las tres palabras que hacen referencia al amor, eros,
philia y agápē, creo que todas deben convivir en la misma persona. Pobre
de la persona que solamente se mueva en el nivel del agápē y no tenga amigos, por ejemplo; un tipo que no tiene amigos es un pobre tipo. Un tipo que
nunca tuvo una atracción erótica por otra persona es un pescado –y no tengo
nada en contra de los pescados–. Y así, creo que las tres cosas tienen que
convivir en toda persona. Ahora, una persona que es capaz de dar la vida,
por su hijo, por su esposo, por su madre, por un amigo, alguien que está dispuesto a dar la vida por la persona que quiere –aunque finalmente no tenga
que darla, porque no sea necesario–, creo que evidentemente entra dentro
del agápē. El agápē no es solamente un amor religioso; es un amor en el
cual el otro está por encima, casi como que yo al otro lo veo hasta superior
a mí, simbólicamente hablando.
Por eso digo, cuando hablo del agápē y del amor capaz de dar la vida, creo
que hay muchísimos personajes que entran en esto, y no para meterlos solamente en el ambiente de lo religioso. Si tengo que pensar en el Che Guevara,
no tengo dudas que lo pienso en estos términos, más allá de que uno después pueda discutir o no esto o aquello otro. Y puedo pensar en personajes
de nuestra historia política. A ver: Güemes tenía hemofilia y el general español le dijo que lo hacía atender por su médico pero si él retiraba el ejército; y
Güemes dijo que no, y se murió. Eso es dar la vida por la patria. Y podríamos
poner así muchos ejemplos, para que no parezca que el amor agápē solamente es religioso.
Y es que me parece que esto del amor tiene que tener también otra dimensión. El amor tiene que tener una dimensión política. Y al decir el amor político, me refiero a que, por ejemplo, en los Derechos del Niño de las Naciones
Unidas la palabra amor aparece una sola vez, y aparece “dentro del ámbito
en el cual debe moverse el niño, que debe ser un lugar donde haya amor,
respeto”, blablabla. Es decir, la palabra amor no figura dentro de la Convención de los Derechos del Niño para las Naciones Unidas (en el Preámbulo).
Sin embargo, si ustedes ven La razón de mi vida aparece 103 veces la palabra “amor”. Digo, para que quede claro que también hay un amor político
que es bastante distinto.
Ahora bien, así como creo que la palabra amor ha sido la más grande de la
historia humana y a la vez la más traicionada, creo que con Dios ha pasado
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
25
1er COLOQUIO DEL AMOR
lo mismo. Los grupos religiosos –vale para la Iglesia, para el Islam, para en
general todo grupo religioso– corremos el riesgo de plantear nuestra vida en
una perspectiva en la que se manipula a Dios. Yo, personalmente, cuando
escucho a muchos amigos y amigas ateos o agnósticos, les digo que también soy ateo del Dios que ellos dicen que no creen. Cuando muchos amigos
me dicen “¿cómo voy a creer en un Dios que es así, así y así?”, les digo
“no, yo también soy ateo de ese Dios”. ¿Cómo voy a creer yo en el Dios de
Videla? Obviamente soy ateo del Dios de Videla, ¿cómo voy a ser creyente
de ese Dios? La cuestión está en que, lamentablemente, muchas veces nos
han hecho creer –y los curas somos los principales pecadores, “por mi culpa, por mi grandísima culpa”– que a Dios lo ponemos contento haciendo
cosas que tenemos que cumplir a nivel religioso, cuando el Dios de La Biblia
(el Dios judío y el Dios cristiano) es un Dios que nos dice que nos tenemos
que relacionar con él en el amor al prójimo. Es en el amor al prójimo donde
estamos encontrándonos con Dios. A Dios no lo encontramos yendo a misa
los domingos o participando del culto aquí o del culto allá: a Dios lo encontramos en el amor.
Hay un gran obispo brasileño, Pedro Casaldáliga –en realidad es catalán,
pero que está en Brasil hace muchísimos años y se siente brasileño– que
dice: “cuando muera y Jesús me pregunte ‘¿has amado?’, le presentaré mi
corazón lleno de nombres”. Yo creo que ahí está el punto. Es decir, Jesús,
Jehová, Jahvé, como ustedes quieran, no nos va a preguntar cuántos actos
de culto dimos, hicimos, practicamos, etc., sino que nos va a mirar el corazón, va a mirar las manos, va a mirar el amor. Este Dios es el que Jesús nos
muestra. El Evangelio va a decir una frase muy interesante, que es el test, el
test de fidelidad a Jesús. Y es: “porque tuve hambre y me dieron de comer,
tuve sed y me dieron de beber. A mí me lo dieron cuando lo hicieron con
algún insignificante de la historia. Lo que hicieron con los insignificantes,
conmigo lo hicieron”. Ahí está el desafío, me parece, que tiene que ver con
el amor. No se trata de prender velas; se trata, simplemente, de amar al otro,
de amar a los demás.
Una cosa final. Yo, si me pongo a mirar, en general uno tiene un ritmo, sobre
todo nosotros, los que venimos del mundo intelectual (inclusive los curas
que no vienen del mundo intelectual son desclasados al mundo intelectual:
ambiente desclasado como el clero, pocos). Entonces, solemos movernos en
un ambiente totalmente intelectual. Pero cuando uno empieza a compartir la
vida con los sectores más populares, con los pobres, uno empieza a ver, por
ejemplo, que en la vida del pobre la gratuidad es algo cotidiano; la fiesta es
algo cotidiano; la solidaridad es algo cotidiano; la alegría es algo cotidiano,
a pesar del sufrimiento provocado por el hambre, la desocupación y tantas
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
otras cosas. Y ahí uno se empieza a preguntar si, además de aprender a
amar mirándolo a Jesús, no hay también que aprender a amar mirando a los
pobres. Por supuesto que con todos los defectos que tiene cualquier experiencia humana de amor, creo que si miráramos a Jesús y miráramos a los
pobres aprenderíamos que el amor tiene otra cara, una cara muy distinta.
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1er COLOQUIO DEL AMOR
JAVIER TRÍMBOLI
Quiero empezar hablando de una de de las figuras de
nuestra historia que quizás más haya amado. Digo esto y
rápidamente advierto cuán necesario es que les pida un
poco de tiempo para desembalar esta propuesta ya que,
sospecho, ni bien diga su nombre -uno de los más cuestionados, y con razón, del pasado argentino-, me quieran
tirar con lo que tengan a mano. Me refiero a Sarmiento.
Efectivamente es uno de los personajes públicos, de primera línea, de los que más amó, por lo menos en dos
sentidos: porque tuvo muchas mujeres, varias de ellas
en tanto amantes, lo que ha permitido el fluir de cantidad de anécdotas y algunos libros al respecto; y también porque amó denodadamente a su partido, amó con
constancia y como pocos a un conjunto de ideas y de
prácticas -más o menos existentes, más o menos imaginarias-, que se condensan por supuesto en la idea de civilización. Así, con este sesgo que lo cargaba de tensión,
amó a la Argentina. El erotismo de Sarmiento también
se evidencia sin dudas en los 52 tomos que componen
sus obras completas. El deseo duradero de querer alcanzar algo –encontrar el camino de la perfectibilidad de las
sociedades, impulso que compromete al conocimiento-,
que permanentemente se le escapa; pero no duda en seguir buscando, incluso de manera algo brutal, como si
ese algo fuera su ballena blanca y él Ahab.
Sarmiento mismo se sabía un megalómano y uno de
las formas en que este rasgo se manifestaba era en su
propensión a las páginas autobiográficas, más sencillamente, a hablar de sí mismo. Su primer libro de carácter
autobiográfico lo publica cuando aún no había cumplido
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
los cuarenta años y ya suponía que su vida merecía un retrato. Eso es Recuerdos de provincia. En una página que también tiene este cariz, pero de
mediados de la década de 1870, cuando ingresa al último tramo de su vida,
al concluir el repaso de todo lo que ha realizado como hombre público, escribe que lo que hizo fue “para que todos participen del festín de la vida, de que
yo gocé sólo a hurtadillas.” Traigo a este coloquio esta idea que es, sobre
todo, una imagen, porque entiendo que cuando uno piensa en un festín no
puede sino pensar en el amor, en formas de lo amoroso que circulan, se derraman, incluso que están en cierto exceso. Muy probablemente –y me atajo como al comienzo-, Sarmiento imaginara esa situación embriagadora de
otra manera a como lo podemos hacer nosotros que estamos aquí reunidos
hoy, en el año 2014; pero, como sea, “festín de la vida” no puede sino tener
el condimento principal del amor. La escritura de Sarmiento, su carácter, es
tan notable que, al hacer uso del verbo “gozar”, al referirse al goce, vuelve a
ese “festín” mucho más cierto. Le añade lo corporal –incluso por la mirada
que es “a hurtadillas”- y, si mucho de lo que sabemos de él nos llevaba a
sospechar que sólo estaba exagerando, así escrito este anhelo le prestamos
atención. Una rareza para un liberal, ya que éstos prefieren deslizarse entre
las ideas, referir al cuerpo y dar una imagen de la felicidad común –una de
las versiones más exigentes del amor- que no sea otra cosa que una definición doctrinaria.
Hago otro énfasis ahora: para Sarmiento alcanzar el “festín de la vida” no
era una utopía, una mera utopía como se las suele calificar desdeñosamente, uno de esos sueños de reconciliación definitiva que muchos alguna vez
soñamos pero que nadie vio en la Tierra. La época, el siglo XIX, que entre
nosotros no se manifestó de la misma forma que en Europa, empuja a que
se piense así, torna verosímil ese sueño. Por eso Marx, contemporáneo de
Sarmiento, al señalar célebremente que la revolución podía resumirse en la
imagen de “tomar el cielo por asalto” –o sea, no esperar a la muerte para
que el paraíso vuelva a realizarse; o hacer efectivo el amor entre los humanos–, no tiene dudas de que la acepción que él y los suyos le están dando al
socialismo se aleja de las conjugaciones previas, utópicas las llama. En uno y
en otro: “festín de la vida” y “cielo” al alcance más o menos esforzado pero
seguro de nuestras manos. La posibilidad cierta de que el amor político se
haga realidad en la historia –de esta cuestión estoy hablando-, de una vez y
para siempre. Ahora bien, aunque odiemos que sea así, luego del andar tan
golpeado del siglo XX, catastrófico dirá Eric Hobsbawm, lo que Sarmiento
de una forma y Marx de otra suponían factible, se nos ocurren ahora a nosotros como sueños imposibles, afectados de enorme inocencia. Un poco
más concreto: después de la Gran Guerra de 1914 y de la Segunda Guerra
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1er COLOQUIO DEL AMOR
Mundial, después de Auschwitz y los campos de concentración, después de
Vietnam y el terrorismo de estado en América Latina, también después del
derrumbe del muro de Berlín y del agotamiento de los llamados socialismos
reales; después de lo que aprendimos a ver con ojos no europeos sobre
nuestro siglo XIX, es decir, que para aproximar a nuestra sociedad al “festín
de la vida” no se había ahorrado sangre de gaucho ni de indio. Después de
todo esto, el amor poco tendría que ver con la dimensión pública y política
de la vida, se repliega ante ella para consagrarse a la dimensión privada.
Borges tomó prestada una observación de Joyce que señala que “la historia
es una pesadilla de la que prefiero despertar”. Cuando la dejó por escrito, en
su prólogo al Facundo de Sarmiento, en 1974, pudo parecer un asunto de un
viejo reaccionario que ya no puede conciliar sueños amorosos. Después de
lo que siguió, pudo ser compartida por muchos, incluso por jóvenes que se
supieron sobrevivientes.
Me pregunto entonces ¿en qué medida la historia puede alojar al amor? ¿En
qué medida el desenvolvimiento de procesos políticos y sociales, su trama
de acontecimientos, puede ser hospitalario a ese afecto intenso de unión?
Incluso, de responder que algo de esto es posible, ¿a cuántos involucraría
este amor en la historia, y en qué medida se podría sostener en el tiempo?
Voy a desplazarme sobre algunos textos, algunas afirmaciones, que me parecen fundamentales para abordar estos asuntos. Por empezar, una que salpica el libro de un argentino de la provincia de La Rioja, Joaquín V. González,
que fue ministro de Interior de Julio Argentino Roca durante su segunda
presidencia. Se podría pensar y escribir bastante, y con no poco relieve, alrededor de Roca como modernizador de la sociedad argentina, por lo tanto
como quien reformula el lazo social, cuestión que nos llevaría a preguntarnos por la dimensión amorosa de su intervención política. Roca que, por
supuesto, lleva adelante la Campaña al Desierto, pero que también, en 1904,
promueve –con su ministro Joaquín V. González- un código de trabajo en
pos de una legislación laboral que regule las relaciones laborales y tenga
en cuenta los intereses de los trabajadores; legislación que, se suele decir,
de haber sido aprobada en el Congreso, le habría quitado quizás razón de
ser al peronismo, porque este capítulo previo de la protección del Estado
a los trabajadores –forma del amor político- lo habrían vuelto innecesario
históricamente. Joaquín V. González escribe El juicio del siglo, por pedido
del diario La Nación en el contexto de la celebración del Centenario, en 1910.
Allí muestra su contento, que es el de las elites, por el desarrollo que ha
alcanzado la Argentina, por todo lo que reúne el nombre del progreso en
marcha: los índices económicos, las escuelas, las instituciones… Sin embargo, advierte sobre un problema que es mucho más que la presencia de una
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
nube ocasional. Se trata de la “ley del odio”, así lo escribe, que se expresó en
el pasado y lo sigue haciendo en el presente. De la “tea de la discordia” que
se enciende una y otra vez y lleva a crueles enfrentamientos en la Argentina.
Joaquín V. González ve esto como un mal argentino, nuestro mal, heredado
quizás de los españoles. ¿A qué obedeció la rivalidad y la puja entre Moreno
y Saavedra? ¿Por qué la disputa entre Lavalle y Dorrego? Remite también
a San Martín que decidió irse tempranamente del Río de la Plata, quizás al
observar el obrar de esas mismas fuerzas destructivas. Sumemos nosotros
que en 1910, momento que suele ser revestido como una época de concordia y de mesura política, esta “ley del odio” también funciona. Los conservadores están desde hace tres décadas en el gobierno, Figueroa Alcorta es
el presidente; pero las tres personalidades políticas más importantes de la
Argentina de ese entonces, no participan de ninguna manera de los festejos
del Centenario: Roca, que viene de largo enfrentado con la facción en la que
milita Figueroa Alcorta; Roque Sáenz Peña, futuro presidente, prefiere mantenerse alejado de quien está a punto de abandonar el gobierno; Hipólito
Yrigoyen, el político que más adhesiones populares venía cosechando, está
en la clandestinidad. Muy probablemente esta situación influyera en el diagnóstico general que hace González, en la enunciación de esa “ley del odio”
que no tiene explicación clara. En busca del amor político, a través de esta
observación de El juicio del siglo nos vemos impelidos a hablar del odio, su
reverso, tan o más presente que aquél.
Ahora bien, el odio que pone acentos como latigazos en esas páginas de
1910 es entre las minorías gobernantes. Así lo percibe este intelectual riojano, como si nada tuviera que ver con la represión a la clase obrera que es
contundente en toda esa década que termina en Centenario, incluso en esas
jornadas de celebración de cara al mundo, en las que se sucedieron pogroms,
incendios de imprentas en locales anarquistas y socialistas, todo de la mano
de una exaltación nacionalista que amenaza a los inmigrantes díscolos con
expulsarlos del país, ley de Residencia mediante. Nada de esto se hace presente no sólo en la letra sino en el ánimo de El juicio del siglo, donde, insisto,
el problema es de las elites. Años después, en 1933, otro genealogista del
resentimiento en la Argentina, me refiero a Ezequiel Martínez Estrada, deja
de pensar en el odio como un problema tan sólo de las minorías y, aunque
por fuera de la lectura de clases, expande el problema y propone otra declinación. En Radiografía de la pampa, al bucear como ensayista en nuestro
pasado, construye entre otros este argumento: al llegar los conquistadores
españoles al Río de la Plata, lo hacen movidos por la promesa de que conquistarán tierras en donde hallarán, tarde o temprano, minas de metales preciosos tan ricas como las de Perú y como las de México; reinos maravillosos
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1er COLOQUIO DEL AMOR
como los de Atahualpa o Moctezuma. El mito de El Dorado, de Trapalanda.
Pero finalmente no encuentran nada de eso; sólo enormes extensiones de
tierra que, para la mentalidad española de la época, para sus aspiraciones,
poco valor tenían. Tierras con ganado cerril e indios hostiles. Lo que sobreviene es la desilusión y de ésta nace el odio, el resentimiento profundo hacia
la tierra que echó abajo los sueños de riquezas deslumbrantes, de imperios
conquistados. Y ese odio, ¿en qué redunda? En ofensas y humillación hacia
los habitantes originarios, como decimos hoy, esos con quienes toparon y
no eran dueños de minas para saquear; a las mujeres se les hacen hijos a la
fuerza que, con el tiempo, pasan a ser los gauchos que odian a los españoles,
por extensión a los blancos, a los habitantes de las ciudades. Tremenda esta
genealogía que ni siquiera produce la figura de una tragedia y que se continúa. Porque Martínez Estrada arriesga que los inmigrantes que llegaron de
los barcos, creyendo que iban a “hacer la América”, pero se encontraron con
decenas de obstáculos, para finalmente quedarse y trabajar de sol a sol por
un salario casi siempre penoso, que en ellos anidó un sentimiento parecido
al de los conquistadores. Agrega entonces que nosotros, se refiere a los argentinos de 1930, quizás en particular a los escritores, seguimos siendo esos
conquistadores. Quiso ser profeta Martínez Estrada, por eso también nos
incluye. Aunque no fuera de su interés, para esos años el teatro grotesco de
Armando Discépolo trataba de asuntos emparentados.
Por supuesto, al recordar el final de la década de los noventa y los primeros
años del nuevo siglo, cuando importantes sectores de las clases medias se
vieron obligados a irse de la Argentina para subsistir de acuerdo a sus expectativas, nos gana la impresión de que también se imponía ese resentimiento
para con la Argentina. Hoy la situación es otra –aunque nunca radicalmente
otra, no sólo porque el pasado nunca termina de pasar sino porque el capitalismo es la estructura dominante sin sombra- pero ni España es lo que era
en los índices económicos ni en la imaginación argentina, porteña debería
decir, ni tampoco la Argentina es la misma. Sin embargo, disculpen que diga
esto, una parte de la sociedad argentina detesta Tecnópolis. No sé si nosotros que venimos con nuestros hijos y disfrutamos al hacerlo, amamos tanto
este lugar como otros lo odian.
El odio al lugar que nos tocó en suerte, a sus enteras condiciones, es casi lo
que imposibilita la vida en común. Esto que señala Martínez Estrada impide
que se hagan las paces con lo que nos ha tocado, cosa que no quiere decir
resignarse a que sea siempre así, sino aceptarlo para luego obrar. Aunque
se haya vuelto ñoño citar a Hannah Arendt, de tan mal usada que está, vale
traer aquí su afirmación a propósito de que sólo puede haber educación y
transmisión entre generaciones si hay amor al mundo. Amor al mundo que
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COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
implica aceptación de él –incluso cuando no nos guste o termine de gustary, entonces, decisión de mostrarlo, de enseñarlo a los nuevos. La negatividad de Martínez Estrada se lanzaba sobre esta posibilidad misma y sin ella
–sin ese mundo compartido que es una cultura- no hay nada que nos ligue
como sociedad.
Incluir a Hannah Arendt, aunque más no sea brevemente, contra toda idea
de la excepcionalidad argentina nos recuerda que un porcentaje en nada
menor de nuestra vida en común en crisis obedece a la crisis larga de la
modernidad. Señala María Zambrano, una filósofa española identificada con
la República y antifranquista, que si la modernidad, es decir, si Europa tuvo
una búsqueda, ésta fue la de domeñar y someter las fuerzas primarias, los
elementos; la de alcanzar una forma de cohabitar en la que las pasiones
más intensas se moderaran por la razón, por el logos, por los conceptos. Las
instituciones son los dispositivos que nos acercan a esa moderación de las
fuerzas elementales. María Zambrano escribe esto en 1945, año fundamental
para todo esto, en un libro que se llama La agonía de Europa. El nazismo se
adivina como el indicador del fracaso de Europa en su intento de gobernar
las fuerzas elementales, primitivas, el amor y el odio entre ellas.
Pocos después, entre 1951 y 1952, Eva Perón escribirá Mi mensaje, un pequeño libro cuya autoría fue muy discutida y que por momentos quedo oculto. Escribe ese libro enferma, sabiendo que está por morir. El 17 de octubre
de 1952, el secretario de la CGT, lee desde los balcones de la Casa Rosada un
fragmento ante la multitud, pero después el libro queda en el olvido, como
si hubiera producido un gran susto. En estas páginas, que tienen mucho de
confesión del porqué de una militancia, se lee: “me rebelo, indignada, con
todo el veneno de mi odio o con todo el incendio de mi amor –no lo sé todavía”. Amor y odio como fundamentos distintos que pueden parir un mismo
efecto y por lo tanto se confunden, aunque la duda –“no lo sé todavía”- deje
abierta la posibilidad de una claridad por venir. Este escrito de Eva se despliega por entero en pasiones que parecen ubicarse más allá de conceptualizaciones, incluso de la historia. El enfrentamiento de clases sin la cocción de
la política y la teoría. El fracaso de la modernidad señalado por Zambrano se
vuelve perceptible de esta otra manera, entre otras cosas añadimos nosotros
porque se trata de territorios y experiencias –las americanas- que habían
sido menospreciados por sus formas canónicas, europeas. Es Eva la que
interviene en esta senda, pero es el peronismo clásico el que allí se advierte.
Desde los versos de la marcha que se canta desde 1949 y que indican que el
objetivo es que “reine en el pueblo el amor y la igualdad” hasta, permítanme
decirlo, el despliegue de figuras como Leonardo Favio, que más de una vez
señaló que el peronismo no es más que “un acto de amor”.
33
1er COLOQUIO DEL AMOR
El amor público como fuego que devora. Es el caso de Eva, pero también es
Belgrano. Belgrano estudió en Salamanca, su vida era la de un doctor, un
hombre de leyes de la época, que hablaba y escribía en latín. Sin embargo,
se vio compelido por la política, por el amor público –por la virtud-, a cruzar límites inimaginables en el horizonte prerevolucionario de su clase. Y al
hacerlo cometió algo parecido a la hybris, a una suerte de pecado, que lo
terminó quemando. Asombra y asusta la amistad política definida como la
intensidad mayor de unión entre los hombres, que carga con la enemistad
política como revés necesario. Entre otras cosas, Belgrano hizo lo que hizo,
volcó su vida de semejante forma, porque en un momento entendió lo que
era el Virreinato, lo que era la colonia y el dominio realista; entendió que
para alcanzar la felicidad pública había que sacarse de encima a los “godos”.
Se embarcó en esa intensidad política que lo llevó, por ejemplo, hasta esa
aldea extraviada que era Jujuy y a abrazarse en Potosí con el cacique Cumbay, cacique chiriguano en el nombre despectivo. Tomado por la amistad y
la enemistad política, por formas del amor y del odio, aún cuando él quisiera
moderarlas.
El llamado fin de la historia, el conservadurismo que se expande desde finales de los años ochenta, ha buscado expulsar el amor de la esfera de lo público y reducirlo a un “asuntito privado”. Leía hace unos días una entrevista
a un historiador y crítico francés que, inquieto por las raíces de este conservadurismo, denunciaba al mismo psicoanálisis, que transforma la cuestión
del deseo en un problemita entre tres –mamá, papá y el nene– y le quita por
supuesto la tragedia política y cultural, que es de clase e histórica. El fin de
la historia buscó fue producir ese repliegue del amor, que deje de circular
definitivamente por las calles, que ya no tenga enormes manifestaciones.
Cuando los Redonditos de Ricota hablaban en la década del 90 de “banderas
en tu corazón” estaban diciendo que esperaban que, alguna vez y nuevamente, una pasión política, un amor político, nos arrebatara. No importa,
en Juguetes perdidos, si es anarquista, peronista, nacionalista o comunista:
que haya una bandera. Porque, si no, nuestra vida se transforma en una vida
pobre, en una vida reducida, de puertas adentro y sólo con alarmas. Algo de
esto tiene que ver Tecnópolis y el odio que hay sobre este lugar.
Casi una década antes de que se declare el fin de la historia, Margaret Thatcher había lanzado como provocación que “no hay sociedad, solamente existen individuos”. Si es así el amor no puede circular en las plazas públicas,
en manifestaciones. Ahora, ¿cuál es más alto riesgo de esto? La política, sin
dosis más o menos suculentas de amor y ¡ay! –interjección que se usaba en
el siglo XIX– también de odio, nos condena al abandono o a la indiferencia
hacia el otro. Si en la política no hay apuesta por el amor, se nos condena al
34
COMUNIÓN, COMUNIDAD, POLÍTICA
abandono. El abandono es la falta de ley, la falta de Dios, la falta de mirada.
Se nos condena a la indiferencia. Por supuesto, esto es lo que cundió en los
años del fin de la historia, en los años 90 que, está claro, son mucho más que
el menemismo.
Para terminar, sumaría que también es cuestión fundamental de la política
lograr que esas pasiones políticas que implican al amor y al odio, no desborden en tragedia. Eso también es la política, cómo hacer presente al amor y al
odio, como Eva lo señalaba y es inevitable que sea; como estaba presente en
Moreno, en San Martín, en Belgrano y, por supuesto, en la generación de los
70; hacerlos reales, permitir que se conjuguen, pero al mismo tiempo evitar
que la sangre llegue al río. Es el camino a recorrer.
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1er COLOQUIO DEL AMOR
JUAN CARLOS MOLINA
Sacerdote católico, de extensa trayectoria en el trabajo social y territorial,
es el actual titular de la Secretaría de Programación para la Prevención de la
Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), dependiente de
Presidencia de la Nación.
EDUARDO DE LA SERNA
Sacerdote católico argentino, coordinador del Grupo de Curas en Opción
por los Pobres de Argentina. Además de ejercer su misión pastoral en la
parroquia de Jesús el Buen Pastor en San Francisco Solano, es autor de diez
libros, entre ellos Con los pies en el barro. Teología de la misión popular,
¿Dios es imparcial?, Los vicios capitales y Diálogo entre la Biblia y Teresa de
Lisieux.
JAVIER TRÍMBOLI
Historiador y docente en los niveles medio y universitario, fue miembro de la
coordinación del proyecto “A 30 años del golpe de Estado” del Ministerio de
Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación (2005-2006). Publicó diversos
artículos y libros de ensayos, entre ellos 1904. Por el camino de Bialet Massé,
La izquierda en la Argentina y Pensar la Argentina. Los historiadores hablan
de historia y política, junto a Roy Hora. Ha sido asesor histórico y guionista
de diversas películas y documentales televisivos.
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FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA,
CRÍTICA CULTURAL
1er COLOQUIO DEL AMOR
ALEJANDRO GRIMSON
Me gustaría empezar diciendo lo que no voy a hacer: insistir en discursos “morales” sobre el amor. ¿Qué quiero decir? Se supone que todos nosotros debemos amar
más; se supone que todos nosotros debemos amar a
más; se supone que más tienen que amar más a más.
Ese tipo de discurso moral, un discurso prescriptivo, es
un discurso al que puedo adherir o no. Pero la disciplina
en la que yo trabajo, la antropología, se hace una pregunta que podría formularse así: ¿cómo son los amores
realmente existentes? Es decir: quién ama a quién, y por
qué no amamos más, o por qué odiamos, o a quién amamos, cuándo y de qué manera.
Si todos amáramos mucho y a muchos, ¿todos amaríamos a todos? Supongamos que, por razones ideológicas,
religiosas, culturales, definimos una vocación de amar al
pobre, de amar al inmigrante que muere en las aguas del
Mediterráneo tratando de cruzar a Europa. Perfecto. ¿Podemos amar también al que es responsable de la muerte
de ese inmigrante? Supongamos que amamos a los pobres. ¿Podemos amar a los que los empobrecen? Supongamos que amamos a todos los hombres y mujeres que
han sido violados. ¿Podemos amar también a quienes
los han violado, de la misma manera? Es decir, la antropología parte de una suerte de constatación evidente
de que el amor no es infinito y, por lo tanto, se hace una
pregunta acerca de cuáles son las economías amorosas
de las distintas sociedades, de las distintas culturas, de
los distintos mundos.
Nosotros habitamos un mundo entre muchos. Yo diría
que habitamos el mundo instituido por Romeo y Julieta.
38
FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
¿En qué sentido? Romeo y Julieta representa el momento en el cual el hijo
y la hija rechazan la prescripción matrimonial de sus padres y dicen: yo soy
libre, soy un individuo, soy un ser en busca de mi amor, y mi amor puede
ser cualquier ser de este planeta, incluso el hijo o la hija del enemigo de mi
padre. Esto es la fundación de la modernidad, del individuo que va a decidir con toda libertad. Porque allí mismo está lo que choca con ese mundo
que nace, que es el mundo de la prescripción, del matrimonio y del vínculo
establecido, de que vos si creés en este dios solo podés casarte con alguien
que crea en el mismo dios, de que si sos de esta tribu solo podés casarte con
alguien que pertenezca a esta tribu, y así sucesivamente.1
Ahora, supongamos que uno tiene compañeros que fueron al jardín de infantes, a la escuela, al club, hizo amigos en el barrio, la secundaria, la capilla
o al templo. Uno conoció una cantidad de personas, cien o mil, un número
determinado. ¿Cómo se cruza esta frontera? Ese número, que, digamos así,
está entre cien y mil, tuvo que ver con una escuela, un club, un barrio; y si
tuvo que ver con todo eso, seguramente tuvo que ver con una lengua, quizás
dos; tuvo que ver con un territorio; tuvo que ver más o menos con una clase
social; tuvo que ver más o menos con un grupo cultural o étnico o algo por
el estilo; quizás tuvo que ver con creencias religiosas. ¿Qué quiero decir con
esto? Que en el mundo instituido por Romeo y Julieta, todos creemos que
elegimos con total y absoluta libertad a nuestra media naranja, pero cada
uno de nosotros elige a su media naranja en función de ciertas coacciones
culturales e históricas que se fueron estableciendo y siguen vigentes, aunque operen en la mayor parte de los casos de manera inconsciente.
Es decir, podemos amar a cualquier ser humano, en términos vinculares,
en términos de una elección de pareja; pero el hecho social empírico es que
cada uno de nosotros solo tiene la capacidad de amar a algunos seres humanos, de cierto tipo bastante específico.
En la antropología, cada una de estas cosas y opciones tiene palabras. Por
supuesto está aquel que es un exotista del matrimonio: el exotista es el que
cruza la frontera, el que no vive adentro de la misma. Por ejemplo, en los
EEUU ha sido durante décadas y siglos excepción el matrimonio entre blancos y negros (en realidad, solo ha sido excepción durante el siglo XX, porque
antes estaba prohibido). Lo mismo puede suceder con ciertos grupos en ciertas religiones. Pero sobre todo hay una idea preferencial, donde los padres
y las madres les transmiten a sus hijos e hijas cuáles son los cónyuges que
estarían más o menos bien que elijan.
1
Esta idea fue elaborada con agudeza en CASTRO, Viveiros & ARAÚJO, B. Ricardo. Romeu
e Julieta e a origem do Estado. Arte e Sociedade. Rio de Janeiro, 1984.
39
1er COLOQUIO DEL AMOR
Voy a dar un ejemplo: todos queremos que a nuestros hijos les guste la música que les guste; si es una música que a mí no me gusta, no hay problema,
cada uno es libre, tiene que tener sus gustos estéticos. Ahora, si mi hijo
está escuchando 24 horas solo esa música que yo detesto, que me parece
que expresa la decadencia, que me parece horrible, ya empieza a haber un
problemita... Y si mi hijo está todo el día tocando esa música que yo detesto
y le dedica su vida, hay un problema mayor. Si dedica su vida a un dios que
a mí no me gusta o no es mi dios, o a una patria que no es mi patria o a una
causa que no es mi causa, hay problemas; porque la filiación supone cierta
familiaridad en ese otro sentido. Al menos es así para la mayoría de los seres
humanos. El dolor del padre o la madre cuyo hijo adhirió a causas que considera irreconciliables con la suya es real. Que sea real no significa que sea
justificable en términos éticos.
Nosotros hicimos, cosa típica de sociólogos –yo soy un antropólogo un poco
sociológico–, una encuesta, en el Área Metropolitana de Buenos Aires, en la
que le preguntábamos “¿A usted le molestaría o le gustaría que su hijo se casara con X, Y o Z?”. Bueno, el campeonato del rechazo lo ganó por goleada
“una persona del mismo sexo”: 54% de los encuestados dijo “yo no quiero
que mi hijo/a se case con alguien del mismo sexo”. 33% dijo “yo no quiero
que mi hijo/a se case con un boliviano, un peruano, un paraguayo”. 38% dijo
“yo no quiero que mi hijo/a se case con un villero”. Entre ese 38%, una parte
muy importante de los encuestados era muy pobre. En realidad, si uno hace
esa encuesta en las zonas más ricas del Área Metropolitana, la gente no tiene un rechazo a que su hijo se case con un villero porque no le preocupa, ni
siquiera existe en su imaginario y en su posibilidad. Porque, como se sabe,
en este Área Metropolitana hay jóvenes que nunca salen de la Avenida Gral.
Paz y nunca cruzan la Avenida Rivadavia, tienen toda su vida alrededor de
dos o tres avenidas que son las más cercanas al río. Sólo se teme que algo
suceda si existe la posibilidad efectiva. Entonces, hay cosas que no rechazamos porque ni siquiera imaginamos como posibles.
Por ejemplo, en los sectores populares puede haber más miedo de que su
hijo o hija se case con alguien muy pobre porque eso puede provocar lo que
se llama hipogamia, que quiere decir casarse socialmente hacia abajo –lo
contrario a hipergamia, que es el cuento de la Cenicienta: ese amor que no
entra en lo tipológico, no entraba en la clasificación posible, que es descubierto como el amor real y que lleva a la hipergamia, desde el punto de vista
de la Cenicienta misma, que “sube” a un lugar imposible.
O sea que hay personas que son “malas para casar”, o tipos de personas que
son consideradas (por todos los seres humanos, lamento decirles) “malas
para casar”, y otros que son “buenos para casar”. Y obviamente esto no
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FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
tiene que ver solamente con el dinero. Acá quiero decir algo: cuando hablamos de “casar” y de “matrimonio” y de “pareja”, obviamente, no estamos
hablando específicamente de sexualidad, porque hay un erotismo que no
tiene que ver con el matrimonio. Por ejemplo, cuando uno hace investigación sobre estas cuestiones, se da cuenta muy rápido –y en la Argentina es
muy fácil de entender– que hay imágenes de mujeres y hombres que son
muy poderosas en términos eróticos, y que a los chicos y a las chicas los movilizan tremendamente. Pero de ahí a casarse es otra cosa. O sea, una cosa
son las personas que los seres humanos consideran que son interesantes
para tener un tipo de experiencia erótica y otra cosa son las personas con las
que alguien formaría pareja, se casaría, tendría hijos, etc. De hecho, hay más
exotistas reales y potenciales en el primer caso, en el de la sexualidad, que
en del matrimonio, donde son excepciones muy contadas.
Entonces, ahí viene la cuestión de una dimensión del amor que creo que es
crucial, que es la de la relación entre amor y matrimonio, donde uno podría
utilizar también otro concepto que viene de la sociología, que es pensar
ese amor carismático, esa pasión –que es una palabra que uno le agrega
al amor, porque el amor no siempre tiene la pasión en su máximo esplendor–, y donde cabe una pregunta que creo que es fundamental en nuestras
vidas: ¿cómo se lleva el amor con la comprensión, con el entendimiento
entre los seres humanos? ¿Por qué, si a veces nos amamos, muchas veces
no nos entendemos? O sea, ustedes aman a su madre, pero no me van a
decir que su madre los entiende siempre a ustedes. Todos ustedes amarán
a sus hijos, lo cual no quiere decir que entenderán siempre a sus hijos, y
viceversa. Es decir, amar es una cosa y entender es otra. Y hay un problema
ahí, porque cuando alguien que yo amo no me entiende, yo sufro de una
manera específica.
¿Es posible amar y entenderse? Hipotéticamente uno podría decir que es
posible en ese tiempo inicial donde la pasión está en su máximo esplendor,
donde enamorarse implica que uno entiende todo. No porque lo entienda
todo, sino porque no quiere dejar de entender nada. Y uno vive en esa ilusión de entender todo y de ser entendido por completo hasta que ese amor
carismático se hace rutina. Y ahí empieza la vida cotidiana, no exenta de
amor pero sí exenta de ilusión de total entendimiento.
Lo que quisiera plantear entonces es que esta tensión, entre el universo que
abre Romeo y Julieta –del amor completamente libre, de que podemos elegir a cualquier ser humano– y la realidad –el amor realmente existente, que
es el amor en el cual solo elegimos ciertos tipos de seres humanos–, es también extensible a todos los otros objetos y sujetos que podemos amar, como
la nación, la religión, la política, la estética, etc.
41
1er COLOQUIO DEL AMOR
Esto también lo podemos constatar en las cada vez más presentes redes
sociales, como por ejemplo Facebook: cualquiera puede tener cien, quinientos, mil, cinco mil amigos en Facebook; ahora, basta fijarse cuántos de esos
amigos son chinos, cuántos japoneses, cuántos africanos subsaharianos, y
uno se va a dar cuenta que sus amigos responden a todas estas dimensiones
a las que nos referíamos antes: clase social, mundos profesionales, educativos, religiosos, territoriales, etc. Y que, en la medida en que sus amigos se
van distanciando de esos mundos, se van reduciendo mucho en cantidad.
¿Qué tiene que ver esto? Esto significa que la globalización, que interconecta
a todos y nos relaciona porque estamos todos conectados, lo hace pero de
maneras muy específicas, nos interconecta en función de clivajes sociales,
culturales, históricos, territoriales, de clase en los que nacemos y vivimos.
Ahora, insisto: vivimos en ese mundo moderno donde hay total libertad para
que cada uno crea en el dios que quiera, para que cada uno adhiera a la
ideología política que quiera, a los movimientos estéticos que quiera; sin
embargo, algunos de ellos serán bien o mal vistos, incluso si son escogidos
por la gente que amamos. Es decir, que nosotros queremos que nuestros
hijos adopten con total y absoluta libertad los mismos ideales que tenemos
nosotros; queremos que nuestros hijos sean totalmente libres para creer los
mismos dioses en los que creemos nosotros. Y esa paradoja se resuelve
en la tensión intergeneracional, donde Romeo y Julieta pueden rechazar el
linaje y rechazar la tradición, pero tienen que saber que de todas formas siguen hablando la misma lengua, siguen dentro de una tradición que abarca
a sus dos familias, deben saber que hay todo otro mundo de lo posible para
el amor que ni siquiera ingresó en su imaginación, que es completamente
ignorado y desconocido.
Un autor que representó de manera muy potente a la academia de derecha
estadounidense de fines del siglo XX y principios del XXI, Samuel Huntington, se quejaba de que los inmigrantes mexicanos en EEUU no se integraban a la sociedad porque se casaban siempre entre ellos, seguían siendo
católicos y seguían hablando castellano. Es decir, los acusaba, como parte
de su estigmatización, de ser endogámicos y no exogámicos, como habían
sido en su momento los “buenos inmigrantes” en EEUU (los italianos, los
polacos, algunos judíos, etc.). Ahora, suponiendo que Huntington tuviera razón, uno debería preguntarse si las estrellas de Hollywood, que representan
la estética hegemónica en los EEUU, andan buscando desesperadamente
mexicanos y mexicanas para casarse y estos los rechazan una y otra vez, o
si en verdad los inmigrantes no tienen opción de acceder a esa otra parte de
la frontera.
42
FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
Existe un concepto que los sociólogos han utilizado y que puede parecer
espantoso. En realidad cuando lo inventaron existían las pequeñas ferias de
los pequeños pueblos. Es el concepto del “mercado matrimonial”: uno sale
al mercado matrimonial y ahí más o menos ve qué es lo que puede conseguir, de quién puede enamorarse, tratando –sobre todo después de varias
frustraciones– de que se corresponda con alguien que pueda enamorarse de
uno. ¿Qué quiero decir con esto? Que no todos los mercados matrimoniales
están abiertos para todos. Lo que demuestra la encuesta que antes comentaba es que el mercado matrimonial está clausurado para la gran mayoría
de los bolivianos, los peruanos, los paraguayos. Y habría que discutir cuáles
son las imágenes que existen sobre ellos: por ejemplo, esa imagen de “la
paraguayita”, que es otra forma de estigmatización y que habla de una cierta
eroticidad, pero no necesariamente de una apertura matrimonial.
Planteo estas cosas como preguntas que habría que seguirse haciendo, para
entender que no es, por ejemplo, que los mexicanos sean endogámicos, sino
que son los estadounidenses blancos, de clases medias acomodadas o clases altas los endogámicos, que no están dispuestos a habilitarles a los mexicanos sus mercados matrimoniales. Y eso que podemos ver sobre EEUU es
una pregunta que siempre podemos hacernos sobre nuestras propias sociedades para entender cómo el amor, incluso cuando necesitamos de metafísica, tiene algo que ver con la ciencia.
43
1er COLOQUIO DEL AMOR
NORA MAZZIOTTI
Quiero hablar un poco del amor en la telenovela, de la
manera en que un género de ficción lo aborda. La telenovela es el exponente del melodrama en televisión, y en
América Latina tiene mucha importancia y se viene haciendo hace más de cincuenta años. ¿Qué es una telenovela? Fundamentalmente, es una larga historia de amor,
que se cuenta a lo largo de cien y hasta doscientos, doscientos veinte capítulos. Se focaliza en una pareja joven
heterosexual, cuyos miembros pertenecen a mundos
totalmente opuestos. La telenovela trabaja mucho con
el bien y el mal: todo es o bueno o malo, o blanco o
negro, y obviamente el amor es el bien más grande, la
mayor recompensa que pueden alcanzar sus protagonistas. Que empiezan sin saber que se aman, pertenecen a
mundos tan distantes y antagónicos que inicialmente ni
pueden reconocerse.
Generalmente se da una cuestión de diferencia de clases: ella es rica y él es pobre o viceversa; una diferencia
de religión o de diferencia cultural: por ejemplo, hubo
una novela brasilera muy famosa, El Clon, donde eran
musulmanes y católicos; enormes diferencias que van a
ser zanjadas muy de a poco a lo largo de la novela. Pero
el hecho de que pertenecen a mundos en apariencias
irreconciliables y que van a empezar a reconocerse de
a poco es el motor de toda la novela. Para que alguien
se enganche y vea la novela durante más de doscientos
capítulos se tiene que contar un amor imposible, que tiene que vencer una cantidad enorme de obstáculos para
lograr la reunión final.
44
FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
Por eso mismo, en la telenovela, el amor es el otro. En el marco de lo que
nuestra presidenta habla de que “la patria es el otro”, es muy interesante
pensar que también el amor es el otro, por esto de que es el opuesto, es el
diferente, es el contrario, es de quien jamás mi familia me dejaría que me
enamore, el que jamás mi comunidad me permitiría amar. Entonces, el amor
es una enorme transgresión: me enamoro de la persona inconveniente, me
enamoro del que nadie pensaba que me iba a enamorar, etc. Es transgresor porque los dos miembros de la pareja tienen que vencer una serie de
compromisos previos, convenciones y cosas que ya estaban perfiladas para
ellos. Por eso va a implicar un enorme esfuerzo. Y el amor triunfa, luego de
innumerables vicisitudes.
Esto tiene que ver también con lo que decía al principio, que la historia que
cuenta la telenovela es melodrama, y el melodrama tiene esta marca bipolar
de buenos y malos y ricos y pobres. La telenovela se va haciendo cargo de
distintas matrices narrativas y dramáticas que ya existen en la cultura: la
cuestión de la pareja joven y de origen opuesto, por ejemplo, viene de los
griegos y los latinos, los enamorados siempre son jóvenes a los que por
algún motivo no les está permitido reunirse.
Y la cuestión de que el amor es transgresor y es un amor entre opuestos nos
lleva a otra característica, que es que ese amor va a transformar totalmente
a sus protagonistas. Si pensamos en cómo comienza una novela, cuáles son
las características de sus personajes y cómo termina la historia con la pareja
reunida, vamos a ver que la transformación de esos personajes es completa.
Entonces, el amor te hace ser otra persona. Por ejemplo, ocurre mucho en
las novelas que las heroínas son más sabias que los hombres, pero son tímidas, retraídas, no se animan, o son imprudentes; son inmaduras y todavía
no encontraron su verdadero ser. Y los galanes son donjuanes, arrogantes,
o se enojan mucho. Y ofenden, agreden. Pero a lo largo de los capítulos, el
amor los va a transformar; y los va a convertir en personas mejores. Vamos
a ver que se van a transformar en personas que se saben escuchar, se saben
encontrar, se saben reconocer; y que, además, van a luchar juntos. Otro rasgo importante es cómo están juntos el disfrute y el temor en esa pareja, que
inicialmente no se conoce, y cómo se va animando cada vez más a disfrutar
y a pelear contra todo lo que se le opone.
Porque los que van a desunir o no quieren que la pareja se reúna son muchísimos. Están encarnados en un villano o villana, pero podemos pensar
que estos representan todas las fuerzas no solo del mal sino de lo que son
las convenciones, el estatus quo, los compromisos y, sobre todo, las conveniencias. En la conducta de los protagonistas, siempre del lado del bien, y
de quienes los ayudan, hay amor. Del lado de los villanos o villanas nunca
45
1er COLOQUIO DEL AMOR
hay amor, sino que hay conveniencia, querer sacar partido, celos, envidia,
deseo de obstaculizar, perjudicar, etc. Así que es interesante también pensar
en que el éxito de la novela tiene que ver con poner en cuerpo de distintos
personajes todo lo que es el imaginario sobre el bien y sobre el mal, encarnados en personajes que pueden pensarse como fuerzas del imaginario social
que están construyendo una especie de símil: ¿qué se espera del amor? Que
triunfen los buenos. Y ¿qué es el triunfo de los buenos? El estar reunidos
después de haber vencido los obstáculos.
Decía que la pareja se reúne cuando logró vencer todos los obstáculos. Pero
nada es fácil, entonces muchas veces pasa que uno dice “bueno, ya está,
ahora se juntan, pueden concretar su amor”, y no, vuelve o recomienza una
nueva andanada del mal. Y nadie del lado del mal obra con amor.
Hay otra cosa muy fuerte también en la telenovela, que es la búsqueda de
identidad: siempre hay alguien que no sabe quién es su padre, o que cree
que su padre es otro, se cree huérfano y no lo es, etc. Digamos, todas las
confusiones que tienen que ver con lo poco que esa persona sabe de sí misma: la novela pone en pantalla esta falta de conocimiento de sí. Y esto está
también muy en relación con lo que decíamos recién sobre el poder transformador del amor. El amor te transforma al punto que te ayuda a saber
quién sos realmente. Porque, por ejemplo, de golpe la chica pobre era la
hija abandonada de alguien poderoso que fue despojada de su identidad y
después la recupera, o el joven rico resulta que no era hijo de sus padres y
se reencuentra con una nueva identidad. El poder transformador del amor
hace también que haya una transformación de la identidad y que la pareja
amorosa viva esa transformación.
Pienso que en todo esto radica el éxito del género telenovela: no solo de
algún título que nos pueda haber gustado, sino del género. Y tiene que ver
con este mostrar desde el vamos cómo se va armando una pareja y todo lo
que tiene que luchar para ello porque los embates que sufre son enormes.
Claro que el amor no es el único componente de la telenovela, no basta con
la historia de amor, tiene que haber otras historias; pero el amor no puede
faltar. Puede ser que no haya suspenso, o que no haya policial, pero el amor
tiene que estar sí o sí: no hay novela que no cuente una historia de amor con
las características que venía diciendo.
Y también pensaba sobre esto que se vino hablando las últimas semanas,
la cuestión del desacato. El amor es totalmente desacatado, y el amor en las
novelas también. ¿Por qué? Por esta transgresión que decíamos al comienzo. Si pensamos en Romeo y Julieta, es un desacato enorme al mandato
de las familias. Me parece interesante esta idea de la rebelión que implica
46
FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
el amor, porque viene a romper un orden dado, algo que se pensaba que
debía continuar tal cual era. Siguiendo con esta idea podemos también llegar al cristianismo, porque muchas veces se habla del Via Crucis que tienen
que sufrir los protagonistas de las novelas: como continuando el camino de
Cristo y sus padecimientos, la pareja logra la redención, que es la reunión
después de tanta lucha. También esta es una de las cosas que influye en el
éxito internacional de las novelas, la construcción del amor como una categoría de desafío y de ruptura.
47
1er COLOQUIO DEL AMOR
DARÍO SZTAJNSZRAJBER
No es nuestra intención la repetición dogmática de los
discursos establecidos sobre el amor, que pueden ser
muy contenedores y tranquilizadores y pueden dar mucho marco, pero poco representan ese elemento transgresor que tiene el amor. Porque hay algo de riesgo en
el amor, que lo hace algo no seguro; el amor como algo
seguro me parece que nos puede brindar toda una serie
de contenciones posibles, pero que lejos están de lo que
históricamente, y diría casi filosóficamente, el concepto
del amor genera o provoca.
Yo quiero más o menos posicionar la cuestión del amor
en la filosofía. Se toca en algún punto con la religión,
porque la filosofía y el discurso religioso, cuando hablan
sobre el amor, están ahí uno al lado del otro, son vecinos. Aunque, es sabido, la diferencia sobre un tratamiento religioso y un tratamiento filosófico es que la filosofía se supone que no parte de ningún dogma. Muchos
apasionados del discurso religioso me dirán “bueno, la
religión tampoco”, porque evidentemente en la medida
en que uno asume ciertas afirmaciones desde las que
parte como verdaderas no las visualiza como dogmas.
Entonces, para no tener esa discusión, simplemente digamos que son dos discursos bastante parecidos, pero
que el de la filosofía no está en todo caso concentrado en
un texto, en un acontecimiento, como puede ser el texto
bíblico o el acontecimiento de las distintas revelaciones
religiosas a las que hace mención por ejemplo La Biblia.
Sino que, al revés, parte de poder pensar la naturaleza
de cualquier hecho de la manera más desnuda posible.
A mí me encanta hacer filosofía de esa manera: no des48
FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
nudos, sino desnudando los conceptos; esto es, quitándoles todo el marco
teórico previo que tienen. Esto, se dice en filosofía, es hacer un abordaje
fenomenológico: ir al fenómeno.
O sea, cuando hablamos de amor, ¿de qué hablamos? Este sería el primer
dilema. Está tan revestido el concepto de amor de tantas palabras, de tanta
teoría, de tanto uso y abuso, que no queda claro de qué hablamos cuando
hablamos de amor. Y al tratar de concentrarnos en qué es el amor, en qué
trama categorial lo encontraríamos, ¿qué diríamos que es? ¿Es un sentimiento? ¿Es un estado de ánimo? ¿Dónde lo colocaríamos? ¿Y quién sería el especialista entonces sobre esto? ¿Un psicólogo? ¿Un médico? ¿Un antropólogo?
¿Quién habla sobre el amor, a quién le creo? ¿Quién ha construido una autoridad, desde el saber, para hablar del amor?
Respuesta: muchos. Que es una no respuesta, por cierto. Porque no es que
hay una amorología o algo así, una disciplina que trate específicamente del
amor. Un religioso no habla de otra cosa que no sea del amor; pero para los
que por ahí no compartimos el discurso religioso, nunca iríamos a escuchar
a alguien de la religión para convocar algún tipo de sentido del amor. Un
psicoanalista también habla mucho del amor; pero está por ahí muy direccionado al amor vincular. ¿Pero el amor solo se reduce al vínculo? Ven entonces que es una palabra tan amplia, se vuelve tan vaga, que es muy difícil
de circunscribir su sentido.
Podríamos marcar algunos dilemas que hay alrededor del amor. El primero,
que creo que es el más cotidiano, el que nos atraviesa a todos, sería el siguiente: si el amor tiene que ver con algo específicamente científico, o si, al
revés, la ciencia, cualquier ciencia, nos queda corta para hablar del amor. O
sea, ¿es el amor algo reducible a una investigación científica? Y en tal caso,
¿a cuál? ¿Qué ciencia es la ciencia que nos puede hablar del amor?
O no: el amor siempre supone un exceso, un desbordamiento, que hace imposible que cualquier aproximación científica pueda llegar a dar respuesta
sobre él. Casi diría que esta segunda postura tiene que ver más con el arte
que con la ciencia. Entonces, que no podemos terminar de pensar al amor en
su totalidad, siempre se nos escapa. Cuando quiero entender el amor, algo
entiendo; pero eso que entiendo no es el amor. Creo que entiendo el amor,
pero estoy entendiendo algo así como la traducción del amor para la posibilidad de mi propia comprensión. La típica: cuando uno siente que quiere
mucho a alguien y dice la más remanida de las frases y sin embargo muy
eficiente: “no me alcanzan las palabras para decir lo que siento”. No es una
huevada eso; aunque sea una frase tan cursi o tan remanida, hay algo ahí
presente en el amor que hace ruido, porque realmente nos hace pensar has49
1er COLOQUIO DEL AMOR
ta qué punto nuestro sistema de pensamiento puede o no puede dar lugar a
esa explicación, y por qué es así.
Esto, si hay que ponerle nombre, digamos que estamos proponiendo un
primer abordaje de la cuestión del amor en un dilema que sería: si del
amor se puede dar una explicación científica o una explicación metafísica.
Es otro problema la palabra metafísica, porque también está usada de forma muy diversa; pero acá la estamos oponiendo a científica. Es decir, hay
algo que explica el amor que no se reduce a la explicación que la ciencia
puede proveer. Metafísica, en griego, significa “más allá de la física”; meta
es “más allá”, physis en griego es “naturaleza”. O sea, es “más allá de lo
natural”. La ciencia explica lo natural, sobre todo las ciencias naturales.
Pero el arte, la religión, todos esos discursos sobre el amor excederían la
explicación científica.
¿Qué diría una explicación científica sobre el amor? Concentrémonos en una
ciencia particular. Y para ser extremistas, y darle un poco de onda al dilema,
tomemos la más extrema, que es la biología. Para la biología, el amor es algo
que se explica a partir de nuestro cuerpo, del funcionamiento corporal que
atraviesa a todas las personas como nosotros, que somos seres corpóreos.
O sea, el fenómeno del amor no estaría más que reducido a una explicación
que tome el funcionamiento natural de nuestros cuerpos y explique lo que
le pasa: qué le pasa al cerebro, qué le pasa a la sangre, por qué producimos las secreciones que producimos; algo se mueve en nuestros cuerpos, y
eso es el amor. Una cuestión, se diría, absolutamente orgánica. Cuando uno
quiere explicar por qué conocí al amor de mi vida, si alguno de ustedes cree
que hay un amor de la vida eterna, supónganse, o cuestiones de amor de
alguien, la explicación es básicamente científica: hay siete mil millones de
personas en el mundo, uno hace un esquema de posibilidades y combinaciones, entiende los lugares por los que uno se maneja y encontrar el amor
de la vida se explica a partir de eso. No es que hay magia, o encantamiento,
o destino, o algún movimiento astrológico que generó que me encuentre
entonces con alguien.
Es más, piensen por un minuto: ese amor que suponiendo que es el amor
de nuestra vida, que es la persona que estuvo esperando eternamente que
la encontremos, ¿entre cuántas personas conocidas finalmente fue encontrada? Es decir, ¿entre cuántas personas terminamos conociendo al amor
supuestamente de nuestra vida, personas posibles de ser nuestra pareja?
¿Ochenta? ¿Cien, doscientas? Pongámosle, uno está medio sacado en Facebook poniendo “Estado sentimental: en búsqueda” y entonces le caen mil.
Pongámosle entonces, mil: entre mil uno empieza a barrer un poco y queda
uno, queda el par; queda uno y otros dando vueltas. Ahora, ¿ese uno es
50
FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
de cuántos posibles, con los que uno tuvo relación, de cien, de mil? Ahora,
¿es el amor de mi vida? ¿Cómo pasamos de la idea de una persona que es
“nuestra alma gemela” o “el amor de nuestra vida” a una compilación numérica básica, que explica que uno en la vida se cruza con una cantidad de
gente en virtud de una cantidad de posibilidades o variables azarosas que
hacen que finalmente uno se cruce con una persona, estando uno y otro con
un estado de ánimo y disposición abierta para generar con esa persona un
matrimonio? Porque además, justo en ese momento uno estaba de buen
humor, o no tenía mucho trabajo, o todos sus amigos se habían casado,
entonces uno estaba diciendo “bueno, me toca”… Yo tengo una amiga que
es soltera; todas sus amigas se casaron, y dijo “bueno, me toca a mí”. Y se
casó. Se cruzó con alguien muy copado y se casó. Pero si no hubiese vivido
ese momento en que todas sus amigas se estaban casando, bueno, por ahí
esperaba más. Es que la vida es eso: uno tiene infinitas posibilidades –posibilidades de todo– y elige una. ¿Qué hace el resto de la vida? Se lamenta de
por qué no eligió todas las otras, por supuesto.
Esa, por lo tanto, es una perspectiva científica, que nos pueden sonar hasta
un punto algo graciosa. Porque la metafísica, ¿qué diría? Hay alguien que
está allí y te completa, esperándote desde siempre y para siempre, para que
vos finalmente seas pleno, te realices, te vuelvas una totalidad y te abras a la
inmensidad originaria del universo, del que todos provenimos y al que todos
finalmente llegamos. La metafísica le da al amor una explicación sobrenatural. Y hace del amor algo que nos atraviesa en lo más profundo; quiero
decir, nos contiene, le da sentido. Como decía el Padre Molina: el amor nos
conmueve. No es casual. A ver si se entiende esto: yo prefiero que la religión
hable metafísicamente del amor, porque es su métier. Me choca más cuando
alguien que no es del mundo religioso dice “yo soy ateo, no creo en Dios,
no creo en nada”, pero lo endiosa al amor como si fuera un nuevo dios; ahí
está la contradicción, en pensar al amor desde un punto de vista religioso,
descreyendo de lo religioso. Y la metafísica tiene eso.
Entonces, este sería un primer dilema acerca del amor, si tiene que ver con
la ciencia o con la metafísica. Ahora bien, creo que no hay posturas extremas: si alguien me pregunta “bueno, vos, Darío, ¿en qué crees, en el amor
científico o en el amor metafísico?”, yo diría “bueno, depende”. Porque uno
está ahí, pululando. Hay día en que uno se vuelve hipercientífico, y hay días
en que uno la está pasando mal y necesita creer en algo. Pienso que la metafísica es más que nada una necesidad, porque genera contención; entonces
hay días en que uno necesita creer y entonces se vuelve más fuerte el amor
metafísico. Lo que sí cuestiono es la sobrevaluación. Creo que el amor está
sobrevaluado, mucho; y si bien es muy importante el amor, la sobrevalua51
1er COLOQUIO DEL AMOR
ción lo banaliza, lo vacía, le quita ese poder que me parece que tiene y del
que estamos hablando.
El otro dilema que creo interesante dejar asentado es si el amor tiene que ver
con una cuestión vincular o, como decimos en filosofía, es una cuestión ontológica. Ya tiré la metafísica, ahora tiro otra palabra de la jerga filosófica que
es ontológica. Lo digo fácil: el dilema es si el amor es una cuestión vincular,
que tiene que ver con el amor de parejas o con el amor con los hijos, es decir,
que el amor tiene que ver con un vínculo entre personas; o si el amor es una
cuestión ontológica, es decir, que no tiene que ver solo con seres humanos,
sino que está presente en la naturaleza misma de las cosas. Eso es ontológico: que tiene que ver con la realidad misma.
Por ejemplo, había un pensador griego, con un nombre muy particular, muy
gracioso para nosotros, que se llamaba Empédocles, que decía que todas
las cosas están hechas de cuatro elementos: agua, tierra, aire, fuego. Esos
elementos están ahí, en el mundo. Ahora, cuando se juntan, conforman algo:
por ejemplo, una botella de agua, en la que hay más porcentaje de agua que
de los otros elementos; o una mesa, en la que hay más tierra que agua. Así
se van combinando; uno hasta podría hacer una cuantificación de los porcentajes que tienen los elementos en cada cuerpo, y sacar de qué se trata:
70% de tierra, 20% de agua, 6% de fuego, 4% de aire, qué se yo: una vaca.
Todas esas teorías antiguas hoy son casi un cuento de niños, pero eran divertidas, tenían onda, digamos. Pero ¿cómo se juntaban los elementos? Y
acá Empédocles dice: se juntan formando un cuerpo, porque existe el amor
y el odio. El amor junta los elementos y el odio los separa.
Esta es una explicación de alguien hace casi tres mil años, muy interesante, pero que está colocando al amor en otro lugar. No está hablando del
vínculo, no es que uno porque está con alguien junta el agua y el aire, no;
sino que está hablando de cómo se van constituyendo los diferentes cuerpos que existen en la naturaleza. Y el amor y el odio aparecen como fuerzas
cósmicas. Así, el amor que uno puede tener por su pareja o por sus hijos
sería como un caso de amor, una expresión específica del amor mucho más
grande que se da en las cosas mismas.
Y el tercer dilema es si hay una o muchas maneras del amor. Sobre esto
quiero simplemente decirles que para los griegos el amor no era una palabra
como para nosotros. Nosotros tenemos una misma palabra para decir “amo
a mi mamá”, “amo a mi pareja”, “amo a mi patria”, “amo a mi equipo de fútbol”, “amo un ideal”, “amo a Dios”… Y el usar la misma palabra no es una
minucia: las palabras no son meramente artefactos o accesorios que uno
utiliza para decir una idea, sino que constituyen toda una manera de pensar.
52
FILOSOFÍA, ANTROPOLOGÍA, CRÍTICA CULTURAL
Y los griegos tenían tres palabras diferentes. Una cosa era eros para hablar
del amor –de ahí viene erotismo–, donde el amor tiene que ver con el deseo, con el encantamiento. La palabra eros estaba como más circunscripta al
amor vincular. Y, claro, el deseo tiene una estructura un poco problemática,
porque el deseo nunca se colma: uno desea algo, cuando alcanza ese algo no
es que se apagó el deseo, sino que sigue, continúa, nunca puede terminar de
alcanzar su objetivo. Entonces, el amor erótico tiene ese problema: es algo
efímero y, por lo tanto, de una insatisfacción infinita. Estamos todo el tiempo
buscando algo que se nos escapa; lo alcanzamos por momentos, eso es lo
que genera el enamoramiento: un momento, un enganche y después… el
deseo vuelve a emerger. Por eso, para que en una pareja de algún modo perviva y conviva por mucho tiempo en ese deseo nunca tiene que cerrarme el
otro en su totalidad; porque si el otro en algún momento me cierra, entonces
salgo a desear a otra persona, porque el deseo es más fuerte de lo que uno
finalmente puede encontrar en el otro.
El otro tipo de amor es el amor como philia, decían los griegos; de donde viene filiación, filial. Es el amor que uno siente por sus hijos, por su comunidad,
por su patria. No tiene que ver el deseo ahí; no es erótica mi relación con la
patria, por ejemplo. Es decir, se juega otra cosa, algo más comunitario, algo
más de expansión, de compartir.
Y el tercer amor para los griegos es el que más me interesa, es el amor
como agápē, que después toma el cristianismo por ejemplo, el amor como
retirada. Es como pensar así: uno podría decir que, por naturaleza, el ser
humano está todo el tiempo buscando expandirse. Estamos todo el tiempo
potenciando lo que somos. “Perseverar en su ser”, diría Spinoza, que también decía que cualquier cosa busca siempre expandirse, ampliarse. Ahora,
el amor es una interrupción de esa expansión. Conclusión rápida: el amor es
algo antinatural; un religioso diría sobrenatural, ¿por qué? Porque interrumpe esa expansión que es propia de la naturaleza. O sea, cuando yo amo a mis
hijos dejo por ellos de crecer yo, de expandirme yo, de pensar en mí mismo.
Hay como una retracción, donde hay una prioridad del otro. Si así es, hay un
acto contranatural, llamémoslo mejor, de uno contra sí mismo.
Y esto me parece que es lo más extraordinario que genera el amor: la capacidad que tenemos, para bien, de ir en contra de nosotros mismos, priorizando
al otro. Esto que hacemos con los hijos, que en muy pocos casos solemos
hacer con nuestras parejas pero que deberíamos, en la medida en que el
amor se trata de eso, me parece la clave para pensar el amor comunitario,
para pensar nuestra responsabilidad infinita por las necesidades y el sufrimiento de otros. Ojalá esa fraternidad propia de toda comunidad fuese pensada más desde el amor que desde el cálculo y la estrategia.
53
1er COLOQUIO DEL AMOR
ALEJANDRO GRIMSON
Doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia, es Licenciado en
Ciencias de la Comunicación e investigador del CONICET. Ha investigado
procesos migratorios, zonas de frontera, movimientos sociales y procesos
de constitución de identidades e interculturalidad. Tiene publicados varios
libros, entre ellos Relatos de la diferencia y la igualdad, Mitomanías argentinas, La nación en sus límites y Los límites de la cultura. Crítica de las teorías
de la identidad.
NORA MAZZIOTTI
Investigadora en comunicación y profesora universitaria. Coordina la carrera
de guionistas de radio y televisión del ISER. Especialista en la telenovela
como género televisivo, es autora, entre otros libros, de La industria de la
telenovela. La producción de ficción en América Latina, El espectáculo de la
pasión. Las telenovelas latinoamericanas y Soy como de la familia. Conversaciones con Alberto Migré.
DARÍO SZTAJNSZRAJBER
Filósofo, ensayista y profesor. Desarrolla una activa labor en la divulgación
de la filosofía, siendo colaborador de diferentes medios gráficos y conductor
de diversos programas televisivos, entre ellos el ciclo “Mentira la verdad”
por Canal Encuentro. En el ámbito de la gestión cultural ha sido gerente
editorial de EUDEBA y coordinador del programa de cultura literaria de la
Secretaría de Cultura de la Nación. Fue el coordinador del 1º Coloquio “La
Patria es el Otro”.
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OFICIOS, PROFESIONES
Y PASIONES
1er COLOQUIO DEL AMOR
GISELA BUSANICHE
Hace una semana que le estoy preguntando a todo el
mundo, a mis colegas, qué es el amor. Y no surgen muchas respuestas, surgen más preguntas. A lo largo de mi
carrera, en programas como La Liga, he sentido mucho
amor y a la vez mucha bronca, he tenido todo tipo de
sentimientos a partir de las historias que a uno le toca
contar. Así que hoy voy a hablar de los informes sociales
que hice en La Liga, y ahora en Telefé Noticias.
En lo personal, además de, como todos, buscar el amor,
llorar por amor, sufrir por amor, sentir felicidad por
amor, encontrar el amor, amo lo que hago: amo entrevistar, amo comunicar. Ese es mi motor. Como todo acto
de amor, uno tiene que comprender, entender al otro; y
muchas veces el medio de comunicación –este amor que
tengo por el periodismo es una relación que ya lleva 16
años, es mi relación más duradera– me lleva a situaciones
muy contradictorias, ya que el medio de comunicación
tiene reglas muy difíciles de digerir para un montón de
personas que quizás tenemos valores distintos, o le damos mucha importancia a los valores. En la televisión hay
mucha gente capaz, con valores y vocación, pero también
hay un sistema, reglas, el rating, etc., que hace que uno a
veces se enoje con el medio y pase del amor al odio.
Voy a desgranar esto un poquito, para que nadie piense
que estoy de novia con un televisor. La agenda diaria
no tiene mucho tiempo para las buenas noticias en los
noticieros, sino para las más violentas: se ven robos, madres llorando, asesinatos, accidentes de auto, baleados,
todas noticias que causan horror y desesperanza. Enton-
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OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
ces, ¿hay lugar para el amor en un noticiero? Hoy hay un 70% de noticias
violentas, ¿tendría el mismo rating si tuviese un 70% de noticias amorosas?
Los lugares donde trabajo, las redacciones periodísticas, son espacios bastante difíciles y contradictorios: hay mucha competencia, mucho ego, prima
la inmediatez, el efectismo, todas cosas que hacen que no perdure tanto el
amor como otros sentimientos. Pero hay personas que motorizan para generar otra agenda y otras formas de contar; y ahí, en el medio de una discusión
o de una primicia o de un dilema ético, por ejemplo en la redacción en la que
trabajo ahora, prima el amor.
Mi desafío desde los informes especiales que realizo es contar historias, temáticas sociales e intentar contar el amor. El amor de lo público, el amor
ciudadano, la solidaridad, la organización… Porque hay muchas clases de
amor y esta sociedad, por suerte, tiene mucho amor para dar. Ahora, para
hablar del amor, pensé que sería bueno primero hablar de lo que no es amor.
Voy a contar, entonces, tres casos en donde no hubo amor.
Susy, con tres hijos, tuvo que escaparse de la casa cuando el marido le pegó
tanto en la cabeza que le desprendió la córnea y la dejó ciega. Yo le hice la
primera entrevista a Susy, que vive en La Plata; ella pudo reaccionar y le
pregunté: ¿por qué tanto esperar ante una violencia de género y maltrato
constante? Pudo reaccionar solamente cuando el marido le pegó a su niño,
cuando vio a su niño amenazado. Lamentablemente tarde, porque estaba
acostumbrada; por suerte, lo hizo con una organización social que la amparó, y eso es amor, pudo salir adelante. El maltrato, la violencia verbal, la
violencia psicológica no son amor; los celos no son amor, la posesión del
otro no es amor.
Otra nota donde no vi amor fue cuando me quedé a vivir con indigentes: estaba en La Liga, hacía esas notas que duraban dos días, donde iba a convivir
a distintos lugares y pasé varias noches durmiendo en la calle. Y sí, vi gestos
de mucho amor entre las personas que viven en la calle, pero vi el abandono: el sistema en que vivimos no da respuestas, genera consumidores pero
expulsa hombres y mujeres, expulsa niños y niñas a vivir en la calle, es un
sistema económico que odia. Entonces, me pregunto: ¿es el sistema capitalista un sistema que no ama? ¿Es el agresor de la sociedad, que es la víctima,
como una mujer maltratada?
Y el tercer ejemplo que quiero traer del no amor fue en Formosa, hace muchos años, a principios del 2000, en donde vi unos cuadros de desnutrición
que nunca me voy a olvidar; no solo de niñas, sino que había una chica que
tenía mi misma edad, raquítica, sin ropa, en una choza, maltratada. Y ahí vi
que no había amor y no había un Estado que brindara amor. Después, con el
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1er COLOQUIO DEL AMOR
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OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
tiempo, seguí yendo al norte y las cosas cambiaron, porque hay un Estado
con políticas públicas mucho más activas. La asignación universal por hijo es
amor, la jubilación a quien no pudo tener un trabajo formal es amor, las cooperativas de trabajo son amor; entonces, ahí realmente sí hubo un cambio,
de un Estado ausente y de no amor al Estado presente, que ama.
Me gustaría traer en este punto rápidamente el caso de Luciano Arruga, porque me gustaría también hablar del amor y el desamor en la Justicia. Porque
Luciano Arruga desapareció, y esa noche que desapareció la familia sabía
que iba a ver a la Policía, porque el 22 de septiembre de 2010 ya lo habían detenido sin causa, y la policía bonaerense ya lo estaban hostigando: Luciano
ya había contado todo lo que le pasaba, que lo buscaban para robar.
Cuando desaparece, el 30 de enero de 2011, la familia fue e hizo rápido la
denuncia. Aseguró que podría haber estado implicada la Policía Bonaerense.
La fiscal miró para otro lado. Me pregunto si la fiscal amaba –quizás ama a
sus hijos, ama a su familia–, me pregunto por qué no pudo tener un gesto
de amor en ese momento. Por qué no realizó ese acto de derecho con el que
se comprometió y siguió las pistas. No, todo lo contrario: estuvo durante
meses diciendo que Luciano se había ido con el padre –el padre que lo había
abandonado a los seis años–, diciendo que Luciano quizás se había ido con
una novia, diciendo que Luciano ya no quería vivir más en su casa, llevando
las pistas para cualquier otro lugar. La causa era “búsqueda de paradero”.
Recién cuando intervino el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)
y elevó la causa a la Justicia Federal por desaparición forzada de persona,
se pudo hallar el cuerpo de Luciano. Era tan simple como investigar. Como
primera medida se mandó a comparar las huellas dactilares de Luciano, que
estaban en la comisaría, con las huellas de los NN. Eso lo ordenó, después
de cinco años y ocho meses, la Justicia Federal. Entonces, también pensemos un poco el amor que hace falta en la Justicia, lenta, ineficaz, muy poco
accesible para los sectores más vulnerables, como el caso de la familia de
Luciano Arruga.
Pero también quisiera hablar de los momentos de amor, porque viví muchos
momentos de amor en mi trabajo. Amor, para mí, fue un informe de Telefé
en una casa de enfermas psiquiátricas externadas. A partir de la nueva ley de
Salud Mental se están aplicando un montón de externaciones; el programa
público de la provincia de Buenos Aires se llama PREA, Programa de Rehabilitación y Externación Asistida y está hace bastantes años porque ellos
fueron los impulsores (la serie de TV Locas de amor, por ejemplo, se basó
de cierta manera en esa experiencia). Conviví dos días con las chicas, y lo
lindo era el amor de todas las personas que trabajan para que las enfermas
psiquiátricas salgan adelante. Las acompañé a votar, derecho que no tenían,
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1er COLOQUIO DEL AMOR
estuve con ellas y me contaban que están contentas porque toman cada vez
menos pastillas, que tienen futuro, que pueden proyectar. Y era muy lindo
ver cómo una de las cinco cuidaba el jardín; otra estaba en tratativas para
encontrarse de nuevo con su hijo; otra había conseguido trabajo, estaba trabajando en una biblioteca y leía poesía y nos recitó unas poesías hermosas.
Esa fue una nota en los medios de comunicación en la que puedo decir que
hubo mucho amor y que rompió con la agenda a veces tan violenta de los
medios hegemónicos.
Otra historia de amor fue la de mi colega Milva Castellini. Milva es la conductora de Baires Directo, la edición de la mañana del noticiero de Telefé.
Ella luchó mucho para ser mamá y lo consiguió por los tratamientos de
fertilidad. Hoy es mamá de Martiniano. Entonces había grabado su periplo
junto con su pareja para quedar embarazados. Decidimos mostrar esos videos y contar su historia y la de muchas parejas que luchan por ser padres.
Era la oportunidad de hablar del proyecto de Ley de Fertilidad. Finalmente
se aprobó a nivel nacional, y esta ley instituye que el Estado y las obras
sociales tomen a la infertilidad como una enfermedad. Fue un momento
muy lindo, la nota se llamó “El camino a la vida”, le dio un impulso a la
ley, y en ese momento vi una especie de sueño cumplido, donde el medio
de comunicación se había hecho eco de una necesidad y el Estado también
respondía y eso era una buena noticia.
Y, después, una última historia de amor que quisiera contar tiene que ver
con algo reciente, ya que fuimos partícipes de lo que significó el lanzamiento del satélite ARSAT-1. En la redacción estábamos todos contando “Diez,
nueve, ocho, siete, seis”, fue muy emocionante ver despegar un satélite de
comunicaciones de fabricación argentina, que va a cubrir las órbitas que le
corresponden a nuestro país. Y a mí me tocó, tuve el privilegio de poder visitar INVAP antes de que se trajera el satélite, y estar con esos científicos que
están locos, apasionados y totalmente enganchados. INVAP es una empresa
provincial de Río Negro, pero gestionada totalmente por los trabajadores, por
los científicos (no es que hay funcionarios administrativos o políticos) y se
sostienen de eso también, así que ellos deben hacer muy buenos trabajos
para poder generar más trabajo. En INVAP trabajan 1200 personas, la mitad
de ellas estaban abocadas al proyecto del Ministerio de Planificación de la
Nación, que decidió apostar a que una empresa argentina construyera el satélite en lugar de mandarlo a fabricar afuera. Así que fue muy bueno ver la
pasión de los científicos, cómo me contaron sus historias, y la emoción de ver
tres satélites en la “sala limpia”: el ARSAT-1, que ya está en el espacio y muy
dentro de poquito va a estar en órbita; el ARSAT-2, que va a ser lanzado el año
que viene; y el SAC-E, que es la continuación del SAC-D/Aquarius. Y en esa
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OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
empresa vi mucho amor, realmente fue emocionante cómo todos hablaban
y trabajaban, ver que es el amor es como una energía colectiva que te lleva
hacia un lugar, y que cuando tenés el objetivo claro salen cosas hermosas.
Ahora, siendo que la idea es reflexionar un poco sobre el amor, en mi caso
desde la comunicación, si entendemos al amor como un concepto unificador
para construir una sociedad mejor, creo que un momento de amor que se vivió en los medios de comunicación hace muy poquito, y que trascendió toda
la violencia, el maltrato, las operaciones que pueden haber en los medios
de comunicación, fue el encuentro de Estela de Carlotto con su nieto Guido
o Ignacio, como le gusta que lo llamen a él. Ese fue un momento maravilloso. Y en algunas redacciones de gráfica y de noticieros no se habían dado
cuenta la magnitud de la noticia: a las cinco de la tarde quizás estaba todavía
pautada para el segundo bloque, y terminó abriendo todos los noticieros,
por la magnitud que tuvo la búsqueda de Estela y el encuentro con su nieto.
Así que ahí es cuando el pueblo supera a los medios de comunicación y
supera la noticia, entonces se construye el amor y está en todos lados y los
medios no pueden no ponerlo, porque se genera una emoción que trasciende al medio, que tiene que escuchar y perfilarse. Es cierto que otras veces
eso pasó también en elecciones, donde dicen que alguien iba a ganar con el
30% y termina ganando con el 54%: también ahí había un error en donde los
medios de comunicación se vieron superados por un pueblo que decía otra
cosa, ¿no? Pero me parece que la noticia de Estela y de Guido fue, en ese
sentido, un gran momento de amor.
Para terminar, algo que quizás sea polémico pero quiero apuntarlo. Realmente, me parece que alguien que dijo las cosas más claras en un programa
de los que están de moda, donde todos hablan a los gritos y nadie se entiende, donde invitan a reflexionar y terminan siendo efectistas, donde hay
peleas, egos, operaciones y poca profundidad –la televisión es difícil pero
hay formas de generar buenos debates de todos modos–, fue Luis D’Elía
cuando, en el medio de Intratables, se enoja, se levanta y dice: “Necesitamos
escuelas, educación, presupuesto, necesitamos amor, amor, amor, mucho
amor”. Esa frase dio vuelta los noticieros y los programas de archivo, porque
en esa frase había verdad, estés de acuerdo con él o no. Porque realmente
los medios de comunicación necesitan mucho amor. Y hay que decir que
existe un montón de gente que está dentro de los medios que trabaja, que
tiene principios, valores, que busca instalar una agenda que represente los
intereses de la sociedad. Así que somos muchos; no es una caja boba llena
de tontos o malos, sino que hay mucha gente valorable. Pero es una disputa
contra esas reglas del sistema y es un desafío todos los días luchar para que
haya más amor en los medios de comunicación.
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1er COLOQUIO DEL AMOR
GUSTAVO VARELA
Me quedé pensando, a partir de una pregunta reciente:
si al hablar del amor no iba a hablar de San Lorenzo,
mi club. Me parece bien como puntapié inicial, porque,
justamente, se podría hacer una distinción entre amores
incondicionales y el resto de los amores, algo así como
una primera gran categorización y división del amor. ¿Y
qué tipo de amor es el que uno tiene hacia un club? El
amor a la camiseta de fútbol es un amor incondicional. Y
creo que el amor incondicional es el amor de uno solo:
esto quiere decir que cuando el otro habla, a uno no le
importa. San Lorenzo pierde: no importa; se fue a la B:
no importa; perdimos la cancha: no importa; vendieron a
los jugadores: no importa. Uno insiste; hay una cosa ahí
que a uno lo convoca a tener que volver al mismo lugar.
Y es tan raro el amor que genera el fútbol que hace que
uno pueda pasarse horas haciendo una cola al sol, incómodo, sin baño; que uno tenga que pagar una gaseosa
caliente, sin gas, con cuarenta grados, a treinta pesos,
y que encima el equipo pierda. Y a la semana siguiente
uno insiste, uno sigue yendo.
E, incluso, pienso que ese amor se compone mucho más
del fracaso que del éxito. Porque los equipos pierden:
como dicen los periodistas, el campeón es uno solo, y
efectivamente, de todos los campeonatos que se juegan,
¿en cuántos va a salir campeón tu equipo? En pocos. Por
lo tanto, hay una frustración permanente en ese amor,
que por eso es condicional, porque no está sujeto a la
frustración. Incluso cuando hay éxito es un problema.
Parece tonto esto, porque uno hincha y grita y se queda
afónico para que el equipo gane; pero cuando sale cam62
OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
peón hay una desazón… O sea, uno está alegre, claro; pero después dice
“¿Y?” Vas a la oficina y cargás al de Boca o al de River, pero eso se acaba en
dos días. Al tercer día ya estás atento a si el equipo en el próximo campeonato va a salir campeón. Es el eterno retorno de lo mismo.
Yo he estudiado el tango, que tiene un amor incondicional: el de la madre.
La figura de la madre aparece como santificada, una persona que no exige
nada. Por eso, uno puede volver vencido a la casita de los viejos, y generalmente quien lo va en el tango a recibir con amor es la madre, como una
figura ideal. El amor de la madre hacia el hijo es completamente incondicional, no importa qué haga el hijo; la madre lo va a perdonar, no va a sentir
rencor y lo va a querer para toda la vida. Y el hijo va a recordar a su madre,
en muchos casos pensando en aquello que le desagradó, en todo lo que
tuvo que aguantarse; no obstante, se va a levantar una suerte de altar, como
una mujer ideal, con la cual va a comparar a la otra mujer, más problemática
porque es aquella donde el amor ya no es incondicional, sino que es un amor
que requiere de un cierto trabajo.
Entonces, ¿qué es el amor? Esa es, claro, una pregunta enorme. Pero ahí
me di cuenta que las dos actividades que hago –una es el tango y la música,
la otra la filosofía– están vinculadas fuertemente al amor. Bailar: ¿por qué
dos personas se abrazan tanto para bailar juntos? Eso es muy raro. ¿Pasa
en otras danzas? Sí, pasa. Pero en el tango los cuerpos se estrechan de tal
modo, en el pecho y en la cintura y en la pelvis, y tienen que caminar durante
tres minutos por un destino que no está prefijado, porque no hay técnica.
Uno aprende a bailar con técnica ahora, pero cuando apareció el tango no
había técnica. Y de alguna manera (lo dicen los mismos que bailan, no es
mi caso) uno se enamora de la persona con la que baila; pero es un amor
sólo de ese tango. Ni siquiera de esa noche: se enamora de ese tango que se
está bailando, y después termina el tango y se acabó el amor. Lo cual hace
pensar que, en buena medida, la música del tango para los bailarines es una
buena excusa para enamorarse de una mujer, y la mujer de un hombre, o las
mujeres entre sí o los hombres entre sí con el tango queer, de un modo muy
pleno durante solo tres minutos. Un amor en tránsito.
Ahora, después del tango como danza, vino el tango canción, que es el tango
que escribe letras de amor, en donde en general el hombre se siente abandonado. Y la pregunta es: ¿por qué lo abandonan? Eso el tango en general
no lo dice. A veces aparece un tercero: “te fuiste con otro”, con un amigo,
qué se yo. Pero en general la mujer se va. Y el hombre se queda desolado,
llora, llora mucho: el primer tango dice “Percanta que me amuraste en lo
mejor de mi vida” y el tipo describe toda su situación íntima y está llorando,
llora la guitarra, llora el espejo, lloran todos porque la mujer se fue. Y uno se
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1er COLOQUIO DEL AMOR
pregunta “¿dónde va esa mujer?” y no lo sabe, lo cierto es que se ha ido. Por
eso, cuando dicen que el tango es machista a mí me llama mucho la atención, porque en el baile, como dice un bailarín, el hombre lo único que hace
es dejar que la mujer se luzca, y el hombre se luce atrás de la mujer, porque
obviamente son más bellas las mujeres que los hombres. Y en el tango canción el hombre llora porque la mujer se va; o sea, la mujer desea.
Y ahí viene el asunto: la mujer desea. En 1920, donde la mujer no podía abrir
un kiosco, donde no tenía autonomía económica, donde la patria potestad
pasaba del padre al marido, la mujer desea. En ese contexto, donde la mujer
ya trabajaba pero no tenía legislación, no había nada salvo un orden bien
patriarcal, en ese momento el tango habla que el problema para el hombre
es que la mujer desee, que la mujer quiera algo –que no sea él, obviamente.
Entonces, en todo ese recorrido, cuando pensaba qué es el amor, lo más
parecido a una respuesta lo encontré en un reportaje que le hacen a Michel
Foucault, un filósofo francés del siglo XX, al que le preguntan: “¿usted por
qué hace filosofía?”. En ese entonces, no me acuerdo el año, pero habrá sido
en los setentas o comienzos de los ochentas, ya estábamos viviendo a las
corridas, tratando de consumir cada día más, por lo tanto la filosofía ¿qué
lugar ocupaba? Entonces: “¿por qué filosofía?”. Y él dice: porque el objetivo
de la filosofía es la libertad, es ser más libre. Y le preguntan: ¿qué quiere
decir “ser más libre”? Y él dice: ser libre quiere decir pensar como otro. No
con otro: no es que nos sentamos y pensamos cada uno su cosa y decimos
“somos libres”, no. Ser libres quiere decir pensar como otro. ¿Cómo piensa
un travesti? ¿Cómo piensa un repartidor de soda? ¿Cómo piensa un niño
negro? ¿Cómo piensa un inmigrante?
Claro, cuando uno piensa como otro lo primero que tiene que conjurar son
los propios principios, los propios dogmatismos, las propias estructuras que
hacen que uno diga “yo siempre digo…”. Y cuando uno dice “yo siempre
digo…”. ¿Cómo es que siempre puede decirse lo mismo? Pensar como otro
significa que esos arraigos, ese cierto modo que uno tiene de mantenerse
seguro deben ser abandonados, suprimidos.
Y, es curioso esto, porque el amor tiene una teoría, que es la que más difundida, que es la teoría de la “media naranja”, donde la media naranja es
el complemento. Un “encontré lo que me falta”, como si fuera una frazada,
una heladera, una goma para el auto. Como si el amor se compusiera de
un modo pleno solamente en la medida en que cada uno de los miembros
de una relación resuelve la frustración de la del otro. Porque por eso uno
busca, entonces dice “vos sos más sensible, menos mal porque yo no soy
sensible”. Y entonces uno se imagina que el otro resuelve el problema pro64
OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
pio; pero resulta que nunca vas a ser sensible en la sensibilidad del otro.
Platón, que era un pensador muy crítico, escribe un libro llamado El Banquete, su libro sobre el amor. Para los griegos era un tema el amor, porque
a través del amor se transmitía el saber (lo que después los psicoanalistas
llamaron “transferencia”). Es decir, uno cree en un momento en alguien, entonces lo que esa persona dice a uno le parece que es verdad. “La Tierra está
fija en el centro del universo”: “sí, es cierto”, decís, porque creés en quienes
te lo dicen. Platón hace una crítica a esta teoría de la mitad, porque de alguna
manera siempre conduce a la frustración: el amor nunca se realiza, porque
siempre está cumpliendo una función de complementación. Entonces: uno
más uno, no; uno y otro. Es decir, estás con otro.
Por eso, la posibilidad de pensar como otro supone la plenitud de cada uno:
uno no deja de ser el que es, y uno ama no solamente al otro, sino al mundo
que el otro trae, al mundo que el otro tiene. Me parece que el amor se trata
no de complementar los mundos, sino de pretender conquistar el mundo del
otro, sabiendo que es imposible. Cuando se hace posible, cuando ya no hay
sorpresa, cuando el misterio de las razones del mundo del otro ya no están,
ahí, como un globo, lentamente el amor se desinfla. ¿Vieron que los globos
se desinflan sin que estén pinchados? Hay amores a los que les pasa eso.
Entonces, la posibilidad de sentir como otro no quiere decir alienarse, sino
justo lo contrario: es componer dos pasiones que se encuentran. Y, como
decía Nietzsche, en esas pasiones que se encuentran, como dos espadas
que golpean, hay chispa. Y esa chispa, esa pequeña luz que emerge, creo
que es el amor.
Ahora, eso no quiere decir que todo sea ideal, porque la convivencia nos
convoca a una serie de prácticas cotidianas que, en muchos casos, resultan
atentatorias contra ese mundo onírico que el amor nos propone. Digamos,
alguien tiene que hacer el puré, y alguien tiene que sacar la basura, y alguien
tiene que limpiar el pis del perro: todos esos son pequeños acuerdos que
pareciera que van minando la posibilidad del amor. Y es que ahí la vida cotidiana requiere continuamente de una experiencia personal que la encante,
que la vuelva nuevamente aromática, a pesar de las regularidades que tiene.
Las historias de amor que conocemos en la literatura o en los relatos, en
general han sido historias dramáticas, en muchos casos conjuradas por el
destino, como en Romeo y Julieta. Quisiera traer entonces un par de historias de amor, vinculadas de algún modo a las cosas a las que me dedico, la
filosofía y el tango.
Y pensaba en algunos amores inconvenientes. Hay un filósofo que se llamó
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1er COLOQUIO DEL AMOR
Søren Kierkegaard, que, para decirlo en términos claros y vulgares, era un
poco aparato. Era al parecer algo deforme, un poco jorobado, él decía que
eso era porque la piel del cuerpo le vino más corta adelante que atrás, entonces la piel lo tiraba para abajo. Vivía en Copenhague, Dinamarca, en el siglo
XIX y usaba el paraguas todos los días, decía amar a su paraguas. Un día,
con mucho viento, el paraguas se le dio vuelta y se preguntó qué hacer, si
debía abandonar al paraguas que lo había traicionado en un cruce de caminos, y se respondió que no, que debía tributarle mayor fidelidad. Entonces lo
usaba adentro de su propia casa y andaba a todos lados con él (eso lo cuenta
uno de sus sirvientes, que escribió algo sobre él). Este tipo hizo lo imposible
para enamorar a una mujer, que se llamaba Regina y estaba comprometida. Finalmente la conquista. En Copenhague vivían en aquella época unos
60.000 habitantes, imaginen algo así como Azul, una ciudad en la que no es
difícil enterarse de lo que ocurre. Y este Kierkegaard, el día del compromiso,
que era un evento social, decide abandonar a Regina. La dejó clavada. Claro, hay más de una historia de abandonos en el altar; pero en este caso él
le informa a ella que la abandona porque la ama demasiado. Extraño, ¿no?
Pero él efectivamente creía en eso, y no solo, sino que le dice en una carta:
“tengo miedo de amarte más que a Dios”. Porque era muy religioso. Y se
rajó. Miedo a amar más que a Dios: una extraordinaria razón.
La otra historia que quiero traer está vinculada al tango. Hay un tipo de los
primeros, el pater familias del tango, se llamaba Ángel Villoldo. Tenía unos
bigotes para arriba tipo manubrio, escribía unos tangos prostibularios, tremendamente soeces, que iba a cantar no solamente a los prostíbulos sino a
los hospitales, donde le cantaba a los enfermos terminales. Era un tipo muy
alegre, le decían El Gaucho Alegría, y hay grabaciones de él donde hay monólogos y uno escucha una persona con una enorme alegría para vivir. Este
Villoldo conoce a una mujer en un prostíbulo de la provincia de Buenos Aires
y se la trae a vivir con él. Y llevaba una vida enormemente dichosa hasta que,
según dicen, la mujer, al subir a un tranvía, se cae y se golpea la cabeza y
pierde la memoria. Lentamente fue recuperando la memoria, y la recupera
casi en forma plena. Hubo una sola cosa que ella no recordó: quién era ese
tipo de bigotes que vivía con ella. Y parece ser que le preguntaba cada vez:
“¿usted quién es?” Bueno, Villoldo, el Gaucho Alegría, se murió de tristeza,
porque ella no logró recordarlo.
Para compensar esa historia triste, una anécdota amorosa de Homero Manzi,
poeta popular de grandes tangos como “Sur” o “Malena”. Bueno, Malena
era Nelly Omar: yo le hice una nota muy larga a ella hace ya bastantes años
y me contó un secreto, que me dijo que no lo cuente hasta tanto ella y la familia de Manzi estuvieran muertos; eso ya ocurrió y yo ahora lo puedo decir,
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OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
que fue lo siguiente. Nelly Omar era amante de Manzi; él le escribió un montón de tangos a ella, de los más bellos, “Fuimos”, “Solamente ella”, “Después”, “Malena”. Manzi estaba casado, tenía un hijo. Y cuando se enferma
–Manzi se enferma de cáncer, creo que en el año 1949, muere en 1951–, está
muy enfermo ya, está internado, la familia de Manzi no quiere que vaya ella
a verlo. Una noche, eran las dos de la mañana, suena el teléfono de la casa
de Nelly Omar, era el doctor Matera creo, que le dice “Nelly, venga, que la
familia no está y Manzi la quiere ver”. Le mandan un auto, ella va al hospital, y se encuentra con Manzi. Dice que pesaba 38 kilos –era un tipo de 120
kilos–, tenía la barba larga, “parecía un Cristo”, me dijo. Entonces Manzi,
con la media voz que le quedaba por la enfermedad, le pide que se desnude.
Y Nelly Omar, que era una mujer muy puritana, dice “pero ¿cómo me voy
a desnudar?”. Y él le insiste: “por favor, desnudate y caminá alrededor de
mi cama”. “¿Para qué querés que me desnude?” “Porque me voy a morir
dentro de poco y me quiero llevar tu belleza en mis ojos”. Y ella hizo eso:
se desnudó, caminó alrededor de la cama, “y Homero”, me dijo, “cerró los
ojos”. Ella se vistió y se fue, y a los dos o tres días él se murió. Enorme amor
el de Homero Manzi: a Nelly Omar, al tango y a la Argentina.
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1er COLOQUIO DEL AMOR
SERGIO “CACHITO” VIGIL
Quiero contarles, antes que nada, cómo me vinculo yo
con el amor. Hay un libro sagrado que la vida me enseñó a leer todos los días: el libro sagrado de nuestro ser.
Me gusta la lectura, me encanta la filosofía, me encanta
la competencia, me gusta el deporte, me gusta la música, me gusta el arte, me gustan las relaciones humanas.
Siento que todas esas cosas que me gustan, y el mismo
deporte que he desarrollado, las hice con un solo objetivo: conocer eso maravilloso que es el universo y los
seres que lo componen, y poder leer todos los días su
libro. El amor está dentro de cada ser del universo.
He intentado entender el amor y me he rendido, porque siempre algo faltaba. Por eso, me he entregado a
sentir y, en lugar de buscar entenderlo, he aprendido a
aceptarlo y comprenderlo. Si tuviese que decir qué es el
amor, no podría dar una definición que me satisfaga; sí
podría decirles qué es lo que se siente. Y el amor es eso
que está dentro de nosotros y dentro de los seres que
habitan el universo esperando la oportunidad de que le
abran la puerta para expresarse.
Somos amor, aunque a veces nos convertimos en otro.
Porque nosotros somos amor, y existimos por amor. Y lo
que fluye en nosotros es amor. Y en esas personas que
tienen nombre y apellido hay un nombre que está antes que cualquier identidad: ese nombre es Amor. Creo
que somos seres que nacemos completos y con amor. Y,
a veces, no podemos hacer que nuestro cántaro vierta,
porque pensamos que no recibimos amor. Muchas veces, desde chiquito, fui escuchando algunas frases: “el
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OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
problema es que das mucho”, “el que se entrega totalmente al amor sufre”,
“tu problema es que amás demasiado”, “tenés que darte cuenta que tenés
que ser estratégico, porque después te sentís mal porque no sos correspondido”. Traté de tomar esas sugerencias o consejos en momentos de angustia
y desilusión, pero paradójicamente las emociones de descontento crecían en
mí con más fuerza. Hasta que luego de horas, días y meses de reflexión y conexión con la experiencia misma, me empecé a preguntar: ¿cómo hacemos
para no sacar el amor que tenemos dentro? ¿Cómo hago para detener el ardor y las ansias de ser vertido, de este amor que late desde adentro? ¿Cómo
hago para no darle libertad al amor que nace con fuerza inusitada dentro de
mí? Entonces decidí y elegí: puede o no ser correspondida mi oferta de amor
en el mundo; lo que no quiero y tampoco aceptaré es que se apague en el
encierro interno de mi ser sin la posibilidad de ser vertido.
Porque de eso sí tenemos control, de todo lo demás no. Es como en el deporte el resultado numérico: muchas veces, los que estamos en la alta competencia pensamos que tenemos el control de él. Pero lamentablemente (o
afortunadamente) no es así; tampoco tenemos control de lo que otros van
a sentir con lo que expresamos. Sí tenemos control de poder dar, sacar el
amor que tenemos y regalarlo al mundo.
Mi primera conexión con el amor fue con la mirada de mi mamá y de mi
papá. Después empezaron a aparecer otras miradas, de gente que me fui
cruzando en la vida. Y fui descubriendo de a poco y cada vez en forma más
clara que lo más preciado y poderoso del amor se encuentra y trasluce detrás de la retina de las personas, en la profundidad y sensibilidad de sus miradas. Cuando era chiquitito, me parecía que el mundo y ese amor estaban
detrás de los ojos de las personas mientras te regalaban su mirada.
Después encontré un amor que tenía que ver con la sonrisa. Y encontré un
montón de amores: amores con dientes torcidos, amores sin dientes, amores con dientes perfectos, amores con dientes marrones, amores con dientes
amarillos de tabaco, amores con dientes blancos. Y ese amor estaba en la
sonrisa que te regalaba el otro. Y también encontré el amor en mí al poder
sonreírle a la vida y a los seres que la habitaban.
Después, aunque fue simultáneo, encontré otro amor en el abrazo. Y me di
cuenta que todo en la vida es amor y todo lo hacemos por amor, para sacar
ese amor que tenemos dentro, y poder expresarlo y compartirlo, estando
abierto y deseoso a que otro ser lo comparta también, y que esa corriente
intensa, maravillosa y sorprendente fluya, cree, dibuje un nuevo paisaje y
nos ilumine. En el deporte está el energético abrazo en la victoria, el contenedor abrazo en la derrota; el generoso abrazo que llega de un dirigido,
69
1er COLOQUIO DEL AMOR
70
OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
pleno de valoración aún cuando ese día el entrenador planteó mal la estrategia. Y también está, por ejemplo, el abrazo de agradecimiento y emoción
que llega de tu pareja cuando preparaste una cena con todo entusiasmo e
ilusión y se te quemó. Qué hermoso y saludable para nuestras vidas cuando, a pesar y por motivo de todas estas circunstancias y muchas otras, el
abrazo siempre está.
Quiero contarles una historia que tiene que ver con el primer equipo que
entrené. Tenía 20 años e iba a entrenar a grupos de chicas entre 18 y 35 años
del club Los Cedros. Yo entrenaba las divisiones menores y las chicas, con
anuencia del coordinador, me habían sugerido, porque el actual entrenador
iba a dejar su cargo; les dijeron a los dirigentes que querían que yo fuera su
entrenador. Y los dirigentes preocupados expresaron: “pero es muy chiquito, tiene apenas 20 años, ¿cómo va a manejar este grupo?”. Y ellas dijeron:
“nosotras lo queremos”. Y me acuerdo el primer día de entrenamiento: las
chicas más grandes, la capitana y la subcapitana, que tenían más de 26 años,
me dijeron: “Cachito, vos regalanos tu amor y tu hockey. De lo demás no te
preocupes, que nosotros te vamos a acompañar.”
Bien, mi mamá estaba muy preocupada, porque yo me iba a las cinco de
la tarde y volvía a las doce de la noche en colectivo. Y las chicas se dieron
cuenta, y le dijeron: “no se preocupe, señora, nosotras lo vamos a llevar a
su casa”. Y me llevaban, siempre se coordinaban a ver quién me llevaba
hasta mi casa, tocaban el timbre, esperaban a que bajase mi mamá en el
departamento y cuando bajaba le decían: “señora, quédese tranquila que
ya trajimos a nuestro entrenador”. Y yo subía. Lo sintetizaría con esta frase: “Vos regalanos tu amor por él hockey y nosotras te regalamos también
nuestro amor”.
Más adelante me tocó dirigir a la selección femenina de hockey. Todavía
no eran las Leonas. La persona que me elige es Luis Jorge Ciancia: él había
sido mi entrenador de selección, mi gran padre deportivo, la persona más
influyente que tuve en mi carrera profesional, la persona que me había dado
la posibilidad de ir a dos mundiales y, también, la persona que había elegido que no fuera a un Juego Olímpico (siempre comprendí, aún en el dolor,
que por algo él había tomado esa decisión). Él me elige para ser técnico a
los 31 años. Era muy chico. Y además, cuando me eligieron yo no había ganado ningún torneo como entrenador. Generalmente, cuando son elegidas
las personas es por los títulos que consiguieron; yo no había ganado. Había
dirigido a dos clubes y nunca había salido campeón. Y se decía: “pero ¿cómo
van a elegir a una persona que no salió nunca campeón? ¿Dónde está el
currículum, dónde está la estadística?”. Y a mí esta situación me dio mucha
inestabilidad emocional. Le dije: “Luis, no hay problema si te arrepentís, yo
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1er COLOQUIO DEL AMOR
no gané nada”. Él me miró y me dijo: “vos pensá: yo te elegí como jugador y
también no te elegí en algún momento. ¿Creés que te hubiera elegido como
entrenador si pensara que vos no hubieras ganado?”. “¿Y qué gané?”. “Yo,
además de observarte en tu accionar, hablé también con los grupos que entrenaste, y hoy este equipo necesita a una persona como vos: ni al número
uno ni al mejor. Vos no sos el número uno, tampoco sos el mejor, y tenés
muchísimo para aprender; es más, te voy a rodear con un cuerpo técnico de
mucha experiencia, y yo también te voy a acompañar. Pero hay una cosa
que vos le podés aportar a este equipo y que me hace pensar y decidir por
vos como la persona y entrenador apropiado para este momento del hockey.
Vos a este equipo le vas a dar amor. Por eso te elegí. Yo sé que vos tenés
capacidad de hockey; sé también que otros tienen más capacidad que vos y
más experiencia en este momento. Sé que sos muy joven. Sé también que
estás loco, y que muchas veces te invité a ser Cacho en vez de Cachito. Vos
a este equipo le tenés que dar Cachito, le tenes que dar Amor. Ese sos vos,
ese es tu campeonato. Y acordate, no sos el número uno ni el mejor; sos la
persona apropiada para este momento de este equipo y de este deporte”.
Casualmente, cuando iba al primer entrenamiento, la mayoría de las chicas
que elegí, todas menos una, ya habían estado en el seleccionado. Solo
elegí a una que no había estado nunca, que es Mechi Margalot. Yo la veía
jugar en su club y me transmitía algo especial: aunque en ese momento
con sus 22 años le faltaban cosas técnicas y tácticas, había un ángel dentro
de ella esperando nacer. Nos cruzamos a las 7:45 hs. del primer día de entrenamiento los dos nuevitos en el estacionamiento del CeNARD. Los otros
entrenadores que me acompañaban ya habían entrenado selecciones, los
únicos dos nuevos eran el que iba a ser entrenador y esta persona, Mechi
Margalot. Los dos temblando de miedo, pero también con muchas ganas
de emprender el camino. Y Mechi me dio un abrazo y me dijo: “Cachito,
solo nos tenés que dar amor”.
Muchas coincidencias, ¿no? Eso fue un cambio total en mi vida. Esa palabra
me dio licencia para perder, me dio licencia para jugar. Y me conectó con mi
propósito en la vida. Yo quería estar en la selección y en la alta competencia. ¿Para qué quería estar? Para hacer una tesis, y la tesis era que se puede
ganar con amor, se puede jugar de verdad con vulnerabilidad. Nos podemos
permitir errar, nos podemos permitir fallar; lo que sí no tenemos que dejar
es de amar. Esa era la tesis que quería explorar y efectivizar.
Pasaron los torneos, estábamos creciendo, todo esto lo transmitíamos al
equipo y el equipo empezó a ser amor. Y tuve en ese tiempo una experiencia
que me marcó. Una tarde en un torneo importante me encontraba rendido,
muy bajoneado; fue cuando por cuarta vez seguida intentando, junto al cuer72
OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
po técnico, hacer la mejor estrategia para ganarle a Australia nuevamente no
pudimos lograrlo. Nosotros hacíamos una estrategia y ellos la hacían mejor,
siempre mejor. La nuestra era cada vez mejor, pero la del otro equipo también. Y en un momento sentí que le estábamos fallando al equipo. Y estaba
llorando en un rincón, y me vio una jugadora. “¿Qué te pasa, Cachito?”. “No
les puedo dar lo que ustedes tanto necesitan, que es una táctica para por fin
ganar ese partido y llegar a ganar una medalla” –siempre quedábamos en el
cuarto lugar– “y siento que no puedo, y siento vergüenza y estoy en deuda
con ustedes”. Me acuerdo que esa persona se enojó mucho, y me dijo “Cachito, ¿dónde está tu congruencia? Todas las veces que a nosotros no nos
salen las cosas, ¿qué nos decís? Que lo que valorás de nosotros es todo lo
que ponemos de nosotras para que salga, y que cada día intentamos crecer
un poquito más y dar lo mejor nuestro y es ese el valor más preciado del
aprendizaje de la vida. Nosotros vemos cómo se pelan las pestañas y cómo
analizan videos. Nosotros vemos todo el empeño, compromiso y responsabilidad que tienen para crear constantemente nuevas alternativas en pos
de lo que queremos lograr. ¿Por qué no aceptás que otros equipos estén en
una situación mejor, y que también el otro técnico pueda hacer una mejor
táctica que la suya? ¿Vos pensás que nosotros los respetamos y amamos a
ustedes por la táctica que dan? Nuestro amor hacia ustedes y hacia el equipo
es por todo lo que cada día preparan para nosotros. Es como la comida, lo
sabroso de la comida no es en el momento de comerla solamente, no es en
el momento de la copa una vez que llegaste, es todo lo que la otra persona
y nosotros le ponemos para hacerla. Ese es el amor que nos une a nosotros.
No lo devalúes, Cachito, porque este equipo creció en el amor. Y puede perder partidos y estrategias, pero no puede perderse la posibilidad de amar y
de disfrutar ese camino en el amor”.
El amor disfruta de la aceptación del otro pero siempre está más allá, en un
estadío de comprensión mayor. Por eso no lo podemos dejar enjaulado en
el corazón. Cuando lo sacamos, hay amor, hay vida. El amor ilumina. Duele,
energiza, entusiasma. Sintámoslo. Vivir con amor es estar loco de cordura.
Al universo le está faltando cordura. Porque para amar hay que estar loco.
No importa el papelón, no importa el qué dirán, no importa el rechazo; lo que
importa es que el amor fluya.
La escucha y la validación del otro es amor. Qué lindo es escuchar al otro,
por el otro, cuán poderoso es el amor en una relación cuando dejamos
de escuchar desde nosotros para poder escuchar verdaderamente al otro.
Validar al otro es amor, a pesar de que esté en la vereda opuesta en ideas;
a pesar de que sea el villano de la novela. En el villano hay amor, hay un
amor esperando.
73
1er COLOQUIO DEL AMOR
Quisiera contar una última cosa. Hasta cuarto grado sufrí mucho en el colegio, fundamentalmente entre segundo y aún más en tercero. Era hiperquinético, preguntaba mucho, y me peleaba. Me peleaba porque cuando levantaba la mano nunca acertaba la respuesta que quería el profesor. Nunca. Y me
parecía que lo que decía era importante, significativo, pero muchas veces el
profesor sólo quería que dijeran lo que él quería escuchar. Y me peleaba. Y
me peleaba con los más grandes porque nos sacaban de la mesa de pingpong en la que estábamos solo porque eran mayores que nosotros y tenían
más derechos. Y me peleaba porque, en un momento, tenía necesidad de
correr y no se podía. Y llamaban a mi mamá y sufría mucho, mi boletín eran
todos con conducta “regular”, buenas notas pero conducta “regular”. Nadie
me quería tener, era el chico que nadie quería que le toque en el curso, al
menos así lo sentía yo.
Y en cuarto grado estaban a punto de echarme del colegio. Yo era una mala
persona, era el villano de la novela, era malo. Porque, claro, esas personas querían que fuera otro, de acuerdo al concepto personal que tenían de
lo que era un chico correcto. Había muchas imposiciones pero pocas preguntas: nunca me preguntaron: “¿cómo te sentís? ¿Qué te pasa? ¿Por qué
decís esto?”. Hasta que me recibió una profesora que se llamaba Ángela.
Esa profesora pidió a la directora una reunión conmigo antes de empezar.
Me recibió y me dijo: “necesitaba que estemos juntos antes de comenzar el
año lectivo, tener un momento especial entre nosotros para decirte algo: ¡no
sabés cómo esperé la posibilidad de tenerte! Yo te vengo observando hace
mucho. ¡Cuántas cosas lindas hay detrás de esos ojitos y ese corazón! Quiero descubrirte, Sergito. ¿Me vas a dejar descubrirte? Pero quiero que seas
como sos”. Me dio un beso en la frente y me dijo: “sos muy valioso para
este universo. Valés mucho, chiquitín”. Y me dio un fuerte abrazo. “Vamos
a disfrutar mucho juntos”.
Sentí amor. Y cuando hay amor, todo cambia, todo se ilumina y tus partes
opacas cobran inusitada belleza.
74
OFICIOS, PROFESIONES Y PASIONES
GISELA BUSANICHE
Periodista y productora. Realizó y condujo en Canal Encuentro el programa
“En el Medio”. Actualmente es conductora de informes especiales en el
Noticiero de TELEFE.
GUSTAVO VARELA
Filósofo, ensayista y músico, es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y titular de la cátedra de Pensamiento Contemporáneo en la
Universidad del Cine. Ha publicado, entre otros ensayos, los libros Mal de
tango y La filosofía y su doble. Nietszche y la música.
SERGIO “CACHITO” VIGIL
Ex jugador argentino de hockey sobre césped del seleccionado masculino y
del Club Ciudad de Buenos Aires. Fue entrenador del seleccionado nacional
de hockey femenino las Leonas de 1997 a 2004, y del seleccionado masculino de 2004 a 2008. En la actualidad es entrenador del primer equipo de
hockey femenino de River Plate, y brinda charlas y seminarios motivacionales a instituciones y organismos.
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CIENCIA Y AMOR:
UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
1er COLOQUIO DEL AMOR
DIEGO GOLOMBEK
PABLO HERREROS UBALDE
MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO
DIEGO GOLOMBEK
Buenas tardes a todos, muchas gracias por venir a este
segundo día del Coloquio del Amor que empezó ayer,
en el marco del festival Enamorar. La idea es hablar del
amor en sus múltiples versiones. Ayer hubo algunas,
pero es tan infinito el tema que vamos a tratar otras versiones realmente muy distintas.
Las perspectivas que vamos a tener hoy son muy diferentes, pero complementarias, porque finalmente hablan de nosotros mismos. Uno piensa que el amor es un
fenómeno humano, pero vamos a ver de dónde viene en
tanto evolución biológica más allá de nuestra especie.
También tiene que ver con lo que le pasa al cerebro, en
distintas etapas de poder quererse, poder querer a otro,
sentirse vulnerable o sentirse con más autoestima.
De eso van a hablar los panelistas, yo voy a hablar muy
poquito; puedo contarles desde una visión de las neurociencias qué es lo que le pasa a un cerebro enamorado
a diferencia de otros. Y, para ser breve, les diré que el
cerebro enamorado es el cerebro de un idiota. El enamorado está absolutamente estúpido en términos de lo que
le pasa a su cerebro: rinde mal en términos de atención,
de memoria, las hormonas están completamente chifladas. Con lo cual ¿cómo podemos pensar el amor desde
la evolución, si nos convierte en alguien que no sabe
decidir demasiado nada? Tal vez al final de estas presentaciones podamos tener alguna idea más acabada.
Voy a contarles algunas cositas más de las neurociencias
del amor por ahí charlándolas con los oradores, pero no
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CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
quiero sacarles tiempo a ellos que son los invitados especiales del coloquio.
Dicho esto, les presento al primer panelista, que es Pablo Herreros Ubalde,
sociólogo, antropólogo y primatólogo español. Él trabaja en comportamiento de primates, y eso lo extrapola al comportamiento de otros primates: nosotros los humanos. Es una visión evolutiva, de dónde venimos en tanto
nuestro comportamiento, incluyendo el comportamiento amoroso. Es autor
de un libro que ha tenido mucho suceso en España –aún no se ha distribuido
por aquí y esperemos que lo sea prontamente–, llamado Yo, mono. Y de eso
se trata, porque finalmente somos primates.
Ahora bien, acá me gustaría hacerles una confesión: así como me ven, me
hice mi genoma y no solo soy primate, sino que soy 3% Neanderthal. Eso
explica muchas cosas, claro –no la falta de pelo–. Explica de dónde viene
nuestro comportamiento: de una línea evolutiva que se fue cruzando, de antecesores comunes, de comportamientos instintivos. De eso y de otras cosas
nos va a hablar Pablo Herreros Ubalde en su charla, que tiene que ver con
Darwin, con los monos, el amor y Buenos Aires.
PABLO HERREROS UBALDE
Muchísimas gracias por esta presentación tan cariñosa. Como bien han explicado, voy a tratar de trazar un poco el origen del amor, las raíces de este
sentimiento tan humano. O no, yo diría tan primate o tan mamífero, algo con
lo que espero estaréis de acuerdo conmigo al final de la presentación.
Antes que nada, dejadme decirles que el inicio de la vida tiene mucho que
ver con la cooperación y el amor. Ya que, en el origen de la vida, unas células por un lado que poseían ciertas características y otras por otro lado que
poseían otras deciden, en vez de destruirse la una a la otra, darse de lo que
carecen. Ya sé que no es el amor tal como lo entendemos en la actualidad,
pero sí es al menos uno de los primeros actos de cooperación, y dio origen a
la vida en esta Tierra tan hermosa en la que convivimos todos.
Ahora, ¿por qué es importante que miremos a los primates? Porque hay una
continuidad entre ellos y nosotros. Así lo decía Darwin y así lo hemos podido
ir comprobando mediante análisis moleculares de ADN y reconstrucción de
árboles filogenéticos.
Es cierto que, durante décadas, siglos, hemos tenido y reproducido la imagen de una naturaleza agresiva, en la que creíamos que dominaba la ley del
más fuerte. Pero poco a poco nos hemos dado cuenta que más bien todo lo
contrario: que la ley de la selva, la ley de todos contra todos, por la cual solo
79
1er COLOQUIO DEL AMOR
sobreviven los más fuertes, aunque es verdad en parte, es solo una pequeña
parte de la historia. Nos hemos olvidado de otros comportamientos pro-sociales, por ejemplo el altruismo, la cooperación, el amor.
Quisiera mostrar y comentar algunos videos al respecto. Uno de mis videos
favoritos trata sobre la cooperación entre primates. Habiendo dos chimpancés en una jaula, se colocan unos pesos sobre una tapa que debajo oculta
frutas, la que puede quitarse mediante una sogas, pero es necesaria la cooperación de los dos chimpancés para levantarla y conseguir el alimento. En
la filmación se observa que uno de los dos compañeros no tiene la motivación o hambre para hacerlo, y ¿qué hace su compañero? Lo palmea para que
se sume al trabajo. Seguro que esta escena nos recuerda a muchos de los
trabajos de equipo en los espacios en los que trabajamos, donde siempre
hay uno que parece que tira del otro. En esta escena, hay uno de los chimpancés más motivado y el otro que no se acaba de involucrar pero, con un
pequeño aviso, rápidamente se sincronizan.
Sin ser esto que les he mostrado exactamente un ejemplo de amor, por supuesto, sí creo que una de las grandes funciones del amor es favorecer la
cooperación, estrechar lazos entre personas de manera que esa cooperación
sea mayor a largo plazo. Es decir, el amor permite ir vinculando, ir generando vínculos entre las personas. Hay por cierto otro estudio que habla que en
los procesos de cooperación aparecen hasta trece sentimientos y emociones. Es decir que no solamente hay una acción física, sino que en el proceso
aparecen una cantidad de emociones y sentimientos, algunas positivas y
otras negativas. Y entre las positivas está el amor, está el afecto. Por eso quería comenzar con ese ejemplo, porque quizás la cooperación haya favorecido
o esté en los orígenes del amor.
Ahora claro, dirán: “esto se produce en animales, pero en ¿los humanos?”
Bueno, los humanos somos también animales: animales humanos, pero lo
somos. Para poner a prueba este instinto de cooperación entre humanos,
en un importante instituto científico llamado Max Planck se colocó a niños
menores de quince meses de edad ante un investigador que no conocían
de nada. No se les podía pedir ayuda, no se les podía dar recompensa, todo
esto para intentar probar si había una tendencia, un instinto natural hacia
la ayuda en los seres humanos. ¿Y qué pasa? En dicho experimento, el investigador finge que no puede abrir la puerta de un aparador, teniendo sus
manos totalmente ocupadas, y el niño, que está sentado junto a su madre,
de manera espontánea se levanta y ayuda, sin ningún tipo de recompensa,
orden o mirada de aprobación por parte de su madre.
En otra prueba de esta serie de experimentos, el investigador va a colocar
80
CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
mal un elemento de una pila de objetos sobre una mesa. ¿Corregirá su acción el niño? Pues sí. Y además el niño muestra una cara de satisfacción
cuando consigue ayudarle; esto va a ser una constante en este tipo de pruebas. Porque con la ayuda, la cooperación, uno se siente bien. Porque los
seres humanos venimos al mundo con algo que llamamos la “preocupación
empática”, es decir, ya venimos preparados al mundo para detectar los problemas de otros y ponernos en su situación. En otra de estas pruebas, el
investigador va a fingir que se le pierde una cuchara y que se le cae dentro de
un cajón. ¿Qué hará el niño? Descubre una portilla secreta y le da la cuchara
al investigador.
Para el programa de televisión Redes, dirigido por Eduard Punset –que sé
que aquí no se conoce pero que en España tiene gran audiencia– quise replicar estos experimentos con niños en Barcelona y los resultados fueron
idénticos. Finjo que me caen unos broches mientras tiendo la ropa, y los
niños de entre diez y trece meses de edad de manera espontánea ayudan.
No me han conocido nunca, no nos hemos presentado, entro a la habitación
y ya está. El pequeñito, mientras ayuda, no quiere dejar de sentir el vínculo
con su padre y le sigue dando la mano, algo también que tiene mucho que
ver con lo que estamos hablando.
Ahora bien, ¿este altruismo también lo pueden demostrar otros grandes simios? Bueno, en una prueba con monos bonobos, los llamados “hippies de
la selva”, se coloca a dos simios separados por una reja, donde uno tiene
comida y el otro no. La opción es que el primer bonobo tiene la posibilidad
de quedarse con toda la comida que se les da, o bien abrir una compuerta
y hacer pasar al otro simio para compartirla con él. Pero lo interesante es
que no le conoce de nada, son anónimos, no pertenecen al mismo grupo
–esto es muy importante en términos biológicos y evolutivos–. ¿Y qué hará?
Se ve que llega, come un poco, pero en un momento dado decide: ¿y qué
decide? Decide abrir la reja y compartir la comida. Decide, por lo tanto, generar emociones positivas en el otro. ¿Por qué digo esto? Porque en otros
experimentos nos hemos dado cuenta de que los bonobos, a diferencia de
los chimpancés y de los humanos en general, tienen la estrategia de, ante un
desconocido, generar afecto. Y lo generan compartiendo comida. Prefieren
compartir comida con un extraño que con un conocido. Fijaos, a diferencia
de los chimpancés, que hacen todo lo contrario, prefieren compartirlo con
alguien de su grupo que con alguien de fuera. Es decir, también en general,
los afectos positivos son una estrategia adaptativa para reducir tensiones, la
tensión que nos genera encontrarnos con un individuo, un sujeto extraño,
algo a lo que no estábamos acostumbrados en la sabana o en la selva.
Por lo tanto, vamos viendo algunas funciones adaptativas del afecto, de la
81
1er COLOQUIO DEL AMOR
afectividad, en un sentido mucho más amplio del que solemos pensar los
sentimientos de amor. Una de las hipótesis que existen es que la empatía
y el afecto nacen de la relación madre-hijo, madre-hija, pero que luego ese
mismo sentimiento se va extendiendo al resto de la banda. Porque claro, en
la actualidad las mujeres son muy bravas y pueden sacar adelante a sus hijos
por sí solas –algo de verdad admirable en ellas–, pero eso en el Paleolítico era
imposible: no se podía sacar adelante a las crías sin la ayuda de otros adultos u otros miembros del grupo. Además, en los seres humanos el intervalo
entre un hijo y otro es muy pequeño, a diferencia de otros primates como
los chimpancés, por ejemplo, que sí pueden criar a sus hijos solos (bueno,
necesitan menos ayuda, obviamente necesitan ayuda del grupo para defenderse de depredadores, porque comparten la caza, etc.). Lo que es cierto es
que, al menos en humanos, esa reunión alrededor de la madre y la cría sin
duda impulsó la afectividad y la empatía. Esa es una hipótesis muy plausible,
así como la posibilidad con el fuego de no tener que seguir estrictamente los
ritmos de la naturaleza, la noche y el día, y ganar algunas horas al día: fijaos
qué interesante lo que provocaba estar todos juntos alrededor de un mismo
punto, una situación ideal para desarrollar la empatía, para compartir información con otros miembros, para crear lazos en la banda, hablando.
Es importante, por otra parte, resaltar que los vínculos y la afectividad que
los humanos creamos son, en el ámbito público, fundamentalmente mediante la palabra; pero que en el ámbito privado usamos todavía mucho el tacto, como los otros primates. Es interesante por eso ver cómo los monos se
acicalan, y cómo podemos predecir la intensidad, la calidad de una relación
por el tiempo que se dedican el uno al otro a acicalarse. No es despiojarse o
despulgarse: eso lo harían en media hora, y eso no explica que estén horas
y horas dedicándose a acicalarse unos a otros.
Por lo tanto, así como el amor u otros sentimientos, las emociones son
un pegamento social, son algo fundamental para seguir vinculados, para
seguir cooperando como especie. Algo que hizo seguramente que sobreviviéramos a otras especies de homínidos con las que compartimos territorio, como los Neanderthales o los Erectus en China. Allí hay otra hipótesis:
que esa afectividad, esa cooperación, esa cohesión de grupo fue la ventaja
frente a otras especies de homínidos.
Claro, metiéndonos un poquito más en cuestión: yo no puedo saber exactamente qué siente un animal por otro. No le puedo preguntar, como puedo
preguntarle a un humano. Cierto que tampoco los humanos somos muy sinceros a la hora de hablar, así que a veces me fío más de las resonancias magnéticas o de la neurobiología, que son indicadores neurofisiológicos más
fiables que la palabra. Pero bueno, en cualquier caso, para mí uno de los
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CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
indicadores del amor, o de la afectividad, o de los vínculos que existen entre
los diferentes miembros es la reacción ante la muerte que tienen los animales. Y acá hay que decir que es muy común que cuando, por ejemplo, dos
chimpancés, a veces hembras, a veces pareja, llevan mucho tiempo viviendo
juntos –esto, claro, es más fácil estudiarlo en cautividad, en zoológicos– y de
repente uno de los dos muere, el otro se deprime tanto que llega a dejar de
comer. Y yo me pregunto: ¿será la manera que tienen los animales de suicidarse por amor, como sucede a veces con los humanos? Porque alguien una
vez me dijo “pero es que los animales no llegan al extremo de suicidarse por
amor”; y yo digo, bueno, quizás este dejar de comer, dejarse llevar, como
algunos ancianos hacen cuando su pareja muere, es una forma de suicidio.
Menos activa a tirarse por un puente, pero otra manera.
Quisiera decirles que ahora estoy metido en el estudio del Paleolítico y de
las pinturas rupestres, porque hablan mucho, como los huesos que aparecen en los yacimientos, de lo que pasaba en esa era. Hay manos que están
pintadas en una de las cuevas que forman la red del Paleolítico patrimonio
de la UNESCO donde yo vivo, en Cantabria, Santander, cerca de Bilbao. Algo
interesantísimo que hemos encontrado en estas huellas de manos, como
por aquí en la Cueva de las Manos en Santa Cruz, es que hallamos manos
que revelan un trabajo entre dos o más miembros del grupo para haber sido
pintadas, en el que por ejemplo uno agarrara la mano y, por medio de una
cánula, de un hueso de ave, espirara como un aerógrafo y creara algo así
como el negativo de la mano del otro. Incluso también encontramos manos
de bebés, que muestran que alguien tuvo que auparlos, poner sus manos y
luego aspirar para pintar sus contornos.
¿Era la pintura de manos quizás un recuento de las personas de la banda
o comunidad? ¿Era una manera de dejar claro que aquí vivía el clan X?
Bueno, esto no lo sabemos; pero en los yacimientos sí hemos encontrado
pruebas de amor y de afectividad. Por ejemplo: individuos minusválidos
que no podrían haber sobrevivido más de veinte o treinta años sin la ayuda
de un grupo, resulta que nos los encontramos con ochenta años. Ancianos
que han perdido la dentadura mucho tiempo antes que el momento de su
muerte: no podían masticar la comida (y no había prótesis como ahora),
pues alguien habrá tenido que masticar la comida por ellos o proveerles de
alimentos. Entonces, allí también encontramos por lo tanto algunas pruebas de cooperación.
En suma, el amor ha sido un impulso tan fuerte en los primates y en los
humanos que ha acabado trascendiendo su función original, que era vincularnos con los miembros de nuestra especie, entendiendo cada especie
de primate, primero de nuestra comunidad y luego con miembros de otras
83
1er COLOQUIO DEL AMOR
comunidades, etc. Ha sido tan fuerte que aparece en contextos para los que
no surgió. Por ejemplo, yo puedo amar a un perro, o puedo amar a un caballo; y un perro puede, por ejemplo, amamantar a crías de tigre. Es decir, el
impulso del amor ha sido tan fuerte que ha saltado las barreras para las que
fue originado, y lo encontramos en contextos completamente diferentes. El
ejemplo del sexo es muy similar, es decir, el sexo nace para reproducirnos;
pero el impulso, la satisfacción de hacerlo es tan fuerte, como la satisfacción
de querer y ser queridos es tan fuerte, que terminamos usándolo en contextos donde no queremos tener hijos.
DIEGO GOLOMBEK
Hablaste de muchas cosas, Pablo: hablaste de empatía, hablaste de cooperación, hablaste de comportamientos adaptativos y hablaste del amor. ¿Lo
englobás todo en lo mismo? Es decir, ¿todo lo englobás en el amor, o lo
exageraste para ponerlo todo en el contexto?
PABLO HERREROS UBALDE
Mira, obviamente podemos debatir al respecto, porque he hablado en un
sentido muy amplio. Pero lo que tiene todo en común, se me ha olvidado
mencionarlo, es que tanto la empatía, el amor, la cooperación surgen del cuidado de la relación. Es decir, son emergentes. Yo no puedo pedirle a alguien
que me quiera, yo no puedo pedirle a alguien que coopere conmigo; lo que
tengo que hacer es crear un contexto de afecto, de cuidado de la relación
para que esas cosas emerjan de manera natural.
Pero entiendo tu duda, claro: si queremos hablar del amor de manera más
específica, tenemos que ir separando conceptos. No toda cooperación implica amor, por supuesto, eso me gustaría aclararlo; pero sí parece ser que los
grandes episodios de cooperación, las grandes dosis de empatía o cuando
yo más empatizo con los demás solo surgen cuando la relación es buena; y
la relación es buena cuando le dedico tiempo y afecto.
DIEGO GOLOMBEK
Bueno, ahora doy paso al próximo conferencista, Marcelo Rodríguez Ceberio.
Marcelo es Psicólogo clínico y Doctor en Psicología, es Master en Terapia familiar y en Psicoinmunoneuroendocrinología, es investigador y tiene muchos
libros escritos en la temática de la Psicología y la comunicación humana.
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CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO
Muchas gracias, Diego. Ayer había estado trabajando sobre la presentación
acerca del amor romántico, mostrar un poco el cerebro masculino y el cerebro femenino, e iba a hacer toda una explicación al respecto. Resulta que
hablando con Pablo, con quien compartimos algunas investigaciones, me
sugirió otra de las temáticas que trabajo y he investigado acerca de la vulnerablidad. Por lo tanto, la reformulé y aquí está el resultado.
La base de esta presentación es uno de mis libros que se presentó en México el año pasado, También los superhéroes van a terapia. Como amante de
los comics, en su momento hice un estudio sobre doce superhéroes y qué
pasaría cuando acuden a una terapia, y esto tiene un fundamento en función
de la resiliencia.
La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos de poder sobrevivir a situaciones trágicas y poder resurgir, como tradicionalmente se
dice, de las cenizas como el Ave Fénix. Ahora, mientras que los norteamericanos tienen una versión superlativa de la resiliencia, los europeos tienen
una versión más realista en donde señalan: hay resiliencia, pero el trauma se
carga toda la vida. Es decir el trauma no se anula, se convive con él, pero la
actitud resiliente hace que lo podamos superar.
Claro, en los norteamericanos es como en el cuento del patito feo, en donde
el protagonista se refleja en el lago, se ve que es un cisne, ve pasar la bandada de cisnes y dice “esos son mis congéneres”, sale volando y supera todo.
O la Cenicienta, que se transforma en princesa, pero lo que no se cuenta –y
esta es mi versión– es que, después de estar casada con el príncipe, más
de una vez en pesadillas duerme por las noches al borde del hogar a leña y
amanece toda tiznada, como era habitual cuando estaba con su madrastra.
Después vamos a ver un recorrido un poco sobre esto, pero les quiero decir
que para los que somos sistémicos, amantes de la antropología y hemos
estudiado a Gregory Bateson (en la década del 60 este famoso antropólogo
empezaba dándole una gran relevancia al contexto), el contexto es una gran
matriz de significado, es lo que le otorga sentido a las acciones. Es lo mismo
que yo diga que en este momento estoy acá, agachado, con los pantalones
bajos y con el fondo de una pared de azulejos y un botón de descarga de
agua: esto es un baño, es coherente la acción con el ambiente. Pero si le
cambio el telón de fondo, le pongo el Obelisco y estoy en el medio de la calle
Corrientes, mi acción no coincide con el contexto... quiere decir que estoy
loco. Conclusión: el contexto le da sentido a las acciones.
Entonces, desde una variable más neurocientífica, hablamos de la epigené-
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1er COLOQUIO DEL AMOR
tica. La epigenética es el conjunto de factores ambientales que producen
cambios en la función de los genes. Millones de años nos llevaron a hacer
cambio en la estructura de nuestros cerebros: cambios de neurohormonas,
cambios de neurotransmisores. Millones de años. O sea, los factores ambientales simplemente así porque sí no van a cambiar una estructura de genes, pero sí algunas funciones. Lo que se observa en la clínica en trabajos
de investigación es una proliferación, por ejemplo, de enfermedades autoinmunes arrasadoras, que ni los médicos saben diagnosticar todavía. Claro,
conocemos una cantidad de patologías: diabetes melitus, vitiligo, esclerosis
múltiple, hipotiroidismo de Hashimoto, etc.; pero estas surgen, en parte, por
la eclosión de situaciones trágicas en ciertos medios ambientales, por factores de stress que despiertan funciones de genes silentes que llevan a un
proceso de enfermedad.
Entonces, hablamos de vulnerabilidad cuando el contexto nos lastima. Es
decir, la vulnerabilidad es el grado en que las personas pueden ser sensibles
a pérdida, daño, sufrimiento y muerte. Se produce en función de condiciones
físicas, sociales, económicas, políticas, técnicas, ideológicas, culturales, educativas, ecológicas e institucionales. Con la vulnerabilidad uno se encuentra
con las capacidades disminuidas para afrontar las situaciones críticas. Por
eso somos vulnerables: porque se encuentran disminuidas en la persona o
en un grupo de personas esas capacidades que permiten anticiparse, tomar
características de prevención, o actuar sobre el problema traumático.
La vulnerabilidad casi siempre está asociada a la pobreza; este es uno de
los motivos por los que las cárceles están llenas de gente pobres, porque
son más vulnerables, al igual que las personas que viven en aislamiento e
inseguridad constante.
Entonces, llegamos al punto de especificar qué es una situación traumática:
es cualquier evento que sale de los canales habituales, que nos desestructura la estabilidad, el equilibrio que tenemos con respecto al contexto. Es decir,
hay una vulnerabilidad psicológica y emocional. Es una especie de estocada
directa al corazón de nuestra valorización. Por eso la vulnerabilidad lacera
fundamentalmente nuestra autoestima.
No se puede vivir sin amor, diría Calamaro, y es cierto. No se puede vivir en
un estado de constante vulnerabilidad respecto de la adversidad. Porque
siempre existe la posibilidad de construir vínculos nutritivos, afectivos, que
nos proporcionen esa red de amor frente a las carencias de los inicios de
nuestras vidas.
Entonces, ¿tenemos una actitud resiliente? Todos tenemos un superhéroe
dentro de nosotros. Es la tendencia que tienen ciertas personas a ponerle
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MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
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1er COLOQUIO DEL AMOR
el pecho a las balas: frente a las situaciones críticas, alguien sale al frente,
encara y arremete. Es una confluencia de factores: epigenéticos, inconscientes, interaccionales, cognitivos, emocionales, bioquímicos, neurobiológicos,
que se mancomunan, que se sinergizan en una actitud resiliente que intenta
superar las situaciones traumáticas.
¿Qué es la resiliencia entonces? Es la capacidad de poder triunfar en la vida,
es decir, vivir y desarrollarse positivamente a pesar de los episodios traumáticos que se pudieran haber vivido. Uno de los grandes investigadores
de la resiliencia es Boris Cyrulnik, quien desde pequeño convivió con las
desgracias de la Segunda Guerra Mundial, de la misma manera que otros
intelectuales como Victor Frankl, que estuvo hacinado en un campo de concentración. Estos intelectuales, que han vivido esas experiencias traumáticas, las han trasladado a un análisis más profundo y llevado al plano de lo
conceptual.
Una situación traumática encierra numerosos golpes bajos emocionales;
ahora, estos no son fáciles de resolver, y a sus huellas un resiliente les confronta sus recursos internos, los trata de metabolizar. No olvida los golpes
bajos: “recordar para no repetir”, sería la frase.
El amor de los demás nos sostiene. Claro, no es solo la capacidad de afrontamiento sino que existen también los recursos que encontramos en el entorno: en la familia, los amigos, los vecinos. Esos son los pilares afectivos que
nos sostienen en determinado momento, esas son nutriciones emocionales
–como diría el psiquiatra español Juan Luis Linares– que hacen que podamos remontar, aunados con nuestras propias capacidades, esa situación
traumática y poder recobrarnos de ella.
¿A quién recurrimos cuando estamos angustiados? La teoría del apego de
John Bowbly –quien se murió hace un tiempo y de quien tuve el honor de
prologar un libro– plantea que un ser humano, desde su nacimiento, necesita desarrollar una relación al menos con un “cuidador principal”, que fundamente su seguridad, su afecto y su desarrollo social. Ese establecimiento
del primer vínculo de sostén es el que nos catapulta de ahí para toda la vida.
La teoría del apego no solo se queda con el proceso de psicología evolutiva, sino que también va a la etología, al estudio de los comportamientos
(de eso también puede dar cuenta Pablo con la investigación con primates).
Entonces, este fundamento, estos primeros afectos también se expresan en
el mundo adulto. ¿Por qué? Porque las figuras de apego no solo están en
nuestra infancia; en nuestro mundo adulto hay tutores de resiliencia.
Basta imaginar, cada vez que uno tiene un problema, un problema grave, ¿a
quién recurre para decirle “me está pasando esto”, y encontrar un sostén,
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MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
un apoyo? Piénsenlo: hay alguien, una o dos personas, a quien ustedes recurren para sentirse sostenidos en una situación crítica. Quiere decir que eso
que aprendimos en un determinado momento de los primeros años de vida
se desarrolla sistemática, interaccional y emocionalmente en otros períodos
de la vida. Entonces, quien padece de un sufrimiento tiene la posibilidad de
encontrar en su contexto afectivo y social tutores de resiliencia con quien
pueda lograr sentirse querido incondicionalmente. Crecer implica sobreponerse a la adversidad.
Y esto, por otro lado, es una muestra de amor. Estos tutores pueden ser imaginarios o reales: padres, abuelos, tíos, profesores, novelas, frases, películas
o solamente una sonrisa, una palabra que dé la confianza, que constituya
una muestra de amor que nos motive a resurgir. ¿Cuántas veces fuimos al
cine y vimos una película o leímos una frase determinada que nos recategorizó toda una situación? Esa frase o esa película operan como tutoras de
resiliencia.
Entonces, ¿qué pasa con la autoestima? Nuestra autoestima es nuestra valoración personal, nuestro amor por las cosas, por ser autoconscientes de
nuestros defectos y de nuestras virtudes. Es la capacidad que se tiene de
sí para poder observar nuestra imagen personal. Por eso, decir de manera
ostentosa “soy el mejor” no es una buena autoestima; autoestima es reconocer también lo que no se puede, aquello que no somos capaces.
Por supuesto que a todos nos gusta, nos encanta, que nos digan “qué bueno
que sos”; eso es nutrición relacional. Pero si estamos dependiendo de ello, a
mal puerto: porque la valoración es un proceso que va de adentro hacia afuera y no de afuera hacia adentro. Sentirnos los mejores en ciertos aspectos
es fruto de nuestra reflexión interna. Y el reconocimiento, si viene de afuera,
maravilloso; pero no es bueno establecer allí un canal de dependencia.
Claro que la valoración personal no implica ninguno de los sujetos de la
siguiente fauna: ni soberbios, ni falsos modestos, ni orgullosos, ni sobreestimados, ni ególatras, ni narcisistas, ni fanfarrones, ni ostentosos, ni petulantes, ni omnipotentes. En un texto que publiqué el año pasado, que se llamó
Cenicientas y Patitos Feos, hice justamente una casuística clínica de ciertos
intentos fallidos y fracasados de buscar valoración en el afuera, del camino
equivocado que tomamos en búsqueda de valoración personal.
El primer grupo es el de los pobrecitos. Primero está el síndrome del niño
bueno: son los conciliadores, no confrontan a nadie, se hacen amigos de
todo el mundo, no pueden tener enemigos porque el sentirse rechazados
es un dolor que no tolerarían, buscando siempre el afecto y valoración en el
afuera. Después está el síndrome de la pobre víctima, que son los lastimeros.
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1er COLOQUIO DEL AMOR
Más graves todavía son los culposos, que son los reprochantes, que permanentemente están observando y ponen en demanda al otro. Y por supuesto
que está también el síndrome del sumiso torturado, que vive las relaciones
asimétricamente por debajo y está de manera permanente buscando afecto
y reconocimiento y se siente como un enano en un mundo de gigantes.
El segundo grupo son los ayudadores. El síndrome de Superman y de la
Mujer Maravilla son los ayudadores 1, están siempre en todos lados, omnipresentes y ayudando; los ayudadores 2 son el síndrome de la ambulancia
y el bombero; y el último es el síndrome de Papá Noel, que son los que permanentemente regalan objetos o cosas como formas de comprar el afecto.
Y el último grupo son los perfectos. En él están el síndrome del alumno
ejemplar, que son los hiperexigentes, y el síndrome del yo todo lo puedo,
que son los omnipotentes.
Todos estos casos, entonces, buscan de alguna manera el reconocimiento
en el entorno y se vuelven dependientes del mismo. Cuando uno sistematiza esta forma, es catastrófica. Porque es muy difícil después revertir el
proceso y buscar adentro nuestro ese que somos, ese que valemos, que
creemos que valemos.
Entonces, con todo esto planteado vamos a ver algunas versiones de la resiliencia en algunos personajes de comics. Por ejemplo, Superman. Por supuesto, Superman tiene un trauma infantil terrible: fíjense que lo mandaron
a la Tierra desde Kripton, su planeta que fue destruido, y cayó con una familia de campesinos; se sintió totalmente desubicado, fue descubriendo que
tenía superpoderes; fue como un ingenuo a trabajar al diario El Planeta en la
ciudad, en Metrópolis; y siempre está dispuesto para todo.
La segunda historia (no oficial) de Superman es cuando asiste a consulta su
hija. Porque, les voy a contar la historia: él se casa con Luisa Lane, tiene tres
hijos. La hija más grande tiene trastornos de alimentación: va a una terapeuta que se llama Mónica A. Tracón, empieza a trabajar estos trastornos, lo que
detectan es que en la familia hay un padre ausente y, con estos síntomas, lo
que hace la pobre hija es reclamar a este padre ausente. Por supuesto que la
terapeuta permanentemente lo está invitando a la consulta y solamente asiste Jimmy Olsen, fotógrafo del diario, que es el padrino de la nena. O sea que
Superman está siempre disponible para todo el mundo menos para su hija.
Batman: deprimido, angustiado, fóbico a las relaciones, lleno de dinero pero
sin formar una pareja. Ha fallecido su mayordomo papá, Alfred, y su compañero de aventuras Robin ha blanqueado su homosexualidad y se fue a vivir
a San Francisco con El Acertijo. Ha quedado solo y está deprimido.
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MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
Ni hablar del trastorno obsesivo-compulsivo de Peter Parker, el Hombre Araña, a quien Mary Jane lo deja, y que lo único que hace es rodar por las calles
de Nueva York con un ciclomotor repartiendo pizzas.
Flash va a consultar a un sexólogo: claro, tiene eyaculación precoz. Por otro
lado, el pobre cacique Patoruzú fue estafado por una rubia poderosa, terminó haciéndose cargo de Upa, de Patora y hasta de Isidoro y vive en una
pensión mugrosa. Y, a pesar de que lo acusaban de drogadicto y de que en
realidad la espinaca era marihuana, el gran problema de Popeye es el triángulo amoroso que tiene entre Brutus y Olivia, y la violencia consecuente.
Entonces, fíjense que con este gran desgaste que tienen en ayudar a todo
el mundo, los superhéroes esconden su dolor, remontándolo hacia toda su
vida.
Algunas conclusiones. En principio, intentamos hallar la valoración en la
búsqueda y el reconocimiento del entorno, con lo cual confeccionamos profecías autocumplidoras, porque cuanto más incondicionales buscamos el
amor, el afecto y el reconocimiento en el otro, el otro toma distancia, no nos
valora como corresponde. Porque en realidad somos nosotros los que no
nos valoramos como corresponde.
Los resilientes, si bien han remontado su vida, conviven con su recuerdo
traumático. Los patitos feos, no porque se miran en el lago y reconocen que
son cisnes, como les dije al principio, se olvidan de las descalificaciones y
vulnerabilidades que sufrieron. La Cenicienta no porque se case con el príncipe soluciona su historia de deprivación afectiva. Siempre queda un resto
doloroso, como una maleta guardada en nuestro hipocampo, nuestro centro
de la memoria, que deja rastro en el cuerpo, en lo orgánico, en lo emocional
y en lo psicológico.
Entonces, recuerdo que en una oportunidad tuve que hablar del 25 de mayo
en el colegio de mi hijo Franco, en la primaria. Me habían seleccionado con
otro padre. Entonces pensé: ¿de qué voy a hablar? ¿De Manuel Belgrano, de
Mariano Moreno, de San Martín? ¿Qué voy a decir? Miren que hace veinticinco años que doy conferencias y seminarios: me sentía como si fuera la
primera vez, frente a doscientos alumnos. Me dije ¿qué hablo? Y decidí salir
al ruedo y decir lo que salga espontáneamente. Entonces, les dije: yo les voy
a hablar sobre los héroes cotidianos. Y hablé de las maestras, cómo trabajan
con nuestros hijos, cómo los ayudan y se convierten en segundas madres en
el estudio; hablé de los padres abnegados, que trabajan todos los días intentando darle a sus hijos la mejor educación; y hablé de estos enanos que van
al colegio, que nos dan tantas satisfacciones y también tantas locuras, y que
realmente hacen todo lo posible por ser felices en la vida. Entonces, como
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1er COLOQUIO DEL AMOR
epílogo dije algo así: más allá de las atribuciones ideales que le damos a los
superhéroes, más allá de nuestros héroes encarnados en próceres, estamos
nosotros, los héroes cotidianos que, en cada momento de vida, intentamos
crecer, hacer lo que creemos que es lo mejor y de esta manera conquistar la
felicidad y el amor.
DIEGO GOLOMBEK
Me atrevería a plantear algunas cosas en común de estas versiones del amor
que estuvimos atendiendo. En todas de alguna manera se habló del entorno: Pablo habló del tener que relacionarse con los otros por una necesidad
evolutiva, si no te relacionás con los otros, no hay posibilidad de crear comunidad, de crear banda. Marcelo mencionó explícitamente al entorno para
poder pensar una cierta vulnerabilidad: nosotros somos vulnerables hasta
tanto no tenemos un otro en el que apoyarnos, y ahí también entra el amor,
al menos otra versión del amor.
Por eso, me parece que lo fascinante de este coloquio que ha comenzado
ayer y sigue hoy, son las múltiples versiones que tiene el amor. El amor romántico, lo primero que uno piensa, el enamorarse de alguien; pero también
el amor filial; el amor por una comunidad que te permite estar sano, estar
cuerdo de alguna manera; el amor por los pobres; el amor por Dios. Son
múltiples versiones, tal vez de lo mismo.
PABLO HERREROS UBALDE
A mí me gustaría decir algo breve. Helen Fisher, una antropóloga especializada en el amor, habla de que para ella es tan indistinguible el amor de las
personas del de los animales que no puede dejar de calificarlo de romántico, de amor romántico. Y esto, Diego, lo sabes tú mejor que yo, desde la
estructura cerebral todos los mamíferos están al menos preparados para
sentir experiencias emocionales, y los neurotransmisores que intermedian
el amor también están presentes en ellos. Así que, potencialmente, todos
ellos pueden tener experiencias de amor. Cierto, en los humanos, el lenguaje lleva al amor a extremos que los animales no pueden, porque nosotros construimos una narrativa interna –creo que es una de las grandes
ventajas del lenguaje, es poder construir historias internas–, eso nos puede
llevar a situaciones que en los animales nunca veríamos.
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CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
DIEGO GOLOMBEK
El asunto es si lo que distingue las diferentes versiones de amor es una diferencia cuali o cuantitativa, tanto si se trata de amor animal o amor humano
como si se trata de amor romántico, amor religioso, amor filial, etc. Y hay
opiniones divididas al respecto, desde lo que está diciendo Pablo: si siempre
se prenden las mismas partes del cerebro para distintos amores y se prenden más en algunos casos que en otros, o si hay partecitas de cerebro especializadas en cada tipo de amor. Hay distintas posturas al respecto. Lo que es
seguro es que, más allá del fenómeno cultural, hay un fenómeno biológico.
Piensen –voy a referirme solo al amor romántico– en estar recontraenamorado: ¿qué sienten cuando estuvieron o están en ese estado de enamoramiento, qué pasa en el cuerpo? Se te acelera el corazón…
Una cosa interesante para hacer el paralelismo animales-humanos es que lo
que uno llamaría amor en los animales, en principio y en general tiene fines
reproductivos (con excepciones que nos contó muy bien Pablo). Lo maravilloso de los humanos fue escaparnos de ese mandato biológico: el poder
estar perdidamente enamorado de alguien, más allá de las posibilidades o
ganas reproductivas. Uno puede estar muy enamorado de una persona mucho más allá de tener hijos; eso en la naturaleza es raro. Pasa, pero es raro,
y en los humanos es muy común. Y a mí eso me parece maravilloso. No
estoy hablando del fin del amor sino del mantenerlo más allá de lo que uno
pensaría que es el mandato biológico.
PABLO HERREROS UBALDE
Un poco por contradecir, nomás. En realidad, para ver el amor sin fines reproductivos podemos ver la amistad entre los individuos del mismo sexo,
y encontramos que hay amistades que duran toda la vida. Obviamente no
hasta el extremo seguramente que tú nombrabas, pero incluso también hay
pingüinos homosexuales, no sé si lo sabéis, la homosexualidad abunda en la
naturaleza: y ahí no sabemos exactamente si hay una búsqueda reproductiva
o no, pero sí es cierto que conviven toda la vida y no siempre está la descendencia de por medio. Pero es cierto, claro, que no abunda tanto como en el
humano, que tiende a hacer amistades y a crear vínculos allá por donde va.
Y además, claro, el lenguaje es algo muy interesante. Yo estoy creando
vínculos con cuántos, ¿con mil personas a la vez? Esto los primates no lo
pueden hacer. Gracias al lenguaje yo puedo crear vínculos con millones de
personas a la vez, a través de la televisión por ejemplo, pero ellos están limitados a cuatro o cinco, es decir, a lo que la mano les alcanza para acariciar.
93
1er COLOQUIO DEL AMOR
PREGUNTA AUDITORIO
Yo soy una persona común como todos ustedes, me llamo Ramón y pregunto: uno va generando hacia la gente que uno tiene al lado cosas, se va
uniendo. Pero llega el momento en que el amor se acaba. ¿Por qué se acaba?
¿Porque falta algo? Yo me quedé sin trabajo, porque no consigo trabajo.
Llego y me dicen: “¿conseguiste plata?”. Realmente no la conseguí. Pasan
los días, siguiente semana, vas a buscar trabajo… Pero sucede que el amor
se acaba. ¿Por qué?
PABLO HERREROS UBALDE
Darío Mastropieri es un neurobiógo que habla de que cuando las relaciones
son muy igualitarias entre la pareja es maravilloso para la pasión pero más
dificultoso para llevar a cabo proyectos juntos, porque ninguno de los dos
cede; y que cuando en la relación de pareja hay uno que es más dominante
y el otro más subordinado es maravilloso para concretar los proyectos –para
tener hijos, etc.– pero, una vez acabados esos proyectos, la pasión se acaba.
MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO
Hay una contestación para esto que pregunta Ramón. Varias, pero yo voy a
dar mi versión. Pienso que el amor romántico, el amor de pareja, es un amor
condicional. Para mí el único amor incondicional, la única incondicionalidad
amorosa es la relación de los padres con los hijos; siempre padres funcionales, digamos, dentro de características de funcionamiento esperado, porque
ya sabemos que hay numerosos casos donde esto no funciona. Pero el único
vínculo de incondicionalidad amorosa es el de los padres hacia los hijos (ya
que no de los hijos hacia los padres).
El amor romántico, el amor de pareja, es un amor sometido a multiplicidad
de condiciones. Y hay momentos en que hay que decidir ciertas cosas en términos del vínculo amoroso, y de hecho no es una relación de amor biológico
únicamente, sino que ya se frontaliza, porque uno empieza a pensar.
En este momento, en el Laboratorio de Investigación que dirijo, estamos
haciendo una investigación justamente sobre la condicionalidad e incondicionalidad amorosa. Entonces hay un dilema muy simple que planteamos.
Siempre la población es de padres de 25 a 65 años, no importa que estén
casados o separados, a los que les planteamos que están en la sala de espera
de un quirófano y tienen a su hijo adentro. Sale el médico, cirujano, y dice:
“si a su hijo no le transplantamos un corazón alrededor de los 45 minutos,
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CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
su hijo se muere. ¿Se lo dona o no se lo dona?”.
En general, llevamos unos 500 protocolos elaborados, tenemos alrededor de
un 90% de respuestas en positivo. Lo interesante que marcamos neurobiológicamente es que una es una reacción que llamamos amigdalina (la amígdala cerebral es un polo emocional muy importante): inmediatamente sale la
cuestión de afecto biológico, primaria, ese afecto de padre a hijo, de madre a
hijo. Es interesante, porque en las respuestas en las que aparece el “no” son
sucedáneos que empiezan a pensar, porque a lo mejor hay una madre que
tiene cinco hijos, entonces si le da el corazón a uno deja cinco huérfanos…
Pero eso ya se frontalizó, ya es analítico.
Y la segunda premisa es: tenés a tu marido en el quirófano. Sale el médico y
dice: “si no le doy un corazón en 45 minutos se muere”. ¿Qué harías? Y ahí,
los porcentajes están reñidos, los que han contestado “sí” han sido fruto de
una reacción netamente pensada (lóbulo frontal), analítica; han analizado
posibilidades, etc. No es una respuesta inmediata, biológica.
Por eso digo que el amor romántico está sometido a multiplicidad de condiciones. Entre ellas, la variable económica, social, psicológica, etc.
PREGUNTA DEL AUDITORIO
Yo voy a expresar una duda que en las charlas con amigos surge cuando hablamos del amor, del amor de pareja, y es: ¿por qué el amor lo manifestamos
de distinta manera los hombres y las mujeres? Esa duda nunca la podemos
cerrar, siempre terminamos en discusiones y cada uno en una tribuna distinta, digamos.
DIEGO GOLOMBEK
Si yo les preguntara qué cerebro pesa más, si el del hombre o el de la mujer… A ver, ¿cuánto pesa el cerebro? Empecemos por ahí, ¿cuánto se imaginan que pesa? ¿Kilo y medio, más o menos? Ahí alguien dijo “lo mismo” y
otro dijo “menos”. Resulta que el cerebro femenino pesa menos, unos 200
gramos menos. Lo que fue acusado por muchísimo tiempo de ser una señal
inequívoca de la eminente inteligencia masculina. Hasta que a uno se le ocurrió decir: “¿pero cuánto pesan las mujeres?” Pesan mucho menos, así que
lo que nos importa es la relación cerebro-cuerpo, no el peso del cerebro. Y
ahí se acabó el problema: hicieron las cuentas y se callaron todos.
¿Qué quiero decir con esto? Que, efectivamente, los seres masculinos y fe-
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1er COLOQUIO DEL AMOR
meninos son diferentes: los comportamientos son distintos, los cerebros son
distintos, hay partes del cerebro distintas. Pero eso no quiere decir que apunten en sentido contrario ni mucho menos. En todo caso, hay funciones que
si uno las hace en laboratorio dan distintas –funciones analíticas, funciones
que tienen que ver con la orientación en el espacio, funciones que tienen que
ver con la descripción de hechos pasados–; no me atrevo a decir que uno es
mejor o peor, por supuesto. Pero lo que sí es seguro es que son diferentes y
complementarios.
Entonces, eso que ustedes dicen con sus amigos de que hay visiones diferentes sobre las relaciones amorosas entre hombres y mujeres, sí, por supuesto que sí. Diferentes pero complementarias, en el fondo van a lo mismo.
Me parece que es lo que hablaron ellos dos: el relacionarse con el otro, con
el entorno, de una manera sutilmente diferente pero que, en el fondo, va a lo
mismo, va a relacionarse para luchar un poco contra la vulnerabilidad innata
que tenemos los humanos. Porque venimos muy desnudos y necesitamos
del otro para poder hacerlo.
Podríamos entonces ver un montón de cosas sutilmente diferentes. Incluso,
podríamos ver qué pasa en relaciones homosexuales versus relaciones heterosexuales: qué pasa en el cerebro de una persona que siente una atracción
por personas de su mismo género. Y vas a encontrar cosas diferentes en términos de cerebro, que por ahí son innatas o por ahí aprendidas, no se sabe
todavía; pero van a lo mismo, van a encontrar al otro para encontrarse a sí
mismos en esa relación con el otro.
PABLO HERREROS UBALDE
Hay que empezar a romper ciertos mitos y ciertos modelos mentales sobre
las tendencias masculinas. En chimpancés nos encontramos que machos
adultos adoptan huérfanos que han perdido sus madres. Obviamente, ya sé
que no es lo más común ni lo más general; pero no encontramos uno o dos
o tres, sino varios casos –pensad que no tenemos actualmente en el mundo
más de 20.000 chimpancés en libertad, así que no tenemos un gran ejemplo
de diversidad allí frente a los miles de millones de humanos–. Pero creo que
hay que empezar a tirar abajo estos mitos. Y es verdad: en lo micro encontraremos grandes diferencias, pero en lo macro vamos hacia lo mismo. Y
ahí quizás hay que ir más a las diferencias de personalidad, del desarrollo
del apego o de la autoestima que acudir al género para explicar esas cosas.
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CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO
Recién, al escucharnos, me dije: ¡estamos hablando del amor, fantástico!
Porque ¿cuántos años no hablamos del amor, los que trabajamos en toda
la esfera de la investigación, porque era algo cursi, banal? Y lo único que
hacíamos era transitar por una variable sociocultural que dice que enaltece
lo intelectual y sepulta lo emocional. Esto viene inclusive de la filosofía, de
Sócrates, de Platón, de Aristóteles y el mundo de las pasiones como pecaminoso, ¿no? Y neurobiológicamente pasa lo mismo, porque la neocorteza
frontal, parietal, temporal, occipital, sepulta al cerebro límbico, el cerebro
primitivo y emocional.
Es muy cierto lo que dice Diego sobre cómo el machismo social, la preeminencia del hombre, hace que una hipótesis como la de que las mujeres son
menos inteligentes que los hombres encuentre una solvencia en la diferencia de peso del cerebro. Eso es simplemente una cuestión adaptativa de un
criterio machista social, en función de dar una entidad o un respaldo a una
hipótesis infundada.
Ahora, siguiendo la misma línea, el cerebro masculino y el femenino tienen
muchísimas diferencias: desde una visión en línea recta del hombre y una
visión de 180 grados en la mujer; de haber mayor cantidad de neuronas en
los centros del lenguaje o un hipocampo –como centro de la memoria– con
otras dimensiones en la mujer, que hace que sea mucho más locuaz que el
hombre y que, además, sea mucho más memoriosa. O esa simultaneidad de
la mujer, que da la posibilidad de estar leyendo el tomo de Derecho Procesal,
porque tiene un examen de Abogacía, mientras que está lavando los platos,
mientras puso el agua de los fideos y además le está enseñando la tarea a su
hijo y puso la lavadora y de paso está hablando con su suegra a quien le está
dando algunas recomendaciones porque se peleó con su suegro. El hombre
se está afeitando, la mujer le dice “hay que pagar la factura”, y el hombre
“pss, ¿qué querés, que me corte?”.
Entonces, estos juegos que un poco hago capciosamente marcan una distinción. Pero hay una gran verdad en lo que dice Diego: los cerebros son diferentes, pero complementarios. Como las relaciones humanas. Y además,
quiero decirles que el cerebro cuando nace es muy inmaduro: la ciencia se
ha peleado con lo social diciendo “son cuestiones socioculturales”, “no,
son cuestiones biológicas”, y yo digo: ni uno ni otro. El cerebro es muy
inmaduro cuando nacemos y cuando se va desarrollando va madurando y
fortaleciendo lo que es masculino y femenino de acuerdo a lo que socialmente predomina.
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1er COLOQUIO DEL AMOR
También el cerebro está permanentemente en cambio. En nuestra infancia,
nosotros jugábamos de determinada manera, tal vez más rudimentariamente; hoy, los chicos juegan con simultaneidad de estímulos, auditivos, visuales, etc., con una computadora o una Playstation que te somete a factores
ambientales que van a modelar cuestiones de funciones de los genes. Y,
aunque nosotros no vamos a estar vivos para verlo, la especie humana verá
estas evoluciones en un futuro.
DIEGO GOLOMBEK
Hay un poema de Jacques Prévert que dice: “Amamos y vivimos/ vivimos y
amamos/ y no sabemos qué es la vida/ y no sabemos qué es el amor”. Hoy
por ahí no sabemos un cachito menos, pero vale la pena seguir buscándolo.
Muchas gracias.
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CIENCIA Y AMOR: UNA CONVERSACIÓN SOBRE
MONOS, VULNERABLES Y CEREBROS
DIEGO GOLOMBEK
Doctor en biología, trabaja como profesor titular regular de la Universidad
Nacional de Quilmes y como investigador principal del CONICET. Tiene una
profusa trayectoria como divulgador de la ciencia en Argentina, habiendo
publicado numerosos libros y participado en diversas producciones televisivas.
PABLO HERREROS UBALDE
Sociólogo, antropólogo y primatólogo español. Sus estudios se centran en la
aplicación de los resultados de sus investigaciones sobre el comportamiento
de los primates a ámbitos cotidianos como la empresa, la política o la educación. Autor del libro Yo, mono, es colaborador en diversas revistas científicas
y medios gráficos.
MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO
Doctor en Psicología. Entre sus trabajos se destaca la coordinación de voluntarios en la experiencia pionera de desmanicomialización en Trieste (Italia).
Actualmente se desempeña como profesor titular de diferentes universidades nacionales y como profesor invitado en diversas universidades de Latinoamérica, Europa y EEUU. Es autor de numerosos libros y artículos en los
campos de la comunicación, el psicodiagnóstico y la psicoterapia.
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